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EL POSITIVISMO LÓGICO

1. ALFRED AYER.

Alfred Ayer perteneció a una escuela de pensamiento que recibió el nombre de Círculo
de Viena, cuyos integrantes fueron Hans Reichenbach, Rudolf Carnap, Otto Neurath, Moritz
Schilck, Carl Hempel, etc.

Ahora bien, cuando se estudia un autor, se puede tener la tentación de citar frases
sueltas del mismo, haciéndole decir muchas veces lo que él no quiso decir. Por tanto, si
tenemos en cuenta la acotación de H. Cazelles y P. Grelot.

Una palabra, una frase, una serie de proposiciones no tienen sentido sino en función de un
contexto más amplio: el del pensamiento vivo de un hombre que, en tales circunstancias
determinadas, recurriendo voluntariamente para expresarse a tal forma particular de discurso, se
aplica a transmitir a sus contemporáneos un mensaje que concibe con claridad. 1

Debemos, en consecuencia, presentar las afirmaciones del autor en su contexto,


respetando la intencionalidad de las mismas; por eso ahora presentaremos el pensamiento de
Alfred Ayer por medio de una lectura guiada del Prefacio de la Primera Edición de su libro:
Lenguaje, verdad y lógica; desarrollando luego las ideas principales de este autor que nos ha
propuesto en este Prefacio.

Lo primero que nos presenta Alfred Ayer son los autores en los cuales se inspira su
pensamiento: la corriente empirista de la modernidad y de principios de siglo XX.

Las opiniones expuestas en este tratado derivan de las doctrinas de Bertrand Russell y
Wittgenstein, que a su vez constituyen el resultado lógico del empirismo de Berkeley y de
David Hume.2

Tomando la división que hace David Hume de las proposiciones “relaciones de ideas”
y “cuestiones de hecho”:

Señala, en primer lugar, las características de las primeras.

La primera clase comprende las proposiciones a priori de la lógica y la matemática pura, y


admito que son necesarias y ciertas solo porque son analíticas. Es decir, sostengo que la razón
por la cual estas proposiciones no pueden ser refutadas por la experiencia es que no hacen
afirmación alguna sobre el mundo empírico, sino que consignan tan solo nuestra determinación
de utilizar símbolos de cierta manera.3

Y luego indica las características de las segundas.

En cuanto a las proposiciones que conciernen a hechos empíricos, sostengo que son hipótesis,
que pueden ser probables pero nunca ciertas. Y al exponer el método de su validación pretendo
también haber explicado la naturaleza de la verdad. 4

Exponiendo el principio de verificación que le permite discernir entre las hipótesis que
son verdaderas de aquellas que son falsas.
1
A. Robert - A. Feuillet, Introducción a la Biblia, Herder, Barcelona 1970. Pág. 208
2
A. J. Ayer, Lenguaje, verdad y lógica, EUDEBA, Buenos Aires 1971, pág. 35. (= Lenguaje).
3
Lenguaje, pág. 35.
4
Lenguaje, pág. 35.
Para determinar si una sentencia expresa una hipótesis empírica genuina, adopto lo que puede
llamarse un principio de verificación modificado. Porque no exijo por cierto que una hipótesis
empírica deba ser verificable en forma concluyente, sino que haya alguna experiencia sensible
posible que sea pertinente para la determinación de su verdad o falsedad. 5

Aquellas proposiciones que no se adecuen a este principio y a la vez no son


proposiciones analíticas, son presuntas proposiciones metafísicas que propiamente no tienen
sinsentido.

Si una presunta proposición no consigue satisfacer este principio, y no es una tautología,


entonces sostengo que es metafísica, y que por ser metafísica no es ni verdadera ni falsa sino
literalmente sin sentido. Se hallará que, de acuerdo con este criterio, gran parte de lo que
habitualmente se considera como filosofía es metafísica, y en particular que no puede afirmarse
en forma significativa que hay un mundo no empírico de valores, o que los hombres tienen
almas inmortales, o que hay un Dios trascendente. 6

A continuación señala lo que el entiende por filosofía y su relación con la ciencia.

En cuanto a las proposiciones mismas de la filosofía, se sostiene que son lingüísticamente


necesarias, y por ello analíticas. Con respecto a la relación entre la filosofía y la ciencia
empírica se demuestra que el filósofo no está en condiciones de proporcionar verdades
especulativas que habrían de competir, por decirlo así, con las hipótesis de la ciencia, ni
tampoco de emitir juicios a priori sobre la validez de las teorías científicas, sino que su función
consiste en aclarar las proposiciones de la ciencia mostrando sus relaciones lógicas y definiendo
los símbolos que intervienen en ellas.7

Notemos que justamente este libro Lenguaje, verdad y lógica es un ejemplo de la


filosofía que sostiene este autor.
De esta manera pretende superar todas las disputas filosóficas que se dieron a lo largo
de la historia.

Afirmo en consecuencia que no hay nada en la naturaleza de la filosofía que justifique la


existencia de "escuelas" filosóficas rivales. E intento probar esta afirmación proporcionando
una solución definitiva de los problemas que han constituido en el pasado las principales causas
de controversia entre los filósofos.8

Por último, señala la corriente de pensamiento a la cual adscribe nombrando los


distintos pensadores de esta escuela.

La concepción del filosofar como una actividad de carácter analítico está asociada en Inglaterra
con la labor de G. E. Moore y sus discípulos. Pero, aunque he aprendido mucho del Profesor
Moore, tengo razones para creer que él y sus seguidores no están dispuestos a adoptar un
fenomenismo tan cabal como el mío, y que tienen una concepción algo diferente de la
naturaleza del análisis filosófico. Los filósofos con los cuales coincido más estrechamente son
los que componen el "Círculo de Viena", bajo la dirección de Moritz Schlick, y a los que se
conoce usualmente como positivistas Lógicos. Y de éstos, a quien más debo es a Rudolf
Carnap. Además quiero expresar mi reconocimiento a Gilbert Ryle, mi primer director de
estudios de filosofía, y a Isaiah Berlin, que han discutido conmigo cada uno de los argumentos

5
Lenguaje, pág. 35.
6
Lenguaje, pág. 35.
7
Lenguaje, pág. 36.
8
Lenguaje, pág. 36.
de este tratado, y han hecho muchas valiosas sugerencias, aunque ambos disienten con gran
parte de lo que sostengo. Debo expresar también mi agradecimiento a J. R. Willis por la
corrección de las pruebas.9

Fuentes del pensamiento de Alfred Ayer

Siguiendo el orden propuesto por Alfred Ayer en el Prefacio de la Primera Edición de


su obra, indiquemos algunos autores en los cuales se inspira. En primer lugar encontramos a
Ludwig Wittegenstein (1899-1954), filósofo e ingeniero que escribió en 1921 el Tractatus
logico-philosophicus que influyó de manera significativa en el Círculo de Viena y su
preocupación fundamental fue el lenguaje.

Tal como dice Wittgenstein: “para trazar un límite al pensamiento tendríamos que ser capaces
de pensar ambos lados de este límite”; verdad a la cual Bradley da un giro especial cuando
sostiene que el hombre dispuesto a probar que la metafísica es imposible es un colega
metafísico con una teoría rival de su propia cosecha.10

Notemos como Alfred Ayer cita también a F. H. Bradley representante del idealismo de
Oxford que fue muy criticado por G. E. Moore, autor también citado en el Prefacio.

Otro autor importante que ha inspirado a Alfred Ayer es David Hume (1711-1776)
culmine del empirismo ingles que se enmarca en un contexto cultural subjetivista, donde el
ser humano es el centro de todas las consideraciones. Hume utiliza una metáfora muy
ilustrativa tomada de la estrategia militar: el método filosófico no debe dedicarse a conquistar
un castillo o un pequeño pueblo de las fronteras del saber, sino debe ir directamente a la
capital, es decir, al centro de todas las ciencias para obtener una amplia victoria; y esta capital
del saber es justamente la misma naturaleza humana (hacia la capital o centro de esas
ciencias; hacia la naturaleza humana);11 idea que repetirá en la conclusión de su primer libro:
“La Naturaleza humana es la única ciencia del hombre; sin embargo, ha sido hasta ahora la
más olvidada. Me contento con poder ponerla un poco más de actualidad” (Human Nature is
the only science of man; and yet has been hitherto the most neglected. ‘Twill be sufficient for
me, if I can bring it a little more into fashion).12
Hume es profundamente antimetafisico y además negó la objetividad del principio de
causalidad.

Como demostró Hume en forma concluyente, en ningún suceso se da una referencia intrínseca a
otro suceso alguno. Inferimos la existencia de sucesos que no estamos realmente observando,
con la ayuda de principios generales; pero estos principios han de obtenerse en forma inductiva.
Por mera deducción a partir de lo que es dado inmediatamente no podemos adelantar un solo
paso. Por consiguiente, cualquier tentativa de basar un sistema deductivo sobre proposiciones
que describen lo que es inmediatamente dado lleva necesariamente a un fracaso. 13

Otro autor que Alfred Ayer cita es Emmanuel Kant, al cual critica, como lo han hecho
otros autores del Círculo de Viena. En este sentido toma la distinción kantiana de juicios
analíticos y sintéticos.
9
Lenguaje, pág. 36.
10
Lenguaje, pág. 41.
11
David Hume, A Treatise of Human Nature, Longmans, Green, and Co, New York 1909,Vol. I, pág. 307. David
Hume, Tratado de la naturaleza humana, Tecnos, Madrid, 19983, pág. 36.
12
O.C. pág. 552 (382).
13
Lenguaje, pág. 56.
La definición más conocida de proposición analítica —o juicio analítico, como él la llamó— es
la que dio Kant, quien dijo que un juicio analítico era un juicio en el que el predicado B
pertenece al sujeto A como algo contenido en forma tácita en el concepto de A. A los juicios
analíticos contrapuso los juicios sintéticos, en los cuales el predicado B queda fuera del sujeto
A, aunque se halla enlazado con éste. Los juicios analíticos —explica— "no agregan nada
mediante el predicado al concepto del sujeto, sino que meramente lo descomponen en aquellos
conceptos constituyentes que todo el tiempo han sido pensados en él, aunque de manera
confusa". Los juicios sintéticos, en cambio "agregan al concepto del sujeto un predicado que en
modo alguno ha sido pensado en él y que ningún análisis puede extraer de él".15

Dándole un nuevo significado y corrigiendo a Kant.

Creo que podemos conservar la significación lógica de la distinción kantiana entre


proposiciones analíticas y sintéticas —evitando al mismo tiempo las confusiones que echan a
perder la exposición que hace el propio Kant de esa distinción—, si decimos que una
proposición es analítica cuando su validez depende solamente de las definiciones de los
símbolos que contiene, y sintética cuando su validez está determinada por los hechos de la
experiencia.16

De esta manera, el fundamento mismo de la gnoseología kantiana es rechazada ya que


no existen las dos formas a priori de la sensibilidad que son el espacio y el tiempo.

Las proposiciones matemáticas que sería más excusable suponer sintéticas son las
proposiciones de la geometría; pues es natural que pensemos, como pensó Kant, que la
geometría es el estudio de las propiedades del espacio físico y, por consiguiente, que sus
proposiciones tienen un contenido fáctico. Si creemos esto, y admitimos también que las
verdades de la geometría son necesarias y ciertas, podremos sentirnos inclinados a aceptar la
hipótesis de Kant de que el espacio es la forma de la intuición de nuestro sentido externo, forma
impuesta por nosotros a la materia de la sensación, como la única explicación posible de
nuestro conocimiento a priori de esas proposiciones sintéticas Pero si bien la opinión de que la
geometría pura se ocupa del espacio físico era bastante plausible en los días de Kant, cuando la
geometría de Euclides era la única geometría conocida, la invención ulterior de las geometrías
no euclídeas ha demostrado que esa idea era errónea. 17

Llegamos, pues, a la conclusión de que las proposiciones de la geometría pura son analíticas.
Lo cual nos hace rechazar la hipótesis de Kant de que la geometría trata de la forma de la
intuición de nuestro sentido externo. El fundamento de esta hipótesis era, en efecto, que solo
ella explicaba cómo era posible que las proposiciones de la geometría pudieran ser a la vez
verdaderas a priori y sintéticas: y hemos visto que no son sintéticas. De manera similar, nuestra
tesis de que las proposiciones de la aritmética no son sintéticas sino analíticas nos lleva a
rechazar la hipótesis de Kant de que la aritmética tiene que ver con nuestra intuición pura del
tiempo, la forma de nuestro sentido interno. Por eso podemos rechazar la estética trascendental
de Kant sin tener que exponer las dificultades epistemológicas que suscita, según se dice
comúnmente. En efecto, el único argumento que puede aducirse en favor de la teoría de Kant es
que solo ella explica ciertos "hechos". Y hemos descubierto ahora que los "hechos" que se
propone explicar no son, de manera alguna, hechos; pues, si bien es verdad que tenemos un

14
Lenguaje, pág. 64-65.
15
Lenguaje, pág. 94.
16
Lenguaje, pág. 95.
17
Lenguaje, pág. 100.
conocimiento a priori de las proposiciones necesarias, no es cierto, como suponía Kant, que
haya proposiciones necesarias que sean sintéticas. Las proposiciones necesarias son, sin
excepción, proposiciones analíticas, o, en otras palabras, tautológicas. 18

Las proposiciones a priori de la lógica y la matemática pura

Consecuente con lo expuesto anteriormente distingue entre las ciencias formales, que
contienen solamente aserciones analíticas, y ciencias reales o factuales, que, además de las
aserciones analíticas, contienen aserciones sintéticas. Es decir, que las primeras serían meros
entes de razón.

Hoy nos damos cuenta de que los axiomas de una geometría no son más que definiciones, y que
los teoremas de una geometría son tan solo las consecuencias lógicas de esas definiciones. En sí
misma, una geometría no se refiere al espacio físico; de por si no puede decirse que "se refiera"
a nada.19

Por lo cual, estas ciencias formales son verdaderas en cuanto son consistentes.20

De ahí que no tiene sentido preguntar cuáles de las varias geometrías conocidas por nosotros
son falsas y cuáles verdaderas. Mientras estén libres de contradicción, todas ellas son
verdaderas… Pero la proposición que afirma la posibilidad de una aplicación determinada de
una geometría no es por su parte una proposición de dicha geometría. Todo lo que la geometría
misma nos dice es que si algo satisface las definiciones satisfará también, los teoremas. Se trata,
por tanto, de un sistema puramente lógico, y sus proposiciones son proposiciones puramente
analíticas.21

Sus conclusiones son simplemente el desarrollo deductivo a partir de una serie de


axiomas tomados por convención.

Lo que resulta a primera vista misterioso es que estas tautologías sean a veces tan sorprendentes
como para que haya en la matemática y la lógica la posibilidad de invención y descubrimiento.
Como dice Poincaré: "Si todas las proposiciones que enuncian los matemáticos se pueden
derivar unas de otras mediante las reglas de la lógica formal, la matemática se reduciría a una
inmensa tautología''. El silogismo no puede enseñarnos nada esencialmente nuevo, y si todo
procediera del principio de identidad, todo sería deducible de él.22

De manera que toda proposición analítica es una tautológica que no tiene ninguna
relación con la experiencia.

Al decir que la certeza de las proposiciones a priori depende del hecho de que son tautologías,
utilizo el término "tautología": de manera tal que puede llamarse tautología a una proposición si
es analítica; y afirmo que una proposición es analítica si es verdadera únicamente en virtud del

18
Lenguaje, pág. 100.
19
Lenguaje, pág. 100.
20
Cf. Alfonso Pérez de Laborda, ¿Salvar lo real?, Encuentro, Madrid 1983, pág. 101: Hilbert no se preocupa de
la veracidad del análisis tradicional, sino de su consistencia… Se busca, por tanto, que los sistemas de
proposiciones sean internamente consistentes, es decir, que se demuestre que en su seno no hay dos
proposiciones válidas que sean contradictorias entre sí. Cf. Nicola Abbagnano, Dizionario di Filosofia, UTET,
Torino, 19712, pag. 204: CONSISTENZA. In logica, un insieme S di enunciati (un sistema formale) è detto
consistente se e solo se non esiste un enunciato p tale che da S (dal sistema formale) si dimostra sia p sia non-p.
L’insieme S (sistema formale), cioè, è consistente se e solo se è esente da contraddizione.
21
Lenguaje, pág. 101.
22
Lenguaje, pág. 103.
significado de los símbolos que la componen y en consecuencia no puede ser confirmada ni
refutada por ningún hecho de experiencia.24

Aclaremos que esta concepción de las ciencias matemáticas y lógicas no es aceptada


por todos, hay otras Escuelas matemáticas o lógicas que tienen otras concepciones del
fundamento de estas ciencias.

Las proposiciones que conciernen a hechos empíricos

Partiendo de la distinción entre el sentido fuerte y débil de la verificación, señala que


hay ciertas experiencias que son concluyentes para probar la verdad de una proposición.

Otra distinción que tenemos que hacer es la distinción entre el sentido "fuerte" y el sentido
"débil" del término "verificable". Se dice que una proposición es verificable, en el sentido fuerte
del término, si, y solo si, su verdad puede establecerse en forma concluyente mediante la
experiencia.25

Pero esto implica que se tomarían estas proposiciones del mismo modo que se tratan
las formulas metafísicas. Sin embargo, la verdad de estas proposiciones no puede ser
establecida con certeza por medio de una serie finita de observaciones, ya que ninguna
proposición, fuera de las tautologías, tiene posibilidad de ser algo más que una hipótesis
probable. Por lo cual propone la siguiente solución:

Para aclarar más nuestra posición, hemos de formularla de otro modo. Llamemos proposición
experiencial a una proposición que registra una observación real o posible. Podemos decir
entonces que lo que distingue a una proposición fáctica genuina no es el hecho de que debería
ser equivalente a una proposición experiencial, o a un número finito cualquiera de
proposiciones experienciales, sino simplemente que de ella, en conjunción con ciertas otras
premisas, pueden deducirse algunas proposiciones experienciales que no son deducibles de esas
otras premisas por sí solas.26

Sin embargo, Alfred Ayer indica que esta formulación no es correcta, dándonos en la
Introducción, escrita veintitrés años después de la edición primera de este libro, una visión
corregida de estos problemas, teniendo en cuenta las criticas recibidas.

… he llegado a pensar que existe una clase de proposiciones empíricas de las cuales es lícito
decir que pueden verificarse de modo concluyente. Es característico de estas proposiciones, que
he llamado "proposiciones básicas" en otra parte, el hecho de que únicamente se refieren al
contenido de una sola experiencia, y lo que puede decirse que las verifica en forma concluyente
es que se dé la experiencia a la cual se refieren de modo exclusivo.27

Señalando a continuación

Indicando que el proceso de observación, aunque teóricamente puede ser indefinido,


en la práctica, se parte de ciertas observaciones consideradas iniciales, por razones de orden
pragmático.

23
Lenguaje, pág. 104.
24
Lenguaje, pág. 20.
25
Lenguaje, pág. 43.
26
Lenguaje, pág. 46.
27
Lenguaje, pág. 13.
Las proposiciones empíricas son todas sin excepción hipótesis, que pueden ser confirmadas o
disconfirmadas en la experiencia sensible real. Y las proposiciones en las que consignamos las
observaciones que verifican estas hipótesis son a su vez hipótesis sujetas a la prueba de nuevas
experiencias sensibles. Por eso no existen proposiciones definitivas. Cuando nos ponemos a
verificar una hipótesis podemos hacer una observación que nos satisfaga en el momento. Pero
un instante después podemos dudar de si la observación realmente ha tenido lugar, y reclamar
un nuevo proceso de verificación, para asegurarnos. Lógicamente no hay razón alguna para que
este procedimiento no continúe indefinidamente, obteniendo en cada acto de verificación
nuevas hipótesis, que a su vez llevan a una nueva serie de actos de verificación.
En la práctica suponemos que ciertos tipos de observación son fidedignos, y admitimos la
hipótesis de que ha ocurrido sin tomarnos la molestia de embarcarnos en un proceso de
verificación. Pero hacemos esto no por obedecer a necesidad lógica alguna, sino por un motivo
puramente pragmático, cuya naturaleza explicaremos brevemente.29

El principio de verificación

Para demarcar cuales son las proposiciones científicas de las que son metafísicas, o en
otras palabras, cómo distinguir las preposiciones verdaderas o falsas de aquellas que
directamente no tienen sentido, Alfred Ayer propone lo que el llama principio de
verificabilidad.
En primer lugar, distingue entre proposiciones verdaderas, falsas y sinsentido, por
medio del principio de verificabilidad.

Solo necesitamos formular el criterio que nos permita comprobar si una sentencia expresa una
proposición genuina sobre una circunstancia de hecho, y señalar luego que las sentencias en
consideración no alcanzan a satisfacerlo. Esto es lo que haremos acto seguido. Formularemos
en primer lugar el criterio en términos algo vagos, y luego daremos las explicaciones necesarias
para precisarlo.
El criterio que empleamos para poner a prueba la autenticidad de aparentes enunciados sobre
hechos es el criterio de verificabilidad. Decimos que una sentencia tiene significado fáctico para
un sujeto determinado si, y solo si, éste sabe cómo verificar la proposición que aquélla intenta
expresar, es decir, si sabe cuáles son las observaciones que, cumplidas ciertas condiciones, lo
han de conducir a aceptar la proposición como verdadera, o a rechazarla por falsa. Por otro
lado, si la presunta proposición es de tal carácter que suponer su verdad o falsedad es
compatible con cualquier suposición relativa a la naturaleza de la experiencia futura del sujeto,
entonces, por lo que a él atañe, si no es una tautología solo se tratará de una
pseudoproposición.30

Distinguiendo luego entre verificabilidad práctica y verificabilidad en principio.

En primer lugar es necesario trazar una distinción entre verificabilidad práctica y verificabilidad
en principio. Es indudable que todos nosotros entendemos, y en muchos casos creemos,
proposiciones que en realidad no hemos tratado de comprobar. Muchas de ellas son
proposiciones que podríamos verificar si nos tomáramos la suficiente molestia. Pero queda
todavía un cierto número de proposiciones significativas que se refieren a hechos que no
podemos verificar aunque decidamos hacerlo, por la simple razón de que carecemos de los
medios prácticos de situarnos en el lugar donde habría que hacer las observaciones adecuadas. 31

Y párrafos más adelante, entre verificabilidad en sentido "fuerte" y en sentido "débil".

28
Lenguaje, pág. 14.
29
Lenguaje, pág. 115.
30
Lenguaje, pág. 41-42.
31
Lenguaje, pág. 42.
Notemos como la experiencia sensible es la razón por la cual una proposición es
verificable o no, de manera que las hipótesis empíricas son solamente aquellas que se pueden
vincular a experiencias sensibles.

En cuanto a la validez del principio de verificación en la forma en que lo hemos enunciado,


daremos una demostración en este libro. Se demostrará, en efecto, que todas las proposiciones
que tienen contenido fáctico son hipótesis empíricas, y que la función de una hipótesis empírica
es la de proporcionar una regla para anticipar la experiencia. Ello significa que toda hipótesis
empírica debe referirse a alguna experiencia real o posible, de modo que un enunciado sin
relación con experiencia alguna no es una hipótesis empírica y, en consecuencia, carece de
contenido fáctico. Pero esto es precisamente lo que afirma el principio de verificabilidad. 33

En este sentido, Alfred Ayer no encuentra ninguna diferencia entre las leyes científicas
y las máximas de sentido común, a no ser simplemente de grado.

Si alguien piensa que aquí estamos dando por supuestas demasiadas cosas, puede ver el capítulo
sobre "Verdad y probabilidad", en el cual examinamos cómo se determina la validez de las
proposiciones sintéticas. Allí verá que la única clase de justificación necesaria o posible de las
proposiciones empíricas no contradictorias es la verificación empírica. Esto se aplica tanto a las
leyes científicas como a las máximas de sentido común, ya que en realidad no hay diferencias
de género entre ellas. La superioridad de las hipótesis científicas consiste sencillamente en ser
más abstractas, más precisas y más fructíferas. Y aunque los objetos científicos tales como
átomos y electrones parecen ser ficticios en una forma en que no lo son sillas y mesas, también
aquí la diferencia es sólo una diferencia de grado. Porque ambos tipos de objetos son conocidos
únicamente por sus manifestaciones sensibles y se pueden definir en términos de tales
manifestaciones.34

Pero esta evidencia que nos da la experiencia sensible no es absoluta, ella no nos
puede llevar a una afirmación universal y valida para siempre. En esto se ve la esencia del
empirismo: como nuestro conocimiento no puede sobrepasar el conocimiento sensible,
singular y contingente y como el conocimiento inteligible es simplemente una forma
degradada del conocimiento sensible, nunca se podrán alcanzar leyes necesarias y universales
por medio de la experiencia.

Habiendo admitido que somos empiristas, debemos considerar ahora la objeción que
comúnmente se aduce contra todas las formas de empirismo; a saber, la objeción de que es
imposible que los principios empiristas puedan explicar nuestro conocimiento de las verdades
necesarias. Porque, como demostró en forma concluyente Hume, ninguna proposición general
cuya validez esté sujeta a la prueba de la experiencia real puede ser nunca lógicamente cierta.
Por más a menudo que se la verifique en la práctica, siempre subsiste la posibilidad de que sea
refutada en alguna ocasión futura. El hecho de que una ley haya sido comprobada en n-1 casos
no ofrece garantía lógica alguna de que se la haya de comprobar también en el enésimo caso,
aunque n sea tan grande como quiera.35

Acotemos aquí la incoherencia de esta argumentación… Alfred Ayer afirma: “como


demostró en forma concluyente Hume”… Podríamos preguntar: esta demostración en forma
concluyente de Hume ¿significa que “su verdad puede establecerse en forma concluyente
mediante la experiencia”, y por tanto es una demostración sintética? o ¿es analítica…?

32
Lenguaje, pág. 43.
33
Lenguaje, pág. 49.
34
Lenguaje, pág. 58.
35
Lenguaje, pág. 87.
Notemos, sin embargo, que también en esta temática Alfred Ayer realiza una
corrección a su pensamiento, modificándolo y precisándolo de manera más clara en su
Introducción.

En esta Introducción señala cual es la finalidad de este principio de verificación

Se supone que el principio de verificación proporciona un criterio mediante el cual se puede


determinar si una sentencia es literalmente significativa o no. Una manera sencilla de
formularlo sería decir que una sentencia tiene significado literal si, y solo si, la proposición que
expresa es analítica o verificable empíricamente.36

Y más adelante acota que este principio de verificación que desarrolla en el primer
capítulo de su libro no lo considera correcto.

Volviendo ahora al principio de verificación, podemos, para mayor brevedad, aplicarlo


directamente a los enunciados antes que a las sentencias que los expresan, con lo cual podemos
darle una nueva formulación diciendo que un enunciado se considerará literalmente
significativo si, y solo si, es o bien analítico o bien verificable en forma empírica. Pero, ¿cómo
hay que entender en este contexto el término "verificable"? En el primer capítulo de este libro
intento responder a esa pregunta, pero tengo que reconocer que mi contestación no es
enteramente satisfactoria.37

Por lo cual propone una nueva formulación de dicho criterio

Por eso doy allí una segunda versión de mi principio, que volveré a formular ahora en términos
ligeramente diferentes, usando la frase "enunciado observacional", en lugar de "proposición
experiencial", para designar un enunciado "que registra una observación real o posible". En esta
versión, entonces, el principio dice que un enunciado es verificable, y por consiguiente
significativo, si de él, en conjunción con ciertas otras premisas, es posible deducir algún
enunciado observacional que no sea deducible de esas otras premisas solamente. 38
Dando más adelante, luego de responder a una serie de críticas, la formulación
definitiva de este principio de verificación.

Propongo que se diga que un enunciado es directamente verificable si es él mismo un enunciado


de observación, o si es tal que de su conjunción con uno o más enunciados observacionales se
deduzca por lo menos un enunciado observacional que no sea deducible de esas otras premisas
solas; y propongo decir que un enunciado es indirectamente verificable si satisface las
siguientes condiciones: primero, que de su conjunción con ciertas otras premisas se deduzcan
uno o más enunciados directamente verificables que no sean deducibles de esas otras premisas
solas; y, en segundo lugar, que esas otras premisas no incluyan ningún enunciado que no sea
analítico, o verificable directamente, o susceptible de que se lo establezca de modo
independiente como indirectamente verificable. Y ahora puedo reformular el principio de
verificación diciendo que requiere que un enunciado literalmente significativo, no analítico,
debe ser directa o indirectamente verificable, en el sentido precedente. 39

Verdad y probabilidad

Como habíamos señalado, la experiencia sensible no es absoluta, ella no nos puede


llevar a una afirmación universal y valida para siempre, por lo cual Alfred Ayer introduce el

36
Lenguaje, pág. 7-8.
37
Lenguaje, pág. 12.
38
Lenguaje, pág. 14-15.
39
Lenguaje, pág. 16-17.
concepto de probabilidad: una proposición empírica puede tener mayor o menor probabilidad
en la medida que es confirmada o no.

Hemos obtenido ahora la información que nos hacia falta para contestar a nuestra pregunta
original: “¿Con qué criterio ponemos a prueba la validez de una proposición empírica?” La
respuesta es que ponemos a prueba la validez de una hipótesis empírica viendo si ésta llena
realmente la función para la cual está destinada. Y hemos visto que la función de una hipótesis
empírica es la de permitirnos anticipar la experiencia. Por consiguiente, si una observación para
la cual es pertinente una proposición dada concuerda con nuestras expectativas, la verdad de tal
proposición ha quedado confirmada. No puede decirse que se ha probado que la proposición es
absolutamente válida, porque continúa siendo posible que resulta disconfirmada por una
observación futura. Pero puede decirse que su probabilidad ha sido aumentada. Si la
observación es contraria a nuestras expectativas, entonces el status de la proposición queda en
peligro. Podemos mantenerla adoptando o abandonando otras hipótesis; o podemos considerar
que la proposición ha sido refutada. Pero aun si se la rechaza coma consecuencia de una
observación desfavorable, no puede decirse que ha sido invalidada en forma absoluta, porque
siempre es posible que futuras observaciones nos lleven a restablecerla. Solo se puede decir que
su probabilidad ha quedado disminuida.40

Indicando a continuación la naturaleza de esta probabilidad

Es necesario ahora aclarar lo que queremos significar en este contexto con el término
"probabilidad". Al referirnos a la probabilidad de una proposición no nos referimos, como se
supone, a veces, a una propiedad intrínseca suya, y ni siquiera a una relación lógica no
analizable que rija entre ella y otras proposiciones. Hablando de manera general, lo único que
queremos decir al afirmar que una observación aumenta la probabilidad de una proposición es
que aumenta nuestra confianza en la proposición, tomando por medida nuestra voluntad de
confiar en ella, en la práctica, como pronóstico de nuestras sensaciones, y de conservarla, con
preferencia a otras hipótesis, frente a una experiencia desfavorable. De manera similar, decir
que una observación disminuye la probabilidad de una proposición equivale a decir que esta
proposición disminuye nuestra voluntad de incluir dicha proposición en el sistema de hipótesis
aceptadas que nos sirven de guía para el futuro.41

La eliminación de la metafísica

Coherente con todo lo afirmado anteriormente Alfred Ayer llega a lo esencial de su


ideología: su postura antimetafísica.

El fundamento es la imposibilidad de ir más allá del conocimiento que nos da la


experiencia sensible.

Podemos empezar criticando la tesis metafísica de que la filosofía nos proporciona el


conocimiento de una realidad que trasciende el mundo de la ciencia y el sentido común. Más
adelante, cuando lleguemos a definir la metafísica y a dar razón de su existencia, veremos que
es posible ser metafísico sin creer en una realidad trascendente: comprobaremos, en efecto, que
muchas afirmaciones de índole metafísica se deben más a errores lógicos que a un deseo
consciente por parte de sus autores de ir más allá de los límites de la experiencia. 42

Por cierto que partiendo de premisas empíricas no es lícito inferir nada respecto de las
propiedades, o aun la existencia misma, de algo supraempírico.43

40
Lenguaje, pág. 122.
41
Lenguaje, pág. 122-123.
42
Lenguaje, pág. 39.
43
Lenguaje, pág. 40.
Por lo cual todo aquello que afirmamos sobre algo suprasensible, no es simplemente
falso, sino absolutamente sinsentido, algo incoherente, sin ningún significado.

Lo que se requiere es más bien una crítica de la naturaleza de los enunciados que realmente lo
forman. Esta es, precisamente, la línea que seguiremos en nuestra argumentación. Hemos de
sostener que ningún enunciado relativo a una "realidad" que trascienda los límites de toda
posible experiencia sensorial puede tener significado literal alguno; de ello debe inferirse que
todo el trabajo de quienes se han esforzado por describir una realidad semejante no ha logrado
producir otra cosa que sinsentidos.44

La metafísica es por lo tanto una incoherencia total, ya que ni se refiere a


proposiciones analíticas ni a proposiciones sintéticas.

Podemos por lo tanto definir un enunciado metafísico diciendo que es una sentencia que quiere
expresar una proposición genuina, pero que de hecho no expresa ni una tautología ni una
hipótesis empírica. Pero como las tautologías y las hipótesis empíricas componen la totalidad de
la clase de las proposiciones significativas, estamos justificados al concluir que todas las
afirmaciones metafísicas carecen de sentido.45

De esta forma Alfred Ayer desea acabar con lo que el considera una superstición,
dándonos así un criterio de demarcación que nos permite distinguir lo que es científico de lo
que no lo es.

Entre las supersticiones de las que nos hemos liberado gracias al abandono de la metafísica se
encuentra la opinión de que la tarea propia del filósofo consiste en construir un sistema
deductivo. Al rechazar esta concepción no insinuamos, desde luego, que el filósofo pueda
prescindir del razonamiento deductivo. Solo objetamos su derecho a postular ciertos primeros
principios y presentarlos luego junto con sus consecuencias como un cuadro completo de la
realidad. Para desvirtuar esta manera de proceder hay que mostrar únicamente que no existen
primeros principios del tipo que ella requiere.46

La función de la filosofía

Ahora bien, al rechazar el pensamiento metafísico Alfred Ayer no rechaza el


pensamiento filosófico, ya que el mismo considera su doctrina como filosófica.

No necesitamos dar más ejemplos de cómo funciona nuestro criterio de significación, pues
nuestro único propósito es mostrar que la filosofía, en calidad de rama legítima del
conocimiento, tiene que ser distinguida de la metafísica. No nos interesa por el momento la
pregunta, de carácter histórico, acerca de cuánto hay de metafísica en lo que tradicionalmente
se ha considerado filosofía. Más adelante señalaremos, con todo, que la mayoría de los "grandes
filósofos" del pasado no fueron esencialmente metafísicos, con lo cual tranquilizaremos a
quienes, de otro modo, tendrían alguna prevención en adoptar nuestro criterio, por
consideraciones piadosas.47

En este sentido indicará que su reflexión no es científica, ya que sus proposiciones no


son empíricas, sino más bien del orden del lenguaje.

En otras palabras, las proposiciones de la filosofía no son fácticas, sino que tienen carácter
lingüístico; es decir, no describen el comportamiento de objetos físicos, ni aun mentales:

44
Lenguaje, pág. 40.
45
Lenguaje, pág. 49-50.
46
Lenguaje, pág. 55.
47
Lenguaje, pág. 48-49.
expresan definiciones, o las consecuencias formales de definiciones. Por consiguiente, podemos
decir que la filosofía es una rama de la lógica, pues veremos que la característica de una
investigación puramente lógica es que se ocupe de las consecuencias formales de nuestras
definiciones y no de las cuestiones relativas a los hechos empíricos.
De esto se desprende que la filosofía no compite en forma alguna con la ciencia. La diferencia
de género entre las proposiciones filosóficas y las científicas es tal que no es concebible que
puedan contradecirse. Lo cual pone de manifiesto que la posibilidad del análisis filosófico es
independiente de cualquier supuesto empírico. Es aún más obvio que es independiente de
cualquier supuesto metafísico, ya que es absurdo suponer que la formulación de definiciones y
el estudio de sus consecuencias formales implica la afirmación sin sentido de que el mundo está
compuesto de meros particulares, o cualquier otro dogma metafísico.48

Es decir que son proposiciones analíticas, a priori, tautologías, que son verdaderas
únicamente en virtud del significado de los símbolos que la componen. De modo semejante a
las afirmaciones matemáticas o lógicas. Un puro análisis de las expresiones lingüísticas.
Nosotros podríamos aseverar que su filosofía es una filosofía del lenguaje.

La concepción de la filosofía que hemos adoptado puede ser calificada adecuadamente, según
creo, como una forma de empirismo; porque, en efecto, es característico del empirista renunciar
a la metafísica por la razón de que toda proposición fáctica debe referirse a la experiencia
sensible. Y hemos visto que, si bien la concepción de la filosofía como una actividad de análisis
no se encuentra en las teorías tradicionales de los empiristas, se halla implícita en su práctica. 49

El ejemplo más claro de lo que entiende Alfred Ayer por filosofía es justamente esta
obra por él escrita, como la expresa en la conclusión de su Introducción.

Los positivistas de la escuela de Viena solían decir que la filosofía no tiene por función ofrecer
un conjunto especial de proposiciones "filosóficas" sino de esclarecer otras proposiciones, y
esta afirmación, cuando menos, posee el mérito de dejar establecido que la filosofía no es una
fuente de verdad especulativa. Hoy pienso, sin embargo, que es incorrecto decir que no existen
proposiciones filosóficas, ya que las proposiciones expresadas en un libro como éste, sean
verdaderas o falsas, están incluidas ciertamente en una categoría especial; y como constituyen
el tipo de proposiciones que afirman o niegan los filósofos, no veo por qué no se las habría de
llamar filosóficas. Decir que, en algún sentido, son proposiciones relativas al uso de las palabras
creo que es correcto, pero también inadecuado; porque sin duda no todos los enunciados que se
refieren al uso de las palabras son filosóficos. También un lexicógrafo, por ejemplo, procura dar
información sobre el uso de las palabras, pero, como he tratado de señalar, el filósofo difiere de
él porque no se ocupa del uso de expresiones particulares, sino de clases de expresiones; y
mientras las proposiciones del lexicógrafo son empíricas, las proposiciones filosóficas, si son
verdaderas, por lo general son analíticas. Por lo demás, no puedo hallar mejor manera de
explicar mi concepto de la filosofía que remitiéndome a ejemplos; y el contenido de este libro
constituye uno de tales ejemplos.50

Ahora bien, al final de esta exposición de las ideas de Alfred Ayer en este libro, le
podemos hacer esta pregunta, como ya habíamos visto: “¿Ud. ha escrito un libro sobre la
ciencia; entonces su libro es científico o no según aquello que ha escrito sobre la ciencia en su
obra?”.
La respuesta de Alfred Ayer será negativa. Todo lo aquí escrito no tiene asidero
empírico, su obra no es científica. ¿Será un sinsentido? Aparentemente no, ya que él piensa
que su obra es de filosofía cuyas proposiciones son analíticas, es decir, de orden lógico.

48
Lenguaje, pág. 68-69.
49
Lenguaje, pág. 87.
50
Lenguaje, pág. 32-33.
Pero aquí esta la critica más profunda: ¿Por qué debemos pensar que su construcción
lógica es la que se debe adecuar verdaderamente a la realidad empírica de las ciencias y no
otras construcciones lógicas? Usando el mismo ejemplo que él da: de modo análogo como
“los axiomas de una geometría no son más que definiciones, y que los teoremas de una
geometría son tan solo las consecuencias lógicas de esas definiciones. En sí misma, una
geometría no se refiere al espacio físico; de por si no puede decirse que "se refiera" a nada.
Pero podemos usar una geometría para razonar acerca del espacio físico. Es decir, una vez
que hemos dado a los axiomas una interpretación física podemos proceder a aplicar los
teoremas a los objetos que satisfacen los axiomas. Que una geometría pueda aplicarse o no
al mundo físico real es una cuestión empírica que excede el alcance de la geometría misma”,51
así también podríamos decir que su reflexión epistemológica no se refiere a las ciencias
empíricas; de por si no puede decirse que "se refiera" a nada. Que su reflexión
epistemológica pueda aplicarse o no al mundo científico real es una cuestión empírica que
excede el alcance de su propia reflexión.

51
Lenguaje, pág. 100.
2. HANS REICHENBACH.

Hans Reichenbach (1891-1953) estuvo vinculado también al Círculo de Viena, nació


en Hamburgo y estudió ingeniería, matemáticas, física y filosofía. Fue doctor en filosofía en
la Universidad de Erlangen, participó en la primera Guerra Mundial y por instancia de
Einstein fue profesor de filosofía de la física en la Universidad de Berlín, en donde
permaneció hasta 1933, cuando fue despedido por los nazis. Emigrado de Alemania fue
profesor en la Universidad de Estambul y en la Universidad de California.

. Nosotros ahora expondremos sus ideas principales tomadas de su libro: La Filosofía


Científica.52 Para ubicar el contexto de sus ideas presentemos una parte del Prologo de esta
obra donde explica su estructura...

Este libro pretende que hay y ha habido siempre un tratamiento científico de la filosofía, y
quiere mostrar que de esta base ha surgido una filosofía científica que, en la ciencia de nuestro
tiempo, ha hallado los procedimientos para resolver problemas que en épocas anteriores sólo
han sido objeto de conjeturar. Para decirlo en pocas palabras: este libro ha sido escrito con la
intención de demostrar que la filosofía partió de la especulación para llegar a la ciencia.
Una exposición de esta clase es necesariamente crítica cuando analiza las etapas anteriores de la
filosofía. En su primera parte, por lo tanto, este libro trata de las limitaciones de la filosofía
tradicional y se dirige hacia las raíces psicológicas de las que surgió la filosofía especulativa.
Asume de este modo la forma de un ataque contra lo que Francis Bacon ha llamado "los ídolos
del teatro". La fuerza de estos ídolos, de los sistemas filosóficos del pasado, es todavía lo
suficientemente grande para desafiar a la crítica de tres siglos después de la muerte de Bacon.
La segunda parte de la obra adopta la forma de una exposición de la filosofía científica
moderna. Intenta recoger los resultados filosóficos obtenidos mediante el análisis de la ciencia
moderna y el uso de la lógica simbólica.53

Crítica al pensamiento de Emmanuel Kant

Una de las características de los miembros del Círculo de Viena, como habíamos visto
en Alfred Ayer, es la crítica al pensamiento de Kant.
Su exposición sobre Kant es muy respetuosa y fiel al pensamiento de este filósofo.

Fue Immanuel Kant (1724-1804) quien vio que la certeza de naturaleza sintética no puede
derivarse de premisas analíticas, sino que requiere sintéticas de verdad incuestionable. En la
creencia de que tales juicios existen, los llamó juicios sintéticos a priori. La expresión a priori
significa “no derivados de la experiencia”, o “derivados de la razón y necesariamente
verdaderos”. La filosofía de Kant representa el gran esfuerzo por demostrar que hay verdades
sintéticas a priori; e, históricamente hablando, representa la última gran construcción de una
filosofía racionalista.54

Y elogia su forma de pensar.

Si el progreso en la historia de la filosofía consiste en el descubrimiento de problemas de gran


significación, corresponde a Kant un alto puesto por su problema sobre la existencia de lo
sintético a priori. Pero, como otros filósofos, considera que su mérito estriba no en el problema
sino en la respuesta. Incluso formula la cuestión de un modo diferente. Está tan convencido de
la existencia de un sintético a priori que apenas considera necesario preguntarse si existe; por
ello, plantea la cuestión del modo siguiente: ¿cómo es posible el juicio sintético a priori? La
prueba de su existencia, continúa, es suministrada por las matemáticas y la física matemática.
Hay mucho que decir en defensa de la posición de Kant.
52
Hans Reichenbach. La Filosofía Científica. Fondo de Cultura Económica. México 1975. (= La Filosofía).
53
La Filosofía, pág. 7.
54
La Filosofía, pág. 49.
Mostrando la solidez de su argumentación. En este sentido presenta el razonamiento de Kant
desde la perspectiva geométrica, de modo semejante como lo había hecho Alfred Ayer.

El hecho de que considere los axiomas de la geometría como juicios sintéticos a priori
demuestra una profunda penetración en los peculiares problemas de la geometría.55

El problema es el siguiente: la geometría contiene una serie de proposiciones que son


analíticas ya que derivan lógicamente de sus axiomas. Pero estos axiomas, son ¿analíticos o
sintéticos? La respuesta de Kant es clara: deben ser juicios sintéticos a priori.

Kant sabia que lo estricto de la prueba matemática no podía explicar la verdad empírica de los
teoremas geométricos. Las proposiciones geométricas, tales como el teorema sobre la suma de
los ángulos de un triángulo, o el teorema de Pitágoras, se derivan por estricta deduc ción lógica
de los axiomas. Pero estos axiomas mismos no se derivan de la misma manera, y no pueden
derivarse porque toda derivación de conclusiones sintéticas tiene que partir de premisas
sintéticas. La verdad de los axiomas, por lo tanto, debe establecerse por otros medios distintos
de la lógica: deben ser juicios sintéticos a priori.56

Con esto se logra fundamentar la aplicabilidad de la geometría a los problemas físicos.

Una vez que se sabe que los axiomas son verdaderos respecto de los objetos físicos, la
aplicabilidad de los teoremas a estos objetos queda garantizada por la lógica, ya que la verdad
de los axiomas es transferida por la derivación lógica a los teoremas. Y a la inversa, si uno está
convencido de que los teoremas geométricos se aplican a la realidad física, se admite la
creencia en la verdad de los axiomas y, por lo tanto, en un juicio sintético a priori. Aun aquellos
a quienes no les gustaría comprometerse abiertamente a favor de la síntesis a priori indican por
su comportamiento creer en ella: no vacilan en aplicar los resultados de la geometría a las
mediciones prácticas. Este argumento, mantiene Kant, demuestra la existencia de lo sintético a
priori.57

Pero Hans Reichenbach señala el condicionamiento histórico de esta filosofía. Se


apoyaba en la Física de Newton cuya validez fue superada por la Teoría de la Relatividad de
Einstein.

Pero las bases sobre las que Kant levantó su edificio no eran tan firmes como él creía.
Consideraba a la física de Newton como la última etapa en el conocimiento de la naturaleza y la
idealizó hasta convertirla en un sistema filosófico. Al derivar de la razón pura los principios de
la física newtoniana, creyó haber logrado la completa racionalización del conocimiento, haber
alcanzado la meta final que habla escapado a sus antecesores. El título de su obra principal,
Critica de la razón pura, muestra su propósito de hacer de la razón la fuente de un
conocimiento sintético a priori para establecer de este modo como una verdad necesaria, en el
terreno filosófico, las matemáticas y la física de su tiempo.58

En este contexto realiza una reflexión sobre la ciencia y la religión, presentando esta
última como un dogmatismo que coarta la libertad del pensamiento.

De esta manera desecha la filosofía de Kant como algo superado por la ciencia.

En realidad, el sistema filosófico de Kant debe concebirse como una superestructura levantada
sobre los cimientos de una física conformada para un espacio absoluto, un tiempo absoluto y un

55
La Filosofía, pág. 50.
56
La Filosofía, pág. 51.
57
La Filosofía, pág. 51.
58
La Filosofía, pág. 52.
determinismo absoluto de la naturaleza. Este origen explica el éxito y el fracaso del sistema,
explica por qué Kant ha sido considerado por muchos como el más grande filósofo de todos los
tiempos, y por qué su filosofía no tiene nada que decimos a quienes somos testigos de la física
de Einstein y Bohr.60

Y concluye

No es mi deseo ser irreverente con el filósofo de la Ilustración. Pero podemos hacer esta crítica
porque hemos visto a la física pasar a una etapa en la que el marco del conocimiento kantiano
se desbarata. La física de nuestros días no reconoce ya los axiomas de la geometría euclidiana
ni los principios de la causalidad y la sustancia. Sabemos ya que las matemáticas son analíticas
y que todas las aplicaciones que de ellas hacemos a la realidad física, incluyendo la geometría
física, tienen una validez empírica y están sujetas a corrección por experiencias posteriores; en
otras palabras, que no hay síntesis a priori. Pero sólo hoy, cuando la física de Newton y la
geometría de Euclides han sido superadas, hemos llegado a la posesión de este conocimiento.
Es difícil concebir la posibilidad del derrumbamiento de un sistema científico durante su
apogeo; pero es fácil referirse a ese derrumbamiento cuando se ha convertido en realidad. 61

Pero la crítica a Kant no es solamente de orden epistemológico. Hans Reichenbach


apunta a algo mucho más profundo. En nuestros términos acusa a Kant de haber inficionado
su filosofía con problemáticas religiosas. Notemos como la clásica distinción kantiana de
fenómenos y cosas en sí es presentada como presupuesto religioso.

Kant desarrolla una concepción semejante, aun cuando con argumentos menos ingenuos.
Distingue entre cosas de apariencia (fenomena) y cosas en si (noumena). Todo nuestro
conocimiento se halla restringido a cosas de apariencia, porque el conocimiento presenta los
objetos del mundo físico dentro del marco de los principios a priori. Detrás de los objetos de
apariencia, nos dice, deben encontrarse las cosas en sí; esto es, las cosas tal como son antes de
su incorporación a los principios de la geometría, la causalidad, etc. Como Platón, Kant llega a
un mundo trascendental, diferente y superior al mundo que la observación y la ciencia nos
muestran.62

Kant erigió todo su sistema para poder sostener su creencia religiosa.

La razón de por qué Kant necesita de las cosas en si es obvia: lo que él desea es erigir un mundo
donde puedan aplicarse sus principios morales y religiosos. La ciencia, por su determinismo
causal, no había dejado sitio ni a la libertad de los actos humanos ni a un gobierno divino, y ello
constituía para Kant una amenaza contra las bases de la moralidad y la religión. Se abría la
posibilidad de una solución si se limitaba la ciencia a una especie de realidad inferior, liberando
de ese modo a las cosas en sí del determinismo de las cosas en apariencia. La característica
subjetiva de la síntesis a priori de Kant se prestaba a tal interpretación: si las leyes de la causa-
lidad y la geometría son meramente sobre impuestas por la mente humana a una realidad
absoluta, esta realidad en sí misma es libre e independiente para seguir la ley moral en lugar de
la ley causal. Es doloroso ver cómo el filósofo de la física newtoniana lucha por abandonar toda
su física para dejar a salvo su moralidad religiosa. Kant acepta abiertamente que es ésta la
intención de su filosofía. En el prefacio a la segunda edición de su Critica de la razón pura,
dice: "Tuve que poner limites al conocimiento a fin de dejar sitio a la fe."63

De manera que toda su obra no es más que una teología disfrazada.

59
La Filosofía, pág. 53.
60
La Filosofía, pág. 54.
61
La Filosofía, pág. 58.
62
La Filosofía, pág. 74-75.
63
La Filosofía, pág. 75.
Hans Reichenbach, alemán como Kant, muestra un semblante de este sabio que nos
permite entender mejor su filosofía. Pienso en este sentido que la crítica de Hans Reichenbach
esta perfectamente justificada.

¡Qué moralidad tan torcida se muestra en esta intelectualización de las decisiones éticas! Kant
provenía de una familia de la clase media en precarias condiciones de vida: su padre era
carpintero y su madre una devota ardiente de una secta pietista. En un medio social de esta
clase, la confianza en sí mismo y la libre respuesta a la inclinación natural se consideran a
menudo como pecado, y parece que el famoso hijo se sintió feliz y orgulloso de poner en sabios
libros la moralidad que se le infundió durante la infancia.
El éxito que tuvo su filosofía en su país natal y que hizo de él el filósofo del protestantismo y el
prusianismo es un testimonio más del hecho de que se trata de la ética de una cierta clase media
que él codificó en su sistema filosófico. La glorificación del deber representa la ética de una
clase social que sufre de escasez y depende para su subsistencia del trabajo pesado, que no deja
tiempo para el ocio; o la ética de una casta militar que exige la subordinación al mando de un
superior. Ambas condiciones se satisfacían en la Prusia de Kant.65

Crítica al pensamiento de David Hume

Otro pensador que Hans Reichenbach critica es David Hume. Aquí presentaremos su
argumentación acerca del principio de inducción.

En primer lugar señala que la inducción no tiene forma analítica.


La inferencia inductiva no es analítica. Hume deja muy en claro esto al señalar que podemos
perfectamente imaginar lo contrario a la conclusión inductiva. Por ejemplo, aun cuando todos
los cuervos observados hasta cierto momento fueran negros, podemos imaginar que el próximo
cuervo que veamos será blanco. No creemos que sea blanco, ya que estamos a favor de la
inferencia inductiva. Pero tal creencia es superflua si se considera sólo posibilidades: podemos
imaginarnos que la conclusión es falsa sin vernos obligados a abandonar la premisa. La
conclusión falsa en combinación con una premisa verdadera demuestra que la inferencia
inductiva no lleva consigo una necesidad lógica. El carácter no analítico de la inducción es la
primera tesis de Hume.66

Tampoco el principio de inducción es sintético: implicaría caer en una petición de principio

Con lo cual se llega a un dilema que el empirismo clásico no pudo resolver.

Ése es el dilema del empirista: o es un empirista radical y no admite más resultados que los
juicios analíticos o juicios derivados de la experiencia, y luego no podrá hacer inducciones y
debe renunciar a todo juicio acerca del futuro; o admite la inferencia inductiva, y con ello ha
admitido un principio no analítico que no es derivable de la experiencia y ha abandonado el
empirismo.68

La respuesta de Hume es acudir a una explicación de orden sicológica, la inducción es


un hábito de nuestra mente.

Y, sin embargo, aun cuando Hume expone su resultado con plena franqueza y se llama a sí
mismo un escéptico, no está dispuesto a aceptar la tragedia de su conclusión. Trata de suavizar
su resultado llamando a la creencia en la inducción un hábito; y al leer a Hume uno tiene la
impresión de que esta actitud satisface sus dudas, de que le satisfacía el encontrar una

64
La Filosofía, pág. 74-75.
65
La Filosofía, pág. 71.
66
La Filosofía, pág. 97.
explicación psicológica de su fe inductiva. Hume no era un radical, sino un conservador ingles;
el radicalismo de su inteligencia no estaba en conformidad con un radicalismo de sus actitudes
volitivas, y por esta razón nos encontramos ante el extraño caso de un filósofo que retira, con
una amistosa sonrisa, el cargo decisivo que había lanzado contra la filosofía del empirismo.69
Esta problemática es resuelta por el empirismo contemporáneo del Círculo de Viena,
partiendo de otros presupuestos.

La concepción moderna del empirismo ha reconocido el error. Como los juicios sobre el futuro
no pueden justificarse si se considera que pertenecen a la misma clase que los juicios sobre el
pasado y el presente, deducimos que debe darse una diferente interpretación a los juicios sobre
el futuro. El conocimiento del futuro debe interpretarse como esencialmente diferente del
conocimiento del pasado. Al adoptar esta actitud, la cuestión se invierte; en lugar de suponer la
naturaleza del conocimiento del futuro como algo dado, para preguntamos después cómo
podemos tener un conocimiento del futuro, nos preguntamos cuál debe ser la naturaleza del
conocimiento del futuro para que los juicios sobre éste puedan justificarse.70

Usando el concepto de probabilidad.

Aun cuando el análisis lógico de la probabilidad es un requisito necesario para la aclaración del
conocimiento predictivo, es indispensable un cambio más radical de la interpretación filosófica
antes de poder dar la última respuesta a los enigmas del empirismo. Sabemos ahora que ni
siquiera puede probarse que el conocimiento predictivo sea probable, y que la idea del
conocimiento probable está sujeta a una crítica semejante a la presentada por Hume con
respecto al conocimiento que pretende poseer la certeza. El problema del conocimiento
predictivo, por lo, tanto, requiere una reinterpretación de la naturaleza del conocimiento. Y no
fue posible desarrollar esta nueva concepción del conocimiento dentro del marco de la física
newtoniana. La solución del problema de la inducción tenía que esperar la nueva interpretación
del conocimiento que habría de derivarse de la física del siglo XX.71

Las leyes de la naturaleza

Otra problemática que presenta es Hans Reichenbach es sobre las leyes de la


naturaleza. En primer lugar presenta la posición determinista, donde el cálculo de
probabilidad solamente indica la ignorancia del hombre sobre todas las causas que actúan
sobre un fenómeno.

La discusión del problema condujo a dos concepciones opuestas. Según la primera, el uso de las
leyes estadísticas no es más que una expresión de ignorancia: si el físico pudiera observar y
calcular el movimiento individual de cada molécula, no tendría que acudir a leyes estadísticas y
podría dar una explicación estrictamente causal de los procesos termodinámicos. El
superhombre de Laplace podría hacer esto; él podría prever la trayectoria de cada molécula
como el camino de las estrellas y no tendría necesidad de ninguna ley estadística. Esta
concepción no abandona la idea de una causalidad estricta; simplemente considera la causalidad
como algo inaccesible al conocimiento humano, que debido a su imperfección tiene que acudir
a las leyes de la probabilidad.72

Y la posición indeterminista donde la probabilidad es algo inherente a la realidad


física.

67
La Filosofía, pág. 98-99.
68
La Filosofía, pág. 99.
69
La Filosofía, pág. 99-100.
70
La Filosofía, pág. 102.
71
La Filosofía, pág. 104-105.
72
La Filosofía, pág. 171.
Esta última concepción es la que sostiene Hans Reichenbach apoyándose en los
descubrimientos de la física quántica.

Por las investigaciones de la mecánica cuántica moderna sabemos que los acontecimientos ató-
micos individuales no se prestan a una interpretación causal y se hallan regidos meramente por
leyes de probabilidad. Este resultado, formulado en el famoso principio de indeterminación de
Heisenberg, constituye la prueba de que la segunda concepción es la correcta, de que la idea de
una causalidad estricta debe abandonarse, y de que las leyes de la probabilidad pasan a tomar el
lugar que alguna vez ocupó la ley de la causalidad.74

Y proponiendo así la formulación lógica del principio de causalidad.

Si se recuerda el análisis lógico de la causalidad, en la forma en que se realizó al principio del


presente capitulo, este resultado aparecerá como una extensión natural de los antiguos puntos de
vista. La causalidad debía formularse como una relación de la clase si-entonces siempre. Las
leyes de la probabilidad son leyes que tienen excepciones, pero excepciones que representan un
porcentaje regular de casos. La ley de la probabilidad es una relación de la clase si-entonces en,
un cierto porcentaje. La lógica moderna ofrece los medios para tratar con una relación de esta
clase, a la que, para distinguirla de la implicación de la lógica ordinaria, se llama implicación de
probabilidad. La estructura causal del mundo físico es sustituida por una estructura de
probabilidad, y la comprensión del mundo físico presupone la elaboración de una teoría de la
probabilidad.75

La evolución

Hans Reichenbach en este libro: La Filosofía Científica desarrolla otros temas (por
ejemplo: ¿Existen los átomos?, etc.) que no he mostrado en razón de que no eran esenciales a
nuestra exposición. Sin embargo, creo necesario exponer este tema de la evolución, de modo
abreviado, ya que más adelante veremos su importancia en orden a la epistemología.

Comienza señalando que Aristóteles tenía una concepción teleología (causa final) de la
realidad del mismo orden que la causalidad (causa eficiente).

A esta determinación en función del futuro se la llama teleología. En su concepción de una


causa final, Aristóteles ha asignado a la teleología, o finalidad, un lugar paralelo al de la
causalidad en la descripción del mundo físico. Desde los tiempos de Aristóteles el científico se
ha enfrentado a la doble naturaleza del mundo físico: en tanto que la naturaleza inorgánica
aparecía regida por las leyes de causa y efecto, la naturaleza orgánica parecía estar controlada
por la ley de la finalidad y el medio. Por lo tanto, se asigna a la finalidad la función de para lelo
lógico de la causalidad; una parece tan fundamental como la otra; y al físico, que piensa sobre
la naturaleza en función de la causa y el efecto solamente, se le considera como víctima de la
falacia de la preocupación vocacional, que ciega al hombre a las exigencias de la investigación
fuera de su estrecho campo de acción.76

Ahora bien, estos dos ordenes: teleología (causa final) y causalidad (causa eficiente)
para Hans Reichenbach son incompatibles.

73
La Filosofía, pág. 171-172.
74
La Filosofía, pág. 172-173.
75
La Filosofía, pág. 172-173.
76
La Filosofía, pág. 201.
Adhiriéndose al aspecto no sólo científico de la teoría de Darwin, sino sobretodo
filosófico de esta teoría al explicar le evolución de los vivientes por la sola causa eficiente.

El gran descubrimiento de Charles Darwin consistió en ver que la aparente teleología de los
organismos vivos puede explicarse de modo semejante por una combinación de casualidad y
selección. Como casi todas las grandes ideas, el principio de la selección de Darwin había sido
entrevisto en los tiempos antiguos. El filósofo griego Empédocles expuso la fantástica teoría de
que los seres vivos salen de la tierra en forma de fragmentos; miembros, cabezas y cuerpos,
moviéndose de un lado a otro, se unieron por casualidad formando extrañas combinaciones, y
sólo las más aptas sobrevivieron. Pero una buena idea expuesta dentro de un marco teórico
insuficiente pierde su poder explicativo y es olvidada hasta que se la redescubre y se inserta en
una teoría concluyente. El principio darwiniano, de la selección natural y de la supervivencia
del más apto fue elaborado por medio de la investigación científica y presentado en el marco de
una acabada teoría de la evolución. Por esta razón el nombre de "darwinismo" ha pasado a
denotar la concepción de una evolución por medio de la selección natural.78

Es aquí donde la más grande contribución de Darwin interviene: Darwin advirtió que el
progreso de la evolución podía ser explicado en función de la causalidad exclusivamente, sin
requerir ninguna concepción teleológica.79

De manera que por las leyes de la probabilidad se puede explicar el origen de los
diversos seres vivos.

Esta explicación se basa en la demostración experimental de las mutaciones, esto es, de los
cambios en la sustancia hereditaria de los individuos. Tales mutaciones pueden producirse
artificialmente por rayos X o por medio del calor. En la naturaleza se deben a causas fortuitas y
no obedecen a ninguna adaptación del individuo a sus condiciones de vida. Muchas de estas
mutaciones fortuitas son inútiles; pero si ocurren mutaciones útiles, dotan a los individuos de
mejores capacidades para sobrevivir. Una vez demostrada la existencia de mutaciones como
resultado de causas fortuitas, se deja el resto a las leyes de la probabilidad que, por muy lentas
que sean en su actuar, producen eventualmente formas de vida cada vez más elevadas. 80

Pero la evolución no sólo se aplica a los seres vivos, sino también a todo el universo,
tema que desarrollará de manera amplia en el resto del capítulo.

La evolución de la vida no es sino el último capítulo de una historia mayor, la historia de la


evolución del universo.81

La lógica moderna

Para el Círculo de Viena el influjo de G. Frege, G. Peano, A. Whitehead, B Russell,


etc. fue muy importante. Veamos como Hans Reichenbach presenta esta influencia en su
pensamiento.

No es superfluo aclarar que esta concepción de reducir las matemáticas a la lógica no


es muy discutida y no es aceptada por todas las Escuelas de matemáticas. En este sentido
considera que la lógica aristotélica es anticuada y superada.

77
La Filosofía, pág. 202.
78
La Filosofía, pág. 205.
79
La Filosofía, pág. 208.
80
La Filosofía, pág. 209.
81
La Filosofía, pág. 211.
La lógica simbólica se utilizó ampliamente en la elaboración de una nueva disciplina
matemática erigida en el siglo XIX: la teoría de los conjuntos. La palabra "con junto" tiene el
mismo significado que la palabra "clase" explicada antes respecto de la lógica aristotélica. Pero;
¡cuán diferente es la teoría de las clases desarrollada por los matemáticos del siglo XIX del
cálculo de clases de la lógica aristotélica! Es inexplicable por qué los textos usuales de lógica
todavía están llenos de lógica aristotélica en una era que se diferencia tanto de la de Aristóteles
como el ferrocarril de la carreta de bueyes.83

Sin embargo, debe reconocer el fracaso del programa de Frege por las dificultades a
las que arriba.84 En este sentido el Teorema de Gödel señalaría los límites de toda esta
formalización.85

82
La Filosofía, pág. 230.
83
La Filosofía, pág. 232-233.
84
Alfonso Pérez de Laborda, ¿Salvar lo real?, Encuentro, Madrid 1983, pág. 98-99: Desde 1884, en que Frege
publico su Die Grundlagen der Arithmetik, hasta 1903, en que publicó el segundo volumen de Die Grundgesetze
der Arithmetik, podía pensarse que el programa logicista se iba cumpliendo, conforme avanzaba el cálculo
lógico; pero, mientras el segundo volumen de su nuevo libro estaba en prensa, recibió Frege una carta de
Bertrand Russell en la que le anunciaba su descubrimiento de una paradoja, «con ello, el programa logicista se
venía abajo». Estas son las largas y apenadas palabras de Frege en el prefacio de su nuevo libro: «Nada más
descorazonador podría acontecerle a un autor científico que ver resquebrajarse uno de los pilares de su edificio
tras haber dado la tarea por concluida. Esta es la situación en que me ha colocado una carta del Sr. Bertrand
Russell, recibida cuando la impresión de este volumen tocaba a su fin. Se trata de una cuestión relativa a mi
Axioma (V). Por lo que a mí respecta, nunca me he ocultado a mí mismo que estaba lejos de resultar tan evidente
como los restantes axiomas y como, en rigor, cabría exigir a una ley lógica. Y así es como he cuidado de llamar
la atención sobre este punto débil en el Prefacio al volumen I. En realidad, habría prescindido gustosamente de
ese pilar si supiese de un modo de sustituirlo por algún otro. Pero lo cierto es que todavía ahora no sé cómo
podría la aritmética ser científicamente fundamentada, cómo podrían los números ser aprehendidos como objetos
lógicos sometidos a nuestra consideración, a menos que se nos permita —siquiera sea a título condicional—
pasar de un concepto a su extensión. ¿Nos será invariablemente dado hablar de la extensión de un concepto, esto
es, de una clase? ¿Cabrá siempre inferir del hecho de que un concepto incluido bajo el primero se ha de incluir
también bajo el segundo? Estas son las preguntas que plantea la comunicación del Sr. Russell. Solatium miseris,
socios habuisse dolorum. También a mí me queda ese consuelo, si así puede llamársele; pues quienquiera que
haya hecho uso en sus demostraciones de extensiones de conceptos, clases o conjuntos se hallará en la misma
situación que yo. Lo que aquí está en cuestión no es precisamente mi modo particular de fundamentar la
aritmética, sino la misma posibilidad de que esta última tenga algún fundamento lógico. Pero vayamos ya con la
dificultad. El Sr. Russell ha descubierto una contradicción que podría formularse en los términos que siguen. A
nadie se le ocurriría afirmar de la clase de los hombres que dicha clase sea un hombre. Tenemos aquí, pues, una
clase que no se pertenece a sí misma. En líneas generales, digo que algo pertenece a una clase cuando se incluye
bajo el concepto cuya extensión es esa clase. Fijémonos ahora en el concepto: clase que no se pertenece a sí
misma. La extensión de este concepto (si cabe hablar de su extensión) será, según lo dicho, la clase de las clases
que no se pertenecen a sí mismas. Llamémosla, para abreviar, la clase K. Y preguntémonos ahora si la clase K se
pertenece a sí misma. Supongamos, en primer lugar, que lo hace así. Si algo pertenece a una clase, ha de hallarse
incluido bajo el concepto cuya extensión es esa clase. De modo que, si nuestra clase se pertenece a sí misma, se
tratará de una clase que no se pertenece a sí misma. Nuestra primera suposición conduce, pues, a una
contradicción. Supongamos a continuación, en segundo lugar, que nuestra clase K no se pertenece a sí misma; en
este caso, se hallará incluida bajo el concepto cuya extensión es ella misma y, por lo tanto, se tratará de una clase
que se pertenece a sí misma. De nuevo aquí nos vemos abocados a una contradicción».
85
Al comienzo de la década de los treinta se pensaba que la matemática clásica había sido ya convenientemente
formalizada mediante el sistema formal que Whitehead y Russell habían construido en los Principia
Mathematica; parecía quedar únicamente el segundo requisito, el de probar su consistencia, para lo que debía
comenzarse por lo más fácil, la aritmética. Así lo explica Mosterín: «El año 1931 se publicó el artículo más
famoso de Gödel y quizá de la historia entera de la lógica. Sus resultados mostraban la imposibilidad de llevar a
cabo el programa de Hilbert. En primer lugar, Gödel probaba que todos los sistemas formales de la matemática
clásica (incluidos el de Principia Mathematica, la aritmética formal de Peano, la teoría axiomática de conjuntos,
etcétera, y, en general, cualquier sistema formal que cumpliese ciertas condiciones de aceptabilidad) son
incompletos, es decir, que para cada uno de ellos puede efectivamente construirse una sentencia indecidible (tal
que ni ella ni su negación es deducible). Además; esta incompletud no tiene remedio. Por muchos axiomas que
añadamos, los sistemas formales siguen siendo incompletos. En segundo lugar, Gödel demostraba que es
Pero la lógica simbólica no siempre ha llevado al lógico al éxito. También lo ha hecho
desembocar en dificultades, que fueron descubiertas por Russell y formuladas en las antinomias
de la teoría de las clases. Un ejemplo tal vez pueda ilustrar el problema.
Cuando consideramos una propiedad, podemos preguntar si esta propiedad tiene ella misma la
misma propiedad. En general, éste no será el caso. Así, la propiedad rojo no es roja. Una cosa
distinta pasa con otras propiedades; por ejemplo, la propiedad imaginable es imaginable, la
propiedad determinada es determinada, y la propiedad vieja es vieja, ya que existió sin duda aun
en los tiempos prehistóricos. Usemos el nombre de predicable para las propiedades de la
segunda clase; a las otras llamémoslas entonces no-predicables. Tenemos aquí una clasificación
completa: toda propiedad debe ser predicable o no-predicable. ¿Dónde, pues, debemos
clasificar la propiedad no-predicable?
Supongamos que no-predicable es predicable; tiene entonces la propiedad que representa, como
imaginable y, por lo tanto, no-predicable es no-predicable. Ahora supongamos que
no-predicable es no-predicable. Según nuestra suposición, no-predicable no posee la propiedad
que representa; en consecuencia no-predicable es predicable. Dondequiera que clasifiquemos la
propiedad no-predicable, llegamos a una contradicción.86

Hans Reichenbach intenta superar las contradicciones que se han planteado con el
recurso que hace la lingüística de distinguir entre lenguaje y metalenguaje.

El estudio de las antinomias y la teoría de los tipos ha conducido a una distinción de gran
importancia: la distinción entre lenguaje y metalenguaje. (El nombre se deriva de la palabra
griega "meta" que significa "más allá".) En tanto que el lenguaje ordinario habla de objetos, el
metalenguaje habla del lenguaje; es metalenguaje, por lo tanto, lo que usamos cuando
construimos una teoría del lenguaje. Términos tales como "palabra", "oración" etcétera, son
términos del metalenguaje. Una forma frecuente de expresar la transición al metalenguaje es el
uso de comillas; cuando hablamos de la palabra "Pedro" la ponemos entre comillas y de ese
modo indicamos que no hablamos del hombre. Por ejemplo, "Pedro" tiene cinco letras, mientras
que Pedro juega béisbol. Si se mezclan dos lenguajes, pueden construirse ciertas antinomias y,
por lo tanto, es necesaria como un requisito de la lógica la distinción de niveles del lenguaje. La
oración "lo que digo en este momento es falso" conduce a contradicciones, porque si es
verdadera, es falsa, y si es falsa, es verdadera. Esta oración debe considerarse como carente de
sentido porque habla de si misma y viola la distinción de niveles de lenguaje.87

Por último, presenta un aspecto de la lógica moderna, que es muy importante a su


pensamiento, el tema de la lógica multivalente, donde no hay solamente dos valores de
verdad: verdad y falsedad, sino una escala continua de probabilidades que van de 0 a 1.

Además de su uso en las matemáticas, la lógica simbólica ha adquirido significación para otras
ciencias. Cuando los físicos descubrieron que la mecánica cuántica conduce a ciertos juicios de
los que no puede comprobarse que sean falsos o verdaderos, fue posible incorporar tales
enunciados a la lógica trivalente, esto es, a una lógica que acepta la categoría de lo
indeterminado entre los dos valores de la verdad, verdadero y falso. La estructura de semejante
lógica habla sido elaborada por los métodos de la lógica simbólica aun antes de que alguien
pensara en su aplicación a la física. De un modo semejante, se han desarrollado otras formas de
lógica multivalente. Una de ellas, usada para la interpretación de enunciados de probabilidad,
sustituye los dos valores de verdad, verdad y falsedad, por una escala continua de
probabilidades que van de 0 a 1.88

imposible probar la consistencia de un sistema formal (que cumpla ciertas mínimas condiciones de
aceptabilidad) de la matemática clásica, incluso utilizando todos los recursos y razonamientos incorporados en el
sistema, es decir, que es imposible demostrar la consistencia de un sistema formal dentro del mismo.
Naturalmente, sigue siendo posible probar su consistencia desde una teoría más potente que el propio sistema
formal, pero eso sería de dudosa utilidad».
86
La Filosofía, pág. 233.
87
La Filosofía, pág. 235.
88
La Filosofía, pág. 236.
El conocimiento de predicción

En este capitulo XIV de este libro La Filosofía Científica, Hans Reichenbach presenta
el núcleo más esencial de su pensamiento. La relación de la lógica simbólica con la realidad
empírica, que el denominará lógica inductiva. En otros términos: los métodos inductivos.

La lógica simbólica a que nos hemos referido en el capítulo anterior es una lógica deductiva;
trata sólo de las operaciones del pensamiento caracterizadas por la necesidad lógica. Aun
cuando la ciencia empírica hace un extenso uso de las operaciones deductivas, requiere también
de una segunda forma de lógica, a la que, debido al uso que hace de las operaciones inductivas,
se denomina lógica inductiva.89

La naturaleza de esta lógica inductiva es la siguiente.

Lo que distingue a la inferencia inductiva de la deductiva es el hecho de que la primera no es


vacía, sino que conduce a conclusiones no contenidas en las premisas. La conclusión de que
todos los cuervos son negros no se halla lógicamente contenida en la premisa de que todos los
cuervos que se han visto hasta este momento son negros; la conclusión puede ser falsa aun
cuando la premisa sea verdadera. La inducción es el instrumento de un método científico que
pretende descubrir algo nuevo, algo más allá de un resumen de observaciones anteriores; la
inferencia inductiva es el instrumento del conocimiento predictivo. 90

Notemos en este texto, el ejemplo de los cuervos negros, que aparecerá también en
otros autores, especialmente en Karl Popper, sostenedor del método hipotético-deductivo. En
este sentido crítica este método, ya que las teoría deben partir de los datos de la experiencia y
no al revés.

El método hipotético-deductivo, o inducción explicativa, ha sido muy discutido por los


filósofos y los científicos, pero su naturaleza lógica no ha sido entendida bien con frecuencia.
Como la inferencia de la teoría a los hechos de observación se realiza generalmente por
métodos matemáticos, algunos filósofos creen que el establecimiento de teorías puede
explicarse en términos de lógica deductiva. Esta noción es insostenible, porque no es la
inferencia de la teoría a los hechos, sino inversamente, la inferencia de los hechos a la teoría
sobre lo que se basa la aceptación de la teoría; y esta inferencia no es deductiva, sino inductiva.
Lo que se da son los datos de la observación, que constituyen el conocimiento establecido en
función del cual se habrá de validar la teoría.91

Señalando la manera como el científico realiza su investigación, donde lo importante


no es como el investigador ha descubierto su teoría, sino el modo como la justifica.

Por eso propone una distinción muy importante en epistemología: el contexto de


descubrimiento y el contexto de justificación.

La interpretación mística del método hipotético-deductivo como un conjeturar irracional surge


de una confusión del contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. El acto del
descubrimiento escapa al análisis lógico; no existen reglas lógicas según las cuales pudiera
construirse una "máquina descubridora" que asumiera la función creadora del genio. Pero la
tarea del lógico no es explicar los descubrimientos científicos; todo lo que puede hacer es
analizar la relación que existe entre los hechos dados y una teoría que se le presente con la
89
La Filosofía, pág. 238.
90
La Filosofía, pág. 238.
91
La Filosofía, pág. 239.
pretensión de que explica estos hechos. En otras palabras, a la lógica sólo le importa el contexto
de justificación. Y es la justificación de una teoría en función de los datos de la observación lo
que constituye la materia de la teoría de la inducción.93

Pero esto no quiere decir que las teorías son verdaderas, son a lo sumo probables, ya
que el empirismo no permite ir más de la experiencia sensible.

El estudio de la inferencia inductiva pertenece a la teoría de la probabilidad, ya que los hechos


de observación pueden hacer a una teoría sólo probable pero nunca absolutamente cierta.94

Es más unos mismos hechos podrán ser explicados por más de una teoría, las cuales
tendrán distintos grados de probabilidad.

Un conjunto de hechos de observación siempre se ajustará a más de una teoría; en otras


palabras, existen varias teorías de las cuales pueden derivarse estos hechos. La inferencia
inductiva se usa para otorgar a cada una de estas teorías un grado de probabilidad, y luego se
acepta la teoría más probable. Por lo tanto, para poder diferenciar entre estas teorías es evidente
que debe conocerse más que la relación deductiva de los hechos, que rige para cada uno de
ellos.95

Por esto la teoría de probabilidad es esencial para el Círculo de Viena, sobre todo en
cuanto su relación con los hechos empíricos.

Si queremos entender la naturaleza de la inferencia por confirmación, tenemos que estudiar la


teoría de la probabilidad. Esta disciplina matemática ha elaborado métodos sobre el problema
general de la evidencia indirecta, de la cual la inferencia que hace válidas las teorías científicas
es sólo un caso especial.96

Las mismas consideraciones pueden aplicarse a la discusión de la probabilidad de las teorías


científicas, que deben seleccionarse también entre varias explicaciones posibles de datos
observados. Se realiza la selección por el uso del cuerpo general de conocimiento, ante el cual
unas explicaciones son más probables que otras. La probabilidad final, por lo tanto, es el
producto de una combinación de varias probabilidades. El cálculo de probabilidades brinda una
fórmula adecuada de esta clase en la regla de Bayes, fórmula que se aplica tanto a los proble -
mas estadísticos como a las inferencias del detective o a la inferencia por confirmación. 97

Por estas razones, el estudio de la lógica inductiva conduce a la teoría de la probabilidad. Las
premisas de la conclusión inductiva convierten a ésta en probable, no en cierta; debe concebirse
la inferencia inductiva como una operación que pertenece al terreno del cálculo de
probabilidades. En combinación con la evolución que transformó las leyes causales en leyes
probabilísticas, estas consideraciones pondrán en claro por qué el análisis de la probabilidad es
de importancia tan fundamental para la comprensión de la ciencia moderna. La teoría de la
probabilidad suministra el instrumento del conocimiento predictivo y a la vez proporciona la
forma de las leyes de la naturaleza; su materia de estudio constituye la médula misma del
método científico.98

Ahora bien, esto plantea consecuentemente el fundamento de la teoría de la


probabilidad. En este sentido podemos encontrar dos interpretaciones sobre el fundamento de

92
La Filosofía, pág. 239.
93
La Filosofía, pág. 240.
94
La Filosofía, pág. 240.
95
La Filosofía, pág. 241.
96
La Filosofía, pág. 241.
97
La Filosofía, pág. 242.
98
La Filosofía, pág. 242.
la teoría de la probabilidad. Una es la interpretación subjetivista, que Hans Reichenbach llama
racionalista.

Para el racionalista, un grado de probabilidad es el producto de la razón en ausencia de razones.


Si echo al aire una moneda ¿caerá cara o caerá cruz? No sé, no tengo razón para creer en una
posibilidad más que en la otra; por lo tanto, considero las dos posibilidades como igualmente
La probables y adjudico a cada una la probabilidad de un medio. La ausencia de razones se toma
otra
como razón para adoptar una igualdad de probabilidades; tal es el principio de una
interpretación racionalista de la probabilidad. Este principio, conocido bajo el nombre de
principio de indiferencia, o de no razón contraria, es considerado por el racionalista como un
postulado de la lógica. Le parece evidente por sí mismo, como los principios lógicos.
La dificultad en esta interpretación de la probabilidad radica en que abandona el carácter
analítico de la lógica introduciendo un sintético a priori.
interpretación es la objetiva, que corresponde a la filosofía empirista.

La filosofía empirista de la probabilidad se basa en la interpretación de frecuencia. Los


enunciados de probabilidad expresan frecuencias relativas de acontecimientos repetidos, es
decir, frecuencias calculadas como porcentaje del total. Se derivan de frecuencias observadas en
el pasado e incluyen el supuesto de que las mismas frecuencias serán aproximadamente válidas
para el futuro. Se elaboran por una inferencia inductiva. Si consideramos de un medio la
probabilidad de que una moneda caiga en cara al ser echada, queremos decir con ello que, al
tirar repetidamente la moneda, caerá en cara en un 50% de los casos. En esta interpretación se
explican fácilmente las reglas de apuesta; decir que una apuesta mitad a mitad es una apuesta
razonable, quiere decir que la aplicación de esta regla a la larga dará iguales ganancias a los dos
contendientes.99

En esta interpretación es importante la noción de supuesto.

Supongamos que alguien echa un dado y se nos pide que digamos si la cara "seis" caerá o no.
Preferiremos predecir que no saldrá el "seis". ¿Por qué? No lo sabemos de seguro; pero tenemos
una mayor probabilidad, digamos de 5/6, por el "no seis" que por el "seis". No podemos
pretender que nuestra predicción deberá resultar cierta; pero resulta más ventajoso hacer esta
predicción que la contraria, porque en el mayor número de los casos sucederá como decimos.
He llamado a un enunciado de esta clase un supuesto. Un supuesto es un enunciado que
consideramos como verdadero aun cuando no sabemos si lo es o no. Tratamos de escoger
nuestros supuestos de tal modo que sean verdaderos lo más frecuentemente posible. El grado de
probabilidad suministra una valoración del supuesto; nos indica el grado de ventaja en el uso
del supuesto.100

Enunciado que no sabemos si es verdadero, pero que tomamos por verdadero por la
mayor probabilidad que tienen en ser verdaderos.

Aun cuando todos estos enunciados sobre lo que pasará sólo se expresan como probables, los
tomamos como verdaderos y obramos en consecuencia; esto es, los usamos como supuestos.
El concepto de supuesto es la clave para la comprensión del conocimiento predictivo. No puede
expresarse un enunciado sobre el porvenir con la pretensión de que es verdadero; siempre
podemos imaginamos que lo contrario ocurrirá, y nada nos asegura que la experiencia futura no
nos presente como real lo que hoy es imaginación.101

Un enunciado predictivo es un supuesto; en lugar de conocer su verdad sólo conocemos su


valoración, que se mide en términos de su probabilidad.102

Esta noción de supuesto es capital para resolver el problema de la inducción.


99
La Filosofía, pág. 245.
100
La Filosofía, pág. 236.
101
La Filosofía, pág. 250.
102
La Filosofía, pág. 250.
La interpretación de los juicios predictivos como supuestos resuelve el último problema restante
para una concepción empirista del conocimiento: el problema de la inducción. El empirismo se
vino abajo con la crítica de Hume sobre la inducción, porque no se había liberado de un
postulado racionalista fundamental, el postulado de que todo conocimiento debe ser
demostrablemente verdadero. Para esta concepción el método inductivo no se justifica, ya que
no hay prueba de que conducirá a conclusiones verdaderas. Sucede una cosa diferente cuando
se considera la conclusión predictiva como un supuesto. En esta interpretación no necesita una
demostración de que es verdadero; todo lo que puede pedirse es una prueba de que es un buen
supuesto, o aun de que es el mejor supuesto disponible. Esta prueba puede darse, y así el
problema inductivo puede ser resuelto.103

Hans Reichenbach señala que el cálculo de probabilidades tiene carácter analítico


excepto en el momento que se determina el grado de probabilidad que se utiliza el método
empirista de frecuencia relativas.

El cálculo de probabilidades ha sido construido en forma axiomática, comparable a la geometría


de Euclides; esta construcción demuestra que todos los axiomas de la probabilidad son teoremas
puramente matemáticos y por lo tanto juicios analíticos. El único punto donde interviene un
principio no analítico es en la determinación de un grado de probabilidad por medio de una
inferencia inductiva. Encontramos una cierta frecuencia relativa para una serie de
acontecimientos observados y suponemos que la misma frecuencia valdrá aproximadamente en
una ampliación de la serie. Ése es el único principio sintético sobre el cual se basa la aplicación
del cálculo de probabilidades.104

Más adelante presenta de nuevo la ilustración de los cisnes blancos y negros, cuya
importancia ya hemos señalado.

Quisiera ilustrar cómo pueden combinarse las inducciones enumerativas formando una red. Por
siglos los europeos habían conocido sólo cisnes blancos e infirieron que todos los cisnes del
mundo eran blancos. Un día se descubrieron cisnes negros en Australia; de modo que la
inferencia inductiva condujo a una conclusión falsa. ¿Podría haberse evitado el error? Es un
hecho que otras especies de aves muestran una gran variedad de color entre sus individuos; así
que el lógico debería haberse opuesto a la inferencia con el argumento de que, si el color varía
entre los individuos de otras especies, podría variar también entre los cisnes. El ejemplo
muestra que una inducción puede ser corregida con otra inducción. En realidad, prácticamente
todas las inferencias inductivas se hacen no aisladamente, sino dentro de una red de muchas
inducciones.105

Finaliza Hans Reichenbach este capítulo con dos metáforas que nos ilustran lo esencial
de su concepción las predicciones no son proposiciones verdaderas, sino apuestas que poseen
cierto peso.

El hombre que hace inferencias inductivas puede compararse al pescador que echa su red en
una parte desconocida del mar. No sabe si conseguirá atrapar peces, pero sabe que si quiere
atraparlos tiene que echar la red. Toda predicción inductiva es como echar una red en el mar de
los acontecimientos de la naturaleza; no sabemos si vamos a tener una buena pesca, pero
cuando menos hacemos, el intento, y lo hacemos con el auxilio del mejor medio que existe.106

Como dice Alfonso Pérez de Laborda «apostar según las reglas de la probabilidad es la
acción más razonable que nos queda en presencia del porvenir desconocido».107
103
La Filosofía, pág. 250-251.
104
La Filosofía, pág. 251.
105
La Filosofía, pág. 252.
106
La Filosofía, pág. 254.
107
Alfonso Pérez de Laborda, ¿Salvar lo real?, Encuentro, Madrid 1983, pág. 217.
El cuadro que la filosofía moderna nos presenta del método científico es muy diferente del de
las concepciones tradicionales. Lejos está el ideal de un universo cuyo curso sigue leyes
estrictas, de un cosmos predeterminado que marcha como un reloj con su cuerda. Lejos se
encuentra el ideal del científico que conoce la verdad absoluta. Los acontecimientos de la
naturaleza se asemejan más a dados que se tiran sobre la mesa que a estrellas que giran; se
hallan regidos por leyes de probabilidad, no por la causalidad, y el científico se acerca más al
jugador que al profeta. Puede decir sólo cuáles son sus mejores supuestos, nunca sabe de
antemano si resultarán o no verdaderos. Pero es un mejor jugador que el hombre del tapete
verde, porque sus métodos estadísticos son superiores. Y su objetivo es más alto, es predecir los
movimientos de los dados del cosmos. Si se le pregunta por qué sigue sus métodos, a titulo de
qué hace sus predicciones, no puede responder que tiene un conocimiento irrefutable del
porvenir; lo único que puede hacer son sus mejores apuestas. Pero puede demostrar que son las
mejores apuestas, que eso es lo mejor que puede hacer, y si un hombre hace lo mejor que puede
hacer, ¿qué más se le puede pedir?108

La concepción funcional del conocimiento


Lo anterior da a lugar a la concepción funcional del conocimiento, que se opone a la
visión racionalista y cuya finalidad es predecir lo que acontecerá

En contraste con la concepción trascendente del conocimiento, puede llamarse a la filosofía del
nuevo empirismo una concepción funcional del conocimiento. En esta interpretación, el
conocimiento no se refiere a otro mundo, sino que considera que las cosas de este mundo
realizan una función en vista de un propósito, el propósito de predecir el porvenir. Quisiera
discutir esta concepción, que se ha convertido en un principio del empirismo lógico. 109

En esta concepción es esencial la noción de verificabilidad.

La referencia a la verificabilidad es un componente necesario de la teoría del significado. Una


oración cuya verdad no pueda determinarse por posibles observaciones no tiene significado.
Aun cuando los racionalistas han creído que hay significados en si mismos, los empiristas han
insistido siempre en que el significado depende de la verificabilidad. La ciencia moderna es una
ilustración de este punto de vista. En los análisis anteriores del espacio, el tiempo, la causalidad
y la mecánica cuántica, la dependencia del significado respecto de la verificabilidad fue
evidente; sin la aceptación de este criterio la física moderna seria incomprensible. La teoría del
significado fundado en la veríficabilidad es parte indispensable en una filosofía científica. 110

Distinguiendo entre la verificación directa y la verificación indirecta, conceptos que ya


habíamos en Alfred Ayer.111

Con lo cual se puede llevar a cabo el programa del empirismo lógico.

La teoría del conocimiento tenía que liberarse primero del lastre de la síntesis a priori, residuo
de una corriente mística dirigida hacia un mundo de entidades detrás de lo observable, antes de
poder afirmar con claridad la característica funcional del conocimiento. Y la prueba de que el
conocimiento es funcional, de que es el mejor instrumento para hacer predicciones no podía
darse antes de que se hallara una interpretación satisfactoria de la probabilidad. En tanto el
empirismo no podía fundar el uso de las inferencias inductivas y de las probabilidades, no era
más que un programa y no una teoría filosófica. El programa del empirismo, el principio de que
toda verdad sintética se deriva de la observación y de que todas las contribuciones de la razón al
108
La Filosofía, pág. 257-258.
109
La Filosofía, pág. 236.
110
La Filosofía, pág. 236.
111
Cf. Nota Error: Reference source not found.
conocimiento son analíticas, no podía llevarse a cabo antes que la ciencia de los siglos XIX y
XX hubiera preparado los medios necesarios. Nuestra época es la primera en ver un empirismo
consistente.113

También aquí nosotros le podemos formular a Hans Reichenbach la misma pregunta


que le hacíamos a Alfred Ayer: “¿Ud. ha escrito un libro sobre la ciencia; entonces su libro es
científico o no según aquello que ha escrito sobre la ciencia en su obra?”.
Creo que la respuesta de Hans Reichenbach sería positiva: su obra es científica, ya que
ha diferencia de Alfred Ayer parece que su Filosofía Científica no es una gran construcción
analítica, sino una inferencia inductiva, es decir, que desde los hechos infiere esta teoría. Lo
cual implica que podría ser verificada o por medio de la observación directa o indirectamente.
Todo esto plantea cuatro posibilidades:

a) Es una obra analítica y, por tanto, le cabe la misma objeción hecha a Alfred Ayer.

b) Se verifica directamente, lo cual no es cierto: No desde el contexto de descubrimiento,


ya que el acto del descubrimiento escapa al análisis lógico y la tarea del lógico no es
explicar los descubrimientos científicos. Tampoco desde el contexto de justificación,
donde el lógico busca analizar la relación que existe entre los hechos dados y una
teoría que se le presente con la pretensión de que explica estos hechos, ya que esto
implicaría caer en una petición de principio; se presupone aquello que se intenta
probar.

c) Se verifica indirectamente, es decir, su Filosofía Científica se puede comparar al


pescador que echa su red en una parte desconocida del mar. No sabe si conseguirá
atrapar peces, pero sabe que si quiere atraparlos tiene que echar la red. Toda su
Filosofía Científica es como echar una red en el mar de los conocimientos científicos;
no sabe si va a tener una buena pesca, pero cuando menos hace el intento. Hans
Reichenbach no puede responder que tiene un conocimiento irrefutable de lo que es la
ciencia; lo único que puede hacer es apostar.

d) Todo lo escrito sobre ciencia no se puede verificar, no tiene asidero empírico, por lo
cual su obra es un sinsentido.

112
La Filosofía, pág. 236.
113
La Filosofía, pág. 236.

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