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UNIVERSIDAD DE COSTA RICA

SEDE RODRIGO FACIO


FACULTAD DE LETRAS
ESCUELA DE FILOSOFÍA
FILOSOFÍA CLÁSICA

“El género y la feminidad en La Antigua Grecia: el papel social,


económico y filosófico de la mujer en la época”

Il Semestre, 2018

Alumna:

Carné B54801, Morales Carvajal Monica

Profesora:

Adriana González Serrano


Introducción

“No es que no hayan existido mujeres que filosofaran.


Es que los filósofos han preferido olvidarlas, tal
vez después de haberse apropiado de sus ideas”
(Humberto Eco)

La historia de la filosofía occidental esta permeada de un sexismo que se extiende


desde el origen de la misma en la Antigua Grecia, pasando por filósofos modernos
que mostraban una amplia y descarada misoginia, como Schopenhauer y
Nietzsche, hasta tiempos contemporáneos en los cuales movimientos feministas
son ridiculizados. No es hasta hace pocos siglos que se empieza a reconocer el
papel tan importante de las mujeres en el seno del sistema filosófico actual. Esto
es indudablemente debido a un sistema opresor que incluso en la actualidad
desvaloriza el pensamiento o descubrimientos intelectuales femeninos, lo oculta
en muchas ocasiones o les pone nombre masculino con tal de que sean capaces
de salir a la luz y ser aceptados por las elites eruditas (véase por ejemplo el caso
de Marie Curie).

En este ensayo se pretende estudiar el papel de la mujer en la Antigua Grecia, con


especial énfasis en Atenas debido al desarrollo político y social de esta ciudad.
Primero se analizará la construcción de una ideología de género a partir de la
mitología y como se utilizaron argumentos biológicos, religiosos y sexuales para
construir un sistema social cultural y político sexista y exclusivo. Seguidamente se
analizará el papel y poder de la mujer en el hogar u oikos, lugar en el cual se pudo
desarrollar y tener cierta autoridad. Finalmente se revisará resumidamente el
papel de la mujer en la filosofía de la época y por qué no se conoce tanto sobre
las mujeres filosofas de la época.
El género y sexismo en la Antigua Grecia

El sistema patriarcal se puede rastrear hasta hace más de 2500 años, en la época
en la que se enfoca este ensayo. El patriarcado es definido por González (2010)
como “una construcción social en la cual los hombres y sus acciones son más
valorados socialmente que las de las mujeres, a quienes se oprime y explota”
(pág. 116). Se dice que empezó por la pérdida de la herencia matrilineal por la
patrilineal, que se considera la gran pérdida histórica del sexo femenino. A partir
de esta derrota los varones toman las riendas de la casa (y de la sociedad en
general) convirtiendo a las mujeres en ya fueran en servidoras, esclavas de la
lujuria o simplemente instrumentos de reproducción, todos en función de sí
mismos. Este sistema de opresión se puede observar de múltiples maneras en la
Antigua Grecia, siendo Atenas un caso especial: “quizá en pocas sociedades
históricas (…) haya sido tan clara la asignación de papeles y espacios según el
género como en la Atenas democrática de los siglos V y IV a.C.” (Pirón, 2000, pág.
105)

Una fuerte misoginia se puede notar desde el ámbito religioso, iniciando con la
creación del ser humano en los textos de Homero y la mitología en general.
Primeramente se consideraba la creación de la mujer como un castigo para los
hombres porque Prometeo roba el fuego de Zeus (el mito de Pandora que es
análogo a la figura de Eva en la mitología cristiana). La mitología griega está
atravesada por un sistema patriarcal en el que los dioses varones siempre están
por encima de las diosas mujeres, aunque estas posean también poder. La figura
de Hera como una esposa y madre abnegada que siente unos celos inmensos por
las amantes de su marido (que muchas de las ocasiones ni siquiera lo son por
voluntad propia) pero no puede hacer nada al respecto es de especial importancia:
“lo que preocupaba al hombre griego era dejar descendencia, mientras la mujer
permanecía en su casa” (Calomarde, 2013, pág.6). Por otro lado, obras literarias
de la época que fueron muy extendidas y conocidas también presentan a la mujer
como un ser inferior a los hombres e incluso son comparadas en algunos casos
con animales. Simónides de Ceos realiza 10 tipos de modelos de mujeres, 8
relacionadas con animales, los otros dos con elementos de la naturaleza. De esos
10 solo uno es de índole positiva y este era el de la mujer que cuidaba y
preservaba su oikos u hogar. Esto con el mensaje no tan oculto de que solo se
puede confiar en otros hombres, en un intento de reafirmar la propia condición de
masculinidad y colocar a las mujeres y lo femenino en la posición “del otro”
externo, desconocido y por lo tanto desconfiable.

A las mujeres se les relacionaba rasgos como “vicios y valores pervertidos como la
pereza, el engaño y los excesos morales” (Jiménez, 2014, pág. 24). Debido a esto
es que los hombres, “jefes de hogar” podían ejercer autoridad frente a ellas de una
manera legitimada. Este tipo de valoraciones fueron construyendo tanto
estereotipos de género, clase y etnia como un ideal griego masculino, que era
considerado el tope de la sociedad. Los patrones convencionales tenían como
objetivo regular y limitar el papel de las mujeres (y de otros grupos que no se
adherían a los mismos como los esclavos y los extranjeros) en las esferas
domésticas, sociales y políticas. Se naturalizaba la inferioridad femenina
argumentando las diferencias genitales ya que la biología registraba una verdad
superior: “las diferencias culturales se tienen por un hecho natural o tienen como
base los designios de la naturaleza.” (Jiménez, 2014, pág. 25). El cuerpo de los
hombres era considerado superior, con una fortaleza y perfección propia. Una
supuesta superioridad fisiológica y biología era expandida a relaciones de poder,
donde la relación entre los sexos era vertical y jerárquica.

Ya con los discursos sexistas legitimados desde la literatura, la narración oral e


incluso los relatos mitológicos a las mujeres se las oprimía, callaba y retenía por
su sexo. Primeramente, existía ambigüedad respecto a quien se consideraba
ciudadano y si las mujeres entraban o no dentro de esta categoría. A partir del
siglo IV la ciudadanía se empezó a relacionar de manera muy específica con la
posesión de tierras y también a la condición de soldado. Curiosamente, a las
mujeres no se les permitía ser propietarias de tierras, pero si podían acceder a
esta condición: “puesto que la mujer no puede poseer tierras ni participar en el
ejército, pensaríamos que no tiene acceso a la cualidad de ciudadana y, sin
embargo, lo era en tanto que hija de padres ciudadanos.” (Jiménez, 2014, pág.
23). Entonces los hombres eran ciudadanos por sí mismos mientras las mujeres y
niños eran solamente familiares de ciudadanos, las mujeres sus esposas y los
niños sus hijos. Se podría considerar que solo a los hombres se les veía
ciertamente como ciudadanos en sí mientras los otros lo eran en función de los
varones adultos incluso cuando (irónicamente) las mujeres eran indispensables
para la transmisión de la ciudadanía. Este hecho creaba grandes desventajas para
las mujeres en cuestiones judiciales y políticas. Los hombres intercedían por las
mujeres en la ciudad si estas necesitaban realizar una actuación pública oficial y
las mujeres poseían un espacio limitado y casi nulo en las actividades políticas de
la polis en general. En Atenas, que tanto se conoce por su democracia, las
mujeres no podían acceder a cargos públicos ni tenían derecho a la palabra en la
Asamblea. Las polis eran un sistema “ideado por hombres, cuya finalidad
reproductiva era evidente, ya que la mujer quedaba excluida de los asuntos
públicos que quedaban en manos de los varones” (Calomarde, 2013, pág.1-2). En
este tipo de sociedades la participación y vida pública eran muy importantes y
dejar a las mujeres fuera de las mismas no era casualidad.

Se llega a una percepción del sexo (y por lo tanto del género) que no es
solamente biológica, cultural o social sino también ontológica. Según Egea (2007)
“desde el día del nacimiento hasta el de su muerte, una mujer de la antigua Grecia
vivía bajo el control de los hombres” (pág. 3). Estos hombres, ya fueran sus
padres, hermanos, esposos o hijos, tomaban decisiones que les afectaban de
múltiples maneras e incluso en muchas ocasiones tomaban decisiones por ellas.

La figura de la madre

En general, por lo explicado anteriormente la figura masculina era considerada


superior a la femenina en todos los aspectos posibles. El modelo de mujer o de la
manera en que se consideraba más valiosa era cuando se adaptaba a el papel
que más le conviene a este sistema patriarcal, es decir “bajo un estatus
dependiente y recluido con respecto al hombre con las funciones de esposa,
madre, cuidadora y administradora” (Jiménez, 2014, pág.15). Más adelante se
ampliará con respecto a las funciones y deberes de la mujer en tanto que mujeres.

La figura de la madre era de especial importancia para los griegos e incluso no era
raro que se jurara su nombre: “lo habitual era que los demandantes afirmasen
decir la verdad aludiendo continuamente a la autoridad incuestionable de su
principal fuente de información: su madre.” (Mirón, 2000, pág. 12). La madre era
en la mayoría de ocasiones la primera educadora de los niños debido a que se
dedicaba a cuidarlos desde pequeños. La mención de la misma era muchas veces
suficiente para conmover y convencer a los jueces, su figura era siempre era digna
de respecto y por lo tanto era muy mal visto que un hijo hablara mal de ella.

En general una mujer era bien vista en función de que cumpliera con el papel
asignado para ella por su género y no desafiara los roles de género
convencionales. Es decir que fuera obediente, sumisa, callada, la madre perfecta
para los hijos y la esposa ideal para su marido. Esto se hacía en función de
mantener el poder masculino y una sociedad patriarcal: “la mujer “buena” no debe
exceder los límites del oíkos, pues su presencia fuera de él plantea problemas de
comprensión para la visión esquemática del mundo de los varones dominantes. El
instrumento de control quedaría él mismo descontrolado”. (Plácido, 2000, pág. 56).

Papel de la mujer en la comunidad económica (Oikos)

Es común que al hablar sobre historia, especialmente aquella de la época antigua,


se hable sobre la vida política y cultural e incluso la militar mucho más que de la
vida doméstica. Parece ser que esta no es considerada tan importante debido a
una devaluación de los espacios considerados “femeninos” que se da debido a
una infravaloración de la mujer en general por el sistema patriarcal reinante.

En la República Platón señala que una comunidad económica nace debido a que
las personas tenemos ciertas necesidades básicas que no podemos satisfacer por
nosotros mismos y por las cuales debemos relacionarnos con otros individuos. La
figura femenina es de especial importancia en esta debido a que reproduce la vida
de manera material y cuida de ella mediante el mantenimiento y administración de
la casa. Se podría decir que el hombre administra lo público y la mujer lo privado
pero esta división no es completamente equivalente ni paralela.

A las mujeres les asignaban las tareas y faenas domesticas debido a que se
consideraban más aptas para las mismas: “la divinidad, en mi opinión, creó la
naturaleza de la mujer apta desde un principio para las labores y cuidados
interiores, y la del varón para los trabajos y cuidados de fuera” (Jenofonte, 1993,
pág. 22). Es decir, se naturalizaba esta división de tareas por que se consideraba
a las mujeres menos capaces para tareas de fuerza, resistencia y las bélicas. En
general se les consideraba el sexo débil. Según esta cita de Jenofonte se podría
pensar que a las mujeres se les designaban las tareas de la casa como lo eran la
limpieza y la cocina sin embargo, autores como Calomarde (2013), consideran
que las tareas propiamente domesticas eran realizadas por los esclavos, así que
la esposa se dedicaba casi que exclusivamente a la administración y cuido de
bienes. Así también lo afirma Pirón (2000) al escribir que la mujer "administra los
bienes de la casa, controla los ingresos y gastos, cuida los productos
almacenados en ella, distribuye y dirige los trabajos domésticos de las esclavas y
esclavos, a los que está encargada de educar y cuidar” (pág. 107). En general a
los hombres les corresponden las tareas de adquirir riquezas, a las mujeres
conservarlas, acrecentarlas y además de dar hijos

De esta manera la mujer ateniense reproducía la vida material y los bienes


mientras el hombre se dedicaba a la vida política, es decir dirigía la ciudad. Esto
se puede ver claramente incluso en los mitos, especialmente en el que involucra a
Atenea y Poseidón, los atenienses “observen en la mujer las cualidades propicias
para dirigir algunos asuntos particulares, ya que si los hombres mandaran en el
oikos (la concepción griega de hogar) podrían dilapidar la fortuna si emulan el acto
de Poseidón.” (Calomarde, 2013, pág. 5). Es importante mencionar que lo público
(polis) y lo privado (oikos) no eran contrarios o estaban totalmente divididos, sino
que estaban muy bien definidos y eran adyacentes y permeables. Incluso se
puede decir que la casa o el oikos es la base de la sociedad o polis, ya que dentro
de esta se reproduce la vida en sí y se crean ciudadanos.

Que la administración de la casa es una tarea femenina es casi que un hecho


indiscutible en todos los textos de la época. Incluso es inconcebible el correcto
funcionamiento y supervivencia del oikos sin una mujer. Sin embargo el poder que
tenían las mujeres en su hogar no les era concedido solamente por naturaleza (o
una naturalización) sino que era cedido por su esposo, si ella se mostraba digna y
capaz de llevar a cabo estas tareas. La autoridad del hombre dentro y fuera del
oikos se daba por natural, mientras que la autoridad y responsabilidad de la mujer
(que solo se podía observar de manera explícita dentro del oikos) debía ser
primeramente delegada por su marido y segundamente ganada en el día a día y
podía ser destituida rápidamente. Para Jenofonte (1973) la esposa es educada
para realizar estos deberes por su esposo y cuando ella ha demostrado que “sirve”
para ello dentro de las consideraciones de él es cuando se le concede la plena
dirección de los asuntos internos, además de haberse ganado debidamente su
confianza. Esta autoridad doméstica era controlada totalmente por el hombre
(considerado cabeza de familia) “de modo que la de las mujeres sobre los asuntos
internos estaba limitada por las responsabilidades que sus esposos delegaran en
ellas” (Mirón, 2000, pág. 117). De igual manera, la mujer podía acceder a cierta
negociación con su marido debido a su dote.

El hombre era la última y máxima figura de autoridad, incluso en el hogar. La


mujer debía someterse y obedecerlo en todo sentido. A pesar de que la mujer era
indispensable en el oikos, a un hogar sin una figura paterna (debido a un divorcio
o muerte) le era muy difícil la supervivencia. En otras palabras, se puede
considerar a la esposa la guardiana de las leyes del hogar pero es sin duda el
esposo quien establece estas leyes.

¿Autoridad femenina?

Como se ha visto, puede ser que la división y reclusión de la mujer en el hogar


fuera simplemente una manera de control por parte de los hombres pero de
alguna manera esta le atribuye cierta autoridad a la mujer griega, aunque fuese
limitada. Aristóteles considera el mandato de la casa como una aristocracia, en la
cual el hombre es la máxima autoridad, pero la mujer ejerce cierta autoridad para
con los hijos y los esclavos, además de que maneja los bienes materiales.

No era raro que las mujeres ejercieran cierta influencia en sus maridos, incluso en
aquellos ámbitos a los cuales no tenían acceso como la política, a tal punto que
Solón redactó una ley que declaraba que las decisiones que tomara un hombre
bajo la influencia de su mujer debían ser consideradas nulas, “el contenido de la
ley no es digno de admiración, pero sirve para demostrar que era un hecho que
podía suceder con cierta frecuencia.” (Calomarde, 2013, pág. 3).

Mujeres en la filosofía

Los saberes que se transmitían a las niñas griegas y especialmente a las


atenienses eran aquellos que respondían a sus funciones en la sociedad, es decir
aquellos relacionados a labores domésticas y de administración del hogar,
determinándolas a un ámbito de dependencia en función de los hombres, a la
invisibilidad e inmutabilidad pública y al no poder. La filosofía y por lo tanto la
política y cultura eran conocimientos enteramente dominados, transmitidos y
expuestos por los hombres, en otras palabras, eran completamente androgénicos.

Algunos pensadores importantes de la época les consideraban intelectualmente


inferiores por hallarse mucho más movidas (según ellos) por las pasiones o
afectos que los varones. A pesar de lo anterior, muchas mujeres buscaron
educarse en estos campos y lo pudieron hacer, demostrando, según (Calomarde,
2013, pág. 13) que “a pesar de que los griegos entendían que el lugar natural de
la mujer era el ámbito privado, no había ningún impedimento añadido para que
cualquier persona griega desarrollara las inquietudes intelectuales que deseara.”,
es decir no existía una prohibición total o tajante a las mujeres que buscaran este
tipo de saberes mas no era lo común ni lo deseado socialmente para las mismas,
ya que se necesitaba que administraran las casas y tuvieran y cuidaran a los
niños. Se puede llegar a pensar incluso que el saber filosófico nació debido a que
al delegar la administración, cuidos y el trabajo físico a las mujeres y esclavos
respectivamente, los hombres ciudadanos tuvieron un debido tiempo de ocio que
utilizaron para desarrollar el sistema de pensamiento que conocemos hasta el día
de hoy. Por lo tanto, aunque no se les prohibía a las mujeres educarse al respecto
no se les motivaba a hacerlo ya que no convenía de ninguna manera que todas
las mujeres se dedicaran a la filosofía: “las mujeres griegas tomaban tan a pecho
las estrictamente limitadas tareas que les imponían sus deberes domésticos, que
no tenían tiempo para pequeñas o dolorosas meditaciones sobre su existencia”
(Plácido, 2000, pág. 50)

Debido a que la mujer griega que tuviese que dedicarse a su hogar podía
encontrar difícil apartar tiempo para meditar y estudiar sobre cuestiones filosóficas
no debería sorprender que muchas de las mujeres que sí lo hicieron
concretamente fueran precisamente aquellas que no estaban casadas, es decir,
las prostitutas. En la sociedad de la época, esta era la ocupación que tenían
muchas de las mujeres que no eran esposas, según Plácido (2000) la
“reproducción y prostitución aparecen como las dos caras de la función femenina,
en su proyección social e ideológica.” (pág. 55).

Las mujeres filósofas en la antigua Grecia se pueden encontrar en casi todas las
escuelas de la época y hubieron muchas otras que no se encontraban en ninguna
escuela especifica o no se sabe con certeza si pertenecían a una. Menage Gilles
(2009) realiza un tipo de enciclopedia de filósofas que incluye a las escuelas
platónica, académica, dialéctica, cirenaica, megárica, cínica, peripatética, epicúrea
y finalmente a la pitagórica. Resalta la figura de Aspacia de Mileto, filosofa de
escuela incierta de la que se dice que “enseñó retórica a Pericles y retórica y
filosofía a Sócrates” (Ménage, 2009, pág. 49) por lo cual tendría un papel
importantísimo en la historia de la filosofía occidental, debido a la importancia que
tiene Sócrates en la misma.
Son muchas las mujeres registradas que tuvieron intereses en la erudición y
filosofía y probablemente hubieron muchas más de las cuales no se tiene registro
alguno. Esto se puede deber al mismo patriarcado que considera a las mujeres y a
lo femenino como inferior, creando un sistema de conocimiento que al mismo
tiempo es una estructura de poder que intenta mantener a los hombres en una
posición de autoridad y liderazgo y a las mujeres les limita o prohíbe el acceso a
este conocimiento y por lo tanto a su liberación o empoderamiento.

Conclusiones

El sexismo es un sistema de discriminación que ha afectado a las mujeres en


ámbitos sociales, políticos y culturales desde hace miles de años. En la antigua
Grecia era evidente que se consideraba a la mujer como menos por el simple
hecho de ser mujer. Estas consideraciones se legitimaban desde relatos
mitológicos y literarios los cuales normalizaron la inferioridad femenina y fueron
utilizados para negarles cosas como la ciudadanía en función de ellas mismas, la
posesión de tierras y bienes mayores y el derecho a la palabra pública.

Este sistema ideológico también fue utilizado para separar y naturalizar las tareas
masculinas y femeninas y puede parecer que esto se realizó con el fin de
mantener la autoridad masculina y asegurar la reproducción y mantenimiento de
las ciudades-estado. Además, esto pudo ayudar al nacimiento del sistema
filosófico de la Antigua Grecia ya que permitió delegar muchas actividades
administrativas, económicas y laboriosas a esclavos y mujeres.

Las figuras femeninas en la filosofía no son pocas ni menos importantes que las
masculinas, pero sí se les ha dado menos protagonismo debido al mismo sistema
patriarcal que incluso hasta el día de hoy intenta desprestigiar a las mujeres. Es
por eso que resulta muy importante estudiar a estas filosofas para darles su
debida y merecida importancia en la historia de la filosofía y civilización occidental.
Referencias:

Calomarde, J. (2013). La mujer en la Antigua Grecia. Género vida y representación. Recuperado de


http://docplayer.es/62023917-La-mujer-en-la-antigua-grecia-genero-vida-y-representacion.html

Egea, S. (2007). El papel de la mujer en la antigua Grecia y en la novela. Universidad de Madrid. España.

González M. (2010). Feminismo(s): Avances hacia la equidad. En González Suárez, Mirta. (Compiladora).
Teorías Psicosociales. Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José.

Jenofonte (1993) Económico. Traducción de Juan Zaragoza.. Gredos, Madrid.

Jiménez, C. (2014). Género y espacio doméstico en la Grecia clásica: Reflexiones en torno a la (in)visibilidad
femenina. Universidad Pompeu Fabra, Barcelona.

Ménage, G. (2009). Historia de las mujeres filosofas. Traducción de Mercé Otero. Herder Editorial, Barcelona.

Mirón, M. (2000). El Gobierno de la casa en Atenas Clásica: Género y Poder en el Oikos. Estudios históricos
de Historia Antigua, 18, pp. 103-117. Ediciones Universidad de Salamanca.

Plácido, D. (2000). La presencia de la mujer griega en la sociedad: Democracia y tragedia. Estudios históricos
de Historia Antigua, 18, pp. 49-63. Ediciones Universidad de Salamanca.

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