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INTRODUCCIÓN

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LEXICOGRAFÍA


LEXICOGRAFÍA PRÁCTICA Y LEXICOGRAFÍA TEÓRICA O METALEXICOGRAFÍA

PREPARACIÓN DE LA INTRODUCCIÓN

SECO, Manuel (2003). “Prólogo de la segunda edición”. Estudios de lexicografía española.


Segunda edición aumentada. Madrid: Gredos. Pp. 15-19.

SECO, Manuel (2003). “Sobre el método colegiado en lexicografía”. Estudios de lexicografía


española. Segunda edición aumentada. Madrid: Gredos. Pp. 59-69.

SECO, Manuel (2002). “Los artífices del diccionario”. El laberinto de las palabras: Introducción
a los diccionarios. Ciclo de conferencias. Madrid: Fundación Juan March:
http://www.march.es/conferencias/anteriores/index.asp?busqueda_simple=Manuel+Seco&
activador_busqueda=Buscar

(Esta conferencia no es materia de examen)

1
Las palabras son mágicas y son de balde.
(Luis Landero, Juegos de la edad tardía)

La lexicografía se ha definido tradicionalmente como la técnica de elaborar diccionarios,


de lo que se deduce que no se trata, al menos en principio, de una ciencia teórica, sino de una
tarea práctica que se puede encuadrar en el amplio grupo de materias que integran la
Lingüística Aplicada. Sin embargo, en los últimos cuarenta años han proliferado los estudios
teóricos sobre esta técnica (artículos, tesis doctorales, manuales…), lo que ha dado lugar al
desarrollo de una nueva materia, la lexicografía teórica, también denominada metalexicografía.

Aunque los estudios sobre lexicografía han existido siempre, en España, la


metalexicografía, como tal, nace en 1950 con la obra de Julio Casares Introducción a la
lexicografía moderna. En la “Advertencia preliminar” (p. XIV), Casares se refiere a la
lexicografía como el “arte de hacer diccionarios” y más adelante (pp. 10-11) opina que:

Lo que necesita el que quiera llegar a dominarla [la técnica de hacer


diccionarios] no son tanto teorías como advertencias, consejos y menudas
habilidades de taller, fruto de la experiencia, y que conviene aprender en la mesa
de trabajo a medida que las dificultades se presentan.

Hasta mediados del siglo pasado, los únicos tratados sobre lexicografía que podía
consultar un lexicógrafo eran los que encontraba en los prólogos de los diccionarios, lo que no
suponía una gran ayuda a la hora de enfrentarse con la tarea de elaborar un diccionario.

La lexicografía como objeto de estudio; es decir, como teoría, comienza a despuntar en


un congreso sobre diccionarios que se celebra en la Universidad de Indiana en 1960, aunque
no empieza a estudiarse como asignatura universitaria hasta la década de los años 70 del siglo
XX.
En 1983 se celebra el Primer Congreso Internacional de Lexicografía en la Universidad
de Exeter (Inglaterra) y ahí nace la European Association for Lexicography (EURALEX).
En 1988, Haussmann (1988: 80) alude a la denominación de investigaciones
metalexicográficas que Terence Russon Wooldridge utilizaba en 1977 para referirse a los
trabajos sobre la elaboración de diccionarios.

2
Según Haussmann, los campos de estudio de la lexicografía teórica son los siguientes:
 La historia de la lexicografía
 La crítica de los diccionarios actuales
 El uso real de los diccionarios por los usuarios
 El estatus cultural y comercial en los diferentes países
 La tipología de los diccionarios
 Las funciones del diccionario
 La teoría del texto lexicográfico
 La recogida y el tratamiento de los datos en lexicografía
 La teoría de la organización del trabajo lexicográfico

Por supuesto, desde la década de los años 80 del siglo XX hasta ahora, las cosas han
cambiado mucho en todos los campos de la investigación, pero más, si cabe, en el de la
Lexicografía, que se ha beneficiado de unas herramientas inimaginables hace no tanto tiempo.

Como veremos más adelante, la irrupción de la informática en la lexicografía ha


supuesto una auténtica revolución que ha facilitado enormemente el trabajo del lexicógrafo y
que le ha permitido pasar en muy poco tiempo de realizar una actividad a la manera del siglo
XVIII, con el trajín de ficheros pesados, la confección de fichas de papel y la escritura a mano,
a manejar las tecnologías del siglo XXI, casi milagrosas si se comparan con las penurias
anteriores1.

Sin embargo, no conviene mitificar excesivamente la tecnología y hay que ser


conscientes de que el ordenador sigue las indicaciones que se le han dado y actúa en función
de unos parámetros prefijados por el lexicógrafo. Un diccionario no se hace solo, simplemente
con apretar un botón, como todavía creen muchos. Detrás de los avances informáticos, que sin
duda suponen una ayuda inestimable, tiene que haber un trabajo de planificación exhaustivo si
queremos que el producto resultante tenga una calidad aceptable. Esto supone que la figura
del lexicógrafo, lejos de tender a la desaparición por la introducción de la informática en su
trabajo, ha aumentado su campo de especialización, puesto que a los saberes lingüísticos que
su trabajo le exigía debe añadir, si no un dominio absoluto de la técnica, sí al menos un
conocimiento de los medios tecnológicos que tiene a su disposición y que evolucionan de
forma imparable para obtener de ellos el máximo provecho.

1
Sobre esto, veremos en el tema 1 el artículo de Gonzalo Águila Escobar “las nuevas tecnologías al
servicio de la lexicografía: los diccionarios electrónicos”, disponible en el siguiente enlace:
http://fhyc.unileon.es/SEL/actas/Aguila.pdf

3
Y esto no es todo. Conviene tener siempre presente que la práctica lexicográfica exige,
además de unos conocimientos lingüísticos, extralingüísticos y tecnológicos más o menos
extensos, estar en posesión de una serie de cualidades que se pueden resumir en:
minuciosidad, coherencia, paciencia, sensibilidad lingüística, capacidad ilimitada de espíritu
crítico y, sobre todo, autocrítico, así como capacidad para mantenerse en un estado de
duda permanente. Aunque esta afirmación pueda parecer exagerada y hasta desalentadora, la
práctica nos irá mostrando hasta qué punto es objetiva y, de momento, a título de ilustración,
veamos un caso de trampa lexicográfica en la que cualquiera podría caer.

Es conocida entre los lexicógrafos la anécdota del error que se deslizó en el Diccionario
de uso del español, de la insigne María Moliner, poseedora como nadie de las cualidades
mencionadas, entre otras muchas. Y, con todo, su definición de una palabra tan corriente y
conocida por todos como día constituye un ejemplo de los peligros que acechan el trabajo del
lexicógrafo más avezado.

La historia es la siguiente:
La consulta del DRAE ha sido siempre el punto de partida obligatorio para la inmensa
mayoría de los lexicógrafos de lengua española y, puesto que las innovaciones del DUE
responden en mayor medida a la estructura de la obra que a la definición de las palabras,
María Moliner, como cualquier lexicógrafo, tuvo en cuenta el DRAE cuando redactó su
diccionario.
Ya en 1732 la Real Academia Española ofrecía en el Diccionario de Autoridades la
siguiente definición de día:

RAE A 1732 Diccionario de Autoridades

Según esta definición, pues, es el Sol el que gira alrededor de la Tierra y


probablemente, el disparate anticopernicano no llamaba la atención precisamente por lo
cotidiano del término.

4
Con algunas modificaciones, pero manteniendo el equívoco de que sea el Sol, y no la
Tierra, quien se mueve, el DRAE de 1970 (19.ª ed.), que era el vigente cuando María Moliner
escribió su diccionario, publicado en 1980, decía así:

RAE U 1970

La definición oculta una doble trampa. Por un lado, se sitúa en el punto del observador
(para un “terrestre”, el día es el tiempo que transcurre desde que el Sol sale hasta que se pone,
por más quieto que permanezca en realidad), lo que ya crea una ambigüedad que puede pasar
desapercibida con facilidad, precisamente debido a nuestro conocimiento extralingüístico sobre
la cuestión. Pero, además, el adverbio aparentemente es la clave que indica al lector la
perspectiva desde la que se expresa el concepto. Y esta es precisamente la palabra que María
Moliner elimina en su definición, con lo que el resultado es el siguiente:

Es decir, que, según el DUE, no solo es el Sol el que gira alrededor de la Tierra, sino
que, además, parece que lo hace en 24 horas, con lo que se mezcla la definición de día con la
de año, o lo que es lo mismo, el movimiento de traslación con el de rotación de la Tierra.

5
Lo curioso es que la misma peligrosa palabra, aparente, figura en la definición de año
del DRAE de 1970:

RAE U 1970

Y, sin embargo, en este caso, afortunadamente, María Moliner no cae en la trampa y define
año correctamente como “Espacio de tiempo que invierte la Tierra en una revolución completa
alrededor del Sol.”

Por lo que respecta a la RAE, en la 20.ª edición del DRAE, de 1984, modifica
notablemente la definición de día, al introducir una mención al movimiento de rotación, pero
sigue manteniendo cierta ambigüedad, provocada una vez más por la palabra aparentemente:

RAE U 1984

6
La misma definición se mantiene en la 21.ª edición, de 1992, pero se actualiza, por fin,
igual que la de año, en la 22.ª, de 2001:

día. (Del lat. dies). m. Tiempo que la Tierra emplea en dar una vuelta alrededor de su
eje; equivale a 24 horas. || 2. m. Tiempo en que el Sol está sobre el horizonte. […]

año1. (Del lat. annus). m. Astr. Tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor
del Sol. Equivale a 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. || 2. m. Período de
doce meses, a contar desde el día 1 de enero hasta el 31 de diciembre, ambos inclusive.
[…]

De nuevo podemos observar alguna modificación en la definición de día de la 23.ª edición, de


2014:

día. (Del lat. dies). 1. m. Período de 24 horas, correspondiente al tiempo que la Tierra
emplea en dar una vuelta completa sobre su eje. […] || 4. Período de tiempo
comprendido entre el amanecer y el ocaso durante el cual hay claridad solar. Ahora los
días son más cortos.

Como vemos, incluso la definición de un término tan conocido para todos puede
proporcionar dificultades y hasta disgustos, lo que demuestra que más vale detenerse a
analizar lo que estamos leyendo y meditar lo que vamos a escribir antes de caer en un error tan
absurdo2.

En esta asignatura vamos a dedicar una primera parte (temas 1, 2 y 3) a estudiar lo que
podríamos llamar la teoría de la práctica; es decir, nos vamos a ocupar de cómo se hace un
diccionario. Independientemente de los medios tecnológicos de que dispongamos y del corpus
sobre el que se base el repertorio léxico, hay una serie de conocimientos sobre la elaboración
de un diccionario que resultan imprescindibles para enfrentarse a la tarea lexicográfica.
Empezaremos por analizar brevemente los múltiples tipos de diccionarios que podemos
encontrar y nos centraremos en el de palabras (o de lengua), general y monolingüe. Veremos
qué requisitos hay que tener en cuenta para establecer la planta de un diccionario o lo que
es lo mismo, para planificarlo, y entraremos ya de lleno en los componentes de su estructura:
la macro y la microestructura. Nos detendremos especialmente en esta última, que, por

2 Este apartado forma parte de una comunicación más extensa, “Factores extralingüísticos en la
selección terminológica del VCT”, que pueden ver en el siguiente enlace:
http://www.rac.es/5/FACTORES_EXTRALING_VCYT_RACEFYN.pdf

7
corresponder a la realización del artículo lexicográfico y de la definición propiamente dicha,
tiene especial interés.

En la segunda parte (temas 4, 5 y 6) nos centraremos en los principales aspectos de los


que se ocupa la metalexicografía. Empezaremos por tratar, en el tema 4, los elementos del
diccionario que se deben analizar para llevar a cabo una crítica lexicográfica científica y
rigurosa, con el fin, no solo de poder distinguir un estudio válido de otro que no lo es, sino
también de ser capaces de redactar una reseña rigurosa de cualquier diccionario, aportando un
criterio lexicográfico objetivo. En el tema 5 nos ocuparemos de comprobar la utilidad del
diccionario en el aula para fomentar en los estudiantes el aprendizaje de la lengua y,
especialmente, del vocabulario a través de ejercicios que potencien su creatividad y resulten
amenos e incluso divertidos. Por fin, en el tema 6, una vez asimilados los conocimientos
indispensables sobre la materia, nos encontraremos en disposición de efectuar un recorrido por
los principales diccionarios que se han producido en la lexicografía española a lo largo de la
historia.

Recomendación

Durante los días 5 a 7 de noviembre de 2014, se celebró en la RAE un Simposio


internacional sobre «El futuro de los diccionarios en la era digital». La información completa
figura en la página de la RAE: www.rae.es

Les recomiendo que escuchen la ponencia del académico Ignacio Bosque, que, como
todas las suyas, resulta muy sugerente y anima a trabajar en este campo.
Ignacio Bosque: «Ideas para conectar palabras»:
http://www.rae.es/noticias/la-lexicografia-y-la-linguistica

Por si tienen interés en alguna de las ponencias y mesas redondas que se celebraron
en ese simposio, reproduzco aquí el enlace a los vídeos:
https://www.youtube.com/watch?v=JfP6JzEEDXw&list=PLAc67Zs0vjcKTLBhUicDMqLCovnx61
cMk

8
BIBLIOGRAFÍA CITADA

ÁGUILA ESCOBAR, Gonzalo (2006). “Las nuevas tecnologías al servicio de la lexicografía: los
diccionarios electrónicos”. Actas del XXXV Simposio Internacional de la Sociedad Española
de Lingüística. León: Universidad de León. [En línea]. Disponible en:
http://fhyc.unileon.es/SEL/actas/Aguila.pdf

CASARES, Julio (1993) [1950]. Introducción a la lexicografía moderna. Revista de Filología


Española, anejo LII. Madrid: CSIC.

HAUSSMANN, Franz Josef (1988). “L’essor d’une discipline: la métalexicographie à l’échelle


mondiale”. En Verba, anexo 29.

MEDINA GUERRA, Antonia M. (coord.) (2003). Lexicografía española. Barcelona: Ariel.


Disponible vista previa (incompleta) en:
http://books.google.es/books?id=zJ6bBsYttscC&pg=PA44&lpg=PA44&dq=metalexicografia&
source=bl&ots=TOSyAFxUkQ&sig=EciHZ8LO-
wtzQyOE5hvdg05Ht9w&hl=es#v=onepage&q&f=false

SECO, Manuel (2003). Estudios de lexicografía española. Segunda edición aumentada.


Madrid: Gredos.

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