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Entrevista de

Cecilia Toro a
Julián Carlos
Ríos Martín
Julián Carlos Ríos Martín. Doctor en derecho.
Profesor de derecho penal en la Universidad
pontificia comillas (ICADE). Abogado dedicado al
derecho penal y penitenciario. Experto en
mediación (UNED 2005). Perteneció al Servicio de
orientación jurídica penitenciaria del colegio de
abogados desde 1990 hasta 2001. Ha impartido
numerosos cursos y conferencias en cursos de formación en el
Consejo General del Poder Judicial, Colegios de abogados,
asociaciones... Ha escrito varios artículos y libros dedicados al
tema penitenciario, entre los que caben destacar:

a- Manual de ejecución penitenciaria. Editorial Colex.


Sucesivas ediciones desde 1995; último de 2009 (5ª
edic)

b- Mil voces presas: trabajo de investigación sobre las


condiciones de los centros penitenciarios españoles.
1998.

c- Mirando el abismo: estudio sobre las condiciones de los


departamentos de aislamiento en las cárceles españolas.
2002.

d- La mediación penal y penitenciaria. Colex. 2006

e- Las penas y su aplicación (3ª edición) 2009.

f- Quince historias ocultadas. Salterrae. 2001.

g- Vientos de libertad. Salterrae, 1993.


1)A la pena privativa de libertad se le ha asignado
desde sus orígenes históricos, desde que fue
concebida como una pena en sí misma, una finalidad
primero "moralizante" después una finalidad re-
educativa, y es esta última (con distintos matices), la
que se mantiene en nuestros días en los distintos
ordenamientos constitucionales, y de ejecución de
sentencias de occidente. ¿Cuál es la verdadera
finalidad que cumple la pena privativa de libertad
desde su óptica, en estos tiempos, en los albores del
siglo XXI?

Lamentablemente, la prisión se va alejando de una


finalidad reeducativa, para cubrir las necesidades vindicativas de Commented [MLM1]: Acá hace referencia a una teoría
de la pena especial positiva. Porque da a entender que
las víctimas y de la opinión pública. Las presiones sociales y
desde el comienzo tiene una finalidad reeducativa para su
mediáticas están contribuyendo además a conformar una reinserción a la sociedad.

percepción pública errónea en torno a la criminalidad y la Commented [MLM2]: Para después decir que cubre
necesidades vindicativas de las Victimas. Acá le da una
seguridad ciudadana de nuestro país haciendo creer que existe un función retributiva por está función de venganza hacia la
víctima.
problema grave de inseguridad fomentado por la vigencia de una
Commented [MLM3]: Cuando hace referencia que la
legislación penal en exceso benevolente que, además, permite cárcel como pena cubre las necesidades vindicativa de la
que las penas no lleguen a cumplirse en su integridad. Esto es opinión publica. Esto es una clara muestra de que la pena
tiene una influencia sobre la comunidad aplicando una
erróneo, pues no puede decirse que en España exista un problema pena, en este caso la cárcel. Por ello se visualizo una teoría
de la pena gral. Negativa.
especialmente grave de inseguridad, ya que la tasa de
criminalidad es menor que la media de los países europeos. Sin
embargo, España tiene uno de los porcentajes de presos más altos
de Europa habiéndose llegado a cuadruplicar su población
Commented [MLM4]: Acá se observa una referencia a la
penitenciaria en el período 1980-2009 (en menos de 30 años) y a teoría gral. Negativa. Ya que si bien se aplican penas para
duplicar desde el año 1990 (en menos de veinte años), sin que, intimidar a la sociedad y así no se cometan delitos, no hay
igualdad entre el incremento de personas penadas y la
afortunadamente, haya llegado a crecer la criminalidad en la criminalidad. Por ello se ve que mediante datos empíricos
resulta que a mayores penas menos personas delinquen.
misma proporción. Y ello, aunque parezca paradójico, es Más adelante ( la zona indicada con el color violeta) aclara
fácilmente explicable. En primer lugar, porque, contrariamente a que este resultado se lleva a cabo por que se endurecen las
penas ampliándolas y creando nuevas figuras delictivas. y no
la opinión generalizada, se recurre cada vez más a la cárcel como por que la esta teoría funcione como influencia en la
sociedad.
respuesta a la criminalidad en detrimento de otras penas y
alternativas menos agresivas. En segundo lugar, porque la pena
de prisión sigue endureciéndose hasta haber llegado a alcanzar
una duración mayor que en otros ordenamientos, aparte de estar
asistiendo a una continua creación de nuevas figuras delictivas
castigadas con esta pena. Y, además, en tercer lugar, porque con
el Código Penal vigente, al haber desaparecido la redención de
penas por el trabajo y haberse ido haciendo cada vez más difícil
la clasificación en tercer grado y la obtención de la libertad
condicional, los presos en gran parte cumplen íntegramente sus
condenas. En modo alguno se puede afirmar que nuestra
legislación penal sea excesivamente benevolente; al contrario, es
una de las más represivas de la Europa occidental.

Hay que combatir el represtigio de la prisión con una


contundente crítica de su ineficacia, además de su vulneración de
derechos humanos. Necesariamente hay que hacer una apuesta Commented [MLM5]: Aca comparte la idea del
abolicionista Mathiesen en vuanto combatir la prisión por
por el fin reeducativo y reinsertador de las penas privativas de
medidas más modernas y adecuada, humanizar las distintas
libertad. Sin desconocer las limitaciones e insuficiencias de todo formas de detención. Teniendo en cuenta que para
mathiensen los encarcelamientos eran injustos ya que las
tipo que presenta la prisión para conseguir la resocialización del penas eran innecesariamente duras. Esto se refuerza con
que los legisladores españoles en las últimas décadas fueron
condenado, tampoco podemos resignarnos a reducirla a mera
agravando las penas de los delitos.
neutralización, inocuización o separación del condenado de la
sociedad. Este planteamiento no conduce a otro resultado que no
sea posponer de forma potenciada y agravada la recaída en el
delito por parte del condenado. Un mínimo de fe en la condición
humana, además del mandato constitucional de orientar la prisión
hacia la reeducación y reinserción del condenado (art. 25.2 CE),
impide reducir la función de la prisión a la mera retención y
custodia de los condenados y exige apostar por su capacidad, por
mínima que sea, para transformar a las personas y prepararles
para vivir pacíficamente en sociedad.

2) Aunque los siglos transcurren, los planteos y replanteos


sobre la pena de prisión parecen no modificarse y la prisión
permanece incólume, sin embargo, se afirma que la pena
privativa de libertad está en crisis. ¿Está en crisis o más
viva que nunca?

En este tiempo no puede sostenerse, sin abdicar de un


mínimo realismo, la eliminación del Derecho penal como
instrumento de solución de los conflictos sociales más graves. Sin
embargo, sí es cuestionable la utilización que se hace de él, su
continua tendencia a la hipertrofia al ir incorporando al Código
Penal nuevos delitos, particularmente de riesgo o peligro (peor
aún de mera desobediencia, convirtiendo en delito meras
infracciones administrativas), o el recurso abusivo a la pena de
prisión. Lejos de respetar el principio de intervención mínima, el
legislador penal español hace tiempo que ha emprendido una
huida hacia el Derecho penal, incluso en supuestos no gravemente
lesivos para la paz ciudadana, en vez de recurrir a otros medios
menos drásticos (y más eficaces) del ordenamiento jurídico o
simplemente a la adopción de políticas sociales de mucho más
alcance y eficacia. El gobernante español ha descubierto que el
recurso demagógico al Derecho penal es un procedimiento
sumamente barato, que además resulta rentable políticamente
por los votos que proporciona en los procesos electorales. Pero,
por desgracia, el continuo y desmesurado recurso al Derecho
penal (salvo en delitos como el fraude fiscal, en el que se
despenalizaron los fraudes inferiores a 120.000€), ignorando su
carácter subsidiario, no deja de provocar disfunciones con otros
sectores del ordenamiento jurídico y otros medios de control
social y, en todo caso, no constituye el medio más eficaz ni más
justo de solucionar los conflictos sociales y evitar y prevenir los
delitos. No es ajena a esta política criminal la presión social y
mediática (los medios que presionan, y los políticos, que se dejan
presionar). Frecuentemente, la alarma social generada por la
comisión de algún delito de cierta gravedad o de determinadas
infracciones no constitutivas de delito (sólo algunas, las que se
refieren a la seguridad ciudadana, a la delincuencia de
marginación, no a la corrupción política y empresarial por
ejemplo) es alimentada de inmediato y profusamente por los
medios de comunicación (una profesión cada vez más acrítica,
meros reproductores de las notas de prensa de la policía, que no
contrastan, que reproducen estereotipos sociales…) para
conformar una opinión pública que clama por la agravación de la
pena correspondiente al delito o por la criminalización de esas
infracciones. Este tipo de presiones sociales y mediáticas
distorsionan muchas veces la realidad y en nada contribuyen a
favorecer una solución justa y eficaz del problema. La política
criminal de un Estado de Derecho debe huir de este tipo de
presiones para tratar de resolver los conflictos introduciendo
racionalidad, serenidad y distancia. No es admisible que cada poco
tiempo el CP esté siendo objeto de modificaciones a golpe de
telediario, tertulia radiofónica o programa del corazón, algo que
por desgracia nos está resultando ya habitual. El resultado es la
ausencia de una política criminal (¿cuándo fue la última vez que
se creó una comisión de expertos para analizar
criminológicamente un problema, marcar pautas político
criminales y proponer modificaciones penales con base científica
y rigurosa? No podemos dejar la legislación penal sólo en manos
de los parlamentarios; es necesario en respaldo científico) que
responda a decisiones meditadas, claras, realistas y eficaces en la
lucha contra el delito. El continuo parcheo de las reformas y
modificaciones legales está haciendo irreconocible la identidad del
Código Penal.

3) ¿Cuáles son las claves de una política criminal más


eficaz desde el horizonte de protección a la víctima y el
aseguramiento de la dignidad de las personas
condenadas?
Se hace necesario crear una cultura de derecho penal
mínimo, así como una recuperación de los principios de ultima
ratio, intervención mínima y prohibición del exceso
(proporcionalidad) en la extensión de las penas. Hay que frenar
la tendencia al tratamiento penal de todos los problemas sociales,
a la utilización simbólica y demagógica del derecho penal (excesos
de la prevención general positiva), a la creación continua de
delitos para abordar problemas en los que la intervención no penal
sería más eficaz y menos costosa. Para ello también se hace
necesario que los medios de comunicación abandonen las
prácticas de tratamiento del delito basadas en la búsqueda del
incremento de cuotas de audiencia basadas en el tratamiento
morboso y emotivista del delito. Por sus consecuencias altamente
despersonalizadoras, desocializadoras y estigmatizadoras, la pena
de prisión debería quedar limitada para aquellos delitos de cierta
gravedad que carezcan de una alternativa capaz de garantizar
convenientemente las exigencias de la prevención general.
Siguiendo la Recomendación R (99) 22 del Consejo de Europa, de
30 de septiembre de 1999 deberían suprimirse todas las penas de
prisión inferiores a un año. Estas penas pueden ser
razonablemente sustituidas por otras menos agresivas como la
multa, las privativas de otros derechos, los trabajos en beneficio
de la comunidad, el arresto de fin de semana o la localización
permanente, que debiera ser aplicable incluso como medida
cautelar en el proceso penal para evitar la prisión preventiva (las
medidas cautelares en el proceso penal debieran sufrir una
reforma en profundidad para asimilarse a la situación de otros
países; aquí sólo contamos con la prisión preventiva y poco más).
Por el otro extremo, la duración de la pena de prisión no debería
superar nunca los veinte años (introducir mecanismos de revisión
basados en la necesidad preventivo especial, como tienen los
países que tienen cadena perpetua; esto es, lo mismo que se
quiere con la nueva “pena” de libertad vigilada, pero en sentido
inverso, que las necesidades preventivo especiales puedan servir
para acortar el tiempo en prisión cuando ya no sea necesario y no
sólo para alargar el control social de los ya penados.)

4) ¿Es posible vislumbrar un Derecho Penal más humano


en el contexto histórico mundial que nos toca vivir?

Sin duda; hay que recuperar el concepto “dignidad” del


ser humano y, desde ahí, incorporar a la víctima al sistema penal,
pero desde un ámbito distinto al de la venganza. La Justicia
restaurativa es un buen instrumento para ello. El sistema penal
debe evolucionar hacia la incorporación de la resolución del
conflicto como fin del sistema penal; hacia la información,
reparación y escucha a las víctimas como derechos de éstas en el
proceso y como fines propios del sistema punitivo; hacia la
implicación de la comunidad cercana a víctimas y victimarios en
la prevención y resolución de los conflictos penales; hacia la
evitación de la victimización secundaria; hacia la
responsabilización del victimario. Ello es posible a través de la
mediación penal como instrumento de la Justicia restaurativa. Es
incierta la percepción generalizada de la persona privada de
libertad como ser amoral, incapaz de ponerse en el lugar del otro,
refractario a todo tipo de sentimiento, así como de las víctimas
como sujetos que sólo buscan venganza y castigo para el
infractor. Las experiencias en mediación penal ponen sobre todo
de manifiesto la generosidad con la que las víctimas afrontan el
proceso y que su interés principal es la reparación, la restauración
de la situación anterior al delito y la resolución del conflicto hacia
el futuro. Con la sustitución del diálogo por el interrogatorio cuasi-
inquisitorial, se ha privado al proceso del valor de la palabra;
de la posibilidad de incorporar algo más que datos y razones. Nos
hemos quedado sin explicaciones y sin lugar para los
sentimientos. Muchas veces la víctima quiere un porqué y la
garantía de que no se volverá a repetir el daño en el futuro. Y ello
con más ahínco que unos días más o menos de cárcel.
Lamentablemente la actual configuración de la instrucción, el
enjuiciamiento y la ejecución penitenciaria dejan muy poco
espacio a la expresión de sentimientos y a las actitudes
responsabilizadora y reparadoras que conlleva. De ahí la urgencia
de legislar la “mediación penal y penitenciaria” con amplitud de
miras.

5)¿ Ha cambiado en algo el panorama penitenciario


español desde "Mil voces presas" o todo permanece "como
entonces..."?

El paronama ha sufrido algunas modificaciones. Lo más


significativo es el incremento sustancial de personas, tal y como
hemos referido en líneas anteriores motivados por los cambios
legales. Se ha incrementado el número de personas extranjeras
(33%); y con ello, las cárceles se encuentran masificadas, con
una limitación importante de los recursos asistenciales y técnicos.
En positivo, respecto de épocas anteriores, hay que destacar la
reducción de los presos clasificados en régimen cerrado (antes el
3´04%, ahora el 2´13%) y la ampliación de personas en régimen
abierto (antes 12,73%, ahora el 16,56%). Lamentablemente, las
consecuencias inherentes a la privación de libertad: abusos,
cacheos, violencia, despersonalización, desocialización, etc…)
continúan invariables. Ante ello, pienso que el sistema
penitenciario necesariamente tiene que ofrecer a las personas
internas ayudas y estímulos que les permitan avanzar en la línea
de su reeducación y reinserción. Por ello, aparte de los programas
y actividades diferenciados que, libre y voluntariamente, sin
ningún tipo de coacción, puedan ofrecerse a los penados en orden
a prepararles para poder vivir pacíficamente en la sociedad, el
sistema penitenciario ha de incidir en la propia forma de cumplir
la pena de prisión creando las condiciones necesarias que eviten,
o al menos reduzcan al mínimo, sus efectos desocializadores y
permitan al penado avanzar en esa preparación para la vida de
libertad a través de su contacto progresivo con el exterior
(comunicaciones, permisos de salida, régimen abierto y libertad
condicional). En ese sentido, debe destacarse que en España más
de 2/3 de los internos no hayan disfrutado nunca de un permiso,
lo que revela una política rigorista en exceso en esta materia,
harto más injustificada cuando se comparan las cifras de fracasos
en los permisos con las de los países de la Unión Europea
(netamente favorables a España). Debe prestarse especial
atención a las mujeres internas, en las que se suman los
obstáculos a la reinserción social que provienen del carácter
discriminatorio del mercado de trabajo para con ellas y del
desigual reparto de las cargas familiares entre hombres y
mujeres. Por otro lado, deben crearse instrumentos de justicia
social. Son muchas las carencias que presentan las personas
internadas sobre las que sería necesario intervenir por su relación
con la caída en el delito. La falta de recursos económicos y la
marginación social están detrás de muchos itinerarios de
exclusión que acaban en la cárcel (un 33% de las personas presas
son extranjeras, de las cuales gran parte se encuentran en
situación irregular, abocadas como están a la exclusión
sociolaboral por una legislación de extranjería que impide la
integración social; debe dejar de usarse el sistema penal como
mecanismo de control de los flujos migratorios). En este sentido
destacar el aspecto social en lo tratamental, coordinarse con los
servicios sociales de base y con el tejido social al que pertenece
la persona presa, así como una vigorosa potenciación de los
programas de asistencia postpenitenciaria son requerimientos
ineludibles en este campo a los que debe responder la Institución.
El trabajo constituye un serio problema en el horizonte de las
personas presas. Para casi un 40% la inserción laboral posterior
será un problema difícil (29%: 20.000 personas presas) o incluso
imposible (9%: 6.000 personas presas) de resolver, por lo que
sobre estos dos segmentos deberían intensificarse los esfuerzos
formativos.

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