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Universidad Autónoma de Baja California

Alpuche Camelo Paula Isela

624

I.- Creación del Derecho

II.- Obediencia al Derecho

Axiología Jurídica

Lic. José Luis García Higuera

22 de Mayo del 2019


INTRODUCCIÓN

El derecho es un fenómeno humano, es decir, social, político, histórico,


etc., creado a partir de necesidades humanas y por tanto económico-
sociales, políticas, históricas, etc. El rasgo característico de la norma
jurídica consiste en la voluntad del Estado, incluso la costumbre, los
contratos o manifestaciones personales que pudieran parecer
autónomos, son válidos en tanto y porque son reconocidos o prescritos
como Derecho por el Estado, el cual por eso se presenta como la fuente
común de las normas jurídicas. Si la creación del Derecho está regulada
por el Estado (y éste por aquel) tenemos entonces que el Derecho
regula su propia creación, incluso en el caso de la producción
originaria.

Este trabajo se desarrollara la manera en cómo fue creado el derecho


así como uno como persona está obligado a cumplirlo.
1.- CREACION DEL DERECHO

En las sociedades conviven sistemas normativos, es decir, distintos


ordenamientos de la conducta humana. Entre éstos encontramos a la
moral, los convencionalismos sociales, las religiones y por supuesto, al
derecho. Todos estos prescriben conductas.

La efectiva manera de distinguir un sistema normativo como el derecho


de aquellos otros con los que convive, depende en principio, de la
forma específica en como asegura su cumplimiento.

Las normas de derecho se distinguen, también por su manera de


conformarse, es decir, de formalizar y con ello incorporar o
desincorporar sus contenidos normativos. Éstas se formalizan por una
serie de procesos o actos determinados expresamente en cada sistema
de derecho positivo en las llamadas normas sobre producción jurídica.

La identificación de las normas que constituyen el derecho requiere, de


un proceso formal por el que la autoridad signa ciertas normas o
prescripciones de conducta catalogándolas como jurídicas.

La creación del derecho aparece como un fenómeno complejo y


dinámico que incorpora, desincorpora o renueva valores, principios,
creencias, aspiraciones, necesidades u otros criterios y normas jurídicas.

El derecho se concibe no como algo dado, ni como el resultado o la


invención de un solo hombre ni de una sociedad, de un solo momento
histórico o de un solo proceso legislativo o jurisprudencial, es la obra de
creación permanente que se realiza por un complejo entramado de
actos y procesos complementarios que tienen verificativo en un
contexto histórico, político y social determinado.

Se conoce a los procedimientos y actos de identificación o


formalización - validación de las normas jurídicas con el nombre de
fuentes formales. Los contenidos normativos que se incorporan al
sistema jurídico se denominan fuentes materiales o reales del derecho. A
los documentos o textos de derecho positivo no vigente que sirven de
inspiración o antecedente para la formalización del derecho, se les
denomina fuentes históricas.

El objetivo de las fuentes formales del derecho, era establecer con


claridad los procesos artificiales de elaboración del derecho, ya que su
origen natural se hallaba en el espíritu de los pueblos.

La elaboración de normas jurídicas corre a cargo tanto de la autoridad


(a través de sus órganos legislativos, ejecutivos o judiciales) como de los
particulares ( a través de la costumbre jurídica o sus contratos privados).
Dichas normas jurídicas según sean sus fuentes, adquieren la forma de
ley, jurisprudencia, costumbre jurídica o normas jurídicas
individualizadas.

El producto individual de la legislación es la ley: por tal se entiende a la


norma jurídica que, con carácter general y obligatorio, resulta de un
proceso específico de creación por parte del órgano o autoridad
facultada al efecto.

La ley normalmente está o debería estar dotada de abstracción,


generalidad, obligatoriedad y coercibilidad.
Respecto al origen del derecho existen de manera esquemática y muy
general dos grandes versiones: la que coincide con el idealismo plantea
el nacimiento puramente racional o en todo caso derivado de una
necesidad natural de tranquilidad, seguridad, paz, equidad, justicia,
etc.; de otra parte y coincidiendo con el materialismo el Derecho surge
con la existencia y lucha de clases sociales, a partir de la propiedad
privada y junto con otras instituciones como la familia monogámica, la
religión sometedora, la educación formal y el propio Estado. En la
primera versión el Derecho nace con el hombre mismo y no existe
sociedad sin leyes, en la segunda explicación el fenómeno jurídico se
crea cuando una parte de la sociedad se separa apropiándose de los
medios de producción y ejerciendo el poder como grupo privilegiado
que domina a los demás mediante el control persuasivo o coactivo, el
Derecho controla de las dos formas al igual que otros medios que
coadyuvan en la producción de las condiciones necesarias para el
vigente modo de producción.
En la obra "La Génesis del Derecho" de Stammler se plantean dos
métodos de formación del fenómeno jurídico: la originaria y la
derivativa:
1. La producción originaria, puede ser a su vez rompiendo el orden
jurídico anterior o creándolo sin antecedentes. En el primer caso puede
estar una revolución, un golpe de Estado o una conquista; en el
segundo caso puede ser el surgimiento de un nuevo Estado. Stammler
dice: "¿Cómo podemos explicar científicamente la posibilidad de la
forma. ción de un nuevo Derecho por vía originaria? ... La solución de
este problema sólo podremos hallarla teniendo presente que, para que
un Derecho nacido por vía originaria obligue, se requiere que la nueva
ordenación social de que se trate se imponga de hecho con el criterio
conceptual que es inherente a todo Derecho. Para lo cual son
necesarias dos cosas: a) en primer término, que la nueva ordenación
social que surja se proponga ser realmente una ordenación de
Derecho, manifestándose como tal voluntad jurídica; y b) de otra parte
que prospere en la práctica, logrando vigencia y efectividad.
2. La producción derivativa, consiste en que el propio sistema jurídico
dispone de qué modo ha de seguir formándose y desenvolviéndose en
lo sucesivo, en este caso la creación de normas jurídicas se realiza de
acuerdo con lo dispuesto en el mismo ordenamiento, es decir, por los
órganos estatuidos legalmente para ello y bajo el procedimiento que la
propia ley establece. En este caso los ejemplos son: la legislación
ordinaria, la reglamentación de acuerdo a las disposiciones
constitucionales, el clausulado de los negocios jurídicos como contratos
y testamentos, las resoluciones administrativas y las sentencias y demás
decisiones judiciales de los tribunales competentes. En relación a la
producción originaria se ha discutido mucho acerca del derecho a la
revolución, que significa precisamente el rompimiento con el anterior
sistema jurídico, contradictorio con la finalidad de seguridad propio del
Derecho. Una constitución no puede negar al pueblo el derecho a
cambiar el régimen vigente pero si consagrase tal derecho tendría que
admitir el recurso violento vía revolución y por tanto el agotamiento del
proceso institucional.
Sin embargo no cabe duda que existe en cambio el derecho de la
revolución, que son los órdenes normativos en una nueva situación,
económica, social, política y cultural. En la producción originaria no se
parte de la nada, incluso en el caso de conquista se busca legitimar la
irrupción violenta y la sustitución de una cultura por otra, al respecto
recuérdese cómo los españoles buscaron en la Bula Sixtina la
justificación para el apoderamiento de los nuevos territorios o la
significación de la fundación del primer ayuntamiento por parte de
Hernán Cortés en la conquista de México. De igual forma la guerra de
independencia busca legitimarse en documentos, planes, decretos,
constituciones y actas. En el caso de la Revolución Mexicana, Carranza
agrupa las fuerzas revolucionarias por medio de un plan que reivindica
la Constitución de 1857 y que le da justamente el nombre movimiento
constitucionalista.
Incluso en un golpe de Estado se intenta parchar la Constitución vigente
con disposiciones absurdas pero que pretenden no romper del todo con
el sistema jurídico legal y sobre todo legitimar lo injustificable. En
conclusión la producción originaria no lo es del todo, por la
desesperada ansiedad de otorgar legitimación al nuevo Estado cuya
primera actividad se encamina a la confección de una Constitución
como base del recién creado sistema jurídico. Sin embargo Luis
Recasens Siches afirma que no todo cuanto haga el poder triunfante en
una revolución, golpe de Estado o conquista, representa creación o
nacimiento de un nuevo Derecho y agrega que para que se pueda
registrar una producción originaria de Derecho son precisos
esencialmente tres requisitos:
El primer requisito consiste en que el nuevo producto, que pretende
valer como Derecho, posea los caracteres o notas esenciales del
concepto formalista de la juridicidad, es decir, que se trate de
mandatos con forma jurídica y no de mandatos arbitrarios.
Esto es, se necesita que no sean mandatos que sólo respondan al
capricho fortuito e imprevisible de quien dispone de la suprema fuerza,
caprichos desligados de toda regla general, ajenos a todo principio fijo,
sino que, por el contrario, es menester que, fuera cual fuera su
contenido, constituyan expresión de reglas generales que se imponen
como válidas para todos, obligando incluso a quien las dicta.
El segundo requisito consiste en que, para que el nuevo orden de
normas sea considerado como Derecho válido es menester que en su
conjunto consiga un reconocimiento o una adhesión de la mayoría de
la comunidad, cuya vida se propone regular; es decir, que la resultante
social de las voluntades esté de acuerdo con el nuevo régimen, en
virtud de una adhesión a él, o de una simple tolerancia del mismo, pero
no por el mero influjo aplastante de la fuerza bruta.
El tercer requisito consiste en que el nuevo orden reconozca la dignidad
de las personas humanas individuales, en tanto que personas, y, por
consiguiente, su autonomía. No se trata de meter dentro del concepto
del Derecho el contenido total de la estimativa o axiología jurídica, lo
cual, si se hiciese, vendría a invalidar la dimensión de universalidad de la
noción de lo jurídico.
Desde el punto de vista filosófico cada escuela o corriente postula su
propio método de creación del Derecho. Así para la doctrina del
derecho natural el método será el racionalismo; mientras que para la
Teoría pura del Derecho (que curiosamente es una forma de negación
de la filosofía) se hablará de la pureza del método o empleo de
conceptos normativos formales; el positivismo a su vez postula el
método empírico basado en la observación y la experiencia, no
reconociendo otro Derecho que el impuesto por el legislador; para la
teoría del Realismo Jurídico el Derecho se crea esencialmente del
conjunto de decisiones judiciales; el neokantismo por el método
axiológico concibe la creación de la norma jurídica como la búsqueda
de la justicia; la Escuela Histórica del Derecho le considera como
producto de los factores nacionales de un pueblo (costumbres,
tradiciones, etc.); el sociologismo norteamericano afirma que, por el
método experimental, el Derecho se crea para satisfacer necesidades
sociales.
Como parte esencial del tema acerca de la creación del Derecho, se
ha desarrollado toda una teoría de las fuentes del Derecho,
concerniente a la investigación y tratado de los orígenes mismos de
donde nace el fenómeno jurídico. Tradicionalmente se han clasificado
las fuentes del derecho en históricas, formales y materiales o reales. La
fuente histórica se nutre de la gran diversidad de documentos que dan
cuenta de la historia de la humanidad, en la que el Derecho ha sido
fundamental. Quedan todavía para su estudio; papiros, pergaminos,
estelas, monumentos arqueológicos, tablillas de arcilla y otros
materiales, libros, escritos, periódicos, etc. Bonnecase define las fuentes
formales de las reglas de Derecho y de las instituciones jurídicas, como
las formas obligadas y predeterminadas que ineludiblemente deben
revestir los preceptos de conducta exterior, para imponerse
socialmente, en virtud de la potencia coercitiva del Derecho.
De esta definición Villoro Toranzo deriva los siguientes elementos:
a) Las fuentes formales son formas externas o procesos de
manifestación. Por consiguiente, debe de haber alguna forma de
verificarlas externamente. Esto no ofrece ningún problema tratándose
de la legislación, de la jurisprudencia o de la doctrina, pero puede ser
un tanto laborioso respecto de las costumbres jurídicas.
b) Las fuentes formales manifiestan normas jurídicas o preceptos de
conducta exterior. Esta manifestación es el fin de las fuentes formales;
en tanto que las normas jurídicas son la materia o contenido de lo
manifestado.
c) Cada sistema de Derecho predetermina, a veces en forma muy
minuciosa, cómo debe ser el proceso de manifestación. Las normas
jurídicas que se manifiesten en procesos no predeterminados o en
procesos predeterminados pero sin satisfacer todos los requisitos del
proceso no son consideradas válidas, no llegan a constituir verdadero
Derecho.
d) Las formas predeterminadas obligan a todos, a los gobernantes y a
los gobernados, yeso en virtud de la potencia coercitiva del Derecho.
Las fuentes formales son medios de control, impuestas por el sistema de
Derecho, para limitar y regular a los gobernantes en su actividad
creadora del Derecho.
e) Las normas jurídicas que no se manifiesten de acuerdo a las formas
predeterminadas y obligatorias no pueden imponerse socialmente, es
decir, carecen de la aceptación social.
La mayoría de los autores de introducción al estudio del Derecho tienen
poco aprecio por las fuentes materiales o reales, sin embargo se trata
del contenido de las normas jurídicas. En efecto tienen que ver con las
condiciones económico-sociales y político-culturales de una sociedad
concreta. El derecho es una obra humana, realizada por hombres cuya
conciencia se encuentra determinada por el ser social, son sujetos que
pertenecen a una clase social y con una definida ideología jurídica. No
es solamente -la norma jurídica un producto racional del cerebro
humano, es también y sobre todo la expresión legal del tipo de
relaciones de producción, así como del avance de las fuerzas
productivas. Cuando siendo estudiantes se nos habla del legislador nos
imaginamos un ser abstracto, irreal, inexistente, puro, desideologizado y
acrítico. Pero en la realidad diputados y senadores son políticos que
luchan por el poder y responden a intereses de clase social, y actúan en
función del grupo privilegiado al que pertenecen.
En el debate Villoro Toranzo advierte que al "señalar la importancia que
tienen las circunstancias históricas en el nacimiento del contenido de las
normas jurídicas no debe hacernos caer en la exageración de las
nociones empíricas del Derecho. Las realidades condicionan pero no
son la causa del Derecho. Las circunstancias históricas, abandonadas a
sí mismas, no producen más que la arbitrariedad del juego de las fuerzas
sociales. Para regularlas interviene la autoridad (sic) creando el
Derecho. De esta suerte el contenido de las normas jurídicas refleja, no
tanto el orden ideal de relaciones armónicas soñado por la autoridad,
cuanto las posibilidades reales de ordenar el juego arbitrario de las
fuerzas sociales" Sin embargo el mismo autor hace un pleno
reconocimiento "El derecho no es ni un sistema de normas construido
racionalmente para una sociedad inexistente, ni la mera expresión de
unos ideales utópicos de justicia" Luis Recasens Siches sistematiza en
torno a las fuentes del Derecho y plantea cinco problemas
fundamentales:
Primero. El problema de la fuente común (fundamento o razón) de
validez jurídica de todas las normas, misma que se resuelve contestando
que esa fuente es unitaria y consiste siempre y necesariamente en la
voluntad del Estado.
Segundo. Consiste en plantear cuáles suelen ser en la realidad los
mecanismos más frecuentes productores de normas jurídicas; a lo que
se responde enumerando los modos o vías de producción del Derecho
más difundidos:
1. La producción legislativa,
2. La producción consuetudinaria,
3. La producción jurisprudencial
4. La autonomía de la voluntad
Tercero. Se refiere al tema de cómo se han elaborado real y
efectivamente los contenidos jurídicos concretos, es decir, de cuáles
han sido los procesos sociales a través de los cuales han surgido los
contenidos del Derecho.
Cuarto. Plantea la pregunta con relación a un sistema positivo (el
ejemplo es el sistema jurídico mexicano vigente) cuáles son las fuentes
que éste establece para la producción de normas jurídicas, es decir,
qué órganos y qué procedimientos tienen autoridad o competencia
para establecer normas jurídicas.
Quinto. Consiste en la consideración estimativa sobre qué
procedimientos deban ser considerados como preferibles para la
formación del Derecho.
2.- OBEDIENCIA AL DERECHO

La aspiración de las doctrinas que intentan justificar el deber de


obediencia al Derecho es la de aportar buenas razones para considerar
que tal deber es de carácter universal, es decir, que afecta a todos los
individuos adultos y mentalmente sanos que se hallan bajo la autoridad
de un determinado Estado.

Expresada esta aspiración en esos términos, cabe oponerse a ella de


dos modos distintos. Una manera sería la utilizada, por ejemplo, por el
anarquismo filosófico, según el cual en ningún caso tendríamos un
deber de obediencia al Derecho, puesto que los seres humanos
tenemos el deber de ser autónomos, con lo cual no podemos aceptar
un deber de obedecer las normas de una autoridad heterónoma. Otra
forma, consistiría en aceptar que únicamente en algunos casos, las
razones aportadas por aquellas doctrinas permiten justificar el deber de
obediencia, bien sea en relación con algunas personas, bien sea en
relación con determinados contendidos normativos. Si esto es así,
entonces, hay un espacio intermedio entre las doctrinas que pretenden
la justificación del deber universal y el anarquismo. Este trabajo explora
este espacio intermedio, a través del análisis de algunas posiciones no
voluntaristas.

Son conocidas las dificultades que deben afrontar las doctrinas


voluntaristas, que se caracterizan por entender que el consentimiento
de los afectados por las normas jurídicas es lo único relevante para que
exista una obligación de obedecer el Derecho. Cuando se hace
hincapié en que esas obligaciones deben ser voluntariamente asumidas
por todos siempre se corre el mismo nesgo: que haya alguien que no
haya prestado ni esté dispuesto a prestar su consentimiento sea éste
expreso, tácito o hipotético. Ahora bien, de ello no cabe inferir que el
consentimiento no juega ningún papel en la justificación de la
obligación de obedecer al Derecho. De hecho, muchas personas
prestan ese consentimiento informado (por ejemplo, los jueces). En tales
casos, existe una buena razón para considerar que estos sujetos quedan
vinculados por esa obligación.

Si las teorías que ponen el acento en la necesidad del consentimiento


tienen problemas para justificar una obligación universal de obediencia,
y si no parece convincente la defensa del anarquismo, entonces no
queda más remedio que explorar las posibilidades de las teorías no
voluntaristas.

Una teoría es no voluntarista si sostiene que los principios que justifican el


deber de obediencia son independientes de la elección o voluntad de
los destinatarios de las normas. Hay diversas concepciones no
voluntaristas. Hay dos teorías que pueden ser denominadas
instrumentalistas en el sentido de que para ambas lo importante a estos
efectos es si con el deber de obediencia se obtiene algún tipo de
ventaja. Estas teorías se pueden identificar con el utilitarismo y con
quienes defienden que la autoridad se justifica porque presta un
servicio. Algunas doctrinas que tienen que ver con la defensa del deber
de obediencia por la posición que ocupan los ciudadanos en una
sociedad. Terminaré este breve recorrido tomando en consideración
algunas teorías que rechazan tanto el consentimiento, como el rol de la
persona en la sociedad como fuentes de la obligación política. Son las
defensoras de la obligación política en términos de deber natural, bien
sea porque éste derive del Derecho natural o bien sea porque se infiera
del deber de apoyar instituciones justas.

El tratamiento teórico de la obediencia al Derecho debe ser


relacionado con las cuestiones pertinentes del tema clásico de la
obligación política. En ningún caso estaría permitido sustituir el
fenómeno de la obligación política por el de la obediencia al Derecho.

La obligación política es un hecho mucho más general, del cual forma


parte otro más específico que es la obediencia al Derecho. Sin
embargo, entre las razones que pueden aducirse para obedecer al
Derecho o para convencer a alguien de que es correcto o justo
obedecer al Derecho, se encuentran las razones políticas que son las
que están conectadas y construyen o refuerzan la obligación política.
Mientras que la obligación política cuenta con una prueba clara y
sencilla como es la obediencia al Derecho, la propia obediencia al
Derecho puede derivarse exclusivamente de una obligación jurídica sin
más aceptada así por el destinatario de las normas jurídicas; pero
también es cierto que ese destinatario tiende a preguntarse por las
razones o motivos por los que tiene que obedecer, y ello le sitúa ya en el
ámbito de la obligación política.

Por otro lado, las razones últimas de la obligación política y de la


obligación política concreta de obedecer al Derecho pueden
conducirnos a hacernos otro tipo de preguntas que residen en la
obligación moral. Con todo ello parece que queda demostrado que los
tres tipos de obligación: jurídica, política y moral están interrelacionadas
y que un tratamiento filosófico exige que no se olvide esta situación real,
aunque las tres formas de obligación y sus diferencias pueden ser
descritas con rasgos distintos y determinados. Antes se ha señalado que
el tema de la obligación política es un tema clásico. Y lo es, entre otras
razones porque las cuestiones que alberga son las preguntas que
aparecen junto a los orígenes de la filosofía política, son los que se
desarrollan a lo largo de la amplia historia de esta disciplina y son, al
mismo tiempo, las que se mantienen hoy como las más próximas a su
contenido.

En el mapa de las tareas de la filosofía política dibujado por N. Bobbio


aparece el tema de la obligación política como un tema recurrente.
Para él uno de los significados de la filosofía política consiste en
“considerarla como la búsqueda del fundamento último del poder, que
permite responder a las preguntas “¿a quién debo obedecer?” y “¿por
qué?”. Se trata del problema bastante conocido de la naturaleza y
función de la obligación política”.

Por su parte Alessandro Passerin D’Entreves en la voz Filosofía Política del


Diccionario de Política dirigido por N. Bobbio, M. Matteucci y G.
Pasquino asume esa tarea de la filosofía política propuesta por N.
Bobbio –Filosofía Política como búsqueda del criterio de legitimidad del
poder. Se trata aquí, y en esta tarea, de “determinar el porqué del
Estado, los motivos que exploran la obediencia que los hombres prestan
o recusan al poder”. Así, las teorías acerca de la legitimidad y
legitimación del poder “se limitan de ordinario a señalar las condiciones
que el poder debe acatar para ser (o merecer ser) aceptado como
válido, dejando indeterminados los modos en que se pueden realizar de
hecho estas condiciones”.

Quede por tanto de lo anteriormente expuesto, que la obediencia al


Derecho debe ser colocada en la cuestión más general de la
obligación política y sus razones. Lo que equivale también a decir que
aunque el poder político (Estado) nos Eusebio Fernández García puede
exigir, incluso por la fuerza, la obediencia al Derecho, no es lo mismo
(desde el punto de vista moral, político y jurídico) un poder político
aceptado que un poder político impuesto, es decir, no tienen la misma
legitimidad. El poder político se tiene que hacer merecedor de la
obediencia a sus normas jurídicas por parte de sus destinatarios, lo que
significa que hay Estados que se merecen la obediencia y otros que no.
Y ello nos conduce siempre al tema de la legitimidad y de los requisitos y
condiciones de la legitimidad justa.

Las teorías contractualistas clásicas (T. Hobbes, J. Locke, J.J. Rousseau o


I. Kant) y las teorías neo-contractualistas actuales (J. Rawls) han puesto
especial cuidado en crear un marco adecuado que conecte la
legitimidad del sistema político con la obligación política. Y entre los
primeros, J. J. Rousseau dejó muy bien planteada la cuestión, cuando
escribe en El Contrato Social: “La fuerza es un poder físico y yo no logro
comprender qué consecuencia moral pueda tener. Ceder a la fuerza es
un acto de necesidad, no de voluntad; cuando mucho un acto de
prudencia. ¿En qué sentido podría constituir un deber? Debemos pues
convenir en que la fuerza no crea el derecho, y que no se está obligado
a obedecer si no a los poderes legítimos”. J. J. Rousseau estaba dando
el paso desde la obligación política al establecimiento de las razones
más fuertes para obedecer al Derecho. A la consideración del Estado
como autoridad, “un poder ‘autorizado’ a exigir la obediencia para la
consecución de un orden definido como ‘justo’, y como tal –y sólo
como tal- susceptible de obligar a aquellos a quienes dirige sus
mandatos”.

La obediencia al Derecho Se ha indicado anteriormente que las


obligaciones jurídica, política y moral son interdependientes a pesar de
que pueden ser delimitadas, cada una de ellas, con cierta autonomía.
No obstante, igualmente, las relaciones entre ellas pueden ser de
enfrentamiento, además, obviamente, de poder coincidir. El caso
planteado en el Critón platónico muestra a un Sócrates que parece dar
preeminencia a la obligación política de obedecer las leyes, y que sería
la virtud que caracteriza al buen ciudadano, sobre la falta de
obligación, en conciencia, de obedecer una sentencia injusta (en la
Apología se plantea Sócrates la posibilidad de la desobediencia a
órdenes injustas). Un juez, dentro de un sistema democrático puede o
debe acatar y aplicar una norma jurídica válida, a pesar de que su
conciencia moral le dicte reformarla o no acatarla (cuando se trata de
normas jurídicas profundamente injustas la situación es diferente y
también la postura que puede o debe tomar el juez es distinta). Otro
caso de enfrentamiento entre obligaciones lo plantean los objetores de
conciencia o los desobedientes civiles: su conciencia moral les exige
solicitar una excepción en el cumplimiento de una obligación jurídica o
desobedecerla, al mismo tiempo que piden su cambio, aunque en todo
lo demás acepten el orden constitucional y se comporten como
ciudadanos ejemplares.
De todas las cuestiones que engloba el problema de la obligación
política nos vamos a detener en la obligación de obedecer a las leyes
(el Derecho). No solamente se trata del núcleo más importante de la
obligación política sino que también es el banco de pruebas de ella.
Podemos dejar de lado la existencia de una obligación jurídica de
obedecer al Derecho (que debe darse por admitida por simple
coherencia lógica). También podemos aparcar (pero en este caso
provisionalmente) la obligación política de obedecer al Derecho o la
existencia de razones políticas adecuadas y pertinentes, más
complicadas, generales y profundas que las razones de la obligación
jurídica. La pregunta que aquí interesa, y que ha sido objeto de debate
a lo largo de la historia de las ideas políticas y en la filosofía política y
jurídica contemporánea, es si cabe hablar, y fundamentar en su caso,
de una obligación moral de obedecer al Derecho. La respuesta, me
parece que puede ser afirmativa, siempre y cuando estemos hablando
de una obligación moral no absoluta ni universal. No absoluta, porque
pueden admitirse casos en los que otras obligaciones morales gocen de
mayor preponderancia. Ni universal, porque lo que entendemos por
Derecho en una sociedad puede contar con contenidos generales
adecuados desde el punto de vista moral, pero englobar también
disponibles de contenido dudoso desde el punto de vista de su justicia.

Además, la obligación moral de obedecer al Derecho, teniendo en


cuenta que lo que nos aporta las normas jurídicas son unos medios
técnicos para lograr unos objetivos que pueden ser morales o inmorales,
justos o injustos, es una obligación derivada de la obligación moral más
general y primitiva (desde el punto de vista de su fundamentación) de
ser justos. Y la obligación moral de comportarnos con justicia es una de
las obligaciones morales más relevantes que tenemos como agentes
morales que conviven en sociedad con otros. Por tanto, cuando
creamos, aplicamos u obedecemos normas jurídicas justas estamos
actuando moralmente. De lo anterior se desprende que la obligación
moral de obediencia al Derecho es una obligación selectiva que está
dirigida exclusivamente al Derecho justo (es decir, a la norma jurídica
justa). Las injustas o medianamente justas pueden ser objeto de
obligación jurídica o de obligación política, pero no de obligación
moral. Y de la misma manera que podemos esgrimir razones morales
para obedecer al Derecho, pueden también existir razones morales (y
en caso más extremo: obligación moral) para su desobediencia. A
cualquiera que lea esta exposición se le ocurrirá inmediatamente que el
tema de la obligación moral de obedecer al Derecho se ha trasladado
a los rasgos con los que debe contar el Derecho (es decir: la norma
jurídica) para ser considerado justo. Y lógicamente precisamos de
construir o aceptar una determinada teoría de la justicia. La discusión se
ha extendido hasta otra serie de cuestiones que son un verdadero y
difícil reto, pero que han venido acompañando la mejor reflexión de la
historia de la filosofía moral, política y jurídica.
CONCLUSIÓN
El Estado de derecho sólo será posible si los ciudadanos se sientan
obligados no sólo jurídicamente a cumplir con las normas. Esa es y será
la condición más importante para hablar de Estado de derecho; sin
embargo, el cumplimiento de las normas por parte de los ciudadanos
no entraña un acto de fe, si los ciudadanos respetan las normas de su
país, es porque además de conocerlas y de tener noción de la
importancia de su cumplimiento, saben que esas normas tienen un
origen democrático y que están orientadas a salvaguardar sus
derechos, que no están diseñadas para el beneficio de los poderosos o
de las autoridades. Saben que las autoridades son las primeras en
cumplir con las normas y que éstas no tienen un cheque en blanco para
hacer lo que les venga en gana, sino que tienen que actuar en
consonancia con los preceptos constitucionales y orientando su función
al respeto de los derechos humanos, de otra manera cualquier
exigencia a los ciudadanos de cumplimiento al sistema normativo
carece de sentido.
APARTADO REFERENCIAL

 http://bibliotecadigital.poderjudicialmichoacan.gob.mx:8080/reposi
torio/bitstream/123456789/21/5/5.-CAPITULO%202-
LA%20CREACION%20Y%20ELABORACION%20DEL%20DER
ECHO.pdf
 https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/416/3.pdf
 http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405
-02182009000100006

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