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EDICION 190
OCTUBRE DE 2005
Diciembre 6 de 1928
La masacre de las bananeras
Tomado de:
Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia).
Edición 190
Octubre de 2005
¿Qué pretendían los supuestos comunistas al lanzar a los obreros de las bananeras
a una huelga que, desde el primer momento, fue calificada de subversiva por el
Gobierno? ¿Qué intentaban subvertir los obreros de la zona bananera? ¿Acaso
estaban formando un ciclón revolucionario bolchevique –como editorializaban los
respetados periódicos conservadores y preconizaban desde los púlpitos los
venerables representantes de Dios en la Tierra—ciclón que barrería con las vidas y
haciendas de la gente de bien?
su vez produjo el nacimiento de dos corrientes opuestas: la de los que veían por
fin materializado el ideal de la igualdad social y de la justicia verdadera, encarnado
en Lenin y sus bolcheviques, la redención de las clases trabajadoras y la condena
definitiva de la explotación del hombre por el hombre; y la de los que advirtieron
en a revolución soviética una amenaza mortal para el orden capitalista, la
desaparición de la propiedad privada y el establecimiento de la horrenda dictadura
del proletariado. La primera corriente ganó muchos adeptos en todo el mundo. Los
obreros se organizaron en sindicatos, las huelgas se extendieron y poco a poco
los trabajadores le arrancaron al capital amedrentado concesiones y derechos con
los que, diez años atrás, ni se hubieran atrevido a soñar.
En los albores de la revolución soviética el escritor liberal
colombiano Max Grillo había pregonado, a mediados de 1919, que “los obreros
[colombianos] desean formar un nuevo partido que tenga por programa las
grandes reivindicaciones socialistas. El liberalismo, por evolución, puede ser ese
partido socialista”. No eran palabras vanas. Los intelectuales liberales, su clase
dirigente, su juventud, se lanzaron a una en pos del ideal socialista, ya aclamado
por Rafael Uribe Uribe mucho antes de la revolución de octubre de 1917, como un
imperativo para el liberalismo. Los patriarcas Baldomero Sanín Cano, Benjamín
Herrera y Max Grillo, y los jóvenes Enrique Olaya Herrera, Alfonso López, Eduardo
Santos, Luis López de Mesa, Eduardo y Agustín Nieto Caballero, Armando
Solano, Benjamín Palacio Uribe, Luis Cano, Enrique Santos, Ricardo Rendón,
María Cano, y varios centenares más de la extraordinaria Pléyade de liberales de Ruinas del comisariato de Sevilla, cuya
la Generación del Centenario que supieron combinar el pensamiento con la destrucción se atribuyó a los huelguistas, que a su
turno culparon a la tropa. Mundo al Día, 1929.
acción, acordaron, al comenzar la década de los veintes, que el propósito sagrado
del Partido Liberal, en su búsqueda del poder, era plasmar la reforma social, y
acogieron en su plataforma no pocos de los postulados del socialismo soviético.
Huelga y Masacre
Las gestiones entre el sindicato obrero de las bananeras, dirigido por Raúl Eduardo
Mahecha, y la United Fruit Company, también llamada Compañía Frutera de Sevilla, Bernardo Castrillón, dirigente obrero,
llegaron a su punto culminante con la aprobación de la Ley Heroica. La United muerto durante la masacre del 6 de
diciembre. Mundo al Día
endureció sus posiciones y rechazó de plano el pliego de los trabajadores, cuyas
peticiones principales eran la abolición del sistema de contratistas, el aumento
general de los salarios, el descanso dominical remunerado, la indemnización por
accidente y la construcción de viviendas decorosas para los obreros de la zona
bananera. La Frutera de Sevilla rechazó esas peticiones “subversivas” amparada en
la ley 69 de 30 de octubre de 1928 que había declarado la ilegalidad anticipada de
cualquier pretensión obrero que tratara de obtener, mediante huelgas o cualesquiera
otros medios “de fuerza”, concesiones por parte de los patronos. A los trabajadores
de la zona bananera no les quedó otro recurso que ir a la huelga. Los Directivos de
la United movieron enseguida su vasto aparato de influencias en el alto Gobierno,
que desplegó un contingente del ejército, al mando del general Carlos Cortés Vargas,
para proteger las propiedades en la zona bananera, las vidas de los directivos de la
United, y el orden público amenazado por “los comunistas”. La huelga de los
trabajadores de la zona comenzó el 12 de noviembre.
“No es apropiado todavía llamar revolución, así con esa palabra trascendental que
alude al intento de toma del poder con la violencia, el movimiento de las masas
borrascosas del magdalena. Hay una huelga convertida en revuelta, en una revuelta
desastrosa que nosotros no podemos, demás está decirlo, aprobar explícita o
implícitamente y cuyos incidentes, escenas, y complicaciones perjudican ante los
espectadores importantes de esta lucha sangrienta la causa justa de los obreros, el
nombre del gobierno, el prestigio que debe ser intocable de las armas de la república, Un día de trabajo en la zona bananera, cerca de
Ciénaga. Mundo al Día
y acaso, desgraciadamente, los más altos intereses del país. Desatada la violencia
no es discutible la necesidad de restablecer el orden, y el gobierno principalmente es
el llamado a realizar esa tarea. Pero resta averiguar si no hay medidas preferibles y
más eficaces que las de dedicar la mitad del ejército de la República a la matanza de
trabajadores colombianos a quienes, durante la huelga mantenida hasta hace poco
en perfecto orden, hizo exaltar y enfurecer la presencia provocadora de las tropas
movilizadas, la sustitución de funcionarios civiles por militares, la certidumbre larga,
dolorosamente fundamentada de que la United Fruit Company tiene corrompida y
dominada la organización del Estado en el departamento y la mayoría de los
estamentos sociales directivos…”.
No eran acusaciones veniales y a partir de ellas el liberalismo, adalid de los
trabajadores colombianos, asumió el sangriento episodio de las bananeras como el
ariete con el que acabaría de derrumbar el muro del largo reinado conservador; pero
era necesario primero aclarar los hechos y las circunstancia, para lo cual viajó a
Ciénaga, y recorrió las poblaciones de Sevilla y Aracataca, el representante liberal
Jorge Eliécer Gaitán.
“Ya habéis oído leer [honorables senadores y representantes] la alocución del señor
Presidente de la República. Habéis oído cómo allí se dice, hablando de los obreros,
que ellos perpetraron ‘verdaderos delitos de traición y felonía, porque a trueque de
herir al adversario político, no vacilan en atravesar con su puñal envenenado el
corazón amante de la Patria’. Decidle, señores, al taciturno Presidente de la
República que aplique estas palabras no a los obreros, que fueron las víctimas, sino
que las aplique a los militares, a los cuáles él les ha hecho el más inconcebible elogio.
Que el señor Presidente de la República se levante sobre la tumba de los sacrificados
para escupir su hiel y su veneno, cuando por simples sentimientos de humanidad
tales vocablos le estaban vedados ante la majestad de la muerte y del dolor, es cosa
que causa ironía y que muestra las lacras de la mentida justicia humana. Y que no
hable el Presidente de la República de hechos políticos, aquí donde sólo hubo por
parte de los militares pecados contra los artículos del Código penal. Y en esa
alocución misma habéis leído el elogio férvido, el elogio ilimitado que el señor
presidente hace a quienes sólo merecen el dicterio de los hombres que tienen en
estima los sentimientos esenciales de la bondad”. Representante Jorge Eliécer Gaitán, quien promovió el
debate en la Cámara, en 1929, por los sucesos de la
zona bananera el año anterior
El Debate. Gaitán en escena
Uno de los aludidos merecedor de esos dicterios era el comandante de las fuerzas
del Magdalena, general Carlos Cortés Vargas, a quien Gaitán no se los ahorra. En
otro aparte de su intervención, el representante liberal asume el análisis de la
personalidad del general Cortés Vargas, (destituido del ejército dos meses y medio
antes del famoso debate de las bananeras, no por los hechos de la masacre del 6 de
diciembre de 1928, sino por su torpe actuación, como Director de la Policía nacional,
en los graves sucesos del 8 de junio de 1929 en Bogotá, que acabaron de remachar
el ya irreparable desprestigio del gobierno conservador).
“Entremos a analizar un poco la personalidad del señor Cortés Vargas; pero no quiero
hacerlo con conceptos míos; quiero apenas presentar documentos que los
demuestren; y quiero hacerlo así porque a mí no me guía en esto ninguna
animadversión contra ese señor; personalmente no me interesa; solo un deber
imprescindible me obliga a demostrar ante vosotros quién era el supremo juzgador y
cuáles sus actuaciones. Y esto tiene grande importancia para el efecto de los
procesos. Porque aun cuando haya gentes ignorantes que piensen que esto es inútil,
yo les digo que quienes hemos entregado un poco la vida a los estudios penales General Carlos Cortés Vargas
sabemos que un hombre o una corporación no pueden fallar sin antes entrar en el
estudio de la personalidad del juzgador, de la personalidad del sindicado. Leamos
ante todo una carta dirigida por el señor Cortés Vargas a Santa Marta a persona a
quien el doctor Eduardo Castro, conservador, afirma ser agente de la United Fruit
Company en el ferrocarril de Santa marta, después de haber sido expulsado del
ejército. Carta en la cual se ultraja al arzobispo primado de Colombia. Y todavía más,
al actual Ministro de Guerra, doctor Rodríguez Diago. Esta carta está rubricada por
el señor juez primero del circuito de Santa Marta, debidamente autenticada ante él y
consta aquí también la certificación de la persona que la facilitó. Esta carta parece
que fue dirigida no con carácter privado sino precisamente para que la conociera todo
el mundo en Santa Marta, ya que son numerosas las personas que allí la leyeron. Se
pretendía con ella hacer alarde de la miseria y de la pobreza que diariamente predica
el señor Cortés Vargas”.