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DE
MARTINA BENNET
Beteado
Marta Salazar
Beta FFAD
Su destino era el amor, su naturaleza la obsesión. Más de mil años esperando por ella, sumido en la más profunda oscuridad.
Kopján, hijo menor de Kond, uno de los siete líderes tribales húngaros,
era un hombre alto para sus 18 años, piel bronceada, cabellos lizos y
negros como la más oscura noche, y ojos grises rasgados, mandíbula
cuadrada, pómulos altos y labios finos. Ya había pasado las pruebas
que lo llevaban a la adultez, y en unas semanas iría con su padre, sus
hermanos y los hombres de la tribu a una batalla. Ahí podría portar
con orgullo los colores de guerra de su clan y pertenecer a los
conocidos como El Azote de Dios como eran llamados por sus enemigos
por la habilidad que tenían de acertar con flechas en caballos a todo
galope.
Sensualidad
Sexualidad
Pasión
Lujuria
Desenfreno
Era la primera mujer con la que estaba íntimamente, desde niño había
soñado con ser como su padre, un gran guerrero que combatía en
grandes batallas al lado del príncipe Almos, esa había sido su meta,
pero ahora todo eso era eclipsado por la belleza rubia que calentaba su
lecho.
Imara, madre de Kopján, notaba como su hijo menor era devorado por
algo que ella aún no lograba descubrir. Creía que era una mujer e
imaginaba cuál podría ser, pero cuando preguntó al muchacho qué
sucedía este le respondió que todo estaba bien y que no se preocupara,
que solo eran las ansias de la batalla.
La mujer intentó por todos los medios hacer entrar en razón a su hijo,
habló con su esposo, pero a pesar que le mostró la pluma, él le dijo que
quizás había mal interpretado las palabras de la gran ave.
Dolor
Desolación
Angustia
Muerte
El joven se alejó no pudiendo ver más. Sentía como en su pecho se
formaba un vacío y como su alma moría lentamente. Deseó sentir
rabia, ira, pero no pudo. La amaba demasiado como para deshonrarla
rompiendo el compromiso y más aún anunciando el motivo. Me casaré
contigo Sarolta, y cuando regrese del campo de batalla me encargaré que seas
solo mía.
Eso era todo lo que tenía que escuchar. Las palabras que ella había
dicho la noche antes de la ceremonia en el bosque calaron en su mente
y atravesaron su corazón. Ella no lo amaba, solo deseaba lo que él le
podía dar como hijo de uno de los líderes de los siete clanes. Ella lo
engañó, lo traicionó, y él aún la amaba.
Quemazón, eso fue lo que sintió. Un ardor tan grande en el pecho que
pensó que se incendiaba por dentro. Pero solo fueron un par de
segundos, y luego la oscuridad. No sabía qué le había producido esa
sensación, solo recordaba estar montado en su caballo en una retirada
fingida, una táctica que usaban para hacer creer a sus enemigos que se
retiraban y luego giraban la mitad de su cuerpo para lanzar flechas y
tomarlos desprevenidos.
¡Maldita mujer!
El Turul se encontraba detrás de él. Sabía qué forma tenía por los
relatos que había escuchado de las mujeres y de los pocos hombres que
tuvieron revelaciones, pero nunca lo había visto por sí mismo.
1430
— ¿Ya es hora?
1852
—El suficiente para que el mundo que conociste desapareciera por completo.
—De nada servirá, una vez nazcas todos tus recuerdos serán borrados, así
debe ser y así será. Pero tu alma la reconocerá, y con eso será suficiente para
que sepas que ella te ha de pertenecer.
—Y ¿Quién seré yo?, dime a qué me dedicaré, en qué parte del mundo
naceré. —El Turul negó con la cabeza —Al menos dime cual será mi
nombre, solo eso te pido, mi nombre.
—Edward Cullen.
Y la oscuridad lo adsorbió de nuevo, pero esta vez para dar paso a una
luz enceguecedora. La luz de la lámpara de la sala de maternidad.
CAPÍTULO 1
…
Voy hacia allá,
nunca he estado ahí.
Voy a hacer algo,
pero no sé qué es.
Voy hacia ti,
pero no sé quién eres.
…
— ¡Alto ahí! —Gritó la otra castaña —mi salud mental depende de que
no termines esa frase… ¡Por Dios! ¿Estamos hablando del mismo
hombre? Espero que no, porque eso sería espantoso.
—Tus libros y números te han jodido tanto la cabeza que no logras ver
la belleza masculina cuando se te pone en frente —Comento Ángela
sentándose en un pequeño sillón, apoyando los codos sobre las rodillas
y la cabeza sobre sus dos manos al tiempo que suspiraba —yo con un
hermano así me condenaría por cometer incesto… y me iría feliz y
chorreante al infierno.
…
—Al fin, ¿A qué hora pasamos a recogerte? —Preguntó el hombre
rubio a Bella.
—Jasper dijo que a las 9:00 estaba bien —Bella le sonrió, mientras se
dirigía a la cocina para llevar los platos de la comida al fregadero.
— ¡No voy a follar con Jasper! Ni siquiera sé que hago refutando eso —
Replicó Bella con cara de cansancio. Ángela rodó los ojos e ignoró lo
que le había dicho.
—Bueno según dice acá los meses más fríos son enero y febrero, siendo
que el mes más cálido es julio. Las precipitaciones se distribuyen de
manera uniforme a lo largo del año, siendo que la región oeste es la
que tiene más precipitaciones. —Comentó Ángela ojeando el folleto —
así que como estamos en junio, lleva ropa de verano pero con
posibilidades de frío y lluvia.
—Y eso traduce…
—Esa amiga tuya está un poco loca, si no fuera porque prefiero las rubias le
habría callado la boca con mi po…
—Si no fuera porque eres como mi hermana y tienes el cabello oscuro también
te la callaría a ti —Dijo Jasper desde el otro lado del teléfono y soltó una
carcajada cuando escuchó que su amiga chillaba y hacía un ruido de
intentar vomitar. —Bueno olvídalo, hablando de cosas no muy gratas, ya le
dejaste a Renée la lista de exigencias de la rata.
— ¿Cuál rata?
—La rata.
— ¡La gata!
—Si tú lo dices, pasamos por ti a las 9:00 entonces, prefiero esperar, a que nos
toque correr por todo el aeropuerto.
—Me parece bien, entonces a esa hora —Se ahorró el te amo con que
siempre se despedía por la indignación que aun sentía por lo de la
gata, y colgó.
—Tuve una pesadilla, eso es todo —Dijo Bella mirando por la ventana
del auto.
Bella no podía creer que por fin estuviera realizando ese anhelo que
tenía desde niña, un anhelo que apareció desde aquella vez, que para
ella fue real, guiada por esa voz que le decía lo que tenía que hacer y
ella sentía que tenía que confiar en esa voz, y eso era lo que estaba
haciendo.
Estaban en Londres porque Jasper había optado por una Beca para
estudiar Negocios y Administración de Empresas. Ya había realizado
el examen online dos meses antes y al aprobarlo tenía la entrevista
programada para ese mismo lunes.
Pasaron por un gran jardín de rosas que se mezclaba con las demás
plantas del lugar. El aroma de las flores era increíblemente fuerte por
la época del año. Bella aspiró profundamente y rememoró el sueño que
había tenido la noche antes de llegar a Londres. Estaba segura que de
haber podido oler algo en el sueño la experiencia habría sido muy
parecida a esta.
—Es imposible negar el poder de la unión de las masas cuando estas buscan
un fin en común. ¿Pero quién asegura que dicho fin no será luego la prisión a
sus propias libertades?…
—Quién fue el que dijo: Duerme unos minutos más mientras me baño —
Gritó Bella desde el baño tratando de imitar la voz de Jasper
Bella llevaba unos jeans negros, con unos converse también negros con
costuras grises, y una blusa de franela sin mangas blanca con gris.
Jasper iba más formal con un pantalón gris y una camisa azul pálido.
—Hola, disculpa, ¿aquí se están haciendo las entrevistas para las becas
de negocios? —Preguntó Bella a un chico bastante alto, de piel
bronceada y cabellos negros, que se encontraba recostado en la pared.
—Ya quisiera yo que una chica tan linda me acompañara, Jacob Black,
un gusto.
—Oh, no sabía que esto pertenecía a una sola familia, ¿quiénes son? —
Preguntó Bella.
Las entrevistas habían sido primeramente con todos juntos, pero luego
atendieron a cada uno por separado para evaluarlos de manera
individual. Los resultados los darían en una reunión el viernes de esa
misma semana, así que tendrían tres días y medio libres de tenciones.
Pasaron la semana con Jacob como guía. Fueron de nuevo a Hyde
Park, alquilaron una barca de remos en el lago Serpentine, tumbonas
para secarse después de una guerra de agua que casi los saca de la
barca. Escucharon al mediodía como el Big Ben resonaba. Pasearon por
el Bond Street y vieron las estatuas de Churchill y Roosevelt. Se
tomaron fotos en el Arco del Triunfo de Wellington. Contemplaron el
cambio de guardia en Windsor. Y a pesar que Bella quería tocar el
timbre del palacio de Buckingham y preguntar si la reina estaba, Jasper
y Jacob lograron persuadirla, no sin usar la fuerza, de que no hiciera un
espectáculo mayor al que ya estaban presentando.
Una hora después las puertas volvieron a abrir y Bella notó que la
mayoría de los hombres y mujeres salían sonrientes, mientras que unos
pocos mostraban clara decepción y tristeza. Estaba muy nerviosa, sabía
cuán importante era obtener esa beca para su amigo y también para
Jacob. Se desesperó aún más cuando notó que estrujaba el dobladillo
de la blusa color azul rey que llevaba puesta, tenía mangas cortas, unos
jeans desgastados y los converse azules, se había dejado el cabello
suelto y liso. Jasper salió en el momento en que estaba a punto de
entrar a buscarlo.
—Amor ¡Pasé, pasamos Jacob y yo! —La chica corrió y se lanzó a sus
brazos, él la hizo girar mientras los dos reían, al detenerse la mantuvo
aún cargada y ella por encima del hombro de él vio como desde el final
del corto pasillo un hombre la miraba con intensidad. Era bastante alto,
vestido de manera formal, el traje era de color gris plomo al igual que
la corbata y la camisa blanca, tenía el cabello alborotado, y aunque no
le pudo ver bien la cara por la sombra que generaba la pared lateral
pudo concluir que era un hombre guapo.
Furia
Miedo
Posesión
Incertidumbre
…
Siento tu presencia,
siento que me observas.
Mi miedo se acrecienta,
mis dudas me superan.
De nada me ha servido luchar,
porque fuera de aquí no hay nada más.
…
De pronto el mar se empezó a tornar oscuro, más y más cada vez. La brisa
comenzó a golpear con mayor fuerza y las olas, antes pequeñas y sosegadas,
ahora empezaban a tornarse altas y feroces. Todo el panorama había cambiado.
El mar estaba embravecido, las olas eran gigantescos monstruos que
amenazaban con devorarla sin piedad.
Toda la tranquilidad que había sentido antes, era ahora pánico puro. Se dio la
vuelta para echar a correr, pero aunque su intensión fue huir hacia tierra alta,
se dio cuenta que estaba corriendo en paralelo por toda la playa. Corría y
corría cada vez más, pero eso no lograba alejarla de las altas olas que se
estrellaban contra la arena junto a ella.
Sin previo aviso la arena en la que corría se levantó y la franja de tierra que
había al frente de ella se hundió y fue remplazada rápidamente por el mar. Ella
tambaleó y cayó sentada por el fuerte movimiento que se había producido bajo
sus pies. Abajo, grandes olas parecían enormes seres negros que tenían como
único objetivo devorarla.
— ¿Qué hora es? —Preguntó Bella con los ojos cerrados, tratando de
conciliar el sueño, ahora que se sentía protegida en los fuertes brazos
de su amigo. El sueño había sido tan real como el anterior, pero este la
aterró aún más. No le tenía miedo al mar, pero el hecho de que no
supiera nadar la hacía sentirse indefensa en una situación como esa.
—Las cuatro y cinco, todavía es muy temprano, duérmete.
Algunas horas más tarde se estaban arreglando para salir con Jacob a
seguir buscando un apartamento para Jasper. La búsqueda comenzó la
tarde del viernes, luego de que les dieran la noticia de que habían sido
admitidos en la universidad, pero lo que encontraron, o era demasiado
lejos del campus, o era muy costoso, y deseosos de celebrar la buena
nueva habían decidido que era mejor dejarlo para el lunes siguiente.
Después de todo, las clases comenzaban una semana después, y
aunque el sistema becario daba un auxilio de sostenimiento quería que
le quedara algo más del salario que se pudiera ganar.
—De todos modos tengo que pasar la hoja de vida a mis superiores
para que den la aprobación. —Comentó Billy —Pero dime Bella, tú no
piensas quedarte también, aquí podrías…
—La otra semana, Tía te presento a unos amigos, Jasper y Bella, chicos
mi tía trabaja en la oficina de Tesorería. —La mujer de cabellos negros
lisos, y ojos negros profundos, estrechó las manos de los jóvenes pero
cuando lo hizo con Bella su semblante cambió, la hilaridad con la que
había entrado a la oficina había desaparecido y su expresión se tornó
sombría. Bella se sintió incómoda por el escrutinio al que estaba siendo
sometida.
—No niña no es nada, o eso creo. Mejor vayan de una vez, Heidi debe
estar esperándolos y ella no es muy paciente que digamos.
Subieron a uno de los ascensores, la vista era impresionante, se podía
apreciar casi todo Londres, y los dos jóvenes parecían niños pequeños
en dulcería pegados al vidrio observando todo a su alrededor.
El otro escritorio era ocupado por una chica de cabello rubio, piel
pálida y expresión tímida, tenía gafas que aunque no eran tan grandes
como la de su compañero no estaban para nada a la moda, y su ropa
no le favorecía tampoco.
Era hermosa, tenía el cabello color caoba y los ojos de un fuerte color
violeta, eran algo extraños pero atrayentes a la vez. La mujer los miró
con una ceja alzada en clara señal de que no estaba para perder el
tiempo.
—Y tú, ¿qué tienes para decir? —Bella quedó muda ante el repentino
cambio de tema, ¿qué tenía que decir ella si no era la entrevistada?,
miró a Jasper quien la miraba igual de confundido y luego a la mujer
que esperaba una respuesta.
—Entonces, eres su novia —No fue una pregunta, ¿qué le pasa a esta
mujer? No sabía qué responder a eso, estaba claro que no lo era, él era
como su hermano, pero le molestó tanto la pregunta que le dieron
ganas de responder que si, aunque a último momento prefirió decir la
verdad, quizás esa mujer estaba interesada en Jasper y decir que si
tenían una relación podía perjudicarlo.
— ¿Sucede algo malo?, qué tengo que ver yo en esto, después de todo
quien trabajará aquí será Jasper no yo. —Bella se estaba molestando,
algo no iba bien definitivamente, ¿será lesbiana?, no, eso era imposible,
si así fuera definitivamente ella no era una chica que pudiera llamar la
atención de esa manera. Sabía que era bonita, eso nunca lo había
puesto en duda, no era egocéntrica, solo estaba consciente de que al
menos fea no era. Pero esa mujer debía conocer a otras mucho más
hermosas que ella, así que esa opción estaba descartada, y ella seguía
igual de desconcertada.
—Claro que no sucede nada, es solo que hay una vacante y quizás
podrías estar interesada, eso es todo.
—No, eso ya cambió, ahora serás auxiliar de… —La mujer dudó por
un momento —auxiliar de asistente de presidencia, si eso. Bueno ahora
váyanse que ya no tengo tiempo para estarlo perdiendo.
Pasaron los dos días, realizando trámites para que Jasper pudiera
iniciar las clases, matriculando asignaturas, cuadrando los horarios y
asistiendo a las charlas de inducción en el que le entregaron la tarjeta
de transporte, alimentos y los acuerdos de auxilio de vivienda.
Bella no había vuelto a tener sueños extraños, en realidad esos dos días
no había soñado nada más, ni bueno ni malo.
Era cierto que quería salir de la ciudad, pero también tenía ganas de
quedarse a averiguar qué era lo que la voz de su infancia le decía, y lo
que significaba todo lo que había pasado en el corto tiempo que llevaba
en Londres. Igual sabía que cual fuera su destino, se cumpliría quisiera
o no, así que si en algún momento la vida quería que volviera a esa
ciudad entonces lo haría. Pero eso sería más adelante.
—Escuche bien lo que le voy a decir —Su voz era baja pero
amenazante —me vale una grandísima mierda lo que sus plataformas
virtuales digan o lo que el puto sistema judicial de este país tenga en
mi contra. No pienso pasar un maldito día más aquí para que estatuas
comemierdas y mares enloquecidos me atrapen, así que usted y el
estúpido destino se pueden tragar sus deformes testículos y meterse
sus "problemas" para conmigo ¡por su gordo peludo y arrugado culo!
La habitación era de tres por tres metros, tenía una sola mesa de
madera con cuatro sillas metálicas, una lámpara colgaba del techo, y
un gran espejo se encontraba ubicado en una de las paredes.
—Eso no tiene sentido Sr. Jenks —Refutó Jasper, estaba muy nervioso.
Bella era su responsabilidad y temía que terminara implicada en algo
grave que la pudiera incluso llevar a la cárcel.
Bella no estaba muy contenta con estar en presidencia cerca de ese tal
Edward Cullen, pero resignada a que se había convertido en un títere
del destino, no tenía más que aceptar.
—Mira niña, aquí las cosas se hacen como los jefes así lo digan, no
como tú lo creas, trabajarás directamente con él, así que entra de una
vez, no tengo tiempo para seguirlo perdiendo contigo.
Bella suspiró y caminó hacia la puerta que tenía la placa con las letras:
Presidente – Edward Anthony Cullen.
Era él, Bella no tenía ninguna duda ahora, ese era el hombre de la
universidad, era el que la había mirado con tanta intensidad como
ahora. Logró atisbar la misma ira por un momento, pero cambió casi
enseguida y un sentimiento de satisfacción y orgullo se estableció en su
rostro, una lenta sonrisa ladeada se formó en su rostro.
…
No sabía que te esperaba,
no sabía que tú vendrías.
¿Será posible que no seas solo mía?,
¿Tendré acaso que arrebatarte de sus brazos?
No importa cuánto quieras huir de mí,
puedes estar segura que jamás te dejaré ir.
…
—Mamá mira, algún día yo tendré un auto como ese. —Su madre bufó.
Andy Butler, de 7 años de edad, cabello rubio casi blanco y ojos tan
azules como el cielo de primavera, sabía que si se lo proponía, podría
tener uno igual algún día. Todas las personas lo mirarían con respeto y
asombro, como ahora mismo él miraba el auto y se imaginaba al
hombre que lo manejaba.
Habría dado lo que fuera por retroceder el tiempo, y evitar así, cometer
el que consideraba, el peor error de su vida. Pero ya no había marcha
atrás, y ahora tenía que afrontar las responsabilidades de sus actos, y
sobre todo de su estupidez.
Habló con el vicerrector un largo rato, sobre los nuevos proyectos, que
se aprobarían a los grupos de investigación ya existentes, la apertura
de unos nuevos, y las dotaciones que llegarían en un par de semanas,
para los nuevos laboratorios. Le gustaba supervisar personalmente
todo lo referente a la universidad. Su abuelo le había dicho que esa
institución, era la representación de la obstinación y la perseverancia
Cullen, —mi padre me la legó a mí, fue su forma de ir en contra de los
designios de su padre, que le parecía ridículo que a su hijo le gustara la
enseñanza —y él como máximo exponente de esos adjetivos, velaba
porque todo se diera como lo tenía planeado.
Adoración
Veneración
Deseo
Pasión
Posesión
Ahora estaba seguro, era ella. No sabía por qué, ni cómo, pero algo le
decía, que era a ella, a quien había estado esperando toda su vida y
más.
Imposible, mi mente jamás podría crear algo tan puro y bello como ella.
Un chico de baja estatura, que iba pasando por su lado, saltó asustado,
por el ruido que el hombre había proferido. Lo miró por un momento,
y la expresión que vio en su rostro, lo aterró tanto, que solo fue capaz
de dar dos pasos hacia atrás, y alejarse de ese demonio con forma
humana, lo más rápido que pudiera.
—Te hemos dicho cientos de veces que te tomaras tiempo libre, vacaciones, y
nunca quisiste hacerlo. Y ahora que por fin lo haces, no eres capaz de avisar.
¡Se puede saber qué te pasa!, tú no eres así.
—No es nada, en serio. Por qué mejor no me dejas en paz y nos vemos
mañana…
Los adornos que ella misma, junto con su madre, habían escogido, se
encontraban hechos pedazos esparcidos por el suelo. Los dos sofás de
cuero claro estaban tumbados, al igual que los dos sillones que los
acompañaban, la alfombra persa se encontraba arrumada al pie de la
chimenea, y una pintura original de Franz Marc llamada –El Tigre–,
estaba perforada por una escultura de Miren Itxaso en metal, de cintas
que se entrecruzaban y terminaban en punta.
Edward suspiró, levantó uno de los sofás y se acostó sobre él,
tapándose los ojos con un brazo.
—Me pasé de tragos, eso fue todo —Contestó con voz cansada.
Su hermanita era diez años menor que él, tenía veinte años, cabello
negro cortado de forma extraña, haciendo que cada punta señalara a
un lugar diferente. Sus ojos eran de color azul marino, una hermosa
combinación entre el azul de su madre y el verde de su padre. Su baja
estatura le daba la impresión de ser aun más joven.
Él sabía que podía contar con ella. Pero prefería mantenerla al margen
de sus problemas. Ella era muy delicada e inocente, y no quería
mancharla con sus secretos.
Sabía que ella no estaría en la lista, ya que de haber sido una de las
aspirantes, no habría estado afuera esperando.
Una foto borrosa, que había impreso del video, mostraba a la chica
entrando a la institución. La había guardado antes de que su hermana
entrara, y ahora, tratando de dormir, para ir al día siguiente a la
oficina, la miraba fijamente. Tendría que imprimir otra, esta se había
arruinado, luego de ser salpicada de su semen cuando se masturbó
pensando en ella. La última vez que había hecho algo semejante, tenía
tan solo dieciséis años, pero esta vez no había podido controlar la
necesidad que crecía en su interior.
—Hay una cena mañana en casa de mis tíos —dijo Heidi mientras se
limaba las uñas, sentada frente al escritorio de Edward, quien
torturaba con frustración su computadora portátil.
—Me alegro —dijo Heidi en tono irónico —¿Me vas a decir qué te
pasa?, Alice me contó que tu apartamento estaba destrozado, y esos
pedidos que hiciste el viernes. —Chasqueó la lengua y continuó —
Definitivamente, eso no es normal.
Edward sabía que no podría hacer nada, hasta que se realizaran las
matrículas, ahí los jóvenes se tomaban fotos para los carnets. Estaba
seguro que sería capaz de reconocer al estúpido rubio. Luego solo
quedaría investigarlo, para que lo llevara a ella.
La mujer suspiró y se levantó de su asiento para sentarse en las piernas
de él. Él abrió los brazos y la recibió con cariño. Ella tomó su rostro
entre sus manos —Siempre seré tu cómplice en todo. ¿Acaso no ha sido
así desde pequeños?
Desde niños habían sido muy unidos, tanto en las risas como en las
peleas. Un día se les podía ver, corriendo felices por la casa, luego de
haber realizado alguna travesura, y al otro día, escuchar los gritos de
Edward, porque una pequeña y caprichosa Heidi, lo tenía prendido de
los cabellos mientras lo zarandeaba con rabia. Emmett decía que ese
era el motivo por el cual, el cabello de Edward, ahora que ya era
adulto, no podía ser peinado decentemente.
Solo Heidi sabía sus secretos completamente, solo ella lo había visto
enloquecer en los momentos más difíciles, y solo ella sabía lo que lo
atormentaba constantemente.
—Entre esos está el del hijo de Billy Black, Jacob, que trabajará con él
en Recursos Humanos. —Le extendió unos documentos, y al abrir la
primera carpeta vio la foto de un joven de piel morena y cabello negro.
Lo reconoció enseguida.
Emmett le dijo que iría en la tarde porque en ese momento tenía una
reunión importante, pero que no se preocupara, al día siguiente el
chico estaría en su oficina.
Entonces ¿por qué te dejas abrazar por él? ¿Por qué maldita sea, te dejas besar
por él? ¡No te creo! Pensó.
— ¿Pregúntale si se quedará aquí en Londres? y por cuánto tiempo…
¡No! —Gritó al tiempo que golpeaba su escritorio. Tenía suerte de que
las paredes estaban construidas de tal manera que el sonido no saliera
de la oficina.
Además, tenía que pensar rápido, cómo haría para evitar que saliera
del país. Si tan solo la dejara el vuelo, eso le daría algo más de tiempo,
o se le perdiera el pasaporte…
En ese momento Sara llamó a la puerta y anunció a Heidi que tenía una
llamada de Billy.
Edward habló con Demetri, uno de los novios que había tenido Heidi.
Le pidió información sobre Jasper Whitlock, fecha de ingreso al país y
los datos sobre la persona que lo acompañaba.
—La chica solo conoce a Jacob Black, el hijo de Billy Black, en este
continente.
—Solo tiene dieciocho años Edward, es incluso menor que Alice —dijo
Heidi mirándolo fijamente mientras él observaba la información.
—Si las cosas salen como las tengo planeadas y sé que así será, la
tendré trabajando para mí la próxima semana —Edward sonrió y luego
se quejó cuando Alice, que estaba sentada a su lado, lo pisó
fuertemente con su tacón para que prestara atención a la exposición.
— ¿Lo agredió?, mi Bella, pero si ella se ve tan delicada, tan frágil, ¿Ella
está bien? ¿Está herida? —dijo Edward desesperado y preocupado
pensando en que el hombre, o los guardias hubieran reaccionado con
violencia.
—Ella esta perfecta, pero tal parece ser, que "tu Bella", tiene las uñas
más afiladas de lo que crees.
—Comunícate con Jenks, dile que consiga una copia del vídeo de
seguridad, quiero ver qué sucedió exactamente, y que evite que se
levanten cargos en su contra, no quiero que tenga problemas judiciales
reales.
—Lo que ella no sabe, es que todo fue un montaje, y para cuando se
entere…
Se veía aún más hermosa de cerca, llevaba una falda negra, de talle
alto, que le llegaba hasta las rodillas, y una blusa azul de manga corta y
cuello en V. ¿Te vestiste así frente a él?, ¿Te subió él la cremallera de la
falda? La ira lo atacó, pero enseguida su razón le indicó, que gracias a
su astucia, ella estaba ahí, frente a él. Y no pasaría mucho tiempo para
que fuera suya por completo.
—No creo que sea correcto —Retrocedió un poco, al verlo ya tan cerca.
—Por qué no dejas que sea yo quien decida qué es correcto y qué no —
Edward acortó el espacio entre ellos y acorralándola contra la puerta
de la oficina, apoyó un brazo en esta. —Anda, inténtalo. —Se acercó a
su oído y le indicó: —"Edward".
Bella cerró los ojos y con una voz que lo hizo ponerse aún más duro de
lo que ya estaba, susurró: —Edward.
El timbre del teléfono fijo los sobresaltó a los dos. La chica se apartó
rápidamente y él maldijo a toda la mierda del mundo. Frustrado se
acercó a su escritorio.
— ¡Te dije que no me molestaras! —gritó a Heidi, cuando levantó el
auricular.
—Es de allá Edward —Fueron las únicas palabras que escuchó, antes de
que Heidi direccionara la llamada.
…
Estoy aquí frente a ti,
aun no sé que pretendes de mi.
Seduces, gritas, decretas
y pretendes que yo te obedezca.
Yo no soy igual a ellas,
porque jamás podré amar apenas
…
—Sal de aquí ahora —Su tono fue tan bajo y pausado que, aunque
Bella había tratado de mantenerse firme en su postura recta y
desafiante, no pudo evitar temblar un poco.
Su madre una vez había tenido un jefe así, y por ese motivo se vio
obligada a renunciar, no sin que ella misma fuera a la oficina y le
gritara unas cuantas verdades en la cara al maldito que, creyendo que
"la pobre viuda" necesitaba consuelo, se había sobrepasado en sus
tratos para con ella. Claro estaba que la diferencia entre los dos
hombres era muy grande. El otro era un hombre de baja estatura y
demasiado seboso para el gusto de cualquier mujer, mientras que
este… este era hermoso, tenía que reconocerlo y eso la enfurecía aún
más. Jasper era muy guapo, eso no lo había negado nunca, pero
Edward era un hombre capaz de conseguir a la mujer que deseara y
precisamente ese, ese era el gran problema, le molestaban los hombres
que usaban el poder que tenían, para aprovecharse de las mujeres que
necesitaban un trabajo para salir adelante. Ella no sería una más en la
lista de un jefe que acumulaba asistentes. De seguro Heidi había
pasado mil veces por su cama, su escritorio o quién sabe qué otro
lugar, pero ella no sería así.
La chica era muy amable, le indicó cómo rellenar una base de datos
con los activos reportados por una de las empresas que captaban
inversiones de CullenWorld, en una computadora portátil, mientras
que ella continuaba con su trabajo en la computadora de escritorio.
—Creo haberte dejado bien claro, que quería que me llamaras por mi
nombre —El hombre parecía no tener expresión en el rostro. Pero sus
ojos verdes eran intensos como dos piedras llameantes que se
concentraban en ella.
—Le llamaré como considere que es mejor, si no está contento con eso,
señor, puede hacer una llamada para que le asig…
—Bella, ¿estás lista?, vamos —le preguntó Sara cuando la vio. No sabía
qué expresión tenía en el rostro, pero Heidi se levantó rápidamente de
su escritorio y corrió a la oficina de su jefe. —Almorzaremos en el
comedor principal. ¿Te encuentras bien?
—Qué suerte tienes —Jessica miró a Bella de arriba abajo y frunció los
labios —Edward Cullen es uno de los hombres más deseados de
Londres, Inglaterra diría yo. Y mi Emmett, está en esa lista. —Suspiró
teatralmente — ¡Qué hombres!
¿Es posible ser más cínica? Admitía estar detrás de su jefe y se burlaba de
que ella pudiera estar encantada con su jefe.
Escogió cuidadosamente su respuesta, esta chica se veía muy peligrosa,
y no quería que fuera contando por ahí que ya odiaba a su jefe, pero
luego pensó una estrategia mejor.
Jessica miró a Bella con rabia — ¡Ja! ¿Crees que él se va a fijar en ti,
teniéndome a mí junto a él todo el día?
Bella también rió negando con la cabeza — ¿Cuánto tiempo crees que
pase, antes de que le vaya con el chisme a Jasper?
Sara asintió con la cabeza —Sí lo es. Entró a trabajar aquí después que
yo, pero es la hija del jefe de la oficina jurídica y amigo del señor
Carlisle.
—Aja, Heidi la odia, una vez dijo que Jessica estaba loca si creía que
alguien como ella iba a capturar a su hermano, y conociéndola, es
capaz de dejarla calva. —Las dos rieron y continuaron almorzando.
— ¡No! no, cómo crees mi vida, no. —Bella sabía que Jasper era capaz
de ir y romperle la cara a Edward sin importarle que lo despidieran y
le cancelaran la beca. —Es solo que es un poco temperamental, y
cambia de genio rápidamente, eso es todo. En serio, no es nada.
—Jasper, sé que eres mayor que yo, pero ya tengo dieciocho años, casi
diecinueve, no voy a renunciar a mi primer empleo formal solo porque
mi jefe tiene un trastorno mental. —Bella lo tomó de los hombros y
haló un poco para que se recostara de nuevo.
—Y lo del mal genio, creo que es cierto, llegó a la oficina un poco antes
de que me fuera y me quedó mirando de una forma muy extraña,
como si me inspeccionara. Yo le sostuve la mirada, pero en la suya
había algo así como, advertencia y odio, no sé muy bien.
—Quizás odia a los americanos, yo qué sé. Pero cambiando de tema:
¿Qué tal Jessica, la asistente de tu jefe?
Jasper soltó una carcajada y negó con la cabeza —Es una chica bastante
rápida, y es rubia, quizás salga con ella…
— ¡No estarás pensando en tener algo con ella! —Le interrumpió Bella
golpeando el brazo de Jasper.
—Claro que no, al menos nada serio, ella no es una mujer para tomar
en serio, y sabes que ya hemos hablado de eso —Le dijo Jasper a modo
de advertencia. Él siempre le había dicho que para los hombres existían
dos clases de mujeres: las que son para pasar el rato, y otras que son
para pasar la vida entera. Él siempre le recalcaba que ella debía ser de
las segundas. Sonaba cruel, pero lastimosamente era cierto. —Además,
—Continuó luego de que Bella asintió —Ella parece estar detrás de
Emmett, aunque dudo mucho que lo atrape, él parece no percatarse de
los avances de ella, aunque yo solo estuve con ellos en la mañana.
Bella corrió a la sala de juntas principal, entró en ella por la puerta que
estaba en la oficina de presidencia y la cerró.
—Bella tienes que decirme ahora mismo cómo es ese hombre, ¡Qué voz más
sexy! Y esa forma de reír. —Ángela hizo un sonido de "saborear",
ignorando por completo la pregunta de Bella. —Te juro que mojé mis
bragas con solo escucharlo…
— ¡Está bien!, cálmate. Solo le dije que era tu mejor amiga y que por nada del
mundo diría nada sobre ti, pero quería burlarme un rato, así que si accedía,
hiciera como si le estuviera contando tus más oscuros secretos. —Dijo esto
último con tono de malicia.
—Bella tranquilízate, el hombre es divertido y por la voz que tiene, debe ser
muy guapo, tienes que decirme todo sobre él, lo quiero todo amiga, todo. —La
voz de su amiga sonó emocionada y Bella tuvo que respirar profundo
y cerrar los ojos un momento para no terminar cortando la llamada. —
Anda Bella, no seas mala, dime algo, solo me dijiste que era el presidente de la
compañía, pero nada más.
—Se llama Edward Cullen, tiene mal genio, a veces, y otras… no sé…
me mira extraño.
—Tu amiga es interesante, estoy seguro que nos llevaríamos muy bien,
deberías invitarla a pasar una temporada aquí.
—Ni loca —susurró Bella, sin poder evitar que su cuerpo temblara, al
imaginarse la escena del sacrificio hecha realidad; pero al parecer
Edward la escuchó y por lo visto, entendió lo que significaban esas
palabras, porque volvió a soltar una carcajada y siguió con su trabajo
con una sonrisa adornando su rostro.
Bella tenía que aceptar que ese hombre, algunas veces, podía inspirar
cosas buenas.
—Lo siento señor, pero no voy a almorzar con nadie —Explicó Bella —
Sucede que toda mi ropa es muy informal, y necesito ir a comprar un
par de prendas para usar hasta el fin de semana.
Heidi recibió la tarjeta con una gran sonrisa —Te espero afuera Bella.
—Y salió de la oficina.
—En ese caso, podría adelantarme el pago del mes, con eso tendría
para comprar lo que necesito.
—Señor…
—Pero yo…
—Anda ve, y trata de comprar más que Heidi. —Se giró en su asiento
para darle la espalda y dejar en claro que no admitía más discusión.
Nunca había entrado a un lugar como ese, pero se sentía bien, era
lujoso, pero al mismo tiempo tenía un aire acogedor.
—Pero él no tiene por qué darse cuenta, compra muchas cosas para ti y
le dices que la mitad o más son mías. —Dijo Bella tratando de razonar.
— ¿Qué fue eso tan horrible que te hizo Edward? —Preguntó Bella. No
parecía que ellos dos, tuvieran rencores guardados.
Heidi tomó un sorbo de vino —Es menor que él, tiene solo veinte años,
es su protegida, muy celoso con ella. Emmett intenta hacer lo mismo
conmigo —Se inclinó un poco hacia adelante, a modo de confidencia —
Pero no sabe que Edward es mi encubridor.
—Pero… ¿Qué tengo que ver yo en todo esto?, no entiendo Heidi ¿Qué
va a pasar? —Bella se había puesto nerviosa, la voz le salió ronca por el
nudo que tenía en la garganta. Su mente lógica le indicaba que nada de
eso le incumbía, pero en su alma, algo le gritaba que prestara mucha
atención, porque ella tenía que ver mucho más de lo que creía, en esa
extraña historia.
Bella la miró por un momento, pudo sentir la lucha interna que había
dentro de aquella mujer, y lo peor es que no era por ella misma, sino
por su primo. Ella había tenido que lidiar con traumas que no se
curaban con una ida al doctor, y al parecer Heidi también, en la piel de
otra persona. No podía prometerle que se quedaría, ni siquiera ella
misma lo sabía, pero sí podía prometerle que le tendría paciencia,
después de todo, también era sano para ella, si no vivía peleando todo
el tiempo.
—Te llamé para avisarte que mi jefe me había enviado de compras con
Heidi —Respondió Bella acostada sobre el sofá, estaba exhausta, nunca
se había probado tanta ropa en tan poco tiempo y si a eso le sumaba la
larga caminata, tenía razones de sobra para estar de muerte.
Solo tenía que bajar un piso, pero como aún no estaba muy
acostumbrada a los tacones tan altos que Heidi le había hecho
comprar, prefería caminar lo menos posible para no terminar rodando
por las escaleras.
No había visto a Emmett desde que fue de compras con Heidi y, tenía
que admitirlo, la nueva ropa le sentaba muy bien, solo esperaba que a
él no se le ocurriera hacer algún comentario pasado de tono, que fuera
a molestar a Edward, pero sabía que al menos una guiñada de ojo le
esperaba. Sonrió imaginándoselo, ahora entendía por qué Heidi había
sido obligada a trabajar con Edward y no con su hermano, si ella
misma tuviera alguna oportunidad haría el cambio. El hombre era
divertido y le caía muy bien, no le extrañaba que en tan solo una
semana, Jasper hablara maravillas de él casi como si fueran amigos, y
ella pensó que los que podían darse ese crédito, eran muy afortunados.
¡Mierda!
CAPÍTULO 5
…
La angustia me invade,
la impotencia me sobrepasa.
Quieres reclamar lo que no te pertenece,
y aprovechas el momento para imponerte.
Y aquí estoy ante ti sumisa,
Esperando una sentencia que no es mía.
…
"No pienso nunca en el futuro porque llega muy pronto" había dicho Albert
Einstein una vez. Pero aunque Bella no pensaba nunca en su futuro, el
que se suponía muy lejano, llegó mucho antes de lo que ella esperaba.
Su papá ya no estaría más con ella, al menos en cuerpo.
Luego de eso conoció a las personas que la ayudaron a salir, a ella y a
su madre, de ese lugar oscuro en el que se habían sumergido, los que
ahora consideraba su familia.
Y aquí estaba ella, con su vida de cabeza, y sin siquiera haber tenido
tiempo de asimilarlo.
Mierda.
Bella vio como Jasper volvió a mirar a Edward, con una rabia que
jamás había percibido en sus ojos, empuñó fuertemente las manos y lo
que nunca se imaginó por parte de su hermano, sucedió.
— ¡Emmett has algo! ¡Se van a matar! —Gritó Bella angustiada, nunca
había visto a Jasper actuar de esa manera, él no era un hombre
aburrido, pero si calmado y pacífico, odiaba las peleas, algunas veces
se exaltaba, pero se enfriaba rápidamente y terminaba solucionando
todo con palabras, como un buen negociante. Pero ahora era diferente,
algo se había apoderado de él y estaba haciendo que golpeara
salvajemente al Presidente de CullenWorld, mientras que este le
respondía con la misma intensidad.
— ¡Malnacido! ¿Cómo pudo hacer algo así? Es solo una niña —Jasper
intentó acercarse nuevamente, pero Bella se interpuso intentando
calmarlo.
— ¡Ella es mi hermana!
Jasper no dijo nada, pero Bella pudo leer claramente en sus ojos color
miel, la fuerte decepción que sentía por ella en esos momentos. Sabía
cuánto él la quería, y cómo había tratado de infundirle los valores
sureños que le había inculcado su madre. —Hay dos clases de mujeres
Bella, y tú sabes a cuál debes pertenecer —Yo te enseñaré todo lo que tu padre
no tuvo tiempo —Siempre quise tener una hermanita, y aquí estás tú para
ocupar ese lugar. —Todas esas palabras dichas con cariño, protección, y
Bella estaba segura que él estaba pensando que nada de eso había
calado en ella. La estaba considerando de ese otro grupo de mujeres, y
ella no podía soportar algo así.
Jasper salió del baño y cuando Bella intentó seguirlo de nuevo, él entró
enseguida con un vaso desechable en la mano y trancó la puerta con el
seguro. No la iba a dejar de nuevo. Recordó en ese momento haber
visto un pequeño espacio sin puerta en el que se encontraban unos
termos sobre gabinetes y un dispensador de agua.
Bella no giró el rostro para ver quién estaba tras la puerta, pero cuando
escuchó que una voz suave, aunque firme, pedía permiso para hablar
con los dos, miró en esa dirección, pero el cuerpo de Jasper ocultaba
por completo a quien allí se encontrara, hasta que rodeándolo la
persona se acercó hasta donde ella estaba sentada.
Jasper cerró la puerta y ubicándose frente a las dos mujeres, miró con
confusión a Bella, estaba claro que no tenía ni idea quién era la mujer.
Bella se encogió de hombros y empezó a beber. Sabía que la chica era la
hermana de Edward, Había visto una foto de ella en la biblioteca que
se encontraba en la oficina de su jefe, lo que no sabía era por qué ella
estaba ahí en ese momento.
—Agradece que estoy aquí para curarte las heridas antes que se te
infecten, cuando fuiste tú quien le volvió la cara mierda a mi hermano.
—Alegó Alice con tono calmado, su voz era tan juvenil como su
aspecto.
Los dos giraron sus cabezas para mirar a Alice, quien a su vez, miraba
a Jasper con rabia.
—No te permito que le digas así a esta chica, sea tu hermana, tu amiga
o lo que sea —Alice habló señalando a Jasper con el dedo —Sea lo que
sea que haya pasado, estoy segura que ella tiene una explicación para
darte, así que ahora ve a ese cubículo y saca la silla plegable que debe
estar allí. —Dijo lo último señalando el último cubículo del baño, cuya
puerta era un poco más grande que los demás y decía en un letrero –
Implementos de Aseo-.
Jasper miró nuevamente a Bella pero esta vez con cara de incredulidad
—Ella me pegó.
—La silla —Le recordó Alice a Jasper y éste mirándola de nuevo pero
con el ceño fruncido, obedeció. —Tu nombre es Isabella ¿Cierto? —
Preguntó Alice con voz dulce.
—Y el del idiota.
— ¿Edward?
—Bueno Jasper ahora siéntate ahí y deja que Bella nos explique qué
pasó —Le dijo cuando él colocó la silla frente a ella. Se acercó con un
pequeño corte de gaza untado con un líquido oscuro. —Y relaja la
frente que cada vez que frunces el ceño te empieza a salir sangre por la
ceja de nuevo. Ahora Bella, ¿Tienes algo con mi hermano?
Ya no tenía importancia la presencia de la chica, después de todo Bella
estaba segura de que no se iría hasta terminar su trabajo.
— ¡Alice qué gusto verte! —Respondió Jessica con una sonrisa, pero al
ver que no obtenía la misma respuesta, prosiguió ya sin tanto
entusiasmo —Emmett, está solo.
Cuando llegó a ella, la tomó por los hombros y pasando su mirada por
toda la cara y el cuerpo de Bella le preguntó: — ¿Estás bien? ¿Te hizo
algo? ¿Te agredió?
—Jasper nunca sería capaz de hacerme daño —Dijo con la voz más
calmada que pudo crear.
—No.
—Heidi.
Bella lo miró de nuevo, esta vez con seguridad y firmeza. —Y así es, lo
tomo señor.
…
Pretendes incumplir tu palabra,
y salir vencedor en esta tú batalla.
Aprovechas el momento,
y te impones cual caballero.
No te das cuenta que así me pierdes,
no te das cuenta que no me tienes.
…
— ¡Eso es perfecto Heidi! —Dijo Alice tomando a las otras dos de las
manos y arrastrándolas hacia el lugar acordado.
—Es el colmo que por tu actitud de niño malcriado y posesivo yo me quede sin
el mejor asistente que he tenido. —Había dicho Emmett muy molesto, sin
importarle la presencia de Heidi y Bella en la oficina. —Eso sin contar
con el hecho de que ese chico tiró todo por la borda por tu culpa.
—Tú lo has dicho Emmett. —Había respondido Edward. —Él fue el que
comenzó, yo no hice nada, y si se quiere largar que lo haga, yo no pienso
rogarle para que se quede.
—Le recuerdo señor que tenemos un trato —Le dijo Bella ubicándose a su
lado y hablándole en voz baja. Ella sabía perfectamente cuáles eran los
puntos del acuerdo, y si él se iba, ella también, y estaba segura de que
Edward no lo permitiría. —Porque no tiene sentido que yo me quede si…
Solo habían pasado un par de minutos desde que las mujeres salieran,
pero ya se encontraban inclinadas junto a la puerta entreabierta de la
Sala de Juntas que daba a Presidencia.
—Eso solo fue una broma que ella misma se inventó para fastidiar a
Jessica —Explicó Jasper, al darse cuenta de que Edward no iba a
pronunciar más palabras.
—Bella merece ser tratada y respetada como toda una dama. No quiero
que termine como "la querida" de alguien.
…
— ¿Qué quieres almorzar hoy, nena? —Preguntó Edward sin apartar la
vista de la pantalla de su computadora.
— ¡Que no! Edward. —Lo interrumpió —El que haya accedido a tus
pretensiones no indica que tenga que intimar contigo de esa manera, el
acuerdo decía cenas de negocios, no personales. Así que pediremos
algo aquí, ya que no quieres bajar a almorzar como la gente normal, en
el comedor de tu propia empresa.
— ¿Me estás diciendo que tú nunca has usado a una mujer para tu
propio beneficio o placer?
Edward la miró fijamente, sus ojos verdes como los de la estatua del
sueño parecían querer traspasar su alma y adentrarse en lo más
profundo de su ser.
—Bella, mañana vamos a salir a bailar, paso por ti a las 5:30 para ir a la
casa de mis tíos a arreglarnos —dijo Heidi mientras se encontraba
sentada frente al escritorio de Edward, quien revisaba unos
documentos que ella le acababa de entregar.
¡Lo sabía! Pensó Bella. La idea de salir a bailar con Edward, así fuera en
grupo, no le gustaba nada y mucho menos con Jasper ahí. Miró a
Edward por un momento para ver su reacción, pero él no se había
inmutado con la conversación.
—Yo estoy loco Isabella. —Edward la miró directo a los ojos desde su
escritorio. — No necesitas buscar en otro lugar la obsesión que en mí
encontrarás.
Cerró los ojos por un momento y contestó: —Son Jacob el hijo de Billy
Black y Sara. Ellos nos han recibido muy bien y, —Miró a Heidi con
fingida molestia. —A diferencia de lo que algunas personas creen, son
nuestros amigos y teníamos planes de reunirnos y ver algunas
películas.
—Tú no tienes por qué estar comprándole cosas a Sara —dijo Bella con
los dientes apretados, pero enseguida se arrepintió del comentario. Su
idea no era sonar celosa, porque no lo estaba, pero le molestaba el
hecho de que Edward hiciera algo así por ella, solo porque era su
amiga y también necesitara tener control sobre ellos.
Edward estaba embelesado mirando sus labios. ¡No será capaz… Tenía
que retroceder enseguida y así lo hizo, pero el pensamiento no llegó lo
suficientemente rápido a su cerebro, ni la orden al resto del cuerpo.
Sintió como algo húmedo y cálido le acariciaba suavemente el labio
inferior. Fue solo un leve roce, pero suficiente para alcanzar a
enardecer su ira, y extrañamente, a activar algo desconocido en su
cuerpo.
Lo que había sentido era nuevo para ella, no se imaginaba que algo tan
simple podía producir una sensación tan placentera. Fue como si una
suave brisa de verano, pasara sobre ella, adentrándose en su ropa y
acariciando delicadamente su piel; pero no fue frío lo que sintió, sino
una calidez que la recorrió centímetro a centímetro, poro a poro, y
luego como ave que encuentra el nido, se instaló en la parte baja de su
vientre, para ahí, sacudir sus alas levemente, y enseguida levantar
vuelo de nuevo, fuera de su cuerpo. Fue algo tan efímero, que no sabía
si creer que en realidad había sucedido, o solo fue producto de su
imaginación.
Edward pasó una mano por su cabello, y tiró de él con fuerza, como si
el dolor pudiera apaciguar lo que sea que estaba sintiendo en ese
momento. Giró el rostro hacia su dirección y la miró directamente a los
ojos. Lo que esos pozos verdes demostraron, aún a esa distancia,
paralizaron a la chica: Locura y rabia contenida, todo eso formando un
remolino violento que giraba en torno a su iris.
— ¡Que!
— ¡Oye!
Bella rió, la chica compartía sus mismos gustos, pero casi enseguida
volvió a estar seria. —No importa, después de todo tienes razón,
aunque no se me quita la idea de que Jasper no me cree. Me llama a
cada cambio de clase que tiene, cuando llega al apartamento me
pregunta si estoy bien, si tengo algo que decirle, me dice que puedo
confiar en él, cosas así. Estoy segura de que él cree que tengo algo con
Edward, a pesar de que le he dicho mil veces que no es así.
— ¡Estás loca, y están locas todas! —Dijo Bella arrugando la cara. —Por
mí que vengan a ocupar mi lugar cuando quieran, yo le pongo un
moño de seda en el cuello y se los regalo sin rechistar.
Sara volvió a reír. —Yo también me tengo que ir ya. —Pasó una mano
por la mesa y tomó la de Bella, antes de que esta se levantara. —
Piénsalo Bella, es mejor que hables con él, así sea para saber a qué
atenerte.
Bella asintió. Quizás su amiga tenía razón. —Lo del vestido es cierto.
Te espero mañana a las cinco, no me vayas a dejar sola en esto.
...
Me introduces en tu mundo,
un lugar nuevo para mí.
Me envuelves en todas tus pasiones,
y yo sin poder evitarlo empiezo a sucumbir.
Tengo miedo de todo lo nuevo,
tengo miedo de ti, pero mas aún de mí.
...
—Somos ricos no ogros, querida. —Dijo Heidi mirándose las uñas con
indiferencia.
No era que deseara tener alguna relación seria con él, pues había algo
que no le inspiraba confianza, algo que le indicaba que corriera, que le
temiera, además de la diferencia de edades que también la ponía en
alerta, pero estaba segura de que si su acercamiento no hubiese sido
tan insinuante de la manera "playboy sin escrúpulos" recordándole al
aprovechado del jefe grasiento de su madre, al menos podrían llevarse
bien, pero eso sí, nunca tendría nada con él, de eso estaba segura.
Al poco rato llegaron a la casa de Alice, que vivía con sus padres. "La
mansión" como les indicó Heidi que le había colocado su diseñador, se
veía cómoda, pero al mismo tiempo elegante y sofisticada. Enormes
ventanales cubrían toda la fachada y por dentro era la muestra perfecta
del buen gusto y la distinción.
— ¡La casa de mis padres cabe en esta sala! —Comentó la rubia en voz
baja a Bella.
—Y te aseguro que mi apartamento actual cabe en la cocina. —Las dos
chicas rieron pero enseguida se recompusieron cuando vieron a Alice
acercarse.
Las dos sonrieron y Sara por fin se atrevió a hablar. —No se preocupe
Señora Esme…
—No querida, nada de señora, no soy tan vieja para ese apelativo,
llámame Esme. —Dijo la mujer con una sonrisa. Si a Bella le quedaba
alguna duda de que esta familia, a pesar de su dinero, eran amables y
sencillos con las personas de menor nivel económico, dejó de existir en
ese momento.
—Qué exagerada Bella, esta es solo la ropa de uso diario y cosas así, la
de invierno y viajes está en otra habitación. —Contestó la chica
agitando el brazo para quitarle importancia al comentario.
Bella y Sara se miraron, definitivamente, encajar con esas personas no
era nada fácil para dos chicas sencillas como ellas, por lo que Bella
agradeció por estar segura de que nunca pertenecería a esa familia.
Heidi rodó los ojos. — ¿Cómo se te ocurre que va a ser una blusa? En
realidad el vestido no era para mí, lo compró Alice hace un par de
meses, pero no le gustó como le quedó y yo quedé en probármelo, pero
se me olvidó y ya pasó el tiempo para devolverlo, así que no importa,
porque a ti te queda perfecto.
La chica tenía razón, Sara aunque no tenía muchas curvas, pues más
bien era de senos pequeños y caderas algo angostas, no era flaca del
todo, lo que le daba una forma bonita, sobretodo que sus piernas eran
bien torneadas aunque algo blancas para el gusto de los hombres. Era
del mismo alto de Bella, pero por falta de relleno, terminó con uno de
los vestidos más largos de Alice, que de igual forma le quedaba corto,
pero no tanto como a Bella.
Heidi fue la que contestó: —Nunca los ha dejado. Cuando son negocios
con algún viejo amigo, prefiere él hacerse cargo junto con mi padre,
están los dos allá.
Alice quería que Sara usara unos tacones bastante altos, pero luego de
varios tropiezos y tambaleos por parte de la chica, desistió y le entregó
unos un poco más bajos, sin dejar de ser considerados altos.
Casi enseguida llegaron dos chicas que les arreglarían las uñas. Rieron,
contaron chismes de personas que Bella y Sara ni siquiera conocían,
pero les parecía muy divertido cómo las demás contaban las vidas
íntimas de otros y al parecer, las manicuristas, sí sabían de quienes
estaban hablando, pues agregaban uno que otro dato a las historias que
se contaban.
— ¡Niñas llegaron los chicos! —Gritó Esme desde el pasillo. Bella sabía
que Emmett llegaría con Jacob y Jasper, quienes quedaron en llegar a la
casa del primero. Edward sí llegaría solo.
—Y se puede saber ¿Por qué? —Preguntó Alice con una ceja alzada.
—Más aún tienes que bajar Sara. —Dijo Heidi aplicándose perfume—.
No eres una gran belleza pero por cómo te vez ahora, estoy segura que
lo dejarás boqueando como pez fuera del agua.
— ¡Sara Flint!
Sara empezó a bajar las escaleras y Bella pudo escuchar cómo se hacía
el silencio total. Por la forma de la escalera, que se curvaba al final
estaba oculta de la vista de los demás, al igual que ellos de ella.
— ¡Oh mierda! ¡Dónde carajo estaba escondida esta belleza! —La voz
de Emmett retumbó por toda la casa.
Si eso hacen con ella, no quiero imaginar qué harán conmigo cuando vean este
vestido tan corto. Pensó Bella mordiéndose el labio nerviosa.
Incluso Bella rió, pues eso era precisamente lo que quería, que Jacob se
fijara en Sara, y por el grito de Emmett, intuyó que así sucedió.
—Bueno ya chicos, silencio que todavía no hemos terminado. —Dijo
Alice ubicándose en su lugar junto a la escalera—. Y por último pero
no menos importante…
— ¡Isabella Swan!
Ya somos tres. Pensó Bella. Por primera vez agradecía los ataques de
rabia de Edward y estaba segura que él podría impedir que saliera
vestida así.
Bella lo miró con el ceño fruncido, aunque estaba de acuerdo con él, no
tenía por qué darle órdenes de esa manera, no estaban en la oficina, así
que no tenía por qué obedecerle, y sabía perfectamente que si lo hacía,
sería su perdición, pues él lo tomaría como una muestra de sumisión y
ella nunca serviría para serlo en una relación, al menos no por
voluntad propia.
—No tengo por qué hacer lo que me dices. —Bella habló apretando los
dientes, si tenía que salir mostrando las piernas para contradecirlo, lo
haría sin ningún problema—. El vestido me gusta, y voy a salir con él
quieras o no.
Bella estaba sentada entre Jasper y Heidi en uno de los laterales. Pero
para su total incomodidad, Edward se sentó en frente y en ningún
momento del recorrido le quitó los ojos de encima. Miró a Jasper por
un momento y lo vio hablando con Alice, o mejor dicho, ella le hablaba
a él, mientras que él se limitaba a asentir y a suspirar de forma
cansada. Jacob y Sara estaban sentados juntos conversando, pero ella se
notaba aún muy tímida con él.
Bella ya estaba segura de que Jasper creía que entre ella y Edward
había algo. El solo hecho de no interferir o protestar, cuando Edward la
abrazó y le habló de esa manera tan posesiva, indicaba que los veía
como pareja, de ahí su mirada preocupada y su constante vigilancia. La
dejaba ser independiente, pero sin dejar de estar atento a la situación.
Pero algo más había ahí, Bella estaba segura que Jasper no se quedaría
quieto si creyera que era solo una aventura, algo había pasado entre
esos dos, pero no lograba saber qué era.
Emmett rió y enseguida fue abrazado por Heidi, quien les lanzó a las
chicas una mirada demasiado atemorizante. Otra mujer del mismo
grupo, una pelirroja con unas curvas claramente delineadas por un
cirujano, gritó: —Edward Cullen, nos vemos adentro.
Al entrar, uno de los meseros los ubicó en una zona que se encontraba
algo apartada de la pista de baile, quedaba un poco escondida, y para
llegar a ella era necesario asomarse por una pared, en donde se
ubicaron dos de los guardaespaldas.
—Jacob es solo un amigo, y ahora mismo solo tiene ojos para Sara. —
Sonrió al desviar la mirada hacia la pareja, y comprobar que Jacob
tomaba la mano de la chica para acariciarla, y ella muy sonrojada lo
dejaba hacer—. Y ya sabes cómo es Emmett, no veo por qué no pueda
bailar con ellos también.
— ¡Ya está bueno de tanta charla! —Dijo Alice poniéndose de pie, tomó
la mano de Jasper que estaba sentado a su lado y lo haló—. Vamos
todos a bailar.
Bella no pudo evitar reír al ver a Jasper echar la cabeza hacia atrás y
cerrar los ojos por un momento. Está pidiendo paciencia. Lo conocía lo
suficiente como para estar segura de su afirmación.
—Vamos Emmett, por aquí no nos quieren cerca. —Dijo Heidi con una
sonrisa pícara, y se llevó a su hermano, quien bufó antes de seguirla.
—Te dije que nos veríamos aquí dentro. —La mujer giró y miró a Bella
con desprecio—. Olvídate de la chiquilla y baila con una mujer de
verdad.
Sin darse cuenta, Bella acarició la nuca de él, lo que provocó que
Edward soltara un gemido que resonó directamente en la garganta de
ella y se esparció por todo su cuerpo para terminar en su vientre,
sirviendo de combustible a las llamas del animalito que ahí se
encontraba.
—Bella…
—Déjame en paz. —Susurró suplicante al igual que él pronunció su
nombre.
Todavía podía sentir la brisa suave que había dejado el aleteo del
pájaro de fuego en su vientre.
Miedo era lo que sentía, miedo a lo que estaba empezando a sentir con
los roces de él, miedo a la experiencia de él y la falta de ella. Ángela le
diría mojigata, le gritaría y le exigiría que cerrara los ojos y abriera las
piernas, en realidad ya se lo había dicho, pero aunque eran amigas, no
eran iguales. Ángela no era una fácil, en realidad era más lo que
hablaba que lo que hacía, pero ella si sería capaz de estar con Edward
solo por tener el placer de una noche con un hombre así.
Bella suspiró y abrió los ojos, tenía que regresar, de seguro Jasper la
estaba buscando, a menos que Alice lo tuviera todavía amarrado a ella.
Sonrió ante ese pensamiento, y se dio la vuelta, pero se sorprendió con
la escena que encontró.
—Es que… el vestido no lo compró Heidi, bueno si, pero no para mí…
es de ella y me lo prestó. —Edward alzó una ceja y Bella se apuró a
explicar—. Pero no es culpa de ella, te lo juro, yo me negué
rotundamente a ir de compras y Sara me apoyó, no es culpa ni de ella
ni de Alice.
—Me crees idiota Bella. —Edward se acercó a ella con una sonrisa
burlona—. El vestido que tienes puesto, al igual que los zapatos,
fueron comprados por Heidi ayer luego de salir de la oficina. Ella
conoce tu talla, y yo tu terquedad. —Su sonrisa se ensanchó al ver a
Bella abrir los ojos y la boca con expresión sorprendida—. Con Sara no
pudimos hacer lo mismo, pero igual el vestido de Alice le quedó muy
bien.
Bella bajó la cabeza por un momento, ya era hora de que hablara con
él, no podía seguir retrasando más el momento. Aspiró aire para
llenarse de valor y confianza.
—En realidad eres tú quien me tiene que decir qué es lo que quieres de
mí. —Bella habló con toda la seguridad que logró reunir.
— ¿Por qué? ¡Por favor Edward dime algo! —Rogó Bella tratando de
hacer que la conversación no terminara como siempre—. Déjame
ayudarte.
Luego de eso, Bella bailó con Jasper y después de tanto alegar con
Edward logró hacerlo con Emmett.
La noche pasó rápido entre risas, burlas y más baile, pero ellos dos no
volvieron juntos a la pista.
—Muy bien. —Se giró para tomar a Bella de la mano y cuando ella se
levantó, él colocó una mano en su espalda—. Peter, recibe los
documentos y avisa que estamos saliendo.
—Yo también.
Cuando Jasper se fue, ella cerró la puerta con llave, pero no le colocó el
pestillo por si él necesitaba entrar y ella aún dormía.
Miró el reloj de la mesa de noche y se dio cuenta que eran las 10:30 de
la mañana. Hizo el intento de levantarse pero sintió algo que la retenía
por la cintura. Bajó la vista y vio el brazo de un hombre abrazándola
desde atrás. Jasper. Lo más seguro era que se le hubiera quedado algo y
al ir a recogerlo, decidió dormir un rato y se le había pasado el
tiempo. Qué raro ¿Por qué no lo hizo en su cama?
Procurando no despertarlo, retiró el brazo del hombre con cuidado y se
levantó lentamente de la cama. Cuando se giró para acomodarlo y
arroparlo, sus ojos casi se le salen de las cuencas.
…
Me perteneces por completo,
solo que aún tu no lo sabes.
Puedes sentir el deseo en tu interior,
deseo que yo avivo con mi pasión.
Falta poco para que seas mía,
y no habrá nadie que lo impida.
…
Los dos rieron en tono bajo para no despertar a las chicas que después
de tanto dar vueltas, repartiendo a los demás, se habían quedado
dormidas en la limusina y ellos, haciendo mérito a la educación
recibida en la infancia, las llevaban cargadas al interior de La Mansión
Cullen, mientras Esme les abría la puerta de par en par, aunque su hija
y su sobrina estaban con sus hermanos, ella no se estaba tranquila
hasta que no llegaran.
Al entrar todo, todo estaba como lo había dejado. Nada faltaba, nada
sobraba, en apariencia; pero para él faltaba todo, lo más importante:
Isabella Swan desnuda y dormida en la cama.
Empezó a quitarse la ropa, para quedarse solo con los bóxers negros.
Abrió el mini bar ubicado en una esquina del cuarto y sacó una botella
de whisky a medio terminar y empezó a beber a pico de botella.
—Lo sé señor, pero entienda, lo que usted pide no es de este país, y son
muchas cosas. —El hombre explicaba calmadamente—. A más tardar, el
viernes estará en sus manos absolutamente todo.
Era lo mismo que hacía todas las noches, mientras intentaba conciliar
el sueño. Una y otra vez las fotos tomadas por James y sus hombres, lo
atormentaban y al mismo tiempo lo hacían conciliar el sueño.
Una tras otra, las imágenes pasaban. Cientos de fotos, algunas tan
seguidas, que daban la impresión de ser un video en cámara lenta; y
uno tras otro, los tragos quemaban su garganta, pero nada de eso era
comparado con el ardor que sentía en su alma al estar solo, lejos de
ella, y lo peor de todo, sabiendo que no era suya.
—Estoy solo… ven… aquí —No era muy consciente de lo que decía,
solo eran palabras de necesidad que salían sin permiso de su boca—.
Te amo… te…
Con movimientos torpes abrió la gaveta, y ahí estaba, una llave como
cualquier otra, pero que abría justo lo que él quería en ese momento.
El chofer asintió resignado y bajó la ventanilla del auto para hablar con
el vigilante. Efectivamente, los dejaron entrar sin problemas, apenas
nombró el apellido Cullen. Les indicó que el apartamento quedaba en
el tercer piso y cuando por fin lograron llegar, Edward despidió al
chofer y hundió la llave en la cerradura.
Dio unos pasos más y se encontró con otra puerta, la abrió también con
cuidado y ahí estaba ella, acostada en la cama, con el cabello revuelto
esparcido sobre la almohada, con una sábana tapándole las piernas
hasta las caderas.
Lentamente, ella se giró hacia él, estaba sonriente, como complacida de verlo
ahí. Él también le sonrió y se acercó para besarla, ella lo recibió con pasión,
abriendo la boca enseguida para que la lengua de él entrara y explorara todo lo
que deseara. Era un beso apasionado, necesitado, una lucha constante entre
dos lenguas que deseaban apoderarse del otro y reclamarlo como suyo. Él
empezó a bajar su mano por toda la espalda de ella, hasta llegar al comienzo de
sus pequeños pantaloncitos que casi no la cubrían; metiendo sus manos en
ellos, empezó a masajear sus nalgas suavemente para enseguida, apretarla un
poco y acercarla a él, quien ya estaba totalmente erecto bajo sus bóxers. Ella
jadeó y metiendo la mano entre los dos cuerpos, tomó su miembro y lo apretó,
haciéndolo gemir en su boca y apretarse más a ella. Él imitando los
movimientos de ella, pasó la mano de atrás hacia adelante y metiéndola en los
pantaloncitos de ella, llegó a su intimidad; alargando el dedo medio de la
mano, le abrió los labios de la vagina y acarició todo su interior. — ¡¿Pero qué
mierda?! —gritó ella, pero él no entendió por qué. En ese momento, ella se
esfumó en una nube de humo y él quedó solo en la cama, desorientado.
Bella no podía creer lo que sus ojos veían: ahí en su cama durmiendo
plácidamente, estaba Edward Cullen, con la sábana tapándolo hasta las
caderas. Se alivió un poco cuando notó que él tenía unosbóxers negros
puestos, pero su alivio no duró mucho al preguntarse cómo había
llegado a entrar, y más aún ¿qué hacía ahí?
En ese momento, su cabeza empezó a producir imágenes que aunque
excitantes para muchas, en ese momento eran angustiantes para ella,
pues solo indicaban una cosa: Edward iba a abusar de ella.
—No.
— ¿Te duele algo?
—No.
—No.
Edward recordó todo lo que había sucedido, desde la fiesta, hasta que
vio como Bella levantaba el brazo para golpearlo con la lámpara, tenía
que disculparse y dar explicaciones. No quería hacerlo, pues sentía que
estaba de más, ella era suya y no tenía por qué molestarse por
encontrarlo durmiendo a su lado, así debería ser -todas las noches-, y
no solo dormir, sino entregarse mutuamente, cuerpo a cuerpo hasta
quedar exhaustos, terminando lo que habían empezado en su sueño;
pero tenía que actuar, si es posible mostrar arrepentimiento, ya habría
tiempo para reclamar lo que le pertenecía.
Edward se quedó mirando el lugar por donde ella escapó. Muy pronto
no podrás hacerlo, muy pronto mi sueño se hará realidad, pero con el final que
yo deseo. Caminó hacia el baño para hacer lo que ella le indicó.
Al poco rato Bella entró a la oficina. Estaba ayudando a Sara con unos
documentos y ya casi era hora de almorzar.
—Es una ciudad al noroeste del país —explicó Edward sin darle
mucha importancia—. Tengo una reunión con unos empresarios y tú
vas conmigo.
—Y se puede saber ¿Por qué tengo que ir contigo? —Esa idea del viaje
no le estaba gustando para nada a Bella.
Cuando no era por una cosa era por la otra, pero Edward siempre se
salía con la suya, y eso era lo que más la irritaba.
—Sí, pero al parecer entre los dos decidieron que sería Edward quien
iría a reunirse con ellos.
—Entiendo. —Jasper se acostó en la cama y le puso los pies en el
regazo a Bella—. Y ¿Para qué me cuentas eso?
Ella se removió y empezó a jugar con los dedos de los pies de él.
—Es que… yo tengo que ir con él. —dijo con miedo y sin mirarlo a los
ojos.
—Bella, ya no eres la niña que conocí, eres una mujer mayor de edad
capaz de tomar tus propias decisiones.
Sí, en realidad sí quería, sería muy bueno conocer otra ciudad antes de
partir, y según estuvo averiguando en internet, York era una ciudad
más que todo histórica, y esas eran las mejores para visitar, así no le
quedara mucho tiempo por las reuniones y ocupaciones de Edward.
Habría preferido ir con Emmett o cualquier otra persona, pero a más
no poder, tenía que conformarse con el bipolar de su jefe.
Asintió y luego de conversar por unos minutos más, le dio las buenas
noches a Jasper, se dirigió a su habitación y se acostó.
Al día siguiente en la oficina todo fue más agitado, Edward encargó a
Heidi de apartar las habitaciones en un hotel y de los vuelos. Como el
viaje era dentro del país, no tenía problema con lo del pasaporte, pues
ni siquiera necesitaba mostrarlo en el aeropuerto. Lo que más
lamentaba era no poder ir a migración esa misma semana, y no quería
solo llamar, pues era algo muy complicado para tratar por teléfono.
—Ya está todo listo Edward, tal como lo pediste. —Le informó Heidi
sentándose frente al escritorio de Edward, luego de que Bella saliera
para ir a buscar unos documentos en otra oficina, que se necesitaban
para las reuniones—. Solo espero que sepas lo que estás haciendo.
—No me preocupo por ti, sino por Bella. Realmente te pasaste con lo
del domingo.
—Lo haces porque quieres verme feliz, y sabes que ella es toda mi
felicidad. —alardeó Edward porque sabía el cariño que le tenía su
prima.
—Puede ser —contestó—, pero realmente espero que todo esto no
termine mal, ni para ti, ni para Bella, porque aunque no lo creas le he
tomado cariño a la chica.
…
Me seduces al extremo,
y me haces caer en tú juego.
Te aprovechas de mi deseo,
y te sacias con todo mi cuerpo.
Pero yo no estoy dispuesta a continuar,
lo antes posible debo marchar.
…
—Yo no, prefiero los helicópteros. Cuando los vuelos son largos viajo
en la aerolínea de la familia. Considerando que solo reservamos para
volar en primera clase, tenemos que esperar a que la otra se llene; no
nos gusta monopolizarlos sin ninguna necesidad —contestó Edward
encogiéndose de hombros.
—Lo entiendo. —Claro que Bella sabía lo que era perder a una pareja,
no lo había sentido en carne propia, pero sí por medio de su madre—.
Y ¿Cómo se llama la aerolínea?
—Lizzy Airlines.
—No sabía que le tenías miedo a las alturas —habló Edward por el
micrófono que estaba unido a los audífonos, y que ya había
desconectado de la conexión con el piloto.
—Te dije que puedo poner el mundo a tus pies si así lo deseas.
—No eches a perder este momento, por favor. —Bella lo miró con algo
de súplica y exasperación. Ese tema estaba cerrado para ella, era algo
que no tenía futuro, por lo que no valía la pena perder tiempo
hablando de eso.
Otra amenaza que Bella dejó pasar por alto. Ella sabía que Edward no
era solo lo que mostraba, pero como una joven que no conocía las
grandes pasiones y los poderes que las acompañaban, creía que solo
eran eso, formas de amedrentarla, sin ningún actuar peligroso. Perro
que ladra no muerde. Pensó, sin saber cuán equivocadas eran sus
palabras.
—Mejor olvidemos el asunto del dinero, que me enfermo cada vez que
te molestas conmigo —pidió Edward en tono suplicante.
Cuando Bella giró para verlo de nuevo, lo encontró con una mirada de
niño bueno y un leve puchero en la boca. Ese hombre era capaz de
cambiar de expresión en el rostro con una facilidad asombrosa, y lo
que más le sorprendía a Bella, era que en ninguna de esas facetas,
lograba atisbar ningún signo de falsedad; obviamente no era experta
en eso, pero al menos a simple vista, todas sus emociones eran
honestas.
Si permitía ese segundo beso, estaba segura de que ese viaje sería todo
un infierno para ella. Él aprovecharía su debilidad y sería capaz de
meterse en su habitación, pero esta vez no a dormir, sino a seducirla, a
provocar lo que él ya seguramente sabía que bullía en su interior, y ahí
ya no tendría ninguna salvación. No estaba segura de que su razón
pudiera combatir con su deseo y ella prefería prevenir antes que
lamentar. Después de todo, su tiempo ahí estaba llegando a su fin.
—Eres insoportable.
Bella seguía molesta, pero tuvo que hacer un esfuerzo por no sonreír
con las últimas bromas de Edward. Se mordió el labio, y no queriendo
agarrar de nuevo el brazo del hombre a su lado, se aferró a su asiento y
se dedicó a admirar el paisaje que se extendía varios metros bajo sus
pies.
El vuelo duró hora y media, por lo que a los pocos minutos, el piloto
avisó que ya se estaban acercando al aeropuerto de Yorkshire, donde
aterrizarían.
—Nunca he subido a uno pero estoy segura que es mucho mejor que
esto. —Miró a Edward y le preguntó con timidez—: ¿Estás seguro que
no te importará hacerlo?
Bella le sonrió y dándole las gracias sin ser muy efusiva, giró el rostro
para prepararse para el momento del aterrizaje.
— ¡¿Qué?! —Bella gritó sin poder evitarlo. Sintió una punzada de dolor
en la cabeza. Estaba segura de que terminaría con un derrame cerebral
antes de lograr volver a su país.
— ¿Qué quieres?
—Heidi por Dios, no me salgas con esas. Tú más que nadie sabe que no
puedo dormir en la misma habitación que Edward. —La voz de Bella
sonaba suplicante y angustiada.
—Mira Bella, eso se soluciona pidiendo que te den otra habitación y ya está,
eso no tiene complicación alguna. —Se escuchó en el fondo una voz que le
indicaba a Heidi que podía seguir a algún sitio—. Tengo que colgar, estoy
aprovechando los días de libertad para consentirme un poco, cálmate y pide
otra habitación. —La mujer colgó sin decir más.
Heidi tiene razón, estas cosas solo me pasan a mí. Pensó Bella con angustia,
pero todavía le quedaba la opción que la misma mujer le había dado.
Se acercó de nuevo a la recepcionista, ignorando por completo a
Edward.
— ¿Por qué querrías deshacerte del que será tu juguete favorito? —Le
guiñó un ojo, y giró a su derecha para ir a la zona de ascensores.
Bella tomó aire profundamente. Sentía rabia con Edward, pues aunque
no estaba segura, sospechaba que él tenía algo que ver en todo el
asunto, pero lo que más temía era su propia fortaleza. Sabía que ese
hombre era capaz de hacer caer en sus brazos rogando por placer, a la
más pura e inocente de las vírgenes. Ella había empezado a desearlo
desde que él rozara sus labios con su lengua aquella vez en la oficina.
Parecía ilógico para Bella desear a un hombre que rara vez soportaba,
pero al mismo tiempo comprendía que el cuerpo no atendía a las
razones de la mente cuando era provocado por alguien tansexy como
él.
Todo el lugar era puro lujo, tenía un salón con cómodos sofás y un
escritorio en madera; todo en colores sutiles y una decoración elegante.
—Solo haz lo que te digo si no quieres averiguar tan rápido cuan loco
estoy —Edward habló rechinando los dientes. Bella notó que no estaba
bromeando, y aunque estaba dispuesta a hacer lo que él decía, no
porque se lo ordenara, sino porque era lo más lógico; se giró
bruscamente y se encaminó a la cama para sacar unas cosas de su
maleta.
—No pienso dormir en esta cama contigo —dijo Bella en tono tajante—
. Así que si estás empeñado en dormir en ella, yo lo haré en uno de los
sofás de afuera, o en el de aquí para no incomodar al mayordomo.
—A lo que sea que te dediques, estoy seguro que serás la mejor —le
dijo Edward con una sonrisa y ella le agradeció con una igual.
Estaba acostado junto a ella, con un pantalón de pijama largo, pero sin
camisa. Bella enseguida se miró el cuerpo y jadeó angustiada al darse
cuenta que ya no estaba usando la ropa de la tarde, sino una bata de
pijama corta.
Bella tenía los ojos cerrados. Poderosas lenguas de fuego lamían todo
su cuerpo, y en el lugar en que el miembro de Edward presionaba con
cada movimiento, podía sentir cómo una lava ardiente empezaba a
bullir, preparándose para la inminente erupción.
Para cuando finalmente liberó sus brazos, fue para empezar a apartar
los tirantes de la bata que Bella tenía puesta, sin dejar de besar la piel
del nacimiento de sus pechos.
—Lo sé… —dijo Edward mientras movía su boca al otro pecho para
hacer lo mismo con él.
La chica jadeó tan fuerte que se podría decir que fue más un grito. En
ese momento se dio cuenta que todavía tenía la panty puesta, pero eso
no era ningún impedimento para Edward, quien succionaba, lamía y
mordía suavemente toda la intimidad de Bella oculta bajo la fina tela.
—Isabella…
Cuando despertó, unos cuantos rayos de sol se filtraban por las lujosas
cortinas. Sentía sus ojos algo pesados por el llanto, pero su cuerpo se
sentía más relajado a pesar de lo sucedido hacía varias horas. Miró
hacia la mesa de noche y se dio cuenta que faltaba una hora para el
medio día. Se giró de nuevo para mirar a las ventanas y se dio cuenta
de algo sobre la almohada que antes no había notado: Una rosa roja
sobre un papel doblado.
Pide todo lo que desees pero no salgas sola del hotel, y menos aún sin
avisarme.
E.
—Pero ¡¿Qué mujer se podría resistir a un avance como ese?! —Se tapó
la cara con las manos y negó con la cabeza—. Estoy peleando conmigo
misma.
Bella pensó que quizás Edward tenía razón en lo del spa. Nunca había
ido a uno, lo más cercano que había estado de experimentar algo así,
eran las sesiones de belleza que tenía con Ángela en su habitación.
Media hora después se encontraba terminando de arreglarse para bajar
a almorzar con los ejecutivos, no tenía por qué perderse de verlos de
nuevo y charlar amenamente con ellos y de paso le demostraría a
Edward que aunque siguiera sus consejos, o sus órdenes, lo haría
cuando deseara y no cuando él lo dispusiera. Ya tendría toda la tarde
para consentirse como decía Heidi.
—Lo que pasó anoche Edward —dijo ella completando la frase de él—,
no fue nada, eso no me va a impedir reunirme con ustedes, al menos
para almorzar.
—No puedo creer que estés tan indiferente a lo que sucedió —Edward
hablaba con el ceño fruncido.
—Morí y renací.
Es tan difícil estar enojada con él por largo tiempo. Pensó Bella con pesar.
—Como el perro que eres —afirmó Bella para enseguida gruñir con
desesperación al descubrir su juego—. ¿Por qué tienes que convertir
mis reproches en una burla?
Luego del recorrido, regresaron casi por la misma vía al hotel, pues la
estación de trenes quedaba a pocas cuadras.
…
Ni en mis sueños me libero de tu influjo,
y me acosas de todas las formas que te son posibles.
Mientes y manipulas a tu antojo,
y ahora me tienes en tus manos, vulnerable.
¿Crees qué eres mi Heathcliff?
yo nunca podré ser tú Catherine.
…
—No es nada, el Jet Lag a veces me afecta como el primer día. —Jasper
miró a Bella con el ceño fruncido. Era claro que no le había creído
nada; pero ella no podía decirle sobre ese sueño recurrente, y mucho
menos que precisamente esa noche notó que la cara de la estatua era
idéntica a Edward. Era él, no tenía ninguna duda, y ese hecho la
asustó.
—Hoy voy a Migración —continuó Bella mientras servía dos vasos con
jugo de naranja—. Necesito averiguar personalmente qué ha pasado
con mi proceso.
—Si quieres te puedo acompañar —dijo Jasper tomando el vaso que su
amiga le ofrecía—. Puedo informarle a Emmett que también llegaré
tarde, y sé que él no tendrá ningún inconveniente en darme el permiso.
Bella lo miraba con los ojos muy abiertos, nunca lo había escuchado
hablar tanto y tan rápido; él siempre fue alguien calmado, que se
tomaba un respiro para todo, a menos que algo lo sacara de sus casillas
y al parecer esta chica lo estaba consiguiendo y si él no le hacía ningún
desaire, era por ser todo un caballero.
Jasper rodó los ojos y volvió a bufar cuando Bella lo miró de manera
sugestiva mientras aguantaba la risa.
—Yo mejor me voy para el trabajo —dijo Jasper con fastidio antes de
darle un beso en la frente a Bella—. Solo espero que hoy se le parta una
uña y no pueda ir a fastidiar.
Luego de escuchar los reclamos por ser la peor amiga sobre la faz de la
tierra, Bella le preguntó por las novedades de su vida.
—Tengo todas mis esperanzas puestas en eso Bella, las universidades están
muy caras y lo que tengo reunido solo me alcanza para la residencia y
manutención —explicó Ángela hablando más seriamente—. Pero si no lo
logro, tengo mi plan B. El Decano me explicó que puedo financiar la mitad de
la colegiatura directamente con la universidad, y lo pago con trabajo por horas
en alguna de las dependencias. El problema es que para que no me salga muy
caro debo iniciar con cursos básicos, lo que me atrasaría bastante… pero
bueno, por algo se empieza.
—Yo también tengo fe, tranquila; pero ahora, hablemos de temas más
deliciosos. —La chica cambió su tono de voz por uno más sugerente—
. Cuéntame cómo van tus cosas con el bombón británico. Busqué su nombre en
Google y déjame decirte que todavía tengo sueños eróticos con ese hombre.
—Sí lo son, pero a pesar de que Edward es tan sexy como dices, tengo
miedo… —Las últimas palabras las pronunció en un susurro.
— ¿A qué te refieres? —preguntó Ángela en tono serio y preocupado—
. ¿Qué es lo que no me has contado Bella?
— ¿Seguro es solo eso? Porque no entiendo por qué tienes miedo de algo tan
común en cualquier trabajo.
—Sí es solo eso, además sucede que hoy voy a migración y estoy
nerviosa por saber qué me van a decir, eso es todo, en serio.
—Lo sé, y no sabes cuán agradecida estoy contigo. —Bella sonrió aún
sabiendo que su amiga no la podía ver—. Pero te dejo que se me hace
tarde y tengo que llamar a la oficina para avisar que me demoro.
Luego de despedirse de Ángela y asegurarle nuevamente que no
pasaba nada y que trataría de estar con ella antes de que se fuera a
estudiar, marcó a Heidi para avisarle de su demora.
—Está bien, pero no creo que a Edward le agrade la idea —replicó Heidi
desde el otro lado de la línea.
—Lo sé, lo que siento por Isabella es algo que me supera, nunca había
sentido algo así por una mujer. —Edward se levantó de su asiento y
dándole la espalda a Heidi, miró hacia la ciudad que se extendía más
allá del gran ventanal—. Por eso mismo no me voy a arriesgar a dejar
algo al azar. No tendrá opción, a menos que desee ver cómo todo se
derrumba a su alrededor.
—Pero eso no puede ser señor —alegó Bella—. Como le dije, intenté
salir del país el viernes 23 de junio y no pude hacerlo por un problema
en el registro de mi pasaporte, incluso se consideró una falsificación.
—Jason Jenks
Asintió sin abrir los ojos y con la mano le indicó que le diera un
momento. Su respiración era agitada, la cabeza le latía fuertemente.
Sabía que Edward tenía que ver en todo eso, estaba segura que algo se
traía entre manos.
—Señorita dígame algo por favor, ¿tiene alguien a quien pueda llamar
para que venga a recogerla?
Jasper
—Puedo darle copia de las solicitudes hechas por su abogado, así como
de las actas de aprobación y una certificación de cómo es su estado
legal hasta la fecha.
Cuando las puertas se abrieron, siguió de largo por donde estaba Heidi
sentada y abriendo la puerta del despacho de Presidencia, la cerró en el
mismo movimiento, produciendo un fuerte sonido. Caminó
furiosamente hacia el escritorio donde se encontraba sentado el
hombre de cabellos cobrizos garabateando sobre unos documentos y
sacando los papeles del sobre, se los arrojó sobre la mesa, haciendo que
estos se esparcieran por todos lados.
Bella se paralizó, esa última pregunta era la clave de todo, y lo que más
la asustaba era la respuesta.
Todo. Pensó con angustia. Si ese hombre había sido capaz de hacer todo
eso por retenerla, prefería no imaginarse a qué se atrevería ahora por
obtener lo que quería. Después de todo no eran muy diferentes; ella
también tendría guardaespaldas siguiendo a su familia, pero como no
podía hacerlo, entonces los protegería ella misma.
—Charlie Swan…
— ¡No! —gritó Bella abalanzándose sobre él, lo tomó por la solapa del
saco e intentó estremecerlo—. ¡No te atrevas…!
Ten mucho cuidado niña, hay algo que te acecha y no es bueno. No debiste
venir a esta ciudad, pero así estaba escrito. Solo cuídate.
Soñar con mar y playa anuncia la llegada de algo nuevo, muchos cambios en el
futuro próximo; pero al volverse tumultuoso indica que es inminente un
combate difícil, pero lo que más me asusta es que caíste en él, eso quiere decir
que serás duramente golpeada por el destino…
—Se puede saber ¿qué esta pasan…? —Se detuvo cuando vio a Bella
bañada en lágrimas. Aunque la oficina tenía aislamiento para el ruido,
cuando vio a Bella entrar tan furiosamente, intuyó lo que se avecinaba
y se pegó a la puerta para estar al pendiente de algo, y aunque no
podía distinguir palabras, sí había escuchado los gritos de los dos—.
¿Bella, qué tienes? Bella. —La chica se abrazó a ella y Heidi volteó a
mirar a Edward—. ¿Qué le hiciste Edward?
Sabía que para tener sexo con un hombre solo era necesario el gusto
físico, pero casarse implicaba mucho más: amor, devoción, ternura,
necesidad. Nada de eso sentía ella por él, todo lo contrario. Si en algún
momento empezó a creer que podía llegar a quererlo, e incluso estaba
segura de desearlo, ahora toda esperanza se había esfumado, no
quedaba nada de las sensaciones antes experimentadas.
—Te dije que no iba a dejar nada al azar. —Edward se giró, dándoles la
espalda—. Decide Isabella, hay gente esperando mis órdenes.
Obsesión
—Te odio con todas mis fuerzas Edward Cullen —dijo con la mayor
sinceridad de la que su alma era capaz.
…
Me tienes en tus manos,
siempre ha sido así.
Me tratas como si fuera tuya,
pero eso nunca ha de ser.
¿Es qué no te das cuenta que te aborrezco?
¿Qué solo alimentas mí odio?
…
En los años en que esa voz le hablaba en sueños, era muy inocente para
imaginarse que se referían al amor de su vida, al hombre con el que
pasaría el resto de sus días. Creía que se refería a su vida en general, a
su trabajo, a su destino en sí, pero no a una persona en específico, y
cuando estas revelaciones desaparecieron, el día que su padre murió,
sus pensamientos no cambiaron en absoluto, pues nunca se imaginó
encontrar el amor verdadero tan joven y de esa forma. Pero el
matrimonio no necesariamente iba ligado al amor.
Sentada en la mesa de juntas de la oficina del hombre que hacía unos
momentos le había declarado no solo un amor loco y obsesivo, sino
también la guerra a su libertad; Bella recordaba todo lo que era querido
por ella.
Ángela, su amiga, esa loca que siempre la estaba instando a hacer cosas
que luego le traían problemas; esa que cuando la encontraba llorando
por su padre la abrazaba y sin decir palabra dejaba que descargara
todo el dolor de su ausencia; la misma que hacía algunas horas le había
contado muy emocionada que casi tenía su tan ansiada beca en las
manos. Phil, ese hombre que enamorado de su madre, la había
consolado mientras la mujer lloraba en su pecho al amor perdido; ese
que esperó pacientemente durante años, para mostrar sus verdaderos
sentimientos a la mujer que amaba; el que nunca podría remplazar el
lugar de su padre en su corazón, pero al que quería como si de un tío
cariñoso y juguetón se tratase. En su madre y su padre no podía ni
pensar, pues los sollozos escapaban involuntariamente de su boca
nuevamente; la casa en Forks que su madre se negó a vender por el
recuerdo de su padre, y que ahora se encontraba cerrada, decorada tal
cual como lo estaba cuando él vivía; un hombre intachable, cuyos
amigos que también eran oficiales de policía, rompieron el protocolo
en su sepelio y lo lloraron como si una parte de ellos les hubiese sido
arrancado, para nunca más ser devuelta y del que conservaban una
foto enmarcada en una de las paredes de la Estación de Policía. Y por
último estaba Jasper…
— ¡Cállate malnacido! —Heidi, que con tacones era igual de alta que su
primo, lo tomó por la camisa y acercó sus rostros hasta que sus narices
casi se tocaron—. He sido cómplice en tus locuras, te he guardado
secretos que nadie se imaginaría nunca, pero con esto te pasaste
Edward, ¡te pasaste!
—Te quiero Heidi, pero si tengo que pasar por encima de ti para
tenerla a ella, lo haré, con o sin tú consentimiento.
Heidi lo miró a los ojos por unos momentos. No sabía por qué se
sorprendía por las palabras de su primo, pues en el fondo, sabía que él
era capaz de todo por conseguir lo que deseara; y en sus ojos, podía
ver la necesidad por la chica que lo agobiaba hasta hundirlo en la
desesperación.
Necesitaba entender qué estaba pasando, por qué todo eso estaba
sucediéndole justamente a ella, por qué no a otra persona en otro lugar
del mundo, por qué…
¡Sue!
—Bella, ¿para dónde vas? Ven siéntate —pidió Heidi tomándola del
brazo.
— ¿Por qué hace esto? —preguntó Bella algo más calmada, pero
gruesas lágrimas seguían saliendo de sus ojos—. Tú tienes que saber
Heidi, eres su confidente. Tú misma dijiste que lo sabías todo.
—No todo, yo no sabía que planeaba obligarte a que te cases con él,
¡debes creerme! —rogó la mujer—. Yo jamás lo habría apoyado en algo
así para contigo, nunca. Es cierto que sabía lo de tu permanencia aquí,
pero creí que era para tener tiempo de enamorarte, para conquistarte,
no para cometer semejante estupidez.
Cerró los ojos por un momento y otro sollozo escapó de sus labios. Si
en aquella noche en el hotel de York, Edward hubiera querido hacerle
el amor, estaba segura que se habría entregado a él sin miramientos. El
solo pensar en eso le hizo odiarlo más.
—Bella, no tienes que hacerlo, yo puedo hablar con mis tíos, ellos no
permitirán que algo así suceda, sé que lo podrán controlar, ya lo verás.
— ¿En serio crees que alguien podrá detenerlo, después de todo lo que
ha hecho?
—Déjanos solos Heidi —pidió Edward con voz suave, pero fría.
—No tienes por qué estar tan prevenida nena, si tú supieras cuánto te
amo te entregarías a…
Bella estiró un poco las comisuras de sus labios, rogando que la mueca
pareciera una sonrisa.
Bella retrocedió un poco y lo miró con los ojos muy abiertos. Había
sido una mala idea decirle eso. En ese momento, temió que Edward
pudiera agredirla físicamente, y aunque ella no se dejaría, él era más
grande que ella y si quería, nada impediría que lo hiciera.
Edward la miró con el ceño más fruncido, y sin previo aviso, estrelló
sus labios con los de Bella, y apretándola por la cintura, la besó de
forma devoradora.
Bella intentó zafarse de su abrazo. Ese beso, aunque para otra mujer
habría sido en extremo excitante, para ella, en ese momento, y más aún
luego de lo sucedido, era molesto e incómodo; pero Edward no parecía
querer soltarla. La apretaba cada vez más, y entre tanta agitación ella
sintió que el aire empezaba a faltarle.
—Mi tío Carlisle está con Emmett en su oficina y ya vienen para acá.
Edward asintió y dio un paso hacia ellas mirando a Bella, que hasta el
momento no había dejado de mirarlo con rabia.
—No tengo ni idea de qué le voy a decir —dijo Bella apoyando una
mano sobre la frente.
Ahora que estaba más calmada, un fuerte dolor de cabeza la hacía
incluso sentir los ojos pesados.
—No pienses en eso ahora, te ayudo a recoger tus cosas y nos vamos,
les diremos a todos que estás algo indispuesta —propuso Heidi con
una sonrisa y Bella asintió pues no tenía una mejor idea, ya tendría
tiempo al día siguiente para hablar con Sue.
Bella lo miró sin comprender por qué decía eso, ¿tan mal me veo?, se
preguntó a sí misma, y en realidad así era. Tenía los ojos rojos e
hinchados, la nariz y las mejillas parecían las de alguien con fiebre
muy alta, y caminos de lágrimas secas se podían ver en sus mejillas.
—Está siendo todo un maldito —dijo Heidi entre dientes, para luego
regalarle una sonrisa de inocencia a su tío y abrazarse a él.
El hombre mayor rio, pues conocía como era el trato entre ellos dos,
por lo que ignoró los gestos y rodeó con un brazo a su sobrina.
—Di lo que quieras, pero no soy ningún marica que permite que le
estén acariciando a su mujer —dijo Edward entre dientes.
—Señor, llevan así una media hora —explicó Marie, una de las
empleadas de la casa, de unos cuarenta años de edad—. Bebieron
durante toda la tarde, e íbamos a esperar un tiempo más para ver si
despertaban, sino estábamos pensando que los guardaespaldas las
subieran a las habitaciones.
Te amo, Te necesito.
Te deseo Isabella.
Siempre te tendré.
Hasta ese momento, Bella solo se había removido un poco pero sin
llegar a despertarse, lo que no impidió las acciones de él.
Cuando ya hubo disfrutado de poder tenerla solo para él, y sin que ella
pudiera negarse, se acostó nuevamente a su lado y la atrajo hacia su
cuerpo, quedando los dos frente a frente. Bella se removió e
inconscientemente se pegó aún más al cuerpo de él, se acurrucó en su
pecho y murmuró algo que Edward no pudo comprender. Éste sonrió
y después de besarla en la frente y repetirle que la amaba, con ella en
brazos se quedó dormido.
¡Heidi!
—Buenos días señorita —le habló una mujer de unos cincuenta años de
edad, que la miraba con una sonrisa amable en los labios—. ¿Desea
desayunar de una vez?
— ¿Cómo que Heidi no vive aquí? No entiendo, yo vine ayer con ella
al medio día y estuvimos tomando toda la tarde —explicó Bella cada
vez más confundida.
Bella jadeó como única respuesta. No podía creer que eso le estuviera
sucediendo, aunque sabía que no debería extrañarse, porque un
hombre que hizo todo lo posible por tenerla en sus manos, sin
posibilidad de escape; le sería muy fácil transportar a una joven ebria y
dormida de un lugar a otro.
—Hace treinta y dos años, con sus padres, lo vi nacer y cuando decidió
independizarse, la Señora Esme me pidió que me mudara con él para
cuidarlo. Regresé el sábado de mis vacaciones.
Bella estaba segura que los pensamientos que creía tenía Katy hacia
ella, ésta los exteriorizaba sin miramientos.
—Gracias… Sue.
Bella cortó la llamada y se secó las gruesas lágrimas que recorrían sus
mejillas. Esperaba que Sue pudiera darle respuestas a tantas incógnitas
que surcaban su cabeza en ese momento. Lo mejor era seguir el consejo
de ella; ya nada podía hacer para cambiar las cosas, y mortificarse más
no la llevaría a nada bueno. Ese día se relajaría con Heidi y al siguiente
trataría de encontrarle sentido a sus problemas.
*Periodo menstrual
CAPÍTULO 12
…
Por mucho que lo intento,
no logro comprenderlo.
Energías, auras e influencias,
y yo como su victima perfecta.
¿Crees tener mi vida en tus manos?
no seré yo quién siga tus pasos.
…
— ¡Edward querido!, ahora Bella no puede hablar, tiene una en el coño y otra
en la boca, lo siento.
—No pierdas tu tiempo, Derek, ten más confianza en tus hombres… Nadie ha
entrado en casa.
Le había dicho Heidi. Ninguna de las dos dudó, que había sido
enviado por Edward para matar a cualquiera que estuviera con ellas.
La oficina de Sue era muy parecida a las demás, sólo que decorada con
un toque de feminidad, predominando un hermoso arreglo de flores
frescas en una mesa junto a la pared, y custodiada por dos sillas de
estilo victoriano, que combinaban perfectamente con los colores
neutros de las paredes.
Bella, como el día anterior, no pudo reprimir las lágrimas que luchaban
por salir de sus ojos. El poder conversar con alguien totalmente
imparcial, era reconfortante; porque aunque Heidi estuviera de su
lado, no dejaba de ser la prima de Edward, y no solamente en una
relación de típica familiaridad por lazos de sangre, sino que además,
ella era su mejor amiga, y en el fondo, no podía evitar desear la
felicidad del hombre, fuera al precio que fuera. No obstante, no
pensaba contarle a Sue exactamente lo que estaba sucediendo, pero sí
tratar de explicarle lo difícil de su situación.
Luego de unos segundos, en los que le fue casi imposible controlar los
espasmos de su cuerpo, productos del llanto y la congoja, Bella
procedió a contar lo poco que se atrevía a decir.
—Nunca me había visto envuelta en una situación semejante —explicó
Bella con lágrimas aún rodando por sus mejillas, pero con la
respiración mucho más calmada—. Estoy obligada a hacer algo que no
quiero, pero no tengo ninguna otra opción; no puedo arriesgar a mi
familia si su salvación está en mis manos. En estos momentos desearía
estar lejos, en mi casa, junto a mi madre, y siguiendo con mi vida sin
lujos, pero mía después de todo —suspiró—. Eso no es posible… no
tengo opción Sue.
—Jamás imaginé que Edward fuera capaz de algo así. Siempre fue un
niño malcriado, te lo digo yo que lo vi corretear por estos pasillos…
—No quiero hacerlo, mi niña; pero debo advertirte que debes ser fuerte
y aferrarte lo más que puedas a tu entereza y paciencia. No es sólo la
mente de Edward o el cuerpo lo que te reclama, es su alma en sí, la que
te siente suya por naturaleza y legítimo derecho; es como si en una vida
pasada tú le hubieses pertenecido, pero al mismo tiempo, haya sido
arrebatada de su lado, y ahora, que se ha encontrado contigo, no
piensa perderte de nuevo, y hará lo que sea por tenerte y retenerte.
—Pero, ¿a qué pruebas te refieres? Por favor, tienes que decirme para
saber a qué me enfrento —pidió Bella desesperadamente.
—No puedo angustiarte desde ahora con hechos que puedes hacer más
llevaderos, pero que estoy segura, no estás dispuesta a hacerlo. Hagas
lo que hagas, no podrás evitar que el destino cumpla su objetivo de
unirlos como dos almas destinadas a estar juntas. —Bella intentó
refutar sus afirmaciones sobre el destino, pero Sue se lo impidió—. No
es como tú crees. El destino está escrito para cada uno de nosotros, y
sea cual sea, llegaremos a él sin importar los obstáculos que
encontremos en el camino, o si es el que deseamos o no. Nosotros no
podemos cambiarlo, solamente el camino a éste se modifica, pero el fin
siempre será el mismo, y al no saber cuál es el que nos depara, muchas
veces creemos que hemos cambiado el resultado.
"Como vez, mi niña, tu destino parece estar al lado de este hombre que
ahora odias, pero si en realidad es así, no puedes hacer nada para
cambiarlo, sólo soportar con entereza las pruebas que se aproximan.
Edward está obsesionado contigo, Bella, y no descansará hasta
poseerte por completo. Si en mis manos estuviera, te libraría de esto,
pero no hay opción, más aún ahora que estás resuelta a aceptarlo, pero
lo que sí puedo hacer es darte un consejo, o más bien una información:
Edward tiene el poder del dinero y las influencias que éste otorga, pero
tú, tienes un poder mayor; algo que podría derrumbar por completo
las barreras de Edward y hacer que caiga rendido a tus pies con una
sola de tus palabras, pues el amor que él siente por ti es tan grande,
que se convertiría en tu más fiel esclavo, si así se lo pidieras."
Sue fue interrumpida por el timbrazo del teléfono que le indicaba que
su secretaria la necesitaba, luego de contestar y dar una corta orden,
colgó y miró a Bella de nuevo.
Bella asintió, abrazó a la mujer, y dándole las gracias por sus palabras
y apoyo, se dirigió al último piso del edificio.
No había entendido algunas cosas que ella le había dicho; pero eso del
destino de ellos juntos, más que no entenderlo, no podía aceptarlo.
¿Por qué de tantas mujeres en el mundo, tenía que ser justamente ella
la que estuviera designada para ser el objeto de la obsesión de un
hombre como Edward?, esa era una pregunta a la que no le podía
encontrar respuesta.
—Temía que hubiese pasado algo entre el Señor Cullen y tú. —Sara se
acercó más a ella y continuó—: Últimamente ha estado muy excitado.
He tenido que trabajar directamente con él, pues Heidi tampoco
aparecía, y por momentos se quedaba mirando fijamente a un lugar y
así permanecía un buen tiempo; luego caminaba de un lado a otro
rápidamente, sonriendo y hablando para sí mismo. Incluso me
preguntó ayer en la tarde: "Sara, ¿crees que existe la felicidad?" Yo me
sorprendí por esa pregunta tan extraña, pero le respondí lo que
pensaba y le dije que sí;se quedó un momento analizando algo y luego
volvió a hablar y me preguntó que qué creía yo que se debía hacer para
conseguirla, y le respondí: "Perseguirla a toda costa, y no desistir hasta
obtenerla".No me atreví a preguntarle por qué me hacía esos
cuestionamientos, y él sólo se limitó a decir luego de un momento: "Eso
es precisamente lo que estoy haciendo". Y no volvió a dirigirme la palabra.
Bella asintió. Esa reunión estaba programada desde hacía dos semanas,
pero con todo lo sucedido se le había olvidado por completo.
Sara asintió y cada una entró por una puerta diferente. Como esperaba,
la Oficina de Presidencia estaba vacía; se acercó a la puerta que daba a
la Sala de Juntas y pegando la oreja, escuchó murmullos ininteligibles;
se retiró de la puerta y se sentó en una de las sillas ubicadas frente al
gran escritorio. Luego de varios minutos miraba a todas partes
buscando algo qué hacer; se levantó y revisó los libros en la biblioteca
de madera, pero sólo eran libros gerenciales y enciclopedias de
negocios.
—Ni matemáticas o literatura a la vista —pensó en voz alta.
Aún así ojeó algunos que pudieran contener procesos financieros, pero
desistió luego de unos momentos, pues más que todo trataban de
estrategias de monopolización y ejemplos de negocios.
Sabía que lo que estaba a punto de hacer era estúpido a los ojos de
cualquiera que la viera, pero de niña siempre deseó hacerlo en una silla
que girara bien. La de su padre en la estación de policía, era un poco
dura, y por mucho que se impulsara no alcanzaba a dar una vuelta
completa, además de que era una forma de olvidar su tormentoso
presente.
Carlisle asintió.
—Tenemos que hablar, Edward. —El hombre rubio cerró la puerta sin
esperar respuesta.
Bella estaba tan apenada por haber hecho el ridículo delante de todas
esas personas, que apenas empezaba a asimilar que Edward la
presentara como su novia delante de su padre y su primo, sin contar
con que posiblemente John y Sara también hubiesen escuchado.
— ¿Te duele algo? —preguntó Edward mientras le acariciaba la mejilla
suavemente.
— ¿Y, siempre será así? ¿Siempre tendré que estar a tus órdenes y
hacer cuanto me pidas por temor a represalias?
—No pretenderás que le diga a Jasper que nos vamos a casar así nada
más, ¿cierto? —preguntó Bella con más preocupación que
incredulidad.
—Yo estaré contigo cuando se lo digas, no te pienso dejar sola con él,
pues no sé cómo pueda reaccionar.
—Yo beberé cada una de tus lágrimas y las convertiré en las mías,
Isabella; tus sufrimientos, serán los míos y tus alegrías, mi completa
paz.
—Tendrás toda la vida para hacerlo, mi amor. —Y unió sus labios con
los de ella.
— ¡Vigilada por dos gorilas las 24 horas del día! —exclamó Bella
levantando los brazos volviéndose a excitar.
Recordó las últimas palabras que Sue le había dicho y entendió que ella
podía escoger entre dos caminos: vivir en paz con Edward aceptando
todas sus pretensiones con sumisión, o hacer de su vida un infierno y
mantenerse firme en sus convicciones.
Sabía que nunca serviría para ser sumisa, eso era para mujeres que
carecían de la autoestima suficiente como para hacerse valer, o peor
aún, con complejo de inferioridad. Por lo que cerrando los ojos, tomó
una decisión.
—No me voy a mudar del apartamento que comparto con Jasper —dijo
Bella abriendo los ojos y pronunciando las palabras firmemente para
no dar opción a refutaciones—, el auto puede ser el que sea pues no me
interesa, la tarjeta de crédito cancélala, porque no te la voy a aceptar, y
con respecto a hablar con nuestras familias, ya que insistes, puede ser
mañana mismo, después de todo el impacto será grande, suceda
cuando suceda.
…
Poco a poco lo pierdo todo,
poco a poco me hundo más.
Haces todo para molestarme,
pero luego llegas y me consientes.
¿Cuándo conoceré al verdadero hombre?
¿O siempre has sido tú?
…
—Es una buena chica —afirmó Esme—. Al menos por lo poco que
pude tratarla, me agradó bastante, ¿pasó algo con ella?
— ¿Estarías… interesada en tratarla más? —preguntó, ignorando el
cuestionamiento de ella—. Quiero decir, ¿te gustaría que nos
frecuentara, que perteneciera…?
Esme lo miró con los ojos entrecerrados y lo vio rehuir su mirada; esa
era la señal que le indicaba que algo le estaba ocultando.
—Si eso es cierto, ¿por qué no actuó de la misma forma cuando estuvo
pasando el día aquí, con Heidi y Alice? Porque incluso delante de tu
madre se mostró muy abierta —aventuró el hombre para tratar de
hacer hablar a su hijo.
— ¿¡Y qué si estoy loco por ella!? —exclamó al no poder aguantar más
la presión—. ¡Es cierto! La amo y así tenga que pasar por encima del
mundo entero incluyéndolos a ustedes para tenerla. —Se acercó a su
padre señalándolo con un dedo en tono de advertencia—. No dudes
que será mía, gústele a quien le guste.
Solo el fuerte grito, que sonó más a un feroz gruñido, fue el aviso de la
siguiente acción de Edward: Tomando por el espaldar una de las sillas
que se encontraba frente al escritorio de su padre, la lanzó hacia una de
las paredes laterales, provocando que ésta se rompiera por el fuerte
choque.
— ¡Ella me ama!
— ¡No te creo!
—Edward, no quiero que sufras, entiende eso hijo, por favor. —Esperó
un momento la reacción de él, pero al ver que no se movía, continuó—:
Tú nunca has tenido una novia formal, solo aventuras, pero jamás nos
has presentado a nadie, y ahora te comportas de esta manera con una
chica, que solo conoces de hace algunas semanas.
—Eso es diferente.
—Nunca has tenido una novia formal, ¿por qué esta chica?
¡Mientes!
—Te juro que no podré ser más feliz, que cuando la tenga asegurada
para mí.
Carlisle miró en las verdes profundidades que eran los ojos de su hijo,
y pudo ver la verdad de sus palabras; pero aun así, no le pasó
desapercibido que no le aseguró el amor que anteriormente había
dicho, que la chica sentía por él.
Mi nena,
Te envío lo que te prometí ayer, más unas revistas que imagino podrían
servirte para organizar la ceremonia y la recepción.
El viaje de tu madre y Ángela, puedes convenirlo con Heidi para que usen la
aerolínea de la familia y así viajen más cómodas.
Dacre y Alex estarán contigo todo el tiempo, por favor nena, SIGUE SUS
INDICACIONES.
Te extraño y te amo.
Edward
PD: Quédate con la maldita tarjeta, escoge el auto y no les riñas a los
guardaespaldas.
Te amo.
Desde que Edward la había amenazado para que se casara con él, solo
habían pasado tres días; pero para ella, parecía que fueran tres largos
años. Tantas emociones juntas, las amenazas, y antes de que se diera
cuenta, estaba recibiendo palabras tiernas y cariñosas, y al siguiente
segundo, siendo seducida eincitada a placeres ya experimentados,
aunque en la actualidad, no deseaba volver a recibirlos de ese hombre,
ni de ningún otro por el momento.
Edward era hermoso, eso nadie lo podía poner en duda, ni siquiera ella
misma; pero su mente ya estaba vacunada contra su rostro; su cuerpo,
contra sus manos; sus labios, contra su lengua; y su corazón, contra sus
palabras. Era difícil no desear a un hombre como él, pero a ella se lo
había puesto demasiado fácil. No sabía cómo su cuerpo podría
reaccionar a los embates de placer que él pudiera provocar, pero de lo
que sí estaba segura, era que al menos su mente y corazón, no darían
tregua alguna, para buscar la respuesta a ese interrogante.
— ¡No me salgas con esas estupideces! —gritó Jasper desde el otro lado de
la línea—. Tú eres lo más importante para mí y lo sabes. Eres tú la que no
confías en mí, me estás ocultando muchas cosas y te refugias en pataletas
injustificadas, para no decirme qué está sucediendo.
— ¡Yo no tengo por qué estarte dando explicaciones a ti! —gritó Bella
de vuelta—. Tú no eres ni mi padre, ni mi hermano, ni nada mío para
que te creas con derecho a estar reclamándome lo que hago o dejo de
hacer.
—Estoy ocupado, hablamos después. —La voz de Jasper fue tan apagada,
seria pero al mismo tiempo dolida, que ella sintió cómo su corazón se
rasgaba sin ninguna compasión. Quiso hablar de nuevo, rogarle que la
perdonara, pero solo el vacío de una llamada cortada le respondió.
Bella los miró a cada uno, e intentó emitir un gruñido, pero éste
compitió en su garganta con un sollozo y salió vencido en la contienda.
Jasper.
Rápidamente tomó el aparato y contestó sin mirar la pantalla.
— ¡Bella! ¿Qué tienes? ¿Te sucedió algo? ¡Por Dios! ¡Dime que estás bien! —
La persona que le hablaba, sonaba casi al borde de la locura.
Bella quedó muda por un momento, luego de reconocer la voz del otro
lado de la línea; pero enseguida se recuperó y siendo la última persona
con la que deseaba hablar en ese momento, colgó.
Naomi.
Edward, recordando las palabras que ella le había dicho por teléfono,
intuyó que había discutido con Jasper, y conociendo la relación
existente entre los dos, logró comprender el estado de la chica; pero eso
no evitó que sintiera rabia hacia Jasper por hacerla sufrir, y el deseo de
protegerla afloró más en su interior. Con ella todavía llorando en su
pecho, empezó a mecerla suavemente, mientras apoyaba los labios en
el cabello castaño de la chica.
Nena:
No me quedé hasta que despertaras, porque sabía que te podría causar más
malestar, y aunque no lo creas, yo solo quiero hacerte feliz.
Por favor, llámame y confírmame que solo fue una discusión con Jasper… por
mi salud mental. Te amo.
Edward
—No creo que tu salud mental pueda estar peor —dijo Bella para sí
misma.
Solo observó el auto por unos segundos; con caja en manos, giró a su
izquierda sin decir palabra, y empezó a caminar hacia la parada del
autobús. Al instante, Dacre, que era el que más cerca estaba de ella, la
siguió y se interpuso en su camino.
Todos los que lo rodean son personas tan amables que no merecen los dardos
que quiero dirigir a él.
Luego de dejarle la caja con las cosas que Edward le había enviado, y
pedirle que le dijera que ahí le dejaba una basura que encontró en su
apartamento. Se despidió de ella y se dirigió a un supermercado para
comprar los víveres con el dinero que Heidi le había enviado, por los
días que había trabajado en CullenWorld.
— ¡Por Dios, Bella! Tantos programas buenos que deben estar dando y
tú te concentras en un documental sobre matemáticas. —Tomó el
control del televisor y lo apagó
—Me gustan los regalos cuando son de alguien que aprecio, y que sé,
son dados con cariño, por cariño —explicó Bella con el ceño fruncido—,
no por querer ratificar su poder sobre mí. Eso no lo voy a permitir.
Además, hay regalos de regalos, y los que da tu primo se pasan de tono.
Heidi rodó los ojos y cambió de tema, sabiendo que era un caso
perdido.
—La verdad no me interesa, solo quiere casarme con él y que nos deje
la vida en paz.
Para Bella fue algo difícil de ver, pues ese hombre reflejaba la misma
angustia y desolación, que su madre antes de conocer a Phil; en
realidad todavía se podía atisbar en sus ojos rastros de ese estado, pero
no tanto como a este hombre, que ahora la saludaba con una sonrisa
amable en sus labios. Agradeció que él se retirara rápidamente, porque
ya sentía su corazón contrayéndose por los recuerdos y la pena.
El que sí llamó fue Edward, seguramente para saber cómo seguía; pero
no deseaba hablar con él, y como sabía que no la dejaría en paz hasta
saber de ella, le envió un mensaje de texto, indicándole escuetamente
que estaba bien y en casa de Heidi; cosas que imaginó, ya él debía
saber.
—Podríamos almorzar juntas, tengo cita con mi director de tesis apenas salga
de trabajar y no me queda tiempo de reunirme contigo —propuso Sara. Bella
aceptó, y quedaron de encontrarse en una pequeña cafetería cerca de la
compañía, pero le pidió que no le informara a Edward para dónde iba,
aunque era de esperarse que él igual se enterara.
—Son ideas o esos dos tipos vinieron contigo y uno de ellos se bajó de
ese espectacular Aston Martin —comentó Sara más a modo de
afirmación que de pregunta.
¡Dios!
Decidiendo que era mejor hacerlo como las enfermeras con las
curitas*, soltó la parte principal de la historia, sin compasión.
—Me voy a casar con Edward —dijo tan rápidamente que Sara se la
quedó mirando confundida.
— ¿Qué Edward?
Sara abrió desmesuradamente los ojos y tomó aire sin ser muy
consciente del hecho.
— ¿Sara…?
—Supongo que las cosas son así —contestó Bella. Se mordió el labio
dándose cuenta que debía ser más convincente—. Yo no lo odiaba, solo
era que no sabía cómo actuar o reaccionar ante un hombre que me
gustaba tanto.
—Qué emoción, ¿cierto? —habló Bella con claro sarcasmo, pero Sara
no lo notó.
—Fue algo muy privado —dijo Bella forzando una sonrisa—. Edward
es un hombre… peculiar, y de esa misma forma fue su propuesta de
matrimonio.
— ¿En serio?
Sara la miró con los ojos muy abiertos, y enseguida soltó una fuerte
carcajada.
— ¡Eso es tan típico del Señor Cullen! —exclamó entre risas. Era claro
que no le había creído una sola palabra.
Lo eres todo para mí, mi vida, mi niña, esa a la que deseo proteger.
Te quiero mucho.
Jasper
A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas por las palabras de
su hermano, pero la preocupación y la angustia la agobiaron de nuevo;
ya no habría viajes, ni nada que impidiera que Jasper se enterara de su
matrimonio con Edward. Solo era cuestión de horas para descubrir
cuál sería la reacción de Jasper, y ella estaba segura, que no sería nada
buena.
CAPÍTULO 14
…
Miedo e incertidumbre me abruman,
y temo perder lo que intento salvar.
Confusión y aturdimiento siento por un momento,
y el tiempo y espacio desaparecen para mí.
¿Qué significa esa palabra pronunciada?
¿Qué valor puede tener para mi alma?
…
—Aquí están las mías —anunció Jasper sacando su mano del bolsillo, y
entregándole un pequeño llavero plateado con las letras CW
intercaladas, como en el logo de CullenWorld.
Alice comentó que había llamado a Edward para que se les uniera,
pero Bella al escucharla, se disculpó indicando que necesitaba usar el
baño. Cuando se apartó de ellos, marcó rápidamente a Edward para
pedirle que no se presentara, que esperara hasta que hablara con
Jasper.
Maldito desgraciado.
Te amo.
Edward."
¿O es?, ¿o se hace?
Era como si Edward creyera que ella era caprichosa y que por eso no se
mostraba tierna y complaciente con él. En su mente, él no había hecho
nada malo. Todo era tan natural, que en su pensamiento ella lo
aceptaba porque así debía ser; porque ella le pertenecía, aunque no lo
quisiera aceptar.
Jasper la miró extrañado, pero con una sonrisa en los labios, como un
padre que mira a su pequeña hija, luego de una pregunta sin sentido.
—Pero, ¿por qué preguntas eso? —habló en un tono más serio. Cuando
Bella desvió la mirada, él suspiró y continuó—: Sé que algo me estás
ocultando, sé lo que es, y no me gusta.
— ¿En su oficina? Pero… —Bella estaba tan aturdida por las palabras
de Jasper que en ese momento olvidó que ya no tenía sentido ocultar la
verdad y fue eso, exactamente lo que hizo—. No sé de qué hablas; yo
no…
—Solo quiero que me digas que estás con él porque así lo deseas, y no
porque te está presionando con alguna estratagema.
Eso sería lo peor que podría pasar, pero por la calma con la que
hablaba, era solo una sospecha o suposición por parte de Jasper, y no
un hecho que creyera certero. Ahora solo dependía de ella quitarle esa
idea de la cabeza, y dejarle bien en claro que estaba con Edward
porque lo quería; y con respecto al matrimonio, porque lo amaba, así
su corazón se retorciera de agonía con el solo pensamiento.
— ¿Él te lo pidió?
—No podré ser feliz si me separo de Edward. —Su voz sonaba firme,
tratando de ser convincente tanto para él como para ella misma—.
Entiéndeme por favor, no deseo estar en otro lugar que no sea junto a
Edward, no puedo y no quiero.
Tenía que hacer algo que no deseaba, pero era la única forma de
convencer a Jasper: defender a Edward.
—Edward nunca sería capaz de hacerme daño, él solo desea lo mejor
para mí —afirmó lo más convincente que pudo; y su determinación le
permitió que fuera creíble.
Bella se incorporó para poder mirarlo de frente y así darle más énfasis
a sus palabras. Esperaba que no notara la mentira parcial en sus ojos,
porque después de todo, estar con Edward había sido su decisión, sin
opción a tregua, pero su decisión finalmente.
Como ahora.
El tono del hombre fue calmado, sereno y suave, pero tan firme que no
admitía ninguna negativa.
Jasper no contestó. Giró sobre sus talones y se encaminó a un sillón que
se encontraba frente al sofá y tomó asiento.
Pocas veces había visto ese frenético frotar de sus piernas en Jasper, y
sabía muy bien lo que significaba. Cuando él lo hacía, era porque
estaba conteniéndose para no desatar el caos. Quizás en ese momento
deseaba abofetearla y la única manera de evitar hacerle daño era
precisamente esa. Era su forma de mantener sus manos ocupadas, para
no descargarlas sobre alguien más. Sobre ella o Edward.
— ¡Suéltala!
Jasper con la mano que tenía libre, empujó a Edward por el pecho y
gruñó en respuesta; pero antes de que Edward pudiera responderle,
Bella reaccionó.
Colocando las manos en el pecho de Jasper, lo miró a los ojos para que
él pudiera ver en los suyos la verdad de sus palabras.
Era la primera vez que ella lo veía de esa manera. Toda su locura y
obsesión, provocadas por una verdad que ni su propia alma
perturbada podría refutar vehementemente.
En ese instante, decidió apartar ese tormento de él. No por evitar que
los dos hombres se fueran a los golpes, si no porque sintió como su
corazón se contraía debido a la pesadumbre de su igual. No era ella la
que en ese momento, necesitaba consolarlo; era su alma.
Jasper pudo ver cómo sus miradas se conectaron, cómo los ojos de ella
brillaron de forma inexplicable y su rostro, demostraba un sufrimiento
tan agónico, como el de Edward. Los padecimientos de él, eran los de
ella, cualquier daño causado en contra de ese hombre, su niña los
sufriría doblemente; y eso era algo con lo que jamás podría convivir.
Ella debía ser feliz, ese era su destino, y él mismo se encargaría de que
así fuera, aunque tuviera que ir en contra de sus propios deseos, como
eran los de apartarla de un hombre que no consideraba correcto como
cuñado.
Jasper frunció el ceño, y tuvo que apretar fuertemente los dientes y los
puños a cada lado de su cuerpo, para no hacer algo que dañara a Bella.
Le hizo un gesto con la mano para que lo siguiera, y se dirigió a su
habitación, la primera del pasillo.
Luego de que la chica lo siguió, entró al cuarto, cerró la puerta y se
recostó sobre ella. Bella se sentó tímidamente en la cama, y prefirió
guardar silencio, dejándole a él, el uso de la palabra.
—No hemos fijado una fecha —respondió Bella en voz baja—, pero
dudo que pase de un mes.
Jasper dejó caer la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y suspiró.
Recordó las primeras palabras que Edward le dijo, y con eso le bastó
para entender que nunca tuvo escapatoria.
—Si esto es una pedida de mano, entonces debo decirte que no tienen
mi bendición, pero aunque ahora mismo desearía estar dos siglos en el
pasado, y así tener poder sobre las acciones de ella, ese no es el caso, y
debo resignarme a aceptar la decisión de Bella de casarse contigo.
Edward asintió, e intentó hablar, pero Jasper lo interrumpió:
Bella no pudiendo soportar por más tiempo esa situación tan tensa, se
disculpó con Jasper rápidamente y arrastró a Edward fuera del
apartamento. Cuando ya estaban en el pasillo, cerró la puerta detrás de
ella y se recostó contra la pared.
— ¡Dios! Pensé que moriría ahí dentro —dijo con los ojos cerrados.
—Lo que desees —dijo antes de darle un rápido beso en los labios.
Bella seguía forcejeando, pero sabía que no podía ser ruidosa porque
Jasper podía oírlos y darse cuenta de la verdad. Logrando separar por
fin sus labios de los de él, le rogó que la soltara.
—No veo la hora de tenerte por fin, de que estemos solos sin que nadie
nos esté esperando ni con deseos de interrumpirnos.
—Kopján.
CAPÍTULO 15
…
Una expresión que no comprendo,
con ella te nombro sin saber por qué.
Pero no tiene ahora importancia,
cuando ellos están más cercas de tu locura.
Desearía que no nos separen nunca más,
pero sé, que lejos de ti deben estar.
…
Bella lo miraba asombrada por todo lo que su amigo decía. ¿En qué
momento ideó todo esto? Se preguntó mientras lo escuchaba hablar como
el gran estratega que ella sabía que era. Sería el plan perfecto, si él no
tuviera que tirar por la borda todo su futuro, que ella estaba segura,
podía conseguir trabajando con Emmett en CullenWorld; pero lo que
hacía de esa idea algo totalmente descabellado y un camino seguro al
fracaso, era que no estaban hablando de cualquier hombre, sino de
Edward Cullen, quien sería capaz de levantar la corteza terrestre, si
fuera posible, con tal de hallarla, y cuando lo hiciera, solo Dios sabía
cómo iba a reaccionar, y cuáles serían las consecuencias de su furia.
Definitivamente, tenía que hacer que su amigo olvidara ese absurdo.
—Pero Bella…
—Phil yo…
Renée enseguida miró la pantalla del computador con los ojos muy
abiertos, y desvió la mirada claramente apenada; mientras que el rostro
de Phil tomó un color rojo tan intenso, que incluso les pareció a los
chicos, que su cabello rubio se le tornaba anaranjado.
—Y tú, ¿no vas a decir nada? ¡Es tu hija! —reclamó Phil a Renée, pero no
la dejó responder—. Y tú, Jasper, ¡di algo! ¿Cómo permitiste que esto
sucediera? Al menos dime qué tal es el tipo, ¿crees que la ama? ¿La trata
bien? ¿Cuántos años tiene? ¡Habla de una maldita vez!
Jasper abrió la boca para defenderse, pero Bella sabía que en un estado
como ese, podía perfectamente darle la razón a su padre, y ya tenía
suficiente con uno, como para tener que soportar a otro. Por eso
disimuladamente le dio un golpe en la pierna a modo de advertencia,
donde los demás no podrían notarlo. El chico entendió el mensaje, y de
mala gana, accedió a responder solo lo necesario.
—Treinta.
— ¡¿Qué?!
Después de eso todo pasó como una comedia norteamericana con risas
gravadas. Phil protestaba y alegaba evidentemente molesto,
levantando los brazos y con el ceño fruncido; Jasper se cruzó de brazos
y solo le dijo a Bella que ya eran dos los inconformes; Ángela volvió a
gritar emocionada y empezó a preguntarle nuevamente todos los
detalles a su amiga, apartando bruscamente a Phil del frente de la
cámara; y Renée, luego de sonreírle a su hija, se dedicó a la tarea de
tratar de calmar al hombre.
—Mi madre lo tomó… bien, creo. Phil está muy molesto y no está para
nada de acuerdo con…
—No me importa lo que él diga —protestó Edward desde el otro lado de
la línea—. Bastante tengo con aguantarme al hijo, como para que ahora el
padre también se crea tu dueño.
Ya había pasado una semana de ese hecho. Phil no pudo viajar antes,
porque debía dejar algunos asuntos listos en su negocio; totalmente
contrario a Ángela, quien solo tuvo que avisar en su casa que se iba a
Londres con la madre de Bella, con todos los gastos pagos, para que le
dieran el permiso, y al poco rato, ya tenía listas las maletas.
Una vez llegaron al aeropuerto, les fue aprobada la entrada a una serie
de pistas de aterrizaje adyacentes, en donde desembarcaban los vuelos
privados. Bajaron del auto, y a Edward le informaron que el avión
acababa de aterrizar y estaba carreteando, para acercarse a esa zona.
No era un avión grande, pues Bella le había pedido que enviara el más
pequeño para no intimidar a su familia; pero lo que no consiguió fue
un acuerdo respecto al otro medio de transporte.
—Nena, las limusinas son autos normales, solo que más largos —refutó
Edward divertido—. Y en un auto pequeño irían demasiado apretados.
Yo solo quiero brindarles comodidad.
Una larga y negra limusina. Esas eran las palabras que le llegaban a la
mente cada vez que pensaba en el medio de transporte que Edward
había designado para los tres visitantes, además del respectivo chofer,
y dos guardaespaldas, y que se encontraban parqueados junto al auto
de Edward; pero ellos solo serían para cuando estuvieran los tres
juntos, porque si por algún motivo se separaban para estar solos, ya él
lo tenía solucionado con autos individuales y el pertinente personal. El
maldito quiere comprar a mi familia, pensó luego de que él le comunicara
sus planes.
Solo tenía poco más de un mes de no verla, pero era el mayor tiempo
que había pasado sin ella; y aunque solo hubiese sido así, a ella le
parecía una eternidad. Deseaba ser fuerte, y lo estaba logrando, pero
cuando vio a su madre, deseó con todas sus fuerzas tener de nuevo 10
años de edad, y saber que los brazos que la rodeaban con fuerza,
podían protegerla de todo y de todos. Sin embargo, los papeles se
habían invertido y ahora era ella la encargada de proteger a su madre,
del hombre junto a ella.
—Todos los que quieras, Phil —dijo Bella sonriendo, aún abrazada a él.
Se separó un poco del cuerpo del hombre y miró a todos lados—.
¿Dónde está Ángela?
Phil también lo saludó, pero con un frío apretón de manos más fuerte
de lo necesario y una clara advertencia en la mirada. Edward Cullen
podía tener todo el dinero que quisiera, pero esa chica a su lado
era su princesa, y él haría lo que fuera por su bienestar; lo había
prometido sobre la tumba de Charlie Swan, en una visita de la que
nadie tenía conocimiento, y en la que le había jurado, que si él permitía
que su esposa se enamorara de él, se encargaría de protegerlas y
amarlas como solo el difunto podía hacerlo; esa misma noche, soñó con
un hombre que solo había visto en fotos, y éste, mirándolo de forma
amigable, le había dicho: Cuídalas y ámalas por mí. Y con esas simples
palabras Phil Whitlock, un hombre que no era muy supersticioso, supo
que Charlie Swan, le había dado autorización para hacer de ellas, su
familia; y así lo cumpliría.
Después de que Edward les presentara al chofer y a los dos custodios,
les indicara cuál era el plan de transporte que tenía para ellos, y que
podían disponer como lo desearan, ignoró las protestas de Renée y las
malas caras de Phil, prefiriendo hacer caso a los brincos de emoción de
Ángela.
—Y lo único que buscabas con ella era tenerme más en tus manos.
—No, lo que deseaba era saber más de ti, porque intuía que no me lo
contarías.
Fue la fría y contundente pregunta que lanzó Phil hacia Edward, sin
ningún tipo de preámbulo. Y fue ahí donde comenzó un arduo
interrogatorio que terminó un par de horas después. Phil no se había
quedado con ninguna duda, le preguntó incluso si entendía que Bella
era una joven inocente, y que si no lo había comprobado aún, que lo
supiera de una vez.
— ¡Phil! —gritaron las tres mujeres al mismo tiempo, pero él las
ignoró, al igual que Edward quien respondió pacientemente.
—Esa es una de las cosas que más amo de Isabella, y lo será hasta que
un sacerdote nos dé la bendición.
Bella se tapó la cara con las manos. Estaba apenada al extremo, todos
eran de su más entera confianza, pero que su virginidad se expusiera
tan abiertamente en una reunión no era nada fácil de asimilar.
—Sé que deben estar agotados por el largo viaje —comentó Edward
cuando ya se estaba despidiendo—. Pero mi madre está muy ansiosa
de conocerlos y ha organizado una cena para esta noche, será en la
casa, y totalmente informal, solo será la familia, así que si aceptan, los
esperamos a las siete.
Bella cerró los ojos para tomar aire, no sabía si matar a Edward o a
Ángela. Los abrió de nuevo y estos parecían llamear.
—Eh… de ti.
—Te mato.
Ángela se estremeció. Bella solía ser calmada, pero sabía cómo se ponía
cuando tenía una crisis de rabia o desesperación, y que ella fuera la
causante la preocupaba aún más.
—Él me dijo que estaban saliendo, pero que tú no decías nada porque
al no conocer sus verdaderas intensiones, él sabía que temías que solo
fuera un romance pasajero.
—…
—Casarse contigo.
—Al menos esta vez no la pagaste con nadie —comentó Ángela con
una sonrisa de inocencia. Claramente se había referido a ella misma.
—Bueno, ya niñas, dejen eso para después que hay algo más
importante ahora. —Renée miró a su hija y la preocupación se reflejó
en sus ojos—. Estoy nerviosa, Bella. Edward es un hombre sencillo y
amable, a pesar de su posición social y dinero. Pero no sé cómo es su
familia, temo que no nos acepten, y eso se vea reflejado en el trato
hacia ti.
—La única que sabía de nuestra relación era Heidi, aunque Emmett y
Alice ya lo sospechaban. Edward lo anunció repentinamente en un
suceso de la oficina, así que los que no se enteraron en ese momento, lo
hicieron porque los demás se lo comentaron. Lo del matrimonio fue
anunciado en una reunión, y aunque no fue la forma más correcta de
hacerlo, lo tomaron muy bien. Esme no lo podía creer pero estaba muy
emocionada; y Carlisle era menos efusivo, se concentró más en los
asuntos legales, pero también estuvo complacido…
— ¿Te alcanza hasta allá abajo? Que lengua tan larga tienes, nena.
Fueron recibidos por Esme, quien les informó que todos los estaban
esperando en la sala de estar, mientras esperaban que la cena estuviera
servida. Les ofrecieron unos pasabocas y cócteles ligeros.
— ¿Eso es cierto? Ustedes dos, ¿se van a casar? —preguntó Alice con
una sonrisa en los labios, sentada junto a su tío Joseph, quien le tenía
un brazo pasado por los hombros.
Ella habría deseado poder estar en la misma posición que Heidi, en
cuanto a Bella se refería. Pero siempre consideró que sus sueños y
planes estaban primero; que cualquier relación estaba en un segundo
plano cuando de esto se trataba, al menos hasta que conoció a Jasper;
por lo que sus constantes viajes para poder supervisar la inversión
realizada a Valenci's, ya que deseaba demostrarle a su hermano, que
ella podía encargarse sola, y así ser designada como la socia que
representaba a la compañía para dicho negocio; y el poco tiempo que
estaba en Londres, lo dedicaba a estar con su Jasper, quien no había
asistido a la reunión, por encontrarse terminando un trabajo de la
universidad que debían entregar al día siguiente en compañía de
Jacob, sin contar con el hecho de que Bella había insistido, sutilmente,
en que no era necesario que la acompañara.
— ¡Oh, por Dios! Edward, no sé qué decir —dijo Esme con las puntas
de sus dedos sobre su boca.
—No, solo soy creyente, pero fui bautizada bajo la iglesia católica —
respondió la chica.
Eso era lo que Edward había querido decir con esa expresión. No era
abogada, pero solo se necesitaba tener sentido común, para entender
que con el solo hecho de solicitar el divorcio, lo aprobaran o no, su
familia pagaría las consecuencias.
El momento de la cena con las tres familias llegó, y Bella se sentía aún
más nerviosa que la vez anterior. Esperaba que todo saliera a pedir de
boca, porque sinceramente deseaba que las familias se llevaran bien,
principalmente para tranquilidad de su madre y de Phil, al poder
comprobar personalmente, que ella quedaba en buenas manos.
CAPÍTULO 16
…
Todo continúa, todo sigue su camino,
todos siguen tú camino.
Tus deseos están a punto de cumplirse,
ya no hay marcha atrás.
Pero yo también encuentro mis deseos,
personas que se encargan de los míos.
…
Ahora su sueño tenía completo sentido. Esa voz era de Edward que la
proclamaba como suya, como ya había hecho en persona, como lo
reafirmaría el día de la boda.
— ¡Bah! Edward la mira así porque la ama, nada más —alegó Ángela
moviendo una mano para desechar las anteriores afirmaciones—.
¿Acaso prefieren que la mire con desprecio o indiferencia?
El resto de la vida.
Al día siguiente los grupos tomaron sus rumbos. Bella no sabía cómo
mirarlos a la cara, sentía que si lo hacía, ellos sabrían que los había
descubierto; pero al no poder evitar hacerlo, agradeció que ellos no se
comportaran melosamente delante de los demás, eso era un gran alivio,
además de que descubrió que la miraban como todos los días, así que
no tenía de qué avergonzarse, ellos no sabían nada, y después de todo,
ella no había hecho nada malo.
El martes, Renée se fue con Esme a lo que parecía ser una escapada de
compras, y Bella le reafirmó su petición. Los dos hombres decidieron
mostrarle la compañía a Phil, y le pidieron que los acompañara a
supervisar a unos inversionistas, tanto en Londres como en otras
ciudades vecinas; actividad que entusiasmó mucho al padre de Jasper,
ya que podía aprender ciertas estrategias de negocios, y como luego se
enteró Bella, los hombre se ofrecieron a darle varios consejos, que
podría aplicar basándose en la economía norteamericana, y de esa
forma obtener dividendos mucho mayores a los que actualmente
captaba. Las cuatro chicas, se reunieron con la mujer que estaría a
cargo de la organización de la boda, y al ser un evento tan apresurado,
y con tan poco tiempo para poder realizar todos los preparativos como
se acostumbraba, tuvieron que tocar varios aspectos de forma
inmediata, tal como la escogencia del diseño de las invitaciones, tanto
de la ceremonia, como de la recepción y participación, los colores que
definirían el estilo, y otras cuestiones que por mucho que a Bella le
pareciera demasiado, no terminaban de abarcar todo lo que se
necesitaba para que la boda fuera un evento, medianamente aceptable,
para su círculo social.
Heidi asintió.
Esa fue la primera vez que Bella observó cómo los ojos de Heidi, se
llenaban de lágrimas.
Las puertas del ascensor se abrieron, y las cuatro mujeres bajaron de él.
Bella presentó a Ángela con Sara, y le pidió a esta última que las
acompañara a la oficina de Edward.
—No es necesario.
—Déjame decirte, amiga, que ese hombre está loquito por ti —susurró
emocionada la chica en el oído de Bella—. Dejó en ridículo a ese idiota
y te proclamó dueña de todo y de todos, incluyéndolo. ¡Lo tienes
comiendo de tu mano! ¿Qué le hiciste? ¿El Kama Sutra completo?
—Por mí, decidan ustedes, no soy buena escribiendo frases de ese tipo
—comentó Bella mirando a Heidi para pedirle ayuda.
—Es cierto, dejen a Bella en paz, ya bastante hace con casarse con ese
idiota, como para que ahora tenga que decirle que lo ama con una frase
cursi en una tarjeta —comentó Heidi guiñándole el ojo a su amiga.
—Me vale mierda si asisten o no, con o sin ustedes, ella será mi esposa.
Bella lanzó un fuerte suspiro, y cambió de posición en su asiento; Alice
bufó, y volvió sus ojos al anotador que tenía en la mano; Sara y Ángela
rieron; Heidi rodó los ojos, y negó con la cabeza; y Edward continuó en
su revisión, sin comentar nada más. Decidieron que definitivamente
las invitaciones irían sin ninguna frase extra.
— ¡No! —gritó de tal forma, que las chicas saltaron en sus asientos, y
emitieron pequeños gritos, pensando que un león enfurecido había
penetrado en la oficina—. ¡Malditos! ¿Qué se creen?
—Es una copia del previo del ejemplar de Vogue de agosto, con Jessica
Stam en la portada —explicó, encogiéndose de hombros.
"Ésta es una de las noticias más desilusionantes del año, sobre todo para las
jóvenes herederas de Londres, y por qué no, de todo el Reino Unido: el
matrimonio de Edward Anthony Cullen, uno de los solteros más cotizados y
atrevidamente guapos entre las familias adineradas y la nobleza, heredero del
imperio familiar y presidente de CullenWorld, con una chica americana de la
que nadie sabía nada."
—Y… ¿eso qué tiene de malo? —preguntó Bella levantando las palmas
de las manos y encogiéndose de hombros. No le sorprendía el
reportaje, pues por advertencia de Heidi, esperaba que eso sucediera.
— ¿Que qué tiene de malo? ¡¿Que qué tiene de malo?! —gritó tomando
el ejemplar de otra revista y lo leyó para todos.
"El guapo y millonario, heredero de un vasto imperio, se dejó atrapar por una
chiquilla americana que pasará de ser una desconocida sin nombre, a una de
las mujeres más envidiadas del mundo."
—Eres tan diferente —susurró Edward con una sonrisa que a Bella le
pareció melancólica.
Los dos días siguientes, pasaron en los preparativos para el evento más
próximo, que sería ese fin de semana, el domingo específicamente,
pero la familia de Bella no asistiría, porque debían viajar el sábado por
Phil, sin contar con que Renée prefería no asistir a ese evento.
Edward Cullen.
Bella no tenía ninguna duda de que había sido él quien intervino para
que todo eso se diera, incluso podía asegurar, que los fondos no
provenían de las arcas de la universidad, sino del bolsillo mismo de su
prometido. Era una forma de demostrarle su poder, y a la vez de
hacerle saber lo que perdería si cometía alguna estupidez; pero como
eso no estaba en sus planes, no podía evitar sentirse feliz por su amiga,
quien tendría una gran oportunidad como siempre lo había deseado.
—Lo has hecho muy bien hasta ahora, pero ya es hora de que dejes de
hacerlo, y me dejes esa responsabilidad a mí sola.
— ¡Ah, no, señorita! A mí me respeta que usted está muy chiquita para
levantarme la voz.
Y se lanzó sobre ella haciéndole cosquillas, que la hicieron gritar.
— ¿Está todo bien, Señorita Swan? —Se escuchó la voz de uno de los
hombres sentados en los asientos delanteros y de los que estaban
divididos por un vidrio oscuro.
— ¿Se puede saber qué estás haciendo con tu amiguito? —Escuchó la voz
molesta y sarcástica de Edward desde el otro lado de la línea.
— ¿Quita qué? ¡¿Quita qué, Isabella?! Tiene sus manos sobre ti, ¿no es así?
¡Se las voy a cortar al maldito! ¡Nadie toca lo que es mío! ¡Isabella maldita
sea…!
Bella sintió cómo su corazón se paralizó. El olor que Edward sintió era
el perfume de Jasper, que por el juego que habían tenido en la
limusina, se había impregnado en su ropa, y al parecer en su cabello,
sin contar con el hecho de que su ropa estaba algo arrugada. Pero no
tenía duda de que Jasper sabía muy bien lo que hacía.
—Es solo algo divertido —continuó Bella pasando por alto la amenaza,
porque su amigo nunca la había visto desnuda, pero sí en ropa interior,
aunque eso Edward nunca lo sabría—. Cosquillas. —Sonrió y
enseguida arrugó los labios, como una niña pequeña—. Le grité y
quiso castigarme…
—Isabella.
—La próxima vez que tu hermanito quiera jugar contigo, o castigarte por
algo —continuó—, procura que no lo haga, porque si vuelvo a sentir su
olor en tu cuerpo, o a saber que él tiene sus manos sobre ti, violaré el
quinto mandamiento. ¿Está claro?
Bella, una chica que había sido bautizada bajo la religión católica, y que
realizó su primera comunión a los ocho años, sabía perfectamente, cuál
pecado cometería el hombre frente a ella.
— ¡¿Se puede saber por qué el mocoso Cullen se casa y yo me entero por una
tarjeta de invitación?!
— ¿Quién es…?
— ¡Ah, ahí estás! Muchachito insolente, ¿crees que soy algún invitado más,
para enviarme una tarjeta para la fiesta de compromiso?
— ¡Mira vie…!
—No me vengas con excusas mujer, que tu eres la única culpable por haber
malcriado a este inmaduro y estúpido hijo tuyo…
— ¡No tengo por qué pedirte permiso para casarme! —gritó Edward,
claramente más furioso a cada segundo—. Y no te atrevas a hacerle el más
mínimo desaire porque te juro viejo mise…!
Se detuvo al darse cuenta que todos la miraban con los ojos muy
abiertos, todos, pues al escuchar la discusión, la familia entera se había
trasladado a esa zona de la casa. Su cara se calentó, e imaginó que
estaría tan roja como un adorno navideño. Giró su rostro rápidamente
hacia otro lado y se encontró con la mirada escrutadora de un hombre
alto de piel muy blanca y pálida; cabello negro, liso y largo hasta un
poco por debajo de los hombros; de contextura delgada, y de unos
setenta años de edad, con un bastón en una de sus manos, pero de una
elegancia que podía competir con la de cualquier rey o militar.
—Dieciocho, señor.
—Si te molesta…
Bella, que nunca había tenido una relación cercana con los abuelos que
había conocido, y que ahora estaban muertos; se encontraba dichosa de
tener a una figura como Aro Cullen en su vida.
Las horas de la tarde que estuvo en compañía del anciano, fueron para
Bella las mejores en mucho tiempo. Heidi y Alice se les unieron al poco
rato, entre historias del pasado, charlas sobre la vida de Bella, y uno
que otro regaño, Bella sintió una vez más, que valía la pena todo el
sacrificio.
Aro las trataba a todas como si fuesen sus niñas consentidas, sus
pequeñas hijas, consintiéndolas, mimándolas y, como para no perder la
costumbre, reprendiéndolas cariñosamente cada tanto. Bella se enteró
esa noche, que él tenía una gran debilidad por las mujeres jóvenes, y
sobre todo de cabello oscuro; debido a que cuando su esposa murió en
el parto, el hijo que había nacido de ella, había sido una niña, la cual
sostuvo en sus brazos unos momentos. Una hermosa niña con unas
cuantas hebras de cabello negro en su cabeza, y fue en sus brazos, que
la pequeña exhaló su último aliento. Ese hecho lo había marcado para
siempre, nunca se había vuelto a enamorar, y el deseo de tener consigo
a ese fruto del inmenso amor que había sentido por Sulpicia, su esposa,
lo llevaba a no poder negarle nada a las chicas de su familia, a quienes
veía en ellas, a esa pequeña niña que nunca pudo consentir ni llenar de
todo el amor que tenía para dar. Se había vuelto un hombre frío, era
cierto, pero esas niñas despertaban en él sentimientos dormidos hacía
muchísimos años, y con la llegada de Bella, y su forma de ser tan
despierta y divertida, sentía que había completado su familia perfecta.
—Pero parece que ella no tiene la misma idea, porque de ser así, estaría ahora
mismo durmiendo contigo y no en una habitación diferente.
—Escucha viejo…
…
Un mundo nuevo se muestra ante mí,
una vida desconocida que debo consentir.
Promesas de amor eterno y devoción,
si tan solo hubiesen llegado antes de la conmoción.
Y aquí estoy ante la casa de Dios,
a punto de firmar una sentencia atroz.
…
— ¡Mamá! ¿No podían dejar sus cochinadas para otro día que no fuera
el del compromiso de tu hijo?
— ¡Alice, no seas grosera! —reprendió Esme saliendo de la habitación,
mientras se anudaba el lazo de una salida de cama en la cintura, y su
rostro se teñía de rojo. Se acercó a su esposo y al pasar por su lado dijo
en un susurro—: Te lo dije.
La chica bufó, y dando media vuelta, regresó por donde había llegado,
por lo que no notó la nalgada que su padre le dio a su madre antes de
tenerla fuera de su alcance, y que ésta reaccionó palmeándole la mano.
Sara había llegado temprano por orden de Alice, para que participara
de los preparativos en su compañía, y en ese momento se encontraba
en la sala de estar con las demás chicas, quienes estaban todas,
incluyendo a una algo fastidiada Bella, en manos de maquilladores y
estilistas que tenían la tarea de dejarlas perfectas para la ocasión.
Mientras, los hombres se encontraban en la sala alterna, sin ninguna
preocupación que no fuera divertirse mientras comenzaba el tortuoso
evento.
Aro Cullen, levantó la vista y se quitó las gafas que usaba para leer,
miró a los dos jóvenes de arriba abajo y devolvió su recorrido, frunció
el ceño, miró a Alice y lo frunció aún más al notar que ésta tenía
apresado el brazo del chico rubio.
—Él es como mi hermano, tío Aro —explicó Bella riendo aún, para
tratar de calmar al hombre.
Jasper y Jacob se miraron entre sí, sin poder creer que un hombre los
acababa de amenazar y echar de su presencia, sin siquiera haber
atinado a pronunciar una sola palabra.
— ¿Es que también son sordos? —preguntó Aro bruscamente, sin
levantar la mirada de libro que había vuelto a abrir, y sin más,
continuó con su labor.
Los chicos aturdidos y sin nada más que hacer ni que decir, salieron de
la habitación rápidamente, evitando así otra reprimenda, para reunirse
con los demás "Animales" como había dicho el anciano. Al entrar en la
estancia, Emmett se acercó a ellos y antes de saludarlos preguntó:
— ¿Y el viejo qué?
Jasper prefirió no contestar por respeto a los hombres mayores que allí
se encontraban, pero por dentro sintió la rabia y la inconformidad
bullir. Deseaba borrar de los labios de Edward la sonrisa, y de sus ojos
la satisfacción. El solo pensar en que ese hombre sería quién estaría al
lado de su niña por el resto de su vida, lo atormentaba; él daría lo que
fuera por que Emmett o Jacob se convirtieran en sus cuñados y no ese
hombre que lo atemorizaba, no por su propia integridad, sino por el
bienestar de Bella.
Minutos después, los hombres seguían departiendo, sin que dos de
ellos entablaran conversación entre sí, pero haciéndolo sin ningún
problema con los demás. Las chicas continuaban arreglándose, dando
los últimos toques, mientras conversaban y reían, para tratar de
distraer a Bella que se notaba claramente nerviosa con el pasar de los
minutos. Aro seguía inmerso en su lectura, sin prestar atención al
bullicio que formaban las mujeres en la habitación, pero de pronto,
unas fuertes risas se escucharon provenientes de la sala contigua.
— ¿Pasa algo mis niñas? ¿Por qué dejaron de hablar? ¡Vamos, vamos!
Sigan conversando que eso me relaja.
Bella suspiró y asintió. Sabía que lo que Heidi decía era cierto, Edward
echaría a todos a gritos de la fiesta si eso la hacía sentir mejor, pero aun
así, por su propio orgullo, no deseaba ser rechazada por esas personas,
además de no desear pasar un mal rato.
Edward siguió con la mirada el recorrido que hicieron las mujeres, más
especialmente el de Bella, pero guardó silencio, sin poder evitar que su
ceño se frunciera.
Bella dejó escapar otro sollozo y miró hacia abajo cuando sintió algo
frío tocando su dedo anular de la mano izquierda, donde él empezaba
a colocar el anillo.
Al salir del lugar privado, Bella ya había secado sus lágrimas lo mejor
posible, y el labial de tono suave que usaba desapareció por completo;
mientras que Edward lucía una sonrisa de total triunfo y alegría.
—No te avergüences de quién eres Bella, eres fuerte, decidida, y sobre todo
decente, eso es algo que muy pocas en ese salón podrán decir.
Bella la miró con los ojos muy abiertos para enseguida soltar una risita
y empezar a negar con la cabeza.
Bella que lo miraba directamente a los ojos, entendió que sus palabras
no eran solo un juego para ocasionar las risas que escuchaba por el
salón, sino una advertencia hacia ella, una amenaza que cumpliría si
ella cometía algún error, cosa que no pensaba hacer, y que estando un
paso más cerca de pertenecerle como él decía para siempre, solo le
quedaba ser fuerte, y afrontar lo que el destino le deparara.
Bella lo miró y diciendo con los ojos lo que sus labios no expresaban,
abrió la boca y mordió del fruto que él le ofrecía. Edward sonrió al
tiempo que retiraba la fresa, y la llevó a su boca para comer el resto,
esperó a que ella terminara de degustar el dulce, se acercó a ella y
susurró en su oído:
—Te puedo asegurar, Victoria, que sus artimañas fueron mucho más
decentes que las que tú usaste en tus épocas de zorra, cuando buscabas
un idiota que te pagara las cuentas, y mucho más efectivas que las que
ha usado la brincona de tu hija para atrapara mi nieto.
Bella se quedó de una sola pieza, al igual que la mujer frente a ella
cuyo rostro había adquirido un tono tan rojo, que en conjunto parecía
una muñeca de cera roja en tamaño real. Bella estaba anonadada.
Sabía, a pesar de tener solo un día de conocerlo, que el tío Aro era un
hombre que no se callaba nada, y que sus pensamientos tenían línea
directa con su lengua, y que ésta podía estar muy afilada, pero jamás se
imaginó que pudiera tenerla como la hoja de una espada.
—No hagas caso, niña, tú vales mucho más que esa vagabunda.
—No te preocupes tío, creo que esperaba que su hija se casara con
Edward y el no poder conseguirlo debe tenerla muy decepcionada.
—No es la única, muchacha —dijo el anciano pellizcándole una
mejilla—, pero aquí está tu tío Aro que te salvará de las hienas.
La chica soltó una risita y vio cómo Edward se acercaba a ella con el
ceño fruncido.
Bella lo miró y giró la vista hacia el lugar por donde la mujer había
desaparecido momentos antes.
—La verdad, ella fue quien peor salió. —Se acercó a Edward y le
susurró—: El tío Aro le dijo que en su época había sido una zorra caza
fortunas y su hija una brincona, ¿puedes creerlo?
Bella miró hacia arriba para ver qué tanta verdad había en las palabras
de Edward, pero no podía negar el hecho de que el Príncipe de Gales,
estaba a solo unos metros de ella.
— ¡No te burles!
—Mi amor, no entiendo por qué la sorpresa, ellos estaban incluidos en
la lista de invitados.
Ni ella misma podía creerlo. Sabía que los Cullen eran millonarios y
poderosos, pero no se imaginó que sus relaciones llegaran tan lejos. Si
en algún momento pensó que ese mundo sería abrumador, ahora tenía
razones de sobra para confirmarlo.
— ¿Qué pasó?
—Yo estuve ahí y reaccionamos igual que tú, menos el Príncipe Felipe
que se vio forzado a reprimir su risa.
—Es que siempre eres los dos extremos, Edward, cuando no es que la
quieres ahogar con tu amor, te desapareces y ni una llamada le dedicas
—reprochó Heidi en tono algo molesto, sentada frente al escritorio del
hombre.
Edward levantó la cabeza y la miró fijamente por unos momentos.
— ¡¿En qué mundo vives, Heidi?! ¡Me tienes harto con lo mismo! —
Volvió a gritar—. Isabella me ama, y si tú no eres capaz de verlo no es
mi problema. Ahora, necesito que te encargues de que todo este
perfecto, no quiero el más mínimo error.
— ¿Y eso qué tiene que ver con que te mantengas alejado de Bella? —
preguntó la chica ignorando los absurdosdelirios de Edward.
El hombre dio unas vueltas más por el lugar, levantó la silla que había
pateado anteriormente, y se sentó en ella, inclinándose hacia su prima,
con rostro angustiado.
—Heidi, Isabella no es igual a las demás mujeres con las que he tratado
—dijo halando de nuevo su cabello—. Temo que algo malo suceda,
temo que todo se sepa y ella me odie. ¿Crees que para mí es fácil estar
lejos de la mujer que amo? Pero prefiero sufrir el dolor físico y mental
de su ausencia por un mes, que soportar su odio por el resto de mi
vida. El compromiso ya se hizo público y…
Ella había sido partícipe de todo en su momento. Solo ella sabía lo que
atormentaba a Edward hasta el punto de mantenerse alejado de la
mujer que tanto amaba, y por eso se encargaría que nada ni nadie
troncara su felicidad con la chica, quien tenía la esperanza de que
llegara a enamorarse de él.
Un día antes de la boda, Bella se enteró por Alice, que la cifra del
dinero recaudado por concepto de los obsequios de la boda era
exorbitante, y que esperaban que luego de que la Señora Cullen
terminara su Luna de Miel, concediera el honor de una visita al
orfanato; petición que Bella aceptó con una sonrisa.
Bella sabía que esa era una de las tantas recompensas que recibiría su
familia por el sacrificio que ella estaba haciendo. Le había pedido
muchas veces a Edward que no lo quería cerca de ellos, que no deseaba
que los comprara con su dinero, y eso había hecho; Edward no había
dado aparentemente nada, pero por medio de sus influencias estaba
consiguiendo que ellos tuvieran lo que siempre habían deseado, y ya
que ella sería la que pagaría el precio por cada favor recibido, no le
importaba cuánto se excediera, con tal de verlos totalmente felices.
Phil también había recibido ese tipo de ayuda inesperada. Una gran
empresa de alquiler de autos de todo tipo, tanto vehículos personales
como maquinaria pesada para empresas, lo había contactado para
hacer negocios, y su taller mecánico que con un préstamo al Banco de
América lograría abrir una sucursal, se convirtió en el taller oficial de
la empresa automotriz, consiguiendo así un jugoso contrato y
permitiéndole anular la solicitud de préstamo, pues con el dinero
ganado le era suficiente para llevar sus planes acabo, incluso en un
menor tiempo del que imaginaba, y además podría contribuir con las
cuotas para el pago de la hipoteca de la casa Swan en Forks, y así
terminar con ese compromiso en menor tiempo del estipulado.
Eran las 10:00 de la noche cuando Edward decidió reunirse con los
demás en la sala de estar. Sus nervios estaban a flor de piel, y miles de
imágenes de cómo, el que esperaba fuera el mejor día de su vida, se
podía convertir en un infierno, lo atormentaban hasta el cansancio.
Necesitaba hacer algo, distraerse o se volvería loco antes de poder
acercarse al altar. Los deseos que tenía de llamar a Isabella eran cada
vez mayores, escuchar su voz, decirle que la amaba y que ella con su
silencio le confirmara que también, pero no lo haría. Tenía que ser
paciente así su cordura se le fuera en el intento, ya la tendría para
siempre si lograba mantener sus errores alejados de ella.
— ¿Y los demás?
Los dos hombres lo miraron y luego entre ellos, para enseguida desviar
las miradas sin pronunciar palabra.
—Si esa era tu idea de la despedida de soltera, doy gracias a Dios que
no nos dejaran hacerla —comentó Bella negando con la cabeza de
forma divertida.
Ángela, Sara, Alice, Heidi y ella habían decidido dormir todas en la
misma habitación, para así tener al menos la última noche de chicas.
Sabían que no podían trasnochar, pero la idea que tenían era estar
hasta media noche conversando y disfrutando del momento juntas.
Sobre todo por idea de Heidi que deseaba que Bella se olvidara por un
momento de lo que sucedería en la mañana.
Los golpes se hicieron más fuertes y una voz se escuchó desde el otro
lado.
—Sara, promete que nada de lo que verás a partir de este momento saldrá de
tu boca en el futuro y menos con personal de la compañía.
— ¡Promételo Sara!
—No sé si esto sea buena idea. —Escucharon la voz de Jasper con tono
apagado.
— ¡Les dije que no quería que nadie entrara! —gritó haciendo que el
hombre retrocediera dos pasos más.
El rostro de Sara estaba tan rojo que parecía que fuera a estallar en
cualquier momento. Jacob la tenía abrazada por la cintura, mientras
bailaba a sus espaldas vistiendo solo un bóxer negro al igual que los
demás hombres, Jasper estaba frente a ella, dejándola sin escapatoria
alguna y retenida en medio de los dos torsos desnudos. Detrás de
Jacob estaba Ángela bailando también mientras apoyaba sus manos en
los hombros de él mientras Heidi lo hacía a un lado. Alice tenía a
Jasper abrazado por la cintura y con la cabeza apoyada en su espalda,
se movía al ritmo de su cuerpo, él se dejaba hacer, y por momentos se
giraba y bailaba para ella, tomándola por la cintura, manteniéndola así
un poco alejada.
— ¡En la cara no! ¡En la cara no! —gritaron Alice y Heidi al tiempo.
Emmett se estrelló contra la pared junto a él, al tiempo que recibía otro
golpe en el abdomen y otro más en la cara. Logrando recomponerse
rápidamente, devolvió el golpe justo en la mandíbula de Edward,
quien se tambaleó y terminó en el suelo luego de recibir un segundo
puñetazo.
Edward podía sentir los golpes que recibía, pero estaba tan cegado por
la ira que lo único que le importaba, era continuar arremetiendo contra
el rostro de su primo que se encontraba ya sangrando en varias partes.
El suyo estaba igual, pero el dolor físico no se comparaba con el de su
alma que seguía siendo atormentada por la imagen que encontró al
llegar a la habitación. El calor de los celos, de la furia, lo hacían sentir
llamaradas recorriendo todo su cuerpo, pero sin previo aviso, un frío
repentino e intenso lo hizo gritar y apartarse rápidamente, al tiempo
que los demás lo imitaban.
— ¡Con razón! —dijo Aro levantando los brazos—. Por eso es que son
como son, unos pandilleros sin oficio ni beneficio. A la falta de la
madre el hogar se desestabiliza y es cuando los hijos, sobre todo
varones… —Giró para mirar a Emmett, que era atendido por Heidi—,
se descarrilan y toman caminos de oscuridad y perdición que…
…
"…para llevarte de la mano desde el día de hoy,
para bien y para mal, en la prosperidad y la adversidad,
en la salud y la enfermedad, para amarte y venerarte,
hasta que la muerte nos separe de acuerdo a la santa ley de Dios,
y hasta entonces me entrego a ti."
Palabras… solo palabras
…
—Ya déjalo tranquilo, corazón, bastante tuvo con el sermón del viejo.
— ¡No me digas que me calme! ¿Qué les sucede a ustedes dos? —Su
rostro estaba rojo y su voz había subido de tono—. Bella es lo
suficientemente madura para decidir qué quiere para su vida y sobre
todo escoger al hombre al que desea amar y que es además con el que
desea casarse.
Los rostros de los hombres eran caso perdido. El que menos tenía que
ocultar era Jacob que solo poseía un pequeño moretón en la comisura
de los labios; pero los otros tres, en especial Edward, tenían moretones
y cortadas por toda la cara, y aunque los maquilladores ya habían
llegado pues fueron avisados de la urgencia del caso, los morados se
podían cubrir con suficiente base y polvos compactos, pero la
hinchazón no había forma de disimularla. Ese había sido su veredicto.
Esme decidió que los hombres debían abandonar la casa para poder así
prepararse tranquilamente; la novia necesitaba tener al novio alejado
para impedir que la viera antes de la ceremonia, y previendo más
altercados, advirtió a los mayores que si algo ocurría ellos serían los
directos responsables; con eso bastó para que Carlisle, Joseph y Phil
adoptaran una postura de seriedad y responsabilidad, pues sabían que
no les convenía alterar más a las mujeres. Pero Heidi también tenía un
plan para la novia, y al ver la despedida de ellos dos antes de que él
partiera, se aseguró de que se cumpliese.
—Pero no tiene sentido que ustedes dos estén solas, yo soy su madre y
quiero compartir este momento con mi hija.
Se hizo el silencio y todos los ojos giraron para ver de dónde había
procedido ese susurro tan indiferente y suplicante a la vez.
—Yo era libre como el viento y rebelde como el mar, pero tu padre llegó como
un pirata con deseos de dominar cielo y agua, y yo me entregué a él por
completo, dándole todo lo que tenía, y perdiendo todo cuanto significaba. Él se
adueñó de mí; mi voluntad y mi fuerza se convirtieron en sus esclavos, y yo no
podía ser más feliz; pero el pirata un día partió para nunca más volver,
llevándose consigo todo lo que le había ofrecido, dejándome vacía. El viento no
volvió a soplar, y el mar ya no tenía fuerza para producir oleaje. Pero, hija, si
Dios me diera la oportunidad de regresar en el tiempo, sabiendo lo que sería mi
futuro con sus alegrías y sufrimientos, volvería a tomar sin permiso el auto de
mi padre, y a exceder el límite de velocidad, para que un oficial de policía
llamado Charlie Swan me impusiera un comparendo, y me detuviera por un
par de horas en la estación. Lo haría una y mil veces, porque, Bella, ¿qué sería
del mar y del viento sin el intrépido pirata? Mírame a mí y obtendrás la
respuesta.
Eso fue antes de que otro pirata llegara para revivir al viento y al vasto
océano.
—Te ves hermosa, Bella —susurró Heidi con una sonrisa amable.
Eres tú, Isabella, y ese es el hábito que has de llevar para que se dicte tu
sentencia.
—Bella, tranquila…
Heidi intentó tomarla del brazo pero la chica lo apartó bruscamente.
Dio media vuelta y corrió lo mejor que los zapatos de tacón alto le
permitían.
— ¡Bella!
Los dos hombres la sujetaron por los brazos mientras ella forcejeaba
por zafarse.
Bella estaba histérica, trataba por todos los medios de escapar del
destino que la esperaba en unos minutos. Solo había accedido a una
prueba de vestuario, pero la jovialidad de las chicas y el hecho de no
usar el ajuar completo, no le permitieron ver la magnitud de su
situación.
Bella lo miró a través del velo que cubría su rostro, y sonrió entre
tierna y melancólicamente al verle. Las marcas producidas por la
discusión de la noche anterior alteraban sus facciones, y el maquillaje
solo las había atenuado; pero aun así estando tan cerca, se notaba que
se encontraba extrañamente hinchado y con unas zonas un poco más
oscuras que otras.
Tuvo ganas de llorar, sintió las lágrimas agolparse en sus ojos y desvió
la mirada para que Jasper no lo notara. Pero se había prometido no
llorar, había jurado a si misma que no lo haría, por su familia, por su
padre… papá.
Papá, no te sientas mal, esto lo hago por mí, por mi paz interior, porque los
amo y mi sufrimiento sería mayor al ver el de ustedes.
Jasper le tendía la mano para llevarla con ella alzada, como era la
costumbre. Miró hacia el suelo y divisó la alfombra roja que luego de
unos metros se dividía en dos para rodear una gran lápida, la siguió
con la mirada y vio cómo se perdía en la segunda sección de la gran
iglesia, allí la esperaba algo que desconocía pero que intuía, no era
para su bienestar. Miró hacia el techo y todos los diseños intrincados
que vio en él le mostraban lo que era su vida: un laberinto sin salida,
donde su única esperanza era no perecer en el camino.
Conocía muy bien la canción, ella misma la había escogido, había sido
lo único en lo que había participado activamente de toda esa
parafernalia que había creado un hombre desquiciado.
...
...
...
¡Ave Maria!
(¡Ave María!)
...
...
...
...
...
...
¡Ave Maria!
(¡Ave María!)
...
El sacerdote explicó las causas por las que fue ordenado el matrimonio:
incrementar la humanidad, honrar los instintos naturales y para
ayudarse el uno al otro. Ninguno de ellos eran sus objetivos, para ella
no valían nada, no tenían sentido, para Edward lo eran todo.
—Por ende, si hubiere alguien aquí que crea que posee una causa justa
por la que esta pareja no deba unirse, que lo digan ahora o que callen
para siempre.
—¿Tomará usted a este hombre como esposo para vivir juntos bajo la
ley de Dios y ante el estado del matrimonio sagrado, para amarlo,
confortarlo, honrarlo en la salud y en la adversidad, olvidándose de
todo y quedándose junto a él mientras viva?
Los votos fueron leídos por el sacerdote y repetidos por los novios.
Edward los pronunció con honorabilidad, mirándola fijamente a los
ojos, al tiempo que trataba de que sus lágrimas no hicieran temblar su
voz y su agitación no le hiciera perder la razón. Cada palabra la dijo de
corazón, con toda la fuerza de su alma, jurando llevarla de la mano
desde ese día para bien y para mal, amarla, respetarla y venerarla hasta
que la muerte los separase, de acuerdo a la santa ley de Dios, y
entregarse a ella hasta entonces.
Bella los repitió mecánicamente, mirándolo a los ojos como debía ser,
pero con el corazón estrujado por estar mintiendo en la casa del Señor,
no era su culpa, pero aún así sentía que blasfemaba, pues las únicas
palabras que deseaba pronunciar eran de desprecio y amargura, pero
sobre todo de dolor. El discurso fue el mismo, pero expresado de
diferente manera, por dos corazones que latían a diferentes ritmos, por
miradas que demostraban distintos sentimientos, por dos seres que
chocaban entre sí, y que al unirse solo demostraban hasta dónde podía
llegar la locura de un hombre obsesionado de un sueño, que creyó se
hacía realidad.
—Con este anillo me uno a ti, con mi cuerpo te honro, y mis bienes
materiales compartiré contigo, en el nombre del Padre, del Hijo, y del
Espíritu Santo, amén.
Estoy condenada.
—Del Hijo…
—Amén.
CAPÍTULO 19
…
Es una necia debilidad afirmar que no puedes aguantar,
aquello que te tiene reservado el destino.
¿Podría yo soportar todo lo que se avecina?
Ahora ya nada importa, ahora todo me supera.
Siento morir en sus brazos
y él morirá por mi mano.
…
—Te amo, Isabella, lo eres todo para mí, eres mi vida, mi aire, mi mundo.
—Ya eres mía, mi amor, ahora nadie podrá separarnos, puedes estar segura de
eso.
—Sé que estás agobiada por todo esto, pero pronto nos iremos, y podremos
estar solos por fin.
Phil estaba con Carlisle y Joseph. Los tres habían hecho muy buena liga
y habían integrado a su futuro padrastro oficial en sus charlas. Él se veía
elegante también con su esmoquin, solo su acento marcado sureño lo
diferenciaba de esos hombres que lo recibían con agrado gracias a sus
acompañantes. Bella observó cómo constantemente giraba para mirar
en una dirección, y ella siguiendo esa línea, sonreía al darse cuenta que
el objeto de su atención era su madre. Lo vio guiñarle un ojo a la mujer,
quien se mordió el labio cual adolescente en pleno noviazgo y se dio la
vuelta para darle la espalda en forma coqueta, Phil sonrió pícaramente
y girando para regresar a la conversación, ajustó disimuladamente el
cinturón de su pantalón; Bella se sonrojó fuertemente y soltó una risita,
sabía perfectamente lo que ese movimiento significaba en un hombre
pues Jasper se lo había dicho, y ella agradeció que eso la pudiera alejar,
así fuera por un momento, de sus cavilaciones.
Ángela, su loca amiga estaba con Alice. Tal para cual. En su grupo
habían hombres y mujeres jóvenes, amigos de Alice supuso. Angie
estaba muy feliz, ese era el medio en el que siempre había querido
estar, su sueño hecho realidad gracias a circunstancias que desconocía.
La chica se había acercado a ella para estar a su lado como lo hacía
Heidi, pero Bella no quería quitarle ese momento de diversión y
anhelos realizados que podía vivir esa noche. De nada serviría apartar
a su amiga de lo que tanto deseaba vivir solo para que estuviera
acompañándola, no, no valía la pena privarla de todo eso a lo que Alice
la estaba introduciendo si de igual forma no remediaba su situación.
—Yo estoy bien, Angie, estoy feliz al poder verlos a todos ustedes felices. Ve
con Alice y diviértete, yo solo estoy cansada, los zapatos me están matando.
¿Se puede vivir en paz sabiendo que tus seres queridos lo hacen en agonía?
Íntimo de 50 personas.
Después de eso toda la familia se había retirado a las dos suites que
habían alquilado para descansar un poco y prepararse para la fiesta
que se celebraría en las horas de la noche.
— ¿Cómo te sientes?
—No me mires de esa forma que nada de esto es tu culpa —dijo Bella
colocando una mano en el brazo de Heidi, acariciando la zona para
reconfortarla—, no tienes que sentirte mal por algo en lo que nada
tienes que ver.
Bella se la quedó mirando y levantó una ceja con ironía, pero no por la
frase sino por su procedencia.
—Siempre podrás contar conmigo, Bella, ten eso presente —dijo Heidi
tornándose más seria, mirándola fijamente a los ojos para reafirmar sus
palabras.
— ¿Gillemot Hall?
—Estaría como Phil, o incluso peor —completó Bella con una sonrisa.
—Es mejor que te despidas de Phil rápido, porque parece que quiere
secuestrarte.
—Mejor entonces, así no tendrás que pasar por eso todavía, eres solo
una niña y deberías estar estudiando y no…
—No soy una niña, en unos días cumpliré 19 años y creo que para tu
mente es más fácil procesarlo porque ya estoy casada. No hay pecado
alguno si te vas por el VI mandamiento.
Jasper suspiró y la besó en la frente.
Bella soltó una risita por el ceño fruncido de Jasper. A pesar de las
circunstancias era gracioso verlo en el papel de hermano celoso y
sobreprotector; a ella le encantaba, era el hermano que siempre deseó y
desempeñaba muy bien el papel, aunque para él fuera un tema
bastante serio. Bella se empinó y besó la mejilla del joven.
Una que otra vez Bella distinguía casas lujosas algo retiradas del
camino, iluminadas por una gran fila de luces que las hacía ver muy
majestuosas. Por momentos a la distancia, lograba observar luces, pero
estaban tan lejos y con tantos árboles en medio que no alcanzaba a
distinguir si eran mansiones o pequeñas poblaciones.
Comprobó una vez más que Edward no podría volverse loco con su
silencio, pues ya lo estaba. Él había llorado frente al altar, mientras que
ella no había sonreído ni una sola vez, y aún así no sabía lo que
sucedía. Ciertamente eso era lo que más atemorizaba su corazón y su
mente. Edward vivía en su propio mundo, creía que todo a su
alrededor lo merecía y aún más, aseguraba que todo lo que hacía
estaba bien y que nadie podría decirle lo contrario, y toda esa falsa
conciencia podía convertirlo en un hombre peligroso; él era peligroso y
ella lo había comprobado con el solo hecho de estar ahí en ese
momento. Edward era capaz de cualquier cosa con tal de obtener lo
que deseaba, y al imaginar que todo el mundo estaba dispuesto a
complacerlo en todo momento, lo volvía una persona impredecible y
temible.
Bella negó con la cabeza. Había tenido esa conversación con él varias
veces y siempre había sido infructuosa, por lo que no deseaba
desgastarse en una charla sin futuro ni lógica, pero su mente le pedía
una oportunidad, su espíritu de supervivencia le exigía que hiciera un
último intento de poder escapar de esa situación, o al menos, de
mantenerse igual, librarse de cumplir con compromisos no deseados.
—Edward, ¿sabes por qué me casé contigo? —preguntó Bella con voz
calmada. De la respuesta dependían sus próximas palabras, pero sobre
todo si esa conversación tenía algún sentido o no.
Desagradable.
Bella cerró la boca al darse cuenta que la tenía abierta. Sabía que
Edward percibía la realidad de forma diferente a los demás, pero eso
era demasiado.
Bella giró su cabeza y vio a dos enormes galgos negros acercarse a ella
rápidamente, ladrando fuertemente a medida que avanzaban. Por
instinto se colocó detrás de Edward y lo aferró por la camisa. Edward
rio al captar su miedo.
—Tranquila, Bella, ellos no te harán daño.
Si hubieses hecho las cosas de manera diferente, Edward, quizás… solo quizás,
yo te amaría ahora.
Edward se puso de pie y dando una orden a los canes para que se
sentaran, se giró hacia su esposa, se limpió la mano con el pantalón y
luego se la tendió.
Bella miró a los dos animales y les sonrió. La miraban con ojos
expectantes y sus lenguas afuera, y estuvo segura de las palabras del
hombre, pues en sus ojos no había maldad o rabia alguna.
Edward rio y Bella lo imitó. Estiró las manos para acariciarlos y ellos
no pudiendo aguantar más sus instintos naturales, se volvieron locos
en sus brazos. Bella reía a carcajadas mientras ellos, literalmente, se la
comían viva con cariñosos y juguetones lametazos, y sin saber en qué
momento había sucedido, estaba arrodillada en el suelo jugando con
esos dos nuevos amigos.
— ¡Suficiente! —ordenó Edward con falsa seriedad y molestia—. Es mi
esposa y no me gusta verla siendo besada y acariciada por dos machos
como ustedes. ¡Vamos, fuera de aquí! Ya disfrutarán de ella después.
Bella se levantó del suelo mientras veía cómo los perros se alejaban
ladrando felices, y en silencio les agradeció el haberla distraído por un
momento de sus máximos temores.
Luego de subir las escaleras, Edward la guio por una serie de pasillos,
girando a la derecha e izquierda una y otra vez. Ese lugar era un
completo laberinto en el que cualquiera que no lo conociera a la
perfección podría perderse.
Te pueden regalar el paraíso, pero si con eso te arrebatan tu alma solo verás
ante ti la más absoluta desolación.
Bella quien era amante de los libros en el papel de lectora aficionada,
sabía perfectamente que la libertad a través de los tiempos era lo que
había provocado guerras, muertes, y grandes victorias. La libertad era
algo por lo que miles de personas en todas las eras habían luchado, y
esa libertad era lo que ella deseaba en esos momentos. Edward le decía
que era libre de hacer lo que deseara, pero no era cierto, pues estaría
vigilada a toda hora, y él sabría cada paso que daba. Eso no era
libertad.
Edward se detuvo por fin, y sin aviso, la alzó en brazos colocando uno
en su espalda y el otro en la parte trasera de sus rodillas. Bella por
instinto le pasó los brazos por el cuello, y al encontrarse con su mirada
observó el fuego que yacía en su interior. Ella era la novia y así debía
ingresar a la habitación, aunque no lo deseara.
Edward continuó repartiendo besos por toda esa zona, al tiempo que la
aferraba más fuerte entre sus brazos.
Sin esperar a que terminara la frase, la giró para que ella quedara
frente a él y así pudiera mirarlo a los ojos.
—Eres mía, Isabella, he esperado demasiado tiempo por ti, por tenerte,
y ahora que eres mi esposa nada me detendrá para conseguir lo que
deseo… a ti.
Edward la miró por unos segundos, con dolor y rabia contenida. Bella
sabía que esas palabras dolían más que las heridas en su rostro, pero
en ese momento era su seguridad lo único que tenía valor para ella.
—Ódiame lo que quieras, Isabella, pero lo desees o no, serás mía ahora
mismo.
—Bella, no llores, aquí está papá para protegerte siempre, desde donde quiera
que esté.
— ¿Siempre, papi?
—Tienes que sacar a tu madre de Forks, Bella, vengan a Seattle y mi padre les
encontrará una casa.
Su intrépida amiga, ella había llenado de luz cada día de su vida desde
que la conoció.
—Bella… ¿Tu madre estará en casa esta noche? Es que… quiero… quiero
agradecerle por… el cariño que le tiene a Jasper. ¡Sí! Eso.
—Te prometo que nunca le haré daño a Renée. Yo solo quiero hacerla feliz.
Edward había logrado su cometido; sin embargo, para Bella era solo el
final de la peor experiencia de su vida, y en el fondo intuía que no sería
la última vez.
Te amo, Isabella…
CAPÍTULO 20
…
Quítamela a ella, y estarás arrancándome el corazón;
mátala a ella y será mi alma la que perecerá de infinito dolor.
Porque el amor es ciego y loco,
porque el mío lo supera todo.
No sé cuándo me reconocerá
pero sé que siempre me pertenecerá.
…
Heidi sonrió, negó con la cabeza y decidió que lo mejor era mentir,
pues estaba claro que él no podía dormir por la misma razón que ella,
y alimentar su preocupación no sería nada bueno.
—No puedo llamarla, me dejó su celular, dijo que era para mayor
privacidad. Estoy seguro que fue él quien se lo pidió —explicó Jasper,
pero enseguida su expresión cambió a una de mayor esperanza—. Tú
tienes el número de él, puedes llamarlo o directamente a la casa. No se
molestará contigo, o al menos no te mandará al demonio como
seguramente lo haría conmigo.
—Te aseguro que conmigo es peor, pero dudo que tenga su celular
encendido, y no tengo el número de la Gillemot Hall. Hace muchos
años que no voy allá.
Jasper frunció la boca por la decepción, pero esa expresión solo le duró
unos segundos.
—Lo hace, Heidi, lo hace, solo que no logro descifrar qué puede ser.
— ¡Ya cállese! No tengo tiempo para esto, y abra esa puerta de una vez
—ordenó, acomodándose de nuevo en su asiento.
—No es mi culpa que solo yo pueda hacer bien las cosas, y estas
muchachas parecen que nunca hubiesen visto un trapero o una escoba.
Pero dígame, mi niña, ¿qué hace aquí? Al niño Tony no le gustará verla
aquí interrumpiendo su luna de miel.
—Que haga lo que quiera, pero tengo urgentemente que hablar con
Bella, le guste o no a su esposo.
Asintió.
— ¡Edward!
Bella se encontraba completamente desnuda, temblando en el suelo
con lo que parecía ser un extraño cuchillo en sus manos, mientras que a
Edward lo encontró acostado en la cama, quien al escuchar su grito
giró la cabeza hacia ella. Por un momento creyó que Bella había
apuñalado a Edward, pero al verlo levantarse de la cama, tratando de
cubrir la parte baja de su cuerpo con la sábana, la tranquilizó por ese
lado, y por otro la horrorizó.
Si a mí me dolió, a Bella…
Era lo único que podía decir una y otra vez. El pensar que ella
guardaba un hermoso recuerdo de su primera vez mientras que Bella
lo recordaría con odio y desprecio, la hacía sentirse la peor persona del
mundo. Todas las chicas tenían derecho a su primera vez de forma
mágica, romántica y delicada; un recuerdo que perduraría por siempre
en sus corazones y que les arrancaría sonrisas y sonrojos con la sola
evocación. Pero ahora, una de las personas que más quería le había
arrebatado todo eso a quien había aprendido a apreciar.
¡La dañé! Le produje más dolor del necesario y todo por mi maldita necesidad
de ella.
Edward se encontraba en una terraza alta ubicada en el ala derecha de
la casa, en donde se hallaba un juego de muebles de ratán color
caramelo y cojinería blanca. El clima típico del verano le hacía sentir en
el cuerpo un poco de calor, pero su corazón y su alma solo percibían el
frío del arrepentimiento.
Llevaba ahí casi dos horas, cuando escuchó las rápidas pisadas que se
acercaban a él, y vio a una mujer vistiendo una bata parecida a la suya
dirigirse a él con la rabia bullendo en su interior. Se puso de pie para
recibirla imaginándose lo que le esperaba, pero unos puños se
estrellaron contra su pecho de forma violenta y frenética.
— ¿Cómo está?
—Por favor.
¿Yo? ¿Violarla?
Si se iba a dejar matar porque creía que había sido brusco con Bella… ¡Santo
Dios! Si llega a tener conocimiento de la violación él…
—No cerré los ojos porque deseaba que ella fuera lo último que viera
en este mundo —continuó—: La vi sollozar fuertemente, y bajar los
brazos. Esperé a que el dolor llegara, a sentir el ardor en mi pecho pero
nada, solo vi cómo se derrumbaba en el suelo y al segundo tú entraste
a la habitación. No sé qué la detuvo, no fuiste tú pues llegaste después.
Ahora pienso que puede ser el amor que siente por mí el que no le
permitió herirme. Yo vivo para hacerla feliz, Heidi, y si eso implica mi
muerte, yo mismo enterraré la daga en mi pecho. Por eso no entiendo
cómo puedes llegar siquiera a imaginar que yo sería capaz de abusar
de ella. Eso no tiene sentido… eso es simplemente ridículo.
Soy una traidora, pero espero que algún día ella me lo agradezca.
—Pero no le costaba nada hablarme solo unos segundos. Solo quiero oírlo de
sus labios.
—Hagamos esto, ellos no regresan sino hasta la noche y creo que bien
tarde; entonces una vez lleguen, yo le digo que te llame y problema
solucionado.
—No tenías que recalcarme que ahora mi niña es una mujer —dijo Jasper en
tono molesto.
Si supieras Jasper lo que sucedió, estoy segura que terminarías lo que Bella no
fue capaz.
—Está algo pálida, es bueno que tome un poco de sol —explicó a Heidi
quien no le había hecho ningún tipo de pregunta.
Jasper había vuelto a llamar, pero Heidi continuó con la excusa del
paseo y que aún no habían regresado. No había querido decir nada a
Edward y ciertamente él no le había preguntado qué hacía ahí, así que
para evitar enfrentamientos, prefirió mantener las llamadas en secreto.
Ya después vería cómo hacía para que Bella hablara con el intenso
joven.
El sol ya comenzaba a esconderse en el horizonte cuando el cuerpo de
Isabella empezó a removerse y sus ojos a abrirse lentamente. Heidi que
no había despegado los ojos de la chica, corrió a colocarse a su lado
para que en el instante en que despertara pudiera ver un rostro
confiable.
—Es mejor que te vayas, no creo que sea bueno para ella verte aquí.
—No la voy a dejar sola, Heidi. Quiero estar con ella en todo momento.
Isabella abrió por fin los ojos, y su cara al estar girada a un lado, lo
primero que enfocó fue el rostro de Heidi, quien tenía una clara
expresión de preocupación.
—Isabella, déjame…
— ¡No!
Un grito se alzó por encima de los emitidos por el furor de la batalla. La orden
de retirada estaba dada, y ella sabía lo que sucedería, su hermano se lo había
contado varias veces a escondidas de su madre quien no consentía que ella
escuchara ese tipo de relatos. Buscó el rostro amado y lo encontró, iba montado
en su caballo. Algo andaba mal, ya que se le veía perdido, distraído, como si
solo su cuerpo fuese el que se encontrase ahí, más no su mente ni su alma. Ella
comenzó a gritar desesperadamente, tratando de avisarle que debía huir, que
debía alejarse para realizar la maniobra de ataque sorpresa, pero de sus labios
no salía sonido alguno.
Por más que lo intentara, por más que llenara los pulmones de aire y moviera
su lengua, ningún ruido se producía en su boca. Estaba en pánico, algo
horrible iba a suceder, y ella no podría hacer nada para evitarlo. Por fin el
guerrero hizo girar su montura, y comenzó a dirigirse a todo galope hacia
donde los demás se encontraban. Ella apartó por un momento la vista de él y
observó cómo uno de los hombres enemigos alzaba un arco en dirección al
joven y disparaba. La flecha avanzó por el camino trazado por el destino y
llegando finalmente a su meta, atravesó el corazón del valiente guerrero.
…
Sentimientos encontrados yacen en mi mente,
pero no es solo ella la que opina en la contienda.
Me hizo daño con su cuerpo,
y con él mismo me protege.
Quisiera saber que siento en realidad,
desearía saber que debo sentir en verdad.
…
Ella era hermosa, la más bella de todas las mujeres que había conocido.
Nunca en sus mayores fantasías lograba imaginar que alguien como
ella pudiera existir. Siempre había sido un picaflor, mujeres en cantidad
que pasaron por su cama sin pena ni gloria, hasta que… alejó ese
pensamiento amargo y continuó observando a la chica castaña que
amaba locamente. Hubiese preferido llamar al doctor, pero Heidi
insistió en que necesitaba descansar y por esa razón ella se encontraba
dormida o desmayada, como se le deseara ver. Sus pensamientos se
enfocaron de nuevo en su vida antes de Isabella, aparentemente bien,
casi perfecta, casi; sin embargo, cuando ella llegó se dio cuenta que
nada de lo vivido se comparaba con la sola experiencia de poder
admirarla, así no pudiera tocarla. Ella era todo en su vida, ella era su
vida y él sabía que así sería para siempre.
— ¿Qué te detuvo, mi amor? ¿Por qué aún estoy con vida? —susurró
contra su piel, dejando otro beso suave.
— ¡Kopján!
—Estás bien, estás bien, estás bien… —repetía una y otra vez y se
abrazó a él fuertemente mientras su voz sonaba más aliviada cada vez
y gruesas lágrimas corrían por sus mejillas.
Edward la miró con confusión, mientras que Heidi abría los ojos y
negaba frenéticamente.
—Gracias por estar aquí, Heidi —dijo mirándola abrir una gran nevera
que más parecía industrial que doméstica.
Heidi puso ante ella un plato con un emparedado de pavo que parecía
se iba a derrumbar. Bella sonrió y la miró.
— ¿A qué te refieres?
—No te preocupes, pero sí me gustaría saber por qué no lo… por qué
no lo mataste ayer.
Bella la miró y con sus ojos le indicó que ella tampoco lo sabía.
—Solo te puedo decir que a pesar de lo que me hizo, el pensar en él
herido… —Cerró los ojos y negó con la cabeza, mordiéndose el labio
con mortificación.
—No, no, no sabe nada. Por él es que estoy aquí, en parte; pero le he
dicho que te fuiste de paseo con Edward y que no llegabas hasta tarde,
y que estabas algo molesta por su intensidad, pero dudo que pueda
impedir que averigüe la dirección y se presente hoy.
—No quiero detalles, solo necesitaba saber si estás bien. —Bella sabía que sí
necesitaba saberlo, era precisamente por eso que insistía tanto.
—Adiós.
—No tengo nada que pensar, está claro que es él quien piensa por mí.
—Su voz sonó amarga.
—No he dicho eso, solo que tienes que entender que Edward no te
dejará ir nunca, Bella, y lo mejor que puedes hacer es acostumbrarte a
su presencia y tratar de abrirle tu corazón.
—Esto debe ser un chiste —bufó Bella negando con la cabeza, sonando
bastante molesta.
Bella abrió grandemente los ojos al igual que su boca en una expresión
de completa sorpresa e incredulidad.
—Un momento. —Negó con la cabeza y colocó una mano en su frente
al tiempo que cerraba los ojos, y los volvía a abrir para mirar a la mujer
a su lado—. ¿Me estás diciendo que Edward niega haberme violado?
No recuerda la violación.
Y sin ninguna lógica, su mente relacionó las palabras con las imágenes
de su sueño. Un jadeo de dolor escapó de sus labios, y las lágrimas se
agolparon en sus ojos al tiempo que su cuerpo se estremecía. Odiaba
sentirse así, a ella no debía importarle lo que a Edward le sucediera,
pero el pensar en él sufriendo la hacía desear correr, envolverlo en sus
brazos y prometerle que siempre estaría allí para él.
—En el fondo de tu alma sabes que no haces esto solo por nosotros. —
Se separó un poco de ella y la miró a los ojos—. Sé que no debería
pedirte esto, pero, por favor, cuida de él; es un hombre bueno, Bella, y
te ama. Si no quieres abrir tu corazón al menos abre tu mente y actúa
de forma inteligente, verás que puedes tenerlo comiendo de tu mano si
lo deseas.
—Estoy segura que algún día, no desearás separarte de él. —Le dio un
beso en la frente y sonrió tristemente cuando Bella negó con la
cabeza—. Aunque pueda no gustarte lo que te voy a decir, estoy feliz
de tenerte en la familia.
Katy llega hoy, y para cuando estés leyendo esta nota deberá estarte esperando
para atenderte.
Yo estaré en el estudio, por si por algún motivo deseas verme… por favor…
Te amo, perdóname.
Edward.
—Tiene caderas estrechas, pero estoy segura que hará muy feliz al niño
Tony, lo puedo ver en el fondo de sus ojos.
—Así es, señora, pero es necesario para poder tener listas las comidas
de todos los empleados de la casa, y ahora que el señor y usted están
aquí es necesario que todo funcione a la perfección.
Nada.
— ¿Río? No sabía que había uno aquí, al menos desde la terraza del
segundo piso no he podido verlo; y tampoco sabía que habían
plantaciones cerca de la propiedad, ¿se puede acceder a ellas?
—No tengo nada que hablar contigo, ni siquiera deseo estar ahora
mismo haciéndolo, y mucho menos pienso dormir en el mismo cuarto
que tú.
Edward frunció aún más el ceño y sin darle ningún aviso, colocó sus
brazos en la espalda y bajo las rodillas de ella y la levantó, apretándola
contra su pecho. Bella gritó por la sorpresa, y el personal de servicio al
percatarse de la situación y creándose una falsa teoría, rieron
tontamente por el espectáculo que lafeliz pareja estaba ofreciendo.
¿Fue tan grave lo que le hice que ella está en este estado? Soy un monstro.
Edward se arrodilló lo más cerca que pudo de ella y extendió un brazo
para intentar tocarla, aprovechando que ella se encontraba con la cara
tapada con sus rodillas, pero al rozarla Bella perdió el control y sus
gritos de terror comenzaron a retumbar por toda la habitación,
llamando a Jasper entre alaridos.
— ¿Qué te hice, mi amor? ¿Qué fue lo que te hice? —sollozaba con las
manos apoyadas en el suelo.
Bella intentó escapar por un costado, pero Edward la retuvo entre sus
brazos y cayó sentado atrayéndola contra su pecho. Ella comenzó a
forcejear mientras llamaba a gritos a su amigo, aun así, Edward no
desistió y la abrazó fuertemente, apoyando la cabeza de ella contra su
pecho y meciéndola al tiempo que le susurraba:
Bella continuó con la resistencia por unos minutos más, hasta que se
activó en su mente el sentido de supervivencia, comenzando entonces
poco a poco a quedarse quieta y tensa, a la espera de alguna agresión
por parte de Edward; sin embargo, eso no sucedió. Su corazón latía
fuertemente, y su respiración estaba agitada, tenía miedo, y eso no lo
podía evitar.
—Eso quiere decir que tengo carta blanca, ¡perfecto! —dijo animado
mientras la llevaba a la cama y la depositaba delicadamente sobre
ella—. Vístete con ropa cómoda y fresca, empaca un par de toallas y tu
vestido de baño y lo que creas que necesites. Iremos al río. Enseguida
llamo a Katy para que venga a ayudarte, y le diré a María que prepare
una canasta con comida.
—Heidi, entiéndeme, no quiero estar sola con Edward, está claro que
no recuerda lo que me hizo, pero ¿y si vuelve a pasar?
—Entonces déjalo que te abrace y te bese. Es posible que se conforme solo con
eso.
—Escucha, ahora mismo estoy escapada de una reunión porque Emmett está a
cargo de la presidencia, no puedo seguir hablando; pero por favor, Bella, por tu
propio bienestar acepta ir y al menos compórtate como una amiga. ¡Ah! Y feliz
cumpleaños.
No lo quería cerca, eso lo tenía seguro, además que le temía, pero había
algo que no la dejaba tranquila. Una sensación, un sentimiento que no
debía experimentar de ninguna forma la atormentaba. Protección.
Bella se vistió con toda la lentitud que pudo, sin contar con la
incomodidad de tener a Katy rondando por la habitación. Se enfundó
en un pantalón de jean blanco, una blusa sin mangas de franela roja, y
unos converse gris; se recogió el cabello en una cola alta y descuidada,
y usó un poco de maquillaje para disimular las ojeras que tanto llanto
le habían dejado. Una hora después, se encontraba caminando de la
mano de Edward por los pasillos del Fremlin Walk.
No miraba a ninguna parte en específico, no estaba interesada ni en las
vitrinas de las costosas tiendas, ni en la gente que pasaba a su lado,
solo el hombre que caminaba junto a ella ocupaba sus pensamientos. Él
podía ser encantador e incluso muchas veces se encontraba luchando
en contra de las emociones que le despertaba, pero en otras sentía que
su odio y desprecio no podía ser mayor. En su cabeza también se
repetían las palabras de Heidi. Los consejos que ella le había dado no
eran lo que deseaba, pero podía que tuviera razón, quizás si ella fuera
más…
—Edward, piensa por un momento con la cabeza que tienes sobre los
hombros —dijo Bella hablando entre dientes para que la chica no la
escuchara—. No voy a ponerme ese vestido de baño ni mucho menos
uno más pequeño, si es que existe; porque primero, no me da la gana; y
segundo, porque si lo que dijo Katy es cierto sobre las plantaciones y
los campesinos, cualquiera podría acercarse y verme, y tú no quisieras
que eso sucediera, ¿o sí?
Edward gruñó.
…
Para ti la vida es fácil,
y no por el dinero sino por tu locura.
Trato por todos los medios de ahuyentarte,
mas tus pensamientos otra cosa procuran.
Ya no sé qué hacer contigo,
y peor aún, ya no sé qué hacer conmigo.
…
E l camino de regreso a casa fue para Bella algo del otro mundo.
Edward quería aparentar que eran la feliz pareja de recién casados, o
en realidad era lo que creía, y basándose en recuerdos que su mente
había inventado, conversaba con ella sobre todo lo que se le ocurriera.
Bella lo miraba por momentos sin saber qué decir. Conocía el tema, e
incluso tenía una opinión al respecto, y una que otra pregunta, en sí
una forma de continuar la conversación, pero ese era el problema
precisamente, que ella no deseaba hablar con él, no quería darle a
entender que se sentía cómoda en su presencia, y mucho menos que ya
lo aceptaba como su esposo.
Bella que tenía una gran sonrisa por la mención de los grandes logros
de su hermano, giró su cabeza y toda alegría se borró de su rostro al
escuchar la amenaza implícita en sus últimas palabras. Edward podía
vivir en su propio mundo de fantasía, pero las pocas veces que su
mente trastornada aterrizaba a la realidad, era para recordarle que de
ella dependía la estabilidad de su familia.
Bella no esperó a que Edward le dijera nada, solo se bajó del auto lo
más rápido posible y caminó hacia el rubio, quien arrugó el ceño al
pasar la vista por toda la anatomía de la chica. Ella se colocó frente a él
y le regaló la mejor sonrisa de inocencia que pudo crear en ese
momento.
— ¿Por qué has estado llorando? —preguntó Jasper posando una mano
delicadamente sobre la mejilla de ella; sin embargo, el acto no duró
mucho pues la chica fue apartada por el fuerte brazo de su esposo,
quien la aferró contra su pecho.
Bella asintió.
—No tengo motivos para llorar, Jasper. Soy muy feliz, todos ustedes
están bien, en el mejor momento debería decir, y yo… yo tengo una
buena vida al lado de Edward.
—Aunque ya eres una mujer tus ojos brillan de la misma forma al ver
estos dulces, como la primera vez que te di unos cuando solo tenías 15
años.
Bella sonrió y luchó por retener las lágrimas, pero no pudo evitar que
sus ojos se empañaran.
—No llores, Bella —pidió Jasper con una sonrisa—. Él te está cuidando
desde el cielo cuando yo no estoy presente.
Ella asintió y abrazó fuertemente al joven que amaba con toda su alma.
—Eso no es cierto.
Jasper hizo una mueca con los labios que Bella no vio pero que se
imaginó de tantas veces que la había observado y soltó una risita.
—Feliz cumpleaños, mi niña —dijo finalmente Jasper para evitar decir
la verdad que ya Bella sabía.
Hablaron por un par de minutos más en los que Bella se enteró que la
universidad le había dado permiso para no asistir a clase, lo mismo
que a Jacob, pero que debían reponerlas en cursos extras durante las
vacaciones. Ella lo felicitó por todos sus logros, pues aunque Edward
tenía mucho que ver, estaba segura que sus conocimientos no eran
improvisados, y que Carlisle y el mismo Emmett no hubiesen aceptado
que él se hiciera cargo de la Vicepresidencia, si no veían que sus
capacidades eran las óptimas para el cargo. Al pasar por el lado de
Edward, Jasper ni siquiera lo miró, pero antes de subirse al auto se
detuvo, se regresó y sin previo aviso asestó un fuerte golpe en la cara
de Edward, quien tomado por sorpresa, terminó tirado en el suelo.
—Por lo que haces con ella en las noches —escupió las palabras y se
subió rápidamente al auto, mientras Bella impedía que Edward se
levantara para responderle.
— ¡No solo es por las noches! —gritó Edward sin saber si el hombre en
el auto lo escuchaba.
—Como van las cosas tu cara quedará desfigurada para siempre —dijo
Bella con una risita mirando el labio de Edward que destilaba un
pequeño hilo de sangre y que apenas empezaba a bajar la hinchazón de
la ronda de golpes de la despedida de soltera.
—Me envidian porque soy más guapo que todos ellos y te tengo a ti —
dijo Edward entre dientes mirando cómo el auto se perdía entre los
grandes árboles que flanqueaban el camino a la salida.
—Claro que sí, nena. Todo lo que ves te pertenece, puedes entrar
cuando lo desees.
Maldición, Bella, deja de pensar en esas cosas y quítate el vestido de una vez.
¡Condenada vieja!
La tomó por la cintura y suavemente la llevó hasta que sus pies tocaron
el agua. Estaba helada, pero se sintió bien cómo la corriente jugueteaba
y se arremolinaba a su alrededor. Edward avanzó un poco y le tendió
la mano.
Bella lo miró y decidió hacerle caso. Cerró los ojos y saltó a los brazos
de él que la recibieron con tanto cuidado y ternura, que lo miró
sorprendida y lo encontró sonriéndole para infundirle confianza. Sus
pies no tocaban el fondo, y la corriente aunque no muy fuerte, podría
arrastrarla al no encontrar de dónde apoyarse, pero la sensación de
seguridad que siempre sentía cuando Edward la abrazaba, recorrió
todo su cuerpo y la hizo sentir invencible, y al mismo tiempo molesta.
En vano trató de zafarse de sus brazos ya que él se lo impidió, aunque
sí aflojó un poco el agarre, sosteniéndola solamente por la cintura.
Bella levantó sus caderas y las sacó del agua, quedando en la posición
que Edward le indicó. Se sentía acostada en una nube y esa sensación
le agradó. Comenzó a subir los brazos lentamente hasta que estos
quedaron extendidos completamente por sobre su cabeza. Podía sentir
los de Edward sosteniéndola, y la corriente pasando por su cuerpo
delicadamente, acariciándola, refrescándola y relajándola.
Así estuvieron por unos minutos más. Edward estaba extasiado y ella
se sentía en la gloria, hasta que él hizo un leve movimiento que la sacó
de la ensoñación.
Y ahí estaba, un pequeño arcoíris que parecía saltar con el agua. Era
tenue, pero tan hermoso que parecía sacado de un cuento de hadas.
—No sé de qué hablas, pero no se escucha nada bueno para ti, porque sabemos
lo que vendrá después.
—Tranquila, te entiendo, mas no puedo hacer nada, pero tú sí. Bella, Edward
es un hombre guapo, y aunque sé que para una mujer como tú eso no basta, al
menos te permitirá no resistirte a sus avances.
—Pero…
—Solo déjalo hacer, no hagas nada si no quieres, pero no te resistas. Por favor,
no lo hagas.
Pero quizás…
Sus pensamientos se interrumpieron cuando Edward salió del baño
con solo una pequeña toalla colgando de sus caderas, una sonrisa
seductora adornaba sus labios, al tiempo que la recorría con la mirada;
avanzó hacia ella lentamente mirándola fijamente a los ojos. En ese
momento Bella supo que no tenía escapatoria.
—Te prometo que haré todo lo posible porque suceda pronto, pero
también necesito de tu parte.
Esa noche durmieron los dos abrazados, Bella con una pijama vieja que
él mismo le ayudó a poner luego de cumplir su promesa de quitarle el
vestido de baño, mas no hubo lujuria en el acto, solo adoración y
servicio. Él la desvistió y la vistió de tal forma, y con tanto respeto, a
pesar de la excitación que inevitablemente sentía al verla desnuda, que
la incomodidad que ella sintió al principio fue reemplazada
rápidamente por agradecimiento y confianza, al notar que él evitaba
rosar su piel en el proceso. Ella sabía que la deseaba, y que estaba
haciendo un gran esfuerzo por reprimirse, y fue precisamente eso lo
que le indicó que él estaba dispuesto a poner de su parte para que todo
funcionara. Él se colocó un pantalón de pijama, viejo también, y casi al
instante, sintiendo cada uno la respiración del otro, se quedaron
dormidos.
Bella forzó una sonrisa al escuchar esas últimas palabras. Una cosa era
darle una oportunidad a Edward, y otra era tener hijos con él. Para eso
se necesitaba amor, y sus expectativas solo llegaban a apreciar a
Edward y a llegar a aceptarlo como hombre, pero amarlo era cosa de
un nivel que ella no pensaba alcanzar y para eso tenía que empezar a
cuidarse, el problema era que Edward no se diera cuenta.
—Nada.
— ¿Nada?
— ¡Edward, suéltame!
—No es alguien, es algo. Eso que está ahí —explicó Edward abriendo
los ojos por un momento y señalando a la mesita de centro frente al
sofá.
…
Te vas y me dejas sola,
y aunque feliz me siento mi corazón llora.
Tu apellido me compromete,
mientras defiendo lo que ahora me pertenece.
Hay algo que me abruma,
y temo que por ti estoy perdiendo la cordura.
…
—Bella, sí que lo es —dijo Edward con los ojos cerrados y sin moverse
de su lugar—. El día que Sam y Leo llegaron aquí desde una casa de
campo que tenemos en Escocia, eran solo unos cachorros y ya Ron era
casi adulto. Desde que los vio los detestó, y los perros crecieron entre
mordidas y arañazos. Puede que sean más grandes que el gato y que
sean dos, pero los traumas de la infancia no se pierden así nada más, y
ellos aprendieron a las malas que era mejor no meterse en su camino.
—Pero se supone que son los perros los que atacan a los gatos.
Edward bufó. —Eso no es cierto, solo es que entres en YouTube y verás
que te equivocas.
Bella abrió la boca para replicar, pero a su mente llegaron las imágenes
de la vez que Naomi hizo que un labrador se escondiera en su casa y
tuviera miedo de salir cuando la gata rondaba la calle, pues las heridas
que le propinó por solo querer olfatearla necesitaron de la intervención
del veterinario para impedir una infección.
Bella lo miró por unos segundos, sus ojos eran de súplica, de angustia
y desesperación; sin embargo, no pudo decir nada, pues ni ella misma
conocía la respuesta.
Salió por la parte trasera de la casa seguida por Ron, ya que los galgos
habían desaparecido por completo del panorama; y se encaminó por
un largo pasillo descubierto que en su anterior expedición por la
mansión no había tenido mucho interés en explorar, y desde donde se
podía observar todo el terreno que era visible de camino al río, e
incluso la copa de los árboles que lo rodeaban. Al llegar al final, giró a
la izquierda y luego de pasar por un arco cuya pared adyacente estaba
totalmente forrada en enredaderas de flores pequeñas y variados
colores, se encontró con una gran piscina de baldosa azul claro, con
sillas de playa esparcidas alrededor con espacio de sobra para caminar;
donde ésta terminaba, se podía observar un bar al estilo campestre con
techo de paja y las sillas sumergidas en el agua. Al otro costado del
lugar, un jacuzzi para 4 personas, que en el momento se mantenía
apagado. A unos pasos de ella divisó una puerta junto a las duchas que
indicaba era el vestidor.
PREFACIO
Bella abrió la boca para indicar que era ella y preguntar quién era
Natalie, pero en ese momento Nani salió de la casa corriendo con Katy
y unos criados siguiéndola.
—Es Royce King, señora Natalie, Félix se enteró que él había intentado
sobrepasarse conmigo y salió a enfrentarlo. Usted sabe que ese horrible
hombre carga un machete y ahora deben estar peleando. ¡Por favor!
Necesito hablar con la señora o el señor Edward. ¡Va a matar a Félix!
Bella se la quedó mirando con los ojos desorbitados, y deseó con todas
sus fuerzas que Edward estuviese ahí para poder hacerse cargo,
porque ella no sabía qué hacer. Estaba a punto de hacérselo saber
cuando un pensamiento le llegó de repente: Ella era la señora Cullen, la
esposa de Edward Cullen. Si bien era cierto que se había casado
obligada, lo había aceptado con todas sus pretensiones y
responsabilidades.
Ordenó a Nani que uno de los hombres fuera por el carrito de golf, al
tiempo que recibía una sonrisa orgullosa de Katy sin entender bien por
qué.
El hombre que supuso era Royce King, batía el arma de un lado al otro
tratando de herir a su contrincante, mas nadie hacía nada para
apartarlo. Todos miraban con ojos de terror. De alguna forma le temían
al horrible sujeto y no se atrevían a desafiarlo como la misma chica lo
había indicado.
—¡He dicho que se detengan! ¡Es una orden! —gritó de nuevo sacando
valor de no sabía dónde. La expresión de todos cambió al entender de
quién se trataba, pero los dos implicados continuaban ignorándola.
—Gracias, Bella. Nunca imaginé que la esposa del señor Edward fuese
como tú.
El tono que usó la chica para decir las últimas palabras le indicó a Bella
que algo ocultaba, pero decidió que no era el momento de indagar.
—No, siempre trato de estar acompañada porque desde que era una
adolescente me ha acosado, pero no había querido decirle nada a mi
hermano porque conozco su temperamento. Esta vez una amiga se dio
cuenta y corrió a decirle, yo traté de detenerlo antes de que lo
encontrara pero no me escuchó y salió en su búsqueda; todos sabemos
que a esa hora estaría del otro lado de los cultivos coordinando los
empaques, si es que a pasearse de un lado al otro con un machete en el
cinto se puede llamar coordinar; fue entonces cuando corrí hacia acá,
rogando por regresar antes de que algo horrible sucediera. Es cierto
todo lo que la señora Natalie dice.
—Porque todos saben de lo que es capaz y además que no está del todo
solo —dijo Rosalie bajando la voz.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Bella.
—Hay dos más con él, son sus amigos que aunque no trabajan aquí, sí
en las propiedades colindantes y pasan de un lugar a otro haciendo lo
que les plazca. King es un desalmado y todo el que se meta con él
termina muerto. Una vez pasó con el padre de una chica y después
dijeron que se había ahogado en el río, cuando todos sabíamos que él
era un muy buen nadador a pesar de su edad; pero eso tampoco se
pudo comprobar. El señor Carlisle prohíbe tener armas de fuego aquí a
excepción de los vigilantes, es por eso que mi hermano ahora está vivo.
Es una regla que no ha podido quebrantar, aunque nadie descarta que
tenga alguna escondida.
—Lo hará, Rosalie, no tengo duda que lo hará —dijo Bella con
seguridad. Estaba entendiendo lo que Heidi le había dicho sobre
Edward y cómo podía lograr lo que quisiera si actuaba de forma
inteligente.
—Solo quiero saber si llegaste bien —dijo Bella y por alguna razón
sintió que así Rosalie no hubiese aparecido, ella igual lo habría hecho.
—Acabo de bajarme del helicóptero, estoy con mi padre. ¿Cómo estás tú? ¿Me
extrañas?
Bella pasó toda la tarde conversando con Rosalie. Se enteró que Félix
tenía 31 años de edad y ella 27, como lo había supuesto; su hermano
era perseguido por todas las jóvenes de la zona, pero él estaba
dedicado a su trabajo en los cultivos y a ella, a quien veía como a una
niña.
Rosalie también le contó que solo conocía a Edward, pero que había
sido cuando eran niños, a los demás no los había visto nunca. Bella le
preguntó el porqué, estando tan cerca de la mansión.
Bella se la quedó mirando con los ojos bien abiertos, al igual que la
boca. No sabía qué decir.
A todas las presentes, menores que él, nos robó nuestro primer beso cuando
solo éramos unas niñas, pero cuando nuestros hermanos querían romperle la
cara, salía corriendo a esconderse en las faldas de Esme.
Recordó las palabras de las mujeres con las que había conversado en su
fiesta de compromiso.
—Es un depravado —dijo en voz baja, más para sí misma que para que
la rubia la escuchara.
—No quiero que crea que yo siento algo por él, en serio, solo era una
niña y llegué llorando a mi casa porque me asusté, así que mi hermano
lo buscó y lo golpeó. Mi madre me prohibió volver a la casa, pues
aunque conocía a la señora Esme y la educación que le daba a sus hijos,
no quería tentar a la suerte en ocasiones futuras. —Rosalie hablaba
rápidamente, desesperada—. Ni siquiera sé qué apariencia tiene ahora
y no me importa, las veces que ha ido mi hermano me ha ordenado no
salir de la casa y por eso no conozco a ninguno de ellos… Solo fue algo
de niños. Debe creerme.
Bella miró a la mujer por unos segundos y sin poder contenerse soltó
una fuerte carcajada, desconcertando a la chica.
—No es la primera vez que escucho eso, y es increíble que sea tan
guapo cuando tantos hermanos molestos le reventaron la cara antes de
la adolescencia —dijo Bella riendo todavía.
—Los otros eran más pequeños y no los dejaban salir de la casa, por
eso nunca los conocí, esa vez me acerqué a la mansión siguiendo a un
conejo, y ahí pasó todo… ¡Dios, qué vergüenza! Nunca imaginé hablar
de esto con la esposa de él.
—¿Edward?
—Bien. —Bella sonrió sin saber por qué—. Conocí a alguien —dijo
dudando de si recordarle la existencia de Rosalie y pensándolo mejor,
se dio cuenta que sería inevitable que se vieran cuando él regresara.
Bella abrió la boca para decir el nombre de Rosalie, pero lo pensó mejor
y decidió jugar un poco con su esposo, para ver qué tanto recordaba.
—¡Voy para allá, ahora mismo! Y te juro, Isabella, que si lo encuentro lo mato,
me entendiste, ¡lo mato!
—Bella, ¿qué sucede? Edward está como loco y dice que se va, que tiene que
matar a alguien —dijo Carlisle apenas contestó.
Bella se mordió el labio inferior y tuvo que acceder para calmarle los
ánimos.
—No lo hago —dijo Bella sintiendo que era cierto. No lo amaba, pero
no había nadie más—. Tú eres el único, Edward… Siempre será así.
Nada más quería molestarte un poco.
—Te creo, mi nena, te creo. Perdóname tú, por desconfiar de ti… Isabella, solo
tú tienes la facultad de ponerme así.
—En la mansión, ella es la esposa del señor Edward, quien dio la orden
de traerte aquí.
—Muchas gracias por todo esto, Bella —dijo Félix llamándola como
ella misma le había pedido—. Mi hermana es lo más importante para
mí y no soportaría que algo le sucediera.
—Pero…
Bella le guiñó un ojo a Rosalie quien soltó una risita divertida. Las dos
compartían el mismo amado problema.
…
Estoy perdida por completo
y tú eres el causante de mi desasosiego.
Los sueños llegan y me atormentan,
y solo tus brazos me consuelan.
Debo poner una barrera,
antes de que mi corazón ceda.
…
E l bosque que la rodeaba era bien conocido para ella. Había pasado muchos
atardeceres en soledad en ese lugar mientras soñaba con estar entre unos
fuertes brazos morenos y con una cabeza de cabello negro medianoche
enterrada en su cuello, prodigándole besos y caricias al tiempo que sus labios le
juraban amor eterno. Suspiró, añorando algo que sabía que jamás tendría y
conformándose con el conocimiento de que él era feliz, así fuese en manos de
otra mujer. De repente, cuando más sumida estaba en sus anhelos de ser
dueña de un corazón que ya había sido entregado a otra persona, sintió unos
pasos que se acercaban decididos hacia ella. Al girarse se encontró con la razón
de sus desdichas, con la ladrona de sus sueños y de su vida entera. Tímida
intentó saludarla, pero sus palabras se detuvieron en su lengua cuando el
bosque a su alrededor se tornó oscuro, como si la más negra noche hubiese
adelantado su llegada; miró a la mujer frente a ella y fue testigo de cómo el
hermoso rostro se convertía en uno lleno de crueldad y cinismo; sus cabellos
rubios como el sol se convirtieron en serpientes que danzaban sobre la cabeza,
inclinándose hacia ella para intentar morderla.
—¡Aléjate de él! —vociferó la mujer con voz de trueno—. ¿Crees acaso que un
hombre como él puede siquiera sentir el más mínimo deseo hacia una mujer
insignificante como tú? ¡No, estúpida! Kopján me ama a mí. Es a mí a quien
hace suya todas las noches y todo los días, es a mí a quien jura amor eterno y
entrega su corazón en cada latido, es a mí a quien prefiere por encima de todas,
y es a mí a quien hará su esposa para siempre.
—No eres nada ante mí. ¡Mírame! Soy una mujer hermosa, capaz de
complacer a cualquier hombre, pero ¿qué eres tú? Una insignificante
mujercita que no sabe ni besar siquiera. Aléjate de él pues le repugnas, no eres
suficiente para él, eres como la tierra que pisan sus pies y menos aún. Él es
mío, chiquilla inexperta. ¡Mío! ¡Mío! ¡Mío! —Y las palabras se convirtieron
en estridentes carcajadas al tiempo que un viento helado la recorría.
Ese pensamiento fue como una puñalada para su alma. A pesar de que
hacía poco más de una semana que Edward había abusado de ella,
ahora se encontraba en el dilema de si sería suficiente para él tenerla
como mujer.
Su lado egoísta le susurró al oído que les pidiera a los hermanos Hale
que regresaran a su casa y solucionaran sus problemas como pudieran,
pero la Bella que había sido siempre desechó esa idea al instante. Ellos
no tenían culpa de sus dudas, y Rosalie tampoco sería culpable de
atraer a Edward con su belleza; sin embargo, recordó a la mujer de su
sueño y como ésta siendo también rubia le aseguraba que ese hombre
le pertenecía.
Kopján.
—Isabella, por favor, ¿qué tienes, mi nena? Dime algo… Voy a tomar el
helicóptero ahora mismo… Por favor, dime que estás bien, mi amor…
Bella negó con la cabeza como si él pudiera verla hasta que pudo decir
una sola palabra.
—Pesadilla…
—Edward, tuve una pesadilla y… tengo miedo —dijo por fin en tono
más alto tomando agua del vaso que estaba junto al reloj.
Debe pensar que soy una niña estúpida, la mujer de mi sueño tenía razón.
—Isabella, por favor, dime que lo que escuché es cierto, que tuviste una
pesadilla y te asustaste —rogó con voz suave pero apremiante.
Bella se mordió el labio. Después de todo era cierto lo de la pesadilla, y
tenía miedo de perderlo, solo que eso no se lo diría.
Edward soltó todo el aire contenido y Bella escuchó cómo daba gracias
a Dios en un susurro.
—Lo siento.
—Lo siento.
—No importa, solo quiero que estés bien. ¿Me cuentas tu sueño? —preguntó
Edward como si le hablara a una niña pequeña.
Bella sonrió, feliz por las veces que él le había dicho que era su amor, y
por quedarse despierto solo para alejar sus miedos, sabiendo que tenía
la posibilidad de dormir un par de horas más. Acomodándose en la
cama para quedar acostada, abrazó fuertemente la almohada de
Edward contra su pecho y colocó el teléfono en altavoz, para así sentir
que lo tenía a su lado, ahí en la habitación.
—Gracias, Edward.
—Con el mayor de los gustos, señora Cullen —dijo Edward con voz
juguetona y comenzó su relato sobre costos, producciones, problemas
con envíos y todo lo relacionado con el negocio de Edimburgo, sin
omitir detalle alguno, al tiempo que Bella escuchaba como una niña
encantada con un cuento de hadas; porque aunque su mente no lo
reconociera, Edward era lo más cercano a un príncipe azul que podía
tener y aunque un príncipe nunca haría con su princesa lo que él con
ella en un principio, se sintió dichosa de estar así fuese con el ogro del
cuento.
—Sí, mamá, solo está de viaje por algo de negocios pero regresa
mañana.
—Claro que no, hija. Siempre has tendido a preocuparte por los demás antes
que por ti misma. Jasper te lo ha criticado muchas veces porque dice que no es
seguro para ti. ¿Pasa algo?
—¿Crees que está mal que quiera tener a una persona a mi lado… pero
sin darle nada a cambio?
—¡Oh Dios, Bella! ¡¿No me digas que es cierto lo que decía Jasper?! Eso no
puede ser.
Bella abrió los ojos sorprendida. Su madre era más suspicaz de lo que
pensaba y había descubierto la verdad con tan solo unas palabras
imprudentes de su parte; sin embargo, no podía permitirle creer algo
así.
—Claro que no, mamá… Digo, lo que sea que haya dicho Jasper, sabes
que todo lo exagera.
—Bella, por favor, dime que no te casaste obligada con Edward… ¡Dios! No sé
cómo algo así puede ser posible en esta época pero…
—¿Entonces a qué te refieres con esas palabras? ¿Qué es eso de que hay algo
que no quieres darle a Edward? ¿Acaso sigues siendo virgen?
—¡Claro que no! Digo, es mi esposo, claro que no soy virgen, es que…
—No encontraba las palabras exactas para poder recibir un consejo de
su madre sin tener que afirmar sus temores—, es que Edward quiere…
Él quiere que yo solo esté para él… Quiere ser mi mundo, y yo no
deseo serlo, pero tengo miedo de perderlo por eso.
—Isabella, una mujer puede ser todo lo independiente y feminista que quiera
ser, pero cuando se enamora de verdad, ese hombre se convierte en su
convicción y en su lucha. El amor verdadero, no el que deslumbra y ciega, sino
el que abre los ojos al mundo, nos hace desear entregarle todo a esa persona. Ya
no existen dos sino una sola alma habitando dos cuerpos; la libertad de la que
tanto se proclama en la soltería cambia de significado para desear ser libre de
amar a esa persona sin prejuicios, sin obstáculos, siendo los dos contra el
mundo, y no desearás estar en otro lugar que no sea en sus brazos, así sea en
una cárcel y rodeada de cadenas. Los sueños no se pierden, ni tampoco las
metas, solo deseas que él te acompañe en el camino. —Renée suspiró
tristemente—. Hija, si lo amaras él sería tu mundo, así como lo fue tu
padre… como aún lo es en otro plano y como ahora lo es Phil.
—¿Por qué te casaste con Edward? Dímelo, por favor —sollozó la mujer del
otro lado de la línea.
—No te creo.
—¡No!
Hacía menos de dos semanas lo odiaba con todas sus fuerzas, incluso
estuvo a punto de matarlo, pero ahora sentía que su mundo acabaría si
Edward desapareciera de su vida; pero anhelaba solo su presencia,
porque su mente y su cuerpo se negaban rotundamente a sus besos y
caricias. Así estuvo por casi una hora, tratando de encontrarle una
salida a su situación sin que ninguna de las posibles, excepto la egoísta,
pudiera satisfacerla.
—Yo no lo amo —confirmó al fin con voz apagada. Sabía que su madre
ya no ahondaría más en el tema.
—El amor es un sentimiento extraño, hija, más que cualquier otro que puedas
llegar a experimentar. No te pediré que abras tu corazón, porque ya no te
pertenece; abre tu mente, y verás cómo darle algo a Edward se volverá tan fácil
y necesario como respirar. Él lo hace contigo, ¿cierto?
—Entonces él te ama, con su mente, con su corazón, pero sobre todo con su
alma.
Bella sonrió agradecida. Por fin podía hablar con alguien que no fuera
Heidi, alguien con experiencia y quién mejor que su madre.
—Perfecto, voy a avisar a Nani para… ¡Ah mira! Ahí viene Rosalie, a
ella te quería presentar.
Esa noche, Bella volvió a soñar con la mujer rubia que aseguraba que
ese extraño hombre llamado Kopján era suyo, pero era una imagen
más difusa, y por eso al despertar, aunque un poco angustiada, no
llamó a Edward para no preocuparlo; después de todo, si las cosas
salían bien, la noche siguiente dormiría en sus brazos y ese
pensamiento hizo estremecer su cuerpo de aprehensión e hinchar su
corazón de regocijo.
—Señora —llamó la atención de Bella una chica del servicio, mientras
ella se encontraba conversando con Rosalie en la terraza antes de la
hora del almuerzo—. El helicóptero del señor Edward aterrizará en
unos cinco minutos.
—El piloto llamó a una pequeña central que tenemos aquí para estos
casos, con el propósito de que despejáramos el helipuerto. Está ubicado
en la zona detrás de la piscina. —Se apresuró a explicar cuando vio la
confusión en el rostro de su señora.
—¿En cinco minutos, dices? —preguntó Bella con una sonrisa en los
labios.
Cuando llegó por fin a donde ella, sin importarle la presencia de las
demás personas, y para la alegría de Bella, sin mirar por un solo
momento a la mujer que ella consideraba una amenaza, la tomó por la
cintura y la besó de forma tan apasionada que ella solo pudo aferrarse
a sus brazos para no caer ante tal impacto. Los labios de Edward se
movían de forma exigente pero a la vez sensual sobre los de Bella,
bebiendo de estos como el hombre sediento que era, afanado por
reafirmarse como único dueño de ellos, y de la mujer en sus brazos. La
chica ignoró por un momento los pensamientos que le exigían
apartarse, y se entregó por completo al beso, abriendo su boca en
flagrante invitación y la lengua de Edward no desaprovechó la
oportunidad y se introdujo en ella, iniciando una danza con la suya,
haciéndola perder la noción de todo, incluso de la fuerza de sus
piernas que fallaron en el momento, teniendo Edward que sostenerla
para evitar que terminara en el suelo.
—De saber que tendría este recibimiento me hubiese ido antes —
murmuró sensualmente contra sus labios.
—La besaste cuando era solo una niña, eso tienes que recordarlo —dijo
Bella mirándolo con una ceja levantada.
—¿Yo? ¿Cuándo fue…? ¡Ah! Tú eres la hermana del gigante que casi
vuelve mi cabeza giratoria cuando tenía diez años. —Edward soltó una
carcajada—. Ese golpe que me dio es difícil de olvidar.
—Lo siento —dijo Rosalie conteniendo la risa.
Bella no escuchó las palabras con las que Rosalie, sonriente, le decía
que no se preocupara, que hacían una hermosa pareja y que entendía
que solo habían sido cosas de chicos. No, Bella no escuchó nada de eso,
porque las palabras de Edward le impedían dejar de mirarlo y
preguntarse cómo era posible que un hombre como él hubiese podido
enamorarse de ella, y más aún, negarse a observar a otras mujeres por
verla solo a ella.
—Edward, recuerda que te dije que solo era una broma —dijo Bella
tomando el rostro de él entre sus manos. Todavía le impresionaba la
forma cómo los pensamientos y sentimientos de él, podían cambiar en
cuestión de segundos—. Solo lo dije porque… porque quería que te
pusieras celoso, nada más.
—Solo existes tú, mi amor. Para mí no hay nadie más, puedes estar
segura de ello; sin embargo, yo no logro estar seguro de ti.
—No, cuando tu cuerpo dice otra cosa, Isabella —dijo abrazándola más
fuerte y sin dejar de mirarla a los ojos con expresión de desasosiego—.
No, cuando aunque sé que me amas, porque lo sé, te niegas
rotundamente a demostrármelo. —Colocó entonces una mano en la
nuca de la chica y la obligó a mirarlo al ver que ella agachaba la cabeza.
Su expresión cambió a una que ella conocía muy bien—. Júrame,
Isabella, júrame por tu familia que no existe otro hombre en tu vida
que no sea yo, y que solo fue una maldita broma lo de este tipo.
¡Júramelo por tu familia!
Eso nunca.
Bella suspiró y le rodeó el cuello con los brazos, logrando que Edward
sonriera de forma arrogante en dirección a Félix.
¡Dios! Me van a acusar de pedofilia en cualquier momento.
—¡Edward, no!
…
Tus celos son exagerados,
pero tu deseo de posesión es lo que más me asusta.
Irónicamente los dos luchamos,
tú por poseerme y yo… porque así sea.
Me estás matando, Edward,
estoy entregándome lentamente a tu abrazo.
…
—¡D acre!, ven conmigo y maneja esta cosa que no sé cómo hacerlo.
¡Edward, detente! —ordenó Bella subiéndose a uno de los carritos de
golf.
Bella observó cómo Edward frenaba, y sin demora bajó del carrito y
caminó con paso firme hacia un lugar en específico, donde se
encontraban un pequeño grupo de trabajadores, que al parecer,
alegaban algo hacia el objetivo de su esposo. Ella, sin esperar a que se
detuvieran, saltó y corrió hacia Edward, quien ya había divisado a
Royce y se disponía a levantar el arma, apuntándole.
—Royce King —gritó Edward y cuando el hombre se giró, se encontró
con el cañón del arma a unos centímetros de su rostro—. Nadie toca a
mi esposa y vive para contarlo.
—¡Edward, no!
Royce cayó hacia atrás por el impacto del sonido y el susto que se llevó
al imaginarse muerto. Cuando se dio cuenta que su hora no había
llegado, se arrastró rápidamente de espalda al suelo, tratando de
alejarse lo más posible de la pareja.
Bella, una vez se hubo cerciorado de que King seguía con vida, tomó el
rostro de Edward entre sus manos y lo obligó a mirarla.
—Edward, ¿quieres que te ame? —preguntó Bella en voz baja para que
solo él la escuchara.
Bella fue arrastrada por Dacre y Alex, con seguridad pero sin hacerle
daño. Rosalie se subió también y se notaba nerviosa, retorcía sus
manos y cuando Bella fue sentada en el asiento a su lado, Rosalie la
sujetó y la miró con algo de desesperación.
—¿Está… vivo?
—Edward, mírame, por favor —pidió Bella una vez el hombre le hubo
quitado los pantalones—. No quiero hacerlo, quizás otro…
Bella cerraba los ojos, y apretaba los dientes, incapaz de emitir alguna
negativa pues sabía que solo jadeos y gemidos podrían salir de su
boca. Los expertos labios y las ansiosas manos estaban causando
estragos en ella. Necesitaba detener de alguna forma las acciones de
Edward e ir directamente al acto, porque estaba segura de que eso no
representaba un mayor riesgo para ella, podría aguantarlo sin terminar
participando activamente.
—Estás mojada para mí, Isabella —dijo encontrando sus ojos; los suyos
estaban oscurecidos por la pasión y brillaban de deseo, desvió entonces
la mirada hacia el pequeño monte entre sus piernas—. Quiero beberlo
todo, absolutamente todo.
Sin pensarlo, lo tomó por los brazos y trató de halarlo hacia ella, en un
movimiento desesperado por mantenerle el rostro alejado de su sexo.
Bella no tuvo otra opción que mentir para que sus próximas palabras
no se convirtieran en una terrible verdad.
—¿Qué dijiste?
Embelesado, se recostó sobre ella y con una rodilla le abrió las piernas
para ubicarse en medio. Una exclamación fue ahogada en la garganta
de Bella con el beso de Edward, cuando sintió la erección de éste
presionando contra su sexo. Las caderas masculinas comenzaron una
suave danza al tiempo que la exigente lengua se adentraba en su boca e
imitaba los movimientos de la copulación al ritmo de sus caderas.
Edward se estaba frotando contra ella, estimulándola, haciendo con su
miembro lo que ella no le permitió hacer con su lengua.
—Eres mía, Isabella… Eres solo mía… mía y de nadie más… Mía.
Las palabras llegaban a los oídos de Bella haciéndola aferrar más sus
puños sobre las sábanas, así como apretar su mandíbula fuertemente.
Estaba haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad y su rencor para
no terminar en un orgasmo, y la voz de Edward, ronca por el deseo y
la pasión que lo embargaba, no ayudaba a su empresa; sin embargo,
era consciente que las grandes batallas no se ganaban fácilmente, y ésta
era la más dura de las que podría librar una mujer.
La tortura para Bella continuó, mientras que para él era placer puro. El
cuerpo de Edward comenzó a temblar, llegando claramente a las cimas
del placer encarnado. Bella pudo sentir cómo el masculino miembro se
ensanchaba dentro de ella a punto de cumplir su cometido. Edward
estaba llegando al orgasmo y ella había podido resistir. Los gruñidos
del hombre retumbaron en la habitación y derramándose dentro de
ella, mientras gritaba el nombre de la mujer debajo de él, llegó al
momento que había estado anhelando por dos semanas: había hecho
suya a Bella de nuevo, y esta vez no la había maltratado. Habían hecho
el amor, y aunque él sentía en el fondo de su corazón que algo no
andaba bien, que Bella no se había entregado por completo, como
debía ser, se sentía satisfecho de lograr que ella le respondiera.*
—Lo siento, muñequita, no sabía que eras tú. ¿Te escapaste del ogro de tu
marido? ¿Y por qué me llamas desde su teléfono?
Bella iba a responder pero el vacío que se sentía del otro lado de la
línea le indicó que ya nadie la escucharía.
Rosalie había ido de visita casi todos los días a petición de Bella.
Conversaban, se contaban anécdotas de sus vidas, y cada vez la
amistad se hacía más cercana. Bella continuaba sintiendo temor sobre
los sentimientos que Edward pudiera comenzar a albergar hacia la
rubia, pero él trataba de darles su espacio cuando estaban juntas, y en
ningún momento la chica lo miraba con algo diferente al respeto y el
agradecimiento. No tenía que temer, pero no era ciega, y la belleza de
la chica la ponía un poco nerviosa, aunque era consciente de que sus
miedos no tenían fundamento alguno.
—Es el colmo que te portes así con esos pobres perros —dijo Bella
mirando con reproche al gato que la miraba con los ojos entreabiertos.
Claro indicio de que no le importaba lo que ella decía—. Sam y Leo no
te han hecho nada malo y tú los tienes marginados. Pobrecitos, deben
estar en las plantaciones, porque Rose me dijo que era allá donde se
refugiaban mientras tú estabas aquí. Eres un gato muy malo —
reprendió con voz severa, a lo que el felino bostezó y acomodó la
cabeza sobre sus patas delanteras, dispuesto a dormir. El tono de Bella
cambió a uno de melancolía—: te llevarías tan bien con Naomi, o
quizás solo se matarían entre ustedes… Eso nunca lo sabré.
Bella sabía cuál era la fecha a la que Edward se refería. Su primer mes
de casados estaba a solo una semana de distancia. Nunca podría
olvidar ese día, mucho menos esa noche.
—Eres imposible.
—¿Ya dejaste que mi primito te follara hasta que tus ojos giraran sobre sus
cuencas?
—Yo solo quiero la felicidad para los dos, y estoy segura que cuando descubras
lo bien que se siente que te follen a conciencia, parecerás una babosa adherida a
Edward —afirmó Heidi, disfrutando de molestar a la chica.
Bella se ahogaba con su propia risa. Era tal la intensidad que no emitía
sonido alguno, y si Edward la hubiese visto en ese momento, habría
corrido angustiado pensando que convulsionaba. Heidi lo entendió
enseguida.
—Sí, eso ya lo sé, no es una novedad que la locura ronda los apellidos Cullen y
McCarty. Pero no estábamos hablando de eso… Edward te ha hecho el amor
varias veces, ¿sí o no?
—¿Edward lo sabe?
—Muy bien, solo procura que Edward no las descubra, y de tomarlas a la hora
exacta. Cualquiera de las dos opciones sería muy mal para ti.
El día del tan afamado mes de casados llegó. Nueve de octubre. Hacía
justo un mes atrás que estaba en la iglesia dando el sí a una vida
obligada junto a Edward. No quería pensar en eso, pero la actitud de
Edward se lo recordaba a cada instante.
Era obvio para ella que algo le tenía preparado: la miraba con una
sonrisa pícara en los labios, realizaba llamadas misteriosas, y cuando la
abrazaba y besaba le decía que haría cualquier cosa por hacerla feliz, y
él sabía muy bien qué podía ser.
—¡Hay una rata gigante en nuestra cama! —gritó Edward como toda
explicación.
—¿Una rata gigante? —Se preguntaron las dos mujeres entre sí, al
mismo tiempo.
CAPÍTULO 26
…
Te daría el mundo si me lo pidieras,
te entregaría mi vida hasta el último suspiro.
Eres el motivo de mi existencia,
solo tu sonrisa me permite ser feliz.
Entrégate a mí en cuerpo,
y deja que sea yo quien te posea en alma.
…
—No entren ahí, hay una rata en la cama —explicó con más
agitación—. ¡Alex! ¡Alex!
—Señor, ¿qué fueron esos gritos? —preguntó Alex, llegando con otros
hombres con expresiones alarmadas.
Edward se giró entonces hacia los hombres que miraban la escena sin
expresiones en su rostro, y se dirigió a Alex:
—¿Por qué no me dijiste que la gata de Isabella parecía una rata? —
preguntó con voz baja para que ella no lo escuchara.
—Le dije que era fea y usted no me creyó, incluso cuando me dijo que
cerrara la puerta por si se asustaba, pensé que eso solo podía suceder si
se miraba en un espejo; pero usted cortó la llamada —explicó el
hombre y luego de una orden de Katy, se retiraron inmediatamente.
—Nena, todo lo tuyo es amado por mí. —Casi todo. Pensó mirando al
felino, con el ceño fruncido—, pero tu… Naomi, no me deja acostarme
en la cama, ¿qué quieres que haga? ¿Dormir en el suelo?
—Es solo que no te conoce, por eso es tan aprensiva contigo —afirmó
Bella con una sonrisa tierna en los labios—. Ven, acuéstate, yo la
sostengo y verás que ya se acostumbrará.
Edward la miró con desconfianza, tomó la camisa del pijama que se
acababa de quitar y se la colocó de nuevo. No deseaba que su torso
terminara marcado.
—No te creí cuando me dijiste que era la perra de una amiga, así que
llamé a Ángela a Hungría y me dijo la verdad, luego llamé a tu madre
y acordé con ella todo para poder traerla… ¿Por qué me mentiste?
—¿Por qué se habrán asustado tanto? Ron no les hizo nada —preguntó
Bella con evidente desconcierto.
Hacía ya una semana que no hacía el amor con Bella por dicha razón y
sentía que su cuerpo ardía de deseo mientras su mente lo hacía de
rabia. Varias noches había intentado razonar con Bella para que la
sacara de la habitación y ella siempre se rehusaba.
—Ni te lo dirá, por eso te llamo. Espero que lo convenzas y si no, te escapas y
ya. Yo puedo ir por ti.
—Lo he notado, y parece ser que está así desde que vino de visita, pero
no estoy segura; creo que no se lleva bien con el nuevo
administrador… En fin. Heidi, ¿puedo llevar a alguien? Es una chica
de las plantaciones que conocí y se ha convertido en una gran amiga,
me gustaría que la conocieras… Claro, si es algo muy familiar no hay
problema.
—No te preocupes, estarán un par de amigos también así que puedes traerla,
no tengo objeción —aseguró Heidi—. Tengo que colgar, pero si el ogro de tu
marido no te deja venir me avisas y las recojo, soy muy buena planeando
escapadas.
—Quiero ir, no por hacerte enojar, sino porque quiero ser parte de tu
familia. —Bella se acercó a él, lo abrazó por la cintura y levantó la
cabeza para mirarlo a los ojos—. No tienes nada que temer. Soy tu
esposa, nunca otro hombre te reemplazará, eso te lo aseguro.
—Eso ya lo sé, y tampoco soy una niña que tengas que estar cuidando.
Puede ser que no salga mucho pero no soy boba.
—No sé si quiera…
—Sí quieres, vamos —apremió Bella. Estaba casi segura que Rosalie
estaba interesada en Emmett, y entendía el temor de la chica al
desprecio de él, pero si no le correspondía, al menos ella no permitiría
que la hiriera—. Te divertirás, ya lo verás. Las chicas son muy
agradables y quiero que las conozcas, sé que te agradarán.
Edward iba molesto, pero más que eso asustado, y Bella lo notó.
—Bella, me quiero ir, no me siento cómoda aquí —dijo Rosalie una vez
llegaron a la habitación.
—Pero…
—No creo que te odie —refutó Bella con voz suave—. No tiene
motivos para hacerlo. Debe ser que no está en sus mejores días. Está
asumiendo la presidencia de la compañía y eso lo debe tener estresado.
Bella suspiró sin nada más que decir. Era cierto todo lo que la chica
había afirmado y nada podía refutarle. Emmett la miraba de una
manera extraña y una vez ella ingresó a la casa, él desapareció,
perdiéndose así toda las respectivas presentaciones y conversaciones
típicas sobre la vida de la recién llegada. No creía que se sintiera
atraído por ella, pues eso no era lo que daba a entender, sino que
demostraba una intensidad, que incluso era capaz de hacer temblar a
cualquiera. Entendía a Rosalie, y lastimosamente no sabía cómo
ayudarla. Nunca sintió la necesidad de hacer que un hombre se
interesara en ella, al contrario…
—Es mejor que llame a Félix para que venga por mí. No quiero ser una
molestia.
—Es una lástima que el tío Aro no viniera, lo habrías amado al instante
—dijo Bella con una sonrisa tierna en los labios—. No se lleva bien con
los hombres de la familia y no es muy dado a este tipo de
celebraciones.
—Descansa.
—Que los amigos de Emmett no son como él. Ni siquiera son sus
amigos, son hijos de unos conocidos de la familia que él invitó solo por
cortesía. Nunca me he fiado de ninguno de ellos —explicó Edward y
luego de lanzarle a Emmett una mirada significativa, comenzó a
levantarse de su asiento—, menos de Henry.
El hombre cayó a los pies de sus amigos con claros signos de golpes en
su rostro, mientras que el causante de ellos, bajaba frenado por los dos
chicos que subieron a buscarlo.
—Esme, pero…
Así se hizo entre protestas de los hombres que sabían que no les iría
bien con sus padres si se enteraban que acababan de ganarse la
enemistad de los Cullen, más aún cuando los necesitaban para su
inclusión en la sociedad londinense, y con ello, en negocios fructíferos.
Acunó entonces entre sus manos el rostro del joven al que amaba como
a su propio hijo y lo hizo inclinarse para besarlo en la frente.
…
Estoy perdida en tus brazos,
y deseo extraviarme aún más.
Has creado una jaula en torno mío,
mas soy yo la que no desea escapar.
Aún no sé lo que fuimos,
pero si sé lo que quiero que seamos.
…
—Naomi —dijo con voz suave—. Debes quedarte aquí esta noche. Tu
papá y yo tenemos… —Cerró los ojos y sacudió la cabeza—. Quiero
arreglar las cosas con él, y tú no puedes estar presente.
—Quédate aquí, mi cielo. Solo será esta noche… Aunque si todo sale
bien, tendrás que acostumbrarte a verme en los brazos de Edward
todas las noches.
Edward comenzó a recorrer el torso de ella con las manos, sin cortar el
contacto de sus labios, solo para tomar aire y antes de que alguno
pudiera razonar, volvían a juntarse en un beso lleno de pasión. Él
encontró el borde de la blusa de franela que Bella tenía por pijama y
metiendo sus manos debajo, comenzó acariciar la suave piel. Bella
podía sentir cómo esas masculinas manos enviaban corrientes de
placer por todo su cuerpo, haciéndola estremecerse y también
asustarse. Retiró su rostro y se lo quedó mirando sorprendida y con
temor ante lo que se avecinaba.
Eran las palabras que ella necesitaba escuchar. Él se las había dicho
antes, se lo había asegurado muchas veces, pero escucharlas en ese
momento en el que él trataba de apartarla de sus miedos, de sus
aprehensiones, bastó para que todas ellas escaparan de su mente y
pudo así, sentirse por fin liberada; su mente ya no le decía que no
podía amarlo, cosa que su corazón ya aseguraba, sino que le indicaba
el camino para poder reconocer ese sentimiento, y ella deseaba
seguirlo, y lo haría.
El peso del cuerpo del hombre era una sensación deliciosa, podía sentir
contra su piel la definición absoluta y detallada de la complexión de su
esposo, pero el pantalón del pijama era un indeseable obstáculo para
sus necesidades actuales. Tomó entonces la cinturilla del pantalón y
empujó de él, pero Edward se levantó en ese momento y rápidamente
se los quitó, dejándolo caer en el suelo. Ya desnudo, se recostó
nuevamente sobre ella.
Bella sonrió.
¿Podré resistir a este hombre? ¿Seré capaz de amar todo lo que él implica?
—Yo no te lo permitiría.
—Es cierto que eres tú quien me retiene, pero no son las amenazas sino
el hombre que las profiere quien me mantiene presa de sus brazos.
Edward cerró los ojos y una sonrisa comenzó a formarse en sus labios
hasta que se extendió por todo su rostro. Cuando por fin los abrió de
nuevo, su expresión era de esperanza, de alegría pero sobre todo de
amor, ese que los unía en ese momento como dos amantes.
Empujándola con su cuerpo, se posicionó sobre ella y con las rodillas le
abrió las piernas para que así ella pudiera sentir su erección ya
dispuesta contra su sexo. Estrelló su boca contra la de ella y la besó tan
apasionadamente que Bella se sintió desfallecer. Cuando por fin liberó
sus labios, sus ojos brillaban de picardía.
Los siguientes días Bella sentía que cada día sin Edward estaba lleno
de tristeza, soledad, pero al llegar la noche, él regresaba y ella,
enredada en sus brazos, se dejaba inundar por todo el amor que él
tenía para darle. Por primera vez desde la muerte de su padre, sentía
que tenía todo lo que podía desear y más.
—¿Quién eres, Edward? ¿Quién soy para ti? ¿Qué somos? —susurró.
Kopján.
Ese solo cuestionamiento podía darle todas las respuestas que buscaba.
¿Acaso estoy pensando en vidas pasadas? ¿Acaso en serio creo en las vidas
pasadas?
—Me odia tanto que puede encontrar la forma de abrir puertas que no
están aseguradas, solo para tener la satisfacción de dejarme
frustrado… o castrado.
—Existen muchos casos en los que personas que han sido sometidas a
regresiones dan datos exactos de lugares y épocas que desconocían por
completo. Supongo que no puede haber coincidencia en algo tan
específico —explicó la chica.
Rosalie abrió la boca para responder, pero una joven del servicio se
acercó a ellas y las interrumpió.
—Hola.
—No te preocupes, yo iré a hacer algo que deseaba desde hace años.
Hablamos después.
—Es mi gata, se llama Naomi, y si dices que parece una rata te echo a
patadas de mi casa —amenazó Bella dando a entender que no le
importaría que él tuviera más derecho que ella sobre la propiedad.
—Quiero dar una vuelta por la propiedad, tenía años sin venir y quiero
recorrerla —explicó sin mirarla, mostrándose pensativo.
—Idiota tú que eres la del dinero y no me llama para nada. Más se preocupa
Edward por mí.
—Oh sí, eso he podido notar, traidora. Tenías que contarle sobre
Naomi…
La chica le contó que estaba más feliz que nunca, todo iba de maravilla
y estaba aprendiendo mucho sobre su profesión que aún no iniciaba
formalmente.
Bella estaba muy feliz por su amiga. Se dio cuenta que así sus
sentimientos hacia Edward no hubiesen cambiado, ella seguiría
soportándolo con tal de escuchar esa gran emoción en su voz. Estaba
cumpliendo su sueño, incluso más de lo que alguna vez pensó.
—Porque me aburro aquí todo el día. Rosalie solo puede venir algunas
veces y aunque tu biblioteca es magnífica, necesito algo en qué
ocuparme.
—Lo sé, mi padre hacía lo mismo con mi mamá, solo que estoy segura
que las cantidades eran mucho menores, pero aun así, Edward, mi
madre siempre buscaba la forma de ganar dinero para ayudar en los
gastos de la casa —explicó Bella calmadamente, tratando de hacerlo
entrar en razón—. Yo sé que no podría contribuir con los gastos de una
mansión como ésta, pero al menos quiero correr con mis gastos
personales, quiero ser útil.
Edward bufó.
—No tienes que ser útil. ¡Eres mi esposa! Tienes que ser caprichosa,
consentida, malcriada y gastar mi dinero a tu antojo.
—Soy tu esposa, pero estoy segura que si fuera de esa forma no habría
llegado a serlo —dijo Bella dejando la pregunta implícita en sus
palabras.
—No —dijo Edward con voz suave pero firme—. No quiero que estés
por debajo de mí en ningún aspecto, excepto en la cama. —La seriedad
en las palabras de Edward hizo que Bella soltara una risita—. Solo
quiero hacerte feliz, pero no de la forma que me pides. Es demasiado.
Cuando la chica, cuyos cabellos rubios parecían hilos de oro bajo la luz
del sol, se colocó frente a ellos, tenía la cabeza agachada y el sonrojo
bajaba por su cuello hasta su escote. Emmett siguió esa señal y se topó
con el inicio de los pechos, donde la tela comenzaba a esconder lo que
él deseaba ver, tocar y saborear. Aún no sabía su nombre y ya la
deseaba, aún no había escuchado su voz y ya quería poseerla para
siempre. Tenía que tenerla para él, tenía que poseerla a como diera
lugar, y nada le impediría hacerla suya, su mujer.
Rosalie.
Hale.
Así se quedó por varias horas sin cenar ni cambiarse de ropa, hasta que
el sueño lo venció entre pensamientos agónicos de imágenes que se
formaban en su mente para atormentarlo con la visión de dos cuerpos
entregándose el uno al otro, amándose, complaciéndose; mas uno era
el amado, y otro el odiado.
Un día en que recibió una llamada de Bella, preguntó por ella, si estaba
bien, si eran felices y después se arrepintió de haberlo hecho.
—Ella lo adora…
Necesitaba calmarse para no cometer una locura, porque así era como
se sentía, como un loco desquiciado al estar enamorado de una mujer
que no conocía, y que se encontraba abajo, conversando con su familia.
Sus músculos estaban entumecidos por la posición en la que se
encontraba, pasaron varios minutos antes de que alguien tocara a la
puerta. Dudó en si responder o no, pero cuando escuchó la voz de su
padre, prefirió abrir y dejarlo pasar, no sin antes respirar hondo y
tratar de guardar la compostura.
—Si mamá estuviese aquí, nada podría hacer, papá —dijo Emmett con
amargura—. Rosalie no puede ser mía.
—¡Es mejor que bajes! —gritó desde el pasillo—. No querrás que Esme
venga a buscarte.
El hombre le tenía la boca tapada con una mano mientras que con la
otra intentaba desvestirla; pero lo que lo hizo reaccionar fue el pánico
que vio en sus ojos, la súplica implícita en su expresión y él solo pudo
lanzarse sobre él, quitárselo de encima a ella y encargarse de
propinarle el mayor dolor posible. Una parte de su ser le pidió que la
auxiliara, pero por el rabillo del ojo vio como Edward la tomaba en
brazos y la sacaba de la habitación. No le gustó ver esa escena, pero
sabía que era una situación de suma urgencia, y se concentró en el
hombre debajo de él que trataba en vano de evitar los golpes y
devolverlos a su vez.
Bebió otro sorbo del fuerte licor y sintió cómo le quemaba levemente la
garganta mientras que su corazón ardía al recordarla.
Tengo que verla de nuevo, dijo para sí mismo, pero enseguida se frotó
el rostro con la mano libre y gruñó de frustración. ¡No! Si la veo me
arrojaré sobre ella. ¡Maldición!
Lanzó con rabia la botella contra la pared, pero ésta sin romperse, cayó
en el suelo con un sonido sordo y rodó esparciendo el poco líquido que
quedaba dentro. Ya lo había decidido, iría a Gillemot Hall, al menos si
no la veía podría preguntar por ella, o lo intentaría.
Varios días después, se encontraba caminando por los verdes prados
de los alrededores de la mansión Gillemot. Una y otra vez se repetían
en su cabeza las palabras de Bella.
Emmett detuvo sus movimientos mientras ella lo miraba con los ojos
muy abiertos. Un sonrojo se extendió desde su hermoso rostro, bajando
por su cuello hasta sus pechos, haciendo que estos se notaran más bajo
la tela. Los ojos de Emmett bajaron automáticamente y se deleitaron
con la visión. Rosalie notó la dirección de la mirada de él e intentó
taparse con los brazos; era lo único que podía hacer pues sus piernas
no le respondían.
Sin más demora, unió sus labios con los de ella, mientras que afirmaba
aún más el abrazo alrededor de su cuerpo y el agarre de sus muñecas.
Esperó algún tipo de forcejeo, de resistencia, mas lo único que percibió
fue algo de torpeza, pero al mismo tiempo pasión, deseo y eso lo
enardeció. Liberó entonces sus brazos y la rodeó por la cintura,
sintiéndose complacido cuando ella al instante, le rodeó el cuello con
ellos e intensificó el beso, abriendo la boca para recibir la lengua de él
que estaba ansiosa por explorarla enteramente.
Rosalie lo miró con miedo y sin más demora dio media vuelta, recogió
su vestido y comenzó a ponérselo apresuradamente.
¡Ella es mía, maldito! Gritó y golpeó el vidrio del ventanal que vibró
fuertemente pero al ser lo suficientemente grueso para soportar los
vientos, no se rompió.
—Pobre chica, tú sabes muy bien lo que eso se siente —dijo Heidi y
miró a Emmett con el ceño fruncido—. Yo en cambio no tengo quien
cuide de mí —recriminó al tiempo que golpeaba a su hermano en el
brazo.
—Sí. Hermano —repitió Heidi batiendo las manos—. Papel que Jasper
y Félix cumplen muy bien.
Emmett giró entonces para mirar a Heidi. Su mente procesaba
rápidamente toda la información al tiempo que su corazón palpitaba
aceleradamente.
—Pero, hermanita, ahora soy el imbécil más feliz del mundo. —Miró
entonces a Bella—. ¿Dónde está ella?
—Quizás fue algún tipo de mutación en los genes, tío Aro —dijo Bella
con una sonrisa tierna dirigida hacia él—. Después de todo tú eres el
hombre más inteligente y sagaz que conozco y estoy segura que tu
hermano Marcus también lo era.
—Gracias, chico.
Rosalie lo miraba a los ojos con muchas emociones pasando por los
suyos, y él pudo reconocer la felicidad, la necesidad y sobre todo la
aceptación, cosa que confirmó con un suave asentimiento. Agachó él
entonces la cabeza para dejar sus labios muy cerca a los de ella.
Rosalie lo miró con gran asombro, y abrió su boca varias veces, pero
nada salía de ella.
—Di algo, mujer, que estoy muriendo aquí —gruñó Emmett, pero ella
seguía sin responder, no podía creer lo que acababa de escuchar, ni
siquiera estaba segura de qué era lo que esas palabras significaban. Él,
desesperado al saber a Félix muy cerca, la apresuró sacudiéndola por
los brazos para hacerla reaccionar—. ¡Acepta! Dilo… ¡Acepta!
—¡Acepta! Digo… acepto —respondió la chica aún confundida pero
con una gran sonrisa en su rostro.
Emmett sonrió también, embargado por una felicidad que nunca antes
había sentido.
—Ahora sí, estoy listo para recibir incluso el mundo entero. Seré capaz
de resistir lo que sea por ti, Rosalie. Así que se venga lo que ven… —
Fue lo último que dijo antes de sentir un fuerte dolor en la cabeza y la
visión del rostro de Rosalie, asustada, se grabó en su mente mientras
perdía la batalla con sus párpados y caía en la inconsciencia, viéndose
rodeado de la impotencia y el negro más macabramente negro de su
vida.
—No sé muy bien qué acepté, pero siempre que sea estar a tu lado, no
me importa lo que sea.
—No, él nunca lo ha hecho, pero sabe regañar muy bien. —Soltó una
risita tierna y continuó—: Comencé a llorar y le pedí que te trajéramos
aquí, me prohibió venir pero no le hice caso, y al llegar enviamos por
Bella y Edward y ellos dieron la orden de instalarte aquí. La cena ya
estaba terminando y los invitados partieron enseguida según me dijo
tu hermana. Ahora están todos convenciéndolo de que no me pasará
nada si cuido tu sueño.
—No estés tan segura de eso —afirmó con una sonrisa maliciosa y
comenzó a bajar su mano por la espalda de la chica.
—En el segundo.
—¿Confías en mí?
La chica asintió y lo siguió por un estrecho pasillo oscuro. Él sacó su
celular del bolsillo y presionó un botón para que la pantalla se
encendiera iluminando así, tenuemente el lugar. Se giró para cerrar el
panel nuevamente y Rosalie se pegó más a él. Caminaron unos metros
y encontraron una escalera que subía, se encaminaron por ella y
llegaron a otro pasillo sin salida. Emmett iluminó la pared lateral y
encontró una pequeña palanca de hierro oxidada y llena de telarañas.
La bajó y el panel se abrió, dando paso a una habitación finamente
decorada. Entraron en ella y él cerró el panel de nuevo, produciendo
un ruido chirriante que le recordó alguna escena de terror donde está
pronto a salir un asesino y… Sacudió la cabeza evitando caer en la
psicosis de una trama de película para concentrarse en la realidad.
—Al menos no nos encontrará por ahora. Estas habitaciones son las
más alejadas del tercer piso, nadie se hospeda en ellas, es como estar
apartado de todo, y así te quería tener.
Emmett la silenció con sus labios mientras comenzaba a girar con ella
en sus brazos, quedando él acostado de espalda y ella sobre él. Sabía
que esa mujer escondía un espíritu apasionado, salvaje y él deseaba
hacerlo aflorar.
Ella instintivamente dobló sus rodillas y las colocó a cada lado de las
caderas de él, haciendo que sus sexos se presionaran el uno contra el
otro. Emmett la tomó por la cintura y empujó de ellas para que
comenzaran a balancearse, pero ella ya lo estaba haciendo, meciéndose
sobre él mientras continuaban besándose. La necesidad en el cuerpo de
ambos los hacía compenetrarse perfectamente, pero esa misma
sensación lo impulsaba a querer más.
Rosalie apoyó las manos en el fuerte pecho de él y cerró los ojos por el
ardor, pero él la acercó a su cuerpo y comenzó a acariciar su espalda;
sin embargo, ella necesitaba más, quería sentir lo que era que él la
poseyera por completo y comenzó a mover sus caderas, indicándole lo
que deseaba. Él sonrió con satisfacción y apoyándose en sus pies,
empezó a embestirla lentamente al principio, pero los dos decidieron
que no era suficiente y sus movimientos se aceleraron hasta el punto en
que las caderas de Rosalie rebotaban sobre las de Emmett, haciéndolo
entrar y salir una y otra vez de su interior.
Él estaba extasiado con la visión de ella cabalgándolo, con sus pechos
que se mecían al ritmo de sus caderas y pensó en todo el sufrimiento
que había tenido que pasar al creerla de otro.
—Eres mía, dilo —ordenó, pero ella estaba tan entregada al placer que
no le respondió—. ¡Dilo! Eres mía. ¡Dilo!
—Soy tuya, Emmett, solo tuya —respondió ella por fin entre gemidos.
Pero quería más de ella, quería a la mujer salvaje que sabía que se
encontraba escondida y probó con algo que deseaba desde hacía
mucho tiempo. Levantó una mano y la estrelló fuertemente contra una
nalga de ella. Rosalie gritó y lo miró asombrada, él esperó alguna
reacción negativa pero lo que vio en sus ojos fue la pasión y la lujuria
desatadas en su interior, para enseguida lanzarse sobre él y besarlo
apasionadamente. Estaban descontrolados, hacían el amor como si no
existiese un mañana, demostrándose toda la pasión y amor que sentían
el uno por el otro, hasta que en sus cuerpos se encendió una llama que
los hizo explotar, gritando sus nombres una y otra vez, así como
promesas de amor que estaban dispuestos a cumplir.
…
El destino nos pone pruebas,
o quizás es la vida misma que lo hace.
Cada día es una lucha constante,
y sentimos que las fuerzas nos abandonan.
Pero en el momento más oscuro,
aparecerá una luz a iluminar nuestro camino.
…
—Nunca pensé que sería tan agobiante. En realidad nunca pensé que
Emmett pudiera fijarse en mí.
—Tú me entiendes.
Cuando por fin los ánimos se calmaron, Emmett le dejó bien en claro
que nada ni nadie podría alejarlo de ella. El hombre miró a su hermana
y ella lo miró con súplica en los ojos.
—Yo lo amo, Félix. Por favor…
Hacía varios días de ese incidente y Emmett iba casi todas las tardes
para verla, ya que ella tenía prohibido salir de la propiedad; y siendo
jueves, las dos mujeres se encontraban conversando junto a la piscina.
—Solo el amor que les tenemos nos puede hacer aguantar a esos
hombres —afirmó y continuó riendo, sin notar que la expresión de
Bella había cambiado.
—No creo que haya problema con eso —dijo Rosalie sacudiendo la
cabeza—. Esa escuela pertenece a tu familia. El señor Marcus la mandó
a construir para que los niños de ésta y las plantaciones vecinas no
tuvieran que viajar mucho tiempo hasta la ciudad. Félix y yo
estudiamos ahí. Pero… si Edward no quiere que trabajes, ¿cómo harás
con él?
—Tú ve con ella que de Edward me encargo yo —afirmó Bella,
decidida—. Él decide: o acepta que me empleé ahí o me cruzo de
piernas durante todo un mes.
Rosalie la miró sin comprender y cuando Bella alzó una ceja con
expresión pícara, se carcajeó al entender por fin el significado de sus
palabras.
—Edward, mañana iré a la Hope's Paths School con Rosalie para ver si
me aceptan como maestra de matemáticas por lo que resta del año.
—Pero…
—Pero, pero, pero ¡me tienes harta con tus peros, Edward! —gritó Bella,
se sacudió para quitárselo de encima y continuó hablando rápidamente
y sin detenerse—. No te estoy preguntando ni pidiendo permiso, solo
te estoy comentando una decisión que he tomado como mi esposo que
eres y que mereces saberla, porque no estoy recluida en este lugar
como para tener que hacer las cosas a escondidas. Mañana iré con
Rosalie te guste o no, y si la directora me acepta, y espero que no
interfieras porque me enteraré, trabajaré ahí porque puedo y porque
quiero y ni tú ni nadie me lo va a impedir. ¿Está claro, Edward? ¡¿Está
claro?!
Edward la miraba con los ojos muy abiertos y aún con la clara
intención de hablar en sus labios separados, pero de éstos no pudo
salir ninguna palabra. Al ver la expresión intensa y decidida de Bella,
frunció el ceño, y mostrándose enfurruñado le rodeó la cintura con un
brazo y la arrastró por la cama hasta pegarla a su cuerpo apoyando de
nuevo la cabeza en el pecho de su esposa, rodeándola también con una
pierna.
La señora Susan Clairy era una mujer de unos cuarenta años de edad,
alta como Rosalie pero algo pasada de peso, pelirroja y con algunas
pecas adornando su nariz y de voz algo flemática. Recibió a Bella con
mucha naturalidad y eso le agradó, pues no deseaba ser tratada con
deferencia solo por su esposo y estaba claro que esta señora no haría
ese tipo de distinciones. La siguieron entonces hasta su pequeña
oficina llena de libros de texto y fotografías de grupos de estudiantes, y
luego de tomar asiento, la mujer comenzó a hablar.
—¡Oh, querida! Eres tan joven. Jamás imaginé que tendría a una señora
Cullen trabajando aquí, y no me malinterpretes, conozco a la señora
Esme y es una magnífica persona, pero en su mundo las esposas de
unos hombres como sus maridos no son profesoras de una pequeña
escuelita.
Bella revisó los documentos y se alivió al ver que los temas eran de su
total conocimiento y demasiado fáciles para ella. No tendría ningún
problema en enseñarlos. Luego de conversar sobre los horarios, la
toma de notas y demás asuntos de índole administrativo, la directora le
enseñó los salones de dichos grados e interrumpiendo un momento las
clases la presentó ante los alumnos.
Bella sonrió cuando los de tercer grado la miraron con los ojos muy
abiertos y uno de los niños de la primera fila la hizo sonrojar.
Las mujeres soltaron unas risitas y todos los demás niños asintieron
ante las palabras de su compañero.
—Él tiene que entender que voy a estudiar, lo quiera o no. Acepto que
nuestro matrimonio está comenzando, pero de igual forma no nos
vemos mientras él está en el trabajo, así que con que no tome clases de
noche no veo ningún problema, pero en eso pensaré más adelante.
Ahora no hay nada que pueda acabar con la alegría que siento en estos
momentos.
—¿Lo de culo delicioso? ¡Oh vamos, Bella! —exclamó la mujer—. ¿Es que
no lo has visto? Dan ganas de mordérselo, y no te digo de lo bien dotado que
está. Ese bulto que tiene enfrente debe hacerle ver estrellas a cualquier co…
—¡Ay, que mojigata eres! Pero está bien, no quiero corromper a la mujer de
mi primo adorado; así que, ahora sí, cuéntame todo sobre tu nuevo empleo.
Bella despidió a Rosalie que debía ir a terminar unos trabajos
pendientes y se sumergió en una larga conversación con Heidi que
terminó mucho rato después.
—Y si comparamos años, tú eres una niña ante mí, ¡y te follo todas las
malditas noches!
Bella rodó los ojos, y sintió cómo él la abrazó por la cintura y la giró
hacia él.
—No, no. Entiendo que es eso lo que quieres y yo siempre te daré todo
lo que te haga feliz. Solo quería pedirte que ahora que trabajarás ahí,
tomes nota de lo que consideres pueda necesitar la institución: más
personal, equipos, sillas, cualquier cosa que veas deficiente. La hemos
tenido muy descuidada y no quiero que siga siendo así.
Bella sonrió ante sus palabras. Por lo que Rosalie le había dicho, las
plantaciones funcionaban con más mano de obra que maquinaria, y
por lo que había leído sobre Inglaterra antes de viajar, ese era un
proceso altamente mecanizado en ese país. A los Cullen les gustaba
ayudar a las personas, y su gran sistema de becas en su propia
universidad era una prueba de ello, por lo que decidió comentarle
sobre lo que la rubia le había hablado.
El primer día de trabajo de Bella fue más emocionante para ella que
para los mismos estudiantes. Ostentaba una gran sonrisa que no
desapareció hasta el final de la jornada. Edward le exigió que Dacre
debía ir con ella y permanecer todo el tiempo a su lado, por lo que los
estudiantes hicieron no otra cosa que mirar fijamente a ese hombre de
saco y corbata negra, sentado en una silla en la puerta del salón.
Las profesoras eran unas mujeres agradables. Ella era la más joven de
todas y la veían con admiración y actitud amistosa. Estaban ya
enteradas de que la señora Cullen trabajaría con ellas, y se encontraban
ansiosas por conocerla, por lo que esa media hora comenzó con algo de
recelo por parte de ellas debido a su posición; pero ella decidió romper
el hielo y una vez entraron en confianza la bombardearon con
preguntas que pudo sortear apenas.
Otro asunto que le divirtió fue que la mayoría de los niños eran de
Gillemot Hall y no perdieron oportunidad para alardear ante los
demás con que su señora era su nueva maestra, señalándola y
saludándola desde lejos, para enseguida, sonreír engreídos. Ella
disfrutaba con todo eso, y sentía que por fin, después de creer que su
mundo se había convertido en un infierno, estaba viendo de nuevo la luz
al final del camino.
La anciana acortó entonces la distancia entre las dos con paso errático,
por lo que parecía ser una leve cojera, y habló tan bajo que solo Bella
pudo escucharla.
—Eres una niña, aunque debo llamarte señora. Has sido obligada a
hacer cosas que no deseabas y has sufrido tanto que muchas veces
creíste no poder continuar. Pero el cielo te ha premiado, muchacha —
afirmó la mujer y colocó delicadamente la mano sobre el vientre de
Bella—. Has sido bendecida con el mayor regalo que una mujer pueda
recibir, y aunque el destino te depara duras pruebas, ya tienes, además
de ese hombre que habita en tu corazón, alguien más por quién luchar.
…
Parece un sueño mi presente,
aunque mi futuro no tenga forma aún.
Un hermoso ser yace en mí,
y el amor por él en mi corazón.
Mi vida cambia una vez más,
y sabré esperar lo que vendrá.
…
—Sufrí un leve mareo —dijo en voz alta para que Dacre la escuchara—.
Necesito que vengas, por favor. Heidi, te necesito aquí.
—Bella, tú no te pones así por un simple mareo. Dime qué está pasando. Me
preocupas.
Llegaron por fin a la parte frontal de la mansión y Bella bajó del auto
sin esperar siquiera que Dacre le abriera la puerta, se apresuró a subir
la escalera de la terraza y se alejó lo más posible de él; al mirar de reojo,
pudo observar cuando tomaba su celular y marcaba un número. Estaba
llamando a Edward.
—¡No puedes estar bien cuando Dacre me dice que casi terminas en el suelo!
—¡Claro!, todo el mundo sabe que eso puede dar mareos —respondió
Bella, impaciente—. Además, desde que llegué aquí, Katy no ha hecho
otra cosa que atiborrarme de comida, y Nani la apoya diciendo que
estoy muy delgada.
—Pero…
—¡Vamos, Edward! Solo te pido eso. Te prometo que mañana voy a
Londres o él puede venir si lo prefieres. Ahora solo quiero estar con
Heidi, recostada y tranquila. Nada más.
¿Será cierto?
Es posible que esa señora solo haya dicho locuras… aunque sus primeras
palabras fueron ciertas…
¿Habré olvidado tomar la pastilla algún día? No, nunca, de eso estoy segura.
Trastornar… Estorbar…
Heidi abrió los ojos, sorprendida, y una gran sonrisa se formó en sus
labios; mas enseguida, su ceño se frunció al igual que su boca en una
fina línea, aun así sus ojos seguían brillando con excitación; se mordió
entonces el labio inferior y desvió la vista hacia el suelo. Para Bella era
más que claro que la mujer no sabía qué sentimiento expresar en ese
momento, ya que estaba feliz por Edward y al mismo tiempo
preocupada por ella. Por lo que Bella se mantuvo en silencio hasta que
Heidi logró procesar bien la información. La mujer abrió la boca varias
veces para formular alguna pregunta, pero al ocurrírsele otra, la
cerraba de nuevo mientras ordenaba sus pensamientos.
—Me dijiste que te estabas cuidando —habló Heidi por fin con tono
sombrío y calculador.
Bella asintió.
—Temo la reacción de Edward, temo no ser una buena madre, no tener
la experiencia suficiente para atenderlo como se debe, por mi futuro,
por mis planes que veía por fin resurgir de entre las cenizas que el
fuego de Edward había dejado. Tengo miles de dudas… y de lo único
que tengo certeza, es que le daré a este bebé todo el amor que mi
corazón me permita.
Bella soltó una risita y negó con la cabeza. Era una completa locura lo
que le contaría, pero no tenía otra explicación, por lo que le relató la
situación vivida.
Bella sonrió. Era imposible que con el amor que Heidi sentía por
Edward no se alegrara de que fuera a ser padre, aunque también le
preocuparan los temores de ella.
—¿Estás segura que era tu periodo? —preguntó Matt con una sonrisa
de complacencia.
Bella lo miró desconcertada, y sostuvo que una mujer sabía muy bien
lo que era ese proceso natural.
—Yo diría que más que eso —dijo Bella con amargura acurrucándose
en la cama—. Mucho más.
Las tres chicas se quedaron conversando como las amigas que eran
apoyándose mutuamente, haciendo planes y hablando trivialidades.
La puerta de la habitación se abrió de repente y Edward entró,
frenándose al encontrar a Heidi y Rosalie sentadas en la cama. Su
mirada se dirigió entonces a Bella y al verla con los ojos hinchados
corrió en su dirección y se arrodilló en el suelo, junto a ella.
—Isabella, nena, ¿qué tienes? Me estás matando.
—Eso te pasa por ser tan entrometido —acusó la chica con el rostro
serio. Él hizo una mueca con los labios y luego bufó, no le importaba lo
que ellas pensaran—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
Bella se tensó al instante, pues temía que Edward pudiera sentir algún
movimiento, o notar algún cambio en su anatomía, pero se percató de
que él solo se dedicaba a la ternura del momento, por lo que comenzó a
acariciar entonces su cabello rebelde y obstinado como su dueño.
Deseaba decirle que lo amaba, más en ese instante que sabía que
llevaba dentro suyo al hijo de ese hombre que tanto amor y dolor le
había causado. Hacía un poco más de dos meses, los únicos
sentimientos que podía albergar por ese hombre eran odio y desprecio,
y en contra de toda la lógica, en tan poco tiempo, su noche de bodas
había pasado a un segundo plano, casi al olvido, y de esos
sentimientos ya no quedaba nada, porque ahora lo que experimentaba
cuando lo veía, era simpatía, y algo de cariño, mas no amor, y eso era
lo que ella más deseaba.
¿Qué se puede responder a eso?, pensó, y luego de rodar los ojos y negar
con la cabeza, se acercó a él, le dio un suave beso en los labios y se
dirigió al auto que ya la esperaba.
—Hecho.
Me siento muy bien y voy a mi trabajo porque me gusta, no por ver a Seth. Sí,
así se llama. Te prometo que si me vuelvo a sentir mal me iré enseguida y serás
el primero en saberlo. Apagaré el celular, no quiero interrupciones en las
clases. Te llamo al salir.
—No creo que sea conveniente que te quedes de nuevo, Bella —dijo la
señora Clairy—. No quiero que lo de ayer se repita. No debe ser bueno
para tu salud.
—Señora…
La anciana dio media vuelta y se alejó por fin, dejando a Bella con un
sentimiento de confusión que luego se transformó en rabia.
Al día siguiente la niña le llevó una nota con las indicaciones de cómo
llegar a su casa. Esta se encontraba en otra propiedad y sería Rosalie
quien la acompañara, ya que ella no sería capaz de llegar sola; sin
embargo, no estaba segura de contarle los pormenores de su
matrimonio, aunque probablemente lo haría, algún día; y si le pedía a
Edward que dejara libre a Heidi para estar con ella esa mañana,
también la podría acompañar.
Esa tarde, cuando Edward llegó del trabajo, Bella seguía con la
revelación de la mujer retumbándole en la mente. Si ese había sido su
último día de trabajo, tal como Cassandra lo había predicho, quería
decir que esa misma noche le diría a su esposo que estaba embarazada;
nada más lejos de su intención. Definitivamente la anciana se había
equivocado en ese sentido.
—El amor que siento por este bebé me da fuerzas para afrontar lo que
sea —afirmó la chica—. Estaba tan nerviosa ese día, pero hoy me siento
mucho mejor, lo quiero, y eso me basta; aun así temo por la reacción de
Edward.
—¡Bueno, ya! —se quejó Rosalie al ver que no dejaban de reír—. Ahora
pensemos en qué hacer con Edward.
—Heidi, inicia tú el tema… Espera, ahí viene —susurró Bella—.
Inventa algo, lo que sea, siempre y cuando seas muy sutil.
…
La incertidumbre viene y va,
mientras el miedo me atenaza.
Gritos y regaños vienen,
pero es el amor que se expresa en ellos.
Mi vida no será la misma,
mas ahora sé que podré vivirla.
…
—Eh… Tengo que ir a contar los peces del río —dijo Rosalie poniéndose
de pie, pero al ver que Heidi no tenía intenciones de hacer lo mismo, la
tomó por la muñeca y la haló.
—¡Hey! Yo no quie…
Me va a matar, me va a matar.
—No me digas nada ahora que no estoy de humor. ¿Tú sabías que esta
inconsciente esposa mía estaba embarazada?
—Edward —susurró—, solo quiero saber si eres feliz por nuestro hijo,
como lo soy yo.
—Llama a Miller y dile que venga con la mejor ginecóloga del país, en
el menor tiempo posible —ordenó.
—¡Edward! Es un profesional.
Las lágrimas escaparon por fin de sus ojos. No deseaba llorar, pero
todo el cúmulo de emociones vividas en tan pocas horas la hicieron
perder la compostura, por lo que se tapó el rostro con las manos y
comenzó a sollozar fuertemente.
—Sabes que eso será siempre… Sabes cómo soy. —Su mirada
expresaba la intensidad de sus palabras—. Nunca podrás huir de mí,
Isabella. Nunca.
—Dudo que correr sea bueno para el embarazo —dijo Bella para
alivianar la tensión del momento y soltó una risita. Ya estaba
acostumbrada a ese tipo de amenazas, unas que en la actualidad veía
injustificadas.
Edward no rio, solo se la quedó mirando por un largo rato, con el ceño
levemente fruncido, como si estuviese analizando algo, tratando de
encontrar respuestas o simplemente dejándole en claro que hablaba
muy en serio. Bella no lo sabía, por lo que ya más calmada por sus
reconfortantes palabras sobre la crianza de su hijo, se limitó a mirarlo
de vuelta, tratando de indicarle que ella era real, que estaba ahí, y así
sería siempre.
—Yo te lo alcanzo.
—Jasper…
—Estoy feliz, asustada pero feliz, no puedes tú estar… estar feliz por
mí.
Bella le hizo señas con la mano para que se callara, pero era demasiado
tarde.
—Jasper, mi vida, no te pongas así. Quiero que estés feliz por mí, por
tu sobrino.
—Eso no lo puedo creer. Te conozco lo suficiente como para saber que no eres
una chica impresionable, y mucho menos que te enamorarías en una semana
de un hombre del que solo mostrabas aversión.
—Jasper, no…
—Bella, Bella. Cada día pienso en lo diferente que podría ser tu vida si nunca
lo hubieses conocido.
Bella soltó una pequeña carcajada. Esa rivalidad entre ellos no acabaría
nunca, y lo único que podía hacer por el momento, era reír.
—Será mejor que a los dos se les quite las ganas, ya que no podrán
hacerlo.
¡No puedo creer que esté pensando este tipo de cosas! Se reprochó
audiblemente y decidió dormir una hora más.
—Buenos días…
—Señora, buenos días. Veo que ya conoció a Lissa, ella llegó esta
mañana desde Londres para atenderla.
—¿Atenderme? —Bella se encontraba desconcertada, ya tenía a Katy y
casi ni la ocupaba, por no decir que nunca la ocupaba—. Katy, no estoy
enferma, no necesito que nadie me haga nada.
—Él solo quiere protegerla y ahora con la maravillosa noticia, está tan
contento que reunió a todo el personal de servicio y ordenó que todos
los ojos estuviesen puestos en usted, aunque yo me encargaré
personalmente de su bienestar, con la ayuda de Lissa.
—¿A qué te refieres con que debo? —preguntó Bella en un tono que
nunca antes había usado con la servidumbre, pero que en ese momento
no pudo evitar.
—Siempre que usted vaya a bajar más de dos escalones debe darle la
mano a alguien —explicó la joven, pero al ver la mirada encendida de
su señora, bajó la cabeza, mas no la mano.
—No tengo ni que preguntar quién dio esa orden —siseó Bella
sintiendo cómo la indignación la invadía—, pero no voy a obedecer…
—Solo será por lo que resta de la semana, Isabella. Quiero estar contigo
en todo momento.
Bella lo miró y observó en sus ojos la angustia contenida de un hombre
que se creía casado con una pompa de jabón. Se levantó de la cama y se
acercó a él, se sentó en sus piernas y luego de acomodarse en su
regazo, tomó su cara entre sus manos.
—Aparte de tener que bajar las escaleras tomada de la mano, ¿qué más
tengo que hacer?
—Aceptaré todo eso que dices, menos lo de la escalera, está bien en los
últimos meses pero no ahora que apenas he subido un poco de peso; si
me concedes algo.
—Sí, claro.
…
Noticias vienen y van,
y yo solo me detengo a observar.
Nuevas revelaciones vienen a mí,
explicando por fin mi vivir.
Al menos tengo una esperanza,
y haré cualquier cosa para alcanzarla.
…
—¡Ahora sí te mato!
—¿Con ese salvaje es con quien quieres pasar el resto de tu vida, Bella?
—demandó Jasper acercándose a ella y alejándola de Rosalie que ya
comenzaba a ponerse nerviosa al ver a los dos hombres irse a los
golpes, mientras que Heidi se acercaba a ella y le brindaba una copa,
totalmente indiferente a la riña—. No te preocupes por el niño, si te
divorcias de él, yo puedo mantenerlos a los dos y seré como un padre
en calidad de tío.
—¡Él no es su hermano!
Edward abrió mucho los ojos y su cara se puso roja al tiempo que una
expresión de impotencia y furia se instalaba en su rostro, y más aún
cuando vio la sonrisa de satisfacción del rubio que se encontraba detrás
de Esme. Entonces, un pensamiento cruzó su mente y sus facciones
hostiles se suavizaron para dar paso a una sonrisa de orgullo y
suficiencia. Abrazó más fuerte a Bella y miró fijamente a Jasper.
—Pero Isabella sigue siendo mi mujer. —Se giró con ella todavía en
brazos y se alejó de la escena.
—Eso, Bella, eso se llama amor —afirmó Renée con convicción—. Hija,
tienes que sacar de ti todo lo malo que sucedió, para que puedas dar cabida a
las nuevas y hermosas experiencias.
—Habla con él, hija, dile lo que sientes, suelta todo lo que tengas en tu alma,
lo bueno y lo malo, todo. Verás cómo la conversación fluye, y tanto tú como él
sentirán que un gran peso se les quita de encima.
Bella frunció el ceño. Tenía que hacer su mejor esfuerzo para sacarlo de
la casa.
—Un día más, un día menos no importa. Mañana es viernes, así que
puedo reincorporarme desde el lunes —aseguró encogiéndose de
hombros.
¡Mierda, me descubrió!
Sabía que su esposo era un hombre de negocios y eso lo llevaba a ser
muy perspicaz. Si seguía insistiendo, solo conseguiría que prolongara
su vigilancia inclusive durante toda la siguiente semana.
Había hecho lo mismo con Jasper hacía unas horas, pero no sintió lo
mismo. En los brazos de su amigo se sentía protegida y amada de
manera fraternal; pero en los de Edward, percibía los mismos
sentimientos de una forma diferente: masculina, excitante, ardiente y
muchos adjetivos más que sería pecado el solo pensarlos con
un hermano, y eso era su amigo para ella.
Decidió en ese momento que lo dejaría hacer, y que sería el lunes que
se encontraría con la anciana. Llevaba meses con miles de preguntas en
su cabeza, unos días más no harían la diferencia. Le enviaría un
mensaje con alguien para que no la esperara y así podía planear mejor
cómo saldría de la propiedad sin que Edward se enterara, o poder
ingresarla sin las mismas repercusiones.
—Lo siento —dijo por fin, con su mejilla apoyada en los duros
músculos—. Es solo que no deseo ser un estorbo en tu vida.
Les tomó solo segundos deshacerse de la ropa que impedía que sus
cuerpos se juntaran, dejando la piel como único impedimento para
volverse un mismo ser.
—Yo sabía que la maestra bonita estaba casada, señor. Pero nunca la he
oído hablar de usted.
—De todas formas Seth ya se iba, solo vino a traerme unas frutas.
¿Cierto, Seth?
El chico abrió la boca pero ella viendo las tenaces intenciones de negar
sus afirmaciones, intervino. Se levantó de las piernas de Edward,
forcejeando con sus brazos y le apresuró a levantarse.
El niño se levantó y antes de que ella pudiera hacer algo, la abrazó por
el cuello, la soltó y se echó a correr hacia las escaleras exteriores.
Todo el fin de semana fue una molestia para Bella. Admitía que le
gustaba estar con Edward, pero se encontraba muy molesta por lo
sucedido con Seth. No era la primera vez que Edward hacía algún tipo
de espectáculo de macho alfa, pero la rabia le duró a la chica todo el fin
de semana.
—Esas son las hormonas, mi niña —le dijo Nani en una conversación el
domingo—. Y todavía le falta saber cómo estará con respecto al señor.
Bella la miró espantada. Una cosa era que ella hiciera el amor con
Edward cuando él lo iniciaba y otra muy distinta que fuera ella quien
se lanzara sobre él cada vez que lo viera. Ya había escuchado de ese
problema del embarazo en uno de los programas que Ángela veía en
Discovery H&H, así como que en otros casos se presentaba lo
contrario; sin embargo ella ya había comenzado a sentir esos deseos
porque a pesar de la rabia que sentía el viernes en la noche, no fue
capaz de resistirse a los avances de Edward.
—Él estaría encantado —susurró más para sí misma que para la mujer,
haciendo que esta soltara una risita.
—¡Eres una amargada! Pero en fin. Me alegro mucho de verdad, Bella, nunca
imaginé que fuera a ser tía tan joven.
—Yo tampoco lo imaginé pero así son las cosas —dijo Bella sonriendo
al colocarse una mano en el vientre—. Estoy muy feliz.
—Bueno… Ya sabes que dentro de unos meses tendrás que montarlo tú a él.
Deberías amarrarle una corbata al cuello, no sea que se te encabrite y se
desboque.
—No debes ver el dinero como algo malo, Bella. El que tu esposo sea
millonario no implica que no puedas hacer muchas cosas que hacías
antes —comentó Rosalie, y luego de pensarlo por unos segundos,
continuó—: creo que el problema radica en él. Es demasiado posesivo.
—Antes que nada, quiero aclararte, niña, que no tengo todas las
respuestas. Mi poder no da para tanto, pero sí puedo orientarte en tu
camino —aclaró la mujer—. Dime qué quieres saber, cuál es tu mayor
inquietud.
La mujer tomó un sorbo del té que le ofreció Rosalie y luego asintió con
la cabeza.
—Las personas piensan que por que puedo ver ciertas cosas tengo las
respuestas a todo y no es así. No sé nada de historia y ese nombre
parece muy antiguo, pero lo que sí te puedo decir es que quien te
puede dar esa respuesta es alguien que tú conoces y a quien aprecias
mucho.
—Un momento, necesito procesar todo esto. —Bella miró a Rosalie que
se había mantenido en silencio, pero su rostro poseía una expresión de
seriedad que le indicaba a Bella que al menos no la tomaría por
desquiciada.
—Entiendo que todo esto puede ser muy confuso para ti, niña. Pero
debes aceptar que tuviste una vida antes que esta. En alguna parte del
mundo, en algún año remoto lo conociste y el daño que te causó fue
tan grande que tu corazón se cerró a su amor.
—Lo que te impide hacerlo es que tu alma cubrió tu corazón con una
coraza, así como un caparazón cubre el frágil cuerpo de una tortuga, o
una concha a un caracol. Algo sucedió en aquella vida que te hizo
mucho daño. Quizás no fue su culpa, quizás fue impulsado u obligado,
pero el daño que sufrió tu corazón fue muy grande, y en esta vida esa
barrera sigue. Tú lo amas, ya lo haces, solo que no puedes admitirlo ni
demostrarlo por esto que te digo. Además, niña, otros dolores se han
sumado a la lista en esta vida, y ellos solo avivaron el miedo al amor.
Bella sabía cuáles eran esos errores. El impedirle salir del país, el
chantaje, el matrimonio, y el peor de todos, el abuso en la noche de
bodas. Sin embargo, ella sentía que podía perdonarle todo eso, incluso
ya lo había hecho, pero algo faltaba y necesitaba saber qué era.
—Dígame qué puedo hacer —pidió Bella aún entre lágrimas—. Haré
cualquier cosa, lo que sea con tal de poder tener una vida feliz con
Edward.
—Debes estar pensando lo peor de mí, Rosalie. Debes creer que soy
una interesada o una cobarde… o las dos cosas.
Rosalie jadeó y se tapó la boca con las manos. Las lágrimas corrían por
su rostro al tiempo que su cuerpo temblaba. Bella notó que era ella la
que necesitaba consuelo.
—Estoy bien, Rose. En serio. Las cosas han cambiado y ahora eso ha
quedado en el olvido.
—No para tu alma, niña —interrumpió la anciana—. Tienes que hablar
con él de ese hecho. No recriminándole, porque eso no servirá de nada,
sino hablarlo. Debes decirle lo que sentiste en ese momento y cómo te
sientes ahora, y que él haga lo mismo.
Bella se puso de pie y caminó por la habitación hasta quedar del otro
lado de la cama, dándole la espalda a las dos mujeres. Era el mismo
consejo que su madre le brindó cuando la llamó la última vez, y era el
mismo que su padre le había dado siempre.
Bella cerró los ojos por un momento y luego se giró para mirarlas a las
dos.
…
Un doloroso secreto debo revelar,
mas temo lo que pueda ocasionar.
Palabras imposibles deseo pronunciar,
y el momento se acerca más y más.
Un corazón comienza a sangrar,
pero yo estoy aquí para hacerlo sanar.
…
—Suéltalo, Rose.
Bella frunció los labios y estiró el pie para acariciar a Naomi que se
encontraba junto a ella en su manta.
Esa tarde Bella llamó a Ángela para pedirle que investigara sobre el
nombre Kopján, pero la chica no le respondió las llamadas y ella supuso
que se encontraba en alguna actividad de campo, por lo que le envió
un correo electrónico con su petición y una que otra trivialidad.
—Isabella, deja de caminar tanto que no debe ser bueno para el bebé —
ordenó Edward.
Bella lo miró con el ceño fruncido y se encontró con los ojos verdes fijos
en ella. Le sostuvo la mirada, retándolo a cumplir sus palabras, pero
algo se formaba dentro de ella, muy diferente a la rabia o la
indignación.
Cuando Edward movió sus piernas para salir de la cama, Bella hizo el
intento de correr hacia la puerta, pero él fue más rápido y en un ágil
movimiento lo alzó en brazos, logrando que Bella soltara la carcajada
que difícilmente había logrado retener y pataleó en el aire
juguetonamente mientras era llevada al lecho.
Bella lo miró a los ojos sin decir palabra. Todo el estrés anterior se
había esfumado con el momento de diversión, y dicha alegría fue
reemplazada por la determinación. Tenía que hablar con Edward, y lo
haría de una vez. No había cabida a la espera.
—Isabella, yo…
—Que te lastimé…
Su voz era baja, casi un susurro, como si estuviera forzándose a hablar,
y ahogándose en sus palabras.
—Que no fui delicado a pesar de que sabía que eras virgen, que
antepuse mis necesidades a tu bienestar y que no fui capaz de tener
paciencia para esperar a que te acomodaras a mí.
Edward habló tan rápido que a Bella se le dificultó captar todas sus
palabras; sin embargo, entendió que él era consciente de muchas cosas
que en realidad habían sucedido, solo que no de la forma correcta.
Edward asintió y ella notó en ese momento que los ojos de él estaban
rojos y brillantes.
Edward la miró. En sus ojos no había miedo o cautela, por lo que Bella
pudo confirmar que no mentía en nada de lo que había dicho y lo que
diría.
—Edward…
Edward cayó al suelo de rodillas y Bella se fue con él. Por mucho que
insistía en que se calmara, él no la escuchaba. Se encontraba en su
propio mundo de agonía y culpabilidad y ella comprendió que solo
saldría de ahí cuando se hubiese desahogado. Era como las personas
que acaban de sufrir la pérdida de un ser querido y otros les
aconsejaban que no lloraran mientras que era lo único que deseaban
hacer. No era una experiencia ajena a ella, ya que cuando su padre
murió notó cómo todos a su alrededor repetían sin cesar dicha suplica
y ella obedecía, más que todo por su madre; pero cuando se encontraba
en la soledad de su habitación, se sentía mucho peor por todo lo que se
había acumulado en su interior y tanto el llanto como la amargura y la
tristeza, eran mayores.
Dejándose caer sentada en el suelo, hizo uso de toda su fuerza para
rodar el pesado cuerpo de Edward, acomodándolo así en su regazo.
Edward se retorcía, gemía, gritaba y ella se limitó a abrazarlo, llorando
a su vez, esperando a que su angustia llegara a su fin, porque así sería
a partir de ese momento. Los dos contra todo, contra sus miedos,
contra sus vivencias amargas y las futuras pruebas. Ella estaría ahí
para él, y de igual forma él la consolaría en los momentos de dificultad.
Por fin los votos pronunciados en una ceremonia no consentida
comenzaban a tomar sentido. Por fin dejaban de ser palabras que debió
repetir por formalidad, para convertirse en verdades pronunciadas
más por el alma que por su boca.
—No lo hagas.
—No, Isa…
—No tienes que hacer esto —repuso él levantando los ojos por fin—.
No tienes que seguir… a mi lado. A tu familia no le pasará nada y
continuarán con todos los beneficios. Tú tendrás la casa que desees y
una mensualidad genero…
—No seas imbécil, Edward —siseó Bella con la furia bullendo dentro
de su cuerpo y amenazando con hacerla explotar—. ¿Es que todo este
tiempo no te has dado cuenta de que mi actitud hacia ti ha cambiado?
¿Que no te das cuenta la sonrisa que tengo en el rostro cuando llegas
del trabajo y la mueca que hago cuando te vas? ¿No escuchas mis
gemidos cuando hacemos el amor y mis gritos cuando follamos como
dos locos? ¿Acaso te volviste sordo y estúpido? ¡Oh! Me retracto, no te
has vuelto. ¡Lo has sido desde que naciste!
—Isabella…
—Que te amo, Edward —dijo y supo que nunca diría una verdad más
grande como esa. El peso que había sentido todo el tiempo sobre su
alma, ese que le impedía ponerle un nombre a sus sentimientos por él,
se había esfumado por fin. Las palabras de Cassandra, e incluso las de
su madre habían sido ciertas. Al desahogarse, al decirle a Edward la
verdad, al ver su reacción, al sentir cómo su alma al igual que la de él
se liberaban, todo el miedo, el resentimiento, el rencor y el odio se
esfumaron para dar paso al sentimiento que había estado escondido en
lo profundo de su corazón por mil años: el amor hacia ese hombre sin
el cual ya no podría vivir—. Te amo… eso fue lo que dije.
—Te estás condenando, Isabella —aseguró él con voz ronca—. Lo que
dije no era verdad. Jamás te dejaría ir. Me odio a mí mismo, me
detesto, pero no puedo dejarte ir. Lo dije porque quería que fuera
cierto, quería ser capaz de permitirte ser libre finalmente, pero no
puedo hacerlo. Siempre serás mía y solo mía. No puedo dejar que te
alejes de mí. Así que no me mientas para torturarme o tratar de
consolarme, porque mi dolor no puede ser mayor, y consuelo ya no
hay para mí.
—Te amo. No lo digo por alguna de esas dos cosas. Lo que pasó ya no
importa, Edward, ¿que no lo ves?
—No… No puedo.
—Pero…
—No, Isabella. Entiéndeme por favor. No puedo tocarte sin que esas
imágenes vuelvan a mi mente. No puedo tocarte sin pensar que estoy
profanando tu cuerpo, que te estoy haciendo daño.
—Me haces daño con tu rechazo —afirmó Bella con voz dolida.
Bella sabía que mentía. Él ya estaba listo para acostarse antes de que
todo se fuera al diablo, listo para hacerle el amor como todas las
noches; y ella podía entender su renuencia a tocarla, mas no podía
dejarlo solo. Eso era un riesgo muy grande.
Sus almas se estaban volviendo una sola por fin. Y tanto la de él como
la de ella, lo aceptaban con alegría.
CAPÍTULO 33
…
Soledad, tristeza y desesperanza,
eso fue lo que sintió al despertar.
Amargura, dolor y vació,
al pasar el tiempo y no verlo llegar.
Sin embargo, la esperanza nunca muere,
y solo basta el amor para volver a soñar.
…
Gracias por esas dos palabras. No sabes cuánto desearía que fuesen verdad.
Te amo aunque no tenga derecho.
Edward.
Tomó la rosa entre sus manos y notó que las espinas habían sido
removidas. Hasta de ellas quiere protegerme. Sonrió ante ese pensamiento
y decidió llamarlo. Se desilusionó cuando escuchó la voz que le
respondía.
—No. Está muy extraño. He tratado de sacarle información pero lo único que
me dijo fue que era un maldito y que yo lo sabía. Me mira con dolor.
—Ay, Heidi… —Bella suspiró y pensó que nunca había necesitado más
un abrazo como en ese momento—. Le conté la verdad.
—¿Cuál verdad?
—Heidi…
—Nada, Isabella. Has podido matar a mi primo porque una mujer te dijo que
le contaras la verdad. ¿Te imaginas acaso lo que debe estar sintiendo? ¿Cómo
debe verse a sí mismo? ¡Pero claro! A ti solo te importa tu bienestar y nada
más.
Por fin podía reconocer que amaba a ese hombre loco y obsesivo que
era su esposo. Era como si se hubiese quitado un gran peso de encima,
como si las cadenas invisibles que tenían su alma cautiva,
desaparecieran para dar paso a la libertad que implicaba el amar a
alguien sin importar los absurdos cuestionamientos de personas que
no conocían el amor y creían que lo único correcto era lo que se sentían
capaces de hacer o lo que creían adecuado. Ella ya había superado
todas esas barreras al contarle la verdad a Edward. Era libre de amar a
quien quisiera y no se arrepentía ni se avergonzaba. Lo amaba con
locura, y por esa razón las palabras de Heidi le dolían.
¡Sara!
—No digas mi nombre, por favor —pidió la chica—. Discutí con Heidi
y no quiero que se entere que te estoy llamando.
Bella escuchó el rechinar de una silla contra el suelo y la voz de John en
el fondo, pero no pudo distinguir sus palabras. Luego una puerta se
cerró y por fin pudo escuchar de nuevo la voz de la rubia.
—Ya. Heidi está en la oficina del señor Cullen y John no me escuchó. Estoy en
archivos. Dime qué sucede.
—Ay, Sara, sé que he sido una pésima amiga pero te juro que no sé
dónde tengo la cabeza. Perdóname, por favor.
—No te preocupes, Bella. Estoy muy feliz por la noticia. Heidi nos contó y tu
esposo parecía un niño chiquito en la mañana de navidad. Nunca lo había
visto tan feliz. Aunque hace unas horas se presentó con una cara que
sinceramente me asustó. Pareciera que se topó con un Dementor.
A Bella le habría hecho gracia las palabras de la chica, pero sabía lo que
significaba y no podía reír ante eso. Edward estaba sufriendo y ella
deseaba aliviar su dolor. Sollozó fuertemente sin poder evitarlo.
—Me estás asustando, Bella. ¿Pasó algo contigo? ¡Oh Dios! ¿El bebé está
bien?
—Sí, sí. Los dos estamos bien es solo que… él y yo… discutimos y…
—Emmett…
—Bueno, ya. Dame un par de minutos y tienes a la bruja fuera del área —
prometió el hombre, ella le agradeció riendo a la vez y cortó la
llamada.
Es increíble que tenga que hacer todo esto para hablar con mi esposo, pensó
con molestia y dolor.
—Edward…
—Nunca haría eso, Isabella —aseguró él con voz firme pero suave—
. ¿Estás bien?
—No.
—Edward, yo…
—No, mi… Claro que no. Eres mía y no te dejaré ir nunca. Solo quiero que
hagas lo que deseas…
—Isabella, no llores, por favor. No me gustan tus lágrimas, a menos que sean
de alegría. Yo iré a dónde tú estés siempre que me lo pidas. Te he hecho mucho
daño y quiero hacerte feliz por fin, al menos el tiempo que no me veas.
—¿Y tú?
—Yo no importo.
—No lo digas, por favor. Me gusta escucharlo pero no soporto que no sea
cierto, no soporto tu lastima.
—Pero…
Al principio Gillemot Hall era una prisión para ella, pero había llegado
un momento en que no deseaba por ningún motivo abandonarla. La
sentía su hogar y con Edward en ella era el lugar perfecto. Él la estaba
alejando pero sin dejar de ejercer su control sobre ella. Le estaba
permitiendo hacer lo que antes le había pedido: estudiar o trabajar; sin
embargo, de qué le servían a ella todas esas concepciones si no lo tenía
a su lado. Antes las deseaba y seguía haciéndolo, pero no a un costo
tan alto.
La R que indicaba que el mensaje había sido leído apareció a los pocos
segundos.
Bella Cullen: Pero pareces estarlo para venir a tu casa junto a tu esposa y tu
hijo.
"No quiero riquezas, ni empleados, ni seguridad. Yo solo te quiero a ti, así sea
debajo de un puente"
Edward Cullen: Mañana también tengo una reunión. Estaré allá el jueves
en la noche, sin falta.
Dejó el celular a su lado y lloró con las manos sobre su rostro. En ese
momento entendió que posiblemente así se sintió él en los meses
anteriores, cuando ella lo rechazaba y le decía que lo odiaba, que lo
aborrecía, y que no soportaba siquiera que la tocara. Él solo la
mantenía alejada y ya se sentía morir, no quería ni imaginar cómo
estaría en ese momento si él la tratara de la forma en la que ella lo
había hecho. Si el karma existía, ella lo estaba padeciendo.
Escuchó el corto pitido de un nuevo mensaje en el BBM y tomó el
celular con un dejo de esperanza creciendo en su interior, pero este se
desvaneció por completo cuando leyó lo que Edward le había escrito.
—Comeré algo ligero, pero ahora necesito ir al baño. Quiero estar sola.
Recordó las palabras de su padre. "Cada día tiene su afán, y en esta vida
siempre hay tiempo de sobra para todo menos para ser feliz. Si no lo haces
cuando debes, esa oportunidad se irá y nunca la podrás recuperar"
Ella lo entendía y lo sabía. Solo tenía diecinueve años. Era muy joven
aún y podía estudiar más adelante, lo mismo que trabajar, pero si
dejaba pasar el tiempo con Edward, ese jamás regresaría y podía
perder al hombre que amaba por algo que podía esperar. Deseaba
estudiar, de eso no tenía duda, pero Jasper había esperado y consiguió
una beca en una excelente universidad y un empleo con el que muchos
profesionales solo podían soñar. Ella podía hacer lo mismo: esperar un
par de años, quizás tres, y luego cumplir sus metas personales, porque
sus sueños y deseos habían cambiado.
Pensó también en Ángela. Era una chica que siempre hacía lo que
deseaba sin importarle lo que los demás pensaran. "Las personas
acostumbran esperar que los demás hagan las cosas que ellos creen correctas
en el orden que tienen planeado, y cuando eso no sucede entonces te llaman
débil, ¡débil! Bella, pero son ellos los débiles que no son capaces de salirse de la
línea establecida. Ay, amiga, sus vidas deben ser tan aburridas"
Bella sonrió ante esas palabras sin poder evitarlo. Edward deseaba
controlar todo con respecto a ella.
Una vez vestida y lista para salir se miró al espejo. EL vestido escogido
era uno de color violeta, sin mangas y con cuello cuadrado que le
llegaba justo arriba de las rodillas, dejando solo esa zona de sus piernas
al descubierto, por unas botas altas de cuero negras y tacón bajo. Un
bolso también de cuero negro completaba su atuendo. Su cabello suelto
cayéndole en ondas sobre sus hombros, unos pendientes de perlas, una
delicada pulsera a juego, y un leve toque de maquillaje ahumado en los
ojos en tonos tierra, para tratar de disimular las pronunciadas ojeras
que se marcaban por la falta de sueño.
—Esto servirá —se dijo así misma, sonriendo levemente por la broma.
Se acarició con ternura la el abdomen—. Vamos a buscar a tu papi.
Bajó las escaleras con Lissa a su lado y Becca que se unió a ella en el
corredor. En el vestíbulo se encontró con Dacre que ya la esperaba. El
hombre la saludó con su formalidad acostumbrada.
El hombre frunció el ceño y los labios y miró a las dos mujeres detrás
de ella.
—¡Lo sé! Pero quiero sorprenderlo. ¿Es que acaso no podré nunca
sorprender a mi esposo en su trabajo? —preguntó con un tono de voz
más alto del que pretendía.
Bella esperaba que no fuera miedo lo que les hacía no subirse con ella
en el ascensor, sino la cantidad de gente en él, aunque solo eran cuatro
personas para un espacio de mucha más capacidad; y la idea de que
pudiese ser respeto, tampoco le agradaba mucho; sin embargo, debía
agradecer en ese momento que la dejaran sola, pues necesitaba
tranquilizarse para enfrentar no solo a Edward, sino también a Heidi
que seguramente se encontraría en su puesto y bastante tenía ya con La
comitiva real.
¿Heidi se está mordiendo una uña? Pensó extrañada pues ella no era una
mujer que tuviese ese tipo de manías, y mucho menos arriesgaría su
perfecta manicura de esa manera.
—¡Ahora!
—Creo que él sabe que lo sé y estoy casi segura que está molesto
conmigo por no habérselo dicho. No sé cómo tocar el tema —explicó
con tristeza—. Me asusta el estado en el que se encuentra.
—Quisiera creerte.
—Eso es porque estoy loco por ti. Quiero creer cosas que no son. Creía
cosas que no fueron y olvidé las verdaderas —alegó y su cuerpo se
estremeció levemente ante el recuerdo de lo sucedido en la noche de
bodas.
Él asintió.
—Esa es la única noche de bodas que recuerdo ahora —declaró Bella con
voz firme—, y quiero demostrártelo, para que también se convierta en
tu único recuerdo.
…
El amor es incomprensible,
lo sé porque lo estoy viviendo.
Dos almas que se encuentran,
es lo que somos él y yo.
Yo digo su nombre y él dice el mío,
nombres que no conocemos pero sí reconocemos.
…
—Dacre…
—Ahora no, Isabella… —La miró por un momento con los ojos casi
echando chispas y volteó de nuevo hacia el frente—. Ahora no.
Bella se mordió el labio y se concentró en el entorno del exterior.
El mesero llegó con la comida y las copas de agua para los dos,
acomodó el servicio y se retiró rápidamente.
—Por favor, mujer. Sube al auto. Está haciendo mucho frío —pidió,
exasperado.
Bella rodó los ojos, demostrándole que no le temía. Miró entonces para
los dos lados de la calle, tratando de ubicarse basándose en las
construcciones a su alrededor. Cuando creyó haberlo hecho, giró a su
derecha y comenzó a caminar decidida.
—Hey… Espera. ¡Isabella, detente! —exigió Edward alcanzándola y
colocándose frente a ella—. ¿Qué pretendes?
—Si me llegas a poner una mano encima gritaré tan fuerte que hasta la
Reina saldrá a la calle a ver qué sucede —aseguró tan decidida que lo
único que pudo hacer él fue mirarla con la boca abierta, sorprendido
por su determinación.
Bella irguió la cabeza, en cierta parte ofendida por la ironía usada por
su esposo. Giró y comenzó a caminar hacia el auto de Edward. Él se
adelantó y le abrió la puerta del acompañante del Bentley. Ella subió
manteniendo una expresión seria, con los dientes apretados. Sus
sentimientos no pasaron desapercibidos para él.
La chica se detuvo apenas los vio a todos y la sonrisa coqueta que tenía
en su rostro desapareció al instante. Era la misma que conoció cuando
Edward la llevó dormida luego de que se embriagara con Heidi. La
chica pelirroja a la cual no le conocía el nombre pero que la había
mirado con desprecio y desdén; sin embargo, eso no era lo que más le
molestaba, ni el hecho de que ella había ocupado el apartamento en el
último tiempo para mantenerlo limpio y adecuado para cualquier
emergencia. Lo que la tenía apretando fuertemente los dientes era que
Edward había pasado la noche ahí, solo con esa mujer, y era un
hombre vulnerable por el estado en el que se encontraba.
—Desea comer…
—Cullen.
—Me gustan sus garras, señora Cullen —dijo con coquetería cohibida.
—Solo las saco por usted, marido mío —afirmó Bella con una sonrisa,
estirándose para besarlo, pero él giró un poco la cabeza y ella tuvo que
conformarse con dárselo en la mejilla.
—Desde que te casaste con ese… con él, casi no te veo y me haces falta.
—Más le vale que no te haga daño. Puedes ser su esposa, pero nunca dejarás
de ser mi princesa y siempre tendré derechos sobre ti.
Encontró una puerta que abrió con cuidado. Era el estudio, con un
escritorio a un costado, una sala de recibo en el centro con sillones en
cuero negro y las paredes laterales forradas de libros y enciclopedias.
La estancia se hallaba vacía y en penumbras.
Bella contuvo el aire por unos segundos. Eran las palabras más
hermosas que había escuchado alguna vez y venían del único hombre
del que deseaba oírlas. No podía perder más tiempo. Lo necesitaba y lo
deseaba, pero sobre todo lo amaba y con eso le bastaba.
—Isabella… —Su voz sonó ronca por el deseo, pero haciendo uso de
todo su autocontrol, se inclinó para tratar de tomar la prenda
arremolinada a los pies de ella y colocársela de nuevo.
Al intuir sus intenciones, Bella sacó un pie de ella y con el otro la pateó
lejos para que él no la alcanzara, y enseguida enarcó una ceja,
retándolo a que se ideara otra forma de escapar.
Edward se estremeció y cerró los ojos por unos segundos, para volver a
abrirlos cuando ella emprendió el descenso de la prenda. El bóxer cayó
al suelo y el erecto miembro fue liberado. Bella se sentía fuerte,
arriesgada y sobre todo excitada, por lo que no dudó en tomar en su
mano el pene de su marido y saborearle la punta con la lengua. Un
fuerte gruñido salió de la garganta de él quien se apartó rápidamente
dejando a Bella desconcertada y se inclinó para tomarle el rostro entre
las manos.
—Pero…
…
Recuerdos llegan a mí,
de una vida que jamás creí vivir.
Te amaba entonces y te amo ahora,
y te amaré siempre no tengas duda.
Respuestas siguen llegando a mí,
pero no estoy segura de quererlas recibir.
…
Luego sintió la angustia de la pérdida total. Prefería verlo feliz al lado de otra
mujer que verlo muerto y eso era justo lo que veía en ese momento. Su vida
había acabado con la de él, todo el deseo de continuar se esfumó cuando una
flecha encontró su objetivo, y ella murió en vida junto a él.
Sin pronunciar palabra alguna, Bella acortó la distancia entre los dos y
lo besó con toda la pasión reprimida. No estaba segura de sí era la
chica de trece años de una tribu perdida la que reclamaba al hombre
que amaba y que le fue arrebatado, o la mujer de diecinueve años,
casada y haciendo el amor con el que era su esposo. Solo sabía que lo
necesitaba y que si era ese joven guerrero, o el obsesivo empresario,
tampoco le importaba porque eran el mismo hombre habitando dos
cuerpos diferentes en dos épocas distantes. Ella lo amaba a él, su alma,
su esencia, y en ese momento, le demostraría que también amaba su
cuerpo.
Bella levantó la cabeza para mirarlo. Tenía una ligera fascinación con
ver el cabello de Edward saliendo de entre sus piernas. Era una visión
que, combinada con la sensación de su lengua rozando su parte más
sensible, se convertía en una experiencia que deseaba repetir una y otra
vez.
—¿Hmm?
Levantó las manos y se secó las lágrimas. Hacía tiempo que no lloraba
por su padre y no quería hacerlo más porque sabía que a él no le
gustaría ver a suprincesa en ese estado; sin embargo, quería que
Edward lo conociera y no lo que uno de sus hombres le pudiera
informar, sino lo que ella como hija le pudiera contar.
—Nunca estoy cansado para ti, Isabella. Y quiero que me cuentes todo
sobre tu padre; así para mañana, seré la persona que más sabe de tu
padre aparte de ti y tu madre.
Bella no pudo evitar soltar una risita. Solo él podía alejar la tristeza de
un suceso doloroso de su vida para reemplazarla por la alegría de los
momentos anteriormente vividos y los que faltaban por llegar.
—¿Entonces le gustaba la pesca? Me pregunto qué pensará ahora que
he pescado a su hija…
—¡Edward!
Rosalie asintió.
Bella entrecerró los ojos ante dicho gesto. Sabía que Rosalie viajaba a
Londres para verse con Emmett cuando Félix salía de la propiedad por
asuntos de trabajo o cuando le inventaba que estaría con ella todo el
día en la mansión; pero no sabía que sus gestos los adoptaría tan
rápido.
—Edward me riñó y cuando le dije que podía pasarte algo estando sola
me envió en el helicóptero. —Rio fuertemente—. Es tan idiota.
—Es tu primo —le recordó Bella con una media sonrisa aprendida de el
idiota.
—¿Para que la dejara en paz? ¡Ja! —Se giró y observó a Félix que se
encontraba de espaldas impartiendo unas órdenes, ya lejos de ellas—.
Lo que yo quería era pasar la noche mordiendo ese culo delicioso y
saboreando ese enorme bulto que…
—¿Y tú qué haces con el mío? ¿Ver películas de Disney? —Rodó los
ojos y caminó hacia el carrito de golf tratando de no caerse, pero sin
dejar de contonear sus caderas—. Vámonos de aquí. No me gustan las
fiestas en donde sirven manjares y no me dejan degustarlos.
—No hablo con él sobre eso, pero por lo que he notado está loco por
ella y con eso me conformo.
—En la cocina, con ustedes —informó con una sonrisa que la mujer le
devolvió antes de retirarse.
Esas imágenes habían sido muy vívidas para ella. Alguna vez, en
algún lugar que parecía ser Hungría, ella tuvo una vida, conoció a
Edward que se llamaba Kopján, y su nombre era Erzsébet. No sabe qué
aspecto tenía porque en las visiones no se vio a sí misma, pero no se
sentía muy diferente a como era en la actualidad y lo único que pudo
observar fue su piel blanca pero no pálida como la que ahora le
pertenecía.
Todo eso estaba claro, pero algo no encajaba. Cassandra había dicho
que sus almas se pertenecían desde una vida pasada, pero que algo los
había separado. Ese algo podía ser alguien, la rubia; sin embargo,
Edward nunca fue suyo como para perderlo. Al contrario, él parecía
aborrecerla, despreciarla, y por sus recuerdos o visiones, nunca llegó a
insinuarle romántico en absoluto. Edward podía amarla locamente,
pero Kopján la despreciaba. Despreciaba a Erzsébet, a ella misma, y ese
pensamiento hizo que su corazón se estrujara y doliera
desgarradoramente.
Sue, la tía de Jacob, una vez le había advertido que algo muy peligroso
la acechaba, y que no debió llegar nunca a Londres. Ese peligro era
Edward sin duda, solo que la mujer se había equivocado porque a
pesar de todo lo que él había hecho, a ella no le importaba volver a
pasar cada una de esas experiencias, con tal de tenerlo a su lado
porque lo amaba; y al pensar en su vida antes de conocerlo, esa se
encontraba vacía y necesitada.
Por otra parte, Cassandra le había dicho que tenía duras pruebas que
enfrentar en el futuro, pero ella pudo referirse a lo que vivió cuando le
hizo recordar a Edward lo sucedido en la noche de bodas, y las dudas
que en ese momento tenía sobre un pasado que la lógica se negaba a
aceptar. Dudas que de todas formas ella podría aclarar si era que en
realidad deseaba saber lo que Edward sentía por ella en la otra vida, o
que podía dejar pasar sin hondar en un tema que podía terminar
siendo o muy gratificante, o inmensamente doloroso. No porque eso
interfiriera en su relación actual con su esposo, sino porque ella
deseaba que Edward, Kopján, todo él sin importar el nombre, el físico
o la época, la amaran con la misma intensidad con la que ella los
amaba, o mejor dicho, lo amaba.
CAPÍTULO 36
…
Dudas ya no tengo,
al menos no de tu amor.
Mas una sombra aparece en nuestras vidas,
una nube negra que quiero retirar.
Sé que no te alejarás de mí
pero temo que alguien me quiera separar de ti.
…
—Pero ese Ben, ¿es el mismo tutor que te ayudó con la información
que te pedí?
—¿Por qué?
—…En el correo que ten acabo de enviar está la información que logró
recaudar —dijo Ángela antes de despedirse—. No es mucho porque en
realidad el nombre es poco conocido y los datos que hay no son precisos, así
que no te ilusiones.
—¡Naomi, basta! ¡Suéltalo! —ordenó Bella llegando por fin donde ellos
y levantándola, horrorizándose al ver cómo una de las uñas de la gata
se enterraba en la piel del perro y la estiraba hasta que por fin se zafó—
. Lissa, llama a Becca. Ella debe tener algo para curarlos. ¡Mira cómo
los dejaron!
Bella se dirigió con Rosalie a una de las habitaciones del primer piso y
luego de acondicionarla para que los felinos estuviesen cómodos, los
regañaron por la actitud malvada que tomaron.
Rosalie asintió.
Existió un Kopján que murió siendo muy joven en una batalla y fue su
hermano mayor, llamado Korcán, quién tomó el mando de la tribu. Sobre el
joven guerrero no aparece mucha información ya que fue su hermano quien
gobernó, pero existen reportes de que estuvo casado poco tiempo con una
mujer llamada Sarolta. Esta pertenecía a la tribu de Töhötöm, otro de los jefes.
Existen contradicciones en sobre si era la hija de Töhötöm o no, ya que la hija
de un nieto de él se llamaba también Sarolta y fue Princesa Consorte de
Hungría, así que pudo ser nombrada así por su abuela, la esposa de Kopján, o
puede ser solo coincidencia que es lo más probable y ya te explicaré el porqué.
Hay una leyenda que dice que el joven Kopján estaba enamorado de una niña
de otra de las tribus, pero al ser ella tan joven él se mantenía apartado para
evitar la tentación de hacerle daño (y con daño me refiero a físicamente. Tú
me entiendes, Ángela). Pero una mujer apareció en su vida y lo hizo olvidarse
de lo que sentía por aquella niña. Su nombre era Sarolta. Algunos dicen que
ella lo hechizó con artes conocidas por algunas de las ancianas (brujería como
le decimos hoy día) porque aunque era el hijo menor, sabía que heredaría
tierras y ella deseaba ese poder porque el hermano mayor ya se encontraba
casado; otros dicen que la mujer fue muy astuta y lo envolvió en una red de
seducción de la que él, como hombre al fin (así de mala fama tenemos), no pudo
escapar; y otros dicen que se valió de las dos, el asunto es que él terminó
casándose con ella, al día siguiente partieron a la batalla y días después el
murió en ella. Todo indica que ella no tuvo hijos de él porque, aunque no lo
creas, en esa época las mujeres tenían métodos para evitar el embarazo y ella
los conocía muy bien. Luego de eso la madre de Kopján la culpó por la muerte
de su hijo y ganándose el repudio de todos, incluso de sus propios padres al
escuchar los relatos de los hombres sobre sus prácticas con ella, la mujer quedó
sola y sin que nadie le dirigiera siquiera una mirada de compasión. Después de
unos días desapareció junto a una caravana de nómadas que pasaba cerca de
esas tierras. Se fue con ellos para huir de su mayor crimen: la niña que tanto
había amado Kopján fue encontrada muerta, con un puñal atravesando su
corazón. Es por esto que te digo que no puede ser que esta Sarolta sea un
antepasado de la Princesa Sarolta de Hungría. Si tuvo descendencia esta jamás
llegó a ser noble.
Avisa a todos tus compañeros que mañana una vez que llegue, salimos de
nuevo, por favor.
Las dos mujeres quedaron en silencio. Rosalie sin saber qué decir y
Bella con un gran cúmulo de emociones abrumando su corazón y su
alma.
Abrió los ojos al fin y buscó con la mirada al hombre que tanto amaba.
Primero se fijó en su figura borrosa y para cuando él giró su cabeza
hacia ella, ya lo distinguía a la perfección.
—Ya despertó.
Fue todo lo que tuvo que decir para que las tres jóvenes desaparecieran
al instante por la puerta que daba al vestíbulo, mientras que las demás
se retiraron con más calma. Rosalie fue la única que le lanzó una
mirada de odio antes de salir.
—No está bien que seas así con ellas. Las asustaste.
Bella soltó una risita y negó con la cabeza. Su esposo no tenía remedio.
—Vi que Sam y Leo se encontraban contigo. ¿Qué sucedió con Ron y la
ra… Naomi?
—Los dejamos en una de las habitaciones del primer piso. Ahorita voy
a revisarlos. No quiero dejarlos tanto tiempo encerrados pero no sé qué
hacer con Sam y Leo.
—Déjalos que arreglen solos sus diferencias. Con suerte los perros se
comen a los gatos y nos libramos del problema.
—¡Heidi! —Bella frunció el ceño y rodó los ojos con gesto molesto—.
No son locuras, ahora estoy de afán y no puedo explicarte bien porque
voy a verme con esa señora, pero ya te explicaré.
—Primero que todo, no es que no crea en que sea posible, pero es como
con los extraterrestres, yo creo que existen, pero si me dices que uno te
folló anoche no te voy a creer; a menos que contemos a tu esposo como
uno, que de raro no tendría nada. Y segundo, no te voy a dejar ir sola.
Edward sabe que estoy aquí y si algo te pasa, mi hermoso cuerpo
terminará flotando boca abajo en el río, así que vamos. Quiero conocer
a esa mujer y escuchar lo que tiene que decir.
Mi hombre.
Bella fulminó a Rosalie con la mirada quién pasó sus dedos por los
labios para indicar que su boca estaba sellada.
—Esto es ridículo —dijo Heidi hablando por primera vez. Frunció los
labios y resopló—, aunque lo que dicen tiene mucho sentido. Se llama
libre albedrío.
—Se supone que todos tenemos un destino, eso dicen, pero el camino a
ese destino es muy largo y tiene varias rutas para tomar. El libre
albedrío nos permite escoger cuál de todos esos caminos tomar para
llegar al destino que desconocemos. Pueda que ustedes estén
destinados en esta época a enmendar los errores del pasado, pero
piensa, Bella. En aquella vida también estaban destinados, y qué
sucedió, que el idiota ese se fue tras el culo de otra mujer y te dejó
botada. De raro no tendría nada que ahora… esa mujer…
—Heidi…
—¿Tú qué opinas, Heidi? —preguntó Cassandra con voz grave—. Eres
quién mejor lo conoce.
—¡Ah! No hay amor más hermoso, puro y eterno que el que procede
de una madre.
KOPJÁN
Tenía los cabellos del color de la tierra cuando era bañada por la lluvia,
con algunos reflejos rojizos que hacían creer que el fuego del infierno
se abría paso hacia la superficie. Su piel parecía pétalos de rosas
blancas y su delicado rostro era angular, de pómulos altos y ojos
levemente rasgados. Parecía enviada por la divinidad, pero para él era
el castigo a los pecados que aún no había cometido.
—No tengo sueño —respondió apenada con una voz tan delicada y
hermosa que Kopján sintió como todo su cuerpo vibraba ante aquel
sonido angelical.
—¡Ya no soy una niña! —refutó ella frunciendo los labios—. Ya podría
estar prometida.
—No tienes nada que temer, yo te protegeré hasta el día en que padre
te entregue a un hombre bueno que te mantenga segura. Te doy mi
palabra.
—Para cuando el sol vuelva a estar en lo más alto del cielo te aseguraré
para mí, Erzsébet —afirmó mirando fijamente la oscuridad de la
ventana como si su amada pudiera escucharlo a través de su alma—.
Serás mía para siempre.
…
Madres y hermanos regresan,
en otros cuerpos pero con las mismas almas.
La vida toma de nuevo su rumbo,
y el cielo se ve despejado por fin.
Solo queda planearla con alegría,
y disfrutar de ella día a día.
…
—El alma no tiene nada que ver con el cuerpo, muchacha —explicó la
Cassandra—, y no es necesario tener mis dones para darse cuenta que
tu vínculo con él es tan fuerte como el que solo una madre puede tener
con su hijo.
Por primera vez en toda su vida, Heidi se había quedado sin palabras.
La mujer segura de sí misma, que no le temía a nadie y que estaba tan
acostumbrada a dar órdenes como a respirar, le había llegado el
momento en que alguien la tomó con la guardia baja.
—Si Edward fue enviado con Heidi, que era su madre, Bella con
quién…
—Es mi… —Iba a decir "Mejor amigo" pero imágenes de los momentos
que había pasado al lado del chico llegaron a su mente y la silenciaron:
los momentos tristes y los felices, las risas y las lágrimas, las bromas,
los abrazos, las palabras de cariño y aliento, el incondicional apoyo y
los sentimientos que sentían el uno por el otro. Recordó también las
visiones que había tenido sobre su anterior vida y aunque en ellas no
vislumbró a ningún hombre aparte de Kopján, sabía que tenía un
hermano celoso que no gustaba mucho del muchacho que ella amaba.
Una risita escapó de sus labios y sacudió la cabeza con diversión. No
estaba sorprendida. Siempre supo que tal como Heidi y Edward, ellos
dos compartían un vínculo muy fuerte que le hacía sentir que lo
conocía de toda la vida. Levantó la mirada y aseguró con voz firme—:
Mi hermano. Jasper es mi hermano.
Edward la vistió con una bata larga de seda, color blanco perla con
encaje en el extremo del escote, y se acostó a su lado, completamente
desnudo.
Los dos rieron al recordar que esas líneas ya habían sido pronunciadas
con anterioridad. Bella apoyó las manos en el fuerte pecho de su
esposo y levantó sus caderas para dejarlas caer rápidamente. Edward
jadeó y movió su cuerpo para iniciar la apasionada danza.
Edward se dedicó a reuniones de trabajo una tras otra hasta altas horas
de la noche para poder dejar finiquitado el cierre de fin de año y así
enviar a todos a vacaciones, sin dejar nada importante para el mes de
enero y si era posible, febrero; por lo que Bella solo lo pudo ver hasta el
domingo por la tarde cuando ya todo estaba listo para el viaje.
La orden era que Ron y Naomi se quedaran en la mansión mientras
que Sam y Leo serían transportados a una propiedad en Escocia en
donde habían nacido, porque los días que siguieron a la llegada de los
perros fueron un completo infierno. Los empleados mantenían un ojo
sobre los gatos y otro sobre los perros. La mansión Gillemot era tan
grande que al menos eso les permitía el respiro de asegurarse de que
los cuatro no se encontraran en el mismo piso y cuando los gatos eran
sacados a las terrazas, los perros eran entrados a la gran casa y todas
las puertas a las que podrían tener acceso al exterior, cerradas. De
todas maneras nada de eso pudo impedir que un par de veces se
escucharan aullidos de dolor y gritos de empleados que corrían a
salvar la piel de los perros.
—Cariño, hemos pasado muchas navidades juntas y estoy segura que vendrán
muchas más, pero ahora la vida te está brindando la oportunidad de iniciar un
matrimonio como debe ser, de pasar tiempo de calidad con tu marido y de
reafirmar su relación. Toda pareja debe tener tiempo a solas y el que ustedes
tuvieron no fue precisamente el de un matrimonio normal por lo que sé. ¡Ve y
diviértete! Yo estaré bien y Phil me acompañará.
Con Jasper no fue tan fácil. Habló por treinta minutos sobre lo
peligroso que era que una mujer embarazada hiciera un viaje de este
tipo; preguntó varias veces por el destino, por qué tenían que tener una
segunda luna de miel a solo unos meses de la primera y gritó
enfurecido cuando Bella le respondió que la primera no les había
bastado.
—Mi vida…
—No me digas "Mi vida" porque no lo soy, ya no. ¡No valgo nada para
ti desde que conociste a ese imbécil!
Otra discusión fue con Edward cuando en una de las llamadas le pidió
que fueran primero a visitar al tío Aro.
—¡Dije que no! Si quieres verlo tendrás que esperar a que regresemos.
Bella frunció el ceño al celular. Quería visitar al tío Aro, para poder
pasar unos días con él antes de las fiestas y lo conseguiría así fuera en
contra de la voluntad de Edward.
—¡Te amo!
—Esta noche te voy a hacer gritar bajo las narices del viejo.
Bella lo miró con los ojos muy abiertos y su rostro enrojeció por
completo.
—Tengo diecinueve.
—Y yo treinta.
…
Momentos que me brindas,
son alegrías que me embargan.
Estás dispuesto a complacerme,
así tu sufras en el proceso.
Tú sorpresa me ha conmocionado,
y estoy segura que tú también lo sentirás.
…
—Jamás me imaginé la casa del tío Aro de esta forma —comentó Bella
mientras aceptaba la mano de Edward para bajar de la limusina—. Se
ve tan delicada, tan femenina.
—La Mansión Rosa fue mandada a construir por el viejo,
especialmente para su esposa. Ella así la soñó y así la tuvo, solo que no
pudo disfrutarla mucho tiempo. No lo comentes. Es un recuerdo muy
sagrado para él.
Bella giró la cabeza y vio a Edward detrás de ellos con los brazos
cruzados en el pecho, el ceño fruncido y refunfuñando para él mismo.
Horas después el sol comenzó a ocultarse y por fin Edward pudo tener
unos momentos a solas con su esposa antes de despedirse del tío para
ir a la cama, ya que el viejo se encontraba impartiendo algunas órdenes
a sus empleados.
Con una mirada que prometía lujuria infinita y una sonrisa húmeda
luego de pasar su lengua cadenciosamente por sus labios, se acercó a
ella caminado lentamente. Bella sintió cómo su vientre se tensaba y un
ardor delicioso la recorría, pero giró la cabeza y simuló no haberse
dado cuenta de sus intenciones.
—El que te voy a joder soy yo si no apartas tus sucias manos de la niña.
—¿Qué carajo?
—Tú eres un papanatas que se hospeda aquí por un favor que le hago
a un amigo —continuó el anciano, ignorándolo y bajando por fin su
arma—, y ella es mi nieta; hermosa, inteligente, soltera; y le caes tan
mal que no soporta siquiera dirigirte la palabra.
Edward miraba al hombre sin dar crédito a lo que había escuchado.
Giró la cabeza para mirar a Bella y la vio encogerse de hombros y
zafarse de su agarre para ir a abrazar al que le estaba arruinando la
noche.
—Esto tiene que ser una broma —dijo Edward sacudiendo la cabeza—.
Ven, Isabella. Vamos a nuestra habitación… Isabella… ¡Que vengas, te
digo!
—¿Y si…? —Bella miró a Edward de reojo y tuvo que hacer acopio de
toda su fuerza de voluntad para no reír a carcajadas al verle la
expresión de incredulidad y furia plasmada en su rostro. Todo
mezclado. Le va a dar una apoplejía—. ¿Y si tu invitado quiere entrar en
mi habitación a media noche, abuelito?
Los dos se alejaron sonrientes y Bella no fue capaz de mirar hacia atrás
de nuevo por temor a no poder parar de reír. Sabía que Edward estaba
sufriendo, pero también creía que se lo tenía bien merecido por querer
usarla para perturbar la paz de un anciano tan cariñoso y tierno como
lo era el tío Aro. Al salir de la estancia donde se encontraban,
escucharon el fuerte y largo grito de furiosa desesperación.
—¡Isabella!
—Lo deseo aquí, conmigo —admitió y luego soltó una leve risita—,
pero bien merecido se lo tiene por comportarse como un niño chiquito.
—Edward…
—Te espero afuera —avisó Edward con voz aguda por la falta de aire y
salió del saloncito sin poder enderezarse aún.
—Claro que iré. Espero que sea niña, para que se parezca a su madre.
Dios no lo permita que salga un niño igual al padre.
Bella sonrió y lo abrazó fuertemente. Quería a ese viejo cascarrabias y
aunque hubiese deseado permanecer más tiempo en su compañía,
también ansiaba iniciar su luna de miel. La verdadera.
—¿Me vas a decir a dónde vamos? —preguntó Bella, sentada aún lejos
de él.
El avión que los esperaba tenía la mitad del tamaño del de la aerolínea
en la que había llegado a Londres, de color blanco con líneas doradas y
plateadas terminando en las palabras BELLE LIZZY en la cola.
Los recibió una joven que una vez posó sus ojos en Edward, no pudo
volver a apartarlos. Aunque no era una mirada descarada, sino
hipnotizada, Bella sintió celos, por lo que ni siquiera se preocupó por
saber su nombre, pues no tenía pensado dirigirle la palabra en ningún
momento del viaje. Después de todo Edward solo la saludó con la
cabeza y se dirigió al copiloto que se encontraba junto a ella.
—Edward. ¡Basta! —el regaño fue seguido por una risita y esa fue la
perdición para Bella.
—Ahora sí, preciosa. Con o sin el viejo para perturbarlo, te voy a hacer
gritar.
—En Budapest para ser exactos —se acercó a ella y susurró muy cerca
de sus labios—: Te tengo una sorpresa.
…
Volver a las raíces
es como volver en el tiempo.
Con el acto consumado
y los votos pronunciados,
Aquí no vivimos, mi amor,
pero sin duda, aquí pertenecemos.
—¡Te digo que debe haber una equivocación! Me diste mal la dirección
del hotel, porque definitivamente este palacio no lo puede cubrir el
presupuesto del proyecto.
Bella sonrió pero algo que ella esperaba que sucediera, sucedió: el grito
resonó en las paredes del lugar y las personas que se encontraban en
las salas contiguas giraron sus cabezas, asustadas; para luego, al ver a
la chica abrazar a la elegante mujer frente a ella como si la vida se le
fuera en ello, desatenderse de nuevo de la situación.
—¡Oh, por Dios! ¡Oh, por dios! —repetía una y otra vez mientras
continuaba con su tarea de asfixiar a su amiga.
—Angie, cálmate. Me vas a dejar viudo antes de tiempo —pidió
Edward riendo mientras la tomaba por la cintura y la apartaba casi por
la fuerza.
De tantas referencias que podría tomar, escoge una sobre sexo, pensó Bella al
tiempo que reía.
—Gracias, amiga.
—Y, ¡vamos! —gritó con alegría para alejar la seriedad de las anteriores
palabras—. Estás preciosa, chica. Cambiaste el algodón por la seda, los
hospedajes de sesenta dólares la noche por suites presidenciales. —
Bajó la mirada para verle el pequeño bulto que se disimulaba por la
bata—. Y los números por los bebés. Eres increíble.
—Yo no le digo que esté todo el día en casa. Puede salir cuando lo
desee. Además, eso no es ser machista, es adorar tanto a mi mujercita
que no quiero que mueva un dedo por un dinero que no necesita. Mi
deber es consentirla y eso pienso hacer.
Ángela rio tan fuertemente que Bella estuvo segura que todo el hotel la
escuchó. Se sonrojó por la declaración tan abierta de su esposo y lo vio
caminar hacia la habitación.
—Lo dices más por ti que por mí —recriminó Bella rodando los ojos.
—Tengo que tener algún beneficio. Soy algo así como tu proxeneta.
Al día siguiente, Ángela los llevó a recorrer Budapest que ella conoció
someramente en su llegada, hacía ya algunos meses. Hicieron un
recorrido por los ocho puentes que conectan a Buda con Pest: el Puente
de las Cadenas, custodiado por dos enormes leones en cada extremo
sobre dos grandes torres de las que se desprenden unas grandes
cadenas que le dan el nombre; el Puente de Margarita desde el que se
ve el Parlamento, el Palacio Real de Buda y el Monte Gellert; el Puente
de Isabel o Puente de Erzsébet con la iglesia más antigua de Pest en un
extremo y la Plaza Döbrentei del lado de Buda, y en el que Bella sonrió
secretamente al pasar; entre otros. Pero en el que Bella notó un leve
cambio en la expresión de Edward fue en el Puente de la Libertad, en
donde al pasar por las altas torres en cuya cima se encuentran dos
aves Turul, se estremeció levemente, sus ojos brillaron y una efímera
sonrisa apareció en su rostro. Pudo ser porque Ángela pronunció dicha
palabra para indicar la presencia de las dos estatuas, o porque él con
solo verlas por el techo descubierto de la limusina lo reconoció en lo
profundo de su alma, pero Bella estaba segura de que él algo sintió,
aunque prefirió no preguntarle y esperar a ver más.
—Pero yo quiero ver las estatuas, las fuentes, las columnas —alegó
Bella al borde del llanto—. Quiero entrar contigo al Laberinto del
Amor en donde solo se puede entrar por parejas según dice aquí —
explicó batiendo un folleto que tenía en la mano.
—¡No!
—Las lunas de miel no son para conocer el mundo, ¡son para follar en
diferentes lugares del mismo!
Esa tarde regresaron al hotel sin nada más que hacer. Bella estaba
molesta y Edward parecía querer matar a todo el que se le atravesara.
—Bella… —Ángela trató de medir las cosas para saber qué camino
tomar—, mañana será otro día.
—Yo quería visitar la estatua del Turul que según vi en internet, está en
Tata… Taba…
—Tatabánya.
—Pero esa es la que queda allá, aquí también hay una —informó la
chica.
Bella la miró asombrada. Se había levantado temprano para buscar en
internet dónde quedaba la estatua y se había decepcionado al saber
que se encontraba en otra ciudad y cuyo acceso tocaba a pie y en
subida por terreno no pavimentado, pero por las prisas no se había
percatado de la estatua a la que Ángela hacía referencia.
Bella guardó silencio por un momento. Quería ver la estatua, pero más
quería que Edward la viera. Sabía que para la época en la que ellos
vivieron, ese castillo no estaba construido todavía y mucho menos la
imagen del ave; sin embargo, era la representación de algo sagrado
para sus vidas pasadas y él que no era consciente de aquella vida,
podría experimentar algún tipo de sensación especial. Solo tenía que
convencer a Edward para ir al castillo, y ella sabía cómo lograrlo.
Sin esperar más tiempo, los dos juntaron sus labios en un beso
reclamante, apasionado, que dejaba expuesta la necesidad que los dos
sentían por el otro. Una necesidad reprimida por más de mil años y
que solo ellos podrían suplir en el cuerpo y el alma que tanto amaban.
Ella abrió las piernas para él y sintió las caderas masculinas entre ellas,
así como el miembro palpitante y anhelante contra su sexo. Su cuerpo
era el de una niña pero su deseo por ese hombre era el de una mujer y
con esa misma avidez estaba dispuesta a recibirlo y él no deseaba
retrasar más el momento por temor, seguramente, a perderla de nuevo.
…
Cuando Bella despertó, Edward aún se encontraba dormido. Lo
sucedido la noche anterior parecía un sueño, pero la placentera
sensación en su cuerpo le indicaba que todo había sido real. Miró a su
esposo al rostro y se lo acarició delicadamente para no despertarlo. Ahí
estaba el blanco de su piel, el cobrizo de su cabello, su rostro tal como
lo veía todas las mañanas. Era el rostro que amaba.
—¿Arriba o abajo?
—Yo también soñé lo mismo, y lo sentí real. —Le tomó el rostro entre
sus manos y lo miró a los ojos—. Fue real, Edward. Así como nuestro
lo es nuestro amor. Estamos destinados a estar juntos para siempre y te
prometo que no permitiré que nada ni nadie nos separe.
—¿Me puedes explicar qué fue eso de allá afuera? —preguntó Ángela a
Bella alejándola un momento de Edward.
—¡Te estoy hablando en serio, Bella! Es cierto que hago bromas sobre
ciertas cosas, pero en esta ocasión es diferente. —Bella la miró a los ojos
buscando la verdad en los ojos de su amiga y se dio cuenta que no le
mentía—. Había como un aura a su alrededor. No es que yo viera algo,
pero pude sentirla. Como cuando vas por la calle y ves a un hombre
que con su sola presencia te hace cruzar y caminar más rápido. Bueno,
así; solo que con ustedes era una sensación de respeto, de dos amantes
que se estaban declarando su amor ante un altar, como en las bodas.
Era como si estuvieran casando de nuevo. Fue irreal, amiga.
—Creo que todo tiene que ver con la historia del joven que te consulté.
Sucedió en estas tierras después de todo.
—Eso también tiene lógica, Bella. No es el lugar sino la gente la que crea una
cultura. Están rodeados de los que serían sus descendientes si hubiesen tenido
hijos. Son las personas que proceden de esas con las que ustedes convivieron y
todo su entorno, las costumbres, el idioma, todo data de la misma gente a la
que ustedes pertenecieron. Sabes que yo de esto no sé mucho, solo le busco
entenderlo y ya. Cuando un grupo de personas se traslada de un lugar a otro
lleva todo consigo, sus energías, sus creencias, todo; y el nuevo hogar pasa a
ser el que ocupen, no el que dejaron atrás.
Bella lo pensó por unos segundos y se dio cuenta que era cierto lo que
su amiga le decía. No importaba en qué lugar de los Montes Carpatos
sucedió su historia en particular, lo que importaba era que se
encontraban en lo que sería su destino, la ciudad, el país que fundaron
y la gente que engendraron. Por eso se sentía como en casa y por eso
mismo Edward había experimentado tantas cosas. Ya no le cabía duda
alguna.
—No necesariamente.
…
Complacerte es lo que quiero,
porque te amo y deseo.
No te gusta mi vocación,
pero lo usas para declararme tu amor.
Eres todo lo que nunca soñé,
eres todo lo que siempre desearé.
…
—Ese fue el día en que… —No supo cómo terminar la frase. La forma
correcta habría sido: Ese fue el día en que me chantajeaste, amenazando a
mi familia para que me casara contigo; sin embargo, no deseaba tocar ese
tema. Pero él se le adelantó.
Se llevó los dedos a la boca y los lamió para enseguida pasárselos a ella
por los labios, humedeciéndolos.
Bella gemía con todo lo que su esposo le hacía. Sentía que en cualquier
momento sufriría de combustión espontánea, estallando en el placer
más puro y placentero.
—¿Cómo continuaste?
—El Niño nació hace dos mil años y fue quién bendijo nuestra unión.
Dudo mucho que se moleste por ello.
Hacía algún tiempo se había dado cuenta que lo que Nani le dijo sobre
que las mujeres embarazadas experimentaban en algunos casos un
mayor deseo por sus parejas, era cierto y se aplicaba perfectamente en
ella. Deseaba a Edward, con o sin bebé a bordo lo hacía con gran
pasión, pero sí podía notar que algo la empujaba aún más en ese mar
de lujuria que era él, y que gustosa se sumergía en sus aguas
tumultuosas.
Bella sonrió y suspiró. Ese era Edward Cullen, el hombre que le daba la
oportunidad de elegir, de actuar sin presiones. Kopján era el que la
poseía a toda costa, ese que no le importaba lo que pudiera pasar con
tal de tenerla solo para él, ese que la tomaba incluso en contra de su
voluntad por miedo a perderla de nuevo. Curiosamente, ella amaba a
los dos.
Aún recordaba ese horrible suceso. Siempre lo haría, pues es algo que
marcaría a toda mujer de por vida; sin embargo, no pensaba en eso
más de lo que alguna imagen vaga le permitía, pues aunque nada
podía justificar a Edward por lo que hizo, ella sabía que no tenía
control sobre sí mismo. En aquellos momentos lo odió, pero luego ese
sentimiento se convirtió en amor y ella prefería ver esa escena como
algo de un pasado que ya no le pertenecía y verlo a él como su futuro.
Edward Cullen era un hombre del que cualquier mujer se podría
enamorar y era solo suyo.
—No…
—No lo digas —rogó Bella colocándole los dedos sobre los labios para
callarlo—. No es necesario.
—Sé que todo eso es cierto, y que fue perfecto, exceptuando ese hecho
que los dos superamos juntos; pero por momentos, vienen a mi mente
pensamientos de instantes en los que me odiabas, y eso me mata.
Recuerdo palabras hirientes, tu llanto, tu angustia. Recuerdo tu
negativa a estar conmigo, y la forma como te intimidé para que te
casaras. —Sacudió la cabeza y cerró los ojos por un momento—. Es
como si viviera dos vidas en una, y en esas dos tú eres siempre la
protagonista. —Abrió los ojos y había lágrimas en ellos—. En una te
destruí, y en la otra te hice feliz. Solo tú puedes decirme cuál es la
verdadera historia.
—La verdadera historia es que te amo con toda mi alma, Edward. Esa
es la única verdad, la que importa.
Bella llamó a su familia para desearles una feliz navidad, así como a la
de Edward, y también a Rosalie quién le comentó que todo marchaba
de maravilla en la propiedad, y que sus encuentros con Emmett se
habían incrementado debido a que Heidi, tratando de ayudarla, y de
paso ayudarse a sí misma, programó varias reuniones familiares en
Gillemot Hall para que la pareja se pudiera ver. Llamó también a Sara,
quién le comentó que había terminado por fin su pasantía y se
graduaría en el mes de marzo, haciéndole prometer que asistiría a la
ceremonia; además de que su relación con Jacob estaba mejor que
nunca.
—Lo siento mucho, Becca, y más lo que entiendo que me quieres decir
—se lamentó Bella. La mujer era muy seria para su gusto, pero aun así
era amable y le caía bien.
—Así es, señora. Estaré con ustedes lo que resta de la luna de miel,
pero una vez regresemos, deberé abandonar mi empleo. De todas
formas llamaré a la agencia para que puedan enviar a otra enfermera
en mi reemplazo y así usted no se vea afectada. Tampoco puedo
aceptar el regalo de navidad por obvias razones.
—Podrían quedarse las dos en la noche. Dos son mejores que una.
—No sería una mala idea. ¿Te parece bien junto a la piscina?
El último día del año sería también el último en Bucarest y por decisión
de los dos, pasarían la media noche en compañía de la Comitiva Real.
Bella encargó una cena para todos y, dejando de lado las posiciones
sociales y quién pagaba el sueldo y quién lo recibía, se sentaron a la
mesa y compartieron anécdotas, risas y charlas. Becca se mostró más
risueña y su rostro siempre serio, reflejó varias veces en la velada, una
gran sonrisa. Dacre resultó ser un hombre con un buen sentido del
humor entre lo que cabía a alguien tan reservado como él. Katy parecía
la madre de Edward, atendiéndolo y mimándolo en todo momento; le
sonreía, le acariciaba el cabello y cuando Bella lo besó rápidamente en
los labios y le susurró que lo amaba, una gran sonrisa se posó en su
rostro y una lágrima rodó por su mejilla. Pero Lissa era otra historia: se
sentía cohibida ante una situación como esa, y su conversación con
Bella se limitaba a tímidas sonrisas y frases cortas, mas con Edward era
el mutismo en su máxima expresión. Cada vez que él le hablaba ella
enrojecía fuertemente, y solo atinaba a responder sacudiendo la cabeza,
la cual no levantaba para mirarlo. Para Edward su actitud no pasó
desapercibida, y luego de muchos intentos de hacerla hablar decidió
que guardaría lo mejor para el final.
—Este será el primer Año Nuevo de todos los que pasaremos juntos —
declaró mirándola fijamente a los ojos.
—Esas lo eran.
Edward brindó con todos, pero notó que Lissa le rehuía y, encontrando
un canal de diversión, sonrió malévolamente.
—Edward…
—Solo quiero que venga, nena. ¡Lissa! ¿Te vas a acercar o tengo que ir
yo a buscarte?
Sin aviso alguno, Edward la tomó por los brazos, la acercó y la besó,
primero en una mejilla y luego en la otra, para enseguida abrazarla tan
fuerte que su rostro quedó enterrado en su pecho. La soltó entonces y
le deseó un muy feliz año 2007 de manera algo brusca.
—Estoy segura que escogiste los lugares más fríos de Europa para
tenerme siempre en tus brazos —acusó Bella juguetonamente cuando
caminaban abrazados por uno de los muelles y contemplaban la
hermosa vista de las islas vecinas.
Con ayuda de Katy realizó los pedidos días antes y organizó todo para
que Bella no se enterara, hasta que encontrara lo que él deseaba, la
noche de San Valentín: su noche, la noche de los de los dos.
—Si nuestra vida fuera un libro, con lo que te voy a hacer esta noche,
abarcaríamos un capítulo completo.
CAPÍTULO 41
…
El amor entre los dos es infinito
y tú me lo demuestras a cada suspiro.
Me haces feliz con tu sola presencia,
y yo tengo miedo de perderla.
El temor ha vuelto en mis sueños,
ese temor que amenaza con destruir mis anhelos.
…
—Hiciste…
—Pero…
Se puso en pie y la miró desde lo alto. La vista era perfecta a sus ojos.
La piel blanca, lozana, rodeada del rojo de las rosas. Parecía la diosa de
la tentación, de la lujuria, dispuesta a entregar su cuerpo al hombre
que tanto la veneraba.
—Tuyo y mío.
Edward avanzó a los pechos, los cuales rodeó con las manos desde los
costados, procurando no descubrirlos, y luego, terminó en el cuello.
Bella disfrutó en todo el proceso, y sus gemidos eran una prueba de
ello.
Al terminar con el ritual, extrajo de entre los pétalos una caja de
chocolates en forma de corazón, tomó uno y se lo ofreció colocándoselo
en los labios. Bella lo mordió, un líquido viscoso con sabor a fresa se
derramó sobre su boca y una gota corrió por su mejilla. Edward la
recogió con la lengua y luego comió la otra mitad del chocolate.
Bella sonrió y abrió las piernas para darle total acceso. Él se acomodó,
estiró el brazo y le dio a ella para que mordiera. Así lo hizo y él,
presuroso, derramó el manjar sobre la intimidad rosa de su mujer. Ella
gimió cuando sintió el líquido rodar por su sensible piel y levantó las
caderas, instando a Edward a que no perdiera el tiempo. Su táctica
surtió efecto, y él recorrió con su lengua todo lo que ahí había. Sus
gemidos superaron a los de la chica. Si a Bella le fascinaba que él le
hiciera eso, a Edward lo volvía loco el complacerla.
Antes de quitarse los boxers y enterrarse en ella como los dos ansiaban,
la besó como un sediento que encuentra una fuente de agua en medio
de un desierto y la dejó tan aturdida que no lo sintió hasta que lo tuvo
dentro de sí.
Sacó el corcho de la botella con los dientes y antes de que Bella pudiera
darse cuenta, lo derramó sobre su cuerpo. El fresco líquido bañando la
piel ardiente por el deseo, la hizo gritar, y cuando pensó que ya no
podría soportar más, sintió la boca de su esposo sobre su piel,
bebiendo, degustando los sabores mezclados del chocolate, el vino y,
su preferido, el natural de su esposa.
—Tenemos que ensayar para cuando nuestro hijo esté más grande.
Él gemía en su oído y eso la deleitaba, sin contar con que las manos de
Edward rosaban constantemente sus pechos y su sexo, para
estimularla más de lo que ya estaba. Otro orgasmo llegó para los dos
en medio de palabras de amor y promesas eternas. Los gritos se
escucharon por toda la habitación y sus almas alcanzaron la plenitud
una vez más.
—¿No te duele la lengua? —preguntó Bella con los ojos cerrados y una
sonrisa en los labios.
—Debo saber a todo menos a piel —aseguró Bella y soltó una risita—.
Necesito un baño.
—El moño debería ser rojo —bromeó Bella, extendiendo los brazos y
agitando las manos para que se lo entregara rápido.
—¿Charlie?
Edward asintió.
—¡No! —declaró Bella con voz firme y más alta de lo que esperaba—.
En la casa la servidumbre está completa, no necesitamos de nadie más.
—La ayuda nunca está de más —alegó Vicky con un tono levemente
altanero y luego miró hacia un lado y sonrió—. Además, el señor
Cullen es el que tiene la última palabra.
—Completamente.
—Eso no es asunto tuyo. Y anda, ve, ¡ve! Que se enfría esa comida.
—¿Cómo que saber lo que hace? ¡Es solo una niña! No debería estar
pensando en ciertas cosas y menos con él.
—No seas hipócrita que yo soy menor que ella y tú mucho mayor que
él.
—Que son buenos amigos. Es lo mismo que saben todos los demás.
—Bella…
La chica se acercó a ella.
Sabía que ella no era buena manejando situaciones de alto estrés, y que
sufría de esos tipos de ataques en los que enloquecía, y sumando las
hormonas revueltas por el embarazo, Isabella era una bomba que
podía estallar en cualquier momento y de diferentes formas.
—Tráemela.
Bella le hizo mala cara y continuó jugando con la gata. Edward esa
noche tuvo que dormir en el sillón porque las pocas veces que intentó
entrar a la cama, Naomi lo acarició.
—La rata que tengo por hija me demostró todo el amor que me
profesa.
—Claro, porque los dos son iguales —murmuró Bella y sonrió. Los dos
eran igual de maniáticos.
Bella la ignoró, así como a Lissa que corría tras ella rogándole que se
detuviera. Atravesó la gran puerta y al llegar a la terraza, antes de
alcanzar los escalones, se giró y miró hacia arriba, hacia la fachada de
la mansión Gillemot.
Ante ella se encontraba la que parecía ser la nueva enfermera, pero sin
lograr explicar por qué, un escalofrío la recorrió.
CAPÍTULO 42
…
Los sueños me envían señales,
unas que yo no puedo evitar.
Las emociones van y viene,
pero la angustia es la que prevalece.
Temo tanto perderlos,
y solo tú puedes luchar contra mis miedos.
…
I sabella Swan había aprendido en poco tiempo que los sueños tenían
un significado que no debía ignorar, sobre todo desde que llegó a
Inglaterra y conoció a Edward Cullen. Eran precisamente los sueños
los que la llevaron a convertirse en Isabella Cullen, y pasar por un gran
sufrimiento y angustia que luego se transformó en su mayor felicidad.
Sin saber por qué, Bella sintió molestia por la pregunta, pero
imaginando que se debía a que estaba todavía alterada por el sueño
que había tenido, lo dejó pasar y se limitó a contestar:
—Pertenece a la familia.
La mujer abrió la boca para decir algo más pero Lissa las interrumpió.
—Hola, mi amor.
Bella suspiró y rodó los ojos. Estaba segura que por la mente de
Edward ya habían pasado escenas horripilantes en las que ella era la
víctima.
—Tú no deberías tener pesadillas, nena. Mi deber es hacerte feliz para que
nada perturbe tus sueños. Y si falló, quiero que me llames y me cuentes para
poder consolarte y apartar tus miedos.
Una enorme sonrisa se extendió por sus labios sin poder evitarlo y
pudo sentir cómo su rostro, a pesar del frío, se calentaba. Mas no
pensaba darle alas.
—Fue solo una pesadilla, mi amor. Algo que todas las personas tienen.
—No mi mujer.
—Tu querida Heidi no ha hecho más que quejarse. La otra semana llegan los
nuevos pasantes y si no fuera por Sara que se quedó a colaborarle y Jacob que
no se le quiere despegar, ya me habría lanzado por la ventana.
—¡Seth! ¡El mocoso ese…! —Fue lo último que Bella escuchó antes de
cortar la llamada.
—Me fue muy bien, Seth. —Demasiado bien diría yo. No pudo evitar
sonrojarse al recordar todo lo vivido en su luna de miel.
—Te has puesto roja. ¿Te sientes bien? —preguntó Seth inocentemente,
haciendo que ella se sonrojara aún más.
—Edward, por favor —rogó Bella en voz baja para que solo él
escuchara—. Es solo un niño. No tienes que temer a su pene: no sirve
aún para eso. —El sarcasmo salió de sus labios antes de pensarlo.
—No quiero que vuelvas a tener pesadillas, por eso te despertaré todas
las mañanas antes de irme a trabajar.
Lo besó de nuevo y en ese gesto le pidió que se quedara con ella. Él,
que tenía todas las intenciones de complacerla, comenzó a
posesionarse sobre ella cuando el timbre del celular lo hizo maldecir.
Lo tomó del bolsillo de su pantalón, miró la pantalla y respondió:
Edward la miró a los ojos y en los suyos ella pudo ver la sinceridad y
firmeza de las palabras que estaba por pronunciar.
—El regalo eres tú. Y te prometo que estaré a tu lado hasta que
ninguno de los dos pueda masticar ni caminar.
Bella soltó una risita por la declaración pero no puedo evitar que una
lágrima rodara por su mejilla.
…
—Ya debo irme, señora —anunció—. Con su permiso. —Se retiró luego
de darle una mirada significativa a la mujer a su lado.
Bella la miró por unos segundos y suspiró. No entendía por qué sentía
rechazo hacia su nueva enfermera, y por lo poco que había pensado en
eso, creía que se podía tratar a que llegó en un momento de mucha
angustia como fue el despertar luego del sueño, y por eso la
relacionaba con algo malo. Esta mujer no tiene culpa de mis sueños ni de la
locura que he vivido desde que llegué a este país, pensó, y decidió ser más
amable.
—No te preocupes, Hannah. Estoy acostumbrada a Becca y ella es
demasiado seria en su trabajo.
—No, señora. Uno de los requisitos que el señor exigió era no tener
compromisos.
—Ya veo —comentó Bella sin saber qué más preguntar. No era
chismosa por naturaleza, y poco interés tenía en indagar en la vida
privada de la mujer.
—Ya voy para allá, mi amor. Ya voy… ya voy —repetía una y otra vez
comenzando a llorar también. Bella escuchó cómo le decía a Heidi
entre el llanto que se iba y a ella también desesperada por no entender
qué pasaba—. Ya voy, mi nena, ya voy. Pero, ¿tú estás bien?
—¡A la mierda la reunión! —gritó y Bella escuchó lo que parecían ser las
puertas de una auto cerrándose fuertemente—. Isabella, por favor, dime
qué tienes—sollozó él—. ¿Dónde están todos? ¿Dónde está Hannah?
—Señora, por favor. Ábrame que el señor llamó y está como loco. Dice que
viene para acá, que ya está cerca.
Bella cerró los ojos y se recriminó por haberlo llamado y hecho sufrir
de eso modo sin ningún justificativo. Recordó entonces la decisión
tomada unos momentos atrás.
—Lissa, por favor. Busca a Carla y dile que yo estoy bien, que Edward
solo se asustó porque le dije que tengo dolor de…
—En especial con Hannah. Entendido señora, enseguida voy a esperarlo. Pero
asegúreme que está bien.
Bella sonrió ante la suspicacia de Lissa y le aseguró que no tenía de qué
preocuparse y que también se percatara de que nadie entrara al
vestíbulo de la habitación. La joven se fue y Bella se dirigió al baño,
seguida por Naomi que aún se encontraba nerviosa, donde otra ola de
llanto la azotó con fuerza. Su comportamiento era totalmente
irracional, cosa que su corazón y su alma no parecían entender. Salió
luego de varios minutos con una toalla húmeda en la mano y se
arrodilló junto a la cama para limpiar el suelo, derramando nuevas
lágrimas que poco tenían que ver con el pánico anterior, pues era la
culpa la que ahora la azotaba. Soy una completa idiota… Idiota no, una
grandísima estúpida. Se encontraba tan inmersa en sus pensamientos
recriminatorios, que no se dio cuenta que alguien había entrado en la
habitación, hasta que escuchó que Naomi maulló con algo más de
emoción y unos brazos la rodearon por la cintura y un aliento cálido
acarició su mejilla.
…
Tu sufrimiento se vuelve el mío,
y tu dolor mi padecimiento.
Vivo para protegerte,
pero siento que fallo en el intento.
Dime a qué le temes, mi amor,
dime y yo salvaré tu corazón.
…
Por fin los altos muros que rodeaban la propiedad se mostraron ante él
y un minuto después, ya se encontraba frente a las enormes puestas
abiertas. Cuando el auto comenzó a entrar, Lissa apareció y le hizo
señas para que se detuviera.
—La señora quiere que rodee la mansión y entre por atrás. No quiere
que hable con nadie, sino que se dirija directamente a la habitación —
explicó la chica, quien se encontraba sentada lo más alejada posible de
su acompañante.
—No quiso abrirme la puerta, señor. Pero sí le puedo decir que estaba
llorando y no parece ser porque le duela algo. Está muy asustada, solo
que no sé por qué. No me lo dijo. Cerré la puerta del vestíbulo de la
recámara para que nadie la molestara, aquí está la llave.
—Lo siento —sollozó Bella, con su voz reprimida por la ropa de él—.
Soy una tonta.
—¿Y el bebé?
—Lo sentí moverse mientras la bañaba, pero ahora está tranquilo. Creo
que está bien.
—Los tiene desde niña según me contó Renée. La llevaron con un médico una
vez pero él dijo que solo eran problemas para afrontar situaciones difíciles.
Curiosamente cuando se presentó lo de su padre no los sufrió en ningún
momento; incluso después, se mostró siempre fuerte, y si le dieron, no fue
delante de su madre. Pero…
—No lo sé, Edward. Hay algo que no encaja. Ella no los sufrió en los
exámenes finales, no los sufrió cuando su padre, ni cuando tuvo otros
momentos difíciles o de mucho estrés… Ella los sufre cuando tiene miedo.
—Continúa, por favor —pidió Edward cerrando los ojos con fuerza y
acercándose más a Bella. Sus sospechas eran confirmadas.
—Lo sé, y es por eso que te estoy diciendo esto. No sé qué es, y desde que la
conocí estoy tratando de descubrirlo, pero creo que ni ella misma lo sabe
porque ya me lo habría dicho…
—O a mí.
—Pero estoy seguro que a ella le pasó algo muy malo, quizás cuando era muy
niña y ahora no tiene consciencia de ello, que ha hecho que sus temores se
intensifiquen en ciertos momentos y es ahí cuando sucumbe a los nervios.
Algo le hicieron, Edward, que le ha hecho tener miedo toda su vida.
—Te prometo, Jasper, que dedicaré mi vida a esa empresa. Haré hasta
lo imposible para que no vuelva a tener miedo nunca más.
—Señor, les traje el almuerzo. Tuve que decirle a Katy que usted
decidió volver porque le hacía falta la señora como… su esposa y
pues… aquí está la comida —tartamudeó la chica sin levantar la vista
ni una sola vez.
Bella miró a Edward como pidiendo ayuda pero él negó con la cabeza,
indicándole que estaba totalmente de acuerdo con la experimentada
enfermera.
—Los médicos dijeron que se debía a que tenía un carácter débil y esa
era la manera en que podía expresar mi angustia y de paso
protegerme. Que no tenía la capacidad para afrontar situaciones
difíciles.
—Eso no tiene sentido. Nunca he conocido a alguien más fuerte que tú.
Has pasado por tantas cosas que cualquier otra persona ya habría
sucumbido, incluso mortalmente. Lo sé porque muchas de esas
situaciones las originé yo y ahora soy consciente de ello. En los
momentos más difíciles de tu vida te mantuviste firme, y solo cuando
llega el momento de temer algo que aún no logramos relacionar, es que
presentas esos estados que, según tengo entendido, los sufres desde
muy pequeña.
En esos momentos las imágenes aparecieron ante ella así como las
emociones: el dolor más desgarrador al saber muerto a Kopján cuando
lo prefería mil veces vivo así fuese en brazos de otra mujer y luego,
cuando vio a Sarolta acercarse a ella con un puñal en las manos. Al
saber que moriría no sintió temor por ese hecho como tal, porque lo
anhelaba con todas sus fuerzas, pues su vida había dejado de tener
sentido alguno y cada respiración, cada latido, dolía como lava
ardiendo corriendo por sus venas; incluso podía afirma que ese habría
sido el momento más feliz de su vida, por saber que iría a reunirse con
el hombre que tanto amaba, de no imaginar el dolor que su familia, y
en especial su querido hermano, experimentarían al hallar su cuerpo
sin vida. Esos dos instantes de infinita angustia y terror, se quedaron
en su alma hasta el momento de su nuevo nacimiento, cuando
encontraron un modo de poder ser exteriorizados con la más mínima
provocación.
…
Aún dudas de mi amor,
sin ningún motivo ni razón.
Sin embargo yo te lo demuestro,
en cada uno de nuestros encuentros.
Solo vivamos nuestro amor,
solo seamos tú y yo.
…
Eran casi las ocho de la mañana y aunque Edward sabía que ya era
demasiado tarde para él, no quería apartarse de ella hasta que
despertara. Temía que al dejarla dormida volviera a tener pesadillas,
pero tampoco quería interrumpir sus sueños. La veía tan hermosa, tan
frágil, tan delicada que no pretendía molestarla así tuviera que perder
toda la mañana. La noche anterior, luego de que ella le revelara cuáles
eran sus mayores miedos, él la abrazó y le prometió que no lo perdería,
ni su familia sufriría. En su mente, las escenas de amenazas de su parte
y súplicas de ella llegaban como retazos de una tela desgarrada. No
podía formar una secuencia de los hechos, ni las palabras exactas que
había pronunciado, solo sabía que él era el causante de ese temor que
ella sentía sobre ver sufrir a su familia. Ella se había dormido casi al
instante, con los besos y caricias de Edward arrullándola con amor;
pero él no pudo conciliar el sueño hasta muy entrada la noche, cuando
la culpa y el remordimiento dejaron de azotarlo porque el cansancio se
impuso férreamente.
Bella abrió los ojos, giró la cabeza para mirar a su esposo y un beso en
los labios la recibió con ternura.
—Es tarde. Debes irte —declaró, tratando de ocultar la súplica por una
negativa.
Bella levantó la mano y le colocó los dedos sobre los labios para
hacerlo callar.
—Shhh. Eso no es cierto. Estoy contigo porque te amo, porque ahora
que te tengo no puedo imaginar mi vida sin ti. Te amo, Edward. No lo
dudes nunca.
—Te pedí una vez que te olvidaras de todo eso. Que solo pensaras en
nuestro presente y futuro. El pasado no importa.
—Eres mi sonrisa.
Luego de que Edward se fuera, Bella se vistió para la cita que tenía con
la partera, en Londres. Edward quiso esperarla para acompañarla, pero
eso implicaría que perdiera también la mañana; y sumado al día
anterior, era demasiado tiempo, por lo que ella no lo permitió. Lissa y
Katy la ayudaron a vestir sin que se pronunciara palabra alguna sobre
lo sucedido y, cuando estuvo lista, bajó. En el vestíbulo la esperaba
Hannah cuya actitud era muy diferente a la última vez que
conversaron. Se mostró solícita y amable. La expresión feroz en el
rostro había desaparecido, siendo reemplazada por una sonrisa. Sus
problemas no son conmigo, no tengo por qué afectarme por ellos, pensó Bella
y le devolvió una sonrisa que supo que se mostraba falsa.
—Lo sé. —Fue lo único que Bella respondió para no tener que
continuar con un tema que sabía era doloroso para Hannah.
La partera le indicó que todo se encontraba bien, pero aun así le llamó
la atención por no cuidar de sus estados emocionales. Le recordó que
toda mujer embarazada debe evitar exaltarse y que si no se controlaba,
el niño podía nacer nervioso.
—Los fetos tienden a percibir los estados de ánimos y esto puede verse
reflejado en bebés nerviosos y adultos ansiosos.
Bella le prometió que no volvería a suceder. Podía controlarse y
mantenerse tranquila. Después de todo, no tenía nada que temer, y sí,
la nueva enfermera era muy extraña, pero era consciente que no
representaba peligro alguno para ella y que solo debía evitar los temas
que sabía le eran dolorosos. Todos tenían un tema delicado y ella debía
respetar el de Hannah. Aunque la mujer tenía una lengua demasiado
suelta, era algo que podía controlar. No le parecía justo prescindir de
ella por su forma de ser y más si no sería su amiga.
—Tú nunca molestas, nena. Además, podemos encerrarnos bajo llave, y hacer
del cliché de la secretaria y el jefe, un cuento para niños.
—Eso fue hasta que te casaste con el jefe, Bella. Ahora usted es la
señora Cullen y son órdenes expresas de su esposo que no inva…
—No, señora.
—Si las necesito las llamo —dijo Bella quedándose dentro del ascensor.
—Escuché eso.
—¿Cómo van tus cosas con Alice? —preguntó Bella, bajando la voz
para que Jessica, que la miraba con claro resentimiento, no los
escuchara. La pobre chica aún no superaba que Bella se casara con el
presidente de la compañía, y mucho menos que una simple campesina,
tuviera al vicepresidente comiendo de su mano.
—¡Sí! Maldición, sí. Solo que no quiero que sea así. —Jasper la miró a
los ojos y la tomó por los brazos—. Bella, ella me interesa y mucho.
Tiene una personalidad tan traviesa pero a la vez tan inocente… Me
vuelve loco.
—Estoy perdido.
—Yo no diré nada, pero mira bien cómo hacen las cosas, porque si
Edward los descubre antes de que formalicen la relación, te va a matar.
…
El fin de semana llegó, y Bella recibió a Heidi el sábado al mediodía.
Planearon ir al río pero Edward se negó por miedo a que la corriente
contra el vientre de Bella, pudiera hacerle algún daño.
—Estás loca si piensas que voy a permitir que uses un bikini en frente
de Emmett. Colócate uno de mis boxers y una de tus camisetas o lo que
quieras, pero nada que deje ver mucha piel.
—Si crees que mi mujer va a salir casi desnuda como tú, estás más loca
que ella.
—Se ve hermosa. Déjala en paz. —Bella rodó los ojos y vio a Heidi
rebuscar en su bolso. Llevaba puesto un bikini color borgoña que
contrastaba a la perfección con su nívea piel. No era tan pequeño como
decía Edward, pero sus nalgas quedaban parcialmente al descubierto y
el corpiño era sin cargadores, con un pequeño broche con piedrecitas
doradas y plateadas que lo fruncía entre sus redondos pechos. Al
mirarla, Bella sintió una punzada de envidia. Sabía que Heidi nunca
había pasado por el bisturí, todo era natural y bien proporcionado.
Dicha envidia se podía clasificar como de la buena pues le tenía mucho
aprecio a la chica y no representaba ningún riesgo entre su marido y
ella. Miró a Edward y este miraba a Heidi con el ceño fruncido,
esperando a ver qué sacaba del bolso. En su mirada no había ni el
menor atisbo de lujuria o deseo, al contrario, había mucha rabia y
desconfianza. Bella sonrió ante ese hecho. Si su amiga sacaba del bolso
algo parecido a lo que tenía puesto, Edward le arrancaría el bikini… Sí,
pero para ahorcarla con él.
—¡Aquí está! —Heidi se giró y mostró un bikini azul rey que aunque
un poco más grande que el suyo (al menos en cuanto a cubrimiento,
porque las medidas de Heidi, debido a sus curvas, eran mayores que
las de Bella), no dejaba de ser un bikini.
—¡No!
—¡Me encanta!
—No, no y ¡no!
—O, ¿qué?
Bella se colocó el vestido de playa que Heidi le entregó, que iba a juego
con el bikini, y Edward una camiseta blanca.
Heidi arqueó una ceja sin que Edward lo notara. Ella también sabía lo
que había entre esos dos.
…
Dicen que no hay felicidad completa,
que siempre hay algo que temer.
Hoy veo ese temor en tus ojos,
y me hace temer a mí también.
Descubrir ciertas cosas no es grato,
más cuando estas no están del todo en el pasado.
…
H eidi movía los dedos con rapidez mientras mantenía los brazos
estirados en dirección a Edward, quien la miraba con el ceño fruncido.
—¿Qué…?
Él asintió con la cabeza pero no dijo nada y se dirigió a los otros dos.
Félix flexionó los dedos y por fin se decidió a cargar a Heidi. Ella le
rodeó el cuello con los brazos y pegó su cuerpo al fuerte y musculoso
pecho, cubierto por una camiseta. Sin ningún disimulo ni vergüenza, lo
olió en el cuello y lanzó un pequeño gemido de placer.
Félix se estremeció por completo y casi deja caer a Heidi. Se detuvo por
un momento, cerró los ojos fuertemente, sabiendo que la mujer en sus
brazos lo miraba, y cuando los abrió se concentró en el camino y
continuó.
—No. Ahora que lo pienso debo parecer una ballena, así que mejor me
baño con él.
—Te ves hermosa, Isabella. Aunque no te voy a negar que prefiero que
no te quites el vestido. No quiero que nadie más que yo vea tu bello
cuerpo.
Ya se había quitado los zapatos, por lo que pudo hacerlo con el estilo y
la sensualidad que la caracterizaba. Luego de un par de pasos, levantó
su vestido y se lo quitó por la cabeza, mostrando así su esbelto y
perfecto cuerpo, cubierto solo por su pequeño bikini. Se detuvo y giró
medio cuerpo para mirarlo.
Cerró los ojos por un par de segundos, tomó aire, buscando que el olor
del pequeño bosque y el río a sus pies la llenaran de valor y, sobre
todo, de comprensión.
—Nena, pero si te sientes mal aquí está Becca. ¡Becca! —llamó Edward
con un fuerte grito.
No. No puedo enterarme por boca de otro de lo que el mismo Edward debería
decirme, pensó y se frotó la frente con una mano. Recordaba que
cuando fue por Edward a Londres y pasó la noche en su
departamento, ella le dijo que se alegraba de que no hubiese ropa de
mujer en su guardarropa, y él le había respondido que no había nadie
más que ella. Eran las palabras que cualquier mujer desearía escuchar
del hombre que ama, pero no cuando estas están acompañadas de una
expresión llena de tensión, rabia, dolor y miedo.
—No… puedo. —Bella suspiró. Está enamorada de él, y sabe que nunca lo
podrá tener.
—Con que le digas que no quiero que entre y seas rápida para cerrar la
puerta, me conformo. ¿Harías eso por mí?
La chica asintió, nerviosa. La idea no le gustaba pero no tenía otra
opción. Tomó el teléfono, marcó la extensión de la cocina y luego de
cortar se dirigió al vestíbulo a esperar el pedido. Bella sabía que él no
se había movido de la puerta, lo conocía muy bien, y además, podía
sentirlo. Su presencia era como un imán que la atraía hacia él, y solo su
dolor e incertidumbre podía impedir que sucumbiera al llamado.
—Entonces dime qué me escondes —pidió Bella sin abrir los ojos. No
quería ver el miedo en sus hermosos rasgos, de nuevo.
—Solo quiero saber algo, Edward. —Abrió los ojos para poder mirarlo
a los suyos. Necesitaba saber qué tan sincera era la respuesta del
hombre que tanto amaba—. Si en verdad me amas tanto como dices…
—Te amo más que a mi propia vida —afirmó él, con pasión.
—Si eso es cierto —continuó Bella—, respóndeme con sinceridad. Sea
cual sea la verdad, por favor, Edward, te lo suplico, dímela. —Más
lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras la imagen de Edward se
volvía borrosa ante ella, por lo que tuvo que enjugarlas con el dorso de
la mano.
—No, no, no. Te juro que no lo hago. Yo solo te amo a ti, Isabella.
¡Créeme, por Dios!
Entonces es cierto. Ella existe, pensó con dolor y decidió resolver otra
duda a la que le temía aún más.
—¿En qué momento del día te ves con ella? —preguntó en un hilo de
voz.
—No la veo porque no significa nada para mí. Ella no vale, nunca lo
hizo. —Tomó el rostro de Bella entre las manos y con los pulgares le
secó las mejillas—. Ella pertenece a mi pasado, Isabella. Tú eres mi
presente y mi futuro. Tú eres mi todo, ella no es nada.
Y aun así es tan importante que se interpone entre los dos, pensó Bella con
pesar y lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo él le devolvía el abrazo
con devoción. ¿Quién eres? ¿Por qué te interpones entre nosotros? ¿Quién
eres? Maldita sea, ¿quién e…? Su corazón se detuvo por un momento y
su alma gritó de angustia: Sarolta.
CAPÍTULO 46
…
Dudas y temores llegan a mí,
y tú nada quieres decir.
Aun así no pienso dejarte ir,
aun así pienso luchar por ti.
Ya te perdí una vez,
y es algo que no volverá a suceder.
…
Edward se resistió, y Bella tuvo que tirar con más fuerza hasta que él
emitió un quejido de dolor. Se levantó, rendido por fin, y se recostó a
su lado. Bella se acomodó para quedar frente a él y así, poder mirarlo a
los ojos.
Una vez dejé que ella me lo arrebatara, pero solo era una niña, pensó
acariciándole una mejilla. Ahora soy una mujer, y no permitiré que nos
separe de nuevo. Él me pertenece. Es mío… mío.
Bella deseaba saber más. ¿Quién era ella? ¿Cuándo la conoció? ¿Qué
significaba realmente para él? Quería saberlo todo, y estaba segura que
ese día no lo conseguiría. Podía recurrir a Cassandra para que le dijera
lo que veía, o percibía o lo que fuera que ella hacía, mas no era la
forma. Él debía contárselo, confiar en ella lo suficiente como para
decirle toda la verdad sin temor a nada. Solo esperaba conseguirlo
pronto, aunque lo dudaba. Decidió cambiar de tema. Hablar
sobre ella era una tortura, a pesar de que le creía a Edward cuando le
decía que no la amaba; lo que tampoco significaba que ella no era
alguien importante para él, ya fuera para bien o para mal. Bella estaba
casi segura que era para mal.
—¡Ahí la tienes! Siendo mimada por una bella mujer. Le va mejor que a
mí: mi mujer, la más hermosa de todas, no me mima por estar
pendiente de su gata. —Bella lo miró de tal forma, que él se arrepintió
al instante de haber hablado, sobre todo con tanto sarcasmo.
—¿Estás bien?
—Lo es. A menos que tengas algún otro compromiso. —Bella no quería
quedarse sola con Edward esa noche. Aunque estaba decidida a no
perderlo, le dolía el engaño.
Bella asintió.
La mujer negó.
—Bella…
—Yo estoy a tu favor, Bella —afirmó Heidi con voz dolida. Dejó a
Naomi, que todavía estaba dormida, sobre un sillón y la miró con ojos
húmedos—. Siempre soñé con que Edward encontrara una mujer como
tú, y fue por eso que lo ayudé a tenerte, aunque no imaginaba que
llegaría tan lejos.
—Lo ayudaste para hacerlo feliz. Lo habrías hecho con cualquier mujer
que él deseara tener.
—Ya veo. Ni tú has podido alejarlo de ella —declaró Bella con una
sonrisa triste en los labios.
Heidi tomó la mano de su amiga entre las suyas y la aferró con fuerza.
—Edward también dice que no vale nada, que me ama a mí. Pero eso
no tiene sentido. ¿Por qué si no vale nada, no me quiere decir? Sé que
no es algo del pasado, lo siento. —Bella liberó su mano y se tocó la
frente al tiempo que sacudía la cabeza—. No entiendo qué sucede,
Heidi. No logro entender nada.
—No es preciso que lo hagas. Lo único que tienes que tener siempre
presente es que él no te engaña con nadie. No existe otra mujer a la que
ame y desee que no seas tú, Bella. Cuando sale de esta casa es para
trabajar, y se afana por regresar a tu lado. Cuando cierra los ojos es tu
rostro el que ve. Cuando te tiene en sus brazos es el hombre más feliz
del mundo y cuando se ve obligado a alejarse…
—Lo he notado.
—Te lo prometo.
Tengo que luchar por él, y para hacerlo debo confiar en él, pensó Bella y
tomó a Naomi en brazos.
Bella rodó los ojos ante el comentario de Heidi y se sentó entre las
piernas de Edward. Heidi se sentó al lado de él y se acurrucó contra su
cuerpo.
—Eso era antes. Ahora nos tiene a todos nosotros y tú también. —Bella
extendió una mano y la apoyó en el brazo de él—. Félix, los Cullen y
los McCarty somos muy unidos. Todos le tenemos mucho cariño a
Rosalie, además de que esperamos que pronto haga parte de la familia,
formalmente. —Félix frunció el ceño. Bella lo ignoró—. Tú, aparte de
ser el administrador de las plantaciones, eres el hermano de la novia de
Emmett y eso te hace parte de nosotros. Jamás permitiríamos que él le
haga daño. Te lo prometo. Tu hermana está segura con él. Lo estará
siempre.
—Me preocupa lo que pueda pasar ahí dentro —dijo Edward con el
ceño fruncido.
—¡Pero eso sería fantástico! —manifestó Bella con una gran sonrisa.
Se veía tan roja como Félix, e igual de agitada y con la camisa algo
descompuesta. Levantó una mano para acallar a su primo.
—Tienes nuestra vida planeada por lo que veo —acusó Bella, fingiendo
molestia, y siendo descubierta por el brillo de felicidad en sus ojos.
—Así es. Quiero que tengamos tantos hijos que formemos un equipo
de futbol.
…
Todos afirman que me amas,
y yo no dudo que lo hagas.
Descubro nuevas pistas,
unas que me atemorizan.
Debo confiar en ti, lo sé,
te prometo que esperaré.
…
—Señora…
Bella abrió la boca para negar toda posibilidad, y decir que se trataba
de la empresa; no lo hizo. Por alguna razón tenía tanta confianza en la
chica, que prefirió cambiar su parlamento.
—No lo sé, Lissa. Quiero creer que no. —El sollozo que emitió la chica
fue tan fuerte que Bella se sobresaltó. La miró confundida por su
reacción y la vio llevarse una mano al pecho y respirar agitadamente,
mientras de sus ojos escapaban lágrimas de dolor—. Lissa…
Bella tomó el papelito que parecía ser una hoja de cuaderno arrancada
y sellada con un poco de cera, y esperó a abrirla una vez el auto hubo
emprendido la marcha. Se encontró con una letra algo maltrecha pero
que se podía leer.
Niña:
Cassandra.
Bella cerró los ojos ante esa declaración. Edward la había descubierto.
La conocía tan bien que no le pasó desapercibido su plan; sin embargo,
ella podía negarse. Tampoco pudo evitar sentirse avergonzada. Había
prometido que le creería y, luego de que él se marchó al trabajo, lo
primero que hizo fue tratar de averiguar lo que él le ocultaba.
Bella rodó los ojos. Edward podía ser el hombre que amaba, pero no
era su padre.
—Isabella, no lo harás.
—Me alegra tanto tenerte aquí, querida. Deberías quedarte unos días.
Estar encerrada en el campo no debe ser muy agradable.
—Y, ¿qué opina Edward acerca de ese plan? Debo decirte que me
llamó para exigirme que no te permitiera preparar la comida.
Bella negó con la cabeza. Sabía que Edward haría algo así.
—Edward no lo sabe y no se lo voy a ocultar, aunque sé que cuando le
informe va a poner el grito en el cielo. Y sobre la comida, quiero
cocinar, así tenga que pedir permiso en el restaurante más cercano para
hacerlo.
Esme rio y tomó una de las manos de Bella entre las suyas.
—Acaso Carlisle…
—¿Aparte de otras?
Las dos rieron con fuertes carcajadas. Bella estaba segura de no poder
volver a mirar a Carlisle a la cara sin sonrojarse. Unos minutos
después, Esme guió a Bella hacia la cocina, con la promesa de que no
sería algo elaborado. La chica se decidió por lomo de cerdo en salsa de
ciruela, ensalada Cesar y puré de papas gratinado con champiñones.
—No quise decir eso. Es solo que… Tengo que hacer una llamada. —Se
retiró sin dar más explicación.
—Déjala en paz, Edward. Es una chica que tiene sus propios asuntos.
—¿Por qué estás tan callada? Acaso sabes en qué anda Alice y no
quieres decir nada.
—No soy idiota. Sé que esto tiene que ver con un hombre, y cuando
descubra de quién se trata, más le vale que ya se encuentre lejos. —Se
acercó a Bella y la miró a los ojos—. Si se trata de tu hermanito, esta
vez sí lo mato.
Carlisle llegó y Bella no fue capaz de mirarlo a los ojos, sino hasta
luego de un buen rato, cuando ya se encontraban sentados a la mesa.
Las empleadas sirvieron la comida y todos se dispusieron a degustarla.
Le devolvió la mirada por unos segundos y esa señal bastó para darle
vía libre. Edward se levantó y caminó con paso firme. Al llegar a ella,
se arrodilló y le tomó una mano entre las suyas.
—¿Podemos hablar?
Bella asintió. Carlisle les ofreció su estudio y ella se dirigió hacia él con
Edward siguiéndola de cerca. Al entrar, este cerró la puerta con seguro
y se apresuró a abrazarla desde atrás.
—En las revistas me enteraba que lo habían visto con una chica
saliendo de alguna disco, y con otra a la semana siguiente. Tú fuiste la
primera y la única a la que nos presentó. A ellas las conocí solo por las
revistas, y cuando le preguntaba, me decía que no me preocupara, que
cuando conociera a alguna chica digna de presentármela, lo haría.
Luego no volvió a vérsele más con mujeres de forma pública, y varios
años después apareciste tú, para mi alegría.
—Me estás diciendo que Edward duró varios años sin salir con una
chica, así fuera solo por una noche.
Esme asintió.
—No te digo que no tuviera relaciones con nadie. Seguro que lo hacía,
pero no se dejó ver más en público. Eso fue después de que aquella
chica saliera del país. —Bella se tensó al instante y su suegra lo notó—.
Bella, no debería estar hablando de estas cosas contigo. Tú eres su
esposa y todos los hombres tienen un pasado lleno de mujeres, lo que
importa es a quién eligieron para pasar el resto de su vida, y Edward te
eligió a ti.
—No te preocupes por eso, Esme. Sé que Edward me ama. Solo siento
curiosidad y te agradecería que me dijeras todo lo que sabes.
»Me contó que había conocido a una chica muy hermosa, y que si las
cosas resultaban bien, le gustaría presentármela. No me dijo su nombre
porque quería estar seguro de que él también le gustaba antes de
ilusionarme, solo me comentó que me agradaría y que era una chica
especial. Era la primera vez que me hablaba de una chica, y fue la
última, hasta que tú apareciste.
El corazón de Bella latía aceleradamente. Esa joven de la que Esme
hablaba podía ser la mujer que en esos momentos la atormentaba a la
distancia, con la que Edward la engañaba.
—¿Qué pasó con ella? ¿Te la presentó? ¿La conociste alguna vez?
—Te juro que por mi mente han pasado todas las posibilidades y de lo
único de lo que estoy segura, es que algo grave pasó entre ellos, porque
como te digo, desde ese momento no volvió a dejarse ver con ninguna
otra mujer, y mucho menos, a hablarme de alguna otra. —Esme tomó
una de las manos de Bella entre las suyas y la apretó—. Hija, cuando él
me habló de esa chica, se escuchó emocionado, ilusionado. Puede que
haya llegado a albergar algún sentimiento por ella, pero nunca uno
como el que siente por ti. Cuando habla de ti, su voz destila adoración,
veneración. Si no lo hubiese criado creyendo en Dios, diría que tú te
has convertido en el suyo. Cuando te ve, en sus ojos puedo ver lo
mismo que cuando Carlisle me mira a mí, o Joseph miraba a Lizzy, y
ahora sus fotos. Eso no se puede simular, hija. Ni los mejores actores
logran mostrar tanta pasión y tanto amor como ellos nos muestran a
nosotras. No sé qué sucedió con esa chica, pero si de algo puedes estar
segura, es que él te ama con todas sus fuerzas.
…
Estoy decidida a confiar en ti,
a esperar a que la verdad llegue a mí.
Igual debes aprender a respetar,
a que yo no soy igual a las demás.
Llevemos vidas tranquilas tú y yo,
solo amémonos con todo el corazón.
…
—Sal de aquí…
—Fuera…
—¡Largo!
—Mañana.
—Era más de media noche, Edward —explicó Bella con voz calmada y
falsamente soñolienta—. Así que será mañana.
Bella cerró los ojos y se terminó de acomodar para dar por zanjado el
tema. Ella también estaba loca de deseo, y más después de esa sección
de sexo oral que Edward le había brindado, pero no podía dar su brazo
a torcer. Él tenía que aprender que no podía tratarla de esa forma; de
igual manera, una noche más no le haría daño a ninguno de los dos, y
de paso le demostraría a él que no podía dominarla por medio del
sexo.
Edward sabía que eso solo podía significar dos cosas: o quería
torturarlo más, o le estaba dando el permiso para tomarla como
deseaba. Rogó porque se tratara de la segunda.
Sin desear esperar más tiempo, se acercó a ella y tendió la mano para
recibir la esponja enjabonada. Bella lo miró y arqueó una ceja.
—No dudes que algún día tomaré este culito delicioso —dijo, mientras
le acariciaba una nalga e introducía un par de dedos entre ellas—. Pero
no será hoy, preciosa. Hoy te tomaré desde atrás, para ver como tus
caderas se estrellan con las mías y tus nalgas vibran por mis
embestidas.
Bella enrojeció hasta sentir que ardía en fiebre. Había decidido seducir
a Edward para hacer más interesante su reconciliación, y, valiéndose
del hecho de ser mujer y poseer una sensualidad nata, logró su
cometido sin mucho esfuerzo; nunca imaginó que él le dijera que tenía
intenciones de hacerle sexo anal. Eso la atemorizó y la excitó al mismo
tiempo; más lo segundo que lo primero.
Edward se aferró a sus pechos y los apretó entre sus manos, sin perder
la delicadeza; apartó las manos de ellos y las posó sobre el vientre
abultado de su esposa. Estaba loco de placer y lujuria, pero la amaba y
no deseaba causarle daño alguno.
—El bebé…
Tan desesperado estaba que accedió a hacer lo que ella le pedía, y que
él también deseaba. Aceleró sus movimientos logrando que las nalgas
de ella vibraran tal como le había dicho que sucedería. Los golpes
retumbaban en las paredes y formaban eco en el fino enchapado,
produciendo un sonido armónico y erótico a la vez, que combinado
con los gemidos de Bella, creaban la melodía más hermosa y placentera
que Edward hubiese escuchado jamás.
—¡Ay!… Que caída tan boba… ¡Ay! —se quejó la chica, mientras se
levantaba y se frotaba el brazo.
—Siempre hay una primera vez para todo, señora. Ya sabe que soy
algo nerviosa.
—No.
—No lo harás.
Bella suspiró.
Bella se puso en pie y se acercó a él, para tomarle el rostro entre las
manos y hacer que la mirara a los ojos.
—Mi amor, me estoy volviendo loca sin hacer nada. Lo único que hago
en todo el día es leer, consentir a Naomi, y conversar con Rosalie
cuando puede venir o con Katy. Yo no soy así. Necesito estar ocupada
en algo.
—Cálmate, nena. Ella estará bien. Aquí está el veterinario y tiene todo
lo necesario por si algo sale mal.
Edward pensó que eran los gatos bebés más horribles que había visto
en toda su vida, pero por complacerla, se limitó a asentir; y cuando
Bella los tomó, y se los puso en las manos, aún húmedos y babosos,
tuvo que reprimir una mueca de asco.
Bella llevaba ya una semana con las clases a los niños que más las
necesitaban y, aunque Seth era muy inteligente, asistía solo para verla.
Edward no se encontraba nada contento con ese hecho y se lo hizo
saber varias veces a su esposa, he incluso al mismo chico, las pocas
veces que lo había visto, pero este no se dejaba intimidar y se mantenía
firme en asistir a las clases de la Maestra Bonita, como la llamaban todos
sus alumnos. Bella se hallaba feliz y complacida, por lo que no se
opuso a que la fiesta se realizara ahí. Por fin estaba retomando su
anhelo de ser maestra.
—Porque Heidi ya perdió todo interés en él. Tal parece que solo era un
capricho.
—No la conoces como yo, nena. Algo trama, ella no es una mujer que
abandone una idea tan fácilmente. —Guardó silencio por unos
segundos y volvió a pasar la vista por la estancia—. Desapareció —
declaró y miró a su esposa con algo de preocupación—. De esta noche
no pasa que ella consiga lo que quiere.
HEIDI Y FÉLIX
Esa mujer poseía una sensualidad innata, y un cuerpo que podía hacer
que los mandatarios del mundo se arrodillaran a sus pies. Él no era el
primer ministro, y mucho menos el príncipe, aunque se arrodillaría
ante ella si con eso conseguía otra de esas miradas, o una mínima
sonrisa traviesa. Era perfecta… tan perfecta, que estaba prohibida para
él. Heidi McCarty era la hija de uno de los dueños de Gillemot Hall, la
plantación, la mansión para la que él trabajaba. Su destino era casarse
con un empresario multimillonario, o incluso con un noble; jamás con
el recién nombrado administrador de una de las propiedades de su
familia, y que algún día heredaría.
No pudo evitar darse cuenta que ella le coqueteó en todo el momento
que ahí estuvieron, e incluso de forma descarada. Ella podía hacerlo,
podía incluso desnudarse ante él y ofrecerle su cuerpo, podía hacerlo
porque ella era la heredera acostumbrada a satisfacer sus caprichos, en
cambio, él no podía permitirse siquiera tocar ni uno solo de sus
cabellos. Debía morderse la lengua, cerrar sus puños con fuerza y
padecer en silencio por la visión que jamás sería suya. Ese día no la
amó, no era un hombre romántico; su forma de ser era ruda,
apasionada, salvaje, tal como su condición social y su trabajo se lo
exigían; no, no la amó, pero la deseó con tantas ganas que si no hubiese
sido por las acciones de su hermana, habría gritado como un completo
loco por la frustración de no poder tenerla.
—¡Maldición! —gruñó.
—No llores, por favor. Sabes que no lo soporto —pidió con el tono de
voz que tenía reservado para ella cuando quería ser delicado.
Por el rabillo del ojo la vio acercarse a él, caminando con dificultad
sobre la tierra con sus tacones altos. No pudo evitar mirarla, y mucho
menos ignorarla cuando posó una mano sobre su pecho, y se recostó
en él de forma tan seductora. En ese momento sintió que se quemaría
vivo, y cuando escuchó las palabras de ella, ya no le quedaron dudas
de que estallaría en mil pedazos.
No fue fuego lo que sintió Félix que recorrió su cuerpo, sino una lava
ardiente que lo consumía sin compasión. Sus manos se movieron sin
que se lo ordenara y aferraron la cintura de la mujer con fuerza y
posesión. Era la primera vez que la tocaba, y quiso no apartar nunca
más sus manos de ella. La miró directamente a los ojos y vio en ellos, o
al menos creyó ver, una invitación más clara que la que sus palabras
indicaban. Esa mujer lo estaba tentando a olvidarse de todo, y él no
sabía cuánto tiempo más podría mantener su fuerza de voluntad.
Decidiendo que era mejor alejarse de ella antes de cometer una locura,
la apartó de su cuerpo y retrocedió unos pasos. Necesitando estar lo
más lejos posible de ella.
—Rosalie, te espero mañana antes del almuerzo —ordenó con una voz
que no parecía ser la suya. Miró entonces a Bella, que era la única que
lo podía calmar. Su visión le trasmitía respeto, no cariño como su
hermana, y mucho menos, lujuria como Heidi—. Permiso, tengo
trabajo que hacer.
Se giró y caminó en dirección a los trabajadores. Ese día, sin saber por
qué, el buen jefe, Félix Hale, a diferencia de otros días, mantuvo un
genio que ni él mismo se aguantaba. Ordenó que volvieran a organizar
los bultos de granos en una de las bodegas porque, según él, no
estaban bien colocados; y luego, gritó a todo el que se le atravesaba por
no haber hecho el trabajo antes de que se ocultara el sol… Se estaba
volviendo loco, y sabía muy bien quién era la culpable.
Cuando se vieron en el claro, Heidi le pidió que la cargara. Esa fue otra
gran tortura. Llevarla en brazos, completamente pegada a su cuerpo, y
susurrándole al oído insinuaciones que nada tenían de sutiles. En esos
momentos deseó desviarse del camino, llevarla al medio del
bosquecillo cercano, y hacerle pagar por tanto tiempo de tortura.
Después fue peor, cuando la dejó en el suelo, y ella caminando de una
forma que debía ser prohibida, se quitó el vestido que llevaba puesto,
para quedar solo en un pequeño bikini que le permitió recrearse con la
belleza infernal que tenía en frente. Esa mujer era un demonio y lo
estaba tentando. Se sentía como Ambrosio, y sabía que no tenía
salvación, no la quería en realidad, y si ella continuaba comportándose
así, estaba seguro que terminaría en un barranco, esperando su muerte
mientras los cuervos le comían los ojos. Por ella me voy al infierno y
regreso, si es necesario, pensó su parte emocional, mientras su parte
lógica le gritaba que un mendigo no podía aspirar a tener a una
princesa.
—No juegue con fuego señorita, porque se puede quemar —dijo antes
de besarla con tanta fuerza, que Heidi sintió que se quedaría sin
aliento.
Félix comenzó a mover sus caderas, para que ella pudiera sentir su
miembro presionando contra su sexo. Bajó entonces las manos hasta
que encontró los pechos y por encima de la camisa, los masajeó y
estrujó sus pezones hasta que ella comenzó a gemir y a gritar contra su
boca. Cuando sintió que ya no podía soportarlo más, se apartó de
rápidamente, dejándola desconcertada, agitada, y sobre todo, excitada.
Heidi lo miró tratando de normalizar su respiración y sus piernas
fallaron en ese momento, provocando que ella se deslizara por la pared
y cayera sentada al suelo. Félix se acercó, le colocó una mano en la
nuca y la obligó a mirarlo.
Tomó a Furia, el caballo más difícil que había y que solo él se atrevía a
montarlo. Cabalgó por toda la extensión de la propiedad a todo galope,
hasta que el caballo y él comenzaron a mostrar signos de fatiga. Esa
noche Rosalie no volvió y él tuvo que terminar la noche, amargado y
frustrado.
En los siguientes días Félix se hallaba más ansioso que nunca. El haber
estado tan cerca de ella, el haber podido besarla, tocarla, hacerla gemir
y gritar, lo mantenían en un estado que casi no podía manejar. Por eso
el día de la fiesta no quería ir a la mansión. No debía verla, aunque lo
deseaba con locura. Rosalie le rogó que la acompañara; a ella no le
convenía porque tendría un ojo puesto sobre sus acciones con Emmett,
lo que quería era integrarlo a la familia, que él poco a poco fuera
siendo más cercano y así, se diera cuenta de que estaría a salvo. Su
decisión fue muy clara, no asistiría; el problema radicó en que Isabella
Cullen no se lo rogó, sino que se lo ordenó, y ante eso él no podía hacer
nada.
—No debería estar por aquí, señorita. Y mucho menos sola —indicó sin
girarse a mirarla, tomando otro leño para repetir el proceso—. La
propiedad es vigilada, y aun así, nunca se sabe qué peligros puedan
esconderse bajo la protección de la noche.
—Es un riesgo que estoy dispuesta a correr, siempre que sea en tus
brazos.
Heidi era alta, medía 1.80 sin tacones; perfecta para ser una modelo.
Félix medía 1.95, un hombre que podía mirar por la cabeza de muchos
otros. En ese momento, esa diferencia no impidió que se miraran a los
ojos y sintieran que la necesidad que los embargaba, era más fuerte que
cualquier razonamiento.
Le apartó las manos y fue ella quien le desabrochó el pantalón. Sin que
se lo esperara, el miembro erecto cayó y tropezó con su boca,
haciéndolo gemir. Félix no llevaba ropa interior.
Heidi, con una sonrisa que podía hacer pecar al más santo, tomó el
pene de Félix con una mano y sacó la lengua para saborearle el glande.
Él cerró los ojos y sintió como ella emitía un sonido de placer e
introducía el miembro en su boca hasta donde esta se lo permitía. Sus
caderas comenzaron a moverse mientras que ella llevaba su boca al
encuentro con él. Entraba y salía una y otra vez, y por momentos, ella
forzaba su boca, llevándolo más profundo; apretando los testículos con
fuerza, haciéndolo gruñir y gemir. En un momento, en que Heidi lo
sacó de su boca para lamerlo desde la base hasta la punta, él se agachó,
tomó el escote del vestido y lo rasgó, dejando sus pechos al
descubierto.
—¡Y así te acercaste tanto a él! —gritó y la empujó por los hombros,
para que quedara acostada por completo.
Heidi rodeó las caderas de Félix con sus piernas, y estiró las manos
para apretar con fuerza sus nalgas, tal como había deseado desde que
sus ojos se enfocaron en su trasero.
—Dijiste que querías que te enseñara a montar —dijo Félix con voz
ronca—, y qué mejor forma de aprender que siendo la montura.
—Maldita sea, ¡Rosalie! —gritó con tanta furia, que Heidi no pudo
evitar soltar una fuerte carcajada.
CAPÍTULO 49
…
Mi vida era tranquila,
hasta que te conocí.
Cada día es una nueva aventura,
cada día una nueva emoción.
Se acerca el momento que hemos esperado,
estamos a punto de toparnos con nuestro destino.
…
Joseph esbozó una gran sonrisa que Bella consideró, lo hacía ver
mucho más guapo a pesar de sus años.
—Eso me hizo ver Esme y es por ellos que he podido aguantar tanto.
Sobre todo por Heidi que aún vive conmigo… —Giró la cabeza para
mirar a su hija y la encontró acomodándose en las piernas de Félix que
parecía no ser consciente de nada a su alrededor—. ¡Heidi!
¡Compórtate! —gritó, autoritario.
—Prefiero que me vuelva loco a que me deje. Aunque creo que eso será
inevitable algún día. Por lo que veo, más pronto de lo que me gustaría.
—Papi…
Bella soltó una risita por la mirada recelosa del hombre y se retiró para
darles privacidad.
—Ni una pista, ni para saber si están bien. Si llegaron bien a donde sea
que van —increpó Esme, claramente angustiada. Miró a Edward de
forma acusadora—. Y tú, ¿por qué no avisaste que tu primo pidió dos
meses de vacaciones?
—Tía…
—Pues que yo sepa, el tío Carlisle y tú, luego de que él te engañó para
pasar la noche contigo, parecían conejos en celo.
—Ya sal de aquí —ordenó Joseph. Heidi dio una palmada de alegría, lo
besó en la mejilla y corrió hacia la puerta.
Las siguientes semanas, Bella se sintió por fin plena, dando clases a los
niños del colegio, cuidando de Naomi y sus tres crías: La hembra gris,
Luna, y los dos machos, Carlos y Mateo.
—Que yo sepa, no hay una ley que me lo prohíba, así que puedo
usarlos como quiera y en quien quiera.
Bella sonrió, y giró un poco la cabeza para poder besarlo en los labios.
—No te dejaré.
Los niños llegaban todas las tardes, y luego de comenzar con un grupo
pequeño, este creció tanto que Bella se vio obligada a dividirlos en dos,
para recibirlos a cada uno, dos veces por semana. El viernes lo tomó
libre, pues el embarazo la mantenía con un poco de cansancio, que
nunca le admitió a Edward. Ya bastante molesto se encontraba con que
ella tuviera dos grupos a su cargo como para enterarse de su fatiga;
aun así, no dudó en tomar medidas.
—Estás paranoico.
—Alice me llamó. Quiere que vea unas revistas sobre artículos para
bebés que…
—No importa, quiero que esté todo listo cuando nazca. Él no debe
esperar.
—Lo que Lissa dice es cierto. Edward tiende a ser algo exagerado.
—Ya hablé con ella. Le dejé claro que no toleraría ese tipo de actitud.
Es muy sensible en cuanto a cuestiones de pareja y eso la hace
reaccionar mal ante ese tipo de temas.
—No, yo me encargo.
—Pero, señor…
J asper Whitlock no podía creer que pudiera existir una mujer más
fastidiosa y exasperante que Alice Cullen.
Ese día comenzó su calvario con la princesita Cullen. Por mucho que él
intentara mostrarse indiferente, ella parecía no captar el mensaje. Creía
que estaría libre de ella pues la chica no trabajaba en el edificio… Cuán
equivocado estaba.
—Hola, Jazz.
—Alice, yo…
—No te preocupes por eso, Jazz. Estoy acostumbrada. Mejor llama a
Emmett y explícale que, al parecer, pretenden venderles equipos de
segunda como nuevos.
Luego de eso, fueron por algo rápido para comer y unos helados.
Jasper descubrió que Alice no era de las que solo comía ensalada y
batidos de fruta para cuidar la figura. A esa mujer de baja estatura y
cuerpo delgado, la vio devorar unos bollos con salsa de mora, una
malteada de chocolate, unos bocadillos de fresa y un gran helado de
vainilla.
Su único consuelo fue que Jacob también recibió su parte por Sara. En
la fiesta Alice no se le despegó ni un solo momento. Lo llevaba del
brazo, sonreía a todos y lo presentaba con una familiaridad, que
aunque no pronunciaba la palabra novios, quedaba claro que lo
intentaba dar a entender. Jasper vio varias chicas que eran de su tipo:
rubias despampanantes con miradas que prometían la mejor de las
noches. Solo que, aunque obligado, él estaba con Alice, y su
caballerosidad no le permitía hacerla a un lado para ir a coquetear con
otra.
Jasper parpadeó varias veces sin poder creer lo que había escuchado.
—Alice, no puedes decidir por mí. —La tomó por los hombros y la
hizo mirarlo—. Eres una chica hermosa e inteligente, cualquier hombre
estaría encantado de estar contigo, menos yo.
—Claro que no, Jasper. Esto no tiene nada que ver. —Miró entonces a
su alrededor, se percató de que nadie les prestara atención, y le besó
una de las heridas—. Sabrás cuando el momento haya llegado porque
seguramente te dolerá más que ahora.
—De que estás coqueteando con todo tus amigos, igual que lo haces
conmigo —respondió entre dientes.
Alice dio media vuelta y regresó a la fiesta tan rápido como pudo.
Dejando a Jasper con la ira hacia los amigos de ella, y sobre todo hacia
sí mismo, bullendo en su interior.
—Jasper, él es gay. Siempre hace lo mismo con todas sus amigas. ¿En
serio estabas celoso?
Su voz sonó tan desesperada que parecía más una súplica que una
declaración. Estirando los brazos, la tomó por el rostro y la acercó a él
para besarla. Ella se impresionó por el movimiento brusco y él lo notó,
por lo que alejó su rostro para poder hablarle.
Alice sonrió abiertamente ante esas palabras, y fue ella quien se lanzó
sobre él, quedando sentada sobre sus piernas, con las suyas a cada lado
de su cintura.
Jasper bajó la vista hasta sus pecho y vislumbró dos punticos abultados
que tiraban un poco de la tela.
—¡Oh, nena!
—¡Es del largo de mi antebrazo! —exclamó Alice con los ojos muy
abiertos.
Jasper no pudo evitar soltar una fuerte carcajada. Esa forma de ser de
la chica era lo que lo había enamorado. Y aunque en ese momento
quedaba fuera de lugar, él era feliz de poder escuchar sus ocurrencias.
No podía tratar a Alice de esa forma. Ella era una chica muy inocente y
merecía ser tratada con delicadeza. Después, cuando le hubiese
enseñado los placeres que podían obtener juntos, podría hablarle de
esa forma, mientras tanto, lo que tenía que hacer era alejar sus miedos.
La volvió a besar, solo que con más suavidad, y la miró a los ojos con
todo el amor que le profesaba.
Alice levantó la vista y lo observó. Él vio en ella una dulzura que podía
llegar a derretirlo. Alice era incluso más inocente que Bella antes de
conocer a Edward. El tener a un hermano como ese, la había
mantenido alejada de cualquier pretendiente. Heidi era fuerte e
independiente, pero Alice era la niña de la casa, la princesita que todos
cuidaban y protegían. Por esa razón los besos robados de su amigo gay
los veía tan inofensivos. Ella no percibía el mal en las personas, porque
hasta los hombres que la seguían a todas partes, lo miraban a él con
expresión amenazante. Ella vivía en una burbuja… Una que él estaba a
punto de hacer estallar.
El grito, que más parecía un rugido, fue tan fuerte que los dos se
despertaron sobresaltados. Jasper por instinto trató de cubrir a Alice,
pero cuando vio a Edward Cullen lanzarse sobre él, la apartó y procuró
su bienestar. Ella estaba a salvo, el que corría peligro era él.
Alice sonrió.
—Vamos, seguro que su cara está peor que la tuya.
—Eso me alegra.
—¿En qué?
Alice rio y miró a la mujer del servicio que entraba en la habitación con
un botiquín. Estiró los brazos para recibirlo al tiempo que se sentaba en
las piernas de su novio.
…
Nuestra vida es una montaña rusa,
una en la que a veces tengo que gritar.
Tenemos conciencia de nuestro pasado,
mas nuestro futuro es totalmente incierto.
Siento que ella es un peligro,
solo espero no tener razón.
…
—No pienso irme y dejarlo a él… —dijo, señalando a Jasper—, solo con
mi hermana en esta casa.
—Eso…
Bella reprimió una sonrisa para no darle a entender que ella también lo
deseaba. Estaba muy molesta con él y lo que menos le convenía era
darle alas.
—Muy bien. Katy, ve con ellos que yo me iré con Edward en su auto.
—Nena, yo…
—Me duele.
Bella suspiró.
—Lo que menos mereces ahora es que te complazca —afirmó; aun así,
lo hizo y se acomodó de nuevo en sus piernas, dejando el tarro a un
lado—. Deberías tomarte un par de días. Para el lunes tu rostro estará
peor, aunque al menos ya estará más decente el miércoles.
—Edward, eso no era asunto mío. Sí, se trata de dos personas que me
importan, y aun así eso no me da el derecho a decidir por ellos sobre
cuándo lo dan a conocer y cuándo no.
—Siempre has sido mía, Isabella —declaró, mirándola a los ojos con
intensidad—. Desde hace siglos lo eres. ¿Lo recuerdas?
En sus ojos Bella pudo notar quién le hablaba en realidad, por lo que le
sonrió, y estiró el cuello para darle un suave beso en los labios.
—Te prometo, amada mía, que esta vez será diferente. Ella no podrá
separarnos.
Si tan solo confiaras en mí y me dijeras quién es ella, los dos podríamos luchar
juntos en su contra, pensó Bella con desesperación.
—De todas formas no tienes que casarte ahora. No tienen por qué
apresurarse. Vivian el noviazgo, disfrútenlo, y cuando termines tu
carrera y tengas un empleo estable, podrás vivir con ella.
—Eso es demasiado tiempo. Solo llevo un par de noche sin estar con ella y ya
estoy desesperado.
Los días siguientes Heidi le comentó a Bella que Edward dio la orden a
todos los vigilantes, que cada vez que Jasper saliera del edificio, o que
Alice ingresara en él, le avisaran. También, que ordenó a los
guardaespaldas de ella para que le informaran si iban juntos a algún
lugar sospechoso, como un hotel, o el departamento del chico. Con lo
que no contó, fue con que Esme ya se había imaginado que su hijo y su
marido harían algo así, por lo que se les anticipó y les indicó que
aceptaran las ordenes de ellos, mas no que las acataran. Los dos
hombres podían ser amenazantes, pero Esme lo era todavía más.
Muchas veces, Edward llegaba con un genio de los mil demonios, pues
su hermana había ido a la compañía, y no precisamente a visitarlo a él.
Bella hacía todo lo posible por calmarlo, siempre lo conseguía, unas
veces solo con besos y caricias y otras con acciones más íntimas; a ella
le gustaba cualquier de las dos.
La chica arqueó una ceja por el tono en el que él lo dijo. Fue una orden,
sin duda, pero dada de forma sensual.
—¿No crees que estoy demasiado gorda como para que quieras jugar
al amo conmigo? Tengo entendido que eso se hace con mujeres con
cuerpos esculturales.
—Date la vuelta.
La promesa dicha de esa forma, hizo que Bella mordiera el cuero del
sillón, y cerrara los ojos con fuerza, extasiada. Solo Edward podía usar
palabras groseras y hacerlo sonar sensual. Sumado al hecho de que él
estaba totalmente vestido, listo para ir a la oficina o a cualquier otro
lugar, mientras que ella se encontraba desnuda. Por alguna razón que
desconocía, le encantaba la situación.
"(…)—Eres mía —le dijo con una voz firme y potente. Las palabras resonaron
en su alma y esta las reconoció como ciertas. Le pertenecía a ese ser ante ella y
se sentía dichosa por esa verdad—. Me perteneces, Isabella. —Ella levantó la
mano para acariciarle el rostro y reafirmar esas palabras, pero se horrorizó al
verlo desmoronarse ante sus ojos. Esa estatua, ese hombre que ella tanto
amaba, cayó al suelo convertido en cenizas y el viento se llevó sus restos. Un
grito desgarrador escapó de sus labios al ver a su amado completamente
destruido. Dio media vuelta para echar a correr lejos de esa horrible visión
percatándose hasta entonces que el cielo se había oscurecido. Remolinos de
nubes moradas y grises surcaban el aire y una brisa helada golpeaba contra
ella. Bajó la mirada y vio que las flores, antes radiantes, se hallaban ahora
marchitas y esparcidas por el suelo. Girando hacia su izquierda, corrió presa
de un terror nunca antes conocido. Frente a ella divisó un enorme castillo,
hermoso en su estructura pero descuidado y casi en ruinas en cuanto a sus
detalles. De pronto del techo de la torre más alta del castillo emergió la figura
de un ave plateada, gigantesca, que voló hacia ella con las alas extendidas.
Bella grito horrorizada y se agacho para cubrirse la cabeza—. ¡Huye! —
escuchó pedir al ave, pero solo pudo ponerse en pie y quedar paralizada, pues
las piernas no le respondían. Observó cómo todo se volvía negro y desaparecía
a su alrededor, incluido el ruinoso castillo, al tiempo que la risa estruendosa y
enloquecida de una mujer llenaba el espacio."
—Sabrá Dios qué hicieron ahora Alice y Jasper. —Suspiró, dejó el libro
a un lado y se levantó, para dirigirse a la salida—. Lissa, ve a la
habitación y prepara la tina.
—Hannah, trae una pastilla para el dolor de cabeza para Edward, por
favor.
Lissa soltó una exclamación y Bella se detuvo a mitad del gran tramo.
No le molestaba que la tutearan, lo que no le gustó fue el tono altivo
que la mujer usó.
Bella giró un poco para encararla. Una cosa era que ella entendiera que
la mujer tenía un triste pasado amoroso, y otra muy diferente aceptar
un tono grosero y metáforas sin sentido. Fue a hablar cuando escuchó
la voz de Edward, y volteó para verlo aparecer.
…
Recuerdos… Sueños… Realidades…
Conversaciones… Experiencias… Amor…
Padre… Hijo… El mismo ser…
Temores… Agradecimientos…
Revelaciones…
…
—¡ S eñoraaa…!
—¡Isabellaaa…!
—¡Señoraaa…!
—Jasper, no te voy a dejar. Estoy bien. ¿Qué les pasa a…? ¿Qué es
esto? ¡El suelo se está hundiendo! ¡Jasper! ¡Edward! ¡Auxilio! ¡Dios
mío, me estoy hundiendo! Es el mismo sueño del mar… pero siento el
agua cubriéndome… Me falta el aire. ¡Edward, ayúdame! El mar me
está tragando. Es real y está muy oscuro. ¡Me estoy ahogando!
¡Edward!… ¿Qué es eso? ¿Qué es esa luz? ¿Edward, eres tú? ¿De
dónde viene esa luz tan intensa? ¿Quién anda ahí? Respóndame, es
una orden. ¿Quién…? ¿Papá? ¡Papá! ¡Papi! ¡Papi!
—Nunca, mi niña.
—Ella… Sarolta.
—Así es. Ahora debes irte y escucharlo. Está listo para decirte la
verdad.
—Debes hacerlo. Solo ten siempre presente que yo nunca te dejaré a ti.
Siempre estaré a tu lado.
Bella abrió los ojos y lo primero que atisbó fue un techo blanco.
Parpadeó varias veces y observó las luces empotradas. Supo que no
estaba en su casa, pues ningún techo era así en toda la mansión
Gillemot. Miró a su alrededor y se encontró con un gran sofá de cuero
en color negro, dos sillones del mismo color, y una silla plástica junto a
la cama; al otro lado, una base con una bolsa de suero colgando de ella,
y unas máquinas que tenían números y letras parpadeando.
¡Mi bebé!, exclamó mentalmente cuando asumió que había rodado por
las escaleras, y por ese motivo se encontraba en un hospital.
—¿Puede cargarlo?
Bella había escuchado una vez que los bebés de pocos días solo podían
ver a la distancia del pecho al rostro de la madre.
—Duele no poder darte lo que más deseas —susurró Edward con los
ojos brillantes por las lágrimas, sosteniendo todavía a Charlie.
Bella se estremeció de solo pensarlo, y aun así, sonrió por Lissa. Esa
chica siempre le agradó; estaba enamorada de Edward, mas no de un
modo egoísta, y lo comprobaba el hecho de que le salvó la vida, a ella y
a Charlie.
—La verdad, que tropezaste y caíste por las escaleras —explicó Alice—
. Fue una bendición que Lissa estuviera a tu lado.
—El tío Aro quería venir, Bella —explicó Esme—. Está resfriado y por
eso no se lo permitimos. Vendrá apenas se recupere.
Lo que quedó del día fue muy ajetreado. Todos entraban y salían de la
habitación para estar con ella. La enfermera regresó con el bebé y Bella
pudo tenerlo por media hora. Rosalie y Emmett llegaron cuando el sol
ya se había ocultado, y aunque nadie lo regañó verbalmente por la
fuga, Esme le propinó una fuerte palmada en el brazo, Carlisle lo miró
con el ceño fruncido, sacudiendo la cabeza, y solo Joseph le alborotó el
corto cabello con la mano, y le sonrió como bienvenida.
Edward se pasó una mano por el cabello y tiró de él, con frustración.
Suspiró y, sin mirarla, habló:
…
Me cuentas una historia en la que eres solo víctima,
y aun así te crees con culpa.
¿Qué voy a hacer contigo, mi amor?
¿Qué tendré que hacer para salvarte de ti mismo?
…
»Heidi, a pesar de ser tan joven, pudo sobornar a todas las personas
que se vieron involucradas: médicos, personal de emergencias… A los
padres de ellas les dijeron la verdad a medias, y al parecer era algo que
esperaban que sucediera pues al creer que Irina había huido, la
maldijeron y declararon que su "única" hija había muerto, y que la otra
no existía. Lo que en verdad sucedió con Irina fue que la bala se le
incrustó en la columna y la dejó cuadripléjica de por vida, o al menos
eso fue lo que me dijo el médico que contraté para que la atendiera,
además de la enfermera que la cuidaba… Al parecer Heidi no fue la
única que logró sobornarlos. Compré una casa en un pueblo al norte de
Inglaterra para que ella viviera ahí con un pequeño grupo de
empleados y una enfermera que se comunicaba conmigo cuando ella
tenía ganas de gritarme. La amenacé con que si se comunicaba con
alguien, o si lograba salir de la casa, la denunciaría a las autoridades, a
pesar de que sabía que no podía moverse. Era cierto que no podía
hacerlo. Según investigó Heidi el día de ayer, ella sí había estado
paralizada, solo que luego de unos seis años de terapias, tratamientos y
cirugías que se hizo a escondidas de mí, logró recobrar la movilidad de
su cuerpo, y no fue hasta hace un año que estuvo totalmente lista para
regresar a su vida normal. Me lo ocultó, al parecer esperando el
momento de regresar para que estuviera con ella, pues nunca dejó de
decir que yo le pertenecía, y que debíamos estar juntos. Tanto a ella
como a mí nos convenía que la verdad no se supiera, y por eso la
noticia nunca salió a la luz, por eso el secreto se mantuvo oculto por
tantos años. Y ese es el secreto que he estado guardando por casi diez
años, ese secreto es el que te he ocultado, y por el que ahora te
encuentras aquí… Por el que casi te pierdo, a ti y a nuestro hijo.
—No llore, señora. Quien quiera que sea esa mujer no logró su
cometido, y ahora menos conseguirá el corazón del señor Edward.
—Nada. Bueno, lo que supongo es que fue una mujer en el pasado del
señor, por las palabras que dijo, y que él la odia. Yo no me desmayé al
caer, por eso pude ver su reacción. La tomó en brazos y comenzó a
gritar como un loco. Creí que se ahogaría en su propio llanto mientras
nos dirigíamos acá al hospital, con Dacre manejando como si llevara el
diablo atrás. Creo que fue Dacre quien llamo a la señorita Heidi,
porque cuando llegamos, ella ya se encontraba aquí. Ella lloraba, pero
se mantuvo calmada y fue quien le pudo explicar a los médicos que
usted había caído por las escaleras, porque el señor estaba fuera de sí.
Tenía la camisa y las manos manchadas de sangre, por la herida que
usted tenía en la cabeza. Sus gritos se escuchaban por todo el lugar y
tuvieron que agarrarlo entre varios hombres para aplicarle una
inyección para dormirlo. Cuando me separaron de usted para revisar
mi brazo y enyesármelo, comenzaba a hacer efecto lo que le inyectaron
y fue ahí cuando pude entender que desvariaba, porque decía su
nombre junto con otro algo raro.
—Así es, señora, eso era lo que decía —aseguró Lissa, sin preguntar
qué significaba—. Esa mujer, Hannah, o como se llame, escapó. Nadie
se preocupó por atraparla porque todos estaban pendientes de usted,
además de que no saben que fue ella quien la empujó. Todos creen que
usted sufrió un mareo y yo no pude detener la caída. También que la
enfermera temió la reacción del señor y huyó.
Bella miró a Lissa a los ojos, y le sonrió. Esa chica era una gran
persona, alguien en quien podía confiar, además de que le había
tomado mucho cariño.
—Esa mujer se llama Irina, y tienes razón al pensar en que fue una
mujer que Edward tuvo en el pasado, solo que nunca dejó de creer que
él la amaba y que le pertenecía. Ahora él se siente culpable. Me dijo
que era un hombre inservible que no podía cuidarme y que me había
fallado. Tengo tanto miedo de perderlo. De que decida alejarse de mí
por creerse el causante de todo esto cuando no es así. Él no tiene la
culpa de que esa mujer esté obsesionada con él hasta el punto de
asesinar. Tengo miedo, Lissa —sollozó Bella, volviendo al llanto.
—Él la ama. No dude eso. Y por lo poco que sé sobre hombres, puedo
decirle que los que son como el señor, no pueden vivir apartados de las
mujeres que aman. Y más ahora que tienen un hermoso bebé.
—He llamado y me dicen que está algo inquieta por su ausencia. Los
gatitos están bien, Rom se apareció y ella lo echó. Sam y Leo aúllan
constantemente y pasan la noche merodeando la casa. Es como si
sintieran que algo malo sucedió. Es mejor que duerma —pidió Lissa—.
Seguramente cuando despierte, el señor estará a su lado. Dele tiempo.
Él es hombre y piensa que debe protegerla, por eso se siente mal,
porque cree que le falló. Déjelo pensar.
—Gracias, Lissa, por estar aquí, por tus cuidados, tus palabras y tu
apoyo. Gracias por todo.
—Si yo tengo el valor de estar aquí sentada ante usted, a pesar de que
su sola presencia me aterra, usted debería tener ese mismo valor para
superar lo que sea que lo atormenta, y estar al lado de su esposa que
tanto lo necesita en estos momentos, y así no permitir que esa mala
mujer consiga separarlos como quiere. —Edward levantó la cabeza y la
miró, asombrado. Lissa tomó aire, luego lo botó lentamente y se llevó
la mano al pecho—. ¡Casi me ahogo!
—Lo único que tengo que perdonarte, es que me hayas dejado sola
hace un momento.
—Lo siento, por todo lo que te hecho y lo que no. Lo siento mucho.
—¿Te habló?
—Tan rápido que casi se ahoga. —Los dos rieron—. Luego la besé en
los labios. Ni siquiera lo pensé.
—Isabella…
—Ustedes los hombres nunca se dan cuenta de nada, a menos que les
convenga. —Suspiró y le acarició el brazo a su esposo—. Lo que quiero
decir es que no tienes la culpa de que esa mujer se haya encaprichado
contigo, así como yo no tengo la culpa de que tú lo hayas hecho
conmigo.
…
Nuevo ser al que querer,
nueva casa en que vivir.
La anhelada paz se busca,
aunque solo sea una fantasía.
Si pudiera dar mi vida por ti lo haría,
solo que ella me quiere con vida.
…
—Claro que no, mamá. Como dice Heidi, él es muy paranoico, nada
más.
Renée respiró aliviada, al tiempo que Bella tragaba en seco. Sabía que
los temores de Edward no eran infundados, ya que por mucho que
Heidi había movido cada piedra buscando a Irina, a esta parecía
habérsela tragado la tierra. Edward contrató a los mejores
investigadores para buscarla, y aunque los hombres de seguridad no
sabían nada sobre esa mujer, a excepción de Dacre y Alec, todos tenían
órdenes de que solo los miembros de la familia podían acercarse a
Bella y a Charlie, por ese motivo el estacionamiento había sido
desalojado y revisado en su totalidad antes de que ellos llegaran a él. A
pesar de todo, Bella no podía despojarse de la sensación que
experimentaba desde aquella mañana en que Irina llegó a Gillemot
Hall.
—Solo Heidi y Dacre, que va en el primer auto, lo saben. Este y los dos
de atrás lo siguen. Es por seguridad.
—Si tan solo ella pensara diferente. Si tan solo la amenaza no fuera
contra ti —murmuró.
—¿Cómo lo sabes?
—En ningún momento intentó hacerme daño. Es obvio que espera que
me quede a su lado.
—Te prometo que no nos volverá a hacer daño a ninguno de los dos.
Al entrar, Bella se encontró con una casa un poco más pequeña que la
de sus suegros, sin dejar de ser imponente, y sobre todo, acogedora, lo
cual comprobó al entrar. A pesar de que el lujo se imponía en la
decoración, este era basado en un estilo campestre. Todo era en madera
y cuero, con tonalidades tierra y plantas naturales en lugares
estratégicos. A Bella le encantó y aunque imaginaba que dicha
propiedad no había sido comprada ya decorada, prefirió no pensar en
asuntos económicos y concentrarse en rogar porque su vida volviera a
la normalidad lo antes posible.
Katy los recibió con una gran sonrisa y guio a Bella hasta la habitación
donde habían ubicado a Naomi y sus crías. Las acarició, jugó con ellas
un rato sin hacer mucho esfuerzo, y luego se dirigió a la alcoba
principal. Renée la acompañó para que se instalara y cuando se
quedaron solas con el bebé, se atrevió a hacer una pregunta que Bella
prefería no tener que responder:
—No me creas tonta, Bella —dijo por fin—. Tu relación con Edward no
ha sido normal en ningún momento. Primero, te casas con él
obligada…
—Llama a Katy y dile que se lleve a Charlie, por favor. No quiero que
se asuste —pidió, conteniendo los sollozos.
Renée se apresuró a obedecer, y una vez que se encontraron
completamente solas, ayudó a su hija a acomodarse en la cama y se
sentó a su lado para escucharla.
—La primera vez que lo vi, sentí mucho temor, aunque no sabía el por
qué… poco más de un mes después, lo supe…
Bella inició su relato sin omitir detalle alguno. Siempre había tenido la
suficiente confianza con su madre como para hablar de intimidad, por
lo que le contó lo del primer beso, el viaje a York, y todo lo que siguió.
Rememoró la amenaza proferida contra todos ellos, la forma como se
sintió cuando se percató de que su única salida era casarse con el
hombre que tanto odiaba. Llegó hasta el día de la boda y la horrible
noche que vivió, así como la forma en la que él fue mostrándole su
verdadero ser, haciendo que ella comenzara a soportarlo, llegando al
día en que le pidió que le diera la noche de bodas que debieron tener.
Le explicó lo mejor que pudo, la angustia que había sentido cuando
descubrió que estaba embarazada, y que a pesar de no amar a Edward,
o al menos creer no amarlo aún, quería a ese niño con todas sus
fuerzas. Le narró cómo ese hombre se fue ganando su amor, como la
hizo desearlo, no solo en la cama, sino también en el día a día. Si bien
no le confesó lo de la reencarnación, pues dudaba que su madre
lograra entenderla, le explicó que sentía como si ellos estuviesen
destinados desde tiempo lejanos. Sus lágrimas, que se habían detenido,
volvieron rodar por sus mejillas cuando llegó a la parte en la que le
hizo ver a Edward lo que en realidad había sucedido la primera vez; la
desesperación de su esposo, los gritos, el llanto, y la lejanía.
—No. Sospecha que no me casé con Edward por amor sino porque él
me manipuló; incluso, creo que está seguro de ello, solo que yo
siempre le he refutado esa afirmación. Sobre lo de Irina, no creo que
sospeche algo, pues ya me lo hubiese dicho.
—Ya veo porqué Edward sigue con vida —comentó Renée. Bella soltó
una risita y las dos se quedaron calladas por unos minutos.
—Mami, amo a Edward. Si bien es cierto que ha hecho mal las cosas,
sobre todo conmigo, lo amo más que a mi vida.
—Quédate conmigo hasta que me duerma, como cuando era una niña.
—¿Qué?
—Fue como un sueño, y conversé con él. Me dijo que a pesar de todo,
Edward le agradaba, aunque se merecía los golpes que Jasper le ha
dado; que estaba orgulloso de mí y que siempre estaría a mi lado. Y
por último me habló de ti y… de Phil.
—¿Qué…Qué te…?
—Me dijo que siempre te amaría, y que no quiere que llores más por él.
—Bella tomó la mano su madre entre las suyas y la acarició—. Mamá,
me dijo que quería que te casaras con Phil, que lo aceptaras. Papá
quiere que seas feliz, y sabe que Phil es el hombre ideal para ti.
—Todo.
Las dos se molestaron la una a la otra por un buen rato, hasta que sus
mandíbulas comenzaron a dolerles de tanto reír. Luego de unos
momentos, Renée contempló a Charlie y le acarició la barriguita.
—Pues en la cocina hay una jarra con leche, esta es para tu hijo.
Bella se frotó la frente con la mano. Discutir con Edward temas tan
absurdos, era desgastante.
—No.
Bella suspiró.
—Edward…
—Me lo prometes.
—Te lo prometo.
Bella tembló ante dicha información y abrazó a su hijo con algo más de
fuerza.
—Edward…
…
Aunque los peligros nos acechen
tú y yo procuramos seguir con normalidad.
Sé que es nuestro tiempo y la felicidad nos llegará,
solo queda disfrutar de lo que la vida nos da.
…
—Solo fue eso —dijo Lissa—. Yo respondí y ella me dijo: escucha bien,
estúpida. Dile a tu querida Señora Isabella, que luego de que tenga el placer de
acabar con ella, me quedaré con su esposo y con su hijo; o debería decir, mi
esposo y mi hijo. Soltó una fuerte carcajada y cortó la llamada. Eso es
todo.
—Te amo, Edward. Te prometo que nada nos separará esta vez. Esta es
nuestra vida, nuestro momento, y esto que está sucediendo no es más
que lo necesario para que todo se equilibre.
—Me gusta la idea de tenerte todo el día para mí —afirmó Bella con
una sonrisa pícara en los labios. Deseaba alejar de su marido la
angustia que sabía que lo embargaba; al menos por unos momentos.
—Una salida en auto al aeropuerto no tenía que hacerte mal —refutó Jasper
desde el otro lado de la línea.
—No estoy bromeando, Bella. ¿Por qué tu marido no quiere que salgas de la
casa? Casa que a propósito, no es la tuya. ¿Por qué cambiaron de domicilio?
—Provengo de una familia muy estricta. Fui criada por mi abuela y ella
no me dejaba tener a niños de amigos. Cuando crecí, me envió donde
una sobrina suya para que me educara en la servidumbre y ella casi no
me dejaba salir. No era que yo quisiera hacerlo mucho. —Se rió y Bella
la acompañó—. Nunca he tenido amigos hombres y cuando comencé a
trabajar, hace unos cuatro años, lo hacía en la casa de una pareja de
abuelitos. No he tenido mucho contacto con hombres, hasta que
comencé a trabajar para usted.
—Es muy guapo —comentó Bella, volviendo la vista hacia Lissa, quien
se encontraba tan roja, que parecía que su cara estallaría en cualquier
momento.
—¡Señora!
«¡Mierda!»
—Responde.
—Lo está, solo que no eres el único hombre… Digo, que ella puede
enamorarse de alguien más.
Esa noche las horas de sueño fueron pocas. Edward le dio con su boca
a su mujer el placer que ella tanto deseaba, y luego, con el mayor
cuidado posible, con una lentitud dolorosa y una delicadeza agobiante,
le hizo el amor, llevándola de nuevo al climax con tanta pasión, que la
llevó a olvidarse de cualquier impedimento físico que pudiera tener.
«Que Edward lo tenga, por favor, Dios. Que Edward lo tenga», rogaba
en silencio una y otra vez mientras bajaba las escaleras casi corriendo,
seguida por Lissa cuya vista se encontraba nublada por las lágrimas.
Bella corrió al despacho y abrió la puerta tan rápido, que esta llegó a su
límite, se devolvió y estuvo a punto de golpearla. Ahí estaban sus dos
razones de vivir. Escuchó un sollozo de alivio emitido por Lissa y sus
pasos retirándose. Bella entró en la estancia, cerró la puerta con
cuidado y se enjugó las lágrimas con el dorso de la mano.
…
Los lobos acechan desde todos los ángulos.
Esperamos poder vencer a uno cuando otro par de ojos se asoma.
No están solos, están aliados, y son peligrosos.
…
—¡Yo soy tan dueña de esta casa como Edward! Puedo decidir…
—¡Isabella!
Edward levantó la cabeza para mirar al anciano y rodeó a Bella con sus
brazos, apretándola contra su pecho.
…
—Esperaba que fuera una niña, aunque si lo educas bien, con suerte no
será como su padre.
Luego de varios minutos, cuando Aro por fin se retiró para descansar,
Bella buscó a Edward en el despacho. Lo encontró revisando unos
documentos, tenía el ceño fruncido y una expresión contrariada en el
rostro. Bella cerró la puerta y le sonrió cuando él levantó la mirada,
para enseguida, morderse el labio cuando la volvió a bajar sin decirle
nada. Estaba molesto.
—Entonces no lo seas.
Esas últimas palabras fueron suficientes para derribar las barreras que
Edward Cullen había creado a su alrededor.
—Esta propiedad…
—Pues tienen mi nombre escrito y no el tuyo, así que asumo que están
dirigidos a mí.
Eran cuatro sobres en total, y por el tipo de letra, supo que no eran
enviados por Irina; al menos no los escribió. Abrió el primero y
encontró una nota de unas cuantas líneas. La leyó en silencio.
…
Hola, sabrosura. ¿Te acuerdas de mí? Yo recuerdo muy bien cómo se sintió tu
culo bajo mi mano. ¿Después de parir sigues con ese cuerpecito rico de putita
fina? Aunque eso no me importa, lo que quiero es follarte y estoy seguro que lo
haría mucho mejor que el maricón de tu marido. Pronto te lo demostraré.
Hola, putita. Estoy seguro que has soñado conmigo estos dos últimos días. ¿Te
has despertado con el coño mojadito? Cuando te tenga solita para mí te lo voy
a comer, y te haré comerme la polla. Te voy a callar esa boca y te la voy a
llenar…
Oye, zorrita, ¿anoche tu maridito te folló? La próxima vez cierra los ojos e
imagíname a mí. Yo me he tirado a dos mozas parecidas a ti. Las pobres
quedaron muy mal, pero para eso les pagué. Tú me saldrás gratis, y te romperé
todita.
—Si quieres lee la nota, solo te pido que no mires las dos fotos que
están ahí. No quiero que lo hagas y no es necesario. En la nota te dirá
lo que muestran —habló en voz baja, casi suplicante.
Edward la abrazaba con fuerza al tiempo que con una mano le frotaba
la espalda. Bella estaba teniendo un ataque y era más que justificado.
Le tomó el rostro entre las manos y trató de encontrar su mirada, que
se hallaba perdida, vagando de un punto a otro, frenéticamente.
Bella asintió con lentitud y más lágrimas corrieron por sus mejillas.
Edward la hizo recostarse en su pecho y la arrulló lo mejor que la silla
le permitía. Luego de algunos minutos, en los que ella se había
calmado tanto que casi se encontraba dormida, Edward la tomó en
brazos y la llevó a la recamara. La acostó sobre la cama, le quitó los
zapatos y luego repitió el proceso con los suyos. Se acomodó a su lado
y la abrazó para que durmiera.
—Dime, mi amor.
—Es solo dolor de cabeza, tío. Ya sabes, pasa después del parto.
Bella supo que había cometido una imprudencia. Quiso decir que lo
sentía, y al instante se arrepintió. Esa expresión nunca debía ser dicha
si se estimaba a la persona, pues nadie podía sentirlo igual. Se mordió
el labio y se sintió muy avergonzada.
Fue lo que se atrevió a decir, pues esa sí era una gran verdad.
Ya los dos habían podido conversar más sobre las cartas. Edward le
había explicado que habían empezado a llegar un par de días después
de ocupar la casa. Para evitar colocar el remitente, eran enviadas con
niños; cada carta con uno diferente y cuando los hombres de vigilancia
los retenían y les preguntaban quién se las había dado, estos
explicaban que un hombre les pagó un par de libras por entregar la
carta. Como los niños eran chicos que andaban por la calle cuando él
los abordaba, no podían extraerles mayor información.
—Lo amo con toda mi alma —afirmó Bella mirándolo a los ojos.
—Te conozco muy bien, Bella. Así como me ocultaste con qué te
manipuló Edward para que te casaras con él, así me estás ocultando
información ahora. Y algo me dice que es muy grave. —Jasper suspiró.
Bajó la cabeza, la apoyó en el hombre de Bella, y la abrazó—. Bella,
sabes que eres mi mundo. Si me llegas a faltar me sentiría perdido.
Tengo miedo de que algo malo te suceda.
—El que ame a Alice no implica que voy a dejar de preocuparme por
Bella. Son dos amores diferentes.
…
No hay enemigo pequeño.
Por mucho que lo creamos inferior, es esa misma estupidez que lo domina, la
que lo lleva a convertirse en peligroso.
Un hombre que no piensa, es un hombre que no tiene nada que perder.
…
—Está preocupado por ti. Te ama y teme que algo malo te sucede —
alegó Heidi, tratando de hacerla entrar en razón.
—Edward estará seguro —afirmó Heidi—. Dudo que Royce actúe por
órdenes de Irina, porque ella nunca amenazaría a mi primo de esa
forma. Pueden estar aliados para hacerte daño, pero él actúa solo
contra Edward, y no lo veo como un peligro.
—¿Perder a quién?
Las dos mujeres se sobresaltaron cuando escucharon la voz de Aro
Cullen.
—Por eso quiero que se vaya. No tardará en descubrir algo que lo lleve
a la verdad. —Miró a su esposa y le acarició la mejilla—. Podrías irte
con él a su residencia. Solo será un par de meses mientras logro
contactar a Irina y…
—Edward, no…
Edward levantó la cabeza y tomó la de ella entre sus manos para que lo
mirara a los ojos.
Edward cerró los ojos por unos segundos, cuando los abrió la abrazó
de nuevo y la besó en los labios con pasión. Bella liberó la cintura de su
esposo para aferrarle por el cuello. Lo necesitaba, quería tenerlo lo más
cerca posible para demostrarle que él era su vida, su todo, y por ese
motivo, no podía dejarlo solo.
Bella le tendió los brazos para recibirlo, pero como en las veces
anteriores desde el nacimiento de Charlie, él no se ubicó sobre ella,
sino que se apoyó con las rodillas a cada lado de su cadera, y comenzó
a besarla. Hasta el momento, él había respetado su petición de que no
bebiera de sus pechos, y esa noche ella quería complacerlo. Tomó una
de las manos de él y la colocó sobre su seno. Cuando se excitaba veía
algunas gotas de leche salir de sus pezones, también se percataba de la
forma como Edward se lamía los labios al observar ese espectáculo, y
el deseo de beberlas se reflejaba en su mirada.
Si bien no era la primera vez que Bella sentía los labios y la lengua de
Edward lamiendo y succionando sus pezones, estos se encontraban tan
sensibles que el placer que experimentaba era mucho mayor de lo que
recordaba. Edward parecía muerto de hambre. Pasaba de un pezón a
otro y probaba de los dos, chupando con urgencia.
Bella le pidió que la tomara por detrás. Era la única parte de su cuerpo
que faltaba por entregarle y deseaba hacerlo, a pesar de que imaginaba
que le dolería.
—Dime.
Lissa gimió y no tuvo otra opción que obedecer. Cuando William vio
que se acercaban miró a Bella, se ruborizó y les dio la espalda,
apenado.
Bella se giró para mirar a Becca y esta negó con la cabeza, de forma
reprobatoria; se había dado cuenta de la falsedad de la situación. Bella
se mordió el labio con picardía, reclamó a su bebé de brazos de la
enfermera, y se alejó, feliz de que su travesura le hubiese salido a la
perfección. Lastimosamente, Edward se enteró de que Bella había
tropeado y casi caído al suelo. Esa noche ella recibió un largo sermón, y
la orden de caminar todo el tiempo tomada de la mano de Lissa; orden
que ella no acataría. Edward era su marido, no su jefe ni su padre.
Cada día que pasaba, Bella notaba más observador al tío Aro. Parecía
que escuchaba cada conversación que tenía lugar en la casa, y realizaba
unas llamadas por su teléfono, en las que solo escuchaba y en algunas
ocasiones emitía sonidos de entendimiento. Esme le había comentado
que él nunca se había quedado tanto tiempo de visita, y que imaginaba
que se debía a que se encontraba encantado con Charlie. Bella y
Edward creían que se trataba de algo más.
Edward miraba las puertas cerradas del ascensor mientras sentía como
este bajaba. Era el tercer día de trabajo y ya quería que terminara la
semana para estar las dos que le quedaban de permiso, solo con su
esposa. Se sentía agobiado, cansado, perturbado, asustado… Tantas
emociones corriendo en su interior, y se sorprendía de no haber
muerto ahogado en ellas. «Es Isabella, ella me mantiene vivo», pensó, y
el solo nombre de su amada esposa, le hizo sentir fuerzas de nuevo.
El auto se detuvo ante él, haciendo que los tres hombres se llevaran las
manos a las armas que portaban.
—Déjennos solos.
—¡He dicho que nos dejen solos! Vigilen desde donde deseen, pero no
los quiero cerca.
Edward cerró los ojos por un momento. Sabía que hacía mal en
ocultárselo a la familia, no obstante, era su forma de protegerlos a ellos
del escándalo y la exposición pública. Si lo mantenía oculto de todos,
tendría más control sobre la filtración de información, sobre la
privacidad de su familia, y sobre todo, sobre la situación de peligro
que existía a su alrededor. Confiaba en ellos, los amaba a todos, y era
por eso que no los expondría informándoles la verdad.
Aro Cullen lo miró a los ojos con asombro. Soltó el bastón y aferró a
Edward por los hombros, no solo para mantener el equilibrio, sino
también para evitar que se alejara.
Edward se quedó sin palabras ante la confesión de su tío, aun así, abrió
la boca para tratar de decir algo, cuando vio que el anciano desviaba la
mirada hacia un punto detrás suyo, y sus ojos se llenaban de pánico.
Comenzó a girar la cabeza para ver qué asustaba tanto al hombre,
cuando sintió que este lo arrojaba al suelo con fuerza. Desde el piso
escuchó las fuertes detonaciones, y observó horrorizado como su tío
era impactado por unos proyectiles.
Edward vio cómo los ojos del hombre que tenía en sus brazos, dejaban
de mirarlo y se enfocaban en un punto en el techo. Su mirada se
iluminó como si tuviera la más hermosa de las visiones, y una sonrisa
asomó en sus labios manchados de sangre.
—Sulpicia —susurró, y el brillo en sus ojos, así como su alma, subieron
a reunirse con su amada.
…
La muerte puede ser una amiga que se recibe con los brazos abiertos,
o una enemiga de la que queremos huir a toda costa.
No importa cómo la consideremos.
Llegará el día en que tengamos que entregarnos a ella.
…
Bella suspiró y cerró los ojos por un momento. No lloraba, pues sus
ojos se habían secado, al igual que el de toda la familia. No les
quedaban más lágrimas que derramar. Edward la apretó más contra su
pecho y le acaricio la espalda con suaves movimientos. Charlie se
hallaba en los brazos de Rosalie, despierto, y también en silencio, con
sus grandes ojos verdes mirando a todo lo que se movía, solo que
nadie lo hacía.
—Bella saldrá del Reino Unido con Charlie. —Fue su primera orden
como nuevo patriarca de la familia.
—El odio suele dar resultados más eficaces que el dinero y el poder —
intervino Joseph—. Solo basta estudiar un poco la historia del mundo
para darnos cuenta que la mayoría de los grandes crímenes han
quedado sin resolver, a pesar de que estos dos factores han estado de
sobra.
—Ya no estás solo, primo —dijo Emmett, mirándolo a los ojos—.
Somos tu familia y estamos contigo.
—Yo puedo hablar con Nani. Entre los dos nos encargaremos de que
todos crean que estamos esperándolos en la plantación —propuso
Félix, que abrazaba a Heidi a su lado.
Bella rio por la forma en la que Edward refunfuñó las últimas palabras.
—Creo que todos sienten lo mismo que yo —dijo Bella, secándose las
lágrimas—. Él quería irse, y por eso prefirió tu vida a la suya; además
de que te amaba.
Todos sabían que ella era más peligrosa que nunca porque, aunque la
noticia que salió al aire fue que un ex empleado resentido intentó
vengarse, ella sabía que ya Edward no estaba solo, y que tenía en ese
momento a todo el cuerpo de policía tras ella, por lo que debía
encontrarse desesperada por actuar y conseguir su objetivo, a
cualquier precio.
Esa noche sería la última que pasarían en esa casa, y Bella se
encontraba un poco más tranquila al saber que viajarían todos juntos.
En el día estuvieron recibiendo cartas de condolencia por parte de
amigos lejanos, y que agradeció que no fuera ella quien tuviera que
responderlas, sino alguien asignado para dicha tarea.
—Pedí que nos dejaran solos porque imagino que no es bueno lo que
me vienes a decir.
Bella lo miró a los ojos con una expresión de agotamiento que parecía
estar a punto de desfallecer. Se soltó de su agarre y se abrazó a él sin
perder el contacto visual.
—¿No te basta con saber que soy la mujer más feliz del mundo a su
lado?
Jasper cerró los ojos. Solo quería saber qué exactamente había hecho
para obligarla, así tendría algo que gritarle mientras le partía la cara.
Podía soportar a Edward porque era el hombre que Bella amaba, y
porque era el hermano de la mujer que amaba él, de lo que sí estaba
seguro era de nunca podrían llevarse bien. Porque antes de que Bella
se enamorara había tenido que sufrir, no tenía duda alguna, y ni
siquiera deseaba imaginar qué tipo de cosas.
—No, no puedes.
—Por favor, Bella. Está bien si no me quieres contar el pasado, pero te
ruego que no me ocultes nada en el futuro. Eres mi hermanita, quiero
protegerte a pesar de que él, supuestamente, ya lo hace. Me preocupo
por ti. No soportaría perderte de nuevo.
—¿Perderme de nuevo?
—Te prometo que esta será la última vez que tengamos que huir.
—¡Por Dios, no! —exclamó al ver frente a la cama una figura alta con
un bulto en brazos.
—Por favor, no le hagas daño —rogó Bella, tirando de las cuerdas que
ataban sus miembros—. Por favor, Irina.
De pronto, una sonrisa cínica curvó los labios de Irina, volvió a mirar
al niño y le acarició la cabeza.
—¿Crees que él es tuyo? No, noo, nooo —cantó al tiempo que movía su
dedo índice de un lado a otro—. Fue mío mucho antes de que tú
llegaras a entrometerte en nuestras vidas.
—No sabes lo que un par de hombres harían por tener a una mujer
como yo.
—¡No lo toques!
Irina soltó una fuerte carcajada, haciendo que Charlie emitiera unos
sollozos algo más fuerte.
Bella no se atrevía a gritar para pedir auxilio por miedo a lo que Irina
pudiera hacer. Los empleados tardarían en responder, si era que
alguien podía escucharla. Esperaba que Becca y Lissa, que dormían en
la habitación con Charlie, se encontraran en el mismo estado de
Edward y no muertas.
—Con una puta como tú —dijo Bella con el poco movimiento de los
labios que la mano de Irina le permitía.
—Di lo que quieras. Después de todo seré yo quien me quede con ellos
dos. —La miró de la cabeza a los pies e hizo una mueca de desdén—.
Tú nunca podrás competir contra mí. No con ese cuerpo tan
insignificante que tienes.
…
Los ojos son la ventana del alma,
y en ellos se muestra la verdad del amor eterno.
…
J eleg caminaba con la vista fija en el sendero. Llevaba casi toda la mañana
buscando una flor grande y de color rosado que se resistía a ser vista,
imaginando cuál sería su destino si era descubierta.
Acababa de llegar de una gran batalla en la que Kopján había muerto. Si bien
el muchacho no era de su agrado, su hermana tenía sentimientos por él y podía
imaginar que se encontraba triste, por lo que antes de ver a su familia quería
hallar la flor que tanto le gustaba a la niña, para al menos animarla un poco.
Unos pasos más adelante encontró la flor, una peonía que se hallaba
extrañamente solitaria. Con sus ásperas manos la arrancó del matorral y se
apresuró a reunirse con su querida niña. Al llegar al campamento encontró a
su madre, quién lo recibió con los brazos abiertos, y le dijo al instante que su
hija se encontraba en un claro donde acostumbraba a ir. Había ido a recibirlo,
y al no verlo se molestó y se dirigió hacia ese lugar.
—Ya no es la niña que dejaste. Su felicidad murió con ese muchacho. Es como
si estuviera muerta en vida.
—¿Qué?
—Solo fue una pesadilla, Brad. Todo está bien —explicó Alice, sin
apartar la mirada de Jasper. El hombre lo aceptó y se retiró de la
puerta—. Jasper, ya pasó, vuelve a la cama —pidió, extendiendo una
mano hacia él.
El muchacho negó y se giró para buscar ropa en su armario y empezar
a cambiarse.
—No entiendo. ¿A quién tienes que salvar? ¿De qué estás hablando?
—¡Claro que no! —Jasper cerró los ojos por un momento. Todo su
cuerpo vibraba, y cuando la miró de nuevo, ella supo que la situación
era grave—. Alice, mi amor, Bella está en peligro. Tuve un sueño y… y
sé que está a punto de morir. Por favor, ayúdame. Te prometo que no
le haré daño a tu hermano. Por favor, no puedo perderla de nuevo.
Alice vio las lágrimas corriendo por las mejillas del chico del que se
había enamorado y dejaron de importarle las razones. Se levantó y se
colocó uno de los boxers de Jasper y se lo ajustó con su pantalón, una
camiseta oscura de él para que no se notara que no tenía sujetador, sus
zapatos y salieron de la habitación. Alice le pidió a Brad que
despertara al otro que dormía en la que había sido la habitación de
Bella.
—Alice, el arma.
—No. No confío en nadie. Y a esta hora Edward debe estar con Bella,
por lo que también estará en peligro. No me voy a arriesgar a que
suene el teléfono y la situación se descontrole.
Alice asintió y miró por la ventana. Todo estaba oscuro. Aún era de
madrugada y el sol no daba indicios de aparecer en el horizonte.
Suspiró y se dijo así misma que debía confiar en su novio a pesar de
que nada de lo que decía tenía sentido. Sabía que la tal Irina era un
peligro para la pareja, pero no comprendía el por qué Jasper aseguraba
que algo grave estaba sucediendo en ese momento.
—Te lo prometo.
«¡Dios, no!»
—¿Jasper?
Jasper corrió hacia ella, la cubrió con la sábana al igual que a Edward y
comenzó a desatarla.
—Solo ella, Alice. Por favor, que nadie más lo vea. ¡Nadie más! —
sollozó desesperada.
Bella asintió y sollozó más fuerte. Esme lo hizo y ajustó la puerta con
un pañuelo tras de sí, pues la cerradura no servía por la patada de
Jasper, y se acercó a la cama.
—No quería que nadie más lo viera así —explicó Bella en medio del
llanto—. Solo tú que eres su madre puedes verlo indefenso.
—¿Puedo?
—Eres su madre.
—Solo él, Esme. No quiero que nadie vea a Edward así. Los demás
podrán entrar cuando ya esté despierto y pueda tomar decisiones.
Esme asintió y miró a Edward, quien comenzó a mover los ojos debajo
de los parpados.
Bella salió vistiendo un largo vestido azul celeste sin mangas y cuello
en V. Abandonó el vestíbulo de la recámara y se dirigió a la habitación
contigua. Abrió la puerta y un fuerte grito se escuchó.
—¡Mamá!
Charlie corrió hacia ella, desnudo y con el cabello aún mojado. Bella se
arrodilló para abrazarlo.
Katy llegó para dejar a Naomi y a Ron en uno de los sillones. Los dos
gatos ya estaban viejos, por lo que se la pasaban durmiendo y
bostezando todo el día. Habían tenido infinidad de crías y todas ellas
vagaban por las plantaciones, en donde los campesinos las cuidaban y
alimentaban con la comida que se les proporcionaba para dicho fin.
Sam y Leo también estaban viejos. Los dos perros ya no tenían que
preocuparse de los gatos pues estos ya no los molestaban, y pasaban el
día echados junto a los pies del que más cerca se encontrara.
Lastimosamente, Edward y Naomi seguían sin llevarse bien, por lo que
él prefería mantenerla lo más lejos posible.
—¿Lo ves, hija? Tienes una hermosa familia y estás cumpliendo tus
sueños. Solo era cuestión de tener paciencia y priorizar. —Le había
dicho la señora Whitlock, su madre, quien había contraído matrimonio
con el padre de Jasper, seis meses después de la muerte de Irina.
—¡Porque el señor nos prohibió hacerlo! Dijo que eso debía tener
alguna explicación y que no podíamos asustarla porque usted podría
decidir dejarlo si creía que aquí había un fantasma.
Bella se apretó el puente de la nariz. Edward nunca perdería el miedo a
que ella lo abandonara, como si eso fuera posible con todo el amor que
ella misma le profesaba.
—¿Ectoplasma?
—Sé lo que es, solo que me parece imposible de creer. Los fantasmas
no existen.
—Se lo juro, señora. Ahora mismo los chicos estás limpiando porque
ninguna de nosotras se atreve a entrar. Es espeluznante.
—Me imagino. Hasta los fantasmas le temen a Edward —dijo Bella con
ironía—. Mañana yo me haré cargo, solo no lo digas en frente de los
niños. No quiero que se asusten.
—¿Pequeña?
—Creo que se equivoca, señora Cullen. Estoy seguro que esa parte no
es para nada pequeña.
Bella se acercó a él, miró a todos lados como si temiera que alguien la
escuchara, y le habló en un susurró.
—El otro día tuve que buscarla con lupa. —Se separó, asintiendo
frenéticamente con la cabeza para reafirmar sus palabras.
—Necesito confirmación.
Edward se aferraba a sus caderas con tanta fuerza que estaba segura
que le quedarían marcas, aunque no durarían tanto como el mordisco
que ella le había dado a él una semana antes, cuando se negó a darle el
orgasmo como castigo a no recordaba qué… Mordisco que aún lucía en
su hombro derecho.
Félix asintió frenéticamente con una sonrisa en los labios. Heidi lo besó
en los labios.
—Cualquier cosa.
—Ven y demuéstramelo.
El gruñido de Félix fue lo último que Bella escuchó, antes de colocarse
los audífonos y empezar a escuchar la primera canción que encontró.
Cerró los ojos con fuerza y subió el volumen para evitar los sonidos de
la pareja.
Ellos se habían casado hacía tres años. Los dos primeros fueron entre
idas y venidas. Heidi no quería dejar a su padre solo en esa casa por
miedo a que pudiera hundirse en la depresión que sabía que lo azotaba
por las noches, por lo que había pedido a Félix que vivieran ahí. Así
estuvieron varios meses hasta que Félix terminó de construir una casa
en la plantación, lo suficientemente grande para que vivieran los tres.
Si bien a Heidi la casa le había encantado, el lugar donde se encontraba
no era de su total agrado, por lo que la estancia solo duró unos cuantos
meses.
«No podían hacerlo en otra parte los muy malditos. ¡Tenía que ser en la
biblioteca de mi casa!», pensó con rabia y apretó más los ojos cuando
algunos sonidos comenzaron a filtrarse a través de la música. Trató de
pensar en otra cosa que la distrajera y a su mente llegó Jasper, su
querido Jasper.
Todo era perfecto en su familia y esperaba que siguiera así por mucho
tiempo, solo faltaba que la pareja que follaba enloquecida en esa
misma habitación, revelara a la familia su reconciliación para cerrar el
cuadro.
La pareja se retiró y cerró el panel que claramente era uno de los tantos
pasadizos secretos que poseía esa vieja mansión. Bella salió de su
escondite luego de algunos minutos, mientras se aseguraba de que ya
se encontraban lejos.
El grito de asco que profirió fue tan fuerte, que traspasó las paredes de
la biblioteca y se escuchó por toda la planta baja.
Bella asintió al no tener fuerzas para hablar. Estaba más que bien, se
encontraba en los brazos del hombre que amaba con toda su alma, y
acababa de hacerle el amor de una forma tan delicada y a la vez tan
pasional, que no podía ser más perfecto.
—No puedo creer que Heidi y Félix hicieran algo así —comentó
Edward después de unos minutos.
—¿Lindo o caótico?
—Eso será como un circo, pero creo que podremos controlarlos. Solo
hay que llevar zapatos deportivos para cuando corran en direcciones
diferentes, podamos atraparlos antes de que logren salir del parque.
—Te encantan los niños, no lo puedes negar —aseguró Bella con una
sonrisa.
—No lo hago, es solo que los prefiero cuando están todos juntos y
tranquilos, no corriendo como si los estuvieran persiguiendo.
—Edward…
—Mmm
—Jinny es una niña muy linda, ¿verdad?
—Mm Hum
—Mm Humm
—¿Es…Estas embarazada?
—Está confirmado.
—Tienes que…
—No. No tengo que hacer nada. Bastante me amargaste la vida con los
embarazos de Charlie y Aro como para que también me amargues este.
—Bella suspiró cuando lo vio fruncir el ceño—. Mi amor, este es mi
tercer embarazo. Sé cómo manejarlo y tengo un personal de servicio
que no me permiten mover un dedo por orden tuya.
Edward sonrió con malicia, se lamió los labios y se agachó para tomar
uno de los rosados pezones de la chica en su boca. Ya se le había
quitado el sueño y Bella era feliz por eso.
Una niña hermosa, de ojos color chocolate y cabellos cobrizo corría por
los prados de la enorme plantación de Gillemot Hall…
…
El niño que se había convertido en todo un hombre, desafiaba a la
sociedad londinense contrayendo matrimonio con la hija, de la que una
alguna vez, fue su niñera…
—Él ama a todas sus creaciones, y su misericordia es infinita. Ella está con Él,
y los dos te están esperando.
Edward besó por última vez ese cuerpo en el que ya no estaba la mujer
que tanto amaba, y mirando sus ojos cerrados, pronunció sus últimas
palabras.
30 de noviembre de 2086
Isabel soltó una risita y accedió a seguirlo. Cuando pasaban junto a las
flores, Eduardo se agachó, arrancó una flor de color rosado y se la
entregó.
Quiero agradecerles a todos por permitirme llegar hasta este punto. Ustedes
me han apoyado en cada paso que he dado. Han sido dos años y medio, y ahora
que ya se acabó, siento que han sido los mejores de mi vida hasta el momento.
Descubrí que podía lograr expresarme por escrito, que las historias que tengo
en la mente no deben quedarse ahí para siempre, sino plasmarlas para quien
quiera leerlas.
Gracias a mis tres locas. Diana, Mely y Flo, que aunque creo que ya no leen, se
convirtieron en mis grandes amigas. Mil gracias, chicas, por esos bellos y locos
momentos que me hacen pasar en el chat.
A sharon, Eve y Jo, que aunque les prohibí promocionar este fic cuando me
convertí en administradora, siempre estuvieron pendientes y encontraban la
forma de que no se olvidaran de mí. Mis amigas, mis compañeras, mis
"compinches"
Y aquí podrías seguir enumerando a muchas otras, Jess, Tata, beakis, Fabiola,
Solecito, Isis, Lady... Tantas, todas ustedes que estuvieron siempre ahí, con
paciencia, esperando a esta incumplida. Gracias a todas, a las lectoras
silenciosas, a las que siempre dejaban un rr, a las que lo hacían de vez en
cuando, a todos, todos, TODOS. MIL Y MIL GRACIAS.
Martina Bennet
Este PDF fue diseñado con mucho cariño para Martina, que me
permitió regalarle este pequeño obsequio por tan maravillosa historia,
deseándole las mejores de las suertes en todos sus futuros proyectos.
Agradezco a:
Marta una persona muy querida para mí por ponerme en contacto con
Martina, para darle este humilde presente.