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Psicología del desarrollo

OBJETO​: interpretación, descripción y explicación del desarrollo humano.


MÉTODO​: biográfico, comparativo, observatorio.
Integra varias disciplinas: psicoanálisis, psicología cognitiva y sociología.

TRATA DE ESTABLECER LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS PROCESOS


PSICOLÓGICOS EN DIFERENTES ESTADIOS DE LA VIDA.

Evolución del estudio:

● Siglo XVIII: Quetelet propone estudiar el desarrollo en su totalidad. Es considerado


el precursor de la psicología del desarrollo.
● Siglo XIX: el estudio se enfocaba en las edades más tempranas.
● 1933: Buhler introdujo el método biográfico en el estudio de las fases evolutivas.
● El estudio de casos clínicos llevó al concepto de NORMALIDAD Y NORMATIVA.
Este último se vincula a la compresión del cambio como producto de un conjunto de
normas que gobiernan es desarrollo.
● Posguerra: se planteó su estudio atendiendo a la totalidad del Ciclo Vital. A medida
que se avanza en la edad, se completan procesos madurativos y se mejora la
autonomía; influenciados por la cultura, medio social y procesos históricos.
● Luego se comenzaron a utilizar métodos longitudinales.

Se reconocen 3 métodos generales para el estudio del desarrollo evolutivos:

MÉTODO MECANICISTA:
● El individuo es concebido como una máquina.
● Lo importante no es el organismo, sino los aspectos externos a él, que moldean el
comportamiento.

MÉTODO ORGANICISTA:
● El individuo es concebido como un sistema orgánico vivo.
● El desarrollo estaría condicionado por un plan madurativo interno.

MÉTODO CONTEXTUAL-DIALÉCTICO:
● El desarrollo es producto del entrecruzamiento de un sistema de normas que lo
regulan, con las mediaciones que es el propio sujeto introduce como parte de un
grupo social y con las herramientas que la cultura le provee.
● Postula la interdependencia entre el sujeto y la naturaleza.

Hipótesis explicativas del cambio según Sinnott:

1. El cambio puede ocurrir solamente si existe potencial, es decir, si existe la


posibilidad de que suceda.
2. El sujeto en tanto sistema, se construye a sí mismo y construye su realidad en la
interacción con el mundo circundante.
3. La persona es definitiva por un conjunto de relaciones con los demas, a traves de las
cuales realiza la construcción de su Yo.
4. Los sistemas constitutivos del sujeto son sinérgicos, es decir, que el sujeto al actuar
en interacción con los otros y su entorno, y al utilizar sus subsistemas, aumenta sus
posibilidades de generara un mayor desarrollo.
5. El sujeto en tanto ser vivo es autopoiético, es decir que tiende a su propia
autoorganización.

El enfoque del Curso Vital


ES UN CONJUNTO DE PREMISAS SURGIDAS DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
QUE ORIENTA LA DESCRIPCIÓN, INTERPRETACIÓN Y ANÁLISIS DE LOS PROCESOS
DE DESARROLLO EVOLUTIVO A LO LARGO DE TODO EL CURSO VITAL.

Presenta la capacidad de responder 4 problemas fundamentales:


1. Permite explicar la naturaleza dinámica, contextual y procesual del desarrollo
evolutivo.
2. Ofrece un modelo que da cuenta de las transiciones relacionadas con la edad y las
trayectorias vitales.
3. Describe cómo las diferentes fases del Curso Vital son moldeadas y condicionadas
por los contextos sociales, significados culturales y la posición que ocupan los
sujetos en la estructura social.
4. Explica cómo el tiempo histórico moldea el proceso de desarrollo.

● La niñez, la adolescencia, la adultez y la vejez constituyen ciclos en los que los


sujetos experimentan profundas transformaciones.
● Estos ciclos son diferentes unos con otros y no necesariamente guardan una
relación de continuidad en la que los ciclos precedentes determinan de modo
inamovible y permanente los siguientes.
● Los ciclos NO son universales ya que son influidos por múltiples causas y factores.

PREMISAS:
1. Ningún estadio es determinante causal de los cambios que ocurren en los estadios
anteriores.
2. Los procesos de desarrollo resultan de las interacciones dialécticas entre 3 sistemas
de influencias (contextualismo):
● Las influencias normativas asociadas a un rango de edad cronológica.
● Las influencias normativas que se relacionan con los acontecimientos
históricos y culturales de cada contexto social.
● Las influencias geográficas, propias de cada individuo.
En cada uno de estos sistemas de influencia puede establecerse la ocurrencia de eventos:
● Eventos normativos: Son procesos y/o sucesos esperables tendencialmente (crisis
normativa).
● Eventos no normativos: Son sucesos inesperados que afectan las capacidades del
sujeto (crisis accidentales).
● No eventos: condiciones y situaciones esperadas y buscadas por el sujeto a las que
no se accede.
3. El desarrollo ontogenético sufre la influencia de condiciones socioculturales que
ocurren en una momento histórico dado.
4. El proceso de desarrollo es producto del interjuego entre ganancia y pérdida, es
permanente y acontece de modo simultáneo y en forma compensatoria.
5. Los cambios en el desarrollo evolutivo son diversos, es decir, multidireccionales.
6. Durante el desarrollo se producen cambios. Esto sucede gracias a la plasticidad
(capacidad adaptativa de modificación frente a las demandas) y a la heterogeneidad
en el desarrollo.

El ciclo de la adolescencia ​(Capítulo 7)


Adolescencia puberal (10-11 años)
Este periodo es denominado adolescencia puberal ya que coincide con los cambios
físicos que se producen en la pubertad. Se produce un aumento de la actividad
hormonal que se manifiesta en una serie de modificaciones orgánicas, tales como
cambios de tamaño, de peso y en la proporción del cuerpo. Ellos originan en el
sujeto una alteración en la percepción de su imagen corporal.
El adolescente púber debe enfrentar la angustia que le provoca la pérdida de su
cuerpo infantil. Frente a la confusión y desconocimiento de la propia imagen y de las
sensaciones corporales, el adolescente comienza a explorar su cuerpo. Los cambios
corporales influyen en las interacciones sociales, provocando reacciones
ambivalentes en el encuentro con otras personas.

Adolescencia nuclear
Se produce el advenimiento de la madurez genital y la orientación de estas
tendencias sexuales hacia compañeros/as sexuales.
La presencia externa de los padres deja de ser imprescindible, ya que las figuras
parentales ya han sido incorporadas a la personalidad del sujeto. La transición de la
adolescencia apunta al logro de un nuevo reconocimiento de sí mismo , como un
sujeto habilitado para desempeñarse en la vida de manera autónoma.
Acompañando a los cambios físicos acontecen cambios de orden psicológico .El
cuerpo adquiere otro significado , es un cuerpo donde se conjuga el placer con la
culpa.
El sujeto se plantea la idea de la muerte : la propia y la de sus progenitores, “
humanizando” a sus padres.
Comienza a defender sus espacios de intimidad y se torna poco comunicativo de sus
“cosas íntimas”. El adolescente reacciona desmedidamente respecto a alguna
observación ,mandato o crítica. Comienza a elaborar hipótesis respecto de sus
características físicas, habilidades motoras, capacidades intelectuales y habilidades
sociales.
Adquieren mucha importancia los modelos sociales respecto del cuerpo y los valores
provistos por la cultura acerca de lo que es ser exitoso/a.
Su estado de ánimo es muy variable. La inestabilidad y la contradicción son estados
característicos. Puede pasar de un estado de optimismo y euforia a un estado de
frustración y desaliento absoluto.
Sin embargo, no todo el proceso de la adolescencia depende de las características
psico-afectivas y de personalidad del adolescente, ya que se encuentra inmerso en
un contexto sociocultural, en el que la familia es la primera representante del orden
social. Al enfrentar la estigmatización social se producen en el adolescente
reacciones de rebeldía y el acercamiento a grupos de pares con quienes intenta
reforzar su autoconcepto. Explora diferentes modos de manifestarse en el exterior,
atravesando lo que Erikson denomina ​moratoria psicosocial​, la cual consiste en un
periodo en donde el sujeto puede experimentar diferentes roles y funciones, sin la
responsabilidad de asumir ninguno de ellos.
La posibilidad de enfrentarse a diversos “modos de hacer” desarrolla en el sujeto un
compromiso con la realidad social, lo que lo conduce a la formación de ideologías
políticas,religiosas, al planteamiento de aspiraciones vocacionales y a la definición
de una orientación sexual. Puede identificarse con personalidades positivas o por el
contrario con figuras negativas que representan la transgresión de las normas.

Adolescencia juvenil
El adolescente comienza a sentirse un “igual” , y en ocasiones se siente excluido.
Exige reconocimiento como adulto joven. En la medida que el considere razonable a
las normas sociales, se compromete a ejecutarlas. Son características de esta
etapa: el despertar de la reflexión sobre los sentimientos sociales y morales,
enamoramientos dispersos, el nacimiento de los gustos estéticos, literarios,
musicales. Realiza elecciones, su vocación y orientación sexual.

La identidad como eje estructurante de la adolescencia


La identidad personal supone la síntesis e integración de las autodefiniciones que el
sujeto tiene de sí mismo, es decir , la forma en que se define.
Dentro de la identidad personal se integran “múltiples autoconceptos” que se
relacionan con los diferentes roles que el sujeto representa socialmente. Los
diferentes “conceptos de sí mismo” pueden variar a través del tiempo. Pueden
corresponderse o no con la realidad.
El trabajo psicosocial de la adolescencia nuclear
Consistirá en otorgarle un sentido existencial profundo a la acción que realiza el yo
para autodeterminarse; incluyendo la conformación de una ideología que sustente
esta acción.
El trabajo psicosocial en la adolescencia juvenil
Consistirá en resolver la tensión generada entre dos fuerzas que se oponen : la
intimidad y el aislamiento.

La adolescencia concluye cuando el sujeto puede integrar su identidad personal y


adoptar una identidad social. Ello supone haber resuelto conflictos ligados a los
cambios corporales, psicológicos y sociales y sucede cuando el joven ha logrado
elaborar una imagen de sí mismo en tanto sujeto único. La no resolución de la
adaptación a las normas productivas de una sociedad en este ciclo, puede producir
rechazo en el vínculo con otros semejantes.

CAPÍTULO 1.
El adolescente y la libertad.
Entrar en el mundo de los adultos significa para el adolescente la pérdida definitiva de su
condición de niño.
Los cambios psicológicos que se producen en este período y que se corresponden con los
corporales, llevan a una nueva relación con los padres y con el mundo. Es sólo posible si se
logra producir el duelo por el cuerpo de niño, por la identidad infantil y por la relación con los
padres de la infancia.
El adolescente necesita adquirir una ideología que le permita la adaptación al mundo y/o su
acción sobre él para cambiarlo.
En este período fluctúa entre una dependencia y una independencia extremas y sólo la
madurez le permitirá más tarde aceptar ser independiente dentro de un marco de necesaria
dependencia. Al comienzo se moverá entre el desprendimiento y el temor de la pérdida de
lo conocido. Es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso,
caracterizado por roces con el medio familiar y social. Este cuadro es frecuentemente
confundido con crisis y estados patológicos.
Vive los cambios como una invasión y esto lo lleva a retener, como defensa, muchos de sus
logros infantiles, aunque también coexiste el placer y afán de alcanzar un nuevo status. Se
refugia en su mundo interno para poder reconectarse con su pasado y poder enfrentar el
futuro. Los cambios implican la búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo
en un plano consciente e inconsciente. El adolescente sabe que no quiere ser como
determinados adultos, pero en cambio, elige a otros como ideales.
La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer duelo por su cuerpo es doble: la de su
cuerpo de niño y la aparición de la menstruación y el semen.
Cuando acepte el cambio de su cuerpo (uno de los tantos), comenzará la búsqueda por su
nueva identidad para ir formándose como adulto.
El adolescente se presenta como varios personajes, existen notables variaciones
producidas en pocas horas como por ejemplo por el uso de diferentes vestimentas.
Los padres tienen dificultades para aceptar el crecimiento a consecuencia del sentimiento
de rechazo que experimentan frente a la genitalidad y a la libre expresión que surge de ella.
El adolescente siente la amenaza inminente de perder la dependencia infantil cuando en
momentos es aún necesaria.
Este rechazo puede dar libertad que el adolescente vive como abandono y que en realidad
no lo es.
Sólo cuando su madurez biológica está acompañada por una madurez efectiva e intelectual,
estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su
medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple en una crítica constructiva.
Defiende un ideal.
Pero antes de que ocurra esto, como ya nombré, el adolescente se presenta como varios
personajes: es una combinación inestable de varios cuerpos e identidades. También
provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social y esto crea un problema
generacional.
Los padres también viven los duelos por los hijos, el duelo del cuerpo del niño pequeño, su
identidad infantil, y su relación de dependencia infantil. Ahora son juzgados por sus hijos,
perdiendo esa imagen de “ídolo”.
Los padres tienen que desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el
hijo adulto. Al perderse para siempre el cuerpo de su hijo niño se ve enfrentado con la
aceptación del devenir, del envejecimiento y de la muerte.
El dolor del adolescente es poco percibido por los padres que suelen encerrarse en una
actitud de resentimiento y refuerzo de la autoridad ejerciendo poder sobre sus hijos, por
ejemplo, en situaciones económicas.
La problemática del adolescente comienza con los cambios corporales, con la definición de
su rol en la procreación y se sigue con los cambios psicológicos.
Defiende sus valores y desprecia los que quiere imponerle el adulto. Siente que debe
planificar su vida, controlar los cambios; necesita adaptar el mundo externo a sus
necesidades, lo que explica sus deseos y necesidad de reformas sociales.
Se produce un incremento en la intelectualización para superar la incapacidad de acción,
busca la solución teórica de todos los problemas trascendentes y de aquellos a los que se
verá enfrentado a corto plazo: amor, educación, etc. Huye del mundo exterior, buscando
refugio en su fantasía, en el mundo interno.
La inserción en el mundo social del adulto es lo que va definiendo su personalidad y su
ideología. Nacen nuevos ideales y la adquisición de la capacidad de lucha para poder
alcanzarlos.
Abandona la solución del “como si” del juego y del aprendizaje, para enfrentar el “si” y el
“no” de la realidad. Comienza a proyectarse en el futuro. Está buscando una identidad y una
ideología, pero no las tiene. Sabe lo que no quiere mucho más que lo que quiere ser y hacer
de sí mismo. Con frecuencia el adolescente se somete a un líder o no tiene más remedio
que buscar una ideología propia que le permita actuar de un modo coherente en el mundo,
si no logran hacerlo, se castigan ellos mismos con violencia.
Son tres las exigencias básicas de libertad que plantea el adolescente a sus padres: la
libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una ideología y la libertad de vivir un
amor y un trabajo. Los padres parecen centrarse en mayor medida en la primera, creyendo
que así controlarán las demás y lo hacen mediante la dependencia económica que tiene el
adolescente con ellos, el famoso “corte de víveres”.
Necesitan aprender a escuchar a sus hijos y dejar atrás estos conflictos.
Tendrán que entender que en la adolescencia temprana sus hijos pasan por un período de
profunda dependencia donde necesitan de ellos tanto o más que cuando eran bebés, y que
esa necesidad de dependencia puede ser inmediatamente seguida de una necesidad de
independencia. Lo correcto será darle una libertad con límites, que impone cuidados,
cautela, observación, contacto afectivo permanente, diálogo, para ir siguiendo paso a paso
la evolución de las necesidades y cambios en el hijo.
Darle una libertad sin límites, es lo mismo que abandonar al hijo.

CAPÍTULO 2.
El síndrome de la adolescencia normal.
Normalidad y patología en la adolescencia:
La adolescencia tiene su exteriorización característica dentro del marco cultural-social en el
cual se desarrolla.
Hall sostenía que el desarrollo y las concomitancias de conducta del mismo se producen “de
acuerdo con pautas inevitables, inmutables, universales e independientes del ambiente
sociocultural”
No hay duda alguna de que el elemento sociocultural influye en las manifestaciones de la
adolescencia, pero también tenemos que tener en cuenta que tras esa expresión
sociocultural existe un basamento psicobiológico que le da características universales.
La autora concuerda con Sherif y Sherif en que la adolescencia está caracterizada
fundamentalmente por ser un período de transición entre la pubertad y el estadio adulto del
desarrollo y que en las diferentes sociedades este período puede variar como varía el
reconocimiento de la condición adulta del individuo.
Existe, como base de todo proceso, una circunstancia especial, una situación que obliga al
individuo a reformularse los conceptos que tiene acerca de sí mismo y que lo lleva a
abandonar su autoimagen infantil y a proyectarse en el futuro de su adultez. El problema de
la adolescencia debe ser tomado como un proceso universal de cambio, de
desprendimiento, pero que se teñirá con connotaciones externas peculiares de cada cultura
que favorecerán o dificultarán, según las circunstancias.
El adolescente se deberá integrar en el mundo adulto en donde tendrá que aceptar su
nueva configuración de ser humano, su morfología adulta y la capacidad del ejercicio de su
genitalidad para la procreación.
Arminda Aberastury en trabajos anteriores ha llegado a definir la adolescencia como: “la
etapa de la vida durante la cual el individuo busca establecer su identidad adulta,
apoyándose en las primeras relaciones objetales-parentales internalizadas y verificando la
realidad que el medio social le ofrece, mediante el uso de los elementos biofísicos en
desarrollo a su disposición y que a su vez tienden a la estabilidad de la personalidad en un
plano genital, lo que sólo es posible si se hace el duelo por la identidad infantil".
El proceso de duelo es básico y fundamental.
La estabilización de la personalidad no se logra sin pasar por un cierto grado de conducta
“patológica” que debemos considerar inherente a la evolución normal de esta etapa de la
vida.
El concepto de normalidad no es fácil de establecer, ya que en general varía en relación con
el medio socioeconómico, político y cultural. La normalidad se establece sobre las pautas de
adaptación al medio, y que no significa sometimiento al mismo, sino más bien la capacidad
de utilizar los dispositivos existentes para el logro de las satisfacciones básicas del individuo
en una interacción permanente que busca modificar lo displacentero o lo inútil a través del
logro de sustituciones para el individuo y la comunidad.
La conducta en el adolescente en términos generales puede fallar. Al vivir una etapa
fundamental de transición, su personalidad tiene características especiales que nos
permiten ubicarlo entre las llamadas personalidades “marginales”.
Anna Freud dice que es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la
adolescencia. Toda la conmoción de este período de la vida debe ser estimada como
normal, señalando además que sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante
el proceso adolescente.
Las luchas y rebeldías externas del adolescente no son más que reflejos de los conflictos de
dependencia infantil que íntimamente aún persisten. Los procesos de duelo obligan a
actuaciones que tienen características defensivas, de tipo psicopático, fóbico o contrafóbico,
maníaco o esquizoparanoide pero que se demuestran como una “patología normal” del
adolescente.
Para Erikson existe en la adolescencia un cambio que es fundamentalmente crítico. Este
autor habla de tres estadios en el proceso evolutivo, que sintetiza en: niño, adolescente y
adulto. Para cada unidad de éstas, corresponde una crisis mayor, y cuando, por cualquier
razón, una crisis tardía es severa, se reviven las crisis más tempranas.
El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extrema. Crisis afectivas,
religiosas, sexuales, timidez, etc. Todo esto es lo que Aberastury llama entidad
semipatológica, o un “síndrome normal de la adolescencia”. Estas características es posible
verlas en distintas culturas y dentro de distintos marcos socioeconómicos de vida. La mayor
o menor anormalidad de este síndrome normal, se deberá, a los procesos de identificación y
de duelo que haya podido realizar el adolescente.

El síndrome normal de la adolescencia.


1. Búsqueda de sí mismo y de la identidad:
La identidad es una característica de cada momento evolutivo.
El acontecimiento de la maduración genital, psicodimámicamente considerado, junto con la
reactivación de todas las etapas pregenitales de la evolución libidinal y con la interacción
tumultuosa de los procesos psicológicos básicos de disociación, proyección, introyección e
identificación, irán estableciendo la personalidad más o menos definida.
Erikson ha definido como una entidad yoica, una entidad personal, y lo que Nixon ha
denominado la autocognición. Según este último autor, la autocognición es un fenómeno
esencialmente biológico y se relaciona con el concepto de "sí mismo" (self) o sea, el
símbolo que cada uno posee de su propio organismo. La consecuencia final de la
adolescencia sería un conocimiento del sí mismo como entidad biológica en el mundo, el
todo biopsicosocial de cada ser en ese momento de la vida.
Puede aceptarse que en la pubertad ocurran cambios físicos de tres niveles fundamentales:
1.​ ​Primer nivel: modificación sexual.
2.​ ​Segundo nivel: la producción de óvulos y espermatozoides maduros.
3. ​Tercer nivel: desarrollo de las características sexuales primarias y el desarrollo de las
características sexuales secundarias, a los que debemos agregar las modificaciones
fisiológicas del crecimiento en general y de los cambios de tamaño, peso y proporción
del cuerpo.
El logro de un "autoconcepto" es lo que también Sherif y Sherif llaman el yo, este
autoconcepto se va desarrollando a medida que el sujeto va cambiando y se va integrando
con las concepciones que acerca de él mismo tienen muchas personas, grupos e
instituciones, y va asimilando todos los valores que constituyen el ambiente social.
Para Erikson, el problema clave de la identidad consiste en la capacidad del yo de mantener
la mismidad y la continuidad frente a un destino cambiante, y por ello la identidad no
significa para este autor un sistema interno, cerrado, impenetrable al cambio, sino más bien
un proceso psicosocial que preserva algunos rasgos esenciales tanto en el individuo como
en su sociedad.
Para Sorenson, la identidad es la creación de un sentimiento interno de mismidad y
continuidad, el "saber quién soy".
Grinberg dice que el sentimiento de identidad "implica la noción de un yo que se apoya en la
continuidad y semejanza de las fantasías inconscientes referidas a las sensaciones
corporales, a las tendencias y afectos en relación con los objetos del mundo interno y
externo, la intensidad de los mecanismos de defensa y al tipo de identificaciones asimiladas
resultantes de los procesos de introyección y proyección.
Erikson ha llamado “la moratoria psicosexual”, donde no se requieren roles específicos y se
permite experimentar.
En esta búsqueda de identidad, el adolescente recurre a las situaciones que se presentan
como favorables en el momento. Una de ellas es la uniformidad, que brinda seguridad y
estima personal. Ocurre aquí un proceso de doble identificación masiva, en donde todos se
identifican con cada uno, y que explica, por lo menos en parte, el proceso grupal de que
participa el adolescente.
En ocasiones, la única solución puede ser la de buscar lo que Erikson ha llamado “una
identidad negativa”, basada en identificaciones con figuras negativas pero reales.
Grinberg destaca la posibilidad de la disconformidad con la personalidad adquirida y el
deseo de lograr otra por medio de la identificación proyectiva. En la "identificación con el
agresor", el adolescente adopta las características de personalidad de quienes han actuado
agresiva y persecutoriamente con él.
Existen también problemas de seudoidentidad, expresiones manifiestas de lo que se
quisiera o pudiera ser y que ocultan la identidad latente, la verdadera.
El adolescente puede adoptar distintas identidades. Las identidades transitorias son las
adoptadas durante un cierto período; las identidades ocasionales son las que se dan frente
a situaciones nuevas; y las entidades circunstanciales son las que conducen a
identificaciones parciales transitorias que suelen confundir al adulto.
Este tipo de "identidades" son adoptadas sucesiva o simultáneamente por los adolescentes,
según las circunstancias. Son aspectos de la identidad adolescente.
Se configura un sentimiento depresivo que precipita un anhelo de completarse que en
muchos individuos produce un "sentimiento anticipatorio de ansiedad y depresión referida al
yo", como dice Grinberg, y que obliga a aferrarse a precarios estados de identidad con el fin
de preservarse de alteraciones muy temidas.
La situación cambiante que significa la adolescencia obliga a reestructuraciones
permanentes externas e internas. Se despiertan en el adolescente sentimientos de
extrañeza e insatisfacción. Esto contribuye a crear ese sentimiento de "despersonalización".
La búsqueda incesante de saber qué identidad adulta se va a constituir es angustiante, y las
fuerzas necesarias para superar estos microduelos y los duelos aún mayores de la vida
diaria, se obtienen de las primeras figuras introyectadas que forman la base del yo y del
superyo, de este mundo interno del ser. La integración del yo se produce por la elaboración
del duelo por partes de sí mismo y por sus objetos. Un buen mundo interno surge de una
relación satisfactoria con los padres internalizados y de la capacidad creadora que ellos
permiten, como lo señala Arminda Aberastury.
La identidad adolescente es la que se caracteriza por el cambio de relación del individuo,
básicamente con sus padres.
En la adolescencia el individuo da un nuevo paso para estructurarse en la preparación para
la adultez. Dentro del continuum de su identidad, los elementos biológicos introducen una
modificación irreversible.
La presencia externa, concreta, de los padres empieza a hacerse innecesaria.
2. La tendencia grupal:
En su búsqueda de la identidad adolescente, el individuo, en esa etapa de la vida, recurre
como comportamiento defensivo a la búsqueda de uniformidad, que puede brindar
seguridad y estima personal. Allí surge el espíritu de grupo.
El adolescente se inclina a los dictados del grupo, en cuanto a modas, vestimenta,
costumbres, preferencias de distinto tipo, etcétera. En otro nivel, las actuaciones del grupo y
de sus integrantes representan la oposición a las figuras parentales y una manera activa de
determinar una identidad distinta de la del medio familiar.
De esta manera, el fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se
transfiere al grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la
estructura familiar y con los padres en especial. Después de pasar por la experiencia grupal,
el individuo podrá empezar a separarse de la "barra" y asumir su identidad adulta.
En el fenómeno grupal el adolescente busca un líder al cual someterse, o si no, se
establece él en líder para ejercer el poder del padre o de la madre.
El fenómeno grupal facilita la conducta psicopática normal en el adolescente. Aparecen
conductas de desafecto, de crueldad con el objeto, de indiferencia, de falta de
responsabilidad, que son típicas de la psicopatía, pero que encontramos en la adolescencia
normal. Por supuesto, también se dan manifestaciones de conducta neurótica o psicótica.
3. Necesidad de intelectualizar y fantasear:
La necesidad de intelectualizar y fantasear se da como una de las formas típicas del
pensamiento adolescente.
La necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de la
infancia, así como a la bisexualidad que acompañaba a la identidad infantil, enfrenta al
adolescente con una vivencia de fracaso o de impotencia frente a la realidad externa. Esto
obliga también al adolescente a recurrir al pensamiento para compensar las pérdidas que
ocurren dentro de sí mismo y que no puede evitar.
La intelectualización y el ascetismo han sido señalados por Anna Freud como
manifestaciones defensivas típicas de la adolescencia. Esta autora nos muestra que la
función del ascetismo es mantener al ello dentro de ciertos límites por medio de
prohibiciones, y la función de la intelectualización consistiría en ligar los fenómenos
instintivos con contenidos ideativos y hacerlos así accesibles a la conciencia y fáciles de
controlar.
Sólo teniendo una relación con objetos internos buenos y también con experiencias
externas no demasiado negativas, se puede llegar a cristalizar una personalidad
satisfactoria.
El mundo exterior del adolescente se va diferenciando cada vez más del mundo interno y
por lo tanto sirve también para defenderse de los cambios incontrolables de éste último y
del propio cuerpo. Surgen entonces las grandes teorías filosóficas, los movimientos
políticos, las ideas de salvar la humanidad, etc. También es entonces cuando el
adolescente comienza a escribir versos, novelas, cuentos y se dedica a actividades
literarias, artísticas, etc.
4. Las crisis religiosas:
Se observa que el adolescente puede manifestarse como un ateo exacerbado o como un
místico muy fervoroso, como situaciones extremas. Por supuesto, entre ellas hay una gran
variedad de posiciones religiosas y cambios muy frecuentes. Es común observar que un
mismo adolescente pasa incluso por períodos místicos o por períodos de un ateísmo
absoluto.
Se produce como intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de
identificaciones positivas y del enfrentamiento con el fenómeno de la muerte definitiva de
parte de su yo corporal. Además, comienza a enfrentar la separación definitiva de los
padres y también la aceptación de la posible muerte de los mismos.
El adolescente puede llegar a tener tanta necesidad de hacer identificaciones proyectivas
con imágenes muy idealizadas, que le aseguren la continuidad de la existencia de sí mismo
y de sus padres infantiles. La figura de una divinidad, de cualquier tipo de religión, puede
representar para él una salida mágica de este tipo. Si las situaciones de frustración son muy
intensas y las vivencias de pérdida sumamente penosas, se refugian en una actitud nihilista
(ateísmo).
5. La desubicación temporal:
El adolescente vive con una cierta desubicación temporal; convierte el tiempo en presente y
activo como un intento de manejarlo. En cuanto a su expresión de conducta el adolescente
parecería vivir en proceso primario con respecto a lo temporal. Las urgencias son enormes
y a veces las postergaciones son aparentemente irracionales.
Con ese criterio es posible considerar que la adolescencia se caracteriza por la irrupción de
partes indiscriminadas, fusionadas, de la personalidad en aquellas otras más diferenciadas.
Las modificaciones biológicas y el crecimiento corporal, incontrolables, son vividos como un
fenómeno psicótico y psicotizante en el cuerpo.
Considero que es durante la adolescencia que la dimensión temporal va adquiriendo
lentamente características discriminativas.
A las dificultades del adolescente para diferenciar externo-interno, adulto-infantil, etc., debe
agregar Aberastury la dificultad para distinguir presente-pasado-futuro. Se puede unir "el
pasado y el futuro en un devorador presente”, presente que tiene características no
discriminadas y que por lo tanto implicaría una temporalidad diferente.
En la dimensión temporal se expresa claramente la ambigüedad del adolescente, que está
relacionada entonces con la irrupción de la parte psicótica de la personalidad.
El transcurrir del tiempo se va haciendo más objetivo (conceptual), adquiriéndose nociones
de lapsos cronológicamente ubicados. Por eso cree que podría hablarse de un tiempo
existencial, que sería el tiempo en sí, un tiempo vivencial o experiencial y un tiempo
conceptual.
Aceptar la pérdida de la niñez significa aceptar la muerte de una parte del yo y sus objetos
para poder ubicarlos en el pasado.
Como defensas, el adolescente espacializa el tiempo, para poder "manejarlo" viviendo su
relación con el mismo como con un objeto. Con este tiempo-espacio-objeto puede
manejarse en forma fóbica u obsesiva, convirtiendo las situaciones psicóticas en neuróticas
o psicopáticas. Si se niega el pasaje del tiempo, puede conservarse al niño adentro del
adolescente como un objeto muerto-vivo. Esto está relacionado con el sentimiento de
soledad.
Mientras esto ocurre, la noción temporal del adolescente es de características
fundamentalmente corporales o rítmicas.
A medida que se van elaborando los duelos típicos de la adolescencia, la dimensión
temporal adquiere otras características. Aquí es cuando surge la conceptualización del
tiempo, que implica la noción discriminada de pasado, presente y futuro, con la aceptación
de la muerte de los padres y la pérdida definitiva de su vínculo con ellos, y la propia muerte.
Si en el pasado del adolescente hubo una evolución y experiencias positivas, incorporando
objetos buenos, la integración y la discriminación temporal se verán facilitadas y el futuro
contendrá la identificación proyectiva de un pasado gratificante.
La percepción y la discriminación de lo temporal sería una de las tareas más importantes de
la adolescencia. Cuando éste puede reconocer un pasado y formular proyectos de futuro,
con capacidad de espera y elaboración en el presente, ·' supera gran parte de la
problemática de la adolescencia.
6. La evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad.
Oscilar permanente entre la actividad de tipo masturbatorio y los comienzos del ejercicio
genital, que tiene características especiales en esta fase del desarrollo, donde hay más un
contacto genital de tipo exploratorio y preparatorio, que la verdadera genitalidad procreativa,
que sólo se da, con la correspondiente capacidad de asumir el rol parental, recién en la
adultez.
Al ir aceptando su genitalidad, el adolescente inicia la búsqueda de la pareja en forma
tímida pero intensa.
El enamoramiento apasionado, vínculos intensos pero frágiles aparecen en la adolescencia.
El primer episodio de enamoramiento ocurre en esta etapa (“amor a primera vista”).
Freud estableció la importancia de los cambios puberales para la reinstalación fáctica de la
capacidad genital del sujeto. Señaló, además, que los cambios biológicos de la pubertad
son los que imponen la madurez sexual al individuo, intensificándose entonces todos los
procesos psicobiológicos que se viven en esta edad.
Al elaborar el duelo por el cuerpo infantil perdido que también significa la elaboración del
duelo por el sexo opuesto perdido en este proceso evolutivo, la aceptación de la genitalidad
surge con fuerza en la adolescencia, impuesta por la presencia difícil de negar de la
menstruación o de la aparición del semen.
Es necesario reconocer que la conducta de los padres frente a la fase genital previa, y a
toda la genitalidad infantil, influirá en forma determinante en la evolución genital del sujeto.
Anna Freud ha señalado que la genitalidad determina modificaciones del yo que se ve en
graves conflictos con el ello, obligándole a recurrir a nuevos y más específicos mecanismos
de defensa. El compro no sólo cubre al yo y al ello, sino que hace intervenir al superyo muy
activamente.
Spiegel ha señalado que la sexualidad parece actuar como una fuerza que irrumpe sobre o
en el individuo en vez de ser vivida por éste como una expresión de sí mismo.
El proceso masturbatorio está presente desde la temprana infancia hasta la adolescencia
avanzada. La actividad masturbatoria en la primera infancia tiene una finalidad exploratoria
y preparatoria para la futura aceptación de la genitalidad. Cuando la niña o el varón se
masturban reconstruyen con una parte de su propio cuerpo el sexo que no tienen.
Lo lúdico y preparatorio de la infancia y la niñez se modifica en la pubertad y en la
adolescencia. Aquí, la madurez genital, hace que las fantasías incestuosas se incrementen
lo mismo que la frustración, puesto que el individuo ya posee el instrumento efector de la
genitalidad, el cual sin embargo aún no puede usar. Es por ello que uno de los motivos por
el cual las fantasías masturbatorias en la pubertad son mucho más destructivas y cargadas
de culpa que en la infancia.
Para Erikson es posible definir la genitalidad adulta como el pleno ejercicio de la capacidad
libidinal de un sujeto, mediante la puesta en juego de los elementos remanentes de todas
las etapas de maduración psicosexual, con la culminación en el nivel genital, con otro sujeto
del sexo opuesto y con la aceptación implícita de la capacidad de procrear, siempre que las
condiciones socioeconómicas de la realidad externa lo permitan, integrando así una
constelación familiar, con los roles adultos correspondientes.
7. Actitud social reivindicatoria.
No todo el proceso de la adolescencia depende del adolescente mismo, como una unidad
aislada en un mundo que no existiera. No hay duda alguna de que la constelación familiar
es la primera expresión de la sociedad que influye y determina gran parte de la conducta de
los adolescentes. Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus
hijos.

Así se provoca lo que Stone y Church han denominado muy adecuadamente la situación de
"ambivalencia dual", ya que la misma situación ambivalente que presentan los hijos
separándose de los padres, la presentan éstos al ver que aquellos se alejan.
La ulterior aceptación de la identidad está forzosamente determinada por un
condicionamiento entre individuo y medio que es preciso reconocer. La cultura modifica las
características exteriores del proceso.
De acuerdo con el pensamiento de la autora, el comprender los patrones culturales puede
ser sumamente importante para determinar ciertas pautas exteriores de manejo de la
adolescencia.
La adolescencia es recibida predominantemente en forma hostil por el mundo de los adultos
en virtud de las situaciones conflictivas edípicas a las que ya he hecho referencia. Se crean
"estereotipos", con los que se trata de definir, caracterizar, señalar, aunque en realidad cree
Aberastury que, se busca aislar fóbicamente a los adolescentes del mundo de los adultos.
El fenómeno de la subcultura adolescente se expande y se contagia como un signo de
"rebelión". La actitud social reivindicatoria del adolescente se hace prácticamente
imprescindible.
La sociedad, aun manejada de diferente manera y con distintos criterios socioeconómicos,
impone restricciones a la vida del adolescente. Vemos que muchas veces las oportunidades
para los adolescentes capaces están muy restringidas y en no pocas oportunidades el
adolescente tiene que adaptarse, sometiéndose a las necesidades que el mundo adulto
impone.
En la medida en que el adolescente no encuentre el camino adecuado para su expresión
vital y la aceptación de una posibilidad de realización, no podrá nunca ser un adulto
satisfecho.
La juventud revolucionaria del mundo, y la nuestra en especial, tiene en sí el sentimiento
místico de la necesidad del cambio social.
Encuentra en la realidad social frustrante una imagen especular de su superyo cruel y
restrictivo. Las partes sanas de su yo se ponen al servicio de un ideal que permite modificar
estas estructuras sociales colectivas y surgen así grandes movimientos de contenido
valedero y noble para el futuro de la humanidad.
Las intelectualizaciones fantasías conscientes, necesidades del yo fluctuante que se
refuerza en el yo grupal, hacen que se transformen en pensamiento activo, en verdadera
acción social, política, cultural. El adolescente siente que no es él quien cambia, quien
abandona su cuerpo y su rol infantil, sino que son sus padres y la sociedad los que se
niegan a seguir funcionando como padres infantiles que tienen con él actitudes de cuidado y
protección ilimitados. Descarga entonces contra ellos su odio y su envidia y desarrolla
actitudes destructivas.
8. Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta.
La conducta del adolescente está dominada por la acción.
El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta,
aunque muchas veces la intenta y la busca.
Spiegel ha hablado de la personalidad del adolescente describiéndola como "esponjosa".
Es el mundo adulto el que no tolera los cambios de conducta del adolescente, el que no
acepta que el adolescente pueda tener identidades ocasionales, transitorias,
circunstanciales como he descripto anteriormente, y exige de él una identidad adulta, que
por 'supuesto no tiene por qué tener.
9. Separación progresiva de los padres.
Los adolescentes sufren el duelo por la pérdida de los padres de la infancia. Por lo tanto
una de las tareas básicas es la de ir separándose de los padres.
La aparición de la capacidad efectora de la genitalidad impone la separación de los padres y
reactiva los aspectos genitales que se habían iniciado con la fase genital previa.
Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos reviviendo sus
propias situaciones edípicas, lo que, como ya lo he indicado, da lugar a situaciones
conflictivas.
La evolución de la sexualidad depende en gran parte de cómo los mismos padres acepten
los conflictos y el desprendimiento que los hijos de una manera u otra pueden expresar.
Van a producirse identificaciones fuera de los padres, con sustitutos parentales en los
cuales pueden proyectarse cargas libidinales, especialmente en sus aspectos idealizados lo
que permite la negación de la fantasía epídica subyacente.

10. Constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo.


Los fenómenos de “depresión” y “duelo” acompañan un proceso identificatorio en la
adolescencia.
En el proceso de fluctuaciones dolorosas permanentes, la realidad no siempre satisface las
aspiraciones del individuo. El yo realiza intentos de conexión placentera, a veces
displacentera, con el mundo, que no siempre se logra, y la sensación de fracaso frente a
esta búsqueda de satisfacciones puede ser muy intensa y obligar al individuo a refugiarse
en sí mismo (“sentimiento de soledad”).
Elabora y reconsidera constantemente sus vivencias y sus fracasos.
La intensidad y frecuencia de los procesos de introyección y proyección pueden obligar al
adolescente a realizar rápidas modificaciones de su estado de ánimo.
Los cambios de humor son típicos de la adolescencia y es preciso entenderlos sobre la
base de los mecanismos de proyección y de duelo por la pérdida de objetos; al fallar estos
intentos de elaboración, tales cambios de humor pueden aparecer como microcrisis
maníacodepresivas.
CAPÍTULO 3.
Adolescencia y psicopatía.

Duelo por el cuerpo, la identidad y los padres infantiles (muy parecido al


CAPITULO 1 en partes).
Arminda Aberastury, al investigar las perturbaciones y momentos de crisis durante la
adolescencia, encontró que la definición del rol femenino y masculino y los cambios
corporales que se producen durante este proceso son el punto de partida de los cambios
psicológicos y de adaptación social que también lo caracterizan.
En un principio el adolescente lo vive como una invasión. Esto lo lleva como defensa a
retener mucho de sus logros infantiles, aunque también coexisten el placer y el afán por
alcanzar su nuevo status. También lo conduce hacía su mundo interno para poder
reencontrarse con su pasado y desde allí enfrentar su futuro. Pierde su identidad de niño y
se encuentra en la búsqueda de una nueva identidad. Unas buenas imágenes paternas
también lo ayudan a pasar el duelo.
El adolescente se va modificando lentamente, como toda elaboración de duelo, exige
tiempo para ser una verdadera elaboración y no tomar características de una negación
maníaca. La patología de estos duelos emparenta a la adolescencia con la psicopatía y en
ambas la conducta de los padres puede favorecer o no estas negaciones. La pérdida que
debe aceptar el adolescente al hacer duelo de su cuerpo es doble (como se mencionó en el
capítulo 1): la de su cuerpo de niño cuando aparecen los caracteres sexuales secundarios y
la aparición de la menstruación y el semen, relacionada con la procreación. Esto exige el
abandono de la fantasía de doble sexo, de la bisexualidad.

Relación entre etapa fálica y genital:


Se repite el proceso que en la segunda mitad del primer año conduce al niño al
descubrimiento de sus genitales y a la búsqueda simbólica de la otra parte, mediante el
juego. Esto tiene la finalidad de elaborar la desaparición de la fantasía del otro sexo en sí
mismo. Al igual que ocurre con la masturbación (deja angustia), que no surge sólo para
descargar tensiones genitales, sino también para negar omnipotentemente que se dispone
de un solo sexo.
En la aparición vuelve a aparecer la actividad masturbatoria con el mismo significado de
una negación maníaca y la fantasía de unión hacía otra persona.
En la niñez estas fantasías se centran en la pareja de los padres (complejo de Edipo). El
adolescente suele fantasear con el objeto amoroso, con la necesidad de la pareja. Aunque a
su vez se produce el duelo por negar la pérdida de la infancia.
El duelo frente al crecimiento implica al yo y al mundo externo, y los desniveles entre el
crecimiento del cuerpo y la aceptación psicológica de ese hecho son mayores cuando el
cuerpo cambia rápidamente, y se incrementa la angustia paranoide de ser invadido.
Solo cuando el adolescente es capaz de aceptar lo dos aspectos, el de niño y el de adulto,
puede empezar a aceptar los cambios de su cuerpo, y comienza a surgir su nueva
identidad.
En la búsqueda de la identidad, que ocupa gran parte de su energía, aparecen patologías
(pasajeras) que pueden confundirse con un cuadro psicopático.
El psicópata, como muchos neuróticos y psicóticos, fracasa en la elaboración del duelo y no
llega a la identidad adulta manifestando muchos de estos síntomas sin modificación.
En el adolescente y en el psicópata la elección de vocación despierta angustias similares.
Lo que traba la decisión no es la falta de capacidad sino la dificultad de renunciar.
En el psicópata el fracaso de la identidad sexual se expresa también en otros campos, por
ejemplo en el de la vocación.
En el adolescente las modificaciones de su cuerpo lo llevan a la estructuración de un nuevo
yo corporal, para buscar su identidad y el cumplimiento de nuevos roles. Tiene que dejar de
ser a través de los padres para llegar a ser él mismo. En los casos de la adquisición precoz
de la identidad adulta, encontramos que es un ser “a través de alguien”. Si eso queda
detenido se produce un debilitamiento de la identidad. Lo mismo ocurre con las ideologías
precozmente adquiridas y mantenidas sin modificación que adquieren un carácter
defensivo.
El adolescente se presenta bajo varios personajes, no solo a sus padres, sino con más
frecuencia al resto de la sociedad. Uso de varias vestimentas.
No sólo el adolescente padece sino que los padres tienen dificultades para aceptar el
crecimiento a consecuencia del sentimiento de rechazo que experimentan frente a la
genitalidad y a la libre expansión de la personalidad que surge de ella. Esta incomprensión
se ve ligada muchas veces a una libertad excesiva, que el adolescente vive como
abandono.
Éste se siente bajo la amenaza de poder perder su dependencia infantil, cuando por
momentos aún es necesaria. El adolescente va a desvalorizar los objetos para eludir los
sentimientos de dolor y pérdida. Este mecanismo es el mismo en la adolescencia y en la
psicopatía, pero en ella es solo transitorio. Va a estar en búsqueda de figuras sustitutivas de
los padres a través de las cuales se va produciendo el retiro de cargas.
Cuanto más crece su cuerpo, más infantil se muestra. El mundo externo le va poniendo
vallas y éste las refuerza con defensa. La crisis puberal determina un autismo defensivo, y
la impotencia despertada por el mundo externo dificulta su salida y lo hace refugiar en la
planificación y en las ideologías (se aísla).
Rompe en gran parte sus conexiones con el mundo externo, no porque esté enfermo, sino
porque una de las manifestaciones de su crisis de crecimiento es el alejamiento del mundo
para refugiarse en su mundo interno que es seguro y conocido.
Cuando existe la posibilidad de llevar a la acción lo que hasta entonces era fantasía, se
incrementa la angustia y se crean nuevas formas de defensa. El incremento de la angustia,
la debilidad del yo y mecanismos previos de solución de conflictos por la acción pueden
llevar al adolescente a fugarse hacía una precoz genitalidad, o a un tipo de actuación con
apariencias de madurez temprana que encubre un fracaso en la personificación.
El psicópata necesita estar con gente, su forma de comunicación se da a través de la acción
y necesita de los otros para realizarla. Por miedo a conocer su interior busca estar
acompañado, para no sentir su propia soledad.
El adolescente, por el contrario, necesita estar solo y replegarse en su mundo interno para,
desde allí, salir a actuar en el mundo exterior.
El autismo que se ha descripto como típico de la adolescencia lo conduce a una cierta
torpeza en la comprensión de lo que pasa a su alrededor, está más ocupado en conocerse
que en conocer a los demás.
El psicópata tiene un insight (visión interna) defensivo sobre lo que el otro necesita y lo
utiliza para su manejo. Manifiesta la compulsión de actuar y la dificultad para pensar, y la
acción no tiene el valor instrumental de adquirir experiencia.
El adolescente piensa y habla mucho más que lo que actúa. Cree en la comunicación verbal
y la necesita. Se frustra si no es escuchado y comprendido. Cuando se produce un fracaso
en esta comunicación puede recurrir al lenguaje de acción y eso se hace muy evidente con
la compulsión a robar o a realizar pequeños actos delictivos; en ese momento, el
adolescente entra ya dentro de cierta psicopatía.
El no ser escuchado implica ser desestimado en su capacidad de acción.
La formación de la identidad comienza con la vida misma, pero el logro de la identidad
sexual exige la libre experimentación, tratar de inhibirla en el caso de padres y maestros,
pueden llevar al adolescente a conducir una patología.
En un buen desarrollo, la aceptación de la muerte como un fenómeno dentro de la
evolución, lleva a una mayor capacidad de amor y de goce y a una mayor estabilidad de
logros. Si los sentimientos de pérdida están negados, como en el psicópata, no existe el
cuidado por el objeto ni por sí mismo, el afecto está negado y la capacidad de goce en la
vida disminuida.
El logro de la identidad y la independencia lo conduce a integrarse en el mundo adulto y a
actuar con una ideología coherente con sus actos.
El psicópata, por un fracaso en la elaboración de esos duelos, no alcanza la verdadera
identidad y la ideología que le permitirían alcanzar este nivel de adaptación creativa.

CAPÍTULO 5.

El pensamiento en el adolescente y en el adolescente


psicopático.
De acuerdo con Arminda Aberastury, en la adolescencia se puede observar la elaboración
de tres duelos fundamentales:
1.​ ​Duelo por el cuerpo infantil.
2.​ ​Duelo por la identidad y el rol infantil.
3.​ ​Duelo por los padres de la infancia.

1. Duelo por el cuerpo infantil.


El adolescente se ve obligado a pasar por una serie de modificaciones estructurales, que
hacen que cree un sentimiento de impotencia frente a esta realidad concreta, que lo lleva a
desplazar su rebeldía a la esfera del pensamiento.
Vive en este momento la pérdida de su cuerpo infantil con una mente aún en la infancia y
con un cuerpo que se va haciendo adulto. Esta contradicción produce un “fenómeno de
despersonalización”.
La pérdida de los objetos reales se va sustituyendo por símbolos verbales. En el
adolescente normal, el manejo de ideas le sirve para sustituir la pérdida del cuerpo infantil y
la no adquisición de la personalidad adulta, por símbolos intelectualizados, reformas
sociales y políticas, religiosidad, donde él no está directamente comprometido como
persona física, sino como entidad presente.
El proceso de despersonalización puede por exageración en su intensidad o por fijación
evolutiva adquirir características observadas en una psicopatía.

2. Duelo por la identidad y por el rol infantil.


En la adolescencia hay una confusión de roles, ya que al no poder mantener la dependencia
infantil y al no poder asumir la independencia adulta, el sujeto sufre un “fracaso de
personificación” y así, el adolescente delega en el grupo gran parte de sus atributos, y en
los padres, la mayoría de las obligaciones y responsabilidades. Recurre a este mecanismo
esquizoideo quedando su propia personalidad fuera de todo proceso de pensamiento,
irresponsabilidad típica del adolescente donde nada tiene que ver con nada y son los otros
los que se hacen cargo del principio de realidad. Así es posible explicar la “falta de
carácter”.
Despersonaliza a los seres humanos tratándolos como objetos necesarios para sus
satisfacciones inmediatas. Esta desconsideración por los seres humanos demuestra por
qué presentan una inestabilidad afectiva.
Pasa por períodos de confusión de identidad. El pensamiento, entonces, comienza a
funcionar de acuerdo con las características grupales, que le permiten una mayor
estabilidad a través del apoyo y del agradecimiento que significa el yo de los demás, con el
que el sujeto se identifica.
Amor y odio, culpa, reparación, son intensamente vividos y rápidamente eliminados, para
volver a ocupar el pensamiento, en ese proceso constante de aprendizaje que significa este
juego de manejo objetal y afectivo.
La no elaboración del duelo por la identidad y el rol infantil explica las conductas
psicopáticas de desafecto y crueldad con el objeto e induce a la actuación y falta de
responsabilidad. El psicópata maneja a las personas como objetos, con desconsideración y
sin culpa, en forma permanente e intensa, así como el adolescente lo hace transitoriamente
en su evolución y capacidad de rectificación.
El cortocircuito afectivo, al eliminar el pensamiento, donde la culpa puede elaborarse,
permite el maltrato definitivo de los objetos reales y fantaseados, creando en última
instancia un empobrecimiento del yo, que trata de mantenerse irrealmente en una situación
infantil de irresponsabilidad, pero con aparente independencia, a diferencia del adolescente
normal, que tiene conflictos de dependencia pero que puede reconocer la frustración.
Bloquea la culpa e induce al grupo a la actuación sadomasoquista, no participando de la
misma. Puede hacerlo porque disocia pensamiento de afecto y utiliza el conocimiento de las
necesidades de los demás para provocar su actuación, satisfaciendo así, indiferentemente
en apariencia, sus propias ansiedades psicóticas.
El conflicto de identidad en el adolescente normal adquiere en el psicópata la modalidad de
una mala fe consciente, que lo lleva a expresiones de pensamiento cruel, desafectivo,
ridiculizante de los demás, como mecanismos de defensa frente a la culpa y al duelo por la
infancia perdida, que no pueden ser elaborados.

Duelo por los padres de la infancia.


Existe un doble duelo: el de los niños que “abandonan” a los padres de la infancia, y el de
los padres que “abandonan” a sus niños viendo cómo se convierten en adultos.
Se los ve como un suministro continuo que en forma imperiosa y urgente debe satisfacer las
tendencias inmediatas, que aparentemente facilitarían el logro de la independencia,
mediante la demanda desconsiderada y a veces inoportuna de dinero, que no hace otra
cosa que notar que todavía sigue en lazo de dependencia.
En esta contradicción que vive continuamente el adolescente con sus padres rompe la
comunicación con ellos. Figuras idealizadas deben sustituirlos, y entonces el adolescente se
refugia en un mundo autista de meditación, análisis, elaboración de duelo, que le permite
proyectar en maestros, ídolos deportivos, artistas, amigos íntimos y su diario, la imagen
paterna idealizada.
La soledad periódica es continuamente buscada por él y va a terminar enriqueciendo el yo.
En el psicópata, los padres infantiles tienen vigencia real y permanente, y la pérdida del
suministro continuo acarrea frustraciones demasiado intensas para ser soportadas. Hay una
verdadera “demencia de las percepciones”, que le impide verificar la realidad y le obliga a
vivenciar la frustración como una amenaza de muerte, de la que se defiende con una
respuesta donde la percepción distorsionada actúa como causa desencadenante del efecto
avasallador.
En vez de buscar la soledad que le permita la elaboración de la pérdida de los padres
infantiles, la evita constantemente. El psicópata percibe a mundo externo como amenazador
y frustrante, y en su respuesta apresurada y angustiosa frente a esta amenaza utiliza su
caudal intelectual para prescindir de la confrontación crítica y emplea tan sólo una
racionalización más o menos coherente para explicar su conducta desaprensiva y cruel,
carente aparentemente de culpa, y no la necesidad de justificación, ya que está
permanentemente en la actitud de recibir el suministro continuo que el adolescente normal
sólo desea momentánea y periódicamente.
El duelo por el cuerpo infantil perdido, por la identidad y el rol infantil, y por los padres
infantiles, lleva a una dificultad en la discriminación de la ubicación temporal del sujeto y de
la identificación sexual del mismo.

El tiempo en el adolescente.
El adolescente entre en una “crisis de temporalidad”. El niño tienen limitación del espacio
pero le falta el concepto de tiempo. El adulto tiene la noción infinita espacial y de
temporalidad. En el adolescente esto se entremezcla presentando las contradicciones de
inmediatez o de relegación infinita frente a cualquier tipo de posibilidades de realización, a
las que pueden seguir sentimientos de impotencia absoluta.
El pensamiento primario va siendo sustituido por el juicio de la realidad mediante la
elaboración de los tres duelos, aceptando el transcurso del tiempo y, con éste, el concepto
de muerte.
En el psicópata, la atemporalidad se establece rígidamente en su pensamiento; posterga y
exige sin discriminación frente a la realidad, y actúa sin esta noción limitante, que permite la
ubicación del individuo en el mundo.
La periodicidad de pensamiento primario observada en el adolescente normal adquiere
características de permanencia en el psicópata.

El sexo en el adolescente.
Según Aberastury los cambios biológicos de la pubertad imponen la sexualidad genital al
individuo e intensifican la urgencia del duelo por el cuerpo infantil perdido, que implica
también el duelo por el sexo perdido.
En la adolescencia se intenta recuperar el sexo perdido mediante la masturbación, que es
una negación omnipotente a esta pérdida. El psicópata, en cambio, permanece en una
bisexualidad fantaseada que tiene para él todo el significado de la realidad psíquica y que le
impide relaciones amorosas de objeto y el logro de la pareja que busca, y que es cambio sí
puede obtener el adolescente normal.

ADOLESCENCIA, POBREZA, EDUCACIÓN Y


TRABAJO

SUBJETIVIDAD Y ADOLESCENCIA

En el tránsito de la niñez a la adultez, produce entre medio, la “crisis adolescente”.


En el siglo xx, en Europa, señalaban que el surgimiento de la adolescencia, es la
consecuencia de nuevas condiciones demográficas que exigían retardar el acceso a
la vida adulta, lo que determinó entre otras cosas, uno de los fundamentos para la
prolongación de las obligaciones escolares. El concepto de adolescencia, en el siglo
XIX, generaba una presión social, y ellos tenía como correlato el miedo que
despertaban los jóvenes. Además de generar interés, la adolescencia se convirtió en
causa de diversos males, en tanto a esa franja de edad estaba asociada a violencia,
brutalidad y sadismo.

Decía Duplat, en 1909, que “el adolescente es un vagabundo nato, loco por viajar,
por moverse y profundamente inestable. La adolescencia era una enfermedad en
potencia, por su patología propia y puede ser definida como una necesidad de
actuar que entraña desdén por todo obstáculo o peligro y empuja al asesinato. De
allí la necesidad de vigilar este estado mórbido”.

En síntesis, un doble movimiento. Por un lado la creación de un concepto por


necesidades demográficas (legitimación de una existencia) y por el otro, un forma de
demonización en base a fundamentos psiquiátricos (anulación como sujetos
concretos usando el recurso de la patologización).

LA ADOLESCENCIA HOY

Se ubica la idea de una adolescencia construida socialmente y en algún sentido en


forma casi artificial por necesidades demográficas y de seudorracionalidad laboral,
para demonizarla y controlarla después y una adolescencia idealizada,
homogeneizada, sin conflictos, ni matices, ni diferencias.

LAS VERDADES Y SUS DISTORSIONES SOBRE LA ADOLESCENCIA

La verdad sobre la adolescencia, no se puede generalizar, y tampoco se la puede


fragmentar porque las parcializaciones tienden a un descuartizamiento y
aplastamiento que a una verdadera comprensión.

Una de las maneras como se expresa la medicalización es ubicando la adolescencia


como un fenómeno exclusivamente biológico hormonal o a través de la idea casi
bizarra de lo “patológico normal” Un momento anormal que todos debemos pasar de
acuerdo a las leyes de la biología. Por lo tanto, la adolescencia es un problema
médico con las consiguientes medidas higiénico- dietéticas para abordarlo.

La psicopatologización incorpora algo de la concepción medicalizante, aunque


tomando en consideración el peso de las estadísticas, reivindica la potencialidad del
adolescente para la explosión esquizofrénica. De ahí la idea de una edad
psicopatológicamente lábil. Por lo tanto la adolescencia es un problema psiquiátrico.
(Corresponde a un periodo crítico, es de inicio adolescente, donde desde la
psicopatología requiere la medicación).
La sociologización tiende a caracterizar al adolescente sólo como un receptor
mecánico de circunstancias externas. Por lo tanto es el reflejo de condiciones
exteriores y por consiguiente es un problema social.

OTRA MIRADA POSIBLE

Podríamos situar la adolescencia como configurante un territorio. Territorio que no es


especificable ni delimitable.

Es un territorio que se va delimitando y construyendo en forma irregular en el curso


del tiempo. En un tiempo que no es lineal, un tiempo de avances y retrocesos, de
circuitos laterales, progresivos y regresivos. La transgresión es uno de los tantos
relieves geográficos de este territorio.

En este territorio se despliega la subjetividad adolescente, considerando a la


subjetividad como la forma de existencia de los sujetos. Es en el entrecruzamiento
de los saberes y las disciplinas, que se va armando una concepción dinámica de la
subjetividad, como en proceso de estructuración y de construcción.

Esta mirada es heterogénea y contradictoria. No reconoce propietarios exclusivos.

El eslabón común de la subjetivación es la presencia del otro. Otro representado en


un comienzo por los padres, pero que con el correr del tiempo se va diversificando y
encarnando en otras figuras, otras personas, otras instituciones.

En conclusión, la subjetivación tiene dos articuladores esenciales: la idea de “en


construcción” y la presencia del “otro”. Y también está relacionada en cuanto al
contexto y las circunstancias.

LA SUBJETIVIDAD ADOLESCENTE Y LAS OPERACIONES QUE EN ELLA SE


SUSCITAN

El territorio en el que se mueve el adolescente, se va desplegando la subjetividad.


Despliegue que se desenvuelve en algunos escenarios que operan en forma
simultánea e interrelacionadamente. Estos escenarios son discernibles e
identificable, son los procesos de construcción de la identidad, de apropiación y de
construcción del espacio subjetivo y los procesos de emancipación. Los fracasos en
el pasaje por cualquiera de estos escenarios, darán lugar a fenómenos de
desubjetivación que implican vivencias de desapropiación y vaciamiento emocional e
intelectual, anomia o sujetamiento a pautas arcaicas o infantiles, bloqueos o
directamente detención en el desarrollo. El fracaso en cualquiera de estos procesos,
deja marcas irreversibles.

La característica clave del recorrido adolescente es la vulnerabilidad, precisamente


porque está cambiando su caparazón y porque la sociedad ofrece muy pocas rocas
para protegerlo. Es vulnerable entonces porque mientras realiza esta operación
queda a la intemperie y las heridas que se lo producen afectan todo el andamiaje
sobre el que se fue construyendo su estructura. El caparazón, también se herirá al
recubrir el cuerpo herido.

Los escenarios que se despliegan en el proceso de subjetivación requieren la puesta


en juego de varios procedimientos. Estos son permanentemente móviles e
intercambiables, donde nada se borra en forma definitiva y donde lo nuevo, cuando
menos, tiene la marca de lo anterior. Y hablamos de procedimientos porque la
subjetivación es un proceso en construcción y a veces sorprendentemente activo de
algo, en algún sentido incompleto, aunque el resultado final no sea una supuesta
completitud adulta sin fisuras ni grietas.

IDENTIDAD Y GRUPOS

Las identificaciones pasadas, fundamentalmente organizadas alrededor de la figura


de los padres, o de sustitutos muy directos, se reorganizan en identificaciones más
complejas y alejadas del modelo original. En esta reorganización siempre el adulto
tiene un lugar fundamental. Pero la referencia en la construcción de la identidad no
es únicamente la histórica parental. Existen referencias horizontales: los grupos de
pares. Los intercambios y los movimientos que se suscitan a través de estos grupos
son un eslabón clave en la conformación de la identidad adolescente porque se
trataba de un ensamblaje cualitativamente distinto entre los histórico que se va
reestructurando y lo actual. La continuidad de las relaciones grupales opera como
una especie de cemento de todo lo nuevo que se va gestante. Y son precisamente
las vicisitudes de los intercambios que proporciona la grupalidad las que van a
contribuir a consolidar o fragilizar este proceso. Por ejemplo, los grupos
estructurados sobre la base de los lazos solidarios o con proyectos creativos,
consolidan.

LA APROPIACIÓN DEL CUERPO Y DE LO SOCIAL

Con relación a la apropiación, se trata de una compleja mecánica que requiere de


una paulatina metabolización de los cambios corporales que son físicos y psíquicos
y que desembocan como resultado esperable en la apropiación del cuerpo. Estos
cambios van generando vivencias de extrañamiento y desorientación que, con el
tiempo y con un continente adecuado, llevan a la reapropiación de ese cuerpo que
parecía perdido. El cuerpo se va habilitando.

Es una ocupación paulatina y contradictoria. Las interferencias en esta mutación


dejan distinto tipo de secuelas o determinan mecanismos compensatorios o de
sobreadaptación que pueden o no tener carácter patológico pero siempre implican
una sobreexigencia en ese programa de habitabilidad.

Simultáneamente se produce otro hecho. El pasaje de lo familiar a lo extrafamiliar,


con sus vicisitudes, conflictos y tensiones deviene en otro tipo de apropiación: la de
social. Ahora lo social se ha extendido, ya no son sólo las figuras primarias ( padres
y hermanos), aparecen los amigos, amores, los diferentes actores sociales. Cuerpo y
sociedad se entrelazan, se interpenetran.

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO ADOLESCENTE

El recorrido del viaje adolescente se organiza desde la imprevisibilidad. Este


recorrido va configurando los modos en que se construye su espacio subjetivo, para
lo que son necesarios algunos mojones, algunas guías que permitan trazar el
territorio de cada uno. Estas guías las pueden encarnar adultos conscientes y
responsables.

También necesita de los espacios reales, escuela y trabajo, porque son los
verdaderos y má importantes anclajes articuladores para la construcción de su
espacio subjetivo.

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