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Sonreí para mis adentros. Esta clase sería completamente aburrida, ya que, al
fin y al cabo, no me enseñaría nada que no supiera ya.
Era Nora.
La contemplé fijamente como hacía siempre, desde que había decidido entrar
al instituto. Sus labios ligeramente entreabiertos dejaron escapar un suspiro.
Pero era difícil concentrarse en matar a alguien te atraía como nunca nadie te
ha atraído antes. Observé de mala gana como Vee tomaba lugar junto a ella un
par de mesas por delante de mí. Si tan solo yo pudiera sentarme a su lado…
Tienes que matarla, Jev. Gánate su confianza y mátala pensé con frustración.
—No exactamente. Ella tiene que hacer el sacrificio por voluntad propia, o no
tendría caso—respondió él.
Reí sarcásticamente.
—Oh, claro. Voluntariamente. ¿Es sumamente sencillo, no? Solo tengo que
aparecer frente a ella y decirle: "Oye, descendiente de Chauncey, ¿Podrías por
favor atravesarte el pecho con esta daga? Es que verás, quiero ser humano y
necesito que te suicides" ¿En qué demonios estás pensando, Barba? ¿Crees
que morirá solo porque un ángel caído se lo pide? —le pregunté.
—Quiero que todos los que estén sentados del lado izquierdo del pupitre (éste
es el lado izquierdo) se cambien a los del asiento de adelante. Los de primera
fila (Si, Vee tú también) se irán al fondo.
Nora Grey.
Se acercó a mí, pero no lo suficiente. Intentaba ver lo que había escrito. Doblé
el folio por la mitad, acercándole más a mí, instándola a que se acercara aún
más por sus intentos de leer.
—Supongo que esta tarea lleva nota, así que ¿por qué no me lo pones fácil?
—Ah, ¿no?
—Pues Claro que no. ¿Por qué no me haces una pregunta normal? Cómo…
qué música me gusta—dijo ella, algo irritada.
—Error.
Dsk. Dsk. Resultaban patéticos sus intentos por mentir. Trate de no reír. Miré
una vez más sus labios, tratando de no dejarme llevar por el impulso de
acercarme y besarla aquí mismo.
Sabía lo que era, por supuesto. Ella se alejó, como si repudiara mi contacto.
Me sorprendí.
—Parece una cicatriz. ¿Eres suicida, Nora? —la miré. Esperaba que contestara
"Si, soy suicida y estoy esperando que un ángel caído venga a pedirme que me
mate para él" pero sabía que eso no pasaría. — ¿Padres casados o
Divorciados?
— ¿Y tú padre?
— ¿Cómo murió?
Estaba incomoda, podía sentirlo. Pero por primera vez no me sentía feliz con
esa situación. Ese tema parecía lastimarla. No quería lastimarla… aún.
Ya había anochecido.
—Me pregunto que tendrá esta instalación, que te mantiene sobre ella tanto
rato—dijo una voz detrás de mí.
—Me gusta ver todo desde arriba. Me recuerda los viejos tiempos—le
respondí.
—Sí, suponía que era algo como eso. Por cierto, ¿Dónde has estado?
¿Acostándote con meseras otra vez? —preguntó.
Enarqué las cejas.
Medio sonrió.
—No sé qué mierda es lo que te está pasando… Cada vez que menciono a la
pelirroja o a su amiga te pones… activo. ¿Qué pasa Patch, te gusta? —
preguntó, riendo, como si la idea de aquello fuese completamente ridícula.
—Bueno, si quieres acostarte con ella, pues… Está bien, dejaré de espiarla en
las noches mientras se desnuda—dijo él.
Lo miré incrédulo, con la sangre comenzando a hervir.
Consulté mi reloj y me di cuenta que Nora no me había llamado aún. ¿Por qué
no lo había hecho? De seguro estaba tratando de reprimirse. Sí, eso es lo que
pasa. Llamará, pensé.
—Vaya, Albert nos ha dicho que eras realmente peligroso, pero no te ves lo
suficientemente fuerte para serlo. ¿Seguro que sabes jugar Billar? Esto no es
un juego de muñecas—dijo el más grandote.
No entendí exactamente que tenía que ver la fuerza con el juego, pero reí
incrédulamente con su suposición de que no era "fuerte".
—No creo que sea necesario apostar nada, ya que no seré yo quien pierda.
Pero si tanto quieren saber… una Ducati Streetfighter—dije.
—Prepárate a perderla entonces.
Sonreí. Era agradable apostar contra alguien tan arrogante. Hacía que el juego
se tornara un poco divertido. Mi teléfono sonó.
—Llamo para ver si podíamos quedar esta noche. Dijiste que estabas ocupado,
pero…
— ¿Dónde estás?
Colgué. Tenía poco tiempo para terminar la partida antes de que Nora llegara.
Otro grupo de tipos fornidos se acercó para apostar un Ferrari Italia Turbo
480.
— ¡Patch!
Uno a uno, se fueron alejando del lugar. El último de ellos chocó con Nora, y
la hizo trastabillar. Tuve que apretar los puños y concentrarme en mantener la
calma para no saltarle encima aquí mismo y partirle el cuello.
― No fumo.
Se sentó sobre la mesa. Cruzó las piernas, usando la rodilla como tablero de
escritura.
― ¿Trabajas?
― ¿Religión?
Bueno, esa no era mi pregunta favorita. Pero casi esperaba que la hiciera. Puse
una mano en mi mandíbula como si estuviera pensando.
Sabía qué pensaría que me estaba burlando de ella. Nunca creería en la verdad
de mis palabras.
― No me estás seduciendo.
― Todavía no he empezado.
― Vee me dijo que vas en último curso. ¿Cuántas veces has suspendido la
biología de segundo año? ¿Una? ¿Dos?
― Vee no es mi portavoz.
― Te estoy diciendo que no fui al instituto el año pasado. ―Una vez más,
creyó que mentía.
― ¿No has ido a la escuela, nunca? Si eso es cierto, y tienes razón, que no
creo que la tengas, ¿qué te decidió a venir este año?
― Tú.
Sabía que eso la haría sentir asustada. Me arrepentí luego de haberlo dicho,
pero solo un poco. Era la verdad, pero no quería que saliera corriendo…
quería mantenerla allí, de alguna manera.
Me acerqué a ella lo suficiente como para que solo hiciera falta una
inclinación, si quería besarla. Y quería.
― Tus ojos, Nora. Esos fríos ojos gris pálido son sorprendentemente
irresistibles. ―Incliné la cabeza a un lado, estudiándola desde un nuevo
ángulo. Mirando sus labios―. Y esos labios sensuales atraen como un imán.
Antes de que pudiera llevar a cabo lo que quería, se alejó. No sin estremecerse
ligeramente. Su cuerpo me correspondía.
Me miró como intentando deducir por qué actuaba así. Supuse que para una
humana, mi actitud era sarcástica y engreída. Bien. Eso la mantendría alejada,
y así no pondría tantos peros a la hora de matarla.
― Pareces saber mucho sobre mí. ―Dijo―. Más de lo que deberías. Pareces
saber exactamente qué decir para ponerme incómoda.
― Me lo pones fácil.
Ella era como un libro abierto, siempre dejaba claro que era lo que le
molestaba y lo que no.
― ¿Hacer qué?
― Esto. Provocarme.
Funcionó.
Una fina lluvia caía sobre mí, ciñéndome la ropa al cuerpo, y el cabello al
cráneo.
No entendía que me sucedía, pero cada vez que imaginaba las diferentes
formas en las que ella podía morir, mi cuerpo se estremecía. No era que lo
sintiera, porque no puedo sentir ningún tipo de sensaciones, pero lo sentía a un
nivel emocional. Era como si fuese mi alma (Si es que tenía una) la que
temblara al solo pensar en la muerte de esa chica.
Recuerdo la primera vez que la vi, en su habitación, justo el primer día que
comencé a observarla a diario. Había pensado que no había chica como ella.
Era muy guapa, si, pero no era en eso en lo que me había fijado. Tenía
carácter, y actitud. Me había dado cuenta que era fuerte, al menos
emocionalmente. Y eso me gustaba.
Sus puños se cerraron con fuerza, tiró las fotos dentro de la caja y la cerró de
un golpe. Se levanto, y secó una pequeña lágrima que había logrado escaparse.
Contuve una risa. Eso era cierto… en parte. No me interesaba trabajar con
nadie. Nadie, que no fuera ella.
Enarqué las cejas, curioso, esperando a que ella me dijera por qué tomaba esas
cosas. Pero como no, nos interrumpieron.
― ¿Nora?
Los inmaduros que la rodeaban soltaron una pequeña risa, lo cual pareció
irritar al entrenador.
Me miró.
Una parte de mí sabía que lo haría, así que sonreí abiertamente, y articulé las
palabras "Estamos esperando" para que se diera prisa. Se ruborizó, y movió
sus manos.
Me había dado cuenta, que cuando está nerviosa, trata de desviar la atención a
su cuerpo.
Abrí la boca para contestar, pero me vi interrumpido por Vee. Tuve que hacer
un esfuerzo enorme para no mandarla a callar a gritos.
― ¿Esto tiene algo que ver con el tema que estamos estudiando? Porque en el
libro de texto no dice nada sobre las características que debe reunir el
compañero ideal. ―dijo ella.
―El problema de la atracción entre humanos, es que nunca sabes si esta será
correspondida―dije, más para mí mismo que para los demás, pero de igual
forma escucharon.
―Excelente observación―dijo el entrenador.
Resoplé. ¿De otras especies? Yo era "De otra especie" y la forma de atracción
era exactamente igual a la de los humanos. Estúpido.
―Muy bien, Patch. Imaginemos que estás en una fiesta. Ves a muchas chicas
de diferentes formas y tamaños. Rubias, morenas, pelirrojas, algunas de pelo
azabache. Algunas son habladoras, mientras que otras parecen tímidas. Has
encontrado a una chica que es tu tipo. ¿Cómo le comunicarías tu interés?
Pensé. Recordé entonces la primera vez que hablé con Nora realmente…
Más coqueteos. Era un problema, pero me gusta coquetear con ella. Más de lo
sanamente posible.
Parecía realmente feliz de que por primera vez, todos los alumnos estuvieran
prestando atención a una de sus clases.
―Los vasos sanguíneos del rostro de Nora se están dilatando y tiene la piel
caliente. Sabe que la están cortejando. Le gusta recibir atención, pero no sabe
manejarse―dije.
―Esto es ridículo―dijo.
Cuando estuvo frente a mí, contuve las ganas de soltar una risotada. Después
de todo, no sería común que el entrenador se riera de ella en estas
circunstancias, y no quería que acudiera a un personal de rango mayor. Sería
un poco más problemático tener que fingir ser la directora o alguien de igual
importancia.
―Dime, Nora. ¿Qué puedo hacer por ti? ―le pregunte, de la misma forma
que el entrenador lo hubiera hecho.
Nora dejó caer algo en la mesa, y levanté la vista para observar una copia del
código de conducta del instituto y los derechos de los estudiantes sobre la
mesa. Tuve que morderme la lengua para no reír. Sabía jugar muy bien su
juego.
―La norma dice que ningún alumno debería sentirse amenazado dentro del
colegio―dijo.
¿Qué? ¿Tener que compartirla? ¿No sentarme más a su lado? ¿Tener que
soportar como Vee la lanzaba a los brazos de un desconocido solo porque si?
Estaba loca.
¿Cómo era que de pronto quería evitarme a toda costa? ¿Por qué?
― ¿Lo has visto hoy? Estaba implicado en la clase. En todo el año no le había
oído decir una sola palabra, pero ha sido sentarlo a tu lado y… ¡bingo! Su
calificación en esta asignatura va a mejorar―Aunque tampoco era que me
interesara la asignatura en absoluto.
―Y la de Vee va a empeorar.
Se encogió de hombros.
―Solo estaba probando que se siente. Tienes razón, recuerda los viejos
tiempos. ―dijo.
Me quedé congelado.
Me giré sobre mis talones, y comencé a caminar en su dirección con los puños
cerrados, y el ceño fruncido. ¿Pero qué mierda? ¿Cómo Rixon conocía su
nombre completo?
―Vaya, deja tus celos niño malo. No es conmigo con quien tienes
problemas―dijo.
Me detuve.
― ¿Con quién entonces, sino?
Me estaba exasperando.
―Chicos. Dos. Los escuché hablando sobre ella, y un ataque. ―dijo él.
Me quedé pasmado.
―Vale, vale, tranquilo. Lo único que escuché fue que ya habían encontrado a
Nora Grey, y que lo más probable es que la atacaran hoy en la biblioteca. Al
parecer saben que ella y su amiga estarán allí. Y… oye, venga ¿A dónde vas?
¡Patch! ―gritaba.
No le presté atención.
Nora se encontraba en una de las mesas junto a Vee, y todo parecía Normal.
Me encaminé hacía donde se encontraba la bibliotecaria. Si estaba en la
biblioteca, bueno, tenía que tener un motivo.
Mierda.
Ella se ruborizó.
Unos pocos minutos luego, estaba de regreso con un libro en las manos. Me lo
entregó, y nuestros dedos se rozaron. Pude sentir como su cuerpo se
estremecía.
Me sonrió esperanzada.
Bingo.
Echó a correr antes de que pudiera ver quién era, o de entrar en su mente
siquiera, y me recorrió el cuerpo entero un escalofrío.
Y no era humano.
Intenté seguirlo, pero no tuve tiempo. Perdí su rastro al instante en que siguió
el Neón.
Vamos, Jev. Piensa rápido me dije. ¿A dónde podría ir Nora a estas horas,
luego de la biblioteca?
Su casa.
Aceleré la moto a todo lo que daba. Solo esperaba que el perseguidor de Nora
no fuera quien yo estaba imaginando.
Me equivoqué.
***
Nora no llegó a su casa, por más que estuve por media hora esperándola. ¿A
dónde mierda se había ido esta chica? No tenía tiempo para andar de niñera
salvándola de todo el peligro que la rodea. Debería considerar más a fondo el
hecho de que Nora no debería importarme en lo más mínimo. Bueno, salvo su
sacrificio. Pero sentía curiosidad. ¿Por qué la seguirían? ¿Qué habría hecho
esta chica como para que fuese lo suficientemente fuerte y provocar un
ataque? Su perseguidor no era humano, y los únicos que poseían la capacidad
de correr a esa velocidad eran los ángeles caídos, y los Nefilim. ¿Por qué
alguno de ellos seguirían a Nora?
Tuve que hacer un esfuerzo para llegar a los túneles sin ser visto, y no estaba
de humor para las bromas de Rixon.
― ¿De dónde has sacado el Yate que está a la orilla del río? Venga, no me
vayas a decir que no es tuyo porque encontré allí una copia de las llaves de tu
Ducati―me acusó.
Sonreí.
Me devolvió la sonrisa.
―Lo quiero―dijo él. ―Venga, somos amigos ¿No? Y cada vez que vas a
jugar billar regresas con algún juguete nuevo. No te hará falta. A mi si, las
chicas se vuelven locas en los Yates. Y me gusta tener el sexo asegurado.
Abrí la boca para decirle que se buscara su propio Yate, cuando se me ocurrió
algo mejor.
―Tú dirás.
―Si en algún momento te pido que sigas a alguien, lo seguirás sin preguntar,
¿Vale?
***
Llegué al instituto justo a tiempo para biología.
Me gustaba ese ligero olor a fresas. No parecía ningún perfume… solo su olor
natural.
Era perfecto.
Eso pareció incomodarla, pero antes de que pudiera cambiar el tema, sonó la
campana.
Eché la cabeza atrás y reí por lo bajo. ¿Qué, era adivina, además de detective?
― ¿Me seguiste?
Lo intenté.
―Dímelo tú.
― ¿Qué pasa?
― ¿No lo somos?
―Pues retíralo.
Ni en broma.
―Dije: inteligente, atractiva, vulnerable. ¿No estás de acuerdo?
―Me temo que podría acabar sentado al lado de Vee. No voy a tentar a mi
suerte.
Nora negó. Luego de un par de cometarios entre ellas que me hicieron reír,
pregunté:
Maldición.
― ¿Qué pasa? ¡Como me preguntas qué carajos pasa! ¿Por qué no has venido
a trabajar? ¡Te he salvado el culo muchas veces! ¡Me debes un millón de
favores! Más te vale presentarte hoy, porque no voy a volver a salvarte el culo,
Cipriano―gruñó.
Es mía.
Pero, ¿Qué mierdas estás pensando Jev? Esa chica no es tuya, así que deja de
pensar en ella como si lo fuera.
Aunque tal vez lo era, ¿No? Después de todo, iba a volverme humano por un
sacrificio que haría ella. Ya investigaría sobre Chauncey más adelante…
Llegué al Borderline justo cuando Frank me llamaba por centésima vez. ¿Qué
no podía esperar?
Y entró.
Entonces la sentí.
Supe que era ella antes de verla, pero igual me sorprendí al girarme y verla
sentada en una de las mesas del fondo.
―Vaya, vaya. ¿No tienes bastante con verme cinco días a la semana?
¿También te apetece por la noche? ―pregunté, al llegar a su lado.
―Lo que a ti te guste me trae sin cuidado. No pienso salir contigo. Ni una
cita. Y menos a solas. ―Se ruborizó levemente, y quise saber qué pensaba.
Pero no me atreví a preguntarlo― Un momento, ¿acabas de llamarme
"Ángel"?
―Ajá.
―Pues no me gusta.
Esto tenía que ser obra de Vee, por supuesto. Nora casi nunca usaba
maquillaje.
Me incliné sobre la mesa, frotando sus labios con mi pulgar para retirarle esa
cosa pegajosa de los labios. Mucho mejor.
―Así está mejor. ―dije, con la voz entrecortada, supongo que no se dio
cuenta.
Agitó su cabello, tratando de fingir indiferencia. Pero noté, que tal y como a
mí, mi roce le había afectado.
―En cualquier caso, no me dejan salir por las noches si al día siguiente tengo
clase―dijo.
―Qué pena. Hay una fiesta en la costa, pensé que podíamos ir. ―dije, aunque
era mentira, por supuesto. Supuse que al imaginar estar rodeada de otras
cientos de personas, aceptaría.
―Sí, ya lo veo.
― ¿Por qué tienes clase al día siguiente o porque te da miedo estar a solas
conmigo?
― ¿De mi?
―Si esto tiene que ver conmigo… y el sexo opuesto… Vee ya me ha soltado
ese rollo. No necesito oírlo dos veces.
Sonreí.
― ¿sabes? Me gusta pensar que no hay un solo chico en el instituto que esté a
la altura de tus expectativas.
―Olvidaba que eres un experto en mis supuestas expectativas―se mofó.
―No eres muy reservada, Nora. Ni tímida. Solo necesitas una buena razón
para esforzarte por conocer a alguien.
Y de pronto eso me molestó. ¿Por qué ella era así? ¿Qué la hacía tan diferente
a las demás?
Mierda.
Volvió a ruborizarse.
Bufé.
―No veo cómo es eso necesario. No seas idiota. ¿Qué pasa con ese favor?
¿Lo harás o no?
Rixon enarcó una ceja, curioso por saber el motivo de ese favor. Él y yo
éramos algo así como lo que se consideraba hermanos. Ambos fuimos
Arcángeles alguna vez, solo que él cayó del cielo primero que yo. Y caímos
por diferentes motivos. Rixon tenía sed de poder, quería ser el líder de la
cátedra de los siete. Quería ocupar mi lugar. La cátedra de los siete eran un
grupo de arcángeles poderosos que se encargaban de mantener en la tierra
todo bajo control. Un control que Rixon había destruido hace más de
doscientos años.
―No.
Sonreí.
Asintió.
Los otros seis arcángeles restantes se agruparon a mí alrededor, con una llama
de furia en su mirada.
―Te desterraremos. El líder de los siete no puede dar ese ejemplo al resto de
la comunidad angelical. Dile adiós a tus alas, arcángel."
Dabria.
¿Dónde estás? Necesito hablar contigo inmediatamente.
Ya había anochecido, y faltaban pocos minutos para que Rixon llegara con la
información que le había pedido que me consiguiera. Salí de entre las sombras
sigilosamente para que nadie me notara, y entré al salón de videojuegos. Sentí
que alguien me observaba, y al instante llevé a mis ojos en esa dirección. Solo
logré ver la espalda de un tipo alto, que se alejaba con la capucha de su
sudadera puesta.
Le resté importancia al asunto, y fui hacia una de las máquinas para jugar
Nosferatu. Era un juego de terror en el que tienes que asesinar un montón de
cosas. Era mi favorito. Me arremangué las mangas de la camiseta hasta los
codos, y me coloqué mi gorra de béisbol que traiga en el bolsillo del pantalón
para que nadie me notara. Así, comencé a jugar mientras esperaba la llegada
de Rixon.
Nora.
Se puso nerviosa, y aprovechando la oportunidad de que su amiga no me había
visto, la arrastró al otro lado de la habitación, donde no podía verla con mucha
facilidad.
Comenzaré a creer que realmente te gusta esa chica habló la voz de Rixon en
mi cabeza. Miré a todas partes esperando encontrarlo, pero no lo vi. Y muy
puntual, debería agregar Que gracioso. ¿Qué has averiguado, Rixon?
Está bien. Ahora, bien, prepárate para escuchar lo que barba me ha dicho: No
necesariamente tienes que esperar a Jeshván, o hacer que Nora haga el
sacrificio voluntariamente, puedes matarla. Solo que luego de matarla, deberás
ligar tu sangre con la de ella. Claro, también es factible el sacrificio propio, y
es mucho más directo. Pero te lo digo hermano, por si se te complica eso del
enamoramiento (Si, ya sé que tienes que enamorarla). Ahora, lo más
importante de todo: Chauncey sabe lo que está sucediendo. Se ha corrido el
rumor de que quieres ser humano. Casi todos los ángeles caídos lo saben ya.
Así que… ha venido a Coldwater para ahorrarte el trabajo. Y liberarse del
juramento de lealtad. Va tras Nora, amigo mío.
Gracias, Rixon
Me señaló.
―Él sigue mirando para acá―Vee dijo bajando la voz. Ella se reclinó contra
la mesa del fútbol, intentando que su conversación pareciera privada, pero ella
susurró tan alto, que era absurdo no escuchar ―Se está preguntando qué haces
aquí con…―Vee balanceó su cabeza hacia Elliot.
Nora cerró los ojos, y tuve que contener una carcajada. Estaba ruborizada. Me
encantaba verla así. Me sentía… ¿Humano?
―Patch ha dejado bien claro que quiere ser para Nora algo más que
compañero de biología― continuó Vee ―Y nadie puede culparlo.
― ¿Es cierto eso? ―Dijo Elliot, mirando a Nora de una manera que decía que
no estaba sorprendido. Que él ya lo sospechaba. Se acercó más a Nora, y tuve
que apretar los puños para no destrozar su mente en cuestión de segundos.
―Peor que eso―Vee continuaba con su drama que amenazaba con partirme
de risa―Nora sospecha que él la está siguiendo. La policía está a punto de
intervenir.
― ¿Por qué no jugamos? ―Preguntó Nora en voz alta y tiró la bola al centro
de la mesa, pero nadie lo notó.
― ¿Quieres que hable con él? ―Le preguntó Elliot. Claro, ven a hablar
conmigo, imbécil. Veamos cómo termina todo esto. ―Le explicaré que no
estamos buscando problemas. Le diré que estas aquí conmigo y que si tiene
algún problema lo puede discutir conmigo.
Nora se veía dubitativa, como si sintiera el peligro que correría ese chico si se
atrevía siquiera a mirarme.
―Mala idea.
Nora estaba completamente nerviosa. Frotó sus manos en sus jeans varias
veces, tratando de controlarse. Regresé mi atención al juego por una fracción
de segundos, para no entretenerme demasiado con sus piernas. Presioné los
botones con demasiada fuerza mientras alejaba de mi mente los pensamientos
calientes, cosa que no me resultaba fácil mientras sentía la mirada de ella por
todo mi cuerpo.
La observé de la cabeza a los pies. Sonreí. Era fácil que esta chica me gustara.
Golpeó mi brazo, y sentí chispas eléctricas quemar allí donde había tocado.
Mierda.
Se puso rígida.
Sonreí maliciosamente.
― ¿Hacer qué?
―Mis pensamientos.
Observé todos lados de una manera teatral, como si tratara de hacerle una
pregunta demasiado personal.
―No dirás que estoy hablándole a tu mente ¿cierto? ¿Sabes lo loco que suena
eso?
―Nooooora―Se escuchó la voz de Vee llamar sobre todas las voces y los
sonidos electrónicos.
Se alejó un paso.
―No.
No me quedaba más opción que hacer lo mismo, y hacer mi juego esta misma
noche. Si aquel tipo encapuchado era Chauncey, estaba lo suficientemente
cerca de Nora como para matarla en cualquier momento. No podía permitir
eso. Ella era mía. Y si moría, moriría en mis brazos.
Sacudí la cabeza, para dejar de pensar estupideces. ¿Qué pasa con que sea
ella? Es igual para mí si es ella, Vee, o alguna otra mujer de la calle. O al
menos de eso trataba de convencerme.
Nora se despidió de su amiga y comenzó a caminar en mi dirección, aunque
sin verme. Me atravesé en su camino.
Intentó esquivarme, pero al tratar de pasar por mi lado, la tomé por el codo.
Grrr la gata saca sus garras. Reí, y eso pareció hacerla enojar mucho más.
―Amo tu cabello. Me gusta cuando está fuera de control. Es como ver una
parte de ti que necesita salir más a menudo―le dije.
E inmediatamente imaginé a Nora sin control, sin ropa y cerca de mí. Maldita
sea con mis pensamientos.
Con furia, se alisó el cabello. Por una fracción de segundo pareció que se
estaba arreglando para mí, lo cual provocó una extraña sensación en mi
estómago.
―Me tengo que ir. Vee me está esperando―Hizo una pausa, en la cual se
soltó de mi agarre, y luego agregó: ―Supongo que te veré el lunes en clase.
Ella estiré el cuello para mirar hacia el Arcángel. Gritos agudos hacían eco
desde los carros que hacían estruendos en las vías.
―Dos personas en una silla―Le dije. Sonreí de una forma lenta y atrevida.
Con ese comentario, debió haberse ido corriendo. Pero no lo hizo. Sabía
exactamente que decir para picar su curiosidad, para que subiera conmigo al
arcángel. Sabía qué decir en el momento correcto.
―No puedo. Le tengo miedo a las alturas. Además, Vee me está esperando.
―Si aguantas toda la ronda sin gritar, le diré al entrenador que nos cambie de
silla.
Aún no había notado que era conmigo que había hablado. Por supuesto, ahora,
después de esta noche, ya jamás lo notaría.
Estaba siendo sarcástica, lo sabía, pero sin embargo contesté: ―Contestar eso
significaría dar pistas sobre mi pasado y prefiero mantenerlo en secreto.
―No creo que ahora sea un buen momento para hablar de eso. Mi pasado
podría asustarte.
Si, más asustada de lo que ya deberías estar.
―Las cosas que tengo que confesar no son el tipo de cosas que le cuentas a tu
irrespetuosa compañera de biología―dije.
―Te ves pálida―Dije, inclinándome para poder ser escuchado a través del
ruido de las vías.
― ¿Asustada, ángel?
Soltó una risa nerviosa, y sentí que esa risa perforaba en mi interior. El
arcángel ya estaba en la cima, así que tenía que actuar rápido.
Seguía observándola, preparándome para saltar en el momento justo en que
aflojara un par de tornillos del carrito. Pero no pude hacerlo.
Me introduje en su mente.
Nora gritó.
―Creí que me había caído del carro. Literalmente, creí que iba a morir―dijo,
y se veía realmente asustada.
―Creo que ese es el punto. ―Dije. ―Supongo que nos quedamos como
compañeros.
Sonreí a mi vez, otra vez. Guiándola por el camino, dije: ―Te llevaré de
regreso a los videojuegos.
Sin embargo, al divisar a Vee y al otro chico a lo lejos, entré una vez más
en la cabeza de Nora y le hice creer que la mesa estaba vacía.
Pude ver en su rostro que estaba pensando que sería más seguro irse con
cualquier otro hombre, no importaba si fuera un completo desconocido,
que salir de allí conmigo. Una parte de ese razonamiento era cierto. Ni
yo mismo comprendía ahora mismo de qué sería capaz. Sin embargo…
la imagen de Nora sin vida se repetía en mi cabeza, y causaba extraños
espasmos en mi interior.
Nora resopló.
―Me llevarás directo a casa―Dijo. Sonó más como una pregunta que
como una orden. Bingo.
―Que va― Dije, contestando a sus dos preguntas, la que dijo y la que
no dijo. Sus piernas estaban aferrándose a las mías de manera
inconsciente, y reí por lo bajo. ―Estás tensa. Relájate.
Lo sé.
― ¿Dorothea?
―La señora que limpia. Ella es vieja, pero fuerte. Muy fuerte―Intentó
pasar y dejarme atrás, pero no la deje.
―Yo…
― ¿Los Tacos?
― ¿Tacos? ―Repitió.
Mi corazón se detuvo.
Observé que Nora se llevaba una mano a la boca, y noté que estaba
observando la maraña desordenada que era su cabello. Sonreí.
Se me quedó mirando.
―Sí, quizá sean las bombillas―dije, sonriendo por primera vez con lo
que sería una sonrisa verdadera.
―Regreso enseguida―dijo, saliendo de la cocina a toda prisa.
Dejé de mirar al cuchillo, Luego miré a Nora y luego una vez más al
cuchillo. ¿Qué haría? ¿La mataría?
Y fue justo allí, mientras observaba esos ojos grises, mientras la tenía
indefensa frente a mí, cuando supe que jamás le haría daño. No podía.
Algo mucho más fuerte que el deseo de ser humano se había apoderado
de mí.
Pude sentir que vacilaba. Nora no era idiota, ella sentía que realmente era
peligroso estar conmigo. Aún tenía ganas de matarla, pero la necesidad
de estar con ella era mucho más fuerte.
― ¿Mis preguntas?
Sin decir nada más, y estando picada por la curiosidad, se acercó a mí.
Coloqué la tabla de picar frente a ella.
―Primero―Dije, parándome detrás de ella y poniendo mis manos sobre
la encimera, justo al lado de las suyas. ―Escoge un tomate. ―Agaché
mi cabeza, acercando con cautelosa lentitud mi boca a su oído ―Bien
hora, agarra el cuchillo.
― ¿El chef siempre tiene que estar así de cerca? ―Preguntó, y no pude
percibir si le gustaba o le asustaba el hecho de que estuviera tan cerca de
ella. En mi opinión, estaba a punto de dejarme llevar por mis impulsos.
―Eso hago.
―Bien.
Quería besarla. Ahora mismo. Y ella también quería, podía notarlo, podía
sentirlo. Escuchaba esas súplicas silenciosas de su cuerpo. Arquee mis
cejas, esperando que continuara hablando, que desviara mi atención, o
esto se pondría rojo, y no de sangre precisamente.
― ¿Qué? ―pregunté.
―No.
―Mentirosa.
― ¿No?
―Pero…
Sonreí. Entonces era mutuo, después de todo. Es que claro, ¿Cómo no?
―Quítate la gorra―Dijo.
Se acercó más a mí, y colocó sus piernas a cada lado de mis caderas. Si
antes dudaba del hecho de matarla, ahora estaba completamente seguro
de que no lo haría. Nora lograba meterse bajo mi piel, calentándome
hasta un nivel que nadie nunca había logrado. Ni siquiera aquella chica
por la que había caído hace años. Puse mis manos en la encimera, justo al
lado de sus caderas y me acerqué inclinando la cabeza hacia un lado.
Nora inhaló, y yo hice lo mismo.
Cerró el celular.
Luego de eso, salí de la casa de Nora con todas las intenciones de darme
una ducha de agua fría.
Salón de Bo. Te estoy esperando.
Debía existir un motivo, aparte de que ella quería que recuperara mis
alas, para que fuera tan insistente. Pensé que había cerrado todo tipo de
contacto aquella última vez que nos vimos, hace ocho meses. Dabria
sabía que iba tras Nora, y entendía cual era mi objetivo. Pues se llevaría
una sorpresa al saber que había cambiado mis planes. Si es que se lo
decía, claro.
—Nora va a morir.
Me quedé frio.
—Te dejaré permanecer con las alas—le dije, con toda tranquilidad.
Lo más paciente que pude, esperé las palabras de ella. Gemía, hacia
muecas y apretaba los puños mientras observaba. Muy lentamente, los
efectos fueron pasando y ella abrió los ojos. La fulminé con la mirada
mientras se limitaba a observarme, sin decir nada.
Resoplé.
Entonces su mirada se tornó oscura, y supe que otra visión llegaba a ella.
Fue cuestión de segundos, pero lo noté. Luego de eso, me miraba con
una sonrisa, sin decir absolutamente nada.
Volvió a sonreír.
— ¿Dónde. Está?
—Victoria's Secrets.
— ¿Dices que era una mujer? No. Era un hombre. Yo lo vi. Peleamos—
gruñí.
—No me refiero al agresor. Fui a ver a Nora, como me pediste. Ella vio
una mujer antes de encontrar a Vee. La vi en su mente. —dijo Rixon.
Tenía que reconocer que el muy maldito era astuto. Si sabía de mis
planes, se mantendría oculto hasta que fuese el momento indicado.
Rixon levantó las manos en un claro gesto que rezaba que no podía hacer
nada. Y eso me enfurecía más. Tenía que descubrir dónde estaba, qué
planes tenía. No podía simplemente basarme en intuiciones, tratar de
adivinar cuál sería su siguiente paso.
Suspiré de exasperación.
—No lo sé, hombre. No se me ocurre nada todavía.
— ¿Qué esperabas? La dejaste por una humana, y ahora que regresa por
ti, ¿Qué crees? Vuelves a elegir a una humana por encima de ella.
Tenía que reconocer que Rixon tenía sus momentos en los que se volvía
realmente insoportable. ¿Amor? ¿Por Nora? Ni hablar. Me atraía. Me
volvía loco en ocasiones. Pero eso no era amor; ni de lejos. Aunque,
tampoco era que sabía exactamente que era el amor. Estaba maldito.
Jamás sabría lo que se siente; tal vez mi cuerpo, pero yo no. Sentía el
contacto físico como a través de un cristal: mi cuerpo sentía, se calentaba
o enfriaba, se hería. ¿Pero mi alma? ¿Mi esencia? ¿Lo que yo era
realmente? No sentía absolutamente nada de eso. Me emocionaba
internamente, pero eso no tenía nada que ver con lo físico. Mi verdadero
yo sentía todo a un nivel puramente emocional, y era difícil que me
emocionara a ese nivel.
Hizo el intento, pero otro de ellos, uno de pelo rojizo con un traje
bastante formal lo detuvo.
— ¿Qué propones?
— ¿Qué quieres?
—A ella.
Su mirada iba de mí a su acompañante, y viceversa. ¿De verdad lo estaba
pensando? Maldito idiota. ¿Apostar a una mujer? Que imbéciles eran los
humanos. Pero claro, estábamos hablando del dinero.
—Hecho.
Volví a sonreír.
—Lárgate.
—Patch—contesté.
—Sé que es tu día libre, pero en serio necesito que cubras a mi hermano.
Ha tenido un problema con su apéndice y está en el hospital; él me pidió
que te llamara. —dijo la voz al otro lado de la línea.
—Tamara. —la saludé. Me había acostado con esta chica un par de veces
en el pasado, antes de obsesionarme con el cuerpo de Nora. Mierda,
¿Había dicho "Obsesionarme"? —No hay problema.
Colgué.
Tuve que contener una carcajada al verla sentada en la barra con uno de
los chicos que, si no ponía especial cuidado en dejar de mirarle las
piernas, iba a arrancarle los ojos. Tenía una película estilo chabacano que
le quedaba realmente horrible, y una minifalda que me obligaba a
mantener mis ojos en ella.
—Creo que dejé el coche arrancado. ¡Pero fue genial hablar contigo! —
dijo, apresurándose en tomar sus cosas y levantándose del taburete.
—Trabajo aquí.
— ¿Quieres explicar dónde has estado? Has faltado los últimos dos días
a la escuela.
—Bueno, ok, está bien. —se quedó en silencio en lo que supuse sería un
intento desesperado por pensar algo que la librara del atolladero, así que,
mientras perdía el tiempo, preferí responder a sus preguntas.
— ¿Novia?
—Eso no es de tu incumbencia.
Y salí de allí.
Rixon asintió.
— ¿Lo seguiste?
—Lo intenté. Primero quise asegurarme de que Nora estuviese bien.
Cuando volví mi atención al hombre, había desaparecido.
Maldita sea.
Vee rió a las espaldas del entrenador, mientras Nora se ponía nerviosa.
—No.
— ¿Qué? —Preguntó.
Sonreí.
—Interesante, ¿y la tuya?
—No mucho.
—Madura.
Sonreí con ganas.
—Afloja.
Antes de que pudiera protestar, la bajé a la mesa, y ella cruzó sus manos
sobre el estómago.
Cerró sus ojos. Por un largo rato me quedé de pie allí, observándola. Era
como si estuviese durmiendo. Era como si, de alguna manera, ella
demostrara confiar en mí, estando allí, expuesta, indefensa, sin ver nada.
Unos minutos más tarde abrió sus ojos un poco.
Recuerdos.
Pensamientos.
Y un nombre.
Elliot Saunders.
Un par de horas después de dejar a Nora en el instituto, encendí la moto
y aceleré al salón de Bo., dónde seguramente encontraría a la persona
que estaba necesitando en estos momentos. Sólo él podría darme esa
información de manera detallada, justo como quería. Se trataba de un
caído que había vivido entre los humanos más de doscientos años, y que
había desarrollado el poder de saber todo sobre todos: quienes eran, qué
hacían, cuando morirían. Todo.
— ¿Eres Patch?
— ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver ella con lo que te pedí?
—Ambos sabemos que Elliot está relacionado con Nora, es por eso que
viniste a mí—dijo, burlonamente. —Pero siento, que el propósito por el
cual lo investigas no es el mismo por el cual viniste a mí aquella vez. Ya
no estás seguro de matar a esa chica. Yo no puedo permitir que un ángel
caído, especialmente uno de tan alto poder como el tuyo, pierda el
tiempo con una chiquilla humana. Por lo cual necesito una prueba de
que, a pesar de tus dudas, cumplirás tu objetivo. Si asesinas a Nora Grey,
te daré la información que necesitas.
Maldición. Maldición. ¿Pero por qué dudaba tanto? Era sencillo. Pero
demonios, barba tenía razón. El motivo por el que había venido no tenía
nada que ver con mis planes de asesinar a Nora, aunque últimamente me
había estado convenciendo que sí era así. Suspiré, y respondí lo que él
esperaba que hiciera.
—Está bien. Traeré la sangre de Nora Grey, pero antes de jurar, quiero la
información.
—Muy listo. ¿Qué te hace pensar que confío en que harás el juramento
luego de que te diga lo que sé?
Muy listo.
Elliot Saunders.
Estoy ansioso por la sangre de esa chica que tantos problemas atrae.
Decidí inclinarme.
Una bola de papel se encontraba a un par de pasos de distancia, debajo
de uno de los muebles que me rodeaban. Me agaché aún más, metí la
mano debajo del sofá y tomé el papel. Fruncí el ceño mientras lo
desarrugaba, y cuando leí el contenido, volví a cerrar los puños con
fuerza.
INVESTIGACIONES.
¿Anemia? ¿Era por eso que Nora tomaba aquellas pastillas tan
asquerosas? Continué leyendo.
ORDENES A SEGUIR:
NOTA: Los datos conseguidos hasta ahora han sido recolectados por mí
mismo, mientras vigilaba secretamente a Nora Grey. Elliot Saunders,
quién imagina que sólo soy un chico de preparatoria, me ayuda con las
investigaciones. Otros investigadores han renunciado a mi mandato.
Volví a arrugar el papel con más fuerza de la necesaria. Maldito sea.
Llevaba bastante tiempo vigilando a Nora.
Chauncey:
Que quede claro primeramente que con esto, estoy saldando la deuda que
tenía para contigo. Te envío esta nota por fax, ya que es el medio más
rápido que tengo de comunicarme contigo, que hace aproximadamente
dos minutos que Patch Cipriano se ha marchado de mi despacho. En sus
manos lleva un papel dónde está escrita la dirección de tu casa, junto con
tu número de teléfono. Él me ha pedido información sobre Elliot
Saunders, pero dado que realmente el provocador de todo esto eres tú, le
he facilitado la información. Si aceptas un consejo, te recomendaría dejar
todo lo que estés haciendo ahora mismo y marcharte, ya que Patch
planea arrancarte las partes del cuerpo una a una. Deja de número
telefónico en cualquier lugar de la calle, para que no pueda rastrearte.
Vete lejos.
Ya no te debo nada.
-Barba.
3: No te enamores.
-C.L
Tuve que respirar varias veces para contener el impulso de correr y matar
todo lo que se atravesara en mi paso. Creo que lo logré de milagro. Dejé
los papeles donde los había encontrado, y finalmente fui a buscar mi
moto. Subí a ella, y aceleré sin tener en claro qué dirección tomar.
Maldito Nefilim.
Saqué mi teléfono y marqué uno de los pocos números que tenía
registrado en mi teléfono; el de Rixon.
—Necesito un favor.
—Tú dirás.
—Necesito que vigiles a Nora día y noche por las próximas semanas.
—No, eso no. Lo otro. ¿Me has dicho "Por favor"? —preguntó, sin poder
creerlo realmente.
— ¡Venga! ¿Es tan raro? —le espeté.
—Sí.
—Genial.
—Patch—contesté.
—Ya sé quién eres, idiota. Oye, Nora está en la biblioteca y esto está
oscuro. Puedo ver al tipo que está persiguiéndola, y él acaba de verme
también. Considero oportuno que hagas acto de presencia—dijo Rixon,
al otro lado.
No faltó decir nada más. Me vestí con una camisa y jeans negros, y mis
botas negras con punta metalizada. Tomé las llaves de la moto y corrí al
lugar donde la había dejado estacionada. Estaba anocheciendo
rápidamente, y tenía el presentimiento de que Chauncey aprovecharía la
oscuridad para atacar. Se me revolvía el estómago con solo pensarlo.
Había visto a Nora discutir con la mujer que se había insinuado días
atrás, cuando conseguí una coca-cola. Ahora ella se encontraba bajando
por el elevador. Comencé a caminar en dirección a ella, paseando por el
túnel que conectaba los edificios. Me detuve cuando la vi acercarse, y le
regalé una sonrisa astuta a su perseguidor, que en cuanto me vio,
desapareció. No pude detallarlo, ya que llevaba un pasamontañas negro;
tampoco pude entrar en su mente. No lo pensé, ni siquiera, ya sabía quién
podría ser.
— ¿Sobre qué?
—Sobre todo.
Torcí mis labios tratando de contener una sonrisa. Tenía una apariencia
tan…
Supe que no me había creído. Nora era demasiado lista para creer todo lo
que dijera; aunque eso me irritaba un poco. ¿Qué no confiaba en mí? La
respuesta llegó solita: No, no lo hacía. Me lancé hacia la izquierda, pero
ella contrarrestó mi movimiento corriendo hacia la parte trasera del
coche. Cuando me detuve, ella también lo hizo. Yo estaba en la parte
delantera del coche y ella en la cola.
— ¿Cómo qué?
La había visto en Victoria Secret's. ¿Me diría Nora de qué color era la
ropa interior que había comprado en ese momento? No, por supuesto que
no lo haría. Ni aunque se lo rogara.
—No.
—No te creo.
Noté que se irritaba, aunque no tuve muy claro el por qué. ¿Era porque le
molestaba que supiera las cosas que sabía de ella? ¿O porque había
cambiado el foco de la conversación, apuntando hacia ella? Aproveché
ese momento de debilidad y me abalancé hacia la derecha. Nora volvió a
escapar de mi alcance. Mientras estábamos en un punto muerto fijé mis
ojos en los de ella, tratando de comprender su próximo movimiento.
Mentira.
—Nada.
— ¿Marcie Millar?
— ¿Y?
De seguro fue a sólo una de esas clases, lógico. Sin embargo, extendí mi
mano como un objetivo.
—Estamos solos aquí abajo—Mis botas tocaban sus zapatos. —Un chico
como yo podría tomar ventaja de una chica como tú. Mejor muéstrame lo
que tienes.
—Caminaré.
— ¿Lo habitual?
—Tarea.
Oh, mierda. Por un momento pensé que había un chico al que tendría que
dejar paralítico.
Sonreí.
Un hombre vestido con un ridículo traje negro se acercó a mí, con dos
hombres enormes como guardaespaldas. Sólo tuve que fijarme en su
joyería para descubrir que el tipo era realmente importante. O tenía pinta
de algo así. En fin.
Me gustó como sonó eso. Billetes. De los grandes. Muchos. Claro que
quería billetes de los grandes, y mucho más si eran muchos.
—Sólo jugaras donde te pida que juegues. Por ejemplo, hay un juego
muy importante en cuarenta minutos. El ganador se llama cien mil
dólares. ¿Qué te parece?
¿Cien… qué? Santa mierda. ¿Todo ese dinero en una jodida noche? Mis
ojos se desviaron al reloj de pared que se encontraba al fondo. Cuarenta
minutos… Mierda, en ese tiempo tendría que estar con Nora. Aunque
puedo llamar y cancelar… No. De ninguna jodida manera iba a
cancelarla, no estaba loco. Pero podría decir que tardaría un par de
minutos más en llegar… No. Las chicas verdaderamente odian esperar a
los chicos. Joder. Así que mi elección se reducía a decidir entre Nora y
los billetes. Nora y billetes. Nora. Billetes.
Maldita sea.
Jodida. Mierda.
Me aferré a las llaves del Commander y salí del salón. No estaba en Bo.,
sino en uno un par de calles más alejado. Lo más probable es que llevara
a Nora a Bo., Porque definitivamente se veía jodidamente sexy al jugar
billar. O al menos mientras estaba cerca de la mesa. Era casi lo mismo.
Diez minutos después de salir del club estacioné el coche frente a la casa
de Nora. Corrí en medio de la lluvia hasta el porche, cubriéndome lo
poco que podía con las manos, sonriéndole a mi chica. ¿Había dicho "mi
chica"? Sip. Lo había dicho.
— ¿Auto nuevo? —Preguntó después de que abrió la puerta.
—Alguien la golpeó.
—Nop.
— ¿Cómo? —Preguntó.
Me encogí de hombros.
—Ángel…
—Sólo preguntaba.
Escogí la mesa más alejada de las escaleras. Pedí dos 7up del bar y las
destapé con el borde de la mesa. Chico malo.
— ¿Qué? —preguntó.
Dirigí el palo hacia atrás y hacia delante a través del círculo, apuntando a
la bola blanca, practicando el golpe.
Sonreí.
—Cinco dólares.
Sacudí la cabeza suavemente. No iba a dejarla sin dinero. Bajé la vista a
su cuerpo y me fijé en la chaqueta que odiosamente me impedía detallar
su cuerpo.
—Tu chaqueta.
— ¿Quieres mi chaqueta?
Nora dejó escapar una risita nerviosa y trató de cubrirla sonando sus
nudillos.
Bien, supongo que de las cosas "indecorosas" sólo yo era consciente. Por
ahora.
—Eso quisieras.
Vaya, vaya. Miren nada más con quien está mi querido Jev.
Mierda.
Rixon primero fijó sus ojos en mí, pero luego miró a Nora. Una pequeña
mueca apareció en su cara mientras se estiraba y agarraba su 7Up. La
cual había dejado sobre el borde de la mesa de billar.
—Tú no mencionaste que ella se viera tan bien—Me dijo Rixon en voz
alta, limpiando su boca con el reverso de su mano.
—Nora.
Sólo quieres que me vaya, ¿Eh? ¿Para quedártela para ti solo? ¿Para
seguir enamorándote, eh? De repente, Rixon me empujó juguetonamente,
y los dos caímos al suelo, rodando y dándonos golpes.
— ¿Perdón?
Rixon movió su cabeza. —La verdad sea dicha, el era realmente patético
Yo pasé la mayoría de las noches remendándolo, y poco después todos
comenzaron a llamarlo Patch. Le dije que dejara de boxear pero nunca
me escuchó.
Miré a Nora para aclararle (obviamente con la mirada) que no era cierto
aquello. Era un campeón de medalla de oro. Señalé la escalera con mi
cabeza y le ofrecí mi mano.
—Salgamos de aquí—dije.
—Ya verás.
Abrí la puerta del coche, y fijé la vista afuera. Sí, iba a hacer que me
mojara.
Sonreí.
Vi una pequeña bola de cristal que estaba en venta, sólo por diez dólares.
Era el Delphic, mucho antes de su remodelación; así que lo compré. La
chica me entregó la bolsa hiperventilando un poco, y le entregué un
billete de cincuenta dólares, dejando que se quedara con el cambio.
Salí del sitio tarareando una canción de 30 Seconds To Mars, lo cual era
ilógico puesto que sólo había escuchado The Kill una sola vez en toma
mi vida. En fin… Corrí en dirección al Jeep, con la bolsa en una mano y
las dos bebidas en la otra. Di la vuelta para subir directamente al lado del
conductor, y al sentarme en mi sitio arrojé la gorra de beisbol hacia atrás,
sacudiéndome el cabello mojado por la lluvia. Mientras le entregaba la
bolsa de la comida a Nora, arrojé la bola de cristal dentro de otra bolsa
que estaba debajo del asiento. Luego, sí, volví a ponerme mi gorra.
Destapé una de las 7UP y tomé un poco, justo cuando Nora preguntaba:
— ¿Qué? —Sólo me había enterado quien era esa chica hace nada. ¿Por
qué iba a golpearla?
Casi sonreí ante el reflejo de decepción que se asomó a sus ojos. Aparté
la vista y metí la mano debajo de mi asiento. Saqué el obsequio que
había comprado, el cual se encontraba dentro de una bolsa de papel
blanco con los Red Hot Chili Peppers. Genial, era una bolsa del
Borderline; me hacía más creíble el hecho de que la había comprado hace
mucho. Bueno, al menos no hace veinte minutos.
—Ábrela.
No era eso, ella querría matarme a mí. Mientras miraba por el vidrio del
parabrisas, vi a una mujer parada a pocos metros de nosotros. Supuse que
sería la madre de Nora.
—Un nadador—era una pregunta, pero no sonó como tal. Más bien
parecía una mezcla de interrogación y afirmación.
—Soy más bien de los que están al aire libre. Hay muchos lagos por
aquí.
— ¿No te da frío?
Pasaron unos segundos en los que Blythe supo qué era el salón, y a qué
se dedicaba. Pude ver su cara de horror en lo que se hubo enterado.
—Me tengo que ir. Tal vez la próxima vez; fue agradable conocerla,
Blythe.
Bufé.
—Estaba su madre.
Sonreí.
—Tal vez.
—Ya.
— ¿No vas a disculparte?
—No.
— ¿Por qué?
Él se encogió de hombros.
—Si esa chica te estaba enseñando a decir por favor, supuse que también
te enseñó a pedir perdón—dijo.
—Bien.
Lo miré.
— ¿Qué cosa?
Suspiró, escupiendo por tercera vez. Imaginé que más que sacarle un
diente, le había causado una hemorragia.
—Aún no estoy del todo seguro de que quiera morir en unos años.
La muerte. El gran final que nadie espera. Bueno, nadie que yo conozca.
Ni siquiera estaba seguro de que aceptaría morir al pasar unos años…
Aunque lo más seguro es que aceptara la muerte con los brazos abiertos.
Estaba cansado de no vivir. De sentir todo a través de una pared de hielo.
Era injusto, como mi cuerpo recibía de buen grado mis emociones, pero
no podía transmitirme las sensaciones. Me enojaba ese hecho. Por largos
años deseé encontrar alguna manera de poder sentir… Tuve sexo, bebí,
peleé, aposté, pero nada conseguía llenarme. Ni siquiera aquella chica
que conocí al caer. Era frustrante.
Sonreí.
Asentí lentamente.
Exactamente.
Fruncí el ceño.
Ahora mismo, sólo quería una cosa. Pero también solo necesitaba una.
Necesidad gana a deseo, ¿no?
Por un momento creí que reiría, pero no. Se limitó a mirar al infinito,
como si pensara, como si evaluara algo. Me contuve de preguntarle;
tampoco entré a su mente. Llevaba años conociendo a Rixon,
compartiendo con él; lo consideraba un hermano para mí. Si él
necesitaba que yo supiera lo que pensaba me lo diría; no me sentía capaz
de inmiscuirme en su vida así no más. Lo respetaba. Y él me respetaba a
mí.
—Estás enamorado—afirmó.
—Lo estás.
Sacudí la cabeza.
—No, no lo estoy.
—No.
—No.
—Sí.
Reí.
—Encontrar a Chauncey.
—Voy a matarlo.
— ¿Y si no la hay?
Me encogí de hombros.
—Bien.
—Barnabas.
Se encogió de hombros.
— ¿Por la chica?
Iba a decir que realmente era por mí, pero no era cierto. Después de todo,
era la vida de Nora la que corría peligro.
“NORA GREY
COLUMNISTA DE LA REVISTA DIGITAL
ANÉMICA
16 AÑOS
PADRE MUERTO
PROBLEMAS TRAUMÁTICOS
…
Así continuaba la lista, llena de características, fortalezas y debilidades.
Iba a cerrar la carpeta cuando una nota al final llamó mi atención.
“Querido Patch, para el momento que leas esta nota será demasiado
tarde. Sabía que no ibas a matar la niña humana, ¿sabes por qué? Porque
el día que te hablé de mi visión, no te vi a ti como el asesino, sino a mí; y
supe lo que iba a pasar. Ahora mismo, quizá esté arrancándole esos
bonitos ojos con mis manos. Parece una buena chica, bastante guapa, por
cierto. Quizá tenga una plática con ella y le pida consejos de belleza, ya
sabes, una plática a nivel espiritual, si sabes a lo que me refiero. Nos
vemos en el infierno, algún día querido”
*****
Conduje a través del pueblo por las oscuras y silenciosas calles. Detuve
el coche del chico que se salvó de quedarse sin ojos en el ala este del
edificio y apagué el motor.
El campus estaba empantanado, las ramas se retorcían y sonaban en
medio de la neblina.
Detrás de ellas se levantaba la Preparatoria Coldwater.
La parte original del edificio había sido construida a finales del siglo
XIX, y después del ocaso se parecía bastante a una catedral. Gris y
pensativa. Muy gris. Muy abandonada.
—Yo tengo un muy mal presentimiento. —Dijo Nora, mirando los
huecos oscuros de las ventanas de la escuela.
—Quédate en el coche y mantente fuera de vista. —Le dije, entregándole
las llaves —Si alguien sale del edificio, márchate.
Salí del coche, volviéndome uno con la noche.
Crucé la calle y, en cuestión de segundos, me mezclé totalmente con la
oscuridad.
Inmediatamente sentí la presencia de Vee. Parecía asustada, realmente
aterrada. Alguien la acompañaba. Alguien más estaba en el piso
superior.
Seríamos cuatro esta noche en el edificio, sacando a Nora.
Sólo dos podrían salir con vida.
Y esos seríamos Vee y yo.
El edificio estaba a oscuras, pero no tenía mucho problema para ver.
Crucé las puertas del instituto sin ningún problema, como cuando vine a
buscar alguna información de Dabria.
Me adentré en los pasillos mientras susurraba el nombre de Vee; la sentía
cerca. Intenté encender las luces, pero no pude. Debían haber roto los
cables, los muy malditos.
Subí al segundo piso, y comencé a escuchar la voz de alguien.
—Mirándote desde el segundo piso, estamos jugando adentro—decía.
Luego colgó.
Supuse que le hablaba a Nora, ya que miraba el coche dónde se
encontraba a través de la ventana del segundo piso. Joder, seguramente
había dicho algo para que Nora entrara.
— ¿Qué le has dicho? —exigí saber.
Él se giró un poco sobresaltado, clavando sus ojos en mí un poco
nervioso.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, mirando a su alrededor.
Sonreí maliciosamente.
— ¿Qué, estás esperando que aparezca Chauncey? —Él entrecerró los
ojos—No vendrá. Ya lo he matado.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—Imposible, él no puede morir.
—Yo hago posible lo imposible. —Le espeté— ¿Dónde está Vee?
—Muerta.
Me acerqué a él lentamente, fulminándolo con la mirada, mis ojos apenas
visibles por debajo de la gorra.
—Repítelo. —le ordené.
—E-está muerta.
Rápidamente y con toda la fuerza de la que fui capaz, le di un puñetazo
en el estómago. Él si lo sintió. Se dobló tanto que su cabeza casi tocaba
el piso.
—No me mientas, jamás—gruñí—Lo preguntaré una vez más. ¿Dónde.
Está. Vee?
—No lo sé—dijo, entrecortadamente.
Agradecí llevar puestas mis botas, porque en el momento en que le di
una patada, el duro material con que estaban hechas casi rompe sus
costillas. Él gritó, maldijo y escupió sangre.
—Te lo juro, arcángel—susurró—No sé dónde está. Jules estaba con
ella. Yo sólo esperaba a Nora.
Lo agarré por el cuello y lo arrastré por los pasillos, hasta detenernos en
la biblioteca, dónde lo tiré al suelo.
—Búscala—le ordené—Sé que está por aquí cerca. Puedo sentirla.
Pero unos segundos después no era Vee a quién sentí.
Jules abrió la puerta en el momento justo en el que pude escabullirme por
la ventana lateral. Si me veía aquí, justo ahora, sabría que Nora estaba
conmigo y se marcharía. No podía perder la oportunidad de detenerlo de
una vez por todas.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó a Elliot— ¿Dónde está
Nora?
Me introduje en la mente de Elliot para borrar mi encuentro con él. En su
lugar, le puse imágenes de Nora diciéndole que se encontrarían aquí.
—Nora vendrá. Acaba de bajar del auto—le respondió él.
Se escuchó una risa suave y peligrosa.
—Muy bien, Elliot. Maravilloso—lo felicitó—Supongo que ya no te
necesito para nada más. Has sido de bastante ayuda.
Se escucharon golpes y gritos leves, también innumerables gemidos,
hasta que todo se quedó en silencio. Tuve que hacer un gran esfuerzo
para mantener mi presencia lejos de la capacidad sensitiva de Chauncey,
para que no me descubriera aún. Los dedos comenzaban a agarrotarse
mientras me sostenía del alfeizar, para no caer. Esperaba que no tuviera
la idea de asomarse a echar un vistazo, porque me descubriría. Tenía que
admitir que esta no era una de mis ideas más grandiosas. Se escuchó un
ruido, y supe que se alejaba. Mi corazón titubeo al sentir la presencia de
Nora en el edificio.
¡Maldita sea! Le había dicho que se quedara en el jodido coche. No tenía
la certeza de que Chauncey se había ido de la habitación, así que para
prevenir, no me quedó más remedio que buscar la manera de saltar desde
el segundo piso, que era dónde se encontraba la biblioteca. Me orillé aún
más a la pared y me arrastré a la izquierda, debajo de la cual se
encontraban unos arbustos bastantes frondosos. Me aventé, esperando no
romperme una pierna o algo, porque aunque no me dolería, sería una
dificultad. No era nada cómodo correr o luchar con un miembro del
cuerpo en mal estado.
Caí al suelo sin ninguna dificultad, con un ligero susurro de las ramas.
Automáticamente miré hacia arriba, pero no había moros en la costa.
Sacudí mis pantalones y me dispuse a encontrar otra entrada al edificio,
porque la que había utilizado anteriormente ahora se encontraba rodeada
por unas fuertes cadenas.
Entonces escuché a Nora gritar.
Fue como si todas mis terminaciones nerviosas reaccionaran con ese
sonido. Mis piernas se movieron rápidamente a la puerta más cercana,
sólo para descubrir que también se encontraba encadenada. Corrí a la
puerta trasera, y obtuve el mismo resultado. Busqué otra. Y otra. Y otras
más. Pero todas estaban bloqueadas, maldita sea.
Comencé a rodear el instituto y visualicé las ventanas. Todas ellas
estaban cerradas, incluso ahora también por dónde había salido hace rato.
Maldije en voz baja, y sopesé la idea de romper alguna de ellas, pero
rápidamente desterré esa idea. El ruido llamaría la atención.
Continué corriendo a los alrededores, tratando de encontrar la forma de
entrar. Pero no encontraba la manera. Todas las puertas estaban
bloqueadas, todas las ventanas cerradas. Estaba comenzando a
desesperarme y a correr el riesgo de romper una de las ventanas de vidrio
cuando visualicé la ventana del gimnasio entreabierta.
Joder, sí.
Corrí en su dirección, y estuve a punto de caer ruidosamente dentro y
descubrirme cuando visualicé a Chauncey frente a Nora. Me deslicé con
cuidado ventana abajo, y pasé detrás de Chauncey, tratando de
esconderme en la oscuridad.
— ¿Tu atacaste a Marcie Millar? —Le preguntó a Jules, con voz
entrecortada.
Estaba asustada.
—Elliot me dijo que hay mala sangre entre las dos. No me gustaba la
idea de alguien más teniendo el placer de torturar a mi chica—le dijo él.
Apreté los puños ante la frase “mi chica”, y di un paso adelante. Con
cuidado, Patch. Sorpréndelo.
— ¿Y la ventana de mi dormitorio? ¿Me espiabas en mi casa mientras yo
dormía?
—Nada personal.
Bien, ahora sí estaba jodidamente cabreado.
Estuve a punto de saltarle encima cuando Jules se puso rígido. Dio un
paso adelante de repente y tiró de la muñeca de Nora, girándola alrededor
delante de él. Colocó una pistola en su nuca, y mi corazón se detuvo.
— ¡Quítate la gorra! —Ordenó. —Quiero ver la expresión de tu cara
cuando la mate. Tú eres impotente para salvarla. Tan impotente como yo
fui acerca de hacer nada con el juramento que te hice a ti.
Di un par de pasos más cerca. Me movía con facilidad, pero con cautela
firme mientras pensaba en la manera de tomar las riendas. El arma se
hundió más, y yo hice una mueca.
—Da un paso más y este será su último aliento—Jules advirtió.
Miré la distancia entre nosotros, y calculé la rapidez con que podía
cubrirlo. Jules también lo vio.
—No lo intentes—dijo.
—No vas a disparar contra ella, Chauncey. —le dije.
— ¿No? —Jules apretó el gatillo. El arma hizo clic, y Nora abrió la boca
para gritar, pero todo lo que salió fue un trémulo sollozo.
La ira se removía en mi interior, y la necesidad de sacar a Nora de aquí
rápidamente.
—Revolver—Explicó Jules. —Las otras cinco cámaras están cargadas.
Pensé rápidamente. No me agradaba lo que iba a hacer a continuación,
pero era la única opción rápida que se me ocurría. Situaciones extremas
requieres medidas extremas.
“¿Lista para usar los movimientos de boxeo sobre los que siempre estás
presumiendo?”Dije en la mente de Nora.
— ¿Q-qué? —Tartamudeó.
Sin previo aviso, lancé una oleada de energía contra ella. Su cuerpo
estaba completamente vulnerable a mí, toda su fuerza y la libertad se
perdió cuando tomé posesión de ella.
Como dije, no me agradaba. Sentía que invadía su libertad, su
privacidad, pero no me quedaba de otra. Necesitaba terminar con esto
rápido, así que lancé su puño en dirección a la cara de Jules. Golpeé el
arma y cayo, resbaló por el suelo del gimnasio fuera de su alcance. Usé
sus manos para golpear a Jules hacia atrás contra las gradas. Jules
tropezó, cayendo en ellas. Cerré su garganta rápidamente, aprovechando
los pocos segundos que me quedaban. No era Jeshvan, por lo cual no
podía estar en su cuerpo por mucho tiempo. Jules estaba perdiendo la
consciencia. Sus ojos se abrieron, a continuación, saltaron. Estaba
tratando de hablar, moviendo los labios ininteligible, pero no me detuve.
“No voy a poder estar dentro de ti mucho más tiempo”, le dije a Nora en
sus pensamientos. No es Jeshvan y no estoy permitido. Tan pronto como
me eches fuera, corre. ¿Entiendes? Corre tan rápido como puedas.
Chauncey estará demasiado débil y aturdido para entrar en tu cabeza.
Corre, y no te detengas.
Un alto zumbido se quejó a través de Nora, y sentí que su cuerpo trataba
de expulsarme.
Las venas en el cuello de Jules saltaron y su cabeza se inclinaba hacia un
lado.
—Vamos, Desmáyate... Desmáyate... —susurré.
Pero ya era demasiado tarde. El cuerpo de Nora finalmente me echó, y
mi cuerpo quedó inconsciente.
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No sabía cuánto tiempo había pasado, pero la voz de Nora retumbaba en
mi cabeza una y otra vez.
— ¡Ayuda! ¿Alguien puede oírme? ¡Ayuda!
Intenté abrir mis ojos, pero no podía, joder. Mi cuerpo estaba
entumecido, no se movía, no reaccionaba.
— ¡Ayuda! —Volvió a gritar.
Joder, joder, joder. Necesitaba ayudar a Nora, ¡Y este maldito cuerpo no
reaccionaba! Concentré toda mi fuerza en tratar de mover una parte de
mi cuerpo, y logré entreabrir un poco mis ojos. Nora se encontraba
subiendo las escaleras, y tenía una expresión de terror en su rostro. Supe
lo que pasaba al ver a Chauncey tratar de alcanzarla. Entonces se me
ocurrió (Dios, ¿Cómo podía haberlo olvidado?) que podía tratar de
hablarle en sus pensamientos.
“Bloquéalo fuera. Sigue subiendo. La escalera está intacta.” Le dije.
"No puedo", lloró. "¡Voy a caer!"
“Bloquéalo fuera. Cierra los ojos. Escucha mi voz.”
Nora se concentró en mi voz, y luego de unos minutos, logró sacar de su
cabeza a Chauncey. Yo estaba comenzando a recuperar el control de mi
cuerpo.
Fijé la vista en ella y la observé caminar en la vida, tratando de alejarse
de Chauncey. Pero era demasiado tarde. Él había subido rápidamente, y
ahora estaba a menos de quince pies de distancia de ella. Se subió a la
viga. Mano sobre mano, se arrastró hacia ella.
Los dos estaban a caballo en la viga, sentados cara a cara, a diez pies de
distancia.
— ¿Algunas últimas palabras? —Dijo él.
Me levanté con un poco de esfuerzo. Maldita sea. Me quedé en silencio
mientras los observaba, sin saber qué hacer. Si subía, Chauncey la
mataría en el trayecto. Y él estaba fuera de mi alcance. Intenté entrar en
su mente, pero me tenía bloqueado el muy maldito.
Estaba desesperado. No sabía qué hacer, y la mirada que me estaba
dando Nora era de despedida, lo cual me volvía completamente loco. No
quería que fuera a cometer una estupidez, pero era difícil decirlo. Parecía
triste, pero más que nada, parecía decidida.
Tembló ligeramente, y el equilibrio reclamó. Chauncey rió.
—No hace ninguna diferencia para mí si te pego un tiro o te caes a la
muerte. —le dijo.
—Si hace una diferencia—le dijo ella, su voz pequeña, pero segura. —
Tú y yo compartimos la misma sangre. —Levantó su mano
precariamente, mostrándole su marca de nacimiento. —Yo soy tu
descendiente. Si sacrifico mi sangre, Patch se convierte en humano y tú
vas a morir. Está escrito en el Libro de Enoch.
Los ojos de Jules carecían de luz. Estaban enfocados en ella, absorbiendo
cada palabra que decía. Podría decir por esa expresión que estaba
pensando sus palabras. Un rubor en su rostro, y yo sabía que le creyó.
Pero joder, si ya no sabía eso, ¿para qué la buscaba?
—Tú—farfulló.
Se deslizó hacia ella con velocidad frenética, al mismo tiempo llevando
su mano al arma en su cintura. Las lágrimas ardían en mis ojos. Sin
tiempo para poder detenerla, se lanzó fuera de la viga. Mi corazón se
paralizó, mi pulso se detuvo, y una lágrima se deslizó por mi mejilla.
Quise correr y sostenerla. Quise no haber llegado a su vida nunca y no
haber provocado nada de esto, porque ella estaría a salvo sin mí en su
vida. Quise muchísimas cosas en ese segundo en el que cayó, pero
ninguna de esas cosas podía cumplirse. No pude moverme. No pude
salvarla. Mis piernas se desplomaron y caí de rodillas al momento en que
escuché su cuerpo golpear el suelo. Mis ojos se cerraron, y las lágrimas
fluyeron con facilidad. Me dolía todo, absolutamente todo. Y no quería
que dejara de doler nunca. La sangre bañaba los alrededores con
facilidad, mientras el lugar se teñía de un oscuro silencio. Ya no existía
Chauncey. Ya no vivía Nora. Sólo quedaba yo.
Apoyé mi frente en el suelo, y susurré algo que había olvidado decir.
—Te amo, Nora.
Un sollozo se escapó de mi garganta.
Me acerqué a ella y la sostuve entre mis brazos, contemplando sus ojos
cerrados. Sentía que el alma iba a abandonar mi cuerpo en cualquier
momento.
Ella se había sacrificado por mí.
No lo entendía, no lo aceptaba, me negaba a aceptar una vida a costa de
ella. Me limpié las lágrimas con frustración y salí del gimnasio, me
detuve en el jardín y miré al cielo.
Había muchos arcángeles encargados de la transacción caído-humano u
otras transformaciones. Pero yo sólo logré mantener conversaciones con
uno.
— ¡Nathanael! —Grité, esperando que respondiera— ¡Nathanael!
Las nubes se replegaron y el arcángel cayó frente a mí como un rayo. Sus
ojos eran fríos, sin vida, sin sentimientos, sin alma. Reflejaban el poder
que lo envolvía, y el poder que destilaba. Me sonrió tétricamente, como
restregándome en la cara lo que él es, y lo que pude haber sido. No pudo
haberme importado menos.
—Jev… Jev… Jev…—murmuró— ¿o debería llamarte Patch? Me han
dicho que últimamente ese es el nombre que más te va.
Apreté mis puños con fuerza.
—No lo quiero—le dije. —No quiero convertirme en humano.
Sus ojos se abrieron ligeramente causa de la sorpresa, para luego
entrecerrarse con sospecha.
— ¿Por qué? —preguntó. —Fue por esa razón que caíste, ¿Recuerdas?
Ese era tu objetivo.
Suspiré.
—Era.
Dio un paso hacia atrás, observando el gimnasio que se encontraba a
oscuras.
—Es por la chica, ¿no? ¿Te has enamorado de ella?
No lo negué, y él tampoco esperaba que se lo afirmara. Enamorarse de
una humana estaba prohibido para nosotros. Especialmente ahora que
sabía lo que pasaría si no aceptaba el sacrificio.
—Quiero que ella viva—susurré.
Él asintió.
—Sabes que te volverás un custodio con esa decisión, ¿verdad?
Regresarás al cielo.
—No quiero regresar, Nathan—le dije, recordando su viejo apodo. —
Quiero estar con ella. Quiero cuidarla. Creo que se lo debo.
Se quedó en silencio unos segundos que se me hicieron eternos. Lanzó
una mirada hacia arriba, y luego asintió.
—Serás su ángel custodio. Regresarán tus alas, pero no tendrás entera
comunicación con el mundo angelical. Sólo puedes mantener
conversación con arcángeles, o ángeles de la muerte. No permitiremos
que les des una mala influencia a los demás custodios—casi bufé.
— ¿Qué pasará con Nora? —inquirí.
—Serás SÚ custodio, Jev. Al menos, mientras te mantengas atado a las
reglas. No puedes enamorarte de ella, así que si lo estás, niégalo, y hazle
creer a todos que no es así—dijo.
— ¿Qué pasa si no puedo fingir nada? —pregunté.
—Te la quitarán.
¿Quitármela? Nadie iba a quitármela. Congelaría el infierno y ardería el
cielo si eso llegaba a suceder. Nadie iba a alejarla de mí.
—Ve allá dentro. En unos minutos despertará. Urial y Nazarach la están
vendando, está un poco lastimada. —dijo él—Tengo que regresar al
cielo. Y Jev—medio sonrió—No te emociones con tus alas. Están
jóvenes, no las fuerces mucho.
—Por favor, dime que me regresaste mis alas negras.
Ahora sí sonrió completamente.
—Tal vez. Deberás descubrirlo.
¡Maldito! Dicho eso, alzó el vuelo y se perdió entre las nubes.
Me acerqué de nuevo al gimnasio y pude distinguir a los otros dos
arcángeles perderse en el cielo, también. Nora se encontraba en el mismo
lugar, a diferencia de que toda la sangre había regresado a su cuerpo. La
tomé entre mis brazos, desplegué las alas y tuve con ella lo que sería el
primer vuelo que daba en muchos años.
***