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"Eres escritor si realmente necesitas escribir para soportar la vida"

Nota a Rosa Montero – Infobae 11-2-2018

El paso del tiempo es una de las grandes obsesiones de Rosa Montero —"Vivir es deshacerse
en el tiempo", dice, "el tiempo es fugitivo y demoledor"—, al igual que la muerte y la memoria
como construcción de la identidad. "Todos los escritores hablamos siempre de nuestras
obsesiones, nuestras angustias, nuestros fantasmas", dice. "En cada novela intentas
encontrar una nueva manera de contarte eso a tí mismo —porque, además, no escribes para
enseñar nada, escribes para aprender. En cada novela intento encontrar una manera nueva
de contar esos fantasmas y contármelos de la manera más profunda, más exacta y más
bella".

—¿Tiene confianza en las palabras?

—Las palabras son poderosísimas, pero los malentendidos son infinitos. ¿Has leído Sapiens?
Es un libro de Yuval Harari descomunal. Tiene una teoría sobre cómo nos ha hecho humanos
el narrar historias. Es una tesis muy bonita. Yo creo que sí, somos lo que nos contamos. Lo
que afecta al ser humano no es lo que le sucede sino lo que se dice a sí mismo sobre lo que
le sucede. De ahí que todas las disciplinas terapéuticas utilicen la palabra: cambias el discurso
y cambias tu vida, es así de simple. Luego, hay una cantidad de malentendidos constante.
Creemos que nos entendemos, pero no nos entendemos un puto carajo.

Se han inventado las religiones para intentar explicar la muerte. Es


inexplicable, es inadmisible, es insoportable
—¿Para qué escribir o leer, entonces?

—Primero, porque no puedes hacer otra cosa. Eres escritor si realmente necesitas escribir
para soportar la vida. Segundo, como decía Pessoa, la literatura es la prueba inequívoca de
que la vida no basta. Venimos a esta vida con millones de deseos, pero luego queda reducida
a otra cosa. La vida, hasta la del hombre más grande y la mujer más grande, es infinitamente
más pequeña que sus sueños. No podemos soportar el encierro de la vida sin el arte y sin la
literatura, que nos permite vivir otras vidas aunque sean imaginarias. Necesitamos el consuelo
de la belleza para sobrellevar el mal, el dolor y la muerte. Se han inventado las religiones para
intentar explicar la muerte. Es inexplicable, es inadmisible, es insoportable.

Inconsciente colectivo

Por momentos, la entrevista se plantea casi como una clase de literatura. Montero dice:
"Hay que conocer bien los límites de los géneros para transgredirlos. Gracias a nuestros
padres y nuestras madres literarias ahora, en el siglo XXI, podemos escribir con una libertad
enorme, entonces no nos vamos a encerrar en los malditos géneros".

Y dice: "Como narrador, tienes que llegar a ser un dios compasivo pero con un punto de
indiferencia; tienes que dejar que los personajes pululen como los bichos en una gota de agua
y ver qué pasa". Y también: "Hay dos vías principales para narrar: partir de tu propia vida
pero alejarte tanto que la terminas viendo como si fuera la vida de otro —esto sería
Proust y En busca del tiempo perdido— o partir de personajes y seres y situaciones que
no tienen nada que ver contigo y llegar a sentirlas como tuyas —eso sería Flaubert con
su Madame Bovary. Para la mayoría de los autores jóvenes, la mejor vía es la de
Flaubert porque partir de la propia vida siendo muy joven es muy arriesgado, es difícil
que tu pequeña vida no empequeñezca la novela".

A mediados del año pasado, Alfaguara publicó en España un libro —un cuaderno, en realidad
— con breves consejos de escritura de Rosa Montero e ilustraciones de la artista plástica
Paula Bonet. En uno de ellos dice: "El autor no es el narrador. Cuando menos presente
esté el autor en un libro de ficción, mejor. Julio Ramón Ribeyro decía que una novela
madura exige la muerte del autor. Una muerte metafórica, claro está. Tienes que borrar
tu yo consciente y dejarte atravesar por el relato".

La escritura como el proceso de una voz inconsciente es una de las ideas rectoras de
Montero: "en la novela", dice, "hablas de lo que no sabes que sabes, porque la novela
sale del inconsciente, del mismo lugar donde nacen los sueños. Escribes novelas sin
saber muy bien lo que estás escribiendo".
—¿Pasa lo mismo cuando uno lee?

—Pasa lo mismo, claro… [Se queda pensando] Es una gran pregunta que no me habían
hecho antes. Lees de manera muy distinta cada género. El ensayo habla a tu cerebro, el
periodismo a tu ser ciudadano que quiere informarse. La novela se lee con el inconsciente, por
eso hay novelas que te prenden como los amores. A veces te enrollas con alguien a primera
vista. Con una novela pasa lo mismo: te prende, te emociona, te irrita, y a lo mejor no sabes ni
por qué. Son niveles muy distintos.

—¿La novela no es racional?

—Pasa por otro lado; por eso el embeleso. Por eso, además, a medida que la gente envejece,
por lo general, le va dejando de gustar leer novela. De alguna manera, su parte más niña, más
inconsciente, más lúdica, se va petrificando. No tiene que ser así para todos y yo lucharé para
que no sea para mí, pero le pasa a una gran mayoría de personas. Pierden la capacidad de
meterse en la novela porque pierden la capacidad de dejarse herir en el inconsciente. "Para
qué perder el tiempo con la novela". Quieren ver datos reales, que les parezca que han
invertido el tiempo.

—Algunas veces, escritores ya grandes me han dicho que no leen a los jóvenes.

—Esa es una gran señal de envejecimiento. No todos los escritores siguen escribiendo bien
hasta el final de sus días ni mucho menos. Muchos se van repitiendo. Como decía Bioy: la
peor influencia es la de uno mismo. Y hay muchos que dicen: "No leo a los jóvenes, no hago
más que leer clásicos". Bueno, me dice muy poco de ese escritor y de esa persona. Le pierdo
el respeto al que dice eso.

No hay futuro

Dice que se siente más cerca de Bruna Husky —la protagonista de la saga de sus
novelas Lágrimas en la lluvia y El peso del corazón, de la que está escribiendo una tercera
entrega— que de la misantrópica Soledad de La carne. Dice que se dio cuenta de que todas
sus novelas, pese a lo diferentes que son entre sí, mantienen una estructura similar en la que
el protagonista atraviesa una prueba, una suerte de ordalía medieval, y alcanza una epifanía
en la que, de alguna manera, se redime. Dice que la ciencia ficción es una herramienta
metafórica poderosísima para hablar del aquí y del ahora y de lo que somos. Dice que su
gran maestra Ursula K. Le Guin, que murió algunas semanas, merecía un lugar más
preponderante en la historia de la literatura: "Ha sido veinte veces finalista del Nobel, pero
nunca se lo iban a dar por la etiqueta de 'ciencia ficción'. Y yo creo que Los desposeídos es
una de las grandes novelas del siglo XX. He tenido la suerte de conocerla y de tratarla durante
25 años. Era una mujer maravillosa y una escritora monumental".

Dice, también, que no es responsable de allanar el camino para otras escritoras. "Estoy feliz
del empujón que está teniendo la deconstrucción del sexismo", dice, "y me parece maravilloso
que en mi generación seamos muchas las modelos de gente más joven. Pero no me siento
responsable. Me siento responsable de vivir mi vida lo más plena posible, lo más feliz posible
y lo menos sexista posible. El sexismo, el machismo, es una ideología en la que se nos educa
a todos y a todas. Las mujeres también caemos en ella. La deconstrucción del sexismo no es
solo un tema de chicas y no es algo que nos importe solo a nosotras. Es un cambio radical de
la sociedad. A principios del siglo XX, muchísimas universidades no dejaban estudiar a
mujeres. Fue hace cien años, nada más. Y hasta mediados del siglo XX, no han podido votar
en muchos sitios: en Francia fue recién en 1946, por ejemplo. Hemos hechos unos avances
increíbles, pero son avances que también han hecho los hombres. Si no, esta sociedad sería
imposible. Estamos hablando de algo que nos acepta a todos. Y cada vez más hombres lo
tienen clarísimo.

—¿Se puede pensar en el futuro con optimismo?

—Yo creo que las cosas van hacia adelante, pero el progreso no es obligatorio. Las cosas van
hacia adelante en lucha con las que van hacia atrás. Estamos en un momento peligrosísimo
de regresión y retroceso de muchos valores, no solamente del sexismo, sino de valores
democráticos que han tardado siglos en conquistarse. La historia avanza así: con dos pasos
hacia adelante y uno atrás.
—¿Cómo le gustaría ser recordada?

—Yo creo que no me va a recordar nadie. Nos morimos y no hay posteridad. Ganar una
posteridad es más difícil que ganarse la lotería. En un abrir y cerrar de ojos te mueres, y en
otro abrir y cerrar de ojos se muere la generación siguiente y te mueres otra vez. Me gustaría
que la gente que haya tenido relación conmigo me recuerde como buena persona, vital y
honesta.

—¿No piensa en el lector futuro?

—Eso no existe. La posteridad es inalcanzable y está bien, además. Las novelas son sueños
de la humanidad y los escritores somos los mediums que soñamos esos sueños. Y morimos
cuando muere nuestra generación.

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