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POSEEDOR DE INMUEBLES
Si la posesioó n debe ser concebida, como lo hemos expresado maó s arriba, como
exteriorizacioó n de un derecho, y eó ste constituye el fin uó ltimo de su tutela, resultaríóa maó s
que obvio que los derechos y obligaciones que esta relacioó n real genere, sean exactamente
los mismos que generaríóa el dominio o el derecho real que sirva de base a la misma, con la
uó nica diferencia respecto de la prueba en caso de conflicto. Hasta podríóamos decir que
cada vez que el legislador alude a los derechos y obligaciones del propietario, deberíóa en
realidad expresarlos atribuyeó ndoselos al poseedor; puesto que es sobre eó ste sobre quien,
en realidad, recaeraó n los citados derechos y obligaciones. En definitiva, el “dominus” no
tiene la obligacioó n de respetar las restricciones y líómites para con los vecinos, previstos en
el Coó digo Civil,
No podemos negar, sin embargo, que la existencia de la posesioó n abstraíóda del
dominio, resulta ser, en principio, un efecto no querido por el legislador, pero necesario
para el equilibrio de la tutela a la propiedad. Decimos “en principio” porque tampoco seríóa
concebible ni coherente que el legislador no quisiera que alguien posea sin un derecho que
le conceda la facultad de hacerlo, un modo de adquirir como la usucapioó n, que permite al
ocupante apropiarse de lo poseíódo luego de cierto lapso. Resultaríóa absurdo que alguien
hubiere procedido contrariando el derecho, si luego de un tiempo, las normas le conceden
el premio de erigirlo en “dominus”.
LA POSESIÓN DE ESTADO
Tal como ocurre con la posesioó n de estado, esta institucioó n vuelve a aparecer en
materia de creó ditos. El pago hecho al que estaó en posesioó n del creó dito es vaó lido, aunque el
poseedor sea despueó s vencido en juicio sobre la propiedad de la deuda”. Aclara luego el
legislador que “estar en posesioó n del creó dito” no es ser el poseedor de un acto escrito que
lo pruebe, sino “gozar pacíóficamente de la calidad de acreedor”.
Por ello Hernaó ndez Gil, explica que la posesioó n puede presentarse baó sicamente en
dos situaciones: como integrante de la propiedad, el “complemento necesario” del dominio,
en palabras de Ihering, o bien como simple posesioó n “sin maó s”; es decir abstraccioó n hecha
de si es consecuencia de la propiedad sobre el objeto poseíódo o no lo es.
sustenta en el derecho real que brinda la prerrogativa de poseer; e ilegíótima, la que no
tiene sustento en un derecho vaó lidamente constituido.
Advieó rtase que, en nuestro concepto, aparece la situacioó n faó ctica como esencial para
tipificar la institucioó n, maó s allaó de las discusiones doctrinarias que sobre la naturaleza de
la posesioó n como relacioó n real se hayan producido. Tambieó n surge, como esencial de la
figura, la independencia para asegurar la existencia de la posesioó n, del derecho “a poseer”,
en sentido amplio (el “ius possidendi”); por ejemplo, la posesioó n de estado existe con
independencia de si el hijo que se comporta como tal, y asíó es tratado por quien se dice su
padre, tiene o no el víónculo bioloó gico y por ende el derecho a ser considerado hijo.
prerrogativas que un derecho real concede a su titular, con independencia de si dicho
sujeto, es o no el titular del derecho real de que se trate.
Creemos que este concepto facilitaraó la asimilacioó n de los efectos que atribuimos a
la posesioó n en cuanto a los derechos y obligaciones que se generan para el poseedor. Al
mismo tiempo se advertiraó la necesidad de efectuar algunas aclaraciones; determina que el
poseedor de inmuebles tendraó como obligacioó n inherente a dicha relacioó n real, “las
servidumbres pasivas, la hipoteca…”, cuando en realidad estas obligaciones soó lo existiraó n
para el poseedor legíótimo, y no para el simple poseedor que no basa su relacioó n real en un
derecho que le de sustento tambieó n juríódico. En efecto, las dichas obligaciones habríóan
nacido de un tíótulo que justamente el poseedor (llameó moslo “abstracto”) desconoce en el
plano puramente faó ctico8. En definitiva, en el ejemplo apuntado, el legislador habríóa podido
insertar esta norma en las obligaciones que genera el dominio, no la posesioó n; puesto que
soó lo la posesioó n que se sustenta en este derecho (o cualquier derecho real que se ejerza
por la posesioó n), es decir el poseedor legíótimo, deberaó respetar dicho mandato.
DOMINIO Y POSESIÓN – NORMAS REFLEJAS
Asíó veremos aparecer las que hemos dado en llamar “normas reflejas”. Tal como la
posesioó n resulta ser un reflejo del dominio o de cualquier otro derecho real que le sirva de
base, de igual manera el legislador debioó repetir, si se nos permite la expresioó n, la
regulacioó n estructural del dominio al reglamentar la posesioó n. Pero advertimos, tal como
adelantaó ramos brevemente paó rrafos maó s arriba, que tuvo fundamentalmente en cuenta la
posesioó n legíótima de quien adquiere por modo bilateral, omitiendo para maó s, los maó s
importantes derechos que confiere la posesioó n a su “titular”: nada menos que las
facultades de uso, goce y disposicioó n.