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“Lo que vemos cambia lo que sabemos.

Lo que conocemos cambia lo que

vemos.”

La obra de Jean Piaget es, sin lugar a dudas, la que mayor impacto ha tenido en

el desarrollo de la psicología evolutiva del siglo XX. En la actualidad, aún se le concibe

como una referencia inexcusable para dar sentido al estado actual de la mencionada

disciplina (Villar, 2003).

Este ilustre personaje es el autor de una teoría elaborada e íntegra que pretende

proporcionar una visión coherente y unificada del desarrollo cognitivo desde el

nacimiento hasta la adultez (Villar, 2003). Piaget postula la existencia de cuatro etapas:

sensoriomotora, preoperacional, de las operaciones concretas y de las operaciones

formales; cada una de las cuales representa la transición a una forma más compleja y

abstracta de conocer (Rafael, 2007).

Pese a la aceptación mayoritaria de esta propuesta, investigaciones actuales no

corresponden en su totalidad con lo evidenciado por el renombrado psicólogo suizo.

El presente ensayo tiene por objetivo demostrar que ciertos aspectos de la teoría

piagetiana, referidos a los estadios del desarrollo, carecen de vigencia en la actualidad;

así como, de una aplicación eficaz en las poblaciones particulares.

Piaget ofrece edades aproximadas que concuerdan con cada una de las etapas

(Villar, 2003); así pues, sostiene que los infantes de menos de dieciocho meses son

incapaces de realizar una imitación diferida, habilidad que se adquiere en el primer

estadio, de un acto antes visto puesto que se les imposibilita conservar representaciones

mentales (Papalia, 2010). No obstante, el estudio de Meltzoff y Moore (1994, 1998)

demostró que bebés de seis semanas han imitado movimientos faciales de un adulto,

tras veinticuatro horas, por más que en la segunda ocasión este se mostrara inexpresivo.

El presente hallazgo evidencia que los bebés pueden retener una representación mental
de un suceso simple (Meltzoff y Moore, 1994-1998, citado en Papalia, 2010),

planteamiento que difiere con lo expuesto por el ilustre psicólogo, cuyos estadios son

“limitados para describir la rapidez del proceso evolutivo infantil” (Benavides, 2015, p.

147).

Asimismo, Piaget propone que el desarrollo cognitivo sigue una secuencia

invariable, es decir, todas las personas atraviesan las cuatro etapas en el mismo orden,

siendo imposible que alguna de estas se omita (Rafael, 2007). Sin embargo, en una

investigación realizada con estudiantes de medicina pertenecientes a dos distintas

universidades de Colombia, con el propósito de auscultar la relación entre el

pensamiento formal y el rendimiento académico, se encontró que el desarrollo formal

no estuvo presente en la totalidad de alumnos: únicamente en el “57.9% de los

estudiantes de medicina de la Universidad del Quindío y 46.3% de la Universidad

Tecnológica de Pereira” (Ruiz y Montoya, 2009, p. 8). Este hallazgo manifiesta que

solo algunas personas desarrollan el último estadio: la etapa de las operaciones

formales.

Finalmente, Piaget basa su sistema teórico en el desarrollo cognitivo de sujetos

normales: pretender extender sus propuestas a poblaciones particulares representaría un

error, puesto que el desempeño de esta minoría podría ser deficiente. El estudio

ejecutado por Escolamo y Sastre (2006) ejemplifica lo expuesto: estos evaluaron a

bebés típicos y a bebés con Síndrome de Down con la intención de conocer y comparar

la organización y contenido lógico de la acción entre ambos grupos. Los bebés con un

curso de desarrollo alternativo evidenciaron una menor organización y contenido lógico

de la acción.
Se puede concluir, con base en los argumentos expuestos, que la teoría

piagetiana presenta ciertos aspectos, en lo respectivo a los estadios del desarrollo, que

carecen de vigencia en la actualidad. Asimismo, desplazar estos postulados a

poblaciones particulares representaría un riesgo incalculable. Pese a esto, la teoría del

desarrollo cognitivo de Jean Piaget jamás podrá ser pasada por alto, puesto que sus

aportes continúan influyendo en el ámbito de la Psicología.


Bibliografía

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Escolano, E. y Sastre, S. (2006). La actividad lógica de los bebés: un estudio diferencial.

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Papalia, Olds & Feldman. (2010). El Desarrollo Humano. Ciudad: McGraw-Hill.

Ruiz, B. M. y Montoya, L. S. (2009). Pensamiento formal y rendimiento académico en primer

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