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2 Ética y Deontología
Tema: ¿Qué gano si me porto bien?
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual
“¿Y qué gano si me porto bien?” Cuando un adolescente o un joven pregunta esto, quiere que le
demos un motivo para portarse bien, para vivir éticamente, para ver si realmente vale la pena no
seguir sus gustos sino lo que le dicen (o ya sabe) que es correcto.
Cuando es un adulto quien hace esta pregunta, quizá lo hace porque los golpes de la vida le
llevan a pensar que actuar honestamente no siempre produce felicidad. Incluso, porque cree que
los malos, con su aparente victoria y su sonrisa de triunfo, muestran que es posible ser felices en
medio del vicio y la injusticia
. Necesitamos demostrar que no hay verdadera felicidad sin vivir éticamente. Lo cual implica tres
cosas. Primero, tener una idea clara de lo que es la felicidad. Segundo, comprender bien lo que es
la ética. Y tercero, ver que el único camino para ser felices es vivir éticamente.
¿Qué es la felicidad? Alguno podría pensar que la felicidad coincide con satisfacer cualquier deseo
de las personas, o con vivir según las opiniones que están de moda. Entonces sería feliz el que
realiza sus sueños de pirómano, o el que abusa de los pobres a través de la usura, o los que
simplemente se contentan con escuchar mil veces la música de moda sin molestar a nadie y sin
dejar que nadie les moleste.
Intuimos que esta respuesta es muy insuficiente, pues si identificamos la felicidad con seguir
cualquier deseo, cualquier capricho, millones de personas que no logran lo que anhelan serán
infelices. A la vez, serían felices quienes llevan a cabo fechorías sin nombre, como los criminales o
los terroristas que “gozan” y aplauden cada vez que consiguen matar a víctimas inocentes.
La felicidad tiene que ser algo mucho más profundo y más noble. Según pensadores como Platón,
Aristóteles, san Agustín y santo Tomás, la felicidad sería el resultado de alcanzar la plenitud
humana. Es decir, consistiría en vivir de acuerdo con lo que significa nuestra naturaleza vista no de
modo parcial (caprichos, ocurrencias), sino de modo integral: con nuestra alma y con nuestro
cuerpo, con nuestras aspiraciones personales y con nuestra condición de hombres que viven en
sociedad y abiertos a lo eterno.
Estos grandes pensadores griegos y cristianos reconocieron que el hombre es sensible y espiritual,
“solitario” y miembro de un grupo, temporal y eterno, necesitado de bienes materiales y capaces de
prescindir de los mismos por motivos superiores. Su felicidad sólo es posible si alcanza su plenitud
en todos esos campos.
Definir así la felicidad no evita, sin embargo, un serio problema: cualquier vida humana está
continuamente sometida a imprevistos, en todos los niveles, personal y social, corporal y espiritual.
¿No era otro griego, Solón, quien afirmaba que no podemos llamar a nadie feliz mientras viva, sino
sólo cuando haya cerrado la historia de su existencia terrena?
Este problema nos hace mirar más allá de la muerte, y preguntarnos por lo que pueda haber detrás
de la frontera. De lo contrario, tendríamos que aceptar trágicamente que muchos hombres honestos
han sufrido enormes desgracias, mientras muchos malhechores presumen de aparentes “alegrías”.
Y que luego, unos y otros se pierden en la nada, como si no hubiese ningún juicio que pusiese las
cosas en su sitio, como si no existiese ningún Dios que llene de gozo a los buenos y que “castigue”
a los criminales irredentos.
No basta, desde luego, con suponer y “esperar” que exista otra vida para completar la idea de
felicidad: sobre un punto tan importante hace falta la máxima certeza posible. La misma filosofía ha
ofrecido buenos argumentos para mostrar que el hombre es un ser inmortal, que la muerte no
absorbe a quienes llegan a la tumba. Argumentos, hay que reconocerlo, que no todos aceptan, pero
eso no les priva de validez. También hay quienes piensan que la violencia puede ser usada cuando
a uno le beneficia, y no por ello la idea contraria deja de ser verdadera y defendible desde un punto
de vista simplemente racional.
Podríamos decir, como una primera conclusión, que la felicidad consiste en la plenitud integral del
hombre. Una plenitud que le permite desarrollar armónicamente sus distintas dimensiones, sea
como persona individual, sea como persona en sociedad, sea en el tiempo, sea en la eternidad.
Cuando la plenitud se consigue, somos felices. En el cuerpo y en el alma, con los bienes materiales
y con los amigos verdaderos, con las satisfacciones de una vida plena que pone orden a tendencias
no siempre orientadas a lo bueno, y que acrecienta las potencialidades espirituales de quienes
buscan lo noble, lo bello
Lo anterior nos pone ya en camino para buscar una definición de lo que sea la ética. Si la felicidad
consiste en lograr esa plenitud integral a la que todos estamos llamados, la ética no podrá ser un
conjunto de normas, leyes o costumbres que nos aparten de ese objetivo, sino que tiene que
orientarnos necesariamente a conseguir una meta tan valiosa.
Por desgracia, a lo largo de los últimos 300 años se han elaborado teorías sobre la ética que han
dejado de lado un profundo y serio estudio sobre el hombre. En vez de reconocer las dimensiones
fundamentales que componen la naturaleza humana, se han limitado a analizar deseos,
sentimientos, estados psicológicos de las personas.
En este contexto, algunos han afirmado que es bueno aquello que nos llena de una satisfacción
más o menos profunda, que es malo aquello que nos provoca inquietudes o sentimientos de fracaso.
Si aceptásemos esto, habría que reconocer que hay tantas visiones éticas como ideas pasan por
las cabezas y los corazones de millones de seres humanos que viven de modos muy distintos entre
sí.
Otros autores, más que fijarse en el sujeto que actúa, han elaborado sus teorías éticas con la
mirada puesta en la sociedad. Según estas teorías, son los demás, los otros, esa “mayoría” que
aprueba o condena lo que hacemos, quienes imponen costumbres y normas, quienes dicen lo que
es bueno o lo que es malo. Lo cual lleva a un sinfín de problemas, pues a lo largo de los siglos y a
lo ancho del planeta, las normas han sido y son sumamente diferentes. Para los antiguos griegos y
romanos era algo aceptable el eliminar a los niños defectuosos, el hacer esclavos a los vencidos,
el ver a la mujer como alguien inferior y sometido. Para muchos modernos, el aborto es visto como
un “derecho”, e incluso un deber, cuando se trata de evitar el nacimiento de hijos no deseados. Y
los ejemplos se podrían multiplicar casi hasta el infinito.
Esta definición se apoya en una antropología integral: una antropología que no deje de lado lo
corpóreo, como en ciertas corrientes “angelistas”. Ni tampoco lo espiritual, como en los
materialismos que han querido sofocarnos durante más de 200 años, y que no acaban de
desaparecer en las cabezas de algunos pensadores que se declaran “iluminados” en medio de la
oscuridad de sus dudas y sus errores.
Con las definiciones de ética y de felicidad que acabamos de esbozar en cierto modo ya estamos
en vías de entrever el nexo entre ética y felicidad. Si la felicidad consiste en la plenitud del vivir
humano, y si la ética nos ayuda a orientar nuestros actos hacia esa plenitud, entonces la ética nos
debería llevar a ser felices. Es decir, quien vive éticamente se pone en marcha para vivir plenamente
su condición humana, y en la medida en que lo logra alcanzará la deseada felicidad.
Aquí, sin embargo, hay que reconocer de nuevo que un sinfín de obstáculos nos separa de la meta.
De modo especial, podemos fijarnos en dos aspectos ya en parte mencionados anteriormente.
El primero consiste en la fragilidad de nuestro cuerpo. Vivimos una existencia temporal en la que la
enfermedad, los imprevistos, los peligros de todos los días, ponen en juego nuestra integridad física
y nuestras posibilidades de llevar a cabo aquello que desearíamos hacer.
Si una madre o un padre anhelan cuidar a sus hijos y se enferman, la debilidad del cuerpo les aleja
de su deseo paterno. No podrán mostrar su amor y su generosidad con aquellos actos con los que
antes atendían a cada hijo. La pena profunda que experimentan nace de ese sentirse impedidos,
“fracasados”, ante un deseo vehemente, profundo, noble.
En segundo lugar, constatamos la fragilidad de nuestra voluntad. Hay momentos en los que vemos
con claridad que un acto nos conviene, que es bueno, que beneficia a otros. Luego, el cansancio,
la pereza, el miedo al fracaso o a las críticas, nos acorralan, y no hacemos aquello que deberíamos
y que nos habíamos propuesto.
Los casos son infinitos. Un señor que se había comprometido a visitar a un amigo enfermo termina
la tarde en el bar junto a sus amigos. Un joven que estudia medicina y tiene que pasar un examen
vuelve a suspender porque prefirió ir a la discoteca en vez de dedicar la tarde para hacer sus
deberes universitarios. Un político sabe que esta decisión le quitará votos pero beneficiaría al país,
y al final prefiere ceder al miedo y opta por otra decisión más cómoda que le permita mantenerse
en el poder aunque a la larga provocará muchos males sociales. Estos y otros miles de ejemplos
muestran la debilidad que nos asalta, sea por miedo, sea por intereses turbios, sea por otros
factores.
Por eso, el camino hacia la felicidad está lleno de baches, de accidentes, de fracasos. Unos, que
escapan a nuestro control. Nos llegan, previstos o imprevistos, y parecen truncar proyectos
profundamente acariciados. Otros, que pudimos haber evitado, y no lo hicimos porque no quisimos
o no supimos vencer perezas, deseos de placer o ambiciones de poder, porque nos dejamos
esclavizar por un “triunfo” aparente
. Al mirar hacia atrás, y al ver nuestro presente, pensamos: ¡qué difícil resulta llegar a la plenitud
humana! Parece un camino lleno de insidias, parece que no hay posibilidad alguna de ser felices.
Sin embargo, quien es capaz de orientarse siempre hacia el bien, quien forma su conciencia y la
sigue gustosamente, quien antepone la verdad y la justicia a cualquier interés egoísta, podrá quizá
no realizar algunos de sus sueños... Pero sentirá en su corazón que, a pesar de todo, ha querido
hacer el bien, y ello produce una felicidad profunda, que permite brillar en una cama de dolor, en un
campo de exterminio, en una casa mientras se vive abandonado por familiares y amigos, con una
luz que es propia de almas grandes.
Esa luz nos lanza hacia lo eterno, descubre que existe un Dios que no es indiferente a la vida de
sus hijos. Un Dios que acompaña a los débiles, levanta a los caídos, ayuda a los necesitados,
consuela a los tristes, da la felicidad a los buenos, los justos, los sinceros, los limpios...
Vale la pena vivir a fondo los principios éticos. Vale la pena construir la vida no según el capricho
del instante, sino según aquello que no pasa. Vale la pena arriesgarse a aparentes fracasos en el
tiempo, cuando lo eterno llena de esperanza y da una felicidad profunda que inicia aquí abajo e
ingresa, de un modo que aún no vislumbramos plenamente, en el cielo.
Actividades
Actividades de control
1. Piense en cada una de las siguientes proposiciones y dígalo por escrito.
a. La felicidad debe fundarse en el ser personal y no tanto en el querer
personal.
b. Toda persona quiere ser algo y a veces lo que quiere ser no es lo que la
hace más feliz.
c. Hay una condición para la felicidad que es la aspiración más noble y
natural al hombre.
2. Diga si son falsas o verdaderas la siguientes frases:
a. Es la voluntad y no la razón la que indica lo que se debe y lo que no se
debe hacer.
b. Cuando hablamos de “bien” sucede algo de mayor trascendencia y es
que como efecto de él se produce una elevación total de la persona que
podríamos traducir como una mayor perfección.
3. ¿Cuál es la mayor utilidad y por qué?
Haga un paralelo entre utilidad y bien
Practica No. 5 de Ética y Deontología
Tema: Tipos de valores
Una sociedad para ser considerada como una sociedad vivible exige un núcleo mínimo
de instituciones y valores compartidos por los asociados, resaltando que la presencia
de estos mínimos compartidos no anula las diferencias, por el contrario, las hace
posible y la potencia.
Adela Cortina
¿Sabías que la religión musulmana establece que a las mujeres debe practicárseles
la ablación del clítoris para evitar que experimenten placer sexual? Actualmente esta
operación se sigue practicando a muchas mujeres en el mundo árabe, pues sólo son
consideradas aptas para concebir. Y también podemos citar que la Iglesia católica
condena la utilización de los diversos medios anticonceptivos por parte de las
mujeres, aunque ha aceptado en casos especiales el uso del preservativo por parte de
los hombres; acepta únicamente el modo natural del biorritmo como medida para la no
concepción peor aún, aplica la excomunión a la mujer que se practica un aborto legal
como el aceptado en caso de una violación. O bien, el hinduismo, que hoy en día en
algunos casos ordena que una viuda deba correr la misma suerte que el cuerpo de su
difunto marido que es cremado según la tradición religiosa.
Ante estos ejemplos que se contraponen con la razón, es necesario subrayar que el
respeto a la vida humana y a la integridad personal son valores universales que están
por encima de cualquier legislación o religión particular; superan al derecho de gente
que es el limitado a una cultura regional o continental. Los valores, como los derechos
humanos, tienen vigencia universal.
En toda convivencia bien organizada y fecunda hay que colocar como fundamento el
principio de que todo ser humano es persona; es decir, una naturaleza dotada de
inteligencia y libertad, y que al mismo tiempo es fuente de derechos y deberes que, al
ser universales e inviolables, son también absolutamente inalienables.
Las diferencias entre las personas no están en el color, en el sexo, en la posición social
ni en ninguna otra circunstancia. La diferencia sustantiva radica en los valores
constitutivos de cada uno de ellos, en el grado de desarrollo humano que hayan
conseguido y en la capacidad de servicio a los intereses de la sociedad. Además, el
índice de madurez o de evolución a que haya llegado el individuo determinará la calidad
de sus relaciones con su medio. Sin los valores, las relaciones entre los hombres, entre
los grupos y entre las naciones se tornarían difíciles y peligrosas.
Marco Aurelio
Decir que los valores son objetivos equivale a afirmar que éstos existen en la realidad
independientemente de que sean conocidos o no. No vale que le des o no importancia
a la sobriedad; es un valor que existe. En cambio, afirmar la subjetividad de un valor
quiere decir que los valores son creados por el sujeto. Por ejemplo, si en tu familia
toman, pero tú no.
Esto quiere decir que has creado este valor. Esta objetividad y subjetividad no son
mutuamente excluyentes, sino que por lo general se complementan, ya que puede ser
que mientras existe una relación de adecuación entre dos cosas (la objetividad del
valor), en este caso la persona y el objeto, es también posible que esta persona añada
por su cuenta (subjetividad) un elemento de preferibilidad al mismo objeto.
Normalmente, a esa parte subjetiva del valor se le conoce como valorización, que
muchas veces es confundida con el valor, que es objetivo, va que se da independiente
del conocimiento que se tenga o no de él: en cambio, la valorización es subjetiva, ya
que depende de las personas que juzgan; aun así, para que sea valiosa, debe tener un
poco de objetividad, es decir, necesita
basarse efectivamente en los hechos
reales que se están juzgando y no ser un
producto de conductas viciosas o
circunstancias desfavorables del que
juzga. Siguiendo con el ejemplo de la
sobriedad, tu experiencia seguramente te
habrá dado más elementos concretos para
juzgar que la sobriedad es un valor mucho
más deseable que el abuso en la ingesta
de bebidas alcohólicas.
Valores y antivalores
Francisco de Quevedo
Como observamos en el tema anterior relativo a las jerarquías de los valores, a cada
valor le corresponde su respectivo antivalor. Hasta podríamos referir que es una
relación eterna e infinita tanto como plantearnos el que, así como hay día hay noche,
luz y oscuridad, lo bueno y lo malo, lo finito e infinito. En este caso, encontramos que en
la escala de valores morales le asiste en reflejo una escala de valores inmorales o
antivalores que podríamos decir se proyectan directamente proporcional, pero en
sentido contrario, valga la proporción, como en física lo sería aludiendo a la Tercera Ley
de Newton que establece que con toda acción ocurre siempre una reacción de igual
magnitud pero en sentido contrario.
Los valores se dividen en dos clases: superiores e inferiores. Entre los superiores se
encuentran el respeto a la vida humana y a la integridad personal; son inferiores los que
se refieren a la propiedad individual y a la libertad. Los llamamos inferiores no porque
sean de mala calidad, sino porque son el fundamento de toda sociedad y la razón de
ser del derecho, la religión y la filosofía. De violarse estos derechos fundamentales, se
haría imposible toda convivencia y se resquebrajaría la estructura misma de la
sociedad.
Los valores superiores no son obligatorios, pero su práctica y vivencia facilitan nuestras
relaciones con los otros y embellecen y dan contenido a nuestras vidas. No estamos
obligados a conceder nuestra amistad, nuestro amor y nuestra comprensión, pero
cuando lo hacemos libremente adquirimos mucho mérito ante nuestra conciencia y ante
los ojos de los demás. Dar amor, comprensión y respeto a otras personas constituye
una prueba de nuestra naturaleza humana.
VALORES
Pueden ser
SUPERIORES INFERIORES
Como Como
Un hombre que posea valores nunca destruirá la vida de nadie por ninguna razón,
aunque no sea castigado por la ley ni censurado por la sociedad.
Por lo tanto, para hacer una clasificación de los valores utilizaremos el siguiente criterio:
el valor será más importante y ocupará una categoría más elevada en cuanto
perfeccione al hombre en un estrato cada vez más íntimamente humano. Entonces, de
acuerdo con este criterio, tenemos que los valores se pueden clasificar en:
1. Valores infrahumanos. Son aquellos que tienen en común todos los seres: la
fuerza, la agilidad, la salud, la capacidad de experimentar placer. etc. Todos
éstos pueden ser poseídos por los mismos seres.
2. Valores humanos infra morales. Son todos los valores exclusivos del hombre o
2. Valores vitales: noble y vulgar: sano y enfermo; enérgico e inerte; fuerte y débil.
a) Duración. Es superior un valor que dura más que otro. Esto se refiere a la
duración del bien en que está encarnado un valor. El amor filial dura más que el
amor personal.
c) Fundamentación. Son más altos los valores que sirven de fundamento a otro.
Por ejemplo: la inteligencia fundamenta el conocimiento científico.
e) Relatividad. Para que haya relatividad, necesitamos privilegiar algún valor con el
carácter de absoluto. Así consideraremos como más altos los valores más
próximos al valor absoluto.
Actividades
LA CONCIENCIA
Sabemos que por ser libres estamos obligados a elegir, pero no estamos obligados a
acertar. Por eso necesitamos una brújula que nos oriente en la azarosa navegación de la vida.
Si en el primer tema dijimos que esa brújula es la ética, ésa respuesta es muy general. Ahora
damos un paso más al identificar a la conciencia como el instrumento que se encarga de
señalar el rumbo, de distinguir el bien y el mal.
Un párrafo de Harper Lee: en la novela Matar un ruiseñor, el abogado Atticus Finch defiende a
un muchacho negro acusado injustamente de haber violado a una chica blanca. Pero toda la
ciudad, donde los prejuicios racistas son fuertes, se le echa encima. También su hija le reprocha
su conducta, contraria a lo que todos piensan. Atticus, al responder a la niña, ofrece uno de los
argumentos más elegantes sobre la dignidad de la persona: «Tienen derecho a creerlo, y tienen
derecho a que se respeten por completo sus opiniones, pero antes de poder vivir con los demás
tengo que vivir conmigo mismo: la única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la
propia conciencia».
Hablan Hamlet y Raskolnikov: Yo soy medianamente bueno, y, con todo, de tales cosas podría
acusarme, que más valiera" que mi madre no me hubiese echado al mundo. Soy muy soberbio, ambicioso
y vengativo, con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para concebirlos, fantasía para darles
forma o tiempo para lle-varios a ejecución. ¿Por qué han de existir individuos como yo para
arrastrarse entre los cielos y la tierra? (Shakespeare, Hamlet).
¿Mi crimen? ¿Qué crimen? ¿Es un crimen matar a un parásito vil y nocivo? No puedo concebir
que sea más glorioso bombardear una ciudad sitiada que matar a hachazos. Ahora comprendo menos
que nunca que pueda llamarse crimen a mi acción. Tengo la conciencia tranquila. (Dostoiewski,
Crimen y castigo).
La conciencia es una pieza necesaria de la estructura psicológica del hombre. También hemos
sido educados para tener amigos y trabajar, pero la amistad y el trabajo no son inventos educativos
sino necesidades naturales: debemos obrar en conciencia, trabajar y tener amigos porque, de lo
contrario, no obramos como hombres.
Educación de la conciencia
Al estar en la raíz de toda elección moral, la conciencia nos hace libres. Por eso, un principio
moral básico es no obligar a nadie a obrar contra su conciencia. Esto no significa que todas las
decisiones que se toman en conciencia sean correctas, puesto que la conciencia no es infalible:
también se engaña y en ocasiones puede estar corrompida. Incluso con muy buena voluntad, todos
podemos equivocamos por falta de datos, por la complejidad del problema, por un prejuicio
invencible. Entonces será bueno que desde fuera, sin obligarnos a ver lo que no vernos, nos ayuden
a ver nuestra equivocación.
Como cualquier instrumento, la conciencia 'puede funcionar correctamente o con error.
Aunque se encuentra en todos los individuos y en todas las sociedades, sl¿ medición siempre corre
peligro de ser falseada por el peso de los intereses, las pasiones, los prejuicios, las. modas. De
hecho, parece un instrumento tan sólido como difícil de regular, como un reloj que, sin dejar de
funcionar, tampoco
L
marca la hora exacta.
Por eso, ante la necesidad de decidir moralmente, resulta necesario educar la conciencia. Una
educación que debe empezar en la niñez y no interrumpirse, pues ha de aplicar los principios
morales a la multiplicidad de situaciones de la vida. Una educación necesaria, pues los seres
humanos estamos siempre sometidos a influencias negativas. Una educación que lleva consigo el
equilibrio personal y que supone respetar tres reglas de oro: hacer el bien y evitar el mal; no hacer
a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros, no hacer el mal para obtener un bien.
.
Una idea de Gustave Thibon: la grandeza del hombre consiste en no poder ahogar la voz de
su conciencia, y su miseria estriba en encontrar instintivamente (lo que no quiere decir ino-
centemente) las desviaciones más fáciles para aplacar esta conciencia con pocos gastos.
Contra la conciencia
«Sin conciencia no habría sentimiento de culpa, y sin sentimiento de culpa viviríamos felices».
Así razonan los que intentan suprimir la conciencia, como si fuera un residuo anacrónico de
épocas ya superadas. Pero su pretensión es tan antigua como Cain. Desde el punto de vista teorico
fue brillantemente defendida por los sofistas griegos y por Nietzsche.
Algunos sofistas del siglo V a.C. propugnaron una conducta humana l margen de la justicia y
de la moral. Frente a elIos, Sócrates afirmó que la medida de todas las cosas no debe estar en el
hombre, sino en Dios. Por eso, desde Sócrates, la conciencia ha sido considerada como la misma
-
voz de Dios, que habla al hornbre por medio de la inteligencia.
Nietzsche, en la segunda mitad siglo XX, se propone pasar a la historia como el provocador de un
conflicto de conciencia de proporciones universales: «Hasta ahora no se ha experimentado la más
mínima duda o vacilación al establecer e lo bueno tiene un valor superior a lo malo. ¿Y si fuera
verdad lo contrario?». Para lograr esa inversión de todos los valores debe arrancarlos de su raíz
fundamental. Así se entiende su obsesión por decretar la muerte de Dios: «Ahora es cuando la
montaña del acontecer humano se agita con dolores de parto. Dios ha muerto: viva el su-
perhombre!».
-_ -
La conclusión de Nietzsche es coherente: si Dios no existe, todo le está permitido al hombre.
Ya lo había dicho Dostoiewski. En el mismo sentido, diversos pensadores han afirmado que
contra la libertad de asesinar no existe, a fin de cuentas, más que un argumento de carácter
religioso. Porque la imposibilidad de matar a un hombre no es física: es una imposibilidad moral
que nace al descubrir cierto carácter absoluto en la criatura finita, la imagen y los derechos de su
Creador.
La tragedia de Macbeth
Al final de la tragedia, Macbeth sentencia que «la vida es un cuento sin sentido narrado
por un idiota». Los grandes personajes literarios que han intentado sepultar la conciencia -
entre otros, Macbeth, Rodian Raskolnikov en Crimen y castigo, Lobo Larsen en Ellabo de mar-
han pagado siempre las consecuencias de sus propios actos. Sus vidas trágicas nos enseñan
que nadie debe amordazar la conciencia con la esperanza de triunfar, pues fuera de la ley
moral no se hacen más grandes: al contrario, se sienten atrapados en un cerco que cada vez
se estrecha más. El hombre sin conciencia suele acabar corno una bestia acorralada.
Actividades.
1. Explique por qué el autor considera que la conciencia es brújula para elegir el bien.
2. Cuál es el argumento que el Abogado Atticus Finch que señala para defender al
muchacho negro acusado injustamente haber violado a una chica blanca.
3. Por qué la conciencia moral es un freno para el mal.
4. Por qué la conciencia es una pieza insustituible de la estructura psicológica del
hombre.
5. ¿Por qué es tan importante educar a la conciencia?
6. Estás de acuerdo con la conclusión de Nietzsche: si Dios no existe, todo le está
permitido al hombre.
7. Haga una breve reflexión sobre la tragedia de Macbeth.
SITUACIONES PROBLEMÁTICAS 01
INSTRUCCIONES:
01.- ¿Estás de acuerdo con quienes sostienen que la Ética es una ciencia práctica y
perfectiva? ¿Por qué?
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02.- ¿Es posible afirmar que la Ética contribuye a la formación de la personalidad? ¿Es
posible que el hombre logre su transformación a partir de la Ética? ¿Por qué?
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03.- ¿La Ética es ciencia? ¿Qué clase de ciencia es? ¿Por qué la Ética es ciencia?
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04.- ¿Si en el arte lo que más interesa es la obra artística; en el campo de la Ética, qué es lo
más valioso? ¿Por qué?
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05.- El mejor artesano (DIOS), dio al hombre una forma indeterminada, lo situó en el centro
del mundo y le habló así: “Oh, Adán no te he dado ningún puesto fijo, ni una imagen
peculiar, ni un empleo determinado. Tendrás y poseerás por tu decisión y elección propia
aquel puesto, aquella imagen y aquellas tareas que tú quieras. A los demás les he prescrito
una naturaleza regida por ciertas leyes. Tú marcarás la naturaleza según la libertad que te
entregué, pues no estás sometido a cauce angosto alguno. Te puse en medio del mundo
para que miraras placenteramente a tu alrededor, contemplando lo que hay en él. No te
hice celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal. Tú mismo te has de forjar la forma que
prefieras para ti, pues eres el árbitro de tu honor, su modelador y diseñador. Con tu decisión
puedes defender hasta igualarte con los brutos y puedes levantarte hasta las cosas divinas”.
El resumen pertenece a Pico de la Mirándola.
Responde:
a.- ¿El ser humano es realmente libre? ¿Por qué?
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b.- ¿Se le puede poner a la vida un sello único e inconfundible? ¿Cómo?
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c.- Hay alguna diferencia entre elegir un bien y elegir bien. Explica.
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d.- ¿Cómo explicas esta expresión existencialista, de Sartre: “El hombre está condenado a
ser libre”? ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?
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06.- El tema de los valores está íntimamente ligado a la reflexión ética; la axiología es la
disciplina filosófica que estudia los valores, su esencia, mientras que el sentido de ellos es
trabajo arduo de este estudio; por lo tanto, la Ética se ayuda de la axiología para dicha
reflexión.
La axiología es en consecuencia, la ciencia que dice lo digno y que se encarga de la reflexión
sobre la excelencia humana, es decir, analiza los fundamentos de los juicios que nos llevan
a considerar que algo es valioso o que carece de valor.
Los valores son ideales que estimulan la búsqueda de la perfección, es decir, que mueven a
la acción. Si son ideales no significa que sean inalcanzables sino que son posibilidad
constante de ser, pero también de no ser.
Responde:
a.- ¿Es posible vivir sin valores? ¿Por qué?
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b.- ¿Cómo interpretas cuando escuchas decir: “los valores se han perdido”; o estamos
viviendo una crisis de valores? ¿Es lo mismo? Explica brevemente.
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c.- El valor que se le atribuye a la Monalisa de Leonardo da Vinci, desde tu punto de vista,
¿está en el cuadro o en el pintor? ¿Por qué?
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Hábitos
Todo niño es un ser hermosamente torpe: necesita muchos meses para echar a andar,
aprender a vestirse, atarse los zapatos y coger al vuelo una pelota. Pero sus imprecisos ensayos
y tanteos quedan grabados en su memoria muscular, y cada nuevo movimiento es corregido y
afinado desde la última posición ganada. Diez años más tarde, esa patosa criatura puede
dominar varios idiomas y ganar -si es niña- una medalla olímpica en gimnasia deportiva.
Las destrezas juveniles son siempre resultado de repeticiones sumadas durante años, tanto
en el deporte como en el dominio de un idioma o de un instrumento musical. José Antonio
Marina ha explicado que, en el jugador de baloncesto, la carrera, el salto, la finta, la suspensión,
el giro, el cambio de balón de una mano a otra, el lanzamiento a canasta, son una larga frase
muscular aprendida durante años. Es imposible que el jugador recuerde los ejercicios realizados
en sus primeros entrenamientos, pero han quedado integrados en su conducta. Y cuando el
futbolista dispara a gol, su bota es dirigida, más que por la pierna, por una compleja dotación
de hábitos, es decir, de habilidades lentamente adquiridas. Si no fuera así, para encestar desde
seis metros y para disparar perfectamente a gol bastaría simplemente con querer (Teoría de la
inteligencia creadora).
La repetición de un mismo acto cristaliza en un tipo de conducta estable y fácil que llamamos
hábito. Gracias a los hábitos, el hombre no está condenado como Sísifo a empezar constante-
mente de cero. El hábito conserva la posición ganada con el su<lar de los actos precedentes, y
hace de la ética una descansada tarea de mantenimiento. Experimentamos los hábitos como una
conquista fantástica. Sin ellos, la vida sería imposible: gastaríamos nuestros días intentando
hablar, leer, andar..., y moriríamos por agotamiento y aburrimiento. Para valorar nuestro hábito
de hablar castellano bastaría considerar el esfuerzo que nos supondría aprender ruso ahora, y
dominarlo con la misma fluidez.
Todo esto/se cumple de manera eminente en la conducta ética, y se conoce desde antiguo.
Ya dijo Aristóteles que sería inútil saber lo que está bien y no saber cómo conseguirlo, de la
misma manera que no nos conformamos con saber en qué consiste la salud, sino que queremos
estar sanos. Y el secreto para afianzar una conducta es la repetición. En la Ética a Nicómaco
encontrarnos una respuesta precisa: «Los hábitos no son innatos, sino que se adquieren por
repetición de actos (cosa que no vemos en los seres inanimados, pues si lanzas hacia arriba una
piedra diez mil veces, jamás volverá a subir si no es lanzada de nuevo)».
Virtudes y vicios
Junto a su naturaleza biológica, recibida por nacimiento, el hombre es capaz de adquirir una
segunda naturaleza: repitiendo acciones libres va tejiendo su propio estilo de conducta, su modo
de ser mejor o peor. A través de los actos que repetimos y olvidamos, se decanta en nosotros una
forma de ser que permanece. Pero la libertad ofrece la posibilidad permanente de lograr tanto
una conducta digna del hombre como una conducta indigna patológica. Así, unos se hacen justos
y otros injustos, unos trabajadores y otros perezosos, responsables o irresponsables, amables o
violentos, veraces o mentirosos, reflexivos o precipitados, constantes o inconstantes.
La libertad nos brinda posibilidades de protagonizar actos buenos y malos. En el primer caso
adquirimos virtudes; en el segundo, vicios. Aristóteles llama virtudes a los modos de ser per-
fectivos, los analiza a fondo y los reconoce como poderes excelentes. Ningún profesional de la
enseñanza desconoce la incidencia educativa de esta estrategia de repetición. Al igual que una
golondrina no hace verano, un acto aislado no constituye un modo de ser. Sabemos que para
consolidar una conducta es imprescindible la repetición de los mismos actos. Por eso se ha dicho
que el que siembra actos recoge hábitos, yel que siembra hábitos cosecha su propio carácter. En
consecuencia, «adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca o mucha importancia:
tiene una importancia absoluta». Es la conclusión de Aristóteles y de todos los que tienen que
combatir las actuales epidemias de droga y SIDA, por citar solo un ejemplo elocuente.
Los pedagogos saben que, si los hábitos perfectivos no arraigan pronto, la personalidad del
niño queda a merced de sus deseos. Hemos leído que se aficionó Lázaro de Tormes al vino, y el
ciego a quien servía sospechó y vigiló el jarro en las comidas. Pero el deseo ya había ganado la
batalla a la voluntad del chiquillo: «Yo, como estaba hecho al vino, moría por él». Cuando un
hábito peligroso cristaliza, puede resultar imposible erradicarlo. Pero la víctima de un vicio es,
en gran medida, responsable de su impotencia, porque «ha llegado a ser injusto o depravado»,
dirá Aristóteles, «a base de cometer injusticias o de pasarse la vida bebiendo y en cosas
semejantes, cuando en su mano estaba no haber llegado a lo que ahora es». Antes de morir. Kurt
Cobain declaraba: «No quiero ser adicto, no quiero autodestruirme, pero la heroína es tan
poderosa como el diablo, es lo más adictivo que he probado nunca. No quiero volver a probarla,
pero no puedo evitarlo. Me vuelvo loco».
Para algunos, la palabra virtud está devaluada. Sin embargo, nació en la Roma de los
emperadores y las legiones. Y significaba fortaleza, el esfuerzo propio del vír, del varón: la
virilidad. Así que, los romanos, pueblo de conquista, llamaron virtuosa a la conducta propia del
hombre, que debe ser esforzada, no perezosa y abandonada.
El emperador Marco Aurelio dijo que el arte de vivir se parece más a la lucha que a la danza.
Lo escribió en campaña, pero su mensaje es necesario para tiempos de paz, porque nuestro
cuerpo es vulnerable siempre; porque nadie nacería sin la fortaleza de la mujer en el parto, nadie
comería sin el esfuerzo del que trabaja la tierra o del que arriesga su vida en la mar. Así que no
es aventurado afirmar que la sociedad siempre ha descansado sobre las espaldas de los fuertes.
Además, por una misteriosa incoherencia, ningún hombre es como a él le gustaría ser.
Sabemos que los seres humanos traicionan a menudo sus propias convicciones éticas, que no
hacen el bien ni evitan el mal que deberían. En esa debilidad constitutiva se manifiesta también
la necesidad de la fortaleza. Unas veces, son los bienes primarios los que ejercen una presión
desmedida: la comida, la bebida, el sexo, la comodidad o la salud pueden adquirir un atractivo
casi irresistible. En otros casos, el desorden nace del enorme protagonismo que hemos ido
concediendo al dinero, al trabajo, a la posición social. Como toda conducta repetida cristaliza en
un hábito, las concesiones a cualquier desorden cristalizan en un hábito desordenado, en un vicio.
Otra manifestación de nuestra debilidad se muestra en que nos proponemos muchas cosas y,
sin necesidad de cambiar de opinión, no hacernos lo que nos habíamos propuesto. No es que ya
no queramos, es que no queremos a fondo, queremos sin fuerza. No es una experiencia de falta
de libertad, sino de falta de fuerzas. Quien fuma cuando no quiere fumar o no respeta el régimen
de comida que había decidido guardar, sabe que se contradice libremente. Ese querer y no querer
es una experiencia de incoherencia interna, de debilidad humana, como si -algo estuviera roto
muy dentro de nosotros. Una experiencia molesta y quizá humillante, sin otro tratamiento que el
de esforzarse por vencer en cada caso.
Un párrafo de Marco Aurelio: Muchas cosas dependen por entero de ti: la sinceridad, la
dignidad, la resistencia al dolor, el rechazo de los placeres, la aceptación del destino, la posibilidad
de vivir con poco, la benevolencia, la libertad, la sencillez, la seriedad, la magnanimidad. Observa
cuántas cosas puedes ya conseguir sin pretexto de incapacidad natural o ineptitud, y por desgracia
permaneces por debajo de tus posibilidades voluntariamente. ¿Es que te ves obligado a murmurar,
a ser avaro, a adular, a culpar a tu cuerpo, a darle gusto, a ser frívolo y a someter a tu alma a tanta
agitación, porque estás defectuosamente constituido? No, por los dioses. Hace tiempo que podías
haberte apartado de esos defectos (Marco Aurelio, Meditaciones).
Fortaleza y coherencia
Una dimensión de la fortaleza es la coherencia: vivir de acuerdo con lo que se cree, aceptar el
riesgo de la incornprensión antes que permitir rupturas entre lo que se piensa y lo que se vive.
La falta de coherencia resalta en los personajes públicos, y de ahí procede cierta mala fama
de los políticos, pero también en ellos es donde más brilla su cultivo. Sócrates condenado a
beber la cicuta, ante la propuesta de escapar, le dice a Critón: «Los principios que profesé
toda mi vida no debo abandonarlos hoy porque mi si~ción haya cambiado; los sigo mirando
con los mismos ojos, les sigo teniendo el mismo respeto y veneración que antes; y si no los
hay mejores, ten por seguro que no cederé en lo que me propones, aunque todos-intenten
asustarme como a un niño, con amenazas más h6rribles que la confiscación, las cadenas o la
muerte» (Platón, Critón).
La falta de coherencia aparece en todo aquel que se deja llevar por la brisa del sentimiento.
En la sociedad actual, los sentimientos son a menudo el criterio último de muchas conductas
desorientadas. Me apetece, no tengo ganas, lo siento así, y otras expresiones similares, reflejan
con frecuencia la falta de criterios firmes de actuación. De esta forma, abandonado el obrar
a los vientos cambiantes de la sensibilidad, de los caprichos o del interés, el bien y la verdad
se humillan ante una dudosa autoridad: la ley del gusto. Porque la ley del gusto debe guiar al
animal, pero el hombre debe guiarse por convicciones profundas y arraigadas.
Si no se corta esa tendencia y no se deja que la inteligencia marque el rumbo y la voluntad
empuje, la persona no logra el equilibrio, pues quien busca la verdad queriendo continuar por
encima de todo con sus gustos, la busca de noche, y de noche .no la encuentra; y quien quiere
hacer el bien después de atender sus personales intereses, en el fondo no quiere, y por tanto
'no lo hará.
Virtudes fundamentales
Toda ética es una propuesta sobre virtudes. Y todas las virtudes se pueden reducir a cuatro,
que proceden directamente de Platón y los estoicos. Ellas realizan perfectamente los cuatro
modos generales del obrar humano: la determinación práctica del bien (prudencia), su
realización en sociedad (justicia), la firmeza para defenderlo o conquistarlo (fortaleza) y la
moderación para no confundirlo con el placer (templanza). Pero ¿cómo sabemos que esas
cuatro virtudes son las cuatro formas generales que debe adoptar toda conducta ética? Lo
sabemos, entre otras razones, porque en esas cuatro líneas maestras se ha decantado el obrar
humano desde hace miles de años.
La condición necesaria para que se produzca el mencionado proceso de decantación es la
libertad. Con la libertad, el hombre podrá forjar a su gusto su propia personalidad; Y para
ello, al estrenar la libertad, lo primero que surgen son preguntas. Y preguntas fundamentales:
¿qué quiero hacer?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué vaya hacer? En dos palabras:
¿qué es lo mejor? Esas preguntas han dejado de ser acuciantes para el hombre occidental
porque ya han sido contestadas satisfactoriamente por muchas generaciones de griegos y
romanos, y por veinte siglos de cultura cristiana. Ahora no nos preguntamos qué es la justicia
porque hemos heredado la riquísima jurisprudencia romana. Tampoco discutimos por la
mejor forma de gobierno porque parece que todas las posibles han sido ya discutidas y
probadas.
Al estrenar la libertad, los ciudadanos de las primeras polis necesitaban saber cómo se
construye y cómo funciona una sociedad de hombres libres, cuál es la mejor de las formas
posibles de gobierno. Y, en el plano personal, con diferentes formulaciones, había otra
pregunta obligada: qué significa ser hombre, cómo usar la libertad, qué hacer con la propia
vida, cuál es la mejor de las conductas posibles. Platón fue el primero en responder cabalmente a
estas cuestiones. En uno de sus mitos más célebres, compara al hombre con un carro tirado por
dos corceles que simbolizan el antagonismo entre los altos ideales y las bajas pasiones. El arte
del auriga consiste en aprovechar la fuerza del caballo noble y someter al que puede desbocarse.
El filósofo propone así tres cualidades fundamentales de la conducta humana: la prudencia, la
fortaleza y la templanza. Cuando se logran, entonces reina quizá la más importante, la justicia,
por la que el hombre obra en todo momento como debe.
En este capítulo que cerramos con la prudencia, también hemos hablado de la fortaleza. En
los capítulos siguientes explicaremos la templanza y la justicia.
Importanda de la prudencia
El hombre libre es el que escoge la dirección de sus actos en el mar de la vida. Si un marino
es bueno cuando domina el arte de gobernar su barco, del hombre también se podrá decir que es
bueno cuando domina el arte de gobernar su propia vida. El marino necesita conocer la nave y
conocer la mar, y también saber a dónde quiere llegar y por qué rutas. Paralelamente, si el hombre
quiere sacar el máximo partido de su libertad, debe conocerse y conocer la realidad, saber qué es
lo mejor que puede hacer y elegir los medios oportunos.
Es propio de la libertad tender puentes hacia el futuro. Puentes desde lo que soy hacia lo que
quiero ser. Pero lo que quiero ser todavía no es. ¿Cómo puedo, entonces, dirigirme hacia lo que
todavía no es? El verbo prever es la respuesta. Prever significa ver lejos (procul vide re), anticipar
el porvenir (pro videntia).. Y de esas raíces latinas surge la palabra prudencia: el arte de dar los
pasos oportunos para conseguir lo que todavía no tengo.
Un poema de Anacreonte dice que los dioses repartieron diversas cualidades entre los
animales: fuerza, veneno, astucia, dientes, velocidad. Yal hombre le cayó en suerte algo muy
diferente: la prudencia. Pero es un regalo que exige ser conquistado. Un obsequio difícil de
poseer, porque el gobierno más difícil es el gobierno de uno mismo. Supone colocar y mantener
a la razón en el vértice de una pirámide donde se amontonan las libertades, los deberes, las
responsabilidades, los sentimientos, los gustos, las afinidades, las manías, las rarezas, las
aficiones: toda una fauna difícil de gobernar.
La caprichosa evolución del lenguaje ha hecho que la prudencia pueda ser identificada con
dos de sus corrupciones: el apocamiento y la astucia ruin. Pero en su origen, prudencia designaba
la cualidad máxima de la inteligencia, el arte de elegir bien en cada caso concreto, una vista
excelente para ver bien en las situaciones más diversas, una difícil puntería capaz de apuntar en
movimiento y acertar sobre un blanco también móvil: la vida misma.
Aristóteles explica esa dificultad por la estrecha relación entre prudencia y circunstancias.
Pone un ejemplo nada rebuscado: lo que conviene a la boda de un siervo no es lo mismo que lo
que conviene a la boda de un hijo. Luego añade que lo bueno en sentido absoluto no siempre
coincide con lo bueno para una persona. Así, al cuerpo sano no le conviene que le amputen una
pierna; en cambio, amputar puede salvar la vida a un herido. También señala, a riesgo de ser
impopular, que los jóvenes pueden ser muy inteligentes, pero no prudentes, porque la prudencia
es el dominio de lo particular, al que solo se llega por la experiencia. y el joven no tiene
experiencia, porque esta se adquiere con la edad.
Cualidad teórica -y práctica a la vez. Conocimiento directivo que requiere estudio, mucha
experiencia, petición de consejo y reflexión ponderada. El hombre prudente es reflexivo, pues,
aunque el no y el sí son breves de decir, a veces se deben pensar mucho. Ya lo había dicho el
emperador Marco Aurelio: prudencia quiere decir atención a cada cosa y ningún tipo de descuido.
Pedir consejo es propio del que aspira a conducirse con prudencia. Confucio lo recomienda
vivamente: « ¿Cómo puede haber hombres que obren sin saber lo que hacen? Yo no querría
comportarme de ese modo. Es preciso escuchar las opiniones de muchas personas, elegir lo que
ellas tienen de bueno y seguirlas; ver mucho y reflexionar con madurez sobre lo que se ha visto».
Un párrafo de Bernal Díaz, a propósito de la prudencia de Hernán Cortés: «En todo tenía
cuidado)' advertencia, y cosa ninguna se le pasaba que no procuraba poner remedio, y como
muchas veces he dicho antes de ahora, tenía tan acertados y buenos capitanes)' soldados que,
demás de muy esforzados, dábamos buenos consejos» (Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España).
Actividades
INTRODUCCIÓN
1. ¿QUÉ SON Y EN QUÉ SE FUNDAMENTAN LOS DERECHOS HUMANOS?
2. LAS TRES GENERACIONES DE DERECHOS HUMANOS
2.1. PRIMERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA LIBERTAD
2.2. SEGUNDA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA IGUALDAD
2.3. TERCERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA SOLIDARIDAD
3. PARADOJAS DE LOS DERECHOS HUMANOS
INTRODUCCIÓN
Los Derechos Humanos son un conjunto de exigencias éticas que preceden a todo orden legal de
cualquier país, un “horizonte de valores humanos” universalizable por encima de
creencias, religiones y filosofías. Son un intento de que los seres humanos utilicen su razón y su
libertad para construir un mundo mejor, una “utopía razonable”. Los Derechos Humanos se
presentan como una especie de “DERECHOS MORALES” ya que son exigencias éticas, valores
que deben ser respetados por todos los seres humanos y que deben ser garantizados por los
gobiernos de todos los pueblos. Su fundamento filosófico está recogido al inicio de la
Declaración de los Derechos Humanos, y dice así:
Así pues, los Derechos Humanos se presentan como un conjunto de “exigencias éticas” que
todos los gobiernos firmantes deben cumplir. Se trata de unos valores éticos que pretenden ser
válidos para todos con independencia de la lengua, cultura, sexo, religión, etc, valores que se
sitúan entre la Ética y el Derecho e inspiran desde la Ética todas las constituciones democráticas
que hay en el mundo. Los Derechos Humanos apuestan por el respeto a la persona con su
dignidad y sus derechos inalienables y exigen que los Estados del mundo elaboren leyes
positivas de acuerdo con esta Declaración.
En principio, se entiende que los Derechos Humanos son los que posee todo ser humano por el
hecho de serlo con independencia de que sean reconocidos o no por el Derecho. Los Derechos
Humanos se han ido reconociendo a lo largo de la historia, a través de un lento proceso de
aprendizaje moral que no ha terminado todavía. Como antecedentes históricos de La
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de Diciembre de 1948 destacan:
En todas estas Declaraciones y documentos históricos existe una visión del ser humano en la
que se defiende la dignidad inalienable y esencial de toda persona humana, por encima y al
margen de cualquier circunstancia accidental como nacionalidad, sexo, lengua, religión o nivel de
instrucción. Las primeras elaboraciones de un auténtico código de Derechos Humanos tuvieron
lugar en los ambientes liberales y democráticos del siglo XVIII. Manteniéndose en este espíritu,
pero fecundado con las nuevas ideas socialistas, sindicalistas y humanistas, casi 150 años
después de las Declaraciones americana y francesa, el día 10 de diciembre de 1948 la
Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Esta Declaración surgió después de las trágicas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial
(millones de muertos, persecuciones raciales y políticas, campos de concentración y de
exterminio, bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, etc.) y tras la derrota de los ejércitos
nazis, fascistas e imperialistas. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se reflejan
aquellas dolorosas experiencias, y se insiste en la dignidad, la igualdad y la libertad de las
personas y en la necesidad de la paz y de la cooperación entre todos los Estados.
3. Han de servir como marco de referencia para organizar la vida social y política.
Los Derechos Humanos son exigencias elementales que puede plantear cualquier ser humano por
el hecho de serlo, y que tienen que ser satisfechas porque se refieren a unas necesidades
básicas, cuya satisfacción es indispensable para que puedan desarrollarse como seres
humanos. Son unos derechos tan básicos que sin ellos resulta difícil llevar una vida digna. Por ser
tan necesarios para la persona se dice que son:
Universales: se deben reconocer a TODOS los seres humanos. Son unas exigencias mínimas que
se deben garantizar en reconocimiento de su condición de humanos. Prioritarios: al entrar en
conflicto con otros derechos, tienen que ser protegidos de una forma prioritaria.
En conclusión, los Derechos Humanos (DD.HH.) son unos mínimos morales de justicia que
deben ser satisfechos porque sin ellos no se puede construir una sociedad justa ni un mundo en
paz y armonía
2. LAS TRES GENERACIONES DE DERECHOS HUMANOS
Como indicábamos más arriba, los Derechos Humanos se han ido reconociendo a lo largo de la
historia a través de un lento proceso de aprendizaje moral que no ha terminado todavía. En este
proceso se pueden distinguir, hasta ahora, tres grandes fases que suelen ser denominadas
“las tres generaciones” de los Derechos Humanos. Estas tres generaciones constituyen, por
el momento, los requisitos básicos para llevar una vida digna. Cada una de estas
generaciones alumbró un determinado conjunto de derechos.
Este grupo de derechos está relacionado con el concepto de Estado de Derecho de la tradición
liberal: un “Estado de Derecho” es todo aquel sistema político que respeta las libertades básicas y
nadie se encuentra “por encima de la ley”. El pensamiento liberal afirma que los individuos
poseen unas libertades que nadie puede violar, y el Estado menos aún, puesto que la única
misión de éste consiste, precisamente, en garantizar su cumplimiento. Los teóricos liberales
entienden que los derechos individuales funcionan como exigencias totalmente prioritarias que
deben prevalecer frente a cualquier pretensión que se intente en su contra. Por esta razón se
puede considerar al Estado liberal como un Estado de Derecho, es decir, como el tipo de Estado en
el que todos, especialmente los poderes públicos, están obligados por las leyes a respetar los
derechos básicos de las personas.
Los derechos de la Segunda Generación son los económicos, sociales y culturales como el
derecho a la educación, a la atención sanitaria, a la protección contra el desempleo, a un salario
digno, al descanso y al ocio, a una jubilación digna, a disfrutar de los bienes culturales, etc. Ha
sido el movimiento obrero durante los siglos XIX y XX el que ha ostentado el principal
protagonismo en la lucha por el reconocimiento efectivo de estos derechos. Con estos derechos
se pretende dotar de un apoyo real a los derechos de la Primera Generación, porque difícilmente se
pueden ejercer los derechos civiles y políticos si no se tiene un mínimo de ingresos
económicos, una protección contra la enfermedad o un nivel cultural mínimo.
Este tipo de exigencias fue abriendo camino a una nueva mentalidad según la cual es necesario
que el Estado no se limite a mantener el orden público y el cumplimiento de los contratos, sino
que actúe positivamente para que los derechos de la Primera Generación no sean un privilegio de
unos cuantos sino una realidad para todos. Por esta razón se dice que la Segunda
Generación constituye un conjunto de exigencias de la igualdad.
Este grupo de derechos, junto con los de la Primera Generación, configura un nuevo modelo de
Estado que se denomina Estado Social de Derecho. El añadido de “social” a la expresión
“Estado de Derecho” significa que ahora no sólo se trata de que los ciudadanos sean “libres e
iguales ante la ley”, sino que además se están poniendo medidas para que todos accedan a los
bienes básicos necesarios para tomar parte en la vida política y cultural. El Estado Social de
Derecho garantiza las mismas libertades que el modelo liberal y además intenta redistribuir la
riqueza para asegurar que se protejan los derechos económicos, sociales y culturales.
2.3. TERCERA GENERACIÓN: LOS DERECHOS DE LA SOLIDARIDAD
Por último, los derechos de la Tercera Generación son unos derechos muy básicos de los que se
ha empezado a hablar hace poco: se trata del derecho a vivir en una sociedad en paz y a
desenvolverse en un medio ambiente sano (no contaminado). Evidentemente, si no se cumplen
estos derechos no parece posible que se puedan ejercer los de las dos generaciones anteriores.
En este caso no basta con que se tomen medidas en el interior de un Estado, porque el
cumplimiento de estos derechos precisa un esfuerzo de solidaridad entre todas las naciones y
pueblos de la Tierra. Es necesaria la solidaridad internacional para que se puedan cumplir los
derechos de la Tercera Generación, pues ¿cómo se podrá acabar con la contaminación del
medio ambiente si unos países se comprometen a no contaminar y otros no? o ¿cómo se podrá
acabar con las guerras mientras no haya un firme compromiso de todos para controlar el tráfico
de armas? No obstante, la comunidad internacional apenas está comenzando a dar los primeros
pasos para que estos derechos sean algún día una realidad.
En resumen, podemos decir que cada una de las tres generaciones de derechos plantea las
exigencias de la dignidad humana que se contienen en los tres valores básicos de la tradición
política de la Modernidad, que son la libertad, la igualdad y la solidaridad, y que podemos
representar mediante el siguiente esquema:
Los Derechos Humanos plantean en la actualidad una serie de paradojas que es necesario tener
presentes para saber cuál es su realidad.
La primera de estas paradojas es que no son una realidad conseguida. Al revés, se puede
decir que las violaciones cotidianas de los Derechos contenidos en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos constituyen el núcleo esencial de la información diaria de los
medios de comunicación.
Otra paradoja se encuentra en el hecho de que, aun siendo aceptados por todos los países
del mundo, los Derechos Humanos no constituyen un conjunto de leyes positivas, propias de
un código jurídico coercible, puesto que no hay un Estado mundial ni un poder internacional
legalmente constituido capaz de obligar a su cumplimiento. Tampoco existen tribunales que
condenen mediante sentencias ejecutivas a penas por su incumplimiento. Éste ha sido y es el
caso de muchos gobiernos condenados moral y políticamente por las Naciones Unidas y por
Amnistía Internacional (Somalia, Guatemala, Sudán, EE.UU., etc.) por quebrantar los
Derechos Humanos de modo continuo, pero que siguen haciéndolo impunemente. Es verdad
que existen mecanismos de denuncia de violaciones de los Derechos Humanos a
determinadas instancias como la O.N.U. o el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya
(Holanda). Asimismo, en Europa existe el Tribunal Europeo de Derechos Humanos con sede en
Estrasburgo en el que todos los ciudadanos europeos pueden interponer recursos jurídicos
contra un Estado miembro del Consejo de Europa por violación de los Derechos Humanos. Sin
embargo, todas estas instancias, aunque pueden condenar, no pueden sancionar ni hacer que
la condena sea efectiva ni obligar a su cumplimiento. Por todo esto, en demasiadas
ocasiones la Declaración Universal de los Derechos Humanos se queda en papel mojado,
burocracia o simple hipocresía.
Finalmente, hay quienes acusan a los Derechos Humanos de etnocéntricos porque han sido
promulgados desde la cultura occidental. Sin embargo, no se trata de unos derechos
terminados definitivamente sino de algo que debe estar sometido a constante crítica y
revisión, no se trata -o no debe tratarse- de imponer nuestra cultura al resto del mundo, sino
de intentar establecer, a través del diálogo entre todas las culturas, unos valores que si no
son universales al menos sean universalizables, es decir, dignos de ser universalizados.
Para concluir, me gustaría hacer hincapié en que los Derechos Humanos son unos
mínimos de justicia imprescindibles para construir un mundo más justo y humano en el que podamos
convivir en paz y armonía todas las razas y todas las culturas. En definitiva, se trata de una utopía
razonable que depende de nuestro esfuerzo que se haga realidad. Y, generalmente, el
problema fundamental no está tanto en el reconocimiento de estos derechos sino en su puesta en
práctica, pues la violación de los mismos no sólo se produce en los países pobres sino también en
los países que tenemos la ironía de llamarnos desarrollados.
Actividades
1. Trate de dar una definición sobre los Derechos Humanos.
3. En un cuadro de doble entrada explique las tres generaciones de los Derechos Humanos
La Ética profesional
La Ética profesional es la "ciencia normativa que estudia los deberes y los derechos
de los profesionales en cuanto a tales". Es lo que la pulcritud y refinamiento
académico ha bautizado con el nombre de deontología o deontología profesional.
Por la jerarquía y trascendencia social y humana de la profesión, tiene un relieve
particular:
1) El derecho; la legislación o prescripciones jurídicas de cualquier comunidad.
2) La sociedad; entendida como solidaridad humana dentro de cualquier orden.
3) La tradición, que siendo el legado razonable, y a veces heroico de las
generaciones precedentes, no merece un tratamiento grosero ni ofensivo; ni
siquiera la común postergación de la indiferencia y el olvido.
4) La cortesía y urbanidad, que sin afectar directamente a ninguna virtud tantas
veces del buen nombre del profesionista, con perjuicio o beneficio de la misma
profesión. De aquí la importancia que daremos a la “dignidad personal”, al tratar de
la competencia moral del profesionista.
Los cursos de ética profesional, cada vez más extendidos y reclamados en las
universidades de más prestigio, son evidentemente la manera más noble de cumplir
con su responsabilidad educativa y de responder a la confianza y a las esperanzas
que familias y naciones depositan angustiosamente en lo que el pueblo nombra con
respeto y simpatía: la Universidad.
La primera crisis por la que atraviesa toda profesión. Es la hora de la decisión vital;
porque si su moral está bien compenetrada espiritualmente, se resuelve a luchar y
a ser un nuevo ser humano en todas las órdenes. En cambio, si no ha precedido
una sólida formación moral proporcionada a las necesidades contemporáneas, el
flamante profesionista claudica sin resistencia ni batallas, guardando una secreta
rebeldía para sus maestros “porque no le prepararon para eso; porque le disfrazaron
la vida, y porque, en lugar de moral, le enseñaron un mito”.
Profesión y profesionistas.
La profesión es una capacidad cualificada, requerida por el bien por el bien común
con peculiares posibilidades económico-sociales. Vale la pena hacer un análisis
para medir la dimensión y densidad de la profesión, porque esas son, exactamente,
las medidas de la responsabilidad profesional.
A) Así la opinión pública, aun contra sus propias y explícitas manifestaciones, honra
a la profesión con la confianza “del ignorante hacia el que sabe, del ser humano
hacia su consejero íntimo, de un profano hacia un iniciado”. Podríamos agregar aún:
la confianza obligada e impuesta por la dura ley de la necesidad
Responsabilidad profesional
La responsabilidad profesional se deriva de que los otros acudan al experto, para
que éste con su maestría llegue a conclusiones sin errores sobre los problemas que
ellos tienen, de hecho el profesional toma las decisiones por los otros o los induce,
asesora o aconseja, no obstante los errores los sufren los otros: perder la salud y la
propia vida, la libertad o quebrantos económicos importantes.
Profesiones autorizadas
Las profesiones autorizadas como la de Médico, Abogado, Ingeniero, Contador
Público, Economista, Arquitecto y otras están sujetos a cumplir evidenciadamente
ante el propio gobierno o las mismas profesiones largos períodos de educación y
entrenamiento, así como constante actualización para su eficiente servicio, por el
efecto de las graves consecuencias de los errores profesionales en el bien común.
Esta clase de profesiones resultan vitales para la propia existencia del bien común.
No podemos imaginarnos a una sociedad privada de seguros médicos, seguridad
jurídica, seguridad física en la construcción, o la seguridad en las transacciones
económicas. En efecto, las profesiones tienen un fin concreto que resulta
indispensable para el bienestar de las comunidades.
Derechos profesionales
La sociedad a través de sus gobiernos emite normas jurídicas respecto a los
contratos profesionales y sus responsabilidades como profesionales, sin embargo,
el profesional tiene derechos. Aquí queremos rescatar dos de ellos, pertinentes en
esta introducción: el límite de la responsabilidad profesional y el honorario.
Límite de la responsabilidad profesional
Nadie está obligado a lo imposible, consecuentemente, la habilidad en la solución
de los problemas prácticos se encuentra limitada al grado de avance del
conocimiento científico, la experiencia acumulada y la disponibilidad de estos
elementos.
Normas profesionales
La actividad profesional tiene repercusión en el bien común, de ahí que las
organizaciones profesionales desde siempre han emitido criterios que constituyen
con mayor o menor formalidad normas que guían la acción.
Las normas profesionales son normas prácticas que orientan respecto al deber de
hacer desde dos puntos de vista: el técnico y el ético.
Actividades
1. Introducción
Immanuel Kant (1724-1804) fue uno de los filósofos europeos más importantes desde la
antigüedad; muchos dirían simplemente que es el más importante. Llevó una vida
extraordinariamente tranquila en la alejada ciudad prusiana de Königsberg (hoy Kaliningrado
en Rusia), y publicó una serie de obras importantes en sus últimos años. Sus escritos sobre
ética se caracterizan por un incondicional compromiso con la libertad humana, con la
dignidad del hombre y con la concepción de que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni
de las autoridades y comunidades humanas ni de las preferencias o deseos de los agentes
humanos, sino de la razón.
Sus escritos son difíciles y sistemáticos; para comprenderlos puede ser de utilidad distinguir
tres cosas. En primer lugar está la ética de Kant, articulada por sus escritos de las décadas de
1780 y 1790. En segundo lugar está la «ética de Kant», una presentación (considerablemente
desfavorable) de la ética de Kant formulada por sus primeros e influyentes críticos y que a
menudo todavía se atribuye a Kant. Esta posición ha tenido una vida propia en los debates
actuales. En tercer lugar está la «ética kantiana», un término mucho más amplio que engloba
tanto la ética de Kant como la «ética de Kant» y que también se utiliza como denominación
(principalmente encomiosa) de una serie de posiciones éticas contemporáneas que reclaman
la herencia de la ética de Kant, pero que se separan de Kant en muchos sentidos.
6. La «ética de Kant»
Muchas otras críticas de la ética de Kant resurgen tan a menudo que han cobrado vida
independiente como elementos de la «ética de Kant». Algunos afirman que estas críticas no
son de aplicación a la ética de Kant, y otros que son razones decisivas para rechazar la
posición de Kant.
1) Formalismo. La acusación más común contra la ética de Kant consiste en decir que el
imperativo categórico está vacío, es trivial o puramente formal v no identifica principios de
deber. Esta acusación la han formulado Hegel, J.S. Mill y muchos otros autores
contemporáneos. Según la concepción de Kant, la exigencia de máximas universalizables
equivale a la exigencia de que nuestros principios fundamentales puedan ser adoptados por
todos. Esta condición puede parecer carente de lugar: ¿acaso no puede prescribirse por un
principio universal cualquier descripción de acto bien formada? ¿Son universalizables
principios como el de «roba cuando puedas» o «mata cuando puedas hacerlo sin riesgo»?
Esta reducción al absurdo de la universalizabilidad se consigue sustituyendo el imperativo
categórico de Kant por un principio diferente. La fórmula de la ley universal exige no sólo
que formulemos un principio universal que incorpore una descripción del acto válida para un
acto determinado. Exige que la máxima, o principio fundamental, de un agente sea tal que
éste pueda «quererla como ley universal». La prueba exige comprometerse con las
consecuencias normales y predecibles de principios a los que se compromete el agente así
como a los estándares normales de la racionalidad instrumental. Cuando las máximas no son
universalizables ello es normalmente porque el compromiso con las consecuencias de su
adopción universal sería incompatible con el compromiso con los medios para obrar según
ellas (por ejemplo, no podemos comprometernos tanto a los resultados de la promesa en falso
universal y a mantener los medios para prometer, por lo tanto para prometer en falso).
La concepción kantiana de la universalizabilidad difiere de principios afines (el
prescriptivismo universal, la Regla de Oro) en dos aspectos importantes. En primer lugar, no
alude a lo que se desea o prefiere, y ni siquiera a lo que se desea o prefiere que se haga de
manera universal. En segundo lugar es un procedimiento sólo para escoger las máximas que
deben rechazarse para que los principios fundamentales de una vida o sociedad sean
universalizables. Identifica los principios no universalizables para descubrir las limitaciones
colaterales a los principios más específicos que puedan adoptar los agentes. Estas
limitaciones colaterales nos permiten identificar principios de obligación más específicos
pero todavía indeterminados (para una diferente concepción de la universalizabilidad véase
el artículo 40, «El prescriptivismo universal»).
2) Rigorismo. Esta es la crítica de que la ética de Kant, lejos de estar vacía y ser formalista,
conduce a normas rígidamente insensibles, y por ello no se pueden tener en cuenta las
diferencias entre los casos. Sin embargo, los principios universales no tienen que exigir un
trato uniforme; en realidad imponen un trato diferenciado. Principios como «la imposición
debe ser proporcional a la capacidad de pagar» o «el castigo debe ser proporcionado al delito»
tienen un alcance universal pero exigen un trato diferenciado. Incluso principios que no
impongan específicamente un trato diferenciado serán indeterminados, por lo que dejan lugar
a una aplicación diferenciada.
3) Abstracción. Quienes aceptan que los argumentos de Kant identifican algunos principios
del deber, pero no imponen una uniformidad rígida, a menudo presentan una versión
adicional de la acusación de formalismo. Dicen que Kant identifica los principios éticos, pero
que estos principios son «demasiado abstractos» para orientar la acción, y por ello que su
teoría no sirve como guía de la acción. Los principios del deber de Kant son ciertamente
abstractos, y Kant no proporciona un conjunto de instrucciones detallado para seguirlo. No
ofrece un algoritmo moral del tipo de los que podría proporcionar el utilitarismo si
tuviésemos una información suficiente sobre todas las Opciones. Kant subraya que la
aplicación de principios a casos supone juicio y deliberación. También afirma que los
principios son y deben ser abstractos: son limitaciones colaterales (no algoritmos) y sólo
pueden guiar (no tomar) las decisiones. La vida moral es cuestión de encontrar formas de
actuar que satisfagan todas las obligaciones y no violen las prohibiciones morales. No existe
un procedimiento automático para identificar estas acciones, o todas estas acciones. Sin
embargo, para la práctica moral empezamos por asegurarnos que los actos específicos que
tenemos pensados no son incompatibles con los actos de conformidad con las máximas del
deber.
6) Falta de explicación de la mala acción. Esta acusación es que Kant sólo contempla la
acción libre que es totalmente autónoma -es decir, que se hace de acuerdo con un principio
que satisface la limitación de que todos los demás puedan hacer igualmente- y la acción que
refleja sólo deseos naturales e inclinaciones. De ahí que no puede explicar la acción libre e
imputable pero mala. Está claro que Kant piensa que puede ofrecer una explicación de la
mala acción, pues con frecuencia ofrece ejemplos de malas acciones imputables.
Probablemente esta acusación refleja una falta de separación entre la tesis de que los agentes
libres deben ser capaces de actuar de manera autónoma (en el sentido rousseauniano o
kantiano que vincula la autonomía con la moralidad) con la tesis de que los agentes libres
siempre obran de manera autónoma. La imputabilidad exige la capacidad de obrar
autónomamente, pero esta capacidad puede no ejercitarse siempre. Los malos actos realmente
no son autónomos, pero son elegidos en vez de determinados de forma mecánica por nuestros
deseos o inclinaciones.
La ética de Kant y la imagen de su ética que a menudo sustituyen a aquélla en los debates
modernos no agotan la ética kantiana. Actualmente se utiliza a menudo para designar a toda
una serie de posiciones y compromisos éticos cuasi-kantianos. En ocasiones, el uso es muy
amplio. Algunos autores hablarán de ética kantiana cuando tengan en mente teorías de los
derechos, o más en general un pensamiento moral basado en la acción más que en el
resultado, o bien cualquier posición que considere lo correcto como algo previo a lo bueno.
En estos casos los puntos de parecido con la ética de Kant son bastante generales (por
ejemplo, el interés por principios universales y por el respeto a las personas, o más
específicamente por los derechos humanos). En otros casos puede identificarse un parecido
más estructural -por ejemplo, un compromiso con un único principio moral supremo no
utilitario, o bien con la concepción de que la ética se basa en la razón. La comprensión
específica de la ética kantiana varia mucho de uno a otro contexto.
El programa ético reciente más definidamente kantiano ha sido el de John Rawls, quien ha
denominado a una etapa del desarrollo de su teoría «constructivismo kantiano». Muchos de
los rasgos de la obra de Rawls son claramente kantianos, sobre todo su concepción de
principios éticos determinados por limitaciones a los principios elegidos por agentes
racionales. Sin embargo, el constructivismo de Rawls supone una noción bastante diferente
de la racionalidad con respecto a la de Kant. Rawls identifica los principios que elegirían
seres instrumentalmente racionales a los cuales atribuye fines ciertos escasamente
especificados -y no los principios que podrían elegirse siempre independientemente de los
fines particulares. Esto deter1mina importantes diferencias entre la obra de Rawls, incluso
en sus momentos más kantianos, y la ética de Kant. Otros que utilizan la denominación
«kantiano» en ética tienen una relación con Kant aún más libre -por ejemplo, muchos de ellos
no ofrecen concepción alguna de las virtudes, o incluso niegan que sea posible semejante
concepción; muchos consideran que lo fundamental son los derechos más que las
obligaciones; casi todos se basan en un teoría de la acción basada en la preferencia y en una
concepción instrumental de la racionalidad, todo lo cual es incompatible con la ética de Kant.
8. El legado kantiano
La ética de Kant sigue siendo el intento paradigmático y más influyente por afirmar
principios morales universales sin referencia a las preferencias o a un marco teológico. La
esperanza de identificar principios universales, tan patente en las concepciones de la justicia
y en el movimiento de derechos humanos, se ve constantemente desafiada por la insistencia
comunitarista e historicista en que no podemos apelar a algo que vaya más allá del discurso
v de las tradiciones de sociedades particulares, y por la insistencia de los utilitaristas en que
los principios derivan de preferencias. Para quienes no consideran convincente ninguno de
estos caminos, el eslogan neokantiano de «vuelta a Kant» sigue siendo un desafío que deben
analizar o refutar.
ACTIVIDADES.
Tema: El deber
La conducta humana está constantemente solicitada por dos llamadas naturales: la inteligencia
y el placer. El placer se presenta asociado a las necesidades corporales de supervivencia: las de
un cuerpo que ineludiblemente busca el alimento y el descanso. La inteligencia nos descubre
otras realidades que, con independencia del placer, piden ser atendidas: los bienes y los deberes.
Son bienes, por definición, múltiples aspectos benéficos y deseables de la vida: el bienestar,
la cultura, la buena fama, la educación moral, el prestigio profesional, la amistad, el amor. Son
deberes las obligaciones que nos impone nuestra propia condición humana. El arte de vivir
consiste en saber conjugar placeres, bienes y deberes: eso es exactamente la ética.
En capítulos anteriores hemos hablado extensamente del placer y del bien. Ahora le toca el
turno al deber. Entre las muchas posibilidades de la libertad, algunas son vividas como obligato-
rias: eso son los deberes. Sonia y Marta pueden afirmar respectivamente «me gusta Francia» y
«no me gusta Francia». No hay colisión entre ambos juicios, pues las dos amigas están en su
derecho de formularlos. Por el contrario, si dicen «rechazo el asesinato» y «defiendo el
asesinato», una de las dos no debe mantener su posición. El deber es una posibilidad libre que
me impone racionalmente su elección.
De nuestra naturaleza social se derivan importantes deberes: debemos respetar la vida de los
demás, y también su libertad, su honor, las cosas de su propiedad; debemos cumplir las leyes y
respetar los compromisos; debemos ser veraces. Un razonamiento elemental nos dice que lo
bueno para nosotros debe ser bueno para 10,5 demás, y de igual forma. lo malo. A diferencia del
animal, que ni siquiera sospecha las necesidades ajenas, un hombre normal no puede comer
tranquilo mientras tiene a su lado a otro hombre hambriento: su presencia le condiciona y le
obliga. Quizá no le apetezca ayudarle, ni obtenga ningún provecho si lo hace, pero se siente
obligado a compartir su comida. Es humano tener sentimientos humanos, y estaría embrutecido
quien no se sintiera inclinado a socorrer al necesitado.
Los pedagogos enseñan que es propio del niño centrar su interés en sí mismo, y que la
superación de la etapa infantil sobreviene con la aparición del sentido del deber. La conducta
deja entonces de estar exclusivamente guiada por los propios gustos, y acepta las exigencias
que impone la realidad. En la juventud, los deberes ocupan un lugar cada vez más importante,
y es signo de inmadurez la hegemonía absoluta de los gustos e intereses personales, sin prestar
atención a los deberes.
Un párrafo de Lorda: Hay obligaciones que se sienten espontáneamente: la queja del hombre herido
nos impulsa a ayudarle. Otros muchos deberes los descubrimos a medida que ganamos en experiencia.
Así llegamos a percibir, por ejemplo, que los hombres que nos rodean necesitan, además de comer, una
palabra de aliento, una sonrisa o un rato de compañía. Nuestra experiencia razonada aumenta nuestra
sensibilidad para los deberes, para caer en la cuenta de lo que se espera de nosotros (J. L. LORDA, Moral:
el arte de vivir).
El imperativo kantiano
La realidad nos habla de muchas maneras, y el deber es uno de sus lenguajes. Más imperativo
que indicativo, exige una respuesta, como una orden que pide ser atendida. En concreto, cuando
la inteligencia nos informa sobre las condiciones que hacen habitable la misma realidad, esas
condiciones son captadas como exigencias: entendemos que es nuestro deber respetar la vida, la
libertad y los compromisos, si lo que deseamos es un mundo humano.
Kant se admira ante la nitidez e insistencia de esa llamada.
Hemos abierto el tema con palabras memorables que hoy se leen sobre su tumba: «Dos cosas me
llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de mí». Ese orden
moral es para Kant un aspecto evidente de la psicología humana, un hecho indudable que se
manifiesta a la razón práctica bajo la forma de imperativo categórico:
Kant reconoce que el deber moral no es una imposición externa, sino el convencimiento
interno de lo que naturalmente me conviene. Un deber que me habla de lo que debo ser y hacer,
y que pide ser respetado por lo mismo que respetamos la finalidad natural de los ojos o de los
pulmones: porque ver y respirar son sus mejores posibilidades.
¿Cómo pasar del deber general al obrar concreto? Kant responde que puedo reconocer la
moralidad de una acción cuando su validez es universal. Si miento para evitar un daño debo pre-
guntarme si se podría vivir en un mundo donde todos mintiesen. Si robo o asesino me preguntaré
si es posible vivir en un mundo donde todos roben o asesinen. Con este criterio práctico, la reali-
dad se convierte en fuente de obligación. A esa obligación moral, no física ni biológica, se la
denomina deber.
. Respetar el deber moral significa sustituir la fuerza bruta por el respeto mutuo: «puedo»,
pero «no debo»: Ese compromiso recíproco nos convierte a todos en deudores y acreedores:
debo y me deben respetar. Así entendido, el deber se presenta como la deuda contraída con los
demás por ayudarme a mantener mis derechos, como la cuota que hemos de pagar para ingresar
en ese club social que llamamos sociedad. Pero el deber moral es, sobre todo, una exigencia
racional, un descubrimiento de la razón que advierte lo que absolutamente conviene y beneficia
al que obra.
La crítica de Hume
Al decir que nadie debe robar y asesinar si no es viable un mundo donde todos roben y
asesinen, Kant reconoce que es la realidad quien pone condiciones. Pero algunos años antes,
Hume había roto el puente entre la realidad y el deber. Uno de los dogmas esenciales de su
empirismo moral es la imposibilidad de pasar del plano del «ser» al del «deber ser». Se trata
de un postulado conocido en la literatura filosófica actual como «ley de Hume», porque fue él
quien, en su Tratado sobre la naturaleza humana, insinuó que no era legítimo pasar del «es» al
«debe»: «Si es un asesino, debe ser juzgado».
Al concebir la realidad corno mero conjunto de hechos materiales, Hume niega por exclusión
los valores, pues no son empíricos. Pero esta conclusión es muy precipitada. Es fácil ver que la
existencia humana muestra un ilimitado conjunto de hechos que no son materiales. Cualquier
promesa, contrato, ley o reglamento es, ante todo, un deber ser.
La ley de Hume tiene una parte de verdad: entre los hechos empíricos y los valores hay una
distancia evidente. Pero del hecho de que «este reloj se estropea con frecuencia», se sigue la
valoración verdadera «es un mal reloj». Si el hombre tiene, como el reloj, una función propia, que
no hace indiferentes todos sus actos, entonces existe un fundamento para valorar su conducta. Si
ello es así, el paso del «ser» al «deber ser» no es una falacia, como tampoco es una falacia médica
pasar del «está enfermo» al «debo curarle».
La ética empirista prescinde de la realidad como fuente de eticidad, y propone como criterio
ético lo emocional. La valoración moral ya no será un juicio racional sino un' impacto
emocional. «Sea el caso de una acción reconocidamente viciosa: el asesinato intencionado, por
ejemplo. Mientras os dediquéis a considerar el objeto, el vicio se os escapará completamente.
Nunca podréis descubrirlo hasta el momento en que dirijáis la reflexión a vuestro propio pecho
y encontréis allí un sentimiento de desaprobación que en vosotros se levanta contra esa acción.
He aquí una cuestión de hecho: pero es objeto del sentimiento, no de la razón. Está en vosotros
mismos, no en el objeto» (Hume, Tratado sobre la naturaleza humana).
En Hume, el criterio de conducta es sentimental y estrictamente individual: será malo lo que
me desagrada a mí, y bueno lo que a mí me agrada. El bien y el mal son expulsados del mundo
real y buscan nueva nacionalidad en el reino particular y caprichoso de los sentimientos.
Crítica de Nietzsche
«Existe un feroz dragón llamado tú debes, pero contra él arroja el superhombre las palabras yo
quiero». Si Hume cortó las amarras con el deber, el propósito de Nietzsche será firmar su partida
de defunción. Es el gran profeta de la ética concebida como expresión de la autonomía total del
individuo, el responsable de un tipo de conducta peligrosamente desvinculada. Muy consciente
de sus consecuencias: «Mi nombre estará un día ligado al recuerdo de una crisis corno jamás hubo
sobre la Tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una voluntad que se proclama contraria a
todo lo que hasta ahora se había creído, pedido y consagrado. No soy un hombre, soy una carga
de dinamita».
Nietzsche cumplió su palabra y llevó a cabo una gigantesca operación de demolición cultural,
un desguace donde no dejó títere con cabeza. Su objetivo central fue la religión cristiana, pero de
paso arremetió contra la Grecia clásica, el positivismo, el evolucionismo, la democracia, el Estado
moderno y la música de Wagner. Fue la bestia negra de todo lo que se cruzó en su camino, el
retrato perfecto de la intolerancia y el fanatismo: defectos que hoy no se perdonan, salvo en su
caso, porque sabemos que era un enfermo incurable y genial que vivió a la desesperada. Como
Sísifo, Nietzsche vivió condenado a sopcrtar la carga de una enfermedad crónica y progresiva,
que le llevó hasta la locura y la muerte prematura.
La obra de Nietzsche se abre con una apasionada afirmación de la vida, dramática si se tiene en
Cuenta que es la proyección de la impotencia de un enfermo. la vida es un valor que se afirma sin
más lógica que su fuerza de surgimiento. Yel símbolo escogido es el dios griego Dionisos,
exponente máximo de una civilización que se embriaga en los instintos vitales, de espaldas a todo
deber moral, a toda responsabilidad.
Nietzsche piensa que el deber es una idea inventada para dominar a los demás. En concreto,
inventada por los judíos: un pueblo muy inteligente, históricamente humillado por sus enemigos
políticos.
Con los judíos comienza la venganza intelectual de los débiles la rebelión de los esclavos, la
inversión de los valores de los vencedores. Desde que los judíos inventan la religión y el más
allá, los poderosos son malos, y los hombres vulgares son buenos. El cristianismo hereda esta
corrupción judía del odio contra los fuertes. Hasta que llega Nietzsche. Con él se desvanecerán
las ,mentiras de varios milenios, y el hombre se verá libre del autoengaño de la ilusión
.
El ataque al cristianismo ocupa un lugar privilegiado entre las obsesiones destructivas
de Nietzsche, quizá como reacción Contra la atmósfera pietista que respiró en su niñez. No
se trata de una crítica académica sino de una oposición visceral: «Yo considero al
cristianismo como la peor mentira de seducción que ha habido en la historia». Dios es «una
objeción contra la vida», y «la fórmula para toda detracción de este mundo, para toda men-
tira del más allá». El cristianismo es la religión de la compasión, pero «cuando se tiene
compasión se pierde fuerza». La compasión favorece a los débiles y entorpece la selección
natural, por eso «nada más malsano en nuestra malsana humanidad que la compasión
cristiana».
El superhombre
Para enterrar el deber moral hay que negar su fundamento divino, y Nietzsche no duda en
decretar la muerte de Dios, un acontecimiento cultural de máximo rango, que dividirá la historia
de la humanidad: «Cualquiera que nazca después de nosotros pertenecerá a una historia más alta
que ninguna de las anteriores». Es un suceso cósmico, del que son responsables los hombres, y
que les libera de/las cadenas de lo sobrenatural que ellos mismos habían creado. La muerte de
Dios es la muerte definitiva del deber y la victoria de la autonomía absoluta.
Sobre las cenizas de Dios se levantará el superhombre, el hombre dominado de nuevo por el
ideal dionisiaco, el que ama la vida y vuelve la espalda a las quimeras del cielo. No es un in-
dividuo sino el símbolo de la nueva raza que encarnará la voluntad de poder y estará más allá del
bien y del mal la raza de la bestia rubia que duerme en el fondo de todas las razas aristocráticas.
Él destruirá y creará los valores, como César, como Barbarroja, como Napoleón. «Ahora es
cuando la montaña del devenir humano se agita con dolores de parto. Dios ha muerto: ¡viva el
superhombre! ».
Después de Nietzsche, muchos han pensado que, si como hombres nos es negada la
felicidad, quizá como superhombres podamos alcanzarla. y seremos superhombres si nos
atrevemos a .rechazar la mentira del deber. La pretensión no es nueva. Sabemos que el sofista
Calicles la formuló ante Sócrates: «En mi opinión, son los hombres débiles y la masa los que
establecen las leyes para su propia utilidad. Con las leyes atemorizan a los que son más fuertes
que ellos, a los que están más capacitados para tener más» (Platón, Gorgias).
El mensaje de Calicles es repetido por Nietzsche dos mil años más tarde: «Durante
demasiado tiempo, el hombre ha contemplado con malos ojos sus inclinaciones. Naturales, de
modo que han acabado por asociarse con la mala conciencia. Habría que in tentar lo contrario,
es decir, asociar con la mala conciencia todo lo que se oponga a los instintos, a nuestra
animalidad natural. ¿Pero quién es lo bastante fuerte para ello? Algún día! sin embargo, en una
época más fuerte que esté presente corrompido, vendrá un hombre redentor, que nos liberará de
los ideales y será vencedor de Dios y de la nada» (Genealogía de la moral).
Críticos modernos han visto en la teoría del superhombre ideas morbosas con explicación
en la acentuada psicopatología del autor. Su biografía corre paralela a su enfermedad, instalada
de forma crónica desde los veintinueve años: depresiones, fuertes jaquecas y dolores de
estómago, reumatismos, cegueras, etc. A los treinta y cinco años, después de constantes ataques
graves, dimite de su cátedra de Filología Griega y se dedica a buscar por el sur de Europa
descanso para su desequilibrada naturaleza. A los treinta y nueve, su lucidez mental se extingue
en Italia un 3 de enero. Moriría once años más tarde, en 1900, sin haber recobrado la razón. y su
fama empezó a extenderse por Europa hasta colocarle en los primeros puestos de la filosofía
contemporánea. Por una cruel ironía del destino, lo que Nietzsche ofreció al mundo fue su propia
tragedia de enfermo doliente en su exaltación del ansia de vivir.
Actividades
1. ¿En qué consiste el deber?
2. Explique ¿Qué es imperativo Kantiano?
3. ¿Cuál es la crítica que se le hace a la ética empirista (Hume)? Y hable brevemente de
la herencia empirista que fue recogida pór el positivismo.
4. ¿Cuál es la critica que se hace a la ética Nietzsche?
5. ¿En qué consiste el Superhombre de Nietzsche?
6. labore una reflexión sobre el caso práctico de Raskolnikov.
PRÁCTICA NO. 12 ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
Actividades
e. Compromiso de una profesión de llevar a cabo su misión de una forma moral y digna.
La formulación y adopción de códigos implica reconocer que una profesión debe mejorar
y estar en continua vigilancia sobre las prácticas éticas de sus actividades. Por ello,
«comprometerse a trabajar de acuerdo con un código de Ética es la señal más evidente
de la reivindicación de un estatus social mejor por parte del profesional» (Barroso, 2006).
Código de Ética y
Deontología
CONSEJO DIRECTIVO NACIONAL
2006-2008
Blanca Carruitero Giove
Decana Nacional
Rosa Victoria Celi Requena
Vicedecana
María Isabel Reyes Villegas
Secretaria I
Hilda Marina Quiñones Blas
Secretaria II
Lic. Arminda Gil Castañeda
Tesorera
María Antonieta Montero Álvarez
Vocal I
Mellita Cosme Mendoza
Vocal II
Betty Raquel Silva Beraún
Vocal III
Ana María Cabello Lostaunau
Vocal IV
160
Lic. Berita Sifuentes Rengifo
Comité Regional XIV-Ucayali
Lic. Gladys Brisuela Pausan
Comité Regional XV-Ica
Lic. Reynaldo Sánchez Bustamante
Comité Regional XVI-San Martín
Lic. Sara López Bazán
Comité Regional XVII-Jaén-San Ignacio-Amazonas
Lic. Carmen Ruth Quispe Gutarra
Comité Regional XVIII-Áncash Sierra
Lic. Beatriz Murga Otiniano
Comité Regional XIX-Áncash Costa
Lic. Maritza Sacarías Delgadog
Comité Regional XX-Huancavelica
Lic. Marlene Carvajal Mayhua
Comité Regional XXI-Pasco
Lic. Janett Arias Arenas
Comité Regional XXII-Tumbes
Lic. Marcia Concha Mendoza
Comité Regional XXIII-Moquegua
Lic. Artemio Andrade Callupe
Comité Regional XXIV-Lima Provincias
Lic. Genny Mariela Valdivia Juárez
Comité Regional XXV-Apurímac
Lic. Rosario Paredes Barreto
Comité Regional XXVI-Madre de Dios
Lic. Leonor Rivera Chávez
Comité Regional XXVII-Callao
161
Índice
CaPÍtuLO I
La enfermera(o) y la persona............................................ 172
CaPÍtuLO II
La enfermera(o) y la sociedad .......................................... 174
CaPÍtuLO III
La enfermera(o) y el ejercicio profesional........................ 174
CaPÍtuLO IV
La enfermera(o) y las relaciones humanas ....................... 178
CaPÍtuLO V
La enfermera(o) en docencia e investigación.................... 180
CaPÍtuLO VI
La enfermera(o) en publicaciones y publicidad................. 181
CaPÍtuLO VII
La enfermera(o) y los deberes con la profesión ................ 182
CaPÍtuLO VIII
La enfermera y los deberes institucionales....................... 183
aNEXO Nº 1
Derechos de los pacientes................................................ 186
aNEXO Nº 2
Elaboración y modificatorias del Código de Ética y
Deontología del Colegio de Enfermeros del Perú ............. 187
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
1) La ética de la enfermera(o) se basa en preceptos de carácter
moral que, aplicados con honestidad, aseguran la práctica legal,
la conducta honorable, justa, solidaria y competente de la
enfer mera(o). La deontología de la profesión de Enfermería
regula los deberes de la enfer mera(o) en el ámbito de sus
labores profesionales.
167
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
ÁMBITO DE APLICACIÓN
El Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros del Perú
obliga el cumplimiento de las disposiciones contenidas en el present e
Código a todas las enfer meras(os) peruanas colegiadas, sea cual
fuere la modalidad de su ejercicio profesional; igualmente será de
aplicación a las enfermeras(os) extranjeras que por convenios o
tratados internacionales ejerzan ocasionalmente en el país.
DISPOSICIONES GENERALES
1. El Código de Ética y Deontología está constituido por un
conjunto de principios, nor mas, directivas y deberes que
orientan y encauzan el ejercicio profesional de la enfer mera(o)
peruana, sin obviar lo que disponga la legislación civil, penal y
administrativa del Perú.
2. La enfer mera(o) peruana está en la obligación de tener una
visión integral de la salud, enmarcada en principios éticos y
valores morales aplicados en defensa de la vida y la salud de
las personas.
3. Es esencial para el ejercicio de la práctica profesional que la
enfer mera(o) peruana conozca, aplique y difunda los preceptos
establecidos en el presente Código de Ética y Deontología del
Colegio de Enfer meros del Perú. Ninguna enfer mera(o) podrá
eximirse de su cumplimiento por desconocimiento del mismo.
4. Toda enfer mera(o) peruana deberá tener presente que la vida es
un derecho universal y fundamental del individuo, y reconocerá
y respetará los derechos humanos por ser base ética y moral de
nuestra sociedad.
5. La enfer mera(o) en el ejercicio de su profesión deberá aplicar
las disposiciones para el derecho a la infor mación y el
consentimiento infor mado en la práctica de Enfer mería.
169
CÓDIGO DE ÉtICa Y DEONtOLOGÍa
170
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
JURAMENTO DE LA ENFERMERA
La enfermera(o) al incorporarse al Colegio de Enfermeros del Perú
debe tener pleno conocimiento de los siguientes dispositivos:
a) Decreto Legislativo Nº 22315, su Estatuto y Reglamento.
b) De su ampliatoria Ley Nº 28512 y su Reglamento.
c) Ley del Trabajo de la Enfer mera(o), Ley Nº 27669, y su
Reglamento.
d) Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros del
Perú.
e) Ley Nº 29011 Ley que autoriza al Colegio de Enfermeros del
Perú a modificar y aprobar, autónomamente, sus Estatutos.
COMPROMISO DE HONOR
Me comprometo solemnemente ante Dios, y en presencia de esta
Asamblea, a:
• Llevar una vida digna y ejercer mi profesión con
responsabilidad, dignidad y lealtad.
• Mantener mis conocimientos vigentes mediante el estudio y la
investigación.
• Respetar los derechos del individuo sin distinción de raza,
credo, nacionalidad, ni condición social.
• Velar por que el cuidado que brindo se caracterice por ser humano,
cálido, continuo, oportuno y seguro.
• Mantener en reserva los secretos a mi confiados, sean de carácter
profesional o personal.
• Guardar respeto, comprensión y tolerancia por mis colegas, así
como brindarles apoyo moral y profesional.
171
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CAPÍTULO I
LA ENFERMERA(O) Y LA PERSONA
Artículo 1º.- La enfer mera(o) brinda cuidados de Enfermería
respetando la dignidad humana y la particularidad de la persona, sin
distinción de índole personal, política, cultural, económica o social.
172
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
173
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CAPÍTULO II
LA ENFERMERA(O) Y LA SOCIEDAD
CAPÍTULO III
LA ENFERMERA(O) Y EL EJERCICIO
PROFESIONAL
174
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
175
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
176
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
177
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
Artículo 42º.-
a) La enfer mera(o) debe fomentar la for mación y el
funcionamiento de los Comités de Ética de Enfermería en las
instituciones de salud que faciliten el manejo de los dilemas
éticos que se presentan en la práctica profesional favoreciendo la
toma de decisiones con un análisis reflexivo y ético.
b) La enfer mera(o) debe participar activamente en los Comités de
Ética Institucionales.
CAPÍTULO IV
178
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
179
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CAPÍTULO V
LA ENFERMERA(O) EN DOCENCIA E
INVESTIGACIÓN
180
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CAPÍTULO VI
LA ENFERMERA(O) EN PUBLICACIONES Y
PUBLICIDAD
181
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CAPÍTULO VII
182
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CAPÍTULO VIII
183
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
184
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
185
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
ANEXO 1
DERECHOS DE LOS PACIENTES
LEY GENERAL DE SALUD
Ley Nº 26842
186
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
ANEXO 2
ELABORACIÓN Y MODIFICATORIAS DEL
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA DEL
COLEGIO DE ENFERMEROS DEL PERÚ
ELABORACIÓN:
187
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
PRIMERA MODIFICATORIA
El 31 de agosto de 1983 se resuelve aprobar las modificaciones al
Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros
del Perú realizada por:
SEGUNDA MODIFICATORIA
El 1º de marzo del 1998 se resuelve aprobar las modificaciones al
Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros
del Perú realizada por:
TERCERA MODIFICATORIA
19 de junio del 2002, se resuelve aprobar las modificaciones al
Código de Ética y Deontología del Colegio de Enfermeros
del Perú realizado por:
188
CÓDIGO DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA
CUARTA MODIFICATORIA
El 22 de noviembre del 2005 se resuelve aprobar las
modificaciones al Código de Ética y Deontología del Colegio
de Enfermeros del Perú realizada por:
189
Práctica No 15 Ética y Deontología
SITUACIONES PROBLEMÁTICAS 02
Apellidos y nombres:
______________________________________________________________________
N° DE GRUPO: ________
01.- Escribe cinco situaciones, desde tu punto de vista, por qué el sistema universitario,
en el campo ético-axiológico, está mal en nuestro país.
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
02.- Señala, quién o quiénes son los responsables o culpables de estas situaciones. ¿Por
qué?
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
03.- Indica, desde tu punto de vista, cómo se corregirían estas situaciones.
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
04.- En los actos de tu vida diaria; ¿algunas veces has tratado el bien como un mal y en
otras el mal como un bien? Explica brevemente.
______________________________________________________________________
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05.- ¿Ética y moralmente hablando, las personas que han ido a la universidad, son mejores
que, las que no han ido? ¿Influye el tener instrucción? ¿Por qué?
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06.- ¿Qué ventajas pueden tener sobre los demás, desde el plano ético, aquellos que
estudian esta asignatura? ¿Por qué?
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07.- En esta asignatura, ¿has aprendido algún valor que no practicabas, antes? ¿Cuál o
cuáles?
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Responda:
1.- ¿Qué debe hacer M. A?
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2.- ¿Debe aceptar la invitación? ¿Por qué?
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