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Santiago L.
Santiago L.
Santiago L.
Primera edición
Abril de 2008
Derechos reservados por la Universidad de Caldas para la primera edición
ISBN: 978-958-8319-35-3
Este libro fue publicado con el apoyo financiero del Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia - UNICEF y el apoyo financiero de la Comisón Europea.
Las opiniones expresadas en el mismo no necesariamente corresponden a las
de la Organización.
305.23
N121 Nacido para triunfar. Testimonio de un adolescente desvinculado de un
grupo armado ilegal. -- Santiago L. Manizales : Editorial Universidad
de Caldas; Luis Fernando Escobar Velásquez, 2007.
98 p.
Colección Artes y humanidades
ISBN: 978-958-8319-35-3
1. Hogares adoptivos - Colombia 2. Jóvenes - Asistencia social
- Colombia 3. Jóvenes y violencia - Colombia 4. Reinserción - As-
pectos sociales - Colombia 5. Conflicto armado - Aspectos sociales
- Colombia.
Para recordar
fiado con pasión y a espacio simple creció, un paquete que
revisaba a partir de lo que oía aquí y allá, de las instruc-
ciones que se le daban, de su intuición. Quería respetar su
pasado; ser fidedigno, pero también discreto y leal.
Nacido para triunfar, el fruto de sus esfuerzos, más que
una pieza literaria es la voz de una Colombia que apenas
vislumbramos en la fugaz imagen televisiva. No es la bio-
grafía de Santiago L. aunque vivió muchos de los sucesos
que narra; tampoco es –lo que resulta más interesante–, el
testimonio de una militancia escrito por alguien reclutado en
las aulas después de leer a Marx o de pintar al Che Guevara
en las paredes de una Universidad Pública. Es la biografía
de un grupo humano que considera oportunidades lo que los
demás calificamos como delito o locura, es el sobrecogedor
documento sobre una normalidad tan nuestra como la prisa
de los transeúntes en la carrera séptima de Bogotá, la miseria
que ocultan las murallas de Cartagena, las inundaciones re-
petidas que nos sorprenden cada año o el adictivo aroma del
café. Es también una realidad que manifiesta sus carencias y
sus aspiraciones a través de la violencia o de la fe, con idén-
tica facilidad.
Los lectores van a notar desde la primera línea que San-
tiago L. es, por ahora, un escritor inexperto. Se discutió
mucho hasta que punto era conveniente “intervenir” este
texto desde el punto de vista formal. Tras hablarlo una y
otra vez, se optó por corregir los errores más protuberan-
tes, ajustar la puntuación y dividir algunos párrafos; poco
más. Algunos lectores extrañarán un proceso de edición
más profundo, pero creemos que la crudeza de muchos
de los acontecimientos que narra Nacido para triunfar nos
sobrecogen precisamente porque están plasmados sin ma-
yores afeites, desde la veracidad de un habla regional tan
válida como cualquier otra, desde unas experiencias edu-
cativas limitadas y una precariedad vital que determinan un
estilo.
En el momento en el que escribí la primera versión de
este prólogo, Santiago L. tenía muchas dudas respecto a su
futuro, incluso manifestó sus deseos de abandonar los es-
tudios que le permitirían conseguir el título de bachiller y
acceder a la universidad, para tentar la suerte de una mane-
ra distinta. No tenía sentido disuadirlo con los argumentos
que se usan con adolescentes que han vivido circunstancias
menos extremas, cuya cotidianidad merece tal calificativo.
Finalmente decidió ensayar el camino que se le proponía y
hasta hoy persevera en el intento.
También sigue diciendo que le gustaría ser escritor.
Prólogo UNICEF
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dilema de matar o morir, cualquiera que sea la causa que se
invoca para ello.
Sin embargo, la historia de Santiago L. no es una historia
excepcional. Miles de niños y niñas han sido testigos y
actores del conflicto, haciendo parte de las filas de los grupos
armados o siendo utilizados como fuentes de información.
Sin importar el grupo armado ilegal que los utilice, su
vinculación es igualmente dañina y debe ser sujeta a una
condena absoluta y sin condicionantes.
Las niñas, niños y adolescentes que hacen o hicieron
parte de los grupos armados ilegales son víctimas y no
victimarios de esta violencia. Esperamos que la cruda
sinceridad del relato de Santiago muestre la falta de
conocimiento que tienen los niños y niñas al vincularse a
estos grupos.
Entornos de violencia generalizada, contextos personales,
familiares y sociales están impulsando a niños y niñas a
considerar los grupos armados ilegales como una opción de
vida. Es imperativo que reflexionemos sobre estos hechos.
Vemos en la historia de Santiago lo que han demostrado
estudios recientes: cómo las situaciones de maltrato,
abandono, falta de oportunidades, son factores que impulsan
a las niñas y niños a buscar protección bajo las alas de los
grupos armados ilegales, donde seguramente tendrán lugar
las peores experiencias de sus vidas.
Si tenemos en cuenta los resultados del Estudio de la
Defensoría del Pueblo de 2006 que muestran que la
edad media de reclutamiento es inferior a los 13 años y el
periodo medio de permanencia supera los 2 años, podemos
Estudio de la Defensoría del Pueblo con el apoyo de UNICEF, “Caracteriza-
ción de niñas, niños y adolescentes desvinculados de los grupos armados ile-
gales: Inserción social y productiva desde un enfoque de derechos humanos”.
Noviembre 2006.
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entender las hondas secuelas que esta experiencia deja en
niñas y niños de tan corta edad y por periodos tan largos, y
el consecuente difícil proceso de recuperación psicosocial
que deben enfrentar.
La historia de Santiago refleja una pesadilla que inicia
con su entrada en el grupo armado pero que no termina con
su desvinculación. Todos deben enfrentar, después de su
desvinculación, temores, amenazas y problemas graves de
seguridad. Ésta es la razón por la que han sido cambiados
el nombre y emplazamiento geográfico donde tuvo lugar
la historia.
A pesar de la tragedia que supone la utilización de niños,
niñas y adolescentes por grupos armados ilegales, UNICEF
no puede dejar de mencionar en este prólogo los valiosos
esfuerzos que realizan el Estado y la sociedad colombiana.
Cientos de iniciativas locales se desarrollan para prevenir
la vinculación de niños a grupos armados.
El Instituto Colombiano del Bienestar Familiar trabaja
de manera comprometida y ha atendido hasta el momento a
más de 3000 niñas y niños que han abandonado los grupos
armados. La cooperación internacional ha comprendido la
importancia de estos esfuerzos y UNICEF apoya muchas
de estas iniciativas como parte de su compromiso con la
erradicación de este fenómeno y la atención de quienes se
ven afectados.
La historia de Santiago es un claro ejemplo de un
proceso de integración exitoso. Y, a sabiendas de que no
es un caso aislado, es nuestro deber reconocer la labor que
los profesionales del Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar están llevando a cabo, acompañando la difícil
cimentación de su nuevo proyecto de vida. Este proceso
de recuperación significa enfrentar un pasado que les fue
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robado, construir un presente al que temen y proyectarse en
un futuro muchas veces incierto.
Agradecemos ante todo a Santiago por brindar su historia
para que otros jóvenes de su edad la tengan como referencia
útil. Igualmente agradecemos a la Universidad de Caldas
por acercarnos a esta iniciativa y brindarnos el espacio de
participar en ella. UNICEF ha querido apoyar a Santiago
para que su voz se oiga en todos los rincones de Colombia,
para que otras niñas, niños y adolescentes aprendan de
su testimonio y escuchen lo que él expresa: “la vida en la
guerrilla, aunque parezca divertida, es la decisión más dura
que usted puede escoger en este país o en este mundo”.
Es un imperativo alcanzar el cumplimiento pleno de los
derechos de los niños y niñas colombianos para que todos
puedan afirmar que nacieron para triunfar.
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Índice
La búsqueda de la libertad 57
Reflexionando y realizando 91
Algo en común de tí y de mí
en nuestra infancia
Mi infancia
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nacido para triunfar
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algo en común de tí y de mí en nuestra niñez
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nacido para triunfar
nía, sólo les aseguro que eran los más traviesos de la re-
gión).
Mi madrina no sabía lo que hacía, pero creo que lo pre-
sentía por su forma de mirarme, y mi actitud y mi rostro
entre más días pasaban era más amarillento, e incluso era
más flaco y no me daban ganas de comer. Un día todos se
fueron y me dijeron que tenía que traer agua, leña y hacer el
oficio en la casa, después de que se fueron hice el oficio en
la casa, cargué el agua y cogí un machete y me fui a traer la
leña, estaba cortando la leña cuando se oscureció, y empezó
a tronar, de repente se vino tremenda lluvia, que se me qui-
taron las ganas de cortar leña. Decidí volarme e irme donde
nadie me molestara, me sentía tan desgraciado, pensaba que
al irme sólo se me acabaría el poco sufrimiento que había
tenido hasta ese momento. Así comencé a talar monte, pasé
por potreros, terrenos de mero lodo y cananguchales, hasta
que por fin salí a una carretera que conducía a una vereda.
Seguí caminando por aquella carretera destapada. Mojado,
embarrado y asustado de que no me encontrara nadie de los
de esa familia, tampoco me importó la dirección; seguí ca-
minando durante unas tres horas, más o menos fue lo que
duró todo el recorrido. Vestía una camisa deportiva amari-
lla, una pantaloneta blanca y botas azules, de la talla más
pequeña que un niño de ocho años puede tener. Pasó un ca-
rro por la vía contraria y me preguntó el chofer, “¿para don-
de va?” le respondí, para el pueblo, dijo: “voy al caserío y
de una vez volteo para el pueblo, si quiere súbase,” de una
vez me monté y nos fuimos. Llegamos al caserío y bajó
unas cosas y como dijo, arrancó para el pueblo de regreso.
Pasamos por el lugar donde me recogió, íbamos bien retira-
dos del lugar y en pleno cruce se varó ese carro, en esos
momentos pasaba el hermano de mi padrino en una carreti-
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rracho, allí probé finura por primera vez, al otro día vendí el
fierro, sólo se me ocurrió salir para la ciudad donde nací; el
comprador del fierro no me dio más que 100.000 porque no
tenía más plata, los acepté y con eso tuve para llegar hasta
mi destino. Cuando regresé, mi hermana ya no vivía en la
vereda cercana del pueblo, se había ido a vivir más adentro
por el río a unas cinco horas del pueblo por trocha, estuve
donde mi hermana (ya no manejaban plata como antes, ape-
nas la finquita les iba a empezar a dar, eran no más dos hec-
táreas).
Trabajé por los alrededores unos días, conseguí un tra-
bajo donde un vecino, era un pastusito; pues apenas se aca-
bó la cosecha me quedé de estable, el tenía una hija muy
bonita, un hijo, el más mayor y la mujer María y dos niños
más, tenían una finca en el departamento de Nariño; y así
estuve varias cosechas. En Nariño hice muchos amigos y
gente conocida al igual de las otras partes que había anda-
do, después de estar unos días en la finca del Puerto con
aquel patrón en el Putumayo, se tuvo que ir para la finca de
Nariño, y nos quedamos la muchacha, el hermano y yo. El
pastuso o el patrón se fue más o menos por tres semanas, y
yo con el hijo abonábamos la finca, la hija era la cocinera de
nosotros, después de una semana se acabaron los abonos y
el hermano de la muchacha se fue para el pueblo a conse-
guirlos; él se demoraba dos días, pero como no consiguió
unos abonos se quedó tres días más en el pueblo, en esas
aproveché con la muchacha, para estar con ella, estuvimos
e hicimos de todo, desde esa vez no me he vuelto a sentir
tan feliz como en esos días de oportunidades. Después de
dos días pasó la guerrilla diciendo que todos los que eran
trabajadores tenían que salir a una reunión en el casco o el
caserío de la vereda; estando en la reunión me acordé que la
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algo en común de tí y de mí en nuestra niñez
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De la mano del Dios grande
La guerrilla un ejército que “defien-
de al pueblo” y mi experiencia en ella
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La búsqueda de la libertad
Escapándome de las FARC
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todo eso, y no queda nada más que darle gracias a Dios por
estar vivo, porque esto no es un embuste, ésta es mi vida.
Hasta que encontré a unos quince minutos el río de nue-
vo. Caminé ese territorio, ya sabía dónde quedaba, me lo
conocía bien porque había estado pescando por esos lados,
pues estaba muy retirado ya del pequeño campamento, ya
casi no alcanzaba a ver pues estaba oscuro y la montaña
era más oscura por lo espesa, seguí; llegué al lugar donde
cogía para la pequeña finca del señor pastusito, me crucé el
propio río nadando, siempre era anchito como iba mojado y
embarrado me hundí fácil y no podía salir, estaba tragando
agua feo pero logré cruzar al otro lado (Además me he des-
empeñado como buen nadador, el Pez, me decían cuando
cruzaba gente en el río, en neumáticos).
Ya estaba llegando al camino cuando miré el bote de la
guerrilla que había mirado más abajo; me asusté tanto por-
que lo miré en frente mío, dije: “¡me están esperando!” y
arranqué a correr, a darle una vuelta entre el monte, pero
le di una bien grande; salí a oscuras y pude ver el camino
y pegué a la casa, que quedaba a unos 10 minutos del río,
seguí por la trocha, salí al cocal donde el pastusito o el papá
de mi novia, saqué el fusil, lo envolví en el camuflado que
llevaba puesto y me puse una sudadera, le puse otras dos
camisas y lo metí entre una bamba de un palo, eché los tres
proveedores y el chaleco junto con el fusil y me llevé las
balas en el equipo, con las demás cosas que llevaba en el
bolso; me acerqué muy despacio por la parte de atrás de la
casa, le grité al hermanito pequeño de la muchacha, “¿hay
gente, quién hay allí?”; el me dijo: “mi hermanita, mi mamá
y mis dos hermanos, el grande y el pequeño”, le pregunté
que si no había nadie más y me dijo que no, entré y apenas
me miró la mamá de mi novia o sea de la muchacha, me
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seguridad en Cristo
responsabilidad en un programa, seguridad en Cristo
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por él pero que entre otros quince días ya iba por él, pasaron
los quince días que el defensor me había prometido para
recoger a mi hermano, pero no lo había hecho, iba renunciar
al programa o me iba a volar, pero al otro día llamé y me
dijo que ya estaba en hogar sustituto, que había quedado
con la madre sustituta donde estuve los dos días esperando
el avión, me sentí contento, me conformaba con sólo tener
a mi hermano seguro.
Después de completar los dos meses me trasladaron
para el Centro especializado, donde apenas llegué empecé
a estudiar mi primaria, desde primero hasta quinto en forma
acelerada, me pusieron a escoger la carrera técnica, donde
me decidí por Mecánica Automotriz. Teníamos más libertad
para salir, empecé otra vez a fumar cigarrillo y marihuana,
tomaba trago y tras de eso en el centro nos consentían, nos
sacaban a paseos todos los fines de mes, a los parques más
buenos de la ciudad, también a parques pequeños, en fin
a todos los mejores sitios, la comida era muy abundante;
cuando estaba que me trasladaban del centro especializado,
nos llevaron a todos a un paseo a la costa, éramos como
60 más o menos y a todos nos daban buenos almuerzos,
eso fueron los mejores paseos que he tenido durante todo el
proceso; después de haber llegado de ese paseo me miraron
buen rendimiento, porque dejé de fumar cigarrillo por la
ida al paseo, y me dijeron: “te vamos a trasladar para el
centro del país, donde vas a estar con una familia y vas
a tener más libertad”, acepté, me mandaron en avioneta,
donde también me recibieron los del equipo profesional de
esa ciudad, me llevaron para la casa en la modalidad de
familias voluntarias.
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Este libro se terminó de imprimir
en el mes de abril de 2008
en los talleres litográficos
del Centro Editorial
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