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Estación Experimental Agropecuaria Pergamino

“Ing. Agr. Walter Kugler”

Los alquileres de tierra para cosecha en el Norte de la Pcia. de


Buenos Aires, cambios y lecciones de la campaña 2013-14.
*Ing. Agr. Carlos P. Calcaterra
Marzo de 2015

“Nunca podría ser de interés de los aparceros incorporar mejoras al proceso


productivo con capital propio, porque el dueño sin aportar nada, igualmente
obtendría la mitad de lo producido”.
A. Smith. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations

Resumen
Debido a los recientes cambios operados en el mercado de alquiler de tierras para
cosecha en el Norte de la provincia de Buenos Aires, este trabajo se propone relevar
cuales fueron las modificaciones más importantes ocurridas, cual es la situación actual, y
determinar el posible efecto de estos cambios sobre el uso de tecnología y la
productividad de los cultivos. Para ello se entrevistaron a arrendatarios y aparceros que
operan en esta zona utilizando una metodología de estudios de casos múltiples.
Del estudio surgen indicios de la existencia de un cambio estructural en marcha en el
mercado de alquileres y de alteraciones en las relaciones de fuerza entre propietarios e
inquilinos respecto del pasado reciente. No se encontraron diferencias de importancia
entre arrendamientos y aparcerías en el nivel de insumos utilizados y los
correspondientes niveles productivos. Asimismo hubo pocas diferencias de manejo
entre cultivos realizados en tierras propias vs alquiladas cuando las prácticas
consideradas, i.e. siembra directa y fertilización nitrogenada, son capaces de producir
resultados económicos favorables vis a vis las convencionales en el corto plazo.

Introducción.
Si bien no se dispone de datos censales actualizados, se estima que en el NE de la
provincia de Bs As, perteneciente a la zona núcleo agrícola pampeana, entre un 50 y un
60% de la superficie sembrada para producción de cereales y oleaginosas se realiza en
tierras de terceros. Las formas de alquiler más usadas son los contratos accidentales por
una campaña con pago fijo estipulado como el equivalente monetario de una cierta
cantidad de quintales de soja, conocida como arrendamiento, y en segundo lugar el
pago de un porcentaje sobre el volumen cosechado, conocida como aparcería.
Recientemente están empezando a difundirse formas que resultan de combinar las dos
anteriores.
En las últimas décadas debido al incremento de los rendimientos de los cultivos, el
aumento del precio de los granos y la fuerte competencia por la tierra disponible, los
valores de alquileres medidos en producto tuvieron un crecimiento sostenido de largo
plazo, alcanzando un pico de máxima hacia el año 2008 donde llegaron a duplicar los
prevalecientes unas pocas décadas atrás, para luego producirse un cambio de
tendencia.

Durante la campaña 2013-14 las malas perspectivas económicas produjeron una


retracción de los pooles de siembra (PoS), que venían jugando un rol central entre los
actores que arrendaban tierras en esta zona, lo que habría generado condiciones para
un reacomodamiento más o menos brusco en las condiciones del mercado de alquileres
de tierras. Esta situación fue rápidamente reflejada en medios de difusión cercanos a la
actividad agropecuaria ( ver infobae.com, 2013; iprofesional.com, 2013; fyo.com, 2013).

* Técnico del Grupo Economía INTA Pergamino 1


Los objetivos de este trabajo son:
a-relevar la situación actual del mercado de alquileres de tierras para cosecha y marcar
los cambios más importantes en los últimos años enfatizando diferencias existentes
entre arrendamientos y aparcerías y
b-señalar los posibles efectos sobre el uso de insumos, la productividad y la
sostenibilidad ambiental de los recursos.

Antecedentes.
La producción agropecuaria realizada en tierras alquiladas ha sido estudiada bajo
aspectos tecnológico-productivos, económicos, sociales y de conservación del ambiente.
Ya en 1890 A. Marshall señalaba que en los contratos a porcentaje o aparcerías sería de
esperar que el esfuerzo del aparcero y la cantidad de producto obtenido sean menores
comparados con los que se alcanzan en tierra trabajada por el mismo dueño o bajo
contratos con pago fijo. Esto se debe a que el aparcero se apropia solamente de una
parte del incremento de producción originado en un mayor esfuerzo o uso de insumos,
en forma similar a lo que ocurriría si se aplicase un impuesto sobre el precio del
producto. Acorde a Cecchi (2006) Marshall era consciente de que en realidad muchos
apareceros y sus familias no tenían ocupaciones alternativas con lo que en ese caso
igualmente utilizarían toda su capacidad de trabajo en la medida que el retorno
marginal sea mayor que cero.
Por su parte Cheung (1969) sostiene que si el dueño de la tierra puede definir por sí
mismo las condiciones del contrato y puede monitorear la labor del aparcero fácilmente
o con escaso costo, los arreglos a porcentaje son igual de eficientes que los
arrendamientos. En algunos casos, sin la necesidad de un estricto monitoreo, la
amenaza de perder reputación y la tierra en alquiler serían incentivos suficientes para
un adecuado cumplimiento de los compromisos sin la presencia de riesgo moral.
Surgen así dos líneas de pensamiento que dieron origen a numerosos trabajos
teóricos y empíricos destinados a responder las siguientes preguntas: a-si las aparcerías
generan actividades tan eficientes y productivas como la tenencia en propiedad o los
contratos a renta fija y b- si la forma de los contratos se ajusta a las predicciones
teóricas.
Stiglitz (1974) en un trabajo que desarrolla uno de los primeros modelos completos
de tipo principal-agente, arriba a una serie de resultados según los cuales cuando el
propietario es indiferente al riesgo y el inquilino averso, diferentes combinaciones de
contratos de arrendamiento, aparcería y trabajo asalariado pueden ser todas óptimas.
En la medida que los derechos de propiedad estén correctamente definidos y de no
existir costos de transacción, el tipo de contrato no debería afectar ni la producción ni
el uso de insumos (Lema D., 2008). Suponiendo una situación inicial de un contrato a
porcentaje donde por menor uso de insumos, el producto y los márgenes por hectárea
son inferiores a los deseables, existiría entonces espacio para que, mediante un proceso
de negociación, se alcance una mejor situación para ambas partes. Así el propietario
podría recibir en promedio el mismo monto que en una situación de renta fija. Cabe
mencionar que suponiendo aversión al riesgo por ambas partes, en la medida que bajo
aparcería aumenta el riesgo asumido por el propietario y disminuye el del inquilino
debería observarse una diferencia equivalente a la prima de riesgo entre el alquiler
esperado de la aparcería y el alquiler cobrado con certeza en la renta fija.

Por otro lado abordando el tema de productividad en un estudio empírico realizado


en 6 villas de la India Shaban (1987) encontró una importante reducción en el esfuerzo
y uso de insumos en parcelas explotadas en aparcería comparados con tierra en
propiedad. A similares resultados llegaron Jacoby y Mansuri (2006) en Paquistán.
Son múltiples las causas que pueden explicar la preponderancia de una u otra forma
de contratos, pero parece existir cierto acuerdo en que la aparcería o alquiler a
porcentaje llevaría a un menor uso de insumos y nivel de producción y sería más común

2
en situaciones donde el inquilino no tiene buena disponibilidad de capital (Laffont y
Matoussi 1995), los atributos y aportes del suelo son importantes para el proceso
productivo, la medición o control del producido son fácilmente realizables y el riesgo
productivo es más o menos elevado (Allen y Lueck, 2001).

Muchos de los resultados mencionados para aparcerías, han sido obtenidos en


situaciones propias de países en desarrollo, pero cuando se considera una producción
basada en los agro-negocios o que se desenvuelve en situaciones de mercados bien
desarrollados surgen resultados diferentes, por ejemplo Allen y Lueck (1998)
mencionan los siguientes aspectos diferenciales para la producción agrícola en aparcería
en las Great Plains de los EEUU: a-raramente los dueños de la tierra se ocupan de
monitorear el uso de insumos y el esfuerzo de los contratistas, siendo además mas o
menos común la figura de propietario „ausente‰, y b- generalmente se asume que el
producto se divide 50% y 50% entre propietario y arrendatario cuando en realidad la
mayor parte de las veces el dueño de la tierra como máximo recibe el 50%. Estas
mismas observaciones (y algunas otras que serán mencionadas más adelante) resultan
válidas para la producción de granos bajo contratos de alquiler en la región pampeana
Argentina, cuya agricultura se caracteriza por su eficiencia y competitividad,
comercializándose buena parte de su producción en mercados internacionales, si bien
aún sufre de algunas restricciones en la disponibilidad de capital o de crédito y una
cierta inestabilidad en las condiciones institucionales y de mercados.

Respecto del impacto de los alquileres sobre los recursos naturales, el factor que ha
sido más considerado es el de la duración de los contratos y en menor medida el tipo
de alquiler. Cuando la producción es llevada adelante por el propietario, éste al decidir
el uso y manejo de la tierra tendrá en cuenta los efectos futuros sobre el estado del
recurso y su productividad. En el caso de contratos de alquiler de corta duración, el
arrendatario o aparcero no considera los impactos que puedan producirse más allá del
periodo de alquiler ante la incertidumbre de seguir o no trabajando esa misma tierra en
próximas campañas o al no reconocerse en términos económicos a la finalización del
contrato las mejoras o los daños realizados a los recursos naturales. Es por ello que los
incentivos para incorporar prácticas conservacionistas que requieren del transcurso del
tiempo para mostrar sus beneficios son mayores para un propietario que para un
inquilino con contrato de corto plazo o que se enfrenta a plazos inciertos de duración
del alquiler, aspecto ya destacado por Ciriacy-Wantrup, en 1952.

En un trabajo realizado por Brescia y Lema, (2006) con microdatos censales a nivel
local, no se detectaron diferencias en el uso de prácticas conservacionistas, siembra
directa y fertilización nitrogenada, bajo diferentes formas de tenencia, pero se debe
tener en cuenta que ambas tecnologías son capaces de brindar resultados económicos
comparables o mejores en el corto plazo que las prácticas convencionales. Por su parte
Soule y otros (2000) encontraron que las tecnologías que generan beneficios en el
mediano-largo plazo tienen más probabilidades de ser adoptadas por los propietarios
que por los arrendatarios y aparceros.
El pago de rentas fijas en lugar de un porcentaje sobre el ingreso neto, o en su
defecto sobre el ingreso bruto, empeoraría el nivel de conservación de los recursos
impulsando la sobre-explotación de los mismos (Ciriacy-Wantrup, op.cit., Allen y Lueck
op. cit., Dubois P., 2002) lo que se ve agravado en situaciones de pobres resultados
económicos de la actividad agropecuaria.

Materiales y métodos.
La necesaria celeridad, la escasez de recursos y la falta de datos actualizados llevaron
a la selección de metodologías de trabajo relacionadas a los diagnósticos rurales rápidos
con una orientación cualitativa-cuantitativa en el manejo y análisis de la información.
Usando una metodología de estudios de casos múltiples, se realizaron encuestas semi-

3
estructuradas en profundidad dirigidas a la persona responsable de tomar las
decisiones o gestionar explotaciones agropecuarias -EAPs- (INDEC, 2002) que alquilaron
tierra para sembrar cultivos de cosecha en el Norte de la provincia de Buenos Aires
durante la campaña 2013-14. No se trató de cubrir a todas las posibles figuras o
tipologías de inquilinos sino que se enfatizó en aquellos casos más difundidos, y que a
priori parecían tener mejores posibilidades de cubrir los espacios dejados por los PoS,
aunque fuera temporalmente.

El estudio de casos es ampliamente utilizado en el ámbito de la sociología y la


administración de empresas tanto para la educación como para la investigación. Es un
método en esencia cualitativo e inductivo en el que se trata de destacar las relaciones
lógicas o causales que explican la toma de decisiones y los resultados sin hacer
inferencias sobre los parámetros poblacionales (Mitchel; 1983). Los estudios de caso
tratan de explicar fundamentalmente los „cómo y porqué‰ y son particularmente útiles
cuando el investigador tiene poco control sobre las variables que afectan al fenómeno
bajo estudio, el tema es contemporáneo y si hay más variables de interés que datos
observacionales (Yin; 1994).

La selección de los casos fue dirigida, no al azar, y se realizó en conjunto con


informantes calificados, todos ellos profesionales de las Agencias de Extensión Rural
del INTA1, con importante conocimiento de su zona, los actores productivos y su
historia. Se realizaron en total 22 entrevistas en profundidad utilizando un criterio de
saturación, por el cual se dejaron de realizar encuestas en la medida que las respuestas
comenzaron a repetirse.
Las encuestas se realizaron en 6 partidos agrupados en tres áreas: Pergamino San
Antonio de Areco y Chacabuco pertenecientes a la zona agrícola Este; partidos de 9 de
Julio y Chivilcoy, zona agrícola-ganadera Centro, y partidos de Villlegas y Trenque
Lauquen de la zona ganadero agrícola Oeste. Estas tres zonas son internamente más o
menos homogéneas, pero aunque todas pertenecen a la región Pampeana, difieren
entre sí en historia, condiciones ambientales y socioeconómicas.

Mapa 1. Partido en que se realizaron encuestas y zonas agrícolas homogéneas en que


están ubicados.

1
Se agradece el apoyo recibido por parte del personal de las AER INTA de Chacabuco, Chivilcoy, General
Villegas, 9 de Julio, San Antonio de Areco, y Trenque Lauquen para la realización de este trabajo

4
Se encuestaron 8 productores en la zona agrícola, 8 en la agrícola ganadera y 6 en la
ganadero agrícola (esa última abarca NO Bonaerense y O medanoso en el mapa). En un
trabajo previo realizado con las mismas encuestas, mediante el análisis de la estructura
de la explotación junto con la trayectoria y racionalidad del decisor, se identificaron tres
tipos de EAPs entre las que arriendan y/o alquilan tierras en por lo menos una de las
tres zonas: chacareros que se transformaron en empresarios y ampliaron la escala de
trabajo (ChE), acopios de granos y/o agronomías (AcA) y agrónomos emprendedores,
que incluye a profesionales que articulan y gestionan redes locales de propietarios,
contratistas de labores e inversores (AgE) (Calcaterra, 2014 en edición).

Cuadro 1. Características estructurales de las EAPs de arrendatarios-aparceros


encuestados: Acopiadores-Agronomías (AcA), Chacareros-Empresarios (ChE), y
Agrónomos Emprendedores (AgE). Valores modales.

Variable Acopiadores- Chacareros Agrónomos


Arrendatarios Empresarios Emprendedores
Número 4 11 7
Año inicio actividad antes 1990 antes 1990 después 2000
Máximo nivel educativo Universitario Primaria Univ-Postgrado
Conoc. técnicos y de Muy bueno Bueno Bueno
gestión
Nivel aversión al riesgo Arriesgado Averso Indiferente
Otro ingreso Si Si Si
Figura jurídica SA-SRL Soc. de Fideicomiso
hecho
Número zonas trabajo Dos Una Más de dos
Presta servicio de No Si No
labores
Contrata labores Todas Ninguna Todas
Superficie alquilada 1000-2000 500-1000 >2000
(ha)

Rendimientos, tipo de cultivos y su proporción en área ocupada estuvieron dentro


de lo esperado para explotaciones agrícolas modales de la región teniendo en cuenta la
„no representatividad‰ del grupo de productores entrevistados.

Cuadro 2. Uso del suelo y rendimiento cultivos 2013/14, grupo encuestado.

Cultivo Superficie Participación Rendimiento


tn/ha
cosechada % Media Desvío
(ha)
Soja Primera 27.057 52 3,4 0,6
Trigo 3.874 7 4,4 0,8
Soja segunda 7.715 15 2,4 0,3
Maíz 6.420 12 8,7 0,8
Maíz tardío 1.133 2 7,8 1,3
Girasol 2.680 5 2,3 0,4
Sorgo 700 1 - -
Colza, cebada, 3.080 6 - -
etc.
Total 52.659 100 - -

5
Excepto dos situaciones, todos los casos estudiados poseen contratos con más de un
propietario predominando las situaciones mixtas de arreglos de arrendamiento y
aparcería (en adelante, se hará referencia a los tres tipos de inquilinos en conjunto
como ArrA).
Utilizando esta tipificación basada en aspectos estructurales de las EAP y mediante
estadística descriptiva, se caracterizaron las variables más relacionadas al tema de
alquiler de tierras y manejo de cultivos, para luego pasar a aplicar métodos propios de
los estudios de casos y las entrevistas en profundidad haciendo énfasis en el análisis
lógico de las observaciones in situ y el relato de los ArrA, para finalizar validando los
resultados mediante la opinión de los mismos informantes calificados que intervinieron
en la selección de los casos.
Dadas las dificultades que surgían cuando se trataba de definir la forma en que los
encuestados calculaban el valor del porcentaje que podían ofrecer en las aparcerías, en
seis entrevistas se realizó un ejercicio calculando juntamente con el ArrA la distribución
acumulada de probabilidades de Márgenes Brutos por hectárea y por cada 100$
invertidos de un cultivo de soja de primera en arrendamiento y en aparcería.
Se utilizó el método Montecarlo corriendo las simulaciones en una planilla Excel,
usando costos de cultivo y distribuciones triangulares de precios y rendimientos
estimadas por los propios productores para la campaña 2013-14. En un primer paso se
calculó el valor esperado de MB/ha y la probabilidad de cubrir los costos totales del
cultivo con renta fija, luego se procedió a calcular los mismos resultados con alquiler a
porcentaje, siempre en base a los valores más comúnmente pagados por el productor.
Para la determinación de los factores que pueden afectar el monto de alquiler se
ajustaron curvas de regresión al solo efecto de dar mayor soporte y facilitar la
interpretación de los datos presentados y/o las hipótesis planteadas, pero dado el
carácter no probabilístico de la muestra no se recomienda extrapolar al resto de la
población los valores obtenidos.

Resultados.

Evolución reciente
Casi todos los entrevistados mencionaron que previo a la década del noventa los
alquileres medidos en producto eran significativamente más bajos y había más oferta
de campos a porcentaje. La posterior tendencia alcista en los alquileres habría estado
alimentada por el incremento de los rendimientos debido al cambio tecnológico, el
avance de la agricultura sobre tierras de menos calidad con un efecto „Ricardiano‰ de
aumento de la renta de los propietarios, y la competencia entre los mismos inquilinos
en un mercado atomizado y con barreras a la entrada relativamente bajas. Acorde a los
encuestados el pico más reciente de los alquileres medidos en quintales de soja se dio
aproximadamente en 2008 y a partir de ahí se produjo un tendencia bajista que se
mantuvo hasta la campaña 2013-14 en la que produjo una brusca caída.

Como valores históricos de referencia, a mediados de la década del 80 en el partido


de Pergamino, con rendimientos promedio en soja de primera de 25 qq ha-1, eran
comunes alquileres fijos de 8-10 qq ha-1año-1 de soja a precio lleno o porcentajes de 38-
40% sobre el volumen cosechado acorde al cultivo (Devoto, 1988; Cacciamani M.,
2014). En la actualidad los rendimientos promedio son de 33-35 qq ha-1, con alquileres
fijos modales de entre 15-16 qq ha-1año-1 a precio lleno y porcentajes de 45-48%. Notar
que en todos los casos de aparcería se deben descontar gastos de comercialización para
calcular lo cobrado por el dueño del campo antes de impuestos.

Desde el punto de vista de los propietarios, la preferencia por los contratos fijos
versus a porcentaje en este período, posiblemente tuvo que ver con una mayor

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simplicidad de control cuya importancia aumentó con la aparición de nuevos actores
con escasa trayectoria zonal previa (los PoS) y la aversión al riesgo.

La década del noventa fue un periodo de marcado aumento en el uso de insumos


(híbridos, fertilizantes, agroquímicos) y de los rendimientos de los cultivos más
difundidos en la zona pampeana, por lo que inicialmente para los ArrA también puede
haber resultado más conveniente evolucionar hacia alquileres fijos. Siendo los ArrA
quienes se hacían cargo del incremento en los gastos asociados a la mayor aplicación de
tecnologías de insumos, mediante los alquileres fijos evitaban compartir los aumentos
de productividad con los dueños de los campos. Asimismo la negociación con el
propietario durante la conducción del cultivo resultaba más simple, inexistente en
realidad, y dados los montos de alquileres inicialmente más bajos estaban en
condiciones de soportar el mayor nivel de riesgo asociado a los arrendamientos,
particularmente en zonas como la agrícola donde la variación climática es menor y los
valores de los porcentajes ya eran de por sí relativamente elevados.

Luego, la misma competencia entre los ArrA tradicionales, a la que se sumaron, los
PoS fue aumentando el valor de los alquileres, reduciendo los márgenes hasta un nivel
donde en algunas campañas los factores de la producción apenas alcanzaban a cubrir
su costo de oportunidad incluso en las evaluaciones ex ante utilizando rendimientos
promedios. El tema del riesgo pasó a tener una importancia creciente para los
arrendatarios, quienes en este momento mayormente manifiestan su preferencia por
acceder a aparcerías en las que el riesgo es compartido con el propietario.

Además de la baja en los alquileres medidos en producto, otros cambios importantes


producidos a partir de 2008 que vienen beneficiando a los ArrA en detrimento de la
posición de los propietarios, son el alargamiento de los plazos de pago y las
modificaciones en el tipo de precio de referencia usado en el cálculo del valor de las
cuotas de alquiler, donde es cada vez más común utilizar el valor del mercado de futuro
al momento de cosecha en lugar del „spot „o disponible vigente al momento de pago.
Esta es otra forma de compartir el riesgo de mercado entre inquilinos y dueños de los
campos.

El alargamiento de los plazos de pago genera un problema no menor en pequeños y


medianos propietarios que dependen del alquiler como ingreso familiar más
importante. Para poder cambiar de un régimen de alquileres fijos a alquileres a
porcentaje, donde tradicionalmente predominan los pagos finalizada la campaña, el
flujo de fondos de los propietarios de la tierra se vuelve un tema sensible, siendo cada
vez más comunes en las aparcerías los adelantos de pago a cuenta de lo que se
coseche.

Acorde a la opinión de los entrevistados, en las diferentes localidades de la zona


relevada parecen co-existir hasta el momento, dos tipos de mercados de tierras en
alquiler más o menos diferenciados pero con numerosos vasos comunicantes entre sí.
Por una parte un mercado donde los campos se ofrecen anualmente al mejor postor, se
habla de campos que se „rifan‰, cuyos propietarios tienen una marcada preferencia por
los alquileres fijos, siendo el monto del arrendamiento y los plazos de pago las variables
fundamentales para tomar una decisión. Por otra parte un segmento donde la
estabilidad de la relación ArrA-propietario, la confianza y el conocimiento mutuos
tienen también un peso importante y esto se traduce en mayor preocupación por el
cuidado del suelo por ambas partes y más posibilidades de acceder a contratos a
porcentaje.
Los ArrA locales, que constituyen el grupo de productores entrevistados en el
trabajo, tienen presencia en ambos mercados mientras que los grandes Pooles de
siembra (PoS) vienen compitiendo por tierra en el primero y tienen un acceso

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restringido al segundo mercado dada su condición de actores „extra territoriales‰. Estas
diferencias pueden ser importantes cuando se plantean las estrategias de negociación
entre propietarios de tierra y arrendatarios y contribuirían a explicar, aunque sea
parcialmente, la persistencia de chacareros empresarios o los agrónomos
emprendedores frente al avance de los grandes PoS en campañas previas.

Situación actual.

Características de los contratos y la relación de fuerzas entre actores.


Si bien son diferentes las trayectorias y estructuras de los tres tipos de ArrA
entrevistados, cuando se comparan variables no estructurales referidas a estrategias y
condiciones de alquiler no se encuentran diferencias tan marcadas.

En conjunto, más de dos tercios de los contratos fueron accidentales de duración


anual y la casi totalidad formales -no de palabra-, sin encontrarse diferencias entre tipo
o escala de los ArrA ni tampoco entre zonas, cultivos o forma alquiler, aunque es algo
mayor la duración de los contratos en los casos de los ChE. La relación con los
propietarios en todos los casos fue más larga que la duración de los contratos, 59 % de
los entrevistados señaló que la mayor parte de los mismos se venían realizando en
forma ininterrumpida sin cambiar de propietarios por 5-10 años y 31 % por más de 10
años. En el caso de los AgE las duraciones de las relaciones son algo más cortas,
seguramente debido a su más reciente trayectoria como ArrA.

Cuadro 3. Tablas de contigencia entre tipos de arrendatarios y algunas variables no


estructurales de las EAP.
Variable Intervalo AcA ChE AgE Test Chi2 y
%casos %casos %casos Coef.
N 4 11 7 Contingencia
Duración contratos 1 100 55 79 p-value 0,282
(años) 2 0 18 21 NS
3 ó mas 0 27 0
Años de relación <5 0 9 15 P-value 0,152
ininterrumpida con 5 a 10 75 36 85 NS
propietarios. >10 25 55 0
Proporción cultivos <0,33 37 27 6 p-value 0,045*
alquiler fijo / total 0,33-0,66 38 35 34 Dependencia
alquileres >0,66 25 38 60 media

1 Test Chi2: H0= hay independencia entre categorías de las columnas y las variables de
las filas. Niveles de rechazo 5% (*) y 1% (**). Nivel de dependencia: estimado con
Coeficiente de Contingencia de Cramer.

La preferencia manifestada por los ArrA en cuanto a la duración de los contratos no


fue unánime e incluso algunos señalaron que la misma varía con las condiciones
económicas de la campaña. De haber previsibilidad en el mediano plazo, estabilidad o
una tendencia a aumentar en los precios de los granos y existiendo la posibilidad de
entrada de nuevos jugadores en el negocio prefieren contratos más largos, pero si las
condiciones son las contrarias tienden a inclinarse por contratos anuales que permiten
renegociar de manera más flexible tal como ocurrió en la campaña 2013/14.

Solamente la relación entre lotes alquilados en forma fija y el total alquilado tuvo
diferencias importantes entre tipos de ArrA, con mayor participación relativa de los
arrendamientos en el caso de los AgE y mayor proporción de aparcería entre los ChE y
los AcA. Esto podría estar asociado con la evolución histórica de las formas de alquiler

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y los diferentes niveles de conocimiento y confianza entre propietarios e inquilinos. Los
ChE y los AcA tienen una más larga historia como contratistas que los AgE, quienes en
su mayoría empezaron su actividad luego del año 2000 –ver cuadro 1-. Algunas de las
relaciones ininterrumpidas de alquiler de los ChE datan de hace más de veinte años, la
mayor parte superan los 10 años, y fueron iniciadas en un momento que eran más
comunes las aparcerías. Muchos de los ChE señalaron seguir manteniendo una cierta
proporción de estos contratos „históricos‰ a porcentaje aunque de a poco los estarían
perdiendo en la medida que los campos entran en sucesión y se interrumpen las viejas
relaciones de chacarero contratista que le alquilaba el campo a un vecino también
chacarero, o que fue chacarero antes de empezar a ceder su tierra.

La retirada parcial de los grande Pooles de Siembra ocurrida principalmente en la


campaña 2013/14 cambió el eje de fuerza en las negociaciones. Por primera vez en
varios años la oferta de tierras en alquiler superó a la demanda y los ArrA estuvieron en
mejor posición que los propietarios para hacer valer sus condiciones. En una entrevista
realizada en la zona de Chivilcoy se mencionó como una circunstancia inusual el hecho
de que algunos dueños de tierra tuvieran que salir a publicitar los lotes en alquiler en
medios de difusión locales. En entrevistas realizadas en la zona oeste fueron
relativamente frecuentes las alusiones a casos de previos arrendadores a pooles de
siembra que no consiguieron nuevos contratos hasta avanzado el año 2013 con el
consiguiente enmalezamiento de los lotes y caída de los montos de alquiler.

Los valores de los alquileres.


Comparados con los de la campaña anterior, los arrendamientos 2013-14
disminuyeron entre 10-15% en producto, lo que sugiere la no existencia de poder de
mercado por parte de los dueños de la tierra y es indicativo de la flexibilidad de los
actuales arreglos, basados en contratos accidentales por una campaña, para la
renegociación de condiciones ante fenómenos imprevistos. En los porcentajes de las
aparcerías no se detectaron cambios de importancia que pudieran haber ocurrido en el
mismo período. Esto podría deberse a que aun sin cambios en el porcentaje, la
aparcería acompaña las variaciones en el ingreso bruto afectando hacia arriba o hacia
abajo lo percibido tanto por el inquilino como por el propietario en una proporción
semejante y además el porcentaje suele estar más anclado e influenciado por lo
ocurrido en campañas previas que los pagos fijos.

Prácticamente sin importar el tipo de cultivo a realizar, en el caso de los alquileres


fijos el cultivo de soja continúa siendo la referencia obligada “por lo general puedo
sembrar lo que quiero…..siempre que pague los 15 qq de soja adelantados (un
ArrA)” Sólo para el maíz se mencionaron situaciones donde se produjeron reducciones
en el valor del arrendamiento de uno o dos qq ha-1 respecto del alquiler para soja de
primera cuando los propietarios estuvieron interesados en el pastoreo del rastrojo o en
la conservación del suelo.

El porcentaje de alquiler pagado al propietario, como es de esperar, tiende a


disminuir cuando la razón entre costo del o los cultivos y valor de la tierra aumenta.
Siendo el costo de implantación y protección de trigo-soja mayor o similar al del maíz y
este mayor al de soja de primera, los porcentajes de aparcería tienen una relación
inversa y considerando que los costos de implantación y protección para un mismo
cultivo tienden a ser similares entre zonas, lo mismo ocurre si se comparan los
porcentajes pagados en zona núcleo agrícola con valores de tierra más caros y
porcentajes de alquiler más altos vs. zonas del centro-oeste de la mitad N de la
provincia con tierras más baratas donde el porcentaje es más bajo (datos no
presentados).

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Cuadro 4. Valores de alquileres por cultivo relevados para la campaña 2013-14

Alquiler Parámetros Soja Trigo Cebada Soja Maíz Maíz Girasol Sorgo
primera (1) (2) segunda temp. tardío (5)
Fijo-
Fijo- qq Mediana 13,0 6,5 6,5 6,5 12,0 - 9,0 -
soja/ha-
soja/ha- Máximo 17,0 8,5 8,5 8,5 17,0 - 10,0 -
(3) Mínimo 8,5 4,3 4,3 4,3 8,5 - 8.5 -
Sup. (ha) 13.871 2.514 2.180 4.995 4.757 851 1.288 350
N° casos 22 13 5 14 15 5 3 1
A Mediana 40,0 35,0 37,0 35,0 37,5 - 35,0 33,5
porcentaje Máximo 50,0 40,0 40,0 40,0 48,0 - 35,0 35,0
-%- (4) Mínimo 35,0 30,0 35,0 25,0 32,0 - 35,0 32,0
Sup. (ha) 13.586 1.361 820 2.760 1.662 282 1.392 350
N° casos 18 7 3 8 12 4 5 2
(1)En el caso del doble cultivo de trigo, u otro invernal, con soja de segunda se asignó
arbitrariamente 50% del arrendamiento al primer cultivo y 50% al siguiente.
(2)Incluye otros cultivos de invierno además de la cebada: colza, arveja, lenteja etc.
(3)Para calcular el valor monetario del alquiler se debe tomar precio lleno de soja, por
lo general sobre puerto de Rosario.
(4)Participación del propietario sobre el producido puesto sobre camión en el lote.
(5)Los valores de alquiler de girasol no son directamente comparables con el resto de
los cultivos dado que los casos relevados corresponden a zonas más desfavorables.

Con la información relevada se ajustó un modelo de regresión lineal basado en


mínimos cuadrados para estimar el monto de alquiler (MA) expresado en qq/ha de
soja. Las variables explicativas probadas fueron las siguientes:
• Tipo de alquiler: variable dummy fijo 1, porcentaje 0.
• Cultivo: variable dummy, soja de primera 0, maíz, trigo soja 1 y girasol 1,
• Zona: variable dummy, zona Este 0, zona Centro 1 y zona Oeste 1.
• ArrA: variable dummy, ChE 0, AcA 1 y AgE 1.
• Escala: miles de hectáreas sembradas por el ArrA en la campaña.
• Potencial de rendimiento: se aproximó el valor a partir del cociente entre
el rendimiento máximo esperado del cultivo en el lote respecto del
máximo rendimiento esperado para el mismo cultivo en todos los lotes
relevados. Toma un valor máximo de uno.
• Riesgo lote: se estimó como la diferencia entre el rendimiento esperado
en promedio y el mínimo dividida por el rendimiento promedio.

Aunque puede tener influencia en el monto de alquiler, no se dispone de una


estimación del tamaño de los lotes arrendados por lo que no pudo ser incluida como
variable explicativa en función de regresión.

El monto de alquiler en las situaciones de aparcerías fue calculado a partir de los


porcentajes de alquiler, el rendimiento medio esperado por el ArrA para ese cultivo, los
gastos comercialización de cada zona y la relación precio grano/precio soja.

10
Cuadro 5 Regresión entre monto alquiler con la forma de alquiler, cultivo, tipo de
inquilino, escala, potencial rendimiento lote y riesgo.

Coef. Error Est. T Prob. Nivel Sign.


Intercepción 6,93 1,749 3,965 0,000 **
Alquiler fijo 0,94 0,331 2,839 0,006 **
Maíz -0,15 0,362 -0,426 0,672 NS
Trigo/soja 0,56 0,412 1,354 0,180 NS
Girasol -0,32 0,719 -0,440 0,661 NS
AcA 1,07 0,531 2,012 0,048 *
AgE -0,51 0,619 -0,823 0,413 NS
Zona Centro -0,60 0,533 -1,124 0,265 NS
Zona Oeste -2,61 0,613 -4,264 0,000 **
Sup. alquilada (1000
ha) -0,09 0,065 -1,325 0,189 NS
Potencial prod. lote 8,63 2,048 4,212 0,000 **
Riesgo lote -2,53 1,727 -1,467 0,147 NS
Prob.
R2 ajustado F regr. N(1)
0,00
0,72 20,89 87
(1)Las 87 observaciones se originan en los 22 ArrAs entrevistados al considerarse
diferentes cultivos y formas de arrendamiento.

La ecuación obtenida explica un porcentaje importante de la variación de los montos


de los alquileres, no siendo significativamente distintos de cero los coeficientes de
cultivo, escala, zona Centro agrícola ganadera, arrendatario AgE y nivel de riesgo. El
tipo de alquiler, el potencial de rendimiento del lote y la zona Oeste se diferencian
estadísticamente de cero al nivel del uno por ciento y el arrendatario tipo AcA al cinco.
No se dispone de una explicación o hipótesis plausible para este último caso que señala
que los AcA pagarían los alquileres 1 qq por arriba que los ChE y los AgE.

Los cultivos „compiten‰ entre sí por los lotes disponibles y en la medida que no se le
atribuya a uno de ellos alguna ventaja de interés para el dueño del establecimiento, no
serían de esperar diferencias en los alquileres de mercado. Existe información disponible
de que la soja sembrada sobre antecesor maíz rinde en promedio 4-5 quintales mas que
la sembrada sobre un antecesor soja. Siendo sencillo determinar cuál es el cultivo
antecesor de un lote, aún ya cosechado, esto debería reflejarse en una disposición de
los inquilinos a pagar un mayor valor de alquiler por lotes con antecesor maíz y de los
propietarios a aceptar uno menor para realizar un cultivo de maíz, pero esta situación
nunca se manifestó en las entrevistas.

La zona Ganadero Agrícola Oeste presenta alquileres promedios 2,6 qq/ha de soja
mas bajos que los de la zona Agrícola, seguramente asociado a menores potenciales
productivos, mayor riesgo y costos de transporte.

Una escasa relevancia de las economías de escala y el carácter local de todos los ArrA
encuestados (no hay PoS en la muestra seleccionada) podrían explicar que el coeficiente
relacionado a superficie sembrada por el inquilino no difiera estadísticamente de cero.

Se esperaba un signo contrario en el caso del arrendamiento, dado que en las


situaciones de aparcería de la muestra no surgieron diferencias entre uso de insumos y

11
rendimientos con los alquileres fijos, por lo que resulta extraño que el valor esperado
en los alquileres a porcentaje, donde el riesgo es compartido, sea menor que el pago
cierto propio de los alquileres a renta fija. Siendo más lógico suponer que el contratista
esté dispuesto a pagar (y el dueño de campo a reclamar) una prima por compartir el
riesgo cet.par.

Con más razón si se tiene en cuenta que los pagos a porcentaje suelen realizarse mas
tardíamente (algunos se realizan directamente a cosecha) respecto de los alquileres
fijos y por lo tanto permiten sembrar más superficie cuando la disponibilidad de capital
es limitante. Cabe destacar que desde un punto de vista teórico-Marshalliano, sería
posible esperar un menor nivel de rendimientos y por tanto un menor alquiler con
pagos a porcentaje asociado a un menor uso de insumos y rendimientos esperados
pero, como se mencionara, éste no fue el comportamiento observado entre los ArrA
entrevistados.

Una comparación mediante el test no paramétrico de Wilcoxon en los casos en que


se disponía de situaciones apareadas donde un mismo ArrA alquilaba a valores fijos y a
porcentaje lotes de maíz o soja arrojó resultados similares –cuadro 6-. Aunque esto
podría estar asociado a la tendencia según la cual en lotes de poca aptitud agrícola son
más frecuentes los alquileres a porcentaje, las relativamente elevadas medianas de los
alquileres pagados indicarían que éste no sería el caso.

Cuadro 6. Comparaciones apareadas de montos de alquileres para cultivos de soja de


primera y maíz.
Cultivo Pares Medianas alq. Probab.
(qq/ha)
N Fijo Porcentaje
Soja 1era 15,0 13,0 11,1 1%
Maiz 10,0 14,0 12,1 1%

Arrendamientos y aparcerías en la mirada de los ArrA.


Dentro del grupo entrevistado, sobre una superficie total sembrada de 52.970 ha en
tierras en alquiler, 30.757 (58%) fueron cultivadas en arrendamiento, y 22.213 (42%) en
aparcería. Soja de primera y girasol prácticamente tuvieron igual superficie sembrada
en alquiler a porcentaje y renta fija, en tanto en maíz y trigo-soja fue mayor la
proporción a renta fija. Probablemente en este comportamiento incida la aversión al
riesgo de algunos propietarios y que soja y girasol suelen ser considerados cultivos
seguros en tanto que el maíz se lo percibe como riesgoso. Bajo condiciones
particularmente inciertas, lotes inundables o con tosca cercana a la superficie, etc., es
más común recurrir a los contratos a porcentaje. Este tipo de lotes son destinados en
mayor proporción a soja, girasol o sorgo, lo que podría ayudar a explicar parte de la
mayor proporción de arrendamiento en estos cultivos. Además el trigo y el maíz vienen
sufriendo algunas dificultades para ser comercializados por lo que suelen depender del
consumo local para su mejor venta, por ejemplo molinos, producciones animales
intensivas, etc., y a los propietarios les es por lo general más difícil acceder a estos
destinos para comercializar su cuota en comparación con los ArrAs.

Varios ArrA manifestaron que, comparados con ellos mismos, gran parte de los
dueños que ceden su tierra son más aversos al riesgo, en particular si se trata de
pequeños propietarios para los que el alquiler suele ser el más importante, cuando no
el único, ingreso familiar. Otra limitante de los contratos a porcentaje frecuentemente
mencionada fue que algunos propietarios ya no están registrados como productores de
grano por lo que no pueden vender su cuota de lo cosechado. En estos casos es el ArrA
quien vende la totalidad del grano pagándole al propietario su parte previo descuento

12
de los costos de comercialización. Esto que parece una solución simple no lo es tanto si
se tiene en cuenta que muchos ArrA son acreedores del estado en importantes montos
de Impuesto al Valor Agregado y que los contratos de alquiler no son alcanzados por el
mismo.

En las actuales condiciones los ArrA en su gran mayoría señalaron preferir los
contratos a porcentaje „para compartir el riesgo con el dueño de la tierra‰; aunque en
algunos casos se señaló que en una situación de alquileres en baja y en un mercado
ofertado “pagando fijo y por adelantado se pueden hacer muy buenos negocios,
porque hay muchos dueños de campo que venían acostumbrados con los pooles
de siembra y ahora no pueden esperar a la próxima cosecha y necesitan la plata
para vivir. Además es mucho más fácil, se hace el contrato, se paga en los
momentos convenidos y no hay que andar negociando con el dueño de la tierra
hasta la próxima campaña…. (un ArrA)”

Pese a sus ventajas en situaciones de riesgo, los contratos a porcentaje tienen que
cubrir más requisitos que los fijos para contribuir a mantener una buena relación entre
las partes. Durante el período de cultivo los aparceros deben intercambiar opiniones
respecto del manejo del cultivo con los propietarios quienes pueden participar en las
decisiones más importantes, no siendo así en los alquileres fijos. Por su parte los dueños
de la tierra deberían efectuar controles durante la cosecha, principalmente de no existir
una fuerte relación de confianza con el ArrA.

Para que los contratos a porcentaje sean viables se requiere cierto nivel de confianza
y afinidad de objetivos entre las partes y una mínima cercanía entre el propietario, su
campo y la actividad agropecuaria para bajar los costos de negociación entre
propietario-inquilino durante la conducción del cultivo. Por otra parte el esfuerzo para
negociar un nuevo contrato parecería menor en los casos de aparcería que cuando se
negocia a quintales fijos dado que los porcentajes tienden a suavizar el efecto de las
variaciones de precios sobre el ingreso relativo de dueños e inquilinos y por ello estarían
menos sujetos a cambios bruscos con las necesarias re-negociaciones. Puesto de otro
modo un cambio importante en el precio de los granos tienden a poner mayor presión
sobre la renegociación de los contratos a renta fija, siendo menor el cambio que
generan en el porcentaje.

Durante la realización de las entrevistas surgió como hipótesis que los contratistas
utilizaban distintos criterios y mecanismos para estimar los montos de alquiler que
podían ofrecer en el caso de arrendamientos y aparcerías por lo que a seis de los ArrAs
entrevistados se les preguntó sobre la forma en que usualmente calculaban estos
valores. Siguiendo los pasos descriptos en materiales y métodos, se realizó una
estimación de la distribución de probabilidades de resultados económicos en campo en
alquiler y en aparcería.

Parte de estos productores señaló utilizar planillas de cálculo (principalmente los


profesionales) mas o menos complejas que incluso les servían para hacer seguimiento
de los lotes, mientras que otros realizaban sus cálculos con papel y lápiz. Pero
independientemente del soporte usado, para la situación de alquileres fijos señalaron
que estimaban el monto que pueden pagar de alquiler a partir del precio esperado a
cosecha y el rendimiento probable en el lote. Del ingreso bruto así obtenido
descuentan los costos de implantación y protección, cosecha y comercialización y
comparan el residuo con el alquiler de mercado o el solicitado por el dueño de campo
para luego hacer su oferta o contra-propuesta. Cabe señalar que todos los ArrA
entrevistados que declararon seguir estos pasos mencionaron imputar en estos cálculos
el costo de oportunidad para las labores realizadas con maquinaria o fletes propios, o
para el trabajo de seguimiento de los lotes.

13
En cambio, parece existir una mayor dificultad para responder a la pregunta de
œcuánto puedo pagar de porcentaje en esta campaña?, en particular cuando se quiere
tomar en cuenta el riesgo. En el cálculo de las distribuciones de probabilidades de los
márgenes y en concordancia con lo declarado previamente por los mismos
entrevistados no hubo diferencias entre costos de cultivo y los rendimientos estimados
en arrendamiento o aparcería; pero con alquiler a porcentaje los valores de MB/ha
esperados para los ArrA, fueron siempre superiores y las probabilidades de un mal
resultado fueron significativamente menores comparados con el alquiler fijo. La ventaja
del pago a porcentaje fue aun mas importante cuando se calcularon las funciones de
probabilidades acumuladas para los Márgenes Brutos /100$ invertidos lo que haría
sospechar de la posible existencia de un fenómeno de anclaje de los porcentajes en
valores históricos y/o de información asimétrica y riesgo moral.

Por una parte es probable que se recurra a estimaciones basadas en los valores de la
campaña pasada o alguna regla heurística para determinar el porcentaje de alquiler a
ofrecer y por la otra cada vez son menos frecuentes los casos de „chacareros que
alquilan a ex chacareros‰ donde el dueño del campo solía conocer los rendimientos
locales, la potencialidad y las características de cada lote tan bien o mejor que el
contratista. Por el contrario cada vez es más común que quien cede tierra en alquiler
sea un propietario ausente, más o menos alejado de la producción agropecuaria.

Cuando hay desconocimiento de alguna de la partes las negociaciones se hacen más


dificultosas, por ejemplo en el caso del doble cultivo, parte de los ArrA mencionaron
que suelen encontrarse con dificultades para que algunos de los propietarios, en
especial los alejados de la producción, comprendan que los porcentajes del trigo o de la
soja de segunda no pueden ser equiparables a los de un único cultivo anual tal como el
de la soja de primera, optando en estas situaciones por ofrecer alquileres fijos para
evitar largas negociaciones.

Productividad, uso de insumos y conservación de los recursos.


Los rendimientos obtenidos por los diferentes tipos de Arra son similares – cuadro 7-
al igual que los rendimientos máximos y mínimos esperados, (datos no presentados). La
distribución acumulada de la proporción de soja de primera sobre la superficie alquilada
tampoco difiere entre grupos de productores, aunque hay una tendencia a que el
porcentaje de soja de primera sea mayor dentro del grupo de ChE .

Cuadro 7. Tablas de contingencia entre tipos de arrendatarios y rendimiento y uso del


suelo.
Variable Intervalo AcA ChE AgE Test Chi2 y
%casos %casos %casos Coef.
N 4 11 7 Contingencia
Rendimientos relativos <0,9 11 13 14 p-value 0,920
0,9-1,10 67 75 76 NS
>1,10 22 12 10
Proporción soja1era / <0,33 0 9 0 p-value 0,698
sup. total alquilada 0,33-0,66 75 46 71 NS
>0,66 25 45 29
1 Test Chi2: H0= hay independencia entre categorías de las columnas y las variables de
las filas. Niveles de rechazo 5% (*) y 1% (**). Nivel de dependencia: estimado con
Coeficiente de Contingencia de Cramer.
2-Rendimientos relativos: el valor 1,00 corresponde al rendimiento promedio de cada
cultivo para todos los datos disponibles.

14
En contra de lo que predice la teoría Marshalliana acerca del menor nivel de uso de
insumos y la consiguiente ineficiencia de los contratos a porcentaje, prácticamente 95%
de los ArrA entrevistados manifestaron manejar de igual manera los cultivos en
arrendamiento y aparcería, utilizar la misma cantidad y calidad de insumos y obtener
los mismos rendimientos. El 5% restante incluso señaló hacer mayor uso de insumos en
los cultivos a porcentaje.

Este resultado no se originaría en una negociación propietario-arrendatario con


bajos costos de transacción sino en una decisión unilateral de los ArrA, quienes en
todos los casos dijeron tener en cuenta que para los alquileres fijos es mayor el retorno
esperado sobre un incremento dado en el uso de insumos por unidad de superficie, y
que en las aparcerías deben compartir parte del incremento de producción con el
dueño de la tierra, pero que pese a ello priorizan una buena relación con los
propietarios para darle continuidad a los contratos a porcentaje por sus otras ventajas.
Fundamentalmente porque requieren menos gastos iniciales lo que permite
incrementar el área arrendada y el resultado económico global ante limitaciones de
disponibilidad de capital, a lo que agregan la ventaja de que les permite compartir el
riesgo con el propietario de la tierra.

Sólo en un caso de aparcería se mencionó que el propietario pagaba parte de los


insumos (fertilizante fosforado) en una proporción similar a la que se usaba para dividir
el producto. Compartir gastos de algunos insumos entre propietarios y ArrA es común
en otros países y llevaría más rápidamente a un equilibrio de largo plazo con los
alquileres a renta fija. La aparente ausencia de esta práctica en el caso local podría
estar asociada a un cierta des-actualización de los arreglos a porcentaje, que quedaron
atados a una situación histórica de la agricultura pampeana en la que las aparcerías
fueron más frecuentes, pero cuando el uso de fertilizantes y agroquímicos era bajo o
casi nulo.

La siembra directa y el uso de la fertilización, en particular la nitrogenada, están


generalizados entre todos los tipos de ArrA encuestados, y en ningún caso se señaló
que la duración o tipo de arrendamiento pudiera afectar el uso de estas prácticas.
Ambas tecnologías muestran la mayor parte de sus retornos económicos durante el
ciclo de un único cultivo siendo más convenientes en ese plazo que los manejos
alternativos no-conservacionistas (labranzas convencionales o no fertilización). No
ocurre lo mismo con la fertilización fosforada en la que dosis sub-óptimas son más
comunes en los campos alquilados debido a que el ArrA no esta seguro de poder
beneficiarse con el efecto residual del fertilizante, principalmente cuando los márgenes
de los cultivos son ajustados.

Calculados a partir de la ocupación del suelo en las EAP individuales, las medianas de
los porcentajes de superficie sembrada en campo arrendado con soja de primera, trigo,
soja de segunda y maíz fueron de 56%, 8%, 9% y 13% respectivamente, estando el
resto sembrado con girasol, sorgo, cebada, colza lo que indican una insuficiente
participación de las gramíneas desde el punto de vista de la conservación del suelo. La
mayor parte de los ArrA manifestaron la intención y necesidad de realizar secuencias de
cultivos mas balanceadas pero dados los actuales resultados económicos opinaban que
les era muy difícil llevarlas a cabo. En cinco situaciones en que los ArrA además poseían
campo propio señalaron que en esa condición las secuencias de cultivos eran mas
conservacionistas, con mayor incorporación de gramíneas, que las que podían realizar
en campo arrendado.

Estos resultados son en términos generales coincidentes con lo informado por Lema
(op. cit) y además proveerían soporte a la hipótesis de que la adopción de tecnología
conservacionista en campos arrendados por periodos cortos dependería

15
fundamentalmente del tiempo que le toma generar beneficios a la práctica, mas breve
el período, mayores las posibilidades de adopción.

Se relevaron además tres situaciones de campos alquilados en los que se realizaba


una rotación de cultivos conservacionista acordada con el propietario. En todos los
casos la duración del contrato fue de 3 años, la relación de alquiler previa era de más
de 5 años, y fundamentalmente el propietario (según la opinión de los ArrA) estuvo
dispuesto a recibir un monto de alquiler mas „razonable‰ ya sea resignando quintales
de soja en el alquiler fijo o acordando a alquileres a porcentaje. Esta situación requiere
ser profundizada dado que pondría todo el costo de la conservación del suelo en
espaldas del propietario sin registrarse en concordancia casos de campos que por estar
rotados desde hace tiempo perciban alquileres más altos.

Es posible que duraciones de los contratos de dos o tres años contribuyan a


aumentar la posibilidad de implementar una secuencia de cultivos con más
participación de gramíneas o el uso de fertilizaciones fosforadas con dosis más
elevadas, aunque la duración del contrato no es la única condición ni la más
importante. Parecerían ser de más impacto un mejor resultado económico de los
cultivos en general y de trigo y maíz en particular además de una adecuada
disponibilidad de crédito teniendo en cuenta que considerando costos de implantación,
con el capital requerido por cada ha sembrada de maíz se pueden sembrar
prácticamente dos ha de soja.

Comentarios finales.

En la zona norte de la provincia de Buenos Aires el alquiler de tierras para cosecha


ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, ajustándose a las necesidades de inquilinos
y propietarios y las condiciones cambiantes de los mercados y el avance tecnológico,
incluso subsanando en la práctica algunos vacios o zonas grises de la legislación vigente.

Se generó así un mercado flexible donde difícilmente algún actor individual pueda
imponer sus condiciones, más allá de algunos efectos locales, y una producción agrícola
competitiva con un nivel de conservación de los recursos que por lo menos no parece
ser marcadamente menor al de los campos en propiedad. En el trabajo no surgieron
evidencias de diferencias en manejo que produzcan que la erosión de suelos sea
significativaemente mayor en tierras alquiladas en comparación con la tierra en
propiedad, siendo más probable la existencia de algunas diferencias en cuanto a la
reposición de nutrientes, fosforo en particular y la secuencia de cultivos con una menor
participación de gramíneas y más reducido aporte de carbono al suelo. Por otro lado los
factores que promueven el monocultivo de soja de primera afectan de modo similar a
todas las formas de tenencia, comparada con otros cultivos la soja posee elevados
márgenes, bajos costos de implantación y reducido riesgo productivo y comercial.

En el escenario actual, caracterizado por relativamente bajos márgenes brutos de


cultivos y altos niveles de riesgo e incertidumbre, los alquileres de no muy larga
duración y a porcentaje parecen más adecuados que los de largo plazo y renta fija por
su mayor flexibilidad para ajustarse a condiciones cambiantes y porque distribuyen el
riesgo entre las partes. Las aparcerías además pueden facilitar la difusión de algunas
prácticas conservacionistas, sin mostrar impactos negativos sobre la productividad, por
lo menos bajo las actuales condiciones. Algunos factores a considerar si se desea
mejorar las probabilidad de una mayor difusión de los arrendamientos a porcentaje, o
facilitar una posible transición entre sistemas de alquiler, serían dar más sustento a la
base de cálculo de las respectivas participaciones de propietarios y ArrA en el producido
para diferentes zonas y condiciones de mercado y promocionar la posibilidad del pago
compartido de algunos insumos, Esto último estaría en línea con lo señalado por Allen y

16
Lueck (1992, 1993) en cuanto a que cuando el propietario comparte con el aparcero los
costos de los insumos en una proporción similar a la del contrato, éste se torma
eficiente. Adicionalmente se pueden tener en cuenta opciones de financiamiento para
los propietarios y facilitarles los trámites necesarios para la comercialización de granos,
y promover el desarrollo de algún mecanismo imparcial de control durante la cosecha.

Dos puntos de discordancia adicionales entre las condiciones locales de aparcería y


las de agriculturas de países en desarrollo son que los ArrA de la región pampeana
tendrían por lo general una menor aversión al riesgo que los propietarios, además de
un mayor conocimiento de manejo de los cultivos, gestión, mercados y comercialización
y en no pocos casos una mejor situación económica. . Estas condiciones se ajustan a las
consideraciones desarrolladas por Bellemare (2006) acerca de la emergencia de
situaciones de aparcería „inversa‰ entre un propietario pobre y averso al riesgo y un
arrendatario rico e indiferente al riesgo, una situación no considerada bajo el enfoque
de Stiglitz. El uso de combinaciones de pago fijo y a porcentaje en un mismo contrato
podría contemplar los diferentes grados de aversión al riesgo por parte de inquilinos y
propietarios. Por ejemplo, un cierto monto fijo (menor que los niveles de
arrendamiento puro) le aseguraría a un pequeño propietario un ingreso familiar
previsible mientras que un tramo siguiente a porcentaje en el mismo contrato que se
gatillaría a partir de cierto nivel de rendimiento, ayudaría a distribuir el riesgo que de
otro modo sería soportado sólo por el inquilino y además se reduciría la tendencia a
sobreexplotar el recurso atribuida a los arrendamientos fijos.

Existen situaciones donde este tipo de contrato ya se está aplicando pero las tablas y
criterios en uso pueden resultar algo confusos y los resultados esperados y niveles de
riesgo difíciles de evaluar ex ante. Con mayor razón en este caso serían necesarias
estimaciones realizadas en lo posible por terceros imparciales, basadas en
probabilidades obtenidas a partir de datos históricos o modelos de simulación, para que
sirvan de referencia para las negociaciones entre las partes interesadas.

En los alquileres a renta fija es el ArrA quien decide en forma solitaria acerca del
manejo del cultivo durante la campaña, excepto algunas condiciones que pueden estar
especificadas previamente en el contrato y en las aparcerías suele consultar al
propietario antes de tomar decisiones de cierta importancia, pero en el largo plazo, por
acción u omisión, sigue siendo éste último quien elige el nivel de conservación de los
recursos y se beneficiaría en mayor medida con una más elevada productividad del
suelo. Dado el distanciamiento que se vendría produciendo entre muchos propietarios
„ausentes‰ y la actividad productiva sería importante un mejor conocimiento de las
características, historia y racionalidad de los propietarios cededores de tierra e impulsar
acciones de extensión que les estén destinadas específicamente destacando la
importancia y beneficios de la conservación del suelo.

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