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EL CAMPESINADO EN COLOMBIA

Por Jhon Alexander Cicery Guevara

Que entendemos cuando hablamos de campesinado, es la pregunta que busca responder este
ensayo alejándose un poco de la concepción técnica que se tiene sobre las poblaciones
rurales, es decir aquellos asentamientos en el campo, de baja densidad demográfica y cuya
actividad productiva es predominantemente agrícola que aunque viven fuera de los centros
urbanos de alguna u otra manera están permeadas por las dinámicas de ciudad que desde allí
se exportan. Por tanto, no hay que desconocer la conexión que existe entre el campo y la
ciudad pero es importante resaltar que el sujeto campesino se ha configurado históricamente
a la margen del mercado y que en ese sentido su génesis varía según el régimen de
acumulación de capital imperante o cómo se resuelve un problema de orden social. Dada una
marcada relación con la naturaleza y el espacio, los rasgos culturales han imperado en los
orígenes identitarios de la comunidad campesina, dicha conexión con la tierra ha configurado
diversas trayectorias en las formas de habitar y vivir a partir del trabajo productivo sobre ésta,
así como las prácticas de reconocimiento y conflictos relacionados con la territorialidad. Por
ello es importante resaltar que una cosa son los campesinos en sus distintas maneras de
manifestarse en el territorio nacional y otra es hablar del campesinado como sujeto político
en busca de reconocimiento de derechos.
Para empezar a caracterizar sociológicamente al campesinado es necesario construir una
conceptualización que parta de la economía campesina, donde la unidad de análisis es la
familia como núcleo principal de la acción productiva. Más adelante, veremos que la familia
extensa supera las condiciones de trabajo que existen en el campo según la extensión de tierra
y se transfieren a un grupo dominante según la estructura de poder vertical (Wolf, 1971). Sin
embargo, las relaciones de vecindad y localidad les permiten el intercambio con el mercado,
permitiendo que no exista un aislacionismo en función del continuum rural-urbano, aunque
en éstas formas de relación no pueden diferenciarse como típicamente capitalista o
“germen” de actividad empresarial que puedan ser permeadas por categorías de corte
marxista estrictamente, en tanto no se puede objetivar sobre la posesión de los medios de
producción (en la mayor parte de los casos el campesino es dueño de su tierra, aunque esto
en el contexto colombiano permeado de violencia es de revisar) igual que sobre los costos
del proceso productivo, esto ya que en primera medida los campesinos ofrecen su fuerza de
trabajo en un equilibrio marginal entre satisfacción y fatiga para el autoconsumo (Chayanov,
1974) por lo cual la retribución en salario o ganancia es escasa a excepción de nuevos sujetos
rurales sin tierra como los jornaleros y aquellos que utilizan el excedente para otras lógicas
de intercambio bajo ciclos de racionalidad campesina, es decir, de otros tipos de bienes entre
ellos: alimentos, valores de uso o materia prima en general.
La dimensión económica productiva es fundamental para la aproximación cuantitativa del
campesino sin embargo no es la única manera de concebir a las poblaciones rurales en un
afán de teorización, puesto que la dimensión cualitativa y de corte cultural son también
importantes a la hora de tratar de comprender a las comunidades quienes han sido
históricamente determinadas, teniendo en claro que las diversas categorías deben nacer desde
adentro de los saberes ancestrales y la tradición, así como su relación con la categoría espacial
para ser suficientes para explicar las dinámicas especiales que acontecen en la ruralidad como
se mencionó anteriormente. En este sentido, la trialéctica del espacio de Henri Lefebvre es
una herramienta importante al momento de entender la relación “espacios concebidos,
espacios vividos, espacios percibidos” poniendo especial énfasis en la mirada subjetiva,
simbólica y cotidiana que el campesino tiene del campo, su territorio. La imposición de una
mirada desarrollista de las actividades campesinas es contrastada con la percepción que las
mismas comunidades tienen sobre su organización del campesinado como sujeto político de
derechos, por lo cual la construcción de valores y saberes en torno al espacio de
representación son importantes para la comprensión de la vida campesina. En este sentido,
es que se crea la conceptualización del campesinado como una identidad colectiva que con
frecuencia lleva a fabricar un mito movilizador que refuerza la imagen de grupo
territorializado en tanto totalidad unificadora, más allá de sus diferencias reales (Llambí, Luis
; Pérez Edelmira 2011). Un “nosotros”, una memoria colectiva a través de la integración en
la luchas que históricamente ha librado el campesinado, especialmente el colombiano en los
más de 50 años de violencia en el territorio nacional, es lo que permite diferenciar entre
campesinos como simples pobladores rurales al campesinado combatiente como sujeto
político que busca sus derechos a la tierra y a la vida.

BIBLIOGRAFÍA

 Chayanov, A. V. (1974). La organización de la unidad económica campesina. Buenos


Aires, Nueva Visión. Capítulo 1.
 Lefebvre, Henri. (1978). De lo rural a lo urbano. Barcelona: Ediciones Península.
 Llambí, Luis; Pérez, Edelmira. (2011). “Nuevas ruralidades y viejos campesinismos.
Agenda para una nueva sociología rural latinoamericana. Cuadernos de Desarrollo
Rural N° 59.
 Wolf, Eric (1971). Los campesinos. Barcelona: Editorial Labor. 159 p. Capítulo 3.

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