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Una dura radiografía del campo

colombiano
Los datos del Censo Nacional Agropecuario confirman la enorme pobreza del
campo colombiano y la inmensa brecha que lo separa de los centros urbanos.

Después de 45 años, por fin Colombia tiene un nuevo censo


agropecuario que, hacia futuro, permitirá diseñar políticas
públicas basadas en diagnósticos más reales. A diferencia de los
censos del pasado (años sesenta y setenta), esta vez se cubrió el
100 por ciento de los municipios colombianos, distribuidos en 32
departamentos. Los 25.000 censistas recorrieron 113 millones de
hectáreas de lo que se conoce como el área rural dispersa, es decir,
lo que va más allá de las cabeceras y los centros poblados, o en
otras palabras el campo puro.
Los datos revelados la semana pasada por el director del Departamento
Administra-tivo Nacional de Estadística (Dane), Mauricio Perfetti, impactaron al
país, pues la radiografía del sector luce más dura de lo que muchos imaginaban. El
presidente Juan Manuel Santos se sorprendió al conocerlos. Tras escuchar el
informe dijo que “falta todo por hacer en el campo” y agregó que se debe acelerar
una reforma rural integral.

Para el exministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo, gran impulsor del censo,
los primeros resultados muestran el atraso del sector y validan lo dicho en el punto
número uno de las negociaciones de paz de La Habana, sobre la necesidad de una
política de bienes públicos que ayude a llenar el bache entre lo rural y lo urbano.

Varios de los datos arrojados por el censo retratan la desigualdad. Por ejemplo, se
encontró que, en 2014, el 20 por ciento de la población entre los 5 y 16 años no
asistía a ninguna institución educativa. También se observó que el 72,6 por ciento
de los jóvenes entre 17 y 24 años no tenía acceso a la educación y que el 11,5 por
ciento de la población campesina mayor de 15 años no sabe leer ni escribir. Aunque
en la última década ha habido mejoras en el tema es evidente que se avanza muy
lentamente y que todavía queda mucho por hacer. La educación básica primaria es
el mayor nivel educativo para cerca de la mitad de los jefes de hogar. En la
cobertura de salud aparecen los avances más notorios. El 96 por ciento de los jefes
de hogar del sector rural se encontraba afiliado a algún sistema. La calidad de la
vivienda también mejoró en los últimos diez años.

Según el censo, el índice de pobreza multidimensional en el campo es del 44,7 por


ciento, el doble del registro total nacional, que para 2014 estaba en 21,9 por ciento
y casi tres veces el urbano que se ubicaba en 15,4 por ciento.

El censo también mostró que el área rural se caracteriza por un bajo nivel de
capitalización. El 83 por ciento de los productores declaró no contar con
maquinaria y un porcentaje igual dijo no disponer de infraestructura agropecuaria.
Igualmente, se evidenció la baja solicitud de créditos y la poca asistencia técnica
para las actividades agropecuarias. El 90 por ciento de los productores afirmó no
recibir ninguna. Este fue uno de los aspectos que más lamentó el presidente Santos,
pues afirmó que “si no hay asistencia técnica nunca vamos a lograr el objetivo de
ser productivos, competitivos y eficientes”.

Para el director de Corpoica, Juan Lucas Restrepo, la posibilidad de sustituir


importaciones no depende solo de la tecnología y lo que se avance en esta materia,
sino, especialmente, de resolver las fallas en capitalización y mecanización de las
unidades de producción.

Aunque el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, dice que se han hecho grandes
inversiones en los últimos cuatro años en créditos y convenios de asistencia técnica,
todo indica que se necesitan mayores esfuerzos en esta materia.

El censo confirma, además, que el país destina grandes extensiones a la ganadería y


mucho menos a la agricultura. Del total del área, el 80,4 por ciento se dedica a
pastos, mientras que el 19,1 por ciento a siembras.

La buena noticia es que poco más de 7 millones de hectáreas están sembradas con
cultivos, lo cual supera el dato que se venía manejando, que estaba entre 5 y 6
millones de hectáreas. El área destinada a cultivos permanentes ha venido
aumentado: pasó de 43,7 por ciento en el censo de 1960, a 52,6 por ciento en el de
1970 y hoy es el 74,8 por ciento. Entre tanto, el 16 por ciento corresponde a cultivos
transitorios.

Este balance tiene algo de bueno y algo de malo. Según el presidente de la SAC,
Rafael Mejía, los cultivos permanentes, entre los que están principalmente la caña,
la palma, el caucho, el banano, las flores y el café, se han desarrollado en Colombia,
en buena parte, gracias a los centros de ciencia y tecnología que han financiado los
mismos productores, como es el caso de Cenicafé, Cenicaña o Cenipalma.

Por el contrario, los transitorios, como el maíz, la soya, la papa, el arroz, las
hortalizas y las verduras, no han crecido tanto. Este tipo de cultivo es fundamental
en la estructura productiva agrícola porque permite a los agricultores cambiar
rápidamente, dependiendo de las rentabilidades, de las condiciones climáticas o de
las circunstancias del mercado. De acuerdo con Mejía, lo ideal sería que el área con
cultivos transitorios aumentara pues no solo son productos importantes para el
consumo interno (garantizar la seguridad alimentaria) sino para las exportaciones.
“Si estos cultivos transitorios crecieran más, no estaríamos importando el 28 por
ciento de la comida”, dice.
Otro dato que llama la atención es que en la última década envejeció la población
rural. Esto muestra que la fuerza de trabajo joven está abandonando el campo,
porque no ve allí posibilidades de futuro. Si las condiciones de vida y las
expectativas fueran más positivas en el sector rural, muchos jóvenes querrían
seguir los pasos de los padres.

También se observa que en la última década aumentó la participación de las


mujeres como jefe de hogar en el campo. Subió a casi el 28 por ciento, frente al 18
por ciento que había en 2005. En general, el 23,7 por ciento del total de
trabajadores de las unidades de producción agrícola permanente son mujeres.

Un aspecto preocupante es que el sector agropecuario sigue caracterizado por un


alto número de pequeñas unidades de producción con poca área. En contraste, hay
una cantidad reducida de grandes unidades con mucha área. Es decir, quedó en
evidencia la alta concentración de la tierra. El 70 por ciento de las unidades de
producción agropecuaria (UPA) tiene menos de 5 por ciento del área censada. En
los últimos 55 años se incrementó la proporción de las UPA de menos de 5
hectáreas. “Tenemos que corregir la concentración”, dijo Santos al escuchar estas
cifras.

Para algunos analistas, otra lectura de estos últimos datos es el efecto de la


fragmentación de las parcelas productivas. No debe entenderse solo como la
concentración entre los grandes propietarios. Lo que se viene dando en el campo es
que las parcelas productivas se están dividiendo, a medida que crecen los hogares y
los hijos se reparten las tierras. Esto tiene una incidencia muy importante en el
desarrollo del agro y muchas veces impide que se hagan grandes desarrollos que
necesitan de mayores inversiones. La agricultura no debería ser solo para la
subsistencia de las familias campesinas.

Para el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, los resultados arrojados en el


censo no significan que el sector esté en crisis. “Cuando tenemos 44,5 millones de
hectáreas con potencial para actividades agropecuarias no se puede hablar de
crisis”.

Estos resultados revelados por el Dane son un primer avance del censo, pues al
final del año estarán disponibles los microdatos que permitirán llegar a más
detalles y conclusiones sobre el campo. Por ahora, lo más importante es que el
gobierno tiene un diagnóstico más real de la situación del sector rural para lanzar
las políticas públicas que se requieren. Esto será fundamental en el posconflicto
pues, como dijo Santos, Colombia tiene que volcarse hacia el campo si quiere ser un
país con más equidad y en paz.

PAGINA DONDE SAQUE INFORMACIÓN: http://www.semana.com/economia/articulo/campo-


colombiano-en-la-pobreza/438618-3

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