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LA PROMESA Y

LOS VOTOS
EN LA ORDEN SEGLAR DE

LOS CARMELITAS

DESCALZOS

ROMA 2016
1
2

LA PROMESA Y LOS VOTOS

EN LA ORDEN SEGLAR DE LOS CARMELITAS


DESCALZOS

Vivimos un tiempo en la Iglesia en el que muchos fieles laicos


congregados en torno a diversos movimientos y asociaciones
laicales, buscan vivir de manera más comprometida los consejos
evangélicos a través de alguna forma de consagración de vida,
sea por medio de la emisión de unas promesas, votos u otros
vínculos.

De esta manera los fieles laicos, congregados en torno a las


Órdenes Terceras o seglares, viven el carisma de un Instituto
religioso, y bajo su autoridad, cultivan la perfección de la caridad
y el apostolado en el mundo.

Si bien es cierto que las Constituciones vigentes de la Orden


Seglar del Carmelo Descalzo contienen algunas reflexiones y
orientaciones sobre este tema de las promesas y los votos, nos
ha parecido oportuno profundizar en algunos aspectos a la luz de
la vocación laical.

Pero, ¿cómo entender hoy las promesas y los votos que emiten
los miembros de la Orden seglar de los Carmelitas Descalzos?
3

¿Cuál es su sentido?

Intento responder a estas cuestiones, tras efectuar un breve


recorrido histórico sobre el significado de los votos y que hoy
llamamos promesa, desde esa perspectiva teologal que busca
ayudar a vivir el seguimiento de Jesús ya iniciado con el
Bautismo, seguidamente haremos una breve reflexión en torno
al tema de la promesa emitida en la Orden seglar, para finalizar
con una reflexión sobre el seguimiento de Jesús en el espíritu de
los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia y las
bienaventuranzas.

Con este recorrido, espero ayudar a situar y entender el


significado del compromiso que hacen los laicos en nuestra
Orden, siendo su fin último el testimonio del Evangelio en medio
del mundo según el carisma carmelitano-teresiano.

Agradezco por las sugerencias, correcciones y revisiones del


texto a Fray Luis David OCD, a Fr. Pedro Zubieta OCD, y a Fr.
Aloysius Deeney OCD. Gracias especialmente a Myrna Torbay
OCDS por su paciente revisión del texto.
4

1. De los votos a la promesa

Nos remontamos al año 1452 en el que el papa Nicolau V a través


de la bula Cum nulla fidelium del 7 octubre, autoriza
canónicamente al General de la Orden de los Carmelitas Juan
Soreth, a erigir la Segunda Orden (monjas) y de la Tercera Orden
(laicos) del Carmen, con lo cual podría recibir y dar el hábito a
laicos llamados a vivir la espiritualidad de la Orden, como ya
existía en los Franciscanos, Dominicos, y Agustinos. Este
documento, conjuntamente con la Bulla Dum attenta de Sixto IV
(28 Nov. 1476) tornó más explícita la estructura de tales grupos.

En esos tiempos, los laicos hacían sus compromisos en la Orden a


través de los votos, pues así consta en los antiguos misales de la
Orden del Carmen, tanto en el editado en Venecia en el año 1504,
donde aparece un rito para la emisión de los votos de pobreza,
castidad y obediencia, como en otro de 1587, en el que solo
aparecen los votos de castidad y obediencia, haciendo posible la
admisión de personas casadas1.

Más tarde, el Papa Clemente VIII con la bula Cum dudum del 23 de
marzo de 1594, extiende a la Orden de los Carmelitas Descalzos
los privilegios otorgados a la antigua Orden de los Carmelitas, de
organizar grupos de seglares junto a los conventos; sin embargo,
y a pesar de que en las Constituciones de Alcalá de 1581 se
prohibía explícitamente la aceptación de seglares, se tienen
noticias anteriores al año 1600 que cuentan que el P. Pedro de la

1. Cf. Carta del General OCD a la Congregación del culto divino pidiendo la aprobación
del Ritual de la Orden Seglar, Roma 26 de junio de 1990.
5

Madre de Dios, superior del convento en Roma de Santa Maria


della Scala, admitía a personas seglares, y eran llamadas “tertiarii
ad instar”2; además, esto sucedía en diversos países de Europa.

Es un hecho cierto y constante que siempre hubo laicos que,


comprometidos en el espíritu de los consejos evangélicos (a
través de los votos de castidad y de obediencia según su estado a
los superiores de la Orden3), vivieron la espiritualidad del
Carmelo Teresiano imitando en el mundo la vida de perfección de
los religiosos, y lo hicieron en diversos estilos de vida: sea en sus
familias y trabajos, junto a los conventos, agregados a los
conventos cual religiosos, o asociados en fraternidades, oratorios
o cofradías; aunque recordemos que por muchos años, el estado
de perfección evangélica estaba reservada a los religiosos y
clérigos, pues así lo expresaban algunos grandes teólogos al
igual que ciertos documentos del magisterio de la Iglesia.

En los siglos XVII-XVIII se elaboraron varios escritos que buscaban


unificar y organizar la vida de estos laicos, siendo uno de los más
importantes el publicado en Marsella en el año de 1708: La Regla,

2. Cf. Isidoro a Sancto Ioseph, Historia generalis fratrum discalceatorum Ordinis B.


Virginis Mariae de Monte Carmelo; congregationis S. Eliae. Tomo I. Romae, ex
typhographia Philippi Mariae Mancini. 1668.p. 198 y ss . Disponible en,
http://books.googleusercontent.com/books/ Cf. V. Macca, Appunti per una storia, en,
Anastasio del SS. Rosario, Partecipi dello stesso carisma; L’Ordine Secolare dei
Carmelitani Scalzi. Firenze: Fiamma teresiana 1980. p. 71-83.
3. Esto podemos presumir como una costumbre antigua en la Orden, presente ya en el
Misal de la Orden editado en Venecia en el año de 1504 en lo cual se preveía un rito
para recibir personas con votos simples de castidad, pobreza y obediencia. Una otra
referencia aparece en el Misal editado en Roma en el año de 1587, donde hay el rito
para recibir miembros con los votos de castidad y obediencia, haciendo posible la
admisión de personas casadas en la Orden Tercera. Ésta costumbre permanecerá en las
ediciones posteriores y será la norma y la costumbre hasta nuestros días para la
emisión de los votos.
6

el ceremonial y el directorio de las Hermanas de la Tercera Orden de


Nuestra Señora del Monte Carmelo y de santa Teresa establecidas
en varias ciudades de Francia, Italia, España y Alemania. Este
escrito fue en cierta manera el precursor del Manual de 1921 que
presentaremos a continuación.

1.1. El Manual del 1921

Fue el primero documento oficial para la Orden Tercera de los


Carmelitas Descalzos aprobado por el papa Benedicto XV el día 6
de marzo de 1921 4, titulado Regla de la Orden Tercera seglar de la
Beata Virgen María del Monte Carmelo y de la Santa Madre Teresa
de Jesús. Es estructurado en 2 partes (I- De la naturaleza de la
Orden Tercera y de los deberes de los Terciarios; II- Del régimen
de la Orden Tercera), y con un total de 162 artículos.

Si bien es cierto que su contenido es muy valioso, nos


detendremos solo en lo que se refiere a los votos como
expresión original de la actual promesa. Tengamos en cuenta

4. La Regla se encuentra en el Manuale del Terz’Ordine Secolare della Beata Vergine


Maria del Monte Carmelo e della Santa Madre Teresa di Gesù (=Manual) Milano, Casa
editrice S. Lega Eucaristica, 1921. Del manual hacen parte 1) La carta del Prepósito
general, Fr Luca de María Santísima (13 de abril de 1921); 2) Decreto de aprobación
definitiva y de confirmación de la Regla, del papa Bento XV (Prot. N. 2058 1-19. C. 20) –
con data de 6 marzo 1921; 3) La Regola del Terz’Ordine Secolare della Beata Vergine
Maria del Monte Carmelo e della Santa Madre Teresa di Gesù; 4) Rituale o Cerimoniale
del Terz’Ordine Secolare della Beata Vergine Maria del Monte Carmelo e della Santa Madre
Teresa di Gesù; 5) Appendice: Sommario delle Indulgenze, dei Privilegi ed indulti del
Terz’Ordine secolare della Beata Vergine Maria del Monte Carmelo e della Santa Madre
Teresa di Gesù; 6) Formularios diversos: per registrazione, per la relazione dei Capitoli,
per verbale delle adunanze e Attestato di Vestizione e Professione. En otra edición del
Manual hecha en Roma en el año 1943, hay después de la Regla un Appendice per gli
Aspiranti al Terz’Ordine Carmelitano Teresiano : son algunas orientaciones para la
elección y educación de los Aspirantes a la Orden Tercera, basada en las Instrucciones
de los Frailes, nn 297-299; fue aprobado el año de 1927 por el Definitorio General de la
Orden.
7

que en aquél tiempo y según el Código de Derecho Canónico de


1917, las Ordenes Terceras eran “instituidas para promover la
perfección de la vida cristiana entre los miembros en medio del
mundo (cc. 685; 700; 712§1)” 5.

La Regla habla de votos de obediencia (cap. VIII) y de castidad


(cap. IX). El voto de obediencia es a los Superiores de la Orden en
aquello que viene establecido en la Regla. El voto de castidad
obliga a vivir castamente conforme al estado en el cual se
encuentra uno cuando hace la promesa, pero no impide cambiar
el estado de vida. Estos votos son hechos para siempre, después
de un año de “noviciado” y son renovados devocionalmente en
la fiesta de la Santa Cruz (14 septiembre) y de la Epifanía 6.

Es interesante notar lo que dice el número 31 de la Regla respecto


de los votos, lo que denota su diferencia de los votos religiosos:

“Los votos de obediencia y de castidad, según la Regla de


nuestra Orden Tercera, no tienen el mismo alcance de los votos
religiosos y terminan con la salida de la Orden Tercera; estos
tienen por finalidad obligar más estrechamente a la perfecta
observancia de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia,
mientras elevan en grado más alto la práctica de las virtudes
cristianas y les acrecientan el valor y el mérito, no hacen

5. Cf.: Juan José Echeberria, Asunción de los Consejos evangélicos en las Asociaciones de
fieles y movimientos eclesiales; investigación teológico-canónica. Gregorian University
Press. Roma 1998, p. 29.
6. Cf. Manuale del Terz’Ordine Secolare della Beata Vergine Maria del Monte Carmelo e
della Santa madre Teresa de Gesù. Roma, Tip. Bracony, 1943, n. 29-30. En el numero 29,
la formula de profesión dice: Io N. N. faccio la mia professione, e prometto a Dio, alla
Santissima Vergine del Monte Carmelo, alla nostra Santa madre Teresa, ed ai Superiori
dell’Ordine, obbedienza e castità, secondo la Regola del Terz’Ordine, la quale voglio
osservare con la maggiore perfezione che mi sarà possibile, fino alla morte”.
8

acrecentar una más sagrada sanción al deber que tienen todo


los fieles de depender humildemente de los propios superiores
y de conservar en cada estado de vida la pureza de cuerpo y de
espíritu.”

Además, en el Ritual o Ceremonial de la Orden Tercera publicado


en el Manual, no existe un rito para Votos y otro para la promesa
como lo tendremos en el Ritual del 1990 7.

1.2. La Norma de vida (1979)

La Regla del 1921 estuvo en vigor hasta el año de 1970, cuándo fue
elaborada ad experimentum la Norma de Vida. Esta será aprobada
definitivamente por la Congregación de los religiosos el 10 de
mayo de 1979 (Prot. N.C 20-/79). En ella se buscó actualizar la
doctrina y contenidos para la comprensión de la identidad y
misión de los laicos en la Iglesia, de acuerdo con la doctrina del
Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo buscó adaptar el carisma
del Carmelo Teresiano al estado de vida laical, no más como
imitación de la vida religiosa.

Un primero cambio fue en el nombre, de Orden Tercera pasa a ser


Orden Seglar de los Carmelitas Descalzos, más conforme a la
antigua tradición y como lo habían sugerido muchas
fraternidades. Otro cambio importante fue sobre el compromiso
de los laicos en la Orden, pues en lugar de votos se harían

7. En otra edición del Manual en la edición italiana de 1963 y publicado por el


Secretariado General de la Orden Tercera de Roma, además de los documentos de la
edición anterior, hay también un Catecismo de la Orden Tercera, elaborado con 158
preguntas y respuestas. Respecto a los votos, se refieren las preguntas 57-69, las
cuales buscan explicar la materia de los votos y dar orientaciones para vivirlos, evitar
los pecados contra de ellos, etc.
9

promesas8 (art. 11-14), con una nueva forma de compromiso


temporal por 3 años - y no para siempre como se decía en la
fórmula para los votos de la Regla anterior -, al final de los cuales
el seglar podrá emitirlas definitivamente.

Los votos aparecerán en los art.15-16 como una opción para los
que libremente soliciten emitirlos, tras haber transcurrido por lo
menos 1 año de las promesas definitivas. Poseen la misma
materia e interpretación de las promesas, con la explicitación de
que “los votos acrecientan el mérito de la virtud de la religión a la
práctica de la castidad y de la obediencia y representan una
ofrenda más completa de sí mismo y conllevan una mayor
responsabilidad moral” (Art. 15).

1.3. Las Constituciones (2003)

El paso siguiente en la legislación de la Orden Seglar fue la


elaboración de las Constituciones en los años 2000-2003, como
consecuencia de los avances en la reflexión y valorización de la
vocación de los laicos en el interior de la Orden, motivados por
los hechos eclesiales de entonces.

En el mes de octubre de 1987 se celebró el Sínodo de los Obispos


sobre la vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia. El año
siguiente se publicó la exhortación apostólica Christifideles laici
(=ChL), que buscó resaltar y resumir las enseñanzas del Concilio
Vaticano II sobre los laicos a 20 años de su celebración. Algunos
años después, el sínodo de 1994 fue sobre la Vida consagrada.

8 No tenemos noticias sobre el proceso recorrido para el cambio del nombre de votos
a promesas en la Norma de Vida del 1979. La LG 44 habla de votos u otros vínculos
sagrados, que pueden ser el juramento, la oblación, etc.
10

Uno de los temas que nos interesa en él, fue porque trajo de
nuevo a luz el tema de la colaboración de los laicos en la misión
de los religiosos. Con la publicación de la exhortación apostólica
Vita Consecrata (=VC) se hace explícita mención de laicos que
participan en la espiritualidad de los Institutos religiosos.
Recordando las experiencias de las Ordenes Terceras, llama a los
laicos a una comunión y colaboración con la misión de los
Institutos. Afirma el documento:

“Debido a las nuevas situaciones, no pocos Institutos han


llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido
con los laicos. Estos son invitados por tanto a participar de
manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del
Instituto mismo. En continuidad con las experiencias históricas
de las diversas Órdenes seculares o Terceras Ordenes, se puede
decir que se ha comenzado un nuevo capítulo, rico de
esperanzas, en la historia de las relaciones entre las personas
consagradas y el laicado.

Estos nuevos caminos de comunión y de colaboración merecen


ser alentados por diversos motivos. En efecto, de ello se podrá
derivar ante todo una irradiación activa de la espiritualidad más
allá de las fronteras del Instituto, que contará con nuevas
energías, asegurando así a la Iglesia la continuidad de algunas
de sus formas más típicas de servicio. Otra consecuencia
positiva podrá consistir también en el aunar esfuerzos entre
personas consagradas y laicos en orden a la misión: movidos
por el ejemplo de santidad de las personas consagradas, los
laicos serán introducidos en la experiencia directa del espíritu
de los consejos evangélicos y animados a vivir y testimoniar el
espíritu de las Bienaventuranzas para transformar el mundo
según el corazón de Dios” (cf. VC 54-55; cf. 98).
11

Tales acontecimientos eclesiales estimulan en un primer tiempo


la realización de los Congresos internacionales de la Orden Seglar
en 1996 en Roma y en 2000 en México. En consecuencia se vio la
necesidad de revisar y actualizar la Norma de Vida del 1979,
teniendo en cuenta las directivas del Magisterio eclesiástico. El
trabajo de elaboración se desarrolló desde el año 2000 hasta el
año 2003, año en que fueron aprobadas por la Congregación de
los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida
Apostólica de la Santa Sede (16 de junio; Prot. N C 228-1/2003).

En las actuales Constituciones de la OCDS, la promesa es tratada


en el capítulo 2, que trata del seguimiento de Jesús en el Carmelo
laical y los votos en el capítulo 7 en el n. 39 que trata de la
“Organización y gobierno” en el Carmelo Seglar. La promesa será
un compromiso con la Orden y la Comunidad para buscar la
perfección de la caridad según el espíritu de los consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia y de las
bienaventuranzas. Ya los votos son de libre elección y el tiempo
y las circunstancias para emitirlos después de la promesa
definitiva son determinados por los Estatutos Provinciales (cf.
Const OCDS 58 e); al mismo tiempo requieren el consentimiento
del Consejo de la Comunidad y el permiso del Provincial. Hay aquí
una clara distinción de la forma del compromiso y se privilegia el
seguimiento a Cristo empezado en el Bautismo y ahora vivido
según el carisma del Carmelo Teresiano.

Con esto breve recorrido a través de los documentos de la Orden


hemos visto la forma de compromiso de los laicos con la Orden,
12

que pasa de los votos a la promesa, y de ésta a los votos de


castidad y obediencia a quienes libremente los piden.

En adelante, profundizaremos la comprensión de la promesa a la


luz de los documentos del Magisterio y de las Constituciones de
la OCDS. Es un tema que necesita ser profundizado, y lo que aquí
se presenta es una pequeña contribución a la comprensión de
este tema, ya que no se encuentran muchas reflexiones acerca
de él.
13

2. La promesa y los votos: vivir el espíritu de los consejos


evangélicos en la vida laical

En el centro de la doctrina del Concilio Vaticano II (1962-1965)


sobre la Iglesia está la comprensión de sí misma como misterio de
comunión de todo el Pueblo de Dios 9 . Todos los miembros en los
estados de vida de la Iglesia – laicos, religiosos y clérigos –
forman el Pueblo de Dios, poseen igual dignidad fundada en el
Bautismo y son complementarios10 en el ejercicio de la misión en
la Iglesia11. Al mismo tiempo todos participan a la común
vocación a la santidad, la cual consiste en la perfección de la
caridad, según el propio estado de vida 12.

Para todos los estados de vida es necesario vivir los consejos


evangélicos, según la afirmación de la VC:

“En realidad, todo renacido en Cristo está llamado a vivir, con la


fuerza proveniente del don del Espíritu, la castidad
correspondiente a su propio estado de vida, la obediencia a
Dios y a la Iglesia, y un desapego razonable de los bienes
materiales, porque todos son llamados a la santidad, que
consiste en la perfección de la caridad. Pero el Bautismo no
implica por sí mismo la llamada al celibato o a la virginidad, la
renuncia a la posesión de bienes y la obediencia a un superior,
en la forma propia de los consejos evangélicos. Por tanto, su
profesión supone un don particular de Dios no concedido a

9 Cf. ChL 18-19.


10 Lumen Gentium = LG 17. 33; ChL 20; 55.
11 Cf. id. 23; VC 31.
12 LG cap. V, esp. 39.42
14

todos, como Jesús mismo señala en el caso del celibato


voluntario (cf. Mt 19, 10-12)” (VC 30).

Lo específico de la misión de los laicos en la Iglesia, “en virtud del


carácter secular de su vocación”, es reflejar “el misterio del
Verbo encarnado en cuanto Alfa y Omega del mundo,
fundamento y medida de todas las cosas creadas” (VC 16); es

“… tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos


temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es
decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del
mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y
social, con las que su existencia está como entretejida. Allí
están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia
profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la
santificación del mundo desde dentro, a modo de fermento. Y
así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente
mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la
esperanza y la caridad. Por tanto, de manera singular, a ellos
corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las
que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar
se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria
del Creador y del Redentor” (LG 31; Cf ChL 14-15).

Para el cumplimiento de esta misión, la Iglesia reconoce la


libertad de los bautizados de formar y de participar en las
asociaciones de fieles, como ayuda mutua en el desarrollo de un
determinado apostolado en nombre de la Iglesia. Es el caso de
las Órdenes Terceras o Seglares, ellas participan del carisma de
un Instituto religioso, tienen como finalidad dedicarse al
apostolado y buscar la perfección cristiana bajo la dirección del
15

mismo Instituto, de acuerdo con los Estatutos propios 13.

En la Orden del Carmelo Descalzo Seglar (= OCDS) las


Constituciones determinan el compromiso con la Orden de los
Carmelitas Descalzos en el n. 11, el cual así se expresa:

“El seguimiento de Jesús como miembros de la Orden Seglar se


expresa a través de la promesa de tender a la perfección
evangélica en el espíritu de los consejos evangélicos de
castidad, pobreza y obediencia y de las Bienaventuranzas. A
través de esta promesa se refuerza su compromiso bautismal
en el mundo al servicio del proyecto de Dios. Ella es una prenda
de santidad personal, que necesariamente lleva a un empeño
de servicio a la Iglesia en fidelidad al carisma carmelitano-
teresiano. Se asume ante los miembros de la comunidad como
representantes de toda la Iglesia y en presencia del Delegado
del Superior de la Orden” (Constituciones OCDS 11).

Pero, ¿Qué significa hacer una promesa? Es lo que buscaremos


profundizar en el prójimo apartado.

2.1. Las promesas en general

Para la comprensión del tema de la promesa que se hace en el


Carmelo Seglar, partimos de lo que dice el Catecismo de la Iglesia
Católica (= CIC) respecto a las promesas en general.

“En varias circunstancias, el cristiano es llamado a hacer


promesas a Dios. El bautismo y la confirmación, el matrimonio y

13 cf. CDC can. 303; ChL 29; VC 54-55.


16

la ordenación las exigen siempre. Por devoción personal, el


cristiano puede también prometer a Dios un acto, una oración,
una limosna, una peregrinación, etc.” (CIC 2101).

Desde la Biblia es evidente que "Dios haya aprobado el pacto y la


promesa para que él mismo se ligue a ella de modo tal que sea
fiel, incluso sin esperar fidelidad de su aliado, y que cumpla sus
promesas aunque su aliado permanezca sin cumplirlas"
(Scharbert). Dios mantiene las promesas porque es fiel a sí
mismo, y mira con ellas a crear el corazón nuevo (Jer 31,33) con
cuantos son destinatarios de su promesa, como en el caso de
Abrahán en el AT. Asimismo en la nueva alianza: lo que garantiza
la realización de la promesa es la acción del Espíritu, que hay que
acoger mediante la observancia de la nueva ley que es Jesucristo
(Gál 3,16.19); una observancia/adhesión que es espíritu que
vivifica y hace libres (cf Gál 4; 5,1). En este sentido la adhesión a
Jesús en su Espíritu es adhesión a la promesa de Dios, a la
libertad plena, al amor. Así, desde cualquier parte que se
considere la promesa, ya sea de la parte de Dios que promete, ya
sea de la parte del hombre que se fía, la fidelidad del uno y del
otro son los dos polos de la justicia de Dios que busca la salvación
de los hombres14.

En el aspecto dinámico, la promesa constituye la profundización


de la propia libertad en la experiencia del amor en el camino de
seguimiento de Cristo. Como un camino dinámico se abre al
futuro y se proyecta adelante basado en la fe y la esperanza.
Implica el desarrollar las capacidades de amar, de disponer de si

14 Cf.: Rom 1,17; 3,5.21-25; 10,3.


17

en libertad responsable con decisión y realismo rumbo a los


valores evangélicos.

Al mismo tiempo exige apertura de si a los demás, en


disponibilidad a aquello que puede ser útil o grato al destinatario
de la promesa (la Comunidad, la Iglesia, la Orden)."Prometer es
uno de los términos claves del lenguaje del amor. Prometer
significa empeñar a la vez la propia potencia y la propia fidelidad,
proclamarse seguros del futuro y seguros de sí, y significa al
mismo tiempo suscitar en el compañero la adhesión del corazón
y la generosidad de la fe". Por eso la fidelidad es condición de
fiabilidad, condición clave para un relacionamiento social y
también en el relacionamiento entre Dios y el hombre. Promesa
pide apertura y también tiende a solicitar confianza, esperanza, y
por tanto amor”15.

En síntesis, el valor central de la promesa es la fidelidad de Dios a


su Alianza por una parte y por parte del ser humano, conciencia,
libertad, deliberación que a su vez son condiciones de validez de
una promesa. Eso lleva la persona a una apertura de amor a Dios
y a los otros.

2.2. Sentido de la promesa en la Orden Seglar

Teniendo en cuenta la reflexión anterior, buscaremos ahora el


sentido de la promesa en la OCDS.

A semejanza, pero no en el mismo grado de las promesas hechas

15 Para lo que sigue, ver con más detalles: L. Padovese, Promesa y juramento, en:
http://www.mercaba.org/DicTM/TM_promesa_y_juramento.htm (acceso en 5
diciembre 2015).
18

en los Sacramentos, por las cuales el cristiano es consagrado,


pertenece a Dios definitivamente y recibe la gracia propia del
Sacramento para vivir y ejercer la misión conforme el
Sacramento que recibe, la promesa que el Carmelita Seglar hace
al superior de la Orden y a la Comunidad y exige veracidad 16,
fidelidad y determinación.

La promesa se hace en un contexto litúrgico (Eucaristía, Liturgia


de las Horas y Celebración de la Palabra). Esto significa tener
presente los fines de la liturgia: culto a Dios y la santificación de
la asamblea (Cf. Sacrosanctum Concilium 10). En este contexto se
da la manifestación de la voluntad personal a la
Comunidad/Autoridad de la Orden en “el seguimiento de Jesús”
y en “tender a la perfección evangélica en el espíritu de los
consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia y de la
bienaventuranzas” (Const. OCDS 11). Aquí el momento se reviste
de un carácter semejante a aquél de las promesas en las
celebraciones de los Sacramentos, donde la persona llamada
está respondiendo a la llamada de Dios vivificada por la caridad.

La promesa es manifestación de la voluntad de crecimiento en la


perfección de amor a Cristo y a los hermanos que ya fuera
asumida con el Bautismo; y es también humilde reconocimiento
de la necesidad de la presencia y ayuda del Otro-otro, para vivir
los consejos evangélicos, y vivir con mayor fidelidad el
seguimiento y progresiva configuración en Cristo. La promesa
nos confronta a nuestra debilidad y finitud para luchar contra las

16 La promesa, en cuanto expresión verbal de voluntad interior de la persona, implica


el vivir de acuerdo con la verdad, como lo pide el 8º mandamiento: “La verdad o
veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en sus
palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía” (CIC 2505).
19

grandes tentaciones que nos acechan: tener-pobreza, poder-


obediencia, placer-castidad. De allí que las promesas sean fuente
de liberación, liberarnos de aquello que nos impide caminar hacia
la plenitud del ser, la plenitud de su dignificación y la plenitud del
Amor. Solo así podemos entender que la promesa “es un
refuerzo del compromiso bautismal en el mundo al servicio del
proyecto de Dios”, una “prenda de santidad personal” que debe
de llevar a un “empeño de servicio a la Iglesia en fidelidad al
carisma carmelitano-teresiano”.

Por eso, si “la fidelidad a las promesas hechas a Dios es una


manifestación de respeto a la Majestad divina y de amor hacia el
Dios fiel” (CIC 2101), igualmente podríamos decir que la fidelidad
a la promesa hecha en la Comunidad es manifestación de amor y
de respecto a los hermanos/as de la misma Comunidad y de toda
la Orden.

Todo eso viene expresado a través de la fórmula de emisión de la


promesa:

“Yo N. movido por la gracia del Espíritu Santo y respondiendo a


la llamada de Dios, sinceramente prometo a los Superiores de la
Orden del Carmelo Teresiano, y a vosotros, mis hermanos,
tender a la perfección evangélica en el espíritu de los consejo
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, y de las
Bienaventuranzas, según las Constituciones de la Orden Seglar
de los Carmelitas Descalzos, por tres años/toda la vida. Confío
filialmente mi Promesa a la Virgen María, Madre e Reina del
Carmelo”17.

17 Ritual OCDS 1990, 42 A. En el original: “…según la Norma de Vida…”.


20

Así, lo esencial sobre el tema de la promesa en el Carmelo Seglar


es el seguimiento de Jesús y la participación en su misión como
respuesta a su amor primero, viviendo a causa de ello el espíritu
de los consejos evangélicos y de las Bienaventuranzas en la
Comunidad. La Comunidad es entonces el criterio, la ayuda y el
lugar donde ellos serán traducidos en un relacionamiento vivo y
orante con Cristo y en acciones concretas para con los
hermanos/as, bien como en su vida de familia y de trabajo (cf.
ChL 30). Consecuentemente y de acuerdo con el estado de vida,
condiciones y posibilidades de cada uno, la promesa “realza el
compromiso bautismal” y en los casados favorece la “vida de
esposos y de padres” (Const. 12); exige constante renovación
debido al dinamismo proprio del seguimiento de Cristo.

Consecuentemente la promesa en la OCDS pide el compromiso y


el empeño personal para “adquirir la formación necesaria para
conocer las razones, el contenido y propósito del estilo de vida
evangélica que asume” (id.). La vida cristiana tiene como meta la
vida eterna y es un camino dinámico, llamado a crecer y madurar
continuamente, a dar siempre más fruto en cada fase de la vida
de la persona. Para esto cada uno debe de asumir su
responsabilidad y producir frutos para no ser cortado y echado
fuera como el ramo estéril de la comparación de la vid con los
sarmientos en el Evangelio (cf. Jn 15,5-6; ChL 57).

2.3. Los votos

Los votos son un fenómeno presente en todas las religiones.


Según el Derecho Canónico, los votos públicos son
21

característicos de la Vida consagrada y de la vida eremítica 18. El


voto incluye la promesa, tal como la define el Código de Derecho
Canónico, en el can. 1191 (= CDC), que viene citado en el n. 2102 del
CIC:

“El voto, es decir, la promesa deliberada y libre hecha a Dios


acerca de un bien posible y mejor, debe cumplirse por la virtud
de la religión’ (CDC can. 1191, 1). “El voto es un acto
de devoción en el que el cristiano se consagra a Dios o le
promete una obra buena. Por tanto, mediante el cumplimiento
de sus votos entrega a Dios lo que le ha prometido y
consagrado. Los Hechos de los Apóstoles nos muestran a san
Pablo cumpliendo los votos que había hecho (cf Hch 18, 18; 21,
23-24)” (CIC 2102).

La promesa, ya la hemos visto anteriormente, “no se hace


directamente a Dios, sino a una persona o una institución (Iglesia,
Instituto). Esta no obliga por virtud de religión sino por virtud de
fidelidad y significa una donación de la persona”19. Por otro lado,
el voto es parte de la virtud de la religión y trasforma la promesa
en acto de culto o de religión y se entiende como una donación
de si en el amor, según la virtud teologal de la caridad 20. Esta nos
lleva a “amar a Dios sobre todas las cosas, por Él mismo y a
nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios” (CIC
1822).

18 Los votos son públicos cuando los consejos evangélicos son aceptados por el
legítimo superior en nombre de la Iglesia (can. 1192,1). Cf. CDC can. 207,2; 573,2; 587,1;
603,2 607, 2; 654.
19 Juan José Echebarría, La asunción de los consejos…, id. p. 199.
20 Id. , p. 113.
22

Además, de la virtud de la religión hace parte la justicia para con


Dios. Esta consiste en tener la voluntad firme y constante de dar
a Dios lo que le es debido (CIC 1807), o sea, la adoración (CIC
2096-97), la oración (CIC 2018), el sacrificio (CIC 2099-2100), las
promesas y los votos (CIC 2101-2103).

Por eso, el voto en cuanto acto de la virtud de la religión, es


respuesta a una llamada interior de la parte de Dios y es un acto
de latría, de culto a Dios que compromete toda la vida de la
persona que lo emite y supone la fidelidad a lo prometido. Su no
observancia tiene como consecuencia el pecado. De aquí que la
virtud de la humildad, junto con el espíritu de oración confiada en
la gracia de Dios, y la ayuda fraterna de la Comunidad, son
esenciales para una respuesta fiel a esta misma llamada.

Para que el voto sea válido exige la deliberación. Ésta es uno de


los actos propios del ser humano por el cual el ejercicio de la
libertad es unido a la capacidad de conocer, de reflexionar y de
querer; de asumir las consecuencias de todo lo que es implicado
en el voto. Por eso el CDC dice que “todos los que gozan del
conveniente uso de razón son capaces de emitir un voto” (CDC
Can.1191§2). La deliberación exige también la libertad, la ausencia
de coerción interna o externa, la imposición de otro, aunque sea
aquella de un miedo reverencial21.

Al mismo tiempo el voto se hace en la búsqueda de un bien


posible y mejor, esto es, que sea realizable y que él que promete

21 Como por ejemplo una promesa que se hace a una persona significativa en el lecho
de muerte, de hacer o asumir alguna carrera o que la persona misma non siente como
voluntad propia elegida libremente.
23

sea capaz de cumplirlo en futuro y mejor de aquello que es vivido


en el presente.

Las Constituciones de la OCDS hablan de los votos en el cap. 7, el


cual trata de la organización y gobierno en la Orden Seglar. Es una
elección del legislador para dar más énfasis al seguimiento de
Cristo hecho por medio de la promesa, ya que según el Concilio,
los votos públicos son típicos de la Vida Consagrada. El texto dice
así:

“Todos los fieles de Cristo tienen el derecho de hacer votos22.


Con el consentimiento del Consejo de la comunidad y el
permiso del Provincial, un miembro de la Orden Seglar, si lo
desea, puede hacer votos de obediencia y castidad en
presencia de la comunidad. Los votos son estrictamente
personales y no crean una categoría diferente de pertenencia.
Suponen un compromiso mayor de fidelidad a la vida
evangélica pero no transforman a quien los hacen en personas
reconocidas jurídicamente como consagradas en la misma línea
de los Institutos de vida consagrada. Quienes hacen los votos
en el Orden Seglar continúan siendo laicos para todos los
efectos jurídicos” (Constituciones OCDS 39).

Así comenta este número Fr. Pedro Zubieta:

“Las Constituciones, recogiendo la tradición de la Orden Seglar


del Carmelo, prevé la posibilidad de que los carmelitas seglares
que lo deseen, puedan hacer votos de obediencia y castidad. Se
trata de votos privados, que el texto califica como
"estrictamente personales" y que no crean, dentro de la
comunidad, una categoría diferente de pertenencia a la misma; si

22 Ritual, Instrucción, 9; 30-49


24

bien se hacen en presencia de la comunidad y con el


consentimiento previo del Consejo. Los votos suponen en
quienes los emiten "un compromiso mayor de fidelidad a la vida
evangélica", pero no transforman a quienes los hacen en
personas reconocidas jurídicamente como consagradas en la
misma línea de los Institutos de Vida Consagrada. Quienes hacen
los votos en la Orden Seglar continúan siendo laicos para todos
los efectos jurídicos.

Por lo demás, el ámbito o materia de los votos de obediencia y


castidad es el mismo de la respectiva promesa. La diferencia,
como hemos explicado, está en la calidad del vínculo.”23

La calidad del vínculo viene del hecho de que ahora el voto es


hecho a Dios. En el ámbito de la virtud de la religión, el voto
compromete toda la vida de la persona en un acto de culto o de
religión, como un acto de amor, según la virtud teologal de la
caridad, fuente de la vivencia sea de la promesa, sea de los votos.

Así, la castidad en cuanto voto es una llamada a vivir la virtud de


la castidad según el estado de soltero, casado u viudo/a.
Obediencia significa poner su voluntad bajo la de los Superiores
de la Orden y del Consejo de la Comunidad en cuanto
representan la voluntad de Dios y según aquello que prescriben
las Constituciones de la OCDS. Respecto a la pobreza, si bien no
sea materia de voto, debe estar bajo vigilancia y llama a vivir en
sobriedad y solidaridad respecto el uso de los bienes materiales.
Además es bueno tener constante recuerdo que todas las
dimensiones de la vida cristiana están unidas en la vivencia de los

23 Pedro Zubieta, Orden seglar del Carmelo Teresiano, Regla Constituciones y


comentario. Roma 2003. pp 94-95.
25

consejos evangélicos en el seguimiento de Cristo.

De todo el dicho, los votos en la Orden seglar exigen de parte de


la persona que siente la llamada a emitirlos una decisión
madurada, libre y dialogada en el acompañamiento espiritual y
con el Consejo de la Comunidad. No debe ser por vanagloria,
antes exige prudencia (cf Prov 20,25), discernimiento y una
decisión firme de obligarse a vivir su contenido en búsqueda
continuada de un bien posible y mejor que su contrario. De parte
de la autoridad de la Comunidad exige respeto a la persona que
pide, discernimiento a la luz de la fe, junto con una seria toma de
conciencia sobre las capacidades de la persona para vivir y
testimoniar los votos, preguntándose si es para su crecimiento, si
existe base humana suficiente, si hay libertad en quienes los
piden, etc.
26

3. Vivir el espíritu de los consejos evangélicos y de las


Bienaventuranzas

En el proceso de maduración y de crecimiento dinámico en la


vida de la gracia divina, es esencial la comprensión de los
consejos evangélicos y de las Bienaventuranzas. Ellos son el
contenido evangélico de la promesa al seguimiento de Jesús.

Antes de todo, la finalidad y significado de asumir los consejos


evangélicos24 con una promesa está en el hecho de ser una
respuesta libre a un llamado, a una “relación de intimidad entre
Cristo maestro y su discípulo”. “La vida cristiana se convierte en
respuesta de amor a las invitaciones hechas por Cristo a la
libertad humana, en actitud de discípulo abierto a la sabiduría
encarnada, en dimensión de confianza alegre y entregada”. La

24 Cf.: S. de Fiores, Consejos evangélicos en,


http://www.mercaba.org/DicES/C/consejos_evangelicos.htm. Acceso en 7 diciembre
2015; cf.: Juan José Echeberria, Asunción de los Consejos evangélicos en las Asociaciones
de fieles y movimientos eclesiales; investigación teológico-canónica. Gregorian University
Press. Roma 1998, p. 74-75: ”Lo esencial de la práctica de los consejos evangélicos es
por lo tanto seguir a Cristo más de cerca, ser partícipes del misterio pascual más
cercano y más radical, en anticipación respecto a los otros para los cuales esto tendrá
lugar al menos en la hora de la muerte”… “Para todos los bautizados, en conformidad
con sus diversas condiciones de vida, se da una exigencia real de pobreza, pero no
hasta la liberación de los bienes terrenos; de castidad no pero hasta la renuncia al
matrimonio; de obediencia, pero no hasta el despojo de la propia voluntad respecto a
aquellos que tienen el lugar de Dios… Por tanto los laicos están invitados a vivir los
consejos evangélicos de un modo concreto aunque diferente de la vida consagrada,
pero sin que esto signifique una vivencia irreal o accesoria de su compromiso. La
radicalidad evangélica, que exige un amor total al Señor y la perfección de la caridad,
se dirige a todos los cristianos y esta se lleva a cabo a través de las diversas vocaciones
cristianas que se integran recíprocamente y juntas realizan la sequela Christi en la
Iglesia universal”.
27

vocación al seguimiento de Jesús es personal. Es “invitación sin


distinción a poner a Dios por encima de todas las cosas y cumplir
su voluntad se concretiza en diversas opciones según la misión
propia y la situación concreta; se sigue a Jesús tanto con la
fidelidad al matrimonio indisoluble como con el celibato por el
reino, tanto dándolo todo a los pobres como ofreciendo sólo la
mitad de los bienes (Mc 10,21; Lc 19,8), tanto abandonándolo
todo para estar con él como permaneciendo en el propio
ambiente (Mt 19,27; Lc 8,38-39).

Los consejos no tienden a imponer ni a nivelar, sino a persuadir, a


convencer, a comprobar personalmente y a comprometer con
libre decisión; pues pretenden “hacer triunfar en la vida
mediante la entrada en el reino de Dios; prometen alegría,
bienaventuranza, vida eterna. Son una llamada a ver que ellos no
son una limitación de los derechos individuales e sí que llevan a la
libertad”25.

De aquí que en su profundo significado antropológico es garantía


de que “la elección de estos consejos lejos de ser un
empobrecimiento de los valores auténticamente humanos, se
presenta más bien como una transfiguración de los mismos. Los
consejos evangélicos no han de ser considerados como una
negación de los valores inherentes a la sexualidad, al legítimo
deseo de disponer de los bienes materiales y de decidir
autónomamente de sí mismo. Estas inclinaciones, en cuanto
fundadas en la naturaleza, son buenas en sí mismas” (VC 87).

25. Juan J. Echebarría, Asunción… p. 75. Cf. Ghirlanda, Cit. en, Ib….p. 76-77.
28

Cierto es que para llegar a la madurez en la vida cristiana según


los consejos, se hace necesaria una “asimilación de los consejos
del Señor mediante la escucha humilde, la reflexión, la decisión
y la verificación de la experiencia”; todo eso “transforma al
cristiano en un hombre sabio y espiritualmente maduro, capaz a
su vez de ayudar a los otros con el consejo” 26. Por otro lado, el
CIC nos recuerda que “los consejos evangélicos son
inseparables de los mandamientos” (CIC 2053).

Así buscaremos ver en primero lugar la doctrina del CIC sobre


cada consejo para luego mirar su contenido en las
Constituciones.

3.1. El espíritu del consejo de castidad

En el ámbito del 6º Mandamiento (cf.: CIC 2331 y ss) el CIC dice a


respecto de la castidad cuanto sigue:

“La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en


la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser
corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la
pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace
personal y verdaderamente humana cuando está integrada en
la relación de persona a persona, en el don mutuo total y
temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. La virtud de
la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona
(2338-2345) y la totalidad del don” (2346-2347) (CIC 2337).

Toda persona bautizada está llamada a vivir la castidad (CIC


2348) según su estado de vida en cuanto virginidad o celibato

26. S. de Fiores, art cit.


29

consagrado y a “otras, de la manera que determina para ellas la


ley moral, según sean casadas o célibes’ (Congr. de la Doctrina.
de la Fe, Decl. "Persona humana" 11). Las personas casadas son
llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la
castidad en la continencia” (CIC 2349). Esta práctica de la
castidad nos confronta ante el tema de “la utilización del otro”
en beneficio propio, es decir, ante la necesaria reflexión de lo que
la otra persona significa y representa, del lugar que ocupa en la
relación, del respeto que supone, de la pureza de las intenciones
por las que me relaciono con el otro, y sobre todo de la “no
cosificación” de la persona, pues el otro no es un objeto
disponible para el consumo y la autosatisfacción de necesidades
o carencias, sino sujeto de amor, gratitud y gratuidad. Sólo desde
esta toma de conciencia podremos comprender las ofensas a la
castidad (lujuria, masturbación, fornicación, pornografía,
prostitución y la violación), así como el tema de la
homosexualidad, tratados en los nn. 2351-2359 del Catecismo. La
castidad conyugal aparece en los nn. 2360-2391 del Catecismo a
los cuales remitimos para un estudio.

Aquí recordamos que en el contexto matrimonial y “según la


visión cristiana, la castidad no significa absolutamente rechazo ni
menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía
espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo
y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización
plena”27. Es la castidad la virtud que regula la correcta manera de

27 Juan Pablo II, Familiaris Consortio 33. Por su parte, el moralista B. Häring la describe
así: “castidad cristiana: es el dominio perfecto, ejercido por la divina caridad sobre el
sexo y el eros, o sea sobre la sexualidad y el erotismo psicosomático, en virtud de un
respeto santo ante la creación redimida y de una voluntad resuelta a la lucha y al
renunciamiento. La castidad cristiana se funda sobre el amor más absoluto. Lo dice el
30

vivir la sexualidad como hombre o como mujer, según el amor


cristiano.

Todos estos temas hacen parte de la doctrina moral en general


de la castidad y son presupuestos para vivir la promesa que emite
el Seglar, conforme a la situación en que se encuentra: soltero,
casado o viudo.

Viniendo ahora a las Constituciones de la OCDS, esta describe así


el contenido de la promesa de vivir el seguimiento de Cristo
según el espíritu del consejo evangélico de castidad:

“La promesa de la castidad refuerza el compromiso de amar a


Dios por encima de todas las cosas y amar a los demás con el
amor que Dios les tiene28. Con esta promesa el Seglar busca la
libertad para amar a Dios y al prójimo desinteresadamente 29,
testimoniando la intimidad divina prometida en la
bienaventuranza “bienaventurados los limpios de corazón
porque verán a Dios” (Mt 5,8). La promesa de la castidad es un
compromiso con el amor cristiano en su dimensión personal y
social para crear auténtica comunidad en el mundo. Por esta
promesa el Seglar expresa también el deseo consciente de
respetar a cada persona como lo pide la ley de Dios y según el
propio estado de vida, como solteros, casados o viudos. Esta
promesa no impide cambiar el estado de vida” (n.13).

Resaltamos ahora algunos elementos esenciales en la vivencia


concreta del consejo de la castidad.

Apóstol cuando afirma que es "fruto del espíritu" (Gal 5, 22), del Espíritu del divino
amor”. en, http://www.mercaba.org/Haring/II/261-336_matrimonio.htm.
28 Cf. Subida III 23, 1.
29 Cautelas 1 y 6.
31

- Amor a Dios y al prójimo según la bienaventuranza de los


limpios de corazón (Mt 5,8).

Según la Biblia30, la felicidad de los puros de corazón tiene que


ver con la sede de los pensamientos (cf Mt 9,4; 24,28), de la
comprensión (cf Mt 13,15), del reconocimiento de los valores (cf
Mt 6,21), de las aspiraciones y actividades (cf Mt 15,19), del
comportamiento respecto a los otros (cf Mt 11,29; 18,35), y de la
relación con Dios (cf Mt 15,8; 22,37). Esto quiere decir que el
centro de la vida intelectiva, volitiva y emocional de la persona es
el origen y el punto de referencia y de unidad de la relación con
Dios y con los demás. En Mt 5,8 se afirma que felices son aquellos
quienes mantienen el corazón conforme a Dios y a su Palabra,
libre de tendencias e impulsos contrarios a la voluntad de Dios (cf
Es 20,13-16). Según el Sal 24, se acerca a Dios "quien tiene manos
inocentes y corazón puro", el cual está unido al deseo de la
presencia de Dios, un deseo que será saciado en la visión
escatológica (cf Mt 5,8). Por eso quien tiene un "corazón puro"
es capaz de amor fraterno (cf 1 Tm 1,5), pues es la fuente de
donde viene la caridad (cf 1 Pdr 1,22).

- Libertad y desinterese en el amor

En el NT31 la libertad es entendida en relación con “la libertad y la


gloria de los hijos de Dios” (Rom 8, 21); hay libertad “donde hay
espíritu del Señor” (2 Cor 3,17). El concepto se refiere a la

30 Cf. Beatitudini, en Dizionario di Mistica. http://www.clerus.org. acceso en 17.12.2015.


31 J. Blunk, Libertad, en, Diccionario teológico del Nuevo Testamento II (Salamanca:
Sígueme 1990) p. 434-435.
32

“libertad que tenemos gracias a Cristo Jesús” (Gal 2, 4; 5, 1).


Cuando Santiago habla de la “ley de la libertad” (1, 25 y 2,12), se
refiere al orden vital en el cual el hombre vive de acuerdo con la
voluntad de Dios; es vivir según el Evangelio/la persona de Jesús:
“la verdad os hará libres” (Jn 8, 32), y esa “verdad” lleva a la
persona a vivir y servir por amor, siguiendo Su ejemplo, movidos
por Él y no por los intereses egoístas del pecado: “ahora en
cambio, sois libres (NB: emancipados) del pecado” (Rom 6,
18.22). En tal sentido, el amor cristiano es gratuito por su esencia
y es búsqueda del bien del otro por ser un bien para él, sin
segundas intenciones32.

La Gaudium et spes (=GS) habla de la grandeza de la libertad (Nº


17), y la describe como “orientación del hombre hacia el bien”.
Esta “es signo eminente de la imagen divina en el hombre”, es
parte de la dignidad humana, la cual “requiere que el hombre
actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e
inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de
un ciego impulso interior o de la mera coacción externa”.
Continúa diciendo que el hombre logrará esta dignidad cuando,
liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, y buscando su
apoyo en la gracia de Dios, tienda a su fin con la libre elección del
bien y se procure medios adecuados para ello con eficacia y
esfuerzo crecientes33.

- Respeto de cada persona según su estado de vida

“La pureza de mente y de cuerpo ayuda a desarrollar el

32 Cf. Benedicto XVI, Deus caritas est; esp. nn. 1; 6; 16-18; 33; 39;
33 El Compendio de la doctrina social de la Iglesia trata de la libertad en los nn 199-200.
33

verdadero respeto de sí y al mismo tiempo hace capaces de


respetar a los otros, porque ve en ellos personas, que se han de
venerar en cuanto creadas a imagen de Dios y, por la gracia, hijos
de Dios, recreados en Cristo quien «os ha llamado de las tinieblas
a su admirable luz» (1 Pe 2, 9)”34. Se trata de un sentimiento de
consideración y reconocimiento del valor concreto de cada
persona, aceptándola y tratándola con amor y de acuerdo con su
capacidad de comprensión y dignidad intrínseca. La regla de oro
de Mt 7,12 es la medida del respeto: tratar a los otros como
querrías que ellos te tratasen a ti (cf. CIC 1929-1933).

- Compromiso con el crear comunidad

El tema es desarrollado en el cap. 3 B de las Constituciones, sobre


la Comunión fraterna. Y esto exige un tener en cuenta la
dimensión relacional de la persona humana, social por naturaleza
(cf.GS 4.25; Apostolicam actuositatem (=AA, Nº18), creada a la
imagen y semejanza de Dios Trinidad. Por eso la salvación
personal pasa por la solidaridad con el otro, reconocido como
otro yo35. En el contexto teresiano, la comunidad es ayuda y
soporte en la búsqueda de Dios, como viene explicitado en el
número 24 b de las Constituciones.

3.2. El compromiso de la promesa de vivir el espíritu del consejo

34 Pontificio Consejo para la familia, Sexualidad humana: verdad y significado;


orientaciones educativas en familia, 17.
35 Cf Compendio de la doctrina... nn 31-37; 149-151. La afirmación de la GS 4 es clave: “El
hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni
desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás”. Cf GS 25.
34

evangélico de pobreza

Tener un espíritu de pobre significa tener la humildad para seguir


el ejemplo de Jesús, que “que siendo rico se hizo pobre para
enriquecernos" (cf. 2 Cor 8,9), y que ha venido para servir y no
para ser servido. Pero también significa ser señal de esperanza
para todos los que viven en situaciones de opresión. El Verbo
llama ‘pobreza en el Espíritu’ a la humildad voluntaria de un
espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la
pobreza de Dios cuando dice: ‘Se hizo pobre por nosotros’ (2 Co
8, 9) (S. Gregorio de Nisa, beat, 1).

El Catecismo trata de la pobreza de corazón en el contexto del


décimo Mandamiento, especialmente en los nn. 2544-2547. La
motivación es el ejemplo de Jesús, que “exhorta a sus discípulos
a preferirle a Él respecto a todo y a todos, y les propone
‘renunciar a todos sus bienes’ (Lc 14, 33) por Él y por el Evangelio
(cf Mc 8, 35). Poco antes de su pasión les mostró como ejemplo
la pobre viuda de Jerusalén que, desde su indigencia, dio todo lo
que tenía para vivir (cf Lc 21, 4). El precepto del desprendimiento
de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los
cielos”. Ya la Lumem Gentium (=LG) exhorta a todos los cristianos
a “intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las
cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en
contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor
perfecto’ (LG 42).El abandono en la providencia del Padre del
cielo libera de la inquietud del mañana (cf Mt 6, 25-34), y la
confianza en Dios dispone a la bienaventuranza de los pobres:
ellos verán a Dios (cf. CIC 2545-2546).
35

Las Constituciones de la OCDS resume el contenido de la


promesa de pobreza así:

“La promesa de la pobreza expresa el deseo de vivir según los


valores del evangelio. En la pobreza evangélica se encuentra la
riqueza de la generosidad, de la negación de sí mismo, de la
libertad interior y el depender de Aquel que “aunque era rico,
se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9) y
que “se anonadó a sí mismo” (Flp 2,7) para ponerse al servicio
de sus hermanos y hermanas. La promesa de la pobreza busca
el uso evangélico de los bienes de este mundo y de los talentos
personales y el ejercicio de las propias responsabilidades en la
sociedad, en la familia y en el trabajo colocándose con
confianza en las manos de Dios. Implica también un
compromiso en favor de la justicia en el mundo para que éste
responda al proyecto de Dios. La pobreza evangélica es
igualmente un ejercicio de esperanza que reconoce las
limitaciones personales y se abandona con confianza a la
bondad y fidelidad de Dios” (n. 14).

Resaltamos ahora algunos de los contenidos esenciales de la


pobreza.

- En la pobreza evangélica se encuentra la riqueza de la


generosidad, de la negación de sí mismo

La pobreza y la generosidad siempre conllevan a la disponibilidad


(de sí, del tiempo, de las cosas…); basta mirar el ejemplo y la
invitación de Jesús: “El que quiera venirse conmigo, que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno
quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí la
36

encontrará” (Mt 16,24-25) y “al que quiera pleitear contigo para


quitarte la túnica, dale también el manto; y al que te obligue a
andar una milla, vete con él dos” (Mt 5,40-41), pues “hay más
alegría en dar que en recibir” (Hech 20,35). De aquí que la
“abnegación” es el sacrificio que uno hace de su voluntad, de sus
afectos o de sus intereses propios para disponer de sí en el
servicio de Dios o para bien del prójimo. Todo esto exige la
ascesis, la lucha contra el egoísmo, la indiferencia y el
individualismo.

- ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas

La dimensión cristiana de servicio 36 (Diakonéo) adquiere su


significado a partir de la persona de Jesús y de su evangelio (Mc
10, 45). Se convierte en un término característico con el que se
designa la actividad del amor al hermano y al prójimo (que
procede del amor a Dios), la realización de la comunión
[koinónia], la solidaridad.

El servicio de Jesús a los hombres y a sus discípulos era una


muestra del amor de Dios y de la auténtica humanidad, de la
humanidad querida por Dios. “Yo estoy entre vosotros como
quien sirve” (Lc 22, 27; cf. también Jn 13, 1-15), y “este Hombre no
ha venido a que le sirvan, sino a servir” (Mt 20, 28). El ejemplo de
Jesús (Jn 13, 15) lleva consigo una exhortación a los discípulos: “el
más grande entre vosotros iguálese al más joven, y el que dirige
al que sirve” (Lc 22, 26; cf. Mt 20, 26 par; 23, 11). El don que cada
uno haya recibido ha de ponerlo al servicio de los otros (1 Pe 4,

36 K. Hess, Servicio, en, Dic. Teológico del NT. Vol. IV, pag. 214.
37

10). El que da de comer al hambriento, alberga al que no tiene


hospedaje, viste al desnudo, visita al enfermo o al prisionero (Mt
25, 35 s), “sirve” (v. 44) con ello a Jesús mismo: “cada vez que lo
hicisteis con un hermano mío de esos más humildes, lo hicisteis
conmigo” (v. 40). La exhortación a servir es imperativa, pues se
deriva del sacrificio de Jesús que vino “...a servir y a dar su vida
en rescate por todos” (Mt 20, 28). De acuerdo con el sentido de
ese texto, 1 Jn 3, 16 saca la consecuencia: “... también nosotros
debemos desprendernos de la vida por nuestros hermanos” (1 Jn
3, 16).

- busca el uso evangélico de los bienes de este mundo y de los


talentos personales

El principio es que “todos los bienes de la tierra deben ordenarse


en función del hombre, centro y cima de todos ellos” (GS 12), y
en tal sentido, el Seglar deberá tomar conciencia del destino
universal de los bienes creados, pues “el hombre, al usarlos, no
debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como
exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el
sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a
los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes
suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a
todos corresponde”37. Los talentos personales son para el bien
de la Comunidad (Cf. 1 Cor 12).

- el ejercicio de las propias responsabilidades en la sociedad,


en la familia y en el trabajo

37 GS 69; cf. Compendio Doct. Social de la Iglesia = CDSI 171-196; cf.: Caritas in veritatem
9, 27. 35.
38

“El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el


compromiso social de los fieles laicos” (ChL 40), sin olvidar la
participación consciente en la política, para animarla con los
valores humanos y del evangelio (cf. ChL 42; Cf. CDSI 83-84). “En
el contexto de las perturbadoras transformaciones que hoy se
dan en el mundo de la economía y del trabajo, los fieles laicos
han de comprometerse, en primera fila, a resolver los gravísimos
problemas de la creciente desocupación, a pelear por la más
tempestiva superación de numerosas injusticias provenientes de
deformadas organizaciones del trabajo, a convertir el lugar de
trabajo en una comunidad de personas respetadas en su
subjetividad y en su derecho a la participación, a desarrollar
nuevas formas de solidaridad entre quienes participan en el
trabajo común, a suscitar nuevas formas de iniciativa empresarial
y a revisar los sistemas de comercio, de financiación y de
intercambios tecnológicos”. Con ese fin, los fieles laicos han de
cumplir su trabajo con competencia profesional, con honestidad
humana, con espíritu cristiano, como camino de la propia
santificación, según la explícita invitación del Concilio: “Con el
trabajo, el hombre provee ordinariamente a la propia vida y a la
de sus familiares; se une a sus hermanos los hombres y les hace
un servicio; puede practicar la verdadera caridad y cooperar con
la propia actividad al perfeccionamiento de la creación divina. No
sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los
hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo,
quien dio al trabajo una dignidad sobre eminente, laborando con
sus propias manos en Nazaret”(GS 67)” (ChL 43).

- colocándose con confianza en las manos de Dios


39

Jesús enseña a fundamentar la propia existencia en Dios y en la


búsqueda de su Reino (Mt 6,33), a no temer las persecuciones
(Mt 10,28-31), a no buscar la seguridad en los bienes que perecen,
ya que Dios se preocupa de sus criaturas (Lc 12,22-34). El vértice
de esta confianza en la providencia se nos enseña en el Padre
nuestro. Toda la enseñanza de Jesús va orientada a revelar que el
hombre vive bajo la mirada providencial y amorosa del Padre,
que está cerca de él. Ni siquiera el mal se escapa de la
providencia divina, sino que está al servicio del plan de salvación.
La certeza que guía la existencia del cristiano es que todo
concurre al bien de los que aman a Dios (Rom 8,28).

- compromiso en favor de la justicia en el mundo

La justicia, en su definición clásica “consiste en la constante y


firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido”
(CIC 1807)38. A su vez, el papa Francisco advierte y recuerda que
“la conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al
prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de
los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos” (Cf.
Francisco, EG 201). Por lo tanto, la justicia es parte importante en
el crecimiento en los valores humanos fundamentales para la
misión de testimoniar el Evangelio a través de ellos, como ya lo
decía el Concilio: “[los laicos] tengan también muy en cuenta la
competencia profesional, el sentido de la familia y el sentido
cívico, y aquellas virtudes relativas a las relaciones sociales, es
decir, la probidad, el espíritu de justicia, la sinceridad, la cortesía,
la fortaleza de ánimo, sin las cuales ni siquiera puede haber

38 Sobre el tema, cf. CDSI 82; 167; 201-203; 292; 303; 306; 340; 366, etc.
40

verdadera vida cristiana” (AA 4).

- ejercicio de esperanza que reconoce las limitaciones


personales y se abandona con confianza a la bondad y
fidelidad de Dios

La esperanza tiene sus raíces en el ser mismo del hombre, pues


es un ser abierto al futuro, a la infinitud, a la eternidad. En el
ámbito religioso cristiano, la virtud teologal de la esperanza tiene
su fundamento en la promesa de Dios, cuyo señorío se va
revelando poco a poco hasta la definitiva consumación en Cristo
muerto y resucitado (Cf. Hech 13,32-33).

En este sentido la fe-esperanza están unidas, pues la fe muestra


el camino de la vida autentica y la esperanza hace que se camine
en él hasta llegar a “la medida y estatura de Cristo” (Ef 4,13). Aquí
hace falta hacer de la vida un acto de confianza absoluta en Dios
que salva por la muerte y resurrección de Cristo. Confiar significa
amar a aquél en quien confiamos; pero el amor auténtico se
traduce en obras concretas. Así, fe-esperanza y caridad están
unidas y llevan a trasformar el mundo al servicio del hombre,
pues la esperanza autentica siempre genera vida y
transformación donde ella existe.

Escribió Benedicto XVI una página hermosa sobre esto: “Fe,


esperanza y caridad están unidas. La esperanza se relaciona
prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni
siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que
reconoce el misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad.
La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita
41

en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que


Dios es amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y
nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en
manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final
vencerá Él, como luminosamente muestra el Apocalipsis
mediante sus imágenes sobrecogedoras. La fe, que hace tomar
conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado
de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz —
en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo
oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y
nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido
creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios
al mundo: a esto quisiera invitar con esta Encíclica” (Deus caritas
est 39).

3.3. El compromiso de la promesa de vivir el espíritu del consejo


evangélico de la obediencia

La carta a los Hebreos nos dice que Cristo “aprendió la


obediencia” (Heb 5,8). Por eso el modelo por excelencia para
toda obediencia cristiana es la obediencia de Jesús a la voluntad
del Padre, en cada una de las situaciones de su vida, desde la
tentación hasta la cruz, así también realiza la obediencia con que
Él — hombre entre los hombres — permanece fiel a la propia
existencia terrena y, por ello, a sí mismo, dando, precisamente de
ese modo, prueba de su obediencia al Padre. “Y llegado a la
42

perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos


los que le obedecen" (Heb 5, 7-9).

El mismo Jesús invita a hacer “la voluntad de mi Padre que está


en los cielos” (Mt 7, 21). De la voluntad del Padre hablan el
“Padre nuestro” (Mt 6, 10) y la oración de Jesús en
Getsemaní (26, 42). Al final del sermón del monte leemos: “No
todo el que me diga: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los
cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (7,
21). La condición para la admisión queda formulada con claridad:
obediencia a la voluntad del Padre. ¿Qué significa esto?

No basta invocar el nombre del Señor. «Cristo» quiere ser


traducido en la vida y, a este fin, las palabras por sí solas son
insuficientes. El criterio decisivo en esa traducción es la
obediencia a la voluntad del Padre, manifestada en el sermón del
monte. Esto nos indica la alternativa de la voluntad de Dios a la
praxis corriente; nos introduce en un camino nuevo y liberador:
no hay que devolver mal por mal, es posible poner la otra mejilla,
posible vencer el mal con el bien (5, 38-42); el enemigo no sigue
siendo necesariamente enemigo, es posible descubrir en él al
hombre sobre el que Dios hace salir su sol (5, 43-48).

La voluntad de Dios se sintetiza en el mandamiento del amor,


ese es el punto focal. El amor es el criterio de la interpretación
de la ley. De él dependen toda la ley y los profetas. Por eso son
importantes los ejemplos de obediencia de la fe de Abraham
(CIC 2570) y de la Virgen María (CIC 148-149).

En cuanto a la obediencia en el ámbito de la Iglesia, el fiel “se


43

muestra estabilizado en adhesión respetuosa al superior, pero al


mismo tiempo intenta trascenderlo para vincularse
inmediatamente al Padre en el Espíritu de Cristo; reconoce a la
autoridad como gracia para remontarse al plan de Dios y llevarlo
a cabo y, al mismo tiempo, se compromete a promoverla para
hacerla menos alienada de los deseos de Dios; tiene fe en que en
la jerarquía está presente el Señor, pero sabe también que el
rostro de Dios en Cristo es inefable; se abandona a la obediencia
como camino para adquirir la libertad cristiana, pero al mismo
tiempo ha de comprometerse a ir más allá de la persona del
superior para no caer en el servilismo” 39. “Al Señor tu Dios
adorarás (Mt 4, 10). Adorar a Dios, orar a Él, ofrecerle el culto que
le corresponde, cumplir las promesas y los votos que se le han
hecho, son todos ellos actos de la virtud de la religión que
constituyen la obediencia al primer mandamiento” (CIC 2135).

Veamos el texto de las Constituciones que se refieren a la


obediencia.

“La promesa de obediencia empeña a vivir abiertos a la


voluntad de Dios, “en quien vivimos, nos movemos y
existimos” (Hch 17,28) imitando a Cristo que aceptó la voluntad
del Padre y se hizo obediente hasta la muerte de cruz (Flp 2,8).
La promesa de obediencia es un ejercicio de fe que lleva a
buscar la voluntad de Dios en los acontecimientos y desafíos de
la vida personal y social. Por ella el Seglar coopera libremente
con aquellos que tienen la responsabilidad de guiar la
comunidad y la Orden en el discernimiento y en la aceptación

39 T. Goffi, Obediencia, en, http://www.mercaba.org/DicES/O/obediencia.htm. Acceso


en 18.12.2015.
44

de los caminos de Dios: el Consejo de la comunidad, el


Provincial y el General” (Nº 15).

Destacando sus elementos esenciales tenemos:

- vivir abiertos a la voluntad de Dios

“Buscar la voluntad de Dios significa buscar una voluntad amiga,


benévola, que quiere nuestra realización, que desea sobre todo
la libre respuesta de amor al amor suyo, para convertirnos en
instrumentos del amor divino. En esta via amoris es donde se
abre la flor de la escucha y la obediencia” (CIVCSVA, El servicio de
la autoridad y obediencia, 4). La escucha de Dios en su Palabra y el
seguimiento de Jesús, dan sentido a las mediaciones humanas de
la obediencia, y a las leyes que representan (Magisterio de la
Iglesia). Por eso es importante la actitud de fe en estas
mediaciones y en el mismo tiempo la vigilancia para no seguir
solo lo que uno siente en su interior, pero confrontar con la
autoridad; la obediencia a la voluntad de Dios exige una
constante vigilancia para no dejarse llevar sólo por una
obediencia pasiva o conveniente, exterior, y a no seguir el
impulso interior a no obedecer cuando no me agrada una orden
o decisión de la Comunidad.

Sólo la experiencia del amor del Dios viviente hace que uno esté
abierto constantemente a su voluntad y busque conocerla y
comprender lo que es de su mayor agrado para ponerlo en obra.
“La historia de amor entre Dios y el hombre consiste
precisamente en que esta comunión de voluntad crece en la
comunión del pensamiento y del sentimiento, de modo que
45

nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la


voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño que los
mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi propia
voluntad, habiendo experimentado que Dios está más dentro de
mí que lo más íntimo mío” (Deus caritas est 17).

- ejercicio de fe que lleva a buscar la voluntad de Dios en los


hechos de la vida personal y social

Como ejercicio de fe, a la luz de la índole secular, las situaciones


de la vida cotidiana son ocasiones para hacer la voluntad de Dios
“en todos los acontecimientos”, y “contemplar a Cristo en todos
los hombres, sean deudos o extraños, y juzgar rectamente sobre
el sentido y el valor de las cosas materiales en sí mismas y en
consideración al fin del hombre” (AA 4). En éste sentido éstas
mismas ocasiones son oportunidades para la formación
permanente. Esto quiere decir tener “la libertad de aprender
durante toda la vida, en toda edad y en todo momento, en todo
ambiente y contexto humano, de toda persona y de toda cultura,
para dejarse instruir por cualquier parte de verdad y belleza que
encuentra junto a sí” 40.

Para Santa Teresa, particularmente devota de la obediencia (cf. F


18,13), ella la describe trayendo a la memoria el ejemplo de Jesús:
“Y en lo que toca a la obediencia, no querrá que vaya por otro
camino que Él, quien bien le quisiere: obediens usque ad mortem”
- obediente hasta la muerte – (F 5,3). “Es menester andar con
aviso de no descuidarse de manera en las obras, aunque sean de
obediencia y caridad, que muchas veces no acudan a lo interior a

40 Caminar desde Cristo, 15.


46

su Dios (F 5,17), ya que “la obediencia da fuerzas” (F pról. 2).

- cooperación libre en discernimiento y aceptación de los


caminos de Dios con la autoridad de la Orden: el Consejo
local, el Provincial y el P. General

La cooperación libre en discernimiento 41 exige que la persona


tome parte de manera activa - nunca pasiva o sumisa - en el
proceso de decisión y aceptación de la obediencia. Esta siempre
exige ser hecha a la luz del Espíritu, con espíritu de fe, de oración
y de escucha de la voluntad de Dios. Todo tiene el fin de una
mayor donación de sí en el amor, a seguir más de cerca a Cristo,
aun cuando cueste sufrimiento, pero sin atentar jamás contra la
dignidad de la persona. Es importante que la obediencia sea el
fruto del diálogo, de la iluminación de la conciencia, de la caridad,
y que a su vez sea asumida como manifestación de la libertad
interior, pues a pesar de disentir ante una situación determinada,
ser capaces de acoger con humildad aquello que se propone,
conscientes que siempre será por un bien mayor.

Los criterios de comunión fraterna en la Iglesia y la Comunidad,


de paz y de luz, junto con los frutos del mismo Espíritu 42 en la
vida del creyente son criterios a ser llevados en cuenta. En
nuestros días adquiere particular importancia el discernimiento
comunitario.

41 Cf. A. Barruffo, Discernimiento, en


http://www.mercaba.org/DicES/D/discernimiento.htm
42 Cf Gal 5,14-22; Ef 5,8-10; Rm 7,4-5.19-20.
47

3.4. El compromiso de la promesa de vivir el espíritu de las


Bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas son centrales en el Nuevo Testamento43.


Son actitudes de vida más que virtudes y que ponen de relieve la
caducidad del mundo y el Reino de Dios presente en la persona
de Jesús, en su predicación y obras; ellas recogen las promesas
hechas por Dios al pueblo elegido desde Abraham, pero que
Jesús las perfecciona y las ordena no solo a la posesión de la
tierra, sino del Reino de los cielos; son un dibujo del “rostro de
Jesucristo y describen su caridad”. Al mismo tiempo “expresan la
vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su
Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características
de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la
esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las
bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas
en la vida de la Virgen María y de todos los santos” (cf. CIC 1716-
1717).

Son propuestas de una felicidad (cf. CIC 1718) que empieza en el


“ya” de este mundo, pero que lleva a un fin que lo trasciende. Así
los "pobres de espíritu", "los que sufren", "los no violentos", "los
que tienen hambre y sed de justicia" representan solamente
diversos aspectos de una misma actitud frente al mundo que
está llegando a su fin, o sea, la actitud del que soporta y espera
con constancia. No se pone de relieve una suma de virtudes, sino
más bien la proclamación de la dicha, que suena de la misma

43 Cf. para lo que sigue: U Becker, Bienaventurado, en Diccionario teológico del Nuevo
testamento, Vol. I (Sígueme Salamanca, 1990) 183-184.
48

manera en el "dichoso" de la primera mitad de cada una de las


bienaventuranzas y que refleja la motivación expresada en la
segunda mitad”. Ponen en acto lo que han oído y experimentado
(Lc 14, 14; Jn 13, 17) y que aguardan en actitud vigilante y confiada
(Lc 12, 37 s; Mt 24, 24; Sant 1, 12; Ap 16, 15 y passim). Por distintas
que sean cada una de las bienaventuranzas, hay que sostener
que su perspectiva de futuro no debe entenderse en el sentido
de un consuelo o de una retribución posterior. Siempre se trata
en ellos de la afirmación de un futuro, que lleva consigo la
transformación radical del presente. Las Bienaventuranzas, son
el “único camino hacia la dicha eterna a la que aspira el corazón
del hombre” (CIC 1697).

Todo esto se queda expresado en el artículo 16 de las


Constituciones, donde al mismo tiempo, la vivencia en el
cotidiano de las bienaventuranzas llama el Seglar a un testimonio
de Cristo.

“En las Bienaventuranzas se encuentra un plan de vida y un


modo de entrar en relación con el mundo, con los vecinos y
compañeros de trabajo, con familiares y amigos. Al prometer
vivir las Bienaventuranzas en la vida cotidiana, tratan de dar
testimonio de vida evangélica como miembros de la Iglesia y de
la Orden y, por este testimonio, invitan al mundo a seguir a
Cristo: “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6)” (Const. OCDS 16).

En la búsqueda de vivir en lo cotidiano el espíritu de las


bienaventuranzas, es clave para la unión con Cristo el aspecto
teologal del fiel, que es vivido en las acciones cotidianas, en un
ejercicio continuo de fe, esperanza y caridad. Es lo que promueve
49

la AA en el n. 4, intitulado la espiritualidad seglar en orden al


apostolado. El ejemplo acabado de esto lo tenemos en la Virgen
María, “la cual, mientras llevaba en este mundo una vida igual
que la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de
trabajos, estaba constantemente unida con su Hijo, cooperó de
un modo singularísimo a la obra del Salvador”.
50

“Juntos andemos, Señor...”

El bautismo y la confirmación en todo cristiano, significan la


consagración de la persona a Dios por medio de Jesucristo en el
Espíritu Santo. Es el compromiso de configurarse en Cristo a lo
largo de toda la vida y de trabajar como Él en la construcción del
Reino, en uno de los estados de vida de la Iglesia: sea como laico,
sacerdote o en la vida consagrada.

La evolución de la comprensión de la vocación del laico en la


Orden seglar ha sido consecuencia de la doctrina del Concilio
Vaticano II y de los sínodos de los Obispos de 1987 y 1995. Esto ha
supuesto para el Carmelo teresiano un discernimiento
permanente sobre la misión del laico en la Orden, y su llamado a
vivir el compromiso bautismal según el propio carisma.

Poniendo el acento en el seguimiento de Cristo, la promesa y los


votos son posibles gracias a la fidelidad de Dios en primer lugar,
pues Él es fiel a sus promesas y en consecuencia, el seglar actúa
en reciprocidad a esa fidelidad. De aquí que las promesas en la
Orden seglar sean también un compromiso de fidelidad con la
Orden y con la Comunidad, pues la promesa es hecha delante de
los miembros de la Comunidad como representantes de la
Iglesia; y estas, de su parte, ayudan el miembro a vivir en
fidelidad el compromiso asumido por la promesa y los votos a
través de la espiritualidad, del compartir la formación y de
ofrecer la vida fraterna como apoyo en su camino personal en el
seguimiento de Jesús y ejercicio de la misión propia, según el
51

espíritu de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y de


obediencia y de las bienaventuranzas. Para esto se necesita ser
un miembro actuante en la vida de la Comunidad.

Si un miembro siente el llamado a emitir los votos en el Carmelo


seglar, esto supone una donación más profunda de sí mismo, no
aislándose de los demás, a aquello que ya prometió con las
promesas: seguir a Jesús según su estado de vida. Los votos
conllevan a una mayor responsabilidad moral, y la consciencia de
llevar la propia vida como culto espiritual que sea agradable a
Dios, “sin acomodarse a este mundo” (Cf. Rm 12,1-2). Conlleva
también la humildad delante del don recibido, en espíritu de
servicio y de vigilancia más intensa en la respuesta a lo que Dios
le pide: ser un siervo en la construcción del Reino ya empezado
por Jesús, en la Iglesia y en comunión con la Orden, viviendo en
obsequio de Jesucristo (Regla de san Alberto, 2), que es “Camino,
Verdad y Vida” (Jn 14,6).

Fr. Alzinir Francisco Debastiani OCD

Roma, 6 enero 2016

Fiesta de la Epifanía del Señor


52

Apéndice

EL RITO DE LA PROMESA – una reflexión

Presentamos aquí unas reflexiones acerca del Rito de la Promesa


en la OCDS con el objetivo de ayudar a vivir la celebración de la
misma. El concilio Vaticano II pidió que “se lleve a todos los fieles
a aquella participación plena, consciente y activa en las
celebraciones litúrgicas”.

Tal ayuda llevará a vivir el sentido del misterio de la fe en la


propia vida, con “una renovada valoración de los signos
litúrgicos” (EG 166) a fin de que los fieles “aprendan a ofrecerse
a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del
sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por
Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que,
finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 14. Cf.: 41.48)
alcanzando aquella plenitud “que ya ha sido alcanzada por Cristo
resucitado, eje de la maduración universal” (Laudato Si’ 83).

Y eso se manifiesta sobretodo en la asamblea litúrgica, donde


cada cual en la unidad del Espíritu Santo que actúa en todos,
concurre para manifestar la armonía y la unidad según las
diferentes funciones litúrgicas. Por otra parte la participación
plena en la liturgia pide que ésta nunca sea propiedad privada de
alguien (cf Juan Pablo II, Ecclesia de eucharistia 52). De aquí que la
“santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos
los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las
53

celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia


misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del
bautismo, el pueblo cristiano, "linaje escogido sacerdocio real,
nación santa, pueblo adquirido" (1 Pe., 2,9; cf. 2,4-5)” (SC 14).

El Concilio, pide también la participación activa y consciente de los


fieles en las celebraciones litúrgicas. Este quiere evitar un
comportamiento superficial en las celebraciones y promover una
actitud de atención interior en las oraciones, en los gestos y
posiciones del cuerpo, y en las demás funciones que se llevan en
la misma celebración44. Esta actitud de atención interior en las
oraciones vocales ya la pedía la santa Madre Teresa: “si hablando
estoy enteramente entendiendo y viendo que hablo con Dios con
más advertencia en esto que en las palabras que digo…”
(Camino 22,1; cf. 24,6).

Todo este cuidado es debido al hecho que la liturgia es presencia


eficaz de Cristo, “obra tan grande por la que Dios es
perfectamente glorificado y los hombres santificados”. En ella
“Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia,
que invoca a su Señor y por Él tributa culto al Padre Eterno” (SC
7). Al mismo tiempo “la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde
mana toda su fuerza” (SC 10). De aquí la recomendación que “los
fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de
ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren
con la gracia divina, para no recibirla en vano” (SC 11).

44 Cf. También: Congr. Culto divino, Instrucción Redemptionis sacramentum, n. 36-42,


del 25 de marzo de 2004.
54

Desde esta perspectiva, a continuación profundizaremos en lo


que respecta el Rito de la Promesa, y haremos algunos
comentarios sobre sus elementos esenciales, pues toda su
riqueza espiritual exige una buena preparación. A través de la
formación en sus distintos niveles, se estudia progresivamente el
contenido doctrinal de las promesas evangélicas (cf. Const. OCDS
36 c), en cuanto medio para el seguimiento de Cristo; y también
es conveniente que la celebración de la promesa, por medio de la
cual uno se convierte en miembro de la OCDS (Cf. Cost. OCDS 12),
sea preparada adecuadamente y celebrada de manera activa,
consciente y plena, y el Rito celebrado con dignidad y atención
interior, sin dejarse llevar por aspectos secundarios u otras cosas
superfluas, sea que tenga lugar en la celebración de la Eucaristía,
de Laudes o Vísperas, o en una celebración de la Palabra (Cf.
Ritual 7).

PETICIÓN

La petición hecha por el miembro a ser admitido a la formación y


a la promesa tiene ahora su coronamiento oficial en la liturgia.
Esa tiene lugar después de la proclamación del Evangelio, el cual
es la presencia de Cristo que habla a la asamblea por medio de su
Palabra ( Cf SC 7).

El responsable de la formación llama a cada uno por el nombre


para que se acerquen al Celebrante. Una vez más este gesto
evoca la llamada vocacional por parte del Señor, así como llamó a
los profetas en el AT y a los discípulos en el NT.

El texto de la petición explicita delante de todos, el deseo de


pertenecer al Carmelo Seglar mediante la promesa. Aquí se debe
55

tomar consciencia de que después de los dos años de formación,


el candidato tiene discernida y confirmada su vocación en la
OCDS y quiere vivir el seguimiento de Cristo en el mundo en unión
con la Virgen María (Ritual 38) y como miembros del Carmelo
Seglar.

A la petición sigue la aceptación por parte del celebrante45 en


nombre de la Comunidad, que se compromete en rezar al Espíritu
Santo, pidiendo la confirmación en la obra empezada por Él en el
hermano/a.

INTERROGATORIO

Después de la homilía tiene lugar el diálogo entre el celebrante y


los que emitirán la Promesa. Es la manifestación pública en el
ámbito litúrgico de una voluntad interior madurada en la
formación y en la oración personal. A todas las preguntas se pide
una respuesta personal, pues toda llamada de Dios es dirigida al
individuo.

La primera pregunta es acerca de la voluntad de vivir el Evangelio


según el carisma de santa Teresa y san Juan de la Cruz expuestos
en las Constituciones.

La segunda pregunta versa sobre la fidelidad a la vocación, la cual


incluye el deseo apostólico de testimoniar el Reino en el mundo,
en comunión fraterna y teniendo la Virgen María como modelo.

La tercera pregunta es acerca del compromiso con el testimonio

45 Normalmente el celebrante es el Asistente nombrado por el Provincial u otro


sacerdote con la debida delegación (cf Ritual 31); inclusive si un obispo preside la
celebración debe de tener autorización para recibir la Promesa en nombre de la Orden.
56

cristiano en palabras y obras en medio del mundo y la


colaboración activa en la misión de la Iglesia. Es un deber y un
derecho que tiene su cimiento en el sacramento del Bautismo y
de la Confirmación. Sobre la dimensión mariana del apostolado
de la Iglesia, el Papa Francisco nos da unas características
preciosas de María como modelo de evangelización46, las cuales
son cercanas a aquellas de la tradición espiritual de la Orden.

Es parte del carisma del Carmelo teresiano que las dimensiones


orante-contemplativa y la apostólica, estén íntimamente unidas
en la vida y vocación al Carmelo teresiano (Cf Const. 26. 35).

La oración conclusiva de esta parte, pide una vez más al Espíritu


Santo que mantenga a los que emitirán la Promesa fieles a los
propósitos expresados, y que serán asumidos por los que
emitirán la promesa con la lectura de la fórmula.

LA LECTURA DE LA FORMULA DE LA PROMESA

46 EG 288: “Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque


cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del
cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de
los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola
descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los
poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar
en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas
las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del
Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen
imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la
vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y
también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los
demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y
caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la
evangelización”.
57

La fórmula de la promesa presenta una síntesis del compromiso


con la Orden y con la Comunidad que ahora es leído delante del
Celebrante como representante de la Orden. Es un momento que
adquiere especial importancia pues significa sobre todo la
voluntad interior de la persona que viene expresada
públicamente en contexto litúrgico47. Veamos algunos de sus
elementos más importantes.

Yo, N… Dios llama a cada uno por el nombre (Is 45,3); su amor es
único y personal. Al decirlo en éste contexto litúrgico la persona
reconoce la llamada, su amor en su vida y en su historia personal.

Respondiendo a la llamada de Dios… es el reconocimiento de la


iniciativa de Dios, de la vocación y la llamada por Dios a seguir los
pasos de Jesús (Cf Jn 15,13); es decir, reconoce el don recibido de
vivir según el carisma del Carmelo teresiano que le fue hecho y
está respondiendo a Él a través del compromiso de esta
misteriosa llamada interior.

Sinceramente… la libertad es un presupuesto para un


compromiso; la sinceridad, significa rectitud entre la acción y la
palabra; es veracidad (CIC 2468). En la vida espiritual y según Sta.
Teresa, la verdad-humildad es la virtud que está en la base del
edificio de la vida espiritual (cf. 7 M 4,8).

Prometo… la promesa de la parte de Dios es la fidelidad a sí


mismo y a su voluntad de salvación de toda la humanidad por
medio de Jesucristo y el don del Espíritu Santo. De la parte de la
persona que la hace, la promesa es una respuesta de fe en el

47 Cf. Sección 2.2 arriba.


58

amor fiel de Dios al cual se entrega incondicionalmente. Es “un


refuerzo del compromiso bautismal en el mundo al servicio del
proyecto de Dios”, una “prenda de santidad personal” que debe
de llevar a un “empeño de servicio a la Iglesia en fidelidad al
carisma carmelitano-teresiano” (Const. 11); al mismo tiempo
enriquece la vida de los esposos y padres en los miembros
casados (Const. 12).

Es significativo que la promesa sea hecha en una celebración de


fe, a los superiores del Carmelo Teresiano – el P. General y el P.
Provincial - y a los miembros de la Comunidad que lo acogieron.
Son mediación de la voluntad de Dios aceptada en fe para el que
promete.

tender a la perfección evangélica …es el carácter dinámico de la


fe y de la promesa. Es seguimiento a Cristo en cada día con la
propia cruz (Lc 9, 23; cf. Const. 11). La búsqueda de la perfección
del Padre celeste (Mt 5,48; Const. proemio) significa ponerse en
marcha para llegar a la medida y estatura de Cristo (Ef 4,13-16),
el “dechado” en palabras de Sta. Teresa. Es cierto que en Cristo
tenemos la plenitud de la vida y del amor, vividos hasta el
máximo. Por eso, la perfección evangélica es la búsqueda de
crecimiento en la plenitud de la caridad, en el día a día (Cf
Ritual, Instrucción, 2.3).

en el espíritu de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y


obediencia… vivir según el espíritu de los consejos
evangélicos48 significa buscar a través de estos medios el
seguimiento profundo de Cristo en su totalidad. Estas tres

48 Cf la sección 3 arriba.
59

dimensiones esenciales de la vida tocan la totalidad de la


persona humana en su relación con Dios y con los otros.
Además, si los consejos evangélicos son vividos de forma
integrada y madura, llevan a la libertad de sí mismo y de las
esclavitudes del mundo, para ponerse al servicio de Dios y de
los demás, buscando el crecimiento de la caridad.

y de las Bienaventuranzas…estas son un resumen de la vida y


de la predicación de Jesús. Están estrechamente unidas a los
consejos evangélicos y por eso hacen parte de aquello que se
promete, sobre todo como actitud de vida ante los bienes
materiales, y el compromiso en la sociedad a la luz de la
esperanza cristiana. “Las Bienaventuranzas son un nuevo
programa de vida para liberarse de los falsos valores del mundo
y abrirse a los verdaderos bienes presentes y futuros”
(Benedicto XVI).

según las Constituciones de la Orden Seglar de los Carmelitas


Descalzos, por tres años/toda la vida… el ideal de seguimiento a
Cristo para el Carmelita Seglar según el carisma de la Orden se
concreta en las Constituciones, a las cuales se adhiere con
inteligencia y fidelidad. Es importante que durante el tiempo
que transcurra entre una promesa y otra, mantener la intención
firme, buscando vivir cada día la perfección de la caridad.

Confío filialmente mi Promesa a la Virgen María, Madre y Reina


del Carmelo. El Carmelo es todo de María; confiarle la promesa
manifiesta una relación afectuosa para con la Madre de Jesús,
el cual nos la confió como Madre nuestra desde lo alto de la
Cruz. Los primeros ermitaños en el Monte Carmelo ya vivían en
60

obsequio de Jesús y de su Madre. Reconocerla como Madre es


tener una relación con ella hecha de confianza, de cercanía y de
su constante patrocinio en la historia de la Orden, significados
por el Escapulario que ya ha recibido en el Rito de admisión.
Reconocerla como Reina –título tradicional de veneración en la
Orden- es poner los ojos en aquella que se puso al servicio del
Reino de su Hijo y es modelo de servicio fiel a la voluntad del
Padre con su sí incondicional, y es, al igual que Teresita,
reconocer que siempre será “más Madre que Reina”. También
María nos recuerda que los bautizados participan en el oficio
real de Cristo, por el cual buscan el Reino de Dios antes de todo
y por el Reino dedican su vida a construirlo en medio del
mundo.

ACEPTACIÓN

Después de la Promesa, viene la acogida oficial en la Orden por


parte del celebrante principal, el cual desea en nombre de
todos, la paz y la gracia del Señor a los nuevos miembros. El
abrazo de la paz es otra posibilidad para manifestar la
aceptación por parte de todos los miembros de la Comunidad.

La Misa sigue con la liturgia eucarística, donde los recién


profesos llevan al altar los dones de pan y del vino, en una señal
de su unión y oferta con aquella de Cristo.
61

INDICE

La promesa y los votos en la OCDS …………………………pag. 2

1. De los votos a la promesa ………….. ……………………..pag. 4


1.1. El Manual del 1921 ………..pag. 6
1.2. La Norma de vida (1979)……….8
1.3. Las Constituciones (2003)……. 9

2. La promesa y los votos: vivir el espíritu de los consejos


evangélicos en la vida laical….. 13

2.1. Las promesas en general ……………………….. 15


2.2. Sentido de la promesa en la Orden Seglar……… 17
2.3. Los votos ………………………………….…… 20

3. Vivir el espíritu de los consejos evangélicos


y de las Bienaventuranzas……………………………………... 26
3.1. El espíritu del consejo de castidad …… ………... 28
3.2. El compromiso de la promesa de
vivir el espíritu del consejo evangélico de pobreza.… 33
3.3. El compromiso de la promesa
de vivir el espíritu del consejo evangélico
de la obediencia……………………………………... 41
3.4. El compromiso de la promesa
de vivir el espíritu de las Bienaventuranzas……….. ..46

Juntos andemos Señor ……………………………………….. 49

Apéndice: El Rito de la Promesa- Una reflexión ……………..…51


62
63

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