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Trío, cuarteto y quinteto son formaciones habituales en el jazz, quizá las más frecuentes y a las que estamos
más acostumbrados ver y escuchar, pero hubo una época en que las big bands (y ya dejo de escribirlo en
cursiva), las orquestas de jazz, dominaron en gran parte de los escenarios musicales que programaban
jazz. Unos años en los que el coste de mantener una gran agrupación de músicos no era tan alto como
ahora y en los que una big band era sinónimo de música de baile. Ya no es así, pero ahí siguen y seguirán,
porque los aficionados continúan demandándolas, porque hay espacio para todos y también porque
cumplen una función de formación de nuevos músicos.
Doy por sabido que una big band no tiene por qué estar compuesta por un número fijo de músicos, ni
siquiera por determinados tipos de instrumentos, sin que puedan añadirse o suprimirse algunos otros, pero
por generalizar que a veces no es malo diré algo sobre la estructura de una big band. Una big band suele
estar formada por un número de músicos que varía generalmente entre 12 y 20 y se compone, también
generalmente, de tres secciones de instrumentos: viento-metal, viento-madera y rítmicos. La sección de
viento-metal la forman las trompetas y los trombones, aunque pueda añadirse algún otro, como la tuba. La
sección de viento-madera suele estar compuesta por saxofones (alto, tenor y barítono, algo menos
frecuente el soprano), clarinetes y flautas. Y la sección rítmica por piano, contrabajo, guitarra y batería. Y
en ocasiones se añade el elemento vocal, que lo puede aportar un o una vocalista o los propios miembros
de la banda.
Como pasa con todos los orígenes, el de las big bands no es fácil precisarlo, pues siempre se podrán
encontrar antecedentes, pero digamos que nacieron con los estilos New York y Chicago (ya he escrito sobre
ellos en algún otro artículo de este blog) en los años 20 del pasado siglo, con las primeras agrupaciones de
este tipo entre las que destacaron las de Joe "King" Oliver y, sobre todo, de Fletcher Henderson. Aunque
aquellas primeras no pasaban de los 10 ó 12 miembros.
Y es a partir de finales de la década de 1920 cuando aparecen un gran número de big bands, que se
consolidan en la llamada Era del Swing que llega prácticamente hasta la entrada de Estados Unidos en la
Segunda Guerra Mundial. Fueron muchas, sólo en Estados Unidos hubo más de 300, y no es cosa de
relacionarlas (ni podría), pero algunas de las más conocidas fueron las de Benny Goodman, Glenn
Miller, Artie Shaw, Lionel Hampton, Count Basie y por supuesto la de Duke Ellington. Algunas
continúan aún pese a haber desaparecido sus fundadores, como la Legendary Count Basie Orchestra o
la Duke Ellington Orchestra. Al ser las big bands agrupaciones muy enfocadas al espectáculo y música
de baile los solos fueron perdiendo protagonismo y sin embargo tuvieron mucha importancia los arreglos
orquestales. En los años 50 comienza el declive de las big bands, si bien es cierto que son varias las que
se mantienen e incluso aparecen nuevas que se adaptan a los diferentes estilos que suceden al swing.
Pero siempre el concepto de big band estará asociado a la era del swing, y muchas de las actuales limitan
casi todo su repertorio a los temas que se compusieron en esa época.
Y así enlazo con el momento actual, en el que, aunque las big bands no son las protagonistas principales
del jazz, siguen siendo altamente solicitadas por los clubs de jazz y salas de conciertos. Son escasos los
festivales de jazz que no incluyen en su programación la actuación de alguna big band y festivales hay casi
continuamente. Tan solo para el Newport Jazz Festival de 2015, el más prestigioso de cuantos se celebran
en el mundo, ya hay anunciada la actuación de seis big bands, incluida la formada por los alumnos de un
centro de educación musical (Massachusetts Music Educators Association). La programación de este
festival, por si alguien se anima a asistir del 31 de julio al 2 de agosto, puede verse
en http://www.newportjazzfest.org/ También hay muchos centros o clubs de jazz que mantienen su propia
big band, como es el caso de uno de los más famosos, el Jazz at Lincoln Center, en New York, cuya
orquesta dirige Wynton Marsalis, posiblemente el trompetista más conocido e influyente de la actualidad.
Por su orquesta han pasado un buen número de músicos que posteriormente han saltado a la fama y creado
sus propios grupos. Hay orquestas que se ajustan a un determinado estilo de jazz, como la Afro Latin Jazz
Orchestra, de Arturo O'Farrill, y Estados o países que han creado las suyas, como las All State Jazz
Band existentes en varios Estados USA o la Orchestre National de Jazz en Francia (de la que ya hablé
en el artículo dedicado al jazz en Paris). En España, que es lo que me pilla más cerca, también hay un gran
número de ellas: Sant Andreu Jazz Band, que dirige Joan Chamorro, compuesta por niños y
adolescentes y sobre la que ya he escrito, Big Band Jazz Terrassa, dirigida por John Dubuclet, Orquesta
Nacional de Jazz de España, creada y dirigida por Ramón Farrán, y muchas otras.
Pero como resultaría absurdo, además de imposible, intentar hacer una recopilación de las big band que
en el mundo existen, voy a dedicar el resto del artículo a hablar de dos de ellas, como ejemplo y en
representación de todas, una estadounidense y otra española, aunque el director de esta última sea también
estadounidense. Se trata de Maria Schneider Orchestra y de Bob Sands Big Band.
Sin considerarla una vanguardista, Maria Schneider sí es una innovadora en su forma de componer y hasta
de producir y distribuir sus discos. Fue ganadora del primer Grammy otorgado a un disco distribuido
exclusivamente a través de Internet, Concert in the Garden, y ahora tiene intención de producir, editar y
distribuir su nuevo proyecto, The Thompson Fields, con participación ciudadana a través de ArtistShare.
Bob Sands es un saxofonista originario de Nueva York y también formado musicalmente en la Eastman
School of Music de Rochester. Tocó en las orquestas de Lionel Hampton, Dizzy Gillespie, Paquito
D'Rivera y con otros grandes músicos antes de trasladarse a España en 1992 donde fijó ya su residencia.
En España ha actuado con los mejores músicos de jazz y ha participado en múltiples grabaciones, al mismo
tiempo que creó sus propias bandas, no sólo la big band que lleva su nombre, sino otros grupos en formato
de trío, cuarteto o quinteto. En el 92 en Madrid empezó a tocar con su cuarteto que completaban Dan
Rochlis (guitarra), Javier Colina (contrabajo) y Guillermo McGill (batería) y en marzo de 2000 creó su Big
Band. Desde entonces su orquesta no ha dejado de actuar en conciertos, bien sola o acompañando a
vocalistas de la talla de Laïka Fatien, Nicole Henry, Jamie Davis o, Tony Hadley. Es habitual ver a Bob
en los escenarios de jazz españoles y principalmente de Madrid, ciudad en la que reside. Bob Sands Big
Band es seguramente la big band española que más actuaciones realiza a lo largo del año. Lo he visto en
varias ocasiones, con su big band o con alguna de sus otras formaciones e incluso colaborando con algún
otro grupo (recuerdo una colaboración suya con Ignasi Terraza Trío y Susana Sheiman) en las salas
madrileñas, Café Central, Clamores y Bogui Jazz.
El último concierto suyo al que he asistido ha sido en Bogui Jazz, el 23 de enero de 2015, con su big band,
que, como en el caso de la de Maria Schneider, está formada por 17 músicos, 5 saxos (que también tocan
clarinete y flauta), 4 trompetas y fliscornos, 4 trombones, piano, guitarra, contrabajo y batería. Bob es
habitual de Bogui, donde actúa casi todos los meses, a veces habla de esta sala como de su segunda casa.
En mi opinión, Bogui es una de las mejores salas de jazz que hay en España en cuanto a la programación,
que es muy atractiva y dedicada exclusivamente a esta música, pero resulta algo pequeña y un poco
incómoda, sobre todo si no consigues reservar asiento.
Pero por otra parte, Bogui Jazz tiene la ventaja de la proximidad, de la cercanía, de que te sientes como en
casa, rodeado de un grupo de amigos con los que puedes charlar (eso sí, sin molestar la audición de las
actuaciones). Precisamente allí me encontré al excelente crítico musical (aunque él prefiere el término de
comentarista) Juan Claudio Cifuentes "Cifu", con el que tuve ocasión de intercambiar comentarios y
opiniones. Siempre hay mucho que aprender del maestro Cifu.
Bob Sands Big Band tocó varios temas de los considerados estándares de jazz, como The Song Is
You (Jerome Kern), Billie's Bounce (Charlie Parker), Softly, As In A Morning Sunrise (Sigmund
Romberg) o Cotton Tail y Main Stem (Duke Ellington) y algunos otros más cercanos en el tiempo,
de Terry Gibbs o de Doug Beach, como fue el caso de Big Cat Groove, ya casi al final y con el que Bob
quiso demostrarnos su maestría con el saxo en un solo magnífico.
No cabe duda de que resulta meritorio, en los tiempos que corren, mantener una big band y hay que
agradecérselo a quienes lo hacen, pero estoy convencido de que gracias a ellos, a cuantos músicos las
forman y al público que sigue solicitándolas, las big bands seguirán proporcionándonos en el futuro los
mismos buenos momentos que nos hicieron disfrutar ayer y nos están dando hoy.
Y me resta agradecer lo que hago aquí y ahora al equipo de Maria Schneider y a Bob Sands la gentileza
que han tenido conmigo para facilitarme la elaboración de este artículo.
El origen de las big band se remonta a las primeras décadas del siglo XX. En esa época,
numerosos músicos de Nueva Orleans se trasladaron a Chicago y Nueva York y se incorporaron
a las grandes formaciones orquestales de música de baile que allí existían. Esta afluencia de
músicos provocó en esas agrupaciones la incorporación de más instrumentos de viento metal
y, posteriormente, de saxofones que sustituyeron al clarinete. La ampliación de la plantilla
instrumental originó la necesidad de escribir arreglos musicales que incorporaban secciones
diferenciadas (introducción, exposición, reexposición, coda, etc.) .
Las BigBands en los años 30: La fiebre del Swing La crisis generada por el llamado crack del 29 y
la gran depresión que recayó sobre la población estadounidense por la caída de la bolsa en el
mes de octubre no supuso el fin del jazz. A pesar de que las hundidas mentalidades
estadounidenses del momento no coincidían con el desparpajo y despreocupación que
conllevaba el recién estrenado hot jazz realizado en la época, que sustituyó al estilo antiguo (o
sweet), era necesario mantener vivo al jazz, pues de este modo, se mantendría vivo el espíritu
americano. Las interpretaciones supusieron un soplo de alegría y optimismo, a pesar de que en
los siguientes años muchos músicos se vieran sin trabajo. A pesar del ambiente de quiebra y
depresión en el que se cernía Estados Unidos, el número de bandas comenzó a aumentar
considerablemente, pues, debido al aumento de músicos desempleados, resultaba económico
contratar a bandas, que a su vez, requerían de un gran número de intérpretes. Las Big Bands
significaron un foco de trabajo para unos músicos que estaban dispuestos a trabajar por poco
dinero, y en poco tiempo, Estados Unidos contaba con un gran ejército de orquestas de jazz
que evolucionaban muy rápidamente, puliendo su estilo y perfeccionando su técnica de
conjunto y de improvisación de tal manera que consiguieron llegar hasta el virtuosismo. Su
número era tan amplio y tenían una actividad tan intensa que resultaba muy complicado
seguirles la pista. La banda Lunceford, por ejemplo, dirigida por Sy Oliver, ofrece una serie de
contrastes extremos perfectamente apropiados, así como la de Erskine Hawkins o la dirigida
por el trombonista Tommy Dorsey, influenciada por el jazz de los años 20, que poseían una
gran calidad en sus improvisaciones. Del mismo modo, la banda de Artie Shaw fue una de las
pioneras en proporcionar una mayor importancia a los instrumentos de cuerda dentro del jazz,
empleando instrumentos antiguos como el clave, y con impresionantes solos de clarinete
influenciados por el blues. También la banda dirigida por el pianista Earl Hines comenzó a
emplear elementos virtuosísticos trabajando con grandes conjuntos en los que destaca el
piano, que se consolida como un instrumento completamente idóneo para la realización de
solos e improvisaciones de jazz dentro de las agrupaciones orquestales, ofreciendo magistrales
diálogos entre piano y orquesta. De este modo, y de forma progresiva, las agrupaciones de jazz
fueron demostrando el amplio abanico de posibilidades que una banda podía ofrecer. El swing
es un estilo típico del jazz de la década de 1930, su época dorada, especialmente en Nueva
York. Se caracterizaba por la interpretación a cargo de las BigBands, en las que se daba gran
importancia al solista, en contraste con el resto del conjunto. Destacaron Duke Ellington,
Benny Goodman y Glenn Miller, entre otros. En la interpretación del jazz, [se encuentra un]
contraste rítmico entre las subdivisiones binarias y ternarias ejecutadas simultáneamente.
El jazz de los años 30 destaca por sus BigBands, que tocaban en fiestas y diversas celebraciones
en las que se reunía una gran multitud, y donde el baile y la música eran la principal vía de
escape. De ellas, hubo cuatro bandas cuyos directores consiguieron que destacaran sobre el
resto:
Duke Ellington Ellington fue un pionero no sólo en la composición para BigBands, sino
realmente en diversos estilos del jazz en general. Autor prolífico con casi dos mil
composiciones y una de las figuras clave en la historia del jazz, poseía una gran capacidad para
adaptarse y adelantarse a los constantes cambios que el jazz fue sufriendo en las distintas
décadas que incurrieron a lo largo del siglo XX. Su contribución se centró en las composiciones
para solistas de orquesta, y su aportación más importante es la maestría de combinar las
técnicas de improvisación en los arreglos para grandes bandas. Pianista, compositor y director
de orquesta, maestro de maestros, fue culpable de elevar el jazz hacia altas cimas,
contribuyendo a conformar una sólida identidad de la sociedad afroamericana por medio de su
música. En una época en la que reinaban las pequeñas agrupaciones en Nueva Orleans,
Ellington se atrevió a formar una agrupación más numerosa que pudieran desarrollar su
creatividad, romper los moldes establecidos y superar las barreras establecidas hasta el
momento en el jazz, comenzando a investigar y a fusionar diferentes géneros con el jazz,
sabiendo sacar el mejor partido de los músicos que conformaban su banda. Su BigBand, junto
con la de Count Basie, fue considerada como una de las más importantes del momento capaz
de investigar en las formas y desarrollar nuevos conceptos sonoros e ideas musicales gracias a
la creatividad de Ellington . Desde finales de los años veinte y, sobre todo, durante 1932-1942,
su período más creativo, Ellington usó su banda como un laboratorio en el que, en la más
íntima colaboración con sus músicos, resolvió un número creciente de problemas, siempre
relacionados con la reconciliación de las equilibradas simetrías de la composición con el fuego
espontáneo de la improvisación {…}. Sin embargo, cuando Ellington encontró la dirección
correcta, el conjunto tuvo igual importancia {…}. Sin tener en cuenta sus métodos de
colaboración, se siente con Ellington, como con todos los verdaderos compositores, que la
melodía, la armonía, el ritmo, el color y la textura actúan juntas: la sustancia y la sonoridad son
indivisibles .
Orígenes
Las big bands aparecen como resultado de la expansión del jazz de Nueva Orleans, y se
produce a consecuencia de los cambios que el concepto de arreglo musical experimenta
en el Estilo Nueva York, a mediados de la década de 1920,4 que tienen como
consecuencia final la aparición del swing.
Aunque ya en 1921 encontramos grabaciones de bandas de diez miembros o más, como
es el caso de Paul Whiteman, es hacia 1926 cuando se pueden encontrar los primeros
indicios de sonoridades propias de las big bands, incluso en grupos típicamente hot, como
los Red Hot Peppers de Jelly Roll Morton, o la orquesta de Henry Halstead.5 No obstante,
todos los autores coinciden en señalar a Fletcher Henderson como el artífice del comienzo
de la historia de las big bands. Desde 1921, Henderson había trabajado con bandas de
más de nueve músicos, que hacían jazz tradicional (por ejemplo, entre 1925 y 1928, su
grupo se llamaba, significativamente, Dixie Stompers). A finales de la década, el grupo se
había configurado claramente en secciones instrumentales, por el procedimiento de
duplicar o triplicar cada uno de los instrumentos de viento de la banda hot típica: trompeta,
trombón y clarinete (paulatinamente sustituidos por saxos), realizándose arreglos
instrumentales para cada sección. No solo Henderson siguió esta línea de cambio
imperceptible, sino otros músicos como Luis Russell, que se hizo cargo en 1929 de la
banda de King Oliver, y que fue el primero en llamar a su grupo Big Band; o los Cotton
Pickers del baterista William McKinney, dirigidos primero por Don Redman y, después,
por Benny Carter; o el mismo Duke Ellington, cuya banda The Washingtonians desarrolló
cambios conceptuales verdaderamente revolucionarios.
Este proceso, y la misma aparición de las big bands, no suscitó inicialmente un favor
unánime de los aficionados, y un sector importante de la crítica musical (Ortiz
Oderigo, Hughes Panassié, Ernest Borneman...) las consideró de forma muy negativa, por
«dejar la creación espontánea relegada a un segundo plano o suprimida», a la vez que
tildaban al swing de «retroceso en el cosmos del arte sincopado».2 Peter Clayton, señala
expresamente que el término big band fue usado inicialmente con sentido despreciativo,
para señalar a bandas que se habían separado de la ortodoxia. Sin embargo, como señala
Berendt, la visión posterior sobre la aparición del jazz de gran banda con Fletcher
Henderson, tiende a considerar que, al contrario de lo señalado por los críticos
conservadores, los músicos hallaron en el nuevo formato una gran libertad y así lo
reconocía ya, en 1932, el crítico y productor John H. Hammond.6
Época swing
Con la consolidación del estilo swing, las big bands pasaron a constituirse en el eje del
desarrollo del jazz. Fueron precisamente estas grandes bandas las que facilitaron la
enorme popularización del estilo, al convertirse en sinónimo de música de baile.
Precisamente su papel de orquestas de baile, y el hecho de que el público blanco, al
bailar, se deconcertaba fácilmente si no percibía con claridad la estructura melódica,
llevaron a muchas orquestas a tocar straight, es decir, solo el tema principal, reduciendo
las improvisaciones a unos pocos compases. Esta tendencia, que se desarrolló frente a la
línea principal de evolución del jazz, originó una diferenciación entre swing bands (aquellas
que subrayan los aspectos rítmicos y el trabajo de improvisación de los solistas), y sweet
bands (que reducen los aspectos característicos de las primeras, y se centran en la
melodía y sus arreglos, dirigidas básicamente al baile, como la mayor parte de las
orquestas blancas, entre ellas las de Glenn Miller, Harry James, Buddy Morrow, Frankie
Carle o Guy Lombardo).