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LA VIDA PRIVADA EN LA ATENAS CLÁSICA

LA RECLUSIÓN DE LAS MUJERES

Los hombres y mujeres de Atenas vivían vidas separadas y la mayor parte de nuestra información se
refiere a la de ellos. Es mucho mas fácil enumerar las actividades de los hombres y luego,
simplemente, decir que las mujeres no hacían la mayor parte de ellas.
La separación física de los sexos se llevaba a cabo con especial énfasis en sus respectivos ámbitos
espaciales. Mientras los hombres pasaban la mayor parte de su tiempo en lugares públicos como la
plaza del mercado y el gimnasio, las mujeres “respetables” permanecían en sus casas. En contraste
con los admirados edificios públicos, frecuentados mayormente por los hombres, los barrios
residenciales de Atenas eran sombríos, miserables e insalubres. Las mujeres permanecían en sus
hogares no solo porque sus trabajos no las permitían grandes ocasiones de salir sino también por la
influencia de la opinión publica. Muchas familias encontraban apropiado el poseer una esclava,
pero incluso una mujer con esclavas estaba atada a las necesidades del hogar, marido e hijos. Las
mujeres ricas aceptaban mejor el permanecer en casa y enviar sus esclavas a hacer gestiones, pero
las mujeres pobres que carecían de esclavas no podían ser sometidas a reclusión. Las mujeres de
todas las clases sociales salían para festivales o funerales. La estrecha asociación entre las mujeres y
los duelos que existían en las épocas primitivas continuó en la Atenas clásica.
Si las mujeres asistían a las representaciones dramáticas ha sido tema muy discutido. Parece que así
lo hacían, pero también es plausible mantener lo contrario. Los festivales dramáticos desarrollados
como culto a Dioniso eran desempeñados, en todos sus papeles, por actores varones, pero como lo
demuestra la obra “Las Bacantes” de Eurípides, las mujeres eran entusiastas participantes en el
culto a este dios. Las mujeres que no tenían esclavas para atender a sus hijos no podían
probablemente asistir a representaciones que duraban un día entero o ni siquiera presenciar una sola
obra.
La separación de los sexos estaba perfectamente expresada en la arquitectura particular mediante la
construcción de alojamientos separados para hombres y mujeres. Las mujeres usualmente ocupaban
las habitaciones más apartadas, lejos de la calle y de las zonas comunes de la casa. Si la casa tenia
dos plantas, la mujer con las esclavas ocupaban el segundo piso. Los sexos estaban separados para
restringir la procreación entre esclavos, que debía hacerse solo con permiso de sus dueños. Las
mujeres libres permanecían habitualmente recluidas de tal forma que no pudieran ser vistas por los
hombres salvo que tratara de familiares muy directos.

LAS CONDICIONES FISICAS DE LAS MUJERES:

El estudio de las tumbas en los cementerios sugiere que la mortalidad femenina se incrementaba en
el periodo de la maternidad. Los partos eran difíciles. Medea decía que prefería permanecer por tres
veces en la primera linea del campo de batalla que dar a luz a un hijo. Las madres y comadronas
asistían normalmente a los partos. Había médicos varones, pero sus intervenciones no eran muy
eficaces. La maternidad a tan temprana edad combinada con una vida por lo general hecha dentro
de casa no eran nada convenientes para la salud de las mujeres atenienses. Muchos niños nacían en
la primera mitad de los veinte años de período reproductivo y muy pocos en la segunda. El periodo
comprendido entre los dieciséis y los veintiséis años era el más peligroso.

IMÁGENES FEMENINAS EN LA LITERATURA DE LA ATENAS CLÁSICA

Si las respetables mujeres de Atenas vivían recluidas y silenciosas, ¿cómo podremos dar cuenta de
las esforzadas heroias de la tragedia y de la comedia? ¿y hasta qué punto el tema de la lucha entre
hombre y mujer impregna el drama clásico? Lo que es importante es la aparente discrepancia entre
las mujeres de la sociedad real y los heroínas de la escena, situación que exige una investigación. Se
han formulado varias hipótesis en un intento de explicar el conflicto entre la realidad y la ficción.
Muchos argumentos de la tragedia tienen su origen en mitos de la edad de bronce transmitidos por
los poetas. En resumen, algunos de los mitos que suministran argumentos a las tragedias clásicas
describen hazañas de mujeres fuertes, y los dramaturgos clásicos no podían cambiar totalmente
estos hechos. El origen de estos mitos en la Edad de Bronce no explica por qué poetas y
dramaturgos atenienses, que vivieron por lo menos setecientos años más tarde y en una sociedad
patriarcal, no solo encontraron atrayentes a estas historias sino que acentuaron la fuerza de sus
heroínas.
Las mujeres mortales, en la épica, aunque vitales, no ofrecen un impacto equivalente a las heroínas
de la tragedia, ni es su poder tan grande como para producir los conflictos hombre-mujer que la
tragedia plantea de una forma tan general y absorbente.
Cierto numero de investigadores encuentran una relación directa entre las mujeres reales que
vivieron en la Atenas Clásica y las heroínas de la tragedia. Razonan en el sentido de que los poetas
trágicos hallaron sus modelos, no en la Edad del Bronce sino entre mujeres verdaderas que ellos
conocieron. De esta teoría deducen que las mujeres reales no estuvieron ni recluidas, ni reprimidas
en los tiempos clásicos. Presentan como evidencia, por ejemplo, el hecho de que las heroínas
trágicas empleasen mucho tiempo en conversaciones fuera de la casa sin la menor preocupación por
ser vistas. Los que proponen este argumento cuestionan el hecho de como los dramaturgos podrían
haberse familiarizado tanto con la psicología femenina si nunca hubieran tenido oportunidad de
estar con mujeres. Ignoran que los autores teatrales conocían bien a sus parientes femeninos, así
como a los numerosos residentes extranjeros y ciudadanas pobres que podían moverse libremente
por la ciudad. Solamente un grupo de mujeres (las esposas de ciudadanos con medios de fortuna)
eran las que probablemente vivían recluidas.
Cuando Ismena (en Antígona) afirma que el papel apropiado para una mujer no es precisamente el
luchar contra los hombres ello puede reflejar la vida verdadera, ya que esta de acuerdo con
informaciones derivadas de la oratoria y de la comedia. Pero cuando Medea asesina a sus hijos o
cuando Antígona realiza un acto de desobediencia civil, no podemos decir que tales acciones tengan
mucho que ver con las vidas de las mujeres reales de la Atenas Clásica. Heroínas como Medea y
Antígona, como arquetipos femeninos de la literatura clásica creados por hombres, son personajes
validos dignos de contemplación. Los dramaturgos clásicos tendían a escoger aquellos mitos de la
Edad del Bronce que les parecían mas fascinantes, ya que trataban ciertos conflictos que existían en
el interior de su propia personalidad. La mitología sobre las mujeres fue creada por hombres, en una
cultura dominada por ellos. No se trata de negar que la imaginación creativa de los escritores fuera
seguramente conformada por alguna de las mujeres que conocieron. Pero también fue moldeada por
el medio ambiente del siglo V de Atenas, en el que la separación de sexos engendro en los adultos
como un temor a lo desconocido. La misoginia nació del temor a la mujer, y desarrollo en su
interior la ideología de la superioridad del macho. Muchas tragedias muestran a mujeres
rebelándose contra las normas establecidas por la sociedad.

ROLES MASCULINOS Y FEMENINOS EN LA TRAGEDIA

La adecuada conducta femenina se caracterizaba entonces, como ahora, por la sumisión y la


modestia. Ismena en “Antígona” y los coros femeninos en las tragedias representan el papel de
mujeres “normales”.
El retrato de la mujer masculina como heroína fue enteramente desarrollada en la obra de Sófocles
“Antígona”. Mientras a Antígona le urge que ella y su hermana realicen los ritos del enterramiento
de Polinices, su hermana Ismena esgrime la excusa de que ellas no son hombres. Creonte, un
gobernante dominador, muestra una particular hostilidad en sus relaciones con el sexo opuesto. Sus
prejuicios son patriarcales. No puede entender el amor de su hijo Hemón por Antígona, pero se
refiere a las mujeres como “campos arables”. Además, como las actuales feministas han hecho
notar, el macho represivo no puede concebir una división igual de poder entre ambos sexos pues
teme que la mujer, de llegar a obtenerlo, seria a su vez igualmente represiva. Así, Creonte, el macho
dominador, se siente constantemente angustiado ante la imposibilidad de ser derrotado por una
mujer y previene a su hijo contra tal humillación. Por otro lado, Ismena (quizá porque permaneció
en Tebas mientras Antígona, compartía el exilio con su padre), fue educada en las creencias de la
sociedad patriarcal: los hombres han nacido para mandar y las mujeres para obedecer. Antígona
rechaza amargamente las ideas de su hermana sobre la conducta normal en la mujer. Polinices es
enterrado en secreto, y Creonte y el coro suponen que solo un hombre puede haber sido el
responsable. Obligada a confesar a Creonte que ha sido ella la que ha enterrado a su hermano,
Antígona se refiere a si misma usando un pronombre del genero masculino. Creonte, a su vez,
percibe su masculinidad y se refiere a Antígona también con un pronombre y un participio
masculinos. Resuelve, castigarla y dice: “yo no soy un hombre, ella es el hombre si hubiera logrado
tal triunfo sin ser castigada”.
Sintiendo, entonces, que al osar burlarse de sus prohibiciones Antígona ha actuado como un hombre
(pues una verdadera mujer hubiera sido incapaz de tal oposición). Creonte, al dictar sentencia contra
las hermanas afirma que “ellas deberán ahora ser mujeres”. Por supuesto, continua refiriéndose a
ellas con el género masculino. En su penúltimo parlamento, Antígona explica su voluntad de morir
por su hermano, y no por un marido o un hijo. Consideran extraño el elegir a un hermano en vez de
a un hijo. Y sin embargo, en el contexto de la Atenas clásica, la elección de Antígona es razonable.
Es muy posible que las madres pudieran no estar tan unidas a sus hijos como lo puede estar la
madre ideal de nuestros días. La mortalidad natural de los niños podía significar un freno a la
formación de solidos lazos madre-hijo. Además, la autoridad patriarcal afirmaba que el niño
pertenecía al padre, no a la madre. El decidía si un hijo debía o no ser criado, y lo guardaba consigo
en caso de disolución del matrimonio, mientras que la mujer retornable bajo la custodia de su padre,
o de su hermano, si aquel había muerto. Así, el vinculo entre hermano y hermana era muy preciado.
La preferencia por el hermano es también característica de la mujer masculina, quien podía haber
rechazado el papel tradicional de la esposa y de la madre. La mujer masculina se alía a menudo con
los miembros varones de su familia. En este contexto, hay que hacer notar las firmes y repetidas
denuncias que Antígona hace contra su hermana. Su menosprecio en relación con su hermana es tan
completo que se refiere a si misma como “la única superviviente de la casa de Edipo”. Al final,
Antígona vuelve a su tradicional rol femenino. Se lamenta de morir virgen, soltera y sin hijos y se
suicida después de haber sido sepultada viva por Creonte. En la mitología clásica el suicidio es una
forma, en cierto modo, femenina y cobarde de morir. De todas las heroínas trágicas, Antígona fue la
mas capaz de aprender a través del sufrimiento, llegando a una visión trágica comparable a la de
Edipo, pero su muerte borro esa posibilidad.
“Antígona” es una obra muy compleja y enigmática. De acuerdo con las leyes de Atenas, Creonte
era el tutor de Antígona, puesto que era su pariente varón mas cercano. Como tal, era responsable de
su crimen a los ojos del Estado, y el castigo que impuso a Antígona fue un acto tan publico como
privado. También era el pariente varón mas cercano de sus sobrinos muertos, por lo que él era el
responsable de sus entierros y no Antígona. Creonte puso por encima de sus obligaciones
personales lo que el juzgó que era el interés del Estado.
La incapacidad de Creonte de concebir la necesidad de la dualidad macho-hembra llevo a Antígona
a la muerte y a su propia aniquilación. La esposa de Creonte murió maldiciéndolo. Además, en una
sociedad en la que se espera que los hijo asuman su obediencia filial, Hemón escogió a Antígona
antes que a su padre.
Bibliografía:
Sarah Pomeroy. (1999) “Diosas, rameras, esposas y esclavas”. Akal: España.

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