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Práctica No.

2 Ética y Deontología
Tema: ¿Qué gano si me porto bien?

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual

“¿Y qué gano si me porto bien?” Cuando un adolescente o un joven pregunta esto, quiere que le
demos un motivo para portarse bien, para vivir éticamente, para ver si realmente vale la pena no
seguir sus gustos sino lo que le dicen (o ya sabe) que es correcto.

Cuando es un adulto quien hace esta pregunta, quizá lo hace porque los golpes de la vida le
llevan a pensar que actuar honestamente no siempre produce felicidad. Incluso, porque cree que
los malos, con su aparente victoria y su sonrisa de triunfo, muestran que es posible ser felices en
medio del vicio y la injusticia

. Necesitamos demostrar que no hay verdadera felicidad sin vivir éticamente. Lo cual implica tres
cosas. Primero, tener una idea clara de lo que es la felicidad. Segundo, comprender bien lo que es
la ética. Y tercero, ver que el único camino para ser felices es vivir éticamente.

¿Qué es la felicidad? Alguno podría pensar que la felicidad coincide con satisfacer cualquier deseo
de las personas, o con vivir según las opiniones que están de moda. Entonces sería feliz el que
realiza sus sueños de pirómano, o el que abusa de los pobres a través de la usura, o los que
simplemente se contentan con escuchar mil veces la música de moda sin molestar a nadie y sin
dejar que nadie les moleste.

Intuimos que esta respuesta es muy insuficiente, pues si identificamos la felicidad con seguir
cualquier deseo, cualquier capricho, millones de personas que no logran lo que anhelan serán
infelices. A la vez, serían felices quienes llevan a cabo fechorías sin nombre, como los criminales o
los terroristas que “gozan” y aplauden cada vez que consiguen matar a víctimas inocentes.

La felicidad tiene que ser algo mucho más profundo y más noble. Según pensadores como Platón,
Aristóteles, san Agustín y santo Tomás, la felicidad sería el resultado de alcanzar la plenitud
humana. Es decir, consistiría en vivir de acuerdo con lo que significa nuestra naturaleza vista no de
modo parcial (caprichos, ocurrencias), sino de modo integral: con nuestra alma y con nuestro
cuerpo, con nuestras aspiraciones personales y con nuestra condición de hombres que viven en
sociedad y abiertos a lo eterno.

Estos grandes pensadores griegos y cristianos reconocieron que el hombre es sensible y espiritual,
“solitario” y miembro de un grupo, temporal y eterno, necesitado de bienes materiales y capaces de
prescindir de los mismos por motivos superiores. Su felicidad sólo es posible si alcanza su plenitud
en todos esos campos.
Definir así la felicidad no evita, sin embargo, un serio problema: cualquier vida humana está
continuamente sometida a imprevistos, en todos los niveles, personal y social, corporal y espiritual.
¿No era otro griego, Solón, quien afirmaba que no podemos llamar a nadie feliz mientras viva, sino
sólo cuando haya cerrado la historia de su existencia terrena?

Este problema nos hace mirar más allá de la muerte, y preguntarnos por lo que pueda haber detrás
de la frontera. De lo contrario, tendríamos que aceptar trágicamente que muchos hombres honestos
han sufrido enormes desgracias, mientras muchos malhechores presumen de aparentes “alegrías”.
Y que luego, unos y otros se pierden en la nada, como si no hubiese ningún juicio que pusiese las
cosas en su sitio, como si no existiese ningún Dios que llene de gozo a los buenos y que “castigue”
a los criminales irredentos.

No basta, desde luego, con suponer y “esperar” que exista otra vida para completar la idea de
felicidad: sobre un punto tan importante hace falta la máxima certeza posible. La misma filosofía ha
ofrecido buenos argumentos para mostrar que el hombre es un ser inmortal, que la muerte no
absorbe a quienes llegan a la tumba. Argumentos, hay que reconocerlo, que no todos aceptan, pero
eso no les priva de validez. También hay quienes piensan que la violencia puede ser usada cuando
a uno le beneficia, y no por ello la idea contraria deja de ser verdadera y defendible desde un punto
de vista simplemente racional.

Podríamos decir, como una primera conclusión, que la felicidad consiste en la plenitud integral del
hombre. Una plenitud que le permite desarrollar armónicamente sus distintas dimensiones, sea
como persona individual, sea como persona en sociedad, sea en el tiempo, sea en la eternidad.
Cuando la plenitud se consigue, somos felices. En el cuerpo y en el alma, con los bienes materiales
y con los amigos verdaderos, con las satisfacciones de una vida plena que pone orden a tendencias
no siempre orientadas a lo bueno, y que acrecienta las potencialidades espirituales de quienes
buscan lo noble, lo bello

Lo anterior nos pone ya en camino para buscar una definición de lo que sea la ética. Si la felicidad
consiste en lograr esa plenitud integral a la que todos estamos llamados, la ética no podrá ser un
conjunto de normas, leyes o costumbres que nos aparten de ese objetivo, sino que tiene que
orientarnos necesariamente a conseguir una meta tan valiosa.

Por desgracia, a lo largo de los últimos 300 años se han elaborado teorías sobre la ética que han
dejado de lado un profundo y serio estudio sobre el hombre. En vez de reconocer las dimensiones
fundamentales que componen la naturaleza humana, se han limitado a analizar deseos,
sentimientos, estados psicológicos de las personas.

En este contexto, algunos han afirmado que es bueno aquello que nos llena de una satisfacción
más o menos profunda, que es malo aquello que nos provoca inquietudes o sentimientos de fracaso.
Si aceptásemos esto, habría que reconocer que hay tantas visiones éticas como ideas pasan por
las cabezas y los corazones de millones de seres humanos que viven de modos muy distintos entre
sí.

Otros autores, más que fijarse en el sujeto que actúa, han elaborado sus teorías éticas con la
mirada puesta en la sociedad. Según estas teorías, son los demás, los otros, esa “mayoría” que
aprueba o condena lo que hacemos, quienes imponen costumbres y normas, quienes dicen lo que
es bueno o lo que es malo. Lo cual lleva a un sinfín de problemas, pues a lo largo de los siglos y a
lo ancho del planeta, las normas han sido y son sumamente diferentes. Para los antiguos griegos y
romanos era algo aceptable el eliminar a los niños defectuosos, el hacer esclavos a los vencidos,
el ver a la mujer como alguien inferior y sometido. Para muchos modernos, el aborto es visto como
un “derecho”, e incluso un deber, cuando se trata de evitar el nacimiento de hijos no deseados. Y
los ejemplos se podrían multiplicar casi hasta el infinito.

Ni el subjetivismo ni el sociologismo nos llevan a comprender lo que es la ética. Entonces, ¿qué es


la ética? En su definición más profunda, es una disciplina que nos ayuda a orientar nuestros actos
libres en orden a conseguir, en la medida de lo posible, la realización completa de nuestra
humanidad. Aunque tengamos que sacrificar algún deseo no muy loable, aunque tengamos que
enfrentarnos a las ideas de los que viven a nuestro lado.

Esta definición se apoya en una antropología integral: una antropología que no deje de lado lo
corpóreo, como en ciertas corrientes “angelistas”. Ni tampoco lo espiritual, como en los
materialismos que han querido sofocarnos durante más de 200 años, y que no acaban de
desaparecer en las cabezas de algunos pensadores que se declaran “iluminados” en medio de la
oscuridad de sus dudas y sus errores.

Con las definiciones de ética y de felicidad que acabamos de esbozar en cierto modo ya estamos
en vías de entrever el nexo entre ética y felicidad. Si la felicidad consiste en la plenitud del vivir
humano, y si la ética nos ayuda a orientar nuestros actos hacia esa plenitud, entonces la ética nos
debería llevar a ser felices. Es decir, quien vive éticamente se pone en marcha para vivir plenamente
su condición humana, y en la medida en que lo logra alcanzará la deseada felicidad.

Aquí, sin embargo, hay que reconocer de nuevo que un sinfín de obstáculos nos separa de la meta.
De modo especial, podemos fijarnos en dos aspectos ya en parte mencionados anteriormente.

El primero consiste en la fragilidad de nuestro cuerpo. Vivimos una existencia temporal en la que la
enfermedad, los imprevistos, los peligros de todos los días, ponen en juego nuestra integridad física
y nuestras posibilidades de llevar a cabo aquello que desearíamos hacer.

Si una madre o un padre anhelan cuidar a sus hijos y se enferman, la debilidad del cuerpo les aleja
de su deseo paterno. No podrán mostrar su amor y su generosidad con aquellos actos con los que
antes atendían a cada hijo. La pena profunda que experimentan nace de ese sentirse impedidos,
“fracasados”, ante un deseo vehemente, profundo, noble.

En segundo lugar, constatamos la fragilidad de nuestra voluntad. Hay momentos en los que vemos
con claridad que un acto nos conviene, que es bueno, que beneficia a otros. Luego, el cansancio,
la pereza, el miedo al fracaso o a las críticas, nos acorralan, y no hacemos aquello que deberíamos
y que nos habíamos propuesto.

Los casos son infinitos. Un señor que se había comprometido a visitar a un amigo enfermo termina
la tarde en el bar junto a sus amigos. Un joven que estudia medicina y tiene que pasar un examen
vuelve a suspender porque prefirió ir a la discoteca en vez de dedicar la tarde para hacer sus
deberes universitarios. Un político sabe que esta decisión le quitará votos pero beneficiaría al país,
y al final prefiere ceder al miedo y opta por otra decisión más cómoda que le permita mantenerse
en el poder aunque a la larga provocará muchos males sociales. Estos y otros miles de ejemplos
muestran la debilidad que nos asalta, sea por miedo, sea por intereses turbios, sea por otros
factores.

Por eso, el camino hacia la felicidad está lleno de baches, de accidentes, de fracasos. Unos, que
escapan a nuestro control. Nos llegan, previstos o imprevistos, y parecen truncar proyectos
profundamente acariciados. Otros, que pudimos haber evitado, y no lo hicimos porque no quisimos
o no supimos vencer perezas, deseos de placer o ambiciones de poder, porque nos dejamos
esclavizar por un “triunfo” aparente

. Al mirar hacia atrás, y al ver nuestro presente, pensamos: ¡qué difícil resulta llegar a la plenitud
humana! Parece un camino lleno de insidias, parece que no hay posibilidad alguna de ser felices.
Sin embargo, quien es capaz de orientarse siempre hacia el bien, quien forma su conciencia y la
sigue gustosamente, quien antepone la verdad y la justicia a cualquier interés egoísta, podrá quizá
no realizar algunos de sus sueños... Pero sentirá en su corazón que, a pesar de todo, ha querido
hacer el bien, y ello produce una felicidad profunda, que permite brillar en una cama de dolor, en un
campo de exterminio, en una casa mientras se vive abandonado por familiares y amigos, con una
luz que es propia de almas grandes.

Esa luz nos lanza hacia lo eterno, descubre que existe un Dios que no es indiferente a la vida de
sus hijos. Un Dios que acompaña a los débiles, levanta a los caídos, ayuda a los necesitados,
consuela a los tristes, da la felicidad a los buenos, los justos, los sinceros, los limpios...

Vale la pena vivir a fondo los principios éticos. Vale la pena construir la vida no según el capricho
del instante, sino según aquello que no pasa. Vale la pena arriesgarse a aparentes fracasos en el
tiempo, cuando lo eterno llena de esperanza y da una felicidad profunda que inicia aquí abajo e
ingresa, de un modo que aún no vislumbramos plenamente, en el cielo.

Actividades

1. Explique la diferencia entre lo ¿qué es la felicidad y lo que no es felicidad? A través de un


cuadro de doble entrada.
2. ¿Está de acuerdo con el griego Solón, quien afirmaba que no podemos llamar a nadie feliz
mientras viva, sino sólo cuando haya cerrado la historia de su existencia terrena?
3. Intente definir qué es la felicidad desde la perspectiva del autor
4. ¿Qué otras teorías hablan sobre la felicidad?
5. ¿Qué es la ética? ¿Y cuál es su fundamento según el autor?
6. ¿Hay alguna relación entre la ética y la felicidad?
7. ¿Qué obstáculos que menciona el autor para lograr nuestra realización o felicidad?
8. Elabore un ensayo sobre el artículo ¿Qué gano si me porto bien?
PRÁCTICA No. 3 DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

LA ÉTICA COMO EL “SABER VIVIR BIEN”


Edwin de J. Horta Vásquez y Víctor Rodríguez Gallón
Es muy importante iniciar el estudio de la materia advirtiendo que no es lo mismo el “vivir
bien” que “la vida buena”.
El hombre que vive bien o que vive moralmente no es el comúnmente se llama “una buena
vida”.
Lo anterior no significa que la vida bien vivida deje por esa razón de ser una vida agradable
y en todos los casos una gran vida.
El hombre que “vive bien” es el que vive obedeciendo a sus inclinaciones más íntimas, no
así el “buena vida” que no obedece a sus inclinaciones más íntimas sino que actúa a merced
de su capricho.
Miremos una “buena vida”, en este caso un músico, acompañado de baterías y guitarras,
platillos y maracas, sintetizadores electrónicos; se agita furiosamente en medio de luces
parpadeantes y como enloquecido asume y hace asumir actitudes frenéticas. El espectáculo
fue un éxito: millones de pesos ingresan a su patrimonio que destinará más tarde a
satisfacerse con frenesí similar al que desplegara en el momento de la ejecución de la obra.
Pero como sucede con la obra, el éxito también termina y la decepción va por partida doble:
primero por privación de éxito, porque una vez que éste termina ya no se tiene, y segundo,
porque el éxito, aunque si bien llena algo en el hombre, sin embargo no lo colma
plenamente.
Veamos otro “buena vida”; nos tocó un hombre que hace de su cuerpo un instrumento de
placer sensible, toma licor hasta embriagarse, busca la manera de perpetuar la sensación
de placer, se entrega con pasión desenfrenada a todo aquello que le proporcione un
bienestar fisiológico y el sentido de su vida lo fija en su locura; pero el cuerpo humano,
sensible como es, se vuelve contra la persona y se convierte en fuente de dolor cuando se
ha sobrepasado sus límites.
Un “buena vida” más, es el que se propone vivir el ritmo de sus impulsos, y en buen uso de
su propósito cede a sus deseos de pasear cuando debe ponerse a trabajar; como quiere
vivir al natural se irrita ante lo que de acuerdo con su gusto considera inoportuno y da al
traste con lo que le desagrada. Este “buena vida” es el que vive al día, se agita, golpea, hiere
y es holgazán.
Vivir siguiendo los impulsos inmediatos se asemeja más a vivir como animal que como
humano.
Podríamos seguir enumerando indefinidamente distintos modos de vida que reflejan tipos
humanos similares: El superficial, el egoísta, el que espera una rendición espiritual
proveniente de los bienes materiales, etc. Todos estos destinos, que en definitiva significan
no enfrentar el problema de comprometerse consigo mismo, se asemejan a un querer tapar
el sol con las manos. Puede suceder que quien vive de esta manera llegue a vivir tranquilo
durante cierto tiempo, incluso a subir de frente a los ojos de los demás; sin embargo, el
rendimiento de estas ganancias se agota con facilidad y una vez agotadas, dejan incapaz al
hombre de encontrarse solo consigo mismo. Un hombre que no sea capaz de resistir este
tipo de soledad no puede ser un hombre feliz, y ello sencillamente porque no ha vivido bien.
Vivir bien, por el contrario, es fundamentar todas nuestras acciones en la realidad, de tal
forma que sea la realidad al que las dirija y no nuestros caprichos; es también extraer la
realidad lo que no se debe hacer y no al contrario, querer hacer las cosas contrariando las
exigencias de la realidad. Vivir bien es tanto como saber que las cosas son y tienen que
hacerse como son, porque de lo contrario al hombre, al ignorar el ser de las cosas, lo único
que le puede fundamentar sus acciones es su propia inventiva, lo cual conduce a una moral
hecha o inventada por uno mismo. Más aún, una gran cantidad de patologías o problemas
del espíritu humano residen en la falta de objetividad; de ahí la conexión entre la salud
espiritual y el bien vivir, y la conexión contraria, es decir, la enfermedad y el vivir mal o ser
“buena vida” como dijimos anteriormente.
Es una realidad, por ejemplo, que el hombre necesita comer para poder subsistir; el hombre
debe, en consecuencia, extraer su conducta de esa realidad, es decir, debe comer todo lo
que necesita para mantenerse en la existencia; pero si el hombre, por capricho, por gula,
come más de lo que necesita para mantenerse en la existencia, excediéndose en la cantidad
de alimentos, en consecuencia irrespetando la exigencia de la realidad, lo que está
provocando en definitiva es su propia aniquilación o destrucción.
La Ética enseña a “vivir bien” porque se funda en la realidad y tienen su principio en el
conocimiento de ella, permitiendo así el conocimiento de las acciones que se ajustan a la
realidad, constituyéndose por tanto en fuente de salud para el hombre en todo el sentido
de la palabra.
La Ética es enemiga de la autosugestión (el querer cambiar a realidad) y de la muy común
opinión de que las cosas hay que hacerlas porque están mandadas, pues contrariamente a
esto, la ética nos enseña cuál es la razón por la que las cosas se mandan, que no es otra que
la de su conexión con la realidad. Un hombre que vive bien puede hacer lo que quiera, sin
que se pierda el sentido de su existencia; es un hombre que acción tras acción está
afirmándose en su propio ser, y esa fortaleza que adquiere es como un escudo de acero que
le protege de engañarse hasta a sí mismo; es un hombre que vive seguro de sí, fiado de sí,
y no a merced del capricho –aunque sea el propio-, ni del placer; es el hombre que puede
aceptar tranquilo el atentado que los demás hagan contra su verdad, es un hombre que no
pierde la serenidad ni ante el éxito ni ante el fracaso, pues los coloca en el lugar que les
corresponde dentro del plano de la existencia; es un hombre, en definitiva, que puede dar
cuenta de su vida en un minuto. Un hombre así será necesariamente feliz.
Actividades
1. Resuelve el siguiente cuestionario:
a. ¿El hombre que vive la ética es el que comúnmente se llama “una buena
vida”? justifique su respuesta.
b. ¿Cuál es el hombre que vive bien?
c. Dé un ejemplo de un “Buena vida” diferente a los trabajos del texto.
d. ¿Qué es para usted “vivir bien”
e. ¿A qué conduce el “vivir bien”?
f. ¿Cómo cree usted que termine la vida de un “buena vida”
2. Tomando los elementos que le ofrece el texto en este primer tema construya su
propia definición de un hombre que “vive bien”.
3. Si la ética facilita el conocimiento de la realidad y por tanto de las acciones que se
ajustan a ella, ¿qué le sugiere a usted, dentro del contexto, el término
“autosugestión”, entendido como querer cambiar la realidad?
4. Haga un cuadro en el que aparezcan las diferencias entre estas dos proposiciones:
1) Las cosas hay que hacerlas porque están mandadas, y 2) Las cosas están
mandadas porque hay que hacerlas.
PRACTICA No 4 de ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

“LA EXISTENCIA DE LAS IDEAS ÉTICAS EN TODA PERSONA SIN


EXCEPCIÓN Y UTULIDAD DE LAS MISMAS”

(Edwin de J. Horta Vásquez y Víctor Rodríguez Gallón)


Ya hemos visto que la Ética es un conocimiento que el hombre puede adquirir con el fin
de vivir conforme de él; que no es algo imposible sino todo lo contrario, que está al
alcance del hombre y que produce en éste una elevación de su vida, que es lo que hemos
llamado en páginas anteriores como el “vivir bien”. También hemos dicho que la
persona humana está hecha y como diseñada para ir alcanzado cada vez una mayor
elevación o plenitud de sí misma, a medida que va poseyendo bienes mayores; en la
misma medida en que los bienes que vayamos poseyendo estén más ajustados a
nuestra estructura personal, en esa misma medida vamos experimentando una
satisfacción o goce mayor, una mayor plenitud en nuestra persona, que en palabras
comunes y corrientes es lo que recibe el nombre de FELICIDAD.
Podemos terminar concluyendo que no es ajena a la persona la natural aspiración a la
FELICIDAD, ni imposible conseguirla, una FELICIDAD fundada en su ser personal que es
estable y no tanto en su querer subjetivo, que es variable.
Cuando decimos que su conducta está fundada en su ser personal, lo que estamos
diciendo realmente es que cada una de sus acciones coincide con la realidad de su
existencia, siendo la realidad y no la voluntariedad la que indica lo que se debe y lo que
no se debe hacer.
Ahora bien, las acciones que coinciden con la realidad persona, volvemos a repetir, no
las que están inspiradas por el capricho o por un querer puramente individual, sino
aquellas que se asientan sobre la naturaleza de la persona, son acciones que se conocen
como buenas (porque hacen bien a la persona), virtuosas (porque elevan a la persona),
debidas (porque están exigidas por la naturaleza de la persona), loables, laudables,
encomiables, etc.; son todas ellas acciones morales que sólo son posibles en cuanto que
haya un ser también moral que las ejecute y una naturaleza que las facilite. En efecto, a
ninguna persona humana le repugna que no le roben, que les respete sus ideas, que le
paguen lo que le deben, que valoren sus actos, que le respeten su vida y sus bienes, etc.;
esa es la felicidad que proporciona la naturaleza; lo que es ya la acción concreta
depende de la deliberación y libertad humanas; con lo cual queremos expresar que el
hombre puede o no, que está al arbitrio humano, que depende de cada hombre, ser
honrado o no, delicado o no, etc.; pero en cambio lo que por ninguna circunstancia está
al arbitrio humano es la existencia, en su naturaleza, de algo que lo hace tender a
apreciar lo que son las buenas acciones. Por eso decimos que las ideas éticas están en
toda persona sin excepción.
La segunda parte de este punto corresponde a aclarar si una vida que se ajusta a las
exigencias morales es o no una vida útil; para ello conviene distinguir entre “lo
meramente útil”, “lo beneficioso o benéfico” y “lo bueno”.
Estos tres términos tienen como denominador común un provecho que recibe el ser
como efecto de una conducta; sin embargo, la diferencia entre ellos radica en la
cantidad y en la calidad del provecho recibido.
Lo “meramente útil” limita el provecho a un sector de la persona; por ejemplo, cuando
alguien se gana una lotería recibe un provecho que se limita al aspecto económico.
No sucede exactamente lo mismo en el campo del “beneficio” ya que en éste la
naturaleza del provecho permite que se amplíe a otras esferas más íntimas del ser
humano; es lo que sucede con la persona que asiste a una clase y aprende un
determinado arte o ciencia; aquí se duplica cuantitativa y cualitativamente la utilidad.
Cuando hablamos de “bien” sucede algo de mayor trascendencia y es que como efecto
de él se produce una elevación total de la persona que la podíamos traducir como
transformación buena de ella; por supuesto que esto implica o presupone que la
persona realice una actividad seria y ponderada; es lo que sucede cuando la lección
recibida no se limita a dar cuenta de ella sino a incorporarla a la propia existencia; como,
por ejemplo, quien después de haber estudiado el tema de la justicia orienta su vida
según las indicaciones aprendidas, proponiéndose realizar la justicia en todas sus
acciones. La utilidad en este tercer caso sobrepasa cualquier aspecto parcial de la
persona, sin excluir ninguno de ellos; es decir, un hombre justo está en condiciones más
favorables y permanentes de conseguir bienes de fortuna que el que sin serlo y solo por
azar los consigue.
Veamos más detenidamente este último punto, ayudados por el sentido común. Una
persona que ha estudiado el oficio de relojero abre un pequeño local al público; llega su
primer cliente y le pide que revise y componga el reloj; como quiera que el relojero ya
ha estudiado y conoce este tipo de relojes, se da cuenta de que el desperfecto no es
nada serio; sin embargo, dice a su cliente que se trata de un trabajo delicado y costoso.
A este hombre le ha faltado honradez, y como si esto fuera poco se excede en el costo
de la reparación y además atrasa el día de la entrega. Fijémonos que aunque este
relojero conoce su arte, ese conocimiento le ha servido para fabricar un engaño más
elaborado y creíble; esta es una falta más.
Con el tiempo el dueño del reloj se entera de que el desperfecto no era tan grave, de
que por lo tanto el costo fue excesivo y el tiempo que el relojero empleó en repararlo
sobrepasó todo límite. Así las cosas y siendo nosotros los dueños del reloj, no solamente
no volveremos a ocupar los servicios de este relojero, sino que tampoco se lo
recomendaremos a nadie, cuando no es que tendremos que mordernos la lengua para
impedirnos publicar a los cuatro vientos la indecencia, la injusticia, la falta de honradez
de aquel hombre.
Ya el lector se habrá dado cuenta que no es ningún negocio, ni siquiera económicamente
hablando, proceder faltando a la ética, pues aquel relojero tendrá menos clientes, con
riesgo de perderlos todos y de perderse a sí mismo lo que no habría sucedido si la
conducta hubiese sido moralmente recta. En ese caso, cada cliente se habría convertido
en un poderoso medio para ampliar la clientela y los ingresos.
De todo lo anterior se deduce que la mayor utilidad es el bien.
El lector se habrá percatado de que no se trata de esperar una rendición económica de
la práctica de las virtudes, sino de que quien vive las virtudes está necesariamente en
mejores condiciones para conservar y aún para aumentar, inclusive, su patrimonio, que
el que es deshonesto o en algún otro sentido vicioso, dadas por supuestas todas las
condiciones que deben concurrir y que la persona debe procurar para alcanzar el
bienestar.

Actividades de control
1. Piense en cada una de las siguientes proposiciones y dígalo por escrito.
a. La felicidad debe fundarse en el ser personal y no tanto en el querer
personal.
b. Toda persona quiere ser algo y a veces lo que quiere ser no es lo que la
hace más feliz.
c. Hay una condición para la felicidad que es la aspiración más noble y
natural al hombre.
2. Diga si son falsas o verdaderas la siguientes frases:
a. Es la voluntad y no la razón la que indica lo que se debe y lo que no se
debe hacer.
b. Cuando hablamos de “bien” sucede algo de mayor trascendencia y es
que como efecto de él se produce una elevación total de la persona que
podríamos traducir como una mayor perfección.
3. ¿Cuál es la mayor utilidad y por qué?
Haga un paralelo entre utilidad y bien
Practica No. 5 de Ética y Deontología
Tema: Tipos de valores

Valores universales y relativos

Una sociedad para ser considerada como una sociedad vivible exige un núcleo mínimo
de instituciones y valores compartidos por los asociados, resaltando que la presencia
de estos mínimos compartidos no anula las diferencias, por el contrario, las hace
posible y la potencia.

Adela Cortina

¿Sabías que la religión musulmana establece que a las mujeres debe practicárseles
la ablación del clítoris para evitar que experimenten placer sexual? Actualmente esta
operación se sigue practicando a muchas mujeres en el mundo árabe, pues sólo son
consideradas aptas para concebir. Y también podemos citar que la Iglesia católica
condena la utilización de los diversos medios anticonceptivos por parte de las
mujeres, aunque ha aceptado en casos especiales el uso del preservativo por parte de
los hombres; acepta únicamente el modo natural del biorritmo como medida para la no
concepción peor aún, aplica la excomunión a la mujer que se practica un aborto legal
como el aceptado en caso de una violación. O bien, el hinduismo, que hoy en día en
algunos casos ordena que una viuda deba correr la misma suerte que el cuerpo de su
difunto marido que es cremado según la tradición religiosa.

Ante estos ejemplos que se contraponen con la razón, es necesario subrayar que el
respeto a la vida humana y a la integridad personal son valores universales que están
por encima de cualquier legislación o religión particular; superan al derecho de gente
que es el limitado a una cultura regional o continental. Los valores, como los derechos
humanos, tienen vigencia universal.

En toda convivencia bien organizada y fecunda hay que colocar como fundamento el
principio de que todo ser humano es persona; es decir, una naturaleza dotada de
inteligencia y libertad, y que al mismo tiempo es fuente de derechos y deberes que, al
ser universales e inviolables, son también absolutamente inalienables.

En la actualidad, y después de años de lucha protagonizados por hombres ilustres,


como el multicitado Martin Luther King, la raza negra ha conseguido un mayor
reconocimiento en lo que a igualdad de derechos.

Las diferencias entre las personas no están en el color, en el sexo, en la posición social
ni en ninguna otra circunstancia. La diferencia sustantiva radica en los valores
constitutivos de cada uno de ellos, en el grado de desarrollo humano que hayan
conseguido y en la capacidad de servicio a los intereses de la sociedad. Además, el
índice de madurez o de evolución a que haya llegado el individuo determinará la calidad
de sus relaciones con su medio. Sin los valores, las relaciones entre los hombres, entre
los grupos y entre las naciones se tornarían difíciles y peligrosas.

Respecto a los valores: un valor puede perder su carácter absoluto, dependiendo de


las personas, grupos o sociedades que lo sostengan, por ejemplo: eructar en la mesa
es una cortesía que un ciudadano árabe tiene para quien le ha invitado a comer y
muestra su agrado y satisfacción. Si hicieras lo mismo en nuestro país, serías tachado
de maleducado. Otro ejemplo sería que en el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, las
mujeres son las que bailan y los hombres observan; mientras que entre los
musulmanes, los que bailan son los varones. Nos encontramos aquí con referentes de
valores relativos que obedecen a un contexto cultural y un lugar determinados.
¿Conoces otros ejemplos parecidos?

El problema con la relatividad histórica de los valores es que podemos caer en la


negación de los mismos. Hace 30 años se luchaba por una mayor libertad sexual, y
ahora que la hemos conseguido, se menosprecia su importancia y se califica de «ñoño»
o puritano a cualquiera que se atreva a critica las costumbres sexuales de hoy en día,
aunque en ese mismo orden de ideas no debemos perder de vista el extremo excesivo
como en el caso de los «spring breakers», que lejos de ser un logro a la libertad sexual
de las personas puede acercarse más bien a un libertinaje desmedido.

Valores objetivos y subjetivos

Lo que es bueno para el enjambre, no lo es para la abeja.

Marco Aurelio

Lo que es bueno para ti, puede no serlo para


otros. Entonces, ¿qué te hace pensar que lo
que tú eliges como valioso es mejor? Cualquier
objeto o conducta puede ser valiosa, todo
depende de su armonización con otras cosas,
aun si no la captas, pues esa armonización se
da mucho antes de que tú la descubras y la
observes. En eso radica la objetividad de los
valores. Por ejemplo, cuando tus padres te
piden que te cuides y no consumas alcohol
(sobriedad), no consumir alcohol es un valor objetivo y aunque no puedas verlo de
momento, la sobriedad (no consumir alcohol) se relaciona con un estilo sano de vida.

Decir que los valores son objetivos equivale a afirmar que éstos existen en la realidad
independientemente de que sean conocidos o no. No vale que le des o no importancia
a la sobriedad; es un valor que existe. En cambio, afirmar la subjetividad de un valor
quiere decir que los valores son creados por el sujeto. Por ejemplo, si en tu familia
toman, pero tú no.
Esto quiere decir que has creado este valor. Esta objetividad y subjetividad no son
mutuamente excluyentes, sino que por lo general se complementan, ya que puede ser
que mientras existe una relación de adecuación entre dos cosas (la objetividad del
valor), en este caso la persona y el objeto, es también posible que esta persona añada
por su cuenta (subjetividad) un elemento de preferibilidad al mismo objeto.
Normalmente, a esa parte subjetiva del valor se le conoce como valorización, que
muchas veces es confundida con el valor, que es objetivo, va que se da independiente
del conocimiento que se tenga o no de él: en cambio, la valorización es subjetiva, ya
que depende de las personas que juzgan; aun así, para que sea valiosa, debe tener un
poco de objetividad, es decir, necesita
basarse efectivamente en los hechos
reales que se están juzgando y no ser un
producto de conductas viciosas o
circunstancias desfavorables del que
juzga. Siguiendo con el ejemplo de la
sobriedad, tu experiencia seguramente te
habrá dado más elementos concretos para
juzgar que la sobriedad es un valor mucho
más deseable que el abuso en la ingesta
de bebidas alcohólicas.

Valores y antivalores

Todo nuestro mal se encuentra en el hecho de conocer la razón y seguir la pasión.

Francisco de Quevedo

Como observamos en el tema anterior relativo a las jerarquías de los valores, a cada
valor le corresponde su respectivo antivalor. Hasta podríamos referir que es una
relación eterna e infinita tanto como plantearnos el que, así como hay día hay noche,
luz y oscuridad, lo bueno y lo malo, lo finito e infinito. En este caso, encontramos que en
la escala de valores morales le asiste en reflejo una escala de valores inmorales o
antivalores que podríamos decir se proyectan directamente proporcional, pero en
sentido contrario, valga la proporción, como en física lo sería aludiendo a la Tercera Ley
de Newton que establece que con toda acción ocurre siempre una reacción de igual
magnitud pero en sentido contrario.

En este orden de ideas, a los valores de honestidad, justicia, legalidad, tolerancia o


responsabilidad, les corresponde su respectivo antivalor, que no es más que la
condición de ausencia o negación de esa virtud que representa o significa, como la
deshonestidad, la injusticia, la ilegalidad, etc., que son ejemplos de antivalores y que al
regir la conducta de una persona se torna, por lo tanto, en una persona inmoral que
ante la tabla de los valores se conduce de manera negativa pues los viola y rechaza.
Entonces, socialmente tiende a ser censurada o señalada como una persona carente
de valores, sin escrúpulos, etcétera.
Jerarquías de los valores

Los valores se dividen en dos clases: superiores e inferiores. Entre los superiores se
encuentran el respeto a la vida humana y a la integridad personal; son inferiores los que
se refieren a la propiedad individual y a la libertad. Los llamamos inferiores no porque
sean de mala calidad, sino porque son el fundamento de toda sociedad y la razón de
ser del derecho, la religión y la filosofía. De violarse estos derechos fundamentales, se
haría imposible toda convivencia y se resquebrajaría la estructura misma de la
sociedad.

El respeto a la vida humana ya la integridad personal (valores superiores), así como la


propiedad individual y la libertad (valores interiores) son valores propios de la
naturaleza humana, y aunque su práctica no es premiada —pues no podemos
enorgullecemos de no haber matado o robado, va que es nuestro deber respetar la vida
humana y la propiedad individual—, sí es un delito atentar contra estos derechos
fundamentales en cualquier legislación, puesto que todo orden social requiere de
respeto a la propiedad individual y a la libertad.

Los valores superiores no son obligatorios, pero su práctica y vivencia facilitan nuestras
relaciones con los otros y embellecen y dan contenido a nuestras vidas. No estamos
obligados a conceder nuestra amistad, nuestro amor y nuestra comprensión, pero
cuando lo hacemos libremente adquirimos mucho mérito ante nuestra conciencia y ante
los ojos de los demás. Dar amor, comprensión y respeto a otras personas constituye
una prueba de nuestra naturaleza humana.

VALORES

Pueden ser

SUPERIORES INFERIORES

Como Como

RESPETO A LA INTEGRIDAD PROPIEDAD


VIDA HUMANA PERSONAL INDIVIDUAL LIBERTAD

Un hombre que posea valores nunca destruirá la vida de nadie por ninguna razón,
aunque no sea castigado por la ley ni censurado por la sociedad.

Por lo tanto, para hacer una clasificación de los valores utilizaremos el siguiente criterio:
el valor será más importante y ocupará una categoría más elevada en cuanto
perfeccione al hombre en un estrato cada vez más íntimamente humano. Entonces, de
acuerdo con este criterio, tenemos que los valores se pueden clasificar en:

1. Valores infrahumanos. Son aquellos que tienen en común todos los seres: la
fuerza, la agilidad, la salud, la capacidad de experimentar placer. etc. Todos
éstos pueden ser poseídos por los mismos seres.
2. Valores humanos infra morales. Son todos los valores exclusivos del hombre o

que lo perfeccionan como tal; éstos son:

a) Valores económicos: la riqueza, el éxito, todo lo que expansione la propia


personalidad (valores eudemónicos).

b) Valores no éticos: son los referentes al conocimiento, como la verdad, la


inteligencia, la ciencia.

c) Valores estéticos: la belleza, la gracia, el arte, el buen gusto.

d) Valores sociales: la cooperación y cohesión social, la prosperidad, el poder de la


nación, el prestigio, la autoridad, etcétera.

3. Valores morales. Son las virtudes como prudencia, justicia, fortaleza y


templanza. Estos valores son superiores a los anteriores debido a que los
morales dependen exclusivamente del libre albedrío; en cambio, los otros
dependen —además del libre albedrío— de otros factores; por ejemplo, la
riqueza (puede heredarse), así como el grado de inteligencia y de buen gusto.
Además, los valores morales hacen al hombre más humano; en cambio, los infra
morales sólo perfeccionan al hombre en cierto aspecto; por ejemplo, como
profesionista, sabio, artista, etcétera.
4. Valores religiosos. Son los valores sobrehumanos, sobrenaturales. Son la
santidad, la amistad divina (gracia), la caridad. Estos valores perfeccionan al
hombre de un modo superior, ya no sólo de l que tiene más íntimo como
persona, sino en un plano que no está dentro de los moldes naturales de lo
humano. Aquí se deja la puerta abierta a todo lo sobrenatural que provenga de
Dios. Su estudio corresponde más bien a la teología.

Veamos lo que establece al respecto la jerarquía de Max Scheler. Normalmente,


cuando se estudian las jerarquías de valores de los principales axiólogos, se nota un
cierto paralelismo dentro de sus diferentes categorías, como es este tipo de jerarquía
propuesta por Max Scheler a partir de una ética formalista y la ética material de los
valores:

1. Valores sensibles: agradable y desagradable; útil e inútil.

2. Valores vitales: noble y vulgar: sano y enfermo; enérgico e inerte; fuerte y débil.

3. Valores espirituales: estéticos: bello y feo; éticos: justo e injusto; no éticos:


conocimiento y error.

4. Valores religiosos: santo y profano.

La importancia de una correcta jerarquía de valores reside, sobre todo, en la facilidad


que puede proporcionar para una eficaz orientación de la vida entera. Quien no tenga
clara la jerarquía de valores normalmente se encontrará confundido frente a una
decisión que deba tomar.
¿Qué es más importante para ti: el valor de la amistad o del conocimiento? ¿Por qué?
Respecto al orden de los valores, podemos utilizar ciertos criterios propuestos por Max
Scheler:

a) Duración. Es superior un valor que dura más que otro. Esto se refiere a la
duración del bien en que está encarnado un valor. El amor filial dura más que el
amor personal.

b) Divisibilidad. Es superior un valor cuanto menos pueda dividirse. Una obra de


arte no se puede dividir; en cambio, los alimentos sí.

c) Fundamentación. Son más altos los valores que sirven de fundamento a otro.
Por ejemplo: la inteligencia fundamenta el conocimiento científico.

d) Satisfacción. Es superior el valor que satisface más. No debe confundirse


satisfacción con placer; la satisfacción puede ser intelectual y espiritual.

e) Relatividad. Para que haya relatividad, necesitamos privilegiar algún valor con el
carácter de absoluto. Así consideraremos como más altos los valores más
próximos al valor absoluto.

A partir de dichos criterios puedes organizar tu propia jerarquía de valores. El máximo


inconveniente consiste en la facilidad de ese orden, ya que una cosa es lo que un
sujeto dice acerca de su jerarquía de valores y otra es lo que de hecho realiza a lo largo
de su vida

Actividades

1. Explique los tipos de valores dando un ejemplo de cada uno de ellos.


2. ¿Por qué es importante una jerarquía de valores?
3. Desde su perspectiva, elabore una jerarquía de valores. Indique que valores
están relacionados con la ética.
4. Elabore un organizador de conocimiento sobre el tema tratado.
Práctica No. 6 de Ética y Deontología

LA CONCIENCIA

Por: José Ramón Ayllon


¡Baja, horrenda noche, y cúbrete bajo el palio de la más espesa humareda del infierno! ¡Que
mi afilado puñal oculte la herida que va a abrir, y que el cielo, espiándome a través de la abertura
de las tinieblas, no pueda gritarme: basta, basta!
(SHAKESPEARE, La tragedia de Macbeth)

Una brújula para el bien

Sabemos que por ser libres estamos obligados a elegir, pero no estamos obligados a
acertar. Por eso necesitamos una brújula que nos oriente en la azarosa navegación de la vida.
Si en el primer tema dijimos que esa brújula es la ética, ésa respuesta es muy general. Ahora
damos un paso más al identificar a la conciencia como el instrumento que se encarga de
señalar el rumbo, de distinguir el bien y el mal.

La conciencia es la misma inteligencia que juzga sobre la moralidad de nuestros actos.


Por tanto, no se trata de una voz misteriosa ni de un oráculo profético: es simplemente, la
razón que juzga la bondad o maldad nuestras acciones. La conciencia no echa en cara ser
mal deportista o mal dibujante; su juicio es absoluto: eres malo. Por la presencia de ese
criterio absoluto intuye el hombre su dignidad absoluta. Por eso entendemos a Tomás Moro
cuando escribía a su hija Margaret, antes de ser decapitado: «Esta es de ese tipo de situaciones
en las que un hombre puede perder su cabeza y aun así no ser dañado».

La conciencia se presenta como exigencia de nosotros a nosotros mismos. No es una imposición


externa: ni la fuerza de la ley, ni el peso de la opinión pública, ni el consejo de los más cercanos.
Cuando. el poderoso. Critón ofrece a Sócrates la posibilidad de escapar de la cárcel y de la muerte,
se encuentra con una negativa rotunda, porque las razones que le impiden huir «resuenan dentro
de mi alma haciéndome insensible a otras». En la historia de quienes tomaron decisiones de vida
o muerte tampoco se aprecia una previa inclinación a la disidencia. No les guía el afán de rebeldía,
sino el pacífico convencimiento de que hay cosas que no se pueden hacer. «He desobedecido a
la ley», dirá Gandhi, «no por querer faltar a la autoridad, sino por obedecer a la ley más importante
de nuestra vida: la voz de la conciencia».

Un párrafo de Harper Lee: en la novela Matar un ruiseñor, el abogado Atticus Finch defiende a
un muchacho negro acusado injustamente de haber violado a una chica blanca. Pero toda la
ciudad, donde los prejuicios racistas son fuertes, se le echa encima. También su hija le reprocha
su conducta, contraria a lo que todos piensan. Atticus, al responder a la niña, ofrece uno de los
argumentos más elegantes sobre la dignidad de la persona: «Tienen derecho a creerlo, y tienen
derecho a que se respeten por completo sus opiniones, pero antes de poder vivir con los demás
tengo que vivir conmigo mismo: la única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la
propia conciencia».

Un freno para el mal


Un animal lucha con lo que tiene: dientes, garras, veneno. En cambio, el animal racional lucha
con lo que tiene -uñas y dientes- y con lo que inventa: garrotes, arcos, espadas, aviones, sub-
marinos, gases, bombas. Para bien y para mal, la inteligencia desborda los cauces del instinto
animal y complica extraordinariamente los caminos de la criatura humana.
Pero la misma inteligencia, consciente de su doble posibilidad, ejerce un eficaz autocontrol
sobre sus propios actos. Las grandes tradiciones culturales de la humanidad, desde Confucio y
Sócrates, han llamado conciencia moral a ese muro de contención del mal, y le han otorgado el
máximo rango entre las cualidades humanas. Así, toda la cultura cristiana es unánime al con
siderar la conciencia como el santuario del alma donde escucha la voz de Dios. Confucio define
la conciencia con palabras sencillas y exactas: luz de la inteligencia para distinguir el bien y el
mal.
Un repaso a la historia revela que este sexto sentido del bien y del mal, delo justo y de lo-
injusto, se encuentra en todos los individuos y en todas las sociedades. También se manifiesta a
diario en la opinión pública tomada en conjunto, con una energía que disipa cualquier duda sobre
su presencia: no se puede hablar dos minutos con alguien, o abrir un periódico, sin encontrarse
con que se denuncia un abuso o se protesta contra una injusticia.

Hablan Hamlet y Raskolnikov: Yo soy medianamente bueno, y, con todo, de tales cosas podría
acusarme, que más valiera" que mi madre no me hubiese echado al mundo. Soy muy soberbio, ambicioso
y vengativo, con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para concebirlos, fantasía para darles
forma o tiempo para lle-varios a ejecución. ¿Por qué han de existir individuos como yo para
arrastrarse entre los cielos y la tierra? (Shakespeare, Hamlet).
¿Mi crimen? ¿Qué crimen? ¿Es un crimen matar a un parásito vil y nocivo? No puedo concebir
que sea más glorioso bombardear una ciudad sitiada que matar a hachazos. Ahora comprendo menos
que nunca que pueda llamarse crimen a mi acción. Tengo la conciencia tranquila. (Dostoiewski,
Crimen y castigo).

Una pieza insustituible

No es correcto concebir la conciencia como un código de conducta impuesto por padres y


educadores, algo así como un lavado de cerebro que pretende asegurar la obediencia y salva-
guardar la convivencia pacífica. En cierta medida, la conciencia es fruto de la educación familiar
y escolar, pero sus raíces son más profundas: está grabada en el corazón mismo de la persona.

La conciencia es una pieza necesaria de la estructura psicológica del hombre. También hemos
sido educados para tener amigos y trabajar, pero la amistad y el trabajo no son inventos educativos
sino necesidades naturales: debemos obrar en conciencia, trabajar y tener amigos porque, de lo
contrario, no obramos como hombres.

Si tenemos pulmones, ¿podríamos vivir sin respirar? Si tenemos inteligencia, ¿podríamos


impedir sus juicios éticos? Desde este planteamiento se entiende que la conciencia moral, lejos de
ser un bello invento, es el desarrollo lógico de la inteligencia, pertenece a la esencia humana, no
es un pegote, forma parte de la estructura psicológica de la persona. No podemos olvidar que el
juicio moral no es un juicio sobre un mundo de fantasía, sino sobre el mundo real. Puedes impedir
el juicio de conciencia, y también puedes negarte a comer, conducir y cerrar los ojos. Lo que no
puedes es pretender que los ojos, el alimento y los juicios morales sean cosas de poca monta, sin
grave repercusión sobre tu propia vida.
Un actor, un médico y un estadista: «Vivo mejor con la conciencia tranquila que con una buena
.cuenta corriente» (Tom Crouise). «Es mucho menos pesado tener a un niño en brazos que
cargarlo sobre la conciencia» (Jeróme Lejeune), «He desobedecido a la ley no por querer faltar a
la autoridad, sino por obedecer a la ley más importante de nuestra vida: la voz de la conciencia»
(Gandhi).

Educación de la conciencia

Al estar en la raíz de toda elección moral, la conciencia nos hace libres. Por eso, un principio
moral básico es no obligar a nadie a obrar contra su conciencia. Esto no significa que todas las
decisiones que se toman en conciencia sean correctas, puesto que la conciencia no es infalible:
también se engaña y en ocasiones puede estar corrompida. Incluso con muy buena voluntad, todos
podemos equivocamos por falta de datos, por la complejidad del problema, por un prejuicio
invencible. Entonces será bueno que desde fuera, sin obligarnos a ver lo que no vernos, nos ayuden
a ver nuestra equivocación.
Como cualquier instrumento, la conciencia 'puede funcionar correctamente o con error.
Aunque se encuentra en todos los individuos y en todas las sociedades, sl¿ medición siempre corre
peligro de ser falseada por el peso de los intereses, las pasiones, los prejuicios, las. modas. De
hecho, parece un instrumento tan sólido como difícil de regular, como un reloj que, sin dejar de
funcionar, tampoco
L
marca la hora exacta.
Por eso, ante la necesidad de decidir moralmente, resulta necesario educar la conciencia. Una
educación que debe empezar en la niñez y no interrumpirse, pues ha de aplicar los principios
morales a la multiplicidad de situaciones de la vida. Una educación necesaria, pues los seres
humanos estamos siempre sometidos a influencias negativas. Una educación que lleva consigo el
equilibrio personal y que supone respetar tres reglas de oro: hacer el bien y evitar el mal; no hacer
a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros, no hacer el mal para obtener un bien.
.
Una idea de Gustave Thibon: la grandeza del hombre consiste en no poder ahogar la voz de
su conciencia, y su miseria estriba en encontrar instintivamente (lo que no quiere decir ino-
centemente) las desviaciones más fáciles para aplacar esta conciencia con pocos gastos.

Contra la conciencia

«Sin conciencia no habría sentimiento de culpa, y sin sentimiento de culpa viviríamos felices».
Así razonan los que intentan suprimir la conciencia, como si fuera un residuo anacrónico de
épocas ya superadas. Pero su pretensión es tan antigua como Cain. Desde el punto de vista teorico
fue brillantemente defendida por los sofistas griegos y por Nietzsche.
Algunos sofistas del siglo V a.C. propugnaron una conducta humana l margen de la justicia y
de la moral. Frente a elIos, Sócrates afirmó que la medida de todas las cosas no debe estar en el
hombre, sino en Dios. Por eso, desde Sócrates, la conciencia ha sido considerada como la misma
-
voz de Dios, que habla al hornbre por medio de la inteligencia.
Nietzsche, en la segunda mitad siglo XX, se propone pasar a la historia como el provocador de un
conflicto de conciencia de proporciones universales: «Hasta ahora no se ha experimentado la más
mínima duda o vacilación al establecer e lo bueno tiene un valor superior a lo malo. ¿Y si fuera
verdad lo contrario?». Para lograr esa inversión de todos los valores debe arrancarlos de su raíz
fundamental. Así se entiende su obsesión por decretar la muerte de Dios: «Ahora es cuando la
montaña del acontecer humano se agita con dolores de parto. Dios ha muerto: viva el su-
perhombre!».

-_ -
La conclusión de Nietzsche es coherente: si Dios no existe, todo le está permitido al hombre.
Ya lo había dicho Dostoiewski. En el mismo sentido, diversos pensadores han afirmado que
contra la libertad de asesinar no existe, a fin de cuentas, más que un argumento de carácter
religioso. Porque la imposibilidad de matar a un hombre no es física: es una imposibilidad moral
que nace al descubrir cierto carácter absoluto en la criatura finita, la imagen y los derechos de su
Creador.

La tragedia de Macbeth

La inversión de valores no es un invento de Nietzsche. Cualquier justificación de la injusticia


-piénsese en las razones de los terroristas- apunta hacia esa meta. Es la propuesta de las brujas
que incitan a Macbeth al asesinato. Su lema es: «lo bello es feo, y lo feo es bello». Por tanto, se
puede pisotear la conciencia. Y Macbeth, con la complicidad de su mujer, asesina a su rey. Pero
no le salen las cuentas. La conciencia pisoteada se revuelve contra él y le produce la picadura
venenosa del remordimiento: « ¡Oh, amor mío, mi mente está llena de escorpiones!».

Macbeth, la inolvidable tragedia de Shakespeare, es un retrato del hombre perdido en el vértigo


de una pasión, ahogado en su propia inversión de valores. De forma casi vertiginosa, el
protagonista y su mujer se ven envueltos y absorbidos por su culpabilidad progresiva, al
intentar alcanzar a cualquier precio el poder. Shakespeare nos muestra la tragedia de dos
personas con ambición sin límites. Más en concreto, la obra es una reflexión sobre la
naturaleza de la conciencia y las consecuencias de su transgresión.

Macbeth siente su propia conciencia como un «potro de tortura» insoportable, y entonces


empieza a desear no haber nacido, y «que la máquina del universo estalle para siempre en mil
pedazos». Su mujer le anima a resistir: «Que se bloqueen todas las puertas al remordimiento»,
porque «si damos-a esto tanta importancia, nos volveremos locos». Palabras que se
cumplieron en ella al pie de la letra: muere loca, obsesionada porque «aún queda olor a sangre.
Ni todos los perfumes de Arabia perfumarían esta pequeña mano».

Al final de la tragedia, Macbeth sentencia que «la vida es un cuento sin sentido narrado
por un idiota». Los grandes personajes literarios que han intentado sepultar la conciencia -
entre otros, Macbeth, Rodian Raskolnikov en Crimen y castigo, Lobo Larsen en Ellabo de mar-
han pagado siempre las consecuencias de sus propios actos. Sus vidas trágicas nos enseñan
que nadie debe amordazar la conciencia con la esperanza de triunfar, pues fuera de la ley
moral no se hacen más grandes: al contrario, se sienten atrapados en un cerco que cada vez
se estrecha más. El hombre sin conciencia suele acabar corno una bestia acorralada.

Actividades.

1. Explique por qué el autor considera que la conciencia es brújula para elegir el bien.
2. Cuál es el argumento que el Abogado Atticus Finch que señala para defender al
muchacho negro acusado injustamente haber violado a una chica blanca.
3. Por qué la conciencia moral es un freno para el mal.
4. Por qué la conciencia es una pieza insustituible de la estructura psicológica del
hombre.
5. ¿Por qué es tan importante educar a la conciencia?
6. Estás de acuerdo con la conclusión de Nietzsche: si Dios no existe, todo le está
permitido al hombre.
7. Haga una breve reflexión sobre la tragedia de Macbeth.
SITUACIONES PROBLEMÁTICAS 01

Apellidos y Nombres: _____________________________________________________

INSTRUCCIONES:

Desarrolle las preguntas de acuerdo a los criterios expuestos en clase.

01.- ¿Estás de acuerdo con quienes sostienen que la Ética es una ciencia práctica y
perfectiva? ¿Por qué?
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02.- ¿Es posible afirmar que la Ética contribuye a la formación de la personalidad? ¿Es
posible que el hombre logre su transformación a partir de la Ética? ¿Por qué?
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03.- ¿La Ética es ciencia? ¿Qué clase de ciencia es? ¿Por qué la Ética es ciencia?
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04.- ¿Si en el arte lo que más interesa es la obra artística; en el campo de la Ética, qué es lo
más valioso? ¿Por qué?
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05.- El mejor artesano (DIOS), dio al hombre una forma indeterminada, lo situó en el centro
del mundo y le habló así: “Oh, Adán no te he dado ningún puesto fijo, ni una imagen
peculiar, ni un empleo determinado. Tendrás y poseerás por tu decisión y elección propia
aquel puesto, aquella imagen y aquellas tareas que tú quieras. A los demás les he prescrito
una naturaleza regida por ciertas leyes. Tú marcarás la naturaleza según la libertad que te
entregué, pues no estás sometido a cauce angosto alguno. Te puse en medio del mundo
para que miraras placenteramente a tu alrededor, contemplando lo que hay en él. No te
hice celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal. Tú mismo te has de forjar la forma que
prefieras para ti, pues eres el árbitro de tu honor, su modelador y diseñador. Con tu decisión
puedes defender hasta igualarte con los brutos y puedes levantarte hasta las cosas divinas”.
El resumen pertenece a Pico de la Mirándola.
Responde:
a.- ¿El ser humano es realmente libre? ¿Por qué?
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
b.- ¿Se le puede poner a la vida un sello único e inconfundible? ¿Cómo?
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________

c.- Hay alguna diferencia entre elegir un bien y elegir bien. Explica.
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
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________________________ .
d.- ¿Cómo explicas esta expresión existencialista, de Sartre: “El hombre está condenado a
ser libre”? ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?
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_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
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06.- El tema de los valores está íntimamente ligado a la reflexión ética; la axiología es la
disciplina filosófica que estudia los valores, su esencia, mientras que el sentido de ellos es
trabajo arduo de este estudio; por lo tanto, la Ética se ayuda de la axiología para dicha
reflexión.
La axiología es en consecuencia, la ciencia que dice lo digno y que se encarga de la reflexión
sobre la excelencia humana, es decir, analiza los fundamentos de los juicios que nos llevan
a considerar que algo es valioso o que carece de valor.
Los valores son ideales que estimulan la búsqueda de la perfección, es decir, que mueven a
la acción. Si son ideales no significa que sean inalcanzables sino que son posibilidad
constante de ser, pero también de no ser.
Responde:
a.- ¿Es posible vivir sin valores? ¿Por qué?
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_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
b.- ¿Cómo interpretas cuando escuchas decir: “los valores se han perdido”; o estamos
viviendo una crisis de valores? ¿Es lo mismo? Explica brevemente.
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_________________________________________________________________________

c.- El valor que se le atribuye a la Monalisa de Leonardo da Vinci, desde tu punto de vista,
¿está en el cuadro o en el pintor? ¿Por qué?
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_________________________________________________________________________

d.- ¿Cuál es tu opinión sobre el origen o cómo se originaron los valores?


_________________________________________________________________________
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_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
e.- Si tuvieras que elaborar una tabla de valores éticos a partir de los siguientes valores: la
libertad, la igualdad, la responsabilidad, la justicia, el bien, la dignidad, la solidaridad; ¿cómo
los ordenarías? Luego explica ¿porqué consideras, en primer lugar, el valor que has
escogido?
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________.
07.- ¿Cómo medirías, el valor moral de una persona?
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
Práctica No 7 Ética y Deontología
Tema: El entrenamiento ético
Por José Ramón Ayllón

Hábitos

Todo niño es un ser hermosamente torpe: necesita muchos meses para echar a andar,
aprender a vestirse, atarse los zapatos y coger al vuelo una pelota. Pero sus imprecisos ensayos
y tanteos quedan grabados en su memoria muscular, y cada nuevo movimiento es corregido y
afinado desde la última posición ganada. Diez años más tarde, esa patosa criatura puede
dominar varios idiomas y ganar -si es niña- una medalla olímpica en gimnasia deportiva.

Las destrezas juveniles son siempre resultado de repeticiones sumadas durante años, tanto
en el deporte como en el dominio de un idioma o de un instrumento musical. José Antonio
Marina ha explicado que, en el jugador de baloncesto, la carrera, el salto, la finta, la suspensión,
el giro, el cambio de balón de una mano a otra, el lanzamiento a canasta, son una larga frase
muscular aprendida durante años. Es imposible que el jugador recuerde los ejercicios realizados
en sus primeros entrenamientos, pero han quedado integrados en su conducta. Y cuando el
futbolista dispara a gol, su bota es dirigida, más que por la pierna, por una compleja dotación
de hábitos, es decir, de habilidades lentamente adquiridas. Si no fuera así, para encestar desde
seis metros y para disparar perfectamente a gol bastaría simplemente con querer (Teoría de la
inteligencia creadora).

La repetición de un mismo acto cristaliza en un tipo de conducta estable y fácil que llamamos
hábito. Gracias a los hábitos, el hombre no está condenado como Sísifo a empezar constante-
mente de cero. El hábito conserva la posición ganada con el su<lar de los actos precedentes, y
hace de la ética una descansada tarea de mantenimiento. Experimentamos los hábitos como una
conquista fantástica. Sin ellos, la vida sería imposible: gastaríamos nuestros días intentando
hablar, leer, andar..., y moriríamos por agotamiento y aburrimiento. Para valorar nuestro hábito
de hablar castellano bastaría considerar el esfuerzo que nos supondría aprender ruso ahora, y
dominarlo con la misma fluidez.

Todo esto/se cumple de manera eminente en la conducta ética, y se conoce desde antiguo.
Ya dijo Aristóteles que sería inútil saber lo que está bien y no saber cómo conseguirlo, de la
misma manera que no nos conformamos con saber en qué consiste la salud, sino que queremos
estar sanos. Y el secreto para afianzar una conducta es la repetición. En la Ética a Nicómaco
encontrarnos una respuesta precisa: «Los hábitos no son innatos, sino que se adquieren por
repetición de actos (cosa que no vemos en los seres inanimados, pues si lanzas hacia arriba una
piedra diez mil veces, jamás volverá a subir si no es lanzada de nuevo)».
Virtudes y vicios

Junto a su naturaleza biológica, recibida por nacimiento, el hombre es capaz de adquirir una
segunda naturaleza: repitiendo acciones libres va tejiendo su propio estilo de conducta, su modo
de ser mejor o peor. A través de los actos que repetimos y olvidamos, se decanta en nosotros una
forma de ser que permanece. Pero la libertad ofrece la posibilidad permanente de lograr tanto
una conducta digna del hombre como una conducta indigna patológica. Así, unos se hacen justos
y otros injustos, unos trabajadores y otros perezosos, responsables o irresponsables, amables o
violentos, veraces o mentirosos, reflexivos o precipitados, constantes o inconstantes.

La libertad nos brinda posibilidades de protagonizar actos buenos y malos. En el primer caso
adquirimos virtudes; en el segundo, vicios. Aristóteles llama virtudes a los modos de ser per-
fectivos, los analiza a fondo y los reconoce como poderes excelentes. Ningún profesional de la
enseñanza desconoce la incidencia educativa de esta estrategia de repetición. Al igual que una
golondrina no hace verano, un acto aislado no constituye un modo de ser. Sabemos que para
consolidar una conducta es imprescindible la repetición de los mismos actos. Por eso se ha dicho
que el que siembra actos recoge hábitos, yel que siembra hábitos cosecha su propio carácter. En
consecuencia, «adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca o mucha importancia:
tiene una importancia absoluta». Es la conclusión de Aristóteles y de todos los que tienen que
combatir las actuales epidemias de droga y SIDA, por citar solo un ejemplo elocuente.

Los pedagogos saben que, si los hábitos perfectivos no arraigan pronto, la personalidad del
niño queda a merced de sus deseos. Hemos leído que se aficionó Lázaro de Tormes al vino, y el
ciego a quien servía sospechó y vigiló el jarro en las comidas. Pero el deseo ya había ganado la
batalla a la voluntad del chiquillo: «Yo, como estaba hecho al vino, moría por él». Cuando un
hábito peligroso cristaliza, puede resultar imposible erradicarlo. Pero la víctima de un vicio es,
en gran medida, responsable de su impotencia, porque «ha llegado a ser injusto o depravado»,
dirá Aristóteles, «a base de cometer injusticias o de pasarse la vida bebiendo y en cosas
semejantes, cuando en su mano estaba no haber llegado a lo que ahora es». Antes de morir. Kurt
Cobain declaraba: «No quiero ser adicto, no quiero autodestruirme, pero la heroína es tan
poderosa como el diablo, es lo más adictivo que he probado nunca. No quiero volver a probarla,
pero no puedo evitarlo. Me vuelvo loco».

Virtud significa fortaleza

Para algunos, la palabra virtud está devaluada. Sin embargo, nació en la Roma de los
emperadores y las legiones. Y significaba fortaleza, el esfuerzo propio del vír, del varón: la
virilidad. Así que, los romanos, pueblo de conquista, llamaron virtuosa a la conducta propia del
hombre, que debe ser esforzada, no perezosa y abandonada.

El emperador Marco Aurelio dijo que el arte de vivir se parece más a la lucha que a la danza.
Lo escribió en campaña, pero su mensaje es necesario para tiempos de paz, porque nuestro
cuerpo es vulnerable siempre; porque nadie nacería sin la fortaleza de la mujer en el parto, nadie
comería sin el esfuerzo del que trabaja la tierra o del que arriesga su vida en la mar. Así que no
es aventurado afirmar que la sociedad siempre ha descansado sobre las espaldas de los fuertes.
Además, por una misteriosa incoherencia, ningún hombre es como a él le gustaría ser.
Sabemos que los seres humanos traicionan a menudo sus propias convicciones éticas, que no
hacen el bien ni evitan el mal que deberían. En esa debilidad constitutiva se manifiesta también
la necesidad de la fortaleza. Unas veces, son los bienes primarios los que ejercen una presión
desmedida: la comida, la bebida, el sexo, la comodidad o la salud pueden adquirir un atractivo
casi irresistible. En otros casos, el desorden nace del enorme protagonismo que hemos ido
concediendo al dinero, al trabajo, a la posición social. Como toda conducta repetida cristaliza en
un hábito, las concesiones a cualquier desorden cristalizan en un hábito desordenado, en un vicio.
Otra manifestación de nuestra debilidad se muestra en que nos proponemos muchas cosas y,
sin necesidad de cambiar de opinión, no hacernos lo que nos habíamos propuesto. No es que ya
no queramos, es que no queremos a fondo, queremos sin fuerza. No es una experiencia de falta
de libertad, sino de falta de fuerzas. Quien fuma cuando no quiere fumar o no respeta el régimen
de comida que había decidido guardar, sabe que se contradice libremente. Ese querer y no querer
es una experiencia de incoherencia interna, de debilidad humana, como si -algo estuviera roto
muy dentro de nosotros. Una experiencia molesta y quizá humillante, sin otro tratamiento que el
de esforzarse por vencer en cada caso.
Un párrafo de Marco Aurelio: Muchas cosas dependen por entero de ti: la sinceridad, la
dignidad, la resistencia al dolor, el rechazo de los placeres, la aceptación del destino, la posibilidad
de vivir con poco, la benevolencia, la libertad, la sencillez, la seriedad, la magnanimidad. Observa
cuántas cosas puedes ya conseguir sin pretexto de incapacidad natural o ineptitud, y por desgracia
permaneces por debajo de tus posibilidades voluntariamente. ¿Es que te ves obligado a murmurar,
a ser avaro, a adular, a culpar a tu cuerpo, a darle gusto, a ser frívolo y a someter a tu alma a tanta
agitación, porque estás defectuosamente constituido? No, por los dioses. Hace tiempo que podías
haberte apartado de esos defectos (Marco Aurelio, Meditaciones).

Fortaleza y coherencia

Una dimensión de la fortaleza es la coherencia: vivir de acuerdo con lo que se cree, aceptar el
riesgo de la incornprensión antes que permitir rupturas entre lo que se piensa y lo que se vive.
La falta de coherencia resalta en los personajes públicos, y de ahí procede cierta mala fama
de los políticos, pero también en ellos es donde más brilla su cultivo. Sócrates condenado a
beber la cicuta, ante la propuesta de escapar, le dice a Critón: «Los principios que profesé
toda mi vida no debo abandonarlos hoy porque mi si~ción haya cambiado; los sigo mirando
con los mismos ojos, les sigo teniendo el mismo respeto y veneración que antes; y si no los
hay mejores, ten por seguro que no cederé en lo que me propones, aunque todos-intenten
asustarme como a un niño, con amenazas más h6rribles que la confiscación, las cadenas o la
muerte» (Platón, Critón).
La falta de coherencia aparece en todo aquel que se deja llevar por la brisa del sentimiento.
En la sociedad actual, los sentimientos son a menudo el criterio último de muchas conductas
desorientadas. Me apetece, no tengo ganas, lo siento así, y otras expresiones similares, reflejan
con frecuencia la falta de criterios firmes de actuación. De esta forma, abandonado el obrar
a los vientos cambiantes de la sensibilidad, de los caprichos o del interés, el bien y la verdad
se humillan ante una dudosa autoridad: la ley del gusto. Porque la ley del gusto debe guiar al
animal, pero el hombre debe guiarse por convicciones profundas y arraigadas.
Si no se corta esa tendencia y no se deja que la inteligencia marque el rumbo y la voluntad
empuje, la persona no logra el equilibrio, pues quien busca la verdad queriendo continuar por
encima de todo con sus gustos, la busca de noche, y de noche .no la encuentra; y quien quiere
hacer el bien después de atender sus personales intereses, en el fondo no quiere, y por tanto
'no lo hará.

Virtudes fundamentales
Toda ética es una propuesta sobre virtudes. Y todas las virtudes se pueden reducir a cuatro,
que proceden directamente de Platón y los estoicos. Ellas realizan perfectamente los cuatro
modos generales del obrar humano: la determinación práctica del bien (prudencia), su
realización en sociedad (justicia), la firmeza para defenderlo o conquistarlo (fortaleza) y la
moderación para no confundirlo con el placer (templanza). Pero ¿cómo sabemos que esas
cuatro virtudes son las cuatro formas generales que debe adoptar toda conducta ética? Lo
sabemos, entre otras razones, porque en esas cuatro líneas maestras se ha decantado el obrar
humano desde hace miles de años.
La condición necesaria para que se produzca el mencionado proceso de decantación es la
libertad. Con la libertad, el hombre podrá forjar a su gusto su propia personalidad; Y para
ello, al estrenar la libertad, lo primero que surgen son preguntas. Y preguntas fundamentales:
¿qué quiero hacer?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué vaya hacer? En dos palabras:
¿qué es lo mejor? Esas preguntas han dejado de ser acuciantes para el hombre occidental
porque ya han sido contestadas satisfactoriamente por muchas generaciones de griegos y
romanos, y por veinte siglos de cultura cristiana. Ahora no nos preguntamos qué es la justicia
porque hemos heredado la riquísima jurisprudencia romana. Tampoco discutimos por la
mejor forma de gobierno porque parece que todas las posibles han sido ya discutidas y
probadas.
Al estrenar la libertad, los ciudadanos de las primeras polis necesitaban saber cómo se
construye y cómo funciona una sociedad de hombres libres, cuál es la mejor de las formas
posibles de gobierno. Y, en el plano personal, con diferentes formulaciones, había otra
pregunta obligada: qué significa ser hombre, cómo usar la libertad, qué hacer con la propia
vida, cuál es la mejor de las conductas posibles. Platón fue el primero en responder cabalmente a
estas cuestiones. En uno de sus mitos más célebres, compara al hombre con un carro tirado por
dos corceles que simbolizan el antagonismo entre los altos ideales y las bajas pasiones. El arte
del auriga consiste en aprovechar la fuerza del caballo noble y someter al que puede desbocarse.
El filósofo propone así tres cualidades fundamentales de la conducta humana: la prudencia, la
fortaleza y la templanza. Cuando se logran, entonces reina quizá la más importante, la justicia,
por la que el hombre obra en todo momento como debe.
En este capítulo que cerramos con la prudencia, también hemos hablado de la fortaleza. En
los capítulos siguientes explicaremos la templanza y la justicia.

Importanda de la prudencia

El hombre libre es el que escoge la dirección de sus actos en el mar de la vida. Si un marino
es bueno cuando domina el arte de gobernar su barco, del hombre también se podrá decir que es
bueno cuando domina el arte de gobernar su propia vida. El marino necesita conocer la nave y
conocer la mar, y también saber a dónde quiere llegar y por qué rutas. Paralelamente, si el hombre
quiere sacar el máximo partido de su libertad, debe conocerse y conocer la realidad, saber qué es
lo mejor que puede hacer y elegir los medios oportunos.
Es propio de la libertad tender puentes hacia el futuro. Puentes desde lo que soy hacia lo que
quiero ser. Pero lo que quiero ser todavía no es. ¿Cómo puedo, entonces, dirigirme hacia lo que
todavía no es? El verbo prever es la respuesta. Prever significa ver lejos (procul vide re), anticipar
el porvenir (pro videntia).. Y de esas raíces latinas surge la palabra prudencia: el arte de dar los
pasos oportunos para conseguir lo que todavía no tengo.

Un poema de Anacreonte dice que los dioses repartieron diversas cualidades entre los
animales: fuerza, veneno, astucia, dientes, velocidad. Yal hombre le cayó en suerte algo muy
diferente: la prudencia. Pero es un regalo que exige ser conquistado. Un obsequio difícil de
poseer, porque el gobierno más difícil es el gobierno de uno mismo. Supone colocar y mantener
a la razón en el vértice de una pirámide donde se amontonan las libertades, los deberes, las
responsabilidades, los sentimientos, los gustos, las afinidades, las manías, las rarezas, las
aficiones: toda una fauna difícil de gobernar.

La caprichosa evolución del lenguaje ha hecho que la prudencia pueda ser identificada con
dos de sus corrupciones: el apocamiento y la astucia ruin. Pero en su origen, prudencia designaba
la cualidad máxima de la inteligencia, el arte de elegir bien en cada caso concreto, una vista
excelente para ver bien en las situaciones más diversas, una difícil puntería capaz de apuntar en
movimiento y acertar sobre un blanco también móvil: la vida misma.

Aristóteles explica esa dificultad por la estrecha relación entre prudencia y circunstancias.
Pone un ejemplo nada rebuscado: lo que conviene a la boda de un siervo no es lo mismo que lo
que conviene a la boda de un hijo. Luego añade que lo bueno en sentido absoluto no siempre
coincide con lo bueno para una persona. Así, al cuerpo sano no le conviene que le amputen una
pierna; en cambio, amputar puede salvar la vida a un herido. También señala, a riesgo de ser
impopular, que los jóvenes pueden ser muy inteligentes, pero no prudentes, porque la prudencia
es el dominio de lo particular, al que solo se llega por la experiencia. y el joven no tiene
experiencia, porque esta se adquiere con la edad.
Cualidad teórica -y práctica a la vez. Conocimiento directivo que requiere estudio, mucha
experiencia, petición de consejo y reflexión ponderada. El hombre prudente es reflexivo, pues,
aunque el no y el sí son breves de decir, a veces se deben pensar mucho. Ya lo había dicho el
emperador Marco Aurelio: prudencia quiere decir atención a cada cosa y ningún tipo de descuido.

Si la prudencia es necesaria para cualquier hombre, lo es especialmente en la tarea de


gobierno, por ser empresa de la que dependen muchas vidas. Cuando Marco Aurelio traza el
retrato de su antecesor, el emperador Antonino, destaca varios rasgos que 10 configuran como
modelo acabado de hombre prudente: las decisiones/atentamente tomadas; la experiencia para
discernir cuándo se debe apretar y cuándo se debe aflojar; la previsión y solución anticipada de
los pequeños asuntos; la tranquilidad del que lo tiene todo calculado, como si le sobrara tiempo,
sin precipitación, ordenadamente, sólidamente, armónicamente.

Pedir consejo es propio del que aspira a conducirse con prudencia. Confucio lo recomienda
vivamente: « ¿Cómo puede haber hombres que obren sin saber lo que hacen? Yo no querría
comportarme de ese modo. Es preciso escuchar las opiniones de muchas personas, elegir lo que
ellas tienen de bueno y seguirlas; ver mucho y reflexionar con madurez sobre lo que se ha visto».
Un párrafo de Bernal Díaz, a propósito de la prudencia de Hernán Cortés: «En todo tenía
cuidado)' advertencia, y cosa ninguna se le pasaba que no procuraba poner remedio, y como
muchas veces he dicho antes de ahora, tenía tan acertados y buenos capitanes)' soldados que,
demás de muy esforzados, dábamos buenos consejos» (Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España).

Actividades

1. Trate explicar concretamente ¿qué es un hábito?


2. ¿Por qué es importante el hábito?
3. A través de un cuadro de doble entrada haga la diferencia entre virtudes y
vicios
4. Explique el significado de la virtud de la fortaleza.
5. Por qué una dimensión de la virtud de la fortaleza es la coherencia.
6. Por qué se denominamos virtudes fundamentales.
7. ¿Explique la importancia de la virtud de la prudencia?
8. Elabore un organizador del conocimiento del tema tratado.
Práctica No. 9 de Ética y Deontología
Tema: Los derechos humanos
Profesora: Montse Díaz Pedroche

INTRODUCCIÓN
1. ¿QUÉ SON Y EN QUÉ SE FUNDAMENTAN LOS DERECHOS HUMANOS?
2. LAS TRES GENERACIONES DE DERECHOS HUMANOS
2.1. PRIMERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA LIBERTAD
2.2. SEGUNDA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA IGUALDAD
2.3. TERCERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA SOLIDARIDAD
3. PARADOJAS DE LOS DERECHOS HUMANOS

INTRODUCCIÓN

Los Derechos Humanos son un conjunto de exigencias éticas que preceden a todo orden legal de
cualquier país, un “horizonte de valores humanos” universalizable por encima de
creencias, religiones y filosofías. Son un intento de que los seres humanos utilicen su razón y su
libertad para construir un mundo mejor, una “utopía razonable”. Los Derechos Humanos se
presentan como una especie de “DERECHOS MORALES” ya que son exigencias éticas, valores
que deben ser respetados por todos los seres humanos y que deben ser garantizados por los
gobiernos de todos los pueblos. Su fundamento filosófico está recogido al inicio de la
Declaración de los Derechos Humanos, y dice así:

“Considerando que el respeto a la dignidad inherente a todos los miembros de la familia


humana y a sus derechos iguales e inalienables constituye el fundamento de la libertad, de la
justicia y de la paz del mundo ... los pueblos de las Naciones Unidas han proclamado de
nuevo su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la
persona humana”.

Así pues, los Derechos Humanos se presentan como un conjunto de “exigencias éticas” que
todos los gobiernos firmantes deben cumplir. Se trata de unos valores éticos que pretenden ser
válidos para todos con independencia de la lengua, cultura, sexo, religión, etc, valores que se
sitúan entre la Ética y el Derecho e inspiran desde la Ética todas las constituciones democráticas
que hay en el mundo. Los Derechos Humanos apuestan por el respeto a la persona con su
dignidad y sus derechos inalienables y exigen que los Estados del mundo elaboren leyes
positivas de acuerdo con esta Declaración.

1. ¿QUÉ SON Y EN QUÉ SE FUNDAMENTAN LOS DERECHOS HUMANOS?

En principio, se entiende que los Derechos Humanos son los que posee todo ser humano por el
hecho de serlo con independencia de que sean reconocidos o no por el Derecho. Los Derechos
Humanos se han ido reconociendo a lo largo de la historia, a través de un lento proceso de
aprendizaje moral que no ha terminado todavía. Como antecedentes históricos de La
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de Diciembre de 1948 destacan:

Declaración inglesa denominada “Bill of Rights” (1689).


Declaración de los Derechos de Virginia de los EE.UU. de América (1776).
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789 y 1793).

En todas estas Declaraciones y documentos históricos existe una visión del ser humano en la
que se defiende la dignidad inalienable y esencial de toda persona humana, por encima y al
margen de cualquier circunstancia accidental como nacionalidad, sexo, lengua, religión o nivel de
instrucción. Las primeras elaboraciones de un auténtico código de Derechos Humanos tuvieron

lugar en los ambientes liberales y democráticos del siglo XVIII. Manteniéndose en este espíritu,
pero fecundado con las nuevas ideas socialistas, sindicalistas y humanistas, casi 150 años
después de las Declaraciones americana y francesa, el día 10 de diciembre de 1948 la
Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Esta Declaración surgió después de las trágicas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial
(millones de muertos, persecuciones raciales y políticas, campos de concentración y de
exterminio, bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, etc.) y tras la derrota de los ejércitos
nazis, fascistas e imperialistas. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se reflejan
aquellas dolorosas experiencias, y se insiste en la dignidad, la igualdad y la libertad de las
personas y en la necesidad de la paz y de la cooperación entre todos los Estados.

Así pues, los Derechos Humanos se fundamentan en la inalienable dignidad de la persona


humana y poseen vigencia universal. Esto implica los siguientes aspectos:

1. Ninguna persona puede ser privada de ellos.

2. Deben ser respetados por la legislación de todos los Estados.

3. Han de servir como marco de referencia para organizar la vida social y política.

4. Han de constituir el código básico y fundamental de la justicia de todas las naciones y


del Derecho Internacional

Los Derechos Humanos son exigencias elementales que puede plantear cualquier ser humano por
el hecho de serlo, y que tienen que ser satisfechas porque se refieren a unas necesidades
básicas, cuya satisfacción es indispensable para que puedan desarrollarse como seres
humanos. Son unos derechos tan básicos que sin ellos resulta difícil llevar una vida digna. Por ser
tan necesarios para la persona se dice que son:

Universales: se deben reconocer a TODOS los seres humanos. Son unas exigencias mínimas que
se deben garantizar en reconocimiento de su condición de humanos. Prioritarios: al entrar en
conflicto con otros derechos, tienen que ser protegidos de una forma prioritaria.

Innegociables: ninguna sociedad debe negar la protección de estos derechos a sus


miembros. Además, todas las sociedades tienen que contribuir en el contexto mundial
para lograr que se respeten los derechos de todas las personas, sea cual fuere la
sociedad concreta a la que pertenezcan.

En conclusión, los Derechos Humanos (DD.HH.) son unos mínimos morales de justicia que
deben ser satisfechos porque sin ellos no se puede construir una sociedad justa ni un mundo en
paz y armonía
2. LAS TRES GENERACIONES DE DERECHOS HUMANOS

Como indicábamos más arriba, los Derechos Humanos se han ido reconociendo a lo largo de la
historia a través de un lento proceso de aprendizaje moral que no ha terminado todavía. En este
proceso se pueden distinguir, hasta ahora, tres grandes fases que suelen ser denominadas
“las tres generaciones” de los Derechos Humanos. Estas tres generaciones constituyen, por
el momento, los requisitos básicos para llevar una vida digna. Cada una de estas
generaciones alumbró un determinado conjunto de derechos.

2.1. PRIMERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA LIBERTAD

La “primera generación” es la de los derechos civiles y políticos. Empezaron a ser


reivindicados por la burguesía frente al Antiguo Régimen Feudal a partir del siglo XVI, y son los
que reivindicaban los revolucionarios liberales de los siglos XVII y XVIII frente a las monarquías
absolutas. Son las libertades individuales y los derechos de participación política: el derecho a
la vida y a la integridad física, a pensar y a expresarse libremente, a reunirse con quien se
desee, a desplazarse libremente, a participar en el gobierno del propio país, a no ser detenido
sin motivo legal, a ser juzgado con garantías de imparcialidad, las protecciones del derecho a la
intimidad y a la buena fama, los derechos de la propiedad privada y de la libre contratación, a
comerciar libremente, entre otros. En líneas generales, podemos considerar estos derechos
como inspirados en un valor moral básico que les sirve de guía: la libertad.

Este grupo de derechos está relacionado con el concepto de Estado de Derecho de la tradición
liberal: un “Estado de Derecho” es todo aquel sistema político que respeta las libertades básicas y
nadie se encuentra “por encima de la ley”. El pensamiento liberal afirma que los individuos
poseen unas libertades que nadie puede violar, y el Estado menos aún, puesto que la única
misión de éste consiste, precisamente, en garantizar su cumplimiento. Los teóricos liberales
entienden que los derechos individuales funcionan como exigencias totalmente prioritarias que
deben prevalecer frente a cualquier pretensión que se intente en su contra. Por esta razón se
puede considerar al Estado liberal como un Estado de Derecho, es decir, como el tipo de Estado en
el que todos, especialmente los poderes públicos, están obligados por las leyes a respetar los
derechos básicos de las personas.

2.2. SEGUNDA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA IGUALDAD

Los derechos de la Segunda Generación son los económicos, sociales y culturales como el
derecho a la educación, a la atención sanitaria, a la protección contra el desempleo, a un salario
digno, al descanso y al ocio, a una jubilación digna, a disfrutar de los bienes culturales, etc. Ha
sido el movimiento obrero durante los siglos XIX y XX el que ha ostentado el principal
protagonismo en la lucha por el reconocimiento efectivo de estos derechos. Con estos derechos
se pretende dotar de un apoyo real a los derechos de la Primera Generación, porque difícilmente se
pueden ejercer los derechos civiles y políticos si no se tiene un mínimo de ingresos
económicos, una protección contra la enfermedad o un nivel cultural mínimo.

Este tipo de exigencias fue abriendo camino a una nueva mentalidad según la cual es necesario
que el Estado no se limite a mantener el orden público y el cumplimiento de los contratos, sino
que actúe positivamente para que los derechos de la Primera Generación no sean un privilegio de
unos cuantos sino una realidad para todos. Por esta razón se dice que la Segunda
Generación constituye un conjunto de exigencias de la igualdad.

Este grupo de derechos, junto con los de la Primera Generación, configura un nuevo modelo de
Estado que se denomina Estado Social de Derecho. El añadido de “social” a la expresión
“Estado de Derecho” significa que ahora no sólo se trata de que los ciudadanos sean “libres e
iguales ante la ley”, sino que además se están poniendo medidas para que todos accedan a los
bienes básicos necesarios para tomar parte en la vida política y cultural. El Estado Social de
Derecho garantiza las mismas libertades que el modelo liberal y además intenta redistribuir la
riqueza para asegurar que se protejan los derechos económicos, sociales y culturales.
2.3. TERCERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA SOLIDARIDAD

Por último, los derechos de la Tercera Generación son unos derechos muy básicos de los que se
ha empezado a hablar hace poco: se trata del derecho a vivir en una sociedad en paz y a
desenvolverse en un medio ambiente sano (no contaminado). Evidentemente, si no se cumplen
estos derechos no parece posible que se puedan ejercer los de las dos generaciones anteriores.
En este caso no basta con que se tomen medidas en el interior de un Estado, porque el
cumplimiento de estos derechos precisa un esfuerzo de solidaridad entre todas las naciones y
pueblos de la Tierra. Es necesaria la solidaridad internacional para que se puedan cumplir los
derechos de la Tercera Generación, pues ¿cómo se podrá acabar con la contaminación del
medio ambiente si unos países se comprometen a no contaminar y otros no? o ¿cómo se podrá
acabar con las guerras mientras no haya un firme compromiso de todos para controlar el tráfico
de armas? No obstante, la comunidad internacional apenas está comenzando a dar los primeros
pasos para que estos derechos sean algún día una realidad.

En resumen, podemos decir que cada una de las tres generaciones de derechos plantea las
exigencias de la dignidad humana que se contienen en los tres valores básicos de la tradición
política de la Modernidad, que son la libertad, la igualdad y la solidaridad, y que podemos
representar mediante el siguiente esquema:

Derechos Humanos Valor moral guía Modelo de Estado


1ª Generación Libertad Estado de Derecho
2ª Generación Igualdad Estado Social de Derecho
3ª Generación Solidaridad Estados Solidarios entre sí

3. PARADOJAS DE LOS DERECHOS HUMANOS

Los Derechos Humanos plantean en la actualidad una serie de paradojas que es necesario tener
presentes para saber cuál es su realidad.

La primera de estas paradojas es que no son una realidad conseguida. Al revés, se puede
decir que las violaciones cotidianas de los Derechos contenidos en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos constituyen el núcleo esencial de la información diaria de los
medios de comunicación.

Otra paradoja se encuentra en el hecho de que, aun siendo aceptados por todos los países
del mundo, los Derechos Humanos no constituyen un conjunto de leyes positivas, propias de
un código jurídico coercible, puesto que no hay un Estado mundial ni un poder internacional
legalmente constituido capaz de obligar a su cumplimiento. Tampoco existen tribunales que
condenen mediante sentencias ejecutivas a penas por su incumplimiento. Éste ha sido y es el
caso de muchos gobiernos condenados moral y políticamente por las Naciones Unidas y por
Amnistía Internacional (Somalia, Guatemala, Sudán, EE.UU., etc.) por quebrantar los
Derechos Humanos de modo continuo, pero que siguen haciéndolo impunemente. Es verdad
que existen mecanismos de denuncia de violaciones de los Derechos Humanos a
determinadas instancias como la O.N.U. o el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya
(Holanda). Asimismo, en Europa existe el Tribunal Europeo de Derechos Humanos con sede en
Estrasburgo en el que todos los ciudadanos europeos pueden interponer recursos jurídicos
contra un Estado miembro del Consejo de Europa por violación de los Derechos Humanos. Sin
embargo, todas estas instancias, aunque pueden condenar, no pueden sancionar ni hacer que
la condena sea efectiva ni obligar a su cumplimiento. Por todo esto, en demasiadas
ocasiones la Declaración Universal de los Derechos Humanos se queda en papel mojado,
burocracia o simple hipocresía.
Finalmente, hay quienes acusan a los Derechos Humanos de etnocéntricos porque han sido
promulgados desde la cultura occidental. Sin embargo, no se trata de unos derechos
terminados definitivamente sino de algo que debe estar sometido a constante crítica y
revisión, no se trata -o no debe tratarse- de imponer nuestra cultura al resto del mundo, sino
de intentar establecer, a través del diálogo entre todas las culturas, unos valores que si no
son universales al menos sean universalizables, es decir, dignos de ser universalizados.

Para concluir, me gustaría hacer hincapié en que los Derechos Humanos son unos
mínimos de justicia imprescindibles para construir un mundo más justo y humano en el que podamos
convivir en paz y armonía todas las razas y todas las culturas. En definitiva, se trata de una utopía
razonable que depende de nuestro esfuerzo que se haga realidad. Y, generalmente, el
problema fundamental no está tanto en el reconocimiento de estos derechos sino en su puesta en
práctica, pues la violación de los mismos no sólo se produce en los países pobres sino también en
los países que tenemos la ironía de llamarnos desarrollados.

Actividades
1. Trate de dar una definición sobre los Derechos Humanos.

2. Explique en qué se fundamenta los Derechos Humanos.

3. En un cuadro de doble entrada explique las tres generaciones de los Derechos Humanos

4. Explique en qué consisten las paradojas de los Derechos Humanos.

5. Elabore un organizador de conocimiento sobre los Derechos Humanos


PRÁCTICA No. 10 DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
DIGNIDAD DE LA PROFESIÓN
(Universidad de San Martín de Porras)

La Ética profesional
La Ética profesional es la "ciencia normativa que estudia los deberes y los derechos
de los profesionales en cuanto a tales". Es lo que la pulcritud y refinamiento
académico ha bautizado con el nombre de deontología o deontología profesional.
Por la jerarquía y trascendencia social y humana de la profesión, tiene un relieve
particular:
1) El derecho; la legislación o prescripciones jurídicas de cualquier comunidad.
2) La sociedad; entendida como solidaridad humana dentro de cualquier orden.
3) La tradición, que siendo el legado razonable, y a veces heroico de las
generaciones precedentes, no merece un tratamiento grosero ni ofensivo; ni
siquiera la común postergación de la indiferencia y el olvido.
4) La cortesía y urbanidad, que sin afectar directamente a ninguna virtud tantas
veces del buen nombre del profesionista, con perjuicio o beneficio de la misma
profesión. De aquí la importancia que daremos a la “dignidad personal”, al tratar de
la competencia moral del profesionista.

El objeto de la ética profesional es mucho más amplio de lo que comúnmente se


supone. No es otra cosa que preguntarse (como docente, profesor, pedagogo,
licenciado) frente a su alumno(a), a la sociedad y al país. "¿estoy haciendo con mi
trabajo lo propio que beneficia a este alumno(a), lo necesario que beneficia a la
sociedad donde estoy inserto, lo trascendente para mi país y para la raza humana?."
Consecuencialmente, ¿estoy participando de lo que tengo derecho?. Una confianza
que se entrega a una conciencia, a una conciencia profesional.

La formación profesional es distinta para cada área y nivel de desempeño, y


dependiendo de esto mismo, la formación puede ser larga y pesada o corta y ligera
e incluso puede realizarse mientras se desempeña un trabajo ya sea similar o
distinto, aunque de menor nivel por lo general. La formación profesional también
puede ser muy teórica o muy práctica.
La vida profesional es un problema capaz de preocupar solamente en tres sentidos:
a) ¿Cómo se triunfa social y económicamente?
b) ¿Cómo se triunfa científicamente?
c) ¿Cómo es posible conjugar estos triunfos sin comprometer la conciencia y la
dignidad humana?

Los cursos de ética profesional, cada vez más extendidos y reclamados en las
universidades de más prestigio, son evidentemente la manera más noble de cumplir
con su responsabilidad educativa y de responder a la confianza y a las esperanzas
que familias y naciones depositan angustiosamente en lo que el pueblo nombra con
respeto y simpatía: la Universidad.

Su importancia en el orden especulativo


La importancia de la ética profesional puede considerarse en el Orden Especulativo:
Analiza los principios fundamentales de la moral individual y social, y los pone de
relieve en el estudio de los deberes profesionales. Siguiendo el procedimiento
Socrático-Aristotélico, trata de definir con claridad y concisión la naturaleza de la
Profesión y las distintas relaciones con todos los elementos humanos que sufren su
influencia o la ejercen. Así comprendemos la diferencia entre los deberes o la
ejercen. Así comprendes la diferencia entre los deberes derivados de la justicia o la
caridad, cuando hay virtudes que es menester practicar en conciencia, y los otros
deberes sociales impuestos por la convivencia.

El joven egresado de la universidad, sobre todo si viene de un ambiente con


inquietudes espirituales, sufre una decepción tremenda: “tiene la impresión de que
la moral es solamente respetada en los libros”, porque todas las leyes son
calculadas más o menos descaradamente por personas (a veces personajes) de su
respeto, sin que nadie, se escandalice ni proteste, ni en los negocios, ni en la
política, ni en la familia.

La primera crisis por la que atraviesa toda profesión. Es la hora de la decisión vital;
porque si su moral está bien compenetrada espiritualmente, se resuelve a luchar y
a ser un nuevo ser humano en todas las órdenes. En cambio, si no ha precedido
una sólida formación moral proporcionada a las necesidades contemporáneas, el
flamante profesionista claudica sin resistencia ni batallas, guardando una secreta
rebeldía para sus maestros “porque no le prepararon para eso; porque le disfrazaron
la vida, y porque, en lugar de moral, le enseñaron un mito”.

Su importancia en el orden práctico


En el orden práctico, la importancia está determinada por las conveniencias y
consecuencias que mutuamente rigen las relaciones entre profesionistas y clientela.
Es notorio que la mejor garantía del éxito profesional la constituye el leal y
escrupuloso cumplimiento de los deberes. La clientela, por un instinto defensivo,
tiene horror de los autómatas que no tienen responsabilidad ni amor al ejercicio
consciente de la profesión.
Por otra parte, la función específica de la actividad profesional consiste en
establecer o restablecer el orden necesario al bien común.

Profesión y profesionistas.
La profesión es una capacidad cualificada, requerida por el bien por el bien común
con peculiares posibilidades económico-sociales. Vale la pena hacer un análisis
para medir la dimensión y densidad de la profesión, porque esas son, exactamente,
las medidas de la responsabilidad profesional.

A) Capacidad. No decimos actividad porque un profesionista puede estar


durmiendo o jubilado sin perder nada de su carácter. Además es evidente que, ni
excluimos uno de los términos, ni los contraponemos; por la sencilla y clásica razón
de que la actividad es la manifestación y la ley de la capacidad, ya que “la capacidad
se especifica por la actividad y, sin ella, decrece y se anula”.

B) Calificada. No de cualquier manera; sino a través de la preparación científica y


humanista de los estudios universitarios.

C) Requerida por el bien común. Estamos afirmando dos cosas fundamentales


Primero, que el bien común es la medida de la correlación “dignidad actividad”. Así,
no existe la profesión de “gangster”, usurero, coyote, etc.
Entendemos sumariamente por bien común las mínimas condiciones de bienestar
o perfección, individual y colectivo.

D) Con peculiares posibilidades. En el desarrollo y evolución del mundo


contemporáneo, la principal fuerza propulsora es la actividad y organización
profesional. El impulso de perfección característico del género humano, exacerbado
angustiosamente por nuestras generaciones, cuenta como la única seria
probabilidad de realizarse y tonificarse naturalmente con la intervención decidida y
definitiva de los profesionistas en todos los órdenes de la vida institucional.

E) Económico-Sociales. Usamos dos palabras porque, de hecho, el profesionista


se beneficia e influye en los dos órdenes mencionados; no solamente cuando actúa
con una finalidad deliberada y concreta, sino también cuando no se propone nada
en especial.

DIGNIDAD Y SENTIDO SOCIAL DE LA PROFESIÓN


Hay una dignidad profesional variable por estar condicionada a la jerarquía espiritual
y eficiencia de cada persona, que da realce y excelencia a la profesión, por
trivialidades y burocráticas que sean o parezcan sus actividades.
Pero hay otra dignidad profesional invariable, inherente a la misma naturaleza de la
profesión, y que no depende ni de los méritos ni de las limitaciones personales. La
dignidad es extrínseca cuando no proviene directamente de los elementos
constitutivos de esa naturaleza de la profesión, sino que se le adjudica
externamente por la opinión o la legislación.

A) Así la opinión pública, aun contra sus propias y explícitas manifestaciones, honra
a la profesión con la confianza “del ignorante hacia el que sabe, del ser humano
hacia su consejero íntimo, de un profano hacia un iniciado”. Podríamos agregar aún:
la confianza obligada e impuesta por la dura ley de la necesidad

B) La Legislación Común es la que nos sugiere la que llamamos dignidad jurídica


de la profesión.

Moralidad de las profesiones


Las profesiones forman parte de la actividad que los seres humanos realizamos,
desarrollando nuestras capacidades, con conciencia y tomando decisiones. Como
tales, son susceptibles de moralidad, es decir, sus actividades pueden ser buenas
o malas moralmente. De un profesional se espera que actúe con responsabilidad,
con dominio de las técnicas de brindar un buen servicio. Ya, desde aquí, su
actuación está involucrada con los principios morales.
A lo largo de los años, las profesiones van enriqueciendo sus posibilidades e
introduciendo novedades en el desempeño propio. Quien quiere ser profesional
aprende a organizar su vida para de manera tal que, luego, trabaje sin
improvisaciones y sabiendo lo que hace. Así como él espera que las personas que
reciben sus servicios lo reconozcan adecuadamente, ellas también aguardan un
buen servicio.

El ejercicio de una profesión tiene dimensiones irrenunciables. Por un lado, significa


la realización de un ideal en la vida personal, íntima, anhelada y, mejor aún, si es
lograda. Por otro, entabla relaciones diversas con otros seres humanos. Como
realización de uno mismo y como forma de comunicación, la profesión está
involucrada en metas y condiciones morales. Lo que se haga o se omita desde la
profesión favorece o va en contra del verdadero sentido de la vida, del respeto a
uno mismo y a los demás. Con ella, la libertad personal ha sido bien o mal
comprometida. El profesional ha conseguido afirmar su propia persona o ha
desperdiciado la oportunidad de hacerlo.

Responsabilidad profesional
La responsabilidad profesional se deriva de que los otros acudan al experto, para
que éste con su maestría llegue a conclusiones sin errores sobre los problemas que
ellos tienen, de hecho el profesional toma las decisiones por los otros o los induce,
asesora o aconseja, no obstante los errores los sufren los otros: perder la salud y la
propia vida, la libertad o quebrantos económicos importantes.

Así la responsabilidad del profesional se mide conforme al riesgo de quien lo


contrató y, consecuentemente en el devenir histórico, la sociedad, concretamente
los gobiernos, sancionan a las profesiones que consideran vitales para el bien
común y las condicionan al cumplimiento de ciertos requisitos con el fin de asegurar
el ejercicio del deber profesional.

Profesiones autorizadas
Las profesiones autorizadas como la de Médico, Abogado, Ingeniero, Contador
Público, Economista, Arquitecto y otras están sujetos a cumplir evidenciadamente
ante el propio gobierno o las mismas profesiones largos períodos de educación y
entrenamiento, así como constante actualización para su eficiente servicio, por el
efecto de las graves consecuencias de los errores profesionales en el bien común.

Esta clase de profesiones resultan vitales para la propia existencia del bien común.
No podemos imaginarnos a una sociedad privada de seguros médicos, seguridad
jurídica, seguridad física en la construcción, o la seguridad en las transacciones
económicas. En efecto, las profesiones tienen un fin concreto que resulta
indispensable para el bienestar de las comunidades.

Derechos profesionales
La sociedad a través de sus gobiernos emite normas jurídicas respecto a los
contratos profesionales y sus responsabilidades como profesionales, sin embargo,
el profesional tiene derechos. Aquí queremos rescatar dos de ellos, pertinentes en
esta introducción: el límite de la responsabilidad profesional y el honorario.
Límite de la responsabilidad profesional
Nadie está obligado a lo imposible, consecuentemente, la habilidad en la solución
de los problemas prácticos se encuentra limitada al grado de avance del
conocimiento científico, la experiencia acumulada y la disponibilidad de estos
elementos.

La sociedad como gobierno se encuentra a su vez limitada para emitir normas


profesionales concretas para cada profesión, tanto por la complejidad técnica como
por el inconveniente de reducir la responsabilidad profesional a la aplicación
nemotécnica de reglamentos jurídicos. De ahí, surgen en el tiempo los grupos
profesionales que adquieren ante la sociedad la responsabilidad de autorregularse
y convertirse en auxiliares indispensables del juez.

Normas profesionales
La actividad profesional tiene repercusión en el bien común, de ahí que las
organizaciones profesionales desde siempre han emitido criterios que constituyen
con mayor o menor formalidad normas que guían la acción.

Las normas profesionales son normas prácticas que orientan respecto al deber de
hacer desde dos puntos de vista: el técnico y el ético.

Actividades

1. ¿En qué consiste la ética profesional? ¿Y cuál es su objeto de


estudio?
2. ¿Qué debemos alcanzar en nuestra formación profesional?
3. ¿Por qué es fundamental la ética profesional en orden práctico y
especulativo?
4. ¿Cuáles son las medidas de la responsabilidad profesional?
5. ¿Cuál es la dignidad y el sentido de la profesión?
6. Elabore un organizador del conocimiento sobre el tema tratado.
PRÁCTICA No. 11 DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
LA ÉTICA KANTIANA. Onora O'Neill
Peter Singer (ed.), Compendio de Ética
Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 14, págs. 253-266)

1. Introducción
Immanuel Kant (1724-1804) fue uno de los filósofos europeos más importantes desde la
antigüedad; muchos dirían simplemente que es el más importante. Llevó una vida
extraordinariamente tranquila en la alejada ciudad prusiana de Königsberg (hoy Kaliningrado
en Rusia), y publicó una serie de obras importantes en sus últimos años. Sus escritos sobre
ética se caracterizan por un incondicional compromiso con la libertad humana, con la
dignidad del hombre y con la concepción de que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni
de las autoridades y comunidades humanas ni de las preferencias o deseos de los agentes
humanos, sino de la razón.
Sus escritos son difíciles y sistemáticos; para comprenderlos puede ser de utilidad distinguir
tres cosas. En primer lugar está la ética de Kant, articulada por sus escritos de las décadas de
1780 y 1790. En segundo lugar está la «ética de Kant», una presentación (considerablemente
desfavorable) de la ética de Kant formulada por sus primeros e influyentes críticos y que a
menudo todavía se atribuye a Kant. Esta posición ha tenido una vida propia en los debates
actuales. En tercer lugar está la «ética kantiana», un término mucho más amplio que engloba
tanto la ética de Kant como la «ética de Kant» y que también se utiliza como denominación
(principalmente encomiosa) de una serie de posiciones éticas contemporáneas que reclaman
la herencia de la ética de Kant, pero que se separan de Kant en muchos sentidos.

2. La ética de Kant: el contexto crítico


La ética de Kant está recogida en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres
(1785),la Crítica de la razón práctica (1787), La metafísica de la moral (1797) (cuyas dos
partes Los elementos metafísicos del derecho y La doctrina de la virtud a menudo se publican
por separado) así como en su Religión dentro de los límites de la mera razón (1793) y un
gran número de ensayos sobre temas políticos, históricos y religiosos. Sin embargo, las
posiciones fundamentales que determinan la forma de esta obra se examinan a fondo en la
obra maestra de Kant, La crítica de la razón pura (1781), y una exposición de su ética ha de
situarse en el contexto más amplio de la «filosofía crítica» que allí desarrolla.
Esta filosofía es ante todo crítica en sentido negativo. Kant argumenta en contra de la mayoría
de las tesis metafísicas de sus precursores racionalistas, y en particular contra sus supuestas
pruebas de la existencia de Dios. De acuerdo con su concepción, nuestra reflexión ha de partir
de una óptica humana, y no podemos pretender el conocimiento de ninguna realidad
trascendente a la cual no tenemos acceso. Las pretensiones de conocimiento que podemos
afirmar deben ser por lo tanto acerca de una realidad que satisfaga la condición de ser objeto
de experiencia para nosotros. De aquí que la indagación de la estructura de nuestras
capacidades cognitivas proporciona una guía a los aspectos de esa realidad empírica que
podemos conocer sin referirnos a experiencias particulares. Kant argumenta que podemos
conocer a priori que habitamos en un mundo natural de objetos situados en el espacio y el
tiempo que están causalmente relacionados.
Kant se caracteriza por su insistencia en que este orden causal y nuestras pretensiones de
conocimiento se limitan al mundo natural, pero que no tenemos razón para pensar que el
mundo natural cognoscible es todo cuanto existe. Por el contrario, tenemos y no podemos
prescindir de una concepción de nosotros mismos como agentes y seres morales, lo cual sólo
tiene sentido sobre la suposición de que tenemos una voluntad libre. Kant afirma que la libre
voluntad y la causalidad natural son compatibles, siempre que no se considere la libertad
humana -la capacidad de obrar de forma autónoma- como un aspecto del mundo natural. La
causalidad y la libertad se dan en ámbitos independientes; el conocimiento se limita a la
primera y la moralidad a la última. La solución de Kant del problema de la libertad y el
determinismo es el rasgo más controvertido y fundamental de su filosofía moral, y el que
supone la mayor diferencia entre su pensamiento y el de casi toda la literatura ética del siglo
xx, incluida la mayor parte de la que se considera «ética kantiana».
La cuestión central en torno a la cual dispone Kant su doctrina ética es la de «¿qué debo
hacer?». Kant intenta identificar las máximas, o los principios fundamentales de acción, que
debemos adoptar. Su respuesta se formuía sin referencia alguna a una concepción
supuestamente objetiva del bien para el hombre, como las propuestas por las concepciones
perfeccionistas asociadas a Platón, Aristóteles y a gran parte de la ética cristiana. Tampoco
basa su posición en pretensión alguna sobre una concepción subjetiva del bien, los deseos,
las preferencias o las creencias morales comúnmente compartidas que podamos tener, tal y
como hacen los utilitaristas y comunitaristas. Al igual que en su metafísica, en su ética no
introduce pretensión alguna sobre una realidad moral que vaya más allá de la experiencia ni
otorga un peso moral a las creencias reales. Rechaza tanto el marco realista como el teológico
en que se habían formulado la teoría del derecho natural y la doctrina de la virtud, así como
la apelación a un consenso contingente de sentimientos o creencias como el que defienden
muchos pensadores del siglo XVIII (y también del XX).

3. La ética de Kant: la ley universal y la concepción del deber


El propósito central de Kant es concebir los principios de la ética según procedimientos
racionales. Aunque al comienzo de su Fundamentación (una obra breve, muy conocida y
difícil) identifica a la «buena voluntad» como único bien incondicional, niega que los
principios de la buena voluntad puedan determinarse por referencia a un bien objetivo o telos
al cual tiendan. En vez de suponer una formulación determinada del bien, y de utilizarla como
base para determinar lo que debemos hacer, utiliza una formulación de los principios éticos
para determinar en qué consiste tener una buena voluntad. Sólo se plantea una cuestión más
bien mínima, a saber, ¿qué máximas o principios fundamentales podría adoptar una
pluralidad de agentes sin suponer nada específico sobre los deseos de los agentes o sus
relaciones sociales? Han de rechazarse los principios que no puedan servir para una
pluralidad de agentes: la idea es que el principio moral tiene que ser un principio para todos.
La moralidad comienza con el rechazo de los principios no universalizables. Esta idea se
formula como una exigencia, que Kant denomina «el imperativo categórico», o en términos
más generales la Ley moral. Su versión más conocida dice así: «obra sólo según la máxima
que al mismo tiempo puedas querer se convierta una ley universal». Esta es la clave de la
ética de Kant, y se utiliza para clasificar las máximas que pueden adoptar los agentes.
Un ejemplo de uso de imperativo categórico sería este: un agente que adopta la máxima de
prometer en falso no podría «querer esto como ley universal». Pues si quisiese
(hipotéticamente) hacerlo se comprometería con el resultado predecible de una quiebra tal de
la confianza que no podría obrar a partir de su máxima inicial de prometer en falso. Este
experimento intelectual revela que la máxima de prometer en falso no es universalizable, y
por lo tanto no puede incluirse entre los principios comunes de ninguna pluralidad de seres.
La máxima de rechazar la promesa en falso es una exigencia moral; la máxima de prometer
en falso está moralmente prohibida. Es importante señalar que Kant no considera mala la
promesa en falso en razón de sus efectos presuntamente desagradables (como harían los
utilitaristas) sino porque no puede quererse como principio universal.
El rechazo de la máxima de prometer en falso, o de cualquier otra máxima no universalizable,
es compatible con una gran variedad de cursos de acción. Kant distingue dos tipos de
valoración ética. En primer lugar podemos evaluar las máximas que adoptan los agentes. Si
pudiésemos conocerlas podríamos distinguir entre las que rechazan principios no
universalizables (y tienen así principios moralmente valiosos) y las que adoptan principios
no universalizables (y tienen así principios moralmente no valiosos). Kant se refiere a
aquellos que suscriben principios moralmente válidos como a personas que obran «por
deber». Sin embargo Kant también afirma que no tenemos un conocimiento cierto ni de
nuestras máximas ni de las de los demás. Normalmente deducimos las máximas o principios
subyacentes de los agentes a partir de su pauta de acción, pero ninguna pauta sigue una
máxima única. Por ejemplo, la actividad del tendero verdaderamente honrado puede no
diferir de la del tendero honrado a regañadientes, que comercia equitativamente sólo por
deseo de una buena reputación comercial y que engañaría si tuviese una oportunidad segura
de hacerlo. De aquí que, para los fines ordinarios, a menudo no podemos hacer más que
preocuparnos por la conformidad externa con las máximas del deber, en vez de por la
exigencia de haber realizado un acto a partir de una máxima semejante. Kant habla de la
acción que tendría que hacer alguien que tuviese una máxima moralmente válida como una
acción «de conformidad con el deber». Esta acción es obligatoria y su omisión está prohibida.
Evidentemente, muchos actos concuerdan con el deber aunque no fueron realizados por
máximas de deber. Sin embargo, incluso esta noción de deber externo se ha definido como
indispensable en una situación dada para alguien que tiene el principio subyacente de actuar
por deber. Esto contrasta notablemente con las formulaciones actuales del deber que lo
identifican con pautas de acción externa. Así, la pregunta de Kant «¿Qué debo hacer?» tiene
una doble respuesta. En el mejor de los casos debo basar mi vida y acción en el rechazo de
máximas no-universalizables, y llevar así una vida moralmente válida cuyos actos se realizan
por deber; pero incluso si dejo de hacer esto al menos debo asegurarme de realizar
cualesquiera actos que serían indispensables si tuviese semejante máxima moralmente válida.
La exposición más detallada de Kant acerca del deber introduce (versiones de) determinadas
distinciones tradicionales. Así, contrapone los deberes para con uno mismo y para con los
demás y en cada uno de estos tipos distingue entre deberes perfectos e imperfectos. Los
deberes perfectos son completos en el sentido de que valen para todos los agentes en todas
sus acciones con otras personas. Además de abstenerse de prometer en falso, otros ejemplos
de principios de deberes perfectos para con los demás son abstenerse de la coerción y la
violencia; se trata de obligaciones que pueden satisfacerse respecto a todos los demás (a los
cuales pueden corresponder derechos de libertad negativa). Kant deduce los principios de la
obligación imperfecta introduciendo un supuesto adicional: supone que no sólo tenemos que
tratar con una pluralidad de agentes racionales que comparten un mundo, sino que estos
agentes no son autosuficientes, y por lo tanto son mutuamente vulnerables. Estos agentes -
afirma- no podrían querer racionalmente que se adoptase de manera universal un principio
de negarse a ayudar a los demás o de descuidar el desarrollo del propio potencial: como saben
que no son autosuficientes, saben que querer un mundo así sería despojarse (irracionalmente)
de medios indispensables al menos para algunos de sus propios fines. Sin embargo, los
principios de no dejar de ayudar a los necesitados o de desarrollar el potencial propio son
principios de obligación menos completos (y por lo tanto imperfectos). Pues no podemos
ayudar a todos los demás de todas las maneras necesarias, ni podemos desplegar todos los
talentos posibles en nosotros. Por ello estas obligaciones son no sólo necesariamente
selectivas sino también indeterminadas. Carecen de derechos como contrapartida y son la
base de deberes imperfectos. Las implicaciones de esta formulación de los deberes se
desarrollan de forma detallada en La metafísica de las costumbres, cuya primera parte trata
acerca de los principios de la justicia que son objeto de obligación perfecta y cuya segunda
parte trata acerca de los principios de la virtud que son objeto de obligación imperfecta.

4. La ética de Kant: el respeto a las personas


Kant despliega las líneas básicas de su pensamiento a lo largo de varios tramos paralelos (que
considera equivalentes). Así, formula el imperativo categórico de varias maneras,
sorprendentemente diferentes. La formulación antes presentada se conoce como «la fórmula
de la ley universal» y se considera la «más estricta». La que ha tenido mayor influencia
cultural es la llamada «fórmula del fin en sí mismo», que exige tratar a la humanidad en tu
propia persona o en la persona de cualquier otro nunca simplemente como un medio sino
siempre al mismo tiempo como un fin. Este principio de segundo orden constituye una vez
más una limitación a las máximas que adoptemos; es una versión muy solemnemente
expresada de la exigencia de respeto a las personas. En vez de exigir que comprobemos que
todos puedan adoptar las mismas máximas, exige de manera menos directa que al actuar
siempre respetemos, es decir, no menoscabemos, la capacidad de actuar de los demás (y de
este modo, de hecho, les permitamos obrar según las maximas que adoptaríamos nosotros
mismos). La fórmula del fin en sí también se utiliza para distinguir dos tipos de falta moral.
Utilizar a otro es tratarle como cosa o instrumento y no como agente. Según la formulación
de Kant, el utilizar a otro no es simplemente cuestión de hacer algo que el otro en realidad
no quiere o consiente, sino de hacer algo a lo cual el otro no puede dar su consentimiento.
Por ejemplo, quien engaña hace imposible que sus víctimas consientan en la intención del
engañador. Al contrario que la mayoría de las demás apelaciones al consentimiento como
criterio de acción legítima (o justa), Kant (de acuerdo con su posición filosófica básica) no
apela ni a un consentimiento hipotético de seres racionales ideales, ni al consentimiento
históricamente contingente de seres reales. Se pregunta qué es preciso para hacer posible que
los demás disientan o den su consentimiento. Esto no significa que pueda anularse a la fuerza
el disenso real en razón de que el consenso al menos ha sido posible -pues el acto mismo de
anular el disenso real será el mismo forzoso, y por lo tanto hará imposible el consentimiento.
La tesis de Kant es que los principios que debemos adoptar para no utilizar a los demás serán
los principios mismos de justicia que se identificaron al considerar qué principios son
universalizables para los seres racionales.
Por consiguiente, Kant interpreta la falta moral de no tratar a los demás como «fines» como
una base alternativa para una doctrina de las virtudes. Tratar a los demás como seres
específicamente humanos en su finitud -por lo tanto vulnerables y necesitados- como «fines»
exige nuestro apoyo a las (frágiles) capacidades de obrar, de adoptar máximas y de perseguir
los fines particulares de los demás. Por eso exige al menos cierto apoyo a los proyectos y
propósitos de los demás. Kant afirma que esto exigirá una beneficencia al menos limitada.
Aunque no establece la obligación ilimitada de la beneficencia, como hacen los utilitaristas,
argumenta en favor de la obligación de rechazar la política de denegar la ayuda necesitada.
También afirma que la falta sistemática en desplegar el propio potencial equivale a la falta
de respeto a la humanidad y sus capacidades de acción racional (en la propia persona). La
falta de consideración a los demás o a uno mismo como fines se considera una vez más como
una falta de virtud u obligación imperfecta. Las obligaciones imperfectas no pueden
prescribir un cumplimiento universal: no podemos ni ayudar a todas las personas necesitadas,
ni desplegar todos los talentos posibles. Sin embargo, podemos rechazar que la indiferencia
de cualquiera de ambos tipos sea básica en nuestra vida, y podemos hallar que el rechazo de
la indiferencia por principio exige mucho. Incluso un compromiso de esta naturaleza, tomado
en serio, exigirá mucho. Si lo cumplimos, según la concepción de Kant habremos mostrado
respeto hacia las personas y en especial a la dignidad humana.
Las restantes formulaciones del imperativo categórico reúnen las perspectivas de quien busca
obrar según principios que puedan compartir todos los demás y de quien busca obrar según
principios que respeten la capacidad de obrar de los demás. Kant hace uso de la retórica
cristiana tradicional v de la concepción del contrato social de Rousseau para pergeñar la
imagen de un «Reino de los fines» en el que cada persona es a la vez legisladora y está sujeta
a la ley, en el que cada cual es autónomo (lo que quiere decir literalmente: que se legisla a sí
mismo) con la condición de que lo legislado respete el estatus igual de los demás como
«legisladores». Para Kant, igual que para Rousseau, ser autónomo no significa voluntariedad
o independencia de los demás y de las convenciones sociales; consiste en tener el tipo de
autocontrol que tiene en cuenta el igual estatus moral de los demás. Ser autónomo en sentido
kantiano es obrar moralmente..

5. La ética de Kant: los problemas de la libertad, la religión y la historia


Esta estructura básica de pensamiento se desarrolla en muchas direcciones diferentes. Kant
presenta argumentos que sugieren por qué hemos de considerar el imperativo categórico
como un principio de razón vinculante para todos nosotros. Así, analiza lo que supone pasar
de un principio a su aplicación concreta a situaciones reales. También examina la relación
entre los principios morales y nuestros deseos e inclinaciones reales. Desarrolla entonces las
implicaciones políticas del imperativo categórico, que incluyen una constitución republicana
y el respeto a la libertad, especialmente la libertad religiosa y de expresión. También esboza
un programa todavía influyente para conseguir la paz internacional. Y asimismo analiza de
qué forma su sistema de pensamiento moral está vinculado a nociones religiosas
tradicionales. Se han planteado muchas objeciones de principio y de detalle; algunas de las
objeciones menos fundamentales pueden examinarse en el apartado de la «ética de Kant».
Sin embargo, la objeción más central exige un examen independiente.
Esta objeción es que el marco básico de Kant es incoherente. Su teoría del conocimiento lleva
a una concepción del ser humano como parte de la naturaleza, cuyos deseos, inclinaciones y
actos son susceptibles de explicación causal ordinaria. Pero su noción de la libertad humana
exige la consideración de los agentes humanos como seres capaces de autodeterminación, y
en especial de determinación de acuerdo con los principios del deber. Al parecer Kant se ve
llevado a una concepción dual del ser humano: somos a la vez seres fenoménicos (naturales,
determinados causalmente) y seres nouménicos (es decir, no naturales y autodeterminados).
Muchos de los críticos de Kant han afirmado que este doble aspecto del ser humano es en
última instancia incoherente.
En la Crítica de la razón práctica Kant aborda la dificultad afirmando que siempre que
aceptemos determinados «postulados» podemos dar sentido a la idea de seres que forman
parte tanto del orden natural como del orden moral. La idea es que si postulamos un Dios
benévolo, la virtud moral a que pueden aspirar los agentes libres puede ser compatible con -
y, en efecto, proporcionada a- la felicidad a que aspiran los seres naturales. Kant denomina
bien supremo a esta perfecta coordinación de virtud moral y felicidad. El procurar el bien
supremo supone mucho tiempo: por ello hemos de postular tanto un alma inmortal como la
providencia de Dios. Esta imagen ha sido satirizada una y otra vez. Heme describió a Kant
como un osado revolucionario que mató al deísmo: a continuación admitió tímidamente que,
después de todo, la razón práctica podía «probar» la existencia de Dios. Menos amablemente,
Nietzsche le iguala a un zorro que se escapa para luego volver a caer en la jaula del teísmo.
En los últimos escritos Kant desechó tanto la idea de una coordinación garantizada de virtud
y recompensa de la felicidad (pensó que esto podía socavar la verdadera virtud) y la exigencia
de postular la inmortalidad, entendida como una vida eterna (véase El fin de todas las cosas).
Ofrece diversas versiones históricas de la idea de que podemos entender nuestro estatus de
seres libres que forman parte de la naturaleza sólo si adoptamos determinados postulados.
Por ejemplo sugiere que al menos debemos esperar la posibilidad de progreso moral en la
historia humana y ello para una coordinación intramundana de los fines morales y naturales
de la humanidad. Las diversas formulaciones históricas que ofrece de los postulados de la
razón práctica son aspectos y precursores de una noción intramundana del destino humano
que asociamos a la tradición revolucionaria, y en especial a Marx. Sin embargo Kant no
renunció a una interpretación religiosa de las nociones de los orígenes y destino humanos.
En su obra tardía La religión dentro de los límites de la mera razón describe las escrituras
cristianas como una narrativa temporal que puede entenderse como «símbolo de la
moralidad». La interpretación de esta obra, que trajo a Kant problemas con los censores
prusianos, plantea muchos problemas. Sin embargo, al menos está claro que no reintroduce
nociones teológicas que sirvan de fundamento de la moralidad, sino que más bien utiliza su
teoría moral como óptica para leer las escrituras.
Si bien Kant no volvió a su original rechazo del fundamento teológico, sigue siendo
problemática una comprensión de la vinculación que establece entre naturaleza y moralidad.
Una forma de comprenderla puede ser basándose en la idea, que utiliza en la
Fundamentación, de que naturaleza y libertad no pertenecen a dos mundos o realidades
metafísicas independientes, sino que más bien constituyen dos «puntos de vista». Hemos de
concebirnos a nosotros mismos tanto como parte del mundo natural y como agentes libres.
No podemos prescindir sin incoherencia de ninguno de estos puntos de vista, aunque tampoco
podemos integrarlos, y no podemos hacer más que comprender que son compatibles. De
acuerdo con esta interpretación, no podemos tener idea de la «mecánica» de la libertad
humana, pero podemos entender que sin la libertad en la actividad del conocimiento, que
subyace a nuestra misma pretensión de conocimiento, nos sería desconocido un mundo
ordenado causalmente. De aquí que nos sea imposible desterrar la idea de libertad. Para fines
prácticos esto puede bastar: para éstos no tenemos que probar la libertad humana.
Sin embargo, tenemos que intentar conceptualizar el vínculo entre el orden natural y la
libertad humana, y también hemos de comprometernos a una versión de los «postulados» o
«esperanzas» que vinculan a ambos. Al menos un compromiso a obrar moralmente en el
mundo depende de suponer (postular, esperar) que el orden natural no sea totalmente
incompatible con las intenciones morales.

6. La «ética de Kant»
Muchas otras críticas de la ética de Kant resurgen tan a menudo que han cobrado vida
independiente como elementos de la «ética de Kant». Algunos afirman que estas críticas no
son de aplicación a la ética de Kant, y otros que son razones decisivas para rechazar la
posición de Kant.

1) Formalismo. La acusación más común contra la ética de Kant consiste en decir que el
imperativo categórico está vacío, es trivial o puramente formal v no identifica principios de
deber. Esta acusación la han formulado Hegel, J.S. Mill y muchos otros autores
contemporáneos. Según la concepción de Kant, la exigencia de máximas universalizables
equivale a la exigencia de que nuestros principios fundamentales puedan ser adoptados por
todos. Esta condición puede parecer carente de lugar: ¿acaso no puede prescribirse por un
principio universal cualquier descripción de acto bien formada? ¿Son universalizables
principios como el de «roba cuando puedas» o «mata cuando puedas hacerlo sin riesgo»?
Esta reducción al absurdo de la universalizabilidad se consigue sustituyendo el imperativo
categórico de Kant por un principio diferente. La fórmula de la ley universal exige no sólo
que formulemos un principio universal que incorpore una descripción del acto válida para un
acto determinado. Exige que la máxima, o principio fundamental, de un agente sea tal que
éste pueda «quererla como ley universal». La prueba exige comprometerse con las
consecuencias normales y predecibles de principios a los que se compromete el agente así
como a los estándares normales de la racionalidad instrumental. Cuando las máximas no son
universalizables ello es normalmente porque el compromiso con las consecuencias de su
adopción universal sería incompatible con el compromiso con los medios para obrar según
ellas (por ejemplo, no podemos comprometernos tanto a los resultados de la promesa en falso
universal y a mantener los medios para prometer, por lo tanto para prometer en falso).
La concepción kantiana de la universalizabilidad difiere de principios afines (el
prescriptivismo universal, la Regla de Oro) en dos aspectos importantes. En primer lugar, no
alude a lo que se desea o prefiere, y ni siquiera a lo que se desea o prefiere que se haga de
manera universal. En segundo lugar es un procedimiento sólo para escoger las máximas que
deben rechazarse para que los principios fundamentales de una vida o sociedad sean
universalizables. Identifica los principios no universalizables para descubrir las limitaciones
colaterales a los principios más específicos que puedan adoptar los agentes. Estas
limitaciones colaterales nos permiten identificar principios de obligación más específicos
pero todavía indeterminados (para una diferente concepción de la universalizabilidad véase
el artículo 40, «El prescriptivismo universal»).

2) Rigorismo. Esta es la crítica de que la ética de Kant, lejos de estar vacía y ser formalista,
conduce a normas rígidamente insensibles, y por ello no se pueden tener en cuenta las
diferencias entre los casos. Sin embargo, los principios universales no tienen que exigir un
trato uniforme; en realidad imponen un trato diferenciado. Principios como «la imposición
debe ser proporcional a la capacidad de pagar» o «el castigo debe ser proporcionado al delito»
tienen un alcance universal pero exigen un trato diferenciado. Incluso principios que no
impongan específicamente un trato diferenciado serán indeterminados, por lo que dejan lugar
a una aplicación diferenciada.
3) Abstracción. Quienes aceptan que los argumentos de Kant identifican algunos principios
del deber, pero no imponen una uniformidad rígida, a menudo presentan una versión
adicional de la acusación de formalismo. Dicen que Kant identifica los principios éticos, pero
que estos principios son «demasiado abstractos» para orientar la acción, y por ello que su
teoría no sirve como guía de la acción. Los principios del deber de Kant son ciertamente
abstractos, y Kant no proporciona un conjunto de instrucciones detallado para seguirlo. No
ofrece un algoritmo moral del tipo de los que podría proporcionar el utilitarismo si
tuviésemos una información suficiente sobre todas las Opciones. Kant subraya que la
aplicación de principios a casos supone juicio y deliberación. También afirma que los
principios son y deben ser abstractos: son limitaciones colaterales (no algoritmos) y sólo
pueden guiar (no tomar) las decisiones. La vida moral es cuestión de encontrar formas de
actuar que satisfagan todas las obligaciones y no violen las prohibiciones morales. No existe
un procedimiento automático para identificar estas acciones, o todas estas acciones. Sin
embargo, para la práctica moral empezamos por asegurarnos que los actos específicos que
tenemos pensados no son incompatibles con los actos de conformidad con las máximas del
deber.

4) Fundamentos de obligación contradictorios. Esta crítica señala que la ética de Kant


identifica un conjunto de principios que pueden entrar en conflicto. Las exigencias de
fidelidad y de ayuda, por ejemplo, pueden chocar. Esta crítica vale tanto para la ética de Kant
como para cualquier ética de principios. Dado que la teoría no contempla las «negociaciones»
entre diferentes obligaciones, carece de un procedimiento de rutina para resolver los
conflictos. Por otra parte, como la teoría no es más que un conjunto de limitaciones
colaterales a la acción, la exigencia central consiste en hallar una acción que satisfaga todas
las limitaciones. Sólo cuando no puede hallarse semejante acción se plantea el problema de
los fundamentos múltiples de la obligación. Kant no dice nada muy esclarecedor sobre estos
casos; la acusación planteada por los defensores de la ética de la virtud (por ejemplo, Bernard
Williams, Martha Nussbaum) de que no dice lo suficiente sobre los casos en que
inevitablemente ha de violarse o abandonarse un compromiso moral, es pertinente.

5) Lugar de las inclinaciones. En la literatura secundaria se ha presentado un grupo de


críticas serias de la psicología moral de Kant. En particular se dice que Kant exige que
actuemos «motivados por el deber» y no por inclinación, lo que le lleva a afirmar que la
acción que gozamos no puede ser moralmente valiosa. Esta severa interpretación, quizás
sugerida por vez primera por Schiller, supone numerosas cuestiones difíciles. Por obrar
«motivado por el deber», Kant quiere decir sólo que obremos de acuerdo con la máxima del
deber y que experimentemos la sensación de «respeto por la ley». Este respeto es una
respuesta y no la fuente del valor moral. Es compatible con que la acción concuerde con
nuestras inclinaciones naturales y sea objeto de disfrute. De acuerdo con una interpretación,
el conflicto aparente entre deber e inclinación sólo es de orden epistemológico; no podemos
saber con seguridad que obramos sólo por deber si falta la inclinación. Según otras
interpretaciones, la cuestión es más profunda, y conduce a la más grave acusación de que
Kant no puede explicar la mala acción.

6) Falta de explicación de la mala acción. Esta acusación es que Kant sólo contempla la
acción libre que es totalmente autónoma -es decir, que se hace de acuerdo con un principio
que satisface la limitación de que todos los demás puedan hacer igualmente- y la acción que
refleja sólo deseos naturales e inclinaciones. De ahí que no puede explicar la acción libre e
imputable pero mala. Está claro que Kant piensa que puede ofrecer una explicación de la
mala acción, pues con frecuencia ofrece ejemplos de malas acciones imputables.
Probablemente esta acusación refleja una falta de separación entre la tesis de que los agentes
libres deben ser capaces de actuar de manera autónoma (en el sentido rousseauniano o
kantiano que vincula la autonomía con la moralidad) con la tesis de que los agentes libres
siempre obran de manera autónoma. La imputabilidad exige la capacidad de obrar
autónomamente, pero esta capacidad puede no ejercitarse siempre. Los malos actos realmente
no son autónomos, pero son elegidos en vez de determinados de forma mecánica por nuestros
deseos o inclinaciones.
La ética de Kant y la imagen de su ética que a menudo sustituyen a aquélla en los debates
modernos no agotan la ética kantiana. Actualmente se utiliza a menudo para designar a toda
una serie de posiciones y compromisos éticos cuasi-kantianos. En ocasiones, el uso es muy
amplio. Algunos autores hablarán de ética kantiana cuando tengan en mente teorías de los
derechos, o más en general un pensamiento moral basado en la acción más que en el
resultado, o bien cualquier posición que considere lo correcto como algo previo a lo bueno.
En estos casos los puntos de parecido con la ética de Kant son bastante generales (por
ejemplo, el interés por principios universales y por el respeto a las personas, o más
específicamente por los derechos humanos). En otros casos puede identificarse un parecido
más estructural -por ejemplo, un compromiso con un único principio moral supremo no
utilitario, o bien con la concepción de que la ética se basa en la razón. La comprensión
específica de la ética kantiana varia mucho de uno a otro contexto.
El programa ético reciente más definidamente kantiano ha sido el de John Rawls, quien ha
denominado a una etapa del desarrollo de su teoría «constructivismo kantiano». Muchos de
los rasgos de la obra de Rawls son claramente kantianos, sobre todo su concepción de
principios éticos determinados por limitaciones a los principios elegidos por agentes
racionales. Sin embargo, el constructivismo de Rawls supone una noción bastante diferente
de la racionalidad con respecto a la de Kant. Rawls identifica los principios que elegirían
seres instrumentalmente racionales a los cuales atribuye fines ciertos escasamente
especificados -y no los principios que podrían elegirse siempre independientemente de los
fines particulares. Esto deter1mina importantes diferencias entre la obra de Rawls, incluso
en sus momentos más kantianos, y la ética de Kant. Otros que utilizan la denominación
«kantiano» en ética tienen una relación con Kant aún más libre -por ejemplo, muchos de ellos
no ofrecen concepción alguna de las virtudes, o incluso niegan que sea posible semejante
concepción; muchos consideran que lo fundamental son los derechos más que las
obligaciones; casi todos se basan en un teoría de la acción basada en la preferencia y en una
concepción instrumental de la racionalidad, todo lo cual es incompatible con la ética de Kant.

8. El legado kantiano

La ética de Kant sigue siendo el intento paradigmático y más influyente por afirmar
principios morales universales sin referencia a las preferencias o a un marco teológico. La
esperanza de identificar principios universales, tan patente en las concepciones de la justicia
y en el movimiento de derechos humanos, se ve constantemente desafiada por la insistencia
comunitarista e historicista en que no podemos apelar a algo que vaya más allá del discurso
v de las tradiciones de sociedades particulares, y por la insistencia de los utilitaristas en que
los principios derivan de preferencias. Para quienes no consideran convincente ninguno de
estos caminos, el eslogan neokantiano de «vuelta a Kant» sigue siendo un desafío que deben
analizar o refutar.

ACTIVIDADES.

1. Explique en qué consiste la Ética de Kant


2. Cuáles son las propiedades fundamentales de la ética. Hable de cada una de ellas.
3. ¿ En qué consiste el imperativo categórico?
4. Elabore un organizador de conocimiento sobre el tema tratado
Práctica No. 10 Ética y Deontología

Tema: El deber

Dos cosas me llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden


moral dentro de mí.
(KANT, Critica de la Razón Práctica)
Por: José Ramón Ayllon

Placeres, bienes y deberes

La conducta humana está constantemente solicitada por dos llamadas naturales: la inteligencia
y el placer. El placer se presenta asociado a las necesidades corporales de supervivencia: las de
un cuerpo que ineludiblemente busca el alimento y el descanso. La inteligencia nos descubre
otras realidades que, con independencia del placer, piden ser atendidas: los bienes y los deberes.
Son bienes, por definición, múltiples aspectos benéficos y deseables de la vida: el bienestar,
la cultura, la buena fama, la educación moral, el prestigio profesional, la amistad, el amor. Son
deberes las obligaciones que nos impone nuestra propia condición humana. El arte de vivir
consiste en saber conjugar placeres, bienes y deberes: eso es exactamente la ética.
En capítulos anteriores hemos hablado extensamente del placer y del bien. Ahora le toca el
turno al deber. Entre las muchas posibilidades de la libertad, algunas son vividas como obligato-
rias: eso son los deberes. Sonia y Marta pueden afirmar respectivamente «me gusta Francia» y
«no me gusta Francia». No hay colisión entre ambos juicios, pues las dos amigas están en su
derecho de formularlos. Por el contrario, si dicen «rechazo el asesinato» y «defiendo el
asesinato», una de las dos no debe mantener su posición. El deber es una posibilidad libre que
me impone racionalmente su elección.
De nuestra naturaleza social se derivan importantes deberes: debemos respetar la vida de los
demás, y también su libertad, su honor, las cosas de su propiedad; debemos cumplir las leyes y
respetar los compromisos; debemos ser veraces. Un razonamiento elemental nos dice que lo
bueno para nosotros debe ser bueno para 10,5 demás, y de igual forma. lo malo. A diferencia del
animal, que ni siquiera sospecha las necesidades ajenas, un hombre normal no puede comer
tranquilo mientras tiene a su lado a otro hombre hambriento: su presencia le condiciona y le
obliga. Quizá no le apetezca ayudarle, ni obtenga ningún provecho si lo hace, pero se siente
obligado a compartir su comida. Es humano tener sentimientos humanos, y estaría embrutecido
quien no se sintiera inclinado a socorrer al necesitado.
Los pedagogos enseñan que es propio del niño centrar su interés en sí mismo, y que la
superación de la etapa infantil sobreviene con la aparición del sentido del deber. La conducta
deja entonces de estar exclusivamente guiada por los propios gustos, y acepta las exigencias
que impone la realidad. En la juventud, los deberes ocupan un lugar cada vez más importante,
y es signo de inmadurez la hegemonía absoluta de los gustos e intereses personales, sin prestar
atención a los deberes.
Un párrafo de Lorda: Hay obligaciones que se sienten espontáneamente: la queja del hombre herido
nos impulsa a ayudarle. Otros muchos deberes los descubrimos a medida que ganamos en experiencia.
Así llegamos a percibir, por ejemplo, que los hombres que nos rodean necesitan, además de comer, una
palabra de aliento, una sonrisa o un rato de compañía. Nuestra experiencia razonada aumenta nuestra
sensibilidad para los deberes, para caer en la cuenta de lo que se espera de nosotros (J. L. LORDA, Moral:
el arte de vivir).

El imperativo kantiano

La realidad nos habla de muchas maneras, y el deber es uno de sus lenguajes. Más imperativo
que indicativo, exige una respuesta, como una orden que pide ser atendida. En concreto, cuando
la inteligencia nos informa sobre las condiciones que hacen habitable la misma realidad, esas
condiciones son captadas como exigencias: entendemos que es nuestro deber respetar la vida, la
libertad y los compromisos, si lo que deseamos es un mundo humano.
Kant se admira ante la nitidez e insistencia de esa llamada.
Hemos abierto el tema con palabras memorables que hoy se leen sobre su tumba: «Dos cosas me
llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de mí». Ese orden
moral es para Kant un aspecto evidente de la psicología humana, un hecho indudable que se
manifiesta a la razón práctica bajo la forma de imperativo categórico:
Kant reconoce que el deber moral no es una imposición externa, sino el convencimiento
interno de lo que naturalmente me conviene. Un deber que me habla de lo que debo ser y hacer,
y que pide ser respetado por lo mismo que respetamos la finalidad natural de los ojos o de los
pulmones: porque ver y respirar son sus mejores posibilidades.
¿Cómo pasar del deber general al obrar concreto? Kant responde que puedo reconocer la
moralidad de una acción cuando su validez es universal. Si miento para evitar un daño debo pre-
guntarme si se podría vivir en un mundo donde todos mintiesen. Si robo o asesino me preguntaré
si es posible vivir en un mundo donde todos roben o asesinen. Con este criterio práctico, la reali-
dad se convierte en fuente de obligación. A esa obligación moral, no física ni biológica, se la
denomina deber.
. Respetar el deber moral significa sustituir la fuerza bruta por el respeto mutuo: «puedo»,
pero «no debo»: Ese compromiso recíproco nos convierte a todos en deudores y acreedores:
debo y me deben respetar. Así entendido, el deber se presenta como la deuda contraída con los
demás por ayudarme a mantener mis derechos, como la cuota que hemos de pagar para ingresar
en ese club social que llamamos sociedad. Pero el deber moral es, sobre todo, una exigencia
racional, un descubrimiento de la razón que advierte lo que absolutamente conviene y beneficia
al que obra.

La crítica de Hume

Al decir que nadie debe robar y asesinar si no es viable un mundo donde todos roben y
asesinen, Kant reconoce que es la realidad quien pone condiciones. Pero algunos años antes,
Hume había roto el puente entre la realidad y el deber. Uno de los dogmas esenciales de su
empirismo moral es la imposibilidad de pasar del plano del «ser» al del «deber ser». Se trata
de un postulado conocido en la literatura filosófica actual como «ley de Hume», porque fue él
quien, en su Tratado sobre la naturaleza humana, insinuó que no era legítimo pasar del «es» al
«debe»: «Si es un asesino, debe ser juzgado».
Al concebir la realidad corno mero conjunto de hechos materiales, Hume niega por exclusión
los valores, pues no son empíricos. Pero esta conclusión es muy precipitada. Es fácil ver que la
existencia humana muestra un ilimitado conjunto de hechos que no son materiales. Cualquier
promesa, contrato, ley o reglamento es, ante todo, un deber ser.

La ley de Hume tiene una parte de verdad: entre los hechos empíricos y los valores hay una
distancia evidente. Pero del hecho de que «este reloj se estropea con frecuencia», se sigue la
valoración verdadera «es un mal reloj». Si el hombre tiene, como el reloj, una función propia, que
no hace indiferentes todos sus actos, entonces existe un fundamento para valorar su conducta. Si
ello es así, el paso del «ser» al «deber ser» no es una falacia, como tampoco es una falacia médica
pasar del «está enfermo» al «debo curarle».
La ética empirista prescinde de la realidad como fuente de eticidad, y propone como criterio
ético lo emocional. La valoración moral ya no será un juicio racional sino un' impacto
emocional. «Sea el caso de una acción reconocidamente viciosa: el asesinato intencionado, por
ejemplo. Mientras os dediquéis a considerar el objeto, el vicio se os escapará completamente.
Nunca podréis descubrirlo hasta el momento en que dirijáis la reflexión a vuestro propio pecho
y encontréis allí un sentimiento de desaprobación que en vosotros se levanta contra esa acción.
He aquí una cuestión de hecho: pero es objeto del sentimiento, no de la razón. Está en vosotros
mismos, no en el objeto» (Hume, Tratado sobre la naturaleza humana).
En Hume, el criterio de conducta es sentimental y estrictamente individual: será malo lo que
me desagrada a mí, y bueno lo que a mí me agrada. El bien y el mal son expulsados del mundo
real y buscan nueva nacionalidad en el reino particular y caprichoso de los sentimientos.

La herencia de Hume: los positivistas

La herencia empirista de Hume es recogida en el positivismo de Augusto Comte. También


Durkheim y Lévy-Bruhl, continuadores de Comte, excluyen la posibilidad de normas y valores
vinculantes, y sostienen que hablar de una ética normativa es algo absurdo. Para el positivismo,
la ética solo cabe como ciencia de las costumbres, encargada de describir los usos y las valora-
ciones morales propias de cada sociedad. De ningún modo podría arrogarse la función de
prescribir leyes. Así, el positivismo no advierte que una cosa es el valor de un comportamiento
y otra bien distinta su aceptación social. Si la moralidad estuviera determinada por el consenso
social, sería inrnoral la crítica, la disidencia, la idea de régimen injusto o la objeción de conciencia
respecto a pautas legislativas mayoritariamente aceptadas.
El positivismo clásico reaparece como neopositivismo, después de la Primera Guerra
Mundial, en el Círculo de Viena y en la filosofía analítica de Oxford y Cambridge. El nuevo
criterio de verdad es la verificación empírica, y conduce a relegar como pseudoproblemas las
cuestiones éticas. Siguiendo a Hume, algunos neopositivistas entendieron por pseudoproblema
toda valoración moral de cuestiones que se suponían meramente emotivas. Así, afirmar que «el
asesinato es malo» viene a ser lo mismo que decir «detesto la lluvia», «prefiero el café con leche»
o «me apasiona el ciclismo». Afirmar que «el asesinato es malo» no expresa ninguna verdad,
pues dicho juicio solamente significa que el asesinato no me gusta, no me convence, no me
agrada.
Esta postura positivista se apellida emotivismo. Está admirablemente expuesta por Alfred
Julius Ayer en su obra Lenguaje, verdad y lógica. Con veintiséis años y una fe ciega en el empi-
rismo, Ayer afirma que la proposición «robar dinero es malo» no tiene sentido fáctico, y, por
tanto, no es verdadera ni falsa. «Robar dinero» es un hecho real. En cambio, «malo» no expresa
ningún hecho real, sino mi sentimiento de desaprobación. Por tanto, «los conceptos éticos son
pseudoconceptos», y «no puede haber nada que se pueda llamar ciencia ética, si por ciencia ética
se entiende la elaboración de un sistema moral verdadero. Lo único que se puede investigar
legítimamente a este respecto es cuáles son los hábitos morales de una persona o de un grupo, y
cuál es la causa de que tengan precisamente esos hábitos y sentimientos. Y esta es una
investigación que cae por entero dentro de las ciencias sociales existentes».
El prejuicio antimetafísico del empirismo ha constituido un lastre para la ética. Cada vez son
más numerosos los autores que pertenecen a esa tradición y se lamentan de su esterilidad. Ber-
trand Russell puso de manifiesto un punto débil e insalvable: que la verificación del propio
principio de verificación es imposible,' pues no parece que un principio sea un hecho empírico.
También atacó a aquellos neopositivistas que parecen haber olvidado que el objetivo de las
palabras «consiste en ocuparse en cosas diferentes de las palabras».

Crítica de Nietzsche

«Existe un feroz dragón llamado tú debes, pero contra él arroja el superhombre las palabras yo
quiero». Si Hume cortó las amarras con el deber, el propósito de Nietzsche será firmar su partida
de defunción. Es el gran profeta de la ética concebida como expresión de la autonomía total del
individuo, el responsable de un tipo de conducta peligrosamente desvinculada. Muy consciente
de sus consecuencias: «Mi nombre estará un día ligado al recuerdo de una crisis corno jamás hubo
sobre la Tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una voluntad que se proclama contraria a
todo lo que hasta ahora se había creído, pedido y consagrado. No soy un hombre, soy una carga
de dinamita».
Nietzsche cumplió su palabra y llevó a cabo una gigantesca operación de demolición cultural,
un desguace donde no dejó títere con cabeza. Su objetivo central fue la religión cristiana, pero de
paso arremetió contra la Grecia clásica, el positivismo, el evolucionismo, la democracia, el Estado
moderno y la música de Wagner. Fue la bestia negra de todo lo que se cruzó en su camino, el
retrato perfecto de la intolerancia y el fanatismo: defectos que hoy no se perdonan, salvo en su
caso, porque sabemos que era un enfermo incurable y genial que vivió a la desesperada. Como
Sísifo, Nietzsche vivió condenado a sopcrtar la carga de una enfermedad crónica y progresiva,
que le llevó hasta la locura y la muerte prematura.
La obra de Nietzsche se abre con una apasionada afirmación de la vida, dramática si se tiene en
Cuenta que es la proyección de la impotencia de un enfermo. la vida es un valor que se afirma sin
más lógica que su fuerza de surgimiento. Yel símbolo escogido es el dios griego Dionisos,
exponente máximo de una civilización que se embriaga en los instintos vitales, de espaldas a todo
deber moral, a toda responsabilidad.
Nietzsche piensa que el deber es una idea inventada para dominar a los demás. En concreto,
inventada por los judíos: un pueblo muy inteligente, históricamente humillado por sus enemigos
políticos.
Con los judíos comienza la venganza intelectual de los débiles la rebelión de los esclavos, la
inversión de los valores de los vencedores. Desde que los judíos inventan la religión y el más
allá, los poderosos son malos, y los hombres vulgares son buenos. El cristianismo hereda esta
corrupción judía del odio contra los fuertes. Hasta que llega Nietzsche. Con él se desvanecerán
las ,mentiras de varios milenios, y el hombre se verá libre del autoengaño de la ilusión
.
El ataque al cristianismo ocupa un lugar privilegiado entre las obsesiones destructivas
de Nietzsche, quizá como reacción Contra la atmósfera pietista que respiró en su niñez. No
se trata de una crítica académica sino de una oposición visceral: «Yo considero al
cristianismo como la peor mentira de seducción que ha habido en la historia». Dios es «una
objeción contra la vida», y «la fórmula para toda detracción de este mundo, para toda men-
tira del más allá». El cristianismo es la religión de la compasión, pero «cuando se tiene
compasión se pierde fuerza». La compasión favorece a los débiles y entorpece la selección
natural, por eso «nada más malsano en nuestra malsana humanidad que la compasión
cristiana».

El superhombre

Para enterrar el deber moral hay que negar su fundamento divino, y Nietzsche no duda en
decretar la muerte de Dios, un acontecimiento cultural de máximo rango, que dividirá la historia
de la humanidad: «Cualquiera que nazca después de nosotros pertenecerá a una historia más alta
que ninguna de las anteriores». Es un suceso cósmico, del que son responsables los hombres, y
que les libera de/las cadenas de lo sobrenatural que ellos mismos habían creado. La muerte de
Dios es la muerte definitiva del deber y la victoria de la autonomía absoluta.
Sobre las cenizas de Dios se levantará el superhombre, el hombre dominado de nuevo por el
ideal dionisiaco, el que ama la vida y vuelve la espalda a las quimeras del cielo. No es un in-
dividuo sino el símbolo de la nueva raza que encarnará la voluntad de poder y estará más allá del
bien y del mal la raza de la bestia rubia que duerme en el fondo de todas las razas aristocráticas.
Él destruirá y creará los valores, como César, como Barbarroja, como Napoleón. «Ahora es
cuando la montaña del devenir humano se agita con dolores de parto. Dios ha muerto: ¡viva el
superhombre! ».
Después de Nietzsche, muchos han pensado que, si como hombres nos es negada la
felicidad, quizá como superhombres podamos alcanzarla. y seremos superhombres si nos
atrevemos a .rechazar la mentira del deber. La pretensión no es nueva. Sabemos que el sofista
Calicles la formuló ante Sócrates: «En mi opinión, son los hombres débiles y la masa los que
establecen las leyes para su propia utilidad. Con las leyes atemorizan a los que son más fuertes
que ellos, a los que están más capacitados para tener más» (Platón, Gorgias).
El mensaje de Calicles es repetido por Nietzsche dos mil años más tarde: «Durante
demasiado tiempo, el hombre ha contemplado con malos ojos sus inclinaciones. Naturales, de
modo que han acabado por asociarse con la mala conciencia. Habría que in tentar lo contrario,
es decir, asociar con la mala conciencia todo lo que se oponga a los instintos, a nuestra
animalidad natural. ¿Pero quién es lo bastante fuerte para ello? Algún día! sin embargo, en una
época más fuerte que esté presente corrompido, vendrá un hombre redentor, que nos liberará de
los ideales y será vencedor de Dios y de la nada» (Genealogía de la moral).
Críticos modernos han visto en la teoría del superhombre ideas morbosas con explicación
en la acentuada psicopatología del autor. Su biografía corre paralela a su enfermedad, instalada
de forma crónica desde los veintinueve años: depresiones, fuertes jaquecas y dolores de
estómago, reumatismos, cegueras, etc. A los treinta y cinco años, después de constantes ataques
graves, dimite de su cátedra de Filología Griega y se dedica a buscar por el sur de Europa
descanso para su desequilibrada naturaleza. A los treinta y nueve, su lucidez mental se extingue
en Italia un 3 de enero. Moriría once años más tarde, en 1900, sin haber recobrado la razón. y su
fama empezó a extenderse por Europa hasta colocarle en los primeros puestos de la filosofía
contemporánea. Por una cruel ironía del destino, lo que Nietzsche ofreció al mundo fue su propia
tragedia de enfermo doliente en su exaltación del ansia de vivir.

Un caso práctico: Raskolnikov

Cuando nace Nietzsche, el superhombre estaba en el ambiente. En 1865 había aparecido en


la escena literaria rusa Radian Raskolnikov, decidido a demostrar a hachazos su superhombría.
En Crimen y castigo, Dostoiewski nos lo presenta como un joven estudiante de Derecho
obsesionado por demostrarse a sí mismo que pertenece a una clase de hombres superiores, dueños
absolutos de su conducta, por encima de toda obligación moral.
Para ello, Raskolnikov elige una definitiva prueba de superioridad: cometer fríamente un
asesinato y conceder a esa acción la misma relevancia que se otorga a un estornudo o a un paseo.
Dicho y hecho: una vieja usurera y su hermana caen bajo el hacha del homicida. Él mismo dirá
que «no era un ser humano lo que destruía, sino un principio». Y asegura no tener remordimiento
alguno por tal acción: « ¿Mi crimen? ¿Qué crimen? ¿Es un crimen matar a un parásito vil y
nocivo? No puedo concebir que sea más glorioso bombardear una ciudad sitiada que matar a
hachazos. Ahora comprendo menos que nunca que pueda llamarse crimen a mi acción. Tengo la
conciencia tranquila».
Lo cierto es que la vida de Raskolnikov se va tomando desequilibrada, sufre episodios de
enajenación mental y acaba en la cárcel. Sin embargo, su postura no ha cambiado: en ningún
momento reconoce la inmoralidad de su doble asesinato. Su posición inamovible parece
aproximarle al superhombre que quiere ser. Pero Dostoiewski nos desengaña pronto: deja
entrever que la conciencia de Raskolnikov estaba tranquila porque estaba estropeada. Tenía la
tranquilidad de lo que está muerto o inservible. Por ello, la balanza moral había dejado de sopesar
la magnitud moral de los actos.
Esta es la pregunta decisiva que Dostoiewski formula de forma implícita al lector de Crimen y
castigo: ¿Qué hacemos con un superhombre mentalmente desequilibrado? ¿Merece la pena pagar
por el superhombre el precio de un psicópata? Pero la novela no termina así. Hay un remedio para
la ceguera patológica del protagonista. Cuando aún le quedaban siete años de condena se enamora
de Sonia, una chica muy joven, con un pasado miserable y un corazón de OTO. Antes de ir a la
cárcel, Sonia le había echado en cara inútilmente su crimen: «Has derramado sangre», le dijo.
Pero él respondió con furia: « ¿No lo hace así todo el mundo? ¿No se ha vertido siempre la sangre
a torrentes desde que hay hombres sobre la tierra? Yesos hombres que han empapado la tierra con
la sangre de sus semejantes han ocupado el Capitolio y han sido aclamados por la humanidad».
Después de enamorarse, todo cambia en Raskolnikov hasta el punto de pensar que Sonia tenía
razón. ¿Por qué ese cambio? Dostoiewski nos dice que ahora Raskolnikov «sentía la vida real, y
esta vida había expulsado los razonamientos». Estas palabras desvelan sutilmente una de las
claves de la psicología humana: algo tan natural como el amor corrige a la razón y desbarata las
razonadas sinrazones del superhombre,

Actividades
1. ¿En qué consiste el deber?
2. Explique ¿Qué es imperativo Kantiano?
3. ¿Cuál es la crítica que se le hace a la ética empirista (Hume)? Y hable brevemente de
la herencia empirista que fue recogida pór el positivismo.
4. ¿Cuál es la critica que se hace a la ética Nietzsche?
5. ¿En qué consiste el Superhombre de Nietzsche?
6. labore una reflexión sobre el caso práctico de Raskolnikov.
PRÁCTICA NO. 12 ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

LA ÉTICA PROFESIONAL Y LA DEONTOLOGÍA

Por: Juan Roger Rodríguez Ruiz

Ética y Deontología profesional

La Ética hace directamente referencia a la conciencia personal, mientras que la


Deontología adopta una función de modelo de actuación en el área de una colectividad.
La Ética general de las profesiones se plantea en términos de principios: el principio de
beneficencia, el principio de autonomía, el principio de justicia y el principio de no
maleficencia. El deontologismo plantea los temas éticos en términos de normas y
deberes.
Los principios se distinguen de las normas por ser más genéricos que estas. Los
principios ponen ante los ojos los grandes temas y valores del vivir y del actuar, mientras
que las normas aplican los principios a situaciones concretas.
En términos generales un principio enuncia un valor o meta valiosa y las normas, en
cambio, intentando realizar el principio bajo el que se subsumen, dicen cómo debe
aplicarse un principio en determinadas situaciones.
Tanto las normas como los principios son universales aun cuando el ámbito de
aplicación de los principios sea más amplio y general que las normas específicas que
caen bajo dicho principio.

El concepto y el ámbito de la Deontología

Etimológicamente Deontología significa: todéon (griego): lo conveniente, lo debido; logía


(griego): conocimiento, estudio.
La Deontología es el estudio o la ciencia de lo debido, de los deberes. Si hablamos de
Deontología profesional, sería el estudio de los deberes de cada profesión.
La palabra la acuñó el filósofo inglés Jeremy Bentham (1748-1832), considerado como
el padre de la filosofía utilitarista inglesa, en su obra Deontología o Ciencia de la Moral.
Bentham entendió a la Deontología como el estudio de aquellas acciones que no están
sometidas al control de la legislación pública. Separa el ámbito moral, donde se insertan
los deberes deontológicos, del ámbito legal o jurídico, donde se insertan las leyes y
normas jurídicas. Por ello la Deontología o deberes de una profesión se recogen en los
códigos éticos o deontológicos.
La intención de los códigos deontológicos de cada profesión es explicitar la dimensión
estrictamente moral de una profesión, aquellos comportamientos exigibles a unos
profesionales, independientemente de que estén o no recogidos en las normas jurídicas.
Deontología significa, por tanto, la Ética de los deberes prácticos, basados en la acción
libre de la persona y en su conciencia moral, y no en la reglamentación jurídica.

Diferencias entre Ética y Deontología

Al analizar el ámbito y fines de la Deontología nos encontramos con el tema de la


relación entre Deontología y Derecho, para dejar muy claro que son dos campos o
niveles distintos. Uno es el campo de los deberes éticos o morales, expresados en la
Deontología, que no tiene fuerza coactiva alguna, y otro es el campo de las normas
jurídicas, que sí tienen fuerza coactiva y su incumplimiento es objeto de sanción. Lejos
de pensar que la Deontología, por no tener esa fuerza coactiva, es más débil y menos
importante que el Derecho, la realidad es que el ámbito ético o deontológico cuenta con
más fuerza y eficacia. Veamos lo que dicen los expertos.
Hugo Aznar expresa que la autorregulación Ética, como los códigos éticos y otros
instrumentos, puede ir mucho más lejos que el derecho en lo que a sus exigencias
y planteamientos normativos se refiere, (...) puede exigir mucho más que el derecho
porque puede imponerse mucho menos que este” . Quiere decir con ello que la autoridad
moral siempre es mucho más respetable y confiable que la autoridad que da la fuerza o
la ley. La ley, con su capacidad coactiva, si no va acompañada de la autoridad moral de
sus legisladores o administradores, aunque pueda aplicar penas, no tiene una fuerza
real; en cambio, la autoridad moral de la Ética puede prescindir de la fuerza coactiva.
Es por eso que el incumplimiento de dichos códigos y la difusión pública de ello revisten
una pena considerable para la persona o la institución infractora. Este es el caso de los
comités de Ética de algunos colegios profesionales o de instituciones, que publican las
denuncias y resoluciones sobre las malas prácticas de algún profesional o institución, lo
cual es una sanción moral que suele tener un efecto grande.
Augusto Hortal delimita cuál es el campo de la Ética filosófica (general), la Ética
profesional y de la Deontología:
· La Ética general o filosófica se ocupa de decir en qué consiste la actuación buena que
nos hace buenos.
· La Ética profesional nos dice qué es el bien (intrínseco) que debe perseguir cada
profesión. A esto habría que añadir el ethos profesional: qué virtudes debe practicar el
profesional para ser un buen profesional.
· La Deontología profesional formula los deberes y obligaciones del profesional, aquello
que hay que exigir de todo profesional en el desempeño de sus funciones y que
normalmente están recogidos por escrito en un código, aprobado por el colectivo o
colegio profesional. Dichos colegios muchas veces poseen comités éticos que ejercen
la misión de tutelar el cumplimiento del código y de emitir
sanciones morales cuando se incumplen.
· Los códigos deontológicos contribuyen a la consolidación de una profesión, pues a
través de ellos los profesionales expresan la contribución que hacen a la sociedad y
defienden el prestigio, aprecio y reconocimiento social de su profesión.
En dichos textos, los profesionales recogen lo que la sociedad les exige, por lo tanto, es
un medio de comunicación entre los profesionales y la sociedad.
· Los colegios profesionales al formular los códigos deontológicos intentan establecer
un control de calidad sobre la práctica de su profesión.
En este sentido, la diferencia principal entre la Ética profesional y la Deontología, que
subraya Augusto Hortal, radica en que:
· La Ética profesional se ocupa de definir cuál es el bien intrínseco de cada profesión,
es decir, su razón de ser. En esta caracterización del bien que debe perseguir un
profesional a veces resulta difícil ponerse de acuerdo, pues según Hortal, el contexto de
cada momento y la diversidad de situaciones en que se debe ejercer la profesión
hacen que pueda variar el concepto de bien ético de cada profesión.
· La Deontología, con sus normas éticas, es capaz de establecer las exigencias éticas
mínimas que deben aplicar y exigirse todos los profesionales, independientemente de
sus entornos culturales y circunstancias. Sin normas no hay ni universalidad ni igualdad
en las exigencias. Por tanto, la Deontología profesional se ocupa de lo que es vinculante,
obligatorio, para todos los profesionales. Son los criterios compartidos por todo el
colectivo profesional.

Actividades

1. ¿Explique por qué la ética se caracteriza por hacer referencia a la conciencia


personal, mientras que la Deontología adopta una función de modelo de
actuación?
2. ¿Qué es la Deontología? ¿Cuál es su objeto y ámbito de estudio?
3. A través un cuadro comparativo indique la diferencia entre Ética y
Deontología profesional.
1.1 Los códigos deontológicos

Un código ético o deontológico es el conjunto de principios de conducta, derechos,


deberes y normas profesionales emanadas de los propios profesionales o de una
empresa u organización determinada, cuyo cumplimiento se asume voluntariamente.
Por otro lado, es el conjunto de creencias y valores que una organización profesional
considera válidos, y representan una forma de entender la profesión y una orientación
sobre el modo de practicarla. Disponer de un código ético es uno de los símbolos que
distingue a un determinado trabajo como profesión, y es el modo en que los
profesionales de un sector económico reconocen el servicio social que cumplen y la
manera de asumir su responsabilidad frente a ello (Barroso, 2006).
La función de los códigos deontológicos fundamentalmente son:
a. El reconocimiento público de la dimensión Ética de una profesión o de una profesión
o actividad por parte de los mismos que la llevan a cabo. Frente a una concepción
meramente tecnicista o de rentabilidad de lo que es ser un buen profesional, con la
aprobación de códigos se intenta revalorar la profesión por su dimensión moral y al
profesional por la ejemplaridad Ética en su trabajo. En este sentido, los códigos también
sirven de tarjeta de presentación del grupo de profesionales frente a su cliente para que
este lo identifique.
b. En el caso del periodismo, existe la tendencia a entender por profesionalidad el
dominio de técnicasy herramientas, aparejado a la rentabilidad y al éxito, sin tener en
cuenta el cultivo de las virtudes profesionales. Por la rutina del trabajo diario siempre
está el riesgo de deshumanizar el trabajo. Esto es bastante peligroso teniendo en cuenta
la dimensión eminentemente humanista de algunas profesiones como la abogacía, la
psicología, la educación, el periodismo, que actúan directamente sobre la vida de las
personas y sobre asuntos muy delicados de las mismas.
c. Especificar los contenidos morales concretos de una profesión, es decir, las normas
y obligaciones que tienen que guiarla. Esta labor prescriptiva de los códigos tiene varios
objetivos. Por un lado, conocer los aspectos éticos de la profesión permite a los
profesionales tener un punto de referencia para los problemas que se le presentan. Por
otro lado, la existencia de códigos combate el relativismo y el subjetivismo pues exigen
consensuar un marco común ético de valores, principios y normas a partir de los cuales
dialogar y discutir. Por último, los códigos van acumulando e incorporando contenidos y
problemas éticos a medida que se van actualizando y de esta manera van constituyendo
un acervo o patrimonio moral de la profesión, reflejando el progreso ético de la misma.
En este sentido, los códigos tienen la virtualidad de ir construyendo una sensibilidad
hacia los valores éticos y profesionales, sobre los cuales ir formando la conciencia moral
personal. Sin esta educación de la conciencia moral carecen de sentido y de eficacia
los códigos y la Ética profesional sería algo puramente teórico. Aquí radica la gran
importancia de los códigos y es que «recuerdan, orientan y disponen» al profesional a
ir formándose esa verdadera personalidad Ética, ese ethos profesional con el que no
nacemos y que hay que irse apropiando con el ejercicio de actos y hábitos virtuosos.

d. La existencia de códigos en una profesión ayuda a una persona a defenderse mejor


de las presiones externas, es decir, de la presión de los intereseso bienes extrínsecos
que ya hemos mencionado (dinero, poder, prestigio, estatus) y a la profesión en sí a
hacerse valer y respetar frente a los condicionantes externos.

e. Compromiso de una profesión de llevar a cabo su misión de una forma moral y digna.
La formulación y adopción de códigos implica reconocer que una profesión debe mejorar
y estar en continua vigilancia sobre las prácticas éticas de sus actividades. Por ello,
«comprometerse a trabajar de acuerdo con un código de Ética es la señal más evidente
de la reivindicación de un estatus social mejor por parte del profesional» (Barroso, 2006).

f. Espíritu de servicio. Los códigos deontológicos no pueden servir para reforzar un


espíritu gremial entendido como defensa de unos privilegios de clase, o como
incremento del poder de las agrupaciones profesionales. La motivación de los códigos
deontológicos tiene que ser hacerse mejores profesionales para servir mejor a la
sociedad, es decir, potenciar el espíritu de servicio (Blázquez, 1994). La gran
beneficiaria de los códigos es, por tanto, la sociedad, que gracias a ellos puede conocer
qué puede esperar y exigir de los profesionales. Y eso se hace especialmente
importante en profesiones donde no hay una relación directa profesional-cliente, como
es la del periodista, que se dirige a audiencias de miles de personas, o en la de
administrador o economista, que trabajan para instituciones públicas o privadas. En
dichas profesiones el público o el cliente está muchas veces desasistido. Por último,
cabe mencionar que contar con un código deontológico evita que el control ético se haga
desde fuera, y permite discriminar entre los buenos profesionales
y los que solo buscan sus intereses personales.
COLEGIO DE ENFERMEROS DEL PERÚ

Código de Ética y
Deontología
CONSEJO DIRECTIVO NACIONAL
2006-2008
Blanca Carruitero Giove
Decana Nacional
Rosa Victoria Celi Requena
Vicedecana
María Isabel Reyes Villegas
Secretaria I
Hilda Marina Quiñones Blas
Secretaria II
Lic. Arminda Gil Castañeda
Tesorera
María Antonieta Montero Álvarez
Vocal I
Mellita Cosme Mendoza
Vocal II
Betty Raquel Silva Beraún
Vocal III
Ana María Cabello Lostaunau
Vocal IV

COMITÉ DE VIGILANCIA ÉTICA Y DEONTOLOGÍA


Lic. Rosa Celi Requena
Presidenta
Lic. Patricia Alarcón Cordero
Secretaria
Lic. Sonia Amuy Atapoma
Miembro
Lic. Marlene Izquierdo Pinchi
Miembro
Lic. Elida Bravo Benites
Miembro
Lic. Soledad Santillán Hospinal
Miembro
Lic. Fabiola Tavera Pita
Asesora
PRESIDENTAS DE LOS COMITÉS DE ÉTICA
Y DEONTOLOGÍA DE LOS CONSEJOS
REGIONALES

Lic. Arminda Chapoñan Carranza


Comité Regional I-Piura-Tumbes
Lic. Betty Ascencio Fernández
Comité Regional II-La Libertad
Lic. Ana Espinosa Oscanoa
Comité Regional III-Lima
Lic. Josefina Córdova Blancas
Comité Regional IV-Junín
Lic. Betty Ardiles Saravia
Comité Regional V-Arequipa
Lic. Zoraida Rosario Silva Acosta
Comité Regional VI-Loreto
Lic. Aurelia Luna Torres
Comité Regional VII-Cusco
Lic. Malena Loza Halcón
Comité Regional VIII-Puno
Lic. Graciela Díaz Carnero
Comité Regional IX-Lambayeque
Lic. Rosa Guerra Olivares
Comité Regional X-Ayacucho
Lic. Bertha Luque Tapia
Comité Regional XI-Tacna
Lic. Rosa Carmina Gonzales Caballero
Comité Regional XII-Huánuco
Lic. Nélida Diorga Medina Hoyos
Comité Regional XIII-Cajamarca

160
Lic. Berita Sifuentes Rengifo
Comité Regional XIV-Ucayali
Lic. Gladys Brisuela Pausan
Comité Regional XV-Ica
Lic. Reynaldo Sánchez Bustamante
Comité Regional XVI-San Martín
Lic. Sara López Bazán
Comité Regional XVII-Jaén-San Ignacio-Amazonas
Lic. Carmen Ruth Quispe Gutarra
Comité Regional XVIII-Áncash Sierra
Lic. Beatriz Murga Otiniano
Comité Regional XIX-Áncash Costa
Lic. Maritza Sacarías Delgadog
Comité Regional XX-Huancavelica
Lic. Marlene Carvajal Mayhua
Comité Regional XXI-Pasco
Lic. Janett Arias Arenas
Comité Regional XXII-Tumbes
Lic. Marcia Concha Mendoza
Comité Regional XXIII-Moquegua
Lic. Artemio Andrade Callupe
Comité Regional XXIV-Lima Provincias
Lic. Genny Mariela Valdivia Juárez
Comité Regional XXV-Apurímac
Lic. Rosario Paredes Barreto
Comité Regional XXVI-Madre de Dios
Lic. Leonor Rivera Chávez
Comité Regional XXVII-Callao

161
Índice

Resolución N° 322-09/CN-CEP...................................... 165

Declaración de principios ........................................... 167

Ámbito de aplicación .................................................... 169

Disposiciones generales............................................... 169

Juramento de la enfermera.......................................... 171

Compromiso de Honor.................................................. 171

CaPÍtuLO I
La enfermera(o) y la persona............................................ 172

CaPÍtuLO II
La enfermera(o) y la sociedad .......................................... 174

CaPÍtuLO III
La enfermera(o) y el ejercicio profesional........................ 174

CaPÍtuLO IV
La enfermera(o) y las relaciones humanas ....................... 178

CaPÍtuLO V
La enfermera(o) en docencia e investigación.................... 180

CaPÍtuLO VI
La enfermera(o) en publicaciones y publicidad................. 181

CaPÍtuLO VII
La enfermera(o) y los deberes con la profesión ................ 182
CaPÍtuLO VIII
La enfermera y los deberes institucionales....................... 183

aNEXO Nº 1
Derechos de los pacientes................................................ 186

aNEXO Nº 2
Elaboración y modificatorias del Código de Ética y
Deontología del Colegio de Enfermeros del Perú ............. 187
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
1) La ética de la enfermera(o) se basa en preceptos de carácter
moral que, aplicados con honestidad, aseguran la práctica legal,
la conducta honorable, justa, solidaria y competente de la
enfer mera(o). La deontología de la profesión de Enfermería
regula los deberes de la enfer mera(o) en el ámbito de sus
labores profesionales.

2) La enfermera(o) aplica en su ejercicio profesional principios


bioéticos: autonomía, justicia, beneficencia, -no maleficencia-,
que constituyen las normas funda mentales que gobiernan su
conducta, proporcionándole una base para el razonamiento y la
orientación de sus acciones.
3) La conducta ética es el comportamiento que evidencia un sistema
de valores y principios ético-morales en el quehacer diario de la
enfermera(o), asimismo se refleja en las relaciones humanas que
conserva con la persona y la sociedad.
4) El respeto, la disciplina, la responsabilidad, la veracidad, la
lealtad, la solidaridad, la honestidad, la justicia y la probidad son
componentes primordiales del sistema de valores irrenunciables
de toda enfer mera(o) y guían su proceder en el cumplimiento de
sus funciones.
5) El derecho a la salud se establece en los principios de equidad,
solidaridad, universalidad e integridad de la atención.
6) La enfermera(o) mantiene buenas relaciones fundadas en la
confianza, el respeto mutuo, la cortesía, la lealtad, la fraternidad
y la solidaridad con sus colegas, acepta el derecho a las
diferencias personales, principios éticos, personales y
profesionales, y propicia una convivencia pacífica, armoniosa y
tolerante.
7) La enfermera(o) reconoce que la libertad y la igualdad son
derechos fundamentales de los seres humanos y que están
estrechamente vinculados por ser la base de la dignidad intrínseca
de todas las personas.

167
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

ÁMBITO DE APLICACIÓN
El Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros del Perú
obliga el cumplimiento de las disposiciones contenidas en el present e
Código a todas las enfer meras(os) peruanas colegiadas, sea cual
fuere la modalidad de su ejercicio profesional; igualmente será de
aplicación a las enfermeras(os) extranjeras que por convenios o
tratados internacionales ejerzan ocasionalmente en el país.

DISPOSICIONES GENERALES
1. El Código de Ética y Deontología está constituido por un
conjunto de principios, nor mas, directivas y deberes que
orientan y encauzan el ejercicio profesional de la enfer mera(o)
peruana, sin obviar lo que disponga la legislación civil, penal y
administrativa del Perú.
2. La enfer mera(o) peruana está en la obligación de tener una
visión integral de la salud, enmarcada en principios éticos y
valores morales aplicados en defensa de la vida y la salud de
las personas.
3. Es esencial para el ejercicio de la práctica profesional que la
enfer mera(o) peruana conozca, aplique y difunda los preceptos
establecidos en el presente Código de Ética y Deontología del
Colegio de Enfer meros del Perú. Ninguna enfer mera(o) podrá
eximirse de su cumplimiento por desconocimiento del mismo.
4. Toda enfer mera(o) peruana deberá tener presente que la vida es
un derecho universal y fundamental del individuo, y reconocerá
y respetará los derechos humanos por ser base ética y moral de
nuestra sociedad.
5. La enfer mera(o) en el ejercicio de su profesión deberá aplicar
las disposiciones para el derecho a la infor mación y el
consentimiento infor mado en la práctica de Enfer mería.

169
CÓDIGO DE ÉtICa Y DEONtOLOGÍa

6. La enfer mera(o) peruana compartirá con el Estado la


responsabilidad de iniciar y mantener toda acción encaminada a
satisfacer las necesidades de salud de la sociedad, en particular
de las poblaciones de economías vulnerables.
7. Le corresponde a la Enfer mera(o) establecer y aplicar las
nor mas y estándares en la práctica clínica, gestión,
investigación y docencia, dentro de un marco ético.
8. Para ejercer la profesión de Enfermería es obligatorio
colegiarse y cumplir con responsabilidad los dispositivos
legales vigentes del Decreto Legislativo N° 22315, su
modificatoria Ley N° 28512, Estatuto y Reglamento; así como
la Ley Trabajo de la Enfer mera(o), Ley N° 27669 y su
Reglamento.
9. Constituye obligación de toda Enfer mera(o) conocer, cumplir,
respetar y hacer respetar la Ley del Trabajo de la Enfer mera(o),
Ley N° 27669, así como las disposiciones legales vigentes en
salud.
10. El Colegio de Enfer meros del Perú no admitirá denuncia alguna
cuando esta se relacione con la vida privada de una
enfer mera(o).
11. Falta a la ética, la Enfer mera(o) que considerando, su condición
laboral acepta algún beneficio del paciente o de sus familiares.
12. Es obligación del Colegio de Enfer meros del Perú velar por que
la formación de las futuras enfer meras(os) garantice a la
sociedad una preparación que responda al perfil y a los
requisitos que la profesión exige para su ejercicio.

170
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

JURAMENTO DE LA ENFERMERA
La enfermera(o) al incorporarse al Colegio de Enfermeros del Perú
debe tener pleno conocimiento de los siguientes dispositivos:
a) Decreto Legislativo Nº 22315, su Estatuto y Reglamento.
b) De su ampliatoria Ley Nº 28512 y su Reglamento.
c) Ley del Trabajo de la Enfer mera(o), Ley Nº 27669, y su
Reglamento.
d) Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros del
Perú.
e) Ley Nº 29011 Ley que autoriza al Colegio de Enfermeros del
Perú a modificar y aprobar, autónomamente, sus Estatutos.

Prestando el juramento que orientará en adelante su actuar


profesional, de acuerdo al Artículo 13º del Reglamento del Colegio de
Enfermeros del Perú. Finalizada la juramentación, las enfermeras(os)
emitirán la siguiente declaración de compromiso de honor.

COMPROMISO DE HONOR
Me comprometo solemnemente ante Dios, y en presencia de esta
Asamblea, a:
• Llevar una vida digna y ejercer mi profesión con
responsabilidad, dignidad y lealtad.
• Mantener mis conocimientos vigentes mediante el estudio y la
investigación.
• Respetar los derechos del individuo sin distinción de raza,
credo, nacionalidad, ni condición social.
• Velar por que el cuidado que brindo se caracterice por ser humano,
cálido, continuo, oportuno y seguro.
• Mantener en reserva los secretos a mi confiados, sean de carácter
profesional o personal.
• Guardar respeto, comprensión y tolerancia por mis colegas, así
como brindarles apoyo moral y profesional.

171
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

CAPÍTULO I

LA ENFERMERA(O) Y LA PERSONA
Artículo 1º.- La enfer mera(o) brinda cuidados de Enfermería
respetando la dignidad humana y la particularidad de la persona, sin
distinción de índole personal, política, cultural, económica o social.

Artículo 2º.- La enfer mera(o) debe respetar los valores, usos,


hábitos, costumbres y creencias de la persona, familia y comunidad;
siempre que estos no pongan en riesgo su salud, considerando los
principios bioéticos de autonomía, justicia, beneficencia y no
maleficencia.

Artículo 3º.- El cuidado de Enfer mería en la interrelación


enfer mera(o)-persona debe centrarse en los problemas del usuario y
en los valores y principios fundamentales: respeto, equidad,
fraternidad, solidaridad y justicia.

Artículo 4º.- Es deber de la enfer mera(o) brindar atención


eminentemente humana, oportuna, continua y segura, considerando
la individualidad de la persona a quien cuida.

Artículo 5º.- La enfer mera(o) debe interactuar en todo momento


con empatía e identificación con la persona a la que brinda el
cuidado.

Artículo 6º.- La enfermera(o) debe adoptar formas apropiadas de


comunicación con la persona usuaria, especialmente con las personas
que presenten dificultades para relacionarse porque habla otro idioma
o dialecto.

Artículo 7º.- Comete falta ética la enfer mera(o) que no denuncie


ante las autoridades competentes cualquier tipo de

172
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

tortura y/o maltrato físico, mental o sexual de las personas a su


cuidado.

Artículo 8º.- La enfer mera(o) debe respetar las creencias religiosas


y facilitar la relación de la persona a su cuidado con el representante
de su credo para la ayuda espiritual necesaria.

Artículo 9º.- La enfermera(o) debe incorporar a la familia como parte


activa en el cuidado de la persona en los niveles preventivo-
promocional, tratamiento, recuperación y rehabilitación.

Artículo 10º.- La enfer mera(o) debe brindar infor mación veraz,


clara y oportuna dentro del área de su competencia a la familia y/o
comunidad con el consentimiento de la persona, considerando su
estado de salud y las excepciones que la ley establece.

Artículo 11º.- La enfermera(o) debe proteger el derecho de la


persona a la comunicación y promover los lazos afectivos con su
entorno.

Artículo 12º.- La enfer mera(o) debe cerciorarse de que la persona,


familia y comunidad reciban información clara, suficiente y
oportuna para fundamentar el consentimiento informado.

Artículo 13º.- Es deber de la enfer mera(o) fomentar en la persona,


familia y sociedad una cultura de autocuidado de la salud, con un
enfoque de promoción y prevención del riesgo y daño que per mita
desarrollar un entorno seguro y su capacidad de autodeterminación.

Artículo 14°.- Es deber de la enfer mera(o) vigilar que la tecnología


empleada y los avances científicos aplicados sean compatibles con la
seguridad, dignidad y los derechos de las personas.

173
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

CAPÍTULO II

LA ENFERMERA(O) Y LA SOCIEDAD

Artículo 15º.- La enfer mera(o) debe cumplir los deberes cívicos y


cooperar con la participación ciudadana en defensa de la salud y la
vida de la persona, familia y comunidad.

Artículo 16º.- La enfer mera(o) debe compartir la responsabilidad


de mantener el medioambiente natural y protegerlo contra el
empobrecimiento, la contaminación, la degradación y la destrucción.

Artículo 17º.- Es deber de la enfermera(o) prestar sus servicios


solidarios a la comunidad en circunstancias de emergencias y
desastres.

Artículo 18º.- Es deber de la enfermera(o) impartir educación


referente a la salud de la comunidad con el fin de contribuir a la
generación de una cultura ecológica.

CAPÍTULO III

LA ENFERMERA(O) Y EL EJERCICIO
PROFESIONAL

Artículo 19º.- La enfer mera(o) tiene como responsabilidad


primordial el respeto a los derechos humanos orientando su atención
hacia las personas que requieran sus cuidados.

Artículo 20º.- La enfer mera(o) es responsable de su actuación


profesional y de mantener vigente su competencia por medio de la
capacitación continua de acuerdo con los avances científicos,
tecnológicos y culturales.

174
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 21º.- La enfer mera(o) debe aceptar y reconocer la


responsabilidad individual que le compete en la toma de decisiones
durante su desempeño profesional en el ámbito asistencial,
administrativo, docente y de investigación.

Artículo 22º.- La enfer mera(o) debe evaluar con juicio crítico y


técnico la competencia del personal asignado a su cargo, basándose
en los principios éticos.

Artículo 23º.- La enfer mera(o) debe tomar la decisión más adecuada


y oportuna en el cuidado de la persona cuando está en riesgo la vida
del paciente, considerando los principios de autonomía, justicia,
beneficencia y no maleficencia.

Artículo 24º.- La enfer mera(o) debe asegurar y garantizar la


continuidad del cuidado de Enfer mería.

Artículo 25º.- La enfer mera(o) debe mantener el secreto


profesional, a excepción de aquellos en los que esté en riesgo la vida
de la persona.

Artículo 26º.- La enfermera(o) debe administrar a la persona el


tratamiento farmacológico prescrito por el personal profesional
competente, debiéndose negar a participar en procedimientos no
éticos.

Artículo 27º.- La enfer mera(o) debe ser objetiva y veraz en sus


informes, declaraciones, testimonios verbales o escritos, relacionados
con su desempeño profesional.

Artículo 28º.- Los registros de Enfermería deben ser claros, precisos,


objetivos, sin enmendaduras, y realizados por la enfer mera(o) qu e
brinda el cuidado debiendo registrar su identidad.

175
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 29º.- La enfer mera(o) comete falta ética cuando omite o


altera la información con el fin de favorecer o encubrir a terceras
personas.

Artículo 30º.- Las faltas y violaciones al presente Código de Ética y


Deontología son sancionadas independientemente de las que son
juzgadas y resueltas de acuerdo con las leyes civiles y/o penales,
dictadas por las autoridades competentes.

Artículo 31º.- La enfermera(o) comete falta grave contra la ética al


no denunciar las infracciones al Código de Ética y Deontología
cometidas por otra enfermera(o).

Artículo 32º.- Constituyen graves faltas a la ética:


a) El ejercicio ilegal de la profesión.
b) La presentación de documentación adulterada, así como el
empleo de recursos irregulares, sea para obtener el título
profesional o para concurso de plazas.
c) La revalidación de un título extranjero obtenido por medios
irregulares.
d) Ostentar especialidades y/o grados académicos que no le
correspondan.
e) La participación en actos reñidos contra la moral y la ética en
perjuicio de la imagen profesional.

Estos hechos no están exentos de las investigaciones y sanciones


penales correspondientes.

Artículo 33º.- Constituye falta ética discriminar por intereses de


grupos o de personas la participación de enfer meras(os) en
concursos de previsión y promoción de plazas.

Artículo 34º.- Se considera actos incompatibles con la ética y con la


profesión de Enfermería obtener ventajas en concursos para provisión
o promoción de cargos por medios ilícitos.

176
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 35º.- La enfermera(o) debe promover la salud y el


bienestar familiar a fin de que los niños sean protegidos y cuidados,
asegurando un crecimiento sano y digno. Asimismo, debe denunciar
los casos de abuso infantil en salvaguarda de los derechos del niño.

Artículo 36º.- La enfer mera(o) debe colaborar con organismos,


instituciones y/o asociaciones que tengan como finalidad el desarrollo
de servicios de prevención y atención a personas con discapacidades
diferenciadas.

Artículo 37º.- La enfer mera(o) debe brindar atención al adulto


mayor sano y/o enfermo manteniendo su autonomía y su
independencia, fomentando su autocuidado orientado a la mejora de
su calidad de vida.

Artículo 38º.- La enfermera(o) debe velar por que la persona en fase


terminal no sea sujeto de encarnizamiento terapéutico, preservando la
dignidad del paciente.

Artículo 39º.- Es deber moral de la enfermera(o) valorar el


desempeño profesional de otro miembro de la Orden cuando est e
realice acciones que enaltecen la profesión, y debe comunicarlas
oportunamente a las instancias respectivas.

Artículo 40º.- Es deber moral de la enfer mera(o) con cargo


directivo estimular la iniciativa y la creatividad de los miembros de
la Orden, así como fomentar su reconocimiento con equidad y justicia

Artículo 41º.- La enfermera(o) con cargo directivo debe velar por


que la dotación del personal necesario garantice el cuidado de la
persona en caso de contingencia de carácter natural o social.

177
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 42º.-
a) La enfer mera(o) debe fomentar la for mación y el
funcionamiento de los Comités de Ética de Enfermería en las
instituciones de salud que faciliten el manejo de los dilemas
éticos que se presentan en la práctica profesional favoreciendo la
toma de decisiones con un análisis reflexivo y ético.
b) La enfer mera(o) debe participar activamente en los Comités de
Ética Institucionales.

Artículo 43º.- Las enfermeras(o) deben vigilar que las funciones y


las actividades propias de la profesión no sean ejecutadas por otros
profesionales o personal técnico de Enfermería o auxiliar.

CAPÍTULO IV

LA ENFERMERA(O) Y LAS RELACIONES


HUMANAS

Artículo 44º.- La enfer mera(o) debe reconocer el valor de sus


colegas como personas y como profesionales, propiciando su
desarrollo en el campo científico, sociocultural, personal y ético.

Artículo 45º.- La enfermera(o) debe obrar con honestidad, veracidad


y lealtad ante los miembros de la Orden, orientando sus acciones y
actividades profesionales hacia el mejoramiento de las relaciones
interpersonales.

Artículo 46º.- Es contrario a la ética emitir críticas negativas contra


las colegas, debiendo manejar con prudencia, y sin complicidad, la
información que pueda dañar la imagen y el

178
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

prestigio de las mismas y de otros miembros del equipo de salud.

Artículo 47º.- La enfer mera(o) debe brindar apoyo moral a la colega


en dificultad para que esta pueda afrontar y superar con dignidad los
problemas personales y/o dificultades que interfieran con su ejercicio
profesional.

Artículo 48º.- La enfermera(o) debe aceptar y hacer críticas


constructivas, recomendaciones y sugerencias que fortalezcan su
desarrollo profesional.

Artículo 49º.- La enfer mera(o) debe cautelar su autonomía


profesional y su dignidad personal al interactuar con los miembros
del equipo de salud, respetando las funciones que a cada uno le
compete.

Artículo 50º.- Es contrario al Código Ético y Deontológico emitir


juicios de valor que puedan perjudicar la reputación moral y
profesional de otros integrantes del equipo de salud.

Artículo 51º.- La enfermera(o) debe tener un trato respetuoso,


comprensivo y tolerante, favoreciendo con esta conducta el clima
laboral y la sana convivencia.

Artículo 52º.- La enfer mera(o) debe interactuar y compartir con los


miembros de la Orden conocimientos y experiencias que contribuyan
a mejorar el cuidado y el fortalecimiento ético-profesional.

Artículo 53º.- La enfer mera(o) que accede a cargos directivos o de


responsabilidad administrativa debe ser imparcial y tratar con
corrección y justicia a los miembros de la Orden, aun en casos de
discrepancia.

179
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

CAPÍTULO V

LA ENFERMERA(O) EN DOCENCIA E
INVESTIGACIÓN

Artículo 54º.- Es deber de la enfermera(o) demostrar una sólida


formación científica, técnica y humanística que la conduzca a la
certificación, asegurando una preparación profesional de alta calidad.

articulo 55°.- Es deber de la enfermera(o) incentivar a través de su


ejemplo profesional la formación ética y deontológica de los
estudiantes de Enfermería.

Artículo 56º.- Es deber de la enfermera(o) estimular el pensamiento


analítico, crítico y reflexivo en los estudiantes de Enfermería en la
toma de decisiones éticas.

Artículo 57º.- Es deber de la enfer mera(o) velar por que las


funciones o las actividades inherentes de la profesión no sean
incluidas en el currículum de otros profesionales, personal técnico o
auxiliar.

Artículo 58º.- La enfermera(o) que participa en investigaciones debe


ceñirse a los principios éticos, bioéticos, leyes y declaraciones
universales vigentes.

Artículo 59º.- Es deber de la enfer mera(o) mantener su


independencia profesional y ética para decidir su intervención en
investigaciones, evitando su participación en aquellas que pongan en
riesgo la vida y la salud de la persona, familia y comunidad.

Artículo 60º.- La enfer mera(o) difundirá el resultado de su


investigación científica e informará del mismo al Colegio de
Enfermeros del Perú.

180
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 61º.- La enfer mera(o) debe participar en equipos


multidisciplinarios que desarrollen investigación epidemiológica
y/o experimentales dirigidos a obtener infor mación sobre los riesgos
ecológicos.

CAPÍTULO VI

LA ENFERMERA(O) EN PUBLICACIONES Y
PUBLICIDAD

Artículo 62º.- La enfermera(o) en consideración de su propio


prestigio y el de la profesión debe observar y mantener la debida
prudencia cuando por motivos profesionales utilice los medios de
comunicación social.

Artículo 63º.- La enfer mera(o) no debe participar ni permitir que su


nombre sea utilizado en campañas de publicidad que atenten contra
la dignidad del ser humano, los derechos de las personas y la imagen
profesional.

Artículo 64º.- Es contraria a la ética la apropiación, en forma parcial


o total, de trabajos científicos.

Artículo 65º.- Comete falta contra la ética profesional la


enfer mera(o) quien sin consentimiento utilice en sus publicaciones,
exposiciones habladas o escritas, los nombres de pacientes,
fotografías o datos que puedan identificarlos y/o lesionar su
individualidad y derechos.

Artículo 66º.- La enfer mera(o) que hace publicaciones que se


relacionan con la profesión utilizando seudónimo debe comunicar su
identidad al Colegio de Enfermeros del Perú.

181
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 67º.- Es contrario a la ética competir de manera desleal


utilizando medios ilícitos para beneficio personal.

CAPÍTULO VII

LA ENFERMERA(O) Y LOS DEBERES CON LA


PROFESIÓN
Artículo 68º.- Es deber de la enfer mera(o) participar en
actividades que contribuyan a los avances científicos, tecnológicos y
éticos de la profesión de Enfermería.
Artículo 69º.- Es contrario a la ética participar en actos de
proselitismo político, religioso y propaganda comercial que dañen la
imagen profesional.
Artículo 70º- Es deber de la enfermera(o) vestir el uniforme de
acuerdo con las nor mas institucionales, manteniendo las reglas de
bioseguridad en salvaguarda de la sociedad.
Artículo 71º.- La enfermera(o) debe observar y mantener las normas
de conducta personal y profesional que fomenten la confianza de la
sociedad y eleven el estatus profesional.
Artículo 72º- Es deber de la enfermera(o) mantener un estado de
salud que no comprometa su capacidad física y mental para otorgar
cuidados de Enfermería, asimismo velar por la salud del personal a
su cargo.
Artículo 73º.- Es contrario a la ética profesional participar en
concursos de promoción y previsión de plazas sin la
representatividad del Colegio de Enfermeros del Perú.
Artículo 74º.- Comete falta contra la ética, la enfer mera(o) que
utilice recursos económicos y/o materiales a su cargo con fines
personales.

182
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 75º.- Es deber de la enfer mera(o) conservar el prestigio de


su profesión mediante el correcto desempeño de sus funciones.

CAPÍTULO VIII

LA ENFERMERA(O) Y LOS DEBERES


INSTITUCIONALES

Artículo 76º.- Es deber de la enfer mera(o) registrar en el Colegio de


Enfermeros del Perú los grados y títulos obtenidos.

Artículo 77º.- Es contrario a la ética alterar las disposiciones o


impedir el cumplimiento del Estatuto y Reglamento del Colegio de
Enfermeros del Perú y la Ley del Trabajo de la Enfermera(o).

Artículo 78º.- Constituye un deber ético-moral de la enfermera(o)


su identificación y lealtad con la entidad rectora de la profesión de
Enfermería.

Artículo 79º.- Es deber de toda enfermera(o) cumplir y asumir con


responsabilidad el cargo para el que ha sido elegida(o) en el Colegio
de Enfermeros del Perú.

Artículo 80º.- Es deber de toda enfermera(o) aceptar y cumplir con


responsabilidad las designaciones en comisiones encomendadas por
el Colegio de Enfermeros del Perú.

Artículo 81º.- Los miembros directivos del Consejo Nacional y


Consejos Regionales y los integrantes de Comités Asesores y/o
Comisiones tienen la responsabilidad ética y moral de cumplir las
normas establecidas en el Estatuto y Reglamento del Colegio de
Enfermeros del Perú.

183
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 82º.- Constituye una obligación de la enfer mera(o) que


ocupa un cargo de gestión administrativa proporcionar las
facilidades a las enfermeras(os) con cargos directivos y/o comisiones
para el cumplimiento de sus funciones.

Artículo 83º.- La enfer mera(o) que integra el Consejo Directivo


Nacional o Consejos Regionales deberá cumplir las funciones y
obligaciones al cargo asumido con criterios éticos y deontológicos
de conformidad con los instrumentos normativos del Colegio de
Enfermeros del Perú.

Artículo 84º.- La enfermera(o) que asume un cargo directivo


nacional o regional en el Colegio de Enfermeros del Perú deberá
asistir a las sesiones de Consejo Directivo Regional y Nacional y
Consejo Nacional, según normas establecidas.

Artículo 85º.- Es deber moral de toda enfermera(o) colegiada


cumplir con las cotizaciones del Colegio de Enfermeros del Perú, su
incumplimiento dará lugar a la inhabilitación correspondiente por el
tiempo que deter mina el Estatuto y Reglamento.

Artículo 86º.- Los miembros Directivos del Consejo Nacional y


Consejos Regionales asumirán la responsabilidad de la marcha
administrativa de la institución.

Artículo 87º.- Es deber de la Enfermera(o) cumplir los deberes y


obligaciones establecidos en el Estatuto y Reglamento del Colegio de
Enfermeros del Perú.

Artículo 88º.- Es responsabilidad ética y moral de los Comités


Electorales, Nacional y Regionales velar por que el proceso
eleccionario se desarrolle dentro de un clima de respeto y
transparencia.

184
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

Artículo 89º.- Es deber del Comité Electoral Nacional y Regional


separar y denunciar a los candidatos y/o personeros que cometan
faltas e irregularidades cometidas durante el proceso de elecciones.

Artículo 90º.- Es deber del Consejo Nacional y Consejos


Regionales del Colegio de Enfer meros del Perú velar por la
autonomía y autorregulación de la profesión mediante el
establecimiento de estándares éticos que favorezcan las condiciones
de trabajo.

Artículo 91º.- Es deber de la enfer mera(o) mantener comunicación


y colaboración con las organizaciones de Enfermería para impulsar
el desarrollo profesional.

Artículo 92º.- Es deber de los Comités de Ética y Deontología de los


Consejos Regionales del Colegio de Enfermeros del Perú asesorar a
los Comités de Ética de Enfermería de las diferentes instituciones de
salud.

Artículo 93°.- Es deber del Consejo Nacional coordinar, fomentar y


asesorar las actividades de los Comités de Ética de los Consejos
Regionales del Colegio de Enfer meros del Perú.

Artículo 94º.- Es deber del Consejo Nacional y Consejos


Regionales del Colegio de Enfermeros del Perú mantener
actualizado y difundir periódicamente, entre los miembros de la
Orden, el Código de Ética y Deontología del CEP.

185
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

ANEXO 1
DERECHOS DE LOS PACIENTES
LEY GENERAL DE SALUD
Ley Nº 26842

Artículo 15º.- Toda persona usuaria de los servicios de salud, tiene


derecho:

a) Al respeto de su personalidad, dignidad e intimidad.


b) A exigir la reserva de la infor mación relacionada con el acto
médico y su historia clínica, con las excepciones que la ley
establece.
c) A no ser sometida sin su consentimiento, a exploración,
tratamiento o exhibición con fines docentes.
d) A no ser objeto de experimentación para la aplicación de
medicamentos o tratamientos sin ser debidamente infor mada
sobre la condición experimental de estos, de los riesgos que
corren y sin que medie previamente su consentimiento escrito o
el de la persona llamada legalmente a darlo, si correspondiere, o
si estuvier e impedida de hacerlo.
e) A no ser discriminado en razón de cualquier enfermedad o
padecimiento que le afectase.
f) A que se le brinde información veraz, oportuna y completa sobre
las características del servicio, las condiciones económicas de la
prestación y demás términos y condiciones al servicio.
g) A que se le de en tér minos comprensibles información completa
y continuada sobre su proceso, incluyendo el diagnóstico,
pronóstico y alternativa de tratamiento, así

186
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

como sobre los riesgos, contraindicaciones, precauciones y


advertencias de los medicamentos que se prescriban y
administren.
h) A que se le comunique todo lo necesario para que pueda dar su
consentimiento infor mado previo a la aplicación de cualquier
procedimiento o tratamiento, así como negarse a este.
i) A que se le entregue el infor me de alta al finalizar su estancia
en el establecimiento de salud y, si lo solicita. Copia de la
epicrisis de su historia clínica.

ANEXO 2
ELABORACIÓN Y MODIFICATORIAS DEL
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA DEL
COLEGIO DE ENFERMEROS DEL PERÚ

ELABORACIÓN:

Con Resolución Nº 0074-CEP-CN del 21 de marzo de 1980


considerando el Decreto Ley 22315 en el Artículo 4º y el Estatuto
Art. 6º inc. a; Art. 50º inc. a, y con la aprobación del Consejo
Nacional del Colegio de Enfermeros del Perú en sesión del 21 de
marzo de 1980, se resuelve aprobar el Código de Ética y
Deontología del Colegio de Enfermeros del Perú que consta de 8
títulos y 86 Artículos, elaborados por:

Srta. Esther Farfán Cabezas - Presidenta


Hna. María M. Donrose Sutmoller M.S.C. - Secretaria
Sra. Esperanza Nuñez de Menicucci - Miembro
Srta. María Oré Zavaleta - Miembro
Firmado por:
Srta. Antonia Puente Iriarte - Decana
Srta. Teresa Castro Hurtado - Secretaria de Asuntos Internos

187
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

PRIMERA MODIFICATORIA
El 31 de agosto de 1983 se resuelve aprobar las modificaciones al
Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros
del Perú realizada por:

Sra. Gladys Quicaño Macedo Vocal CN/CEP Srta.


Margarita Córdova C. Delegada CR VI
Srta. Gloria Manrique Borjas Miembro del CEP
Firmado por:
Sra. Nelly Aibar de Morales Decana

SEGUNDA MODIFICATORIA
El 1º de marzo del 1998 se resuelve aprobar las modificaciones al
Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros
del Perú realizada por:

Lic. Elena Tam Phum - Presidenta


Lic. Carmen Mendoza Ríos - Secretaria
Lic. Hna. María M. Donrose M.S.C. -Secretaria
Lic. María Murgado Cáceda - Miembro
Firmado por:
Lic. Carmela Pacheco Sánchez - Decana

TERCERA MODIFICATORIA
19 de junio del 2002, se resuelve aprobar las modificaciones al
Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros
del Perú realizado por:

Lic. Ana María Arenas Angulo - Presidenta


Lic. Fabiola Tavera Pita - Secretaria
Lic. Amanda Montoya Benavides - Miembro
Lic. Sonia Lezama Vigo - Miembro
Lic. Blanca León Benavides - Miembro
Firmado por:
Dra. Nélida Chávez de Lock - Decana

188
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

CUARTA MODIFICATORIA
El 22 de noviembre del 2005 se resuelve aprobar las
modificaciones al Código de Ética y Deontología del Colegio
de Enfermeros del Perú realizada por:

Mag. María Reyes Flores - Presidenta


Lic. Lily Avendaño Rojas - Miembro
Lic. Fabiola Tavera Pita - Miembro Lic.
Mary López Quispe - Miembro
Lic. Rosario García Delgado - Miembro
Mg. Amanda Montoya Benavides - Asesora
Firmado por:
Dra. Nélida Chávez de Lock - Decana

189
Práctica No 15 Ética y Deontología
SITUACIONES PROBLEMÁTICAS 02

Apellidos y nombres:
______________________________________________________________________

INSTRUCCIONES: Luego de la lectura y desarrollado el cuestionario alcanzar al


profesor de la asignatura.

N° DE GRUPO: ________

01.- Escribe cinco situaciones, desde tu punto de vista, por qué el sistema universitario,
en el campo ético-axiológico, está mal en nuestro país.
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
02.- Señala, quién o quiénes son los responsables o culpables de estas situaciones. ¿Por
qué?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
03.- Indica, desde tu punto de vista, cómo se corregirían estas situaciones.
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
04.- En los actos de tu vida diaria; ¿algunas veces has tratado el bien como un mal y en
otras el mal como un bien? Explica brevemente.
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
05.- ¿Ética y moralmente hablando, las personas que han ido a la universidad, son mejores
que, las que no han ido? ¿Influye el tener instrucción? ¿Por qué?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
_____________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________

06.- ¿Qué ventajas pueden tener sobre los demás, desde el plano ético, aquellos que
estudian esta asignatura? ¿Por qué?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________

07.- En esta asignatura, ¿has aprendido algún valor que no practicabas, antes? ¿Cuál o
cuáles?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________

¿Cuál de las siguientes afirmaciones enumeradas, a continuación, consideras de mayor


importancia en el campo de la Ética? ¿Por qué?
1. ¿La Ética es la ciencia normativa de las acciones humana?
2. ¿La Ética estudia la bondad o malicia de los actos humanos?
3. ¿La Ética mejora las acciones del hombre al ser ayudada por la luz natural de la
inteligencia?
4. ¿La Ética le dice al hombre lo que debe hacer para que viva bien?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
CASO:
OAUP, es una destacada universidad de la localidad cuya enseñanza se caracteriza por su
calidad y tiene convenios a nivel internacional. M. A. es una destacada secretaria de una
de las direcciones de las Escuelas Profesionales de dicha universidad y por sus dotes
personales y profesionales goza del aprecio y, también, de la admiración de sus colegas
y del propio Director. Éste, como tiene que asistir a muchas reuniones propias de su
trabajo, siempre, asiste con M. A. En una de estas reuniones ella conoce a un destacado
Decano de una universidad de la capital y luego de tres reuniones en que asisten, le ofrece
a M. A. hacer las gestiones necesarias para que ocupe un alto cargo de funcionaria de
dicha universidad y lo único que tiene que hacer es salir con él.

Responda:
1.- ¿Qué debe hacer M. A?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
2.- ¿Debe aceptar la invitación? ¿Por qué?
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______________________________________________________________________
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______________________________________________________________________

3.- ¿La propuesta del Decano capitalino, es inmoral? ¿Por qué?


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______________________________________________________________________
4.- ¿M. A. debe comunicarle a su jefe o debe callar? ¿Por qué?
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