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La ilustración científica se puede definir como una disciplina mediante la cual se traza
un puente entre arte y ciencia. En la actualidad existen centenares de definiciones
válidas para definir qué es y qué no es ilustración científica. Aún así, sigue existiendo
un intenso debate entre profesionales y académicos en cuanto a este tema. En
Illustraciencia hemos realizado una encuesta entre casi setenta profesionales de la
ilustración científica para crear una definición disciplina que se adapte a los
paradigmas actuales.
© María Alejandra Migoya
1. El objetivo
2. El rigor científico
Por otro lado, solo los ojos del ilustrador y el científico pueden dar un acabado
satisfactorio a una ilustración científica. La ilustración científica permite plasmar una
realidad que a la vez es verídica y ficticia. Verídica porque con este tipo de ilustración
se calca la realidad, permitiendo una reproducción fiel de la muestra. Ficticia, porque
una buena ilustración científica, salvo excepciones, no copia una única muestra o
espécimen y tiene que ser capaz de realizar un resumen o una generalización de todos
los individuos de esa especie, o todos los ejemplares de un mismo tipo ya que no hay
dos especímenes iguales. Esto último todavía no lo ha conseguido la fotografía, y es por
ello que la ilustración científica sigue viva.
Gráfico elaborado a partir de las respuestas obtenidas de la encuesta online. La ilustracion científica en
2017 respondida por 69 profesionales del sector. Criterios extraídos de La dimensión comunicativa de la
imagen científica: representación gráfica de conceptos en las ciencias de la vida de Óscar Hernández
Muñoz (2010).
Uno de los errores más comunes es confundir ilustración científica con dibujo
naturalista, e incluso con hiperrealismo. El límite entre estas disciplinas es tan sutil
como problemático y ha suscitado gran debate entre los profesionales de la ilustración.
Más allá de esta discusión semántica sobre el significado de cada rama, existe cierto
consenso sobre determinados puntos mediante los cuales la ilustración científica pierde
su estatus como tal.
Uno de los errores más comunes que se comenten en este ámbito tienen que ver con la
subjetividad a la hora de realizar e interpretar una ilustración. El principal
problema con el que nos podemos encontrar tiene que ver con un exceso de subjetividad
del autor de la ilustración, confundiendo la función divulgativa de la obra con la
realización de un dibujo personal. La ilustración científica se realiza para contribuir
a expresar algo que un científico, grupo de investigación, museo, una editorial o un
medio de comunicación necesita divulgar. No es una imagen creada en sí misma ni para
su autor. Por lo tanto, poner por delante lo estético frente a lo funcional es un grave
error. Una ilustración científica tiene que ser precisa y a la vez ser visualmente atractiva.
Otro error frecuente es otorgar excesiva importancia a la fidelidad a algunos
aspectos de la imagen real, restándole importancia a la síntesis del concepto que se
intenta transmitir. En ocasiones vemos excelentes obras en las que se han trabajado
tanto aspectos coyunturales (como la luz ambiental) que acaban adquiriendo
connotaciones más de obras de arte que de ilustraciones científicas puras, diluyéndose el
contenido científico en pro de otras consideraciones de carácter estético. En el polo
opuesto, en ocasiones se prescinde demasiado de los aspectos estéticos y el autor se
centra casi exclusivamente en la veracidad científica del objeto ilustrado. En estos casos
nos encontramos con obras que pueden ser muy funcionales en el ámbito estrictamente
académico, posiblemente no lo sean tanto en el divulgativo, uno de los grandes ámbitos
de la ilustración científica.