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Para llegar al concepto de los principios propios del Derecho Procesal del Trabajo, me
valgo únicamente de las definiciones de dos prestigiados autores sudamericanos:
Ramiro Podetti y Américo Plá Rodríguez, procesalista el primero y juslaboralista el
segundo.
Podetti define a los principios procesales como «Las directrices o líneas matrices dentro
de las cuales han de desarrollarse las instituciones del proceso»
Aunque Plá Rodríguez trata los principios del Derecho del Trabajo y no los principios
procesales, estimo que su definición es perfectamente aplicable a éstos últimos.
Su definición dice así: «Límites directrices que informan algunas normas e inspiran
directa o indirectamente una serie de soluciones por lo que pueden servir para
promover y encauzar la aprobación de nuevas normas, orientar la interpretación de las
existentes y resolver los casos no previstos».
La definición de Podetti resalta el carácter de directrices o líneas matrices que tienen
los principios y que servirán para modelar las instituciones del proceso con las
características que desee imprimírsele a un determinado tipo de proceso, para
diferenciarlo de otro u otros procesos.
Pero además con mucha fortuna y claridad se evoca también el papel de fuente
integradora que desempeñan ante el Juez, al auxiliarlo en la substanciación y
resolución de los conflictos de una rama, joven e inconclusa, como lo es el Derecho
Procesal de Trabajo.
Por esas razones, me adhiero a la definición del distinguido profesor uruguayo, que, a
mi modo de ver, sintetiza en forma más completa el concepto de lo que debemos
entender por principios del Derecho de Trabajo, y consecuentemente también, por
principios de su rama instrumental.
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Importancia de su estudio:
A lo dicho habría que agregar, que además del interés teórico y legislación comparada
por los principios procesales, en países como el mío: Guatemala—en donde la ley
remite expresamente al Juez a los principios procesales en su labor de colmar lagunas,
y en donde toda clase de conflictos laborales, individuales, interindividuales,
disciplinarios, colectivos de carácter jurídico y colectivos de carácter económico social o
de intereses, están sometidos a la jurisdicción privativa de Trabajo y Previsión Social,
es natural que se tenga por la problemática de los principios, también un vivo interés
practico.
En efecto, el artículo 326 del Código de Trabajo guatemalteco dice: «En cuanto no
contraríen el texto y los principios procesales que contiene este Código se aplicarán
supletoriamente las disposiciones del Código de Procedimientos Civil y Mercantil y de
la ley Constitutiva del Organismo Judicial.- Si hubiera omisión de procedimientos, los
Tribunales de Trabajo y Previsión Social están autorizados para aplicar las normas de
las referidas leyes por analogía a fin de que pueda dictarse con prontitud la resolución
que decida imparcialmente las pretensiones de las partes.
El Maestro Mario López Larrave, era del criterio que: "Más difícil que ponerse de
acuerdo sobre el concepto y definición de los principios procesales en materia laboral,
sobre la importancia doctrinaria y práctica no hay duda, resalta la tarea de su
determinación.
Como criterio para tal propósito, me permito sugerir que se parta de la premisa de que
el Derecho del Trabajo Sustantivo, es un derecho clasista que pretende tutelar no los
intereses de cualquier ciudadano y ni siquiera de los trabajadores individualmente
considerados, sino que ve a los trabajadores como clase, en determinadas condiciones
y con determinadas limitaciones con respecto a otras clases sociales. -
Estas características explican y justifican que el derecho laboral les brinde una tutela
jurídica preferente a los trabajadores, para compensar la desigualdad jurídica y cultural
que los separa de los empresarios.
El Derecho del Trabajo, Sustantivo no protege intereses individuales, sino que apunta a
la tutela de intereses sociales o colectivos. Siendo así, no debo extrañar que el Derecho
Procesal del Trabajo -que como fin inmediato persigue la aplicación coercitiva de las
normas sustantivas laborales participe también de similares características y, en
consecuencia, a través de sus normas instrumentales se pretenda en última instancia
proteger también intereses sociales o colectivos de los trabajadores.
Ahora bien, si se acepta que el proceso del trabajo debe tutelar preferentemente
intereses sociales y no individuales, las líneas matrices que le den fisonomía al proceso
de trabajo podrían ser:
Significa que el juzgador pueda equiparar la situación desigual de los litigantes, lo que
implica el otorgamiento de los más amplios poderes directores al Juez de trabajo a lo
largo de todo el proceso, desde la decisión oficial para llenar omisiones y corregir
deficiencias por los litigantes, hasta dirigir por si rogatorios a las partes, a los testigos y
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Mientras que el otro litigante es un infeliz campesino analfabeto que ni siquiera maneja
el idioma, a la hora de la articulación y absolución de los interrogatorios de confesión
judicial. Definitivamente no.
Entendido éste en el sentido de evitar a lo máximo los gastos que ocasiona un proceso.
Se encuentra en todas sus manifestaciones o sea desde la celeridad y rapidez del juicio
(acortando los términos y limitando las defensas procésales, los recursos y las
incidencias) hasta la gratuidad y baratura en la substanciación (administración de
justicia gratuita, exoneración de papel sellado y timbre), dispensas de gastos judiciales
(como embargos y pregones, exoneración de patrocinio de letrado, etc.).
PRINCIPIO DE INMEDIACIÓN.
Consiste en que el Juez esté en contacto directo y personal con las partes durante la
substanciación del procedimiento. Tal el caso de la recepción de las pruebas, al
extremo que aquellos medios probatorios que se incorporan al proceso sin su
intervención carecen de validez probatoria, de conformidad con el primer párrafo del
artículo 344 del Código de Trabajo, que establece: "Si no hubiere avenimiento entre las
partes el juez recibirá inmediatamente las pruebas ofrecidas."
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PRINCIPIO DE CONCENTRACIÓN.
Nuestra legislación laboral contempla dicho principio al facultar a las partes a que en la
primera audiencia que se señala para la comparecencia de las partes a juicio oral, éstas
puedan contestar la demanda, interponer excepciones perentorias, promover
reconvención, contestar las excepciones perentorias y la reconvención, recibir los
medios de prueba ofrecidos por las partes, etc.
PRINCIPIO DE PRECLUSIÓN.
Está representado por el hecho que el procedimiento está estructurado en varias etapas
o estadios, las que se desarrollan en forma sucesiva, mediante la clausura definitiva de
cada una de ellas, impidiéndose el regreso a etapas y momentos procesales ya
extinguidos y consumados.
Las multas a los funcionarios judiciales por la demora en la substanciación del proceso
y la preclusión de facultades a las partes que no las ejerciten en su oportunidad.
PRINCIPIO DE PUBLICIDAD.
Consiste en el derecho que tienen las partes y hasta terceras personas, a presenciar
todas las diligencias, examinar los autos y escritos de las partes, excepto de aquellas
actuaciones que merezcan reserva razonable de índole moral.
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PRINCIPIO DE ORALIDAD.
El citado Lic. Nájera Farfán, es del criterio que la oralidad no constituye directriz ni
fuente de orientación o estimativa procesal, por lo que no debe considerarse a la
oralidad como un principio, sino que es una forma de sustanciarse el procedimiento.
Cuando en él predomina la palabra escrita como medio de actuación, se dice que el
proceso es escrito. Y cuando predomina la palabra hablada, se dice que el proceso es
oral. Y digo predominio de uno u otro, porque no existe ningún proceso exclusivamente
escrito ni exclusivamente oral.
PRINCIPIO DE SENCILLEZ.
Según el cual todo proceso debe establecer una serie de formas que garanticen la
defensa de los intereses tutelados por el derecho.
Consiste en que los medios de prueba diligenciados o producidos por una de las partes,
no lo benefician únicamente a ella, porque se convierten en pruebas del proceso y no
de las partes, por lo que pueden eventualmente favorecer a la contraparte o a los
demás litigantes. El último párrafo del artículo 177 del Código Procesal Civil y Mercantil,
que puede ser aplicado supletoriamente al procedimiento ordinario laboral preceptúa:
"El documento que una parte presente como prueba, siempre probará en su contra.
Pronunciarse sobre todo lo que piden las partes y nada más que sobre lo que piden,
decidir sobre peticiones concretas, encuadrarse en el marco de los hechos y
pretensiones precisas que se hayan traído con la demanda en cuanto a las personas, el
objeto y la causa; además, han afirmado que el juez no debe considerar otras
cuestiones que las incluidas en la relación procesal, ni pronunciarse sobre pretensiones
no deducidas, cosas no pedidas o solicitudes no formuladas".
Que consiste en la obligación que tienen las partes y sus abogados asesores de litigar
de buena fe en juicio, con el complemento de sancionar a los maliciosos, por lo que
debe dejarse al juzgador el más amplio poder disciplinario para sancionar a los
litigantes y Abogados que traten de valerse de maniobras sorpresivas, retardatarias o
fraudulentas para vencer al contrario por hambre o agotamiento.
Su ubicación:
Habiendo aceptado un concepto de los principios propios del Derecho Procesal del
Trabajo, habiendo puesto de relieve su importancia teórica práctica y habiendo dado
ciertos criterios para su determinación, todavía queda un problema difícil de resolver su
ubicación.
Algunas veces, estos principios ni siquiera figuran en las normas procesales de trabajo
sino en otras leyes. Tal es el caso por ejemplo de Guatemala, en donde los principios
de publicidad y gratuidad de la administración de justicia—en todas sus ramas—tienen
raíz constitucional.
¿Pero será ésta la posición más correcta, o por el contrario, siguiendo las directrices
del proyecto de Código de Procedimiento Civil del recordado Maestro uruguayo
Eduardo J. Couture, será preferible dedicar un primer capítulo de la ley procesal del
trabajo a los principios generales?
Y para el caso que se elija la segunda alternativa, ¿deberá hacerse una regulación
taxativa de todos los principios formativos o bien bastará con enunciar los principios
generales más importantes?
Sin embargo, los inconvenientes de una regulación expresa y taxativa que a la postre
aparejen una eventual restricción de los principios, me induce a pensar que debe
abrirse el más amplio y profundo debate al respecto, antes de tomar una posición
definitiva.
TERMINOLOGÍA
PRIMERA CORRIENTE
Los que la denominan en forma restringida
DERECHO PROCESAL OBRERO
Jesús Catorena y George Scelle, le llamaron DERECHO PROCESAL OBRERO,
denominación en principio comprensible, pues se refiere principalmente a la época del
corporativismo, en el que sólo se trataba de estudiar y resolver los conflictos surgidos
entre artesanos, obreros, maestros y aprendices, es decir de personas o pequeños
grupos dedicados al trabajo artesanal o manual pues se desconocían las grandes
fábricas, lo cual como es lógico suponer, con el tiempo se quedó limitado pues no
abarcaba a una gran variedad de conflictos relacionados con otras actividades del
Derecho del Trabajo, teniendo en la actualidad únicamente un valor histórico.
Los autores franceses, entre ellos Paul Pie, lo han denominado como Derecho
Procesal Industrial, pero tal denominación no ha sido aceptada, pues se le critica que
el derecho laboral no comprende solamente a la industria, sino a una gran diversidad
de ramas de trabajo: Comercio, Agrícola, Bancario, etc., razón por la cual la mayoría
de tratadistas y legisladores no aceptan dicha denominación por considerarla
demasiado restringida.
SEGUNDA CORRIENTE
Los que la denominan en un sentido amplio
DERECHO PROCESAL SOCIAL
Es denominado así por los tratadistas españoles y en Latinoamérica por autores
sudamericanos, especialmente por los brasileños; ésta denominación no es aceptada
por el hecho de que el término SOCIAL es amplísimo, tiene múltiples significados, se le
considera más una característica de algunas ramas del orden jurídico que un
calificativo para distinguir una rama de todas las demás y en consecuencia no
determina bien la materia objeto de nuestro estudio. Entre los autores que aceptan
dicho término se encuentran: Juan Manuel Pidal, Eduardo Stafforini, Francisco
González Díaz Lombargo.
TERCERA CORRIENTE
Los que la denominan conforme su esencia y contenido
PROCEDIMIENTO LABORAL O PROCEDIMIENTO DE TRABAJO
Contra los autores que se pronuncian a favor de dicha terminología, surge la corriente
que argumenta que tal denominación se refiere más que todo a una fase del Derecho
Procesal, se orienta únicamente a las reglas de derecho positivo procedimental, que no
tiene carácter científico, es más teórico práctico y algo más, le niegan autonomía como
rama del derecho. Entre los autores que aceptan dicho término se encuentran en
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Es el término aceptado con más generalidad por tener una connotación precisa, por
referirse a los problemas laborales individuales y/o colectivos, y porque el vocablo del
trabajo, abarca con más amplitud la rama del objeto de nuestro estudio. México,
Guatemala, Honduras, Costa Rica, Argentina, Chile, en su legislación le dan dicha
terminología; y entre los más connotados tratadistas que se han dedicado al estudio del
Derecho Procesal Laboral o del Trabajo, se puede citar a: Luigi de Litala, Alberto
Trueba Urbina, Armando Porras López, Gaete Berríos y Alfredo y Hugo Pereira
Anabalón, Manuel Alonso Olea, Alfredo J. Ruprecht, Miguel Gerardo Salazar.
CONTENIDO
AUTONOMÍA
Otro enfoque lo expresa el tratadista Trueba Urbina citando a Rocco: Para que una
ciencia jurídica pueda decirse autónoma es necesario y suficiente que sea bastante
extensa que amerite un estudio conveniente y particular; que también contenga
doctrina homogénea dominando el concepto general común y distante del concepto
general informativo de otra disciplina; que posea un método propio, es decir que adopte
procedimientos especiales para el conocimiento de la verdad constitutiva del objeto de
la indagación.
«El campo en que actúa el Derecho Procesal de Trabajo es extenso y, a medida que se
desarrollan y complican las relaciones obrero-patronales, ínter obreras e
interpersonales tiende a extenderse mucho más, ameritando una disciplina jurídica
especial que las regule; el Derecho Procesal de Trabajo día a día enriquece su
doctrina, vigoriza y consolida instituciones propias (sentencia colectiva, llamamiento
conciliatorio forzoso, inversión de la carga de la prueba, apreciación de la prueba en
conciencia, etc.) está informado por una serie de principios propios; posee un método
propio para el conocimiento de la verdad objeto de su indagación, como lo es el
sistema de la apreciación de la prueba en conciencia; y por último, cuenta con una
jurisprudencia privativa y especializada».
La mayoría de autores, estima que el Derecho Procesal del Trabajo es autónomo, pues
tiene sus características propias y su campo de acción también propio y particular.
Trueba Urbina dice que es «autónomo por la especialidad de sus instituciones, de sus
principios básicos y por su independencia frente a otras disciplinas, aunque no excluye
que exista relación de las mismas. Estas características fundamentales definen la
autonomía científica».
En cuanto a nuestro medio, se sostiene que el Derecho Procesal del Trabajo sí es una
rama jurídica autónoma, porque llena los requisitos siguientes:
3. Autonomía didáctica: