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FACULTAD DE HUMANIDADES
Pedagogía en Castellano
Santiago, Chile
2019
INTRODUCCIÓN
Hablar sobre Oliverio Girondo y su influencia en ciertos tópicos forma parte de asumir una
historia literaria y cultural que aún permanece presente. La obra del poeta argentino está inserta en
una época de transformaciones sociales y artísticas. Por un lado, tenemos su motivación viajera de
juventud, cosmopolita e iconoclasta, junto con el conocimiento que ha adquirido sobre los distintos
movimientos artísticos que sacuden a la Europa de posguerra y, por otra parte, reconocemos ciertos
patrones y características propias del autor, las que tuvieron lugar en un momento importante para
la sociedad argentina y latinoamericana en general, donde las tensiones propias del período, en
conjunto con las influencias que se hacen presente en su obra, transitan entre gestualidad y
desfiguración lingüística, edificando en su literatura la concepción de flâneur dentro de la ciudad
latinoamericana.
Para continuar con la línea específica del trabajo, nos hemos propuesto analizar dos poemas
de Espantapájaros (al alcance de todos), tercer libro de Oliverio Girondo publicado en el año 1932.
Esta obra se enmarca en los años donde la vanguardia literaria ve una decadencia en sus propósitos
iniciales. Altamente surrealista, la realidad de Girondo está en el interior de los individuos (una
suerte de indagación en torno a la interioridad los sujetos), realidad en donde podremos observar las
características del hablante lírico y cómo estas tienen similitudes con el paseante del siglo XIX y la
concepción de ciudad que este mismo veía en el día a día, todo esto todavía dentro del alero de la
vanguardia y la modernidad, donde recordemos que el progreso toma todos los elementos que lo
constituyen de la tradición moderna, al mismo tiempo de modificarlos y deformarlos. Así mismo,
hay que tener en cuenta para el siguiente análisis, que modernidad y vanguardia se miran, se
presienten, se desean; hay rupturas y se trasladan, pero jamás habrá una homologación de términos.
Dentro de este contexto es donde trabaja nuestro poeta, y lo hace diciéndole NO a la razón como
única vía de escape, rechazando además el estilo de vida burgués y los beneficios que esto conlleva,
dándole más énfasis a los estados mentales tales como la imaginación o la intuición, provocando la
dilatación de la realidad e integrando las características del hablante flâneur junto con su modo de
ser, vivir y sentir.
Según Julia Manzano, analizando a Charles Baudelaire, el flâneur se enmarca en la
presentación de la figura del poeta bajo el hábito del paseante, aquel que -aparentemente ocioso-
callejea por la ciudad, observa las calles, los comercios, la multitud inserta en la ciudad y luego
escribe. Es así como nuestro personaje emerge cuando las ciudades se convierten en metrópolis,
pero estas edificaciones son tan monumentales que el hombre pisa sus propios excrementos,
reflotando el hastío que significa vivir dentro de la urbe. El sujeto de ciudad se ve reflejado en las
construcciones, fábricas y grandes vigas, en cada persona que camina por las vías observa y va
dibujando sus propias impresiones. Ramos (1989) habla sobre la retórica del paseo, donde enuncia
que el flâneur trata “de un sujeto que al caminar la ciudad traza el itinerario –un discurso-en el
discurrir del paseo. El paseo ordena, para el sujeto, el caos de la ciudad, estableciendo articulaciones,
junturas, puentes, entre espacios (y acontecimientos) desarticulados.” (Pág.126).
Dentro de los elementos teóricos que ordenarán el desarrollo del trabajo, analizaremos la
posición de hablante lírico inserta en los poemas 9 y 11 de Espantapájaros, la visión de ciudad y
expresiones de vanguardia junto con las marcas textuales que nos permitirán armar, poco a poco, al
flâneur girondoniano, un paseante mucho más emotivo y simbólico que el que conocemos a través
del texto teórico de Charles Baudelaire.
CONTEXTO GENERACIONAL
Tal como se anunció anteriormente, el siglo XIX lleva como principal consigna que “lo
moderno es la nueva percepción de lo real, un momento de la humanidad en que lo sucesivo da lugar
a lo inmediato y simultáneo” (Roca, 2013). Veremos que el espacio histórico será reemplazado por
la zona urbana y las grandes edificaciones que esta presena. Lo mismo pasará con las costumbres y
tradiciones, dando lugar a lo nuevo y su inmediatez.
Durante la década de los años veinte, Latinoamérica tuvo un auge en el tema de las poéticas
vanguardistas, donde revistas locales, manifiestos y cartas abiertas nacieron a la luz del nuevo
pensamiento, siendo apadrinados por los ideales europeos y su fuerte influencia. Este se transformó
en un buen sistema publicitario para dar a conocer las nuevas creaciones en el continente, ya que
una de las condiciones necesarias para que salga a flote la vanguardia es la constitución de un
espacio público. Sebastián Miguel Rigotti en su estudio, Acerca de las vanguardias artísticas
latinoamericanas, indica que la condición histórica de posibilidad de la vanguardia es el desarrollo
del proceso de modernización. Rigotti invoca a Jürgen Habermas y establece la distinción entre la
modernidad y el proceso de modernización, la que hace referencia a un conjunto de procesos
acumulativos, que se conectan y refuerzan entre ellos, tales como “(…) la formación de capital, el
desarrollo de las fuerzas productivas y la identidad nacional junto con la vida urbana. La vanguardia,
al ser una manifestación histórico-social, logra condensar diferentes aspectos que existen en las
matrices culturales en las que germina. Es ahí, con esa germinación, donde se produce la ruptura.
(Rigotti, 2014).
Durante los años veinte, la cultura bonaerense estaba tensionada por lo “nuevo”. La
modernidad se establece como la renovación tan esperada al mismo tiempo que deja una sensación
de lamento, de pérdida debido al cambio de paradigma y la participación de nuevos personajes
dentro de una urbe que mantenía, hasta ese momento, una suerte de homogeneidad en sus habitantes:
“Durante las dos primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Buenos Aires vive un
crecimiento demográfico espectacular, ya que en el lapso de poco más de dos décadas –
más concretamente, entre 1914 y 1936- su población pasa de 1.576.000 a 2.415.000
habitantes. Modificada por la cantidad de inmigrantes provenientes de Europa, la urbe
portuaria ya era una ciudad cosmopolita.” (Rigotti, 2014, p.7).
Debido a lo anterior, era cosa de tiempo para que la ciudad se llenara de unidades vecinales
y cooperativas, junto con la explosión de nuevos centros comerciales en los sectores más
alejados del centro de la ciudad, lo que modifica la percepción y experiencias dentro de la
misma.
Por esos años, los periódicos porteños tienen grandes cantidades de tiradas, las que
acompañan de revistas culturales de diferentes índoles y publicidades sobre cualquier cosa que
se pudiese imaginar: radios, automóviles, cine, fotografía, productos de belleza, e incluso la
figura de la mujer se ve influenciada por la época, donde se posiciona, en gran medida, como
destinataria modelo de la mayoría de esas propagandas, pero ahora como deportista, conductora
de automóviles o haciendo actividades en trabajos considerados “no tradicionales” para ella.
Lo anterior es un fuerte indicio de los cambios experimentados en este tiempo y el impacto en
las costumbres, medios de comunicación e identidades nacionales.
En el caso de Oliverio Girondo, veremos después de sus constantes viajes a Europa que este
comprende la cultura como algo universal, junto con sus relaciones de amistad con Jules Supervielle,
Ramón Gómez de la Serna y Jean Cassou una poética en donde actualiza lo nacional e incorpora su
propio proyecto. La ruptura con las estéticas pasadas se debe, en gran medida, al agotamiento
anímico producido por los cánones modernistas de América (Roca, 2013).
Posteriormente, Oliverio participa activamente en el periódico literario Martín Fierro,
llegando a ser su máximo colaborador y sostenedor, mismo periódico donde publicará el manifiesto
martinfierrista y atacará retóricas pasatistas (pasajeras, de corta duración) junto con el
endurecimiento de la sensibilidad y la decadente imaginación. La revista tuvo una buena crítica e
invitados internacionales como Picasso y Apollinaire y abarcó, además de poesía, múltiples
expresiones artísticas como arquitectura, cine y pintura. Martín Fierro produce un ambiente
efervescente en el Río de la Plata, propicio para la aparición de nuevas poéticas.
Macarena Roca, en su estudio sobre Girondo, menciona que este desarrolla, a partir del
discurso, una dialéctica de rechazo y asimilación de la tradición, ya que incluye formas coloquiales
en sus poemas, introduciendo lo cotidiano en el arte y desarrollando la palabra subversiva al orden
tradicional (p.6). A través del sarcasmo explicita el malestar que le provoca la continuidad del arte
que es aceptado socialmente. Ahora bien, el querer modificar el horizonte estético con una ruptura
frente a la realidad es una problemática propia de los primeros años del siglo veinte y se relaciona
con el deseo destructivo que tiene la mirada vanguardista
El lenguaje de Girondo se caracteriza por decir aquello que los demás no dirían (o no con
esas palabras). Esto nos hace pensar que no existen límites en la obra de Oliverio y que la percepción
a través de los sentidos y lo grotesco es fundamental para exponer aquello que existe. “Un
espantapájaros en lugar de un hombre, un simulacro en lugar de un yo y un lenguaje que quiere
quebrar sus reglas para nombrar de otro modo, El paréntesis del título, (al alcance de todos)
democratiza el intento de percepción y apunta' a lograr la complicidad transgresora en la lectura
Corno señala Sarlo, […] si no hay yo, la literatura puede liberarse de varias servidumbres: del
sentimentalismo, del recuerdo, de la nostalgia, del pasado, de la tradición, de la historia. Nuevo
intento de liberación, nueva estrategia de avance de su poética que, aunque queda a medio camino,
implica un paso más.” (Bueno, 1994, p.6).
ANÁLISIS
Tema: La recurrencia de ciertos temas indica la sensibilidad poética del autor, la cual se
manifiesta en el mensaje que este mismo quiere estregar con su escrito.
Estructura y composición: La estructura es el elemento unificador de la totalidad como
conjunto (que en un principio se refleja en el temple de ánimo del hablante). La composición
es la entrega gradual de lo comunicado (el poema en cuanto proceso). Ambos son indicio de
la visión de mundo y de la sensibilidad que manifiesta el poema.
Hablante lírico: La voz poética se encuentra condicionada a las características del autor, la
tradición poética y el temple de ánimo.
Los motivos: Dentro de los autores de comienzos de siglo es posible encontrar una serie de
motivos recurrentes asociados a los diferentes factores que dominan el contexto.
El hablante de Espantapájaros (al alcance de todos) posee ciertas similitudes con las
características que hemos enunciado del flâneur del siglo diecinueve, pero en vez de adoptar una
postura alejada de lo que observa el paseante para luego escribir y criticar sobre ellos nos
encontramos con una “flanería” que da paso a la sensibilidad en el hablante lírico, pudiéndose perder
en su emotividad si así lo quisiese.
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado cuenta
de su existencia? ¿La habremos extraviado al doblar una esquina, al
atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos abandonó, para olfatear
todas las otras sombras de la calle?
Ya no es el personaje que sale a la calle y mira lo que sucede en la acera, en los cafés. El
paseante ha traspasado las fronteras y ahora puede observar lo que hacemos, día tras día, en nuestra
vida íntima. El poema incorpora el conflicto personal que cada uno de los habitantes de la sociedad
moderna tiene con la metrópoli en forma de contestación vanguardista, donde el paseo se provoca
por entre medio de los lugares públicos.
En seguida, la voz poética retorna a la melancolía a través de interpelaciones:
Una tarde, al atravesar una plaza, nos sentamos en algún banco. Sobre las
piedritas del camino describimos, con el regatón de nuestro paraguas, la mitad
de una circunferencia. ¿Pensamos en alguien que está ausente? ¿Buscamos, en
nuestra memoria, un recuerdo perdido? En todo caso, nuestra atención se
encuentra en todas partes y en ninguna, hasta que, de repente advertimos un
estremecimiento a nuestros pies, y al averiguar de qué proviene, nos encontramos
con nuestra sombra. (P.19)
El hablante interactúa prácticamente con todo lo que está a su alrededor, así como se indicó
anteriormente, el paseante traspasó los límites de su caminata y se traslada a planos extraterrenales
para seguir observando con una hipersensibilidad única la falta de humanidad y comprensión que
tiene el hombre de ciudad:
El hecho de que cualquier cadáver se considere con el derecho de manifestar a gritos los
deseos que había logrado reprimir durante toda su existencia de ciudadano (…) alude a que la
condición de ciudadano como tal ya no es agradable ni cómoda para el flâneur de Girondo. No
estamos frente al ciudadano que acepta las leyes y vive dormido bajo el alero de un estado, este
ciudadano quiere gritar, se siente reprimido y mecanizado.
La subjetividad presente en la obra de Girondo configura la concepción que este tiene sobre
la ciudad -la peor de todas- y la configuración del sujeto de ciudad, donde podemos diferenciar aquel
individuo que, tal como el hablante, está harto de vivir dentro de la ciudad (tan hastiado que llega a
suicidarse) y los demás, que siguen sobreviviendo dentro de la urbe sin modificación alguna.
La caída no tiene término. Pareciese que no hay forma de evadir el caos que hay dentro de
la metrópoli. Ni vivos ni muertos nos dejarán en paz. Faúndez (2006) propone que la palabra poética
se convierte en “una práctica reflexiva e intuitiva de la libertad (..) y en este momento, el yo
disciplinado, el yo maquinado por la sociedad, que condena al hombre a la muerte cifrada en el
olvido de sí mismo, se fractura e innumerables yoes lo enfrentan, lo despojan de su señorío”:
BIBLIOGRAFÍA
Girondo, Oliverio (1932) Espantapájaros (al alcance de todos), Buenos Aires, Proa, 1932.
Recuperado de https://www.academia.edu/6273512/Espantapajaros-Oliverio-Girondo
ESTUDIOS CRÍTICOS
FUENTES TEÓRICAS
Manzano, Julia. Charles Baudelaire, el poeta de la ciudad. Portal de Filosofía de Julia Manzano
Arjona. Recuperado de http://www.tindon.org/julia_manzano/poesia.html
Oliverio Girondo. Wikipedia, La enciclopedia libre. Consultado el 11-05-19 en
https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Oliverio_Girondo&oldid=115661264.
ANEXO: POEMAS UTILIZADOS PARA EL ANÁLISIS
¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra nos abandona de vez en
cuando?
Hemos abierto las ventanas de siempre. Hemos encendido las mismas lámparas. Hemos subido las
escaleras de cada noche, y sin embargo han pasado las horas, las semanas enteras, sin que notemos
su presencia.
Una tarde, al atravesar una plaza, nos sentamos en algún banco. Sobre las piedritas del camino
describimos, con el regatón de nuestro paraguas, la mitad de una circunferencia. ¿Pensamos en
alguien que está ausente? ¿Buscamos, en nuestra memoria, un recuerdo perdido? En todo caso,
nuestra atención se encuentra en todas partes y en ninguna, hasta que, de repente advertimos un
estremecimiento a nuestros pies, y al averiguar de qué proviene, nos encontramos con nuestra
sombra.
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado cuenta de su existencia? ¿La
habremos extraviado al doblar una esquina, al atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos
abandonó, para olfatear todas las otras sombras de la calle?
La ternura que nos infunde su presencia es demasiado grande para que nos preocupe la contestación
a esas preguntas.
Quisiéramos acariciarla como a un perro, quisiéramos cargarla para que durmiera en nuestros
brazos, y es tal la satisfacción de que nos acompañe al regresar a nuestra casa, que todas las
preocupaciones que tomamos con ella nos parecen insuficientes.
Antes de atravesar las bocacalles esperamos que no circule ninguna clase de vehículo. En vez de
subir las escaleras, tomamos el ascensor, para impedir que los escalones le fracturen el espinazo. Al
circular de un cuarto a otro, evitamos que se lastime en las aristas de los muebles, y cuando llega la
hora de acostarnos, la cubrimos como si fuese una mujer, para sentirla bien cerca de nosotros, para
que duerma toda la noche a nuestro lado.
11
¡Qué desconocimiento de las formas! ¡Qué carencia absoluta de compostura! ¡Qué ignorancia de lo
que es bien morir! Ni un conventillo de calabreses malcasados, en plena catástrofe conyugal, daría
una noción aproximada de las bataholas que se producen a cada instante.
Mientras algún vecino patalea dentro de su cajón, los de al lado se insultan como carreros, y al
mismo tiempo que resuena un estruendo a mudanza, se oyen las carcajadas de los que habitan en la
tumba de enfrente. Cualquier cadáver se considera con el derecho de manifestar a gritos los deseos
que había logrado reprimir durante toda su existencia de ciudadano, y no contento con enterarnos
de sus mezquindades, de sus infamias, a los cinco minutos de hallarnos instalados en nuestro nicho,
nos interioriza de lo que opinan sobre nosotros todos los habitantes del cementerio.
De nada sirve que nos tapemos las orejas. Los comentarios, las risitas irónicas, los cascotes que caen
de no se sabe dónde, nos atormentan en tal forma los minutos del día y del insomnio, que nos dan
ganas de suicidarnos nuevamente.
Aunque parezca mentira —esas humillaciones—ese continuo estruendo resulta mil veces preferible
a los momentos de calma y de silencio.
Por lo común, éstos sobrevienen con una brusquedad de síncope. De pronto, sin el menor indicio,
caemos en el vacío. Imposible asirse a alguna cosa, encontrar una asperosidad a que aferrarse. La
caída no tiene término. El silencio hace sonar su diapasón. La atmósfera se rarifica cada vez más, y
el menor ruidito: una uña, un cartílago que se cae, la falange de un dedo que se desprende, retumba,
se amplifica, choca y rebota en los obstáculos que encuentra, se amalgama con todos los ecos que
persisten; y cuando parece que ya se va a extinguir, y cerramos los ojos despacito para que no se
oiga ni el roce de nuestros párpados, resuena un nuevo ruido que nos espanta el sueño para siempre.