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ARGUMENTO

Lo que por muchos años condenamos a pesar del tiempo está allí, sé que muchos al
ver la portada del libro se imaginaran otra típica historia de amor y criticaran los dibujos
mal hechos arrugando el gesto y no deseando leerlo; pero no me importa. Una persona
muy importante en mi vida me dijo una vez que la claridad solo es una parte de la
existencia y quien nunca conoce la oscuridad nunca ha sufrido y tampoco puede conocer
la claridad. Entonces, la vida no es toda luz y sol, está la impaciente noche acechándonos
para demostrarnos que el camino para la eterna felicidad aún no lo tenemos bien
definidos.

Una ropa bastante actual, unos sarcillos de perlas, un cabello suficientemente lacio
y unos ojos profundos. Todas esas cosas no revelan mucho si son vistas superficialmente;
no obstante, al adentrarnos a lo inexplicable nos hace entender cosas que nos pasan y que
no entendemos por más que las analicemos. El vestir bien no quiere decir que
automáticamente estemos bien, una marca costosa de ropa no significa que seamos felices.
Eso es igual que los matrimonios, son muchísimas las parejas que en la calle muestran un
amor tan perfecto que raya en lo empalagoso, pero que en puertas cerradas de sus casas
son de lo peor.

¿Por qué estoy hablando tantas pistoladas? Eso ni yo lo sé, la verdad es que me
siento extraña hablando de mi manera de ser y sentir. Creo que los psiquiatras hacen un
mejor trabajo con la técnica del psicodrama que está cabeza loca que tengo; ya que, yo ni
escribiendo puedo relajarme para comprender las situaciones que se me presentan.

Es más, soy tan caída de la mata que ya le dije al psicólogo que me atiende desde
que tuve el accidente automovilístico un año atrás, que deje los melodramas porque yo me
siento bien. No quiero seguir viviendo el pasado, deseo estar en mi presente y soñar con el
futuro, y si para eso tengo que relatar los hechos que me ocurrieron durante desde que me
casé hasta ahora, bueno voy a hacerlo.

Lo haré con todas mis fuerzas; debido a que, necesito gritar y expresar lo que he
sentido por todo este tiempo; el amor, el rencor, el perdón, la rabia, la ira, el olvido, la
pasión. Una pasión que me mata aún el período transcurrido, una pasión que sólo una
persona ha logrado llenar, una pasión que mezclada con la lujuria nunca sería causa del
rechazo.

Puesto que, amo esa pasión que me hace realizar locuras y no quiero ni querré
cambiar eso. Por eso, juro que el deseo y el amor que me ahoga el corazón hoy, siempre los
conservaré muy dentro de mí, sin importar que pase y cuando pase, yo estoy segura de
mis sentimientos hacia él.

YUGEISY CABRERA

Ashley Sheen Vólkova


SIN CORAZÓN, SIN ALMA
No soy un ángel de la guarda, tampoco una damisela en peligro; estoy aquí en este
mundo por algo y por alguna razón Dios no me lleva con él. Soy la persona más
inmadura, novata, que se ríe de los chistes sin sentido, que llora cuando está en su ciclo
menstrual, que no entiende bien las cosas ni situaciones y que se tarda en responder a las
situaciones en la que está, que hay en el mundo.

No soy millonaria y si estudio en la mejor universidad pública del país es porque


me he partido el lomo estudiando; a pesar de que la gente que me rodea dice que soy
demasiado bruta y que lo soy tanto que no identificaría el sol de la luna. ¿Qué puedo
decir? Los números ni la ciencia son lo mío, es por eso, que estudio muchísimo para por lo
menos pasar los exámenes con la mínima nota en la carrera de Trabajo Social.

Con ello no quiero decir que la personas que son Trabajadores Sociales sean brutas,
todo lo contrario, creo realmente que a nivel mundial existen grandes seres humanos que
buscan el bienestar general. ¿Qué puedo decir? Hay personas con diferentes talentos y los
que sabemos; por ejemplo, trabajar con la sociedad, quizás no sabemos nada de
matemáticas.

Y aunque en mi carrera tampoco soy la mejor, ya que, hay grandes estudiantes de


Trabajo Social que me llevan muchísima ventaja; lo admito, me gusta mucho poder ayudar
a convertir al mundo en algo mejor; en donde los derechos de los más necesitados sean
respetados.

Lamentablemente, para muchas personas estudiar Trabajo Social es no tener un


futuro económico digno y eso a mí no me importa; es que, no soy Cenicienta, ni la Bella
Durmiente y nunca he creído en estas repetitivas historias; pero si tengo que aclarar que
por momentos he pensado que vivir un cuento de hadas es mejor que lo que yo he vivido
desde que me casé, pues, no es fácil conocer y convivir con una persona sin corazón y sin
alma. No, eso no es cierto, nunca cambiaría las cosas que he vivido por nada ni por nadie.
Yo soy lo que soy ahora porque aprendí de mis errores y de sus errores.

Lo cierto es que no sé qué es lo que me pasa que me he puesto tan cursi, pero de
verdad que ponerme a analizar tantas cosas y recordar un pasado tan agrio en ratos,
amargo en otros momentos y dulce solo cuando él llegó a mí, no es nada fácil. Quiero
continuar con él para siempre y por siempre y haré todo lo posible e imposible para lograr
este propósito.

Recuerdo claramente que ese día abrí los ojos de un momento a otro totalmente
congestionada tal y como si tuviera un peso encima enorme, abrir los ojos me llenó de
cansancio, sentía que habían pasado siglos desde que me quedé dormida, pero según yo
sólo había pasado una noche, una larga noche que me tenía bastante agotada. El cuerpo lo
tenía hecho trizas y no sabía por qué pero me sentía extraña.
Miré la habitación y no se parecía a la mía, era blanca como la leche y fría como el
mar en invierno; yo pinté mi dormitorio de verde; pues es el color de la esperanza, la
puerta es roja porque es mi color favorito; no obstante, este lugar era tan blanco que supe
inmediatamente que ese no era mi cuarto.

En esta habitación había otra cama pequeña al lado de la mía, un par de sillas de
madera pintadas de marfil, una ventana adornada con una cortina blanca y cero adornos
para variar. La lámpara en el techo era escalofriante y el aire acondicionado parecía tener
un tono turbio.

No obstante, no era el momento para ponerme a pelear por el color de las paredes
de la habitación o por la decoración, en ese instante, lo importante era lograr que mis ojos
se mantuvieran abiertos por más de un segundo; ya que, maliciosamente se cerraban
contra mi voluntad.

En ese proceder estuvieron por largo rato, en el que deseé poder poner más de mí
para controlarlos, se cerraban y yo los abría con la poca fuerza que tenía en mi cuerpo,
más, los muy bobos no me querían obedecer y se volvían a cerrar. Hasta que me rendí y
decidí que se abrieran cuando quisieran, cosa que pasó luego de un pequeño rato.

— ¿Dónde estoy?—pregunté al viento— ¿Dónde estoy?

— ¿Ya despertó?—escuché una voz que no conocía—Estuvo tres días sin despertar.

— ¿Tres días?—pensé sin poder creerlo y luego con todo el dolor de mi alma y de
mi cuerpo alargué una de las manos para tocar mi cara, allí lo primero que noté fue el
oxigeno que tenía sobre mi boca y las mangueras con agujas sobre mis brazos, eso quería
decir que estaba en un hospital, no obstante, qué hacía allí, esto no tenía ningún sentido.

— ¿Pero, qué me pasó?—susurré bastante asustada y con ganas de llorar— ¿Por


qué estoy aquí?

—No haga ningún movimiento brusco—el sujeto se acercó a mí y me tocó la frente


con cuidado y ahí reconocí que se trataba de un médico—aún está muy maltratada.

— ¿Por qué estoy aquí?—le pregunté y sentía que al hablar me iba a romper en mil
pedazos.

—Por un momento pensamos que se iba a quedar así para siempre, pero…—me
miró con esperanza— ¡Gracias a Dios despertó!

—Todos estuvieron muy preocupados—me tomó de la mano—pero le vuelvo a


decir no haga ningún movimiento brusco, ya está fuera de peligro pero es mejor que tome
las cosas con calma. Voy a examinarla nuevamente para ver si han cambiado en algo sus
condiciones.
Por varios minutos el médico estuvo examinándome y yo por dentro sentía que me
quemaba, el cuerpo me dolía tanto que hasta las ganas de hablar se me quitaban.

—No le van a quedar muchas marcas; así que no debe preocuparse por ello—me
dijo en forma de chiste el médico y yo no entendí su chiste; a mí no me importaban las
marcas yo sólo quería estar bien.

— ¿Qué…qué…me…pasó?—me atreví a anunciar en un susurro intentando


mantener una conversación sana con el médico; sin embargo, la cabeza me daba tantas
muchas vueltas y el cuerpo lo tenía tan a reventar que deseé estar muerta y acabar con ese
sufrimiento de una buena vez.

—Estuvo tres días inconsciente; ya que, tuvo un accidente automovilístico. No fue


nada grave, pero parecía no querer despertar.

Al oír eso, el corazón se me puso atormentado y una lágrima se dejó escapar y bajó
por mi mejilla izquierda.

—Quiero…quiero ver…quiero ver a mi mamá—susurré entrecortadamente a punto


de sentir o entrar en un estado de shock fulminante.

—Ya la verá, no se preocupe—me volvió a acarició la frente—espero que este susto


que vivieron todos no se vuelva a repetir. No es fácil ver a alguien que queremos
agonizando en nuestros brazos.

— ¿Es…es…estaba agonizando?—chillé a punto de llorar.

— ¡Cálmese! ¡Cálmese!—el doctor intentó tranquilizarme desesperadamente—fue


un accidente sencillo; pero, permaneció tiempo dormida y por eso todos estaban
asustados. El oxigeno y las mangueras fueron por cuestión de seguridad. Aunque los
exámenes y las pruebas médicas no arrojaron daños severos, no quisimos arriesgar su
salud.

Lo oí y me quedé totalmente callada, no recordaba nada de lo sucedido y menos de


ese dichoso accidente. El médico duró unos cuantos minutos tomándome las pulsaciones y
revisándome muy superficialmente, luego de eso, salió de la habitación.

Yo me sentí muy mal, duré unos cuantos segundos sintiéndome peor; puesto que,
las cosas no podían ser más viles a lo que ya eran, no pude evitar sufrir al pensar en lo que
debían haber sufrido mi pobre mamá y mi lindo y dulce novio Emmanuelle y bueno esa
perfecta hermana mía que es Ximena.

Hablando de ellos tres, puedo decir que nada es perfecto en la vida; puesto que,
cuando estoy junto a ese trío, juntos o separados me siento como la mosca en la torta o
como payaso en velorio. No es fácil ser tan diferente, tan desigual, tan incomparable
cuando estas cerca de personas demasiado admirables para tu gusto.
Mi madre se llama Gisèle Vólkova, es una mujer de 37 años que me tuvo cuando
tenía 17 años, fue madre y padre para mí; debido a que, el sujeto no pensante que donó su
esperma fue tan desgraciado que cuando supo que mi mamá estaba embarazada se largó
para no regresar jamás. Lo último que supe de él era que no vivía con ninguna mujer y
seguía en sus andadas de patán. Aún me preguntaba ¿Cuántos hermanos tendré regados
por allí? Gracias a Dios que hasta ahora ninguno.

Después de ese fracaso sentimental, mi mamá se casó con un sujeto mayor de 50


años llamado Rodrigo y con él tuvo a mi hermana Ximena, pero ese matrimonio no duró
mucho tiempo, al pobre sujeto le dio un infarto fulminante al año de estar casado. Creo
que no soportó el carácter ambicioso de mi mamá.

Mi hermana Ximena: por su parte, es la chica perfecta, la más popular de la


universidad y la que estudia Derecho Jurídico. Siempre ha sido la consentida de mi madre
y la más querida, es arrogante, sifrina y siempre ha considerado que el hombre que vaya a
ser su pareja debe estar a su mismo nivel social o sobrepasarla; ya que, esto significaría su
supremacía eterna como mujer.

Sin duda alguna, está claro que Ximena es la clásica niña popular que se viste, peina
y maquilla bien. Es extrovertida y juega a la chica inocente delante de los demás, más
realmente es un monstruo de persona, incluso conmigo. Prefiere morirse de hambre que
engordar un gramito y se mata en el gimnasio para mantener una espectacular figura.

Por otra parte, mi novio como ya les dije es Emmanuelle Popov, él es un chico de 21
años que ante todo ha sido mi mejor amigo. Nuestra historia es demasiado típica, nos
conocimos en la universidad el primer día de clases en la bienvenida para los nuevos
estudiantes, comenzamos a conversar de lo inmensa que era la academia y luego no nos
encontramos en varios días.

Al cabo de un par de semanas, lo vi nuevamente en la universidad. Estaba en el


jardín muy bien acompañado; ya que, estaba regalándole una rosa a mi hermana. Por un
momento, pensé que mi hermana le aceptaría el lindo detalle, no obstante, esa niña cretina
no esperó mucho tiempo para rompérsela en el pecho en señal de claro rechazo.

Y bueno, lo demás es historia, yo fui el hombro para que Emmanuelle consolara su


despecho por haber sido rechazado por mi hermana. Comenzamos a salir y luego yo lo
acepté como novio. Creo que este es el momento de aclarar que Emmanuelle nunca se ha
propasado conmigo, sí aún a mis 18 años seguía siendo virgen; pero bueno, lo quería
muchísimo y si él me quería me sabría esperar hasta que nos casáramos.

Sumida en mis pensamientos, mi corazón sufrió un replicón cuando oyó una voz
escandalosa que provenía de afuera. Dos personas estaban discutiendo y reconocí una de
las voces como la del médico que había estado en la habitación hacía sólo unos segundos.
— ¡Necesito pasar yo!—escuché una voz fuerte que estaba abriendo la puerta de la
habitación—Tengo todo el derecho. Los demás que se esperen.

—Por favor, ella nombró a su mamá de primera y lo más correcto es que pase la
señora de primera—contestó el médico—Además, usted está muy nervioso y la puede
poner nerviosa a ella.

—No le estoy pidiendo un favor, es una orden—el sujeto pasó sin darle importancia
a las palabras del médico, luego cerró la puerta del dormitorio dejando afuera al galeno y
caminó hacia donde estaba yo.

Cuando el sujeto estuvo lo suficientemente cerca, me acarició suavemente el pie


derecho con el dedo del medio de su mano, dio un paso y me acarició la rodilla con
delicadeza, dio un paso más y me acarició la pierna. Finalmente, lo reconocí, él era
Christopher el príncipe del país, el hombre que estaba cansada de ver en los medios de
comunicación y el futuro rey del país ¿Pero qué hacía en el hospital y en mi habitación un
hombre tan importante?

El príncipe Christopher se acercó más a mí, tenía un cabestrillo en el brazo


izquierdo y una ligera lesión en la frente. Al parecer él estaba herido al igual que yo.
Caminó con delicadeza y cuando estuvo lo suficientemente cerca me tomó de la mano con
su mano sana. ¡Wau era tan lindo y guapo! Sonrió elegantemente sin mostrar los dientes y
después me acomodó detrás de la oreja un cabello suelto. Yo tirité y por un momento me
gustó esa sonrisa de galán y esa mirada traviesa. Ahora sí que entendía por qué todas las
chicas estaban locas por él.

— ¿Quién iba a prever que este accidente ocurriría?—se le hizo un nudo en la


garganta; por lo que, para disimularlo me volvió a tomar de la mano— ¡Todo esto fue mi
culpa! ¡Lo siento! ¡Lo siento tanto!

Yo lo miré avergonzada, se veía demasiado tierno y el hecho de que me estuviera


pidiendo perdón era un ansia extraordinaria. ¿Pero qué estaba pasando? No entendía
nada; ya que, no había ninguna razón para que alguien tan privilegiado me visitara en un
hospital y me pidiera perdón.

Más, luego reflexioné mentalmente, ¿Sería que el príncipe era el causante de mi


accidente? Sí lo más inequívoco era que sus guardaespaldas me habían atropellado con
una de sus distinguidas limusina y él también había resultado herido; lo segurísimo de
todo era que quizás en ese instante estuviera intentando decirme que no lo acusara con los
medios de comunicación; ya que, las personas como él viven siempre intentando ocultar
sus fallas de los periodistas sensacionalistas.

—Ashley—me miró con ojos tiernos—estuve tan preocupado, me diste un buen


susto. Pensé que nunca ibas a despertar.
Lo miré y no supe por qué pero no me pareció el canalla, intransigente y testarudo
chico que todos los periodistas faranduleros y sensacionalistas decían que era. La verdad
oírlo pronunciar mi nombre era el sueño realidad de cualquier chica.

—Por todos estos días—prosiguió tocándome las mejillas como si necesitara sentir
que de verdad estaba despierta y sobre todo viva—estuve pensando que jamás abrirías
esos lindos ojos.

—Yo…siento haberlo preocupado—sentí un cosquilleo en la garganta; en tanto, lo


miraba tan acongojado.

— ¡Qué alegría—hizo un gesto demasiado susceptible—No sé cuántas veces me he


sentido conmovido; pero verte despertar por fin, me llena y me consuela el alma.

— ¿Me quiere seducir?—realicé la pregunta y después me arrepentí de tener una


boca tan viperina. ¿Por qué nunca podía guardarme las cosas? Y después me quejaba
porque la gente no me mostraba confianza.

—No creo que eso sea necesario—sus ojos se veían cariñosos—Lo que pasa es que
tú accidente me hizo atontar el espíritu ¡Gloria al cielo ya estás bien!—al oír eso no pude
evitar ponerme roja como un tomate.

— ¿Por qué te pones tan avergonzada?—no intentó fingir que no se había dado
cuenta de mis cachetes colorados—No debes sentir vergüenza de mí.

—No estoy avergonzada—desvié la mirada y deseé tanto poder taparme la cara con
la cobija para esconder el encogimiento que sentía. ¡Qué hombre tan extraordinario!

—Cuando te vi en la camilla herida quise estar ocupando tu lugar—me reveló—No


podía dejar de gritar como un loco. Estaba tan desesperado.

— ¡Gracias… su majestad!—me limité a decirle aunque creí que iba a perder el


sentido por escucharlo hablar de esa forma conmigo. ¡Ojalá el tiempo se detuviera para
siempre en estos momentos!

—Apretar tu mano y saber que estas viva es algo tan…—su mirar era tan
delicado—éste acontecer no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

—Yo pienso lo mismo—sentir su delicada y cuidada mano era una sensación tan
magnífica que cerré unos segundos los ojos y pensé que de seguro mi hermana me iba a
envidiar toda la vida por no poder estar en contacto directo con el príncipe como yo lo
estaba haciendo en este momento.

—Sé que las cosas han sido muy rápidas —su tono de voz era casi un susurro—pero
quiero que sepas que estuve muy preocupado por ti—yo estuve tentada a lanzarme en sus
brazos; puesto que me sentía envuelta en un hechizo de amor y pasión, con esos ojos que
él poseía a cualquier mujer podía seducir, incluyendo a mí.
—Felizmente— Christopher, me dio un beso en la frente y rompió con eso, el poco
hielo que antes podía haber habido en la conversación, si es que lo había pues el ambiente
parecía fuego sensual—ya nunca más vas a decaer como lo hiciste en el accidente. En
nombre de Dios y de la Virgen nunca más te vas a accidentar.

—Eso nadie lo sabe—sonreí como una niña—ni siquiera usted.

—Soñar tiene sus ventajas ¿No crees? —me picó un ojo—Dios siempre escucha a las
personas que están cerca de él.

—Sí, soñar tiene sus ventajas—le reafirmé y sentía que me estaba derritiendo de
atracción por él.

—No me gusta para nada verte así—me aseguró con ojos llenos de ansiedad—Me
duele verte en esta cama, herida y sufriendo.

— ¿Y usted cómo está?—le pregunté— ¿Es grave su herida?

—Sólo es una dislocación en el brazo—me expresó sonriendo—Aunque no puedo


negar que me duele el brazo y algo la cabeza.

—Igual que a mí—mi ingenuidad pareció contagiarlo a él que tembloroso me tocó


los dedos de la mano. Yo cerré los ojos con un gesto de dolor.

— ¿Te pasa algo?—pareció asustarse— ¿te duele algo? ¿Llamo al doctor?

—Me duele todo el cuerpo—me estiré perezosamente con cuidado de mover uno de
esas horrendas mangueras—me siento molida.

—Creo que Ashley es un nombre que te queda perfectamente bien a ti—


Christopher sonrió como un niño—Eres un caso serio Ashley.

— ¿Por…qué?—me sorprendió la facilidad que tenía él para cambiar de tema tan


rápido en la conversación— ¿Qué tiene que ver mi nombre con mi carácter?

—Ashley es un nombre de origen inglés que significa salida de las cenizas—me


estaba encantando verlo hablar conmigo de esa manera tan relajada.

— ¡Ah!—me sentí intrigada— ¿Acabo de salir de las cenizas?

—No sé qué hacer contigo—me acarició la piel de la mejilla derecha—Eres


demasiado desorientada. No entiendes nada de lo que te estoy hablando.

—Mmm—susurré—creo que no—después miré una pantalla que marcaba las


pulsaciones de mi corazón y me acordé de mi pobre mamá

— ¿Y mi madre?—pregunté con ilusión—Quiero verla.

—La voy a llamar —me soltó la mano— ¡No te muevas de aquí!


— ¿Cómo voy a hacerlo?—le señalé los aparatos que tenía encima.

—Creo que tú sí conseguirías una forma de salir de aquí—murmuró Christopher y


después se alejó de mí, caminó hacia la puerta de la habitación y salió.

Yo me quedé pensando en tantas cosas y a la vez en ninguna que a los pocos


segundos cuando él volvió a entrar a la habitación pero trayendo a mi madre con él, no me
sorprendí mucho de no poder recordar bien en lo que estaba pensando.

— ¡Hija!—mi mamá dio un pequeño grito de alegría y se abalanzó hacia mí para


abrazarme—Me diste un buen susto.

— ¡Mamá!—estaba muy contenta—todo me parece una pesadilla.

— ¡Lo sé! Quería verte de primera pero aquí el príncipe Christopher estaba muy
preocupado por ti—me soltó limpiándose una lágrima que le bordeaba la mejilla derecha.

— ¿Y Emmanuelle?—miré a mi mamá muy dulcemente— ¿Dónde está?

—Hija él no está aquí—me hizo un gesto de disimulo para que viera a Christopher,
yo lo vi y no entendí porqué la cara de él se había puesto oscura.

—Pero ¿Dónde está?—traté de obviar la casa de obstinación de Christopher; ya que,


en mis pensamientos ese poderoso hombre no tenía derecho sobre mí; puesto que, me
había atropellado con su limusina y aunque me había hablado bonito durante un buen
rato, era guapísimo y yo deseaba poder quedarme con él para toda la vida, realmente él no
era nada mío.

—Hija, él debe estar en su casa—mi mamá pareció estar incomoda con la


conversación.

— ¡Quiero verlo!—supliqué como una niña bonita.

—Hija, eso no puede ser posible—otra vez la incomodidad de mi progenitora se


hizo sentir.

— ¿Sabes qué, Ashley?— Christopher pareció reventar de ira— ¿Por qué no dejas
de fingir ya?—yo lo miré sin poder comprender nada de lo que estaba sucediendo—No
puedo creer que duraste tres días inconsciente y que cuando despiertas pidas que ese
idiota esté aquí contigo. ¿Esto es parte de tu venganza hacia mí?

— ¡No lo llame idiota!—le grité quitándome el poco de cables y mangueras del


pecho e incluso el oxigeno de la boca y luego sentándome en la cama con ayuda de mi
mamá lo vi con cara de amargura. En ese momento comprendí que; a pesar de que me
dolía el cuerpo debía parecer fuerte para poder enfrentarme a ese tirano y no demostrarle
que ese dichoso accidente había sido demasiado para mí. Yo ya había escuchado cientos
de veces lo que decían las personas de lo cruel que podía ser ese príncipe y como podía
aplastar a la gente como si de hormigas se trataran; así que debía ponerme enérgica— ¡No
lo llame así! Usted no tiene derecho—lo grité con cólera.

— ¡Hija, no hagas eso!—mi mamá intentó contenerme—aún estas delicada.

— ¿Y cuál es el problema?—grité furiosa reprimiendo el dolor que sentía en todo el


cuerpo—Usted puede ser el príncipe pero no tiene derecho a meterse malamente con
Emmanuelle—sentía que la cabeza me daba vueltas pero allí estaba discutiendo
insanamente con un príncipe y no con cualquiera, sino con el príncipe del país.

—Pues, sí tengo derecho porque soy tu esposo y deja de tratarme de usted—me


gritó poniéndose la mano derecha en la cabeza, yo me quedé en stop ¿Qué acababa de
decir el príncipe Christopher? ¡Ya va! ¡Ya va! Necesitaba poner “back” e ir al pasado y
para eso requería urgentemente poner mi cabeza en su lugar y dejar los mareos a un lado.
Eso no podía ser verdad, era imposible.

— ¿Qué, qué dijiste?—le pregunté pero en vez de recibir la respuesta que esperaba,
Christopher súper furioso dio media vuelta y salió de la habitación dando golpes a lo que
se encontraba en el medio de su camino— ¿No me vas a responder?

—Hija—mi mamá susurró en cuanto los pasos de Christopher se habían


marchado—No deberías ser tan cruel con él, de verdad estaba muy preocupado por tu
salud.

—Yo no puedo estar casada con él—chillé como una magdalena; mientras intuía
algo que no me agradaba, cosas que habían pasado y que no recordaba— ¡Eso es
imposible!

—Hija—mi madre puso los ojos como si fuera a llorar de nuevo— ¿Qué sucede? Tú
sabes bien que ésta semana te casaste. Hace seis días que te casaste con él.

—Eso no es verdad—me tapé los ojos con la cara—yo soy novia de Emmanuelle, los
dos estamos enamorados. Todos están locos, yo no me he casado aún, jamás lo he hecho.

—Creo que voy a llamar al doctor—mi mamá con mucha incertidumbre salió de la
habitación, yo me eché inmediatamente a llorar ¿Qué estaba pasando?

“sí tengo derecho porque soy tu esposo” esas palabras sonaban como puñales sobre
mi cabeza ¿Cuándo carajo había ocurrido eso? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Qué estaba
ocurriendo? ¿Era eso una pesadilla?

A los pocos minutos el doctor entró a la habitación, me saludó cordialmente y se


sentó junto a mí en una silla. Yo lo vi y quise cortarle la cabeza para ver si desasiéndome
de él podía cambiar algo las cosas. Claro, por eso me había tratado tan amablemente el
muy canalla, hablándome despacio y preocupándose por mí, sino lo hacía el príncipe lo
terminaría despidiendo.
—Veo que se ha quitado todos los aparatos sin permiso—me miró con ojos
turbios—bueno se me adelantado un poco porque yo ya le iba a dar la orden a la
enfermera para que le fuera desconectando “poco a poco” los aparatos. — ¿Se encuentra
bien?

— ¿Qué me pasa doctor?—quise meterme miles de millas bajo la tierra, ahora sí que
estaba buena, accidentada, hospitalizada y casada con un príncipe antipático que en vez
de explicarme lo que estaba sucediendo prefería huir como un cobarde.

—No sé qué puede pasar—me dijo tomándome la temperatura—le hicimos muchos


estudios y todo salió bien.

—Sí, está comprobado, todos aquí están maniáticos—murmuré a lo bajo para que
ese galeno no me escuchara—Siendo doctor no sabe qué tengo.

— ¿Le duele esto?—él me auscultó el corazón y yo le afirmé con la cabeza que no; a
pesar que sentía que me quemaba— ¿Y esto?—me revisó el brazo y yo me negué
nuevamente tratando de aguantar su examen— ¿La cabeza?—otra vez dije que no; pero
esta vez perdiendo la paciencia, él hizo una mueca con la boca en señal de desaprobación
y se rindió, decidió dejarme de examinar por un rato y yo mantuve mi decisión de que lo
mejor era que ese doctor no supiera que me dolía todo el cuerpo; ya que, eso podía
agravar mi “situación” con Christopher; para mí, si ese “esposito” mío sabía que estaba
tan adolorida y mal que no aguantaba mi propio cuerpo, podía deshumanamente
aprovecharse de la situación y arremeter contra mi familia.

— ¿Conoce quién es Christopher Smirnov?—me preguntó tomando nota en una


carpeta.

—Sí—vibré limpiándome la cara de las lágrimas que había derramado—es el


príncipe del país y futuro rey.

—Y…además…—manifestó como si estuviera esperando que dijera algo más; pero


yo no respondí nada más.

—Él es su esposo, princesa—me miró preocupado—ambos se casaron hace seis


días, pero tuvieron un accidente de tránsito hace tres.

—Eso no puede ser—tomé una almohada y la abracé queriendo sentirme


protegida—yo ni siquiera lo conozco. Sí estudiamos en la misma universidad; más, nunca
nos hemos encontrado de frente. ¿Usted sabe cuántos estudiantes asisten a la misma
universidad? Además, yo no me pude haber casado con un ser tan arrogante como él.

— ¿Conoce a Lady Smirnov? Ella es la reina—colocó la carpeta sobre la cama y dejó


con eso de escribir—ella es su suegra.
—La conozco nada más porque es la reina—le confesé pensando en lo cambiada
que estaba mi vida sin yo saber cómo—La he visto mucho en la televisión. Nunca la he
visto en persona.

— ¿Qué es lo último que recuerda de su vida?—me preguntó consternado—sé que


no soy psicólogo ni neurólogo, pero como medico sé de estas cosas y por ello es necesario
saber qué tipo de pérdida de memoria posee.

— ¿Pérdida de memoria?—dudé sin poder creerlo a lo que él asintió con la mirada.

—Sí, estamos en un caso de pérdida de memoria post traumática— me certificó—


esto es consecuencia del accidente, pero como ya le dije es fundamental conocer el tipo de
pérdida de memoria para saber qué tan grave es la situación a la que nos debemos
enfrentar. A lo mejor todo es psicológico y con una pequeña sesión con un psicólogo
recuerda todo.

— ¡Yo no estoy loca para asistir a sesiones con psicólogos!—le dije con odio.

—Yo sé que no está loca y para que sepa los psicólogos no ven nada más a los locos
como usted pretende afirmar—me aseguró—Así, que dejé los melodramas y dígame ¿Qué
es lo último que recuerda?

—Cuando hoy abrí los ojos pensé que había despertado del sueño de una noche—vi
las letras enredadas que estaban escritas en la carpeta que estaba sobre la cama—lo último
que recuerdo de mi vida es haber presentado un examen para la clase de moda.

— ¿Y eso fue?—me interrogó.

—El 15 de enero—le contesté quedando vacía por dentro.

—Entonces, no recuerda nada de exactamente lo que le ha ocurrido en estos últimos


ocho días porque hoy es 23 de enero —se puso de pie y me acarició la cabeza, aún no
entendía por qué todos hacían ese gesto, ¿acaso estaba tan marcada que les causaba tal
consuelo?— Si restamos los tres días que estuvo inconsciente, no recuerda cinco días de su
vida.

— ¿Cinco días?—volví a hacer puchero— ¿No recuerdo casi una semana de mi vida
y no cualquiera sino la semana que definió mi futuro?

—No se preocupe—sonrió muy complacientemente—eso suele pasarle a las


personas que han pasado por una situación traumática como la suya en el que sus vidas
han corrido peligro, va a ver que con los días comenzará a recordar. De todas formas
pondremos a su disposición un neurólogo y un psicólogo para estar seguro de que las
cosas se ordenaran para su bien. Ya ellos la revisaron en tanto estaba inconsciente, pero
estos son para que permanezcan cerca de usted y puedan estudiarla mejor.

— ¿O sea que me van a volver una rata de laboratorio?—gruñí indignada.


—Si así se lo quiere tomar—me contestó—pero eso es lo más recomendable.

— ¡Está bien!—quería gritarle unas cuantas palabrotas a ese médico, más, me


contuve para evitar nuevos problemas en mi vida. Volteé mi cara hacia la ventana de la
habitación y añoré poder volar de allí con mis alas de pájaro imaginarias.

— ¿Tiene alguna duda sobre mi trabajo?—el médico me preguntó sin son ni ton y
yo me volteé a verlo, ya me caía suficiente mal este sujeto. —No me gustaría que la
princesa del país se sintiera incomoda con mi trabajo; sin embargo, tengo órdenes
superiores para actuar como yo considere adecuado para su salud.

— ¿Pero está seguro que podré recordar?—fingí sentirme algo aliviada con la
esperanza que me daba de recordar todo. Realmente no quería seguir tratando con él,
necesitaba quedarme a solas en la habitación para disimular algo del dolor que aún poseía
en el cuerpo y para poder aflojar mi rabia hacia el universo y ya la cantaleta que me daba
este médico me tenía harta.

— ¡Va a estar bien!—me sonrió tontamente y yo hice lo mismo para acompañarlo en


su vergüenza de “médico amigable “, aunque internamente lo único que deseaba era
cerrar los ojos y despertar en mi casa sabiendo que todo había sido una pesadilla producto
de mi loca cabecita.

Alguien al leer esto dirá “pero, esta chica la agarró con ese pobre médico” y no, no
es eso; es sencillamente que en ese momento lo que menos quería era a una persona al
lado mío haciéndome preguntas y registrándome el cuerpo. Quería estar sola para
consolarme a mí misma, cosa que en mi vida diaria era muy común; ya que durante toda
mi vida era yo, yo y yo para mí misma.

— ¿No me voy a quedar para siempre sin recordar cinco días de mi vida?—le
pregunté sabiendo que ese doctor jamás me iba a decir lo que quería escuchar, era lógico
que esa respuesta ni él mismo la tenía.

—Claro que no va a ser así—me dio un beso en la cabeza y luego se alejó buscando
la puerta—No se preocupe; si sigue como va, pasado mañana estará de alta y estando en
contacto con su vida de estos últimos días, recordará esos cinco días. De eso se trata la
pérdida de memoria post traumática y selectiva.

—Gracias, doctor—sonreí mentirosamente— ¡Es usted un gran hombre!—y al


hablar quise parecer lo más serena en mis palabras; ya que, necesitaba que se fuera para
poder sufrir mis dolores como Dios manda; es decir, a solas.

—Lamentablemente las chicas no ven eso, puesto que, aún sigo sin casarme—dijo
en broma y luego salió de la habitación.

Yo enmudecida, boté aire de mis pulmones y gemí del dolor en el cuerpo que se me
había aligerado desde que me había quitado todos los aparatos del cuerpo. Cuando ya no
pude aguantarme más volví a echarme a llorar ¿Cómo podía tomar el hecho de estar
casada con el príncipe Christopher y ni siquiera recordarlo? Con razón el muy patán
estaba en la habitación preocupado; pero ahora las pregunta eran ¿Lo amaba? ¿Nos
amábamos? ¿De quién había sido la idea de casarnos? ¿Qué había pasado con
Emmanuelle? ¿Por qué todo se había realizado tan rápido? No podía parecer débil sin
tener antes estas respuestas si quería el bien para mí y los míos.

No sé cuántas horas estuve llorando, lo que sí sé es que los ojos se me hincharon


como tomates en el mercado. El alma y el cuerpo los tenía bastante adoloridos; ya que, el
verme casada y con un hombre que no recordaba era un error tan injusto para mí como el
día que me vi obligada a tomar cerveza en una fiesta cuando yo nunca he tomado nada de
nada.

¿Cómo era posible que yo que creía en el amor para siempre me hubiese casado con
un príncipe al que conocía sólo de revistas y de la televisión? Es más aunque los dos
estudiábamos en la misma universidad, jamás nos habíamos encontrado y pensar en eso
era lo que más me hacía sufrir de coraje.

Ya conocía por todo lo que se decía de él que el príncipe Christopher tenía una
manera de ser muy testaruda, siempre perfecto, nunca mostrando su debilidad y lleno de
una insensibilidad insoportable. ¿Cómo coño yo me había casado con él? ¿Acaso me había
vuelto loca antes del accidente?

Según lo que publicaban los periodistas sensacionalistas, el príncipe Christopher,


no era el típico chico de la alta sociedad. A una edad tan privilegiada las cosas que hacía él
eran para darle dolor de cabeza a cualquier persona con sus cinco sentidos bien buenos;
esto tomando en cuenta que, lo que podía hacer sin mover ni una pestaña era para
acobardarse.

Él tiene lo que se llama formación; puesto que, se ha educado en los mejores


institutos del país, es guapo y la mayoría de las chicas están locas por él, es súper
inteligente, habla siete idiomas diferente y sale todos los días en la televisión y la prensa
debido a su fama. Hasta ahí sí se parece a otros hombres de su edad y condición social; no
obstante, todo cambia cuando se entra a la parte del carácter.

Christopher es un tirano en todo el sentido de la palabra; ya que, tiene una mirada


que puede causar miedo con solo imaginarla, es odioso y no nació para equivocarse o para
muestras de cariño en público, aún en estos tiempos, se me hace imposible entender qué
gana siendo de esa forma tan tosca.

Es el auténtico bastardo que nunca ha llorado desde que dejó de ser un bebé y pudo
controlar sus emociones; asimismo, es enemigo de tener amigos; por lo cual, no se
conmueve de nada ni de nadie y puede destruir la vida de quien se le viene en gana si éste
intenta algo en contra de él.
De la misma forma, es ilógico creer en robarle el corazón hasta el punto de que él
sacrifique todo por una mujer. Él no cree en el amor de pareja, menos en los cuentos de
hadas que nunca llegarán a ser, prefiere ser más realista y olvidar la parte sentimental y de
las emociones.

Por lo que se me hace imposible creer cómo las mujeres se vuelven locas y
alborotadas y añoran un beso de él que nunca va a llegar. Christopher es un ser cruel que
juega con los sentimientos de quien se atreva cruzarse en su camino y con las mujeres es
peor porque ni siquiera se da el tiempo para conocerlas cuando ya las está rechazando;
pero eso sí, jamás se podría dudar de su sexualidad; ya que, varias veces ha estado ligado
con famosas modelos y actrices con las que sabe que la relación no pasará de algo más que
sexo, sexo y sexo.

Durante la siguiente media hora no supe de mí, varios doctores y especialistas en


diferentes ramas me hicieron exámenes, disímiles pruebas de memoria y me entrevistaron
e hicieron tomografías, electrocardiogramas y placas. Luego estuve solitaria. Por largo rato
duré sola en la habitación del hospital, a las dos horas recibí una inesperada visita.

Sí era alguien que no recordaba haber tratado directamente, pero era una mujer
excepcional según todos los que la conocían. Tan parecida en los físico a Christopher, más
tan diferente en la parte emocional a él. La reina Lady Smirnov era capaz de evitar una
guerra y su hijo era de los que la iniciaba con solo mover un dedo. Creo que todavía en
esta etapa nadie sabía todo lo que podía hacer el príncipe con solo dar una mirada de
antipatía.

Sentí los pasos de la reina y me sentí nerviosa, no sabía cómo podía tratar a una
mujer tan poderosa y elegante como ella. Yo; por mi parte, era tan despistada y brutica
que en ese momento no se me ocurría cómo podía actuar frente a ella.

— ¿Puedo pasar?—la reina abrió la puerta y me preguntó sin pasar completamente,


yo la miré y asentí con la mirada.

— ¡Vaya!—ojeó la habitación rápidamente—No está muy elegante; no obstante,


comprenderás que esta era una emergencia y si se te llevaba a la clínica privada del
palacio íbamos a perder mucho tiempo.

— ¡Su majestad!—la miré y mi voz se hizo casi un balbuceo

— ¿Eso es un sí puede pasar?—chisteó y caminó hacia mí— ¡Mi niña! Nos diste un
buen susto a todos.

— ¿A usted también?—no pude evitar preguntar.

—Claro que sí—me dio un fuerte abrazo—Por un momento todos pensamos que no
ibas a despertar.
—Si a eso se le llama despertar—las lágrimas recorrieron nuevamente mis mejillas
aunque me había jurado a mi misma que iba a ser fuerte y a no mostrar mi debilidad ante
la realeza. Mostrarme dura se me había hecho imposible al ver a una mujer tan dulce e
inofensiva y por eso, por dentro quería suicidarme por ser tan debilucha.

— ¡Hija!—me soltó de su abrazo—ya el médico habló con tú madre y conmigo y nos


explicó lo de tu pérdida de memoria. Él dice que es selectiva y temporal. Que lo más
seguro es que tu mente está bloqueando esas cosas que no quieres recordar porque te
aturden. Lo cierto es que no me explico que pudo haber pasado tan terrible para que tu
subconsciente se niegue a recordar.

—Quiero despertar de este mal sueño—me aclaré la voz y me serené; pues, ya era
suficiente drama ante esa mujer—no concibo nada de lo que está pasando. Necesito
urgentemente un despertador portátil que al sonar a la media noche me devuelva mi vida.

—Es tan fácil quererte—se echó a reír—muy propio de ti contar un chiste


aprovechándote de algo con como esto.

— ¿Y qué quiere que haga?—ella parecía una doliente y yo una zombi—No quiero
tirarme a la borda sin saber nadar. ¡Necesito recordar esta pesadilla!

— ¡Vaya! ¡Con razón!— dejó ver sus dientes escarlatas.

— ¿Con razón qué?—le pregunté.

— ¡Olvídalo! —movió su cabeza como espabilando—En fin, quiero decirte que


cuentas conmigo para todo lo que necesites; pero, que…nadie a excepción de tu familia y
la familia real deben enterarse de tu pérdida de memoria; esto podría ser perjudicial para
todos si llega a oídos de la prensa.

— ¿Entonces, me quedo callada?—titubeé.

—Es lo mejor, incluso para ti—me afirmó a media risa—y si tienes alguna duda en
algún momento, bueno cualquiera de nosotros, en especial yo, puedo apoyarte.

—Eso dice usted horita—llevar a cabo esta conversación era una locura—no
obstante, está claro que lo hace porque estoy casada con Christopher.

—No, te equivocas— me expresó llena de ternura—lo hago porque eres la mujer


más maravillosa que he conocido. Estoy tan contenta de que mi hijo te haya escogido a ti
para ser su esposa y la futura reina del país.

—Pero su hijo me odia—perdí un momento la voz.

— ¡Eso es mentira!—tenía una energía y una seguridad en sus palabras—Lo que


pasa es que él es ¿Cómo decirlo?
— ¿Testarudo, arrogante y cretino?—hablé por ella—eso no tiene ni que
decírmelo—en ese momento, me di cuenta de que mi boca estaba hablando muy mal— ¡Lo
siento!

—No seas bobita—sonrió apartándose con un soplo el cabello de la cara—Tú no


eres de las de hablar, por lo menos con Christopher y conmigo, con tanta propiedad y
disimulo. Eres libre de decir y expresar lo que quieras ante nosotros dos.

— ¿Tengo que hacerlo?—tuve cierto grado de duda; ya que, ella y él eran de la


realeza y yo una simple chica pobretona— Creo que mejor no, no estoy acostumbrada a
tomarme ciertos privilegios con personas tan importantes como usted.

—Mi niña, ya lo hacías—manifestó y yo bajé la mirada y guarde silencio un par de


segundos—desde que nos conocemos nos has tratado de tú, no de usted.

— ¡Ah!—con razón Christopher me había reclamado el que yo lo tratara de usted,


en fin, ya el daño estaba hecho.

—Con nosotros puedes ser tú misma — insistió la reina con una sonrisa traviesa—
con nosotros puedes ser tal y como realmente eres que es ser la antítesis de otras mujeres.
¡Tennos confianza!

—Pero…—vacilé un poco.

— ¿Pero qué?—me preguntó firmemente.

— ¡Pero, es extraño!—le afirmé.

—Conmigo no vas a tener problemas— dejé escapar un suspiro al oírla decirme eso,
con ello se me quitaba un largo peso de encima; ya que, el tratar a todos de usted, era
cansón y fastidioso.

—Bueno, la trataré…—me frené y rectifiqué—te trataré ahora con mayor confianza.

—Y con mi hijo Christopher, tú sabes que él ahora es tu esposo y no debe ningún


tipo de formalismo entre ustedes—se veía que aparte de ser una reina genial era una mujer
excelente y eso me agradaba— Entre más cercanos estén es mejor para ambos, para su
relación y para su futuro—aunque, dudaba que lo que estaba diciendo; en ese momento,
fuera a llegar a algo, ese Christopher y yo podíamos tratarnos con cariño pero jamás
íbamos a llegar a ser una pareja si yo no lograba recordar.

— ¿Y dónde está Christopher?— levanté la mirada y sentí que se me hacía un nudo


en la garganta, o me estaba volviendo loca o ese idiota me había realizado una brujería
para que yo lo extrañara como mensa.

—Después de salir de la habitación—un sentimiento de desilusión colmó la


habitación—llamó a sus guardaespaldas y se marchó del hospital. Ese hijo mío es tan
pesado y amargado. Con él sí que no se puede hablar.
— ¿No sabes para donde fue?—la interrogué sin saber ni comprender la razón de
mi curiosidad.

—Lo intenté llamar al teléfono, pero lo apagó—vaciló—a ese no le importa cargar


ese cabestrillo y ese parche en la frente y andar por allí. ¡Está bravísimo para variar!

—Entonces, es cierto lo que dicen de él de que es un incansable sujeto.

—Ni tanto, mi niña—opinó amable—tú lo alcanzaste y lo tienes rendido a tus pies.

Oí eso y mi corazón se aceleró, las mejillas se me volvieron a sonrojar y la pena me


hizo sentirme como una muñequita rosa.

— ¿Puedo preguntarle algo?—quise con toda mi alma que el tiempo no se detuviera


nunca más—Digo, si puedo.

—Claro que sí, mi niña—sonrió con la misma sonrisa traviesa que tenía
Christopher—pregunta lo que quieres.

— ¿Por qué Christopher se casó conmigo?—la cara de la reina se arrugó—No sé me


gustaría saber; por lo menos, ¿Quién le pidió matrimonio a quién? ¡Me muero de
curiosidad!

—Tú tenías algunos problemitas—se estremeció con disimulo—y Christopher


decidió que la mejor forma de solucionarlos era que los dos se casaran; así él tendría una
buena esposa y tú no estarías más en ciertas situaciones.

— ¿Entonces, fue un matrimonio por conveniencia?—me hizo daño decir esas


palabras, en el fondo tenía la esperanza de que ambos nos habíamos casado por amor; cosa
que era imposible, un hombre como él nunca se enamoraría de una mujer tan simple como
yo y menos en tan corto tiempo—Creo que ya me imaginaba algo así—le susurré
finalmente llena de mucho dolor.

—No lo tomes a mal—su dulce voz parecía que me quería consolar, pero no lo
lograba, nunca lo iba a lograr—hay cosas que no se pueden evitar. Sembrar una semilla y
ver la cosecha resultante de ella, es algo muy diferente.

— ¿Eso qué quiere decir?—dudé odiándome a mi misma por ser casi incapaz de
entender cosas como esas— ¡No entiendo!

—Creo que eso tienes que averiguarlo tú—se puso de pie y allí entendí que ya
estaba dispuesta a marcharse; por lo tanto la conversación llegaba hasta allí— ¡Me tengo
que ir, linda! Necesito estar en algunas reuniones; pero… en la tardecita vengo a verte.

— ¡Está bien!—la muy sinvergüenza estaba escapando de mí y de mis preguntas—


yo sé que usted es una mujer muy ocupada—sí, claro ocupada escondiéndose de mi
interrogatorio—pensé mordiéndome el labio de la ira sanamente reprimida.
— ¡Y tú también!—me guiñó un ojo— ¡Nos vemos ahora!—seguidamente de eso,
buscó la puerta y despidiéndose con la mano salió de la habitación.

Otra vez me quedé sola y ese día se convirtió en noche. Mi mamá estuvo muy
pendiente de mí, pero mi esposo no se dejó ver por allí. La reina madre faltó a la promesa
de regresar más tarde, ese día, y yo la extrañé como tonta. Me dolía ver como ella
resultaba ser más madre que lo que mi mamá me mostraba a mí a veces en la casa.

Cuando estuve según el médico lista para intentar caminar, ese doctor me ayudó a
ponerme de pie y me hizo dar algunos pasos. Entre chiste y chiste me dijo que no podía
quedarme eternamente en la camilla porque me iba a quedar pegada al colchón.

Cuando me dio sueño me acosté nuevamente; pero únicamente logré dormir un par
de horas y a la mañana siguiente me desperté con menos entusiasmo que el día anterior.
Christopher no se apareció en todo la mañana en el hospital y aunque me doliera aceptarlo
eso me tenía bastante mal. ¡Malvado egoísta de pacotilla!

Mi mamá con cara de no saber qué Diablos hacer me dijo que iba a tratar de
comunicarse con Emmanuelle para ver si iba a visitarme. Yo no le contesté nada; puesto
que, no quería más problemas de los que ya tenía. Además, si Christopher se había
disgustado sólo con oír el nombre de mi ex, no sabía de qué iba a ser capaz de hacer o de
decir si lo veía andando por allí o si algún chismoso se lo contaba.

No obstante, por más que lo quise no pude evitar que explotara la bomba que
estalló a la hora de la merienda; a esa hora recibí una visita que me complicó muchísimo la
situación en que me encontraba. Sí, yo extrañaba mucho a Emmanuelle, pero me hubiese
gustado mirarlo nuevamente en otras circunstancias.

Él se apareció en el hospital con el permiso de mi madre y de la reina madre y fue


directo a mi habitación. Ya mi mamita me había dicho que se había comunicado por
teléfono con él y la respuesta a ir a visitarme había sido afirmativa; pero no me imaginé
que llegaría tan pronto. Ahora todo parecía ir más velozmente de lo que había querido.

Acostada en la cama; puesto que aunque ya tuviera el permiso de caminar tampoco


era que iba a andar corriendo por allí; logré a Emmanuelle cuando entró a la habitación
con un ramo de flores, algo demasiado cursi para mi gusto. ¿Por qué siempre los hombres
tienen que regalar flores? Ni que las mujeres fuéramos difuntas; además, ya la habitación
estaba full de ramos de flores de todos tipos, tamaños y colores.

A mí particularmente no me gusta que me regalen flores, sí se ve romántico; pero


cuando se hace una vez, no que todo el tiempo te regalen las benditas flores; y los hombres
tienen la desagradable maña de regalar flores es cuando cometen una falta, cuando
quieren sobornarte a hacer algo que tú no quieres y ellos sí o cuando, sencillamente, se les
olvida una fecha importante, por ejemplo, cuando se les olvida el aniversario y como no
compraron el regalo, tienen que recurrir a las florecitas para que no se note tanto.
Yo vi a Emmanuelle y esa alegría que esperé sentir cuando lo viera nunca existió.
Lo observé acercarse y por un momento me sentí fuera de lugar. En ese instante, ni tenía
ganas de hablar con él y esos bellos detalles que hicieron que nuestra relación fuera
“perfecta” ya no me parecían sorprendentes. Impresionantemente su rostro había pasado a
ser uno más del montón.

—Durante estos días—comenzó a hablar acercándose a mí—me preocupé


muchísimo.

—Parece que a todos les pasó lo mismo— ¡Vaya ahora Emmanuelle iba a jugar con
mi conciencia!, recibí con aprecio el beso de saludo que me dio en la mejilla y el ramo de
flores blancas—he sido un buen centro de atención.

—Me gusta saber que no has perdido tú buen humor—se sentó en la cama—
¿Cómo te sientes?

—¡Perdida!—le confesé intentando en vano parecer la chica serena de siempre y no


la hospitalizada que no recordaba haberse casado con un príncipe—es como si el mundo
fuera para mí muy diferente a lo que yo conocía.

—Pero si así estas siempre—me sonrió y yo a él; pues tenía mucha razón—
normalmente el mundo va por el lado derecho y tú por el izquierdo.

— ¿Y tú cómo estás?—bajé la mirada para no percibir su mirada de chico


despechado, esa mirada de chico abandonado por su novia que prefirió casarse con un
príncipe.

—Sigo teniendo un corazón; por lo tanto, sobreviví—esas palabras me hicieron


sentir tan culpable, tan fácil que podía salir corriendo de allí y huir para nunca regresar—
Aún no puedo creer que te hayas casado.

— ¡No te sientas mal por eso!—le supliqué y al hacerlo me sentí tan hipócrita
porque ya le había roto el corazón y ni usando las mejores curitas esa situación podía
cambiar—tampoco me hagas sentir tan mal a mí. Yo…—no podía decirle que no recordaba
haberme casado con Christopher, eso era un secreto, un secreto que si llegaba a la prensa
iba a significar la destrucción de todos en el palacio, la reina me lo había dicho y debía
obedecerla.

—Tú eres hermosa—me tocó la pierna derecha con cariño y sentí pavor de que la
conversación se fuera por un pasadizo irracional y que su caricia tuviera para él otro
significado más que de amistad—te mereces lo mejor del mundo—en eso sí que él tenía
toda la razón.

— ¡Discúlpame!—fue lo único que fui capaz de decirle; ya que, sentía que estaba
rompiendo una copa de artesanía medieval y que luego iba a ser fusilada por romperla—
Yo me siento como una canalla.
— ¡No digas eso!—expresó dejando de tocarme la pierna—Tú eres la mujer más
buena y considerada que he conocido y si me dejaste para casarte con él era porque tenías
una buena razón.

—No hay ninguna razón que valga el haberte hecho daño—mis palabras sonaban
destrozadas, pero tan farsantes que tragué saliva—y lo peor es que a pesar de que regrese
el tiempo no podré cambiar nada.

— ¡Ashley, yo te amo!—me manifestó con orgullo y ahí estaba con esas palabras
que yo no quería oír ¿Por qué los hombres no pueden guardarse nada? Después dicen que
somos las mujeres las habladoras.

—Estoy dispuesto a esperarte si es posible toda la vida—me confesó— por eso


necesito saber si puedo ser por lo menos tu amigo y pasar tiempo contigo— ¡Cállate!
Deseaba gritarle, pero las palabras se me quedaban atragantadas.

—Eso es algo que yo jamás te permitiría—le dije sabiendo que experimentando con
hacerlo renunciar a mí, podía alejarlo de mí de una forma más dócil y sin hacerle tanto
daño— ¡Nunca podría dejar que hicieras ese sacrificio!

— ¿Piensas quedarte con él toda la vida?—me preguntó algo irritado poniendo los
ojos turbios—Para ser honestos a ese testarudo ni su madre lo aguanta.

— ¿Qué quieres que haga? —me di cuenta que Emmanuelle estaba bastante
adolorido y odiaba ser la causante de todo aquello, si tan solo recordara algo sobre mi
matrimonio con Christopher podía por lo menos hacerle frente a esta situación tan caótica.

— ¡Déjalo!—me ordenó— ¡Solo déjalo!

— ¿Pretendes que lo deje? —le pregunté y aunque él no me hubiese pedido eso, yo


sabía que eso era lo que él quería, lo que necesitaba y por lo que estaba allí.

—Tan sólo tú permitirías algo como eso—se atrevió a expresarme— ¿Acaso vas a
hacer la esposa complaciente? Te casaste con él porque necesitabas dinero, eso no significa
que debas durar casada toda la vida. Para los matrimonios inservibles es que existe el
divorcio.

—No quise decir eso—expresó calladamente cuando se dio cuenta que me habían
dolido sus palabras, para mí ese “inservible” era atormentante.

—No estoy tan loca como para dejarlo—necesitaba de toda mi fuerza de voluntad y
mi concentración para ser coherente en mis palabras, sino rápidamente Emmanuelle
descubriría mi pérdida de memoria temporal y ahí sí que él buscaría la forma de que mi
matrimonio se acabara—No pienso divorciarme.

— ¿Seguirás haciendo el holocausto?—me interrogó fríamente—Bueno; entonces,


yo haré el sacrifico también, desde hoy voy a ser tu amigo y estaré pegado a ti como un
chicle. No quiero seguir alejado de ti y si para ello tengo que conformarme con tu amistad,
ni modo, si para eso tengo que luchar contra ese príncipe lo haré.

—Desde hoy seré tu hombro, tu consuelo, tu pana—su voz se veía tan apagada,
pero a la vez tan decidida, que me tensé, esto no debería estar pasando —y aunque
murmuren que estoy totalmente maniático, prefiero eso a la distancia a la que me tuve que
someter cuando terminaste nuestra relación.

— ¡Emmanuelle solo fueron unos cuantos días!—quería que me tragara la tierra y


todo parecía tan nublado— ¡Siento tanto haberte dejado por Christopher!

— ¡Ashley…!—su voz sonó entrecortada pero la llegada sorpresiva de Christopher


no lo dejo terminar.

—Así que sientes haberlo dejado por mí— Christopher entró pausadamente a la
habitación echando humo de la rabia y luego se sentó en la cama, en el lado opuesto de
Emmanuelle; yo sin querer había quedado entre esos dos maravillosos hombres.

Y lamentablemente había pasado lo que yo sabía iba a suceder. La presencia de


Emmanuelle estaba aumentando los conflictos. ¡Gracias a Dios Christopher se contuvo de
hacer algo en contra de mi ex! Estaba bravísimo pero se aguantó de matar a Emmanuelle
porque su decencia y su educación se lo impedían.

— ¡Vaya!—dijo y me acarició el cabello— ¡A veces dices cosas sin pensar!

— Christopher—temblé al notar su esbelto cuerpo cerca de mí—No te oí llegar.

— ¿Te puedo hacer una pregunta Ashley?—me platicó obviando la presencia de


Emmanuelle y yo no supe qué decirle; entonces, él se puso más cerca de mí y me habló al
oído en un susurro magníficamente seductor— ¿Sueles yuxtaponer la razón a la lealtad?

Al notar la presencia de Christopher, Emmanuelle deseaba intervenir en nuestra


conversación, eso se le notaba por la mirada que tenía en ese instante. Yo lo miré y luego
miré a Christopher y me sentí bastante fuera de borda. Esas palabras que había dicho el
príncipe yo las había oído en algún momento y fue en ese instante que una luz atravesó mi
mente para llenarla de recuerdos.

Christopher estaba de pie con los brazos cruzados en el dormitorio de algún lugar,
y yo estaba recogiendo mi ropa en una maleta, él no decía nada al parecer estaba muy
furioso, yo en cambio, estaba llorando y el alma la tenía muy cansada.

— ¡Llévame de regreso! —le supliqué sin defensa alguna, ya había agotado mi


orgullo y lo único que me quedaba era mi ruego.

— ¿Sueles yuxtaponer la razón a la lealtad?—se acercó nuevamente a mí y me


preguntó casi en la boca como queriendo besarme, ahí estaba otra vez provocándome para
manipularme como lo hacía siempre desde que nos habíamos conocido—No te comportes
como una niña, ya eres toda una mujer, lo único que te falta es…

— ¡Ni lo menciones!—intenté zafarme y le tapé la boca—prefiero quedarme virgen


para siempre—su cara se arrugó y yo le dejé la boca en total libertad— ¡Por, favor llévame
de regreso! —le volví a repetir.

Ese pequeño e importante recuerdo me hizo tambalearme. Para nada me sentía


contenta de haber recordado eso; ya que, eran cosas muy oscuras y siniestras. ¿Dios mío
en qué estaba metida? Me había casado con el peor hombre del mundo y él me estaba
derrotando de una forma muy cruel.

Me quedé en stop por varios segundos sintiéndome humilladísima. Aún no


recordaba completamente las cosas que me habían ocurrido durante esos cinco días; pero
de lo que no podía evitar estar segura era que no era nada bueno. Por esos segundos sentí
la habitación más oscura y la piel de mi cuerpo se me puso totalmente fría.

Cuando reaccioné, ya no sabía qué extraña sensación me acompañaba. En vez de


estar feliz porque la memoria comenzaba a retornar a su lugar, estaba que mataba al
primero que se me atravesara en el camino; asimismo, Christopher y Emmanuelle no me
ayudaban mucho, ambos estaban metidos en una fuertísima discusión.

—Te fascina inmiscuirte en cosas que no son tus asuntos— Christopher regañó a
Emmanuelle con la voz demasiado fuerte para mi gusto—Tú actitud es para llorar.

—No me sorprende que seas así—Emmanuelle lo miró dominante y seguro de sí


mismo—Así seas un príncipe y el heredero de la corona no me causas miedo. Si quieres
usar tu poder en contra de mí, hazlo, pero, no me causas ningún temor; así, que no esperes
que me dirija a ti como su majestad o que te guarde algún tipo de respeto. Es más si me
quieres meter preso ¡Hazlo! Pero no voy a dejar de ver a Ashley.

— ¡No te preocupes!—Christopher no vaciló en su acento de indiferencia—Yo no


tengo que causarte miedo ni abusar de mi cargo en la nobleza; pues tú eres muy poca cosa
delante de mí y jamás me podría a tu mismo nivel.

— ¡Eres un arrogante!— Emmanuelle se puso rígido—Ni siquiera mereces que la


gente te guarde respeto.

— ¡Yo no se lo estoy pidiendo a nadie!— Christopher ironizó— ¿Tú crees que me


hace falta?

— ¡Eres un Don Nadie! — Emmanuelle lo acusó—Puedes tener mucho dinero; más,


no vales nada.

—Yo no soy el que anda detrás de la esposa de otro—la mirada sombría de


Christopher fue fulminante— ¿No te estás acercando mucho a una mujer casada? ¿Por qué
no nos haces un favor a todos y desapareces?
—Eso nunca— Emmanuelle pareció confiado—Nunca voy a alejarme de Ashley.

— ¿A ti qué te parece Ashley?— Christopher me pregunto bastante frío— ¿Verdad


qué sería lindo que este sujeto se marchara y nos dejara en paz?

—No la predispongas en contra de mí— Emmanuelle negó muy integro—Ashley


sabe que jamás me apartaría de ella— Yo oí eso y sentí escalofríos en el cuerpo; puesto
que, en ese momento tan desastroso con la única persona que sabía que podía contar era
con mi ex, sobre todo porque no confiaba mucho en Christopher después de haber
recordado algo de nuestra “luna de miel”, pero aunque me doliera él era mi esposo.

—No tienes sangre en las venas— Christopher sintió pena de su contrario—Eres un


perro faldero detrás de una ama que no le pertenece—cuando el príncipe terminó de decir
eso, los dos hombres se acercaron más de la cuenta uno del otro dispuestos a irse a los
golpes.

— ¡Basta! ¡Basta!—yo tuve que gritarles desesperada para que no se fueran a los
puños— ¿Qué les pasa? Están en un hospital y de paso en mi habitación— Christopher
parpadeó y me miró con resentimiento, Emmanuelle en cambio, bajó la cabeza y susurró
una disculpa.

— Emmanuelle no te pongas bravo conmigo—mi voz estaba muy pálida—pero creo


que es mejor que te vayas. Yo estoy encantada por tu visita; sin embargo, no quiero
problemas más serios a los que ya hay—sí, era lo mejor, estaba segura de que si
Emmanuelle duraba algunos minutos más allí, Christopher iba a terminar matándolo.

—Sí, tienes razón; creo que lo mejor es que me marche—miró con cólera a
Christopher—Yo no quiero que sigas sufriendo—y obviando la presencia del príncipe me
dio un beso en la mejilla, casi que en la boca— ¡No estamos viendo!—luego buscó la salida
y sin despedirse de Christopher abrió la puerta y lentamente abandonó la habitación.

—Es un idiota— Christopher dijo muy indiferentemente en cuanto la puerta de la


habitación estaba cerrada— ¿Qué…no me digas que ahora va ser tú amiguito enamorado?

—No afirmes cosas como esas—le respondí sin mirarlo a los ojos.

—Sigue enamorado de ti—se sentó en la cama y me hizo mirarlo directamente a los


ojos—y tú al parecer también.

—No digas tonterías—no sabía si eso era verdad; pero no quería que saliera
Christopher corriendo tras de él y ambos acabaran agarrados por los puños—Además, él
es un buen chico y vino a visitarme, cosa que tú no hiciste en toda la mañana.

—Estaba ocupado—tomó mi mano y la apretó dulcemente y por qué iba a negarlo,


justo ahí yo me moría por besarlo.
— Dime que no te irás—la voz me sonaba tan menudita y temblorosa que el
ambiente se percibía perfecto para el amor.

—Si me lo pides, me quedo—me susurró al oído.

— ¡Déjame!—solté mi mano de prisa al percibir lo que yo estaba haciendo y


diciendo sin pensar— ¿No sabes lo qué es espacio vital?—intenté disimular dando uno
que otro rodeo a la conversación—En este momento, yo te necesito alejado de mí. ¡Vamos,
muévete de la camilla que me estorbas!

— ¡Está bien!—amargado se puso de pie y me enfrentó con rabia.

—Una cosa que debes tomar en cuenta—parecía tan poco tierno que yo me sentía
como en un juicio en el cual, yo era la acusada y él el fiscal acusador—tienes
terminantemente prohibido hablar con él.

— ¿Qué?—dudé incapaz de creer lo que Christopher me estaba diciendo —ahora sí


que te volviste loco— ¡Eres un miserable!

—Estoy hablando muy en serio—su voz sonaba bastante alterada, altanera y segura
de sí mismo ¡Me estaba ahogando con su arrogancia!—No quiero volver a verte junto a él.

—Será mejor que te olvides de eso—supe de inmediato que si no le ponía un límite


a aquello en poco tiempo Christopher me iba a tener presa en el palacio y sin hablar con
nadie, si él quería ser todo un dictador que se buscara a otra mujer— ¡No quiero! —le dije
con un puchero.

—Eso no es porque tú quieras o no—apretó la boca para intentar no alzar mucho la


voz— ¡Es una orden!

—Eres un caradura desastroso lleno de testosterona—le espeté bastante colérica.

— ¡Así es!—me hizo una reverencia en forma de burla—Pero yo no tengo dos caras.
Ese tonto de tu ex dice que quiere ser tu amigo pero cuando hace unos minutos te miró lo
que había en sus ojos era deseo.

— ¡El no es así! ¡Mentiroso!—chillé — ¡Y no voy a dejar de verlo!

—Lo siento sino me crees pero es la verdad—se puso muy sereno, aún hoy admiro
la forma en que él puede disimular tan bien su rabia haciendo uso de esa serenidad—Él
quiere lo que todo hombre añora, sexo con una mujer como tú.

—Mira Christopher—le indiqué levantando un dedo—yo soy mayorcita de edad


para tomar mis propias decisiones y si digo que quiero ser amiga de mi ex, vas a tener que
aceptarlo.
—Pongo en tus manos lo que quieras hacer; —me expresó con un susurro pero yo
percibí cuando maldijo por lo bajo —pero luego no te quejes. ¡Nos vemos mañana!—y
dicho eso salió de la habitación arrojando la puerta muy fuertemente.

Sola y sintiéndome abandonada dejé que las horas siguieran pasando. Prendí la
televisión para distraerme y no encontré nada interesante. Hallé que las horas se hacían
más eternas cuando uno quería que se fueran más velozmente. Mi madre estuvo muy
pendiente de mi evolución, cosa que me sorprendió; puesto que, ella conmigo nunca había
sido tan cercana, es más era incontable las veces que yo había estado enferma y ella nunca
lo había percibido o se había hecho la que no lo había notado.

El médico también estuvo muy pendiente, cada cierta hora acompañado de una
enfermera me examinaba, él me aseguró que no tenía ningún daño interno que me fuera a
traer consecuencias negativas con el transcurrir del tiempo y que pronto sería dada de alta.

Ya casi iban a ser las 05:00 PM cuando mi hermana Ximena se dignó a visitarme al
hospital. La muy inicua había dejado de último en su lista de múltiples ocupaciones de
chica popular el ir a conocer mi estado de salud; puesto que, como siempre yo era la
persona que menos le importaba en su perfecta vida de señorita sobresaliente.

Ella entró a la habitación vistiendo un precioso vestido rojo y unos tacones de aguja
que la hacían ver más alta de lo que realmente era. Tenía el cabello sumamente alisado de
color rubio como lo usaba de un tiempo para acá, mejor dicho desde que en la universidad
la nombraron la chica más popular y sensual de allí y además, llegaba una pequeña cartera
en donde seguro que le cabía el teléfono, el maquillaje y algo de dinero.

— ¡Hola hermanita!—dijo al cerrar la puerta.

— ¡Hola!—le expresé y con un gesto la invité a pasar y sentarse junto a mí— ¿Va
todo bien?

— ¡Los guardias reales me tuvieron que ayudar para que pudiera entrar a visitarte
al hospital, todos los alrededores están llenos de gente qué quiere saber sobre tu estado de
salud y hay decenas de periodistas cubriendo la noticia!

— ¡No habías venido!—le recriminé.

—Tenía muchas cosas “importantes” qué hacer—me señaló muy segura de sí


misma.

Vaya, sí que debía haber tenido cosas importantes que hacer. La muy egoísta
siempre pensaba era en ella y no se había condescendido un poco para conocer sobre mi
estado de salud.

— ¿Soñando despierta?—me preguntó y por un momento sentí que me estaban


dando un néctar con sal.
—No, estaba pensando en el trabajo que tengo desde ahora. Me imagino que como
esposa de Christopher soy una persona importante y los periodistas me acecharan todos
los días para conocer sobre mí, tú misma has dicho que están afuera del hospital para
conocer noticias. Realmente no sé cómo actuar frente a una situación tan difícil como esta.

Al oírme decir aquello, Ximena me miró pícaramente y sin disimulo sonrió.

— ¿Por qué sonríes?—le pregunté dudosa.

— ¿Te inquieta lo que diga la muchedumbre que está allá afuera esperando conocer
noticias sobre ti?—me preguntó con unos ojos rizones bastante iracundos.

—Sí, me preocupa—le fui lo suficientemente sincera— y más porque no sé nada de


lo que tengo que hacer ni decir delante de gente importante.

—Eso siempre ha sido así—me aseveró sin pestañear, después se levantó de la


camilla y camino algo lejos de mí —Tú no eres para nada sociable.

—Pero es que…— ¿Qué carajo le podía decir si tenía razón en todo lo que me decía?

—Sí, me imagino que te preocupa el no ser bien aceptada por los medios de
comunicación y el publico nacional e internacional; — se me llenaron los ojos de lágrimas
de solo oírla hablar así de mí, era demasiado intrigante— pero esas son las consecuencias
de haberte casado con alguien mejor y de mayor categoría que tú. Tú, hermanita no eres
suficiente mujer para un hombre como el príncipe. Pero, no te preocupes que los pocos
días de casada que tienes no es la gran cosota.

—Por lo que percibo, mi madre tuvo que haberte comentado que no puedo recordar
los últimos días de mi vida—le susurré conteniendo un mar de llanto que ya empezaba a
encaminarse por mis parpados, para disimularlos me levanté y caminé al contrario de ella.

—Sí, me relató todo el cuento y ¡vaya, que no me imaginé que el accidente te había
dejado un poco de neuronas!— expresó burlescamente y yo deseé sacarla de la
habitación—En este instante, pensé que ya te habías lanzado hacia el precipicio para
acabar con tu vida.

— ¡No digas frases tan crueles!— ¿Por qué no se iba del hospital? Yo no quería ese
tipo de visitas y menos viniendo de ella que era mi hermana; no podía creerlo pero
deseaba darle un par de nalgadas para que se callara y madurara de una buena vez.

—No son crueles, son la pura realidad—siguió con su mal genio diciendo palabras
bastante desalmadas— ¡Tú no combinas con la vida de princesa!—dijo palpando un
precioso collar que me habían enviado con un ramo de rosa blancas, unos niños de una
fundación llamada “Renacer”.

— ¡Por favor, no me trates así!—le grité llena de ira y le arranqué de las manos el
collar—Horita me siento tan asustada que creo que estoy peor que si recordara aunque
fuera parte de la realización de mi matrimonio con Christopher—coloqué el collar entre el
ramo de rosas.

—Yo diría que cada cosa que has hecho en el corto período de tu matrimonio has
sido un completo desastre—me dijo sin son ni ton casi que al oído— ¡Eres invisible e
inservible!— ¡Vaya, ya eran dos veces que escuchaba la palabra inservible en una oración
en ese largo día!

—No estoy de humor para estas cosas—me hice a un lado para no mirarla
directamente a los ojos.

— ¡Nunca debiste casarte con el príncipe Christopher!—me atajó y me apretó


fuertemente del brazo— ¡Eres muy poca cosa para él!

—Yo… ¡Me estás lastimando, Ximena! ¡Me duele!—le tenía miedo ¿Por qué iba a
negarlo? Esos ojos llenos de ira, envidia y odio me causaban terror. Bastante asustada me
solté de su agarre y me encaminé hacia la ventana.

—No sé por qué me tratas así—abrí la cortina queriendo tomar aire fresco, pero me
encontré con que los vidrios estaban sellados para evitar que se escapara el aire
acondicionado. Bueno, por lo menos tenía la vista de la gente aglomerada afuera del
edificio del hospital.

— ¡Tú lo sabes bien!—se echó a reír con nulidad y yo me volteé a verla— ¡Ese lugar
me pertenecía a mí y tú me lo robaste!

—Aunque, ahora que lo pienso chica…que te hayas casado con el príncipe


Christopher fue bueno porque me evitaste a mi ese horrible accidente—era una caradura
sin escrúpulos y mala hermana, me estaba haciendo mucho daño con sus palabrotas.

—Hermana…—bajé la voz entrecortadamente— ¡No me digas esas cosas!—le


supliqué.

— ¡Tienes que divorciarte de él!—me exigió con voz amenazante.

— ¿Qué?—ahora sí que Ximena estaba mal— ¿Te volviste loca?—le pregunté y


pensé en llamar a un especialista para que atendiera a Ximena. Ella no estaba para nada
cuerda.

— ¡Ya me arruinaste la vida a mí, no se la arruines a él, por favor!—me imploró


casi llorando.

— ¿Tú…tú estás enamorada de él? —no lo podía creer, ya eran demasiadas cosas
para mi pobre mentecita.

—Mira…hermanita— se sentó otra vez en la camilla y se cruzó de piernas—vamos


a empezar por el principio.
— ¿Y eso qué quiere decir?—lo lógico es que se empezara por el principio, o eso era
lo regular en las historias.

—Jamás, escúchame bien, jamás debiste casarte con el príncipe Christopher. —ya su
voz no sonaba tan terrorífica, ahora era su actuar pacifico el que me causaba más miedo—
Tú eres nada delante de mí que soy “genial”, un hombre tan guapo como él no se merece
una mujer como tú.

— ¿Y?—no podía demostrarle miedo ¡Por Dios, era mi hermana!

—Y… Emmanuelle te debe extrañar muchísimo. — ¡Pobre Emmanuel, en esa parte


Ximena tenía razón!—Él y tú son perfectos; estúpidos los dos. — ¡Oh rayos, siempre con
sus ofensas! — ¿Por qué no te divorcias del príncipe, regresas con Emmanuelle y nos dejas
al príncipe Christopher y a mí disfrutar de una vida llena de maravillosos momentos?

— ¡Qué cruel eres! ¿Entonces él también te ama a ti?— ¿Acaso ese patán tenía algún
tipo de amorío con mi hermana?

—Bueno, —dijo—hasta el momento el príncipe Christopher me ha tratado con


suma cordialidad; pero para mí eso quiere decir que le gusto.

—Las dos sabemos que eso no significa que le gustes— ¡Claro que sí! ¡Por supuesto
que sí! Mi hermana era la mujer perfecta para cualquier hombre; hermosa, seductora y
espectacularmente elegante.

— ¿Y qué crees que significa?—me preguntó poniéndose de pie y enfrentándome


con los brazos sobre las caderas.

— Si como dices te trata con cordialidad es por educación— Me mordí la lengua


¿Realmente le había dicho eso a Ximena?

— ¡No importa! —Hablaba como si yo realmente no le importara— A medida que


el príncipe Christopher me conozca más a fondo sé que como los demás hombres se
volverá loco por mí—si lo más seguro es que ocurriera así; pero nunca se lo iba a decir;
Ximena no me iba a arrebatar el poquito de orgullo que me quedaba.

—Odio esta manera ridícula que tienes de hacer las cosas—le murmuré.

—No son ridículas, son prácticas—se burló— Tú matrimonio fue un error, no


recuerdas al príncipe Christopher, Emmanuelle te extraña y yo quiero casarme con el
príncipe Christopher.

— No puedes tomarte la vida tan a la ligera—le dije y quise darle un golpe para que
reaccionara porque parecía estar en otro planeta paralelo. — ¿Te volviste loca?

—No, estoy siendo sincera—así estuviera loca ella nunca lo admitiría— la solución
para acabar con este martirio de matrimonio y que el príncipe Christopher y yo seamos
felices es que firmes un divorcio rápido y te vayas al infinito con Emmanuelle.
—Sí que te afectó todo esto—definitivamente Ximena estaba loca— ¿Estás segura de
que la que sufrió el accidente no fuiste tú y no yo?

— ¡Deja las boberías! —me expresó.

—No son boberías, me has dicho tantas cosas en esta visita que no sé qué decirte.

—Me vas a decir que te vas a divorciar del príncipe Christopher—concluyó—


¡Piénsalo, es por tu bien! El príncipe Christopher no te ama y conmigo él haría la mejor
pareja no solo del país, sino del mundo entero.

— ¡Ay hermana!—dije y al instante pensé que los caminos del señor sí que eran
misteriosos.

— ¿Y bueno, qué pretendes hacer?—me preguntó a calzón quitado— ¿Qué decisión


tomas? Emmanuelle va a estar contentísimo, tú volverás con él, el príncipe Christopher y
yo nos podremos casar y yo sabré manejar una vida como princesa y futura reina de la
república, cosa que tú ni volviendo a nacer lo lograrías.

—No sé, aún no lo sé —le expresé y me senté en la camilla; debido a que, ya no


aguantaba mi humanidad y ahora menos el cerebro— Si el accidente me fuera hecho
olvidar cosas tontas; pero estamos hablando de un matrimonio y yo no puedo tomar la
decisión sola, Christopher debe estar de acuerdo.

— ¿Quieres que te baje a la tierra?—se volvió a enfurecer— Tu matrimonio fue de


conveniencia porque yo estoy segura que de lo contrario jamás fueras abandonado al
pobre de Emmanuelle. Él te extraña muchísimo y está sufriendo; además, tú matrimonio
no existe.

—Ni me recuerdes esas cosas, —quería tanto echarme a llorar —me duele tanto el
haberle hecho daño a Emmanuelle igual que me duele el estar en un matrimonio sin amor.

— ¡Bueno, pues empieza por sanarle a Emmanuelle las heridas divorciándote y


hazme feliz a mí, tu hermana, dejándome al príncipe Christopher! —echa un manojo de
rabia, Ximena salió disparada de la habitación cerrando a su salida la puerta con un golpe
bien certero y ruidoso.

Yo no supe qué Diablos pensar de lo sucedido allí, o sea que Ximena estaba
enamorada de Christopher y yo estaba en su camino para conseguirlo; me iba a explotar la
cabeza. Me acosté en la cama dispuesta a relajarme y a no permitir que nadie más me
molestara por un buen rato y al rato me quedé dormida.

Cuando me desperté esa noche, recibí una excelente noticia que me hizo sentir muy
feliz; en pocas horas iba a estar de alta del hospital, sí prontamente iba a estar de vuelta a
mi casa, bueno, al palacio pero igualmente lejos de ese hospital
A medida que asimilaba la noticia, no dejaba de preguntarme ciertas cosas ¿Cómo
sería internamente el palacio? ¿Cuántas personas vivirían allí? ¿Sería una vida agradable
permanecer allí con Christopher? Esas y otras preguntas rondaban mi cabeza y cuando
amaneció el día siguiente no podía deducir cuantas horas había dormido realmente.

Aún se me hace increíble saber que eran las diez de la mañana del día siguiente
cuando me desperté, me había rendido al sueño a las siete del día anterior y no me había
despertado hasta que había oído las voces de personas que ya conocía. Eran mi madre y la
reina madre que estaban arreglando las cosas en maletas para adelantar con eso nuestra
marcha. No habían dejado que ningún sirviente las ayudara supuestamente para mantener
algo la privacidad y alejar los chismes de la realeza de esa situación por la que todos
estábamos pasando.

La cosa fue tan arreglada por ambas que mi mamita sin que yo pudiera
imaginármelo me ayudó a bañarme diciéndome que siempre podía contar con ella y la
reina madre llevó a la habitación a varias estilistas para que me arreglaran, pero sólo
cuando estaba segura que yo no iba a meter la pata hablando con ellas sobre mi pérdida de
memoria. En ese tiempo mi recién estrenado esposo no se asomó por allí el muy canalla.
Al parecer aún estaba furioso conmigo por lo de mi ex.

A las tres de la tarde de ese día aburridísimo, yo estaba solitaria en el dormitorio


cuando Christopher llegó, abrió la puerta y se quedó en stop cuando me vio de pie,
totalmente recuperada. Sí, ya yo había estado de pie y había caminado; pero los estilistas
me habían arreglando tan espectacularmente que ni yo misma me reconocía.

Al verlo, le sonreí contenta; él era tan guapo que me dejaba con la garganta seca de
solo verlo. Más el estúpido ese no me respondió la sonrisa con otra; en cambio, sus ojos
parecían tan alterados como el sol de verano ¡Qué miedo!

Tragué subyacentemente sintiendo la tensión que había en el aire. Era como ser una
naranja en un exprimidor con demasiada potencia. Mi recién estrenado esposo no había
pronunciado ni una sola palabra, pero su mirada reflejaba mucha rabia hacia mí.

— ¡Hola!—caminé dando pasos lentos hacia él— ¿Cómo estás?

— ¡Nada bien! Mira lo que los medios de comunicación sacaron—me mostró su


teléfono ultra moderno— No me quiero ver con un estúpido cornudo.

— ¿Qué te pasa ahora?—tomé el celular y le hice una leve ojeada.

—“La desaliñada nueva princesa Ashley fue visitada por su ex novio”—leí el


encabezado de la información en voz alta, sorprendida de que algo como la visita de
Emmanuelle fuera tan importante para los medios de comunicación, pero lo que más me
afectó fue que me catalogaran de “desaliñada”, o sea lo era, pero no para tanto.
—Él vino a visitarme al hospital y tú lo viste ¿Cuál es el problema?—hablé
conmocionada por lo absurdo de todo eso, pero a la vez satisfecha de ver a Christopher
sufriendo por aquello. O sabía por qué pero me daba gusto verlo actuar así. ¡Era bueno
verlo celoso de vez en cuando!

— ¡No actúes como si fuera una tontería!—me gritó quitándome el celular y


guardándolo en el bolsillo de su pantalón, para ello usó mucha fuerza al hacerlo sin tomar
en cuenta el cabestrillo que él todavía cargaba.

— ¡Tiene todo el derecho a venir aquí! —Quise hacerlo entender—Lo conozco


desde hace mucho tiempo. Ya hablamos ayer de eso.

— ¿Y crees que funciona conmigo que me lo vuelvas a repetir?—caminó furioso por


la habitación—Tú eres mi esposa y no debes dejar que la prensa te vea con alguien más.
Después el que queda como un idiota soy yo y no lo voy a permitir.

— ¿Y qué quieres que haga? —Me senté en la cama bastante agotada— ¿Quieres
que me encierre en una torre sin puertas ni ventanas y no trate a nadie? Lo siento, más me
temo que no quiero vivir como en una burbuja de cristal. Esto no es un cuento de terror.

— ¡La idea de la torre suena genial!—dijo pensativo—lástima que no se pueda


llevar a cabo.

—Suenas como un tirano—el muy malvado se estaba portando peor que un tirano;
más, no le podía decir la palabra en sí; ya que, no lo quería ofender—Pero tú no puedes
hacer nada en contra de mí, la prensa no te lo perdonaría.

—Te podría obligar a dejar de ver al retrasado ese—se acercó y se agachó hasta
ponerse de rodillas frente a mí—Eso no es nada para mí.

— ¿Estás bien?—no dejé que me cautivara con sus seductores ojos— ¿O te estás
volviendo loco?

—Loco estoy desde que te conocí—acercó su boca a la mía—tú me has vuelto loco.

—Perdóname un segundo—esquivé su boca y haciendo un mediano esfuerzo logré


levantarse y alejarme de él—pero necesito algo de aire.

— ¡Cállate esa charlatana boca! —se levantó echando humo—no me gusta que me
digan mentiras. ¿Por qué no dices claro que no te gusta que me acerque a ti?

— ¡Eso es mentira!—gemí en estado de shock.

— ¡No te creo!—se cruzó de brazos.

— ¡Apenas nos conocemos!—los ojos se me volvieron agua—Este matrimonio es lo


peor que nos pudo haber pasado a los dos.
— ¿Lo dices enserio?—me agarró fuertemente del brazo— ¡Ya no hay vuelta atrás!

—Me gustaría tanto…—quería decirle que tocarlo, abrirle el alma y descubrir sus
sentimientos; pero no lo hice; así que, temblando acerqué mi mano a su corazón que
palpitaba tan maravillosamente que sentí que me iba a desmayar—Me fuera encantado
que nuestro matrimonio se fuera realizado en otras circunstancias.

—Nunca me ha gustado que me toquen el corazón ¡Eso es un signo de debilidad!—


me quitó odiosamente la mano de su pecho— ¡No lo vuelvas a hacer!

— ¿Entonces, qué es lo que quieres?—hablé respirando toscamente y sintiendo un


pulso frenético en el lado del corazón— ¿Qué clase de ser humano eres? Si ahora resulta
que ni siquiera tengo el derecho a expresarte lo que pienso y siento a ti que eres mi dizque
esposo.

—Soy egoísta, puedes empezar por ahí— me apretó la mano con rabia—te doy la
razón de que soy un mal ser humano.

— ¡Qué bien! ¡Buena suerte en tu vida!—luché para zafarse de su apretón—


¡Suéltame!

—No, hasta que me des un beso—se limitó a decirme y yo lo miré en ascuas—


¡Bésame Ashley!

— ¡No sueñes con eso!—me intenté soltar nuevamente.

—Tú me perteneces completica—y me arrimó con fuerza hacia él—y si te pido un


beso me lo tienes que dar.

—Yo no te amo—cerré la boca fuertemente por si intentaba robarse un beso.

—Yo te esperaré hasta que aceptes que me amas—me soltó y caminó hacia la salida.

—Me vas a hacer llorar—quise darle donde más le dolía: el orgullo— Te vas a
quedar esperando toda la vida.

—No me importa—sus ojos se veía tan apasionados; así que decidí no mirarlo más;
puesto que, la atracción que sentía por él no me gustaba.

—Tengo hambre—cambió velozmente el tema de la conversación—por lo que voy a


un restaurant a ver qué consigo de comida.

— ¿No te vas a despedir?—mi voz sonó como una súplica.

— ¿Eso crees?—caminó hacia donde estaba yo y me dio un suave y sumiso beso en


la curva que poseía entre el cuello y el hombro.

—Ha sido maravilloso charlar contigo—expresó cuando por fin pudo hablar—pero
no me puedo quedar más tiempo aquí; además después de comer debo encargarme de
algunos periodistas que se encargan de inventar noticias sensacionalistas sobre el petardo
ese, tú, y yo.

Finalmente, dio medio vuelta para marcharse, pero en ese momento, entro la reina
madre y mi mamá.

— ¡Ya nos vamos!—dijo la reina madre muy contenta— ¡Mi niña el médico acaba de
firmar la orden de salida!

Yo me quedé en un estado casi impensable. Ni siquiera digería lo que me había


dicho la reina madre, sino que estaba pensando en que no sabía por qué había actuado tan
debilucha ante Christopher y revisando ese cuarto no podía negar que me gustaba que él
fuera roto el periódico, aún cuando los pedazos estuvieran todavía tirados en el suelo.

— ¿Lo dices en serio madre?—dijo Christopher porque a leguas se le notaba que


estaba bastante obstinado de estar allí, de lo que estaba pasando, pero sobre todo de mí.

—Por supuesto, yo jamás mentiría con algo tan grave—la reina madre habló con
pericia y viéndome directamente a los ojos comprendí que sí era verdad, ¡Ya estaba por fin
de alta! ¡Aleluya!

—Bueno, ahora mismo debemos llamar a los de seguridad—dijo Christopher—No


quiero que algo peor de lo que salió en la prensa hoy, salga publicado.

— ¿A los de seguridad?—le pregunté un poco asustada—Es que… ¿Acaso piensas


meterme presa?

— ¡Menuda mujer que eres!— Christopher se cruzó de brazos bastante molesto—


¡Eres imposible!

— ¡Hija!—mi mamá me tomó del brazo—El cuerpo de seguridad es para que todos
podamos salir de aquí sin que pase algo malo. Afuera hay una multitud de periodistas
queriendo lucrarse con la noticia que salió publicada hoy en la prensa y es posible que
quieran aprovechar el momento de tu salida para conseguir nueva información.

— ¡Ah!—por fin entendí, no era que yo fuera bruta o tonta, sino que estaba tan
nueva en todo esto de la realeza; que cualquier cosa que dijera, hiciera o pensara podía
traer consecuencias negativas para todo el reino; en cambio, Christopher se veía tan seguro
de sí mismo, incluso ahora que se comunicaba por teléfono con el jefe de seguridad para
que se acercara a la habitación, que yo me sentía bastante inferior a él.

Tenía que admitirlo, él era un hombre en todo el sentido de la palabra. Era


obstinado, guapo y brillante; demostraba poder e incluso aunque a veces la gente le
temiera. El miedo que hacía sentir bien que valía la pena; ya que poder ver esos ojos
llameantes como dragones era espectacular.
— ¿Y cuál es el plan?—le pregunté cuando ya había cortado la llamada— ¿Qué va a
pasar conmigo?

—Tenía pensado sacarte por la habitación trasera del hospital— Christopher me


dijo sin ton ni son—La reina madre y tu madre salen con los del cuerpo de seguridad por
la puerta de adelante, en tanto, nosotros escapamos por detrás, así cuando los periodistas
crean que tú vas con ellas, nosotros estamos montándonos en un pequeño carro que
compré exclusivamente para nuestra huida y así nadie nos verá.

— ¿Qué?—la reina madre habló bastante perturbada— ¡Estás loco! Ni que fuera
una delincuente. ¡Estás hablando de la princesa de este país, no de cualquier mujer! No la
puedes tratar como la gente común y corriente.

— ¿Y qué más quieres que haga?— Christopher le gritó horriblemente a su madre—


¡No tenemos otra opción! — Él de verdad que se veía entre la espada y la pared y todo por
mi culpa, por ser tan mensa y permitir que mi ex me viniera a visitarme al hospital. Ahora
todos estaban hablando mal de él y la tranquilidad de la familia estaba hirviendo.

—Podemos pensar una idea mejor para que los periodistas no los molesten—la
reina madre estaba tratando de que Christopher se calmara porque lo cierto es que parecía
una bomba a punto de estallar.

— ¡No! ¡No!— Christopher gritó nuevamente—No voy a permitir que la prensa nos
haga puré, y eso es lo que va a pasar si Ashley pasa por el camino rodeado de
periodistas.

—Pero…es que sacarla por la parte de atrás…es indigno—la reina madre estaba
angustiada, en cambio mi mamá ni siquiera daba una opinión del tema como aporte.

—Yo…—decidí que lo que yo debía hacer era tomar mi propia decisión, la cual
fuera la mejor para todos. Aunque a la reina madre le doliera, debía ayudar a Christopher
porque bueno o malo, él era mi esposo.

—Yo…voy a ir con Christopher—susurré casi llorando, el problema para mí no era


que fuera por la parte trasera del hospital; ya que, yo era igual que las demás personas del
universo y no me consideraba mejor, sino que, me sentía culpable de ver que Christopher
y la reina madre estaban discutiendo por mi culpa.

— ¿Qué? ¿Te volviste loca?—ahora era la reina madre la que había gritado, estaba
sorprendida y yo era la culpable.

—Que voy a ir con Christopher—le respondí retraída—Creo que su idea es muy


buena y nos conviene a todos; además, no me siento nada preparada como para que una
multitud de periodistas me caigan encima para hacerme preguntas.

— ¿Estás segura, mi niña?—la voz de la reina madre sonaba bastante preocupada—


Podemos inventarnos cualquier otra cosa, si debo eliminar la libertad de prensa…
—No, por supuesto que no—le dije a la reina madre—si una cosa me caracteriza es
que creo en los derechos de las personas y las sociedades, no se pueden cambiar las cosas a
mi conveniencia. Los periodistas tienen derecho a hacer sus entrevistas, pero yo no me
creo capaz de saberlas responder.

— ¡Mi niña!—me acarició la mejilla bastante agasajada de mi decisión.

— ¡Oh, vamos! ¿Sí?— Christopher interrumpió el dulce momento, con sus palabras
bastante obstinadas—Si Ashley y yo vamos a salir por la parte de atrás, no podemos andar
perdiendo tanto tiempo.

En pocos minutos, Christopher y yo estábamos rodeados de varios integrantes del


cuerpo de seguridad y la reina madre y mi mamá solo por diez integrantes del mismo.
Salimos de la habitación al unísono, pero ellos se dirigieron a la derecha y nosotros a la
izquierda. Ni siquiera tomamos el ascensor, sino que nos fuimos pausadamente por las
escaleras.

En poco tiempo, llegamos a la puerta trasera y Christopher y yo nos montamos en


el auto que él había comprado. La verdad es que salir por la parte trasera del hospital para
evitar los periodistas me parecía lo mejor, no me tenía que molestar con los periodistas y
eso me daba paz.

Christopher con su mano sana encendió el auto y justo cuando partíamos pude
notar una manada de periodistas encima de nosotros, creo que se dieron cuenta de que
íbamos en el auto porque rápidamente comenzaron a tomarnos fotos y a hacer preguntas
que no pude escuchar porque los vidrios del carro nos protegían.

Christopher supo como liberarnos del peligro porque haciendo un gran esfuerzo
logró sacar el automóvil del estacionamiento del hospital y tomamos la autopista. Eso sí,
sin dirigirnos la palabra uno al otro. Era irónicamente incomodo no poder hablar con él.

A los diez minutos llegamos al palacio en el carro y yo temblé de incertidumbre. No


sabía nada de este lugar, esos aterradores recuerdos que mi mente se oponía a recordar me
hacían dudar si realmente yo podría servir para ser princesa.

—Estás muy callada— Christopher detuvo el carro y dirigió su mirada misteriosa a


mí.

— ¡Quiero volver a casa!—hice pucheros, mientras una lagrima chismosa recorría


mi mejilla derecha.

— ¡Ya estás en casa!—me dijo y su mirada se puso muy agresiva, esos hermosos
ojos tentadores eran capaces de volver loca a cualquier mujer y en ese momento deseé
poder recordar los pocos momentos que habíamos pasado juntos.
—Ay, Dios mío…—susurré—No pensé que esto iba a ser tan difícil—y dirigí mi
mirada hacia las personas que estaban afuera, unos más elegantes que otros, todos se
veían tan perfectos y superiores que sentí pavor de salir del auto.

— ¿Estás preparada?—él se quitó el cinturón de seguridad y luego me quitó el mío;


pero yo no le contesté; preferí guardarme mis cosas para cuando estuviera solitaria.

— ¿No me vas a responder?—me miró con ardor a los ojos y yo tirité, podía ser tan
fácil dejarme llevar por el momento y besarlo; pero, no, no lo iba a hacer, en cambio,
esquivé la mirada hacia la ventana

—Ya te lo he dicho, nunca estaré preparada para nada de esto—murmuré tratando


de contener la calma y parecer más segura de mi misma— ¿Y cuál es el plan?—le pregunté
queriendo mantener una conversación más trivial.

—No hay ningún plan, ni tiene por qué haberlo; sólo actúa normal—Se separó de
mí y respiró profundamente, ¡vaya, sí que le estaba dando dolores de cabeza! — No vamos
a caernos a cuento, Ashley; dime francamente ¿Qué te preocupa?

—Pues…todo—me puse muy nerviosa—Yo pensé que me ibas a ayudar a


presentarme, no que me ibas a decir que actuara normal. Eso no puede ser, yo soy
demasiado tonta y voy a meter la mata ¡Por favor, no me hagas salir del auto!

— ¿Ahora estás en crisis nerviosa?— me interrogó todo consecuente—Ashley esto


es brillante, muy brillante, demasiado brillante—parecía divertido con lo que le estaba
pasando— ¡No lo puedo creer! Yo no puedo darte clases de cómo actuar como una
princesa frente a la gente ¡Metete eso en la cabeza!

— ¿Me estás mintiendo, cierto?—la incredulidad me estaba atacando a puñaladas,


Christopher no podía ser tan duro—Yo no puedo sencillamente llegar al palacio y
aparentar ser una princesa; no tengo la fuerza para hacerlo; además, en las novelas los
principes ayudan a las princesas.

— ¿Qué quieres que salga, me vista de mujer a y simule ser una señora elegante y
moderna?—se mofó usando una voz tan áspera que por un segundo pensé que él estaba
intentando intimidarme más, de lo que yo ya estaba—Soy un hombre, Ashley, y no
cualquiera sino un príncipe—se miró en el espejo del retrovisor—No puedo rebajarme al
nivel de un actor de telenovelas.

— ¿Y si… y si todo esto no funciona?—le pregunté con voz cortante.

— ¡No me importa!—me gritó bastante alterado y por lo visto suficientemente


obstinado de mis miedos—No me importa que hagas el ridículo, no me importa que te de
vergüenza, no me importa que no sepas qué vas a hacer, lo único que sé es que en este
momento vas a salir del auto, saludar a todos y ser mi esposa ¿Me expliqué bien?
Le afirmé con la mirada que sí, en tanto, entrecerraba los ojos para evitar que las
lágrimas brotaran de mis ojos y Christopher las descubriera. Yo estaba debilísima, mi
cuerpo aún permanecía agotado del trajín de los últimos días y la piel se me erizaba de
sólo pensar que en cuestión de segundos una nueva vida me esperaba. Entonces,
Christopher se dispuso a abrir la puerta del auto y un aura de desconcierto se apoderó del
ambiente.

—No, espera —Lo detuve apresuradamente.

— ¿Estás tan avergonzada de ti misma?— Me susurró al oído y eso me hizo pensar


que él podía por lo menos ponerse una sola vez en mis zapatos y que algo de corazón
bueno debía de tener ese canalla guardado por ahí, si sólo…

— ¿O es que estás aterrorizada de tu nueva vida?—se alejó de mí y me lanzó como


flash esa nueva crítica malvada y eso me hizo entender que yo me encontraba de miles de
maneras nada positivas; avergonzada sí, aterrorizada también; pero con Christopher a mi
lado todo iba a ser peor.

—La gente puede esperar por ti toda la vida—se acomodó su lujosa corbata—Yo no
estoy dispuesto a hacerlo.

—Pedante—murmuré entre los dientes y él alcanzó a oírme.

—Ya somos dos— replicó.

Y yo lo odié por segundos que parecieron eternos, el muy vil podía ser súper guapo
pero eso no lo salvaba de ser uno de los hombres más canallas que hasta ahora había
conocido. ¿Es que qué le costaba ayudarme aunque fuera sólo por ese único día?

—Esto no va a funcionar—sentía un frío en el estomago que me estaba ahogando—


estoy muy mal y no voy a saber manejar la situación, si por lo menos recordara algo de lo
que va de este matrimonio.

—Vamos a hacer algo—cerró la puerta del auto y volvió a mirarse en el retrovisor—


esperemos unos minutos aquí para que te calmes, creo que eso te va a ayudar a relajarte.

Christopher y yo permanecimos en silencio por varios minutos, en el intervalo de


ellos llegó la limusina real trayendo en ella a la reina madre, a mi mamá, a mi hermana y a
algunos señores importantes que estaban en el centro médico.

Eso me hizo sentir mayor pavor, yo no era lo suficientemente sofisticada como para
actuar bien delante de tanta gente tan importante. Yo no me merecía respirar su mismo
aire. Mi aire era sucio y artificial, el de ellos era amargo y exitoso.

— ¿Mejor?—oí preguntar a Christopher y eso me hizo tragar fuertemente.


— ¡Pues claro que no!—le grité nerviosa y lo empujé lejos de mí golpeándolo como
niña. Le di un golpe en el brazo derecho y otro en el pecho y éste último sí pareció dolerle
porque gimió.

— ¡Estás histérica!—sujetándome fuertemente de las manos, intentó evitar que yo


no lo siguiera golpeando—Mejor dicho sigues histérica— ¡Madura chica!

Y esas palabras me hicieron detenerme.

— ¿Qué quiere decir eso?—bajé los brazos y lo miré con odio, este hombre sí que
sabía cómo humillar a una mujer.

—Lo que interpretaste—se acomodó en el asiento del auto y en ningún momento


bajó la guardia ante mí, se le notaba a leguas que no le había gustado mi accionar de hace
un momento.

—No me alegro de oír que me llamas histérica—rezongué—eso es casi como


decirme que estoy loca.

— ¡Ni hablar!—se relajó al notar que nuevamente yo no iba a intentar golpearlo.

— ¡No es mentira!—me crucé de brazos como niña malcriada; tratando de que él


echara hacia atrás lo de haberme llamado histérica; no obstante, dejé esa tontería cuando
entendí que Christopher jamás me pediría disculpas ni se retractaría de lo que me había
dicho.

—No, claro que no—me agarró suavemente de los brazos y me los soltó, al parecer
no le gustaba verme de brazos cruzados.

Afuera, la reina madre parecía angustiada de ver que no salíamos del auto. ¡Vaya
impresión que yo estaba dando! ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

—Yo te ayudaré a manejar la situación ¿Quieres?— me dijo Christopher, lo que me


hizo abrir los ojos de par en par, yo no podía creer lo que estaba escuchando, el muy
infame tenía un corazón chiquitito a pesar de todo.

— Entiende Ashley, no podemos durar todo el día aquí esperando que tú te


calmes—él me expresó dulcemente y a mí me latía fuertemente el corazón al percibirlo tan
blando ante mí—La realeza no es cuestión de superioridad y de vestirse bien, sino de
saber manejar un país y yo sé que más temprano que tarde, tú vas a saber hacerlo.

—Mira quien me viene a decir todo esto un hombre guapísimo, bien portado y
vestido, elegante y con una enorme superioridad—le dije sin detenerme a reflexionar,
cosa de la que me arrepentí velozmente ¿Le había dicho bien portado, elegante y superior
en una misma oración? ¡Estaba loca!
Christopher me escuchó sonriente y eso me hizo sonrojarme ¿Cómo yo me había
atrevido a halagarlo tan de frente sabiendo lo cretino que se comportaba la mayoría de las
veces? Ahora a calarme mi buen baño de agua fría por sapa.

—Típico de una mujer—se colocó relajado las manos en la cabeza y luego las estiró
acicaladamente, obviando con toda la intensión mis halagos anteriores— ¿Son todas las
demás tan tercas como tú? Yo voy a ayudarte y sé que lo vas a hacer muy bien porque eres
una mujer súper inteligente, maravillosa y especial; así que ten calma.

— ¿Lo dices en serio?—le pregunté suspirando.

— ¿Acaso soy un hombre mentiroso?—me preguntó y yo no le respondí,


Christopher era uno de los mejores hombres que había tenido la oportunidad de conocer y
estaba segura que era incapaz de mentir.

Christopher abrió la puerta y se dispuso a salir, pero yo lo detuve; “muy en el


fondo” era un hombre bueno.

—Gracias por tu voto de confianza—le dije y él sonrió.

—Es el momento de salir, princesa—salió del auto y le dio señales a unos


empleados del palacio para que abriera la puerta de mi lado. Un tipo alto de bigotes fue el
que cumplió esta labor. Muy asustada, yo salí del vehículo y tragando fuertemente sentí
que se abría un universo nuevo para mi vida.

Christopher caminó hacia mí y tomándome del brazo me llevó de su lado hacia las
personas que gustosamente nos esperaban. Estaba la reina madre, mi mamá, mi hermana
Ximena, el duque y algunos empleados que mostraban su alegría de vernos llegar, al fin.

— ¡Bienvenida, Ashley!—la reina madre fue la primera en saltar sobre mí y


abrazarme— ¡Se me hizo eterna esperar tu llegada!

—Yo…—no sabía qué decirle, toda esta situación me ponía muy nerviosa.

— ¡Madre, déjala respirar!— la voz de Christopher ordenando a su mamá, me dejó


como estatua, la pobre reina madre me soltó algo refunfuñona pero le hizo caso al pedido
de su hijo.

— ¡Hija mía, qué gusto que estés aquí!—mi mamá se acercó a mí y me dio un beso
hipócrita en la mejilla, qué rabia saber que como ya el accidente había pasado, ella
comenzaba otra vez a tratarme distante.

Por lo menos, los empleados sí parecían estar gustosos de verme llegar; con alegría
y en coro todos me dijeron:

— ¡Es un gusto tenerla de nuevo aquí, su alteza!


Esas palabras me hicieron sentirme nerviosa y algo triste; para ellos parecía todo un
gusto el verme llegar y yo no recordaba nada. Los ojos se me aguaron de la emoción y
tragué perturbada para no echarme a llorar como una Magdalena.

— ¿Sucede algo?— Christopher me preguntó y por lo que pude juzgar él era el


único que notó mi dolor— ¿En qué estás pensando?

—Yo…—susurré y la voz me sonaba bastante entrecortada—Yo estoy nerviosa de


estar aquí. No sé cómo actuar frente a todos ellos.

— Tú llegada es todo un acontecimiento—me expresó y yo lo escuché tratando de


ignorar a la gente que frente a mí me decía diversas cosas.

—Para mí es una pesadilla—simplifiqué y Christopher me besó la mejilla en forma


de apoyo.

—Me gusta que seas tan directa—dijo y haciéndole señales a algunos empleados,
estos le afirmaron que sí a una pregunta que yo no había logrado entender.

—Yo soy directa, pero parece que tú no lo eres—le expresé sabiendo que me
ocultaba algo— ¿Vas a empezar escondiéndome cosas?

—No te creas historias inventadas—me tomó de la mano y me encaminó hacia


adentro del palacio, la reina madre, el duque, Ximena y mi mamá caminaron a nuestro
lado—Yo le estaba preguntando a los empleados que si habían preparado tu dormitorio.
Creo que es el momento perfecto para que descanses. No te estoy escondiendo nada malo.

— No quise decir eso...—le expresé bastante nerviosa, tontamente había dudado de


lo que le estaba comunicando al empleado y había pensado que mi príncipe estaba
tramando algo diabólico.

—Simplezas, nada más que simplezas—se burló de mí y con esas últimas palabras
me dio la bienvenida al palacio.

Este lugar por dentro era maravilloso y hermoso. Estaba lleno de elegancia y
majestuosidad y de verdad que me dejó con la boca abierta. Había centenares de
habitaciones, escaleras, salones, adornos, sitios de relax y muchísimo más. Los empleados
caminaban de un lugar a otro y después de hacer reverencia seguían su camino.

Yo no podía creer que una mujer tan simple como yo fuera ahora una princesa que
tuviera que vivir en ese espectacular palacio. Las piernas me temblaban y sentía pavor de
caerme al suelo de la impresión y el sobresalto.

— ¡Su alteza!—de repente llegó un hombre súper bien vestido a saludarme.

— ¿Alt... alteza?—tartamudeé sin saber qué decirle ni cómo actuar frente a ese
desconocido ¿Quién era?
—Sí, su alteza—se echó a reír y maravillado me dio un beso en la mejilla— ¿Cómo
está? Parece perdida.

— ¿Perdida? ¿Quién yo?—dudé nerviosa de que ese tipo hubiese descubierto mi


pérdida de memoria —No, lo que pasa es que me ha asustado ¿Cómo está usted?

—Supongo que estoy bien—actuó inseguro, ciertamente mi accionar tan


desorientado, despistado y confundido lo estaba poniendo loco, alrededor de Christopher,
de el sujeto desconocido y de mí, seguían callados el duque, mi mamá, la reina madre y mi
hermana.

— ¡Ah, qué… bueno! —le sonreí y sentí como mi labio superior tiritaba del miedo
de verme descubierta.

— ¡Disimula, mula!— Christopher me susurró al oído para tratar de calmarme; pero


yo no podía evitar averiguar saber quién era él.

— ¿Y usted es?—le pregunté y el susodicho me miró con rasgos de incertidumbre.

—Soy el ministro de Asuntos Públicos—me respondió después de unos minutos en


silencio; en los cuales llegué a creer que nunca me contestaría— ¿No se acuerda de mí?

—Yo…— ¿Qué le podía decir a ese tal ministro de Asuntos Públicos? Ni yo sabía
bien cómo mi vida había cambiado en tan pocos días. Gracias a Dios Christopher supo
como desenredarme de esa telaraña porque a tiempo intervino en esa satánica situación.

—Estamos cansados—me abrazó orgulloso y me llevó con él—necesitamos


descansar.

—Pero…—fue lo único que pude oír del tal ministro; ya que, Christopher hizo
como si no lo fuera escuchado. Me encaminó hacia unas enormes escaleras y sin esperar a
que el resto de la gente aprobara su actitud odiosa, me hizo subir con él y me llevó hasta
un dormitorio.

Ambos entramos a ese cuarto bastante nerviosos, bueno, yo más que él; ya que, me
sentía aterrorizada de la nueva vida que tendría que vivir, tan cómoda y elegante. El ver la
habitación llena de confort igual que el resto del palacio me hacía trepidar. Yo estaba a
punto de desmayarse; ya que, como mujer pobre no recordaba haber estado en un
dormitorio tan maravilloso y por lo visto esa iba a ser la primera vez, al menos que
recordara.

La habitación era enorme y tenía de todo lo que alguien pudiera pensar. Una cama
inmensamente grande, varios closets, armarios, almacenes y oficinas, una biblioteca, un
acuario gigante, una chimenea de mármol que daba un clima acogedor, televisores de
pantalla gigante de última generación en una sala de cine privada para el príncipe, un
gran baño con Jacuzzi doble, dos cuartos de vestir enormes, un coffee bar, dos espacios
para bañarse, una ducha con vapor de doble acceso, paso a una terraza privada con
Jacuzzi, una escalera para bajar a la piscina exterior, adornos, piezas ornamentales y otras
cosas.

El dormitorio en sí era puro lujo y prosperidad al igual que todo el palacio y eso me
tenía impactada; no sabía si realmente yo estaba soñando, pero ciertamente se me iba
hacer bien difícil despertar de toda esa hermosura propia de mi nueva vida.

—Esta es tu habitación— Christopher me sacó de mi reflexión—ya la conocías, pero


como no te recuerdas te la presento.

—Yo estoy…—realmente el hablar tartamuda ya me estaba molestando—Yo estoy


contenta de estar aquí ¡Gracias!

—Aún no me las des, — Christopher me hizo con la boca una media risa—primero
tienes que conocer el lugar a ver si te gusta.

— ¡Claro que me gusta! —le sonreí—Además, estaría encantada de que me hicieras


un tour por todo el lugar.

—Hoy no…—respiró bastante agotado—creo que lo mejor es que te adaptes a tu


dormitorio, te acuestes, descanses y bueno, mañana te enseñaré todo. Yo tengo que ir a
ciertas reuniones que tengo pendiente.

—Si tú lo dices…—vacilé, el no recordar la totalidad del palacio me pareció algo


perturbador; sobre todo si este era mi supuesto hogar.

— ¡Quiero que descanses!—me pidió— y si mi madre viene a decirte que si quieres


participar en una fiesta, te suplico que le digas que no.

— ¿Y eso qué quiere decir?— Christopher me estaba confundiendo muchísimo—


¡No entiendo!

—Mi madre tenía planificado hacer una fiesta esta noche en tu honor— Christopher
me intentó explicar y yo lo escuché atentamente, esas eran cosas que necesitaba saber—
Ella quería celebrar que te habían dado de alta del hospital; pero le dije que mejor no, no
creo que estés en condiciones de pasar una noche trasnochándote y atendiendo a un
montón de gente.

— ¡Está bien!—le dije y el medio sonrió— ¡Gracias por ayudarme a enfrentarme a


todo esto!—el me afirmó con la mirada como queriendo decirme que siempre podía contar
con él; entonces, yo me di media vuelta y me arrojé contentísima en la gran cama— ¡Estoy
feliz! —grité y escuché como Christopher se echaba a reír; a continuación, dio media
vuelta y salió de mi dormitorio.

Y allí permanecí por varias horas en las que me bañé, me vestí, comí, dormí, vi una
película llamada “No te pierdas”, me enteré por una empleada que desde que yo me había
casado mi madre y Ximena habían ocupado dos de las habitaciones principales para
quedarse allí viviendo y sobre todo, pude percibir las noticias que circulaban en internet
sobre mi retorno al palacio.

Eran ya las 10:30 pm cuando Christopher abrió la puerta de la habitación y entró; yo


lo miré perturbada y después el muy canalla cerró la puerta quedándose adentro. Yo
estaba bastante insegura y perturbada de verlo tan cerca de mí otra vez, mi loco corazón
no sabía qué pensar. Él estaba allí cubierto con una bata blanca amarrada al abdomen y yo
estaba tiritando de algo que podría interpretarse como deseo de verlo casi desnudo.

¿Pero, qué carajo hacía en esa habitación? ¿No estaría pensando en dormir
conmigo? Eso no estaba bien, yo no me acordaba de nada de mi relación con él y el pasar
la noche cerca de un sujeto tan perfecto y a la vez tan lejano a mí, me daba mucho pánico.

— ¿Qué haces aquí?—no dudé en preguntarle, aunque mi voz sonó bastante


perturbada— ¿Por qué viniste aquí?

—La suite real es para los dos—se quitó las pantuflas y caminó cerca de mí— ¿Por
qué te parece extraño que venga a dormir aquí? Me bañé en otra habitación para no
molestarte, pero ahora vengo porque tengo sueño y quiero dormir.

— ¿Estás diciendo que vas a pasar la noche aquí?—lo enfrenté fingiendo que no
notaba su alto grado de desnudez, tenía esa bata y seguro que debajo de ella nada— ¿Y
dónde voy a dormir yo?

— ¡No te hagas la inocente!—volvió a sonreír y eso fue algo que me pareció


sorprendente; puesto que, por años el mundo del espectáculo y la política habían hecho
hincapié en su incapacidad de sonreír y conmigo, ya lo había hecho varias veces—Estoy
diciendo que vengo a dormir en “nuestra habitación”, contigo. Lo que pasa es que no te
acuerdas de que eso era parte de nuestro “matrimonio”.

— ¿A qué estás jugando?—pregunté hecha un manojo de nervios, no podía creer


que fuera tan maligno como para obligarme a acostarme con él cuando apenas había
salido del hospital— ¡Eso que estás diciendo es absurdo! Además, no puedes entender que
no recuerdo nada, todo esto es nuevo para mí, no puedes dormir esta noche conmigo. ¡No
estoy preparada aún!

— ¿Y entonces, qué crees que hago esta noche aquí?—se quitó con sumo cuidado
un reloj que cargaba en la muñeca y lo puso en la peinadora—Vengo a dormir contigo.

— ¿Por qué haces esto?—mi voz sonó como un torbellino de miedo, las manos me
sudaban y dudé que todo esto fuera porque Christopher quisiera cuidar de mí—En el
hospital no me dijiste que algo como esto iba a suceder esta noche. Además, no veo
necesaria la razón de que tengas que dormir casi desnudo ¡Estoy súper nerviosa!
— ¡Lo siento! —dijo con voz gutural—no vi obligatorio el contarte estas cosas, pero
vez ya las descubriste. Debemos dormir juntos porque somos un matrimonio, sino la gente
comenzaría a pensar cosas malas de ti y de mí.

— Esto no tiene ningún sentido —Mi voz fue apenas un susurro— ¿Acaso me odias
tanto como para obligarme a dormir contigo?

—No entiendes nada—intentó acercarse a mí, pero yo le puse una mano de alto, no
deseaba que me sedujera para llevarme a la cama y si ese bastardo lo intentaba,
seguramente yo terminaría cediendo a su encanto. ¡Es que era guapísimo!

— ¿Y tú?—le grité a leguas desesperada— ¿Por qué tienes que hacer todo tan difícil
para mí? ¿Es tan necesario que duermas en bata cuando yo no recuerdo nada de nuestro
matrimonio?

—No, no es de necesaria obligación lo de dormir con bata; —sus ojos oscuros,


ariscos y siniestros buscaban intimidarme con su clara observación de mi cuerpo—sin
embargo, ahora lo estoy haciendo y es por ti; para tranquilizarte y que no te sientas
incomoda; ya que siempre he dormido en bóxer nada más o completamente desnudo y
esta noche no quiero asustarte durmiendo casi desnudo o desnudo.

—No estoy acostumbrado a dormir con tanta tela encima—continuó y a medida


que yo escuchaba esas palabras tan bruscas, sentía que la noche me iba a parecer bien
larga—Si estoy durmiendo con bata es para que no te sientas cohibida, pero, eso no quiere
decir que voy a dormir en otra habitación, no me puedes obligar a abandonar nuestra
habitación.

Al escucharlo hablar mostrando ese brillo seductor en los ojos, yo me quedé


pensativa, imaginármelo durmiendo casi desnudo durante toda su vida no era algo muy
cómodo para mí. Christopher era todo un hombre, inmensamente guapo, seductor,
inteligente y millonario.

—En fin—estiró su cuerpo perezosamente, dio media vuelta y se sentó nuevamente


en la cama; realmente, él se veía bastante agotado y sé merecía el poder descansar—se está
más cómodo dormir ligero de ropa y ahora no lo estoy. Con esta bata me siento extraño,
pero estoy haciendo ese sacrificio por ti.

— ¡Vaya que drama!—me crucé de brazos y caminé lejos de él.

—El drama lo tienes tú—se levantó otra vez de la cama furioso y me gritó;
realmente que este hombre tenía su carácter—estoy en bata y dices que estoy casi
desnudo.

— ¡Insoportable!—ahora fue mi turno de gritarle, yo haría cualquier cosa con tal de


no mostrarme intimidada por su mal carácter— ¿Por qué no puedes usar un pijama con
más tela?
—Porque no me gusta tanta tela para dormir, quita sensaciones de la piel— ¡Oh,
vaya! Qué locura estaba diciendo mi príncipe, y yo no podía dejar de sentirme
empequeñecida cada vez que el apenas movía la boca para hablar.

— ¡Tú también debería probar dormir en bikinis para ver si así te vuelves más
sensible!—mis mejillas se sonrojaron al escucharlo y deseé poder dejar a un lado esa parte
de la desnudes fuera de la conversación.

— ¡Eres un cerdo!—vociferé— Es que no lo logro entender ¿Por qué debes dormir


casi desnudo?—le pregunté intentando contener mi rabia— ¡Eres un cínico! ¿Acaso te
cuesta tanto ponerte algo de ropa encima?—cuando terminé de decir esa frase y vi que
Christopher se había puesto serio, entendí que me estaba dirigiendo muy grosera hacia
él— ¿Te has ofendido con mis palabras?

—Siento que me vas a volver loco—dijo y posteriormente caminó velozmente hacia


el cuarto de vestir, allí abrió un closet y buscó ropa para él; yo en tanto, lo esperaba afuera.
Al cabo de unos diez minutos regresó a la habitación vestido con ropa diaria; después se
acostó en su lugar en la cama, tomó una de las inmensas cobijas que cubrían la cama y se
cubrió con ella dispuesto a dormir.

— ¿Por qué?—le pregunté sintiendo algo de pena por él por como lo había tratado
hacia unos minutos ¿Realmente él se lo merecía?— ¿Por qué sientes que te voy a volver
loco? —no pude dejar de preguntarle.

—Por nada—me dio la espalda— ¡Ah! Y no te preocupes, no me voy a aprovechar


de ti.

— ¿Podrías hacerlo?—sentía correr fuego por mis venas, nuevamente mis


pensamientos se fueron a imaginarme a él y a mí haciendo el amor ¡Esto era una locura!—
¿Eres capaz de…atacarme?—le sonsaqué nerviosa.

—Aún no he sido capaz—su voz sonó como angustiada—y mira que oportunidades
han sobrado.

— ¿Tú y yo no…? —no pude evitar inquirirle. ¿Acaso él y yo no…?

—No—negó sin voltearse a mirarme—No fuiste mía, si eso es lo que quieres saber.

— ¿Aún sigo siendo virgen? — Christopher captó la alegría que se hizo presente en
mi voz, ¡Esa noticia era maravillosa!— ¡Estupendo! ¡Eso es fantástico!

—Eres virgen porque te lo permití, no por falta de ganas tuyas y mías—


Christopher aplaudió y la luz se apagó dejándonos a oscura, esa era la prueba más liviana
de que daba por concluida la conversación—Yo soy tan necio que por hacerte feliz soy
capaz de aceptar cualquier cosa que me pidas; siempre y cuando no esté en contra de mi
serenidad.
Al escuchar eso sentí escalofríos por todo el cuerpo y eso fue suficiente para que
recordara la memoria que creía perdida. Recordé todo, Christopher estudiaba en la misma
universidad que yo estudiaba; sin embargo, nunca nos habíamos tropezado uno con el
otro. El lugar era tan grande y la seguridad a la que él estaba sometido era tan perfecta que
nunca nos habíamos visto ¿Qué puedo decir de esos cinco días que se me habían borrado
del cerebro?

El 16 de enero me levanté muy temprano porque tenía una clase de Informática


para las Ciencias Sociales, Ximena se fue para variar en el auto que mi madre le había
regalado y que aún debía al concesionario y a Emmanuelle le envié un mensaje por el
teléfono para decirle que ese día me esperara en la biblioteca electrónica para que me
ayudara con una investigación; yo me iba a ir como todos los días en un autobús de
pasajeros.

Con el clima cálido que estaba haciendo, yo llevaba puesto un pantalón de blue
jean, una camisa verde manzana, unas sandalias del mismo color que la blusa y una
cartera azul. Los cabellos los tenía suelto y no había ninguna gota de maquillaje sobre la
cara.

Fui a la uni en un vehículo de color blanco con rojo, y desde que me monté sobre
ese medio de transporte supe bastante aturdida que ese iba ser un día muy malo.
Inmediatamente que me había sentado en el puesto detrás del chofer, un tipo con cara de
asesino había estado mirándome con ojos de que me iba a devorar y no contando con eso,
se sentó a mi lado y comenzó a tocarme el hombro con demasiada confianza. ¡Gracias a
Dios que cuando llegó su parada, se bajó del autobús y ni dijo adiós!

Crucé el estacionamiento de la universidad sintiendo unos impulsos bastante


cansones de regresarme a mi casa y acostarme a dormir: realmente la próxima entrega del
informe final de Trabajo Social II me tenía agotadísima. Esa asignatura desde el principio
se había convertido en un problema para mí y toda la noche anterior no había dormido
casi, pensando en qué idea se me ocurriría para aprobar la materia.

Caminé tendidamente y no me fijé en nada ni en nadie que estaba allí presente. Lo


mejor que podía hacer era actuar bien madura; tal y como si nadie me rodeara,
seguramente ya el chisme de mi metida de pata del día anterior andaba rondando por los
pasillos de la universidad y eso daría mucha tela que cortar por varios días.

Es que, como bien recordaba, el día anterior como tonta había tropezado con un
guardaespaldas que por ley tenía que ser del príncipe. Lo supe inmediatamente al ver su
identificación en el lado izquierdo de su pecho. Yo lo vi y me acobardé de estar tan cerca
de alguien tan importante para el país; por lo que en seguida vacilante e impresionada de
tenerlo tan cerca lo había arrojado al suelo sin querer, le había perdido perdón sin verlo
directamente a los ojos y luego había seguido por mi camino corriendo, acelerada y
asustada. ¡Me había visto tan ridícula y nerviosa al hacer eso!
Yo siempre había sido la invisible en todos lados, sobre todo en la universidad y eso
me hacía ser una persona más tímida de lo que ya era; el tropezarme con personas
importantes me llenaba de tanta ansiedad que al final terminaba metiendo la pata; a veces
podían ser una chica muy nerviosa y otras veces podía actuar como una fiera amargada.

Y eso, no solo me había ocurrido con el guardaespaldas del príncipe, sino que hasta
una vez cuando tenía 14 años me había ocurrido. Mi artista favorito “Blast Tomes Rost”
había hecho acto de presencia en un Centro Comercial para firmar autógrafos y yo fui tan
penosa que cuando me tocó el turno a mí de recoger mi firma, acabé vomitando en la
camisa del cantante por los nervios.

Hay quienes cuando me conocían no podían creer que Ximena fuera mi hermana, y
todo porque ella era tan perfecta y guapa que nunca se equivocaba; en cambio, yo…yo no
era gran cosota. Y eso era una gran ventaja para mí, no tenía que preocuparme en quedar
bien ante la gente, me ponía la ropa que quisiera cuando quisiera, tenía un novio y no me
sentía obligada a acostarme con él.

Pero ese día, las cosas las cosas iban a cambiar para bien o para mal, esa mañana iba
a estar contacto directo con Christopher y eso cambiaría mi existencia.

— ¡Hola!—ya yo iba dejando el estacionamiento para entrar a la uni cuando oí su


voz; por un momento pensé que no era conmigo, pero al voltear hacia quien me había
saludado vi a Christopher, él había estado sentado en la parte delantera de su limusina. Al
notar que yo tenía dudas sobre si prestarle atención, él se quitó del auto, se alejó de sus
guardaespaldas y se acercó a mí, a continuación me sonrió— ¿Sabes quién soy yo?—me
preguntó al percibir mi cara de desconcierto y yo asustada le afirmé con la cabeza que sí.

— ¡Vaya!—su respiración alterada contagiaba todo a su paso y yo comencé a sudar


frío de los nervios—pensé que mi mente se estaba volviendo loca, pero ya veo que lo que
mi corazón me decía era lo correcto.

— ¿Su…corazón?—le pregunté y sentí las miradas de otros estudiantes sobre


nosotros— ¿Qué significa eso?—sentía que las piernas me temblaban, mis ojos me decían
que ese hombre tan guapo era el príncipe que cientos de veces había visto en los medios
de comunicación; pero el subconsciente me repetía que un hombre como Christopher,
jamás se pondría a hablar conmigo tan naturalmente.

— ¿Te lo digo en palabras simples?— Christopher pareció advertir que yo estaba en


shock al poder hablar con él; así que me acarició las mejillas y yo cavilé; ese sí que era el
príncipe; pero ¿Realmente estaba hablando conmigo? No lo podía creer, pero era cierto.

—Sería bueno que sí—le expresé llena de nerviosidad; pero tratando de disimular
un mundo, puesto que no quería que mis arranques de niña aterrorizada acabaran con la
conversación ¡Sería tan grandioso poder hablar con él eternamente!
— ¡Me gustas!—me dijo de una, con aparente ingenuidad y yo abrí los ojos de
golpe.

— ¿Qué…?—pregunté perturbada; ahora sí que no entendía nada; al oír esa directa


declaración por su parte, mis piernas se tambalearon hasta casi hacerme caer. ¡Gracias a
Dios Christopher me atajó usando sus modulados brazos! ¿Qué clase de chiste era ese?

— ¡Lo siento!—traté de ponerme lo más serena posible porque probablemente, yo


había escuchado mal o entendido otra cosa. Sí, eso debió ser porque Christopher era un
príncipe y yo… ¡Indudablemente, todo era parte de una broma de muy mal gusto!

— ¿Quieres casarte conmigo?—él pareció no asustarse con el estado de nervios que


yo presentaba; porque me lanzó la pregunta así sin más nada. ¡De verdad que merecía
morir!

— ¿Se volvió loco su alteza?—me liberé de su agarre bastante dubitativa, esa


cortesía ligada con una ofensa sonaba de lo peor; pero no me iba a dejar agarrar por cabeza
hueca, ese príncipe de pacotilla no me iba a jugar lo que yo creía una broma ¡Qué se
buscara otra!

— ¡No!—me susurró y luego me tomó de la nuca y acercó sus labios a los míos,
cuando yo entendí cuáles eran sus propósitos intenté alejarme de él; sin embargo, el
susodicho me tenía agarrada de los hombros y me hacía mirarlo directamente a los ojos.

— ¿Por qué cuando me acerco, te alejas?—me miró intrigado y yo sentí un nudo en


la garganta. ¡Se veía muy guapo y tenía unos ojos bastante atrayentes!

—Sugiero que me deje ir o comienzo a gritar—bajé la mirada y lo amenacé tratando


de parecer la mujer más apaciguada del universo; aunque me costara y me arrepintiera
después, necesitaba actuar como una mujer segura de sí misma

— ¿Cómo es posible que crea que me puedo casar con usted si es la primera vez que
lo veo?—le pregunté intentando poner la voz lo más dura que pude, si él creía que yo no
caía en su broma, prontamente me dejaría marcharme— Ya lo he visto en revista y en
televisión, pero eso no cuenta. ¡Yo no lo amo y estoy segura de que usted tampoco a mí!

—Amar es una estupidez y una insensatez—me comunicó mostrando una mirada


que me causó terror de los pies a la cabeza ¡Él estaba loco!— No se trata de amor. Yo
necesito una esposa y tú puedes ser muy feliz conmigo. Tendrás todo lo que quieras,
desde dinero y comodidades, hasta fama para promocionar tu carrera de diseñadora de
modas. ¡Vamos a casarnos!

—Te ruego…—al oírlo decir tantas cosas de mí me sentí bastante espantada porque
él sabía de mí hasta que estudiaba diseño de modas, ¿Acaso era un príncipe acosador?
¿Acaso quería violarme? El pensar en eso me hizo perder la cordialidad con la que tenía
que dirigirme hacia él e intenté empujarlo para tratar de separarme de su cuerpo, pero los
guardaespaldas se dieron cuenta de eso e intentaron acercarse a nosotros; sin embargo,
gracias a Dios el príncipe los detuvo con una mano de stop. De pronto Christopher me
soltó y se me quedó mirando con ojos tiernos, sí del tipo que los periodistas decían que él
nunca podría tener.

— ¡Lo siento!—su voz esta vez era casi un suspiro—La verdad es que con cada
segundo que te conozco más me doy cuenta que tú eres la mujer perfecta para mí. ¡No te
preocupes! No voy a seguir insistiéndote con eso del matrimonio; no obstante, me encanta
saber que te vas a casar conmigo.

—Yo no…— ¿Qué le pasaba a ese dictador que no entendía que yo jamás me iba a
casar con él? Mi mente no supo darme respuesta, lo miré con tensión y rabia; en tanto
sentía que la brisa suave me movía los cabellos; aunque fuera eso me calmaba la ansiedad
de querer cortarle la cabeza por malvado.

—Tú no te vas a casar conmigo—miró rabioso a un grupo de chicos que iban


pasando muy lentamente para poder escuchar algo de la conversación, ellos se pusieron
perturbados y se alejaron velozmente—Hoy no me aceptas porque la noticia te
impresionó; sin embargo, mañana estoy segura que pensaras diferente.

—Y como yo no suelo adularle a nadie—me musitó muy cerca del oído y yo tirité
como tonta, su cercanía me provocaba miles de sensaciones positivas al mismo tiempo —si
decides casarte conmigo, aquí tienes mi número de teléfono para que me llames. No te
preocupes es privado y con él hablaras directamente conmigo—colocó en el bolsillo de mi
pantalón un papelito que contenía su número de teléfono sin molestarse a pedirme
permiso para tocarme allí, yo estaba súper desconcertada.

—Esto no es parte de una broma, es algo muy serio y real—me guiñó un ojo— ¡No
lo olvides!—aclaró por mi cara de angustia y luego se separó de mi cuerpo como si no
fuera hecho nada malo.

— ¡Estás loco!—le grité conteniendo un chillido ¿Acaso ese tonto iba a seguir con
esa broma tan absurda en contra de mí?— ¿Sabes que no engañas a nadie?— le expresé
manteniéndole la mirada erguida, después le eché un vistazo presentando una pálida cara
de horror y luego arrugué el gesto—No soy tan tonta para creer que alguien tan perfecto
como tú se quiere casar con alguien insignificante y despistado como yo; así que deja a un
lado la broma. ¡No me engañas!

—No tengo que hacerlo porque al final me vas a creer—expresó sin ninguna
frustración por lo que me estaba haciendo sentir; lo cual se resumía en nervios,
incredulidad y sarcasmo.

—Además…—su voz pareció una dulce golosina bañada en chocolate y eso


provocó en mis labios cierta tembladera ¡Se veía tan guapo allí parado diciéndome todas
esas cosas!—Además, me gustas demasiado para dejarte ir—me confesó y yo quise creerle
aunque sabía que todo eso era una broma—No voy a dejar que te cases con un idiota que
no me llegue ni a los tobillos. ¡Tú eres completamente mía!

— ¡No mientas! —vociferé ya harta de todo el cuento de Christopher y del


matrimonio, no me gustaba estar envuelta en toda esta broma de mal gusto; por lo cual,
armándome de valor le hice un berrinche de niña mimada y moviendo mi cara lo más que
pude, la arrugué con fuerza. Más, eso no sirvió de nada, él actuó como si n lo fuera
percibido, se acercó nuevamente a mí y me selló la frente con un dulce beso, luego
sonriendo dio media vuelta y se alejó buscando su camino hacia la universidad.

¿Qué clase de locura había sido esa? Me pregunté a mi misma. ¿Acaso toda esa
conversación pertenecía a una pesadilla? ¿Sería qué hoy no me había despertado y aún
seguida dormida en la cama de mi dormitorio?

No supe cómo responder esas dudas que rondaban mi cabeza; sin embargo, decidí
que esa plática con el príncipe no me iban a afectar. Terminé de entrar a la universidad y
decidí que mis clases serían de lo más normales posibles. No obstante, esto no se llevó a
cabo en ningún momento.

Primero, fue la profesora de Informática para las Ciencias Sociales que pretendió
hacerme un interrogatorio sobre mi compromiso con el príncipe, con la excusa de que éste
valía un alto porcentaje para la nota final.

Segundo fue el profesor de Estado y Política Social que me pidió que yo realizara
una exposición sobre la vida en el palacio y sobre el cómo afectaban las políticas del reino
a la población del país.

Tercero fue el profesor de Sociología y Antropología que pretendió que yo fuera la


modelo de unos trajes de baño en su clase. Según él, esto no era para darle a conocer a mis
compañeros mi cuerpo, sino para ver cómo afectaba a la sociedad el que yo me atreviera a
posar a una foto casi desnuda.

Y cuartos, fueron los compañeros de mi clase que no dejaban de preguntarme sobre


mi compromiso con el príncipe y aunque les dije mil veces que esto era mentira, ellos me
rogaban que les diera invitaciones para asistir a mi boda.

En fin, cansada de ver que todos a mi alrededor se habían vueltos locos, decidí que
lo mejor era encontrarme con mi novio Emmanuelle en la biblioteca electrónica y pedirle
que nos fuéramos de allí. No era que quisiera escapar, sino que no quería seguir haciendo
crecer innecesariamente los rumores mal enfundados.

—Exijo que en este momento me digas que le hiciste al príncipe para que te
propusiera matrimonio—casi pegué un brinco del susto cuando Ximena se cruzó en mi
camino hacia la biblioteca electrónica. ¿Ahora, qué le pasaba a esta niña mimada?
—Ximena…—le susurré y la pude ver cuando se cruzaba los brazos al parecer
bastante molesta.

— ¡Respóndeme!—me demandó— ¿Qué le hiciste al príncipe para que te


propusiera matrimonio?

—Yo no me voy a casar con él— ¿Qué le pasaba a todo el mundo que creían que la
burla de Christopher no era un chiste sino una realidad?— ¿Qué te pasa? —le pregunté
bastante molesta.

—Más vale que sea así porque tú no eres nada delante de mí para ser su esposa—
me amenazó señalándome con el dedo índice— Cuando el príncipe me conozca se volverá
loco por mis huesos ¡Si alguien en esta universidad se va a casar con él esa voy a ser yo!

—No puedo creer que todos hasta tú, estén pensando en una boda inexistente—De
verdad que la locura era contagiosa, hasta el poco cerebro que tenía mi hermana se había
afectado por ella.

—Me voy a casar con el príncipe porque cuando él me conozca no podrá resistirse a
mis encantos y además…—la voz de mi hermana era chocante y quisquillosa ¿Qué le
pasaba?—y además, jamás, una chica tan poca cosa como tú podrías ser su tipo.

— ¿Sabes algo?— ¡Ah, no! Ella no iba a empezar a ofenderme. Sí, yo era temerosa
para decir mis verdades, pero cuando la gente me ponía furiosa, lo peor de mí salía a
flote— ¡No me gusta que vengas aquí para decirme esas boberías!—le grité y quise
arañarle la cara para que madurara por fin ¡Yo no quería pelear por un hombre y menos
por un sujeto que nunca se fijaría en mí!— Estoy segura que todo esto es parte de una
broma mal inventada de su majestad.

—Mmmm—Ximena fingió estar pensando mucho en lo que le acaba de decir, que


sería bueno para que me dejara por fin en paz—la verdad es que eso debe ser porque un
hombre tan guapo como él nunca podría casarse con alguien como tú.

Y esas palabras me hicieron poner más furiosa que antes. ¿Quién se creía ella? ¿Era
acaso una diosa libertina a la que los hombre adoraban?

— ¿Por qué?—le pregunté tragando profundo para calmar mi rabia— ¿Qué está en
mal en mí? Soy un ser humano.

— ¿Qué te hace creer que eres un ser humano?—me dijo sin más y yo odié ser su
hermana, yo la quería mucho, pero ella al parecer a mí no— Yo creo que más bien seas un
mosquito mal ubicado.

—A veces me haces tanto daño—los ojos se me hicieron agua y estaba a punto de


llorar delante de esa malvada.
— ¿Por qué, si te estoy diciendo la verdad?—bajó los brazos a un lado y quiso
parecer la mujer más sabelotodo del mundo ¡Vaya, descubrió a un hombre montado
encima de un dragón de fuego! ¡Qué descerebrada!— Tú no vales ni un gusano de seda.

— ¿Y tú vales mucho? ¿Cierto?—Deseaba tanto que mi hermana fuera más buena


conmigo, pero ella no estaba dispuesta a mover un musculo a mi favor.

—Claro, es que hasta mi nombre es maravilloso—movió sus cabellos en forma


demasiado distinguida y dio una vuelta sobre su cuerpo para hacerme ver lo guapa que
era ella—El llamarme Ximena Noemí no es casualidad ¿Sabías qué Ximena quiere decir la
que escucha y la mujer que lleva este nombre se caracteriza por su jovialidad? Por su
parte, Noemí significa mi dulzura y la persona que lleve este nombre es exquisita y
suprema. Ambos son nombres de origen hebreo y muestran lo mejor de mí.

—Por supuesto que sí sé eso, me lo has dicho millardos de veces—la miré y me


sentí asqueada; así que decidí que no iba a seguir con esa conversación absurda; pasándole
por un lado resolví seguir con mi camino hacia la biblioteca electrónica y olvidarme de
que ella era mejor que yo, según ella.

—Bueno…—me gritó al verme caminar sin voltearme a verla—es que eso es lo que
soy yo y el príncipe cuando me conozca no podrá dejar de rendirse ante esta exquisitez
deliciosa que tienes al frente. ¡Ashley! ¡Ashley, no me dejes hablando sola! ¡Ashley!

Sonriendo en mis adentros por haber sido capaz de enfrentarme a mi hermana ¡Por
fin! Caminé hacia la biblioteca electrónica. Allí seguramente me estaba esperando
Emmanuelle para ayudarme a realizar mi informe. ¡Él era tan bueno conmigo! ¡Qué
tristeza por mi hermana el haber perdido la oportunidad de ser novia de un chico tan
bueno!

Llegué rápidamente a la biblioteca electrónica y no me equivoqué al creer que


Emmanuelle me estaba esperando allí. En la puerta de entrada estaba él, esperando mi
llegada. Muy contenta me acerqué a donde estaba para saludarlo; pero el muy malvado
colocando sus manos en mi estomago me detuvo.

— ¿Es cierto que ese príncipe te pidió matrimonio?—me preguntó directamente


usando un tono furioso que yo nunca había visto en él.

— ¿Tú también me vas a preguntar por eso? —me crucé de brazos al notar que
Emmanuelle estaba creyendo más en los rumores que circulaban por allí que en mí.

—Es que tú eres mi novia y él debe respetarte—vaciló e intentó acercarme a él, pero
yo me alejé un paso y no le permití que me tocara. Él se estaba comportando como un niño
al creer en esas idioteces y eso me dolía muchísimo
— ¡No te preocupes por eso!—Decidí hacerlo sentir seguro de nuestra relación, si él
estaba celoso era porque me amaba— No te alarmes que yo no voy a dejarte por él ni por
todo el oro del mundo.

— ¡Es bueno saberlo!—me abrazó cariñosamente y yo me sentí protegida por


primera vez, en todo el día.

—Aún recuerdo cuando estabas enamorado ciegamente de mi hermana, —le


susurré llena de melancolía— ahora resulta que ella dice que quiere casarse con el
príncipe.

— ¿Ella dijo eso? —me preguntó inquietado soltándome un poco de su abrazo.

—Algo así… —lo volví a abrazar y cerré los ojos no dispuesta a arruinar mi
momento con cosas estúpidas de mi hermana—pero en fin no quiero hablar más de eso.

A la hora de salida, me despedí de Emmanuelle quien me acompañó a la parada del


bus llevándome de la mano; en el transcurso del camino no vi a Christopher y orgullosa
pensé que quizás esa sí había sido una broma de cámara escondida para televisión. Hecho
que no logré confirmar en ningún momento y que dejé a un lado cuando al llegar a mi
casa encontré a mi madre llorando en la mesa del comedor y a mi hermana con un ataque
de sus histerias en el suelo.

— ¡No podemos ser tan pobres! ¡Eso es imposible!—gritó Ximena. La pobre tenía
los cabellos alborotados en lo que al parecer había sido un arranque de niña tonta.

—Mamá ¿Estás bien?—le pregunté y lo que recibí en respuesta fue una mirada de
odio que me dejó espantada.

— ¡Por supuesto que no estamos bien!—me gritó Ximena— ¿No ves que estamos en
la ruina y en la calle?

— ¿Qué?—pero ¿de qué estaba hablando mi hermana?

—Hija…—mi mamá me agarró de la mano y trató de hablar sin llorar—realmente


no sé qué pasó, pero ya el banco me lo confirmó y debemos desocupar la casa esta misma
semana.

—Pero el alquiler del mes de la casa ya estaba pago—le recordé y traté de


reconfortarla con mi fuerza.

—Según unos recibos que me enviaron por fax, no—me explicó mi mamá, y yo no
lograba descifrar todo lo que estaba pasando; ahora había un nuevo revuelo para mí en ese
día ¿Qué más me iba a ocurrir después?

— ¡Estamos en la calle!—mi hermana empezó a llorar como una Magdalena y yo


deseé poder lanzarle un objeto contundente adrede para que dejara de berrear, por un
momento.
—Además, — mi mamá se limpió los mocos de la nariz con un pañuelo verde—me
despidieron del trabajo y según el jefe en este momento no está en sus posibilidades de
pagarme mis utilidades porque se han dado en bancarrota.

— ¿Y el dinero del seguro?—mi hermana brincó a preguntar algo en lo que yo


también había pensado como solución.

—No lo van a pagar—mi mamá se echó a llorar nuevamente sin consuelo— ¡El
seguro no tiene dinero! —expresó bastante alterada.

Así que de verdad estábamos en la calle, sin dinero y desamparadas; ¿Qué más me
podía ocurrir en ese día para que mi existencia se fuera por una poceta? No quería creer
que todo eso fuera cierto, pero si era así, no sabía que podríamos hacer nosotras tres para
sobrevivir.

¿Y si nada de eso fuera cierto? Seguramente algo se podría hacer para solucionar
esos problemas que en ese momento nos acechaban y yo lo haría, seguramente sin la
ayuda de mi inútil hermana; pero haría algo.

Algo conmocionada le di un vaso de jugo a mi madre para calmarla y cuando logré


entender a detalle de qué se trataba todo eso, me enterneció el hecho de que según la boca
de mi madre a ella la habían despedido del trabajo porque la empresa estaba en la quiebra,
que el banco había decidido desalojarnos de la casa porque se debían muchos pagaré, que
los créditos que mi mamá había solicitado al banco estaban a pique; puesto que los
intereses eran impagables, que todos los cobradores habían solicitado su dinero en ese día
y que estábamos en la quiebra; es decir, no sólo en la ruina sino en la calle.

Como pude logré calmar y acostar a mi mamá sin la ayuda de mi hermana que
seguía llorando como sosa sentada en el mueble de la sala, mientras se comía un helado
viendo un programa de top models por televisión. A veces, ella resultaba ser un cero para
la existencia de alguien que la necesitara.

Inquieta, me dirigí a mi habitación y procedí a llamar a unas cuantas personas que


eran amigas y amigos de mi madre para ver si nos podían ayudar, aunque fuera dándonos
alojamiento por unos días en sus casas, sin embargo, las respuestas que recibí fueron todas
negativas. La mayoría se excusó con que no tenían dinero para prestarnos ni lugar para
alojarnos. A Emmanuelle no lo llamé porque cuando pensé hacerlo ya el teléfono estaba
totalmente descargado y sin saldo.

Las tres pasamos la noche más horrible de nuestra vida. Incluso como a las 09:30
pm nos cortaron la energía eléctrica, el agua, el cable, e incluso el acceso a internet. Así que
aunque me doliera lo que estaba a simple vista no necesitaba anteojos, no teníamos
absolutamente nada.

A la mañana siguiente, me levanté bien temprano y después de ponerme ropa


cómoda y de comerme una manzana, decidí ir al banco a que me explicaran por lo menos
algo de lo que estaba pasando. En la parada tomé el autobús aprovechando que aún tenía
unas monedas guardadas en el monedero. Le pagué al conductor y me senté a dos puestos
detrás de él.

Creo que no habían pasado dos cuadras del recorrido cuando los murmullos de la
gente me comenzaron a atraer.

— ¡Esa chica, sí ella es! —dijo una señora como de 70 años.

—Se ve guapa, aunque un poco sencilla—manifiesta otra señora mucho más joven.

— ¿Será buena para tener hijos?—expresa un adolescente guapetón.

— ¡Cállate, amor! ¡No digas sandeces!—una chiquilla que debó ser la novia del
muchacho lo mandó a callar.

— ¿Ella es la prometida del príncipe?—comunicó una sifrinita elegante con aires de


prepotencia—A mí no me parece algo de otro mundo.

—Claro que es la prometida del príncipe—indicó un hombre con lentes oscuros—


¿Acaso no estás viendo que aparece en la noticia y que está en televisión mundial?

— ¡Es verdad!—gritó el adolescente fastidiosa—vean que en la televisión está.

— ¡Oh sí! —una cuarentona señaló la televisión de autobús— ¡Vean, allí está!

Esas últimas palabras me hicieron dirigir la mirada hacia la televisión. Allí estaban
transmitiendo un programa especial de noticias y el periodista que narraba el informador
mostraba una voz de hombre con mucho estilo. Lo que pude ver y oír en esa estúpida
pantalla me dejó traumatizada.

Se mostraba un video de Christopher y yo en la universidad el día anterior. Se


escuchaba claramente cuando el príncipe me había pedido matrimonio y luego de eso,
salía una declaración que ese idiota estaba dando frente a una gran multitud de
periodistas.

—La señorita Ashley Sheen Vólkova es mi prometida—dijo el muy caradura desde


un micrófono—En las próximas horas, ella y yo nos vamos a casar.

—Pero…—se atrevía a preguntar un periodista—hasta ayer fue que se supo que


usted estaba comprometido para casarse ¿No le parece extraño?

— ¡No!— Christopher parecía bastante tranquilo—Mi vida privada es “privada”


aunque yo sea el príncipe heredero. No tengo por qué estar ventilándosela a ustedes a
cada rato.
A medida que transcurría el programa, los pasajeros del autobús me veían bastante
intrigado y más cuando al concluir esa entrevista, el narrador del programa mostraba una
foto mía y yendo al grano hacía una propuesta bastante chocante.

—Queridos televidentes, tenemos a Elissa Aedos, una de nuestras mejores


reporteras en la entrada de la universidad donde estudia esta tal Ashley Sheen Vólkova y
lamentablemente ella no ha hecho acto de presencia en el día de hoy; también supimos
que se le tiene prohibida a la Dirección y Rectoría de este instituto escolar dar cualquier
información que nos haga encontrar a la chica. Sin embargo, no nos rendimos y les
estamos pidiendo a ustedes que si tienen alguna noticia sobre ella, no las hagan llegar a
nuestro canal de televisión y recibirán una gran recompensa.

— ¡Oh vaya, voy a hacer rico!—gritó el tipo de lentes oscuros y comenzó a llamar al
número del canal de televisión.

Yo asustada, no podía creer que ilegalmente estuviera comprometida para casarme


con el príncipe heredero, rápidamente decidí que lo mejor que podía hacer era huir de esa
autobús antes de que me pasara algo más terrible. Solicité la parada y cuando lo hice, los
demás pasajeros comenzaron a empujarse para tomarme fotos a lo loco y desesperados.

Yo espantada y tratando de esquivar los empujones, me bajé corriendo del


transporte y sin esperar a que alguien más viera el video en los medios de comunicación,
corrí y corrí por la acera por varias cuadras, llevándome a un gentío por delante sin
pararme a revisar si había lastimado a alguien.

Casi sin respiración me paré en las afueras de una tienda de ventas de tecnologías.
Tosiendo no dejé que nadie me viera la cara para que no me reconocieran y me tapé algo el
rostro con los cabellos. Si ese era el infierno, Christopher era el diablo, ciertamente no
tenía corazón ni alma.

—Esta tal Ashley Sheen Vólkova es una chica pobre—en una computadora se
mostraba la noticia sobre mí, la pude ver a través de un vidrio transparente que separaba
el local de la acera— Realmente no podemos entender cómo su majestad la pudo escoger,
habiendo tantas opciones mucho mejores. ¿Cómo es posible que el príncipe haya decidido
casarse con ella, teniendo de novia a la señorita Anastasia que es mucho mejor que esa
simplona? ¡Esto es imposible!

—Mediante la ayuda de un cooperante e informante cuya identidad no podemos


revelar; pudimos encontrar la casa de esta jovencita—no lo podía creer varias docenas de
periodistas estaban rodeando mi casa—y según lo que se pudo investigar su familia está
en la quiebra económica.

¿Cómo esos paparazzi podían haber averiguado tantas cosas de mí en tan poco
tiempo? ¿Acaso el príncipe Christopher había usado los medios de comunicación para que
yo me casara con él? Seguramente, él les había brindado la información que poseían ¿O
no?

—Ahora la pregunta es…—el periodista parecía de lo más tranquilo y burlón—


¿Por qué la escogió a ella? ¿Sería por lo de la herencia?

¿Herencia? Me pregunté de qué estaba hablando ese periodista canalla. Yo no


quería dinero de la realeza. Yo no quería ninguna herencia.

—Y déjenme decirles que cuando yo hablo de herencia…— ¿Iba a seguir ese tipo
con eso? Ya estaba fastidioso—no hablo de dinero, joyas y recursos económicos— ¡ah,
vaya; por un momento lo creí!—Yo hablo de la herencia familiar. Seguramente el príncipe
Christopher la escogió como un banco de bebé— ¿Qué? ¿Qué quería decir eso?

— ¡Piénsenlo! —Ese periodista estaba diciendo en televisión mundial cosas muy


fuertes en contra de mi realidad y de mi futuro y eso me hacía sentir malísimo—La tal
Ashley Sheen Vólkova no es una belleza, no es elegante ni adinerada como la señorita
Anastasia; por lo que, me atrevo a jurar por mi “madrecita santa” que este matrimonio es
solo parte de un convenio económico para obtener futuras generaciones en la realeza.

¿Un convenio económico? No, yo no quería el dinero de Christopher. ¡No lo quería!

—Seguramente…—las lagrimas bajaban por mis mejillas y me sentía morir de pie;


en tanto, escuchaba todas las atrocidades que el periodista estaba diciendo—seguramente
el príncipe Christopher aceptó pagar las cuantiosas deudas que tiene la familia de la tal
Ashley esa; a cambio, de que ella sea su vientre alquilado para darle al trono un hijo y con
ello, hacer que la familia tenga un segundo heredero al trono. Lo más seguro es que el
príncipe Christopher no haya querido dañar el perfecto cuerpo de la señorita Anastasia y
por eso escogió a una tonta para hacer de su vientre alquilado.

Exactamente qué era eso, yo no lo podía creer; toda la propuesta de matrimonio


delante de los demás estudiantes sólo había representado para Christopher una inversión,
no había sido una broma de mal gusto, tampoco lo había hecho porque me quería o me
deseaba, nada más quería que yo le diera un hijo y no dañar el cuerpo de la tal Anastasia
esa.

En tanto, pensaba en eso unas palabras rondaban en mi cabeza “si decides casarte
conmigo, aquí tienes mi número de teléfono para que me llames. No te preocupes es
privado y con él hablaras directamente conmigo” “Yo necesito una esposa y tú puedes ser
muy feliz conmigo. Tendrás todo lo que quieras, desde dinero y comodidades, hasta fama
para promocionar tu carrera de diseñadora de modas”.

¿Así que Christopher me quería como un banco de bebés? Pues, le iba a dar con un
puño. Claro que me iba a casar con él, ya los medios de comunicación y él lo habían
comprobado; así que ¿Por qué no? Pero, no se la iba a hacer tan fácil como un cuento
mágico, iba a reunirme con él y a aceptar este matrimonio por conveniencia: pero me las
iba a pagar porque no le daría ningún hijo; así que tuviera que tomar millones de
anticonceptivos.

Christopher sería castigado por mí y por mi perfecta justicia. Antes de casarnos le


pediría que llenara de dinero y comodidades a mi madre y a mi hermana, y lo haría
cancelar todas las deudas que mi progenitora tuviera. Sin embargo, nunca jamás tendría
un heredero, yo me cuidaría de no quedarme embarazada con anticonceptivos y después
de que cierto tiempo pasara y todos pensaran que yo no le podría dar hijos, él tendría que
darme el divorcio.

Cuando estuve segura de mi decisión me fui a una farmacia y compré decenas de


cajas de las primeras pastillas anticonceptivas que vi. Si lo del matrimonio era cierto y
tenía que casarme con él, le iba a dar una gran lección al no darle un hijo al país. Sí, ya
había leído muchas novelas sobre la realeza para saber que los príncipes herederos
siempre buscan casarse con chicas jóvenes para poder también ellos tener herederos; pero
el que este hecho me pasara a mí, me tenía totalmente dolida.

Después de eso, con algo de dinero le recargué un poquito de saldo a mi teléfono y


temblando llamé a Christopher a su número privado y lo cité para vernos en un lugar
apartado de mi casa, él escogió un restaurant de mucha categoría que yo sólo conocía a
través de revistas de lujo. Él me prometió mandarme a buscar con una limusina.

Finalmente, apagué el teléfono y decidí que no me quería comunicar con nadie y


menos con Emmanuelle. Yo no quería darle explicaciones absurdas sobre mi futuro
matrimonio; así que lo mejor que podía hacer era no darle la cara.

A los diez minutos una lujosa limusina llegó en mi búsqueda y súper asustada me
subí el vehículo. Éste por dentro era bastante lujoso y perfecto. Era asombrosa poder estar
dentro de algo tan maravilloso. Era un carro, pero era como el cielo para nosotros los
pobres.

A los veinte minutos la limusina se detuvo frente al restaurant, un hombre me abrió


la puerta para que me bajara y pude oír cuando el chofer le decía al empleado del
restaurant que lo aparcara muy bien.

Entré junto al chofer de la limusina del restaurant y me quedé impactada de ver que
este lugar tenía guardarropas, comedor, aire acondicionado, muebles lujosísimos,
alfombras ostentosas, lámparas majestuosas, rapacería, cubertería costosísima, vajilla,
cristalería y mantelería súper incomparable. Era un restaurant exclusivo para la gente
acaudalada.

El chofer de la limusina me entregó a un mesonero quien muy educadamente me


llevó hacia la zona más cara del restaurant. En tanto caminaba podía oír los murmullos de
la gente que comían en el restaurant.
— ¡Es una coleada! —expresó una mujer que estaba cenando con un hombre en una
mesa. Los dos se veían como dos ricachones insoportables.

—No sé como la dejaron entrar aquí—manifestó un sujeto gordo desde otra mesa.

—Mira la ropa que carga puesta—aseguró una mujer vestida como top models—
Parece que sacó esas ropas de un remate.

—El príncipe Christopher me está esperando—fue lo único que pude murmurar, en


tanto pasaba caminando cerca de quienes me criticaban.

Finalmente el mesonero me acercó a la mesa en donde Christopher muy


elegantemente vestido de blanco me esperaba. El susodicho cuando me vio, no se
complació con ponerse de pie en señal de educación para recibirme, sino que además, me
estrechó la mano y me dio un sencillo beso en la mejilla derecha.

—Acepto casarme contigo—dije sin entrar mucho en detalles.

— ¡Sabía qué aceptarías!—me miró complacido—bueno—me invitó a sentarme; en


tanto, él lo hacía— ¡Celebremos!—llamó al mesonero y le pidió su mejor botella de coñac y
algunos platillos cuyos nombres eran tan extraños como los nombres científicos de
algunas plantas.

En tanto la comida transcurría no podía dejar de verlo embelesada. Ciertamente era


guapísimo y cualquier mujer estaría contentísima de ser su esposa, pero yo…yo debía ser
fuerte, él no podía gustarme, no se lo merecía y menos cuando pensaba que yo era su
banco de bebés particular.

—Como este matrimonio es…—le dije tratando de disimular mu temor a dirigirme


a él—es parte de un misterio que aún no logro entender; necesito que me des algo a
cambio de casarme contigo. Sería bueno que hiciéramos un contrato prenupcial

— ¿De qué estás hablando?—tomó un poco de coñac de su copa—Nuestro


matrimonio es real y no tendrá ningún estúpido contrato prenupcial.

—Sí, pero…— ¿Cómo carajo le podía pedir a Christopher que me ayudara con mi
familia? Me daba pena quedar ante él como una caza fortunas que quería realizar un
contrato prenupcial para quedarme con media fortuna de la realeza en caso de divorcio.

—Pero, nada—se limpió la boca con un paño blanco de alta magnificencia—Si es


por lo que salió en los medios de comunicación de que tú familia está en la quiebra, no te
preocupes, tu mamá y tu hermana se podrán venir al palacio y vivir allí eternamente;
pero…no quiero que un simple papel nos diga cómo carajo vamos a llevar nuestro
matrimonio.

—Es que…—Eso no era lo que yo quería, él debía darme dinero o pagar las cuentas
de mi madre para salvar sus propiedades.
— ¡Es que nada!—mostró un carácter bastante dominante—Ahora terminemos de
comer, no es correcto hablar mientras se come.

Bueno, y ahí quedó mi plan, Christopher no me ayudaría con mi familia y


únicamente se las llevaría de arrimadas al palacio. ¡Yo estaba acabada! Aunque… aunque
ese canalla se tendría que olvidar de los hijos, ese gusto sí que no se lo daría.

Inmediatamente que ambos comimos e intentamos mantener una pequeña


conversación “civilizada”, él dijo que era tiempo de ir al palacio; sin embargo, no fuimos
directamente allí, antes pasamos por mi casa a darle “la gran noticia” a mi madre y a mi
hermana.

Al llegar a mi hogar lo único que podía escuchar eran los gritos de cientos de
periodistas rodeando mi casa. Christopher y su equipo de seguridad nos ayudaron a
entrar a la casa; a pesar de los cientos de periodistas que se abalanzaron sobre nosotros
apenas la limusina se detuvo y nos bajamos del vehículo.

Cuando entramos a la casa y le contamos que sí eran ciertos los rumores y chismes
sobre nuestra futura boda; mi mamá y mi hermana no lo podían creer. Las dos estaban
bastantes impactadas aunque ya habían sido acosadas por los medios de comunicación
por largo rato.

— ¿Qué?—preguntó mi madre echa un manojo de asombro y desilusión — ¿Pero


esto es un chiste, verdad? Pensé que esa noticia era falsa y que esos periodistas que están
afuera nos estaban jugando una broma.

—Tú no puedes casarte con el príncipe—chilló Ximena mostrando un alto grado de


rabia— ¡No eres de su categoría!

— ¡Mamá!—traté de intervenir para que mi madre calmara un tantito a la majadera


de mi hermana.

— Está bien, ternura— Christopher me abrazó de un lado y me hizo un gesto con


los ojos como queriendo decirme que me calmara porque al final, los dos nos casaríamos—
Lo que sucede es que tu madre y tu hermana están bastante sorprendidas de recibir tan
inesperada noticia.

—Su majestad—mi madre le suplicó a Christopher casi que llorado—mi hija


Ximena creo que sería mejor esposa para usted que lo que nunca podrá ser Ashley—por
supuesto que mi madre terminaría diciendo que mi sifrinita hermana era mucho mejor
que yo; eso no era extraño en ella.

— ¡Cásese conmigo, yo soy perfecta para usted!—mi hermana le rogó a Christopher


como si él fuera el último hombre sobre la tierra; de verdad que ella se veía patética
actuando tan estúpidamente.
—No me gustan las mujeres que parecen niñitas— Christopher mostrando su
mirada perversa se la quiso quitar de encima; pero no lo logró porque ella comenzó a
llorar como tonta. Definitivamente, mi hermana era una rogona.

—Conmigo podrás hacer lo que usted quiera, no la escoja a ella—Ximena lloró y ese
teatrito ya me tenía harta. ¡Qué fácil sería quitarle esa cara de niña mediocre con una
cachetada!

Al final, casi tardamos una hora tratando de hacer entender a mi madre y a Ximena
que era yo y no mi hermana, quien se casaría con el príncipe Christopher. Cuando
terminamos ese largo melodrama lleno de lágrimas, ruegos y dolencias; las tres con ayuda
de una parte del equipo de seguridad de Christopher, recogimos todas nuestras
pertenencias.

Yo para hacer que se alargara un poco más el tiempo, decidí cambiarme la ropa en
el que ya no sería mi habitación, me vestí sin muchas ganas para ir al palacio y quise con
ansias retroceder el tiempo y nunca haber conocido a Christopher. Salí de la casa
acompañada de mi madre, mi hermana, los señores del equipo de seguridad y con el que
sería en un futuro cercano mi esposo. Todos abordamos nuestras respectivas limusinas y
yo sin enorme alegría me sentí dirigida hacia un destino doloroso.

Cuando nos acercábamos al palacio, mi progenitora, mi hermana y yo estábamos


súper nerviosas de esa situación; no obstante, al ser bien recibidas allí por la reina madre,
que era una mujer grandiosa, el primer ministro que me mostró un carácter bastante
inusual para ser un político, el duque Cyprien que era un hombre de 68 años con un alma
dulce y por algunos empleados del castillo que eran distintos uno del otro; nuestras
respiraciones se volvieron piadosas.

Yo por mi parte, me contuve de gritar de angustia; debido a que, sabía que en ese
instante, tampoco podía actuar tan desequilibrada y más cuando era la primera vez que
veía el palacio por dentro. ¡Este era hermosísimo y elegantísimo! Tenía de todo, una
decoración perfecta, decenas de habitaciones, escaleras, varias piscinas, sitios de recreación
y más. Era el cielo sobre la tierra.

Este era un lugar lujoso y más hermoso de los que se describían en los cuentos de
hadas. A mi madre le brillaban los ojos de la emoción y a mí el corazón se me había
detenido, o por lo menos eso era lo que yo creía. El lujo estaba tatuado en cada cosa que se
observaba, escuchaba y percibía en el palacio.

Incluso hasta me pusieron diseñadores de modas exclusivos, estilistas, entrenadores


personal y un sin fin de empleados que trabajarían exclusivamente para mí.

—De ahora en adelante usará únicamente nuestros exclusivos diseños y estará a


dieta—mencionó uno de esos sujetos bien vestidos, y yo bastante deprimida por tantos
cambios en tan corto tiempo, le afirmé silenciosamente que estaba bien.
Y realmente aún no sé como fui tan mensa para no sospechar nada; puesto que
todos parecían estar contentos con mi llegada, los periodistas que nos entrevistaron me
realizaron preguntas claramente preparadas con anticipación, a mi familia la adoraban e
incluso la reina madre en todo momento actuó con alegría; es más, me llevó gustosa a una
habitación en donde unas muchachas me ayudaron a ponerme un hermoso vestido de
novia blanco. Me arreglaron para la boda ante mi mirada de sorpresa; ya que ni yo misma
podía creer que fuera cierto que la boda se iba a llevar a cabo ese mismo día y luego me
dirigieron a un gran salón lleno de gente donde Christopher vestido muy elegantemente
me esperaba para la ceremonia de boda.

El acto en sí, no fue algo tan diseñado, fue una jornada sencilla y cálida. Yo me
sentía demasiado intimidada por todo y por todos a mí alrededor que ni me molesté en
preguntar la razón de que todo se hiciera tan rápido; muy en el fondo sabía que el príncipe
jamás me explicaría sus razones. Christopher parado a un lado de mí ocultaba del resto de
los presentes a la ceremonia su mirada de triunfo; no obstante, mis ojos le leían los ojos a
cada segundo que pasaba y lo que éstos reflejaban era una emoción muy aniquilante y vil.

El beso que nos dimos los recién casados cuando la ceremonia de boda concluyó
me dejó con un mal sabor en la boca. Era extraño, pero muy en el fondo de mi corazón me
había esperado algo más inolvidable y sensual; más, Christopher se limitó a besarme como
si se tratara de una buena amiga suya. El muy infeliz sabía cómo hacerme enojar

Después de eso, Christopher y yo nos reunimos en una gran oficina donde él me


puso los puntos sobre la mesa sobre nuestro matrimonio; sí esos de los que no había
querido hablar en nuestra comida en el restaurant.

Me manifestó con total sinceridad y seguridad que gustaba de mí; pero que eso no
significaba que me iba a dejar hacer lo que me diera la gana, que yo tendría que aprender a
amarlo porque nuestro matrimonio jamás podría disolverse, que ni loca yo podría aspirar
a un divorcio; ya que, la decisión de una separación entre él y yo, solamente estaba en su
poder; aunque yo me fuera al fin del mundo para solicitar un posible divorcio.

Asimismo, allí fue cuando me explicó que tendríamos que dormir en el mismo
dormitorio porque ahora éramos marido y mujer aunque no cumpliéramos con nuestros
deberes maritales; me dijo que tendría mucha paciencia y que no intentaría violarme, que
no me iba a obligar a estar con él y que cuando ambos estuviéramos juntos sería porque
los dos lo quisiéramos y estuviéramos de acuerdo.

Finalmente, bastante sorprendida por lo que me había manifestado mí recién


estrenado esposo; decidí que ya era tiempo de rendirme a mi nueva vida de infierno. Pasé
gran parte de la fiesta pegada como un chicle a él para tratar de no equivocarme con los
invitados presentes en la recepción y me alejé por un buen rato de Ximena que no dejaba
pasar una oportunidad para reprocharme el haberle “quitado” al amor de su vida
Christopher.
En la tardecita, mi príncipe y yo nos despedimos de nuestros seres queridos, bueno
yo más que él, y después rodeados por guardaespaldas fuimos al aeropuerto de la familia
real y abordamos un avión privado con destino a París, con el fin de visitar, la Ópera
Garnier o el barrio de Montmartre, la Avenida de los Campos Elíseos, la Catedral de Notre
Dame, el ex Hospital de Los Inválidos, la Torre Eiffel, el Arco de Triunfo, la Basílica del
Sacré Cœur, el Panteón, el Arco de la Defensa, el Louvre, el Museo de Orsay y el Museo
Nacional de Historia Natural de Francia. Por lo menos ninguno de los dos sufrimos por el
asedio de los medios de comunicación; ya que, su equipo de seguridad supo cómo
mantenerlos todo el tiempo alejados.

Cuando íbamos volando recorriendo las montañas y lejanos poblados lejos de


nuestro país supe que ahora era que venían las sorpresas. Me sentí incomoda de ver que
los guardaespaldas y demás personal del príncipe se habían ubicado en un helicóptero
más sencillo; sin embargo, lo que más me hizo sentir mal fue el hecho de que Christopher
fuera tan pedante con todo los que lo rodeaban. ¡Si se atrevía a actuar así conmigo, ya
vería!

Llegamos a París y me gustó ver que la mayoría de la gente de allí era muy sociable
y que vivían del turismo, no obstante, era una de las ciudades más caras del mundo. Nos
alojamos en una cabaña, pero los dos estuvimos en habitaciones separadas porque así él lo
quiso ¡Gracias a Dios que no había dado por sentado que tendríamos sexo! ¡Gracias a Dios
que me había prometido tener paciencia y no violarme!

Luego de eso, ambos logramos ocultar nuestras respectivas identidades y


anduvimos por ese lugar, bastante libres de responsabilidades. ¡Fue un paseo y un viaje
maravilloso!

Hicimos turismo, comimos en un lujoso restaurant, saboreamos fresas con crema,


compramos un montón de cosas, visitamos los museos y hablamos de cosas que ninguno
pensó que trataría con el otro. Christopher me regaló una enorme y hermosa muñeca de
tela de color verde y finalmente regresamos a la cabaña para cenar a la luz de la velas y
luego dormir.

El siguiente día fue igual, creo que han sido las vacaciones más lindas que he
vivido. Lamentablemente la felicidad no fue eterna. Una mañana me desperté tarde puesto
que estaba cansada de las caminatas que nos habíamos echado y oyendo detrás de la
puerta del dormitorio de mi esposo descubrí cosas que me dolieron en el alma.

— ¿Dónde se encuentra Ashley?—era la voz de Christopher hablando con uno de


sus empleados.

—Está en su dormitorio—la voz del otro hombre le contestó—por lo que he visto, si


me permite opinar, la señorita sí puede llegar a ser una gran reina.
—Eso lo supe yo desde el momento que la conocí— Christopher ser oía bastante
vanidoso— No sólo es hermosa sino que tiene cerebro.

—De verdad que su plan ha sido todo un éxito. —El empleado se echó a reír— ¡Lo
felicito!

—Ya deberías saberlo, —pude sentir como Christopher celebraba su triunfo con
vino tinto—las decisiones que yo tomo siempre son triunfantes.

— Sin embargo…—de repente el empleado se puso serio— déjeme decirle que para
mí es solo cuestión de tiempo para que la señorita descubra lo de la casa y además, que
llegue a la conclusión de que usted provocó que su madre quedara en bancarrota. Si
comienza a investigar por aquí y por allá, sabrá toda la verdad.

—No se va a enterar si nadie le dice nada—gruñó segurísimo de sí mismo,


Christopher — ¡No seas tan negativo!

—Pero señor, — ¡Oh vaya, detrás de la puerta yo sentía que me iba a desmayar! No
podía ser cierto todo lo que yo estaba escuchando—no es sano que guarde un secreto
como este. Si la señorita suma 2 +2 sabrá que son cuatro. Nada más con ponerse a
investigar un poquito sabrá que usted manipuló al banco y a demás cobradores para que
la dejaran en la calle con su familia.

— ¡Por favor!—sí, era cierto Christopher era un malvado— ¡No me hables de lo que
es sano para mí! Ella no tiene que saber que yo hice que le quitaran todo, incluyendo su
casa. Ese es un secreto de Estado y no me importa lo que hice para conseguir que ella
aceptara casarse conmigo.

— ¿Qué dijiste?—no me pude aguantar y abrí la puerta furiosa, Christopher me


miró con ojos llenos de sorpresa y el sirviente bajó la mirada ciertamente apenado; la
oscuridad llenó la habitación haciendo del ambiente familiar un infierno.

—No es lo que piensas—el tono de Christopher estaba pasmado. Él no podía creer


que yo lo había descubierto tan fácilmente.

— ¡Eres un maldito!—le grité y dando la vuelta regresé a mi dormitorio para


empacar mis ropas y volver a mi casa, atrás muy rápidamente llegó mi recién estrenado
esposo.

Christopher no hizo nada para detenerme mientras empacaba, ni cuando le lancé la


camisa y la muñeca, ni cuando logré darle una cachetada.

— ¿Por qué me has hecho esto?—lloré toscamente— ¡Me has robado mi vida!

—No tengo por qué darte explicaciones— Christopher se cruzó de brazos y me


miró con recelo.
— !Ah sí! pues entonces yo no tengo que seguir casada contigo—le grité
melancólica, si ese idiota me había engañado para que me casara con él, rápidamente yo
anularía ese traste de matrimonio.

—Pase lo que pase seguirás casada conmigo—extendió los brazos a un lado y me


alzó la voz— ¡Yo te lo ordeno!

— ¡Deja de mandarme!—le arrojé la muñeca que él me había regalado,


lamentablemente logró esquivarla y la pobre fue a parar contra la pared y luego al suelo—
No soy tu balón de futbol.

— ¡Y tú deja de actuar como una niña y no hagas berrinches! —se acercó furioso a
mí y me contuvo entre sus brazos.

—Deberías dejar que eso lo hicieran los empleados—me dijo refiriéndose a lo re


recoger mi equipaje.

— ¡Yo puedo valerme por mí misma!—me separé de él y bastante molesta le arrojé


con rabia una camisa que él con suma rapidez atajo con su mano— ¡Tonto! ¿Cómo
pudiste?

—No me vengas con eso—me zarandeó con palabras simples—Tú sabías que esto
era un matrimonio por conveniencia.

—Sí, pero no sabía que tu lo habías provocado—lo miré con ojos aturdidos— ¡Te
aprovechaste de mí!

—Nunca lo he hecho—no tenía ni un poco de piedad al momento de hablar—Yo lo


único que hice fue arreglar las cosas a mi favor.

—Ustedes los ricos pueden comprar cualquier cosa—chillé incapaz de disimular mi


cólera —mi madre y yo tuvimos que pagar nuestras cosas por cuotas de hasta 10 años. La
casa era una de ellas.

—Nacer en cuna de hora tiene sus ventajas—me tomó de la mano y me hizo


mirarlo— ¿A qué nunca te imaginaste que era mi culpa que quisieran embargarle la casa y
qué perdieran todo su dinero, todo en un día?

— ¡Suéltame!—le di una cachetada bastante fuerte, la primera de mi vida y había


sido para él— ¡No quiero verte nunca más!

— ¡Pues, qué lástima!—me agarró con fuerza por las muñecas para evitar que lo
volviera a golpear—porque estamos casados y eso es hasta que la muerte nos separe.
¡Nunca nos podremos separar así que vete acostumbrando!

Oírlo decir aquello era tan frustrante para mí que por segundos pensé que la cabeza
me iba a estallar y que más atrás iba a ser el corazón.
— ¡No quiero estar más tiempo aquí!—él me soltó y yo me sentí tal y como si todo
aquello fuera el mismísimo infierno, no lo pude evitar y lloré llena de amargura.

— ¡Yo siempre hago lo que quiero! —Se mofó delante de mí y eso me parecía de lo
más canalla—Nunca vas a encontrar a alguien mejor que yo para ti y aunque lo
encontraras ¡Tú eres mía! —me levantó el mentón para que lo viera directamente a los
ojos.

— ¡No soy de tu propiedad!—yo estaba chillando como María Magdalena y eso era
frustrante.

— ¿Quién dice que no lo eres?— me penetró con esa mirada egoísta y malvada
propia de él y luego torció el gesto. Rápidamente me soltó y esta vez sí que sentí que me
iba a desmayar. No podía ser que esas cosas me estuvieran pasando justamente a mí, que
él pudiera hacerme sufrir de una forma tan mezquina, pero que al mismo momento me
estuviera hablando de posesión. ¡Odiaba que fuera una persona tan impenetrable,
indescifrable y dura!

— Me gustas de todos modos; así que no estás perdiendo nada— sonrió y me


encantó esa hermosa sonrisa tan inusual en él. Yo me quedé enmudecida y no dije nada,
me quedé por unos segundos soñando con un matrimonio feliz entre él y yo.

Pero, eso no fue suficiente para contener mi resentimiento ¿Acaso Christopher


estaba loco? ¿Cómo podía ser tan cruel al darme razones para odiarlo y luego darme otras
más para atraerme a su magia? ¿Realmente él era un príncipe o era que los cuentos de
hadas nos engañan tanto cuando somos niños? Además, me había casado con él obligada
y aún era capaz de decirme que yo no estaba perdiendo nada ¿Y mi libertad, dónde
quedaba? La palabra canalla era corta para definir un sujeto como él.

— ¡Por, favor llévame de regreso!—me sequé las lágrimas y respiré para intentar
darme fuerzas, un tipo tan ruin no merecía ni una de mis lagrimas; tampoco, algo de
piedad.

— ¿Y nuestra luna de miel?—preguntó muy serio cruzándose de brazos—los


medios de comunicación pueden malinterpretar el que ésta se termine tan pronto.

— ¿No ves que ya no soporto estar un segundo más contigo en esta dichosa luna de
miel? —Le grité más que furiosa al darme cuenta que eso era lo que le importaba, lo que
podían decir los medios—Ya no soporto que me ignores cuando te hablo—él era más que
desesperante—no aguanto que hagas lo que se te dé la gana—sus decisiones me hacían
daño— sufro cuando usas ese tono reservado que te caracteriza—por momentos sentía
que dentro de ese rígido cuerpo no existía un alma— y ya no resisto que me hayas usado
para casarte— ¿Qué clase de hombre obligaba a una mujer a casarse con él?

— ¡Llévame de regreso! —le supliqué sin defensa alguna, ya había agotado mi


orgullo y lo único que me quedaba era mi ruego.
— ¿Sueles yuxtaponer la razón a la lealtad?—se acercó nuevamente a mí y me
preguntó casi en la boca como queriendo besarme, ahí estaba otra vez provocándome para
manipularme como lo hacía siempre desde que nos habíamos conocido—No te comportes
como una niña, ya eres toda una mujer, lo único que te falta es…

— ¡Ni lo menciones!—intenté zafarme y le tapé la boca—prefiero quedarme virgen


para siempre—su cara se arrugó y yo le dejé la boca en total libertad— ¡Por, favor llévame
de regreso! —le volví a repetir.

—Si eso es lo que quieres—reaccionó de pronto y se apiadó de mí dejándome el


suficiente espacio para que yo pudiera tranquilizarme en cuerpo y alma—le diré a mis
hombres de confianza que arreglen todo para nuestro viaje de regreso.

— ¿Christopher, por qué tuve que ser yo? —le pregunté echa un manojo de odio y
rencor— ¿Por qué no alguien que estuviera dispuesta a casarse contigo? ¿Por qué no
casarte con Ximena? ¿Por qué no hiciste un concurso entre esas tontas que te siguen y
escogías a una de ellas? ¡Eres lo peor que pudo existir en este mundo.

—Así que un concurso, —me soltó burlándose de mí y actuando como si estuviera


pensando en mi idea—chica si supieras que no pensé en eso; pero ¡Qué buena idea se te
acaba de ocurrir!

— ¡No lo tomes a broma!—berrinché bastante molesta.

— ¿Y qué quieres que haga si estás hablando sandeces? —se alejó de mí y se paró
contra la mesa de la peinadora.

— ¡No son sandeces!— le aseguré—esa idea hubiese resultado mejor que obligarme
a casarte contigo.

—Yo no te obligué, —trató de aclararme Christopher— te recuerdo que fuiste tú la


que me llamó y me dijo que aceptaba casarse conmigo.

—Porque dejaste a mi familia en la calle—le recordé gritándole con todas mis


fuerzas.

—Bueno, lo admito; —al fin este hombre cedía un poquito— admito que moví muy
bien las piezas a mi favor y de eso se trata la vida; ya que, si no juegas bien terminas
perdiendo la partida de ajedrez.

—Eres tan engreído que comienzo a creer que Ximena tenía razón en lo de ser tu
esposa—yo estaba furiosa y sin darme cuenta estaba usando a mi hermana para enfurecer
a Christopher —Mi hermana era perfecta para ti

— ¿Eso es una broma cierto?—se volvió a acercar a mí y me buscó con la mirada—


Esa rubia oxigenada no me gusta para nada; a mí me gustan así como tú tremendas,
atolondradas e irreflexivas.
—Anda a decirle loca a tu madre—le refunfuñé sin darme cuenta que la reina
madre era una buena persona y no se merecía al hijo que había concebido.

— ¿Por qué no se lo dices tú misma?— Christopher mantenía un sentido de burla


que ya me tenía harta ¿Por qué solo actuaba así conmigo?

— ¡Eres un imbécil y ya no aguanto más!—ya para mí, todo esto era suficiente; lo
mejor era finiquitar todo y listo— ¡Me largo ahora mismo! No quiero estar ni medio
segundo más en este lugar por muy genial que sea; así que diles a tus empleados que
recojan mi equipaje velozmente.

— ¡Está bien!—sin mirar atrás se dirigió a la puerta dispuesto a irse— ¿Te quieres ir
tan rápidamente? ¡Nos vamos! Pero eso no significa que esta discusión haya terminado—
finalmente salió del dormitorio y yo le agradecí al cielo poder estar por un momento a
solas después de descubrir toda esa pesadilla.

A la hora ambos estábamos en el helicóptero y seguidamente en el avión volando


de regreso. ¡Lo odiaba por ser tan cruel! No podía creer que fuera tan poca cosa. No podía
creer que me fuera engañado y que yo me había dejado engañar.

Pero, el accidente fue lo peor que pudo ocurrir en toda esa pesadilla; todos llegamos
a nuestra ciudad de origen y no fuimos directamente al aeropuerto privado del palacio
según Christopher porque yo estaba muy alterada y podía hundirnos en las tinieblas con
una de mis rabietas. Para el príncipe yo estaba tan irritada que en cualquier momento
podía hacer cualquier cosa para acabar con su familia y con él.

El avión aterrizó en una zona apartada de un aeropuerto público y yo pesando en lo


mal que me iba a sentir cuando la gente descubriera quiénes éramos y en cómo mi vida
estaba acabada desde que me había casado con ese mal nacido; decidí que huiría de ese
lugar cuando tuviera la más mínima oportunidad. Bajamos del avión sin dirigirnos la
palabra uno al otro, los sirvientes estaban todos serios para variar pero el que había
encontrado hablando con Christopher sobre mis problemas económicos tenía una cara de
susto bien definida.

En el fondo yo no quería que fuera a perder su trabajo; sin embargo, estaba tan
furiosa que no me atrevía a interceder por él con Christopher que le mostraba una mirada
tan pesada y molesta, tal y como si quisiera arrancarle el cuello de un puñetazo. Sí, lo más
seguro era que cuando llegáramos al palacio ese señor iba a ser despedido de su empleo
de guardaespaldas.

No obstante, tampoco podía quedarme toda la vida pensando en si el señor iba a


quedar desempleado o en si tenía que regresar al palacio para impedirlo. No, yo no podía
hacer eso, necesitaba marcar distancia con el príncipe y huir de esa caricatura de vida. Así,
que sin ponerme a meditarlo mucho decidí que jamás iba a volver al palacio y que me iba
a escapar en ese preciso instante.
Con la excusa de ir al baño me alejé de los guardaespaldas mientras Christopher
intentaba explicarle a su madre por teléfono nuestro rápido retorno. Al llegar allí esperé
como tonta que el baño estuviera solitario; sin embargo, dos muchachas que se
maquillaban frente al gran espejo, me vieron emocionada y después de abrazarme me
pidieron autógrafos. Yo aturdida aún no podía creer que una cosita tan insignificante
como yo era ahora famosa. Al final no sé por qué pero temblando les firme un trozo de
papel toalé.

Al retiro de las muchachas, le pedí en forma de favor a la señora que trabajaba en el


baño que me dejara sola. Ella sonriendo salió de ese sitio y ahí supe que esa era mi
oportunidad para escapar para siempre de las garras de Christopher. No sé cómo fui tan
ingeniosa pero aproveché la ventana trasera del baño para escapar por allí. Aunque me
costó un poco pasar por ese diminuto lugar, logré con mucho esfuerzo mi propósito de
huida.

Inmediatamente afuera y sobre todo, libre al fin, no pude evitar sonreír; algunas
personas que me veían hacían gestos extraños maravillados por lo que yo acababa de
hacer, sin ponerme a meditar mucho corrí hacia la salida. Ya allí presurosa le silbé a un
taxi que se me paró muy cerca de los pies.

Me subí al auto sin ponerme a pensar mucho en que podía ser reconocida como la
nueva princesa. El chofer era un sujeto entrado en los cincuentas que carecía de buena
presencia. No me gustaba su cara; ya que, carecía de esa sonrisa que siempre acompañaba
a los taxistas que abordaba a menudo. Igualmente, estaba fumando como fogata
ambulante y la música que llevaba puesta era espantosa y de esas que provocan dolor de
cabeza.

— ¿A dónde? —me preguntó y yo lo miré por el espejo retrovisor.

Sin un lugar firme para donde ir, decidí decirle que me llevara a recorrer la ciudad
y que cuando yo supiera de algún sitio concluyente se lo haría saber, sí debía pensar en un
lugar en donde Christopher no me encontrara, un lugar alejado de esta ciudad y quizás
del país, un lugar en donde nadie me conociera y en donde aunque trabajara todo el día
lavando piso de borrachos, la gente reconociera mi valor como persona.

Ya llevaba una hora dando vueltas en el taxi sin ningún destino cuando el
susodicho automóvil se detuvo. La puerta de asiento trasero se abrió y Christopher entró
furioso sentándose al lado mío, yo me quedé completamente fría sin saber cómo había
dado tan pronto conmigo.

—No sé qué te propones pero no me gusta—dijo Christopher apretando los puños.

—Eso no es problema tuyo—mi voz sonó muy nerviosa y cautiva ¡Ay, ay, ahora sí
que yo estaba en dificultades!— ¿Por qué mejor no regresas al palacio? ¡Yo estoy bien sola!
— ¡Deja de decir tonterías y acompáñame al palacio!—me tomó de la mano con
fuerza dispuesto a sacarme del vehículo—Se acabó tú viajecito por los rincones de esta
ciudad.

—No voy contigo a ninguna parte—me zafé de su mano y lo miré con rabia—
¡Lárgate tú!

—Eres bastante grosera…—los ojos de demonio colérico que mostraba Christopher


estaban bastante oscuros y sombríos y eso me asustaba; en tanto, el chofer del taxi no
dejaba de vernos por el espejo retrovisor ¡Malvado viejo chismoso!—Al parecer la etiqueta
no nació para ti.

— ¿Qué te importa?—esquivé la mirada de mi príncipe y sentí que mi destino se iba


a hundir conmigo en el infierno por la escapada tonta que había realizado.

—Entonces, ¿Qué vamos a hacer?—me acarició un mechón de cabello muy


seductoramente— ¿Cómo solucionamos todo este rollo?

— ¡Déjame en paz!—le supliqué intrigada de su incapacidad de aceptar que era un


monstruo bohemio y despreocupado.

— Señor, —me dirigí al chofer del taxi que nos seguía viendo a Christopher y a mí
bastante curioso— ¡Por favor, lléveme a la Calle 301-6 de Marquesina!

—Muy bien, —al oír eso, la rabia de Christopher pareció ir en acenso— ¿Quieres ir
allá? Claro ahí vive tu ex.

— ¿Cuánto tiempo más tendré que soportarte? —Me tapé y destapé los oídos
simulando no escucharlo— ¿Cuánto tiempo más tendré que calarme tu desvergüenza?

—Por lo menos media hora más—me contestó y luego se dirigió al chofer— ¡Señor,
por favor, llévenos a la Calle 301-6 de Marquesina!

Al oí eso me quedé muda y pálida como un papel, lo que acabada de escuchar


significaba que mi nuevo esposito me iba a acompañar a ver a mi ex ¡Qué barbaridad! Esto
no podía ser, si este par se llegaba a encontrar iban a terminar yéndose a los puños o
matándose uno al otro.

Pero, muy en fondo sabía que no podría evitarlo, una de las cosas que caracterizaba
a Christopher era su seguridad al tomar sus decisiones y el nunca echarse para atrás,
aunque estuviera equivocado. Cansada de tantos conflictos me recosté en mi asiento y
decidí que si Emmanuelle y Christopher se iban a matar, lo mejor era que yo estuviera
presente para llamar al Servicio de Funerarias.

Durante el camino los dos evitamos hablarnos el uno al otro, ambos creímos que el
hecho de no comunicarnos era lo mejor para los dos. Pero, eso más vio hizo que el taxista
siguiera viéndonos por el espejo retrovisor con muchísimo fisgoneo. Al parecer estaba más
pendiente de nosotros que del camino que estaba transitando.

Íbamos Christopher y yo con destino a la casa de Emmanuelle cuando todo se


terminó. El conductor del taxi iba tan pendiente del silencio reinante entre Christopher y
yo que no vio que una señal de transito que indicaba que el semáforo estaba cerca. Cuando
estuvimos en un cruce peligroso el señor tampoco notó que el semáforo había pasado de
verde a rojo y siguió derecho por la carretera.

No sé si en ese mismo instante me desmayé o quedé inconsistente; pero hasta allí


recordaba lo que me había sucedido. El accidente había sido horriblemente macabro que
aún hoy una lágrima recorre mis mejillas cuando pienso en él.

Nuevamente de pie en el dormitorio del palacio, el corazón lo tenía en la boca.


Entonces, ahora sí podía recordar esos cinco días de mi vida y los odiaba bastante.
Christopher era un infame, aprovechado y ruin hombre que me había dañado la
existencia; además de que se había casado conmigo para tener un futuro hijo ¿Qué le
pasaba a l mundo, Dios?

Y ahora estaba acostado en mi cama pretendiendo que yo iba a dormir con él; pues,
no, no se lo iba a permitir y ahora menos que nunca.

— ¿Así qué dejaste a mi familia en la calle para poder casarte conmigo?—me paré
viéndolo directamente a la cama, bastante furiosa.

Christopher se movió en la cama y rápidamente se quitó la cobija, yo me crucé de


brazos en modo de enfrentamiento y eso lo hizo pararse velozmente de la cama y dirigirse
hacia mí.

— ¿Te acuerdas de todo?—no lo dudó ni un segundo—Ya recordaste todo nuestro


matrimonio.

— ¿Qué pensabas, idiota?—refunfuñé tratando de respirar lo más profundo que


pudiera para no cachetearlo como realmente él se lo merecía— ¿Creías que nunca iba a
recordar?

— ¡Relájate, Ashley!—me puso una mano en el brazo en forma de consuelo—


¡Relájate!

— ¡Era mi vida! —lo grité quitando su mano de mi cuerpo con bastante ira—No me
pidas que me relaje.

—Tú no estabas en mis planes inmediatos…—me confesó ligeramente—yo no te


conocía, pero cuando lo hice mi corazón me grabó en el cerebro que tenías que ser para mí.

— ¡Canalla!—le grité y le arrojé un objeto de cerámica que fue a caer, por mi mala
puntería, a una distancia bastante alejada de él— ¡Malvado!
—Con todo tu ser resultaste marcada en mi piel para siempre—me vio bastante
molesto por mi actitud violenta. — ¡Te adoro!

— ¡Ruin! —murmuré estando a punto a echarme a llorar en sus brazos.

—Somos blanco y negro—me dijo como si esa explicación bastara para mí—
Separados somos totalmente diferentes y extremistas; pero juntos podemos hacer
cualquier cosa.

Yo no le contesté, la enigmática manera de hablar conmigo que tenía Christopher


me estaba a punto de volver loca. A veces resultaba tan seductor y otras veces tan canalla,
que no sé sabía cuál de los dos caracteres era mejor.

—Me alegro de haberte conocido—me mostró una media risa que por segundos me
hizo suspirar— ¡No lo sé! Nunca pensé que un matrimonio podría resultar tan divertido—

— ¿De qué estás hablando?—esas últimas palabras me hicieron arrechar mucho


¿Qué se creía ese inmoral?

—No es necesario que te explique; ya estamos casados—sus mejillas estaban


ardiendo en burla hacia mí; ciertamente si yo lo asesinaba jamás me arrepentiría.

— ¡Te... odio!—le grité molesta por su forma tan cínica de hablar y lo golpeé varias
veces en el pecho para intentar que me explicara lo que me acaba de decir; más él tuvo
más fuerza que yo y me agarró fuertemente de las manos y luego dirigiendo sus labios a
mi boca me besó con fuerza. Yo estaba súper furiosa e intentaba esquivar su boca y su
cuerpo; no obstante, Christopher no me dejó en paz, en vez de eso, me soltó de las manos
y me agarró de la cabeza para profundizar el beso.

Su boca sabía deliciosa, este beso no se parecía al de la ceremonia de nuestra boda.


Este sí que era un beso de verdad, lleno de lengua, secreciones y deseo.

— ¡Basura!—le mordí el labio superior cuando me di cuenta que mis pensamientos


estaban cediendo ante su seducción; Christopher dolido me soltó gritando del dolor y se
alejó un poco de mí como esquivando otro posible acto de violencia de mí hacía él— ¡Eres
un canalla!—lo miré rabiosa— ¡No vuelvas a hacer eso!

—Acabas de morderme y yo no te he hecho nada—cubrió su boca con los dedos de


su mano intentando limpiarse la sangre.

— ¡Me besaste!—grité frenética— ¿Te parece eso poco?

— ¿Quieres que sea sincero?—me miró con los ojos coléricos que solía poner
cuando sus empleados hacían las cosas mal—Prefiero besar a una estatua que a una
melodramática como tú. ¡Madura!

— ¿Entonces, por qué lo hiciste? Dime…—le lancé una almohada que no llegó ni a
la mitad del camino— ¿Fue para burlarte de mí?
— ¿Siempre vas contra la corriente?—se dirigió a la cama y se sentó en ella— Por
supuesto que no fue para burlarme de ti, me gustas y que buena forma de hacer este
matrimonio que disfrutando de tus labios; aunque para bien para ti no acostumbro a
violar mujeres porque sino nunca fueras regresado de la luna de miel siendo “Virgen”
¡Buenas noches!—se acostó en la cama, apagó la luz y obvió mi presencia en esa
habitación.

Yo furiosa fui al cuarto de vestir y abrí uno de los grandes armarios; allí busqué
unas mantas, luego regresé al dormitorio y las coloqué en el piso de la habitación; donde
me acosté dispuesta a dormir allí, con ese frío. Estaba decidida a no compartir la cama con
él.

De repente, Christopher se levantó de la cama y con sumo cuidado de no lastimarse


el brazo, se quitó la camisa en forma de desafío mostrándome que pronto se iba a quedar
nada más que en bóxer. Al ver cuando hizo eso sentí que todo mi cuerpo se erizaba. ¡Dios
mío!

Yo estaba asustada y a la vez excitada, él no podía ser capaz de algo tan descarado
¿Cómo se iba a quitar toda la ropa delante de mí? Pero, el muy cínico allí estaba, ya se
había quitado la camisa y ahora estaba bajándose los pantalones. Yo por mi parte,
intentaba desde mi lugar en el suelo taparme los ojos para no verlo desnudo.

—Estoy en bóxer—dijo cuando terminó de desnudarse. Sin reflexionar mucho me


descubrí los ojos y pude percibirlo totalmente guapo de los pies a la cabeza ¡Era
maravilloso!— ¿Te gusto?—yo me quedé sin habla y nerviosa y apenada me cubrí los ojos
nuevamente; él simplemente se echó a reír.

— ¡Abre los ojos amor, qué la vista está increíble!

— ¡No!, ¡no!, ¡no! —expresé desesperada de estar en tan incómoda situación y con la
cobija me tapé hasta la cabeza.

— ¡Increíble que te pongas nerviosa de ver solo a un hombre medio desnudo!—


pude oír cómo se reía y eso me molestó muchísimo.

—No quiero hablar de ello—murmuré angustiada y él se carcajeó.

—Yo fui muy bueno contigo, amor…— Christopher habló muy seriamente—
decidí, a pesar de que no me gusta, dormir en bata y luego en ropas incomodas, solo para
no asustarte; pero sabes, no te lo mereces; así que disfruta de mi cuerpo; pequeña princesa.

Casi una hora entera me costó quedarme dormida en ese suelo duro y frío. Durante
este largo período varias veces lloré arrepentida de haber recuperado la memoria. Si antes
había querido y añorado poder recordar todo sobre mi matrimonio, ahora estaba
deseando nunca haber recordado. Es que, saber que Christopher me había usado para
tener un vientre seguro para sus futuros herederos era catastrófico.
¿Por qué tenía que haber recordado que ese matrimonio había sido parte de una
trampa de ese súper hombre? Si no yo hubiese recordado por lo menos me fuera quedado
el consuelo de pensar que algún día podría nacer el amor entre él y yo; pero, ahora sabía
que eso nunca ocurriría.

Incomoda en el suelo, aún no podía creer que las cosas hubieses dado un cambio
tan inesperado. Me había casado con un hombre que claramente no me amaba, en la luna
de miel había descubierto que él era el culpable de que mi familia perdiera todo, había
tenido un accidente de tránsito y despertado en un hospital sin recordar cinco días de mi
vida y ahora resultaba que mi mente me traicionaba nuevamente haciéndome recordar
todo para continuar con mi sufrimiento. ¡Todo eso era de locos!

Pero, eso no se iba a quedar así de fácil. Yo iba a cobrar venganza en contra de mi
esposo y él se iba a arrepentir de hacerme caer suplicantes a sus pies. ¿Qué carajo se creía?
Ese idiota era un zángano patán que me había usado para intentar alcanzar sus objetivos
de tener herederos; por lo cual, ni aunque me abriera su corazón, o me hiciera sentir la
mujer maravillas; yo jamás debía arrodillarme ante su poderío.

En fin, que me costó considerablemente quedarme dormida y que durante gran


parte de la noche tuve varias pesadillas horrendas; y en casi todas aparecía Christopher
con su maligna media risa. El muy sin vergüenza hasta en los sueños se veía guapísimo y
de solo imaginármelo cerca de mí me hacía suspirar. Yo no podía disimular que me
gustaba muchísimo Christopher.

Al despertarme a la mañana siguiente, pasé un gran susto. Me dolía una parte del
cuerpo y la vista la tenía muy cansona; pero, eso no fue todo, cuando me moví para
relajarme y dar comienzo a un nuevo día, abrí los ojos de golpe al percibir de repente que
yo estaba acostada en la enorme cama abrazada del esbelto cuerpo de Christopher.

— ¿Desde cuándo?—me senté en la cama furiosa y algo apenada me levanté


corriendo de la cama y me fui al baño. Allí escondida no tendría que enfrentarme a
Christopher. Me bañé con suma paciencia esperando con ansias que Christopher se largara
de la habitación.

A la media hora salí del baño en bata y me dirigí, sin voltearme a ver a ese esposo
mío, al cuarto de vestir en donde sin mucha experiencia en moda escogí un vestido azul
claro, me puse unos zapatos de tacón bajo y algunas prendas no muy alarmantes.

Cuando estuve lista regresé a la habitación. Christopher lamentablemente no se


había ido fuera de allí; más, sí se había duchado y vestido como el hombre perfecto que ya
era. ¡Se veía súper grandioso!

—Anoche…—me expresó sin por lo menos dignarse a saludarme—tuve que llamar


a un empleado para que me ayudara a recogerte del suelo y a colocarte en la cama; era
absurdo que creyeras que te iba a dejar dormir en el suelo como un mendigo. Eres una
princesa; por lo que no quiero que nuevamente hagas ese teatro tan inmaduro de querer
dormir en el piso.

—Yo…—yo no podía creer que Christopher había llamado a un empleado suyo


para recogerme del suelo; debió pasar mucha pena por mi culpa— ¡Lo siento!

— ¡No te preocupes!—se acarició el cabestrillo como queriendo darme a entender


que había tenido que llamar a un empleado porque con sus brazos y manos no había
podido.

—Yo…yo nunca había dormido en el suelo—le confesé algo abatida—pero…—


ahora sí que me estaba escuchando estúpida—pero…pero no pude evitar intentarlo por lo
menos; anoche tuve miedo de ti y de lo que podías hacerme.

— ¡Ya te dije que no voy a violarte o a obligarte a acostarte conmigo!—caminó hacia


la puerta listo para retirarse de la habitación—Es más, para que te enteres el empleado que
me ayudó a levantarte de ese suelo fue el Duque Cyprien y ese es un hombre de honor y
respeto.

Culminando de decir eso, Christopher salió del dormitorio y yo bastante


contrariada, me senté en la cama. De verdad, que mi esposo era un hombre que muy en el
fondo era bueno; sino sin más pena que gloria fuera reclamado sus derechos como esposo.
En cambio, le había pedido al Duque Cyprien que lo ayudara a colocarme en la cama, para
evitar que yo pasara la noche en ese majadero suelo.

Tratando de relajarme un poco antes de salir a desayunar en el comedor, decidí


introducirme en internet mediante mi celular; para ver qué noticias nuevas había desde mi
accidente automovilístico., y deseando estar más cómoda, me estiré en la cama con total
libertad y gusto.

La primera página que abrí fue una que hablaba sobre mi retorno al palacio y el
artículo se llamaba “Con mucho secretísimo retorna la princesa al palacio” y hablaba sobre
la forma tan oculta como Christopher y yo habíamos salido del hospital y el cómo no nos
habíamos enfrentado a los medios de comunicación.

Dispuesta a no pararle a una noticia tan boba decidí abrir otra página en internet.
Ciertamente, yo aún no estaba preparada para adaptarme a los medios de comunicación
cuando estaba saliendo del hospital; así, que tal vez, algún día los periodistas entendieran
eso.

La siguiente página que abrí me molestó mucho. El artículo se llamaba “Esta


señorita nunca será una princesa de verdad” y trataba sobre mí; en él el periodista me
criticaba espantosamente; ya que usaba en contra de mí descalificativos como los de chica
burda, simple e ignorante; así como comunicaba al público en general que yo nunca
estaría capacitada para ser princesa o reina porque sencillamente no encajaba en la
realeza”.
Al leer este artículo completo, yo me puse muy furiosa, estaba que echaba fuego por
los ojos ¿Por qué habían personas tan canallas? Ese periodista era un malnacido que
seguramente Dios le cobraría todas las cosas que me estaba haciendo. ¿Acaso ese señor era
tan perfecto como para creerse con el derecho de burlarse de mí? Y no era la primera vez
que escribía algo en contra de mí; ya que, esto se le estaba haciendo costumbre.

No sabía qué pensar, a la gente mala siempre le iba bien y a personas como ese
periodista nunca nadie se atrevía a ponerle una mano encima; sin embargo, a personas
buenas como yo que hacían las cosas correctamente y que incluso a veces se quedaban
calladas ante la maldad, si nos iba diabólicamente y se nos trataba peor.

Pero, siempre la vida nos cobra lo que hacemos y yo estaba segura de que más
temprano que tarde, ese periodista se iba a arrepentir de lo que me estaba haciendo. No se
había limitado a publicar el día anterior que mi ex me había visitado sino que ahora se
atrevía a decir que yo no servía y que no tenía madera para ser princesa.

¿Acaso las personas cuando tienen un alto cargo o un poder pueden menospreciar a
los demás? No, eso era injusto e inaceptable. ¿Qué se creían que nunca nada los podía
afectar? Eso de hacerle daño a la gente siempre tenía un final: “Todo lo que hacemos se
nos regresa porque la vida es un ciclo”

Es que ese periodista me hacía recordar a una Directora de la escuela donde estudié
mi primaria, ella era una mujer malvada que pedía reposos continuamente porque se
enfermaba de cosas muy serias, pero que cuando estaba sana parecía querer pagar sus
sufrimientos con las maestras porque las maltrataba, las manejaba a su antojo y era
incapaz de ponerse en el lugar de ellas.

¿Qué era mala persona? No, claro que no; ella era una persona normal y corriente
que sin darse cuenta cometía muchas injusticias, que tristemente el poder que le había
dado el ser Directora de escuela se le subía a la cabeza y que además, permitía que sus
problemas personales influenciaran su parte laboral; y eso sí que era negativo.

Ese malvado periodista era igual, seguro que tenía problemas personales y sus
ganas de ser el mejor no lo dejaban ver que estaba cometiendo un error conmigo. Me
estaba haciendo daño y no se permitía a sí mismo el preguntarme el cómo me hacía sentir
el que me humillara en noticias mundial.

Agotada ya de saber que nadie me quería como princesa, decidí salirme de internet
y apagar el teléfono, no quería tener relación algunas con las cosas que me pudieran
afectar. Respirando profundamente me levanté de la cama y decidí salir del dormitorio
para ir a desayunar en el comedor principal.

Recordando básicamente cómo llegar a ese lugar, di varios recorridos y a los pocos
minutos me encontraba lista para desayunar. En la mesa estaban la reina madre, el Duque
Cyprien, mi mamá, Ximena y Christopher. Al buscar mi asiento para sentarme, todos se
levantaron en mi honor y haciendo una reverencia se sentaron nuevamente.

— ¡Mi niña, estoy tan feliz!—la reina madre se dirigió a mí con una sonrisa en los
labios—Mejor dicho, todos estamos felices ¡Es grandioso que ya hayas recobrado la
memoria!

—Yo…—susurré— ¡Gracias!

—Propongo un brindis para festejarlo—la reina madre levantó su copa y con ella,
todos los que compartían la mesa— ¡Salud!

Bastante tímida, yo sonreí algo retraída de escucharlos a todos decir ¡Salud! En mi


honor, era extraño sentirme tan homenajeada y más cuando la gente que lo hacían eran
muchos más importantes que yo.

Un chef y varios mesoneros comenzaron a servir la comida y yo fui feliz de que no


fuera pasta; ya que, debido a una dieta con la que tenía casi un año, me había limitado lo
de comer pasta a una sola vez al mes para evitar subir mucho de peso. ¡Sinceramente que
las malas críticas de mi hermana me tenían actuando bastante tonta!

Durante el desayuno no hubo ninguna conversación; por lo que, sinceramente me


sentí muy aburrida. Creo que en medio del desayuno me acerqué a Christopher para darle
mi opinión al respecto.

— ¡Qué aburrido es comer sin llevar a cabo una conversación!— le murmuré al


oído y él me miró con ganas de agarrarme fuertemente por el cuello y…

— ¡Sólo quédate callada!—apretó el puño y me clavó esos oscuros ojos rabiosos.

— ¡Ya lo estoy! —Le confesé sinceramente—Es sólo que eso me aburre.

—Pues, —sonrió menos de un segundo—aguanta sólo un poco más.

Yo lo escuché decir una maldad como esa y me mordí los labios de la rabia. ¡Odiaba
a mi recién estrenado esposo como las mujeres odiaban a los hombres infieles!

El desayuno culminó e inmediatamente la reina madre nos propuso a Christopher


y a mí que saliéramos a pasear por los jardines del palacio para que según ella
intentáramos recuperar los días perdidos por el accidente. Yo acepté encantada; ya que,
tenía entre ceja y ceja el reclamarle al príncipe el haber revelado mi nuevo estado de salud.

Christopher y yo anduvimos caminando casi como por media hora por uno de los
jardines principales del palacio. Éste era un campo de rosas bancas, rojas, naranjas y
violetas y tenía en el centro una fuente con pájaros artificiales.
—Es bueno que mi madre se la lleve bien con la tuya ¿Verdad?— Christopher fue el
primero en hablarme haciendo hincapié en la relación cercana que últimamente tenían su
mamá y la mía.

— ¡Sí, es bueno!—le dije seriamente, realmente si me ponía a pensar mucho llegaría


a la conclusión que a mi mamá le caía bien la reina madre solamente por el interés que eso
le podía proporcionar.

—Espero…—me dijo—que con tu hermana Ximena sea igual. Mi madre es una


buena persona y tú hermana es una chica estupenda— ¡Vaya, cuándo sería el día que
alguien no iba a salir adulando a esa tonta!

— Christopher…—decidí cambiar de tema, y me pareció que el más concreto a


tratar era sobre el del regreso de mi memoria perdida.

— ¿Christopher…qué?—me preguntó mirándome directamente a los ojos y yo, para


disimular que su mirada me había afectado los nervios, tomé una rosa y la olí, se sentía tan
bien estar en ese lugar.

— ¡Se lo dijiste!—le dije sin más tratando de no parecer perturbada— ¿Cómo


pudiste hacerlo sin ni siquiera detenerme a preguntarme si estaba de acuerdo con que lo
hicieras?

— ¿De qué me estás hablando?—recogió una piedra del suelo y la lanzó a la fuente.

—No te hagas el poco inteligente—lo odié por su actitud tan arrogante— ¿Por qué
le dijiste a la reina madre que recordada todo?

—No me dijiste que fuera un secreto—expresó orgulloso—Me pareció lo más


correcto decírselo para que tuviera un momento de felicidad después de todo el alboroto
por el accidente.

— ¡Eres un mamarracho!—gruñí molesta de saber que en cierta forma el haber


perdido la memoria me había ayudado a pasar más tiempo a solas en la habitación y que
ahora como la reina madre y los demás sabían que recordaba todo, tendría que empezar a
adaptarme a mi vida de “princesa” fuera del dormitorio.

—Y yo que pensaba que mis diseñadores privados y modista sabían crear


vestuarios modernos y a la moda para mí—caminó hacia un de los seis bancos que habían
en el jardín de rosas y se sentó; luego con una seña me invitó a sentarme al lado de él.

—Lo de mamarracho no lo digo por lo del vestuario; — obedecí a su pedido y me


senté muy cerca de él ¡Dios mío este matrimonio sí que me estaba resultando difícil! ¡Si no
fuera tan guapo!—lo digo por lo de ave trepadora.

— ¿Qué?— Christopher me sonrió incomodo y a continuación miró al cielo como


pensando en lo amarga que se está tornando nuestra conversación; después bajó la vista
hacia mí y se mordió el labio inferior claramente provocándome— ¿Cuándo me has visto
treparme sobre los hombros de otros para ser lo que soy yo?—me preguntó bastante
sensual y yo temblé, ese canalla sabía cómo hacerme bajar la guardia y aprovechando que
estábamos solos en ese jardín, me estaba seduciendo.

—Ni que fueras tan importante—hablé con pedantería únicamente para hacerme la
poco cohesionada, puesto que, en el fondo yo sabía que si Christopher seguía haciendo eso
con sus labios me iba a volver loca de deseo—Eres famoso pero vales lo mismo que la
mierda—le solté sabiendo que ofendiéndolo lograría que calmara su linda boquita.

—Estás perdiendo el estilo y la educación, cariño—dijo él sin molestarse por mis


palabras; realmente él era un hombre que tenía demasiada paciencia y arrogancia, sobre
todo conmigo— ¡me sorprendes!

— ¡Qué romántica soy! ¿Verdad?—le pregunté y después me levanté velozmente


del banco decidida a poner distancia entre él y yo.

—Si fuera de la manera en que lo dices—me miró con ojos libertinos y luego tosió
para aclararse la garganta y con ello para que su voz sonara más menuda—en este
momento los dos estuviéramos en una zona bastante privada que ésta; nuestra habitación
es un buen sitio.

—Ten cuidado con lo que dices, idiota—frenética por lo que me había dicho, me
acerqué a él y estuve a punto de darle una cachetada, pero ese príncipe malvado me atajó
la mano en el aire de forma instantánea.

—Si me vuelves a ofender o pegar no te prometo reaccionar bien—me expresó sin


soltarme y luego se levantó del banco mirándome amargamente— ¡Te aseguro que lo que
te voy a hacer te va a doler!

— ¿Qué me vas a hacer?—lo miré directamente a los ojos y podía jurar que lo que
sus ojos transmitían era fuego del infierno.

—Mejor dejémoslo así—me miró los labios como si fueran el pastel más delicioso y
después me soltó solapadamente. Yo lo observé y él finalmente se retiró de mi lado; al
parecer ya se había cansado de discutir conmigo sin llegar a ningún resultado.

Christopher se retiró del jardín sin ni siquiera despedirse, así que yo decidí
quedarme caminando por allí. Pensé que entre más distancia hubiese entre mi esposo y yo,
las cosas resultarían más positivas para mí.

Estuve como veinte minutos caminando y observando las diferentes rosas que
estaban en el lugar. Realmente las rosas rojas eran las mejores. Cuando finalmente decidí
dejar de pasear por los jardines de rosas, me fui hacia donde estaba una de las albercas
principales. Seguramente allí podría asentarme en una de las mesas del restaurant y con
ello lograr tomarme un batido para refrescarme.
Llegué a la piscina y lo primero que noté fue que mi hermana estaba nadando
gloriosamente en ella; realmente parecía una sirena y no era que me causara envidia el
verla tan perfecta sino que simplemente podía notar como algunos empleados que estaban
por allí cerca, estaban encantados de verla nadar tan bien y de su cuerpo tan esbelto.
Desde que estaba en el palacio ni una mosca me había dicho un simple piropo a mí.

Agotada de seguir martirizándome a causa de ella, decidí ir al restaurant. Allí un


chico me atendió educadamente y feliz por eso, le pedí un batido de chocolate. Sí, no era
mi favorito, pero en ese instante, realmente que lo necesitaba para eliminar mi ansiedad y
mis celos.

— ¡Hija! ¡Hija!—de pronto oí los gritos de mi madre acercándose a mi mesa.

— ¡Hola, mamá!—la saludé con un beso en la mejilla, tal como si no nos


hubiésemos visto en la mañana— ¡Siéntate, conmigo; por favor!—ella me obedeció y se
sentó conmigo.

— ¡Estoy encantada de saber que recuerdas todo!—me dijo al parecer bastante


contenta y la actitud de ella hacia mí, tan llena de felicidad y tranquilidad, para mí fue
bastante extraña, mi madre nunca se había comportado conmigo así, realmente siempre
me había tratado como si yo representara un sancudo enfermo que acabaría con el
planeta— ¡Eso es una gran noticia para todos! —me expresó y yo medio sonreí.

—Pensé que…— ¡Oh, vaya! ¿Por qué mi mamá me hacía algo como esto? Yo no
quería hablar de mi perdida y recuperación de la memoria en ese momento y menos con
ella; realmente si aceptaba mi verdad era que al principio odié el perder mi memoria, pero
cuando supe el por qué de mi matrimonio con Christopher deseé nunca haber recuperado
esos recuerdos tan feos.

— ¿Qué pensaste, hija?—mi mamá le hizo señas al empleado para que le trajera
algo para beber, seguramente que algo con alcohol.

—Pensé que…—respiré profundo y decidí que era momento de hablar con la


realidad por delante—pensé que el que me haya casado con Christopher te disgustaba
mucho.

—Si lo dices porque desde un principio no deseé que te casaras con él…me dijo
tomándome de las manos—créeme que lo pensé porque no creí que estuvieras preparada
para ser su esposa. Tú no eres como tu hermana, —tenía que salir ella en la conversación—
ella se viste elegantemente, es muy popular y adora al príncipe; en cambio tú…

— ¿En cambio yo, qué?—le pregunté disgustada e inmediatamente me solté de sus


manos.
—En cambio tú…—tragó saliva algo perturbada—eres más sencilla y te conformas
con menos. Pero, bueno ahora ustedes dos están casados y como recuerdas todo, es
momento de ser feliz ¿Verdad?

—Sí, claro que sí—me relajé y dejé que me volviera a tomar las manos, ponerme a
discutir con mi mamá era una guerra de nunca acabar y realmente fuera terminado con
dolor de cabeza si hubiese continuado con esa batalla sin fin.

Como a las tres de la tarde, la reina madre, mi mamá, Ximena el Duque Cyprien,
Christopher y yo nos sentamos en el salón principal para tomar el té. El estar sin hacer casi
nada, solamente paseando de un lugar a otro en el palacio, me tenía inimaginablemente
aburrida; no obstante, aún no podía regresar a la universidad para continuar con mi vida.

— Tengo una confusión sobre la recuperación de tu memoria, Ashley—me


comunicó la reina madre y yo bajé el rostro, realmente que todos iban a seguir con ese
temita.

— ¿Qué… clase de confusión?—le pregunté.

— ¡Es fácil de aclarar, mi niña! ¡No te preocupes!—la reina madre me sonrió


alegremente y yo supe que ella sabía que yo estaba harta de hablar de esa trama—Si
anoche recuperaste la memoria ¿Por qué no fuiste a mi dormitorio a avisarme de una
buena vez?

— ¡Madre!— Christopher reprendió a su madre— ¡Déjala en paz! ¿Quieres?

—Es que, mi niña—continuó hablando la reina madre conmigo, obviando a su


hijo—anoche yo casi no pude dormir pensando en esa pérdida de memoria tuya y en lo
que estabas sufriendo por no recordar tu matrimonio y resultaba que ya recordabas todo.

—Es que cuando recordé…— ¡Qué fastidio que mi recuperación de memoria fuera
algo tan importante!—Recordé cuando ya todos ustedes estaban dormidos.

— ¡Qué mal!—la reina madre se entristeció—y yo que tenía planeada para anoche,
una fiesta en tu honor para celebrar que ya estabas en casa.

— ¿Y tuvo que suspenderla por mí?—le pregunté sintiéndome bastante culpable,


aunque en el fondo le daba gracias a mi esposo por no permitir que la reina madre llevara
a cabo ese dichoso festejo.

— ¡Me temo que sí!—ella suspiró y eso me partió el corazón, realmente que la reina
madre era una maravillosa persona y me quería tener contentísima.

— ¡Madre, hacer esa fiesta anoche era absurdo!— Christopher intentó hablar con su
mamá, pero ella lo ignoró claramente a propósito—Ya te dije ayer que no se podía hacer
una fiesta en una situación tan problemática, Ashley no recordaba nada y seguramente si
alguien se le acercaba en la fiesta para preguntarle cosas sobre nosotros, ella no iba a saber
qué contestar.

—Pero… es que recordó anoche—expresó la reina madre aclarándose la voz y


observándome con simpatía—por lo que, si anoche mismo ustedes dos me hubiesen dado
esa gran noticia, sin importar la hora o que estábamos durmiendo, yo hubiese saltado de
alegría y mandado a hacer la fiesta en honor de Ashley que tenía planificada desde que
ella despertó en el hospital.

— Reina madre…—susurré e inmediatamente supe que ella sería una buena amiga
y suegra para mí; ya que, aunque la conocía de hacía poquito, con su buenos tratos me
demostraba que me quería. El querer hacer una fiesta por mi dada de alta del hospital me
parecía algo demasiado honroso.

—Madre…— Christopher le manifestó a su madre—anoche no estábamos como


para andar de fiesta, Ashley estaba algo perturbada y yo cargo este cabestrillo absurdo.
Los dos merecíamos descansar.

— ¡Ah, eso sí!—la reina madre reflexionó y le sonrió a su hijo— ¿Y qué opinas tú
Cyprien?

— ¿Yo?—preguntó bastante nervioso de que lo metieran en la conversación el


duque Cyprien.

—Sí, tú—la reina madre se recostó de su asiento en señal de tranquilidad y


comodidad— ¿Qué opinas?

—Yo opino que anoche no era el mejor momento para hacer fiesta—dijo sin más el
duque Cyprien.

— ¿Y tú Ximena qué opinas?— la reina madre le preguntó a mi hermana, al parecer


estaba haciendo una encuesta entre todos los presentes.

—Yo opino que mi hermana…—Ximena estaba sonriente, demasiado hipócrita para


mi gusto—anoche no estaba preparada para una fiesta—sí, desde que la reina madre le
preguntó a ella, yo sabía que iba a contestar algo como eso.

Christopher me mantuvo tomada de la mano en todo momento y cuando escuchó


que a todos les parecía bien el no haber hecho la fiesta la noche anterior, me apretó la
mano; realmente él sabía cómo disimular su alegría por haberle ganado a su madre, yo
estaba contenta, pero porque la fiesta no se había realizado; ¿Qué hubiese pasado conmigo
si se fuera llevado a cabo?

— ¡Pero…aún la podemos hacer!—mi madre intervino en la conversación y


claramente se le notó que lo único que quería era codearse con la más alta sociedad. Yo no
quería que hicieran fiestas para mí y ella no me estaba ayudando.
—Sí, claro que sí—la reina madre aplaudió de felicidad y yo no entendía el por qué
hacían tanto escándalo porque había regresado al palacio, no veía la necesidad de hacer
una fiesta.

De repente, el tema de la fiesta, la recuperación de mi memoria y de mi dada de alta


quedó en el olvido, justo cuando llegó ella.

— ¡Sorpresa!—las miradas de todos se dirigieron a la entrada del gran salón de té.

Yo vi a la recién llegada que saludaba eufórica y me quedé pasmada; ella era la


chica que los medios de comunicación siempre habían dicho que era la novia de
Christopher, era la muchacha que algunos periodistas habían comparado conmigo
durante los últimos días y que habían favorecido sobre mí, era la mujer que todos decían
que era el gran amor de mi esposo; su nombre de pila: Anastasia.

Anastasia tenía los ojos azules y era una rubia alta y oxigenada. Estaba vestida con
un top fucsia “que patético”, un jean ajustado al cuerpo, unos lentes, unos zapatos y una
cartera del mismo color que la blusa. Parecía una muñequita sin cerebro llegada de una
fiesta de bobas.

—Cielos, jovencita —la reina madre la vio y apresuradamente se dirigió a


abrazarla— ¡Ésta sí que es una sorpresa!

— ¡Qué magníficas noticias, hija!—el duque Cyprien se levantó de su asiento y


también caminando hacia ella, la abrazó.

Yo, me levanté de mi asiento y me fui a parar a una distancia prudente; esa mujer
me hacía sentir muy inferior, casi o igual que como me sentía con Ximena. Ella era
hermosa y el ver como la reina madre y el duque Cyprien celebraban su llegada me hacía
sentir celosa; igualmente, que me daba rabia saber que era la ex novia de mi esposo.

Y por todo eso, yo estaba que echaba fuego; ya que, pensaba que para ese momento
sí que las cosas no podían ser peores. Ahora además, de luchar con la exuberancia de
Ximena, tendría que luchar con la de Anastasia que se había antojado de aparecer en el
palacio.

Por su parte, Christopher tenía los ojos indescifrables, para cambiar un poco no se
sabía si estaba contento o furioso, triste o bravo. Lo miré y pensé que era extraño estar
casada con él y no poder ni siquiera compartir el conocer con solo una mirada, el estado de
ánimo del otro.

— ¡Bienvenida a casa, Anastasia!—lo escuché decir y los dientes se me pusieron


tiritones de la furia que tenía, de saber que hasta él le había dado la bienvenida. ¿Sería qué
yo iba a pagar muchos años de cárcel si los mataba a todos? Pero, no me atreví a dar un
paso en contra de ellos; sobre todo porque Christopher no hizo ningún gesto de recibirla
con agrado. ¡Por lo menos en eso se había apiadado de mí!
—Hasta que apareces—la reina madre regresó a su lugar—Niña, esos estudios no te
dan ni una semana de vacaciones—Anastasia muy cínica sonrió y yo vacilé pensando en si
matarla era poco, quizás era mejor cortarla en pedacitos antes de matarla para que sufriera
más.

La miré y gruñí en mis adentros. Así que ella era la chica que había sido la novia de
mi esposo. No podía negar que Christopher tenía buenos gustos.

— ¿Por qué no me llamaste y avisaste que ibas a venir?—su padre haciendo algunos
pucheros se colocó a su lado soltándola de su abrazo pero sin dejar de mirarla con ojos
cariñosos.

— ¡Quería darles una sorpresa a todos!—miró a Christopher e inmediatamente


concluí que la sorpresa estaba hecha en especial para él. La ex novia había regresado por el
amor de su vida.

—Parece ser que aún no has cambiado nada— Christopher se levantó de su asiento,
pasó por un lado de ella como si de un jarrón vacío se tratara y se acomodó a la ventana
para ver el espacio exterior.

— ¡Tú tampoco has cambiado nada!—Anastasia siguió a Christopher y obviando la


presencia de su padre, de la reina madre, de mi mamá, de Ximena y de mí, le puso la
mano sobre el hombro.

— ¿Te casaste?—se sacudió los alisados cabellos— ¿Y por qué nadie me dijo nada?
Si no es por los medios de comunicación no me entero ni lo de tu boda, ni lo del accidente.

— ¡No tuve tiempo! —cruzó los brazos y no se preocupó en mirarla ¡Vaya, sí estaba
molesto con ella no lo disimulaba ni un tantito! Bueno, con tal de que la rabia que tenía
con ella no la pagaría conmigo, todo estaba medio bien.

— ¡Ya lo superarás!— Christopher le dijo y volteándose hacía donde estaba yo, se


acercó a mí.

— ¡No hay problema!—Anastasia lo persiguió con la mirada, actuando demasiado


desvergonzada ¿Acaso no podía disimular que amaba a Christopher delante de mí? —De
todas maneras esto fue un matrimonio arreglado—dijo en forma de burla y eso me dolió
muchísimo. Esa recién aparecida era una bruja.

¡Oh por Dios! No podía creer que esa chiquilla en tacones altos hablara tan
confiadamente sobre Christopher y yo y sobre la relación que ambos teníamos. Mi
príncipe me tomó de la mano y me acercó hacia donde estaba la muñequita de rosa. Yo me
mostré decidida esperando ver sangre en el suelo sobre algunos cuerpos muertos, en los
próximos segundos. ¡Quería matarla para que no hablara boberías!

— ¿Qué?—le pregunté en susurro a Christopher cuando noté que él me estaba


viendo y con eso notaba que yo estaba muy tensa.
— ¿Estás bien? —Me susurró al oído muy minuciosamente— ¡Celosa te ves
hermosa!

— ¡Tonto!—fue lo único que pude pronunciar porque cuando deseé buscar una
ofensa más grotesca ya estaba parada frente a frente de Anastasia.

— ¡No estás nada mal!—Anastasia sorteó mi presencia y le tocó descaradamente los


bíceps a mi esposo— ¡Cada vez estas mejor!—La reina madre tosió en señal de que la chica
estaba pasando el límite y el duque Cyprien nos miró con desconcierto.

—He cambiado un poquito— Christopher retiró con antipatía la mano de la chica


de su pecho y se decidió a presentarme— ¡Ella es mi esposa!

No pude evitar sonreírle con falsedad; así como ella lo estaba haciendo. Anastasia,
en ningún momento hizo los gestos de educación que hacia la realeza tenía que hacer; en
vez de eso, me pasó por un lado caminando hacia su padre y con voz áspera dijo:

—Encantada de conocerla.

— ¡Mucho gusto, señorita!—mi mamá se acercó a saludar bastante fascinada por


esa boba.

Y mi hermana también se levantó para saludarla, realmente una frente a la otra no


se sabía cuál de las dos era más artificial, presumida y falsa.

—Mi nombre es Ximena—mi hermana le extendió la mano a Anastasia—Soy la


hermana de Ashley ¡Encantada de conocerte!

Cuando ese par se estrechó la mano, sentí un escalofrío horrible. Mi cuerpo, mi


mente y mi corazón me decían que este par me iba hacer la vida un infierno del cual
quizás no lograría salir.

— ¿Y por qué estás aquí?—le preguntó el duque Cyprien a Anastasia para


apaciguar el ambiente, luego con un gesto la invitó a sentarse a su lado, ella se sentó y
cruzó las piernas como una modelo de pasarela.

—Sí ¿Por qué?—la reina madre tomó su asiento y realizó un gesto para que
Christopher y yo nos sentáramos junto a ella. Mi esposo me llevó tomada de la mano y los
dos nos sentamos unidos como una verdadera pareja.

—Lo que pasa es que…—Anastasia se quitó un mechón de la cara—renuncié a la


universidad porque decidí estudiar aquí.

—Pero…—su padre Cyprien arrugó el gesto confuso y bastante consternado.

— ¡Ahí, ya padre!—Anastasia hablaba como niña de preescolar—Todos sabemos


que me fui de aquí por los rumores de Christopher y yo; me imagino que como ya él se ha
casado no habrá mayores problemas para que me quede.
— ¿Qué rumores?—preguntó nerviosa mi madre sabiendo muy bien la respuesta.

—Yo creo haber escuchado algo de eso…—murmuró Ximena, luego se sentó en su


asiento y me miró con claros ojos de burla como diciéndome “Viste, tontita; eso es para
que aprendas”

— ¡No idees dificultades, Anastasia!— Christopher miró a Anastasia con ira y yo


decidí hacer como si todos estuviéramos en una obra de teatro en donde no se siente nada
que no sea parte de la obra—si te quieres quedar aquí por mí no hay problema; no
obstante, no quiero que hables de esas cosas tan a la ligera.

— ¡Lo que sea!—Anastasia no parecía verse afectada por el correctivo de


Christopher, más bien, parecía estar muy feliz.

— ¡No quiero hablar de ello!— Christopher se levantó echando chispas del mueble,
su expresión al hablar había sonado bastante rígida— ¡Eso es parte del pasado!

— ¿Qué diablos estás haciendo, Christopher?—la reina madre le preguntó bastante


alterada a mi esposo— ¡No quiero que trates mal a Anastasia por estúpidos chismes!

Yo decidida a parecer súper tranquila me levanté apresurada e intenté apaciguarlo


a él hablándole muy suavemente

— ¡Mejor, baja la guardia!—le pedí con paciencia— ¡No quiero que esto termine en
un problema mayor!—y Christopher me obedeció porque inmediatamente suspiró y relajó
su furioso rostro.

—Esas cosas que rondan por ahí nunca han sido ciertas—la reina madre se levantó
de su asiento y caminó hacia Anastasia—Señorita, vamos a ver tu habitación ¡Está intacta
desde que te fuiste!

—OK, reina madre—y volteando los ojos en señal de desaprobación se marchó con
la reina madre dejándonos a su padre Cyprien, a mi madre, a Ximena, a Christopher y a
mí desconcertados.

— ¡Discúlpenme, sus altezas!— el duque Cyprien hizo un gesto de disculpas—Ella


no es mala, sino que no nos perdona el haberla mandado lejos por chismes sin razón.

— ¡No se preocupe!— Christopher se limitó a decir— ¡Pero, por favor, dígale que
tome algo de calma antes de tratar de discutir conmigo, innecesariamente!

— ¡Con su permiso!—el duque Cyprien tremendamente pálido se marchó hacia


donde su hija se había ido; a continuación mi mamá y Ximena también se fueron después
de decir que iban a sus respectivos dormitorios a descansar.

Finalmente, a Christopher y a mí, nos habían dejado solitarios por un buen rato en
que ninguno dijo nada. La tensión aún estaba presente solo que ninguno de los dos la
quería romper. Él parecía exageradamente rígido y yo enormemente recelosa.
Luego de pasar unos minutos bajo una eterna paz muda, él rompió el silencio:

— ¿No vas a decir nada?— me preguntó algo molesto.

Yo no le contesté, no quería perder mi tiempo en confesarle que estaba furiosa de


saber que su ex había regresado al palacio.

—Entonces, voy a suponer que no me vas a trasgredir—me acarició con dulzura la


mejilla izquierda y eso me hizo ponerme roja como un tomate—Te vas a quedar con esos
celos y no me vas a discutir nada de lo que ha sucedido aquí hace unos minutos. ¡Santo
milagro!

— ¡No me vas a provocar!—quité su mano de mí tratando de parecer asqueada—


¡No estoy celosa! ¿Por qué tienes que decir eso?

—Eso no te lo crees ni tú misma—tomó mi mano y colocó uno de mis dedos dentro


de su boca, lo lamió con pasión y dejó que su lengua jugara con él. ¿Pero, por qué estaba
haciendo algo como eso?

— ¡Es el colmo!—suficientemente alterada retiré mi dedo de su boca con bastante


rapidez— ¿Qué me podría importar a mí si tú y esa chica fueron novios o amantes? —le
dije temblando y bastante precipitada. ¡Yo y mi bocata!

— ¿No estás celosa?— Christopher expresó irónicamente— ¡Eso no es posible!

— ¡Jesús, Jesús!—rogué a Dios colocando mis manos en la forma que lo hacía


cuando oraba, necesitaba aire puro antes de cometer un asesinato.

— ¡Cambia a este hombre!—le pedí al cielo— Es qué todavía no sé ¿Cómo pude


terminar casada contigo? Yo que soy hermosa, inteligente y responsable—si quería que
Christopher viera que yo era mejor que Anastasia o que mi hermana debía sacar lo mejor
de mí— ¡No lo puedo entender!—le confesé.

—Me haces esto, porque sabes que te adoro—me tomó de las mejillas y me hizo
mirarlo cara a cara, yo tirité pensando en lo cerca que estaban sus labios de los míos y en
fácil que le resultaría besarme; pero él no se lo merecía, sobre todo porque se había casado
conmigo para tener un heredero y amaba realmente era a Anastasia— No te diviertas a
causa mía—me pidió y yo traté de no desmayarme de verlo actuar tan liviano conmigo.

— ¡Desengáñate de mí y déjame en paz!—lo empujé intentando mantener la


cordura y simulando que sus ojos no me habían afectado. Si quería mantenerme a raya de
un ser tan malvado como él, no podía dejar que sus ojos me atrajeran a estar con él.

—Te metiste en mi corazón como el viento en la tempestad — Christopher hizo un


enorme esfuerzo para no caerse de espaldas, ¡Vaya, casi lo había arrojado al suelo!— ¡No
te voy a dejar libre nunca!
— ¡Insensato!—le grité desesperada de saber que el my canalla estaba disfrutando
de tenerme a su merced—Eres un perro callejero y prostituto. ¡Por mí te puedes pudrir en
un cementerio de animales!

— ¡Sal de mi vista!– Christopher me increpó francamente sobresaltado por la


tremenda ofensa que yo le había dicho ¿Cómo yo había sido capaz de hacer algo como
eso? ¿Cuándo iba a dejar de ser tan mete la pata?— ¡No quiero verte más! Siempre me
tienes que ofender. No tienes ningún derecho.

—Me voy, me voy—lo enfrenté compulsivamente—yo tampoco quiero verte más;


además, verte no me quita el sueño.

— ¡Basta ya!—caminó unos pasos lejos de mí— ¡Me desesperas!

—Bueno, eso te pasa por obligarme a casarme contigo—caminé por un lado suyo
dispuesta a irme, pero él me tomó del brazo y me hizo escucharlo otra vez. ¿Por qué
siempre tenía que decir la última palabra?

—No voy a estar siempre detrás de ti—me manifestó besándome la punta de la


nariz, luego me soltó y caminó al contrario de lo que yo lo hice.

¡Qué mal hombre era ese…! ¿Para qué me preocupaba en llamar a ese esposo mío
con un mal nombre o una ofensa si al final no lograba nada? ¡Es que era un bastardo!
¿Cómo se atrevía a jugar insanamente conmigo?

Rendida de discutir conmigo misma sin llegar a ninguna buena conclusión; me


acosté en el sofá más grande de la sala dispuesta a descansar por un buen rato; al final si
alguien me criticaba por hacer algo como eso, solo sería una crítica nueva a la larga lista
que ya tenía.

Y creo que no había durado ni diez minutos a solas cuando uno de los empleados
llegó a mí a preguntarme algo. Ni ellos querían colaborar con mis ganas de quedarme a
solas por un buen rato.

— ¡Su majestad!—el hombre bien portado me hizo una reverencia y yo súper


nerviosa me levanté corriendo del sofá. Se suponía que nadie me vería acostada allí aún,
todavía no descansaba lo suficiente.

— ¡Dígame señor…!— ¿Cómo se llamaba ese sujeto que aún no lo sabía? Bueno,
había tantos empleados en el palacio que recordar sus nombres era difícil.

—Señor Cliff—me expresó el hombre y yo le sonreí, bueno ahora sabía su nombre,


tenía era que ligarla para que no se me olvidara cuando lo volviera a ver.

— ¡Dígame señor Cliff!—le comuniqué y me sentí mal por tener que tratar a una
persona con tanta cordialidad y formalidad.
—Es que pase por aquí y como la vi acostada en el sofá…— ¡Ya venía con ese
temita! ¿Por qué tenía que decirme algo sobre dormir en un sofá? Es que tontamente para
sujetos tan salidos de un mundo tan imaginario como lo era ese, era demasiado terrible
dormir en un sofá.

— ¿Le pareció mal que durmiera en un sofá?—no pude dejar de preguntarle.

— ¡No, por supuesto que no!—el pobre señor Cliff se puso bastante asustado y
colorado, al parecer yo lo incomodaba muchísimo—Yo, quería saber si deseaba que le
preparase el jacuzzi para que pueda relajarse y descansar un rato.

— ¿El jacuzzi?—lo interrogué incomoda, sabía lo que era un jacuzzi pero realmente
me extrañó que ese empleado estuviera siendo condescendiente conmigo.

—Sí, el jacuzzi privado que está en el dormitorio principal que es donde usted
duerme con el príncipe Christopher —el señor Cliff intentó explicarme a detalles todo
sobre el estúpido jacuzzi, al parecer me creía bastante bruta como para no saber de cuál
jacuzzi estaba él hablando.

— ¡Ah, ok!—me hice la sobreentendida— ¡Sí, por favor; prepáreme el jacuzzi!


¡Realmente necesito relajarme!

— ¡Está bien! ¡Con su permiso!—me dijo y se marchó a lo que me imaginé era


preparar el jacuzzi.

Permanecí otro buen rato recostada en el sofá y cuando me cansé de estar allí, subí
al dormitorio. Cuando entré me fui al baño, seguramente ya el Señor Cliff ya había
terminado de preparar el jacuzzi para mí. Y así fue, cuando abrí la puerta del baño y me
adentré a él, me quedé súper encantada de ver como lo había acondicionado.

Había colocado pétalos de rosas en el piso, encendido velas de colores maravillosos,


la espuma en la tina era fabulosa, el olor que estaba impregnado era espectacular y la
música que se dejaba oír era fantástica. Todo estaba perfecto.

— ¡Qué lujoso!—le susurré y el señor Cliff haciendo una reverencia en señal de


agradecimiento, salió del baño y de la habitación.

Yo no esperé a perder más tiempo, rápidamente me quité la ropa y los zapatos de


tacón que cargaba puestos y después me introduje al jacuzzi. El agua estaba tibia y la
espuma era gratificante; por lo cual, me relajé inmediatamente.

Ese jacuzzi era espectacular, bueno no era que estuviera acostumbrada a bañarme
en algo semejante. Si hablábamos de regaderas sí había perdido la cuenta de cuantas
veces me había acicalado allí, pero cuando se trataba de un jacuzzi, nunca antes de esta
vez lo había hecho.
Dispuesta de olvidarme por un buen rato de los problemas que tenía de la puerta
para afuera. Cerré los ojos y casi me quedé dormida. Creo que no había pasado ni veinte
minutos cuando sentí la puerta del baño abrirse y a alguien entrar; inmediatamente abrí
los ojos y vi llegar a Christopher.

— ¡Te vez maravillosa!—me dijo sin pudor alguno—Creo que tu cuerpo se ve como
una escultura sexy.

— ¿Qué haces aquí adentro?—le pregunté disgustada y quise pararme para agarrar
una bata con la cual taparme; no obstante, al darme cuenta que Christopher me vería
desnuda cuando me levantara, decidí que no iba a buscar ninguna bata, era mejor
hundirme un poco más en el agua del jacuzzi para que ese canalla no viera mi cuerpo.

—No te preocupes que no vengo a atentar contra ti—me expresó cuando se dio
cuenta que yo le estaba temiendo e incluso huyendo—solo quería ver si estabas bien.

—Ah bueno…—ironicé suficientemente molesta— ya lo viste ahora ¡Lárgate!

— ¿Por qué eres tan amargada?—recostó su brazo derecho de la pared y realmente


que se veía súper guapo.

— ¡Mira quién habla, el ogro de los cuentos de terror!—refunfuñé entre los dientes
y pensé que si seguía con mi actitud dura hacia él, mi esposito próximamente me daría el
divorcio.

—Te vez fabulosa, —sonrió y me miró perversamente—pero sabes algo estarías


mejor sin esa bata al salir.

— ¡No te soporto!—le confesé y volteé la cara hacia la pared adversa, no quería


verlo nunca más.

—En fin…—suspiró ya cansado de luchar contra mí—vengo a recordarte que la


cena es a las seis de la tarde; así que como falta poco para ella, quiero que te alistes, te
pongas un lindo vestido, unos zapatos a juegos y que te maquilles a tu gusto.

— ¿Quieres que me aliste para una cena familiar?—mi bocata y yo no pudieron


dejar de preguntar— ¡Estás loco!

— ¡Hablo en serio!—se arrodilló ante mí y me susurró al oído con cierta señal de


provocación y desafío— ¡Quiero verte más hermosa de lo que ya eres!—me besó la mejilla,
luego se levantó del suelo y partió fuera del baño.

¿Qué puedo decir de la cena? Fue algo molesta, nadie habló durante ella y las
miradas provocadoras de Ximena y Anastasia hacia Christopher estaban totalmente
desatadas. A cada rato, le guiñaban un ojo, se lamían los labios y le hacían gestos de
incitación que ni yo que era su esposa.
En la noche ya cansada de ver que Christopher no me dejaría dormir en otro sitio
que no fuera su cama, decidí dormir en la de él; de todas formas ésta era grandísima y
debajo de una de mis almohadas había guardado un pote de gas pimienta por si a ese
imbécil se le antojaba intentar violarme.

Y al parecer saber eso como que lo hice temer porque no intentó tocarme en toda la
noche y a la mañana siguiente ya se había levantado, aseado y marchado cuando yo me
desperté.

El desayuno estuvo riquísimo y estuve contenta de poder degustarlo en familia. Sí,


para mí era extraño pero en el fondo estaba contenta de saber que la reina madre e incluso
Christopher me apoyaban cuando metía la pata y me facilitaban las cosas por el no saber
cómo comer con tanta propiedad como ellos lo hacían.

Cuando llegó la hora de hacer algo nuevo, decidí ir a uno de los parques infantiles
que estaban en los terrenos del palacio. Para mí, que algo como esto existiese era extraño
porque Christopher no se vía como un hombre capaz de tener algo de inocencia; pero
bueno, yo sí podía disfrutar de ese momento allí.

Fascinada me senté en un columpio y me imaginé que ese era un buen sitio para
revisar las noticias de los medios de comunicación en mi teléfono. Revisando
cautelosamente diversas páginas, pude ver como decía una que en los próximos días se
aprobaría la ley para que las personas pensionadas cobraran sus seguros, inmediatamente
después de trabajar y así no tener que esperar decenas de años.

También había otra en donde aseguraban que Anastasia había regresado al palacio
porque mi matrimonio con Christopher no iba a durar nada; manifestaban que yo no era
nadie maravilloso y que por lo tanto, hasta mi hermana se merecía el puesto de princesa,
menos yo.

Sentir que nadie creía en mi capacidad me puso bastante deprimida hasta el límite
de echarme a llorar sin importar que alguien se fuera a dar cuenta. Yo aún en mis cinco
sentidos no podía entender qué le pasaban a los medios de comunicación contra mí,
¿Acaso era tan poca cosa?

No había un día en que ellos no publicaran algo por el estilo. Es que la tenían
agarrada en contra de mí. Me hacían mofas, se burlaban, se reían, hacían payasadas a
costillas de mi humillación.

No sé cuánto tiempo estuve allí llorando a solas; lo que sí sé es que un empleado


debió ir corriendo a chismearle a mi esposo que yo estaba llorando porque al cabo de poco
tiempo, Christopher se acercó a mí y sin avisarme que estaba llegando me agarró por
detrás y me abrazó.
Eso al principio me asustó, pero luego me tranquilizó un poco. Sus manos eran
fuertes y largas; llenas de mucho sex appeal. Realmente que ese príncipe era todo un
caballero que podía poner a sus pies a cualquier mujer que quisiera; sobre todo, a mí.

— ¡Oye, no llores!— Christopher me tomó por detrás en los hombros y luego


percibió con detalle la pantalla en donde estaba la noticia; después de acariciarla con el
dedo me dio un beso en la mejilla derecha—Siento muchísimo lo que publicó ese
periodista. Lamentablemente a veces la gente confunde la libertad de prensa con el
arruinar la vida de los demás.

—Todos los días esos medios de comunicación sacan una noticia diferente de mí—
le expresé consternada y deteniéndome con la mano, él impidió que me levantara del
columpio.

— ¿Estás bien?—me preguntó y a continuación se sentó en el columpio que estaba


al lado de mío. Seguramente también quería echarse colitas como yo.

— ¿Qué te parece?—le inquirí queriendo asesinarlo, hacer algo como eso sería tan
fácil pero me traería tan graves consecuencias para mi existencia, que mejor no— ¿Te
parece que estoy bien?

—Me parece, me parece… —actuó como si estuviera pensando—sí, estás muy


bien—se mofó y yo me mordí el labio inferior para tratar de calmarme y no meterle una
bofetada.

— ¡Eres intransigente!—me levanté rápidamente del columpio y caminé unos pasos


lejos de Christopher— ¡Eres intransigente! ¡Eres intransigente!

—No tiene importancia…—el muy cara dura también se levantó de su columpio,


pero permaneció lejos de mí, casi como si estuviera tomando una distancia prudente
anticontaminante—Para ti, yo soy todo lo que tú quieras.

—Cuando te pones a hablar así…—le confesé acercándome a él y mirándolo


directamente a los ojos—no te creo nada de lo que me dices.

— ¿Sí, princesa?—me indagó entre unas pocas risas.

—Es muy astuto príncipe pero no voy a caer en sus patrañas—le arrugué el gesto y
me crucé de brazos. Si él creía que con unas pocas risas yo me le iba a entregar todita;
pues, estaba muy equivocado.

— ¿Ahora me tratas nuevamente de príncipe y de usted?—me dijo y luego me


acomodó un mechón del cabello detrás de la oreja.

—Me pareció que era mejor que usted y yo tomáramos cierta distancia—el mechón
de cabello que él me acomodó no me quedó nada bien; así que yo me lo acomodé bastante
nerviosa.
— ¿Por qué?—curioseó como buen hombre y yo asustada vi directamente al suelo
para no verlo a los ojos— ¿Tienes miedo de tu respuesta ante mi presencia?

— ¡Claro que no!—le dije y respirando profundamente lo enfrenté a la cara— ¡Eres


un presumido!

— ¿Enserio?—me sonsacó con sarcasmo— ¡Qué alivio!

— ¡Eres tan perspicaz y sagaz!—lo golpeé dos veces como niñita en el pecho y él
como pudo me tomó por el brazo y me hizo una llave.

—Y tú tan impávida e inconmovible—me mordió la oreja izquierda y después me


lamió mi cuello con excitación.

— ¡Suéltame! ¡Suéltame!—Como mejor pude lo empuje hasta quitármelo de las


garras—El problema con los hombres como tú es que piensan que las mujeres somos
objetos sexuales.

—Yo nunca he dicho eso—disimuladamente se acicaló los cabellos con las manos.

—Pero has actuado como si fuera así. —Furiosa apreté las manos a ambos lados—
Desde que me obligaste a casarme contigo, me has tratado como un objeto y si así tratas a
todas las mujeres…

— ¡No sabes lo que dices!—Se pasó la mano por la cara queriendo calmarse con esa
acción— Si eso fuera cierto, ya te fuera obligado a cumplir con tus deberes maritales y
hasta ahora me he comportado como todo un caballero.

— ¿Caballero? ¿Caballero?—le pregunté añorando poder darle una tunda bien


dada, ya se la merecía y yo estaba dispuesta a proporcionársela— ¡Será en tus sueños!

— ¿Y en los tuyos?—me sonsacó y luego se volvió a sentar en el columpio. Si


alguien no lo conociera pensaría que era un ángel— ¿Qué tal en tus sueños?

— ¡Puede ser!—le grité cansada de discutir sin ninguna finalidad provechosa—


¡Son sueños al fin y al cabo!

—Entonces…—se acomodó en el columpio y comenzó a balancearse— ¿Sueñas


conmigo?

—Yo no dije eso, —me subí a mi columpio y también comencé a balancearme—en


fin no tienes nada de caballeroso.

—Por si no lo sabes…—a medida que se columpiaba me iba diciendo—he sido


decretado como el hombre más sexy, guapo, inteligente y caballeroso, durante seis años
consecutivos por la revista más reconocida a nivel mundial.
—Ah ¡Verdad!—yo también hablaba; en tanto, me columpiaba— Tú hablas de la
revista que escoge a esos hombres mediante votaciones.

—Sí, de eso te estoy hablando— Christopher se paró en seco algo molesto por la
desconocida razón de mi pregunta— ¿Por qué?

—Me imagino que la gente que votó no te conocían de verdad como eres—detuve
mi columpio y decidí que ya era momento de regresar al palacio— ¡Segurísimo fueron
mujeres bonitas, pero sin nada de cerebros!

—Pero, igual gané y eso demuestra que yo nunca pierdo nada; —me mostró una
medio risa provocadora y luego se puso de pie— ni siquiera en una cosa tan trivial como
esa.

— ¡Pues, conmigo perdiste!—me di media vuelta dispuesta a marcharme— ¡Yo


nunca votaría por ti ni aunque fueras el último hombre sobre la tierra!

— ¿Estás segura?—su tono estaba muy animado por continuar con la conversación;
más, yo estaba agotadísima— ¡No digas esas cosas, mira que se te pueden cumplir!

— ¡Me avisas cuando eso suceda!—caminé hacia mi camino de regreso al palacio—


¡Voy a ver qué hago! ¡Adiosito!

— ¡Voy contigo!—me persiguió y yo sentí sus pasos algo cercanos a los míos—
¡Espérame! ¡No tan deprisa!

Christopher y yo caminamos rápidamente hacia la zona del living exterior. Allí


desde una distancia prudente ambos pudimos ver a Ximena y a Anastasia sentadas muy
juntamente. Las vi tan próximas que pensé que realmente las dos si parecían hermanas, y
no Ximena y yo.

Ambas estaban hablando muy cercanas y desde el camino que yo estaba


transitando para llegar junto a ellas, podía ver como se reían, bromeaban y tomaban vino
tinto tal y como si fueran las mejores amigas del mundo. Christopher venía detrás de mí y
por un segundo pensé que él iba a retirarse a nuestro dormitorio para no compartir con
ellas; sin embargo, eso no ocurrió, el muy tonto me tomó de la mano y guiñándome un ojo
me hizo entender que él iba a ir a donde yo fuera.

— ¡Christopher! ¡Christopher!—pude oír los gritos de Anastasia llamando a mi


esposo para que se acercara al living exterior— ¡Ven acá! ¡Ven con tu esposa! ¡Compartan
un rato con nosotras!—suplicó Anastasia clavando sus lindos ojos en el esbelto cuerpo de
mi esposo, e ignorándome con su mirada mi presencia.

—Tu…—tragando saliva le susurré a mi esposo, no podía dejar de ver Anastasia y a


Ximena; ambas se veían perfectas compartiendo en el living exterior y seguramente si me
negaba a estar con ellas allí, nuevamente iba a pasar una pena de chica no preparada para
ser princesa—tu… tu amiga te está llamando.
—Sí, ella está…—suspiró Christopher sin saber qué carajo decirme para dejarme
tranquila. ¡Obviamente no quería que nosotros nos reuniéramos con ese par! ¿Acaso no
confiaba en mi superioridad para enfrentar a su ex y a mi hermana?

— ¿Ella, qué?—le pregunté con voz palpitante. Yo estaba nerviosa y él haciéndome


sentir como algo sin valor, me ponía peor a cada segundo. ¡Sería tan fácil decirle que no
me gustaba el cómo me estaba tratando desde que nos casamos! Pero, yo no lo haría; eso
sería alargar más la cuerda y no estaba dispuesta a eso. Si Christopher se había casado
conmigo únicamente para tener herederos, yo me portaría tan mal que él al final tendría
que concederme el divorcio.

Yo tenía que actuar como un desastre ambulante, tenía que ser la mujer de sus
pesadillas, tenía que enseñarle a ese príncipe malvado y pervertido que él no puede
decidir quién, cuándo y cómo se casa una mujer con él. ¡Me las iba a pagar! ¡Y esa era una
promesa!

— ¿Ella qué?—le volví a preguntar, disimulando mi nerviosismo actuando como


una niña fuera de la tierra.

—Ella…ella está con tu hermana Ximena—él tartamudeó bastante serio, luego me


tomó del brazo y con ojos picarones me confió que él y yo íbamos a compartir con esas dos
chicas, aunque fuera solo por unos pocos minutos. No fue necesario decírmelo con
palabras; no obstante, el llevarme a su lado hacia el living exterior fue lo que me hizo
adivinar que Christopher me haría sentarme un buen rato con esas mujeres.

“Ayúdame a salir bien de esas dos” a medida que caminaba le pedía en mi mente a
mi Dios. Yo que no quería estar en ese sitio junto a esas tontas; podía jurar que
seguramente, ellas darían lo que estuviera en sus manos para meterme en un subterráneo
que les permitiera luego quedarse con mi esposo ¡Eran cabezas de bobas!

Pegados uno del otro, los dos llegamos al living exterior del palacio. Allí, nada más
sentarnos, Anastasia y Ximena nos saludaron con un “Hola” a coro. Yo mostré mi mejor
sonrisa y traté de actuar lo más serena que podía; ya que, saberme presente entre dos
mujeres que me odiaban por ser la esposa del príncipe, no era nada bueno.

El living exterior era un lugar muy bien acondicionado, tenía una mesa ratona de
madera de incienso y dos grandes sofás dispuestos en L con fundas de color rosado en
lona acrílica; además de un enorme mesón para comer y algunas plantas que cubrían los
sitios más importantes con el fin de adornar y de acicalar el ambiente.

Christopher y yo nos sentamos uno frente al otro; en cambio, Ximena se acomodó a


mi lado y Anastasia al lado de mi esposo. Realmente que ellos parecían una pareja
romántica y mi hermana y yo las metiches que hacían el papel de las veladoras.

— ¿Christopher, quieres comer algo?—Anastasia le preguntó a mi esposito y yo me


sentí molesta porque ella me estaba ignorando a mí. Si realmente fuera una muchacha tan
educada como lo era de estirada, nos hubiese preguntado a mi esposo y a mí qué si los dos
queríamos comer.

— ¡No, claro que no!— Christopher pareció darse cuenta que Anastasia me estaba
ignorando; por lo que, decidió responder por los dos—Ya mi esposa y yo comimos.

— ¡Ay, qué triste!—Anastasia agarró su plato de comida y se dispuso a comer—


¡Pero, lo bueno es que es más comida para nosotras! ¿Verdad Ximena?

— ¡Claro que sí!—Ximena también agarró su bandeja de comida y se dispuso a


comer— ¡Ustedes se lo pierden!

Christopher y yo nos quedamos viéndonos pillados. Sinceramente no habíamos


podido disimular que no teníamos ganas de pasar tiempo con ellas dos. Ninguna de ellas
se lo merecía y en ese momento, más que nunca; puesto que estábamos siendo obligados a
verlas comer tan gustosamente como si tuvieran siglos sin hacerlo.

Ximena estaba comiendo Macarrones con tomate y carne picada, ensalada de


lechuga y tomate, y pan. Anastasia estaba comiendo Camarones al Chipotle en Salsa de
Tomate y pan. Yo nunca había comido ninguna de esas dos comidas, pero no me
importaba, realmente no tenía hambre.

De solo imaginarme comiendo junto a ellas dos y tratando de actuar como la chica
más perfecta del mundo, se me revolvía el estomago. Es que para mí no era fácil, estar
comiendo algo tan creado junto a Ximena me hacía sentir sin energías; y eso debía ser lo
que le pasaba a mi esposo; ya que, sentarse a comer en la misma mesa de la que todos
decían que era su ex, no debía ser nada sencillo.

— ¿Y Ashley ya te estás acostumbrando a tu vida en el palacio?—me preguntó


Anastasia con una sonrisa en los labios. Yo la vi y no supe qué contestarle porque estar tan
cerca de la ex de mi esposo no era algo tan positivo como aparentaba. Decidí no
responderle y perder mi tiempo viendo las uñas de mis manos.

— ¿Realmente crees que te está escuchando?—pude darme cuenta que mi hermana


Ximena estaba interviniendo en la conversación. Yo sí estaba escuchando pero prefería mil
veces fingir que no lo estaba haciendo—Mi hermana es así, siempre pendiente del
universo, menos del planeta tierra.

— ¿Cómo… cómo dicen?—reaccioné al darme cuenta que Ximena me estaba


dejando mal delante de la ex de mi esposo, usando sus palabras chocantes y egoístas.

— ¿Digo que si ya te acostumbraste a la vida en el palacio?—Anastasia se cruzó de


brazos y desfachatadamente con su mirada espinosa me hizo sentir más inferior de lo que
ya yo me sentía— ¡No debe ser fácil para una chica tan insípida como tú, ser ahora una
princesa!
—Creo que debo irme…—expresé casi en murmullo y sin esperar a que esa
conversación llegara a más; me levanté de golpe con el firme propósito de buscar mi
camino para marcharme de allí.

— ¿Dije algo malo?—la estúpida de Anastasia fingió inocencia, pero eso no me


evitó alejarme. Haciendo una señal de despedida con la mano; di media vuelta y me alejé
del living exterior. De verdad que esa mujer era una descarada y atrevida, y ahora que ella
estaba tan íntima y ligada de mi hermana, seguramente que las cosas para mí serían aún
peores. ¡Juntas las dos buscarían la forma de humillarme cada dos por tres!

Y aunque me atormentase saber que esa imbécil era la ex de mi esposo; esto no me


servía de nada; puesto que, finalmente, ese compartir en el living exterior yo lo había
culminado sin hacer nada en pro de mí; lo que significaba que al final no había podido
decirle unas cuantas palabras en mi defensa a Anastasia.

— ¡Ashley, Ashley! —Oí la voz de Christopher llamándome detrás de mí; así que
para evitar que me alcanzara caminé más de prisa, yo no quería discutir con él delante de
los empleados y sabía que si me detenía eso iba a ocurrir— ¡Ashley, espérame! ¿Podemos
hablar?

— ¡No te me acerques!—caminé mucho más rápido lejos de él. Sí, yo estaba


actuando parecida a una niña malcriada armando un berrinche; no obstante, odiaba a ese
tonto y a su ex; ah, y a mi hermana también; por lo que preferiría huir que tener algún
contacto con ninguno de los tres, ya que, no se sabía cuál era peor; si Anastasia con sus
aires de chica superior, Ximena con su sensualidad y popularidad arraigada o Christopher
con su prepotencia de hombre de las cavernas.

— ¡Sorprendentes noticias!— Sentí en mi oído, un suspiro profundo de mi esposo


que al notar que yo no tenía ningún deseo de pararme a escucharlo, trotó hacia mí, me
alcanzó ágilmente y me volteó hasta hacerme mirarlo sin nada de escarmiento— ¡Ya vas a
empezar a actuar como una muchachita frívola! —Me dijo sin más y yo entrecerré los ojos
suficientemente insegura del camino que estaba tornando esa pequeña discusión— Pensé
que eras diferente a las demás muchachas con las que llegué a salir; pero no.

— ¡Christopher!—le susurré y aunque mi cuerpo tratara de disimular que le dolía


las palabras que mi esposo le estaba diciendo, el latido de mi corazón revelaba que me
dolían sus críticas mal enfundadas. Respiré profundamente y especulé en mi mente que
aunque me costara muchísimo, debía obligatoriamente luchar contra la tentación a la que
me atraía mi esposo. No podía ceder ante él y ni loca podía parecerle atractiva.

—Básicamente creía que tú eras especial… —me embozó una formidable y tierna
sonrisa que me revelaban su deseo por mí; al parecer no estaba resultando mi plan porque
a ese canalla yo le estaba gustando cada vez más.
— ¡No me…toques!—le pedí casi en secreteo y yo sentía que las piernas me
palpitaban; si seguía así pronto me iba a desmayar.

— No obstante, ahora me doy cuenta que eres igual de superficial que el resto de las
mujeres — Christopher se puso bastante serio y pasó por un lado de mí con el firme
propósito de marcharse. ¡Ahora huía de mí, el muy vil! — ¡No puedo creer el haber fallado
al momento de escogerte!

— ¡Espera!—lo tomé fuertemente por el brazo y lo detuve ansiosa— ¡No me trates


como si yo fuera un objeto en declive! Yo soy tu esposa aunque ninguno de los dos esté de
acuerdo con eso y no me gusta que me digas que me escogiste. ¡Fue una trampa tuya el
que me haya tenido que casar contigo!

— ¡Tienes razón! ¡Tienes razón!—me miró resignado y tomándome con alevosía por
la cintura me atrajo hacia él— ¡Entonces, contéstame!—me habló muy cerca de la boca y al
hacerlo mi pecho respiró con dificultad de saberse hechizado— ¿Qué es lo que te pasa?
¿Qué es lo que te sucede? Mira que ya me tienes bastante harto, al actuar tan infantil e
inocente. Yo no te obligué a casarte conmigo, solo moví mis fichas a mi favor.

— ¡Yo no estoy actuando infantil ni inocente!—lo solté de un relámpago y me crucé


de brazos rabiosa; si ese idiota creía que me iba a poner de rodillas ante él; pues, se iba a
tener que sentar un buen rato a esperar a que ese milagro se diera. Él estaba súper
buenote; no obstante, yo nunca se lo iba a decir; él no me amaba, sólo me veía como su
banco de bebes y el que me hubiera engañado para obligarme a casarme con él, era algo
que nunca yo se lo perdonaría.

— ¡Demuéstralo; entonces!— me dijo luego de unos segundos Christopher;


entonces, se acercó aún más a mí y me hizo mirarlo directamente a los ojos.

En ese momento, algunos empleados pasaron cerca de nosotros y él para disimular


que estaba discutiendo conmigo dio un paso hacia atrás y me acicaló los cabellos como
muestra de cariño.

— ¡Demuéstrame que ya eres toda una mujer madura!—me pidió con voz
claramente excitada y yo, me mordí los labios al saber que solo escasos centímetros
impedían que los labios de Christopher y los míos se acariciaran.

— ¿Por qué debería demostrarte que soy una mujer madura?—fruncí el ceño al
percibir que a él le estaba gustando cautivarme con su sexualidad cuando yo lo que quería
era que él se molestara de verme actuar como una niñita. Él me estaba orillando a ser de
esa manera tan tonta. Si me dejara de seducir, yo tranquilamente actuaría como una mujer
suficientemente madura; pero no, prefería andar molestándome para “obligarme” a
acostarme con él y con ello que yo le diera un hijo.
—Porque ya me está cansando ese teatrito de muchachita “no rompo un plato”—
me regañó como un ogro Christopher. Sinceramente en ese momento, él estaba sacando lo
peor de su carácter. Sí, ese lado que aún yo no conocía.

— ¿Quién eres tú para que yo tenga que enseñarte que soy madura?—le dije
intentando tranquilizar la rabia que por dentro me consumía y queriendo parecer bastante
dura. No podía arrodillarme ante mi esposo, no podía actuar como una hormiga ante él.

— ¡Eres mi esposa y próximamente serás mi mujer!— me comunicó con voz gruesa


y con ello él me demostró que estaba perdiendo la paciencia conmigo— Vas a ser mi
hembra en todo el sentido de la palabra.

—Yo no voy a convertirme en tu “hembra” solo para terminar acostándome


contigo; ese destino no lo voy a percibir ni aunque me obligues—le manifesté dolida de
saber que el bendito cuento de la madurez para mi príncipe se refería era al tema del sexo.
¡Yo jamás le regalaría mi virginidad a un ser tan egoísta como él! Si me tenía que convertir
en la esposa virgen eternamente, bueno estaba dispuesta a luchar cada día para lograr eso.

—No deberías ponerte a pensar mucho en eso, sino más bien comenzar a ser una
mujer “mi mujer”— me expresó Christopher, confirmando con sus palabras mis
pensamientos y yo arrugué el gesto de saberme acosada por un ser tan injusto como lo era
él. ¡Canalla! ¡Malvado! ¡Pervertido! ¿Acaso tenía deseos de violarme? Si lo intentaba, yo lo
iba a matar.

— ¡Nunca seré tu mujer!—le aseguré pero a él pareció no molestarle nada mi


negatividad a ser su mujer.

—Yo no te voy a esperar toda la vida…— me afirmó y mirándome con idilio me


hizo sentir desnuda—pero, te aseguro que cuando te haga mi mujer, vas a quedar tan
encantada que me vas a suplicar que te haga mi mujer una y otra vez más.

—Mejor…mejor, me largo de aquí…—tartamudeé al descifrar completamente cada


una de las palabras que ese ruin hombre me había dicho. Yo estaba muy apenada de saber
que algunos empleados nos estaban viendo discutir y que seguramente se estaban
haciendo ideas mentales de lo que estaba sucediendo entre mi esposo y yo.

—Magnífico, tú siempre huyes de las cosas — Christopher me recriminó algo


molesto de saber que en el fondo yo no me enfrentaba a él y a sus cosas. Se percibía fácil,
pero era complicado el ser su esposa.

— ¡Felicidades, ya entendiste!—sonreí torpemente, pensando que con ello podría


alejar a ese esposo mío de mí; pero eso no ocurrió, en cambio, se acercó más a mí. Él
estaba totalmente decidido a enredarme en su telaraña.

— ¿Qué es lo que te está pasando?—me preguntó serio, sencillamente él sabía lo


que estaba haciendo, me estaba mareando, me estaba enloqueciendo, me quería arrodillar
ante su presencia y lo estaba logrando porque las piernas me temblaban, el corazón me
palpitaba como loco y el deseo me estaba atrayendo a su merced.

— ¡Ten compasión de mí!—le dije sin pensármelo mucho y rápidamente me eché a


llorar en su hombro— ¿No te das cuenta que yo no me quería casar contigo? Tú me
obligaste cuando te valiste del engaño para dejarme en la calle y obligarme a casarme
contigo. ¡Yo no quería ser princesa! ¡Yo no quería ser tu esposa! ¡Dame el divorcio!
¡Déjame libre; por favor! ¿O dime tú, qué clase de cobarde eres que me haces estar contigo
a la fuerza?

—Mi niña…—me consoló acariciándome los cabellos y tratando de calmarme para


que los empleados no percibieran la crisis melancólica en la que yo me encontraba—te voy
a prestar un diccionario para que busques la definición de la palabra cobarde. Si fuera
cobarde ya yo fuera reclamado mi noche de bodas y al contrario estoy esperando que
admitas que estas enamorada de mí. ¡Yo quiero que te enamores de mí!

— ¡Eso nunca!—muy atormentada me alejé de su agarre, yo no necesitaba su


consuelo lleno de arrogancia y antipatía, y por eso no debía buscarlo ni suplicarlo.

— ¡Ashley, no seas tan testaruda! — Christopher intentó hacerme bajar de nivel, yo


estaba furiosa y él no sabía cómo reaccionar ante eso. Seguramente los empleados que
transitaban por esas áreas, ya se habían dado cuenta de lo que ocurría allí.

— ¡Y tú no seas tan satírico!—le grité; pero Christopher fue más rápido que yo,
velozmente me atrajo hacia su cuerpo y manteniéndome agarrada por las muñecas, evitó
que yo tomara una actitud violenta en contra de él.

— ¿No dicen que cuando los enamorados pelean terminando haciendo locuras en la
cama?— Christopher me besó el hombro muy sensualmente y yo nerviosa no sabía qué
hacer. Él me estaba seduciendo y atrayendo a su cuerpo a cada segundo con más
velocidad —En este momento yo quiero hacer locuras y más locuras. Deseo hacer
cochinadas contigo.

— ¡Nos están viendo!—al oírlo y sentirlo tan salvaje me sentí como un gato
asustado y quise esquivar su beso. Pero, no lo logré muy bien ¿Cómo ambos habíamos
terminado en una situación tan comprometedora si habíamos estado peleando solo hacía
unos segundos?

— ¡Qué se recreen!— él me expresó con sarcasmo y luego dirigió su boca a mi


cuello y ahí se situó para darme besos y más besos, ¡Vaya, él era tan buen besador y eso
que; en ese instante, no me había tocado los labios!

Cerré los ojos para que las sensaciones se hicieran más profundas y sin reflexionar
mucho suspiré de la emoción. La boca de Christopher sobre mi cuello era sensual y hacía
que el corazón se me acelerara. ¡Me estaba volviendo totalmente loca!
De pronto abrí los ojos y me di cuenta de que lo que estaba haciendo no estaba bien,
me separé de él abrumada y asustada pensé que me iba a desmayar.

— ¿No quieres más?— me preguntó Christopher poniendo unos ojos de excitación


que hicieron que mi corazón explotara de vergüenza. ¡Ese malvado era un caradura!

—No quiero que me toques—le susurré nerviosa y después me abrí caminó entre él
y el resto de los que estaban de espectadores y me retiré al dormitorio real. Ahora sí que
los chismes se volverían una cotilla más turbulenta entre los empleados del palacio.

Al día siguiente, las cosas no fueron a mejor; Christopher me invitó a practicar “tiro
con arco” en las áreas del palacio acondicionadas para eso. Para mí que estaba intentando
llevar la fiesta en paz conmigo porque él realmente no podía practicar esa actividad;
cargaba aún el cabestrillo y seguramente que el brazo le dolía muchísimo. Yo
sencillamente lo que quería era que me dejara en paz ¡O sea él estaba guapísimo pero
también era un canalla!

En cumplimiento de mi deber como princesa que me obligaba a compartir con mi


esposo, uno de los empleados me ayudó a colocarme el equipo que después sabría cómo
se llamaba; la dactilera, la dragonera y los protectores de brazo y pectoral. Yo estaba
sorprendida; ya que, no sabía que para llevar a cabo una actividad como esa hubiese que
colocarse tantas cosas, ni que fueran las olimpiadas.

Nos fuimos el empleado, Christopher y yo a unas áreas verdes dispuestas para


ensayar esa actividad. Yo estaba emocionada, me gustaba la idea de poder hacer algo
fuera de la rutina a lo que ya me estaba mal acostumbrando. El empleado me explicó cómo
iba a hacer cada tiro y mi esposo se paró a mi lado solamente para ver.

—Usted debe agarrar sutilmente la flecha…—me dijo el arquero, agarrándome por


detrás y colocando sus manos en las mías para que yo supiera cómo debía empuñar la
fecha— cuando esté segura de tenerla adecuadamente, debe dispararle a la diana. El
objetivo es atinar lo más cerca del centro de la diana.

— ¡Vaya!—sonreí de ver que una actividad tan sencilla podía ser tan placentera—
¡Esto es tan espectacular!

—Me gusta que le guste, su majestad—me comunicó el arquero y Christopher


permaneció muy cerca de mí. Realmente no tenía ningunas ganas de dejarme a solas con el
arquero ¿Estaría celoso?

— ¡Bien!—grité de felicidad al disparar la flecha; ésta no había pasado nada cerca de


la diana; pero el haberla disparado era algo. ¡La había disparado, no lo podía creer!

—Yo no sé por qué estás tan contenta, — Christopher colocando las manos
cruzadas en su espalda me hizo sentir como una hormiguita—no acertaste el tiro y la
flecha salió volando en dirección opuesta. ¡Eres bastante torpe!
— ¿Torpe?—otra vez estaba empezando el proceso de humillación por parte de mi
esposo y eso me molestaba— ¡Por lo menos, respétame!

— ¿Qué puedo señalarte?—me preguntó obviando mi rabia— Me gustas tal y como


eres.

— ¡Idiota!—le dije entre dientes y él medio sonrió. Realmente Christopher tenía el


poder de hacer que millones de mujeres rogaran por su amor.

— ¿Quieres que sea directo contigo?—me preguntó y yo le afirmé que sí; puesto
que no me quedaba de otra—Eres tan torpe, pero igual me encantas—me confesó
intrigado y haciéndole una señas al empleado arquero, le solicitó que nos dejara a solas—
Tú me tienes intrigado—me confesó cuando nos supo a solas—Tú me quieres volver loco.

—No comiences con tu discurso de seducción—di media vuelta para marcharme;


ya que, sabía que la tentación de estar a solas con Christopher podía hacerme meter la pata
con ese sujeto. Él sabía cómo manejar sus barajas para atraparme y vencerme y yo si
aceptaba jugar con él, definitivamente iba a perder.

— ¿Vas a huir de nuevo?— Christopher me siguió con la mirada claramente


contento de verme fuera de lugar. Para un sujeto como él era tan fácil desnivelar mi
paciencia.

— ¿Y quieres que me quede aquí para siempre?—lo desafié viéndolo de arriba hacia
abajo ¡Era guapísimo!

—Sí, claro que sí—me susurró—Yo te apoyaría mucho para que practiques tiro con
arco; aun y cuando este brazo lo tengo golpeado. Yo soy un excelente profesor de tiro con
arco.

—Si fuera así… —él no me iba a salir con el cuento de apoyarme con el tiro con
arco; así que lo mejor sería utilizar esa conversación para demostrarle que no le creía su
historia de ser mi profesor — Si fuera así me explicarías como debo agarrar la flecha y no
estarías pendiente de andar mimoso conmigo.

—Yo no ando mimoso contigo; en cambio tú…—se acercó a mí y me acarició las


pestañas—Si sigues de coqueta conmigo después no pidas compasión.

—Yo…yo no estoy de coqueta contigo—tartamudeé nerviosa ¿Por qué ese malvado


pervertido me estaba tratando así? ¿Acaso me quería volver una damisela en peligro para
rescatarme y luego violarme? No, él no sería capaz de eso y estaba segura de que si el
intentaba seducirme, yo gustosa haría el amor con él. Sería un toma y dame
completamente perfecto.

—Me alegro de que…— Christopher no terminó de decir la frase porque


rápidamente yo me abalancé sobre él y sin pensármelo mucho le di un beso en la mejilla
derecha. No sabía por qué lo hacía, pero estaba disfrutando de hacerlo.
— ¿De qué te alegras?—le pregunté separándome de él y sonriéndole supe que mi
beso lo había dejado en completo shock.

— ¡De nada, era una tontería!—me acarició los cabellos y mirándome con sus
sensuales ojazos me comió con la mirada— ¿Sabes? Por ti vivo y muero todos los días. No
quiero separarme de ti.

— ¡No voy a llorar si eso es lo que quieres al decirme todas esas cosas!—sonriendo
me alejé de él, no me iba a acostar con mi esposo ni aunque el deseo que sentía por él en
ese momento, me estaba volviendo loca de excitación.

— ¿Y qué tengo que hacer para que seas mi mujer de verdad?—me preguntó mi
esposo leyéndome el pensamiento. Claramente sabía que yo estaba acalorada de la
excitación y que con solo mover muy bien sus técnicas de seducción iba a lograr hacerme
ceder ante sus marramuncias.

—Si uno se ha equivocado o se ha portado mal la disculpa es la primera opción—le


dije sin pensármelo mucho— Tú nunca has hecho eso conmigo y deberías empezar por
hacerlo. Hiciste que mi familia quedara en la calle para obligarme a casar contigo; y hasta
ahora no has dicho que lo sientes.

— ¡Ja, no esperes eso! —Él me miró y se hizo el sobreentendido—Tú no te mereces


que yo te pidas disculpas porque realmente no considero que mi accionar haya estado
mal. Deseaba casarme contigo y yo siempre consigo lo que deseo.

— ¿Quién te crees que eres, ah?—le inquirí poniéndome nuevamente molesta—


¿Acaso eres un ser supremo y todopoderoso? ¿Te crees tan valioso como para hacer de mí
lo que tú quieres?

— ¿Por qué haces tantas preguntas?—me miró con incredulidad— ¡No te entiendo
chica! Primero estás amorosa y cariñosa, ahora nuevamente pierdes el humor.

—Yo nunca voy a estar amorosa contigo—le gruñí ya fuera de mis casillas—Este
matrimonio es un convenio comercial que va a durar el tiempo que sea necesario para que
mi familia se pueda recuperar económicamente. Yo no te amo y nunca te voy a amar.

— ¡Enhorabuena! —pasó por mi lado y se hizo el que estaba recordando algo en ese
momento—Acabo de recordar que dejé algo muy importante en el dormitorio. Voy a tener
que ir a buscarlo. La conversación contigo está muy buena, pero, necesito hacer una
actividad demasiado relevante ¿No hay problema en que te quedes sola?

— ¿Te vas a ir?—le indagué odiosa— ¡Bueno, lárgate; de una buena vez!—le exigí
amargada; ya que, quería quedarme a solas, no podía perdonarme a mi misma el haberlo
besado aunque fuera en la mejilla. ¡Realmente que me había vuelto loca!
— ¡Nos vemos más tarde, entonces!— Christopher decidió dejarme a solas, se veía
que estaba huyendo de la conversación para no pedirme perdón. Sí, estaba confirmado era
un hombre de carácter bastante duro.

Ya a solas me arrojé de rodillas en la grama; no podía aún creer estar en esta


situación, solo hacía días que estaba en mi casa intentando luchar contra la superioridad
de mi hermana y la injusticia de mi madre, y ahora era la esposa de un príncipe que me
quería a la fuerza.

Obstinada de saber que la normalidad de mi vida dependía de mi esposo, quise


olvidarme de mi existencia. Tristemente eso no se pudo lograr porque de un momento a
otro llegó Anastasia vestida muy bien y sonriendo tontamente.

—Buenas, buenas, buenas— Anastasia se acercó a mí con los brazos cruzados— ¿O


debería decir malas, malas, malas? ¿Te parece que éste es un buen lugar para estar
arrojada en la grama? No pareces una princesa educada y refinada.

—Estoy…practicando tiro al arco—le contesté poniéndome de pie y tratando de


sacudirme la ropa para que no se me viera sucia. Tenía que estar presentable y sobre todo
ante ella.

— ¿Enserio?—me preguntó dudosa y burlona— ¿Tú? ¿Eso es una broma, cierto?


¡Te ves tan patética!

— ¿Qué estás haciendo aquí?—la miré intrigada por ese mensaje de saludo, pero
inmediatamente capté sus caricaturescas y simplonas palabras — ¿Será qué no te han
enseñado la privacidad?— le lancé una mirada furtiva; sabía que debía actuar menos
grosera con ella, pero es que si me ofendía, yo no la podía abrazar.

— ¡Santo cielos!—sus gestos reflejaban una cándida maldad, pero sus ojos
revelaban una tenebrosa crueldad— ¿Esa es tú educación? Esa falta de formación es la
mejor manera de arruinar tu compostura. Alguien debería enseñarte los modales básicos
para hacerte alguien—sonrió burlescamente.

— ¡Eres una…! —había conseguido irritarme la muy canalla— ¡Eres una simple
niña bonita!

— ¿Yo?— Anastasia sonrió en lo que me imaginé que era un gesto de ironía— ¡No
te disgustes! Yo sólo estaba reflexionando en voz alta sobre tu buena estrategia.

— ¿Qué quieres decir?— le pregunté subyugante.

— ¡Así qué además de pilla eres tonta!—caminó rodeándome y evaluándome con la


mirada—Bueno, tengo que confesar que Christopher no tuvo tan mal gusto al escogerte
¡No eres hermosa, pero tampoco un espanto!
— ¿Qué te pasa conmigo?—La perseguí con la mirada sintiéndome muy
perturbadora— ¿Por qué haces esto?

—Porque no soporto que Christopher se haya casado contigo—me confesó


deteniéndose frente a frente de mí y mirándome con esos ojos que desprendía fuego
infernal— ¡Tú eres muy poca cosa! ¡No eres nada! ¡Un sancudo es mejor que tú!

— ¡No hablas en serio!—le comuniqué suficientemente confundida, yo sabía que


Anastasia estaba enamoradísima de Christopher pero no que iba a tomarse tanta
represalias contra mí, todo eso me parecía tan fuera de lugar.

— ¡Claro que hablo en serio!—se cruzó de brazos— ¿Por qué no lo admites? Te


casaste con él porque es millonario, poderoso y guapo—ella mostraba un semblante de
satisfacción que me hacía machucar el corazón— ¡Más no lo amas! ¡No te lo mereces!

—Querrás decir que es rico, insensible y arrogante—la corregí cruzándome también


de brazos—Eso sí lo describe a él— ella me miró sorprendida por lo que yo acababa de
decir—Además; tú no me conoces y yo no te conozco ¿Por qué me estás tratando tan mal?

— ¡Adivina!—hizo un gesto que me hizo recordar a los de mi hermana cuando se


comportaba infantil para su edad. ¿Será qué una era un clon de la otra? Seguramente.

—Creo que…—le dije con escasa pasividad—creo que esto tiene algo que ver con lo
de los rumores de los que muchos hablaban cuando llegaste ayer—sentía ganas de ahorcar
a Anastasia y después arrojarla desde una cascada hasta que se volviera picadillo, pero me
contuve, primero porque era una locura y yo no era una asesina, segundo porque no me
quería llenar de sangre.

— ¿De qué rumores estás hablando?—me preguntó actuando tal y como si


estuviera pensando, incluso mordiéndose la uña del dedo índice de la mano derecha.

—De esos que consistían en que los periodistas siempre dijeron que Christopher y
tú tenían una relación amorosa—le manifesté llena de cólera; sí esa tonta me había hecho
decírselo solamente para burlarse de mí, pero igual no me iba a ver sucumbir. Yo era la
esposa del príncipe y aunque ese malvado me había hecho casarme con él con trampa, no
estaba dispuesta a divorciarme por la aparición de un tercero como lo era esa mente de
cotufas.

— ¡Vaya, diste en el blanco! —su sonrisa de deleite fue determinante para que mi
voz se volviera un nervio total, ella me quería ver besándole los pies y se creía tan superior
a mí que me odiaba.

— ¿Él y tú son…?—no pude evitar preguntarle algo de lo que yo ya sabía la


respuesta y eso me hacía sentir que el alma se me estaba quemando— ¿Él y tú tuvieron un
amorío?
—Mmm—Anastasia presentó en sus ojos un gusto muy preciso; por lo cual, yo
respiré profundo para evitar arañarle la cara por la rabia que estaba sintiendo— De que lo
tuvimos, lo tuvimos; sin embargo, ahora él se casó contigo y eso quedó atrás.

Yo la miré tan descarada que quise llorar de desesperación. ¿En qué mundo ruin me
había introducido yo cuando me case con Christopher? No solamente era por él, sino por
su ex y también por mi hermana, de quien no me podía olvidar tampoco.

—No obstante…—no me dejó hablar cuando intenté dialogar y suplicarle que me


dejara en paz; pues ya empezaba a dolerme la cabeza—no puedo asegurar que
Christopher y yo hayamos terminado definitivamente porque si él me vuelve a buscar, yo
acudiré a sus brazos y seré suya para siempre.

—Es que no me puedo dejar de preguntar— sus ojos chispeaban envidia y hablaba
liberalmente para mortificarme mucho más a cada rato— ¿Por qué eres tan importante
para Christopher? ¿Por qué de tantas muchachas hermosas con clase, dinero y fama, te
escogió a ti? Tú no eres nada, eres menos que un cero.

—A lo mejor siente algo muy profundo por mí—tartamudeé aceleradamente,


mientras sabía en lo más profundo de mi ser que para combatir contra esa pesada tenía
que ser más mala que ella—Quizás dejó de quererte y se enamoró de mí.

— ¿Ah, sí? Eres bella, pero no lo suficiente—dijo sin vergüenza alguna


carcajeándose frescamente— A Christopher no le gustan las chicas tan poco deseable como
tú, es más podría jurarte por mi vida misma que él me ama es a mí.

— ¡No seas ridícula!—sentía que el cielo se oscurecía a mi alrededor, tenía ganas de


vomitar y pensé que me iba a desmayar. Esa sucia mujer había logrado que yo perdiera mi
tranquilidad.

—Deberías volver con tu noviecito—oí cuando me dijo de pronto—Christopher no


es el hombre adecuado para ti.

— ¿Qué…qué…qué dijis…te?—balbuceé sin poder creer que Anastasia había


nombrado a mi ex novio.

— ¡Ya lo has oído!—se rió muy descaradamente— ¡Él me ama a mí! Christopher y
yo crecimos juntos, compartimos muchas cosas, pero yo era la hija del duque y él un
príncipe; por eso, no pudimos amarnos libremente. Después, yo tuve que irme a estudiar
fuera del país para callar los rumores y eso nos alejó un poco; sin embargo, el amor sigue
allí, en nuestros corazones.

— ¡No quiero seguir oyendo esto!—me cerré los oídos en un intento vano de n
escucharla más; ya que, me sentía muy mal y si fuera tenido un termómetro cerca de
seguro que comprobaría que estaba ardiendo en fiebre.
— ¡Piénsalo! — Reaccionó irritadamente ante la batalla que sabía que estaba
ganando— ¿Por qué crees que regresé? Él y yo nos mantendremos juntos; así sea con una
relación de amantes. Tú no eres nada, no eres nadie.

—Pues no es así—me eché hacia atrás y tanteando logré sentarme nuevamente en la


grama—Tú sí que no eres nada.

— ¡Qué equivocada estás!— se echó a reír nuevamente—Yo soy sexy, inteligente y


bien educada. Lo que Christopher más adora en una mujer.

— ¡Qué humilde! —la miré con odio a los ojos. Esa estúpida me quería matar de la
humillación.

— ¿Te parece? —Se acercó más a mí y expresó con una voz ronca llena de orgullo—
Tú; en cambio, eres frívola y hueca. Él nunca podrá enamorarse de ti.

—Un gran cumplido, pero anda y díselo a otra mujer—me puse de pie de golpe ya
cansada de recibir tantas humillaciones de una mujer como ella ¡Todo tenía su estúpido
limite! — A lo mejor si te ves en un espejo veras que tu educación causa dolor de cabeza y
aburre a las personas con quienes hablas.

— ¿Eso es lo más ridículo que has dicho para defenderte?— me clavó una ojeada
picante como queriendo hacerme chillar de sufrimiento— ¡Eres tontica de verdad! Mejor
arreglemos esto de una manera más civilizada ¿Por qué no lo dejas libre?

— ¿Dejarlo libre? —Dudé sin entender de lo que ella estaba hablando; ¿Primero me
decía que iba a ser su amante y ahora me decía que se lo dejara libre? ¡Estaba algo
chiflada!— ¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté.

—Quiero decir que te divorcies de él—Me comunicó de una y yo me quedé en stop


al escuchar eso ¿Acaso estaba desquiciada?—Esa sería la mejor decisión que podrías tomar
dadas las circunstancias. No quiero causarte problemas, pero es obvio que Christopher y
tú no van a llegar a nada.

— ¡Deja las tonterías!—vacilé pero justo ahí me di cuenta de que yo para nada me
había defendido y que si quería que la gente me respetara en ese lugar tenía que iniciar
poniendo en su lugar a esa brabucona llena de malquerencia.

—Bueno—dije cruzándome de brazos nuevamente mostrando un claro disgusto—


Si ya acabaste de hablar como si fueras lo mejor y yo acabé de escucharte, ahora te toca a ti
oírme lo que te tengo que decir—ella me miró sorprendida y yo arrugué el gestó
pareciendo una ignominiosa.

— ¡No me voy a divorciar de Christopher! —le dije sin más—tampoco voy a


permitir que tú y él anden de amantes. ¡Él es mi esposo y tú vas a tener que aceptarlo más
temprano que tarde! Si no crees que podrás lograrlo, vas a tener que agarrar tu maleta y
regresar de donde viniste. Yo soy la princesa y por si no te has dado cuenta soy superior a
ti—caminé con intención de irme—y la próxima vez que me llames frívola y hueca te saco
a patadas de aquí ¡Yo no soy como tú!—finalmente me retiré de allí contenta de haber
dicho la última palabra en esa conversación.

Entré al palacio bastante satisfecha de haberle dado con todo a esa imbécil y me
sentí feliz de haber logrado ganarle a esa mujercita. Ella no iba a jugar conmigo como si yo
fuera su muñequita de tela y si al haberme defendido de sus malas exigencias, tendría que
pagar las consecuencias, bueno estaba bien dispuesta a luchar a capa y espada contra ella.

—Su majestad la reina madre reclama su presencia—Se acercó a mí muy


diligentemente un empleado y mirándome con paciencia me señaló hacia el despacho
real—Dice que la está esperando en el despacho.

— ¿Y tengo que ir horita?—le pregunté algo agotada; yo necesitaba algo de tiempo


para mí y ese día estaba resultando ya bastante agotador. Primero ir a prácticas de tiro con
arco con Christopher, luego discutir con Anastasia y ahora platicar con la reina madre.
Esto de ser princesa era bastante cansón.

— ¡Por supuesto, su majestad!—me dijo el hombre—Su majestad la reina madre, la


está esperando.

— ¡Está bien!—le expresé disimulando un gesto de fastidio que para nada se veía
bien.

— ¡La acompaño!—el empleado cumpliendo con su trabajo me llevo hacia el


despacho, en donde después de hacerle reverencia a la reina madre, nos dejo a solas a
ambas.

Yo me quedé de pie frente a la reina madre. Ella estaba sentada muy cómodamente
en un asiento de fina tela y sobre su escritorio había muchísimos papeles que seguramente
eran de gran importancia. Bueno, también tenía que admitir que me encantaban todas las
tecnologías que habían en esa habitación, realmente que este era un reino bastante
moderno y el acceso a internet era primordial.

— ¡Mi niña, qué bueno que has llegado!—me manifestó la reina madre al parecer
bastante contenta con mi llegada y con un gesto en la cara me invitó a sentarme frente a
ella— ¿Cómo te fue compartiendo con Christopher?

—Esteeeeeeeeee—le manifesté sin saber qué decirle, luego de ello me senté.

— ¿Te quedaste sin palabras?—ella me preguntó sonriendo— Espero que ustedes


dos hayan avanzado algo más en su relación porque eso de andar peleados no me gusta
para nada. Deben acercarse más y dejar las broncas a un lado.

—Su majestad…—tartamudeé.
—Mi niña, — me comunicó claramente tratando de hacerme tomar consciencia—
ahora que ya recuperaste la memoria perdida es el momento perfecto para que mi hijo y tú
hagan de este matrimonio un bello cuento de hadas.

—Los cuentos de hadas no existen—mis pensamientos sonaron en voz alta cosa que
no había querido; por lo que, agaché la cabeza bastante apenada; yo y mi bocaza ¿Cómo
me había atrevido a decirle tal cosa?— Christopher y yo nos casamos sólo porque él me
engañó e hizo que mi familia quedara en la casa, sino creo que ni siquiera fuésemos
amigos—traté de explicarle sabiendo que me arriesgaba a ser juzgada por algo en lo que
tenía muchísima razón.

— ¿Y durante todo tu matrimonio vas a seguir con ese discursito?—la reina madre
me cuestionó con voz diminuta; yo la miré y contuve el aliento, realmente que la reina
madre sabía cómo hacerme sentir culpable. Si seguía poniendo esos ojitos llenos de
sufrimiento y esa voz melodramática seguramente que iba a lograr cualquier cosa de mí.

—Yo sé que lo que hizo mi hijo no fue lo más correcto, —ella me trató de explicar;
sabiendo que me estaba manipulando de frente—pero debes entender que él nunca antes
se había enamorado, realmente él no sabía lo que era amar a una mujer que no fuera su
madre, siempre ha estado sólo, ha tenido que enfrentar una madurez apresurada desde la
niñez y ha tenido que tomar responsabilidades como príncipe heredero que le han
endurecido el carácter; sencillamente él pensó que obligándote a casarte, te quedarías
siempre con él.

—Eso suena algo descabellado—no pude evitar sollozar al pensar que después de
todo, Christopher sí podía ser como el resto de los hombres que tienen un corazón. No, eso
era mentira, él era un mal tipo lleno de prepotencia y poder.

—Sí, tienes razón—ella me afirmó tomándome las manos para tranquilizarme—


pero eso no significa que ustedes dos van a pelearse toda la vida porque el matrimonio
resultó un cuento absurdo. Yo quiero que intenten arreglar su matrimonio y quiero que
hoy me prometas que lo vas a intentar a partir de este instante ¿Me lo prometes?

Yo…—la reina madre me había dejado sin palabras, y yo no sabía que contestarle;
pues, no sabía si valía la pena luchar por un matrimonio tan artificial. ¿Christopher valía
tanto la pena?

— ¿Me lo prometes?—la muy manipuladora insistió en su pregunta y eso me hizo


temblar todo el cuerpo al pensar que lo que la reina madre tenía en contra de mí era que
sabía el cómo manejarme. Ella sabía que yo nunca le desobedecería y por eso quería que
me acercara más a su hijo e intentara llevar la fiesta en paz.

— ¡Se lo prometo!—le contesté suspirando luego de un par de segundos en bastante


agonía. Esa era la tercera promesa más difícil de mi vida, la primera era el prometerme
casarme con Christopher si él ayudaba a mi familia, la segunda el prometerle a ese canalla
en el altar el hasta que la muerte nos separe. ¡Qué tonta me estaba comportando
últimamente!

Después de hablar un rato más con la reina madre y de verla feliz por mi nueva
promesa, decidí regresar a mi habitación. Necesitaba descansar y ponerme a pensar en la
nueva pata que había metido. En ese momento, necesitaba un chocolate que me quitara
esta amargura que amenazaba con descontrolarme toda.

Estaba acostada en la cama cuando una de mis empleadas privadas me pidió


permiso para entrar y me anunció que un médico estaba allí para mi revisión diaria. ¡Y yo
que pensaba que nunca más iba a ver a uno de esos sujetos! Pero resultaba que este y otros
médicos pertenecían a la red privada de la realeza, vivían cómodamente en casas que
estaban en los terrenos reales y tenían la misión de componer la salud de todos los que
vivían allí.

El sujeto; a pesar de mi oposición me revisó completamente, me hizo millones de


preguntas y finalmente me dijo que ya estaba muy bien y que podía regresar a mi vida
normal. Bueno, por fin una buena noticia después de estos días horrendos. Después de
cumplir con su labor, él se marchó y yo contentísima comencé a saltar en la cama, como si
me tratara de una niña.

A la hora decidí que debía avisarle a mi esposo la nueva resolución del médico y
aunque sabía que seguramente él ya la conocía porque le habían informado de primera
mano, pensé que lo mejor que podía hacer si quería cumplir con mi promesa hecha a la
reina madre, era decirle yo.

Salí de mi dormitorio, apresurada, maravillada y sonriente; el recuperar mi salud


era maravilloso y lo estaba disfrutando muchísimo. Caminé entre los empleados y no me
importó que todos me vieran como un bicho mal pegado. Ya estaba sospechando que
nadie me quería allí y bueno, en ese momento, lo que quería era hablar con Christopher.

Apurada lo busqué por varios lugares comunes y también en zonas de mucho


confort. Me quedé maravillada con los sitios que habían en ese palacio, éste lugar era muy
lujoso y tenía de todo, hasta un zoológico privado llenos de bellísimos animales. Yo estaba
emocionada con las zonas que aún no conocía y hasta llegué a pensar que había valido la
pena un poco que ese esposo mío todavía no había aparecido.

Caminé largo rato sin encontrar a Christopher y disfruté cada segundo. Hasta que
me conseguí a mi hermana Ximena y a Anastasia hablando mal de mí cerca de la ducha
que estaba en el patio trasero del palacio, muy cerca de la piscina; sí donde estaban las
palmeras, algunas chimeneas y muebles de patio. El lugar se veía un área lluviosa porque
las gotas caían fuertemente de arriba hacia abajo; no obstante, no tomé en cuenta eso, me
importaba era lo que ese par estaba diciendo de mí.
— ¡Tu hermana ya me está hartando! —Dijo malhumoradamente Anastasia y yo
abrí los ojos asombrada—Se ha atrevido hasta discutir conmigo ¿Qué se cree? ¿Una actriz
o cantante famosa? Nunca debió casarse con mi Christopher. Él y yo éramos una pareja
feliz, estábamos a gusto siempre juntos y entre nosotros estaba la promesa de que cuando
yo regresara, los dos nos casaríamos.

— ¡Tienes razón!—le respondió Ximena— ¡Tienes toda la razón! Mi hermana no


debió casarse nunca con el príncipe.

— Christopher, no la ama a ella—aseguró Anastasia paseando de un lugar a otro—


Él me quiere a mí y estoy segura de que no pasará mucho tiempo para que me pida
regresar con él.

—Puede ser…— Ximena hizo como si lo estuviera pensando—Puede ser…pero,


también puede ser que el príncipe se enamore de mí.

—A lo mejor, a lo mejor— Anastasia le afirmó a mi hermana—de lo que si estoy


segura es de que jamás él la va a amar a ella ¡Es que ella es tan poca cosa! ¡Es solo una
hormiga que voy a pisar con todas mis fuerzas!

—Una hormiga que vamos a pisar entre las dos; —Ximena interrumpió a Anastasia
llena de un orgullo bastante oscuro y yo desde mi lugar temblé de desconsuelo, no podía
creer lo que estaban viendo y escuchando—además, tenemos algo a nuestro favor y es el
que nadie quiere a mi hermana, ni siquiera la reina madre.

—Sí, eso es verdad—habló Anastasia deteniéndose de pronto y tomando un aire


repentino—Ella puede actuar muy amable con esa majadera; sin embargo, la realeza jamás
sentiría aprecio por un ser tan repugnante como lo es tu hermana.

—Al menos a ti y a mí todos sí nos quieren—manifestó sonriente Ximena y


escuchar todas esas palabras me estaban causando un dolor inmenso en el corazón
¿Realmente era mi hermana la que estaba diciendo todas esas cosas de mí? ¿Qué tenía
Anastasia en contra de mí si yo no le había quitado a Christopher? ¿La reina madre
realmente no sentía ningún aprecio por mí? Yo tenía que haber visto todas esas cosas
desde el principio.

Sin poder aguantar más, dejé de escuchar la conversación entre esas dos brujas y
salí huyendo bastante tristona. Esto no podía seguir así, es que si era verdad que ni la
reina madre me quería; entonces, ¿Por qué me había obligado a hacerle la promesa de
intentar que mi matrimonio con su hijo fuera a funcionar? Era una manipuladora igual o
peor que su hijo.

Asimismo, todos en ese palacio eran unos desgraciados. Sí, sabía que yo era
totalmente inferior a Christopher, pero eso no significaba que la gente me viera como
peste; yo valía muchísimo, era inteligente y bastante normal y continuar con mis estudios
era la mejor forma de comprobárselo a todos, incluso a mi esposo. Sí, eso era lo que iba a
hacer, regresaría a la universidad, me graduaría y sería totalmente independiente de esa
estúpida realeza.

Por largo rato seguí buscando a Christopher sin resultado alguno, hasta que lo
encontré. Él estaba en el minigolf hablando con el duque. Estaba practicando minigolf
porque ya no cargaba el cabestrillo, seguramente que el médico que me había visto hacía
un rato, lo había visto antes a él y por eso se lo había quitado. Apenas me di cuenta que él
había notado mi presencia allí, me acerqué a donde estaba decidida a darle un nuevo
cambio a mi vida.

—Mañana quiero regresar a la universidad, —le dije apenas lo tuve cerca y él me


miró sorprendido—no aguanto este encierro. ¡Me has engañado al decirme que sería
divertido, ya estoy aburrida!

Christopher se quedó parado tal y como si estuviera en stop por unos segundos,
seductoramente mostró unos ojos llenos de extrañeza y yo cruzándome de brazos en clara
señal de desafió esperé a que me dijera algo.

—De verdad no sé que voy a hacer contigo, —dijo al fin, luego me pasó por un lado
y le pegó a la pelota con el palo haciendo un maravilloso swing, la pelota fue a parar muy
cerca del hoyo 16— Tú aún estás de reposo—me comunicó sin verse nada afectado por el
fantástico tiro que había realizado.

—Ni loca me voy a quedar aquí por largas semanas, ya estoy bien. —Le grité
molesta sin tomar en cuenta que el duque me podía escuchar, no iba a aceptar seguir
quedándome todo en el día en el palacio sin hacer nada, cuando nadie me quería— ¡No
tengo ni yeso! El médico me dijo que podía seguir con mi vida.

—A mí el médico me quitó el cabestrillo, pero eso no quiere decir que puedo vivir
la vida loca. — Christopher agarró el palo y se acercó nuevamente a mí, seguramente que
para evitar un espectáculo peor al que ya se estaba dando con mis gritos—Yo aún estoy de
reposo.

— ¿Y a mí qué me importa?—le volví a gritar, luego mordiéndome los labios para


evitar que mi llanto saliera de mi boca, lo miré rabiosa— Si te doliera el brazo no
estuvieras jugando minigolf.

— ¡Eres tan predecible!—me acarició el mentó—Tú no debes regresar todavía a la


universidad, debes descansar y guardar reposo.

—No me voy a quedar más encerrada en el palacio—lo desafié separando mi


mentón de su mano y a lo lejos pude ver que el duque se alejaba de nosotros, seguramente
para evitar oír la discusión entre mi esposo y yo— ¡No voy a hacerlo!

— ¡Sí, vas a hacerlo! — Christopher se esforzó por parecer calmado—Vas a tener


que aprender a ser más responsable; ¿No te das cuenta que cada decisión loca que tomas,
trae una consecuencia para todos los que viven en este palacio? Ya has tomado muchas
malas decisiones y no voy a permitir que vuelvas a hacerlo.

—Si hablas del accidente…—claro que él hablaba de eso, ¿En qué estaba
pensando?— ¡Lo siento!—le dije apenada aunque sabía que éste no había sido mi culpa.

— ¡Debes estar burlándote de mí!— Christopher se veía bastante intrigado—¡Con


sentirlo no es suficiente!—Él parecía muy molesto y en cierta forma yo me daba cuenta
que estaba desviando la conversación hacia otro punto. Claro, era la forma que tenía de
hacerme quitar de la mente la idea de regresar a la universidad—A veces debes aprender a
dar la cara cuando cometes un error y el regresar en ese momento a la universidad, es uno
de esos errores graves. ¡Vas a afectarnos a todos por hacer algo tan irracional!

—Yo sí doy la cara cuando cometo errores, al menos no soy como otros que no dan
la cara cuando…—bastante furiosa volví a desafiarlo, lo miré colérica al pensar que él no
daba la cara ante su relación con Anastasia; no obstante, respiré profundo, bajé la cabeza y
no terminé de hacerlo; ya que no quería verme como celosa, orgullosa y melodramática.
No podía decirle que había escuchado a Anastasia hablando con mi hermana, sobre su
relación amorosa con él. ¡Ni loca iba a hacerlo!

—Ten cuidado con lo que piensas y no dices—me susurró Christopher acercándose


a mi oído. Yo tragué profundamente al darme cuenta que el muy canalla se estaba
refiriendo a lo que yo no había terminado de decir, pero que sí había pensado.

—No estoy pensando en nada importante—me alejé de él arrugando el gesto.

— ¿Entonces, en qué piensas?—se acarició el mentón y luego pasó por mi lado


camino al hoyo 16— ¿Acaso estás pensando en la forma de convencerme para que te
permita regresar a la universidad? Te digo que si es así, nunca vas a lograrlo. No tienes
permitido ir a estudiar aún de reposo.

— ¡Yo quiero regresar a la universidad!—chillé como mensa, no pudiendo evitar


llorar al pensar que nunca podría ganarle a Christopher en esta guerra mal llamada
matrimonio. Él siempre iba a tomar las decisiones sobre mí e iba a controlar mi vida. Lo
tomé lacrimógena por el hombro y lo hice voltearse a verme para enfrentarme— ¡Necesito
regresar a la universidad!

— ¡No llores, preciosa!—se volvió a acercar a mí y yo nerviosa le quité la mano del


hombro; él me miró con ojos abatidos y de pronto, me abrazó; eso para mí era raro,
aunque no podía negar que sus brazos eran cálidos y ardientes—¡No me gusta verte llorar!

— ¡No puedo evitarlo!—le dije secándome las lágrimas de los ojos, él me contuvo
entre sus brazos y yo perturbada pude percibir su extraordinario aroma.

—Tú me tienes aquí para lo que necesites y si tu deseo es regresar a la


universidad…—se separó de mí y acomodándome algunos cabellos que tenía
desarreglado, me sonrió agradablemente—aunque, me duela ver que con tus decisiones
no piensas en tu salud, —respiró preocupadamente—puedes regresar cuando quieras a la
universidad.

— ¿Lo dices en serio?— ¿Era cierto lo que mi esposo acaba de decir? No lo podía
creer; lo había convencido de dejarme regresar a mis estudios, solo soltándole unas
lagrimitas ¡Era genial!—No tenía ni idea que…Tú eres un hombre muy dominante y
déspota y si no me dejas regresar a la universidad, yo sé que no podré hacerlo sin tu
consentimiento. Sólo con tu aprobación podré regresar.

—Creo que deberías…— Christopher pareció ponerse algo molesto por lo que le
acaba de decir; así que me pasó por un lado y decidió dejarme sola—Creo que deberías
llamar a la universidad y decir que mañana regresas; es más, informa que yo también
regreso mañana—al terminar de decir eso caminó lejos de mí.

Bastante contenta porque me había salido con la mía en mis propósitos de que
Christopher me permitiera regresar a la universidad, decidí regresar a mi dormitorio.
Desde allí me comuniqué mediante el teléfono con mis profesores de la carrera
universitaria para obtener información de lo que había ocurrido en mi salón durante mi
ausencia.

Llamé a la profesora de “Situación Nacional Contemporánea” para que me


informara qué asignación le tenía que entregar al día siguiente; ya que, esa era la única
asignatura que me tocaba ese día. Ella me informó que debía hacer una presentación oral
sobre los matrimonios causados por beneficios económicos. Así que después de terminar
la llamada, decidí montar mi presentación e investigar más sobre el tema. Aún no captaba
que yo era una muestra de los matrimonios por “conveniencias económicas”.

En la noche, cuando ya había terminado mi trabajo, la reina madre, Ximena, mi


mamá, Anastasia, Christopher y yo fuimos a comer a un restaurant privado de la familia.
Yo me sentí en todo momento incomoda porque no sabía qué carajo pedir del menú. Esas
comidas tenían nombres extraños y resultaban ser platillos bastante sencillos. Al final
terminé solicitando un pescado a la plancha con una ensalada césar.

La comida transcurrió con total normalidad, casi no se habló durante su transcurrir


a excepción de unas pocas palabras de la reina y unos chistes sobreactuados de mi mamá y
no puedo negar que todo iba bien hasta que se nos acercó a la mesa un periodista real
intentando tomarme una foto; el susodicho vestía camisa a cuadros y como tenía carnet
que le daba estos permisos, sencillamente le dije que sí.

Tratando de sonreír lo mejor que pude, tomé una posición en el asiento para que la
foto no quedara tan mal, el periodista se me acercó según él para que yo colocara la mano
derecha de forma más relajada sobre la mesa; pero el muy tonto lo que hizo fue arrojarme
la sopa que se estaba tomando Anastasia sobre el vestido negro que yo cargaba puesto.
De verdad que aún no podría explicar cómo y por qué el periodista me hizo eso, lo
que sí sé es que dentro de mí me decía a mí misma “Este imbécil es una…mierda ¿Por qué
me hizo algo como eso?”.

— ¿Mi niña…estás bien?—la reina madre asombrada por lo que acababa de pasar se
levantó de mi asiento.

— ¡Lo…siento!—me dijo el hombre— ¡Perdóneme su majestad!

—No se preocupe buen hombre—le dijo Christopher al tipo y yo lo miré con ojos
de odio porque qué le pasaba a ese ser que se decía llamarme esposo mío, o sea estaba
defendiendo al fulano ese y ni siquiera me había preguntado si me había quemado con la
sopa hirviendo o algo. Me provocó decirle “¿tienes alguna idea de lo que acaban de
hacerme pedazo de amargado o estás en la luna de paseo?”, pero en cambio me puse muy
apenada y nerviosa; por lo que salí corriendo al baño para ver qué podía hacer para
eliminar tan horrible mancha en mi ropa.

En el baño unas muchachas me veían con diversos gestos, que al final no sé si eran
de risa o de alegría por verme. Decidí no pararles y con agua de los chorros intenté
lavarme la mancha del vestido. Unos pocos minutos entró bastante desinhibida mi
hermanita Ximena.

— ¿Necesitas algo?—me preguntó la muy “frívola” acercándose al espejo y sacando


de su pequeña cartera su estuche de maquillaje, se puso a reforzarse el maquillarse.

—No, para nada—le dije sabiendo que ella nunca me ayudaría aunque fuera
obligada a hacerlo.

—Bueno, tú te lo pierdes—se dio media vuelta y sonriendo estúpidamente se


marchó del baño.

El resto de la noche fue más de lo mismo y cuando llegamos a la casa y Christopher


y yo estuvimos en el dormitorio dispuestos a dormirnos, yo preferí quedarme despierta
hasta más tarde para seguir estudiando la exposición oral que debía presentar en la
universidad.

Al siguiente día muy temprano, una limusina conducida por un chofer llamado
Víctor me llevó a la universidad ¿Qué puedo decir de mi llegada allí? Que fue horrenda,
todos me veían como un bicho extraterrestre fuera de órbita, las chicas se reían de mí, la
gente murmullaba cosas que yo sabía que en el fondo no eran muy buenas, e incluso los
profesores y demás empleados universitarios cuchicheaban que yo era la mujer indicada
para ser la esposa del príncipe heredero.

Decidí no pararle a las tonterías de los demás y me fui derechito al salón donde
tendría clases, allí la docente me recibió muy sonriente y mis compañeros actuaron normal
al período anterior a mi accidente y a mi boda. Me senté en mi asiento y esperé hasta que
fuera mi turno para exponer y mientras, oía las presentaciones de mis demás compañeros.

—Y ahora es el turno de la princesa Ashley—manifestó cordialmente la profesora


de “Situación Nacional Contemporánea”—Vamos a escucharla todos y si alguien tiene
algo que opinar, saben que están en su derecho.

Me levanté de mi asiento y con ayuda de la presentación que se observaba


reproducida en la pared, comencé mi trabajo:

—A nivel mundial, cientos de parejas se unen en matrimonio por una cuestión


económica. Ya no es un asunto únicamente romántico y el amor no es lo que causa que dos
seres se casen; ahora el dinero es la principal causa. Es más, a nivel mundial existen
centenares de arreglos económicos disfrazados de matrimonio que terminan siendo más
bien una inversión y un negocio y no una relación amorosa. Obtener la residencia de un
país, pagar deudas cuando no se tiene un trabajo e incluso mantener las sociedades en una
empresa pueden hacer que dos seres completamente diferentes decidan convivir en lo que
ya no es la base de la sociedad: el matrimonio.

— ¿Estás hablando por experiencia, verdad?—preguntó levantado la mano un chico


que se llamaba Alán y que estaba sentado justo en el último puesto de la columna del
medio—El matrimonio del príncipe Christopher y tuyo fue un compromiso económico.

—Yo…—tartamudeé sin saber que decir, el muy mongólico chico ese se estaba
metiendo en un camino bastante peligroso. ¿Qué carajo quería hacer él al hacerme una
pregunta como esa?

—Oh, yo creo que sí, Alán. —Interrumpió una muchacha llamada Claudia que
estaba sentada cerca de la puerta del salón— ¿No ves como se puso nerviosa?—la muy
tonta me señaló como si yo fuera un gusano, y mientras yo pensaba ¡Qué día tan fatal!

—Yo pienso que la ahora princesa Ashley se casó con el príncipe Christopher por lo
que ella llama un negocio—manifestó la profesora de “Situación Nacional
Contemporánea” y yo no pude dejar de verla; ahora resultaba que esa mujer también se
creía con derecho a juzgarme, sí era una buena profesora pero como ser humano era
pésima.

—Ese sería un negocio a favor de ella, porque sencillamente Ashley no tiene ni


donde caerse muerta—dijo una rubia sexy llamada Veill, y al decirlo todos se echaron a
reír, pero con zendas carcajadas que yo terminé sintiéndome como un unicornio sin poder
volar.

Creo francamente que si no fuera sido por el timbre que anunciaba el termino de
esa clase; yo, una mujer recién casada, estudiante de la universidad y bastante desdichada,
me fuera muerto de dolor. Salí presurosa del salón y llorando caminé por los pasillos y
luego para desahogarme me escondí detrás de una escalera; no obstante, allí seguían los
murmullos:

— ¿Oíste los rumores que andan circulando por allí? —Le dijo una chica llamada
Gabriela que había estado conmigo en la clase de “Situación Nacional Contemporánea” a
un chico llamado César que al parecer era su noviecito.

— ¿Te refieres a los que dicen que la dizque princesa Ashley quedó en ridículo en
una exposición? —le preguntó César, que a mi juicio estaba más preocupado en besarla
que en lo su novia le estaba contando.

—Sí, esos mismos—la chica le agarró las mejillas y le besó cariñosamente la nariz—
¿Pero, es que… en qué pensaba esa tonta? Claramente la profesora esa le dijo que
expusiera sobre los matrimonios arreglados por convenios económicos para hacerla
admitir al frente de todos que el de ella también es uno de ellos.

—Ja, ja, ja, ja,ja—se rió él y dándole una palmada en la nalga a su novia se la llevó
contentó fuera de mi distancia.

Oí desde mi supuesto escondite todo eso y me sentí bastante afectada y humillada.


Desde mi rinconcito no podía dejar de preguntarme por qué todos me trataban tan mal, yo
me sentí muy melancólica y sin darme cuenta comencé a llorar, las lágrimas se
desbordaron por mis mejillas y chillé al pensar que yo no era nada, que era muy poca cosa
y que todos tenían razón.

Obstinada de estar en ese lugar, me limpié las lagrimas, me medio acomodé la ropa
que cargaba puesta y salí corriendo dispuesta a huir de la universidad. Sin importarme a
quien me llevaba por delante, corrí lo más rápido que pude y tomé un taxi manejado por
una mujer.

— ¿A dónde quiere que la lleve?—me preguntó la señora y yo tratando de taparme


la cara con los cabellos, para que no me distinguiera me quedé por un rato pensando,
realmente no sabía a dónde ir a parar para escaparme.

— ¡Lléveme a la Calle Genpsa Hallon y cuando llegue allí, yo le indico en que zona
es!—finalmente le pedí a la mujer y sin ponerme a reflexionar mucho, no me arrepentí de
darle la dirección de mi ex novio Emmanuelle.

Por el camino, me excusé a mi misma pensando que el ir a la casa de mi ex novio no


era nada malo, al final él y yo éramos grandes amigos. Además no podía dejar de
repetirme mentalmente una y otra vez “me he escapado de la universidad sin avisarle a
nadie y voy a ir a la casa de Emmanuelle para tratar de alejarme de toda esa malvada
gente. Está demostrado que la única persona que me quiere es mi ex”.

Al cuarto de hora me bajé del taxi y después de darle las gracias a la mujer. Me
dirigí hacia el portón de la casa de Emmanuelle. Hacía tiempo que no venía a su casa y de
alguna forma me sentía caminando en un hilo muy fino. Si Christopher se llegaba a
enterar de eso seguro que me mataría, pero bueno, amargamente ese cretino se lo había
buscado por chantajearme para que me casara con él.

Por lo menos, podría asegurar que Emmanuelle estaría solitario en la casa a esa
hora; ya que seguramente su mamá estaba trabajando, su padre había muerto y su
hermanita de 08 años estaba en la escuela primaria. Sí, definitivamente este era el sitio en
que yo debería estar, allí podría intentar olvidarme de las burlas de todos, trataría de
pensar en una forma para divorciarme de Christopher y le diría a mi ex que quería pasar
más tiempo con él como amigos.

Y esto último no tenía nada de malo; ya que Emmanuelle era un excelente chico,
maravilloso hombre, tierno amigo, buena gente, buen hermano, buen hijo, amante de la
naturaleza, sencillo y sincero; para nada comparado con Christopher cuyo carácter podía
ser sólo comparado con un motor de arranque que castiga no arrancando.

Sintiéndome perturbada, toqué el timbré la primera vez y nadie me respondió, lo


toqué la segunda vez y nada, para cuando lo iba a hacer la tercera vez llegó Christopher.
Yo lo vi y sinceramente casi me desmayé, sabía que ese chantajista podía acosarme pero no
sabía que lo podría hacer tan severamente.

— ¿Qué…qué haces aquí?—tartamudeé y bajé la mirada incapaz de enfrentarme a


su codiciosa mirada, sabía que si lo veía directamente a los ojos, yo iba a terminar
pidiéndole perdón por venir a la casa de mi ex novio.

— ¡No puedes estar aquí!— me murmuró y seductoramente se acercó a mí.

— ¡Me evaporaré de tu vista en cuanto pueda, si se te ocurre tocarme! —le revelé


echándome para atrás para evitar que la cercanía de ese brabucón me hiciera sentir como
una niñita tonta. Yo no sabía si era el trauma post accidente, pero la proximidad de
Christopher me hacía erizar los bellos de la piel.

— ¡Vamos a darnos un beso francés!—me propuso de pronto el muy desgraciado y


yo al oír eso lo cacheteé mostrando mi claro enojo, ese infeliz estaba loco y claramente me
quería volver loca también a mí.

Yo estaba que echaba chispas, y sobre todo porque mi golpe mal dado, pareció no
afectar a Christopher; ya que, el susodicho me atrajo hacia él y sin pedirme permiso
alguno me besó a la fuerza; me tomó del mentón y sin que yo le diera el debido permiso
introdujo su lengua en mi boca, me agarró de las muñecas y me sostuvo forzosamente
para evitar que luchara en contra él.

Bastante insegura y molesta, yo me resistí lo mejor que pude, traté de empujarlo


lejos de mí, deseé poder darle arañazos en la cara y hasta intenté sin logro alguno
morderle la lengua; pero entre más lo hacía él más me apretaba entre sus brazos.
Yo estaba ahogada en nervios, no sabía cómo reaccionar ante Christopher y su
cuerpo; porque sí, no lo podía negar, su cuerpo ya estaba haciéndome caer en su telaraña
de pasión. Es que tenía un cuerpo maravilloso y definitivamente las horas que dedicaba a
ejercitarse en el gimnasio valían la pena. Pero, no por eso podía vengar mi orgullo, sin
darme cuenta, comencé a contar 1, 2, 3,4…para evitar verme ceder ante ese esposo mío.

“Cuenta…cuenta” me decía a mi misma en la mente y en tanto, sentía las manos de


Christopher tocar mi espalda, dirigirse hacia mis nalgas y quedarse allí para acariciarlas.
Sin poderlo evitar, gemí y eso hizo que ese príncipe malvado sonriera creyendo que me
había ganado la batalla; pues no, eso nunca sería así.

— ¿Por qué? ¿Por qué… estás haciendo esto?—le susurré a los labios al darme
cuenta que ni contando podría mantener mi cordura por más tiempo, si no paraba a
Christopher ahora, él acabaría con mi dignidad; no obstante, él no me respondió la
pregunta, siguió besándome y acariciándome por todo el cuerpo y eso me hizo pensar que
sinceramente no me había contestado porque sabía que ambos entendíamos lo que los dos
estábamos haciendo allí, frente a la puerta de mi ex novio.

En ese momento, la puerta de la casa se abrió y Emmanuelle se quedó detenido en


la entrada a su hogar, claramente impresionado y en shock. Nos miró a Christopher y a mí
de arriba abajo y lleno de melancolía volvió a entrar a su casa cerrando la puerta tras de él.
¡Pobre de Emmanuelle! Yo al oír el ruido de la puerta del abrirse y cerrarse me alejé de
Christopher bastante agitada. Cuando miré a mi esposo entendí que todo lo que había
hecho él al besarme y acariciarme había sido para que mi ex nos viera.

—El muy tonto ni esperó para saludarnos—dijo Christopher en tono burlón, yo


bastante rabiosa me alejé de él y al darme cuenta que por allí estaba la limusina real en la
que había llegado mi esposo, me fui hacia ella dispuesta a regresar al palacio. ¡Lo que me
había hecho Christopher jamás se lo perdonaría!

Llegamos al palacio al mediodía y aunque no era el deber ser, me largué a mi


habitación y no salí de allí hasta muy entrada la noche, cuando pensé que la mayoría se
había ido a dormir. Sin que Christopher notara mi ausencia en la cama, me largué del
dormitorio pensando que de verdad necesitaba estirar un poco las piernas, luego de pasar
más de 13 horas en la cama sin hacer nada, solo lamentarme por haber hecho sufrido otra
vez a Emmanuelle.

Caminé por el minibar más cercano al dormitorio y decidí que tomarme un buen
refresco me haría bien. No era una mujer de beber alcohol y ahora que estaba casada con
un príncipe heredero de todo un país, no iba a empezar a hacerlo tan a menudo; quizás
solo lo haría en reuniones sociales.

Estaba tranquila degustando de mi refresco que ni me percaté de los pasos que se


aproximaban a mí y de los ojos que me miraban diligentemente. Era Christopher que al
parecer al notar mi ausencia en la cama me había ido a buscar. Todo sonriente se arrimó a
mí e hizo que nuestros brazos se rozaran.

— ¡Madre mía! —Grité sorprendida de verlo allí y el vaso de vidrio se me cayó al


suelo de la impresión, rompiéndose en varios fragmentos al contacto con el piso— ¿Te has
vuelto loco? ¿Qué haces aquí? ¡Me asustaste!—le recriminé y él satisfecho me pellizcó una
mejilla; luego poniéndose de rodillas ante mí se puso a recoger los vidrios.

—Eso es lo que yo debería preguntarte a ti—me expresó empeñado en la labor que


estaba haciendo. Yo no entendí sinceramente a qué se debía su perseverancia en recoger
los trozos de vidrios, si al final él podría mandar a hacerlo a alguno de sus empleados.

Al finalizar de recogerlos, se levantó del suelo y los lanzó al cesto de basura.


Sinceramente que ese hombre la mayoría de las veces era un libro incapaz de entenderse.
¿Cómo si era tan inhumano se arrodillaba para recoger unos desechos de un vaso roto?
¿Acaso era un obsesivo de la limpieza?

— ¿No me vas a contestar?—me preguntó él, llenándose un vaso de champaña—Es


muy tarde y no veo razón de que andes por aquí sola.

—Creo que tienes razón…—decidí que lo mejor era no tentar la suerte con mi
esposo y que lo mejor para ese instante era marcharme a mi dormitorio y hacerme la
dormida, “por lo menos”, —Tengo mucho sueño—le dije fingiendo estar bostezando—
creo que mejor me voy a dormir—avancé buscando mi camino hacia el dormitorio, pero
Christopher me detuvo.

— ¡No te puedes ir ahora!—me dijo con voz gruesa y provocadora—Tú y yo


tenemos cosas qué hablar y qué hacer.

— ¿De qué hablas?—me puse bastante nerviosa y el corazón parecía que me quería
estallar por la boca.

— ¿No te parece que esta noche solitaria está perfecta para ti y para mí?—bebió un
sorbo de champaña, puso el vaso en el mesón y luego sujetándome por la cintura, me besó
deliciosamente ¡Oh vaya, ya me estaba cansando de sus besos sorpresivos! No, eso era una
mentira, la realidad era que cada vez que lo hacía no podía evitar sentir mariposas en el
estomago; es que lo hacía tan bien, y más en ese instante cuando su provocadora saliva se
mezclaba con el sabor del champaña ¡Sus besos me encantaban!

Christopher me tenía donde quería y cómo quería, me estaba besando, acariciando


y yo como un caramelo me estaba dulcificando ante su poderío. No podía evitar sentir
escalofríos por todo mi cuerpo y por eso lo odiaba ¡Lo odiaba con toda mi alma! ¡Deseaba
sus besos como un león a su presa!

— ¡Dime… que me quieres!—me expresó junto a la boca totalmente ronco y yo


reaccioné inmediatamente, dándole un decisivo empujón que lo apartó de mí.
— ¡Perverso, maligno, bruto, abusón! —le dije frenética, sin saber por qué me había
dejado arrastrar por ese sádico, visiblemente él estaba disfrutando el verme tan
perturbada— ¡Eres un ruin psicópata que quiere violarme o algo parecido! —lo acusé y sin
esperar más tiempo le arrojé el contenido que quedaba en el vaso de champaña sobre la
cara.

—Estoy seguro de que no podrías hacer algo tan inhumano como dejarme con las
ganas—arrugó el gestó intentando contener la rabia, en tanto pretendía en vano limpiarse
la cara—Daria mi imperio entero por hacerte el amor esta noche—se mordió los labios
provocativamente—y el que me llenes de champaña no me afecta nada. ¡Quiero hacerte el
amor hoy!

— ¿Qué estás tramando ahora?— balbuceé nerviosa, realmente que Christopher


cada vez que hablaba me hacía sentirme más nerviosa que antes.

—Shhh...No digas más nada y continuemos por dónde íbamos—me hizo callar con
un dedo y me tomó de un brazo con abrupta confianza— ¿Por qué no nos escapamos esta
noche de este palacio y…?

— ¡Grosero!—intenté soltarme en vano de su agarre y él me tomó con más fuerza.

— ¡No pienses, solo actúa princesa! —me hizo mirarlo directamente a los ojos y me
acarició con su dedo pulgar el espacio que yo tenía detrás de la oreja ¡Wao, él era
encantador!

— ¡Eres… asqueroso! —ansié poner la voz lo más gruesa que pude para que
Christopher no descubriera mi estado actual. Visiblemente yo estaba movida a un
universo placentero y esto era por sus caricias, toques y palabras.

— ¡Deja que me pruebes y vamos a ver si piensas igual!—me lamió el cuello con
goce y yo sentí que me iba a desmayar ¡Oh Dios, así que esto era el placer! —Voy a
hacerte tan feliz cuando tengamos sexo que vas a regresar por más.

—No soy tu yegua de cría a quien puedes tomar cada vez que se te antoje—volví a
probar soltarme de su agarre para alejarme de él y esta vez, Christopher sí se compadeció
de mí y me soltó ¡Por fin! Decidida a parecer una mujer fuerte le di varios empujones en el
pecho para demostrarle que no le tenía miedo y con rabia lo miré amargamente.

—No, no lo eres— Christopher me zarandeó tomándome de los hombros—eres mi


esposa y pronto mi mujer—me amenazó y eso me hizo rabiar a toda marcha ¿Qué se creía
ese príncipe malvado? ¿Qué las cosas funcionaban como él las decidía? Pues, no.

— Entonces,… —no debía seguir con esa confrontación; pero, no podía evitarlo,
tenía que retar a ese canalla, igual o mejor a como él lo hacía— ¿Por qué no lo haces de una
buena vez, me obligas a estar contigo, me violas, haces que me acueste contigo a la fuerza,
terminamos con esta pesadilla al fin y ya y dejas de besarme a cada rato, tal y como si te
gustara de verdad?

—Ja, ja, ja, ja, ja, ja — Christopher se rió descaradamente y verlo así me causaba
muy en el fondo, demasiadas molestias ¿Se reía de mí o conmigo?— ¿De verdad crees que
las cosas son tan fáciles, bonita? Para mí besarte significa una gran diversión que no puedo
perder— ¿Diversión? ¿Besarme para él era una diversión? ¡Era un malintencionado, ruin y
canalla!

— ¿Qué está sucediendo aquí?—De repente la voz de la recién llegada nos hizo a
Christopher y a mí ubicarnos en una posición más tolerable. Cero manoseos, agarrones de
manos y besos de diversión.

Bastante confusa y vestida en ropa de dormir la reina madre se acercó a nosotros.


Yo me puse a sudar rápidamente, seguramente que estaría pensando que ocurrían cosas
perversas entre su hijo y yo.

— ¿Qué hacen aquí?—dijo sonriente— ¡No me digan que se querían tomar algo
porque en este palacio hay muchos mini bares, incluso en su dormitorio tienen uno! ¡No
me mientan!—expresó burlescamente.

—Yo…— ¿Qué carajo le podía decir? ¿Se suponía que yo quería estar a solas y que
Christopher me había perseguido para acosarme? ¿Qué él y yo nos habíamos peleado
igual que como nos habíamos besado? No, ni loca le podía decir algo como eso.

— ¡Madre; por favor!— Christopher habló bastante fuerte, este hombre era macabro
hasta con su mamá— ¡No quiero que nos molestes con tus teorías locas!

— ¡Yo no estoy diciendo nada!—la reina madre se veía súper contentísima y yo me


preguntaba el por qué, pero pronto me di cuenta de la razón cuando ella se acercó a mí
obviando a su hijo—Es sólo que estoy muy feliz, el verlos tan unidos me demuestra que
mi hijo tenía razón al escogerte para ser su esposa, mi niña. ¡Eres una chica maravillosa y
ya se puede decir que este matrimonio es el apropiado! ¡Felicidades! ¡Felicidades a los dos!

—Reina madre…— ¿Qué le podía decir a la mamá de mi esposo cuando ni yo sabía


en dónde estaba pisando? Seguramente yo estaba sobre un campo minado porque ¿Ella
nos estaba felicitando por un matrimonio que no valía la pena?

— ¡Gracias madre!— Christopher ni se rió ni se entristeció por las felicidades que


nos deseaba su madre— ¡Seguramente Ashley también está agradecida! ¿Verdad amor?—
él se refirió a mí y yo le di una media risa; entonces, él me arrugó el gesto para que le
agradeciera a la reina con palabras y no con mímicas.

— ¡Gracias reina madre!—dije y sin darme cuenta estaba confirmándole a esa


poderosa mujer que el matrimonio con su hijo sí iba a funcionar.
—Amor…es hora de irnos a dormir— Christopher me acomodó un cabello que
tenía fuera de lugar y conteniendo una sonrisa perversa me provocó más rabia, de la que
yo ya tenía contenida. No le bastaba con humillarme, sino que me daba órdenes como si
yo fuera su empleada sin sueldo.

— ¡Ya es bastante tarde!— él me tomó de la mano dulcemente como si fuera un


angelito cariñoso y en el fondo quise matarlo; pero me contuve, realmente ir a la cárcel por
un ser tan malvado como él, no valía la pena—Creo que mi madre estará de acuerdo en
que nos acostemos—le habló a su mamá y en mis adentros estuve esperanzada de que la
reina madre dijera que no, yo necesitaba estar a un millón de kilómetros de distancia
separada de ese príncipe.

— ¡Por supuesto que sí!—la reina madre no dudo en su comentario y sentí tristeza,
claro que ella iba a estar de acuerdo con su hijo, por algo era su hijo— ¡Vayan, vayan!
¡Pasen una gran noche.

—Reina madre…— traté nuevamente de hablar con la madre de mi esposo; más él


me apretó otra vez la mano y me hizo señas para que lo siguiera a la habitación.

— ¡Vámonos, ahora!— Christopher me susurró al oído y yo sabiendo que ese


momentico, en segundos se podía convertir en cualquier instante en una pelea en la que la
reina madre o incluso yo saliéramos perjudicadas por el carácter orgulloso y arrogante de
mi esposo, decidí seguirlo al dormitorio.

A la mañana siguiente, no tenía ganas de despertarme, el pararme a media noche


para no hacer nada como que no se me daba bien porque me sentía totalmente agotada y
hasta me dolía un poco la cabeza. En fin, nadie tendría que molestarse porque yo me
levantara más tarde, la universidad no se iba a ir de donde estaba ubicada.

— ¡Levántate!—Oí la voz molesta de Christopher y eso me hastió ¡Ese hombre


nunca me dejaría en paz!— ¡Ya es hora de que te levantes!—me ordenó y yo; en cambio
agarré más fuerte la cobija y me la puse sobre la cabeza intentando esconder mi cara. Si
solo pudiera dormir un poco más, seguramente el cansancio que poseía se me quitaría
pronto.

— ¡Déjame en paz!—le manifesté llena de mucha flojera y a la vez de susto—


¡Quiero dormir un minuto más!

—Las mujeres infieles no pueden dormir un minuto más—me expresó lleno de


cólera y sin esperar un segundo más, agarró la cobija y me la quitó de un santiamén. Yo,
totalmente impresionada quise taparme con lo que fuera, pero mi búsqueda fue en vano;
así que me decidí a arrojarle los almohadones a ese idiota.

— ¿Te volviste loco?—le arrojé las almohadas una tras otras y sí, logré pegarle
aunque sea con un par.
— ¡Ya! —Me gritó energúmeno— ¿Qué te pasa mujer? Ahora resulta que tú me eres
infiel y de paso me vienes a querer doblegar a mí, a su majestad.

— ¿Qué?—dejé de lanzarle las almohadas al comprender que la acusación de


infidelidad de Christopher iba muy en serio— ¿Pero, de qué hablas? ¡No entiendo de lo
que hablas!

— ¡Ah, no sabes!—sacó su moderno teléfono del bolsillo y abriendo ciertos enlaces


pareció dar con lo que quería mostrarme— ¡Vamos a ver si recuerdas algo después de que
veas algunas cosa.

Christopher se acercó a mí y sin dudarlo un segundo, me enseñó con cólera algo


que me dejó fuera de mi ser; en su teléfono estaba que la noticia más importante del día
era “la nueva princesa le hace una visita en su casa al que fuera su ex novio”; o sea, yo le
era infiel a mi esposo.

—Christopher…—intenté razonar con él pero de un segundo a otro lanzó el


teléfono a la pared y el pobre quedó roto en varios pedazos.

— ¡Desde hoy no sales sola; nunca más, sales sola!— me expresó molesto haciendo
hincapié en que yo entendiera sus palabrotas—Es más chica cambié mis horarios en la
universidad exclusivamente para poder vigilarte, iremos a comer juntos, en los horarios
libres estarás conmigo y todo tendrás que informármelo; cada paso que des, cada
pensamiento, cada idea desquiciada que tengas, todooooo.

—No hablaras en serio…—Bueno, era lógico que él tomara esa actitud en mi contra;
ya que, por mi culpa, todos lo verían como un cornudo. Es que si esa noticia estaba en
todos los medios de comunicación, la rabia que me estaba demostrando en ese momento
Christopher, era nada en comparación con lo que yo me merecía— ¡No puedes hacer
eso!—le supliqué; no queriendo admitirle en la cara que esa noticia que estaba regada por
allí era por mi error, por no haber pensado en que visitar a mi ex en su casa no era algo
adecuado para una mujer casada y por ser tan tonta al confiar en que Christopher no se
iba a enterar.

—Sí puedo hacerlo— Christopher me tomó del mentón y me hizo mirarlo


directamente a los ojos— y vete acostumbrando porque esa es tu nueva vida, princesa.

—Soy una mujer independiente, —berrinché como una tonta y él me soltó con una
sonrisa molesta—no me puedes tener como a una mujer presidiaria—le dije sin más, pero
esas palabras fueron nada para Christopher; ya que, creo que hizo como si no las
escuchara, dio media vuelta hacia la puerta y se marchó del dormitorio.

A la media hora salí de mi habitación lista para desayunar y noté que al caminar
por algunos lugares comunes, todos aquellos con los que me tropezaba me veían como
una prostituta sin título; sí seguramente ya se habían enterado del artículo de los medios
de comunicación que me ponían como una infiel.
En el comedor no fue diferente; ya que, el desayuno fue la unión de miradas
odiosas y castigadoras hacia mi persona. Ximena tenía una sonrisa burlona y yo sabía que
eso era porque estaba disfrutando mi debilitamiento ante ella, la reina madre mostraba
unos ojos de decepción bastante profundos, mi mamá se veía algo amargada, Anastasia
me veía con ganas de pisotearme hasta acabar conmigo, el duque Cyprien estaba aturdido
y Christopher se dedicó a comer sin muchas ganas.

Finalmente, terminó la hora del desayuno y mi mamá me solicitó unos minutos


para hablar conmigo, antes de que Christopher y yo partiéramos a la universidad. Juntas
fuimos a unos de los salones de lectura para estar a solas. Ya allí ella se sentó en un
cómodo asiento de cuero artificial y yo preferí quedarme parada. No sabía por qué, más ya
estaba sospechando que lo que se me venía encima no era nada bueno.

— ¿Cómo puedes engañar a su majestad con Emmanuelle?—me comunicó


mostrando unos ojos bastante oscuros— ¿Qué te pasa? ¿Quieres arruinar a nuestra
familia?

—Mamá…—sí, estaba claro que ella se iba a quejar conmigo; no obstante, yo, no
sabía ni que decirle a una mujer que nunca se había preocupado por mí. A mi mamá yo no
le gustaba y con cada gesto, palabra y castigo injusto siempre me lo había demostrado. Si
en ese momento, estaba reclamando era uno, para parecer la madre abnegada delante de
todos y dos, para no quedarse otra vez viviendo en la calle.

— ¿Él te escogió a ti antes que a Ximena y es así como se lo agradeces?—me


comunicó poniéndose de pie frente a frente de mí, observándome como una gata sobre el
tejado— ¿Estás engañándolo? —no dudó en preguntarme y eso me hizo sospechar que lo
que mi mamá quería en el fondo era que yo le dijera que sí para arruinar mi matrimonio
con Christopher y así mi hermana tendría una oportunidad con mi esposo, y eso no lo iba
a aceptar, así yo estuviera pasando las de Caín con Christopher y estuviera encerrada en
un matrimonio humillante y sin amor, no me iba a separar de él para dejárselo a la súper
chica de Ximena. .

—Mamá…—traté de buscar la mejor de las escusas para ella, sin importar que con
eso, la estuviera engañando—No es lo que todos creen, yo no fui a la casa de Emmanuelle
porque le estoy siendo infiel a Christopher, yo…yo necesitaba un amigo con quien
conversar y pensé fue en él.

— ¡No digas estupideces! ¡No seas abusadora!—me reprendió fuertemente— ¡El


príncipe Christopher es un hombre de honor que siempre ha tenido una reputación
intachable y tú no puedes sencillamente destruir eso!

—Yo…—sí, ella tenía algo de razón; no obstante, el ponerme a pensar que la actitud
que estaba tomando era para favorecer a mi hermana e incluso el poder seguir viviendo en
el palacio, no me permitía demostrarle confianza. Desde muy pequeña aprendí a no
confiarle las cosas a mi madre y en ese momento no iba a empezar a contarle mis cosas.
—No sé cómo vas a hacerlo, pero vas a arreglar este desastre. ¡Lo vas a arreglar! —
me agarró fuertemente del brazo y me amenazó y allí la poca confianza que tenía sobre mí
misma, se derrumbo. Estaba demostrado que a mi mamá más que respeto le tenía era
miedo

—Yo…—comencé a llorar aterrada— ¡Mamá, me estás haciendo daño!

— ¡Definitivamente, Ximena sería mejor princesa que tú!—me soltó claramente


decepcionada y yo respiré profundamente. Sí, yo sabía que mi madre no me amaba como
a Ximena; sin embargo, a veces tenía la fe de que eso fuera diferente, que nos quisiera a
las dos por igual y que regularmente no me reprochara que mi padre la hubiera
abandonado; puesto que, yo no tenía la culpa de ese suceso.

— ¡No…no es así!—intenté limpiarme las lagrimas y me dije mentalmente a mi


misma que mi madre no me había maltratado, solo hacía unos segundos, que todo había
sido producto de la rabia, el momento y el desespero por lo horrible de la situación.

— ¡Tú no das la talla!—Mi madre con cara de ¿Qué más me toca?, se acercó a mí y
me revisó el brazo para verificar que no me había hecho ningún daño al apretarme— ¡Es
que no sé cómo el príncipe te pudo escoger a ti! ¡Aún no lo entiendo, hija! —y al decir eso,
no pudo evitar mirarme de arriba abajo con descrédito.

— ¡Está bien, está bien mamá!—me alejé bruscamente de ella y decidí que ya estaba
larga y fastidiosa esa conversación y que había que terminarla de una buena vez ¡Por
favor, ni que fuera fusilado a alguien!— ¡No me presiones! ¡No me prenses! ¡Yo veo como
arreglo las cosas! —le dije segura de mis palabras y eso pareció alegrarla un poco porque
rápidamente sonrió.

— ¡Muy bien! ¡Muy bien!—me abrasó cariñosamente dando por olvidada la escena
de maltrato anterior ¡Qué fácil se le olvidaban las cosas!— ¡Así, es que se habla, hija! ¡Y
ahora ve con la reina madre que quiere hablar contigo!

— ¿Qué?— ¿No se suponía que con hablar con mi mamá ese temita se iba a acabar?
Yo no quería hablar con la reina madre, me daba mucha pena y sobre todo, después de
saber que ella creía que yo engañaba a su hijo— ¿Tengo que hablar con la reina madre
horita? ¿No puede ser después? Yo tengo clases y…

—Sí, Ashley; tienes que hablar con la reina madre horita—mi mamá sonrió en
buena forma al ver mi dubitativa—ella quiere hablar contigo ahora; bueno, las dos
queríamos hacerlo pero como yo soy tu madre sugerí ser la primera en hacerlo.

—Pero…—ahora sí que podrían abrir mi agujero para enterrarme, ya me podrían


dar por muerta.

—Pero, nada…—me nalgueó cariñosamente— ¡Vamos, ve que ella te está


esperando en el despacho C del piso 6!
Creo que nunca podré olvidar ese macabro lugar, que podía ser muy lingo, elegante
y sofisticado, pero que me traía tan malos recuerdos. ¡Despacho C del piso 6! Aún con el
tiempo que ha pasado, no me puedo imaginar volver a entrar allí para otra cosa que no sea
hablar con la reina madre de tú a tú.

La sonrisa de ella era íntima y fantásticamente perfecta. Era como una caricia del
aire en primavera. Apenas me miró con una señal muda me invitó a sentarme y
brindándome un capuchino comenzó a hablar:

—Hija…—me expresó muy dulcita—está bien amar a otro hombre, pero la


infidelidad…—pareció sentirme incomoda al hablarme de algo tan privado—bueno, no
estoy diciendo que tú estés engañando a mi hijo, lo que quiero decir es que…

—Sé exactamente lo que quiso decir—por supuesto que yo lo sabía, ella estaba
creyendo lo que la mayoría de la gente y era que yo engañaba a su hijo con mi ex— Cree
que estoy en una relación con Emmanuelle y de verdad no me extraña eso.

— ¿Por qué piensas eso?—se arregló un mechón de cabello que tenía suelto y se
sentó más cómodamente tratando de disimular la tensión que claramente tenía
arraigada— ¡No te estoy diciendo que estés engañando a mi hijo! ¡Tú estás
malinterpretado lo que yo quiero decir.

—Sé que horita usted debe defender a su hijo y está en todo su derecho…—traté de
actuar normal, sin rabia por la injusticia a la que estaba siendo sometida y sin miedo por
las acusaciones— No entiendo como fui tan tonta para ir hasta la casa de Emmanuelle —le
admití sabiendo que con eso me quitaba un gran peso de encima.

—Eres una erudita pequeña y me gusta que tomes tu responsabilidad en lo que ha


salido hoy a relucir—me sorprendió ver como la reina madre se levantó de su asiento y se
sentó agachas frente a donde estaba yo sentada.

— ¡Está exagerando, reina madre! —la tomé de la mano e intenté levantarla del
piso, pero ella no me hizo caso.

— ¡Eres muy impresionante, mi niña!—me acarició mansamente la mejilla y yo


temblé de saber que una persona tan importante para el mundo como lo era ella, estuviera
casi que de rodillas ante mí.

— ¡Es muy amable!—manifesté entrecortada y las lagrimas casi que comenzaban a


salírseme de los ojos.

— ¿Estás bien, mi niña?—la reina madre me preguntó y se levantó llevándome con


ella al mismo tiempo. Yo allí de pie me sentí muy extraña, puesto que aparte de ver como
una señora como ella me hablaba de tú a tú y no con aires de superioridad, estaba la
cuestión de que comenzaba a sentirme culpable de haber ido a visitar a mi ex.
—Me siento avergonzada, estúpida e incluso hasta infiel.—le confesé llorando
pausadamente—Lo que hice…Lo que hice no estuvo nada bien y sé que aunque mi
matrimonio con Christopher no se realizó en los mejores términos, no puedo tampoco
dañar su reputación. Él no se merece eso.

Y ahí fue cuando ella me abrazó y me consoló como nunca antes nadie lo había
hecho, ni siquiera mi propia madre. La reina me sostuvo entre sus manos y me repetía
dulcemente que todo estaría bien, que todos cometíamos errores, que tenía que aprender a
lidiar con los medios de comunicación y que siempre podía contar con sus brazos para
llorar y reír. ¡Fue uno de los mejores momentos de mi vida!

Más tarde, Christopher y yo salimos en limusina del palacio con rumbo a la


universidad. Él aún seguía disgustado conmigo y en todo el camino no me dirigió ninguna
palabra y eso me hizo molestarme a mí también; puesto que, incluso llegué a pensar que la
conversación con la reina madre había sido más bien una treta entre él y su mamá para
que yo cediera en ese matrimonio, y claramente eso no iba a pasar.

¿Qué se creían ese dictador mala gente y su madre? Yo no iba a ser la “dulce
esposita del príncipe heredero”, jamás lo iba a hacer. Sí, la reina madre me había dejado
claro que yo me tenía que quedar tranquila, pero no, yo jamás me quedaría quieta cuando
sabía que Christopher me había obligado a casarme con él con artimañas demasiadas
rebuscadas y peligrosas.

Llegando a la universidad, Christopher obstinado como estaba no esperó a que la


limusina entrara al los terrenos de la universidad ni mucho menos al estacionamiento de
la institución, donde seguramente los dos estaríamos protegidos de cualquier mal que nos
pudiera pasar; en vez de eso, él se bajó amargamente del vehículo antes de que el carro
entrara y me bajó a mí velozmente para según él agilizar nuestra llegada y para que no
perdiéramos nuestras primeras clases del día.

Cosa que le salió al revés; puesto que, la dichosa entrada esa estaba rodeada de
cientos de periodistas que al vernos caminando hacia la puerta de la universidad se
aglomeraron sobre nosotros haciéndonos cientos de preguntas sobre mi visita a
Emmanuelle, nos apretaron como si con ello fueran a obtener una respuesta y puedo jurar
hoy en día que hasta el trasero me tocaron haciendo uso de su ventaja en cantidad.

Rápidamente, el tren de guardaespaldas real se accionó para protegernos y


ayudarnos a salir en paz de ese momento amargo. Christopher me tomó de la mano y
metódicamente intentaba conducirme a la universidad; en tanto, los guardaespaldas
hacían un círculo con nosotros dentro para evitar que alguno de ellos nos lastimara. En
cambio los periodistas parecían de lo más tranquilo haciendo sus preguntas indiscretas e
intimas. ¡Definitivamente que había gente chismosa en este mundo!
—Hemos oído rumores…—dijo una mujer tratando de meter su aparato de
grabación entre Christopher y yo; más, un guardia más grande la detuvo en seco con la
mano y con un “aléjese, por favor” bien fuerte, la hizo tomar distancia.

—No tenemos nada que decir…— pude oír la voz de Christopher que abrazándome
como símbolo de protección, me cubrió la cara para que ninguno de los periodistas
pudiera mostrar mi rostro en sus fotos.

Luego de un largo rato Christopher y yo pudimos entrar a la universidad y al


unísono el portón del instituto fue cerrado para que nadie no permisado pudiera entrar.
Realmente, era bueno saber que en ese día como todos los días, podría librarme de gente
como esa; ya que, la entrada y la salida de esa universidad estaban clausuradas al 1000%
para las personas externas y no autorizadas.

Sin embargo, la situación no quedó allí cuando ya estábamos adentro pude notar las
miradas odiosas de los allí presentes. Las personas murmuraban y nos señalaban y eso me
hizo sentir como agua en una olla hirviendo que es metida inmediatamente en un
congelador. Realmente que el ser princesa era bastante difícil.

— ¿Te das cuenta a lo que llegó la grandiosa visita a tu ex?— me reclamó


Christopher llevándome al momento de la mano hacia una de las múltiples área de los
salones de clases—Ahora todos están burlándose de mí a mis espaldas y los medios
quieren saber más. ¿Cuándo vas a aprender que ya tú no eres una mujer cualquiera? Eres
la princesa y próxima reina del país y además, eres aunque no te guste, mi esposa.

— ¡A mí no me grites! ¡Baja la voz!—le pedí tratando de soltarme de su mano y a la


vez intentando contener mi alto grado de sentido de culpabilidad por lo que había pasado
hacía pocos minutos—Es más chico, yo no tengo la culpa de lo que pasó ni ayer ni hoy; yo
solamente fui a visitar a Emmanuelle y todos, hasta tú, malinterpretaron lo que ocurrió.

— ¿Qué quiere decirme con eso?—Se paró en seco y con esos oscuros llenos de
rabia me miró por lo que pareció una eternidad. Yo temblé, sinceramente que este hombre
sí que lograba intimidar a cualquiera.

— ¡Lo que oíste!—le respondí tratando de hablar bajito para que nadie lograra
escuchar mi discusión con Christopher e inmediatamente me solté de su mano.

— ¿Qué te pasa Ashley?—me preguntó a secas mirando a todos lados para


asegurarse de que nadie nos estuviera oyendo— Se suponía que nuestro matrimonio no
debía funcionar así. ¡Es todo un desastre!

—Pues, no me fueras obligado a casarme contigo. —No pude evitar decirle eso; así
que decidí no retractarme— Yo era muy feliz con Emmanuelle.

—Sí, pero ya tú y yo estamos casados y eso nadie lo va a poder cambiar—me agarró


del mentón y me obligó a mirarlo para mostrarme con sus ojos lo que yo ya sabía de
antemano, y era que él y yo nunca nos podríamos divorciar— ¡Tú siempre vas a ser mía
así tenga que darle una buena paliza a ese…para que lo entienda!

— ¡Eres un…!—me deshice de su agarré y deseé golpearlo por atreverse a


amenazarme con golpear a Emmanuelle ¿Realmente él sería capaz de algo tan sórdido o
solo estaba intentado sacarme de mis casillas?

— ¿Qué?— sonrió casi invisiblemente y luego se acercó a mí para jugar con un


mechón de mis cabellos que estaban fuera de su lugar— Soy un hombre princesa y por eso
en vez de bajarnos en el estacionamiento que está dentro de la universidad, en donde los
periodistas no tienen ningún tipo de acceso; te hice bajarte hace ratito de la limusina
afuera de la universidad, para que todos esos periodistas te cayeran encima y entendieras
lo que se siente ser humillado públicamente.

— ¿Qué? ¿Qué dijiste?—al oír lo que Christopher me acababa de confesar lo empujé


lejos de mí con rabia, sin tomar en cuenta el lugar en que nos encontrábamos;
afortunadamente nadie transitaba por allí en ese momento; puesto que, de la velocidad del
empuje, Christopher pegó la espalda de la pared y para los demás, ese hecho se fuera visto
bastante mal de haberlo presenciado.

— ¡No lo puedo creer! ¡No puedo creer qué me estés haciendo esto! ¿Cómo
pudiste?—le dije casi que llorando ¡Reamente ese príncipe era un imbécil!

— ¡Tú me fallaste primero!—se separó de la pared de la que yo lo había arrojado y


actuando de lo más normal posible se acercó a mí, yo di varios pasos hacia atrás temiendo
que me hiciera daño y él continuó hacia mí hasta que me atrapó entre una pared y él—
¡Ahora, aguántate!—me ordenó agarrándome las manos por encima de la cabeza.

—Hablas como si no tuviera importancia, —le dije tratando de liberarme de su


poderío— hiciste que todos esos periodistas me acosaran sin necesidad. ¡Eres malvado!

—Yo lo único que hice fue hacer que te bajaras afuera de la universidad, para que
los periodistas aprovecharan y te preguntaran lo que quisieran sobre la visita a la casa de
tu ex. —Me prensó con su esbelto cuerpo sobre la fría y dura pared y yo sudando sin saber
por qué lo único que quería era salir huyendo de allí— ¡Tú empezaste primero y si querías
guerra, guerra vas a tener! —me expresó con una seducción en la voz que a cualquier
mujer podría hacer derretir.

— ¡Eres un ser ruin!—le recriminé llena de múltiples sentimientos a la vez y ´él


frunció el ceño seductoramente sin notar mi gran atrevimiento al ofenderlo otra vez con
tanta seguridad. Sí ya yo lo había ofendido varias veces antes, pero eso no parecía
sorprenderlo ni molestarlo para nada; más bien parecía como que eso le atraía mucho de
mí. ¡Claro, yo era la única que se oponía a su autoridad de príncipe heredero! ¡Y lo
seguiría haciendo mientras estuviera con él, puesto que, no lo amaba y nunca llegaría a
amarlo! ¡Eso nunca!
—Yo te he dado todo y a ti eso parece no bastarte; — me susurró al oído
provocativamente y con rapidez se alejó de mí soltándome al unísono— por lo que, así sea
a la fuerza te voy a obligar a enamorarte de mí.

— ¡Estás loco! —le grité obstinada y él se quedó en shock al verme tan alterada,
luego simuló relajarse y se preparó para marcharse.

— ¡No tengo tiempo para seguir aquí contigo, ni para discusiones ilógicas que me
hacen perder malamente tiempo que me es favorable para otras cosas! — Me dijo sin
mostrar algún sentimiento en su rostro— ¡Tengo clases—y luego se alejó de mí y se fue a
lo que supuse sería su primera clase, dejándome toralmente sola e irritada en ese pasillo
tan solitario.

En mis adentros llena de rabia me pregunté ¿Acaso ese hombre jamás entendería
que nunca me iba a someter a sus barrotes y que menos me enamoraría de él? Yo era una
mujer y aunque ahora estuviera casada con él, por las trampas de él mismo, nunca iba a
vender mis principios y valores por un título en la realeza.

Ya cansada de comenzar el día tan mal decidí ir al aula en donde tendría la primera
clase. Para disimular un poco mi malestar, respiré hondo intentando componer mi
semblante y caminé lo más recta que pude, no podía dejar que la gente me viera tan
alterada como hacía unos minutos.

Estaba sólo a unos pasos del aula de clases cuando la voz de Emmanuelle me sacó
de la poca serenidad que tenía.

— ¡Hola, Ashley!—me llamó corriendo hacia mí y yo al voltearme hacia su voz y


verlo acercarse a mí lo único que pude pensar era en que seguramente los problemas iban
a continuar ¿Por qué este hombre me hacía esto? Yo no quería hablar con él allí donde
muchas personas podrían vernos, no quería más chismes indebidos, no quería pasar más
malos ratos.

— ¿Cómo estás, corazón?—me saludó al estar cerca de mí y me dio un ligero beso


en la mejilla.

—Emmanuelle… —lo saludé bastante nerviosa y con gran disimulo me alejé un


poco de él— ¡Hola!

— ¿Cómo estás?—me preguntó percibiéndose muy feliz— ¿Ya te encuentras


totalmente recuperada?

—Sí…— ¡Oh vaya, no sabía cómo actuar frente a él! Él había sido mi novio hasta
unos días atrás y ahora quería ser mi amigo ¡Qué locura!— ¡Ya el médico me lo confirmó y
por eso decidí continuar con mi vida normal!—le aseguré y miré a los lados para ver si
alguien nos estaba escuchando.
— ¡Qué felicidad por ti!—sonriente me tomó del hombro y me hizo caminar con él
hacia mi salón de clases, en eso un grupo de estudiantes pasó por nuestro lado y se nos
quedó viendo.

—Creo que no deberíamos estar tan cerca…—le manifesté muy incómoda, pero él
hizo como si no lo fuera notado; ya que, en ningún momento me soltó—la gente puede
murmurar cosas al respecto.

— ¡No te preocupes!—unas chicas se nos quedaron viendo con cara de horror y eso
me hizo sudar frío, más continuamos caminando—Te dije que permanecería a tu lado
aunque fuera como amigo y lo voy a cumplir —me aseguró e inmediatamente nos
detuvimos en la puerta del salón donde yo tendría mi primera clase.

—Lo que…—tartamudeé como tonta sin saber cómo decirle mis sentimientos—Lo
que salió hoy en los medios de comunicación e información no quiero que lo tomes a mal.

— ¿A qué te refieres con eso?—me preguntó dudoso—Tú fuiste a visitarme y tu


esposo te acompañó, no le veo nada de malo a eso ¿O tú sí?

—Yo…—no sabía qué Diablos decirle ¿Cómo carajo se me había ocurrido ir a su


casa sabiendo que si la gente se enteraba mi reputación quedaría arruinada?— ¡Claro que
no!—le susurré y deseé enormemente que Emmanuelle no estuviera allí en ese momento,
en ese lugar y con tantas personas a nuestro alrededor vigilándonos.

— ¿Y cómo te va con ese…príncipe, Ashley?—me preguntó poniéndose algo serio.

Yo lo miré y decidí que no estaba obligada a contestarle eso, mi vida privada ya a él


no le interesaba y lo mejor que podía hacer era guardarme mis cosas para mí misma.

— ¡Ten cuidado, corazón!—me dijo de pronto—Sé que ese príncipe es un patán,


mujeriego y malhumorado y no quiero que te vaya a hacer algún daño. Mi opinión es que
deberías divorciarte de él antes de que te arrastre a su mundo de mentiras y traiciones.

— Emmanuelle…—respiré ligeramente para que mi voz no sonara tan dura y


ofuscada al hablarle—Sé que todos, e incluso yo misma, dicen que no debí haberme
casado con Christopher por las múltiples razones que se conocen, pero yo aún no sé lo que
quiero para mi futuro; por lo que, no puedo decidir un divorcio así a la ligera sin tomar en
cuenta los pro y los contra y aunque no debí nunca haberme casado con Christopher,
estaré con él hasta que mi cuerpo y mi alma aguanten.

—Realmente pensé que era un chiste lo del sacrificio del que me hablaste en el
hospital— Emmanuelle se tornó bastante serio y me miró con bastante pena.

— Emmanuelle…—sentí lastima por mi misma al saber que las palabras que


Emmanuelle me acaba de decir, eran totalmente cierta; ese matrimonio era un gran
sacrificio para mí.
—Bueno, ni modo; finalmente soy tu amigo ahora y no puedo decidir por tu vida;
—extendió los brazos a los lados en señal de rendición y luego me sonrió—pero espero
que lo que te venga de ahora en adelante sea para bien.

— ¡Gracias!—le dije sintiéndome poco convencida de que Emmanuelle se rindiera


en su lucha por recuperar “mi amor”. Él me quería de vuelta y por eso no desperdiciaba
oportunidad alguna para decirme que me divorciara.

— ¡Me fascina como llevas el cabello hoy!—me acomodó un mechón de cabello que
llevaba suelto y su cambio de temática en la conversación me hizo sentir bastante
desubicada ¡Él definitivamente estaba bastante decidido a permanecer junto a mí por un
buen rato!—Creo que esas estilistas y peluqueras reales sí están justificando el sueldo que
les pagan los de la corona.

— ¡No hables así; por favor!—le dije e inmediatamente le agradecí a cielo que la
profesora con la que tenía clase iba entrando al salón, al fin ese conversatorio iba a
terminar.

— ¡Me tengo que ir!—me apresuré a la puerta dispuesta a irme—¡Gracias por ser
mi amigo.

— ¡Siempre a la orden!—me hizo una reverencia y yo me dispuse a entrar al aula,


pero lo último que me dijo no me gustó— ¡Nos vemos esta noche!—me expresó
justamente cuando un grupo de compañeros de clases entraban al salón. ¡Malvado!
¡Malvado! ¡Malvado! ¿Cómo se había atrevido a decir algo como eso? La gente
seguramente lo iba a malinterpretar.

— ¡Nada de eso!—le manifesté bastante obstinada por sus palabras y cortando esta
plática de una buena vez entré “por fin” al salón, en donde contando hasta 100.000 intenté
no verme afectada por las miradas y los murmullos de los allí presentes.

Toda la mañana transcurrió con normalidad, a excepción de unos cuantos criticones


que cada vez que se me acercaban, hacían cualquier gesto para burlarse de mí o para
hacerme sentir mal por mi visita a la casa de Emmanuelle o por la notable cercanía a la que
él me estaba sometiendo desde esa mañana.

A la hora del almuerzo Christopher me envió un mensaje a mi teléfono diciéndome


que me esperaba en la zona VIP, o sea en la zona “Very Important Person” del comedor,
me aclaró que solo me daba cinco minutos para llegar allí o me atendría a las
consecuencias y esas palabras me hicieron casi que correr por los pasillos para llegar
pronto a mi destino.

Entré al comedor y sentí un clima bastante frío en el lugar, no sabía si era el lugar o
era yo, pero sentía que se me helaba el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
Rápidamente, uno de los trabajadores del lugar me condujo a la zona VIP y yo lo seguí
bastante temblorosa.
Muy cerca de las mesas VIP, pude ver a Christopher sentado, esperándome
bastante serio. Apenas me acerqué a él, nuestros ojos se encontraron y mi piel se erizó
completamente. No podía ocultar mis sentimientos, odiaba a ese necio, pero es que era tan
guapo, que a veces me hacía dudar.

— ¡Bienvenida!—me dijo impenetrable Christopher poniéndose de pie, para


ayudarme a sentarme en la silla ¡Era un caballero, eso sí que nadie lo podía negar! —
¡Ponte cómoda!

— ¡Gra…gracias!—le manifesté sentándome muy nerviosa y luego él se acomodó


en su asiento de la forma más elegante que se habría visto en el mundo. A continuación,
un grupo de chicas que eran empleadas del comedor nos sirvieron deliciosas comidas que
vendrían a ser nuestro almuerzo y después en columna se retiraron a la cocina.

— ¿Toda esta comida es para nosotros?—le pregunté a Christopher sorprendida de


que en el comedor también nos estuvieran sirviendo comidas como en el palacio y que los
empleados nos atendieran como si estuviéramos en otro lugar diferente a un comedor. Sí
esa zona VIP parecía un restaurant, adornado de la forma más refinada, con cortinas y
más; sin embargo, en el fondo yo no sabía si valía la pena tanta majestuosidad y
refinamiento a la hora de comer. Éste era un comedor al fin y al cabo, no un restaurant.

— ¡Claro que sí!— Christopher me contestó con una media risa muy provocativa y
eso me hizo bajar la cabeza de la pena— ¿Para quién más podría ser?

— ¡Si tú lo dices!—susurré muy bajo y en mi mente me repetía una y otra vez la


frase “eres una princesa, ahora eres una princesa; así que princesa ¡Acostúmbrate!”.

— ¡Por favor, tráiganos una botella de su mejor vino y un par de copas!— Oí a


Christopher decirle al empleado que me había llevado hasta allí— ¡Mi esposa y yo estamos
de fiesta y hay que celebrar!

—Con todo el gusto del mundo, su majestad—dijo el señor, haciéndole una


reverencia a Christopher y luego marchándose a lo que me imaginé era la búsqueda de las
bebidas que mi esposo le había pedido.

Por unos minutos Christopher y yo estuvimos sentados cada uno en su sitio,


callados y sin probar algún bocado. Parecía que ninguno de los dos teníamos un tema
común del cuál hablar o para compartir con el otro. Los dos estábamos cerrados a romper
el hielo existente.

— ¿Y…qué estamos celebrando?—le pregunté, en definitiva bastante obstinada de


sentirme sola, aunque por dentro me sentía más bien dudosa de estar compartiendo mi
comida con él, sí él me dijo que desde ese día íbamos a pasar juntos todos los momentos
en la universidad, pero yo aún no podía creer que se atreviera a cumplir su promesa.
Además, el que ninguno de los dos tuviera algo en común con el otro, era… amargo.
— ¿De verdad no lo sabes?—me preguntó luego de lo que pareció un milenio, y
después se echó un poco para atrás en el asiento, tratando de mostrarse ante mí, lo más
relajado que pudiera.

— ¿No sé qué?— dudé suponiendo que ya ese príncipe me iba a salir con una de las
suyas, con algo raro para meterse conmigo y joderme la paciencia.

— ¡Estamos celebrando tu tercera infidelidad, querida!—anunció acomodándose en


el asiento y mostrando una voz suficientemente tosca.

— ¿Qué?—pregunté alteradísima, no, ese idiota no me podía estar haciendo algo


como eso, ¿Qué le pasaba?— ¿De qué coño estás hablando?

— ¡No digas malas palabras, princesa!—me ordenó y con un gesto en la mirada me


señaló que se acercaba el empleado con la botella de vino. Yo intenté parecer calmada ante
su llegada y cuando el susodicho se proponía a servirnos, Christopher simplemente le
ordenó que se marchara.

— ¿De qué estás hablando?—le pregunté a mi esposo apenas nos percibí a solas,
pero él ignorando mi pregunta, se dedicó a servirnos vino— ¡Contéstame!

—Ya van tres veces que te ven con tu ex y no en una situación muy juiciosa que
digamos—me ofreció una copa de vino y por un instante quise arrojársela encima de la
cara para hacerlo pasar una gran vergüenza, pero no lo hice, la agarré y bebí un poco
conteniendo mi rabia y mi sorpresa.

—No sé qué estás tramando pero…—intenté terminar mi oración cuando él me


interrumpió.

— ¡Estás haciendo que quede ante todos como un cornudo, amorcito!—me


manifestó y tomando su copa, la chocó intencionalmente con la mía— ¡Te felicito! ¡Si
querías dañar mi reputación lo estás logrando!

— ¡No sé de qué estás hablando!—le expresé venciendo mis ganas de asesinarlo y


respirando velozmente— ¡No lo sé!

—El día del accidente, huiste para donde tu ex, ayer fuiste a su casa y…—se paró
soberbio de su asiento y se dirigió hacia mí, luego se agachó un poco ante mí y me hizo
mirarlo—…y hoy paseaste muy cómodamente con tu ex por los pasillos de la
universidad, sin importarte que podrían decir de mí.

— ¡Todo es un malentendido!—le anuncié casi que llorando, nuevamente estaba


cayendo en lo mismo de la mañana, la gente y Christopher acosándome y juzgándome, sin
saber mi versión de los hechos ocurridos, eso me dolía mucho, no sabía qué hacer—¡Estás
entendiendo todo mal! ¡Yo sólo necesitaba a alguien con quien hablar!

— ¡Sí, claro!—me expresó con ironía— ¡Sí, claro!


— ¿No me crees?—dudé tratando de contener las lagrimas que no quería que mi
esposo viera en ese momento.

— ¡Sí te creo!—se levantó arrogante y caminó hasta colocarse detrás de mí, desde
allí comenzó a hablarme al oído—Ahora te pregunto, princesa ¿Por qué siempre vas tras él
y a mí me dejas por fuera? ¿Acaso él es tú pañuelo de lagrimas?—me indagó intimidante.

— ¿Se puede saber de qué estás hablando?—de inmediato rechacé sus preguntas ya
respondidas por él, y me levanté de mi asiento viendo rápidamente a los lados, ya que, si
seguíamos con este conflicto allí; a pesar de las cortinas que nos rodeaban y nos tapaban
de los entes externos, todos los presentes pronto se enterarían de la disputa entre mi
esposo y yo.

— ¡No me contestes con otra pregunta, dime ¿Él es tú pañuelo de lagrimas?—me


preguntó levantando un poco la voz, más rápidamente él también pareció notar que
nuestros movimientos en algún mal momento podían ser percibidos por los demás en el
comedor; así que me hizo una seña para que me sentara, yo accedí.

— ¿Y si él lo fuera qué?—bebí un poco de vino y decidí retarlo con mis palabras


hasta volverlo loco de la rabia. Si a mi esposo le gustaba jugar, a mí también— ¿En qué te
afecta a ti eso?

— ¡Que no tienes mi permiso para hacer eso!—me acorraló en la silla y se mordió el


labio inferior de la rabia que proyectaba.

— ¡Anda con tus ínfulas de príncipe heredero para Saturno!— me eché a reír en su
cara, a lo que él me respondió con un beso áspero, altanero y vacío.

— ¡Voy a acabar con ese bastardo y a ti te voy a encerrar para siempre!—me juró a
los labios con indignación, furor e ira, después tomó una postura acorde y se sentó en su
asiento, donde con toda la calma del mundo comenzó a comer.

Yo suficientemente enfurecida, me quedé boquiabierta; ese idiota dizque esposo


mío me había dado un beso a la fuerza, me había acusado de serle infiel y me había
enfrentado con decenas de periodistas, todo en un mismo día. Definitivamente, ¿Qué hacía
en ese momento, yo con él, si no se cansaba de humillarme?

— ¡De todo corazón te deseo que te de dolor de estomago! —me levanté furiosa
dispuesta a irme.

— ¡Ven acá!—no logre dar dos pasos, ya que, Christopher a toda velocidad logró
detenerme; más ya eso para mí no era suficiente.

— ¡No me toques!—me solté de su agarré echa un mar de la rabia— ¡No me toques


o te hago un tremendo escándalo delante de todos!
— ¡Eres tremendamente testaruda!—se rindió al fin y al parecer no iba intentar
nuevamente que me quedara con él.

— ¡Y tú eres un ser muy cretino!—le hice frente y lo apuñalé con la mirada — ¡Eres
un arrogante!

— ¡Muy bonito, te está quedando todo esto, amorcito!—muy seductor, me acarició


los labios con el dedo pulgar— ¿Qué pasa con tus modales, princesa?—luego se dio media
vuelta y se sentó nuevamente en su asiento dispuesto a comer, aunque fuera a solas

— ¡No digas tonterías!—me eché a reír brevemente aunque fuera de forma fingida,
después me marché de ese odioso comedor.

Caminé bien molesta por los pasillos de la universidad y no miré hacia atrás. Sin
embargo, a medida que daba un paso hacia adelante las ganas de retar nuevamente a
Christopher se afloraban. Yo no era así, pero que yo le hiciera algo malo era lo que se
merecía ese troglodita.

Más, ¿Qué podría hacer esta vez para molestarlo? Mi rabia no pensante ni reflexiva
era la que estaba tomando decisiones que traerían consecuencias. Agarrarlo a golpes en
público era bueno, decirle a todos en el país que no amaba al príncipe, era acorde; no
obstante, escapar de nuevo de los muros del palacio era algo que seguro le hastiaría
muchísimo más y además, quizás haciéndolo bien esta vez, sí podría huir de sus cuarteles
de dictador.

Después de pensarlo por un rato, recapacité que la mejor forma de fastidiar a


Christopher era huyendo; por lo que, decidí escaparme nuevamente, pero esta vez para
que él no supiera dónde estaba yo hice algunos cambios en mí. No debía salir de la
universidad reconocible porque ahí sí que mi esposo me enterraría en una tumba de acero
inoxidable.

Entré casi que infiltrada al vestuario del teatro y allí me cambié la blusa súper
costosa que cargaba puesta por una de rayas muy linda, me coloqué una peluca verde que
encontré guardada entre los closet de los actores del teatro universitario, me puse una
gorra sobre la cabeza y una pañoleta alrededor del cuello, y finalmente añadí a mi nuevo
look unos lentes coloridos que me daban el aspecto chic de ser una chica japonesa de
alguna de las grandiosas tribus de ese país.

Asustada, caminé por los pasillos de la universidad sin ponerme a fijarme mucho
en si esta vez me descubrían o no; casi que corrí para que la gente no notara mi presencia.
Salí ahuyentada de la universidad y directamente fui en búsqueda de un medio de
transporte en el que nadie me notara.

Terrorífica por lo que estaba haciendo nuevamente, decidí que lo mejor era tomar el
transporte público. Me detuve en la parada y no pasaron ni diez minutos cuando ya había
tomado una camioneta. Le pagué el pasaje al chofer con mi “antigua tarjeta de pasajera” y
caminé por el pasillo para buscar mi asiento. ¡Gracias a Dios a la tarjeta le quedaban unos
cuantos pasajes de cuando no era princesa porque si no me fuera tenido que bajar del
autobús!

Agotada de andar tanto, me senté junto a una hermosa, elegante y por lo visto
bastante superficial joven que ocupaba el lado de la ventana de los dos asientos.
Sinceramente, a mi no me importaba si no estaba en la ventana, yo lo único que quería era
escaparme y no me afectaba estar sentada junto a ella, pero a ella; sí le pareció afectarle mi
presencia porque apenas me vio, se echó a reír disimuladamente y comenzó a hacer lo que
por lo visto le gustaba más y era lanzar sus aires de superioridad.

Comenzó a acariciarse los cabellos con las manos y a verse en un espejito que sacó
de la cartera como diciendo “muérete de la envidia, fea” y “soy lo mejor y tú un
mosquito”, luego sacó su teléfono y comenzó una llamada con alguien conocido, el hablar
con esa persona era lo que más demostraba que ella era una sin cerebro, orgullosa y creída.

—Estenelly…—dijo a su interlocutor—necesito que hoy me hagas un masaje con


todo en el spa; estoy totalmente cansada y necesito relax total. Sí, de esos que solo tú sabes
hacer en nuestro club privado. ¡Ah y por favor, dile a Derman y a Bellger que también
necesito sus manos mágicas ¡Es que son tan magníficos! ¡Quiero que me vuelvan a hacer
las uñas y al cabello me le hagan un lavado con las mejores cremas! ¡Quiero lo mejor! Sí,
no te preocupes, yo voy a mi casa rápido y voy para allá! Sí, claro que voy ¿Cuándo los he
dejado plantados? Ja, ja, ja, ja, ja, bueno, hasta más tarde.

La mujer cortó la llamada y guardó su teléfono, claramente esa llamada la había


hecho a propósito para molestarme, y a mí no me importaba. Sinceramente, ¿Qué mosca le
había picado a esa tonta? A mí no me importaba si tenía dinero o no, al final eso no es lo
que determina la felicidad de las personas y yo era prueba de ello.

Además, muy en el fondo yo no podía dejar de preguntarme que si esa mujer tenía
tanto dinero ¿Qué hacía en el transporte público? Sí, sé que ese medio de transporte no es
exclusivo de la clase más baja, no obstante, es bien sabido, que a nivel mundial los de más
escasos recursos lo utilizan porque es más costeable a por ejemplo, pagar un taxi o el tener
un carro propio.

La chica siguió viéndose en el espejito y acomodándose los cabellos, yo


enormemente seria como un reptil me limité a pensar ¿A dónde carajo voy a ir? ¿Qué irá a
pensar Christopher cuando se entere de mi escapada? ¿Sería una mujer muerta? Pronto lo
averiguaría.

En un segundo se detuvo la camioneta echando un frenazo de golpe y al tratar de


asomarme desde mi puesto por la ventana para ver qué diablos pasaba, pude ver decenas
de patrullas de policías, la seguridad nacional, la seguridad real, helicópteros
sobrevolando el autobús ¿Pero, qué carajo estaba pasando? Lo único que pude pensar era
que… Christopher…Sí, él tendría que ser.
— ¿A quién estarán buscando?—me dijo la muchacha al lado mío y yo reprimí una
cara de desolación ¿A quién más iban a estar buscando? ¡A mí, tonta, a mí! ¡Ahora si era
mujer muerta!

La puerta delantera del autobús se abrió y Christopher subió a la camioneta con


cara de pocos amigos, viéndonos a todos. Desde mi asiento tratando de agacharme para
que él no me viera podía oír los rumores de la gente que decían “Es el príncipe”, “Es su
majestad”, “Es tan guapo”, “Nunca pensé en conocerlo de tan cerca”.

— ¡Es el príncipe! ¿Qué cosa estará buscado o a quién?—me manifestó muy


emocionada la chica sentada a mi lado en el autobús— ¡Se ve guapísimo!

— ¿Realmente pensaste que no te iba a encontrar?— Christopher se paró frente a mí


y cruzándose de brazos me miró con ojos oscuros de contención de rabia, la chica al lado
mío abrió los ojos como dos enormes paraparas; claramente sorprendida y confundida—
¡Vámonos de aquí! —me ordenó mi esposo.

—Christopher…—tartamudeé tratando de explicarle, pero él no esperó mis vanas


excusas, me tomó de la mano y me levantó del asiento.

— ¡Voy a tener que atarte a nuestra cama!—me expresó sádicamente y al unísono


me quitó la gorra, la peluca falsa que cargaba y los lentes—Así te ves mejor, amor mío—y
sin esperar más me besó crudamente ante la mirada pasmada de todos. Finalmente, me
condujo hacia la salida del transporte. Yo, sorprendida y desequilibrada no sabía cómo
reaccionar ante algo como eso.

— ¡Christopher, espera!—le supliqué en tanto me llevaba a rastras— ¡Espera; por


favor!—No obstante, el muy tonto no me hizo caso me siguió llevando hacia la salida,
tanto así que no me dio tiempo de ver las miradas de todos los demás pasajeros, aunque sí,
tengo que admitir que desde lejos pude ver la boca abierta llena de impresión de la tonta
sifrinita que había estado sentada al lado mío y eso me hizo sonreír, aunque sea la
escapada me había servido para darme cuenta que no podemos juzgar a la gente por cómo
se viste, come o vive porque todos tenemos un lado bueno y uno malo.

Christopher y yo caminamos a través del poco de vehículos hacia la limusina y los


helicópteros que no habían aterrizado por la falta de espacio, partieron con rumbo hacia el
palacio. Finalmente, los dos íbamos a retornar al palacio ¡Al parecer mi libertad estaba
sujeta a mi esposo y no había durado ni media hora!

Durante el viaje de regreso al palacio Christopher no me dijo nada. No hubo


reclamos, ni discusiones, ni nada. Él sólo se limitó a leer un libro de economía social y yo
simplemente me quedé dormida al sentirme en solitario.

Disgustada conmigo misma por haberme dejado encontrar nuevamente por mi


esposo, al llegar al palacio me encerré en mi dormitorio y me tiré en la cama boca abajo,
dispuesta a seguir durmiendo. Realmente que el escaparme me había agotado muchísimo
y para muestra un botón. Por lo que, ¿Qué más podía hacer para disimular lo sucedido en
ese día que no fuera dormir? Sobre todo porque seguramente ya la reina madre estaría
enterada para esa hora de mi actividad de escapista en un autobús público y necesitaba
estar al 100% para darle la cara y enfrentar mi situación.

— ¡Tú y yo necesitamos hablar!—escuché la voz de Christopher al poco tiempo,


luego de sentir la puerta abrirse y cerrarse en segundos y de notar que él encendía la luz.

Christopher se sentó en su lado de la cama con las piernas sobre el colchón y


acariciándome el cabello me invitó a abrir los ojos para hablar con él.

—No ¡Por favor!—le supliqué cubriéndome los ojos con la mano— ¡Tengo sueño!
No quiero que...—no pude terminar de decirle que no quería que me reclamara por mi
huída, eso sería demasiado descaro de parte mía— ¿Por qué quieres hablar conmigo,
precisamente horita?

— ¡Porque yo lo digo!—con total desfachatez me tomó por la cintura y me hizo


ponerme boca arriba— ¡Tienes muy mal aspecto, querida!—me expresó sonriente después
de haberme visualizado de arriba abajo.

— ¡No hagas eso!—empujé sus manos de mi cuerpo y me senté molesta en la cama;


en ese momento, quise que ese tonto me dejara en paz, por lo que, evite su mirada
agachando la cabeza.

— ¡Mírame!—me exigió tomándome por el mentón con una risa nada


complaciente— ¡Mírame cuando te hable!

— ¡No me toques...!—con un movimiento brusco quité su mano de mí y me levanté


de la cama caminando unos pasos lejos de él.

— ¿Eso qué significa, Ashley? ― me siguió bastante molesto y haciendo uso de su


poderío me obligó a voltearme para enfrentarlo cara a cara— ¿Entonces, según tú yo no
puedo tocarte? ¡Qué equivocada estás mamita! ¡Este cuerpecito tuyo, es completamente
mío!

— ¿Qué quieres decir con eso?—lo miré orgullosa y con rabia, se suponía que él iba
a regañarme por escaparme nuevamente, pero estaba hablando de “situaciones bastante
incomodas”— ¿De qué estás hablando?—le pregunté cerrando los puños de mi mano a los
lados para contener las ganas que tenía de empujarlo lejos de mí.

— ¡Eres mi esposa, preciosa!—me acarició la mejilla izquierda con su mano


seductora y yo sentí que un escalofrío recorría todo mi cuerpo y que me sonrojaba como
una adolescente — ¡Eres tan hermosa, amor mío! ¡Nunca podré evitar tocarte ni
acariciarte!
De un segundo a otro y sin previo aviso, Christopher me acorraló contra uno de los
paneles del dormitorio, seguidamente me agarró por la cintura para alzarme del piso, y a
continuación colocó mis caderas entre sus muslos y me empezó a besar descaradamente.

Su lengua sabía a menta, vino y pasión, yo no podía creer lo que estaba sucediendo
en este dormitorio; desde esa posición podía sentir cada poro de la piel de Christopher y él
como que sabía lo que su cercanía estaba provocando en mí porque me apretaba más y
más contra el duro panel.

— Christopher…— gemí en su boca y él me acarició las caderas y las costillas con


bastante desvergüenza. Mi cuerpo se mantenía caliente y en el fondo yo pensaba que si mi
esposo seguía besándome así, iba a sufrir un infarto por la emoción y la excitación;
lamentablemente eso no ocurrió; puesto que, de un momento a otro él me soltó bajándome
de sus fuertes brazos y se alejó de mí con prisa; así que terminé sola, pegada contra la
pared, humillada a más no poder y respirando bastante agitadamente.

— ¡Nunca más vuelves a escapar!— me dijo el muy canalla notando la vergüenza


que yo sentía y que no podía disimular— ¡Esto que pasó aquí es para que aprendas que
conmigo nadie se mete! ¡Yo soy tu esposo, no tu títere!

— ¡Eres un bastardo!—le grité al darme cuenta que ese idiota me había besado solo
para ponerme al más bajo nivel y como fórmula de venganza por mi escapada; muy
molesta cerré los ojos domando las lagrimas que ya estaban dispuesta a dejarse salir— ¡Te
odio!

— ¡Cierra el pico y deja de insultarme!—me vociferó al parecer tremendamente


molesto conmigo— ¡Hoy te escapaste nuevamente y pretendes ahora que te premie
haciéndote el amor! ¡Eso no va a pasar muchachita! Por lo menos, no por hoy; cuando se
me pase la rabia te complazco con todo el gusto del mundo.

― ¡Desgraciado! —ya no lo pude evitar y agachándome ayudada por el panel, me


puse a llorar como mensa en el suelo— ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto?

—Ashley…Ashley…—el idiota y mala gente ese se acercó a mí, al parecer bastante


preocupado por mi llanto— ¿Por qué lloras?

—Tú…—sentí cuando él se agachó frente a mí y me acarició los cabellos para tratar


de calmarme— ¡Tú me besaste sólo para burlarte de mí!

—No lo hice solo por eso—trató de consolarme, pero sus palabras para mí fueron
inútiles—Fue algo que me salió del alma y bueno, tú me respondiste.

— ¡Eso no es cierto!—gemí apenada porque sabía claramente que sí le había


respondido al beso de Christopher y que en un momento hasta llegué a pensar que la
situación llegaría a algo más fuerte.
— ¿Quieres que nuevamente hagamos la prueba?—me preguntó tocándome los
cabellos con una seducción absoluta marcada de lleno en sus manos.

— ¡Malvado!—traté de parar mi llanto y con audacia quité sus manos de mí—Por lo


menos pídeme disculpas por besarme sin mi permiso, yo no te pedí que me besaras.

— ¿Realmente tú crees que yo me voy a disculpar?—se puso de pie con una media
sonrisa en los labios y de dirigió hacia la puerta de salida— ¡Vas a tener que esperar por
toda la eternidad allí agachada, para ver si eso ocurre algún día!

— ¡Eso sería una pena para mí!—me burlé de él, luego me puse de pie y lo enfrenté
cara a cara— ¡Cómete tus disculpas!

— ¡Eso dices de la boca para afuera!—me sacó la lengua con intención de llenarme
de rabia y hacerme explotar a gritos contra él— ¡Tú lo quieres es que terminemos lo que
empezamos hace ratito!

— ¡Cállate!—le grité tapándome los oídos para intentar no escucharlo más— ¡Ya es
suficiente! ¡No quiero escuchar más tus malvadas palabras!

— ¡Dios, eres tan divina!—me miró sonriente y después de guiñarme un ojo con
pasión, abrió la puerta y se marchó de la habitación.

— ¡Te equivocas, Christopher!—le dije a la habitación vacía—Tú no vas a lograr que


yo me arrodille a tus pies; nuestro matrimonio no me va a cortar la libertad ¡Maldición!
¿Por qué no pude decirle esas cosas cuando aún estaba dentro del dormitorio?

Eran casi las 04:00 pm cuando decidí salir de mi dormitorio. La reina madre no
andaba por allí porque según las palabras de una empleada, se encontraba reunida con
unos inversionistas extranjeros para construir mediante un convenio una reserva natural
de última generación con animales en vías de extinción. Mi mamá estaba acostada en su
cuarto tratándose un supuesto dolor de cabeza.

Salí a los espacios exteriores del palacio y caminé por algunos jardines, desde uno
de ellos pude ver a mi hermana y a Anastasia que estaban comiendo helados en la
heladería del palacio acompañadas por Christopher y el duque Cyprien, quienes estaban
sentados en la mesa charlando muy complacientemente con ellas.

Apenas la tonta de Ximena me vio caminar cerca de ellos, bastante hipócrita me


llamó para que me acercara a la heladería.

— ¡Ashley, Ashley!—me gritó con voz chillona— ¡Ven con nosotros a comerte un
helado!

— ¡Ya voy!—le dije y pensando que lo mejor que podía hacer era ir con ellos, por lo
menos para aparentar que mi matrimonio era de lo más feliz, caminé hacia la heladería y a
mi llegada, los saludé a todos menos a Christopher; ya que, aún estaba furiosa con él y sus
técnicas de seducción.

Finalmente me senté en la misma mesa que ellos y esperé tranquila que un


empleado me trajera un helado de chocolate ¡Vaya, tenía días que no me comía uno de
esos! ¡Cómo los extrañaba! Christopher estaba al frente de mí y al notar que yo lo estaba
ignorando, simplemente se levanto de su asiento y se sentó a mi lado.

— ¿Qué estás esperando para saludarme?—me susurró al oído para evitar que el
resto de los presentes nos escucharan.

— ¿Qué diablos quieres?—traté de mover mi oreja lejos de él, pero sin que los
demás lo percibieran.

— ¿Me tomas el pelo, Ashley?— con voz baja luchó consigo mismo para no perder
la compostura y me agarró la mano debajo de la mesa— ¡Tú sabes lo que quiero, querida!
¡Quiero que me saludes como deberías; es decir, con un beso en la boca!

— ¡No me des órdenes tan grotescas!—me solté de su mano nerviosa e


inmediatamente comencé a sudar frío de la perturbación que tenía.

—Ashley ¿Te inquieta algo?—Ximena pareció notar el cambio en mí, pues


rápidamente se dirigió a mí bastante extrañada— ¿Qué te sucede? ¿Tienes algo malo?

— ¿A quién? ¿A mí?—Nerviosísima tartamudeé— ¡No, claro que no! ¡No tengo


nada de nada!

— ¿Qué tal estas, Ashley?—Anastasia quiso como siempre robarse el show y


también me dirigió la palabra—¡No te cohíbas, si sientes algo malo!

— ¡Diles la verdad, amor!—Christopher hizo un movimiento con la boca e inclinó


sus hermosas y seductoras cejas negras hacia mí—Diles que te sentías solitaria en el
dormitorio y ahora te conmueve estar reunida con todos nosotros.

— ¡Eso es tan enternecedor!—me dijo el duque Cyprien— ¡Es una gran princesa, su
majestad!

— ¡Gracias!—le dije y bajé el rostro perturbada.

— ¡Entonces, brindemos con helado!—Propuso Ximena y de un segundo a otro,


todos chocamos los helados simulando un brindis.

— ¡De la que te salvé, querida!— Christopher se aproximó a mí y levantando su


brazo derecho me rodeo el cuello con este.

—No oses acercarte a mí—le expresé y luego tomé su mano y me la quité con
disimulo del cuello.
— ¿Por qué no debería? —Dudoso me preguntó levantando una ceja y me apretó la
mano para que no me soltara de su agarre.

— ¡Oh, Dios mío!— le dije al verlo relajarse en su asiento y besarme la mano delante
de todos, Ximena y Anastasia se mostraron inquietas por la forma de actuar de
Christopher, lo que me hizo sentir como la mujer más amada del mundo—Quizás
porque…porque no quiero que tengas falsas aspiraciones de mí, ni que te hagas falsas
ilusiones—le manifesté orgullosa de mi misma soltándome de su mano.

— ¡Vaya, vaya!—cruzó sus brazos sobre su nuca mostrando el ceño suficientemente


fuñido— ¡No aspiro nada de ti, preciosa! ¿Qué clase de bobada estás diciendo?

— ¿Y…ya te sientes mejor Ashley?— interrumpió Ximena—Con eso de que hasta


usaste hoy el transporte público.

—Este…—tartamudeé al escuchar a mi hermana, claramente me decía ese tipo de


cosas solo para intimidarme.

— ¿Usaste el transporte público?—me preguntó escandalizada Anastasia,


visiblemente fingiendo no saber nada sobre mi escapada del día.

—Yo…—suspiré sin saber qué decir—Yo…sólo quería dar un paseo. Soy una mujer
hecha y derecha que tiene derecho a hacer lo que mejor le plazca ¡No creo que haya algo
de malo en eso!

— ¡Por supuesto que no!—Protestó Christopher haciendo alarde de la superioridad


que tenía ante todos los allí sentados— ¡Pasear en el transporte público no es un delito!

— ¡Tiene toda la razón su majestad!—el duque Cyprien contuvo a su hija y a mi


hermana para que dejaran de decir tantas tonterías sin fundamento.

—Sí, por eso él es el príncipe heredero porque las sabe todas más una—Anastasia
me desafió con sus palabras y yo simplemente le sonreí hastiada.

Christopher, Ximena, Anastasia y el duque Cyprien continuaron hablando de otros


temas más relajados y yo preferí mantenerme en silencio. Creí que mi intervención ya no
era necesaria.

—Eres otra persona frente al resto de la gente— me murmuró Christopher al cabo


de unos minutos, tratando de tocarme nuevamente aunque fuera superficialmente—¡Eres
más tímida y menos conflictiva! ¡No peleas contra los demás como lo haces contra mí! ¡Eso
por alguna razón me hace muy feliz!

—Eso es tu problema no el mío—se me erizó la piel y nuevamente aparté su mano


de mi cuerpo.

— ¡Me gusta como peleas conmigo!—se sinceró y a mí no me gustó para nada ver
tanta malicia en sus ojos ¡Era un perverso!— ¡Eso me excita muchísimo!
— ¡Oh, cínico!—se me revolvió la boca del estomago al pensar que ese imbécil
estaba teniendo ideas sucias conmigo.

—Así es, corazón—afirmó—Soy cínico, soy molesto, soy tu marido; así que no es no
es viable que sigas oponiéndote a lo que es una realidad.

— ¡No digas…!—no terminé de decirlo porque él me acarició los cabellos


provocativamente.

—Te ves hermosa en trenzas—me manifestó seductoramente Christopher haciendo


alusión al peinado que me había realizado ese día— ¡Estás increíble!

— ¿Cómo dices?—entrecerré los ojos al darme cuenta que ese sujeto conquistador
había cambiado de tema— ¿De quién hablas? ¿De mí?

—Sí, hablo de ti—sonrió pícaramente— ¿Acaso no me crees que eres hermosa?

—Sí, yo sé que soy hermosa—expresé respirando con dificultad—Yo soy


guapísima, no como tú que pareces tener tres ojos en la frente—le sugerí para disgustarlo,
sabiendo que esa era una enorme mentira porque de que era guapo, lo era.

— ¿Estás ciega?— se acercó más a mí y con cierta persuasión me hizo verlo


directamente a los ojos, en tanto sonreía y se olvidaba de que no estábamos solos—
¡Mírame, soy muy atractivo!

— ¡Entonces, hazte unas trenzas!

—Creo que nunca podría hacérmelas, —me acarició con el dedo índice detrás de la
oreja porque sabía por mis reacciones que esto posiblemente haría que mi cuerpo se
desasiera en sus manos— lo corto de mi cabello no me favorece para eso.

— ¡Bueno, que mal por ti!—le dije y Christopher volvió a sonreír para
posteriormente colocar su mano en mi pierna ¡Era tan seductor!

— ¡Sé que me deseas!—afirmó.

— ¡Eso no es verdad!—intenté quitar su mano de pierna luchando para que nadie


percibiera lo que estaba ocurriendo, pero no logré alejarla de mí, me tocaba las piernas
debajo del vestido y eso me volvía loca de deseo. ¿Por qué ese día no me había puesto un
pantalón y había evitado algo de la seducción de ese canalla?

— ¡Sé que me deseas!—volvió a decir y se le quebró la voz.

—Esa actitud es típica de los hombres, pero querido; eso lo dicen todos— suspiré
contando en mi mente para evitar armar un problemón en esa heladería o aún peor,
impidiendo que mi cuerpo le suplicara a mi esposo que me hiciera el amor allí mismo ¡Me
había vuelta una desquiciada ávida!— ¡Sé qué me deseas!— le expresé imitando sin
muchas ganas su ronca voz— ¡Eres tan despreciable! ¿Y sabes qué?—le pregunté quitando
forzadamente su mano de mi pierna y de mis cabellos, luego me orienté a ponerme de pie
para irme de allí.

— ¡Me largo!—le dije a secas y él en ningún momento hizo un movimiento para


detenerme.

— ¡Haz lo que te parezca!—me hizo señas para que me fuera y eso hice, me levanté
y lo miré a los ojos con rabia.

— ¡Será un placer!—le dije a Christopher y tomando mi cartera me dispuse a irme—


¡Me tengo que ir!—le expresé a todos y me fui de allí.

—Señor, está sonriendo—pude oír de lejos la voz del duque Cyprien hablando con
mi esposo— ¿Le pasa algo?

— ¡Soy un hombre afortunado, Cyprien!—le expresó Christopher y poniéndose de


pie se fue detrás de mí sin siquiera despedirse de sus compañeros de mesa en la heladería.
El muy canalla a medida que iba caminando me iba hablando para tratar de llevar la
fiesta en paz.

— ¡Ashley, quiero que hablemos!—me anunció intentando detenerme con sus


palabras— ¿Será que puedes detenerte para que lo hagamos con tranquilidad?

— ¿Qué quieres decirme ahora, que ya estás fastidioso?—me paré en seco y lo


desafié con mi léxico— ¿Ahora qué Diablos quieres?

—Creo que deberías mejorar la forma en que me dices ciertas cortas— Christopher
pareció disgustado— ¡Tienes una lengua viperina que en algún momento te puedes meter
en algún problema conmigo!

—A mí no me interesan tus consejos sin fondo—quise seguir por mi camino, pero


nuevamente él me detuvo.

— ¡Cálmate, cálmate!—me pidió con ojos tiernos— ¿Es que acaso no vez que
estamos perdiendo tiempo maravilloso en discusiones absurdas? Horita podríamos estar
disfrutando de las ventajas del matrimonio en una camita, sin ropa y acariciándonos de
pies a cabeza.

— ¡Eres un tonto, tonto igual que todos los hombres de este planeta!— le pegué en
el pecho cuando logré traducir lo que estaba diciendo mi esposo ¡Era un pervertido!

— ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¿Sí?—me agarró las manos para detenerme y luego con algo de
esfuerzo las bajo fuera de su alcance— Mejor abre la mano derecha.

— ¿Para qué?—nerviosísima, apreté mis puños fuertemente al sospechar que ese


imbécil se traía otra vez algo malo entre manos.

— ¡Quiero darte algo!—me confesó y tomó con delicadeza mi mano derecha.


— ¿Darme algo?—quise en vano soltarme de su agarre— ¿Qué cosa?

— ¡Sólo abre la mano!—me pidió con inocencia en su voz ¡wuao, se veía


maravilloso al actuar así!

— ¡Está bien!—me rendí ante sus deseos y abrí temblorosa la mano.

— ¡Espero que te guste!— a continuación Christopher me entregó en la mano una


hermosa flor como regalo.

— ¡Qué flor más linda!—le dije emocionada— ¡Wao es preciosa!

—Se llama Corazón Sangrante—La mandé a traer desde nuestros jardines en Siberia

— ¿Cómo una flor tan linda puede llamarse Corazón Sangrante?—le pregunté
dudosa. Yo no podía creer que a la flor la hubiesen bautizado con semejante nombre.

—Es por su forma tan particular—acarició el pétalo de la flor y con ello me mostró
su perfil frenético—Mira, arriba tiene la forma de corazón y abajo la de la sangre.

— ¡Qué triste!—suspiré al imaginarme a un corazón enamorado llorando sangre


por un amor perdido.

—Sí, sobre todo para un corazón como el mío que sangra por la herida del amor no
correspondido—me cuchicheó bastante pegado a los labios intentando seducirme a su
antojo— ¡Esa flor está como mi pobre corazón!

— ¡No arruines el momento, por favor!—le pedí echándome para atrás. Él me miró
tan nerviosa y sonrió y eso me hizo llenarme de rabia. Christopher era un monstruo—Creo
que mejor me voy, tengo algunas cosas que hacer ¡Adiós!

— ¡Ven acá!—me detuvo nuevamente, obviamente dispuesto a seguir con la


conversación y no dejarme marchar. ¡Qué fastidioso se estaba poniendo!

— ¡Déjame!—le pedí fastidiada ya de esa plática.

— ¿Me permites decirte algo más?—me indicó con los dedos— Sólo es algo cortito.

— ¿Qué?—me crucé de brazos para desafiarlo.

—Pronto estaré metido tan adentro de tu corazón que extrañaras poder pensar en
alguien más—me manifestó y después me pellizcó los cachetes tratándome nuevamente
como si yo fuera una niña.

— ¡Eso no ocurrirá!—me solté de su agarre y puse los ojos rojos como una fiera al
instante que sentía los cachetes hirviendo.

—Pensarás tanto en mí que no tendrás vida propia—me afirmó seguro de sí


mismo—Yo seré la luz de tus ojos.
— ¡No seas tan arrogante!— quise pellizcarle los cachetes para vengarme de él, pero
me contuve para evitar un conflicto mayor.

— ¿Quieres que apostemos?—me desafió con la mirada y las palabras, intentando


con ello volverme una hormiguita débil y sonsa— Tú vas a estar loca por mí.

— ¡Ay, ya chico!—me giré para darle la espalda y cortar de una buena vez con la
conversación—No quiero hablar más de este tipo de cosas.

— ¿Por qué?—se cruzó en mi camino y me hizo verlo de frente— ¿De qué prefieres
hablar? ¿De contar las ovejitas o de Santa Claus?

— ¡Yo…yo me voy de aquí!—tartamuda quise seguir con mi camino, pero él


caminó a mi lado.

— ¡Espera…!—me quiso volver a agarrar de la mano, más yo me sacudí; no quería


seguir charlando con él.

—No quiero hablar más contigo, —le confesé incomoda—ya la conversación se


torna fastidiosa.

—Algún día te vas a enamorar de mí y te va a doler. —Me miró tenso— Vas a tener
que decírmelo gritándolo para que te lo pueda creer alguien como yo

— ¡Oh, Dios mío!—intenté desesperada taparme los oídos— ¡Deja ese bendito tema,
te lo ruego!

— ¿Y por qué tengo que dejarlo si desde que nos casamos no he logrado un gran
avance contigo?—con seguridad me quitó la manos de las orejas y me hizo extenderlas a
los lados— ¿Por cuánto tiempo más me tendrás esperando por ti? ¿Acaso voy a estar
rogándote siempre?

—No, pero es que nuestro matrimonio…—no sabía qué decirle ni cómo hacerlo.
Christopher, me estaba volviendo loca. Me tenía totalmente desesperada.

—Sí, fue un acuerdo económico; pero igual es un matrimonio—me recalcó


severamente—Sé todos tus defectos, sé el miedo que sientes a entregarte a mí, sé que no
confías en que nuestro matrimonio puede funcionar, pero con todo y ello; me gustas
muchísimo.

— ¡No quieras engañarme, yo no soy una mujer como para ti!—no podía dejar de
expresarle mis verdaderos miedos; no obstante deseé no poder hacerlo. Sí, sentía mucha
desconfianza de mi misma y no quería hacerme ilusiones con que algún día podría
gustarle aunque fuera físicamente a Christopher, por lo que mejor que podía hacer era
tragarme mis temblores y penas.

—Eres hermosa y así me gustas—me acarició el hombro y se mordió los labios,


claramente estaba intentado contener su lujuria por mí.
— ¡No digas tonterías!—me puse las manos en la cintura y decidí que ya no
atendería los intentos de seducción de mi esposo.

— ¡Es verdad, amor!—caminó primero que yo haciéndome señas para que lo


siguiera, cosa que solo hice porque yo también iba a entrar al palacio.

— ¡No digas más mentiras; por favor!—caminé pausadamente detrás de él y él no


se detuvo, en cambio me tomó de la mano y me llevó a su lado como si de una pareja
normal nos tratáramos.

—Ya que tienes dudas—me confesó—deberías saber que hay cosas que no se las
confesaría ni a mi madre y te las quiero decir a ti. ¡Definitivamente estoy loco por ti!

En ese momento un grupo de empleados pasó por nuestro lado y se nos quedaron
viendo. Eso me hizo sentir bastante apenada.

— ¿Por qué no cambiamos de tema?—le dije a Christopher y él sonrió al darse


cuenta que yo estaba visiblemente apenada— ¿Te puedo hacer una pregunta indiscreta?
—Le dije— ¿Por qué las mujeres del palacio casi no podemos usar pantalón y casi siempre
cargamos vestido? ¿Es una ley o algo así?

— ¿A qué viene esa pregunta, amor?—me besó la mano tranquilamente y yo me


ruboricé otra vez. ¡Esos estúpidos cachetes que delataban mis sentimientos por
Christopher!— ¿A qué te acaricié las piernas por debajo del vestido?

—No, claro que no—le solté la mano bruscamente y entré al palacio con él aún a mi
lado— Es que a mí me fascina un pantalón y últimamente he sido obligada a andar para
todos lados con vestido y…no me gusta.

—Pues, te vas a tener que acostumbrar—me aseguró vacío— porque ya que


regresaste a la universidad, es hora de que vuelvas a asistir a los eventos sociales de la
realeza y no podrás ir en pantalón.

— ¡Rayos!—no entendía porque ni en eso yo le podía ganar a ese bobo. ¿En qué le
podía molestar que usara un pantalón?

—Por cierto…—al fin se dispuso a dejarme tranquila y a marcharse lejos de allí; ya


que, caminó a la otra esquina de mí—mañana hay ciertos eventos y créeme te van a
encantar—luego de esas palabras se marchó.

Al día siguiente en la mañana era fin de semana y pensé que iba a ser un gran día
para mí. Necesitaba descansar y tomar aire puro. Desde ese bendito accidente no me sentía
nada tranquila, la inquietud a la que estaba siendo sometida era inaguantable.

Ya me había vestido con un jeans, una camiseta cómoda y un par de tenis


deportivos cuando Christopher entró al dormitorio con un firme propósito: Molestarme la
poca paciencia que me quedaba.
— ¿Y esas fachas?—me dijo sin más viéndome de arriba a abajo.

—Le dije a una de las empleadas que me la consiguiera—le contesté obviando su


mirada y tratando de continuar con mi rápida visualización en el espejo como si él no
estuviera hablando conmigo.

—Amor, ¿Sabes qué estuve pensando?—se fijó a la puerta y pegó la cabeza de la


dura entrada.

— ¿Qué?— me volteé a verlo fastidiada. No podía ser que comenzando el día ya mí


esposo comenzara a molestarme. ¿Acaso no tenía cosas que hacer? ¿Por qué no se iba a
investigar si primero era la gallina o el huevo?

— ¿Por qué no nos olvidamos de todo esto y empezamos de nuevo como una
pareja?—se acercó a mí y colocando su mano derecha en mi hombro intentó besarme.

— ¿Qué te pasa?—rápidamente hui al otro lado de la habitación—Ni se te ocurra


volver a besarme. ¿Es qué acaso no te puedes conformar con ser mi amigo y nada más?

— ¿Realmente crees que yo quiero ser solo tu amigo?—se sentó en la cama y me


miró con cinismo descabellado— No soy un bobo que me conformo con esa simpleza. Eres
una mujer demasiado apetecible y te deseo con todas mis fuerzas.

— ¡Desgraciado!—manifesté y las lágrimas nublaron mi vista amenazando con


descubrirme ante él. Christopher no debía saber que tenía la capacidad de hacerme daño
con sus palabras grotescas. ¡Otra vez, no!

—Pero a si te gusto—sonrió insensatamente—Yo te gusto tal y como soy.

—Alguna vez me gustaría ver tus lágrimas—le confesé dirigiéndome nuevamente


al espejo para tratar de esquivar su mirada—No es justo que siempre me hagas sufrir a mí
y que tú luzcas tan campante. ¡Te odio!

— ¡Lo siento, pero nunca vas a ver una lagrima mía!—a pesar de mi intento de
apartarlo de mí, se puso de pie y me abrazó fuertemente, de atrás hacia adelante— Yo no
soy un hombre imbécil, soy el príncipe heredero.

— ¡Tonto!—hice un mínimo esfuerzo de soltarme de su agarre, más eso no


funcionó— ¡Eres un tonto!

— ¿Qué importancia tiene eso?—me susurró en la mejilla y luego me besó


provocativamente el cuello—Como ya te dije antes, yo te gusto tal y como soy.

— Christopher…—gemí, él muy malvado me quería volver loca de deseo y lo


estaba logrando— Christopher…

— ¡Dímelo!—se dirigió a mi oreja y me la mordió encendidamente— ¡Dime que yo


te gusto!
—Yo…—mi cuerpo temblaba desde la cabeza hasta los pies y no sabía qué Diablos
hacer—Por favor, no me toques nunca más.

— ¿Nunca más?—con su deliciosos labios me beso el cuello dejando rastros de


placer en esa zona. Él era ciertamente un maestro en las artes de seducción.

— ¡Nunca más!—le respondí y al unísono nos vi a ambos a través del espejo


apretados en una marea de añorado placer.

— ¿Por qué me pides eso con los labios si tu cuerpo me dice otra cosa?—se apretó
más a mí y pude sentir su cuerpo tan pegado al mío que sollocé deseando que ese
momento durara para siempre—Me hipnotiza verte colérica e irritable—me confesó
besándome con sus labios tentadores la oreja y esas palabras fueron perfectas para
hacerme bajar a la tierra.

—Cósete unas alas y vuela lejos de aquí—iracunda me solté de su agarre y me alejé


de él. O sea me estaba confesando que le gustaba burlarse de mí, que todo lo que me hacía
era a propósito para fastidiarme. ¡Era un malnacido!

— ¿Por qué lo hiciste?— Christopher se agarró la cabeza tal y como si estuviera


confundido— ¿Por qué arruinaste nuestros maravillosos momentos juntos?

— ¿Qué momento?—le grité arrecha—no estaba pasando nada.

—No sé…no sé, pero tengo un mal presentimiento sobre lo que acaba de pasar
horita—intentó en vano acercarse a mí nuevamente, cosa que no logró cuando yo busqué
la otra esquina del dormitorio. Realmente yo le estaba huyendo.

— ¿Tú…tú crees en esas tonterías?—me crucé de brazos poniéndome


automáticamente seria, no iba a permitir que con sus cuentos chinos intentara otra vez
hacerme bajar la guardia.

—Sinceramente, no—se echó para atrás haciéndome saber con ello que no iba a
intentar tocarme nuevamente, por lo menos por ahora— Pero algo tiene que estar pasando
¿Por qué contigo todo me sale mal? Estamos cerquita uno del otro en un segundo y de
repente todo se arruina y tú te alejas. ¿Es que acaso es que no me quieres? ¿Aún sigues
amando al imbécil de tu ex novio?

— ¡Vaya, lo descubriste!—ironicé casi riéndome, sabiendo que en el fondo gran


parte de eso era mentira—Es que pensé que nunca lo sabrías.

— ¡No me hagas perder la paciencia, amor!— Christopher malhumorado pareció


verse afectado con mis palabras— ¡No eres justa conmigo y yo soy tu esposo! ¡Deja de
desafiarme a cada momento si no quieres que terminemos en la cama haciendo el amor ¿O
es que acaso prefieres la alfombra del salón VIP?
— ¡No digas boberías!—esquivé su mirada para evitar verme afectada por su
desvergonzado vocabulario— ¿De un solo golpe me cambias la vida y todavía dices que
no estoy siendo justa contigo? ¡Eres un canalla ciertamente!

— ¡Lucha todo lo que quieras, pero al final terminaras enamorándote de mí!—se


relajó totalmente y me giñó un ojo pícaramente.

— ¿Tú quieres decidir sobre mis sentimientos?—le pregunté irritada— ¡Estás


chiflado, indiscutiblemente chiflado!

—Sí, quizás; tal vez sí, tal vez no—me expresó cambiando rápidamente su tono de
voz y yo me senté en la cama bastante agotada de hablar con mi esposo, después de esa
mañana seguramente que necesitaría un tranquilizante ¿Por qué él tenía que ser tan guapo
y a la vez tan ogro?

—En fin…— Christopher empezó a hablar de otras cosas para evitar seguir con esa
discusión nociva—hoy tenemos muchísimo trabajo y tendrás que prepararte para ello—él
intentó entablar una explicación racional de todo lo que teníamos que hacer en ese día—A
las tres es la reunión con el Conde de Omazule, después es la inauguración del Centro de
Fertilidad Gratuito Yojerrebra y esta noche es el baile en la casa de la hija del Duque Math,
la chica cumple quince años y se lo van a celebrar por todo lo alto.

— ¡Rayos! ¿No le pueden hacer unos quinces años sencillos y no invitarnos? Desde
que nos casamos no he tenido ni un ratito de descanso como tal, y el tiempo en el hospital
no cuenta, ya creo que no podré más. ¿Acaso no podemos ir a pasear por ahí? Antes de
casarme contigo pensé que la vida de la realeza era menos ajetreada y más entretenida, no
que todo se debía a eventos sociales de carácter “obligatorios”.

—Sabes que no podremos faltar esta noche; —murmuró cortésmente—al mismo


tiempo, esos eventos que tú llamas obligatorios son de suma importancia para todos
porque nos hacen acercarnos más a la gente importante de la sociedad, y ellos pueden
llegar incluso a realizar inversiones que beneficien a la gente de este país.

—Pero…— ¿Qué le podía decir si él tenía toda la razón? La vida no era como una
telenovela o como un cuento de hadas; ésta tenía responsabilidades y ahora yo debía
asumir las mías como la esposa de un príncipe.

— ¡No te pongas triste; por favor!—me vio con una dulzura en los ojos que me
derritió por completo, a veces él podía dejar a un lado la crueldad y portarse
fantásticamente— ¡Está bien! ¿Qué te gustaría hacer?—pareció apiadarse de mí alguito y
velozmente se ofreció a salir conmigo— Vamos a llegar un poco tarde a la reunión con el
Conde de Omazule y durante ese tiempo que corresponde a una hora, puedes hacer lo que
quieras.

— ¿Estás loco?—sinceramente yo no podía creer que él estuviera insinuando que no


le importaba llegar un poco tarde por mi culpa; hasta ahora había sido tan recto con la
puntualidad que ese cambio en el parecer me dejó totalmente impactada— ¿Realmente
vamos a llegar tarde los dos porque aceptas dejarme pasear un rato fuera de la
planificación del día?

— ¡Claro que sí!—sonrió apáticamente—Hoy estoy dispuesto a regalarte un


tiempito para que hagas lo que más desees hacer ¿Y dime, qué quieres hacer?

— ¡Definitivamente, sí que estás loco!—le expresé algo torpe, ¿Cómo ese malvado
podía cambiar de parecer tan de repente en algo como eso? ¿Acaso quería ser algo
condescendiente conmigo?

— ¡Dime, anda!—me abrazó de los hombros con cariño y mi cuerpo tiritó—


¿Quieres ir de compras? Claro que puedes ir, ¿Quieres nadar en la piscina? Lo puedes
hacer, ¿Quieres ir a patinar sobre hielo? Estás libre de hacerlo; incluso puedes quedarte a
dormir, si eso es lo que quieres.

—Yo…— ¡Vaya, sí que me había dejado en otro planeta sin pensar ni analizar!—
Yo…yo quiero ir de compras.

— ¡Maravilloso, entonces iremos de compras!—me abrazó más fuertemente y me


besó la frente con suavidad.

— ¡Gracias!—me limité solo a agradecerle con esa palabra, realmente no quería que
se aprovechara de mí por el temblor que sentía de tenerlo tan cerca y terminara
aprovechándose de mí.

—Me encanta el hoyuelo que se te hace en la mejilla derecha—me expresó él al


notar mis mejillas coloradas y el hoyuelo que sinceramente sí se me hacía en una de mis
mejillas.

— ¿Qué…?—quise parecer sorprendida— ¿Qué dijiste?

— ¡Nada!—me despeinó un poco los cabellos, disimulando sus palabras con lo que
le parecía una gracia— ¡Solo, olvídalo!

Entonces, a las tres en vez de estar presentes en la reunión con el Conde de


Omazule, Christopher, mi hermana y yo fuimos de compras al Centro Comercial “Piélago
Oscuro”. Este era un lugar súper sofisticado que pertenecía a la familia real. Era
inmensamente grande y tenía de todo lo que una persona podría imaginar.

Entramos a una tienda de ropa en donde habían como seis docenas de empleados y
eso me hizo sentir algo más que maravillada. Verdaderamente que la realeza tenía mucho
poderío en cuanto al país, el dinero y la sociedad. Yo miré cautivada todo el lugar sin
poder decir ni hacer nada; en tanto, mi hermana siempre de ácrata, corriendo empezó a
revisar los vestidos para ver cuál era el mejor para ella.
Por su parte, Christopher no se preocupó en quedarse esperando eternamente a que
yo escogiera algo. Les hizo señas a seis empleadas que rápidamente buscaron diferentes
ropas para que yo eligiera la mejor. Yo, en cambio, no sabía qué escoger, todos esos
vestidos eran hermosos pero costosísimos y sí Christopher me había dicho que pidiera por
esa boquita que eso iba a la cuenta real; no obstante, me daba muchísima pena.

Después de casi una hora y luego de darme cuenta que ya estaba por acabar el
tiempo que Christopher me había regalado, escogí un sencillo vestido morado y
velozmente fui a probármelo. Dentro del cambiador me sentí extasiada pues me gustaba
que mi esposo se portara tan bien conmigo, que estuviera siendo tan bueno.

Cuando salí del cambiador, toda ese éxtasis acabó como una explosión que destruye
todo y que solo deja un peluche herido para el recuerdo de lo sucedido; miré a lo lejos y
apreté las manos de la rabia cuando observé que Ximena se le estaba arrojando a los
brazos a mi esposo para que según ella le opinara sobre cómo le quedaba el súper vestido
rojo que ella había escogido.

Yo me sentí lesionada profundamente, sí Ximena gustaba de Christopher y siempre


quiso ser princesa, pero de allí a seducirlo casi que en mi cara, era algo bochornoso y
punzo penetrante. Me estaba clavando una navaja afilada y mojada con limón. Me estaba
dando con todo para hacerme daño.

¿Y qué decir de mi marido? Él estaba actuando igual o peor que ella, ya que, sabía
que era un hombre casado y no podía estar tan cerca de una mujer, que además era mi
hermana y menos habiendo tantas personas allí presentes que podían llegar a pensar
muchas cosas malas y a sacar conclusiones negativas, tal y como yo lo estaba haciendo en
ese momento.

Más, ese pillo era un desgraciado infiel y arrogante que no le importaba nada más
que su orgullo y su imperio y por eso yo no podía bajar la guardia ante él porque si no me
la hacía al principio o en el medio, me la hacía al final y eso era mucho más doloroso. Yo
no podía permitir que él jugara conmigo, si quería andar con mi hermana, yo haría como
si no me importara nada.

En la noche, algunos empleados me ayudaron a arreglarme para ir al baile de 15


años de la hija del Duque Math. Le pedí al estilista que me hiciera un arreglo especial para
esa noche y saqué de internet un estilo que verdaderamente en otro momento no me
habría pensado hacer.

Christopher entró al dormitorio cuando los empleados salieron de la habitación; él


al verme hizo un gesto de sorprendido que hasta yo capté. Los estilistas me habían hecho
mechas multicolores en el cabello y me habían pintado elegantemente. Asimismo, el
cabello lo llevaba medianamente recogido, me había puesto el vestido que había escogido
en la tienda de ropas esa tarde y los tacones los había seleccionado de los cientos de
docenas que habían en el closet.
— ¿Pasa algo?—le pregunté curiosa, queriendo saber qué pensaba de mí en ese
momento.

— ¡No, nada!—arrugó el gesto— ¡Mejor vámonos que vamos a llegar tarde!

En la limusina él no dejaba de mirarme de reojo, se mantenía callado como si


quisiera evitarme completamente, pero sus ojos curiosos no dejaban de revisarme de
arriba abajo. Yo notaba lo que ese tonto estaba haciendo y no podía evitar sentirme
incomoda. Ese bendito juego de apuñalarme con la mirada era espeluznante.

— ¿Se puede saber por qué me miras tanto?—le pregunté con desafío; estaba muy
nerviosa esa noche y él con su mirar me estaba poniendo peor. — ¿Me has observado ya lo
suficiente? ¿O quieres hacerlo durante toda la noche?

—Sólo me estaba preguntando…— me quitó un cabello de la cara y eso me dejaba


fuera de onda, realmente no sabía qué pensar de su actitud para ese momento— ¿Por qué
te pintaste el cabello así?—me examinó apaciblemente— No es un look acorde para una
princesa.

—Para que lo sepas, — ¿Realmente él estaba así conmigo por mis cabellos?
Definitivamente sí que estaba loco y el pensar en eso, hacía que mi corazón latiera con
muchísima fuerza—las mechas que me hice son falsas, cuando me lave el cabello se me
quitaran—le aclaré y volteé mi mirada hacia la ventana; para no seguir con la
conversación.

Llegamos a la casa del Duque Math y unos empleados nos dirigieron al salón
destinado a la realización de la fiesta de 15 años. Luego cuando fue anunciada nuestra
presencia en el baile por el interlocutor, los presentes sonrientes comenzaron a realizarnos
reverencias.

Christopher me llevó tomada de su brazo hacia los dueños de la casa, luego el


Duque Math a quien ya había vestido en reuniones con mi esposo en el palacio, nos
presentó a su esposa y a su hija cumpleañera.

— ¡Gracias por brindarnos el honor de sus presencias, en esta maravillosa noche—


expresó contento el duque.

— ¡El honor es nuestro!—dijo Christopher y me apretó la mano señalándome con


eso que debía mostrar una sonrisa aunque fuera fingida.

—Ella es mi esposa Linda Rojo de Math—manifestó el duque, presentando a su vez


a quien era su mujer, una dama de unos 50 años, con unas cuantas cirugías en la cara y de
cuerpo bastante esbelto.

— ¡Mucho gusto!—dijo la señora, a lo que nosotros le dimos la misma respuesta: —


¡Mucho gusto! ¡Mucho gusto!
—Ella es mi hija Waikely Math ¡Es la luz de mu ojos! —continuó el duque y esta vez
nos señaló a una quinceañera sencilla, con lentes de contacto y al parecer bastante tímida
que al mirarnos tuvo como respuesta un par de mejillas coloradas.

— ¡Hola Waikely!—le dije sintiendo que con ella no tendría que fingir ser una súper
princesa millonaria con la cabeza hueca a más no poder.

En tanto, la noche transcurría Christopher y yo nos fuimos separando buscando


compartir con todos los invitados de la fiesta. Relativamente cerca de nosotros se
encontraban la reina madre, mi mamá, Ximena y Anastasia; estas últimas mostrando a
más no poder su glamour.

Yo me sentía relativamente incomoda pues aún no me acostumbraba al detalle de


ser evaluada por todo el mundo a mi alrededor. La cosa era tan seria que hasta la cantidad
de comida que consumía era valorada por el gentío allí presente.

En un momento de la noche, estando apartada de la comida y de mis familiares,


Ximena se acercó a mí con un sujeto bien guapo agarrada del brazo.

— ¡Hermana, te presento a Ryan Burckhardt, él es el primo alemán de la


cumpleañera y lo acabo de conocer!—me expresó bien emotiva—Me resultó de lo más
encantador y por eso te lo traigo para acá cumpliendo con su deseo de que yo te
presentara ante él.

— ¿Sí?—dudé bastante extrañada de la actitud de mi hermana. Sabía en el fondo


que algo malo se traía entre manos.

—Sí, ¡Hola su majestad!— me expresó el sujeto como una gato satisfecho— ¡Mucho
gusto!—me estrechó la mano gentilmente y yo le sonreí con timidez— Estoy tan feliz de
poder hablar con usted. — Me comunicó con una alegría que no le cabía en el pecho—
¡Guao, no lo puedo creer! ¡Usted es magnífica!

¡Gra…gracias!—tartamudeé y me solté de su mano. ¡Vaya, realmente que ese


hombre era guapísimo y podía poner a temblar a cualquier a mujer!

—En fin, yo voy a buscar algo para tomar—acertó a murmurar mi hermana que
interrumpiendo el momento se marchó, abriéndose camino entre los presentes para
alejarse de nuestra presencia—necesito algo para refrescarme; los dejo a solas.

— ¡Perdone, si le pedí a su hermana que nos presentara!— me comunicó Ryan


relajando su semblante un poco— ¡Es que deseaba conocerla!

— ¡No se preocupe!—se le iluminó mi mirada y no pude evitar sentirme alagada y


apreciada. Realmente que él sí que era un caballero.
—Francamente, ¡Usted me resulta tan bellísima! — El señor Ryan Burckhardt siguió
con sus halagos— ¿Tiene idea de lo hermosa que es?—me preguntó emocionado y yo
como tonta estaba temblando..

— ¡Por favor!—le supliqué tartamudeando— ¡Me va a hacer sonrojar!

—Eso quiere decir que le gustan mis palabras— permaneció unos segundos
mirándome con intensidad— ¡Me siento conmovido!

—Yo... yo...—me costaba hablarle con serenidad—yo no sé si sea correcto que usted
me hable de esa forma.

— ¡Oh! ¡Mis más sinceras disculpas!—como un encantador de chicas me besó la


mano derecha y sonriendo me guiñó un ojo con picardía—Yo sólo quería entablar una
estrecha relación con usted.

— ¡No lo tomé a mal!— ¡Ahora sí qué estaba buena yo, ese tipo me había hecho
sentir mal con sus últimas palabras! —

— ¡Perdóneme usted a mí si la ofendí! me dijo sin dejar de observarme—En fin, creo


que podemos empezar de nuevo…

— ¿Empezar…empezar de nuevo?—a qué se refería ese sujeto, por un momento me


gustaba sentirme tan halagada, pero ya estaba sospechando que ese tal Ryan Burckhardt
quería una relación bastante profunda conmigo.

—Sí, empezar de nuevo—que le parece si me da su número de teléfono para estar


en contactos.

—Señor Ryan Burckhardt…—le dije pero inmediatamente me olvidé de ese sujeto


cuando mi mirada se fue directamente hacia donde estaba Christopher, él se encontraba
hablando con un par de señores de edad avanzada y desde su sitio de pie, no podía evitar
dejarme de mirar.

Lo hacía con rabia, furioso, enfadado, molesto, para nada calmado y apretando
fuertemente los puños. Definitivamente Christopher estaba hecho un mar de odio hacia lo
que estaba viendo entre Ryan y yo.

—Si las miradas mataran…—murmuré en voz alta, aunque esa no era mi intención
y Christopher pareció escucharme porque me vio con unos ojos mucho más obstinados
que antes.

— ¿Está furioso, verdad? —me preguntó Ryan Burckhardt con el ceño fruncido
refiriéndose a mi esposo.

— ¿Qué?—salí del espacio lejano en que me encontraba y simulé escuchar al señor


Ryan.
— ¡Esto es una locura!—expresó divertido Ryan—No pensé que el príncipe
heredero podría ser sacado tan rápido de sus casillas. Se ve desde lejos que está molesto
porque estoy hablando con usted.

—Eso…— ¿Qué escusa le podía poner ahora a ese tipo?— eso no es de todo cierto.

—Mire, su majestad; —me aseguró con suspicacia— en este momento mejor no me


dé su número de teléfono, puesto que si me lo da seguramente que el príncipe es capaz de
asesinarme en plena fiesta.

—Igual no se lo puedo dar, —sonreí con timidez tratando de cambiar el tema de la


conversación— ¡Esa información es confidencial!

— ¡Ay, su majestad Ashley!— con una voz llena de mohín, intentó mantener la
conversación en un buen punto— ¡No le estoy pidiendo el número para acosarla, solo
quiero ser su amigo!

— ¿Enserio?—le pregunté con ironía sospechando que este carajo estaba hablando
era puras mentiras.

— ¡Claro que sí!—pareció bastante emocionado al hablar y eso me puso las alarmas
a flor de piel ¿Qué se traía ese sujeto conmigo? ¿Acaso no le importaba que Christopher
nos estuviera apuñalando con su mirar de odio?— ¡Tú y yo no estamos flirteando ni nada
por el estilo! ¡No tienes que temerme!

— ¡Está bien!—decidí que lo mejor que podía hacer era seguirle la corriente a ese
hombre; así si tenía pensamientos malos contra mí yo no me dejaría engañar en ningún
momento— ¡Le prometo que la próxima vez que nos veamos se lo daré!

— ¡Esa es una idea genial!—me expresó con la mirada bastante iluminada— ¡Voy a
esperar con ansias esa próxima vez!

— ¿Qué próxima vez?— escudriñó Christopher en voz alta y acercándose a


nosotros.

—Christopher…llegaste…—lo miré temblorosa sin saber qué Diablos decirle— ¡Me


asustaste!

— ¿Te asusté?—me preguntó bastante cretino— ¡Qué raro pensé que me estabas
viendo desde aquí y ya notabas mi presencia!

—Yo solo…— Respiré profundamente sin poder balbucear una oración completa.

— ¿Qué próxima vez?—volvió a preguntarme, claramente tratando al señor Ryan


como un cero a la izquierda.

—Su alteza…—Ryan quiso interceder en la conversación, más Christopher siguió


ignorándolo.
— ¡Vámonos!—el muy infame me agarró por el brazo y acercándome a él me obligó
a acompañarlo lejos de allí.

— ¡Hey!—chillé al sentirme aprisionada— ¡Ay! ¡Suéltame bastardo!—le ordené a


Christopher cuando nos vi separado de los invitados de la fiesta.

— ¡Maldita seas!— me manifestó entre dientes soltándome de su fuerte agarre—


¿Quién era ése tipejo con quien hablabas?

—Es un primo de la cumpleañera—le confirmé iracunda— ¡Y no me grites! ¿Qué te


pasa?

— ¡No estoy gritándote!—estaba alteradísimo y eso en parte me ponía los pelos de


punta. Cuando se ponía así no podía evitar que mi corazón se acelerara— ¿Quieres saber
qué me pasa?—me preguntó tomándome de los hombros y haciéndome que lo mirara
fijamente a los ojos— ¿Por qué mejor yo no te pregunto a ti qué es lo que te pasa? ¡Deja de
actuar como una tonta frente a los demás hombres! ¡No me gusta!

—Yo solo estaba…— tragué saliva imposibilitada de hablar, ya que, no me sentía


con mucha fuerza para confesarle que el señor Ryan había estado diciéndome palabras
bonitas, halagadoras y bastante seductoras, que había estado flirteado conmigo.

— ¡No flirtees con otros sujetos!—me ordenó como si fuera adivinado mis
pensamientos y su respiración se hizo más pesada— ¡No les des alas a esos tipos! ¡No
sonrías para ellos!

—No, no, no y no—le grité desesperada y me alejé unos pasos de él hacia atrás—
¿Será que puedo hacer algo? Mejor dicho ¿Me permites hacer algo que sea de mi completa
libertad?

—Si querías libertad no te fueras casado —me desafió con la mirada y con ese tono
de voz perverso que tenía hizo que mi cuerpo se erizara de los pies hasta la cabeza —Vas a
estar cerca de mí así te tenga que amarrar—me retó y tomándome con poderío me abrazó
fuertemente para que yo no me pudiera escapar y sin avisarme un poquito me agarró por
las mejillas fuertemente y me comenzó a besar en la boca de una manera demasiada
enardecida.

Era un beso salvaje, cruel, bárbaro y quemante, que me hizo sentir el cuerpo como
una gelatina, en tanto percibía un escalofrío por la espalda, las manos sudorosas, las
mejillas sonrojadas y un intenso calor, que al parecer solo tenía un fin: hacerme desmayar.

Prontamente, yo comencé a responder a su beso, su lengua maravillosa me


acariciaba con voluptuosidad y poderío. Dejé que mis manos pasearan con tranquilidad
por su columna y él me besó y lamió bajando hasta mi garganta al tiempo que me
acariciaba los pechos con brusquedad con sus perfectas manos de príncipe guapísimo.
— ¡Bobadas! —le expresé entrecortadamente mientras los labios de Christopher
tocaban los míos con lujuria y deseo; después cerré los ojos y respiré profundamente, si
eso era lo que necesitaba para reaccionar, entonces lo haría; puesto que, no iba a dejar que
ese canalla me sedujera ni un poquito más. Volví a abrir los ojos y lo enfrenté con
antipatía; por lo que abrió los ojos redondos algo impresionado de mi cambio en el
proceder.

— ¡No son bobadas, preciosa!—sonrió pícaramente y me tocó los labios con la yema
de un dedo— ¡Sencillamente es que tú eres completamente mía!

— ¡Entonces, estoy sometida a ti y no casada contigo!—molesta por lo que me acaba


de decir le expresé empujándolo lejos de mi cuerpo e intentando a su vez parecer de lo
más tranquila ante lo que había ocurrido; no podía dar señales de que su beso me había
gustado ¡Eso nunca!— ¡Entonces solo soy tu prisionera y no tu esposa!

— ¡Eso es mentira!— El muy vil me fulminó con la mirada al ver que yo


simplemente me soltaba de él como si nada hubiese pasado entre nosotros y creyendo que
no había causado ningún efecto en mí su beso, simplemente hizo como si a él tampoco le
hubiese afectado, caminó unos pasos hacia atrás y me miró con la promesa de que ese beso
se iba a repetir cuando él quisiera—sabes que yo te doy la suficiente libertad para hacer lo
que quieras, pero tú la mayoría de las veces, te pasas.

— ¡Mentiroso!— le repiqué sintiendo que mi corazón se me iba a salir del pecho de


un momento a otro, ya el hablar con él incluso me estaba causando un fuerte ardor en la
sien. Si quería decirme mentiras, pues lógicamente tenía que llamarlo mentiroso porque
era un “embustero real”, pero sinceramente para ese instante, lo único que yo quería era
alejarme muchísimo de él— ¡Eres un vil farsante!

—En todo el sentido de la palabra—me acarició con incitación la mejilla derecha y


luego abriéndose paso en ese sitio, se marchó hacia donde se encontraban los invitados,
dejándome nuevamente solitaria a más no poder.

La noche continuó totalmente aburrida, casi nunca tuve cercanía como tal de
invitados en la fiesta. Me sentí bastante incómoda de ver que para la mayoría de la gente
allí reunida, yo era como un objeto inanimado sobre una mesa de un salón abandonado.

Duré casi dos horas sentada sola y en ese tiempo estuve bastante aburrida. Ni
siquiera la reina madre se compadeció de mí y se acercó para hacerme compañía, estaba
tan ocupada intentando quedar bien delante de todos los presentes que me ignoró
completamente.

Por fin, decidida a distraerme haciendo otras cosas, pensé que lo mejor era caminar
por la enorme casona y conocerla a profundidad. Avancé hacia el primer piso y sin pensar
en que alguien podía poner alguna objeción por estar invadiendo lugares privados, conocí
la biblioteca del lugar, el mini museo de obras arqueológicas y la cocina de los empleados.
Luego de un buen rato de eso, llegué a lo que parecía una habitación antigua y
misteriosa. Entré sin ponerme a pensar en lo que iba a encontrar allí y sorprendida casi me
desmayé cuando observé a Ximena abrazada a Christopher en una posición bastante
seductora. Él estaba sentando en un mueble de madera observando complacido la fogata,
ella estaba detrás de él abrazándolo con mucho descaro y finalmente ambos tenían una
sonrisa algo siniestra.

— ¡Lo siento! —dije sin poder contener el hormigueo que recorría toda mi piel, los
miré en una posición tan cercana que enfurecida salí corriendo de ese patético lugar.

Bajé corriendo a donde se realizaba la fiesta y alteradísima le pedí al cielo que nadie
notara el por qué yo estaba molesta y celosa por Christopher y mi hermana. Nadie se
merecía eso, muchos menos la cumpleañera. ¡Ese par de tortolos algún día me las
pagarían, pero esa noche no tenía que ser así!

Caminé velozmente entre la gente hecha un mar de rabia y con la cabeza agacha,
pues a mi parecer yo no tenía el rostro limpio como para darle la cara a esa muchedumbre
y todo porque pensé que con esa acción podría huir y nadie a mi alrededor notaría mi mal
humor. Seguramente, la rabia, los celos y las ganas de matar a Ximena serían reflejados
por mis ojos.

No obstante, de un golpe tropecé con Ryan Burckhardt y tuve que reaccionar de


mis pensamientos locos; al levantar mi mirada y verlo, me puse en un estado de shock
tremendo, no supe que decirle ni qué carajo hacer, las piernas se me resbalaban y en el
fondo creí que me iba a caer, pero él me atajó para evitar que eso sucediera, agarrándome
por la cintura, me atrajo hacia él y con una media risa disimuló con un baile, el tremendo
tropezón que yo me había dado.

Creo que la canción que bailamos Ryan Burckhardt y yo fue la más larga bailada
por un humano sobre la tierra. Sinceramente, ni siquiera le presté atención a la letra del
cantautor, únicamente conté hasta que me cansé, para evitar temblar entre los brazos de
ese sujeto. Si tan solo él fuera Christopher…seguramente yo sería muy feliz. Porque, ¿Para
qué me iba a engañar a mi misma? Me gustaba mi esposo, no me gustaba ningún otro
hombre, menos ese con quien estaba bailando.

—Ya terminó la canción…—me susurró Ryan Burckhardt y yo no le presté atención


y seguí bailando—Ya terminó la canción, princesa…

— ¿Qué?—tartamudeé— ¿Qué ha dicho? Lo siento me he distraído bailando. ¿Me


ha dicho algo usted?

—Sí, le he dicho que ya terminó la canción y usted sigue bailando, pero si quiere
bailar otra…con gusto la puede bailar conmigo—sonrió y eso me incomodó al 1000% ¿Qué
le pasaba a ese muchacho?—Eso para mí no sería ningún problema.
—No, claro que no…—fingí una sonrisa y mirando a mí alrededor, pude ver a lo
lejos a Christopher nuevamente observándome como hacía rato. Él tenía una cara de pocos
amigos y eso me alegró hondamente, ¡Ya tenía con qué vengarme; aleluya! Era bueno que
el muy condenado se pusiera celoso de verme con otro hombre que no fuera él.

—Bueno, ¿Qué le parece si la invito a tomar una copa de champagne en este


momento?—me dijo Ryan Burckhardt tomándome del brazo y llevándome hacia unas de
las mesas de honor.

—Yo…—balbuceé en tanto caminaba a su lado ¿Y ahora que podía hacer yo?


¿Acaso mi posición de mujer casada me permitía esa cercanía con un hombre que no era
mi esposo? ¿Podía beber con él?

— ¡Pues, claro que sí se puede!—susurré en voz baja al ver a Ximena cerca


nuevamente de Christopher, ella se puso de pronto a su lado y mirándome con ojos
chocantes y desafiantes, tomó a mi esposo de la mano.

Ryan Burckhardt me acomodó la silla para que me sentara, así que sin perder
tiempo tomé mi lugar en la mesa; luego él se sentó y mostrando una sonrisa sincera llamó
a un mesonero para hacerle su pedido. Yo, sintiéndome bastante incómoda de esa
situación no podía dejar de mirarlo y saber que él no era el hombre para mí, de eso estaba
segura; a su vez, sentía los ojos de Christopher sobre mí, a leguas se le notaba que quería
darle una golpiza a su ahora rival.

El mesonero me sirvió gustoso la copa, la cual tomé con mucha timidez; en tanto,
Ryan Burckhardt me decía algunas cosas que mi mente se negaba a escuchar porque
aunque mi cuerpo estaba allí, mi mente no quería estar en ese lugar. Ryan Burckhardt
también tomó champagne e incluso lo mezcló con una cereza como en los comerciales de
los medios de televisión, lo que, me pareció realmente infantil.

Yo, por mi parte, no era de beber mucho; e incluso se podían contar con los dedos
de las manos las veces que había probado alguna bebida con alcohol en mi vida; sin
embargo y lamentablemente en las fiestas debía hacerlo por cosas tan simples como lo
eran el quedar bien delante de personas importantes como ese sujeto.

Además, debo confesar que muy en mi interior pensaba que el licor me haría
olvidar la escenita que había visto sólo hacía algunos minutos en la habitación y la que
estaba viendo en ese instante de Ximena y Christopher juntos. Consideraba que si mi
esposo me veía compartir con otra persona normalmente, entonces dejaría de coquetear
con mi hermana y con cualquier mujer que se le acercara como Anastasia.

De pronto, no me sentí nada bien, el estomago me empezó a revolotear, de un


segundo a otro comencé a sudar frío y el cuerpo se me puso como un tempano de hielo.
Yo no sabía qué tenía pero mi cuerpo estaba molestándome fuertemente y al parecer a
Ryan Burckhardt esto parecía no importarle; ya que, hablando y hablando ni notaba mi
malestar general.

La cabeza me estaba dando muchísimas vueltas y sentía que el mundo se me caía


encima. Las nauseas crecían en mi interior y sin esperar más tiempo, me levanté de golpe
de la silla y salí corriendo al baño. Allí, me paré en el lavamanos y sentí que el mundo se
me caía encima, esa no era yo, era solo parte de una pesadilla.

De pronto se abrió la puerta y Christopher entró de prisa, cerró la puerta detrás de


él y mirándome con los brazos cruzados me preguntó:

— ¿Qué te pasa?

Yo lo vi y sentí un fuerte crujido en el alma. Ese canalla estaba allí y seguramente


con la misión de burlarse de mí.

—Me…me…me duele el estomago—le dije reprimiendo mi estomago revuelto—


tengo ganas de vomitar—chillé tragando intensamente para evitar venirme en vomito.

— ¿Quieres que salgamos de aquí?— Christopher caminó hasta colocarse a mi lado


y sin mayor gesto en la cara, puso su mano sobre mi hombro— ¿Qué tienes?

— ¡Voy a vomitar!—una lagrima mortal bajó superficialmente por mi mejilla—


Debe ser algo que comí que me cayó mal—no pude evitar llorar como niñita.

—Pero…—claramente él estaba extrañado de mi forma de actuar a esa hora— ¿Qué


comiste que estuviera dañado? Yo creo que comí lo mismo que tú y hasta ahora no me ha
afectado.

— ¡Nada, lo juro!—el estomago me seguía dando vuelta y no sabía qué carajo hacer
para sentirme mejor— Yo solo bebí un poco de champagne hace unos segundos con Ryan
Burckhardt ¡Tu viste que fue una sola copa y nada más!

— ¿Tomaste champagne?—me preguntó bastante molesto y entonces comprendí


que él estaba más rabioso porque yo había bebido con Ryan, que por mi malestar general
¡Odiaba cuando se comportaba así!—Pero si tú no estás acostumbrada a tomar—me dijo y
ahí terminé de entender que él sí se había puesto celoso de verme cerca de Ryan ¡Vaya,
había funcionado mi escena de hace un rato! ¡Viva!

— ¿Por qué demonios estabas bebiendo con él?—me inquirió echando chispas y yo
suspiré llena de una emoción inexplicable; pero…

— ¡Ayyyy…me duele el estomago!—la barriga me estaba encendiendo el cuerpo y


no sabía qué sería de mí en el futuro. La idea de beber con Ryan era poner celoso a mi
esposo, no enfermarme como en ese momento— ¡Voy a vomitar!…—debía decirle lo que
podía a Christopher; quizás si lo hacía él pudiera auxiliarme— ¡Estoy mareada y me duele
la boca del estomago!
— ¡Tranquila, tranquila!—él me tomó por el hombro y ayudándome a pararme en
una posición más cómoda y ligera, se situó cerca de los lavamanos para que así, yo
pudiera vomitar tranquilamente y él se sintiera a gusto de cuidarme— ¡Respira profundo!

—Ayyyy... —no lo pude evitar ni mucho menos contener, el vomito subió por mi
estomago y salió expulsado groseramente por mi boca— Ayyyy… Ayyyy… Ayyyy…

— ¡Vomita tranquila!—me pidió con mucho misericordia— Aquí estoy yo para


apoyarte.

— ¡Estoy…estoy bien!—balbuceé apenada de verme a mí misma tan hecha un


desastre enfermo-

—Ashley, de verdad que me estás asustando—colocó sus manos sobre mis cabellos
y los acarició tiernamente, indudablemente cuando hacía algo como eso, perdía mi batalla
en contra de él y olvidaba totalmente que antes había estado furiosa con ese gruñón—
¿Enserio te sientes tan mal?—me preguntó e inmediatamente me hizo mirarlo
directamente a los ojos para confesarle la verdad.

—Sí, —le afirmé sin ya poder engañarlo más. Él estaba preocupado por mi salud y
merecía que yo le dijera la realidad de mi estado de salud— necesito quedarme mucho
más tiempo en este baño—lloré aguantando las ganas de vomitarle encima de la ropa—
¡Estoy en mi límite!

—Mejor vamos al palacio, ya esto se pasó de susto a terror—sin dejar a que mi


cuerpo le diera una respuesta afirmativa; de la forma más presurosa que pudo me alzó
entre sus brazos y a pesar de mi contradicción me llevó con él fuera del baño.

Sin mirar atrás pasamos por el medio de los invitados, y rodeados de varios
guardaespaldas me llevó fuera de la fiesta hacia la limusina. Ya allí, le pidió al chofer que
nos llevara al palacio real lo más rápido posible.

Christopher me sacó fuera de la limusina cargada y yo apenada escondí la cara


entre su pecho para que los empleados del palacio no me vieran así. Desde los brazos de
mi esposo pude oír cuando él le pidió a un mayordomo:

—Necesito al médico real en el dormitorio principal ¡Ahora!

— ¿Por favor?—le susurré al oído, pero él me ignoró completamente.

Y así fue como cinco minutos después, el médico real estaba en mi dormitorio
examinándome y medicándome. Christopher, durante ese tiempo permaneció en unos de
los cuartos paralelos de la habitación esperando saber sobre mi estado de salud. Realmente
que él se veía muy preocupado. Otros minutos después, entró al dormitorio real dándole
un portazo a la puerta, pero mostrándose muy sereno al hablar con el médico.

— ¿Qué tiene mi esposa, doctor? ¿Qué le pasó?


—Su alteza…—el médico parecía perturbado—su esposa…

—Quiero su completa sinceridad; así que por favor sea claro. — Christopher le
exigió una respuesta rápida al médico y yo temblé, pues ya el doctor estando a solas
conmigo me había explicado a qué se debía mi estado de salud anterior y la respuesta que
recibiría mi marido para ese momento no sería muy buena—

—Señor, creo que debería calmarse un poco—sugirió el médico intentando contener


la ira y el susto de mi esposo.

— ¡Yo estoy bien; así que dígame doctor!— demandó nuevamente Christopher.

—Creo que el tomar champagne cuando no está acostumbrada a tomar le hizo daño
a su esposa, su majestad—informó sin tomar pausa el médico. ¡Vaya, qué traidor! ¿Por qué
no me había guardado ese secreto ante mi esposo?

Christopher miró directamente a los ojos al médico y luego me miró con muchísima
indecisión a mí. ¡No podía ser! Sus ojos ardían de la cólera y seguramente si estuviera en
sus manos acabaría con mi vida en ese mismo instante.

— ¿Cree?—le preguntó rabioso al médico y yo quise salir volando por la ventana.

—Bueno--- estoy seguro— titubeó el médico—Su esposa ingirió champagne y por lo


general estos vinos espumantes originan una atropellada intoxicación a quien no está
habituado a beber.

—O sea que se emborrachó—concluyó disgustado Christopher— ¡Este es el colmo


de los colmos! —movió los brazos a un lado en señal de rendición y luego poniéndose las
manos en la cara, intentó de disimular la pena que sentía ante el médico por mi causa.
Pero, gracias a Dios, el doctor me salvó cuando le dijo:

—No, claro que no, su alteza, —tartamudeó asustado el doctor—ella sencillamente


se intoxicó.

— ¿Se intoxicó?—preguntó Christopher prevenido— ¿Y eso fue sólo por beber una
mísera copa de champagne?

—Sí, fue por eso—respondió relajándose un poco el médico al ver que mi esposo no
se había ido con todo contra él, sinceramente que Christopher podía causarle miedo a
cualquier persona a su alrededor.

— ¿Por lo tanto, no estaba borracha, verdad doctor?—le pregunté, entonces,


desesperada al médico, pues si no aclaraba esa amarga situación en ese momento, ¡ay
pobre de mí en cuanto estuviera a solas con mi marido!
—Aunque, por un momento, consideré que la botella de champagne de donde
sirvieron su copa estaba adulterada—el médicos se puso de todos colores e intentó
explicar su diagnostico lo mejor que podía— posteriormente reconsideré esa teoría al
hacerle los exámenes de sangre especiales y ver los resultados. Realmente el champagne
estaba bien, fue usted princesa—trató severamente para que le pudieran salir mejor las
palabras— la que no supo beber y me disculpa por decírselo así de claramente.

—Le pedí su sinceridad; —bajé el mentó y me sentí muy apenada—así que no debe
disculparse.

— ¡Gracias!—me dijo y por fin los colores le volvieron al cuerpo; en tanto,


Christopher sin disimular sus ganas de que el médico saliera de la habitación, abrió la
puerta y lo invitó a salir.

— ¡No, gracias a usted! —le dijo y luego de eso solo pasaron segundos para que el
doctor se fuera del dormitorio real. Apenas sonó la puerta de cerrado, Christopher se
abalanzó sobre mí echando sangre por la herida.

— ¡A partir de ahora no vuelves a tomar!—me exigió violentamente— ¡Me diste un


buen susto!

— ¿Y ahora a ti que te pasa? ―traté de parecer la mujer más tonta del mundo,
incapaz de saber que su marido está furioso con ella por beber con otro hombre— ¿Estas
disgustado?

—Te intoxicaste por beber champagne con ese sujeto así que deja de parecer
sorprendida.

—Sí, y eso ¿Qué?—me levanté de la cama y lo miré cara a cara con desafío y rabia;
ya que, sí yo había bebido con Ryan Burckhardt, pero él había estado haciendo un cebo
audaz con Ximena; así que lo de él era ciertamente peor— Tú sabías que había ingerido
alcohol; así que no te debe extrañar.

—Yo sabía eso, pero igual no me gusta verte indispuesta—me confesó bajando un
poco el tono de voz y acercándose a mí para acariciarme dulcemente la mejilla. Cuando
sus dedos pusieron su piel en mí, las piernas me temblaron y quise por un momento
lanzarme sobre sus brazos.

— ¡Está bien!—hice un mohín esquivando su mano al hacerlo, para evitar con ello
sentirme como un ave atrapada por un lobo feroz, cavernícola y carnívoro— Pero, no
pongas esa carota, ya me siento lo suficientemente mal para que te disgustes conmigo.

—Es que ponerte a tomar champagne cuando no sabes tomar es… —me dijo y
alejándose de mí, descargó la rabia que tenía contenida golpeando un puño fuerte contra
la pared
— ¿Y si no fuera por eso?—le sostuve la mirada con desafío— ¿No has pensado que
puede ser por otra cosa? Tú siempre eres tú y no piensas que personas como yo sienten.
Soy humana, a diferencia de ti.

Cuando Christopher me oyó confesarle eso mismo, bajó totalmente la guardia; me


miró a sus anchas y me preguntó bastante confuso:

— ¿Acaso fue porque viste a Ximena abrazada a mí en esa habitación?

—Por supuesto que no, eso me pareció una bobería—sentí pavor de verme
descubierta por mi príncipe, ese canalla debía ser un brujo todopoderoso para poder
adivinar todas mis cosas.

— ¿Una bobería?—caminó hacia mí acechándome y velozmente me hizo caer sobre


la cama, luego él se puso encima de mí provocativamente— A mí me parece más bien que
estabas actuando como una celosa

— ¡No estaba celosa! —Mis hombros y manos estaban temblando de sentir a


Christopher tan cerca de mí, ¿Cómo había empezado discutiendo y habíamos terminado
recostados en la misma casa? ¿Qué era esto?— ¡No te hagas ilusiones bobas!—le dije
intentando parecer lo más tranquila posible.

— ¿Sabes que cuando gruñes, arrugas el gesto y te vez más sexy?—me susurró en la
oreja y los senos inmediatamente se me erizaron, definitivamente ese malvado quería
volverme loca por él.

— ¿Qué…qué acabas de decir?—dudé de su presencia y quise obviar el tema— ¡O


sea tú eres súper guapo pero de allí a…!

— ¿Qué…?—la voz de Christopher sonaba sensualísima y definitivamente quiso


escuchar nuevamente lo que yo acaba de decirle— ¿Qué…que…dijiste?— ¡Uff, otra vez yo
metiendo la pata! Yo y mi bocota, bruta y zalamera.

—Bueno la verdad no se puede ocultar, tú eres muy guapo y…—intenté disimular


dándole largas a la conversación, más Christopher no esperó a que yo terminará con mi
palabrerío barato, se lanzó sobre mí, me tomó los brazos por encima de la cabeza y me
besó ardidamente. ¡Esto sí que era saber besar! ¡Vaya él era todo un cavernícola besador!

—Mmmm…—murmuré en sus labios y sentí al unísono sus manos bajando por mis
caderas. Él me deseaba y yo también a él, y seguramente ambos sabíamos que el otro lo
sabía.

― ¡Quiero tocarte hasta el fondo!—me dijo mordiéndome el labio superior, pero mi


respuesta no fue la que seguramente él esperaba.

— ¿Qué…? No, no, no—le dije totalmente espantada y presurosamente lo empujé


lejos de mí, luego de eso huí al baño corriendo, donde duré un buen rato encerrada
asegurándome con ello, de estar fuertemente protegida de lo que según yo, Christopher
pudiera hacerme con sus lindas hormonas alborotadas.

A la mañana siguiente, me sentía mucho mejor y presurosa me preparé para ir a la


universidad. Cuando iba por uno de los pasillos me encontré a Anastasia caminando con
la reina madre. A lo lejos pude oír cuando la mamá de mi esposo invitaba a la tonta esa a
pasar un rato con ella cocinando; pero la susodicha mujerzuela al verme de arriba abajo
desde una distancia prudente sencillamente dijo que no podía.

Yo la miré y no pude evitar temblar porque sabía que en pocos segundos


seguramente tendría una discusión con Anastasia y no me equivoqué, en cuanto la reina
madre se marchó la boba esa se acercó a mí con todos sus aires de noblezas y colocándose
frente a frente de mí, me dijo con ironía:

— ¡Te fuiste de la fiesta antes de la hora!

—Yo…—tartamudeé como idiota y la miré bastante nerviosa—yo…me sentía algo


mal.

— ¡No tienes que decírmelo! —Se cruzó de brazos para enfrentarme— ¡Yo lo sé!

— ¿Y…y eso qué significa?—le inquirí sintiendo pavor del poderío de esa mujer.
Anastasia realmente que era guapa y glamorosa y seguramente que Christopher sí estaba
loco por ella ¡Como la envidiaba! El verla siempre terminaba afectándome la seguridad
que sentía por mi misma— ¿Qué quieres decir con eso?

—Que tú no encajas en nuestra sociedad—me dijo mirándome con desprecio— ¡Por


favor, si no sabes ni beber! Anoche no te aguantaste de pie por mucho tiempo y eso que
solo tomaste un poquito de champagne.

— ¿Qué?—pregunté sorprendida de lo que esa tipeja me acababa de decir ¿Cómo


coño sabía lo que había pasado conmigo?— ¿Cómo sabes que me sentí mal por no saber
beber?—averigüé y ella abrió sus labios en una desvergonzada sonrisa.

— ¡Me lo dijo Christopher!—Anastasia expresó sin más y yo apreté los puños a los
lados para evitar darle una bofetada bien merecida. ¿Por qué me tenía que sacar en cara
que yo no sabía beber? Ese no era su problema, eso era parte de mi vida privada; y
además, ¿Qué le sucedida a Christopher? Ese mal nacido era un canalla chismoso ¿Cómo
se había atrevido a decirle a esa estúpida que me había intoxicado con champagne?

— ¿Qué?—Anastasia me sacó de mis pensamientos de forma chocante— ¿Te deje


acaso sin palabras? ¡Vaya, sí que soy sorprendente!

—Yo…— ¿Qué le podía decir a esa tonta? ¿Cómo podía ser la triunfadora en esta
discusión perversa? No podía dejarme humillar nuevamente por esa “zorra en tacón
alto”—Yo no estaba enferma, —le mentí y al parecer funcionó porque la susodicha al
oírme pronunciar esas palabras abrió los ojos como dos enormes lámparas
incandescente—yo solo simulé estarlo porque no quería permanecer en esa fiesta tan
aburrida.

— ¿Qué estás diciendo?—dudó energúmena— ¡Estás loca! ¿Por qué hiciste eso?

—No quería seguir en esa fiesta y me pareció lo mejor—continué con mis mentiras
y ella se veía a cada segundó, más rabiosa; lo cual, era la mayor felicidad del mundo para
mí.

— ¡Eres una pobre niña mediocre!—me ofendió echa leñas en el fuego— ¿Acaso
hiciste eso porque Ximena y yo estábamos muy cerca de Christopher? ¡Qué molesta, vale!
¿Acaso no se te ocurrió algo mejor? El abandonar una fiesta a deshora es de muy mala
educación, pero claro ¿Tú qué puedes saber de eso?

—No sé mucho, pero…—esa mujer me tenía harta y lo mejor era decirle algo que la
hiciera dejarme en paz, ya era momento de alejarla de mi presencia—pero, me resultó
bueno el hacerme la enferma; al final Christopher regresó conmigo al palacio y a ti y a mi
hermana las dejó completamente “SOLAS.

— ¿Qué…?—ahora ella fue la que tartamudeó— ¿Qué dices?

—Lo que oíste—aparenté una sonrisa insolente muy parecida a las de ella—Él no se
quedó con ninguna de ustedes, sino que como perrito faldero se vino detrás de mí. ¿Acaso
eso te molesta?

— ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!—se tapó los oídos para evitar escucharme—Definitivamente debí
fingir que sabía cocinar; así por lo menos la reina madre me fuera invitado a cocinar con
ella y habría aprovechado para envenenarte—me amenazó y eso me alegró porque sabía
que al fin la había molestado como se merecía esa tipa.

— ¿Y…qué fueras preparado si a leguas se nota que no sabes cocinar ni unas papas
fritas? —me burlé de ella.

—Eres una… —alzó su mano derecha para cachetearme y gracias a Dios se la


detuve justo a tiempo. ¡Ahora sí que esa mujer se había pasado!

—No me retes tontita; porque si continuas molestándome te voy a responder más


fuertemente. —Saqué toda mi ira y poderío para enfrentarla y como pude le solté la
mano— ¡Tú aún no me conoces a profundidad y más vale que no intentes hacerlo!—luego
de eso le pasé por un lado y seguí por mi camino del pasillo. Realmente discutir con
Anastasia era desaprovechar mi valioso tiempo; por lo que me prometí a mi misma tratar
de evadirla lo mejor que pudiera y no contarle lo sucedido a mi esposo, la noche anterior
él había dicho que yo estaba celosa y seguramente si le relataba lo sucedido con su
“amiguita” me diría otra vez que estaba celosísima.

Esa misma tarde después de regresar de la universidad las cosas siguieron


poniéndose color de hormiga. Christopher y yo fuimos a ver la inauguración de los
partidos de rugby estadales. Esta era una celebración anual en la que estudiantes de las
mejores universidades se destacaban en este deporte, ya fuera porque les gustara o para
mantener sus becas escolares. En las gradas había muchos estudiantes de la universidad,
incluso estaban Ximena, Anastasia y Emmanuelle, éste último acompañado de una chica
que era prima suya.

Es destacable, que el partido en general estuvo genial y no puedo negar que me


encantaron esos guapísimos jugadores de rugby. Es más, vacilé muchísimo imaginándome
historias mentales con varios de ellos y las chicas en las gradas que le gritaban piropos
como locas. Pero la diversión es algo parcial, cuando la cosa se estaba poniendo de lo
mejor todo cambio cuando desde mi asiento pude ver que la líder de las porristas era
Deini, una ex compañera mía de primaria, quien se metía conmigo y todo.

Ella era una chica muy sexy que siempre fue popular, incluso en la primaria. Desde
niña manifestó sus deseos de estudiar modelaje y arte y además, de casarse con un
millonario que le diera todo lo que según ella se merecía; y para mí eso no era algo de otro
mundo, lo que me daba rabia y aún podía recordar eran las humillaciones a las que yo me
tenía que someter por ella, se burlaba de mí, me arrojaba la comida del comedor en la
cabeza, una vez incluso me tomó unas fotos dormida en una clase de idiomas y la mostró
en la Dirección de la escuela para que suspendieran de clase por una semana.

— ¡Hello!— al terminal la celebración, Deini se acercó corriendo a Christopher y a


mí y me saludó muy contenta— ¡Hola, princesa! ¡No puedo creer que te esté volviendo a
ver amiga después de tanto tiempo! ¿Cómo has estado?

—Deini…— ¡Tonta! ¿Por qué me estaba saludando si realmente yo no era su amiga?

—Supe que te casaste y ahora que los veo junto confirmo eso—nos abrazó al
unísono a mi esposo y a mí con “demasiada confianza” para mí gusto, luego nos soltó y
sonrió extralimitadamente alegre.

— ¡Hola!—intervino Christopher—Yo soy el príncipe Christopher, soy el esposo de


Ashley y puedes contar conmigo para lo que quieras.

— ¿En serio?— los ojos ilusionados de Deini eran bastante molestos— ¡Gracias! Yo
soy Deini y soy “la mejor amiga” de Ashley ¡Ambas teníamos tantos años sin vernos!

— ¡Qué lástima porque te veo y eres de las chicas que me encantan!—sonrió


Christopher y eso me molestó mucho más; ya que, él no sonreía ni siquiera conmigo tan
abiertamente, como para que lo hiciera con esa pesada de Deini.

— ¡Y tú eres guapísimo!—le manifestó descaradamente Deini y no sé cómo pasó,


pero de un momento a otro ese par comenzó a charlar a más profundidad, tal y como si
fueran amigos de toda la vida y yo me quedé totalmente aislada en el conversatorio,
pareciendo una simple velita mal puesta en el pastel. ¿Qué les pasaba a esos dos?
Los minutos transcurrían y nada, Christopher y Deini seguían desconociéndome
totalmente. A la distancia pude mirar a Emmanuelle junto a su prima y me sentí más
humillada aún porque los ojos de él me decían ¡No eres nadie para ese príncipe! ¿No ves
cómo te está tratando de mal? Rabiosa, respiré a profundidad y sin pensarlo mucho pasé
por el medio de mi esposo y mi amiga ignorando lo mal educado que era ese accionar para
la sociedad, luego corriendo fui a pasar a la zona trasera de los baños. Allí me senté en el
suelo y me eché a llorar.

—Hmm ¿Por qué es todo eso?—chillé como majadera— ¿Por qué me tiene que
pasar todo esto a mí?

Y así duré por varios minutos, sentada llorando en el piso como una niñita sin su
caramelo y desde allí no podía evitar mirar fijamente mi dedo adornado con ese precioso
anillo de matrimonio. Sí era una belleza inimaginable e incalculable pero finalmente solo
representaba una baratija que me recordaba que aunque estaba casada con Christopher, en
el mundo habían cientos de mujeres que eran mejores que yo para ser su esposa, estaban
mi hermana Ximena, Anastasia, la recién aparecida Deini y cualquiera que estuviera cerca
de él.

En fin, cuando pensé que estaba sola sentí la llegada de alguien dispuesto a
molestarme, era Emmanuelle cuyos pasos estaban totalmente próximos y cada vez más
cercanos. Yo no lo podía creer, me había escondido en donde creía que nadie podía verme,
y había fallado porque a los pocos segundos me encontraba frente a frente de mi ex.

— ¿Qué haces aquí?— Me dijo con tono despectivo—¿Por qué estás aquí sin tu
“querido esposo”—hizo hincapié en la frase de “querido esposo” y luego se acercó a mí
tanto que tuve que levantarme del suelo para evitar ser destripada por él y la pared detrás
de mí.

—Sólo quería estar un momento a solas—le dije y me sentí preocupada de estar tan
cerca de él, en ese instante estaba muy incómoda y el salir huyendo parecía la mejor
solución para mí si estaba buscando escapar de esa situación tan embarazosa.

— ¡No mientas!—frenético, Emmanuelle me empujó contra la pared y yo temblé de


terror, no se suponía que cosas como esas me pasaran a mí— ¡Estás llorando!—aseguró y
claramente pude ver como se mordía el labio inferior para contener su rabia.

—No, claro que no;—intenté detenerlo poniendo mis manos en su pecho, si ese
idiota se atrevía a acercarse un milímetro más a mí, lo iba a matar a porrazos— lo que paso
fue que la brisa me hizo que me entrara polvo en los ojos y vine aquí a limpiarme—le
mentí y trataba de mirar hacia los lados para que no pudiera leer la verdad en mis labios.

— ¡Estás llorando y eso no me lo puedes ocultar!—me afirmó y en veloz carrera de


un manotazo quitó mis manos de su pecho— ¡Yo te conozco mejor que nadie!
— ¡No, claro que no! —intenté lo mejor que pude empujarlo para alejarlo de mí,
pero no lograba nada, parecía que él estaba totalmente pegado a ese suelo incapaz de
inmutarse— ¡No te hagas ideas locas en esa cabecita!

— ¡No son ideas locas!—puso su mano derecha en mi mentón y me hizo mirarlo de


frente—Sé que estás así porque Christopher prefirió coquetear con esa chica que darte tu
puesto como su esposa. Sé que estás así porque propiamente te ignoró delante de todos los
presentes. Sé que estás así porque no eres feliz a su lado. ¡Yo te conozco al 100%!

— ¡No, claro que no es nada de eso!—alterada lo empujé un poco hacia atrás, y


esquivando su presencia caminé unos pasos lejos de él— ¿Qué cosas dices?

— ¿Entonces si no es nada de eso qué carajo es?—me preguntó tomándome con


fuerza del brazo ¿Qué Diablos le pasaba a Emmanuelle en contra de mí? O sea sí tenía el
derecho de estar furioso conmigo por lo que le hice, pero eso no justificaba su accionar del
momento— Tú cara refleja muchas cosas y yo puedo identificar tus sentimientos
rápidamente; —me miró con una sinceridad extralimitada y yo sentí pavor de estar a solas
con él, sí él nunca me haría daño pero sus preguntas se estaban yendo a un camino
bastante profundo— te conozco Ashley y a mí no me puedes engañar. Si quieres; engaña a
tu madre y a tu hermana, pero a mí no.

Es que…es que…— ¿Qué le podía decir? Realmente no tenía las palabras en la


boca—es que Christopher… ¿Qué? ¿Había nombrado a Christopher? Ahora sí que había
metido la pata hasta el hueco de la capa de ozono.

— ¡Es que nada, Ashley!—me movió hasta ponerme frente a frente de él para que
mis ojos le dijeran lo que mis labios se negaban a confesarle ¿Por qué Emmanuelle me la
estaba poniendo tan difícil? ¿Qué le costaba dejarme tranquila?—tengo rato viéndote
codearte con esa gente y por la cara que tenías hace un momento, estabas incomoda, triste
y algo alterada y ahora te encuentro aquí, escondida y llorando—me manifestó y debo
revelar que me alegré por un segundo por el hecho de ser notada aunque fuera esa vez por
alguien, aunque ese ser fuera mi ex.

—Ser princesa no es nada fácil y menos al lado de Christopher—le proclamé sin


ponerme a pensar mucho si era correcto decirle a alguien como él mis problemas como
princesa y esposa de Christopher.

—Él es un opresor y no sabe tratarte como su mujer; — Emmanuelle me acarició la


mejilla y sin esperar a que yo le diera permiso me besó las pestañas del ojo izquierdo que
aún mostraban señales de las lágrimas que había arrojado cuando había estado llorando
hacía un rato ¡Oh, Dios! ¡Qué locura era todo eso!— Ashley, yo nunca fui así contigo; como
tu novio nunca te hice daño. Ese canalla cada vez que puede te hace llorar; primero
obligándote a permanecer con él aunque es de forma injusta, luego no dejándote ser tú
misma ni a sol ni a sombra. No sé cómo aún sigues con él.
—El…— ¿Qué podía decirle? ¿Acaso le diría que últimamente me gustaba y me
ponía celosa de Christopher y de su cercanía con otras mujeres? ¿Acaso le diría que no
estaba segura de mis actuales sentimientos por ellos dos? ¿Le diría que no sabía a quién
quería si a él o si a mi esposo?—Él es mi esposo.

— ¿Y a mí qué?—me soltó y se fue refunfuñando a un metro de mí, bueno por lo


menos lo había podido alejar algo de mí ¡Gracias a Dios!— Yo no puedo permitir que
llores por él ¡Tú no lo amas a él!

— ¿Qué?—le pregunté intentando no caerme de la impresión por lo que acaba de


escuchar ¿Acaso mis oídos habían escuchado bien? No, esto no me podía estar pasando y
todo por estar dándole cuerda al palabrerío de mi ex. Yo no podía hablar con Emmanuel
de algo tan personal, no podía dejar que me interrogara como si fuera aún mi novio; lo
mejor que yo podía hacer era buscar la mejor manera de cortar ese conversatorio lo más
pronto posible.

—Eso no es algo de lo que tú y yo deberíamos hablar…—le dije y di media vuelta


dispuesta a marcharme.

— ¿Por qué no?—me detuvo con su pregunta en seco y tuve que voltearme otra vez
hacia él para escucharlo— ¿Acaso es que es un pecado mortal o es que yo soy tan basura y
tan poco importante para ti como para que me cuentes tus cosas?— ¡No! ¡Por favor!
¡Ahora no me podría salir con algo como aquello!

— ¡No lo tomes así; por favor!—me acerqué a él y acariciándole el brazo intenté


consolarlo ¿Hasta cuándo duraría aquel infierno? ¡Ya estaba harta!— Me haces sentir peor
cuando te pones así.

—Es que no lo puedo evitar—me acarició los labios y yo sonreí a medias; ¡Vaya, qué
este hombre sí que buscaba cualquier excusa para acariciarme!— ¡Entiende que si a ti te
duele, a mí muchísimo más porque yo fui el abandonado!—al oír eso yo me sentí bastante
dolida y la conciencia comenzó a darme golpes porque Emmanuelle y yo estábamos
regresando nuevamente a la conversación de los por qué ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué
me fallaste? ¿Por qué no quieres estar conmigo? Y él como que sabía que eso era cierto
porque tomó mi mano derecha y para machacarme directamente lo mal que se sentía la
colocó en su pecho, en el lado de su corazón— ¡Tú fuiste la que me dejo a mí y se casó con
otro sujeto, no al revés!

—No fue con ninguna intención mala—expresé entrecortada y en mi mente conté


hasta diez para no decirle a Emmanuel algo de lo que pudiera arrepentirme después.

—Pero igual me hiciste daño…me quitó un cabello de la cara y yo sentía que mi


alma cada vez más se arrugaba con mayor intensidad que antes ¡Yo no quería seguir
haciendo sufrir a Emmanuel! ¡Él no se lo merecía!
— ¡Lo siento!—bastante desorientada lo abracé cariñosamente y quise nunca
haberle hecho tanto daño a ese hombre ¡Mi conciencia me estaba matando!—
¡Perdóname!—le pedí, pero él me rechazó y con algo de calma me quitó de su abrazo.

— ¿Y cómo puedo hacerlo?—me preguntó y yo dudé de su accionar al alejarme de


él ¿Acaso eso no era lo que él quería de mí? ¿No quería mi consuelo?— ¿Sólo contéstame
como puedo perdonarte si no te lo mereces?

—Emmanuelle…— ¡Oh, de verdad que este chico estaba bastante dolido


conmigo!— Emmanuelle, no sé qué decirte.

—Ashley, yo siempre estuve allí para ti y sin embargo, me rompiste el corazón y


todo —caminó algo lejos de mí y ahora parecía que el que estaba huyendo era él— ¿Para
qué?—me preguntó y yo quise darme un tiro en la frente y acabar velozmente con ese
dolor ¿Por qué la existencia humana era tan difícil? Los animales no sufrían de despecho y
mucho menos de engaños tan dolorosos.

— ¿Para qué?— Emmanuelle me volvió a preguntar—Para que prefirieras a ese


príncipe que no pierde oportunidad para restregarte en la cara que eres un ser inferior a él.

— ¿Qué?—sus palabras me hirieron muchísimo ¡No podía creer que él también me


estuviera tratando como si yo no valiera nada y eso me molestaba considerablemente y
más viniendo de él—las cosas no son así…

—Sinceramente, tú aún no has entendido lo importante que eres para mí—de un


momento a otro comenzó a llorar como un bebé y eso estrelló mi rabia con mi dolor.
Estaba en una encrucijada que me quería llevar a un manicomio—Yo siempre quise pasar
el resto de la vida contigo y aunque en un principio me gustaba tu hermana, me enamoré
de ti—me confesó y aunque intenté evitarlo no lo logré, a mí también se me hicieron agua
los ojos.

— ¡Emmanuelle, lo siento mucho!—le supliqué perdón, un perdón que no sabía si


yo merecía.

— ¿Lo sientes?—gruñón se limpió las lagrimas y me enfrentó impertinente— ¡Tú


no valoraste mi amor!—me acusó señalándome con el dedo y mi cuerpo se puso como una
panela de hielo ¿Por qué este día tenía que haber terminado así? ¿Qué más me podía pasar
para seguir sufriendo en este mundo?— Fuiste y te casaste con él vestida de blanco y ni
siquiera te molestaste en voltear a verme cuando estabas entrando a la iglesia—me confesó
y eso me dejó totalmente impresionada y en shock.

— ¿Tú…tú estabas allí?—le pregunté melancólica sin poder creer que para terminar
de enjuiciar mis actos, Emmanuelle me había visto ir a la iglesia para casarme con
Christopher.
—Sí, en algún lugar de ese centenar de personas me encontraba yo,—me respondió
Emmanuelle acariciándose los cabellos bastante indignado— Yo estaba viéndote darle el sí
a otro hombre que no te merecía, que no te amaba como yo y que tarde o temprano te iba a
hacer sufrir, como lo está haciendo ahora tan descaradamente.

—Emmanuelle…—ahora sí que yo iba a ir derechito al infierno; sí que había sido


una rata de alcantarilla ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué le había roto el corazón a mi ex?
Él no se lo merecía, él era un hombre bueno.

—Me dolió tanto perderte y aún hoy sufro muchísimo. —me expresó y se acercó a
mí con el puño en la boca actuando como si estuviera reflexionado mucho—Quisiera
regresar el tiempo y poder luchar más por ti, no permitirte que te casaras con ese canalla y
quizás haberte propuesto matrimonio para que nunca más nos pudiéramos separar.

— ¿Qué?— ¡No, no, no y no! Él no podía estar diciéndome aquello y yo no podía


darle alas de algo que ya no iba a ocurrir; yo era una mujer casada y no con cualquier
hombre sino que con un príncipe; sí un príncipe obstinado, mujeriego y sinvergüenza,
pero un príncipe al final de todo—Tú sabes que eso es imposible…—le expresé intentando
parecer lo más sincera posible— ¡Nunca podremos volver a formar una pareja!

—Sí, pero igual estás en mi corazón—me gritó llorando desconsolado y eso fue el
peor karma de mi vida; dos veces en menos de un minuto había visto llorar a ese pobre
hombre; más, no podía debilitarme ante sus lagrimas, sino lo haría sufrir peor—en él no
hay espacio para nadie más y por eso no acepto mi descalabro.—me dijo lleno de ira—
Quiero volver contigo pronto y que dejes de una buena vez y para toda la vida a ese
príncipe.

Ese príncipe es mi esposo y aunque no me quiera, no me puedo separar de él—traté


de razonar con él aunque a cada segundo que pasaba parecía que todo empeoraba.

— ¿Acaso prefieres estar con alguien que no te ama que seguir conmigo?— me
recriminó hecho una centella monstruosa— ¿Acaso prefieres seguir llorando por él?

—Yo…yo no puedo volver contigo, —le manifesté intentando mantener una


distancia prudente con él para evitar más conflictos— ya te dije que antes que podíamos
ser sólo amigos. No puedo prometerte nada más.

— ¿Acaso lo amas tanto, ah?—en veloz carrera se acercó a mí y me tomó por las
muñecas fuertemente— ¿Acaso para ti lo es todo? ¿No te importo yo? ¿No te importan mis
sentimientos?

—Emmanuelle…por favor, no compliques más las cosas. — ¡Ahora sí que por mi


culpa Emmanuelle se había desquiciado! ¿Qué le había pasado al que hasta hace poco era
mi chico? ¿Estaba loco?— No quiero hacerte más daño del que te hice ya; pero, tampoco
puedo decirte que voy a volver contigo ¡Eso nunca va a pasar!
— ¡Me partes el corazón!—sus lagrimas siguieron recorriendo sus mejillas, y ya mis
muñecas comenzaron a dolerme; pero él, no me soltó— ¡No sabes cuánto me duele que me
digas eso! ¡No sabes cuánto daría yo para escucharte decir nuevamente que me quieres,
que me amas y que quieres pasar el resto de tu vida conmigo! ¡No sabes cuánto quiero que
vuelvas conmigo!

—Emmanuelle ¿Qué quieres de mí?—ansié sin poder lograrlo, liberarme de su


enganche; pero Emmanuelle hizo más presión en mis muñecas ¡Por favor que alguien me
ayudara! Sin darme cuenta nombré a la única persona que podría salvarse de esa
situación, y era mi esposo— Yo soy una mujer casada y Christopher… —Sí, Christopher
me salvaría y con él yo debería estar en ese momento—Christopher…

— ¿Christopher qué?—dejándome bastante sorprendida de un segundo a otro llegó


Christopher al lugar. Tenía una voz sensual, ronca y espinosa y a leguas se le notaba la
rabia que afloraba a flor de piel.

— Christopher…—me zafé del agarre de Emmanuelle y corrí tras de mi esposo; éste


con su bendita y malvada mano me agarró del muslo en clara demostración de que si mi
ex se atrevía a acercarse nuevamente a mí; entonces él iba a darle una golpiza

Emmanuel; a continuación no dijo nada; solo me miró por unos segundos que
parecieron eternos y sin quedarse a intentar mantener una conversación medianamente
serena, se marchó de ese lugar. Por lo que, apenas eso ocurrió, Christopher trémulo se
alejó algo de mí para tratar de pedirme ciertas explicaciones.

— ¿Qué te pasa?—me gritó hecho un duende infernal— ¿Por qué estabas de nuevo
con él? ¿Acaso no vez que eso me molesta muchísimo y es una situación errada?

— ¡No empieces; por favor!—Entrecerré los ojos jadeando—Ya por hoy he tenido
muchas situaciones incomodas y hasta dolor de cabeza tengo por ello.

—Woow— me desaprobó Christopher, agarrándome del brazo y llevándome hacia


la pared, donde me detuvo recostada y me hizo mirarla—entonces tú eres la que tienes
derecho a exigirme que no te moleste cuando te acabo de encontrar con tu ex.

— ¡Madura, por favor!—ironicé al darme cuenta que Emmanuelle y Christopher


querían los dos por separado tratarme como si yo fuera su títere monigote.

— ¡Eso te lo digo yo a ti!—sin pararse a solicitarme el debido permiso, introdujo su


rodilla entre mis piernas e hizo presión en contra de mí ¡Oh, era tan sensual! ¿Qué? No, no
y no, él no iba a comenzar a jugar conmigo.

— ¿Acaso no puedes ver ni entender que me siento mal?—le manifesté


chasqueando los dientes de la rabia; en tanto, un nudo en la garganta acompañado de un
puchero revelaban hacia afuera que me sentía algo alterada y deprimida— ¡No quiero
discutir más por hoy!
— ¿Te sientes tan mal?—me acarició la mejilla y mirándome con ojos de conejito
amoroso hizo que mi mente volara hacia el paraíso y más allá.

—Sí, me siento muy mal—por un segundo sentí que las piernas se me iban a
derribar y quise cortar esa conversación en seco diciéndole algo fuerte, pero no logré
hacerlo; puesto que, las lágrimas emprendieron nuevamente su recorrido por mis mejillas
y le revelaron a Christopher que además, de sentirme mal, la cercanía de él me hacía sentir
totalmente a su merced.

— ¿Es…es por él?—me preguntó algo indescifrable Christopher— ¿Es por


Emmanuelle?

— ¿Y si así fuera qué?—lo reté levantando el mentón y clavándole una mirada de “a


ti no te importa lo que yo haga”, pero eso pareció no afectarlo mucho porque no se alejó ni
un centímetro de mí; en cambio, se apretó más a mi cuerpo y me hizo sentir su maravillosa
piel— ¡Él es un gran chico!—le dije temblorosa y rápidamente lo oí reír.

— ¡No me digas mentiras!—actuó demasiado divertido para mi gusto y eso me


dolió enormemente; la idea era que ese abusador se pusiera celoso, no que actuara como
un payaso— Él sólo es un fulano que no sabe hacer nada mejor que estar detrás de ti como
si fuera un perrito faldero; yo en cambio, sí sé como besarte, sé que te vuelve loca y
aunque lo dudes ahora, yo te podría jurar ahorita mismo que pronto voy a hacerte mía
hasta llevarte al mismísimo cielo.

— ¡Mejor cállate! ¿Quieres?—le pedí; sin embargo, él no me hizo caso; en cambio


bajó su brazo por mi cuerpo y aprovechado que yo cargaba falta, introdujo su mano
derecha entre mi muslo.

—Hmmmm; así que te molesta que te hable de la verdad —me rozó con reto en su
accionar y su mirada, claramente se veía que quería era que yo me doblegara ante su
poder— y prefieres llenar de ilusiones de una posible reconciliación a ese mequetrefe y
venir a verte a escondidas con él cuando sabes que eso es algo indebido.

— ¡Por supuesto que no es así! —No, no, no; Christopher no podía estar pensando
tan mal de mí ¿O sí?—yo estaba aquí y él llegó de repente y se puso a hablar conmigo.

— ¿Sí?—me acarició sensualmente con los labios el cuello— ¿Y eso por qué?

—No sé, —temblé— yo solamente estaba aquí pensando en que ya estoy harta de
ser la princesa con la que tú quieres jugar como niño con juguetito nuevo y él llegó—no sé
cómo podía mantenerme de pie y menos cuando el muy canalla me mordió
seductoramente la nuca— Hace un rato…hace…olvídalo.

— ¿Qué?—pareció salir de su embrujo al que me estaba llevando a mí y se irguió


separándose a medias de mí.
— ¡Nada!— balbuceé intranquila; puesto que se suponía que no le iba a decir a mi
esposo que estaba celoso de las mujeres que lo rodeaban a cada rato; esquivé mi mirada y
decidí no responderle la pregunta— ¡Es una tontería! ¡Mejor olvídalo!

— ¡No, no, no; no lo voy a olvidar! —recostó la mano derecha de la pared detrás de
mí en clara señal que de allí no me iba a ir, si no le terminaba de echar el cuento.

— ¡Por favor, déjame tranquila!—continué mirando a un lado tratando de huir de


su examen sentenciador.

— ¿Por qué no me miras a la cara y me lo pides como debes ser?— me susurró a la


oreja y mis tímpanos se volvieron gelatina— ¿Acaso me tienes miedo?— al verme tiritar,
sonrió y me preguntó mordiéndome la oreja con bastante inmoralidad— ¡Termina de
decirme lo que estabas diciendo; por favor!—me pidió y su aliento sobre mi oído me
estaba volviendo una excéntrica pasional.

— ¡No era nada importante!—abrí los ojos de par en par tratando de que viera mi
mirada y creyera mi mentira, pensé que así él me dejaría en paz y se separaría de mí, pero
eso nunca pasó; en cambio, pareció acercarse más a mí.

—Yo veré si no es importante, —colocó la mano que le faltaba en la pared y terminó


de encerrarme entre su cuerpo—así que, ¿Qué me ibas a decir de hace un rato?

—Es que…es que…—no podía evitarlo, tenía que relatarle la verdad si quería
escapar de su amenaza sensual—Es que hace un rato te instalaste a hablar con Deini como
si ella fuera tu amiga; en vez de que fuera la mía y a mí me ignoraste por completo y ahora
vienes con ese carácter opresor a recriminarme mis acciones ¡Por favor!

—Yo…—su voz sonó arrepentida— ¡Yo no te ignoré!

— ¿Ah, no?—Ese Christopher sí que era un mentiroso ¿Cómo se atrevía a negarme


con una mentira una verdad que yo había visto con mis propios ojos? — ¡Pues, yo creo que
sí!—puse una de mis dos manos en su pecho y pude sentir su esbelto cuerpo calentarse
ante mi presencia— Me dejaste allí parada al lado tuyo y ni siquiera te importó que la
gente alrededor mío me señalara por no ser la mujer adecuada para ti.

— ¿Estaban hablando mal de ti?— ¡Oh, qué gran zoquete! ¿De verdad que me
quería ver la cara de tonta al hacerme creer que él no había percibido nada malo en contra
de mí? ¡Canalla malnacido!

—Sí, lo estaban haciendo—respiré profundo y le respondí—pero como tú estabas


tan cariñoso con Deini ni siquiera te diste cuenta.

— ¡No le pares a lo que digan los demás!—Me pidió ensimismado— ¡Imagínate


que si yo les prestara atención a todas las personas que me critican ya me fuera dado un
infarto!
—Pero a ti te critican para bien; —hice un nuevo puchero intentando hacerlo entrar
en razón, para que se pusiera de mi parte y no del resto de la gente— en cambio a mí me
critican solo para fastidiarme—bajé la mirada y miré al suelo para que él no sintiera
lastimas de mis profundas lagrimas— Ni siquiera mi madre puede decir algo bueno de mí.
Yo no soy un ser…yo soy nada.

— ¡No digas ese tipo de cosas!—me levantó el mentó y me dio un breve beso en los
labios — ¡Nunca digas esas cosas delante de mí!

— ¿Y cómo no las voy a decir?—le pregunté llorosa— Yo no Ximena o Anastasia;


solo soy una simple chica que se cruzó en tu camino.

— ¡Eso no es así!—me acomodó los cabellos detrás de la oreja y me miró con


delicia. Realmente que ese hombre sabía cómo hacerme caer rendida a sus pies.

—Me gustaría tanto ser diferente a lo que soy,—le confesé rasgando totalmente mis
sentimientos— quizás si fuera un poco más como mi mamá todos me quisieran.

—Gisèle es una gran mujer, —me acarició con el dedo las pestañas en señal de que
me estaba reconociendo entera en alma y cuerpo—creo que heredaste mucho de ella.

—No, no heredé nada de ella— ¿Por qué él me tenía que caer a mentiras si yo sabía
que eso no era cierto? Ximena era lo mejor de lo mejor y yo una basurita mal ubicada—
Ximena sí lo heredó todo; su belleza, su carisma, su elegancia e incluso su popularidad
ante los chicos.

— ¡Ven acá!— Christopher me terminó de atraer con fuerza hacia él y abrazándome


me consoló. Yo llorando chillaba como mensa ¿Por qué ni siquiera podía ser feliz a mi
madre? ¿Por qué acaso una chica que se metía conmigo en la infancia era mejor que yo,
aún en la actualidad? ¿Por qué hasta Christopher estaba tan cercano a Ximena que muchos
podían creer que ella era su esposa y no yo?

— ¡Quédate tranquila!—me pidió con el pecho agitado, sobándome la espalda en


señal de conforte— ¡Tú no tienes que ser como tu madre o como tu hermana!

—Pero si por lo menos fuera como Ximena, todos me querrían un poco más. —cerré
los ojos para sentir a mayor profundidad las caricias de mi esposo— A veces la envidio
tanto que me odio a mi misma por tan malvados sentimientos.

—Tú no tienes nada que envidiarle a Ximena; —me besó la oreja y luego el
cabello— eres única y maravillosa y eso es lo que me gusta de ti.

—Tú dices eso porque siempre quieres defenderme porque no te queda de otra, —
aunque me dijera que yo le gustaba millones de veces, sabía que no podía creerle a alguien
tan cruel como lo era él—sin embargo, estoy segura que hasta tú te has visto seducido por
la belleza de Ximena.
—A mí ella no me importa; en cambio…—me olió los cabellos y su mano en mi
espalda trató de mantenerme tranquila— ¡Tú me fascinas!—me confesó finalmente; en
tanto titubeaba entre la pasión de besarme como realmente tenía ganas y las ganas de ser
un buen samaritano.

— ¿Te fascino?—Le pregunté sorprendida soltándome un poco de su agarre, pero


sin retirarme de su cercanía— ¿Y eso por qué…?

—Porque eres una gran mujer y además muy linda—al oírlo decir aquello lo
acerqué hacia mí y le rodeé el cuello con los brazos—porque haces que me sienta diferente
y me haces mejor persona, porque cuando estoy contigo creo que me voy a volver loco
sino te beso—entonces, se apresuró hacia mí y me contuvo contra la pared totalmente a su
subvención— ¡Esos labios son únicamente míos!—se agachó un poco y llegó hasta mis
labios; no lo pude evitar y me dejé besar, mis brazos se apoyaron en sus hombros y dejé
que su boca hiciera con la mía lo que le diera la gana, él me beso duro y con enorme
seguridad ¡Definitivamente que este hombre me quería ver de rodillas ante él! Su poder
sobre mí era grandísimo y en ese instante estaba quedando nuevamente demostrado.

Nos besamos con ansias y las manos de Christopher hicieron estragos por todo mi
cuerpo. Ese hombre me estaba volviendo loca del deseo ¡Lástima que estuviéramos en una
zona pública! ¡Cállate, Ashley! Me pedí a mi misma porque sabía que el estar excitándome
con algo como aquello era un error garrafal.

— ¡No quiero verte nunca más cerca de Emmanuelle!—me susurró al oído y de


golpe, las sensaciones que sentía por todo mi cuerpo se volvieron un hielo
descompensado.

— ¿Qué…? ¿Qué dijiste?— lo miré furiosa, y totalmente agotada para protestar lo


empujé lejos de mí— ¿Qué dijiste?

—Lo que escuchaste…—me expresó duramente—Si te vuelvo a ver cerca de tu ex,


voy a acabar con ese mequetrefe.

— ¿Te volviste loco?—le pregunté aún sin salir de mis casillas en totalidad—
Emmanuelle y yo somos amigos y no voy a separarme de él— ¡Yo y mi bocata! ¿Acaso no
era yo la que hacía un segundo estaba asustada por el accionar de mi ex? Definitivamente
me estaba volviendo de manicomio.

— ¡Pues, vas a tener que hacerlo!—Christopher me retó—A mi no me interesa que


llores por alguien como él; yo lo que sé es que no vuelven a estar tan cercanos como hace
un rato los encontré.

— ¡Estás loco!—¡Oh, y ahora yo iba a ofender a Christopher para defender a


Emmanuelle, no; yo no estaba loca, estaba psicópata.
— ¡No quiero que comiences a llorar nuevamente como tonta!—el muy
desgraciado se burló de mí en mi cara y con la sonrisa más cínica que pudo poner— ¡Si vas
a llorar; hazlo lejos de de donde hayan personas! En donde nadie te vea.

— ¡El llorar es un derecho, no una obligación!—quise actuar lo más segura de mi


misma para darle donde más le dolía a mi esposo y era en mis sentimientos hacia él—
Además; chico, el día que aprendas que llorar no significa tener la razón, que querer no
significa que eres dueño de alguien, que la sangre que derramas no te hace más valiente
que los demás; ese día seguramente sabrás lo que es el amor y podrás entender a qué se
debe mi llanto de hace un rato—caminé unos pasos dispuesta a marcharme; pero él otra
vez me detuvo.

—Yo nunca lloro—me susurró entrecortado—pero igual necesito saber; ¿Qué tiene
que ver el amor con tu llanto de hace unos segundos?

— ¿Qué quieres decir?—decidí que no valía la pena confesarle la recién atracción


que recién había descubierto que sentía por él; no valía la pena—Tú eres demasiado
inteligente; así que ya deberías haberlo averiguado.

—No soy nada de eso; sólo soy un hombre al que tú quieres volver un conejillo de
indias—me manifestó y mis ojos se clavaron en él para intentar entender su raro cambio
de humor durante ese largo conversatorio.

— ¿Y por qué supones eso?—lo interrogué tratando de buscar respuesta a mis


necesidades; ya que, aunque mi mente lo negara mi corazón quería escuchar
testarudamente de aquel hombre; que me quería, que me adorara y que fuera lo más
importante para él.

—Porque soy Christopher y tú Ashley—dijo eso comenzó a reírse como un niño;


como consecuencia de ello, yo quedé fascinada de verlo relajarse tan paulatinamente al
frente de mí.

— ¡Oh, tenemos un problema!—quise seguirle el juego al chiste y comencé a


caminar lejos de él, pero el muy canalla anduvo detrás de mí.

— ¡No juegues conmigo, Ashley!—hablaba intentando alcanzarme— ¡Te di una


orden y espero que la cumplas! ¡Esta terminante prohibida que hables con tu ex novio!

— ¡Eso no es justo!—me di la vuelta y lo empujé intentando que no me alcanzara;


luego de eso seguí caminado; más, él no dejó de perseguirme.

— ¿No es justo qué, chica?—caminó entre la gente intentado no hablar tan duro
para que la gente no notara nuestra discusión; sin embargo, a mi no me importaba el show
que seguramente estábamos haciendo en ese momento.
¡Tú si eres especial, chico!—pude sentir los flas de las fotos que rodeaban nuestro
espacio; sin embargo, eso no me hizo detener— ¿Coqueteas y te acuestas con todas las
mujeres que pasan por tu camino y vienes a exigirme que deje de tratar a Emmanuelle?

— ¡No me vengas con tus pataletas, Ashley!—me detuvo en la puerta de la limusina


y haciéndole señas a un guardaespaldas, le pidió que recogiera todas las cámaras que
estaban en ese lugar y que nos habían fotografiado de forma ilegal.

— ¿Mi pataleta?—le pregunté sin poder creerlo; así que él creía que mi llanto era
una simple y boba pataleta de niñita malcriada. ¡Ahora sí que me iba a conocer porque
aunque me gustara no iba a ceder ante esa atracción!

—Para que lo sepas—me empujó contra la puerta y me hizo mirarlo frente a


frente—Yo no me acuesto con todas las mujeres que se cruzan en mi camino.

—Sí, claro—lo empujé yo a él y le ordené al chofer que me abriera la limusina—Esa


fama de picaflor que tienes se debe a lo mujeriego que has sido siempre.

—Admito que antes de casarme contigo era mujeriego, —me expresó en tanto, yo
hacía como si no lo estuviera escuchando y me disponía a subirme al vehículo— pero
ahora con la única mujer que quiero estar eres tú— ¡Oh, vaya que lo había dicho tarde
porque ya yo me había subido a la limusina y había decidido otra vez, que no iba a caer en
sus redes nuevamente!

Al final terminé llegando al palacio y encerrándome en la habitación real, me


importaba muy poco lo que pudiera pensar la reina madre de mí y de mis continuas
huidas al dormitorio para no compartir con nadie; pero yo, ya estaba cansada de luchar y
de luchar para que la gente me medio respetara; ahora hasta Christopher quería burlarse
de mí y eso que ya me había admitido a mi misma que sentía algo por él que iba más allá
de la atracción física.

Más, las cosas parecieron ir empeorando en vez de mejorar; durante el fin de


semana ocurrió otra fuerte pelea entre Christopher y yo, y realmente no sabía a dónde nos
iba a llevar esa situación tan conflictiva.

Las cosas comenzaron cuando salí de boba a los lados de la piscina principal en
búsqueda de mi hermana para informarle que mi madre la andaba buscando para ir de
compras, pero que no había podido comunicarse con ella porque al parecer tenía el
teléfono apagado. Llegué a dicho lugar y lo primero que noté es que estaban en una
parrillada intima Ximena, Anastasia y mi esposo.

Christopher estaba pidiéndole a uno de los empleados un par de bebidas en el bar


de la piscina; en tanto el olor a parrilla se sentía delicioso. Yo no había sido invitada a
aquel compartir, pero tampoco estaba pasando por allí porque deseaba que me tomaran
en consideración; yo me sentía inferior, más no para tanto. En conclusión, mientras me
acercaba a la piscina pensaba era en que le daría el recado de mi madre a Ximena y me iría
de allí rápidamente y así no molestaría más a nadie.

Pero, cuando llegué a un punto bastante próximo a los festejantes, me molesté


nuevamente de mi mala suerte al ser la esposa de un príncipe como Christopher, todo
mujeriego y asediado por las mujeres que lo rodeaban. Apenada de que me vieran me
escondí detrás de una mata de coco, y desde allí pude ver lo que estaba sucediendo.
Ximena estaba tomando el sol acostada boca arriba en un sillón colocado exclusivamente
para broncearse en la comodidad del palacio. Ella cargaba un sexy traje de baño tipo tanga
que no dejaba mucho a la imaginación, con un mini sostén que dejaba casi todo su perfecto
busto al aire y Christopher estaba sentado en otro sillón, colocándole bronceador en las
piernas con una cara de hombre afortunado que a mí me molestaba muchísimo.

Desde la mata de cocos, los podía ver conversando muy cariñosamente y eso me
disgustaba. ¿Qué Diablos hacía Christopher con Ximena? Por momentos como esos es que
sentía que ese matrimonio no valía la pena. Ahora que me gustaba, mejor dicho que me
encantaba él como hombre, venía Ximena a romper el hechizo.

Me acerqué sigilosamente como una espía a donde estaban ellos dos y me escondí
en otra mata de coco; puesto que, necesitaba saber de qué carajo estaban conversando esos
dos. Allí noté que Anastasia estaba nadando y que también vestía un traje de baño
“pequeñito” para los ojos de cualquier ser humano.

— ¡Te acostumbraras! —le escuché decir a Christopher y eso me pareció extraño ¿A


qué se tenía que acostumbrar mi hermana?

— ¿De veras? ¿Realmente crees que podré acostumbrarme a la vida de la realeza?—


escuché la voz infantil de Ximena y me chocaron los tímpanos de los oídos, es que
escuchar a mi hermana preguntar ¿De veras? era algo inimaginable para una personalidad
tan perfecta como la que tenía ella. Es que era muy absurdo que Ximena preguntara algo
tan ilógico y tonto ¿Si no lo sabía ella por qué le preguntaba a mi esposo?

―Después podrás hacerlo…—le manifestó Christopher conteniendo la respiración.


En tanto, desde mi lugar oculta, yo podía notar claramente que él estaba bastante aturdido
por las caricias indirectas que mi hermana le hacía en la espalda bastante aprovechada de
la cercanía que poseían los dos—eso con el tiempo pasa y veras que te parecerá de lo más
normal—dijo él irguiendo un poco el cuerpo y levantándose del sillón.

— ¡Sí tú dices eso; entonces esto va a estar muy bien!—le expresó contentísima
Ximena, poniéndose de pie de la misma manera que mi marido—pero mientras eso pase
tengo que adecuarme a la situación actual. Mejorar ciertos rasgos míos—ella se giró una
vez sobre sí misma y le mostró su cuerpo a mi esposo para que él pudiera mirarla a
profundidad.
— ¡Tú no tienes nada que mejorar!— Christopher tosió y miró hacia otro lato,
visualmente incomodo del camino que estaba tomando la conversación con Ximena.

— ¿Crees que preciso hacerme los implantes?—de repente le preguntó mi hermana


y él colocó los ojos como fuego, se estaba poniendo enfadado y yo escondida no sabía el
por qué ¿Acaso se estaba arrepintiendo de haberme escogido a mí y no a ella? ¿Acaso
quería estar más a solas con mi hermana? ¡No, no y no, eso no podía ser así! Seguramente
que estaba bravo por el descaro con el que Ximena se refería a su cuerpo ante él.

— ¿Qué clase de pregunta es esa? — Pude oír cuando Christopher le preguntaba


rabioso a Ximena casi que tratando de no gritar para que la gente que pasara por allí no
sospechara de ellos— ¿Por qué dices eso ahora?—le inquirió.

—Mi hermana tiene los senos muy pequeños y bueno yo sé que a los chicos les
gustan grandes—ella le reveló con total soltura y yo desde mi escondite no pude evitar
taparme mis pequeños senos, o sea, eso no era problema de ella, mi cuerpo era mi templo
y yo no tenía que operarme para ser mejor persona ¿O sí? ¿Sería que a mi esposo le
gustaban solo las chicas de senos grandes? ¿Entonces, a dónde quedaba yo?— A veces yo
creo que soy demasiado fea porque los chicos no me toman en serio—le dijo osadamente
Ximena y él arrugó el gesto— ¿A ti te gusto alguito?—le preguntó.

—Tú…Tú eres estupendamente fabulosa y hermosa—le expresó ya bastante


enfadado Christopher; yo lo miré y me mordí los labios de verlo algo desubicado y sin
saber que decir en una conversación tan informal; es más, a él, se le notaba tan
energúmeno y furioso que a leguas se veía que a cada rato se tocaba la frente como si
estuviese contando mentalmente para no salirle con una mala palabra a mi hermana.

Era tan extraño el tema que estaba tratando mi esposo con Ximena y era
considerado tan parte de una trama oscura incapaz de discutirla en ese breve dialogo que
sostenía con mi hermana; que yo me quedé con la boca abierta cuando Christopher de un
instante a otro y sin dar mayores explicaciones, seccionó la conversación que estaba
llevando a cabo, dándole la espalda a mi hermana y alejándose de ella para finalmente
regresar al palacio.

Entonces, yo no me preocupé en darle ningún recado a mi hermana de nuestra


mamá, la cercanía de Christopher con Ximena ya me tenía harta y lo mejor era que me
alejara de ella, antes de que de un empujón mal dado yo la arrojara a la piscina para que se
mojara sus cabellos alisados la fuerza. ¿Cómo qué yo tenía los senos pequeños? ¿Por qué
le preguntaba cosas tan intimas a un hombre casado? ¿Por qué seducía a mi marido con tal
desvergüenza?

Me fui hacia la plaza real más cercana y allí se me senté en uno de los bancos a
mirar el paisaje, necesitaba respirar aire limpio antes de que mis rabias me pudieran
provocar un ataque al corazón. No pasó mucho tiempo cuando Christopher llegó a
realizarme compañía, o más bien a molestarme mi poca tranquilidad.
— ¡Hola cielo!—me dijo al oído y me abrazó, en tanto se sentaba en el mismo banco
en donde estaba yo.

— ¡No me digas cielo, ni se te ocurra y no me abraces!—lo corté de inmediato


quitando sus manos de mi espaldas. Definitivamente que Christopher era un descarado,
mujeriego y sinvergüenza que no le importaba flirtear con dos hermanas casi que al
mismo tiempo.

— ¡Estas de malhumor para variar!—manifestó, luego se acomodó en su asiento y


montó una pierna sobre la otra— ¿Y ahora qué te pasa?—me preguntó distrayéndose un
rato mirando a las palomas comer cosas del suelo.

—Eres…eres…eres insoportable—me puse totalmente rígida y furiosa ¿Acaso no


podía leer en mis ojos que me sentía celosa por su cercanía con Ximena de hace un rato?
¿O que me ponía furiosa verlo tan próximo de Anastasia? ¿O que simplemente si lo veía o
lo imaginaba con otra mujer mi cuerpo ardía de la rabia? Uff ¿Por qué los hombres tenían
la tendencia de ser tan cabezotas siempre?

—Con todo y eso soy el hombre que te ama y al que amas—me afirmó complacido
y a continuación se levantó del asiento con total seguridad en sí mismo y espantó a las
palomas, las cuales rápidamente salieron volando de la plaza para posarse Dios sabe a
dónde; a continuación se puso las manos en las caderas y sonrió por hacer algo tan
infantil— Con todo lo insoportable que soy tú no puedes vivir sin mí—me certificó algo en
lo que indudablemente tenía la razón.

— ¡Cállate!— le grite y furiosa me levanté de mi asiento y acercándome a él le di


una cachetada a lo que el susodicho respondió gritándome bastante molesto.

— ¿Se puede saber qué te pasa?—me dijo con aspereza— ¿Por qué me pegas? ¡Lo
vuelves a hacer y te vas a arrepentir toda la vida!

— ¡De lo que me arrepiento es de haberme casado con una persona tan machista y
mujeriega como tú!—le grité mirándolo fijamente.

— ¿Y ahora qué te pasa?—me preguntó molesto y bastante impaciente.

Yo lo miré y me mordí los labios, dudosa de lo que le iba decir, la verdad era que no
quería decirle que lo había visto cariñoso con Ximena, pero las palabras se me salieron de
la boca como un relámpago.

— ¡Deja de seducir a mi hermana!—grité desenfrenada y él al escucharme decir


algo tan absurdo como eso, se quedó en stop por un par de segundos claramente
impresionado por mis palabras; yo volteé disgustada mi cara a un lado y pensé que lo
mejor era no mirarlo directamente a los ojos para no darle ningún tipo de explicación.

— ¿Qué…qué acabas de decir?—su ojos se desquiciaron como los de un mismísimo


dragón y tomándome de la quijada me hizo mirarlo.
— ¡Nada!—le respondí asustada— ¡Yo no he dicho nada!

—Dijiste que estaba seduciendo a tu hermana…—farfulló Christopher.

—No, no he dicho nada, nada de nada—negué mis propias palabras en la boca de


mi esposo.

—Dijiste que estaba seduciendo a tu hermana…—me repitió Christopher y yo con


solo verlo tan seguro de sí mismo y de haber escuchado lo que él me estaba diciendo;
decidí que debía negar todo hasta el final; así que me mordí la lengua y pensé que esa vez
no iba a soltar prenda.

—Yo…—mi boca se sentía reseca— ¡Yo no dije nada!

— ¡Dijiste que estaba seduciendo a tu hermana!—me tomó por los hombros y


frenéticamente me miró temerario— ¿De qué coño estás hablando, Ashley?

—Bueno…—respiré profundo y decidí que lo mejor que podía hacer era enfrentar
los problemas en el momento que se iban presentando y no dejarlos para después— ¿Y
cómo llamas a estar de coqueto con ella en la piscina?

— ¡Ah!—bajó la manos de mis hombros y se las puso a ambos lados de las


caderas—Así que me estabas viendo—sonrió con orgullo y yo no entendía el chiste de
todo eso; debería estar asustado porque yo lo había descubierto y no acusándome de
andar vigilándolo.

—Yo…—sí, lo estaba viendo pero no había sido culpa mía—Yo… pasé por ahí por
casualidad—traté de ser lo más sincera posible; más él no me creyó nunca.

— ¡Vaya, vaya!— me acarició la mejilla y su dedo índice sondeó con peripecia mis
parpados— ¡Así que me saliste una espía celosa!

—Yo…—intenté hablar lo más tranquila posible; ya que, me ponía nerviosa el estar


tan cerca de su holgado cuerpo y el entender que él no estaba molesto ni se veía nervioso;
en cambio yo, sentía las piernas tiritar como gelatina— ¡Yo no te estaba espiando!

— ¿Y cómo me viste entonces?—me preguntó al oído con un susurro que hizo que
mi garganta se contrajera cabalmente.

— ¡No sé!—mascullé ardiendo por dentro y por fuera.

— ¡Sí, no lo sabes!—me dijo sonriéndome y separándose de mi cuerpo— ¡Me gusta


que no sepas decirme mentiras!—me confesó; en tanto yo lo miraba perturbada porque
sabía que él podía sentir mis nervios ante su presencia— ¡Me gusta que tu cuerpo se ponga
a temblar cuando me acerco a ti! ¡Me gusta que no seas capaz de decirme las cosas que
saben que ya yo conozco! ¡Me gusta que tu voz diga cosas que tu cuerpo niega al mismo
tiempo! ¡Me gusta que tu cuerpo tirite cada vez que te toco, te rozo o te acaricio!
— ¡Yo no me pongo así!—intenté negar algo que ambos sabíamos que era cierto.

— ¡Quizá deberías comenzar a aceptarlo, Ashley!—dijo aclarando su voz— ¡Ambos


sabemos que te gusto!—me manifestó y luego me pasó por un lado y caminó derechito al
palacio sin voltear una vez a ver a donde yo me encontraba. Finalmente, al saberme sola,
pude respirar profundamente y soltar el aire que tenía contenido. Me gustaba ese hombre,
me encantaba ese mal humor, me fascinaba ese esbelto cuerpo y, estaba celosa de verlo con
las demás mujeres. ¡A mí misma no me lo podía negar!

Pasé lo que quedaba de ese día en el parque y cuando ya la tarde estaba


amenazando con desaparecer, decidí ir al dormitorio a arreglarme para la cena. Durante el
trayecto hacia la habitación pude percibir que Ximena y Anastasia estaban tomando el té
en uno de los salones, donde charlaban amigablemente, tal y como si ellas dos fueran las
hermanas y no Ximena y yo.

Cuando entré al dormitorio me encontré a Christopher, él se estaba poniendo una


camiseta bastante ajustada y cómoda y al verme ni siquiera se incomodó o hizo el intento
de cambiarse la ropa en otro lugar; en cambio, me ignoró totalmente. Yo, por mi parte, me
puse roja como un tomate, ya que, le había visto el pecho y casi que los bóxer, porque tenía
el cierre y el botón del pantalón abiertos.

De la impresión simulé que no lo quería ver y cerré los ojos; pero eso fue peor para
mí; sin ningún control me enredé conmigo misma, choqué con unas mesas de vidrios y
luego de turbar todo, fui a parar al suelo, en donde me había cortado accidentalmente con
los vidrios rotos. Christopher corrió como loco hacia mí para auxiliarme, y no se paró ni
un segundo para sacarme de allí. En veloz carrera me alzó en sus brazos y me recostó en la
cama. Sorprendentemente solo me había cortado levemente la rodilla derecha, pero igual
me sentía mortificada ¡Yo y mis metidas de patas!

Christopher abrió de prisa el botiquín de primeros auxilios, sacó de allí algodón,


vendas, alcohol y una solución médica y luego se puso de rodillas delante de mí con el
algodón lleno de alcohol en las manos. Yo lo miré a los ojos profundamente y su mirar no
me reveló nada; definitivamente ese hombre era un Dios terrenal. Y no solamente lo era en
lo de lo guapo, sino que era capaz de arrodillarse ante mí únicamente que para curarme.

Christopher me acomodó las piernas con delicadeza en el colchón de la cama y me


abrió las piernas ante él; como yo cargaba un vestido cómodo, intentó ignorar que desde
su lugar en el suelo podía verme más íntimamente; así que, se dispuso a curarme la
herida. Yo temblé al sentir el contacto de sus dedos sobre mi piel.

Pero, igual las sensaciones de mi piel y yo misma no podían creer que esto estuviera
pasando, él estaba allí tan cerca de mí, curándome algo que yo misma me había
provocado. ¡Eso no podía ser cierto! No lo podía negar, él era todo un caballero.
— ¿En qué estas pensando?—me preguntó mi esposo mirándome tiernamente a los
ojos; al ver que yo no hablaba con él.

—Yo…—no hallaba qué decirle; puesto que, el corazón me palpitaba


aceleradamente y el deseo de recibir por lo menos un beso me estaba desquiciando el
proceder.

— ¿Tú qué?—me preguntó extrañamente sumiso.

— ¡Yo…yo no me caí a propósito!—le dije y comencé a llorar otra vez en ese día
¿Qué carajo me estaba pasando últimamente? ¿Sería que tenías las hormonas
alborotadas?— ¡No fue de forma furtiva!—chillé— ¡Lo siento mucho! ¡Soy un desastre
total!

— ¡No, no, no!—me pidió frenético— ¡No pienses en esas cosas; por favor Ashley!

— ¡Me caí por tonta!—perdí el poco orgullo que poseía y dejé que las lagrimas le
revelaran a Christopher que mi cabeza estaba vuelta una telaraña; bastante confundida y
toda una chifladura.

—No, claro que no—sonrió y al unísono me colocó la venda en la pierna; para que
la herida estuviera protegida.

— ¡Por favor, dime lo que en verdad piensas!—le supliqué—No me digas mentiras,


sólo para hacerme sentir mejor. Sé que soy una completa calamidad

Pero, él pareció no escucharme; colocó su dedo índice en mis pestañas y se dedicó a


acariciarme los ojos y a limpiarme las lágrimas. ¡Vaya, esto se estaba volviendo una
costumbre!

—Me encanta tu pestañeo—se acercó a mí y me besó las pestañas—No sé cómo


pude haber vivido antes sin ti.

— Christopher…—cerré los ojos y me encantó percibir otra vez ese sentimiento de


atracción que había entre mi esposo y yo. Jamás con Emmanuelle sentí algo igual, con
Christopher me derretía desde los dedos de los pies hasta la raíz de mis cabellos.

— ¡Te amo!— me dijo mordisqueándome el cuello y a continuación, yo gemí—y


aunque intente esconder ese sentimiento ante los demás, contigo se me hace muy difícil—
introdujo su mano entre mi vestido y me acarició entre las piernas. Sí, sí, esto era lo que
quería, con Christopher tocándome así ya nada malo me podría pasar.

— ¡Perdóname!—me dijo de pronto Christopher y eso me sacó de un trance de


seducción que me dejó más confundida que nunca ¿Por qué me pedía perdón ahora?

— ¿Por qué?—pregunté con voz ronca y aunque le daba vueltas y vueltas a mi


cabeza no sabía cuál sería su respuesta— ¿Por qué te debo perdonar?
— ¡Perdóname por hacerte casarte conmigo!— ¿Qué? ¿Mis oídos estaban
escuchando bien? ¿Ese poderoso hombre me estaba pidiendo perdón? ¿De verdad que él
podía hacer algo como aquello?

—Yo…yo no sé qué decir—y realmente no tenía palabras en mi boca que fueran de


gran significado para él.

Christopher vacilante, guió su mano hacia mi muslo y lo tomó con orgullo como
diciendo “Todo esto es mío”, de inmediato yo cerré los ojos y me dediqué a seguir
sintiendo “Sí era todo de ´él, “Sí, yo era completamente suya” “Sí, me tenía a su merced,
como desde que nos casamos había querido”

A continuación, él aprovechó ese momento de desacierto mío y se acercó más a mí


para hacer algo que ningún hombre me había hecho hasta ahora. Colocó sus labios en la
rodilla herida y comenzó a besarla con ardor, mi cuerpo se irguió de forma sensual y un
mmmm salió de mis labios. Pero, el muy descarado no se limitó solo a eso, cuando me
oyó gemir hondamente, pareció volverse todo un semental me abrió más las piernas y
comenzó un recorrido de besos por todas las piernas hasta mis entrañas.

—Me gusta oírte desearme—me susurró en el ombligo y yo lo abracé como


queriendo que no se marchara nunca de allí; más, él no se alejó en ningún momento, en
cambio colocó su mano izquierda sobre mis senos y con un solo roce hizo que mi piel
estallara de múltiples sensaciones— ¿Cómo puedes creer que ando coqueteando con
Ximena si solo tengo alma, cuerpo y ojos para ti?—me preguntó y su otra mano me tocó
mis partes intimas.

— Christopher…— ¡Oh, ahora sí que estaba perdida! Él estaba requeté pasando mis
barreras.

—Dime, princesa ¿Qué tengo que hacer para que confíes en mí?—me preguntó
soltándome un poco para poder mirarme como lo estaba haciendo en ese momento; es
decir con ojos llenos de millones de esperanzas— ¿Qué debo hacer para que me perdones
todos mis errores?

Yo…—sí, esa era mi oportunidad de separarlo un momento de mí, si no lo hacía él


y yo íbamos a terminar teniendo sexo—Yo…no estoy feliz con este matrimonio; así que si
quieres que te perdone déjame tranquila—alcancé a decirle; pero él pareció no verse en
ningún momento sacado de su casilla; sonrió y me acarició la mejilla.

—Tu boca dice eso pero tu corazón quiere que lo seduzca, que lo abrace y que le
haga el amor—fue directo al grano y supe que él por sus palabras, ya estaba enterado de lo
que mis pensamientos me repetían en la cabeza.

— ¡No me hagas esto; por favor!— le manifesté escondiendo la mirada; ya que,


sinceramente en esa situación deseaba más golpearlo para que dejara de atraerme tanto,
que oír las cosas que él me decía—Si me case contigo no fue por amor fue porque fui
obligada a hacerlo—le expresé al decidir darle donde más le dolía y donde yo sí tenía la
razón; puesto que, sabía que esa sí era una buena forma para hacer que mi cerebro
volviera a su lugar y mi corazón se calmara un tanto.

— ¡Tú me amas!—me expresó segurísimo de sí mismo— ¡No te hagas la extrañada!


¡Deja ese orgullo y acepta que me amas!

— ¿Qué, ahora vas a profundizar en mi alma para decidir por mis sentimientos?—
protesté ¡Ay, ahora sí que estaba en el desierto! ¡Christopher me tenía en la cama, me
estaba acariciando y con solo mover un dedo podía hacer que me volviera suya!

—No, no tengo que hacerlo, ya yo sé lo que sientes por mí— me tomó la mano y
acarició mi anillo de bodas.

— ¡Christopher, no juegues conmigo; por favor!—le supliqué y el besó el anillo con


mucha modestia.

— ¡Ay, Dios definitivamente eres única y no te cambiaría ni por el mayor tesoro del
mundo! Este anillo y tus sentimientos hacia mí quieren decir que nuestro matrimonio no
fue en vano. Valió la pena obligarte a casarte conmigo.

— ¡Pero…pero que creído eres vale!—tartamudeé— ¡Yo no siento nada por ti!

— ¿Lo dices en serio?—me hizo mirarlo a los ojos y nuestras miradas de cruzaron
en un clima de seducción y de deseo uno por el otro.

— ¡Por…por supuesto!—le afirmé temblorosa.

—Eso quiere decir que si te beso horita no me vas a responder ¿Verdad?—me


preguntó seductoramente besándome detrás de la oreja.

—Claro…claro que no te voy a responder—yo lo miraba y no sabía qué le iba a


responder; mi cuerpo lo deseaba, pero mi razonamiento me decía que él no se merecía mi
amor, que él era un mujeriego y que me seguiría haciendo sufrir.

¡Entonces…—me acostó rápidamente en la cama y se colocó sobre mí—Entonces


probemos…! ¡Voy a hacerte mujer! ¡Mi mujer!

— ¿Qué? ¿De qué…?—No me dejó razonar ni un segundo, en un momento me


atrajo hacia él y me besó con pasión; y allí se me olvidó lo que estaba diciendo, yo solo
quería sentir esos labios carnosos que me estaban volviendo loca de pasión.

Sus manos acariciaron mi cuerpo de arriba hasta abajo y mis labios y mi garganta
gemían una y otra vez, realmente que era un hombre experto en lo de seducir a una mujer.
Su lengua viajó por mi boca y su cuerpo me templó contra la cama con tanta magnitud,
que yo estaba segura que si no fuera sido por la resistencia de la cama, ambos fuéramos
terminado arrojados en el suelo. Definitivamente que si esto lo hubiésemos hecho en mi
cama de mi casa anterior, el piso habría sido nuestro refugio.
Pero él volvió a actuar como un miserable y las chispas que en algún momento
pudieron existir entre los dos y los deseos míos de entregarme a él se esfumaron cuando
se levantó con paciencia de la cama y me dejó abandonada boca arriba, mirando su cara
sonriente.

— ¿Te das cuenta que si estás enamorada de mí?—me dijo irónicamente— Yo sé lo


que sientes por mí. Te conozco demás y aunque me repitas un millón de veces que no me
amas, hay cosas que ni actuando en el mejor teatro del mundo se pueden fingir.

— ¡Hombres!—rápidamente, al oírlo decir aquello me senté en la cama bastante


avergonzada de mi accionar; yo me había comportado como una prostituta y Christopher
como realmente no me amaba, se había vuelto a burlar de mí y de mis sentimiento— ¡Los
hombres como tú son criados por las mujeres totalmente alejados de la realidad!

—Ja, ja, ja—se rió demasiado relajado para mi gusto— ¿Entonces mi madre no me
supo criar? ¡Esa te quedó buena!

— ¡Imbécil!—bastante humillada le arrojé una almohada que el logró esquivar


porque se movió de lugar, yo al ver que no logré pegársela le arrojé otra, otra y otra; y
ninguna se la pegué porque el muy condenado sabía cómo moverse para evitar mis
almohadazos.

— ¡Siempre querida!— corrió a través del dormitorio burlándose de mí como si del


propio niño se tratara, y sin lograr que yo le pegara por lo menos una sola vez con la
almohada buscó su camino hacia el baño— ¡Siempre! —me gritó cuando se iba y esa
palabra se me quedó tan grabada, que aún en la cena, no entendía ¿Qué carajo y qué
bueno le había visto yo a ese miserable?

Me acosté a dormir sin dirigirle la palabra a mi esposo, yo tenía o creía tener la


conciencia tan sucia por lo que me había dejado hacer con Christopher en ese día que
pensé que durmiendo se me pasaría todo ello. Pero, no podía dormir y aunque daba y
dabas muchas vueltas en la cama, mis ojos no querían colaborar conmigo.

Por lo que, ya cansada, no aguanté más y me senté en la cama para tratar de


manejar con más calma lo sucedido, en esa posición me estiré sobre mí misma y respiré
constantemente; luego vi a Christopher dormido y me encantó mirarlo así ¡Él era tan
guapo! Más, no era el hombre para mí, él sólo me usaba y quería verme hincada en el
fuego del infierno venerando su poder.

Agotada de ver las horas pasar y pasar sin más nada que hacer, me levanté de la
cama y salí de mi dormitorio. A continuación paseé por un pasillo sin rumbo fijo mientras
pensaba ¿A dónde podría irme para olvidar todo? ¿Si mi vida fuera diferente acaso sería
feliz? ¿Realmente Christopher se merecía tanto mis preocupaciones?
— ¿Qué haces aquí?—asombrosamente Anastasia se me apareció de pronto frente a
frente. Yo la miré y arrugué el gesto, mi suerte no podría ser tan mal como para que de
paso tuviera que aguantarme a esa mujer a esas horas de la noche.

— ¡No es asunto tuyo!—le dije e intenté pasarle por un lado, pero no lo logré ella
me contuvo y en eso, la pude ver sonriendo tal y como si estuviera exponiendo el gran
poder que esparcía a su alrededor. Realmente que esa tipa era una arpía.

— ¿Qué haces de noche por aquí tan sola?—me preguntó arrugando los labios, y
eso me molestó muchísimo, ya estaba sinceramente agotada de que esa bruja estuviera
intentando llevar una charla conmigo solo para buscar la manera de humillarme.

— ¡Me imagino, que no lo mismo que tú!—le rezongué y después pasé por su lado
con paso firme y sin detenerme— ¡Buenas noches! –gesticulé al viento dando por
terminada la conversación.

— ¿Por qué no terminas de irte y dejas a Christopher en paz?—pareció darse cuenta


que yo estaba desertando; por lo que se volteó a verme y me detuvo en mi ya experta
forma de huir de las cosas que me parecían malas.

— ¿Qué?—le pregunté desafiándola con la mirada. Anastasia estaba loca y la


prueba estaba en que no perdía oportunidad para molestarme; yo no quería hablar con
ella, yo no quería ser ni siquiera su amiga, prefería incluso verla a cien mil kilómetros de
distancia de mí, o más bien, no verla más; que tener que calármela todos los días.

—Ya él está arrepentido de haberse casado contigo—me aseguró sonriendo—Tú


eres tan poca cosa que un chico como Christopher pasaría pena si te tuviera que sacar a
una fiesta de la alta de la sociedad. Claramente estas mejor encerrada.

— ¡Tú…!—los dientes me rechinaban de la rabia— ¡Tú puedes decir lo que quieras,


pero no te voy a hacer caso! Quizás, yo no tengo dinero, no poseo la alcurnia que tienes tú,
ni la gente me adora como al mejor de los pasteles; pero igual la que sale en los papeles de
matrimonio soy yo. ¡Yo soy la única esposa de Christopher!

Terminé de decirle esas cosas a Anastasia y furiosa seguí con mi camino ¿Hasta
cuando me iba a tener que calar a esa mujer? ¿Y qué me pasaba a mí? Yo no era así, yo era
una persona racional y no peleonera; sin embargo, desde que me había casado con
Christopher, parecía siempre andar preparada para la próxima pelea en el ring.

Concluyentemente, mi existencia después del matrimonio se había transformado y


no para bien; ya que, en los últimos tiempos me la pasaba era tratando de esquivar los
golpes que la gente a mi alrededor me quería dar y no sabía el por qué de ello porque
tampoco yo misma me consideraba una ser tan malvado como para convivir así.

Si alguien antes de haberme casado y de sufrir ese aparatoso accidente me hubiese


dicho que iba a discutir con todo el mundo a cada rato, que iba a abandonar a mi novio
por casarme por conveniencia, que iba a llorar tanto y que de paso me iba a terminar
enamorando de un príncipe tan ruin como Christopher, sinceramente me hubiese reído en
su cara y no le habría creído ninguna de esas cuatro cosas.

Para mí; la lealtad, la paz, el amor y la confianza son valores y emociones que no se
pueden manejar como un juego de ajedrez en donde todas las piezas luchan por defender
al rey; para mí, siempre fueron importantes todas las personas, incluso si se trataban de
simple piezas del prototipo peón.

No obstante, ya esa no era yo; ahora intentaba acostumbrarme a mi nueva vida y


quizás por eso es que realmente no podía dormir esa noche. Sí, me había afectado mucho
lo que había pasado con Christopher; puesto que con Emmanuelle nunca llegué a algo tan
profundo; sin embargo, en ese momento si lo reflexionaba más, lo que menos me dejaba
dormir era el saber que ese matrimonio nunca llegaría a buen término y aunque cientos de
veces le gritara a mi esposo que no lo amaba, lo que más deseaba para mi vida futura era
estar con él.

Pero, la gente, el poder, la educación, el dinero y todo lo demás, estaban en contra


de una posible felicidad entre Christopher yo; además, de que él no contribuía mucho
tampoco; el compartir tanto con Ximena, el ser tan íntimo con Anastasia y el querer volver
mi cabeza loca, me estaban haciendo perder la paciencia.

En fin, ya cansada de pensar mucho en lo bueno y en lo malo para mí. Llegué


caminando a unos de las zonas externas del palacio. Allí decidí que lo mejor que podía
hacer para olvidarme de todas esas cosas, era bañarme en la formidable y ostentosa ducha
que estaba cerca de uno de los jardines principales; realmente pensé que con eso por lo
menos lograría dormir esa noche; además, de que bañarme desnuda en un lugar como ese
era una de mis fantasías de adolescente que estaba deseosa de cumplir.

No obstante, nuevamente me salió el tiro por la culata, ya que después de quitarme


la ropa y meterme en la regadera, llegó Christopher vertiginosamente con una toalla
blanca dispuesto a taparme el cuerpo. Él estaba vestido sin camisa y con un pantalón con
el botón superior y la correa abierta y claramente se le notaba que se había puesto lo
primero que había encontrado en el closet para salir en mi búsqueda; sin embargo, igual,
me gustaba así; al mirarlo tan sexy sentía escalofríos por todo el cuerpo.

— ¡Ya no te soporto mujer!—me haló fuertemente del brazo y apurado me sacó de


la ducha— ¿Cómo se te ocurre bañarte desnuda aquí afuera donde alguien te puede
ver?—sin pedirme algún tipo de permiso me colocó la toalla sobre el cuerpo obligándome
a vestirme.

— ¿Tú no me soportas?—le pregunté irónica cubriéndome rápidamente con la


toalla el cuerpo ¡Christopher me había visto desnuda! ¡Eso era lo único que me faltaba
para completar ese día! Ahora seguramente que yo le terminaría de decepcionar cuando se
pusiera a compararme a Ximena y a mí— ¡Qué irónico vale, siempre pensé que era al
revés!—traté de discutir con él para simular que no me había afectado que me viera
desnuda y el que me daba muchísima pena enfrentarlo a la cara— Además, por si no te
has dado cuenta es de noche—Eso era verdad, a esa hora nadie me habría visto desnuda
¿O sí?— ¡Lógicamente nadie me va a ver!

— ¿Y la guardia nocturna?—señaló a cualquier lugar del palacio y eso me hizo


ponerme súper roja ¡Ay, qué espanto, se me habían olvidado ellos!

—Este…—tartamudeé; pues cónchale, él tenía razón; seguramente alguien me había


visto bañarme desnuda.

— ¡Te estás comportando como una callejera!—me gritó furioso y la rabia de oírlo
ofenderme tan feo, me hizo empujarlo a un lado; lamentablemente como él era duro como
una roca no se movió de su lugar; en cambio a mí se me cayó la toalla y quedé
completamente desnuda ante él de nuevo. Él me miró de arriba abajo y rápidamente se
lamió los labios y los ojos se le hechizaron llenos de deseo.

— ¿Quién te crees que eres?—recogí rápidamente la toalla y me cubrí el cuerpo—


¡A mí no me hablas así!

—Ya sí, deja de ser tan dramática y deja de actuar tan frenética que esta vez tú
fuiste la que se equivocó— me manifestó con una mirada rígida peno nada indiferente. Lo
vi y sonreí; pues sus ojos revelaban por mí un deseo absoluto, del cual yo en el fondo
estaba encantada; tomando en cuenta que, ya era momento de que él sufriera por mí
aunque fuera un poco. Siempre era yo la que sufría por su cercanía con mi hermana y su
amiga Anastasia, ahora que fuera él el que sufriera por el deseo reprimido en su cuerpo
¡Además, si me deseaba, entonces que sufriera bastante porque no me iba a tener
NUNCA! Igualmente, me faltaba hacerlo llorar, pero bueno, eso sería pronto…muy
pronto.

— ¿Cómo se te ocurre salir a bañarte desnuda aquí?—me preguntó excitado— Yo


soy un hombre y mira cómo me tienes—señaló sus órganos sexuales que se veían
alterados aún a pesar de estar cubiertos por el pantalón— ¿Te imaginas cómo estarán los
demás?

— ¡Eres…un…!—me crucé de brazos brava, sí yo sabía o más bien sospechaba lo


que estaban haciendo algunos hombre de la guardia nocturna a costilla mía; pero sí me
ponía a pensar en eso me iba a sentir peor.

— ¡Dilo!—me ordenó— ¿Soy un qué?—me interrogó— ¡Solo di lo que piensas de


mí!

— ¡Me largo de aquí y déjame en paz!—lo grité y nuevamente estaba intentando


huir de una disputa ¿Acaso le tenía miedo al resto de la gente? ¿Qué me pasaba, Dios?
— ¿Quieres escuchar una frase célebre?—se acercó a mí y me acarició el hombro
descubierto.

— ¿Cuál?—sí, realmente él quería volverme loca; por una parte acariciaba mi


cuerpo aunque sólo fuera superficialmente, y por el otro lado me hablaba cosas que yo no
entendía.

—El amor no es ciego es solo que el muy tonto se tapa los ojos a propósito por
conveniencia—me susurró al oído y buscó mis labios para besarme, pero yo me moví y
evité que eso pasara.

— ¿Qué frase tan tonta es esa?—le dije— ¿Quién dijo eso?

— ¡Yo!—me contestó, luego se movió de su sitio y cerró la regadera— ¡No se vale


botar el agua!—me explicó cambiando el tema.

—Eres…estúpido, bobo y un…un príncipe dictador—los acusé como boba, pues,


sin querer lo estaba embelesando con la mirada. ¿Para qué me iba a mentir a mi misma si
me encantaban esos fríos y claros ojos? No podía engañar a nadie; debido a que se me
notaba demasiado que amaba a ese hombre; además, de que él tenía la razón cuando
hablaba del amor; ya que, desde que yo había descubierto lo que sentía por él, a propósito
me tapaba los ojos para no ver lo mal que me hacía para mí misma, el soportar el maltrato
de todos a mi alrededor.

—Sí, yo soy todo eso—se volvió a acercar a mí y me atrajo hacia él—pero, tú eres
una exhibicionista que anda desnuda mostrándole todo lo que Dios le regaló, a sus
empleados—me dijo y al escuchar que nuevamente me estaba tratando mal, en un
santiamén y sin dudarlo un poquito, le di una cachetada.

— ¡Vuelve a tratarme de esa forma y te ahorco!—me amenazó iracundo


cubriéndose el cachete con la mano.

— ¡Solo inténtalo!—lo reté y más vale que no lo hubiese hecho porque en un veloz
movimiento me levantó en sus brazos y corrió con destino a la habitación arrastrando
conmigo encima de él.

— ¡Suéltame…por favor!—le pedí chillando y golpeándolo en el pecho.

—Sabes muy bien que cuando actúas de esa manera—me susurró al oído— lo único
que logras es que me sienta más atraído por ti.

—Debería ser al contrario…—le balbuceé y él me ignoró completamente. Luego


abrió la puerta del dormitorio y entró conmigo cargada en sus brazos, me colocó sobre la
cama y prontamente cerró la puerta.

— ¡Yo puedo hacer de ti la mejor flor del mundo!—me manifestó acercándose a mí.
— ¿Sí?—traté de colocarme la toalla lo mejor que podía para evitar que mis partes
intimas salieran otra vez al exterior— ¿A cambio de qué? ¿A cambio de tener que
acostarme contigo?

— ¡No!—me respondió—A cambio de que admitas que me amas; pero ya que


hablas de sexo; yo estaría bastante disponible—me aseguró acomodándose el pantalón que
cargaba puesto.

— ¡Cerdo!—me tapé los ojos creyendo que él se iba a desnudar en ese momento,
pero afortunadamente no lo hizo.

—Ja, ja, ja, ja, —se rió descaradamente—Mejor me voy al baño y me doy una ducha
fría, no quiero hacer algo que nos lleve a otras cosas para las que no tengo tiempo en este
momento

— ¡Sucio!—lo grité tapándome los oídos para no escucharlo más.

—Ashley… —me afirmó poniéndose serio y tratando de razonar conmigo—el amor


se demuestra con hechos y no con palabras, pero Dios mío como ayuda a veces escuchar
un te quiero o un te amo. Si algún día aprendes a decirlas; por favor, dímelas; puesto que
yo sí te amo.

—Jamás te voy a decir esas palabras…—lo desafié y me quité las manos de los
oídos—Es más chico, en este momento me provoca muchísimo es golpearte hasta dejarte
moribundo en una cama de hospital por un año entero.

— ¡Rayos!—parecía ya bastante agotado de reñir conmigo— ¿Qué daría yo con tal


de meterte en esa cabecita de una buena vez que el admitir que me amas, no es una
pérdida para ti; en cambio, es un triunfo para los dos?

— ¡Voy a golpearte!—me levanté de la cama amenazándolo con mis puños.

— ¡Eso está muy bien!— en vez de huir de una posible golpiza, se acercó más a
mí— ¡Haz lo que quieras conmigo! ¡Comienza con golpearme con toda la fuerza que
tengas y eso me va a ayudar a decidirme a hacer lo que codicio hacer contigo!

— ¡No te atrevas a tocarme ni un pelo!—di un paso hacia atrás con temor a lo que
Christopher podría hacerme.

—Detén esa actitud histérica e irritable que no voy a abusar de ti, solo voy a…sólo
voy a sacarte la lengua —me sacó la lengua en forma infantil, pues ya sabía que ese tipo de
cosas me hacían ponerme más energúmena.

— ¡No te burles de mí!—lo grité y él se cruzó de brazos.

—No me estoy burlando, —me aseguró bajándose los pantalones y demostrándome


que no estaba desnudo debajo de él, pues cargaba un bóxer— es que me encanta verte
furiosa.
—Yo no soy tu payasa, —me volteé hacia la pared para evitar mirar su cuerpo
torneado por el continuo ejercicio; y también para impedir que él notara mis mejillas
sonrojadas— tampoco soy la payasa de nadie en este palacio; por lo que deja de hacerme
sentir así.

—Alguno de estos días en los que quieras entender mi accionar, —se colocó una
bata de dormir y agarrándome del hombro me hizo mirarlo de frente para que viera que
ya no estaba en bóxer— vas a comprender que todo lo que hago, lo hago por amor ¡Sólo
espera y veras!

—Es tan sencillo lo que quiero que voy a terminar pensando que eres medio bruto
—lo ofendí ya cansada de esa discusión desatinada, Christopher me miró y su cara se
endureció de un momento a otro— ¡Solo aléjate!—esquivé su presencia y me encaminé al
cuarto de pijamas para buscar algo que ponerme— ¡No quiero nada de este matrimonio
obligado!

Allí duré un par de minutos, en los que me dediqué a buscar un pijama cómodo y
ni me molesté en secarme el cuerpo porque ya eso la brisa de la noche lo habría logrado.
De la misma forma, mientras me vestía reflexionaba en que francamente no quería discutir
más con mi esposo, pero es que él y todos los demás me hacían cosas que me volvían una
soldado en guerra.

Supremamente, cuando regresé al dormitorio, Christopher ya estaba acostado en


su lugar en la cama, con los brazos sobre la cabeza, visiblemente esperándome para
dormir. Yo me fui a mi lugar de la cama, y a continuación me acosté y me cubrí con mi
cobija dispuesta a dormir dándole la espalda a ese sujeto, macho y dictador.

— ¿Qué hacías bañándote desnuda allá afuera?—por fin oí la pregunta que por
ratos estuve esperando. Él me estaba pidiendo sinceridad y por su tono de voz se
escuchaba que estaba más calmado.

— ¡Hmmm!—mascullé; pero, me di mi tiempo para responderle; puesto que, yo


jamás le iba a decir la verdad de que no podía dormir porque su presencia me hacía
perder el hilo de mi vida y hasta el sueño; por lo que, cuando al fin decidí contestarle,
preferí esconderme en la mentira.

—Tenía un momento libre entre sueño y sueño; —le dije— así que decidí que
bañarme afuera me relajaría muchísimo.

— ¿En serio?—me preguntó dudoso.

—Sí, esa es la verdad—volví a mentir— ¿Por qué no me crees?

— ¿Esa es una pregunta o una afirmación?—me interrogó con dudas—En fin, sigo
afirmando algo que tú ya debes saber—estiró su cuerpo y los pensamientos en mi cabeza
me decían que ya no siguiera hablando con él; pues ese hombre realmente no me creía
nada.

— ¿Qué cosa?—dudé pidiéndole al cielo que no empezara él nuevamente a


llevarme por su camino de maldad, que dejara de hablarme y que se quedara dormido
para salvarme de tantos castigos suyos.

—Que mientes muy mal—me aseguró y yo cerré los ojos y bostecé fingiendo tener
sueño; pero no le dije nada; sabía que si abría la boca para decirle algo le confirmaría lo
que él me acaba de decir.

—Estás enmudecida…—afirmó luego de unos segundos de crudos silencios y yo


me mordí el labio superior para evitar contestarle algo que nos llevara a una conversación
igual o peor a las anteriores.

—Es que… —bostecé fingiendo tener sueño— ¡Tengo muchísimo sueño!

— ¿Estás segura que es por eso?—me inquirió mirando hacia el techo del
dormitorio.

— ¡Sí!—le dije a secas y rogué para que él ya cortara esa habladera de una buena
vez. Yo no quería confesarle que lo amaba y en el fondo sabía que si seguía esta cercanía,
prontamente le confesaría mi amor.

—Bueno, no pasa nada—me manifestó y acercándose a mí me di un dulce beso de


buenas noches en los labios y luego buscó su lugar para dormir. Yo me quedé quietecita
fingiendo estar dormida y con una alegría inexplicable le pedí al cielo que días como esos
siempre acabaran así de bien.

Un beso, un simple beso había sido suficiente para que los enredos en mi cabeza se
pusiera en pausa durante el resto de la noche. Un beso tan simple como el de unos niños y
yo había acabado derretida por él. Un beso tan sencillo como un lápiz sin borra y yo había
estado a punto de arrojarme a sus brazos para decirle que lo amaba.

Al día siguiente, amanecí con más sueño que nunca. Entre lo que me había pasado
en el día y en cómo había acabado la noche, me tenían sonámbula. Me había encantado el
último beso de mi esposo y aunque él y yo nos divorciáramos, a ese beso en específico lo
atesoraría por siempre. Fue tan delicioso sentir sus labios sobre los míos casi que en un
simple roce, que aún de recordar ese beso mi mejillas se coloreaban. ¿Quién dijo que los
besos solos son buenos si son apasionados? A veces, tienen más sentimientos aquellos que
parecen dados por niños.

Finalmente, al sentarme en la cama lo primero que noté fue que Christopher me


había dejado sobre la cama la prensa del día con una nota que decía “Tu espectáculo de
baño al aire libre nos ha traído algunas consecuencias”. Sorprendida por lo que decía ese
papel, decidí hacerle una pesquita al periódico y lo que me encontré en la portada, con
letras inmensas y a todo color, no me gustó muchísimo. Decía “La princesita nueva,
prefiere bañarse desnuda en el espacio exterior” y acompañada de ese título estaba una
foto de mí bañándome desnuda en la noche anterior.

Al ver lo del artículo de prensa, yo no lo podía creer. Sí, Christopher me había


dicho que alguien me podía ver estando desnuda en esa zona, pero de allí a que mi cuerpo
estuviera rondando a nivel mundial en los medios de comunicación, era espantoso. Sin
poder evitarlo, me tapé la boca llena de amargura y me eché a llorar. ¡Eso era injusto! ¡Yo
no merecía eso! ¡Esa gente era malvada al publicar esas fotos!

— ¿Estás bien?— Christopher entró al dormitorio y recostándose de la puerta me


preguntó.

— ¡Déjame en paz!—chillé como una niñita— ¡No quiero oírte!—me levanté de la


cama y arrojé furiosa el periódico por el aire— ¡Ya no aguanto más! ¡Todo esto, es tu culpa
por obligarme a casarme contigo!

— ¡Ashley, cálmate!—trató de razonar conmigo— ¡Siéntate!— Me tomó de la mano


y me llevó calmado a la cama— ¡Siéntate y escúchame! —me pidió y yo lloré con
demasiado sentimiento para mi gusto. ¿Por qué la gente era tan malvada conmigo? Yo no
les había hecho ningún daño a ellos.

— ¡Basta!—me solté de su mano y me cubrí la cara con las mías en forma de


protección— ¡Basta ya de que todos se burlen de mí! ¡Yo no soy una actriz porno para que
los medios de comunicación me expongan de esa forma tan vulgar al público!

—Sí, sí tienes razón—se arrodilló ante mí y me descubrió los ojos—pero entiende


que llorando no logras nada.

— ¿Y qué quieres que haga?—¨lo desafié con el corazón roto— ¿Quieres que haga
una fiesta al respecto?

—No, claro que no—me habló dulcemente limpiándome las lágrimas con los
dedos—pero con esconderte y echarte a llorar no vas a lograr nada.

—Tú hablas así, porque no eres quien sale en la prensa completamente al desnudo y
si así fuera; estoy segura de que no te importaría—sentía un nudo en la garganta que me
hacía creerme atormentada al mismo tiempo que humillada.

—Si fuera yo…—me confesó delicadamente—créeme que estaría igual o más


furioso que tú.

—Es que…—lloré desconsoladamente viendo sin rumbo fijo las paredes de la


habitación—Es que ni siquiera me explico cómo alguien pudo tomarme esas fotos. Este es
un palacio, no una casa cualquiera y debería ser más segura para lo que la gente llama
“privacidad”.
— Anoche, te dije que tuvieras mucho cuidado…—susurró incomodo de
sobrellevar esa discusión en contra de mí—ya deberías saber que aunque este es un
palacio, en todos lados hay gente malvada.

—Sí, a cada rato me doy cuenta de eso—lo interrumpí cegada por la cólera— ¿Y… y
ya saben quien fue?

—No, en el palacio trabajan muchas personas—pareció sentirse apenado—


igualmente, cualquiera de ellos pudo haber sido porque acuérdate que las cámaras de
seguridad solo enfocan las zonas consideradas públicas para los que laboran aquí y tú
anoche estabas en las duchas jardineras, que no son totalmente públicas.

—Eso quiere decir que estoy perdida…—llegué a esa conclusión bastante


calamitosa.

—Pero, no te preocupes que todo tiene solución—me aseguró tratando de


levantarme el ánimo que tenía por el suelo—y ya mi madre buscó una medida perfecta
que nos sacará de este embrollo hoy mismo.

— ¿A qué te refieres?—fruncí en ceño— ¿De qué me hablas?

—Mi mamá preparó en el salón de medios de comunicación una rueda de prensa—


me confesó y yo abrí de golpe los ojos sorprendida de lo que acaba de oír ¡No! Yo no
quería más escándalo, ni más medios a mi alrededor—y tienes que ir allá para tratar de
aclarar todo—me certificó—En estos momento, los periodistas te están esperando y te
suplico que; por favor, intentes dar respuestas claras, oportunas y sin muchos detalles.

— ¿Qué?—me levanté corriendo de la cama— ¿Te volviste loco o qué? ¿Tú quieres
que yo vaya allá a declararle a la prensa mis motivos para bañarme desnuda en el jardín
del palacio?

—Sí, es algo como eso—se levantó del suelo y se sentó en la cama—pero, no lo


tienes que tomar a mal; es solo para demostrarle a los medios de comunicación que no eres
una princesa exhibicionista o algo por el estilo.

— ¡Más exhibicionista será tu abuela!—lo ofendí chispeando de la rabia— ¿Qué te


pasa? Eres un príncipe y tienes influencias ¿Acaso no podría ser más fácil meter presos a
esos periodistas por dañar la reputación de tu esposa? ¿Por qué tengo yo que seguir
humillándome en frente de todos?

—Sí, sería muy fácil meter preso a esos comunicadores sociales—se levantó de la
cama y se colocó frente a frente de mí—pero, no se va a hacer.

—Pero…—tartamudeé dudosa de lo que estaba escuchando; o sea que mi imagen


seguiría estando a voz populi por alguien tan necio como Christopher que no se atrevía a
defenderme ante seres tan bajos— ¿Y eso, por qué?—le pregunté cruzándome de brazos
en total desafío a sus palabras.
—Porque en este país hay libertad de prensa—me respondió simplemente—y
aunque cerráramos esos medios de comunicación, nada de esto cambiaría. Además, hay
que tomar en consideración que en esos lugares existen muchísimos trabajadores que no
tienen la culpa de lo que hacen uno o dos.

— ¿O sea que los prefieres a ellos más que a mí?—le pregunté erguida ¡Claro que
era así! ¡Yo no era alguien importante para él! Ya Anastasia y Ximena me lo habían dicho
antes y al parecer tenían toda la razón.

—No es eso, corazón—su gesto parecía querer decirme que su universo estaba bien
complicado y que intentara entenderlo; pero yo no lo hacía, estaba molestísima y aunque
fuera por mi misma culpa e indiscreción, no estaba dispuesta a darle la razón a ese grupito
de periodistas que me habían mal puesto ante el mundo entero.

— ¿Y entonces qué es?—le inquirí.

— ¿No te das cuenta que si no das la cara, ahí si vas a quedar como una estrella
porno?— Christopher me preguntó indignado.

— ¡Basta!—le ordené pagando mi rabia y mi dolor con él— ¡Basta de decirme que
parezco una estrella porno! ¡Entiende que no quiero ir allá! ¡Así que, basta de pedírmelo!

— ¡Hmmm!— pareció estar pensando; más lo que estaba haciendo era tratando de
contener su rabia— ¿Sabes qué? ¡Basta tú! ¡Deja de actuar como una niña y enfréntate a
todo esto como toda una mujer! ¡Debes salir allí y actuar como una princesa! ¡Así que,
horita mismo vamos a la sala de medios de comunicación!—se acercó a mí y trató de
sacarme del dormitorio a empujones.

— ¿Qué?—intenté poner la mayor fuerza que pude para evitar ser llevada por
Christopher a ese lugar; ya antes había estado allí, sí cuando se anunció “oficialmente”
nuestro compromiso a los medios de comunicación y los recuerdos no eran muy gratos—
¡No!—me negué— ¡No quiero sentarme en una silla a que periodistas me atosiguen a
preguntas!—le confesé ofuscada— ¡Me da muchísimo miedo!

—Ashley…—dejó de empujarme hacia afuera y acomodándome entre sus brazos


me abrazó recatadamente—Entiende que debes aclarar esa situación de una buena vez y
para siempre—me susurró al oído— Yo no puedo permitir que tu “lógica” decisión de
bañarte al desnudo en una de las duchas de los jardines, le dañe la vida a medio mundo.
Entiende que si no vas allí, quizás muchos buenos trabajadores pierdan sus trabajos y
queden en la calle porque vamos a tener que clausurar esos medios de comunicación.

— ¿Es eso, verdad?—lloré dolidamente—A ti lo único que te importa es que se


manche tu popularidad.

— ¡Rayos!—se separó de mí al seguir percibiendo mi terquedad— Esto no tiene


ningún sentido. ¡Por favor, hazlo y ya!
— ¡Claro que no lo voy a hacer!—me negué nuevamente sobándome los brazos
para consolarme a mi misma— ¡No voy a presentarme a la rueda de prensa!

— ¿Será qué puedes dejar de llevarme la contraria por un momento?—me tomó por
los hombros y me hizo mirarlo— ¿No te das cuenta de que si no hablas con los periodistas,
no solo me vas a afectar a mí, sino al palacio entero, a nuestro país y claro que a ti misma.?

—Eso no es cierto—hice un puchero que al final como que no sirvió de nada porque
Christopher siguió insistiendo en lo de la rueda de prensa.

— ¿No es cierto?—se rió irónicamente— ¿Y qué crees que van a pensar todos de mi
madre por haber permitido que su yerna saliera desnuda en los medios de comunicación?
¿Qué crees que van a pensar las demás naciones de la gente de nuestro país al consentir
que la princesa ande de boca en boca mostrándose desnuda? ¿Qué crees que van a pensar
de tu mamá?

—Yo…— ¡Vaya en ningún momento había pensado en lo que podrían pensar las
personas de mi mamá ni de la reina madre! ¿Por qué coño había llevado a cabo esa locura
de baño al desnudo en un jardín? ¿Acaso se me habían volado los tapones?— Yo…yo no
pensé que eso ocurriría, ni que me tomarían esas fotos. ¡Lo siento muchísimo!—comencé
otra vez a llorar y Christopher esta vez me consoló desde muy dentro de su corazón, me
abrazó cariñosamente y me masajeó la cabeza para darme la fuerza que sabía que yo
necesitaba.

— ¡Pues, entonces ve allí y demuéstralo!—me retó y yo, razonando al fin acepté ir a


la rueda de prensa; por lo que, afirmándole con la cabeza le dije que sí; entonces él me
besó la frente y agarrándome la mano me encaminó hacia la sala de medios de
comunicación.

Allí las cosas fueron súper más duras, para comenzar Christopher por consejo de la
reina madre, no estuvo en la rueda de prensa; ya que, según ella se podía arruinar todo si
a él no le gustaba alguna de las preguntas que un periodista me hiciera; pues el carácter de
mi esposo cuando estaba furioso por una injusticia; a veces era incontrolable.

Debo decir que esa fue la hora más larga de mi vida, aunque la rueda de prensa fue
limitada y ordenada; en muchas ocasiones me encontré con el no saber que responder a
cosas como ¿Qué parte de su cuerpo le gusta más al príncipe Christopher? ¿Aparecer
desnuda es un juego entre ambos? ¿La ropa le incomoda tanto que prefiere andar desnuda
por allí? ¿Qué piensas de las actrices porno? ¿Estaría dispuesta a aparecer en una película
para adultos? ¿Qué película para adulto le gusta más? ¿Usted es una princesa o una
modelo XXX?

Finalmente cuando salí pude respirar profundamente, la reina madre me acompañó


llevándome abrazada y mi mamá caminó a mi lado como si realmente estuviera apenada.
Luego, de eso, ambas me dejaron a solas con mi esposo, que me esperaba ansiosamente
recostado de un muro. Cuando lo miré, no lo pude evitar y me arrojé a sus brazos para
llorar, necesitaba el consuelo de alguien y ese alguien era él. Necesitaba llorar hasta que no
me quedaran lágrimas en los ojos. Necesitaba que sus brazos me recordaran la
importancia que tenía yo para él.

—Ashley…—me consoló acariciándome los cabellos— Ashley…

— ¡Recuérdame no volver a salir desnuda en algún medio de comunicación!—le


pedí limpiándome las lagrimas con una mano y abrazándolo con la otra.

— ¿Qué pasó?—me preguntó— ¡No te pudo ir tan mal!

—Digamos, que me siento tan miserable y tan humillada como cuando a los 08 años
descubrí que mi papá no estaba muerto, sino que me había abandonado porque no me
quería—le confesé sabiendo que hasta ahora esos habían sido los peores años de mi vida.

— ¡No te preocupes mi niña!—me besó en la mejilla limpiando con ellos mis


lagrimas— ¡Ya todo va a estar bien! ¡Además, te tengo una sorpresa!

— ¿Qué…?—le inquirí e inmediatamente me separé de él dudosa.

— ¡Agarramos al fotógrafo que te retrató desnuda!—me contestó segurísimo de si


mismo.

— ¿Lo dices en serio?—escuchar eso representaba para mí una enorme felicidad;


bastante alegre me abalancé sobre él y lo cubrí de besos— ¿Es verdad eso?

— ¡Sí, es verdad!—me cargó en sus brazos y me sentó en un muro del pasillo para
que estuviera más cómoda—y… debo confesarte que apenas supe quien era me le fui
encima y le di una paliza— ¿Qué? ¿Había golpeado al individuo que me había retratado
desnuda? ¿Había hecho por mí?— ¡Ese miserable me las tenía que pagar! ¡Nadie se mete
conmigo! —me expresó sin vacilación alguna.

—Pensé que alguien como tú no conocía nada de simpatía y piedad, —le manifesté
con malicia; en tanto mi corazón me decía una y otra vez que ese era el mejor hombre del
mundo. Me amaba y aunque no fuera así, yo sí lo quería a él—no obstante, —le dije— hoy
me demuestras con tus acciones que en esa alma tosca que posees hay algo de misericordia
y caridad.

—Bueno, bueno…—recostó sus manos de mis piernas y se me acercó sutilmente a la


cara—Por lo general, no conozco nada de la misericordia y de la piedad; sin embargo,
nadie se mete con mi linda esposa.

— ¡Gracias!—le susurré casi que pegándome a sus labios— ¡Muchísimas gracias!

— ¿Te gané por fin una?—me murmuró con satisfacción.


—Este…— ¡Claro que sí! Él podría siempre ganarme las que quisiera porque era un
hombre muy especial—Sí, me ganaste—le respondí mojándome los labios totalmente
ansiosa de que él me besara y obviara el hecho de que alguien nos podría ver tan cercanos;
ya que, ambos teníamos a varios trabajadores del palacio andando por esos lares— y
aunque por lo general no me gusta tu temperamento—entrecerré los ojos— debo aceptar
esta vez que te mereces de mí el concederte el triunfo.

— ¿Y… no me merezco un beso como premio a mi loable labor?—se acercó más a


mí y su boca pasó ligeramente por la mía, casi que no tocándome.

—Sí…—le respondí y por un instante pensé que él me comería a besos, más


nuevamente se detuvo; se irguió derecho y con una sonrisa descarada me miró como
diciéndome “Hoy no, mi niña” “Hoy te quedaras con las ganas”; y dando media vuelta se
marchó de allí dejándome con el ansia y el deseo en cada una de mis entrañas ¿Por qué ese
idiota tenía que ser tan malvado? ¿Le costaba mucho ser algún día amable conmigo?
¡Ruin! ¡Perverso! ¡Infame!

Esa misma tarde, ambos asistimos a una sesión de fotos en las que yo me sentía
incomoda de ver que Christopher parecía el hombre perfecto frente a las cámaras y yo una
chica bastante desorientada y maltrecha. La idea de hacernos esas fotos fue de la reina
madre que nos aconsejó hacer algo como ello porque según ella eso nos serviría a ambos
para dizque limpiar mi imagen.

No obstante, durante lo que duró la sesión estuve bravísima con mi esposo, me


había molestado mucho que me negara el beso antes y por eso; no estaba dispuesta a
perdonarlo por un buen tiempo. Lo amaba, más no para humillarme tanto. En fin, la
tomadera de fotos fue tan embarazosa para mí que cuando escuché las palabras “Listo,
terminamos” salí huyendo de ese lugar sin hablarle a nadie.

Al día siguiente, salió en todos los medios de comunicación mi rueda de prensa y


cabe destacar que al verla por televisión no me pareció a mi misma que había quedado
muy bien; puesto que, a pesar de la pantalla, se me notaban las manos temblando, mi
tartamudeo y mi dolor oculto. Yo había estado tan nerviosa que estaba segurísima de que
la mayoría de la población del mundo no me había creído algo de lo que yo había dicho.

Del mismo modo, en la universidad el tema a tratar más que la rueda de prensa era
la publicación de mis fotos al desnudo. Hasta Emmanuelle me miró desde una distancia
prudente con ojos de decepción tremenda. Asimismo, Christopher pareció querer librarse
de mí en cuanto llegamos; ya que, buscó su camino y se alejó de mí.

En el aula de clases, en cambio, todos parecían bien animados de verme e incluso


algunas chicas populares al verme me saludaron con emoción.

— ¡Hola, su majestad! —Me gesticuló una rubia pechugona— ¡Venga, siéntese


aquí!—me manifestó señalando una silla—Le aparté un puesto junto al mío.
— ¿Qué…?—le pregunté sorprendida; no obstante, ni siquiera tuve la oportunidad
de recibir una respuesta, de un segundo a otro ya me encontraba sentada al lado de ella.
Rodeada de un grupo de chicas superficiales y creídas que se la tiraban de la bomba en la
universidad y que me decían un poco de cosas a la vez que yo no lograba entender.

— ¿Oiga, no quiere ir con nosotras a una fiesta de pijamas? —Indagó una de pronto
y todas se quedaron en silencio guardando mi contestación— ¡Lo preparamos
especialmente para usted!

— ¡Yo nunca les he pedido que hagan algo como eso por mí!—respondí
extrañada— ¿De qué hablan?

—Hablamos…—respondió una morena alta suficientemente sonriente—Hablamos


de que es nuestra invitada especial de una fiesta de pijamas en honor a usted.

—Pero…— ¿Qué les pasaba a ellas? ¿Realmente querían ser mis amigas?— ¿Pero,
por qué hacen eso?

—Porque queremos ser sus mejores amigas—me expresó una chica algo más bajita
que la anterior.

—Yo…les agradezco—manifesté nerviosa ¿Esas chicas populares querían ser mis


amigas? ¡Qué bien! ¡Por fin tenía amigas!—No obstante, no creo que pudiera ir.

—Pero, se lo estamos pidiendo…—me rogó otra rubia oxigenada— ¡Por favor! ¡Por
favor!

—Bueno…—intenté pensarlo bien; más, tenía que aceptar que me conmovía que
esas chicas hubiesen preparado una fiesta de pijama en mi honor. A pesar de lo cretinas
que eran, quizás tenían algo de corazón en el fondo y esa oportunidad, no podía dejarla
escapar. Si quería tener amigas, necesitaba abrirme un poco socialmente—Bueno, si es así
claro que voy con ustedes—les asentí y al unísono todas se abalanzaron hacia mí con una
alegría desbordada y un ¡Sí! En sus bocas que sinceramente me sorprendió más de la
cuenta.

Durante ese día, el grupo de chicas salieron conmigo para todas partes, e incluso me
consolaron cuando vieron los resultados que obtuve en mi evaluación de Estadística
aplicada a la investigación social II. Pero; para mi pesar, en ningún momento vi a mi
esposo y estaba segurísima de que el muy desgraciado se estaba escondiendo de mí por lo
que podrían decir de él con respecto a lo de las fotos.

Finalmente cuando llegó la hora de irme con las chicas a la fiesta de pijamas, decidí
que lo mejor era avisarle a mi esposo a donde iría ese día para que no me volviera a pasar
lo del autobús. Pensé en llamarlo, pero después de razonarlo un poco decidí que lo mejor
era decírselo frente a frente. Después, de preguntarle por “mensaje” que dónde se
encontraba, recibí como respuesta a secas que “En mi baño privado” y fui presurosa a
buscarlo, sin ni siquiera ponerme a pensar que podía estar allí desnudo.

Gracias a Dios, que no lo encontré así en el baño; estaba con mono deportivo
aunque sin camisa y cuando llegué pareció bastante sorprendido de verme allí porque
tembloroso, abrió los ojos de golpe y frunció el ceño.

— ¡Me has dado un buen susto!—manifestó poniéndose la mano en el corazón—


¿Qué estás haciendo en el baño de los hombres? ¡Tú nunca has entrado aquí!

— ¿Baño de los hombres?—caminé echándole una irónica mirada a esa lujosa ducha
y obviando con ello su torso desnudo ¿Por qué siempre me lo tenía que encontrar en esas
fachas? ¿Acaso no sabía lo que me afectaba eso?— Que yo sepa este baño es únicamente
para ti—le aseguré— el resto de los hombres “normales” comparte un baño más modesto.

— ¡No hagas eso!—tomó una toalla blanca y se secó el pecho y la cara—ya deberías
saber que mi nivel de importancia me da ciertos privilegios.

— ¡No me parece justo!—me crucé de brazos sabiendo que eso lo podrían bastante
malhumorado; ahora era mi turno de hacerlo rabiar pues me pagaría el no haberme dado
mi bien merecido beso el día anterior.

— ¡Así es la vida!—me aseguró tranquilamente— Si no estás de acuerdo arma tu


propia revolución y quítame el cargo de príncipe heredero—se deshizo de la toalla y luego
buscó una camisa azul, la cual puso en su torso sin dejar de mirarme con unos ojos de
deseo que sabían que lograban alcanzarme sin hacer mucho esfuerzo. En ese momento, mi
subconsciente me decía ¡Corre! ¡Huye! ¡No, mejor; arrójate a sus brazos!

—Tú…—se terminó de arreglar la ropa—eres un caso serio ¿Y cómo saliste en la


prueba de Estadística aplicada a la investigación social II?

—No me lo eternices—me estremecí al recordar lo mal que había salido en esa


prueba—por lo menos me hubiese conformado con sacar un 5.

— ¡Vaya, saliste mal! —su boca se puso indiferente—No entiendo por qué
estudiaste Trabajo Social sino sirves para eso. No sabes lo básico que es la estadística.

— ¡No me lo tienes que recordar!—le reproché con enfado—No todos tenemos los
mismos talentos que tú. Yo soy buena en…—sabía perfectamente que en el Trabajo Social;
no obstante, era bueno ponerlo a pensar un poco.

—La directora fue tan buena que el día que presentaste el examen de ingreso para
esta universidad, vio en ti un talento que aún hoy nadie más ha podido ver—se arregló
con un peine sus sublimes y sexys cabellos y yo lo miré embelesada—y luego te dio tu
cupo para que estudiaras aquí.
— ¡No todos son tan malos como tú!—le volteé los ojos bravísima—¡No todos
suelen incrustarme un bisturí en la herida a cada rato!

— ¿Por qué te pones brava si tú fuiste la que viniste aquí a reprenderme?—se puso
muy cerca de mí; yo nerviosa sentí su calor y perturbada seguí con la mirada en el punto
donde latía el pulso en la base de su cuello. Eso me hizo sentir totalmente desequilibrada;
pero fui tan fuerte que intenté disimular poniéndome seria— ¡Lo has hecho y no vas a
negarlo!—sonrió y eso me sacó de mis casillas ¡Volvía nuevamente a humillarme!

— ¡No hagas eso!—lo golpeé tontamente en el pecho; sin embargo, Christopher me


detuvo, a lo que yo lo volví a golpear— ¡Eres una sabandija! —él se echó para atrás y me
tomó con fuerza las manos para detenerme; sin embargo, yo logré liberarme y le pegué
nuevamente en el pecho, a lo que Christopher me agarró más duramente pero por los
hombros y para callarme y tranquilizarme tomó con alevosía mis labios con los suyos y yo
no supe por qué ese canalla lo estaba haciendo. Antes me había negado un beso y ahora
me lo estaba dando a la fuerza ¡Eso no podía ser!

Intenté empujarlo, pero él me soltó los labios para respirar rápidamente y luego me
besó reiteradamente, pretendí varias veces zafarse, más cada vez que lo hacía Christopher
me apretaba más contra él, además, no podía escaparme de sus garras porque los brazos
los tenía apretados contra su pecho.

Yo no quería abrir los labios; sin embargo, Christopher usando algo de fuerza logró
que lo hiciera. Después de eso, permitió que su lengua se introdujera en mi boca y eso fue
fatal para mí que olvidando lo loco que era todo aquello, gemí y respondí a su beso con
igual o mayor sensualidad que él.

Christopher notó el cambio que se había producido en mí y soltándose un poco de


mí, dejó en libertad mis brazos. Luego de eso, yo lo abracé del cuello y él colocó sus manos
en mi espalda. Lo que vino después fue un derroche de besos de parte y parte que nunca
podré olvidar.

—Tú ex nos acaba de ver besándonos— unos minutos después Christopher me


susurró al oído cuando ambicionaba respirar, para ello, se despegó de mí y llevó su boca a
mi cuello y después a mi oído.

— ¿Qué…qué dijiste?—le pregunté respirando igual de mal que él. ¿Era cierto lo
que había escuchado? ¿Emmanuelle nos había visto? ¡Pobrecito! ¡No, no era bueno eso!

—Dije que tú ex entró al baño, nos vio besándonos y posteriormente se fue—


respondiéndome Christopher me besó en el hombro y yo tirité nerviosa— ¡Hueles
maravilloso!—me aseguró y yo sentí que se rompía algo en mi alma. Nuevamente le había
hecho a Emmanuelle un daño que no se merecía, pero ¿Qué carajo hacia él por allí, acaso
me estaba siguiendo? Seguramente quería pedirme disculpas por lo de la vez pasada y se
había encontrado con mi esposo y conmigo besándonos apasionadamente. ¡Qué desastre!
— ¡No hagas eso!—abrí los ojos de golpe al descifrar que nuevamente había herido
alguien importante en mi vida y que seguramente Emmanuelle en ese momento estaba
recogiendo los pedazos de su corazón roto— ¡No tienes derecho de besarme! —
frenéticamente, me solté del abrazo de Christopher y lo enfrenté rabiosa.

—Cualquiera te escucha y cree que te obligué—me dijo sin pena ni gloria—


Además, si estás así porque Emmanuelle nos vio, tú y yo somos un matrimonio “feliz” y
éste es mi baño. ¡Él no debe entrar aquí!

— ¡Se lo diré para la próxima!—me puse erguida y busqué la puerta para escapar
de allí. Necesitaba relajar la mente y ese no era un lugar para hacerlo y menos estando tan
cerca de él.

— ¡Ashley! — Christopher me llamó a lo que yo me detuve para escucharlo—


¡Besas maravilloso!—me enunció fogoso— ¡Cuando nos casamos me extrañaba que no
supieras besar! —Cerré los ojos apenada apretando el puño ¿Qué yo no sabía besar?
¿Entonces, estaba decepcionado de mí? ¡No, no quería eso!

—Pero… —continuó persuasivamente—con el paso del tiempo has demostrado que


ese beso de la boda no fue nada más que un formalismo; también has asegurado mi teoría
de que sí sientes lo mismo que yo siento por ti. Sé que pronto te oiré sollozar e implorar
que te haga mujer ¡Eres mía!

— ¡Sólo en tus sueños!—abrí los ojos y me puse rígida, después respiré calmada y
salí del baño.

Corrí como loca deseando poder olvidar lo que había pasado entre Christopher y yo
y en tanto, iba sin detenerme pensaba que por un instante había deseado ser su mujer y
entregarme entera a él. ¡Qué tonta! ¿Cómo podía haber respondido a sus besos? Como
idiota cuando mi esposo me estaba besando me moría porque él no me soltara de su
abrazo y porque su lengua me dejara sin habla, pero cuando me soltaba me daba cuenta
que todo este matrimonio era un juego para él.

Si él no fuera nombrado a Emmanuelle o me fuera dicho sus sospechas de que yo


no sabía besar, estoy segura de que esa situación fuera llegado más y más lejos. Aunque
me costara aceptarlo, lo deseaba, quería que Christopher me besara y hacer el amor con él;
no obstante, para mi pesar, la situaciones diarias y el convivir siempre con él, terminaban
dañándome el ánimo a machetazos.

Pero, ya eso había pasado ¡Me había salvado de un gran inconveniente y eso era
maravilloso! Tenía que esquivar en muchos ámbitos a ese patán; ya que, si continuaba
siguiéndole el juego me iba a meter en un lío la próxima vez. Además, por andar en esas
andanzas se me había olvidado comunicarle que iba a salir con mis nuevas amigas
después de clases.
Y lo que más me hacía sentir incomoda era que quería ir a la pijamada. Ser la chica
que jamás tenía amigos y que no era tomada en cuenta para nada, aunque me costara
admitirlo me hacía sentir incomoda. Por eso, necesitaba ir a esa fiesta para tener amigos de
verdad y compartir horas con gente que me podían dar muchísimas cosas buenas.

Así, que estaba decidido; yo iba a ir a la pijamada; aunque Christopher no supiera


nada de la celebración y para lograrlo me iba a ir a escondidas para evitar ciertas
incomodidades y regaños por parte del caradura que tenía por esposo, por lo menos en mi
conciencia estaba que yo había intentado decirle que iba para una fiesta. Si ahora no lo
sabía, triste por él. ¡Va, algún día se tendría que enterar!

Salí apurada al estacionamiento y en vez de seguir hacia la limusina, en donde me


estaban esperando los guardaespaldas y el chofer, caminé escondida y llegué al lugar en el
que las chicas me estaban esperando. Las saludé cordialmente y luego decidí montarme en
el carro de una de ellas. Las cinco al verme ya montada en el auto, me dijeron:

—Es chévere, que vaya con nosotras.

—Estoy segura de que se va a divertir muchísimo.

— ¡No puedo creer que nos acompañe!

—Si el príncipe hubiese venido, todo fuera salido mejor.

—Bueno, pero está usted y eso es lo importante.

A la media hora, ya habíamos llegado a la fiesta de pijamas. Sólo que ésta resultó
ser un vulgar matiné de muchachas locas por tener sexo. Para nada era una fiesta de
pijamas; por el contario, estaba llena de muchachitos alcohólicos y mujeriegos que hacían
de las suyas. La música era demasiada relajada para mi gusto y las chicas estaban bailando
como si quisieran hacer el amor con sus parejas en público.

Yo me sentí extraña; puesto que, nunca había estado en una matiné y en el mismo
momento que entré a la casa, la incomodidad en mi cuerpo y en mi alma se hizo sentir.
Rápidamente me arrepentí de asistir a un lugar que describía una cosa insólita
perfectamente: Sexo pero nada de amor.

Asimismo, a leguas se notaba que las chicas que me habían invitado me estaban
usando para volverse más populares de lo que ya eran; ya que, inmediatamente que
llegamos, las muy zánganas me presentaron ante todos como su “mejor y más confiable
amiga”, eso provocó que casi todos los que estaban allí quisieran tomarse fotos conmigo y
me hicieran preguntas demasiado íntimas para mi gusto. Lo peor de todo era que la
música fastidiosa y el terrible olor a cigarrillo y a alcohol me estaban volviendo loca.

Los gritos hicieron que me mareara un momento cuando las chicas y chicos me
estaban acosando demasiado; así que encaminé hacia un lugar bastante apartado. Si fuera
sido más inteligente, en vez de ir a esa fiesta, hubiese invitado a Emmanuelle a comer
helados conmigo para intentar explicarle la escenita que había visto en el baño entre mi
esposo y yo; pero, para evitar los posibles problemas que podrían haber surgido con mi
esposo había preferido no invitarlo.

Solitaria en un rincón, me agaché en el suelo, ahí dejé que mi mente vagara


pensando en estar en un lugar mejor. Me había arrepentido nada más entrar, de haber ido
a un lugar como ese. Allí todos parecían querer acostarse con todo el mundo y el que no
quería mantener sexo estaba alcoholizado, otros estaban de las dos maneras.

Por eso mismo, no acepté ninguna de las bebidas que me ofrecieron los chicos y
tampoco bailé con ellos, ya que, sospechaba que algo malo me podría pasar si lo hacía. Sí,
me estaba comportando como una niñita, pero es que estaba realmente extrañada en un
lugar tan oscuro. Lo que no sabía era que no podía estar mejor; debido a que, lo peor
estaba por llegar muy pronto.

Creo que no había pasado media hora desde que había llegado a la fiesta cuando
alguien que entró corriendo y emocionado a la fiesta gritó:

— ¡Llegó la limosina real y los agentes de seguridad del palacio!

Y eso fue suficiente para que pusiera los pies sobre la tierra y que se me olvidara mi
disolución por estar en una fiesta tan patética. Si la limusina estaba allí, eso significaba que
Christopher se había preocupado por mí y había venido a rescatarme. Sí, eso me gustaba
muchísimo ¿Pero, en qué estaba pensando? Yo no podía estar pensando en mi esposo de
forma tan positiva y buena cuando él a cada rato jugaba con mis sentimientos.

Miré a todos lados para ver si por allí andaban las chicas con las que había llegado a
la fiesta y por ahí cerca no andaban, al menos eso era algo bueno porque lo cierto era que
no quería entablar una relación de amistad con ellas, no me gustaban para nada. Después,
de conocerlas más profundamente, no quería ser su amiga. Eso de verme como la ficha
perfecta para hacerse reconocidas y tener un montón de admiradores no me agradaba.

— ¡Princesita!—gritó un alcoholizado joven arrojándose por el barandal de la


escalera.

A continuación, los primeros en entrar a la casa fueron los agentes de seguridad,


seguidos por los guardaespaldas, eso conllevó a que a la música se le pusiera un stop bien
preciado por mí. Los brabucones esos se pusieron elegantemente formados uno del lado
del otro y cedieron espacio para que el príncipe entrara. Christopher delicadamente lo
hizo, cuando todos lo vieron el silencio reinó; sin embargo, velozmente el mutismo dio
paso a que las chicas se babearan por él y por su presencia. Aún agachada en el rinconcito,
yo podía escuchar murmullos de “qué guapo”, “es tan sexy”, “con él me voy a la cama sin
pensarlo mucho”, me gustaría acostarme con él y darle un hijo”.

Y eso me hizo ponerme colérica, era como si a todos los presentes en esa matiné se
les hubiese olvidado que yo era la esposa de Christopher. Me quedé sentada en mi
rinconcito echando fuegos mentales, el descaro de esos era demasiado imperdonable y por
eso yo no iba a hacer ningún movimiento para recordar mi presencia.

No obstante, eso no fue necesario; puesto que, Christopher al notar en donde me


encontraba, caminó decidido hacia mí sin pararse a escuchar las alabanzas de los presentes
allí. Yo lo vi detenerse con los brazos cruzados frente a frente de mí y temblé del susto; sin
embargo, nunca me imaginé que él iba a ser capaz de alzarme en sus hombros y llevarse a
la fuerza fuera de ese sitio.

— ¡Déjame!—le grité mientras le golpeaba la espalda y percibía las caras


impresionadas de todos los presentes, excepto la de los guardaespaldas.

Más, él no me hizo caso, caminó conmigo en su hombro y yo estuve a punto de


echarme a llorar del desespero. Desde mi posición pude ver como los agentes de
seguridad acababan con esa fiestecita que no tenía permiso legal.

— ¡Déjame!—le volví a gritar cuando nos orientábamos al estacionamiento, en un


intento desesperado de hacer un pataleo y de intentar que Christopher no me hiciera
quedar como una tonta.

—Claro que te voy a dejar—me aseguró caminando más avivadamente, ya


suficientemente alejado de la casa—pero cuando a mí me dé la gana—me apretó más
fuertemente.

— ¡Déjame!—chillé golpeándole nuevamente la espalda.

—Si lo vuelves a hacer—me expresó furioso—te bajo la falda que cargas puesta y te
doy unas cuantas nalgadas para que aprendas a comportarte como una mujer adulta y no
como una niña.

Esas palabras me hicieron quedarme quieta, yo sabía que Christopher era capaz de
eso y demás cosas si lo enfrentaba demasiado; así que me rendí, dejé que me introdujera
en su limusina después de que el chofer nos abriera la puerta y puse una cara de
justificaciones injustificables cuando él me acompañó en el vehículo.

— ¡Te odio!—gruñí pensando que él no me podría escuchar; pero para mí sufrir


claro que escuchó.

—Si me odiaras tanto como dices, horita estarías diferente. —se colocó las manos en
la nuca y se recostó cómodamente como si quisiera echar una siesta—En este momento,
me hubieses pedido el divorcio.

—Aún puedo hacerlo—me crucé de brazos y decidí mirar mejor hacia la calle— ¡No
me tientes!
—El tiempo de anular nuestro matrimonio nunca existió—estiró la mano hacia mi
hombro y con modestia oculta, me acarició las orejas—y el período para divorciarnos ya se
acabó, ahora no se vale.

— ¿Estoy alucinando o qué?—manifesté quitándome su mano de mí—Los divorcios


se pueden dar en cualquier momento, tú no decides cuándo se dará.

— ¡Muy graciosa!—volvió con su mano a la nuca—Y hablando de otras cosas… —


estiró su cuerpo en señal directa de cansancio— ¿Qué coño hacías en esa fiesta?

—Estaba…—estaba tratando de hacer amigas, pensé en decirle; sin embargo, me


abstuve de hacerlo pues no quería que se burlara de mí— estaba tratando de ser libre
nuevamente; aunque no me creas necesito mi espacio y mi libertad.

— ¡No seas mentirosa!—se echó a reír con gallardía— ya me enteré que te sentías
popular saliendo con esas estúpidas chicas.

— ¿Qué...?—pregunté sorprendida— ¿Cómo lo supiste? ¿Cómo te enteraste? Es


más chico, ¿Cómo carajo siempre sabes dónde estoy? ¿Acaso hiciste lo que sale en la tv y
me colocaste un chip secreto dentro del cuerpo para tenerme siempre a tu merced?

—No, no hice eso aunque tengo que confesar que varias veces estuve tentado de
hacerlo—se apresuró a decirme y yo le torcí los ojos en señal de desafío.

— ¿Entonces?—le pregunté reiteradamente.

—Es simple mi princesa; —me explicó con un tono de voz bastante indiferente—yo
tengo a miles de personas trabajando de incognito, son personas de diferentes edades y
sexos que se dedican a vigilarte.

—Pero… ¿Qué dices?—lo escuché sorprendida de conocer algo tan macabro—


¿Quiénes son?

—Nunca lo sabrás porque son agentes especiales que saben cómo hacer su trabajo—
me susurró burlescamente al oído, lo que me hizo erizar el cuerpo desde los dedos de los
pies hasta los cabellos.

— ¿Y dónde están?—me arrimé un poco lejos de él para crear distancia entre su


cuerpo y el mío.

— ¡En todos lados!— me ridiculizó—En la universidad, en las plazas públicas, en el


cine, en cualquier lugar a donde vayas. Es más chica, te puedo asegurar que tú no das un
paso sin que mis agentes no lo noten.

—O sea que me tienes vigilada—volteé otra vez mi mirada hacia la calle y desde la
limusina pude ver que afuera estaba lloviendo cada vez más fuerte, a medida que íbamos
trazando el recorrido de vuelta al palacio.
—Sí, puede llamarse así — rugió benevolente Christopher y eso me hizo voltearme
para enfrentarlo cara a cara— Te digo que cada agente que trabaja para la realeza hace un
trabajo tan perfecto que nunca nadie los ha descubierto. Así como te vigilan a ti, vigilan a
todos en el palacio. Rastrean las llamadas, te vigilan con sistema GPS en tu teléfono, usan
un equipo súper modelo de grabación y chequean que nada inusual pueda afectar la
tranquilidad de la realeza.

— ¿Y los periodistas?—cerré los puños y me mordí algo el labio inferior para


contener la rabia y las ganas de gritarle que esos agentes no servían para nada bueno—
Ellos publicaron fotos mías al desnudo y tus espías no hicieron nada—le aseguré y furiosa
me crucé de brazos.

—Eso no se puede evitar amor, existe la libertad de expresión; además de las redes
de internet—intentó explicarme con algo de seguridad en sus palabras para evitar mi claro
disgusto ante tal infamia—por eso mismo, —prosiguió— todos tratamos de mantener
oculta las informaciones lo más que podamos; aunque, lamentablemente, ciertas cosas,
siempre salen a la luz. Como te dije ayer, —revovinó un poco— no podemos evitar que
noticias y fotos tan libertinas como la tuya salgan a la luz; no obstante, lo que sí podemos
hacer es meter preso a esos delincuentes; tal y como yo lo hice.

— ¿Y si publicaran cosas que tienen que ver con nuestro extraño matrimonio?— ¡Yo
y mi bocata! ¿Acaso no podía quedarme callada alguna vez en la vida?— ¿No te
importaría?—finalmente le pregunté.

— ¡Qué lo hagan!—resopló enérgicamente— ¡Sinceramente no me importa!

— ¡Te odio!—le expresé frustrada al verlo actuar tan despreocupado ¿Por qué
Christopher tenía que ser un hombre tan monstruoso? ¿Le costaba tanto abrir su corazón
para mí? ¡Claro que sí! ¡Odioso!

— ¡Gracias, yo también te amo!— Christopher me miró con ojos de gato cazador,


luego se terminó de recostar en el asiento y cerró sus ojos dispuesto a dormir. Yo me
quedé entumecida, sinceramente que mi esposo era un necio vil.

Cuando nos bajamos de la limusina, Christopher ni siquiera me dejó tomar algo de


aire para relajarme, descaradamente delante de algunos empleados del palacio me tomó
con fuerza la mano y me llevó arrastras hacia el dormitorio. Allí me metió obligada en la
sala de baño y sin pudor alguno me empezó a quitar la ropa.

— ¡Oh, no!—traté de empujarlo protestando con una voz ronca que apenas me
salía. Yo no sabía qué estaba pretendiendo al desnudarme, pero fuera lo que fuera no
estaba preparada para ello— ¡Déjame! ¡Déjame! ¿Te volviste loco? ¿Qué intestas
hacerme?—le grité dándole un puñetazo en el pecho que para mi mala fortuna él logro
detener.
—Quiero que te bañes conmigo…—me murmuró al oído y manteniéndome cautiva
con un brazo prosiguió despojándome de la ropa con la otra.

— ¿Qué?—repliqué con petulancia— ¿Esto es una clase de broma? ¡No me


desnudes; por favor!

—Me siento tan sólo últimamente, —me manifestó mojándose los labios— quiero
que me hagas compañía.

— ¡Suéltame, villano!—tartamudeé ignorando por completo los latidos de mi


corazón blasfemo— ¡Eres un dominante sádico!

— ¿Por qué no le damos algo más de intensidad a esto que estamos sintiendo?—me
acarició con el dedo los labios para hacerme vibrar y olvidar que al unísono me estaba
quitando la falda; para así dejarme solo en brasieer y bikini.

— ¡Yo no estoy sintiendo nada—le aseguré intentando poner la expresión más


serena que pudiera— ¡Deja las boberías!

— ¿Por qué no puedes entender que tengo ganas de acariciar tu hermoso cuerpo?—
me preguntó lujurioso y agarrándome del brazo me hizo entrar al jacuzzi.

— ¡Deja de decir tonterías tan cochinas!—lo miré fijamente y cruzándome de brazos


de pie, decidí que si Christopher pretendía que me bañara con él; pues estaba soñando con
un imposible.

—Cochinadas son las que quiero hacer contigo—me confesó y de inmediato entró al
jacuzzi sin preocuparse en quitarse la ropa— ¡Siéntate!— me ordenó; entonces yo con
miedo de que me obligara a sentarme ante él, decidí hacerlo por mí misma.

—Eres un cerdo—refunfuñé sentándome y de inmediato pude sentir el calor del


agua y del dulce aroma de la espuma del jacuzzi— ¡Quien no te conoce, que te compre!—
rezongué— ¡Tonto príncipe pecaminoso!—gruñí y luego desvié la mirada, pues aunque no
se notara a simple vista, sentía pavor de que mi esposo terminara violándome o más bien
seduciéndome para hacerme entregarle mi cuerpo.

— ¡Quédate tranquila!—reveló leyéndome el pensamiento y después se sentó frente


a frente de mí y yo enrojecí por completo al tenerlo en tales condiciones—No voy a hacerte
ningún daño—me aseguró y yo le pedí al cielo que fuera así, no quería terminar haciendo
el amor con él cuando sabía que sí lo hacía me iba a arrepentir siempre— ¡Te lo
prometo!—me juró y tomándome por el mentón me hizo mirarlo.

— ¿Cómo te ha ido durante todo el día?—me preguntó de pronto rompiendo el


hechizo de nuestros ojos— ¿Cómo fue que terminaste en esa fiesta?
—Eres un hombre demasiado…—apreté las manos a un lado y sentí que se me
vaciaba la bilis, ¿Por qué ese malvado siempre jugaba con mi mente?— ¿Por qué me estás
preguntando eso?

—Creo que tu respuesta debería ser…—modificó el tono de voz a uno parecido al


de una mujer—“Muy mal, señor”—y luego volvió a su tono normal— ¡No lo vuelvo a
hacer!

— ¡Me fue muy bien!—hice el intento de levantarme, más él me detuvo.

— ¡Nunca más te juntes con esas chicas!—me pidió con un corazón que no le cabía
en el pecho—Esos chicos e incluso ellas te pudieron hacer algún daño—eso lo sabía, pero
prefería no decírselo para no darle ningún tipo de ventaja—Además…mira como te
dejaron—colocó su mano en el agua y tomando un poco intentó limpiarme el cuerpo
empezando por los hombros—esos malnacidos, te dejaron toda llena de olor a alcohol y
drogas y…!No me gusta!—sus dedos acariciaron mi cuello y yo sentí que mi cuerpo se
volvía arcilla entre sus brazos.

—Yo…—lo miré de reojo y supe que el estar en el jacuzzi en ese momento, para
nada tenía un motivo sexual o sensual, era más bien que Christopher quería limpiarme de
todas las impurezas que eran consecuencia de mi asistencia a la matiné. Nunca él había
pensado abusar de mí, lo que estaba era intentado asearme.

— ¿Tú qué?—me preguntó y me proporcionó un jabón para que yo pudiera frotar


mi cuerpo.

—Yo estaba aburrida y pensé que ellas podrían ser mis amigas—le confesé al fin y
él sonrió al ver que yo; a pesar de mi lucha interna le había dicho lo que quería escuchar.

—No puedo creer que te aburras como princesa—expresó el muy imbécil—Tal vez,
si me dijeras que antes de casada te aburrías de esa vida monótona que tenías, pero ahora
no te creo.

—Para que te enteres…—me levanté hastiada y salí de inmediato del jacuzzi—mi


vida de antes era normal con todo y lo aburrida que era y tú la transformaste en algo
inusual y complicado. ¡Tú eres el culpable de todo lo que me está pasando!

— ¿Llamas normal a ser la X de tu mundo?—se levantó del jacuzzi, salió de él y me


persiguió a través de la habitación— Por favor, a ti siempre tu mamá y tu hermana te
dejaron a un lado, cosa que no me parece correcto.

—Aunque mi madre y mi hermana me demostraran poco amor—me detuve en seco


al escuchar sus duras palabras y lo enfrenté rabiosa— ellas me quieren.

—Suenas desesperada por tratar de engañarte a ti misma—soltó una carcajada llena


de satisfacción como queriendo decir, “eso no te lo cree nadie; tú siempre has sido
invisible para todos”— Ellas tienen una forma muy vacía de quererte—me dijo y luego se
acercó a mí, en tanto, el agua se desprendía gota a gota de sus ropas mojadas. En cambio a
mí, las lágrimas comenzaron a tornearme las mejillas.

—Snif, snif—contuve la lágrimas porque no sabía qué decirle; pero igual le sostuve
la mirada.

— ¿Qué te ocurre ahora?—me preguntó de pronto sorprendido— ¿Por qué lloras?


¿Acaso tiene un problema con las lágrimas que siempre lloras?

— ¡No!—chillé como mensa y le di un suave manotón sobre el pecho— ¡Es que tú


me haces llorar constantemente!

—En ese caso, —me agarró la mano cerca de su pecho y la acarició suavemente—
tienes que enfrentarte a mí y no llorar.

— ¿Acaso crees que lloro porque quiero?—velozmente quité mi mano de la suya y


decidí ponerlas en mis caderas para protegerlas.

—No, pero me gusta saber que lo haces por mí—meneó la cabeza con claro descaro.

— ¡Te voy a cachetear!—lo amenacé sin mover un musculo para golpearlo.

— ¡Hazlo, por favor!—me suplicó colocando las manos tal y como si estuviera
rezando— ¡Hazlo y estrenamos el jacuzzi al fin!

— ¡Oh!—me eché un paso hacia atrás sintiendo que el muy cruel me miraba con
ojos de tigre cazando su presa.

— ¿Estás segura de que no quieres?—me preguntó comenzando a quitarse la ropa


mojada para volver a entrar al jacuzzi; en definitiva el muy desvergonzado sabía que al
hacer eso yo me ponía súper nerviosa y por eso siempre lo hacía sin importar que me
afectaba la tranquilidad. Entonces, finalmente supe que lo mejor que podía hacer era
fugarme de allí para evitarme mayores sorpresas; por lo tanto, sin esperar a más, salí
huyendo al baño con el firme propósito de bañarme totalmente a solas para evitar revelar
mis mejillas sonrojadas de la pasión.

Al día siguiente me levanté como a las 10:00 de la mañana, yo que era una persona
de no levantarme tan tarde me había quedado envuelta entre las sabanas descansando
durante largas horas y lo primero que supe al salir del dormitorio fue que Anastasia y
Christopher habían partido juntos a un viaje a un lugar muy conocido del país llamado “El
Cerro de los Sueños de Lared”.

La reina madre para intentar mediar entre mis claros celos y la realidad, me afirmó
que ese era solo un viaje de negocios que tenía el firme propósito de mejorar el turismo de
la región y que no me preocupara porque Christopher estaría de regreso temprano para
asistir a la fiesta que esa noche se realizaría en el palacio.
Entonces, yo fingiendo que le creía decidí pasearme por el palacio de un lado a otro
para mantener mi mente en otro mundo, escribí unos textos cortos para algunas tareas de
la universidad y además, revisé las últimas noticias publicada en el internet, y ese fue mi
error, en casi la mayoría de las páginas de internet estaba publicada la noticia de la salida
de mi esposo con Anastasia, e incluso un comunicador social tituló una nota “La pareja del
año: el príncipe heredero al trono Christopher y Anastasia, la hija del duque Cyprien”.

Y fue por eso, que cuando vi a mi esposo llegar al palacio a media tarde, adiviné
que como habían partido esos dos, habían regresado; es decir, juntos. Yo estaba celosa y
con toda la razón del mundo; puesto que ellos habían pasado casi nueve horas juntos y
lejos de mí, además, de que los medios de comunicación e información insistían en la
posibilidad de una relación amorosa entre ese par.

— ¡Por fin llegaste!—no pude evitar recibirlo con los brazos cruzados en la sala de
estar, yo estaba súper enojada y al hablar sentía un sufrimiento muy grande en lo más
profundo de mi corazón—Pensé que te ibas a quedar andando por ahí sin darle
importancia en lo más mínimo a la fiesta de esta noche—quise parecer de lo más serena
posible aunque fuerte y decidida en mis palabras.

— ¡Ya llegué!—actuó de lo más relajado quitándose algunos cabellos de la frente—


deberías estar contenta—pasó por un lado de mí y se aflojó un poco la corbata para
después seguir acomodándose los cabellos— ¿Por qué esa cara tan larga?—me preguntó
prudentemente— ¿Qué pasa? ¡Cuéntame!

—Yo…jamás podría estar contenta—se me arrugó el semblante de la furia porque


quería gritarle hasta del mal que se iba a morir, pero el lugar y el momento no me lo
permitían—y menos con lo que acabas de hacer hoy.

— ¿Tienes algo que decirme?—se quitó la mano de los cabellos con maravilloso
erotismo y bastante dudosa de mi accionar—No te ves nada contenta.

—No, no tengo nada que decirte—agaché la mirada para esquivar el gran poder
que tenía sobre mí, y su adorada mirada de camaleón que me volvía una tonta sin cerebro
ante su presencia. Ya él me estaba cansando y no quería seguir humillándome porque
aunque mi esposo fuera el príncipe de mis sueños, me molestaba saber que siempre las
demás mujeres hacían mejor pareja con él que yo.

—Bueno, entonces voy a trabajar en mi portátil—me miró de arriba a abajo de lo


más tranquilo y a continuación se dio la espalda. Eso me molesto muchísimo, así que lo
alcancé tomándolo de un brazo y evité que partiera lejos de algunas explicaciones que
como su esposa me merecía. Yo sabía que tenía que hablarle claro sino él iba a seguir con
sus jueguitos sucios de infidelidad.
— ¿Sí?—luego de un par de segundos que parecieron eternos se dio media vuelta y
me enfrentó con una cara de estar dándole poca importancia a mis palabras— ¿Qué
quieres?

—No quiero que Anastasia y tú sigan su relación de amantes—me limité a decirle


soltándole el brazo—Tampoco quiero que mi hermana y tú sigan flirteando tan
descaradamente.

— ¿De qué…De qué estás hablando?—me preguntó echando fuegos de los ojos,
sinceramente su mirada de extrañez se veía tan sincera que por un segundo deseé creerle
que él me era fiel—Ellas y yo no tenemos nada—vociferó a secas.

—Eso no es lo que se deja ver—manifesté sin nada de suavidad en mi voz, pues mi


cuerpo quería temblar pero mi mente no me lo permitía—Si con Anastasia y Ximena
pareces más casado que conmigo, sales con ellas, les haces cariño delante de la gente, le
dices que son guapas y los medios les toman fotografías como si fueran lo mejor—le
expresé casi que intentando no llorar. Ya eran bastantes lágrimas perdidas por él desde
nuestro matrimonio y necesitaba aprender a contenerlas.

Christopher me miró con un suspiro, ciertamente mis palabras lo habían dejado


sorprendido y fuera de nivel.

—Si eso es así es porque tú no has estado dispuesta a llevar a este matrimonio a un
segundo nivel —me habló luego de un par de segundos en silencio, con voz huraña y
profunda. Sus ojos parecían querer hipnotizarme y sus labios me anunciaban que me
querían hacer suya—Deberíamos aprovechar esta noche y tener nuestra primera noche de
amor y de entrega total—me propuso seductoramente extendiendo sus manos hacia mí,
obviamente llamándome hacia él.

— ¡No seas cínico!—le grité y tomando su laptop de forma apurada, busqué una de
las páginas de internet que había revisado antes y me dirigí hacia una mesa con
computadora; y en tanto, el me miraba en silencio sin saber qué estaba pasando; conecté la
máquina a una impresora y le di la opción “imprimir”. Luego de ello, agarre la hoja con la
nota y se la puse casi que la cara. Sí, era misma nota de “La pareja del año: el príncipe
heredero al trono Christopher y Anastasia, la hija del duque Cyprien”, pero igual para mí
significaba una verdad demasiado doliente.

Entonces, Christopher sorprendido agarró la hoja impresa y echándole una rápida


visualización a lo que decía allí, se quedó en shock por un cortico tiempo. Tiempo, que
para mí fe el más largo de toda mi existencia; ya que significaba enfrentarme a una
realidad que todos aseguraban que era cierta: Mi esposo no me amaba ni un poquitito.

— ¡Estuviste con Anastasia todo el día!—tomé un poco de aire y lo acusé rabiosa—


¡Ella es tu amante!—le afirmé mientras se me aguaban los ojos— ¿Y quieres que me
acueste contigo?—le pregunté apretando los puños a los lados de mis caderas.
— ¡No sabes lo que estás diciendo!—se limitó a decir y eso me hizo poner más
furiosa. ¿Por qué coño no me negaba que tuviera algo con Anastasia o con mi hermana?
Ah, no; prefería acusarme a mí de no saber nada de nada; para variar. ¿Por qué siempre él
tenía que salirme con algo acusador? ¡Bellaco!

—Eres un malnacido si crees que yo me puedo acostar con alguien como tú


después de que has andado acostándote con Anastasia—le expresé poniéndome muy
rígida, en el mismo período en que mi voz sonaba tan fuerte que los latidos de mi corazón
se aceleraban con cada palabra pronunciada por mí—¡No estoy tan loca! —le grité y él
abrió los ojos intensamente.

—Los periodistas siempre van a crear chismes—habló serio intentando hacerme


razonar, mientras yo; por el contrario notaba que su respiración se hacía cada vez más
profunda y llegaba a la conclusión de que él no estaba nervioso, sólo estaba molesto por
mis reclamos.

— ¿Eso es lo único que vas a decir?—le pregunté echa un manojo de nervios


violentos. Necesitaba que me gritara que no amaba a Anastasia ni a Ximena, precisaba que
me gritara que me amaba era a mí.

— ¡Vete acostumbrando a esa clase de vida! — Caminó por mi lado como si yo no


estuviera allí, aunque se veía suficientemente perturbado por mi reclamo—Además, en el
internet, la prensa y la televisión se puede poner y decir cualquier cosa—me recordó— Eso
no quiere decir que sea una verdad absoluta.

— ¡Eres un desvergonzado prepotente!—le grité sorprendiéndolo de mi grito a él e


incluso a mi misma— ¿Qué, ella es tan caliente?—indagué bien hastía.

—No he tenido, no tengo y menos tendré sexo con ella—me prestó por fin atención
y eso me hizo darme cuenta de que mi grito había funcionado para algo ¡Qué bueno! ¡Al
fin!—Ella y yo no somos nada—me aseveró mirándome directamente a los ojos.

—Eso lo dices para que yo no te reclame nada—una lagrima tenía ganas de


escaparse de mis ojos, pero apreté los ojos fuertemente para colmarme de valía. ¡Esta vez
ni una lagrima por él!

—Yo no te he dado ningún motivo para que me reclames— Christopher leyó mis
sentimientos guardados en los ojos y como para no hacerme más burla, prefirió caminar
hacia el sofá.

— ¿Y esto qué es?—le arrojé la hoja del periódico en la espalda y luego ésta cayó en
el suelo, Christopher se volteó hacia mí angustiado y me miró severamente.

— ¡Yo no soy amante de Anastasia, tampoco seduzco a tu hermanita!—expresó


ronco y después se sentó cruzando las piernas— No debería dolerte tanto si tú tienes rabo
de paja.
— ¿De qué estás hablando?—lo enfrenté apretando más mis puños a ambos lados
de mi cuerpo.

—Lo que acabo de decir; es…—tomó otra vez su laptop y se dispuso a ignórame—
¡No tengo más nada que comentar!

— ¡No me vengas con eso!—furiosa le arranqué la laptop de las manos y él


sobresaltado se puso de pie.

— ¿Qué te pasa?—intentó tomar la laptop pero yo la alejé de él— ¿Te volviste


loca?—me preguntó frenético.

—Yo estoy bastante clara—puse la laptop nuevamente en la mesita que estaba en el


centro de los muebles, junto a la impresora—Tú eres el que te estás equivocando
conmigo—lo acusé sin nada de diversión en mi voz.

— ¡Solo he dicho la verdad!—sonrió con picardía y muy sensual se puso las manos
en las caderas para provocarme; sinceramente que él se veía genial.

— ¿Qué? ¿Vas a decir que crees que Emmanuelle y yo tenemos algo?—me las
arreglé para decirle; me lo quería comer vivo para acabar con él, pero también, sabía que
no soportaría verlo muerto delante de mí ¡Yo sufriría mucho!— ¡Tonterías!—le expresé en
voz alta y lo enfrenté con la mirada sabiendo que él estaba intentado pillarme en algún
tipo de mentira.

— ¡No son tonterías!—se acercó a mí y me tomó de los hombros—Es solo que tú me


estas criticando por las fotos que salieron de Anastasia y de mí, pero casi todos los días
sales en la portada de un periódico en compañía de tu ex.

—Él es mi amigo y fue mi novio; además, esas fotografías que salen casi siempre
son viejas —le quité de un zapotazo las manos de mis hombros— ¿Qué insinúas?

—Sí, fue tu novio por mucho tiempo…—caminó, recogió del suelo la hoja del
periódico y me lo puso en la cara en forma de acusación—pero eso no quita que, como
estas, salgan fotos todos los días y yo me tenga que tragar todo eso aunque me dé una
rabia inmensa.

—Emmanuelle fue mi novio antes de que tú y yo nos casáramos; más nuestra


relación ya culminó—gemí; pues me sentía tan herida, él estaba dudando de mí y
realmente ese no era el propósito de esa discusión; ya que mi fin último era el de
reclamarle el que tuviera amantes—pero Anastasia fue…fue… Anastasia fue tu amante—
le revelé clarísima de mi misma— Estoy segurísima que te acostaste con ella y yo con
Emmanuelle ni aprendí a besar. Además, está Ximena con la que andas de cariñosito por
todo el palacio.

— ¡No repitas cosas como esas; por favor! —Bajó la hoja del periódico y la colocó
sobre la mesa—Ya te he dicho miles de veces que entre Anastasia y yo nunca hubo, no hay
ni habrá nada. Ella ni siquiera llegó a ser mi amiga porque nunca me ha dado buena
espina. Sí, yo la trato, hablamos y también la acompaño a ciertas partes; más es porque es
la hija del duque y de eso se trata el trabajo de la realeza. De la misma forma, con Ximena
tengo cercanía sólo porque es mi cuñada y tu hermana, pero por nada más—me aseguró
tomándome de las mejillas para que lo escuchara con mayor atención— ¡Entiéndelo, amor
mío!

—Eso no es lo que dicen todos…—lo miré sintiéndome tan pequeña, pero a la vez
tan aliviada de que me dijera otra vez que yo era su amor—Para todos…—me lamenté—
para todos en el país y en el mundo con cualquier mujer harías la pareja perfecta; en
cambio conmigo todo es distinto.

— ¡Dios mío! —Se agarró la cabeza en señal de consternación— ¿Por qué las
mujeres serán tan complicadas?

— ¿Complicada yo? —Tomé furiosa la hoja del periódico y se lo puse cerca de la


cara, idénticamente como él lo había hecho— ¿Por qué no hablamos claramente? Yo no
soy el que anda de amiguito con ellas.

— ¡Estás celosa, no lo niegues! —se echó a reír tan meticulosamente que al oírlo
rápidamente recordé que Christopher únicamente se reía tan abiertamente y naturalmente,
era conmigo. Recordé que él podía sonreírle a otras personas, pero no tan sinceramente
como solía hacerlo conmigo. Y por eso, no podía negar que me hacía muy feliz ser su
esposa hoy más que nunca ¡Me gustaba su sonrisa! ¡Me encanta su paz llena de alegría! ¡Lo
amaba!

— ¡Eres un presumido!—le expresé sin poder verlo a los ojos porque yo seguía
manteniendo el periódico cerca de su cara para cubrir nuestro contacto original— ¡Yo no
estoy celosa!

—No me lo tienes que aceptar, —su voz sonaba muy erótica y lo sentí súper cerca
de mí—yo sé que estas celosa y en este momento lo único que quiero hacer es besarte para
calmarte esos celos excéntricos y luego llevarte a nuestra habitación para hacerte el amor.

— ¡Ni lo intentes! —temblando me eché un paso hacia atrás.

— ¿Qué me vas a hacer si lo hago?—se movió hacia mí y me ayudó a sostener la


hoja del periódico que separaba nuestras caras, pero que sobre todo separaba los labios de
ambos.

— ¡Te mato! —el corazón estaba a punto de reventárseme de deseo.

—Hagamos la prueba—diciendo eso, tomó la hoja del periódico y lo arrojó lejos de


los dos, seguidamente alargó uno de sus brazos, me atrajo hacia él y me besó.

Me besó absolutamente hambriento de mí, y aunque al principio pretendí resistirme


ante su poderío, sus labios y sus caricias; al final fui impulsada a la pasión y al ardor del
deseo a la que él me llamaba con sus besos. No lo pude evitar y lo tomé del cuello
propiciando que su beso se hiciera más candente de lo que ya era.

Su boca sabía a fresas, a mandarina, a fuego y eso me fascinaba; puesto que, desde
que lo había conocido en la universidad eso era lo que había deseado. Siempre había
querido que me besara, que me demostrara su amor y gracias a un ser supremo superior,
últimamente él me besaba cuando yo más lo necesitaba.

— ¿Estás mejor?—me susurró en los labios y yo gruñí de gusto, por supuesto que
ya estaba mejor ¿Cómo no lo iba a estar si tenía al mejor hombre del mundo besándome
con una enorme sinceridad en sus sentimientos?

— ¡Me gustas muchísimo!—murmuró pegado a mis labios y a continuación los dos


comenzamos una batalla de besos a profundidad. Él acarició mi espalda y yo supliqué por
más ardor. Entonces, Christopher pareció percibir mi necesidad perversa y me apretó más
fuertemente ante él para que yo comprendiera que el deseo que ambos sentíamos por el
otro era mutuo.

— ¡Disculpen!—la voz entrecortada de Anastasia se dejó oír, lo que hizo que


Christopher y yo nos separáramos de pronto ¡Majadera chismosa de pacotilla! ¡Era una
atrevida presuntuosa! ¿Qué hacía allí?— ¿Interrumpo algo?—nos preguntó tímidamente y
yo quise agarrarla por las greñas; por supuesto que nos interrumpía, pero ya lo hecho,
hecho estaba.

— ¿Podrías dejar de aparecerte en donde nadie te ha llamado?— Christopher se


alejó de mí y le refunfuñó a Anastasia.

— ¡No empieces Christopher!—intenté parecer serena ante la embarazosa situación,


aunque el sonrojo de mis mejillas le revelaban a Anastasia, mi clara incomodidad por
haber sido pillados infraganti por ella.

— ¡Ay, realmente que adoro tu vanidad, Ashley!—la muy desgraciada de Anastasia


me dijo sin ninguna pena ni gloria— ¡Debo tener el cerebro dañado; pues los interrumpí a
ambos muy “cercanos” y eso a ti al parecer no te preocupa nada!

— ¡Anastasia!—anunció molesto mi esposo— ¡Hazme el favor y respeta a mi


esposa!

— ¡No la regañes Christopher, que no vale la pena!—intenté razonar en la pelea que


se vislumbraba entre los tres—El cerebro lo tiene dañado desde que nació—susurré tan
bajo que pensé que nadie me había escuchado.

— ¿Qué dijiste?—me preguntó la mujerzuela esa visiblemente echa una fiereza en


acción.

— ¡Nada!—batallé con una rabia interna de decirle unas cuantas groserías a esa
aparecida. Era una metiche en todo el sentido de la palabra y no le importaba reñir
conmigo delante de mi esposo—Yo…yo no dije nada—expresé y después bajé la mirada
enormemente apenada, hecho que pareció alegrar bastante a mi rival porque la muy zorra
se paró de lo más sexy delante de mi esposo y trató de hacer como si yo no estuviera allí.
Lo abrazó y aunque me doliera confesarlo me dolió bastante saber que él se dejó abrazar.

— ¡Ya, ya!—luego de un período que me pareció de lo más largo, Christopher se


zafó de Anastasia y eso me alegro muchísimo ¡Por fin!— ¡Me estás sacando de quicio! ¡No
me gusta que me estés manoseando! ¡No me gusta que me toques! ¡Déjame en paz!
¿Quieres?—le dijo a la cara y Anastasia se mordió el labio energúmena, sinceramente se
percibía que ella no se esperaba ese rechazo tan obvio.

— Christopher…—intenté calmar un poco la situación cuando comencé a sentir


lástima de ella; sí, yo había conseguido las cosas que había querido en ese día: un beso y
un rechazo de mi esposo hacia su amante; más, igual no me gustaba estar en el medio de
una riña como esa. Ella era una mujer, una zorra, pero igual seguía siendo una mujer que
se merecía respeto y consideración de mi parte. ¡Es que yo era tan boba, a veces!

— ¿Qué quieres Ashley?—me preguntó Christopher bajando su nivel de rabia, se le


notaba que estaba furioso de ver que su amante nos había encontrado besándonos; sin
embargo, también se advertía que él no quería por lo menos en ese instante, tratarme mal.

— ¡Nada!—volteé mi mirada hacia otro lado y quise meterme por el primer agujero
en la pared que consiguiera; así aunque fuera, a nadie molestaría.

—Bueno, entonces voy a darme un baño—me anunció mi esposo y luego tomó la


laptop dispuesto a llevársela con él—Y tú deberías hacer lo mismo—me indicó—puesto
que vamos a ir dentro de media hora de visita al zoológico.

— ¿Al zoológico?—dudé ¿Realmente él me estaba invitando a salir con él? ¡Qué


bien! ¡Qué feliz me estaba haciendo! ¡Qué adorable era!

—Sí, al zoológico—me confirmó evadiendo la presencia de Anastasia y hablando


solamente conmigo— ¡Tú y yo vamos al zoológico!—me manifestó y después caminó
hacia la salida y se marchó de la sala estar.

—Espero que estés orgullosa—se acercó a mí Anastasia riéndose con demasiada


felicidad para mi gusto— ¡Eres tan resumida!

— ¿De qué te ríes?—tirité al presentir de qué se trataba todo eso; ya antes me había
pasado. Anastasia siempre buscaba la manera de fastidiarme y aunque me ardiera la
sangre, lo estaba logrando.

— ¡Ver las cosas que te hace Christopher es algo majestuoso!—me rodeó con pasos
firmes y provocadores ¡Notoriamente me quería ver doblegada!

— ¿Qué me hizo ahora, según tú?—le pregunté sólidamente— Él a mí no me ha


hecho nada malo.
— ¿Te parece?—su voz sonó como un torbellino de mocos sueltos—A mí me llevó
a un viaje lejano y a ti solo te va a sacar al zoológico para que veas animales.

—Creo que eso no es asunto tuyo—Ok, ok, tenía algo de razón pero no se lo
pensaba decir.

— ¡Gracias por no echarme la turba encima con Christopher!—me expresó—Hoy


pasamos un día tan feliz que no me fuera gustado que termináramos riñendo porque él
quiere defender a su “banco de bebes”— ¿Banco de bebés? ¿Banco de bebés? ¿Esa zorra se
estaba refiriendo a mí como un banco de bebes? ¡Ojala que en ese momento se abriera la
tierra y se la tragara! ¡Qué se fuera al infierno!

— ¡Púdrete!—le atesté y decidí irme a mi habitación para arreglarme e ir a la visita


al zoológico. Bueno, ver animales era algo bueno y ella lo que tenía era envidia ¿O no? Al
parecer sí porque la muy desdichada me sacó la lengua en cuanto vio que yo no le había
parado ni pelotas.

Casi media hora después, Christopher y yo fuimos de visita al zoológico nacional.


Allí estuve fascinada de ver animales tan hermosos y diferentes entre sí. Me magnetizó ver
los feroces tigres, los enormes gorilas, los salvajes leones, las preciosas jirafas, los dulces
koalas y en sí, cada uno de los animales que estaban ahí. Luego de percibirlos, me alegró
que mi esposo me invitara a comer con él en un pequeño restaurant de comida rápida.
¡Gracias a Dios supremamente podía disfrutar de unas horas con él sin las sombras de
Anastasia y Ximena!

—Estoy encantado de ver que a ti te gustan los tigres—me dijo Christopher; en


tanto, comía complacido un poco de pasta con vegetales.

—Sí, es mi animal favorito—le respondí intentando no parecer tan nerviosa de


encontrarme en una cita con él—aunque la gente les tema, no puedo dejar de adorarlos.

— ¡Eres maravillosa!—me aseguró y justo en ese momento, llegó el mesonero con


una bandeja tapada y me sorprendí al ver que cuando la descubrió, lo que estaba allí era
una hermosa flor Margarita. Yo abrí los ojos como perlas de estar impresionada y
Christopher aprovechó la oportunidad para hacer una de sus locuras. Se levantó algo del
asiento y tomando la Margarita entre sus manos, la colocó como si se tratara de un adorno
en mis cabellos.

— ¡Eres tan hermosa como esta Margarita—me susurró casi en los labios y después
se volvió a acomodar en su asiento.

— ¿Estás de broma, verdad?—ceceé perturbada— ¡La gente nos está mirando!—y


era cierto, ya que, los pocos comensales del restaurant no nos quitaban los ojos de encima.

— ¿Qué hay de malo en que le dé muestras de amor en público a mi esposa?—me


preguntó con ardor.
—Para mí, sí sería malo…—le confesé bajando la mirada—yo…yo…yo no quiero
que hagas cosas por mí por lastima— ¡Ahí estaba! Se lo había dicho ¿Por qué yo nunca me
mordía la boca antes de hablar? Siempre tenía que decirle mis más ocultos sentimientos y
miedos ¡Oh, sea! Ambos habíamos compartido unas horas juntas casi que en forma de cita,
horas que no eran como las demás pues no tenían nada que ver con las obligaciones del
palacio, sino que eran de origen naturales, y yo igual tenía que decirle cosas feas a mi
esposo ¡Vaya, qué me golpearan la cabeza!

— ¡Eres muy satírica, amor!—alargó la mano hacia mí y con una sonrisa algo
disimulada me quitó un pedacito de pimentón que tenía cerca de la mejilla— Pero, ¿Sabes
algo? Yo te gano hasta en eso.

— ¡No me digas amor!—sacudí mi cabello hacia atrás ¿Se estaba burlando de mí o


me estaba seduciendo?— Tú ya tienes tu amor y no soy yo.

— ¿Entonces quién es?—me preguntó reluciente— ¿Por qué no entiendes que


quiero que siempre me veas a los ojos sin ocultarme nada? ¿Por qué no me puedes decir
que me ama si es tan fácil? ¿No entiendes que es absurdo que me mientas con la boca lo
que a leguas tus ojos me confiesan?

— ¡Yo…yo no te amo!—suspiré sin enfrentarlo directamente ¡Oh, pero que difícil


era confesarle mi amor! ¿Por qué me costaría tanto?

—Yo he nacido para ti y tú para mí—presumió con sus aires de príncipe heredero—
Nunca podríamos separarnos y créeme sueño con hacerte mi mujer—al oírlo hablar tan
sinceramente no pude evitar que mis mejillas se colorearan— ¿Por qué te ruborizas?

—Yo no me estoy ruborizando—me cubrí las mejillas apenada— ¡Estás loco!

—No tienes idea de lo fascinante, atractiva y erótica que te ves cuando peleas en
vano—comió algo más de pasta y con travesura me guiñó un ojo.

— ¡Yo…yo no peleo en vano!—sentí que la piernas me flaqueaban y podía jurar que


si fuera estado de pie, me habría desmayado a sus pies. ¡Amaba rotundamente a este
hombre!

— ¡Eres mía!—murmuró— ¡Eres mía para siempre! ¡Mía! ¡Mía! ¡Mía!

— ¡Uhm…!—siseé con los labios entreabiertos.

—Comprendo que se te haga difícil confesarme tu amor, pero…—colocó el tenedor


sobre la mesa y agarró un paño para limpiarse la boca—Yo te quiero a ti; así que estaremos
juntos para siempre.

— ¡No me digas!—satiricé y tomé algo de jugo de manzana —Me da igual lo que


pienses—balbuceé, pero al mismo tiempo mis ojos se rompieron y se volvieron un nudo
inentendible cuando lo miré tomar cosas con su mano derecha y también con su mano
izquierda con demasiada facilidad ¿Cómo podía hacer eso? Se le hacía tan cómodo y yo no
lo podía creer.

— ¿Por qué me miras tan sorprendida?—me sonsacó intrigado— ¿Tengo acaso cara
de zombi?

—Tú…—lo señalé con el dedo índice— ¡Tú eres grandioso! ¿Cómo puedes hacer
eso?

— ¿Qué?—dudó de mi interrogante, obviamente no sabía de qué se trataba mi


pregunta— ¿De qué hablas?

—Es que tú…tú puedes usar ambas manos con tanta habilidad—le expliqué—y eso
es tan sorprendente.

—Soy ambidiestro—me confesó tomando algo de champagne de su copa— ¿Tiene


eso algo de malo?

—No, claro que no—me negué frenética—Eso es algo bueno; ya que, puedes
manejar ambas manos a la hora de trabajar.

—Sí, eso suena bien; pero…—estiró la mano sobre la mesa y me incitó a darle la
mía—cuando eres claustrofóbico como yo, el ser ambidiestro no te ayuda mucho.

— ¿Eres claustrofóbico?— ¡Oh, no lo podía creer! Había tantas cosas que no sabía
sobre él.

—Sí, sí, —me acarició las manos con intensidad— más, no me gusta hablar de eso.
Como vez tengo mis defectos porque sigo siendo un ser humano; a pesar de ser un
príncipe.

— ¡Vaya!—sentí en lo más profundo una alegría a inmensa, esa tarde había


conocido dos secretos importantes de mi gran amor ¡Eso era genial!—¡Entonces, no eres un
descorazonado, eres un ser maravilloso y humano! ¡Me alegra saberlo!

—A mí también me gusta que lo sepas—se acercó a mí y me dio un beso en la


frente. Definitivamente era el hombre de mi vida y lo amaría siempre y para siempre.

Cuando los dos llegamos al palacio, cada uno agarró por su camino. Necesitábamos
nuestro espacio para arreglarnos para la fiesta de esa noche en el palacio, ya que, faltaban
pocas horas y todo tenía que salir perfecto. Asimismo, según lo que me había dicho la
reina madre iba a usar un traje del reconocido diseñador Valiest Di Ravapfes.

A mí no me importaba si vestía o no tan elegante, yo lo que quería era disfrutar del


mayor tiempo posible con mi esposo. Él se había apoderado de mi corazón y aunque me
viera como un “banco de bebes” como me dijo Anastasia, yo no podría arrancarlo de mis
entrañas.
Estaba meditando esa y otras cosas a solas en uno de los pasillos del palacio,
cuando llegó Anastasia ¡Esa bruja, villana y malquerida! ¿Cuándo me dejaría en paz, al
parecer no muy pronto.

— ¿Por qué estás aquí si yo quería estar sola?—le dije apenas al verla. Lucía un
espectacular vestido rojo con tacones del mismo color y francamente, se veía sensual,
exuberante y desbordante de mucha autoridad y elegancia.

—Necesitaba hablar contigo—se arrimó hacia mí y me sonrió con desprecio.

— ¡Tú dirás!— me aceleré a decirle.

—En realidad, me estaba preguntando tantas cosas—hizo un gesto fingido de estar


pensando, analizando y soñando—Últimamente he notado que los del palacio no tienen
especial atención hacia ti y que te tratan casi como si no fueras nadie importante.

— ¿Y?— ¡Oh, no! Ya venía con la cantaleta de “yo soy mejor que tú” “Tú eres una
hormiga a la que hay que pisar”.

—Es que eso es algo racional—se giró sobre su propio cuerpo mostrándome con
ello su belleza— Tú eres nadie delante de una mujer como yo.

—Ya vienes con tu canturreo—me coloqué las manos en la cadera y la desafié— Si a


ti te tratan los empleados bien, eso no es problema mío, y con eso debería bastarte.

—Sí, ellos me tratan maravillosamente—se arregló los cabellos como si intentara


decirme con ello que yo nunca superaría su belleza— Me tratan como a una reina.

— ¡Vaya, qué engreída!— le torcí la mirada hastía—No puedo creer que siendo tan
malvada todos aquí te hagan sentir como si valieras algo. Si realmente te conocieran a
fondo de seguro te tratarían mal. Puedes tener educación e incluso dinero pero lo mala
sangre nadie te lo quita.

—Yo soy la hija de un duque y tú la descendiente de una pobretona mujer sin


estudios—se rió con extralimitada confianza para mí gusto— Entre tú y yo jamás podrá
haber comparación. Está bien que a mí me traten mejor que a ti. Eres igual de basura que
tu madre.

— ¡No te metas con mi madre!—quise golpearla una y otra vez, pero me contuve,
no me iba a comportar como una vagabunda por ella.

—Ja, ja, ja—se cubrió la mano mientras se carcajeaba— ¿Te duele tanto la verdad?

—Tú hablas de mi madre, —la regañé— pero tú eres injusta, insoportable y


engreída.

—Algo así; —me siguió la corriente—sin embargo, aún te falta mucho para
conocerme realmente.
— ¡Eres una cobra arrastrada!—mucho sudor brotó de mi frente, esa mujer me
había sacado de mis casillas.

¡—Buen trabajo!—aplaudió burlescamente—Por fin te atreves a hablar como lo que


realmente eres; es decir, una vulgar pobretona.

—Te estás pasando…—fruncí el ceño competentemente amargada.

— Y voy a seguir haciéndolo hasta que entiendas que Christopher es mío—me gritó
extraordinariamente trastornada.

— ¡Eso no es lo que dice nuestra acta de matrimonio!— contuve el aliento y quise en


mis entrañas poder escaparme de allí.

— ¡Christopher es mío nada más!—me sonrió muy segura de sí misma.

—Si estás tan segura de eso, —intenté aclararle la mente para que bajara un poco el
nivel de exaltación que poseía— no deberías discutir conmigo.

—Yo no estoy discutiendo, es solo que…—se le iluminaron los ojos


aterradoramente— es solo que me obstina que alguien como tú me venga a causar
conflictos absurdos a mí, siendo yo mejor que tú.

—Christopher y yo somos uno, —le dije después de unos segundos de un molesto


silencio— tú eres la mosca en el pastel que a cada rato se aparece para fastidiar.

— ¡Eres asquerosa!—fingió sentir asco de mis palabras— Christopher no se merece


a un ser tan repulsivo como tú. ¡No eres para nada una dama!

— ¡Me haces llorar!— ¡muy bien, ahora era mi turno de ponerla en su lugar!— Tus
palabras humillante se vuelven nada cuando las escucho directamente de tu boca.

— ¿No te han enseñado a respetar?—energúmena se abalanzó sobre mí y quiso


darme una cachetada, afortunadamente logré detenerle la mano en el aire.

— ¡Respeta tú primero!—la empuje algo hacia atrás y la miré con rabia ¡Si me fuera
golpeado, la fuera agarrado por los moños y echo barrer el polvo!

—No sé como Christopher pudo escogerte para ser su esposa— se quejó no muy
contenta de ver mi resistencia a ser humilladamente por ella.

—No solo me escogió sino que me suplicó que me casara con él—le mentí
sonriendo; en tanto, me mantenía firme en mi decisión de hacerla sufrir aunque fuera solo
un poquitito.

— ¡Eso no te lo creo!—echó su cabeza hacia atrás en señal de estar diciéndome “Yo


siempre sé lo que digo y sé que eso es mentira!—Christopher no se humilla ante nadie.
—Bueno… —ahí estaba de nuevo, ¿Por qué siempre tenía que ser ella la que
conociera más a mi esposo? O sea, ya había descubierto que a Christopher le gustaban los
tigres como a mí, que era ambidiestro y además claustrofóbico; más de allí a conocerlo
como lo hacía Anastasia había una gran distancia—Bueno ¡Está bien! Él no me suplicó;
pero si vieras el poder de convencimiento que usó conmigo. Es tan genial que a uno lo
hagan sentir la mujer más hermosa del mundo. Christopher sabe cómo hacer sus cosas. Lo
que creo que más me gustó de él fue su convencimiento sensorial en la cama—le manifesté
sin ninguna vergüenza.

— ¡Esto es un matrimonio por conveniencia, es imposible que todo lo que me estás


diciendo sea verdad! —me gritó nuevamente apretando los puños, claramente molesta
conmigo.

— ¿Por qué no se lo preguntas a él?—le pregunté y en ese instante, decidí que debía
dejar a esa loca hablando sola. Ya era suficiente discusión por un día.

— ¡Claro que lo voy a hacer!—contuvo un obvio llanto y tragó fuertemente—


Puedes estar segura de que voy a preguntarle a Christopher si todo lo que me dijiste es
cierto; pues no te creo nada.

—Creo que no te atreverías a preguntarle nada de esta conversación porque no te


conviene ni un poquito—paseé por su lado imitando su llegada a ese sitio hacía un par de
minutos. Necesitaba demostrarle que no tenía miedo para evitar que saliera como una
vieja chismosa a contarle a Christopher quién sabe qué cosa o quién sabe qué mentiras —
Indubitablemente, no te conviene decirle a “mi esposo”—hice hincapié en la palabra “mi
esposo” para hacerla sufrir— que estuviste discutiendo conmigo otra vez. ¿Sabes lo que él
haría si se enterara?

— ¡Bruja!—chilló frenéticamente ¡Ay, sí! ¡Ahora sí que la tenía a mi merced!

—Aprendí y superé a la maestra—le hice un gesto de despedida y rápidamente huí


de allí hacia mi dormitorio.

Cuando llegué a la habitación, bastante ofuscada me arrojé a la cama boca abajo y


sin poderlo evitar me puse a llorar. Yo no era una persona fría ni calculadora, yo era del
tipo que se dejaba dar pelotazos por el resto de la gente y ahora, por culpa de ese
matrimonio arreglado, me la pasaba riñendo con una mujer hasta hacerla casi que llorar.
¡No, no, no! ¡Eso se tenía que acabar! ¡Christopher tenía la culpa! ¡Él me había obligado a
casarme con él! ¡Él tenía su relación con Anastasia y a mí me dejaba solo para banco de
bebes! ¡No, no, no!

Llevaba casi media hora acostada en esa posición, obviamente que chillando como
tonta, cuando el sonido de la puerta al abrirse me sacó de mi trance. Era un sujeto bien
vestido que había entrado al dormitorio y que al mirarme sonrió ¿Quién era? ¿Qué quería?
¿Por qué había entrado al cuarto? No lo sabía.
— ¿Qué hace usted aquí?—le pregunté de pronto, sentándome en la cama y
limpiándome las lagrimas para que no se revelaran tanto.

— ¿Está triste su majestad?—me preguntó perceptivo— ¿Yo puedo ayudarla en


algo?

— ¿Cómo?—le dije sin pensar en que ese sujeto era un total desconocido para mí.

— ¿Qué le sucede?—indagó— ¡Cuénteme! ¡Cuénteme! A veces es bueno hablar con


alguien.

— ¡Nada, nada!—me levanté y busqué un pañuelo para limpiarme las lagrimas—


¡A mí no me pasa nada!

— ¡Bien!—pareció rendirse—Si no me lo quiere contar lo aceptaré, pero déjeme


decirle que yo soy muy bueno para escuchar a las personas y a sus sentimientos.

— ¿Enserio?—murmuré y él me afirmó echando la cabeza hacia arriba y hacia abajo


que sí. Tengo que ser sincera, eso fue algo que terminó de agrietarme el corazón; por lo
que, no lo pude evitar y llorando desconsoladamente me arrojé a sus brazos, sí no lo había
visto antes pero es que él tenía razón; me urgía hablar con alguien, necesitaba ser sincera
con alguien.

— ¡Todos me tratan como si yo fuera una peste!—le proclamé y él me consoló


acariciándome la espalda.

—Deje de hablar así—me reanimó tímidamente—usted es una princesa y creo que


es la más bella de todas

— ¿Sí?—dudé de lo que me decía y me separé de él— ¿Y usted quién es?—le


pregunté tomando aire profundamente para poder mantener las palabras en mi boca y no
seguir con la lloradera— ¿Qué hace usted aquí? ¿Es un empleado nuevo del palacio
porque yo no lo había visto antes?

—No, no exactamente—sonrió y me acarició la mejilla—Soy el diseñador de la ropa


que usaras en la fiesta de esta noche y…—caminó hacia la puerta, la abrió y al instante
entraron varias personas de diferentes géneros y edades cargando diferentes objetos en
sus manos—y… este es mi equipo—el grupo sonriente pasó al interior, todos se
acomodaron unos al lado de los otros y comprensiblemente que nerviosos me saludaron
con la mano modestamente. En eso, yo les agradecí con un simple gesto en la cabeza; pues
de verdad que ese momento no me la esperaba ¡Oh, Dios!

— ¡Mi princesa, esta noche te vamos a volver una reina!—el diseñador Valiest Di
Ravapfes se paseó por el dormitorio con muchísima confianza— ¡Vamos a demostrarles a
todos que eres la mejor princesa que pudo tocar el suelo de este palacio!
¡Oh vaya! ¡No lo podía creer! ¡Ellos iban a arreglarme para esa noche! No a
Anastasia, sino a mí. O sea, no solo él se había encargado de diseñar mi vestido sino que
me quería arreglar para que en la fiesta yo pudiera causar buena impresión ¡Sí! ¡Por fin
algo me salía bien! ¡Qué feliz me hacía todo eso! ¡Gracias Dios! ¡Gracias reina madre!

Y es que esa era la primera fiesta de noche que se realizaba en el palacio, a parte de
la celebración de mi boda, y eso, me ponía muy nerviosa. El corazón me palpitaba de prisa
y los bellos de la piel los tenía completamente erizados. Yo no era una mujer perfecta para
estar allí, en eso tenía razón Anastasia; más iba a hacer mi mejor esfuerzo hasta lograr que
todos me aceptaran como indubitablemente que la aceptaban a ella.

A continuación, del dormitorio real el diseñador Valiest Di Ravapfes y su equipo


me trasladaron a una habitación pequeña que había sido designada por la reina,
exclusivamente para ser usada por mí para mis arreglos personales, físicos y de vestuarios.
Era como tener un salón de belleza privado y eso me encantaba.

Posteriormente, cuando todo estuvo listo salí de la habitación tomada de la mano


de famoso diseñador Valiest Di Ravapfes y a él se le notaba mucho por su amplia sonrisa
que sentía mucho orgullo, el ver como con la ayuda de sus estilistas y empleados me
habían transformado “completamente en una princesa hermosísima”.

— ¡Estás fabulosa!—me dijo sonriendo llevándome con él hacia las escaleras—si mi


novio estuviera aquí, seguramente que me dejaría a mí por ti.

— ¡No bromees con eso!—sonriendo me escondí en su hombro apenada— Ustedes


son una pareja gay maravillosa y él jamás te dejaría a ti por alguien tan simple y torpe
como yo—le expresé y tenía que ser franca, me había compenetrado mucho con el
diseñador y durante el rato que compartimos supe tantas cosas de él, incluso que era gay,
que ya lo consideraba un gran amigo.

— ¡Tú no eres simple y ya te lo dije antes mientras te arreglaba; “tú eres muy
hermosa”—al fin llegamos al salón de baile y Valiest me acercó al primer escalón,
sonriendo me dio un beso en la mejilla en forma de despedida y para darme unas fuerzas
que él sabía que necesitaba esa noche— Christopher se ganó la lotería contigo—luego con
picardía mi guiñó un ojo y se alejó de mí. Ahora era mi turno de actuar sola.

Al estar sin ninguna mano amiga a mi lado me puse mucho más nerviosa que antes,
desde el primer escalón de las largas escalinatas pude ver al público presente en el salón
de baile; todos estaban bien vestidos y elegantes y mostraban lo mejor de sí. Yo no era ni
llegaría a ser como ellos, pero valía la pena por lo menos intentarlo.

Al pensar en eso, me quedé congelada de pavor porque me sentía completamente


fuera de lugar ¿Qué hacía una chica como yo en un lugar tan…extraordinario? También
por un segundo me imaginé que lo mejor que podía hacer era darme media vuelta e irme a
mi dormitorio, allí seguramente que estaría más segura que en esa “fiestesita”. Yo no
podía estar ahí, seguramente que arruinaría la fiesta.

—Con ustedes señoras y señores—anunció por el micrófono el director de la fiesta y


todas las luces se fueron directamente a donde estaba yo. Me reflejaban y me mostraban
como la gran mujer esperada para esa noche—la princesa heredera Ashley, próxima reina
y soberana del país.

Los aplausos no dejaron de sonar por unos minutos; así que sin poder hacer nada
más, respiré y tragué resignada y me dispuse a bajar cada uno de los escalones hacia el
salón de baile. Cuando iba bajando pude percibir a Christopher esperándome en el último
escalón. ¿Y ahora qué quería?

Caminé hacia él sorprendida y a la vez contenta porque sabía que él me protegería


de todo lo malo que pudiera pasarme y que si en algún momento esta cabecita mía metía
la pata, tranquilamente, su ayuda afloraría para apoyarme y defenderme de las
adversidades.

Cuando llegué a donde estaba mi esposo, él se arrodilló delante de mí y me besó la


mano derecha. Yo abrí los ojos profundamente y no supe que decir ni qué pensar, eso me
había hecho ponerme mucho más nerviosa que antes ¡Los hombres en la realidad no
hacían cosas tan embarazosas! ¡Eso solo pasaba en los cuentos de hadas!

— ¿Qué…qué estás haciendo? —le pregunté perturbada sintiendo la decenas de


ojos que estaban en la sala, sobre nosotros.

—Solo siendo el caballero de brillante armadura que tú te mereces—se levantó del


suelo y luego me besó la mejilla, lo cual me hizo sonrojarme mucho más. ¡Me estaba
haciendo derretirme! ¡Un poco más y me iba a hacer desmayar!

—Eres mía y de nadie más —me aseguró acariciándome con esos maravillosos
labios y luego mostrándome esa sonrisita traviesa que solo me exponía a mí, me condujo
hacia los invitados y me hizo tomarlo del brazo. En ese momento los aplausos fueron más
numerosos que antes.

— ¿A dónde me llevas?—le expresé palpitante.

—Vamos al centro de la pista de baile—me afirmó notándose bastante satisfecho—


¡Vamos a bailar!

— ¿Qué?—aterrorizada intenté soltarme de sus brazos, pero eso fue inevitable; ya


que me siguió llevando con él.

— ¡Vamos a bailar!—me aseguró con prepotencia y yo no lo podía creer. ¿Por qué


Christopher me hacía algo como eso? Si bailaba con él seguramente que arruinaría la
fiesta. Yo…era lo que me decía Anastasia “asquerosa” y Christopher como ella aseguraba
no se merecía a un ser tan repulsivo como yo” “No era para nada una dama y
seguramente que haría el ridículo bailando”

— ¡No quiero!—gemí cuando ya habíamos llegado al centro de la pista y él no me


hizo caso, me tomó por la cintura y me acercó a él, la otra mano continuó agarrada de la
mía. Alrededor de nosotros varias parejas estaban también preparadas para
acompañarnos en el baile.

— ¡Estás bellísima!—me aseguró y la música comenzó a sonar; dolorosamente una


balada romántica con cantantes en vivo. ¿Acaso me quería matar de amor? ¿Las personas
solían morir de amor solo con dar una muestra de baile?

— ¡No digas estupideces! —balbuceé gruñona al caer en cuenta que él únicamente


quería jugar conmigo y hacer un chiste de mí y de mis miedos a bailar con él; pero el baile
comenzó.

— ¡Ay, mocosa malcriada!—me susurró al oído— ¿Por qué eres tan obstinada
conmigo?

— ¿Y tú, muchachito ricachón?—traté de separar mi cara de la de él evitando que


los demás presentes se dieran cuenta—Debe ser que el tener a tu amante en el palacio es
muy bonito.

— ¿Amante?—me preguntó curioso— ¿Vas a comenzar con eso? ¡Anastasia no es


mi amante!

¡Si cómo no! ¡Cómo si yo fuera tan boba! Yo podía amarlo, pero no por eso me iba a
poner una venda en mis ojos para no ver la realidad de lo que tenía en frente. Ese par
mantenía un jueguito sucio entre ellos y yo era una simple pieza para lograr el tan
esperado triunfo con el que soñaban.

—Quiero que sepas que no quiero las sobras de tu amor—le expresé con firmeza—
y que si prefieres a Anastasia o en otro caso a mi hermana Ximena, estoy dispuesta a
aceptarlo de muy buena manera; pero no quiero que…

— ¿Qué?—me preguntó al darse cuenta de que no estaba dispuesta a decirle todo lo


que sentía hasta el final.

— ¡Nada!—coloqué el mentón cerca de su pecho y cerré los ojos ¡Oh, no se me daba


tan mal el bailar entre tantas personas importantes.

— ¿Sabes que eso me molesta mucho de ti?—me manifestó Christopher luego de un


profundo silencio— ¡No lo soporto!

— ¿Qué?—palidecí.

— ¡Odio cuando me dejas con la información por la mitad—me aseguró llevando el


paso del baile—¡No soporto cuando estás hablando y de repente te quedas callada!
— ¡Ah, eso!—quise parecer tranquila— ¡Pensé que se trataba de algo más
importante!

— ¡En fin!—movió su cuerpo contra el mío y eso me hizo temblar de la emoción—


¿Por qué mejor no disfrutamos de este baile? Dure lo que dure es mejor que estar
peleando.

— ¡Tienes razón!— me tragué un poco el orgullo y decidí que lo mejor para mí era
disfrutar del baile y de esa noche con él.

Los dos seguimos bailando por un rato más y tengo que decir que ambos abrazados
estábamos como volando en el aire, alejados del mundo entero y de lo que pudieran decir
o pensar y palpando nuestros cuerpos casi como si estuviéramos haciendo el amor.

— ¿Qué piensas?—le pregunté a mi esposo, después de una larga pausa en nuestra


conversación.

—Pienso…pienso…—me susurró—Pienso en lo bien que nos vemos juntos—sentí


su aliento en mi oído y me estremecí atormentada por la excitación—y también, pienso en
que de una buena vez y para siempre tienes que dejar el resentimiento, el orgullo y la furia
que sientes por mí y enfrentar sin miedo alguno, los sentimientos que de verdad escondes
en el corazón.

¡Oh, ahí tenía una respuesta inesperada surgida de mi preguntar! No le contesté,


¿Qué carajo le podía decir? ¿Qué sí? ¿Qué tenía razón? ¿Qué sí lo amaba como él lo sabía?
No, yo aún no estaba preparada para algo como eso y lo mejor que podía hacer para no
sufrir era protegerme de ese enamoramiento loco que sentía por Christopher.

—No vayas tan deprisa…—cambié el tema de la conversación velozmente— que ya


me duelen los pies.

Y eso fue suficiente para que el tema que estábamos tratando quedara zanjado. Sí,
algún día tendría que decirle a Christopher que lo amaba, pero esa noche no sucedería.
Necesitaba tiempo para enfrentarme a esos sentimientos que incluso a mi misma me
hacían parecer una insulsa.

Las horas siguieron transcurriendo y en la dichosa fiesta esa, todo se divisaba


aburridísimo; hecho que pareció notarlo Christopher que de un momento a otro
desapareció de mi vista. Se alejó con un sujeto flaco y alto y en cuestión de un flas se retiró
del salón.

Entonces, solitaria, me senté cerca de unas personas de mediana edad para no


sentirme tan invisible en ese mundo de superficialidad. Allí preferí quedarme en silencio
para no caer de nuevo en mis constantes metidas de patas; sin embargo, cuando ya no
pude aguantar más el estar de “pared insociable” decidí levantarme de mi asiento y
caminar en busca de mi esposo. No obstante, eso nunca llegó a pasar; puesto que, en un
cortísimo período tuve la presencia irritante de un hombre apuesto y elegante que intentó
rápidamente sacarme conversación, aunque yo no lo conocía.

El sujeto era italiano y se le notaba a leguas que; aparte de ser guapo, también era
multimillonario; ya que, las chicas que pasaban cerca de él lo desnudaban con la mirada y
sonreían al notar su perfecta apariencia de “chico que paga todo”. Yo; en cambio, no me
sentí para nada atraída por él, sí ese tipejo era el perfecto príncipe de los cuentos de hadas,
más no me agradaba para nada que se tomara demasiada confianza conmigo.

—Mucho gusto—se sentó a mi lado extendiendo su mano para estrecharla con la


mía—Mi nombre es Rogelio y soy el duque de “Mesuldaré—se presentó con orgullo.

—Es un gusto conocerlo—le estreché la mano lo más rápido que pude y respiré
profundamente para evitar caer en su trampa de “chicoguapo.com” que sinceramente
parecía tener grabada en la frente— ¡Es un placer!

— ¿Me preguntaba si le gustaría bailar esta pieza conmigo?—exclamó ingenioso—


Es una bonita canción y muy romántica.

— ¡Oh, cuanto lo siento!—fingí sentirme apenada—Realmente no puedo bailar con


usted porque no se me está permitido.

— ¿Y eso por qué?—me preguntó cruzándose de brazos— ¿Ser la esposa del


príncipe heredero se lo impide?

¡Pero…que hombre tan abusivo era ese mentecato! ¿Cómo se atrevía a decirme esas
cosas? Además, se estaba tomando demasiadas confianzas conmigo de las que debería.
Por si no lo sabía yo era una mujer casada y aunque no lo fuera, nunca en la vida me
habían gustado los hombres que quieren sobrevalorarse a sí mismos.

— ¡Por supuesto que sí!—le contesté de mala gana— ¿Qué pensaba que soy una
cualquiera?

—No, por supuesto que no—pareció nervioso—Es solo que considero que usted es
la esposa del príncipe heredero, no su prisionera.

—Yo…—lo interrumpí deseando que se me hiciera el milagro de que Christopher,


la reina madre o incluso mi mamá aparecieran de pronto para que me quitaran a ese galán
de quinta de encima—No soy su prisionera pero estoy casada con él—le dije con severidad
y él me sonrió como si mis palabas les parecieran divertidas.

—… Uhm—se irguió como todo un “Don Juan picaflor” —Usted es una mujer fiel
¡Eso me gusta!—tomó un poco de su bebida y la colocó nuevamente en la mesa.

— ¡Por favor, no me haga rechazarlo de una forma más grotesca—le supliqué y


pareció no escucharme porque se acercó más a mí y buscó hablarme casi que al oído
— ¿Entonces, va a bailar conmigo?—me preguntó nuevamente y eso me hizo sentir
totalmente muda; ya que, aunque hablaba la gente parecía no entenderme, sobre todo ese
sujeto abusador.

— ¿Mequetrefe por qué no invitas a bailar a otra persona que sea soltera?—de un
momento a otro llegó Christopher y lo agarró fuertemente por el brazo para poder
enfrentarlo cara a cara—Ella está casada y por lo tanto, no entra en la lista de tus posibles
conquistas.

—Su alteza…—el conquistador tembló de los pies a la cabeza por el susto que
poseía en ese momento; le tenía miedo a mi esposo y eso para mí resultaba algo muy
ventajoso si quería desprenderme de sus artimañas de conquista—Yo no sabía que había
llegado—le dijo a mi esposo y se puso de pie para hacerle una reverencia— ¿Qué le está
pareciendo la fiesta?—le preguntó y yo desde donde estaba sentada podía sentir la mirada
oscura de rabia de Christopher ¡Estaba celoso, viva!

—No seas tan patético y aléjate de mi esposa— Christopher ignoró por completo las
muestras de educación y refinamiento del duque y más bien su voz pareció más iracunda
y amenazadora que otra cosa— ¡Es una orden!—gritó sabiendo que casi nadie podría
darse cuenta de la riña que estaba llevando en la fiesta; pues el alto volumen de la música
casi no permitía escuchar nada.

— ¡Excúseme!—el duque hizo una reverencia de disculpas tratando de justificarse


por su tremenda falta—Es que…es que…—tartamudeó—Es que el ver que ella no
compartía con ningún chico me hizo creer que se trataba de otra persona y no de la
princesa.

—Bueno, ya lo sabes; — Christopher se le acercó al duque con un gesto bien


amenazador y peligroso— así que deja de hacerle ojitos a mi esposa porque si sigues con
eso voy a matarte.

— ¡Lo siento mucho!—casi que pude escuchar el sollozo del pobre tipo.
Sinceramente que cuando Christopher se ponía duro podía causar terror y eso se
comprobó más cuando tomándome con fuerzas de las muñecas me hizo marcharme con
él.

—Tú y yo vamos a bailar—desconoció al duque y me haló hacia él— ¡Ahora!—


entonces, a la fuerza me llevó con él a la pista y a continuación, ambos comenzamos a
bailar.

— ¡Has llegado pronto!—le dije intentando actuar lo más serena posible, para que
así, Christopher se aquietara y no le partiera a puñetazos los dientes al duque— ¡Cómo te
desapareciste apareciste!

— ¡Buenos, mal!— manifestó con intrepidez—un ratito más y ese charlatán se te


fuera lanzado encima.
—No deberías actuar tan tirano—protesté— ¡Lo amenazaste de muerte!

—Ese tipo cruzó la línea y se merecía lo que le dije—me aseguró temerariamente—


¡Tú eres mía y él debe aceptarlo!

—Pero, de ahí a decirle que vas a matarlo…— ¡Oh, claro y ya que me iba a escuchar
si le decía que eso no estaba nada bien y que no debería hacerlo otra vez!

—Perdón, es que cuando estoy molesto no mido las palabras; —se disculpó
sorprendiéndome completamente ¡Eso sí que no me lo esperaba!— de igual forma no me
arrepiento de haberlas dicho.

— ¡Vaya! ¡Qué considerado!— Christopher se estaba comportando con un


delincuente y no como un príncipe y eso me hacía dudar sobre qué era lo que realmente
pasaba por su cabeza—Primero una disculpas y luego un no arrepentimiento ¡Eso es
extraño!—le dije y me gustó sentir que su mano derecha apretaba mi espalda en señal de
clara mortificación. Él estaba confundido y bastante, pero bastante celoso.

—Ese tipo se quería aprovechar de ti— me aseguró juicioso y yo sentí una alegría
agradable en el corazón al notarlo tan mosqueado. Me gustaba ser la causa de su rabia y
quería que poco a poco la distancia entre ambos se fuera acortando; ya que, las cosas se
estaban desinhibiendo y en el fondo sabía que poco a poco yo podría ser la persona más
cercana a él, aunque fuera solo al ser su mejor amiga.

— ¡No puedes asegurar eso!— enuncié con la voz un poco áspera.

—Ese cuento de que te vio sola y quería hacerte compañía yo no se lo creo—pasó


diestramente su mano sobre mi nuca y sin un mínimo grado de timidez me agasajó los
cabellos con ternura.

— ¿Y si fuera verdad?— ¡Claro que no era verdad! pero ¿Qué más podía decirle
para que se tranquilizara?— ¿No te has puesto a pensar en eso?—le pregunté y
seguidamente sentí sus labios pegados a mi oreja.

— ¡Tú sabes que eso no es así!—me susurró y luego me besó ligeramente el lóbulo
de la oreja.

—Sí, no es así, pero…— ¿Qué carajo le podía decir a Christopher para salvar al
duque? ¡Oh sea, el seductor ese se merecía una buena tunda de mi esposo por abusador;
no obstante, tampoco quería que por mí fuera a parar directamente al hospital sin siquiera
haber sido escuchadas sus disculpas!

— ¿Es una idea mía o estás dolida?—mi esposo me habló desafiante y eso me dolió
mucho ¡Oh sea, el muy canalla estaba dudando de mí!

— ¡Por supuesto que no!— me negué nerviosa; sí estaba celoso pero esos mismos
celos lo hacían decir y pensar cosas que no eran las más correctas.
— ¡Entonces, deja de defenderlo!—me pidió y yo entrecerré los ojos para que él no
pudiera ver la contrariedad que tenía marcada en mi mirada.

— ¡Bien!— le dije a secas, deseando que el muy vil algún día pudiera sentir todas
las cosas buenas y malas que a veces él me hacía sentir. ¡Si la vida fuera como en las
novelas, otro gallo cantaría! ¡Qué fácil podría ser todo si pudiésemos cambiar de cuerpo!
¡Qué tranquilidad me daría el saber que él era el que tenía que sufrir por mí y no
viceversa!

Y así, continuamos bailando, Christopher; a pesar de su gruñonería intentó tratarme


como la mujer de su vida. Bailamos abrazados y por un buen rato fue maravilloso sentir
mis pechos pegados a su torso. No era para nada fácil tratar de esconder mi amor hacia él.
A cada segundo sentía que las piernas me flaqueaban y solo el saber que allí estaba mi
esposo para sujetarme, me mantenía de pies moviéndome al ritmo de la música.

A medida que bailaba miraba a las chicas que estaban en la fiesta y el corazón se me
ponía achicharrado. Esas mujeres habían dejado de mirar al italiano con deseo y habían
puesto los ojos en Christopher, de verdad que la prensa tenía razón cuando lo llamaba “el
hombre más sexy y popular del mundo”. Él tenía la hipnosis de un macho que no sabe lo
que es amar de verdad, pero que atrae a sus presas hasta ponerlas de rodillas ante él.

— ¿Y ahora por qué te quedas callado?—inspiré con poderío para así poder romper
el silencio al que estaba siendo obligada a postrarme— ¿No me vas a decir más nada?

—Estoy pensando… —me apretó contra él, visiblemente que reprimiendo la rabia.

— ¿Pensando? ¿Has dicho pensando?— ¿Por qué sería que eso se me hacía difícil de
creer? Obviamente que él no quería hablarme por un largo rato para no continuar
quejándose de mi coqueteo con el duque; ya que si lo hacía notoriamente que se vería
celoso y con ello, débil.

— ¡Estoy pensado!—me aseguró fríamente— ¿Hay algún problema con ello?

—Déjame aclararte algo y que te quede bien claro, —desaprobé— si te vas a poner a
actuar como un tirano te juro que prefiero irme a bailar con Rogelio, el duque de
“Mesuldaré”—le reviré y él me soltó velozmente.

—Es que hasta su nombre te aprendiste—me miró desconfiado y eso me hizo sentir
que mi corazón se partía en dos. ¡Canalla celopata y troglodita!

— ¡Claro, es que él es tan genial!—enormemente harta fingí que me interesaba el


duque sádico ese y ya no pude pensar más, si Christopher estaba molesto; entonces yo
haría que se molestara mucho más.

— ¡Basta!—me tomó fuertemente del brazo y me llevó arrastras fuera de la pista


¿Por qué siempre me tenía que llevar a cualquier sitio de esa forma? ¿Acaso le costaba
mucho pedirme que lo acompañara a cualquier sitio al que quisiera? ¡Era un bárbaro!—
¡Deja de actuar como una niña!—me pidió presumido mientras caminábamos uno al lado
del otro.

— ¡Rogelio es tan guapo!— le dije sonriente y él arrugó el gesto hecho un Diablo a


punto de atrapar a su próxima presa.

—Yo…—se detuvo de pronto y me miró fijamente a los ojos—yo tengo miles de


cosas que quisiera decirte en este instante pero sabes qué, prefiero callarlas, no me parece
ni el lugar ni el momento para recriminarte tus etapas de malcriadez y tu actitud de “voy a
llevarle la contraria a mi esposo”—y en eso tenía razón, desde donde estábamos de pie yo
podía notar la mirada de la reina madre preguntándose ¿Y ahora qué le pasó a estos dos?
¿Están pelándose de nuevo? ¿Acaso se olvidaron de que están en público? Y eso era bien
malo, incluso que para mí.

— ¿Entonces, qué hacemos?—le pregunté deseando que por esa noche las aguas
mermaran hasta quedarse en total agonía. Ya no quería discutir con mi esposo, esa noche
aunque aburrida era la más linda de todas en mi vida, solo por la sencilla razón de haberla
pasado con él.

—No podemos seguir bailando…—me respondió Christopher señalando al unísono


la pista abandonada por la mayoría de las parejas que antes habían bailado—si seguimos
bailando y discutiendo a la vez, vamos a terminar haciendo un espectáculo horrible en
medio de toda esta gente.

— ¡Sí, tienes razón!—le susurré apenada bajando algo el mentón, pero ¿Cuándo
coño no la tenía si él era el amo de la razón?—Sin embargo…—no quería separarme de él
y menos en ese instante, que podíamos estar únicamente él y yo; a pesar del gentío
presente—Sin embargo, podemos hacer otra cosa que sea más divertida—le propuse y él
me sonrió pícaramente.

— ¡Está bien!—se acercó a mí triunfador y yo inmediatamente retiré la mirada—


¿Quieres salir conmigo a dar un paseo afuera?—me planteó diabólicamente y eso me
alegro muchísimo; ya que, ¡Vaya! Iba a compartir más cosas con él, pronto conocería más
cosas de él y de su vida; además de que, él estaba dejando esa fiesta a un lado para estar
conmigo ¡Qué bien!

— ¡Me encantaría!— le aseveré llena de emoción.

Después de eso, ambos nos marchamos caminando a dar el dichoso paseo en los
alrededores del palacio y fue un tiempo maravilloso para mí; ya que, Christopher en todo
momento me llevó de la mano, se comportó como todo un caballero y asimismo, con sus
acciones fue acortando los lazos entre él y yo.

—Es raro saber que de repente me volví muy popular con los chicos—le confesé
mientras caminábamos por un camino de cemento rodeado de flores de jardín ¿Y para qué
le iba a mentir si esa era la verdad? Yo nunca había sido popular con los chicos y de
repente, muchos querían emparejarse conmigo.

—Si antes no lo eras era porque los chicos estaban ciegos— me dijo y yo sonreí
incrédula.

—No, no es eso aunque me duela aceptarlo—lo observé con la mirada


entumecida—Los chicos quieren codearse conmigo y las chicas ser “mis amigas” porque
quieren hacerse famosas saliendo en la prensa.

— ¡No hagas ni digas como esas; por favor, tampoco te sientas mal!—me pidió
suplicante— ¡Tú eres alguien genial y cualquiera se sentiría feliz de tener contacto contigo!
¡A mí me gustas!— me proclamó y esas palabras me hicieron muy, pero muy feliz.

— ¡Eso es diferente, yo soy tu esposa!—sentí que las mejillas se me ponían rojas de


la vergüenza y sin dudarlo un segundo me las cubrí con los dedos de la mano. Él me miró
hacer algo como eso y sonriendo me quitó las manos de la cara con suficiente cariño. Yo lo
miré y quise besarle esos maravillosos labios que me volvían loca ¡Lo amaba! ¡Lo adoraba!
¡Lo deseaba! ¿Y para qué iba a negarlo? Jamás podría hacer algo tan tondo, ni aunque para
mí, todo eso fuera extraño; ya que, le estaba desnudando mi alma de manera tan natural a
mi esposo que no sabía si podría sobrevivir a algo como eso.

— ¿Y qué diferencia hace que seas mi esposa?—me preguntó Christopher sin


soltarme.

—Es que…—me brillaban los ojos por la sensación de no saber qué decir ni qué
hacer que me apretaba la garganta—Es que el resto de los chicos y chicas se acercan a mí
porque piensan en cómo sacarle provecho a mantener una relación conmigo.

— ¡Bueno, en eso tienes razón!—me acercó a él y me abrazó sobre el hombro, luego


me hizo acompañarlo a seguir caminando con él ¡Dios que esta noche nunca se acabe!— Es
triste saber que haya seres que tengan que impulsarse de los hombros de otros para
alcanzar el éxito—musitó y yo me reí sin ganas.

—Tú sí que no necesitas de eso —lo solté cabalmente y posteriormente caminé


algunos pasos delante de él—Tú eres exitoso en todo y nada más que con abrir los ojos por
la mañana, la gente te está admirando.

—La gente, pero no la persona que yo realmente quiero que me admire— me


anunció con total seguridad en sus palabras— Ashley, yo quiero que tú te enamores de mí
y por ello sería capaz de dar y hacer lo que fuera.

— ¿Lo qué sea?—le pregunté y rápidamente recordé que él sin ponerse a pensar en
las consecuencias, me había manipulado hasta el límite de hacerme casarme y convertirme
en su esposa.
— ¡Lo que sea!—buscó amedrentarme con sus palabras, pero yo no le hice caso ¡No
valía la pena!

— ¡Ah!—balbuceé y me sentí feliz de poder estar ahí afuera; ya que, la brisa movía
mis cabellos y podía sentir la libertad que el palacio no me brindaba. Finalmente decidí
que lo mejor que podía hacer era no abrir durante esa noche el cofre de recriminaciones de
¿Por qué me obligaste a casarme contigo? ¡Tú amas a Anastasia y juegas conmigo! Esa
noche no, esa noche era para disfrutarla y no para llorar por el desamor.

— ¿Por qué no hablamos de otra cosa? No sé, algo de mi gusto—le propuse


volteándome hacia él y desde la distancia que nos separaba me encantó verlo tan guapo,
sexy y extraordinario como era. Él era el hombre más perfecto que hasta esa noche había
conocido y yo era su esposa, aunque fuera solo en un papel firmado y sellado en un
registro civil.

— ¡Está bien!—me dijo Christopher caminando hacia mí— ¿De qué quieres hablar?

—Creo que no tengo ni idea—me eché a reír por la sorpresa de la pregunta


¿Enserio se había tomado en serio lo de hablar sobre un tema de mi gusto? ¡Estaba loco!
Pero, claro que sí se lo había tomado en serio, rápidamente se lanzó a reír conmigo y me
declaró con su carcajada que él haría todo lo que yo quisiera, aunque fuera por lo que
quedaba de esa noche.

—Me alegro de oírte de que no tienes idea de que hablar conmigo—se desahogó
sutilmente después de dejar de reírse; o por lo menos, después de contener su risa para
que nadie en el palacio lo escuchara.

— ¡Niño, malo!—lo golpeé juguetonamente en el hombro y me encantó sentir la


dureza de su cuerpo y lo infantil que había resultado ser después de todo ¡Grandioso, ya
conocía algo más de él!

—Sí, siempre—me aseveró ingeniosamente—Bueno, hablemos de lo fastidiosa que


se ve esta fiesta ¿Te parece?—me expuso.

—Es más que eso—le dije y los dos seguimos caminando uno al lado del otro sin
ningún destino fijo—Desde la música hasta la gente son patéticos—le enuncié— ¡Lo siento
por la reina madre que se preocupó tanto por prepararla!

—En eso concuerdo contigo—me confió.

—Primera vez que concordamos en algo— le recordé y justamente al expresarle eso


se me fundió la piel de la emoción. Yo sabía que él también creía en eso; no obstante, no se
lo dije.

— ¡Muchachita insensata; por favor, no cambies!—me manifestó feliz y sonriendo


con travesura me levantó entre sus brazos y lleno de satisfacción, gozo y alegría me hizo
dar varias vueltas flotando en el aire acompañada de un él totalmente extasiado— ¡No
cambies nunca!—me pidió y a continuación, yo me reí llena de una libertad estupenda,
abrí los brazos al aire y cerré mis ojos para poder imaginarme tocando el cielo.

— ¡No lo haré!—le aseguré contentísima— ¡No lo haré!

A la mañana siguiente; se acabó el encanto de la fiesta, ya no hubo más muestra de


amor y menos arrumacos por parte de Christopher, el muy zángano continuó siendo el
mismo canalla y tirano al que ya me había acostumbrado, y yo seguía peleando contra mis
sentimientos y con las ganas de gritarle ¿Acaso no vez que te amo, canalla? ¿Te volviste
ciego de pronto? ¿Por qué me estás ignorando vil?

No obstante, lo peor no era eso, sino que yo a mi esposo lo sentía cada vez como
que más furioso conmigo; ya que, con las demás personas se comportaba normalmente,
más a mí me ignoraba como si fuera un juguete de la infancia escondido en un baúl lleno
de polvo. La muestra más simple estaba en que durante el desayuno no intentó ni siquiera
voltearse a verme y después de haber terminado de comer se levantó mosqueado y se
marchó a dizque asistir a unas reuniones importantes.

Y eso me hizo sentir bastante mal, pues no era nada fácil el darme cuenta que
volvíamos a estar como en el principio de nuestro matrimonio; es decir, sin expresar
nuestros sentimientos y huyendo uno del otro; Christopher andando por su lado rodeado
de todo tipo de gente importante y yo sin saber cómo actuar frente a cierta gente.

Sin embargo, tengo que admitir que lo que más me dolía era el ver que durante la
mañana no recibí ni un piche mensaje al celular de su parte, una llamada o un simple
repique anunciándome que aún se acordaba de mí. Estuve como tonta sentada casi dos
horas con el teléfono en la mano esperando una llamada que me confirmara que aún
seguía vivo, pero no, no se acordó de marcar mi número ni una sola vez.

Entonces, al sentarme en el Living Room para ponerme a revisar las informaciones


del día supe el por qué mi esposo estaba bravo conmigo. En ese día algunos medios
habían publicado como un notición fotografías mías charlando en la fiesta con el duque
Rogelio. Era tan molesto eso que muchos habían colocado que ambos hacíamos la pareja
perfecta y un periodista incluso dijo que ya me estaba olvidando de mi ex, pero para
embarcarme en una nueva relación extramarital.

Al leer todas esas publicaciones me sentí decaer fatalmente, era como estar en el
lugar de un soldado herido en el desierto que no sabe si morirá o vivirá; pero cuyo
corazón late de prisa esperanzado por volver a su hogar. Lamentablemente, ese hogar no
es el mismo que dejó para irse a luchar a la guerra y a veces cuando regresa lo que se
consigue no es de su agrado.

Cerré esas páginas y abrí otras con el fin de revisar qué más habían publicado esos
comunicadores sociales con respecto a mí y hubo una publicación en específico que sí que
me hizo hervir la sangre. Se titulaba “La mona aunque se vista de seda, mona se queda” y
me mostraba en una foto bajando las escaleras durante la fiesta de la noche anterior. Al
leer cada párrafo escrito en el artículo me daban muchas ganas de ponerme a llorar; pues
propiamente se decía allí que ni que me vistiera con el mejor atuendo del universo, yo
podría llegar a ser una princesa.

Yo que no podía creer las noticias que me estaban llegando al teléfono, temblé
angustiada y tristona. ¡Eso era el colmo! ¿Cómo ese malvado periodista anónimo podía
estar diciendo que yo no servía como princesa? Y no solo era ese idiota, sino que al abrir
otras páginas de noticias podía ver nuevamente lo que todos los días la mayoría de los
comunicadores sociales y cotillas cibernéticas decían y era que yo no cumplía con las
expectativas para ser princesa. Uno hasta se atrevió a decir que yo no tenía la clase
suficiente como para causar euforia entre los súbditos.

Y yo no quería eso; me bastaba con que me quisieran y me aceptaran y por lo visto


eso nunca ocurriría porque nadie me quería; muchos comentarios de los espectadores eran
incontablemente más crueles que lo que decían en las noticias. Es más, podía jurar que no
había uno mejor que otro porque todos esos eran horrendos. La gente me criticaba, me
odiaban y hacían burlas de mi llegada al palacio como esposa de Christopher.

Sin embargo, nuevamente me equivoqué porque conseguí algo muchísimo peor;


abrí una página de internet llamada “les choses de Subway” y eso fue trágico para mí. En
letras rojas decía “Ashley o Ximena, ese es el dilema”. Allí claramente se manifestaba que
Christopher se había equivocado al escoger esposa; puesto que yo no era lo
suficientemente reconocida y elegante como para ser princesa; en cambio, Ximena, sí lo
era. Ella tenía las medidas perfectas, era popular entre la gente y se ganaba el corazón de
cualquiera con sólo mover un poco las pestañas.

Tragué temblorosa y una lagrima rondó por mis mejillas. Esas noticias me
revelaban lo que desde hace tiempo ya sabía. Yo no había nacido para ser princesa, no
importaba lo que Christopher intentara hacerme creer o lo que la reina me dijera sobre que
el Palacio tenía una mejor aura desde que yo llegué allí; yo no debería ser la esposa del
príncipe, yo no debería ser una princesa.

— ¡Princesa Ashley!

La voz que llegó al Living Room me hizo temblar, no era nadie conocido a
profundidad, era sólo uno de los empleados internos del palacio.

— ¡Dígame!—le expresé y pude ver que sí era un trabajador común. Era uno que
andaba para arriba y para abajo con Ximena. Sí, con Ximena, con la persona que todos
consideraban como la mujer beldad para ser la princesa.

—Perdone, que la llamé así de improviso—me anunció—pero es que su hermana


Ximena me pidió que pasara por ella para…
— ¡No tiene que darme explicaciones!—lo grité sin ponerme a reflexionar que ese
pobre hombre no tenía la culpa de lo que la mayoría de la gente creyera de mí— ¡Disculpe!
—rezongué intentando contener un llanto demasiado fuerte para mi gusto.

Entonces, suficientemente apenada salí corriendo de prisa del Living Room


intentando huir de mi destino. Realmente me sentía muy apenada porque había actuado
demasiado infame e injusta con el empleado, pero no podía evitarlo; estaba muy furiosa.

—Pero…—logré escuchar al sujeto a cierta distancia—Pero…princesa. ¡Su majestad!


¡Su majestad!—me llamó y yo no me detuve en ningún momento a escucharlo.

Esquivando a todo el gentío que se me atravesó en tanto corría sin pararme a


respirar, logré salir del palacio y caminar por el césped que solo la noche anterior había
paseado con mi esposo. Lo vi con desdicha y específicamente noté a mucha gente
presente, gente que seguramente pensarían cosas horribles de mí y que de seguro
adoraban a mi hermana y eso me hizo morderme los labios para no ponerme a gritar de la
rabia y hacer un berrinche.

En eso, vi a una pareja de pintores sentados en el jardín tratando de hacer sobre un


lienzo una pintura de Ximena, y eso aceleró mi rabia. ¿Cómo no me había dado cuenta que
la mayoría de la gente quería, adoraba y se arrodillaban ante Ximena? Ni siquiera era ante
la sabionda de Anastasia, sino que era ante mi propia hermana. Sin quererlo sabía que me
había adentrado en una lucha por el amor de mi esposo, unas veces contra Anastasia y
otras veces contra Ximena.

Bueno, no era que hubiese una mejor de las dos; puesto que, si se hacía una
competencia justa, balanceada y participativa, yo estaba segura que quedaba de campeona
Anastasia, muy cerca de ella Ximena, y yo no aparecería ni en los créditos finales del
show. En sí yo era una perdedora nata.

Salí huyendo de las zonas cercanas al palacio y me adentré al patio frondoso.


Necesitaba estar un buen momento a solas para poder llorar. Porque ¿Quién coño era
Ximena para que todos besaran el piso por donde caminaba? ¿Quién era ella para ser tan
perfecta? ¿Qué tan encantadora era Anastasia para que muchos soñaran con ella como
princesa? ¿Cuál de las tres merecía realmente ser la princesa? ¿Era yo tan desastrosa como
para que nadie me quisiera ni una milésima? Todo eso, tenía una sólo respuesta que era
muy fácil, y se resumía en que Ximena y Anastasia eran las mujeres perfectas para
Christopher y yo sólo era una piedra en los zapatos de todos.

Corrí senderos y senderos sin pararme para fijarme por el camino que iba. Yo solo
requería de aire puro que me hiciera olvidar que yo era nada para el resto de la gente, Sí, y
seguro que Christopher pensaba lo mismo. El muy canalla seguramente me había
escogido para ser su esposa porque no consiguió otra buena opción, quizás fue por lo que
me decía mi hermana de que sintió lastima de mí o en definitiva era cierto lo que me decía
Anastasia de que yo era su banco de bebés.
Un trueno se dejó escuchar en el cielo, pero eso no me hizo detenerme. El
significado de todas esas opiniones en las noticias estaba claro: Yo no era lo suficiente
mujer para ser princesa y Christopher se equivocó al obligarme a casarme con él. El muy
ruin no debió convertirme en su esposa, debió escoger a su amor gran amor Anastasia o a
la chica sexy y popular Ximena.

Sin embargo, tampoco el pensar en esas cosas me impedía preguntarme a mi misma


¿Por qué ese idiota había hecho algo como eso? Yo no lo sabía, seguramente era por sus
rasgos y actitudes de crueldad principesca cuyos únicos deseos son los de dañar al
prójimo, pues yo no tenía las características de mi hermana, ella era fantástica, hermosa y
muy popular, tampoco tenía la educación de Anastasia; en cambio si me describía a mi
misma podía resumirse en que era un cero a la izquierda que jamás combinaría con él.

Por tiempos paranoicos y ya bastante alejada del palacio, me asusté de ver a ciertos
animales que nunca antes había visto en vivo y en directo y a otros que ya eran comunes
en mi existencia. En esas zonas había iguanas, lagartijas, tortugas, serpientes, conejos,
venados, caballos salvajes, ratones, ardillas, guacamayas; pero, el estar asustada tampoco
me hizo ceder en mí andar.

Rápidamente, las nubes se pusieron negras y las gotas comenzaron a caer deprisa,
unas más grandes que otras y eso me asustó; no reconocía el camino de regreso y odiaba
tener que vivir en un lugar tan amplio que cualquiera pudiera perderse. Decidí que
caminaría un rato más para ver dónde me podría resguardar.

Caminé un par de minutos más, en los que me mojé un poco. Caminé otro par de
minutos, en los que sentí que mis piernas estaban agotadísimas. Caminé otro rato más de
minuto más en los que sentí la soledad a flor de piel. No obstante, una luz al final del túnel
salió cuando logré percibir un invernadero a corta distancia. Corrí velozmente hacia él y
fui feliz cuando descubrí que sí podría entrar a ese sitio.

Mojada más no empapada, entré al invernadero y caminé con cautela de que no


hubiese nadie por allí que quisiera hacerme daño.

— ¿Hola?—pregunté al aire y nadie me respondió.

— ¿Hay alguien aquí?—dije y le eché una ojeada al sitio para ver si encontraba algo
fuera de lo común.

No obstante, nuevamente no recibí contesta alguna. En cambio, sí quedé encantada


de poder divisar grandes cultivos de tomates, cebollas, albahacas, cilantros, coles,
girasoles, rosas y otras plantas de suma importancia y belleza. Sí, seguramente como ese
habría decenas de invernaderos en los terrenos del Palacio, pero este, específicamente me
había encantado.

Durante casi una hora estuve paseando y disfrutando de lo que había en el


invernadero. Ya ni me importaba lo que los demás pensaran de mí, estaba en ese lugar por
algo; así que lo mejor era que lo disfrutara al 100 %. Además, me encantaba el olor de vida
sana que había en el ambiente. El sitio era acogedor y muy hermoso y a pesar de la lluvia,
no me preocupé en regresar pronto al palacio. Mientras escampaba me quedaría allí.

Lástima que eso no duró por mucho más tiempo de lo que yo debía haber querido,
estaba oliendo el maravilloso olor de una flor llamada Alyssum Dulce cuando la puerta
del invernadero se abrió de golpe y un trueno fuertísimo se escuchó en el cielo. Muy
asustada grité y me tapé los oídos; más, eso no pareció hacerle ninguna gracia al recién
llegado que no se molestó en tranquilizarme. Ese sujeto era Christopher, que había llegado
todo empapado de los pies a la cabeza. Caminó hacia mí y cruzándose de brazos me vio
con cara de pocos amigos.

Yo lo vi y tirité de los nervios. Aún así mojado y chorreando agua a granel se veía
sensual, sexy y bastante espectacular. Eso no podría negarlo, ni que me pagaran por ello.
Christopher era un verdadero hombre y de verdad que impregnado de agua como estaba
se veía súper.

Lo vi así de mojado y sonreí, el se dio cuenta de eso y con sus rasgos bien duros
intentó escurrirse un poco la ropa y el cabello, hecho que me dejó estremecida de los pies a
la cabeza; ya que bañado de agua, así como estaba, tenía un toque de hombre de las
cavernas que a mí me parecía de lo mejor, pero a él parecía molestarlo.

Tomando algo de aire, decidí tomar la palabra de primera para así olvidarme un
poco de lo sexy que se veía Christopher y concentrarme en hablar, pero cuando iba a
hacerlo, él se me adelantó.

— ¿Se puede saber que estás haciendo aquí sola?—dijo— ¿Sabes el aguacero que
está cayendo allá afuera?

—Puedo explicártelo—le comuniqué intentando parecer en paz—salí a dar un


paseo, pero me agarró la lluvia.

— ¿Un paseo?—dudó con incredulidad— ¡No me salgas con cuentos; por favor! No
te creo nada. Nadie sale a dar un paseo cuando está lloviendo torrencialmente como
ahora. Así, que dime ¿Qué Diablos hacías aquí?

— ¡Lo digo en serio!—mentí rogando en mis pensamientos que Christopher me


creyera, no quería decirle que había huido de nuevo y menos verle la cara de satisfacción
cuando le confesara que me había dolido que todos lo relacionaran con Anastasia o con
Ximena— ¿Por qué no me crees?—le pregunté.

—Porque tus ojos solo me muestran que en este momento me estás ocultando la
verdad—se acercó más a mí y eso me delató ¿Cómo podía ser tan persuasivo?— ¡No sabes
decir mentiras, Ashley!
— ¡Está bien! ¡Está bien!—le grité y caminé detrás de él para no verlo más a los
ojos— ¿Quieres que te diga la verdad? Bueno, la verdad es muy sencilla ¡Quería estar sola!

— ¿Sola?—bravísimo golpeó una mesa— ¿Intentaste escapar nuevamente? ¿Qué te


pasa Ashley? Pudo haberte ocurrido algo malo estando en este montarral con esta lluvia.
No sabes lo peligroso que es esta área cuando llueve.

— ¡Quería estar sola y me perdí!—le expresé intentando parecer de lo más


inalterada— ¿Estás contento? Ya te dije la verdad: así que te puedes ir cuando quieras.

— ¿Quieres que te deje sola?—me preguntó testarudo— ¿Por qué será que no te
creo lo de que estabas perdida?

—Pues, es la verdad—lo miré retadora— ¡Allá tú si la quieres creer! —él me miró y


no sé que leyó en mis ojos que respiró hondamente.

—Así que te perdiste…—manifestó; por fin rindiéndose a mi versión— ¡Qué


imprudente eres!

— ¡Ay, por favor!—continué revirándole— ¡No me digas que andabas como loco
buscándome!

— ¡Claro que no!—bajó un tantito la guardia—Ni siquiera sabía que estabas


perdida. Sólo que me sorprendió mucho encontrarte aquí.

— ¿Y qué hacías tú aquí?—ahora fui yo la que le cruzó los brazos en forma de


desafío— ¿Estabas acaso de caza?

— ¡Claro que no!—arrugó el gesto—Yo sólo…

—Tú sólo ¿Qué?—lo desafié.

—Yo…Bueno, más bien, algunos empleados del palacio y yo estábamos buscando el


perro de tu hermana que se perdió—me gruñó y al escuchar una cosa como esa me
molesté al recordar que una de las razones de que yo me adentrara y me perdiera en aquel
patio frondoso, era que todos se hincaran de rodillas ante mi “querida hermana” y ante “la
hija preciosa del duque”.

— ¡Te odio!—le grité y lo empujé lejos de mí.

— ¿Qué?— pareció sorprendido— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan perturbada?—y
eso me disgustó mucho más, así que tomé un matero y se lo arrojé con rabia y arrebato;
lamentablemente o afortunadamente fallé en mi puntería.

— ¿Estás loca? —Me gritó bastante alterado— ¿Pudiste haberme golpeado?

— ¡Eso es lo que quería!—le dije y me di media vuelta dispuesta a irme de allí.

Pero, Christopher me detuvo en seco.


— ¿A dónde crees que vas?—Se colocó delante de mí y me impidió caminar—Aún
no terminamos de hablar.

—Ya yo terminé de hablar contigo—le dije; más eso a él no pareció desconcertarlo


mucho, me tomó suavemente la mano derecha y me la colocó en su corazón.

—Yo no le veo nada de malo a estar buscando el perro de tu hermana junto a


algunos empleados—me dijo y yo tirité de ardor y excitación—en cambio, el que te vengas
aquí porque quieres estar sola; eso sí es una cuestión de total gravedad. ¡Me duele! ¡Me
duele saber que significo tan poco para ti que prefieras estar sola!

— ¡No digas tonterías!—quise quitar mi mano de su pecho, pero él no me lo


permitió.

—Siente como late mi corazón de sólo saber que estabas aquí desde hace rato
porque no querías estar con nadie más—sus palabras sonaban tan reales—Yo sé que la
causa de todas tus angustias, es mi presencia y eso me lastima.

— Christopher, no…—quería decirle que no sólo era por él, era por todos, era por
mí misma, por no ser lo suficientemente mujer como para ser una verdadera princesa;
pero, las palabras no salían de mi boca.

— Ashley…—me tocó los labios con el dedo índice y no sabía cómo lo llegué a
desear, pero quería que el muy canalla ese me besara en ese momento tan turbulento. Él se
veía tan sexy y puro que hacía que mis piernas temblaran.

— Christopher…—susurré y sentí que me quedaba sin voz por los nervios.

— Ashley…—se acercó a mí y sin dejarme pensar en sí era lo más correcto, me besó


profundamente.

No era un beso tan sencillo como los anteriores, más bien era un beso de seducción
e incitación al pecado como los que tantas veces ya me había dado anteriormente para
envolverme en su embrujo. Este hacía que mi corazón latiera tan de prisa como un motor.
Cada latido en mi pecho era mucho más acelerado que el otro y eso no me permitía
pararme a reflexionar en lo que estaba haciendo.

Sin prisa me dejé llevar por su beso y eso hizo muy feliz a Christopher que me
atrajo mucho más cerca de su cuerpo y me apretó entre sus brazos. Colocó su mano en mi
espalda y con gran codicia me rozó. Lo que él me estaba demostrando en ese momento era
que yo le atraía. Sí, le atraía tal y como era, no como los demás querían que fueran, no
como era mi hermana, no como era Anastasia; sino como era yo en cuerpo y alma.

Su lengua se introdujo en mi boca y cerrando los ojos decidí olvidarme de Ximena,


de Anastasia y del resto de la gente. Ese momento era para disfrutarlo y con gusto lo
disfrutaría aunque sólo fuera por un par de segundos. Si la vida se encargaba de cobrarme
después ese desafío a lo que no era lo más correcto, ya asumiría mi castigo.
Christopher bajó su mano derecha hacia mi cadera y eso me hizo gemir. Yo no hice
nada para impedírselo; en cambio, lo tomé por el cuello y dejé que sus labios siguieran
atormentándome con una pasión inconfundible. Él tocó mi nalga derecha y esa fue mi
perdición; ya que sentí que mi cuerpo estaba ardiendo muy a pesar del contacto directo
con su cuerpo mojado.

Suspiré ahogada en la pasión y Christopher me respondió con un ansia mucho más


fuerte. Metió la mano entre mi vestido y me acarició más concisamente. Yo no sabía qué
Diablos tenía que hacer, me estaba enloqueciendo con sus manos y su boca y si esto era
una introducción a hacer el amor, dudaba que mi cuerpo pudiera aguantar más excitación.

Pero, Christopher dudó; de un momento a otro me soltó y echándose un poco para


atrás se arrepintió de lo que había hecho. Mirándome directamente a los ojos con cara de
clara preocupación me dijo:

—Creo que esto no debió llegar tan lejos, te pido disculpas. No puedo
aprovecharme de ti.

Luego dio media vuelta dispuesto a irse por donde había llegado; no obstante, yo
tomándolo de la mano lo detuve y lo hice mirarme nuevamente a los ojos. Ya habría
tiempo para arrepentimiento después, sin embargo, este no lo era.

— ¡No te vayas!—le supliqué— ¡Quédate conmigo!

Y tomando esta vez yo la iniciativa me arrojé a sus brazos y lo besé. Realmente


nunca antes en mi vida yo había tomado el control de un beso. Ni siquiera con mi ex había
sido tan libertina; pero es que con Christopher no había lugar para sentimientos de temor
hacia el ser rechazada. Con él lo quería todo y más.

—Quiero que te quedes conmigo, siempre—fue lo único que me permitió decir


Christopher antes de tomar él el control del beso. Seductoramente me fue empujando
hacia atrás, en tanto bajaba las mangas de mi vestido. Yo desesperadamente metía mi
mano derecha entre los dos e intentaba fallidamente soltarle los botones de la camisa. Pero
no lo logré; así que un poco decepcionada lo agarré por los brazos para permitir que
nuestros labios se moldearan mucho más uno del otro.

Christopher me condujo hacia un mesón medio vacío, medio lleno de plantas, y


alzándome en sus brazos, me subió encima del tablero de madera. Me abrió las piernas
para él y se acomodó lo mejor que pudo. Envolviendo mis piernas alrededor de su cintura,
lo que estabas haciendo parecía de lo más natural. Sin perder mucho tiempo, terminó de
bajarme las mangas del vestido y de un soplo me dejó con los senos afuera.

Eso hizo que mi pecho vibrara, nunca antes había estado tan desnuda delante de un
hombre, ni siquiera en la playa. Mi mamá había sido tan estricta conmigo y mi carácter era
tan débil, que me daba pena el solo imaginarme a otras personas viéndome medio
desnuda.
Osadamente Christopher me vio y con una pícara sonrisa en los labios los acarició
con sus elegantes manos. Yo chillé, era tan precioso lo que estaba sintiendo que rogué al
cielo para que nunca se terminara.

Apresuradamente me besó el seno derecho, mientras su mano trabajaba con el


izquierdo y eso me hizo enloquecer. Su boca era grandiosa y sabía muy bien qué cosas
podía hacerle a una mujer con ella. Él tenía destrezas para ser todo un Don Juan y ahora
más que nunca las estaba mostrando.

Me besó el otro seno dejando bien mojado al que había abandonado y yo sufrí de
saber que lamentablemente yo era la única que estaba desnuda de la cintura para arriba.
¿Por qué no había podido abrirle esos estúpidos botones de la camisa? Quizás, haciendo
mi mayor esfuerzo, yo también lo habría hecho sentir tan bien como él me hacía sentir en
ese instante.

— ¿En qué estás pensando?—me preguntó y yo fui incapaz de responderle


sinceramente, únicamente lo miré acercarse nuevamente a mi boca y rozarme los labios sin
llegar a nada más. Se veía tan guapo.

— ¿En qué estás pensando?—me volvió a preguntar.

—Estoy pensando…—nuevamente me rozó los labios con los suyos en clara señal
de provocación—Estoy pensando en que estás hecho un asco con esa ropa, todo mojado y
maltratado por la lluvia.

Christopher me miró con los ojos llenos de oscuridad y por un momento pensé que
había metido la pata al decirle tal barbaridad; no obstante, una nueva sonrisa se dibujó en
sus labios y supe inmediatamente que me estaba leyendo los pensamientos que mis ojos le
revelaban.

—Lo mismo digo—me expresó y tomándome acaloradamente los labios me hizo


sentir que aún él no había tenido lo suficiente de mí; me besó el cuello con deseo y ardor
en cada movimiento que hacía y yo tomándolo de las mejillas dejé que hiciera conmigo lo
que quisiera. Esto era todo lo que yo deseaba para poder vivir.

—Bonita…—me susurró en los labios y metiendo la mano derecha en mi


entrepierna me hizo volar al mismísimo cielo—ya no puedo aguantar más.

Y yo sabía el significado de esas palabras, eran bastante claras porque yo me sentía


igual. Lo deseaba y añoraba con codicia que él me hiciera su mujer en todos los sentidos,
no sólo en un estúpido certificado de matrimonio.

—Yo…tampoco—le dije sin más y agarrando nuevamente los botones de su camisa


intenté dolorosamente volver a abrirlos sin éxito alguno. ¿Por qué esos tontos botones no
cedían ante mi fuerza?
— ¡Esto apesta! —Se zafó de mí de pronto y agarrándose los botones de la camisa,
los rompió como una fiera— ¡Lo siento, pero ya no puedo más!

Como un impresionante y carismático hombre primitivo se quitó la camisa y la


camiseta que portaba. En veloz carrera se quedó desnudo de la parte de arriba del cuerpo
y yo me quedé muda de ver su espectacular cuerpo nuevamente. Era sexy, guapo y el
hombre perfecto.

Rápidamente me bajé de la mesa y agachándome frente a él, le solté la correa del


pantalón, él gimió ante mi toque y eso me hizo sentir la mujer más guapa del mundo.
Pero, no me detuve en mi labor, sin pudor alguno le abrí el botón del pantalón y le bajé el
cierre; como consecuencia de ello, su ropa cayó al suelo.

Al verlo así me quedé sin habla, nunca antes de haberme casado había estado tan
cerca de un hombre casi desnudo, a excepción del bóxer que nos separaba. Él era todo lo
que cualquier mujer podría desear para tener su primera vez. Era un Dios escapado del
cielo. Era un demonio huyendo del infierno.

Presuroso Christopher me levantó del suelo y con unos pocos movimientos me


terminó de quitar el vestido. Yo asustada y apenada cerré los ojos, esto era tan incomodo.
¿Cómo podía enfrentarme a él estando casi desnuda y solo en bikini? No obstante, eso no
pareció persuadirlo de detenerse, en vez de eso me apretó nuevamente entre sus brazos y
subiéndome nuevamente a la mesa, me volvió a besar los senos. Mi cuerpo se arqueó y con
desesperación quise con ilusión poder acariciar su cuerpo por toda la eternidad o por lo
menos hasta que la lluvia no los permitiera.

—Eres…mi mujer—me susurró.

—Sí, soy tu mujer—abrí los ojos y le gemí llena de lujuria, eso pareció alegrarlo
porque me pellizcó el seno que no estaba besando.

— ¡Ay!—lloriqueé como tonta.

— ¿No te gusta?—se detuvo un segundo algo preocupado; pero yo le sonreí y


tocando sus pectorales lo arrimé hacia mí.

— ¿Puedo besarlos?—como niña buena le pregunté y él acercándolos a mi boca me


dijo al oído palabras que nunca se me olvidarían:

—Son todos tuyos.

Bastante alegre tomé sus pectorales en mi boca y semejantemente a como él me


había torturado los senos, yo le torturé a los de él. Lo oí gemir y clamar que siguiera y eso
me alegró porque entonces quería decir que lo estaba haciendo bien.
Él buscó nuevamente mi boca por lo que me vi obligada a detenerme, me consumió
a besos el cuello y sin ninguna pena metió su mano en la liga del bikini dispuesto a bajarlo.
Lamentablemente, eso nunca llegó a pasar porque alguien nos interrumpió.

—Pero… ¿Qué rayos está pasando aquí?—gritó bastante consternada Anastasia,


seguramente por lo que estaba viendo.

Christopher perturbado se separó de mí y dirigió su mirada oscura hacia Anastasia,


yo trepidé de la pena de estar casi desnuda delante de esa estúpida. ¿Por qué tenía que
habernos encontrado en una situación tan incómoda? Entonces, miré hacia donde estaba
mi ropa y decidí que lo mejor que podía hacer era vestirme.

Me bajé acobardada de la mesa y agarré el vestido sin levantar mi mirada hacia


Anastasia. Presurosa me lo puse y pude oír como Christopher, a pesar de su casi desnudez
discutía con Anastasia.

— ¿Se puede saber qué carajo haces aquí? —Le dijo Christopher— ¿Nadie te ha
enseñado a llamar antes de entrar a un lugar?

— ¡No me vengas con eso!—se escandalizó Anastasia—Ambos están en un


invernadero haciendo…haciendo…haciendo cosas. ¡Esto no es un hotel!

— ¡Mejor, cállate!—le exigió Christopher—Eso es parte de nuestra vida privada. No


es ni será tu problema.

— ¡Claro que lo es!—Anastasia estaba histérica.

Los miré y sentí rabia de ver que esa entrometida estuviera viéndonos en esa
circunstancia. Seguramente se burlaría después de habernos interrumpido y junto a mi
hermana brindarían por lo que ellas considerarían un triunfo a su favor. Es que hasta el
estar allí era algo positivo para esa bruja.

Yo cansada de oír tantas boberías y ya con los pies puestos sobre la tierra, decidí
que lo mejor que podía hacer era marcharme de ese lugar. Lo más adecuado es que huyera
lo más pronto de allí y que ellos siguieran discutiendo sí así lo querían.

Esquivando a Christopher no me molesté en decirle que me iba y busqué mi camino


hacia afuera, pero, nuevamente el muy bastardo me detuvo.

— ¿Para dónde crees que vas?—me dijo—aún no hemos terminado.

— ¿Qué te pasa Christopher?—lo interrumpió Anastasia— ¿Te volviste loco?


¿Acaso quieres continuar con lo que ambos estaban haciendo cuando yo llegué? ―
¿Todavía quieres acostarte con ella? ¡Es una barbaridad el solo pensarlo!

—Tu amiga del alma, tiene toda la razón Christopher—con cierta dificultad me zafé
de él—Además, ni que fuéramos a llegar a algo. ¡Hazle caso a ella que tiene toda la razón y
déjame en paz!
Y conteniendo las lágrimas salí huyendo de él mientras escuchaba sus gritos que me
llamaban para que regresara al invernadero. Corrí de prisa soportando el palo de agua y
sin mucha fuerza para contener mi cuerpo de pie, me resbalé y fui a parar al suelo para
llenarme de lodo todo el vestido, las piernas y las manos.

— ¿Hace mucho frío aquí?—El primer ministro llegó a mi auxilio y extendiéndome


la mano derecha con una sonrisa, me ayudó a levantarme—Una princesa no debería estar
mojándose en tremendo remojón.

—Sí…lo que pasó fue que…—no sabía qué decirle, las manos me temblaban y
pensar en que estaba horrible e impresentable me hacía sentir más que asqueada.

— ¡Ashley!—gritó Christopher de lejos, yo lo vi y me alegré de que nos separara


una distancia bastante prudente, venía hacia nosotros seguido de muy cerca por la ridícula
de Anastasia y claro que ya él se había vestido ¡Se veía esplendido!— ¡Ashley! ¡Ashley!—
me llamó.

— ¡Por favor, primer ministro, lléveme al palacio! —le supliqué al recién llegado—
No quiero seguir mojándome y necesito secarme.

—Pero…—el primer ministro me hizo señas para que esperara a Christopher y a


Anastasia, pero yo tomándolo de una mano lo incité a que caminara conmigo.

—Primer ministro, sino me escuchó se lo repito ¡Lléveme al palacio, es una orden!


—Le grité— ¡No quiero seguir mojándome bajo la lluvia!

— ¡Está bien! ¡Está bien!—me dijo—No tiene por qué gritarme ¡Sígame!

Y lo seguí rápidamente, aunque a los pocos minutos Christopher y Anastasia se


nos unieron al grupo de caminata. Christopher no me dijo nada y yo agradecí al cielo que
fuera así; la verdad era que no quería hablar más nunca con él. ¿Cómo yo había llegado a
una situación tan incómoda con él? ¿Quién era Anastasia para habernos visto? ¿Qué
vendría después? Efectivamente que no tenía respuesta para ese montón de preguntas.

Sólo había pasado media hora cuando llegamos al palacio, la reina madre, mi
mamá, mi hermana e incluso los empleados del palacio se sorprendieron de vernos llegar
así de empapados. Pero, yo no les di ninguna explicación, me retiré a la habitación
perturbada y preferí que fuera otro el que saliera con las escusas por semejante acto de
ridiculez.

Entré a la habitación y sin poderlo evitar, después de cerrar la puerta me senté en el


suelo para llorar. ¿Cómo me había metido en todo ese embrollo? ¿Me había vuelto loca? Si
no fuera sido por la interrupción de Anastasia me fuera acostado con Christopher y lo
peor era que me fuera gustado.

Ahora cómo iba a ser capaz de ver a Christopher nuevamente a la cara o a hablarle
sin recordar lo que había sucedido en el invernadero. Además, cómo iba a poder dormir
en la misma cama de Christopher esa noche, si en las noches anteriores me había costado,
ahora sería mi fin. ¿Qué iba a hacer de ahora en adelante para mantenerlo a raya de mí?

Todas esas dudas nublaban mi mente cuando sentí que alguien estaba intentando
abrir la puerta del dormitorio, sí seguro que era Christopher que venía a reclamar lo que
ya consideraba suyo, sí seguro que venía a exigirme que me acostara con él; pues si era así,
no se lo iba a permitir.

Salí corriendo hacia el cuarto de mi guardarropa y estuve por primera vez contenta
de que la habitación real fuera tan grande y que tuviera tantas habitaciones como una casa
multifamiliar. Le pasé el seguro a la puerta y me puse a pensar que de allí el muy idiota no
me podría sacar nunca y sí tendría que dormir esa y todas las noches en ese lugar, estaba
dispuesta a aceptar el reto.

¿Quién iba a pensar que me comería mis propias palabras? Después de quitarme la
ropa mojada, agarré un vestuario cómodo y de algodón y luego me senté en una silla
plegable; sólo para quedarme dormida. Cuando me desperté, ya era un nuevo día.

Me levanté esa mañana toda adolorida por lo mal que había dormido. Sin embargo,
no desfallecí; tendría que olvidar lo pasado en el invernadero y la mejor forma era obviar
la presencia de Christopher en todo momento y en cualquier lugar. Debía hacer como si
para mí, él no existiera.

Aunque, eso no me fue muy imposible de cumplir, pues esa mañana en el comedor,
el desayuno fue más incomodo que de costumbre. Christopher no se preocupó en
disimular el disgusto que tenía hacía mí. Malhumorado y con cara de un cañón a punto de
estallar no me dirigió ninguna palabra. Sí, estaba furioso porque directamente yo lo había
despreciado, pero ¿Qué más podía hacer yo si aún no estaba preparada para entregarme a
él? Ese bribón tendría que comprenderme tarde o temprano.

Por su parte, Ximena estuvo durante toda la comida coqueteando con Christopher
de una manera bastante cínica y descarada y él parecía contento de las atenciones que ella
le estaba dando. Anastasia por el mismo sendero, le sonreía coquetamente y le tocaba la
entrepierna por debajo de la mesa.

Y eso me disgustó mucho, ¿Qué se creían esas dos para seducir a un hombre
casado? ¿Eran de verdad tan perras? Contrariada, hice el esfuerzo de levantarme de la
mesa para marcharme; sin embargo, mi príncipe no me lo permitió, tomándome
disimuladamente la mano con la suya, me hizo señas para que me quedara aunque fuera
por respeto a la reina madre.

Por lo que comencé a sudar frío, patentemente que era uno de los peores desayunos
de mi vida; así que me relajé cuando por fin culminó y me enrumbé a la universidad. Allí
las clases fueron bastante aburridas y sin querer no podía sacarme de la cabeza las escenas
íntimas con Christopher en el invernadero. De verdad, que el muy canalla me había
tocado profundamente.

Cansada ya de tantos pensamientos libertinos, al terminar la última clase decidí ir a


unos de los salones privados de la universidad para buscar a mi esposo. Necesitaba hablar
con él y aclarar todo lo ocurrido y sí, fui en su búsqueda para donde estaban esos salones
que eran exclusivos para la realeza. Me imaginé que ya Christopher había llegado a la
institución y estaba en una de esas aulas haciendo una de sus cosas aburridas; por lo que
pensé que lo mejor era precisar las cosas con él. Resolví que le iba a decir que desde esa
noche yo iba a dormir en el cuarto de guardarropas para evitar cualquier cosa fuera de
lugar entre él y yo y que si no quería que fuera así era indispensable que me diera mi
espacio, aunque fuera por un par de días.

Me estremecí al caminar, la zona en donde se encontraban esas aulas eran bastantes


elegantes, para nada comparadas con las áreas comunes de la universidad, donde todos
éramos iguales. Las paredes tenían una decoración bastante sifrina y qué decir de las
puertas, están eran de la madera más cara. Allí no habían pupitres ni mobiliario normal,
todo era refinado y distinguido.

Luego de caminar por unos minutos, me detuve frente a un salón que decía en la
puerta con letras doradas “REALEZA” y sospeché que ese era el de Christopher.
Pausadamente abrí la puerta que “Gracias a Dios” no tenía seguro y con lo que me
encontré no me gusto ni un poquito, era una barbaridad demasiada desvergonzada y
cínica.

Christopher estaba sentado en un sofá que por su belleza y material con el que
estaba hecho debía ser súper costoso. Detrás de él, parada pero dándole un masaje al muy
estúpido, estaba Anastasia. Sí, la muy malvada que solo unas horas antes lo estaba
masturbando por debajo de la mesa con su pie.

Ambos me vieron y no me dijeron nada y eso me hizo apretar los dedos para
contener la rabia. Así que eso era lo que pasaba y ahora sí que mi esposo no lo podía
negar; esos dos era amantes y de allí que Christopher siempre la tuviera cerca. Los miré y
decidí que en ningún momento me iban a ver derrotada. No les iba a aceptar que estaba
celosa de verlos tan cercanos uno del otro.

— Ashley, ¿Qué haces aquí?—la voz chillona de Anastasia era molesta y bastante
burlesca— ¡Nos asustaste!

—Yo…—no sabía qué Diablos le podía decir, ni que excusa podía poner, sabía que
si hablaba con ellos, a él le daría una bofetada y a ella la despelucaría—Yo…

— ¿Ashley, estás bien?— Christopher presuroso se levantó del sofá— ¡Te veo
pálida! ¿Te sientes mal?
— ¿Quién…yo?—le pregunté tratando de reírme aunque fuera fingidamente, no les
iba a dar el gusto de verme sufrir de desamor—No me siento mal, es solo que…

— ¿Qué?—me preguntó acercándose a mí.

—Voy a dar un paseo con una amiga hoy y no quiero que te preocupes por mí o me
mandes guardaespaldas.

— ¿Qué?—su disgusto se mostró a flor de piel, sinceramente que no quería dejarme


libre para hacer mis cosas— ¿De qué estás hablando? Sabes que por ninguna razón puedes
ir sin seguridad a ningún lugar.

— ¡Vaya, princesa; tan irresponsable! —expresó entre dientes Anastasia y eso me


hizo querer lanzarla de un helicóptero sin paracaídas ¡Qué se muriera de una buena vez!

—Es que mi paseo es…—ahora sí que estaba metida en un embrollo, la verdad es


que no tenía ningún paseo y mucho menos con una amiga que no tenía; lo único que
quería era escaparme de ese amargo sufrimiento al que estaba siendo sentenciada; pero,
¿Ahora, qué le podía decir que no causara tanto revuelto?

— ¿Tu paseo qué? —me gritó Christopher.

—Es…es a la biblioteca de la universidad—me eché a reír nuevamente fingiendo la


risa ¡Obviamente que se me notaba sobreactuada!— ¿A dónde pensabas qué era?—le
pregunté.

— ¿Es a la biblioteca?— Christopher dudó bajando un poco la guardia y yo respiré


melancólica ¡El dolor que estaba sintiendo en ese momento, era enorme!— ¿Estás
segura?—titubeó.

—Sí, claro que sí—le mentí—Yo solo quería decirte que ya terminé las clases de hoy
pero que me voy a quedar por unas horas más porque voy a la biblioteca de la universidad
a llevar a cabo una investigación.

— ¿Vas a ir a una biblioteca?—Anastasia nos interrumpió y con una cara de “sabes


que mientes, tontas” parecía tampoco querer creerme la mentira— ¿Y para qué tienes
internet?—inquirió y yo respiré para no sacarle los dientes de una estocada.

— ¡Quiero ir a la biblioteca! —la desafié entonces, y dándome media vuelta decidí


que lo mejor que yo podía hacer era marcharme para evitar que me cacharan en el engaño.
Bueno, ahora tendría que pasar varias horas en la biblioteca sola, sin nada que hacer y
leyendo libros sin sentido; pero, bueno al final valdría la pena— ¡No vemos más tarde! —
me despedí de ambos con la mano y salí del aula intentando parecer la más natural del
mundo.

Más, estaba muy triste y cuando caminaba por el pasillo de los salones privados, no
podía dejar de pensar en que ahora me iba a castigar a mi misma a pasar horas en la
biblioteca sin tener realmente nada que hacer. Pero, bueno, eso tampoco me eliminaba del
pensamiento el recuerdo de ver a Anastasia haciéndole un masaje a Christopher. ¡Quería
matar a esos dos tortolos por infieles!

Sí, lo más seguro era que si yo no fuera llegado en ese momento, esos dos habían
terminado haciendo el amor y burlándose de mí, yo podía jurarlo por mi misma que
ambos estaban celebrando que su banco de bebés había estado a punto de caer en la
seducción de Christopher. ¡Vaya! Esa situación era desesperante, Christopher era mi
esposo y sin embargo, era el chico fascinante para Ximena y Anastasia.

Afligida, me paré en un chaguaramo de concreto y comencé a llorar. ¿Acaso lo que


había pasado entre Christopher y yo en el invernadero se había significado tan poco para
él como para estar al día siguiente apechugado con la que decía ser su ex novia y la mujer
de su vida? Él era un bastardo.

Estaba por regresarme al salón de la REALEZA para enfrentarme a ambos, decirles


que los odiaba por ser amantes y que quería el divorcio, cuando a mi teléfono llegó una
llamada. Era Emmanuelle que me estaba llamando. ¡Oh, qué inoportuno!

— ¡Hola!—lo saludé.

— ¡Hola!—me contestó— ¿Cómo estás?

— Bien, muy bien ¿Y tú cómo estás?—le respondí sin mucha cordura—Hoy no te vi


en la universidad ¿Estás enfermo?

—No, por supuesto que no—se echó a reír—Te llamé para…

— Emmanuelle…—intenté cortar la comunicación; ya que, en este momento no me


sentía fortalecida para hablar con nadie.

— ¿Quieres venir al cine de la universidad conmigo?—me preguntó sin más y en


estado de shock casi se me desmayan las piernas.

— ¿Qué…qué dijiste?—vacilé de haber escuchado lo que creía haber escuchado.

— ¿Quieres venir al cine de la universidad conmigo?—me volvió a preguntar y yo


temblando quise cortar la llamada de una buena vez—Es que hoy es lunes de promoción y
las entradas salen más baratas; por lo que, pensé que ambos podríamos venir a ver una
película—me explicó con suficiente tranquilidad para mi gusto.

— Emmanuelle…—no podía dejar de sentirme angustiada, él estaba tratando de


salir conmigo nuevamente y eso no nos convenía a ninguno de los dos— Emmanuelle yo
soy una mujer casada y el ir a una cita al cine contigo, no se vería bien.

— ¡Pero, si somos amigos!—se echó a reír y esa actitud me pareció de lo más tonta
porque ¿Cuál era el chiste? A mí no me causaba risa— ¡Anda, acompáñame! Es que el
profesor de psicología me mandó de tarea ver una película llamada “Disfrutar el Día” para
hacerle un análisis y da la casualidad que horita está en cartelera en el cine de la
universidad.

—Pero, es que… Emmanuelle…—no sabía cómo carajo decirle que no podía ir, me
daba tanta lastima el saber que me estaba pidiendo ese favor y que yo no se lo podía hacer.
Ese sujeto sí que sabía jugar conmigo, sabía cómo manipularme y el dar lastima era una de
sus mejores estrategias.

— ¡Anda chica, acompáñame! —Su voz sonaba tan esperanzada que por un
segundo sentí que me iba a derretir de la pena—Te aseguro que sólo es por una tarea de la
universidad, y si es por el esposo ese tuyo, no le hagas caso, él debe estar disfrutando de
sus cosas de niño rico y educado.

Y en eso, Emmanuelle tenía razón. Las estaba disfrutando tanto que se daba el
gusto de tener una amante; así que ¿Por qué no? ¿Por qué no ir con Emmanuelle y verle la
cara de idiota a Christopher? ¿Por qué no pagarle con la misma moneda a ese canalla?
¿Por qué no salir con mi ex para que mi esposo se molestara?

— ¡Está bien!—le expresé sin más totalmente decidida a usarlo para cobrar mi
desagravio contra el malvado de mi esposo.

— ¡Qué bien!—se puso muy contento— ¡Te espero en la entrada del cine dentro de
unos diez minutos! ¿Te parece bien?

— ¡Sí!—le contesté y corté la llamada, este era el momento de mi venganza contra


Christopher.

A los veinte minutos y no diez como Emmanuelle esperaba, llegué al cine. Lo cierto
era que tardé algo más de la cuenta porque por minutos me arrepentí de asistir al cine con
Emmanuelle ¿Y si después todos creían que yo estaba teniendo una cita con él? ¿Y si
Christopher me descubría antes de lo que debería ser y me terminaba cortando la cabeza?
Eran demasiadas las dudas y aunque quisiera obviarlas me estaban apuñalando a cada
rato un poco más.

Emmanuelle me vio y saludándome con un beso en la mejilla actuó como el hombre


más feliz del universo entero. ¡Qué rápido se le olvidaban las cosas a ese desgraciado!

—Me encanta que estés aquí—sonrió—sé que te gusta mucho el cine y por eso para
ver esta película pensé fue en ti.

— ¡Gracias!—no era nada fácil para mí estar en una situación tan enredosa ¿Era esto
una cita o una tarea de la universidad? Francamente parecía más una cita.

— ¿Entramos?—me preguntó y tomándome del brazo me hizo caminar al lado de


él, yo alegremente decidí que iba a disfrutar de ese momento aunque después tuviera que
padecer las secuelas. Emmanuelle en el fondo era un chico bueno y un gran amigo; por lo
que, por ningún motivo me iba a alejar de él y si él necesitaba que viera esa película con él,
pues yo gustosa lo haría.

La película “Disfrutar el Día” era ilógicamente un drama romántico. ¡Vaya, no me


esperaba eso! Esa no parecía el tipo de película que un profesor de psicología manda a sus
estudiantes a ver como tarea. Se trataba de una pareja de recién casados que en su luna de
miel sufren un accidente, él muere instantáneamente; más ella queda en UCI desde donde
recuerda el día de su boda y comienza a reflexionar que por estar pendiente de que todo
quedara perfecto, que todo estuviera acorde y nada dejara de combinar, no disfrutó de ese
gran día.

Emmanuelle como todo un caballero me compró cotufas y refrescos y yo gustosa le


agradecí el ser tan bueno conmigo. Sinceramente, no me importó mucho que por ser una
hora bastante inusual fuéramos los únicos en la sala de cine. Ese hecho era favorecedor
para mí; puesto que nadie sabría que yo estaba con Emmanuelle viendo una película de
amor. Lamentablemente, el que no lo tenía que saber, llegó furioso a la sala de cine cuando
la película llevaba solo media hora de haber empezado.

— ¿Qué falta para que todo sea tan perfecto?—A pesar de la oscuridad pude
distinguir la voz de Christopher hecho una furia— ¿El beso de amor al final? —nos
preguntó y cruzándose de brazos tenía los ojos como candela en el infierno.

— Christopher…—no sabía qué coño decirle ni qué explicaciones le iba a dar. Sí


quería que sufría de celos y molestias por verme cerca de mi ex, pero tampoco quería que
armara uno de sus espectáculos allí— ¿Christopher, qué haces aquí?

— ¡Andando!—me ordenó el muy canalla.

— Christopher…—me sentí súper asustada de verlo tan furioso, sí yo había metido


la pata, pero él no era un santo.

— ¡Andando!—me volvió a ordenar.

—Mira, Christopher; no tienes ningún derecho de llevártela— Emmanuelle quiso


evitar que Christopher me sacara del cine—Ella y yo estamos viendo una película.

— ¡Tú te callas!— Christopher le gritó a Emmanuelle y luego agarrándome con


fuerza del brazo me arrastró hacia él— ¡Vámonos!

— Christopher, no…—le supliqué deseando que se detuviera a reflexionar sobre lo


que estaba haciendo conmigo, yo no era una bola de boliche de la que tirar duro, era su
esposa y una mujer ante todo— ¡Christopher…, suéltame!—pero, eso nunca ocurrió,
pareció no escuchar mis ruegos porque velozmente me arrastró fuera del cine dejando a
Emmanuelle con la boca abierta, bastante sorprendido.

Me llevó a la fuerza lejos del cine y no le importó lo que pudieran pensar las
personas que pasaban por al lado de nosotros. Yo le suplicaba que me soltara y que me
dejara ir, más actuaba como si no quisiera escucharme ni entenderme. Me encaminó hacia
un pequeño pasillo solitario en donde luego de pegarme a la pared, sin mediar palabras
me besó a la fuerza.

De la impresión tambaleé, mi boca entreabierta recibía gustosa la lengua de él y eso


me hizo gemir. Christopher acarició con abierta excitación mis nalgas y ya no pude
continuar con esa situación. Recordé que en el invernadero habíamos empezado así y que
casi habíamos tenido sexo. Además, yo había jurado que me alejaría de él y lo iba a
cumplir; así tuviera que actuar como una fiera indomable luchando contra sus enemigos.

—Déjame en paz, déspota —sin más lo empujé lejos de mí y Christopher pareció


sorprendido de verme actuar así, porque en un intento de no caerse me miró con
muchísima rabia.

— ¿Qué?—me preguntó— ¿Ahora eres una santa?—yo lo miré con dolor y sabía
que esta discusión no iba a terminar nada bien— ¡Hazle esa actuación a otra persona que
no sea yo!

— ¡No digas boberías!—decidí mirarlo directamente a los ojos para mostrarle que él
no me causaba ningún efecto ni ningún miedo.

— ¿Boberías?—se rió con cinismo— ¡No eres una buena mujer, Ashley!—me
espetó—¿O dime qué clase de mujer es una chica que un día ha estado a punto de
acostarse con su esposo y al día siguiente va a una cita amorosa al cine con su ex?

Furiosa lo cacheteé y sin esperar a que me dijera miles de cosas por haberlo
golpeado nuevamente, irguiendo mis hombros salí corriendo lejos de él. No quería pasar
un segundo más con él y ahora más que nunca deseaba el divorcio. Iba llorando mientras
corría y con cada paso que daba sentía la respiración entrecortada, añoré el no poder
regresarme y decirle a la cara que lo odiaba. Christopher era malvado y se merecía que un
puente le cayera encima con todo y los autos.

Entonces, esa noche dormí sola en la cama, Christopher durmió en el cuarto de su


guardarropa y eso me hizo sentir algo aliviada de no tener que compartir un segundo más
con él mi cama. Ciertamente casi no pude pegar un ojo en toda la noche, sólo el pensar que
el muy necio ni siquiera se había disculpado por haberme dicho esas trastadas, me
molestaba y dolía muchísimo. Al llegar al palacio, sólo se había limitado a asistir a
reuniones formales y a mí me había dejado con mi despecho, mi ira y mis celos totalmente
activos.

A la mañana siguiente, al salir del dormitorio real desayuné contenta de que


Christopher no tuviera una actitud tan obstinante hacia mí. En los minutos de reposo y
post desayuno la reina madre le entregó a mi esposo un documento para que lo leyera y
mi mamá sencillamente estaba como si no estuviera. Ximena y Anastasia estaban vestidas
con ropa deportiva y por un segundo me imaginé que las dos iban a irse juntas de paseo.
—Dentro de un rato…— Christopher se dirigió a mí actuando como un hombre
tranquilo, formal y para nada disgustado—quiero que te pongas ropa cómoda. ¡Vamos a ir
a una de las haciendas ganaderas del palacio!

— ¿Qué…?—temblé al escuchar su voz, tenía terror de poder conversar con él.

— ¡Vamos de paseo, hermanita!—Ximena me comunicó superficialmente y con voz


aguda— ¿Christopher, no te lo ha dicho?

Mi príncipe me hizo señales con la mirada para que dijera que sí y no me quedó
otra opción que afirmar que él sí me había dicho que íbamos de paseo.

— Anastasia y Ximena irán en un automóvil todoterreno, tú y yo en otro—me


explicó Christopher mostrándose súper natural. Definitivamente que esos cambios de
humor constantes, a veces lo hacían parecer extraño—La Hacienda se llama “Crónicas” y
queda a dos horas de aquí. Vamos a pasar todo el día de hoy allá y regresamos mañana en
la tarde.

— ¡Ah!—Mi pecho remontaba y descendía ligeramente, no sabía qué decirle y


menos si me ponía a pensar en que iba a viajar con Christopher para seguir llenándome de
angustia; si me ponía a reflexionar sobre lo ocurrido en los dos últimos días seguramente
ese viaje iba a resultar un mal trecho.

— ¡Todo esto va a ser divertido!—se alegró Anastasia y yo la odié por su accionar


tan superficial. ¡Aún no se me pasaba la rabia por lo ocurrido en el día anterior!

Ya era casi mediodía cuando salimos del palacio rumbo a la hacienda ganadera
“Crónicas”. Christopher manejó tranquilo todo el trayecto y mi hermana y la otra estúpida
iban detrás en su auto, siguiéndonos de muy cerca. Lo que puedo decir es que el recorrido
fue bastante largo y no sé cuándo ni cómo me quedé dormida.

En mis sueños veía a Christopher acostado en la playa al lado mío. Cargaba unos
bermudas que lo hacían ver bastante sexy y yo estaba tomando el sol protegiéndome con
unos modernos lentes de diseñador. El muy seductor no podía parar de acariciarme y eso
a mí me encantaba. Aún con la excitación y la vergüenza que poseía no podía dejar de
mirarlo.

— ¡Bésame! —Le ordené con voz entrecortada— ¡Bésame Christopher!—y sin


darme cuenta pronuncié las palabras en voz alta.

Cuando me di cuenta de lo que había hecho estaba despertando del sueño


profundo. Al abrir los ojos me di cuenta que el automóvil estaba detenido y Christopher
estaba muy cerca de mí, tocándome con las yemas de los dedos los labios. Al parecer había
escuchado las palabras que yo había dicho en tanto estaba dormida.
Christopher tosió buscando la forma de encubrir que le había afectado mi ruego de
que me besara, luego embozó una sonrisa picara y se alejó de mí para después,
disimuladamente invitarme a bajarme del auto.

— ¡Ya llegamos!—me expresó y yo tratando de arreglarme lo más decente que


podía, en veloz carrera me bajé del todoterreno.

— ¡Vaya, qué hermoso lugar!—dije maravillada del lugar en que estábamos.

Éste era un sitio perfecto de producción y reproducción de ganadería bovina, ovina,


avícola, porcina y de caballos. Todo con el firme propósito de obtener y vender según
fuera el caso, la leche y la carne; mediante la utilización de súper tecnologías ajustadas que
en ningún momento dañaban los recursos naturales.

Ximena y Anastasia no podían disimular que el lugar les parecía de los más
horrendos que habían visitado, sobre todo si nos poníamos a reflexionar que a ellas les
encantaba la ciudad con todo su humo y su ruido.

Algo quisquillosas no dejaron de criticar el lugar en ningún momento e incluso le


hicieron mofas a los animales creyendo que estos podían entenderlas. De verdad, que se
veían bastante tontas y por segundos deseé poderlas regresar al palacio.

En esa hacienda había muchos terratenientes que al vernos llegar nos saludaron
emocionados; pero que supieron guardar las distancias para no incomodar a mi príncipe.
También había una tremenda casa que me dejó con la boca abierta de ver lo hermosa que
era, de allí salieron una pareja de ancianos mostrando una enorme sonrisa. El hombre
debía ser el hacendado pues tenía un aspecto bastante rural y todos los empleados al verlo
le decían:

— ¿Cómo está jefe? ¿Qué cuenta de nuevo?

La pareja se nos acercó a los cuatro muy contentos de vernos allí. Gustosos nos
saludaron con beso en el cachete y solo pasaron pocos minutos cuando descubrí que esos
ancianos eran amigos de toda la vida de mi esposo y que se llamaban Luisa y Miguel.
¡Vaya, era raro notar a Christopher tan abierto con la gente que lo rodeaba, se veía relajado
y contento de poder volver a ver a sus amigos!

Ávidamente, la mujer de mayor de edad me abrazó tal y como si fuéramos amigas


de toda la vida y sin mayores pormenores me habló sin ninguna cautela por lo que yo
pudiera pensar de ella.

—Manuel y yo tenemos 60 años de casados; —me susurró al oído—al principio


tengo que admitir que fue difícil llevar a cabo nuestra relación porque no nos parecíamos
en nada y no teníamos casi ninguna cosa en común; no obstante, con fortaleza y amor, aún
estamos juntos.
— ¿Eso…eso qué quiere decir?—le pregunté indecisa de lo que me estaba hablando
la señora— ¡No entiendo!

—Mi niña…—sonrió y tomándome del brazo me llevó hacia la casa, siguiendo a su


esposo, a Christopher, a Ximena y a Anastasia que estaban entrando a ese lugar—Cuando
descubras que tu matrimonio es hermoso y debe ser lo más importante para ti, verás que
el príncipe te adora.

Anastasia se acomodó en una habitación cercana a la puerta, Ximena en una que


estaba en el primer piso y Christopher y yo en la más grande de todas. Yo no podía creer
que todos fuéramos a pasar 24 horas en un lugar tan bello como ese. ¡Qué felicidad!

Ya en el dormitorio, Christopher se metió a lo que me supuse era el baño y yo me


quedé asustada parada en la habitación pensando en que no sabría cómo actuar cuando él
estaba tan cerca de mí. Si por lo menos, los dos estuviéramos solos y no contáramos con la
fastidiosa presencia de Ximena y Anastasia, yo estaría más tranquila; pues podríamos
pelear a gusto.

Cuando pasaron unos pocos minutos Christopher salió del baño vestido muy
diferente a como había llegado. Se veía estupendo e informal y yo ensimismada no podía
dejar de mirarlo.

— ¡Ahora me toca a mí!—le expresé tartamudeando— ¡Voy a cambiarme de ropa!

Me dirigí al baño y allí después de darme un baño ligero, me coloqué una ropa más
adaptable al lugar. Me puse unas botas estupendas y unos jeans de color azul con una
camisa de cuadros. Ahora sí que estaba lista para disfrutar del paseo a la hacienda.

Cuando regresé al dormitorio, Christopher estaba acostado en la cama. No estaba


dormido, pero sí se veía bastante cómodo. Al parecer estaba cansado o no había dormido
muy bien en la noche anterior. Yo decidí que lo iba a dejar descansar. Me alejé de él y me
acerqué a la ventana del cuarto y desde allí percibí a detalles todo el paraíso que
representaba esa hacienda. ¡Todo era hermoso!

En sí el lugar estaba cercado por largas extensiones de alambre de púas. Se podían


percibir los briosos caballos, las vacas gordas, las ovejas pomposas, las gallinas ponedoras,
los cochinos ostentosos y muchos otros animales dedicados a la cría y venta. Asimismo, el
clima que se percibía era agradable, sin mucho calor, pero tampoco con mucho frío.

Desde la ventana, yo podía mirar los establos llenos de comidas para los caballos y
a unos cuantos niños dando carreras por todo el patio de la hacienda, en lo que parecía un
muy divertido juego infantil. Igualmente, había una preciosa casa de madera construida
en las ramas de un árbol de mango. ¡Vaya, quien haya construido una casa como esa,
debía ser un experto en construcción!
—Esa es mi casa del árbol de cuando era un niño—me dijo Christopher,
colocándose detrás de mí y adivinando mis pensamientos. Yo sorprendida porque no
había escuchado sus pasos andar hacia mí, tragué de los nervios.

— ¿Qué…qué dijiste?—Tenía qué aceptar que me era imposible el creer que ese
canalla pudiera tener una casa del árbol; no se veía una persona tan abierta e infantil como
para eso.

—Dije que esa que está allá…—se paró a mi lado derecho y visualizó por la
ventana sin mirarme— es mi casa del árbol de cuando era un niño.

— ¡No lo puedo creer! —le expuse con voz ronca— ¿Lo dices en serio?
¿Realmente tienes una casa del árbol?

— ¿Por qué te mentiría?—me agarró de la mano y me llevó lejos de la ventana—


¿Acaso tendría una razón para hacer algo tan malo? ¡Esa casa en el árbol es mía!

— ¡Ah!—incomoda me solté de su mano y traté de disimular mi corazón


acelerado ¡Esos iban a ser dos días bien difíciles para ambos!— ¿Y por qué la hiciste aquí y
no más cerca del palacio?—le pregunté con simpatía.

—Es que cuando era pequeño, me venía en la temporada de vacaciones escolares


a compartir con Luisa y Miguel y con los demás empleados de la hacienda—me habló en
tono divertido como si estuviera recordando los momentos de los que él me estaba
hablando—Ellos han sido excelentes amigos conmigo y me han aguantado con todo y mi
mal carácter.

— ¿Te caen muy bien todos ello, verdad?—me mostré muy comprensiva,
tolerante y amistosa; además, ahora que estábamos a solas lo mejor era hablar de todo
menos de nuestro matrimonio fracasado—Estoy muy intrigada de ver que tales cosas
pueden ser así.

— ¡Qué comes que adivinas!—me colocó su brazo en el hombro y me invitó a


caminar con él para salir de la habitación juntos— ¡Dios, estas 24 horas van a ser
espectaculares!

— ¡Eso espero!—fue lo único que pude decir; en tanto veía como me llevaba
afuera.

— ¡Te lo prometo!—me condujo escaleras abajo y yo nerviosísima anhelaba que


hubiera algo de distancia que nos separa a él y a mí— ¡Te prometo que van a ser 24 horas
llenas de diversión y recreación!

— ¡Gracias!—me solté de su agarre e intentando actuar como si no me fuera


afectado su cercanía, me senté de piernas cruzadas en un sofá que estaba en la sala—En
fin, ¿y qué vamos a hacer en estas 24 horas?
— ¿Realmente quieres saber?—sonrió irónico y extendiendo su gallardo cuerpo
se divisó completamente libertino.

Perturbada le afirmé con el gesto que sí y Christopher se dirigió solo hacia la


puerta de salida, eso me hizo sentir algo abandonada.

—Bueno, vamos a cabalgar…—expresó al abrir la puesta dispuesto a


marcharse—vamos a tomar sancocho preparado por Luisa, a bailar música tradicional y en
la noche colocaremos nuestras tiendas de campañas allá afuera y pasaremos la noche al
aire libre.

— ¡Qué bien!—contenta de la planificación de Christopher para ese paseo, me


levanté del sofá y me fui detrás de él— ¡Todo suena genial!

Al salir de la casa nos encontramos a Ximena y a Anastasia vestidas con ropa de


montar a caballos, cabalgando en un terreno dispuesto para esa actividad. En eso,
Christopher me agarró de la mano actuando como un excelente esposo y llevándome con
él me hizo ir a los establos.

En ese lugar estaba un sujeto llamado Ian que era el entrenador de caballos. Él se
encargaba de cuidar a los caballos, de asearlos, de ejercitarlos, ensillarlos y de enseñar a
montar a la gente para convertirlos en buenos jinetes.

Durante unos minutos, Christopher y yo estuvimos buscando dos bestias para


montar, él escogió un caballo negro azabache y yo una yegua blanca con manchas negras.
Asimismo, el señor Ian les puso la montura y el equipo indispensable para llevar a cabo la
montura.

Tengo que admitir, que yo en mi vida nunca había montado, es más estaba
asustada de hacerlo en ese día; pero el ver a mi hermana y a Anastasia hacerlo también,
me tenía decidida a montar a caballo. Si me caía de la yegua, esperaba que no me doliera
tanto.

Salimos a los potreros y me incomodó darme cuenta que Ximena me vería


montar. Sí seguramente se burlaría de lo mal que lo hacía. Del mismo modo, Anastasia
también se reiría y seguramente las dos durarían horas soltando sendas carcajadas al
recordar lo mal que me veía yo en la yegua.

Christopher me ayudó a subirme a la yegua y yo súper nerviosa, no sabía qué


Diablos tendría que hacer. El animal al sentir mi peso relinchó y mostró su serio hastío y
no precisamente porque yo estuviera gorda, sino porque lo estaba haciendo patético.

— Christopher…—chillé bastante nerviosa—esto no va a funcionar, yo no sé


montar.

—Y para eso estamos aquí— Christopher tenía agarrada las riendas de la


yegua—con la ayuda del señor Ian y la mía, vas a aprender a hacerlo.
— ¡Eres un desastre para montar caballo! —pude oír la voz insoportable de
Anastasia, la condenada desde su caballo se estaba burlando de mí de forma muy
directa—Ashley, deberías renunciar a hacer algo tan sofisticado.

— ¡Anastasia, respeta a mi esposa! — Christopher le gritó muy furioso a esa tonta.

—No le digas nada, —yo no podía evitar sentirme menospreciada y deprimida—en


parte Anastasia tiene razón y yo soy un desastre para todo

— ¡No digas esas boberías! — Christopher me miró con ojos tiernos y eso me hizo
ponerme mucho más nerviosa. ¿Me estaba seduciendo de nuevo?

— ¡Yo no sé montar a caballo! —opiné y casi a punto de llorar quería que esa
montada a caballo se acabara rápido. Los caballos eran hermosos, pero difíciles de
dominar.

— ¡Sólo mírame y haz lo que hago yo!—me murmuró Christopher y luego él le


entregó mi yegua al señor Ian para que me ayudara con el dominio del animal; a
continuación, mi príncipe se subió a su caballo y condenadamente seductor se percibió
esbeltamente perfecto—Si le muestras temor a la yegua, ella no sabrá que tú eres su dueña
y señora.

Tratando de hacer lo que Christopher hacía, tomé las riendas del animal y dejé
que el señor Ian me explicara ciertos detalles importantes para que la yegua confiara en mí
y me dejara montarla tranquilamente; lamentablemente cometí un error gravísimo cuando
le clavé la punta del pie a la yegua en el flanco y el animal asustado y relinchando me
arrojó al suelo.

— ¡Santo cielo!— grité asustada al pegar el pompis del suelo, la yegua se alejó de
mí corriendo y Christopher bajándose corriendo de su caballo corrió hacia mí.

— ¿Se lastimó princesa?— muy preocupado me preguntó el señor Ian, que


poniéndose de rodillas intentó ver si yo estaba lastimada; sin embargo, desde el suelo, yo
no le contesté, este momento era del tipo “trágame tierra” y no quería seguir haciendo el
ridículo— ¿Se golpeó mucho?—me interrogó obviamente que asustado.

— ¿Estás bien?—me examinó preocupado Christopher quitando de su camino al


señor Ian, quien se levantó del suelo y abrió espacio— ¿Te duele algo?

Sí estaba lastimada y Christopher lo percibió, en mi píe había un morado y en mi


pierna estaba rasgado el pantalón y habían algunas manchas de sangre. Impresionado, se
arrodilló ante mí y tomándome con cuidado la pierna lastimada, quiso examinarme a más
profundidad.

—Creo que hay que llamar al médico—me expresó—sólo él podrá delimitar la


gravedad de la herida.
En tanto yo escuchaba maravillada a Christopher, al divisarlo tan preocupado por
mí y tan fuera de balance, Anastasia y Ximena llegaron a nuestro lugar. Las dos no se
veían nada preocupadas por mi accidente; es más, estaban bastante sonrientes y eso me
contrarió muchísimo.

— ¡No llames a ningún médico!—le ordené a Christopher— ¡Estoy bien! ¡Sólo es


una herida superficial!

— ¡Tienes sangre en la pierna!—me rivalizó— ¡Voy a llamar al médico!

— ¡No!—me negué incomoda y luego haciendo un gran esfuerzo me levanté del


suelo— ¡No quiero que llames a ningún médico! ¡Estoy súper bien! ¿No ves? ¿Por qué no
me crees?

—Porque tú no sabes decir mentiras—me agarró del hombro y me hizo señas para
que me sostuviera con él—Puedes decirme miles de mentiras y tratar de engañarme con
palabras, pero al mirarme directamente a los ojos, tu mirada me revela la verdad.

— ¿Qué quieres decir con eso de que no te estoy diciendo mentiras? ¡Eso es
ridículo!—quise caminar hacia la casa sola, obviando la presencia de los curiosos
presentes.

— ¿No es cierto que siempre te descubro en la mentira?—me alzó en sus brazos y


me condujo hacia la casa cargada.

— ¡Por supuesto que no!—jadeé inquieta de la cercanía con la que sentía a


Christopher.

— ¡Ya, no digas más nada!—subió corriendo las escaleras y se dirigió hacia nuestro
dormitorio— ¡El médico va a venir y te va a examinar y si debemos suspender este paseo
para que guardes reposo, créeme que lo haremos!

Durante las próximas horas estuve encerrada en el dormitorio, el médico llegó al


poco tiempo de mí caída de la yegua y fantásticamente me dijo que la herida era bastante
débil y superficial; así que, sólo me limpió la herida y me puso una venda para evitar que
moviera mucho el pie. La señora Luisa, por su parte me preparó un asopado delicioso y
mis rivales nunca se acercaron a la habitación, lo que para mí era buenísimo.

Yo; por mi parte me senté cerca de una ventana para poder ver desde allí lo que
sucedía desde afuera; es más, en un momento, en un vidrio de la ventana hice un corazón
sin ponerme a pensar en el motivo ni en la necesidad que sentía de hacerlo. Dentro del
corazón escribí las iniciales del nombre de Christopher y las del mío. Se veía tan precioso
mi obra de arte que me alegré de estar enamorada, al fin. No obstante, cuando me di
cuenta de que alguien en la hacienda lo podía ver lo que había hecho borré desesperada
con la mano el dibujo.
Al llegar la noche, Christopher cumplió su promesa de hacer una fogata afuera de
la casa y de preparar las tiendas de campañas para dormir. Muy a pesar de que, por ratos
dudó de llevar a cabo esas actividades, según él por mi pie; al final logré convencerlo de
que esa era una buena idea.

Ximena y Anastasia prepararon dos tiendas de campaña, una para cada una y
Christopher preparó una, según él para que ambos durmiéramos juntos. Esa noche, las
estrellas se veían hermosas y el clima estaba bastante cálido, yo no podía creer que estaba
llevando a cabo una actividad tan grandiosa junto a mi esposo. Estábamos compartiendo
cosas juntas y eso me alegraba el alma.

—Fue buena la idea de pasar la noche en esta hacienda haciendo campamento—le


expresé mirando directamente la candela de la fogata—Tenía años que no realizaba una
actividad como ésta.

—Sabía que te iba a gustar—expresó con una leve sonrisa en sus labios—Aunque
sinceramente, sigo con la idea de que lo mejor para ti era quedarte guardando reposo en la
cama. Estar aquí no es positivo para ti después de la caída del caballo.

—No es malo ver de vez en cuando las estrellas; —me abracé las rodillas intentando
disimular el frío que sentía, el clima era cálido más no caluroso—además, estar al aire le
hace más bien a mi pierna para que se cure, que estar encerrada.

— ¡Sí, tienes razón! —miró ligeramente el cielo oscuro adornado con varias estrella;
para una persona como él que siempre venía a esa hacienda, el ver sólo algunas estrellas le
parecía demasiado poco—Aunque hayan pocas estrellas, si vinieras al campo más seguido
conmigo verías más.

—Cualquiera te escucha y no te puede creer que eres de pasársela mucho en el


campo—manifesté sonriente—Ni yo te creía antes, que venías a esta hacienda a pasarla
bien.

—La verdad es que son pocas las personas que saben que me gusta venir aquí. —
Lanzó una pequeña piedra en la fogata—Cuando vengo aquí lo hago sin darle
explicaciones a nadie, ni a mi madre; sin embargo, debo admitir que los momentos que
paso aquí son más de mi agrado que los que puedo pasar en una fiesta de alta sociedad.

—A mí siempre me ha gustado vivir en armonía con la naturaleza—le confesé


intentando no parecer incomoda por las presencias de Anastasia y Ximena que se
mantenían sentadas al frente de nosotros, mirándonos—El clima y el paisaje es diferente al
de la ciudad.

Desde donde estaba sentada detallé más a mis rivales, Anastasia se había vestido
con un vestido corto súper inapropiado para la ocasión. Claramente estaba intentando
seducir a mi esposo. Ximena se había colocado un pantalón sexy con un top que dejaba
poco a la imaginación. Visiblemente quería llamar la atención de mi príncipe.
Yo decidí que iba a hacer como si no notara la incitación de esas dos mujeres. Si
Christopher estaba hablando conmigo en ese momento, quería decir que hasta ese instante
no había caído es las redes de ese par. ¿Por qué tenían que ser tan malvadas? Eran infames
por separado y juntas eran viles.

— ¿Quién lo diría?—las palabras de Christopher me hicieron salir de mis


pensamientos; lo miré a los ojos y pude notar que estos me veían incandescentemente, la
llama se sentía tan mágica en su mirar que por un segundo me sentí en el cielo— ¡A la
soberbia Ashley le gusta venir al campo!—frunció el ceño.

—En el plano de la realidad, me conoces muy poco. —fui lo único que fui capaz de
decirle con una voz que sonaba demasiada ronca y nerviosa para mi gusto—No obstante,
ese tipo de secretos no se las digo a nadie. ¡Me da miedo de lo que la gente pueda pensar
de mí!

— ¿Tienes muchos secretos, verdad? —me preguntó dudoso y yo me sentí


coaccionada a responderle. Con él me había abierto más que con cualquier persona, pero
eso él no parecía notarlo.

— ¡Unos cuantos!—me limité a decirle para que no se sintiera ni tan mal, ni tan
bien.

—Esas cosas que a nadie le cuentas, yo quiero ser el primero a quien se las digas—
dirigió su mirada hacia donde Anastasia estaba sentada y le hizo señas para que revisara
la carne que se estaba cocinando—No quiero que la gente piense que no hago el esfuerzo
de conocerte. Tampoco que la prensa vaya a desgraciarte la vida con una cosa que pueda
perjudicarte.

—Yo no tengo nada grave que ocultar—mientras hablaba decidí distraerme viendo
a Anastasia revisando la carne y luego a Ximena intentando colocarse repelente para los
sancudos—No debes sentir miedo de que la prensa me vaya a descubrir algo demasiado
embarazoso, creo que el publicar las fotos de mí desnuda fue lo peor—le dije a mi príncipe
y luego recapacité que algo bueno podía sacar de que esas dos estuvieran allí; así
Christopher se tendrían que limitar a hablar conmigo y no podría ponerme una mano
encima para seducirme.

—Pero…— Christopher me colocó su mano derecha en el hombro y yo al sentirlo


tan cerca de mí tirité—pero…pero tienes secretos, y no los deberías tener conmigo porque
yo soy tu esposo.

—Mis secretos son tonterías del tipo de chica que soy—oh se sentía también que
mis supuestos secretos a Christopher lo afectaran—No soy la mujer maravilla.

—Para mí si lo eres—sus palabras sonaban tan sinceras que deseé poder decirle la
verdad, quise explicarle que lo que yo le ocultaba nunca se podría considerar secretos
porque eran niñerías superficiales y que mi único secreto importante era el de que lo
amaba— ¡Yo no te cambiaría por nada ni por nadie!—susurró estirando su cuello.

—Yo sí lo haría—chisteé sabiendo que eso era imposible; Christopher me estaba


atrayendo a él con su magia y seguramente sí seguía moviendo las cartas tan bien, en poco
tiempo me haría completamente suya—Digo, que yo si te cambiaría a ti por alguien más—
le aclaré para evitar que pensara que le estaba hablando de otra cosa.

— ¿Y por quién me cambiarías?—le di gracias a Dios que no me nombró a mi ex.


Emmanuelle estaba a kilómetros de nosotros y ciertamente no se merecía el odio que
Christopher le tenía.

—Bueno… —estiré perezosamente mi cuerpo—A mí me gustan las estrellas


coreanas de los Doramas.

— ¿Y qué tienen esos actores que no tenga yo?—ambos vimos cuando Anastasia se
sentó, la pobre había dicho unas palabras cuando había estado revisando la carne; sin
embargo, nosotros habíamos estado tan inmersos en la conversación que la habíamos
ignorado. En cambio, mi hermana Ximena ahora estaba revisando su teléfono.

—Tú eres guapo, no lo voy a negar…—sentía arder mis mejillas a medida que
hablaba, ¡Tonta! Yo le estaba diciendo cosas muy embarazosas y si seguía así él
prontamente me haría confesarle mi amor—pero eres demasiado impertinente—le
reviré— Eres amargado con todo el mundo. Eres tan obstinado como piña amarga y
siempre tienes un carácter fuerte. La mayoría de la gente que trabaja para ti te tiene miedo.

—No sé qué decir…—él actuaba tan tranquilo que yo me puse rápidamente


bravísima. ¿Por qué le importaba tan poco lo que la gente pensara de él? ¿Era acaso tan
canalla? A mí sí me importaba lo que pensaba la gente de mí y más si eran mentiras
publicadas en páginas de internet.

— ¡No estoy bromeando!—le dije y apretando los puños me quité su mano de mi


hombro. Todo esto para recordándome a mi misma que Christopher era un idiota y que ni
loca me iba a dejar seducir por ese malvado.

— ¡Yo tampoco!—él estaba demasiado calmoso para mi gusto y después relajó su


cuerpo mucho más.

— ¡Deja de ser así!—quise calmarme haciendo nuevamente lo de antes; es decir,


mirando a Anastasia y a Ximena hacer boberías; más eso me puso peor; ya que,
sinceramente no las quería cerca de nosotros y aunque me dijera a mi misma que era lo
mejor para mí, me fuera gustado que Christopher no las hubiera dejado acampar con
nosotros. Ambas estaban de metiches haciendo gafedades.
— ¿Cómo estoy siendo?—se acercó mucho más a mí y me habló al oído. Era tan
cínico que ni siquiera reconocía sus errores. Primero estaba con Ximena, luego con
Anastasia, después me ignoraba, reñía con mis ex y al final me echaba la culpa a mí.

— ¡Únicamente porque te crees el ser más perfecto del mundo me besas en el


culo!—balbuceé histérica tratando de que ni Anastasia ni Ximena nos oyeran, luego
disimuladamente me separé un poquito de él— ¡Eres un pesado!

— ¡Señor, qué inestable! —tomó otra piedra y la arrojó a la fogata.

— ¿Inestable?—la garganta la sentía a punto de estallar— ¿Inestable?

—Claro que sí…—no hizo ningún esfuerzo de arrimarse hacia mí—cuando creo que
he ganado unos puntos contigo me sales con una de las tuyas—me expresó y ambos vimos
cuando Anastasia sacó un CD de su cartera y se dispuso a ponerlo en un reproductor que
cargaba—Me gustaría tener una conversación sana contigo, sin peleas ni reciñas—me
confesó Christopher bien meloso.

— ¡Ésta no es una competencia!—ahora sí que quería cantidad que Anastasia y


Ximena nos dejaran solos; ya que deseaba poder pegarle a Christopher unos cuantos gritos
e insultos. El ruin ese propiamente me estaba echando la culpa de nuestras peleas cuando
todo eso era consecuencia del disparatado matrimonio que ambos teníamos, de su mal
carácter, de que me fuera obligado a casarme con él, de que me hiciera dejar a mi novio
Emmanuelle y de que le hiciera ojitos a esas dos mujerzuelas.

—No es una competencia, pero me parece divertido—se peinó los cabellos con la
mano derecha haciendo caso omiso de mi rabia hacia él.

— ¿Me estás diciendo payasa?—quería ponerme de pie, decirle a Christopher hasta


del mal que se iba a morir y luego regresar al dormitorio, bien debía haber sabido que ese
campamento no iba a funcionar.

— ¿En algún momento dije la palabra payasa?—me tomó de la mano y me la besó y


justo en ese momento Ximena comenzó a bailar cerca de la fogata.

—No, pero…—esa buscona tenía tantos talentos y hasta para bailar tenía sus dotes.
Movía sus curvas seductoramente y al parecer sabía cómo volver loco a un hombre. A lo
mejor, también sabía cómo moverse en la cama al tener sexo. Yo bastante obstinada me
zafé de del agarre de mi príncipe.

—Entonces, mejor dejémoslo así—él se puso de pie claramente furioso por mi mal
comportamiento y se dirigió hacia donde estaba el reproductor de Anastasia y sin más lo
apagó de sopetón.

—Pero, ¿Por qué quitas la música?—Anastasia le preguntó a Christopher bastante


impresionada y Ximena se detuvo en seco. ¡Qué bueno que esa hermana mía no había
podido seguir bailando, se lo merecía!
— ¿Nunca ustedes han hecho un campamento?—la rabia que Christopher tenía
guardada parecía querer llenar todo el ambiente— ¡Nada de tecnologías!

— ¡Ay! ¡Qué tonta soy!—Ximena abrazó a Christopher por los hombros y Anastasia
sólo los miró— ¿Mejor, por qué no contamos historias de terror?

—A Ashley no le gustan— Christopher intentó zafársela de los hombros, cosa que


no pudo hacer; mientras, yo los veía e intentaba no malinterpretar lo que escuchaba; en
tanto, la cólera me atacaba el pecho porque deseaba acabar con ese par—No creo que sea
conveniente.

—Somos dos contra uno—se apretó a Christopher descaradamente y lo miró


seductora a los ojos—Ella pierde por mayoría de votos.

—No, somos tres contra una—Anastasia intervino burlescamente y lo agarró de la


mano frente a frente de mí— ¿O se olvidan de mí?— Notoriamente se veía que las dos
estaban actuando tan descaradamente para que yo me pusiera celosa.

— ¿Saben qué?—respiré profundo y me puse de pie, Christopher, Ximena y


Anastasia me vieron al unísono, cada uno con miradas diferentes. Yo había tomado la
decisión de acabar con mi castigo en ese dichoso campamento porque ya no podía
aguantar más allí ¡Claramente había alguien sobrando y ese alguien era yo!—Yo no quiero
acabar con su noche de campamento; así que pueden contar sus historias de terror, yo me
voy a dormir—manifestando eso, di media vuelta y caminé hacia mi carpa.

— ¡Ashley, no te vayas!— Al caminar escuché cuando Christopher me llamó pero


yo hice como si no lo hubiese escuchado y seguí por mi camino.

— ¡Déjala, quieta!—el acercamiento de Ximena hacia Christopher ya era demasiado,


estaba demasiado pegada de él— ¡Es una aburrida!

— ¡Sí, déjala quieta!—Anastasia le acarició a Christopher el pecho con perversión y


libertinaje y se echó a reír— ¡Divirtámonos nosotros tres!

A continuación, me acosté en la carpa bastante consternada, si Christopher por un


momento se fuera sacudido desde un principio a la peli entintada de Ximena y a la
sabelotodo de Anastasia, quizás yo me fuera comportado bien en el campamento; pero es
que tenía demasiada rabia acumulada desde que me enteré que ellas iba a estar
atravesadas en el paseo a la granja, como las velitas en las tortas.

Siempre ellas, siempre ellas; era como si ambas se hubiesen confabulado para
mortificarme la existencia todos los días y además, Christopher no las detenía en seco; sí
algunas veces las regañaba, pero de ahí no pasaba. Anastasia seguía encima de él
asegurando que ella era “el gran amor de su vida” y Ximena; a su vez me gritaba
continuamente que ella era la mujer perfecta para ser la esposa del príncipe heredero.
— ¡Nunca quise hacerte daño cuando me casé contigo!—sentí la voz de
Christopher acercándose a mí y acomodándose a un lado mío— Yo lo siento mucho por
todas las cosas que has tenido que pasar. No sabes lo que me gustaría que todo fuera
diferente, pero es que las cosas contigo nunca resultan como yo quiero.

— ¡Oh, eres todo un caballero!—le dije irónicamente y después le di la espalda. Ahí


iba con sus cuentos de “yo soy inocente” “No quise hacerte daño” “Te escogí para ser mi
esposa porque si no eras tú, no era nadie” y mientras, las dos sombritas que estaba afuera
de la carpa seguían molestándome con su abierta seducción hacia mi esposo.

— ¿Por qué no aceptas que sientes mucho miedo de abrir tu corazón?—me


preguntó y luego se acostó muy cerca de mi cuerpo y me abrazó maliciosamente—Dame
la llave para abrir tu corazón, ¿O es que acaso no quieres intentarlo?

— ¡Esto no es normal!—entrecerré los ojos conteniendo las ganas de decirle que lo


necesitaba, que lo amaba y que quería seguir casada con él.

—Aunque te niegues a aceptarlo—me acomodó un cabello mal suelto— ya yo me


introduje muy profundamente en ti—y sin mucho esfuerzo me ayudó a rodarme para
colocarme frente a frente de él.

— ¡Mírame y déjate llevar!—me pidió y a continuación hundió sus hermosos labios


en los míos.

— ¡Me…me gustas!—mis labios susurraron esas palabras casi de una forma que no
se pudieron entender y eso pareció alegrarlo porque profundizó su beso, en tanto, mi
cuerpo sentía que pronto tocaría el cielo.

— ¡Ay! ¡Auxilio!—los gritos claramente de Anastasia nos hicieron regresar a la


tierra.

Christopher se separó de mí velozmente y sin ponerse a meditar en lo que yo le


había confesado corriendo salió de la carpa para investigar qué había sucedido. Yo quedé
totalmente decepcionada, pues algo me decía que el muy desgraciado no iba a regresar
por mí; así que sin darle más tregua al tiempo salí de la carpa y me fui a mi dormitorio en
la casa.

Fue al día siguiente que me enteré que Anastasia y Ximena se habían asustado al
ver una serpiente cerca de su tienda de campaña, lo que trajo como consecuencia que por
las muy “cobardes” esas, se suspendiera el paseo y regresáramos al palacio antes de lo
previsto. Yo no lo podía creer, a mí me daban terror las serpientes más no le transformaba
las actividades previstas por otros para que me complacieran a mí.

Esa misma tarde, tuve una larga conversación con la reina madre sobre mi
matrimonio y la relación que llevaba con su hijo. No fue fácil tratar con una dama como
ella, más a pesar de todo me sentí más relajada hablando con ella que como normalmente
me sentía con mi mamá.

Al culminar, decidí buscar a Christopher para decirle que sí, que realmente sí me
gustaba y que quería llevar nuestra relación a un nivel más profundo; más eso no llegó a
ser; puesto que, sinceramente, nunca pensé encontrarme a un esposo bastante molesto e
incapaz de escucharme como el que tuve en ese momento.

Entré al gimnasio real para buscarlo y me quedé embobada de verlo darle golpes a
su saco de boxeo con tanta agilidad como lo hacía. Él se veía sexi, guapo y muy fuerte y
eso me encantaba y me dejaba suspirando por un buen rato, tristemente; mi príncipe como
que no se encontraba para nada feliz de encontrarme allí.

— ¿Puedo pasar?—le pregunté y él arrugó el gesto como queriendo decir “Ya estás
adentro, tonta”.

— ¡Ven aquí!—me ordenó con semblante y yo tragué saliva mientras caminaba


hacia él.

— ¿Qué pasó?—pregunté nerviosa e inmediatamente obtuve la respuesta,


Christopher me mostró en su teléfono una noticia más que escandalosa titulada
“Emmanuelle ama y perdona a la mujer que lo abandonó”, en la que se hacía alusión a
una posible reconciliación entre mi ex y yo. Yo no lo podía creer ¡Volvía otra vez el perro
arrepentido!

— ¿Hasta cuándo van a salir este tipo de noticias sobre tu ex y tú?—me recriminó
Christopher — ¡Quiero matar a ese tipejo!—me amenazó con acabar con Emmanuelle.

— ¡No te pongas furioso conmigo; por favor!—le supliqué con voz temblorosa,
sabiendo en el fondo de mi corazón que estando tan bravo como estaba, mi esposo era
capaz de hacer cualquier cosa, aunque fuera mala.

— ¿Por qué no puedes entender que para mí eres un toxico que me hace encandilar
la sangre?—me puso la mano en el hombro derecho y comenzó a ejecutar allí órbitas
ardientes como para tranquilizarme y hacerme entender que lo de matarlo era una simple
metáfora—No quiero que nadie te ame como yo—me anunció decidido— ¡Tú eres mía!

— ¿Acaso soy un tipo de droga?—rebuzné— ¡Ahora sí que lo he visto y escuchado


todo!

—Sí, eres idéntica a una droga—se acercó a mí y me dio un ligero beso en los labios,
y ya con eso, destrozó una a una las pocas defensas en contra de él que yo aún
conservaba—La verdad es que me tienes adicto a tus besos y en este momento quiero
arrojarme a tus brazos y robarte unos cuantos besos, pero más apasionado.

— ¡Oh, no! ¡Eso sí que no!— sonrojada y completamente asustada de saber a lo que
nos estaba llevando la conversación, quité mi hombro para evitar que me siguiera tocando,
primero debíamos hablar de lo de ser el banco de bebes para Anastasia y para él; además
de que necesitábamos aclararnos lo de los chismes que diariamente nos acusaban a ambos
de cosas horrendas; para así después, sí decirnos en la cara todo lo que sentíamos uno por
el otro.

— ¿Por qué eres tan mala?—chisteó divertido— ¿Vas a dejar a un adicto a ti sin su
estimulante principal?

— ¡Deja de hablar tanta estupideces!—le reproché y le pasé por un lado.

— Yo no sé qué piensas tú—se mostró sorprendido— te pido que me des unos


cuantos besitos “inocentes” y me haces ver como un idiota

— ¡Eso no es lo que estoy tratando de hacer!—le respondí— Pero y si así fuera ¿Qué
te parece?

— ¡Puedo soportarlo, mi niña!—le dio un puñetazo al soco de boxeo y yo lo miré


fascinada ¡Vaya, él era mi propio Adonis privado!—Con que yo sepa que no soy un idiota,
lo demás no me importa.

— ¡Tú lo único que quieres es fastidiarme! —Carraspeé tratando de aclararme la


voz— Es por eso, que te aguantas mis desplantes y mis humillaciones. Nunca pensé que
fueras tan difícil de sobrellevar.

—No seas tan ingenua, amorcito—detuvo el saco y rápidamente se mordió el labio


inferior para contener la ira que le provocaba mis obvias insolencias ¡Oh sea, lo había
llamado difícil! ¡Claro que debía disgustarse por eso!—Yo nunca permitiría con nadie más
esas dichosas humillaciones a las que tú me sometes, pero…si lo permito contigo es
porque sé que al final el premio será espectacular; no obstante, no pienso aguantar toda la
vida y si continuas tan insolente voy a tener que hacer uso de mi fuerza y mi poder para
hacerte poner rodilla en tierra por mí.

— ¡Haz lo que quieras!—lo desafié volteándole los ojos. ¡Niño, inmaduro, príncipe
cavernícola!

—No me desafíes porque sabes que soy capaz de hacerlo en este mismo instante—
dejó a un lado el saco y se acercó a mí seductoramente.

— ¡No te atreverías!—di un paso hacia atrás sabiendo lo que vendría después,


Christopher me seduciría, me besaría y si luchaba un poquito más, me haría el amor en
ese lugar y eso era algo que yo no podía permitir ¿Estaba acaso desquiciado?

— ¿No?—me preguntó irónico y me haló hacia él para que lo pudiera enfrentar cara
a cara.

—Bueno, sí pero…—los colores se me fueron al rostro y mentalmente conté del uno


al diez para intentar en vano, relajarme.
—Pero nada—se limpió el sudor de la frente con un pañuelo que sacó del bolsillo
de su pantalón.

— ¿Cuándo vas a terminar de aceptar que no quiero nada contigo?—me quejé


irritable.

—El día que admitas que me amas— se humedeció los labios y a la vez, yo también
lo hice. ¡Qué parecidos eran los enamorados! No, no, él no me amaba, yo sí a él.

—Eso no tiene ningún sentido y tampoco da pie para que me acoses siempre—
intenté reprimir un sollozo que le revelara que sí me estaba hincando de rodillas ante él.
Pero, no, no hasta que ambos habláramos sobre nuestras cosas a más profundidad.

— ¡Esto no es acoso!— me respondió con el rostro ardiente.

—Según las leyes que protegen a la mujer sí—me costaba tanto buscar las palabras
adecuadas para decirle que me sentía incomoda de tenerlo tan cerca. Yo quería que él me
dijera que por lo menos gustaba de mí y que además me dijera que Anastasia ni Ximena
eran sus amantes; y aunque montones de veces me lo decía, las dudas en mi cabeza no
desaparecían. Sí, yo estaba celosa y en el fondo sabía que él me amaba ¿Por qué lo iba a
seguir negando? Pero, también necesitaba sentirme segura de esa relación para llevarla a
un nivel más íntimo.

—Pero…— manifestó indiscutiblemente frustrado—pero según yo que soy el


príncipe, nada de esto es acoso.

— ¿Y cómo lo llamas?—me incliné hacia él y le rocé los labios. No había duda,


últimamente yo también provocaba en mi esposo, diversos y extraños sentimientos.

— ¡Es Pasión!—conteniendo la respiración me agarró por las mejillas y me hizo


mirarlo—Ashley ¿´Tú de verdad no sabes lo que me haces cuando estoy cerca de ti?
Además de que de pasar algo entre nosotros horita sería tu culpa por hacerme desearte
tanto.

—Yo no hago nada para que según tú me desees; — sonreí—en cambio, cuando tú
me miras así, mi cuerpo siente que lo desnudas.

— ¡Es que eso es lo que quiero!—se acercó más a mí y me apretó entre sus brazos—
¡Quiero desnudarte durante muchísimas horas y tenerte solo para mí!

—Yo…—apenada bajé la mirada—yo…también quiero eso.

— ¡Gracias a Dios!—pareció alegrarse con mi confesión y sin esperar mucho tiempo


me abrazó amorosamente.

—Pero…— ¡Oh no! Aún él y yo no habíamos hablado de nuestros problemas, así


que no tocaba nada de sexo aún—pero para hoy no—me negué nuevamente a acostarme
con él.
— ¿Entonces, para cuándo?—me susurró pegando su frente contra la mía.

— ¡No sé, para algún día!— ¿Qué le pasaba acaso quería que me desnudara ante él
y le suplicara que me hiciera el amor? ¡Era virgen, por Dios!

—Y… ¿Ese día será pronto?— me acarició meloso la mejilla.

— ¡Vaya, eres tan impaciente e inquieto como un niño!—le aseguré separándome


algo de él

—Yo…—su mano se sentía tan cálida cuando me acariciaba—te prometo que te


haré tocar el paraíso cuando te haga el amor—manifestó—Todo va a ser como intensificar
una obra excepcionalmente hermosa en un lienzo indestructible.

—Eso es lo que quiero—cerré mis ojos y dejé que me rozara con sus labios—y
aunque casarme contigo no era mi propósito en la vida porque cobardemente me obligaste
y me manipulaste para que aceptara ser tu esposa, yo quiero ser tu mujer. Sin embargo,
tengo que decirte que todo esto para mí es un enorme sacrificio y por eso, ahora vas a
tener que esperar para hacerme tu mujer.

— ¿Sacrificio?—la palabra que le dije no pareció gustarle— ¡Qué bonita forma de


definirlo!—chisteó.

— ¡Estoy hablando en serio!—le pegué como niña en el hombro.

— ¡Y yo también!—puso cara de angelito de la guarda—Pero, hablando ahora de


cosas más formales; ¿te puedo preguntar algo?

— ¡Aquí me tienes!—di una vuelta sobre mi cuerpo en señal de estar de lo más


relajada que podía y luego le sonreí.

— ¿Realmente te casaste conmigo para que tu madre y hermana no perdieran su


casa?—me preguntó inquieto y esa pregunta, realmente que no me la esperaba. ¿Por qué
siempre tenía que arruinarlo todo?

— ¡Claro!—temblé al responder; ya que, sabía que él sabía que lo estaba engañando,


ante todo me había casado con Christopher por la atracción que desde un principio había
sentido por él— ¿Por qué más lo haría?—le pregunté— Yo no deseaba casarme con un
príncipe.

— ¿Y realmente ellas dos merecían ese “sacrificio” porque tu madre pasa de ti


totalmente y tu hermana busca cualquier oportunidad que se le presenta en el camino para
seducirme?—me preguntó seriamente— ¡Oh no, otra vez mencionaba a Ximena!

— ¿Entonces, sí te gusta mi hermana?—inquirí asustada de la respuesta que iba a


obtener.
— ¡Claro que no!—me contestó apartando sus ojos de mí— ¡No tergiverses mis
palabras!

— ¡Eres un estúpido mujeriego que cree que va a engañarme con todas las mujeres
del mundo y que después yo me voy a acostar con él!—manifesté poniéndome muy
furiosa. ¡Volvíamos al principio! ¡Volvíamos a las inseguridades y a los celos!

—Ashley…—trató de detenerme cuando percibió que yo casi me marchaba—


Ashley no me gustan esos jueguitos tuyos, mucho menos las niñerías que haces y de paso
no estoy de mucho humor que digamos. Emmanuelle es tu ex y todos los días sale alguna
información tuya junto a él; y en vez de reclamarte yo por eso, eres tú la que me reclamas
por una relación que ni siquiera sabía que mantenía con Ximena o con Anastasia.

— ¿Y eso qué?—lo grité conteniendo el llanto.

— ¡Permiso, su majestad!—en un momento llegó un empleado que sin haberse


anunciado, pasó a interrumpirnos la conversación—necesitaba comunicarle que la reina
madre requiere de su presencia—anunció el sujeto y Christopher lo ignoró
completamente.

—Tú eres mi dueña y señora y me tienes aquí aguantando el deseo, solo porque
aunque lo niegues sigues pegadita del hombro de tu ex—me expresó Christopher
desconociendo al recién llegado.

— ¡Estás completamente chiflado—le dije asombrada de cómo se estaba


comportando mi esposo.

— ¡Ah, qué pena!—ironizó el canalla ese— Pero al contrario que tú, sé cuál es mi
lugar ¡Y yo soy tu esposo y me debes respeto!—me gritó tomándome de los hombros para
que no me escapara.

— ¿Y qué vamos a hacer con eso?—lo desafié cruzándome de brazos ante él— ¡A mí
me da igual!

—Son una locura tus palabras—me reprochó echando candela por la boca—
primero me dices que te gusto y que me deseas; después no eres capaz de gritarme en la
cara que ya no amas a tu ex.

— ¡Christopher; por favor, trata de calmarte!—miré al hombre parado


erguidamente allí y traté de razonar con mi esposo. ¡No valía nada el espectáculo que
estábamos dando!

— ¡Sal de aquí, Ashley! — Christopher bravísimo me echó del gimnasio—Ya no


quiero hablar más contigo, prefiero que te hagas a un lado y dejes que mis empleados
solucionen lo de los artículos, a ti se te nota que no te importa que me vean como un
cornudo.
— ¡Eso no es así!— ¡Oh no volvíamos a los artículos en los medios de comunicación!
¿Cuándo iba a terminar esa pesadilla?— ¿Y sabes qué?—le pregunté— Yo no me voy a
esconder en un rincón por esa sardas de mentiras que publican todos los días; ya me cansé
de intentar aclarar mentiras que igual todo el mundo las cree, incluso tu mismo.

— ¡Vaya!—echó la cabeza hacia atrás para respirar más profundamente y luego se


mordió el labio hasta casi sangrar— ¡Apunta pero no dispares, Ashley!

—Yo no quiero aguantar más tus malos ratos ni los buenos—lo reté— Soy una
mujer que perfectamente fue obligada a casarse contigo y sin embargo, sigo aquí a tu lado
porque…porque…porque me gustas.

— ¡Ashley…!—al escuchar mis palabras bajó un poco la guardia.

— ¡No!—caminé rápidamente para separarme de él— ¡Aléjate de mí malvado!

— ¡Sueña!—se echó a reír modestamente— ¡Eso nunca va a pasar, amor!—Yo


quiero que seas feliz, pero solamente conmigo.

— ¡Eso nunca va a suceder!— le aseguré bastante incómoda.

— ¡Te apuesto a que sí!—me retó y nuevamente fue interrumpido en sus palabras.

—Su alteza…—nuevamente el empleado lo llamó.

—El calor de tu boca es…—me dijo Christopher pegándose a mí—¿Acaso estás


pretendiendo volverme un loco de manicomio?

—Su Majestad tiene invitados especiales…—el hombre volvió a llamar a mi esposo.

—Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero no puedo dormir una noche más
sin tenerte entre mis brazos—me penetró con los ojos tentadores llenos de un perfecto
carisma.

—No puedes obligarme a estar contigo—le aseguré con una voz gutural—Eso no
tendría ningún sentido; además, Emmanuelle supo esperar por mí así que tú deberías
hacerlo también— ¿Y por qué había nombrado a Emmanuelle? ¿Acaso estaba
completamente loca?

— ¿Por qué siempre tienes que nombrar a tu ex?—pareció leer mis pensamientos—
¿No te basta con verme celoso?

—Emmanuelle…—traté de explicarle pero no me salieron las palabras—


Emmanuelle es…

— ¡No repitas su nombre delante de mí!—de un momento a otro se volvió a poner


furioso ¡Oh Dios mío, pero qué carácter!— ¿O es que aún amas a Emmanuelle que siempre
te la tienes que pasar con él o es que definitivamente me quieres ver la cara de cornudo?
¡Respóndeme!—me ordenó mirándome incandescentemente.

—Yo…—no sabía qué decirle, es más sabía que aunque le diera la mejor explicación
él nunca me creería.

— ¿Tú qué?—me preguntó inquieto.

—Yo…—ahí tenía mi premio por bocona, Christopher estaba que ardía de odio por
mi ex.

— ¿Lo amas?—me preguntó y no esperó a mi respuesta porque el mismo llegó a su


respuesta— ¡Lo amas! ¡Lo sabía!

—Christopher…— ¡Claro que no amaba a Emmanuelle, pero Christopher no me


escuchaba!

— ¡Cállate!—su voz salió de su boca como si fuera un terremoto— ¡No quiero oírte!
¡Eres…una ingrata!—me tomó fuertemente de los hombros y me zarandeó duramente
para que; así yo pudiera sentir lo mal que él se sentía.

—Me estás haciendo daño…—intenté soltarme de su agarre, pero él me apretó más


potentemente.

— ¡Y tú me lo haces peor a mí!—se sentía en llamas, a punto de incinerarse.

— ¿Cómo explicarte?—le dije perturbada— ¿Cómo podría explicarte?—le acaricié


la cara intentando hacer con ello que se tranquilizara, pero no lo logré.

— ¡No quiero que me toques!—se soltó de mí y tomó distancia— ¡No quiero tus
lastimas, ni tus consuelos, ni tus confortes.

Y en ese momento, el empleado nuevamente nos interrumpió.

—Señor…yo opino que…—el pobre hombre quiso mediar en esa discusión de


casados.

— ¡Tú opinión no me importa!— Christopher hecho un mar de cólera gritó al


empleado— ¡Es más, lárgate de aquí!—le exigió y el sujeto se puso rojo como un tomate.

— ¡No lo grites!—me molestó mucho ver como mi esposo trataba mal a ese pobre
hombre que no tenía ni una milésima de culpa de la pelea que se estaba dando— ¡No te
permito que lo trates como un perro!—le dije desafiante.

— ¡Mis disculpas!—el empleado hizo una reverencia y bastante incomodo optó por
retirarse del gimnasio— ¡Permiso!

Y nuevamente, Christopher y yo nos volvimos a quedar solos, con el espacio y el


tiempo suficiente para seguir discutiendo.
— ¿Por qué actúas de esta forma?—le pregunté encolerizada en cuanto nos vi
solos— ¿De verdad estás tan celoso de Emmanuelle?—le pregunté.

— ¡Sí, estoy celoso!— sacudió su cabeza— ¿Por qué tengo que negarlo? Eres mi
esposa y tengo todo el derecho de ponerme rabioso al verte cerca de él.

— ¡Sí, y tú eres mi esposo, por lo que, no deberías hablarme así!—fruncí el ceño en


forma de desafío.

— ¿Lo siento?—se disculpó en forma de pregunta.

— ¡Vaya, pero que engreído eres!—lo miré con una expresión bastante prudente—
¿Qué quieres que te diga que lamento todo lo que ha pasado? ¡Está bien! ¡Lamento todo
esto! ¡Lo lamento muchísimo, pero no te pongas a reñir con los empleados! Ellos no tienen
la culpa

—Bueno, entonces si es verdad que lo lamentas comienza a comportante con más


decencia—me sugirió y yo quise matarlo. ¿Qué se creía ese cretino que yo me la pasaba de
brazo en brazo con los hombres? No, yo era una mujer fiel y apenas había tenido un novio
antes de casarme con él, de resto no había tenido más parejas.

— Emmanuelle es mi amigo; —le recordé— así como la tonta de Anastasia es “tu


amiga” y mi hermana es tu “cuñis del alma”; por lo que estamos empatados a cero.

— ¡No metas a ninguna de las dos en esta discusión!—opinó el muy bastardo—


Ellas están por fuera de nuestra conversación porque yo nunca las he visto con ojos de
amor y tú; en cambio, sí fuiste novia de Emmanuelle.

—Ah, así que nosotros discutimos es de lo que a ti te conviene; —lo provoqué un


poco— ¿Pues sabes algo? No, no me parece justo y no lo permito.

—Emmanuelle está enamorado de ti—se bufó de mí.

—Y Anastasia de ti—lo observé melancólica— ¿Y qué decir de mi hermana que


hace todo lo posible para meterse en tus pantalones?

— ¡Y yo no les hago caso, mujer, ya deberías saberlo!—me manifestó desesperado—


Tú siempre has contado con mi palabra.

— ¡Tú palabra no me prueba nada!—un lamento se escapó de mi garganta.

— ¿Sabes qué?—buscó camino hacia un mueble y se sentó dispuesto a descansar—


Dejemos esta conversación hasta aquí. Al final como siempre no llegaremos a nada.

—Yo no la voy a dejar hasta que admitas que trataste mal al empleado y que él no
se merece eso—me le paré al frente y le exigí disgustada—Así como tú me reclamas que
no vea más a Emmanuelle, yo te reclamo que no trates mal a los empleados.
— ¡Mujer…pero que insistente eres!—se levantó de golpe y gruñó— ¡Dejemos esto
hasta aquí!

—Pues no, no lo voy a dejar—me crucé de brazos y lo desafié con la mirada a que
intentara detenerme—así que ¡Admite que actuaste mal; por favor!—le pedí y él parecía
no querer hacerme caso— ¡Admítelo y así podremos pasar a discutir otras cosas!

— ¡Niña malcriada!—apretó los puños a un lado de sus caderas y se me acercó más


profundamente— ¡Qué niña malcriada eres!—me tomó del mentó y luego me acarició
frenéticamente la mejilla— ¡Eres mi niña malcriada!

— Dime que prometes no tratar mal nunca más a un empleado—le solicité con
audacia, notando las ganas que tenía Christopher de no admitir ni prometer nada.

— ¿Por qué eres tan hermosa?—comenzó un recorrido de besos pasionales por mi


cuello y en un momento, dudé de seguir con mis reclamos; más no podía hacer algo como
eso. ¡No estaba bien!

— ¡Estás cambiando el tema y no lo has prometido aún!—le susurré contra el


pecho— ¡Promételo!

— ¡Está bien! ¡Lo prometo!—me obligó a mirarlo con voz suplicante— ¡Pero, por
favor, no ames a Emmanuelle! ¡Yo…yo te amo!—me confesó y al oírlo decir algo como ello
mis piernas temblaron de la emoción— Ya lo dije y no sabes lo difícil que es para mí decir
esas palabras, que para ti no importan nada—me reclamó con los ojos aguados — ¡Te
amo!

— ¿Me amas?—le pregunté y sabía que tenía dos opciones, creerle que me amaba o
seguir creyendo las mentiras de Anastasia de que yo era su Banco de Bebés.

— ¿Desde cuándo me he vuelto tan débil? — Christopher estaba llorando


¿Realmente ese poderoso y fuerte hombre estaba llorando? ¿Él estaba llorando porque me
había confesado su amor? Para mí sería tan fácil creerle, pero mi cabeza se estrellaba a
cada rato con las barbaridades de su enamorada Anastasia.

—Tú haces cosas que me vuelven loco—dijo suavemente—A veces me entusiasmo


mucho creyendo que quizás algún día llegues a quererme, pero luego haces algo y esas
esperanzas se vuelven nubes de polvo.

—Estamos casados por conveniencia—le recordé porque no quería engañarme ni


ilusionarme con su confesión, amaba a mi esposo pero necesitaba estar completamente
segura de que ese amor era retroactivo— ¿No te parece suficiente razón para que me
cueste amarte?—le pregunté.

— ¡Por Dios, olvida un momento que estamos casados por conveniencia!—me soltó
y furioso le dio una patada a uno de las vitrinas del gimnasio— Yo no quiero tu amor si te
lo tengo que pedir como mendigo—me aseguró molestísimo— ¡Te amo! ¡Ya no soporto
sentir este nocivo amor que me está matando de a poquito! Pero, te digo algo amorcito;
hasta el conformismo de solo ver una persona y no poderla tener, tiene su límite y el
mismo acaba de llegar a su punto máximo.

— ¿Qué…?— ¡Oh, rayos él se traía algo entre manos! Y por eso, si me quedaba más
allí iba a tener que rendirme y perder la batalla contra mi esposo— ¡No digas idioteces;
por favor! Además, para que te enteres, ya estoy agotada de hablar contigo y por eso, en
este momento, si me disculpas tengo cosas que atender—quise pasar por su lado para
escaparme, más él me detuvo.

—Creo que no terminas de entender la situación…—me clavó la mirada con ojos


oscurecidos— ¡Tú de esta habitación no vas a salir! Ya no voy a esperar como idiota a que
te decidas, esta noche te haré mía, te guste o no.

— ¡No me hagas daño!—le supliqué cuando me sentí totalmente acosada.

—Este jueguito de ir en un segundo un paso hacia delante y luego regresar dos, ya


no me gusta ——me aseguró y valiéndose de su fuerza bruta, me llevó hacia donde estaba
una colchoneta y me arrojó sobre ella— ¡Piensa que perdí la cabeza por ti! ¿No entiendes
que contigo he aguantado todo? Pero ya es suficiente, durante este día…—se arrodilló en
frente de mí y tomándome de cintura me acercó hacia él, para luego besarme ardidamente.

—Tú…— ¿Y ahora qué le podía decir? ¿Qué carajo podía decirle si me estaba
volviendo loca de deseo? ¿Qué mentira le podía decir para que me dejara quieta si su
cuerpo cálido me estaba llevando al precipicio entre el bien y el mal? Sus caricias eran
tenebrosas, insaciables y pasionales; sin embargo, no me molestaban y mi cuerpo se
relajaba cada vez más ante el suyo—Tú…Tú…me haces daño…—le susurré.

Y esas palabras parecieron alterarlo más de la cuenta, su rabia no se disipó en


ningún momento; en cambio, se aceleró mucho más. De un momento a otro, él rasgó mi
camisa y yo me sentí aterrorizada de lo que podía hacerme. El corazón me vibraba, ya no
podía resistirme, su boca sabía a licor, deseo y amor. Me estaba excitando

— ¡No digas nada!— me atestó, en tanto, su deseo estaba haciendo que perdiera el
control; yo por mi parte, me estaba quedando sin aliento. Mi boca reaccionaba con
dificultad y claramente respondía a sus besos con pasión. Era imposible resistirme a su
deseo, pues podía sentir los latidos de su corazón sincronizados con los míos. Además, mi
cuerpo respondía con lujuria y no sabía qué diablos estaba haciendo pero no podía dejar
de amarlo ¿O sí?

— ¡Christopher, no quiero!—le dije recordando que estábamos en un gimnasio y


que también yo me había prometido que ese día no le entregaría mi virginidad— ¡Hoy no
puedo hacer el amor contigo!—le manifesté e inmediatamente él se detuvo y se levantó de
la colchoneta.
— ¡Cachetéame!—me exigió recordándome con ello que siempre para mí la
solución para todo era el cachetearlo— ¡Dime que soy un idiota!—me miró enfurecido
sintiéndose totalmente rechazado— ¡Oh vaya! ¿En qué me he convertido?—se golpeó con
un puño la frente tal y como si estuviera reflexionando y yo no sabía qué pensar— ¡Soy
una basura!—respiró con duda— Soy una basura que te hace daño siempre, pero, tengo
que decirte que no quiero hacértelo más; por eso, a partir de este momento quiero que
sepas que renuncio a ti ¡Solo espero que puedas perdonarme!

— ¿Qué quieres decir?—me senté insegura en la colchoneta— ¿Qué pasa


Christopher? ¿Por qué estás diciendo esas cosas tan espantosas?

— ¡Me venciste!— ¿Qué más te puedo decir?—me confesó tiernamente—Me


enamoré de esos maravillosos y temerosos ojos, me desquicié por esos labios
gustosamente y perdí la razón por esa loca manía tuya de llevarme la contraria siempre y
mira lo que acabo de hacer contigo,—señaló mis ropas dañadas—casi abusé de ti.

—Pues, para que te enteres a mí me molesta tu actitud de señor fenomenal—era el


momento de sacar mis sentimientos a flote; así ninguno de los dos se sentiría
incomprensible o quedaría con dudas con respecto a los sentimientos— me da rabia
cuando me miras como si quisieras dominar mi vida. Aborrezco la forma como todos te
tratan porque eres millonarios y de paso príncipe, me lastima verte con Anastasia y con
Ximena a cada rato, me arde la paciencia saber que me obligaste a casarme contigo, en vez
de haberme enamorado antes.

— ¡Wau!—me miró estupefacto de mis palabras.

—Aún no he terminado…—le ordené—así que escúchame.

— ¿Qué más te falta para terminar de hundirme?—se rió.

—Odio que no muestres ni siquiera un poquito de respeto por aquellos que te


rodean y odio que me obligaras a casarme contigo—le contesté—Yo ya tenía un novio y no
podías pasar por encima de eso.

— ¡Wow!—pareció sentirse estremecido— Te voy a hacer una pregunta Ashley y


quiero que me respondas con total sinceridad—caminó pensativo por el gimnasio— ¿De
verdad tú estabas tan enamorada de ese idiota?—me preguntó— ¿De verdad ese sujeto te
hacía sentir lo que yo? ¿Acaso por el temblabas de esta manera tan inexplicable?—me
recriminó frenético.

—Yo…yo…yo…—por supuesto que no, Christopher era el amor de mi vida y el


único hombre que me hacía sentir tan enamorada—Emmanuelle fue mi primer novio.

—Sí, fue tu primer novio, pero no tú primer amor—arqueó una ceja— En fin, ya te
dije que te quiero y el seguir conmigo es tu decisión; no voy a obligarte más a seguir con
este matrimonio ilógico—buscó camino hacia la puerta de salida muy dispuesto a
marcharse— Tú…—me miró por última vez como si se estuviera despidiendo para
siempre—tú te metiste muy dentro de mí y ya no puedo creer que te pueda sacar, pero lo
de que tú y yo sigamos juntos solo el tiempo lo dirá. Ambiciono estar contigo, pero si tú no
quieres no voy a insistir más.

Luego de eso se marchó del gimnasio dejándome a mí totalmente deprimida y


dudosa de sus sentimientos ¿El muy canalla había renunciado a mí? ¿Me había pedido el
divorcio? ¿No quería más nada conmigo? ¡Eso era injusto y no debía ser así! Yo amaba a
Christopher y ahora que sabía lo que él sentía por mí no iba a renunciar a ese matrimonio.

Sí, me había negado a entregarme a él pero era solo por miedo y aunque lo deseaba,
los celos y las desconfianzas me llenaban la cabeza de tormentos que no deberían ser así.
Cuando estuviera en mis manos me entregaría a Christopher era una decisión que aún
siendo precipitada, la estaba tomando en ese momento a favor de los dos.

Lamentablemente, esa noche no pudo ser, Christopher se durmió temprano y en


ningún instante buscó la manera de acercarse a mí, al parecer sí iba a cumplir su palabra
de no obligarme más a ser su mujer. ¡La derrota a la que estaba siendo sometida, me ardía
en el alma!

Al día siguiente, tuve que maquillar mis ojeras producto de no haber pegado un ojo
en toda la noche y buscar una ropa bien tapada que cubriera los chupones que
Christopher me había realizado en varias partes del cuerpo cuando estábamos en el
gimnasio. Me vestí bastante soñolienta porque sinceramente no había dormido mucho
pensando en lo cerca que estaba mi esposo de mi cuerpo, pero en lo lejos que lo sentía en
mi corazón.

Después, en un momento de la mañana, en la universidad me quedé parada pegada


de un chaguaramo pensando en lo loco y complicado que estaba mi relación con
Christopher. De pie allí me puse a pensar en lo que había decidido durante la noche, en
tanto me movía y me movía en la cama sin poder dormir. En esa noche que estaba por
llegar me iba a entregar a Christopher, iba a dejar a un lado los celos, la rabia y el miedo
para convertirme en su mujer, eso sin importar que tuviera que ser yo la que lo buscara a
él, ya eso era indispensable, pues él me había rogado mucho y ahora me tocaba a mí.

Yo era una mujer y las mujeres somos seductoras por naturaleza, sabemos cómo
atraer a los hombres y si queríamos lograr algo, sencillamente luchábamos por ello y eso
era lo que yo iba a hacer esa noche; iba a seducir a mi esposo hasta hacerlo repetir esa frase
tan bella que me dijo de que me amaba. Ambos nos amábamos; así que ¿Cuál era el
problema? La voz de una persona a mi espalda, me dio la respuesta.

—Tú y él…— sentí llegar a Emmanuelle de pronto por detrás de mí; yo lo miré y
respiré profundo de melancolía. En cambio, él me miró con cara de angustia y sufrimiento,
cosa que me daba mucha lástima—Tú y él deberían divorciarse de una buena vez y para
siempre—me propuso colocándose a mi lado.
—Eso es algo que no va a pasar—me rasqué la cabeza pensando en el embrollo en
que estaba metida; sí Emmanuelle se estaba refiriendo a Christopher y al pensar en ello,
los ojos se me nublaron imaginándome la angustia que Emmanuelle sentía al no poder
tenerme para él y el dolor que mi esposo debía sentir cada vez que yo lo rechazaba
cruelmente.

— ¿Por qué no?—mi ex me gritó hiriente y algunos chicos que pasaban por ahí
cerca voltearon a vernos nada más que por curiosidad, Emmanuelle; por su parte,
carraspeó un poco y bajó la voz para que nadie nos oyera— ¿Qué te detiene? Él jamás te va
a querer como yo.

—Tú y yo jamás podremos ser otra cosa más que amigos. Lo siento, no puedo estar
contigo como lo deseas—caminé angustiada hacia la ventana para alejarme un poco de él,
desde allí podía mirar a los chicos deportistas y esbeltos del equipo de futbol y eso me
hacía sentir más relajada. ¿Qué le costaba a Emmanuelle dejarme hacer mi vida de casada?
Yo no lo amaba a él ¿Cuándo lo iba a entender?

—Claro, eso es cierto—el muy tonto caminó pausadamente hasta colocarse a un


lado de mí y yo decidí no mirarlo directamente a la cara, así él no podría sentirse tan triste
ante mi rechazo—No sé ni siquiera la razón que me lleva a decirte estas cosas—me
expresó.

— ¡Me amas!—me aventuré a decirle—Esa es la razón.

—Me gustaría tanto que tú sintieras lo mismo—me colocó la mano en el hombro y


eso me puso bastante incómoda ¡Qué me deje tranquila! ¡Qué me deje tranquila! Le pedía
al cielo—Yo…yo no pensé que cambiarías tan rápido de parecer sobre tus sentimientos
hacia mí; si por lo menos me quisieras yo estaría conforme—me dijo y yo me limité a
sonreír a medias ¡Qué embarazosa situación!

—Yo…yo te quiero…—le expresé e inmediatamente noté que de mi boca no salía la


palabra amor por ninguna parte; es más, ni cuando éramos novios le había dicho que lo
amaba y en ese momento si lo pensaba bien, podía jurar que los lazos que nos unían a él y
a mí siempre habían sido más de amistad que de novios.

— ¿Masoquismo?—me acarició con un dedo la mejilla— ¿Lo haces por


masoquismo? ¡Wow! Me gustaría tanto que pudiéramos estar juntos.

— ¿Por qué no te puedes conformar con mi amistad?—quité suavemente mi cara de


su mano; pero al moverme la camisa que me había puesto se arrimó y dejó a la vista un
enorme chupón que Christopher me había realizado en el cuello durante la noche anterior.
Emmanuelle lo vio y puso los ojos como una fiera, los puños se cerraron a un lado de su
cuerpo y la ira fluyó como fuego incandescente.

— ¿Qué es esto?—me preguntó alterado— ¿Por qué tienes un chupón en el cuello?


Me dijiste que no te habías acostado con él; sin embargo…—no terminó de decirlo; puesto
su indignación era muy marcada y nuevamente los fisgones nos estaban mirando con
curiosidad.

Yo preferí callar, me estaba metiendo en camino peligroso. ¿Qué le podía decir en


aquel instante? Sí, era cierto que Christopher había actuado de lo peor la noche anterior,
había estado a punto de tomarme a la fuerza; no obstante, si él no se fuera detenido fuera
sido yo la que le hubiera rogado que me hiciera el amor. Yo lo deseaba y sin pensarlo
mucho había respondido a sus besos, a sus caricias, a su deseo de hacerme su mujer.

— ¿Qué te pasa?—me tomó muy fuerte del brazo—No puedo creer que te dejes
hacer esto.

— ¡Suéltame!—le rogué intentando en vano de que me soltara el ya dolorido brazo


¿Por qué últimamente las personas me trataban como un títere al que podían manejar
como quisieran?—La gente nos está mirando—le susurré y me sentí apenada del posible
espectáculo que ambos podíamos dar.

— ¿Y a mí que me importa?—me soltó y comenzó a dirigirse a los allí presentes—Es


mejor que todos se enteren de que eres una traidora. ¡No vales nada!

— ¡Deja de hacer eso!—las lagrimas comenzaron a rondarme los ojos. Nunca me


había sentido tan humillada— ¡Por favor!—chillé como una estúpida tratando de calmar
su rabia.

— ¡Él es tan egoísta!—su voz sonó muy perturbada, pero la bajó al darse cuenta del
error que iba a cometer si seguía haciendo de nuestra discusión un evento público para los
chismosos de la universidad, sí esa sería la noticia del día que saldría publicada en
internet—Yo…yo te amo—se le aguaron los ojos—Yo te amo tanto que me duele saber que
ese necio te besa cuando quiere, te acaricia si le da la gana, te toca como si fueras de su
propiedad.

— ¿Perdona?—sentí rabia de que se estuviera metiendo con Christopher ¡Él me


ama!—le grité y volví a dirigir la mirada hacia la cancha—además, entre nosotros después
del accidente no ha pasado nada de lo que te imaginas—bueno, había estado a punto de
pasar pero eso no contaba—pensé que cuando decía que ibas a ser mi amigo lo decías en
serio.

—Por supuesto que soy tu amigo—volvió a colocarse al lado mío de la ventana,


más esta vez mucho más calmado—es sólo que no estoy de acuerdo con que sigas casada
con él y que te sientas obligada a realizar cosas fuera de tu moral de mujer.

—Ya te dije que no ha pasado nada entre nosotros después del accidente—lo miré
un poco a los ojos y luego aparté la mirada—Eres el chico con el que comparto casi todo, si
fuera pasado algo te lo fuera dicho— ¡Error! Jamás le iba a contar todo lo que pasaba entre
Christopher y yo ¡Eso nunca!
— ¡Ah!—por unos segundos que parecieron eternos nos quedamos callados—
¡Siento haberte gritado!—por fin, se rompió el silencio entre los dos— ¡No volverá a pasar!

— ¡Eso espero!—no quise voltear a verlo otra vez en ese instante, necesitaba tiempo
para pensar en tantas cosas.

Y finalmente llegó la noche tan esperada, emocionada me encerré en el baño y me


alisté lo mejor que pude. Me desnude de pies a cabezas y únicamente cubrí mi cuerpo con
una bata blanca. Sí, tengo que admitir que saqué muchas ideas del internet y que tuve que
rezarles a todos los santos allá en el cielo para que las cosas me salieran de maravilla, pero
esa era ya una decisión tomada, Christopher pronto me haría su mujer y tendría libertad
para amarme y aunque, me sentía asustada, sabía que durante esa noche, esa era la última
oportunidad que tenía para conquistar a mi esposo.

En conclusión, cuando abrí la puerta y salí a la habitación, Christopher estaba de


espalda hablando por teléfono. Yo lo vi y mi cuerpo se sintió con ganas de abrazarlo, no
cargaba camisa puesta y se veía de los más sexy; en cambio mi tonta cabeza me suplicaba
que saliera huyendo de allí; puesto que, entregarme a él podría costarme la vida. Pero no
iba a hacerlo, no esta vez, ya mi decisión estaba tomada y a partir de esa noche no me
conformaría con ser la esposa del príncipe, sería su mujer, su amante y su amor. ¡Claro, sí
es que no me rechazaba!

—Christopher—lo llamé con una voz muy menuda y temblorosa— ¿Puedo hablar
contigo?—le pregunté.

— ¡Estoy ocupado!—gruñó y me hizo señas de que me tenía que esperar hasta que
terminara su llamada; realmente se comportó tan obtuso que ni por lo menos se volteó a
verme.

Eso me hizo sentir como un trapo viejo escondido en el armario. Sí de esos que las
personas, ya no usan pero que sienten pena de echar a la basura o en cualquier caso
regalar. No quería sentirme así; sin embargo, eso era lo que me estaba buscando por haber
sido tan orgullosa, Christopher me había adulado muchísimo, me había perseguido y
había aceptado de mí demasiadas humillaciones, por lo que, tenía razón si ya no me
quería.

—Quiero que el negocio de compra de petróleo se haga seriamente, no estoy para


jueguitos— Christopher habló con el sujeto que estaba al otro lado de la línea—si lo
quieren vender más caro que lo digan de una buena vez porque esas excusas tontas que
ponen a la hora de hacer negocios para retrasar el trato, no me gustan para nada.

Me mordí el labio inferior, al parecer ese no era el momento adecuado para


informarle que en ese instante estaba dejando a un lado el poco orgullo que me quedaba
para pasar la noche con él. Mi cuerpo cubierto nada más que por la bata blanca no tenía
mucho ánimo de calentarse y los pies los tenía fríos.
Pero no dejé que el desanimo me ganara la batalla. No podía hacer lo de todas las
noches e irme a acostar en la cama y hacerme la dormida para ver si mi príncipe cedía un
poco y me volvía a hablar de su amor. Yo quería estar con él y que el cielo me ayudara; ya
que, iba a intentar jugar mi última mano en la partida de dominó. Nunca me había sentido
tan indefensa pero a la vez tan decidida en mi vida.

— Christopher…—me acerqué más a su cuerpo; él se volteó hacia mí para pedirme


nuevamente que me callara, pero no llegó a pronunciar una palabra porque yo aproveché
su accionar para quitarme la bata, arrojarla al suelo y quedarme totalmente desnuda ante
él. Christopher frente a frente de mí, tragó saliva obviamente nervioso por verme en esa
situación, colgó nervioso la llamada sin por lo menos despedirse y me miró directamente
a los ojos.

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo?—tosió perturbado— ¿Qué es esto?

—Esto… ¿Christopher? —Me sentí dolida ¿Cómo él no podía saber a que me refería
yo con todo eso?— Mírame y dime si no sabes lo que es esto—lo desafié y el corazón lo
tenía como una bola de nieve sangrante—Yo…

— ¿Me estás tomando el pelo?—me vio con un brillo especial en los ojos tal y como
si yo no estuviera en mi sano juicio.

— Christopher…—la agonía me estaba quebrando en pedacitos, tenía frío y quería


que él me calentara— ¡Te estoy abriendo mis sentimientos!—no pude evitar chillar como
mensa.

—No sé qué decir—a veces odiaba su forma de ser tan cabezota y brusca, o sea me
tenía desnuda ante él y aún decía que no sabía qué decir—si supiera de lo que se trata… —
guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón—pero tú no me hablas claro.

— ¿Qué ocurre? ¿Qué te pasa?—lo golpeé como una niña en el pecho, lo que a su
vez me hizo sentir cosquillas por todo el cuerpo; ya que, lo estaba magullando a golpes
pero permitiendo un contacto más profundo de piel contra piel—No puede ser que me
tengas frente de ti totalmente desnuda y digas que no sabes de lo que se trata.

— ¡Es la verdad!—me quitó con desprecio la mano de su pecho—Yo no entiendo


niñerías. Dime ¿Qué es esto?

— ¡No son niñerías!—las lagrimas me mojaron los ojos y comenzaron un amargo


recorrido por mis mejillas, no lo podía evitar, necesitaba llorar para desahogarme—Ya lo
sabes, Christopher—mi corazón latía muy rápido— ¡No me hagas decirlo!

—No, no lo sé—se dio media vuelta y se alejó de mí unos cuantos pasos.

—Entonces, ya no me quieres ¿Verdad?—él se detuvo inexpresivo ante semejante


pregunta que yo le acababa de hacer—Es por alguna de ellas ¿Cierto? ¿Te enamoraste de
Anastasia o de Ximena? ¡Lo sabía!—me sentía como María Magdalena llorando por sus
pecados y sus miedos—Ellas son todo lo que yo no soy, son inteligentes, hermosas, con
clase y además comparten contigo todo lo que yo no. Yo; sin embargo, soy una cabeza sin
sentido ni juicio que no vale nada.

— ¡No digas eso!—no se volteó a verme a la cara y a enfrentarme lo que me dolió


mucho más.

—Si lo digo es porque es la verdad—le grité y me agaché para tomar la bata del
suelo—Acepta que te gustan la buena de Anastasia y la sexy de mi hermana—me puse la
bata ya cansada de esa discusión absurda y dispuesta a marcharme al baño para alejarme
de él. Bueno, había perdido así que era hora de rendirme— ¡Qué sean felices!—intenté
huir hacia la ducha; sin embargo, Christopher me alcanzó en veloz carrera y me tomó del
brazo— ¡Déjame por lo menos conservar la dignidad!—le rogué—más él me apretó más
hacia su cuerpo.

— ¡No te vayas!—me hizo voltear a verlo—Tú sabes que yo nunca podré amar a
Anastasia ni a Ximena como te amo a ti—luego intentó limpiarme la cara con sus esbeltas
manos para hacer con ello que desaparecieran las lagrimas—y si no me crees mira para
abajo y ve como estoy. Mira nada más como el verte totalmente desnuda ante mí me ha
vuelto y sino estuvieras desnuda creo que igual estaría como ahora.

Lo escuché y luego hice lo que me ordenaba; con prudencia bajé la mirada y lo vi, lo
que me hizo sentir un poco aliviada; ya que, noté que se encontraba perversamente
excitado. Christopher sonrió y yo no pude evitar sentir timidez ¡Vaya! Eso me pasaba por
andar buscándome cosas indebidas. La imagen era sumamente erótica y digna de ser
pintada en un lienzo.

— Christopher…—él me levantó con delicadeza el mentón—yo…

— ¿Sí?—me preguntó ansioso y por fin le dije lo que él deseaba escuchar.

— ¡Yo te amo!—manifesté con las mejillas sonrojadas— Estoy loca por ti, ¿de
acuerdo? —mi voz sonaba tan real y temblorosa que el mostró una medio sonrisa
maravillosamente encantadora.

—Quiero pertenecerte desde hoy y para siempre y que seamos uno solo—le dije al
fin y puse mis brazos sobre sus hombros contemplando melosa sus tentadores bíceps —Y
la razón por la que estoy esta noche haciendo todo esto es porque ya no tengo dudas de ti
y de mí. ¡Te amo y quiero que seamos marido y mujer!

—Me encanta escucharlo—me acercó a él y me dio un beso tierno—En realidad yo


sentía terror de que nunca me buscaras ni que aceptaras tu amor—me susurró y luego me
volvió a besar.

— ¿Tú me quieres?—me separé algo de su cuerpo sin dejar de apoyarme de él—


¿Aún me quieres?
—Yo te quiero y siempre te querré—me quitó la bata y dejo que ésta callera al suelo
nuevamente— Aún cuando seas un desorden total y mi paciencia se pierda cuando
intento hablar contigo ¡Te amo!

—Siempre tienes que mencionar algo malo de mí—lo golpeé torpemente en un


brazo— ¿No te puedes aguantar?

— ¡Si eso es algo que me encanta de ti!—susurro y yo lo volví a golpear en el brazo.

—Creo que es mejor que te alejes y dejes de hacer eso—sonrió seductoramente—


porque no sé si podré aguantar más tiempo sin besarte—me miró fijo.

— ¡Entonces, bésame!—le pedí y él accedió a mi solicitud, puso sus labios mojados


sobre los míos y ésta vez no fue con timidez ni delicadeza, saboreó mis labios y dejó que
su lengua jugara con la mía. Me atrajo mucho más hacia su cuerpo y me alzo en brazos.

— ¿Estás segura? No te quiero presionar—me preguntó llevándome pausadamente


a la cama y besándome hasta dejarme sin aliento.

—Claro que estoy segura—le respondí cuando por fin me dejó respirar—nunca he
estado más segura de algo en mi vida. Desde hace tiempo estoy enamorada de ti, pero no
me atrevía a confesártelo.

—Mmm...—Suspiró adherido a mis labios—me encanta escuchar eso porque si me


decías que no, el baño de agua fría que me iba a tener que dar iba a ser bien largo—me
colocó dócilmente en la cama y me besó la frente, luego las mejillas y posteriormente el
cuello, yo me dejé llevar a esas caricia y gemí—Me dices si te hago algún daño, no quiero
que tú primera vez sea de pesadilla.

— Nunca me podrías hacer daño—le dije mirando maravillada su musculoso pecho


desnudo—Eres el hombre que amo.

—Y tú eres la mujer que yo amo—me dijo y después se llevó la mano a los


pantalones para desabrochárselos.

—Déjame ayudarte...—le expresé perturbada sin saber bien si eso era correcto; pero
él me detuvo.

— ¡Tranquila! ¡No te pongas nerviosa!—se desabrochó los pantalones y se los bajó


con distinción, luego se colocó en la cama sobre mí—Te quiero y nunca podría hacerte
daño—me besó y yo a él con ansias—Lo haremos poco a poco; mientras te acostumbras a
mí.

—Sí—lo miré delicadamente a los ojos y él sonrió.

— ¡Tócame!—dijo Christopher y yo lo hice; primero puse mis manos en su rostro


para acariciarlo y luego me dirigí a su pecho. Se veía tan genial y sexy que el miedo que
sentía sobre el dolor se disipó apresuradamente.
— ¡Te quiero!—lo besé en los labios y me sentí muy feliz de ser su mujer por
primera vez.

No supe a qué hora nos quedamos dormidos, pero lo hicimos. Después del dolor de
la primera vez, Christopher y yo nos fuimos acostumbrando uno al otro y varias veces
hicimos el amor esa noche. Yo me sentía volar en las nubes y él era tan perfecto que mi
corazón latía más con cada segundo, minuto y hora que pasaba.

—Eres demasiado hermosa—oí la voz de Christopher a la mañana siguiente y con


una sonrisa abrí los ojos bastante agotada—Me gusta mirarte—estaba sentado a un lado de
la cama vestido con un pantalón fascinante. Me estaba acariciando las mejillas muy rojas.

— ¿Aún cuando parezco una bruja?—expresé en forma de chiste— ¿Te gusto tan
desarreglada?

—Claro que sí, porque ese arte lo creé yo—sonrió—Además, yo enloquecí por ti
desde el día que te conocí—me expresó besándome pacientemente— ¡Eres irresistible!

—Entonces, no voy a hacer que te fusilen—volví a chistear y le acaricié los cabellos.

—Y aunque quisieras hacerlo, no podrías hacerlo—me besó los senos con


intensidad—Yo soy el que manda aquí.

—Espero que siempre sea así—me atreví a decirle—Quiero que nunca dejes de
amarme de esa manera tan sincera.

—Nunca lo voy a hacer—me besó el cuello y yo me sentí feliz de que por primera
vez desde hacía mucho tiempo todas las cartas estuvieran echadas a mi favor. Ya sabía que
él me amaba y ya él sabía que yo l amaba.

— ¿No te das cuenta de que si me tocas ya no soy yo?—me besó las orejas— ¿No
ves que sin ti no tengo vida? ¡Eres todo para mí!

—Al parecer no te bastó con la juerga de anoche—lo abracé y suspiré


profundamente en su oído en señal de clara provocación.

—No enciendas mi fuego porque te puedo quemar salvajemente—pretendió


ponerse serio—mira que lo de anoche fue solamente la entrada, el platillo principal estoy a
punto de devorármelo horita, aunque dudo que pueda hacerlo sabiendo que ya va a hacer
la hora del desayuno.

— ¿Y si quiero que me quemes y que me devores horita?—me iluminé satírica.

—En este momento no podría—intentó parecer sensato; pero sus ojos reflejaban su
fascinación—la mala noticia es que con lo de anoche agotamos los preservativos.

— ¡No hablas en pleno juicio!— le dije sinceramente— ¡Eso es imposible!


—Claro que sí se acabaron—su encantador mirar me tenía rendida a sus pies y mis
mejillas se ponían rojas de la pena a cada segundo más y más—Si quieres te puedo decir la
cantidad que tenía y cuándo usamos cada uno de ellos.

— ¡No!—en veloz carrera le tapé con la mano la boca para que no se pusiera a
hablar de ello ¡Eso no estaba nada bien!

—Además—temblé nerviosa— aprovechando que estamos tratando ciertos temas


creo que es hora de que yo te cuente un pequeño secreto que tengo guardado—él me miró
con duda y luego me quitó con serenidad la mano de su boca.

— ¿Es grave?—me preguntó desabrido.

—Depende de cómo lo veas—él me ayudó a sentarme para estar más cómodamente


sobre la cama— yo… yo he realizado algo muy egoísta que nos concierne a los dos.

— ¿Me lo vas a contar?—suspiró.

—Yo…—palpité y bajé la mirada; ya que, mi cobardía no me permitía verlo a los


ojos, ahí estaba el momento perfecto para decirle que sin decirle nada había estado
tomando anticonceptivos—Yo estoy tomando pastillas anticonceptivas desde el día que
acepté casarme contigo—le solté en un suspiro.

—Y…—no mostraba ninguna emoción en su mirar, pero claramente quería que le


contara detalles— ¡Háblame de eso!

—El día que te busqué para aceptar tu propuesta de casarnos por conveniencia—la
garganta la tenía ardiendo de los nervios—pasé antes por una farmacia y compré pastillas
anticonceptivas—no sabía ni siquiera por qué me había decidido a contarle eso. Sí, lo
sabía, era porque no quería más secretos—estaba furiosa por mi mala suerte; así que, me
dije a mí misma que la mejor forma de vengarme de todo y de todos era no dándole al
trono el heredero deseado. Desde ese día, en la luna de miel, en el palacio y aún ahora
estoy tomando las pastillas, los únicos días que me las salté fue cuando el accidente. Las he
tenido guardada en mi cofre privado todo este tiempo. Para la luna de miel me llevé unas
cuantas cajas que desgraciadamente perdí por lo del accidente y por eso siempre me tomo
las del cofre.

—Me estás diciendo que…—se acarició los cabellos como reflexionando— ¿Tú
creíste que yo me quería casar contigo nada más que para tener heredero?—me preguntó y
yo le afirmé apenada con la cabeza que sí ¡Claro que era eso lo que creía! — ¡Eres tan
inocente!—me abrazó y yo no sabía qué decir o qué pensar ¿Estaba feliz o tristes? ¿Furioso
o tranquilo?—Siento tanto hacerte daño—me acarició la espalda con afecto y luego se soltó
de mí.

—Creo que ya es la hora de que yo también te confiese algo—sonrió complacido y


yo aún no comprendía el por qué—Yo… yo ya sabía lo de las pastillas anticonceptivas—al
oírlo decirme eso intenté hablar sin entender nada, pero él me puso un dedo en la boca
para que lo escuchara con atención—el día que compraste las pastillas tú tenías
guardaespaldas encubiertos para que te vigilaran; además, ya yo te había mandado a
investigar, fue por eso, que supe que eras virgen pero que no querías salir embarazada.

—Cuando mis fuentes me informaron lo de las pastillas—quitó el dedo de mi boca


y yo me quedé mirándolo atentamente—me dolió mucho saber eso, me sentí como una
basura que tú habías domado; sin embargo, luego entendí por qué lo hacías. Tú no querías
tener un hijo sin amor y eso me gustó; por eso no renuncié a ti. Cuando me llamaste y
citaste para vernos y aceptaste casarte conmigo en el restaurant, no me eché para atrás en
mis propósitos de conquistarte y me dije que trataría de hacerte feliz hasta que te
enamoraras de mí.

—Christopher…—lo acaricié por los cabellos—No sabía que te hacía daño con mi
testarudez—me puse ansiosa de rodillas en la cama— ¡No hablemos más de esto! Si
quieres puedo dejar de tomar las pastillas, tendremos un hijo; pero por favor, no te pongas
bravo conmigo por esto.

—Nunca podría ponerme bravo contigo por algo como esto—él también se puso de
rodillas sobre la cama—Además, ¿No sería divertido que gozáramos unos cuantos años
más de la soledad de pasar toda una noche haciendo el amor sin tener que zarandear
buscando un preservativo? Ya yo no tendría que luchar para lograr poner mi cabeza en
orden cuando estemos juntos, para dejarte unos segundos y buscar un preservativo.

— ¿Eso significa que no quieres tener un hijo conmigo? —Lo miré a los ojos con
preocupación; entonces ¿Yo no era su banco de bebés como decía Anastasia?

—Por supuesto que sí quiero—me levantó en sus brazos y me acostó nuevamente


en la cama—pero, pienso que sería genial aprovechar unos cuantos años de nuestra
juventud y de nuestra relación y después preocuparnos por tener descendencia.

— ¡Eso suena divertido!—toqué ávida sus bíceps cuando entendí a qué se refería.
Claro que yo no era su banco de bebés, esa era solo una mentira de la insulsa de
Anastasia—podríamos aprovechar el tiempo perdido…—le propuse— y luego sabríamos
decidir cuándo tendríamos nuestro primer hijo.

—Eso sí—me besó el cuello y yo me eché a reír con gracia.

—Aún estás a tiempo para escapar—se colocó encima de mí con esa sonrisa picara
que me encantaba y que ahora me fascinaba mucho más—porque lo que soy yo no estoy
dispuesto a dejarte ir nunca más.

— ¡Eso nunca!—lo besé vehemente— ¡Eso nunca!

A continuación, ambos nos bañamos juntos y salimos a tomar el desayuno. Después


de ello, la reina madre invitó a Christopher a dar un paseo con ella a los museos de la
ciudad y según lo que pude entender se trataba de la inauguración de varias exposiciones
de esqueletos de dinosaurios a la que la realeza debía asistir.

Yo en cambio, me quedé en el palacio en el que estuve bastante dolorida durante


gran parte de la mañana, ya que, finalmente había descubierto como el perder la
virginidad dolía como el clavarse un puñal en la vena arterial. Mi hermana Ximena y
Anastasia, por su parte, estuvieron dándome vueltas a cada rato tratando de humillarme a
más no poder, afortunadamente yo me prometí a mi misma que eso ninguna de ellas lo iba
a lograr y menos en ese día.

No obstante, las horas pasaron y en ningún momento Christopher se comunicó


conmigo para ver cómo estaba, y eso me hizo enfurecer; pues, no se suponía que debía ser
así. O sea, era casi nuestra luna de miel y lo más correcto era que él estuviera conmigo, no
viendo extintos dinosaurios.

Entonces, me enfurecí. Decidí que no iba a esperar más a mi esposo y que cuando a
él le diera la gana de regresar me iba a encontrar quemante como el fuego eterno; y así
ocurrió, eras las tres de la tarde cuando su cuerpo se hizo presente, llegándome de
sorpresa por detrás.

— ¡Te ves guapísima!—me susurró fogoso en el lóbulo de la oreja.

— ¡Qué horror!—me quité de su lado bastante malhumorada— ¿Estás loco? ¡Me


asustaste!—Me puse de puntillas para darle un ligero beso en los labios, algo que no se le
negaba a nadie, mucho menos a mí ¡Qué lo deseaba tanto!

— ¿Ya estás lista para irnos?—me apretó ante su cuerpo y allí noté que andaba
vestido en bermudas y ropas cómodas, tal y como si fuera de paseo.

— ¿Para irnos?—dudé— ¿Para irnos para dónde?

— ¡Horita no pienso hablar de ello!—me quitó un mechón de cabello de la cara y


después besó mi mejilla— Lo único que necesitas saber es que por ti vivo y por ti muero y
que ya nos vamos.

—Ehhh…pero, —a mi no me iba a salir con odiseas mal enfundadas, necesitaba que


me hablara con voz clara— ¡No pongas excusas! Dime ¿A dónde vamos?—le dije.

— ¡No necesitas saberlo, ahora!—Entrelazó sus dedos en mis cabellos y yo arrugué


el gesto ¿Qué se traía ese malvado entre manos?

— ¡Suéltame, suéltame!—grité cuando el muy canalla me alzó en sus hombros y yo


malhumorada le di puñetazos en la espalda para que así me bajara— ¡Eres un canalla!—
chillé— ¡Malvado!

— ¡Gustavo tráeme a la calle 16 mi 4x4; por favor!— pude oír cuando Christopher le
pedía uno de sus carros a su chofer y me llevaba cargada a la dichosa calle 16.
—Sí, señor—contestó el chofer y al rato el condenado detuvo el carro en la calle 16.
Christopher bastante tranquilo me montó en el asiento de adelante, junto al del chofer; me
puso el cinturón y cerró la puerta del vehículo. Luego, de eso, tomó su lugar en el volante.

— ¿Por qué me montaste en este carro?—le pregunté cruzando los brazos echa un
mar de amargura— Yo no voy a ninguna parte contigo.

—Sólo quiero llevarte a un lugar espectacular que aún no conoces—intentó


explicarme— ¡Ten paciencia!

— ¡No quiero ir!—intenté abrir la puerta del 4x4 sin poder lograrlo por el seguro—
¡No quiero!

— ¡Ya, cálmate!—encendió el motor del vehículo.

— ¡Eres un imbécil!—miré a un lado enormemente molesta para no tener que


cruzar mis ojos con los de él— ¡Te odio!

—Sí, amor; —colocó su brazo sobre mi hombro con excesivo cariño— yo también te
amo.

—Bla, bla, bla, bla—quité su brazo de mi hombro y lo observé con rabia—ya no te


creo eso; es que aún no entiendo cómo pudiste ser tan tirano como para ignorarme
durante gran parte del día y ahora aparecer para sacarme arrastras del palacio.

—No te estaba ignorando, es que anoche…—condujo su automóvil por un sendero


algo peñascoso y yo me quedé callada, ahora no podría regresar aunque quisiera—En fin,
te aseguro que te va a gustar el lugar a donde te voy a llevar; —me confirmó— si no te
gusta, me pides que te regrese en el auto y yo te obedezco.

— ¡Ah…!—le di un ceño.

— ¿Trato hecho?—me preguntó y no me pude resistir más, lógicamente que era un


trato hecho.

— ¡Trato hecho!—le respondí y contentísima le di un beso en el cachete.

Posteriormente, llegamos a nuestra meta propuesta. La zona era maravillosamente


hermosa, el aire que se respiraba era grandioso y el clima soleado nos invitaba a ambos a
pasar unas horas de sol desnudos y acariciándonos piel contra piel.

—Llegamos…—dijo Christopher después de detener el auto.

—Este lugar queda bastante alejado—tartamudeé mirando a todos lados para poder
contemplar mejor el paisaje.

—Sí, a dos horas del palacio, —me miró—pero no te preocupes que es parte de
nuestra propiedad.
—Sí, como casi todas las cosas y lugares que conozco—parpadeé y él sonrió
ingenuamente.

— ¡No seas boba y ven baja del auto!— sonrió y luego le quitó el seguro a la puerta
del carro para que nos pudiéramos bajar del auto.

— ¡Gracias!—le expresé tomándole la mano que me invitaba a acompañarme a


caminar por allí.

Y así lo hicimos, marchamos por esa zona y lo que sinceramente ambos vimos fue
maravilloso, se trataba de una preciosa cascada llena de maravillosos animales a los
alrededores, grandísimos árboles y plantas silvestres que demostraban con su presencia
que la naturaleza realmente siempre sería única, incambiable y para nada valorizada en
monedas.

—Te traje aquí para que juntos los dos disfrutáramos del atardecer—me aseguró
Christopher— ¡Espero que te guste!

— ¡Es grandioso!—lamí mis labios.

— ¡Sabía que te iba a gustar!—me mordió el lóbulo de la oreja.

—Me conoces muy bien—lo abracé contentísima.

—Sí, y por eso traje ropa para bañarnos—suspiró junto a mi boca—En la maleta que
está en el asiento de atrás hay suficientes trajes de baño para ti y para mí. ¿Quieres
ponértelos y comenzar a bañarte?

—Mmmmmm, no lo sé—fingí que lo estaba pensando un par de segundos—Que


estés actuando tan caballeroso conmigo no quiere decir que ya te haya perdonado. El que
me hayas ignorado durante todo el día es imperdonable.

—Es que…—me besó ligeramente en los labios—Es que aunque me cueste


admitirlo, yo hoy no quería comportarme como hace días que estaba medio obstinado, me
abalancé sobre tu cuerpo, perdí el control y casi abuso de ti. Yo…aun no puedo
perdonarme por hacer algo como eso. No quiero ser una bestia contigo nunca más.

— ¿Qué?— ¿En verdad él se sentía culpable? Oh sea, Christopher sí me había roto


la ropa en la discusión, pero solo le faltó un centímetro para que yo le rogara que me
hiciera el amor— No entiendo qué tiene que ver lo de hace días con lo de hoy—le
murmuré.

—Yo he pasado todo el día queriendo volver a estar contigo y créeme, sentí pavor
de hacerte daño—me confesó cálidamente— Sé que anoche te dolió y yo esta mañana no
dejaba de desear estar contigo nuevamente; por lo que, preferí alejarme para no causarte
un daño más fuerte o que terminaras temiéndome.
— ¿Qué? ¿Hablas en serio?—me burlé sin poder creerlo— No lo puedo creer, esto
es…ja, ja, ja, ja, ja—me reí a carcajadas y eso a él pareció confundirlo.

— ¿Por qué te ríes?—exigió saber Christopher.

—Porque no puedo creer lo que estoy escuchando…—aclaré mi garganta—Tú, el


príncipe de este país, un hombre súper fuerte, mujeriego y obstinado, tienes miedo de
hacerme daño. ¡Esto es increíble!

— ¡Pues, créelo!—su voz sonó bastante oscura—Y para que lo sepas, sí he tenido
muchas mujeres en la cama, pero no estoy acostumbrado a las vírgenes y además, es la
primera vez que me enamoro. Yo no sabía cómo actuar contigo estando en mi estado.

— ¿Qué estado?—dudé.

— ¿Así qué no sabes cuál estado?—se acercó a mí y tomó mi mano derecha con la
suya— Bueno, no te lo voy a decir, te lo voy a mostrar—alargó su mano hacia la mía y
conduciéndome hacia las braguetas de su pantalón me demostró el estado de excitación
que tenía el muy…

—Christopher…—gemí.

—Cada vez que estoy cerca de ti mi corazón palpita como loco, mi cuerpo se pone
duro y no puedo evitar pensar en hacerte el amor—gruñó toscamente— Eso siempre ha
sido así, sigue siendo de esa manera y nunca va a cambiar. Lo único que no quería era
asustarte como ese día.

—Christopher…— ¡Oh, vaya; sí que era el hombre de mi vida!

—Estar contigo lo es todo para mí—me reveló y yo sonreí.

—Christopher…Christopher…—susurré—Christopher, necesito confesarte algo.

—Lo que tú quieras, amor mío—me abrazó y me hizo ver la cascada al lado de él.

—Yo…—le dije con voz extinguida—yo…yo ese día no tuve miedo.

— ¿Qué?—me preguntó extrañado.

—Bueno, si lo tuve al principio— ¡Ay mamá, ahora a confesarle la verdad!— pero a


los pocos minutos lo que quería era estar contigo. Yo también me puse como loca y lo que
me hizo sentir mal fue el que me dejaras sola y no termináramos lo que habíamos
empezado.

— ¿Hablas en serio?—me mordisqueó el cuello y yo gemí alucinada.

—Si ese día fuéramos continuado un poco más—le admití—ambos hubiéramos


hecho el amor.
— ¡No lo puedo creer!—me besó la mejilla y me hizo acompañarlo al auto, allí sacó
de la maleta algunas ropas para bañarnos.

— ¡Créelo, yo te deseaba!—le di un beso en los labios y tomé uno de los trajes de


baños para ponérmelos— ¿O acaso crees que mis caricias y mis besos fueron falsos?

—No, claro que no; —me abrió la puerta del 4x4 para que yo pudiera cambiarme la
ropa allí— pero…pero, yo estaba demasiado alterado y no medí mucho las cosas que
hacía.

—Sí, pero deseabas lo mismo que yo; —entré al auto y me dispuse a ponerme mi
traje de baño—Tú deseabas que nuestros cuerpos se fundieran llenos de amor.

— ¡Ashley, eres maravillosa!— Christopher se quedó fuera cuidando la puerta del


4x4—Pero…hay un problema.

— ¿Un problema?—dudé mientras amarraba el cordel del sostén.

—Sí, un problema—se echó a reír— ¿Quieres saber cuál es?—me preguntó.

— ¡Por supuesto!—le respondí.

—El problema es que si no sales pronto de allí—abrió la puerta sin esperar a que yo
le avisara que ya estaba lista— voy a tener que entrar a buscarte.

— ¡Ya estoy lista!—me hice los últimos retoques y busque salir del 4x4— ¡Ya estoy
lista!—ayudada con la mano de mi esposo me bajé del vehículo.

—El clima aquí es grandioso; —me tomó de la mano y me condujo hacia la


cascada— ¡Así que a bañarnos!

Y así fue, ambos nos introdujimos en el agua por varias horas y nadamos, nadamos
e hicimos el amor contra la corriente. Puedo jurar que estaba tan feliz, que los pájaros que
estaban sobre el tronco de un árbol decían románticamente la frase “TE AMO” y no me
importaba si esas escenas románticas acababan pronto, lo único que quería era que mi
corazón grabara con sangre esos momentos. Definitivamente de ese tipo de cosas se
trataba la felicidad y la vida.

A continuación, Christopher y yo regresamos al palacio cuando ya era oscuro y la


noche se abría camino. No cenamos, pues ambos ya habíamos comido bastante en el paseo
a la cascada; sin embargo, eso no me salvó de tener mi encontronazo con Ximena. Ella al
verme llegar, inmediatamente me pasó un mensaje por el celular para que fuera en esa
misma noche a su habitación para hablar con ella.

— ¿De qué quieres hablar?—un dudé en preguntarle cuando me le presenté en el


dormitorio. La muy seductora estaba sentada junto a la peinadora, con las piernas
cruzadas y las manos a ambos lados de su cuerpo.
—Por más que lo pienso y lo pienso—se levantó de su asiento y caminó con
prepotencia hacia mí— aún me pregunto qué clase de droga le diste a Christopher para
que se casara contigo.

— ¿Qué?—inquirí algo sorprendida— ¿De qué estás hablando?

— Dios, ¿Cuándo vas a ver la realidad de que Christopher no te ama?—recelosa me


empujó simulando un tropezón— ¿Qué hombre puede amarte a ti? Ningún hombre. Es
que ni Emmanuelle te ama.

—No entiendo tus malvadas palabras—no podía evitar mirarla con sorpresa.

— ¡Ay, hermanita!—se sirvió una copa de vodka— No tienes pinta de princesa para
nada. Las ranas aunque sean besadas por el príncipe miles de veces no todas las veces
sufren la transformación a princesas. Es que eres tan idiota para no ver la realidad. Para
que te enteres, Emmanuelle se hizo tu novio solo porque yo se lo pedí.

— ¿Tú qué?— ¿Era en serio lo que Ximena me estaba diciendo? ¿Oh sea que
Emmanuelle había jugado conmigo, solamente para complacer a mi hermanita?

—Sí, —me contestó bebiendo de su copa—Yo le dije a Emmanuelle que si quería ser
mi novio debía enamorarte, hacerse tu novio y además acostarse contigo. Le dije que te
grabara teniendo sexo con él y que me enseñara las pruebas y que después de todo eso yo
sería su novio.

— ¡Eres una rata!—le arrojé la copa sobre la ropa— ¡Tú no eres mi hermana!

—Sí, lo soy—pareció no verse afectada por lo mojado de su vestido y caminando


hacia la puerta de salida me invitó a salir— ¡Ahora, por favor lárgate, hermanita!

— ¡Nunca te voy a perdonar!—le dije conteniendo las lagrimas y con pasos seguros
salí fuera de su habitación. Eso era lo que me ganaba por andar hablando con ella en
terreno donde ella era la que mandaba. No fue hasta que estuve junto a Christopher que
me di cuenta que a la única persona que necesitaba en mi vida era a él, no a Emmanuelle y
su melosería; además, para mí lo más importante era en un futuro llegar a ser feliz y
viviendo en las cosas malas y pasadas que me hacía Ximena, no iba a lograr alcanzar mi
meta.

A la medianoche, Christopher y yo nadamos de noche en la piscina principal del


palacio. Al principio me sentí asustada de que alguien nos viera; la vez anterior en la
regadera los empleados me habían visto desnuda y me habían fotografiado, sin embargo,
los ojos seductores de Christopher y su juramento de que los había alejado de esa zona, me
convencieron de que entrara al agua. Luego de ello, ambos fuimos dejando un rastro de
ropa interior desde la puerta trasera del palacio hasta la cama del dormitorio. ¡Qué gran
idea había sido entrar por allí!
A la mañana siguiente, mi infierno volvió a hacer eco. Estaba sentada en el comedor
cuando revisando las noticias por el teléfono vi artículos horrendos sobre mí en los que
estaban publicadas fotos falsas de mí totalmente desnuda, no eran las mismas de la
regadera, más bien eran unas que según el artículo noticioso, yo había realizado para una
revista porno. Pero, esa no era yo, era un vil montaje. ¿Qué ser tan malvado se había
atrevido a hacer algo tan cruel como eso? ¿Cuánto me había durado la felicidad?

Y lo peor no fue eso, sino que en la universidad todos me veían espantosamente, sí


ya me estaba acostumbrado a que la gente a mi alrededor me viera con cara de odio, más
en ese momento era peor. Todos me señalaban de prostituta, de mujer fácil y de perra. Es
más, en un momento iba entrando al comedor caminando algunos pasos delante de
Christopher cuando una chica que por lo visto estaba bastante molesta me arrojó la
comida de su bandeja en la cara.

— ¡Esto es poco para lo que te mereces cualquiera!—la mujercita esa me gritó en


forma de insulto—¿Cómo te atreves a aparecerte aquí con tu cara bien lavada de suciedad
cuando andas mostrándote como Dios te trajo al mundo en internet? ¡Eres una mujerzuela
que cobra por sexo!

No lo pude evitar y chillando como mensa salí huyendo de allí, en tanto, una horda
de chicos y chicas me pitaban en burla y me corrían de ese lugar. Apresurada salí al
estacionamiento y me monté a toda velocidad a la limusina; Christopher no tardó en
llegar a mi lado y en tratar de apoyarme y consolarme.

Y al llegar al palacio las cosas nos mejoraron, furiosa, deprimida y con ganas de
reventar el jarrón más costoso que se me pusiera al frente; me encerré en el dormitorio por
largas horas y me eché a llorar sin freno alguno. Era casi de noche cuando Christopher
entró a la habitación para hacerme compañía, ver cómo me encontraba y tratar de
consolarme.

—Ya mis especialistas en informática eliminaron las imágenes de internet y


bloquearon las páginas que las mostraban—se sentó en la cama y trató de explicarme con
pausa pero con seguridad— Asimismo, ellos comprobaron que es un fotomontaje.

— ¿Y eso para qué sirve?—me acosté boca abajo en la cama e intenté en vano
cubrirme la cabeza con una de las almohadas ¡No quería escuchar nada! ¡Ya estaba harta
de las humillaciones a las que me habían sometido hasta ahora!—Es obvio que mañana
saldrá algo nuevo en mi contra—le dije conteniendo una lagrima— ¡Claramente todos me
odian! ¡Además, ya van dos veces que algo como esto me sucede!

— ¡No te pongas así, cariño!—intentó mediar quitándome la almohada de la cabeza,


pero yo no lo dejé, eso me hizo enfurecer más y orgullosa me levanté en veloz carrera de la
cama.
— ¿Y cómo quieres que me ponga?—lo miré enmarañada— ¡Y no me llames cariño!
¡Ya estoy harta! ¡Odio esta vida! ¡Odio este palacio! ¡Odio este matrimonio!—en un
arranque de ira lo golpeé varias veces en el pecho en clara señal de berrinche mal
preparado— ¡Odio no tener mi libertad!

— ¡No me golpees!—intentó defenderse agarrándome por las muñecas— ¡Ya basta!


¡Ya!—me miró con ojos tenebrosos— Sabes algo Ashley, te acepto todo, menos que me
golpees siempre. Yo soy tu esposo, no tú saco de boxeo y ese constante y sonante accionar
tuyo de siempre humillarme pegándome, ya me hartó—entonces, soltándome enojado se
retiró al cuarto de baño.

Luego de eso, yo me arrojé al suelo de rodillas y me puse a llorar sin consuelo


alguno, sí estaba bien cansada de ser una princesa y más cuando cosas como las de esas
fotos pasaban. Me habían mal puesto a nivel mundial con esas fotos y sinceramente no
estaba segura de poder aguantar más tantas humillaciones. Amaba a Christopher, pero
realmente ¿Él se merecía tantos sacrificios? Por supuesto que sí.

Parpadeé un par de veces y decidí ir a buscar a mi esposo. Él estaba en el pequeño


“cuarto de baño” hablando muy disgustado por teléfono y por lo visto, había logrado algo
muy bueno con respecto a las fotos de desnudos publicadas en internet, cosa que me
enteraría próximamente.

— ¡No me importa lo que tengan que hacer,—lo escuché hablar al teléfono y


velozmente me escondí tras una pared bastante apenada—quiero a esa mocosa de 13 años
en un centro de detención infantil por lo menos por una semana! ¡Esa chica debe aprender
que no se les puede estar destruyendo la reputación a las personas con noticias falsas y
fotomontajes perversos! ¡Si quería impresionar a sus amigas hubiese buscado otra manera!

Y luego de eso, colgó la llamada y yo me quedé ansiosa esperando a que


Christopher me diera señales de no estar disgustado conmigo.

—Sé que estás allí, —mis suplicas parecieron ser escuchadas por los Dioses— así
que termina de pasar.

—Christopher, yo…—intenté caminar hacia él de forma serena, pero no lo logré.

— ¿Qué?—se cruzó de brazos furioso soltando un mar de maldiciones— ¿Vas a


volver a golpearme o vas a repetirme que odias nuestro matrimonio y tu vida aquí?

—Yo…—sentí escalofríos por todo el cuerpo; sí había pensado en un principio


decirle algo como eso, pero ahora que sabía que con eso no lograba nada, lo único que
quería decirle era que lo amaba muchísimo.

— ¿Tú qué?—elevó la ceja derecha con ironía.

—De verdad que…—no sabía qué Diablos decirle, sabía que debía pedirle perdón,
pero eso no era algo muy fácil de hacer.
— ¿Qué?—quiso saber y yo tomé aire profundamente, era el momento adecuado
para hablarle.

—Me siento mal, muy mal por…—le murmuré—me siento muy mal por…me
siento mal por descargar mi rabia contigo ¡Soy una imbécil, tonta y boba! ¡Yo sé que tú no
tuviste la culpa de lo que pasó, sé que una mujer como yo no te merece, pero perdóname!
¡Perdóname! ¡Yo te amo!

— ¡Ay, mi princesita! ¡Ay, mi princesita!—para sorpresa mía, me abrazó con manos


firmes y tranquilas— ¡Tú eres un caso serio! ¡Ven acá! ¿Sabes que nunca nadie me había
golpeado antes hasta que llegaste tú a mi vida y ahora recibo golpes casi que a diario? ¡Te
estás portando mal!

— ¡Lo siento!—me apoyé en su hombro y me limpié las lagrimas de su pecho — ¡Lo


siento! ¡Lo siento!

¡Ya, ya, ya! ¡No sigas con eso…lo mejor que podemos hacer es…

—Christopher…—Era un zángano ¿Cómo podía estar pensando en hacer el amor


en una situación tan loca como esa?

—Dentro de dos horas me voy de viaje a la otra parte del mundo para tratar de
solucionar definitivamente lo del montaje—intentó explicarme mientras me quitaba la
ropa que cargaba puesta— Fue una chiquilla de 13 años la que subió las fotos a la red para
impresionar a sus “amigas” y quiero ir directamente a conocerla para que me dé la cara y
ver qué se va a hacer con ella para castigarla por su delito. En fin, no sé a qué hora vuelva
por lo que creo que…—sonrió—creo que pasar un buen rato juntos sería lo mejor.

— ¡Claro que sí!—lo besé infantilmente— ¡Por supuesto que sí!

Y después de la partida de Christopher tampoco salí fuera de la habitación. Me


quedé dormida en un sofá del dormitorio, esperando la llegada de Christopher del
exterior. Pero, al parecer durante esa noche eso nunca ocurrió. No obstante, a la mañana
siguiente, él regresó de su viaje y yo maravillada lo recibí con ansias acostada sobre la
cama real.

— ¡Buenos días, dormilona!—sentí su suave voz en el lóbulo de la oreja sacarme de


ese profundo sueño al que me había sometido casi que a la fuerza.

— ¡Llegaste! ¡Llegaste!—me lancé sobre sus brazos ávida de alegría ¡Por fin
Christopher había regresado junto a mí! ¡Ya no me importaban las fotos publicadas en
internet, ni chismes baratos! ¡No quería que él durmiera lejos de mí nunca más!— ¿Pero
cuándo?—le pregunté alzada en sus brazos y dándole besos por toda la cara en señal de
regocijo— ¿Pero qué…qué pasó? Yo estaba en el sofá ¿Cómo llegué a la cama? ¿Cuándo
llegaste tú?
— ¿Realmente no sabes cómo?—me preguntó llevándome cargada hacia la cama y
sentándose a mi lado.

— ¡Fuiste tú!—le aseguré emocionada— ¡Fuiste tú que me trajiste cargada a la cama


y yo estaba tan dormida que no me di cuenta!

—Sí, fui yo—me confirmó con insolencia— ¡No sé cómo pudiste quedarte dormida
en ese sofá tan duro, teniendo una cama tan inmensa!

— ¡Te estaba esperando!—le confesé— Ya me acostumbré a dormir junto a ti y no


quería dormir sola porque desde que nos casamos hemos compartido la cama. Además,
quería esperarte despierta para recibirte con los brazos abiertos y con todo mi amor y mi
corazón palpitando.

— ¿Sí, y te quedaste dormida?—hizo chiste de mis palabras.

— ¡Malo! ¡Malo!—rápidamente me coloqué encima de él, le agarré las manos y se


las puse apretadas con las mías, sobre la cabeza— ¡No te metas conmigo!

— ¡Es broma! ¡Es broma!—soltó una carcajada única en su especie, que por un
instante me hizo suspirar— ¡Ven acá, Ashley; mi princesa no sabes cuánto te he
extrañado!—me agarró ágilmente por las caderas y me colocó debajo de él— Toda la
noche de ayer estando lejos de ti me pareció larguísima.

—A mí también…—logré vocalizar antes de perderme en su mirada—y no pude


esperarte despierta; no aguanté el cansancio y me quedé dormida.

—Bueno, pero ya pasó…—besó ligeramente mis labios— ¿Qué te parece si nos


bañamos juntos y luego nos preparamos para ir al comedor a desayunar?—se quitó de
sobre mí y eso me hizo sentir algo solitaria.

— ¿No me vas a contar como te fue?—me levanté de la cama y lo acompañé al


baño.

—Me fue relativamente bien, —me dio una sonrisa para nada tímida— conocí a la
chica y me pareció de lo más normal; su familia es de clase media alta. La mamá es
profesora y el papá tiene una compañía de motores para autos, además de acciones en la
bolsa.

— ¿Y?—lo halé al baño y allí comencé a quitarle la ropa. Lo quería totalmente


desnudo para mí.

—Digamos que la cosa comienza mal cuando se habla más a profundidad de sus
padres; puesto que, estos dejan hacer a la chica lo que les da la gana con la excusa de que
es hija única—me besó el cuello tratando de hacerme olvidar ese temetita, por lo menos,
por unos minutos más— Créeme que cuando los vi quise castigarlos a ellos en vez de a la
muchacha dándole unos azotes como si fueran hijos míos, tristemente no lo pude hacer.
— ¿Y cómo pagará su delito la joven?—le pregunté.

—Bueeeeno, la ley de ese país no les da castigo de cárcel a los adolescentes por un
delito como ese, —me aseguró en voz mengua— pero el presidente ha obligado a los
padres de la muchacha a declarar que todo fue una vil mentira y a pedir perdón en una
cadena de radio y televisión que se transmitirá mañana en la tarde a nivel mundial. Ellos
se comprometieron a llevar a su hija a terapia psicológica para evitar que vuelva a hacer
algo como esto.

— ¿Entonces, todo está bien?—me di la vuelta para que él pudiera soltarme con
mayor tranquilidad la tira del vestido.

—Por supuesto que sí, —me respondió y automáticamente el vestido cayó al


suelo— yo no iba a dejar que las cosas quedaran mal y que esa mocosa inmadura te
arruinara la vida.

— ¡Gracias!—le anuncié mirándolo de de frente.

— ¡Es todo un placer!—me tomó de la mano y me hizo acompañarlo a la regadera—


¡Ahora, vamos a bañarnos!

—Sí, claro que sí—lo halé hacia mi boca para poder besarlo como deseaba desde
hacía horas— ¿Te he dicho últimamente lo profundamente que te adoro?

Y así pasamos un buen rato juntos, solo nosotros dos y alejados totalmente de la
perdición del mundo exterior; ojalá que los chismes mal enfundados hubiesen terminado
hasta allí, ah pero no; de un momento a otro y cuando estábamos compartiendo una
parrilla en el restaurant del palacio, las noticias en los medios de comunicación e
información cambiaron a algo peor. Emmanuelle salió en una rueda de prensa dándole
declaraciones a la gente sobre nuestra relación; es más, había sido capaz de decir que yo lo
amaba a él y que quería divorciarme de Christopher porque no lo amaba.

Suspiré, cuando Christopher recibió la noticia, se levantó de la silla del restaurant


del palacio y como un correcaminos se marchó furioso y con ganas de matar a cualquiera
que se le atravesara en el camino. Tomó su auto y sin medir las consecuencias lo manejó
con demasiada prisa a la que estaba acostumbrado, tanto así, que sin haber rodado mucho,
chocó el carro contra un árbol y salió muy mal herido. Entonces, los empleados del palacio
lo sacaron de allí, la reina madre entró en una crisis de nervios, mi mamá se comió las
uñas, Ximena y Anastasia se abrazaron para apoyarse una a la otra y yo; por mi parte,
desesperada me la pase pegando gritos pues no sabía si lo iba a perder.

No obstante, ¡Gracias a Dios eso no ocurrió! Un medico real lo atendió y le curó las
heridas y aseguró afortunadamente que las cosas habían salido leves, comparadas con el
carro que había resultado inservible. Con premura le dio algo de medicamentos y le
recomendó reposo, además, de que le pidió que permaneciera acostado en la cama para
evitar consecuencias mayores.
La reina madre en ningún momento se despegó de él y puedo jurar que fue la
primera vez que la vi tan nerviosa, Ximena se sentó en su cama y toda melosa le acarició la
pierna, Anastasia lo acompañó en la cama pero sentándose al otro lado de mí hermana, el
duque Cyprien pareció acongojado y mi mamá trató de calmarme la histeria que cargaba.

Finalmente, cuando vieron que todo estaba ya más tranquilo y que no había pasado
de un susto; todos abandonaron el dormitorio con miras a tomarse algo para relajarse un
poco después del tremendo susto que habían pasado.

— ¿Te duele mucho la herida del brazo?—le pregunté a Christopher en cuanto nos
noté completamente solos en la habitación.

—Mmm—hizo como si lo estuviera pensando—creo que más me duele la del


corazón.

—Lo que dijo Emmanuelle no es cierto—agaché la mirada avergonzada e


imposibilitada de enfrentarme a su cara de amargura y luego me senté a su lado en la
cama—yo nunca le di esperanzas de que iba a volver con él. A ambos durante todo este
tiempo nos unió fue la amistad.

—Se veía tan seguro de sí mismo en la rueda de prensa—obviamente estaba


molestísimo.

—Sí, pero nada de lo que expresó allí es verdad—y sin dejar que dijera algo más
que me pudiera interrumpir, continué—y antes de que digas cosas al respecto, quiero
decirte que el que estés furioso conmigo no te da ningún derecho para montarte en ese
carro y tomar el volante con irresponsabilidad. ¡Me preocupaste muchísimo! ¡Pensé que te
había perdido!—chillé melancólica.

— ¡Eso fue un accidente!—se limitó a decir y después el espacio se quedó en un


oscuro silencio. Al cabo de unos segundos, no me pude aguantar y le pregunté:

— ¿No me crees que yo no le di esperanzas a Emmanuelle, verdad?—resoplé.

—Yo…—intentó decirme con martirio.

—Tú…—me senté mosqueada en la cama ¡Ahora sí que estaba furiosa!—Tú estás


tratando de decirme algo que sospecho no me va a gustar.

—Estoy quedando como un miserable, amor; —se sentó a mi lado y me abrazó—


ese chico me puso en la rueda de prensa como el que había arruinado su relación y aunque
me duela aceptarlo ¡Yo debería estar feliz, al fin y al cabo, eso fue lo que hice!

—Christopher ¿Por qué siempre tienes que ser el que sea fuerte es esta relación?—
coloqué mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos— Por actuar tan duro como lo estás
haciendo ahora es que la gente dice que no entienden cómo puedo aguantarte.

— ¿Y eso es lo que haces?—vaciló un poco— ¿Aguantarme?


— ¡Claro que no!—le acaricié el mentón— Tú sabes que te amo.

— ¡Vaya, qué bonita forma de demostrarlo!—ironizó y como pudo con su brazo


herido me hizo acomodarme para que lo viera frente a frente.

— ¡No digas, zanjadas!—le sonreí tocándole los labios.

—Quizás convenga que se lo recuerdes un poco el idiota de tu ex—me acomodó un


mechón de cabello detrás del cabello y me besó ligeramente.

— ¡Ya basta! ¿Sí?—me separé decidida de él y puse las manos a mis caderas en
clara señal de determinación—Deja de andar por las ramas y admite de una buena vez que
te dolió lo que Emmanuelle comunicó a esos periodistas—le pedí ofuscada— Así como a
mí me costó admitirte que te amaba, sé que a ti también te cuesta admitir que estás celoso.

— ¿Acaso el admitirlo me va a ser mejor persona?—musitó entre labios.

—No—me acerqué él y lo besé suavemente en los labios—pero para mí va a ser


algo tan divertido que vas a hacer que me enamore más de ti.

— ¡Ashley, no me beses!—alejó su boca de la mía y me esquivó la mirada.


Perceptiblemente su rabia no había pasado ni un milímetro.

— ¡Está bien! No tengo por qué suplicarte—los ojos se me volvieron agua y me paré
rápidamente de la cama—Si es lo que prefieres; entonces que así sea, pero, quiero que
sepas que no me vas a convencer de aceptar algo que yo sé es mentira; por mi parte, yo
tengo la conciencia bien limpia que jamás le di alas a Emmanuelle.

—Ashley…—me llamó suplicante.

—Asimismo; para que sepas, —las lágrimas comenzaron a desbordarse por mis
mejillas y no lo pude evitar, me puse a llorar como niñita por muñeca nueva—tú no
arruinaste la relación que Emmanuelle y yo manteníamos, ese noviazgo no tenía futuro y
era cuestión de tiempo para que se acabara.

—Tú dices eso, — resumió—pero cuando te despertaste en el hospital preguntaste


fue por él.

—Sí; más, eso fue porque no era consciente de todo lo que me había pasado—traté
de explicarle— Christopher, yo te amo ¡Entiéndelo!

— ¡Ven acá!—alargó su brazo hacia mí y me llamó hacia él.

— ¿Ahora, qué quieres?—le pregunté sentándome en la cama.

— ¡Lo siento! —me susurró al oído—Sí, lo admito, me dolió que tu ex dijera en la


rueda de prensa esas cosas; pero ya, dejemos eso hasta allí ¿Sí?

— ¡Por supuesto que sí!—lo abracé con amor— ¡Te amo!


— ¡Yo también, te amo!—me besó la oreja con ardor suficiente para que mi cuerpo
se hiciera gelatina.

— ¡Me encanta cuando haces berrinches!—me reí junto a él.

—Yo no he realizado ningún berrinche, —me mordió el lóbulo de la oreja—en


cambio, tú sí—le aseguré sin darle gran importancia a su sonrisa maliciosa.

El día transcurrió aburrido sin tener a Christopher tan cerca molestándome y debo
admitir que no era para nada normal no tenerlo cerca acechándome. Además, el saberlo
acostado y en recuperación me dolía muchísimo; ya que, al recordar que el accidente le
había sucedido por haber visto la rueda de prensa de Emmanuelle, me daba una rabia y
una agonía indescriptible.

La rabia se me puso a flor de piel cuando en un momento fui a visitarlo en el


dormitorio y me di cuenta que no estaba acostado. En cambio, se había ido al gimnasio a
practicar boxeo en su gran saco de arena.

— ¿Qué haces aquí?— le pregunté cuando lo encontré en esa situación—No debes


estar practicando ningún tipo de actividades en el gimnasio. Hacer ejercicios te puede
provocar dolor en el golpe que te hiciste en la mañana.

—Estoy tratando de descargar la rabia que tengo contenida— me aseguró de forma


desdeñosa y siguió golpeando el saco. Sí, definitivamente que esa era una actividad que
hacía cuando quería descargar la ira que traía aguantada.

— ¿Ah, vas a seguir con eso?—tragué saliva— Se suponía que ya lo habías


superado.

—¿Crees que es muy fácil superar que el ex novio de tu esposa diga a voz populi
que ella sigue enamorada de él y que va a luchar para poder tenerla de nuevo con él?—
detuvo el saco y caminó hacia donde me encontraba yo para enfrentarme.

—No, claro que no; pero…— ¡Oh vaya; así que lo dicho por Emmanuelle en la
rueda de prensa lo había afectado tanto!

— ¡Pero, nada!—murmuró— Además preciosa, siempre he hecho ejercicios y estas


maquinas no representan ningún riesgo para mí. Al mismo tiempo, soy una persona fuerte
y estoy acostumbrado a dar la pelea siempre.

— ¿Señor terco, ya le preguntaste a tu médico si podías ejercitarte o solo concluiste


tú mismo eso?—le pregunté echa un lío.

—Si aún me doliera la herida…que no me duele ya; —me tomó de los hombros y
me hizo mirarlo desde muy cerquita— yo jamás me pondría a chillar como menso. ¡Soy un
hombre, preciosa! ¡Está en mis genes!
—Sí; no obstante, igual sientes dolor— le acaricié el brazo y quise abrazarlo
rápidamente para que por fin entendiera que yo lo adoraba desde la tierra hasta el cielo.

— ¡Ay, ya! ¡No empieces!—me atravesó con su siniestra mirada— ¡No quiero que
me reprendas como si fueras mi madre!

—Pero, soy tu esposa—abrí los ojos de par en par— ¿Qué te pasa Christopher? ¿Por
qué estás actuando tan mal conmigo? Ya yo te dije que no tengo la culpa de lo que dijo
Emmanuelle.

—Sí, no tienes la culpa; sin embargo…—me miró indeciso.

—Sin embargo, ¿Qué?—le pregunté indiferente.

— ¡Sin embargo, tú me quieres volver loco! ¿Entiendes?— se puso las manos en la


cabeza y me gritó desesperado— ¡Me haces sentir como un ser inmaduro y débil! ¡Estoy
celoso! ¡Estoy muy celoso! ¡Y no me gusta!

—Christopher…—traté de hacerlo razonar, pero no lo logré.

— ¡Christopher, nada!—bajó sus manos de su cabeza y me atrajo contundentemente


hacia él— ¡Ya es suficiente Ashley! No quiero más cuentos tuyo y de Emmanuelle, eso ya
me tiene harto.

—Sí, ya me di cuenta…—suspiré.

—Estoy hablando en serio, preciosa; —comenzó a acariciarme con deseo el bajo


vientre— Es más, chica en este momento sería capaz de cualquier cosa para que ese
imbécil se pusiera de rodillas ante mí y me pidiera perdón. No quiero verlo más nunca
cerca de ti y para lograr eso haré cualquier cosa.

— ¿Cualquier cosa?—me eché a reír— ¿Qué significa eso?

— ¿Realmente no lo sabes?— me preguntó irónico— ¿O te estás haciendo la


inocente?

—No, no lo sé; así que sorpréndeme—le pedí— Dime qué vas a hacer para alejar a
Emmanuelle de mí porque horita estás actuando toscamente y eso se podría interpretar de
muchas maneras.

Christopher me miró con ojos oscuros y sin esperar a que yo pudiera hacer camino
fuera del gimnasio se tomó volando entre sus brazos. Me levantó sin hacer mucho
esfuerzo y luego me hizo acomodar las piernas entre su cintura y finalmente con una
sonrisa traviesa me llevó alzada hasta pegarme a una de las paredes del gimnasio; donde
no esperó ninguna respuesta mía; ya que, me besó sin compasión.

Y allí yo dejé que hiciera conmigo lo que le diera la gana. Lo invité con caricias a
que me besara arduamente y él me complació. Me besó desesperado el cuello, la cara, los
labios; apretó su cuerpo al mío y haciéndome sentir con eso, la mujer más poderosa del
mundo y la más deseada.

— ¡Ya no aguanto más!—me expresó mordiéndome el labio inferior y yo lo abracé


totalmente excitada. No sabía cómo, pero en poco tiempo habíamos terminado en una
situación bastante comprometedora, Christopher con los pantalones abajo y yo con el
vestido súper arriba.

— ¡Hazlo!—le pedí excitada— ¡Hazlo ya!

—Si voy muy rápido me avisas— me manifestó completamente ronco Christopher.

— ¡Solo…hazlo, por favor! —le rogué.

—Tú…—balbuceó y yo lo besé ardidamente.

— ¡Te amo Christopher! —Tragué saliva— ¡Te amo!

— ¡Y yo a ti más preciosa! —sin esperar a más, me hizo el amor contra la pared y


tengo que confesarlo, fue lo más excitante que había hecho hasta ese día— ¡Te amo más
que a mi propia vida!—le aseguré.

Luego de un rato, nuestras respiraciones se fueron desacelerando, buscaron su


cauce y nuestros cuerpos se calmaron. Era como bajar del cielo de donde nunca debimos
bajar. Con alegría tragué tímidamente y lo abracé sin vergüenza alguna ¡Amaba a este
hombre más que a nada en el mundo!

—Conmigo nunca vas a estar segura…— Christopher me aseguró bastante apenado


por lo que habíamos hecho, obviamente se le notaba que nunca se imaginó hacerme el
amor contra la pared de su gimnasio en un día como ese—Mira lo que te he hecho hacer—
nos señaló horrorizado— ¡Te hice el amor contra una pared!

— ¿Y yo acaso te lo impedí?— me mordí el labio y lo besé en el cuello un montón de


veces para que se sintiera tranquilo de no haberme hecho ningún daño—Me gustó
muchísimo y tú sabes que es así.

Christopher al oírme hablar tan cínicamente, me miró descaradamente, claro que lo


sabía lo único que quería era que yo se lo admitiera de frente. ¡Desvergonzado, perverso,
maravilloso hombre de las cavernas! ¡Era completamente mío, en el pasado, en el presente
y en el futuro!

—Estar peleado contigo es una agonía—cerró los ojos y me besó libertinamente.

— ¡Entonces, no nos peleemos más!—fruncí el ceño y le respondí al beso


ardidamente.

Los días transcurrieron y las cosas siguieron de maravilla entre Christopher y yo.
Pasábamos el mayor tiempo posible, juntos y ya no le parábamos casi a las noticias y
chismes que salían en la radio, la televisión, la prensa y el internet y eso que se decían
muchas cosas de nosotros, es más, hubo un periodista que hasta se atrevió a decir que yo
era estéril y por eso hasta ahora no había salido embarazado.

En fin, Christopher no le hizo caso a esta noticia, la reina madre me aconsejó que las
ignorara, mi mamá ni intentaba opinar, en cambio, Ximena y Anastasia a cada rato me
decían que yo me merecía todas esas burlas por estar casada con el príncipe heredero.
Pero, un día, todo sí que se echó a perder cuando estaba con mi esposo en la inauguración
de una escuela en la ciudad, pues los chismes y las vergüenzas llegaron a un lugar a donde
nunca debieron haber llegado.

La tarde había transcurrido con normalidad, Christopher se preocupaba mucho por


demostrarme su amor delante del resto de la gente para que yo me fuera acostumbrando
cada vez más a esta nueva etapa de nuestra relación; me hacía arrumacos y me recordaba
al oído que en el palacio me enseñaría las ventajas del ser millonarios a la hora de hacer el
amor.

Todo iba súper chévere hasta que un viejo alto y gordo y bigotón, se acercó a mí
dispuesto a entablar conversación conmigo.

— ¡Vaya sorpresa!—me enunció tomándome del brazo para que yo notara su


presencia— No pensé encontrarte aquí—y sin tomarse muchas contrariedades para
presentarse antes, me haló hacia él y me dio zendo beso en la mejilla.

— ¿Se dirige usted a mí?—le pregunté extrañada intentando retirarlo de mí ¿Quién


coño era ese señor? ¿Me estaba hablando a mí? ¡Ah debía ser uno de esos “admiradores”
que últimamente me perseguían como la mosca a la sopa!

E inmediatamente, las personas de seguridad se acercaron para ver qué estaba


sucediendo. Notoriamente, que Christopher también se mostró extrañado y me agarró de
la mano para demostrarle al recién presentado que yo ya estaba comprometida, si por
cosas de la vida, el hombre estaba tratando de atacarme amorosamente.

— ¿Este sujeto la está molestando, su majestad?—me preguntó una chica como de


mi edad que pertenecía al cuerpo de seguridad.

—Este…— ¿Y qué coño le podía responder si yo tampoco entendía lo que estaba


pasando? Entonces, decidí que lo mejor era preguntarle al viejo.

— ¿Puedo ayudarle con algo?—le inquirí secamente— ¿Quién es usted?—le dije sin
pena.

— ¡Ooops, es que no te lo dije!—se encogió de hombros demasiado chistoso para mi


gusto— ¡Es que yo soy tu padre, mi niña!
— ¿Disculpe?—le di una mirada significativa y bastante sorprendida; además, de
que Christopher tuvo que aguantarme porque me mareé horriblemente de la impresión
¿De qué hablaba ese idiota?

— ¡Soy tu padre!—mi ojos se ampliaron cuando lo oí decirme eso— ¡Hija, cómo te


extrañé!—se abalanzó sobre mí, a pesar de los guardaespaldas y de Christopher y me
abrazó dulcemente. Cosa que a mí no me gustó para nada.

— ¡No me toque!—lo rechacé empujándolo y lo miré desagradada ¿Cómo se atrevía


a decirme esas cosas?— ¿Qué le pasa?—le pregunté e inmediatamente busqué el apoyo de
los brazos de mi esposo.

— ¡Aléjese de ella!— Christopher notó rápidamente mi incomodidad y empujó al


susodicho con la mano— ¿Qué le pasa con mi esposa?

— ¡No me fastidie, su majestad! —el viejo le pidió a mi esposo— ¡Ella es mi hija y


tengo todo el derecho de hablar con ella!

— ¿De qué carajo habla?— Christopher pareció sorprendido.

—Ashley… —el viejo trató de pasar entre los guardaespaldas y de hablarme a pesar
de la gente—Ashley, en mí siempre vas a tener a la persona que más te ama de todo el
universo.

— ¡Gracias, pero yo a usted no lo conozco!—y automáticamente me puse a llorar,


así que para evitar armar un escándalo me escondí entre el cuerpo de mi esposo. Él sí
podría defenderme.

— ¡Nunca voy a dejarte otra vez!—el viejo me aseguró agonizante— ¡Nunca voy a
volver a dejarte!

— ¡Déjeme en paz!—le pedí.

— ¡Eres tan dulce, mi niña!—el hombre hablaba totalmente calmado y yo tenía


ganar de agarrarlo a patadas. Es que si era verdad que el muy canalla ese era mi padre, no
tenía ningún derecho de estar allí, pues me había abandonado tan malamente cuando yo
era una indefensa niña.

—Yo no soy su hija—las lagrimas me mojaban las mejillas como cascadas y


Christopher me abrazaba— ¡Déjeme en paz!—le solicité suplicante.

—Acabo de llegar aquí, —el viejo verde ese intentó explicarme— he intentado todos
estos días hablar contigo

—Ya lo poco que tenía que decirme me lo dijo cuando me abandonó; —le discutí—
así que déjeme en paz.

—Señor, por favor…—un guardaespaldas lo hizo entrar en razón para que se


alejara—si no se retira en este instante, tendré que llevármelo preso.
— ¡Ok, está bien!—dio un paso atrás en clara señal de que se iba a retirar de allí,
pero de que no aceptaba su derrota— ¡Está bien!—caminó hacia atrás mientras se
alejaba—Ashley, no te vas a librar de mí tan cómodamente—me amenazó con descaro y
sin ninguna muestra de pena en sus palabras— ¡Quiero dinero y a montones y me lo vas a
tener que dar!

La voz de mi padre se fue alejando poco a poco y yo no sabía qué carajo pensar. Se
suponía que ya no habría más dificultades en mi relación y en ese momento, mi papá salía
con esa locura. No, eso era el infierno ¿Qué estaba pagando yo? ¿Qué cosas malas había
hecho en mi pasado? ¿Por qué ese sujeto tenía que aparecer ese día?

Regresamos al palacio en ese mismo instante, y yo decidí que ese problema lo debía
solucionar desde la raíz y esa era mi madre; ella tenía que darme muchísimas
explicaciones al respecto. Así que, cuando llegué al palacio, le pedí a Christopher que me
acompañara a hablar con ella, por lo que buscamos inmediatamente y no las encontramos
sentada viendo televisión.

— ¡Mamá!—le dije al entrar y lo primero que noté cuando la vi era que había estado
llorando.

— ¡Hija!—se levantó velozmente del sofá y me abrazó con melancolía— ¡Lo siento!
¡Lo siento!—se puso a llorar en mi hombro y yo no sabía qué decirle.

— ¡Mamá, qué te pasa?—le pregunté angustiada—¿Por qué lloras?

Pero, fue Christopher él que me dio la respuesta.

—Creo que en la televisión podrás encontrar la respuesta a eso, Ashley—me


expresó y indeliberadamente me señaló una televisión que estaba allí encendida en donde
la imagen principal era mi papá. Yo no lo podía creer, me sentía horrible al ver en la
pantalla hablando a mi padre en una rueda de prensa:

—Mi hija es el sol de mi vida y lamentablemente eso no lo ven la reina madre y el


príncipe Christopher. Estoy seguro de que ellos están impidiéndole a mi hija usando la
fuerza y el poder que tienen, para que ella no se acerque a mí y eso no lo voy a aceptar
¡Haré todo lo que esté en mis manos para que mi hija esté conmigo y vuelva a mis brazos!

¿Qué estaba diciendo ese bastardo? ¿Qué le pasaba? ¿Cómo se atrevía a decir en
todos los medios de comunicación e información que iba a luchar para tenerme junto a él?
No, él era una basura en todo el sentido de la palabra. ¿Qué clase de cosa era ese injerto?
¿Y cómo era capaz de acusar a la reina madre y a Christopher de impedirle que él se
acercara a mí? ¿Se le habían volado los tapones?

—Sé que hay rumores muy mal enfundados que andan circulando por ahí,—dijo mi
padre con voz hipócrita—que dicen que yo abandoné a mi hija; no obstante, eso es
mentira, para mí, mi hija siempre fue importante es solo que las circunstancias de la vida a
veces…a veces nos cambian todo el porvenir.

Imbécil, desgraciado y…mal padre. Yo no podía creer lo que ese inepto estaba
diciendo en pantalla mundial ¿Qué le pasaba a ese…dizque papá mío? ¡Lo odiaba y el
deber ser era que no lo odiara! ¡Le deseaba lo peor y yo no debía desearle cosas horrendas!
Necesitaba con todas mis fuerza que ese troglodita se callara de una buena vez esa bocota
simplona.

— ¡Lo siento hija!—mi mamá chilló inconsolable sobre mi hombro y yo la abracé


con dolor— ¡Lo siento!

— ¡Ashley, hermosa!—de pronto la reina madre me sorprendió por detrás y me


hizo soltarme del abrazó de mi madre— ¿Qué hacen aquí reunidos todos? ¿Pasó algo
malo?

—Nosotros estábamos…—no pude evitar llorar y la reina madre preocupada no


sólo lo notó, sino que haciéndome mirarla intentó limpiarme las lagrimas con un pañuelo.

— ¿Por qué lloras?—me preguntó cautelosa y yo lloré con mayor intensidad—


¿Alguien te hizo algo malo, preciosa? ¿Te hicieron enfadar de nuevo?

— ¡No me salga con eso; por favor reina madre!—me aparté de ella y cruzándome
de brazos me molestó que ella, justamente ella, estuviera haciendo como si no fuera
notado a mi padre hablando pestes de la realeza en los medios de comunicación
mundial—Estoy segura de que ya usted vio a mi papá dándole “una grandiosa” rueda de
prensa a todos los medios de comunicación.

— ¡Ah, es eso!—pasó por mi lado y se sentó en un asiento de madera, luego tomó el


control y apagó la televisión—Horita está en vivo y en directo, pero yo prefiero ignorarlo
completamente.

— ¿Cómo va a ignorar algo tan fatal?—me le paré al frente tratando de que ella de
alguna forma me explicara por qué actuaba tan tranquila frente a una situación tan “difícil
y ruidosa” para la realeza— ¡Ese señor está a punto de arruinar a toda la familia real!

—Preciosa, —alargó su mano hacia mí y me hizo sentarme en sus piernas—a mí, no


me importa eso. No dejes que las cosas externas te depriman. En nuestro mundo sólo
importamos los que vemos el bien de las cosas.

—No puedo creer las declaraciones que “mi padre” le ha dado a los medios—la
abracé y por primera vez en mi vida, sentí que tenía una verdadera mamá.

—Yo…—escuché la voz de Christopher—Yo…yo creo que lo mejor que podemos


hacer es tumbarle esas barbaridades a ese sujeto.

— ¿Tendré que dar una rueda de prensa para explicar todo?—Pregunté con el ceño
fruncido

—No sé…—dijo la reina madre—No creo que sea la mejor idea. Ese hombre quiere
es dinero…

— ¡Madre; por favor!— Christopher pareció indignado— Necesito de tu buen juicio


y que actúes con mente fría. Ashley, no puede hablar ahora con los periodistas. Creo que
es mejor sacarla a ella y a su familia de la ciudad, mientras nosotros arreglamos todo.

—Pero es que…—intervine en la discusión ¿Realmente pretendían sacarme de la


ciudad? ¡Esto era una locura!
— ¿Qué?— Me preguntó Christopher.

— ¿Qué? —Le pregunté yo a él.

— ¿Pero qué? —Pareció obstinarse— ¡Dímelo tú!

— ¡Tengo mucho miedo!—le confesé y llorosa me levanté de las piernas de la reina


madre— ¡Soy demasiado cobarde!

—Ashley…—mi mamá me agarró de la mano y me confortó con una media risa—


Tú eres una mujer muy valiente y éste es el momento de demostrarlo.

—Muchas gracias por sus apoyos—les dije a todos—Pero, creo que lo mejor sería
que me dejaran hablar con ese sujeto, por favor…

—No puedes estar hablando de verdad—gritó malhumorado Christopher— ¡Eso es


absurdo!

—Yo podría hacerlo reflexionar y necesito que me ayuden a lograr un encuentro


con él—intenté explicarles.

—Amor, estoy preocupado por ti, — Christopher intentó hacerme razonar—pero si


te soy sincero no creo que eso sea una buena idea.

—Eso es cierto, pero es que…—bajé la mirada—no quiero que mi pasado con ese
señor vaya a afectar a la familia real.

— ¡Mírame!—me dijo atrayéndome hacia él—Eso no va a hacer así, ese idiota nunca
fue tu padre; él solo está buscando dinero y si cree que nos vamos a poner de rodillas
delante de él está equivocado.

—Ya estoy perdiendo la fe de que no logre sus propósitos—lloré sobre su hombro.

—Yo no voy a permitir que te toque un pelo; —me aseguró la reina madre— él
puede ser tu padre de sangre pero no lo es moralmente.

—Eso lo sabemos todos nosotros; —me puse las manos en la cabeza pensante—
más, él se está encargando de molestarme la paciencia con sus dotes de padre ejemplar.

—De padre de ejemplar no tiene ni el bóxer que carga—gruñó mi mamá.

— ¡Bien dicho!—anunció la reina madre y le dio a mi mamá una palmada en la


espalda.

— ¡Eres un ángel maravillo al que adoro y voy a defenderte de todo y de todos!—


me murmuró Christopher en el oído y luego, me apretó contra su pecho—Y por eso, pase
lo que pase, yo siempre voy a estar contigo.

—Por todas estas cosas es que te amo—le dije reflejando mis pensamientos en voz
alta.

— ¿Sí? —Enarcó la ceja derecha—Entonces, demuéstramelo y acepta irte mañana


temprano con tu hermana y tu mamá a un viaje al exterior.
— ¿Qué?—le pregunté sorprendida ¡Oh sea que era en serio lo de sacarme de la
ciudad junto a mi familia?

—Sí, mi niña—la reina madre me abrazó por detrás y me hizo dar la vuelta hacia
ella—Creo que si ustedes tres están aquí se va a hacer más difícil solucionar todo esto. Al
menos, si salen de la ciudad, Christopher y yo podremos manejar mejor las cosas.

— ¡Si usted lo dice!—le expresé y ¿Qué más me quedaba si este problemón era por
mi culpa?

— ¡Bien!—exclamó Christopher— ¡Entonces, voy a dar la orden para que le hagan


las maletas a las tres, y mañana temprano se van de paseo!

— ¡Bien!—manifesté vencida.

Y así fue Ximena; mi madre y yo al día siguiente nos marchamos a un viaje hacia
otro país. La idea era pasar el fin de semana allí y tengo que admitir que aún en el camino
no sabíamos para donde carajos íbamos las tres. Suecia era hermosa y con un desarrollo
humano espectacular; pero no, no era ese lugar; quizás, la isla de Cayo Ambergris
perteneciente a Belice y por qué no Berlín uno de los mejores centros culturales del
mundo. No sé en esa guía habían tantos lugares hasta ahora desconocidos por mí que sería
difícil saber cuál era nuestro destino y por qué no Houton o Río de Janeiro.

Al final, llegamos a la isla Costa Smeralda que estaba en Cerdeña, en Italia. Allí nos
hospedamos en unas hermosas cabañas y tengo que admitir que era chocante ver la cara
de amargura de mi hermana. Sí, la compadecía, pues propiamente había sido obligada a
viajar con nosotras; más, ya eso está hecho y a lo hecho pecho.

En la isla Europea, mi mamá, Ximena y yo pasamos por la pequeña ciudad de Santa


Teresa de Gallura desde donde miramos y nos fotografiamos en la torre Longosardo.
Luego visitamos el Capo Testa, el Archipiélago de la Maddalena y la Reserva Marina de la
Isla de Tavolara.

Juntas conocimos las poblaciones de Porto Cervo y Porto Rotondo, en donde


disfrutamos de la gastronomía típica del lugar caracterizada principalmente por los quesos
sardos de ovejas y los vinos fuertes como el Vermentino y el Cannonau. En general, todo
iba chévere, hasta que llegamos a Arzachena, una de las rías más populares de la isla
Maddalena, pues fue ahí, que tuve la pelea fulminante con mi hermana. Mi mamá se había
ido a su habitación a descansar y esa situación decidió aprovecharla Ximena.

—Hay veces que he llorado sin cesar y he creído que lo mejor que me puede pasar
es morirme—me dijo de pronto mientras estaba sentada en la arena y yo la escuché
sorprendida ¿Qué le pasaba ahora?

—No tiene sentido que hables así, si siempre has tenido todo—le recriminé ¡Oh
vaya, ahí íbamos otra vez a los cuentos de “tú no debiste casarte con Christopher” ¿Será
que nunca iban a cambiar?— Desde pequeña fuiste la reina del universo y todos te
querían; pero en cambio, yo siempre fui tu sombra

—Y ahí debiste quedarte—me dijo Ximena con amargura.


— ¿Por qué?—le pregunté— ¿Para complacerte y para que tu egoísmo sean felices?
No, no creo que sea justo.

—Yo no hablo de justicia sino de hechos, —se levantó furiosa del suelo y pateó la
arena para así poder arrojármela en la cara— Tú eres un simple escarabajo que se cruzo en
mi camino y me robó lo que por derecho debió ser mío.

— ¡Jamás!—me levanté para enfrentarla—No puede ser que por una sola vez en mi
existencia la vida me sonría y tenga algo que sea fabuloso y resulte que tú me lo quieras
quitar.

—Yo soy más bonita que tú y más elegante, —se mofó— Los chicos todos están
locos por mí, no puedes ser tú la que se quede con Christopher

—Tu actitud me parece a la de una muñequita de cristal que se puede romper sino
está colocada en el lugar que todos consideran más indicado pero que al final resulta que
está suciamente vacía—le dije y ella se carcajeó.

— ¡Ay, hermanita!— se burló de lo lindo—Es que eres tan ilusa que ni siquiera te
diste cuenta de que Anastasia y yo hicimos que tu padre regresara a buscarte ¡Ni siquiera
eres capaz de ver lo obvio!—me confesó y eso fue con sentir una daga envenenada en el
corazón.

Entonces, ¿Ella y Anastasia habían buscado a mi padre para hacerme sufrir? ¿Hasta
dónde llegaba la maldad de ese par? ¿Qué les había hecho yo de malo para que me
hicieran eso? ¡Eran unas arpías!

—Yo—tartamudeé algo que inconscientemente ya sabía—Yo…yo sospechaba que la


repentina aparición de mi padre no podía ser por arte de magia. No puedo creer que entre
Anastasia y tú lo hayan planeado.

— ¡Tú me quitaste mi futuro!—me gritó embravecida— ¡Christopher se debería


haber casado conmigo! ¡No me hables de suciedad! ¡Ahora es mi turno de vengarme de ti!

— ¡No le eches sal a la herida!—le rogué porque sabía que si esa discusión
continuaba, yo iba a terminar agarrándola por las greñas—No puedo creer que hagas todo
esto por algo que sabes bien que nunca hubiese pasado. ¡Christopher no te ama,
entiéndelo!

— ¡No hay hombre sobre la tierra que se resista a mis encantos!—me dijo y modeló
sobre su propio cuerpo.

—Al final pareciera que Dios te dio belleza pero no cerebro—le rugí y ella se quedó
impactada de oírme ofenderla.

— ¡Eres una bruja!—Me gritó y entonces, como la propia serpiente se abalanzó


sobre mí.

Y ahí pasó lo que tenía que pasar y fue que Ximena y yo terminamos agarrándonos
por los cabellos y golpeándonos en el suelo una a la otra. Los guardaespaldas ni se
molestaron en acercarse y podía jurar que esa sería la noticia del día en todos los medios
de comunicación. Como pude le estrujé arena en la cara y como ella pudo me apretó el
cuello dispuesta a ahorcarme.
— ¡Ya basta! ¡Ya basta!—escuché la voz de Christopher haciéndose presencia y
agarrándome a mí de la cintura para intentar separarme de mi hermana— ¿Qué significa
esto, están locas?

— ¡La voy a matar!—grité tratando de zafarme de mi esposo y luchando para


volver a caerle encima a Ximena.

— Christopher…ella…—una bastante desaliñada y sucia Ximena intentó


explicarse— ¡Ella me quería hacer daño!—chilló la muy desgraciada.

— ¡No me interesa!—enfureció Christopher—Tú, Ximena vas a tomar un avión


porque te regresas en este instante al palacio, allí recogerás tus cosas porque te vas a ir a
vivir a otro sitio.

— ¿Qué?—preguntamos ambas al unísono.

— ¡Lo que escucharon!—respondió Christopher—Y para que te enteres querida


cuñada—dijo muy mordaz—Anastasia también se va del palacio. Ambas hicieron mucho
daño, y ya es suficiente.

—Pero…—claramente la cara de mi hermana era de incredulidad.

— ¡Pero, nada!—aseveré yo, cuando por fin me di cuenta que Christopher también
había descubierto que la llegada de mi padre no era un simple accidente casual.

— ¡Los odio a ambos!—no gritó mi hermana y dando media vuelta se fue hacia la
cabaña en busca seguro de mamá.

— ¿Entonces, ya lo sabes?—le pregunté a Christopher en cuanto nos vi solos.

—Sí, ya lo sé—me contestó abrazándome—Ese par de mujeres sí que nos las


supieron hacer. Lo que comenzó como un juego lo llevaron a una pelea constante. Incluso
tu hermana se valió de los lazos que la unían contigo para hacernos la vida imposible.

— ¡Lo siento!—le pedí disculpas por lo que yo consideraba un atrevimiento de


Ximena.

— ¡No te preocupes!—me acarició la espalda—Yo no me alejaré de ti nunca más, ni


aunque me digan que me eres infiel con medio mundo o que tu papá es un extraterrestre.
Ximena y Anastasia supieron como manipular a las personas a su alrededor para hacernos
la vida imposible y hasta al pobre de Emmanuelle le hicieron creer que tú deseabas volver
con él.

— ¿Qué?—me separé de él sorprendida de lo que me estaba relatando— ¿Hablas en


serio?

—Sí, hablo en serio—me expuso—Yo puse a mi equipo especial a investigar todo lo


que estaba sucediendo, entre eso, la rueda de prensa de Emmanuelle y ahora la de tu
padre, y como ves ese fue el resultado. Anastasia y Ximena prepararon todo para que ellos
dieran esas declaraciones; así que como veras ninguna de las dos puede permanecer
viviendo en el palacio. Además, de que también mis abogados lograron obtener una orden
de alejamiento contra tu padre por habernos sobornado por dinero. Él no podrá volver
acercarse a ti y menos realizar declaraciones sobre su relación.
— ¡Oh, vaya!—aluciné e inmediatamente me puse a llorar.

—Por favor, no llores –me rogó—no me gusta verte llorar.

—No lo puedo evitar—chillé como tonta—Es que han sido tantas cosas. Además,
estoy llorando de pura despreocupación porque finalmente podré ser feliz.

—Sí, y por lo menos sabemos que con esa orden de alejamiento tú padre no podrá
acercarse más a ti—me resumió y yo le sonreí con aprecio ¡De verdad que Christopher era
el hombre perfecto!

—Te quiero tanto que me hacer daño—lo abracé desinhibida.

— ¿Y por qué te hace daño?—me alzó sobre sus brazos y me llevó hasta la cabaña
cargada— ¿Acaso soy tan malo?

—No eres malo, —lo besé en la frente— lo que pasa es que no creo poder vivir sin
ti.

—Entonces, no tienes que vivir sin mí —abrió la puerta de la cabaña y me condujo


hacia adentro—Vas a estar conmigo para siempre, esas son mis condiciones, tú dices si las
tomas o las dejas

— ¡Bobo!—le mordí la oreja suavemente— ¿Y no tengo otra elección?

— ¡No, es una orden!— fui subiendo conmigo alzada, una a una las escaleras.

— Hmmm…—le lamí el cuello seductoramente—creo que no voy a hacer ese gran


sacrificio.

— ¿No? —Se rió—Vamos a hacer la prueba—y entonces, me metió en nuestra


habitación. Allí no pude pensar más y caí en el embrujo de sus brazos y labios. Es más,
hasta olvidé por un instante, que había visto a mi madre que salía de la cocina a la sala
cuando Christopher me llevaba cargada entre sus brazos a nuestra habitación en la cabaña.

Un año y medio después…

Christopher y yo estábamos acostados en la cama de la cabina del inmenso crucero


donde ambos viajábamos. Ya habíamos hecho el amor varias veces y sinceramente
estábamos agotados. Yo estaba esperando el mejor momento para darle la gran noticia,
pues desde que había sabido que estaba embarazada, el corazón me había revoloteado y
gritado “Tú no eres un banco de bebés, eres una madre”.

Sí, hacia un año y medio después de nuestro último viaje, pero éste era en mejores
condiciones. No era una escapada para esconderme de los chismes de los medios de
comunicación, sino más bien era una segunda luna de miel. De Anastasia y Ximena no
podía dejar de hablar, la primera se había ido a Inglaterra de viaje de estudios sin
oportunidad de regreso en por lo menos cuatro años, y la segunda estaba viviendo con mi
mamá en una casa algo apartada de la ciudad que la reina madre les había regalado.
El duque Cyprien que aún seguía apenado por lo que su hija había hecho, se había
dedicado en los últimos meses a eliminar cualquier información falsa que saliera
publicada en internet. Asimismo, de vez en cuando viajaba a Inglaterra para visitar a su
hija, y trataba de hacerla razonar en que tanto odio que seguía manteniendo hacia nosotros
no le hacía mucho bien.

—Tanto ejercicio me dio hambre—le aseguré a Christopher sobre su pecho—Ahora,


tienes que darme comida.

—Tus deseos son órdenes para mí, mi princesa—levantó el teléfono y se dispuso a


marcar el numero para solicitar comida en la recamara—Acuérdate, que este crucero es un
regalo exclusivo para ti.

—Y para ti también—lo besé sonriente.

— ¡Te amo!—me gruñó en la oreja y luego habló con los de la cocina, a quienes le
pidió algo de comida. A continuación, colgó la llamada.

— ¡Yo también te amo!— le anuncié y luego me pared de la cama—Además, de que


te agradezco muchísimo que me hayas convidado a venir a este crucero contigo—al oírme
decir eso se levantó también de la cama, pero yo me alejé de él y busqué mi camino hacia
el baño, para asearme un poco— Tenía tantos deseos de pasar un rato contigo a solas;—le
confesé— ya que siempre que salimos algo pasa, sino es un viaje por algo relacionado con
el palacio, entonces están montones de paparazis molestándonos y no nos dejan ser felices.

—Este crucero es maravilloso para los dos—lo oí hablar aun cuando yo estaba
dentro del baño y nos separaba una puerta.

Luego de bañarme, salí del baño totalmente libre. Ahora quería ir a dar un paseo
por ese crucero y mi propósito era llevarlo a cabo. Además, de que en la habitación, noté
que Christopher se había acostado y dormido nuevamente y eso me hizo sentir feliz,
realmente él se merecía esas vacaciones después de tanto trabajo sin descanso.

Saqué un traje de baño “chiquitito” del closet y me lo puse; después me coloqué


unas sandalias bajitas y un abrigo. En tanto lo hacía pude sentir cuando mi príncipe se
despertó. El muy cínico no había durado mucho durmiendo y me había agarrado con las
manos en la masa tratando de huir.

—Pensé que íbamos a pasar el día en la cama—me dijo con los ojos alucinantes.

—Y lo vamos a hacer, —traté de explicarle— pero necesitaba darme un baño para


comer y vestirme. No es bueno comer desnuda.

—Bueno, si tú lo dices; —se puso de pie y se enrumbó al baño— llama, por favor y
pregunta si la comida para la cabina está lista, en tanto, yo me baño.
Se colocó una toalla en la cintura y se dirigió al sanitario, yo sonreí, este era el
momento para dejarle sobre la mesa de noche la prueba de mi embarazo. Me había dejado
sola y ahora era mi turno de sorprenderlo ¡Christopher se iba a poner muy contento! ¡Esa
iba a ser una inmensa sorpresa! Luego de ubicar el papel en un lugar visible para mi
príncipe, decidí salir de la cabina, que Christopher me buscara cuando se enterara de que
iba a ser padre. Finalmente, ambos le demostraríamos a la gente que representábamos una
familia y no un banco de bebés.

Cuando llegué a la cubierta, me acerqué a la piscina que estaba allí y me quité la


bata, ya era tiempo de que tomara un poco de sol. Me acosté boca arriba con unos lentes
de sol y decidí que aunque no pudiera dormirme por esperar a mi esposo, trataría de estar
cómoda.

—No deberías estar en un traje de baño tan pequeño aquí afuera—luego de una
media hora llegó Christopher a la cubierta.

— ¡Christopher, me asustaste!—me senté de golpe porque de verdad que me había


asustado.

— ¿Enserio?—me miró con audacia.

—Sí, no sentí tus pasos—me acomodé algo los lentes.

—Hombre precavido…—caminó hacia donde estaba yo y se sentó a mi lado—En


fin, no quiero que mis empleados te vean así—me susurró al oído— Ese traje de baño es
muy pequeño. Ellos se quedarían embobados con solo mirarte.

— ¿Sí?—le pregunté y obviamente que él me estaba vacilando— ¡No me digas!


Pensé que íbamos a tener privacidad.

— ¡Estaba bromeando!—se echó a reír descaradamente— Todos ellos tienen


terminantemente prohibido verte en esas fachas.

— ¿Me veo tan mal?—me levanté y di varias vueltas sobre mi cuerpo.

—No, claro que no; sin embargo…—se levantó y me tomó de la cintura—No quiero
que nadie se sienta atraído por lo que es mío.

— ¡Estás loco!—puse mis brazos sobre sus hombros y después le saqué la lengua
como un tipo de gesto infantil.

— ¡Sólo por y para ti!—me besó— Ah, y ahora por nuestro bebé.

— ¡Ya lo sabes!—concluí y claro que tenía que saberlo si le había dejado la prueba
en el camarote en un lugar tan visible hasta para una hormiga.

—Vamos a ser padres, Ashley—me tomó de las mejillas para que lo viera— y eso
me hace muy feliz.
— ¡A mí también!—le confesé y los ojos se me hicieron agua de la alegría.

— ¿Y…cuándo lo supiste?—no evitó preguntarme.

Apenas hace un par de días, —le respondí— el médico me hizo la prueba y salió
positiva. Quería esperar un momento más especial que el resto para decírtelo.

— ¿Y quién más lo sabe?—inquirió.

—Sólo el médico, yo… y ahora tú—le contesté— Quería que fueras el primero en
saberlo después de mí.

— ¡Gracias!—pareció intensamente feliz.

— ¡Espero que sea tan guapo como tú!—abalancé mis caderas hacia él.

— ¿Y si es una niña?—ahogó una exclamación.

— ¡Va a ser varón!—le afirmé— ¡Tengo ese presentimiento!

—Pues, no—protestó— ¡Va a ser una niña!

— ¿Apostamos?—lo reté sabiendo muy en el fondo que seguramente él me ganaría


la apuesta y sería una niña.

—Espero que si es niña no venga ningún mequetrefe a querer conquistarla, ni a


querer obligarla a casarse con él—se inclinó y me besó incandescentemente.

— ¡Estás chiflado!—me carcajeé.

—Siempre, y sobre todo cuando estoy contigo—me alzó y me besó ardidamente.

— ¡Te amo!—le dije.

— ¡Yo te amo mucho más!—me dijo él.

— ¡Oh, qué hermosísimo este paisaje!—suspiré— ¡Me encanta el mar!

—A mí también, —sacudió la cabeza— pero sobre todo porque lo puedo compartir


contigo

—Me gustaría quedarme aquí para siempre—le repliqué.

—Eso no se va a poder, nena—me bajó al suelo y me acarició la mejilla.

— ¿Y por qué no?—puse mis manos a las cadera en claro berrinche— Nos
conseguimos nuevas identidades y nos olvidamos de todo.

—Sencillamente porque hay una cama en la cabina esperando nuestro retorno para
que celebremos nuestro embarazo—me tomó de la mano y me invitó a seguirlo— ¡Ven
vamos a la cabina!
— ¿Y eso qué constituye?— me mordí el labio— ¡No seas obsceno!

— ¡Te ves hermosa!—me abrazó y me hizo sentir su clara excitación— Y ahora más
que estás embarazada ¡Ven no perdamos el tiempo!

—Pues, para que sepas ahora quiero que me hagas el amor muchas veces más de lo
habitual, no quiero que durante mi embarazo me vayas a rechazar porque vaya a subir de
peso—traté de regañarlo seriamente, pero la risa me descubrió.

—Eso nunca, yo siempre te voy a desear, aun cuando pasen los años o subas de
peso por el embarazo—comenzó a quitarme la tira del brasieer— ¿No te das cuenta que
siempre podrás contar con mi amor y mi deseo? Siempre quise, quiero y querré hacerte el
amor en la mañana, tarde y noche.

—Christopher…—gemí— Christopher no me importa pasar todo el crucero


desnuda, te necesito ahora.

—Y yo te necesito a ti; —sus ojos se llenaron de deseo— te necesito muchísimo,


aunque… podemos variar la cosa.

— ¿Cómo?—le pregunté.

— ¡Hagamos el amor aquí!—soltó las tiras de mi bikini y éste cayó presuroso al


suelo.

—Christopher…—lo miré angustiada—alguien podría vernos.

— ¡Nadie nos verá!—me abrazó y me hizo mirarlo con determinación— ¿Acaso no


confías en mí?

—Sí, completamente y…—sonreí— ahora más que nunca.

— ¡Eres una buena chica!—me besó al fin.

Y así, ambos demostrábamos que podíamos ser felices. Amarnos a cualquier hora,
en cualquier momento y en cualquier sitio. Y aunque nuestro matrimonio comenzó con
algo a la fuerza, nunca, nuca más ninguno de los dos se separaría del otro. Nos amábamos
y para el amor no existen barreras que puedan separarlo, mucho menos personas que por
la envidia quieran destruir una relación.

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