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Presentado a:
Luis Alberto Guerrero
Al leer la Rebelión de las Masas, Ortega y Gasset (1929) afirma que: “El
hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de
pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas internacionales”(p. 19) Al
analizar el hecho de que esta afirmación iba dirigida al hombre del siglo XIX, resulta
paradójico descubrir que la misma junto con los problemas diagnosticados por el autor
siguen vigentes para el hombre de nuestra época; casi dos siglos después la crítica
permanece vigorosa con la única diferencia de que los contextos en los que se
desarrollan son de un diferenciado momento. Lo anterior pretende demostrarse en el
presente ensayo donde se ha recurrido a hacer un examen clínico exhaustivo del hombre
“Millenial” apelando al estudio de su anatomía para encontrar posibles respuestas sobre
el porqué del malestar que le aqueja.
Sobre la opinión nuestra boca sigue teniendo el déficit de las bocas de siglos
pasados, no diferencia entre una opinión y una crítica confundiendo ambas en un solo
ente. Aquí el problema radica cuando la crítica toma protagonismo, cuando el ciudadano
es víctima de la aglomeración y permite que la masa, entendida como las personas que
no gozan de ninguna cualidad (Ortega y Gasset, 1929), vaya en contra de las minorías.
Un hecho histórico de lo anterior es la Inquisición en el siglo XVI donde se eliminó a
esa minoría que estaba en contra de todas las injusticias religiosas; un ejemplo en él
ahora es la discriminación que aún persiste hacia los grupos étnicos, comunidades como
la LGBTI o la clase que vive en la pobreza. La importancia de lo anterior radica en que
“la soberanía de la opinión pública, lejos de ser una aspiración utópica, es lo que ha
pesado siempre y a toda hora en las sociedades humanas” (Ortega y Gasset, 1929, p.171)
La cuestión es cuando durante todos estos años ese peso lo ha recibido una crítica
disfrazada de opinión, una crítica que promociona la diferenciación, la superioridad
hacia el otro y en últimas y mayores instancias: la violación de los derechos.
Este mal siempre ha aquejado a las distintas sociedades quienes han elevado su
superioridad en comparación con las sociedades pasadas, sin embargo, la situación en el
presente se muestra más crítica por que el hombre contaminado de esa superioridad no
siente la necesidad de su actuar como sinónimo de relevancia. En palabras de Ortega y
Gasset (1929) este problema se resume así: “El hombre del presente siente que su vida
es más vida que todas las antiguas o dicho viceversa, que el pasado integro se le ha
quedado chico a la humanidad actual”. Eventualmente, si analizamos nuestro contexto
actual nos encontramos con un cerebro post-moderno que es víctima de su propia
creación, que se dirige por la brecha de la estupidez al creerse listo por naturaleza. Como
secuela de lo anterior en la población actual se mira un decaimiento de las ideas y la
imaginación, que aunque no lo parezcan son las principales brechas para problemas aún
más complejos como: el desapego de esta sociedad hacia la ciencia o el pasado
repetitivo que sufren países como Colombia.
A diario sobresalen las noticias de prensa rosa por encima de los grandes avances
en la ciencia, esto debido a que sólo unos pocos han entendido que el fervor hacia lo
científico permite el nacimiento de un nuevo invento, un nuevo aprovechamiento, una
nueva fuente de economía y por último una nueva semilla de cultura de la cual somos
carentes. La desproporción entre provecho y gratitud que el hombre-medio le brinda a la
ciencia es contrastada con una de las mayores alergias que contamina a la sociedad: la
urgencia del presente. En nuestro país, por ejemplo, la urgencia de este ha permitido que
década tras década el oportunismo sea quien teje el rumbo de nuestro país, nos ofrecen
en bandeja de plata soluciones finales contra la corrupción, la pobreza, el narcotráfico,
problemáticas que por alguna razón siempre tienen que relacionarse con el factor guerra,
el colombiano promedio cree que esta es la solución final sin visualizar la posterioridad
de los tiempos. Las soluciones que la aristocracia, los políticos y el Estado nos ofrecen
son aristas efímeras, nos falta cálculos de futuro para darnos cuenta que sólo y
únicamente con la promoción de la educación y una vida digna nuestro país se curará de
los trastornos que lo invaden.
Como gran pauta para todas las sociedades nunca se debería olvidar que un
pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla (Avellaneda,1928). El hombre
moderno ha vaciado de su sangre cualquier rastro de la historia que le permite conocer
de dónde viene. No se ha hecho dueño de ese pasado que carga bajo su espalda
permitiendo que los errores que actualmente comete sean una repetición evolucionada de
lo que hicieron sus antepasados. Aquí encontramos la explicación a lo que
paradójicamente nos ha hecho seguir con los mismos caracteres del siglo XIX, hemos
mantenido esa “Rebelión de las masas” que hace dos siglos describió el autor.
Está “Rebelión de las masas” a mi parecer es la mayor crítica acertada que el ser
humano de nuestros tiempos puede recibir donde se presentan todos los grandes
problemas que tiene y que a lo largo de este texto se han tratado de sintetizar.