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ANUARIO DE ESTUDIOS BOLIVARIANOS

Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium

Año xvi, Nº 17, 2010


Depósito Legal: pp.199008DF7
ISSN: 1315-0243
El Anuario de Estudios Bolivarianos es una publicación anual del Instituto de
Investigaciones Históricas Bolivarium de la Universidad Simón Bolívar creada en
1990 con el objetivo de publicar y difundir sistemáticamente resultados de las
investigaciones relevantes del acontecer histórico hispanoamericano, latinoamericano
y venezolano, con énfasis en la historia política, intelectual e institucional del período
que transita desde el dominio de los dos imperios (España y Portugal) hasta la
etapa de formación y consolidación de los distintos Estados Nacionales. La revista
funciona con arbitraje doble ciego. Cuenta con un equipo editorial multidisciplinario,
conformado por profesores de universidades nacionales e internacionales y se nutre
de la colaboración de articulistas nacionales e internacionales.
La revista está indizada en Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades
(CLASE); en el Catálogo del Sistema Regional de Información en Línea para Revistas
Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (LATINDEX); en la base de
datos del Handbook of Latin American Studies y forma parte del Centre de Documentation
sur l’Amérique Latine (CEDOCAL), de la Maison de la Recherche, coordinado por
el Institut Pluridisciplinaire d’Etudes sur l’Amérique Latine (IPEALT). Acceso a
texto completo de las últimas ediciones del Anuario de Estudios Bolivarianos a través
de la web: www.bolivarium.usb.ve
Costo por ejemplar: Bs. 20.
Envío de materiales, correspondencia y canje:
Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium. Calle Inglesa, Edificio
de la Biblioteca Central, Nivel Jardín, Universidad Simón Bolívar, Apar-
tado Postal 89000, Caracas, Venezuela. Telf.: (58 212) 9063143/3141.
Correo electrónico: bolivari@usb.ve
©Bolivarium
Universidad Simón Bolívar
Caracas, Venezuela, 2010
RIF: G20000063-5
NIT: 05265664483
Composición y diagramación: Mireya Roso de Pérez
Corrección: Gabriel Rodríguez
Diseño de carátula: Luis Arismendi
Tiraje: 350 ejemplares
Impresión: Producción impresos USB
Depósito legal: pp.199008DF7
ISSN: 1315-0243
Reservados todos los derechos
ANUARIO DE ESTUDIOS BOLIVARIANOS
Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium

Año xvi, Nº 17, 2010


Depósito Legal: pp.199008DF7
ISSN: 1315-0243
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR COMISIÓN EDITORIAL
Enrique Planchart Ramón Aizpurua
Rector Escuela de Historia, Universidad Central
Rafael Escalona de Venezuela, Venezuela.
Vice-Rector Académico Ángel Almarza
William Colmenares Departamento de Formación General
Vice-Rector Administrativo y Ciencias Básicas. Universidad Simón
Cristian Puig Bolívar, Venezuela.
Secretario Luis Barrón
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES División de Historia, Centro de
Y HUMANIDADES Investigaciones y Educación Superior en
Lydia Pujol Ciencias Sociales (CIDE), México.
Director Luis Ricardo Dávila
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS Centro de Estudios Políticos y Sociales
SOCIALES de América Latina, Facultad de Ciencias
María Auxiliadora Andrade Jurídicas y Políticas, Universidad de los
Jefe Andes, Mérida, Venezuela.
DECANATO DE EXTENSIÓN Carolina Guerrero
UNIVERSITARIA Departamento de Ciencias Sociales.
Oscar González Universidad Simón Bolívar, Venezuela.
Decano
Georges Lomné
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES Instituto Hanna Arendt. Departamento
HISTÓRICAS-Bolivarium de Áreas Culturales, Universidad de
Ezio Serrano Marne-la-Vallée, Francia.
Jefe
Fabio Morales
María Eugenia Talavera Departamento de Filosofía. Universidad
Adjunto al Jefe Simón Bolívar, Venezuela.
CONSEJO ASESOR - INSTITUTO DE Paulette Silva
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS- Departamento de Literatura. Universidad
Bolivarium Simón Bolívar, Venezuela.
Carole Leal Curiel
(Universidad Simón Bolívar) Ana Johana Vergara S.
José M. Morales Instituto de Investigaciones Históricas
(Universidad Simón Bolívar) Bolivarium, Universidad Simón Bolívar,
Elena Plaza Venezuela.
(Universidad Central de Venezuela) Gerardo Vivas
Inés Quintero Departamento de Ciencias Sociales.
(Universidad Central de Venezuela) Universidad Simón Bolívar, Venezuela.
Ezio Serrano
(Universidad Simón Bolívar) ANUARIO DE ESTUDIOS
BOLIVARIANOS
María Eugenia Talavera Ezio Serrano
(Universidad Simón Bolívar) Coordinador
Los árbitros de este número de la revista fueron:

Ramón Aizpurua (Universidad Central de Venezuela)


Ángel Almarza (Universidad Simón Bolívar)
Catalina Banko (Universidad Central de Venezuela)
Rodrigo Conde (Universidad Simón Bolívar)
María Zelia de Camargo (Universidad Central de Venezuela)
Carole Leal Curiel (Universidad Simón Bolívar)
Alejandro Mendible Zurita (Universidad Central de Venezuela)
Inés Quintero (Academia Nacional de la Historia)
María Eugenia Talavera (Universidad Simón Bolívar)
Isidro Vanegas (Universidad Externado de Colombia)
Gerardo Vivas (Universidad Simón Bolívar)
Anuario de Estudios Bolivarianos /Año XVI, número 17, 2010

CONTENIDO

Ezio Serrano Presentación ........................................................................ 9

Conferencia
Germán Carrera Damas La peripecia de “Los ingenuos patricios del 19 de abril
y el testimonio de Bolívar”................................................. 15

Artículos
Rogelio Altez La coyuntura como excusa: poderes regionales tras el
obispado de Mérida en 1812.............................................. 33
Magali Carrillo Rey y reino en las juras de lealtad...................................... 57
Flávio Gomes Los cimarrones y la trata atlántica en el Río de
Janeiro colonial (1691-1792).............................................. 79
Alí E. López Bohórquez El dean Francisco Javier de Irastorza: verdadero
promotor del establecimiento de una universidad
en Mérida.............................................................................. 107
Isidro Vanegas El ideal del gobierno democrático durante la
revolución neogranadina (1808-1816).............................. 143
Ana Johana Vergara S. Los vínculos entre la provincia de Caracas y la isla
caribeña de San Thomas durante las guerras de
independencia (1808-1821)................................................ 169

Reflexiones Historiográficas sobre el Bicentenario


Guillermo Guzmán Celebrando los bicentenarios: mapa de publicaciones. 207

Canje ................................................................................................ 221


Normas de arbitraje ................................................................................................ 225
Normas de publicación ................................................................................................ 227

 7
El ideal del gobierno democrático
durante la revolución neogranadina
(1808-1816)

Isidro Vanegas1
Universidad Externado de Colombia

Resumen: Durante la revolución neogranadina la cuestión de las formas


de gobierno tuvo una centralidad desconocida para los estudiosos de la
actualidad, acostumbrados a pensar los regímenes políticos (reducidos
generalmente a la democracia) bajo una perspectiva propia de la ciencia
política, que los reduce a un conjunto institucional. Comprender la
revolución exige un redescubrimiento de ese enfoque propio de la filosofía
política, a partir del cual los regímenes políticos resultan inseparables de
las leyes pero también de las costumbres, la moral, e incluso las pasiones.
De ahí la preocupación central de este texto: indagar por el despliegue
de las adhesiones y los cuestionamientos hechos a la forma de gobierno
democrática, la cual se impuso luego de las juntas de mediados de 1810 como
el único régimen que podía sustituir la monarquía y servir de fundamento
al vínculo social inédito que inauguraba la revolución. El texto subraya
cómo, en el marco de una compleja elaboración intelectual, el gobierno

1 Investigador del Centro de Estudios en Historia de la Universidad Externado


de Colombia. Obras: Coeditor de La sociedad monárquica en la América hispánica,
colaborador para el Diccionario político y social Iberoamericano. Ha investigado
igualmente sobre los movimientos obreros y socialistas del siglo xx, dentro de
cuya labor tradujo el libro de David Sowell, Artesanos y política en Bogotá. Correo:
isidrovanegas@yahoo.fr. Recepción: 04/05/2010. Aprobación: 15/09/2010.

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El ideal del gobierno democrático durante la revolución neogranadina (1808-1816) / Isidro Vanegas
Anuario de Estudios Bolivarianos / Año xvi, número 17, 2010 / pp. 143-168

democrático en su variante representativa se impuso bajo dos acepciones


ricas en determinaciones: “gobierno representativo” y “sistema federativo”,
las cuales remiten a importantes problemas de estructuración de la nueva
comunidad política.
Palabras clave: Nueva Granada, democracia, monarquía, formas de gobierno,
revolución

The ideal of democratic goverment during the neogranadina


revolution of independence
Summary: During the neogranadina revolution the question of forms of
government had a central importance unknown to scholars today, accustomed
to thinking of political regimes (generally reduced to democracy) under its
own perspective of political science. Understand the revolution requires
a rediscovery of the approach of political philosophy itself, from which
political regimes are inseparable from the legislation but also of customs,
morals, and even passions. Hence the central concern of this paper:
investigate through the deployment of accession and the criticisms made to
the form of democratic government, which was imposed after the juntas in
mid-1810 as the only system that could replace the monarchy and serve as
the basis to the unprecedented social bound opened by the revolution. The
text emphasizes how, in the context of a complex intellectual development,
the democratic government in its representative variant imposed under two rich
determinations: “representative government” and “federal system”, which
refer to major structuring problems of the new political community.
Key words: Nueva Granada, democracy, monarchy, goverment forms, revolution.

En la Nueva Granada la ruptura con el gobierno monárquico fue lenta, en


contraste con la adopción intelectual del gobierno popular, que tuvo un ritmo
más bien rápido y sincronizado. Pero hay que ser precavidos. En primer
lugar, el horizonte democrático no es ineluctable: ni en el sentido que hubiera
sido el único camino disponible, ni en el sentido que los neogranadinos ya
poseyeran una voluntad republicana supuestamente adquirida en los libros

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El ideal del gobierno democrático durante la revolución neogranadina (1808-1816) / Isidro Vanegas
Anuario de Estudios Bolivarianos / Año xvi, número 17, 2010 / pp. 143-168

y alimentada por el sentimiento de una separación insalvable respecto de


la metrópoli. En segundo lugar, el gobierno democrático no aparece en el
horizonte automáticamente con la revolución: sólo irrumpe cuando los
notables neogranadinos ya han entrado en diversas tensiones con el poder
monárquico, y en sus comienzos el gobierno democrático no tiene casi
seguidores.
Hoy sabemos que a finales de mayo de 1810 sólo Camilo Torres se
ha pronunciado por una variante de gobierno popular. En una carta a su
tío Ignacio Tenorio, Oidor en Quito, plantea su escogencia de manera
contundente, partiendo del supuesto que la monarquía se halla disuelta y la
madre patria perdida, con lo cual los americanos quedan en la situación de
hijos mayores que tras la muerte de su padre común entran a gozar de sus
derechos, ponen su propia casa y se gobiernan a sí mismos. En esta situación,
piensa Torres, la Nueva Granada está ante dos tareas fundamentales. La
primera, iniciar su camino como nación independiente, pues estando tan
distante de los demás reinos americanos y siendo sus intereses tan diversos
de éstos, podía considerársela como “una nación separada de las demás”,
como un reino que “puede y debe organizarse por sí solo”. La segunda,
escoger su propia forma de gobierno, puesto que en el estado de disolución
actual cada reino americano debe optar por “la forma de gobierno que
mejor le acomode”. Aquí Torres es preciso: la “única forma de gobierno”
conveniente para los americanos es la establecida en Estados Unidos pues,
siguiendo al inglés Richard Price, la considera “la más sabia que hay bajo el
cielo”. Torres entonces insta a trabajar para “formar un Gobierno semejante,
y si es posible, igual en un todo al de aquellos republicanos”, entusiasmado
particularmente por la división de los poderes y por las posibilidades que
abre a la libertad. Para alcanzar ese objetivo juzga necesario el cultivo de
la razón y el perfeccionamiento de las costumbres, “porque la razón y las
costumbres son en un pueblo libre, lo que las cadenas y los calabozos son en
un pueblo esclavo”, sugiriendo que al gobierno monárquico le es inherente
la falta de libertad. Y aunque Torres es rotundo en que el objetivo final es
el establecimiento de la forma de gobierno de los norteamericanos, sugiere
que hacia allá debe irse de manera progresiva, creando juntas como un
primer paso. Pero en lugar de juntas supremas provisionales en cada reino,
compuestas por diputados de su jurisdicción y con el Virrey o Capitán
General a su cabeza, él las imagina integradas por “los sabios, los hombres
de mérito y de virtudes”. Juntas cuya provisionalidad no la funda en que

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Anuario de Estudios Bolivarianos / Año xvi, número 17, 2010 / pp. 143-168

deberían dar paso al monarca cuando este regresara, sino en que deberían dar
paso a la reunión del Congreso general del Reino que establecería la forma
de gobierno republicana en su modalidad federativa. Juntas a cuya cabeza
no deberían estar las autoridades virreinales, que no eran sino Jefes nacidos y
criados en las “perversas máximas” del “antiguo despotismo”, habituados a
considerar a los pueblos como “viles esclavos” a quienes mandaban al son del
tambor. Jefes acostumbrados al lujo y la lisonja, inadecuados para “gobernar
hombres libres”, pues no soportarían “que se les hablase con libertad, y se
opondrían a todo aquello que no conviniese a sus propios intereses”.2
Este conjunto de ideas de Camilo Torres en torno de la forma de gobier-
no de su predilección no sólo es importante por su precocidad y su
rotundidad sino también porque contiene muchas de las claves y de las
escogencias que asumirán los defensores del régimen democrático, los cuales
prevalecerán clara mas no explícitamente luego de la creación de las juntas a
mediados de 1810. En efecto, durante los primeros meses de las juntas ese
predominio no es legible a través de discursos sistemáticos que vindiquen
ese tipo de gobierno, sino más bien a través de las recusaciones de quienes
lo ven introducirse más o menos subrepticiamente en la Nueva Granada.
Ninguna junta proclama el gobierno democrático, pero el único lealista
al que vemos en Santafé protestar abiertamente, alega que la Junta de
la capital es producto de una grave decisión que cambia las leyes fundamen-
tales de la monarquía, deslizándose hacia la riesgosa sustitución del gobierno
monárquico por la democracia. Una impresión que comparte el ex-oidor
Joaquín Carrión, para quien las novedades de julio de ese año no hacían
sino evidenciar la voluntad de independencia y el deseo de los “doctores”
santafereños de “nivelar su gobierno por el de los Estados Unidos”.3

2 Carta de mayo 29 de 1810, en Guillermo Hernández de Alba (Compilador),


Proceso histórico del veinte de Julio de 1810, Bogotá, Banco de la República, 1960,
pp. 54-68.
3 Proceso contra Ignacio Vargas, en Archivo General de la Nación, Archivo

Anexo, Justicia, tomo 8, espec. f. 9r; Carta de Carrión al Consejo de Regencia


de Agosto 28 de 1810, en Jairo Gutiérrez R. y Armando Martínez G., La
visión del Nuevo Reino de Granada en las Cortes de Cádiz (1810-1813), Bogotá,
Academia Colombiana de Historia / UIS, 2008, p. 2. Ver también Santiago
y José Antonio Torres y Peña, “Copia del escrito que se ha presentado por
la venida del Ilmo. Sr. Arzobispo de Santafé”, Santafé de Bogotá, Imprenta
Patriótica, Junio 27 de 1811, p. 3.

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El ideal del gobierno democrático durante la revolución neogranadina (1808-1816) / Isidro Vanegas
Anuario de Estudios Bolivarianos / Año xvi, número 17, 2010 / pp. 143-168

De todas maneras no hay que exagerar la cautela de quienes simpatizan con


la república popular. A finales de agosto de 1810 la Junta de la Provincia de
Chocó indica de manera atrevida que ha instituido “una forma de gobierno
popular” tendiente a “asegurarse su felicidad” y “libertarse de los peligros
de la anarquía”, y sugiere que tal decisión no constituye sino la continuación
de lo que han hecho las demás juntas del Reino, y particularmente la de
Santafé. Y en octubre de ese año diversos vecinos del Socorro describen su
gobierno de manera reiterada como “libre y popular”, encontrando en él “el
más seguro apoyo del orden y de la felicidad de los pueblos”.4 Vindicaciones
estas que van entreveradas con advertencias respecto de la democracia,
incluso entre quienes no publicitaban otro camino, como los editores del
Diario Político de Santafé, que insertan unas máximas de economía política en
las que advierten contra el ahogamiento de la libertad pública cuando los
poderes se concentran, al igual que contra los “desórdenes de la anarquía” que
sobrevienen en una “democracia rigorosa”. Democracia, al fin de cuentas, es
un término que comúnmente sirve para aludir a una forma particular de ella,
la democracia directa, a la cual un anónimo escritor de Popayán en una carta
de septiembre de 1810 le adjudica haber propinado “inmensas calamidades”
al género humano.5 Con todo, son muchísimas más las alusiones vindicativas
o francamente laudatorias del gobierno popular las que escuchamos durante
los primeros meses de la deposición de las autoridades virreinales. En enero
de 1811 los representantes de Mompós al Congreso General del Reino aluden
a la manera armoniosa como allí fue creada la Junta, y cómo prevaleció el
“espíritu democrático”. Y poco después en un periódico santafereño dan
por hecho que todas las provincias han optado por la forma de gobierno
de Estados Unidos. Ésta, de hecho, es una inspiración fundamental para los
revolucionarios neogranadinos, que no sólo gustan aludir a ese país sino
que trabajan arduamente por apropiarse de su modelo político. Se trata de
una inquietud que bien expresa la rápida publicación de la traducción
de la Constitución norteamericana –realizada por el venezolano José
Manuel Villavicencio–, aparecida el 1 de Diciembre de 1810 en el Aviso

4 “Nuevo Reino de Granada”, El Argos Americano, Cartagena, número 4, octubre


8 de 1810; Horacio Rodríguez Plata, La antigua Provincia del Socorro y la
Independencia, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1963, pp. 117, 122.
5 “Siguen los principios de economía política”, Diario Político de Santafé, número

41, enero 15 de 1811; Archivo General de Indias, Estado, 57, número 29, 1.

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El ideal del gobierno democrático durante la revolución neogranadina (1808-1816) / Isidro Vanegas
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al Público. Al igual que la actitud del editor de este periódico, Fray Diego
Padilla, quien pese a no ver en la federación la única manera de organizar
el Reino, encuentra razonable que el Congreso general, pronto a reunirse,
considere la opción del sistema federativo, por el cual no descarta que se
decidan los diputados, aunque no necesariamente sea el tipo de federación
estadounidense, dado que existen otros modelos del pasado en los cuales
vale la pena fijarse.6
El gobierno democrático, defendido explícitamente sólo en forma
esporádica durante los primeros meses de las juntas, será reclamado desde
comienzos de 1811 por muchos neogranadinos no sólo como su régimen
predilecto sino como el régimen que organiza sus instituciones y su existencia
social. La que se impone en las etapas subsiguientes de la revolución –en
el marco de una rica elaboración intelectual–, es preciso subrayarlo, es una
democracia de índole representativa, y lo hace a través fundamentalmente
de dos acepciones: “gobierno representativo” y “sistema federativo”, las
cuales comportan algunas cuestiones de notable interés.7
La expresión gobierno representativo la encontramos utilizada de manera
fugaz en un par de documentos que por separado dirigen a los americanos
el Consejo de Regencia y la Junta de Cádiz en febrero de 1810. Gobierno
representativo es aquí o bien la Junta Suprema cesada a la que habían sido
convocados los americanos, o bien una forma pasajera de organización
de la autoridad nombrada por el conjunto del vecindario. La expresión
debió haber resonado en la cabeza de los neogranadinos inquietos, pues
vemos retomada la insinuación tanto en una representación del Síndico
Procurador General de Santafé de mayo 28 de 1810, como en el informe
de la Junta de Cartagena al Consejo de Regencia de noviembre del mismo

6 Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia de la Provincia de Cartagena


de Indias, hoy Estado Soberano de Bolívar, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas,
1883, tomo i, p. 219; “Continúa el Extracto de las dos representaciones sobre
la necesidad de conservar la integridad de las Provincias del Reino”, Semanario
Ministerial del Gobierno de la Capital de Santafé en el Nuevo Reyno de Granada, número
5, marzo 13 de 1811; Aviso al Público, número 10, diciembre 1 de 1810.
7 En cualquiera de sus acepciones, el gobierno democrático debe ser representa-

tivo: eso nadie lo discute: durante la revolución nadie prácticamente se


pronuncia a favor de una democracia pura o directa.

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año.8 Sin embargo, la apropiación del término transitó caminos mucho más
complejos, como lo evidencia tanto el enorme interés por Estados Unidos
y las repúblicas de tiempos pretéritos, como el sentido enteramente distinto
que rápidamente le dieron y la centralidad que adquirió en la escena pública
en las distintas regiones dominadas por los novadores, donde predominó
de manera casi simultánea, como puede verse en el siguiente muestrario de
alusiones. En febrero de 1811 la Junta de Santafé presume que las provincias
neogranadinas tienen o deben tener un “Gobierno Representativo”, dándole
a este término el sentido quizá restringido de autoridad en cabeza de un
congreso cuyos diputados han sido nombrados por las provincias. En abril
un corresponsal anónimo del Argos Americano da por hecho que en Cartagena
ha sido erigido un “gobierno representativo” que, sin ser delimitado
claramente, aparece asociado al derecho reasumido por los pueblos de
“nombrar sus Gobernantes” por medio de una “elección libre, y arreglada”.
En junio, los revolucionarios de Popayán escriben reiteradamente para
indicar que están poniendo en pie un “Gobierno representativo”, mientras
la Junta de Antioquia convoca a una asamblea constituyente de la cual espera
el establecimiento definitivo de un “Gobierno Representativo”.9
La fuerza del ideal del gobierno representativo es más notoria aún si
tenemos en cuenta que todas las once constituciones neogranadinas que
conocemos, declaran que la forma de gobierno que rige tanto las provincias

8 Ver el manifiesto del Consejo de Regencia y la proclama de la Junta superior de


Cádiz, en Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia de la Provincia de
Cartagena de Indias, hoy Estado Soberano de Bolívar, Bogotá, Imprenta de Medardo
Rivas, 1883, tomo i, pp. 39 y 45; José Manuel Restrepo (compilador) [1861],
Documentos importantes de Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, Bogotá, Universidad
Nacional, 1969, tomo i, pp. 7-14.
9 “Concluye el Extracto de las dos representaciones sobre la necesidad de

conservar la integridad de las Provincias del Reino”, Semanario Ministerial del


Gobierno de la Capital de Santafé en el Nuevo Reyno de Granada, número 7, marzo 28
de 1811; “Correspondencia”, El Argos Americano, suplemento al número 27, 28,
abril 1, 8 de 1811; “Acta de Instalación de la Junta Superior de Gobierno de la
Provincia de Popayán”, Semanario Ministerial del Gobierno de la Capital de Santafé
en el Nuevo Reino de Granada, número 24, julio 25 de 1811; Archivo Histórico
José Manuel Restrepo, rollo 4, fondo I, volumen 7, f. 91r.

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Anuario de Estudios Bolivarianos / Año xvi, número 17, 2010 / pp. 143-168

como la Unión, es de carácter representativo.10 El gobierno representativo es


un poderoso vector en cuanto devino antónimo de tiranía, lo cual permitió
que los contrincantes, incluso en el campo patriota, hubieran podido ser
medidos por su presunta incapacidad para amoldarse a lo que aparece como
un imperativo de toda la nación. Tal sucedió por ejemplo en octubre de 1812
cuando el Gobierno de las Provincias Unidas conminó al de Cundinamarca
a que se conformara con el gobierno “popular representativo y dividido en
poderes” que había sido dictado para el conjunto de la Nueva Granada, pese a
que dicha provincia no había aceptado formar parte de esa unión. Acusados de
vivir bajo un gobierno “despótico y tiránico”, los cundinamarqueses alegarán
en múltiples ocasiones que esta no era sino una excusa para agredirlos, pues
no era otra la forma de gobierno que ellos habían instituido.11
Ese gobierno representativo que tan rápida y tan consistentemente
obtuvo la adhesión de los líderes revolucionarios tiene para éstos un atributo
principal: garantizar la libertad frente a un poder despótico. Esos líderes no son
indiferentes a la potencialidad de ese tipo de régimen para decantar el pueblo
susceptible de participar en la escogencia de los gobernantes y así aminorar las
posibilidades del desorden, pero esta virtud de la democracia representativa
fue muy poco enunciada, mientras que la división de poderes, que ven como
la clave para la preservación de la libertad y los derechos, fue introducida
10 Entre las once constituciones incluyo la constitución de Cundinamarca de
1811, la cual acordó como bases fundamentales e invariables, entre otras, el
reconocimiento a Fernando 7º condicionado no sólo a que reinara desde Santafé
sino a que jurara la constitución. Ésta a su turno establecía un “Gobierno
representativo” en el que ningún individuo o corporación podría reunir en sí
los tres poderes. Ver cuadro de síntesis al final del capítulo.
11 Actas del Serenísimo Colegio Constituyente y Electoral de la Provincia de Cundinamarca.

Congregado en su capital la ciudad de Santafé de Bogotá para formar y establecer su


constitución, Imprenta Real de Santafé de Bogotá, 1811, pp. 13-14; Constitución
de Cundinamarca, título i, Art. 12 y título iii, artículo 10; Eduardo Posada,
(compilador), Congreso de las Provincias unidas 1811-1814, Bogotá, Biblioteca de
la Presidencia de la República, 1989, tomo 1, p. 55; Guillermo Hernández de
Alba (compilador), Archivo Nariño, Bogotá, Presidencia de la República, 1990,
tomo iv, pp. 49-50, 191, 195-198. Yendo muy lejos, los líderes de las Provincias
Unidas incluso acusaron a Nariño de tratar de legitimarse sobre la marcha
reuniendo al pueblo en una asamblea que “fue realmente una mezcla torpe de
los estamentos de monarquía a que aspira, y de las formas democráticas que
intentan destruir”.

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El ideal del gobierno democrático durante la revolución neogranadina (1808-1816) / Isidro Vanegas
Anuario de Estudios Bolivarianos / Año xvi, número 17, 2010 / pp. 143-168

con harta frecuencia en sus intervenciones. El “gobierno representativo”


–y en general el gobierno democrático– no sólo es reiteradamente asociado
con división de poderes sino que uno y otro se hacen indisociables. La
preocupación por desarticular un poder que pudiera radicar en una sola
cabeza parece de hecho nacer con la etapa juntista de la revolución, pues
ya en octubre de 1810 en Santafé –pero es algo en lo que insisten en todas
partes– los líderes revolucionarios han interiorizado el principio de la división
de poderes hasta el punto que elaboran una rica argumentación que culmina
en una resolución de la Junta de esa capital dándose una estructura de poderes
que apunta no sólo a su mejor funcionamiento dentro de una suerte de
especialización, sino también a evitar las arbitrariedades de los gobernantes.
La obsesión por la separación de poderes no hace sino ganar amplitud en
la Constitución cundinamarquesa de 1811 que califica la reunión de los tres
poderes en un solo individuo o corporación como “tiránica y contraria por
lo mismo a la felicidad de los pueblos”, y en las demás constituciones, que
cuando no repiten esta formulación dejan en claro que la división de poderes
es uno de los fundamentos del poder que están en trance de establecer. Tal es
el caso de la Junta de Antioquia que en junio de 1811 desea ver establecido
en su provincia un “Gobierno Representativo”, el cual asocia intensamente
con la división de los poderes que los preservaría de un gobierno despótico
al tiempo que salvaguardaría sus derechos de libertad, propiedad y seguridad.
Un tipo de gobierno que esa Junta apenas ha puesto en marcha a título
provisional, pero en el que encuentra tal potencialidad que se permite exhortar
a sus conciudadanos diciéndoles: “Sois perfectamente libres”. Y es que como
lo dice el Presidente de la Provincia de Popayán al gobierno de Santafé en
un oficio de noviembre de 1812, la libertad “no puedeexistir sin la religiosa
observancia del sistema de Gobierno popular y representativo”.12
12 “Discurso sobre la organización de poderes en la Suprema Junta de esta
Capital de Santafé”, Suplemento al número 19 del Diario Político, octubre 27 de
1810; Constitución de Cundinamarca, título i, Artículo 12; Archivo Histórico
José Manuel Restrepo, rollo 4, fondo i, volumen 7, folios 76r-91v; Archivo
General de la Nación, Archivo Restrepo, fondo 1, rollo 4, volumen 7, folio
309r. Otro aspecto del gobierno representativo que no hay que descuidar:
“la naturaleza misma del sistema popular representativo, que consiste en su
derecho imprescriptible de nombrar los miembros del Gobierno, por medio de
los electores” (“Relación de los sucesos ocurridos en esta Provincia en el mes
de diciembre último, con respecto al Gobierno de la Unión”, Gazeta Ministerial
de Cundinamarca, número 204, enero 5 de 1815).

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Gobierno popular y representativo o popular representativo o simple-


mente representativo, de cualquier manera que se le enuncie, este régimen
es para los hombres de la época una de las especies que puede adoptar el
gobierno democrático. Una manera de explicarlo es la de un asistente al
cabildo abierto celebrado en Santafé el 22 de octubre de 1812, quien defiende
que el gobierno de Cundinamarca es popular representativo: “popular
porque lo había constituido el pueblo; y representativo porque sin otra
diferencia que la de hallarse aquí el Poder Ejecutivo en una sola persona,
en lugar de las varias que asignaba la constitución, gobierna el Presidente a
nombre o en representación del pueblo”. Notablemente semejante a ésta,
es la aproximación que ofrece el diputado por Tunja al Congreso de las
Provincias Unidas, Joaquín Camacho, quien dibuja los regímenes políticos
de acuerdo con el lugar del pueblo en el ejercicio de los poderes. Colocando
en un extremo a la democracia –en la que “el pueblo mismo ejerce estos
poderes, y en que por consiguiente es igual la proporción entre el pueblo, y
el Gobierno”– y en el otro a la monarquía absoluta –en que el pueblo y el
gobierno son dos términos muy distantes–, precisa que bajo esta segunda
forma “el pueblo no tiene parte alguna en el Gobierno mientras que en
la primera es el todo”. Los gobiernos representativos, dice, se encuentran
entre estos dos extremos, puesto que “el pueblo nombra personas de su
satisfacción que gobiernen en su nombre, que es como si gobernase él
mismo”, y agrega que mientras “más se acerque la proporción entre el
Gobierno y los súbditos se acerca más aquél a la democracia, siendo por
consiguiente mayor el influjo del pueblo en el Gobierno”.13
En tanto que especie del régimen democrático, el término gobierno
representativo es intercambiado o mezclado no pocas veces con el de sistema
federativo. Tal es el sentido dado, por ejemplo, por los editores del Argos de
Cartagena cuando reputan la federación como una variante de la “forma
de gobierno representativo”, considerándola no sólo como la forma de
gobierno “más perfecta en sí misma” sino también como la más adecuada
a las circunstancias de la Nueva Granada en la medida que puede generar
confianza, hacer la felicidad, e impedir tanto el despotismo como la anarquía.

13 Guillermo Hernández de Alba (compilador), Archivo Nariño, Bogotá,


Presidencia de la República, 1990, tomo iv, p. 50; Joaquín Camacho, “Carta
decimanona, Ibagué Abril 12 de 1812”, Gazeta de Cartagena de Indias, número
23, septiembre 17 de 1812.

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Y es así mismo el sentido que pocos meses después le da Joaquín Camacho,


cuando escribe que la discusión sobre la forma de gobierno conveniente para
la Nueva Granada está zanjada a favor de un gobierno representativo en que
el pueblo detenta la soberanía y gobierna por medio de sus representantes,
precisando que la manera de articular las diferentes partes del conjunto
neogranadino no es el “gobierno representativo central” sino el “sistema
representativo, y federativo” al que considera como el “único justo que se
haya inventado” y el que es capaz de afianzar los “derechos del hombre
en sociedad”.14
La catalogación del sistema federativo como una forma particular de
democracia, no es, como se podría pensar, algo accidental o marginal. En
el trabajo cimero sobre la cuestión, Miguel de Pombo asocia de manera
recurrente el sistema federativo con la soberanía del pueblo que lo funda,
y argumenta que la constitución federal constituye la forma óptima de
expresión de esa soberanía. “Sólo en el sistema federativo puede decirse,
con propiedad que el pueblo es Soberano, y que la ley es una expresión de
la voluntad general, porque sólo en los pequeños Estados que se gobiernan
bajo una forma representativa, puede verificarse que los Ciudadanos se
reúnan fácilmente para concurrir con un derecho igual a la formación de la
ley, al nombramiento de los representantes del pueblo, y de los funcionarios
públicos”, escribe Pombo. Una idea que será ampliamente compartida,
como lo vemos en un escrito de Joaquín Camacho, quien insiste en que
14 “Los editores al público”, El Argos Americano, número 53, septiembre 23 de
1811, Cartagena; Joaquín Camacho, “Carta decimaoctava. Ibagué 6 de Abril de
1812. Que los Estados pequeños se gobiernan mejor que los grandes”, Gazeta
de Cartagena de Indias, número 20, agosto 27 de 1812. Ver también una carta
pública dirigida por el escribano Vicente de Rojas al dictador Manuel Álvarez
Lozano en noviembre de 1814 en la que, inspirándose en el Contrato social, le
dice: “Es verdad que nuestro Gobierno es Democrático representativo; pero eso
nada quita al Popular, que es el establecido por la voz general de la Provincia”.
Ver asimismo las palabras de un publicista que divide las repúblicas en las
de “gobierno puramente popular” o “pura democracia” donde es necesario
el consentimiento de los ciudadanos individualmente expresado, y en las de
gobierno “democrático representativo” donde nada puede hacerse sin la
expresión de los representantes legítimamente convocados. Biblioteca Nacional,
Fondo Quijano, vfdu-1-Rollo 263, pieza 29; “El Cortesano al Campesino”, El
Observador, Santafé de Bogotá, número 13, julio 29 de 1814.

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mientras un Estado grande sólo ofrece al pueblo una representación


defectuosa puesto que la opinión de los gobernantes permanece lejana de la
del pueblo, en las repúblicas pequeñas puede incluso darse una “verdadera
democracia” en cuanto la opinión del pueblo y la de los gobernantes llega
casi a confundirse. Según sus defensores, estas repúblicas de pequeña
dimensión ofrecen mejores posibilidades de gestionar el difícil asunto de la
representación en cuanto es menor la proporción de ciudadanos respecto
de cada representante, dando así a los ciudadanos mayores posibilidades de
controlar al gobierno. Que para sus promulgadores, el sistema federativo
es definitivamente el que mejor logra resolver el inevitable carácter
representativo de la democracia, lo constatamos en Miguel de Pombo
cuando alega que una monarquía no le conviene en absoluto a un pueblo
“naciente y pobre”, con lo que no sólo quiere concitar el entusiasmo de los
neogranadinos por su independencia sino rechazar una eventual restricción
de la representación a los hombres de caudal. Algo por lo que también había
abogado el cartagenero, y entusiasta del federalismo, José Fernández Madrid,
cuando había apelado a un tipo de representación política más amplia que
la de Estados Unidos e Inglaterra, donde los pobres eran marginados de la
escogencia de sus representantes.15
Pero hagamos una precisión. Lo que comúnmente se estudia bajo
la designación de federalismo contiene dos dimensiones claramente
diferenciadas, para las cuales dos términos utilizados en la época pueden
servirnos de referencia. El término federación puede servir para aludir a la
primera dimensión, esto es, la forma de organización del estado nación en
ciernes, acepción que vemos por ejemplo en el Argos Americano en el segundo
semestre de 1810 cuando definen federación como “un pacto hecho entre
gobiernos independientes, con el objeto del bien público”. Y que vemos
15 Miguel de Pombo, Constitución de los Estados Unidos de América según se propuso por
la Convención tenida en Filadelfia el 17 de Septiembre de 1787 y ratificada después por
los diferentes Estados con las últimas adiciones. Precedida de las Actas de independencia y
federación traducidas del inglés al Español por el ciudadano Miguel de Pombo, e ilustradas por
él mismo con notas, y un discurso preliminar sobre el sistema federativo, Santafé de Bogotá,
Imprenta Patriótica, 1811, p. xlii; Joaquín Camacho, “Carta decimaoctava.
Ibagué Abril 6 de 1812. Que los Estados pequeños se gobiernan mejor que
los grandes”, Gazeta de Cartagena de Indias, número 20, agosto 27 de 1812; José
Fernández Madrid, “Continúan las reflexiones sobre nuestro estado”, El
Argos Americano, Cartagena, número 6, 7, octubre 22, 29 de 1810.

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también en la idea de confederación que imaginan los cartageneros, quienes


desean reservarse la administración interior de la provincia y obedecer
solamente las órdenes de las Cortes recién instaladas en la península, “en
cuanto no se opongan a nuestros derechos y al sistema de gobierno que
hemos adoptado; o por hablar más claro; nuestra dependencia respecto
de las Cortes, es casi la misma que la de los pueblos confederados con el
gobierno que hace el centro de la unión”. El término sistema federativo se
adecúa bien a la segunda dimensión, es decir, al tipo de organización política
que la sociedad está en trance de darse. Que la adhesión al sistema federativo
entrañaba automáticamente la pretensión por parte de los novadores no
sólo de modificar el vínculo administrativo con los antiguos centros de
poder metropolitano, eso queda claro cuando adoptan el modelo político de
Estados Unidos, puesto que esta escogencia implicaba no sólo una manera
de interconectar el conjunto de las comunidades políticas neogranadinas o
americanas, sino que implicaba instituir un poder fundado sobre la soberanía
popular, esto es, una relación inédita entre el poder y la sociedad. De hecho,
a pocos meses de instaladas las juntas, los defensores del federalismo ya
proponen a mediano plazo unas tareas enormemente ambiciosas cuya
materialización implicaría una ruptura de facto con la monarquía: reunir las
Cortes del Reino para discutir el acatamiento o no a la Regencia, legalizar las
Juntas, y “establecer la constitución y forma de gobierno que más convenga
a nuestro carácter, situación y circunstancias”.16
Hacia finales de 1810 los novadores cartageneros no debían ignorar que el
sistema federativo que anhelaban era por muchos aspectos incompatible con
el gobierno monárquico, como se lo quiso hacer notar el cura santafereño
Fray Diego Padilla cuando les insinuó que entre su adhesión al federalismo
y su alegato de fieles vasallos había una contradicción, puesto que en calidad
16 Los líderes revolucionarios no fueron insensibles a la doble dimensión que
entrañaba el federalismo, aunque no se detuvieron en ella. Miguel de Pombo,
por ejemplo, escribió, siguiendo a Montesquieu, que la república federativa
combinaba en su interior las ventajas del gobierno republicano con la fuerza
que hacia el exterior daban los gobiernos monárquicos. Miguel de Pombo,
Constitución de los Estados Unidos de América …, p. xxxvi; El Argos Americano,
número 7, 9, 25, octubre 29, noviembre 12 de 1810, Marzo 18 de 1811,
Cartagena. La alusión de Pombo había sido expresada casi en los mismos
términos en “Continúan las observaciones sobre la federación &c”, El Argos
Americano, Cartagena, número 8, noviembre 5 de 1810.

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de tales “no se puede variar la forma del Gobierno ni alterar la legislación”.


Pero más que una simple contradicción, lo que este cuestionamiento
puede revelar es que la adhesión al sistema federativo –particularmente en
Cartagena– recorrió un camino en el que se fue decantando y precisando. En
un primer momento, después de la destitución de las autoridades virreinales,
la expresión gobierno federativo parece tener poca densidad, asemejándose a
la manera como un manifiesto de la península –conocido y bastante atendido
en el Nuevo Reino– había aludido en julio de 1808 al convenio hecho entre
las Juntas Supremas de Sevilla y Granada, por el cual, hasta el retorno del
Deseado, “se establecen los puntos en que deben estar acordes ambos
Gobiernos, que en rigor se constituyen federativos”. Así, en septiembre
de 1810 los líderes novadores de Cartagena habían dado por sentado que
el “antiguo sistema de gobierno” había sido trastornado, y que todas las
provincias neogranadinas se habían decidido por el “sistema federativo”,
como el más acomodado a las circunstancias del Reino y el único que podía
salvarlos de los peligros. Sin embargo, le daban un alcance modesto a la
noción de “forma de gobierno”, refiriéndose con tal expresión ante todo a la
composición y las facultades de las autoridades del Reino y de las provincias,
sin que dejaran traslucir cambios eventuales en la naturaleza del régimen
político. En sus palabras, el cambio de forma de gobierno consistía en la
reasunción de su administración interior por parte de las distintas provincias
y en el goce de la “libertad legal”, siendo subrayado lo limitado de sus miras
con la renuencia a romper con la Regencia y su advertencia de que las juntas
provinciales erigidas por todo el Reino eran un paso hacia la “confederación
general e íntima unión del Reino”, en aras de los “imprescriptibles
derechos” de Fernando 7º.17 En diciembre de ese año, sin embargo,
vemos ya escritos de publicistas cartageneros que no sólo afirman que

17 Aviso al Público, Santafé de Bogotá, número 3, octubre 13 de 1810; Junta


Superior de Observación y Defensa del Reino de Valencia, Manifiesto que hace
la Junta Superior de Observación y defensa del Reino de Valencia, de los servicios y heroicos
esfuerzos prestados por este desde el día 23 de Mayo de 1808, en favor de la libertad e
independencia de la nación, y de los derechos de su augusto y legítimo soberano el Sr. D.
Fernando Séptimo, de eterna memoria, Oficina de Monfort, Valencia, 1809, pp.
139-140; “Política. Nuevo Reino de Granada”, El Argos Americano, Cartagena,
número 2, septiembre 24 de 1810; Exposición de la Provincia de Cartagena a
las demás de Nueva Granada, de septiembre 19 de 1810, en Archivo Histórico
José Manuel Restrepo, rollo 4, fondo i, volumen 7, folios 38-43v.

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la forma federativa de gobierno es el único destino que les espera, sino que le
dan a ella un significado en notable desfase con el poder monárquico. En las
apuradas circunstancias del momento las provincias del Reino deben
reunirse en Cortes para darse “la constitución y forma de gobierno” más
conveniente, y entre las distintas posibilidades que cabría considerar, dicen
en el Argos Americano, “no será la aristocracia de la república de Venecia, ni la
liga de los cantones suizos, sino una federación como las de los Norte-Americanos”, el
sistema que haga la felicidad de los neogranadinos. Un sistema que creen
“expresamente calculado” para darles la felicidad. Bien es cierto que en este
artículo del Argos no mencionan expresamente una voluntad de subrogar la
soberanía del monarca, pero son insistentes en que la revolución que está
teniendo lugar debe orientarse ante todo a poner la búsqueda de la felicidad
en manos de la sociedad misma, de manera que en adelante los esfuerzos y
las riquezas no sean consagrados “a lisonjear los caprichos de un favorito
insolente o de una corte corrompida”. De comienzos de 1811 en adelante,
y particularmente con la publicación de la obra de Miguel de Pombo,
Constitución de los Estados Unidos de América…, la opción federativa logra un
profundo anclaje en el pensamiento revolucionario neogranadino. Se trata
de una escogencia que en todo está radicalmente separada de la forma de
gobierno monárquica que ha organizado la sociedad neogranadina, y cuyo
alcance puede entreverse cuando en un periódico de Antioquia escriben que
es “preciso que los amantes del gobierno español cierren absolutamente
los ojos a la evidencia para que no conozcan la distancia enorme que hay
entre el actual y antiguo sistema, bajo de cualquier aspecto que se les mire”,
o cuando Pombo asegura que la “Constitución de los Estados Unidos es
una forma de Gobierno esencialmente buena”.18
Decir que la forma de gobierno que debe adoptarse es esencialmente
buena es una afirmación llena de implicaciones. Una de ellas es el rechazo
–de Pombo y de la generalidad de los revolucionarios– a una monarquía

18 José Luis Fernández Madrid, “Reflexiones sobre nuestro estado”, El Argos


Americano, Cartagena, número 13, diciembre 24 de 1810; Miguel de Pombo,
Constitución de los Estados Unidos de América […], p. xxxvii; “Antioquia”, Gazeta
Ministerial de la República de Antioquia, número 14, Diciembre 25 de 1814,
Medellín. El conjunto de la reflexión de Fernández Madrid fue publicado entre
los números 4 y 13 de este periódico, esto es de octubre 8 a diciembre 24 de
1810.

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incluso templada y su afirmación de la opción democrática, actitud que


debe no poco a que la península es para ellos un contramodelo, no en el
sentido que rechacen las innovaciones políticas que allí tienen lugar sino
que las consideran completamente insuficientes, llegándose incluso en un
momento dado a equiparar la separación entre americanos y españoles con
la oposición entre republicanos y monarquistas. La Constitución de Cádiz
fue en este sentido un hito importante, pues mientras ella acordaba que el
“Gobierno de la Nación Española es una Monarquía moderada hereditaria”,
el santafereño Jorge Tadeo Lozano criticaba la mescolanza de formas de
gobierno en esa constitución y vindicaba las constituciones neogranadinas
como “absolutamente liberales”, como coherentemente liberales.19 La
monarquía –con mayor razón cuando retorna Fernando VII en 1814 y
desbarata la experiencia gaditana– no puede ser pensada sino como un
gobierno absoluto o despótico, en el que todo lo copa la voluntad omnímoda
del rey, cuyas maquinaciones ininterrumpidas siembran la discordia en la
sociedad y sirven a su obsesión de apropiarse de la riqueza de sus súbditos,
como escriben en un papel público santafereño. En la monarquía, dicen,
la vida de los vasallos está toda en manos del monarca, y este no hace sino
agredirlos incesantemente “atacándoles en sus leyes, en sus bienes, en su
felicidad”, no dejándoles sino el “sentimiento profundo de su miseria” y
manteniéndolos en la “inquietud y el susto”, rodeado como permanece
de “viles aduladores y tiranos subalternos”. La democracia representativa,
dicen, es todo lo contrario. En ella los hombres labran por su propia mano
19 Jorge Tadeo Lozano, “Discurso que ha de pronunciar en la apertura del
Serenísimo Colegio Electoral de Cundinamarca el C. Jorge Tadeo Lozano,
Brigadier de Ejército, y representante del Distrito de Chocontá”, Santafé
de Bogotá, 1813, p. 14. Una ley del gobierno de Pamplona expulsando a los
españoles europeos de la provincia (septiembre de 1814) anunció la punición
tanto de las censuras al gobierno republicano como de las alusiones a “las
ventajas del gobierno Monárquico” (Archivo General de la Nación, Sección
Archivo Anexo, Fondo Gobierno, tomo 26, folios. 60r-61v). Lo notable de la
diferencia respecto de España es visible también cuando observamos que José
María Blanco White, tenido en gran estima por su actitud conciliadora hacia la
América, escribe lo siguiente sobre la forma de gobierno de su predilección:
“considero las repú­blicas democráticas como el peor de los gobiernos posibles”
(José María Blanco White, “Conversaciones americanas sobre España y sus
Indias. Conversación 1ª. Ventajas de la Resistencia de España para la Europa
y América”, El Español, tomo v, número xxv, mayo 30 de 1812, pp. 12-13).

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su felicidad, pues “todo depende del arbitrio de los mismos individuos que
forman la sociedad, o de sus representantes legítimamente nombrados”. De
esta manera la libertad “no puede encontrarse sino en esta clase de gobierno
popular representativo: ella es su principio, ella da a cada Ciudadano la
voluntad de obedecer, el poder de mandar a su turno en la alternativa de
ser hoy representado y mañana representante, hoy súbdito y mañana funcionario:
ella por último lo hace dueño de sí mismo, igual a los demás, y precioso el
estado de que él es parte”.20
Se la invoque como república, gobierno republicano, gobierno popular,
gobierno popular representativo, gobierno democrático, la democracia
es rutinariamente proclamada como la portadora de todos los bienes a
condición de que a ella se acompasen todos los ámbitos de la vida social,
como lo indica el líder de la provincia de Antioquia, Juan del Corral, cuando
se enorgullece de que las milicias de ciudadanos sean conformes íntimamente
con “un Gobierno popular como el que hemos adoptado”, y cuando propone
cambiar la ordenanza del ejército debido a que el de España es un “código de
esclavos, de soldados mercenarios y corrompidos”, que “no puede convenir
a unos hombres virtuosos y libres, ni conciliar las obligaciones que les
impone como militares, con los derechos que gozan como ciudadanos”. Si
la democracia entraña la apropiación de la sociedad de sus propias riendas,
y si es el terreno propicio para los hombres libres y para la felicidad social,
es también el régimen “cuyo fundamento es únicamente la virtud” y al
que por lo tanto le “está reservada la producción de hombres de bien”, los
cuales a su vez son los únicos que lo pueden sostener y amar. La naciente
democracia, escriben en un periódico de Antioquia, ha permitido además una
rápida difusión de la ilustración, un progreso que no se restringe al ámbito
individual, pues ahora “todas las clases del Estado pueden recibir la misma
educación” y así “prepararse una carrera brillante por el mérito y la virtud”.21
Pero justamente porque la democracia porta tantas esperanzas, ella aparece
�� “El Cortesano al Campesino”, El Observador, Santafé de Bogotá, número 14,
agosto 19 de 1814.
21 “Reglamento General para las Milicias del Estado Libre y Soberano de

Antioquia” de julio de 1812, en Roberto M. Tisnés, Don Juan del Corral. Libertador
de los esclavos, Cali, Biblioteca Banco Popular, 1980, pp. 91, 92; “Preliminares
a las costumbres”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca, número 215, marzo 23
de 1815, Santafé de Bogotá; “Antioquia”, Gazeta Ministerial de la República de
Antioquia, Medellín, número 14, diciembre 25 de 1814.

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en la pluma de diversos revolucionarios como si estuviera amenazada por


la aristocracia. Así lo expresan los cartageneros que rechazan a finales de
1814 el nombramiento de José María García de Toledo como Gobernador,
porque “tiene hijos y parientes inmediatos en España, y sería un milagro,
que arrastrándole por naturaleza el amor de la sangre hacia aquella parte
donde existen sus hijos, y donde hay ejecutorias y blasones de nobleza,
quiera conformarse con la independencia, que ha destruido estas bases
del orgullo, para abrir la puerta únicamente al mérito y a la virtud, cuyo
sistema liberal sancionó la igualdad de derecho, que es lo que disgusta a
los pretendidos nobles, y claramente se ha manifestado, que el Sr. Toledo,
a no poder más, se ha decidido aparentemente por la democracia”. Y en
el mismo sentido se quejan en Santafé, donde alegan la evidencia de que
la voluntad de los pueblos está por su independencia y por “un gobierno
democrático que respete los sagrados derechos del hombre”, lamentando
que bajo el sistema federativo en las distintas provincias el mando hubiera
quedado en manos de unos pocos, trocándose así el gobierno popular en
una aristocracia, en la que prevalecen “los partidos, el choque de opiniones,
la ninguna permanencia en los gobiernos, y una perpetua anarquía”.22
Esta anarquía a que ven expuesta la democracia fue advertida por diversos
escritores, como un santafereño anónimo que invocó a Rousseau para
lamentar que la república neogranadina no tuviese una fundación que pudiera
perderse “en la noche de la antigüedad, por las convulsiones a que están
expuestos los estados democráticos en el principio de su establecimiento”.
O como Ventura Pascual Ferrer y Feruz, quien tomó el camino de la
advertencia de manera indirecta cuando caracterizó la Revolución Francesa
por sus excesos, por una “versatilidad tan desarreglada”, por un “choque
de las pasiones” y una “mezcla confusa de sistemas gubernativos” que “no
pudieron dejar de producir un desorden horroroso”.23 Sin embargo, es en
22 “El honor vindicado y brevísima exposición de los motivos para rechazar el
nombramiento de Gobernador en el Sr. García Toledo”, Imprenta del Gobierno
por el C. Manuel González y Pujol, Cartagena, 1815; El Explorador, Santafé
de Bogotá, Imprenta del Estado, número 1, 1814. Otra advertencia contra la
aristocracia en vindicación de la democracia en Década Miscelánea de Cartagena,
número 4, noviembre 9 de 1814.
23 “Aviso que da un patriota a las Provincias, sobre la Conspiración descubierta en

la Capital de Cundinamarca el día 23 del corriente”, Argos de la Nueva Granada,


Santafé de Bogotá, número 93, octubre 1 de 1815; Ventura Pascual Ferrer

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dos líderes sobresalientes durante la revolución, Antonio Nariño y Simón


Bolívar, donde se puede encontrar con más agudeza ese temor a la anarquía
y donde las consecuencias de ese temor llegan a tener un alcance mayor.
Nariño, quien se torna un actor importante de la revolución sólo a
mediados de 1811, interviene en diciembre de ese año para relegar la cuestión
de la forma de gobierno, alegando que lo importante es que cualquiera de
las que se escoja garantice la libertad de los individuos y en general las
leyes fundamentales (libertad, propiedad, seguridad). El Presidente de
Cundinamarca alega que estando esta provincia constituida en gobierno
monárquico son normales tanto la existencia de una serie de rangos entre
el gobierno y el pueblo, como las distinciones propias de ese ordenamiento,
y que por la misma razón Cundinamarca está imposibilitada de “abrazar
rigurosamente el sistema de los norteamericanos”. Medio año después
Nariño avanza su punto de vista diciendo entender la forma de gobier-
no federal de inspiración norteamericana adoptada por las provincias como
una salida natural de éstas, dado que “los grandes Estados no pueden ser
libres sino bajo de este sistema”, una contemporización que a pocos pasos
deshace porque encuentra que esa forma de gobierno conduce tanto a la
guerra civil como al debilitamiento hacia el exterior que hace vulnerable
a la Nueva Granada a una invasión. Para la federación –que define como
“una forma libre de gobierno”– no sólo no estarían suficientemente
preparados los neogranadinos, sino que las distintas provincias carecerían de
los recursos necesarios –extensión, población, riquezas, luces– para ponerlo
en pie. En su lugar propone una “Constitución Republicana Aristocrática
Electiva”, que permanece como algo vago, pero cuyo objetivo parece ser la
conciliación de la “voluntad general”, con una forma de gobierno “enérgica”
y por ende capaz de hacer frente a los múltiples peligros. Tal forma de
gobierno Nariño la asocia con la concordia, la libertad, la prosperidad, la
seguridad, creyendo al parecer que el carácter aristocrático de la constitución
contribuiría poderosamente a la estabilidad. Pero a cambio de esos dones
espera que los ciudadanos y las provincias estén dispuestas a soportar una

y Feruz, Historia de los dictadores de la república romana, Cartagena, Imprenta


del Gobierno, por González Pujol, 1814, pp. xxviii-xxix. Ferrer escribió que
parecía como si los representantes de la Francia no hubieran hecho más que
“pruebas y experimentos, a la manera de los químicos, de las distintas formas
de gobierno, para adoptar la más conveniente”.

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cierta limitación a su capacidad de iniciativa, a sus pretensiones soberanistas,


y a sus veleidades igualitarias.24
La cautela con la que Nariño presentó sus reticencias al gobierno
democrático ilustran sobre su aislamiento en este punto; algo notable si
se tiene en cuenta su fuerte ascendiente sobre la multitud santafereña.
En efecto, no hay ningún registro escrito de que Nariño hubiera tenido
simpatizantes para la abigarrada forma de gobierno de su predilección
–aunque quizá los tuvo–, pero lo que sí se sabe es que sus críticos en
este asunto fueron numerosos y vehementes, sobresaliendo entre ellos
los autores del Montalván, un papel publicado en varias entregas en
Santafé. Estos sostuvieron que, contrariamente a la interpretación literal
hecha por Nariño, la forma de gobierno acordada por la Constitución
de Cundinamarca de 1811 no era una monarquía constitucional sino un
gobierno popular representativo o “Gobierno Representativo del Pueblo”,
de tal manera que el gobierno o constitución no quedaba destruido “porque
se Gobierne por un Presidente, o por un Rey, ni porque se llame Monarquía,
o República”, siempre y cuando subsistiera “la Soberanía del Pueblo, y el
Gobierno Representativo”. Reiteraban que quitar de la constitución “el
estorbo de Fernando”, o la monarquía, no alteraba su esencia, que era la
de un “Gobierno Popular Representativo”.25

24 “Cundinamarca. Santafé, Diciembre 23”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca,


Santafé de Bogotá, enero 2 de 1812, número 20; Antonio Nariño, “Continuación
de mi dictamen sobre el Gobierno de la Nueva Granada”, La Bagatela, número
5, agosto 11 de 1811; “Discurso para la apertura del Colegio Electoral
pronunciado por el Excmo. Señor Presidente del Estado de Cundinamarca
Don Antonio Nariño, en 13 de junio de 1813”, Santafé de Bogotá, Imprenta
del Estado, 1813. En cuanto a su discrepancia con el sistema federativo Nariño
no estuvo solo, como se ve en la actitud de José París, para quien el principal
obstáculo a una cierta unificación de la Nueva Granada era el apego irreflexivo
a esa forma de gobierno por parte de sus simpatizantes, de quienes se burla por
su quimérica pretensión de iniciar aquí “un siglo de oro que creen resucitado
en el Norte Americano” (“Cundinamarca. “Oficio de D. José París al Excmo.
Señor Presidente del Estado”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca, número 85,
noviembre 5 de 1812, Santafé de Bogotá).
25 “El Montalván”, Imprenta de Don Bruno Espinosa, Santafé de Bogotá, 1812.

Nariño continuará siendo cauto con la democracia, como lo vemos en una


autodescripción de finales de 1813: “no soy un energúmeno demócrata, ni un

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Bolívar, por su parte, expresó con claridad sus reticencias a la democracia


en la memoria que dirigió a los neogranadinos en diciembre de 1812
haciendo un balance de la revolución venezolana. Como era usual en la
época, en esa memoria Bolívar consideró el gobierno federativo bajo el
doble ángulo de su eventual perfección y de sus fines, elogiándolo como
“el más perfecto, y más capaz de proporcionar la felicidad humana en
sociedad”, pero descalificándolo como inadecuado para el momento no sólo
por entrañar una autoridad débil cuando se requería firmeza para librar la
guerra, sino también porque los venezolanos carecían de las virtudes cívicas
necesarias para sostenerlo. A los ojos del caraqueño, la república tal como la
habían entendido los líderes de la derrotada revolución era inviable, puesto
que sus conciudadanos arrastraban la herencia del gobierno absoluto de la
monarquía que les había impedido adquirir las virtudes republicanas, y que
les impedía conocer sus derechos y sobre todo ejercerlos de manera sensata.
De ahí que pensara que en esa rápida transición sus conciudadanos no se
hallaban en “aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos”,
y que llegara incluso a alegar que había que pasar por alto “los principios de
humanidad mal entendida que no autorizan a ningún Gobierno, para hacer
por la fuerza, libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de
sus derechos”. Así, Bolívar terminaba por destapar su aversión a la forma
federativa de gobierno que habían adoptado los venezolanos, a la que acusa
de ser el principal factor de debilidad gubernativa y que además asocia con
las “máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo
para que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales, y constituye a las
naciones en anarquía”. Para Bolívar, pues, la república era un horizonte al
que se llegaría, no un punto de partida, y según su punto de vista al comienzo
de ese largo trayecto se requería un gobierno sencillo, concentrado,
rápido, eficaz antes que una “confederación, lánguida, e insubsistente”. Su
pensamiento sobre esta cuestión tendrá una gran continuidad a través de
los años, como lo vemos en la “carta de Jamaica” de septiembre de 1815,
donde vuelve a expresar sus temores en términos casi idénticos. Allí vuelve
a expresar su temor de que “los sistemas enteramente populares”, como
ambicioso frenético; todo mi ahínco, todos mis deseos y todos mis sacrificios
son por ver mejorada la suerte de mis compatriotas, asegurándoles en la parte
que me toque un Gobierno moderado y justo que les enjugue las lágrimas de tres
siglos de esclavitud” (“Exército del Sur”, Gazeta extraordinaria de Cundinamarca,
número 146, diciembre 4 de 1813, Santafé de Bogotá).

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el de Estados Unidos, conduzcan a la ruina mientras sus compatriotas


“no adquieran los talentos y las virtudes políticas” que distinguen a los
norteamericanos. Pero sus reticencias no son simplemente coyunturales
sino que se inscriben en su manera pesimista de concebir la naturaleza
del hombre de la América española. “No convengo en el sistema federal
entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir
virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón
rehúso la monarquía mixta de aristocracia y democracia, que tanta fortuna y
esplendor ha procurado a la Inglaterra”, escribe en aquella carta. Su solución
no deja de ser gelatinosa, pues habiendo desechado las combinaciones de
régimen usuales no atina a decir sino que: “No siéndonos posible lograr
entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer
en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio
entre extremos opuestos, que nos conducirían a los mismos escollos, a la
infelicidad y al deshonor”.26
Derrotados momentáneamente los revolucionarios en 1816, la democra-
cia compendiará todos los horrores que según los monarquistas se seguían
necesariamente de la mutación de la forma de gobierno acordada por Dios
a todos los pueblos. El cura Nicolás de Valenzuela y Moya se detendrá a
lamentar esta deriva en un sermón en el que la “funesta poliarquía” que
se tomó el Nuevo Reino de Granada después del 20 de julio de 1810 es
caracterizada como “un volcán que siempre vomita fuegos, y estragos, y que
jamás reposa aunque pasen los siglos, que es una continua insurrección del
Pueblo, que en ella el mérito es más peligroso que el delito; que la violencia,
y la intriga ocupan el lugar de la Justicia; que ella es el Domicilio de la
ingratitud, y el capricho; el teatro de las mudanzas, y catástrofes, la palestra
de los celos, y la envidia, el lugar enemigo de la seguridad, y fortuna, la Patria
de la revolución, y una disposición perpetua para la más cruel tiranía”. Una
descripción cuyos rasgos centrales comparte otro cura, Antonio de León,

26 Manuel Ezequiel Corrales, Anales y efemérides del Estado de Bolívar, Bogotá,


Casa Editorial de J. J. Pérez, 1889, tomo, ii, pp. 90-97; Manuel Pérez Vila
(compilador), Doctrina del Libertador, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1976, pp.
57, 59. En otro aparte de la carta de Jamaica indica que “así como Venezuela
ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones
políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma
democrática y federal para nuestros nacientes Estados”.

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quien se rebela y se asombra de que en lugar del gobierno monárquico los


novadores hubieran implantado el “pernicioso sistema de la independencia
y libertad”, el cual es esencialmente contrario a la felicidad de los pueblos, a
la justicia, a la tranquilidad y al buen orden. El sistema popular es condenado
de manera unánime por estos monarquistas para quienes sólo entraña la
violencia, el desorden social, la agitación de las pasiones, el ascenso de
hombres oscuros, como lo indica también José Antonio Torres y Peña, para
quien la democracia es ante todo un castigo y una prueba divina.27

27 Nicolás de V alenzuela y M oya , “Oración gratulatoria y parenética,


pronunciada el día 10 de septiembre de 1816 en la Parroquial de la Ciudad
de Neiva, ante el Consejo de Guerra del Ejército Expedicionario, y solemne
concurso en acción de gracias por el feliz éxito de las Armas Reales en la
reconquista del Nuevo Reino de Granada”, Imprenta del Superior Gobierno,
por Nicomedes Lora, Santafé de Bogotá, 1817, pp. 17, 19, 22-23; Antonio de
León, “Discurso político moral sobre la obediencia debida a los reyes, y males
infinitos de la insurrección de los pueblos. Predicado en la Catedral de Santafé
de Bogotá por el d.d.a.l. Prebendado de aquella Santa Iglesia”, Imprenta de
D. Bruno Espinosa, por Nicomedes Lora, Santafé de Bogotá, 1816, espec.
p. 4; José Antonio Torres y Peña, Memorias sobre los orígenes de la independencia
nacional, transcripción, prólogo y notas de Guillermo Hernández de Alba,
Bogotá, Academia de Historia, 1960, pp. 89-90, 104, 115-116.

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La forma de gobierno en las constituciones de la Nueva Granada


Constitución Definición de la forma de gobierno Lugar del rey
“La Monarquía de esta provincia será
constitucional, moderando el poder “El ejercicio del Poder Ejecutivo
del Rey una Representación Nacional corresponde al Rey, auxiliado
permanente” (Tit. i, Art. 4) de sus ministros y con la
“La Corona de Cundinamarca es in- responsabilidad de estos; y en
Cundinamarca compatible con cualquiera otra extraña defecto del Rey, lo obtiene el
1811 que no sea de aquellas que al principio Presidente de la Representación
del año de 1808 componían el Imperio Nacional” (Tit. i, Art. 6)
español; y aun la unión con estas deberá
entenderse bajo la expresa condición de
que adopten un Gobierno representa-
tivo que modere el poder absoluto que
antes ejercía el Rey” (Tit. iii, Art. 10)
“Las provincias unidas de la Nueva
Granada se reconocen mutuamente
como iguales, independientes y sobera-
nas, garantizándose la integridad de sus
territorios, su administración interior y
una forma de gobierno republicano”
Provincias (Art. 6)
Unidas “Se reservan pues las Provincias en
1811 fuerza de sus derechos incomunicables:
1° La facultad de darse un gobierno Ninguno
como más convenga a sus circunstan-
cias, aunque siempre popular, represen-
tativo y análogo al general de la Unión,
para que así resulte entre todos la mejor
armonía, y la más fácil administración,
dividiendo sus poderes, y prescribién-
doles las reglas bajo las cuales se deben
conducir” (Art. 7)

Tunja “El Gobierno de la Provincia de Ninguno


1811 Tunja será popular y representativo” “La idea de un hombre que naz-
(Cap. iv, Art. 1) ca Rey, Magistrado, Legislador, o
Juez, es absurda y contraria a la
naturaleza” (Sección preliminar,
Capítulo I, Artículo 4)

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La forma de gobierno en las constituciones de la Nueva Granada (cont.)


Constitución Definición de la forma de gobierno Lugar del Rey
“El Gobierno Soberano del Estado Ninguno
Antioquia será popular y representativo” (Tit. ii, “La idea de un hombre que
1812 Art. 2) nazca Rey, Magistrado, Legisla-
dor, o Juez, es absurda y contra-
ria a la naturaleza” (Sección 2,
Artículo 5)
“El Gobierno de la Nación Española “La potestad de hacer las leyes
Cádiz es una Monarquía moderada heredita- reside en las Cortes con el Rey”
1812 ria” (Tit. ii, Cap. iii, Art: 14) (Tit. ii, Cap. iii, Art. 15)
“La potestad de hacer ejecutar
las leyes reside en el Rey”
(Tit.ii, Cap.iii, Art. 16)
Mientras no se de “el caso de la ver- “Dado el caso de la verdadera y
dadera y absoluta libertad del Rey Fer- absoluta libertad del Rey Fernan-
nando y su restablecimiento absoluto y do y su restablecimiento abso-
Cartagena
verdadero al trono de sus mayores”, “el luto y verdadero al trono de sus
1812
Estado de Cartagena será gobernado mayores, pertenecerá al Gobier-
bajo la forma de una República repre- no General de la Nueva Granada
sentativa” (Tit. ii, Arts. 3-4) el reconocer estas mismas cir-
cunstancias y sus derechos, y el
determinar el modo, términos y
condiciones del reconocimiento,
sujeto a la revisión y ratificación
de los gobiernos federales”
(Tít. ii, Art. 3)
“El Estado de Cundinamarca es una
Cundinamarca República cuyo Gobierno es popular Ninguno
1812 representativo” (Tit. ii, Art. 1)
“El gobierno de esta provincia es Ninguno
Popayán representativo constitucional” (“Bases
1814 de esta Constitución”, Art. 5)
“El Gobierno como popular repre-
Pamplona sentativo estará dividido en el Cuerpo Ninguno
1815 Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder
Judiciario” (Art. 1)
“El pueblo que habita el territorio Ninguno
Mariquita llamado de la Provincia de Mariquita
1815 por la presente acuerda solemnemen-
te formarse él mismo en un Estado

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La forma de gobierno en las constituciones de la Nueva Granada (cont.)


Constitución Definición de la forma de gobierno Lugar del Rey
Mariquita libre, soberano e independiente bajo
1815 la forma de un Gobierno doméstico y
representativo” (Tit. V, Art. 1)
“La provincia ha reservado en sí, y
ejercerá con absoluta independencia
por medio de sus diputados y demás Ninguno
Antioquia funcionarios, todas las atribuciones de
1815 la soberanía que expresamente no haya
delegado en el Congreso”
(Tit. i, Art. 3)
“Su Gobierno será popular y represen-
tativo” (Tit. i, Art. 4)
Tit. ii, Art. 2: “Habiendo consentido
esta Provincia unirse en un Cuerpo
federativo, con las demás de la Nueva
Granada, que ya han adoptado o que Ninguno
Neiva en adelante adoptaren el mismo siste- “La idea de un hombre que naz-
1815 ma, ha cedido y remitido a la totalidad ca Rey, Magistrado, Legislador o
de su Gobierno general los derechos Juez es absurda y contraria a la
y facultades propias y privativos de un naturaleza” (Tít. i, Art. 5)
solo cuerpo de nación. [...]”
Tit. ii, Art. 3: “Pero el Estado de Neiva
será gobernado bajo la forma de una
República representativa”

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