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A la opinión pública:
Es claro, por otra parte, que existe presunta celebración indebida de contratos
cuando el Ministerio de Cultura firma con la empresa MAC o MACS la exploración
submarina con personal que no acreditó sus títulos porque entre otras cosas los
únicos que salen a relucir son los que otorga la lista Clinton. El maléfico plan de
pagarle a un incompetente operador minero con bienes pertenecientes al naufragio
insignia de la arqueología subacuática mundial simplemente se ha ratificado, y goza
de toda legalidad y validez para el actual Ministerio de Cultura –lo cual contradice
las múltiples y extensas afirmaciones a la prensa de la señora Vicepresidente de la
República-. La verdad es que cada respuesta en cuerpo ajeno asumida como propia
delata una presunta asociación para la comisión de un delito contra la
administración pública y peculado por aplicación oficial diferente, al convertir una
APP, que solo podría lucrarse de una explotación económica específica (“museo”,
“tiendas de regalos”, “películas colombo-cubanas del siglo XVIII”), en una licitación
al mismo tiempo, cuyo objeto contractual es extraer bienes y la forma de pago se
realiza mediante entrega de estos mismos (oro, plata, piedras preciosas) según
peso –tal forma de pago permite el exabrupto de la ley Santos-MAC o 1675 de 2013
y una sentencia de la Corte Constitucional procedente del restituido Alberto Rojas
Ríos-. La antinomia perfecta.
La respuesta tiene pues el efecto de una confesión de labios para afuera. No hay
penitencias, arrepentimiento ni contrición de corazón. La condena de sus autores
nos parece inevitable.
25 de mayo de 2019