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Licenciatura en filosofía
Filosofía contemporánea I
Daniel Felipe Calderón Vargas.
Esta forma de interrogar lleva a Nietzsche a dar un fuerte golpe a la idea de imperativo moral o
categórico de corte kantiano, pues este no nos habla del hombre, en vista que, para Nietzsche,
el hombre es fundamentalmente pasiones, deseos y pulsiones. Sin embargo ¿qué marca la
distancia entre una idea abstracta con el imperativo moral y la naturaleza propiamente humana?
¿Hay una diferencia valorativa a la hora de hablar de pasiones o ideales? ¿Acaso lo intelectual
y abstracto es “bueno” y lo inmanente e instintivo es “malo”?
Aquí Nietzsche ya comienza a dar las primeras puntadas sobre aquello que quiere dejar en claro
con su obra: ¿Cuál es el origen del bien y del mal? ¿Qué valor tienen los juicos de bueno y
malo? Nos preguntamos, por ende, por el valor del valor y, a su vez, por su nacimiento o
genealogía.
¿Qué eso de genealogía? En primera instancia, Nietzsche va a hacer una distinción entre
nacimiento y origen. Si sólo se tuviera en consideración el origen, entonces asumiríamos que
la moral tendría una única causa o un solo motor. Mas, para Nietzsche, el problema del valor
debe ser visto desde la multiplicidad de circunstancias históricas y sociales que han afectado y
determinado el camino del ser humano. La moralidad ha nacido de diversas causas, las cuales
han de ser analizadas desde el ámbito histórico. En consecuencia, lo bueno y lo malo ya no son
principios o axiomas eternos e inmutables, surgidos de una potencia invisible y previa a los
hombres, sino que es una creación, una construcción humana que ha obedecido a problemáticas
propias del devenir histórico.
Pero ello no es todo lo que implica el método o análisis genealógico propuesto por Nietzsche,
dado que ésta es vista como una filosofía del valor, como un método crítico que pretende
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estudiar el valor del valor. No obstante, el asunto se hace más complejo cuando no es sólo el
valor el que es visto con ojos críticos o genealógicos, sino cuando el mismo nacimiento de los
valores representa un embrollo sumamente complejo. Hablaríamos, luego, del valor del
nacimiento y del nacimiento del valor. Dado que es un valor que ha nacido o salido de los
hombres, no es algo que pueda recibir el rótulo de absoluto. Si ya no es absoluto y auto-
sostenible ¿qué da forma al valor? ¿Debemos investigarlo tomando como referencia lo
contingente y caduco de la historia?
La genealogía de la moral deberá partir de la misma historia. Nietzsche habla de una historia
crítica y de una historia clásica. La primera tiene como objetivo dar cuenta del origen y el valor
del valor, recuperando lo que la segunda ha dejado de lado. Aquí, por obvias razones, vemos
un golpe letal al historicismo de corte positivista, en vista que éste, a juicio de Nietzsche,
pretende objetivar el pasado, ver el tiempo pretérito como un dato o un objeto muerto y, por
otro lado, la conciencia no logar entenderse en su historicidad. Así, la genealogía obliga al
historiador a interrogar a la historia por el nacimiento de los valores.
Visto todo esto, podemos decir que el fin de la obra de Nietzsche, concretamente en su
Genealogía, consiste en desnaturalizar las creencias dominantes. El valor, por lo tanto, no es
algo dado o preexistente. ¿qué nos queda? Llevar a cabo la inversión de los valores. La
genealogía, en este sentido, es la posibilidad de mostrar y ejecutar esa inversión o
transvaloración. Ya no necesitamos del resentimiento de la casta sacerdotal para definir qué es
lo bueno y qué es lo malo, sino de la afirmación de una voluntad de poder, de una voluntad de
señores.
Claramente se me escapan muchísimos elementos relacionados con esta discusión como, por
ejemplo, la disputa entre la utilidad del valor propuesta por los psicólogos ingleses y la respuesta
de Nietzsche a este asunto; la discusión entre Nietzsche y Darwin; el problema del resentimiento
de los sacerdotes que, dada su manera de afirmación, crean valores, los invierten para su
benéfico, dejando en una situación problemática al aristócrata y señor. Todos estos puntos no
quedan debidamente consignados en el presente escrito dada la naturaleza del mismo que
consiste en dar cuenta del gozne de todo el debate: la genealogía.
El Bueno, según la moral de los resentidos, llega a la idea de Malvado a partir de un contraste
entre su comportamiento y el comportamiento del noble, es decir, el Malvado; mientras que el
señor, el bueno en moral previa a la inversión de los sacerdotes, se mira a sí mismo sólo a partir
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de él se provee de una representación de lo malo (Nietzsche, §10-11). Nietzsche se pregunta
¿Quién es propiamente malvado en el sentido de la moral del resentimiento? A lo que responde
que es precisamente el Bueno de la otra moral, el noble, el poderoso (Nietzsche, §11). La
inversión se ha gestado y ha provocado el declive de la historia de occidente, pues, a juicio de
Nietzsche, ellos representan el retroceso de la humanidad (Nietzsche, §11).
¿En qué consiste ese retroceso? Nietzsche se lamenta al ver una historia cuya base ha sido
establecida por el resentimiento y la moral proveniente de la casta sacerdotal. La imagen de un
hombre mejor no puede ser vista como la evolución o perfeccionamiento del hombre, sino que
en ello estriba la fatalidad de Europa (Nietzsche, §12). Fatalidad que se traduce en cansancio o
hastío del hombre mismo. Ante ello, Nietzsche se pregunta ¿qué es hoy el nihilismo? Estamos
cansados del hombre. Esa representación moral del ser humano se ha expandido por el mundo
y ha dominado la conciencia de los hombres, de tal manera que está llegando a un momento
límite en el que toda moral de resentidos o de débiles molesta, choca con el ideal Nietzscheano
del Superhombre. Nietzsche lo deja en claro en el Anticristo al decir “¿Qué es malo? Todo lo
que proviene de la debilidad… ¿Qué es más perjudicial que cualquier vicio? La compasión
activa con todos los débiles y malogrados; el cristianismo...” (Nietzsche, 2007, p. 25).
La moral del débil es la de aquellos que buscan un fundamento, que tratan de establecer, merced
a toda clase de ínfimas estratagemas, un principio originario. Para Nietzsche no hay ningún
sustrato, es más no hay ningún ser tras el hacer, el actuar, el devenir; el que actúa es una mera
quimera: el hacer es todo (Nietzsche, §13). De esta manera, la debilidad se trasforma, según
Nietzsche, en una suerte de mérito a base de mentiras. Sin embargo ¿Qué es bueno? Todo lo
que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo
(Nietzsche, 2007, p. 25). Este sería el ideal de la propuesta de Nietzsche, pero lo único que nos
ha quedado son las ruinas de una lucha milenaria entre Roma y Judea. Con perplejidad y
extrañamiento Nietzsche anuncia quién ha salido victoriosa: Judea y, a su vez, admite: Roma
ha sucumbido (Nietzsche, §16). Ese triunfo no ha sido resultado del amor eterno (Nietzsche,
§15), de la virtud de los justos o de del fulgor incandescente de los hijos de Dios y profetas del
reino, sino del odio eterno. Odio que se ve expresado en las palabras referenciadas por
Nietzsche de Tomas de Aquino y Tertuliano, donde se deja ver la alegría y regocijo que sentirán
los justos cuando los criminales y poderoso del mundo se retuerzan de dolor en las llamas del
infierno (Vaya forma de enunciar la Bienaventuranza y qué torrente de ternura al hablar de los
“enemigos”).