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Antecedentes

En 1973, el Departamento norteamericano de educación para las personas


con minusvalías, inicio un proyecto junto con los laboratorios Columbus del
instituto Battelle memorial para evaluar la eficacia del “Programa de
intervención temprana para los niños con minusvalías” (HCEEP), que se había
aplicado durante los cuatros años procedentes. EL HCEEP financiaba la
realización de proyecto pres-escolares para niños (de 0-9 años) con problemas
tales como deficiencia de lenguaje, retraso mental, discapacidades de
aprendizaje, deficiencia de dicción, deficiencia visual, trastornos emocionales y
deficiencia física. Las características de este proyecto requerían un
instrumento de evaluación para medir el progreso de los niños en todo lo
relativo al crecimiento y desarrollo, incluyendo habilidades cognitivas,
psicomotricidad, comunicación, socialización y autoayuda. De acuerdo con
ellos se inicio el diseño de Battelle, un instrumento para evaluar el progreso del
niño capaz de proporcionar una información que sirviera de base para juzgar la
efectividad de programas individuales o proyectos dirigidos a niños con el
mismo tipo de problemas y también como análisis de una planificación general.

Desarrollo inicial

En la elaboración de Battelle se tomo como base el concepto de hitos del


desarrollo. Para identificar estos hitos desde el nacimiento hasta los nueves
años y las edades en las que suelen aparecer en el desarrollo normal, se
analizaron más de 4.000 ítems extraídos de un buen número de test. Se
establecieron grupos reuniendo los que median las mismas conductas. En cada
grupo se formo una secuencia de conductas que indicaba la forma en que
estas son adquiridas por niños normales en las diferentes etapas de su
desarrollo. Los comportamientos se distribuyeron en cinco áreas de desarrollo,
cada una de las cuales reflejaba una secuencia distinta pero interrelacionada
en la adquisición de una aptitud. Las áreas eran: personal/social, adaptativa,
motora, comunicación y cognitiva.

Grupos de profesionales expertos en estos aspectos, revisaron y analizaron


cada conducta en su contexto para identificar los hitos. Luego las juzgaron en
función de su influencia general sobre el desarrollo del niño, empleando los
siguientes criterios:

 La importancia de la conducta en el desarrollo del niño para una buena


adaptación en la vida
 El criterio de los profesionales y la literatura existente para identificar
una conducta como hito del desarrollo temprano
 La aceptación de una habilidad o conducta, por parte de los
profesionales de la educación, como comportamiento critico que el niño
deb
 e poseer o adquirir
 El grado en que la conducta es susceptible de intervención educativa.

Una vez identificados los hitos se advirtió la existencia de ciertas lagunas. El


siguiente paso fue la elaboración de ítems que permitieran evaluar las
conductas críticas. Se estableció un procedimiento normalizado para la
aplicación de cada ítems, cuando era posible y se consideraba conveniente
conveniente, y se añadieron las adaptaciones para niños con minusvalía. Los
ítems se distribuyeron en 10 categorías atendiendo a la edad, que comprendía
desde el nacimiento hasta los 9 años.

Aplicación experimental

Se modificaron las instrucciones, los criterios de puntuación, los materiales y


las adaptaciones, se cambio el orden de algunos ítems y se desestimaron
otros; se elimino el nivel de edad de 8 a 9 años y se añadieron algunos ítems
nuevos. Esta versión de Battelle se aplico de forma experimental a mas de 500
niños de edades comprendidas entre 0 a 8 años, en Ohio. Para que esos
datos pudieran utilizarse en la elaboración final del test y para calcular su
fiabilidad y validez, se selecciono la muestra siguiendo procedimientos de
representatividad estratificados, considerando las características demográficas
de la población total del país según los informes del departamento americano
del censo. Los resultados obtenidos sirvieron para confirmar la valides del
instrumento

Desarrollo del test definitivo

Los datos obtenidos en las aplicaciones experimentales del 1980 se sometieron


a diversos análisis, se calcularon los índices de dificultad de los ítems en los
diferentes grupos de edad y las correlaciones entre las puntuaciones totales,
por áreas. Los resultados obtenidos se utilizaron para asignar, definitivamente,
cada ítem a un nivel de edad, establecer la secuencia de ítems entre los
niveles de edad, y desarrollar una prueba de “screening”. No fue necesario
desestimar ningún ítem como consecuencia de estos análisis.

Dada la diversidad de opiniones referentes a la edad (o intervalo de edades) en


que se desarrolla una habilidad determinada, presentes en la literatura y en las
escalas de desarrollo existentes, se recurrió a un procedimiento empírico para
asignar los ítems a cada nivel de edad. Se decidió llevar a cabo esta operación
por varias razones:

Primera, los procedimientos específicos que se emplean para evaluar una


habilidad pueden influir en la edad en que algunos niños dominan esa habilidad
y, por tanto, superan el ítem. La variabilidad en las instrucciones, los
procedimientos y los materiales también pueden afectar a la frecuencia con que
los niños de una edad determinada, superen un ítem. Por consiguiente, al
construir un instrumento de evaluación, lo que se clasifica y ordena son los
ítems empleado para evaluar una habilidad determinada y no la habilidad que
representan.

Por tanto es preciso que un instrumento de evaluación tipificado, como Battelle,


proporcione datos representativos sobre los criterios utilizados para habilidades
del desarrollo.

Segunda, existe la idea comúnmente aceptada de que las habilidades


aparecen en unas edades específicas (en niños normales). Cuando esta idea
de que una edad determinada (o intervalo de edades) se tienen que asociar a
una habilidad concreta está basada en análisis teóricos, no se consideran los
efectos de las variables de evaluación. Por otro lado, si la idea se basa en
resultados de test que tienen un fundamento común, los ítems empleados en el
test son los que determinan la edad a la que se asigna cada conducta. No
existe una fundamentación cada uno. El problema se hace mayor cuando los
resultados proceden de test en que los ítems se agrupan por edades de
acuerdo con expectativas previas. Este tipo de instrumentos tienden a reforzar
las expectativas en que se basan. Un razonamiento que siga este círculo
vicioso no puede proporcionar una información que apoye la idea de que una
habilidad determinada este asociada a una determinada edad. Cuando se
establece la secuencia empíricamente, puede suceder que un ítem utilizado
para evaluar la presencia o ausencia de una habilidad no siempre
corresponda al nivel de edad que se le asigna. Como ya se ha dicho antes, las
condiciones y criterios empleados para evaluar una habilidad afectaran al
grado de dificultad de los ítems y, por lo tanto, la edad en que la mayoría de los
niños lo superaran. Por ejemplo, consideremos dos ítems para evaluar el juego
paralelo. En el ítem A, los dos niños tienen los mismos o parecidos juguetes.
En el ítem B, el niño a quien se está avaluando tiene un juguete que no le gusta
y el otro niño tiene un juguete que les gusta a ambos. El ítem B será más difícil
y por lo general lo superaran niños mayores que los que son capaces de
realizar adecuadamente el ítem A. por lo tanto el intervalo de edades
correspondiente al juego paralelo dependerá del material que se utilice para
evaluar dicha destreza. Aunque este es un ejemplo extremo, nos muestra que
las habilidades y los elementos empleados para evaluarlas son independientes.

Revisión de la tipificación

En el año 1987, se volvieron a analizar los datos y la tipificación original para


resolver algunas deficiencias en las tablas de Baremos. Se verifico la precisión
de los Baremos y se introdujeron donde se considero necesarios. Uno de los
mayores cambios afecto al cálculo de las puntuaciones incluidas en los
Baremos por edades. Debido a la naturaleza supuestamente sesgada de la
distribución de las puntuaciones en muchos de los grupos de edad, se
volvieron a calcular baremos por edad tomando como base para el cálculo de
la mediana del grupo, en lugar de utilizar la media.

El uso de la mediana resulta más útil que las medias cuando se trata de
describir distribuciones sesgadas; en este caso se consiguió una mayor
congruencia entre las tablas de baremos por edad y las de centiles.

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