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penal
Ya desde la antigüedad, las penas revistieron una característica excesiva en el
sentido de aplicación, con penas como las torturas, destierros, muerte civil y las
viejas penas del Talión.
El origen del principio de proporcionalidad se remonta a la antigüedad, ya que en
la obra de Platón, Las Leyes, se puede encontrar la exigencia de que la pena sea
proporcional a la gravedad del delito. Pero es hasta la época de la Ilustración
cuando se afirma este principio. Muestra de ello es la obra de César Beccaria, “De
los delitos y de las penas”, en la cual hace referencia a la pena y establece que ésta
debe ser “necesaria e infalible”, ya que estas dos características completan la idea
de proporcionalidad, por lo cual en la época moderna muchas Constituciones irán a
suprimir la pena de muerte y otros crueles y degradantes. Ya en la revolución
francesa, se ha reclamado que “la ley no debe establecer otras penas que la escrita y
manifiestamente necesaria” (art. 8 de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789).
“Como mera referencia”, la primera alusión que se realizó en Alemania al principio
de proporcionalidad, en relación con el proceso penal, tuvo lugar en una resolución
del DeutscherJournalistentag, tomada en Bremen el 22 de agosto de 1875, en la que
se solicitaba que las medidas coactivas dirigidas contra los periodistas que se
negaran a declarar como testigos fueran proporcionadas a las penas previstas para
los delitos perseguidos. Aquella resolución supuso una primera llamada de
atención sobre la necesidad de trasladar al proceso penal el principio de
proporcionalidad, conocido ya en el Derecho Administrativo de Policía.
En opinión de Torío López, el segundo brote del principio de proporcionalidad, de
eliminación de las torturas y de las penas y tratos crueles, se dio en las
declaraciones internacionales que siguieron a la terminación de la Segunda Guerra
Mundial. Es así como la idea de proporcionalidad ha pasado de un Derecho a otro,
hasta convertirse en un principio general del ordenamiento jurídico y que, en
sentido muy amplio, obliga al operador jurídico a tratar de alcanzar el justo
equilibrio entre los intereses en conflicto.
La pena que establezca el legislador al delito deberá ser proporcional a la
importancia social del hecho[1]. Es decir, la pena constituye de este modo, una
retribución que la sociedad impone por el mal causado de modo que: a mayor mal,
mayor culpabilidad, y por lo tanto mayor castigo merece el culpable[2]. Resulta
entonces necesario, trazar una línea divisoria entre la proporcionalidad y el
principio de culpabilidad.Además, el principio de culpabilidad no es suficiente para
asegurar la necesaria proporcionalidad entre crimen y castigo[3], aunque algunos
incluyen la proporcionalidad como uno de los aspectos de la culpabilidad[4].
Tampoco puede pretenderse la sustitución del principio de culpabilidad por el de
proporcionalidad. Por ello, el principio de proporcionalidad obliga a ponderar la
gravedad de la conducta, el objeto de la tutela y la consecuencia jurídica. Es decir
que “las agencias jurídicas deben constatar al menos, que el costo de derechos de la
suspensión del conflicto guarde un mínimo de proporcionalidad con el grado de
lesión que haya provocado"[5].
Los juristas Robert Alexy y Luigi Ferrajoli, y las opiniones de algunos autores
latinoamericanos, como Alfredo Etcheberry y Carlos Künsemüller, concluyen que la
proporcionalidad es un principio independiente, ubicado en una misma jerarquía
que otros principios del derecho penal de reconocimiento expreso en el texto
fundamental.En este sentido, la proporcionalidad se encuentra expresamente
consagrada en el texto constitucional y por ende, es susceptible de ser invocada
como directamente vulnerada.
A este efecto, el principio de proporcionalidad penal, se encuentra en nuestro
ordenamiento constitucional. Y las disposiciones son losartículos 15. I, 114. I y 118.
I. II. Por la importancia de estas normas de carácter constitucional, desarrollare
cada una de ellas.
[1] Mir Puig, Santiago, Derecho Penal. Parte general, Barcelona, Euros, 1998, p. 99.
[2] Garrido Montt, Mario, 2003, Derecho Penal, Parte general, Tercera Edición
Actualizada. Tomo I. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, p. 198.
[3] Cerezo Mir, José, 1982, Problemas fundamentales del derecho penal. Madrid:
Editorial Tecnos, p. 188
[4]Roxin, Derecho Penal Parte General, p. 100 y ss; Luzón Peña, Curso de Derecho
Penal, p. 86.
[5] ZAFFARONI, Raúl; SLOKAR, Alejandro Y; ALIAGA, Alejandro: Manual de
derecho penal. Parte general. pp. 123.
[6]MIR PUIG, Santiago: El Derecho Penal en el Estado Social y Democrático de
Derecho. Barcelona. Ed. Repettor, 1996.
[7] Nogueira Alcalá, Humberto, 1997, Dogmática constitucional, Talca, Editorial
Universidad de Talca, p.184.
[8]MapelliCaffarena, Borja, Las consecuencias jurídicas del delito, Cuarta edición,
Navarra: Editorial Aranzadi 2005, p. 254.