Вы находитесь на странице: 1из 245

BIBLIOTECA

DB AUTOBBS
MEXICAN > S
4
aar---
¿ j
BIBLIOTECA
DE
AUTORES MEXICANOS,

DRAMÁTICOS.

DE VENTA
EN LA
L I B R E R Í A

RAMON DE S. N. ARALUCE
s u e . DE PARRES.
MEXICO-»!«
Las Obras dramáticas coleccionadas en esta Biblioteca
son de la propiedad del aulor, y nadie podrá
reimprimirlas ni , «¡presentarlas sin su consentim.ento.
OBRAS
D.JOSEPEON Y C O N T R E R A S I

De la Academia Mexicana
y Correspondiente de la Española. !

TOMO I
TEATRO.

MEXICO.
Imp. de V. Agiieros, Editor,
Ceica de Sto Domingo. 4.
WÌW
. P3&
MI
v i
NOTICIA BIOGRÁFICA D E L AUTOR. (*)

I
D. José P e ó n y Contreras nació en la Ciudad de
Mérida, capital del Estado de Yucatán, el 12 de
E n e r o de 1843; y fueron sus padres el Sr. Lic. D-
J u a n Bautista P e ó n y Doña María del Pilar Con-
treras.
Terminó sus primeros estudios en edad t e m p r a -
na, y á los diez y nueve años, merced á su aplica-
ción y aprovechamiento, obtuvo el título de Doc-
t o r en Medicina.
T a n precoz como fué p a r a los estudios científi-
cos, lo fué p a r a el cultivo de la poesía, pues á los
diez y ocho años publicó u n a leyenda, La Cruz,
del Paredón, imitada de las de Zorrilla, y dió á la

(*) Debiendo insertarse en las Obras Literarias de D.


Victoriano Aclieros, que formarán parte de esta BIBLIO-
r ;
FO?i - 0 H STORICO- TECA, un estudio extenso acerca del Sr. Peón Y Contreras,
nos limitamos A insertar aquí esta breve noticia biográfica.
R CARDO

155948
COVARRUBIA&
escena tres piezas dramáticas intituladas: Mana SU estío es la ternura,» y que «sus cantares son l a n
la Loca, EL Castigo de Dios y El Conde de San- dulces que bien podrían atribuirse á un numen fe-
tiestéban. El público de Mérida aplaudió la re- menino.»
p r e s e n t a d o , de e s t a s obras, admirándose de que- En 1873, publicó en el folletín del periódico li-
en tan cortos años, el autor diera pruebas de co, terario El Domingo, una hermosa é interesante
nocer los resortes dramáticos. coleccion de romances históricos mexicanos, en
En 1863, el jóven Peón Contreras se translado los cuales le sirvieron de asunto diversos episo-
á México, y como si no fuera ya Doctor titulado, dios y tradiciones del pueblo azteca.
emprendió de nuevo los cursos de medicina, obte-
Llaman la atención en estas composiciones las
niendo por oposicion una plaza de practicante en
dotes descriptivas que revela el autor, así como
el Hospital de Jesús. Poco tiempo despues fue nom-
también su habilidad de narrador, pues uniendo lo
brado Director de l a V a c u n a , y por último, en 186/,
dramático con lo tierno y delicado, mantiene siem-
obtuvo el c a r g o de médico Director del Hospital
pre v4vo ei interés del lector. Aparte de estas
de Dementes de San Hipólito, en competencia con
cualidades, los Romances del Sr. Peón y Contre-
dos notables alienistas mexicanos.
ras tienen el mérito de explotar los ricos tesoros
Dió á luz el Sr. Peón y Contreras un tomo de
de nuestros anales indígenas: retratan á los héroes
Poesías el año de 1868, con las cuales se dió á co-
del pueblo vencido en la Conquista, describen
nocer ventajosamente en los círculos literarios de
nuestros patVjiS, lagos y montañas y pintan las
la Capital. Muéstrase en ellas inspirado poeta lí-
costumbres domésticas y guerreras de los anti-
rico, y abundan en g a l a s de imaginación y de sen-
guos moradores de este suelo; con lo cual el a u t o r
timiento. Sus apólogos La Flor del Café, La Ca-
demostró que puede ser fuente de poesía y de ins-
melia, ¡Pobre Madre! y Un Arroyo, descuellan
piración nuestra historia antigua.
por su g r a c i a y su intención filosófica; sus elegías
rebosan intensa tristeza, especialmente la Medita- Acrecentó su fama de poeta lírico el Sr. Peón y
ción dedicada d la Memoria de mi Madre; en sus Contreras, escribiendo en 1876 su famosa Oda á
poesías descriptivas hay variedad de colores, de Hernán Corles, que fué premiada en un concurso
lo cual son una prueba Las Flores, El Salto de abierto por el periodista español Llanos y Alca-
Barrio Nuevo, El Grijalva y El Rio de Tilapa. ráz. La entonación robusta de esa composición,
Por último, en sus composiciones eróticas nuestro sus pensamientos de alto vuelo, no ménos que l a
poeta es tierno y apasionado, habiendo merecido varonil majestad del estro poético de que hizo g a -
por esto que un escritor diga de él que «el fondo de ta el «Htor, la hacen digna ciertamente de figurar
en l u g a r muy señalado entre las mejores odas cas- m a s , que también escribió entónces, y los qiíe es-
cribió despues, algunos de los cuales, ó no se han
tellanas.
r e p r e s e n t a d o , ó permanecen inéditos. Entre los
II
p r i m e r o s se cuentan: Luchas de Honra y Amor.,
Por ese tiempo, volvió nuestro 311101" á sus an-
Impulsos del Gorazon, Esperanza, Por el Joyel
tiguas aficiones dramáticas, y escribió su d r a m a
del Sombrero, Entre mi Tío y mi Tía, (comedia)i
¡Hasta el Cielo! que fué representado son extraor-
Doña Leonor dé Sarabia, y Vivo ó Muerto. En-
dinario éxito en el T e a t r o Principal. A esa o b r a t r e los segundos figuran: Él Bardo, La Eterni*
siguieron otras, entre las cuales merece mención dad de un minuto, En el Umbral de la Dicha,
especial La Hija del Rey, que valió ai Sr. Peón y La cabeza de Uconor, Él Padre José, Soledad,
Contreras una ovacion inusitada, pues los escrito- Gabriela, publicada en la Revista Nacional de
res de México le hicieron ei obsequio de una pluma, Ciencias y Letras, Una Tormenta en el Mar,
de oro y de un honroso diploma, firmado por ellos, Laurearía, Por la Patria, Margarita, .(inédita)
en el cual )o declararon restaurador del teatro Irene, Pablo y Virginia (inédita) y Gertrudis,
en México. (inédita.)
Efectivamente, los- dramas cíel Sr. Peón y Con-
t r e r a s dieron extraordinaria animación á nuestros En 1880 ptiblicó nuestro autor una pieciosa
coliseos y despertaron el ^entusiasmo del público, coleccion de Romances Dramáticos, " f r u t o , - se-
á la sazón e m b a r g a d o p o r espectáculos de z a r - g ú n d i j o , - d e algunos instantes de reposo en me--
zuela y otros indignos de su cultura. dio de muchas horas de árido trabajo." También
en estos, el asunto ó tema son episodios de la épo-
Los asuntos de los dramas antes mencionados,
ca colonial; y cada romance no es sino el bosque^
así como los que á ellos siguieron, El Sacrificio
jo de un verdadero drama, por lo Cual el autor de-
de la Vida, Gil Gomales de Ávila, Un Amor de
cía que qui¿á más tarde «daría á algunos de esos
Hernán Cortés, Juan de Villalpando, Antón de
cuadros más extensa y cumplida forma, y, vestido
Alaminos, El Conde de Penalva, El Capitan Pe-
con g a l a n o ropaje uno ú otro de los personajes
dreñales, etc., e r a n tomados de la época colo-
que en ellos figuran, asaltaría el palco escénica
nial de México; verdaderos dramas caballerescos,
en busca de fortuna." En estos romances resplan-
de t r a m a interesante, d e escenas complicadas y
dece el espíritu caballeresco y todos tienen un s a -
t r á g i c a s y con personajes q.ue hablaban el len-
bor de época, pues la nobleza, la valentía y el h o ,
g u a j e de exaltadas pasiones, engalanado y real-
nor dan movimiento y vida á todos los personajes.
zado todo con una versificación espléndida.
También la novela ha sido cultivada por el Sr.-
D e b e m o s ' m e n c i o n a r a<q.uí los- siguientes dra-
Peón y Contreras, pues ha escrito y publicado tro poeta, y diversos los géneros literarios que ha
Taide y Veleidosa, y conserva inédita otra m u - cultivado: la lírica y la dramática, el romance y
lada Borrac/to.-"Hablando de la segunda, decía la novela, en todo ha dado pruebas de inspira-
un crítico que más que novela, era un p o e m . t a q u e ción y de talento: la misma corrección e n c u é n t r a -
debería estar escrito en verso, y a g r e g a b a No se se en sus versos que en su prosa, y su ingenio de
puede leer sin enternecimiento. Es una historia igual manera ha lucido sus galas en la poesía de
vulgar, n a r r a d a con emocion y con talento; y por sentimiento que en los romances líricos y en di-
que es vulgar, conmueve." versos monólogos que conserva inéditos. No sin
' L a grandiosa y simpática figura de Cristóbal razón, pues, ha obtenido señalados honores y
ha a r r a n c a d o á la lira de nuestro poeta
C o l o n
triunfos, entre los cuales merece citarse en pri-
acentos verdaderamente pindáricos, pues en unas mer término el haber sido nombrado Académico
preciosas Trovas Colombinas que publico en de la Mexicana y Correspondiente de la Españo-
1881, ensalzó los pensamientos y hechos mas cuU la. Ha sido varias veces Diputado y Senador al
minantes del inmortal genovés; pero con acentos Congreso de la Union, y actualmente forma parte
tales é inspiración tan feliz, que bien se descubre de este alto Cuerpo como Representante del Esta-
que el autor m e d i t ó ' a r g a m e n t e en las zozobra do de Nuevo León. No se ha mezclado mucho en
y concepciones del espíritu de Colon, por lo cual la política, pero se ha afanado siempre por la fe-
upo expresar hermosas ideas que se avienen per* licidad de su patria.
fectamente á lo que la historia nos dice del descu- Cerrarémos esta Noticia con el juicio que las
obras del Sr. Peón y Contreras han merecido del
bridor del Nuevo Mundo.
eminente poeta español D. Gaspar Núñez de Ar-
En 1883, con prólogo del poeta venezolano Pé-
ce, quien en una carta que dirigió con fecha 19
rez Bonalde, publicóse en Nueva Vork un nuevo
de Marzo de 1880 á D. Victoriano Agüeros, se
tomo de poesías de nuestro autor con el titulo de
expresó así:
Ecos; y en ellos, á la manera de Heine y de Bec-
«He leído las obras dramáticas del Sr. Peón
quer canta, como dice el prologuista, "los ideales
que tuvo vd. la bondad de remitirme, y respon-
inaccesibles del poeta; y se contienen gritos de
diendo á los deseos de vd, le diré que me parecen
dolor, ayes del corazon y suspiros apasionados, dignas de aplauso. Su compatriota, del cual ya
así como también, aspiraciones indefinidas y sue* conocía algunos trabajos, tiene inventiva, facili-
ños v a g o s de venturas irrealizables." dad en el diálogo y pasión, cuando es menester, y
III
creo que se le presenta una l a r g a c a r r e r a de
F e c u n d a ha sido, como se ve, la musa de núes-
triunfos Si el g e n i o mexicano no tuviese que lu-
c h a r con a r m a s desiguales, y sólo en provecho de
a l g u n o s c u a n t o s empresarios, con la competencia
que en el t e a t r o le hacen l a s o b r a s e s p a ñ o l a s , tal
vez h a b r í a y a r e m o n t a d o el vuelo á m a y o r e s al-
turas, porque los d r a m a s del Sr. P e ó n m u e s t r a n
bien á las c l a r a s que fuerzas y alientos tiene ese
pueblo p a r a ello.»

HIJA DEL REY.


DRAMA E S 1RES ACTOS Y EX VERSO.

A|la inspirada actriz, gloria


de México, Srita. María de
la Concepción Padilla, que
con expresión tan viva inter-
pretó y realzó á la Angélica
de mi drama; testimonio de
admiración de
José Peón Gontreras.
Mayo de 1876.
PERSONAJES.

ANGÉLICA.

GÜIOMAR.
SOR ISABEL BAUTISTA, Abadesa del Convento de
Jesús María.
B E A T R I Z (que no habla.) ACTO PRIMERO.
DON LOPE.

D O N GASPAR DE M E N D O Z A .
D O N IÑIGO DE P E R A L T A .
Decoración de calle. A la derecha del espectador, el cos-
tado del convento de Jesús María, con una reja alta en
SANTOYO. primer término, y cerca de ella, más allá, la entrada de
ORTIZ . la portería, con escalinata. El muro de este costado ha
de correr díagonalmente hasta el fondo estrechando la
calle, de manera que el público pueda distinguir á la
P A J E S , ESCUDEROS Y EDUCANDAS .
persona que hable desde la reja. Por este mismo lado y
en el fondo desemboca una calle. A la izquierda siem-
pre del espectador, desemboca otra calle, en primer tér-
mino. en una de cuyas esquinas, la más visible, estará
el nicho de una imagen alumbrada débilmente por un
farolillo. Es de noche.
La acción p a s a en México en el año de 1588.
ESCENA PRIMERA.

Al levantarse el telón aparece DON GASPAR.


Comienzan á sonar las ocho.

DON GASPAR.

(Quitándose el sombrero y acercándose á la ima-


gen del nicho, como para hacer oración.)
Las ánimas.
Este drama se representó por primera vez, con ex-
traordinario éxito, en'el iTeatro Nacional de México, la (Cuando han dejado de oírse las campanadas, se
noche del.¿7 de Abril de 1876. pone el sombrero y dice:)
Representáronle en su estreno las Sritas. Conccp-
cion Padilla" y Magdalena Padilla; Sras. Matilde Nava- Por mi nombre
rro y Rosalía Rodríguez, y los Sres. EnriqueGuaspdePé- , Que el esperar ya me cansa:
ris, Manuel Freire, Feliciano Ortega, Claudio Loscos y ¡Ah, Don I ñ i g o ! . . . . no piensa
Federico Alonso.
Que el a l m a inquieta le a g u a r d a PERALTA.

De quien confía á su celo ¿Nueva y venturosa?


Sus ilusiones más caras; GASPAR.
Que miéntras teje tranquilo (Con sobresalto.) ¿Acaso
Tal vez perezosa plática No es así?
PERALTA.
Con la abadesa, yo aquí
Tened más calma:
Me estoy torturando el alma.
Me intereso en esa boda
(Se queda un momento pensativo.) Como vos, la cosa es clara;
¿Será que Angélica niegue Pues que me habéis prometido
Su asentimiento? ¡Malhaya Una encomienda si alcanza
Entonces la suerte mía, Mi autoridad á enlazaros
G u a r d a d o r a de desgracias, Con tal tesoro de gracias
Si en su amor no encuentro al cabo ¡Ah! ¡yo la h a r é vuestra esposa!
Satisfecha mi esperanza! Todo, mi poder lo allana;
—Pero esa puerta se a b r e Y, por mi nombre, os d a r é
El es. La posesión de esa dama.
Pero
ESCENA SEGUNDA. GASPAR.
Ahorrad f r a s e s inútiles
DON GASPAR y PERALTA que sale de la portería.
Y comadme lo que pasa.
PERALTA. PERALTA.

¿Don Gaspar? La sangre de veinte abriles,


GASPAR. Mendoza, el pecho os inflama,
¿Peralta? Y mal dejarán los años
PERALTA. En vuestra frente su escarcha.
Dios os guarde. GASPAR.

GASPAR. La impaciencia me devora


Con vos venga; Y no puedo dominarla.
Y p a r a calmar mis ansias Escucho....
V e n g a también venturosa PERALTA.

E s a nueva que esperaba. Bien: hace poco


PERALTA.
Que con Angélica estaba.
Le hablé de la posicion Y púsose p á l i d a . . .
Que g u a r d a i s en Nueva España, ¡Pálida como una muerta!
Y aun en Madrid, en la corte GASPAR.

De nuestro Augusto Monarca; ¿Y qué os dijo?


Le hablé de v u e s t r a s riquezas, PERALTA.

De vuestra cuna elevada, Nada, nada.


De las prendas personales Dobló el papel, lo ocultó
Que os adornan y realzan En su seno, y una lágrima
Advertí que de sus ojos
Tanto mérito; y en fin
Por desprenderse pugnaba.
GASPAR.
GASPAR.
Sí, p a r a elogios ya basta.
PERALTA.
Y Sor Isabel;¿qué hacía?
PERALTA.
¡Ah! ¡Si la hubiérais mirado!
¡Ah! la abadesa es su aya;
¡Qué hermosa, qué hermosa estaba!
Y como tanto la quiere,
GASPAR.
Como tanto la idolatra,
No me habléis de esa hermosura,
De convencimiento fueron
Luz y encanto de mi alma,
Sus cariñosas palabras.
Que harto rendido á su hechizo
L e habló de su porvenir,
Me subyuga y me avasalla
De su situación precaria,
Proseguid.
PERALTA. De su orfandad
Díjele á Angélica, GASPAR.

Que al partir, no há mucho, á E s p a ñ a Pero e l l a . .


Su buen tío el Arzobispo PERALTA.

P a r a ella me dió una carta. Ella callada callada,


GASPAR. Guardó el lloroso semblante
¿Se la enseñasteis? Entre sus manos heladas,
PERALTA. Trémulas, y . . . .
Sí tal. GASPAR.
GASPAR. De m a n e r a
¿Leyóla?
Que se opone á mi demanda. Disparó contra su pecho
PERALTA.
L a saeta envenenada.
Vos lo sabéis, ha vivido
Sin duda, y ¡viven los cielos!
De ese convento en la estancia
Ella, Don G a s p a r , no os ama,
Que, para su uso tan sólo
GASPAR.
Fué con primor fabricada.
¿Que no me ama? ¿Desde cuándo
F á b r i c a régia, ostentosa,
Es de doncellas honradas
En que desplegó sus alas
Costumbre en necios amores
El génio, y que es para ella
Alimentar su esperanza;
Jaula, aunque dorada jaula
Y de amor tan sólo al yugo
De allí no sale jamás;
Su fé j u r a r a n t e el ara?
Santoyo y Guiomar la g u a r d a n .
PERALTA.
Ni Santoyo ni Guiomar
Eso la dije.
Salen nunca de la casa.
GASPAR.
' GASPAR.
(Aparte) (¡Oh tormento!
¿Y quién es Santoyo?
Pues ¡vive Dios! que me pasma;
Y del volcan de mi pecho PERALTA,

Brotan como ardiente lava 'Hidalgo


Celos impíos). (Alto.) A c a s o Inexpugnable, muralla
Acaso un rival alcanza Invencible, fiero, adusto.
Con su a m o r ¡Ay, si así fuera! ¡No puede temerse nada!
PERALTA. GASPAR.

Don Gaspar, sospecha vana. ¿Y Guiomar?


PERALTA.
Educada en el convento,
A su s o m b r a hospitalaria Esa es la dueña
Vió deslizarse las horas De A n g é l i c a . . . . tanto la ama
P l a c e n t e r a s de su infancia. Cuanto la cuida celosa,
J a m á s g a l a n atrevido Y es severa y es honrada.
Osó mirarle á la cara, GASPAR.

Ni el dios vendado, que turba Mas si Angélica se niega,


Rapaz inocentes almas, Aunque no hay razón ni c a u s a . . . .
T. I.
PERALTA.
GASPAR.
Descuidad: de aquí á una hora Con vos, Don Iñigo, vaya.
Allí estaremos. (Vase Peralta.)
(Señalando el convento.) ESCENA III.
GASPAR. DON GASPAR.—Despues LOPE y ORTIZ por el fond o .
¡Peralta! GASPAR.

PERALTA. ¿Qué más pude apetecer,


Firmaréis los esponsales. Si al fin de la lucha a m a r g a ,
GASPAR. A un tiempo amor y ambición
¿Tan pronto? Juntos coronan mis ansias?
PERALTA. ¡Amor! ¿entrar en mi pecho
Sí. Y m a ñ a n a Cómo pudo? Bien lo alcanza
Vuestro enlace lo he dispuesto. Mi pensamiento; no en vano
GASPAR.
Es delicia de mi alma!
Gracias, Don Iñigo, gracias. Absorbe mi sér entero
PERALTA.
Su recuerdo ¡Es tan lozana
Su juventud, es tan b e l l a ! . .
N a d a importa que ella gima;
Pero si al fin me rechaza
Al fin, despues de casada,
LOPE.
Será feliz.
Paréceme,"Ortiz, que un hombre
GASPAR.
Está allí
No lo dudo. ORTIZ.
PERALTA. ¡Como una estátua!
Además, cumplir me b a s t a LOPE.
Con lo que su tío ordena; ¿Quién será?
Que yo obedezco y él man da, GASPAR.
Y pues quiso el Arzobispo Bien Nada importa.
Que Angélica se casara Sea mi esposa esa dama:
Con vos, y vos lo quereis, Y despues despues veremos, (se va.)
Y yo también, ya no hay n a d a LOPE.

Que añadir.—Que Dios os guarde. ¿Se marcha, Ortiz?


- 16 -
- 17 -
i

ORTIZ.
Nunca de su casa, y fué
Sí, se marcha. Conmigo el cielo tirano
Tan c r u e l . . . .
ESCENA IV. ORTIZ.

LOPE y ORTIZ. Esperarémos


LOPE
Un solo instante y verémos
Allí, Ortiz, Iras ese muro, L l e g a r en breve á ese anciano.
LOPE.
T a l vez para mí perdida,
Respira el bien de mi vida; Y si hablo con él, Ortiz,
Su único bien, ¡te lo juro! Y por mí al fin se interesa,
No j u z g u e s que un devaneo Y le hago alguna promesa .
D o m i n a mi pensamiento, De Beatriz ¿Qué h a r á Beatriz?
Ni l a ilusión de un momento, Si ella s e niega á volver
Ni el a g u i j ó n de un deseo. Con su padre, y temerosa
No es el loco desvarío Rehusa....
De p a s a j e r o s amores ORTIZ.

Que d u r a , lo que en las flores No hará tal cosa


Una g o t a de rocío; No, señor, no podrá ser.
Lo que en la campiña amena, LOPE.

Al s a l i r el sol, la bruma; El viejo es duro.


Lo q u e l a rizada espuma ORTIZ.

De l a s olas, en l a a r e n a Es verdad.
LOPE.
No, no, Ortiz; mas temería
Y dado por mí ese paso,
Que a h o r a Santoyo en mi daño.
Si se n i e g a . . . .
ORTIZ.
ORTIZ.
Ya os lo d i j e . . . . año tras año
E n ese caso
V a a l sermón en este día;
L a obligaré, descuidad.
N u n c a falta yo lo sé
A más, mi gusto es su gusto;
P o r su hija y equivale....
Y me a m a tanto, á fé mía,
LOPE.
Que la existencia daría
Como Santoyo no sale
••••

- 18 —

Por evitarme un disgusto. LOPE.

¡Infeliz! ¡Pobre criatura! Acercaos vos.


Y a su dolor no le cabe SANTOYO.
En el pecho, y sólo s a b e Ignoro con qué derecho
Cernir por su desventura. Mas ved que el que se p r o p a s a . . . .
LOPE.
I-OPE.
¿Viene álguien, ó mis deseos
Os negáis en vuestra casa,
Me engañan?
Y la ocasion aprovecho.
ORTIZ.
SANTOYO.
No os engafíais:
Pues la pudisteis lograr
El e s . . . . é l .
De este modo, ya os escucho;
LOPE.
Mas sed breve, porque mucho
(A Santoyo.) ¿A dónde vais?
Me importa al convento entrar.
¡Eh! buen viejo, deteneos.
LOPE,

ESCENA V. Está bien: há seis meses que una noche,


En avanzada hora,
LOPE, ORTIZ, SANTOYO, con linterna.
De México salió con gran misterio
SANTOYO.
Vuestra joven señora.
¿Conmigo habíais? Veíase agobiada, de inclemente
LOPE.
Dolencia el pecho herido;
Sí, por Dios. Y hácia el campo partió s e c r e t a m e n t e . . . .
SANTOYO- ¡Siempre secreta su existencia ha sido!
Pues es r a r o . ¿Es verdad?
LOPE. SANTOYO.
¿Os desconcierta? Es verdad.
SANTOYO.
LOPE.
No.
(Con marcada intención.) La acompañaban
LOPE.
Doña Guiomar y vos, y con vosotros
Ortiz, g u a r d a esa puerta.
Iba también una doncella pura,
ORTIZ.
Dechado de hermosura
Si haré,
SAXTOV©. Ella viéndose en él y él en ella,
Callad. Corrieron venturosas y tranquilas
LOPE. Las horas del mancebo y la doncella.
l i n a hija v u e s t r a ! . . . . SANTOYO.
Por ocultos senderos, lentamente, ¡Oh! callad por favor, callad os digo.
Caminasteis los cuatro, h o r a tras hora; LOPE.
Y cerca de Tlaxcállan, Mas suspicaz y receloso un dia,
De u n a agreste mansión encantadora Sorprendisteis su amor Vos inhumano,
A la risueña puerta os detuvisteis. Y del acero a r m a d a
SANTOYO. La temblorosa mano,
Caballero, os repito que no puedo Pálida la color de la mejilla,
Escucharos ya más, y esa insistencia De muerte amenazasteis
Me cansa y me f a t i g a A la amante infeliz, que acongojada
LOPE.
Os desarmó doblando la rodilla.
Señor Pedro Santoyo, m á s paciencia SANTOYO.

Ved que os hablo cortés y esto os obliga. ¡Tanto la amaba!


—Rondaban por acaso LOPE.

En torno á la morada silenciosa Sí; pero de un lado


Donde la dama á quien servís vivía Veía amenazante
Buscando la salud y la alegría, Vuestro mirar sañudo;
Un jóven caballero, Del otro, la mirada
A quien, mozo también, acompañaba Generosa y amante
Un hidalgo escudero. Del mancebo gentil y cariñoso;
Buscaban en la caza, Junto á vos el puñal; junto á él, ardiente
En tardes y m a ñ a n a s seductoras, Y vivo amor: amor es poderoso
Grato solaz, logrando del fastidio Y rinde y avasalla
Matar las lentas horas. Rendida huyó Beatriz
Vió un día el escudero SANTOYO.

De la hija vuestra el seductor semblante, ¡La hubiera muerto!


LOPE.
Chispas de amor lanzaron sus pupilas;
Y desde aquel instante, Y dejó vuestro hogar triste y desierto.

T. I—3

/
LOPE.
¿Amáis aun á Beatriz?
SANTOYO. ¡Anciano!
¿Pues no es mi hija? SANTOYO.

LOPE. Perdonadme..
¿Queréis verla? ¡Si soy tan venturoso!
SANTOYO. Perdonad al que es padre, que un momento,
J a m á s ! . . . . ¡Que Dios le valga! De dicha tanta y tan inmensa dude,
Manchó la f r e n t e mía Cuando la paz alcanza,
E s hidalga mi s a n g r e . . . . S a n g r e hidalga Cuando ha llorado muerta su e s p e r a n z a . . . .
Por sus venas corría! Quiero volverme loco de a l e g r í a . . . .
LOPE. ¡Beatriz del alma m í a ! . . . . —
Por eso aun vive honrada. —Pero ni así; no quiero
SANTOYO. Volver á verla, no: Dios la p e r d o n e . . . .
¡Habéis mentido! Dios podrá perdonarla en su a g o n í a . . . .
LOPE. Soportaré la mía
Antes de contemplarla en mi presencia.
Mirad lo que decís.
SANTOYO.
¡No puedo perdonarla!
LOPE.
No miro nada.
¿Quereis que viva honrada Si viérais cuál se a r r a s t r a su existencia,
Quien me h o n r a de ese modo? Si pudiérais mirarla,
¡Dios de Dios! ¿que no miente? Si viérais cómo llora
Diéraos h o r r o r mi frente, Y el sollozo escuchárais de su p e c h o . . . .
SANTOYO.
Si por acaso un r a y o
Callad
De sol en este instante la alumbrara!
LOPE.
LOPE.
Y hora tras hora
Beatriz al pié del a r a
Oyérais su gemido,
Su amor santificó.
En lágrimas deshecho
SANTOYO.
Abriérais vuestro oído
¿Qué estáis diciendo?
A su plegaria justa, y vuestros brazos
¿Es casada Beatriz? Dios bondadoso! A estrecharla se abrieran.
Si me engañais!
Ella recuerda siempre aquellas h o r a s Se hablaron un m o m e n t o . . . .
Sólo una vez se h a b l a r o n . . . . y al oído
De amor, e n c a n t a d o r a s
Dijéronse los dos un j u r a m e n t o . . . .
SANTOYO.
Huyó Beatriz como sabéis, y entonces
¡Cuán venturosas eran!
La campestre morada abandonando
¿En dónde está Beatriz?
Ella, vos y Guiomar, g r a v e s y tristes
LOPE.
Tornástes al convento.
jAh!
Allí, allí encerrada
SANTOYO.
¿Dónde? ¿dónde? Vive con v o s . . . . y aquí, aquí me encuentran
En agitado paso,
LOPE.
Con el alma de angustia traspasada,
¿No os queríais marchar? Y a no os detengo.
El triste sol de ocaso,
SANTOYO.
Y la pálida luz de la alborada.
Quiero verla. ¿Decidme dó se esconde?
Decidme, por favor ¿Hay más tormento?
Pedidme cuanto valgo y cuanto tengo.
Yo quiero ver á Angélica.
LOPE.
SAXTOYO.
Bien, Santoyo, muy bien; sólo un instante
¡Eso nunca!
Oidme todavía,
LOPE.
Pese á v u e s t r a ternura.
¿Que nunca ha dicho? ¡cielos!—este hombre
SAXTOYO.
No piensa, ¡por mi nombre!
Si a l g o os d e b o . . . .
Ni lo que está diciendo ¡Desdichado!
LOPE.
En mi pecho la cólera no cabe;
Ventura por ventura.
No sabe lo que dice ¡no lo sabe!
—El señor del mancebo infortunado
—¿Ni por Beatriz, Santoyo? ¿Ni por ella?
L a sin p a r h e r m o s u r a SAXTOYO.
De Angélica miró tal es el nombre Ni por ella.
De la d a m a g a l l a r d a y misteriosa LOPE.

A quien Beatriz servía; ¡Ay de tí, desventurado!


Vas á morir entónces.
L a vió gentil al declinar de un día;
Y lo mismo que el jóven escudero SAXTOYO.

A la hija v u e s t r a amó, á su señora No me importa


Amó el g a l a n rendido. Morir.
SANTOYO.
LOPE,

Eso p r e f i e r e s . . . . ¿Eso liareis?


LOPE.
SANTOYO.

Yo moriré cumpliendo mis deberes. Eso haré.


(Saca la espada.) SANTOYO.

LOPE. Sin exigirme


Os olvidáis, a n c i a n o . . . . LOPE.

SANTOYO. Sin exigiros nada.


Y a sé yo que á mi edad tiembla la mano SANTOYO.

Y el pobre corazon débil palpita Pues si eso vais á hacer, ¡ah! otra cosa,
Me vencereis me m a t a r e i s ¡no importa Caballero, h a r é yo.—¿Veis esa reja?
Hay algo en mí que grita: LOPE.
«Luchad.*—¡Eh! dadme paso, Sí, sí tal.
O conmigo reñid. SANTOYO.
LOPE. Pertenece á mi aposento.
¡ N o b l e ! . . . . ¡Qué noble! Si mi señora accede,
Guardad, Santoyo, el vencedor acero Vais á verla al momento.
Que si á tocarle se atreviera el mío ¿Cómo os llamais?
Mancliárase mi h o n o r LOPE.
SANTOYO. Don Lope.
¿Tan poco valgo? SANTOYO.
LOPE.
¿Y es bastante?
Más que yo, h i d a l g o . LOPE.
A Beatriz os d a r é .
Bastante, os lo aseguro.
SANTOYO.
¿Cuándo? SANTOYO.

LOPE.
Hasta mañana, pues.
Mañana. LOPE.

SANTOYO. Hasta m a ñ a n a .
¿Mañana? SANTOYO.
LOPE ¿Me daréis á Beatriz?
Sí á e s t a hora.
ORTIZ.
LOPE.
Dárosla juro. Y si así f u e r a . . .
I.OPE.
fVa'se Santoyo.)
Calla por Dios, insensato,
Que en mi amoroso arrebato,
ESCENA VI.
Ortiz, matarte pudiera.
DON LOPE Y O RTIZ. ¿Cuándo en vela me miraste,
Cuándo sufriendo me viste,
LOPE.
Ni adolorido, ni triste,
Voy á verla, á verla, Ortiz, A contemplarme alcanzaste?
T r a s este anhelar profundo: Aquellos locos amores,
Díme si existe en el mundo Como ilusión de un momento,
Otro que yo más feliz Como r á f a g a s de viento,
Díme, si acaso creer Como hojas blancas de flores
E s posible en tal ventura, Que arrebata el torbellino,
Díme si esto no es locura Así pasaron, y así
Díme lo que puede ser. Un solo instante las vi
P a s ó un día, y otro día
Cruzando por mi camino
P a s ó también largo y lento Pero esta no es ilusión
Mudo y triste ese convento Mentida ni pasajera;
Guardó la esperanza mía Esto es, Ortiz, una h o g u e r a
Y hoy, como el sol que se encumbra Que inflama mi corazon
Dando vida á la mañana,
(Se ilumina la reja.)
V e r é tras esa ventana
E l sol que mi vida alumbra. —Mira ¡luz! Es mi tesoro;
ORTIZ.
Es la luz de mi ventura,
La peregrina hermosura,
¡Ay! ¡cuántos soles, señor,
¡El dulce bien que yo adoro!
Así alcanzasteis á ver
Que vi despues trasponer
El cielo de vuestro amor!
LOPE.

E s verdad. T. I.
- 30 -
ESCENA VII.
LOPE.
DON LOPE, ORTIZ, y ANGELICA en la reja ¿No es amor?
ANGÉLICA. ANGÉLICA.
¿Amor? no á fé.
(Hablando dentro.)
Es más que amor: el temor
Santoyo temblando estoy. De perdele.
LOPE. LOPE.

¿De p l a c e r ? . . . . D e g o z o ? . . . .y quién ¡Afán siniestro!


No t e m b l a r a en tanto bien. ¿Perder vuestro amor?
ANGÉLICA. ANGÉLICA.

¿Vos sois, Don Lope? El vuestro,


LOPE. Que bien sé g u a r d a r mi amor.
Yo soy LOPE.

Yo que por mi dicha vengo Estando guardado así


Si me oís, ángel hermoso Yo sólo ante vos me fío,
Pues si amor guardais es mío,
ANGÉLICA.
Que el vuestro, lo guardo aquí.
P u e s teneos por dichoso.
LOPE. Y puesto que os fío á vos
P o r tal, señora, me tengo; Y vos á mí me fiáis,
Y no sé si hora, que alcanza Angélica, no temáis
Mi a l m a g r a c i a tan cumplida, Por ninguno de los dos.
E s realidad, ó es mentida ANGÉLICA.

Ilusión de mi esperanza! ¡Ay!


Que t a n t a s veces os vi LOPE.

Creación de mi martirio, Suspiráis.


Que tal parece un delirio, ANGÉLICA.

Un sueño, veros allí. ¡Yo me admiro!


ANGÉLICA. Confiado sois
G r a v e s motivos tendré, LOPE.

Apareciendo liviana, ¿Qué temor


Si os hablo por la ventana. Puede causar el dolor
Que revela ese suspiro? LOPE.

¿El de no miraros más? No es hidalguía.


ANGÉLICA. ANGÉLICA.
¡No tal! Y si me obliga
LOPE LOPE.
¿Más grave? Podría
ANGÉLICA.
Suceder ¡pero le mato!
Podría ANGÉLICA.
LOPE
Calma teneis •
¿Más grave? Pues no sabría LOPE.
D a r con la causa jamás. Tengo calma.
ANGÉLICA. ANGÉLICA.
E s que pretenden mi mano. Si una asechanza me tienden. ..
LOPE. LOPE.
P u e s causa es esa menor. Bien contra ella nos defienden
¿No os lo decía? Peor Este acero y vuestra alma.
P a r a el pretendiente; es llano. ANGÉLICA.
E s llano, sí, por mi fé; De vos es, y eso acrecienta
Mortal no habría que al veros Mi pena, pues siendo mía,
D e j a r a de pretenderos Sacrificarla podría.
Y de amaros; ya lo sé; LOPE.
Que otro tanto me pasó, Eso no.
Y f u e r a creer egoísmo, ANGÉLICA. M
Que no le pase lo mismo Tened en cuenta
A todo aquel que os miró.
La altivez y genio airado
ANGÉLICA
De un tutor que si se e x a l t a . . . .
Si me hostiga
LOPE.
LOPE.
¿Don Iñigo de Peralta?
Es desacato.
ANGÉLICA.
ANGÉLICA

Si es t e n a z . . . . ¿Conocéisle?
LOPE.
GASPAR.
Demasiado. ¡Ella, Dios mío!
ANGÉLICA. (Saca la espada y embiste á Don Lope.)
¿Sabíais que es mi tutor? ANGÉLICA.
LOPE. Que os atacan!
Sí lo se. [Lope, saliendo de su abstracción, saca la
ANGÉLIGA. espa da y luchan.]
P a r a mal mío, ORTIZ.
El Arzobispo, mi tío, [Avanzando al proscenio.] ¿Será cierto?
L o hizo tal. Puede contarse por muerto
LOPE. Ese hombre.
Y el buen señor GASPAR.
E n a t o r m e n t a r se g o z a Sois un impío!
V u e s t r a alma, se infiere. LOPE.
¿Y con quién casaros quiere? [Retrocediendo.]
ANGÉLICA. ¡Su voz! ¿Qué hacer?
Con Don G a s p a r de Mendoza. GASPAR.
LOPE. El doncel
(Aparte) ¡Cielos! (Quedándose abstraído.) R e t r o c e d e . . . . Ya cejáis.
ANGÉLICA. LOPE Y ANGÉLICA.

¿Calíais? ¿Qué os aqueja? [A un tiempo]


LOPE. ¡Ah!
(Aparte.) ¡El á Angélica pretende! [Cae Don Lope al suelo y Angélica cae
también desmayada]
E S C E N A VIII. GASPAR.

ANGELICA, DON LOPE, ORTIZ y DON GASPAR. ¡Bien castigado estáis!


GASPAR.
Vendrá la ronda por él.
[Váse rápidamente]
¡Dios de Dios! ¿Cómo se entiende?
Un h o m b r e al pié de la reja!
ANGÉLICA.

¿Qué teneis?
LOPE.
ESCENA IX.
E s p e r a . . . . ese hombre
DON LOPE y ORTIZ-
¿Nadie nos oye? ¡Es mi padre!
ORTIZ.
ORTIZ.
¡El diablo ha de ser ese hombre! ¡Cielos!—¿Don Gaspar?
Jesús! Señor LOPE.
LOPE. Huyamos
[Levantándose.] ¿Ya no hay nadie? La ronda.
ORTIZ.
[Vánse precipitadamente por la calle izquierda.]
No señor; ¿pero qué os pasa?
ESCENA X .
LOPE.
DON GASPAR y una ronda (por el fondo).
¿Se fué?
ORTIZ. GASPAR.

Sola está la calle ¡Ah! llegué tarde!


¿Estáis herido? Por allí corren dos hombres:
LOPE. ¡Corred tras ellos, Alcalde!
Qué importa!
¿Pero ella, y ella? FIN DEL ACTO PRIMERO.
ORTIZ.
¡Sangre!
LOPE.

Sí, no es n a d a en este brazo


Una leve herida.
ORTIZ.
Antes
Que desaparezca, á ese hombre
Voy, señor, á dar alcance.
LOPE.

¡Ténte! Pues piensas que yo,


Ortiz, no pude matarle?
ORTIZ.

Señor.... T. I.-5.
i 1?

II

ACTO SEGUNDO.

Sala en la casa de Doña Angélica en el convento de


Jesús María—Puerta en el fondo y dos laterales: una de
ellas, la de la derecha del espectador, conduce a las ha-
bitaciones interiores Pendiente de la pared el retrato
de una dama. Una mesa con útiles de escribir.

ESCENA PRIMERA.
GUIOMAR, SOR ISABEL y SANTOYO.
ISABEL.

Vosotros que habéis vivido


Tantos años á su lado,
Persuadidla á que no deje
Por locos goces el claustro.
Mas si su tutor lo quiere,
Si su tío lo ha mandado,
Decidle que la obediencia
Es g r a n virtud, que es un santo
Ul El Arzobispo, y no debe
Renunciar á sus mandatos.
GUIOMAR.
Es Don Gaspar de Mendoza
Buen partido.

!
SAXTOYO. GUIOMAR.
De preclaro Eso liaremos.
Linaje. ISABEL.

GUIOMAR . Así lo espero, y si acaso


Bien se comprende. Don Iñigo ó Don Gaspar
Me buscasen, les aguardo
SAXTOYO.
En el locutorio.
El muy augusto y muy alto
GUIOMAR.
Rey Don Felipe Segundo
Bien.
Notorias muestras le ha dado
ISABEL .
De distinción y cariño,
Allí quedaré esperando.
Puesto que en el Real Palacio
[V,ase por la puerta lateral izquierda.
De Madrid, le vi mil veces
Con Su Majestad hablando.
ESCENA II.
ISABEL .
Así me h a n dicho. GUIOMAR y SANTOYO.
SAXTOYO. GUIOMAR .
Y es cierto. ¿Y qué os parece, Santoyo?
GUIOMAR. SAXTOYO.
A d e m á s es tan gallardo Paréceme lo que es claro,
El c a b a l l e r o . Conserva Doña Guiomar, que se trata
Aún, á p e s a r de sus años, De obligarla ¡á ella! ¡á quien t a n t o
Altivo talante. Hemos querido! y que yo
SAXTOYO. Por mi parte, bien alcanzo
Y mucho, A comprender que ese noble
Como pocos he mirado. Ha descubierto el arcano
ISABEL. E n que se envuelve el secreto
En fin, de vosotros fío. De Doña Angélica. ¿Estamos?
D a d l a fortaleza y ánimo, Que la ambición adormida
Y haced que decida pronto: En su pecho ha despertado,
O el velo nupcial ó el hábito. Y de ambiciones bastardas
—¿Entendisteis? No he de ser intermediario.
Y yo que sé lo que s u f r e ! . . . . ANGÉLICA.
Enmudecerán mis labios
Que él sorprendido ¡por Dios!.. .
Si es que no hay otro remedio. Despues os d i r é . . . . — l o s dos
GUIOMAR.
Id ¿pues no veis que se a b r a s a
E n los míos un candado
Mi corazon?
Pondré; como vos, Santoyo,
SANTOYO.
Amo á mi Señora, y amo
A esta hora!
Y respeto la memoria
ANGÉLICA.
D e aquel sér desventurado
Os negáis? No quereis i r ? . . ..
A quien un tiempo servimos
SANTOYO.
Y por quien tanto lloramos!
Es imposible salir.
SANTOYO.
GUIOMAR.
Dios en su gloria la tenga!
Es imposible, señora,
GUIOMAR.
ANGÉLICA.
Allí donde están los santos
¡Imposible! ¿qué quereis
Está, que debe ser s a n t a
Decirme? ¿os estáis burlando?
Quien tuvo aquí t a l calvario!
Id: decid que yo lo mando,
Que lo quiero ¿no os movéis?
ESCENA III.
¡Y me asesinan mi a m o r ! . . . .
GUIOMAR, SANTOYO y ANGÉLICA Id: mirad que me i n t e r e s a . . . .
[que entra despavorida,] —Si estoy presa, si estoy presa
ANGÉLICA. En este'claustro ! ¡Oh dolor!
Guiornar, Santoyo, corred ¿Qué valen riquezas, galas,
Antes que mi pecho estalle Si me deja la impiedad,
De ansiedad Id, que en l a calle Al cuerpo en cautividad
Matan á un hombre. Y al pensamiento con alas?
GUIOMAR. ' ¿Qué me importa á mí tener
Mas ved Preeminencias y mercedes,
Que es i m p o s i b l e . . . . Si entre estas cuatro parede6
SANTOYO. Me siento desfallecer?
¿Qué pasa? Si voy á morirme aquí,
Siempre luchando, sufriendo, ESCENA IV.
Y vosotros me estáis viendo
ANGÉLICA, GUIO-MAR, SANTOYO, DON' GASPAR
Y no os apiadais de m í ! . . . .
y PERALTA.
SAXTOYO.

Señora.... PERALTA.
ANGÉLICA. Pasad, Mendoza.
Hablaba con é l . . . . SANTOYO.

Y á saber iba su nombre, (Aparte.) El tutor.


Cuando sobrevino un hombre ANGÉLICA.

Espada en m a n o . . . . ¡cruel! Aparte.)


Que así tornó mi a l e g r í a ¿Otra vez aquí?
En dolor. GASPAR.

SAXTOYO. Señora
¿Y qué ha pasado? PERALTA.

ANGÉLICA. ¿Llego tal vez en mala hora?


Que lo lian herido ó matado. AXGÉLICA.

SAXTOYO. Que Dios os guarde, señor.


¡Matado! PERALTA.

ANGÉLICA. (A Santoyo y Guiomar.)


No, ¡suerte impía! Retiraos.
ANGÉLICA.
El cielo no ha de querer
Cebar su r i g o r en mí. No comprendo
SAXTOYO.
Por qué razón.—Aguardad.
P e r o vos le visteis? (A Santoyo y Guiomar.)
ANGÉLICA.
Que son mis padres pensad
Sí, (A Peralta.)
Santoyo le vi caer. Aquesos que allí estáis viendo.
Que no se debieran ir
Y yo también en mi anhelo,
Presumo, aunque á vos no cuadre,
Un vértigo horrible t u v e . . . .
Porque un padre y una madre,
No sé cuánto tiempo estuve
Todo lo pueden oir.
Desmayada sobre el suelo.
T. I.-6.
PERALTA. PERALTA.
Q u e d a o s en liora buena. Que el Arzobispo conviene,
(A Guiomar y Santoyo.) Y supongo....
ANGÉLICA. ANGÉLICA.

Os lo a g r a d e z c o . No se aparta
PERALTA. De mí un momento su carta.
Es deber. GASPAR.

GASPAR. Entonces si él os previene


He l l e g a d o á comprender Que le obedezcáis, señora,
Que m i presencia os a p e n a . Pretendo, y es la verdad,
La p r i m e r a vez que os vi, Que siendo su voluntad
S e ñ o r a , en este l u g a r , La dicha del que os adora,
No me negueis vuestra mano
Bien p u d e con a l m a e n t r a r ,
Si os aseguro que un día
P e r o sin a l m a salí.
Vuestra ventura y la mía
Rendido á tanta hermosura,
L o g r a r á este afan tirano.
C i e g o p o r vos, anhelante,
Viendo estáis que nada excuso
Si s o ñ é ser vuestro a m a n t e ,
" Antes, señora, de dar
D e s p i e r t o f u e r a locura
Otro paso, y si rehusar
P e n s a r l o , m a s si eso es cosa
Queréis mi m a n o . . . .
I m p o s i b l e , yo no creo
Q u e o s negueis á mi deseo ANGÉLICA.

Si o s p r e t e n d o para esposa. Rehuso.


PERALTA.
ANGÉLICA.
Pues ello tendrá que ser.
¿Lo imaginais?
ANGÉLICA.
GASPAR.
¿Cuáles son vuestros intentos?
Lo pensé,
PERALTA.:
Q u e sois obediente fío;
Dentro de breves momentos
P u e s lo quiere vuestro tío
No podréis retroceder.
D o n P e d r o Moya
Vuestros destinos iguales
ANGÉLICA.
Hoy serán.
Y bien ¿qué?
ANGÉLICA. ESCENA V.
Pensad, señor, ANGELICA, GUIOMAR, SANTOYO y DON GASPAR.
Que os lo pido por f a v o r .
GASPAR.
PERALTA.
Ya lo veis, ved cómo os deja
F i r m a d o s los esponsales
Vuestro tutor. Cuál su afan
Dentro d e poco
Se aumentara, si hoy le aqueja,
ANGÉLICA.
Al saber de cierta reja
¡Piedad!
ANGÉLICA.
P u e s e s a e x i g e n c i a impía
jAy! (Sorprendida y temerosa.)
De v u e s t r a p a r t e , sería GASPAR.
Una i n f a m e iniquidad.
Y de cierto galan !
PERALTA.
Mal pudiera la quietud
¡Angélica! Librarme de hondosrecelos,
ANGÉLICA.
Si yo no confiara, ¡oh cielos!
Permitid En que tan grande virtud
Que r e t i r a d a y d i c h o s a . . . . Sabrá curarme de celos.
PERÁLTA
¡Sed mi esposa! O mi ventura,
O esposa de Dios, ó esposa O el eterno sufrimiento
De Don G a s p a r . Elegid. En una eterna clausura;
Una h o r a os doy. P a r a vos, este convento,
ANGÉLICA. P a r a mí, la sepultura.
¡Torpe lazo!
(Movimiento de Angélica.)
PERALTA.
¿Os vais, Angélica? Bien.
¿Lazo decís?
No os olvidéis de que espero
ANGÉLICA.
Aquí: ó amor ó desden.
(Aparte) L o esperé.
ANGÉLICA.
PERALTA.
Con dios quedad, caballero.
A este sitio v o l v e r é
GASPAR.
Cuando h a y a espirado el plazo. (Vase.)
Con él, señora, id también.
(Vdnse los tres.)
ESCENA VI. GASPAR.

DON GASPAR [solo.] ¿Y tu guía?


LOPE.
Tormento, tormento igual
Fuése.
Nunca mi pecho a p u r ó . . . .
GASPAR.
¡Escapárseme el rival!
Ortiz, espera allí.
Sin duda el génio del mal
fVase Ortiz.)
Esta noche le amparó.
—Muchos años hace ya,
¿Quién podrá s e r ese mozo,
Muy ántes de conocer
Que mozo el tal parecía?
A aquella que te dio el sér,
¡Que no le a l z a r a el embozo
Y en gloria de Dios está,
Cuando muerto le creía!
Conocí, Lope, una dama
Hoy muriera yo de gozo!
Que por n e g r a desventura,
ESCENA VII. Encendió con su hermosura
DON GASPAR, DON LOPE y ORTIZ. En mi pecho, viva llama.
GASPAR.
Llama que creció violenta
¡Lope!
Con celos de amor nutrida
LOPE.
¡Aún acibara mi vida
E n casa este papel
Tan espantosa tormenta!
Hace poco recibí
Tuve un rival, le halagó
Y al llamamiento acudí
Que escrito he mirado en él La fortuna bonancible,
P a r a mí fué un imposible
GASPAR.
Aquel amor, y creció
Lope, muy bien. ¿No te hicieron
L a llama, y el sufrimiento,
Esperar? ¿Tropiezo alguno
Devorando mi existencia,
Tuviste?
De ella alejóme; la ausencia.
LOPE.
Acrecentó mi tormento!
Padre, ninguno.
Volví á M a d r i d . . . . Madrid fué
Mi nombre dije y abrieron.
De aquella pasión la cuna
E n t r é al convento, hasta aquí
Más i n g r a t a á la fortuna
Por estrecha g a l e r í a
Vi cuando ansioso torné.
Me trajeron.
Supe por m i m a l a estrella GASPAR.
Que de la noche al mediar,
Violento
Un hombre l o g r a b a e n t r a r Rindió a m o r el alma mía!
Al aposento de ella LOPE.
De E l v i r a . . . . ¡ese e r a su nombre!
(Aparte y mirando el retrato.)
Espié, me convencí, ¡Angélica!
Y una noche acometí,
GASPAR.
P a r a matarlo, á aquel hombre.
¡Ay Dios! ese es
Pero al retarle, ante mí
El fiel trasunto de aquella
Se descubrió; le m i r é . . . .
Mujer pura, honesta y bella
Y entónces, Lope, temblé Dama de un hombre despues!
Y de rodillas caí! Yo no sé cómo murió,
LOPE. Ni si un día por su mal,
¿De r o d i l l a s ? . . . . ¿Quién sería? Abandonóla el rival,
GASPAR. Que mi altivez humilló
A verla no torné más, No lo sé, mas fruto al fin,
Ni por su calle j a m á s De su pasión misteriosa,
Dirigí la p l a n t a mía! Vive aquí gentil y hermosa,
P a s a r o n los años luego, No una dama, un serafín.
Y otro amor, el de tu buena Y tan idéntica á Elvira,
Madre, de bondades llena, Tan parecida, sí, tanto,
Me hizo c o b r a r el sosiego. Que por m á g i a ó por encanto
Mas la suerte siempre extraña A Elvira en su hija se mira.
A mi reposo, en mi daño Angélica, así se llama
Quiso viniera h a c e un año La encantadora doncella
Contigo á la Nueva E s p a ñ a ¡Si tú la vieras! E s ella
En mi daño, sí, que un día, La misma, la misma dama;
Visitando este convento, Y al ver tan claro trasunto
En su semblante hechicero,
V i ese r e t r a t o
LOPE. (Aparte.] Sentí de mi amor primero
¡Ahí Revivir l a llama al punto.

T. 1.-7.

t.
—Con ella á enlazarme voy.
GASPAR.
LOPE.
¡Lope!
L o sé, padre.
LOPE.
GASPAR.
¡Ah! perdón, señor!
¿Lo sabías?
L a razón acaso pierdo,
LOPE.
Mas á la mente un recuerdo
Sí señor.
GASPAR. Me trae vuestro dolor.
¿Ha muchos días? Como vos á él, un dia,
LOPE.
Padre, á mí me arrebataron
Un amor, y asesinaron
No, no tal; lo supe hoy.
P a r a siempre mi alegría!
E s t a noche habéis reñido,
Padre, GASPAR.
GASPAR.
¿Tuviste celos? ¿Tuviste?..
¿Lo sabes también? ¿Y no le mataste?
¿Y quién es ese hombre, quién? LOPE.
¿En dónde está? ¿Dónde ha ido? ¡Yo!
Que si perdí la ocasion GASPAR.
—Otra vez — ¡Dime su nombre!— ¡Y es mi h i j o ! . . . . no fueron, no,
LOPE.
Celos lo que tú sentiste.
Padre, es mi a m i g o ese hombre.
LOPE.
No puedo h a c e r l e traición.
Perdonadme, p a d r e mío; Fueron, mas tembló mi mano,
Que vos me enseñásteis, vos,
Mas nunca en vano prometo
Que era la imágen de Dios
Guardar, señor un secreto.
Sobre la tierra un anciano.
GASPAR.
GASPAR.
Basta: m a s es desvario,
¿Era anciano?
Que él de los dos perderá
LOPE.
L a p o s e s i o n de la dama,
P a r a mí
Que más que yo no la ama.
Lo era, si t a l . . . .Respeté
LOPE.
5u d o b r , y me arranqué
P e r o ella flo os a m a r á .
Aquell a pasión de aquí.
LOPE.
(Señalando su corazon.) Yo no conozco esa historia;
GASPAR. P e r o sé que en su memoria
Te admiro, Lope! L a tiene guardada sí
LOPE. Y su gratitud es tal,
Cruel Que con voz reñir no puede
P a r a los dos f u é su estrella, Y cede su amor y cede
Sacrificándola á ella, A su destino fatal!
Sacrificándolo á él. Comprende en su situación
A mí, que me parecía Que el amor que su alma esconde,
Pequeña, en mi loco anhelo, Es voraz ¡quién sabe á dónde
L a inmensidad de ese cielo Le conduzca su pasión
Si con mi a m o r la medía! Sufre por ella; en verdad,
Y es p o r eso que me aflije Condenarla al sufrimiento
De ese infeliz el p e s a r ! . . . . —Ni ha de daros un momento
Ved lo que puede explicar, De dulce felicidad.
En vos verá al robador
P a d r e y s e ñ o r , lo que os dije.
De su sosiego y su calma:
GASPAR.
Y su alma rebelde, su alma
Pues que el destino decida;
Os maldecirá, señor.
Lidiaremos, y el m á s f u e r t e
Fija tendrá en su memoria,
LOPE.
A asegurarlo me atrevo,
N o puede daros la muerte
La imágen de ese mancebo
Que ese h o m b r e os debe la vida
Que fué su amor y su gloria!
(Tratando de disfrazar sus palabras.) Horrible debe de ser
Sí, porque en una ocasion, Contemplar, día por día,
En un l a n c e , una quimera, Hora á hora, la a g o n í a
L e salvasteis de la a r t e r a Del alma de una mujer!
A s e c h a n z a de un^ladron! Y luego, padre, al morir
GASPAR.
GASPAR.
En tantos lances me v i . . . . . . Calla, insensato no puedo
Concebir.... ¡ Ah!... (Aparte.) tuve miedo ¡Ay! Si olvidarme pudiera
De lo que me iba á decir! De quien soy, ya no existiera
(Alto.) Es inútil yo j a m á s Uno al ménos de los dos!
Un designio abandoné; ¿Qué hacer? ¡Si yo no concibo
Necio fui si t e escuché Tanto mal! ¡Si á este tormento
P a r a atormentarme más! E n c o n t r a r a un lenitivo!
Que si el mundo se opusiera ¡Si yo no sé como a l i e n t o ! . . . .
A unión p a r a mí tan cara, ¡Si yo no sé como vivo!
Al mundo la a r r e b a t a r a ¡Vivir sin que viva aquí
Y esposa mía la h i c i e r a ! . . . . E s a imágen hechicera
Basta, Lope, basta! Di Que en dulces ensueños vi,
A ese amigo, que es en vano Alimentando la hoguera
Si algo espera, que á mi hermano De mi ardiente frenesí;
L a disputara, y á tí Morir, morir algún día,
Que su ventura ha de hallar Sin ver amante á mi lado
Cuando á robármela acierte; Endulzando mi agonía
Que busque ansioso mi muerte, El semblante enamorado
Que yo le quiero matar. Que hechizó mi fantasía;
Si á fiero dolor se e n t r e g a Cruzar por la senda oscura
Su pasión desesperada, Que cruza el linaje humano
Díle que pida á su espada Sin su amor y su ternura;
Lo que mi f a v o r le niega. B a j a r á la sepultura
Díle en fin, si no se atreve, Sin apoyarme en su mano !
Lope, á herirme ese mancebo, ¿Dónde está, Dios de bondad,
Que cobre, si yo le debo. Dónde está tu compasion,
Que de hoy más nada me debe. (Vase.) Si no turbas mi razón,
O me a r r a n c a tu piedad
ESCENA VIII. L a s fibras del corazon?
LOPE (solo.) De abandonarla á la idea
¡Qué nada le debo! Fuera Tiemblo; ¡oh Dios! pero el deber
Mi mayor ventura ¡oh! Dios! Me manda á mí que así sea.
¡Ay! ¡adiós! que no me vea!
Pero él no ha muerto, no ha muerto!
¡Que ya no la vuelva á ver! Al instante me decía;
¿Cómo se pudo morir
E S C E N A IX.
Cuando aún palpita mi seno,
LOPE Y ANGELICA.
Si de su sér está lleno,
ANGÉLICA.
Y aquí le siento v i v i r ! . . . .
¡Don Lope! ¿no es ilusión? Y en esa batalla ruda
LOPE. Lloraba á u a tiempo y reía;
¡Angélica! Y era que en mí combatía
ANGÉLICA. La esperanza con la d u d a ! . . . .
Vive! sí. Y al cabo te miro apuesto,
Y yo que t a n t o sufrí! Llena de luz la m i r a d a . . . .
Respira ya, corazon —¿Pero no me dices nada?
Vos no podéis comprender ¿Qué es esto, Lope, qué es esto?
Cuánto os a m a el alma mía! LOPE.
Lope, ni yo lo sabía, ¿Y qué os pudiera decir
~ Ni h a s t a hoy lo llegué á saber! Que no f u e r a en vuestro agravio?
Yo vi a q u e l horrible acero ANGÉLICA.
Herir tu pecho, y aquí ¡Lope!
En el mío lo sentí LOPE.
No, r e c o r d a r l o no q u i e r o . . . . Angélica, mi labio
Ese dudar y creer, No supo nunca mentir.
Ese huir de la esperanza ANGÉLICA.
Que se a l e j a , que se alcanza, De otro modo os escuché
Y que se vuelve á perder!— Há poco La calma pierdo
¿Y cómo viniste, di? LOPE.
Mas ¿qué importa á mi deseo Puede ser mas no recuerdo
Saber el cómo, si veo Lo que os dije no lo sé
Al fin á m í a m o r a q u í ? . . . . ANGÉLICA.
Ya, Lope, me p a r e c í a De angustia mi pecho estalla!
Verte a g o n i z a n t e , yerto; Don Lope, qué os ofendió?
T . I. 8

*
- 62 —

I-OPE .
LOPE-
[Aparte.]
¡Ay infeliz! Ya empezó, Así es, señora, así es
Peclio mío, la batalla! La humana naturaleza
ANGÉLICA. ¡Tanto hay que á vivir empieza
Decid qué l o g r a causar Y muere poco despuesl
En vos tan honda querella? ¿Visteis, prenda de ternura
LOPE.
Y de conyugal cariño,
[Aparte.] Nacer á la luz un niño,
Del hogar gala y ventura?
¡Y es tan hermosa, t a n bella!
Marfil la frente divina,
[Alto.]
Los ojos cristal luciente,
¿Decís que os quieren casar?
Blanda sonrisa inocente
¡Me lo decíais no h á mucho!
En la boca p u r p u r i n a . . . .
ANGÉLICA.
Oro el cabello, la tez
¡Rara p r e g u n t a á fé mía!
Trasparente y delicada,
LOPE.
Llena la dulce mirada
A proponeros venia
De ternura y candidez ?
Que aceptáseis
¿Visteis el ave gentil
ANGÉLICA.
Abandonando su nido,
¡Oh! ¿qué escucho?
Cruzar el campo florido
¿Vos decís eso, señor?
Las tibias tardes de Abril,
¿Os estimáis en tan poco?
Tender al aire las alas
[Aparte.]
Sobre el naciente follaje,
Se ha vuelto loco. ¡Está loco! En matizado plumaje,
LOPE.
[Aparte.] Complemento de sus galas?
¿Visteis la flor peregrina,
Valor, corazon, valor!
Boton apénas abierto?
ANGÉLICA.
¿Y visteis al niño muerto
¿Puede así un hombre burlar
Y al ave y la flor divina,
L a esperanza de mi vida?
Cuando apénas al nacer
¿Puede, si de mí se olvida,
En sueños de amor profundo,
Tan dulce ilusión matar?
A gozar iban del mundo ANGÉLICA.

Cuanto el mundo da en placer? Dios mió ¿qué más quereis?


Así en mi pecho el amor
Murió también, no os asombre, ESCENA X.
Porque el amor en el hombre A N G E L I C A (sola.)
Es niño, es ave y es flor! Y a estoy, triste y sin a p o y o . . . .
Ja, j a , ja, ja, ja, reír A solas con mi quebranto
Debeis como yo, s e ñ o r a ! . . . . ¡Si pudiera un mar de llanto
(Aparte.) Curar mi pena! ¡Santoyo!....
Ahora que río, a h o r a [Aparecen Santoyo y Guiomar]
Me estoy sintiendo morir! ¡Los d o s ! . . . . Mi alma necesita
ANGÉLICA De vosotros.
¡Caballero!
ESCENA XI.
LOPE.

¿Si os enojo? ANGELICA, GUIOMAR y SANTOYO.


ANGÉLICA GUIOMAR.

Idos! Idos! ¡Apartad! Ya comprendo.


LOPE. SANTOYO.

[Aparte.] Yo también
¡Qué a l t i v e z ! . . . . ¡Qué majestad! ANGÉLICA.

ANGÉLICA. Estoy sintiendo


¡Idos! Caúsame sonrojo Una ansiedad i n f i n i t a ! . . . .
Pensar que os amé algún día ¡Ay madre, madre del alma!
¡Ni de que os mire sois digno! ¿En dónde estás? Díme ¿^5nde
A sufrir no me resigno Tu santo amor se me esconde
Vuestro recuerdo Sería Que no viene á darme calma?
Inútil que aquí os quedeis Mil veces os pregunté:
Más t i e m p o . . . . Idos ya de aquí! ¿Quién soy yo? ¡Huérfana tristeí.
Ya mi pecho no resiste,
LOPE.
Y quiero saber qué fué
(Aparte.)
De mi m a d r e ! . . . . ¡Ay DiosI mi anhelo
Padre! Padre! ya cumplí! [Váse.J
Ved! ¡Como siempre! ¿Os calíais? —¡A! no no penseis que os riña!
¿Enmudecéis? ¿os turbáis? Mi labio torpe os engaña!
¡Bajais las frentes a l suelo! ¿En donde nací? (Tomándolos de la mano.)
Tú, Guiomar, que en noches mil SANTOYO.
Mi cuna amante a r r u l l a b a s ;
En España.
Tú, Santoyo, que g u i a b a s
ANGÉLICA.
Mi leve paso infantil,
¿Vine á México?
Tú, que á rezar me enseñaste; (A Guiomay)
GUIOMAR.
Tú, que con s a b e r p r o f u n d o , (A Santoyo.)
Muy niña.
En tantos libros del mundo
ANGÉLICA.
Los secretos me mostraste;
¿Con ella? (Señalando al retrato.)
Doleos de l a querella GUIOMAR.
Que hoy mi pesar centuplica! Con vuestra madre.
¡Ay! mi madre os lo suplica, ANGÉLICA.
No soy yo no soy yo ¡es ella! ¿Donde murió?
¿No me r e s p o n d é i s ! . . . . Infiero
GUIOMAR.
Que inútilmente escucháis!
E n alta m a r
—Idos de aquí! No volváis!
ANGÉLICA.
¡Ya no os quiero, y a n o os quiero!
¿Lloráis? L a mató el pesar
GUIOMAR.
De a b a n d o n a r á mi padre?
Señora
SANTOYO Y GUIOMAR.
ANGÉLICA.
¡Oh!
¡Me h a b é i s burlado!
ANGÉLICA.
SANTOYO.
¡Posible es! ¿Por qué palidecéis? #
• ANGÉLICA. Si comenzáis de ese modo
V u e s t r o s oídos —¡Decídmelo todo!
No oyen mis c l a m o r e s ¡Idos GUIOMAR.
P a r a siempre de m i lado! (Mirando d Santoyo.) ¿Todo?
[Guiomar y Santoyo, profnndrmente con- SANTOYO.
movidos, se dirigen al fondo, Angélica de. Pues bien! todo !e sabréis!
WiíéHdokiJ
GUIOMAR. Al ver de repente á un hombre,
¡Santoyo! En tan avanzada hora,
SANTOYO, En la tranquila mansión
¡Déjame á mí De Doña Elvira, grité
Servirla en tan duro trance! Grité mucho, sí Tomé
Y tal vez t a l vez alcance Al amante per ladrón!
Calmar sus penas a s í ! . . . . . . SANTOYO.

ANGÉLICA. Ladrón era!


Habla ya. ANGÉLICA.
SANTOYO. ¡Calla!
Breve y sentida SANTOYO.
E s la h i s t o r i a . . . . T i e r n a y pura Sí:
E r a l a gentil criatura Teneís razón!
A quien debisteis la vida.
ANGÉLICA.
A un g a l a n amó insensata.
¡Pobre madre!
ANGÉLICA.
Aquel hombre era mi padre!
Como yo.
SANTOYO.
SANTOYO.
Calma y sosiego A los gritos acudí
Perdió al calor de ese fuego, Con vuestro abuelo, el anciano
Que si no da vida, mata. Que en doña Elvira adoraba,
ANGÉLICA.
En su aposento rezaba
Mata sí mi alma lo siente! Y de él salió hierro en mano
GUIOMAR.
* SANTOYO.
Osó el g a l a n con sigilo Me halló con la servidumbre
Sorprender el casto asilo Que allí en angustioso afan
De la doncella inocente; Cerraba el paso al galan.
Y una n o c h e . . . . SANTOYO.
GUIOMAR. Loca por la pesadumbre,
Yo, señora, Avergonzada, lanzando
Sin saberlo, no os asombre, Ayes del doliente pecho,
T. I.
Doña Elvira desde el l e c b 0
Contra él. -«Padre», Doña Elvira
Lo estaba todo mirando.
Dijo,—«detente, ¡es el Rey!»
GUIOMAR. ANGÉLICA.

«No, padre, no le toquéis, ¡El Rey! [Pausa.]


Gritó la infeliz, difunto SANTOYO.
El semblante. . . «Idos al punto Mudo en tal anhelo
Todos!» «Padre, ¿no sabéis Ante su dolor impío,
Quién es ese h o m b r e ? . . . . » El severo Quedó el anciano sombrío
Rostro el anciano t o r n ó . . . . F i j a la vista en el suelo.
—Salimos todos. Despues, su eterna mancilla
SANTOYO.
Y su infamia al comprender,
Yo, no. Dejó el acero c a e r . . . .
Inmóvil el caballero Mas no dobló la rodilla!
En un rincón de l a estancia, —«Dios g u a r d a al Rey,» con acento
Una estátua p a r e c í a . . . . Ronco dijo el noble anciano;
Hasta'los ojos c u b r í a Y señaló con la mano
Su r o s t r o . . . Mas s u a r r o g a n c i a El balcón del aposento.
Miedo daba, y su a p o s t u r a (Pausa ligerisima.)
Amenazante. E m p u ñ a d a , El Rey Felipe salió.
Dibujábase su e s p a d a Deciros inútil es
Del gavilan á la a l t u r a ; Que D o ñ a Elvira despues
No volvió á verle Murió
Y maldiciendo el r e v é s
El anciano, de pesar;
De su destino tirano,
Pero ántes ¡ay! de aquel día
¡Cuál temblaba a q u e l l a mano
De d o l o r . . . . aquí os tenía
Del negro embozo a l t r a v é s ! . . . .
Entre sus brazos Guiomar.
Mi señor, torvo, violento
— «¿Quién sois?» dijo; «pues que así,
«Villano, entrásteis aquí,
»Vais á morir al m o m e n t o !
«Morir debeis, es l a ley.»
Y arrojóse envuelto en ira
E S C E N A XI f. Angélica, á Don Gaspar?
ANGÉLICA.
ANGÉLICA, GUIOMAR, SANTOYO, SOR ISABEL,
PERALTA, DON GASPAR, LOPE, Pajes Monjas y Sí.
un escribano. GASPAR.

ANGÉLICA.
¡Oh ventura infinita!
PERALTA.
¡Ah!
PERALTA.
Acercaos. (Aparte.) Yo me a d m i r o . . . .
(Alto.)
El plazo se ha cumplido.
—Firmad aquí.
ANGÉLICA.
ANGÉLICA.
(Aparte viendo d Lope.)
(Aparte.) No respiro! (Firmando.)
¡El también!
LOE]?.
LOPE.
(Aparte.)
(Aparte.) ¡Oh! ¡Qué ansiedad!
Aire el pecho necesita!
PERALTA.
PERALTA.
V u e s t r a postrer voluntad
(A Don Gaspar.)
A saber hemos venido.
Vos.
ISABEL.
GASPAR.
Tu corazon, h i j a mía,
(Firmando.) ¡Cuál mi pecho se goza!
Decida en esta ocasion,
ANGÉLICA.
Que torcer tu inclinación
(Aparte mirando á Lope.)
Al Señor ofendería.
¡Cuán pálido está, g r a n Dios!
ANGÉLICA.
PERALTA.
Estoy d i s p u e s t a . . . .
[A Sor Isabel que firma.]
PERALTA.
Ahora v o s . . . — d e s p u e s de v o s . . .
¿A firmar?
[A Lope dándole la pluma.]
ANGÉLICA.
ANGÉLICA.
Sí, sí s e ñ o r . . . .
[Aparte, viendo con mucha ansiedad fir-
(Despnes de una ligera vacilación.)
mar á Lope.]
ISABEL.
¡Ah! ¡Don Lope de Mendoza!
¿Y gustosa?
Todo lo comprendo ya!
Daréis la mano de esposa,
(Firma Peralta, y mientras tanto, Angé- ¿Decís que sois mi tutor?
lica dice los versos siguientes:]
(A Peralta.)
(¡Es su padre! No me atrevo
¿Que me amais mucho decís?
Al s a c r i f i c i o . . . No debo
Con mi orgullo herirle.) [A Don Gaspar]
[Se arroja sobre el pliego que acaban de Si á vuestra conciencia oís,
firmar, y lo hace pedazos.] ¿Dónde guardais vuestro amor?
TODOS. Sólo, veo por mi mal,
[Admirados.] ¡Ah! Al imponerme este yugo,
PERALTA.
En cada rostro un verdugo,
En cada mano un p u ñ a l . . . .
[Indignado ]
¿Qué hacéis? ¡Si yo no os amo! Si existe
AN CÉLICA. [A Don Gaspar]
(Con dignidad) ¿No lo estáis mirando? Otro amor que vive aquí.—
PERALTA. —¡Quieto!—
P e r o eso es i n f a m e ! (A Lope que se le ha ido acercando.)
ANGÉLICA.
(Alto.) ¿Qué quereis de mí?
No.
Libre el alma se resiste
¡Infamia es l a vuestra!
A vergonzosa coyunda
GASPAR.
¡Ni una palabra!—¿Lo veis?
¡Oh!
Bajais las frentes temeis
ANGÉLICA. En vuestra ansiedad profunda
Ayer me v i s t e i s llorando Que Dios os castigue; en pos
Mi dolor y m i agonía; Ibais ya de ese c a s t i g o . . . .
No visteis en mi semblante
La súplica s o l l o z a n t e PERALTA.

De un a l m a q u e se moría. Señora
¿Y esto es carino? En v e r d a d ANGÉLICA.

Que no lo comprendo así; ¡Callad os digo,


En v o s o t r o s sólo vi Que estáis ofendiendo á Dios!
S o l a p a d a iniquidad. Su amor tan sólo en el mundo
MHlébil planta dirija
P a s o ! . . . . ¡atrás! paso á la hija
Del Rey Felipe Segundo.

(Caen lodos de rodillas, _y Angélica se re-


lira majestuosamente, dejando á Lope
una inmensa mirada de cariñoso amor.) ACTO TERCERO.

FIN D E L ACTO SEGUNDO.


Cámara pequeña. Puerta al fondo; otra á la derecha del
actor, que conduce al aposento de Angélica, y junto a
esta puerta, un reclinatorio. A la izquierda, otra puerta
que dá .1 un pasadizo que comunica con la Iglesia del
Convento, y cerca de esta puerta, una mesa y un sillón.
Una 'u7 encima de la mesa.

ESCENA PRIMERA.

DON GASPAR y SANTOYO.


GASPAR.

¿Y quién le contó esa historia?


SANTOYO.
Yo, señor, y o . . . .
GASPAR.
¡Por mi vida!
Debió quedar escondida
P a r a siempre en tu memoria.
Debió en secreto profundo
Su origen p e r m a n e c e r . . . .
¡Ay! si lo llega á saber
El Rey Felipe Segundo!
SANTOYO.
El Rey, señor, sabe bien
T. I.-10.
MHrébil planta dirija
P a s o ! . . . . ¡atrás! paso á la hija
Del Rey Felipe Segundo.

(Caen lodos de rodillas, _y Angélica se re-


tira majestuosamente, dejando á Lope
una inmensa mirada de cariñoso amor.) ACTO TERCERO.

FIN D E L ACTO SEGUNDO.


Cámara pequeña. Puerta al fondo; otra á la derecha del
actor, que conduce al aposento de Angélica, y junto a
esta puerta, un reclinatorio. A la izquierda, otra puerta
que dá .1 un pasadizo que comunica con la Iglesia del
Convento, y cerca de esta puerta, una mesa y un sillón.
Una !uz encima de la mesa.

ESCENA PRIMERA.

DON GASPAR y SANTOYO.


GASPAR.

¿Y quién le contó esa historia?


SANTOYO.

Yo, señor, y o . . . .
GASPAR.

¡Por mi vida!
Debió quedar escondida
P a r a siempre en tu memoria.
Debió en secreto profundo
Su origen p e r m a n e c e r . . . .
¡Ay! si lo llega á saber
El Rey Felipe Segundo!
SANTOYO.

El Rey, señor, sabe bien


T. I.—10.
Cómo le sirvo. El ignora Llevo una c a r t a del Rey.
Lo que su h i j a sufre y l l o r a . . GASPAR.
—¡Si lo s u p i e r a también! (Aparte.)
Yo escribiré, pues me exalta Del R e y ! . . .
De mi s e ñ o r a el dolor, SAXTOYO.
Cuál la t r a t a su tutor Y si ella me diera
Don Iñigo de P e r a l t a . Poder, Don Gaspar, b a s t a n t e ,
CASPAR. Doña Angélica al instante
¡Ay de tí! De este convento saliera.
SAXTOYO. Y si vos
¿Me amenazais? GASPAR.

GASPAR. Amenazaros
Bien pudiera. No he pretendido en verdad,
SAXTOYO. Santoyo Mas contestad
No os ofendo. Lo que voy á preguntaros.
GASPAR. SAXTOYO.

Esa altivez ! Hablad, decid qué os aqueja.


SAXTOYO. GASPAR.

Me defiendo Anoche vuestra señora


E s que colérico estáis, Con un galan á deshora
Tal vez p o r l a pesadumbre Hablaba desde la reja
De anoche; pues bien se vé, De vuestro propio aposento.
Que ni al r e s p e t o os falté, SAXTOYO.

Ni faltar e s m i costumbre; Ya lo sé.


Mas os advierto, señor, GASPAR.

Que á D o ñ a Angélica aquí ¿Quién era ese hombre?


En n o m b r e del Rey serví. SAXTOYO.
Ni á vos os t e n g o temor, Lo ignoro.
Ni temor t e n g o á la ley, GASPAR.
Que a f i a n z a n d o mi derecho, ¿Ignoráis su nombre?
Guardada s o b r e mi pecho
SANTOYO.

Yo no miento. GASPAR.
GASPAR .
Callad.
¿Y permitisteis?.. . SANTOYO.
SANTOYO. Y es en vano,
Sí tal. Que la tratéis inhumano.
GASPAR. ¡Si supiérais cuánto llora!
¿Sin conocerlo? No infiero GASPAR.
(Aparte.)
SANTOYO.
Es i n ú t i l . . . . Nada puedo
Ese hombre es un caballero.
Sacar en limpio de aquí,
GASPAR.
Ni he de alcanzar, pese á mí,
¡El caso es original! Infundir á este hombre miedo.
P u e s sin conocerlo vos (Alto.)
Descubristeis el arcano Vuestra señora desea
De su condicion —Villano Hablarme Ya podéis, pues,
P u d i e r a ser ¡vive Dios! Decirle que un honor es
SANTOYO. Que su servidor la vea. [Váse Santoyo.
Mirad que os ciegan los c e l o s . . . .
Don Gaspar, perdéis la calma! ESCENA II.
Cuando h a y nobleza en el alma PERALTA y DON GASPAR.
N a d a importa un nombre. GASPAR.

GASPAR. (Llamando.)
¡Oh cielos! Peralta.
PERALTA.
SANTOYO.
Y t a n g e n e r o s a acción Habéis c o n s e g u i d o . . . .
GASPAR.
Tuvo esc g a l a n conmigo
Que, cual lo siento lo digo, Nada.
PERALTA.
Conquistó mi corazon.
A d e m á s que mi señora Ya sabéis mi intento.
GASPAR.
Le a m a . . . .
Si no nos vamos con tiento
D a d el lance por perdido. SAXTOYO.
El sirve al Rey de esa suerte. Os escucho.
PERALTA.
PERALTA.
V a n o s temores calmad: Seguidme, que hablaros quiero.
C o n t r a l a s a n t a hermandad (Vdiise Santoyo _y Peralta.)
No p u e d e m á s que l a muerte.
ESCENA IV.
GASPAR.
1 1 ¿Prenderlo? GASPAR y después ANGELICA.
GASPAR,
SI f PERALTA.

!> 1 Se le a s e g u r a , Yo cayó; cayó en la red


P a r a que en n e g a r no insista; Que P e r a l t a le ha tendido.
¡Pobre Santoyo! Oigo ruido
Que n o hay l e n g u a que resista,
! 111P- I 1 Don G a s p a r , á la tortura. AXGÉLICA.

ü , ! Dios g u a r d e á vuestra merced.


V e r e i s cómo nos confiesa
H i n ^ H GASPAR.
Quién es ese hombre.
El á vos. (Alto.)
GASPAR.
(Aparte.) ¡Cuánta hermosura.!
"H i «ülll'l Id con Dios
AXGÉLICA.
Y hacedlo. Perdonadme si os molesto.
1ffón PERALTA "
GASPAR.
Mendoza, y vos
ril 1 No olvidéis vuestra promesa.
No hay razón, señora, puesto
Que es serviros mi ventura.
Mas él viene. AXGÉLICA.
I I
a Bien, Don Gaspar; y aunque amada
De vos, mi desden os ciega,

I
ESCENA III. No os olvidéis de que os r u e g a
GASPAR,PERALTA y SANTOYO. Una mujer desdichada.
íy I Ayer, aunque el alma mía
SAXTOYO.
J a m á s odiar ha sabido,
Caballero,
Odio por vos ha sentido;
No t e n d r e i s que a g u a r d a r mucho.
Le robábais su alegría;
PERALTA.
Pero boy ese es mi secreto,
1 S e ñ o r Santoyo
i.
I •ir
No me preguntéis por qué, Que refiere vuestra boca,
Siento por vos yo no sé Lo mismo que siento aquí
Qué misterioso respeto. Que es inmenso, que es horrible
E n nombre de él os suplico, Conque juzgad si es posible
Y no he de r o g a r l o en vano, Eso que exijís de mí.
Que prescindáis de mi m a n o . . ANGÉLICA.

No ignoro que os sacrifico, Vos que teneis fortaleza!


Yo leo en vuestro semblante GASPAR.
El acerbo sufrimiento Fortaleza Si es igual
Tened piedad un momento: P a r a entrambos este mal
Compadecedme un instante. Que por matarnos empieza,
¿Qué puede débil mujer Vos sois como yo tan fuerte,
Si de otra cosa no entiende; Y pues muerte es este amor
Si sólo el amor enciende P a r a los dos, el dolor
Y rinde todo su sér? Es igual ante la muerte!
¿Qué puede si p e n a i n g r a t a Basta: pretensión insana
Le roba calma y reposo Fuera oponerse á mi anhelo,
Si un sueño dulce y hermoso O esposa mia, ó el velo
Su pensamiento arrebata? Al pie del altar, mañana!
GASPAR. {Angélica se queda como ensimismada.)
Basta, Señora, p o r Dios! —¡Ahí si yo pudiera oir {Aparte.)
Bien acaso concebís Después de esta lucha fiera
Que eso que vos me pedís De mi suerte decidiera
Os estoy pidiendo á vos. Lo que á solas va á decir!
Ahora en este momento, {Se queda en el fondo con la puerta entre-
Que me habíais, se me figura abierta fuera de la escena, pero de modo
Que hacéis l a viva pintura que se le vea.)
De mi propio sufrimiento;
Vuestra pena me sofoca,
Me angustia v u e s t r a agonía:
Pena y a n g u s t i a , es la mía
T. I.—11.
ESCENA V.
Papel sin decirle nada.
ANGELICA, DON GASPAR y GUIOMAR. Y a tú sabes lo que yo
ANGÉLICA.
Le escribo no tardes mucho.
Cruel, ¡oh Dios mío!, cruel
(Váse Guiomar y desaparece D. Gaspar.)
Vacilación me a n o n a d a . . . .
¡Cómo lucho, cómo lucho!
Guiomar ! Y a no espero nada.
Tal vez se desesperó
(Entra Guiomar.)
De esperar tal vez, Dios mío,
Toma, Guiomar.
Se fué ya sin esperanza.
GASPAR.
Acusando mi tardanza
¡Un papel!
De desamor y desvío. (Lee)
P a r a él!
«Angélica, del dolor
ANGÉLICA.
«Es una nuestra querella
Guiomar, dame ayuda!
«¡Cuan triste brilla la estrella
GUIOMAR.
«Del cielo de nuestro a m o r ! . . . .
¿Estáis decidida? «Ayer lozanas, benditas
ANGÉLICA.
«Nuestras flores ¡y el destino
Sí. «Hoy las riega en mi camino
Vete al templo p o r allí, «Deshojadas y marchitas!
(,Señalándole el pasadizo.) "Desde aquel santo placer
Que en el templo está sin duda: «Un siglo vi t r a n s c u r r i r . . .
Al pie del pùlpito irás «Ayer debiste morir
Que allí un mancebo te espera: «Yo debí morir ayer!
Negra, hermosa cabellera «Ya l u c h é . . . . ya me venció
Sobre su frente v e r á s . «El dolor no puedo m á s . .
Negra capa en las espaldas, «Quiero saber lo que harás
Dos plumas blancas unidas, «Después que haya muerto y o . . . .
En el sombrero prendidas «Pero si luchar prefieres
Con un joyel de esmeraldas, «Todavía por el bien
N e g r a truza, acuchillada «Que nos roban, yo también
De oro y azul c e l e s t e . . . . "Dispuesto estoy, di qué quieres
Dale esta llave dale este "Si feliz no ha de vivir
- 88 —

«Aquel á quien debo tanto,


"Aún puede secarse el llanto, PERALTA.

"Aún nos queda un medio, huir. Señor.


«En vísperas, e s t a r é GASPAR.

"Esta tarde; con Guiomar Triunfamos


"Respóndeme he de a g u a r d a r Ya duda alguna no cabe.
«Del nuevo pulpito al pie » PERALTA.

—De pasos oigo rumor— De qué.


Sor Isabel (Vdse) GASPAR.

Sí todo lo sabe
ESCENA VI. Guiomar aquí la esperamos.
SOR ISABEL y PERALTA. Ella, torpe encubridora
De Angélica, há un momento
ISABEL.
Que á la iglesia del convento
Un momento; F u é de un papel portadora
Debe estar en su'aposento, P a r a él, no es ilusión;
Esperad aquí, señor. Verle quise y llegué tarde
ESCENA VII. Al templo mas ¡Dios le guarde,
PERALTA, solo. Peralta, en esta ocasion!
¡Ah! por m á s que lo pretenda El destino, que se empeña
Seré con ella inflexible! En perseguirme, ya h a l a g a
Y mi ambición ¡ah! imposible! Mi esperanza Que Dios h a g a
He perdido la encomienda! Que al fin le mate ¡Ah! la,Dueña!
Mas Santoyo aunque persista ESCENA IX.
\ En g u a i d a r ese secreto, PERALTA, DON GASPAR y GUIOMAR.
Al Santo Oficio sujeto, GASPAR.
No hay temor de que resista.
Ven acá ¿De dónde vienes?
ESCENA VIII. GUIOMAR.

¡Ay Jesús! Ved lo que hacéis.


PERALTA y DON GASPAR.
PERALTA.
GASPAR.
Decid verdad ú os perdeis.
Peralta.
GASPAR.
Dílo todo, haz que te ahorre
L a vida en mis manos tienes.
Sufrimientos
¿Fuiste al templo? GUIOMAR.
GUIOMAR .
Se me e x i j e . . . .
Sí, señor.
GASPAR.
GASPAR.
¡Por Cristo!
Llevaste un pliego á un doncel.
GUIOMAR.
¿Qué decía ese papel?
Pues ya no os dijo
¿Era una c a r t a de amor?
En compostura la torre
Xo pienses que una respuesta
Está....
Cualquiera me s a t i s f a g a . GASPAR.
PERALTA. Ya comprendo á fé,
¡Si desnudara l a d a g a ! (Aparte.) Y por los a n d a m i o s . . . .
GASPAR. GUIOMAR.
Contesta, Dueña, contesta! Sí.
GUIOMAR.
GASPAR.
¡Dios mío! ¿Quién ha de ayudarle, di,
GASPAR.
En esa,empresa?
Silencio!
GUIOMAR.
GUIOMAR .
No sé.
¡Ah!
PERALTA.
GASPAR.
¿Era una cita?, ¡Profanación es muy g r a v e
GUIOMAR.
Obrar así en deservfcio
Tal v e z . . . . Del S e ñ o r . . . . que el Santo Oficio!.
GASPAR. GUIOMAR.

¿A qué h o r a vendrá? •Ah! [Aterrorizada.]


GASPAR.
GUIOMAR.
¿Quién ha dado la llave
A las diez,
De la torre? Di, contesta.
GASPAR.
Dime su nombre al momento,
¿Por qué las diez no son ya?
O en el potro del tormento
Otra vez se me escapase
Callar, la vida te cuesta.
GUIOMAR-
Y me hiriese ó me m a t a s e
Ese h o m b r e . . . . cerradle el paso.
Santoyo
(Haciendo acción de que lo mate.)
GASPAR.
PERALTA.
Y ¿cómo se e x p l i c a . .
GUIOMAR.
¡Don Gaspar! (Con asombro y con temor.)
GASPAR.
Fácilmente, es muy sencillo,
¿Y qué os extraña,
Y a sabéis que e s e pasillo
Peralta? Xo esteis inquieto:
Con la iglesia comunica.
Soy visitador secreto
GASPAR.
P o r el Rey, de Nueva E s p a ñ a .
¿Por él v e n d r á ese galan?
Ni á la Audiencia ni al Virrey
GUIOMAR.
Tengáis temor
Sí t a l . . . . PERALTA.
GASPAR.
Mas no o b s t a n t e . . .
¡Oh v e n t u r a mía! GASPAR.
¡Quién tan p r o n t o pensaría Aguardaos un instante.
Que terminase e s t e afan! (Escribe un papel y se lo dd.)
—Don Iñigo, e n t r a r á ese hombre Tomad. -¡Servicio del R e y ! . . . .
Dejareis q u i e r o retarle Soltad á Santoyo.
En este sitio, y m a t a r l e PERALTA.
Aquí m i s m o . . . . ¡Por mi nombre! Sí.
Cuando h a y a e n t r a d o , apostad Que su prisión no hace ¿alia.
Gente de j u s t i c i a al pie Adiós, Mendoza.
De la torre GASPAR.

PERALTA. Peralta,
Y o estaré Vos por la calle yo aquí.
En el p a s i l l o . . . . PERALTA.

GASPAR. Venid, Dueña, y no chistéis.


Escuchad, GUIOMAR.

Don I ñ i g o . . . . s i es que acaso Yo os juro


r. I.- -12
PERALTA.
GASPAR.
No me o b l i g u é i s . . . .
A todo estoy decidido.
(La amenaza con el puñal, y Guio mar sa-
le por delante obedeciendo. Váuse por el ISABEL.

fondo.) Fuera exigencia tirana


Aumentar su desconsuelo,
ESCENA X. Hacerla tomar el velo
DON GASPAR y después SOR ISABEL. Mañana
GASPAR. GASPAR.
¡Nada h a r á Sor Isabel! Será m a ñ a n a
Ama á ese hombre, mas ¡por Dios!
ISABEL.
Que pronto uno de los dos Y si no es su vocacion
H a de morir será él.
GASPAR.
¿Quién vencerme á mí podrá
Si van á luchar mis celos? ¿Y cuál es entonces, cuál?
Si á mí rae m a t a n ¡oh cielos! Si el matrimonio es un mal
¿Quién de ellos se librará? P a r a ella, su inclinación
¡Ahí resiste ¡acongojada Por el claustro debe ser
(Volviéndose al aposento de Angélica.) Indisputable.
A mis pies he de mirarte! ISABEL.
¡Si siento en el t a l a b a r t e O pudiera....
Que se estremece mi espada!
GASPAR.
(Despues como respondiendo d su pensa-
Compresdereis que soltera
miento.) '
No puede permanecer.
¡Que no pueda y que lo anhele!
Su tutor debe mandar;
¡Que no alcance mi poder
Y pues así le acomoda,
A tanto, que pueda hacer
El velo, Madre, ó la boda,
Que el tiempo rápido vuele!
El convento ó el h o g a r .
ISABEL.
ISABEL.
Don G a s p a r , no he conseguido
Convencerla, y me parece L a natural timidez
Que su desventura acrece. De esa angelical criatura
- 96 -
GÁSPAE. LOPE.

S o r Isabel, es locura ¡Benditas horas supremas


(Suenan las diez.) De amor y felicidad!
Ah! las d i e z . . . . v e n i d . . Bien mío!
(Vánsc rápidamente.) ANGÉLICA.

(Siguen sonando las diez, y al terminar ¿Cuál es tu intento?


aparece Angélica.) LOPE.

Fácil es de concebir.
ESCENA X I . ¿Cuál ha de ser, cuál? huir
A N G E L I C A (sola.) Ahora mismo del Convento.
L a s diez ANGÉLICA.

¡Cuál tiemblo cuál se estremece Es que el templo está cerrado


Mi corazon! ¿Y Guiomar? Y la torre
LOPE.
¿No ha vuelto? ¿Dó puede estar?
¡Muy extraño me parece! Vano a f a n :
O i g o ruido ánimo, pues Beatriz y Santoyo están
¿Fué ilusión? Ya no oigo n a d a . . . En la iglesia
ANGÉLICA.
¡Ah!
¿Qué he escuchado?
E S C E N A XII. ¿Beatriz?.... ¿ B e a t r i z ? . . . . ¡Ah! no, no. . .
ANGELICA y LOPE. ¿La hija de Santoyo?
LOPE. LOPE.

¡Mi Angélica adorada! Cierto.


ANGÉLICA
ANGÉLICA.
Que Beatriz había muerto,
¿Eres tú? ¡Dios mió! el es!
Santoyo me a s e g u r ó . . . . . .
LOPE.
LOPE.
P e r o , esa puerta
P a r t a m o s ya, que intranquila
ANGÉLICA.
Tal vez a g u a r d a
[Va á
cerrar.]
E s verdad, ANGÉLICA.

V o y á cerrarla. No temas. No sé
Qué pensar, no sé por qué
Despues que en la noche oscura
Mi pecho duda y vacila. Sufrimos la calentura
LOPE.
De implacable pesadilla;
¡Ay, Angélica, pasó Tú eres la luz! Embriagado
De ayer la noche infernal En esa mirada célica,
Y su s o m b r a funeral Déjame mirar, Angélica,
Mi cerebro enloqueció; Tu semblante enamorado;
Mil veces el homicida Que es el imán de mi amor
P u ñ a l me a m a g ó de muerte; Su belleza virginal,
P e r o ¡ay! morir, y sin verte Y el encanto celestial
Despedirme de la v i d a ! . . . . De su hechizo arrobador!
Morir yo sin contemplar ANGÉLICA.
Otra vez tu faz a m a d a , ¡Te amo tanto!
Sin beber en tu mirada LOPE .
L a luz que me ha de salvar! ¡Si pudiera
Yo que anoche en mi dolor Ser esta inmensa alegría
Me j u z g a b a con derecho Purísimo albor de un día
P a r a destrozar tu pecho Eterno de primavera!
Asesinando mi amor? ANGÉLICA.

ANGÉLICA. ¡Eterno, Lope!


Lope, c a l l a . . . . no recuerdes LOPE.

L a desventura pasada Es preciso


Olvídate. Que huyamos pronto de aquí,
Léjos de mi p a d r e . . . . ¡Así
LOPE.
La suerte i n g r a t a lo quiso!
¡Desdichada
Ya es hora
Que por mí la calma pierdes!
ANGÉLICA.
Tienes razón; olvidar
¡ L o p e ! . . . . ¿qué hacer?
Es preciso aquel martirio,
LOPE.
Como se olvida un delirio
Santoyo esperarnos debe.
Horroroso al despertar,
ANGÉLICA.
Si la luz de Oriente brilla,
Se oye ruido.
LOPE. ANGÉLICA.

¿Quién se a t r e v e ? Vamos.
Ya no hay tiempo que p e r d e r LOPE.

Vamos. Si tú me c o n d u c e s . . . . [Se va]


GASPAR. ANGÉLICA.

(Adentro.) Abrid! Espérame en la escalera.


ANGÉLICA.
¡Ah! ESCENA XIII.
LOPE. SOR ISABEL, SANTOYO, GUIOMAR, ANGELICA.
¡Dios mío! [Santoyo entra con luces]
GASPAR.
GASPAR.
Abrid! (Sacudiendo la puerta.) ¡Ah! triunfé, triunfé, Señora!
LOPE.
¡No se escapará por eso!
¡Mi padre! ANGÉLICA.
ANGÉLICA.
¿Tú, Santoyo? [Con extrañeza]
¡Es su voz!
SANTOYO.
Huye, Lope H u y e veloz.
Estuve preso.
GASPAR.
ANGÉLICA.
¡Abrid! • (A Don Gaspar.)
LOPE.
Decid ¿qué quereis ahora?
Contigo. ¿A dónde vais?
ANGÉLICA.
GASPAR.
¡Qué impío Es igual
Dolor! ¡qué pena t a n fiera! Que os enojeis ú os riáis.
Rompen la puerta (Apaga la luz.) ANGÉLICA.
CASPAR.
¡No se pasa! ¿A dónde vais?
¡Ah!
GASPAR.
ANGÉLICA.
En busca de mi rival.
Ven. ANGÉLICA.
GASPAR.
No, no!
[Entrando.] ¡Luces!
T. I—13
GASPAR.
GASPAR.
/Que oye rumor de espadas en el pasillo.]
[Saliendo de espaldas del pasillo; y vien-
Acero contra acero
do d Lope que entra con el pecho atra-
C h o c a n . . ¡Teneos, Peralta!
vesado, se horroriza.]
(Alzando la voz.) Jesús!
ISABEL.
PERALTA.
¿Qué es esto? [Saliendo por el pasillo y agitando un
ANGÉLICA. papel.]
Sólo eso falta! ¡Servicio del Rey!
GASPAR. GASPAR.
Paso! que matarle quiero! (A Peralta.)
ANGÉLICA. ¿Qué habéis hecho?
¡Matarle! ¡Dios mío! ANGÉLICA.
GASPAR. (A Don Gaspar.) ¿Qué habéis hecho?
Sí (Don Gaspar cae de rodillas.)
Apartad. ¡Lope! Lope!
ANGÉLICA. (Arrojándose sobre él.)
¡Matarle dijo!
Desdichado, si es vuestro hijo! ESCENA ÚLTIMA.
GASPA R. P E R A L T A , DON G A S P A R , DON LOPE, A N G É L I C A ,
¡Maldición! ¡Lope!.... SOR I S A B E L , SANTO YO, ORTIZ y B E A T R I Z , cu-
bierto el rostro con un velo. Estos dos Oltimos e n t r a n
(Desaparece por el pasillo.) conducidos por los corchetes.
ANGÉLICA. LOPE.
¡Ay de mí! (Cayendo en el sillón.) ¡Desdichada! . .
ISABEL. ANGÉLICA.
S o c o r r o . . . . ¿Con qué derecho? ¿Qué es esto ¡Sangre! ¡Oh dolor!...
[Entran algunos pajes, edncandas y servi- (Ultima expresión que dice Angélica en su
dumbre.] acuerdo. Cuando dice: *No es nada, no
SAXTOYO. es nada!» ya está loca. La actriz debe
Del destino esa es la ley! aprovechar el corto espacio entre una
exclamación y otra, para expresar con
¿ C a l l a s ? . . . . ¿per qué no me mira?
su fisonomía el trastorno de su inteli- TODOS.
gencia.) (Muy bajo.)
GASPAR. ¡Loca!
¡Qué horror, Dios mío, qué h o r r o r ! . . . . ANGÉLICA.

LOPE.
Su pecho r e s p i r a . . . .
¡Padre! ¡Qué dulce, qué dulce calma!
ANGÉLICA. R e p o s a . . . .—¿Qué hacéis a q u í ? . . . .
No es n a d a No es nada ¿Qué hacéis, infames, qué hacéis?
LOPE. ¡Ah! ¿robármele q u e r e i s ? . . . .
P a d r e . . . . os p e r d o n o . . . . yo fui No N o . . . . ¿Robármele á m í ? . . . .
El culpable E s a es tu hija, ¿Y éstas son vuestras proezas?
Santoyo.... Habéis dado un golpe en falso.
Beatriz se echa en brazos de Santoyo.) —Mañana, sobre un cadalso
SANTOYO. R o d a r á n vuestras cabezas!
¡Ahí —Atrás os digo —¡ah! ¡qué horror!
LOPE. (Mirando d don Gaspar que se levanta
No te a f l i j a . . . . despues de besar la mano de Lope.)
«Mañana» . . . . dije. . . . y c u m p l í . . . . ¡Don G a s p a r ! . . . . —¡Ser no podría!
—¡Oye, A n g é l i c a ! Quería —Mató un hijo que t e n í a . . . .
Morir en tus b r a z o s . . . . Y se murió de dolor!
ANGÉLICA. —Idos todos Idos todas
¡Ah! Gente infame y sin conciencia
LOPE. (Volviéndose d hablar con Lope.)
P e r d ó n a l e . . . . como ya ¿Es verdad? con su presencia
(Señalando d su padre.) Van á a m a r g a r nuestras b o d a s ! . . . .
Le p e r d o n é . . . . vida m í a . . . . —Idos se van!—No hay temor,
(Espira.) (Todos se retiran un poco hacia el fondo.)
TODOS. No hay ya perfidias, no hay dolos;
¡Muerto!
Ahora s í . . . . ya estamos s o l o s . . . .
ANGÉLICA.
¡Ya estoy sola con mi amor!
¡Mi Lope del alma! FIN.
DOS PALABRAS.

ONVERSANDO u n a noche del mes de Di-


ciembre del año próximo pasado de 1875,
sobre asuntos literarios, con el distin-
guido escritor Sr. D. Juan de D. Domínguez, em-
pleado del Archivo General de la Nación, me ha-
bló de una sencillísima crónica consignada en un
libro escrito por D. Cárlos de Sigüenza y Góngo-
r a y la cual podría prestarme materia p a r a un
drama.
Algunos días despues me dirigí al Archivo y bé
aquí cómo refiere el hecho, á que aludía mi b o n -
dadoso amigo, el discreto cronista:
Havia pasado á esta Nueva España por los años
de 1572, el Illmo.*Arzobispo Don Pedro Moya de
Contreras, con título de Inquisidor Apostólico,
traieudo consigo una Niña de poco mas de dos
años á quien le daba el titulo de Sobrina como de
hecho lo era, y á quien se trató en el modo de su ce años se bolvió loca, sin que los mayores esfuer-
crianza, aun con m a s altos respectos de los que á zos y esquisitas diligencias de la Medicina fuesen
la Nobleza y merecimientos del Tio se le debían. bastantes á que lo restaurase, y así vivió el resto
Atribuíanse á efectos del cariño, los que no eran de sus dias en un quarto desentísimo, que se le fa-
sino debidos aprecios de su Real Sangre, de que bricó en dicho Real Convento, servida con la ma-
daban información bastante aun sus pueriles ac- yor abundancia, y Magnifisensia, y acompañada
ciones. Y aunque los motivos de su traslación á siempre de dos religiosas graves, haviéndole asig-
estos Reynos serian muy superiores, no fueron nado el Señor Arzobispo quantiosas rentas p a r a
tan ocultos, que se ignorasen despues. Con que fi- su subsistencia.
nalmente se llegó al casi verdadero conocimiento Sobre esta breve relación escribí luego^la H I J A
de lo que era, y m a s viendo la m a g e s t u o s a abun- DEL REY, que me ha valido y me valdrá m á s ho-
dancia con que se criaba D o ñ a Micaela de los An- ras de satisfacción que letras contiene su escritu-
geles, que este fué su nombre, en el Monasterio ra, no por lo que en sí valga, sino por la extraor-
de la Limpia Concepción de esta Ciudad, de don- dinaria acogida que mis afectuosos amigos y un
de pasó á la nueva fundación de Jesús María en público cariñoso le ha dispensado; amigos á quie-
compañía de l a Madre Abadesa Isabel Bautista, nes manifiesto en este lugar mi más profundo y
que le servia de Aya, y de cuia asistencia en él. vivo reconocimiento, público á quien me es g r a t o
P a r a q u e en lo de adelante se le h o n r a s e con su ofrecer aquí el humilde tributo de mi eterna g r a -
persona se dió cuenta al Sr. Rey Don Felipe Se- titud.
gundo en la c a r t a del Arzobispo su Tio; la qual En cuanto á los actores que tomaron parte en
noticia, m a s que el pretexto que se refiere en la la ejecución de mi obra, nada tengo que decir;
Cédula fué el único motivo del voluntario empeño ellos saben cuánto placer me causa y á cuánto
y liberalidad magnífica, con que haciéndose espe- me obliga el afectuoso interés con que dan vida y
cial Patrón de este Convento, no solo le endonó animación á mis débiles creaciones. Si éstas tie-
la Magestad Católica t a n t a riqueza, sino que ha- nen algún mérito, dividan conmigo la satisfacción
ciéndolo objeto de su cariño, quiso que en él se del aplauso público; si no, reciban sólo el mío que
emplease el desvelo y atención de su Virrey, y aunque de poco valer, del corazon agradecido
Ministros, y el tndo del amor de los que le suce- emana, y es profundo y es sincero.
diesen en la Corona en las edades futuras. México, Setiembre de 1876.
JOSÉ PEÓN Y CONTREKAS.
Y luego sigue diciendo: que la expresada Seño-
r a Doña Micaela, poco despues de cumplir los tre-
T . I.—14.
— 110 —

ACTA. 2 o . Que con el producto de esa suscricion, y


aprovechando el ofrecimiento del Sr. Llanos y
Los que suscriben, comision ejecutiva de los Alcaraz, se r e g a l a r a al Sr. Peón y Contreras una
acuerdos que los literatos de México tomaron en edición de lujo de su drama la H I J A D B L R E Y .
honor del Sr. D. José Peón y Contreras, con moti- 3 o . Que al terminar la cuarta representación de
vo de la representación de su drama L A H I J A D E L la H I J A D E L R E Y , anunciada para el domingo próxi-
REY, certifican: mo, se e n t r e g a s e públicamente al autor una plu-
Que el día tres de Mayo de mil ochocientos se- ma de oro, con una leyenda que dijese:
tenta y seis por la iniciativa de varios escritores
de esta capital, y muy especialmente de los redac- AL AUTOR DE cLA HIJA D E L REY»
tores de El Federalista, y á consecuencia de la LOS E S C R I T O R E S D E MÉXICO
convocatoria que á todos los literatos y periodis-
tas se hizo en los diarios El Federalista, La Re- y un certificado de honor, p a r a cuya redacción
vista Universal y El Eco de Ambos Mundos, se quedó nombrado el Sr. Lic. Alfredo Chavero, el
reunieron á las diez de la mañana, en la redacción cual, estando presente, aceptó el encargo.
del último, las redacciones de El Federalista, La 4 o . y último: Que una comision compuesta de
Colonia Española, La Revista Universal, La los Sres. D. Anselmo de la Portilla, D. Francisco
Iberia, El Porvenir, El Socialista, El Sufragio Sosa, D. Francisco Cosmes y D. Nicolás Azcára-
Libre y El Eco de Ambos Mundos, acompañados te, presentara en el proscenio del Teatro, y á la
además de g r a n número de literatos y poetas; y hora expresada, al Sr. Peón y Contreras, la pluma
despues de oir y de aceptar con satisfacción y gra- de oro y el certificado de que habla el anterior
titud, la g e n e r o s a oferta del Sr. D. Adolfo Llanos acuerdo, confiándose al Sr. de la Portilla el encar-
y Alcaraz, de tomar á su cargo la impresión del go de llevar la palabra en ese acto, á nombre de
d r a m a L A H I J A D E L R E Y , si acaso se acordaba ofre- los escritores de México.
cer al Sr. Peón y Contreras una edición de su úl- Los infrascritos certifican además: Que el do-
tima aplaudida obra, se tomaron por unanimidad mingo siete del mismo mes de Mayo y despues de
los siguientes acuerdos: terminada, entre aplausos entusiastas, la cuarta
I o . Abrir una suscricion entre los literatos, poe- representación de la H I J A D E L R E Y , se organiza-
t a s y periodistas, nombrando p a r a comision re- ron instantáneamente las comisiones nombradas
caudadora y ejecutiva de los otros acuerdos que de antemano p a r a tributar al poeta la ovacion
se tomaren á los que suscriben el presente certi- acordada, y volvió á levantarse el telón, á los so-
ficado. nes del Ilimno Nacional. De un lado apareció el
autor, entre la actriz Srita. Concepción Padilla, fredo Chavero, Manuel Peredo, Francisco Pi-
en primer término, que l l e v a b a en la mano la ban- mentel, J. M Bandera, R. Uriarte, Francisco
dera de España, y el Sr. Guasp, en tercero, que Hernández y Hernández, Roberto A. Esteva, Jesús
enarbolaba el estandarte de México; acompaña- F. López, Hilarión Frías y Soto, Melesio Morales,
dos los tres de todos los a c t o r e s que habían toma- José Rosas, A. de B. y Carabantes, P. Santacilia,
do parte en la representación del drama. Del otro Gustavo Baz, R. Manterola, Antonio García Cu-
lado del proscenio f o r m a b a n , por el orden en que bas, Juan de D. Peza, Francisco de A. Lerdo, Jo-
se expresan: la comision r e p r e s e n t a n t e de los es- sé Monroy, Agapito Silva, Ildefonso Estrada y Ze-
critores de México; la de yucatecos, por ol Estado nea, I. Gutiérrez, Joaquín M. Alcalde, Antenor
de nacimiento del poeta; la nombrada por la So- Lescano, Adolfo Llanos, A. Bablot, Antonin Belut,
ciedad Gorostiza; la que r e p r e s e n t a b a á la de Anselmo de la Portilla, Lorenzo Elízaga, J. Men-
Alarcon, y un concurso distinguido de poetas, ora- doza, José Vicente Villada, Franz Cosmes, Fran-
dores, literatos y periodistas. E l Sr. de la Portilla cisco Sosa, Miguel Rui, José Martí, Rafael Martí-
saludó al poeta en nombre de los escritores de nez de la Torre, Barón G. Gostkowski, Manuel G.
México, dando cuenta de los acuerdos que habían P a r a d a , Juan A. Mateos, Rodolfo Talavera, Agus-
tomado en su honor, y presentándole la pluma de tín F. Cuenca, Nicolás Azcárate.
oro con la leyenda ántes descrita. E l S r . Azcára- El Sr. Montiel y Duarte, hablando á nombre de
te leyó el diploma, redactado, según se acordó, los yucatecos, representados, además del orador,
por el Sr. Chavero, el cual dice así: por los Sres. Miguel A. Villamil y J. Calero, pre-
AL INSIGNE P O E T A sentó al Sr. Peón una riquísima corona de filigra-
na de oro. El Sr. Guasp, otra de laurel, á nombre
JOSE PEOxM Y C O N T R E R A S del distinguido literato, Ministro de Guatemala,
RESTAURADOR D E L TEATRO Sr. D. Ramón Uriarte. El Sr. Freire, otra también
EN LA PATRIA DE ALARCON Y GOROSTIZA de laurel, por la redacción de El Proteccionista
POR SU MAGNIFICO DRAMA y el Sr D. Gustavo Baz. El .Sr. Ortega, otra en-
viada por el distinguido y popular poeta Sr. Ro-
LA H I J A DEL RE Y sas Moreno, con el siguiente dístico:
TESTIMONIO DE APLAUSO Y ADMIRACION
DE LOS
E n p r e n d a del cariño de u n h e r m a n o ,
E S C R I T O R E S D E 1.1ÉXICO. E l v a t e h u m i l d e a l génio mexicano.
Firmas. Mayo 7 de 1876.
El Sr, Loscos, por último, ofreció al poeta, á nom*
Guillermo Prieto, José S e b a s t i a n Segura, Al-
b r e del eminente D o c t o r Médico-Cirujano Sr. Mon-
tes de Oca, u n a m a g n i f i c a edición del Quijote.
Los que suscriben, a l cumplir el último de los
a c u e r d o s c u y a ejecución se les confió, con la pre-
sente edición del d r a m a , c o s t e a d o en su impresión,
p o r el Sr. L l a n o s y A l c a r a z , lo h a c e n c o n s t a r , en
d e s c a r g o de su comision, hoy I o de S e p t i e m b r e de
1876.—JOSÉ MARTÍ.—AGAPITO SILVA.—NICOLÁS AZ-
CÁRATIÍ.

VIVO O MUERTO.
DRAMA E S TRES ACTOS Y EX VERSO.

A Francisco J. Gómez Flores


José Peo«, v Ganlreras.
P A S C U A L G Ó M E Z DE T R U J I L L O .
L U I S L U J A N DE C I S N E R O S .
LUZ.
DOÑA ESPERANZA.
BRÍCIDA, dueña de Luz.
ACTO PRIMERO.
B E R M U D O , escudero de Pascual.
B E L T R A N , criado de Pascual.
B E N A V E N T E , alcalde.
G I N É S , escudero de Luis. Sala en casa de Pascual Gómez. P u e r t a en el fondo. A
la derecha del actor un balcón y una p u e r t a . A l a iz-
quierda dos puertas, u n a en primero y o t r a en segundo
DAMAS, CABALLEROS, ALGUACILES, ETC. término (entre estas dos, u n a p u e r t a pequeña de u n a
sola hoja, estrecha y que conduce á la huerta.)

ESCENA PRIMERA.
BRIGIDA y LUZ.
BRÍGIDA .

L l e g a r á sin duda tarde.


LUZ.
( E p o c a de Felipe II.) ¿Eso juzgas? ¡Dios lo quiera!
Miéntras avanza la noche,
Más mi temor se acrecienta:
Yo no puedo acostumbrarme
A tan penosas ausencias.
Ausencias que se repiten
De tal modo, en tal m a n e r a ,
Que de las lunas del año,
Fuera está las dos terceras,
Haya paz en estos reinos,
E s t e d r a m a se representó por primera vez, con gran
O haya en estos reinos guerra-
éxito, en el T e a t r o Principal de. México, la noche del 15
de Noviembre de 1879, T- Ir-15,
BRÍGIDA. LUZ.
Ello es preciso. Enferma, sí, del sepulcro
LUZ. Tocando la helada puerta,
E s preciso. Se deslizó por mis labios
BRÍGIDA. L a sacrosanta promesa
Tanto más juzgo que os pesa De pasar,en un convento
Su tardanza—así lo creo— Brígida, mi vida entera,
Cuanto que al fin ya se acerca Si Dios, entónces, libraba
El día, vos le fijásteis, De la muerte mi existencia.
Enferma, ¿comprendes, Brígida?
De cumplir v u e s t r a promesa.
Débil, fatigada, inquieta,
LUZ.
L a razón torpe y confusa,
No me lo recuerdes, Brígida. Vacilantes las ideas,
BRÍGIDA. El pensamiento entre sombras,
¿Qué dices? ¡Quién tal creyera! E s p a n t a d a la conciencia,
Vos, que en el claustro soñábais, ¿Pudo escuchar aquel voto
Vos, que de ventura llena, La misericordia eterna?
Esperábais el instante BRÍGIDA.
De trocar por l a s severas
Sí pudo, claro es que pudo;
Monjiles tocas, un día,
Pues desde esa noche mesma
Vuestra h e r m o s a cabellera.
Tornó el brillo á vuestros ojos,
Os ponéis pálida y triste,
A vuestros miembros la f u e r z a ,
Cuando mi labio os recuerda L a color á las mejillas,
Que en breve el plazo termina, L a s a n g r e ardiente á las venas.
¡Que no h a y plazo que no venza!
LUZ.
No há mucho que el voto hicisteis:
Hace'dos años apénas. J u s t o es que mi voto cumpla!
LUZ. BRÍGIDA.

¡Apénas h a c e dos años! De no h a c e r l o . . . . ¡qué os espera!


BRÍGIDA. Mas no lloréis ¡por el cielo!
Postrada en el lecho, enferma. Que en cuanto llorar os v e a . . . .
LUZ. /

Además P a s c u a l lo quiso:
P a r a mi desdicha eterna!
De pie, y á la c a b e c e r a
BRÍGIDA.
De mi lecho de a g o n í a ,
Hace muy poco me hablabais,
Arrancóme aquella o f e r t a .
Doña Luz, de otra manera:
¿Por qué quiere que le deje,
No os espantaban, señora,
Brígida, por qué se empeña
La soledad ni las r e j a s
En que por siempre abandone
Del claustro
Este hogar en que él se queda?
LUZ.
Antes de enfermarme, ántes
¡Rejas doradas
Pretendió que le ofreciera
De un cielo me parecieran
Dejar por-el claustro el mundo.
L a s que hoy de sombría cárcel
BRÍGIDA. Celosías que me aterran!
¿Lo pretendió? BRÍGIDA.
LUZ. ¡Extraña mudanza!
Si le v i e r a s . . . , LUZ.
Velado el rostro sombrío, Extraña.
Con voz a p a g a d a , trémula, BRÍGIDA.
Mal ocultando u n a lágrima Y violenta.
Entre sus p á r p a d o s presa: LUZ.
Deja, Luz, deja, decía, Asaz violenta.
Las venturas p a s a j e r a s —Ven, ¿qué miras?
De este mundo mentiroso (Toma de la mano d Brígida y la acerca
Por dicha más duradera; d la ventana.)
Y yo, Brígida, c a l l a b a BRÍGIDA.
Sin saber por qué, suspensa. Lo de siempre:
Siempre e n c o n t r a b a en mis labios El negro bulto en la acera,
Un candado mi respuesta, El hombre que nos persigue
Candado que al fin rompióse En las calles y en la Iglesia
Aquella noche s u p r e m a , Y en todas partes
¡Tal vez para rai d e s g r a c i a , LUZ.
El mismo,
Como una estatua de piedra: No me habló ni una palabra,
¡Siempre a l l í ! . . . . ¡todas las noches! Y su voz aquí resuena;
BRÍGIDA.
Apénas le he visto el rostro,
Importuno centinela! Y en todas partes risueña
Cuando llegue el de T r u j i l l o . . .. Miro, Brígida, su imágen,
LUZ.
Ya de léjos, ya de cerca,
¿Qué dices? Leve sombra en claro día,
BRÍGIDA. Viva luz en l a s tinieblas.
Cuando le vea BRÍGIDA.
LUZ. ¿Vos le dais en vuestro pecho
Brígida, n a d a le digas Plaza, con tal ligereza,
A Pascual cuando aquí venga; A un amor que de ese modo
Que ignore que á ese hombre ador En el corazon se os entra?
BRÍGIDA. ¿Sabéis ya quién es ese hombre?
¡Doña Luz! ¿Por qué mirar no me deja
LUZ. Su semblante y lo recata
Que no lo sepa. De mis miradas inquietas?
BRÍGIDA. — ¡ H o l a ! . . . . ¿Quién?
¿Vos le adorais?
LUZ. ESCENA II.
Con el alma. Dichos, B E L T R A N . T r a s 61, P A S C U A L y BERMUDO.
BRÍGIDA.

¿Vos le dais? BRÍGIDA.

LUZ. (A Beltran.) ¿Qué se te ofrece?


Mi vida entera, Verte aquí, Beltrán, me extraña.
Que con invisibles lazos BELTRAN.
A la suya está sujeta. Señora, cartas de España. (Enseñándolas.)
¿Qué extraña fascinación PASCUAL.
Mi pensamiento enajena, (En la pnerla.)
Que subyuga mi albedrío, ¡Maravilla me parece!
Que esclaviza mis potencias? Cartas de España!
LUZ.
E n t r é g a l o á su Excelencia
(Viendo d Pascual.) ¡Qué veo! El Virrey,en propia mano. (Vdse Bermudo.)
LUZ.
PASCUAL.

¡Luz! Eres, Pascual un tirano.


PASCUAL.
LUZ.
¡Pascual! Ya me ves en tu presencia,
PASCUAL.
Ya me v e s . . . . M a s . . . . es casual.
¡Cartas de E s p a ñ a ! . . . . Quería
(Abrazando á Luz.) ¡Brígida! ¡Apénas
Recibirlas y t e m í a . . . .
Creo en mi dicha! ¿Están buenas?
[Se sienta junto d la mesa y lee rápida-
BRÍGIDA.
mente algunas cartas fijándose en una
Ya lo veis.
sola.]
PASCUAL.
LUZ.
Que sueño, creo,
¿Pues no te alegran, Pascual?
En t a n t a felicidad.
PASCUAL.
LUZ.
Es v e r d a d . . . . me alegran, sí
Siéntate, e s t a r á s cansado.
LUZ.
PASCUAL.
[A Brígida.]
Sí; que mucho h e caminado. Pon luz en el aposento
LUZ. De Pascual.
Mucho tardaste. BRÍGIDA.

PASCUAL. Voy al momento.


E s verdad. LUZ.

Por todo el reino he corrido Y vuelve luego por mí.


Sin descansar, n o te asombre, PASCUAL.
Buscando b u s c a n d o á un hombre, ¿Saldrás?
Sin haberlo conseguido. LUZ.
Bermudo lo s a b e bien. [Saca un pliego.] Al templo cercano
—Bermudo, sin d a r t e espacio, Voy, por tu venida, á dar
Lleva este pliego á Palacio, Gracias á Dios, y á r o g a r
Y cuando lo e n t r e g u e s , ven.
P o r la salud de mi hermano. S PASCUAL.
[Con mucha ternura.] Sí.
PASCUAL. LUZ.
[Despues de leer] Ya comprendo tu a m a r g u r a
¡Qué miro! ¡Cielos! ¿Qué miro? Por la que me agobia á mí:
Oye, escucha Lloras por una ventura
LUZ. Que yo nunca conocí.
¿Qué te pasa? No pretendo consolar,
PASCUAL. No, tu pena con la mía;
Que el corazon se me a b r a s a Mas la pudiera calmar,
De placer, que no respiro Que á veces un g r a n pesar
(Leyendo.) Es junto á otro, alegría.
— «Pascual, sólo por temor Y no digas que te riño
De un contratiempo cualquiera, En esta ocasion, no, á fé;
Te escribo esta carta: espera, Mas de una madre el cariño
Como espero en el Señor, Gozaste tú, siendo n i ñ o . . . .
Que al p a r de ella me v e r á s Yo, Pascual, no lo gocé.
L l e g a r á l a Nueva España. De su santa mano asida
Mi bendición te acompaña.» L a tuya, sin inquietud,
—¿Quieres más, Luz, quieres más? Por una senda florida
P e r o no; no ha de venir: Los desiertos de la vida
Implacable la fortuna Recorrió tu juventud.
Me t r a t a desde la cuna. Ella te enseñó á rezar,
¡Yo vine al mundo á sufrir! Ella te enseñó á querer,
¡Ah, madre! Si ella quisiera ¿No es un consuelo llorar
Embellecer mi retiro Felicidades de ayer
¡Veinte años há que deliro Que roba el tiempo al pasar?
Con su i m a g e n hechicera! ¿Y los que nunca h a n gozado,
LUZ.
Y los que nunca han sentido
(Con profunda pena.) El bien que otros han llorado
¿Tanto la has amado? Porque nunca lo han t e n i d o ? . . .
No hablemos de eso los dos:
¿En qué rincón ignorado (Con solemnidad.) Mil veces te lo rogué.
Mi pobre m a d r e suspira? LUZ.
¿Dónde está, que no me mira, Por eso quieres, Pascual,
Dónde, que no he descubierto De tu temor al exceso,
Su tibio h o g a r , si aun respira, Que vista tosco sayal
Su tumba h e l a d a , si ha muerto? En un convento.
PASCUAL. PASCUAL.
[Como dominado por la voz de Luz, sin Sí, tal.
poder negarse d la verdad.] LUZ.
¡Ha muerto! ¿Era por eso?
LUZ. PASCUAL.
¿Ha muerto? ¡Dios mío! Por eso;
Lo decís la v e z primera. Por tu terrena ventura,
PASCUAL. Por tu eterno bienestar.
Bella, h e r m o s a y gentil era! LUZ.
Luchó con el sino impío Crees
Su juventud hechicera; PASCUAL.
Luchó con su n e g r a suerte, Creerlo es cordura:
Batalló con el dolor, Si heredaste su hermosura,
Y siendo el dolor más fuerte, Su desdicha has de heredar.
Halló, Luz, a i r a d a muerte LUZ.
En los b r a z o s del amor. Está bien: tras de aquel muro
LUZ. Sagrado, podré vivir
¿Matóla amor? Dichosa, y feliz morir.
PASCUAL. PASCUAL.
Amor fué. Jura otra vez.
LUZ. LUZ.

Y por eso t ú . . . . Te lo j u r o . ,
PASCUAL. Mas, oye, me has de decjr
Ya sé, Dg mí p a d r e , , . .
Qué vas á decir, ¡por Dios!
PASCUAL. A entrambos dará consuelo.
(.Interrumpiéndole.) Nada sé PASCUAL.
De él, algún día s a b r á s Vé, Luz, que te escuche el cielc.
Si yo d e s c u b r o . . . . Dios te bendiga.
LUZ. LUZ.
(Dudando.) Jamás Él á tí.
Por tí, Pascual, lo s a b r é
Lo presiento.
ESCENA III.
(Aparece Brígida y se detiene en la puer-
PASCUAL.
ta del fondo.)
PASCUAL. Dios te bendiga, Luz mía:
¿A dónde vas? Imán de mi idolatría,
LUZ. Luz de mi existencia oscura
Al templo. Que r a s g a s brillante y pura,
PASCUAL. Su p a r d a niebla sombría.
¿Al templo? Mejor, ¡Estrella de bendición!
Mejor es. E n t r e el nublado turbión
LUZ. R á f a g a de luz que asoma,
Brígida, espera. Pálido lirio que a r o m a
PASCUAL. Mi solitaria mansión.
Pídele, Luz, al Señor ¡Ay ¿Por qué te conocí?
Que de un horrible dolor ¿Por qué un a b r i g o te di
Que mi alma hiere, no muera: Bajo de este humilde techo?
Díle á la Virgen b e n d i t a j ¿Por qué tortura mí pecho
Que tu a m a r g a soledad Este a f a n que es frenesí,
De mi apoyo necesita, Este a f a n hondo, vehemente,
Miéntras su g r a c i a infinita Que crea en mi seno ardiente
Presta asilo á tu o r f a n d a d . Tales dolores extraños,
LUZ.
Hoy que el cincel- de'los años
Está marcando mi frente?
Eres tan bueno, q u e allí,
Y esto es amor? ¡Oh, dolor!
Cuando le ruegue por mí,
¿Es un loco devaneo Aquel tropel encantado
O el recuerdo seductor De imágenes seductoras,
De algún desdichado amor Cruzando al mi alrededor
Que un tiempo fué mi recreo? Sin detenerse un momento
¡Mentira! ¡Loco de mí! Ni aquí, ni en mi pensamiento,
¿Amarla y o ? . . . . ¡Desdichado! No eran, Bermudo, el amor!
Yo seré su padre, sí: Eran del capricho anhelo
Como tal la protejí, Tan p a s a j e r o s amores:
Como tal viví á su lado. ¡Yo a r r a n c a b a aquellas flores
(Aparece Bermudo.) P a r a a r r o j a r l a s al suelo!
¿Amor? Ah! Bermudo, escucha, BERMUDO.

Os vi una vez, n a d a más,


ESCENA IV. Llorar de a m o r . . . .
P A S C U A L y BERMUDO. PASCUAL.
PASCUAL. ¿Yo? ¡Por Dios!
Ven acá. BERMUDO.
BERMUDO. Vos me lo dijisteis, vos.
Señor. PASCUAL.
PASCUAL.
¿Yo? ¿Por quién? ¡Nunca, jamás!
Sí, ven.
BERMUDO.
Di, ¿he amado?
Se llamaba I n é s . . . . yo os vi,
BERMUDO.
Del dolor en el exceso
Veces cien.
PASCUAL.
PASCUAL.
Calla! Nunca me hables de eso;
¿Era amor aquella lucha
O no respondo de mí.
Del pensamiento sin freno;
Aquel seguir de contino (Pausa ligera.)
—¡Pobre Inés!—Tú que la viste
El revuelto torbellino
En su lecho, solitaria;
Que me a r r a s t r a b a en su seno?
Tú que la postrer plegaría
Aquellas plácidas horas,
De sus labios recogiste,
Aquel gozar no gozado,
T . L—17

N
Que me declares te exijo,
Si al e n t r e g a r t e esta c a r t a ,
De aquel sentimiento ardiente,
(Llevando la mano al seno.) Brillaba sobre mi frente
Que nunca de mi se a p a r t a , El sol de la juventud.
Nada, Bermudo, te dijo.
BERMUDO.
BERMUDO.
Aún joven sois.
Lo que os dije, y n a d a más;
PASCUAL.
Y aunque á mi memoria riña,
Es verdad;
No recuerdo.—«Con la niña
Mas en tumultuosos días
Esta c a r t a le darás.»
Vi morir las lozanías
Murmuró, y el postrimero De mi inquieta mocedad.
Gemido exhaló despues. Tú te acuerdas: poco á poco
PASCUAL.
Perdí los amantes bríos;
¡Ay, Inés! ¡mi pobre Inés! Me encerré con mis sombríos
BERMUDO.
Pensamientos. E r a un loco
Por vuestro dolor infiero Aún lo soy; en tal combate
Que a m á b a i s Algo busco, algo me falta;
PASCUAL. Hay algo en mí que me exalta,
Calla, te digo Y h a y algo en mí que me abate.
No e r a amor tampoco, no Soñar, ¡ay! sólo soñar
Aquello fué ;qué sé yo! Puedo ya sin combatir;
Pero a h o r a , tú eres mi amigo, Con los recuerdos vivir
Bermudo.—Escucha,—creía Del pasado batallar.
Hace un momento que era, ¡Oh tiempos de amor y gloria!
Y esto por la vez primera, ¿Por qué pasásteis? No sé!
Amor, algo que sentía, Y si pasasteis, por qué
Inexplidable, profundo, No os perdeis en mi memoria?
Que á expresarme no me atrevo. Ya pienso que el sol nos halla
¡Como si hubiera de nuevo Sobre el terreno enemigo;
Nacido otra vez al mundo! Que el hierro hambriento fatigo
Me pareció que en virtud Entre la recia batalla.
Que d e s p u e s . . . . se acaba todo^'
Que sufro y me apesadumbro, PASCUAL.
Que á p a s a r no me acostumbro (En el transporte de la emocion recono-
L a existencia de este modo.
ciendo d su madre.)
Que esta paz es mi homicida,
¡Madre!
Que yo no sé lo que quiero,
ESPERANZA.
Que me p a r e c e que muero
¡Hijo del alma!
Y siento en el alma, vida.
PASCUAL.
BERMUDO.
¡Dios te bendiga! Bendigo
Me decíais h a c e poco,
Madre, á Dios: gracias le doy
Ayer mismo, ayer apénas,
Que el placer abre mi puerta
Que al lado de Luz no hay penas
Tanto te he soñado muerta!
PASCUAL.
ESPERANZA.
¿Te lo dije? Estuve loco.
Pascual, ¡qué dichosa soy!
BERMUDO.
Que el p a t e r n a l interés (Pascual abraza á su madre y dice, ade-
Que D o ñ a Luz os inspira lantándose.)
PASCUAL.
PASCUAL.
Si lo dije, fué mentira, Vengan aquí los que lloran
F u é locura, ya lo ves. P o r una m a d r e querida,
De esa demencia al abrigo Los huérfanos que en su vida
Sueña el corazon en calma. El infortunio deploran;
[Aparece Doña Esperanza en el fondo, Que finjan en su a m a r g u r a
seguida de D. Luis Lujan, en el cual no Y en su a f a n desesperado,
repara Pascual, sino cuando lo indica Que aquel cadáver helado
el diálogo. D. Luis se queda en segun- Que encerró la sepultura,
do término hasta que reparan en él.] Un tiempo hermosa beldad
Que les dió vida en su seno,
ESCENA V. Sér de amor de encantos lleno,
P A S C U A L , E S P E R A N Z A , B E R M U D O , y DON LUIS, De abnegación y bondad,
en el fondo, inmóvil, cerca de la p u e r t a .
Rompe los mortales lazos,
ESPERANZA.
En nueva vida se enciende,
(Desde el fondo ) Y de pronto hacia ellos tiende,
¡Pascual!
Madre, como tú, los brazos;
Y s a b r á n de este placer, PASCUAL.
Que si no me ha dado muerte ¿Sabéis señora su nombre?
Es, madre, por no perderte, ESPERANZA.
Por no dejarte de ver. Persigúelo injusta ley.
ESPERANZA. PASCUAL.
Ah! también, Pascual, te veo Una orden llevo conmigo.
Y dudo.... ESPERANZA.

PASCUAL. De Antonio Pérez, tu amigo,


De si yo soy. El Secretario del Rey.
L o sé, y ese hombre fatal
ESPERANZA.
Quiere, Pascual, no lo niegues,
¡Hijo!
Que á la justicia lo entregues,
PASCUAL.
Y yo no quiero, Pascual.
¿Tan cambiado estoy? Y vine, te lo confieso,
ESPERANZA. A salvarle...
Mucho, Pascual. PASCUAL.

PASCUAL. Madre, ¿vos?


Y a lo creo. (Aparece Luz.)
El tiempo que huyó sin calma, ¡Ah, callad, callad, por Dios!
L a g u e r r a , la doble g u e r r a , Despues hablaremos de eso.
Los combates de la tierra —Luz ven, Luz (Llamando.)
Y los combates del alma.
ESCENA VI.
Vivir del deber esclavo,
Dichos y LUZ.
Si no esclavo del destino.
— A h o r a mismo del camino, PASCUAL.

Madre, de llegar acabo, ¡Cuánta alegría!


Buscando sin t r e g u a á un hombre Cuánto placer que tú ignoras;
Por t a n variados s e n d e r o s . . . . Pues por una madre lloras,
Toma, Luz, toma la mía.
ESPERANZA.
(La empuja dulcemente hacia Doña Es-
Don L u i s L u j a n de Cisneros. peranza.)
LUZ. ESPERANZA.

¿Madre tuya? Falta fué de voluntad,


[ESPERANZA. Tanto más que eres soldado.
Sí, ¡por Dios! —Mejor creciera á mi lado,
¿Quién es, Pascual, esta bella, En Castilla, ¿no es verdad? (A Luz.)
LUZ,
E n c a n t a d o r a doncella?
PASCUAL. (Agradecida.)
(A Luz, sorprendido y turbado.) Señora....
ESPERANZA.
Dílo.
Me la debiste
LUZ.
Mandar.
Tú. [A Pascual.]
PASCUAL.
ESPERANZA.
Tu perdón espero.
¿Cuál de los dos?
—¿Queréis algo, caballero?
LUZ.
(Reparando en Don Luis Cisne ros.)
[Con intención.]
ESPERANZA.
Es natural que lo exija
¡Ah!—Perdonad.—Quién resiste
Y obedecerle es preciso.
PASCUAL. A una justa distracción
LUZ.
(¡Oh qué horrible compromiso!)
[Viendo d Cisneros.]
Luz, madre mía, es mi hija.
¡Dios mío! [Aparte.]
—Lo mismo que si lo fuera—
ESPERANZA.
Que aunque no me debe el sér,
(Con cierto embarazo.)
La vi á mi lado crecer.
Escucha, Pascual,
No podrá acordarse era
Perdóname que hice mal;
Muy niña, hablar no sabía
Fué sólo la turbación
Cuando yo la conocí.
De los instantes primeros,
ESPERANZA.
Y explicártelo es sencillo.
No me hablabas de ella á mí
—Pascual Gómez de Trujillo.
En tus cartas. (Presentándolos.)
PASCUAL.
—Don Luis L u j a n de Cisneros
¡Madre mía!
T.I.-18.
PASCUAL.
ESCENA VII.
(Sorprendido al escuchar este nombre y CISNEROS y BERMUDO.
dominando su impresión.) CISNEROS.
P u e s con mi madre venís, Pues fortuna me proteje,
En venir me hacéis favor. O ha resuelto, por mi vida,
CISNEROS. Que mi suerte se decida,
Esta es mi mano, señor. Que aquí mí esperanza deje,
PASCUAL. O encuentre aquí mi esperanza;
Honráis la mía, Don Luis. ¡Oh destino! ¡Plegue al cielo
CISNEROS. Que satisfaga mi anhelo
Al honrarla, mi honra es doble. Tu repentina mudanza!
PASCUAL. -¿Sabéis dónde está el mesón (A Bermudo.)
(A Luz.) Que nos h a dado hospedaje?
Aunque bajo humilde techo, ¿Lo sabéis? Por mi equipaje
Luz, prepara cuarto y lecho Id, si a l g u n a ocupacion
A caballero tan noble. ( V d s e Luz.) No os lo impide.
(A Cisneros.) BERMUDO.
P o c o tendreis qué esperar. No.—En buena hora
—Vos, madre, venid conmigo, Fuera, mas sabed que soy
Que á solas y sin testigo (Aparte.) Forastero, pues estoy
Os quiero de ese hombre hablar. En México, desde ahora.
(Refiriéndose d Cisneros.) Diez años estuve ausente,
—Tú, Bermudo, espera aquí. Y aunque hace un año volví,
—Mandadle, Don Luis, sin tasa, Llegué u n a tarde, y salí
Que es como vuestra esta casa. De m a r c h a al día siguiente,
CISNEROS. Con tercios de mi señor.
Mucho os lo estimo. Pero que esto no os asombre,
PASCUAL.
Si ese mesón tiene nombre
Es así. CISNEROS.
El mesón de «El Pescador.»
BERMüPO. Que la esperó su deseo
Con eso b a s t a , á fé mía, Luengos años de hondo afan.
Voy á serviros al punto. CISNEROS.

(Hace ademan de irse.) ¿Solo ha vivido?


CISNEROS. BERMUDO.
(Deteniéndole.) No, á fé;
Oídme, si algo os pregunto Con Doña Luz y una dueña
Que interesarme p o d r í a . . . . Que la crió desde pequeña.
¿Responderéis? Es favor CISNEROS.

Que estimaré. ¿Hija es de Pascual?


BERMUDO. BERMUDO.

Preguntad. No sé.
CISNEROS. CISNEROS.

¿Ausente de esta ciudad ¿Pariente suya?


Estuvo vuestro señor? BERMUDO.

BERMUDO. Lo ignoro.
De ella, sí, nos ausentamos. CISNEROS.

CISNEROS. Mucho la estima.


¿Por largo tiempo? BERMUDO.
BERMUDO. Parece.
Eso es.
CISNEROS.
CISNEROS.
Bien. [Pausa ligera.]
¿Y volvisteis?
BERMUDO.
BERMUDO.
Si nada se os ofrece,
Hoy, despues
Voyme. Guardaos el oro
De ponerse el sol llegamos.
(Rechazando una bolsa que le da Cisne-
CISNEROS.
ros.)
¿Esperaba el capitán
Que oro tiene mi señor,
A Doña Esperanza?
Y con él me doy abasto.
BERMUDO.
FüLsoldado y poco gasto.
Creo
Me dispongo á combatir,
CISNEROS.
Dejo á los vientos venir,
Mucho me admira.
A las corrientes correr,
BERMUDO.
Y me preparo á' vencer,
/.Interrumpiéndole.] Mejor,
Y me resigno á morir.
Que admiraros nada cuesta.
LUZ.
CISNEROS.
(Apareciendo por la segunda puerta iz-
Tal vez faltáis
quierda del actor.)
BERMUDO.
Señor.
¿Al respeto?
CISNEROS.
No. Respetar un secreto
¿Quién me llama? (¡Es ella!)
No es callar una respuesta.
LUZ.
CISNEROS.
Listo queda el aposento,
De discreto hacéis alarde,
(Señalándole como entrada de él, la mis-
Sedlo, pues, en tavor mío.
ma puerta por donde ha salido.)
BERMUDO.
Y perdonad si le falta
Nada temáis. Lo que sobra á mi deseo.
CISNEROS.
CISNEROS.
En vos fío ¿Qéu deseáis?
BERMUDO.
LUZ.
Voyme, pues.
Serviros bien.
CISNEROS.
CISNEROS.
Que Dios os guarde. ¿Servirme bien?
LUZ.
ESCENA VIII.
Eso debo,
CISNEROS, solo, y después LUZ.
Que huésped sois de esta casa
CISNEROS.
Y mereceis su respeto.
Este hombre es capaz de dar
—Pasadlo bien.
Su s a n g r e por su señor;
CISNEROS.
Ni ha de ser él quien mi amor ,
No ha de ser,
Pudiera tranquilizar. Si no escucháis un momento,
Lanzo, pues, mi esquife al mar,
LUZ.
CISNEROS.
D e s c a n s a d , señor. Es misterio.
CISNEROS,'
LUZ.
Huyera Señor, en la tierra
De mis párpados el sueño,
CISNEROS.
No h a l l a r a paz ni reposo
No;
De l a noche en el silencio, Algo debe ser del ciclo.
Si de mis lábios no oyérais LUZ.
Algo que deciros tengo. ¿Algo del cielo?
LUZ. CISNEROS.

Comenzad. Sin duda.


CISNEROS. Así, señora, lo creo;
E x t r a ñ o caso. Que es como esa maravilla
Difícil es el comienzo, De estrellas y de luceros;
P a r a el que duda y no alcanza Luz de sol y luz de luna,
Si fin t e n d r á n sus empeños. Red de sombras, m a r de fuego;
LUZ. Que miéntras más se contempla,
¿Empeño el vuestro? Más inexplicable y bello
CISNEROS. A p a r e c e á nuestros ojos,
Y grande. De esplendor tan vivo ciegos.
LUZ. Del cielo luz, debe ser
¿Así lo juzgáis? Por lo mismo lo que siento,
CISNEROS. Que es como otro cielo en mi alma,
Inmenso. Más hermoso que el que vemos,
Halago de los sentidos,
LUZ.
Confusion del pensamiento .
¿Cuál es puts?
Que está donde vos estáis;
CISNEROS.
Donde no estáis no lo veo.
No sé explicarlo. Por eso desde que os vi
LUZ.
Bajo la arcada del templo
¡Raro misterio! H a f á , ¡, ¡ no s é cuantos días,
t i íi-i?;
Que perdí cuenta del tiempo, LUZ.

Por todas partes os sigo, (En vos baja é inquieta).


P a r a vos vivo y aliento, ¿Cuerdo creeis decirlo aquí?
Y paso l a noche entera CISNEROS.
Al pié de los altos hierros Harto, acaso, os lo dijeron
De la impasible ventana Mis ojos por esas calles
De vuestro oscuro aposento. E n elocuente silencio.
LUZ. ¿Lo notásteis?
¿Eso hacéis? [Conmovida.] LUZ.
CISNEROS.
(Dominada.) Por desdicha.
Todas las noches. CISNErOS.
LUZ. ¿Desdicha dijisteis?
¿Sin dormir? LUZ.

CISNEROS. Eso.
Que duermo creo. Que sólo fui desdichada
Cuando hube ele conoceros.
LUZ.
—Mas, ¿qué digo?—Adiós
¿Dormís y os estáis en vela?
CISNEROS.
CISNEROS.
Señora.
En vela os juro que duermo; LUZ.
Y si no es así, no sé Adiós, Don Luis.
Lo que será; pues yo sueño, CISNEROS.
Sueño que os miro y os hablo; Deteneos.
Y h a de ser, ó no lo entiendo, Si son desdichas de amor
Que estoy loco ó que deliro, L a s que os agitan el pecho,
O estoy soñando despierto. Desdichas son que en venturas
LUZ. Torna el cumplido deseo.
Cumplido está si me amais:
¿Loco estáis?
Decidlo ya ¡por el cielo!
CISNEROS.
Señora, que os idolatro.
De a m o r por vos,
¿Calíais, Doña Luz?
Que es lo mismo que estar cuerdo.
LUZ.
Silencio, Mi esperanza bendecida;
Pasos o i g o . Si he de a m a r 6 no la vida,
CISNEROS. O si la he de aborrecer.
¡Ira de Dios! Pensad que en este momento
Es Ginés, es mi escudero. Vos decidís de mi suerte:
Si es de vida ó es de muerte
ESCENA IX. Este a f a n del pensamiento.
¡Dichos y G I N E S por el fondo. LUZ.
GINÉS. Basta ya, Don Luis.
Señor, os b u s c a b a . CISNEROS.
CISNEROS. Señora.
¡Calla! LUZ.
Éntrate en ese aposento E s t a r aquí no debiera.
Que es el mío —Calla, digo; Si alguno á solas me viera
Si estás cansado, en mi lecho Con vos, señor á esta hora
Descansa.—Aguardad, señora.— Todos duermen
—¿No oyes, Ginés? CISNEROS.
GINÉS. Concebid
Obedezco. Mi angustia y vuestra esquivez.
(Entra Ginés por la segunda puerta LUZ.

izquierda y desaparece.) P a s o s escucho otra vez.


CISNEROS.
ESCENA X. Que estáis haciendo, advertid,
CISNEROS y LUZ De injusto rigor alarde.
CISNEROS • LUZ.

Otra vez solos estamos: Pascual se acerca ¡f H V O r !


Decid si nuestros amores CISNEROS.

Han de cubrir con sus ñores (Tomándola de la mano.)


Respondedme.
L a senda en que c a m i n a m o s
Decidme si he de perder LUZ.

¡Por mi honor!
CISNEROS. Que me burlan ¿Por lo bajo
(Apagando la luz.) Habíais?
¡Que la tiniebla lo guarde! LUZ.

[Luz y Cisneros quedarán cerca de la [A Cisneros.]


puerta del fondo.] ¡Idos!
[Cisneros se va por el fondo.]
ESCENA XI. PASCUAL.
Dichos y PASCUAL. No os mováis.
PASCUAL. ¡Ah! mi espada.
¿Quién mató la luz? ¡por Cristo! (Buscándola en el cinturon.)
¡Luz, responde, ¿estás aquí? ¿Os escapais?
¿No respondes? (Luz lo detiene para que no siga d Cisne-
CISNEROS.
ros. En este momento entra Bermudo
(En voz baja.) con una maleta de viaje y la tira. Trae
¡Callad! Bermudo un farolillo en la mano, que
LUZ. alumbra la escena.)
(En voz alta.)
Sí. ESCENA XII.
PASCUAL.
PASCUAL,¡BERMUDO y L U Z .
Un hombre he visto PASCUAL.'

E n t r e la tiniebla oscura. Bermudo, escalera abajo


LUZ. Corre un hombre.
¿Un hombre decís? BERMUDO.
(Arrojando al suelo el bulto de equipaje.)
PASCUAL
¡Por Dios! Allí le vi;
Por cierto que me extrañó!
CISNEROS.
PASCUAL.
Idos, señora. (Siempre detenido por Luz.)
LUZ.
¡Dale alcance y mataló!
Idos vos
—¡Oh, qué torpe, pese á mí!
PASCUAL.
(Como dominado por una idea.)
(Llamando.)
¡No he de sospechar en vano!
¡Madre! ¡ l u z ! . . . . Se me figura
ESCENA XIII. PASCUAL.

Dichos, ESPERANZA y BRIGIDA con luz. ¿Xo sabes, que eres mi vida,
PASCUAL. Que eres, Luz, mi único amox?
¡Ah, madre! esperad —Madre, adoro á esta mujer,
ESPERANZA. Y de horribles celos muero!
¿Qué pasa? (Se oye el rumor de espadas en la calle
PASCUAL.
Oye el chocar del acero.
(Se dirige al balcón y se asoma por él.)
[Señalando la -puerta.]
Muerto y a le quiero ver
Que ese hombre u l t r a j a mi casa.
LUZ.
Que Don Luis es un villano!
Nadie mi fé te a r r e b a t a :
[Desaparece un momento por la puerta del
Grita que cese el combate.
aposento de Don Luis y aparece citando
PASCUAL.
lo indique el diálogo.] (Fijo en lo que pasa en la calle no la escu-
ESPERANZA. cucha.)
(A Luz) Es Bermudo el que se bate,
¿Don Luis? ¿Qué es esto? ¡Siempre que se b a t e mata!
LUZ. LUZ.

(Aturdida y confusa.) (Intercediendo con Esperanza.)


Señora. ¡Señora!
PASCUAL.
(Cesa el rumor del choque de las espadas.)
(Saliendo á la escena.) ESPERANZA.
(A Pascual.) ¡Basta por Dios!
Don Luis duerme. ¡No e r a él!
¡Basta, que 3-0 te lo pido!
Ella lo s a b e . . . . ¡Cruel!
PASCUAL.
¡Ella!—Mirad cómo llora.
¡Callad, un hombre ha caído!
(A Esperanza.)
(.Mirando por el balcón y con voz
¿Amas á ese hombre?
de triunfo.)
(A Luz.)
¡Ya yo sé cuál de los dos!
LUZ.
(Se dirige hácia el fondo y Luz cae de ro
Señor.... dillas á los piés de Doña Esperanza.)
P o r tu acento sorprendida
FIN D E L ACTO PRIMERO.
ACTO SEGUNDO.

P l a z a con arboles y bancas. A los lados, edificios y boca-


calles. E n el fondo un templo. Algunos fieles e n t r a
en él. E s de noche.

ESCENA PRIMERA.
GINÉS, B R I G I D A y B E L T R A N , que se pasea emboza-
do, en el fondo, observando, h a s t a la escena tercera
A l g u n a s veces e n t r a y sale del templo.

BRÍGIDA.

Esperad aquí, Gínés,


A Don Luis, vuestro señor.
GINÉS.

F u e r a en la iglesia mejor.
BRÍGIDA.

Si quereis, lo mismo es.


GINÉS.

Mas, ¡por Dios! decid qué pasa,


Decidlo, por vida mía,
Que he esperado todo el día
A Don Luis, en vuestra casa,
Y no alcanzo á comprender,
BRÍGIDA
Y estoy p o r ello intranquilo,
Ved que está comprometido
Por qué con tanto sigilo
El honor de u n a doncella.
Me echasteis fuera? ¿He de ver
GINÉS.
A mi señor?
Ah! ya entiendo. ¿Don Luis la ama?
BRÍGIDA.
BRÍGIDA.
Sí, por cierto,
Sí, tal, y basta y sin esto;
Pronto le vereis aquí. Que p a r a dejar bien puesto
GINÉS.
Su honor, le basta ser dama.
Que lo t o m a r o n por mí Así, ved lo que decis.
Me dijisteis? Y a sabéis
BRÍGIDA.
GINÉS.
Y os advierto
Por vida mía!
Que el de Trujillo, mi amo,
¿Qué sé yo?
Por tal os tuvo, y por tal
BRÍGIDA.
Pasareis.
Que el que dormía
GINÉS.
En el cuarto de Don Luis,
¿Habíais formal? Anoche
BRÍGIDA. GINÉS.
Vuestra discreción reclamo. Y bien?
GINÉS. BRÍGIDA.

¿Discreción porque me vió No erais vos


Vuestro a m o dormido? ¿Y qué? Que era Don Luis.
BRÍGIDA. GINÉS.

De Don Luis en busca fué, ¿Don Luis? ¡Ah!


V por D o n Luis os tomó. BRIGIDA.

GINÉS. Él mejor os lo dirá.


Y qué? No ha de h a b e r querella Que os guarde el cielo. (Vdse.)
GINÉS.
BRÍGIDA.
Id con Dios.
Quién s a b e . (Aparecen Esperanza y Don Luis, romo
GINÉS. hablando, por la derecha,)
No he comprendido.
—O con el diablo, es lo mismo. El prodigio de un instante.
¿Quién entiende tal enredo? ESPERANZA.
Ni ella puede, ni yo puedo Hace muy poco que aquí
Explicarme este embolismo. Habéis llegado, y á fé
(Váse a la iglesia.) ¿Tanto amistéis?
CISNEROS.
ESCENA IT. Tanto amé
D O N L U I S , E S P E R A N Z A y G I N É S , que se queda es- Desde el punto en que la vi.
piando y embozado, en el fondo, lo mismo que Bcl- Mas este amor que debía
tran. Hacerme tan venturoso,
CISNEROS. E s un conjunto monstruoso
¿Os vais? Decidme siquiera De dolor y de alegría.
Que creéis, señora. ESPERANZA
ESPERANZA. No os comprendo.
Yo creo CISNEROS.
Que es tan sólo un devaneo. A fe que yo
CISNEROS. No me lo explico.
¿Devaneo? ¡A Dios pluguiera! ESPERANZA.
ESPERANZA.
¿Tampoco?
¿Amar vos?
¿Tampoco vos?
CISNEROS.
Y ¿qué os extraña? CISNEROS.

No es de roca el alma mía: Estoy loco,


E m b a r g á d o m e l a había Vais á decirme si no:
Tanto distubio en España, La vi en la calle primero,
Despues la miré r e z a r
Y por tal razón, señora,
De hinojos ante el altar,
Durmióse el amor en ella.
Pálido el rostro hechicero,
Mas mirar á esa doncella,
Llena de angustia infinita; •
Sentir la flecha traidora
L a mirada cariñosa
De su mirada radiante,
Fija en una dolorosa,
Y t u r b a r mi pensamiento, Madre del Señor, bendita.
F u é el milagro de un -momento,
¡Qué cuadro tan seductor! O vanidad de mi amor?
La Virgen junto á la cruz ¿Aquella mujer amaba?
Y al pié de la Virgen, Luz, ¿Era ó no correspondida?
Lleno el semblante de amor! ¿Su vida que era mi vida
Salió del templo, seguíla, Ligada á otra vida estaba?
Y al entrar en su morada, —Miré una dueña salir
Hacia mí, con faz turbada, De la casa, empero, yo
Volvió la negra pupila. Hablarle no quise, no:
No sé si de ella partió Tuve miedo de inquirir
O en la raía lo encendí, Cuál era su posicion,
Mas un relámpago vi El origen de su cuna,
Que mis ojos deslumhró. Y su nombre y su fortuna.
¡Ay, que mi ansiedad sin tasa ¡Oh qué horrible situación!
No era fácil calcular, ¿Por qué los hados traidores
Desde que la vi pasar Hicieron nacer gemelos
Los umbrales de su casa! Estos tan amargos'celos
Díle el corazon en rehenes Y estos tan dulces'amores?
De mi amor, y á mi despecho, ESPERANZA.

¡Cómo latía mi pecho! Cisneros, ¡suerte fatal!


¡Cómo batían mis sienes! ¡No hay humano que la esquive!
¿Cómo el tiempo correría? CISNEROS.
No lo sé, que coa mi afan, Desde anoche sé que vive
Inmóvil junto al zaguan Luz en casa de Pascual;
Hallóme el albor del día. Que Luz en ella creció;
¿Quién era aquella mujer? Y aunque sé bien que no ama
¿Quién e r a la dama aquella? Al¿capitan,'esa dama,
L a poderosa centella Eso sólo lo sé yo.
Que vi en sus ojos arder, ESPERANZA.
¿Era el fuego seductor ¡Cisneros!
De pueril coquetería, CISNEROS.
Creación de mi fantasía) Y aun ser pudiera
T. I—21
Que lo d u d a r a , ¡olí dolor!
ESPERANZA.
Que es de celos y es de amor Mirad que'sois imprudente,
Al mismo tiempo, esta h o g u e r a Y al hablar así c o n m i g o . . . .
Que devorándome está;
CISNEROS.
Que mi espíritu a r r e b a t a , No lo invento si os lo digo,
Que lo a n i m a y que lo mata. Lo dice toda la gente.
Señora, os lo dije ya:
ESPERANZA.
E s t a pasión que debía Permitidme que os a r g u y a
Hacerme t a n venturoso, Que Pascual aunque se a t r e v a
E s un conjunto monstruoso
CISNEROS.
De dolor y de alegría.
E s p a r a algunos manceba,
ESPERANZA.
Es p a r a otro s hija suya
Si p e n s á i s . . . . Hija suya, no es, que así
CISNEROS. Os lo dijo en mi p resencia;
Luego . . . .
Pienso, señora,
ESPERANZA.
Que no es posible vivir
Calmad la violencia
Con ella, sin sucumbir
De > ese injusto frenesí.
A l a idea t e n t a d o r a ,
Eso, Don Luis, os exijo
Por capricho seductor
CISNEROS.
O por complacencia loca, ¡Tan hermosa y tan liviana!
De escuchar de aquella boca ¡No puede ser!
Una p a l a b r a de amor.
ESPERANZA.
Y puesto quo el capitan No.—Mañana
F a m a adquirió ^doblemente, P e n s a d que es Pascual mi hijo —
En la g u e r r a desvaliente Sabré yo si esos amores
Y en la corte de galan; Falsos son ó verdaderos.
Viviendo con tal doncella, — H a s t a mañana, Cisneros:
Y en l a s ' b a t a l l a s ' d e amor Dad t r e g u a d vuestros temores -
Ducho, listo y decidor, Mas ántes me juraréis,
É l tan docto y mujer ella Don Luis, y os hablo formal,
Que si os r e t a r e Pascual,
PASCUAL.
Nunca con él reñiréis. [A Beltran.] Aguarda aquí,
CISNEROS.
Beltran, porque hablarle quiero
Me ponéis en g r a v e apuro. De Paz.
ESPERANZA.
(Se acerca á Don Luis y le pone una ma-
Por la cruz de vuestro acero, no en el hombro.)
(Sale Beltran del templo y se adelanta al
CISNEROS.
proscenio.) (Volviéndose.) ¿Quién?
P o r la fé de caballero,
PASCUAL.
Don Luis, juradlo.
Un caballero.
CISXEROS.
CISNEROS.
[Con solemnidad.] Lo juro. ¿Sois vos, Pascual Gómez?
(En este momento aparece Pascual por el
PASCUAL.
fondo y se acerca d Beltran.)
Sí.
¿Venís también al oficio?
ESCENA m . CISNEROS.

CISNEROS, PASCUAL, BELTRAN y .GINES. Como vos.


PASCUAL.
PASCUAL.
P o r vida mía
[A Beltran y señalando d Esperanza.]
Que no, Don Luis, yo venía
¿Es ella? S ú m a l a estrella
A pediros un servicio.
Pone en mi paso al traidor.
CISNEROS.
BELTRAN.
Un momento y soy con vos.
[Que en distintas ocasiones durante las (Cisneros se'acerca á Ginés de nuevo, y
escenas anteriores ha bajado al prosce- habla con él.)
nio espiando y ocultándose.] PASCUAL.
Es vuestra madre, señor, (Aparte.)
Y Don Luis h a b l a convelía. ¿Con quién Don Luis hablará?
CISNEROS. CISNEROS.

¡Ah! Ginés. (A Ginés.)


(Hablan en voz baja Cisneros y Ginés.) ¿Comprendes?
GINÉS.
A t a n t a bondad
Bien claro está,
PASCUAL.
Ya comprendo.
Os voy
CISNEROS.
A r e v e l a r un secreto.
Vé con Dios.
—Se t r a t a de amor.
(Vase Giués y Cisneros se vuelve hacia
CISNEROS.
Pascual.)
(Aparte.) (Un lazo
PASCUAL.
Ser pupiera.)—¿De amor? Bien.
P e n s a b a bailaros aquí,
Vuestro soy.
Y es buen augurio, Cisneros,
PASCUAL.
L l e g a r , y en llegando, veros,
Míos también
CISNEROS.
Vuestro a c e r o y vuestro brazo?
Mandad, capilan, en mí. CISNEROS.
PASCUAL.
Sí, capítan.
Aunque ignoro la razón, PASCUAL.
P o r vos siente el alma mía Así os quiero.
P o d e r o s a simpatía, Y contad, por vida mía,
Inexplicable afición. Si falta os hacen un día,
CISNEROS.
Con mi brazo y con mi acero.
Confuso estoy. Oídme: adoro á una" dama.
PASCUAL.
¡Es á Luz á quien adoro!
En verdad CISNEROS.
Que debe el c a s o ' e x t r a ñ a r o s . (Sin poderse contener.)
CISNEROS.
Pero ella'os a m a . . . .
S i m e honráis PASCUAL.
PASCUAL. Lo ignoro.
Voy á p r o b a r o s CISNEROS.
Desde luego mi amistad: Mas, ¿qué me importa si os ama?
No me juzguéis indiscreto. Seguid.
CISNEROS. PASCUAL.

Cuando agradecido estoy En silencio amé;


Nunca mi amor descubrí. PASCUAL.

CISNEROS. (En un rapto de genial franqueza.)


Y ella. ¡Viven los cielos!
PASCUAL. Que habéis atinado ¡Celos!
Piensa acaso en mi. Y es tan ruda la esquivez
CISNEROS. De mi horrible suerte fiera,
¿Que piensa en vos? Que ya no encuentran templanza
Ni en una v a g a esperanza,
[Con un movimiento de celos que contie-
Ni en una ilusión siquiera.
ne en el acto.] Y hoy mi destino cruel
PASCUAL.

No lo sé: Ennegrece sus a r c a n o s . . . .


Ved, si no, que entre mis manos
Os digo que lo sospecho;
Cayó hoy mismo este papel.
Y en esta duda espantosa, Brígida, la dueña, tiene
P a r a pensar otra cosa, Encantadora y discreta,
J a m á s me ha dado derecho.
Por mi desdicha, una nieta.
(Aparte.)
Se llama Paz, y mantiene
¡Horrible, horrible!
En relación misteriosa,
(Pascual se queda un instante abstraído,
Amor con un mi escudero
como hablando consigo mismo.)
Que sufre el mal de que muero.
CISNEROS.
V e una c a r t a á Paz, la acosa
Ya escucho.
Por quitársela i m p a c i e n t e . . . .
Perplejo sin duda estáis.
La infeliz resiste en vano,
PASCUAL.
Que con ser a m o r tirano,
Vos, Don Luis, no imaginais
Cede, á veces, fácilmente.
La impotencia con que lucho.
A ceder la obliga amor;
CISNEROS.
L a c a r t a e n t r e g a á su amante,
Celos acaso.
Sobrevengo en el instante,
PASCUAL.
Despierta el celo traidor; /
(Sorprendido.) Tal vez.
Pido el papel que me irrita,
CISNEROS.
P u e s que siendo Paz, doncella
Perdonad.
, T. I,—,22
De Luz, s o s p e c h a b a de ella. Me espera mi compañía,
E r a l a c a r t a tina cita. Y ántes de que luzca el día,
Héla aquí. Léjos de aquí debo estar.
(Se acerca al farolillo de un nicho abierto L e j o s . . . . ¿y no he de sufrir
en el ángulo de una esquina y enseña á A fuerza de torturarme?
la luz la carta á Cisneros.) Don Luis, quisiera quedarme
CISNEROS. P a r a m a t a r , ó morir
(Reconociendo el papel.) A m a n o s de mi rival.
L a mía es. (Aparte.) CISNEROS.

(Alto.) ¿Y quién es él?


Y bien, ¿la respuesta? PASCUAL.

PASCUAL. No lo sé.
E s esta. CISNEROS.

CISNEROS.
¿Que no lo sabéis?
(Con desconfianza.)
(Aparte.)
PASCUAL.
(Esperaba esa respuesta.)
A fé,
(Alto.)
Que lo ignoro, por mi mal.
Dice
Mas os dejo, ¡vive Dios!
PASCUAL.
En este sitio, Cisneros,
(Leyendo.) Que vendrá despues Que entre nobles caballeros
Del sermon, ó si le es dable, Uno vale bien por dos.
Antes. Hoy valedme, y que propicio
CISNEROS. El cielo triunfo os permita.
¿Y bien?
CISNEROS.
PASCUAL. ¿La hora sabéis de la cita?
Pese á mí, PASCUAL.
Que no puedo e s t a r aquí. Al terminar el oficio.
CISNEROS. CISNEROS.

Me p a r e c e inexplicable. Difícil es, bien se advierte,


PASCUAL. Vuestra r a r a situación.
Tengo al punto que marchar; —¿No teneis otra razón
P a r a darle á ese hombre muerte?
Que le hacéis t a n honda y fiera,
PASCUAL.
Que por vengarme—os lo digo
¿Muerte?... N o . . . que viva, sí;
Con el alma—ser su amigo,
Heridle con mano amiga,
O ser él mismo quisiera.
Que su infame nombre os diga.
PASCUAL.
—Vos me'lojdireis á mí.
¡Ojalá que fuerais vos!
Eso sólo.—Con mi mano
En odio se trocaría
Muerte le d a r é despues:
Esta e x t r a ñ a simpatía
Si es noble, como quien es, Que nos tenemos los dos.
Como quien es, si es villano. ¿Verdad, Don Luis?
Serlo debe, á no dudar,
CISXEROS.
El que á su d a m a enamora
Es verdad:
Y encubierto y á deshora Mi amigo no puede ser.
P e n e t r a en ajeno h o g a r . PASCUAL.
El que de honrado hace alarde No, que aún no podéis tener
Y su propio honor no insulta, Amigos en la ciudad.
Ni entre la sombra'se oculta, P e r o en fin, Cisneros, cuento
Ni huye en la sombra cobarde. Con vos, y si viene aquí
CISXEROS. El g a l a n — ¡Qué miro allí!
(Sin poderse contener.) O yo me engaño ó presiento
¿Cobarde? Que Luz y la dueña son
PASCUAL. Aquellas dos que allí veo.
¡Sí, por mi vida! CISXEROS.
CISXEROS. ¿Eso creeis?
Capitan PASCUAL.

PASCUAL. O el deseo
Me hacéis pensar. Me las finge, ó la ilusión,
CISXEROS. Esperad—es ella—sí.
(COK viveza.) L a quiero un instante hablar.
Es que me pongo en lugar ¿Volvereis á este lugar?
De ese hidalgo, y es la herida L o ofrecisteis
C1SJJER0S. LUZ.
Lo ofrecí. No c o m p r e n d o . . . .
PASCUAL. PASCUAL.

Y si ya no estoy? V e n g a á hablarte á este lugar;


CLSXEROS. Mas lo he preferido así,
Haré Porque te olvides que un día
Cuanto pueda. En l a humilde casa mía
PASCUAL. Humilde abrigo te di;
E n vos confío. P a r a que exprese tu anhelo
(Pascual se separa de Don Luis y se dirige Con libertad sus querellas,
al encuentro de Luz y Brígida. Cisne- A la faz de las estrellas,
ros se detiene un momento para conven- Bajo el dosel de ese cielo.
cerse deque ellas son, y cuando lo indi- Pues pudiera c o a r t a r
ca el diálogo se va.) Tu soberano albedrío
Aquel hogar por ser mío
LUZ.
E S C E N A IV. ¡Calla!
Dichos, BRÍGIDA y LUZ. PASCUAL.
Sí me has de escuchar
PASCUAL.
LUZ.
¡Brígida! ¡Luz!
Habla, te escucho: ¿qué quieres?
LUZ.
Dílo ya, mas ten presente
Él ¡Dios mío!
Que es'el sitio indiferente:
CISNEROS.
Aquí ó allá, Pascual, "eres
Ella es! (Se vá.)
Siempre el mismo p a r a mí;
PASCUAL.
Que^'yo'presiento tu pena,
(Aparte) Que tu dolor me enajena,
No m e engañé. Que estoy sufriendo por tí!
(Alto.) Habla.
Oye, Luz: te ha de causar PASCUAL.
Admiración que pudiendo Anoche, en un momento,
Verte en casa
De esos momentos sin nombre, D a r alivio á mi a m a r g u r a .
E n que no le es dado al hombre Mas, ¡ten lástima de mí!
Refrenar el pensamiento, Un poder irresistible,
Dejó el lábio descuidado Que dominar no es posible,
Escapar con mi dolor Me vuelve loco por tí.
Una frase de mi amor, ¡Harto luché con tesón
Tanto tiempo aprisionado, P a r a romper estos lazos,
Que es mi amigo y mi enemigo, P a r a a r r a n c a r m e á pedazo s
Que es mi esclavo y es mi dueño. Tu i m á g e n del corazon!
Amor que desde pequeño ¡En vano, Luz, es en vano;
Creció, Luz, junto contigo. Que ella'alimenta'mi sér,
P e r o en mi a m a r g a existencia Y esclavo de su poder
Me arrastro al yugo sujeto Sufro'su yugo^inh amano!
De un espantoso secreto ¡Quisiera_morir, y odiarte
Que con tenaz insistencia Al morir, y aborrecerte
Se interpone entre los dos; Y me amedrenta la muerte
Que no es posible romper, Por el temor_de olvidarte!
Y yo no puedo tener P e r o tú, tú, Luz querida,
Más que un rival, uno ¡Dios! Amas á'otro, ¡lo sé yo!
¡Sólo Dios! (Desventurada Y no has de entregarle, no,
Pasión que así me cautivas!) Apotro el "amor de mi vida.
[Aparte, en el colmo de la desesperación.] ¡Díme, Luz, díme
—Por eso quiero que vivas LUZ.

En un convento encerrada. ¡Pascual!


Sé qué me vas á decir, PASCUAL.
Sé'quejiú debes creer Y aunque enloquezca despues,
Injusto mi proceder; Dime siquiera quién es
Que ántes debiera morir Mi afortunado rival.
Que exigirte mi cordura, Dímelo, Luz, dimeló—
Que á mi amante ruego accedas; Que desesperado muero!
Sé, Luz, que acaso no puedas ¡Piedad, Luz, piedad, no quiero
Vivir como vivo yo! LUZ.
Tal vez inspirando m á s ¿Siendo tu huésped?
Tu desden que tus enojos, PASCUAL;
¡Ay, Luz mía! a n t e tus ojos A fé
Aparecer m e verás Que sí; mas podrá tranquilo,
La guerra, l a esclavitud Pues que le abona mi madre,
Del deber! E l sol ardiente Encontrar, mientras le cuadre,
Quemó en l o s campos mi frente, E n mi h o g a r seguro asilo.
Marchitó m i juventud. F u e r a de él, le prendería,
Y tú, al b u s c a r un reflejo O en él, si motivo hallara
En mi alma de tu alma pura, Que á aprenderlo me obligara,
V e r á s torva m i figura, Y con el Rey cumpliría.
Has de h a l l a r m e casi viejo. LUZ.
Buscará tu gentileza, ¡El Rey! Me causa estrañeza.
Gentil ilusión dorada; Y s a b e tu madre ya
Ni has de s o ñ a r t e g u a r d a d a
PASCUAL.
Bajo esta r u d a corteza! Mi m a d r e sabe que está
No así el o t r o . Luz, escucha:—
P r e g o n a d a su cabeza!
Anoche, ¡infeliz de mí!
Mas ¿qué me importa Cisneros
Que era Cisneros, creí,
Que de él hablándote estoy?
Mi rival en e s t a lucha!
LUZ.
LÜZ. (Aparte.) ¡Dios mío á salvarle voy!
¡Pascual! J PASCUAL.
PASCUAL. De tus lábios hechiceros
No era, lo sé. L a verdad quiero saber.
¡Ojalá lo h u b i e r a sido! Te hablaron de amor?
LUZ. LUZ.

¿Por qué? Sí tal.


PASCUAL. PASCUAL.
¿Una vez?
L e hubiera prendido.
LUZ.

Una, Pascual. PASCUAL.

PASCUAL. ¿Por las calles?


¿No te engañan? LUZ,

LUZ. En el dia.
Podrá ser. PASCUAL.

PASCUAL.
¿Y en la noche?
LUZ.
¿Correspondiste?
LUZ.
T r a s la r e j a
PASCUAL.
Eso no.
PASCUAL.
¿Te ha dado una cita?
LUZ.
¿Dístele esperanza?
Sí.
LUZ.
PASCUAL.
Sí.
¿En dónde?
PASCUAL.
LUZ.
¿Promesas?
En este lugar.
LUZ.
PASCUML.
No se las di
¿Y le has venido á buscar?
PASCUAL.
LUZ.
¿Y hulló sin ellas?
El debe esperarme aquí.
LUZ.
PASCUAL.
Huyó.
Pues no será, ¡vive Dios!
PASCUAL.
LUZ.
¿Aún te sigue?
Si mi promesa reclama. (Suena un clarín)
LUZ.
¿Qué es eso?
No me deja.
PÁSCUAL.
PASCUAL.
El deber que llama.
¿Y ántes, Luz? —Vamonos de aquí los dos.
LUZ.
LUZ.
Me p e r s e g u í a . No, Pascual.
PASCUAL.
ESCENA V.
¿Y h a b r é de oírlo? BRIGIDA y LUZ.
LUZ.
LUZ.

Cumplir debo. ¡El, él! mi padre mi h e r m a n o .


PASCUAL. Mi amigo mi p r o t e c t o r ! . . . .
Yo lo quiero. El que me tendió su m a n o . . . .
LUZ. ¡Sujeto al yugo tirano
El deber es lo primero De un irresistible amor!
Y el honor es el cumplirlo. BRÍGIDA.

Te llaman ¿Qué teneis?


LUZ.
(Suena de nuevo el clarín.)
No sé, en verdad;
PASCUAL.
Mas mi desventura es mucha.
No he de irme, no;
¡Horrible fatalidad!
Que esto te deshonrará.
¡Pienso que u n a eternidad
LUZ.
He sostenido esta lucha!
Conmigo Brígida está, Hay un amor y un deber,
¡Y en todo caso estoy yo! Y entre el deber y el amor,
Véte, Pascual. Luces y sombras de horror:
[Suena el clarín.] Junto á un cielo de placer
PASCUAL. Un infierno de dolor.
¡Dura ley! Un martirio, un hondo afan;
(Aparte.) Gritos que suenan en mí,
Y enloqueciéndome están:
Ah! ¡qué idea! ¡Por mi nombre!
Esperanzas que se van,
T e n g o que prender á un hombre,
Ilusiones que perdí.
Tengo que servir al Rey,
BRÍGIDA.
Y así l a marcha eludir. ¿No viene acaso?
(Alto.) LUZ.

P u e s que'tanto te interesa, Criiel!


Cumple, Luz, con tu promesa. ¿Quién no viene?
—Voy mi deber á cumplir.
BRÍGIDA.
ESCENA VI.
El caballero. Dichas y CISNEROS que ha cambiado de
LUZ. capa y sombrero.
Confiar debemos en él. CISNEROS.
BRÍGIDA. ¿Sois vos, Luz?
Es ya tarde.
LUZ.

LUZ. Y ¿quién sois vos?


Aquí le espero. CISNEROS.

BRÍGIDA. H a r t o os lo dice el anhelo


E s que P a z perdió el papel. Que aquí nos trae á los dos.
LUZ.
LUZ.

¿El papel que yo le di? (Con ademan de irse.)


¿Qué papel? ¿Qué estás diciendo? Cisneros, que os guarde el cielo.
CISNEROS.
¿La carta? ¿La cita?
Señora, esperad, ¡por Dios!
BRÍGIDA.
(Bajan al proscenio. Comienzan d salir
- Sí.
gentes del templo.)
Ella me lo dijo á mí,
Os he pedido una cita,
Y os pide perdón.
Y cuando á este l u g a r llego,
LUZ. ¿Quereís partir? ¡Por mi honor,
Comprendo Señora, que no lo entiendo!
Que no h a y a venido. ¡Ay, triste! LUZ.
P o r qué no me lo dijiste, ¿Os he contestado?
Rígida! Mas es igual, CISNEROS.
Y ha sido providencial: Sí.
Si n a d a entre ambos existe,
LUZ.
E s a c a r t a inútil f u e r a
¡Don Luis!
Y esperar inútil es,
CISNEROS.
Aunque esperarle quisiera.
Señora, estoy cierto.
A casa vamos.—Espera,
LUZ.
Primero al templo, y despues
¿Lleváis mi contestación
Con vos, señor? En vuestra pálida f r e n t e
CISNEROS. Vuestros propios pensamientos.
No l a llevo, Amor os trajo á este sitio;
Mas víla y con eso basta. Mas un hombre
Ved que perdemos el tiempo. LUZ.
Que ya la función termina, No lo niego.
Que gente sale del templo, CISNEROS.
Y que, á p e s a r d ^ e s o s paños, Habló con vos h a c e poco.
Pudieran reconoceros. LUZ.
Que yo vine aquí á pediros Verdad es.
Paz que en el alma no tengo, CISNEROS.
Esperanzas que me disteis F u é P a s c u a l Gómez.
LUZ
LUZ.
¿Que os di?
F u é P a s c u a l Gómez, es cierto.
CISNEROS.
CISNEROS.
Si m a l no recuerdo.
Su amor os dijo
LUZ.
LUZ.
¿Yo, señor?
CISNEROS.
Me dijo
Anoche mismo. Que e r a de su alma el afecto
LUZ Poderoso, irresistible;
¡Don Luis! Amor, como el cielo, inmenso !
CISNEROS. Nunca h a s t a a h o r a sus labios
Mirad que hablo en serio, P a r a jurarlo se abrieron.
Ved que me estáis t o r t u r a n d o , CISNEROS.

Que hacéis pedazos mi pecho: ¿Y vos, señora?


LUZ. LUZ.
Presumís No sé
CISNEROS.
Explicaros lo que pienso.
Yo me presumo CISNER o s .
Que estoy, señora, leyendo
Mas ¿vos le amais?
LUZ.
De dulzuras mis tristezas,
De resignación mis duelos.
Os repito
A la magia seductora
Que es un caos mi cerebro.
De su cariño, un sol bello,
En las redes de Pascual
De mi huérfana existencia,
Mi corazon está preso.
Iluminó los senderos.
A donde quiera que vaya,
Galas, joyas, aves, flores:
Su voluntad obedezco,
Cuanto a l e g r a el universo
Y son mis dichas sus dichas,
Tocó mi mano, y mis ojos
Sus deseos mis deseos:
En cuanto abarcaron, v i e r o n .
Imposible es oponerse
Rienda dióle á mi albedrío,
A su mandato severo.
P o r él libertad poseo
¡Ni puedo a m a r g a r , señor,
¿Y he de mirar á mis plantas
L a s l á g r i m a s de su pecho!
Esclavizado á mi dueño?
Don Luis: olvidad que un día,
No. Y olvidadme, Don Luis:
En un punto, en un momento,
Si os amo, amaros no debo,
Tal vez de extraño delirio,
Yo sé que podré olvidaros.
Dejó e s c a p a r s e mi anhelo
(Aparte.)
Una p a l a b r a que pudo
Pero, ¡no puedo! ¡no puedo!
Daros, p a r a amarme, aliento.
CISNEKOS.
¿Quién es Pascual? No lo sé:
De m á s está una existencia.
P e q u e ñ a veló mi sueño,
Si él me m a t a r a
Llenó mi cuna de flores,
LUZ.
Cubrió mi f r e n t e de besos.
Más tarde, cuando la a l e g r e
Juventud con su cortejo
"I Yo pienso
Que si os m a t a r a , sintiera
D e aspiraciones informes, Horror de mirarle al verlo.
CISNEROS.
D e esperanzas, de deseos,
Despertó mi fantasía Si yo lo m a t a r a
A la luz de un mundo nuevo, LUZ.

Rodeó mi vida de hechizo, Entonces,


De encanto mis pensamientos, Si vos le matárais, creo
Que en odio se trocaría, CISNEROS.
Don Luis, el amor que os tengo Señora.
Ni su sangre, ni la vuestra; LUZ.
Que está pendiente, Cisneros, No, no, callaos;
De la existencia de entrambos Callad, no quiero saberlo
L a existencia que yo tengo. Alguien se acerca hacia aquí,
CISNEROS. Alguien con paso ligero
Luego p a r a esta espantosa ¿Si fuera Pascual? ¡Dios mío!
Situación CISNEROS.
LUZ.
Luz, oid
No hay remedio. LUZ.
¡No tendrá nuestro infortunio Callad, Cisneros.
Ni esperanza ni consuelo! [Se acerca nn poco d la lámpara de la
CISNEROS. Virgen del nicho y dice:]
¡Pero esto es horrible! • Sálvanos, virgen querida,
LUZ. Que mi esperanza te dejo.
¡Horrible!
¡Es el sacrificio inmenso!
ESCENA VIL
CISNEROS.
Dichos, PASCUAL y BELTRAN.
¡Y no ha de agotarse nunca
PASCUAL.
El r a u d a l del sufrimiento!
LUZ. (Desde el fondo, viendo á la luz de la
¡Nunca! lámpara la faz de Luz.)
CISNEROS. Su faz he visto al reflejo
Tal vez De la luz, ¡sí, por vida mía!
LUZ. ¡Es ella! ¡Oh, dulce alborozo!
¡Imposible! Juntos los miro á los dos.
CISNEROS. LUZ.

Existe un medio. Cisneros, tened, ¡por Dios!


LUZ. Vuestra mano y vuestro embozo.
¿Cuál medio? —¡Pascual! ¿Qué has venido á hacer?
PASCUAL. LUZ.

P r e g u n t a es r a r a por cierto, ¡Honor!


¡Vive Dios! que ese encubierto Si has amado [A Pascual.]
PASCUAL.
De mí se burla! He de ver
Su taz, su nombre he de oir, Por tu amor,
O mi cólera no arrostro! Deja que muera ese hidalgo.
LUZ.
Honra tu amor si lo has dado;
Ni le h a s de mirar el rostro, Por él su s a n g r e derrame.—
Ni su n o m b r e h a de decir. ¡Ni la mujer más infame
(En este momento Brígida entra en Ama á un hombre deshonrado!
templo.) ¡Plaza! [A Luz para que no se interpon-
PASCUAL.
ga más tiempo entre los dos.]
LUZ.
Aparta, Lux. E n mi mano (A dineros.)
(Haciéndose atrás.)
Temblando veis el a c e r o :
¡Plaza! que es razón!
Luchad, si sois caballero,
Luchad, pues sois caballeros;
Huid, si sois un villano.
Con vuestros nobles aceros
Haced, lo mismo que ayer,
Destrozad mi corazon!
De vuestro valor alarde
(Cisneros y Pascual vacilan un momento,
Luz! ese hombre es un cobarde!
pero al fin el primero saca el acero y se
LUZ.
embisten furiosos).
(A Cisneros.)
1 A h ! . . . . T e n e o s ! . . . . ¡Xo me escuchan!
Quieto.—¿Cobarde? (A Pascual.)
¡Piedad! ¡Socorro! ¡Ay de mí!
PASCUAL.

H a de s e r . ESCENA VIII.
CISNEROS.
Dichos, E S P E R A N Z A B R I G I D A , y t r a s ellos
(Aparte d Luz.) g e n e de toda clase que sale del templo.
Si mi honor teneis en a l g o . . . . LUZ.
LUZ. (A Esperanza.)
[Estremeciéndose.] Señora!
¡Honor! ESPERANZA.
PASCUAL. ¿Qué pasa aquí?
¡Vive el cielo! T. I.-S5
LUZ. ¡La ronda!
PASCUAL.
[En voz baja á Esperanza.)
¡Don Luis y Pascual que luchan, ¡Mía es la ronda!
Y corre el tiempo veloz! ¡Alcalde! (Llamándole.)
LUZ.
[Miéntras las gentes del templóse han in-
terpuesto entre los combatientes.) No! (Poniéndole la
ESPERANZA. mano en la boca para que no hable.)
PASCUAL.
(A las gentes.)
(Rechazándola.)
Interponeos!
¡Vive el cielo!
PASCUAL.
—Quita, Luz!
[Amenazando d las gentes]
ESPERA NZA.
¡Afuera!
(A asneros, con mucha energía, llevándo-
Una p a l a b r a siquiera; (.A D. Luis)
selo.)
Que yo escuche vuestra voz.
Venid!
LUZ.
PASCUAL.
(A Cisneros.)
Idos! (Se pasa del lado de Pascual y lo (Viendo que se va.)
¡Se vá!
detiene.]
(Hace un movimiento para hablar al Al-
ESPERANZA.
calde que hasta en este momento aparece
(A asneros.)
en la escena, pero Luz lo detiene, y qui-
Sí!
tándole el puñal de su cintura, y amena-
PASCUAL.
zándose con él, dice:)
[Por D. Luis.)
LUZ.
¡Que así se esconda!
Si no callas, rodará
CISNEROS.
Mi cadáver por el suelo.
(A Esperanza.) (Telón rápido.)
Mi p a l a b r a devolvedme.
PASCUAL.
FIN D E L SEGUNDO ACTO.
¡Campo, campo!
LUZ.

¡Oh, Dios, valedme!


ACTO TERCERO

La decoración del acto primero.

ESCENA I.
DOÑA E S P E R A N Z A y CISNEROS, entrando de la calle
p o r el fondo.

ESPERANZA.
Al fin, Cisneros, llegamos:
Cambiad el t r a j e otra vez,
Que con ese 110 es prudencia
J Que Pascual os vuelva ;í ver.
CISNEROS.
[Sombrío y enojado.]
Tenéis razón.
ESPERANZA.
Y es preciso
Que esta noche os obliguéis
A partir.
CISNEROS.
Nunca, señora;
Sin ella, no partiré.
ESPERANZA,
¿Qué estáis diciendo?
- 202 -

CISNEROS. CISNEROS.

No;
Os lo juro.
Ya os lo dije y ha de ser. ¡Iba la vida á perder!
ESPERANZA.
¿No me habéis visto humillado?
¿Acaso no conocéis ¡Cisneros!
CISNEROS.
Mi condicion altanera,
Mi soberbia, mi altivez? Iba á dejar
¿Cuándo ante contrario acero Que el capitan de una vez
Pude yo retroceder, Cortara, señora, el hilo
Sin herir ó d a r la muerte? De mi existencia Tal fué
Mi propósito al reñir.
Y ya lo visteis ¡A fe
¡Cuál otro pudiera ser!
Que lo habéis visto ¡señora!
ESPERANZA.
¡Como un cobarde! ¡Esa es,
Basta de esto.—Y si os dijera
E s a es la palabra! ¡Es esa!
Que el tiempo que {corre es
Como un cobarde dejé,
Un siglo para mis ansias;
Por seguiros, aquel sitio.
Que lie recibido un papel
ESPERANZA.
Anónimo en que me dicen
¿Por seguirme? Que su Majestad, el Rey
CISNEROS. CISNEROS.

Sí, y también ¿El Rey? ¿Felipe Segundo?


Porque os hice una promesa, ESPERANZA.

Y cumplírosla juré Os detesta.


ESPERANZA. Í CISNEROS.

¿E ibais á batiros? Lo sé bien.


ESPERANZA
CISNEROS,
¡Ay! y por eso, Cisneros,
Sí;
Que dejárais, me empeñé,
A reñir iba con él.
El viejo m u a d o . . . .
ESPERANZA.
CISNEROS.
E ibais á matarle? Señora,
(En tono de reconvención.)
Hasta hoy lo llego á saber. CISNEROS.

¿Vos temíais por mi vida? Os lie dicho ya que solo,


ESPERANZA. Señora, no partiré. (Llaman.)
Y á Nueva E s p a ñ a os r o g u é ESPERANZA.

Que viniéseis. ¿Llaman de la calle?


CISNEROS. CISNEROS.

Siempre buena, Si.


Señora, m a s ya sabéis ESPEPANZA.

Que vine por complaceros, Es Pascual.


Que por eso sólo f u é . . . . CISNEROS.

—¿Mas vos temíais?—Acaso Sin duda él es.


ESPERANZA. ESPERANZA.

El Rey Felipe es cruel, Idos, y en vuestro aposento


Vuestros pasos han seguido E s p e r a d . . . . Allí os veré
Es fuerza que no olvidéis Antes que la noche espire.
Que fuisteis vos de Don Carlos No es posible que os quedeis.
El a m i g o más fiel; Aguardadme, os lo repito.
Que el príncipe desdichado CISNEROS.

Ha m u e r t o — h a muerto, lo sé— Señora, os a g u a r d a r é .


Que m u c h o s de sus parciales
Han perecido también, ESCENA II.
Unos en cárcel oscura, LUZ y DOÑA ESPERANZA [LUZ entra por el fondo.]
Y otros tantos á merced LUZ.

De i n f a m e puñal Cisneros, (Desde la puerta del fondo.)


Que p a r t a i s es menester. ¡Ahí ¿Sois vos?—Sube, es Pascual.
I d o s . . . . donde no os alcance —Sube se a c e r c a . . . . — ¿Lo oís?
Sicario vil, ni la red No sepa, no, que es Don Luis
Tenderos puedan tejida (Bajando al proscenio.)
Con l a astucia del virrey. Su infortunado rival.
¡Que a q u í no os encuentre el día! Que no lo sepa: os advierto
¡Mirad cómo s u f r o ! . . . . ¡ V e d . . . . ! Que á preguntároslo v i e n e . . . .
¡Y es Pascual quien la orden tiene Y es un motivo tan fútil
De e n t r e g a r l o vivo ó muerto! El que de angustia me llena,
ESPERANZA. Que no merece la pena
¿Vivo ó muerto? Molestaros es inútil.
LUZ. Hay dolores, madre mía,
Ya está allí. Que no han de encontrar consuelo
Calmad su enojo, señora Ni en la tierra, ni en el cielo!
Voy rae R e c o g e o s . . . . Con el día
ESPERANZA. Os h a b l a r é del martirio
Bien. Que la paz de mi#ilma t r u n c a . . . . !
ESPERANZA.
LUZ.
Pascual, olvídala.
Y á toda hora
PASCUAL.
Podéis disponer de mí.
¡Nunca!
E S C E N A III. La suerte á a m a r con delirio
P A S C U A L y DOÑA ESPERANZA.
Me condena su hermosura;
PASCUAL.
Fiando á su voluntad
¡Madre! Mi eterna felicidad
ESPERANZA.
O mi eterna desventura. [Pausa breve.]
¡Hijo mío!
Madre, sentaos aquí,
PASCUAL.
Pues á revelaros voy
A besar
P o r qué desdichado fui,
Dadme v u e s t r a noble mano. [Pausa.] P o r qué desdichado soy.
—Madre mía.—Pero en vano Oíd: cuando todavía,
Os voy, s e ñ o r a , á r o g a r ; Sin duelos propios ni extraños,
A pediros un f a v o r .
ESPERANZA.
En el albor de los años
Mi juventud sonreía,
Habla, ¿qué quieres?
PASCUAL. En Cuba, en ese lugar
¿Yo? nada. Donde un sol puro y ardiente
Como no estáis enterada Hunde la fúlgida f r e n t e
Callar, callar es mejor. En las espumas del mar,
Nació en mi pecho, al favor Me llevó desatentada.
De mi inconstante fortuna, "Que callarás juramé,»
Un a m o r que halló en su cuna Con leve acento murmura;
L a s caricias de otro amor;- «Por mi honor, júralo. Jura
Amor del enamorado, Que aquí te quedas."—Juré,
Seno de gentil doncella. Juré, y en seguida abrió
¡Ay, p a r a desdicha de ella! L a puerta y en el dintel,
Ella rica, yo soldado, Con un apuesto doncel,
Ella noble y bien guardada, Un anciano apareció.
Separados nos tenía, Mi desdicha, por mi mal,
A p e s a r de mi hidalguía, Comprendí desde aquel punto,
La escasez de mi soldada. Que en un a z a f a t e junto
Una noche (innoble fué, Con la corona nupcial,
Madre, mi atrevido intento), Cándido traje venía
H a s t a su propio aposento De una doncella en la mano.
Por un balcón penetré. "Inés, murmuró el anciano,
De pronto, de un g r a n rumor ¿Me esperabas? Lo sabía:
A mi oído llegó el eco, Una promesa me hiciste,
Y un golpe sonoro y seco Y de ella es testigo el cielo.
Se oyó en la puerta exterior. Pon en tu frente ese velo,
Aquel brusco llamamiento Al punto esas g a l a s viste.
Nubló su hermosa mirada: Este es el Conde de Osorio
Llevé la mano á la espada Que p a r a esposa te quiere:
Y - a g u a r d a m o s un momento. No hagas, Inés, que te espere
«Abre» clamaron de afuera Mucho tiempo en mi oratorio.»—
—¿Quién es? preguntóle quedo, — P r o n t a estoy, respondió Inés.
Y ella e m b a r g a d a del miedo, —Así á esperarlo me atrevo,
«Mi padre,» dijo—Y él era! Dijo gozoso el mancebo.
Temblando la desdichada, Y se marcharon.—Despues,
Asiéndome de la mano, Yo n o ' s é lo que pasó,
A un aposento cercano Ni sé lo que fué de mí,
Ni cuenta entonces me di En el otro izadas velas,
Del tiempo que t r a n s c u r r i ó . . . Más lejos, tres carabelas,
Lento y horrible y a m a r g o Y la inmensidad y el sol!
Fué sin duda. D e r e p e n t e El sol dorando las olas,
Alcé la abatida f r e n t e Y en ellas fijando fiero
La audaz mirada, un g u e r r e r o
Y salí de m i l e t a r g o .
De las huestes españolas.
Ella estaba, madre, allí,
E r a Cortés, fuíle á hablar,
Pálida, triste, a c u i t a d a ,
Le dije que era soldado,
Clavando en mí su mirada.
¡Nunca más bella l a vi! Y en un bote y á su lado,
E r a n horribles la calma, Nos lanzamos á la mar.
Despues, ¡Dios mío! despues
De su silencio sombrío,
¡Tanta gloriosa campaña!
Y' aquel nupcial a t a v í o
Que me d e s g a r r a b a el alma. Todo, madre, p a r a España,
«Esperábais un esposo,» Ni un recuerdo para Inés.
Le dije.—Sí, lo e s p e r a b a , Una tarde, ( P a u s a ligera.) estaba allí
Contestó: pero te a m a b a , Sentado en ese lugar,
CSeñalando el sillón que está junio d la
Y el mandato poderoso
mesa.)
De mi padre, y . . . bálbutió
En un suspiro p r o f u n d o : Y miré á Bermudo entrar
¡Adiós, Pascual! e n el mundo Y triste acercarse á mí.
Nada me queda. Y salió. Es Bermudo mi escudero,
También al punto salí; De Cuba entónces venía,
Vagué sin norte a l azar, Y de la mano traía
Llegué á la orilla del mar, Un arcángel hechicero,
Una hermosa niña apuesta,
Y entre mis lágrimas"vi
Una carta y una cruz:
Juntos en la blanca"orilla,
La hermosa niña era Luz,
Prontos á dejar l a tierra,
La carta, señora, es ésta.
Entre pertrechos d e g u e r r a ,
Leed su escritura fatal
Los soldados de Castilla.
P a r a mí, que cada letra
A un lado el pueblo español,
De la tumba escapada, aquí la tuya
En mi corazon p e n e t r a
En su t e r r e n a cárcel sollozando
Como el filo de un puñal.
Siento la muerte ya, la siento y quiero
L a cruz t a m b i é n é s t a es:
Revelarte un secreto ¡es espantoso!
Vedla en mi acero incrustada;
Ignoro yo si Luz hija es del Conde]
Clavó en ella su m i r a d a
De Osorio, ¿oyes, Pascual? ó si es tu hija!!
Antes de morir, Inés.
Hija tuya? No sé quiérela mucho.
Inés murió: no se a p a r t a
Tal vez hija del Conde; c r e o . . . . creo . . . . »
De mí su imagen, ni pierdo
ESPERANZA.
De su cariño el recuerdo
Aquí esta carta termina!
Leed, m a d r e m í a , esta carta.
PASCUAL.
ESPERANZA.
Allí terminó, señora;
(Leyendo.)
Llegó la muerte á esa h o r a .
Sonando está, Pascual, mi h o r a postrera...
¡Fué la voluntad divina!
Pocos días despues del sacrificio
Bermudo, dice, que a u n pudo
Consumado en el ara, m u r i ó Osorio;
Inés, antes de morir,
También murió mi p a d r e y quedé sola.
Unas f r a s e s balbutir.
Bermudo en este instante está á mi lado,
¡No las comprendió Bermudo!
El sostiene mis hombros y yo escribo; ESPERANZA.
L a muerte inexorable está en acecho,
Si Luz te debe l a vida,
Y quiera Dios que t e r m i n a r me deje.
¿Oyes, Pascual?
—Pascual, tengo una hija, t e la envío.
PASCUAL.
Ampárala y que crezca en esa tierra
¡Duda horrible!
Que has regado mil veces con tu sangre.
ESPERANZA.
•Se llama Luz, la niña infortunada:
¡Ese amor es imposible!
Dale l a vida en cambio de mi vida,
PASCUAL.
Hazla dichosa de mi vida en cambio,
¡Madre, no!
Que mi vida y¡mi_dicha tuyas fueron;
ESPERANZA.
Sólo tuyas s e r á n h a s t a el sepulcro!
De Luz te olvida.
Luz! es la herencia que mi amor te deja:
En mi pecho ese relato
De hoy más, terrible lazo nuestras almas
L a s a n g r e hiela y la estanca;
Unirá para siempre: allá l a mía
- 214 — 215 -

De tu alma ¡infeliz! a r r a n c a PASCUAL.

Ese cariño insensato! Harto ya se lo pedí.


Tu noble conciencia escuda, Bárbaro, inútil empeño
Y de ella escuchando el grito, Preguntadle, madre, al sueño,
No h a g a s que surja un delito L a s noches que no dormí;
Del abismo de la duda. Si entre sombras y entre espanto
PASCUAL. De mis párpados no huyó,
Es que al r o b a r m e la calma, Cuando en mis párpados vió
Mató'amor la duda impía. Los raudales de mi llanto.
Dejó de existir! A estos muros preguntad
ESPERANZA.
Si escucharon mis clamores,
Dormía Testigos de mis dolores,
Testigos de mi ansiedad.
En el fondo de tu alma!
Preguntad, mádre, á este acero
PASCUAL.
[Llevando la mano á su puñal.]
¡Y hoy e s p a n t a d a despierta Cuántas veces lo arrojé
Con mi a m o r á un punto mismo! De mi mano
ESPERANZA.
ESPERANZA.
¡Es que a l borde del abismo Pascual!
La voz del cielo le alerta! PASCUAL.
¡Es que del crimen en pos Fué
Corre el castigo que acosa; El vértigo pasajero.
E s que e s a duda espantosa Buscaba en momentos tales
Es la clemencia de Dios! Algo que me divagara,
Delinquiste por tu mal; Que mi espíritu a r r a n c a r a
Ella t a m b i é n el dolor De sus a n g u s t i a s mortales.
Iloy los enlaza. En medio de mi ansia fiera
PASCUAL. Buscaba, madre, en mi historia
¡Favor! Una p á g i n a de gloria
ESPERANZA.
Que mi alma fortaleciera!
E n tí pensaba anhelante,
¡Pídelo al cielo, Pascual!
Y aquí estás, y paz no encuentro!
Su imágen siempre aquí dentro, PASCUAL.

Su imágen siempre delante ¿Aún e s t á s ahí?


Mi pensamiento turbó ESPERANZA.

No es cierto, ¡no es concebible! Pascual, h a n llamado.


PASCUAL.
Y si es verdad, ¡es horrible!
L u z no es mi hija, madre, n o . Sí.
¡Ay! y cómo si así fuera, ¡Beltran! (Llamando.) Vos quereis saber
Siento en el alma este anhelo! Quién ha llamado?
¡Ni cómo permite el cielo ESPERANZA.

Que la ame de esta manera! Sí quiero.


L l a m a d á Luz, madre mia, PASCUAL.

V u e s t r a compasion invoco ¿Esperáis á alguno?


—No, dejadla ¡Yo estoy loco! ESPERANZA.

¿ P a r a qué, madre, vendría? No,


¿Para qué? Dejadme á solas; A nadie, Pascual.
Os lo pido por favor! (Pausa ligera.) PASCUAL.

[Váse Esperanza lentamente mirando d Ni yo;


su hijo con ternura. Déjase desplomar En mi casa, á nadie espero.
Pascual en una silla, y dice:] ¡Beltran! ¡Beltran! (Llamando.)
¡Océano de dolor, ESPERANZA.

Envuélveme entre tus olas! Viene ya.


(Se cubre el rostro con las manos. Espe-
ranza se detiene en la primera puerta ESCENA IV.
déla derecha en el momento de desapa- Dichos y B E L T R A N .
recer porque se oyen golpes en la puer- BELTRAN.

ta de la calle. Los golpes sacan d Pas- El Sr. Juan Benavente.


cual de su estupor, y dice:) PASCUAL.
Llaman, ¿y quien podrá ser? ¿El Alcalde?
ESPERANZA. BELTRAN.
(A Pascual.) Con su gente
¡Llaman! Esperando a b a j o está.
PASCUAL. PASCUAL.

Diga qué quiere. Pues díle al Alcalde al punto,


BELTRAN. Que sobre ese mismo asunto
Prender Ordenes tengo del Rey,
E s su oficio. Que valen más.
ESPERANZA. ESPERANZA.

¿A quién? Bien, Pascual.


PASCUAL.
PASCUAL.

No infiero Que se imponga de este pliego


(Le dií un pliego á Beltran.)
BELTRAN.
- Y que te lo entregue luego.
Ya lo dijo:á un caballero
Y aguárdese en el'portal
Que aquí vive. De ésta casa, y allí quede
ESPERANZA.
Mis órdenes esperando
(A Pascual.) Andando, Beltran, andando. [VdseBeltran.)
No h a de ser, —Tranquilo, Cisnero s puede
Y si ese h o m b r e se propasa Dormir, madre, y también vos.
Ya oyes q u é dice Beltran— ESPERANZA.
Piensa que D o n Luis L u j a n En tu p a l a b r a confío.
Está h o s p e d a d o en tu casa! PASCUAL-
Piensa que n o es el f a v o r ES don Luis, amigo mió;
Quien t e d e m a n d a salvarle. Amigos somos los dos.
PASCUAL

¿Dije que v o y á entregarle? ESCENA V.


PASCUAL
ESPERANZA.
¿Cómo hacer? ¿Cómo salvar
Perdona
A este hombre hoy mismo podría?
PASCUAL. ¿De qué medios'me valdría
Sí, por mi honor! Si el Alcalde le vió entrar?
—Orden trae? [A Beltran.) De qué medios Verdad es
BELTRAN.
Que de mi pena al exceso,
Del Virrey.
— 221 -

BERMUDO.
La calma pierdo y el seso
—¡No puedo olvidar á Inés! Bien está.
PASCUAL.
¡Inés!... - Por qué de esta suerte
A m a r g a s t e mi existencia? Con nosotros partirá
Mi amor en Luz fué tu herencia, Don Luis L u j á n de Cisneros.
Luz con tu amor es mi muerte; Dále un disfraz; es prudente
Ambas en mi pecho, aquí El tomar esta medida,
Vivís con tenaz empeño; Que es astuto, p o r mi vida,
El Alcalde Benavente.
En l a vigilia, en el sueño
BERMUDO,
¡ S i e m p r e ! . . . . s i e m p r e ! . . . . Al fin te vi.
¡Un alcalde! ¿Dónde está?
(Aparece Bermudo con el brazo derecho
PASCUAL.
en cabestrillo.]
Con órdenes del Virrey
Ven acá, Bermudo, ven.
Quiere en nombre de la ley
ESCENA VI. Prender á Cisneros
P A S C U A L y BERMUDO. BERMUDO.

¡Ah!
PASCUAL.
PASCUAL.
P a r t i r hoy mismo he resuello. Que del portal no se mueva
BERMUDO.
Ordené
Señor, si ayer hemos vuelto. BERMUDO.
PASCUAL. ¿Mas si salís?
Con todo, hoy mismo prevén, PASCUAL.

Mi negro potro andaluz Saliendo yo con Don Luis,


Y mi bridón de batalla. No hay temor de que se a t r e v a
BERMUDO. A prenderle, y yendo á oscuras
Pero"¿y vuestra madre? Con Beltran y Diego
PASCUAL. BERMUDO.

Calla: Bien. (Se vd.)


PASCUAL.
Ella se qi'eda con Luz.
Avísame cuando estén
—Basta de tormentos fieros! (Aparte.)
Listas las cabalgaduras.
—¿Me entendiste? (Alto.) T. I.- -18,
E S C E N A VIL Ya no hay tiempo que perder.
P A S C U A L y B E L T R A N , que vuelve con el pliego y se CISNEROS.
lo e n t r e g a A P a s c u a l . Doña Luz!
PASCUAL. LUZ.

(Recibiendo el pliego.) (Tomándolo de la mano y acercándose con


¿Leyólo? él al balcón.)
BELTRAN. Venid á ver
Sí, m a s con vos El siniestro resplandor
Benavente h a b l a r quisiera, De esas linternas Mirad
Que de otro modo, no espera. CISNEROS.

PASCUAL. Y bien, y bien


LUZ.
¿Que no espera? ¡Vive Dios!
E s la gente
Que sí tiene de esperar!
—Habla con B e r m u d o a h o r a Del Alcalde Benavente,
(Vdse Pascual, fondo izquierda,y Beltrau, Que vela en l a oscuridad,
fondo derecha.) Que os busca
CISNEROS.
E S C E N A VIH. ¿A mí? ¡Vive Dios!
B R I G I D A y L U Z , despucs D. L U I S . LUZ.

BRÍGIDA. Y descuidado vivís.


Al fin se ha ido.—Señora! CISNEROS.

Señora, p o d é i s entrar. Y bien ¿qué quereis?


LUZ.
(Llamando d Luz.)
Don Luis,
LUZ.
Que de aquí paríais.
Llámale.
CISNEROS.
BRÍGIDA. ¿Con vos?
(Acercándose á la puerta de Cisneros y LUZ.
llamando suavemente.) ¿Conmigo? ¿Qué estáis hablando?
Don Luis! ¿Eso pensáis?
(Sale D. Luis.) CISNEROS.
LUZ.
¡Dios !o sabe!
Señor,
(Aparece en el fondo Pascual y escucha.)
\

PASCUAL.
LUZ. (Bajando al proscenio.)
No, no; tomad esta llave, Sí, alzad.
Salid por aquí. LUZ.
(,Señalando la puerta pequeña.) (Levantándose.)
Pasando ¡Ah!
E s t e corredor desierto, CISNEROS.
Iréis en el huerto á dar, ¡Vos!
Pudiendo el campo g a n a r PASCUAL.
P o r los tapiales del huerto. ¡Mal h a y a mi suerte!
Idos, que no es Benavente, ¿Conque érais vos vos! ¡Oh muerte!
Ni es Pascual, ni es el Virrey
¡Muerte! ahógame! acabad!
Quien os persigue E s el Rey,
LUZ.
¡El Rey! tenedlo presente (Aparte.)
Yo soy quien os r u e g a , yo; ¡Si desde allí me escuchó!
Y no soy yo, mi amor es
PASCUAL.
Que suplica á vuestros pies !
(Sacando el acero.)
CISNEROS.
¿Teneis vuestra espada rota?
(Dando un paso atrás y quedando absorto.)
LUZ.
Señora!
(A Cisneros.)
ESCENA IX. De su s a n g r e ni una g o t a .
Dichos y P A S C U A L . PASCUAL.
PASCUAL. (A Luz.)
(Aparte en el fondo. En este instante se Vete!
encomienda el autor al actor.) LUZ
No es cierto, no! ¿Que me vaya? No.
Cómo e n t r e espinas y abrojos
PASCUAL.
Pensamiento alado vuelas!
Vete, Luz!
S a n g r e , ¿por qué no te hielas?
LUZ.
P o r qué n o cegáis mis o j o s ! . . . .
CISNEROS.
Que no, repito!
Alzad, señora.
PASCUAL. CISNEROS.

(Dando un paso hacia el balcón.) De Luz lo exigió el honor.


PASCUAL.
Al Alcalde l l a m a r é ,
Y entonces, L u z Y por honrado mentisteis.
LUZ. CISNEROS.

N o . . . • uie iré.' Tened la lengua, Pascual:


CISNEROS. Si ese amor os oculté,
[Aparte.) A fé que bien h i c e . . . . fué
IAII, j u r a m e n t o m a l d i t o ! Porque érais vos mi rival.
Si os lo hubiera confesado
E S C E N A X.
PASCUAL.
CISNEROS y PASCUAL.
Lo mismo que hoy me p a s a r a ,
PASCUAL.
Lo mismo que hoy os r e t a r a ,
(Cerrando la puerta primera derecha por Como hoy os hubiera odiado!.
donde Luz ha salido.) CISNEROS.
Ya estoy á solas con vos: ¿Ya lo veis?
Los dos la a m a m o s ; pues bien, PASCUAL.
Quédese con e l l a , quien Despues ó antes,
Quede vivo de l o s dos. E r a igual. Tenéis razón;
En guardia, h i d a l g o , me admira Pero tened compasion
Vuestra paciencia.—¿Acercáis Y abreviad estos instantes.
La mano al a c e r o ? ¿Vais CISNEROS,
A batiros?—¡La r e t i r a Abreviadlos si quereis,
Otra vez!—Ved que no puedo Mandadme prender, ó fiero
Contenerme y a , ¡por Cristo! Heridme con vuestro acero,
Y os burláis ó, p o r lo visto, Que con tal que me matéis,
Teneis de b a t i r o s miedo. El modo no ha de importar:
CISNEROS. Si me rehuso á reñir
Miedo? So es por miedo de morir,
PASCUAL.
¡Es por temor de matar!
Sí, m i e d o tuvisteis
Inútil es vuestro empeño,
De confesar v u e s t r o amor.
P o r m á s que el h o n o r lo exija PASCUAL.
Si ella os a m a como hija Halle c o n s u e l o
PASCUAL. Del Señor en el r e g a z o ;
[Aparte.]
Roto de su a m o r el lazo,
¡Como hija! T o m a r á m a ñ a n a el velo.
[Estremeciéndose] CISNEROS.
CISNEROS.
¡Nunca!
Y sois su dueño,
PASCUAL.
R e s i g n a d a á su dolor, V e d lo que decís:
T a l vez os p r e g u n t e un dia: Vuestra, j a m á s la he de ver;
P o r qué m a t a i s ' s u a l e g r í a , Luz en el mundo h a d e ser
P o r qué le r o b á i s su amor! De Dios ó m í a . . . . ¿Reñís?
PASCUAL.
(Aparte.) ¿Os negáis?—Leed este escrito.
CISNEROS.
¿Si soy su padre? E s verdad,
(Descubriéndose.)
P o r qué su amor le arrebato?
¡Del Rey! ¡Ah, e r a verdad! (Lo lee.)
Si no es mi h i j a ? . . . . ¡Insensato!
¡Dios g u a r d e á su Majestad!
¡Otra vez la iniquidad
(Devolviéndolo.)
De mi implacable destino,
PASCUAL.
O t r a vez l a duda horrible,
O t r a vez el imposible I g n o r o v u e s t r o delito,
Obstruyendo mi camino! Mas e n t r e g a d el acero,
—Don Luis, renunciad á Luz: O lidiad.—Dispuesto estoy.
CISNEROS.
Tal vez no os quiera m a t a r ,
[Dando la espada]
Y á ello me vais á obligar.—
Mi espada os e n t r e g o ; soy,
Hacedlo, y por e s t a cruz
P a s c u a l , v u e s t r o prisionero.
Os juro—y es p o r de m á s
(Se retira d su habitación.)
J u r a r si nunca mentí—
Que salgo con voz de aquí
P a r a no volver j a m á s !
CISNEROS.
Y e l l a . . . . ¿Luz?
T . I.—29,
E S C E N A XI.
BERMUDO.
PASCUAL y después BERMUDO. L o dudo, señor, lo dudo.
PASCUAL. PASCUAL.

No es e s o . . . . ¡Dios no me oyó! ¿Y si te matíj, Bermudo?


M a t á r a l o a q u í mil veces, BERMUDO.

P e r o e n t r e g a r l o á sus jueces, Feliz quien lidiando m u e r e .


Eso j a m á s . . . . ¡Eso no! PASCUAL.

S é que l a c a l u m n i a impía P u e s v a s á l u c h a r con él.


De h a c e r s u víctima t r a t a . . . . —¿Qué t e p a r e c e mi espada? (Dándosela.)
El Rey F e l i p e lo m a t a , BERMUDO.

Y e s t a n d o e n la c a s a mía, L a siento un poco p e s a d a ;


D á n d o l e e n ella h o s p e d a j e , S e r á el t a j o m á s cruel,
Baldón á m i h o n r a conquisto. ¿No me engañais?
—¡Bermudo! PASCUAL.
BERMUDO. No, p o r cierto.
Todo e s t á listo BERMUDO.

Y a r r e g l a d o p a r a el viaje. ¿Esta n o c h e misma?


PASCUAL. PASCUAL.

B e r m u d o , ¿aún s a n g r a t u herida? Sí.


BERMUDO.
B E R M U D O .
¿En dónde h e de verle?
No, t a l .
PASCUAL. PASCUAL.

¿Aún te escuece? Allí,


BERMUDO.
Junto á l a s g r a d a s del huerto.
D e tu cólera a l t e r r o r
No.
H a z que h a s t a aquí r e t r o c e d a .
PASCUAL.
BERMUDO.
¿ M a t a r a s a l que te hirió?
BERMUDO.
H a r é todo lo que pueda.

D i e r a p o r ello la vida. PASCUAL.

PASCUAL. Él irá solo ¡valor!


¿Y si él o t r a vez te hiere? (Váse Bermudo por la puerta pequeña.)
ESCENA XII. PASCUAL.

PASCUAL, en seguida ESPERANZA y LUZ. Señora, que Dios nos v a l g a


PASCUAL. En esta noche fatal;
(.Llamando y abriendo la puerta.) Y pues me pedís las dos
¡ M a d r e ! . . . . ¡Luz!.- . . . me figuré Por él, enseñadle vos (A Esperanza.)
Que cerca estabais de mí. Una salida excusada;
ESPERANZA. Y tú, Luz, dale esta espada.
Pascual, y ¿Don Luis? Libre es, y ampárele Dios.
PASCUAL. [Váse por el fondo.]
Allí.
ESPERANZA. ESCENA XIII.
¿Le injuriaste? LUZ y ESPERANZA.
PASCUAL. LUZ.

Le injurié, Es tiempo ya, madre mía,


Sí. De que salga.
ESPERANZA. ESPERANZA.

(¡Como honrado h a cumplido!) Tiempo es.


PASCUAL. ¿Esperando está Ginés?
En vano fué, ¡por quien soy! LUZ.
¡Qué mal caballero ha sido! Al pié de la celosía
A que s a l g a decidido, Que da al huerto, esperar debe
Esta misma noche, estoy. Con dobles c a b a l g a d u r a s .
LUZ. ESPERANZA.

¿Que salga de aquí? ¿Le viste?


PASCUAL. LUZ.

Sí, tal, L e he visto á oscuras


Y yo con él. Esperar desde las nueve.
LUZ. ESPERANZA.

No, Pascual. Entónces llama á Don Luis.


ESPERANZA. LUZ.

Eso no: que solo s a l g a , Antes quiero me digáis


Si al convento me lleváis Estoy aquí prisionero.
Ahora mismo, ¿qué decís? LUZ.
Eso á P a s c u a l le juré; Tomad, señor ,este acero:
No ser de nadie, ¡oh tormento! Sois libre, salir podéis.
Y mi horrible juramento, CISNEROS.
A mi pesar, cumpliré. (Con sarcasmo.)
ESPERANZA. Vuestra doble intercesión,
¿Y sabíais que os amaba? Excitando su piedad,
LUZ. Me torna la libertad.
Eso ni lo presumía. ESPERANZA.

ESPERANZA. No, Cisneros.


¿Ni a m á b a i s vos? CISNEROS.

LUZ. Compasión
No sabía Tuvo de mí
Lo que a m o r significaba. LUZ.

—¿Me lleváis al claustro? No, por cierto;


ESPERANZA. Él dejaros ha querido
Sí, Libre
Pues no puedo convenceros ESPERANZA.

LUZ. Sí, ¿lo habéis oído?


¿En c u a n t o s a l g a Cisneros? Id, Cisneros; h a s t a el huerto
ESPERANZA. Por ese paso llegad.
En cuanto s a l g a de aquí. (Señalando la puerta por donda poco án
tes se fué Bermndo.)
ESCENA XIV. Allí un mancebo atrevido
D i c h a s , y CISNEROS. Os a g u a r d a prevenido.
LUZ.
Si es que os estorban, matad,
Pero salvaos.—¡Qué veo!
(Acercándose á la puerta)
¿No os movéis? ¿Y desde cuándo?
¡Don Luis! ¡Don Luis! ( L l a m á n d o l e . )
Ved, Cisneros, que os lo mando,
CISNEROS.
Que este es mi último deseo.
¿Qué quereis?
CISNEROS. LUZ.

Señora, l a suerte arrostro. ¡Piedad, oh Dios soberano!


ESPERANZA. ESPERANZA.

No, n o . . . N o os podéis negar. ¡Dios con los buenos está! [Vdse Cisneros.J
Don Luis, no os quiero arrojar
Mis beneficios al rostro; ESCENA XV.
P e r o si yo os he criado, LUZ y ESPERANZA.
Y á mi lado habéis crecido, ESPERANZA.
Por cuanto yo os he querido Reza, reza por que el cielo
Y por cuanto yo os he dado, Hoy le acompañe clemente.
Obedecedme, Don Luis. LUZ.
CISNEROS.
Rumor escucho de gente
Sí, todo lo debo á vos. En la calle, ó es mi anhelo
ESPERANZA. Quien lo finje
Obedecedme y ¡adiós! ESPERANZA.
CISNEROS. (Viendo por el balcón.) ¡Oh, no, el z a g u a n
(Tomando la espada.) Han abierto! Si fué en balde
LUZ.
Adiós, señora.
LUZ.
(Asomándose al balcón.)
¿Partís? Si; las gentes del alcalde
CISNEROS. Entrando en la casa están.
(A Esperanza.)
¿Y ella? ESCENA XVI.
ESPERANZA.
Dichas.—PASCUAL por el fondo hablando con el alcalde.
De otro no será.
PASCUAL.
CISNEROS.
Esperad, alcalde, allí.
¿Nunca?
LUZ.
—Salió?
ESPERANZA.
¡Nunca! ^
(Señalando la puerta del huerto.
CISNEROS.
(.A Luz) Vuestra mano. (Se la besa.) Por allí salió!
T. I.—30.
PASCUAL.
—Aún le quieren?
PASCUAL.
¡Madre de terror me llenas!
¿Vivo? no. ¡Bermudo! (Gritando.) No!... basta ya!
¡Ah, madre, y corriendo está
LUZ.
S a n g r e suya por mis venas!
¡Pascual!
PASCUAL.
V o y . . . ¡No hay tiempo!
(Se oye un grito de agonía.)
P e r o muerto, sí.
ESPERANZA.
ESPERANZA.
Calla! Escucha!
¿Muerto? PASCUAL.
LUZ. Ese gemido
¿Qué dice? ESPERANZA.
ESPERANZA. ¡Es mi vida!
¡Insensato! PASCUAL.
LUZ. Fratricida, fratricida!
¡Piedad! (Se oye rumor de espadas.) (Con voz casi apagada.)
ESPERANZA. ¿Por qué ha cesado esa lucha?
¡El dolor me abrasa! ¡Qué miro!
¡Luis! (Entra primero retrocediendo D. Luis con
LUZ. la espada ensangrentada. Luego Ber-
(A Pascual.) Detenlos! mudo agonizante.)
PASCUAL. ESPERANZA.

(Cerrando la puerta.) Nadie pasa! ¡Es él!


ESPERANZA.
LUZ.
Tu v e n g a t i v o a r r e b a t o ¡Dios piadoso!
Cese, P a s c u a l , ¡yo lo exijo!
ESCENA XVII.
LUZ.
Dichos.—CISNEROS y B E R M U D O .
Se a c e r c a n !
PASCUAL.
ESPERANZA.
¡Bermudo!
(A Pascual aparte.) Que mi vergüenza
BERMUDO.
En e s t a ocasion t e venza.
¡Dios lo dispone!
P a s c u a l , D o n Luis es mi hijo!
¡Dios me valga! Pienso que obré con acierto;
(Espira y cae de manera que quede oculto Pidióle el Rey vivo ó muerto,
en parte porP Ala mesa.) ¡Muerto se lo entrego al Rey!
SCUAL.
(A Cisneros y á Luz, aparte.)
¡Él nos perdone,
Idos vosotros de aquí,
Porque es misericordioso! Id al templo y por mí orad.
(Aparte.) (Alto.)
- L u z ! . . . mi L u z ! . . . Destino cruel! Alcalde, certificad
—Hazla dichosa! dijiste, (El alcalde escribe en un pliego en la
Inés, cuando me escribiste. mesa.)
¡La haré dichosa! V él...... Que yo la muerte le di.
¡Es mi h e r m a n o , . . . . . . bien está —Idos, ó quereis perderos.
(Tomando una resolución suprema.) (Aparte d Luis y d Luz.)
ESPERANZA.
(Alto.)
(Viendo que se dirige á D. Luis.)
Grande fué su desventura.
¿Qué vas á hacer? —Dad hoy mismo sepultura.
PASCUAL.
Al cadáver de Cisneros. (Al alcalde.)
Nada, nada;
LUZ.
Dadme, Don Luis, esa espada.
Pascual, ¡adiós!
(Luego se dirige al fondo y grita con
PASCUAL.
vos de trueno.)
Luz, ¡adiós!
¡Benavente, por acá!
—Don Luis, hacedla dichosa;
ESCENA XVIII.
Os la entrego por esposa.
Dichos.—El alcalde y alguaciles.
ESPERANZA.
(El desempeño de esta última escena, asi
¡Pascual! (Abrazándole.)
como el de las dos anteriores, se reco-
PASCUAL.
mienda mucho al estudio y al talento de
(Recibiendo el pliego certificado del alcal-
los actores.)
de, quien se lo entrega respetuosamente.)
PASCUAL.
Cumplimos los dos. (Al alcalde.)
(Al alcalde, señalándole el cadáver de Ber-
(A Esperanza.)
mudo. ¡Su puerta el amor nos cierra!
Cumpliendo, alcalde, la ley,
Madre, a p o y a e n mí tus sienes.
¡Como yo, tú t a m b i é n tienes
Que l l o r a r s o b r e la t i e r r a !
Pascual y Esperanza juntos en primer término.
D. Luis y Luz se dirigen lentamente hacia la
puerta de la derecha, y los alguaciles se in-
clinan d una señal del alcalde, como para re-
coger el cadáver de Bermudo.-Antes de que
desaparezcan D. Luis y Luz, que se detienen
un instante arrojando desde el dintel de la
puerta una mirada de inmensa gratitud sobre GIL GONZALEZ DE AVILA.
Pascual, caer i el telón. DRAMA EN UN ACTO Y EX VERSO

México, 7 d e Noviembre de 1879.

FIN.

Al Sr. L i c . Don Nicolás Az-


cárate.
José Peón y Contreras.

/
VIOLANTE.
INÉS (dueña.)
G I L GONZÁLEZ DE AVILA.
EL O I D O R DE M É X I C O . ACTO UNICO.
TRISTAN ( e s c u d e r o d e Gil.)

S a l a amueblada con lujo. P u e r t a a l fondo. A la derecha


del actor, en p r i m e r término, p u e r t a á las habitacio-
nes del oidor; en segundo término un balcón que se
a b r e sobre la plaza mayor de México. A la izquierda
L a escena e n M é x i c o . - E p o c a de Carlos V. p u e r t a que comunica con las habitaciones interio-
res. Mesa con recado de escribir—Aparece Inés cer-
ca de la mesa.—Violante no léjos del balcón.

ESCENA PRIMERA.
V I O L A N T E é INES.
VIOLANTE.

¡Qué t r i s t e l a n o c h e l l e g a ,
Inés, qué triste !
\
INES.

Ese anhelo
Calma, Violante.
VIOLANTE.
Al c o n s u e l o
Mi a l m a a f l i g i d a s e n i e g a .
Y o no p u e d o d o m i n a r
Este d r a m a se r e p r e s e n t ó por primer:x vez con extraer- (Baja al proscenio.)
dinario Éxito en el T e a t r o Principal de México, la noche
E s t e dolor infinito;
del 20 de F e b r e r o de 1876.
— 247 —
Ay! Inés, yo necesito Fueras, por cierto, cruel.
1
Llorar no puedo llorar IN1S.
T a n t a s mis lágrimas fueron, Es afan ¿mentiros pude?
Que su raudal agotaron, S VIOLANTE.
Y el consuelo se llevaron Permite, dueña, que dude
Que un momento me trajeron. Siempre que se trata de él.
INES. INES.
Ten más confianza, Violante, Loco amor !
Y así no te desesperes. VIOLANTE.

Paciencia F u e r a locura
VIOLANTE.
Estar, Inés, de otra suerte,
Paciencia quieres? Cuando amenazan de muerte
¿No la he tenido bastante? Este amor que es mi ventura.
¿Cómo calmar mi dolor? A Alonso de Avila hoy
Si de mi mal al exceso, Condenaron
Está Gil González preso
INES.
Y en doble cárcel mi amor.
Y no en vano,
¡Ay, Inés, cuánta mudanza!
Temeis por Gil, que es su hermano,
Todo era ayer alegría
También é l . . . .
Y a g o r a nube sombría
VIOLANTE.
Cubre el sol de mi esperanza!
Temblando estoy!
¿Viste á Tristan? ¿Le contaste
Calla! el oírlo decir
Mi pena?
Me trastorna y me enloquece.
INES.
—Ya lo estás viendo, oscurece
¿No os dije ya?
Y no acaba de venir
VIOLANTE. ;. IL
T r i s t a n . . . . Su negro capuz
Mas él no viene
Tiende la n o c h e . . . . Ya t a r d a
INES.
Y el alma ansiosa le a g u a r d a
Vendrá.
VIOLANTE. INES.

|Ay de tí, si me engañaste! ¿Quereis luz?


VIOLANTE.
OIDOR.
Sí, trae luz.
Dios te guarde
VIOLANTE.
ESCENA II. (Con timidez.)
V I O L A N T E sola. Yo q u i s i e r a . . . .
Luz que alumbre el alma mía OIDOR.

Quisiera y o . . . . Si ando á o s c u r a s . . . . ¿Qué quieres?


Si tornan las desventuras VIOLANTE.

Tinieblas la luz día! Estad tranquilo


¿Qué he de hacer? Mi p a d r e . . . . sí Deciros q u i e r o . . . .
P o d r á aliviar de algún modo OIDOR.

Mi pena. Lo sabrá todo, P u e s dílo;


Y se a p i a d a r á de mí. Que en la Audiencia se me espera.
Padre! (Viendo salir al oidor.) VIOLANTE.

En nombre del Rey la Audiencia


ESCENA III. Gobierna hoy la Nueva España.

EL OIDORjy VIOLANTE. OIDOR.

Eso es, y ¿qué te e x t r a ñ a . . . . ?


OIDOR.
VIOLANTE.
Violante?
VIOLANTE. Escuchadme con paciencia.
¿Te vas? Vos sois oidor
(Viendo que se dirige á la puerta del fo\ OIDOR.

Y bien, ¿qué?
do.)
OIDOR. VIOLANTE.

(De mal humor.) Que vos gobernáis


Sí, pardiez, ¿no lo estás viendo? OIDOR.
VIOLANTE.
Sí, tal.
Enojaros no pretendo VIOLANTE.
Ni lo pretendí jamás. Y no hay poder igual
[Con humildad.] Al v u e s t r o . . . .
OIDOR- VIOLANTE.

E s o ya lo sé. Padre, mira


VIOLANTE. OIDOR.

Y que en n o m b r e ele la ley Que calles me a h o g a la ira!


Son tales v u e s t r o s valeres, Ahorcara al Marqués del Valle
Que teneis t a n t o s poderes, También, pese á sus furores,
Que sólo en fuerza de ahorcar,
Tantos
Se puede el país limpiar
OIDOR.
C u a n t o s tiene un rey! De enemigos y traidores.
VIOLANTE. ¿Y tú eres la que quisiera
Salvar á un Avila ? ¡Yo !
Y siendo así, á n o dudar,
Que sois bueno y que sois fuerte, ¡Poder de D ¡ ° s ! Nunca! No
Le salvara, aunque pudiera.
De las g a r r a s d e l a muerte
Yo que estar siempre querría
Podéis á un h o m b r e a r r a n c a r .
Ante su dolor riendo,
OIDOR.
S a n g r e de Avilas bebiendo,
Sí por cierto!
Noche á noche, día á día!
VIOLANTE.
Y ni aun así mi rencor
Y s i intercedo
Esperes que al fin sucumba,
Por alguien Ni aun más allá de la tumba,
OIDOR.
Ni aun más allá, no
"Vamos á v e r . VIOLANTE.

VIOLANTE. ¡Qué horror!


Con vos q u i e r o interceder Y á Gil González acaso
OIDOR. Condenáis también
OIDOR.
Habla, V i o l a n t e , y si p u e d o . . .
También;
VIOLANTE.
Su hermano es, justo es que estén
Alonso de A v i l a
Los dos en el mismo caso.
OIDOR. VIOLANTE.
Calle
Ah!
L a insensata !
OIDOR. ESCENA V.
¿Y te interesa? Dichas y TRISTAN
VIOLASTE.
TRISTAN.

Señora
OIDOR-
VIOLANTE.
Mira si callar prefieres;
¡Cuánto tardaste,
Creeré que mi hija no eres,
Tristan, cuánto 1
O que r e n i e g a s de mí.
VIOLASTE. TRISTAN.
¡Padre ! Os lo confieso
OIDOR.
VIOLANTE.
Tú ignoras que un día,
¿Y til señor?
En instante malhadado,
TRISTAN.
Un Avila h a derramado
Tu s a n g r e y l a s a n g r e mía! Sigue preso,
Y no le hablé.
No lo h a s sabido h a s t a hoy,
VIOLANTE.
Y esa tu disculpa es
¿No le hablaste?
Basta, d é j a m e .
TRISTAN.
[Se va.)
VIOLANTE.
Es preciso á la justicia
(A Inés que entra con luz.) Burlar....
Ay! Inés, VIOLANTE.

¡Cuan desventurada soy! Y yo en tí confío!


TRISTAN.
ESCENA IV. (Aparte)
INES y VIOLANTE. ¡Cómo le daré, Dios mío,
INES.
Tan espantosa noticia!
¿Alguna n u e v a fatal
VIOLANTE.
V u e s t r o p a d r e os dio?
Di lo que sabes
VIOLANTE.
TRISTAN.
¡Ay de mí!
Odia á los Avilas, sí No más
Lo que os he dicho o t r a s veces,
¡Odio implable, mortal!
Que e n c a r n i z a d o s los jueces Ese r u m o r popular.
Van de su p r e s a detrás; VIOLANTE.

Que insaciables y tiranos ¡Dios mío! m i p a d r e !


Nada c o n t r a ellos rehusan, TRISTAN.

Y de t r a i d o r e s acusan Sí:
A los m í s e r o s hermanos Sólo él salvarlos pudiera.
Avilas, con c t r o s tres. VIOLANTE.

VIOLANTE. Corre, I n é s ay! yo quisiera


¿De qué los culpa su encono? Tener á mi p a d r e aquí!
TRISTAX. Corre en su busca
De querer a l z a r un trono INES.

Al hijo de H e r n á n Cortés. Al momento.


VIOLANTE. VIOLANTE.

¿Al M a r q u é s del Valle? ¿Hay tal? Y no excuseis diligencia;


TRISTAX. ( A Tris tan.)
No, con inicua intención Tú, á l a calle; tú, á l a Audiencia!
De horrible conjuración (A Inés.)
F r a g u a r o n t r a m a infernal; Id, ¡oh! qué horrible tormento!
Y yo sospecho Corre, T r i s t a n ; corre, Inés!
VIOLAXTE. (Vánse Inés y Tristan.)
¿Qué cosa?
TRISTAX. ESCENA VI.
Que, por s a c i a r sus rencores, VIOLANTE, después GIL GONZALEZ.
D e c r e t a r á n los oidores VIOLANTE.
P a r a ellos m u e r t e afrentosa. Y aunque con sus odios luche,
VIOLANTE. Haré que m i ruego escuche
Y, ¿qué te h a c e sospechar De rodillas á sus piés.
Fin t a n horrible, infelice? ¡Tú! ¿Eres tú?
(Se oyen rumores.) (Viendo á Gil González.)
TRISTAX. GIL.

No sospecho ya Lo dice ¡Violante!


VIOLANTE.
VIOLANTE.
¿Qué estás diciendo?
¡Gil González!
GIL.
Gózome al fin, si libertad te dieron!
¡Ah! s í . . . . ! Violante mía!
GIL.
No a c a b a r o n tus penas.
Un siglo, un siglo fueron VIOLANTE. 4

Aquellas horas lentas y mortales! ¿Eso al destino plugo ?


Al cabo ya respiro, GIL.
Me parece mentira que te miro.
Aun estoy en las m a n o s del verdugo,
D é j a m e ver tus ojos, Aun romper no he podido las cadenas.
Quiero mi imágen contemplar en ellos,
VIOLANTE.
Y olvide mis enojos ¿No estás libre?
De su ardorosa luz á los destellos. GIL.
¡Qué ventura! No estoy.
VIOLANTE.
VIOLANTE.
¡Infinita!
¿Qué pasa? díine
Yo no quiero perderte:
¿Por qué en cárcel sombría
Mi pecho necesita
Te retiene el tirano todavía?
Mirarte siempre, Gil González, v e r t e
¿Qué derecho le asiste? qué derecho?
Un instante siquiera
Ay! díme lo que has hecho!
Todos los días, todos.
Tan noble y generoso
GIL.
Yo siento, ¡Dios piadoso,
¡Quién pudiera Morir el corazon dentro del pecho!
Realizar tan hermosa venturanza! —¿Y pudiste venir?
VIOLANTE. GIL.

Que viva mi esperanza. Un solo instante.


Y cuando muera yo, conmigo muera. VIOLANTE.
Hoy, ¡qué dichosa soy! ¡quién lo diría! Dejarme no podrás
GIL. GIL.
Violante, esa alegría ¡Calma, Violante,
Tu pecho ahogue cuando nace apénas.
VIOLANTE.
Calma, c a l m a ! ¿No es cierto
¡Horror!
Que t r a s e s t a mortal, hay otra vida
GIL.
En donde el alma cuida
De los que aquí no lian muerto? ¿Qué estás mirando?
¿No es cierto, vida mía, Díme, Violante, dímelo, ¿qué miras?
Que esa felicidad que no se alcanza, VIOLANTE.

L a e n c u e n t r a l a esperanza, ¡Un cadalso! ¡ay de mí! ¡Dios poderoso!


Que el bien le p r o m e t í a GIL.

Al corazon sediento, ¡Valor!


T r a s el h e r m o s o azul del firmamento? VIOLANTE.

VIOLANTE. Esto es delirio,


Siento un frío espantoso!
Sí, es v e r d a d ; m a s me asombra
Por qué m e dices e s o . . . . y es l o c u r a . . . . No te apartes de mí, que tengo miedo!
GIL. GIL.

Pues si es v e r d a d , Violante, esa ventura, ¡Violante!


No llores ¡ay! no llores, VIOLANTE.

Y el cáliz q u e colmaron los dolores No, no puedo,


Serena c o m o yo, serena, apura. No puedo resistir este martirio!
VIOLANTE.
¿Tú morir? ¡inhumano!
Morir tú?
No c o m p r e n d o .
GIL.
GIL.
Con Alonso, con mi hermano.
¡Infelice!
VIOLANTE.
VIOLANTE.
Mentira, si es mentira!
Tal vez deliras
Si tú no hiciste n a d a ,
Cuando m e e s t á s el alma torturando.
¡Si yo no puedo ser tan desdichada!
GIL.
GIL.
Ven y c o m p r e n d e ! Oh! vuelve en tí, respira!
(Tomándola de la mano y llevándola al Vuelve en tí, por favor: yo necesito
balcón.)
Que entre los dos se esconde?
Mirarte altiva y fuerte. [Después de la pausa necesaria para pre-
VIOLANTE.
parar la transición.)
Tienes r a z ó n . . . . yo quiero defenderte,
GIL.
Y si la muerte te persigue fiera,
O y e . . . . una noche, hace un año,
E n medio á mi dolor y mi quebranto,
En el templo te veía
Yo me opondré á la muerte Extasiado parecía
E n t r e ella y tú, he de h a c e r una b a r r e r a Que en derredor me era extraño
Con el r a u d a l inmenso de mi llanto. Todo cuanto en él miraba;
Me a r r o j a r é á los piés de los oidores.. . Tú sola estabas allí,
GIL.
Nada escuché, nada v i . . . .
Es i n ú t i l . . . . ¡Me amabas y yo te amaba!
VIOLANTE.
Contemplando aquel instante
¿Por qué? A la luz del templo santo,
GIL.
Ese peregrino encanto
¡Tu padre! Que Dios puso en tu semblante,
VIOLANTE.
Elevando con fe pura
¡Oh cielo! Miéntras que yo te veía,
GIL.
P l e g a r i a s del alma mía
N e g a r á n á tu acento sus favores Por tu bien y mi ventura,
Y su piedad á tu angustioso duelo! E s t a b a allí, con tal calma,
Tu p a d r e es mi enemigo, Tan feliz y satisfecho,
No h a de extinguirse su rencor profundo. Que tu alma estaba en mi pecho,
VIOLANTE. Y en tu pecho estaba mi alma.
P e r o y si yo le digo De pronto, sentí el ligero
GIL. Golpe de una mano en mi hombro,
Eso jamás! inútil insistencia! Torné la faz con asombro,
F u e r a firmar, Violante, mi sentencia Y vi cerca á un caballero.
Revelarle tu amor. ¡Es imposible! —¿Os gusta? Con voz sombría
VIOLANTE.
Díjome.—Sí, me parece,
Contesté.—Aún me estremece
¿Tan hondo es su rencor? ¿cuál es, responde,
Su torpe insulto, á fe mía;
E s e secreto horrible
f

GIL.
Pues apénas c o n t e s t a r a
Di si la culpa fué mía
Su pregunta impertinente,
O si de tu hermano fué!
Sentí como b r a s a ardiente
Dílo, dílo
Su rudo guante en mi cara!
VIOLANTE.
Nunca se vió i g u a l ejemplo, y
Tú no has sido
No, Violante ¡vive Dios!
Culpable el insulto s u y o . .
Y entre un tumulto, los dos
GIL.
Abandonamos el templo.
Por eso mi amor y el tuyo
Salimos de aquel tropel;
Siempre á la sombra han crecido
Mudo y sombrío partió,
Por eso en hondo misterio
Y mudo y sombrío, yo
Dios nuestras almas ligó,
Crucé cien calles t r a s él.
Y amor en ellas vivió
Detúvose á relucir
En perpetuo cautiverio;
Salieron ambos aceros;
¡Ay! ¡quién jamás pensaría
Allí, como c a b a l l e r o s ,
Que la flor de nuestro amor
E r a preciso m o r i r
Muriera mísera flor!
O matar m i a f a n tirano
Oculta á la luz del día!
Dióme fuerza, ó f u é la suerte
¡Quién creyera, dueño amado,
Di á mi enemigo la muerte;
Que siendo joven, adusto
Era ¡ay, Dios!
Me a r r a n c a r a el hado injusto,
VIOLANTE.
P a r a siempre de tu lado!
¡Era mi hermano! ¡Adiós!
GIL. VIOLANTE.
Sí, tu h e r m a n o ; t e aseguro, ¡Jamás! de tu juez
Violante, que l o i g n o r a b a ; Temo, Gil, á la violencia.
E l rostro se r e c a t a b a GIL.
Al reñir ¡yo te lo juro! J j Conociendo mi inocencia,
Así el rencor e n g e n d r é Me libertarán tal vez.
De tu p a d r e VIOLANTE.
yiOI.ANTE.
No te vayas, Gil-
¡Suerte impía!
GIL.

Violante, ESCENA VIL


Es preciso. Dichos y el OIDOR.
VIOLANTE. OIDOR.

No, jamás! ¡Iras del cielo! ¡Qué miro!


De mí no te apartarás! ¿Estoy soñando ó deliro?
GIL. GIL,

Déjame ¡Tu padre !


VIOLANTE. VIOLANTE.

¡Ay! [Despidiéndose.] ¡Jesús, mi padre!


GIL. OIDOR.

¡Horrible instante! ¿Que á esto el hado me sujete?


(.Haciendo ademan de retirarse.) ¿Un Avila aquí? ¡Tal mengua!
VIOLANTE. GIL.

(Corriendo hacia él y deteniéndole.) ¡Tal baldón! Tened la lengua!


¡Oh! no te vayas, no, no, O
Por el recuerdo siquiera VIOLANTE.
De aquella tarde hechicera, (A Gil muy bajo.)
Que tan rápida pasó, Repórtate
Porque tan dichosa fué; OIDOR.
Cuando de amores me hablaste, Tú, véte!
Cuando tu amor me juraste, (A Violante.)
Cuando mi amor te juré.
GIL.
E S C E N A VIII.
No me recuerdes el bien
El OIDOR y G I L G O N Z A L E Z .
Que hemos gozado tan poco.
OIDOR.
VIOLANTE.
¿Quién la puerta abriros pudo
Por tu amor
De la prisión? Por mi fé,
GIL.
¡Me vuelvo loco! Mañana mismo yo h a r é
VIOLANTE. Ahorcar á Sancho Bermudo!
Detén el paso, detén GIL.
Tu. marcha, aunque no te cuagrfl! Es acción digna de vos.
Que está trazado el camino
OIDOR.
De vuestra corta carrera?
Faltando así á la lealtad
GIL.
GIL.
No es eso, no, por mi nombre!
Díóme sólo libertad OIDOR.
Un instante Entonces
OIDOR. GIL.
¡Vive Dios! Vine, señor,
GIL. A pediros un favor.
OIDOR.
A la prisión le juré
Tornar, ¡por mi honor salí! (Aparte.)
Sabed que siempre cumplí Me causa miedo este hombre
CIL.
L a p a l a b r a que empeñé.
No penseis que pueda huir Vine á que me declareis
De v u e s t r a cobarde saña; Cuál es mi delito, cuál
Oidor de l a Nueva España, El de mi hermano.
OIDOR.
Yo soy noble, sé morir.
OIDOR. ¿Habrá tal?
¿Y qué vinisteis á hacer GIL.

A mi casa? ¿Qué buscáis? Calmaos, no os exaltéis.


Decid. Hoy en pos de mi capricho
GIL. Trocar papeles deseo;
Yo soy el juez, vos el reo.
¿No lo sospecháis?
OIDOR.
OIDOR.
¡Idos!
No lo a l c a n z o á comprender.
GIL.
¿Será quizás que temiendo
¡No! lo dicho, dicho.
A v u e s t r a s u e r t e precaria, OIDOR
Buscáis u n a intermediaria ¡Iras del cielo!
P a r a mí en Violante, siendo
GIL.
Así, que inútil ya fuera
Aguardad.
Cortar su c u r s o al destino;
OIDOR.
No llaméis en vuestra ayuda,
¿Qué cosa?
Que antes de llamar, sin duda
Vos me obligasteis á hablar
Lo estorbaré.
GIL.
OIDOR.
¡Mentisteis!
Bien, hablad.
OIDOR.
GIL.
¿Yo?
¿Por qué ultrajando la ley
GIL.
Han mandado los oidores
¡Sí, mentís!
Aprehendernos?
Y si no q u e r e i s . . . .
OIDOR.
(.Amenazándolo.)
Por traidores
OIDOR.
A su patria y á su rey!
N o . . . . no
GIL.
GIL.
(En una explosion de cólera.) 'Pues, decid, quién miente!
¡Dios de Dios! A un caballero OIDOR.
Tal insulto y tan villano.. . . Yo....
—¿Y mi mano? ¿Esta es mi mano? GIL.
¿Y mi acero? ¿Este es mi acero?
¿Confesáis? ¡Ah!
Mano y acero ¡oh dolor! OIDOR.
Quietos, quietos todavía ! Si insistís.. . .
—Ay, Violante, no sabía GIL.
Que era tan g r a n d e mi amor! ¿Hubo tal conjuración?
Xo lo pude concebir OIDOR.
Hasta este momento impío No.
Traidores, ¡oh D i o s ! . . . . ¡Dios mío! GIL.
Que no lo vuelva á decir! ¿La f r a g u á s t e i s cobarde?
Que no vuelva yo á escuchar OIDOR.
Esa p a l a b r a afrentosa Sí, Sí
—Conque decíais CIL.
¿Para hacer alarde
[Reprimiéndose mucho y volviéndose al
De perseguir la traición?
Oidor.]
OIDOR.
— N o . . . . no lo podéis n e g a r

Sea vuestra saña airada
GIL.
P a r a mí Perdón os pido
Y yo, ¿por qué, contestad,
P a r a un hermano q u e r i d o . . . .
Vuestra saña así merezco?
¡Alonso no os hizo nada!
OIDOR.

¿Por qué? ¡porque os aborrezco P a r a él compasion exijo


Con toda mi alma! ¿Teneis odio? pues aquí
GIL.
Estoy ¡vengad sólo en mí
Apartad. La s a n g r e de vuestro hijo!
¿Para eso el arma teneis Y si no teneis valor
Cuando aún no os tiembla la mano? P a r a vengarle en la lid,
¡Perdonad, si sois cristiano! Aquí está el acero herid,
¡Matad, si s a n g r e quereis! H e r i d . . . . herid sin temor!
Si porque una noche, esquiva (Presentando el pecho.)
Contra vos la airada suerte Pero mi h e r m a n o . . . .
OIDOR.
Hizo que hiriera de muerte
¡Oh, porfía!
A vuestra progenie a l t i v a . . . .
GIL.
Sentís en el corazon Bien sabéis que es inocente
Odio, rencor y venganza, ¡Pensad en un Dios clemente
Y en hondo abismo se lanza Que ha de juzgaros un día!
Ofuscada la razón; OIDOR.
Si tanto me aborrecéis, Bien decís ¡Oh! b a s t a ya,
Tomad mi vida, apurad Deponed vuestros e n o j o s . . . .
Mi sangre; pero pensad (Transición y apareciendo muy conato
Lo que con Alonso hacéis. vido.)
OIDOR. GIL.
Toca á la Audiencia juzgar Vedme aquí, señor, de hinojos.
Vuestra culpa, y si yo lucho (Haciendo ademan de arrodillarse.)
GIL. OIDOR.

En la Audiencia valéis m u c h o . . . . (Impidiendo que Gil se arrodille.)


(Movimiento del Oidor.) Alzad, Gil González.
E S C E N A IX.
Dichos y V I O L A N T E
¡Ah!
GIL.
OIDOR.

(Con mucha bondad y con el acento de la (A Violante en la puerta del fondo por
verdad.) donde ésta aparece.)
Cese al fin ese quebranto; Violante, valor!
B a s t a . . . . ¡se a r d e mi cabeza! Nuestro perdón he alcanzado.
¡Hay en vos t a n t a nobleza! VIOLANTE.

¡Me habéis conmovido tanto! ¡Gracias, Dios!


¿Vos de rodillas? ¡Ah! vos GIL.

Tan a l t i v o . . . . vos tan b r a v o . . . . Yo te prometo


Esa acción conquista al cabo Romper mañana el secreto
Mi v o l u n t a d . . . . ¡vive Dios! De nuestro amor desdichado!
(.Escribe rápidamente en un pergamino.) (Violante avanza al proscenio y contem-
Tomad ¡libres! m a s huid pla con mudo respeto d su padre que no
(Dándole lo escrito.) advierte que ella está allí, hasta que lo
De mi r e n c o r y mi saña indica el diálogo.)
Dejad á la N u e v a España,
Y volveos á Madrid. ESCENA X.
GIL. E L OIDOR y V I O L A N T E .
¡Gran Dios! Dios guarde, señor, OIDOR.

(Muy reconocido.) ¡Cuál se oculta la verdad


Vuestros d í a s . Paz, reposo, Bajo una serena frente!
Alcanza el q u e es generoso Yo aprendí de la serpiente
OIDOR. L a astuta malignidad.
(Se deja caer en el sillón y oculta la ca- Haré que apénas disfrute
beza entre las manos.) De su triunfo.—¡Ah, Violante!
Idos.... (Toma un pergamino y escribe.)
"Capitan Loira: al instante
L a sentencia se ejecute.
Al cadalso sin deplora
En sendas muías, llevad Bogaremos dulcemente
A árabos hermanos."—Triunfad, Sobre la mansa corriente
Triunfad, Avilas, ahora! Del hondo mar de la vida.
—Perafan. (Sale un criado) A su destino P a s a d a la lucha fiera,
Este pliego. (Se lo da.)—No te asombres; Veremos léjos y en calma,
L a libertad de esos hombres Las tempestades del alma
E n c i e r r a este pergamino. Desde la blanca r i b e r a . . . .
[A Violante que se le acerca.] (Rumor lejano y sordo del pueblo.)
[Él criado sf va en cuanto recibe el pliego.] ¿Que rumor? (Vá al balcón.) ¿qué miro allí?
VIOLANTE. ¿Por qué está allí todavía
Padre, vuestro pecho humano Ese cadalso ? Alma mía,
Cedió al fin ¿Por qué te a g i t a s así?
OIDOR. ¿Por qué la noche no encubre
¡Av, hija mía! Ese fantasma? ¿Es quimera?
VIOLANTE. ¡Luces luces por doquiera!
Así, señor, os quería, Se i l u m i n a . . . . se descubre
¡Dadme á besar vuestra mano! Su negro odioso a t a v i o . . . .
(El Oidor se va d su habitación y se en- Correr al pueblo se vé.
cierra por dentro.) [Suena un atambor.J
— ¡Ese atambor! ¿qué es? ¡ay! ¿qué?
ESCENA XI. (Llamando.)
V I O L A N T E , sola. ¡Padre!— ¡Dios mío! ¡Dios mío!
¡Corazon, respira, alienta! —¡Padre! -¡Inés!
Cuál brilla un sol en el alma,
Si se ahuyentan con la calma E S C E N A XII.
L a s n u b e s de la tormenta! V I O L A N T E é I N E S que viene de la calle.
INES.
¡Vida, vive ! pecho mío,
R e p o s a . . . . alma, álzate fuerte! S e ñ o r a . . . , ¡ay, Dios!
Que yft no pone 1¡\ muerte ¡Es horrible!
Cadenas á tu albedrío! VIOLANTE.

Alegre á mi amor asid.", ¿Qué es horrible?


INÉS. ¡Padre, por la 111 idre núa:
¡Van á morir! ! Vuelve d la pue.¡ ...
VIOLANTE. Abie. . . . ¡ay, Dios! por ia agonía
¡Imposible! De Cristo ! ¿Serás de ioca?
INÉS. Yo amo á Gil, ¡pad ¡ T e advierto
Yo los he visto á los dos. Que esto es horrible, espantoso!
VIOLANTE. Gil es mi a m a n t e . . . . !
¿Los viste? ¿Qué infamia es esa?
INÉS.
ESCENA XIII.
Dicha y el OIDOR que sale enfurecido y a r r a s t r a á su
El pueblo a u m e n t a . . . .
hija al proscenio.
VIOLANTE.
OIDOR.
(Yendo al balcón.) ¿No es falso?
¡Aü!
¡Ah! se ilumina el cadalso
VIOLANTE.
P a r a esperar á su presa.
[De rodillas.] ¡Jli esposo!
¡Padre, p a d r e , á Gil González
El es mi esposo sí ¡es cierto!
(A la puerta del oidor.)
OIDOR.
Van á m a t a r . . . n o . . . n o . . . no!
¿Tu esposo? ¡Mientes!
Dios de p i e d r a no te dio
VIOLANTE. •
L a s e n t r a ñ a s paternales!
Señor
¡Padre! ( V u e l v e al balcón) Mira, mira, allí va
OIDOR.
(A Inés.)
¡No puede ser tú me engañas!
L a fúnebre comitiva.
VIOLANTE.
(Vuelve d la puerta del Oidor que está en
No, que siento en mis entrañas,
el balcón.)
Padre, el frutó de su ainui !
¡Padre ! ¡Yo quiero que viva!
—Un sacerdote, bendijo
INÉS.
Nuestra unión ante el altar.
¡Dios mío! OIDOR.

VIOLANTE. ¡Ahí
[Que se acerca d Inés.] VIOLANTE.

¿No es tiempo ya? Vos 110 podéis m a t a r


—¡Siepto q u e nje vuelvo loga! Al que es padre de mi hijo!
OIDOR. TRISTAN.
¡Horor! no, nunca; eso no! ¡Eso no!
VIOLANTE. VIOLANTE.
¡Pronto! Tente sí ¡Lo mando yo!
OIDOR. ¡No ensangrientes mi camino!
¿Y si mientes Violante? TRISTAN.
VIOLANTE. Señora
Corred, corred un instante VIOLANTE.

Pudiera perdernos. (Se oye una campana.) A u n q u e no te cuadre,


VIOL. Y OIDR. Yo lo quiero, yo lo exijo
(Aterrados.) ¡Oh! (Pausa.) (Se acerca con gravedad al Oidor y le
OIDOR. dice:
¡Es ya tarde! —¡Un día vendrá mi hijo
VIOLANTE.' A preguntar por su padre!
íOne se dirige d la puerta del fondo.) Y al r e c o r d a r sus a g r a v i o s ,
¡Padre! Su orfandad y sus e n o j o s . . . .
OIDOR. ¿Qué han de decirle esos ojos?
(Deteniéndola.) Ven. ¿Qué han de decirle esos labios?
—Esa campana siniestra
OIDOR.
Su muerte anuncia ¡Perdón!
VIOLANTE.
ESCENA XIV. De mi duelo en pos,
Dichos y T R I S T A N que e n t r a con el puñal P a r a siempre os a b a n d o n o . . . .
desenvainado. (Se apoya en el brazo de Tristan.)
TRISTAN. ¡Padre! ¡padre!—¡Yo os perdono!
[Arrojándose sobre el Oidor.) ¡Así vos perdone Dios!
Y la vuestra! (Se vuelve hácia la puerta del fondo
La vuestra anuncia también! cae el telón.)
¡Traidor! ¡cobarde, asesino
(El Oidor retrocede horrorizado.) FIN.
VIOLANTE.
(Interponiéndose.)
Tristán, ¡atrás!
LUCHAS DE HONRA Y DE AM OR.

DRAMA EX 1RES ACTOS Y EX VERSO.

A la memoria del malogra-


do poeta, Herberto Rodríguez.

José Peón y Coniferas.

Mérida, Abril de 1876.


TERESA.
DOÑA JUANA.
LUIS.

D O N FRANCISCO. ACTO PRIMERO


SANTIAGO.
VECINA PRIMERA.
VECINA SEGUNDA.
Decoración-de calle. A la derecha del actor y formando
esquina, u n a v e r j a de m a d e r a que circunscribe un j a r -
din saliente, de m a n e r a que el espectador v e a el frente
de la-casa de D a Juana, con balcones en la fachada, URO
de éstos iluminado. E s t a v e r j a se extenderá sólo h a s t a
el primer término, uniéndose á la f a c h a d a de o t r a casa
sin jardín, en la cual se v e r á un balcón cerrado, pero
Epoca actual.—México. practicable. A la izquierda, casa con balcones c e r r a d o s
uno de los cuales será también practicable. Calles que
desembocan en el foro á izquierda y derecha.

ESCENA PRIMERA.
S A N T I A G O que a t r a v i e s a el escenario, dirigiéndose
A la v e r j a . L U I S que le sigue.
LUIS.
Eh! Santiago!
SANTIAGO.
(Deteniéndose.)
¿Quién m e l l a m a ?
LUIS.
D e t e n t e , ¡por D i o s ! e s p e r a . . . .
D é j a m e tomar aliento,
Que todo m e he vuelto piernas
E s t e drama se representó por p r i m e r a vez en el Teatro P a r a impedirte, Santiago,
Principal de México, l a noche del 12 de Julio de 1876, E-l t r a s p a s a r e s a v e r j a ,
SANTIAGO.
¿Cómo están tus hijos?
SANTIAGO.
(Que lo ha mirado fijamente.)
Don Luis! Buenos.
LUIS.
LUIS.
El mismo! ¿Cómo está Gertrudis?
SANTIAGO.
SANTIAGO.
Estoy loco! Buena.
LUIS.
Sepa usted que mi mujer
Cada día está más fresca,
Ven á mis b r a z o s . . . .aprieta.
Y pasa sobre los años,
(Lo abrasa.)
Que no pasan sobre ella.
SANTIAGO.
LUÍS.
Siento, señor, que de g u s t o
¡Pobre Gertrudis! No olvido
Me están faltando las fuerzas!
Que tantas noches en vela
LUIS.
Pasó por alimentarme
No hay razón
Con la s a n g r e de sus venas.
SANTIAGO.
¿De nú se h a acordado?
Razón de sobra:
SANTIAGO.
Tras de dos años de ausencia
Mucho:
Recibir á cielo raso
Eternamente se acuerda
De repente una sorpresa.—
Del niño que en otro tiempo
— ¡Digo que sí hay! pues de gozo
Llevó en sus brazos risueña.
No faltan quienes se mueran!—
LUIS.
Corro, corro á dar aviso
¿Y los nietos?
A la señorita
SANTIAGO.
LUIS.
Retozando
(Deteniéndole.) Como demonios en huelga.
Espera De allá vengo
SANTIAGO. LUIS.
Per«, señor Como siempre.
LUIS. SANTIAGO.
Más paciencia. Cuando dan las diez y media,
Ya sabe usted mi costumbre, —Además, soy tan dichoso,
Dejo al hijo y á la nuera Que miedo tengo de verla.
Y paso á paso me vuelvo Hay alegrías tan grandes,
A la casa Hay venturas tan inmensas,
LUIS.
Que en duda de o t r a s mayores
Pues con esa El alma teme perderlas.
Seguridad vine á verte L u e g o su tía es tan tarde
Y logré alcanzarte apénas Y una visita es molesta
P e r o vamos á otro asunto A tal h o r a . . . . acaso duermen
De tal interés SANTIAGO.

SANTIAGO. Qué han de dormir, ni lo piensan;


(Con sorna.) Si ya no es como denantes.
Cuál sea, D o ñ a J u a n a no se acuesta
No adivino Hasta las doce, y la niña
LUIS. Tocando el piano, en vela
Buen Santiago, Hasta ya muy tarde
Háblame de mi Teresa. LUIS.

Dime si está muy hermosa, (Sorprendido.)


Dime si vive contenta, ¡Calla!
Dime si la sorprendiste ¿Tiene piano mí Teresa?
SANTIAGO.
Suspirando por mi vuelta
¿De mí te habló muchas veces? Sí, señor: todas las noches
¿Qué te dijo? No le inquieta Lo toca, y cuando la llevan
Otro pesar que el a m a r g o Al baile
P e s a r de mi l a r g a ausencia? LUIS.

SANTIAGO.
(Con mayor sorpresa.)
Pero entre usted, de una v e z . . . . ¿Qué estás diciendo?
LUIS. ¿Teresa en los bailes?
No, de ninguna manera. SANTIAGO.
Vengo en t r a j e de camino (Con candor.)
Con polvo h a s t a la melena ¡Ea!
Y acude á bailes y á fiestas.
¿Y eso qué tiene de malo?
¿Qué p o d r á ser? T a n t a s cosas
¿Qué t i e n e usted, qué le inquieta?
P u e d e n ser, que las ideas,
LUIS.
E n confuso torbellino,
N a d a . . . . nada
Se a g o l p a n en mi cabeza.
SANTIAGO.
Ese cambio inesperado,
(Aparte.)
Y la distancia y la ausencia
P u e s se a s o m b r a
Vamos calma m á s que nunca
Qué tal si yo le dijera !
Necesito de cautela.
LUIS.
No sé por qué siento frío
S a n t i a g o , escucha: deseo
D e n t r o del alma, y r e s u e n a n
H a b l a r hoy mismo con ella
E n mi oído t r i s t e m e n t e
A n ú n c i a l e que h e venido.
Esas notas pasajeras.
(Se oye tocar el piano.)
T a l al oírlas p a r e c e
SANTIAGO.
Que c u a n d o el viento las lleva,
¿No dije? A t o c a r empieza.
Mis ilusiones queridas
LUIS.
Se v a n volando con ellas;
De p r o n t o no se lo digas;
Que un espantoso vacío
Prepárala ántes no espera
Al irse en mi pecho dejan,
Mi l l e g a d a , y
Y en el c o r a z o n a m a n t e
SANTIAGO.
Noche y soledad e t e r n a . (Cesa el piano.)
V o y al punto. — S a n t i a g o le h a b l a sin duda;
LUIS. L a triste a r m o n í a cesa
A n d a , que nadie lo sepa. V a á salir, su dulce a c e n t o
Díle q u e á la v e r j a s a l g a , V o l v e r é á e s c u c h a r al verla,
Y no a b a n d o n e s l a v e r j a ; Y como en días lejanos
P u e s c u a n d o se v a y a , quiero D i s i p a r á j n i s tristezas.
H a b l a r t e un momento.—Vuela.
E S C E N A III.
ESCENA H. LUIS, en la calle. TERESA en la verja.
LUIS. TERESA.
T e r e s a tiene un piano ¡Luis !
LUIS.
LUIS.
¿Y tú qué le decías?
¡Teresa de mi alma! TERESA.
TERESA.
Yo nada, nada.
¿Cuando has llegado? En tu defensa siempre
LUIS. L a voz de mi alma,
Tres horas hace apénas, Quedito, muy quedito
Mi dulce encanto, Mezclaba con tu nombre,
Tres horas sólo Tu amor y el mío.
TERESA. LUIS.

¡Ay, Luis, cuánta alegría! ¡Teresa idolatrada!


TERESA.
Me mata el gozo!
¿Entras? Ni aun celos tuve.
LUIS.
LUIS.
Bien hice en adorarte,
Es ya muy tarde,
Cielo sin nubes
Tu tía duerme TERESA.
TERESA. Mirando al cielo
Despierta está, ¿la llamo? Te enviaba mis suspiros,
Bien es que al verte Mi amor con ellos.
Tal vez se irrite P r e g u n t a á esos rosales
¿Sabes? No me ha dejado Cuánto he llorado:
Ni aun escribirte. Sus rosas con mi llanto
LUIS. Se marchitaron.
LUIS.
No la juzgaba i n g r a t a . . . .
TERESA.
Con esas l á g r i m a s
Regáronse las flores
Siempre me dijo
Que amor te guarda.
Qne e r a s tú, como todos,
TERESA.
Olvidadizo:
En tan a m a r g a ausencia
Que no c r e y e r a
En p a l a b r a s de amores J u z g a b a sueño
Que el viento lleva. L a celestial ventura
De amor tan tierno. LUIS.
Ahora que vuelves, ¡Si eres un ángel!
Como un sueño mis penas TERESA.
Desaparecen ¡Luis de mi vida!
¿Porqué tardaste tanto? Espérame un instante,
Dos años Voy por mi tía.
LUIS.
LUIS.
Hice Teresa, no, no vayas
Por a c o r t a r el tiempo Que ya te dejo.
Cuanto es posible. TERESA.
TERESA.
¿Te vas? espera.
¿Te h a s recibido? LUIS.
LUIS!
Es tarde:
Vengo con un diploma
Mañana vuelvo.
Muy honorífico.
¡Adiós, bien mío!
TERESA.
TERESA.
A curar aprendías
¡Bien haya mi ventura!
Males del cuerpo
LUIS.
Y el a l m a me e n f e r m a b a s . . . .
¡Yo te bendigo 1
S e r á s mal médico
Si no me curas.
ESCENA IV.
LUIS.
LUIS.
¡Bien mío!
¡Ay! y sin embargo sufro!
TERESA
Ni una palabra siquiera
Y haz de modo
Me dijo que revelara
Que ya no sufra.
El misterio de su nueva
LUIS.
Situación. ¿Por qné mi pecho
En b r e v e ¿Tú lo dudas?
Palpita con tal violencia?
He de curarte.
¿Le preguntaré á Santiago?
TERESA.
Oh! sí, sí pues me interesa
Casi me siento buena.
Es tan leal ; y tan bueno!
T, I.-8?
O d a r pábulo á mis penas.
B a j o su á s p e r a c o r t e z a SANTIAGO.
De p o r t e r o , un corazon ¿Yo señor? Bien s a b e usted
Noble y g e n e r o s o encierra. Que quien m a n d a . . . .
(Llamando d la reja.) LUIS.

E n recompensa
ESCENA V. De a l g ú n f a v o r , si es que alguno
LUIS y SANTIAGO. T e hice, S a n t i a g o .
SANTIAGO. SANTIAGO.

Señor ¿Qué espera


LUIS. Usted, señor, que no manda?
No r e c u e r d o nunca Yo obedezco, usted ordena.
L o s bienes que hice en la tierra; LUIS.
Quien h a c e el bien p o r hacerlo, C u a t r o a ñ o s hace que un día
No b u s c a la recompensa! Sin que s u p i e r a n T e r e s a
P e r o hoy, S a n t i a g o , es preciso Ni Doña J u a n a , que yo
Que p o n g a , y h a r t o me pesa, E r a quien te e n v i a b a á verlas,
Tu c a r i ñ o en l a b a l a n z a T e colocaste en la c a s a
Y tu g r a t i t u d á p r u e b a . P a r a cuidar de esa puerta,
No i g n o r a r á s que hay momentos, Y p a r a cuidar también
Que hay u n a h o r a s u p r e m a De la h e r m o s u r a que es p r e n d a
En que n u e s t r a alma adivina De mis a m o r e s . . . . no haciendo
Sin s a b e r , sin d a r s e cuenta El espía no tu e s f e r a
Del motivo, una d e s g r a c i a E s humilde, mas conozco
Que le a m e n a z a de c e r c a De tu pecho la n o b l e z a .
Eso que presentimiento SANTIAGO.

L a s g e n t e s l l a m a n . . . . sospecha (COK profundo reconocimiento.)


V a g a que t u r b a la m e n t e Señor!
Y que el corazon nos hiela LUIS.

Yo, S a n t i a g o , siento eso Con todo, S a n t i a g o ,


Aquí en el alma. T u l e n g u a Díme, que el saberlo es fuerza,
Yuede sólo consolarme
LUIS.
¿De dónde ha venido el cambio
De su condicion modesta? Habla.
SANTIAGO.
—Una lotería
Hace ya más de un año
SANTIAGO.
No Que un señor

No, señor! LUIS.

LUIS. Un señor! (Aparte.) Fiera


A l g u n a herencia. Destroza el pecho la ira
SANTIAGO.
Y apenas á hablar comienza !
Tampoco, señor, tampoco Sigue.
Si los pobres n u n c a heredan SANTIAGO.
Más que desdichas. Pocas noches falta
LUIS. A su visita, y apénas
¡Es cierto! Entró en la casa, acabaron
SANTIAGO. Las ansias de la pobreza.
Desdichas p r o p i a s y ajenas. No se tomaron costuras,
LUIS. Costuras se hicieron fuera.
Entonces Fué la señora á las tiendas;
(.Movimientode (Santiago.) Todo fué lujo y
No, no, Santiago,
LUIS.
Yo no te obligo no creas
¡Dios mío!
Que soy capaz de imponerme
No sigas, S a n t i a g o espera
Ni de abusar
Que pase el vértigo horrible
SANTIAGO.
Que t r a s t o r n a mi cabeza!
Dios no quiera
¿Dices que viene de noche?
Que le oculte n a d a Él sabe
SANTIAGO.
Si hago bien en darle cuenta.
De noche sólo
—Si usted no lo p r e g u n t a r a
Y hablase yo, chisma fuera; LUIS.

J4as si usted me lo pregunta, Y ¿tú piensas


Debe darle un respuesta Que hoy ha de venir? Santiago
Al espionaje — ¿y de día
SASTIAGO.
Nunca vino?
(iConmovido y tratando de ocultar la ver- SANTIAGO.

dad.) ¡Nunca!
LUIS.
Hoy n o . . . . ya es t a r d e . . . . si él l l e g a . . . .
Sella
Es más t e m p r a n o . . . . á las n u e v e . . . .
Tus labios. ¡Oh, b a s t a ! . . . . Un hombre
(Aparte.)
¡Ojalá que no viniera! De oscuridad se r o d e a
LUIS.
En el misterio se encubre.
¿No le conoces? ¿Qué quiere? ¿Qué es io que a n h e l a ? . . .
SANTIAGO.
L a virtud busca la sombra,
Envuelto P e r o de luz se alimenta,
En su ancha capa, no muestra Y si la luz la sorprende
Nunca el altivo semblante. Ni se oculta ni se vela.
LUIS. F u e g o de sol vivifica
¿Luego le has visto? La planta que en noche n e g r a
SANTIAGO. Sufrió el embate violento
L a s cejas De poderosa tormenta.
Sólo, y el adusto ceño Huye el reptil venenoso
De su mirada severa; A la alborada risueña,
Mas con t a n claras señales Y cuando la tarde muere,
Se vé lo que ver no deja. Se a r r a s t r a el vil en la yerba.
LUIS. Goza la astuta serpiente
No le seguiste? La lobreguez de la selva,
SANTIAGO. Y busca, si se ilumina
Señor El hondo lecho de piedra.
(Como avergonzado.) Y hasta el tigre carnicero
LUIS. Huye de la luz, si incendia
(Con mucha intención.) El rojo sol los espacios
Hoy desearía que fueras De la cristalina esfera;
Algún criado vulgar; Y a g u a r d a la noche, a g u a r d a
Alma traidora, dispuesta
Que el cervatillo se duerma, De su infinita ternura;
P a r a hincar la dura g a r r a L a voz armoniosa y pura
En la víctima indefensa De sus labios de coral !
—Retírate ya, Santiago ¿Puede así la hipocresía
SANTIAGO. Con máscara seductora
(Conmovido.) Cubrir la maldad impía?
Protesto á usted que me pesa No sufras más, alma mía.
LUIS. Maldice al destino y llora!
Has cumplido tus deberes. Oigo p a s o s . . . . Pesadumbre
Vete en paz y nada temas. A c a b a . . . . ! ¡Placer renace!
(Vdse Santiago.) (Compone nn cigarrillo.)
—Nada el alma satisface
ESCENA IV. ¿Qué es la vida? — ¡Sufrir!—Me hace
J.UIS. Usted favor de la lumbre?
Fuera á esa casa al instante, (A D. Francisco que viene descuidado y
Y al contemplar los despojos fumando un puro.)
De su pureza, triunfante
Vieran felices mis ojos ESCENA VII.
Palidecer su semblante. DON FRANCISCO y DON LUIS
Tanto el vicio ha de poder, LUIS.
Tanto la inicua maldad, [Reconociéndolo.]
Que así t r a n s f o r m a su sér, ,Tío!
Arcángel que fué beldad FRANCISCO.
En demonio que es mujer. ¡Luis!
Es tanto lo que la quiero, LUIS.
Es mi pasión tan ardiente, [Tira el cigarro.]
Que e n g a ñ a r m e lisonjero Lo he de tirar!
Pudo su rostro hechicero Como á usted no c o n o c í . . . .
¡Fascinadora serpiente! FRANCISCO.
Y aquella tierna dulzura, Cuando saliste de aquí,
La m i r a d a angelical Tú no sabías f u m a r .
- E s e vicio lo adquiriste Que se llama p r o g r e s a r .
En P a r i s . . . . E s fatalidad, desgracia
LUIS. Que nos a r r a s t r a á un abismo
Que usted presuma La hidra del aspirantismo
Francisco. Devora á la democracia.
Ya se vé como ahora f u m a Cáncer que implacable suerte
Todo el mundo Es cosa triste Multiplica y reproduce,
Aquellos tiempos murieron. Y que entre s a n g r e conduce
LUIS. A nuestra patria á la muerte.
¡Siempre en los tiempos pensando! Él, en ocasiones mil,
(Su eterna manía.) Sin combatir una idea,
FRANCISCO. Lanzó en el campo la t e a
¿Cuándo De la discordia civil.
Tan r a r a s cosas se vieron? Y hasta que uno solo mande,
Esa es al cabo costumbre No ha de a c a b a r este empeño.
Familiar Señor! señor! LUIS.

No hace mucho un aguador Todo en el mundo es pequeño


Vino á pedirme la lumbre! Antes de llegar á grande.
Todo es abuso, de todo Se salvan escollos, tío,
Hay que temer una ofensa; Si se lucha y se domina
Pero ya se vé, la prensa Así el arroyo camina
Ilustra al pueblo de un modo . . . . Antes de llegar al río.
Es espantoso el cinismo Si del bien en menoscabo,
Que está pervirtiendo al orbe: Luchas del bien nos alejan,
Todo lo bueno lo absorbe, Se cura el cáncer que dejan
Lo m a t a el liberalismo. Las cadenas del esclavo.
No hay respetos, y á j u z g a r . . . . La patria al fin se a l z a r á
LUIS. Despues de esa lucha, fuerte,
No está usted por el progreso Que combatiendo á la suerte
FRANCISCO. Ganando terreno v á .
NO sé, sobrino, qué es eso Usted piense como quiera;
Que es, le pese á su experiencia, Mas las mías no sujeto
L a libertad de conciencia A las de usted.
La libertad verdadera. FRANCISCO.
Marchemos, pues, adelaute ¡Vanidoso!
Y en la igualdad —¿Y qué haces en hora tal
FRANCISCO. En tan lejano paraje,
[Exaltado bruscamente.] Cuando el cansancio del v i a j e . . . ,
¡Igualarnos! LUIS.
Luis, ¿hoy vamos á enfadarnos?
E s . . . . que soy original.
Y a te he reñido bastante.
Y ¿usted á salir se atreve,
Sólo es mi anhelo que v e a s
Usted que el sueño concilia,
L a s cosas bajo otro prisma,
P o r tradición de familia,
Y que en tu conciencia misma
Cuando más tarde á las nueve?
Renuncies á tus ideas.
FRANCISCO.
Creía, Luis, que al volver
(Buscando una disculpa.)
De E u r o p a donde otras leyes
Cierto, c i e r t o . . . . una rareza
LUIS.
Es que me s a l g a de quicio
¿Va usted á hablar de reyes,
H a g o un poco de ejercicio
Tío? ¿A hablarme del poder
Por sacudir la pereza.
De las coronadas testas,
Ya tengo achaques de viejo;
De imperios y monarquías?
Mas puesto que hay ocasion,
FRANCISCO.
P a r a tu reputación
L a s mismas de aquellos días
Te voy á dar un consejo.
Son, sobrino, tus respuestas.
Evita los extravíos,
Si n a d a he de conseguir,
Porque un hombre de tu estado
Dejémoslo todo á un lado.
Debe tener g r a n cuidado
LUIS. Con andarse en amoríos.
Usted, tio, es el pasado; Jóven y rico y doctor
Yo voy con el porvenir. Cuando empiezas á vivir,
¿Qué hemos de hacer? Obsequioso Debes cauteloso huir
i" o sus ideas respeto; P e ] YHlgo murmurR^QP.
Hay tantos que se recrean Su paso apénas se oye.
En el mal, cuando es a j e n o . . . . (Espiando por la esquina d lo largo de
Nunca ha bastado ser bueno, la calle.)
Es preciso que lo vean. No hay nadie en la calle.—Vamos.
Así, pues [Se entra en la calle.]
LUIS. A lo de siempre.—Se esconde
Conforme, tío; Bien el semblante (Embozándose.) Se llama.
P e r o sigamos andando. (Llama á la puerta.)
Le estoy á usted molestando. ¿Quién me ve? ¿Quién me conoce?
FRANCISCO. [Desaparece por la verja]
No, vete á casa Confío
ESCENA IX.
E n que m a ñ a n a
Se abren los postigos de derecha 6 izquierda de la calle
LUIS.
y se asoman dos vecinas.
Eso es
VECINA I A
—Siempre le estaré obligado
Vecina, ¿le ha visto usted?
FRANCISCO.
VECINA 2A
Debes estar muy cansado.
¡Qué mujeres y qué hombres!
¡Ea!
VECINA IA
LUIS.
Hasta mañana, vecina.
¡Adiós!
VECINA 2A
FRANCISCO.
Vecina, ¡muy buenas noches!
Hasta despues.
[Cierran los postigos]
[Váse Luis]
[Esta escena última muy rápida.]
(D. Francisco baja al proscenio y se es-
[Telón rapidísimo./
conde en la esquina saliente.)

ESCENA VIII.
DON F R A N C I S C O . FIN DEL ACTO PRIMERO.
¡Fatal encuentro! Es preciso
Que un nuevo partido tome!
—Se aleja, s í . . . . s í . . . . se alejft.
ACTO SEGUNDO.

Sala lujosamente amueblada.-Puerta al fondo y


laterales.—Es de noche.

ESCENA I .
TERESA, sola, terminando de adornar un vestido.
¡No ha venido en todo el día!
¡Quién lo pudiera creer!
Si será verdad, ¡Dios mío!
Que no hay en el mundo fé
—Y Luis á pesar de todo
ESCENA II.
TERESA, DOÑA JUANA, en traje de calle v dirigiéndose
á la puerta del fondo.
TERESA.

Tía, tía, ¿se va usted?


JUANA.

Voy á la iglesia, que hay vísperas.


TERESA.

Sola quedo
TERESA.
JUANA. Puede ser.
Volveré
JUANA.
Pronto, Teresa, ya sabes Secretitos
Que nunca tardo. TERESA.
TERESA.
Es que temo
Muy bien. Equivocarme si á usted
JUANA. L e doy cuenta de un suceso
¿Has terminado el vestido? JUANA.
TERESA. Vamos, dime lo que es,
Sí, é ignoro para qué Y si la razón te asiste,
JUANA. Yo razonable seré.
No c o m p r e n d o . . . . TERESA.

TERESA.
Antes de anoche, señora,
Fui por la segunda vez
Si á los bailes
Al baile, y ni solo un instante
Tía, nunca he de volver,
P a z y ventura gocé.
Claro es que no necesito
Algo veía en los ojos
Esos traj'es
De las que en bello tropel
JUANA.
Gozaban al humillarme
No está bien
Con desdeñosa altivez.
Que eso digas, y es extraño
Al verme, hablaban quedito,
Que el natural i n k tés
Se decían no se qué
De lucir tus r a r a s prendas,
Mal encubiertas palabras.
Al traste al cabo no dé
JUANA.
Con tu carácter, venciendo
Su acostumbrada esquivez. Elogiándote tal vez.
TERESA.
TERESA.
Nunca al elogio acompaña
Tía....
La sonrisa del desdén.
JUANA.
JUANA.
Acaso otro motivo
L a envidia es murmuradora,
Que me ocultas
- 312 —

Envidia sin duda fué.


TERESA. Todo eso ¿qué significa?
El semblante de la envidia D i g a usted, quiero s a b e r
Se cubre con palidez, Por qué me u l t r a j a n las gentes,
Y aquellos semblantes, tía, Por qué me insultan, por qué ?
Enrojecidos miré. JUANA.
Ningún cariñoso acento Yo n a d a de eso he notado:
Vino en mi oído á verter, Tu inexperiencia tal vez,
Ni una f r a s e seductora, Hace que abultes, Teresa,
Ni una p a l a b r a de miel. Lo que bien pudiera ser
Y si un g a l a n mi cintura, Casualidad ó el efecto
De a l e g r e danza al vaivén De un envidioso desdén.
Estrechó, a l g o me dijo Tus g r a c i a s y tu hermosura,
Que me hizo palidecer De tu cuerpo la esbeltez,
De dolor y de vergüenza. El poderoso atractivo
JUANA. De tu mirada sin hiél;
Tánta infamia La perfección de tus manos,
TERESA. Lo pequeño de tus pies,
Tanta fué, Son otros tantos motivos
Que á mi asiento anonadada, Que en la sociedad cruel,
Desvanecida, al cruel Pábulo dan á la saña
L e supliqué me llevase De l a crítica soez.
¡No me podía tener! TERESA.
Apénas llego al estrado, Vale más huir de ella.
¡Ay tía! cuando noté
JUANA.
Que una j o v e n á mi lado, Tú sabes lo que has de hacer.
Mirándome de través,
TERESA.
Se levantó de aquel sitio
Resuelta estoy, decidida,
Ruborizada, y se fué
Y si insiste Don Miguel
—Y allí me dejaron sola;
JUANA.
Tía, si sospecha usted
Tu tío, niña, tu tío

í"
JUANA.
TERESA.

No me puedo convencer TERESA.
De que goce en molestarme, Y ¿por qué?
Si tanto me a m a ¿Pues qué tiene eso de malo?
JUANA. JUANA.
Ya ves De malo, no, nada.
Con qué solícito esmero TERESA.
Se interesa por tu bien. Y bien!
El te procuró maestros JUANA.
Que te educasen (Como para salir del paso.)
TERESA. Es que á tu edad, ciertas cosas
Lo sé. No se pueden c o m p r e n d e r . . . .
JUANA. Yo creo que Luis te engaña;
Goza con tus adelantos, Tengo miedo nó sé qué
Y sólo tiene placer Voz misteriosa me dice
TERESA.
TERESA.
Siempre lo mismo!
Es verdad, me quiere mucho;
JUANA.
Negarlo nunca podré.
El deber.
JUANA.
TERESA.
El es el único hombre Tía, hablemos de otra cosa
Que debiera merecer P u e s es inútil que'usted
L a cariñosa] ternura Insista, y á su exigencia
De tu pecho No me es dadorobedecer.
TERESA.
—Voy á g u a r d a r este traje.
¿Sabe usted (Aparte.)
¡Que yo me olvide de él!
Que anoche ha llegado Luis?
(Vase.)
JUANA.
JUANA.
No se lo digas á él. L a fatalidad lo g u í a
TERESA.
Oh Dios! ¿Qué va á suceder
¿A mi tío?
ESCENA III. Que Don Francisco le vea . . .
DOÑAJUANA. (Llaman.)
El, que la ama receloso, Llaman ¡ah! ¿por qué una idea
Cuando sepa estos amores, No me ocurre?
V a á n e g a r l e los favores
Que le brindó c a r i ñ o s o . . . . ESCENA IV.
El que todo se lo ha dado, DOÑA J U A N A Y DON F R A N C I S C O .
P e n s a r á que descuidé FRANCISCO.
Su juventud, y dejé Dios te guarde.
Que un g a l a n enamorado, —Temprano en esta ocasión
T r a s una vana promesa, lie v e n i d o . . . .
Su corazón conquistara. JUANA.
Si como pienso, p e n s a r a ¿Hay qué dudar?
Prudente y cauta Teresa! FIANCISCO.
Yo necesito impedir, E s necesario tomar
Pues tan temerosa estoy, Una determinación.
El que aquí se encuentren hoy, Más tiempo ya no podemos
Por lo que pueda o c u r r i r . . . . Vivir de este modo, Juana,
Y Luis ¿qué es? Un truhán Y de México, m a ñ a n a
Como tantos. ¡Quién creyera Sin falta salir debemos.
Que ausencia tan l a r g a f u e r a
JUANA.
Incentivo de su afan!
¿Salir mañana?
E s verdad que le debí
Un servicio—es caballero;— FRANCISCO.

—Mas astuto amor y a r t e r o Si, tal.


P a s ó una vez junto á mí.— JUANA.
Como nunca enamorado, Teresa no ha de querer.
Parece que el mozo ha vuelto FRANCISCO.
Más decidido y resuelto Pues ello tiene que ser.
Que ántes de haberse marchado.
JUANA.
Si para impedir no es tarde,
Don Francisco
FRANCISCO. JUANA.
Es natural P u e s si en eso estriba todo
Que la chica se resista Su bienestar
Como l a otra vez FRANCISCO.

JUANA. Claro es.


Y espero... Por nuestro propio interés
FRANCISCO. De obligarla busca el modo.
L o que es a h o r a no quiero Así la existencia pasa
Que del viaje se desista. Tristemente, tú lo has visto;
Derecho tengo sobrado Todo desde hoy está listo;
P a r a obligarla, señora, Y a tengo en Puebla u n a casa
Y supongo que no ignora Que es tuya Con eso, Juana,
Que todo cuanto le he dado Ahorramos disgustos mil:
JUANA.
Voy por el ferrocarril
Lo sabe y sin sospechar Una vez á la semana
El verdadero motivo. A visitarlas Comprende
FRANCISCO .
Que así nada más se evita
Yo no sé ni cómo vivo| L a murmuración maldita
Con tan hondo malestar; Que ya sus g a r r a s nos tiende.
Temeroso de que un día (Sale Teresa.)
Descubran que á verlas vengo Teresa, ¡qué hermosa está!
Y que otra casa mantengo
Que no es ante el mundo mía. ESCENA V.
Su respeto me asegura DICHOS y TERESA.
Mi alto puesto, y es razón FRANCISCO.

Que de mi reputación (A Teresa.)


Conserve siempre la altura Tienes un aire tan triste.
E s fuerza poner en obra TERESA.

Mis planes, J u a n a , á eso vine, Aprensiones.


Y p a r a siempre termine FRANCISCO.

Esta p e r ptua zozobra.e! Di, ¿qué hiciste


Mira esto que te he comprado
De aquel vals? ¿Lo sabes ya?
Porque estudies y adelantes.
Estudias, Teresa, poco,
Y eso al fin me va á enojar. TERESA.
¡Un anillo de brillantes!
TERESA.
¡Qué bonito!
Ah! n o
(Se acerca á la luz y lo contempla mien-
FRANCISCO.
tras Don Francisco habla con Juana.)
Oirte tocar,
S a b e s que me vuelve loco. FRANCISCO.

TERESA. (A Juana.)
Mi tía es un fiel testigo L e ha gustado.
De que estudio Más calma, Juana, más calma;
FRANCISCO. Ella, al fin, ha de quererme.
Bueno, bien: JUANA.
T o c a algo, vamos, y ten Tal creo.
Ménos esquivez conmigo.
FRANCISCO.
Es preciso que me quieras,
El cariño duerme
Teresa, ¿no es cierto? Mucho tiempo dentro el alma:
TERESA. Un día despertará
Sí. Grande y profundo.
FRANCISCO.
JUANA.
P u e s pensando sólo en tí,
Tal pienso.
P a s o las horas enteras.
FRANCISCO.
Vamos, toca.
Y llena de gozo inmenso
JUANA.
A mis brazos volará.
Todavía ¿Qué te parece?
No puede
(A Teresa.)
TERESA.
TERESA.
Ya se lo he dicho.
FRANCISCO.
¡Precioso!
FRANCISCO.
¡Bah! Yo nunca me encapricho;
Ya t o c a r á s otro día. En tu mano lo está más.
TERESA. Si te hago un obsequio?
¿De veras? TERESA.
FRANCISCO. ¡Bah!
Cierto. FRANCISCO.
TERESA.
Siendo mío ese r e g a l o
¡Jamás
TERESA.
Vi un brillante más hermoso!
Con todo, va usted á oír.
(Se lo quiere quitar del dedo.)
JUANA.
FRANCISCO.
Detenerme no esperaba:
No te lo quites del dedo
Cuando usted entró, estaba
Que es de mi cariño prenda.
Disponiéndome á salir.
TERESA.
¿Usted me acompaña?
(Con intención entre maliciosa y Cándida.)
FRANCISCO.
Preciso es que usted entienda
Que de usarlo tengo miedo. Pues
FRANCISCO. Oiré primero, y si acaso
No adivino JUANA.

TERESA. ¡Ali! No, no quién hace caso


Bien podría De muchachadas, despues
Sufrir alguno al mirarlo (Necesitamos hablar,
JUANA. (Aparte á Don Francisco.)
Teresa, debes callarlo. Don Francisco, en este instante
FRANCISCO. Sobre un asunto importante.)
No c o m p r e n d o . . . . TERESA.
JUANA. (A Don Francisco.)
¡Calla! Usted no quiere escuchar.
TERESA. JUANA.
Tía, Vamos ya.
Se oculta aquello que es malo. TERESA.
FRANCISCO. (Preocupada.)
¿Quién disgustarse podrá Quién adivina
LUIS.
FRANCISCO.

Volvemos pronto. ¿Te inquieta? Señora, estoy como debo


TERESA.
TERESA.

Será despues ¡Luis!


LUIS.
JUANA.

(.Acercándose á Teresa.) ¡Quién lo hubiera creído?


¡Indiscreta! Respirar apénas puedo
¡Ay de tí si hablas, sobrina! Aire que afrenta, emponzoña.
TERESA.
ESCENA VI. ¡Oh, qué e s c u c h o ! . . . . Yo no creo
TERESA. Lo que miro.
¿Qué misterio me rodea, LUIS.
Cielo s a n t o , que no entiendo? Algunas veces,
¿Qué importa que mis amores
En no muy lejanos tiempos,
Sepa D o n Miguel? ¿Qué empeño?
Pisó este suelo mi planta,
Si a d o r o á Luis con el alma
Cubrió mi frente este techo;
Y el no verle es un tormento,
Y me sentí tan honrado,
¿He de t o r t u r a r m e el alma
E r a en aquellos momentos
A d o r á n d o l e en silencio?
Tan feliz, que el alma diera
Por volver un punto á ellos
ESCENA VII.
-Allí en lugar de ese mueble
TERESA y LUIS.
En que hiriendo el marfil terso
TERESA.
Tus manos blancas a r r a n c a n
¡Luis!
Melodías al infierno,
LUIS.
E s t a b a un altar sencillo
Señora.
De blanco mantel cubierto,
TERESA.
Donde un lámpara pura,
¿Qué te pasa?
Como eran tus pensamientos,
¿Por qué con extraño aspecto,
Ardía, simbolizando
Adusto ceño y sombrío
La llama de nuestros pechos.
En tu rostro airado veo?
Allí donde hace lucir
¿Qué t e admira? ¿Por qué callas?
t

Rosado nácar el ébano LUIS.

De ese juguete del arte ¡Vergüenza y vilipendio!


Primoroso costurero, TERESA.

La máquina de coser ¡Basta, basta! s a l g a usted


Me hablaba con su silencio De esta casa, caballero,
De muchos días de prueba, En donde honrada he vivido
De muchas noches sin sueño, Y honrada exigirle debo
En que esperaba el t r a b a j o Que su exaltación refrene,
El fruto de su desvelo Que no me falte al respeto.
¿Qué significa este lujo? LUIS.
¿Qué los dorados espejos ¿Qué escucho qué?
Donde enseñaste á tu rostro TERESA.
L a expresión del fingimiento? ¿Quien le ha dado
TERESA. A usted, señor, el derecho
¡Luis! ¡Ay, L u i s ! . . . . . . ¿Te has vuelto loco? De insultarme? Salga u s t e d . . . .
LUIS. LUIS.

¡Loco tal vez! Plegue al cielo (Como volviendo en si)


Teresa, ¿qué pasa? ¡Cielos!
Que al despertar de esta horrible
¡Perdón, Teresa!
Pesadilla, de este ensueño,
TERESA.
En negro abismo de sombras
Quede hundido mi cerebro. ¿Qaé es esto?
TERESA. LUIS.

Luis, ¡por fi»vor! reflexiona, Esto es que estoy confundido.


Dime, por Dios, ¿qué te he hecho? En tus n e g r o s ojos leo
LUIS.
Que en tu alma, pura y sin mancha,
La virtud alza su templo.
¡Lo p r e g u n t a todavía,
—¿Quién es ese hombre que viene
Y está brillando en su dedo
Todas las noches envuelto
El premio de sus favores!
En las sombras?
TERESA.
TERESA.
(Con altivez.)
(Con cierto desden.) Don Miguel.
¡Luis!
.1 - ¿ i
Le conozco hace año y medio; De preguntarlo.
Es de mi tía un pariente. LUIS.
A E u r o p a fué muy pequeño; Ya caigo.
Nunca escribió á su familia, Entonces, Teresa, llego
Aquí le creyeron muerto, A tiempo de que se evite
Y un día se apareció La inicua acción que preveo.
Rico, sin hijos, dispuesto TERESA.
A quererme, y su cariño ¿Qué quieres decir?
Correspondo como puedo LUIS.
LUIS. ¡Oh, calla!
¿En dónde vive? Que tu no comprendes eso.
TERESA. Tú del mundo sólo has visto
Nó sé. La a l e g r e campiña, el cielo,
LUIS. Luz, perfumes, horizontes,
Es e x t r a ñ o . Aves y flores y besos.
TERESA. Tú sólo has visto del:río
No lo niego; Las mansas a g u a s corriendo:
Es verdad, tienes razón, No lo viste alborotado
Nunca á mí me lo dijeron. T o r c e r sus ondas violento,
LUIS. Salir del cauce profundo,
¿De día no las visita? B a ñ a r su orilla con cieno,
TERESA. Dar sepultura á la flor
Nunca, nunca y estoy viendo T r o n c h a d a en el talle esbelto,
Como una luz en el caos Al reflejar en sus a g u a s
De mis ideas. El oscuro firmamento.
LUIS. —¡Teresa, sin honra vives!
Yo p i e n s o . . . . . . TERESA.
¿No preguntaste? ¡Qué escucho!
TERESA.
LUIS.
.Mi tía
El mundo perverso
C o n t r a r i a b a mi deseo Girones hace tu nombre;
ta
SANTIAGO.
T e emponzoña con su aliento!
Preciso es que de aquí salgas. No se separa de mí.
TERESA. [A Teresa.]
¿Que salga? No te comprendo. P o r usted sólo he podido
LUIS. Quedarme, y no me he marchado
¿Me amas, Teresa? No me g u s t a ser criado
TERESA. De un amo desconocido
Soy tuya, Ni un solo día se pasa
Tu esclava soy, pero temo Sin que me pregunten
LUIS.
LUIS.
Quita.
No temas. ¡Hola, Santiago!
TERESA.
Hoy mismo la señorita
¿Qué vas á h a c e r ? \ ^ V a á abandonar esta casa.
SANTIAGO.
LUIS.
Un momento. Y a lo sé.
LUIS.
ESCENA VIII. ¿Que tú lo sabes?
Dichos y SANTIAGO. SANTIAGO.
LUIS. Hoy, al salir doña J u a n a ,
Santiago, di, ¿cambiarías Dijo: "prevente, mañana
T i f miserable aposento Salimos por causas graves,
Donde has pasado contento Fuera de México, ¿estás?"
T a n t a s noches, tantos días, TERESA.
Tu h o g a r modesto y sencillo Nada me h a n dicho. Salir
Por esta espléndida sala LUIS.
Donde luce t a n t a gala, ¡Que te habían de decir!
Donde ofusca tanto brillo?
TERESA.
SANTIAGO.
¡Oh Dios'
No señor, se pasa allí
LUIS.
Tranquila vida y dichosa
¿Comprendiendo vas?
LUIS.
,Infames!
¿Está contigo tu esposa?
TERESA. Como otras muchas, su nombre.
¡Llaman! E s justo que al cielo clame
LUIS. En suplicio t a n profundo.
¡Ah! quiero ¡Aún hay quien h a c e en el mundo
Q u i e r o que b a j e s al punto sí Un tráfico t a n infame!
Con S a n t i a g o Voces o i g o . . . . s u b e n . . . . s í . . . .
TERESA. ¡Bendita sea mi suerte!
¿Yo? ¡A}' de mí! V e r e m o s quién es m á s f u e r t e .
¡Que b a j e ! (Se oculta tras una puerta.)
Ll'IS.

Con el p o r t e r o E S C E Ñ A X.
Y con la santa mujer DON FRANCISCO y DOÑA JUANA.
Q u e e n t r e cariñosos lazos, FRANCISCO.

Un d í a a m a n t e en sus b r a z o s Que sí.


Me vió, dichoso, crecer. JUANA.

TERESA. Que no.


¿Con Gertrudis? FRANCISCO.

LUIS. Resolví
Sí; con ella, Partir mañana, y ahora
O á v e r m e no volverás. ¿Puede m á s que mi albedrío
TERESA. El de usted?
Vamos, Santiago.
LUIS. E S C E N A XI.
Verás DICHOS y LUIS.
B r i l l a r m á s p u r a tu estrella. FRANCISCO.

¡Sobrino!
E S C E N A IX. LUIS.
LUIS. Tío.
C o n o c e r quiero á ese hombre, Muy b u e n a s noches, s e ñ o r a .
Q u i e r o v e r á esa m u j e r ¿Conque e r a usted? Pues, ¡por Dios
Que así se a t r e v e á vender, Que no m e lo i m a g i n é !
FRANCISCO. FRANCISCO.

Aquí, ¿qué buscas? Si no procuras


JUANA. LUIS.
Sí, ¿qué? E s t a r quiero satisfecho
LUIS. D i g a usted, ¿con qué derecho
(A Don Francisco.) E n t r a en esta casa á oscuras?
¡Hallarnos aquí los dos! Y usted, señora, que calla
De la moral en servicio, Con esa calma aparente,
Virtud de día pregona, Tal vez porque en su alma siente
Y de noche se abandona Que el remordimiento estalla;
Al escándalo del vicio! Si en un tesoro h a soñado,
¡Silencio! tras sus agravios Yo puedo darle un t e s o r o . . . .
No pretenda usté en su ira, [Arroja un bolsillo.]
Con una infame mentira Ahí tiene usted ese oro
Hacer que callen mis labios. Que le pago adelantado.
FRANCISCO. Soy rico, y pues satisfice
A t a n miserable insulto Sus deseos, de mi a m o r . . . .
LUIS. JUANA.

Insulto me h a c e mayor Ese hombre


Quien viene á robar mi airor [En este momento aparece Teresa con
Entre las sombras oculto. Santiago.]
FRANCISCO. FRANCISCO.

¡Por Dios! que ya me sofoca ¡Basta! ¡Oh furor!


LUIS. ¡Yo soy su padre!
D i g a usted que le confundo.
FRANCISCO.
ESCENA XII.
E l mundo DICHOS, TERESA y SANTIAGO.
TERESA.
LUIS.

¡Calle usted, el mundo ¿Qué dice?


LUIS.
E s t á hablando por mi boca!
El mundo ¡Ah!
- 336 -

TERESA.

¡Mi padre! ¡Dios clemente!


FRANCISCO.

Es forzoso que te exija


(Señalando el bolsillo. Teresa, corre ha-
cia Don Francisco, pero Luis la detiene
con el brazo y la hace retroceder, al N
mismo tiempo que Doña Juana y Don
Francisco bajan las frentes.)
LUIS.

¡Padre, y deshonra á su hija!


—Ese no es tu padre, ¡miente! ACTO TERCERO.
FIN DEL ACTO SEGUNDO .

Sala en casa de D. Francisco.—Mesa, etc.—Puerta


fondo y laterales.

ESCENA I.
DON FRANCISCO.
¡En vano mi coraron
Angustiado se violenta
En-conjurar la tormenta
De mi extraña situación!
De fortuna en los reveses
Difícil es encontrar
El modo de conciliar
Afecciones é i n t e r e s e s . . . .
(Viendo aparecer á Luis.)
¡Ah! ¡y se atreve á v o l v e r ! . . . ,
¿Qué quiere usted?
- 336 -

TERESA.

¡Mi padre! ¡Dios clemente!


FRANCISCO.

Es forzoso que te exija


(Señalando el bolsillo. Teresa, corre ha-
cia Don Francisco, pero Luis la detiene
con el brazo y la hace retroceder, al N
mismo tiempo que Doña Juana y Don
Francisco bajan las frentes.)
LUIS.

¡Padre, y deshonra á su hija!


—Ese no es tu padre, ¡miente! ACTO TERCERO.
FIN DEL ACTO SEGUNDO .

Sala en casa de D. Francisco.—Mesa, etc.—Puerta


fondo y laterales.

ESCENA I.
DON FRANCISCO.
¡En vano mi coraron
Angustiado se violenta
En-conjurar la tormenta
De mi extraña situación!
De fortuna en los reveses
Difícil es encontrar
El modo de conciliar
Afecciones é i n t e r e s e s . . . .
(Viendo aparecer d Luis.)
¡Ah! ¡y se atreve á v o l v e r ! . . . ,
¿Qué quiere usted?
ESCENA II. • No puede ser más tirana
DON FRANCISCO y LUIS. FRANCISCO.

LUIS. Yo sé lo que debo hacer.


LUIS.
Casi n a d a . . . .
FRANCISCO.
H a g a usted porque de ayer
Nadie se acuerde mañana:
Esta casa está c e r r a d a
Piense usted que un porvenir
P a r a usted.
Pudiera acaso r o b a r m e
LUIS.
Bien puede ser; FRANCISCO.

Pero he de encontrarla abierta (Con altivez.)


Miéntras no cierre mi herida, ¿Tú eres quien ha de enseñarme
Miéntras la deshonra impida Mi obligación á cumplir?
Que s a l g a por esa puerta. LUIS.
Tío, usted no se enoje: E r a una noche en que yo
Me escucha, ó de lo contrario, Velaba en un hospital,
Si usted puede, es necesario Cuando con pena mortal
Que por el balcón me arroje. A mi presencia llegó
FRANCISCO. Triste mujer desolada,
¿Me amenazas? Porque en su casa moría
LUIS. Una infeliz, y pedía
No amenazo Amparo la desdichada.
A usted; pero me interesa Salí á la calle tras ella,
Que estando unido á Teresa Llegué á una humilde mansión
Con tan poderoso lazo, Donde la consternación
El lazo de amor, más fuerte Había estampado su huella.
Que el que con usted la liga, Me acerco á Un lecho: un instante
Al mundo entero le diga Se a g i t a y se desaliña
FRANCISCO. Una mujer, casi niña.
Ya te comprendo. El moribundo semblante
LUIS. Volvió con honda inquietud,
(Con tono de ligera súplica.] Clavó sus ojos en mí,
Su suerte
Y un reflejo en ellos vi
En cielo de la alegría,
De su h e r m o s a juventud
Y en él la esperanza mía
¡Pobres mujeres! Impia
Pensó su ventura hallar.
T r a t á b a l a s la fortuna:
Ella á mí nada me exige,
D o ñ a J u a n a era una,
Mi posicion ignoró:
Teresa l a que moría.
Ni ella me lo preguntó
Su aflictiva situación
Ni yo nunca se lo dije.
A b l a n d a r a h a s t a los b r o n c e s . .
Con tan entrañable amor
¿Dónde e s t a b a usted entonces,
Juzgue usted si esta querella..
Cumpliendo su obligación?
FRANCISCO.
Culto r e n d í á su pobreza,
Casarte puedes con ella.
Triunfó l a ciencia entre tanto,
LUIS.
Y su virginal encanto Devuélvale usted su honor.
Recobró naturaleza. FRANCISCO.
A su a m a r g a soledad
Honrada es.
E r a forzoso acudir,
LUIS.
Y á un seguro porvenir
P e n s a r no puedo
De llanto y mendicidad.
Que usted
Y busqué, sin que de mí
FRANCISCO.
L a protección sospecharan,
Sabes la verdad.
T r a b a j o con que alcanzaran
H o n r a y paz.—Y si les di LUIS.

Ayuda, aumentando el precio Yo sé que la sociedad


De sus labores ufano, La señala con el dedo.
No l a s expuso mi mano FRANCISCO.

Al desdén del vulgo necio. ¡Luis!


A aliviar su condicion LUIS.
Contra su destino impío Ponzoñosa serpiente
¿EnMónde estaba usted, tío, La vil calumnia la'enlaza,
Cumpliendo su obligación? Y la aprieta y despedaza
Así t r a n s f o r m é su h o g a r Su corazon inocente.
FRANCISCO.
Brota un capricho, un anhelo
Que el corazon satisface
(Disculpándose.)
Y n a c e un sér como nace
P a r a ocultarme, j a m á s
Una vil planta en el suelo.
Esquivara un sacrificio.
P l a n t a sin nombre que crece
LUIS.
Al r i g o r de suerte esquiva:
Como la virtud, el vicio
Nada interesa que viva,
Si se oculta, se ve más.
Nada si desaparece.
FRANCISCO.
Llega un dia y la tormenta
Y ¿pude hacer otra cosa?
Su tallo troncha, la mata,
LUIS.
Y el alquilón la a r r e b a t a
La mujer desventurada
En su c a r r e r a violenta.
Que por su amor a r r a s t r a d a
Del olvido en lo profundo
FRANCISCO.
Su destino la^sepulta;
(Interrumpiéndole )
Mas p a r a Dios no hay oculta
¡No debía ser mi esposa!
Ninguna planta en el mundo.
LUIS.
Una conozco que crece,
Si fueron sus intenciones De esas que el mundo desprecia
FRANCISCO.
¡Ay, si la tormenta arrecia
(Indignado profundamente.) Y el alquilón embravece!
¡Y que así por todo pases! Ay, si entre el polvo del vicio
Hay diferencia de clases, Siempi'é i g n o r a d a se queda,
H a y distintas condiciones
Y allí despeñada rueda
En la m u j e r y en el hombre;
Al fondo del precipicio!
Esto al pensamiento salta.
Ya sabe su nombre un hombre,
LUIS.
Solos estamos los dos
Al cometer u n a falta ¡Píense usted que p a r a Dios
Se puede olvidar el nombre No h a y una planta sin nombre!
Que uno lleva, n a d a es (Luis se vá por el fondo, pero sin ser vis-
Que una existencia se pierda; to por su tío, que ha quedado abismado
Despues despues ¿Quién se acuerda en profunda reflexión, vuelve á atrave-
De lo que pasa despues?
- 344 -
— 345 —
sar la escena y se queda en la casa,
desapareciendo por una puerta lateral.) Ve t r o c a r s e en alegría
El a f a n que hoy le dévora.
ESCENA III.
ESCENA IV.
DON F R A N C I S C O .
DON FRANCISCO y DOÑA JUANA
¡Sin n o m b r e ! . . . . ¿Y yo le h e de dar
FRANCISCO.
El mío? No, ¡por mi vida!
Luis, que su origen olvida, Juana ¿qué quieres aquí?
Todo lo h a de exagerar! ¡Oh, la cólera me abrasa!
Si un tiempo la abandoné Te ven entrar en mi casa,
A su suerte desdichada, Y ¿qué se dirá de mí?
Hoy vive por mí a m p a r a d a , Hasta hoy ignora la gente
Y siempre la a m p a r a r é . Que soy yo quien te visita:
—La s o c i e d a d . . . . Y ¿quién hace Habla, ¿qué quieres? me irrita
E s a conducta imprudente.
P o r q u e se calle? Callar!
JUANA.
Con d e j a r l a murmurar,
No me deja usted hablar
P r o n t o se le satisface.
E s que T e r e s a . . . .
H a b l a un dia, dos ó tres
De un asunto, y llega al pasmo FRANCISCO.

Su desprecio ó su entusiasmo ¿Qué pasa?


P a r a olvidarlo despues. JUANA.

—El tal Luis es temerario, Que se ha salido de casa.


Sólo pensarlo me exalta.—
FRANCISCO.
H a c e r pública una falta, Y que eso llegue á escuchar!
Nunca es ¡por Dios! necesario.
JUANA.
De a q u í á dos horas, Teresa
Todo estaba preparado,
En México no e s t a r á ,
Todo listo p a r a el viaje:
Y todo se olvidará.
Llegó á la puerta el carruaje,
Luis, que su amor me confiesa,
Y á Teresa no he encontrado.
L a b u s c a r á , pues la adora,
FRANCISCO.
La h a c e su esposa, y un dia
L o cuentas con una calma
JUANA.
JCANA.

¡Y eso se a t r e v e á decir Don Luis! Don Luis!


FRANCISCO.
A quien de tanto sufrir
¡Maldición!
Tiene destrozada el alma!
Dios lo quiere, se h a cumplido El me la arrebata, sí;
En mí su justa sentencia, Le voy al punto á buscar,
Sufra yo por mi imprudencia Y si le llego á encontrar,
Castigo tan merecido. Y a se a c o r d a r á de mí.
—Usted de aqui no se mueva:
FRANCISCO.
Juana! Juan! Entre usted á este aposento.
JUANA. (Vase Juana.)
Ella vivía Hija! mi hija! ¡Oh tormento!
Dichosa con mi a g a s a j o , ¡El infame se la lleva!
Feliz con ese t r a b a j o ESCENA V.
Que l a Providencia envía; LUIS [saliendo.]
P e r o usted su padre era, ¿Dónde está? L e vi exaltado
Y no le pude n e g a r Hablar, sí; sin duda él era.
Que su suerte m e j o r a r (Se acerca d la puerta del fondo y observa.)
Con tanto empeño quisiera. Bajando está la escalera
También la riqueza daña, Con paso precipitado.
P u e s al esplendor del oro (Baja al proscenio.)
Perdió su honor el tesoro —¡Qué lástima! su cabeza
Que á la pobreza acompaña. Aún exaltada remueve
FRANCISCO. En el siglo diez y nueve
Basta, b a s t a de sermón; Los timbres de su nobleza.
Buscarla al punto Tan rancia preocupación
JUANA. Le domina todavía,
He querido Que sueña con la hidalguía
Buscarla De su vetusto b'.ason.
FRANCISCO. Olvida que en toda edad
(Asaltado por una repentina idea,) El mundo fué siempre el mismo.
¡Ah, Luis ha sido!
- 349 -

Virtud, miseria, egoísmo Esclavo de su hermosura,


¡Esto eres, humanidad! Sin que luzca p a r a mí
Que como f u é la pasada, Ese sol de la ventura
Es la a c t u a l generación: Que en su ocaso hundirse vi?)
Hoy, con levita y bastón, TERESA.

Ayer con c a p a y espada. (¿Mi a f a n eterno ha de ser


—Ah! ¡si él l a amara! Al sentir Sin límite á mi dolor?
Por su h i j a un amor profundo, ¿Trocada al fin he de ver
Se olvidaría del mundo Cuna que fué del placer
Y, otro f u e r a el porvenir: En sepulcro de mi amor?)
Que al d a r en su corazon SANTIAGO.
Un g r i t o naturaleza, {Avanzando y colocándose entre los dos.)
Olvidara su nobleza, Señor, ¿qué es esto que veo?
i
I
Sus t i m b r e s y su blasón. ¿Es posible lo que miro?
TERESA.
ESCENA VI. ¡Ay!....
DICHO, TERESA Y SANTIAGO. SANTIAGO.
LUIS.
Oiga usted el suspiro
[Ella aquí Teresa! ] De su p e c h o . . . .
TERESA.
TERESA.
[El.] ¡Yo deliro!
LUIS.
SANTIAGO.
(Mi m e n t e acaso delira.)
Lo estoy viendo y no lo creo.
TERESA.
(A Luis.)
[Huye de mí, se retira.]
Si anoche no abandonó
LUIS.
Su casa, aunque no le cuadre,
(¿A qué h a venido?) (Movimiento de Luis.)
TERESA.
Oiga usted, fué que sintió
(Cruel, Que su pecho conmovió
Que ni siquiera me mira.) La santa voz de su padre.
LUIS.
Comprendía que luchaba
(¿He de vivir siempre así,
T. I.-44
Contra su pena impotente; Y t a n t a dicha en él c a b e
El mundo los separaba, Yo lo veré como el ave
Que entre los dos arrojaba, A quien le cortan las alas.
Su calumnia maldiciente, Viva usted en él gozoso,
Y ¡adiós! por siempre le dijo H a l a g a d o por los buenos.
El labio de usted, señor. —¡Qué porvenir tan hermoso!
Aun ella su a m o r bendijo Si sé que es usted dichoso.
LUIS. Voy á sufrir mucho ménos.
(Acercándose d Teresa.) LUIS.

(¡Ay, amor! mi regocijo! ) ¡Oh, calla, Teresa mía!


TERESA. Que si anoche sin razón
(.Acercándose á Luis.) Pude ofenderte, sufría
[¡Ay, a m o r ! . . . . ¡mi dulce amor!] Tanto y tanto, que se h a c í a
LUIS. Pedazos micorazon.
¡Teresa!.... Quise a r r a n c a r t e de allí,
TERESA. De aquel l u g a r de a m a r g u r a
¡Luis! Donde perdida creí
LUIS. P a r a siempre la ventur a
Otra vez Que amándote concebí.
Nos pone cerca el destino Y aumentaste mi dolor
Contrariando tu esquivez. Al desdeñarme inclemente
TERESA. TERESA.

Usted que ha sido mi juez, No e r a desden, e r a a m o r


Ya me ha trazado el camino Que se humillaba al rubor
Que los dos seguir debemos. Que está quemando mi frente.
Tiene el de usted blancas flores, LUÍS.
El mío, e s p i n a s . . . .de amores Mañana al mundo diré
Sólo un recuerdo tendremos Que libre de culpa estás;
De aquellos días mejores Que tu padre
Tendré yo, ¿usted? ¡quién s a b e ! . . . TERESA.
Luce el mundo tantas galas Calla, que
Nada al mundo le dirás, ESCENA VIL
Que yo te lo impediré. SANTIAGO y TERESA.
Secretos de un padre son, TERESA.

Y al padre mío respeto; Santiago, Santiago, ven,


El, sujeto á su secreto Como siempre á socorrerme;
V i v e . . . . Mi ardiente pasión Siento que voy á caerme
A sus pasiones sujeto. Si me falta tu sosten.
Ayer me dijiste adiós Tú por él me conociste,
Cuando de mi lado huías; Y ya ves cómo te pago:
D e s p u e s de mi duelo en pos, (Haciéndole una demostración de cariño.)
V i correr entre los dos Haz hoy sus veces, Santiago.
Todas l a s l á g r i m a s mías. ¡Qué triste estoy, a}-, qué triste!
Y al s e p a r a r n o s un m a r
SANTIAGO.
De llanto, llegué á s a b e r
Al fin de tanto pensar, Que no la abata la suerte.
L o que tengo de e s p e r a r TERESA.

Y lo que tengo que h a c e r . En vano alentarme quiero:


¡Adiós! Luis, déjame aquí: Cruzando estoy un sendero
Sola me trajo el dolor, Que va derecho á la muerte
No h a g a s mi pena mayor.
LUIS.
ESCENA VIII.
(Hablando consigo misino.)
DICHOS y D. FRANCISCO.
¡Si s e r pudiera! Sí Sí
FRANCISCO.
(Despues de una mirada de profundo
¡Teresa!
riño.)
— L a e s t á matando su amor! TERESA.

¡Padre!
FRANCISCO.

(Aquí estaba.)
¿Por qué á esta casa viniste?
>
TERESA. Perlas, brillantes, ¡qué exceSo!
Cuando tú á l a mía fuiste, ¡Eso vale una fortuna!
Si no meciste mi cuna,
P a d r e , yo no te esperaba.
¿De qué me sirve todo eso?
FRANCISCO.
¿De qué me sirve? I g n o r a b a s
Díme, qué tu a f a n desea, Que si la suerte abandona
Puesto que así te aventuras. Mas ¿qué tienes? ¡Ah, perdona,
TERESA. Me pareció que llorabas!
Como tú, he venido á oscuras ¿Por qué me amparaste, padre?
Al fin, todo era un capricho.
P a r a que nadie me vea.
Todavía no me has dicho
FRANCISCO.
Cómo se llamó mi madre.
Teresa, ya no resisto. Con ella al punto me iría
TERESA. A gozar su dulce halago:
¿Y puedo yo resistir? Ahora me voy con Santiago;
Nadie me ha visto venir. Dejo á usted, dejo á mi tía.
¿Qué temes, si no me han visto? P o r ella lo siento más,
Yo dejé la casa aquella Que de m a d r e me sirvió;
P a r a no volverla á ver; Mas una herida me abrió
Antes te quise traer Que no ha de cerrar jamás.
Lo que tú llevaste á ella. FRANCISCO.

FRANCISCO. Es que la ley


¡Teresa! TERESA.

TERESA. La ley, sí,


Sí, es muy sencillo, De fijo me a m p a r a r í a .
Y me darás la razón. ¿Qué ley volverme podría
Parte está en tu corazon, A donde el honor perdí?
Parte en este cofrecillo. P e r d e r . . . . sí, perdí el honor,
(Se acerca á la mesa, coloca en ella una Yo lo entrego á tu albedrío;
caja de alhajas y la abre.) P e r o mi amor ¡Oh, Dios mío!
LUIS.
¿Quién me devuelve mi amor?
[A Francisco.]
Mi amor, padre deshonrada,
¿Quién puede darme su nombre? ¿Y así la deja usted ir?
FRANCISCO
¡Amaba yo tanto al hombre
Que me quiso por honrada! [Aparte.]
Él, que es tan noble, sería Vivir sin ella, vivir
Con mi desgracia indulgente. Y no volverla á mirar!
JUANA.
No ha de ser, porque su f r e n t e
No está al nivel de la mía. E n este anhelar profundo
FRANCISCO.
No podré vivir ni un día.
(Se t r a s t o r n a mi razón.) [A Francisco.]
¡Oh dolor! y así m a r c h a r t e . FRANCISCO.

TERF.SA. (A Teresa.)
El dolor es la otra parte Espera. (Es ella, ¡alma mía!
Que estaba en tu corazon: [Aparte.]
Dolor me llevaste allí, Mi único amor en^el mundo.)
D o l o r te traigo, perdona, JUANA.

En cambio de la corona Preciso es que á usted dirija


Q u e me quitastes á mí. SANTIAGO.
¡Adiós, padre! la pobreza (Desde la puerta sosteniendo d Teresa.)
Me llama á un rincón oscuro Ese hombre es piedra, no es hombre.
(Con ironía.) LUIS.
P o r q u e se conserve puro Déle usted un nombre.
E l blasón de tu nobleza.
JUANA.

(Suplicante.)
ESCENA IX.
Un nombre!
DICHOS, JUANA que sale porun lado y LUIS que sale
por el otro. LUIS.

JUANA.
Ella es mi amor!
JUANA.
[A Francisco.]
¡Es mi hija!
¿Y así la dejas marchar?
T, I - J 5
FRANCISCO.

[Bendito D i o s s o b e r a n o !
¡Teresa, a b r a z a á tu madre!
(A Luis.)
¿Estás satisfecho?
LUIS.
¡Padre,
Déme usté á b e s a r su mano!

FIN. POR E L J O Y E L D E L SOMBRERO.

DRAMA EX TRES ACTOS V EX VERSO.

Al eminente dramaturgo es-


pañol D. Enrique Ga'spar.
Su hermano,

José Peón y Contreras.


MENCÍA.

GERTRUDIS.

DON GONZALO DE CARVAJAL.

IÑIGO.

D O N JUAN DE BENAVIDES.

JLMENO.

ALGUACILES. ACTO PRIMERO

Sala en casa de Don Gonzalo dc.Carvajal. P u e r t a al fon-


do. A la derecha del a c t o r un balcón practicable, en se-
(La acción pasa en México, en el año de 1578 gundo término; en primero, una p u e r t a . A la izquierda,
época de Felipe II.) en primer término, puerta de la habitación de Mencía;
en segundo, o t r a de la de Don Gonzalo. Muebles de la
época. V a r i o s r e t r a t o s de familia, colgados de las pa-
redes. Sobre la p u e r t a del fondo el escudo de los C a r -
vajales.

ESCENA PRIMERA.
JIMENO é IÑIGO.
JlMENO.

A fe que estoy de veros sorprendido,


Don Iñigo.
IÑIGO.
¿Y por qué?
JIMENO.

¡Pregunta r a r a !
Este d r a m a se representó por primera vez en ¡Ay! que si no viera, lo dudara!
México, en el Teatro Arbeu, la noche del 22 de Crece, señor, el fresno, y corpulento
Diciembre de 1878. Extiende en el espacio su ramaje,
Y es orgullo del viento
A la misa os llevaba
Su espléndido follaje. Los días festivos, y los'no festivos;
Sacude cada invierno la ancha copa, Que p a r a buen cristiano os enseñaba.
Marchita su verdura; P o r mi vida, Don Iñigo, pues ¿cómo
Y el soplo aleve de los nortes fríos No acordaros de mí, cuando en el lomo
L e a r r e b a t a su pompa y hermosura. Del troton andaluz os cabalgaba?
Mas vístelo, despues, la primavera Aquel troton de mi señor
Con sus renuevos mil, y en verde manto IÑIGO.
Su desnudez envuelve p a s a j e r a , Me acuerdo.
Y de tan r a r o encanto JIMENO.
Nadie se admira, nadie, y ven las gentes ¿Y cómo no acordaros, si yo ufano
L a eterna sucesión indiferentes Os puse el duro látigo en la mano,
Y es justo, y es muy justo. Cuando de vuestro brío en el esceso
P e r o aquél, que cual yo, partió muy léjos Apénas de las riendas
Y deja, al irse, el delicado arbusto • Pudisteis, niño, soportar el peso!
Vástago t i e r n o . . y v u e l v e . . y ya contempla, ¡Pues digo que hay p a r a acordarse, y digo
Como os contemplo yo, fuerte y robusto, Que me duele en el alma que p a s a r a
El tronco endeble que en cercano día, El tiempo aquel, de mi placer testigo!
Al suelo apénas a r r a i g a d o h a b í a IÑIGO.
—Si de mí os acordais ? Y díme.
IÑIGO. JIMENO.

Mi'buen Jimeno ¿Qué quereis?


IÑIGO.
JIMENO.
Jimeno, amigo,
¿Y cómo no acordaros? Si yo abría, Es sólo u n a pregunta.
Señor, vuestra ventana, JIMENO.
P a r a que el vivo sol de la mañana Ilacedla luégo.
R o b a r a á vuestro sueño su tesoro, IÑIGO.
Y con llave de oro Curiosidad tal vez
Los juveniles p á r p a d o s abriera. JIMENO.
Pues, por mi alma, Don Iñigo, que fuera Pues sed curioso.
R a r o que os olvidáseis de quien siempre
IÑIGO. Se cumple.
Sin vacilar te ruego JIMEXO.
Que no me ocultes nada, y cariñoso Me parece
Contestes mi pregunta. Desde anoclie IÑIGO.
H a c é r t e l a quería, Eso me has enseñado.
A n o c h e que llegaste y yo ignoro JIMEXO.
Por qué no me atrevía No lo niego.
JIMENO.
IÑIGO.
Si c o n tanto misterio Pues entonces
P r e p a r a i s la pregunta. . . y es tan serio
JIMEXO.
El t a l asunto entonces
Hablad, decidlo luego.
IÑIGO.
IÑIGO.
No hay entonces
Cuando era yo pequeño,
Que v a l g a , has prometido
¡Ayl lo recuerdo cual si fuese un sueño,
JIMENO.
En brazos de la m a d r e de Gertrudis,
Buena es esa.
De tu hermana,—que goce eterna gloria,—
IÑIGO.
Despertó mi memoria.
Y cumplirás, Jimeno, tu promesa.
Fué el sér primero á quien primero viera,
JIMEXO.
O al menos lo imagino.
¿Que h e prometido?
IÑIGO. JIMENO.

Sí, lo prometiste. Es verdad, es verdad. (Aparte.) En mal camino


JIMEXO. Me colcca el mancebo. (Alto.) Si p u d i e r a . . . .

Mas es r a r o capricho. IÑIGO.

IÑIGO. Despues á tí te conocí, Jimeno,


P u e s «sed c u r i o s o , » . . . . cpreguntad,» dijiste A tí tan generoso, á tí tan bueno.
N i é g a l o ya, Jimeno, ¿no lo has dicho? Eras, como quien dice, el ayo mío.
Despues mis ojos se fijaron
JIMEXO.

Sí, lo dije, es verdad. JIMENO.

IÑIGO. (Aparte.) ¿Dónde


Lo que se ofrece, Irá á parar?
IÑIGO. Sin términos, Jimeno, sin medida.
En el semblante frío, P e r o eso ya lo sé no es lo que ansiaba
En el rostro sombrío En mi anhelar profundo
De Don Gonzalo Carvajal, del dueño Preguntar.
De esta morada, del señor alcalde JIMENO.

De casa y corte, d e l . . . . en fin, del amo. ¿Y qué es?


JIMENO. IÑIGO.

Del amo, sí, que con el alma os quiere; E s otra cosa.


Que tanto os ha querido y os prefiere Quiero saber en qué rincón del mundo,
A todos como un padre. En qué oculta m o r a d a misteriosa,
(Con marcada intención.) Habitarán, Jimeno,
IÑIGO.
Aquella que en su seno
Eso, eso Vida me dio, y aquél cuyo albedrío,
Trazó la senda del destino mío.
H a s tocado en la herida
¿En dónde están mis padres?
El me a m a con exceso
Cual si mi padre f u e r a , y ¡por mí vida! JIMENO.

El no es mi padre, ¿es cierto? ¡Ah! lo ignoro.


JIMENO. IÑIGO.
Lo confieso. ¡Jimeno!
IÑIGO. JIMENO.

Yo sé que desde niño, No lo sé; mas lo deploro.


Ha puesto en mí su singular cariño; IÑIGO.

Que entre dos corazones, por un lado Tiembla tu labio y mi a m a r g u r a insultas


El suyo, nunca p a r a el bien cansado; ¡Tú sabes la verdad y me la ocultas!
P o r el otro, Jimeno, el de Mencía, JIMENO.

De su hija, bella cual la luz del día. ¡Si yo no sé mentir!


L a t e mi corazon, y su latido IÑIGO.

Responde agradecido P u e s hoy no mientas.


Al doble palpitar, cual si tuviera ¡Ayl si e n g a ñ a r m e intentas!
Doble existencia, cual si yo viviera —Perdóname, perdona si te obligo.
Dos veces una vida Sé que tanto me quieres.
IÑIGO.

JIMEXO. Sí, Jimeno, yo me acuerdo,


Cuando digo Y todavía, en tu ausencia,
Que yo no sé mentir. Si os quiero mucho. Cuando la a m a r g a existencia
IÑIGO. L a dulce esperanza'pierdo,
Pues habla: ya te escucho. Cuando el dolor me anonada
CPausa ligerísima.) T r a s espantoso dudar,
JIMF.NO. Aun voy consuelo á buscar
¿Os acordais, por ventura, Junto aquella tumba helada,
Que cuando niño, os llevaba Cerca de aquellos despojos,
Al camposanto? Allí estaba Sobre aquella tierra Iría,
Una blanca sepultura Donde cayeron un día
Las l á g r i m a s de tus ojos:
Al pie de una n e g r a cruz,
Donde t r a s duelo tirano
No léjos de un arroyuelo
Viste caer aromosas
Donde reflejaba el cielo
Aquellas pálidas rosas
Del sol la postrera luz.
Que deshojaba mi mano.
IÑIGO.
JIMENO.
Sigue, Jimeno. P u e s bien, vuestros p a d r e s
JIMENO. IÑIGO.

¡Sí!
Yo os daba
Rosas del campo aromosas, ¡Eran los séres aquellos!
JIMENO.
Y miéntras las b l a n c a s rosas
Vuestra mano deshojaba, E r a n e l l o s . . . .¡Pobres de ellos
Sobre la tumba sombría, Que^no os miraron así!
Por dos séres desdichados IÑIGO.

En aquel sitio enterrados, ¡Oh! g r a c i a s . . . . g r a c i a s . . . . j a m á s


A m a r g o llanto v e r t í a . Olvidaré que eres bueno
Vos sonreíais en calma Otra pregunta, Jimeno,
Miéntras l l o r a b a ¡qué saben ¡Otra p r e g u n t a y no más!
Los pobres niños si caben ¿Mi p a i r e e r a noble?
Las l á g r i m a s en el alma!
JIMENO. ¡Borrarla! ¿Y no he de sentir
No. Aquel placer sin medida
IÑIGO. Que era mi dulce existir
¿Hidalgo? El ensueño de u n a vida
JIMENO. Soñada en el porvenir?
No, no lo era. Concebirte, acariciarte,
IÑIGO. Todas las noches soñarte,
¿No e r a ni hidalgo siquiera? Sentir el roce en mi frente
JIMENO.
De tu cabello luciente
¡Si no miento nunca yo! Y entre la sombra a b r a z a r t e
IÑIGO.
Sentir tu abrasado a l i e n t o . . .
Escuchar como un lamento
¡Ah! ¡ b a s t a . . . . b a s t a ! . . . . Te ruego
Melancólico y sonoro,
Que solo me dejes ya:
El eco de un «yo te adoro»,
Vete vete
JIMENO. En mi mismo p e n s a m i e n t o . . .
¿Qué tendrá? Y luego como encantada
Lo s a b r é . . . . lo sabré luego. (Vdse.) Nota entre la sombra oscura
La leve fruición alada
De una blanca vestidura
ESCENA n . Por los aires agitada.
I Ñ I G O , solo. Y eras tú, que de mi lado
¿Por qué siento ¡oh Dios! aquí Te alejabas, alma mía,
Tan espantosa agonía? Después de h a b e r t e s o ñ a d o . .
¡Nunca en mi angustia te vi, ¡Fantasma de mi pasado,
Hermosa esperanza mía, Imágen de mi Mencía!
Como hoy tan léjos de mí! E r a s t ú . . . . aun la violencia
Nunca me heriste tan rudo, De mi cariño te nombra;
Dolor, a m a r g o dolor; Fanal, cuya trasparencia
Que e r a su imágen mi escudo, Envuelve en su n e g r a sombra
L a noche de mi existencia!
Y hoy no la tengo ¿quién pudo
¡Ella!
Borrar tu imagen ¡oh amor?
ESCENA III.
¿Mas dejaros debía
IÑIGO, M E N C I A y G E R T R U D I S .
.Sola en vuestro aposento acongojada?
MENCÍA.
¡No, tal, D o ñ a Mencía!
(A Gertrudis.) —Vos lo ignoráis, Don Iñigo, encerrada
Pues ya lo ves A Iñigo miro, Se pasa mi señora
Pqro á mi padre n o . . . . Yo no quería En lóbrego rincón, hora tras hora,
Salir de mi retiro, El tiempo, suspirando
Iñigo, buenas noches. Miradle bien los ojos, ella niega
IÑIGO.
Que á cruel dolor se entrega.
Buenas noches Negarlo no podrá, cosa es sencilla,
El cielo os dé, Mencía. Puesto que el llanto escalda su mejila,
MENCÍA. Y claro se ve en ella
(A Gertrudis.) Que han dejado las lágrimas su huella
Otra vez no me obligues, te lo advierto. IÑIGO.
—Aun no suenan las ánimas, ¿es cierto? Pues es verdad, Mencía, habéis llorado,
IÑIGO.
No es la primera vez que lo he notado.
¡Aun no! GERTRUDIS.
MENCÍA.
¿La primera? ¡Ojalá! ¡Ojalá fuera
T e lo decía, Esta la vez primera!
Y con razón, Gertrudis, te he reñido. Esas melancolías, señor Iñigo,
GERTRUDIS. Sus largos retraimientos,
Con r a z ó n os reñia, Su eterno sollozar y sus lamentos,
Con razón á reñiros ree he atrevido, De ahora no son, pues no, y estoy cansada
Puesto que De presenciar su pena, atribulada
MENCÍA. De dolor y a m a r g u r a .
Baste ya, no se hable de eso Y á verla no me avengo,
Mi padre se despide de nosotros P u e s ya de tan eterna desventura
P a r a salir á su nocturna ronda El pobre corazón partido tengo.
Después del toque de ánimas. ¡Ea! me v o y . . . . chisporroteando oía
GERTRUDIS. L a lámpara al salir, y temería
Es ciertg, Que se a p a g a s e . . . . n o . . . . no ha de quedarse
T. L—47.
— 374- —
(Santiguándose con cierto candor.)
L a V i r g e n sin su l u z . . . . ¡ Q u e Dios nos valga! A c a s o en mis p a s e o s solitarios,
Y a v u e l v o , vuelvo en breve. E n t r e l a s hojas d e la verde y e r b a
Aquí e s p e r a d á que el alcalde s a l g a . Que crece en l a s orillas del camino,
No lloréis, no lloréis, t a r d a r no debe, A la p o s t r e r a luz del sol que m u e r e
Que a b a j o esperan y a los alguaciles. E n su trono de p ú r p u r a , h e m i r a d o
- ¿ P o r q u é h e r a o s de l l o r a r con quince abriles. Escondida la tímida violeta,
(Se vd.) L a h e visto c o r o n a d a del rocío
Que la b a ñ ó al a b r i r s e en la m a ñ a n a ,
E S C E N A IV. He adivinado su p e r f u m e g r a t o ,
A n h e l a n d o a s p i r a r aquel p e r f u m e .
IÑIGO y MENCIA. Casi á t o c a r l a con mi m a n o trémula
IÑIGO. L l e g a b a ansioso de placer sediento;
Mas conteniendo el t e m e r a r i o impulso,
L l o r á i s , os retraéis, ¿sufrís, M e n t í a ,
Un oculto dolor? ya le conozco. J a m á s mi m a n o se a t r e v i ó á t o c a r l a .
¡ A y ! . . • • ¡Ojalá que no le conociera! Y allí q u e d a b a e n t r e las v e r d e s h o j a s
Yo s é d e dónde p a r t e ese suspiro Bella y g e n t i l en su escondida g r u t a .
Que del pecho se e s h a l a , como el eco G u a r d e la flor m o d e s t a y p e r e g r i n a
D e m o r i b u n d a queja de a g o n í a . El misterioso e n c a n t o que r o d e a
I g n o r o y o qué seno empedernido Su existencia purísima; no quiero
Se n i e g a á recogerlo ¡desdichado! Que me d i g a su a m o r , ni que me cuente
Cuál a u r a p a s a j e r a ,
Yo os h e visto crecer, ¡crecimos juntos!
Cuál céfiro g a l a n o
Y é r a i s vos tan a l e g r e E n ese rostro
Se e m b r i a g a con su esencia y se extasía.
R e v e r b e r a b a el sol de la v e n t u r a .
No quiero que esos labios me d e s c u b r a n
¿En d ó n d e está el carmín de vuestros labios?
P o r qué el sollozo del dolor l e s quema;
¿En d ó n d e están las rosas
No quiero qhe esos ojos me revelen
Que t i ñ e r o n ayer v u e s t r a mejilla?
P o r qué b r o t a n l a s l á g r i m a s en ellos;
MENTÍA.
P o r qué de noche entre la s o m b r a brillan
¡Ay, I ñ i g o ! dejadme. Como brillan de n o c h e las estrellas,
Qué o s i m p o r t a ' m i p e n a , qué os' k importa Y huye de ellos el sueño, como huye
Mi d e s v e n t u r a á v o s ? . . . . Yo n a d a t e n g o .
Al r a y o de la luz la niebla oscura. (Aparte.)
Nada quiero saber, nada, Mencía. ¡Oh qué hermosa! ¡quéhermosa! ¡Dios e t e r n o !
Yo partiré m a ñ a n a . Que nunca llegue el pavoroso instante!
MENCÍA.

¿Vos? ESCEXA V.
IÑIGO.
Dichos, J I M E N O v DON GONZALO con su vara de al-
Mañana. calde; D O N J U A Ñ D E B E N A V 1 D E S , por el fondo, G E R .
MENCÍA. T R U D I S , que e n t r a por u n a p u e r t a lateral v los algua-
ciles en el fondo con linternas.
Vos, Iñigo, partir?
IÑIGO. GONZALO.

Voy á la guerra. (Dando á besar su mano d Mencía.)


MENCÍA. Pues ya lo miras, Jimeno,
Pero eso no es posible. Todos estamos aquí
IÑIGO. Como otro tiempo
Con Jimeno JIMENO.

Iré á buscar la castellana flota: Es así.


_A eso vino tan sólo el buen anciano. GONZALO.

MENCÍA. Vos con nosotros tan bueno,


(Aparte.) Capitán, sí, por mi vida,
¡Otro nuevo d o l o r . . . . otra amargura! Aquí os soléis encontrar,
IÑIGO. Viniendo á esta casa á h o n r a r
Xo os olvidéis, Mencía, del que abrigo Mi nocturna despedida
Y ternura encontró bajo este techo; BENAVtDES.

Del h u é r f a n o infeliz que allá en Castilla Siempre el honrado fui yo.


Suspirará por las llanuras fértiles, MENCÍA.

Y por los montes de su Xueva España. Hoy me a c a b a de decir


Suspirará, Mencía Iñigo que va á partir.
MENCÍA. —¿Es verdad, padre, que nó?
Padre viene. GONZALO.
Sí, nos dejan, sí, se van
IÑIGO.
Sus pasos oigo r e s o n a r muy cerca, Él y Jimeno, hija mía.
Con honra y valor blandir.
BENAVIDES.
(Le da su espada.)
Y yo con ellos, Mencía.
Así se obtienen los fueros
MENCÍA.
Que á noble nivel nos alzan;
(Con afectada naturalidad.)
Así se encumbran y calzan
¿Vos? ¿Vos partís, capitan? Espuela los caballeros.
(Se acerca luego d Benavides y le dice:) (Se oyen las ánimas.)
¡Ahí ¿También vos? ¡Ah! las ánimas ¡Orad!
(Aparte, con acento de la desesperación.) (Todos hacen una breve oración mental. En-
¡También él! tre tanto, hablan Mencía y Benavides lo
(Estas tres últimas frases deben ser para que sigue.
el público una revelación.)
MENCÍA.
BENAVIDES.
Ahora mismo
(En alta voz.)
BENAVIDES.
Forzosa ausencia, señora. ¿Aquí?
MENCÍA.
MENCÍA.
Estaremos á esta h o r a ¡Aquí!
Tan solos, padre! (Aparte.) ¡Cruel! GONZALO.
GONZALO. (Acercando á Iñigo con cariño.)
Pues de evitarlo no hay modo, ¡Iñigo! al cielo pedí,
E s el rey nuestro señor Fuente de eterna bondad,
Quien lo manda, y el honor Que en breve anude los lazos
¡El honor antes que todo! Que hoy trunca la suerte impía,
MENCÍA. Y sereno luzca el día
¡Ah! ¡el honor! ¡es verdad! En que te mire en mis brazos.
Sois soldado, y el deber —Ven, tu frente dame, ven,
Os obliga á obedecer Hija*desalma, (La besa.) reposa
Del Rey á la Majestad. En dulce sueño ¡Qué hermosa!
GONZALO. En m a r c h a .
También Iñigo, partir MENCÍA.
Debe á la guerra, Mencía, (Aparte.)
Y esta espada que fué mía, ¡Se va también!
GONZALO. ¿Os sorprende?
B u e n a s noches MENCÍA.

MENCIA. Me sorprende.
¡Ah! (Aparte.)
SENA VIDES.
Por su semblante se extiende
Señora, Una palidez mortal!
Que Dios os guarde. ¡Ya lo sospechaba yo!
MENCÍA.
(Alto.)
Id con él. Una entrevista
IÑIGO.
BEXAVTDES.

(A Iñigo.) Lo ruego.
Os espero en el cuartel. ¿Me la negáis?
IÑIGO. MENCÍA.

Capitan Os la niego.
(Haciendo un respetuoso saludo de obedien- IÑIGO.

cia.) ¿Me decís que no?


BEXAVIDES. MENCÍA.

Dentro de una hora. ¡Que nó!


Sospecho lo que quereis.
IÑIGO.
ESCENA VI.
¡V así me quitáis la vida!
IÑIGO, MENCIA y GERTRUDIS. MENCÍA.

IÑIGO. ¡Ahondara más v u e s t r a herida,


Mañana, al r a y a r el día, Que ahora sé que la teneis!
El f a v o r de hablar con vos, IÑIGO.

Os pido, á solas los dos, Mencía, en vano


¿Me lo concedeis, Mencia? MENCÍA.

MENCIA. Es en vano.
¿Una entrevista? Pese á mí, que á mi despecho
IÑIGO. Me quitáis h a s t a el derecho
Sí, tal. De que os ame como á hermano.
T. I . - 4 8
IÑIGO. Que yo he soñado un edén.
Ved que adorándoos Llegó el instante y pasó,
MENCÍA. P a s ó también por mi daño,
¡Locura! Todo p a s a y no es extraño
No me habléis más de ese amor. Mas esto no pasa, no.
IÑIGO.
Si supiera que muriendo,
Habrá desdicha mayor! Este martirio a c a b a r a ,
MENCÍA.
Me matara, me m a t a r a
JIMENO.
E s mayor mayor mi desventura!
No sé qué me estáis diciendo!
ESCENA VII. IÑIGO.
IÑIGO solo. Despucs JIMENO. Aun muerto la a d o r a r í a
¿Qué me pasa qué tormentos Como hoy la adoro, está escrito;
Son estos desconocidos? Libre el alma en lo infinito
¿En dónde están mis sentidos? Con su pasión lucharía.
¿En dónde mis p e n s a m i e n t o s ? . . . . Siempre, siempre, en ese cielo
¿Por qué el dolor de esta suerte Donde va la esencia pura
Me está robando la calma? De la flor, cuya hermosura
Si esta es la muerte del alma, Rodó, m a r c h i t a en el suelo!
¡Qué espantosa es esta muerte! Donde vá cuando perece,
¿Por qué duras, agonía, D e la nota la armonía,
Y tu arpón así me clavas? Donde vá la luz del día
A c a b a . . . . ¿por qué no a c a b a s Cada día que anochece.
Tan b á r b a r a tiranía! Todo pasa de la airada
(Aparece Jimeno, con linterna.) Tempestad al ronco trueno,
Jimeno acércate, ven. ¡Ay! todo pasa,Jimeno,
P e r o fin no tiene nada.
ESCENA VIII.
(.Movimiento de Jimeno como para pregun-
Dicho y JIMENO.
tar algo.)
IÑIGO.
—Oh! no preguntes jamás
Llegó el instante temido,
Qué tengo, á tu amor invoco,
Mas ¡ay! que tú no has sabido
¿Xo estás viendo que estoy -loco?
MENCÍA.
¡Xo pretendas saber más!
Pronto, pronto; al balcón ve, dueña mía,
JIMEÑO.
Y de la niebla densa entre lo oscuro
Está bien. ¿Vais á salir?
A g u a r d a ansiosa á que traspase el muro
IÑIGO.
Su sombra idolatrada.
Salir, a u n q u e no quisiera,
¡ A y! ¡resistir á mi ansiedad no puedo!
Pues Benavides me espera
GERTRUDIS.
Y es fuerza el deber cumplir.
(Enel balcón)
JIMEXO.
Aun no, no se vé n a d a .
¿Aguardo en vuestro aposento
.Mientras volvéis? ¡Temblando, como siempre, estoy de miedo!
¡Si ese perro Ginés, junto á la puerta
IÑIGO.

Eso no. Del z a g u a n no estuviese!


Hace ya tiempo que yo Si ablandarse quisiese
Xo tengo aquí alojamiento. Con d á d i v a s . . . . mas n a d a . . siempre alerta
JIMEXO.
Vio con desden mi cariñosa oferta!
P u e s saldré con vos. Digo, la v u e s t r a . . . .
MENCÍA.
IÑIGO.
Salgamos A c o n g o j a d a espero!
JIMEXO. Yo tiemblo más que tú, ya no resiste
(Aparte.) Mi pobre corazon dolor tan fiero.
He de s a b e r lo que pasa, ¡Se v a . . . . se v a . . . . lo dijo, tú lo oíste!
Que ya no duerme en la casa. GERTRUDIS.
—¿Os vais, Don Iñigo? Bien claro que lo dijo el fementido
IÑIGO. MENCÍA.
Vamos.
Gertrudis.
GERTRUDIS.
ESCENA IX.
¿Eso fué lo prometide?
GERTRUDIS y MENCIA.
MENCÍA.
GERTRUDIS.
Es la verdad que no
Se fueron ya, señora, ¡grando apuro GERTRUDIS.
P a r a las dos sería Antes señora,
Él a g u a r d a b a á que llegase la hora Ya la paciencia de sufrir se gasta.
De hablar con vos, y su impaciencia suma ¡Basta de llanto y de suspiros basta!
E s hoy l a que os abruma:
ESCENA X.
Vos sois la que le a g u a r d a
BENAVIDES, por el balcón. MENCIA,
Y él quien se tarda.
ligera pausa.
»ENCÍA.
MENCÍA.
Calla. ¡Cuánto larda!
¿Conque os vais, caballero?
Salió, ¿te acuerdas? con mi padre junto,
¡El honor os a r r a n c a de mi lado!
Tal vez algún asunto
Hablad, hablad, v u e s t r a respuesta espero.
Le detiene con é l . . . . tal vez
Decidme si he soñado.
GERTRUDIS.
¡Honor, honor, D o n j u á n ! ¡quien lo diría'.
¡Quimera!
BENAVIDES.
¡Disculpas que buscáis á su tardanza!
El Rey me llama, mi deber sagrado.
Él, como todos es, ¡quien lo creyera!
MENCÍA.
—¡Qué miro. Un bulto entre la sombra avanza.
El Rey! . . su h o n r a ! . , su deber!., motivo
MENCÍA.
Sobrado es ese. El capitan altivo
Quién otro puede ser? (Se oye una pal-
Todo lo hubo olvidado,
mada.)
Todo. ¿No os acordais de aquel momenlo
GERTRUDIS.
En que escuché su impío juramento
E s él ya a v i s a . . . .
Y trémulo de amor, cayó á mis plantas!
(Se oye otra palmada.)
D o n j u á n , y fueron t u n t a s
MENCÍA.
Sus protestas de fé ¡vanos antojos!
Suelta la escala aprisa.
—"Todo, todo por lí. V e r á n mis ojos
GERTRUDIS.
Y a la s u e l t o . . . . ya s u b e . . . . ya le miro. Lo que tu vista alcance, á cuanto aspires
A s p i r a r á tu esclavo satisfecho;
MENCÍA.
Retírate, Gertrudis. R e s p i r a r á mi pecho
El aire que respires,
GERTRUDIS.
T u y a será, mi vida, c o n s a g r a d a
Me retiro.
A la ardorosa fe que a h o r a te juro."
—Que Dios me lo perdone, y ved el modo
Y temblabas, D o n j u á n , mas es seguro
De que se a c a b e todo;
Que no de amor.
En plácidos acentos
BENAYIDES.
El mundo de tus nobles pensamientos?
jMencia!
¡Oh! calma mis dolores!
MENCÍA.
Si aun no ha muerto el amor que me tuviste,
Dime que e r a
Dímelo
Tu p a l a b r a leal, tu fé sincera;
BENAYIDES.
Que tu labio juró sin ser perjuro.
Aun eres lo que siempre fuiste.
BENAYIDES.
Dime, mi bien, lo que tu a f a n desea."
Escúchame, ciencia.
Es tuyo mi albedrío;
MENCÍA.
No intentes penetrar, ídolo mío,
Como tu corazon latir oía,
E l misterio f a t a l que me rodea.
Aun m á s que el propio mío,
Nada en el mundo de su horror me libra;
Sentía de tu amor el poderío;
No quisiera a r r a n c a r fibra por fibra
Sentí su llama ardiente
Mi corazon del pecho son mortales
Quemar mi sien, enloquecer mi mente.
Sus penas, quiero que á sufrir le ayudes.
BENAYIDES.
Jamás mi labio te mintió, no dudes.
E s verdad, es verdad
¿Di, cuáles fueron mis promesas, cuáles?
MENCÍA.
¿Amor?—Te aoio.—¿Adoracion?—Te adoro.
Y aun me enloquece. ¿Puedo, Mencía, acrecentar tu lloro?
—¡Qué te hice yo, D. Juan, di, qué te hice, ¿No sientes, dime, de mi amor el fuego?
P a r a que así abandones, ¡infelice! MENCÍA.
A quien te adora tanto? ¿Qué temores
Si.
• Te asaltan, que así robas mi ventura? BF.NAVIDES.
¿Por qué del sol ocultas mis amores? ¿Ves a r d e r un r a y o en mi pupila?
¿Por qué el rocío de la noche oscura MENCÍA.
D e tu pisada humedeció las huellas,
Lo miro.
Y de tu dulce amor y tu ternura BENAVIDES.
F u e r o n sólo testigo las estrellas? ¿No escuchas el vehemente
Díme, D o n j u á n , ¿por qué tu labio calla?
Golpear del pecho á su rigor tirano?
¿Por qué, por qué no esta'.la
MENCÍA.
E l f u e g o de tu pccho ; y cual torrente
Si, si, Don fuan.
D e flores cae de tu labio ardiente T. J.-49
BENAVIDES. MEXCÍA.

¿No sientes que mi mano B a j a s los o j o s . . . . tiemblas. . ya se a d v i e r t e


Quema á la t u y a como_brasa ardiente? Tu indecisión.
MEXCÍA. BENAVIDES.

Lo siento, sí, D o n Juan, lo siento todo; (Aparte.) ¡En donde está la muerte!
Pero ¡te vas! ¿Por qué cuando te llamo,
BENAVIDES.
Xo acudes, muerte airada, á mi reclamo?
fDespues de vacilar un momento.] MEXCÍA.

Me voy, no hay otro modo (Oyendo fuertes golpes en la puerta del


De combatir l a saña del destino: saguau.)
Lo mismo que impetuoso torbellino 4 Ah! tocan.

A la arista a r r e b a t a , ESCENA XI.


Así el empuje de la suerte i n g r a t a Dichos y G E R T R U D I S .
GERTRUDIS.
Nos separa á l o s dos en el camino
De nuestra triste y mísera existencia. (Saliendo.)
Dime, ¿por qué le temes á la ausencia H a n llamado.
Si he de volver? MENCÍA.

¿Por qué a g i t a
M ENCÍA.
¡Ah! no. Al pecho este pavor? Otra vez llaman.
(Tocan.)
BENAVIDES.
GERTRUDIS.
¿Por qué lo dudas?
Así llama á la puerta
MENCÍA. Vuestro padre.
No es cierto, n o lo creo; MENCÍA.
En tu mirada, á mi pesar, lo leo. El será.
BF.NAVIDES. GERTRUDIS.

¡Horrible pena! (A Benavides.) Pronto, Dios mío!


MEXCÍA. (Señalando el balcón.)
Júralo. Salid, salid de aquí. No, no es posible
BENAVIDES.
BENAVIDES.

(Vacilando.) Mencía Que no!


MEXCÍA. GONZALO.

Que no se puede. ¡Infame! ¡infame! ¡traidor! . .


GERTRUDIS. —Ve si está g u a r d a d o el muro.
No se puede. Mi aliento airado se exhala
MEXCÍA.
De mi pecho. Hay quien se a t r e v a . . .
JIMEXO.
¡Ah, mis penas, señor, serán eternas!
GERTRUDIS.
(Sacando la escala del balcón )
Brillan entre las sombras las linternas Ved, señor, ¡lié aquí la prueba!
GONZALO.
De la Justicia Afán, afan horrible!
BENAVIDES.
¡Iras del cielo! la escala.
B a j a r é , sin e m b a r g o . ¡Hola! tal vez fugitivo
MEXCÍA.
(A los alguaciles.) *
Es imposible, Se nos h a escapado ese hombre:
Se a b r e la reja ¡Oh, Dios! De la justicia en el nombre
BEXAVIDES.
Entregadlo muerto ó vivo.
Vete, Mencía.
ESCENA XIII.
MEXCÍA.
DICHOS y MENCIA.
¡Ah! no, no b a j a r á s .
MEXCÍA.
BEXAVIDES.
¡Padre!
¡Por vida mía! GOXZALO.
MEXCÍA.
¡Hija!
Por a q u í . . . . ¡Ya han subido la escalera! MENCÍA.
Házlo, por mí, Don Juan, por mí siquiera. ¡Padre a m a d o !
(Vduse Gertrudis, Benavides y Mencía.) GONZALO.

Nadie hacia aquí se dirija;


ESCENA XII. Nadie pase Es de mi hija
DON GONZALO, JIMENO y alguaciles. El aposento s a g r a d o . (Abrazando d su hija
GOXZALO. y deteniendo dios alguaciles que se dirigen
¡Ah, Jimeno! ¿Estás seguro? d la habitación de ésta.)
JIMEXO.

¡Cuando os lo digo-, señor! FIN DEL ACTO PRIMERO.


ACTO SEGUNDO.

La misma decoración del primero.

ESCENA I.
JIMENO [alumbrando.]—DON GONZALO, entrando
JIMENO.

Pasad, señor.
GONZALO.

¿Todavía
No te r e c o g e s , Jimeno?
JIMENO.

Os e s p e r a b a , señor.
GOMZAI.O.

¿Hay tal?
JIMENO.

Como en otro tiempo


Os esperé , Y a os he dicho
Que os he de seguir sirviendo,
Miéntras me encuentre, aunque sea
Un instante al lado vuestro;
Así, que d u e r m a , entre tanto,
Mi sucesor el buen Diego.
— 396 - - 397 -

GONZALO. Tan venturoso, Jimeno,


Sí D u r a n t e tu l a r g a ausencia
JIMENO. Desde que aquí no te veo!
Y á fe que lo merece, Muy venturoso no hay duda:
Que está ya cascado y viejo. Por eso sufro, por eso.
GONZALO. Mirarás, como he mirado,
Gracias, limeño, no sabes Henchido de gozo inmenso,
En cuánto estimo tu afecto. Desarrollarse á Mencía
(Dejando ta capa, y sentándose J Al h a l a g o de mis besos.
P e s a d a estuvo la noche. Con su cariño hechizado,
JIMENO. De su virtud satisfecho,
¿Os fatigásteis? De su belleza orgulloso.
GONZALO. —¿Verdad que es bella en estremo?
Por cierto ¿Xo es verdad que es muy hermosa?
Que me he f a t i g a d o mucho; JIMENO.

Mas 110 del cuerpo, mi cuerpo Y yo ¿qué he de responder?


Es, á p e s a r de los años, Sí, como su s a n t a m a d r e .
F u e r t e y robusto GONZALO.

JIMENO.
¿Te a c u e r d a s de ella, Jimeno?
Lo creo. — ¿Y qué me dices de Iñigo?
GONZALO.
P u e s ¿no h a sido mi embeleso
Pero el espíritu sí, Verlo c r e c e r ? . . . . P o r mi vida,
Sí, que ha s u f r i d o . . . . lo siento Que es a r r o g a n t e el mancebo.
D e s f a l l e c e r . . . . me parece —Dime, dímc, ¿qué le falta
Que a l g o en mi pecho se ha muerto. P a r a ser un caballero,
¿Quién es el que entra en mi casa Y de la r a n c i a nobleza,
B a j o el profundo silencio Tipo del honor y ejemplo?
De la noche, entre las sombras, Es s e g u r o que me ama
Por los tapiales del huerto? Como un h i j o .
JIMENO.
¿Quién?... ¿Qué quiere? ¡Iras del cielo!
—Si tú supieras que he sido Ya lo creo.
GONZALO. Y bien, y bien: mi morada
Y por mi vida daría E r a un paraíso, es cierto,
Su vida, también es cierto, Y aun es poco; mas con esta
Como por mi dio su vida Ocurrencia, estoy suspenso,
En aquel lance tremendo Estoy desasosegado,
Su padre, su honrado padre. Inquieto, Jimeno, inquieto.
¡Ay! ¡olvidarle no puedo! Me p a r e c e que esta noche
¡Horrible lance! Parece En mis ojos no h a b r á sueño,
Que fué ayer, que le estoy viendo. Y maldiciendo al destino
JIMENO. He de p a s a r l a despierto.
¡Dios en su gloria le tenga! JIMENO.

GONZALO. ¡Ata! Descuidad, olvidaos


Que Dios le t e n g a en el cielo! Yo pienso, señor, yo pienso
—Iñigo al fin será noble; Que acaso alguna criada
Lo ennoblecerán sus hechos. De la casa sí yo creo
Ello tendrá que luchar Que esa criada
Con la muerte cuerpo á cuerpo, GONZALO.
Pero ¿qué? y ¿eso qué importa? ¿Tú j u z g a s ? . . .
¿Qué puede importarnos eso? JIMENO.
P u e s con la e s p a d a en la mano, A quien roba a m o r el seso,
Lo que es vibrando el acero, Ha permitido á su a m a n t e ,
No hay puño que le resista: Ansiosa de g a l a n t e o s ,
Es, como el rayo, violento Que salte por los tapiales;
El ímpetu de sus bríos; Y por el balcón subiendo
Xo hay brazo por duro y diestro GONZALO.

Que sea, que no se rinda ¿Eso sospechas?


A su poderoso esfuerzo.— JIMENO.
—¡Si f u e r a mi h i j o . . . . si f u e r a ! . . Supongo.
¡Oh, qué lástima, Jimeno, GONZALO.
Que no lleve el nombre mío Pues yo también lo sospecho.
P a r a honor de mis a b u e l o s ! . . . . Eso ha de ser.
¡Hola! Aun no se ha recogido
JIMENO.
Quiera el cielo que conserve
Es seguro.
Sobre ella mi antiguo influjo.
GONZALO.

Es s e g u r o , y soy un necio
En s u p o n e r . . . . ¡Dios ine libre ESCENA III.
Jimeno, de suponerlo! JIMENO y GERTRUDIS.
Me he de quitar esta idea, GERTRUDIS.
Me la he de quitar, pues esto ¿Quién llama? ¡V'irgea María!
Es horrible! A d o r m i r . . . . vamos. [Abriendo la puerta.]
¡Si no es más que un devaneo! JIMENO.
Busque el espíritu calma ¡Ah! cualquiera creería
E n t r e los brazos del sueño Que tienes delante á un brujo.
Hasta mañana. Tal es tu espanto.
GERTRUDIS.
JIMENO.

Señor, Sí tal.
Que halléis descanso en el lecho. JIMENO.

Pues me admira
ESCENA II. Mas me azora
JIMENO, solo. Que consei ves á esta hora
Calme sus melancolías, El tocado y el brial.
GERTRUDIS.
Mientras con Gertrudis hablo;
Que en seno inocente, el diablo L l a m a b a en mi auxilio al sueño.
JIMENO.
Se e s c o n d e todos los días.
Ella h a de saberlo todo: No es verdad.
GERTRUDIS.
Vi su palidez, la vi
Anoche, al salir de a q u í . . . . Verdad te digo.
JIMENO.
(Se acerca d la puerta de la habitación d
Ya tú sabes que conmigo
Metida y llama.)
No se j u e g a .
A d o r m i r no me acomodo
GERTRUDIS.
Si e x t r a ñ a duda me hierve
¡Raro empeño!
En el cerebro. Oigo r u i d o . . . . . .
JIMEXO. JIMEXO.

Con el labio mentiroso De ningún modo.


Es inútil que batalles. Además, yo lo sé todo.
T r a s el crimen, por las calles GERTRUDIS.

Anda el alcalde afanoso, Pues ¿qué remedio me queda,


Y en ellas la noche pasa Más que confesar?
Buscando al crimen perdido, JIMEXO.

Y entre la sombra escondido Así


El crimen e n t r a en su casa. Me gusta. Y bien, al instante,
El duerme, tú estás en vela ¿Tú diste e n t r a d a al amante
¡Ah! ¡Gertrúdis! hablo serio. De tu señora? ¿Sí?
¡,\y de tí, si este misterio GERTRUDIS.

Tu labio no me revela! Sí.


Eres h i j a de mi hermana, JIMEXO.

Y si e n g a ñ a r m e es tu intento, El pecho te ablandaría


Contigo h a r é un escarmiento Con dádivas
Por traidora y por liviana. GERTRUDIS.
Conozco tu corazon, Eso 110,
Que es generoso, que es bueno; Ella fué quien lo ablandó.
Mas yo sé también ¡Lloraba tantol ¡Alma mía
GERTRUDIS. Sus lágrimas, esas fueron
¡Jimeno! Las dádivas que me diera.
JIMEXO. ¡Como chispas de una hoguera
Que eso tuerce la razón. En mi corazon cayeron!
¿La verdad en tu alma lidia P u e s que ¿no la he de querer?
Al escuchar mis reclamos? ¿Pues no he crecido á su lado?
¡Bajo el techo de mis amos ¿Pues juntas no hemos gozado
No h a b i t a r á la perfidia, Del puro, infantil placer?
Mientras impedirlo pueda! L a r g o s días angustiosos
GERTRUDIS. De mil horribles instantes
Jimeno! P a s a r o n , Jimeno, ántes

(
GERTRUDIS.
Que, rendida á sus sollozos,
No, no h a b r á modo
Me doblegara á su anhelo.
De que lo diga, es en balde.
¡Cómo gemía la triste!
JIMENO.
¡Xo h a y en el mundo, no existe
¿Que nó? P u e s bien, el alcalde,
Quien s u f r a tal desconsuelo!
Mi señor, lo s a b r á todo.
¡Cuánto penó por el hombre
GERTRUDIS.
Que le a r r e b a t a la calma!
Jimeno ¡por compasion!
¡Todas las noches, del alma
Debí de morir aquí
Le a r r a n c ó el sueño su nombre!
Primero ¡torpe de mí!
Y tú á reprocharme vienes
Que h a c e r t e esta confesion.
Mi cariño y mi ternura!
JIMENO.
E s a hoja que en tu cintura
¿Y he de ser, ¡por Belcebú!
Colgada, Jimeno, tienes,
—Antes c o r t a r a mi lengua—
Clava en mi pecho: menor
De su honra y su nombre en mengua,
S e r á mi pena al sentirla,
""Encubridor como tú?
Que la que tuve al oiría
V e t e . . . . ya te puedes i r . . . .
Contándome de su amor,
GERTRUDIS.
Cuando ayuda me pedía
No, Jimeno
P a r a hablar á su placer
JIMENO.
Al caballero.
B a s t a ya.
JIMENO.
Todo hoy mismo lo sabrá
Saber ¡Si nunca supe mentir!
Quiero su nombre. —¿Y ese hombre se fue?
GERTRUDIS. GERTRUDIS.
Sería Se fué.
F a l t a r á mi juramento JIMENO.
Si indiscreta lo dijera; Mas ¿por dónde?
Que no te lo descubriera
GERTRUDIS.
Ni en el potro del tormento.
Es muy sencillo.
JIMENO.
T. L -
¡Gertrúdis!
ira
TIMENO.
JIMEXO.
¡Ah!—Dejé'abierto el portillo
Por allí Así me hizo Dios, de roca, [Se va Gertrudis.]
De roca p a r a cumplir
1
GERTRUDIS.

Pues ya se ve Con mi deber, en efecto,


Si no d i j e r a . . . . Que sólo el camino recto
JIMENO.
Del mundo he de seguir.
No es cierto, Don Gonzalo lo s a b r á ,
Que la verdad de este agravio, Si amor'su hija ha tenido
O del tuyo, ó de otro labio Y á Dios con él no ha olendido,
Hubiera al fin'descubierto. Dios ese a m o r premiará.

tl i! §
[Vdse, cerrando la puerta por la derecha,
GERTRUDIS.
despues de haber cerrado con llave la
Y si ella se ha de e m p e ñ a r . . . .
í «k
puerta del fondo.)
JIMEXO.

Inútilmente; yo sé
ESCENA IV.
Que no, que no cederá.
• i' MENCIA, G E R T R U D I S , [esta se detiene.en l a p u e r t a
GERTRUDIS. como qnien espía desconfiada ]
Si r u e g a . GERTRUDIS.
; i 1
I
JIMENO. ¡ N a d i e ! . . . . Jimeno se ha ido;
Inútil rogar. Todo está solo, señora,
GERTRUDIS. Y es avanzada la hora.
¡
MEXCÍA.
[Dice los dos versos que siguen, mirando
desconsolada y suplicante á Jimeno que [Señalándola.]
mueve la cabeza en sentido negativo.] L a e s c a l a . . . .no h a g a s r u i d o . . . .
it Pónla pónla.
H#¡ri ¿Y si al corazon te toca?
GERTRUDIS.
P i ¿Si aquí volvemos las dos?
Si pudiera
JIMEXO.
No volver, mejor sería.
No.
MENCÍA.

I
GERTRUDIS. No te inquiete el ansia mía;
De r o c a te hizo Dios. (Yéndose.) La pondrás por vez postrera,
Todo, todo se acabó.
[Pausa.] Y ¡sin e m b a r g o me matas! [Aparte]
El amor es imposible ¿Cómo te he de aborrecer,
P a r a e n t r a m b o s . . . .y ¡es horrible Cuando aquí sintiendo estoy
Lo que estoy sintiendo yo! Mis desengaños de hoy,
GERTRUDIS.
Mis ilusiones de ayer?
(Asegurando la escala.) (Con resolución forzada.)
Ya está, señora. ¡Será preciso olvidar!
MENCÍA. BENAVIDES.

Está bien. Tal vez no


¡Cómo palpita m i seno MENCÍA.
De amor y de angustia lleno! ¡Será preciso!
[Se acerca á la puerta.] Mas ¿en yermo un paraíso
Ven, Don Juan, ya es hora, ven. Tan presto se h a de trocar?
Tan presto?
ESCENA V. BENAVIDES.
BENAVIDES, MENCIA y GERTRUDIS. No, no Mencía:
MENCIA. Yo he de salvar, ¡vive Dios!
P a r t e , y no me d i g a s nada. Esta sima que á los dos
BENA VIDES. Nos separa en hora impía.
¿No me aborrecéis, Mencía? Y a mucho tiempo esperé,
MENCÍA. Ya he combatido á la suerte
A b o r r e c e r t e . . . .[Aparte] ¡Alma mía, Aun es tiempo espera (Aparte.) ¡Oh muerte!
No asomes á mi mirada! Yo tu auxilio imploraré!
[Alto] ¿Aborrecerte, Don Juan? Espera yo te prometo
No cabe en mi a l m a el encono. Volver un dia no tarda,
Te perdono. . . . t e perdono Mencía entre tanto, g u a r d a
Sé que mis d i c h a s se van, De nuestro a m o r el secreto.
Que tú me las a r r e b a t a s , MENCÍA.
Que no quisiste engañarme, Lo g u a r d a la inmensidad
Que no has querido matarme Que entre los dos se interpone.
BENAVIDES.
Aun m á s que la mar, profundo.
¡Adiós! Fuerza es que me a b a n d o n a r a .
MENCÍA.
GERTRUDIS.
¡Que Dios te perdone! Si así lo juzgasteis vos,
Sea! Que Dios os a m p a r e .
BENAVIDES.
MENCÍA.
(Aparte, pero de modo que lo oigaMencía, que Es Dios
se habrá acercado d despedirse.) Quien á entrambos nos separa.
¡Hasta la eternidad! (Se va por el balcón.) CERTRÚDIS.

Señora
ESCENA VI.
MENCÍA.
MENCIA y GERTRUDIS. No volverá
MENCÍA. A encontrarse en mi camino:
¿Qué d i j o ? . . . .¿No es ilusión? Lo quiere el poder divino,
¿Qué dijo, V i r g e n c l e m e n t e ! . . Que es incontrastable. (Se oye un tiro.)
¿O fué el eco solamente MENCÍA Y GERTRÚDIS.
De mi propio corazon, ¡Ah!
El ay de mi sufrimiento,
MENCÍA.
El g r i t o de mi congoja?
¿Escuchaste? ¡Por favor!
¡Fatal p a l a b r a que a r r o j a
GERTRUDIS.
A mi oído el pensamiento!
¡Temblando estoy no respiro!
—La e t e r n i d a d ! . . . .¡Oh Dios mío!
(Con inmenso dolor.) MENCÍA.

Se fué, Gertrudis, se fué, Sonó tan cerca ese tiro;


Y á verlo no volveré. ¿Por qué me hiela el pavor?
GERTRUDIS.

¿Por qué se aleja el impío? ESCENA VII.


MENCÍA. Dichos, DON G O N Z A L O y J I M E N O , que salen j u s t o s .
Porque á un abismo profundo JIMENO.
Lo lanza angustioso anhelo, Es seguro que h a n tirado
Aun más inmenso que el cielo, Muy c e r c a . . . .
¡Ay! como nunca sombrío
GONZALO.
Vi su rostro de ira lleno.
[A Gertrúdis y Metida.]
GERTRUDIS.
¿Qué hacéis aquí?
GERTRUDIS. Si algo le ha dicho Jimeno
MENCÍA.
A ese r u i d o . . . -
MENCÍA.
Sola partiré ¡Dios mío!
Padre, sí. Ante su dolor en vano
GONZALO. Lucho, mi valor decae. (Entra Iñigo por el
Aun el lecho abandonado balcón.)
Os aguarda ¡vive Cristo!
¡Afuera, Jimeno, afuera, ESCENA IX.
Que allá el deber nos espera! DICHAS é IÑIGO.
¡Por fortuna estaba listo! GERTRUDIS.

—¡Ah! no te vayas, Mencía: ¡Iñigo!


Que aquí aguardéis os prevengo; MENCÍA.

De hablarte esta noche tengo. ¿Iñigo? ¡y t r a e


MENCÍA. El arcabuz en la mano!
¡Padre! ¿Vos tirásteis?
GONZALO. IÑIGO.

S í / ¡ p o r > i d a mía! (Se va con Jimeno.) Yo tiré.


MENCÍA.

ESCENA VIH. ¿Sobre él? ¡Oh cielos, piedad!


MENCIA y GERTRUDIS. Callad, Iñigo, callad
MENCÍA. Nada me digáis No sé
Huyamos. Qué tengo, ¡Virgen piadosa!
GERTRUDIS. ¡Si le ha matado! No, no,
¿Qué osáis decir? Nada quiero saber yo!
MENCÍA.
¡Qué ansiedad tan espantosa!
IÑIGO.
Sí, p a r t a m o s al instante,
¿No miraste su semblante? (Aparte.)
De terror voy á morir! Su congoja está diciendo
Voy á ver tan cara prenda.
Cuánto amor por él alienta;
—Con Jimeno estaba, sí,
Que es de amor esa tormenta
No adivinó mi emocion:
Que en su pecho está rugiendo.
Los dos subir al balcón
(A Mencía.)
Le miramos ¿qué sentí?
¿Así le amais?
No lo sé P a r t i ó Jimeno,
MEXCÍA.
F u é de Don Gonzalo en b u s c a . . . . . .
(Aparte.)
¡Aun la razón se me ofusca,
¡Alma mía,
Respira a p é n a s mi s e n o ! . . . .
Qué dolor!
Mi vista a p a t a r no pude
IÑIGO.
De ese hueco, (Al balcón.)
Ya se concibe
MEXCÍA.
Tanto afan.
MENCÍA.
¡Horrible afan!
IÑIGO.
Iñigo, ¿vive?
IÑIGO. Mis ojos ardiendo están;
Vive, sí, vive, Mencía Pues el f u e g o que aun acude
Retéle en vano; á luchar A mi pupila y la inflama,
Negóse, el rostro embozando, Es el f u e g o a b r a s a d o r
Y la poterna alcanzando, De este infierno, de este horror
L e vi la calle g a n a r . Que en mis venas se derrama.
Como u n a flecha partió; (Queriendo acercarse á la luz para recono-
Burló mi ansiedad cruel, cer el sombrero y deteniéndolo Mencía.)
Y en un brioso corcel ¡Apartad!
MEXCÍA.
Que de la sombra salió,
C a b a l g a r le vi ligero; No.
IÑIGO.
Mas de la noche á la luz
L a bala de mi arcabuz La luz quiero.
Robó á su frente el sombrero. ¡Oh instante!
(Vacila 11 n instante antes de mirar.)
¡Oh prenda ! Caiga la venda
¡Y morir despues!
De mis ojos, al b a ñ a r l a
¡Qué miro! Ya sé quién es,
Esa luz, voy á mirarla,
- m -

MENCÍA.
Por el joyel del s o m b r e r o . . . . . .
Tened piedad Yo la imploro. •
¡Infamia! ¡Condenación!
Hace un instante decía
¡Benavides!
Mi padre, al salir de aquí,
MENCÍA.
Que le a g u a r d a r a No quiero

i
¡Ay de mí!
Ver aquel rostro severo
IÑIGO.
Otra vez como le vi
¿Sabéis su secreto?
Oigo pasos Vos me amais
MENCÍA.
Vos, Iñigo, lo dijisteis
Sí. (Pausa.)
IÑIGO.
Iñigo, perdón! perdón!
¡Qué hermosa'
H a s t a hoy no lo supe.
MENCÍA.
IÑIGO.
Si no mentisteis,
fi ¡Oh cielo!
A s a c a r m e de aquí vais.
Que el rayo de tu ira vibre!
Mi padre lo sabe todo:
O Don Juan, Mencia, no es libre.
Lo adivino, lo comprendo
i MENCÍA.
Sus pasos estoy oyendo
A h o r a lo supo mi anhelo.
IÑIGO.
¡Me a m a b a !
Ya no hay modo.
¡' E IÑIGO.
MENCÍA.
¡Maldito amor!
if ¡Ya no hay modo!
! MI MENCÍA.
(Iñigo entra precipitadamente en la
¡Ah! Mi padre ha de venir.
tacion de Don Gonzalo; éste y Ji
Vos no le podéis decir aparecen por la puerta del fondo.)
Mi a m a r g u r a y mi dolor
¡Salvadme vos! ESCENA X.
IÑIGO.
Dichos, D. GONZALO y JIMENO.
¿Yo, Mencia?
GONZALO.
MENCÍA.
ti- (A Jimeno.)
Vos que me amais
¿Dónde está, dónde está? Déjame solo;
IÑIGO.
Vete, Jimeno, y el altar prepara.
(Aparte.) Sí, la adoro.
Alzarse altiva y fuerte;
(Vase Jimeno.)
Que es el honor de suerte
Allí está! ¡Voy á verla cara á cara!
Que sólo de virtudes se corona?
¡Voy á leer en su semblante el dolo!
¡Y tú te recatabas! Tú ocultaste
Vete, Gertrudis.
Traidora tus amores,
(Cierra la puerta por donde sale Gertrudis.)
Y pérfida, al abismo me lanzaste
¡Ella! Y no se atreve
De dudas y de horrores!
A volver la mirada ¡Ella! ¡Ella!
¿En qué tu mente atribulada piensa?
¡La hija de mi amor, mi luz, mi estrella,
¡Si ante el horrible a g r a v i o
Dulce recreo de mi vida breve!
Enmudece tu labio
Todas las furias que durmiendo habitan
Y espira en tu g a r g a n t a la defensa!
En el humano corazon—estrecho,
MENCÍA.
Cuando al a m a g o del dolor se agitan—
¡Misericordia, padre padre mío!
Bramando están despiertas en mi pecho.
GONZALO.
Mírame y vuelve la mirada en torno;
¡Téngala Dios de mí!—Y de Jimeno
Suba á tu faz la llama del bochorno.
Dudaba yo!—¡Y de ella la puréza,
¿Qué miras, di, qué miras, desdichada?
Como el aroma de los blancos lirios,
Los severos trasuntos •
Trastornó mi cabeza!
De tus antepasados; todos juntos
Ardiendo en este instante están los cirios
Clavando están, Mencía, su mirada
De mi capilla; en el altar te a g u a r d a
En tu pálida faz desencajada;
El perdón del Señor ¡Habla, Mencía,
En tí, que los deshonras;
¿Por qué tu labio tarda?
En tí, en donde miran
¿No ves la angustia mía?
L a flor de su progenie vinculada;
MENCÍA.
En tí, en donde están todas sus honras.
Mudos p r e g u n t a n ya por tu pureza; M atadme.
GONZALO.
Tiemblan al ver que su blasón se g a s t a .
¿No sabes, di, no sabes que no b a s t a ¿Que te mate?
Guardar en pergaminos la nobleza; ¿Que tu vida arrebate?
Que son los nobles hechos Sí, sí, te mataré.
Los que escriben honor en nuestros pechos; {Lleva la mano al puñal.)
Que es g a l a r d ó n del alma que ambiciona Sí, tú lo q u i e r e s . . . . . .
Bien; pues l a muerte al deshonor prefieres. Con poderoso brío,
Y no, no daré tiempo Al rudo choque del acero mío.
A que el dolor anude con su lazo Lloviendo estaba En el combate fiero
Mi v e n g a t i v o brazo Hundí en el fango la insegura planta
Yo moriré despues. A t i e r r a vine, á tierra, y el acero
MENCÍA.
Sentí de mi contrario en la g a r g a n t a .
No, padre, calla: ¡Que allí me rematase á Dios pluguiera
Así el dolor te ofusca! Y en este horrible instante no te viera!
GONZALO. Mas Galíndez llegó, tomó mi espada,
Dime su nombre y partiré en su busca. Y azotando con ella, valeroso,
MENCÍA. L a faz de mi enemigo victorioso,
J a m á s podré decirlo ¡Oh, qué batalla! Huyó de mí la muerte contrariada.
GONZALO.
«Aparta,» exclamo yo, «sí, por mi nombre!»
Defendiendo su honor, murió Galíndez, «No, no,» gritó Galíndez, «este hombre
Mi valiente escudero. R o n d a b a por mi Inés.» ¡Ay! Inés era
Galíndez no era hidalgo, era pechero L a joven madre de Iñigo, la esposa
¿Y no h e de morir yo, ¡por vida mía! Del valiente escudero. «Yo peleo,
Yo que soy caballero? Continuó denodado
Galíndez e r a el padre P o r mi honor, y por él pelear exijo.»
De Iñigo sí, tal su padre era. Eso dijo Galíndez, y lo dijo
(Movimientos de Iñigo.) Cuando rodaba al suelo, traspasado
Aún tu s a n t a madre El corazon magnánimo, sin vida,
En el mundo vivía Brotando s a n g r e la anchurosa h e r i d a . . . .
R o n d a b a un hombre por mi calle, y fiero, Mas yo vengué suhonor, y de tal suerte
Como serpiente venenosa, a r t e r a , Que al rondador infame di la muerte.
L a horrible duda de mi honor perdido Pronto, como él, reposaremos juntos
Se aposentó en mi pecho (Pausa.)
En cólera deshecho, Si yo vivir pudiera un solo instante
Sobre el vil rondador, en noche oscura Despues de muerta tú, yo le daría
Con m a n o airada me arrojé violento: Muerte también á tu villano amante
Su espada silbó al viento ¡Oh! Iñigo lo h a r á . . . . lo h a r á Mencía,
T. 1,-5?,

\
¡Si es tu p r o g e n i e villana,
Y su valiente mano
S a n g r e vil h a y en tus venas!
E m p a p a r á en la s a n g r e del villano
M u e r e . . . . muere pero no,
Que ofensa"tal á mi blasón ha hecho.
A tí, Señor, me dirijo
Mas m u e r e ya. ( L a n z á n d o s e sobre ella.)
Si es de Galíndez el hijo,
MENCÍA.
Y Galíndez me salvó!
(Cayendo de rodillas.)
¡Basta! ¡Villano! ¡Villano!
¡Piedad! ¡Oh, madre mía!
(Se acerca d la mesa, bajando la cabeza co-
IÑIGO.
mo agobiado por el dolor, mientras Men-
(Saliendo y deteniendo el brazo á Don Gon-
cia dice\)
zalo.)
MENCÍA.
Señor, señor, clavádmelo en el pecho.
¡Noble, noble! Me salvásteis. (A Iñigo.)
GONZALO.
m e has Ved lo que h a c é i s . . . .
¡Iñigo! ¿Y escuchado?
IÑIGO.
¡Por dónde entraste, por dónde?
Vos ¿dudáis?
IÑIGO.
MENCÍA.
¡Señor !
¡Nunca! Yo os daré mi mano.
GONZALO.
(Aparece Jimeno por la puerta del fondo.)
Responde, responde.
GONZALO.
IÑIGO.
(Como desesperado.)
Por ese balcón he entrado,
¡Venganza, v e n g a n z a fiera!
Como o t r a s veces entré,
¡Ay, J i m e n o . . . Yo matar? (Arroja el puñal).
Como o t r a s mil á deshora.
I d o s . . . i d o s . . . al a l t a r . . . (A Metida é Iñigo.)
GONZALO. El sacerdote os espera!
¡Planta vil, planta traidora
Que en mi mismo h o g a r sembré!
Ante la inicua traición FIN D E L ACTO SEGUNDO.
Todo mi encono despierta
De día, por esa puerta,
De noche, por el b a l c ó n ! . . . .
¡Infamia! ¡Infamia! ¡Si apénas
E s c r e í b l e . . . . ¡Ley tirana!
ACTO TERCERO.

L a misma decoración.

E S C E N A I.
JIMENO y G E R T R Ü D I S .

J1MENO.
¿Conque no e r a Don Iñigo?
GERTRUDIS.

Te digo
Que no era él, Jimeno, que sus ansias
E r a n por otro c o r a z o n . . . . que sufre,
Que ha perdido por siempre la esperanza;
No entiendo de estas c o s a s . . . . pero creo
Que el hijo de Galíndez l a idolatra.
¡El hijo de Galíndez! ¡Quién creyera
Que algún día su esposa la llamara!
JIMENO.

Es el doncel apuesto y valeroso.


GERTRUDIS.

Es verdad, es verdad; pero ¡no basta!


ESCENA III.
Yo la miro sufrir. E n todo el día
JIMENO é IÑIGO.
Suspiró sin cesar la infortunada,
Y ni hay consuelo á su dolor, ni hay dique IÑIGO.

Que contenga el torrente de sus lágrimas. Horrible y cruel vacilación! ¿La viste?
«¡Noble, qué noble!» murmurando siempre, Trémula e s t a b a en el altar, Jimeno:
«Merece ser feliz,» repite y calla, Su mano pura, sin color, de nieve,
Y yo comprendo su ansiedad, su lucha Pálido el rostro como nunca bello.
¡Qué desgracia, Jimeno, qué d e s g r a c i a ! . . . . No hizo falta á su f r e n t e la corona
Ni á su gentil g a r g a n t a y alto seno
Voy á su lado.
L a mágica envoltura peregrina
JIMENO.
De la pompa nupcial y el blanco velo;
Ve. Que mi amor, como nube vaporosa,
Envolvía su nítido cabello,
GERTRUDIS.
Y enajenado el corazon golpeaba
D e algo le sirve
En tumultuoso palpitar mi pecho.
Escuchar en silencio mis palabras. ¡Cómo s o ñ a b a de ventura loco,
(Hace ademan de retirarse y aparece Iñigo. P u e s era aquella realidad un sueño!
Al verlo, exclama:) Soñaba que de a m o r embebecida
¡Ay! ¡Don Iñigo! E n mí clavaba su mirar sereno,
El sol de su pupila iluminando
De nuestra dicha el anchuroso cielo.
ESCENA n . ¡Qué horrible despertar! Ah! Don Gonzalo,
Dichos é IÑIGO por el fondo. Tú no le viste, no, mi buen Jimeno,
Cuando con firme mano el hierro agudo,
IÑIGO.
Templado en ira amenazó su p e c h o . . . .
Tente. (Aparte.) Yo quisiera Ella estaba á sus p i e s . . . . un solo instante
Hablar con ella. (Alto.) Escucha, no te vayas; Que vacilara yo, sólo un momento, .
Yo quiero h a b l a r á tu señora dile....
Y bañado en su s a n g r e generosa,
Que aquí la a g u a r d o No, no digas nada:
R o d a r a su cadáver por el suelo
Vete, y consuela su a m a r g u r a , en tanto
Ella todo lo vió la justa saña
Quesufiero'dolor el cielo calma.
Temió d e f p a d r e , y de pavor inmenso
(Vase Gertrudis.)
T r a n s i d a . . . l o c a . . . . contempló callada (Sale Mencia y oye.)
R e v e r b e r a r la antorcha de himeneo. Echó de menos, con ser
JIMENO. Víctima de horrible suerte,
Y bien A los que airada la muerte
IÑIGO. Le a r r e b a t a r a al n a c e r .
Ya es mía, y en eterno lazo Pregúntele á su conciencia
A mí la unió la bendición del cielo; El que, si humilde ha nacido,
Mas hondo entre los dos hay un sepulcro Entre nobles ha podido
Que es preciso cerrar, y aún está abierto. Enaltecer su existencia,
Si no es de g e n t e s livianas
ESCENA IV. Y de envilecida gente,
Llenar de lodo una frente
D I C H O S , DON GONZALO y M E N C I A ,
cuando lo indique el diálogo. Que se corona de canas.
GONZALO. IÑIGO.

Aquí está, ¡vive Dios! Jimeno, vete, Señor


Solos aquí nos deja. GONZALO.
JIMENO. ¿Y eres tú el mancebo
Os obedezco. Que iba, surcando las olas,
GONZALO. A las costas españolas
J u g u e t e de la fortuna, A h o n r a r el nombre que llevo?;
H u é r f a n o y desamparado, ¿Eres tú, quien en la g u e r r a
Vi junto á un sepulcro helado Iba á fulminar la espada
Columpiarse vuestra cuna. Con s a n g r e noble e m p a p a d a
Todo p a r a vos yacía De los héroes de esta tierra?
E n aquel recinto estrecho, (Iñigo se quita del cinto su espada.)
Y a m p a r o bajo este techo Bien, por D i o s . . . . deja el acero:
Hallasteis, Iñigo, un día. Justo es que en mi casa quede;
P r e g ú n t e l e el hombre al niño, No la esgrima quien no puede
P r e g ú n t e l e al hombre el hombre, Honrarla por caballero.
Si al a m p a r o de mi nombre Hay una h e r m o s a doncella,
Y al calor de mi cariño Hay una gentil criatura,
- m -

Como los ángeles, pura, MENCÍA.


»
Como los ángeles, bella. (A Gonzalo.)
P a s ó volando al acaso ¡Por piedad!
Junto á vos, y ¡vive Dios! (A Iñigo.)
¡Ojalá que nunca á vos ¡Idos, por piedad, de aquí!
tí Os e n c o n t r a r a en su p a s o ! . . . .
K
Yo que os creí mi delicia
: rk ESCENA V.
¡Cómo al fin todo se pierde!
DICHOS y BENAVIDES.
¡Lebrel astuto que muerde
i f M b | BENAVIDES.
L a mano que le acaricia!
i m \ Que Dios os guarde.
IÑIGO.
GONZALO.
|il ¡Por ella! Con Dios
(Aparte.) Siempre los buenos están,
MENCÍA. Pues bueno sois, capitan,
; (Aparte.) Capitán, que os g u a r d e á vos.
1
Es mucho sufrir!

Ijt
BENAVIDES.
IÑIGO. Tal vez importuno llego
(Aparte.) En mala h o r a aquí.
i I I " "i
m ¡Tanto ultraje! ¡Tal baldón! GONZALO.
Y ¿eres tú mi corazon Callad
Este que siento latir?
¿Importuno? No, en verdad;
GONZALO.
E n mala hora, no lo niego;
Inmóvil, tras t a n t a mengua, Que son perpetuas las lides
Ni á alzar la vista se atreve: Del pecho de los mortales,
Despues de la infamia debe Y hay horas que s o n fatales,
Petrificarse la lengua Y esta es una, Benavides
¡Y no responde! y así Mas si un asunto traéis
S o p o r t a su liviandad! Que á vos ó á mí me interese,
(Se le acerca Mencia.) Decidme qué asunto es ese
¡Ah! ¡Mencia! Que al decirlo me honrareis.
^

T
— 433 -

BENAVIDES. GONZALO.

Ha muchos años, señor, Es verdad


Que mi padre á Roma fué BENAVIDES.

¿Por qué motivo? no sé; Entonces, señor, vivía,


Tal vez asuntos de honor. Por no oponerme al intento
Tal v e z . . . . m a s importa poco, Paternal, en un convento
Y de aclararlo no trato, De la hermosa Andalucía.
Aunque importa á mi relato Lenta en él pasaba aislada,
La digresión, y si invoco La existencia para mí,
V u e s t r a indulgencia Hasta que al fin recibí,
GONZALO. Señor, una órden s a g r a d a ;
Seguid, Una órden que, á mi pesar,
Y tomadlo donde'os"cuadre. Sin término ya, sin plazo,
BENAVIDES. Me a t a b a con férreo lazo
Se t r a t a b a al Santo P a d r e
A las g r a d a s del altar.
De a s e s i n a r En Madrid
Mucho sufrí, ¡negra suerte!
Nació el pensamiento i m p í o . . . .
Mas cuando allí supe yo
Que allí creció lentamente
Que á mi padre a r r e b a t ó
Como crece la serpiente
Entre sus g a r r a s la muerte,
Oculta en bosque sombrío.
Romper de un golpe juré
Al fin, de horrible puñal
La cadena del tormento,
A r m a d a traidora mano,
Y cumplí mi juramento.
T r a s p a s ó del Vaticano
Una noche abandoné,
Una noche el regio umbral.
P r e s a de dolor profundo,
T r a s ella mi padre fué,
Y de su s o m b r a al misterio,
Y al vibrar el golpe rudo, El sombrío monasterio
Rápido y valiente pudo
Que me a p a r t a b a del mundo.
S a l v a r al P a p a No sé A la g u e r r a entónces fui
Quién fué el traidor, su maldad Que á su estruendo me acomodo
Juzgue el c i e l o . . . . mas cobarde,
Y aventurándolo todo,
Al p a d r e mío, una tarde
Al Santo P a d r e escribí
Hirió de muerte.
La muerte le recordé El caudal de mi fortuna;
De mi padre desdichado, Pensad que la adoro ciego.
IÑIGO.
Y hacia el huérfano obligado,
Bueno y generoso fué. ¡Colmada está la medida!
Libre soy. En mi presente (Aparte.)
BENAVIDES.
No pesa ya el anatema,
¡Que vais á a m a r g a r su vida
Que una absolución suprema
Si no accedeis á mi ruego!
Arranca al fin de mi frente.
¿Por qué calíais? ¿Por qué así
Hoy la he recibido, hoy
Respondéis á mi querella?
Hace un momento no más,
¿Qué es lo que pasa por ella?
Y feliz, como jamás,
—Iñigo, implorad por mí
Libre como el ave soy.
¿No me respondéis? Infiero
Mirad miradla si os place,
Que os estáis de mí b u r l a n d o . . . .
Don Gonzalo, en este escrito.
¡Y es v e r d a d ! . . . . ¡Qué estoy mirando!
(Dirigiéndose d Mentía.)
El joyel de mi sombrero!
¡Bendito el cielo, bendito,
(Dirigiéndose bajo, d Inigo.J
Que mi ansiedad satisface!
¿Y fuisteis vos fuisteis vos?
Y pues nada hay ya que exija
IÑIGO.
El misterio de mi amor,
(Bajo, d Don Juan.)
(Dirigiéndose d Don Gonzalo.)
Pienso en mi rencor profundo
Vengo á pediros, señor,
Que está de más en el mundo,
La mano de vuestra hija.
Don Juan, uno de los dos.
GONZALO.
BENAVIDES.
¿De Mencía? ¡Estoy soñando!
Señor
¡Si un imposible anhelais!
GONZALO
BENAVIDES.

Ved,.Don Gonzalo que estáis Comprendo el afan


Mi corazon destrozando; De vuestra ansiedad tirana;
Pensad que es noble mi cuna, Respuesta os daré mañana,
Que con la vuestra la igualo, Si la quereis, capitan.
Y es inmenso, Don Gonzalo, No penseis que os pueda hacer
Pudiera alguna vez llegar á hidalgo;
Benavides, un agravio,
Pensadlo con más calma.
Mas quiero oir de su labio
Señor, perdón, vuestra memoria invoco.
(.Refiriéndose d Mencia.)
Dijisteis hace poco
Lo que os he de responder.
Que es la nobleza galardón del alma.
BENAVIDES.
Yo la siento en la mía
Así, señor, os quería.
Siento mi s a n g r e hirviente
GONZALO.
Subirse en olas y quemar mi frente
Idos, pues
Cuando escucho, señor, de vuestro labio
BENAVIDES.
P a r a mí tanto agravio,
(A Iñigo.)
Que á no ser vos quien me los dice, hiciera
Mañana.... P o r mataros, señor, cuanto pudiera.
ÍÑICO. GONZALO.
Sí! Callad.
BENAVIDES.
IÑIGO.
¿Aquí he de veros? ¡Por vida'mía!
IÑIGO.
P r e g u n t a d á Mencía
Aquí. Si hay nobleza, señor, en este pecho.
BENAVIDES.
Decidme, ¿qué os he hecho?
¡Que el cielo os guarde, Mencia!
¡Amar y entre el delirio
( Vdse Benavides.)
De insensata pasión entre el martirio
ESCENA VI.
De una vaga esperanza h a l a g a d o r a ,
DON GONZALO, MENCIA é IÑIGO.
Suspirar sin consuelo, hora tras hora;
GONZALO.
Soñar en la quimérica ventura
¡Horrible situación! Tu mano pide
Del porvenir i n c i e r t o ! . ! . . . .
Quien honrarla p u d i e r a . . . . ¡Desdichada!
¡Harás que de mi nombre al fin me olvide! ¡Devorar en silencio mi a m a r g u r a ;
IÑIGO.
Y de mi triste vida en el desierto,
Mirarla sólo á ella,
Vos, señor, me sacásteis de la nada:
Cual reluciente estrella,
También es cierto que en lejano día
De la n a d a salió vuestra hidalguía, E n t r e la sombra de l a noche oscura!
Si a h o r a nada valgo, ¡Es ese mi delito!
¡Me dejarais, señor, al borde helado Ultrajaste insensato,
De mi plebeya cuna! Si loco de furor en mi arrebato
¡No_viniera_á insultar vuestra fortuna, Iñigo, te injurié perdón te pido:
Xo viniera á ultrajar vuestro pasado! Ante Dios, tuya es mi idolatría,
Alas me disteis y volé sin miedo, Mi hija desdichada,
Y cuando al fln domino el horizonte P e r o ante el mundo, no. Tú lo h a s querido:
Desde la cumbre del altivo monte, Oculto entre las somhras de la noche
Su flaqueza mostráis á mi denuedo. P e n e t r a b a s aquí también oculta
Decís que es vana mi arrogancia fiera, Satisfacción me das de tus agravios.
Falso mi arreo, sin valer mis galas, Cuando vuelvas un día
Y al águila altanera, Hidalgo y noble, tu sagrado enlace
Cortáis de un golpe las robustas alas! P r e g o n a r á n mis labios.
GONZALO. Aquí entre tanto a g u a r d a r á Mencía.
(Tocan las ánimas.)
Iñigo basta.
(Sale Jimeno y alguaciles.)
IÑIGO.
Orad todos, orad, que el cielo pío
Partiré á la guerra,
Aquí te torne en breve.
Y a r r a n c a r é á la suerte Iñigo, de r o d i l l a s . . . . ¡hijo mío!
[Señalando el escudo.] Mi bendición es é s t a . . . . ¡Dios te lleve!
El soberbio blasón que hoy me avasalla. - Vamos, Jimeno, que el deber me llama.
GONZALO.
JIMENO.
Iñigo bueno.
¡Ob, cuánto, cuánto le ama!
IÑIGO.
(Alumbrando.)
O hallaré la muerte
En el revuelto campo de batalla.
ESCEXA VII.
GONZALO.
MENCIA 6 IÑIGO.
[Dando d Iñigo otra vez la espada.] IÑIGO.
Toma Está bien. En honda melancolía
IÑIGO. Y a m a r g o y perpetuo lloro,
[Tomando la espada] Señor.... Sé que pasásteis el día:
GONZALO. Juzgad de la angustia mía,
Si la honra mía
P u e s sabéis lo que os adoro. ¡Adiós, Mencía!
MENCÍA
No juzguéis que indiferente
Torne, al romper inclemente ¡Callad!
De vuestro amor las cadenas, Nobleza tanta ¡infelice!
E s p i n a s las azucenas Cautiva mi voluntad.
Que soñáis en vuestra frente. Esperad
IÑIGO.
No, Mencía, por favor,
D a d l e t r e g u a s al quebranto ¡Cielos! ¿Qué dice?
Comprende vuestro dolor ¿Que espere? ¡Oh Dios!
MENCÍA.
Y comprende vuestro llanto
Quien ha llorado su amor. Esperad.
No hay en mis p a l a b r a s dolo, Salvais mi honor y á sufrir
Mis esperanzas inmolo Os vais.
IÑIGO.
A v u e s t r a ventura ¡todas!
No digáis que en vuestras bodas Mencía, á morir.
MENCÍA.
Hallásteis lágrimas sólo.
D e c i d al mundo algún día, ¡Morir!
D e s p u e s de muchos, despues IÑIGO.

Que y o j i a j a muerto, Mencía, ¡Morir en la guerra!


Q u e visteis en hora impía ¿Qué puedo hacer en la tierra
Mi albedrío á vuestros piés. Que no sea combatir?
Decid que en vuestra presencia MENCÍA.

Dictó su mortal sentencia Iñigo, esperaos no


Un sér que desde muy niño Juradme que luchareis
O s consagró su cariño, Como á mi padre juró
O s consagró su existencia Vuestro labio, y volvereis
Decid que holló su derecho, Aquí, que os a g u a r d o yo.
IÑIGO.
Que a h o g ó su intensa pasión,
Y que él mismo en su despecho, A un hombre a m á b a i s
MENCÍA.
Con su mano, el corazon,
P e d a z o s hizo en su pecho. Sí tal.
Si lates por mí sufriendo;
No habléis de amor ¡oh a m a r g a r a !
Mas no he de vivir mintiendo
Lo quiso el hado fatal;
P a r a h a l a g a r tu ilusión!
La vuestra y mi desventura
Si a g r a d e c i d a me ves,
Lo quisieron por mi mal
No es mi gratitud, no es,
Si un día os miro volver
Iñigo, lo que me pides.
IÑIGO.
Yo h e de morir, y despues
D a r é i s pábulo á ese amor,
Hará el cielo que me olvides.
Y en inicuo proceder
MENCÍA. Tal vez en tierra lejana
(.Irguiándose altiva.) Otro amor calme tu pena
¡Oh, callaos! Desde ayer Como la mía, tirana,
Soy vuestra esposa, señor! Y a l e g r e y feliz mañana
Si acaso estrella siniestra Goces l a vida serena.
En el porvenir nos muestra Tal vez encuentres allí
A vos y á mí n e g r a tumba, T r a s el hondo frenesí
Hasta que al dolor sucumba Que te a p a r t a de mi lado,
Sabré guardar la honra vuestra Un semblante enamorado
IÑIGO.
Que te h a g a olvidar de mí.
Sólo eso exijo de vos Tal vez mas yo desdichada!
¡Piadosa os mire la suerte He de bajar sin amor
Que hoy nos separa á los dos! Al sepulcro, abandonada;
¡Que á mí me ampare la muerte! No llegue allí tu mirada
MENCÍA. A herirme con su dolor.
¡Adiós! (Aparte) ¡Desdichado! Sola (Aparece Gertrudis.)
IÑIGO.
¡Adiós! ESCENA IX.
Dicha y GERTRUDIS.
ESCENA VIII MENCIA.
MENCIA, sola. Ven, Gertrúdis, ven,
MEXCÍA. Y con tus consuelos calma
Adiós, noble corazon! Esta angustia que en el alma
¡Perdón, mil veces perdón!
- 444 -

Dejóme el perdido bien Que Gil, á quien se lo dió,


GERTRUDIS. Se lo devuelva al momento.
Señora el tiempo sin duda GERTRUDIS.

Os ha de tranquilizar. Ese f u é mi pensamiento,


Calma calma y esperar, Eso mismo dije yo;
Que el tiempo todo lo muda. Y aunque también insistí
El no h a de olvidaros ¡cuándo! Negándome, tras de mí
¿Cómo ha de poder, señora? Anduvo terco el rapaz.
S e g u r a estoy de que a h o r a "Ved que interesa, decía,
En vos h a de estar pensando. Ved que no soy importuno,
MENCÍA. Y la existencia de alguno
No me hables, Gertrudis, de él, Comprometerse podría,
GERTRUDIS. Si por extraños antojos
Pues de él os tengo de hablar, © por femenil capricho
Que Gil me a c a b a de dar No p a s a — a s í me lo h a dicho —
P a r a vos este papel. Sobre estas letras los ojos
MENCÍA.
Vuestra señora, y así
Lo mismo que dicho llevo,
¿Gil?
H a b l á n d o m e el tal mancebo,
GERTRUDIS.
El paje. L l e g u é señora, h a s t a aquí
MENCÍA. Y temerosa, aflgida,
¡Dios bendito! Tomé el papel, ¡claro está!
GERTRUDIS.
Sí, pues, t r a t á n d o s e y a
V a y a que es tenaz el hombre: De que peligre una vida
MENCÍA.
Y no hay d u d a , vuestro nombre
Dámelo, Gertrudis, basta.
Ha puesto e n el sobrescrito.
Un frío a g u d o penetra
MENCÍA.
Mi corazon es su letra
Pues no he de leerlo, j a m á s
Y y a mi valor se g a s t a . ( L e e el papel.)
Mi condicion h a mudado,
"Sé, por mi mal, que ante Dios
Y así como e s t á cerrado,
"Un sacerdote, ayer mismo
A Gil lo devolverás;
T. I.—56.
"Abrió, señora, un abismo Que me estoy volviendo loca. (Sigue leyendo.
"Espantoso entre los dos. "Salvarlo el amor podría
"Mas vos sabéis que sin vos "Si aun no es vuestro pecho ingrato
"No he de vivir ¡no, por cierto! "A aquel amor insensato
"Que si ese abismo se ha abierto "Que me jurasteis nn día.
"En un momento cruel, "Abrid á la pena mía
"O hemos de pasar sobre él, "Que de mi pecho se eshala
"O en él arrojais un muerto. "Con furor que á n a d a iguala,
"Él s e r á . . . . que en mala hora
"El balcón, y si es que llamo,
"Su misma senda seguí,
"Gertrudis á mi reclamo
" Y disparó sobre mí
"Ate á los hierros la escala."
"Que soy su jefe, señora.
GERTRUDIS.
" P r o b a d a su acción traidora,
Gil una escala me dió.
" P a r a él no hay perdón, é infiero MEXCÍA.

"Que es eviedente la prueba, (Leyendo.)


"Pues han visto ya que l'.eva "Pensad que a g u a r d o impaciente."
"El joyel de mi sombrero. ¡Dios piadoso, Dios clemente,
"En buena lid le m a t a r a Eso es imposible ¡No!
" P o r su torpe injuria doble; El deber m a s ¿qué me ordena
"Mas p a r a eso ser noble, El deber? ¿Qué es lo que quiere?
"Ser hidalgo le bastara. P u e s si le m a t a n . . . . si él m u e r e . . . .
" P o r ini honor que le r e t a r a Porque la ley le ordena,
"Si honrar al lidiar pudiera, Y pudiéndolo evitar
"Mas, pues, no es así, severa Oye!
" L a ley le imponga su yugo, (Mientras habla Mencia, y al decir: No, Gertru-
"Y se lo entregue al verdugo dis en puntillas, recatándose con malicia lia
"Que en el cadalso le espera." ido al balcón y puesto la escala, sin ser vista.
MEXCÍA. Al decir el últimoverso: Y pudiéndolo evitar, ha
No, Gertrudis; me'sofoca vuelto á acercarse á Mencia y en este momen-
El aire que aquí respiro, to se oye una palmada fuera )
Dime que no; que deliro, (Vacilando.)
¿Allí la escala llevas? ¿Qué venís á hacer aquí?
No te muevas, no te muevas, j Decid, qué esperáis de mí,
Gertrudis, de ese l u g a r . . . . Si ya p a r a vos he muerto?
Espera ¡Oh lucha homicida! ¿No es u l t r a j a r mi decoro,
No me atrevo no me atrevo Obligarme á que os escuche,
¡Señor ! ¿si mi honra le debo, Y desesperada luche
No he de salvarle la vida? Con mi honor?
¿Es que falto al deber mío? BENAVIDES .

(Suena otra palmada.) Y^ si os adoro,


¿Otra vez? Cierra el balcón, ¿Qué puedo, señora, hacer?
Gertrudis ¡Ten compasion Mi pobre r a z ó n 110 alcanza
De mi a m a r g u r a , Dios pío! Qué se hizo aquella esperanza
MEXCÍA.
(Cae de rodillas. Momento de silencio. Apa-
Ayer murió.
receBcnavides en el balcón.)
BEXAVIDES.
¡Murió ayer!
ESCENA X. ¡Infeliz!....
Dichas y BENAVIDES. MEXCÍA.
MEXCÍA. ¡Desventurado!
(.Levantándose.) También sin ventura estoy.
¡Ah, Don Juan! ¿Qué me quereis? ¡Ah, Don Juan, de ayer á hoy,
¿Qué buscáis? Un siglo entero ha pasado,
BENAVIDES. Un siglo de horror y pena,
P a r e c e un sueño, Un siglo de a m a r g o llanto
Una m e n t i r a . . . . Que es ya tanto, que es ya tanto,
MEXCÍA. Que mi existencia envenena.
¿Qué empeño —Por ese balcón, : señor,
En u l t r a j a r m e teneis? Ayer entrásteis^aquí,
BENAVIDES. Y por él salir os vi
¿Ultrajaros? Llevándoos mi alma y mi h o n o r . . .
MEXCÍA. BEXAVIDES

Sí, por cierto. ¿Volvéis? os d i j e . . , .


MENCÍA. Y fui al altar ¡Oh, es horrible
Acabad. Lo que sufro! Idos vos,
BENAVIDES Que estoy ofendiendo á Dios,
¡Adiós! me dijisteis. Capitan.
MENCÍA. BENAVIDES,

Basta. Es imposible.
BENA V I D E S . MENCÍA.

Y bajo añadisteis. Hasta Hablar con vos ya no puedo.


MENCÍA. BENAVIDES.

[Interrumpiénd ole.) Está bien. Me voy, señora.


Sí,'¡hasta la eternidad! MENCÍA.

Lo oí, Benavides, bien, ¡Ah, esperad! Tremenda hora!


Y os miré luego marcharos, Su acento me infunde miedo.
Sin poder siquiera hablaros, Olvidaba ya, Don Juan,
Doblada al suelo la sien. Aquella amenaza.
BENAVIDES.
— Mi padre lo supo todo,
Nada
Matarme aquí mismo quiso,
Y era preciso, preciso Me digáis.
MENCÍA.
Impedirlo de algún modo.
¡Si su mirada
—Miéntras el altar cristiano
Está aumentando mi afan!
P r e p a r a b a allá, Jimeno,
BENAVIDES.
Con el puñal en mi seno
Yo no podré resistir
Aquí temblaba el anciano.
De su imágen al recuerdo.
Iñigo, cerca de mí,
MENCÍA.
De dolor se estremecía,
¡Si estoy loca! ¡Si y a pierdo
Y viendo al balcón, decía:
L a razón! No ha de morir
"Yo fui quien entré, yo fui.»
Don Iñigo, no será.
Mi padre con faz severa
(Suplicante.)
Dijo, haciéndome temblar:
¡Por mi dolor! ¡Por mi vida!
«Idos! idos al altar,
¡Todo en el mundo se olvida,
El sacerdote os espera.»
Todo término tendrá!
(Transición.) L e mataré, por quien soy,
Y si le matáis airado Aquí mismo, en_bu'ena lid,
BENAVIDES. MENCÍA.
P a s o s oigo. (Deteniéndolo,]
MENCÍA. ¡No, atras!
Idos, señor. IÑIGO.
Sí, por aquel corredor (Dentro.)
Alguien viene de este lado. ¡Mencía!
BENAVIDES. MENCÍA.
¿Me seguís? (Suplicante.)
MENCÍA. ¿Os vais?
Jamás. BENAVIDES.

BENAVIDES. No imaginéis que os responda.


Perded GERTRUDIS.

Toda esperanza. ¡Señora! ¡Donjuán! Lironda.


IÑIGO. MENCÍA.

(Dentro.) ¿Oís, D o n j u á n ? ¿Qué aguardais?


¡Mencía! (Aparte.)
Iñigo rompe la puerta.
MENCÍA.
(Empujando á D. Juan hacia su habitación.)
¡Es su vez!
Por aquí, no hay tiempo y a
BENAVIDES.
Que perder.
(Desnudando el acero.)
(Cierra la puerta.)
Si eso quería.
MENCÍA. ESCENA IX.
Yed que os lo suplico, ved MENCIA, G E R T R U D I S é IÑIGO.
Que si aquí os^encuentra IÑIGO.
BENAVIDES. ¡Pálida está,
Abrid Pálida como u n a muerta!
E s a puerta A abrirla voy ¡Qué bien en vuestro semblante
L a traición se está leyendo!
\

L a vida,'siento que muero?


Comprendo, sí, yo comprendo Yo que mirandoos'estoy
T o d o > l horror de este instante. Embebecido, anhelante;
E l pecho apénas palpita, Que no vi vuestro semblante
Latió hace poco tan fuerte! Nunca, t a n bello cual hoy?
El arcángel de la muerte ¡Cómo el horror embellece
Sus alas en torno agita, Con su m a r m ó r e a b l a n c u r a !
Se siente su airada saña;
¡Paso ya! ¡Tanta h e r m o s u r a
El dolor aquí no cabe Me fascina y me enfurece!
(El corason.)
MENCÍA.
Todos tiemblan nadie sabe
Dónde herirá la g u a d a ñ a . ¡Socorro! ¡socorro! Grita
(Movimiento de Metida.) Gertrudis, por el balcón.
Ni una p a l a b r a siquiera; IÑIGO.

Y a veis cómo me contengo, (Queriendo forzar la puerta.)


P e r o es, señora, que tengo ¡La l l a v e ! . . . . ¡Condenación!
Acorralada á la fiera MENCÍA.
Paso! ¡Cómo el corazon palpita!
MENCÍA.
¡Oh qué horror, qué pesadumbre!
Iñigo, no más.
GERTRUDIS.
IÑIGO.
¡Señora!
L e vieron venir aquí,
Y álguien me lo dijo á mí, MENCÍA.

(Señalando el pecho.) ¡Ah! favor! corre!


Que no me e n g a ñ a jamás ¡Gertrudis! ¿Quién me socorre?
¡Paso, os digo! Despierta á la servidumbre.
MENCÍA.
IÑIGO.
No, primero
Me matareis. (Venciendo la puerta.)
IÑIGO. ¡Al fin!
¿Yo mataros? (Desaparece por ella.)
¿Mataros yo, que por daros
P o r el b a l c ó n
E S C E N A XII. GONZALO.
MENCIA, sola. ¿Me e n g a ñ a b a
¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!
(Dirigiéndose d la puerta por que salió Iñigo.) Iñigo?
MENCÍA.
Iñigo, ¡piedad!
S e d vos el juez.
(Por el balcón.)
A n t e el a l t a r del S e ñ o r
¡Favor!
L e di mi m a n o a f l i g i d a ;
(Por la puerta del fondo.)
Yo p o r s a l v a r o s l a vida,
¡Jimeno! ¡Lope! Él por s a l v a r v u e s t r o h o n o r .
[Adelantándose al proscenio.) D o n J u a n , s e ñ o r , no podía
¡Señor!
Ser mi e s p o s o Iñigo v i e n d o . . . .
(Se oye el choque de las espadas.) GONZALO.
¡Ya c h o c a el acero'Jrío, S u noble a c c i ó n y a c o m p r e n d o . . . .
Y yo, yo fui la culpable! (Se vuelve d oír el ruido de espadas.)
¡Socorro! Y nadie responde! ¡ L u c h a n ! . . . . ¡Ah, por vida mía!
— G e n t e llega. (.1 un movimiento de Jimeno, los alguaciles
E S C E N A XIII. hacen por seguirle.)
¡Teneos! N a d i e c o n m i g o .
MENCIA, DON GONZALO, JIMENO, GERTRUDIS,
MENCÍA.
alguaciles y criados,
GONZALO.
¡Padre!
GONZALO.
¿En dónde, en dónde ¡Quita!
Se oculta ese miserable? MENCÍA.

(Cesa el ruido de espadas.) ¡No h a s de ir!


(Señalando la escala.) GONZALO.
Mira, Jimeno. ¡De nuevo (Empujándola hacia Jimeno.)
El p a d r ó n de i n f a m i a aquí! Tenia, Jimeno A morir
¡Hija! ¿Es posible? ¡Ay d e mí! O á m a t a r á mi enemigo.
L a m u e r t e en el a l m a llevo! (Desenvaina y al dirigirse jija pnerta,'apa-
MENCÍA.
rece Iñigo de espaldas, mor talmente heri-
Padre sabed de u n a vez
do, empuñando su espada rota.)
Que e r a D o n J u a n quien e n t r a b a
MENCÍA. GONZALO.
¡Ah! ¡Qué veo! Y desarmado
GONZALO.
Os hirió! ¡Mal caballero!
¡Dios piadoso!
¡Ah! El infame
ESCENA XIV. IÑIGO.

Todos.—DON J U A N , sale despues. Perdonad....


GONZALO.
Amor aquí le traía
¡Olí, qué horror!
El la ama, lo ama Mencía.
JIMEXO.
Mencía!
¡El era, él era!
(Con ternura á Mencía)
MENCÍA.
GONZALO.
(Acercándose)
¡Iñigo! ¡Fatalidad!
IÑIGO. IÑIGO.
L a muerte fiera
Ven, Jimeno
Al fin me dará reposo.
GONZALO.
(En este momento sale Benavides.)
¡Ay, hijo mío! JIMENO.
IÑIGO.
(Mirándolo.)
Señor,
¡Miserable!
Honda y mortal es la h e r i d a . . . .
MENCÍA.
Nada os importe mi vida,
Cuando ella os salva el honor. ¡Idos, Don Juan! ¡Dios os valga!
MENCÍA. GONZALO.
¡Y herirte él pudo?
Prended á ese hombre.
IÑIGO.
IÑIGO.
Mi acero
(Mirando con intención.) Que salga
De lidiar con vos cansado Libre Yo soy el c u l p a b l e . . .
Desarmóme. El por vuestra h o n r a , señor,
(Arrojando la espada rota.) E n t r ó á peseguirme aquí.
/

Iñigo, espérame allí.


(Bajo A Don Gonzalo.)
(El cielo.)
¿Estáis en el mundo?
Tuya soy.
GONZALO.
IÑIGO.
Sí, Dichoso muero!
IÑIGO. Así morirme quería!
(Bajo.) Conserva en memoria mía
El joyel de mi sombrero.
¡Antes que todo el honor!
(Alto.)
FIN.
Yo asalté vuestra morada,
Yo plebeyo, yo villano
Dadme á besar vuestra m a n o . . . .
(Aparte.)
Ya nada le debo, nada.
(A Don Juan.)
Mi esposa es, Don Juan, y es pura:
Feliz hacedla.
MENCÍA.

(Con mucha expresión.)


Eso no.
¿Feliz pudiera ser yo
Sin tu apoyo y tu ternura?
Idos vos, Don Juan, de aquí.
Por vos mi horror es profundo.
(Don Juan se retira al fondo]
IÑIGO.

Gracias.
MENCÍA.

Me quedo en el mundo;
I N D I C E.

PÁGINAS.

Noticia biográfica del autor V


L A HIJA DEL R E Y 5
VIVO Ó MUERTO
G I L G O N Z Á L E Z DK A V I L A 243
LUCHAS D E HONRA Y DE AMOR 281
POR EL J O Y E L D E L SOMBRERO 359
Este libro se acabó de imprimir
el 26 de Noviembre ae 1896,
en la Imprenta de Victo-
riano Agüeros, situada
en la calle de la
Cerca de Sto.
Domingo
núm.
4.

Вам также может понравиться