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La hora de Anne Carson

Es la poeta anglosajona más importante de la actualidad. Autora de libros


inclasificables y fascinantes, viene a Chile a participar del Filba, donde tendrá
dos actividades imperdibles: dictará una conferencia y realizará una lectura
pública de su último libro traducido, Red Doc>.

La solapa de ese libro, el primer libro de Anne Carson que se tradujo al castellano —La
belleza del marido—, decía simplemente: “Anne Carson vive en Canadá”.
No había fecha de nacimiento, no había enumeración de sus otras obras —que a esa
altura ya eran muchas y que habían recibido innumerables elogios por parte de la
crítica—, no había ningún detalle biográfico que diera a los lectores, al menos, alguna
pista de lo que podría hallar en ese libro de poemas, en ese “ensayo narrativo en 29
tangos”, como dice el subtítulo en aquella edición de Lumen publicada en 2003 y
traducida por Ana Becciu.
“Una herida arroja luz propia,
dicen los cirujanos.
Si todas las luces de la casa estuvieran apagadas
podrías adornar esta herida
con su brillo”.
Bastan esos primeros versos para saber que no se necesita biografía ni enumeración de
obras ni nada: Anne Carson vive en Canadá y es una poeta extraordinaria, quizá la
poeta anglosajona más importante de la actualidad; la que ha construido en estos años
una obra singularísima, que no ha dejado de traducirse y encontrar lectores en distintos
lugares del mundo.
Esa obra —esos libros de poemas que se leen como novelas o ensayos u obras de
teatro— es la que la trae ahora a Sudamérica, a participar del Filba Internacional y en el
que tendrá dos actividades en Santiago: el martes 16, a las 11.30, en la Universidad
Diego Portales dictará la conferencia “Albertine, rutina de ejercicios”, y el miércoles
17, a la misma hora, en el mismo lugar, leerá algunos poemas de Red Doc> junto a la
poeta chilena Verónica Zondek, quien tradujo ese libro que acaba de publicar LOM
ediciones.
Pero su vínculo con Chile viene desde mucho antes, pues acá se la ha publicado y se la
ha traducido como en ningún otro país de Latinoamérica. Hablamos, de hecho, con dos
de sus traductoras y una de sus editoras para entender, de mejor forma, su proyecto y
su importancia dentro de la poesía contemporánea.

***
Un paréntesis: hay pocos, poquísimos datos biográficos de Anne Carson, y podríamos
ordenarlos así: nació en Toronto, en 1950. Es ensayista, traductora y poeta. Se formó
en lenguas clásicas en Canadá y Escocia. Ha dado clases en diversas y prestigiosas
universidades norteamericanas —Princeton, Michigan, NYU—. Su tesis doctoral fue
acerca de Safo y se convirtió en su primer libro: Eros. El dulce-amargo (Fiordo), un
ensayo bellísimo en el que analiza el papel de Eros en la cultura griega clásica. “Safo fue
la primera en llamar a Eros ‘dulce-amargo’. Nadie que haya estado enamorado se lo
discute”, escribe Carson en las primeras líneas de este ensayo, su primer libro, que sería
el comienzo de una obra que ha evitado, en todos estos años, cualquier tipo de
encasillamiento.
“¿Cómo se llama lo que escribe Anne Carson?”, se preguntaba hace unos días
Alejandro Zambra –en una entrevista que dio a El Cultural—, y lo cierto es que la
respuesta no es nada sencilla, o, más bien, no tendría sentido darla, pues los libros de
Carson transitan por los géneros con una libertad encomiable, con el deseo de que los
lectores también sepan disfrutar de esa libertad, de esos libros que quizá encontramos
en la sección de poesía de una librería, pero que se pueden leer como novelas o ensayos
u obras de teatro, incluso: Autobiografía de rojo. Una novela en verso (1998), Hombre en sus
horas libres (2001), La belleza del marido (2002), Decreación (2005), Nox (2010) y Red Doc>
(2013), además de El ensayo de cristal, Variaciones sobre el derecho a guardar silencio —ambos
publicados por Cuadro de Tiza— y La caída de Roma (Alquimia), todos traducidos por la
poeta chilena Soledad Marambio.
Ha recibido diversos premios, ha traducido la poesía de Safo y, dicen, se gana la vida
enseñando griego antiguo.
Fin del paréntesis.

***

Fue en 2015 cuando apareció El ensayo de cristal, de Anne Carson, en Cuadro de Tiza,
una editorial pequeña y cuidadísima, que publica plaquettes y que ha ido armando en
estos años un catálogo realmente valioso. La aparición de Anne Carson ahí, entonces,
tenía todo el sentido del mundo. Julieta Marchant, una de sus editoras, recuerda que fue
Soledad Marambio quien le propuso la idea de publicar a Carson.
—Soledad estaba obstinada en sacar ese libro en Cuadro de Tiza. Ya lo tenía traducido.
Nosotros no habíamos hablado nunca ni con Carson ni con Soledad. Nunca habíamos
tampoco pagado derechos ni redactado contratos. A través de la agente, Soledad le
explicó a Carson el cariz de la editorial: que era sin fines de lucro, que nadie ganaba ni
un peso por las plaquettes, que se vendían a mil pesos, etc. Sólo así fue posible pagarle
“derechos”, un monto mínimo para costear papeleos y cosas de ese orden —recuerda
Marchant y agrega—: Nos sorprendió en ese momento lo que provocó sacar El ensayo
de cristal. A veces presiento muchos anticuerpos, en Chile, por los poetas que vienen de
la academia o que trabajan explícitamente desde el conocimiento y el pensamiento.
Carson, no tengo claro cómo, dio vuelta eso.
Efectivamente, El ensayo de cristal se volvió un pequeño fenómeno y uno de sus títulos
más vendidos. Al año siguiente, publicarían otro título de Carson:
—Soledad volvió a traducirla y con ese texto iniciamos la colección Ensayo de
Escritores: Variaciones sobre el derecho a guardar silencio, un texto sobre lo intraducible, que
es sublime, y que ese mismo año Carson publicó en Float. Después intenté gestionar
otra cosa, pero es complicado: hay editores que desean fervientemente traducciones
con exclusividad, que creen que estamos en un tribunal y que es indispensable ganar —
explica Marchant.
Sobre la experiencia de traducir a Anne Carson, Soledad Marambio reflexiona:
—Traducir es siempre un acto de lectura profunda, es perderse y encontrar un texto.
Traducir a Carson es eso y además salir de viaje. Cada vez que terminaba un pedacito
de El ensayo de cristal sentía como si regresara de dar una vuelta por los páramos de
Cumbres borrascosas (libro con el que genera un diálogo Carson en su ensayo-poema).
Tenía que tomar un té para calentar el cuerpo. Además, mientras traducía, tenía en mi
cabeza la voz de Carson leyendo el poema. Tiene una voz maravillosa y una forma de
leer que es casi un canto (me imagino que tiene que ver con su formación en el griego
antiguo y el latín y con su amor por la performance), y traté de traer esa música, algo de
esa voz, a las versiones que he hecho de sus trabajos. Creo que eso fue el mayor
desafío.
Sobre el arte de traducir a Carson, la poeta Verónica Zondek también tiene mucho que
decir, pues estuvo a cargo de la traducción de Red Doc>, que acaba de llegar a librerías y
del cual Carson leerá algunos fragmentos junto a Zondek este miércoles en Filba.
Desde Valdivia, Zondek cuenta sobre su experiencia como traductora:
—Cuando leí Red Doc> me pareció impresionante. Yo había leído el libro anterior —
Autobiografía de rojo—, que me pareció un muy libro, pero me parece que Red Doc>, lo
supera en complejidad, en niveles de entradas que tiene, la cantidad de mundos que
logró meter ahí. Es un libro menos legible si tú no estás dispuesto a hacer el esfuerzo
de leerlo varias veces. Me costó mucho traducirlo porque cada vez iba descubriendo
cosas que no había entendido en las primeras lecturas —dice Zondek, quien para
realizar la traducción obtuvo una beca que le permitió viajar a Canadá y, de esa forma,
comprender mejor el paisaje sobre el que escribe Carson.
De hecho, después de haber traducido el libro también pudo contactarse con ella para
resolver algunas dudas sobre la traducción.
—Le envié por mail algunas preguntas. Eran consultas necesarias, mucha cosa acotada
que era imposible saberlo de otra manera. Ella fue muy amable con las respuestas, muy
al grano, y en otras se explayó y las fue contestando una a una: “Decide tú, me da lo
mismo”, me dijo a veces —cuenta Zondek, quien estará a cargo de presentar a Carson
este martes antes de que dicte su conferencia “Albertine, rutina de ejercicios”.
¿Pero qué es lo que hace que la obra de Anne Carson sea tan especial?
Quizá resulta aclaratorio escucharlas a ellas, sus lectoras, traductoras, editoras contar
cuándo fue la primera vez que la leyeron y qué fue lo que las deslumbró.
—El primer libro que leí fue La belleza del marido —cuenta Julieta Marchant—. No
recuerdo qué me capturó en ese momento y sólo puedo leerla desde hoy. Ella misma ha
dicho que su fragilidad está en el ritmo –que es, de hecho, algo que, en lo particular, me
importa mucho–. La cito para ser responsable: “No soy una persona con oído musical.
A veces hago versos con cierta gracia, pero en general tienden a ser bastantes toscos”.
Y estoy de acuerdo. Podríamos pensar que eso en Carson está “compensado” por su
manera de aproximarse al poema. Esa manera tan libre y expansiva de aproximación a
la letra y que, en su expansión, hace del yo algo liviano (en tanto, su poesía no es
dependiente de la figura de un yo), pues gravita en torno de la filosofía, la poesía, la
narrativa, el ensayo, la dramaturgia, lo visual y lo biográfico. He ahí, sin duda, su
potencia. Que es atravesada por ciertos problemas y que sus libros intentan acercarse a
ellos desde todos los lugares desde los cuales le sea posible. Por eso, Carson parte de la
literatura pero se dedica laboriosamente a flexibilizar sus límites. Sin embargo, lo hace
mediante una arquitectura otra, no se trata de diseminarla, sino que encontró un modo
de construir en un terreno cruzado, como quien edifica su casa sobre una frontera.
En el caso de Soledad Marambio y de Verónica Zondek, el primer libro que leyeron fue
Nox, que es, probablemente, una de sus obras más emotivas, dedicada a su hermano
muerto, y que la editorial española Vaso Roto acaba de publicar.
—Lo leí en 2010, cuando recién había sido publicado —recuerda Marambio—. Me fui
a sentar a una librería chiquita del West Village, de Nueva York, a mirarlo, a leerlo.
Porque Nox es un libro que se mira, se lee, se toca, se despliega. Es una caja que
adentro guarda un libro doblado en acordeón. Un libro que es una elegía, una pregunta
sobre la muerte, el amor, la traducción, lo inentendible. Yo llevaba un par de años
viviendo allá y recién me estaba atreviendo a leer poesía en inglés y me encuentro con
esto. Trozos de fotografías, cartas, manchas de té. Una poesía que ensaya una historia,
narra, avanza y desanda, y que además usa la traducción como material. Una belleza tan
triste y profunda. Me voló la cabeza.
—Me atrajeron muchas cosas de Nox —dice Zondek—. Por una cosa de interés
personal, me atrae mucho esa mezcla que ella logra hacer entre lo personal y lo político,
esos cruces, que tú te metes en lo personal y te estás metiendo también en lo político.
Ella tiene esa manera de mezclar esos mundos, el habla cotidiana con el habla docta, el
dirigirte a un personaje ficticio que puede ser real y cómo va introduciendo el entorno.
La belleza del marido, Nox, El ensayo de cristal: formas de entrar al mundo de Anne Carson
y salir maravillados de él.

***
“Si la prosa es una casa, la poesía es alguien en llamas corriendo a través de ella”, dijo
hace poco Carson en una entrevista.
Quizá la mejor forma de cerrar esta invitación a leerla —y a ir a escucharla en las dos
actividades que tendrá en Filba— sea, por supuesto, citándola.

El viejo suéter azul de papá

Hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina


donde siempre me siento, cuelga
del mismo respaldo y de la misma silla donde solía sentarse.

Me lo pongo al entrar,
como él solía, sacudiendo
la nieve de sus botas.

Me lo pongo y me siento en la oscuridad.


Él no haría esto.
Lajas de frío caen del hueso de la luna.

Sus leyes eran un secreto.


Pero recuerdo el momento en que supe
que perdía el juicio dentro de sus leyes.

Estaba de pie en la curva de la entrada cuando lo vi.


Llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta el cuello.
No sólo porque era una calurosa tarde de julio

pero la mirada en su rostro…


como un niño a quien la tía vistió temprano en la mañana
antes de un largo viaje

en trenes fríos y andenes azotados por el viento


sentado muy tieso al borde de su asiento
mientras las sombras, como largos dedos,
sobre almiares dejados atrás,
aún lo estremecen
porque él viaja hacia atrás.

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