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TRABAJO PRÁCTICO I
Desarrollo:
El hombre: persona. Con esto se quiere decir que el hombre es una sustancia-
sujeto, es decir, “que existe en sí mismo”, que se individualiza por sus propios princi-
pios intrínsecos. Se trata de una existencia real, concreta y extramental de un supues-
to, que subsiste en sí mismo. Esto significa que no existe en otro, como los accidentes,
sino que es sujeto de los mismos.
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Ser persona significa también que la sustancia es individual, es decir que no
constituye parte física de otra realidad (aunque sí parte moral), sino que es una unidad
real, con una existencia y una esencia propias y concretas; y por esto mismo tiene un
valor intrínseco, como lo tiene cada ser.
El modo constitutivo de ser de la persona es la racionalidad, lo cual es mani-
fiesto por sus operaciones de la inteligencia y la voluntad.
Pero siendo persona un término análogo (puesto que también se aplica a Dios), es
necesario aplicarlo al hombre como persona humana. Esta persona es compuesta
de materia y forma sustancial (el alma humana), pero hay en ella una unidad esencial
y existencial.
Por otra parte, la persona humana es limitada, finita, pues su existir está recor-
tado por su esencia. Cada persona no es todo lo demás, pues a su lado hay otras reali-
dades que también son, más allá de su propia individual realidad; y cada una tiene su
tanto de imperfección (no tiene actualizadas todas sus potencialidades). Pero junto a
esto está la posibilidad real de perfección y una apetencia para la misma.
La educación deberá tener en cuenta la naturaleza humana de la persona sujeto de
educación, respetando la jerarquía de los elementos de su composición (principio or-
ganizador intrínseco y elementos organizados), como así también el hecho de que
realice sus operaciones por medio de la inteligencia y la voluntad.
El hombre es un ser dinámico. Como en todo ser vivo, en el hombre hay dinamis-
mo; pero en la medida en que es hombre, su dinamismo o movimiento natural, pleni-
ficador, desde dentro, es el del espíritu, que impregna constituyendo a su servicio al
dinamismo biológico, dándole un sentido que no tiene en los otros seres vivos.
Podemos distinguir tres dinamismos que en verdad constituyen uno solo:
- Interno o intra-personal: es el movimiento que relaciona una parte o aspecto
de la totalidad hombre con las otras, y cada una con el todo. Hay en las partes
un orden natural, una jerarquía de servicio, una estructura dinámica a partir de
un principio interior que sirve de impulso y de arquitecto de las partes en fun-
ción de la totalidad.
- Evolutivo: por el que la “totalidad” imperfecta busca ser más plenamente tota-
lidad, en un movimiento de crecimiento cuantitativo y cualitativo. Este dina-
mismo busca una forma perfecta y futura de ser.
- Relacional o “ad extra”: por el que el hombre aparece desde la interioridad
para dirigirse a lo que no es él mediante la inteligencia y la intención. Este es el
dinamismo vertebral del hombre, por el cual triunfará o fracasará como hom-
bre, ya que se halla transido por lo específico del hombre: el espíritu.
Por este dinamismo el hombre se muestra como “relativo a…”, es decir busca su
perfección por la inteligencia y la voluntad. Mas estas potencias necesitan de un auxi-
lio para no errar el objeto perfectivo y moverse a él. El orden del ser y los bienes que
perfeccionan al hombre es objetivo y no lo determina el hombre. Y el hombre tiende a
ellos de modo necesario, aunque no siempre elija lo correcto.
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El hombre: ser con interioridad. El hombre tiene una dimensión interior (no física)
que puede ser contemplada sólo por él mismo. Es decir que es capaz de reflexión. Es
capaz de juzgar, es decir, de afirmar o negar una cosa de otra, y también de raciocinar.
Juzga las cosas según lo que son, en virtud de la contemplación de un orden dado que
la inteligencia se limita a conocer. También puede formular el juicio práctico, que se
refiere a lo que se debe hacer en materia de conducta. Es también el hombre capaz de
“proyectar” en su interioridad, es decir, de dar una existencia mental a su conducta
antes de darle existencia real.
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gencia e impiden la deliberación y elección. La libertad psíquica se da cuando
el sujeto no está determinado ad unum, sino que puede autodeterminarse.
- Moral: se opone a obligación moral (obligación en materia de conductas
necesarias para la perfección moral). Es decir que hay vínculos morales que
entrañan conductas obligadas, donde no hay libertad moral.
Se puede tener libertad física y psíquica y no libertad moral respecto de un
acto concreto. Si el hombre se libera de esas obligaciones para ser moralmen-
te libre, es imperfecto en esa dimensión, y en esa misma medida, imperfecto
como hombre concreto; pero hay libertad en cuanto al modo de cumplir es-
tas obligaciones, es decir, en cuanto a los medios.
Hay actos que no constituyen una obligación, y de los cuales el hombre es li-
bre para decidirlos; pero si se los elige, surgen por ello obligaciones, pues no
hay libertad para elegir la naturaleza de los mismos, restringiéndose así la li-
bertad moral. Otras dimensiones no se eligen, sino que vienen dadas, y en la
medida en que las mismas forman parte de la naturaleza humana, sus obliga-
ciones no deben eludirse, pues esto llevaría a la imperfección.
La educación –considerada como auxilio que brinda un agente a otro sujeto- debe
prestar especial atención a la realidad concreta de quien la recibe. Esto, por supuesto,
teniendo en cuenta que el fin de este auxilio es hacer arribar al educando a su pleni-
tud dinámica.
Con “realidad concreta” a la que debe atender la educación, nos referimos al he-
cho de que el educando es una persona, y por lo tanto es individuo y diverso de los
demás en cuanto a la unidad e incomunicabilidad de su substancialidad. Esto implica-
rá que la ayuda provista por la educación para que la persona llegue a su plenitud di-
námica no podrá ser idéntica para todas ellas, sino que según los accidentes
inherentes a cada una, el modo de auxilio deberá adaptarse.
Con esto queremos decir que si bien la realidad extramental de los sujetos de edu-
cación es objetiva (es decir, los fines y medios con que cada hombre debe relacionarse
en su proyecto vital), las debilidades y falencias de los sujetos para autoconducir de
modo correcto su dinamismo respecto de ella son, precisamente, subjetivas (particu-
lares y propias de cada uno). El educador deberá entonces asistir al educando en
aquellos límites y finitudes con que nace, ilustrando la inteligencia con la verdad para
que pueda juzgar rectamente de los medios y de los fines, y también fortaleciendo la
debilidad de la voluntad para que pueda sobreponerse al influjo de las pasiones des-
ordenadas y de las malas inclinaciones que, en cada caso concreto, le impidan el pleno
ejercicio de la libertad física y psíquica, para poder asumir libremente las obligacio-
nes morales.
De este modo el hombre educado será capaz de elaborar desde su interioridad
un proyecto de vida acorde a su fin último, eligiendo correctamente los medios y fi-
nes intermedios que más apropiados sean para su consecución.
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Teniendo en cuenta todo esto, podemos decir que la tarea educativa consistirá en
lograr que el hombre supere sus imperfecciones, subalternando según la recta razón
sus tres dinamismos (intrapersonal, evolutivo y relacional), para así elegir libremente
los bienes naturales y sobrenaturales que lo hacen perfecto, haciendo coincidir su
proyecto de vida con el que le dio su Autor para que alcance el fin último que le es
dado con su naturaleza. En esto consiste la plenitud dinámica del hombre.