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Transmigración

Por

Jacobo Milmayet


PARTE I

Cuando Jerónimo visitó la ciudad de Barcelona, por primera vez en el


2013, llamó su atención ver, por las tardes, multitudes dirigirse caminando,
desde la Gran Vía, otras personas pasando por la Plaza Cataluña, o
directamente desde la Gran Vía de Carlos III dirigiéndose hacia la Rambla de
Badal, más conocida como La Rambla, únicamente; finalmente menos
personas llegaban a una especie de balneario, con una vista espectacular del
Mediterráneo. En este trajinar muchos iban y venían. Después comprendió un
motivo generalizado: la cantidad de centros comerciales y espectáculos para
todas las edades y gustos. Pero este día en especial, se sentía por las calles un
sopor de cánticos enfebrecidos de fanáticos italianos que habían llegado para
contemplar la final de La Champions entre dos equipos de categoría; al
Associazione Calcio Milán en una final con el Fútbol Club Barcelona, un
clásico internacional para muchos. Naturalmente Jerónimo no estaba exento de
la expectativa. Antes de llegar a la Rambla, ya había asegurado su boleto de
entrada para apreciar el partido en el Camp Nou. Advirtió la existencia de una
galería de suvenires junto al estadio, llamado el Museo de Futbol del Club
Barcelona donde exhibían desde uniformes deportivos del Barza, hasta
juguetes electrónicos audiovisuales pasando por libros de historia del Club,
biografías de sus prominentes jugadores, videos de partidos extraordinarios, y
goles históricos.
Allí llegó a comprar recuerdos para sus nietas. Fue atendido amablemente
por un catalán de aproximadamente sesenta años de edad. No sabía que el
encuentro con este señor, lo llevaría inexorablemente a un pacto desarticulado
con la realidad. La cortesía de este ciudadano español, le indujo a sincerar su
procedencia latina, propiciándole un interés inusitado cuando dijo que venía
de la ciudad del Cusco en Perú, donde se hallaba el famoso Machupicchu. En
medio del esmero por atender a otras personas, le pidió, respetuosamente,
conversar en otro momento, sobre algo que parecía trascendente para él.
Quedaron en encontrarse en la plaza Cataluña el domingo a las diez de la
mañana, sin embargo, en el acto, hubo un cambió de parecer, estimando la
previsible poca orientación del visitante le señaló con la mano una plaza más
cercana al Camp Nou: la Plaza del Sol de Baix. Jerónimo aceptó. “Menos mal
que el partido sería antes, o sea el jueves a las ocho de la noche. Faltaba
bastante, no había problema” Pensó después.
Se encontraron en la plaza; el catalán vestía una chaqueta negra igual que
una gorra de lana, se sentía frío aún, todavía no se despedía el invierno; la
plaza se hallaba con poca gente, por ser domingo tal vez. Después de una
presentación mutua se produjo un instante de silencio. Queriendo abrir la
conversación, además por salir de sus dudas Jerónimo preguntó por qué en esa
ciudad hacían uso de dos idiomas: en la vida familiar y con los amigos el
catalán; en los centros comerciales y con los demás el español. Sonriendo le
contestó que era parte de la cultura de ese pueblo y no era exclusivo de ellos,
que también los vascos hablan mayormente su idioma.
Inmediatamente el español quien dijo llamarse Antonio Junqueras abordó
su preocupación. Contó de su hijo mayor, estudiante de la Universidad
Autónoma de Barcelona, que al hallarse muy interesado en descubrir
medicinas heterodoxas para curar enfermedades neurodegenerativas basado en
vegetales amazónicos se había dirigido a Sudamérica; habían pasado más de
tres semanas desde su última comunicación de Cusco y no sabía nada de él.
- ¿Ha abandonado sus clases? - Preguntó Jerónimo
- No, felizmente. Existe un receso de dos meses. Está aprovechando ese
tiempo. Tengo entendido que ha ido con alguien más. ¿Usted cuando vuelve a
su patria? – inquirió Junqueras
Jerónimo comentó disponer de un tiempo limitado por los plazos
circunscritos en la visa y que a más tardar volvería dentro de un mes, sin
embargo se comprometió informar a su familia de Perú para estar al tanto de
cualquier noticia respecto a su hijo.

PARTE II

Terminó sus estudios básicos en el pueblo cercano a la propiedad de su


padre. Sentía que las labores agrícolas eran agotadoras y decía haber
aprendido de sus profesores de escuela, más el castellano, sustituyendo su
lengua original nativa, que según él era más dulce pronunciarlo, concepto que
sostenía continuamente Carlos Napoleón Santos. Incluso recordaría muchos
años después, cuando en una estación del tren subterráneo de Madrid
escucharía cantar a un conjunto folclórico de su país con todo el acento natural
que experimentó en su infancia.
No tenía idea que haría después de terminada la educación secundaria.
Muchos a su edad emigraban a las ciudades para seguir un estudio superior o
acceder a las fuerzas policiales. Podía hacerlo, su padre era propietario de una
granja donde los cultivos y la ganadería le generaban una economía holgada y
suficiente, incluso podían mejorar sus inversiones en el campo, en
comparación con la pobreza generalizada del resto de la población indígena
campesina de la región. Naturalmente podía, pero existía algo en él que
paralizaba sus ambiciones: era el miedo, no muy manifiesto en sus relaciones
personales, pero sí obsecuente. Este miedo provenía de imágenes en su
infancia donde vio a sus padres envueltos en discusiones terribles hasta llegar
a las agresiones mutuas. El día que su madre murió fue primero en verla
colgada del cuello por una soga amarrada a una viga en el granero, tanto le
afectó que salió desesperado arrojando espuma por la boca. Comentaban que
fue un suicidio porque encontraron un banco de madera a sus pies.
Pasados los años, alguna vez su padre, había expresado que los hijos
mayores, cuando llegaran a ser jóvenes buscaran esposas que ayudaran en las
faenas del campo. Este manifiesto deseo soslayadamente predisponía su vida a
hacerse cargo de todo en un futuro todavía lejano. Tenía un hermano menor.
“Podría alguna vez sustituirme” se confortaba. Sin embargo para eso faltaría
mucho tiempo todavía.
Llegaban las fiestas de carnaval en Samay. Daba inicio la procesión de la
Virgen Asunta, se apostaba la gente en la plaza principal del pueblo. Carlos
Napoleón Santos junto a sus compañeros de estudios se ubicaron en una
esquina y observaron delante de la imagen de la virgen danzaban unas jóvenes
alcanzando a distinguir entre ellas a una compañera que no dejaba de ser bella
para el lugar. Se trataba de Alondra Rosales, cuya presencia sobresalía en el
grupo. Cuando estudiaban juntos en el colegio desde la niñez, guardaba una
admiración especial por ella, más no daba importancia mayor porque la
consideraba una hermana más. Esta vez se le apoderaba una extraña
semblanza de fascinación. Había conversado con algunos amigos cercanos de
la posibilidad de expresarle su afecto eludiendo algún atisbo de rechazo.
Aconsejado que la octava de los carnavales, era oportuna por la finalización de
la fiesta a los ocho días del día central, más propicia porque es donde el baile,
la fiesta, la algarabía llegaba a su clímax. También se decía que allí es cuando
se producían los enamoramientos y muchos de éstos terminarían en
matrimonios en el mes de agosto, es decir seis meses después. Días antes, en
conversaciones de amigos ofrecieron interceder con mucha habilidad para que
Alondra Rosales pudiera elegirlo como pareja de baile en la comparsa de
cierre que recorrería las calles del pueblo, para lo cual el debería hacer uso de
alguna indumentaria que lo cubriera, algún disfraz, como lo harían todos. Le
entregaron una máscara con figura de oso cubierto de pelaje blanco y la
consigna era no mostrarse hasta que la fiesta estuviera en todo su apogeo, eso
se concretaría, por la tarde, al llegar al medio de la plaza central donde se
hallaba un gigante árbol frondoso de Pisonay.
Llegó la mañana de la octava todos los que participarían de la fiesta
aparecieron con disfraces, atuendos exóticos de la región. Mientras hacían
ciertos protocolos de elección, muy animada Alondra Rosales eligió al primer
y único vestido de oso como tenía previsto. Efectivamente bailaron y se
divirtieron durante todo el día. Al llegar la tarde las diferentes comparsas
llegaron a la plaza y se dirigieron hacia el pisonay, donde serían agasajados
con bebida y platos de comida de la región.
Alondra evidentemente, tenía expectativa por conocer a su pareja, que ya
se despojara de la máscara, porque guardaba en su imaginación a la persona
que le habían descrito. Carlos Napoleón se descubrió, más presionado por las
emociones que lo ahogaban que la máscara insoportable del día. Cual habría
sido la sorpresa, ella súbitamente se retiró sin probar los alimentos que le
ofrecían, dejando paralizado a su pareja de fiesta.
Carlos Napoleón no durmió esa noche. Se pasó pensando en dos cosas:
Alondra Rosales de verdad era preciosa y que carajos habían pasado en su
desilusión. Al día siguiente fue a buscar a sus amigos. Al primero que lo
encontró por poco lo agrede. – Dime, qué diablos le dijeron a ella.
Contó que la noche anterior a la octava, fueron por la casa de Alondra y
sutilmente deslizaron un mensaje romántico, según ellos, la de un joven
atractivo enamorado en ella disfrazado de oso. Alondra Rosales había
manifestado sus dudas y bueno dijo que seguiría la corriente, porque tampoco
se iba a casar con una pareja de baile finalmente circunstancial. Espero sea
guapo, había dicho. Esta fantasía dio pie para aceptar el juego. Nunca
pensaron que reaccionaría de esa manera.
A partir de ese momento, la conducta de Carlos Napoleón se tornaba
ensimismada. Un día decidió viajar, valle adentro, hacia la selva.
Carlos Napoleón Santos, era un joven mestizo de facciones claras y pelo
ondulado. Conoció a Alondra Rosales desde niña. Cuando tomaba figura de
una joven bella que iba dejando la pubertad, ilusionaba tomarla como pareja y
casarse incluida una pompa matrimonial que marcaría un hito en el pueblo.
Por supuesto en sus planes estaba modernizar la granja, adquirir ganado
lechero de primera y convertirse en el mejor productor de la zona. En algún
momento dio una sonora palmada en la mesa y terminó diciendo: “sólo son
sueños”

PARTE III

Dicen que los pensamientos de inconformidad no siempre se manifiestan


en el momento sino que van acumulándose y los alimentan hechos que
fortuitamente incorporan elementos sumamente imperceptibles cual esporas
donde la interacción de las mismas contribuye a su propio crecimiento
habilitando espacios insondables del subconsciente para luego transitar en
condiciones y circunstancias diferentes. Nada está definido en el momento.
Josep Junqueras, hijo de don Antonio, desde su niñez había vivido en un
apartamento entre las calles Madrazo y Montaner, Añoraba los paseos
dominicales de la familia, cuando se dirigían a las montañas del norte, hacia
los pirineos en la frontera con Francia, cabían bien en la camioneta de su
padre, él iba adelante, atrás se acomodaban bien la madre y las dos hermanas.
Obtuvo el título de Bachillerato en Ciencia y Tecnología y su mayor
aspiración era obtener un doctorado en la Universidad Autónoma de
Barcelona, su tendencia estaba circunscrita a Ciencias de la Salud,
particularmente dirigida a investigar enfermedades neurodegenerativas de
inicio precoz. Había visto dificultades en un tío suyo a quien le tenía profundo
cariño. Deseaba haberlo atendido oportunamente como profesional en la
materia.
En el ínterin de su preparación y gestiones para el ingreso a la universidad,
había conocido a Monserrat Valenci, una chica de clase media igual que él, un
poco menor quizás. Ella aspiraba seguir Ciencias Sociales, sus comentarios
perfilaban un interés por conocer culturas.
Las veces que disponía de tiempo Josep, la acompañaba en el Metro de
Barcelona hacia su casa al oeste de la ciudad en el distrito de Gracia. Había un
parque donde antes del mediodía coincidían muchos ancianos en sillas de
ruedas con sus respectivos cuidadores. Muchos de ellos deben sufrir deterioros
cerebrales, pensó en repetidas oportunidades. Caminaban por el parque,
hablaban de sus expectativas de estudios, de todo menos de ambos, o de algún
sentimiento que se aproximara. Un tema que generalmente abordaba Josep era
una especie de queja de haber vivido todo el tiempo en una casa de
apartamento cerca al centro de la ciudad, la contaminación auditiva de los
vehículos impedía su concentración en la lectura. Sobre todo comentaba que
en invierno, detestaba el olor a cigarrillos arrojados en las calles, lo decía con
desazón, a veces maquillado con sorna.
Logró ingresar a la universidad. Su padre don Antonio Junqueras,
orgulloso de este acontecimiento le ofreció un viaje a Inglaterra para conocer
el Eurotúnel, vía interoceánica entre Francia e Inglaterra, “una maravilla de
ingeniería” lo decía. Josep abrazó en señal de agradecimiento a su padre pero
le manifestó un interés especial por viajar a Sudamérica y especialmente al
Amazonas donde existen incógnitas para la humanidad y requieren
investigación para su carrera universitaria. Algo excepcional que llamaba
poderosamente su atención había leído en algún artículo publicado en una
revista médica importante. Se trataba de la ayahuasca.
-Será tema para mi graduación y con honores. Ya lo verás. Junta ese dinero
padre, lo necesitaré.
Don Antonio quiso replicar o preguntar más, pero conociendo el carácter
de su hijo prefirió no hacer ningún comentario y menos negativo, deseando
que modificara con el transcurrir del tiempo ese deseo poco realista.

PARTE IV

La gente conocía muy bien y daba referencia de una casa de piso y medio
que terminaba en una forma de cúpula de planchas de zinc, paredes de adobe
con acabados de madera; se hallaba al costado de la pista en el valle sagrado
de los incas, en un paisaje con un clima especial, benevolente, con un rio que
iba aumentando sus caudales con un sinnúmero de vertientes de la cordillera
de los andes. Estaba a poca distancia de Samay el pueblo principal del lugar
adornada de flores y árboles de melocotones, perales y ciruelos, la estancia
servía de hospedaje con dos habitaciones para turistas que recorren el valle por
la existencia de monumentos arqueológicos incas. Además cerca al portón de
entrada mostraban un aviso de alquiler de caballos y reparación de
neumáticos. Allí vivía Alondra Rosales acompañada de su madre y hermano
menor.
Su padre casi no permanecía en la casa por su habilidad en múltiples
oficios requeridos en diversos pueblos de la ruta, sabía de instalaciones
eléctricas, instalaciones de conductos de agua, acabados de pisos, de paredes,
arreglo de carpas para campamentos, mochilas, además de rentar un caballo y
una mula, animales algo maltrechos, que de alguna manera se mantenían en
pie; en algún momento se perdieron y tuvo que buscarlos durante dos días en
el monte.
La madre de Alondra había improvisado un comedor a la entrada de la
casa, cuyos asientos eran trozos cortados de un tronco de álamo gigante,
debidamente pintados. Ella sí permanecía en el lugar para atender el pequeño
hospedaje, el mismo que ocupaban esporádicamente. Vendía productos de
abarrotería así como alimentos propios de la zona.
Alondra con su hermano cada mañana se dirigían a la escuela en Samay.
Su educación básica terminó en ese pueblo. Tanto observar turistas extranjeros
y escuchar conversaciones en idioma inglés, se interesó en aprenderlo. Fue
necesario ir a la ciudad para comprar textos audiovisuales de inglés e ir
practicando todas las tardes después de hacer sus tareas escolares.
Ahora ya joven, Alondra asumía labores más prolijas que su madre. Había
establecido un registro de visitantes tomando datos de su opinión y
sugerencias. También estableció un presupuesto de control de ingresos y
gastos. Había convocado a su padre, que tenía la virtud de saber componer
todo, para refaccionar el pequeño hostal, a barnizar los asientos y mesas de
troncos a pintar de colores más llamativos la casa de piso y medio, había
ordenado la colocación de senderos de piedra redonda a la entrada y los
alrededores con canto rodado recogido del río, empedrados con una
clasificación de matices de colores naturales dándole prestancia al local.
Sola, había aprendido a hablar inglés medianamente, sin necesidad de
acudir a algún centro de estudios, deseaba intercambiar conversaciones en ese
idioma con turistas extranjeros. “aunque sea a tropiezos, porque los idiomas se
aprenden practicando, con alguna base teórica y la memorización de palabras
usuales” así repetía para reforzar su interés. Sabía que no estaban lejos del
monumento nacional llamado Machupicchu donde confluían personas de
medio mundo, allí podría practicar y mejorar su conversación, sólo se trataba
de seguir río abajo en el valle. Convenció en ir a una vecina ex compañera de
estudios. Establecieron una fecha y se dirigieron a la zona arqueológica.

PARTE V

Monserrat Valenci, comentaban en familia que la lluvia primaveral en


Barcelona es sorpresiva, podrías salir despojado de prendas confiando en el sol
espléndido del amanecer, bastaba que una nube oscura se apodere del cielo,
para recibir una lluvia sorpresiva. Luego viene la calma y hasta puede volver
el brillo solar. También decías que muchas estaciones televisivas se equivocan
en cuanto al pronóstico del tiempo. Algunas han dado por no adelantar estos
anuncios, por falta de precisión, para dar paso a pronósticos de astrología tan
minuciosos que pueden señalar lo que pasará en el día no por cada signo
zodiacal sino por cada fecha de nacimiento. Se preguntaban si habría personas
que estén atentas permanentemente a esta información. Debe haberlas, decían,
por esto la propalan.
El verano es la estación que más gustaba a Monserrat Valenci, sin embargo
sólo el mes de agosto sentía una sofocación hasta por las noches por la
temperatura que se elevaba en demasía, se podía gozar de las playas ahora.
Aprovechaba, algunas veces, cuando la convocaban las hermanas mayores
casadas que decidían salir en caravana en sus autos los fines de semana hacia
las playas del norte. La mamá algo anciana, que había enviudado hace algunos
años, las acompañaba siempre. Montserrat cuidaba de su madre que recibía
una pensión de jubilación del esposo fallecido. Recordaba a su padre con
nostalgia, por haberla hecho objeto de su predilección, cada acontecimiento
importante con él lo tenía sellado en su memoria como cuando de niña fueron
a medio oriente. Le había escuchado decir, pese al poco desarrollo económico
de esos pueblos allí se habían originado las grandes corrientes religiosas.
Cuando inició sus trámites para ingresar a la Universidad Autónoma de
Barcelona luchaba internamente en la duda si seguir Ciencias Sociales en la
especialidad de periodismo o de pedagogía. Amaba la idea de enseñar a los
niños, pero más pudo su propensión a la investigación social y poder ejercer el
periodismo. A partir de su decisión las dudas se esfumaron y con orgullo
manifestaba su opción profesional a los demás.
En los pabellones de la universidad había conocido a Josep Junqueras, de
raíces más catalanas que ella, por su acento y modo de hablar, pese a ser joven
Josep parecía algo rígido en sus conceptos, sobre todo al expresarse de la
tradición de sus ancestros. Sin embargo, Monserrat había percibido instantes
cuando se ponía frente a ella la tomaba de ambas manos mostrando una
sonrisa con ojos que expresaban una sutileza indescifrable de alma límpida y
transparente como la de un niño.
Su presencia y disposición para acompañarla la alegraba, esos momentos
entretenían su mente hasta antes de dormir. Monserrat intuía que se había
enamorado de él. Sin embargo faltaba algo: una palabra de amor que sellara
por fin esa relación. Monserrat se reconfortaba diciéndose: tiempo al tiempo.
Dejaron de verse algún periodo, se prolongaba más cuando ella entretenía
su mente pensando en él. Intentó llamarlo por el teléfono móvil en muchas
oportunidades y no contestaba, parece que no le daba mucho valor a este
instrumento de comunicación. Caminó varias veces por los pasillos de
Ciencias de la Salud en la Universidad buscando un “encuentro fortuito”
Consideró innecesario seguir averiguando. Si literalmente estaba
interesado en ella, la llamaría; con este concepto despertaba súbitamente de su
fantasía.

PARTE VI

Las condiciones en que llegaron no fueron las óptimas, habían tenido que
atravesar pequeños ríos con cierta profundidad, algunos transparentes, que se
podían apreciar peces de colores en un afanado movimiento, la mayor de las
veces se transportaban en canoa y otras caminando dentro del agua, cuidando
no se mojaran los morrales que traían consigo. En cierto momento, el amigo
de Josep manifestó su deseo de abandonar la aventura, cuando se percató de
un reptil deslizándose dentro de sus piernas. El guía trasmitió sosiego al decir
que pronto llegarían al lugar. Al salir de un enmarañado de juncos y árboles
trenzados por alguna corriente abrupta que los empujó, observaron que
llegaban a un rio mayor, ahora sí podrían utilizar la canoa que los venían
arrastrando por turnos.
Verse en este rio extenso y plácido contribuyó a generar cierto descanso
dentro de la canoa. – La tarde en la selva llega muy rápido. – Dijo el guía.
En efecto pronto se acercaba la noche. Una luz generada por una fogata a
la rivera del rio, era señal de su aproximación al lugar deseado. El guía
conversó en el idioma nativo con los habitantes cerca al improvisado
embarcadero. Regresó y para tranquilidad de Josep y el amigo dijo: - No hay
problema nos quedamos en la cabaña de uno de ellos.
Era un bohío enclavado sobre troncos a cierta altura del terreno. Comieron
plátano cocido a carbón de la fogata, junto con carne blanca sin un sabor
conocido, muy suave, aparentemente de pescado, era un manjar para el
hambre que llevaban. Después se enteraron haberse alimentado de carne de
lagarto.
A la mañana siguiente, caminaron por una trocha aproximadamente un
kilómetro hacia el monte, encontraron un caserío con pocos habitantes. El guía
había prometido llevarles a la mejor curandera y conocedora de ayahuasca en
la región: una anciana nativa cuyo dialecto solo entendía él. La mujer nunca
había salido del lugar, tampoco tenía hijos. Sus hermanos, también ancianos,
vivían cercanamente.
A través del guía se fueron enterando que las personas que solicitaban su
atención para este ritual o sesión de ayahuasca eran aquellas que habían
sufrido la pérdida de un ser muy querido y necesitaban hablar con él. En esta
ceremonia que duraba más de siete horas, llegaban a tener un contacto
extraordinario y podían conversar como si estuvieran en la propia realidad.
Otros encontraban remedio para enfermedades terribles como la tristeza
permanente o el miedo, se decía que muchos males eran el resultado de una
desencarnación del alma en la niñez, por lo tanto era necesario buscar los
medios para hacer volver al cuerpo físico.
Coincidentemente dos días antes había llegado Carlos Napoleón Santos
procedente del valle sagrado de los incas con el fin de acabar con ese trauma
de la niñez que llevaba: el miedo y otros sentimientos negativos que sólo él
conocía.
La hechicera se negaba a efectuar la ceremonia si no había por lo menos
dos personas, porque era un ritual que duraba casi toda la noche. La llegada de
Josep Junqueras y su amigo eran suficiente para ella. Sin embargo se negaron
a participar tanto Erick el amigo, como el guía.
Preparó para la ceremonia el ambiente que era su propia cabaña, en el piso
extendió tres mantas, una para cada joven y la del centro para ella. En un
rincón puso a hervir en una olla de barro una combinación de plantas, algo así
como lianas, luego agregó flores, la mujer hablaba. Josep había pedido que el
guía y su amigo permanecieran en el recinto y que el guía tradujera los
mensajes de la hechicera, allí se enteró que Ayahuasca era un término
quechua, que significa “La soga de los espíritus”
El brebaje se los daba simultáneamente tanto a Josep que se hallaba a la
izquierda sentado sobre sus piernas cruzadas como a Carlos Napoleón que se
ubicó a la derecha, sentado en la misma posición, se los daba con una especie
de cucharon en pequeños cuencos que cada uno lo sostenía, hechos de cáscara
seca de calabaza. La bebida era espesa. La hechicera tomaba sólo pequeños
sorbos. A los dos los inducía a terminar las vasijas.
Comenzó con cánticos y letanías monótonas, palabras que se hacían más
repetitivas. Para el guía eran conjuros enigmáticos para liberar malos espíritus.
La mujer empezó a sumergirse cada vez más en un mundo extraño, extra
dimensional, balbuceaba palabras que ya no eran de su lengua, ahora
gesticulaba, levantaba y movía los brazos al son de algún cántico que profería
dentro de los dientes. Después de dos horas empezaron los efectos. Se notaba
que traspiraban copiosamente, temblaban todos. Josep Junqueras vomitaba.
Carlos Napoleón sollozaba. Había pasado la media noche. Tanto el guía como
Erick, casi temblando se fueron a dormir en otra cabaña. Trataban de conciliar
el sueño. Toda esta aventura era inusual, desconocida, patética, quizás menos
impresionante para el guía. Escucharon un fuerte alarido que los sobresaltó y
se encaminaron presurosos hacia la cabaña de la hechicera. Ahora estaban los
dos echados boca abajo sobre sus mantas, adormecidos y cansados como si
hubieran llegado a una cumbre muy alta en la cordillera después de escalarlo
con dificultad.
Pasada la media mañana del día siguiente, todavía seguían adormitados.
Cuando despertaron se hallaban estragados, fruncidos en una embriaguez
somnolienta. La noche había sido interminable. La anciana hechicera salió de
la cabaña, preocupada llamó al guía, le comentó, por largo rato, alguna
confidencia muy importante, explicaba levantando ambas manos hacia lo alto
y luego juntándolas y cruzando los dedos a la altura de los ojos. Concluyó su
mensaje la hechicera sellando sus labios con su dedo índice derecho como
signo de guardar silencio por siempre. Gestos que pudo percibir, desde lejos,
dentro del follaje, Erick amigo de Josep.
La decisión de regresar la tomaron el guía y el amigo de Josep porque
Carlos Napoleón y Josep seguían adormecidos. Tuvieron que llevarlos
sujetándolos de los hombros a cada uno hasta una embarcación que río arriba
los conduciría a una ciudad en la selva alta cerca de Cusco, llamada
Quillabamba. Según el guía, de allí podrían volver cada uno a sus respectivas
ciudades de procedencia, sobre todo los dos extranjeros, También explicaba
que al pueblo al que arribarían, era el lugar de su nacimiento, también estaba
su familia. Explicaba a Erick que la ciudad se encontraba a relativa distancia
de Machupicchu. Aconsejaba visitarla como una oportunidad antes de partir a
su país. Mientras navegaban por el río tanto el guía como Erick amigo de
Josep dialogaban e intercambiaron direcciones y números de teléfono para
comunicarse después.

PARTE VII

Dicen que no hay camino totalmente en línea recta, en algún momento se


presentan bifurcaciones ya sea para un lado o para el otro. Entonces cada cual
toma rumbo diferente, según el plan de vida que haya tomado. Algunas veces
hay señales inequívocas que ya definieron rumbos. Parece que no existe
persona alguna que no haga caso a sus propias señales, si no todos los
quehaceres se ejecutarían con una secuencia meridiana, la vida no tendría ese
sabor misterioso de caminarlo con todas sus vertientes, buenas o malas.
Llegaron a la estación de buses para subir a la montaña de Machupicchu.
Carlos Napoleón, se despidió quedándose en la estación, mientras Josep y su
amigo abordaron un bus hacia el conjunto arqueológico.
Carlos Napoleón, deseaba meditar en todo lo que había atravesado y no
encontró un mejor lugar que acomodarse en una butaca para turistas dentro de
la estación. Recordaba que la causa principal de haber ido a la selva para la
sesión de ayahuasca era terminar con su terrible miedo que parecía
acompañarle como el hedor del pantano que nunca seca y se adhiere más a
todo lo que encuentra, a ello se sumaba una frustración particular: haber sido
rechazado por Alondra Rosales. Sin embargo ahora había una comunicación
interna, nueva, despojada de atavíos suntuosos, lo recibía desde su
razonamiento, increíblemente ahora no sentía nada, se habían alejado
desasosiegos envueltos en orgullo, podía verla a la chica en ese momento, pero
sería indiferente para él.
Al parecer había tenido éxito esa aventura de la ayahuasca. Tenía otro
pensamiento, se sentía más animado. El solo hecho de sentarse, estirar los
pies, cruzarse de brazos, hacer uso del exquisito gusto de la contemplación, sin
que lo abrumaran recuerdos o escrutara planes de vida. El solo hecho de
sentirse despojado de preocupaciones le hacía increíblemente feliz como no
sucedía hace mucho tiempo.
En esa quietud interna, algo llamó su atención: un visitante extranjero,
mostraba estar en problemas, llevaba en una silla de ruedas a un anciano que
emitía sonidos extraños, hacia muecas exageradas y podía caerse de la silla, al
lado iban dos niños menores. El turista se esforzaba por controlarlos desde
lejos mientras intentaba adquirir boletos para el abordaje de buses. A Carlos
Napoleón le conmovió esta escena, se acercó al anciano de la silla, le
pronunció palabras al oído, lo calmó, hizo que el anciano sonriera, es más que
emitiera palabras como si entrara en una conversación. El turista que no había
dejado de observar este acontecimiento se dirigió agradeciendo la
benevolencia de Carlos Napoleón, expresó algo que marcaría su vida en
adelante. Comentó que venían de Madrid, el anciano de la silla de ruedas era
su padre, tenía solo 55 años con la enfermedad de Alzheimer de inicio precoz,
lo peor con deterioro de lenguaje. Desde hace dos años que no podía emitir
una palabra completa y esta vez había sido testigo de una especie de milagro y
preguntaba qué había hecho Carlos Napoleón en ese momento.
-La vida me ha otorgado esa capacidad y puedo atender a personas con
mayores dificultades – Se ufanó súbitamente, Carlos Napoleón.
Él no sabía por qué lo dijo, no estaba en su naturaleza tímida. Quería
aclarar lo manifestado, cuando, de pronto, el extranjero, con una confianza
inusitada deslizó una idea, comunicó su interés por recibir su colaboración
personal en su país con una remuneración convenientemente. Naturalmente si
lo aceptaba.
Sin razonarlo ni preverlo demasiado aceptó Carlos Napoleón, sonriendo
pero anonadado por la propuesta y completó - Si usted lo considera a partir de
ahora.
No habían hablado de condiciones económicas, circunstancias, trámites
migratorios, todo el enredo que significa irse a vivir a otro país. Estaban
sellando un acuerdo muy importante solamente con un apretón de manos. A
partir de entonces Carlos Napoleón, leería cuanto libro o tratado encontrara
sobre Alzheimer y todas sus variantes.

PARTE VIII

Esa mañana Josep y su amigo, en la montaña de Machupicchu disfrutaban


del espectáculo cultural en la zona arqueológica, un guía los conducía.
Mientras subían una escalinata inca de granito, Josep observó a la chica de
cabellera larga, que iba delante, deslizarse de su cartera un teléfono móvil,
cayendo sin mayor sonido, a sus pies; lo levantó y alcanzó amablemente a la
joven para devolverle. La chica, evidentemente latina, volteó y en señal de
agradecimiento le dijo:
-Thank you very much
-Disculpa, yo hablo español. No soy gringo, Y no tienes por qué. –
respondió Josep.
La joven era Alondra Rosales que también iba con una amiga. Muy
animada se acercó a Josep y entablaron una conversación sobre sus
procedencias. Josep estaba impactado por la belleza natural de la chica, le
comentaba que nunca había visto una ciudad de piedra tan impresionante en
un entorno de frondosidad exuberante. Que estaba cansado de vivir en una
ciudad moderna. Todos los días avizorar desde la ventana de su cuarto sólo
edificios y carros, era tedioso.
Hicieron buena amistad, al descender de la montaña, en la estación
decidieron almorzar los cuatro. – También hay otros paisajes bellos. Si gustan
pueden conocer mi pueblo, tenemos un hospedaje donde pueden permanecer.
No está muy lejos - dijo Alondra. – Excelente – aprobó resuelto Josep.
El amigo de Josep consideró innecesario seguir permaneciendo, era
oportuno regresar a su país y lo manifestó en la mesa. Hizo una señal para
apartar momentáneamente del recinto a Josep para disponer de una
conversación privada. Erick el amigo estaba dispuesto disuadir a Josep de su
interés en permanecer más tiempo. Finalmente no logró y se despidieron con
un abrazo.
Antes de llegar al hospedaje ubicado en un costado de la pista de Samay,
en el vehículo que los transportaba, iban conversando alegremente Alondra
Rosales y Josep Junqueras, se habían tomado de las manos, sin percatarse, o
alguno de ellos sí lo sabía, o de repente los dos.
La madre de Alondra los recibió, la amiga también se despidió para irse al
pueblo.
Al día siguiente Josep había madrugado y en su afán de simpatizar con la
familia de Alondra había decidido partir la leña con un hacha, tenía el torso
desnudo. Alondra miraba disimuladamente desde su cuarto en el altillo de la
casa descorriendo imperceptiblemente una cortina, le parecía mucho
atrevimiento hasta donde había llegado ella, se juzgaba a sí misma. Sin
embargo bajó las gradas para ayudar a acomodar la leña. Nuevamente se
tomaron de las manos y al momento se soltaron, ambos sintieron que pasaba
algo fuera de lo común, que trasgredía las reglas normales de cortesía y
amistad, ella se ruborizó al hacerlo.
Llegó el padre de Alondra de algún lugar donde había prestado uno o más
de sus múltiples oficios. Su rostro no parecería aprobar la amistad explicada
por la hija.
-¿Y cuando regresa a su país? joven – preguntó abruptamente.
-Me gustaría adquirir un terreno para levantar un hotel – contestó Josep
más como producto de su emoción no de un pensamiento elaborado.
-Dígame el área y se lo vendo ya – respondió decidido el padre de Alondra.
Se fueron caminando, le mostró que su propiedad comenzaba desde la
pista y terminaba en las riberas del río.
Josep parecía estar conforme con las características geográficas que, cada
vez, con la conversación, se aclaraban.
-Sáqueme de una duda. El precio me ha dicho en dólares o moneda
peruana – preguntó Josep sonriendo.
-Por supuesto en moneda peruana amigo – contestó el padre de Alondra.
Le pareció una oferta excelente, frente a los precios inmobiliarios de su
patria.
-Hablaré con mi padre, que se halla en España y pronto le daré una
respuesta.

PARTE IX

Una noche Jerónimo empezó a cavilar sobre su propia vida y hablaba con
él mismo mirando el techo de su habitación, recostado desde su cama.
[Dicen que somos dueños de nuestra propia vida más no de los hijos. Sin
embargo mi experiencia ha sido contraria. Desde un inicio sentí que mi padre,
quien hace muchos años falleció, representar el sol en mi vida, un hacedor,
diseñador de todas mis actividades hasta de mis responsabilidades. No había
circunstancia en la que no estuviera inmerso, en el que no interviniera. Para
escoger entre ciencias y letras en mis estudios básicos, tuve que preguntarle
con la anticipación debida, porque las respuestas a mis inquietudes y preguntas
siempre se redondeaban en: “Déjame pensarlo” Estaba al tanto de sus
comentarios o la respuesta que para mí significaba una decisión del destino en
la voz autorizada de mi padre. “Debes alinearte para seguir alguna carrera de
Ciencias” La orden emanada de él, fue inexorable. Así dediqué mi tiempo a
buscar todo libro relacionado a la matemática, a la física, a la química. Como
tenía que ser ocupé los primeros puestos en las evaluaciones de estos cursos.
Mi predisposición condujo también a ocupar los primeros lugares en mi
ingreso a la universidad en la carrera de ingeniería civil. Por las noches, en mi
cuarto, cuando mi padre no me necesitaba, muy sutilmente escribía poemas y
de vez en cuando una opinión sobre los acontecimientos sociales de mi país,
pero todo lo guardaba en una maleta con clave. Me preocupaba, sentía una
cierta dosis de pecado, que mi padre se enterara de esa afición a las letras.
Como tenía que ser en la vida práctica, nunca ejercí la profesión de ingeniero,
pero también con aprobación de mi padre insistí por todos los medios en dictar
cursos en materia de mi competencia en la facultad de ingeniería de la misma
universidad donde me había graduado. Soy docente universitario para
satisfacción mía y de mi padre. También en cuanto a la elección de mi pareja,
desde antes me había dicho que fuera sincero con él cuando tuviera algún
romance con alguna chica. En este caso sí tuve el valor de ocultar mis
preferencias. Al punto que me enamoré de una niña muy linda, cuando estuve
estudiando en la universidad. La niña estaba en colegio secundario, creo que
fue un amor a distancia donde solamente había un protagonista, era yo, porque
a medio día iba a verla a la salida del colegio en una esquina. El día que nos
saludamos fue trascendental. Me sonrió, hasta ahora guardo ese preciso
instante. Nunca le conté a mi padre. Ya en la universidad frecuentamos con
una compañera de estudios para desarrollar los trabajos de investigación que
nos asignaban. Un día mi padre nos encontró trabajando en una mesa de la
sala. Qué habría ocurrido en él. Se acercó, nos tomó de la cabeza a ambos y
nos dijo: “Esta pareja me gusta. Ojalá que lleguen a casarse algún día” La
chica era simpática y estudiosa. Yo no estaba enamorado y creo que tampoco
ella. Pero recibir esa opinión de mi padre, parecía una orden, sentí como una
resolución del destino, no se podría transgredir, sin mayores entreveros generó
en nosotros una relación seria de compromiso amoroso que terminó en el altar.
Ahora es mi esposa, con quien tenemos dos hijas, quienes también nos han
dado nietos.]
Todo esto recordaba Jerónimo cuando estuvo en Barcelona. Tuvo la
oportunidad de contactarse con su familia en Perú y preguntar si había alguna
noticia fuera de lo común respecto a dos jóvenes turistas españoles. Había
alcanzado el nombre del hijo de don Antonio. Le informaban que no había
ninguna noticia resaltante al respecto, quedaron en hacer averiguaciones en
algunas empresas de transporte de Cusco. Aunque le parecía algo estéril por la
cantidad de turistas que circulan en la región.
El día que iba retornar a su país fue a despedirse en el trabajo de don
Antonio Junqueras. Preguntar lo último en cuanto a su hijo. Le respondió que
había recibido una llamada de Josep encaminándose hacia la selva,
acompañado de Erick un amigo de barrio. Jerónimo aprovechó para acceder a
los números de sus celulares. Naturalmente guardaba la esperanza del retorno
de su hijo antes de que reanuden las clases en la Universidad. Sin embargo le
pidió que lo mantuviera informado de encontrarse con ellos.
Don Antonio Junqueras una tarde recibió la llamada tan esperada de su
hijo. Se encontraba en su habitación viendo una película. Emocionado lo
primero que preguntó:
-Supongo que estas de vuelta porque ya se cumple el receso de la
universidad.
-No papá. Déjame explicarte.
La conversación que comenzó con reproches del padre de por qué no había
llamado antes, la descripción de lugares, personas y eventos que habían
sucedido lo mantenía absorto a don Antonio.
Finalmente la propuesta de levantar un hotel en una zona “de clima
prodigioso, donde acude gente de todo el orbe” lo desencajó totalmente y
terminó diciendo:
-Y de dónde mierda me has salido empresario.
Esta desagradable conversación que tuvo con su hijo lo comentaría
también con Jerónimo, por el grado de confianza que llegaron a tener.

PARTE X

Carlos Napoleón había ido a la granja de Samay para despedirse de su


padre acompañado del turista español y su familia. Lo encontró preocupado
por su desaparición. Explicar su viaje a la selva no era tan convincente, pero
su emoción de ir a trabajar a Europa era un golpe de suerte adicionada a la
increíble “facultad extraordinaria” que poseía para atender personas con
enfermedades especiales.
Su padre con su talante campesino estaba muy sorprendido más con las
palabras novedosas que expresaba Carlos Napoleón. En un momento pensó
que su hijo había terminado medio destornillado en ese viaje a la Amazonía.
Hizo sus cosas y lo abrazó para retirarse, dejándole en la mano una libreta
con su número de teléfono y una dirección, su padre seguía mirando un punto
extraño en el aire con la mandíbula desencajada, desconcertado. Se percató del
viaje del hijo cuando fue a su cuarto y vio que no estaba su maletín con ropas.
Una ligera rendija en la sombra se apoderó de su nostalgia. “Ya se comunicará
conmigo”
La casa del empleador de Carlos Napoleón en Madrid, era amplia, había un
jardín con una pileta en el centro, coronaba un niño desnudo de bronce
sujetando una sombrilla de metal donde brotaban rayos de agua. Para Carlos
Napoleón era el despertar en un sueño desconocido, extraño. Le asignaron una
habitación desde donde atendía al anciano con problema de Alzheimer. Su
primera salida fue un sábado, felizmente el hijo, quien lo había contratado,
podría hacerse cargo ese día.
El empleador era un joven español pródigo en sus sentimientos filiales que
se había hecho cargo de la empresa exitosa de su padre antes que perdiera las
facultades del habla. Alguien de sus tíos había aconsejado internarlo en un
instituto especializado, pero su amor de hijo hizo retroceder dicho propósito.
Esa primera salida, lejos de querer conocer la ciudad, fue para atiborrarse
de más libros sobre Alzheimer. Desde la hora que dormía el anciano, la tarea
de Carlos Napoleón comenzaba buscando por internet más información y
relatos de personas y organizaciones sobre Alzheimer, sobre todo del extraño
caso del temprano deterioro del lenguaje. A medida que pasaba el tiempo cada
vez se informaba más, estaba en condiciones de participar en video
conferencias y establecer algunos puntos de vista.
Carlos Napoleón, un tiempo después había puesto en redes sociales una
discusión si era un caso extraordinario que una persona de 55 años podía tener
esta enfermedad neurodegenerativa. Para su sorpresa se enteró que eran
muchos los casos en Europa, incluso se presentaba antes de los 40 años y era
muy difícil establecer grados de deterioro en el tiempo y cada vez los
pacientes conocían de su mal tardíamente si llegaban a conocerlo. Por
supuesto, a esta gente afectada, aceptarlo los hacía sufrir, al punto de pedir
aunque sea con alto riesgo, intervenciones quirúrgicas en el propio cerebro. O
sea, contrariamente a lo que se pensaba, llegaban a estar conscientes de su mal
al percibir sus fallas. Para Carlos Napoleón esto era un descubrimiento, desde
donde podía partir cualquier solución, pero todo se hallaba sólo en el
componente social, donde, fundamentalmente, se encontraba el entorno
familiar y los especialistas. La dimensión es diferente, pensaba: No se trata de
hacer intervenciones quirúrgicas ni métodos electrónicos o de ultrasonido,
todo estaba en la entereza benevolente y firme de las personas que trataran
directamente al paciente, o sea el componente social, meditaba por su propia
experiencia con el anciano prematuro de 55 años.
En España utilizando sus horas y días libres acudiría a un centro
especializado en Alzheimer para recibir instrucción más científica, para su
suerte no pedían como requerimiento básico estudios en ciencias de la salud.
Una noche observó, a través de su computadora, disertar a un eminente
cirujano español, que participaba de las sesiones de video conferencias, hacía
gala de nuevos procedimientos científicos porque un investigador había
llegado a descubrir el Neurospeedback, procedimiento para mediar la
actividad cerebral y sostenía en términos técnicos como criterio básico, que la
interacción de grupos de células genera pensamientos, acciones, sensaciones
que son detectables, por las ondas cerebrales que emanan de la propia
actividad cerebral, en base a sensores y dispositivos en la cabeza del paciente
cuyas reacciones registradas se comparan con las condiciones óptimas de
cualquier persona y según el estudio científico se comienza a trabajar en áreas
que necesitan refuerzo.
Carlos Napoleón, había leído al respecto y refutó el concepto de solución
para el Alzheimer mas no el método, que según él había muchos; el
procedimiento que señalaba el doctor, se aplicaba en Estados Unidos en todo
tipo de pacientes y tenía más resultados en personas normales con algunos
déficits o producto de traumas, puesto en práctica por el cuerpo de élite de las
fuerzas armadas estadounidenses debido a las consiguientes situaciones de
estrés que se sometían. Tampoco la solución radica en juntarlos en centros
especializados y apartarlos de la vida social y lo que es peor tratarlos a todos
por igual. Se trata de conducirlos a hogares donde la presencia de personas con
mayor grado de sensibilidad humana los guíe y puedan sentirse en un
ambiente en el que son útiles y cada vez aproximarlos a la realidad. Concluyó
diciendo que había que establecer distintos hogares de acuerdo al grado de
intensidad de la enfermedad y paralizar el avance, sólo paralizar el deterioro
ya era un importante avance. O sea la solución es social y colectiva, si no en el
entorno familiar en grupos selectivos, pero también con la presencia familiar
alterna.
En ese momento, una periodista en Barcelona se hallaba en su alcoba con
una laptop pendiente de la conversación sobre el tema del alzhéimer donde
ponían sus puntos de vista especialistas y muchas personas entre ellas familias
afectadas. Y más si se hablara de una especie de mal endémico en Europa por
el inicio precoz. La participación de Carlos Napoleón le pareció interesante,
sobre todo describía una posición diferente hasta donde ella estaba informada.
Intervino en la sesión y escribió:
-Doctor Carlos Napoleón, soy la periodista Monserrat Valenci de
“Barcelona al día”, o sea usted considera que ya es hora de que los
investigadores científicos se crucen de brazos y no busquen soluciones
tecnológicas para tratar este tema.
-Señorita periodista, en primer lugar no soy doctor soy otro investigador
igual que usted, estoy señalando una nueva vertiente. Necesitaría más tiempo
para explicar que en Europa muchos males se trasmiten por herencia, y existe
alguna actitud mórbida desconocida, implantada de generación en generación.
La periodista se interesó en hacerle una entrevista en Madrid y acordaron
para un día libre en un café en el centro de la ciudad.
Ella llegó al Café, Carlos Napoleón la esperaba, este se puso de pie, la
tomó de las dos manos como si la conociera de antes. Ella se detuvo en su
mirada que tenía las características de alguna persona que la conmovió cuando
era más joven. Allí estaba la sutileza de aquel acontecimiento mostrando una
sonrisa, sus ojos expresaban un alma límpida y transparente como la de un
niño.
Cerró sus ojos, tratando de apartar algún recuerdo en su memoria, sacó un
cuaderno de notas, así como una grabadora portátil, con el fin de establecer
una comunicación profesional para algún artículo que posteriormente
publicaría.

PARTE XI

A Erick, amigo y compañero de aventura de Josep, le preocupaba algo que


no encajaba en la lógica de la vida de Josep. Muchas veces le había hablado
sobre su gran objetivo: investigar sobre los efectos de esas plantas amazónicas
para la cura de enfermedades neurodegenerativas de las personas, como el
Alzheimer. Le había escuchado decir que la finalidad del viaje era hacer un
estudio, elaborar un informe que presentaría a la Universidad descubriendo
otras medicinas alternativas para la cura de estas enfermedades que, en los
últimos tiempos, era tema de debate en los medios de comunicación.
En una conversación que tuvo por casualidad con el padre de Josep se
enteró que deseaba quedarse en Sudamérica. Le sorprendía esa decisión de
abandonar una carrera universitaria que lo colocaría en un estatus envidiable
en España. Si bien es cierto era mayor de edad pero estaba actuando más
emocionalmente que con un discernimiento alturado para el medio donde
vivía.
Era un cambio exacerbado de su personalidad, sumaba a ello la
disminución de sus convicciones expresadas con mucha elocuencia antes de
emprender el viaje. ¿Qué le pudo haber cambiado? se preguntaba. ¿Algún
efecto le pudo haber ocasionado la sesión de ayahuasca en la tribu lejana de la
Amazonía?
Venían a su mente muchas imágenes de ese mundo exótico, una de ellas le
llamó la atención: el momento preciso que salía del follaje donde pudo
observar a la anciana hechicera llamar al guía hacia un sector, comunicarle
algo trascendente, evidenciando preocupación y temores al pedir absoluto
silencio al sellar sus labios con el dedo índice ¿Por qué?
Buscó en su mochila algún documento donde había anotado la dirección y
el teléfono del guía, sí del guía, el hombre mestizo que vivía en la selva alta.
Halló una libreta manchada, reseca por las lluvias que caían sobre sus
pertenencias. Borrosamente aparecía la información.
Llamó a las siete de la mañana con el fin aprovechar la madrugada para
preguntarle con detalles, específicamente, sobre ese acontecimiento acaecido
en la tribu. El teléfono respondía automáticamente como apagado. Después
comprendió que a esa hora en el otro continente era aproximadamente media
noche y naturalmente se hallaban durmiendo.
Por la tarde volvió a llamar, por fin contestó sorprendido el guía. Tuvo que
explicar quién era, las circunstancias que se conocieron y de donde llamaba.
Tocar el tema le fue algo intrincado hasta ubicarse en el preciso momento
de la confidencia de la hechicera. Le explicaría el porqué de su preocupación
exacerbando la salud de su amigo, que temía estuviese enfermo.
El guía comenzó manifestando sus dudas en hablar de hecho por guardar
una promesa de honor a la anciana hechicera, mantener en secreto una
confidencia estaba de por medio. La expectativa de Erick se agigantó e insistió
en que le contara porque este secreto sólo tenía importancia para la salud de
Josep y nadie más.
-Sí. Hay alguien más - Contestó el guía
-¿Quién? - Preguntó Erick
-El chico que participó conjuntamente con Josep en la Sesión de
Ayahuasca
-¿Napoleón? – Dijo Erick dudando el nombre
-Sí. Creo que se llamaba Raúl o Carlos Napoleón – Afirmó el guía.
-Por favor. Cuéntame todo.
Ante el asombro de Erick, dijo el guía, si alguna vez había escuchado de la
palabra trasmigración. La anciana le había dicho que todo el ritual estuvo bien
hasta percatarse que las almas de ambos habían salido de sus cuerpos y
buscaban reparar sus males fuera de éstos. El problema fue al intentar regresar
a sus cuerpos. Estas almas volvieron y por un azar inexplicable se
incorporaron incorrectamente en el cuerpo del otro en forma recíproca. Todo
eso había percibido la hechicera observando en una condición espiritual donde
ella era consiente.
Terminaron de hablar y Erick quedó paralizado. No podía creer, su
formación occidental, religiosa, familiar no lo permitía. Ahora se le
presentaban incógnitas como sí debiera o no contarlo a Josep y qué
consecuencia traería esto; parecía un cuento de ficción. Si había que tomarlo
en serio u olvidarlo. Podría ser sólo un mito y preferible sería olvidarlo,
concluía.
Jerónimo, en su deseo de colaborar y dar más informaciones a don Antonio
Junqueras decidió llamar al celular de Erick, luego de identificarse y explicarle
la relación circunstancial con esa familia y estar preocupado por Josep como si
se tratara de su propio hijo, quiso saber cómo habían sido las experiencias que
tuvieron en la jungla. Erick consideró oportuno desahogar en alguien esa
confidencia reveladora del guía sobre sobre la “trasmigración”. Sin embargo
Erick tenía cierto escepticismo, como fantasías de pueblos primitivos,
sabiendo de quien provenía. Aun así esta confidencia que acababa de trasmitir
a Jerónimo representaba un bálsamo para deshacerse de esta carga emocional
que lo turbaba.
Jerónimo se despidió preguntando sobre el destino de Carlos Napoleón,
cuyo protagonismo era fundamental en toda esta historia El seguimiento a su
vida posterior era importante. Necesitaba más información. Le interesaba
investigar sobre estos rituales. Tenía recuerdos de niñez; había escuchado
hablar que incluso alguien en el desarrollo de esta ceremonia ancestral de la
ayahuasca había podido conversar buen rato con su madre hace años fallecida.
Viajó a Quillabamba, la ciudad ubicada en la selva alta de Cusco y
encontró al guía porque se había asegurado llevar el número de su celular, por
información de Erick. Este hombre con pelo hirsuto curtido por el sol y la
lluvia, manifestó antes su remordimiento por estar rompiendo la promesa que
hizo a la hechicera, le contó tal y conforme lo hizo Erick, adicionando más
detalles. Inmediatamente Jerónimo le preguntó:
-¿Por qué usó usted la palabra “Transmigración” y de dónde sacó este
término?
-Cuando la hechicera me hizo la revelación que las almas no volvieron a
sus respectivos cuerpos y se ubicaron uno en el otro recíprocamente; busque
cuanto libro pudiera, incluso hablé con el obispo, porque con palabras
sencillas no se podría explicar – contestó el guía conmovido.
-¿Se ha repetido alguna vez este hecho, cuando usted estuvo presente en
las sesiones de ayahuasca? Disculpe haga estas preguntas, pero está en juego
la vida y destino de estas personas – dijo Jerónimo.
-No señor – le contestó – Es más, nunca he escuchado hablar de un caso
parecido.

PARTE XII

Don Antonio Junqueras para escarmentarlo no envió dinero alguno y


mantuvo silencio durante un mes más. Pasado el tiempo sin embargo comenzó
a preocuparle la situación que podría estar atravesando su hijo. Por lo menos
necesitaba verlo para corroborar esta fantasía que no correspondía al normal
desenvolvimiento de Josep. Algo había pasado.
Consideró oportuno viajar a Cusco. Llamó a Jerónimo quien comprometió
su presencia para esperarlo en el aeropuerto. En efecto llegó, se desplazaron a
Samay, ubicado en el valle sagrado de los incas. Lo encontraron a Josep,
diseñando sobre una cartulina lo que sería el hotel con bungalows o cabañas
familiares alrededor de una piscina. Después del encuentro donde hubo
preguntas y repreguntas del padre, Josep los llevó al sector donde se
construiría el proyecto, al mismo tiempo se acercaban Alondra Rosales
acompañada de sus padres. Por primera vez, sin que se lo digan, don Antonio
intuyó por el entusiasmo de ella y la satisfacción elocuente en las acciones de
Josep, confluir en un enamoramiento que opacaba los ojos de su hijo.
Por la tarde, se sentaron alrededor de una mesa al aire libre rodeados de
árboles de ciruelo, donde mostró a su hijo un álbum con fotos de la familia y
amigos de Barcelona en lugares vacacionales cubiertos de vegetación y belleza
más cultivada, incluso hizo hincapié en una foto donde, la que era una niña,
hija de una familia cercana a ellos, posaba ya joven mostrando su piel blanca
con cabellos castaños rizados: prototipo de la belleza del norte de España. Ese
detalle pasó inadvertido para Josep más bien preguntó por la familia más
cercana. “Mi hijo está embelesado con esta mujer” pensó. “No deja de ser
joven y bella, pero es sudaca” Su cólera le hacía pensar ofensivamente por ese
término que vino a su mente, a todas luces despectivo para algunos europeos
que lo usan respecto a la gente sudamericana, por alguna migración masiva,
exacerbada, incómoda hace algunas décadas.
No podía mantenerse sumergido en sus pensamientos lo manifestó de una
vez:
-Por lo que veo estás tratando de abandonar tus estudios en una
universidad donde tantos sueñan en ingresar.
-Perdone padre, pero todavía soy joven para cambiar. Por lo que he visto
en Europa y muchos lugares del mundo, el empresario está mejor ubicado y no
tiene que envidiar al mejor profesional. Depende de su propio empeño y
capacidad.
Sorprendido por este nuevo concepto de vida de su hijo mayor, en quien
había depositado sus mayores ilusiones le reparó:
-No te voy a discutir la capacidad, para todo se requiere capital y tú no lo
tienes.
-Padre, de eso quería hablarle en privado. – parecía imprudente la salida de
su hijo.
Lo invitó a ir a un sector aparte, agarró una calculadora, lápiz y papel, hizo
una abstracción del cambio de monedas, que el dinero europeo no era igual en
este país, valía mucho más y le explicó con ejemplos de la vida cotidiana que
su padre estaba perdiendo dinero al tenerlo depositado en financieras.
Concluyó diciendo que el empresario más importante de la zona sería don
Antonio Junqueras y el ejecutivo, orgulloso, con mucha calidad que conduciría
el hotel sería Josep Junqueras y haría quedar bien a su padre.
-¿O sea piensas quedarte acá?
-Sí padre. Aquí estoy contento
Quiso preguntar qué lo hacía feliz. Ya no lo hizo, para no llevar a
discusiones absurdas que llevarían a tocar evidentemente fibras sensibles de su
hijo.

PARTE XIII

En Samay, aprovechando la estadía Jerónimo preguntó por Carlos


Napoleón Santos, nombre que le había dado Erick, no fue difícil encontrar la
granja de su padre. Este apareció dentro de los arbustos de maíz, notó la
presencia de un hombre medianamente anciano, algo sudoroso. Tuvo que
contarle en forma muy general, de cómo sabía la historia de su hijo en la selva,
sin entrar en mayores detalles ni las confidencias que reveló el guía. El padre
de Carlos Napoleón, se quejó del abandono de su hijo aunque guardaba la
esperanza que este viaje a España sólo sería una distracción que durara poco,
porque lo necesitaba para hacerse cargo de la granja, que en ese lugar no
faltaba nada para su hijo, incluso se había enterado que pretendía a una chica
de su pueblo, inteligente y bonita llamada Alondra, con quién hubieran hecho
florecer más esas tierras. Que esa propuesta de trabajo para cuidar de un
anciano en silla de ruedas en España, pronto lo cansaría, que Carlos Napoleón
nunca se había preparado para eso.
Jerónimo le comentó que viajaría a ese país por otros motivos e intentaría
buscarlo. Este comentario lo alegró y afianzó la conversación alcanzándole
una libreta de apuntes lee suplicó que le contara como se hallaba su hijo. La
libreta contenía una dirección en España y números de teléfonos.
Para Jerónimo este era un ejercicio de investigación que nunca había
pensado, estaba preocupado. Desde sus ancestros había venido acumulando
fantasías, cuentos, historias de transformaciones, encantos, vida sobrenatural,
relatos que en su niñez le sobrecogieron y alguna vez quiso experimentar
eventos alucinantes hasta llegar a juntar con lo real.
Tenía la certidumbre que el acontecimiento sucedido en la selva entre
Josep y Carlos Napoleón era una verdad ineludible, que a todas luces se podía
comprobar. Primeramente había acudido a información sobre aspectos que
nunca se le hubiera ocurrido interesarle. Hay preguntas latentes sobre
conceptos definidos sobre el alma, sobre el espíritu y qué los diferencia sobre
la encarnación, reencarnación, trasmigración, trasmutación. Le parecía que al
conocer primordialmente dichos conceptos, sus raíces e implicancias podrían
acercarse a la comprensión de lo que el guía narró. Jerónimo sabía que el guía
era un hombre de pueblo con más fantasía que él, porque es costumbre de la
gente de los pueblos más pequeños elucubrar con la imaginación libre y
natural sobre todo de los niños y ancianos en contacto con la naturaleza. Si
bien es cierto que la tecnología en materia de comunicación, radio, televisión,
videograbadoras, cada vez van llegando más a los últimos rincones del mundo,
la comunicación imaginativa de generación en generación sigue viva, es
poderosa. Eso hace el origen de las culturas, sus vivencias, sus creencias, su
mitología. El guía no está exento de esa sabiduría popular, pensaba.
Si bien la formación profesional de Jerónimo le permitía trasmitir
conocimientos en materia de ingeniería a los estudiantes en la universidad,
tenía una familia citadina con muchas facilidades que la tecnología brinda a
los habitantes de las grandes ciudades, sin embargo no había podido abstraerse
e independizar de sus creencias naturales, porque según Jerónimo lo llevaba en
la sangre y muchos latinos sobre todo andinos provienen en esencia de
comarcas rurales donde nacieron y crecieron sus abuelos y bisabuelos. Por eso
estaba decidido a buscar explicaciones y quizás una solución a un problema
sobrenatural que sentía tener entre manos.
Quería entender qué era la reversión, lo había leído en un libro de
parasicología, suponía que si las almas están en cuerpos ajenos debe existir
alguna forma de revertir este fenómeno y hacer que las personas vuelvan al
sentido de su vida, para lo que habían nacido.

PARTE XIV

Llegó a España, pensó que recién había amanecido por haber dormido más
de 8 horas en el avión. En el aeropuerto se percató que los horarios marcaban
las tres de la tarde. En su mente aguardaba dos planes: hablar detenidamente
con Antonio Junqueras y luego buscar en Madrid a Carlos Napoleón. “Pienso
estar en lo correcto. Estoy obrando bien” se decía. Se presentaba en su mente
una especie de dicotomía: “Decir o no decir”. Se preguntaba qué pasaría si
Antonio Junqueras encontrara las causas de la extraña percepción del cambio
en la personalidad de su hijo. Toda una experiencia de vida, desde la niñez,
tantas conversaciones de padre e hijo, sueños, criterios en común, todo
lanzado por la borda y encima reciba la información de un hecho consumado:
la trasmigración en vida con otra persona desconocida. ¡Increíblemente en
vida! Porque el más aceptado credo es la metempsicosis en su concepción de
admitir que las almas trasmigran después de la muerte a otros cuerpos. Dogma
que pregonan en “secreto” también los masones. Pero en vida que dos almas
trasmigren en sus cuerpos mutuamente, nunca. Es un absurdo para cualquiera.
Así elucubraba Jerónimo, sin embargo estaba convencido que en verdad había
ocurrido este suceso.
Nuevamente buscó a don Antonio en Barcelona, éste se alegró de verlo y
le brindó una habitación en su casa de Madrazo con Montaner. Tuvieron la
oportunidad de hablar por horas, la cosa era abordar el tema, Jerónimo adopto
primeramente escuchar a don Antonio, quien manifestaba su aflicción en torno
a las perspectivas de su hijo, le confirmó haber aceptado la propuesta para
construir el hotel, que había enviado el capital necesario para su construcción.
También comentó sobre su vida como estudiante, recordó con cierta nostalgia
sobre un aparente romance de Josep con una joven catalana de nombre
Monserrat, de quien tenía un buen concepto cuando su hijo la trajo al centro
comercial y pasearon alrededor del estadio.
Pidió la opinión de Jerónimo sobre la percepción que tenía sobre la vida en
esos pueblos del Perú. Sus comentarios fueron tranquilizantes pero consideró
oportuno darle a conocer sus averiguaciones y ese contacto revelador con
Erick y con el guía, que lo mortificaba hasta en los sueños. Prácticamente lo
dijo a boca de jarro. Para su sorpresa don Antonio, sonreía, no lo tomaba con
la seriedad del caso. Le aconsejó llamarlo a Erick amigo de Josep para
corroborar todo lo dicho. Se retiró de la sala y volvió con una agenda y llamó
a un número, Erick quedó en venir al día siguiente.
La expresión de Erick al contar la historia era en cierto modo anecdótica,
increíble. Para él significaban eventos productos de aventura y la versión de lo
sucedido en aquel rito representaba una muestra de fantasía y superstición de
la gente de la amazonía agregada a la imaginación del propio guía.
Para Jerónimo era una irreverencia el que no aceptaran este hecho con la
connotación sobrenatural, esotérica, inaudita que él entendía. Don Antonio
percibió el semblante de Jerónimo, su desazón; mirando por su ventana una
lluvia menuda que caía en el exterior, dijo saber de un sicólogo muy
reconocido por investigar casos extraordinarios paranormales, había
experimentado científicamente la trasmisión de mensajes recíprocos entre
varias personas en estado de hipnosis con resultados interesantes.
Decidió pedir una cita con el eminente profesional para salir de algunas
dudas, en el fondo, más que don Antonio, Jerónimo deseaba explicaciones más
científicas, convincentes.

PARTE XV

Jerónimo asistió a la consulta en compañía de don Antonio, quien tenía


algunos hilos sueltos que no entendía, obviamente lo hacía más por Jerónimo.
El especialista un hombre mayor que ellos cuyas canas muy ralas sobresalían
en su cabeza calva. Jerónimo expuso y atiborró el ambiente con todos los
conceptos que traía en mente hasta trajo a recuerdo los cuentos que había
escuchado en su infancia para apuntalar al tema de la trasmigración que era el
fondo del asunto.
El especialista no hizo ningún comentario sobre la ayahuasca, quien sabe
por desconocimiento o por llevarlos al manejo de su propia ciencia. Habló sí
de experiencias incrustadas en la mitología de culturas ancestrales de Egipto y
Medio Oriente, donde se relataba migraciones del alma y no solo entre
humanos sino de dioses con humanos.
Los llevó a un recinto donde se encontraban pacientes sobre camillas
aparentemente cómodas, conectadas a electrodos y otros aditamentos
electrónicos en diversas partes del cerebro. “Aquí estamos experimentando
terapias colectivas para la detección de distintos males y la cura colectiva sin
necesidad de trasplantes. Sólo por trasmisión telepática en condiciones
benignas, basada en experiencias de paz y calma orientales. Hemos tenido
buenos resultados”
-Pero en este caso se trata de todo un cambio de conducta en dos personas
y pueda existir un procedimiento para revertir al estado anterior. – Intervino
Jerónimo intentando utilizar un lenguaje más acorde a la circunstancia.
-Sería necesario contar con el interés y la presencia de los dos personajes
que experimentaron este evento – dijo pragmáticamente el especialista.
Cuando salieron del consultorio, ante un proceso que a las luces se tornaba
inmanejable don Antonio lo miraba con una especie de desencanto previsible.
Se produjo un silencio por largo rato. Pese a todo Jerónimo se aferraba a algún
cambio providencial que volviera todo a la realidad. Había manifestado que
haría todo lo posible, sólo esperaba la venia de don Antonio Junqueras. Este
había expresado tener opinión favorable y agradecida ante la voluntad
justiciera de Jerónimo, por no estar de acuerdo por las extrañas decisiones que
adoptaba su hijo.
En efecto, se necesitaba buscar a los protagonistas de esta historia. El más
cercano por las referencias que disponía, era Carlos Napoleón Santos. Se
hallaba en Madrid.
Jerónimo, recorrió unas calles estrechas en Madrid, adornadas con
hortensias y gardenias que colgaban de unos tiestos debidamente adosados a
los balcones. El silencio invadía la ruta, sería por la hora matutina y en
domingo. Se atravesó un joven con ropa deportiva que practicaba caminata
rápida. Lo abordó con un saludo, quien gustosamente orientó respecto a la
casa del personaje que había contratado a Carlos Napoleón, cuyo nombre era
conocido en la zona, el mismo se encargó de tocar la puerta. Salió una mujer
con un delantal. Su indumentaria mostraba dependencia con el dueño de la
propiedad. Manifestó que no estaba y no podía dar más información.
Jerónimo, pidiendo disculpas preguntó por Carlos Napoleón. Ella algo turbada
quiso saber de la identidad del visitante. Jerónimo dio algunas referencias
sobre su procedencia. La mujer no inquirió más y por sus rasgos latinos dedujo
tener familiaridad con Carlos Napoleón. Hizo una confidencia reveladora:
-Este señor conduce un hogar de ancianos en las afueras de Madrid.
Con algunas precisiones que obtuvo se dirigió al lugar. No fue fácil, en el
sendero avistó casas de campo, después de recorrer más de cien metros entre
un follaje crecido por la lluvia de primavera encontró un recinto protegido de
cipreses en forma de cerco vivo marcando límites. Al ingresar observó
pequeños campos deportivos, piscinas cubiertas de techos acrílicos, todos
rodeados de flores cultivadas, había personas que se desplazaban
animadamente mayormente ancianos, algunos en sillas de rueda. A ciertas
distancias custodiaban personas vestidas con uniformes.
No fue difícil encontrarse con Carlos Napoleón, también vestía uniforme.
Su imagen era reconocible. Este denotaba mucha curiosidad sobre la presencia
del visitante, cuyos rasgos andinos le eran familiares y naturalmente sobre el
objeto de su visita. Jerónimo narró el encuentro que tuvo con el padre de
Carlos Napoleón en Samay, esto lo tranquilizó para averiguar el estado de
salud de su padre y cómo lo había visto entonces.
Ingresar al tema que lo llevaba se hizo algo inexpugnable, difícil de
expresarlo en pocas palabras. Sería tal vez por pensar que era un tema que no
le correspondía. Qué interés tendría él en todo esto. En sus adentros se juzgaba
osado e impertinente, pero se daba fuerzas para seguir adelante como se había
propuesto.
Tuvo que contarle toda la historia desde cómo conoció a don Antonio
Junqueras hasta llegar al momento de la confidencia terrible de la bruja al guía
y este a Erick amigo de Josep, después de la sesión de ayahuasca.
Carlos Napoleón le observó y analizó de cuerpo entero. Luego pidió
acompañarlo a una sala en sí su oficina, era probable emitiera su propia
opinión. Seguía mirándolo fijamente como si intentara juzgar sus
pensamientos e intenciones de posible alteración de su vida.
-Sabe – le dijo – Yo fui buscando una cura milagrosa para mis sentimientos
negativos de miedo, pena y cólera y no le revelaré la causa de estos
sentimientos.
-No señor… – Jerónimo intentó acomodarse a su conversación pero fue
interrumpido abruptamente.
-Lo que usted dice: que pudo haber una transferencia de almas, sólo
pertenecen a la imaginación del famoso guía. Yo estoy tranquilo. Cambió mi
vida totalmente. He encontrado una carrera en la terapia de ancianos con
problemas de alzhéimer. Este país me ha dado muchas satisfacciones – asomó
un atisbo de plenitud al rostro de Carlos Napoleón y completó: - Es más, aquí
hallé el amor de mis sueños, pronto nos casaremos. Como verá no necesito
retrotraer este cambio de almas como usted dice.
-Perdone señor Santos, si no fuera una indiscreción de mi parte, como se
llama su novia. – Algo le impelía a Jerónimo indagar cosas privadas.
- Sonrió – ¿Usted es muy acucioso no? Se lo diré: se trata de la señorita
Monserrat Valenci. Una excelente periodista de Barcelona.
Jerónimo quedé atónito y devastado. Se armaba el rompecabezas. Esta
confesión confirmaba y cerraba el círculo de sus sospechas: había dos almas
que compartían dos cuerpos diferentes recíprocamente. No había duda.
Comentó la visita al psicólogo renombrado de Barcelona. En ese momento
le hacía falta la presencia de don Antonio para refrendar lo que iba decir:
“Dijo que deben estar presente los dos o sea Josep y usted” concluyó.
-Y qué es de Josep – Preguntó – Supongo que él está interesado.
Consideró oportuno comentarle sobre la actual residencia y planes de vida
de Josep Junqueras. Cuando se enteró que vivía justamente en los pueblos
cercanos a la propiedad de su padre y donde él había compartido toda su
historia de niñez quedó asombrado. Más al saber que se hallaba en amores con
Alondra Rosales, su primera ilusión se mostró abatido, pero más pudo su amor
propio:
-Repito que me siento feliz en Madrid. Sin embargo me invade la
curiosidad de saber científicamente que fenómenos han podido ocurrir en
nuestras vidas.
Quedaron en comunicarse cuando llegara la oportunidad de contar con la
presencia de Josep Junqueras.

PARTE XVI

Esta vez Jerónimo decidió encontrarse consigo mismo, regresó a la casa de


Madrazo con Montaner, se encerró en la habitación, quitó toda iluminación
para abstraerse y tratar de buscar mecanismos de adhesión en sus
pensamientos algo caóticos, permaneció como dos horas en ese trance. Ahora
se presentaban interrogantes que podría afectar aún más todo lo que había
hecho, hasta entonces. Qué pasaría si este descubrimiento se confirmara y
fuera de conocimiento de todos los involucrados. Afectaría los sentimientos de
alguno o más de ellos. ¿Desencadenaría en sufrimientos? Todo por su causa,
se recriminaba. Hacer caso a sus obsesiones, la culpa sería todo suya.
Particularmente había pensado en dejarlo todo y las cosas vayan como se
estaban encaminando.
Se preguntaba: ¿la vida humana podría ser modificada de rumbo por
manipulación de los propios humanos? También pensó que el determinismo
que muchas religiones propugnan, estarían llevando a una polarización de las
condiciones de vida: los ricos siempre serían pocos, pero ricos, los pobres
siempre serían muchos pero pobres. ¿Porque así lo manda el destino? Un
hecho humano practicado con las características que se dieron, utilizado en las
circunstancias con los procedimientos de repente más elaborados podría
provocar acontecimientos en el destino de los hombres y la ciencia de la
medicina actual no se vería involucrada.
También vino a su reflexión sobre la manipulación de estos procedimientos
con fines ilícitos. Se imaginó haciendo público este descubrimiento a través de
los medios de comunicación, y supuso que muchos recogerán esta información
como fantasía, otros querrán utilizar como un método para hacer cambios en
su vida. Que puede repercutir, es cierto, puede repercutir. Pensaba. Ahora
cuantos irán atropelladamente a estos pueblos tranquilos de la amazonía,
fustigar a sus habitantes para obligar a efectuar estos protocolos extraños,
incomodar la paz de esta gente nativa. Cuantas personas, por dinero,
ofrecerán, de la noche a la mañana, en las ciudades, propiciar “encuentros
rituales con ayahuasca” para intercambio de almas, donde por desgracia
podrían sacrificar personas casi santas para renovar a aquellas atormentadas.
La imaginación de muchos podría llevar a un sinnúmero de eventos que lejos
de traer una vivencia pacífica aproximarían una degradación de los conceptos
de paz interior.
Los documentos filosóficos, religiosos a los que se acceden por
investigación y pertenecen a miles de años de la historia de la humanidad
pasarían a un archivo silencioso, fosilizado en el tiempo para dar paso a
conocimientos profanos manipulables. Así elucubraba Jerónimo.
Abrigando su empeño y ahora manejando reservadamente su silencio
decidió volver a Perú, quien sabe con la posibilidad de tocar el tema con más
mesura en el encuentro con Josep Junqueras, sin trasmitir con obsesión su
trascendente preocupación que estremecía y aturdía sus pensamientos.
En estas circunstancias consideró poco pertinente enclaustrarse en la
soledad con este tipo de sensaciones extrañas que devienen en interrogantes y
monólogos sin poder responderse con propiedad y la coherencia necesaria.
El momento le impelía asumir un papel de solucionador trascendental. La
vida lo predisponía a una obra que sólo él entendía, pensaba que los demás
hacían uso de mucha racionalidad perniciosa de conformismo. No podía ser
que un hecho fortuito cambiara la vida de las personas y los llevara a rumbos
desconocidos. Necesitaba más elementos de juicio.
“Tiene que haber una cura para este mal del alma. Lo tengo que corregir.
Además, si no lo consiguiera estaría condenado al olvido y la intrascendencia”
Así Jerónimo afianzó profundamente sus convicciones.
Había pensado en exponer el caso a chamanes reconocidos de su territorio,
reservando nombres y lugares para no hacerse muy evidente en la causa de sus
investigaciones. Se enteró de una persona que había dejado su profesión de
médico para establecer un sanatorio espiritual andino justamente en el valle
sagrado de los incas, al que acudían convocados a través de internet de
distintos lugares del mundo para permanecer durante varios días. Este lugar de
reposo alejado del pueblo, accesible en condiciones de peregrinación, servía
de templo cuyas ceremoniales estaban invadidos de pagos a la tierra y
oraciones en idioma nativo dirigidos únicamente a dioses andinos como las
altas montañas que dicen tener fuerte incidencia en la vida de los habitantes de
los pueblos que están en sus valles y otros valles del mundo.
Decidió ir al templo ubicado en una escarpada montaña. Encontró al
maestro que vivía en condiciones de ascetismo. Alrededor del templo se
hallaban viviendas de piedra donde pernoctaban peregrinos que deseaban cura
para sus aflicciones y quizás otros por curiosidad, quienes dejaban
voluntariamente alguna colaboración, no había tarifas.
Una vez más se prometió no precisar ni nombrar a ningún personaje de los
que traía referencia, juiciosamente decidió hablar en condicional al sumo
sacerdote.
Emprendió su cuestionario consultando sí habría la posibilidad que
ocurriera una trasmigración de almas entre dos personas bajo las
circunstancias en un supuesto acto ritual de ayahuasca.
[Comentó, el maestro, no haber tenido conocimiento de un hecho parecido,
sin embargo podía dar fe de la existencia de la práctica del desdoblamiento
que no lo recomendaba, sin embargo personalmente había experimentado
muchas veces. Recordó una oportunidad estando en sueños, se produjo un
desdoblamiento, al punto de haber sido difícil, tormentoso, volver a su cuerpo,
eran minutos, quien sabe horas traumáticas, decía. En esos momentos tuvo la
oportunidad de ver a cada miembro de su familia incluso en lugares lejanos, la
velocidad de desplazamientos sólo podría medirse con la velocidad de
pensamiento pues no existe unidad de medida física que pueda compararse.
También dijo tener experiencias paranormales al contactarse con familiares
lejanos, unos se hallaban en actividad y otros en descanso, les habló y estos no
escuchaban, incluso podía atravesar los cuerpos físicos. El sí podía
escucharlos. En una circunstancia pudo haberse percatado incursionando en
una dimensión fuera de la vida normal y súbitamente sintió que su alma estaba
divagando sin control. En un instante tuvo conciencia que era un ser vivo, con
un cuerpo en descanso únicamente. Al intentar volver reconoció su cuerpo casi
inerte recostado en su cama. “Como hago para volver a mi estado normal”
Decía apoderarse de él un miedo terrible. Quería gritar. Intentó hacer esfuerzos
para mover las manos, los pies. Tanto fue el pánico que sentía que se abrazó a
si mismo llorando, en instantes despertó. Era real, brotaban lágrimas de sus
ojos. Pude haber muerto, dijo]
Esta conversación incrementó el valor de su convencimiento. Si el alma de
una persona no pudo regresar a su cuerpo original, entonces por qué no admitir
que dos almas en las mismas condiciones de desdoblamiento, como dice el
maestro, confundan sus recipientes corpóreos a la hora de la reversión.
En sí estaba contestando a sus preguntas, dedujo; más aún confirmaba sus
sospechas por inferencia lógica.

PARTE XVII

Estas experiencias acrecentaban el convencimiento de Jerónimo para


hablar con Josep Junqueras y sacarlo de su espejismo, de su irrealidad, de la
fantasía que estaba viviendo fuera de su destino real.
Se encontraba en el mismo valle. Estaba cerca, entonces se dirigió a
Samay. Se topó con una vista magnífica del hotel recién construido, no sólo
lucía moderno sino que representaba una especie de orgullo de los habitantes
de la localidad, así lo entendió por los comentarios en el autobús que lo
condujo.
“Bueno, creo que el desconocimiento es peor, se halla perniciosamente
concatenado con la incultura y la desinformación. Y las cosas deben ser
aclaradas, aunque pueda desencadenar en controversias. Las discusiones
racionales conducen a un buen entendimiento y ver con distintos faros la
verdad de los hechos” Así pensaba Jerónimo.
Cuando ingresó al vestíbulo del hotel percibió a Josep entusiasmado en su
accionar, éste cordialmente invitó a que lo esperara porque atendía a unos
turistas provistos de mochilas. Le alcanzó un trago para hacer tiempo.
Jerónimo no lo bebió pese al frio de la tarde, obedeciendo a su abstinencia
total al alcohol. No dijo nada y aguardó cómodamente sentado.
Apenas volvió Josep, lo primero que hizo fue preguntar por su padre,
estaba enterado del viaje de Jerónimo a España.
Jerónimo nuevamente tuvo la impresión de estar actuando con cierto
despropósito al querer tocar un tema muy personal. “Que puedo perder” se dio
valor. Su emoción lo avasallaba.
-¿Recuerda cuando llegó por primera vez y fue a la selva? – Soltó su
pregunta.
-Sí. Disculpe, qué hay en ello. – Contestó Josep con otra pregunta.
Empezó contando la historia como lo había hecho Erick su amigo,
confirmado por el guía. Describió con lujo de detalles lo acontecido, sin hablar
de los otros eventos que corroboraban sus deducciones.
-¿Así le contó Erick?... Qué interesante. bueno…. después lo llamaré a mi
amigo, hace tiempo no hablamos.
Como no tomaba con la seriedad y la trascendencia que Jerónimo sentía,
consideró oportuno, de una vez por todas, llevar a juicio las coincidencias en
cuanto a planes de vida, donde Josep manifestaba su interés por ser
especialista en enfermedades neurodegenerativas y justamente ahora quien
asumía en una labor similar como terapeuta era Carlos Napoleón, a su vez éste
quería ser empresario en Samay, sin embargo era Josep que se convirtió en
empresario. Ahora la casualidad en decisiones sentimentales adoptadas en
cuanto a elección de pareja.
-Y cuál sería la solución, según su concepto – dijo Josep, frunciendo el
ceño. Se notaba perturbado.
Entonces comentó la visita efectuada con su padre al prominente médico
de Barcelona, quien había sugerido que previamente debían estar interesadas
las personas que fueron sujetos de este acontecimiento y obviamente
presentarse ambos a su consultorio para una terapia de reversión.
Josep lanzó una mirada fulminante a los ojos de Jerónimo, muy elocuente,
no lo dijo pero retumbó en el ambiente: “Usted está loco” y súbitamente se
incorporó del asiento le dio la mano en señal de despedida y se retiró, dejando
solo a Jerónimo. Josep, con esta actitud, daba a comprender lo intrascendente
y atrevida que era esta conversación. Eso sintió Jerónimo.
Jerónimo se retiró preocupado, humillado. Se convenció de algo: quien
necesitaba tratamiento era él mismo.
Ese preciso instante decidió dar fin a su presunción de “deshacedor de
entuertos” por estar cobijando un pensamiento inaudito, como si la
direccionalidad de los destinos de los hombres podría manejarse en un
laboratorio. Ahora dice entender por qué muchas personas toman decisiones
extrañas en sus vidas, pese a las circunstancias adversas…. y son felices con el
tiempo.

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