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FERNÁNDEZ SANTIAGO, P.; GARCÍA GARCÍ-CERVIGÓN, J.

; GOIG
MARTÍNEZ, J.M.; SAN SEGUNDO MANUEL, T.: Violencia de género e igualdad
(aspectos jurídicos y sociológicos), Ed. Universitas/UNED, Madrid, 2014.

Género y discapacidad

Pedro Fernández Santiago

1. INTRODUCCIÓN

Pese a la situación de crisis económica y de valores que actualmente vivimos, se han

realizado numerosos esfuerzos por armonizar los derechos sociales de las personas per­

tenecientes a los colectivos más desfavorecidos. Son tareas que se ven claramente refle­

jadas en la vida cotidiana: transportes públicos adaptados; una Administración al alcan­

ce de todos sean cuales fueren sus condiciones físicas, psíquicas o sensoriales;

obligatoriedad de adaptación a dichas circunstancias en las nuevas edificaciones, lucha

por la no-discriminación laboral de las personas con discapacidad, etcétera.

La situación de las mujeres se ha comparado con la de los hombres, la discapaci­

dad con la no discapacidad; observamos el trabajo, la salud, la familia y la violencia

con una visión cuantitativa que esconde la realidad y el mundo de las personas con dis­

capacidad. Con esto reducimos la cuestión de la discapacidad a algo meramente orgá­

nico. Desde esta perspectiva, se hacen cada día más necesarios la elaboración y el dise­

ño de nuevos indicadores que abarquen con amplitud la realidad de la discapacidad,

así como el abordaje multidisciplinar de la misma.

Nuestra Carta Magna, así como las diferentes aportaciones legislativas que nuestro

país ha desarrollado en materia de discapacidad y dependencia y, la ratificación de las

diferentes Convenciones Internacionales sobre derechos humanos y discapacidad rati­

ficadas, hace que dispongamos de un acervo legislativo importante en dicha materia,

no obstante una cuestión es contar con ello y otra bien diferente es su aplicación y

puesta en marcha, un ejemplo de ello podría ser la dificultad que estamos encontran­

do para la adecuada puesta en marcha de la Ley de Promoción de la Autonomía Per­

sonal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, con esto queremos decir

que: contamos con medidas legales, pero dificultades competenciales y presupuesta­

rias en su aplicación, como algunos de los representantes de las personas con discapa­

cidad refieren; «una cosa es querer y otra bien diferentes es poder».

189
VIOLENCIA DE GÉNERO E IGUALDAD

2. LEGISIACIÓN Y DISCAPACIDAD

Desde los diferentes foros sobre discapacidad habitualmente se congratulan con los

cambios y el nuevo reconocimiento que sobre discapacidad se hace, pero se sigue

esperando que las respuestas pasen de ser una maravillosa promesa a una realidad.

A través de la visión que nos aportan los datos de las diferentes investigaciones que

sobre violencia de género y discapacidad hemos abordado, podríamos argumentar que

en el caso de las mujeres con discapacidad en muchos de los casos no sólo es impor­

tante la aplicación de las leyes en defensa de sus derechos, sino el reconocimiento de

ser mujeres. Existe un derecho a la salud reconocido para todos los ciudadanos, así

como la utilización de todos los instrumentos básicos de diagnóstico clínico, pues bien,

puede ser adecuado recordar que en los reconocimientos ginecológicos a las mujeres

con discapacidad física en muchos de los casos, ni las camillas que las contienen mien­

tras se están desarrollando las exploraciones, cuentan con la adaptación apropiada.

Pienso que este ejemplo puede refrendar los argumentos anteriores más visualmente.

La necesidad de un abordaje jurídico social de la discapacidad cada día se hace más

relevante, elaborar leyes no es suficiente, seguir su aplicación, evaluarlas y asesorar a

quien legisla y las aplica es una de las tareas que desde este capítulo se va a defender.

Como debería traslucirse de estas páginas, la voluntad de intervención en materia

de discapacidad por parte del legislador en la actualidad es incuestionable, existe una

clara voluntad por integrar, cumplir y hacer cumplir las leyes que para tal fin se aprue­

ban, otra cosa bien diferentes es que la aplicación de esta voluntad cumpla con las

necesidades reales de la población a la que va dirigida, tal vez y es importante que se

resalte, no se cuenta con la población a las que se dirigen las medidas y cuando sí se

hace, los cambios que estos proponen conllevan arduas negociaciones en las que por

el camino se abandonan algunas medidas que por su importancia no deberían dejarse

de lado. Prioridades, oportunidad, coyuntura política, presupuestos y un largo etcéte­

ra suelen ser los argumentos que se arguyen.

Los conceptos de prioridad, oportunidad, circunstancias favorables, momento eco­

nómico, situación política favorable, y un largo etcétera, importunan la adecuada pues­

ta en marcha de medidas necesariamente globalizadoras de las necesidades de quien

se quiere atender. Está claro que toda aplicación legislativa en materia de política social

conlleva un gasto público, legislar sin contar previamente con la carga impositiva o

recursos económicos necesarios es «un canto al sol». Puede parecer que la visión del

legislador no cumpla la necesaria actuación globalizadora, sea de carácter electoralista

y se dirija al más amplio espectro de la población, y no al total de la misma, esto pare­

ce desprenderse de las inajustadas medidas compensatorias entre población rural y

urbana y las derivadas de la necesaria supervisión y evaluación de resultados e inver­

sión entre las diferentes Comunidades Autónomas de nuestro país.

A su vez, se legisla, se favorece la integración, se desea atender a todos, pero no se

ven a la totalidad de los ciudadanos y mucho menos a la totalidad de las necesidades

190
Pedro Fernándcz Santiago

que estos ciudadanos plantean, tal vez si contaran con ellos, tal vez si contaran con los

que más cerca de ellos están, los que recogen y reconocen sus necesidades, sus cir­

cunstancias vitales y sus singularidades, las medidas que se tomaran serían más prácti­

cas y de más fácil aplicación e irían dirigidas a todos y todas las personas desde la pers­

pectiva de la integración, pero valorando las capacidades y la necesaria atención

individualizada de cada uno de ellos. Globalización sí, pero desde la perspectiva de

atención integral de todos, tomado en cuenta que en lo global esta lo particular, lo indi­

vidual, la diferencia, lo que hace que esta sociedad no sea monocorde sino atractiva­

mente compleja y diferente.

3. BREVE REFERENCIA LEGISIATIVA ESTATAL SOBRE DISCAPACIDAD

Constitución Española de 1 9 7 8 : en el Art 1 4 establece la no discriminación por

razón de género y en el Art 49 «Los poderes públicos realizarán una política de prcvi­

siún, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y

psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán

especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciu­

dadanos»

Ley Orgánica 1/1996 de 1 5 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modi­

ficación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Art 3

Ley 51/2003 de 2 de diciembre, de Igualdad de Oportunidades, No Discriminación

y Accesibilidad Universal de las Personas con Discapacidad. Se vertebra entorno a los

principios de transversalidad (las acciones de las Administraciones Públicas, no se limitan

únicamente a programas, planes y acciones específicos, pensados solo para estas perso­

nas, sino que comprenden políticas y líneas de acción general en cualquier ámbito de

actuación pública, dónde se tendrán en cuenta las demandas y necesidades de las per­

sonas con discapacidad), igualdad de oportunidades (ausencia de discriminación, que

tenga su causa en una discapacidad y adopción de medidas de acción positivas para

compensar las desventajas de una persona a la hora de participar en la vida política, eco­

nómica, social y cultural) y el principio de medidas de acción positiva (los poderes públi­

cos adoptaran las medidas de acción positiva suplementarias para aquellas personas con

discapacidad que objetivamente sufren un mayor grado de discriminación o presentan

menor igualdad de oportunidades, como son las mujeres con discapacidad».

Ley Orgánica 1 /2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral con­

tra la Violencia de Género: primera ley definida desde la perspectiva de género con

medidas específicas para las mujeres con discapacidad. Esta ley recoge la necesidad de

la intervención laboral favorable de las mujeres con discapacidad como medio de

potenciar su incorporación al mercado de trabajo así como la concienciación familiar

para facilitar la incorporación de la mujer con discapacidad al ámbito laboral, educati­

vo, cultural, de ocio.

191
VIOLENCIA l>E GÉNERO E IGUALDAD

Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hom­

bres

Esta Ley tiene por objeto hacer efectivo el derecho de igualdad de trato y de opor­

tunidades entre mujeres y hombres, en particular mediante la eliminación de la discri­

minación de la mujer, sea cual fuere su circunstancia o condición, en cualesquiera de

los ámbitos de la vida y, singularmente, en las esferas política, civil, laboral, económi­

ca, social y cultural para, en el desarrollo de los artículos 9.2 y 1 4 de la Constitución,

alcanzar una sociedad más democrática, más justa y más solidaria. Introduce los Pla­

nes de Igualdad como un conjunto ordenado de medidas, adoptadas después de rea­

lizar un diagnóstico de situación, tendentes a alcanzar en la empresa la igualdad de

trato y de oportunidades entre mujeres y hombres y a eliminar la discriminación por

razón de sexo.

Para la consecución de los objetivos fijados, los planes de igualdad podrán con­

templar, entre otras, las materias de acceso al empleo; clasificación profesional; pro­

moción y formación; retribuciones; ordenación del tiempo de trabajo para favorecer,

en términos de igualdad entre mujeres y hombres, la conciliación laboral, personal y

familiar y, prevención del acoso sexual y del acoso por razón de sexo.

Ley Orgánica 1 /2008, de 30 de julio, por la que se autoriza la ratificación por Espa­

ña del Tratado de Lisboa, por el que se modifican el Tratado de la Unión Europea y el

Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, firmado en la capital portuguesa el 1 3

de diciembre de 2007

Dispone su artículo 21 relativo a la no discriminación: «Se prohíbe toda discrimi­

nación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o

sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o

de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento,

discapacidad, edad u orientación sexual».

Por su parte el Artículo 26. Integración de las personas discapacitadas. La Unión

reconoce y respeta el derecho de las personas discapacitadas a beneficiarse de medi­

das que garanticen su autonomía, su integración social y profesional y su participación

en la vida de la comunidad.

Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la inte­

rrupción voluntaria del embarazo

Artículo 3 . 3 . Nadie será discriminado en el acceso a las prestaciones y servicios pre­

vistos en esta Ley por motivos de origen racial o étnico, religión, convicción u opinión,

sexo, discapacidad, orientación sexual, edad, estado civil, o cualquier otra condición o

circunstancia personal o social.

El Artículo 5 . 1 d. Sobre los objetivos de la actuación de los poderes públicos esta­

blece que los poderes públicos en el desarrollo de sus políticas sanitarias, educativas)

sociales garantizarán: la eliminación de toda forma de discriminación, con especial

atención a las personas con algún tipo de discapacidad, a las que se les garantizará su

derecho a la salud sexual y reproductiva, estableciendo para ellas los apoyos necesa-

192
Pedro Femández Santiago

rios en función de su discapacidad. Asimismo en el desarrollo de sus políticas promo­

verán las relaciones de igualdad y respeto mutuo entre hombres y mujeres en el ámbi­

to de la salud sexual y la adopción de programas educativos especialmente diseñados

para la convivencia y el respeto a las opciones sexuales individuales.

Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006), vincu­

lante para los 1 1 9 países, España entre ellos, que la han ratificado hasta ahora. En sep­

tiembre de 2 0 1 1 , el Comité de la ONU encargado de vigilar el cumplimiento de la

Convención, hizo una advertencia a España a propósito de la última reforma del abor­

to (201 O). La nueva ley (2/201 O) pasó de un régimen e indicaciones (peligro para la

madre, deficiencias del feto, violación) a otro principalmente de plazos: ahora se

puede abortar sin invocar motivo hasta la semana 1 4 , por peligro para la madre o ano­

malías del feto hasta la 22 y sin límite de tiempo si este tiene una enfermedad grave e

incurable En sus observaciones el Comité dice: «España debería abolir la distinción que

hace la ley 2/201 O con respecto al plazo permitido para abortar, basada solo en la dis­

capacidad».

El Comité se basa en el artículo 1 O de la Convención: «Los Estados Partes reafirman

el derecho inherente a la vida de todos los seres humanos y adoptarán todas las medi­

das necesarias para garantizar el goce efectivo de ese derecho por las personas con dis­

capacidad en igualdad de condiciones con las demás».

Ley 2 6 / 2 0 1 1 , de 1 de agosto, de adaptación normativa a la Convención Interna­

cional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Modifica la LIONDAU en

los siguientes aspectos importantes: El artículo 1 º apartado 2º, segu ndo párrafo: Las

medidas de defensa, de arbitraje y de carácter judicial, contempladas en esta Ley serán

de aplicación a las personas con discapacidad, con independencia de la existencia de

reconocimiento oficial de la situación de discapacidad o de su transitoriedad. En todo

caso, las Administraciones públicas velarán por evitar cualquier forma de discrimina­

ción que afecte o pueda afectar a las personas con discapacidad.

El artículo 2, apartado 1º : Son personas con discapacidad aquellas que presenten

deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interac­

tuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la socie­

dad, en igualdad de condic ion es con los demás.

El Art. 8 apartado 2: Los poderes públicos adoptarán las medidas de acción positi­

va suplementarias para aquellas personas con discapacidad que objetivamente sufren

un mayor grado de discriminación o presentan menor igualdad de oportunidades,

como son las mujeres con discapacidad, los niños y niñas con discapacidad.

4. DISCAPACIDAD

Cuando hablamos de discapacidad se habla de un «totum revolutum». Para poder

aclarar qué es este concepto de discapacidad, comenzaremos por decir que hace ya

193
VIOLENCIA UE GíNERO E IGUALDAD

más de un cuarto de siglo la Organización Mundial de la Salud creó una clasificación

general de la discapacidad. Esta clasificación planteaba tanto una visión desde los orí­

genes médicos y de salud como también de las manifestaciones de la vida humana en

sus aspectos sociales, económicos, políticos, laborales, culturales, de ocio, etc., es decir,

una visión más allá de la visión de enfermedad. A esta clasificación a la que estamos

haciendo referencia se la denomina «Clasificación Internacional de Deficiencias, Dis­

capacidades y Minusvalías (CIDDM).

Podríamos expresar que desde la CIDDM se plantea la discapacidad en términos

generales y partiendo desde la enfermedad o trastorno, que se exterioriza en una defi­

ciencia que puede ser en lo corporal, fisiológica u orgánica, que se manifiesta en una

restricción en la actividad del individuo, y que supone una situación desventajosa, deri­

vada de las deficiencias o discapacidades, que limitan o impiden participar o desem­

peñar actividades en alguna o algunas de las manifestaciones de la vida humana.

Para intentar aclarar más el concepto de discapacidad seguiremos con las defini­

ciones de lo que hasta ahora hemos estado viendo:

Deficiencia: Toda carencia, pérdida o anormalidad de una estructura o función psi­

cológica, men ta l , fisiológica o anatómica.

Discapacidad: Toda restricción o ausencia, debida a una deficiencia, de la capaci­

dad de realizar una actividad en forma y dentro del margen que se considera normal

para un ser humano en su contexto social. Refleja las consecuencias de la actividad

cotidiana de la persona: en la ejecución de tareas, actitudes y conductas. Puede ser

transitoria o definitiva, reversible o irreversible, progresiva o regresiva, y puede produ­

cirse en cual q uier momento de la vida, a cualquier miembro de la familia y por cual­

quier causa.

Minusvalía: Toda situación de desventaja para una persona determinada y que se

produce como consecuencia de una situación de deficiencia o discapacidad para el

desempeño de una actividad definida como «normal» en función del sexo, edad, fac­

tores sociales, culturales y ocupacionales. Es por tanto una pérdida o limi t ación de las

oportunidades para participar de la vida en com u nidad .

El carácter médico y el que algunas de las definiciones que en la CI DD M se hacían

im pl icaban ciertas connotaciones negativas, hizo que la OMS sometiera esta clasifica­

ción a una revisión que después de diez años se plasmó en la llamada CI DD M-2 o CIF,

con lo cual su nomenclatura pasa a ser Clasificación Internacional del Funcionamien­

1
to, la Discapacidad y la Salud (CIF, 2001 )

La pretensión de la OMS con esta nueva clasificación, es proporcionar un lenguaje

unificado y estandarizado que sirva como punto de referencia para la descripción de

1
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, Clasificación Internacional del Funcionamiento, de

la Discapacidad y de la Salud, MADRID, Ministerio de Trabajo y Asunlos Sociales, Secretaria de Esta­

do de Servicios Sociales, Familias y Discapacidad. Instituto de Mayores y Servicios Sociales (JMSERSO),

2001.

194
Pedro Fernández Santiago

la salud y los estados relacionados con la misma, que tome en cuenta los aspectos

sociales y documente la repercusión del entorno social y físico, poniendo todas las

enfermedades y los pr obl emas de salud en pie de igualdad con independencia de sus

causas, y del mismo modo incluye los factores medioambientales, dada la interacción

que estos producen en los estados de salud como factores de comprensión, análisis y

estudio.

Aplicar las calificaciones recogidas en la CIF dota de fundamento a las referencias y

descripciones, necesarias y complementarias, a fin de lograr una visión global que refle­

je de forma rigurosa la amplitud y heterogeneidad del hecho de la dependencia. Las

tres escalas que miden e identifican y que son de uso común en CIF son:

• Una escala para Funciones y Estructuras corporales, que valora las deficiencias,

entendidas como problemas en las funciones o estructuras corporales y que por

tanto son alteraciones en la condición de salud de la persona.

• La escala para Actividades y participación, con la que califica las limitaciones en

la capacidad para realizar una actividad y las restricciones en la participación de

la persona.

• Por último, la escala de los factores contextuales, sólo desarrollada en el campo

de los factores ambientales, ambiente físico, social y actitudinal en el que las per­

sonas viven y desarrollan sus vidas en una continua relación interactiva.

Es por todos comprendido que las limitaciones de las personas con discapacidad

que sufren por ejemplo disfunciones en la vista, no son las mismas que las que sufren

l i m i ta c i o n e s como consecuencia de disfunciones producidas por limitaciones de movi­

lidad, sordera, patologías mentales, etcétera. Pues bien, de los colectivos más invisibles

de entre todos ellos nos encontramos con los niños/as con discapacidad, padezcan

estos la disfunción que sea, las personas con patologías mentales graves y las que se

derivan y catalogan como «enfermedades raras».

Esta afirmación se sostiene en las limitadas aportaciones de investigación científica

de las llamadas «enfermedades raras», en las casi nulas medidas sociales públicas que

se toman para la adecuada integración y normalización de los niños y niñas con disca­

pacidad, así como de las personas con enfermedad mental grave. Parece que estas se

quieran hacer descansar en los que hasta ahora han sido los únicos recursos sociales

que los han atendido, la familia.

La explicación a la anterior afirmación es la gran importancia que para el inicio de

medidas sociales siguen teniendo las presiones que realizan las diferentes asociaciones

de familiares de afectados. Podría parecer que sin presión los estamentos públicos no

respondieran. Esto no quiere decir que no se tomen medidas, como hemos afirmado

con anterioridad se toman, pero en muchos de los casos sin contar con los afectados,

en otros muchos de los casos las medidas son de tipo generalista sin entender de par­

ticularidades.

195
VIOLENCIA DE GÉNERO E IGUALDAD

Integración y normalización sí, pero en condiciones adecuadas, integrar la diversi­

dad es normalizar la misma. Todos somos ciudadanos con los mismos derechos y debe­

res, µero con e\ derecho a ser diíerentes y no por ello rechazados, o\v·,dados y no toma­

dos en cuenta.

5. lA CONVENCIÓN INTERNACIONAL SOBRE DERECHOS DE LAS PERSONAS

CON DISCAPACIDAD

De lo hasta el momento escrito puede parecer que se desprenda una visión nega­

tiva de las medidas y pasos realizados hasta el momento en materia de integración y

normalización de la discapacidad, por el contrario, en los últimos treinta años de con­

solidación de la democracia y de los derechos que se contemplan en nuestra Carta

Magna para todos los ciudadanos, así como la diferente legislación promulgada y la

firma de convenios internacionales que posteriormente iremos desgranando, confir­

man que se ha avanzado en la integración y visibilización de unos determinados fac­

tores como son las discapacidades y las personas con discapacidad. Se han dado gran­

des e importantes pasos para conseguir la gran meta de derechos para todos sin

distinción, efectivamente estos pasos se han dado, pero queda mucho camino por

andar para alcanzar las metas y objetivos de la Convención Internacional sobre Dere­

chos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, ratificada por nuestro país

en marzo de 2007.

La Convención sobre derechos de las personas con discapacidad de 13 de dici em­

bre de 2006, ratificada por el Estado español, en su preámbulo, reconoce que la dis­

capacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las per­

sonas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su

participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las

demás, y entiende como personas con discapacidad a «aquellas que tengan deficien­

cias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con

diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en

igualdad de condiciones con las demás».

Por su parte la Ley 26/2011, de 1 de agosto, de adaptación normativa a la Con­

vención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece

en su Artículo 2, apartado 1 º que: Son personas con discapacidad aquellas que pre­

senten deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al

interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en

la sociedad, en igualdad de condiciones con los demás. Por tanto la discapacidad se

define como: un término genérico que abarca deficiencias, limitaciones de la actividad

y restricciones a la participación. Se entiende por discapacidad limitaciones en la acti ­

vidad y las restricciones en la i


partic pación , derivadas de una deficiencia en el orden

196
Pedro Femández Santiago

de la salud, que afectan a un individuo en su desenvolvimiento y vida diaria dentro de

su entorno físico y social; la interacción entre las personas que padecen alguna enfer­

medad (por ejemplo, parálisis cerebral, síndrome de Down o depresión) y factores per­

sonales y ambientales (por ejemplo, actitudes negativas, transporte y edificios públicos

inaccesibles y un apoyo social limitado).

6. FEMINISMO Y DISCAPACIDAD

Desde hace muchos años a esta parte, Karen Offen viene trabajando con la siguien­

te definición histórica de «feminista»: «Las feministas pueden ser identificadas como

cualquier persona, mujer u hombre, cuyas ideas y acciones, respondan a tres criterios:

que reconozcan la validez de las interpretaciones de las propias mujeres sobre su expe­

riencia vivida y necesidades, que reconozcan los valores que las mujeres reclaman

públicamente como suyos, así como la apreciación de su estatuto en la sociedad hecha

por los hombres; que exhiban su conciencia de desconfianza ante la injusticia institu­

cionalizada de las mujeres en cuanto a grupo en relación a los hombres en determina­

das sociedades y que aboguen por la eliminación de esa injusticia desafiando median­

te esfuerzos para alterar, las ideas prevalecientes, desde la defensa de las prerrogativas

masculinas en esta cultura particular. Así ser feminista, es necesariamente ser contrario

a la dominación masculina en la cultura y la sociedad, cualquiera que sea local geo­

gráfico o situación histórica»'.

Como resultado del principio cartesiano de la igualdad de espíritu -el espíritu no

tiene sexo, va a decir Descartes--, se van a dejar oír las primeras vindicaciones por la

igualdad de los sexos. El cuerpo femenino no determina la conducta, por tanto puede

ajustarse a los requerimientos racionales. La mujer de «ser para otro» puede tornarse

en «ser para sí» si ejercita apropiadamente su racionalidad. Las mujeres tienen la misma

3
capacidad de razonamiento y evaluación la conducta que los hombres .

Quisiéramos argumentar y dejar claro, que: la mujer con discapacidad ante todo lo

que realmente afirma: es que es mujer, con los mismos derechos y deberes, pero con

menos posibilidades para poder realizarse plenamente, dado que sufre las mismas cir­

cunstancias que el resto de las mujeres, sumándole a esta situación, las limitaciones

sociales y laborales que tiene por ser una mujer con discapacidad, de esto que se argu­

mente que la mujer con discapacidad sufre doble discriminación, como mujer y como

mujer con discapacidad.

2
COVA, A., J listoria Comparada das mulheres», Lisboa, livros Horizonte, 2008.
3
AMORÓS, C., El feminismo: senda no transitada de la Ilustración», en lsagoria, nº 1 , 1990.

197
VIOLENCIA D[ GÉNERO E IGUALDAD

La feminidad es un a construcción social, una forma de aplicar las normas de géne­

ro. La Real Academia Española define el género como conjunto de seres que tienen

uno o varios caracteres comunes, mientras que el sexo está determinado biológica­

mente, el género está determinado culturalmente, ésta determinación cultural favore­

ce e incluso impulsa determinadas ideas de superioridad en el hombre y expectativas

de obediencia en la mujer. Hay tres áreas principales en las que la discriminación tiene

una especial trascendencia: las relaciones sociales, la educación sexual y el acoso

sexual.

Esta sociedad está organizada sobre unos estereotipos masculinos y femeninos" a los

que hemos de supeditamos unos y otras, teniendo en cuenta que los estereotipos cum­

plen dos funciones: la primera, facilitar la clasificación y especificación de los objetos

y hechos, esto es, agilizar nuestros procesos mentales; y en segundo lugar, y ya en una

dimensión social, afirmar el propio grupo, diferenciándolo de los demás, a los que

generalmente se les descalifica, en un afán de cohesión y protecciones colectivas.

Esta separación de roles, de espacios, de valores nos limita, nos sumerge en presio­

nes sociales del entorno, la violencia de género nace de la conformación de la socie­

dad en relación con las distintas funciones atribuidas a uno y otro sexo.

Esta situación, ya grave de por sí, se agrava aún más por el hecho de dar una valo­

ración muy superior a todos los roles, espacios y valores que conforman el estereotipo

masculino sobre los que conforman el femenino. La consecuencia más inmediata es la

consideración de la mujer como un objeto propiedad del hombre, la violencia sobre

ella ejercida; funciona como un mecanismo de control de la mujer y como instrumen­

to para mantener el estatus masculino a la vez que sostén de los roles estipulados.

Habitualmente se considera al hombre como lo «normal», mientras que a la mujer

se la considera como la «alternativa». Ha sido y sigue siendo en mu chos casos un

modelo desvalorizado «algo» a lo que no se le reconoce valor en sí mismo, evidente­

mente no se puede negar el gran avance que se ha producido con relación a la com­

prensión del género. l lay una tendencia, generalizada y acrítica, a aceptar el discurso

evolucionista imperante desde el siglo pasado según el cual la humanidad habría ido

avanzando en todos los aspectos desde el atraso hasta el progreso. A esto se agrega en

la cultura europea, y en las últimas décadas, la tendencia a considerar como señales de

progreso los indicadores relativos a la situación de la mujer. La consecuencia es asignar

a la mujer de las otras culturas, de una forma global indiscriminada, una situación tanto

5.
peor cuanto más atrasada se considere que es la cultura de la cual forman parte Pero

las nociones mismas de atraso y progreso, son construcciones ideológicas etnocéntricas

que distorsionan la percepción de la realidad.

4
BUCETA, l., <1Fundamentos Psicosociales de la Información», Madrid, Centro de Estudios Ramón

Areces, 1992.

5
KOTTAK, C.P., Una exploración de la diversidad 1-lumana, Madrid, McGraw-Hill, 1994.

198
Pedro fernández Santiago

La percepción global indiscriminada que se tiene sobre la mujer sin que se distin­

gan las diferentes situaciones de las mismas en las diferentes culturas, nos puede llevar

a distorsionar la realidad de la mujer y de la sociedad de la que forman parte. Esto

puede producir en determinados casos que algunos medios de comunicación y orga­

nizaciones políticas y sociales lo aprovechen para frenar, cuando no degradar, la lucha

feminista y de emancipación de la mujer con relación a la cultura patriarcal, aplicando

imágenes distorsionadas y etnocéntricas.

Existen diferencias en las reivindicaciones feministas con relación a las diferentes

cultur as, y eso no debería indicar que el modelo a seguir de lucha sea el de las femi­

nistas occidentales.

Con esto evitaremos considerar a las mujeres de otras culturas como más atrasadas,

más alienadas, más manipuladas que las occidentales; así como considerar la diferen­

cia cultural como un elemento de discriminación.

La diferenciación entre los enfrentamientos internos que se producen en las dife­

rentes culturas, hace que debamos escuchar atentamente a las mujeres inmersas en

ellas, para una adecuada, integrada, respetuosa y sincera aproximación a su realidad;

sin caer en visiones no acordes con la realidad cultural de las mismas.

7. GÉNERO

En su mayor parte, los intentos de los historiadores de teorizar sobre género han

permanecido dentro de los sistemas científicos sociales tradicionales, empleando for­

mulaciones tradicionales y explicaciones causales universales. Esas teorías han sido

limitadas en el mejor de los casos porque tienden a incluir generalizaciones reductivas

o demasiado simples, que socavan el sentido no sólo de la comprensión que tiene la

disciplina de la historia de la complejidad de las causas sociales, sino también del com­

promiso feminista a un análisis que conduce al cambio.

La palabra «gender», es y en adelante será un término de amplio arraigo. Sexo, es

un término de la biología, «gender» se emplea en Psicología y con relación a procesos

culturales. Se podría pensar que estas palabras son simplemente dos maneras de con­

siderar la misma diferencia; y que si, por ejemplo, una persona es de sexo femenino,

pertenece automáticamente al género correspondiente. «De hecho, no es así. Ser

hombre o mujer, niño o niña, es tanto la manera de vestirse, gestos, actividad, red

social y personalidad como los órganos genitales que uno tienes". Otra famosa autora

en relación con lo anterior expresa que': «Nuestra meta está en comprender la impor­

tancia de los sexos, de los grupos genéricos en el pasado histórico. Nuestra meta está

en descubrir la amplitud de las funciones sexuales y del simbolismo sexual en distintas

6
OAKLEY, A., Sex, Cender, and Society>>, New York, Harper and Ow, 1972.
7
DAVlS, N., Women, s History in Transition: the European Case», en Feminist Studies, 1976.

199
VJOLfNCIA DE GÉNERO E IGUALDAD

sociedades y épocas, para averiguar qué significado tenían y de qué manera funciona­

ban para mantener el orden social o promover su modificación. Nuestra meta está en

explicar por qué los papeles sexuales a veces obedecen a prescripciones rígidas y otras

veces fluyen, a veces son marcadamente asimétricos y a veces son más parejos».

En su acepción más reciente y simple, género es sinónimo de mujeres. En los últi­

mos años diversos artículos y libros sobre historia, sustituyeron de sus títulos la palabra

mujer por género. El uso de género pone de relieve un sistema completo de relaciones

que puede incluir el sexo, pero no está directamente determinado por el sexo o es

directamente determinante de la sexualidad. Una formulación de Catherine MacKin­

non" «La sexualidad es al feminismo lo que el trabajo al marxismo. La objeción sexual

es el proceso primario de sujeción de las mujeres. Asocia acto con palabra, construc­

ción con expresión, percepción con imposición, mito con realidad».

El interés en el género como categoría analítica ha surgido sólo a finales del siglo

XX. Está ausente del importante conjunto de teorías sociales formuladas desde el siglo

XVIII hasta comienzos del XX. A decir verdad, algunas teorías construyeron su lógica

sobre analogías de la oposición hombre y mujer, otras reconocieron una cuestión de

mujer, y otras, por último, se plantearon la formación de la identidad sexual subjetiva,

pero en ningún caso hizo su aparición el género como forma de hablar de los sistemas

de relaciones sociales o sexuales. El género es un elemento constitutivo de las relacio­

nes sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos, es una forma primaria

de relaciones significantes de poder. El género debe redefinirse y reestructurarse en

conjunción con una visión de igualdad política y social que comprende no sólo el sexo,

sino también las clases y la raza.

8. LA MUJER CON DISCAPACIDAD Y LA DISCRIMINACIÓN EN FUNCIÓN

DE GÉNERO

Podría parecer innecesario comenzar por decir que la mujer con discapacidad ante

lodo es mujer, que también es más que lo que se ve, que sufre doble discriminación

como mujer y como discapacitada y que a su vez también sufre violencia de género;

que es esa violencia que se produce sobre la mujer, por la simple razón de serlo. Es
9
importante apuntar que «el género abarca todos los rasgos que la cultura atribuye e

inculca a hombres y mujeres, es decir, el género se refiere a la construcción cultural de

las características masculinas y femeninas. Sin embargo la naturaleza biológica de hom­

bres y mujeres debería ser vista, no como un estrecho recinto [imitador del organismo

humano, sino más bien como una amplia base sobre la que puede construirse toda una

variedad de estructuras».

8
AMELANC y MARY NASH., } listaría y Género: Las mujeres en l
a Europa Moderna y Contempo­

ránea., Valencia, Edicions Alfons el Magnanim lnstitució Valenciana D'éstudis y lnvestigació. 1990.
9
FRIEDL, E., Woman and Men: An Anthropologist 's View, New York, Rinehart y Wiston, 1975.

200
Pedro Fernández Santiago

Suprimir las barreras a las que sometemos al colectivo humano discapacitado es

uno de los grandes retos de nuestras sociedades democráticas. Suprimir las de las muje­

res con discapacidad es doblemente necesario. Estas mujeres sufren doble discrimina­

ción, tanto por su discapacidad como por ser mujer. Incluso dentro del colectivo dis­

capacitado la mujer, en relación con el hombre, sufre, en mayores porcentajes que en

los colectivos no discapacitados, discriminación de género. Constatamos a diario en la

cotidianidad que la mujer está todavía hoy sometida a discriminación. Entre las perso­

nas discapacitadas la discriminación se hace más evidente: mayores dificultades para

acceder al mercado laboral, mayor incidencia de acoso sexual, malos tratos y violencia

social. Violencia social que se traduce no sólo en barreras arquitectónicas, sino en las

derivadas de la actitud de la sociedad, que con sus normas y modas estéticas (cam­

biantes cíclicamente), las aísla negándoles el acceso normalizado a la cultura, el ocio

compartido, a la interacción personal en definitiva. Conducta social que llega a ser en

ocasiones inmoral y siempre insolidaria. Una noticia hace poco alarmaba a la sociedad,

una mujer joven era retirada de primera fila de un evento musical, por no «dar bien»

en pantalla.

Con el colectivo de personas con discapacidad se ha utilizado y se sigue utilizando

la aplicación de una moral de evitación, me explico: evitémosles el mal, la sensación

de que se les ve diferentes y extraños. Esa sensación de que son diferentes al resto de

los ciudadanos, queda reflejada no en la evidencia de que todos los seres humanos

somos diferentes unos a otros, «ellos son mucho más diferentes», les hacemos ver que

están indefensos en este mundo y que como consecuencia de esta indefensión, mejor

se quedan en casa encerrados, alejados de los ojos de los demás, de esta forma evita­

remos que sufran las consecuencias de la falta de entendimiento del resto de los ciu­

dadanos para con ellos y su discapacidad.

De la misma forma en que se acusa a esta apariencia estética actual de producir

miles de patologías relacionadas con ella, como son: la anorexia, bulimia, necesidad

imperiosa por operaciones estéticas, etc., deberíamos incorporar a esta situación los

violentos y múltiples ataques que se producen a quién no podrá jamás acercarse a

dichos patrones de «belleza». Se utiliza el cuerpo humano como patrón de belleza, y

a su vez se obvia los aspectos intelectuales, religiosos, morales sociales, etc., de los indi­

viduos, ni que decir de los discapacitados.

El sentido común y las razones que se dan en relación con la batalla para alcanzar

mayores cuotas de poder por parte de las mujeres, indican el esfuerzo que se debe rea­

lizar para obtener el plano de igualdad entre hombres y mujeres. Las mismas razones

se pueden argüir para su consecución por razones de discapacidad. Se conocen pocas

personas de relevancia que tengan alguna discapacidad. Muy pocas personas de pree­

minencia en el plano político y social que sean personas con discapacidad y que a su

vez se conozcan por la opinión pública. Sí los tenemos como representantes de orga­

nizaciones de estos colectivos e incluso desarrollando actividades económicas relevan­

tes en organizaciones afines, pero no en los planos de poder y decisión política y social.

201
VIOLENCIA DE GfNERO E IGUAl.DAD

Es difícil reconocer una necesidad si no se ve, es difícil acomodar recursos a las

necesidades si no se les da la palabra para la exposición de las mismas. Puede parecer

que si escondemos una realidad, ésta deja de existir.

9. DISCRIMINACIÓN IABORAL Y MUJER CON DISCAPACIDAD

La dedicación femenina al trabajo de la reproducción no es natural o innata sino el

resultado de una construcción social!". La consecuencia es que las mujeres están orien­

tadas principalmente al trabajo de la reproducción, y que en el caso de las mujeres con

discapacidad están mucho más mediatizadas no sólo por las consecuencias que para

ellas tuvieran, sino por su propio entorno familiar y social. Actividad ésta que no tiene

reconocimiento social o económico al tratarse de una actividad no remunerada

mediante salario. El valor no mercantil del trabajo reproductivo le confiere, además, un

estatus de invisibilidad. No se trata únicamente de personas inactivas sino que, ade­

más, éstas no son conscientes de que están llevando a cabo unas actividades que son

trabajo necesario para el funcionamiento de la sociedad.

El modelo de organización del trabajo asalariado en el que el hombre realiza las

tareas de ganar el pan, y las mujeres las tareas reproductivas, va cambiando 1 1 . El acce­

so permanente de la mujer al mercado laboral se produce en un contexto en el que

aumentan las desigualdades entre trabajos masculinos y femeninos, reforzándose así las

fronteras entre los espacios laborales segmentados por género y, simultáneamente, una

creciente diferencia entre las propias mujeres. Diferenciación que se manifiesta en

forma de polarización entre la fuerza de trabajo femenina, que se concreta en : la exis­

tencia de un grupo reducido de mujeres con un alto nivel de estudios y cualificación.

q ue se integran en trabajos estables y de prestigio social, trabajando a jornada com­

pleta en el sector público o en empresas fuertemente s indica liz ada s. En el otro extre­

mo, se localiza a la mayoría de las mujeres, que desde un régimen de doble presencia

disfrutan de unas condiciones de trabajo más vulnerables debido a un menor y más

débil poder de negociación, con empleos de poca cualificaci ó n , temporales y/o a

tiempo parcial, en empresas pequeñas del sector privado y/o en ocupaciones conside­

radas socialmente como femeninas.

En las últimas décadas se han producido adelantos y cambios claros en la equipa­

ración e igualdad entre los géneros. La participación de la mujer como fuerza de tra­

bajo ha aumentado de forma considerable, el acceso a la educación y a la formaciór

le han dado las cualificaciones necesarias para poder aspirar a puestos de trabajo

dirección, pero aún persisten m ú ltiples problemas de desigualdad por razón de géne-

10
TORNS, T., El trabal/ de la reproducio, Barcelona, Universitat d' Estiu de la done, 1994.

1t CARRASCO, C., Mujeres, trabajos y políticas sociales: una aproximación al caso españ<

Madrid, Instituto de la Mujer, en Colección Estudios, nº 5 1 , 1998.

202
Pedro Fernández Santiago

ro, persisten los obstáculos de acceso a determinados puestos de trabajo y desarrollo

profesional, persiste de igual forma la segregación ocupacional por razón de género, así

como políticas sociales que se basan en un modelo tradicional de la familia con un

hombre como cabeza de familia.

Una de las principales fuentes de discriminación, proviene de las actitudes fuerte­

mente mantenidas frente al papel social y al comportamiento de hombres y mujeres.

Entre las consecuencias de las desigualdades de género se incluye que las mujeres se

agrupan en una estrecha gama de ocupaciones que ofrecen menos responsabilidades

y menos remuneración, o bien tienen que trabajar a tiempo parcial, lo cual supone

menos oportunidades para progresar.

La promulgación y el cumplimiento de las leyes de igualdad de género", no sólo han

reducido la discriminación por parte de las instituciones, sino, que también han tenido

un efecto importante en la concienciación de las personas. Las mujeres han pasado a for­

mar parte de muchas profesiones anteriormente reservadas a los hombres y sus sueldos

se han convertido en una parte esencial de los ingresos de la unidad familiar.

El factor género en la mujer con discapacidad se hace en muchos de los casos no

sólo evidente sino más acentuado, la utilización de las mujeres en la atención a mayo­

res, y tareas del hogar en el mundo de la discapacidad, las dificultades de acceso al

mercado laboral, no solo como mujer, sino como mujer con discapacidad, y así un

largo etc., produce un marco de desigualdad más acentuado en la mujer con discapa­

cidad que en el resto de las mujeres, lo cual nos lleva a poder decir, que son discrimi­

nadas entre las discriminadas.

10. MUJER CON DISCAPACIDAD E IMAGEN

Un factor que manifiesta directamente la discriminación a la que está sometida la

mujer con discapacidad es el que se relaciona con el aspecto, con la imagen, con la

moda; son personas a las que las modas, incluso la imagen «corporativa» de la mujer,

abandonan al más intolerable de los ostracismos. iHan visto en alguna ocasión desfilar

en una pasarela de modas a alguna persona con discapacidad? Vivimos en la era de la

imagen, z q u é imagen tenemos de las mujeres con discapacidad? Se pueden ver desfi­

lar tallas más o menos grandes, en función de lo que se «lleva», pero jamás se han visto

personas sentadas en sillas de ruedas, iquizás es que no se visten?, iquizás, es que no

tienen poder adquisitivo suficiente como para poder invertir sus ahorros en ropa de

«moda»?, podríamos seguir haciéndonos preguntas, pero no es asunto de este trabajo.

Tenemos una imagen única para las personas con discapacidad, (puesto que todo

lo que no se ve no existe y todo lo que no aparece en los medios de comunicación no

12
WIRTH, L., Romper el techo de cristal. Las mujeres en ocestcs de dirección, Madrid, Ministerio

de Trabajo y Asuntos Sociales, 2002.

203
VIOLENCIA DE GÉNERO E IGUALDAD

existe) y va asociada a nuestro desconocimiento. Realmente no sabemos, y vemos a

personas con discapacidad en los medios de comunicación con más asiduidad última­

mente dadas las reivindicaciones que se están produciendo, sobre todo en función de

la movilidad, e incluso de la actualidad puntual habiéndose adaptado las estancias del

Congreso de los Diputados, para poder acceder al mismo el único diputado, que

representa a los ciudadanos, que usa la silla de ruedas y que trabaja allí.

Se tienen imágenes prejuzgadas de la discapacidad, posiblemente éstas desaparez­

can cuando en realidad se conozca al colectivo, cuando se tenga una visión amplia del

mismo, y se miren las capacidades (que por cierto son muchas) y no todo lo contrario,

es difícil creer que se puede determinar por medio de la vista, la capacidad o incapa­

cidad de una persona, limpia, aseada, etc., y que esté sentada, da lo mismo en silla con

ruedas que sin ellas, sería tanto como al final pedir que los aspirantes de cualquier

puesto de trabajo, donde no se requieran destrezas de movimiento, se levanten para

determinar si se les concede o no un puesto de trabajo. Este ejemplo se podría, en

muchos casos, extender a las demás discapacidades, nunca se entendería que se soli­

citara al mundo empresarial contrataciones de personal como «favor instrumental» a la

sociedad, del mismo modo que no se entendería que se pusiera a un médico a reali­

zar tareas de un ingeniero, o a una persona a instalar antenas en los tejados con defi­

ciencias en los miembros superiores e inferiores. Los puestos de trabajo deben ocu­

parse por personas capaces de producir de forma equivalente al resto de los individuos,

evidentemente, sin que se menoscabe su integridad personal.

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