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En la batalla de Inglaterra
Judith Kerr
Traducción de Flora Casas
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ÍNDICE
Primera parte ...........................................
..................................................................
.............................................
..............................
........ 4
Segunda parte ..........................................
.................................................................
.............................................
............................
...... 68
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En alguna parte, un reloj dio las diez; hora de marcharse. Mamá y papá la espera
Cogió el abrigo e inspeccionó el bolso. Las llaves, la linterna, el documento de identida
monedero. El monedero parecía extraordinariamente ligero, y lo abrió. Estaba vacío.
cuatro peniques para el billete debían haberse caído en el interior del bolso. Lo volcó.
llaves, la linterna, el documento de identidad, la polvera, dos lápices, un billete de autobú
envoltura de una galleta de chocolate y unas migas. No había dinero. Pero debe estar a
pensó. Lo tenía. Estaba segura de que lo tenía la noche anterior. Frenética, buscó
bolsillos del abrigo. Tampoco estaba allí. ¡Maldita sea!, pensó. Precisamente cuando creía
ya estaba lista. ¡Maldita sea una y mil veces!
Metió las cosas en el bolso de un manotazo, cogió el abrigo y salió de la habitac
¿Qué voy a hacer?, pensó. Me estarán esperando, y yo sin dinero.
El rellano estaba a oscuras; las criadas debían haber olvidado descorrer las cortina
oscurecimiento. ¿Podría pedirle dinero a las criadas? No, pensó, no puede ser. Empezó a b
la escalera de gruesa alfombra con la esperanza de que ocurriera un milagro.
En el vestíbulo, al pasar junto a lo que había sido el aula, pero que era ahora una esp
de cuarto de estar, una amigable voz americana gritó: «¿Eres tú, Anna? Entra un mome
No te veo desde hace días.»
Mrs. Bartholomew.
¿Podría pedírselo a ella?
Abrió la puerta y encontró a Mrs. Bartholomew tomando café, en bata. Estaba senta
la vieja mesa del aula, y ante ella, sobre la superficie manchada de tinta, había una bande
un montón desordenado de viejos libros infantiles.
—Te has levantado pronto para ser Reading
You're domingoa —dijoPreviewMrs. Bartholomew—. ¿Vas a v
tus padres?
Anna pensó contestar: «Sí,Unlock perofull access
me temowith a free trial.
que no tengo...», o «¿Le impor
prestarme...?» En su lugar, se quedó en el umbral y dijo:
Download With Free Trial
—Sí.
—Seguro que se alegrarán de verte. —Mrs. Bartholomew señaló un libro que
ser de Hans Andersen—. Llevo aquí un rato, acordándome de las chicas. A Judy le encan
este libro..., hace tres o cuatro años, y a Jenny también. ¡Era tan divertido, cuando
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da
clase todas juntas...! ¿A que sí?
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Contrariada, Anna alejó de su mente el problema que la obsesionaba.
—Sí —dijo. Había sido divertido.
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había dicho en voz alta, para asombro de una pareja que pasaba por su lado. Pero, ¿qué po
ser más típico que su actuación de aquella mañana? Tanta vergüenza con Mrs. Bartholom
tanta preocupación por si había hecho o no lo que debía, tanta caminata y el dolor de pier
para que al final resultara una enorme pérdida de tiempo. Nadie hacía cosas así.
cansada de todo aquello. Tenía que cambiar. Todo tenía que cambiar.
Con el dinero apretado en la mano, cruzó con decisión la calle, hasta donde había
mujer que vendía narcisos a la puerta de un salón de té:
—¿Cuánto valen? —preguntó. Costaban a tres peniques el ramo.
—Deme uno —dijo.
Era un acto de estúpida extravagancia, y además, los narcisos no lo merecen, pens
verlos marchitándose en su mano, pero al menos era algo. Se los regalaría a mamá y a p
Les diría: «Hace siete años que salimos de Alemania, y os he traído unas flores.» Y tal ve
flores les dieran suerte, tal vez le pidieran a papá que escribiera algo, o alguien le man
dinero, y tal vez cambiaran las cosas, y todo debido a que se había ahorrado el billete
metro y había comprado unos narcisos. E incluso si no ocurría nada, al menos a mamá
papá les gustaría y les animaría.
Al empujar las puertas giratorias del Hotel Continental, el viejo conserje que dormi
tras el mostrador la saludó en alemán.
—Su madre se ha puesto nerviosísima —dijo—, porque no sabía dónde se había me
Anna inspeccionó el salón. Desperdigados entre las mesas y sentados en los desastr
sillones de imitación de cuero, vio a los refugiados alemanes, checos y polacos de siem
que habían hecho del hotel su hogar mientras esperaban algo mejor. Pero no estaba mamá
—Voy a subir a su habitaciónYou're
—dijo, pero antes
Reading de empezar a ascender la escalera,
a Preview
voz gritó: «¡Anna!», y mamá salió como una exhalación de la cabina telefónica. Su ro
Unlock full access with a free trial.
estaba enrojecido por la excitación, y sus ojos azules, tensos—. ¿Dónde estabas? —gritó
alemán—. Acabo de hablar con Mrs. Bartholomew. ¡Creíamos que había pasado algo! Y
está aquí... Sólo puede quedarse unDownload
rato y teníaWith Free Trial
especial interés en verte.
—¿Max? —preguntó Anna—. No sabía que estuviera en Londres.
—Le ha acercado un amigo de Cambridge.
—La cara de mamá se relajó, como le ocurría siempre
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hablar
on thisde su extraordin
title
hijo—. El ha venido primero, y después va a reunirsecon otrosamigos
Useful Not usefulpara volver to
juntos. Amigos ingleses, claro —añadió para su propia satisfacción y para ejemplo
cualquier alemán, checo o polaco que estuviera escuchando.
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—He tardado un siglo en llegar aquí —y dio la vuelta a la mesa en que estab
máquina de escribir de papá para abrasarle—. Bonjour, papá —dijo, porque a pap
encantaba hablar en francés.
Parecía cansado, pero la expresión de sus ojos inteligentes, irónicamente sonrientes
la misma de siempre. Anna pensó: «A papá es como si siempre le interesara cualquier
que ocurra», a pesar de que hoy en día, evidentemente, no esperaba que fuese nada bueno.
Le tendió los narcisos.
—Mira lo que he comprado —dijo—. Hace siete años que salimos de Alemania,
pensado que a lo mejor nos traía buena suerte a todos.
Se marchitaban a ojos vistas, pero papá las cogió y dijo:
—Huelen a primavera. Llenó de agua el vaso del cepillo de dientes y Anna le ayu
colocar las flores. Se desmoronaron inmediatamente sobre el borde del vaso, hasta que
corolas se posaron sobre la mesa.
—Me temo que se han fatigado en exceso —dijo papá, y todos rieron. Bueno, al m
le habían animado—. De todos modos —continuó papá—, estamos los cuatro juntos. Des
de siete años de emigración, tal vez no pueda pedirse mejor suerte.
—¡Claro que sí se puede! —exclamó mamá. Max hizo una mueca:
—Probablemente, siete años es más que suficiente. —Se volvió hacia papá—.
crees que va a pasar con la guerra? ¿Piensas que va a ocurrir algo?
—Cuando Hitler esté preparado —contestó papá—. El problema es si tambié
estarán los británicos.
Era la conversación habitual y, como de costumbre, la mente de Anna fue apartán
del tema. Se sentó en la cama, juntoYou're Reading a Preview
a Max, y apoyó los pies.
Le gustaba la habitación de Unlock
papá.full
Enaccess
todoswithlos lugares
a free trial. en que habían vivido, ya f
Suiza, París, o Londres, la habitación de papá siempre era igual. Siempre había una mesa
la máquina de escribir, que ahora Download
ya estaba With
achacosa; sus libros, el trozo de pared en
Free Trial
pegaba con chinchetas fotografías, postales, cualquier cosa que le interesara, todo tan
que incluso el empapelado más chillón quedaba derrotado por el tamaño del conjunto
chismes; la fotografía de sus padres, remotos en el entorno Victoriano; una pipa de espum
mar en la que nunca fumaba, pero cuya forma le gustaba, y uno o dos casero
artilugios
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cuya utilidad estaba firmemente convencido. En esos momentos,
Useful le Not
había dado por las c
useful
de cartón, y había inventado una ratonera con una tapadera colocada al revés, apoyada so
un lápiz, con un trozo de queso en la base. Al ir a comer el queso, la tapa caería sobre el ra
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Anna miró a papá, tratando de imaginárselo inglés. Era muy difícil. De todos mo
exclamó:
—¡Pues deberían hacerlo! No es un cualquiera. ¡Es un escritor famoso!
Papá lanzó una ojeada a la pobre habitación.
—No es que sea muy famoso en Inglaterra —dijo.
Hubo una pausa, y Max se levantó para marcharse. Abrazó a papá y a mamá y le
una mueca a Anna:
—Ven conmigo hasta el metro —dijo—. Casi no he tenido tiempo de verte.
Bajaron las múltiples escaleras en silencio y, como de costumbre, los que esta
reunidos en el salón miraron admirados a Max cuando Anna y él lo atravesaron. Siem
había sido guapo, con su pelo rubio y sus ojos azules; no como yo, pensó Anna. Era agrad
estar con él, pero le hubiera gustado haberse quedado sentada un poco más antes de salir
vez a la calle.
En cuanto salieron del hotel, Max le preguntó en inglés:
—¿Cómo van las cosas?
—Bien —respondió Anna. Max caminaba deprisa, y a ella le dolían los pies—.
está deprimido porque se ofreció a la BBC para difundir propaganda a Alemania, y no le
aceptado.
—¿Por qué demonios?
—Al parecer, es demasiado famoso. Los alemanes saben que es furiosamente antin
así que no tomarían en cuenta lo que dijese. Al menos, esa es la teoría.
Max meneó la cabeza: You're Reading a Preview
— Le he encontrado viejo y cansado. —Esperó a que Anna le diera alcance
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preguntar—: Y tú, ¿qué tal?
—¿Yo? No lo sé. —De repente, Anna no podía pensar en otra cosa que en sus pie
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Supongo que estoy bien —dijo evasivamente.
Max parecía preocupado.
—Pero, ¿te gusta el curso de arte? —preguntó—. ¿Lo pasas bien?
Anna se olvidó momentáneamente de sus pies. Sign up to vote on this title
—Sí —contestó—. Pero es tan inútil..., ¿no crees?, cuando Nottiene
Useful nadie usefuldinero. O se
cosas sobre pintores que abandonan su casa para ir a vivir a un cuartucho, ¡pero si resulta
tu familia ya vive en un cuartucho...! He pensando que debería buscar trabajo.
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—Mamá —dijo—, creo que debería buscar trabajo. Useful Not useful
Anna y mamá estaban sentadas en la sala de espera de la Organización de Socorro
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de preparación, pero era difícil decidir en qué podía consistir. Un curso de secretariado e
elección más evidente, pero la completa incapacidad de Anna para aprender taquigrafía h
sido uno de los múltiples fracasos en el colegio de Miss Metcalfe.
«¡No es porque sea difícil, es que es aburrido!», exclamaba Anna, y Miss Metc
sonreía compasiva, como de costumbre, y señalaba que la altanería nunca había servid
ayuda a nadie.
Mamá había entendido lo de la taquigrafía, y a fuerza de pedir consejo a todo el mu
descubrió una academia de secretariado en la que enseñaban un método diferente. N
escribía a mano, sino en una maquinita parecida a una máquina de escribir, y además ten
ventaja de que se aprendía rápidamente y se adaptaba fácilmente a otros idiomas. El ú
problema consistía en que el curso completo costaba veinticinco libras.
«¡Mr. y Mrs. Zuckerman!»
La recepcionista había vuelto a entrar, sorprendiendo a la pareja de ancianos con
bollos a medio comer. Metieron los restos en la bolsa de papel a toda prisa, y salieron
ella.
—Creo que nos ayudarán —dijo mamá—. Nunca hemos pedido nada.
No habría querido acudir a la Organización de Refugiados ni siquiera en esta ocasió
fue únicamente el temor de que Anna, como ella misma, tuviera que trabajar sin hab
especializado en nada, lo que finalmente la había convencido. Mamá pasaba cinco dí
medio a la semana metida en la oficina, en un sótano, mecanografiando y archivando cart
detestaba aquel trabajo.
«¡Mr. Rubinstein! ¡Mr. y Mrs. Berg!»
Una mujer sentada frente a mamá
You'reseReading
removióa inquieta.
Preview
—¡Cuánto te hacen esperar!Unlock
—sefullquejó—. ¡Creo que no voy a aguantar aquí
access with a free trial.
más tiempo, de verdad!
Su marido frunció el ceño. Download With Free Trial
—Vamos. Bertha —dijo—. Es mejor que hacer cola en la frontera. —Se volvió
mamá y Anna—. Mi mujer está un poco nerviosa. Lo pasamos muy mal en Alemania,
logramos salir antes de que empezara la guerra.
—¡Ah, fue espantoso! —gritó la mujer—. Los nazis Sign up nos chillaban
to vote y nos amenaz
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todo el tiempo. Había un pobre viejo que creía tener todos los papeles
Useful Notenuseful
regla, pero le di
puñetazos y patadas y no le dejaron marchar. Y después nos gritaron: «¡Por esta vez os po
ir, pero al final os cogeremos!»
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* Nombre del barco en el que, en 1620, llegaron a lo que hoy es Nueva Inglaterra
Estados Unidos, un grupo de ingleses (los «padres peregrinos») que huían de la persecu
religiosa. Fundaron una colonia y se dieron una Constitución, de principios puritanos.
descendiente de ellos equivale a pertenecer a la más distinguida aristocracia, y cualq
americano se siente orgulloso de ello. (N. del E.)
«¡Miss Goldstein!»
La siguiente persona a la que llamaron era una mujer con un raído abrigo de piel,
sujetaba con firmeza un maletín. A continuación un hombre de gafas, en quien m
reconoció a un violinista de segunda fila, y después les llegó el turno a Anna y a mamá
recepcionista les dijo: «Pasen ustedes a la sección de estudiantes», y las llevó a una habita
en la que una dama de pelo gris esperaba sentada tras una mesa. Estaba examinand
solicitud que Anna había rellenado antes de concertar la cita, y parecía una directora
colegio, aunque más agradable que Miss Metcalfe.
—¿Cómo están ustedes? —preguntó, indicándoles dos sillas. A continuación se
hacia Anna y añadió—: ¿De modo que quieres ser secretaria?
—Sí —respondió Anna. La señora del pelo gris lanzó una ojeada a su solicitud.
—Sacaste muy buenas notas en el certificado escolar —dijo—. ¿No quieres seguir e
colegio?
You're Reading a Preview
—No —replicó Anna.
—Y, ¿por qué? Unlock full access with a free trial.
—No me gustaba —dijo—. Y casi nadie se quedaba después del certificado escola
Vaciló—. No nos enseñaban mucho. Download With Free Trial
La señora volvió a consultar la solicitud.
—Colegio Femenino Lilian Metcalfe —dijo—. Lo conozco. Es más pretencioso
académico. Qué lástima.
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Y habiéndolo despachado de este modo, procedió a resolver los problemas del curs
Useful Not useful
secretariado de Anna. ¿Había hecho ya alguna prueba? ¿Cuánto tiempo tardaría? ¿Y qué
de trabajo pensaba hacer Anna? Animada por la demolición de Miss Metcalfe, Anna cont
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Papá, pensó Anna, que no sabía clavar un clavo a derechas, que no sabía freír un hu
que no sabía hacer otra cosa más que juntar palabras de una forma tan bella.
—Mi marido —respondió mamá— no es un hombre práctico. Además, es mucho m
que yo. —Se había sonrojado un poco, y la señora se apresuró a decir:
—Claro, claro, discúlpeme.
Era curioso, pensó Ana, que le impresionara mucho más la edad de papá, algo
cualquiera que le conociese no notaría inmediatamente, que su falta de sentido práctico,
se notaba a primera vista. Una vez, en París, papá había gastado casi todo el dinero que te
en una máquina de coser que no funcionaba. Anna recordaba haber ido con él a inte
devolverla a la tienda de segunda mano que le había timado. En París tampoco tenían din
pero no les había importado. Ella se sentía como si fuera de allí, no como una refugiada.
—Durante una temporada trabajé de secretaria particular —dijo mamá—. Para
Parker..., tal vez haya oído hablar de ella. Pero su marido murió, y ella se trasladó al cam
De modo que ahora ayudo a arreglar los papeles de su hacienda.
La señora parecía avergonzada.
—Y, ejem, ¿cuánto...? Mamá le dijo cuánto ganaba.
—No tengo ningún título, ¿comprende? —añadió—. Estudié música cuando
pequeña. Pero con esto ayudo a pagar la cuenta del Hotel Continental.
Anna pensó: tal vez hubiera sido distinto en París porque mamá no tenía que trabaj
porque vivían en un piso en lugar de un hotel..., o tal vez fuera que, sencillamente, Ingla
no le sentaba bien. No conocía a muchos ingleses, desde luego, solamente a los del colegi
Miss Metcalfe. Pero lo cierto era que al poco tiempo de su llegada le habían salido
muchas cosas. Para empezar, había engordado
You're Readingmucho,
a Preview le habían salido protuberancias
sitios insospechados, de modo que toda la ropa le sentaba fatal. Mamá decía que era g
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superfina y que la perdería y, de hecho, ya había desaparecido gran parte de ella, pero A
aún sospechaba que, en cierto modo, Inglaterra era la culpable. Después de todo, nunca h
estado gorda. Download With Free Trial
Las otras chicas del internado también eran gordas. Anna recordaba grandes mu
rojizos en el vestuario y pesadas figuras amontonadas en la hierba helada del campo
lacrosse. Pero, al menos, no eran tímidas. Su timidez era lo peor que le había ocurrido a
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en Inglaterra. Le había sobrevenido poco después de haber engordado y de forma inesper
porque siempre se había llevado bien con la gente. Laparalizaba, Useful de Notmodo
useful que cuando
inglesas se burlaban de ella por jugar mal al lacrosse y por hablar con acento raro, no
capaz de responder. Nunca había tenido ese problema con Judy y Jinny, que eran american
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—Tengo que admitir que nunca te he imaginado de secretaria —dijo, y Anna des
inmediatamente la idea de que ella tampoco.
—¡Papá! —gritó—. ¡Han dicho que era una buena inversión!
—En eso estoy de acuerdo con ellos —dijo papá. Se había puesto su mejor traje,
que él consideraba como menos usado, y estaba a punto de salir—. Voy a una reunión
Club Internacional de Escritores —explicó—. ¿Quieres venir? No es que vaya a ser una fi
pero habrá merienda.
El Club de Escritores no era algo muy fascinante, pero, ahora que tenía el fu
resuelto, Anna se sentía inquieta. Caminó rápidamente hasta la parada del autobús con p
tratando de no pensar en el hecho de que a partir de entonces tendría sus días ocupados co
mecanografía en lugar de con el dibujo.
—Hoy se reúne la sección alemana —dijo papá, que era su presidente—. Pero el
sonrió para sí al explicar en qué iba a consistir el convite— será auténticamente inglés.
Cuando llegaron al edificio del club, cerca de Hyde Park Corner, ya se ha
congregado la mayoría de los escritores: una colección de las habituales caras inteligente
refugiados, con los desgastados cuellos y puños de camisa igualmente habituales. Va
personas acudieron a la puerta a saludar a papá, fueron presentadas a Anna y dijeron cuán
parecía a él. Esto ocurría con frecuencia, y siempre la animaba. Pensaba que nadie
pareciese tanto a papá podía ser totalmente inútil.
—¿Va a seguir sus pasos? —preguntó un hombrecillo con lentes de concha.
—Eso creía yo —respondió papá—. Pero ahora le interesa más el dibujo. En
momentos —levantó una mano con pesar—, tiene la intención de ser secretaria.
El hombre de las lentes You're de concha
Readinglevantó
a Preview ambas manos, a modo de
apesadumbrado.
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—¿Qué le vamos a hacer? —dijo—. ¡Hay que vivir!
El y papá fueron a sentarseDownload
en una pequeña
With Free tarima,
Trial en tanto que Anna encontró
asiento entre los escritores. El tema de la reunión era «Alemania», y se fueron levantan
hablar cierto número de asistentes. Cuántos hay, pensó Anna. No era de extrañar que
hubiera trabajo para todos.
El primero habló sobre el surgimiento de los nazis
Signyupde
to cómo
vote onpodía
this titlehaberse evit
Todos menos Anna demostraron mucho interés, y aquel discursodesencadenó
Useful Not useful una seri
debates y discusiones más breves. «Si...», clamaban los escritores. Si la República
Weimar... los socialdemócratas... los franceses de la Rhineland...
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las frases de papá eran muy cortas. Utilizaba palabras corrientes que todos conocían, pero
unía de formas inesperadas, de modo que te dejaban sorprendida. Es cierto que una
superada la sorpresa se veía exactamente lo que quería decir, pero aun así... ¿Por qué, pen
Anna, no podía escribir como otras personas?
«Creo que es demasiado pronto», había dicho papá, y durante años a Anna le había d
miedo intentarlo otra vez.
Papá leía algo que debía haber mecanografiado recientemente en la máq
destartalada de su habitación. Era sobre Berlín. Anna reconoció las calles, los bosques de
alrededores; incluso había un trozo que hablaba de su casa. Así era exactamente, pensó.
A continuación, papá había escrito sobre la gente: los vecinos, los tenderos, el hom
que cuidaba el jardín (Anna casi lo había olvidado), la secretaria de ojos de búho
mecanografiaba las cosas de papá. Aquel trozo era muy divertido, y todos los escritores
había entre el público se rieron. Pero, ¿dónde estaban ahora todas aquellas person
preguntó papá. La secretaria, de ojos de búho, ¿levantaría la mano en el saludo hitleriano?
habría alistado el tendero en las S. A. * o le habrían metido en un campo de concentraci
¿Qué habría sido de ellos después de que los nazis les hubieran arrebatado su país? (Al lle
aquí papá empleó una palabra muy grosera, que hizo que los escritores sofocaran un gri
rieran después con disimulo, aliviados.) «No lo sabemos», dijo papá. «Hitler se lo
tragado. Y tal vez, si uno volviera allí, todo seguiría igual que siempre. Las calles, los bos
de los alrededores, la casa...» Terminó con las palabras con que había empezado: «Una ve
viví en Berlín.»
Hubo un momento de silencio, y a continuación los escritores se levantaron com
solo hombre y aplaudieron con fuerza. Al bajar de la tarima, se formó una pequeña multit
You're Reading
su alrededor para felicitarle y estrecharle la mano. a Preview
Anna se quedó a un lado, pero pap
reunió con ella en la puerta, y le preguntó: «¿Te ha gustado?» Ella asintió, pero antes de p
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decir nada, se vieron arrastrados hasta la habitación de atrás, en que estaba preparad
merienda. Era todo un despliegue de abundancia, y en tanto que algunos escritores trataba
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no parecer demasiado ansiosos, otros no podían resistir abalanzarse sobre la comida
merienda era obsequio de la sección principal, la inglesa, y junto con ella apareció un puñ
de escritores ingleses. Mientras Anna comía un eclair de chocolate e intentaba decirle a
lo mucho que le había gustado su escrito sobre Berlín, uno de ellos se acercó a hablarles.
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—He oído los aplausos —le dijo a papá—. ¿De qué ha hablado?
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Papá no le entendió, como de costumbre, de modo que Anna se lo tradujo.
—¡Ah, sí! —respondió papá, y compuso la expresión de la cara para hablar inglé
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Durante todo el trayecto en tren hasta Cambridge, Anna fue pensando sobre lo
ocurriría. ¿Qué harían? ¿Cómo serían los amigos de Max? ¿Esperarían de ella que hablas
de ser así, qué demonios iba a decir?
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Anna asintió.
—Nunca lo hubiera pensado —añadió—. No tienes ni rastro de acento. Hubiera ju
que eras una chavalita inglesa normal y corriente.
Era un halago, ante el que Anna sonrió debidamente, pero a la mujer se le ocurri
repente otra idea.
—¿Y la guerra? —gritó—. ¡Estás en país enemigo!
Maldita sea, pensó Anna, ¿por qué me habré metido en esto?
Intentó explicarlo con la mayor paciencia posible.
—Estamos en contra de Alemania —dijo—. Queremos que ganen los ingleses.
—¿Contra vuestro propio país? —preguntó la señora.
—Ya no nos sentimos de ese país —empezó a decir Anna, pero a la señora del traj
mezclilla le había ofendido la conversación.
—Hubiera jurado que eras inglesa —dijo en tono de reproche, y se enfrascó
lectura de un Country Life.
Anna contempló el paisaje gris que rodaba por la ventana salpicada. Era ridículo,
se sentía molesta. ¿Por qué no había dicho que era de Londres, como siempre? Max nu
hubiera cometido un error así. Este viaje va a ser un desastre, pensó.
Cuando al fin llegó el tren a la estación de Cambridge, sus peores sospechas pareci
confirmarse. Se quedó en el andén azotado por un viento helado, sin ver a Max por ning
parte. Pero apareció detrás de una esquina, sin aliento y con la toga flotando a su espalda.
—Perdona —dijo—. Tenía una conferencia. —Miró el abrigo escarlata que le
dejado Mrs. Bartholomew—. Muy You're aparente —añadió—.
Reading a Preview ¿Es de Jinny o de Judy?
—De Jinny —respondió Anna, y se sintió más animada.
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Max cogió su maleta y sacó a Anna apresuradamente de la estación.
—Espero que también hayasDownload
traído un WithcamisónFreede lana gruesa —dijo—. Tu habita
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es un poco fresca.
Resultó que su alojamiento no tenía calefacción: era una amplia cueva heladora, per
estaba lejos de la de Max, y la casera prometió ponerle por la noche una bolsa de a
caliente en la cama. Sign up to vote on this title
Mientras se arreglaba un poco, Anna trató deimaginarse Useful aNot lauseful
señora del traje
mezclilla pasando una noche allí, y llegó a la conclusión de que sus fines de semana
Cambridge debían haber sido muy diferentes. Max pagó la habitación (cama y desay
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En la entrada de un salón de té, Max fue abordado por dos figuras togadas.
—¡Al fin te descubrimos! —gritó una—. ¡Y con una mujer desconocida!
—Una desconocida de escarlata —añadió el otro, señalando el abrigo de Anna.
—No seas idiota —dijo Max—. Es mi hermana Anna. Te presento a George y
que van a comer con nosotros.
Anna recordó que había oído hablar de George, compañero de colegio de Max
sacaba tranquilamente treinta centímetros a Anna, de modo que ésta habría tenido que e
la cabeza hacia atrás para ver qué aspecto tenía. La cara de Bill quedaba más a su alcanc
era agradable y corriente. Se abrieron camino por el salón abarrotado hasta una mesa en
rincón. Al sentarse, la cara de George descendió hasta quedar al alcance de la vista, y res
ser alegre, con una mirada encantadora de asombro permanente.
—¿Eres de verdad su hermana? —preguntó—. Quiero decir, si tienes que ser herm
de alguien, seguro que podrías haber encontrado a alguien mejor que aquí el amigo Max.
—Con sus modales lascivos...
—Y sus robustos zapatos...
—Y sus ojos que giran a uno y otro lado...
—¡Y sus orejas, tiesas como las de un chivo...! —concluyó George, triunfal.
Anna se quedó mirándoles, confusa. ¿Acabarían de inventárselo? ¿O sería un po
inglés famoso que todos menos ella conocían?
George estaba inclinado hacia ella.
—En serio, Anna —supongo que puedo llamarte Anna—, de verdad que podrías
encontrado a alguien mejor. You're Reading a Preview
Anna tenía que decir algo.
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—Yo pienso —empezó, pero, ¿qué pensaba?
Al fin soltó—: Creo que MaxDownload
es muy simpático.
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—Se estaba sonrojando, como de costumbre.
—Qué lealtad —dijo George.
—Y gentileza —añadió Bill—. ¿No dirías tú que es gentil, George?
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—Decididamente gentil —repitió George.
Useful Not useful
Salieron de nuevo y Anna descubrió que todo lo que se le pedía era que se riera, c
que resultaba fácil. Comieron judías con pan tostado, y a continuación buñuelos y té fu
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Bill asintió:
—Cuando uno piensa en la última, con la cantidad de gente que murió...
Se hizo una pausa.
Anna tomó una profunda bocanada de aire y decidió intervenir en la conversación.
—Cuando era pequeña —dijo— estaba contenta de ser chica.
Se la quedaron mirando. Max frunció ligeramente el ceño. Como de costumbre, Ann
estaba haciendo un lío.
—Por las guerras —aclaró—. Porque a las chicas no las mandan a las trincheras.
—Ah, claro —dijo George. Parecía que esperasen algo más, de modo que
hablando atropelladamente.
—Pero más adelante mi madre me dijo que no habría otra guerra. Sólo que
entonces ya me había hecho a la idea, o sea, de alegrarme de ser chica. Así que supongo
era buena cosa, porque —añadió con un grado de estupidez que incluso a ella misma la
asombrada—, soy una chica.
Se hizo el silencio, hasta que, por suerte, Bill se rió.
—¡Y eso está muy bien! —exclamó.
Nunca más, pensó Anna. Nunca más volveré a decir nada a nadie.
Pero George asintió como si hubiera dicho algo sensato.
—A mi madre le pasaba lo mismo. Siempre nos decía que no habría otra guerra
disgustó mucho cuando empezó ésta. —Su mirada habitual de asombro se había intensific
y se le había pegado el azúcar del buñuelo alrededor de la boca, de modo que parecía
joven—. Pero supongo que cuandoYou're alguienReading
actúa acomo
PreviewHitler, al final lo único que se
hacer es luchar contra él.
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—¡Luchar hasta la muerte! —Bill entrecerró los ojos—. ¡Dios mío, Carruthers,
nido de ametralladoras en aquella colina!
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George levantó la barbilla.
—Iré yo solo, señor. —Su voz temblaba de emoción—. Pero si no vuelvo...
—Sí, diga, Carruthers.
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—Dígales que ha sido... por Inglaterra. —George contempló la lejanía con expre this title
valiente. Después añadió con voz normal—: O sea, ¿no es Useful Not useful
una bobada?
Acabaron los buñuelos, pensando que, efectivamente, era una bobada. Después
dijo:
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—A veces yo mismo me olvido —dijo Max con tal ligereza que sólo Anna adi
cuánto significaba para él.
Volvieron caminando a la habitación que compartían Max y George. La casera h
encendido el fuego en el pequeño salón, y Max se sentó a su lado con un montón de libr
papeles, dispuesto a escribir una composición sobre algunos aspectos del Derecho Rom
George desapareció con intención de bañarse, y se le oyó discutir con la casera e
habitación de al lado sobre las posibilidades que había de que el agua se calentas
suficiente para que le diese tiempo a sacarle provecho antes de que volviera a enfriarse.
—Max —dijo Anna—. Lo siento... Sé que no sirvo para tratar con la gente.
Max levantó la vista de su trabajo.
—No digas tonterías. Estás muy bien.
—Pero digo muchas estupideces. No es a propósito, pero me salen... Supongo
porque me pongo nerviosa.
—Bueno, eso le pasa a todo el mundo. Deberías haber visto a George y a Bill ante
que llegaras. No conocen a muchas chicas. Yo soy el único que sí.
Anna le miró con admiración.
—El problema es —dijo— que yo no soy como tú. —En una explosión de confi
añadió—: A veces me pregunto si realmente tengo algo que hacer en este país.
—¡Claro que sí! —Max parecía escandalizado—. Tanto como yo. La única difere
es que tú fuiste a un colegio asqueroso, y eso te desanimó.
—¿De verdad lo crees?
—Lo sé —respondió Max. You're Reading a Preview
Era una idea alentadora. Como parecía que Max estaba a punto de volver a sus lib
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Anna dijo rápidamente:
—Hay algo más.
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—¿Qué? —preguntó Max.
—Pues —dijo Anna—, ¿no tienes a veces la sensación de que tenemos mala suerte?
—¿Mala suerte? ¿Quieres decir por ser refugiados?
—No, me refiero a los países en que vivimos Sign —como Maxonmostraba
up to vote this title expresió
desconcierto, Anna añadió—: Fíjate en lo que le ha pasado a Alemania.
Useful Not Y en Francia, ape
useful
llevábamos un año cuando vino la depresión. Y con respecto a Inglaterra..., recuerda lo
que parecía cuando llegamos, y ahora hay guerra, y racionamientos...
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Anna respondió:
—Empiezo la semana próxima.
Max se quedó reflexionando, ya con la expresión del abogado que sopesa un t
complicado ante los jueces, según pensó Anna. Finalmente dijo:
—Bueno, supongo que es lo que debes hacer en estos momentos. Pero no será lo
para ti. A la larga. —Después se le ocurrió una idea. Pasó las páginas de un libro
impaciencia, encontró lo que buscaba y empezó a escribir.
Anna regresó a su habitación, se peinó y se puso el otro vestido que tenía. Era el ant
uniforme del colegio, de pana gris, y cuando lo llevaba los domingos en el colegio de M
Metcalfe, pensaba que era horroroso. Pero mamá había encontrado un cuello de en
antiguo en el fondo de uno de los baúles que habían traído de Berlín, y con eso, ahora
Anna había perdido la mayor parte de la grasa tenía un aspecto elegante.
Al volver, encontró a Max recogiendo sus papeles, y a George supervisand
merienda-cena que la casera había preparado frente al fuego. El baño de George no había
un éxito. Con el temor de que si tardaba mucho no podría bañarse, se había metido cuand
agua estaba todavía tibia, y se había quedado sentado en la bañera, enfriándose poco a p
incapaz de enfrentarse con el aire aún más frío del cuarto de baño. Pero finalmente tod
había resuelto, y el problema de lavarse no volvería a presentarse hasta la semana siguie
según le dijo a Anna con satisfacción.
—Lo que me da pie a observar —añadió— que tú pareces sumamente limpia
¿Es la última moda?
Anna le explicó que era lo que llevaba los domingos en el colegio.
—¿De veras? —dijo Bill—.You're Es extraordinario.
Reading a Preview Mi hermana lleva una especie de
marrón.
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De eso pasaron a hablar sobre el colegio de la hermana de Bill, en el que tenían
hacer una reverencia a la directora cada vez que la veían, y que no parecía mucho mejor
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el de Miss Metcalfe, y a continuación sobre los colegios en general. Tal vez Max tenga ra
pensó Anna. Tal vez Anna pusiera tan nervioso a George como George a ella, y con esta i
empezó a relajarse un poco. Estaba contándole una notable ceremonia celebrada en el col
de Miss Metcalfe, en la que habían privado de su rango a una jefa de conejillos de Ind
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cuando se hizo la hora de ir al cine.
Se abrieron camino por las calles oscurecidas y
Useful Not useful
frías para ver una película de mist
en compañía de Bill y una chica de pelo ensortijado a quien, para sorpresa de Anna, M
parecía admirar. Se llamaba Hope y debía tener al menos tres años más que Max, pero cua
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* Son las iniciales de la Royal Society for the Protection and Care of Animái
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Sociedad Protectora de Animales. (N. del E.)
Liverpool Street estaba atestada de tropas, y mientras Anna se abría paso a la mot
media luz de la estación, se preguntaba adonde irían. Su mirada se posó sobre un anunci
prensa. Decía: «¡Hitler invade Noruega y Dinamarca!» Sign up to vote on this title
Al principio, al enterarse de la noticia del ataque de Hitler
Useful aNot Escandinavia,
useful Ann
asustó mucho. Volvió a oír mentalmente la voz de la mujer de la Organización de Soc
hablando sobre los nazis. «Nos dijeron: '¡Os cogeremos allá donde vayáis, porque vam
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sentó en la cama de papá, bebiendo té con leche como los ingleses, y preguntó a Ann
quería algún recado para su hermano, ya que salía para Cambridge aquella tarde co
esperanza de que le dieran trabajo.
—¿Qué clase de trabajo? —se interesó mamá. El primo Otto se puso a tocar toda
cosas de madera a su alcance.
—¡Toca madera! —gritó—. Está en mi campo. Un profesor de física de allí
alumno suyo en Berlín) me ha invitado a verle.
—¡Otto, sería maravilloso! —dijo mamá.
—¡Toca madera, toca madera! —repitió el primo Otto, y volvió a manosear todo
objetos de madera. Resultaba difícil recordar que, con sus modales de solterona, apenas t
treinta años.
—Dale muchos recuerdos a Max y dile que escriba —dijo mamá.
—Y deséale suerte en los exámenes —añadió papá.
—¡Ah, se me había olvidado! —exclamó mamá—. Deben ser muy pronto. Dile qu
escriba; estará demasiado ocupado.
Papá dijo:
—¿Quieres darle un recado a Max de mi parte?
—Claro —replicó el primo Otto.
—Dile que... —Papá vaciló. Después prosiguió—. Creo que ahora que los alemanes
atacado, es posible que Max quiera alistarse en una de las fuerzas de combate
naturalmente, debe hacer lo que crea más oportuno. Pero, ¿quieres pedirle, por favor, qu
discuta primero con las autoridadesYou're
universitarias,
Reading aantes de tomar una decisión?
Preview
—¡Pero si sólo tiene dieciocho años! —clamó mamá.
Unlock full access with a free trial.
—No es demasiado pronto —dijo el primo Otto. Hizo un gesto de asentimien
papá—. Te prometo que se lo diré, y cuando vuelva a Londres os llamaré para contaros c
está. Download With Free Trial
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—¿Por qué no? —respondió papá. Estaba animado porque habían nombrado
Ministro a Winston Churchill, el único hombre que comprendía la situación, según d
papá.
A mamá le preocupaba el dinero, pero tampoco podía resistirse al sol, y decidiero
permitiéndose una cana al aire.
Fue un día extraordinario. Anna no había estado en el zoológico desde hacía año
paseó por todas partes aturdida, mirando. Los tigres de color naranja y arena con sus
negras, como si se las hubieran derramado encima, pavos reales de colas increíblem
adornadas, monos de elegante pelo color crema y ojos trágicos...; era como si no los hub
visto nunca. ¿Cómo podría habérsele ocurrido a alguien inventar las jirafas?
Miraba y miraba sin parar y, durante todo el tiempo, otra parte de su mente p
cuidado en no pensar en el mapa de los periódicos dominicales y en el terror nazi
rezumaba de Alemania hacia otros países de Europa que, hasta entonces, habían estad
salvo.
Estuvieron allí hasta últimas horas de la tarde y para entonces Anna estaba tan llen
todo lo que había visto que ya no tenía que hacer esfuerzos para olvidarse de la guerra.
como si aquellas largas horas al sol hubieran cambiado algo, como si todo fuera de rep
más esperanzados También papá y mamá estaban más alegres. Papá había descubierto
bicho en el pabellón de los felinos pequeños que, según dijo, se parecía a Goebbels, y dur
el trayecto de autobús hasta casa, se lo imaginó echando discursos en alemán a otros felin
examinándolos para encontrar huellas de judaísmo. Hizo reír a mamá y a Anna, y llegaro
Hotel Continental cansados y relajados, como si hubieran estado de vacaciones. Tras la c
iluminada, el salón estaba oscuro, y Anna tardó unos momentos en distinguir la figura
You're Reading
conserje, que levantó la vista del mostrador a Preview
al entrar ellos.
—Han llamado de Cambridge —dijo,
Unlock y Anna
full access with a se
freepreguntó
trial. por qué telefonearía Ma
lugar de escribir.
Papá remoloneó unos momentos, lanzando
Download WithunaFreeojeada
Trial a un periódico que alguien h
dejado en una mesa, mientras el conserje le observaba.
—Ahí no hay nada —dijo—. Pero la cosa va mal. He oído la radio.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó papá.
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El conserje se encogió de hombros. Era un hombrecito abatido, con unos cua
cabellos cuidadosamente repartidos en líneas que cruzaban Useful Not
su cabeza useful
calva.
—Lo normal —respondió—. Se ha armado en Holanda. Los nazis están por
partes, y la familia real holandesa ha huido a Inglaterra.
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—Lo sé, lo sé —dijo George—. Les contamos todo eso, pero no sirvió de nada. Dij
que estaban internando a todos los extranjeros enemigos varones de Cambridge, y qu
nombre figuraba en la lista.
—¿Que los están internando?
—Sí —replicó George—, en una especie de campos.
Anna se sintió vacía de repente, como si ni siquiera tuviera sentido seguir hablando.
—¿Sigues ahí? —preguntó George angustiado—. Escucha, todo el mundo ha
mucha bulla. Yo, su tutor, el college, todos. Bill se puso tan furioso en la comisaría qu
echaron. Pero no podemos convencerlos. Es una orden gubernativa. En mi opinión, se
echado a temblar después de lo ocurrido en Holanda.
—Sí —dijo Anna, porque debía ser lo que se esperaba de ella.
—Max tiene la esperanza, aunque yo no sé si servirá de nada, de que tus padres pue
hacer algo. Los exámenes empiezan dentro de dos semanas, y ha pensado que si conocier
alguien que se lo explicara a la policía... Sólo se ha llevado los libros de Derecho, y casi n
de ropa.
—Sí —repitió Anna.
—En fin, le prometí comunicártelo inmediatamente. —La voz de George denotaba
repentina depresión, como si de algún modo hubiera sido culpa suya—. Es un lío tremend
dijo—. Volveré a llamarte en cuanto me entere de algo.
Anna se recobró.
—Claro —dijo—. Muchas gracias, George. Y gracias por todo lo que has hecho. S
contaré a mis padres en seguida.
You're Reading a Preview
Eso iba a ser casi lo peor.
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Explicar a mamá y a papá lo de Max fue todo lo espantoso que Anna se temía. P
apenas dijo nada, como si el internamiento de Max fuera sólo una parte de la eno
Download
catástrofe que veía cernirse sobre ellos, sobreWith Free Trial
Inglaterra, tal vez sobre el mundo entero, y
él se encontraba impotente para evitar. Mamá gritó y se puso nerviosa, y no hubo form
calmarla. ¿Por qué no les había explicado quién era papá a la policía?, preguntaba una y
vez. ¿Por qué no habían hecho algo el college? ¿Y sus amigos? Cuando Anna le dijo que
habían hecho, meneó la cabeza con incredulidad y gritó: Sign«¡Si
up toyo
votehubiera estado allí, no
on this title
habría dejado que se llevaran a Max!» Useful Not useful
El noticiario de las nueve difundió el anuncio de que habían sido detenidos todos
extranjeros enemigos de las zonas costeras del sur y el este, y que iban a ser enviado
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—No creo que pueda soportar volver a ese sitio, tan lejos de todo.
—Bueno, a lo mejor no tienes que... —empezó a decir Mr. Bartholomew, pero al m
a Anna se calló bruscamente.
—¡Papá! —gritó Judy—. ¿Quieres decir que volveríamos a Estados Unidos?
—¿Cómo podemos saber lo que va a ocurrir? —dijo Mrs. Bartholomew—. El neg
de vuestro padre está aquí, y es evidente que sólo nos marcharíamos si las cosas se pusi
realmente feas, o sea que más vale no hablar de ello. —Se volvió hacia Anna y le pregunt
¿Has sabido hoy algo de tu madre? ¿Ha tenido más noticias de Max?
Anna negó con la cabeza.
—Ni siquiera sabemos dónde está —replicó—. Mamá llamó a la policía de Cambri
pero no están autorizados a decírnoslo.
La llamada costaba más de dos chelines, y mamá tenía la esperanza de poder hablar
Max, pero la policía solamente dijo que Max ya no estaba a su cargo y que, en cualquier c
no se le permitía enviar o recibir recados.
—Lo siento mucho —dijo Mrs. Bartholomew.
—Tiene los exámenes muy pronto —continuó Anna.
Pensaba constantemente en los libros de Derecho que se había llevado Max en luga
la ropa.
—Tengo entendido que incluso han detenido a algunos profesores —dijo
Bartholomew, y añadió—: Es un caos.
El tiempo continuó muy caluroso, por lo que todo el mundo estaba irritable. Cua
Anna fue al Hotel Continental el miércoles, después
You're Reading de las clases de secretariado, encont
a Preview
papá deprimido y a mamá en un terrible estado de nervios. Mamá había intentado cont
con alguien que pudiera ayudar enUnlockel caso de Max,
full access o altrial.
with a free menos que les aconsejara sobr
rumbo a tomar, pero sus amistades eran escasas y al parecer, nadie sabía qué hacer.
—¡Tiene que haber algo que Download
podamos hacer!With Free
—gritóTrialmamá, y enumeró una vez má
posibilidades desesperadas. Que escribieran al college, a la universidad, que George volv
a preguntar en la comisaría de policía... Hablaba sin parar con su voz nerviosa, dolorid
sólo se calló al oír sonar el teléfono de la conserjería. Se quedó con las manos en el reg
sentada, con el deseo de que el conserje le dijera que eraSign paraupella, que
to vote había
on this titlenoticias de M
Pero la única llamada que recibió fue de la madre deOtto, Usefulpara
decir que a él tambié
Not useful
habían internado, así como al profesor de Física que le había invitado a Cambridge.
—¿Lo ves? Es igual para todos, es una emergencia nacional —dijo papá, pero mam
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matrícula, y eso era lo que iba a hacer. Y cuanto más pensara en la taquigrafía, menos tiem
le quedaría para pensar en otras cosas.
Al regresar a casa una tarde la estaba esperando Mrs. Bartholomew. Anna se h
quedado en la academia después de sus clases para escribir a máquina, y llegó tarde.
—Anna, querida —dijo Mrs. Bartholomew—, tengo que hablar contigo.
Anna ke-ri-da, pensó Anna poniendo automáticamente los dedos en posición sobr
tablero imaginario, ten-go-ke a-blar-kon-ti-go. Últimamente había cogido la costumbr
escribir mentalmente a taquigrafía todo lo que oía. Había ganado velocidad, y le servía
no dar significado a lo que no quería oír.
Mrs. Bartholomew la llevó al cuarto de estar.
—La Embajada americana nos ha aconsejado que volvamos inmediatamente a Est
Unidos —dijo.
La em-ba-ja-da-a-me-ri-ka-na-nos-a-a-kon-se-ja-do-ke-vol-va-mos-in-me-dia-ta-m
te-a-es-ta-dos-u-ni-dos, tecleaban los dedos de Anna pero algo en la voz de M
Bartholomew hizo mella en su indiferencia.
—Lo siento muchísimo —se lamentó Mrs. Bartholomew—, pero tendremos que
esta casa.
Anna la miró a la cara, y sus dedos dejaron de moverse en el regazo.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Mrs. Bartholomew.
Qué amable, pensó Anna, disgustarse tanto por esto.
—Ya me las arreglaré —contestó—. Me iré a vivir con mis padres.
—Pero, ¿podrán tenerte con ellos?
You're—insistió
Reading aMrs. PreviewBartholomew.
—Oh, sí —replicó Anna confiadamente—. Y además, es probable que tenga
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pronto.
—Dios mío —dijo Mrs. Bartholomew—. Es horrible tener que hacer esto.
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A continuación cogió el teléfono para explicárselo a mamá.
Mamá siempre gritaba cuando se excitaba, y Anna cayó en la cuenta de
lógicamente, estaría esperando una llamada con noticias de Max. Pero deseó que su reac
ante las noticias de Mrs. Bartholomew no hubiera sido tan Signestentórea y this
up to vote on acusadora.
title
—¿Eso significa —gritó mamá y su voz distorsionada Useful salió
delNot
teléfono,
useful atravesand
habitación hasta donde estaba Anna— que Anna ya no podrá quedarse en su casa?
Anna sabía tan bien como mamá que no había dinero para pagarle la estancia e
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Sin embargo, a medida que iban avanzando los preparativos e iban desapareciendo
y más objetos familiares en los baúles, Anna empezó a experimentar una sensación extr
Judy y Jinny seguían jugando al tenis y sentándose a charlar al sol, pero estaban m
nerviosas ante la perspectiva de volver a América, y a veces era como si ya se hubi
marchado. Al llegar el día de la partida, no sabían qué decirse. Estaban a la puerta de la c
en Campden Hill Square, mirándose unas a otras.
—Promete que escribirás —dijo Jinny.
—Y no consientas que te caiga una bomba encima —dijo Judy.
Mr. Bartholomew dijo:
—Te veremos... —y añadió, confuso—: ¡Buena suerte!
Mrs. Bartholomew abrazó a Anna y murmuró:
—Cuídate —y a continuación subió rápidamente al taxi, dándose golpecitos en
con el pañuelo.
El taxi se alejó y Anna estuvo agitando la mano hasta que dobló la esquina. Cua
hubo desaparecido echó a andar, lentamente, hacia la estación del metro.
La plaza estaba verde y frondosa, y el castaño del fondo florecido. Recordó que, e
primera primavera que pasó en Inglaterra Jinny se lo había señalado, y le había enseñad
«velas». «¿Velas?», dijo Anna. «Las veías sólo están en los árboles de navidad», y que to
se habían reído. Oía el golpeteo de las pelotas en las canchas de tenis en que habían jug
sólo unos días antes. Al llegar a la tienda de Holland Park Avenue en que siempre compra
caramelos, se detuvo un momento a mirar el escaparate. Tuvo la tentación de comprar
chocolatina como recuerdo. Pero lo más probable era que se la comiera sin más y fues
dinero malgastado, de modo que no lo hizo.
You're A la apuerta
Reading Preview de la estación del metro, un anu
decía: «Los alemanes llegan a Calais.»
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Era el veintiséis de marzo, exactamente dos semanas después de Pentecostés, el dí
que Max debería haber empezado sus exámenes.
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A Anna le adjudicaron una pequeña habitación cerca de las de mamá y papá, en el
superior del Hotel Continental.
Al llegar a Inglaterra, cuando aún tenían dinero, habían vivido abajo, en los pisos en
las habitaciones eran más grandes y más caras, pero Anna prefería ésta. Desde
Sign up to vote on this title su ventana
todos los tejados, con sólo el cielo por encima, o el minúsculo Usefulpatio, cuatro
Not usefulplantas más ab
en el que los gatos se peleaban entre basuras y hierbajos. El reloj de una iglesia cer
repicaba cada cuarto de hora, y los gorriones brincaban y aleteaban sobre las tejas negra
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Como siempre Anna trataba de no pensar en ellos, pero a veces, cuando estaba e
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cama por la noche, aflojaba sus defensas With
y los Free
veía caerTrial
en silencio por entre los árbole
Russell Square. No iban disfrazados, sino con el uniforme completo, cubiertos de cuero n
y esvásticas, claramente visibles a pesar de la oscuridad. Se susurraban órdenes unos a otr
después bajaban por Bedford Terrace hacia el Hotel Continental en busca de judíos.
Una mañana, tras un largo rato de insomnio debido Sign up to vote
a sus on this title
ensoñaciones, bajó tar
desayunar, y encontró a un extraño sentado con mamá Useful Al
y papá. mirar con mayor atenc
Not useful
vio que era George.
Mamá, en un estado de confusión, vacilaba entre la alegría y la angustia y en cuanto
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que no está demasiado mal», escribía Max. Pero era evidente que lo detestaba. Odiaba
prisionero y odiaba que le tratasen como a un enemigo, y lo que más odiaba era
obligaban a aceptar una especie de identidad alemana a la que había renunciado tiempo a
Si papá y mamá pudieran hacer algo...
—¡Tenemos que hacerlo! —exclamó mamá—. ¡Hay que pensar algo!
—Naturalmente, yo haré cualquier cosa que sirva de ayuda —dijo George, y se leva
dispuesto a marcharse.
Papá también se levantó.
—¿Va usted hacia atrás para Cambridge?
—preguntó cortésmente. Hablaba un francés perfecto, pero nunca acababa de
bien el inglés. George no sonrió.
—Ya no estoy en Cambridge —respondió—. Me he hartado de tontear con Cha
mientras arde Roma, por así decirlo. —Después añadió, casi como disculpándose—: M
alistado en el ejército.
—Tropezó con la mirada de Anna y prosiguió—: Es ridículo, ¿no? La juventud ing
lucha contra las hordas nazis. ¿Crees que seré tremendamente valiente?
Pocos días después era el cumpleaños de Anna.
—¿Qué te gustaría hacer? —le preguntó mamá.
Anna pensó. Ya llevaba dos semanas enteras en el Hotel Continental, y no veía c
iban a permitirse ningún lujo, pero como mamá la seguía mirando, respondió:
—¿Podemos ir a ver una película?
Había un cine en TottenhamYou're
Court Reading
Road enaelPreviewque las entradas costaban la mitad a
de la una. Se apresuró a añadir, por si era demasiado caro:
Unlock full access with a free trial.
—O a tomar un knickerbocker glorioso en Lyons.
Mamá calculó. El cine costaría un chelín y tres peniques, y los knickerbocker
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chelín. Estaba mirando el monedero, pero lo tiró bruscamente y exclamó:
—¡No me importa! Vas a cumplir dieciséis años, y pasarás un día como es deb
incluso aunque no tengamos un céntimo. Haremos las dos cosas.
—¿Estás segura? —preguntó Anna. Sign up to vote on this title
—Sí —respondió mamá con cierta furia—. EstuUseful cumpleaños
Notyusefulvas a pasar
bonito. —Después añadió—: Dios sabe qué nos habrá ocurrido a todos el año que viene.
Papá dijo que no quería ir. Debía haberlo arreglado de antemano con mamá, porqu
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para protegerse del sol, de modo que sólo podían entreverse los libros de medicina aline
en las paredes. Sus pies se hundieron en la gruesa alfombra, y el silencio era casi fantasma
De repente oyó la voz de papá.
—¿Cuánto tiempo tarda en surtir efecto? —preguntó, y la voz del profesor Rosen
contestó: «Sólo unos segundos. Tengo lo mismo para Louise y para mí.»
Anna dio la vuelta a una librería y se topó con papá y el profesor al otro lado. Pap
estaba guardando algo en el bolsillo, y el profesor decía: «Esperemos que ninguno de noso
llegue a necesitarlo.» En ese momento vio a Anna y dijo:
—Hola. ¡Cómo estás creciendo! ¡Pronto serás tan alta como yo! —Era una
porque el profesor era bajo y rechoncho.
Anna sonrió con poco entusiasmo. Se sentía incómoda, en aquella habitación, e
semioscuridad, por haber visto a papá y al profesor muy juntos, hablando... ¿de qué?
El profesor la miró con sus tristes ojos negros, que eran como los de un mono y d
papá:
—Si las cosas se ponen feas en Londres, mandadnos a la niña. ¿De acuerdo? —aña
dirigiéndose a Anna.
—De acuerdo —replicó Anna por cortesía, pero pensaba que incluso si las cosa
ponían feas, preferiría quedarse con mamá y papá.
Después llevó el limón a tía Louise y tomaron el té.
A la hora de marcharse tía Louise dio a mamá un paquete de ropa que le h
preparado. (Al ritmo que la gente abandona Londres, pensó Anna, mamá y ella tend
pronto un amplio guardarropa.) Abrazó a mamá varias veces, e incluso el profesor
abrazo a papá y fue hasta la paradaYou're Reading a Preview
del autobús con ellos.
Una vez en el Hotel Continental mamá
Unlock abrió
full access withel paquete
a free trial. y vio que contenía tres vest
y un sobre. En el sobre había una nota que decía: «Para ayudaros a pasar las próxi
semanas difíciles», y veinte libras. Download With Free Trial
—¡Dios mío! —exclamó—. ¡Es como un milagro! ¡Anna, con esto pagaremos tu cu
del hotel hasta que encuentres trabajo!
Anna pensó que papá iba a decir que no debían aceptar el dinero, o al me
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considerarlo un préstamo, pero no dijo nada. Se quedó junto a la ventana, como si non this title
hubiera oído. Era muy extraño. Miraba fijamente el cielo Useful Noty useful
crepuscular, manoseaba sin c
algo que tenía en el bolsillo.
De repente Anna se asustó mucho.
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incómodos, entre las cacerolas y las sartenes. Pero no ocurría nada, no lanzaban bombas,
cabo de cierto tiempo la gente empezó a no hacer caso de los avisos, y seguían con lo
estuvieran haciendo.
Una vez Anna oyó algo parecido a la caída de un mueble pesado, muy lejos, y al
siguiente todos comentaban que había caído una bomba en Croydon. En otra ocasión, An
papá vieron dos aviones en reñido combate justo encima del hotel. Era por la tarde, el
estaba rosa y los aviones volaban tan alto que apenas se oían los motores ni el tableteo de
ametralladoras. Daban vueltas y se lanzaban en picado, y se veían humaredas y peque
destellos naranja al dispararse mutuamente. Era un despliegue hermoso, excitante, y pap
Anna se asomaron a la ventana para admirarlo, hasta que el vigilante de las incursiones aé
les gritó que estaba cayendo metralla en Bedford Terrace y que se pusieran a cubierto.
Todas los días se preguntaba uno cuándo tendría lugar la invasión. Se publicaron av
en los periódicos para explicar qué había que hacer en caso de que ocurriera. Tenían
quedarse en sus casas, y no aterrorizarse ni tratar de huir.
—Como en Francia —dijo el francés de Rúan—. La gente escapó de las ciudad
bloqueó las carreteras, de modo que no pudo pasar el ejército. Y los alemanes volaron s
ellos con sus Stukas y los ametrallaron.
—Qué espanto —dijo mamá. El francés asintió.
—La gente se volvió loca —prosiguió—, estaba asustada. Sabrá usted que después
de Holanda llevamos a los residentes alemanes a campos de internamiento, porque
sabíamos si algunos de ellos serían colaboradores. Pero, naturalmente, la mayoría eran jud
enemigos de Hitler. Y cuando se aproximaban los nazis, esta gente lloraba y rogaba que
liberasen para poder ocultarse al menos. Pero los guardias tenían demasiado mi
You're
Encerraron a los judíos en los campos y Reading
dieron las a Preview
llaves a los nazis, para que hicieran
ellos lo que quisieran. Unlock full access with a free trial.
Entonces vio la cara de mamá.
Su mujer dijo: Download With Free Trial
—El hijo de Madame ha sido internado —y el marido se apresuró a añadir:
—Naturalmente, nunca ocurriría una cosa así en Inglaterra.
Después de aquello, mamá estaba más desesperada que nunca por Max. Todos
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ruegos que habían hecho en su favor amigos, profesores, incluso importantes catedrático
Cambridge, no habían servido de nada. Sencillamente,
Useful Not useful
no los contestaban. La gente empe
pensar poco a poco que era inútil, y se dieron por vencidos.
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que vuelva a deprimirse...» Las autoridades estaban enviando barcos llenos de internados a
países de la Commonwealth, y muchos de ellos habían preferido marcharse a soporta
internamiento indefinido en Inglaterra. «Pero yo no. Sigo creyendo que éste es mi pa
pesar de que, en estos momentos, no parecen estar de acuerdo conmigo. Sé que
probando todas las posibilidades para sacarme, mamá, pero si pudieras hacer algo más...»
El tiempo continuaba caluroso y seco.
—Es el mejor verano que hemos tenido desde hace años —decía el conserje del
Continental—. No es de extrañar que Hitler quiera pasar aquí las vacaciones.
Ahora había batallas diarias en el cielo de Inglaterra, y todas las noches, en las not
de las nueve, la BBC comunicaba los resultados, como si fueran puntuaciones de partido
críquet. Tantos aviones alemanes derribados, tantos aviones británicos perdidos, diecioc
doce, trece a once. Los alemanes siempre perdían más aviones que los británicos, pero
permitírselo. Para empezar, tenían muchos más.
Cada noche, el conserje enchufaba la vieja radio del salón, y los refugiados de los pa
ya invadidos por los nazis dejaban de hablar en diversos idiomas y escuchaban. Si no
cosa, sí entendían los números, y sabían que significaban la diferencia entre la supervive
y el final de su mundo.
En agosto, los combates en el cielo alcanzaron el punto decisivo. Nadie sabía cuá
aviones británicos quedaban, pero todo el mundo suponía que debían estar casi agotados
prensa americana anunció que, según fuentes fidedignas, la invasión de Inglaterra
lugar en el plazo de tres días. Ya era más difícil ignorar las alarmas aéreas, porque en c
ocasión, uno se preguntaba si las sirenas se habrían puesto en funcionamiento por
combate aéreo aislado en los alrededores de Londres o si se trataría de algo distinto.
You're Reading a Preview
Las ensoñaciones nocturnas de Anna empeoraron. Ya no veía a los nazis lanzánd
desde el cielo a Russell Square. Ahora
Unlock ya habían
full access aterrizado,
with a free trial. e Inglaterra estaba ocupada
ellos. Anna estaba sola, ya que cuando los nazis derribaron las puertas del Hotel Contine
mamá y papá habían tomado lo Downloadque el profesor
With Free le Trial
había dado a papá aquel día e
semioscuridad de su despacho, y estaban muertos. Caminaba a trompicones por un v
paisaje gris, a solas, buscando a Max. Pero había nazis por todas partes, y no se atrev
hablar con nadie. Aquel paraje era enorme y hostil y desconocido, y ella sabía que nunc
encontraría...
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Durante el día se aplicaba con mayor empeño quenunca Usefula la
taquigrafía,
Not useful y le alegró
uno de los alemanes del hotel le pidiera que mecanografiase unas cosas, ya que
aprovecharía incluso el tiempo libre. Aquel señor había escrito un libro sobre la naturalez
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Sin embargo, ellos insistían en tratarle como si hubiera estado allí personalmen
hubiera derribado un montón de bombarderos alemanes, y cuando al fin se marchó para c
el tren, uno de ellos gritó triunfalmente:
—¡Ahora Hitler pensar tiene de otra cosa!
El problema estaba, reflexionaba Anna unos días después, en lo que Hitler estuv
pensando. Al fin se había acabado el buen tiempo, densas nubes habían puesto fin
actividades aéreas, y nadie sabía qué ocurriría a continuación.
Anna había llegado al final del capítulo sobre la naturaleza del humor, y le ha
pagado la libra prometida, que tenía intención de gastar en un par de pantalones —que era
nueva moda femenina—, y mamá y ella se pusieron a recorrer Oxford Street en busca de
de precio asequible.
A pesar de las nubes seguía haciendo calor, y cada tienda que visitaban parecía
pegajosa y peor ventilada que las anteriores. Todos los pantalones en oferta eran demas
caros, y hasta unos momentos antes de la hora de cerrar no encontraron unos que le sirvie
Eran azul marino, de una materia inidentificable que, según dijo mamá, probablement
desharía con el ruido de una alarma aérea, pero como eran de su talla y sólo costa
diecinueve chelines, once peniques y tres farthings *, los compraron; Anna con expresió
triunfo y mamá de cansancio.
Mamá estaba deprimida. Aquella mañana había recibido una carta del señor Chet
llena de amabilidad y preocupación por Max, en la que no le comunicaba ningún progres
empezaba a pensar que también su última esperanza iba a fracasar como todas las demás.
Tuvieron que hacer cola durante largo rato para coger el autobús, y cuando al fin ll
mamá se dejó caer en un asiento You'rey, en lugar de admirar los pantalones de Anna, cogió
Reading a Preview
periódico que alguien había dejado abandonado y se puso a leer. El autobús avanzaba
lentitud para ahorrar gasolina, y le Unlock
dio tiempo a leerlo
full access detrial.
with a free cabo a rabo.
De repente exclamó:
—¡Mira! Download With Free Trial
Anna lanzó una ojeada por encima del hombro de mamá, sin comprender por qu
había provocado tal agitación la crítica de una película.
—¡Léelo! —gritó mamá. Sign up to vote on this title
Era una reseña muy humanitaria de una película sobre las dificultades
Useful Not usefuly desgracias
aquejaban a una familia antinazi al intentar escapar de Alemania. No estaba escrita po
crítico de cine, sino por un político.
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experiencia —añadió—, y voy a asegurarme de que no me ocurra otra vez nada parecido
de estos últimos cuatro meses.
—¿Y cómo vas a hacerlo? —preguntó Anna. Max retiró la ropa de la única silla
había y se sentó.
—Voy a dar clase durante un año —dijo—. El viejo Chetwin quiere que lo haga, y
debo, después de todos sus esfuerzos. Después me alistaré en el ejército.
—Pero Max —dijo Anna—, ¿admiten alemanes en el ejército británico?
La boca de Max se endureció.
—Ya lo veremos.
Se abrió la puerta violentamente y apareció mamá, y papá detrás de ella.
—¡Max! —gritó, al tiempo que se oía un golpe sordo y un retumbar, y
sobresaltado, preguntó—: ¿Ha sido una bomba?
—Sí —contestó Anna, como excusándose—, pero ha caído muy lejos.
—¡Cielo Santo! —exclamó Max, y al precipitarse mamá a abrazarlo, añadió a mod
reproche—: ¡Pero mamá! ¿Para esto me habéis hecho volver?
En la cena bebieron una botella de vino que alguien había regalado a papá meses ant
que había guardado para una ocasión especial. No sabía muy bien; el fondo del armario d
ropa tal vez no fuera el sitio más adecuado, dijo papá, pero lo bebieron a la salud de Max
señor Chetwin y del Secretario del Interior, y al final Anna se sintió placenteramente mare
Mamá sólo tenía ojos para Max. Le llenó el plato de comida y bebía cada palabra suya,
Max no habló mucho. Su mayor preocupación era Otto que, según dijo, se sentiría perdido
él, y que pensaba irse en un barco de carga a Canadá.
You're Reading a Preview
—Su profesor se va —dijo—, pero, ¿qué va a hacer él en Canadá? Y además, el úl
barco que iba hacia allí lo hundió un submarino
Unlock full access alemán.
with a free trial.
Había sonado el todo despejado poco después de la llegada de Max, pero se pro
otra alarma aérea un poco más tarde,Download
y durante With Free
toda laTrial
noche continuó oyéndose el ruido
aviones y bombas lejanos. Después de anochecido la situación más que mejorar fue a peo
mamá le dijo a Max muy enfadada: «No sé qué se proponen», como una anfitriona cu
preparativos para la noche se hubieran venido abajo.
—¿Se ve algo? —preguntó Max—. Voy a echar una Signojeada.
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había desaparecido la mayor parte del suelo, la zona en que se apoyaba la bañera par
suspendida en el espacio. Justo encima había una argolla con una toalla colgada, y un v
para cepillos de dientes en forma de Mickey Mouse.
—Es horrible, ¿verdad? —dijo un hombre a su lado—. Ha sido una suerte
hubiera nadie. Se había llevado a los niños a casa de su hermana. ¡Ya me gustaría de
cuatro cosas a ese Hitler!
Después siguió barriendo los cristales que había a la puerta de su tienda.
Anna bajó lentamente por la calle. La parte más cercana a la casa bombardeada h
sido acordonada, por si seguía desmoronándose, y en un lateral, un hombre y una m
clavaban cartones para cubrir las ventanas rotas. Anna se alegró de que no hubiera hab
nadie en la casa al caer la bomba. Uno de los hombres que recogían los escombros le g
que se apartase, y Anna torció por una bocacalle.
Allí había pocos daños —ventanas rotas y polvo y cemento desprendido—, y al abr
paso entre los fragmentos de cristal desparramados por el suelo, observó el reflejo
sobre ellos. Una brisilla arremolinó el polvo alrededor de su pies. Tenía las piernas mor
debido al inacabable buen tiempo, y de repente sintió deseos de correr y saltar. Es espan
sentirse así, pensó, después de un ataque aéreo y con tantas personas muertas, pero a
parte de su ser no le importaba. El cielo era azul y el sol calentaba sus brazos desnudos, y
gorriones brincaban en la carretera y los coches daban bocinazos y la gente paseab
hablaba. De pronto, ya no sentía más que una enorme alegría por seguir viva. Pobre gente
había perdido su casa, pensó, pero la idea apenas tuvo tiempo de formarse antes de qu
propia felicidad se la tragara.
Tomó una profunda bocanada de aire —olía a polvo de ladrillos y cemento— y ec
You're Reading
correr hasta el final de la calle, se internó a Preview
en Tottenham Court Road y llegó a la academi
secretariado. Unlock full access with a free trial.
Después de aquello hubo ataques aéreos todas las noche. Las sirenas empezaban a so
al atardecer, seguidas unos minutosDownload
más tardeWith por el zumbido
Free Trial de los bombarderos aleman
el final de la alarma no llegaba hasta las primeras luces. Eran tan regulares que casi po
ponerse los relojes en hora siguiéndolos.
—Mamá —decía Anna—, ¿puedo ir a comprar caramelos para el ataque aéreo? M
respondía: Sign up to vote on this title
—Vale, pero date prisa. Llegarán dentro de diez minutos. Useful Not useful
Y Anna corría por las calles cálidas, anochecidas, hasta la confitería de al lado d
estación del metro, a comprar dos onzas de pastillas de café que la vendedora pesaba a t
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salones de té. Una chica de la academia llegó a quedarse dormida sobre la máquina
estenografía. Mientras hablaban, bostezaban aparatosamente en medio de una frase y segu
con lo que estaban diciendo sin molestarse en pedir perdón.
En la tercera semana de ataques aéreos cayó una bomba en Russell Square: hizo
cráter en la blanda tierra y rompió la mayor parte de las ventanas de Bedford Terrace. A
estaba dormida en aquella ocasión, y por suerte la explosión sacó todo a la calle, de modo
los cristales y las contraventanas (que después de todo no habían resultado ser tan segu
aterrizaron en la acera en lugar de hacerlo sobre las personas acostadas en el salón.
Se levantó de un salto, aún dormida e incapaz de comprender qué había ocurrido.
cortina ondeaba en torno a su cara, y podía ver la calle, donde un vigilante de ataques aé
hacía sonar el silbato. A su alrededor la gente daba traspiés en la oscuridad, preguntando
había pasado, y por encima de todo el ruido oyó la voz de mamá que gritaba:
—¡Anna! ¿Estás bien?
Anna respondió:
—¡Sí! —Y Frau Gruber llegó con una linterna.
A continuación descubrió con sorpresa que estaba temblando.
Después de aquello nadie volvió a dormir en el salón. El inspector del ayuntamiento
fue a cubrir con cartón los huecos que antes habían sido las ventanas le dijo a Frau Gruber
no ofrecía seguridad, y que en adelante sería mejor utilizar el sótano.
En la academia, Anna fanfarroneó un poco sobre cómo había escapado, pero a nad
impresionó mucho. Para entonces, la mayoría de las personas que quedaban en Lon
podían contar alguna historia de bombas. Si no habían perdido ventanas, se habían librado
los pelos o por alguna coincidenciaYou're
extraordinaria
Reading a de estar en un edificio que había reci
Preview
un golpe directo. Madame Laroche, al volver de un refugio público al amanecer se h
encontrado con que por su tejadoUnlock
habíafullentrado
access with a free trial.
una mina, que no había explotado, y
ahora colgaba con su paracaídas en la parte superior de la escalera, dispuesta a caer al me
movimiento. Esto le había desatado Download
los nerviosWithdeFree Trial además de la preocupación
tal forma,
su familia de Bélgica, que el médico le había ordenado que descansara en el campo.
La academia no la echaba en falta. Además, casi se había paralizado. Apenas queda
una docena de estudiantes, y era imposible escribir al dictado, ya que el papel especial de
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máquinas procedía de Bélgica, y ya no iban a recibir más. De modo que las alum
practicaban moviendo los dedos sobre los teclados vacíos, Useful la
mientras Not useful
profesora que que
les leía novelas entretenidas. Era perfectamente lógico, pero a veces, al escuchar otro cap
de Dorothy Sayers o Agatha Christie, después de caminar por las calles destruidas, a Ann
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habitación y se quedaba allí, con el ruido de las bombas y las ametralladoras, hasta qu
sentía preparada para enfrentarse una vez más con el sótano.
Una noche, al entrar en su habitación, se sobresaltó al ver una figura recortada cont
ventana que, por una rareza de las explosiones, seguía intacta.
—¿Quién hay ahí? —gritó.
La figura se volvió y reconoció a papá.
—Mira —dijo, y Anna se reunió con él en la oscuridad.
La noche era brillante. El cielo estaba rojo, reflejando los incendios del suelo, y d
colgaban racimos de llamaradas naranja que lo iluminaban todo en millas a la redo
Parecían adornos de Navidad gigantescos que atravesaran flotando lentamente,
lentamente, el aire nocturno, y aunque Anna sabía que estaban allí para ayudar a los alem
a dar en el blanco con sus bombas, la visión la llenó de admiración. Estaba tan brillante
veía el reloj de la iglesia (que se había parado hacía tiempo), y un trozo del tejado de enfre
del que una explosión había arrancado varias tejas. A lo lejos, unos golpes sofoca
siguieron a unos destellos amarillos como relámpagos; las ametralladoras antiaéreas de H
Park.
De repente, un reflector barrió el cielo. A él se unieron otro y otro, entrecruzándose
y otra vez, y después un gran destello naranja borró todo lo demás. Una bomba o un avió
Anna no sabía qué—, explotando en el aire, pero el estrépito que lo acompañó los arrojó d
ventana. Cuando acabó volvieron a mirar la noche iluminada. A las llamaradas naranj
habían unido unas de color rosa, y descendían lentamente juntas.
—Tal vez sea el fin del mundo civilizado —dijo papá—, pero no cabe duda de qu
muy hermoso. You're Reading a Preview
A medida que se acortaban los días, se hacían más largos los ataques aéreos
Unlock full access with a free trial.
mediados de octubre el todo despejado no sonaba hasta las seis y media de la mañan
después casi no merecía la pena dormirse.
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—¡Si dejara de hacer tan buen tiempo! —se lamentaba mamá, ya que cuando hacía
tiempo no venían los bombarderos, y disfrutaban de la experiencia maravillosa e increíbl
dormir toda la noche en sus camas. Pero se sucedían los días soleados, y aunque estimu
salir cada mañana al vigorizante aire otoñal y descubrir que aún se estaba vivo,
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bombarderos volvían cada noche, y con ellos la estrechez y el temor del sótano.
Una noche, las sirenas sonaron antes de lo habitual, Useful Not
mientras
useful
todos estaban cena
Casi inmediatamente se oyó el zumbido de los aviones y una sucesión de explosiones, al
unas bombas no muy lejos.
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—Han dado a un cable —dijo Frau Gruber, encendiendo la linterna con un chasquid
—Los amables alemanes nos han apagado la luz —dijo el Palomo Torcaz, y todo
rieron.
—No voy a gastar las pilas —dijo Frau Gruber, y el sótano se sumió en la oscuridad
Anna cerró los ojos para no verla. Cuando era pequeña le daba miedo la oscurida
aún seguía asustándola. Todo estaba en silencio, salvo por unas sacudidas lejanas. No h
nada que ver, nada que oír, y el sueño se apoderó de ella.
De repente todo pareció estallar. El sótano tembló y antes de que pudiera recobrars
la oscuridad, otra bomba bajó aullando, con el ruido más fuerte que hubiera oído h
entonces, explotó con una enorme reverberación rugiente, casi demasiado fuerte para
audible y algo se le cayó encima y la cubrió. No podía ver ni respirar; ero lo que siem
había temido...
Y al moverse descubrió que lo que le había caído encima era solamente la man
aparecieron las caras blancas de papá y el Palomo Torcaz al sonar el ¡click! de la lintern
Frau Gruber.
—¿Estás bien? —preguntó papá. Anna respondió:
—Sí —y se quedó tendida donde estaba, sin moverse, aún aterrorizada. A su
señora alemana lloraba.
Mamá empezó a decir algo, pero se calló porque se oía otro avión volando sobre ello
las bombas cayeron desgarrando el aire una vez más.
—Voy a echar una ojeada —dijo Frau Gruber cuando hubo caído la última, y el só
brincó y se oscureció al alejarse con la linterna.
—Todo bien. Aún seguimos You're
en pie.Reading a Preview
Anna estaba muy quieta. Unlock full access with a free trial.
No debo asustarme, pensó. Pero deseaba que la señora alemana dejase de llora
estremecerse el sótano con una nuevaDownload With Free Trial
explosión.
Al ritmo que nos están bombardeando, pensó, nos alcanzarán tarde o temprano.
La sacudió una oleada de terror, pero logró contenerla. Si pudiera hacerme a la i
pensó. Si lograra mantener la calma cuando ocurra. Porque siempre venían a rescatarte,
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no te asustabas y no utilizabas demasiado oxígeno, durabas hasta que llegasen.
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Mamá se inclinó sobre ella en la oscuridad.
—¿Quieres ponerte a mi lado? —preguntó.
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¡Tengo que acostumbrarme!, pensó, ¡tengo que hacerlo! Pero antes de que la ide
hubiera formado en su cabeza, quedó sumergida en un terror tal que casi soltó un grito
servía de nada. No podía. Se quedó con las manos retorcidas, los dientes apretados, espera
a calmarse.
Tal vez no sea tan terrible cuando suceda, pensó. Tal vez sea peor pensarlo. Pero s
que no era así.
Seguían llegando aviones y seguían estallando bombas, en tanto que la señora alem
lloraba junto a ella. Una vez mamá le gritó que se controlase, y en cierto momento de la no
papá llevó su colchón junto al de mamá para poder estar juntos, pero todo siguió igual.
Anna yacía sola en la oscuridad, tratando de borrar una imagen espantosa de sí mi
chillando sordamente en un agujero negro.
Al final se quedó tan agotada que la invadió una especie de calma. Me
acostumbrado, pensó, pero sabía que no era cierto. Y cuando dejaron de oírse aque
estruendos y se filtró un poquito de luz en el sótano con el sonido del fin de la alarma, pe
bueno, después de todo, no ha sido tan espantoso. Pero sabía que también esto era falso.
Al inspeccionar los daños descubrieron que habían desaparecido las pocas ventanas
quedaban. Se había desmoronado la parte superior de la torre de la iglesia que Anna
desde su habitación, y había un boquete de bordes desiguales en el tejado de la iglesia. Y
otro lado de Bedford Terrace, a sólo unos metros, donde debiera haber habido una casa
quedaba más que un montón de escombros, del que nada ni nadie podía haberse salvado.
—Un golpe directo —dijo el conserje.
—¿Quién vivía ahí? —preguntó Anna.
Estaba en la puerta, con sus pantalones
You're Readingy su aviejo jersey, en la fría mañana. El vient
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colaba entre sus ropas y se había anudado un pañuelo en la mano, ya que se había cortado
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un trozo de cristal roto.
—Unos refugiados de Malta —contestó el conserje—. Pero siempre iban al
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público.
Anna los recordó: unas personas frágiles, de piel oscura, con ropas demasiado lig
para el otoño inglés. En cuanto sonaba la alarma aérea salían atropelladamente de la
emitiendo un extraño ruido gorjeante, y se precipitaban calle abajo, asustados.
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—¿Todos? —preguntó—. ¿Iban todos al refugio público?
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—Casi todos —respondió el conserje.
En ese momento un coche grande de color azul dobló precipitadamente la esqu
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Y papá añadió:
—¡Vete por favor!
De modo que mamá le ayudó a preparar el equipaje y, alrededor de las cinco, A
subió al asiento trasero del gran coche del profesor.
Se asomó a la ventanilla, agitando frenéticamente la mano hasta que el coche dobl
esquina. Durante todo el viaje llevó en su mente la imagen de mamá y papá despidiéndola
la mano, de pie entre los escombros de la calle destrozada.
Cuando llegaron era de noche. Mientras el coche salía de Londres, sorteando en
carreteras bloqueadas y bombas sin explotar, empezó a caer la tarde, y el profesor metía p
al conductor para alejarse de la ciudad antes de que llegaran los bombarderos.
Anna se internó en la oscuridad del campo, sintiendo más que viendo los árb
tupidos que rodeaban la enorme casa, y percibió el olor a bellotas y hojas otoñales ante
que el profesor la hiciera entrar por la puerta. Cuando aún se estaba adaptando a la brilla
del recibidor, sonó un gong en las profundidades de la casa.
El profesor dijo:
—Ve a buscar a tu tía Louise —y desapareció escaleras arriba.
Anna se preguntó dónde estaría tía Louise, y al no ocurrírsele nada mejor, dec
seguir el sonido del gong. Atravesó un gran salón amueblado con sillas mullidas, sof
lámparas de aparatosas pantallas, y entró en un comedor igualmente grande en el que h
una mesa cubierta de encaje preparada para unas doce personas. Allí encontró otra pu
tapizada de gamuza verde, y acababa de decidirse a abrirla cuando cesó el sonido del gon
entró tía Louise como una exhalación, con un vestido de terciopelo negro y la baqueta aú
la mano. You're Reading a Preview
—¡No vamos a poder cenar...! —gritó.
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Entonces vio a Anna y le echó los brazos al cuello, golpeándola accidentalmente co
extremo almohadillado de la baqueta.Download With Free Trial
—¡Ay! —exclamó—. ¿Te encuentras bien? Le dije a Sam que te trajera. ¿Tus
están bien?
—Estamos todos bien —respondió Anna.
—¡Gracias a Dios! —gritó tía Louise—. Nos enteramos Sign up to vote
de on
quethislatitle
noche pasada
horrible. Oh, debe ser espantoso estar en Londres, aunque Useful Not useful
aquí también hay problemas
cena... —hizo entrar a Anna por la puerta de gamuza verde—. ¡Ven! —gritó—. ¡Tú pu
ayudarme!
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—¡Sí, ya lo sé! —exclamó tía Louise—. Sé que fue usted cocinera del Kaiser y
personajes más importantes del país. Y a mí no se me ocurriría criticarla, pero, ¿cómo iba
saber que las criadas no quieren comer arenques ahumados? Y además, la ración
mantequilla... ¡Fraulein Pimke, salga, por favor!
Se oyó un ruido de arrastrar de pies, seguido por un «click». Se abrió una rendija e
puerta, y asomó un rostro de anciana, cubierto de lágrimas.
—... nunca me habían rechazado una comida —dijo con voz trémula—. Y que
griten, encima de que tengo ochenta y dos años... y todavía intento hacerlo lo mejor posibl
Descendieron las comisuras de sus labios y por las mejillas arrugadas corrieron
lágrimas.
—Vamos, Fraulein Pimke —dijo tía Louise, al tiempo que insertaba astutament
brazo en la abertura y se deslizaba por la puerta (es como sacar un caracol de su con
pensó Anna)—, ¿qué diría el Kaiser si la viera llorar así?
Fraulein Pimke, despojada del refugio de su habitación, parpadeó con expre
aturdida, en tanto que tía Louise aprovechaba para colarse dentro.
—No tenía intención de gritarle —dijo—. Es que me cogió por sorpresa. Al desc
que la ración de mantequilla se había gastado en los arenques, y después, cuando
despidieron las criadas... ¡Fraulein Pimke, usted es la única persona en la que puedo confia
Fraulein Pimke, algo más calmada, guiñó los ojos al ver a Anna.
—¿Quién es? —preguntó. Tía Louise vio su oportunidad y la cogió al vuelo.
—¡Una víctima de las bombas! —gritó—. ¡Una pequeña víctima de los bombardeo
Londres! —Sus ojos cayeron sobre el pañuelo que Anna llevaba en la mano, y lo señaló
gesto dramático—. ¡La han herido!You're Reading a¡Fraulein
—exclamó—. Preview Pimke, no irá a dejar a esta
sin cenar! Unlock full access with a free trial.
Para entonces ya se las había ingeniado para dirigir al grupo hasta la puerta de la coc
y Fraulein Pimke entró como un corderito.
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—¡Gracias, gracias! —dijo tía Louise—. Sabía que podía contar con usted. El prof
se pondrá muy contento.
Después llevó a Anna al salón, que ahora estaba lleno de gente vestida de etiqueta
no dormir empezaba a afectar a Anna, y tras los horrores deuplatonoche
Sign vote onanterior
this title todo empez
a ser como un sueño. La presentaron a varias personas, la mayoría
Useful Notde useful
las cuales debían
familiares del profesor, pero resultaba difícil recordar quiénes eran.
Había una mujercita de expresión malhumorada que era la hermana del profesor, y
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que venían del colegio, entraron como una exhalación. Su madre se puso a interrogarle
inmediato. ¿Habían aprendido algo? ¿Y los deberes? ¿Podría ayudarles Anna? Pero ellos
hicieron caso, y tras echar una rápida ojeada de desagrado a Anna, pusieron la radio a t
volumen.
Tía Louise se tapó sus delicados oídos con las manos.
—¿Es necesario ese estruendo espantoso?
—gritó.
Uno de los chicos chilló:
—¡Quiero oír «Los favoritos de las Fuerzas Armadas!»
Su madre, cambiando súbitamente de opinión, dijo:
—¿Es que no pueden divertirse un poco?
—y todos se enzarzaron en una nueva discusión que continuó hasta mucho despué
que los chicos se hubieran escapado de la habitación para oír el programa en la cocina.
Louise dijo que estaban muy mimados. Su madre dijo que tía Louise, al no tener hijos
sabía nada sobre el asunto. La señora pelirroja señaló que había una atmósfera horrible e
casa —no se podía respirar—, y la anciana soltó un largo discurso que nadie entendió, p
que, al parecer, acusaba a una persona no especificada de haber hurgado en su ración
azúcar.
Como Anna no sabía qué hacer, fue hasta la ventana y se asomó al atardecer. El sol
no se había ocultado por completo, y vio que el cielo seguía cubierto. Si estaba as
Londres, pensó, no lo pasarían demasiado mal. Pensó en mamá y papá preparándose par
noche. Estarían decidiendo entre pasarla en el sótano o arriesgarse a dormir en sus camas.
You're Reading a Preview
A su espalda una voz exclamó:
—¡Y lo mismo ocurrió la semana
Unlock fullpasada con
access with lastrial.
a free botas de goma! —y de repent
preguntó qué demonios hacía en aquella casa, a esta hora, y entre aquellas personas.
Downloaderan
Todos los días en casa del profesor WithmuyFreeparecidos
Trial al primero, según descu
Anna. Había largos períodos de aburrimiento que ella ocupaba lo mejor que podía con pa
e intentos de dibujar, entremezclados con violentas broncas. Menos el profesor, ninguno
los invitados tenía nada que hacer, salvo esperar la siguiente comida, las noticias y el fina
los combates aéreos y, como únicamente los chicosSign salían
up tode
votecasa,
on thistodos
title estaban
nerviosos. Useful Not useful
Era extraordinario, pensaba Anna, las nimiedades que podían provocar una discus
por ejemplo, la historia del «Dios salve al rey». Se producía cada vez que se enchufab
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enredado con su ración; pero nadie le había dado importancia, hasta que una mañana,
hora del desayuno, gritó triunfalmente que tenía
t enía pruebas.
Para evitar discusiones, las raciones de azúcar, al igual que las de mantequil
margarina, se pesaban cuidadosamente una vez a la semana y se colocaban en difere
platitos, cada uno rotulado con el nombre de su dueño, y Lotte los sacaba a la mesa
desayuno, para que la gente los estirase día tras día o los devorase de una vez en un festín
glotonería. La anciana había señalado astutamente el nivel de su azúcar con lápiz a un
del plato, y hetenos aquí que apareció ocho milímetros más abajo. Suscitadas sus sospec
los otros también los marcaron y, al día siguiente, la hermana del profesor y el marido d
señora pelirroja habían perdido un poco, aunque el de los demás seguía intacto.
La bronca subsiguiente fue más encarnizada que ninguna de las que Anna hub
presenciado. La señora pelirroja acusó
acusó a los dos chicos,
chicos, la hermana
hermana del profesor gritó:
—¿Acaso sugieres que le roban a su propia madre? —cosa que, en opinión de
demostraba una actitud extraña. Y tía Louise se empeñó en que el profesor interrogase a
criadas, como resultado de lo cual Lotte e Inge volvieron a despedirse.
El misterio se aclaró finalmente. Fraulein Pimke, en el transcurso de la preparació
budines dulces para la cena, se había servido de los platos que le quedaban más a mano.
se habían dicho tantas cosas imperdonables, que casi nadie se habló con los demás dur
dos días. Al maharajah, que era el único que se había mantenido al margen de la batall
resultaba muy deprimente. El y Anna paseaban taciturnos por el parque, bajo los árb
goteantes, y Anna escuchaba mientras él hablaba melancólicamente de la India, hasta qu
aire frío del otoño les hacía volver a casa.
Fue después de la bronca del azúcar cuando Anna decidió regresar a Londres. S
expuso con el mayor tacto posible a tía Louise.
—Mamá me necesita
necesita —dijo, a pesar de que mamá no habíahabía dicho eso realmente.
Aun así, tía Louise se disgustó mucho. No quería que Anna volviese a los ataq
aéreos, y además pensaba que podría entristecer a Fraulein Pimke, que se había acostumb
a verla por la casa. ¿Y qué iba a pasar con las criadas? Sí se marchaban, necesitaría tod
ayuda de que pudiera disponer. Pero, típico en ella, en el momento en que Anna empeza
enfadarse, le echó los brazos al cuello, gritando:
—¡Soy tonta, no me hagas caso! —y se empeñó en enSign up to
darle votelibra
una on this titleel viaje.
para
El profesor no iba a Londres aquella semana, de modo Useful Not
que Anna usefulel tren, que
cogió
cuatro horas y media en lugar de los cincuenta minutos establecidos. Deliberadamente n
había dicho a mamá que iba, porque tanto ella como papá la instaban en sus cartas a qued
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francés medianamente. Según eso, ¿qué no le pagarían a alguien como ella, que sabía
perfección francés y alemán? Y efectivamente, cuando llamól lamó y explicó sus conocimiento
voz al otro extremo del hilo parecía entusiasmada.
—Fantástico —gritó en tono militar—. ¿Puede presentarse
presentarse a las cero
cero ciento once ho
—Sí —respondió Anna, y mientras una parte de su persona seguía tratando de calc
qué demonios querría decir las cero ciento once horas, y la otra parte anunciaba a mamá
tenía trabajo, de cuatro libras diez a la semana, la voz dijo como si se lo hubiera pens
mejor—: Supongo que será usted británica de nacimiento...
—No —contestó Anna—.
Anna—. Nací en Alemania,
Alemania, pero mi padre...
padre...
—Lo siento —replicó la voz, varios grados más fría—. Sólo podemos toma
consideración a las aspirantes británicas de nacimiento.
—¡Pero si somos antinazis!
antinazis! —gritó Anna—. ¡Desde
¡Desde hace más tiempo que nadie! nadie!
—Lo siento —repitió la voz—.
voz—. Son las normas;
normas; yo no puedo hacer nada. —Y colgó
Qué idiota, pensó Anna. Estaba tan decepcionada que tardó un rato en animarse a lla
al Ministerio de Información,
I nformación, que era su segunda opción, pero allí obtuvo la misma respu
No podían considerar
considerar a nadie que no fuese británico de nacimiento.
No puede regirse todo por la misma norma, pensó con una sensación de opresión
estómago, pero, al parecer, así era. Había seis grandes organizaciones en la lista de Mad
Laroche, todas ellas con demandas de secretarias, pero ninguna le ofreció tan siquiera
entrevista. Después de que la hubieran rechazado en la última, se quedó un momento jun
teléfono, completamente aturdida. Después fue a ver a Madame Laroche.
—Madame —empezó—, usted me dijo que tendría trabajo al final del curso, pero n
de la lista quiere ni siquiera verme porque no soy británica.
La respuesta de Madame Laroche, como siempre, fue difícil de entender. Las nor
acerca de la nacionalidad británica eran nuevas, o tal vez no, pero Madame Laroche ten
esperanza de que las hubiesen cambiado. Pero en cualquier caso, lo único que Anna sacó
claro es que era inútil seguir insistiendo.
—Pero, Madame —dijo Anna—, necesito trabajar. Ese fue el único motivo
viniera aquí. Usted me dijo que encontraría trabajo, y esta mañana le he dicho a mi mad
—Se calló, porque lo que le hubiera dicho a mamá no tenía nada queonver, así
pero aun
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en grandes dificultades para guardar la compostura. Useful Not useful
—Bueno, de momento no puedo hacer nada —replicó Madame Laroche en francés
muchos deseos de ayudarla, ante lo cual Anna, con gran sorpresa, se oyó gritando—: ¡P
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Lyons, y deambuló por las calles, mirando su reflejo en los pocos escaparates que queda
con la preocupación de si daría el tipo de secretaria. Llegó mucho antes de tiempo, y tuvo
pasearse por Vauxhall Bridge Road durante casi media hora.
No era una zona muy agradable. En un extremo había una fábrica de cerveza y
acre del lúpulo invadía todo el barrio. Los tranvías chirriaban y traqueteaban por mitad d
carretera. Todas las tiendas estaban valladas y abandonadas.
La oficina de Mrs. Hammond resultó estar un poco apartada de todo aquello, en
hospital dañado por las bombas que daba a una plaza grande y, tras el ruido de la c
principal, a Anna le pareció muy tranquila al tocar el timbre. Le abrió una mujer vestida
mono de faena, que la llevó por un lugar amplio y oscuro que debía haber sido una de
salas del hospital, atravesando una habitación más pequeña brillantemente iluminada, do
media docena de ancianas cosían ruidosamente a máquina, para entrar finalmente en
despacho diminuto donde estaba sólidamente sentada la Honorable Señora Hammond,
una mesa, rodeada de madejas de lana. Su pelo gris estaba cubierto de pelusa y la lana par
haber saltado sobre ella, y colgaba de la silla y de su regazo uniformado de azul forma
espirales en el suelo.
—¡Malditos chismes! —exclamó al entrar Anna—. Ya he vuelto a perder la cuenta
te dan bien las matemáticas?
Anna respondió que creía que sí, y la señora Hammond añadió:
—Estupendo. ¿Qué más sabes hacer? —lo que obligó a Anna a hacer un repaso
habilidades, desde las notas del certificado de estudios hasta la capacidad de escribi
taquigrafía en tres idiomas. Mientras las enumeraba, la expresión de Mrs. Hammond se t
sombría.
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—¡No vas servir! —exclamó—. ¡Vas a detestar esto, te morirás de aburrimiento!
—No veo por qué —replicó Unlock
Anna,fullpero
access withHammond
Mrs. a free trial. negó con la cabeza.
—¡Idiomas! —gritó—. Aquí no sirven para nada. Tú necesitas algo com
Departamento de Guerra. Allí andan Download
como locosWithbuscando
Free Trialchicas como tú... francés, alem
indostaní... todas esas cosas.
—Ya lo he intentado en el Departamento de Guerra —dijo Anna—, pero
admiten.
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Mrs. Hammond trataba distraídamente de deshacer un nudo de lana que se h
enroscado en un botón de su chaqueta. Useful Not useful
—¿Por qué? —preguntó—. ¿Qué te pasa? Anna tomó una profunda bocanada de
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apresuradamente las escaleras, llegó sin aliento a la habitación de mamá. Se oyó un zumb
anunciador de la proximidad de los bombarderos.
—¡Mamá! —gritó al tiempo que explotaba la primera bomba, a cierta distanc
¡Mamá, tengo trabajo!
Anna estuvo a punto de no empezar a trabajar el lunes siguiente, porque ocurrió
cosa.
Fue el viernes. Max había venido en una de sus raras visitas, e iba a quedarse a pasa
noche; y aunque la cena no fue abundante (el racionamiento de alimentos era cada vez
estricto) se quedaron un largo rato de sobremesa, Max hablando de su vida de maestro, qu
gustaba bastante, y Anna de su trabajo.
—La señora se llama Honorable Hammond —dijo con orgullo—. Debe ser familia
algún lord. ¡Y va a pagarme tres libras diez a la semana!
Mamá asintió.
—Por primera vez podemos pensar en el futuro.
Su cara estaba más sonrosada y tranquila de lo que Anna la había visto desde h
tiempo. En parte se debía a que Max estaba allí, pero también a que por fin habían llegad
nieblas de noviembre, y habían podido dormir en sus camas dos noches seguidas. Tam
esta noche el cielo estaba cubierto de espesas nubes, y a Max, que no estaba acostumbrad
Londres, le había impresionado vivamente que mamá no hiciera caso de la alarma aérea.
Cuando fueron a acostarse era bastante tarde y Anna se quedó dormida cas
inmediato.
Soñó con la Honorable Mrs. Hammond, cuya oficina se había llen
inexplicablemente de lana, que Anna You're Reading
y ella tratabana Preview
de desenredar. Anna tenía sujeto un c
e intentaba ver hasta dónde llegaba, en tanto que Mrs. Hammond decía: «Tienes que gu
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por el sonido», y entonces Anna notó que la lana emitía un extraño zumbido, como
enjambre de mosquitos o un avión. Tiró suavemente del trozo que tenía en la mano
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zumbido se convirtió inmediatamente en un violento chirrido.
«Lo siento, no quería...», empezó a decir, pero el chirrido aumentó y se acercó cada
más, envolviéndola dentro de él, y la señora Hammond y ella echaron a volar por el aire, h
que oyó un golpe demoledor y se encontró en el suelo, en la esquina de su habitación
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Hotel Continental.
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A su alrededor había fragmentos de vidrio de la ventana destrozada —la tercera ven
rota, pensó—, y el suelo estaba gris por el cemento del techo. Esta vez no debo corta
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—¡Por lo que más quieras! —repitió Max—. ¡Podríamos haber muerto todos!
decirlo, los tres cayeron en la cuenta al unísono.
—¡Papá! —exclamó Anna, precipitándose hacia su habitación.
La puerta estaba atascada, pero se oía rascar dentro, y al cabo de unos momentos
abrió con una sacudida y apareció papá. Estaba negro de polvo, y tenía el pelo y el pij
cubiertos de cemento, pero estaba ileso. Anna vio por detrás de él que se había desmoron
la mayor parte del techo, y que sólo la presencia del pesado armario había impedido qu
desplomara sobre la cama.
—¿Te has hecho algo? —preguntó mamá, acercándose a él.
—No —respondió papá, y todos se quedaron mirando el desastre que antes fuer
habitación. Papá meneó la cabeza tristemente.
—¡Y pensar —dijo— que acababa de ordenar la mesa!
Milagrosamente, nadie había resultado herido, salvo algunas cortaduras y carden
pero el hotel era un caos completo. Se habían desplomado techos por todas partes, el
soplaba por los huecos que habían dejado las jambas de las puertas y las marcos de
ventanas que ya no encajaban en la pared. La bomba había caído en la casa contigua, que
suerte estaba vacía y, también por suerte, había sido una bomba muy pequeña. (—¿Lo ves
gritó mamá, aún dolida por las críticas de Max—; ya te decía yo que no había sido una bo
de verdad!) Pero los daños no parecían tener arreglo.
Los expertos del ayuntamiento que vinieron más tarde también lo creyeron así.
—No serviría de nada intentar acondicionarlo —le dijeron a Frau Gruber—.
empezar, no sería seguro. Lo mejor es que busque otro sitio. —Y Frau Gruber asi
razonablemente, como si fuera laYou'recosa más
Readingnormal del mundo; había que mirarla mu
a Preview
cerca para notar la crispación de un músculo junto a la boca al decir:
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—Era mi medio de vida, ¿entiende?
—Le darán una indemnización —dijoWith
Download el funcionario
Free Trial del ayuntamiento—. Lo
sería que buscase otra casa.
—En otro caso, todos nos quedaremos sin un techo encima de la cabeza —dij
Palomo Torcaz con tristeza, y los demás huéspedes miraron esperanzados a Frau Gru
como si ella pudiera sacárselo de la manga.
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Qué curioso, pensó Anna. Desde el comienzo delos ataques
Useful aéreos
Not usefultodos sabían
esto podía ocurrir, pero ahora que había llegado el momento, nadie sabía qué hacer. ¿Có
encontrar un nuevo hogar en una ciudad destrozada por las bombas?
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—He de decir que me parece muy ventajoso —dijo Frau Gruber varias veces, an
que el maharajah exclamaba—: ¡Espere a ver la cocina! (o el lavadero, o el otro cuart
baño).
Desde todas las habitaciones del piso bajo se dominaba el jardín, al que se accedía
las puertaventanas, y cuando Frau Gruber dijo por tercera vez:
—Quiero ver el fogón de nuevo —papá y Anna dejaron a los demás ocupados
actividad y salieron a la humedad glacial.
La niebla colgaba de los árboles como una sábana, y había hojas caídas por todas pa
A Anna se le pegaban a los zapatos al seguir a papá por el sendero que les llevó hasta
banco de madera, en la linde de lo que había sido un cuadrado de césped. Papá secó el ba
con el pañuelo y se sentaron.
—Qué jardín tan grande —observó Anna, y papá asintió.
La niebla se arrastraba por la hierba crecida y los arbustos, haciéndolo todo confuso
modo que parecía que no tuviera fin. Anna experimentó de repente una sensación
irrealidad.
—Y pensar... —dijo.
—¿Qué? —preguntó papá.
A Anna se le había pegado un puñado de hojas en un zapato, y las quitó cuidadosam
con el otro antes de contestar:
—Que anoche estuvimos más cerca que nunca de la muerte.
—Sí —replicó papá—. Si ese aviador alemán hubiera lanzado la bomba una fracció
segundo antes o después... no estaríamos sentados en este jardín.
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Era extraño, pensó Anna. El jardín seguiría allí, en la niebla, pero ella no lo sabría.
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—Es difícil imaginar —dijo— que todo seguirá cuando uno ya no esté. Papá asintió
—Pero así es. Si hubiéramos muerto la gente seguiría desayunando y subiéndos
autobús, y habría pájaros y árbolesDownload
y niños que Withirían
Free alTrial
colegio, y jardines brumosos co
éste. Es una especie de consuelo.
—Pero lo echaríamos mucho de menos —replicó Anna.
Papá la miró con cariño.
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—Tú no existirías. Useful Not useful
—Ya lo sé —dijo Anna—. Pero no puedo imaginármelo. No me imagino esta
muerta que no pueda pensar en ello... en el olor y en las sensaciones, y echarlo de me
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Segunda parte
En comparación con el verano, el invierno fue casi cómodo. Para empezar, los ataq
aéreos disminuyeron. Hubo varias noches de diciembre en que sonaron las sirenas, p
cuando llegaban los alemanes, raramente caían bombas en Putney. Como consecuencia
podía dormir en la cama todas las noches y, aunque algunas eran más ruidosas que otra
cansancio desesperante que había formado parte de la vida diaria fue reduciéndose po
poco.
La casa de Putney era más acogedora que el Hotel Continental, y tener jardín parecí
gran lujo.
—En el verano compraremos unas tumbonas —decía Frau Gruber; pero inclus
invierno, el Palomo Torcaz y los demás polacos, checos y alemanes paseaban admirados e
las hojas muertas, por el césped descuidado.
Lo único que no le gustaba a Anna era tener que compartir la habitación con ma
Casi no había habitaciones individuales y comprendía que papá, que se quedaba en casa t
el día, necesitaba un sitio para escribir; aun así, detestaba el hecho de no estar nunca s
Pero como no se podía hacer nada, intentaba pensarlo lo menos posible.
La mayor parte del tiempo tenía la cabeza ocupada con su trabajo. No era difícil, pe
principio se sentía nerviosa. El primer día fue angustioso; no sólo porque temiera comete
error, sino porque dos días antes descubrió que había cogido piojos en el metro. No era
(había epidemia de piojos entre las personas que utilizaban los refugios, y era muy f
contagiarse), pero ¡precisamente antes de empezar un trabajo!
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Mamá fue corriendo a la farmacia a comprar un líquido pardo apestoso, y Anna h
pasado todo el fin de semana intentando quitarse
Unlock full losa piojos
access with free trial.en el hotel bombardeado. Al
el pelo parecía limpio, pero a pesar de ello, el primer día que desempeñó sus funcione
secretaria estuvo obsesionada por Download
la posibilidadWithde queTrial
Free se le escapara un piojo (uno sol
que saliera del pelo y se pusiera a pasearse por la oreja o por el cuello mientras la miraba
Hammond. Tanto le preocupaba que iba constantemente al lavabo a examinarse el pelo e
espejo, hasta que una de las viejecitas de las máquinas de coser le preguntó con amabilida
tenía mal la tripa. Por suerte, la honorable Mrs. Hammond lo atribuyó al hecho de h
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sufrido un bombardeo recientemente y, una vez convencida de que había exterminado
Useful Not useful
piojos, Anna pudo concentrarse en el trabajo y hacerlo bien.
No era gran cosa. Por la mañana, y en primer lugar, revisaba el correo, desempaqu
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entrar ella en la sala de costura, inclinaban la cabeza sobre su trabajo, y las máquinas cor
al doble de la velocidad normal.
—...días, señoras! —gritaba; y ésta era la señal para que Anna echase agua hirvien
el Bovril y lo sirviese. Mrs. Hammond se llevaba la taza a su despacho pero, para alegrí
las viejecitas, a veces volvía al cuarto de costura y se ponía a charlar con ellas mientra
tomaba. Vivía en el Hotel Claridge durante la semana (los fines de semana se marchaba
finca del campo), y se reunía con personas famosas de todas clases, y cuando mencion
despreocupadamente sus nombres, las ancianitas casi se mareaban de la emoción.
—Anoche conocí a la reina Guillermina —decía—. Pobrecilla... está chiflada. —O
He oído hablar a Mr. Churchill en una cena...; es un hombre maravilloso, pero créanme
más alto que yo —y las señoras se repetían la información unas a otras, haciéndola rodar
sus lenguas, encantadas con la chifladura de la reina holandesa y con la pequeña estatur
Mr. Churchill durante el resto de la semana.
Después del Bovril, Mrs. Hammond llamaba a Anna a su despacho para dictarle ca
hasta la hora de comer, y Anna pasaba la tarde mecanografiándolas. La mayor parte de
cartas iban dirigidas a jefes de alta graduación del ejército, a quienes, según parecía, M
Hammond debía conocer desde la infancia, que querían que les enviase prendas de lana p
los hombres a su mando. Casi siempre lograba proporcionarles lo que necesitaban.
Una o dos veces escribió una nota a su hijo, Dickie, que estaba en la Fuerza Aé
tratando de hacerse piloto con grandes dificultades.
—El pobre ya tiene suficiente con calcular sumas para encima descifrar mis garab
—decía, y dictaba una carta breve y cariñosa, dándole ánimos, acompañada de algún rega
tal como un par de guantes o calcetines azules de la Fuerza Aérea.
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En una ocasión, su hijo vino a la oficina, y Mrs. Hammond se lo presentó a Anna:
un chico rechoncho, de expresión abierta,
Unlock fullyaccess
unoswith
diecinueve
a free trial. años de edad, que tartamude
Iba a examinarse al día siguiente, y estaba preocupado.
—¡Aprobarás! —gritó Mrs. Download
Hammond—. With¡Al
Freefinal
Trialsiempre lo sacas! —Y él la
tristemente—. El pro-problema es —dijo—, que ten-tengo que trabajar el doble que
demás.
Mrs. Hammond le dio unas palmaditas cariñosas en la espalda.
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—¡Pobre chaval! —vociferó—. No tiene cabeza para los estudios, pero, te lo aseg
¡no hay nadie mejor que Dickie para atender a una vaca Not useful
Useful —explicó
enferma! a Anna.
Al final de la semana Anna recibía su sueldo y pagaba a Frau Gruber dos libras y c
chelines por su habitación. Se le iban quince chelines en transportes, almuerzos y necesid
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Había tenido que esperar a Anna en la oficina, y la había visto mecanografiar cart
empaquetar lana.
Anna le miró sin comprender.
—No —respondió.
Llevaba un jersey verde nuevo, comprado con su dinero, ya casi había devuelt
dinero de la máquina de estenografía, y aquella mañana, la señora Hammond la h
presentado a un coronel que había ido a visitarla como «mi joven ayudante. Prácticamen
lleva todo ella sola». ¿Cómo iba a aburrirse?
A medida que el tiempo se iba haciendo más caluroso, volvió a aumentar el temor
invasión, hasta que un día de junio, poco después del decimoséptimo cumpleaños de Ann
oyó una noticia por la radio que dejó asombrados a todos. Los alemanes habían invad
Rusia.
—¡Pero si yo creía que los rusos y los alemanes eran aliados! —exclamó Anna.
Papá levantó una ceja.
—También lo creían los rusos —dijo.
Era evidente que si los alemanes habían abierto un frente ruso, no podían inv
Inglaterra al mismo tiempo, y en la oficina hubo un gran regocijo. La sesión de Bovr
dilató hasta casi una hora, mientras Mrs. Hammond hablaba de un general que le había d
que los alemanes no durarían ni un mes luchando contra Stalin. Miss Clinton-Brown
gracias a Dios, Miss Potter comentó que había enseñado a su periquito a decir: «M
Stalin», y que le preocupaba que ahora se interpretase mal, y Mrs. Riley se lev
repentinamente de la silla, cogió la vara que se utilizaba para subir la cortina
oscurecimiento e hizo una demostración
You're de cómo ahabía
Reading Previewposado en el papel de Britanniá e
Oíd Bedford Music Hall en 1918.
Unlock full access with a free trial.
Después Mrs. Hammond y Anna se retiraron al despacho, pero apenas habían he
media docena de cartas cuando volvieron a interrumpirlas. En esta ocasión era Dickie
Download With Free Trial
permiso inesperado, con un flamante uniforme de oficial.
—He apro-aprobado todos los exámenes, mamá —dijo—. El segundo de la co-cola
pero he aprobado. ¡Se pre-presenta el oficial Hammond!
Mrs. Hammond estaba tan encantada que renuncióSign a seguir trabajando a An
e invitó
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comer con ellos. Useful Not useful
—Iremos a casa —dijo, lo que equivalía a decir al Claridge.
Anna solamente había estado allí una vez, para entregar unas cartas que Mrs. Hamm
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los aceptaba. Max había perdido prácticamente las esperanzas, pero al oír el nombre
mariscal del Aire aguzó los oídos.
—Si pudiera hablar con él... —dijo—. ¿Crees que Mrs. Hammond me recomendaría
—Pues podría preguntárselo —respondió Anna, dubitativa; pero en realidad
Hammond hizo mucho más.
El lunes siguiente, cuando Anna le hubo explicado la situación, llamó al marisca
Aire, rompiendo la barrera de secretarios, adjuntos y ayudantes, del mismo modo qu
barco se abre paso entre las olas.
—Jack —dijo—, quiero que conozcas a un joven bastante especial. ¿Puedes
conmigo un día? —Después, en respuesta a una pregunta formulada al otro extremo
cable—: Yo diría que muy brillante. —Siguieron charlando sobre la guerra, con
referencia a Dickie, a quien acababan de enviar a su primer escuadrón de maniobras, h
que la conversación acabó con una carcajada y el inexplicable grito de: «¡Tally ho!» *.
— Bueno, ya está arreglado —dijo la señora Hammond—. Max y yo vamos a comer
Jack.
La cita era para casi dos semanas más tarde, y Max se puso muy nervioso. Entreta
decidió aprender lo más posible sobre aviones, y ponía interminables redacciones a
alumnos en clase, mientras estudiaba las características de todos, desde los Tiger Moths
Messerschmitts **, y por añadidura, un libro de teoría de vuelo.
Papá le animaba:
—Un mariscal del Aire de ese calibre —decía— esperará que estés bien informado
Pero mamá se negaba siquiera a pensar que pudiera haber alguna dificultad.
—Pues claro que el mariscal You're
del AireReading
hará unaa Preview
excepción contigo —dijo, provocand
ira de Max. Unlock full access with a free trial.
—¡Pero cómo puedes saberlo! —gritó—. ¡Y si no ocurre así, no sé qué haré!
Anna tocaba madera. Sabía Download
que si Max WithnoFree
ingresaba
Trial en la Fuerza Aérea se sen
como si hubiera llegado el fin del mundo.
Unos días antes de la cita de Max, Anna estaba desembalando unas prendas de lan
la oficina. Una de ellas era un jersey de la Fuerza Aérea, y lo tenía en alto, preguntándos
Max llevaría uno igual pronto, cuando entró Mrs. Riley con Sign upla cara desencajada
to vote on this title por la pen
—Hay unas noticias terribles —dijo. Useful Not useful
—¿Sobre qué? —preguntó Anna. No había oído nada especial en la radio.
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* Tally ho: grito del cazador al avistar al zorro. (N. del E.)
** Se trata de los tipos de avión de guerra empleados por los ingleses y los alema
respectivamente, durante la Segunda Guerra Mundial. (N. del E.)
—Su único hijo —dijo Miss Clinton-Brown, que había llegado justo después que
Riley.
—Fue por el honor de su escuadrón —dijo Mrs. Riley, adoptando una pose. Pero
precisamente eso lo que no había sido, con lo que la cosa pareció aún peor.
No se podía hacer más que continuar con el trabajo habitual. Las ancianitas
hablaban mientras deslizaban las máquinas a toda velocidad por las costuras, como si un
mayor de pijamas pudiera compensar a Mrs. Hammond de su pérdida. Anna decidió ord
el almacén de lana para tejer, y hasta la mitad de la mañana no se acordó de Max. ¿
pasaría ahora?
Al no recibir noticias de Mrs. Hammond, salvo el recado que trajo el chofer de
siguieran trabajando en su ausencia, al final de la mañana decidió llamar a Max.
—No creo que quiera ir a la cita —dijo, y sintió la depresión de Max filtrándose c
un miasma por el teléfono—. ¡Y me parece muy bien! —gritó al recordar vividamen
Dickie sonriendo y hablando de su perro hacía tan poco tiempo.
Max dijo sin comprender:
—Si hablas con Mrs. Hammond, dile, por favor, que lo siento mucho. Pero si
llamas, iré de todas formas, por si acaso.
Los siguientes días fueron lúgubres en la oficina. Las sesiones de Bovril eran lo
You're Reading a Preview
Las señoras tomaban la bebida caliente en silencio y volvían a su trabajo lo antes pos
Sólo una vez la pequeña Miss Potter Unlockhizo unawith
full access pausa
a freemientras
trial. le devolvía a Anna su
vacía:
—¿Por qué precisamente él? —preguntó,
Download y Trial
With Free añadió, inconsciente de su falta
relación—. Siempre me preguntaba por mi periquito.
No hubo noticias de Mrs. Hammond, y el día de la cita de Max, Anna se sentía cada
más deprimida al pensar que iba a venir desde el campo para nada. Iba a llegar a las doc
un poco antes de esa hora, se puso a esperarle en la salaSign deluphospital
to vote onen
thisdesuso,
title para que
tuvieran que hablar en el cuarto de costura. Useful Not useful
—¿Alguna novedad? —preguntó Max inmediatamente, y Anna negó con la cab
observando sus zapatos relucientes y el traje cepillado con esmero.
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Su mirada se clavó en Max unos momentos como si tratara de recrear a través suy
pobre Dickie, que podía haber estado en el mismo sitio una o dos semanas antes. Des
dijo:
—No puedo enfrentarme con las señoras. Mejor será que nos vayamos.
Se dirigió hacia la puerta, seguida por Max, pero se detuvo antes de llegar a ella.
—Max —dijo con su voz ronca, extraña—, sabes que no tienes que hacerlo.
seguro de que es lo que realmente quieres?
Max asintió, y ella se le quedó mirando con una expresión casi de desprecio.
—¡Como una oveja al matadero! —gritó. Meneó la cabeza y le dijo que no le
caso.
—Adelante —añadió—. Vamos a ver a Jack.
Dos semanas después Max fue admitido en la Fuerza Aérea.
Mamá comentó: «Ya te lo decía yo», y le enviaron a un campamento de entrenami
en las Midlands, con condiciones de gran dureza. Pasaba la mayor parte del tiempo hacie
instrucción y desfilando, pero cuando vino a casa de permiso, con su uniforme, parecía
contento de lo que había estado en mucho tiempo.
En la primera ocasión que tuvo de pasar un día en Londres fue a la oficina a da
gracias a Mrs. Hammond, pero ella no estaba. Desde la muerte de Dickie, iba cada vez me
y Anna se encontró con que tenía que llevarlo todo ella sola. No era difícil, pero sí aburr
No se había dado cuenta de lo mucho que su interés dependía de la presencia de
Hammond, y las ancianitas la echaban en falta incluso más que Anna.
Miraban melancólicas a Anna cuando les servía el Bovril, como si no mereciese la
You're Reading a Preview
tomarlo si no estaba Mrs. Hammond para hablarles de Mr. Churchill y de la r
Guillermina, y se peleaban mucho más
Unlock entrewith
full access ellas.
a freeAtrial.Miss Clinton-Brown se le h
adjudicado la tarea de cortar pijamas (tarea antes supervisada por Mrs. Hammond), y d
gracias a Dios constantemente porDownload
haberla hecho la clase
With Free Trialde persona en que pueden con
los demás, en tanto que Miss Potter y Mrs. Riley se sentaban juntas a decir groserías de
protegidas por el zumbido de las máquinas de coser.
Había menos cartas para mecanografiar, y Anna pasaba mucho tiempo comproba
datos en el fichero y manteniendo la paz. A veces, cuando dibu
Signno upse le ocurría
to vote otra cosa,
on this title
a las ancianitas en un cuaderno, ocultándolo debajo de la Useful
mesa. Algunos le salieron bast
Not useful
bien, pero siempre se sentía culpable, porque no le pagaban por hacer eso.
El invierno llegó pronto, y casi en seguida empezó a hacer frío. Anna lo notó
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No era muy fascinante sentarse en la habitación tibia, sin nada que hacer salvo esp
la hora de la cena, pero la gente se entretenía en lo que podía. Leían, las dos señoras ch
tejían interminables bufandas, y durante algún tiempo el Palomo Torcaz intentó enseñ
polaco a Anna. Tenía un libro que Anna se esforzaba en leer, pero un día en que se
deprimido se lo quitó en mitad de una frase.
—¿Para qué? Ninguno de nosotros volverá jamás a Polonia.
Todos sabían que, fueran los rusos o los alemanes quienes ganaran la guerra, ning
devolvería a Polonia su independencia.
A veces una pareja llamada Poznanski organizaba discusiones de grupo sobre el te
Nunca llegaban a ninguna conclusión, pero al parecer, el simple hecho de hablar de Pol
les animaba. A Anna le gustaba, porque los Poznanski repartían papel y lápices, por si alg
quería tomar notas, y en lugar de escuchar dibujaba disimuladamente a los otros.
En una ocasión hizo un dibujo muy gracioso de las dos señoras checas, tejiend
unísono. Lo llevó al comedor cuando sonó el gong de la cena, y mamá lo cogió mien
esperaban a que les llegasen las bandejas de carne picada y repollo.
—Mira —dijo, y se lo enseñó a papá. Papá lo miró con atención.
—Es muy bueno —dijo finalmente—; como un Daumier de la primera época. Deb
dibujar mucho más.
—Debería ir a clase —dijo mamá con voz preocupada.
—Pero, mamá —replicó Anna—, tengo que trabajar.
—Bueno, por las tardes, o en los fines de semana —replicó mamá—. Si tuviéra
dinero...
Sería agradable, pensó Anna,You're
tenerReading
algo quea Preview
hacer por las tardes con lo aburridas
eran. Mamá y ella ya habían leídoUnlock
la mitad de los
full access with libros de la biblioteca pública, y la ú
a free trial.
distracción que quedaba era el bridge, que a Anna no le gustaba. Por tanto, se alegró cua
mamá anunció que los habían invitado a pasarWith
Download la tarde
FreeconTrialDainty, la tía de mamá.
Tía Dainty era la madre del primo Otto, y la invitación era para celebrar el regres
Otto de Canadá, donde le habían internado al principio, pero después le habían soltad
enviado a casa con un objetivo especial, sobre el que tía Dainty se mostraba evasiva.
—¿Vas a venir, papá? —preguntó Anna. Sign up to vote on this title
Pero papá había convencido por fin a la BBC para queUseful Notuno
emitiese useful
de sus progra
para Alemania, y estaba atareado escribiendo otro, en la esperanza de que tambié
aceptasen, de modo que mamá y Anna fueron solas.
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Tía Dainty las hizo bajar unos escalones, y entraron en una habitación amplia, que d
haber sido antes una bodega, pero había adquirido cierto esplendor a fuerza de cortin
adornos.
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—Ahorró dinero del alquiler para comprar una máquina de coser —dijo Otto—.
que alquilar las habitaciones de arriba mientras yo estaba internado..., por el estado en qu
encuentra padre. Y ahora —concluyó con cariño—, está convirtiendo la casa en un palacio
—¡Ay, Otto, en un palacio! —dijo tía Dainty, y, con lo grandullona que
expresión resultó infantil.
Mamá, que apenas sabía coser un botón, no podía creérselo.
—Pero, ¿cómo lo hashas hecho? —preguntó—.
—preguntó—. ¿Quién te ha enseñado?enseñado?
—He ido a clases nocturnas —replicó tía Dainty—, del ayuntamiento del Condad
Londres. Son prácticamente gratis... Deberías intentarlo.
i ntentarlo.
Mientras hablaba había despejado la mesa, y trajo una tarta de manzana. Cortó un tr
para que Otto lo llevara
llevara a su padre, y repartió el resto.
—¿Crees que le gustaría a Víctor que entrase a verle? —preguntó mamá. Pero
Dainty negó con la cabeza.
—No serviría de nada —respondió—. No sabría sabría quién eres.
Después de la cena volvieron junto a la estufa, y Otto se puso a hablar de Canadá
había pasado mal en el viaje, encerrado en la bodega atestada de un barco, pero eso no h
quebrantado su fe en los ingleses.
—No era culpa suya —dijo—. Tuvieron que encerrarnos. Podríamos haber sido
La mayoría de los soldados ingleses eran buenas personas.
También los canadienses eran buenas personas, aunque no tanto como los ingle
según dio a entender, y estaba especialmente satisfecho de que su nuevo trabajo fuera
empresa financiada por los ingleses.
—Pero me pagarán
pagarán en dólares canadienses
canadienses —dijo—, y podré mandar algo algo a casa.
Mamá volvió a interrogarle sobre su trabajo, pero Otto se limitó a sonreír y a decir
se trataba de algo muy pequeño.
—¡Con lo torpe que es Otto con las manos!
manos! —exclamó tía Dainty—. Igual que su p
Bonzo.
—¿Qué ha sido de él? —preguntó mamá, e inmediatamente se enredaron en la clas
conversación que Anna llevaba oyendo en todas las l as reuniones de adultos desde que salier
Sign up to vote on this title
Berlín a los nueve años. Era una interminable lista de familiares, amigos y conocidos
habían formado parte de la vida en Alemania, y que ahora Useful
estabandesperdigados
Not useful
por tod
mundo. Algunos habían tenido suerte, a otros los habían cogido los nazis, y la may
luchaban por sobrevivir.
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—Con leche, por favor —respondió Anna,Anna, y al acercar la taza a tía Dainty, oyó com
cerraba la puerta de la casa.
Tía Dainty se sobresaltó.
—Perdonadme —dijo,
—dijo, y salió a toda prisa de la habitación.
habitación.
Volvió casi en seguida, angustiada.
—¡Otto! —gritó—. Es tu padre. ¡Corre!
Otto se levantó de un brinco del sofá y se precipitó hacia la puerta, mientras tía Da
se quedaba con las tazas en la mano, sin saber qué hacer.
—Se escapa constantemente —explicó—. Una vez llegó hasta el final de la calle.
camisón. Por suerte, lo vio un vecino que lo trajo a casa.
—¿Por qué lo hace? —preguntó mamá. Tía Dainty trató de dar a su voz un
despreocupado.
—Pues —dijo—, al salir del campo de concentración ocurría todo el tiempo
conseguíamos que comprendiese
comprendiese que ya no estaba allí, y supongo que tenía la l a idea de fuga
Después mejoró, pero últimamente... —Miró a mamá con tristeza—. Verás, el cerebr
sufrido daños, y a medida que la gente envejece, estas cosas empeoran.
Al otro lado de la puerta se oyeron dos voces, y tía Dainty dijo:
—Otto lo ha encontrado.
encontrado. Se oía la voz de Otto, aplacadora,
aplacadora, y un leve gemido.
gemido.
—¡Dios mío! —exclamó tía Dainty. Miró consternada a Anna—. No te disgustes
esto. —De repente se puso a hablar muy rápido—. Cuando se pone así no nos recon
especialmente a Otto, porque no le ve desde hace mucho tiempo. Cree que sigue en el ca
de concentración, ¿entiendes?, y piensa que nosotros somos... Dios sabe lo que piensa
somos. Al pobre Otto le da mucha pena.
La puerta de la casa se cerró de golpe y Anna les oyó en la escalera; Otto hablaba,
anciano suplicaba débilmente. Se oyó un topetazo al pie de la escalera (alguien debía h
tropezado), y a continuación apareció Otto en el umbral, rodeando con los brazos a su pa
tratando de guiarle hasta su habitación; pero el anciano se zafó y se dirigió tambaleante h
mamá, que retrocedió involuntariamente.
—¡Dejadme ir! —gritó con su tenue voz—. ¡Dejadme ir! ¡Por favor, por el amo
Dios, dejadme ir! Sign up to vote on this title
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Tía Dainty se aproximó al anciano, y le cogió por los hombros. El trató de resist
pero no podía competir con tía Dainty, quien le llevó a la cama mientras Otto iba a llamar
teléfono al médico. Arma le vio la cara al pasar junto a ella. Tenía una expresión com
muerto.
Mamá y ella permanecieron en silencio hasta que regresó tía Dainty.
—Lo siento —dijo—. Ojalá no hubiera ocurrido mientras estabais aquí. aquí.
Mamá le rodeó los anchos hombros con sus brazos.
—¡Mi querida Dainty! —exclamó—.
—exclamó—. ¡No sabía nada!nada!
—No te preocupes —replicó tía tí a Dainty—. Ya me he acostumbrado..., en la medid
que se puede una acostumbrar. —De repente, las lágrimas rodaron por su cara—. Es por O
—gimió—. No puedo soportar verle. Siempre ha querido mucho a su padre. Recuerdo
cuando era pequeño no paraba de hablar de él. —Miró hacia el dormitorio, donde el anc
sacudía desmayadamente la puerta—. ¿Cómo puede hacer la gente cosas así? —pregunt
¿Cómo pueden hacerlo?
Una vez sentadas en el autobús, en el largo trayecto hasta casa, Anna preguntó:
—¿Cómo sacaron a tío Víctor del campo de concentración?
concentración?
—Fue una especie de rescate —explicó mamá—. Dainty vendió todos sus bienes
muy rica) y dio el dinero a los nazis. Otto ya había llegado a Inglaterra. Habló con alguien
Departamento del Interior y logró que permitieran la entrada de Víctor aquí. De otro mod
nazis nunca le hubieran dejado salir.
—Por eso dice Otto que
que los ingleses son
son maravillosos —replicó
—replicó Anna.
Se preguntó cómo se sentiría uno en la piel de Otto. En el caso de que fuera papá el
hubiera estado en el campo de concentración... La sola idea era insoportable. Se alegrab
que, al menos, Otto tuviera ese trabajo. Se lo imaginaba en Canadá, metido de lleno en
asuntos, sin pensar en otra cosa, para borrar lo que habían hecho a su padre, para ayudar a
maravillosos ingleses a ganar su guerra. Cualquiera que fuese la investigación que ha
encargado a Otto estaba segura de que la haría extraordinariamente bien.
—Mamá —dijo—, ¿qué significa muy pequeñapequeña en física?
Mamá sentía frío y estaba cansada.
—Pues tú tienes que
que saberlo —respondió—. Sign up to
—respondió—. Moléculas, vote on this
átomos...,
átomos..., titles así.
cosas
cosa
Átomos, pensó Anna. Qué lástima. No parecíaque Useful Not useful
la investigación de Otto tuv
mucha importancia.
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y la atmósfera era mucho más tranquila que cuando estuvo Anna. Todos estaban conte
porque los americanos por fin habían decidido intervenir en la guerra, y el profesor
decir que tal vez ésta acabara a finales de 1942.
Tía Louise había puesto un árbol de Navidad que ocupaba un rincón del comedor,
día de Navidad, Max se las arregló para ir a comer, a fuerza de hacer autostop en el camin
ida y en el de vuelta. Estaba aprendiendo a volar, y casi había terminado su preparación c
piloto. Como siempre, había sacado el número uno en todos los exámenes, y ya le
recomendado para recibir el despacho de oficial.
Anna le contó que iba a empezar a dar clases de dibujo después de las vacaciones.
—A dibujar con modelo —dijo—, en una academia de verdad.
—Será un buen espectáculo —dijo Max, porque eso era lo que se decía en la
Aérea, pero tía Louise no salía de su asombro.
—¡Con modelo! —exclamó—. ¡Dios mío! ¡Te encontrarás con gente de todas clas
Era imposible saber si la perspectiva se le antojaba peligrosa o tentadora,
evidentemente lo consideraba algo desbordante de emoción. Así que Anna quedó un p
decepcionada cuando, al cabo de una o dos semanas, fue a la primera clase nocturna d
academia de dibujo «Holborn».
La enviaron a una habitación grande y desnuda con una tarima de madera y un biom
en un extremo. Había unas cuantas personas sentadas, algunas con tableros de dib
apoyados sobre las rodillas, otras leyendo el periódico. Casi todas tenían el abrigo puesto
que hacía mucho frío.
Nada más entrar apareció una mujer de baja estatura con una bolsa de la compra
metió rápidamente tras el biombo. You're
Se oyóReading
un golpetazo
a Preview al dejar caer la bolsa al suelo, y s
una patata rodando de debajo del biombo, pero la mujer la recuperó inmediatamen
apareció unos instantes después conUnlock
una full
bataaccess with a free trial.
rosa.
—Caramba, hace un frío que pela —comentó; encendió una estufa eléctrica enfo
Download With Free Trial
hacia la tarima y se acurrucó frente a ella.
Anna ya había cogido papel de dibujo de un montón que tenía el letrero de «Un pen
la hoja», y lo había sujetado con chinchetas en uno de los tableros que, al parecer, eran de
común. Sacó el lápiz y la goma y se sentó a horcajadasSign en uno de los bancos demadera
up to vote on this title
había, apoyando el tablero sobre la parte delantera en forma de caballete, como los de
alumnos. Estaba lista para aprender a dibujar, pero noocurrió nada.
Useful Not useful
A un lado una se
mayor tejía un calcetín y al otro un joven de unos dieciséis años terminaba de come
bocadillo.
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de par en par para encarnar a sus prisioneros ingleses, nobles, de respuestas cultas,
estaban invariablemente sentenciados. Miss Potter se angustiaba mucho con aque
representaciones, y una vez tuvo que irse a casa, con una chaqueta a medio hacer, a ver s
periquito estaba bien, según dijo aturdida.
Cuando Mrs. Hammond se recuperó de la gripe ordenó seriamente a Mrs. Riley
dejase de repetir aquellos rumores infundados sobre el destino de los prisioneros británi
Mrs. Riley estuvo enfurruñada durante dos días, y Miss Clinton-Brow dio gracias a D
porque aun quedaban personas sensatas en el mundo sin miedo a decir las cosas claras.
Hubiera sido divertido, pensó Anna, de no tener la sospecha de que la mayoría de
historias de Mrs. Riley eran, probablemente, ciertas.
Después de todo aquello, ir a la academia de dibujo suponía un alivio. Anna h
descubierto que había otra clase con modelo los jueves, a la que tenía derecho a asistir por
chelines y seis peniques de matrícula, de modo que ahora iba dos veces a la semana. Toda
clases habían disminuido en cuanto a número de alumnos, ya que el intenso frío desanima
las tejedoras de calcetines y a los lectores de periódicos, y el señor Cotmore tenía más tie
para enseñar a los que quedaban. Corregía la mayor parte de sus dibujos todas las noche
durante el descanso se sentaba a hablar en un rincón de la clase con sus predilectos. Anna
observaba de lejos. Al parecer, se divertían discutiendo y riendo, y pensaba que s
estupendo pertenecer a aquel círculo íntimo. Pero era demasiado tímida para acerc
siquiera a ellos, y después de la academia se iban rápidamente en pandilla.
Una noche, estaba recogiendo sus cosas al final de la clase. Había estado trabaja
toda la tarde con una especie de desesperación, y había logrado hacer un dibujo que guard
un ligero parecido con lo que tenía en mente. En el esfuerzo, gran parte del carbón del l
había pasado a sus manos, y de allíYou're Reading a Preview
a la cara.
William el gales la miró con Unlock
interés.
full access with a free trial.
—¿Has llegado a manchar el papel? —preguntó.
Download
—Claro —replicó Anna, al tiempo que With
se lo Free Trial
enseñaba.
Se quedó impresionado.
—Tiene mucha fuerza —dijo—. A lo mejor resulta que sacamos algo de ti. ¿Por qu
te lavas la cara y te vienes a tomar un café?
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Se restregó la cara en el lavabo, y fueron a un café varias casas más allá. Al abr
puerta se oyeron gritos de bienvenida. Anna parpadeó Useful
a la luzrepentina, y vio al
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Mrs. Hammond era pura actividad desde que se había iniciado el nuevo proyecto
modo que no era sorprendente verla revolver un montón de ropa para encontrar u
pantalones del largo exacto o una gorra con la insignia adecuada. Pero sí era asombr
según pensaba Anna, ver el cambio operado en Mrs. James. Por primera vez sus enormes
dejaron de mirar al vacío, y al interrogar al joven, con dulzura y sensatez, sobre
necesidades, fue como si le suministrase cierta vitamina de la que carecía. Sonrió y habl
incluso hizo algún chiste, hasta que Mrs. Hammond se lo llevó a probarse unos zapa
momento en que recayó en la apatía, como un juguete mecánico al que se le hubiera acab
la cuerda.
Después de aquello se produjo una continua afluencia de jóvenes necesitados, y
suministro igualmente continuo de ropas de jóvenes muertos en acción de guerra
enviaban los familiares. Anna se preguntaba a veces qué se sentiría al llevar aquellas pren
pero los jóvenes parecían considerarlo desde un punto de vista puramente práctico. Debi
que el verano anterior había empezado el racionamiento, era difícil obtener ropa de t
clases, y no convenía ser demasiado sensible.
Los soldados que acudían allí eran por lo general alegres y, a veces, eufóricos po
dinero que habían ahorrado, invitaban a Anna a salir por la noche. La llevaban a cin
teatros y restaurantes del West End, y era divertido acicalarse con las ropas más elegante
desecho de Jinny y Judy, para ir a aquellos sitios importantes, como si fuera la simpática c
inglesa por quien la tomaban. Después, generalmente querían
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muchas tardes en casa, y había planeado aquella con todo detalle. En primer lugar, pen
arreglar las grietas de los zapatos con un tinte marrón que había comprado a la hora d
comida. Después, si había agua caliente, se lavaría el pelo y, tras la cena, se zurciría los
pares de medias que le quedaban, para poderlas llevar al día siguiente.
Al pasar junto a la habitación de papá oyó voces y entró. Mamá estaba en la c
medio sentada medio tumbada, y papá le tenía cogida la mano. Sus ojos azules esta
empapados, la boca con las comisuras hacia abajo y el rostro bañado en lágrimas.
—¿Qué ha pasado? —gritó Anna, pero papá meneó la cabeza.
—No te preocupes —dijo—. Nada terrible. Mamá ya no tiene trabajo.
Mamá se incorporó de un brinco.
—¿Cómo que nada terrible? —gimió—. ¿Cómo vamos a vivir?
—Ya nos las arreglaremos —replicó papá, y Anna fue descubriendo poco a poco lo
había ocurrido. No era que la hubieran despedido, sino que el trabajo se había acabado.
—¡De todas formas, lo detestaba! —gritó mamá entre lágrimas—. Después de la m
de lord Parker, siempre pensé que no era más que un parche.
Anna recordó que una vez había ido a ver a mamá cuando aún era secretaria persona
lady Parker. Mamá estaba en una habitación bonita, pintada de blanco, con chimenea, y
mayordomo que le había traído té y galletas volvió con otra taza para Anna. Mamá no t
mucho que hacer, salvo contestar el teléfono y enviar invitaciones y por las tardes ella y
hablaban maravilladas de cómo vivía lady Parker.
—Sus medias cuestan una guinea cada par —le había contado mamá— y son tan
que solamente puede ponérselas una vez.
You're Reading a Preview
Desde la muerte de lord Parker, mamá trabajaba en un sótano lleno de papeles; t
montones que hasta hacía poco tiempo noaccess
Unlock full se lewithhabía ocurrido que la tarea de ordena
a free trial.
pudiera tener fin.
—¿Qué voy a hacer? —gimió—. ¡Tengo
Download queFree
With encontrar
Trial trabajo como sea!
—A lo mejor encuentras algo más interesante —dijo Anna.
—Sí —replicó mamá—, supongo que sí, ya que han llamado a filas a tanta gent
como tú te has pagado tu manutención, he ahorrado un poco, de modo que podre
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sobrevivir algún tiempo. Tendré la oportunidad de elegir. —Pero volvió a invadirlon this title
desesperación—. ¡Dios mío! —exclamó—. ¡Estoy harta Useful Not
de tener queuseful
volver a emp
siempre! —Miró a papá, que seguía sujetándole la mano—. Todo sería mucho más fácil
BBC utilizara algún trabajo tuyo para emitirlo a Alemania.
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—O—: Ya sé que dicen que hay que ser británico de nacimiento, pero pienso que cuando
vean.
Parecía tan decidida, sentada al sol, con sus ojos azules mirando con fijeza el pap
atacarlo con la pluma, que resultaba fácil imaginarla convenciendo a cualquiera de qu
diese el trabajo que quería.
No obstante, al jueves siguiente sólo había recibido una carta solicitando una entrev
Resultó ser con un hombrecillo de negocios que le dijo que en realidad buscaban a alg
más joven (vamos, una chica) y mamá volvió a casa profundamente deprimida.
Envió otro montón de cartas y esperó las respuestas, pero no ocurrió nada. Como se
haciendo un tiempo espléndido y caluroso, se sentaba en el jardín a escribir más cartas y a
libros de la biblioteca. Al fin y al cabo, decía, se tenía bien merecidas unas vacaciones.
Cuando cambió el tiempo, y empezó a hacer frío en el jardín, mamá vació el moned
Bajaba hasta Putney High Street con papá a gastar el chelín que destinaban al almuerzo,
comían juntos en la habitación de papá. Por la tarde jugaba al bridge con el Palomo Torc
los Poznanski y, en ocasiones especiales, con Miss Thwaites, la nueva adquisición del h
En realidad, Miss Thwaites no jugaba muy bien, pero como era inglesa (no medio ingles
nacionalizada, ni inglesa por matrimonio, sino auténtica, inglesa por nacimiento y educac
era la persona más solicitada. Era una solterona marchita, de pelo gris cortado a tazón,
trabajaba en el banco del barrio, y aceptaba el respeto que le tributaban como algo merecid
Pero cuando pasaron cuatro semanas sin encontrar trabajo, mamá empezó a asustars
verdad. Calculó que en todo aquel tiempo sólo había recibido cuatro respuestas a
solicitudes, y sólo había mantenido dos entrevistas, y al comprobar los ahorros qu
quedaban se encontró con que, como siempre, estaban menguando con más rapidez de lo
esperaba. Empezó a obsesionarse con You're
las Reading
llamadasa de Preview
teléfono y a merodear por el vestíb
pendiente del cartero. Cuando Anna volvía
Unlock porwithlasa free
full access tardes,
trial. decía con los labios apreta
«Aún no sé nada», antes de que a Anna le diera tiempo a preguntarle, y por la noche d
vueltas en la cama, incapaz de dormir.Download With Free Trial
—¿Qué vamos a hacer? —gimió un domingo en que estaban los tres sentados
habitación de papá, después de comer. Papá les había leído un poema que había escrito e
anterior. Estaba dedicado a su hermana, que ahora vivía en algún lugar de Palestina, y e
recordaba la niñez de ambos en Silesia y se preguntaba Sign si volverían salvo q
up to voteaonencontrarse,
this title
en el paraíso. Si tal lugar existía, pensaba papá, probablemente se parecería a los bosqu
Useful Not useful
los prados entre los que habían crecido. Era un poema muy bello.
Cuando mamá le preguntó qué iban a hacer, él la miró, lleno de cariño y confianza.
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—Siento no poder darte más —dijo—, pero es que no quiero pedirle a Sam
momento.
El profesor había empezado a preocuparse por el dinero desde que su hermana vo
inesperadamente con él, acompañada por sus dos hijos. Las horas de las comidas se le iba
ver cómo desaparecían los alimentos más caros por las bocas de sus múltiples famili
indigentes.
—Y se angustia —dijo tía Louise— por lo que va a ser de todos nosotros.
Anna insistió en contribuir con cinco chelines a la semana, y Max envió un chequ
diez libras de su sueldo de la RAF, de modo que, al menos durante algún tiempo, estarí
cubierto. Pero la ansiedad de mamá continuó. Era difícil estar con ella, porque, sentada
las manos retorcidas en el regazo, con sus ojos azules fijos en un punto, la tensión era co
una presencia física en la habitación que nada podía aliviar.
—¿De verdad lo crees? —decía cuando Anna comentaba que un trabajo concreto
visos de ser esperanzador; y a los cinco minutos insistía—: ¿De verdad crees que me d
ese trabajo?
Lo único que la distraía de sus preocupaciones era jugar al bridge por las tar
Entonces su furiosa concentración pasaba a las cartas, y al discutir sobre Culberston *,
de más y grandes slam desperdiciados, disminuía la angustia por el trabajo.
A veces arrastraba a Anna hasta la mesa de juego (papá no distinguía un trébol d
diamante) pero solamente si no había nadie más, porque a Anna le aburría tanto que fastid
a los demás jugadores.
You're
* Ely Culberston (1891-1955) fue unReading a Preview
importante teórico del bridge y llegó a ser cap
del equipo americano. Publicó varios libros sobre este juego y, sobre todo, una import
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revista, The Bridge World, que fue la más leída, tanto en Estados Unidos como en G
Bretaña. (N. del E.)
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Se limitaba a sentarse en su sitio; se ponía a dibujar en su hoja de puntuacion
cometía un error tras otro, escapando agradecida al final, sin importarle si había perdi
ganado. Le daba pena mamá y quería ayudarla, pero también le creaba tensión comparti
dormitorio pequeño con ella y se sentía culpable y aliviada a un tiempo cuandotenía a
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motivo para llegar tarde.
Una mañana, en el momento en que Anna iba a
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salir para dirigirse al trabajo, mam
pilló en la puerta.
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Siempre había rechazado las invitaciones las noches en que tenía clase. Pero m
estaba hecha una furia.
—¡Es mi único placer en la vida! —vociferó-—. Lo único que me distrae
múltiples preocupaciones por el dinero. Y es que en esta familia nadie se preocupa de c
vamos a vivir. Tú te vas a tu trabajito todas las mañanas y papá se mete en su habitació
escribir poemas, y todo me queda a mí... ¡todo!
—Mamá —empezó a decir Anna, pero mamá la interrumpió.
—¿Quién fue a pedirle dinero a Louise? —gritó—. ¿Tú? ¿Papá? No, como siem
tuve que ser yo. ¿Es que crees que me gustó? ¿Y quién se ocupó de que aprendi
estenografía y encontró el medio de pagar la matrícula? ¿Y quién sacó a Max del camp
internamiento? No fuisteis ni papá ni tú. ¿No crees que, dadas las circunstancias, pod
renunciar a una tarde, una sola tarde, para hacerme la vida más agradable?
Anna miró el rostro desesperado de mamá, del color de la grana, y experiment
sensación extraña y aterrorizadora de que la estaba absorbiendo. Retrocedió, pálida, helad
—Lo siento, mamá —dijo—, pero tengo que ir a clase.
Mamá la miró encolerizada.
—¡Después de todo, no es más que una partida de bridge! —gritó Anna.
—¡Y supongo que tú —vociferó mamá—, vas a hacer una obra maestra!
Anna se fue hacia la puerta.
—¡Si así fuera —se oyó chillar—, tú ni siquiera te darías cuenta!
Se escapó temblando, hacia el pasillo.
En la oficina estuvo preocupada
You'retodo el día.
Reading Pensó en llamar a mamá, pero siem
a Preview
había alguien al teléfono y, además, no habría sabido qué decir.
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A las seis aún no había decidido si ir a casa o a la academia de dibujo. Optó por dej
al azar. Si pasaba un tranvía antes de llegar a Victoria, iría a casa; si no pasaba, no.
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El tranvía llegó casi inmediatamente, pero no hizo caso. Cogió el autobús h
Holborn, y llegó justo unos minutos antes de que empezara la clase.
Y, ¿por qué no? Después de todo, tampoco había salido mucho últimamente. A do
los chicos que la invitaban a salir con más frecuencia los Signhabían destinado
up to vote fuerade Lond
on this title
de modo que casi no hacía vida social. Tengo toda la razón del mundo, pensó, pero n
Useful Not useful
sirvió de nada, porque no pudo concentrarse, e hizo un dibujo tan flojo que lo arrugó y lo
Al final de la clase, en lugar de ir al café, se dirigió directamente al metro. Si llego pron
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Al cruzar Trafalgar Square, los leones proyectaban sombras de duros contornos sob
acera, y había más gente que de costumbre apiñada junto a la estatua de Nelson en el
cortante. Las fuentes no funcionaban desde el principio de la guerra, pero al pasar entre e
se deshizo a sus pies una bandada de palomas y vio las salpicaduras de sus alas torn
negras al elevarse hacia el cielo brillante. De repente la invadió una oleada de alegría, com
estuviera volando con ellas. Va a pasar algo maravilloso, pensó; pero, ¿qué?
La National Gallery estaba abarrotada, y tuvo que abrirse camino a empujones p
escalera para entrar en una de las salas principales. También estaba llena de gente, por lo
al principio sólo pudo ver trozos de cuadros entre cabezas que se agitaban. En seguida s
que le gustaban. Se parecían a la plaza, brillantes de luz y de una especie de promesa gozo
Estaban colgados sin ningún orden preciso, y la dejó aturdida ir de una sala a
viendo tal cantidad de ellos. No sabía qué ver primero, ya que todo le era desconocido
quedaba mirando paisajes, figuras e interiores indiscriminadamente, entre los cuerpos móv
de la multitud. Cuando llegó al final volvió a empezar, y en esta ocasión, le llam
poderosamente la atención algunas cosas: una masa de nenúfares verdes en un estanque ve
una mujer en un jardín, una bailarina de dibujo milagroso probándose una zapatilla.
Pero a la tercera vuelta ya había cambiado de opinión. Los nenúfares que tanto la ha
deslumbrado ahora le parecieron menos notables y, en su lugar, se quedó fascinada por u
bañistas pintados enteramente con diminutas manchas de color brillante. Miró una y otra
y finalmente, cuando ya no podía ver más, se abrió paso hasta un mostrador al lado d
puerta de salida con la esperanza de comprar una reproducción en tarjeta postal
contemplarla en casa, pero la galería estaba a punto de cerrar y no quedaba ninguna. D
haber estado viendo los cuadros casi tres horas, pensó con sorpresa.
Se detuvo un momento al salir You're Reading que
a la escalera a Preview
daba a Trafalgar Square, ahora de c
púrpura en el crepúsculo. No le apetecía el fastidio de autobuses y metros y cenas en casa
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quedó mirando el otro lado de la plaza atardecida, con una vaga sensación de estar flotand
Una voz a su espalda dijo «Hola» y al volverse
Download With Free vioTrial
a John Cotmore con su vieja tren
—¿Qué te parecen los impresionistas? —le preguntó, poniéndose a su lado, junto
barandilla.
—Me han encantado —contestó Anna. El sonrió.
—¿Es la primera vez que los ves? Anna asintió. Sign up to vote on this title
—La primera vez que yo los vi fue hace veinte años Useful En
—dijo—. NotParís.
useful Entonces y
un joven bastante aparente.
A Anna no se le ocurría ninguna réplica. Finalmente dijo:
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—Yo no creo que sea raro. Tal vez no lo sea, pensó Anna, mientras la oscurida
cerraba sobre ellos y se oía el repiquetear de las últimas pisadas. De repente hacía frío, p
John Cotmore no parecía tener prisa por marcharse.
—No puedes ir por ahí fingiendo ser algo que no eres —dijo—. El país en que
nacido forma parte de ti, igual que tu talento para dibujar.
Anna sonrió, oyendo sólo la palabra «talento».
—Así que nada de fingimientos. —La cogió del brazo—. Vamos, te acompañaré h
el metro.
Caminaron por las estrechas aceras de una calle lateral, y al llegar al Embankm
Anna volvió a sentirse llena de la alegría que había experimentado aquella tarde. Pero
vez, en lugar de carecer de forma, parecía englobar los cuadros que había visto y el hecho
estar paseando al atardecer con John Cotmore, así como una enorme y misteriosa sensa
de expectación.
La sensación era tan fuerte que sonrió involuntariamente, y él preguntó, con expre
de enfado:
—¿De qué te ríes?
Mientras hablaba, Anna apenas le había escuchado. Era algo sobre vivir solo, s
hacerse él mismo la cena. ¿Es que su mujer se había marchado?
Se apresuró a decir:
—Lo siento, no me río de nada. Es que... Vaciló, porque le parecía una estupidez.
—He estado muy contenta todo el día —soltó al fin.
—¡Ah! —John Cotmore asintió—. You're Supongo
Reading aque a tu edad... Pero, ¿cuántos años tie
Preview
—Dieciocho —respondió Anna.
Unlock full access with a free trial.
—¿De veras? —dijo, con gran fastidio de Anna—. Pareces mucho más joven.
Habían llegado a la estación Download
del metro,With y se Free
quedaron
Trial
juntos un momento antes de
Anna comprase el billete. Después, al entrar Anna en el ascensor, él gritó:
—¡Hasta el martes!
—¡Hasta el martes! —gritó ella a su vez, y en su interior volvió a brotar la alegría,
le duró todo el trayecto hasta Putney. Sign up to vote on this title
Persistía el tiempo frío y soleado, y también la alegría Usefulde Anna.
Not Tenía
useful una concie
casi dolo-rosa de todos los sonidos, formas y colores que la rodeaban, y quería dibujar tod
que se presentaba ante sus ojos. Dibujaba en el metro y a la hora de comer, y al llegar a
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las ametralladoras antiaéreas. Ninguna de las bombas era incendiaria, que es lo que esper
el señor Cuddeford y Anna. Hacía mucho frío y el final de la alarma tardaba en sonar
señor Cuddeford se puso a hablar de sus experiencias en la anterior guerra mundial.
Había estado en las trincheras, donde todos habían sufrido mucho, especialment
señor Cuddeford, que padecía de varices. A algunos hombres los habían herido y a otros s
habían hinchado los pies, pero el señor Cuddeford tenía varices. Por si Anna no sabía lo
eran las varices se lo explicó y también lo que sentía exactamente y la opinión del mé
sobre las suyas en concreto.
Como todo lo demás durante las últimas semanas, las varices del señor Cuddefor
presentaron vividamente ante la imaginación de Anna y mientras proseguía con
descripción descubrió que estaba un poco mareada. Qué bobada, pensó, pero la sensa
aumentó de forma alarmante, hasta que, de repente, al decir el señor Cuddeford: «De m
que el médico me dijo: 'Tendremos que sajar'», le invadieron unas náuseas sofocantes.
Anna murmuró:
—Perdone, me siento mal —y, en ese momento sorprendentemente, el cielo se
hacia un lado y el suelo se tambaleó, y se encontró tumbada sobre unas hojas húme
mientras el señor Cuddeford tocaba el silbato—. Estoy bien —dijo, pero él le ordenó qu
quedara quieta, y casi al instante aparecieron las botas de otro observador de incendios
lado.
—Se ha desmayado —dijo el señor Cuddeford con cierta satisfacción—. Debe
sido por el frío.
—No, de verdad —dijo Anna, pero ya habían llevado una camilla y la est
colocando en ella. You're Reading a Preview
—¡Aupa! —exclamó el señor Cuddeford. La levantaron y la camilla empezó a mov
por la oscuridad. Árboles y nubes Unlock full access
pasaban with a free trial.
irregularmente por encima de su cabeza y dur
unos momentos lo contempló con gusto, pero al llegar al hotel cayó en la cuenta de lo
creerían mamá y papá. Download With Free Trial
—De verdad —insistió—, ya puedo andar.
Pero los observadores de incendios no habían tenido acción desde hacía meses y
hubo forma de pararlos. La metieron por la puerta principal y mamá, que debía haberlos v
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desde la ventana, bajó precipitadamente la escalera en bata.
—¡Anna! —gritó tan fuerte que se abrieron varias puertas,
Useful Not useful
y detrás de ella aparec
Palomo Torcaz, seguido por las dos señoras checas y los Poznanski.
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—Son muy buenos —le dijo en una ocasión, tras examinar una serie de dibujos de
trabajadores limpiando de escombros un solar arrasado por las bombas, y se sintió como
repente le hubieran salido alas.
Era desolador y a la vez excitante estar absorta en algo de lo que mamá y papá sab
tan poco. Ninguno de los dos había sentido jamás el menor deseo de dibujar. Una
mientras John Cotmore hablaba en el café, Anna comprendió de repente la pintura abstra
que en casa siempre habían considerado como una especie de broma, y a la sensación
júbilo le siguió una especie de punzada de arrepentimiento.
Cuanto me estoy alejando de ellos, pensó, y mamá también debe haberlo notado, po
aunque admiraba los dibujos de Anna, cada día le irritaban más las clases nocturnas.
—¡Siempre con esa pesadez de academia! —decía. «¡No tendrás que ir otra vez
preguntaba a Anna qué clase de personas conocía allí y qué demonios tenían que hablar
el tiempo.
A veces, Anna intentaba explicarlo y mamá escuchaba, con sus ojos azules brilland
concentración mientras Anna exponía una idea suya sobre el dibujo.
—Sí, lo entiendo. Es sencillo —decía mamá al final, y volvía a exponerlo ella
demostrar que, efectivamente, lo había comprendido.
Pero a Anna siempre le quedaba la sospecha de que, durante la explicación, h
omitido algún elemento esencial, de modo que mamá no sólo no lo había comprendido,
que la propia idea había mermado en el proceso, y había vuelto a ella más pobre y magra
antes.
Hablar con papá era más satisfactorio. Había que superar una dificultad inicial, p
hecho de que Anna no conocía las You're
palabras para decir
Reading lo que quería en alemán, y papá no
a Preview
conocía en inglés. Tenía que hablar sucesivamente en ambos idiomas, y añadir un poco
Unlock fullaaccess
francés hasta desentrañar el significado, veces,withsegún
a free trial.
pensaba, más por telepatía que
otra cosa. Pero entonces papá lo comprendía perfectamente.
Download
«Es muy interesante que pienses With
así», Freepapá,
decía Trial y hablaba sobre algún asp
comparable de la literatura, o le preguntaba su opinión sobre un pintor que Anna no h
mencionado.
Tanto él como mamá sentían curiosidad por John Cotmore y los alumnoscon los
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Anna pasaba tanto tiempo.
—¿Qué clase de personas son? —preguntó papá, yUsefulmamáañadió—: ¿Cómo son
Not useful
familias?
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El material era en su mayor parte de la época victoriana, ya que la tía, que había viv
hasta la edad de noventa y tres años, lo había adquirido en su adolescencia. Había
caballetes, varias paletas y un montón de lienzos, todo ello enormemente pesado y sól
Anna quedó alucinada al verlo. John Cotmore llevaba algún tiempo animándola a pint
óleo, y allí estaba casi todo lo que iba a necesitar.
—Creo que me servirá todo —dijo—, si puede desprenderse de ello.
El señor Cuddeford estaba sencillamente encantado de deshacerse de aquello, e inc
le prestó una carretilla para llevar las cosas a casa.
El problema consistía en dónde ponerlo. De ninguna forma podía colocarse e
habitación compartida por mamá y Anna.
—A lo mejor podría usar el garaje —dijo Anna.
Era un edificio aparte en el jardín, ocupado de momento por el viejo cortacésped y o
trastos.
—Pero no puedes subir el caballete aquí cada vez que quieras pintar, con lo que pes
dijo mamá—. Y además, ¿dónde ibas a colocarlo? No puedes usar los óleos en el salón.
Frau Gruber tuvo una idea. Encima del garaje había una habitación pequeña en la
debía haber dormido el chofer en la época del maharajah. Estaba llena de polvo, pero vac
incluso había un lavabo en un rincón.
—No la usa nadie —dijo Frau Gruber—. Podría ser tu estudio.
Anna estaba encantada. Trasladó allí todo el material, quitando antes el polvo
encima, ya que no le molestaba, y miró inquisitivamente a su alrededor. Ahora, todo lo
necesitaba era calefacción, colores y pinceles. Arregló lo de la calefacción comprando
estufa de parafina de segunda mano, You're
peroReading
despuésa Preview
de aquello, se quedó sin un céntimo.
difícil ahorrar en esos días, porqueUnlock
los precios habían subido pero no su sueldo.
full access with a free trial.
—Max —le dijo en la siguiente ocasión en que le vio—, ¿podrías prestarme
chelines y nueve peniques? Download With Free Trial
—¿Para qué? —preguntó él, y Arma se lo explicó.
Max sacó un billete de diez chelines del bolsillo y se lo dio.
—Es un regalo —dijo—, no un préstamo —y al darle Anna las gracias, añadi
Siempre he querido ser protector de las artes. Sign up to vote on this title
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John Cotmore vivía en una calle tranquila de Hamsptead. Era el primer día cálido
año y, mientras Anna caminaba lentamente desde la estación del metro, pasó junto a árb
en flor, gente que arreglaba los jardines y ventanas abiertas. Llegaba pronto, así que
tiempo de dar varios paseos antes de detenerse ante su puerta. Un cartel encima del tim
decía «No funciona» y, tras un momento de vacilación, cogió el llamador. No ocurrió na
el pánico se apoderó de ella al pensar que tal vez la hubiera olvidado y hubiera sal
sensación que fue reemplazada por otra de alivio y una clase diferente de pánico cuand
abrió la puerta y apareció John Cotmore en el umbral.
—Hola —dijo. Llevaba un jersey azul que nunca le había visto y una cuchara
mano—. Estaba preparando el té.
Anna enarboló el cuadro envuelto en papel marrón, como si se tratara de un pasapor
entró en la casa detrás de él.
Era luminosa y semivacía; las motas de polvo bailaban en la luz del gran s
desordenado.
—Siéntate —dijo él, y Anna se sentó en una silla, con el cuadro a su lado.
Por la puerta del extremo del salón vio su estudio, donde había dibujos por todas par
—Estoy preparando otra exposición —dijo John Cotmore—. Estos son algunos de
que he hecho últimamente.
—¡Ah! —exclamó Anna, y se levantó para verlos.
La mayoría eran figuras, y unos cuantos paisajes a plumilla y aguada, todos e
dibujados con su precisión y sensibilidad habituales. Le daba vergüenza estarlos mira
mientras él la observaba, pero le gustaban de verdad, por lo que se le ocurrieron va
comentarios. Había uno en especial, un dibujo
You're Reading a laa aguada
Previewde árboles y una amplia exten
de cielo, que daba tal sensación de humedad y primavera, que se olvidó de sus rebusca
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frases para exclamar: «¡Es precioso!»
El lo contemplaba con expresión crítica, por encima del hombro de Anna.
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—¿Crees que debo incluirlo?
—¡Claro que sí! —gritó—. ¡Es maravilloso!
John Cotmore estaba muy cerca de ella, y durante unos momentos, Anna sintió la m
de él sobre su brazo. Sign up to vote on this title
—Eres encantadora —dijo, y añadió—: Tengo que Not
Usefulponer el useful
agua a calentar
desapareció, dejándola a solas y ligeramente aturdida.
Le oyó trastear en la cocina cercana (debía haber encontrado algo más que hacer
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—Es más sencillo desde que vivimos separados —dijo—. Cada uno por su lado...
solución amistosa.
Anna no sabía qué responder, y él añadió:
—A tu edad, es probable que no sepas nada de estas cosas, pero las personas com
errores, y los matrimonios se deshacen. No sirve de nada echarle la culpa a nadie.
Anna asintió otra vez, conmovida por su generosidad.
—Bueno —dijo John Cotmore—, vamos a tomar el té.
La cocina estaba aún más desordenada que el salón, pero había hecho sitio para col
una bandeja dispuesta para dos. Le ayudó a llevarla al salón, que ahora parecía me
luminoso, porque el sol se había escondido tras una esquina. El encendió la estufa de g
acercó dos sillas. Anna le observó servir el té en dos tazas de formas diferentes, y despué
sentaron juntos al pálido destello de la estufa.
—He estado trabajando a tope —dijo John Cotmore, y le habló de su trabajo
enmarcador, y de la dificultad de encontrar la clase adecuada de papel durante la guerra.
La habitación se fue caldeando poco a poco. Anna observó las arrugas que formab
jersey en los codos de él, sus dedos huesudos que rodeaban la taza. La invadió un
contento. La voz del hombre zumbaba agradablemente, y hacía tiempo que había dejad
escuchar sus palabras, cuando se calló bruscamente.
—¿Qué? —preguntó Anna. Tenía la sensación de que le había formulado una pregu
—¿Y tu cuadro? —dijo John Cotmore.
—¡El cuadro!
Anna se levantó de un salto, confusa, para ir aa Preview
You're Reading buscarlo.
Al sacarlo de la envoltura, tenía peor aspecto que nunca, y la expresión de J
Unlock full access with a free trial.
Cotmore al verlo fue inconfundible.
—Es espantoso —dijo Anna—. Sé que es espantoso, pero he pensado que usted
ayudarme. Download With Free Trial
El se quedó mirándolo en silencio. Señaló una forma brumosa que había aparecido e
centro, y preguntó:
—¿Qué es eso?
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—Un ciervo —respondió Anna. Useful Not useful
—¿Un ciervo? —repitió asombrado.
De repente Anna se llenó de rabia y vergüenza por haber estropeado la tarde con aqu
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—Sería estupendo —respondió débilmente. La cara del hombre estaba muy cerca d
suya.
—Sólo quería saber —murmuró— lo que tú opinabas.
Y entonces, tal y como Anna siempre supo que ocurriría, la rodeó con el otro brazo
besó delicada, lenta y amorosamente en los labios.
¡Me están besando!, pensó, y se quedó horrorizada al sorprenderse mirando por enc
del hombro de John Cotmore el espejo que había sobre la chimenea para ver qué impre
daba. Tenía las manos apretadas tras el cuello de él; las separó precipitadamente y las co
sobre los hombros. Pero al mismo tiempo, en su interior se agitó algo que nunca h
experimentado, y la felicidad que sentía desde hacía tiempo alcanzó el punto culminante.
es, pensó. En esto consistía. Esta es la cosa maravillosa que siempre supo que iba a sucede
La soltó al cabo de un largo rato.
—Perdona —dijo—. No tenía intención de hacerlo.
Anna se encontró sentada, sin comprender cómo.
—No te preocupes —dijo. Pensó en añadir: «No me importa», pero no le par
apropiado.
El se sentó en la otra silla, a su lado, y durante un largo rato, desapareció todo, salv
habitación y la estufa y su felicidad abrumadora.
—Tengo que hablar contigo muy seriamente —dijo al fin John Cotmore. Anna le
—No, en serio —insistió él—. Eres muy joven.
Tengo dieciocho años —dijo Anna. Por alguna razón, no podía dejar de sonreír.
—Dieciocho —repitió él—. Y eres Reading
You're feliz, ¿no? a Preview
—Pues sí —respondió Anna—. Claro.
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—Bueno..., no sé cómo explicártelo... No quisiera molestarte.
¿Por qué tenía que hablar Download
tanto? Ella Withse Free
conformaría
Trial con quedarse como est
simplemente sentada. ¿Ya qué se refería con lo de molestarla? Si fuera inglesa, pensó, sab
qué se refiere.
—¿Molestarme? —dijo.
—Si te hiciese el amor ahora... —Esperó—. Te molestaría, ¿verdad?
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Pero a ella no le molestaría que la volviera a besar, Useful tomara
o que la Not usefulde la mano. ¿
quería decir lo de hacerle el amor?
Para disimular su confusión, respondió, como sin darle importancia:
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Antes de que pudiera recobrarse de la sorpresa, John Cotmore había cogido su abri
se lo había puesto, como si fuera una niña. Le dio el cuadro, envuelto en su bolsa de papel
—Eso es. Vete a casa antes del oscurecimiento.
Habían llegado a la puerta, y a Anna se le olvidaron todas las palabras cuando él vo
a besarla.
—¿Lo comprendes, verdad? —murmuró—. Es que no quiero molestarte.
Ella asintió, conmovida por el tono cálido de su voz. Parecía esperar algo más, de m
que le dijo:
—Gracias.
Durante el trayecto en metro hasta casa pensó en lo maravilloso que era. Porque d
referirse a... Pero la quería demasiado, la respetaba demasiado. ¡A aprovecharse de
pensó, y la frase se le antojó deliciosamente divertida. Rememoró lentamente la tarde, mi
a mirada, palabra a palabra, gesto a gesto. ¡Me quiere!, pensó incrédula. ¡John Cotmore
quiere! Tuvo la sensación de que debía notársele en algo, que debía tener una expre
diferente. Contempló su imagen reflejada en la ventanilla, precipitándose obscuramente
los túneles, y se sorprendió al comprobar que era igual que siempre. Me quiere, pensó
vez, yo estoy aquí, en la línea de Bakerloo, y él me quiere.
Después pensó: no debo olvidar este momento. Porque si no vuelve a ocurrirme n
bueno, habría merecido la pena vivir para sentir lo que siento ahora.
Fue un verano malo, pero Anna casi no lo notó. Sólo pensaba en John Cotmore
aprender a pintar. Habían puesto las clases de pintura los viernes, de modo que le veía cu
tardes a la semana. En la academia, e incluso en el café, la trataba como a los demás
natural, pensaba Anna; tenía que hacerlo
You're así. Peroacuando
Reading Preview se encontraban a solas en el pa
o cuando iban en el metro, él la besaba como lo había hecho en su estudio, despeja
cualquier duda que Anna albergaseUnlock
sobrefullsus
access with a free trial.
sentimientos hacia ella. Después, John Cotm
siempre se reprochaba su propia debilidad, cosa que demostraba, a juicio de Anna, que
una persona maravillosa y la hacía Download
admirarle WithaúnFree TrialVivía en medio de una felic
más.
deslumbrante de lunes a viernes (con un pequeño bajón los miércoles, día en que no h
clase) y atravesaba como podía el árido desierto de los fines de semana hasta que volv
aproximarse el lunes.
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Estoy enamorada, pensaba. Muchas veces se había preguntado si le ocurriría alguna
y le satisfacía que así hubiera sido. Si la gente lo supiera, pensaba
Useful Not useful
mientras empaquetaba
y confeccionaba listas de elementos de uniformes. ¡Si de repente les dijera: estoy enamo
de mi profesor de dibujo! Después reflexionaba: qué cursilada; las chicas victorianas siem
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Solamente en casa habían empeorado las cosas. Frau Gruber, que siempre h
intentado cobrarles poco, tuvo que subir los precios del alojamiento y la comida en c
chelines a la semana. Anna podía pagarlo a duras penas, pero mamá y papá queda
prácticamente insolventes.
Desesperada, mamá le pidió a su nuevo jefe un aumento de sueldo. Era un refug
fabricante de vestidos, con un modesto taller a espaldas de Oxford Circus. Hablaba ma
inglés, y mamá no sólo mecanografiaba las cartas, sino que las corregía. Pero el nego
producía muy pocos beneficios, y cuando mamá le habló del dinero, extendió los braz
dijo: «¡Lo siento, querida, pero más no puedo yo!»
Al principio mamá se consoló riéndose con Anna de aquella extraña fraseología,
ambas sabían que era un desastre. Significaba, una vez más, que cada tubo de pasta
dientes, cada reparación de calzado, equivalía a una crisis monumental y que, por mucho
rebañara y ahorrara, no podría pagar la cuenta al final de la semana.
—¿No crees que Max...? —sugirió Anna, pero mamá exclamó—: ¡No!
Max había logrado al fin que le trasladasen a las operaciones de vuelo, y mamá es
terriblemente preocupada por él. Había convencido a la Comandancia Costera de qu
admitiesen, alegando que, aunque las normas de la RAF le prohibieran volar sobre territ
enemigo, nada podía impedir que volara sobre el mar. Aún estaba en período de instrucc
pero pronto arriesgaría la vida tres, cuatro, cinco veces a la semana.
—No —repitió mamá—. No voy a pedirle dinero a Max.
Al final, y como siempre, tía Louise acudió en su ayuda. Le dio a mamá veinte libra
como el déficit semanal era solamente una cuestión de chelines, durarían muchos meses.
—Es una verdadera amiga You're—dijo Reading
mamá. aLePreview parecía conmovedor que tía Louis
hubiera preguntado con mucha timidez si, a cambio, a papá le importaría echar un vista
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una cosa que había escrito el profesor.
—Para él significaría mucho contar con la opinión de un gran escritor —había dicho
Download With Free Trial
Papá suspiró y dijo que no se imaginaba al profesor escribiendo nada que no fuera
libro de medicina.
—¡Que Dios nos proteja si es poesía! —dijo, y mamá le espetó—: ¡Sea lo que
tendrás que ser amable! Sign up to vote on this title
Resultó que el profesor no estaba escribiendo ni poemas
Usefulni libros
Not de medicina, sino
useful
memorias. Se las dictaba a su secretaria, en el campo, y hasta entonces habían producido
capítulos entre ambos.
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Anna iba a la oficina y a las clases nocturnas, y soñaba con John Cotmore. Le resul
difícil interesarse por su trabajo de secretaria, y una vez creó el caos en la sala de costur
colocar distraídamente las piezas cortadas en el sitio de Miss Potter en vez de en el de M
Clinton-Brown. Miss Potter cortó tres pares de pijamas antes de que pudieran detenerla,
un total de seis patas de la derecha y ninguna de la izquierda. Cuando Mrs. Riley la ech
cara su error, se echó a llorar y tuvo que irse a casa con su periquito, y Miss Clinton-Brow
escandalizó de tal modo que tuvo que pedir a Dios paciencia, con escasos resultados.
No había mucho que hacer en el departamento de ropa de oficiales. Se hundían m
barcos y los marineros que antes necesitaban con tanta frecuencia que les reequipasen
completo, ahora apenas venían.
De hecho, no había suficientes jóvenes para mantener ocupadas a Mrs. Hammond
Mrs. James, y antes de avergonzarles con sus excesivas atenciones al unísono, llegaro
acuerdo tácito de atenderles por turno. Esto significaba que ambas disponían de más tie
libre. Mrs. Hammond lo empleaba en dictar cartas a Anna o en charlar con las señoras e
cuarto de costura, pero Mrs. James pareció desanimarse. Se sentaba en su despa
improvisado, mirando los montones de ropa de los difuntos con sus enormes ojos vacíos
veces ni siquiera se enteraba cuando Anna entraba allí con un recado o una taza de té.
—Me tiene preocupada —decía Mrs. Hammond, pero en cuanto aparecía un
necesitado, Mrs. James volvía a la vida.
Un día, Anna estaba tomando unas notas en el despacho de Mrs. Hammond.
acababa de atender a un teniente de la Fuerza Aérea que había perdido todas sus cosas en
ataque aéreo. El hombre se había mostrado especialmente agradecido, y Mrs. Hamm
quería escribir a su comandante para ofrecer ayuda a cualquiera que lo necesitase. Pues b
apenas había empezado a dictar la You're Reading
carta cuando seaabrió
Preview la puerta y entró Mrs. James. Es
más gris y demacrada que nunca y,Unlock
sin hacer caso de Anna, se dirigió directamente hacia
full access with a free trial.
Hammond.
—No quiero montar un número —dijo—,
Download Withpero
FreemeTrial
tocaba a mí atender a ese joven
—Pero si se ocupó esta mañana del oficial de Aviación —replicó Mrs. Hamm
sorprendida.
Mrs. James se quedó inmóvil, mirándola con sus grandes ojos, y Mrs. Hammond
una seña a Anna para que volviera al cuarto de costura. SignAl salir
up to voteella, Mrs.
on this title James volv
hablar. Useful Not useful
—El oficial de Aviación sólo quería una gorra. Eso no cuenta.
Las ancianas habían dejado de coser al aparecer Mrs. James.
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—Tiene usted que saber —dijo en un tono de voz a la vez razonable y alarmante—
han muerto muchos más jóvenes que los que siguen vivos. Por eso tenemos toda esta ropa
nadie necesita.
Mrs. Hammond replicó algo así como «no», o «qué tontería», pero Mrs. James n
hizo el menor caso.
—Y como quedan tan pocos jóvenes —prosiguió con la misma voz rara—, hay
repartírselos equitativamente. Y la única forma equitativa es que yo atienda al doble
usted.
Mrs. 'Hammond había estado emitiendo vagos sonidos para tranquilizarla, pero aqu
última frase la dejó tan atónita que gritó:
—Por lo que más quiera, ¿puede saberse por qué?
Mrs. James se volvió, y Anna entrevió en su cara una expresión de locura.
—Pues es evidente, ¿no? —contestó—. Después de todo, usted sólo ha perdido un
pero yo dos.
Al mirarla fijamente Mrs. Hammond, añadió:
—Sabía que no iba a entenderlo. No tiene sentido que sigamos juntas.
Más tarde, Mrs. Hammond dijo a Anna que la señora James sufría una depre
nerviosa, y que esperaba arreglar las cosas con ella cuando estuviese más tranquila. Pero M
James no volvió a la oficina. Al cabo de unos días se presentó el hombre chato con una c
que explicaba que de allí en adelante Mrs. James realizaría el proyecto de la ropa
oficiales ella sola, en otro local.
Como había sido idea suya, nadie podía hacer nada. Cargó en un coche los uniform
You're Reading a Preview
los zapatos, pañuelos y camisas, los libros, los palos de golf y las carteras con las que n
sabía qué hacer y se marchó, dejando a Mrs.
Unlock Hammond
full access with a freeatrial.
solas en el almacén vacío.
Varias semanas después se enteró de que Mrs. James estaba demasiado enferma
trabajar y que una organización de Download
caridad se With
habíaFree
hecho cargo del proyecto. •
Trial
—¿Por qué se derrumbaría de repente, después de tanto tiempo? —preguntó Anna.
—Por los cuatro años de guerra —respondió Mrs. Hammond—. Y porque las not
son mejores.
Sign up to vote on this title
Al mirarla Anna sin comprender, añadió impaciente:
Useful Not useful
—Pensar en la paz... cuando ya no tiene sentido.
Sin el proyecto de la ropa para oficiales, la oficina estaba muy tranquila. M
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le salían los dibujos como ella quería. Entonces volvía a su máquina de escribir, sintiénd
culpable y deprimida, y la tarde se le hacía más larga que nunca.
Los miércoles eran los peores días, porque no había clase, y esos días sobrev
haciendo pequeñas compras: un lápiz con una capa de pintura amarilla de antes de la gu
en un almacén secreto que había descubierto en una tienda de Victoria Street, una onz
polvo de sorbete sin racionar que tomaba a escondidas por la tarde, un paquete de saca
para John Cotmore, a quien le gustaba el té muy dulce, y no la encontraba con facilidad.
el simple hecho de llevarlo en el bolsillo se sentía más animada, ya que era una prueba de
iba a verle pronto.
Un miércoles, al volver a casa, se encontró con tía Louise en la puerta. Se es
despidiendo de mamá y papá, y parecía muy contenta.
—Estoy segura —decía— de que a todos nos resultará útil este proyecto.
En ese momento vio a Anna, que llevaba el viejo abrigo del colegio y una falda
jersey antiquísimos, ya que los miércoles eran unos días tan espantosos que no merec
pena ponerse nada mejor.
—Ah, hola —dijo tía Louise, al tiempo que sus cejas se alzaban ante aquella visión
volvió hacia mamá—. También le vendrá bien a Anna —añadió.
—¿Qué proyecto es ése? —preguntó Anna cuando tía Louise subió a su gran coch
y se marchó.
—Louise me ha pedido que revise las memorias de Sam —dijo papá.
—Quieren darnos otras veinte libras —añadió mamá.
Anna miró a uno y a otra.
You're Reading a Preview
—¿Vas a hacerlo? —preguntó. Papá respondió con cautela:
—Le he dicho que las miraré.Unlock full access with a free trial.
Esa noche, papá estuvo muy callado durante la cena. Para pasar el rato, entre el p
Download
fuerte (empanada de nabos) y el budín, mamáWith Free Trial
intentaba resolver el crucigrama de The Ti
Miss Thwaites la había iniciado en esta actividad, y mamá no sólo se había convertido en
experta, sino que aquello la hacía sentirse muy inglesa. Leía las preguntas en voz
anunciaba las soluciones triunfalmente, y de vez en cuando pedía consejo, que Anna le d
hasta que se dio cuenta de lo aislado que se quedaba papá. Sign up to vote on this title
—¿Qué tal son las memorias del profesor? —preguntó Useful Not useful
en alemán.
Papá levantó los ojos hacia el cielo.
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Mañana haré las paces con ella, pensó Anna. Y al tiempo que se deslizaba en el su
deseó que papá ganase de repente una enorme cantidad de dinero, que no tuvieran que e
agradecidos a los Rosenberg, y que todo fuese completamente distinto.
—Creo que ya es hora de que hagas algo —dijo John Cotmore a Anna unas sem
después, en la academia—. O sea, algo más que dibujar a la modelo o llenar cuaderno
bocetos.
Estaba sentado en el borde de la tarima de la modelo, con William el gales y Bárb
que asintieron.
—¿Qué podría hacer?
John Cotmore hizo un gesto vago.
—Algo tuyo. Ilustrar un libro, pintar un mural, cualquier cosa.
—¡Un mural!
La idea le resultó atractiva de inmediato. Pero, ¿dónde encontrar una pared?
—Una vez hice un mural en el colegio —dijo Bárbara—. Fue muy divertido. Lo
que necesitas es temple mezclado con aceite y unos pinceles grandes.
—No es que queden muchas paredes —observó William el gales.
1944 había comenzado amenazador, con los peores ataques aéreos desde hacía años.
John Cotmore le hizo callar con un movimiento de la mano.
—Razón de más para pintarlas —replicó.
La idea de pintar un mural se le quedó grabada a Anna, y se sorprendía examina
cualquier superficie vertical con vistas a decorarla. Consideró durante algún tiempo la
abandonada en que se había almacenado You're Reading
la ropa adePreview
los oficiales, pero desechó la idea.
oscura, y nadie lo vería; no tenía sentido.
Unlock full access with a free trial.
Tampoco había nada en el hotel, pero un día encontró el sitio idóneo. Llovía a mare
en lugar de empaparse caminandoDownload hasta el WithsalónFreede Trial
té Lyons, que estaba un poco le
decidió comer en un café de Victoria Street. Las mesas estaban abarrotadas de cue
humeantes. Pidió un filete ruso (carne picada patrióticamente rebautizada: lo que había sid
filete de Viena de la preguerra), con una agradable sensación de excentricidad.
Al mirar a su alrededor mientras esperaba a que se loupsirvieran, que a
Sign to vote on comprendió
this title
café era exactamente lo que buscaba. Consistía en varias Useful habitaciones transformadas en
Not useful
sola; el resultado era un espacio de formas irregulares limitado por múltiples paredes
formaban ángulos diversos. Todas estaban pintadas de color crema claro, y no tenían n
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Nueve paredes, pensó Anna. ¿Qué importancia tenían Useful Not useful
unos espejos?
—De acuerdo —dijo, y añadió para salvar su dignidad—: Los incorporaré al dise
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semana, y a veces por las tardes, aun a costa de renunciar a algunas clases de modelo, con
de hacer los dibujos.
Los espejos no resultaron ser ni la mitad de molestos que Anna esperaba. Todos era
diferentes tamaños y formas, y comprobó que podían representar un objeto grande
después rodearía de gente. Uno vertical formaba el cuerpo principal de un teatro
marionetas, con los polichinelas pintados en la parte superior, y niños mirando desde am
lados. Otro, alargado y estrecho, con juncos alrededor, representaba un lago. Al termin
diseño de cada pared, lo colgaba en su estudio encima del garaje, y mamá y papá iba
contemplarlo.
Finalmente los enrolló y los sometió al juicio de sus patrones extendiéndolos sobr
mitad de las mesas del café. Ellos lo contemplaron en silencio. Al fin dijo la mujer: «E
bonitos, ¿eh, Albert?»
Albert miró los dibujos y sus paredes de un puro color crema con pesadumbre.
—¿Y eso qué es? —preguntó, señalando el teatro de marionetas.
—El espejo —respondió Anna—. Voy a pintar esto alrededor.
Albert lo comprobó en la pared.
—Pues sí —dijo.
—Es el centro del diseño —explicó Anna. Albert parecía satisfecho.
—Pues sí —repitió—. ¿Que no?
—A mí me parece muy bonito —dijo su mujer, entusiasmada.
Albert se decidió.
—Sí —dijo—. De acuerdo. PuedeYou'reustez
Readinghacerlo.
a Preview
Anna se preguntaba cómo acometer el asunto del dinero, pero Albert se le adelantó.
Unlock full access with a free trial.
—¿Cuánto tenía pensado de cobrar? —preguntó, ante lo que Anna, horrorizada, sol
primera cantidad que se le ocurrió. Download With Free Trial
—Quince libras —respondió e inmediatamente se maldijo por haberlo estropeado
con unas pretensiones excesivas, pero Albert se lo tomó con calma.
—Pues vale —dijo.
Después de aquello Anna se lanzó a una actividadSign frenética. Eloncafé
up to vote this cerraba
title los sáb
después de comer para el fin de semana, y allí estaba ella
Usefula las
dos, esperando a qu
Not useful
marchase el último cliente. Albert le proporcionó una escalera de mano, y empleó los
primeros fines de semana en dibujar los diseños con tiza en todas las paredes.
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Con tal de que no sea Albert que ha cambiado de opinión, pensó, y fue a abrir. Pero
era Albert, sino Max, con su uniforme de la RAF, irradiando calor y fuerza.
—¡Vaya! —exclamó al ver la habitación—. Parece que has encontrado tu entorno.
—¿Qué es entorno? — preguntó Anna, y Max sonrió con una mueca.
—Lo que has encontrado.
Anna le enseñó el restaurante. El miraba las paredes y los bocetos, lleno de entusia
y comprensión. Pero las partes que más le gustaban no siempre eran las mejores, y a Ann
alivió comprobar que al menos en ese tema, su juicio era más fiable que el de Max.
—No sabía que fueras a venir —dijo—. ¿Has estado en casa? Max asintió.
—Tengo cinco días de permiso. He terminado el curso.
Eso significaba que le destinarían a un escuadrón de operaciones bélicas.
—¿Ya? —dijo con el mayor desenfado que pudo.
—Sí —replicó Max—, y también mamá y papá dijeron «¿ya?» con la misma expre
de «Dios nos asista» que tú. Sólo estoy haciendo lo que hacen otros miles de personas.
—Ya lo sé —repuso Anna.
—Voy a seguir toda la vida en este país —prosiguió Max—. Tengo que corre
mismos riesgos que los demás.
—No todos hacen operaciones de vuelo —replicó Anna.
Max seguía impertérrito.
—Las personas como yo, sí —dijo. Anna empezó a recoger; enrolló los dibuj
colocó en su sitio las mesas y las sillas.
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—¿Cómo has encontrado a mamá y a papá? —preguntó.
Max tardó un poco en contestar.
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Anna le vio hacer el gesto entre sonriente y pesaroso que siempre hacía ante las c
difíciles, y de repente recordó las incontables veces que habían hablado así, compartiendo
preocupaciones de su infancia desbaratada en cuatro países distintos.
—¡Max! —exclamó, rodeándole con sus brazos—. ¡Por lo que más quieras,
cuidado!
—Vamos, vamos —dijo él, dándole palmaditas en la espalda, con precaución, por te
a la tiza que cubría la ropa de su hermana—. No me va a pasar nada. —Y como Anna sigu
aferrada a él, añadió—: ¡Después de todo, si me pasara algo, mamá no me lo perdon
nunca!
Anna tardó cinco fines de semana más en acabar de pintar los murales. Por consejo
Bárbara, usaba pintura al temple blanca, que mezclaba con pinturas en polvo para obtene
colores deseados. Los removía en una serie siempre creciente de tarros y latas viejos, y er
trabajo agotador y helador, pero le encantaba. Los murales seguían dando el mismo resul
que ella esperaba, y al ir acabando una a una las paredes, se quedaba mirándolas, ah
cubierta de pintura además de tiza de los pies a la cabeza, con la misma alegría que h
experimentado el día en que empezó a trabajar. A veces, cuando pensaba en ellos estand
casa, imaginaba que había pasado por alto algún defecto tremendo, y tenía que ir rápidam
al café a primeras horas de la mañana siguiente a mirar por la ventana para asegurarse. P
siempre estaban bien, y tanto los clientes como Albert y su mujer parecían satisfechos.
A Max le enviaron a su destino, y al cabo de cierto tiempo escribió contando que h
realizado varias maniobras de vuelo y que no había sufrido ningún percance. «Y a la vue
decía, «siempre nos dan huevos con tocino, de modo que es una gran mejora en todos
sentidos».
You'reoReading
Nadie sabía si había que creérselo no, peroa mamá
Preview no soportaba la idea de que pud
ser de otra forma, y hacía todo lo posible por
Unlock full creer
access withque era
a free cierto.
trial.
Anna terminó al fin los murales en mayo. Albert le pagó las quince libras, y como t
más dinero que jamás había tenidoDownload
en su vida, Withdecidió invitar a comer en el café prime
Free Trial
mamá y papá, y después a sus amigos de la academia.
Mamá y papá estaban admirados, y Anna se sintió feliz entre ambos, con su je
nuevo, contemplando su obra con los ojos entrecerrados; sólo de vez en cuando le asaltab
duda de si no podría haber dibujado mejor una manoSign o upsi to
unavotefigura
on this concreta
title no ha
quedado mejor en otra pared. Useful Not useful
—¡Pero es muy profesional! —dijo mamá, y papá añadió—: ¡Es maravilloso!
Le produjo gran placer ver el asombro con que la miraban, y también poder paga
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—Debía ser un avión —dijo Anna, pero el señor Cuddeford negó con la cabeza.
—Nunca he visto un avión así —replicó.
Al día siguiente, tras una alarma aérea que duró hasta el amanecer, apareci
explicación en todos los periódicos.
Al principio sólo cayeron unas cuantas bombas voladoras, y la gente se reía de ellas
el aspecto tan ridículo que tenían,You're
zumbando
Reading pora Preview
el aire, e inventaban nombres gracio
como bombas-abeja o chinches. Pero pronto empezaron a llegar en grandes cantidades, de
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y de noche. Ponía nervioso a cualquiera oír el ruido de aquellos trastos, que podían parars
cualquier momento, mientras cada cual seguía con sus asuntos. Uno rezaba porque
bombas-abeja pasaran de largo, peroDownload
se sentíaWith Free Trial
culpable al mismo tiempo, al saber que cae
sobre otra persona. Y ante el hecho de que la guerra pudiese acabar pronto, todo el mu
deseaba desesperadamente sobrevivir.
La gente empezó a abandonar Londres otra vez. Reaparecieron las consabidas fila
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niños con rótulos en las estaciones de ferrocarril y todos los días las bombas causaban nu
daños entre los mayores. Como caían a todas horas erainútil Notenuseful
Usefulmeterse los refugios, po
que las gentes que quedaban en Londres se escondían en la puerta más cercana o baj
mueble que tuvieran más a mano al oír que una bomba voladora se paraba sobre sus cabe
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Entre las personas que se le podían ocurrir a Harry tiene que estar incluido J
Cotmore, pensó Anna, y se desprendió de su letargo como de una piel vieja.
—¡Me encantaría ir! —exclamó, sorprendiendo a Harry con su vehemenci
inmediatamente empezó a hacer planes sobre la ropa que iba a llevar, sobre qué act
tomaría y lo que diría.
—Voy a salir mañana por la noche —anunció a mamá y papá durante la cena—. V
un concierto.
—¿Con quién? —preguntó mamá. Anna frunció el ceño ante la curiosidad de mamá
—Con nadie especial —respondió—. Son unos compañeros de la academia de
Hay un montón de entradas, pero como la mayor parte es de Beethoven y muchos piensan
es anticuado, tal vez no vaya mucha gente.
Frau Gruber fue a quitar los platos.
—¿No tienes apetito? —preguntó a papá, que se había dejado casi toda la empanad
verduras. Papá sonrió y negó con la cabeza.
—Beethoven —dijo, y Anna observó que estaba pálido—. ¿Qué van a tocar?
Anna se lo contó: la Séptima Sinfonía, y algo más que no recordaba, y papá asintió.
—Me gustaría ir contigo —dijo.
—¿Al concierto? —gritó Anna. Era imposible.
—No son asientos como es debido —se apresuró a decir—. No son como a los qu
tenías en Berlín. Son los de gallinero, y en realidad, son escalones. .. Sólo van estudiantes
Papá asintió.
—De todas formas —insistió—, You're
meReading
gustaríaamucho
Preview ir.
Anna se le quedó mirando, horrorizada.
Unlock full access with a free trial.
—¿De verdad quieres ir? —preguntó mamá—. Suena un tanto espartano.
Anna esperó su respuesta, expectante,
Downloadpero Withpapá
Freemovió
Trial la cabeza.
—Los asientos no me importan —dijo—. Lo que quiero es oír la música.
No había réplica posible.
Tras intentar en vano oponerse, Anna murmuró algo a modo de asentimiento,
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y pas
resto de la comida sumida en la más profunda depresión. ¡La primera vez desde h
semanas que podía ver a John Cotmore, y papá se le ibaa pegar! Useful Not useful
Aquel día ocioso en la oficina había fantaseado, casi preparado un plan para estar co
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mañana sola, pensando en John Cotmore, mientras trataba de entretenerse con el fichero y
madejas de lana.
Ya no me queda nada, pensó. No quiero hacer nada, no quiero ver a nadie. Bu
mentalmente frases de consuelo. ¿Calabazas? ¿Abandono? ¿Desgraciada en amores? E
cursis, pero no le hicieron reír. No podía desechar los recuerdos humillantes de cómo le h
sonreído, pendiente de sus labios, de aquella tarde en el restaurante, dispuesta a cogerle
brazo..., y todo el tiempo él y Bárbara... él y Bárbara.
Después del almuerzo llegó Mrs. Riley con un álbum de gran tamaño.
—Mi vida en los escenarios —dijo—. Lo he traído para enseñártelo.
Como no tenía nada mejor que hacer, Anna paso la tarde con Mrs. Riley a su lado
hedor de Mrs. Riley flotando sobre ella. Vio Mrs. Riley con lentejuelas en 1891, a Mrs. R
con medias de malla en 1902, a Mrs. Riley con un cayado de pastor y una oveja disecad
Mrs. Riley en albornoz. Y todo el tiempo, en su interior algo clamaba por John Cotm
porque no hubiese pasado la noche anterior, porque todo fuese como antes.
Volvió tarde, porque tan poco sentido tenía ir a casa como a cualquier otro sitio,
estaba preparada para el recibimiento que le dispensó la figura que se precipitó hacia el
verla.
—¡Anna! —gritó mamá, retorciéndose las manos y hecha un mar de lágrimas—.
Anna!
—¡Dios mío! —exclamó Anna, pues al parecer tenía que ocurrir lo peor—. ¿Max?
No se trataba de Max. Era papá.
Mamá le hizo entrar en casa; se paró y la agarró del brazo en el vestíbulo.
—Le encontré al volver a You're Reading a Preview
casa —explicó—. Estaba en el suelo de su habitac
Llevaba horas allí. Tiene la voz muy rarafully access
Unlock le pasa algo
with a freeen la mano.
trial.
Se miraron.
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—Va a venir a verle Sam... Gracias With estaba
a Dios, Free Trialen la ciudad. —Mamá soltó la m
de Anna—. El sabrá lo que hay que hacer.
—¿Puedo subir a verle?
Fueron juntas a su habitación.
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Papá estaba en la cama. Frau Gruber había ayudadoUseful a mamá a Notlevantarlo. Tenía la
useful
como hinchada, y parecía estar medio dormido, pero al ver a Anna, movió los labios, com
quisiera sonreír.
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del panadero, que tenía la cara delgada y era calvo. «Es tan bonito», explicaba a Max.
parece a papá.»
Ahora papá estaba en la cama, con el cuello de la camisa desabrochado, respira
lentamente. Era bastante mayor, desde luego. ¿Setenta y un años? ¿Setenta y dos? A
siempre había sido consciente de este hecho, pero no significaba nada para ella. Era difer
a otros padres, pero no por su edad, sino por la clase de persona que era. Mientras le mir
él abrió los ojos bruscamente y le devolvió la mirada.
—An...na —dijo con mucha lentitud. Ella le apretó la mano y replicó:
—No hables —pero papá quería decir algo.
—An...na —repitió, y añadió con gran dificultad—: El con...cierto...
Anna sonrió y asintió, y a pesar de los tremendos obstáculos la cara de papá se mo
se distendieron los labios, y también sonrió.
—Fue... —se le escapó la palabra deseada, pero se esforzó por encontrarla.
—¡Ma...ravi...lloso! —exclamó triunfalmente.
El profesor confirmó lo que ya sospechaban mamá y Anna. Un ataque de apoplejía.
—¿Es grave? —preguntó mamá. El profesor se encogió de hombros.
—Lo sabremos dentro de unos días. Como no se podía dejar solo a papá, mamá es
siempre con él, y dormía en una cama improvisada en su habitación. Anna la relevaba dur
unas horas al volver del trabajo. Era evidente que papá sabía lo que le estaba ocurriendo,
no tenía miedo. Al tercer día, cuando pudo hablar con mayor facilidad dijo:
—Es extraño.
—¿Qué? —preguntó Anna. You'rePapá hizo
Readingun gesto que abarcaba a sí mismo, la cam
a Preview
desastrada habitación.
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—Esto —contestó. Y añadió casi con admiración—: ¡Es una experiencia asombrosa
Cuando el profesor volvió a verle, le satisfizo la mejoría de papá.
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—Esta vez hemos tenido suerte —le dijo a mamá—. Se recuperará rápidamente.
—¿Por completo? El profesor asintió.
—Gracias a Dios.
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—¿Pero cómo se le ocurrió hacer una cosa así? —dijo el profesor—. Un hombre enthis title
condiciones, y se pone a subir hasta la tribuna de un teatro. Useful Not useful
Mamá rió con alivio.
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—¿De veras? —dijo Anna. A su lado, tía Dainty hablaba con alguien sobre Otto.
—Incluso con Einstein —decía—. Otto discute cosas con él constantemente.
—Fue una tarde inolvidable —dijo el anciano—. Le conocí en casa de un amig
poeta Meyer, en la Trompetenstrasse... ¿lo recuerdas?
Anna negó con la cabeza.
—Yo era muy pequeña.
El anciano asintió con pesar.
—Tu padre había leído un libro escrito por mí; por cierto, que lo alabó bast
Recuerdo que era una hermosa tarde de verano, y tu padre, que teóricamente tenía que
teatro y después a una fiesta, algo muy importante, ¿sabes lo que dijo de repente?
—¿Qué? —preguntó Anna.
—Pues dijo: «Vamos a coger el vapor de la Pfaueninsel.» Conocerás la Pfaueninse
dijo el anciano con ansiedad—. Era una isla en un lago cerca de Berlín, con pavos reales..
Anna recordó confusamente una excursión del colegio. ¿Era aquello la Pfaueninsel?
Tía Dainty decía:
—Y le han dado una casa y un coche... Como el anciano esperaba su respuesta, A
asintió. Pareció aliviado.
—También hay un restaurante muy bueno —añadió con satisfacción—. Así que all
fuimos, tu padre, otros dos y yo. Comimos, bebimos un vino estupendo y charlamos,
padre, ¡ah, que divertido y ocurrente estuvo! Al salir vimos los pavos reales durmiendo to
juntos en las ramas de un árbol muy alto. Tu padre no sabía que lo hacían, y le sorpre
mucho. Y después cogimos el vapor de vuelta
You're Reading a Berlín
a Preview a la luz de la luna. Algo precioso
concluyó el anciano—. ¡Precioso!
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Anna sonrió. Todo lo que recordaba de Berlín eran la casa, el jardín y el colegio.
—Debió ser muy bonito —dijo. Download With Free Trial
Las admiradoras de alfombras ya las habían contemplado a su sabor y se prepara
para marcharse, sin muchas ganas.
—Ha sido una reunión muy agradable —dijo una de ellas, olvidando momentáne
la situación; y la otra corrigió—: Dadas las circunstancias. Sign up to vote on this title
Una vecina dijo que tenía que volver con su niño y también
Useful Anna
Not se excusó. Al pon
useful
el abrigo pensó que, al fin y al cabo, había sido inútil venir. No había sentido nada
aprendido nada, no había recibido ni consuelo ni comprensión.
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—Y yo a ti. —Le cogió la mano y dijo—: No todos los años pasados han sido
malos. Max y tú nos habéis dado grandes alegrías. Y siempre he tenido a mamá. —H
pausa, y añadió—: He estado escribiendo sobre estos años, una especie de diario. Cuand
leas, espero que pienses, como yo, que es lo mejor que he hecho. Y tal vez un día se reed
mis obras, y esto estará entre ellas.
—¿En Alemania? Asintió.
—Mamá se ocupará de ello. Le acarició la cara ardiente.
—Así que, mientras pueda pensar y escribir, estaré agradecido al viejo rabino
arriba por cada día que me deje seguir en este planeta extraordinario.
Anna se sentía mejor, pero aún había algo que no funcionaba bien. Trataba
escapársele, pero estaba allí... una especie de horror, que imaginó acurrucado al pie d
cama. Tenía algo que ver con tío Víctor y era tremendamente importante.
—Papá.
—Dime.
No podía pensar. Pensar y escribir; papá había dicho pensar y escribir. Pero tío
no había podido pensar y escribir, sino simplemente estar en la cama. «El cerebro ha suf
daños», había dicho tía Dainty, «no recuerda nada, ojalá hubiera muerto hace años». P
¿acaso no tenía el mismo efecto un ataque de apoplejía?... ¿No le sucedería a papá...?
Al tratar de enfocarla, la cara de papá se hizo borrosa, pero su voz era clara y tranqu
—Entonces, claro que no querría seguir viviendo. Mamá y yo ya hemos hablado de
—Pero, ¿cómo? —gritó Anna—. ¿Cómo... podrías...?
Con un gran esfuerzo, la caraYou're
de papá volvió
Reading a su sitio, de modo que vio sus ojos
a Preview
extraordinaria sonrisa, llena de confianza.
Unlock full access with a free trial.
—Mamá pensará algo —concluyó.
Cuando mamá volvió del campo había acabado la racha de mal tiempo. Ann
recuperó de la gripe con el sol y,Download
de pronto, Withel Free
mundo Trialse presentó más esperanzador
profesor anunció que la salud de papá había mejorado. Tenía la tensión más baja,
habían desaparecido los efectos del ataque.
—Ya te lo decía yo. El viejo rabino de ahí arriba está de mi parte.
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La guerra empezó a decrecer.
Useful Not useful
Aún lanzaban bombas-abejas, de modo que todavía podían matarte, pero cada vez
menos. Las noticias de la radio siempre eran buenas y por primera vez desde 1939 en
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El Grunewald que se había quemado no era en el que ella había jugado. Era un luga
que no dejaban entrar a los niños judíos, en que los nazis chocaban los tacones y saludab
probablemente se escondían detrás de los árboles dispuestos a aporrear a la gente. Lleva
pistolas y perros fieros y esvásticas, y si alguien se interponía en su camino, le golpeaban
soltaban los perros, y le enviaban a campos de concentración, donde le hacían pasar hamb
torturas y le mataban.
Pero eso no tiene nada que ver conmigo, pensaba Anna. Yo soy de aquí, de Inglaterr
Cuando Max le dijo más tarde: «¿Te has enterado del incendio del Grunewald?»,
asintió y contestó inexpresiva: «Me alegro de que nos marcháramos.»
Al llegar la primavera, y con ella el calor, se puso a dibujar otra vez. Empezó un día
hora de comer. Paseaba sin rumbo por unas callecitas a espaldas de Vauxhall Bridge R
cuando vio a un niño. Era el cuarto que veía desde que había salido, y pensó, ¡debe e
acabando la guerra si vuelven los niños! Este debía tener unos diez años, y estaba sentado
un montón de escombros, mirando al cielo con expresión satisfecha. Supongo que es
contento de haber vuelto a casa, pensó Anna.
Había algo muy expresivo en él: la forma de agarrarse las flacas rodillas, la forma c
le colgaba el jersey, demasiado grande, de los hombros, la forma de bizquear con la luz
repente, Anna sintió un gran deseo de dibujarlo. No llevaba cuaderno, pero encontró una c
vieja en el bolso. Febril, empezó a dibujar en la parte de atrás. Tenía tal ansia por plasm
chico en el papel antes de que se moviera o se levantara y se marchara, que no le dio tiem
preocuparse por cómo debía hacerlo. Solamente pensaba, esto es así y esto asá, y tiene
la cara y en las rodillas y una mancha oscura bajo la barbilla... ¡y de repente, allí estab
dibujo, lo había hecho y estaba bien!
Regresó aturdida a la oficina.You're Reading
Ha vuelto, a Preview
pensó. ¡Puedo hacerlo otra vez!
Aquella noche, en la academia, hizo
Unlock dos buenos
full access dibujos
with a free trial. y, por primera vez desde h
meses, en el viaje de regreso a casa decidió no leer; en su lugar, dibujó a un anciano dorm
en su asiento. También le salió bien.
Download With Free Trial
De repente no podía parar. Se compró un cuaderno de dibujo, que llenó en pocos d
Los fines de semana, en la habitación del garaje, trabajaba en un cuadro que representaba
grupo de personas en un refugio antiaéreo. Esta vez lo planeó con más minuciosida
consiguió conferirle al menos una parte del sentimientoSign queupquería. También
to vote on this title pintó un ret
de mamá. Posó para ella, acurrucada ante la estufa del estudio
Useful de Not
Anna,
usefulcon su expre
habitual de tensión y exaltación, y papá dijo que era una de las mejores cosas que había he
Anna.
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El señor de las patillas no le hizo caso. Aún le quedaban por ver dos dibujos, y los m
uno a uno, lenta y metódicamente. Era del norte y no le gustaba que le metieran pri
Finalmente se volvió hacia Anna, y ésta vio consternada que tenía una expresión de enfado
—No seas tonta, chica —dijo—. Deberías saber que aquí tienes suficiente para
todo lo que quieras.
Cuando se hubo marchado, John Cotmore sonrió a Anna.
—Bueno —dijo—, pues ya está. Ahora tienes el mundo a tus pies.
Ella le devolvió la sonrisa con prudencia.
—Te darán la beca —dijo—, y habrá paz y volverán todos los jóvenes.
Anna se encogió de hombros.
—¡Bah! —exclamó—, los jóvenes...
—Que son mucho mejor para ti que yo. Excepto para dibujar.
Anna estaba metiendo los dibujos en el cartapacio cuando se fijó en uno. Era bueno
Dijo impulsivamente:
—Gracias por haberme enseñado a dibujar. Notó lo satisfecho que se ponía
Cotmore. El aire que les rodeaba se llenó de satisfacción.
—Siempre has sido mi alumna favorita —replicó, y casi distraídamente, dejó su
posada en el hombro de Anna. Ella experimentó una repentina tibieza, una extraña sensa
aleteante («¡extraordinaria!», apuntó el hombrecito de la frente), y Bárbara apareció
ellos. Su boca plácida formaba una línea firme, y llevaba la cartera y la trenca de Joh
Venga, John —dijo—. Vamos a comer el conejo.
El retiró la mano rápidamente. You're Reading a Preview
—Lleva horas cocinándose —continuó—. Y después
Unlock full access with a free trial. tienes que seleccionar los dib
para tu exposición.
John suspiró y se puso en pie.Download With Free Trial
—Ya ves, Anna —dijo—, tú tienes el mundo a tus pies, mientras que los de med
edad como nosotros tenemos que ir a casa a comer conejo.
—Lo dirás por ti —terció Bárbara. Echó una ojeada a los dibujos que Anna
guardando—. ¿Vas a intentar lo de la beca? Sign up to vote on this title
Anna asintió. Useful Not useful
—Me parece muy bien —dijo Bárbara.
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El día señalado para el regocijo oficial, mamá, papá y Anna fueron a comer con
Rosenberg. Volvían a habitar el piso de Harley Street y tía Louise ya se estaba preocupa
por la paz.
—¡Por lo que más quieras! —le dijo a mamá—. ¡No le digas a Fraulein Pimke que s
acabado la guerra!
—¿Por qué? —preguntó mamá con sorpresa.
—Porque utilizaría toda la comida del racionamiento de una vez, y no nos qued
nada. Cree que habrá alimentos en abundancia en cuanto termine la guerra.
—Pero, mujer... —empezó a decir mamá. Tía Louise la hizo callar con un gesto d
mano.
—Al fin y al cabo, para ella no tiene importancia —dijo—. Es vieja y está medio so
y no habla ni palabra de inglés, así que no podría enterarse por otra persona. ¡De hecho
tenemos cuidado —tía Louise se puso muy contenta—, no hay razón alguna para
averigüe nunca que hay paz!
Max llegó a tiempo para almorzar, y el profesor propuso un brindis.
—¡Por nosotros! —gritó—. ¿Quién habría pensado, hace cinco años,
sobreviviríamos a Adolfo Hitler?
—Y por los ingleses —añadió papá—. Ellos han ganado la guerra.
Tía Louise hizo levantar a todos para beber a la salud de los ingleses, preocup
porque no sabía si había que tirar las copas al suelo a continuación. («Lo que pasa es que
quedan tan pocas...» dijo), hasta que Max la tranquilizó.
—Un vino excelente —dijo papá. El profesor le enseñó la botella.
You're Reading a Preview
— Johannisberg-Schloss — dijo—, del Rheingau. Lo había guardado especialmente
esta ocasión. Unlock full access with a free trial.
Se miraron.
—Tal vez un día... Download With Free Trial
—Tal vez —replicó papá. Fraulein Pimke, aun sin saber qué se celebraba,
preparado una comida deliciosa.
—Bueno, y ahora, ¿qué? —preguntó tía Louise—.Sign ¿Vas Max
up atovolver a Cambridge,
vote on this title
—Cuando me desmovilicen —contestó—. Esperoque el curso
Useful próximo.
Not useful
—Y entonces serás abogado —dijo el profesor—. Tal vez te hagas juez, con una pe
de caniche y toga con piel. Nunca habrías podido hacer eso de no ser por Hitler.
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— Tú y yo estamos bien, pero ellos nunca se sentirán a gusto. Aquí no. —Hizo
mueca—. Supongo que en ninguna parte.
La multitud había aumentado, y se pararon para dejar pasar a un señor con un niño
los hombros. Alguien saludó militarmente a Max y él tuvo que devolverle el saludo.
—¿Te acuerdas —dijo— de lo que decías en París? ¿Que mientras estuvieras con m
y papá no te sentirías como una refugiada?
Anna asintió.
—Pues supongo que ahora es al revés.
—¿Cómo que al revés? Max suspiró.
—Hoy —dijo—, creo que las únicas ocasiones en que ellos no se sienten refugiado
cuando están con nosotros.
Anna se quedó mirando la escena que la rodeaba (las banderas, el ruido, las c
relajadas, satisfechas) y pensó en mamá y papá, yendo en metro hasta Putney.
—Tendremos que poner todo lo que podamos de nuestra parte —dijo.
Max la dejó al llegar a Piccadilly Circus, y ella se metió entre la multitud. La plaza
un hervidero de gente, viejas personas uniformadas, parejas cogidas de la mano, mujeres
niños. Algunos bailaban o cantaban, otros bebían, pero la mayoría, como ella mi
simplemente paseaban.
Nada de procesiones, pensó. Nada de estandartes. Un marinero había escalado
farola. Un niñito gritó: «Zuum...», y después hizo un ruido crujiente, como una explos
«No», dijo la señora que estaba con él, «ya no hay bombas».
Al llegar al centro de la plazaYou're
salióReading
el sol y atodo se inundó de color. El agua destel
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en la fuente. Un aviador, con su uniforme transformado de gris en azul, salpicó un poco a
chica con vestido rosa que se reía.Unlock
Una botella
full accessrefulgió
with a freeun momento, pasó de mano en m
trial.
Parecieron florecer dos mujeres que cantaban «Que corra el barril» con blusas estampa
Revoloteaban las palomas. El cieloDownload
brillaba. With Free Trial
Al pie de la fuente había un soldado profundamente dormido. Estaba medio sen
medio tumbado, la cabeza apoyada en una piedra. El sol le iluminaba la parte superior d
cara. Una mano agarraba con fuerza un macuto, la otra yacía abierta en la acera. Las pier
extendidas, agotadas. No había nada triunfal en su sueño.Sign Que up no se despierte,
to vote on this title pensó Anna
Sacó el cuaderno y empezó a dibujar. Useful Not useful
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