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EL ENCUENTRO TERAPÉUTICO
CUATRO CASOS
Ella describió que se sentía apenada por su madre y que ella acariciaba el pelo
de su madre cuando lloraba y le besaba la frente hasta que se calmaba. Uno a
uno, los otros dos hijos se sumaron a la sesión para contar historias similares
de protección a la madre de la crítica paterna. Al mismo tiempo, dijeron que
su padre nunca había sido violento con nadie de la familia y que era muy
cariñoso.
En este punto, los síntomas se habían alejado de su lugar central y nos
encontrábamos en un simple drama familiar con los hijos participando en el
conflicto paterno. Este drama era conocido para mí; lo había vivido muchas
veces. Paré a los niños, diciéndoles que su protección de la madre no ayudaba
a ninguno de los padres. Animé a la señora Ramos a desafiar la falta de
comprensión de su esposo. Si lo hacía, yo apoyaría y ampliaría sus peticiones
de un trato más justo.
Le pedí a la señora Ramos que me hablara sobre sus padres y sobre quién
de ellos había sido más crítico con ella. Me dijo que ella siempre había sido
considerada la menos atractiva e inteligente de su familia. Cuando era niña
siempre había trabajado más duro que su hermana para conseguir el amor de
los padres, pero siempre se había sentido una segundona.
Terminé la sesión, invitando a la pareja a una segunda consulta al cabo de
tres días. Instruí al marido para que encontrara nuevas formas de apoyar a su
esposa mientras tanto. Quería que recordara viejos tiempos, cuando él la había
cortejado. Iba a comprarle un regalo. Le dije a la señora Ramos que debía
dejar en paz las manos de los niños para que pudieran ser dueños de sus
propios cuerpos. Les pedí a los niños que dijeran a su madre que sus manos
les pertenecían y que se las lavarían cuando pensaran que era necesario.
Cuando la sesión finalizó, estreché la mano de cada uno. Sólo después de
que se marcharan recordé que las manos de la señora Ramos eran sagradas y
que no tocaba las manos de otras personas. El matrimonio Ramos y yo
habíamos olvidado sus síntomas.
¿Qué es lo que pasaba de manera vaga y compleja por mis circuitos ce-
rebrales durante la sesión? Primero, estaba impresionado por el poder del
síntoma para controlar a la familia entera. También estaba divertido por la
habilidad de los Ramos —o la desgracia— para trasformar el significado de
cada evento en la lógica de la narración referente al síntoma. En algún punto
pensé que la señora Ramos debía de sentirse extremadamente impotente para
necesitar todas estas formas de control tan elaboradas y, casi de forma
simultánea, pensé que si se sentía tan atemorizada, indefensa, desamparada,
ella y su marido debían de estar viviendo en un contexto que les empujaba a
sentirse y actuar de esta manera.
Quiero aclarar mi pensamiento. No creía que el señor Ramos hubiera
creado las condiciones de su esposa. Lo más probable es que la señora Ramos
hubiera extraído de su familia de origen una propensión a sentirse
incomprendida. Cuando ella se casó, debieron haber existido las condiciones
para establecer algunas formas nuevas de relacionarse, pero no se habían
desarrollado. El señor y la señora Ramos estaban manteniendo los viejos
patrones que inducían su particular respuesta. Pero en vez de
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controlada por su necesidad de trabajar más duro para ser aceptada. Empleé la
palabra fregona * para resaltar mi visión; quizás, al igual que Cenicienta, ella
podría relajarse y aceptar a su príncipe.
En realidad, no sé qué sucedió para que la sesión finalizara como un
cuento de hadas. Algo de esta familia hizo que me moviera de una manera
simple. Me sentí atrapado en su drama y su lenguaje. Los Ramos también se
sintieron tocados. Fueron agradecidos y la señora Ramos no dudó en estrechar
mi mano. Esta vez ambos, ella y yo, sabíamos que era un nuevo paso, una
liberación de la tiranía del síntoma. Si pienso sobre el proceso del cambio —
cómo un síntoma tan extraño comenzó a cambiar en una consulta de dos
sesiones—, debo atribuirlo a mi confluencia con ellos. Al unirme con la
señora Ramos, se sintió fortalecida para realizar demandas. Le ayudé a pasar
de actuar sus emociones a través del síntoma, a expresarlas en forma de
lenguaje y de retos interpersonales.
¿Cuáles fueron los elementos clave en esta consulta con la señora Ra-
mos? Lo primero, creo, fue mi atención y mi manejo del síntoma. El poder
del síntoma parece depender de la descripción invariable de la historia. Es
como los relatos infantiles, siempre narrados del mismo modo. Si en la
exploración el terapeuta amplía la historia, incluye a otras personas, o
introduce cualquier tipo de novedad, la automaticidad del síntoma es puesta
en duda. El síntoma de la señora Ramos se había ido fortaleciendo durante
años por la repetición diaria, y me sentí empujado a explorarlo de forma
detallada para validar mi hipótesis. (Un manejo similar del síntoma se
presenta en el capítulo 14.)
Desde el comienzo, cuestioné la validez de la historia en toda su ex-
tensión. Mis dudas eran visibles en un primer momento: «He visto muchos
casos similares, pero ésta es la primera vez que veo...». Cuando pedí a los
niños que me mostraran sus manos, subrayé que eran sus manos. Exploré
detalles: «¿Los huevos están sucios? ¿El sexo es limpio?». Acompañé mis
preguntas con exclamaciones de sorpresa, que al repetirse ponían en tela de
juicio la realidad del síntoma. Tales cuestionamientos estaban acompañados
de afirmaciones de aceptación de la realidad del síntoma. Es una estrategia
con dos caras.
También trabajé con subsistemas. Comencé con la familia completa, pero
cuando quería cuestionar la intrusión de los hijos en el conflicto del cónyuge
les invité a que salieran, después pedí que regresaran cuando la sesión
requería nuevamente de su participación. En la creencia de que las personas
se construyen unas a las otras, concluí que el síntoma de la señora Ramos
debía ser parte de las interacciones entre ella y su esposo. Mi pregunta: «¿Por
qué cree que su esposo miente?», estuvo motivada por este concepto. Una vez
que la pareja se comprometió en la terapia, alenté el conflicto y participé
ampliándolo, me uní a la señora Ramos para ayudarle a cuestionar a su
esposo. Y ya que creo que los padres, al menos la mayoría, desean ayudar a
sus hijos, le entregué a la señora Ramos la tarea de controlar su ansiedad por
el bien de los hijos, esperando que do
minaría sus síntomas, y así lo hizo. La exploración de su historia llegó una vez
que habíamos explorado el presente y como un medio de clarificar las
distorsiones actuales. La segunda sesión estuvo dedicada, casi por completo, a
la familia de origen de la señora Ramos.
por su desinterés al cuidar a los niños de María, pero también resalté cómo se
había limitado su vida y cómo María le podía liberar de ser madre a tiempo
completo. Critiqué al tribunal, indicando inconfundiblemente que un juzgado
angloamericano no podría entender lo importante que es para los latinos
ayudarse entre sí. Dije que la orden limitante había impedido la mejor
solución: que trabajaran juntas.
Recapitulando para el personal, observé que era natural para los niños
comportarse de forma hiperactiva en presencia de dos madres reñidas entre sí.
Subrayé que había empleado sus conductas para crear una representación de
los estilos parentales y sugerir alternativas que podrían mejorar las vidas de
ambas madres. Más tarde, el trabajador social y yo diseñamos un plan para
cambiar la orden disuasoria del tribunal.
nes, y que deseaba estudiar para convertirse en policía. Añadió que durante
los dos últimos años había trabajado en McDonald’s al salir de la escuela.
Le pedí que pasara el lapicero a su hermana. El hecho de pasar el la-
picero, como si fuera un ritual mágico, llamó la atención de los otros
miembros familiares, que se convirtieron en la audiencia. Esta técnica es útil
en familias en las cuales el ruido es el contenido de las interacciones
familiares. Si fuera necesario, el terapeuta puede dirigir el flujo de la con-
versación insistiendo en que sólo puede hablar el miembro de la familia que
posee el lapicero.
Suzanne me dijo que después de terminar el instituto había comenzado a
trabajar en McDonald’s. Durante el último año había sido la supervi- sora.
Daba a su madre una gran parte de su salario. Le pregunté sobre sus
responsabilidades en el trabajo y si su madre la alababa por ser tan res-
ponsable. Ella respondió que no. Me quedé sorprendido, después estreché la
mano de la madre, felicitándola cálidamente por su capacidad al haber criado
niños tan responsables y leales. Ésta es una intervención sugerida por Jay
Haley. Felicitar a los padres por el éxito de los hijos (o viceversa) es una
intervención sistemática que resalta claramente la com- plementariedad entre
los miembros de la familia, enfatizando las uniones positivas.
A los quince minutos de sesión había enganchado a cada miembro de la
familia y había observado la agresión y los intentos por controlarla, los cuales
ignoré. Había confirmado la fuerza de los dos hermanos mayores y la madre.
Y también había comprobado que los temas de lealtad y de protección de la
madre y los otros eran áreas importantes y admirables, no exploradas
totalmente.
Pedí ahora a George y Harry que se pusieran de pie uno junto al otro.
Cuando se trabaja con niños pequeños, el lenguaje de la terapia debe ser el
lenguaje de la acción. A menudo pongo a los niños de pie uno junto al otro
para ver quién es más alto, quién sonríe más abiertamente, etc., para ayudarles
a sentirse como participantes. Le pregunté a Harry cómo era posible que
George le hubiera provocado si éste era mucho más pequeño. Suzanne afirmó
que George podía ser muy destructivo y que rompería los brazos y las piernas
de Harry si no llegaba a intervenir. La secuencia de violencia en casa, que la
familia estaba describiendo en ese momento bastante afablemente, era que
Harry provocaba a George, y George acechaba a Harry. Richard se encargaba
de George y Suzanne agarraba a Richard. Me parecía claro que esta familia de
gente maltratada había desarrollado una gran sensibilidad a las señales de
agresión y un sistema de respuestas inmediatas para aplazar la agresión antes
de que se volviera destructiva, como había ocurrido.
Pregunté a la madre, a Richard y a Suzanne, si podrían dejar a George y a
Harry luchar sin que intervinieran. De forma unánime respondieron que
George mataría a Harry. Le pedí a George si él podría convencer a su familia
de que no estaba loco o de que no era un criminal. Así estaba creando un
contexto en el cual los miembros de la familia podrían inte
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La historia oficial
Las familias vienen a terapia con un paciente oficial y una presentación
sobreensayada del yo a los extraños. Ésta es la historia oficial; ha sido
organizada a fondo. Uno debe respetarla, pero también debe saber que es
simplista. Donde no existen alternativas, donde no se describen tangentes, se
está limitando artificialmente la riqueza humana de la familia.
Uno puede postular intrigas de forma automática. Debe haber otras
historias, como esos bocados tentadores, aparentemente fortuitos, que
formaban parte de los argumentos de las ricas novelas del siglo xix, que
terminaban revelándose como importantes al final. Estos argumentos
aparecerán en los diferentes relatos de los distintos miembros familiares, así
como en su conducta real. El terapeuta escucha la historia oficial, porque es
fundamental para la preocupación de la familia. Pero a medida que participa y
pregunta, sentirá curiosidad sobre diferentes perspectivas. A medida que
sigue la pista de los temas que presentan los miembros de la familia, es
importante que anime a hablar a cada uno sobre sí mismo y a los otros sobre
ellos. Si permanece alerta y curioso ante la historia oficial, pronto ésta se
amplía y muestra argumentos inesperados.
Las historias familiares se transmiten en dos niveles. Son narrativas y
drama. La narrativa (o narrativas) está organizada en el tiempo. Es lineal y
coherente. El argumento, los personajes, las conclusiones se desenvuelven en
una secuencia ordenada, y los miembros de las familias representan su parte
como personajes de la historia o como narradores implicados en el cuento.
Pero la narración es siempre interrumpida por algo. Existe alguna disonancia.
Un miembro de la familia posee una historia diferente o permanece
extrañamente en silencio o es marcadamente intrusivo. Éste es el ruido que no
encaja con el guión. A medida que el terapeuta in
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La memoria familiar
Los terapeutas estructurales —y los terapeutas familiares intervencio-
nistas en general— han otorgado tal prominencia a nuestra participación en el
proceso terapéutico, que hemos tendido a pasar por alto la historia familiar,
probablemente como reacción a las aproximaciones psicodiná-
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Espero que les haya transmitido algo acerca de la manera en que hago
terapia hoy en día. Pero, ¿cómo lo enseño? Esto lo hago a través de una
supervisión muy amplia. La instrucción académica tiene un lugar en la
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