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El Ojo Breve/ Ilusión y abstracción

Por

Cuauhtémoc Medina

(05-Jun-2002).-

Melanie Smith y Rafael Ortega: Seis pasos hacia la realidad.


Laboratorio de Arte Alameda. Dr. Mora 7, Col. Centro. Hasta el 30
de junio 2002.

¿Abstracto o figurativo? Si uno tuviera que definir cuál es el dilema


más anacrónico que los medios (y los artistas medianos)
pretenden seguir planteando al público, bastaría con señalar la
excesiva frecuencia con que esa pareja de palabras se usa en
noticias, notas críticas y declaraciones.

La trampa consiste en hacer como si ese binomio pudiera clasificar


los dos polos absolutos y opuestos de la experiencia visual. Por un
lado, sucede que esa dicotomía pertenece al debate artístico de la
primera mitad del Siglo 20, cuando la aparición de una variedad de
movimientos de arte "no-objetivo" pusieron en jaque las
expectativas miméticas de la tradición del arte occidental.

Lo más importante, sin embargo, es que con frecuencia el arte


contemporáneo se aproxima a "lo abstracto" precisamente en lo
que este tiene de ilustrativo. Una vez que dejamos de pensar que
"lo figurativo y lo abstracto" son dos "tendencias" o partidos
ideológicos, se nos abre un panorama extremadamente complejo
donde las obras artísticas contemporáneas también cumplen la
tarea de interrogar cuáles son los mecanismos de ilusión que
formulan aquello que llamamos "abstracción."

¿Qué significados tienen los patrones y ritmos aparentemente


ornamentales con que las máquinas seducen nuestra visión? ¿Qué
proceso de censura, depuración u ocultación consigue proveer
intensidad emocional, corporal y dramática a formas
aparentemente desligadas de la experiencia corriente?

La instalación de video de Melanie Smith y Rafael Ortega en el


Laboratorio de Arte Alameda es ante todo una interrogación acerca
de las condiciones que permiten la experiencia de "lo abstracto".
De hecho, podría decirse que la temática de este ensayo es la
cuota de ilusión que "lo abstracto" demanda para volverse "real"
sobre esa pantalla de los sueños objetivos: el cine.

De un lado, Ortega y Smith nos enfrentan a una secuencia fílmica


que contiene una serie de eventos visuales en color blanco: los
cambios de luz sobre una esfera, la transformación de un relieve
de líneas verticales, la progresión en el espacio de una serie de
horadaciones en forma de anillos, el comportamiento de una
esquina de un cuarto vacío e indeterminado.

El filme plantea un juego de referencias con respecto a la tradición


del monocromo en el arte moderno: del cuadrado blanco sobre
blanco de Malevich a las acumulaciones pictóricas de Robert
Ryman, pasando por los experimentos escultóricos de los
neoconcretistas y minimalistas.

Evidentemente, la película con todo su purismo y delicadeza es


una especie de sustituto de la pintura: hay una escena donde la
anécdota visual consiste precisamente en el goteado de pintura
blanca sobre un reflejante. Como sucede en un famoso
documental sobre Jackson Pollock, la secuencia sugiere una
fantasía modernista: la pintura absorbida por su propia
interrogación, transformada tan sólo en sustancia y superficie.

Sin embargo, la contemplación de ese objeto fílmico se ve


constantemente invadida por el sonido de voces que proviene de
una cabina localizada al otro extremo de la sala. En ella, Smith y
Ortega tienen un monitor de video que muestra una secuencia que
es el opuesto radical de su película blanca.

A la manera de esos documentales sobre "la filmación" de una


película famosa, Melanie Smith retrata de un modo desenfadado y
directo (pero aun así un tanto crípticamente) el proceso de
preparación de cada una de las tomas de esa película blanco sobre
blanco realizada por Rafael Ortega.
Ese documental pone en evidencia los trucos y mecanismos con
los que fue hecha la película abstracta durante una sola jornada de
trabajo en un espacio doméstico, haciendo visible que el filme
blanco era un ejercicio de improvisación fílmica, cuyas texturas y
escenarios no se crearon con la ayuda de un programa de
animación, sino a través de un arte manual: la dirección de cámara
de un cineasta ayudado por un pequeño pero obediente equipo de
técnicos.

El tema de ese documental acaba siendo tanto la fabricación de


una serie de "efectos especiales" como la relación jerárquica y
práctica en el set de filmación. Es, pues, una visión del cine como
forma de ilusionismo, lo que viene a contravenir las implicaciones
que suelen atribuirse al monocromo en la historia del arte
moderno: ser la forma de expresión más apegada a la naturaleza
intrínseca del medio material de la pintura, una especie de grado
cero de la imagen.

Evidentemente, un ejercicio como éste no está destinado a tener


un consumo estético simple: no busca encantar al espectador,
pero tampoco rechazarlo. Eso no la hace una disquisición
académica. El contraste entre el purismo de las secuencias
monocromas de la película de Ortega y la situación cotidiana y
fílmica del video de Smith también describe la tensión que
involucra la práctica de lenguajes minimales y abstractos en un
lugar con la complejidad cultural y social de México.

Pues el binarismo de Seis pasos hacia la realidad ilustra la difícil


negociación que ocurre entre los gustos reductivistas del arte
contemporáneo y la variopinta visualidad de lo local.

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