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Alicia Stolkiner: “La gente no funciona según las neurociencias de Facundo Manes”

Alicia StolkinerEntrevista a la Doctorada Honoris Causa UADER. Profesora Titular de


Salud Pública y Salud Mental, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires
y del Doctorado en Salud Mental Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús,
Alicia Stolkiner.

La psicóloga alerta sobre los riesgos de asumir las vicisitudes de la vida y de las
patologías, bajo consignas bioligistas y reduccionistas.

–Usted expresó que Facundo Manes es un “apropiador ideológico de las neurociencias”.


¿Cuál es su crítica hacia el neurólogo más mediático de la Argentina?

Me parece terrible que todo lo reduzca al cerebro. A partir de ahí, elabora consignas
orientadoras de la vida de la gente, que no es distinto de lo que se puede hacer con la
religión, nada más que ahora alertan desde las neurociencias. Esto es lo que yo llamo la
“neurochantada”, que tiene su punto de emergencia en un documento del Banco Mundial
que se llama “Mente, sociedad y conducta” (2014). El texto se fundamenta en las
neurociencias y en las teorías cognitivistas para lograr el desarrollo en los países que no
pertenecen al mundo desarrollado. Si uno lee este documento reconoce mucho de lo que
dice Durán Barba.

Cada uno tiene sus recursos políticos y Manes utiliza las neurociencias para ver cómo
consigue un cargo político, y eso es lo que está negociando permanentemente. El
problema es que lo apliquen después en las escuelas con esa ideología reduccionista y
neurobiologista, porque trae resultados catastróficos como el etiquetamiento de los niños.
–¿Cuál es su opinión sobre la calidad de la formación en neurociencias en las Carreras de
Psicología?

Creo que está mal dada y, además, en muchas facultades de psicología se genera a los
alumnos un rechazo global a pensar el cuerpo.

Yo escucho que un alumno me dice, por ejemplo, que el autismo no es biológico, no es


orgánico, y lo dice sin ningún fundamento. Hace un reduccionismo psicologista de un
fenómeno de altísima complejidad. Este es el tipo de pensamiento que después
fundamenta que terminemos teniendo una ley en Francia que prohíbe la atención
psicoanalítica de los autistas.
El psicoanálisis no es reduccionista pero se lo usa de manera reduccionista.
No tengo nada contra el avance de las neurociencias, como no lo tengo contra la genética.
Preguntas y Respuestas: Salud y Neoliberalismo

A dos años y medio de la asunción de Mauricio Macri, ¿cómo ves el programa de


Cambiemos en materia de salud?¿Existe un paradigma de salud neoliberal?
El gobierno de Macri lo que ha impulsado es el desmantelamiento de una serie de
programas verticales que desde el Ministerio de Salud, se dirigían a ganar capacidad de
rectoría en los sistemas de salud de las provincias. Al mismo tiempo tenemos la propuesta
de la CUS (Cobertura Única de Salud), que no tiene demasiada originalidad sino que es
parte del modelo de propuestas que el sistema liberal hace y que se basan en la
mercantilización. Este tipo de propuestas tiende a mercantilizar el sistema, transformar la
prestación de salud en una commodity y al mismo tiempo realizar una captura de los
fondos sociales que se destinan a la salud.

El modelo neoliberal tiene como eje el modelo del aseguramiento individual, hacia lo que
tiende la CUS. Este seguro es una mercancía muy extraña, que nosotros compramos pero
no usamos y el que vende espera que nunca utilicemos. El secreto del seguro es que lo
que vende es una “sensación de seguridad” en el campo de la incertidumbre.

Todo esto confluye en una época en la cual tenemos un actor internacional de muchísimo
peso en el terreno de la salud que es el Complejo Médico Industrial Financiero, la segunda
o tercera industria del mundo. Lo llamamos también Financiero porque ha entrado en una
etapa donde el circuito financiero y el de producción y venta de medicamentos están
profundamente articulados.

El neoliberalismo no es estrictamente una corriente económica, es una concepción del


mundo, es una religión de la época, y viene con todo el paquete: la concepción del
hombre, la concepción de la salud. El paradigma neoliberal está basado en la idea del
“mínimo decente”: es el Estado quien debe garantizar una prestación de servicios que sea
el mínimo decente y que le de al conjunto de la población una igualdad de oportunidades,
pero sólo en las prestaciones más frecuentes y a un costo que no desborde la capacidad
de concentración de riqueza.

¿Qué sucede en otros países que aplican este tipo de sistemas neoliberales en salud?

La medicina moderna ha logrado extender la vida así como avances importantes en


descubrimientos de antibióticos y también en la producción de tecnologías y
medicamentos, que sin embargo entran en el mercado con un costo muy elevado. Esto ha
disparado el costo de los servicios en salud de tal manera que en EEUU una parte
importante de las catástrofes económicas de una familia puede ser un problema de salud.
La brecha en el acceso a servicios se ha incrementado terriblemente.
En el sistema de salud de EEUU, que es pésimo, se gastan 12.000 dólares al año por
persona, y tienen millones de personas sin cobertura y limitaciones severas de acceso a
los servicios. Además la posibilidad de que una “enfermedad catastrófica” signifique una
catástrofe económica para la economía familiar. Una persona tiene que elegir entre sacar
los ahorros para la educación de sus hijos y con ello solventar su tratamiento de cáncer
de pulmón, u optar solamente por cuidados paliativos, morirse y apostar a que sus hijos
sigan adelante en su vida.

A su vez el fenómeno de Colombia demuestra que puede haber población con cobertura
y sin acceso. Mientras tanto acá inventamos el disparate de que hay una población con
acceso pero sin cobertura, que en realidad es gente con la que podrían hacer negocio pero
no lo están haciendo. En la Ciudad de Buenos Aires una de estas mal llamadas personas
“sin cobertura” se puede hacer una operación de cerebro en el Argerich.

¿En qué áreas de la salud golpea más fuerte el neoliberalismo?

Para la mirada neoliberal hay que separar la financiación de la distribución de los


servicios y al mismo tiempo financiar la demanda. Esto significa que por un lado no
existan hospitales donde entres sin pagar, pero a la vez si no tenés plata sea el Estado el
que pague por vos.

El neoliberalismo golpea más fuertemente en aquellos flancos que producen una mayor
capacidad de empoderamiento por parte de los actores y donde además no se juega de
manera tan palpable la cuestión de la producción de ganancia. La estrategia con la que
pensamos la Ley de Salud Mental no se acopla con la idea de aseguramiento individual
porque implica servicios que son colectivos, una articulación intersectorial para
garantizar derechos. Hubo sectores que empujaron fuertemente para sacar el artículo 4
que dice que los consumos problemáticos son un tema de la órbita de la salud mental.

Facundo Manes, el apropiador ideológico de la neurociencia, plantea una reducción del


paradigma de salud/enfermedad/cuidado no solo al individuo sino, en una muestra aún
más biologicista, al cerebro. El tipo hace un prólogo a un libro que se llama “El cerebro
de las mujeres”, donde se escribe sobre esta especie rústica, “las mujeres”, nada que
Lebón no hubiera planteado en su momento tratando de mostrar la debilidad innata de las
mujeres porque su cerebro era más pequeño.

¿Cómo actúa la relación entre neoliberalismo, individualismo y subjetividad?


Judith Butler plantea que en la esencia de la concepción neoliberal reside la idea de la
naturalización de que hay vidas que no merecen ser lloradas, y otros que no merecen ser
tan otros. En el concepto del otro del liberalismo existe una esencia del terror se puede
resumir en el concepto de derecho individual. Cuando uno dice “mis derechos terminan
donde empiezan los derechos del otro”, quiere decir que el otro es un límite a la expansión
infinita de mis deseos o mis derechos. Entonces, cuanto menos individuos aislados haya,
mejor.

Stolkiner nació en 1951 en la Provincia de Córdoba. Es psicóloga, docente, investigadora


y una de las personas mas importantes de America Latina sobre esas disciplinas y la
persona indicada, si se quiere indagar en la relación que existe entre salud y
neoliberalismo.
“Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico”
Revista La Ciudad > Notas > Interés General > Cultura > “Las neurociencias van en
contra del pensamiento crítico”

Nora Merlin abr 2017La psicoanalista y profesora de la UBA Nora Merlin advierte sobre
esta moda que invade a las escuelas.

“Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico”, se planta la psicoanalista y


profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Nora Merlin, sobre esta moda que
invade las aulas argentinas. Asegura que la intención que persiguen es borrar las
singularidades humanas, uniformar y disciplinar conductas. Y que detrás de todo está el
mercado de los medicamentos.

Desde hace buen rato las neurociencias vienen pujando por un lugar en las escuelas. La
intención se oficializó el año pasado cuando el Ministerio de Educación y Deportes de la
Nación firmó un convenio con la Fundación del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco,
que preside el neurólogo Facundo Manes) para crear el Laboratorio de Neurociencias y
Educación, que —según sus impulsores— promueve la articulación entre unas y otra “con
el fin de potenciar los procesos de enseñanza y aprendizaje a partir del conocimiento
acerca de cómo funciona el cerebro”.

Merlin invita a desandar en forma didáctica aquella afirmación que hoy circula como
verdad y panacea a distintos males. “Las neurociencias son disciplinas que estudian el
sistema nervioso y pretenden explicar la conducta y el padecimiento mental según bases
biológicas. Los psicoanalistas pensamos que son un anacronismo, porque el aprendizaje,
la afectividad pasan por otro carril, no responden a la lógica de la neurona”, sostiene quien
también trabajó con Ernesto Laclau, es profesora de psicoanálisis en la UBA y magíster
en ciencia política. Su trabajo de investigación lo desarrolla alrededor de la articulación
de política y psicoanálisis, de los temas de cultura y medios. También es autora de
Populismo y Psicoanálisis (Letra Viva).
Insiste que lo que hoy se presenta como una innovación en ciencia es en realidad un
anacronismo. En 1895 Sigmund Freud, siendo neurólogo, considera que esa disciplina no
le servía para explicar lo psíquico: “Lo que hoy venden como la novedad quedó
desterrado en 1895. Es como dice la canción de Silvio Rodríguez «Un servidor de pasado
en copa nueva»”. Freud enseña que el cuerpo psicológico no coincide con el orgánico, y
que la palabra importa cuando se habla de salud y enfermedad.
La autora llama la atención sobre el momento político, económico, de época en que las
neurociencias irrumpen la cultura y la educación, la vida cotidiana de las personas: “El
neoliberalismo avanza tomando toda la cultura, estableciendo un criterio sobre qué es
normal y qué es patológico. Esos criterios de normalidad, salud y enfermedad están
determinados por los departamentos de marketing de los laboratorios (farmacéuticos),
una de las industrias que mueven el mundo. Criterios que se difunden luego por los
medios de comunicación y por todos los aparatos de imposición simbólica. Se crean
necesidades, se instalan determinadas patologías y definen los síntomas que incluyen”.

Estas imposiciones del mercado de los laboratorios —describe— vienen acompañadas


por grandes movidas publicitarias que consisten en apadrinar congresos, viajes,
capacitaciones, publicaciones y hasta campañas de prevención. “Todo un aparato
preparado para imponer determinado medicamento. Para eso primero necesitan
desarrollar enfermedades. Es fácil deducir que vamos a obtener como resultado una
cultura cada vez más medicalizada”.

Merlin menciona como enfermedades “de moda”, impuestas por ese mercado, el ataque
de pánico y el trastorno bipolar en los adultos. Y en los más pequeños el famoso TDH: el
trastorno de déficit de atención por hiperactividad. “En 1895 Freud llamó al ataque de
pánico neurosis de angustia. Es decir, todos los síntomas que aparecen hoy como ataques
de pánico ya los describió Freud, no son una novedad. La diferencia es que ahora vienen
medicalizados”, repasa la psicoanalista de la UBA para remarcar que a esa depresión
manifestada por una persona se le pone una mordaza química. “Esa persona va a tener
dos problemas: va a seguir con la angustia y tendrá que resolver la dependencia al
psicofármaco. En lugar de escuchar lo que se manifiesta en el cuerpo con sudoración o
taquicardia (por ejemplo) se le da un medicamento y se quita la oportunidad de expresar
en palabras ese sufrimiento”.

“Las neurociencias quieren borrar las historias, la afectividad y entonces hablan


solamente de una lógica cerebral. Claro que hay una lógica cerebral, pero la neurona no
coincide con el sufrimiento humano”, subraya.
Chicos con “trastornos”

Los niños y las niñas en edad escolar no escapan a esta lógica de salud y enfermedad
motorizada por el mercado. Es corriente escuchar a docentes y familias hablar de chicos
que no aprenden o tienen problemas de conducta por padecer déficit de atención. La
derivación y la medicalización es lo que sigue a estas rotulaciones.
Nora Merlin menciona al TDH como la enfermedad que está a la orden del día. “Quienes
impulsan estas patologías incluyen como déficit lo que son características propias de los
niños: si un niño se mueve se afirma que tiene déficit de atención, cuando son
características propias de la infancia. Qué niño no se mueve, no es activo. A eso las
neurociencias lo transforman en un trastorno neurobiológico, en un desorden del cerebro.
Y no solo eso sino que piden hacer un diagnóstico temprano para determinar si esos
síntomas se presentan con una frecuencia superior a lo normal. Ahora ¿cuál es el límite
si un chico se mueve mucho? ¿Quién dice qué es lo normal? Ellos. ¿Qué hacen con esto?
Medican. Hay muchísimos niños medicados por un supuesto trastorno que en la mayoría
de los casos no existe. Uno de los mayores éxitos de la cultura neoliberal es haber
instalado la creencia de una supuesta normalidad psíquica que se debe alcanzar, donde
una vía para lograrlo es la medicalización”.
—¿Cómo se manifiesta esta situación en el día a día en las escuelas?

—Hay toda una bajada de línea a los docentes quienes se ponen a estudiar neurofisiología
y tratan de homologar la lógica de que si un chico tiene problemas de atención hay que
derivarlo al neurólogo. Muchas veces lo hacen de buena fe. Pero cada niño tiene su tiempo
de aprendizaje. Hay momentos singulares para cada niño que hay que respetar. No se
puede sostener que porque los chicos se mueven tienen déficit de atención o un trastorno.
Son desafíos para los docentes, porque estamos ante un problema muy serio en la cultura,
donde se busca medicalizar. Una cultura que tiende al no respeto por la diferencia, más
bien a una supuesta normalidad, y los que no están ahí es porque les falla algo en la
sinapsis neuronal que hay que resolver con medicación.

  —Ante este bombardeo de “neurociencias y educación” ¿qué preguntas debiera


hacerse una docente?

—¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué el ideal de una supuesta normalidad y
uniformidad? ¿Por qué todos los niños deben responder a determinada cifra, ser
cuantificados? ¿Y por qué abandonar la singularidad y la diferencia si los niños no son
iguales, todos tienen su propia historia? La afectividad es el motor del aprendizaje: si un
niño está triste, tiene inhibiciones, seguramente no va a poder aprender. Ahora, eso no
responde a una lógica neuronal. Seguramente hay repercusiones en el cerebro, pero eso
no significa que el cerebro sea la causa de su tristeza. Los docentes no son pasivos
receptores, y porque viene una resolución “de arriba” hay que someterse. Tienen
responsabilidad en sus actos. Un docente debe preguntarse por su acto. Hay que
deconstruir entonces todos estos mensajes comunicacionales.
—Las neurociencias promueven entonces un pensamiento uniforme.

—Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico. Hay que someterse a
determinada medida y supuesta normalidad, quienes no se someten a eso les caben las
patologías. El objetivo es promover un pensamiento ahistórico, eliminar la política, la
subjetividad, la singularidad y convertir una masa de gente medicalizada, uniforme,
adaptada, disciplinada. Ese es el verdadero objetivo.
Las neurociencias: un intento de colonizar la subjetividad

Revista La Ciudad > Notas > Nacionales > Opinión > Las neurociencias: un intento de
colonizar la subjetividad manes y neoliberalismo mar 2017Colonización de la
subjetividad: las neurociencias –

El discurso apolítico de las neurociencias convierte intereses económicos y empresariales


en conocimientos neutros instituidos como verdades. El Dr. Facundo Manes es uno de los
representantes de esta corriente que sitúa a las neurociencias como el paradigma
biopolítico funcional al neoliberalismo; un gurú comunicacional sostenido por los medios
corporativos y las empresas farmacológicas.

El sistema capitalista en su variante neoliberal funciona imponiendo ideas a través de los


medios de comunicación corporativos y el marketing, que se incorporan, se demandan y
terminan naturalizándose. Se trata de un proyecto colonizador que necesita realizar una
producción biopolítica de subjetividad, y con ese objetivo se apropia de sentidos y
representaciones de la cultura.
La subjetividad neoliberal se configura siguiendo el modelo empresarial planteado como
una serie uniformada, en la que lo humano se reduce a su mínima expresión: todo debe
estar calculado, disciplinado y controlado. Las personas se someten a los mensajes
comunicacionales, que terminan funcionando inconscientemente como órdenes. De esta
forma, incorporan los imperativos de la época y sustentan la creencia de que eligen
libremente mensajes comunicacionales, mientras que en verdad son impuestos a fuerza
de repetición y técnicas de venta.

El neoliberalismo como régimen de colonización de la subjetividad, tapona con objetos


tecnológicos y medicamentos el lugar de la falta estructural del sujeto y de lo social,
rechazando lo que hace límite o funciona como imposibilidad. Esta operación
inevitablemente conduce a la angustia, principal afecto desarrollado en el neoliberalismo,
la que se manifiesta en el cuerpo como taquicardia, sudoración, mareos, ahogos, etc. Otras
veces produce culpa inconsciente y necesidad de castigo, porque el sujeto, transformado
en consumidor, siempre está en falta, nunca se siente a la altura de los mandatos
empresariales del éxito y el mérito. Se establece una dialéctica circular y compulsiva entre
desarrollo de angustia o culpa y consumo de psicofármaco-tapón, cuya dosis nunca resulta
suficiente.

Entre las tácticas que apuntan a la colonización de la subjetividad, se sitúa el apelar a la


ciencia y convertir intereses económicos y políticos en conocimientos neutros que se
instituyen como verdades indiscutibles. Se trata de una manipulación mediática, repetitiva
y supuestamente acrítica, que se hace en nombre del prestigio social de la ciencia y de
una supuesta objetividad apolítica. Se pretende imponer saberes aparentemente neutrales,
que con su insistencia se vuelven sentidos “consensuados” por la comunidad. ¿Quién se
anima a contradecir a “La ciencia”? ¿Quién pone en tela de juicio lo que afirma un
“doctor”? La subjetividad indefensa se arrodilla y se somete ante un supuesto saber
científico siempre triunfante que se erige como uno de los amos de la civilización.
En esta perspectiva debe considerarse que la investigación sobre el cerebro puede
funcionar como una renovada oferta de espejitos de colores. Las neurociencias son un
conjunto de disciplinas que estudian la estructura, la función, y las patologías del sistema
nervioso, pretendiendo establecer las bases biológicas que explican la conducta y el
padecimiento mental.

Las neurociencias, funcionales al neoliberalismo, se proponen fabricar la construcción


biopolítica de un sujeto adaptado al circuito neuronal, portador de amores calculados y
angustias medicadas en nombre de una supuesta salud mental equilibrada que viene con
receta y protocolo. Por ejemplo, el Dr. Facundo Manes, uno de los referentes de esta
corriente en la Argentina, afirmó que “El amor más que una emoción básica, es un proceso
mental sofisticado y complejo”. Manes determina un amor basado en un circuito
neuronal, que se fundaría en el funcionamiento del cerebro cuando nos enamoramos,
sosteniendo, por ejemplo, que el tamaño de la pupila influye en la atracción que podemos
provocar en el otro.

No deja de sorprender que se presente a las neurociencias como lo más moderno cuando
en realidad se trata de un reduccionismo pre-freudiano, que homologaba lo psíquico a lo
biológico y que afirmaba que los procesos mentales eran cerebrales. (“Un servidor de
pasado en copa nueva”, como dice Silvio Rodríguez). Reducir el sujeto, la relación con
el prójimo, lo social, a la actividad espontánea de la corteza cerebral o a la conectividad
neuronal implica un anacronismo. El descubrimiento de la neurona, a fines del siglo XIX,
realizado por Santiago Ramón y Cajal fue un aporte fundamental a la neurología. Pero ya
en 1895 siendo neurólogo, Sigmund Freud sostuvo que esa disciplina era estéril para
investigar lo psíquico. Abandonó ese camino y se orientó hacia lo que sería el
psicoanálisis: descubrió la importancia de la palabra y la escucha en la afectación del
cuerpo y la producción de síntomas, planteando que es vía la palabra y la escucha de cada
sujeto que advendrá la curación. En 1.900 descubrió el inconsciente e inventó el
psicoanálisis como práctica, construyendo una teoría que traería muchas novedades, entre
ellas un nuevo cuerpo que no sólo es orgánico ni determinado por conectividades
neuronales, sino que está marcado, traumatizado y sintomatizado por las palabras del
Otro. El psicoanálisis propuso un corte epistemológico radical: vino a cuestionar la
universalidad de la norma, otorgando, como nunca antes había sucedido en la historia de
la cultura, dignidad a la diferencia absoluta: cada sufrimiento es singular, cada caso es
una excepción, cada amor es único, la sexualidad no es biológica, uniformada ni coincide
con la genitalidad y el cuerpo hablado se constituye como erógeno. Más tarde Jacques
Lacan continuó desarrollando el psicoanálisis: lo articuló a la lingüística, la lógica, la
topología, etc., y ese cuerpo teórico constituye la herramienta fundamental para tramitar
el sufrimiento del hablante-ser.

Las neurociencias intentan avanzar hacia la medicalización a partir de situaciones


comunes de la vida, por ejemplo, un duelo, una ruptura de pareja, un conflicto, apuntando
a narcotizar la angustia, la culpa y lo que consideran anomalías sintomáticas. Otro aspecto
a considerar es que parten de un supuesto que en sentido estricto constituye una estafa,
que es la adaptación o la homeostasis y la armonía como horizontes posibles de la
existencia humana sexuada y mortal. Para graficarlo, sería la metáfora del amor como
media naranja, o la acomodación de los sujetos al orden instituido, generando la ilusión
de una completud sin restos, diferencias ni perturbaciones.

Los psicoanalistas nos oponemos a regresar a la caverna paleontológica que proponen las
neurociencias. Nuestro punto de vista es que el padecimiento subjetivo singular no está
causado por la neurona, que el inconsciente no es biológico y que los tratamientos que
proponen las neurociencias no son modernos ni serios. La medicación que proponen
opera como una mordaza para adormecer a los sujetos y silenciar el sufrimiento, lo que
termina agravándolo, en tanto que desde una posición psicoanalítica de lo que se trata es
de que exprese y se aloje en una escucha especializada: el analista.

El proyecto de las neurociencias no es inocente, apunta a la medicalización de la sociedad,


pretendiendo engrosar el mercado de consumo de medicamentos acorde con las
corporaciones de los laboratorios, así como disciplinar y adaptar los sujetos a la moral y
la norma del dispositivo capitalista.

Hoy la palabra neurociencia está de moda en consonancia con el desarrollo neoliberal;


en estos tiempos y en nuestro país tiene entre sus representantes a un gurú comunicacional
sostenido por los medios corporativos, el Dr. Facundo Manes. Dicho neurólogo no resulta
un actor social neutral sino una figura ligada al gobierno, probablemente candidato de
Cambiemos en las próximas elecciones. Asimismo, se quiere crear un polo de
“neurociencias aplicadas” en beneficio de empresas privadas, negocios inmobiliarios y
laboratorios. Ese centro se constituiría a través de la reconversión y refuncionalización de
los hospitales neuropsiquiátricos José T. Borda y Braulio Moyano, que a su vez pasarán
a ser “centros de atención, experimentación e investigación relacionados con las
neurociencias aplicadas”. Una decisión tan fundamental de política sanitaria no se puede
tomar de forma unilateral, sino que debe ser el resultado de un debate que incluya a todos
los agentes involucrados en la salud mental.

Las neurociencias implican el triunfo de la medicalización, del paradigma positivista y de


la investigación técnica desligada de los efectos políticos y subjetivos de vivir con otros
y otras. Supone el negocio de los laboratorios y el triunfo de la colonización neoliberal
que produce psicología de masas, donde el sujeto se reduce a ser un objeto de
experimentación manipulado, cuantificado y disciplinado.

El sujeto no se calcula por expertos ni viene con protocolo de “normalización civilizada”,


no cedamos la cultura.

Por Nora Merlin-*Psicoanalista, docente e investigadora de la UBA- Magister en


Ciencias Políticas- Autora de Populismo y psicoanálisis-(para La Tecl@ Eñe)

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