Вы находитесь на странице: 1из 3

Discurso

para la presentación de El escritor, soñaba, novela de Juan Maldonado

La novela que hoy me toca presentar, El escritor, soñaba, de Juan Maldonado –publicada
bajo el nuevo sello “La huertilla”, en homenaje a su terruño cordobés–, es un artefacto
literario polifacético: posee una escritura plural, móvil, dinámica, que al mismo tiempo
se condensa y concentra en su misma sustancia. Su título –con una coma “extraña” o
contraria a la regla ortográfica pero múltiplemente significativa (filiada a la matemática,
como indicador de una “escala” decimal-metafórico-literaria, como lo planteó Silvia
Barei, en la presentación que se hizo de esta novela en la provincia de Córdoba)– alude a
la actividad en el mundo onírico, cuando se dormita o se duerme. El sueño: es inevitable
pensar en obras clásicas, como La interpretación de los sueños y Psicopatología de la vida
cotidiana, con sus lapsus, condensaciones y desplazamientos. Pero no es mi intención
internarme por esos caminos. Ni las matemáticas, ni otras ciencias.

A cambio, quiero poner este breve discurso bajo el patrocinio del filósofo de la
“imaginación dinámica” –o “fenomenólogo de la creación poética”, como se prefiera–
Gaston Bachelard. Y por más de un motivo en cuanto a las filiaciones posibles a hacer
con respecto a la novela de Juan Maldonado. Bachelard es autor de El aire y los sueños, y
de La poética de la ensoñación. Y además, en la misma novela El escritor, soñaba, se
menciona otro libro de este mismo autor –entre muchos otros que van apareciendo–, La
llama de una vela, ubicado bien a mano, en una mesa de luz, como “libro de cabecera”.

Bachelard dice que los libros son “nuestros verdaderos maestros de soñar”. Y bien, son
justamente esos mismos maestros quienes han inspirado este debut literario de JM –sin
ninguna duda–, quien puso por escrito sus sueños producidos por los libros (es decir,
por su cultura, su biblioteca, sus lecturas, y su labor de editor). Aunque también cabe
preguntarse: ¿son sus sueños, o son sueños que le adjudica a su personaje? De cualquier
modo, pareciera que, indistintamente, este sueña o escribe, y que su novela, la que se
está escribiendo dentro de la novela que escribió Maldonado, de cualquier modo –y
como esta misma que uno va leyendo–, se desarrolla, crece.

Como si el escritor Maldonado utilizara a “El escritor” de su novela como médium (ya
que hace conversar a este con los otros seres que pueblan los libros), esos sueños que se
van plasmando surgen de lecturas acumuladas, dando por resultado una obra que es un
sensible, sincero y emocionado/emocionante homenaje a las obras clásicas de la historia
de la literatura.

Por ejemplo, se lee en la novela un momento en el que el personaje recuerda

autores que ya no estaban y [que] lo ocuparon durante muchos años y cuyos


nombres ahora recuperaba con cierta delectación: Sartre, Simone de Beauvoir,
Camus, Moravia, Buzzatti, Gide, Proust, Faulkner, John Dos Passos, Henry Miller,
Virginia Woolf, Anaïs Nin, Katherin Mansfield, Clarice Lispector, Guimaraes Rosa,
Graciliano Ramos, Lezama Lima y muchos autores más del mundo entero (p. 171)

Y un poco más adelante, otro momento:

Detuvo la mirada en las sagas noveladas por el hombre. En uno de los anaqueles
estaban las obras de Swift, Dickens, Dostoievski, Gógol, Kafka, Tolstoi, Chéjov…
Recordaba aquellas lecturas, y los más destacados personajes con quienes
compartió sus viajes: cuánto sufrimiento corría por las páginas de esas novelas.
Cuánta síntesis era capaz de producir un gran escritor, tanto valor dicho en
páginas imborrables para la memoria humana. Esfuerzo, paciencia, miles y miles
de horas de trabajo y de recorrer una y otra vez cada línea hasta dar con cierta
conformidad para que el lector pueda llegar a recibir, breve parte de la amplia y
compleja totalidad que anida en el alma de quien escribe (pp. 233-234).

Vuelvo a citar a Bachelard. Este escribió: “La palabra es un brote que pretende dar una
ramita. Cómo no soñar mientras se escribe. La pluma sueña. La página blanca da el
derecho de soñar”. Con una prosa delicada, finamente articulada, con una suavidad y
cadencia propia de la “ensoñación poética”, Juan Maldonado también encara las páginas
en blanco, su pluma “sueña”, y (nos) narra las aventuras de este escritor que, consciente
e inconscientemente –cuando duerme, cuando sueña–, entabla relación con los mundos
imaginarios, aquellos en los que se encuentran los y las personajes de los libros, que
devinieron en figuras ampliamente reconocidas más allá del “campo literario”. Por
mencionar algunos, los personajes de Cervantes y José Hernández, de Dickens y Flaubert
aparecen, y varios entablan diálogo, discursean, acometen acciones, se expanden por el
texto. (Estos y todos los otros personajes que aparecen podrían habitar lo que
Maldonado llama un par de veces Paraje fugaz, ¿metáfora literaria, “mero” elemento
metanarrativo dentro de la novela, o proyecto de una nueva/futura obra?)

El editor (y ahora flamante autor) Maldonado lee y escribe, y su personaje-protagonista


sueña y escribe. Y los demás personajes, así, soñados y escritos, cobran vida (aunque
también necesitan de nosotros, lectores y lectoras, para completar “el circuito”, por así
decirlo). Tal como Macedonio (en el Museo de la novela de la Eterna) planteó, entre otras
insólitas e imaginativas, “la Novela que Comienza”, “la Novela Impedida” y la “Novela
Inexperta”, aquí podría tenerse a “la Novela escrita por El escritor que sueña”. Esto dice
Macedonio para el proyecto de una “Novela Escrita por sus Personajes”: “Todos los
personajes están contraídos a soñar ser […]. Ser personaje es soñar ser real”. En la
novela de Juan Maldonado, sus seres, los personajes, con su propia (y ficcional)
autonomía aparecen y “golpean la puerta de la novela”, sus páginas: allí sueñan que son
reales. El sueño, las ensoñaciones del autor devienen en una escritura “de personajes
soñadores” (comenzando por su protagonista). “Las palabras amasando sueños, se
vuelven realidades”, dice Bachelard. Son estas las realidades de la ficción, la realidad que
permite construir la novela.

Entonces, volviendo a un interrogante anterior ¿se pueden leer aquí los sueños de
Maldonado, o son los de sus personajes? ¿Los del autor, o los de su alter ego? (Un tema

2
que, como ya se dijo, invita a desarrollar relaciones entre psicoanálisis y literatura: Otto
Rank y su conocido libro sobre “el doble”, etc.) ¿Podría ser “El editor, escribía” el
“verdadero” título de esta obra? Es indudable que las calificadas labores de Juan, treinta
y cinco años de una vasta experiencia como editor de Alción, prestigioso y ya mítico sello
especializado en poesía y ensayo, son las que le han permitido ser a él el verdadero
“médium”, entre un conjunto amplísimo de obras –publicadas e inéditas– y nosotros, en
tanto lectores y lectoras. Es un editor que edita y publica, que sueña, y que también
escribe.

Lo que me recuerda algo de una de las novelas de Roberto Bolaño. De una que quedó
inédita y que se publicó posmortem.

En Los sinsabores del verdadero policía (novela aparecida en 2011) Bolaño concibe un
personaje, que es editor, al que llama –con gracia e ironía típicas– Marchand. Este editor
recibe cientos de novelas. “Queda sepultado” entre manuscritos y originales, cuenta
Bolaño, y decide posponer la escritura y publicación de su propia obra –tiene una novela
llamada “El Bibliotecario”– en aras de una causa superior (cual médico en leprosería, o
monje entregado a una causa sagrada). Este editor, como suelen hacer muchos editores
(como el propio Juan Maldonado –a mí me consta que es así–), se entrega con total
pasión a su tarea: lee las obras que le envían, aconseja a los jóvenes autores, los edita y
publica. Al tal Marchand le va bien con los autores, y gana su prestigio, su fama. Y
mientras tanto, su novela inédita permanece en espera, inmutable. Una noche incluso
sueña que la ingente masa de manuscritos ajenos “hacen el amor” con el suyo, en una
orgía de las letras. Ocurre eso en el sueño de la novela, mientras que en la “vida real” de
la misma, el editor y los autores se mantienen –dice Bolaño– sumidos en “la oscuridad
de los trabajos laberínticos”.

Así que esta es la compleja (y a veces secreta) alquimia entre vida y literatura, memoria
y sueño, lectura y escritura; la misma seguramente que conforma los trabajos y los días
de nuestro autor. Con un profundo humanismo, con devoción y amor por los libros y la
literatura, Juan Maldonado sortea exitosamente los laberintos y nos hermana, nos pone
en comunión, nos une, en tanto se comparte con él una condición lectora en común,
puesta en juego ahora en la novela que ha escrito.

Finalizo, por lo tanto, con una invitación a leer el libro, a leerlo y releerlo y a que cada
lector y lectora recuerden también lo propio (sus propias vivencias, sus lecturas y
sueños). Esta obra de Maldonado, al igual que el conjunto de sus trabajos en el campo
literario, es un valioso aporte en pos de generar, mantener y proseguir la conversación,
sustancia vital y fundamento de toda cultura.

Muchas gracias.

* Este discurso fue leído el viernes 10 de mayo en Bar de fondo/Club cultural (CABA), en el marco de la
presentación de la novela de Juan Maldonado El escritor, soñaba (Córdoba, Ediciones la huertilla, 2018).
Junto al autor, estuvieron Carlos Dámaso Martínez y DP.

Вам также может понравиться