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EL DUALISMO ONDA-CORPÚSCULO

Por José Álvarez López.

Los avances realizados en el conocimiento científico y la


experiencia acumulada en este sentido, nos plantean hoy problemas
de muy otra naturaleza que la de los antiguos modelos mecánicos.
Un problema fundamental que habrá de ser explicado de
manera general es, por ejemplo, el dualismo onda-corpúsculo. El
hecho de que un electrón, mientras no es observado, sea al mismo
tiempo Onda (situación de un medio) y Corpúsculo (partícula
material) plantea una grave complicación en la física atómica. Como
esta circunstancia de la dualidad onda-corpúsculo vulnera los
principios de la lógica aristotélica, donde una cosa es igual a sí misma
y diferente de otra, se ha salvado el obstáculo llamándolo “principio
de complementariedad”. Se dice:

“El estado corpuscular es complementario del ondulatorio”

La consecuencia inmediata de este enunciado es que el electrón


será onda o será corpúsculo de acuerdo a la decisión del propio
observador. Si observamos el electrón con una red de difracción será
onda; si lo observamos en la pantalla fluorescente del televisor será
partícula. La voluntad del observador es la que determina la
naturaleza del electrón. Y esta interacción entre observador y
observado es, quizás, uno de los planteos más sorprendentes de la
física moderna y lleva por nombre:

“Principio de Incertidumbre de Heisenberg”

Sin embargo hay una profunda diferencia entre el principio de


complementariedad y el principio de incertidumbre. En el fondo el
principio de complementariedad es simplemente un enunciado
dogmático destinado a soslayar una real dificultad conceptual.
Hay en física muchos otros ejemplos de similares situaciones y
podemos recordar lo que Maxwell llamaba el “dogma de Cotes”, quien
sostenía que la facultad que tenía un imán de actuar sobre una
partícula de hierro a distancia no necesitaba explicación alguna pues
era “una propiedad intrínseca de la materia”. Maxwell consideraba
esta afirmación como una formulación anticientífica, pues para que
un imán actuara sobre una partícula de hierro se requería o bien un
“algo” que fuera el imán de hierro o bien un “medio” que permitiera
el tránsito de la propiedad magnética.
De esta forma Maxwell se adelantó en un siglo a las modernas
explicaciones atómicas que establecen la vinculación entre las
partículas subatómicas de un protón. La crítica de Maxwell para la
explicación anterior, a la que llama “dogma de Cotes” se hace
extensiva a la proposición de complementariedad a la que podríamos
llamar “dogma de Bohr”.
Como no es a través de enunciados dogmáticos que la ciencia
haya de progresar debemos buscar explicaciones generales. Las
explicaciones particulares no tienen validez universal y no
representan por tanto una economía de principios, fórmula con la cual
Mach define la esencia del conocimiento científico.
Debe haber una explicación general para el hecho de que una
misma situación se plantea en diferentes campos siempre en iguales
términos. Así, hemos visto que para Maxwell “la piedra angular” de la
electrodinámica será explicar de qué modo se establece el contacto a
distancia entre partículas cargadas eléctricamente o poseedoras de
polos magnéticos. Al final de su monumental obra “A Treatise on
Electricity and Magnetism” dice que el objetivo fundamental de la
misma ha sido abordar y resolver este problema.
Este tema que, como dice el propio Maxwell, es el Leit Motiv de
los 866 capítulos de su obra, queda claramente enunciado en el
último capítulo en la siguiente forma:

“Ahora bien, somos absolutamente incapaces de considerar la


propagación en el tiempo excepto si nos atenemos a dos únicas
probabilidades: o bien como el vuelo de una substancia material
a través del espacio o bien como la propagación de un
movimiento o tensión de un medio preexistente en el espacio
en cuestión”.

Lo que jamás se le hubiera ocurrido a Maxwell es que hoy las


dos posibilidades son aceptables científicamente, dependiendo de la
decisión del observador la validez de una u otra.
Notemos, pues, la íntima vinculación entre los estados
ondulatorio y corpuscular y las “acciones a distancia” que tanto le
preocupaban a Maxwell. El problema surge por que ambas soluciones
son mutuamente excluyentes y sin embargo se complementan. Se
excluyen e incluyen a un mismo tiempo. De esto surge una profunda
paradoja en el comportamiento del mundo material que estudia la
física.
En otra rama de la investigación física bastante alejada de ésta
y sin embargo muy próxima a ella (la Teoría de la Relatividad) vuelve
a suscitarse el mismo problema de las “paradojas”, la más célebre de
las cuales es la llamada “paradoja del reloj” expuesta por el propio
Einstein en su memoria original de 1905.
Desde aquella fecha han venido apareciendo numerosas
“explicaciones” de la paradoja, y en una publicación de mi autoría
titulada “The Meaning of the Clock Paradox” aparecen 84 fichas
bibliográficas. En esta memoria que yo publiqué demuestro que la
más importante de todas estas aparentes soluciones que fue la de
Tolman, es incuestionablemente falsa.
Es importante destacar que esta publicación de la cual soy
autor, apareció simultáneamente con otra del físico inglés Charles
Darwin (nieto del afamado Charles Darwin autor del Origen de las
Especies) profesor de Cambridge a quien yo visité en Londres, donde
utilizando el mismo argumento, se demuestra el error de la
demostración de Tolman.

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