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Dinastía Seléucida

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La Dinastía Seléucida fue un imperio helenístico. La Dinastía Seléucida se ubicaba


en Oriente Próximo, y en su mayor apogeo tuvo Anatolia central, el Levante,
Mesopotamia, Persia, Pamir y algunas zonas de Pakistán.

Los reyes Seléucidas


Las Dinastía Seléucida es la que reinó en la mayor parte del Imperio Asiático de
Alejandro Magno a partir del año 312 a.C. Su fundador fue Seleuco I
Nicator (305/4-281), oficial de Filipo de Macedonia. casado con la noble persa
Apamea.
A la muerte de Alejandro, Seleuco siguió a Pérdicas a Egipto, pero habiéndose
vuelto contra él, junto con los otros gobernadores de Asia, recibió en el año 321 el
gobierno de la satrapía de Babilonia. Después de la muerte de Eumenes, último
defensor de la Dinastía macedónica, se formaron en Asia dos grandes potencias de
origen macedónico: La de Antígono y la de Seleuco.
Seleuco terminó por conquistar las grandes satrapías del antiguo imperio persa a
partir del año 312. Sus dominios, por el sur, limitaban con los de los Ptolomeos,
disputándose ambas monarquías, sobre todo, la región de la Siria meridional. En
Asia Menor había entonces algunas regiones como Pisidia y Bitinia, que no habían
sido sometidas y por la época de la batalla de Ipsos (año 30l), Capadocia se separó
de la monarquía y también el Ponto.
El comienzo del poderío Seléucida se inicia en el año 312, cuando, tras la victoria
de Ptolomeo en la batalla de Gaza, Seleuco se instaló en Babilonia, hecho con el
que comienza la Era Seléucida. Esta época es la de mayor extensión del Imperio
seléucida, extensión que sufrirá grandes fluctuaciones a lo largo de su historia.
Antígono envió en vano dos ejércitos para reducirlo, uno mandado por Demetrio
Poliorcetes y otro por Nicanor.
Esta guerra prosiguió y después del año 311, la ventaja fue de Seleuco, por lo que
Antígono renunció al dominio de Oriente y estableció la capital de su nueva
monarquía en Siria. El reino de Seleuco, se formó en el centro de Asia. Conquistó en
lucha contra Nicanor, la Media, la Susiana, Persia y Bactriana y según Apiano,
reinaba además sobre Mesopotamia. Armenia, los árabes. Partia, Aracosia y otros
pueblos, hasta la India.
La capital del Estado fue Seleucia del Tigris, que comenzó a edificarse en el año
305, al sur de Babilonia, en el solar que ocupaba Opis, y en pocos años se convirtió
en la mayor ciudad griega de Asia. Se construyó cerca de Babilonia, nudo de
caminos que, irradiando de ella, llevaron la civilización babilónica y ahora la
helénica a todo el mundo conocido. Al convertirse Seleuco en el dueño de Siria
septentrional, después de la batalla de Ipsos, fundó en ella la ciudad de Antioquía
en el Orantes.
Así, Seleucia del Tigris y Antioquía del Orantes fueron como los extremos de un
camino real Oriente-Occidente, arteria vital para el Imperio Seléucida que, al mismo
tiempo, la convertía en una gran rival del reino ptolemaico, sobre todo en lo
referente al comercio con la India. Mientras pudo mantener estas posesiones, el
Imperio Seléucida mantuvo su grandeza. Privado de Mesopotamia por la invasión de
los Partos Arsácidas, se convertiría geográficamente en un Estado sirio.

Seleuco I Nicator (305/4-281 a.C.)


Seleuco tomó oficialmente el título de rey en el año 306 y hacia el año 293 asoció al
trono a su hijo Antíoco, nacido de su matrimonio con Apamea. En el año 286,
capturó a Demetrio Poliorcetes y cinco años después, tras su victoria de Curupedión
sobre Lisímaco, vio el apogeo de su poder. En ese mismo año de 281, fue asesinado
por Ptolomeo Kerauno, hijo de Ptolomeo I, al que había tomado bajo su protección.
Después de él, la Dinastía decayó, siendo su mejor representante Antíoco III. Los
motivos de esta decadencia fueron varios: la invasión gala, la rivalidad de Egipto y
la incompetencia de los reyes y las luchas fraticidas.

Seleuco I
Antíoco I Soter (281-261 a.C.)
Antíoco I fue un hombre mediocre más célebre por su amor a su suegra, Estratónice,
que por sus hechos de armas, aunque sostuvo con Ptolomeo Ill Ia Guerra Siria.
Este rey murió luchando contra los celtas, que terminaron por establecerse en la
Gran Frigia, formando el estado de Galatia. Restauró el Esagila o gran templo
del dios Marduk, en Babilonia. Con él y su lucha contra Ptolomeo II tenemos la
primera de las llamadas Guerras Sirias, en los años 274-271.

Antioco II Theos (261-246 a.C.)


Antíoco II recibió su sobrenombre dios de los milesios, por haberles liberado del
tirano Timarco.
Luchó contra Ptolomeo Filadelfo II, que invadió Siria aprovechándose de la
juventud de su vecino, en la II Guerra Siria (260-253), celebrándose la paz al final
con su boda con Berenice, hija del rey egipcio. El rey sirio había obtenido éxitos que
le permitieron imponer su protectorado sobre Jonia y algunas ciudades de Licia y
Panfilia. Este rey logró conservar la herencia seléucida e incluso acrecentarla. Al
morir, asesinado quizás por su primera mujer, Laodice, repudiada con ocasión de su
matrimonio político con la princesa egipcia, dejó su reino a su hijo Seleuco, que
reinó con el nombre de Seleuco II II Canlinicos (Vencedor) (265-226).
Antioco II

Seleuco II Calinicos (265-226 a.C.)


Seleuco II fue hijo de Laodice, al que su hermano Antíoco Hierax disputó, sin éxito,
el trono.
El rey de Egipto, Ptolomeo III Evergetes, invadió sus estados defendiendo los
derechos de su hermana Berenice y su hijo, y tomó Antioquía en el transcurso de
la III Guerra Siria o Guerra de Laodicea (246-241), aunque llegó tarde porque
Laodice había hecho asesinar a ambos, pero al ser reclamada su presencia en Egipto,
Seleuco la recuperó, aunque tuvo que renunciar a sus posiciones de Jonia, Cilicia y
Panfilia.
Marchó entonces Seleuco contra Tirídates (248-214) hijo de Arsaces I, rey de los
Partos Arsácidas, cuyo reino había surgido tras la invasión de la tribu escita.
Constituidos como un Estado feudal que enlazaba con la tradición aqueménida, los
Partos hacían crecer su reino a costa de las posesiones de los Seléucidas y Tirídates
conquistó parte de Partía y toda Thicamá hacia el año 240. Con el reinado de este
rey parto comenzó la Era de los Arsácidas (14 de abril del año 247). Seleuco II
murió en el curso de una campaña llevada a cabo contra los Atálidas de Pérgamo.
Aunque no le faltó energía, no pudo oponerse a la disgregación de su reino, que
quedó poco más o menos reducido con él a Siria.

Seleuco III Soter (226-223 a.C)


Su hijo mayor, Seleuco III le sucedió, aunque pronto fue asesinado por sus oficiales,
en una expedición contra Atalo I de Pérgamo, sucediéndole su hermano Antíoco.

Antíoco III El Grande (223-187 a.C.)

Antioco III
Antíoco III fue llamado El Grande porque fue uno de los más célebres e
importantes monarcas de su época. Este rey llevó a cabo grandes hazañas: Reprimió
las revueltas de los Sátrapas de Persia y Susiana y reafirmó su imperio desde el año
212 al 204, restaurando la soberanía seducida en las regiones orientales contra los
partos. Estas victorias le valieron el sobrenombre de El Grande, grandeza que
Roma se encargaría de humillar.
En el transcurso de la IV Guerra Siria (219-217), fue vencido por Ptolomeo IV en
la batalla de Rafia (año 217), cerca de Gaza y tuvo que abandonar Palestina y
Fenicia.
Su imperio fue inmenso, variado e inconexo, en sus elementos constitutivos.
Ninguna monarquía helenística presentó una mayor variedad de pueblos,
comprendiendo los más gloriosos focos de las antiguas civilizaciones
mesopotámicas y de Oriente Medio como Babilonia, Susa y Jerusalén. También
entre ellos se encontraban las ruinas de Troya, al menos durante el reinado de
Seleuco I y las de Nínive. Proyectó una gran expedición hasta la India, que llevó a
cabo (años 212-205) y cuyos resultados concretos son escasos, pero le permitió
asumir el título de Gran Rey (Basileus Megas) y le aportó un gran prestigio entre sus
súbditos.
Renovando la guerra contra los Lágidas (V Guerra Siria: 202-200), les arrebató
Fenicia y Palestina, mientras que en Occidente, llevó sus armas hasta Tracia, que
tomó en el año 196, lo que le enemistó con los romanos, que hacía apenas un año
habían destruido Macedonia en la batalla de Cinoscéfalos.
El año 198 marcó el punto culminante de su poder, y en el 195 firmó la paz con
Egipto. En el año 192, pasó a Grecia, pero tuvo que enfrentarse con ella con los
romanos y fue derrotado en las Termopilas dos años más tarde (año 191).
En el año 190 fue vencido por el romano L. Scipión en Sípilo, Magnesia. En el año
189/8 firmó la Paz de Apamea con Roma y por ella perdió todas sus posesiones en
Asia Menor. Para pagar el tributo impuesto por los romanos, despojó un templo de
Elymaida, cerca de Persia y fue asesinado durante esta expedición. Tras él comienza
el proceso de descomposición del Imperio Seléucida, con conflictos internos y
disputas dinásticas en el interior, mientras que en el exterior se prosiguen las luchas
contra los partos. En política interior. Antíoco suprimió a los sátrapas,
sustituyéndolos por los strategói, dotados de poderes civiles y militares en
circunscripciones menores que las antiguas satrapías. Con esta obra de
centralización pretendía afirmar el poder real y reforzar en el propio estado de culto
obligatorio al soberano. A partir de este momento, la decadencia de la Dinastía
Seléucida se acentuó irremisiblemente.

Seleuco IV Filopator (187-175 a.C.)


Su hijo Seleuco IV Filopator (187-175) fue su sucesor. Este rey murió asesinado
por uno de sus ministros, el visir Heliodoro y le sucedió su hermano, Antíoco.

Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.)


Antíoco IV Epifanes es a menudo descrito como un desequilibrado, que invadió
Egipto en el año 170 en el curso de la VI Guerra Siria (170-168), y que hubiera
tomado Alejandría si los romanos no le hubiesen forzado a levantar el asedio.
Fue famoso sobre todo porque quiso promover la helenización, engrandeciendo
Antioquía y multiplicando las creaciones urbanas, intentando la adopción de cultos y
costumbres griegas.
Este rey fue célebre también por sus guerras contra los judíos, conducidos por los
Macabeos, que se liberaron de la dominación Seléucida. Como su padre, perdió la
vida al querer saquear un templo de Elymaida. Bajo su reinado el comercio
seléucida con el Golfo Pérsico comienza a estancarse, sin que se sepa con seguridad
las causas, tal vez a la inseguridad y a la competencia de los mercantes egipcios, que
se hacían con los productos orientales a su llegada al Mediterráneo tras atravesar
Arabia.

Antioco IV

Los últimos Reyes Seléucidas


Durante el siglo transcurrido desde la muerte de Antíoco IV Epifanes y la anexión
del reino Seléucida por Pompeyo el Grande, la disgregación se fue acentuando, por
la expansión de los Partos, la emancipación de los hebreos y los árabes y la
multiplicación de los pequeños potentados locales, a menudo árabes además de los
peligros del bandidaje y la piratería. Después de él, y durante un breve período, se
sucedieron en el trono dos Seleucos, dos Demetrios y nueve Antíocos. El último de
ellos fue Antíoco XII Asiatico (69-64), puesto en el trono por Lúculu y luego
despojado del reino por Pompeyo, que hizo de Siria una provincia romana en el año
64 a.C., al reorganizar los dominios romanos en Oriente (Ponto, Siria y Cilicia se
convirtieron en provincias y Armenia, Capadocia, Galacia, Colquida y Judea en
estados vasallos).

Los territorios del Imperio Seléucida


El interés de la historia seléucida radica en el intento llevado a cabo por los primeros
reyes de la Dinastía de colonizar la mayor parte del Asia Occidental con ciudades y
establecimientos griegos, una de las empresas más asombrosas del mundo.
El Imperio Seléucida poseía tres grandes centros: Jonia, cuya capital era
Sardes; Siria septentrional y Babilonia.
Una característica del régimen Seléucida fue el renacimiento de Babilonia, cuya
antigua cultura fue lo que la egipcia para el reino Ptolemaico. Revivió ahora la
literatura cuneiforme y se escribieron Crónicas de los acontecimientos de la época.
Se conocen muchos comentarios y silabarios con una nueva forma de estos últimos,
tal vez para uso de los griegos. También se copiaron antiguos himnos sumerios y sus
traducciones al babilonio. El último documento cuneiforme que se conoce data del
año 7 a.C.
Los Seléucidas conservaron en líneas generales el sistema administrativo persa, tal
vez porque no había otra mejor solución posible. Se sabe que la administración
aqueménida estaba basada en la división en satrapías aunque estas divisiones no eran
homogéneas, ya que los territorios incluían enclaves con privilegios, como los
Estados-sacerdotales, las ciudades griegas o las dinásticas.
No se posee una lista completa de las satrapías Seléucidas para una misma época y
su nombre y número varían con el tiempo. Debía haber unas veinte en el siglo III, de
las que unas eran pequeñas, como las de Asia Menor y otras inmensas, como
las satrapías superiores occidentales de Irán y Mesopotamia, estrechamente
relacionadas entre sí.

El culto al Rey en el Imperio Seléucida


Igual que los Ptolomeos y de acuerdo con el pensamiento de Alejandro, los
Seléucidas buscaron en el culto al soberano el vínculo que uniese a los diferentes y
dispersos factores de su gran Imperio. Los antecedentes del culto real estaban en la
divinización de los héroes en las ciudades griegas y en el mismo poder de los
muertos, a los que se creía en contacto con la divinidad.
También se pensaba en que la victoria era un favor divino concedido a los reyes que
tenían un carisma especial por favor de los dioses y la cualidad divina del vencedor
era algo normal admitido en el pensamiento griego del siglo IV, como frase:
«El hombre superior es como un dios entre los hombres»
Pintura de Afrodita
La rápida y brillante carrera de Alejandro y sus grandes conquistas aceleraron el
acceso gradual del jefe a la sacralidad, lo que tal vez no esté exento de influencias
orientales y occidentales (Hispania-Roma). Los diferentes cultos a los soberanos
fueron surgiendo en las diversas ciudades helenísticas y en las diferentes
monarquías, espontáneamente o bien por sugestión de los embajadores, con una
serie de esquemas casi estereotipados: Témenos, Altar, Sacrificios, Procesión de
aniversario, Juegos, himnos, ofrendas de coronas de oro y estatuas y nombre
dinástico atribuido a una tribu o a un mes. Una inscripción de Seleucia de Pieria ha
conservado la lista de los sacerdotes, los dioses y los Seléucidas muertos y
divinizados.
Otra forma de acceso de los reyes a la divinización fue su asociación con un dios,
que reviste formas diferentes: En Delfos había una estatua de Antíoco III en el
recinto sagrado. En Seleucia de Pieria, los Seléucidas fueron asociados a Apolo y su
culto fue servido por una sacerdote común. Otras veces, el patronazgo de los dioses
se traducía en leyendas de elevación del soberano entre los dioses, como ya había
sucedido con diferentes personajes mitológicos (como Ifigenia o Pélops) y la
expresión partió hacia la casa de los dioses era la fórmula corriente para referirse a
los soberanos difuntos.
Pero no fueron objeto de culto solamente los reyes. También las reinas y las
favoritas fueron honradas con honores divinos por ciudades, cantadas por los poetas
y asimiladas primero a Afrodita y más tarde a Isis.
Los Seléucidas, como también los Atálidas de Pérgamo y los Ptolomeos, tuvieron
un culto dinástico, en el que hay que distinguir entre cultos municipales y religión
de Estado. En Macedonia, en cambio, no se ha encontrado un culto de Estado a los
soberanos antigónidas y sólo algunos de estos soberanos fueron objeto de culto en
las ciudades.
También se encuentran cultos sincréticos entre dinastías menores, como el instituido
por Antíoco de Comagene, a mediados del siglo I y recogido en su testamento, que
se conserva en una inscripción. Creó un culto dotado de un sacerdote cuyos actos
prescribe minuciosamente, así como sus vestiduras, que deben ser persas. El panteón
que adora el rey es también, a la vez griego y persa.
Estos cultos reales dieron trabajo a numerosos artistas y arquitectos, que
construyeron templos y capillas, gimnasios y pórticos con nombres de los diferentes
reyes: Ptolemaion, Ataleion, Arsinoeion, etc…, así como esculturas e inscripciones
que a menudo se han conservado.
En las Dinastía Seléucida, los reyes no eran dioses, sino que recibían de los dioses
su investidura. El rey era aquel a quien Mitra y Analtis daban el hvareno, la gloria
que mimbaba su frente y que significaba felicidad y victoria. Pero quizás, los
seléucidas sí fueron dioses en el culto de carácter helénico que nació en las
diferentes ciudades y que ellos mismos organizaron, aunque en este sentido, las
opiniones son contradictorias. Antioco I tuvo su sacerdote en Ilion y juegos
gimnásticos en Bargylia. Se celebraron juegos en honor de Antioco I y su hijo
Antioco II que se celebraban en sus templos. Al templo de la reina Estratonice, en
Somvina, le concedió Seleuco II derecho de asilo.

Organización del Imperio Seléucida


Este Imperio, heredero de la mayor parte del Imperio Persa Aqueménida, heredó
también las dificultades que éste presentaba: Su gran extensión, las grandes
diferencias culturales, las grandes diferencias geográficas y la dificultad en las
comunicaciones.
Los Seléucidas conservaron, en grandes líneas, el sistema administrativo persa
basado en las satrapías, tal vez porque, o bien les facilitaba la tarea o porque no
hallaron una mejor forma de organizarlos llevando a cabo algunas modificaciones:
Cada satrapía no constituía una entidad administrativa homogénea, ya que sus
territorios incluían enclaves diferentes: Estados-sacerdotales, Dinastas
independientes y Poleis griegas antiguas o nuevas. No se posee una lista completa de
las satrapías seléucidas y su número varía. A principios del siglo III había unas
veinte y la extensión variaba notablemente de unas a otras.
El cargo de Sátrapa fue mantenido hasta Antíoco III, a excepción de los territorios
de Asia Menor, donde Antígono el Cíclope los había sustituido por estrategos
griegos. La gran extensión del Imperio hizo necesaria la creación de gobiernos más
generales. Las satrapías superiores, las situadas al Este del Eufrates, fueron
reagrupadas bajo la autoridad de un gobernador general, cargo que solía ocupar el
príncipe heredero del Imperio o algún Príncipe de sangre real, cuya residencia era
Seleucia del Tigris. El Estratega de Lidia residía en Sardes y tenía autoridad sobre
los otros sátrapas de Asia Menor.
En el interior de cada satrapía, las distintas funciones se distribuían entre numerosos
altos funcionarios. El Sátrapa tenía fundamentalmente funciones civiles y
financieras. Los Estrategas mandaban también las tropas. Antíoco III atribuyó a los
Sátrapas funciones militares, confiando las funciones fiscales y financieras a un
Ecónomo o a un cargo similar de encargado de las rentas, subordinados a las
funciones del Estratega-Gobernador. El personal subalterno, administrativo, tenía
autoridad sobre la tierra real o chôra basiliquè, de la que no sabemos cómo estaba
organizada en Asia Menor.
Los campesinos de las tierras reales o laoi basilikoi vivían en pequeños pueblos
o komaí y aunque eran libres, estaban ligados, en cierta forma, a la tierra, de forma
que cuando el rey legaba la tierra, lo hacía con sus campesinos incluidos, aunque no
puede comparárselos con los siervos de la gleba medievales, ya que podían
abandonarla libremente.

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