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La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la
decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan. La brutalidad de la guerra la
sufren los civiles de los países involucrados, los espectadores lejanos y aunque muchas veces no
nos pasa por la cabeza los soldados, que no son máquinas sin emociones o sentimientos. La
Primera Guerra Mundial nos confirma lo anterior con un acontecimiento ocurrido en vísperas de
la Navidad de 1914.
La Gran Guerra como también se le conoce a este conflicto estalló el 28 de julio de ese
mismo año, después de que el archiduque Francisco Fernando heredero al trono del Imperio
Austrohúngaro, fuera asesinado por un nacionalista serbio. Este hecho provocó que Austria-
Hungría diera un ultimátum al Reino de Serbia, que fue apoyado por Francia, Reino Unido y
Rusia. Los Aliados de la Triple Entente; mientras los imperios de Alemania e Italia apoyaron al
austrohúngaro conformando la Triple Alianza. En esta guerra participaron alrededor de 70
millones de militares y murieron casi 10 millones.
Una vez ahí decidieron poner un alto al fuego por esa noche, y en vez de intercambiar disparos
intercambiaron cigarrillos, chocolates y whisky como regalos navideños. Los dos frentes de
trincheras, embargados por el «espíritu navideño» cesaron el fuego. Intercambiaron presentes:
cigarrillos, whisky, insignias, botones, chocolates. Se habla incluso de un partido de fútbol. Antes
se pusieron de acuerdo para enterrar a sus muertos, mutuamente, rezando el salmo 23: «El Señor es
mi pastor, nada me falta…»
Los alemanes nos dijeron estar cansados de la guerra y deseaban que terminara. Al día
siguiente recibimos la orden de que toda comunicación e intercambio amistoso con el enemigo
debía cesar, pero nosotros no disparamos en todo el día y los alemanes no nos dispararon a
nosotros”.
La Tregua de Navidad se extendió a muchas áreas, y aunque en algunas sólo duró esa noche,
en otras duró hasta año nuevo e incluso hasta febrero.
También se sabe por medio de cartas enviadas
por los soldados a sus familias que jugaron
partidos de futbol, y hasta se conoce el resultado
de uno de estos: 3-2 a favor de Alemania. Como
era de esperarse, este hecho sin precedentes les
pareció inaceptable a las filas superiores de cada
ejército; y los comandantes británicos juraron
que nunca se repetiría, por lo que tomaron
medidas como rotar las tropas por múltiples
sectores para evitar que los enemigos se
familiarizaran. Además, ordenaron bombardeos
en las mismas fechas de los años siguientes para
que no hubiese reblandecimientos. Sin embargo,
los encuentros fraternales continuaron, aunque
en menor medida.