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Valparaíso, 28 de mayo de 2019

H. Diputado Iván Flores


Presidente
Cámara de Diputados
PRESENTE

De mi consideración,
Junto con extender mis más respetuosos saludos, por medio de la presente vengo
a expresar mi desacuerdo con la decisión adoptada por Secretario de la Cámara y que se
me ha comunicado el día de hoy, en orden a autorizar mi reemplazo como integrante de la
Comisión de Trabajo y Seguridad Social, comisión que a la vez presidía por decisión de
mis pares.
Sabido es que en el marco de la tramitación del denominado “Proyecto de
Reforma Previsional o de pensiones” (Boletín N° 12212-13), iniciado por mensaje del
Presidente de la República, concretamente tras la sesión de la Sala de la Cámara de
Diputados, de fecha 16 de mayo de 2019, habiéndose aprobado la idea de legislar sobre
el referido proyecto, fue dada a conocer la solicitud del jefe de comité del Partido
Demócrata Cristiano, H. Diputado Gabriel Ascencio, de solicitar mi reemplazo en la
referida comisión, incorporando en mi lugar al Diputado Gabriel Silber.
Asumiendo que los jefes de comités tienen la facultad, reconocida por el art. 218
del Reglamento de la Cámara, de reemplazar a un diputado integrante de una Comisión
Legislativa, tanto de forma transitoria como permanente, debiendo ser ello autorizado por
el secretario de la comisión respectiva en el primer caso o por el Sectario de la Cámara en
el segundo, se plantea la interrogante de si ello opera igualmente en caso de que se trate
de una solicitud para reemplazar, de forma permanente, a un diputado que a la vez ejerza
las funciones de presidente titular de una Comisión Legislativa. Vamos a sostener como
hipótesis que, a partir de una interpretación amónica del Reglamento de la Cámara de
Diputados, no resulta procedente autorizar el reemplazo permanente de un diputado,
cuando ello esté motivado por una solicitud unilateral del respectivo jefe de comité.
Desde la perspectiva del Derecho Constitucional, la cuestión objeto de análisis se
relaciona con los principios contenidos en los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de
la República, entre los que se cuentan el principio de juricidad, el que implica a su vez los
principios de supremacía constitucional y fuerza normativa de la Constitución como
también el de legalidad. Asimismo encontramos el principio de distribución de
competencias y la proscripción de las facultades o competencias implícitas, derivado
particularmente de los anteriores.
La idea de distribución del poder estatal determina que cada órgano y agente de
ejercicio del mismo debe actuar previa investidura regular, lo que implica cumplir con los
requisitos exigidos por el ordenamiento jurídico y haber sido elegido o nombrado para ello
de acuerdo con la Constitución, el derecho internacional vigente y las leyes; asimismo
cada órgano, autoridad o funcionario debe actuar dentro de sus funciones y atribuciones
expresamente determinadas por el ordenamiento jurídico dentro del marco precisado
constitucionalmente, por lo cual queda expresamente prohibido ejercer competencias no
atribuidas, actuar fuera de las atribuciones otorgadas expresamente, arrogarse derechos

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o potestades, desarrollar actos arbitrarios o con desviación de poder. Asimismo, cada
órgano, autoridad o funcionario estatal debe desarrollar sus funciones y atribuciones en la
forma, vale decir, de acuerdo con los requisitos, condiciones y modalidades establecidas
jurídicamente por la Constitución y las leyes1.
Lo anterior decanta en la conclusión de que el ordenamiento constitucional chileno
rechaza la posibilidad de que existan competencias implícitas. Esto viene a significar que
cada órgano o agente del poder público, posee las facultades, atribuciones o potestades
que expresamente la Constitución y las leyes, le han conferido.
Es aquí donde entra en consideración la regulación específica de la H. Cámara de
Diputados, contemplada en la Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional. Basta
una revisión panorámica de dicho cuerpo normativo para establecer que la materia
específica de este problema no se encuentra regulada directamente por él, salvo normas
generales contenidas en sus artículos 17 y otros, debiendo estarse entonces a lo
establecido por el Reglamento de la Cámara de Diputados.
La materia objeto de análisis debe revisarse a la luz de dos grupos de reglas,
contenidas en el mismo Reglamento, por una parte las relativas a la integración de las
comisiones legislativas y, por la otra, las que corresponden a la presidencia de las
comisiones permanentes.
Artículo 218. Los miembros de las comisiones serán elegidos por la Cámara a
propuesta de la Mesa. La propuesta no tendrá discusión, y si no se pide votación, se
dará tácitamente por aprobada. En caso contrario, la Sala, en votación económica
inmediata, resolverá sobre la proposición de la Mesa, que contendrá el número de
cargos por partido, determinado según el artículo 216; las comisiones en que éstos
serán distribuidos y el nombre de los diputados que los ejercerán. Designados los
miembros de las comisiones, podrá hacerse su reemplazo a propuesta del respectivo
jefe de comité, sólo con la autorización del Secretario de la Cámara, si se tratare de un
cambio permanente, o por el secretario de la comisión respectiva, si tuviere el carácter
de transitorio y hasta el instante mismo anterior al de iniciación de la sesión de la
comisión correspondiente. Cuando el comité independiente esté formado por
diputados de distintos partidos políticos y el reemplazo haya de recaer en un diputado
de partido diferente al del jefe del comité, sólo será admitida la sustitución cuando sea
suscrita, además, por el afectado. De los reemplazos se dejará constancia en el acta
de la sesión más próxima que celebre la Cámara, siempre que se trate de reemplazos
definitivos. Un mismo diputado no podrá integrar comisiones permanentes que
celebren sesiones ordinarias en iguales días y horas. Si se produjere esta situación, la
Secretaría de la Cámara la pondrá en conocimiento de la Mesa y de la bancada
respectiva, la que procederá a su reemplazo.
De la norma transcrita pueden colegirse algunas cosas. En primer término, la
atribución de autorizar el reemplazo permanente de un diputado integrante de una
Comisión, corresponde en forma privativa al Secretario de la Cámara. Es fundamental
tener presente que el texto expreso de esta regla señala que el reemplazo solo puede
hacerse con autorización previa del Secretario. Por tanto dicha facultad debe estar

1 Nogueira, Humberto: “Derecho Constitucional Chileno”, Tomo I. Capítulo 6: Bases de la


Institucionalidad.

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contemplada para que tenga un sentido útil, de lo contrario se habría señalado otra forma
como “previa comunicación al Secretario”. Lo que requiere la norma es que el ministro de
fe de la Cámara otorgue su conformidad, por lo que cabe concluir que podría negarse a
cursar tal autorización.
En suma, no basta con la solicitud formulada por el respectivo jefe de comité, sino
que esta atribución del Secretario debe poder ser ejercida a fin de cautelar que el
reemplazo solicitado sea procedente. Por lo tanto, en caso de determinar la
improcedencia de tal, se encuentra jurídicamente facultado a no autorizarlo.
El segundo grupo de reglas aplicables está dado por los artículos 238 y siguientes
del mismo Reglamento.
Artículo 238. El presidente de la comisión durará en sus funciones hasta el término
del período legislativo. En los casos de vacancia, se proveerá el cargo por el tiempo
que falte.
Artículo 239. Por ausencia o renuncia del presidente, ejercerá sus funciones el último
que haya desempeñado tal cargo (…).
Artículo 240. Presentada la renuncia a su cargo por el presidente de la comisión, ésta
deberá pronunciarse sobre ella inmediatamente después de la Cuenta de la primera
sesión ordinaria que celebre, no antes de cuarenta y cinco horas de haber tomado
conocimiento de la renuncia.
Artículo 241. Si se produce la vacancia del cargo de presidente dentro de un período
legislativo, se procederá a la elección correspondiente en la primera sesión ordinaria
que se celebre, después de cuarenta y cinco horas de ocurrida la vacancia.
A partir de la revisión de las reglas transcritas, resulta posible colegir que el o la
diputado/ que ejerza la presidencia de una comisión está sometido a un estatuto
particular, configurado por las normas citadas. Ese estatuto particular contempla, al
menos de forma expresa, determinadas maneras de poner término a la presidencia de la
comisión, a saber, término del período legislativo o renuncia.
La trascendencia de la presidencia de una comisión se refuerza al establecer todo
un protocolo a seguir para tramitar la renuncia al cargo por parte de quien lo ejerza.
Al menos desde un punto de vista reglamentario, no parece razonable sostener
que la presidencia de las comisiones legislativas esté sometida a la sola determinación
del jefe de comité del respectivo parlamentario que la ejerza. La presidencia de comisión
es una función institucional de la Cámara de Diputados, en consecuencia, se encuentra
establecida y regulada en la forma en que lo está.
Si a ello agregamos, desde la perspectiva política y considerando las
consecuencias que tendría sentar un precedente negativo para la actividad parlamentaria,
adopta fuerza el argumento que hemos sostenido. Dejar las presidencias de las
comisiones, a menos de las permanentes, al arbitrio de los jefes de comité podría tener
importantes implicancias para el desempeño de la actividad legislativa, así como para la
gobernabilidad y administración de la Corporación.

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Las eventuales consecuencias de permitir que los jefes de comité puedan
reemplazar libremente a los diputados que ejerzan la presidencia de una comisión podría
entregar a los jefes de bancada el control de la Cámara, pudiendo extender sus efectos a
situaciones insospechadas.
En mi caso particular, el jefe de comité decide por sí y ante sí, solicitar al
Secretario de la Cámara mi reemplazo, teniendo presente que ejerzo a la vez ejerzo la
presidencia de la Comisión de Trabajo y Seguridad Social. En los hechos, mi cargo de
presidente de la Comisión cesaría, pero no por renuncia, ni por término del período
legislativo. A mayor abundamiento, podría entenderse que existiría una renuncia tácita
cuando el jefe de comité hubiere solicitado el reemplazo de un diputado que ejerza la
presidencia, siempre que el afectado manifieste su acuerdo con dicho reemplazo o al
menos no exprese oposición. En mi caso puedo señalar que hasta la fecha no he sido
consultado sobre esta determinación, con la que he manifestado mi público desacuerdo.
Debe tenerse en cuenta además que 6 de los integrantes de la referida Comisión,
los que junto al diputado afectado constituyen la mayoría de la instancia y que me
eligieron democráticamente como su presidente, han manifestado su desacuerdo con un
eventual reemplazo.
En consecuencia, pareciera más bien que estamos frente al ejercicio de una
medida arbitraria, sustentada únicamente en la votación legítima que hiciera en el marco
de un debate legislativo, sobre un proyecto de ley al que no estaba obligado a votar de
una determinada manera por acuerdo expreso de mi partido político. Lo que existía en
cambio, era un supuesto acuerdo de última hora entre la mayoría de los diputados de mi
bancada con el Gobierno, pero que ni la propia bancada entendió como vinculante o una
especie de “orden de partido”. Muestra de ello es que un diputado se abstuvo y otro
colega y camarada de partido votó en contra de la idea de legislar en la Sala de la
Cámara. Si los otros diputados no recibieron una sanción por su votación, estaríamos
también frente a un trato desigual por parte del jefe de comité.
Todas estas consideraciones nos conducen a una interpretación de las normas
jurídicas, de forma armónica entre sí y con consideración de la finalidad a la que están
orientadas las mismas. Podemos suponer, sin temor a equívoco, que una de las
principales finalidades es el mejor desempeño de la actividad esencial del Congreso
Nacional, esto es, su actividad legislativa. Sin duda que entregar el control completo de
tareas institucionales del Congreso al solo arbitrio de los jefes de comités parlamentarios,
no se condice con la finalidad expuesta.
Lo anterior no desconoce el carácter de tal de una Cámara eminentemente
política, pero en la que las reglas del juego político encuentran un adecuado marco
regulatorio en el derecho parlamentario, de manera que los representantes de la
ciudadanía puedan desarrollar adecuadamente sus diferentes roles asociados a su cargo.
Por tanto, la conclusión más lógica y coherente con todo lo expuesto es que
resulta al menos dudoso que el Secretario se encuentre obligado a autorizar el reemplazo
de un diputado con el solo mérito de la solicitud formulada por su respectivo jefe de
comité, cuando el diputado que pretenda reemplazarse ejerza la función de presidente
titular de una comisión legislativa.

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Desde el punto de vista político, resulta absolutamente inconveniente sentar el
precedente que permita en lo sucesivo que los jefes de comités puedan disponer de las
presidencias de las comisiones permanentes, sin ningún contrapeso ni sometidos a
ninguna exigencia más que la mera formulación de la respectiva solicitud.
Por todo lo expuesto, solicito a Ud. disponer las medidas necesarias para que esta
decisión del Secretario de la Cámara sea revisada y se dé respuesta a cada uno de los
argumentos que presento en esta misiva, eventualmente pudiendo dejarla sin efecto, por
contrariar el sentido de las disposiciones de nuestro propio Reglamento.
Reiterando mis más atentos y respetuosos saludos,
Atte.

Raúl Soto Mardones


Diputado

Distribución:

- La indicada
- Secretario de la Cámara de Diputados
- Secretario Comisión de Trabajo y Seguridad Social
- Jefe de Comité Partido Demócrata Cristiano

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