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favor del aborto. Se trata del famoso artículo (aunque presumo que no tan famoso
en habla hispana: yo, al menos, no escuché de él sino hasta el 2008 por una
amiga profesora de ética en EEUU) de Judith Thomson, filósofa de MIT , “A
defense of abortion” (1971). Si bien en mis tres entradas previas me he dedicado a
argumentar filosóficamente sobre la posibilidad de despenalizar el aborto en
situaciones límite; considero que los argumentos de Thomson tienen un tenor
filosófico distinto. Los míos pretendían argumentar sobre la legitimidad o no de la
propuesta de despenalización; los de Thomson, en cambio, apuntan a la práctica
misma del aborto y a los argumentos en pro y en contra de la misma. Thomson no
se ocupa de los problemas de orden público al rededor de esta materia, sino de la
reflexión que puede hacerse sobre el derecho o no abortar desde la perspectiva
de los agentes: la madre y el concebido (aunque este, propiamente, no tiene
agencia aún). Me parece interesante analizar este artículo por dos razones: a)
porque es filosóficamente muy interesante y b) porque la argumentación que se
escucha y lee en los medios peruanos tiende a ser de muy baja calidad
especulativa. Este es un argumento robusto a favor del aborto cuyas tesis fuertes
me interesaría debatir con los lectores. Paso, entonces, a seguir las ideas
centrales del mismo.
De este modo, la ética feminista liberal utiliza básicamente el discurso de los
derechos humanos, que son derechos establecidos a partir de principios morales
generales, como argumentos a favor de la despenalización del aborto. El único
modo de garantizar el ejercicio del conjunto de derechos que están incluidos bajo
la etiqueta de derechos sexuales y reproductivos es, antes que nada, a través de
la despenalización del aborto. También garantizando el acceso de las mujeres a
abortos seguros, mediante información y programas de orientación para mujeres
que quieran abortar, servicios de salud capacitados y en buenas condiciones, etc.
Al penalizar el aborto no se puede garantizar todo esto y con ello, el Estado viola
doblemente los derechos de las mujeres, es decir, al criminalizar a las mujeres
que tienen derechos sexuales y reproductivos no reconocidos por el Estado y al no
proveer servicios de salud que garanticen el ejercicio de esos derechos en
condiciones de higiene y seguridad. Esto es incorrecto moralmente.
¿Qué importancia tiene lo anterior para la regulación del aborto? Desde ya parece
ineludible aceptar que, puesto que no hay 'otra persona' –sea legal o moral– que
pueda oponer sus derechos a los de la mujer, no habría justificación alguna para
limitar o excluir sus derechos humanos los que, además, poseen el carácter de
prioritarios o absolutos –sólo pueden verse limitados en caso de conflicto con los
derechos de otras personas–, son individualizados –ningún ente o valor que no
sea una persona humana individualmente considerada detenta tales derechos– y
son contramayoritarios –derechos fuertes, 'cartas de triunfo' en contra de intereses
colectivos–.