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RODOLFO A.

ORTEGA PRADO

HISTORIA MILITAR DE LAS


VIRTUDES
DEL EJÉRCITO CHILENO
MONOGRAFÍA HISTÓRICA DE LAS VIRTUDES
MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE Y DE
OTROS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS

BIBLIOTECA DEL OFICIAL


Esta obra corresponde a una de las investigaciones licitadas por la Academia
de Historia Militar el 2007, institución a la que se agradece la gentileza de
poner a disposiciòn del Ejército chileno el presente ensayo.

Ejército de Chile
Departamento Comunicacional

Registro de Propiedad Intelectual Nº 173.471


I.S.B.N. Nº 978-956-7527-55-7
Impreso en los Talleres del Instituto Geográfico Militar
Santiago de Chile, 2008

Las ideas aquí expresadas no reflejan necesariamente ni comprometen la


opinión del Ejército de Chile y son de exclusiva responsabilidad del autor.
Cualquiera que en el tumulto del combate, sienta que
la resolución y la reflexión lo abandonan, debe mirar a
sus oficiales. Si estos hubiesen caído, tendrá siempre
bastantes suboficiales y valientes compañeros que lo
sostengan con su ejemplo (Reglamento de Ejercicios
para la Infantería Chilena de 1907).

“La vida de los héroes ha enriquecido la historia y la


historia ha embellecido las acciones de los héroes”
(Jean de la Bruyére).
ÍNDICE

Pág.

Prólogo ......................................................................................... 11
Introducción . ............................................................................... 19
Capítulo I
Referente teórico de los valores y virtudes militares ............. 39
— Percepción de las virtudes militares . ................................. 47

CAPÍTULO II
Conceptos y planteamientos de tratadistas internacionales... 57

CAPÍTULO III
Valores militares definidos por los ejércitos latinoamericanos... 97
— México .................................................................................... 99
— Guatemala.............................................................................. 103
— Brasil. ..................................................................................... 105
— Perú......................................................................................... 107
— Argentina................................................................................ 110
— Uruguay.................................................................................. 118
— Paraguay................................................................................. 122
— Colombia. ............................................................................... 124
— Ecuador.................................................................................. 127
— El Salvador............................................................................. 130
— Diferencias o similitudes...................................................... 134

CAPÍTULO IV
Historiografía de las virtudes militares del Ejército de Chile.... 139

CAPÍTULO V
Acciones heroicas. Virtudes militares de las fuerzas que
participaron................................................................................ 199
10 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

— Narración histórica . ............................................................. 202


• Período de la Independencia . Período de la Independencia
............................................. 202
• Sorpresa de El Roble (17 de octubre de 1813) . Sorpresa de El
................ 202Roble (17 de oc
• Sitio de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814). .Sitio de Rancagua
................ 204 (1 y 2 de octu
• Batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817) . Batalla de
............... Chacabuco
207 (12 de f
• Batalla de Maipú (5 de abril de 1818) . Batalla de Maipú (5 de
.............................. 211
abril de 1818)
— Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana ............... 215
• Batalla de Yungay (20 de enero de 1839) . Batalla de Yungay
........................ 215
(20 de enero de 1
— Guerra del Pacífico ............................................................... 220
• Asalto y Toma de Pisagua (2 de noviembre de 1879) . Asalto
..... 220
y Toma de Pisagu
• Batalla de Tarapacá (27 de noviembre de 1879) . Batalla
. ........... de 223
Tarapacá (27 de n
• Batalla de Tacna o del Campo de la Alianza . Batalla de Tacna o del Campo d
. (26 de mayo de 1880) . ....................................................... 230
• Asalto y Toma del Morro de Arica (7 de junio de 1880). Asalto
..... 234
y Toma del Morro
• Combate de Sangra o Sangrar (26 y 27 de junio de 1881). .Combate
. 240 de Sangra o Sa
• Combate de La Concepción (9 y 10 de julio de 1882) . Combate
.... 244de La Concepc
• Batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883) . Batalla de
................ Huamachuco
252 (10 d

CONCLUSIONES........................................................................ 257

BIBLIOGRAFÍA........................................................................... 273
11

PRÓLOGO

En los últimos años el Ejército de Chile es obje-


to del mayor cambio que registra su historia. No solo
se está transformado su orgánica y doctrina, sino que
también se están reforzando los preceptos valóricos de
los hombres y mujeres que lo conforman. Esta evolu-
ción que se concreta en los albores del siglo XXI, tiene
su explicación en la necesidad de que las instituciones
militares continúen sintiéndose parte de la sociedad, y
que esta confíe en la entereza de sus Fuerzas Armadas.
La sociedad ha convenido en las fuerzas militares que
necesita, y estas se deben a ella. Los ejércitos de todo
el mundo llegaron a un punto de inflexión al término
del milenio, la agenda valórica dejó lugar a los nuevos
problemas que afectan a la humanidad, y que influyen
en lo que espera la sociedad de sí misma. Se inició un
camino que ha postergado la vetusta interpretación de
la seguridad nacional centralizada en la defensa de un
Estado o nación, dando paso a la seguridad humana,
que se centra en el usuario final de la seguridad, el ser
humano. Por tanto, ya no basta con proteger al Estado
para proteger a las personas, es necesario también in-
corporar resguardos que protejan al ser humano.

En este contexto, Chile requiere de un Ejército que


se desenvuelva en una nueva concepción de la seguri-
dad, que se caracteriza por su multidimensionalidad y
que incluye a las amenazas que han sido tradicionales,
pero también a las nuevas amenazas, preocupaciones
y otros desafíos a la seguridad. Incorpora priorida-
des que contribuyen a la consolidación de la paz, al
desarrollo integral y a la justicia social, y se basa en
valores democráticos, la promoción y defensa de los
derechos de los ciudadanos, la solidaridad, la coope-
ración y soberanía nacional. La paz es un valor y un
12 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

principio en sí mismo, y esta se basa en la democracia


y en la justicia. Por lo anterior, el apego a la Consti-
tución de todas las instituciones del Estado y el res-
peto del estado de derecho por todas las entidades y
sectores de la sociedad son valores fundamentales y
contribuyen a la estabilidad y la paz.

El Ejército de Chile ha sido consecuente con esta


demanda de la sociedad. No se ha detenido a observar
hacia atrás, sino que avizora el futuro de Chile más allá
de la momentaneidad. Su transformación se cimienta
en ello: participa con sus fuerzas en mandatos inter-
nacionales, que en el pasado no estaban en el entorno
de la profesión militar y que ahora son esenciales para
ayudar con la paz internacional; colabora al desarrollo
nacional en aquellas áreas afines a la especialización
de sus funciones; motiva a la sociedad a sentir que el
Ejército es de todos los chilenos; demanda a sus inte-
grantes y al cuerpo sólido que representan, la disposi-
ción de ofrendar la vida si las circunstancias lo exigen;
y se extiende hasta los sectores más inhóspitos del te-
rritorio para garantizar la soberanía nacional.

Para servir a los fines anteriores, el Ejército con-


sideró que en su transformación, los valores y virtudes
militares no podían estar ausentes. Por ello, en 2006
explicitó las bases conceptuales que constituyen el sus-
tento moral del quehacer del Ejército en Chile, y publicó
la Ordenanza General, que fue refrendada por el Presi-
dente de la República, para precisar los principios esen-
ciales en los que se funda la Institución y las dimensio-
nes del proceder profesional de sus integrantes.

La reformulación de los valores y virtudes del


Ejército no constituyen un hito inédito, desde la mis-
ma organización del Primer Ejército Nacional ha sido
PRÓLOGO 13

un tema recurrente, y sus cambios han sido como


consecuencia de que la sociedad se ha ido en forma
paulatina manifestando moralmente diferente. Por
ende, el Ejército, que se debe a ella, también ha sido
parte de esa evolución, en el entendido de que los
valores no son intrínsecos, tampoco corresponden a
verdades universales ni permanentes. Por el contra-
rio, los valores están sujetos a variaciones conforme
a las exigencias y a los cambios sociales, y por con-
siguiente, tienen un valor relativo, y su captación es
esencialmente por intuición. No es la sociedad la que
explícitamente le dice al Ejército los valores que de-
ben poseer sus integrantes, es el Ejército que, inter-
pretando a la sociedad, define los valores que deben
tener sus componentes.

La misión esencial del Ejército es contribuir a la


seguridad y defensa de la Patria. Para su cometido es
una institución disciplinada y jerarquizada, pues la fa-
cultad del uso racional de la fuerza lo distingue de otra
fuerza, y porque la distribución de las responsabilida-
des es inherente al mando. Es en el mando en quien
recae, en última instancia, la responsabilidad de las de-
cisiones adoptadas, y este deberá exigir de los subalter-
nos la obediencia a sus decisiones. Las enseñanzas de
Francisco Villamartín son propicias para señalar que:
La primera máquina de guerra que debe estar bajo la
mano del jefe, como lo está su espada, es la imaginación
del soldado; es decir, que no se deben tomar los hombres
tales como son, sino formarles tales como debe ser. Edu-
cando, modificando, conduciendo su valor, excitando su
entusiasmo, fomentando el espíritu de cuerpo, desarro-
llando la buena disciplina, creando hábitos y costumbre
de guerra, corrigiendo y celando las faltas ligeras para
precaver los delitos, se consigue tener sobre las tropas
una inmensa fuerza moral y se influye de tal modo, en
14 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

momentos dados, sobre el corazón del hombre, que se


hace un héroe del último de los soldados.1

Se deberá aceptar que, en la historia de Chile hay


periodos o acciones –afortunadamente los menos– en
los cuales la integridad de los mandos –y en otros de la
tropa–, ha admitido cuestionamientos, o al menos han
sido motivo de controversias. Pero tampoco se puede
dejar de reconocer que, en la mayor parte de la historia
chilena el Ejército ha cumplido con su deber, y ha en-
tregado tantas vidas como ha sido necesario para las
glorias de la Patria. El Ejército no ha estado ausente en
los principales sucesos nacionales, por el contrario, ha
sido protagonista de la mayoría de ellos como institu-
cional fundamental, cuyo valor medular como cuerpo
armado, ha sido su carácter disciplinado, jerarquiza-
do, profesional, obediente y no deliberante.

La historia militar de Chile es fructífera en ac-


ciones donde las virtudes de los comandantes o de las
tropas han dejado un legado moral para las generacio-
nes posteriores. Los sucesos que se incluyen en este
texto, son solo una parte de ella. Muchos otros susten-
tan el ser nacional y todos los chilenos deben sentirse
orgullosos de la historia militar de Chile, ya que desde
los primeros gritos independentistas, los héroes se su-
cedieron, y jalonaron, primero los anhelos nacionales
de libertad, y luego, los derechos que impusieron la
razón y las armas.

Cuatro son las virtudes recurrentes en la histo-


ria militar chilena: valor, disciplina, honor y espíritu
de cuerpo, que en la Ordenanza General del Ejérci-

1 Villamartín y Ruiz, Francisco, Nociones de Arte Militar, Madrid:


Ediciones Ejército, 1943, p. 49.
PRÓLOGO 15

to de Chile 2006 están representadas de la siguiente


forma: el valor, como la fuerza moral y física que es
necesaria para acometer grandes desafíos, enfrentan-
do de manera consciente el peligro y la adversidad;
la disciplina, como el dominio de sí mismo que mue-
ve al cumplimiento del deber, supeditando la propia
voluntad al bien colectivo; el honor como la virtud
que reúne los valores que mueven a una persona a
ser sincera, digna, y honesta; y el espíritu de cuerpo,
que deben sentir los militares respecto del Ejército
como un todo, o en relación con la unidad a la cual
pertenecen.

El valor es el máxime del ánimo que hace amar


las emociones producidas por el peligro y arrostrarlo
con firmeza. El valor sin ira y estoico, de los grandes
hombres, es el valor que conviene; quizá la ira es el
disfraz del miedo; talvez, la tenacidad es desespera-
ción; pero la impasible serenidad, del que piensa y
resuelve allí donde las demás inteligencias se hallan
fuera de su centro, valen más que el valor ciego. El va-
lor no es innato. El valor se corrompe o se transporta
desde los primeros estímulos educativos, por ello, el
mismo hombre no es valiente en todos los momentos
de su vida, todo dependerá de las circunstancias. Por
ello, los oficiales tienen la responsabilidad de formar
hombres valientes por la vía del ejemplo y la instruc-
ción, ya que el valor colectivo de las unidades es una
simple derivación del valor individual, donde el con-
junto asume para sí la recopilación de fuerzas que
permitirá el cumplimiento del deber: en un oficial es
acción distinguida el ser el primero que suba a una
brecha o escala, y que forme la primera gente encima
del muro o trinchera del enemigo (...) todo oficial que
fuere atacado en su puesto, no lo desemparará sin ha-
ber hecho toda la defensa posible para conservarla y
16 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

dejar buen puesto el honor de las armas (artículos 462


y 464 de la Ordenanza General de 1923).

La disciplina es el valor que circunscribe a las


otras virtudes, es el complemento de todas ellas y la
manifestación, visible y constante en todos los actos.
En la disciplina interviene un elemento coactivo y un
factor voluntario. En la situación óptima está impli-
cado un mayor convencimiento, mientras mayor sea
la actitud disciplinaria por convicción, menor será la
necesidad de imposición. En directa relación con la
disciplina habita la obediencia, la subordinación y el
respeto por los intereses colectivos por sobre las nece-
sidades individuales. En la guerra moderna es promi-
nente la voluntariedad en la obediencia y disciplina, ya
que la coacción será imposible si la disciplina no está
arraigada como un dogma inmutable.

El honor es la virtud que lleva al más estricto


cumplimiento de los deberes militares con respecto del
prójimo, a la unidad y con uno mismo. En el honor
están implicadas todas las otras virtudes militares, y
el que está dotado de esta virtud, jamás dará un paso
por un camino apartado de la ética militar. Su propio
honor se lo impedirá. Del soldado con honor puede es-
perarse todo lo bueno, será disciplinado, obediente y
valiente. No se intimidará ni amedrentará, será capaz
de superar cualquier circunstancia adversa, incluso
con el riesgo u ofrenda de su vida. Según el destacado
jurista militar español Salvador Calderón: El concepto
del honor es etéreo, cambiante en el tiempo y, por lo mis-
mo, sometido a criterios de valoración distintos, no sólo
en el ámbito temporal, sino también en los diferentes
círculos de cultura sociales. De ahí que el honor haya
sido concebido, desde el punto de vista cultural y tem-
poral, como virtud personal, prevalencia social, respe-
PRÓLOGO 17

to por uno mismo, religión, ornamentación, sentido del


deber amor propio y uso social.2 En el siglo XIX el ho-
nor era mancillado por una injuria u ofensa a la digni-
dad de una persona por medio de una palabra u obra.
Teóricamente para que estuviera afectado el honor, la
ofensa o injuria tenía que ser de tal gravedad, que así
lo ameritara, pero siempre su valoración fue subjetiva,
pues en la práctica era definida por el ofendido. En la
historia militar de Chile existen objetivas demostracio-
nes del resguardo del honor del Ejército y de la patria.
Su principal personificación está representada en los
combates de El Roble, Rancagua, Sangra y La Concep-
ción donde ante fuerzas considerablemente superiores
se elige por no acceder a la rendición y se opta por la
inmortalidad o por la gloria.

El espíritu de cuerpo implica una profunda leal-


tad, orgullo y entusiasmo de los militares por ser par-
te de un Ejército coherente e íntegro, o las ansias de
pertenecer, representar y ser partícipe de la mejor uni-
dad del Ejército. El espíritu de cuerpo implica espíritu
militar y compañerismo, y no es la suma moral de los
soldados de la unidad, sino que el resultado de los éxi-
tos de ella.

Independiente que la suma de las virtudes indivi-


duales sea la virtud del Ejército, en el Ejército de Chile
hay virtudes que identifican a la institución como un
todo. Es una organización monolítica; ha sido cuño e
impulsor de la soberanía chilena; ha sido parte activa
en la organización de la República; sus acciones son
las glorias que celebra Chile; ha colaborado al desa-

2 Calderón Madrigal, Salvador, “Cuestiones sobre el honor”,


Madrid: Secretaría General Técnica del Centro de Publicaciones del
Ministerio de Defensa, 2002, p. 267.
18 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

rrollo nacional, y próximo a cumplir dos siglos, su pre-


sencia en todo el territorio nacional y en el extranjero
representa a todo el pueblo chileno.

En este momento de transformación positiva del


Ejército de Chile, este libro espera ser bienvenido en
la Biblioteca del Oficial. Su lectura permitirá observar
de forma diferente las virtudes que deben profesar los
integrantes de la institución y recapacitar sobre su im-
portancia en la profesión y vocación militar. Después
de leer este texto, será propio invitar a la reflexión:
¿Cómo los procesos de transformación en desarrollo,
en especial los que se refieren a docencia e instrucción,
participan en la inculcación de las virtudes militares
de los integrantes del Ejército?
19

INTRODUCCIÓN

Los ejércitos se organizan para servir al Estado y


garantizar a este su integridad y soberanía. Los Esta-
dos necesitan de sus ejércitos para su seguridad y pre-
servar sus intereses. En los ejércitos se desarrolla la
carrera militar, que obedece a una vocación de servicio
a la patria, encuadrada en ciertas normas de compor-
tamiento, conocimientos especializados, habilidades y
virtudes morales que, en última instancia, le permiti-
rán al soldado “rendir la vida si fuese necesario”.3 En-
tre el Estado y el Ejército existe un acuerdo tácito, que
se relaciona con la entrega de la potestad del uso de la
fuerza con fines claramente delimitados en beneficio de
la nación y de la patria. En este compromiso, el Estado
requiere que los integrantes de los ejércitos sean disci-
plinados y valientes; que los que posean la fuerza sean
guerreros y obedientes, y ante una situación que afecte
su integridad, sean eficaces y eficientes. Los ejércitos
profesionales asumen que ambas virtudes –la disciplina
y la valentía– representan los principales valores que
supeditan la existencia de los ejércitos, y se esfuerzan
por inculcarlos en cada uno de sus integrantes.

Los primeros ejércitos de la historia fueron orga-


nizados para satisfacer los intereses de señores que
buscaban ampliar sus dominios o defender sus pose-
siones. Eran reunidos circunstancialmente para com-
batir y obtener triunfos definidos y financiados por los
que directamente de ellos se favorecían, y por ende
también los promovían, las tropas eran pagadas con
el pillaje y libertades que después de la victoria su-
cedían. Paulatinamente, fue necesario mantener tro-

3 Libro de la Defensa Nacional de Chile, Santiago: Ministerio de Defensa


Nacional, 1997, p. 134.
20 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

pas en presencia permanente, para no quedar al ar-


bitrio de sucesos imprevistos y a la prevaricación de
las propias fuerzas. En forma gradual se fue dando la
subordinación de estas fuerzas y regulando las relacio-
nes de comportamiento y disciplina. Así, las virtudes
militares de los ejércitos han sido históricamente de
conveniencia para los países que los organizan, como
para la propia institución que resulta. Si la organiza-
ción no es integrada por mujeres y hombres disciplina-
dos, valerosos y moralmente virtuosos, es muy difícil
que estos mantengan su integridad en una situación
donde converjan el riesgo, el esfuerzo y la posibilidad
de perder la vida. Es fácil pertenecer a un ejército de
un país que ha estado en paz, pero el temple militar
se aprecia en los ejércitos que han estado sometidos a
situaciones de apremio o directamente enfrentados en
combate. Comúnmente la sociedad juzga a los ejérci-
tos que le pertenecen por las hazañas bélicas que han
protagonizado, y fundamentalmente por las victorias
que les han entregado. Las derrotas pronto se olvidan
o se distorsionan, a lo más se transforman en leyendas
para rememorar a los caídos.

En el Ejército de Chile la profesión militar se en-


cuentra regulada por numerosas normas que exigen a
los que a ella se dedican, un conjunto de virtudes mo-
rales, que responden, en parte, a una tradición históri-
ca, pero que tienen una aplicación y exigibilidad directa
en el Código de Justicia Militar y en el Reglamento de
Disciplina.4 En cada país y en cada ejército, los valores
son definidos e interpretados en forma diferente. Hay

4 El primer artículo del Reglamento de Disciplina de las Fuerzas


Armadas, indica que el ejercicio de la profesión militar, deriva de la
necesidad que tiene el país de salvaguardar su vida institucional de
toda amenaza interior o exterior y que esta reside, principalmente, en
los sentimientos del honor y del deber de todos los que la profesan.
INTRODUCCIÓN 21

ejércitos que enaltecen las virtudes del patriotismo y


la vocación, en otros la austeridad y el compañerismo,
y en muchos se privilegia la valentía y la disciplina.
Pero en casi todos hay elementos distintivos comunes,
como la fidelidad a la bandera, a Dios, y la voluntad
de entregar la vida si las circunstancias lo requieren.
Los valores que identifiquen a cada ejército no son pa-
trimonio exclusivo del militar, ni el hecho de vestir un
uniforme implica poseerlos, pero estos constituyen un
paradigma o ideal para el militar, que virtuoso o no, se
siente integrado a una corporación, que antepone los
valores morales a los beneficios personales. Una de las
primeras preguntas que surge de esta reflexión es ¿por
qué las virtudes militares son diferentes de un ejército
a otro? si se supone que todos los ejércitos se deben a
los mismos fines. Una respuesta aceptable, ante algo
indiscutible, se encuentra en la historia de cada país,
donde prominentemente la historia militar es la fuente
transmisora de acciones e inmolaciones, que a la pos-
tre, se traducen en legados virtuosos que son rescata-
dos como ejemplos de vida por las continuas genera-
ciones que se incorporan a la profesión militar.

En la historia universal los ejemplos de ejércitos


virtuosos son una constante que engalana a quienes
han elegido esta profesión. Entre los años 490 y 478
a.C., Grecia y Persia se enfrentaron en dos guerras, en
las cuales se libraron las batallas de Maratón y las Ter-
mópilas. En esta última, las fuerzas coaligadas de las
ciudades griegas fueron derrotadas por las tropas del
rey persa Jerjes I, hijo de Darío I el Rey de Reyes, el
que pudo continuar y destruir Atenas. Esta memora-
ble batalla convertida en leyenda es uno de los tantos
ejemplos históricos, que deja de manifiesto la heroici-
dad y virtudes de algunos ejércitos, que continuamente
son ensalzados para la grandilocuencia patriota o para
22 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

transmitir legados virtuosos. La batalla del desfiladero o


del paso de las Termópilas es uno de los mayores ejem-
plos de valentía y disciplina demostrada en el campo de
batalla. Un reducido grupo de hombres sucumbe ante
un adversario considerablemente superior, en su afán
del cumplimiento de la misión asignada. El sacrificio de
los guerreros griegos, al igual que el Combate Naval de
Iquique donde se inmoló Prat y Aldea, constituye el hito
inicial conducente a la victoria, que no solo representa
un acto de heroísmo, sino que produce un significativo
impacto en la conciencia de todo un pueblo.

En las Termópilas, 300 guerreros de lid esparta-


nos, 700 tespianos y 400 tebanos al mando del rey de
Esparta, Leonidas, rechazaron durante dos días una
fuerza persa que algunos historiadores indican como
200 veces superior a la griega. Solo la traición de un
campesino, que condujo al ejército Persa a la retaguar-
dia de los griegos produjo un vuelco en la situación.
Leonidas al ver que iba a ser atacado desde dos frentes
y por ende que la posición en el desfiladero no le pro-
porcionaría ningún apoyo, por el contrario, le limitaba
el espacio de maniobra, abandonó su posición y distri-
buyó sus fuerzas entre un acantilado y un valle plano.
En la noche anterior, los griegos entonaron cánticos
que habían aprendido para prepararse para la muerte
en combate y para infundirse valor unos a otros. Al
salir el sol, en una acción insólita, los griegos salen
al encuentro del enemigo, sabedores que solo les que-
daba morir en un ataque frontal. El valor y el ejemplo
de Leonidas, la valentía y disciplina de los espartanos
y de los tespasianos, son recordados hasta el día de
hoy como una de las batallas épicas de la humanidad,
donde un puñado de hombres detuvo al mayor ejército
del mundo antiguo.
INTRODUCCIÓN 23

Todos los años los nuevos soldados que se in-


corporan al ejército israelita, hacen un juramento de
lealtad a su país en Masada. En ese lugar se simboliza
la valentía y la lealtad al extremo de la irracionalidad,
pero habría que entenderla en el contexto histórico de
aquel entonces y de la religiosidad como variable de-
terminante en la conducta de los ejércitos y de los pue-
blos. Masada era una fortaleza en la cumbre de una
montaña en el desierto, al sureste de Jerusalén, fue el
escenario de la última resistencia del pueblo judío con-
tra el dominio del imperio romano (66-73 d.C.) llevada
a cabo por los zelotes, que era una facción religioso-po-
lítica judía, conocida por su resistencia fanática al do-
minio romano en Judea durante el siglo I. Los zelotes
se apoderaron de Masada en el 66 d.C., y cuando Jeru-
salén fue tomada por los romanos en el 70, los últimos
rebeldes que quedaban (unas mil personas, entre las
que se contaban incluso mujeres y niños) se retiraron
a Masada al mando de Eleazar ben Jair, los zelotes
resistieron en este lugar más de dos años el asedio de
la X Legión Romana al mando de Lucio Flavio Silva.
Cuando la situación era insostenible y los romanos se
aprontaban para el asalto final, los ocupantes de Ma-
sada deciden suicidarse antes de rendirse.

Otro glorioso suceso histórico que delata el talante


de las fuerzas que lo protagonizaron, es el asalto del
fuerte de El Álamo.5 En 1835, tras un largo periodo de
pugna con el poder central mexicano, Texas declaró la
independencia y, apoyándose en los mexicanos que se-
guían al federalista Lorenzo de Zavala y en colonos an-

5 Combate librado en 1836 en la misión franciscana de San Antonio de


Valero, ubicada en la actual ciudad estadounidense de San Antonio
(Texas), con ocasión de la guerra de la independencia texana contra
México.
24 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

gloamericanos y de otros países, estableció un gobierno


provisional. El general y presidente mexicano Antonio
López de Santa Ana objetó esta decisión y dispuso el
envío de un ejército para someter a los rebeldes. El 23
de febrero de 1836, el propio López y 4.000 hombres,
llegaron a las afueras de la ciudad de San Antonio, que
había sido tomada por los insurgentes texanos. El co-
ronel William Barrett Travis y 155 hombres se parape-
taron en El Álamo. López desplegó sus tropas alrededor
del fuerte y, cuando llegó su artillería, inició el asalto.
Los texanos, resistieron hasta el 6 de marzo, día en que
los asaltantes lograron romper los muros de la antigua
misión. El coronel William Barrett Travis y prácticamen-
te todos sus hombres perecieron en el lugar después
de una valiente resistencia, que obligó a la numerosa
fuerza atacante gastar muchos recursos, tiempo y vidas
para la conquista de la posición. Este episodio de ofren-
da, hasta el día de hoy representa el espíritu de cuerpo,
el convencimiento de la causa por la cual luchaban, la
valentía y el arrojo de los refugiados en El Álamo.

La narración de batallas y acciones de la historia


militar universal podría no terminar nunca. En Amé-
rica del Sur los ejemplos similares también abundan.
Las guerras de la conquista española, las rebeliones
indígenas y las guerras independentistas están colma-
das de acciones heroicas, que en nada se diferencian
de las hazañas en otras regiones del mundo. Junto con
la narración de las acciones militares han surgido los
héroes. Estos se transforman en referentes para inter-
pretar los sentimientos nacionales y servir de modelos
de conductas para que la sociedad distinga al ejército
que la identifica. Numerosos combates, batallas y ac-
ciones heroicas galanas son parte de la historia militar.
El esfuerzo de vencedores y vencidos no ha sido olvi-
dado. Los sucesores de la misma profesión de aquellos
INTRODUCCIÓN 25

que algún día ofrendaron la vida, son los encargados de


invocarlos. Las próximas generaciones harán lo mismo
y así sucesivamente la transmisión de valores y virtu-
des se sigue concretando. No hay ejemplos de ejérci-
tos cobardes, solo de comandantes precavidos. No hay
rendidos deshonrados, solo guerreros vencidos.

En la historia del Ejército de Chile las acciones


heroicas y ejemplos virtuosos también predominan. El
arrojo, valentía y tenacidad de los araucanos y españo-
les en la época de la Conquista se manifestó entre otros
en los combates de Andalién, Penco, Tucapel, Marigüe-
ñu, Lagunillas, Millarapue, Purén, Cayucupil y Quiapo.
O’Higgins demostró su valentía y temple guerrero ata-
cando frontalmente a los realistas en el combate de El
Roble el 17 de octubre de 1813, donde su arenga Vivir
con Honor o Morir con Gloria ha embelesado la historia
de la Independencia. Pese a haber sido herido en una
pierna motivó a sus hombres y con su propio ejemplo
impulsó el ataque que ocasionó significativas bajas a los
realistas. Nuevamente hace visible sus condiciones de
comandante y su valía militar en Rancagua el 1 y 2 de
octubre de 1814, cuando prácticamente estaba todo per-
dido y luego de rechazar un sexto asalto realista, ordenó
a los dragones y a los que pudieran hacerlo, formar una
columna que atravesó combatiendo una de las trinche-
ras de la plaza; rechazó a las partidas enemigas que pre-
tendían impedir su paso y logró retirarse a Santiago.6

6 Ibáñez Vergara, Jorge. O’Higgins El Libertador, Santiago: Instituto


O’Higginiano de Chile, 2001, p. 71, indica que la decisión y el arrojo
de O’Higgins fue determinante en el triunfo de la acción militar y que:
entre los numerosos combates y batallas en que don Bernardo peleó
con una valentía que se hizo legendaria, El Roble es sin duda un hecho
memorable de su vida militar.
26 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

En la guerra contra la Confederación Perú Boli-


viana y específicamente en la batalla de Yungay (1839),
para enfrentar a las fuerzas en el cerro Pan de Azúcar y
las casas de Punyán, Bulnes envió cuatro compañías de
cazadores de infantería a las órdenes del comandante
del Carampangue, coronel Jerónimo Valenzuela. Para
lograr la conquista de la posición los soldados debieron
ascender el cerro arrastrándose y soportando los peñas-
cos y las descargas de la fusilería de los bolivianos. Los
oficiales a la vanguardia de sus unidades llegaron a la
cima del cerro donde se produjo una lucha que se re-
cuerda con estas letras: […] las compañías, obedecien-
do la voz de sus respectivos oficiales llegaron por fin a
la cumbre del cerro, cuyos bordes destilaban la preciosa
sangre de tantos ilustres chilenos. Trabóse allí la lucha
con mayor ardor y mayor resolución; cruzáronse las co-
lumnas a la bayoneta; peleóse con un encarnizamiento
de que la historia presenta raros ejemplos. Las compa-
ñías chilenas diezmadas todas, reducidas algunas a
poco más de la mitad de su número, muertos en otras
casi todos sus oficiales, mandados algunas –como la del
Carampangue por su sargento 2º– por haber perecido to-
dos sus superiores jerárquicos, se enredaron en lucha
desesperada con los soldados de Quiroz.7 En esta ac-
ción, además de la valentía y disciplina que demostró la
tropa, sobresalió el espíritu de cuerpo de la unidad para
enfrentar el desafío y el cumplimiento del deber.

La Guerra del Pacífico (1879-1883) es el conflicto


donde las virtudes de los comandantes y de las tropas
alcanzan su máximo esplendor. Las fuerzas chilenas,
como también las peruanas y bolivianas interpretan
el temperamento del militar latinoamericano, los mis-

7 Estado Mayor General, Historia Militar de Chile, Tomo II, Santiago:


Estado Mayor General del Ejército, 1985, p. 44.
INTRODUCCIÓN 27

mos que habían convergido para independizarse, aho-


ra luchaban entre sí, por afrentas que, para las partes,
ni la diplomacia ni la política pudieron solucionar. El
Combate Naval de Iquique es el punto de partida de los
actos heroicos de las tropas y de los comandantes. Prat
enardeció a los chilenos y Grau realzó a las fuerzas pe-
ruanas. La acción decidida por Prat no solo es el prin-
cipal ejemplo de heroísmo de las páginas de la historia
de Chile, sino que también es un capítulo épico de la
historia militar universal.

En el Ejército chileno el primer acto sublime se


produce en la batalla de Tarapacá y lo personifica el co-
mandante Eleuterio Ramírez, quien debió atacar fron-
talmente a la posición peruana para intentar hacerla
retroceder. Ramírez junto al comandante Vivar y las
fuerzas bajo el mando de ambos, demostraron tenaci-
dad, valentía y una especial disposición de arrojo para
enfrentar los fuegos superiores del batallón Arequipa.
Posteriormente, y después de la victoria chilena en la
batalla de Tacna donde las divisiones Amengual, Bar-
celó y Amunátegui perdieron más de 1.600 hombres,
la historia destaca las acciones en Arica. En esta plaza,
el coronel Francisco Bolognesi estaba resuelto a de-
fenderse tenazmente y para ello había organizado una
posición defensiva inexpugnable, tanto por las condi-
ciones del Morro de Arica como por la preparación de
la resistencia. Las fuerzas chilenas en un mínimo de
tiempo y privilegiando el combate cuerpo a cuerpo, lo-
graron minar la entereza de Bolognesi y su hombres,
gracias al ímpetu con que mantuvieron el ataque, a la
conducta guerrera de los soldados y al ejemplo de los
comandantes de las distintas agrupaciones.

Después de las victorias en morro Solar y Mira-


flores, la máxima demostración de virtudes militares y
28 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

principalmente de la disciplina y valentía se inmortali-


zó en el combate de Sangra y en el combate de La Con-
cepción. El sargento mayor D. Virgilio Méndez envió a
Las Cuevas al capitán del Buin 1º de Línea José Luis
Araneda, 3 subtenientes y 78 soldados con la misión
de vigilar los caminos por los cuales regresaba a Lima
la división Letelier y proveerla de municiones. El 26
de junio de 1881 fueron atacados el capitán Araneda
y sus soldados por fuerzas estimadas en un batallón
de infantería, 200 milicianos y centenares de indios al
mando del coronel peruano Manuel de la Encarnación
Vento. El combate duró todo el día y parte de la noche,
finalmente los peruanos pese a ser considerablemen-
te superiores se retiraron ante la férrea resistencia de
Araneda y sus hombres, los que sufrieron considera-
bles bajas pero no cedieron la posición. Prácticamente
un año después, el 9 y 10 de julio de 1882, tiene oca-
sión el combate de La Concepción donde 77 hombres
combatieron durante diecinueve horas contra fuerzas
muy superiores e integradas por soldados de línea e
indios serranos. Los 77 chilenos murieron oponiendo
entereza más que poder de fuego ante la desproporcio-
nalidad de las fuerzas que se enfrentaban. Destaca en
esta acción el teniente Ignacio Carrera Pinto, nieto de
José Miguel Carrera Verdugo y sobrino del Presidente
de Chile Aníbal Pinto.

Los sucesos heroicos de la Guerra del Pacífico no


terminan ahí, en el combate de Tarma Tambo, en la
batalla de Huamachuco, en Huasacache, en Arequipa
y en el combate de Pachía son otras ocasiones donde
las tropas chilenas demuestran su valer y a la postre
su fama.

Todos los ejércitos se vanaglorian de las virtudes


militares de sus integrantes, y el Ejército de Chile no es
INTRODUCCIÓN 29

una excepción. La virtuosidad de la tropa no es fruto de


la retórica o cesión generacional, obedece a una trans-
misión histórica de valores, que se han ido legando de
hazañas heroicas o de las acciones virtuosas de sus in-
tegrantes que, en algún momento privilegiaron el cum-
plimiento del deber por sobre sus vidas o intereses per-
sonales. No solo con la victoria se ha alcanzado la gloria,
también lo ha sido con la derrota y la muerte serena.

Desde las guerras de Arauco las virtudes del Ejér-


cito de Chile se han ido enraizando de cuatro formas:
las creencias religiosas de las tropas; la enseñanza de
la historia militar; el ejemplo personal de instructores
y comandantes; y por las normas y reglamentación en
general que rigen el comportamiento institucional y
que comprenden e interpretan todas las formas ante-
riores. La influencia de la religión en la acción formati-
va de los valores militares también tiene raíces históri-
cas. El general de brigada Gonzalo Santelices Cuevas,
que profusamente se ha referido y reflexionado sobre
el sentido de la profesión militar, ha escrito en una de
sus publicaciones que, toda la historia de la humani-
dad refleja la existencia de la guerra y por ende la ne-
cesidad de los ejércitos. En directa relación con las im-
plicancias religiosas indica que: ya en libro del Éxodo,
Moisés refiriéndose a la aflicción de los israelitas ma-
nifiesta “ahora, pues, seamos sabios para con él, para
que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra,
él también se una a nuestros enemigos y pelee contra
nosotros, y se vaya de la tierra”.8 En el Deuteronomio9

8 Santelices Cuevas, Gonzalo. “Reflexiones sobre el Ejército y la


Profesión Militar”, en VV.AA. Memorial del Ejército de Chile Nº 459,
Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército, 1998, p. 27.
9 Es la palabra que Moisés dirigió al pueblo de Israel, al otro lado del
Jordán, en los umbrales de la tierra prometida. Corresponde al testa-
mento espiritual de Moisés.
30 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

se señala en las leyes sobre la guerra que: […] escucha


Israel hoy vais a pelear contra vuestros enemigos; no os
acobardéis; no tengáis miedo, no tembléis ni os asustéis
de ellos, porque el Señor vuestro Dios, os acompaña y
combatirá por vosotros contra vuestros enemigos para
salvaros.10 […] los oficiales añadirán al pueblo: el que
tenga miedo y se acobarde, que se vuelva a su casa,
para que no contagie la cobardía a sus hermanos.11 En
el ejército romano la religión se dividía entre la practi-
cada dentro de los campamentos, como el culto a los
dioses de Roma, especialmente a Júpiter y a la Tríada
Capitolina, el culto imperial y el dirigido a los emble-
mas militares; y, por otra parte, los cultos escogidos
por cada soldado. Para los soldados romanos adquiere
gran importancia el aspecto religioso y el espíritu de
cuerpo que los une y los mantiene fieles al emperador,
a Roma y a sus antepasados. En el culto, además de
los dioses adorados por los ciudadanos, había prefe-
rencia por los dioses considerados guerreros. En esta
categoría estaba reverenciado Marte,12 Hércules,13 Mi-
nerva14 y los Dióscuros.15 Cuando luchaban contra otro
pueblo no era solo el duelo entre pueblos para ver qué
hombres eran más fuertes, sino que era también un
duelo entre dioses, así, según quien ganara, significaba
además que sus dioses eran más fuertes y superiores a

10 Deuteronomio, 20, (3-4).


11 Deuteronomio, 20, (9).
12 Marte es el dios de las batallas, habría conducido a Roma a la forma-
ción de su imperio.
13 Hércules gaditano en la península Ibérica. Era un dios con numero-
sas atribuciones de guerrero que lo hacen admirable por los solda-
dos, como el afán de superación y sus valores físicos y morales.
14 Divinidad protectora y maestra de todas las artes.
15 En sus imágenes aparecen armados de lanza, tocados con el pileus,
o gorro lacedemonio, la clámide sobre la espalda o completamente
desnudos. Muchos generales romanos pretenden haber visto en sus
batallas a Castor y Pólux luchando junto a ellos,
INTRODUCCIÓN 31

los del vencido. De esta forma sometían a su culto a los


demás pueblos o para adoptar los dioses y asociarlos a
sus creencias. Además de los dioses señalados y en di-
recta relación con los soldados, se veneraba a Virtus,16
Honos, y Victoria.17

El Ejército chileno no ha estado ajeno a la in-


fluencia de la historia universal, de la religión y de su
particular historia militar, las normas y reglamenta-
ción que tutelan la disciplina institucional y que in-
cluyen los valores y virtudes que es necesario preser-
var, transmitir y observar están dados por lo diferentes
reglamentos del Ejército. La doctrina institucional vi-
gente señala: para que el militar pueda cumplir con su
misión debe contar con las virtudes que precisamente
contiene el objeto de la profesión […] la carrera militar
obedece a una vocación de servicio a la Patria, encua-
drada en ciertas normas de comportamiento, conoci-
mientos especializados, habilidades y virtudes morales
que, en última instancia, pueden llevar al soldado a ren-
dir la vida si fuese necesario.18 Los textos más valiosos
en este sentido han sido las ordenanzas generales, los
reglamentos de disciplina y las publicaciones que se
difunden en el ambiente castrense, para precisamente
reposicionar continuamente las virtudes militares.

Para inculcar los valores en la tropa no basta con


un discurso patriótico que trate sobre la valentía, el
honor, la lealtad u otra virtud militar, ya que si son

16 Virtus era la personificación romana de la virtud, en especial de la


referente y necesaria para la milicia. Estaba relacionada con el valor
y la virilidad.
17 Dioses abstractos. Se les construían templos después de las batallas
exitosas.
18 División de Doctrina, El Ejército y la Fuerza Terrestre 2005, Santiago:
Comando de Institutos y Doctrina, 2005, p. 27.
32 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

solo grandilocuencias o pura retórica, el efecto en la


tropa es neutro. En los tiempos actuales la juventud
no se posesiona ni cautiva solo con palabras, sino con
los ejemplos. En la lectura de la historia militar encon-
tramos muchos paradigmas de las virtudes de la tro-
pa y de sus comandantes, especialmente en lo que al
valor, honor, y disciplina se refieren. Más difícil es en-
contrar ejemplos sobre el espíritu de servicio, respeto,
subordinación al derecho y a la integridad, virtud don-
de convergen la probidad, la honradez y honestidad.

El último documento publicado oficialmente por


el Ejército y que trata sobre este tema es el Reglamento
Administrativo “Ordenanza General del Ejército de Chi-
le” R.A.(P) 110-A del año 2006, que explicita las defini-
ciones y principios morales que distinguen el quehacer
colectivo e individual del Ejército. En este se indica que
los valores militares constituyen orientaciones que de-
ben regir la conducta de los militares tanto en la paz
como en la guerra y que el espíritu militar es el motor y
expresión de la vocación militar, que demanda a quie-
nes integran el Ejército un compromiso personal para
hacer suyas las siguientes virtudes: disciplina, lealtad,
honor, valor, espíritu de cuerpo, abnegación, cumpli-
miento del deber militar, integridad, respeto, espíritu
de servicio, y subordinación al derecho. Con anterio-
ridad a esta ordenanza las virtudes militares estaban
tipificadas en el Reglamento de Instrucción de Teóri-
ca General R.I.sc. (P) 864 de 1987, que mencionaba a
las siguientes: lealtad, honor, valor, espíritu de cuerpo,
abnegación, compañerismo, fidelidad, patriotismo y
espíritu militar.

Al observar estos dos textos cabe preguntarse


¿Qué ha pasado? ¿Por qué en diecinueve años han va-
riado las virtudes o valores? ¿Evolucionan las virtudes
INTRODUCCIÓN 33

de los militares? ¿Cuáles son los valores propios de la


profesión militar? Son preguntas difíciles de respon-
der. Solo cabe tener en consideración los sucesos tras-
cendentes en el Ejército, en la sociedad y en el mun-
do en general, que han remecido los cimientos de los
pensamientos más conservadores, como lo ha sido el
efecto de la globalización, el fundamentalismo, el hu-
manismo, el consumismo, los derechos humanos y la
relativización moral, que ha afectado a la sociedad en
el último tiempo.

No existen investigaciones disponibles o publica-


das que señalen que las virtudes militares son hereda-
bles de una generación a otra, ni cómo es la forma de
transmisión de las mismas, pero los hechos permiten
señalar que, en un orden de prioridad, éstas se pro-
mueven de la siguiente forma: por el ejemplo perso-
nal superior-subalterno-superior; por la educación e
instrucción; por el ejemplo histórico; por la retórica; y
por la acción de las normas que regulan las funciones,
responsabilidades y atribuciones. Cada uno de estos
medios de transmisión está afectado por variables que
inciden positiva o negativamente en ellos. Todos los
medios de transmisión están interrelacionados y de-
penden unos de otros. Para educar necesitamos saber
¿qué virtudes inculcar?, ¿qué acción o personaje de
la historia patria personificar?, o ¿qué ejemplos debe-
mos transferir? Obtener una respuesta a estas inte-
rrogantes es el máxime al que aspira este trabajo y es
la esencia del problema que se trata de representar.
No es posible aseverar o responder las siguientes su-
posiciones: los antepasados militares legaron ejemplos
históricos virtuosos; el Ejército actual es depositario de
las virtudes militares de sus antepasados, y el Ejército
de Chile se distingue por las virtudes militares de sus
integrantes.
34 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Esta investigación promovida por la Academia


de Historia Militar del Ejército de Chile, es la primera
aproximación que intentará dar una respuesta a las
suposiciones anteriormente planteadas. Para tal efec-
to, el objetivo general de este trabajo será describir los
sucesos o normas histórico-militares que han sido un
medio de transmisión y que sirven de ejemplo para
transferir las virtudes a los integrantes del Ejército.
Para lo cual, se analizarán los textos o documentos
históricos que incluyen temas relacionados con valo-
res y virtudes militares; se procederá a determinar y
describir los sucesos y personajes donde esté impli-
cada la cesión positiva de valores; y a especificar las
virtudes militares que están mejor representadas en la
historia militar del Ejército.

Este trabajo se centraliza en dos de las cuatro


formas de traspaso de las virtudes entre las genera-
ciones de militares. La transmisión por la vía del ejem-
plo que enseñan las acciones de la historia militar, y
la que concierne a las diversas publicaciones que han
normado las virtudes que deben caracterizar al militar
chileno. Para estos efectos, las partes principales de
este ensayo se refieren a estas materias, pero están
precedidas por un desarrollo teórico-referencial, que
permite definir cuáles son las virtudes militares en el
Ejército y qué implicancias tiene cada una de ellas en
la formación de la tropa.

Mediante un trabajo exploratorio y descriptivo


centralizado en los valores morales militares, se ha
procedido en forma secuencial a definir lo siguiente:
las virtudes que el personal militar identifica como
tales; reunir lo que dicen al respecto destacados au-
tores de temas militares de renombre internacional;
construir una historiografía de los autores nacionales
INTRODUCCIÓN 35

e inclusión de textos normativos caducos o vigentes;


incluir una reseña de las definiciones de otros ejércitos
latinoamericanos; y representar los hechos y acciones
de la historia militar de Chile donde están simboliza-
das las virtudes que le otorgan la identidad en este
aspecto.

Para lo anterior, inicialmente se hace mención a


referentes teóricos, paradigmas y mitos que permiten
señalar que el profesional militar ingresa a la institu-
ción con los valores que le impregnó el medio social y
con las virtudes que lo distinguen como persona. Una
vez que el individuo se ha incorporado al Ejército, y
esencialmente a partir de su estada en las escuelas
matrices, y hasta el ocaso de su vida, el proceso for-
mativo militar al que se somete, la acción del mando,
el ejemplo de sus superiores y subalternos, además del
orgullo y satisfacción de integrar una institución cuyo
horizonte es el afán de servicio, permite que en cada
individuo se impregnen virtudes específicas, que no lo
colocan por sobre los valores y virtudes de cualquier
civil, pero que lo distinguen como militar. La suma de
la virtud de sus integrantes, identificará a los ejércitos
virtuosos.

Posteriormente, se explicita el estado de la cues-


tión a través de planteamientos de destacados trata-
distas internacionales, como José Almirante que in-
dica que desde el soldado al general, cada uno debe
contribuir, asiduo y silencioso, a que se eleve sobre la
móvil arena de los tiempos la pirámide de la gloria, in-
separable compañera, expresión manifiesta del honor
militar. El honor militar no se aplaca con estériles de-
seos, ni con estériles sacrificios; impone hasta más allá
de lo imposible: al que se acobarda le empuja hacia de-
lante, al moribundo todavía le obliga a combatir. Al que
36 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

así no comprenda el honor militar ¡con qué palabras se


lo pudiéramos definir!19

Otro autor clásico es Evaristo San Miguel, que


destaca por señalar que el apego a los placeres y co-
modidades de la vida, no es compatible en efecto con
la carrera de las armas, ni la molicie en que aquellos
sumergen necesariamente al hombre, se puede aco-
modar a fatigas que le son indispensables.20 Uno de
los autores contemporáneos citados es J. Glenn Gray,
quien indica que el miedo a la muerte del cobarde pro-
viene en gran parte de su incapacidad de amar nada
más apasionadamente que su propio cuerpo. Es ego-
tista, pues no posee suficiente confianza en sí mismo
para ser egoísta. Su incapacidad para participar en las
vidas de otros es lo que le impide desarrollar las sufi-
cientes estrategias internas como para vencer su mie-
do a la muerte.21

A continuación, se hace un recorrido por la litera-


tura de algunos ejércitos latinoamericanos, de tal for-
ma de conocer los valores que estos han definido como
tales. Por ejemplo, el ejército argentino indica que la
única diferencia entre un hombre valiente y uno cobar-
de es que el valiente es capaz de controlar su miedo y
el cobarde no. Con singularidad, el ejército ecuatoria-
no dice que la dignidad es el credo de todo idealismo;
cuando ella falta no existe honor, es síntesis de todas
las virtudes militares y cualidades morales que elevan
al hombre a formar una aristocracia natural. La digni-

19 Almirante, José. Diccionario Militar, Madrid: Secretaría Técnica del


Ministerio de Defensa, 2002.
20 San Miguel, Evaristo. Elementos del Arte de la Guerra, Madrid:
Secretaría Técnica del Ministerio de Defensa de España, 1990.
21 Glenn J., Gray. Guerreros. Reflexiones del hombre en la batalla,
Barcelona: Inédita Editores, 2004.
INTRODUCCIÓN 37

dad estimula al soldado para que alcance un camino


de perfección merced de sus propios méritos; prefiere
perder un derecho que obtener un favor condiciona-
do; ser digno significa no pedir lo que no se merece ni
aceptar nunca lo inmerecido; el alimento que engorda
al servil, en su papel de adulador, envenena al hombre
digno; los soldados con dignidad desdeñan cualquier
favor, prefieren vivir crucificados sobre su sano orgullo
a prosperar de rodillas o arrastrándose.

Después de conocer los valores de diez ejércitos


latinoamericanos, se ha procedido a construir una his-
toriografía de las virtudes militares del Ejército de Chi-
le. Para ello, primero se representa lo que indicaba el
Reglamento de Ejercicios para la Infantería de 1907: el
oficial arrastra a sus hombres y los mantiene en dis-
ciplina conduciéndolos a la victoria con esfuerzo y sa-
crificio, por lo que desde tiempo de paz debe educarlos
para ello. El soldado educado en las ideas de la abne-
gación y la audacia, debe ser capaz de sobreponerse a
las fuertes impresiones de la lucha, y saber que no hay
nada más peligroso que volver la espalda al enemigo.
Cualquiera que, en el tumulto del combate, sienta que
la resolución y la reflexión lo abandonan, debe mirar a
sus oficiales. Si estos hubiesen caído, tendrá siempre
bastantes suboficiales y valientes compañeros que lo
sostengan con su ejemplo.22

De igual forma, entre los textos que se mencio-


nan se incluye la Historia del Ejército de Chile editada
por el Estado Mayor General en 1985, que en una de
sus partes manifiesta, que en los ejércitos modernos
no basta solamente enseñar a los soldados el manejo

22 Ejército de Chile, Recopilación de Leyes, DI., DEL, Reglamentos y


Decretos del Ejército, Santiago: Instituto Geográfico Militar, p.1.235.
38 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

de las armas, sino que también es indispensable dar-


les una sólida instrucción moral, ya que una perfecta
educación moral en tiempo de paz es la mejor salva-
guardia de la cohesión de las tropas bajo el fuego.

Finalmente, el trabajo incluye una selección y


descripción de los combates que son parte de la his-
toria militar chilena y que aportan al legado histórico
de los valores y virtudes militares del Ejército de Chile,
que junto a los otros capítulos, ha permitido construir
las conclusiones finales y agregar el particular punto
de vista del autor.
39

CAPÍTULO I

Referente teórico de los valores y


virtudes militares

Los paradigmas son sucesos que damos por cier-


tos, pero que no necesariamente lo son. Son estructu-
ras de pensamiento que definen y enmarcan las ideas,
dan sentido y dirección, interpretación y contexto.
Están presentes en nuestras vidas, y la sociedad se
expresa basada en ellos. Existe una fuerte tendencia
a defender los paradigmas y no razonamos sobre su
validez, y paulatinamente los convertimos en algo ab-
solutamente cierto, aferrándonos a ellos. Esporádica-
mente los historiadores deben detenerse a reflexionar
sobre los paradigmas, porque si no son verdades, la
abstracción de ellos nos permitirá ver otros caminos o
posibilidades. El cuestionamiento de ellos no es fácil,
son modelos de conveniencia y seguridad, sus varia-
ciones implican cambios en la cultura y en los arque-
tipos arraigados en el conservadurismo militar. Será
más fácil para un militar aseverar que: todos los milita-
res poseen virtudes militares, que afirmar: no todos los
militares son valientes. Son suposiciones, no basta con
enunciarlas, sino que es conveniente corroborarlas o
descartarlas. Si no se pueden confirmar, no significa
que sean suposiciones falsas. La generalización que se
hace con la acepción “todos” permite inferir que la su-
posición es aparente pero no esencialmente falsa.

Atribuir virtudes a la tropa o a los comandantes


después de una victoria es fácil y creíble, pero inmedia-
tamente después de una derrota es insostenible, aunque
después de un tiempo producto del patriotismo y la con-
veniencia, la derrota se transforme en una acción de ar-
mas gloriosa, pasando en breve, algunas de ellas a trans-
40 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

formarse en mito. A simple vista pareciera que cuando los


mitos están arraigados en la cultura popular y particular-
mente en la historia militar, no es conveniente exteriorizar
sus verdades, por el rechazo de quienes, con fundamento
o no, se los han apropiado como tal. Visto así, el mito
predominará, lo que es bueno para transmitir ejemplos
heroicos, pero constituirá información que el investigador
de la historia militar deberá administrar con prudencia.

Para aminorar esta situación, es positivo cons-


truir un marco teórico diferenciador que ayude en la
comprensión y en el razonamiento objetivo del suceso.23
La mayoría de los mitos nacen ante la inexistencia de
fuentes primarias y de la exaltación de los historiado-
res. Por ejemplo, el Combate de La Concepción, que ha
sido inmortalizado como el episodio donde se expresan
claramente las virtudes militares de la disciplina, valor,
lealtad, patriotismo y cumplimiento del deber, se precisa
de diferentes formas en relación con las fuerzas enfren-
tadas: el Álbum Histórico de las Fuerzas Armadas (1928)
dice que: las fuerzas peruanas eran 600 hombres de tres
23 Los mitos se van construyendo alrededor de las supuestas arengas y
de la manipulación de la proporción de las fuerzas de los bandos que
se enfrentan. De esta forma, algunos historiadores intentan justificar
las resoluciones adoptadas por los comandantes o los resultados de
los combates cuando son adversos. Por ejemplo: respecto del Sitio
de Rancagua y de la arenga de O’Higgins, Barros Arana (1884) in-
dica que este dijo: ¡Los dragones a caballo! ¡Monte a caballo todo
el que pueda, y nos abriremos paso por medio del enemigo! En el
Álbum Histórico de las Fuerzas Armadas (1928) se señala que el pró-
cer manifestó: ¡Soldados! Mientras nosotros existamos, la patria no
está perdida; hay que pelear hasta morir como leones, el que hable de
rendirse, será pasado por las armas. Por el contrario, Indalicio Téllez
(1946) indica: O’Higgins recorrió las trincheras arengando a su gente
y pidiéndoles el esfuerzo supremo de morir en su puesto para salvar
a la Patria. O’Higgins llamando a los 280 dragones montados de que
disponía, hizo montar a la grupa a todos los que pudo y, poniéndose
a la cabeza de todos, cargó sobre el enemigo a la voz de “no damos ni
pedimos cuartel”.
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 41

cuerpos de línea y 4.200 guerrilleros. Total 4.800 perua-


nos uno contra 62. Prácticamente al final del combate
los chilenos y últimos sobrevivientes fueron rodeados por
entre 5.000 y 10.000 peruanos. De la misma acción, In-
dalicio Téllez señala: tenía a sus órdenes Gastó dos cuer-
pos de infantería, los “libres de Trujillo” y el “Pucará” de
300 a 400 hombres cada uno. Y, una masa indígena,
mandada por el comandante de guerrillas don Ambrosio
Salazar. Su número es difícil de precisar. Respecto de la
bandera chilena utilizada en el combate, el Álbum His-
tórico indica: la bandera chilena sucumbió también glo-
riosamente. Como no podía hundirse con el cuartel, cual
la nueva Esmeralda en las aguas de Iquique, el fuego
del incendio la abrazó, acto que glorificaron las descar-
gas de los combatientes; y las cenizas de nuestro tricolor
cubrieron como única mortaja los cuerpos de los héroes
que murieron defendiendo la pureza inmaculada de su
prestigio jamás empañado. Con el tiempo, hay versiones
históricas posteriores, que señalan que la bandera fue
encontrada, ya que las tropas se esmeraron en que esta
saliera intacta del combate como máxime expresión del
patriotismo chileno. La cantidad de fuerzas, la bandera y
los corazones de los héroes, sean un mito o no, son una
expresión legítima de las virtudes militares de las tropas
que se inmolaron. La comprobación de los hechos de este
tipo debe ser enfrentado por los historiadores militares
en beneficio de la objetividad de los sucesos. Si se intenta
transmitir valores, la rigurosidad del investigador es la
primera virtud que debe estar presente.24

24 Estanislao del Canto en sus memorias indica: [...] no quise presenciar


el cuadro aterrador que presentaba el campo de acción; pero los co-
mandantes don Marcial Pinto Agüero y don José Miguel Alcérreca, me
notificaron detalladamente de todo. En otra parte manifiesta: [...] se
comprende la precipitación con que el enemigo debe haber emprendido
la fuga, porque no tuvo tiempo para apoderarse de la bandera que fla-
meaba aún en la puerta del cuartel.
42 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

La filosofía moral es el conocimiento que busca es-


tablecer racionalmente los principios que organizan y
orientan el conocimiento de la realidad, así como el sen-
tido de obrar humano. Los valores morales son aquellos
que implican el respeto hacia los demás, como también
la preservación de un conjunto de patrones que la so-
ciedad establece para las personas en las relaciones so-
ciales. Los valores morales surgen primordialmente en
el individuo por influjo y en el seno de la familia, y son
valores como la libertad, honestidad, humildad, amor,
paz, respeto, responsabilidad, tolerancia social, unidad,
ayuda, amistad, caridad, justicia, fidelidad y lealtad. Se
entiende por valor moral todo aquello que lleve al hom-
bre a defender y crecer en su dignidad de persona. El
valor moral conduce al bien moral.

Todas las personas poseen valores morales. Es-


tos valores cuando identifican el comportamiento de
una persona pasan a ser una cualidad positiva, por
lo tanto una virtud. Reflexionando positivamente so-
bre los hombres se podría aseverar que toda la especie
humana posee valores y que la mayoría es reconocible
por algunos de ellos. No todos los valores son inter-
pretados de igual forma o tienen el mismo significado
para todas las personas, dependerá de las sociedades,
de la religión y de la cultura en general.25 Las definicio-
nes sobre las virtudes propias del ser humano ha sido
un tema preferente de filósofos y teólogos. Algunos se-
ñalan que las santas escrituras cristianas identifican
como tales al amor, humildad, caridad, paciencia, per-
severancia, orden y serenidad. Platón planteaba que el
hombre posee para relacionarse el intelecto, la volun-
tad y la emoción, y que para cada una de éstas existe

25 Los valores son consensuados socialmente y son un componente de


la cultura social.
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 43

una virtud que le permite alcanzar sus fines: la sa-


biduría para reconocer las acciones correctas y saber
cuándo y cómo realizarlas; el valor para acometer estas
acciones y defender los ideales propios; y el autocon-
trol para relacionarse adecuadamente con los demás,
y sobre todo ante situaciones adversas que afectan lo
que debemos hacer para lograr nuestros propios fines.
Y a estas tres añade a la justicia, para respetar las
ideas de los demás sin abandonar las propias, de tal
forma de compartir los productos de nuestras acciones
y ayudar a los otros a realizar las suyas. Sócrates por
su parte, dice que la virtud nos permitirá tomar las
mejores acciones y con ella podremos distinguir entre
el vicio, el mal y el bien.

El valor moral perfecciona al hombre en cuanto a


ser hombre, en su voluntad, en su libertad, en su razón.
Libremente cada persona decide alcanzar determinados
valores y esto solo lo logra con esfuerzo y persistencia.
Para que se transmitan los valores es necesario relacio-
narse con las personas que para cada uno sean más
significativas en la vida, primero en el núcleo familiar,
luego en el laboral y finalmente en el social, en este úl-
timo, la religión tiene un rol preponderante, que influye
en los valores morales para guiar la conducta de la vida
de cada individuo y de cada grupo social.

Las virtudes en directa relación con los valores


morales, implican una disposición o capacidad para
hacer lo que es moralmente bueno. Las virtudes son
cualidades de la voluntad que suponen favores para
uno mismo o para los demás.

Los valores morales son de orden práctico, miran


las acciones del hombre en cuanto proceden de su vo-
luntad y no de la obra que llevan a cabo. Son el conjun-
44 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

to de pautas que la sociedad establece para las perso-


nas en las relaciones sociales. La vida individual está
formada por una serie de acciones o conductas. Para la
convivencia, desde el punto de vista moral, deben pre-
dominar en la conducta del hombre las tendencias más
convenientes al desarrollo de la vida individual y social.
La conducta está constituida por acciones, y son estas
las que llegan a señalar la tendencia de la moralidad.

La sociedad exige a los profesionales encargados


de la defensa nacional no solo que estén capacitados
de manera óptima en conocimientos, técnicas y habili-
dades, sino también formados en actitudes, aptitudes y
valores que los hagan útiles, productivos y formativos
dentro de su entorno. Diversos filósofos se han referido
a ello. Platón en La República, Libro Tercero, al referirse
a los integrantes del ejército, indica que la educación de
los soldados debe comenzar: por su educación desde la
niñez, apartada de toda poesía imitativa llena de disfra-
ces, detallando, por el contrario, los conocimientos que
pueden contribuir a desarrollar la fortaleza, la templan-
za, la santidad, la grandeza del alma y otras virtudes.26
Respecto de la forma de vida que deben llevar a los que
Platón denomina “los guerreros o custodios del Esta-
do”, indica que no han de tener nada propio, ni casa ni
despensa, y los demás ciudadanos estarán encargados
de suministrarles lo que necesiten para ser hombres so-
brios, como también que: deberán ser honestos a toda
prueba, haciendo vida común sin permitírseles manejar
oro y plata ni emplear esos metales sobre sus vestidos
y demás objetos que usen, a fin de que la ambición y el
anhelo de propiedades no los convierta en enemigos y ti-

26 Platón. La República y otros diálogos, resumido y analizado por


Jorge Velasco, Cali: Editorial Atenas, s/a., p.14.
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 45

ranos de sus compatriotas y, antes por el contrario, sean


valiosos auxiliares del Estado.27

Los humanos por ser actores sociales, adquieren


los valores de la sociedad en la que viven. Cada indivi-
duo demuestra de manera diferente sus valores a tra-
vés de hechos concretos, desde valores sociales como
la igualdad, la justicia, el respeto, la socialización o la
convivencia, hasta los valores que tienen que ver con la
autoestima o la responsabilidad. Cada persona asume
a su modo cada valor y lo interioriza y aplica de acuerdo
con su formación y construcción personal. Por ello, la
inculcación de valores en la profesión militar es difícil de
abordar, pues se enfrenta a individuos con una forma-
ción anterior desigual según las realidades de origen.

La transmisión de los valores por la vía del ejem-


plo ha sido por siempre la forma de educación por ex-
celencia. En los ejércitos no es una excepción. Esto
no quiere decir que la obligación sea el instrumento,
sino que el objetivo es el cambio con voluntad propia
ejercida por los valores en conciencia. Considerando
que los valores son aquellas cualidades de las acciones
elegidas de manera libre y consciente, que sirven al
individuo para orientar sus comportamientos y accio-
nes en la satisfacción de determinadas necesidades,
podemos inferir que la virtud propiamente humana, es
solo aquella en la que interviene la razón, y que las vir-
tudes morales son hábitos adquiridos voluntariamente
y que se han aprendidos por ejemplo de otros. Por lo
tanto, las virtudes militares son aquellos valores de la
profesión militar que son inculcados en el militar y que
este razonadamente acepta como tal y sobre los cuales
domina los impulsos irracionales.

27 Ibídem, p.15.
46 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Todos los integrantes de un ejército poseen va-


lores morales al igual que el resto de la sociedad, la
mayor parte de ellos son la expresión de la formación
recibida en los primeros años de vida en familia o en
la sociedad.28 Todos profesan la libertad, la honesti-
dad, la responsabilidad, la caridad, y otros valores, la
diferencia estará en la interpretación que hagamos de
cada uno de ellos y la persistencia en su apego.29

Resumiendo, podemos indicar que todas las per-


sonas a partir de que tienen uso de razón, van pau-
latinamente integrándose a un paradigma de valores
morales que les impregna el medio social en el que
habitan. Inicialmente, esta transmisión tendrá como
origen los padres y familiares más próximos, luego los
amigos, y el ambiente educacional y la religión que se
profese. En estos valores se desenvuelve toda la socie-
dad, son variados, no hay preeminencia de uno sobre
otros, y permiten que la mayor parte de la sociedad se
desarrolle con justicia, solidaridad y prudencia. Cuan-
do las personas enraízan en su forma de vida algunos

28 Para forjar el carácter de los guerreros de los primeros ejércitos per-


manentes que la historia reconoce, el griego y el romano, los hijos
varones eran separados a temprana edad para su aprendizaje. A los
siete años los jóvenes comenzaban a ser instruidos en los asuntos de
la guerra, y sometidos a duras pruebas físicas para acostumbrarlos
al rigor del combate e imbuirlos de la confianza en sus propias capa-
cidades físicas.
29 Hasta 1842 estaban permitidos en Chile los cadetes de los cuerpos
de tropas. Para ser admitidos como cadetes la Ordenanza General
del Ejército señalaba: el pretendiente debe ser hijo de padres honra-
dos, debe saber leer y escribir correctamente, haber estudiado gra-
mática castellana con aprovechamiento, y tener buena disposición
personal para las funciones del servicio militar. De ningún modo se
recibirán aquellos que en su constitución física manifiesten no poder
soportar las fatigas de la guerra (...) la edad no deberá bajar de los
diez y seis años (...) pero los hijos de jefes podrán ser admitidos a
los doce años.
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 47

de estos valores, estamos en presencia de las virtudes


que singularizan al ser humano, y la suma de ellas
identifica a una sociedad. El profesional militar ingre-
sa a la institución con los valores que le impregnó el
medio social y con las virtudes que lo distinguen como
persona. Una vez que el individuo se ha incorporado
al ejército, y esencialmente a partir de su estada en
las escuelas matrices, y hasta el ocaso de su vida, el
proceso formativo militar al que se somete, la acción
del mando, el ejemplo de sus superiores y subalternos,
además del orgullo y satisfacción de integrar una ins-
titución cuyo horizonte es el afán de servicio, permite
que en cada individuo se impregnen virtudes específi-
cas, que no lo colocan por sobre los valores y virtudes
de cualquier civil, pero que lo distinguen como militar.
La suma de las virtudes de los integrantes de un ejérci-
to es la que identifica a un ejército como un todo.

Cuando los ejércitos se identifican con determi-


nadas virtudes, y las promueven y las inculcan en la
tropa, se origina un proceso de formalización de ellas
en la reglamentación militar, para que constituyan
una obligación común para todos y se traspasen entre
generaciones.

Percepción de las virtudes militares

Es muy propio de los militares referirse en sus


publicaciones y elocuencia en las diferentes efemérides
patrias, a los valores y a las virtudes de quienes inte-
gran la profesión militar. Esto no solamente es propio
del Ejército chileno, sino que es común a todos los ejér-
citos del orbe. En la personificación de las característi-
cas de los ejércitos, se da como un hecho que en estos
se deben inculcar virtudes a las tropas, como único
soporte de las exigencias que la profesión tiene, y que
48 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

la sociedad les exige. No podría sustentarse la existen-


cia de una institución armada, si sus integrantes no
están imbuidos de la responsabilidad y potestad que
la sociedad les ha entregado en la administración de la
legítima fuerza. Cuando los ejércitos son manipulados
políticamente y cuando las relaciones entre sus com-
ponentes se desnaturalizan y pierden la esencia del rol
social que les compete, son la antesala de la derrota o
descomposición de su integridad como fuerza armada
legítimamente constituida.

Estas aseveraciones son universales y en mayor


o menor medida se concuerda en ellas. De aceptarse
lo anterior como cierto, por derivación se podría inferir
que, para que se cumplan estas premisas básicas, los
valores morales de todos los ejércitos del mundo debe-
rían ser iguales. En la práctica no es así, cada ejército
e incluso cada institución armada, define sus propios
valores morales y las virtudes que deben poseer sus in-
tegrantes. Los motivos pueden ser diversos, estos van
desde los ejemplos de transmisión histórica que dan
pábulo a ellos, a los legados doctrinarios, y hasta el in-
timismo de quienes en algún momento los expresaron
literariamente.

El Ejército de Chile no es una excepción. En un


lapso de 19 años las virtudes militares han sido defini-
das en forma diferente. Como ya se mencionó y a modo
de ejemplo: en el Reglamento de Instrucción R.Is.sc.
(P) 864 de 1987 y en el Plan de Lección EO-3 de 1988
sobre ética militar, se define que las virtudes militares
del Ejército son nueve: la lealtad, honor, valor, espí-
ritu de cuerpo, abnegación, compañerismo, fidelidad,
patriotismo y espíritu militar. Luego, en el año 2006,
se promulga el Reglamento R.A. (P) 110-A “Ordenanza
General del Ejército”, que no considera como virtudes
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 49

militares propiamente tal el compañerismo, fidelidad,


patriotismo y el espíritu militar, solo concuerda con el
Plan de Lección y Reglamento de 1988 y 1987 respec-
tivamente, en las virtudes de la lealtad, honor, valor,
espíritu de cuerpo y abnegación. Y, agrega y concep-
tualiza nuevas virtudes, como: la disciplina, el cumpli-
miento del deber militar, la integridad, respeto, espíri-
tu de servicio y la subordinación al derecho.

En los discursos conmemorativos de gestas he-


roicas o aquellos dirigidos por un militar a exaltar las
virtudes de otro militar, la revelación de los valores del
homenajeado o de los protagonistas del suceso no han
estado ausentes. A modo de ejemplo, y confirmando el
reposicionamiento permanente que el Ejército hace del
tema, podemos señalar los siguientes:

Extracto del discurso en homenaje al general de


Ejército Ricardo Izurieta Caffarena: Prudencia, fortale-
za, carácter y fidelidad a los valores militares se reco-
nocen en este soldado, que hoy se incorpora a la galería
de prestigiosos comandantes en jefe que el Ejército ex-
hibe con orgullo. En él queremos simbolizar el lideraz-
go, la tenacidad, la inteligencia y la clara perspectiva
de futuro que caracterizó su gestión de mando. Estos
atributos lo hacen genuino exponente de las cualidades
exhibidas por nuestros grandes conductores militares,
quienes en diferentes épocas y bajo distintas circuns-
tancias debieron sortear la dura prueba de enfrentar
cambios y acontecimientos trascendentales para Chile
y su Ejército.30

30 Discurso del Comandante en Jefe del Ejército, con motivo de la


cena de honor en homenaje al general de Ejército Ricardo Izurieta
Caffarena. Quillota, 11 de marzo de 2002.
50 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Síntesis del discurso del Comandante en Jefe


del Ejército con motivo del juramento a la bandera
en la ciudad de Arica en julio de 2005: los jóvenes
guerreros griegos prestaban un juramento en el cual
ofrecían combatir por sus dioses y por sus hogares.
En el compromiso que adoptaban se encuentran pre-
sentes valores de tremenda trascendencia. Lo estaban
en la antigüedad, lo están hoy día. ¿Cuáles son, a mi
juicio, los más vigentes y que, por tanto, constituyen la
esencia a la cual se comprometen, en el Chile del pre-
sente, 152 oficiales, 992 clases, 1.216 alumnos de las
escuelas matrices y 16.320 SLC. a lo largo de todo el
territorio nacional? Ellos se sintetizan en las virtudes
militares, que se nos inculcan desde que nos iniciamos
en la carrera militar, entre las cuales podemos men-
cionar al valor, como virtud militar por excelencia, que
considera incluso la entrega de la vida para emprender
las más grandes empresas, sin temor a los obstáculos
o dificultades que se presenten. Se agrega la virtud
de la abnegación, entendida como aquel sentimiento
que comienza cuando el deber ya se ha cumplido y
todavía queda algo por hacer, cuya ejecución depen-
de de nuestra voluntad. Es una de las virtudes esen-
ciales del soldado; también de todo ciudadano. Bas-
taría preguntarnos, al término de cada día de trabajo
o de estudio, si cada uno de nosotros, en la esfera de
nuestra particular acción, hemos hecho todo por noso-
tros, por los demás, por nuestras responsabilidades y
obligaciones para ser constructores de un Chile mejor.
Asimismo, el patriotismo, entendido en este caso como
la decisión que lleva a anteponer el interés nacional
por encima de las voluntades personales o individua-
listas. Chile siempre debería estar primero para cada
uno de nosotros, civil o militar; solo así no perderemos
el bien máximo a cautelar. Finalmente, el honor mili-
tar, considerado como aquel sentimiento que tenemos
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 51

dentro del corazón, que nos permite estar constante-


mente dispuestos a defender el prestigio de nuestro
nombre, de nuestra familia, del Ejército, de la bandera
y de la patria. Un hombre o una mujer de honor será
siempre de palabra; la traición no será nunca parte de
su conducta. En suma, valor, abnegación, honor –un
patrimonio del alma– y patriotismo son coordenadas
fundamentales; verdaderos puntos cardinales para los
militares, de ayer y de hoy. No son, como otras veces
lo he indicado, virtudes exclusivas nuestras. Han pro-
venido siempre de la sociedad chilena, que es la fuente
desde donde emanan aquellas características sociales
y culturales que en las escuelas y unidades buscamos
perfeccionar y fortalecer para que sean practicadas
permanentemente por quienes se incorporan a las filas
del Ejército. Son esos mismos valores los que adornan
a nuestros soldados de hoy, que en su trabajo diario
entregan una enorme cuota de sacrificio. Son los mis-
mos valores de aquellos que –aun viviendo tiempos de
tranquilidad– han caído en las filas de la institución y
han engrosado la extensa lista de una forma distinta
de heroísmo, en la paz, cuyo recuerdo nos acompañará
por siempre, porque son parte de una patria, nuestra
patria chilena, que conoce de entrega, abnegación y
acciones heroicas […] Afortunadamente hoy día, que
vivimos en paz, no se nos exige a los chilenos dar tanto
de sí. No obstante, debemos estar preparados siempre
para los más grandes sacrificios por el bien de Chile.
Una forma de aprestarse es la diaria práctica de las
virtudes cívicas y militares que he mencionado: el va-
lor, la abnegación, el honor y el patriotismo.31

31 Alocución del Comandante en Jefe del Ejército con motivo de la cere-


monia de juramento a la bandera. Arica, 9 de julio de 2005. En este
discurso explícitamente se menciona al “patriotismo” como una de las
virtudes militares por excelencia, tal como estaba indicado en el regla-
mento de 1988 y plan de lección de 1977 señalados anteriormente.
52 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Extracto del discurso del Comandante en Jefe


del Ejército, general Óscar Izurieta Ferrer, con motivo
del juramento a la bandera en la ciudad de Antofa-
gasta en el 2006: las acciones guerreras de la institu-
ción mantienen a través de los años un denominador
común: valor, arrojo y desprecio a la muerte, cuando
está de por medio el cumplimiento del deber. En unas
destaca la astucia, en otras el impulso incontenible;
hazañas todas que dan brillo a la tradición militar de
Chile. Pero, el combate que hoy conmemoramos es el
símbolo máximo del martirio y del heroísmo nacional.
Su grandeza rebasa los límites de la nacionalidad y se
convierte en legado de toda la historia militar univer-
sal: La bandera, que flameó inspiradora en La Concep-
ción, pudo afortunadamente ser encontrada por nues-
tras fuerzas cuando llegaron al lugar del holocausto.
Este paño tricolor –que hoy se custodia en la Escuela
Militar– vio a sus defensores caer y ser víctimas de la
frenética furia que se desató con los cuerpos ya inmo-
lados. Ante el espectáculo dantesco que se presentaba
al mando chileno, se dispuso a un cirujano militar ex-
traer los corazones de los 4 oficiales para enviarlos a
Chile.32

Para centrar esta investigación en las percep-


ciones que existen en el Ejército de Chile en relación
con el tema valórico, se ha estimado pertinente no
guiarse por las publicaciones aludidas para deter-
minar cuáles son las principales virtudes militares
que han caracterizado al Ejército chileno, sino que
guiarse por lo que opinan sus integrantes respecto
de cuáles virtudes deben ser las que identifiquen a

32 Discurso del Comandante en Jefe del Ejército, general Óscar Izurieta


Ferrer, con motivo del juramento a la bandera. Antofagasta, 9 de julio
de 2006.
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 53

los integrantes de la institución. Para lo anterior, se


ha efectuado una consulta a un número determina-
do de oficiales y suboficiales que aporten informa-
ción sobre la materia.

Se elaboró un cuestionario con alternativas de


respuestas de selección única y múltiple, el que fue
entregado a 100 integrantes del Ejército entre ofi-
ciales y suboficiales. La característica principal del
grupo encuestado, es que todos poseen una amplia
experiencia profesional en la institución, avalada por
la permanencia en ella por un tiempo que oscila en-
tre los 22 y los 30 años de servicios. Por el número
de encuestados y la cantidad de los integrantes del
Ejército, el factor de expansión es amplio, pero se ha
estimado suficiente como muestra representativa. Se
agrega a ello, que todos los encuestados están influi-
dos por la última definición de las virtudes militares
del Ejército, que se hizo pública en el año 2006 me-
diante la Ordenanza General. Este factor que podría
ser el principal elemento de distorsión, se manipuló
positivamente. Para ello, se les presentó a los encues-
tados la lista de virtudes militares que figuran en la
Ordenanza General, pero sin que estos supieran que
eran las que figuraban en el texto aludido. El resu-
men de los resultados expresados en cantidad y que
indican la prioridad que asignaron los encuestados
fue el siguiente:

a. Se les solicitó a los encuestados definir las prio-


ridades de las virtudes militares que deben in-
culcarse en el Ejército de Chile:
54 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

La disciplina y el valor sobresalen como las vir-


tudes que prioritariamente deben inculcarse en
el Ejército, seguidas por el espíritu de cuerpo, la
lealtad y el honor.

Veinte encuestados que fueron seleccionados y


entrevistados oralmente no pudieron definir o
explicar lo que entendían por el “honor militar”;
fácilmente se refirieron a las otras virtudes; ex-
peditamente y agregando ejemplos, lo hicieron
del valor y de la disciplina.

Es probable que la virtud del respeto haya obteni-


do una menor calificación porque los encuestados
tienden a encasillar el concepto dentro de la dis-
ciplina.

b. Se les solicitó a los encuestados indicar cuáles


virtudes militares son en mayor medida explicita-
das en la historia militar de Chile:
CAPÍTULO I. REFERENTE TEÓRICO DE LOS VALORES Y VIRTUDES MILITARES 55

Las respuestas privilegiaron el valor y la discipli-


na, lo que permite inferir que los ejemplos histó-
ricos y el conocimiento de las acciones destaca-
das de la historia militar son un adecuado medio
de transmisión de las virtudes militares.

c. Ante la consulta de cuál es la principal forma de


materializar la transmisión de las virtudes milita-
res a los integrantes del Ejército:

Esta pregunta no está relacionada con las an-


teriores y solo admite formarse una idea de las
percepciones de los encuestados respecto de la
forma que estiman es la más adecuada para in-
culcar las virtudes militares. Su resultado ha
56 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

permitido apreciar la importancia que le da el en-


cuestado al ejemplo personal; a la historia mili-
tar; a la reglamentación institucional; y al proce-
so de educación Institucional. La retórica obtiene
una menor calificación, porque pudo haber sido
entendida peyorativamente la acepción o porque
efectivamente los meros discursos tienen un me-
nor efecto.

Los encuestados señalaron que el valor, honor,


disciplina, lealtad y espíritu de cuerpo preferen-
temente son individualizadas como las virtudes
militares que deben ser inculcadas prioritaria-
mente en el Ejército. A continuación, siguen el
cumplimiento del deber y la abnegación. Proba-
blemente la subordinación al derecho y la inte-
gridad son las menos referenciadas, porque –al
parecer– son incluidas como parte del cumpli-
miento del deber.
57

CAPÍTULO II

Conceptos y planteamientos de
tratadistas internacionales

Numerosos expertos se han referido a la ciencia y


al arte de la guerra o de la profesión militar, la mayoría
ha transmitido su propia experiencia de guerra o ha
sido testigo de sucesos histórico-militares de relevan-
cia para el país al cual pertenecen o han servido para
personajes de la conducción militar.33 Una selección de
ellos permite iniciar esta construcción referencial y teó-
rica de algunos expertos internacionales en el área de
las ciencias militares, que específicamente se refieran
a los valores y virtudes de los ejércitos. Por tal motivo,
es propio comenzar con uno de los textos más consul-
tados por los académicos y militares latinoamericanos,
como la obra de José Almirante,34 que conceptualiza
las acepciones de la disciplina, el honor, la lealtad y
el valor. Sobre la disciplina dice que esta varía y oscila
con las épocas históricas, con las tradiciones, con las
evoluciones sociales, y políticas de los pueblos, y que
la justicia castiga los delitos y la disciplina reprime fal-
tas: […] La disciplina es la completa instrucción de todo

33 Una copiosa relación de los tratadistas militares de mayor trascen-


dencia universal se encuentra en la publicación de Pinto Cebrián,
Fernando, ¿Qué es la historia militar?, Madrid, Colecciones Adalid,
1992.
34 José Almirante Torroella nació en Valladolid el 16 de julio de 1823, a
los doce años ingresó en el Real Colegio General Militar de Segovia, y en
1839 a la Academia de Ingenieros donde ascendió a teniente en 1842
cuando tenía diecinueve años. En el Cuerpo de Ingenieros ascendió a
Mariscal de Campo en 1882. En 1884 fue nombrado Presidente de la
Junta Especial de Ingenieros, que formaba parte de la Junta Superior
Consultiva de Guerra. Escritor e historiador militar que destaca por
sus análisis y planteamientos bélicos con inclusión de su trascenden-
cia política y sociológica. Falleció el 23 de agosto de 1894.
58 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

lo que debe practicar la tropa, y el puntual y riguroso


cumplimiento de todas las obligaciones militares; o de
otro modo: el conjunto de todos los deberes y obligacio-
nes militares y el exacto desempeño de todos ellos.35 Si
no existe subordinación no puede haber disciplina, si
no hay disciplina no es posible la existencia de un ejér-
cito, por lo cual el principal precepto de la disciplina es
obedecer. Un ejército falto de disciplina es desastroso
para el país al cual sirve y será así también evaluado
por sus probables enemigos. En una fuerza militar con
esas características será propio que los mandos no po-
drán controlar el pillaje y el vandalismo, como también
es poco factible que los comandantes sean obedecidos
en la conducción de las tropas para alcanzar la victoria:
por esta razón es preferible un ejército ignorante, pero
obediente, a otro muy instruido, pero indisciplinado.
Porque la mayor o menor fuerza de un ejército consiste
en su mayor o menor disciplina. Y es tan exacto esto,
que si un ejército está bien disciplinado, no hay que te-
mer que sea bisoño, porque al primer cañonazo estará
aguerrido. Podrá, sin embargo, ser sorprendido, pero no
derrotado.36 En relación con el honor y la dificultad de
arraigar este valor en los soldados y de comprender
este concepto, señala que el militar debe tener honra y
honor a la vez y cuidar de mantenerlos intachables. La
honra trae al militar al servicio desde el hogar y no se
la da, como en otros tiempos, el mero acto de ceñir la
espada: pero en cuanto la ciñe, el hombre, hasta enton-
ces honrado, contrae el nuevo compromiso de mantener
el honor militar.37 El militar, como hombre en sociedad,
mantendrá intacta su honra personal por los medios
comunes a todos los ciudadanos; pero en las filas, la

35 Almirante, op.cit., p.344.


36 Ibídem, p.345
37 Ibídem, p.662.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 59

ordenanza, las leyes eternas e inmutables de la dis-


ciplina, le marcan nuevos y a veces terribles deberes
que no puede eludir, sino a expensas del honor: […] la
ignorancia misma de sus deberes pueden llevarle al pie
de un patíbulo, donde la severa justicia militar hará pe-
dazos su espada y su honor y sin embargo podrá volver
a la vida civil con su honra intacta, como particular […]
desde el soldado al general, cada uno debe contribuir,
asiduo y silencioso, a que se eleve sobre la móvil are-
na de los tiempos la pirámide de la gloria, inseparable
compañera, expresión manifiesta del honor militar […]
el honor militar no se aplaca con estériles deseos, ni
con estériles sacrificios; impone hasta más allá de lo
imposible: al que se acobarda le empuja hacia delante,
al moribundo todavía le obliga a combatir. Al que así
no comprenda el honor militar ¡con qué palabras se lo
pudiéramos definir! 38 De la lealtad brevemente señala
que esta es el buen porte de una persona con otra, en
cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad
y las del honor y hombría de bien.

José Almirante diferencia el valor del coraje. Indi-


ca que el valor es una disposición natural a despreciar
el peligro. En el valor está implícita la prudencia, en el
coraje entra la cólera. El valor se alimenta de nobles
virtudes, como el heroísmo, el honor y la emulación:
el coraje, que tiene más de sangre o de materia, busca
motivos menos elevados, más materiales, más propios
del vulgo. La justicia nos inspira valor. Una injusticia
nos da coraje. El valor es una virtud de conciencia que
tienen muy pocos. El coraje es un sentimiento natural
que todos tienen, puesto que todos tienen sangre en las
venas. El valor es humano. El coraje es animal. El valor

38 Ibídem
60 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

es una disposición natural a despreciar el peligro. La


valentía es la práctica del valor.39

Carl von Clausewitz40 indica que los principales


poderes morales de un ejército son la capacidad del
jefe, las virtudes militares del ejército y su sentimiento
nacional. Ninguno de estos factores tiene supremacía
sobre el otro. La valentía es parte de la virtud militar
y puede surgir en el combatiente por medio del hábito
y el adiestramiento. Los cristales de la virtud militar
se forman más fácilmente en el espíritu corporativo:
la virtud militar en un ejército aparece como un poder
moral definido que podemos separar y cuya influencia,
en consecuencia, podemos considerar como instrumento
cuya fuerza puede ser calculada […] la virtud militar de
un ejército es una de las fuerzas morales más importan-
tes en la guerra, y donde falta esta virtud vemos que o
bien es reemplazada por una de las otras, como son el
genio superior del general o el entusiasmo del pueblo,
o bien encontramos resultados que no son proporcio-
nados al esfuerzo realizado.41 La severidad inflexible
y la disciplina estricta pueden prolongar la vida de la
virtud militar, pero no pueden crearla. El orden, la ha-
bilidad, la buena voluntad y también cierto grado de
orgullo y moral elevada, son cualidades de un ejército
adiestrado en época de paz que deben ser valoradas,
pero que, sin embargo, no pueden ser las únicas: el
conjunto mantiene al conjunto y, al igual que el vidrio
39 Ibídem, p. 1056.
40 Carl von Clausewitz: General prusiano, teórico de la guerra, filósofo e
historiador. Nació en Burg en 1780. De 1816 a 1830 dirigió la Escuela
Militar de Berlín ocupando más tarde el puesto de Jefe del Estado
Mayor en un ejército de observación en la frontera polaca. Murió de
cólera en 1831 en Breslau a la edad de 51 años. Su obra capital De la
Guerra fue publicada por su viuda.
41 von Clausewitz, Carl. De la Guerra, Bogotá: Editorial Labor S.A.,
1994, pp.187-188.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 61

que es enfriado muy rápidamente, una sola rajadura


rompe toda la masa. 42

Enrique Ruiz Fornells en la Educación moral del


soldado,43 establece que para inculcar valores en los
soldados y asegurar la disciplina, hay que educarlos
haciendo atractiva la vida militar y conquistando pau-
latinamente la voluntad del soldado, sin medios coer-
citivos, y solo mediante razonamiento de la palabra y
la escritura, además de recordar las crónicas gloriosas
de la historia militar, que permitirán hacer tangible el
concepto de patria y llegar a lo más íntimo del cora-
zón del soldado. La educación moral no es cosa de un
día o de un momento, es de todos los días y de todas
las ocasiones, se transmite explicando al soldado, en
las horas de lectura, todo el alcance de sus deberes,
del juramento que hizo, de la patria, y el derecho que
esta tiene de exigirle sus servicios. Al reflexionar sobre
los deberes morales y las virtudes militares del soldado,
distingue como tales al: deber, patriotismo, disciplina,
abnegación, valor y el honor.

Ruiz Fornells expone que el deber es obligación


impuesta al hombre por la naturaleza, por la concien-
cia, por los reglamentos, por las leyes, por la moral y por
las conveniencias. Los deberes del soldado pueden ser
profesionales y morales. Dentro de los primeros están
todas las obligaciones que se le imponen para adies-
trarse en el manejo de las armas y prepararse para la
guerra. Dentro de los morales están los que imponen
la razón, la conciencia y el corazón que, a diferencia de

42 Ibídem, p.189.
43 Ruiz Fornells, Enrique. La educación moral del soldado, Toledo:
Texto para las Academias de Infantería y Caballería, según Real
Orden de 10 de mayo de 1895, sexta edición, 1909.
62 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

los profesionales, no pueden reglamentarse. El patrio-


tismo se inspira en un sentimiento desinteresado, su-
blime, que hace desear la gloria y la integridad del país
al que pertenece, y al que el ejército debe rendir culto.
Las tropas necesitan de ese sentimiento para valorizar
la función que cumplen. La disciplina imprime acción y
unidad al esfuerzo de todos, protege el honor y la vida
de los valientes y de los buenos soldados. El soldado de
recto criterio es predispuesto al orden y la obediencia,
y por lo tanto a la disciplina, ya que comprende la im-
periosa necesidad de ella y acepta de buen grado sus
exigencias: el que falta a los mandatos del superior y no
reconoce la autoridad de sus jefes, es tan culpable como
el que vuelve la cara al enemigo; el uno es cobarde ante
el deber, el otro ante el peligro.44 La abnegación es la dis-
posición moral que llama a subordinar los propios inte-
reses en beneficio de otros que estimamos superiores a
nosotros. Tiene una directa relación con la abnegación
por la patria: la sublime virtud de la abnegación implica
sufrimiento, sacrificio y desinterés, cuyas tres cualidades
han de ser la divisa del soldado.45 El valor es la facultad
por la cual se cumple con el deber. Despreciar el peligro,
afrontar la muerte, soportar con resignación las fatigas,
dificultades y miserias, sobreponerse a todo con firmeza
y fuerza de ánimo. El soldado no ha de mostrar su valor
solo en el momento de la lucha, sino también en la vida
de guarnición. El valor es una virtud de todos los días y
de siempre. El honor es un sentimiento de satisfacción
por las buenas acciones, estimación y consideración de
los demás. El honor obliga al militar y es una poderosa
fuerza para las grandes acciones, es el alma de la vida
militar, el culto fanático por la estimación propia y por
la de su regimiento.

44 Ibídem, p.137.
45 Ibídem, p.175.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 63

El francés Charles Ardant du Picq46 al referirse al


estado emocional de la tropa en su obra Estudios so-
bre el combate,47 dice que el combate es el objetivo final
de los ejércitos, y el hombre es el instrumento principal
del combate. En un ejército no puede disponerse nada
de manera inteligente –constitución, organización, dis-
ciplina y táctica, materias que se deben conocer como a
los dedos de una mano– sin el conocimiento estricto de
su principal elemento: el hombre y su estado de ánimo.
En directa relación ejemplariza con el ejército romano:
los romanos, prácticos y buenos conocedores del corazón
humano, consiguieron imbuir en sus legiones, además,
un gran sentido del deber y las entrenaron con trabajos
continuos, sabiendo que, a igualdad de moral, los más
resistentes a la fatiga obtenían siempre la victoria […] es
importante que los soldados estén motivados por el deseo
de independencia, el orgullo nacional, el honor, el espíritu
de cuerpo o el deseo de gloria, etc., y que los integrantes
de cada grupo se conozcan bien, sean solidarios y se sien-
tan vigilados. En cuanto a los jefes es esencial que tengan
plena confianza en su derecho a mandar y la costumbre
y el orgullo de hacerlo.48 Otorgando significativa impor-
tancia a la disciplina en las tropas indica que el hombre
tiene pavor a la muerte. Solamente entre la élite existen

46 Charles Ardant du Picq: coronel francés procedente de la escuela de


Saint-Cyr, participó en las numerosas guerras en que intervino el II
Imperio: las de Crimea, Lombardía, Líbano, México, Conchinchina,
África y Franco-Prusiana. Desarrolló una intensa actividad literario-
militar y de investigación de las técnicas de combate. Su obra princi-
pal Estudios sobre el combate que comprende el periodo entre 1866
y 1870 se publicó diez años después de su muerte. Falleció a los 49
años en el hospital de Metz, después de haber sido herido por una
granada de artillería.
47 Ardant du Picq, Charles. Estudios sobre el combate. Título ori-
ginal Etudes sur le combat, Madrid: Secretaría General Técnica del
Ministerio de Defensa de España, 1988.
48 Ibídem, pp. 20-22.
64 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

individuos que sienten una gran necesidad, que única-


mente ellos pueden comprender y realizar, de avanzar
hacia delante: pero la mayoría de la masa siempre retro-
cede ante lo desconocido. La disciplina tiene como misión
vencer este pavor, imponiendo un mayor miedo al castigo
o a la vergüenza. No obstante siempre llega un momento
en que el miedo natural supera al generado por la disci-
plina y, entonces, el combatiente huye. ¡Detente, detente!
Espera algunos minutos. Un instante más y obtendrás la
victoria. ¡Aún no estás herido, pero si vuelves la espalda
morirás! No escucha no quiere entender. Su espanto rebo-
sa por todos los poros de su cuerpo.49 Refiriéndose a los
griegos asevera que la disciplina que regía entre estos se
basaba en los castigos y en los estímulos; la de los ro-
manos también, pero, además, en el temor a la muerte.
No dudaban en escarmentar con el apaleamiento hasta
la muerte y recurrían al diezmado de las filas. La disci-
plina también influye en la unidad de la Unidad y en el
espíritu de cuerpo, ya que si el combate fuese una obra
de un solo hombre, los hombres vehementes y valerosos
tendrán muchas oportunidades de obtener el éxito, pero
en una tropa cualquiera que sea, situada frente al ene-
migo, cada uno comprende que la tarea no es obra de un
solo individuo, sino que debe ser colectiva y sincrónica.
Y cada soldado o comandante siente, instintivamente, la
falta de unión cuando se encuentra rodeado de compa-
ñeros, reunidos por el azar bajo el mando de jefes desco-
nocidos en la proximidad del combate, y se pregunta si
podrá contar con ellos: sentimiento de desconfianza que
aumentará, a la menor duda y ante el menor peligro, y
sofocará en un instante el afán combativo.50

49 Ibídem, p. 83.
50 Ibídem, p. 85.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 65

Evaristo San Miguel en Elementos del arte de la


guerra,51 al destacar la trascendencia de las virtudes
militares en los ejércitos nacionales, señala que desde
el momento que el Estado alista una porción de ciuda-
danos, y les da armas para que le defiendan de sus ene-
migos, se pone en cierto modo bajo su tutela, y se aban-
dona a la probidad y virtud de quien se ve con poder
de esclavizarle. Un ejército permanente es uno de los
mayores inconvenientes, de los mayores gastos, de los
escollos más peligrosos para la libertad de los estados.
Por virtuoso que sea este ejército, por liberal y patrióti-
ca que sea su educación, por celosos del título de ciu-
dadanos que sean sus jefes, por fuertes que sean sus
vínculos que le unan con la libertad y demás derechos
nacionales, mientras haya genios inquietos y ambiciosos
en sus filas, mientras estos ciudadanos armados crean
en ocasiones tener algún motivo de disgusto por parte
del Poder Legislativo, no estará la libertad enteramen-
te segura de sus intrigas o resentimientos. En antaño
las naciones movilizaban los ejércitos para enfrentar un
conflicto y luego los disolvían para no verse enfrentados
al problema de supeditar la nación a los que ejercían el
poder de las armas. A medida que los ejércitos fueron
siendo permanentes, los gobiernos los fueron utilizan-
do contra las amenazas a la nación, pero gradualmente
contra el propio pueblo: los reyes conocieron la comodi-
dad de poder disponer en todo tiempo de estos apoyos de
su poder sin límites; y como tenían la fuerza a su favor,

51 San Miguel, Evaristo. Elementos del arte de la guerra, Madrid:


Secretaría Técnica del Ministerio de Defensa de España, 1990.
Evaristo San Miguel y Valledor, nació en Gijón el 26 de octubre de 1785.
El 17 de abril de 1805 ingresó como cadete en el Primer Batallón de
Voluntarios de Aragón, y el 10 de julio de 1807 pasa al Regimiento de
Infantería de Voluntarios del Estado. Militar, historiador y político de
ideas liberales, publicó diversas obras entre 1836 y 1855. Falleció en
1862 cuando ejercía la presidencia de la Real Academia de la Historia.
66 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

se creyeron más exentos de la obligación de ser padres


del Estado.52 La guerra es una de las mayores calami-
dades de la especie humana: su profesión necesita ser
por consiguiente dura. Las virtudes militares no ofrecen
en efecto una senda muy florida, y si se consiguen en
ella satisfacciones y laureles, no se compran sino con
grandes sacrificios.

Evaristo San Miguel acentúa la importancia de


tres virtudes morales en los ejércitos: el valor, la dis-
ciplina y la frugalidad. El valor en el soldado lo define
como un requisito tan indispensable, que apenas se
debería mencionar en el número de las cualidades que
le atavían. Decir en efecto que un militar es valiente,
es enunciar una virtud que ya se le presume. Militar y
cobardía son dos ideas que se excluyen mutuamente.
Arrostrar peligros que amenazan la conservación, por-
que lo ordena así el Estado, es la primera virtud que
distingue al militar, virtud costosa si se la examina con
alguna detención, y que basta sola para hacer digno de
toda consideración al ciudadano que la ejerce. El que
no conoce los peligros que le cercan no se puede llamar
valiente con exactitud, pues el valor supone un esfuer-
zo del espíritu sobre el deber, el que por un exceso de
virtud arriesga en servicio de la patria su existencia
más veces que las que la patria le prescribe, merece
más que el nombre de valiente. Carecer del valor que
la ley pide, es faltar a su deber, es un delito: mostrar
más valor que el requerido, es siempre un mérito; más
puede ser imprudente este valor, y perjudicar, en vez
de ser útil al objeto a que se ha consagrado. El ver-
dadero valor, el valor militar, el valor útil es el que va
acompañado de la serenidad que deja ver con sangre
fría los objetos, y del tino que indica sobre cuál debe

52 Ibídem, p. 62.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 67

emplearse con acierto. El valor ardiente es propio del


que obedece; el valor frío, del que manda.

Respecto de la disciplina, San Miguel indica que


de todas las virtudes que exige la ley de un militar,
la más dura: arrostrar la muerte en los combates, su-
frir todo género de privaciones y toda suerte de fatigas,
puede ser llevadero en muchas y casi todas las oca-
siones; mas estar pendiente de la voluntad de un hom-
bre, tener que obedecerle sin pedir cuenta ni razón de
la orden que prescribe, y exponerse a sufrir medidas de
rigor si no se cumple, es sin duda el más terrible de los
sacrificios.53 Cuando el jefe inspira confianza al infe-
rior, cuando este convencido del talento y virtudes del
superior a quien está subordinado, se abandona a su
orden seguro del acierto, ejerce un deber no solo dulce
sino cómodo, pues le proporciona descansar en el celo
y vigilancia de otro. Mas obedecer tan solo por obliga-
ción, obedecer a quien no se mira con aprecio, cumplir
órdenes que se tienen tal vez por imprudentes, y saber
que se corre peligro por el capricho, la ignorancia, y
quizás la mala intención del superior que manda, es
verdaderamente un deber intolerable. De la necesidad
de la disciplina en los ejércitos, de la necesidad de la
obediencia y subordinación que debe todo militar al
jefe que le manda, resulta la de dejar a estos jefes el
menor campo de arbitrariedad que sea posible, y de
marchar bien las funciones de los unos, para que se
conozcan bien las funciones de los otros. Todo debe
estar determinado y fijo sin dar a lugar a caprichosas
interpretaciones.

Para referirse a la frugalidad –la tercera de las


virtudes que enaltece Evaristo San Miguel– primero

53 Ibídem, p.101.
68 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

afirma que el amor de las riquezas deshonra dema-


siado al hombre, y el militar que combate por su inte-
rés, no vuelve gustoso a la batalla después de haber-
las conseguido. Batirse para arrodillarse en seguida a
los pies de su señor pidiendo una triste remuneración
por un miembro que se ha perdido en el combate, es
propio solo de míseros esclavos: pasión por pasión, el
amor de la patria, el fuego de la libertad y el deseo de
los honores que todo un pueblo tributa al defensor de
sus hogares, es la más noble, la más humana, la más
duradera, la más fácil de inspirar a todo legislador que
mande pueblos libres.54 La frugalidad corresponde al
espíritu de moderación, de desprendimiento y de des-
interés, que reduciendo la esfera de las necesidades del
hombre, eleva en cierto modo su alma y le hace con-
tentarse con pequeños goces. El demasiado apego a los
placeres y comodidades de la vida, no es compatible en
efecto con la carrera de las armas, ni la molicie en que
aquellos sumergen necesariamente al hombre, se pue-
de acomodar a fatigas que le son indispensables. Un
ejército de muchas necesidades, es un ejército que se
ve forzosamente en muchos embarazos, y a igualdad
de circunstancias es vencido necesariamente por otro
ejército duro acostumbrado a privaciones. Mientras los
romanos fueron sobrios, y se contentaron con depo-
sitar en el tesoro público el oro de las naciones que
vencían, triunfaron fácilmente del lujo y la molicie de
sus enemigos: cuando sus jefes asombraron al mundo
con su corrupción y profusiones, el espíritu militar fue
decayendo poco a poco, se pensó más en gozar que en
buscar a los enemigos en los campos: la molicie cundió
en las filas de aquellos hombres tan terribles; la an-
tigua disciplina pareció muy dura, y los bárbaros del
norte se vieron fácilmente vencedores de los mismos

54 Ibídem, p.101.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 69

que los habían tenido tanto tiempo confinados en sus


selvas.

Otro de los grandes tratadistas del siglo XIX, cu-


yos escritos todavía son motivo de estudio en diver-
sas academias de formación militar en Europa, es el
Barón Henri Antoine de Jomini,55 que en una de sus
principales obras Compendio del arte de la guerra,56
centra su atención para referirse al valor como una
de las principales virtudes que debe distinguir a las
tropas de los ejércitos. Demuestra que el valor tiene
que ser premiado y honrado, los grados respetados,
la disciplina engendrada en los sentimientos y en las
convicciones más que en las formas. Los cuerpos de
oficiales y los mandos en general deben estar persua-
didos de que la resignación, la valentía y el sentido
del deber son virtudes sin las cuales no hay ejército
respetable ni gloria posible. Todos deben saber que la
serenidad en los reveses es más honrosa que el entu-
siasmo en los éxitos: basta valor para apoderarse de
una posición, pero hace falta heroísmo para hacer una
retirada penosa delante de un enemigo victorioso y em-
prendedor, sin dejarse desconcertar y con la cabeza
alta. Una retirada bien hecha merece la misma recom-
pensa por parte del príncipe que una victoria airosa

55 Nació el 5 de marzo de 1779 en Payerne. Integró el Ministerio de


Guerra suizo a los 20 años de edad. Volvió a París y trabajó en la
fábrica de pertrechos Delpont donde comenzó a escribir el Tratado de
las grandes operaciones que fue el inicio de una prodigiosa carrera
militar en la cual destacaron sus dotes de estratego e historiador.
Gran conocedor del ejército prusiano, asesoró a Napoleón. Es nom-
brado general en jefe en 1826, con motivo de la coronación del empe-
rador Nicolás, acompañó al soberano en la campaña de Turquía en
1828. Rusia le debe la creación de su academia militar. Falleció en
París el 22 de marzo de 1869 (90 años).
56 Antoine de Jomini, Henri. Compendio del arte de la guerra, Madrid:
Secretaría Técnica del Ministerio de Defensa, 1991.
70 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

[…] fomentar el entusiasmo mediante ideas en armonía


con el espíritu que domina las masas; recompensar el
valor y castigar la debilidad; vitupera la cobardía: estos
son los medios para formar un buen espíritu militar.57

El capitán inglés J.F.C. Fuller de la infantería lige-


ra de los condados de Oxford y Buckingham en su libro
Educación del soldado para la guerra,58 indica que para
inculcar las cualidades morales en el soldado debemos
intentar por medio de las repeticiones hacer de estas
cualidades movimientos reflejos. La educación moral
del soldado tiene por objeto el desarrollo del espíritu
del hombre como soldado y no el de una determinada
virtud en forma aislada. Si queremos que un soldado
se porte con arrojo tendremos que sugestionarle. Para
ello procuraremos estimular su sentimiento del honor
y ensalzar el sentimiento de la gloria. Para ejemplarizar
cita al general Chevert, en el sitio de Praga, en 1757,
este quería apoderarse de una puerta defendida por el
enemigo. Su primera idea fue deshacerse del centinela,
para lo cual llamó a un granadero y le explicó el cami-
no que debía seguir:59

–Al final del parapeto encontrarás un centinela.


–Sí, señor.
–Disparará sobre ti, pero no hará blanco.
–No, señor.
–Tú le apuntarás bien y harás blanco, y entonces
acudiremos en tu ayuda.
–Sí, señor.

57 Ibídem, p. 92.
58 Fuller, J.F.C., Educación del soldado para la guerra, Madrid: Calpe,
1925.
59 General Daudignac, “Les réalités du combat”, Le Spectateur Militaire,
vol., LXX, p. 329, citado por Fuller, op. cit., p. 41.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 71

Todo ocurrió como el general Chevert lo había


previsto, tanto por la suerte como por que las palabras
del general le habían dado una gran confianza al sol-
dado, en sí mismo y en su fusil.

Reseñando la secuencia que debe seguir la in-


culcación de los valores, J.F.C. Fuller señala que el
primer deber del oficial es enseñar a sus hombres a
honrar a su rey, a su patria y a su regimiento; des-
pués a honrarse a sí mismos por su propia estima-
ción; luego a defender ese honor con sus vidas, lo
que trae consigo la lealtad, el patriotismo y el espíritu
de cuerpo. A continuación, el oficial tratará de con-
quistar la estimación de sus hombres por medio del
ejemplo; entonces les enseñará la obediencia y creará
entre ellos aquel sentido de la justicia que hace su-
frir el castigo con resignación y recibir el premio con
modestia. Después les demostrará cómo los pequeños
detalles de su vida, tales como la puntualidad, la cor-
tesía, el aseo y la corrección en el vestir contribuyen
a formar el espíritu de cuerpo, y cómo este espíritu
de cuerpo no solo depende de las tradiciones del pa-
sado, sino que forma el mismo de las tradiciones del
futuro. Posteriormente los iniciará en el significado
del deber, el deber de vivir y el deber de morir; les
demostrará la necesidad de ser valientes, decididos,
tenaces, intrépidos y audaces, así como la manera en
que la destreza, la resistencia y la fe en sí mismos, en
sus compañeros y en sus jefes contribuyen a la crea-
ción de ese espíritu marcial que desafía a la muerte y
no conoce la derrota. Una vez hecho todo lo anterior,
deberá instruirlos en asuntos propios del combate;
deberá enseñarles que la destreza es la base de la
confianza, y la confianza, del valor, así como la movi-
lidad es el alma de la guerra.
72 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

J.F.C. Fuller específica que las virtudes militares


fundamentales son: el honor, patriotismo, compañeris-
mo, deber, jovialidad, espíritu guerrero, emulación, fe,
confianza, disciplina, iniciativa y disciplina del cuar-
tel. La definición que hace de cada una de ellas es la
siguiente:60 El honor es de todas las cualidades mo-
rales, una de las que más distinguen al hombre del
bruto. El honor y la vida deben ser inseparables; sin
el primero la segunda no es sino una desgracia. El pa-
triotismo implica enseñar a tener orgullo de la raza. El
espíritu de cuerpo implica hacer comprender a los sol-
dados que no significa solo confianza en la tradición,
sino el mantenimiento de ella, y aun su creación por
medio de su destreza, habilidad y eficiencia. El com-
pañerismo es la base del espíritu de cuerpo. Los hom-
bres no pueden traicionar a sus compañeros porque
el honor lo prohíbe. La solidaridad significa confianza
mutua y está basada en la eficiencia. El deber es la
unión del hombre con su regimiento y debe hacerse de
buen grado. La jovialidad es la alegría que debe reinar
en el cumplimiento del deber.61 El espíritu guerrero es
el deseo de alcanzar el éxito, una firme voluntad de
vencer y llegar hasta el fin, salvando todo género de di-
ficultades. La emulación son las recompensas positivas
que constituyen un estímulo para los soldados, elevan
su moral y son por consiguiente un factor importante
en la batalla. La fe es el sentimiento hacia sí mismo,
en sus capitanes, en su compañía, en su ejército y en
su propia causa. La confianza se refiere a la confianza
en sí mismos, destruir la confianza es más fácil que

60 Fuller, op. cit., pp. 75-101.


61 Ejemplariza de la siguiente forma: un soldado recorre veinte millas a
través de fango y lodo, vivaquea en un terreno de labor inundado por
la lluvia, y si entonces le dicen que sus mantas y sus raciones tarda-
rán aún cuatro horas en llegar, lejos de indignarse se pondrá a cantar
alegremente.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 73

crearla, el soldado y la unidad como un todo deben


tener confianza en sus capacidades. La disciplina es el
resultado de una buena educación militar, cuyo fin es
solamente inculcarla en el cuerpo y alma del soldado.
La iniciativa consiste en la libertad en la elección de los
medios que hayan de emplearse para la consecución
del objetivo marcado y a veces hasta en la elección de
este mismo objetivo. La disciplina del cuartel es una
virtud que en primer lugar la relaciona directamente
con la lealtad, e indica que el ejemplo es uno de los
mejores medios de fomentar la lealtad, ya que el hom-
bre es imitador por naturaleza, y siendo leal el oficial,
lo serán también sus hombres. La lealtad es la madre
de la obediencia y esta no puede ser el resultado del
miedo, sino de la comprensión, y esta está basada en
la instrucción.

Un completo estudio sobre el honor –virtud mili-


tar que es definida e interpretada y en algunos casos
en ininteligibles formas por sus autores– es la reali-
zada por Salvador Calderón Madrigal en Cuestiones
sobre el honor,62 el que señala que el concepto del ho-
nor es etéreo, cambiante en el tiempo y, por lo mis-
mo, sometido a juicios de valoración distintos, no solo
en el ámbito temporal, sino también en los diferentes
círculos de cultura sociales. De ahí que el honor haya
sido concebido, desde el punto de vista cultural y tem-
poral, como virtud personal, respeto por uno mismo,
religión, sentido del deber, amor propio y uso social. El
camino más seguro es entender el honor como un sen-
timiento-valor de reconocimiento o relevancia social: el
denominado honor militar, exaltado y vanagloriado por

62 Calderón Madrigal, Salvador. Cuestiones sobre el honor, Madrid:


Secretaría General Técnica del Ministerio de Defensa de España,
2002.
74 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

la literatura y la poesía, pero tratado con escaso rigor


y ninguna sistemática en cuanto a lo que es y lo que
significa y mucho menos, en relación con sus repercu-
siones en los textos histórico-jurídicos, viene a adquirir
una valoración de grupo o corporativa como base de su
compresión frente a una primera concepción individual
del sentimiento-valor honor en general.63 Al oficial se
le infunde el sentido del deber hasta tal punto que el
cumplimiento estricto de aquel, más allá del mero celo
profesional, se concibe por los textos jurídicos como el
conjunto de valores castrenses que resumen la viven-
cia de un sentimiento de autoestima profesional que
es, en parte, el honor militar.

Un célebre tratadista en materias militares, Jeró-


nimo Jiménez de Urrea,64 autor del Diálogo de la verda-
dera honra militar,65 indica que la virtud no es potencia
del alma ni afecto alguno, sino el hábito de obrar bien
con elección, en medio de los extremos de los efectos
y pasiones. Que para ejercitar la virtud es necesario
comprender que esta es un hábito por el cual nos dis-
ponemos a bien obrar por estos afectos. Y este hábito
que es la virtud, se debe ejercitar de manera que, no
solamente haga bueno al sujeto en el que está, que es

63 Ibídem, p. 269.
64 Jerónimo de Urrea nació en 1510 en Zaragoza. En 1536 participó en
la invasión de Provenza. En 1544, es herido en el asalto de Saint-
Dizier, en Francia. Poco después, participa en las campañas que
Carlos V realiza contra los príncipes luteranos y que acaban, provi-
sionalmente, con la victoria de Müllberg en 1547. Historiador, militar,
poeta. Virrey de las provincias de Pulla, cargo que ocupó hasta su
muerte y en el que escribió y publicó el Diálogo de la verdadera honra
militar, que trata cómo se ha de conformar la honra con la conciencia,
y que apareció en letras de molde en Venecia, en 1556.
65 Jiménez de Urrea, Jerónimo. Diálogo de la verdadera honra mili-
tar, Madrid: Secretaría General Técnica del Ministerio de Defensa de
España, 1992.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 75

el hombre mismo, sino también las obras que de ella


salen. La virtud hace al ojo claro y a las figuras y cosas
que ve perfectas; y la virtud del hombre, juntamente
con él hace perfectas sus obras.

Con respecto de la disciplina y del valor, Jeróni-


mo Urrea dice que no es posible buscar la gloria perso-
nal, ni la honra individual, en detrimento de las obli-
gaciones fundamentales. Así, el soldado se debe a la
disciplina de su ejército y a las órdenes de su capitán,
no a sus intereses personales. Señala que los soldados
valerosos y honrados son: los fuertes de ánimo, cons-
tantes y sufridos en los trabajos y peligros del mundo,
que tienen como fin cosas altas, heroicas y liberales,
son los que han de llamarse soldados valerosos y hon-
rados; y los otros, que solo por codicia de una miserable
paga, se ofrecen con ánimo y presteza a los peligros y
a la muerte, pueden llamarse buenos soldados cuando
sirvan bien, pero no han de entrar en la cuenta de los
honrados y valerosos, pues por la demasiada codicia de
tan poca cosa, se ofrecen mil veces a la muerte, y cuanto
más ánimo y fortaleza muestran peleando, tanto más
los condenaría yo por codiciosos y miserables, porque
ningún hombre se ha de ofrecer a la muerte espontánea-
mente sino por cosas honestas, como el alma, la honra,
el rey y la patria.66

De 1591 es el discurso del mariscal de campo


Sancho de Londoño, Discurso sobre la forma de reducir
la disciplina militar a mejor y antiguo estado,67 que diri-
ge a don Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba,

66 Ibídem, p. 164.
67 Londoño, de Sancho. Discurso sobre la forma de reducir la disciplina
militar a mejor y antiguo estado, Madrid: Secretaría General Técnica
del Ministerio de Defensa de España, 1993.
76 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Lugarteniente y Capitán General de su Majestad y su


Gobernador en los estados de Flandes. Se publica a fi-
nes del siglo XVI y comprende muchos de los preceptos
que son considerados en las posteriores ordenanzas
generales de los ejércitos españoles y que estuvieron
vigentes en Chile hasta los inicios del siglo XX. Hacien-
do hincapié sobre la rigurosidad de la disciplina indica
que todas las cosas que pueden impedir la victoria en
una jornada de guerra, y las que importaren más que
la vida de un hombre de los que pueden delinquir en
ellas, deben prohibirse con bandos que contengan pe-
nas capitales y con ejecutarlas irremisiblemente: por-
que como dicen por un clavo de un caballo, se puede
perder un ejército, y el rey y el reino así de no ejecutar
con rigor las penas de los bandos, crece la inobediencia,
y del desorden de solo un soldado se puede seguir todo
lo dicho.68 En relación con la transmisión de los valores
del superior a la tropa y el respeto a Dios, señala que
si el superior es blasfemo, y por cada cosita jura cien
veces el nombre de Dios en vano, el inferior lo hará así,
y no podrá reprenderle ni decirle, que es la cosa de que
más Dios se ofende. Si está días y noches en los juegos
públicos con los dados en la mano, no podrá decir a
sus soldados que de tales juegos nacen las blasfemias,
los juramentos falsos y odios, las riñas, las sediciones,
las calumnias, las injurias, las muertes, las rapiñas, y
todos los vicios y maldades que uno se pueda imagi-
nar, ni podrá decirles que el juego engendra vileza en
el ánimo, haciéndole codicioso y avaro con el deseo de
ganar la hacienda de su compañero y amigo, como lo
han de ser todos los de una compañía y de un ejército,
ni podrá alegar aquella ley hecha en Roma en tiempo
de Cicerón, contra los que jugasen a juegos ociosos, en
los cuales no juega la virtud y la fortaleza del ánimo,

68 Ibídem, p. 46.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 77

ni la fuerza y destreza del cuerpo, sino la fortuna y el


engaño: ni otra ley de los Egipcios, por lo cual ninguno
de los tales jugadores podía acusar a otro ni atestiguar
contra él por manifiesto que fuese pecado, y con justa
razón, porque es de creer, que el jugador acostumbrado
a blasfemias y perjurios, y a menospreciar a Dios, y a
los santos, y a engañar a otros, no dejará por concien-
cia de hacer cualquier cosa ilícita y fea. Si el superior
tuviere en casa la amiga, mal podrá amonestar que el
inferior la deje de tener públicamente, porque además
de la ofensa y desestima de Dios, ellas son causa de
mil revueltas, y traen a los que las tienen distraídos del
servicio de su rey, que los paga, ocupados en el de las
que consumen las pagas, y lo que pueden ganar de los
enemigos, y robar de los amigos. Si el superior no con-
tentándose con su paga, viviere en discreción, o mejor
decir sin ella, con manifiesto agravio de los provincia-
les y paisanos, lo mismo hará el inferior: en suma si el
superior no hiciere obras de cristiano, que ama y teme a
Dios, y no difama al prójimo, no es de maravillas que los
inferiores le permiten, y sería andar por las ramas hacer
ordenanzas y estatutos para entrenar y tener a raya los
que han de obedecer, si no introducen primero todo lo
necesario en los que han de mandar. Pero por supuesto
que ya esté introducido, promulgando y observando los
estatutos siguientes se reduciría la disciplina militar a
buen estado.69

Dos clásicos de la literatura militar española son


Estampa de capitanes (primera edición en 1927) y El
espíritu militar español (primera edición en 1950) de
Jorge Vigon,70 que para estos efectos nos interesan tres

69 Ibídem, pp. 54-55.


70 Vigon, Jorge. Estampa de capitanes. El espíritu militar español,
Madrid. Ediciones Ejército, 1979.
78 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

reflexiones que incluye el autor sobre qué es mandar,


cómo define la virtud del valor y la relación que esta-
blece entre las virtudes y la religión. Dice que mandar
es preparar el alma de la tropa, y dar luego, las órdenes
en forma tal que se obtenga una ejecución tan pronta,
tan inteligente y tan completa como sea posible. En
paz o en guerra, cuantos actos tengan relación directa
o indirecta con la unidad, son actos de mando; los que,
respecto de los subordinados, se traducen en órdenes,
consejos, felicitaciones, representaciones o castigos; y
en relación con los superiores en peticiones, partes o
informes; dirigiéndose todos a un fin común: que no es
otro que aumentar el valor militar de tu tropa para obte-
ner de ella el mayor rendimiento en el combate.71 Sobre
el valor indica que excepcionalmente este es posible
apreciarlo fuera del campo de batalla, el espíritu de
decisión, la sangre fría, el saber, la firmeza y el tacto,
bajo la forma que necesita la guerra. Y es absoluta-
mente imprescindible, porque según sea la medida del
valor de quien mande, una misma colectividad militar,
puede oscilar del miedo al heroísmo: bien será hacer
constar la diferencia que existe entre el valor y la temeri-
dad; el primero solo consiste en conservar la apariencia
de una fuerza física y moral prevenida siempre, y man-
tenida hasta en las situaciones más difíciles por medio
de una serenidad continua, que dé la sensación de que
el alma y la inteligencia están a la altura de todos los
peligros y a cubierto de todas las empresas.72 Respecto
de la influencia de la religión en la formación del sol-
dado, Vigon indica que la fe religiosa enseña al solda-
do que la vida es un breve paso hacia la eternidad; la
doctrina le instruye acerca de aquellos valores por los
que se puede y se debe morir, por ser ellos mismos de

71 Ibídem, p. 15.
72 Ibídem, p. 29.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 79

categoría superior a la vida; el ejercicio, singularmente


el ejercicio militar, le da fe, confianza en sí mismo, y
en los recursos que tiene a su alcance; un sentido de
misión le llama a la ejemplaridad. Y así en la fe, en el
saber, en la seguridad de sí mismo, y en este ofrecerse
como ejemplo de perfección está el punto de la virtud
del valor, al que se debe aspirar, pero que no siem-
pre podrá exigirse; porque el grado heroico del valor no
se da a todos los hombres ni en cualquier ocasión.73
Cada uno tiene la obligación de poner su propia vida
en riesgo para realizar la misión que se le confía; pue-
de, cuando la ocasión lo pida, buscar para sí mismo la
oportunidad de exponer más, de ofrecerse más genero-
samente; pero no podrá disponer de la generosidad de
los demás, aunque sean sus subordinados.

El general de brigada Emilio Bolon Varela es au-


tor de Fundamentos de ética militar,74 en el que señala
que todo sentimiento de amor significa elevación, des-
interés y solidaridad: pero el amor a la patria implica
además nobleza y gloria que se nutre en el pasado, se
apoya en el presente y se proyecta al porvenir. El amor
a la patria exige darse a ella; ponerla como destino cé-
lebre del trabajo creador, de la cultura creciente, de la
caridad activa y, sobre todo, de la conducta honrada:
ella es el ínclito sujeto y objeto de nuestra devoción y
nuestra vocación.75 En directa relación con el amor a
la patria surge la vocación por las armas y específica-
mente por la carrera militar, como consecuencia de un
espontáneo y auténtico amor a la milicia que se expe-
rimenta normalmente en la juventud cuando los cono-

73 Ibídem, p. 298.
74 Bolon Varela, Emilio. Fundamentos de ética militar, Buenos Aires:
Círculo Militar Argentino, 1980.
75 Ibídem, p. 34.
80 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

cimientos históricos adquiridos en el ciclo medio nos


permiten conocer los hechos militares que nos dieron
libertad, independencia y soberanía. El espíritu militar
consiste en alentar y ejercitar las virtudes militares en
el ámbito personal o colectivo.

El general Bolon indica que la personalidad de un


jefe está integrada por virtudes físicas, volitivas, intelec-
tuales y espirituales. Las virtudes físicas suponen una
buena salud mental y orgánica, un virtual equilibrio
psicosomático, como presupuesto básico de una total
armonía para pensar, sentir y obrar. El oficial debe ser
sometido durante su carrera, en tiempos de paz y de
guerra, a toda clase de esfuerzos físicos, morales e inte-
lectuales. En su juventud prevalecerá su actividad físi-
ca, y en la medida que transcurre el tiempo crecerá su
actividad mental y decrecerán sus esfuerzos meramente
corporales. Las virtudes volitivas son una cualidad mo-
tora integrada por la energía perseverante, la firmeza
constante y la entereza que exalta el animismo tenaz,
consecuente y constructivo. La capacidad intelectiva
está dada por la inteligencia que concibe, discrimina y
resuelve, la sabiduría que atesora lo que es preciso co-
nocer, el talento que es la aptitud para hacer, el sentido
común que armoniza y discrimina los valores relativos o
absolutos y el criterio que juzga y discierne. Las virtudes
espirituales son la sensibilidad para percibir las impre-
siones físicas y las emociones que sacuden la voluntad.
La bondad que humaniza. La tolerancia que es indul-
gente y confianza en sí mismo. La rectitud que respeta
los principios de la sana razón. La pasión que eleva el
ánimo. El entusiasmo que exalta y sostiene. El carácter
que es energía moral. La abnegación que es renunciar
a sí mismo en beneficio del bien que se ansía. El estoi-
cismo que es el dominio de la sensibilidad inestable. La
austeridad que es el rigor con que contenemos nuestra
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 81

humana debilidad. El heroísmo que impulsa a la acción


extraordinaria. El valor que es audacia o fría determina-
ción para realizar lo que es forzoso para el bien superior
que se persigue.76

El general de brigada del Ejército de Tierra de Es-


paña, Francisco Laguna Sanquirico, publicó en 1998 un
artículo denominado El espíritu militar en el siglo XXI,77
donde indica que existen ciertos valores que han llegado
a caracterizar a todo profesional de las armas y que se
conjugan en un destacado “espíritu militar” compartido
a nivel mundial, y que los cambios habidos en los ám-
bitos políticos y tecnológicos a través de la historia no
han modificado estos valores, que efectivamente se han
reforzado con el pasar del tiempo. En antaño el militar
destacaba por su valentía, en el próximo siglo deberá
destacar por la madurez de su carácter, ya que deberá
enfrentar la contradicción de la violencia y de la paz.
La razón de ser de los ejércitos modernos es la defensa
militar y el profesional debe encontrar en este marco no
solo la respuesta a la exigencia personal de qué es lo
que tiene que aportar a la comunidad y en consecuen-
cia qué ha de recibir como compensación, material y
de otro tipo, por su dedicación y trabajo, sino también
los estímulos precisos para afrontar los riesgos y sacri-
ficios de la vida castrense: las características y virtudes
de este militar del 2000 se habrán de desarrollar sobre
tres vectores. El relativo al ejercicio de las tareas profe-
sionales, el de la ética de su comportamiento cotidiano, y
el de su apreciación del poder político.78

76 Ibídem, pp.70-72.
77 Laguna Sanquirico, Francisco. “El espíritu militar en el siglo
XXI”, en VV.AA., Military Review, noviembre-diciembre 1998, Fort
Leavenworth, Kansas: Escuela de Comando y Estado Mayor del
Ejército de EE.UU., 1998.
78 Ibídem, p. 65.
82 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

El coronel argentino Julio Costa Paz y Roca cons-


ciente de la importancia del conocimiento de las vir-
tudes militares, plasmó su pensamiento en Mando y
obediencia,79 que además del mérito de su contenido, se
destaca por la claridad en sus reflexiones sobre las vir-
tudes presentes en el soldado en todas las circunstan-
cias del servicio. El coronel Julio Costa hace un profuso
recorrido por los distintos valores y preceptos éticos que
deben caracterizar a los soldados y a sus mandos. En
primer orden se refiere a la disciplina en general y par-
ticularmente al respeto y sujeción a la ley que debe ser
acatada íntegramente por las Fuerzas Armadas, luego
describe las implicancias que tiene en el soldado la arro-
gancia, vanidad, tenacidad, prudencia, cortesía, humil-
dad, paciencia, sagacidad, discreción, desconfianza, re-
celo, honradez, dignidad, honor, lealtad, traición, valor,
y equidad entre otros. Específicamente nos referiremos
a la disciplina, valor, honor y lealtad.

La disciplina militar la llama el “alma de los ejérci-


tos” y la define como la obediencia a la ley, a los regla-
mentos, a las órdenes del mando, pero sobre todo es
un sentimiento, un estado de conciencia que obliga a
cumplir espontáneamente todos los deberes que la pro-
fesión impone, sin otro estímulo que el del propio ho-
nor. La disciplina militar coordina todos los esfuerzos
para alcanzar un bien común y en ella está implícita la
facultad del mando y la obligación de obedecer, pero ni
el mando debe ser arbitrario, ni la obediencia ciega o
incondicional y esta debe causarse en el bien del servi-
cio y en el cumplimiento de las leyes y reglamentos: el
mando y la obediencia son atributos de igual dignidad
y términos correlativos en la cooperación que la disci-

79 Costa, Paz y Roca, Julio. Mando y obediencia, Buenos Aires: Círculo


Militar Argentino, 1999.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 83

plina exige para el cumplimiento del deber común.80 El


valor es la virtud esencial y en él se escudan el honor
y se avalan todas las demás virtudes. El valor guerrero
tiene un objetivo bien definido: vencer para triunfar y
no ser trofeo del enemigo. A una multitud de cobardes
vence un puñado de valientes. El valor o el miedo están
influenciados por los siguientes factores: abatimiento,
altanería, arrogancia, ardimiento, arrebato, arrojo,
atolondramiento, aturdimiento, atrevimiento, audacia,
osadía, bizarría, bravura, ferocidad, firmeza, miedo y
sangre fría.81 El honor se diferencia de la honra, esta
implica calidad y condiciones internas invariables,
constituye una propiedad peculiar e inalienable de la
persona. Por el contrario, el honor es la cualidad que
impulsa al hombre a conducirse con arreglo a las más
elevadas normas morales y que también lo constituye
la fama, respeto o buena reputación que se adquiere
con la práctica de la virtud y de acciones heroicas: se
quita la honra a un hombre atribuyéndole una acción
villana; se ofende su honor proponiéndosela; la indig-
nación con que la rechaza, es hija del pundonor.82 La
lealtad y el honor son indisolubles y como partes de
la lealtad se encuentran la buena fe, la sinceridad, la
ingenuidad, la franqueza y la veracidad.

Morris Janowitz hizo un retrato político y social


del profesional militar en El soldado profesional,83 en
este trabajo indica que la organización militar ha su-
frido una transformación lenta y constante. Hoy el ca-
rácter técnico de la guerra exige soldados altamente
especializados y dotados de profundas motivaciones.

80 Ibídem, p. 31.
81 Ibídem, pp. 135-152.
82 Ibídem, p. 112.
83 Janowitz, Morris. El soldado profesional, Buenos Aires: Editorial
Bibliográfica Argentina, 1967.
84 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

El estilo de vida de la comunidad militar y el sentido


del honor militar contribuyen a perpetuar el carácter
distintivo de la profesión. El reconocimiento de los atri-
butos propios de la profesión militar suministra una
base realista para mantener una supremacía político-
civil sin destruir la necesaria autonomía profesional.
Janowitz asevera que la actividad militar es más que
una profesión: es un estilo completo de vida. El oficial
es miembro de una comunidad cuyas exigencias a la
vida cotidiana del individuo van muchos más allá de
las obligaciones oficiales. La reglamentación detallada
del estilo de vida militar tiende a acentuar la cohesión
del grupo y la lealtad profesional, y a mantener el es-
píritu marcial. En buena medida el adoctrinamiento
militar ha sido eficaz en virtud del medio comunitario
relativamente cerrado en que los militares han vivido.
A su vez, el estilo de vida de la comunidad militar con-
tribuye a la autoconciencia y a la confianza en sí mis-
ma de la élite militar.84

Respecto del honor, Janowitz estipula que este es


al mismo tiempo un medio y un fin. El código de honor
especifica cómo tiene que conducirse el oficial, pero ser
“honorable” es un objetivo que ha de alcanzarse por
derecho propio. Cuando el honor militar es eficaz, su
poder de coerción es considerable, ya que apunta fre-
cuentemente hacia una misma y suprema dirección: el
soldado profesional siempre lucha […] el honor militar
responde a una variedad de motivos personales y socia-
les. Para algunos, es la racionalización de la inercia; a
otros les permite actuar hasta cierto punto más allá de
sus propias cualidades personales.85 La doctrina mili-
tar es la razón de su conducta profesional, como tal,

84 Ibídem, p.179.
85 Ibídem, p. 218.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 85

es una síntesis de conocimientos científicos y técnicos


por una parte, y de costumbres y de proposiciones po-
líticas por otra.

Samuel Huntington en El soldado y el Estado86


indica que la mentalidad profesional del militar con-
siste en: los valores, actitudes y perspectivas que son
naturales al desempeño de la función militar profesio-
nal y que son deducibles de la naturaleza de dicha fun-
ción. […] es definida de forma abstracta como un tipo de
ideal weberiano en términos del cual las creencias de
los hombres concretos y los grupos pueden analizarse.
[…] cualquier cuerpo de oficiales dado adherirá a la éti-
ca solo en la medida en que sea profesional, es decir, en
la medida en que esté configurada por imperativos fun-
cionales más que sociales.87 Nadie es más sensato que
el soldado profesional de que el hombre normal no es
un héroe. La profesión militar instituye a los hombres
como para superar sus miedos naturales y sus desfa-
llecimientos. La lealtad y la obediencia son las virtudes
militares más altas. La regla de obediencia es simple-
mente la expresión de aquella entre las virtudes mili-
tares sobre la cual dependen todas las demás. Samuel
Huntington exalta a la obediencia como la virtud más
alta de los militares, e indica que la ética militar es:
pesimista, colectivista, inclinada hacia la historia, orien-
tada hacia el poder, nacionalista, militarista, pacifista e
instrumentalista en su visión de la profesión militar. Es,
en resumen, realista y conservadora.88

86 Huntington, Samuel P. El soldado y el Estado, Buenos Aires: Grupo


Editor Latinoamericano, 1995.
87 Ibídem, p. 73.
88 Ibídem, p. 88.
86 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Narciso Michavila Núñez realizó una investiga-


ción sobre el soldado profesional en España,89 en la
que incluyó una encuesta a la población civil respecto
de los valores que la ciudadanía estima que deben po-
seer los militares. Los resultados fueron los siguien-
tes: honradez 40%; preparación técnica 35%; valentía
29%; disciplina 29%; responsabilidad 27%, obediencia
25%; solidaridad 21%, lealtad 20%; espíritu de sacri-
ficio 16%; tolerancia 13%; capacidad de mando 11%;
iniciativa 4%, y NS/NC el 12%. También incluyó una
muestra de la escala de valores que debe poseer el mi-
litar desde el punto de vista de los partidarios de un
ejército mixto (con servicio militar obligatorio y solda-
dos profesionales), los resultados fueron los siguientes:
honradez, valentía, obediencia, disciplina, preparación
técnica, responsabilidad, lealtad, espíritu de sacrificio,
solidaridad, capacidad de mando, tolerancia e inicia-
tiva. La mayoría de la sociedad española desea unas
Fuerzas Armadas profesionales en las que primen los
valores de preparación técnica, honradez, disciplina,
y responsabilidad: la completa profesionalización de
las Fuerzas Armadas con la exclusión de soldados obli-
gados en sus filas es contemplada actualmente por la
mayoría de los tratadistas como la consumación de un
modelo perfecto y definitivo de la defensa nacional. Las
naciones occidentales, según las tesis mayoritarias,
acabarán por adoptar sistemas de reclutamiento total-
mente voluntarios de forma que las guerras que en el
futuro mantengan los estados occidentales serán man-
tenidas por ejércitos completamente profesionales.90

89 Michavila Núñez, Narciso. El soldado profesional en España,


Madrid: Secretaría General Técnica del Ministerio de Defensa de
España, 2002.
90 Ibídem, p. 85.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 87

La Biblioteca de Psicología Desclée de Brouwer


publicó el texto de Stanley Milgram, Obediencia a la
autoridad. Un punto de vista experimental,91 que des-
de un punto científico aborda el tema de la discipli-
na y obediencia militar, con el mérito que el trabajo
experimental que realiza se basa en la experiencia de
soldados norteamericanos en fecha reciente. En este
libro se concluye que todo acto realizado por orden de
otro, tiene, desde un punto de vista psicológico, unas
características sumamente diferentes de las que pueda
tener la acción espontánea, como también que en la
medida en que se intimida a una persona con amena-
za de fuerza o castigo, queda la obediencia forzada por
el miedo. Para no pocas personas la obediencia puede
ser una tendencia de comportamiento profundamente
arraigada, más aún, un impulso poderoso que pasa
por encima de la educación ética, de la simpatía y de
la conducta moral. La obediencia a la autoridad, por
un largo tiempo exaltada como una virtud, reviste un
nuevo aspecto cuando se pone al servicio de una cau-
sa injusta; lejos de aparecer como una virtud queda
transformada en un pecado nefando: las personas más
vulgares, por el mero hecho de realizar las tareas que
les son encomendadas, y sin hostilidad particular al-
guna de su parte, pueden convertirse en agentes de un
proceso terriblemente destructivo. Más aún, cuando los
efectos destructivos de su obra aparezcan patentes, y
se les pida que lleven a cabo acciones incompatibles con
las normas fundamentales de la moralidad, son rela-
tivamente pocas las personas que cuentan con recur-
sos suficientes para oponerse a la autoridad. En ese
momento entran en acción toda serie de inhibiciones
contra la desobediencia a la autoridad, y hacen que la

91 Milgram, Stanley. Obediencia a la autoridad, España: Editorial


Desclée de Brouwer, S.A., 1980.
88 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

persona permanezca en su puesto. El sujeto confía las


tareas más amplias de imponer objetivos concretos y
de delimitar la moralidad, a la autoridad a cuyo servi-
cio se encuentra. La aseveración de “no hice más que
cumplir con mi deber”: se trata, más bien, de un modo
fundamental de pensar para muchas personas, una vez
que han sido atraídas a una posición subordinada den-
tro de una estructura de autoridad. La desaparición de
todo sentido de responsabilidad es la consecuencia de
más largo alcance de la sumisión a la autoridad.92 Aun
cuando una persona que actúa bajo una autoridad
realice acciones que parecen en contradicción con las
normas generales de la conciencia sería falso afirmar
que pierda su sentido moral. Muy al contrario, adquie-
re más bien un punto de concentración totalmente di-
ferente. No responde con un sentimiento moral a las
acciones que lleva a cabo. Su preocupación moral se
desplaza ahora, más bien a la consideración de lo bue-
no que es vivir conforme a las expectativas que la auto-
ridad se ha forjado respecto de uno mismo: en tiempos
de guerra no se pregunta un soldado si es bueno o malo
bombardear una aldehuela: siente más orgullo o ver-
güenza, según la medida de cómo ha llevado a cabo la
misión que le ha sido asignada.93

Cada generación aprende algo acerca del problema


de la obediencia a través de su propia experiencia his-
tórica: ¿Cómo puede suceder que una persona honrada
pueda hallarse a sí misma en el transcurso de unos meses
matando a otras personas, sin limitación alguna impuesta
por su conciencia? […] queda esa persona trasladada de
una posición fuera del sistema de autoridad militar a un
punto dentro del mismo. El tan conocido aviso de alista-

92 Ibídem, p. 20.
93 Ibídem, p. 21.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 89

miento se encarga de procurar el mecanismo formal. Se


echa mano de un juramento de fidelidad para fortalecer
aún más el compromiso del recluta con su nuevo papel.
El área de entrenamiento militar queda especialmente se-
parada de la comunidad más amplia, de suerte que pue-
da asegurarse la ausencia de autoridades que puedan
entrar en colisión con la autoridad militar. Se distribuyen
premios y castigos en la medida en que uno obedece. Se
pasa un período de varias semanas en un entrenamiento
básico. Aun cuando su propósito aparente sea el de poner
en manos del recluta la necesaria preparación militar, su
finalidad fundamental es la de quebrar todo residuo de
individualismo y personalidad. Las horas que se pasan
en el campo de ejercicio no tienen como fin esencial el en-
señar al soldado a que desfile de manera perfecta. Su fin
es la disciplina, y dar una forma visible a la inmersión del
individuo en un modo de organización.94 Antes de que las
tropas sean enviadas al campo de batalla, la autoridad
militar explica el significado de la acción del soldado de
una forma que la enlaza a los ideales más apreciados y a
los propósitos más amplios de la sociedad: se dice a los
reclutas que aquellos a los que se enfrentará en la batalla,
son enemigos de su nación, y que a menos que sean des-
truidos, correrá peligro la existencia misma de la patria […]
dentro de la zona de guerra comienzan a dominar nuevas
realidades; el soldado se enfrenta ahora a un adversario
entrenado e indoctrinado con idénticos medios. Toda des-
organización en las líneas propias del soldado constituye
un peligro para su unidad, toda vez que entonces será una
unidad menos eficaz en la lucha y en peligro de ser derro-
tada. De esta manera, el mantenimiento de disciplina se
convierte en un elemento de supervivencia, y el soldado
apenas se le deja otra opción que la de obedecer.95

94 Ibídem, p. 168.
95 Ibídem, p. 169.
90 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

No deja de ser sarcástico que los valores de leal-


tad, disciplina, y autoentrega, que tan altamente apre-
ciamos en el individuo, sean precisamente las pro-
piedades que crean instrumentos de guerra de tipo
organizativo y sumamente destructores y que someten
a los hombres a malévolos sistemas de autoridad: la
deserción de un único individuo tiene mínimas conse-
cuencias, mientras pueda ser mantenida en silencio.
Bastará reemplazarlo por la persona que le sigue en or-
den. El único peligro para el funcionamiento militar re-
side en la posibilidad de que un desertor aislado pueda
estimular a otros. De ahí que sea preciso separarlo de
los demás o castigarlo severamente para desalentar a
quienes quisieran imitarlo.96

Una de las últimas publicaciones internaciona-


les que aborda el tema de las virtudes y que reúne
una serie de historias que educan sobre ellas, es el
libro de William J. Bennett, El libro de las virtudes,97
que no aborda el tema desde una perspectiva militar,
pero no puede dejar de mencionarse por constituir un
adecuado referente común sobre grandezas propias de
las personas virtuosas. En una de sus partes señala
que los valientes no son las personas que nunca tie-
nen miedo. Los que no sienten miedo son los precipi-
tados o inconscientes, y por ende pueden causar más
daños que beneficios en una situación de emergencia.
Los cobardes carecen de confianza y sufren un temor
en exceso, pero pueden ser fácilmente estimulados con
el ejemplo. Y respecto de la lealtad: nuestras lealtades
constituyen un importante indicio de la clase de persona

96 Ibídem, p. 170.
97 Bennett, J. El libro de las virtudes, Buenos Aires: Vergara S.A.,
2004.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 91

que hemos escogido ser […] la confianza que nace de


una lealtad genuina impregna nuestra vida entera.98

En el mismo contexto, pero en un estilo reflexi-


vo, Christopher Phillips publicó Seis preguntas de
Sócrates,99 que se relacionan con la virtud, la mode-
ración, la justicia, el bien, la valentía y la piedad. Dice
que la virtud es un cuestionamiento que uno se hace
a las convicciones con la intención de descubrir un
propósito que está por sobre la vida de uno mismo,
perseguirlo para poder alcanzar una mayor excelencia
y, durante el proceso, inspirar a nuestros semejantes
para que también lo hagan. Es elegir un modo de vida
sobresaliente, que preferirías colocar de medio tu vida
a sacrificar tu manera de vivir que has elegido. Para
referirse a la valentía, ejemplariza con una aseveración
de John F. Kennedy escrita cuando era senador de
los Estados Unidos en (Profiles in courage) Perfiles de
valentía,100 que dice que cuando uno actúa con valen-
tía, simplemente hace lo que debe, a pesar de las con-
secuencias sociales, de los obstáculos y de los peligros
y las presiones, y que esa es la base de la moral hu-
mana.101 Kennedy creía que tarde o temprano la opor-
tunidad de ser valiente se nos presenta a todos, y que
en cualquier ámbito de la vida, uno puede encontrarse
con el desafío del valor, sea cual fuere el sacrificio que
suponga. Cita también a Paul Tillich (1886-1965) que
dice que el valor es el acto ético por el cual el hombre
afirma su propio ser a pesar de aquellos elementos de
su existencia que entran en conflicto con su autoafir-

98 Ibídem, p. 519.
99 Phillips, Christopher. Seis preguntas de Sócrates, Buenos Aires:
Editorial Taurus, 2004, p. 15.
100 Citado por Phillips, Christopher en Seis preguntas de Sócrates,
Buenos Aires: Editorial Taurus, 2004, p. 258.
101 Ibídem
92 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

mación esencial. Según Tillich, el valor para continuar


viviendo, enfrentándose a esos elementos de nuestra
naturaleza que nos inducen a pensar que sería más
fácil o mejor poner fin a esa cosa llamada nuestra vida,
es un reflejo de nuestros valores éticos.102 Para respon-
derse ¿qué es un héroe? enuncia a Sydney Hook, que
dice que los héroes no suelen ser grandes figuras de la
historia, sino más bien personas bastante desconoci-
das y sin embargo admiradas por los riesgos que han
asumido más allá del sentido del deber, por su gran
sacrificio, por su fortaleza ante la adversidad, su re-
chazo a transigir con la corrupción o su independencia
de criterio.103

J. Glenn Gray104 es el autor del libro Guerreros.


Reflexiones del hombre en la batalla105 que incluye dife-
rentes evocaciones sobre la guerra, la relación del sol-
dado con la muerte, el dolor de la culpa, el amor como
aliado y enemigo en la guerra y el futuro de la guerra
entre otras materias. El autor señala que un éxtasis
colectivo puede llevar a los hombres a olvidar la muer-
te y buscar la inmortalidad en el objetivo común: […]
cuando se cierne un peligro mortal, muchos soldados
entran en un trance confuso en el que se pierde toda
la agudeza de la conciencia. En este estado, pueden
perderse en la pasión de un éxtasis común y olvidar la
muerte a través de la pérdida de su individualidad, o
pueden funcionar como células de un organismo militar;

102 Ibídem, p. 285.


103 Ibídem, p. 259.
104 Doctor en Filosofía, oficial del Ejército norteamericano, se desem-
peñó durante la Segunda Guerra Mundial en una Unidad de
Contrainteligencia en el norte de África, Italia, Francia y Alemania.
105 Gray, Glenn J. Guerreros. Reflexiones del hombre en la batalla,
Barcelona: Inédita Editores, 2004.
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 93

haciendo lo que se espera de ellos por reflejo.106 Hay


dos elementos que provocan ese estado hipnótico en
un combate: el entrenamiento y el cansancio. La ru-
tina de la vida militar, la repetición, los ejercicios y la
uniformidad de las reacciones, hacen que se pierda la
intensidad de toda conciencia individual. Hasta los ci-
viles reclutados, que encuentran lo militar tan extraño
y ajeno a ellos, consiguen aferrarse rápidamente a las
simples reglas, transformarse en la pieza apropiada de
la enorme máquina y evitar todo pensamiento que les
impediría llevar a cabo la misión que se les ha confiado.
Aprende a acatar órdenes de más arriba y transferirlas
a aquellos que están bajo su mando. Pensar se vuelve
no solamente cada vez más penoso, sino más y más
innecesario. El segundo obstáculo a la constatación de
la proximidad de la muerte es la fatiga física que nor-
malmente precede a un combate. Esta fatiga puede ir
más allá de los límites que conocemos: ella sola llega
a atontar los sentidos de los soldados hasta el punto
de que actúen como sonámbulos. Si se mantiene duran-
te cierto tiempo, un agotamiento tal puede inducir a los
hombres a considerar la muerte como un descanso y un
cambio respecto de lo que han estado haciendo.107

Respecto de la valentía, J. Glenn indica que hay


una connotación especial en el calificativo de cobar-
de durante una guerra, pues la guerra obviamente
glorifica la valentía por encima de todas las virtudes,
como también que es necesario distinguir la persona
que es ocasionalmente cobarde cuando se enfrenta a
la muerte, del cobarde por naturaleza. Casi todos tene-
mos dentro un cobarde que nos aguarda. La literatura
de guerra está repleta de ejemplos de tropas huyendo

106 Ibídem, p. 126.


107 Ibídem, p. 127.
94 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

con pánico y de los más valientes soldados huyendo


aterrorizados. La cobardía cuando toma al individuo
por sorpresa, este se vuelve víctima de la voluntad co-
mún, que le invade y se lo lleva por delante, por ello
los oficiales nunca saben cómo responderán sus uni-
dades al afecto sorpresa o la lucha cuerpo a cuerpo. El
cobarde por naturaleza, sin embargo, no sorprende a
nadie; simplemente no puede soportar un combate en
el que su persona está en grave peligro. En la paz el
miedo extremo a la muerte puede permanecer oculto,
hasta para el mismo cobarde, y después de una guerra
el cobarde es bastante capaz de esconderlo u olvidarlo
durante el resto de su vida. La cobardía, como el valor,
es una condición compleja, y no quiere decir que un
miedo excesivo a la muerte va a condicionar siempre
todas las otras relaciones que el cobarde mantendrá
en su vida. De hecho, el cobarde puede ser un buen
ciudadano, un padre y marido considerado, y un sol-
dado ejemplar. Es posible que sea un compañero más
agradable en tiempo de paz que el hombre que se cree
indestructible: el miedo a la muerte del cobarde provie-
ne en gran parte de su incapacidad de amar nada más
apasionadamente que su propio cuerpo. Es egotista,
pues no posee suficiente confianza en sí mismo para ser
egoísta. Su incapacidad para participar en las vidas de
otros es lo que le impide desarrollar las suficientes es-
trategias internas como para vencer su miedo a la muer-
te un hombre valiente puede temer a la muerte como
a un oponente que posee todas las cualidades opues-
tas a las suyas. Su disciplina cuando se enfrenta a su
enemigo está gobernada por el reconocimiento de que la
muerte es implacable y al final vencerá en apariencia.
Pero para el cobarde la muerte está dentro de él. Está
relacionado con este enemigo tan horripilante y cuanto
más lucha por escapar, mayor es su cautividad. Cuan-
do finalmente el cuerpo del cobarde cede a la muerte, no
CAPÍTULO II. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS DE TRATADISTAS INTERNACIONALES 95

hay nada instructivo o solemne en el espectáculo. Pocas


escenas son tan profundamente desagradables.108

Uno de los historiadores militares más importan-


tes de la actualidad, John Keegan,109 autor de Historia
de la guerra,110 indica acerca del espíritu militar que:
los soldados se creerán miembros de una suerte de gre-
mio, en cuyas reglas, leyes y costumbres se concede
lugar preeminente al espíritu de la guerra. Esa suerte
de gremio era, naturalmente, el regimiento, cuyo es-
píritu y valores se aprestó a definir Clausewitz como:
un ejército que mantiene su cohesión bajo el fuego más
mortífero; que no se estremece por miedos imaginarios
y resiste a los bien fundados con todas sus fuerzas;
que, orgulloso de sus victorias, no pierde la fuerza para
obedecer las órdenes ni el respeto y confianza en sus
oficiales aun en la derrota; cuyo poder físico es igual
que el de los músculos de un atleta, que están endure-
cidos por ejercitarse en la privación y en el esfuerzo…
que es consciente de todos esos deberes y cualidades
en virtud de la simple y poderosa idea del honor de sus
armas, ese ejército está imbuido de auténtico espíritu
militar.111 Otra aseveración que hace sobre las relacio-
nes de mando y la actitud de los soldados a los que
califica como guerreros, es que un general puede ser o
no objeto de admiración, dado que esta deriva de algo
más que los simples distintivos de superioridad. La ad-
miración se halla en la fama que exhiba como hombre
108 Ibídem, p. 138.
109 Decano de Historia Militar en la Real Academia Militar de Sandhurst
(Gran Bretaña), galardonado con la medalla de la Orden del Imperio
Británico por su actuación en la guerra del golfo. Está calificado como
uno de los más destacados especialistas en historia militar del Reino
Unido.
110 Keegan, John. Historia de la guerra, Barcelona: Editorial Planeta,
1995.
111 Ibídem, p. 41.
96 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

entre los demás, y esa notoriedad se ha ido acumulan-


do a lo largo de muchos años a la vista de la tribu que
constituye su regimiento. Y esa tribu la componen no
solo los oficiales de igual rango, sino los sargentos y la
tropa. Un oficial puede ser listo, competente, trabaja-
dor; pero si sus soldados abrigan dudas respecto de
él, ninguna de esas cualidades cuenta. No forma parte
de la tribu. La comunidad requiere más que nunca de
guerreros hábiles y disciplinados dispuestos a ponerse
al servicio de la autoridad.
97

CAPÍTULO III

Valores militares definidos por los


ejércitos latinoamericanos

La mayoría de las definiciones conceptuales de


los valores y virtudes militares de los ejércitos latinoa-
mericanos se originan de las reales cédulas y posterio-
res ordenanzas españolas, que rigieron la disciplina y
actividades de los ejércitos de la Colonia hasta conso-
lidados los procesos independentistas. Estas normas
continuaron vigentes la mayor parte del siglo XIX, y
en algunos casos su preceptos y formalidades todavía
están en uso y volcados en los reglamentos de cada
uno de los países del área.112 Actualmente los valo-
res y virtudes de las Fuerzas Armadas españolas es-
tán comprendidos en las Reales ordenanzas para las
Fuerzas Armadas,113 que constituyen la regla moral de
las instituciones militares y el marco que define las
obligaciones y derechos de sus miembros. Tienen por
objetivo preferente exigir y fomentar el exacto cumpli-
miento del deber inspirado en el amor a la patria y en
el honor, disciplina y valor. La disciplina está consi-
derada como factor de cohesión, que obliga a todos
por igual, y que deberá ser practicada y exigida como
norma de actuación, y que tiene su expresión colectiva
en el acatamiento a la Constitución. Para vivir la pro-
fesión militar se estipula que se requiere de una acen-
drada vocación, que se desarrollará con los hábitos de
disciplina y abnegación hasta alcanzar el alto grado de

112 Incluso en Brasil las normas militares eran similares a las del resto
de los ejércitos del continente, ya que las ordenanzas de Portugal y
España se relacionaban por la influencia francesa.
113 Ministerio de Defensa, Reales ordenanzas para las Fuerzas Armadas.
Madrid: Secretaría General Técnica del Ministerio de Defensa de
España, 2002.
98 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

entrega a la carrera de las armas que la propia voca-


ción demanda.

En directa relación con la profesión militar, las Rea-


les Ordenanzas indican que el soldado tendrá presente
que el valor, la obediencia y puntualidad en el servicio
son objetos a los que nunca ha de faltar, aunque exijan
sacrificios y aun la misma vida en defensa de la patria.
Agrega que el sentimiento del honor, inspirado en una
recta conciencia, llevará al militar al más exacto cumpli-
miento del deber. Este deberá ser abnegado y austero
para afrontar la dureza de la vida militar, tener mucho
amor al servicio, honrada ambición y constante deseo de
ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga.

Los preceptos de las ordenanzas para referirse a


las funciones del militar en el ejercicio del mando, indi-
can que su acción más eficaz se logra por el prestigio,
la exaltación de las fuerzas morales y la manifiesta pre-
ocupación por los subordinados. El que manda debe ser
modelo del que obedece, ha de ser ejemplo de virtudes
militares. En el combate: el valor, la acometividad, la se-
renidad y el espíritu de lucha son cualidades que ha de
poseer el buen combatiente. Sobre ellas las virtudes mi-
litares forjarán el heroísmo de los que arriesgan su vida
por la patria.114 El comandante debe inspirar valor y se-
renidad para afrontar los riesgos y su esfuerzo debe di-
rigirse a conservar la moral de victoria, la disciplina y el
orden, debiendo usar el máximo de rigor con cualquiera
que intente cejar en la acción, abandonar su puesto o
desobedecer las órdenes. Se valoran como acciones dis-
tinguidas las que con grave quebranto para el enemigo
constituyen un ejemplo de valor, moral o pericia militar.
La inferioridad de medios y el hecho de ser el primero

114 Ibídem, p. 65.


CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 99

en acudir al lugar de mayor riesgo calificarán el mérito


de la acción, como también que: a nadie ha de cegar la
victoria; en ella se extremará la disciplina.115

A medida que los países comenzaron a indepen-


dizarse de España e iniciaron el proceso de organiza-
ción de sus propios ejércitos, fueron generando pau-
latinamente sus propias normas de comportamiento y
promulgando sus reglamentos institucionales.116 En la
mayoría de los países el legado doctrinario español se
hizo sentir durante todo el siglo XIX, y gradualmente
disminuyó en el siglo XX. Pese a lo anterior, todavía mu-
chos de sus mandatos –por el carácter universal– aún
se mantienen. Al inicio del presente siglo las virtudes
son promovidas por los ejércitos latinoamericanos como
componentes moral y distintivo de cada uno de ellos.

A continuación, se hará mención a las materias


esenciales de los valores y virtudes militares que algu-
nos ejércitos latinoamericanos promueven, y que son
pertinentes al presente trabajo:

México

En el ejército mexicano destacan dos publicacio-


nes que incluyen temas de orden moral: la Ordenanza
General del Ejército vigente desde 1912117 y el Regla-

115 Ibídem, p. 70.


116 Los países sudamericanos se independizaron entre 1810 y 1828: Brasil
de Portugal en 1822; Argentina de España 1810-1816; Uruguay de Brasil
en 1828; Paraguay de España en 1811; Chile de España 1810; Bolivia de
España en 1825; Ecuador de España en 1822; Venezuela de España en
1811; Perú de España en 1821; Colombia de España en 1810; Guyana
del Reino Unido en 1966, y Surinam de Holanda en 1975.
117 En su forma y contenidos es similar a la Ordenanza General que es-
tuvo vigente en Chile hasta los inicios del siglo XX. Ambas provienen
de la Ordenanza General del Ejército español.
100 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

mento General de Deberes Militares del 26 de marzo de


1937.118 Este último, en su inicio define que el deber
y la disciplina son el conjunto de las obligaciones que
a un militar impone su situación dentro del ejército.
La subordinación, la obediencia, el valor, la audacia,
la lealtad, el desinterés y la abnegación son diversos
aspectos que habitualmente debe hacer propios. El
cumplimiento del deber es áspero y difícil, y no pocas
veces exige penosos sacrificios; pero es el único cami-
no posible para el militar que tiene conciencia de su
dignidad y de la importancia de la misión que la patria
le ha conferido. Cumplirlo con tibieza es un desafío al
espíritu de la profesión. El militar debe encontrar en
su propio honor, el estímulo necesario para cumplirlo
con exceso. La disciplina es la norma a la que los mi-
litares deben sujetar su conducta; tiene como bases la
obediencia, y un alto concepto de honor, de la justicia y
de la moral, y por objeto, el fiel y exacto cumplimiento
de los deberes que prescriben las leyes y reglamen-
tos militares.119 Posteriormente, en los Artículos 1 y
2 puntualiza aspectos disciplinarios que son comunes
para la mayor parte de los ejércitos latinoamericanos.
Indica que el interés del servicio exige que la discipli-
na sea firme, pero al mismo tiempo razonada. Todo
rigor innecesario, todo castigo no determinado por las
leyes o reglamentos que sea susceptible de producir
un sentimiento contrario al del cumplimiento del de-
ber; toda palabra, todo acto, todo ademán ofensivo, así
como las exigencias que sobrepasen las necesidades
o conveniencias del servicio y en general todo lo que
constituya una extralimitación por parte del superior

118 Reglamento publicado en el D.O.F., el 26 de marzo de 1937.


119 Reglamento General de Deberes Militares de 26 de marzo de 1937,
p.1. Disponible en www.sedena.gob.mx/pdf/reglamentos/rglmto_
deb_mil.pdf. Ingreso el 1 de diciembre 2007.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 101

hacia sus subalternos, están estrictamente prohibidos


y severamente castigados. El principio vital de la disci-
plina es el deber de obediencia. Todo militar debe tener
presente que tan noble es mandar como obedecer y
que mandará mejor quien sepa obedecer. Del soldado
manifiesta que este debe tener confianza en su disci-
plina y por ella seguridad de la victoria, persuadido de
que la logrará si guarda su formación, si está atento
y obedece al mando, haciendo sus fuegos con buena
dirección y cargado intrépidamente el arma blanca,
cuando su jefe se lo ordene.

En el Artículo 43 señala que los miembros del


ejército tienen el deber de rehusar todo compromiso
que implique deshonor, falta de disciplina o menos-
cabo de la reputación de la institución y no empeña-
rán jamás su palabra de honor, cuando no tengan la
seguridad absoluta de poder cumplirla. La palabra de
honor debe ser inmaculada para todo militar que sepa
respetarse y respetar a la institución a que pertene-
ce. En directa relación con el honor y el valor, en el
Artículo 104 establece que para que una acción pue-
da considerarse como distinguida deben darse las si-
guientes condiciones: batir al enemigo con un tercio
menos de la fuerza de este, derrotando u obligando a
retirarse, siempre que ambas fuerzas se encuentren
en condiciones semejantes de armamento y discipli-
na; rehacer prontamente una fuerza desordenada por
las pérdidas sufridas y dispersar con ella un enemigo
igual o superior en número; atravesar con una corta
fuerza el campamento enemigo, poniendo en desorden
todas o una parte de sus fuerzas; conducir a su desti-
no, atravesando las líneas enemigas, el parte del que
dependa la salvación de una plaza sitiada siempre que
el que mande considere de peligro la empresa; salvar
con una o más cargas de caballería, a tropas de infan-
102 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

tería o artillería comprometidas o prisioneras, siempre


que esto se lleve a cabo con fuerzas iguales o inferiores
a las del enemigo; destruir un puente con riesgo de
perder la vida, siempre que con esta operación se con-
siga salvar al ejército o a parte considerable de él en
una retirada violenta, o impedir la fuga del enemigo;
tomar o recobrar en el acto, con fuerzas iguales o infe-
riores a las del enemigo, una batería defendida; tomar
al enemigo una bandera durante el combate; rescatar
una bandera tomada por el enemigo o un oficial hecho
prisionero, teniendo que combatir con fuerzas superio-
res; en el ataque o defensa de una posición, batería u
obra fortificada, permanecer en su puesto hasta el fin
de la acción, después de haber sido herido, y hacién-
dose notar por su valor; ser el primero que suba a una
brecha o por una escala a los parapetos definidos por
el enemigo y el que forme sobre ellos la primera tropa;
tomar por asalto una plaza o punto atrincherado, con
fuerzas iguales o inferiores a las del enemigo; romper
el sitio después de haber hecho imposible la defensa de
la plaza, salvando toda o una parte de la fuerza; evitar
la explosión de una mina con notorio peligro personal,
entrar en un almacén o depósito de municiones donde
haya estallado incendio y cortarlo; contener, con gran
riesgo personal, la sublevación de un cuartel, guar-
dia, destacamento u otro punto ocupado por tropas,
mostrando grandes cualidades de energía y decisión;
ejecutar en el desempeño del deber militar, un acto
de reconocido arrojo que pueda equipararse a los an-
teriores y, por último, cualquier otro que, sin estar es-
pecificado, que sea de igual o mayor mérito a juicio del
gobierno.

El ejército mexicano ha determinado que ocho vir-


tudes son las que deben identificar a sus integrantes:
el honor, valor, lealtad, patriotismo, honradez, abnega-
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 103

ción, espíritu de cuerpo, y disciplina. La expresión de


compromiso y fidelidad de los soldados mexicanos está
representada en Reglamento de Ceremonial Militar de
1938120 y específicamente en el ceremonial de la ban-
dera. Cuando el presidente entrega la bandera a los
cuerpos de tropa indica: vengo en nombre de la patria
a encomendar a su valor, patriotismo y estricta discipli-
na esta bandera, que simboliza su independencia, sus
instituciones, la integridad de su territorio y su honor
militar. ¿Protestan honrarla y defenderla con lealtad y
constancia? Los jefes, oficiales y tropa contestarán: Sí,
protesto. El presidente o su representante proseguirá:
al concederles el amparo de su sombra y el honor de
ponerla en sus manos, garantizo a la patria, con funda-
mento en las virtudes que les reconozco, que como bue-
nos y leales soldados sabrán cumplir su protesta. Para
tomar la protesta a los oficiales y tropa, se formará
todo el cuerpo armado: ¿Protestáis seguir con fidelidad
esta Bandera, emblema de nuestra patria, y defenderla
hasta perder la vida? Para la toma de posesión de un
cargo: ¿Protestáis desempeñar leal y patrióticamente el
cargo de..., así como guardar y hacer guardar la Cons-
titución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las
Leyes que de ella emanen?

Guatemala

En el ejército guatemalteco han influido tres li-


bros que tratan sobre los valores y virtudes de sus in-
tegrantes: “Azul y grana”, “Moral y educación milita-
res” y “Ética militar”. Azul y grana es un retrato de la
vida militar guatemalteca en el contexto de mediados

120 Reglamento de Ceremonial Militar publicado en el D.O.F. el 10 de


noviembre de 1938.
104 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

del siglo pasado, de gran valor por las vivencias que se


transmiten.121

El teniente coronel de ingenieros Adolfo García


Aguilar es autor de Moral y educación militares,122 en
este texto se refiere a treinta y cuatro cualidades que
debe poseer el militar, y explica las siguientes: honor
militar, lealtad, valor, heroísmo, abnegación, discipli-
na, conciencia del deber, subordinación, obediencia,
voluntad en el servicio, amor a la carrera o vocación
militar, conformidad, constancia, compañerismo, espí-
ritu de cuerpo, espíritu militar, espíritu de arma, ca-
rácter militar, don o carácter de mando, humanidad,
benevolencia, tolerancia, generosidad, nobleza, reser-
va, orden, temperancia y sobriedad, corrección, ambi-
ción, hábitos del trabajo y el ahorro, gratitud, modes-
tia, respeto a la persona física de los demás, derecho
de defensa.

El coronel Jorge Hernández Méndez publicó Éti-


ca militar,123 en este texto no se especifica claramente
cuáles son las virtudes militares que debe poseer el
militar guatemalteco, pero es una profusa fuente de
información sobre los deberes del militar, que podrían
ser consideradas como las virtudes del mismo. Para
tal efecto, indica que los deberes son: subordinación y
obediencia, sumisión, respeto, valor, valor moral, va-
lor físico, valor individual, valor colectivo, heroísmo,
abnegación, conformidad, compañerismo, integridad,
honor militar. Respecto del heroísmo, indica: es el va-

121 Donis Kestler, Agustín. Azul y grana, Managua: Editorial


Novedades y Pinsa S.A., 1973.
122 García Aguilar, Adolfo. Moral y educación militares, Guatemala:
Editorial del Ejército, 1988.
123 Hernández Méndez, Jorge. Ética militar, Guatemala: Editorial del
Ejército, 1990.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 105

lor que traspasa los límites corrientes y que solo se ve


ocasionalmente. Es el valor ennoblecido por la abnega-
ción y el sacrificio, es valor sobresaliente acompañado
de la temeridad y del talento; sale del corazón, mueve
los resortes del alma, conmueve la fantasía, se conduce
por el talento, se domina por la voluntad y con todas
las pasiones nobles del hombre honrado y generoso, se
lanza al sacrificio, teniendo por término la gloria y la
inmortalidad.124

Brasil

El ejército de Brasil instituye sus aspectos éticos


en el vademécum del Ceremonial Militar del Ejército
denominado “Valores, deberes y ética militar (VM 10)”
aprobado por la Portaría Nº156 de 23 abril 2002, en
el que específicamente se indica que los valores mi-
litares en el Brasil son el patriotismo, civismo, fe en
la misión del ejército, amor a la profesión, espíritu
de cuerpo, y el perfeccionamiento técnico-profesional.
Identifica a los deberes militares como la dedicación y
fidelidad a la patria, respeto a los símbolos nacionales,
probidad y lealtad, disciplina y respeto a la jerarquía,
riguroso cumplimiento a los deberes y órdenes, y tra-
tar a los subordinados con dignidad.125 La jerarquía y
la disciplina son la base institucional de las Fuerzas
Armadas. La disciplina será la rigurosa observancia y
acatamiento de las leyes, reglamentos, normas y dis-
posiciones que fundamentan la organización militar
y coordinan su funcionamiento armónico mediante el
perfecto cumplimiento del deber de todos y de cada
uno de los componentes del organismo.

124 Ibídem, p. 45.


125 http://www.sgex.eb.mil.br/vade_mecum/valores_etica_militares/
vade_mecum.htm
106 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

En el vademécum anteriormente aludido, se in-


dican que los preceptos de la ética militar son los si-
guientes: culto a la verdad, lealtad, la probidad y la
responsabilidad como fundamentos de la dignidad per-
sonal; ejercer, con autoridad y eficiencia, las funciones
que le designaren por su cargo; respetar la dignidad de
la persona, cumplir y hacer que se cumplan las leyes,
los reglamentos, las instrucciones y las órdenes de las
autoridades de las que será subordinado; ser justo e
imparcial en el juicio de los actos y el aprecio del mé-
rito del subordinado; ser celoso con su preparación,
moral, intelectual y física y, también, por la de sus
subordinados, teniendo en cuenta el cumplimiento de
la misión común; dedicarse íntegramente al cumpli-
miento del deber; practicar la camaradería y desarro-
llar, permanentemente, el espíritu de cooperación; ser
discreto en sus actitudes, maneras y en su expresión
escrita y dicha, abstenerse para tratar, fuera del alcan-
ce apropiado, asuntos sigilosos de cualquier naturale-
za; cumplir con sus deberes de ciudadano; proceder de
manera intachable en todas las situaciones; observar
las normas de la buena educación; garantizar asisten-
cia moral y material a sus dependientes legales; con-
ducirse, cuando esté fuera del servicio o cuando ya en
la inactividad, de la manera que no sean perjudicados
los principios de la disciplina, del respeto y del decoro
militar; no hacer uso del grado jerárquico para obte-
ner facilidades personales de cualquier naturaleza o de
dirigir negocios particulares o de terceros; abstenerse
del uso de las designaciones jerárquicas en las activi-
dades que vengan a comprometer el buen nombre de
las Fuerzas Armadas, y ser celoso en la observancia de
las reglas de la ética militar.

Los soldados que se incorporan al ejército bra-


sileño se comprometen en una ceremonia pública, y
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 107

ante la bandera juran diciendo: incorporándome al


ejército brasileño prometo cumplir rigurosamente las ór-
denes de las autoridades a que esté subordinado, res-
petar a los superiores jerárquicos, tratar con afición a
los hermanos de armas y con bondad a los subordina-
dos, y dedicarme enteramente al servicio de la patria,
cuya honra, integridad e instituciones defenderé con el
sacrificio de la propia vida.126 Los oficiales cuando as-
cienden al primer puesto, están obligados a prestar el
compromiso de oficial, delante de la tropa de la unidad
militar donde presten servicios. Con la espada exten-
dida el oficial señala: delante de la bandera de Brasil y
por mi honra, prometo cumplir los deberes como oficial
del ejército brasileño y dedicarme enteramente al servi-
cio de la patria.

Perú

Los valores que identifican al ejército peruano es-


tán establecidos en el Manual del Código de Ética Pro-
fesional de las Fuerzas Armadas del Perú, aprobado
por Resolución Ministerial Nº 936-2055 de 25 de oc-
tubre de 2005. Este texto señala que los valores de las
Fuerzas Armadas peruanas son: honestidad, integri-
dad y lealtad, veracidad y transparencia, laboriosidad
y dedicación al trabajo, disciplina y responsabilidad.
En el mismo texto normativo se indica que las virtudes
de los soldados peruanos son: la aptitud o competen-
cia militar, entrega, obediencia, prudencia, valor, pa-
triotismo y nacionalismo.

Sobresale en el manual peruano el enunciado


del código de ética de las Fuerzas Armadas del Perú,
que dice que este se conceptualiza a modo de la ex-

126 Vademécum del Ceremonial Militar del Ejército, Art. 171.


108 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

presión de los principios y valores que deben orientar


el accionar de todos y cada uno de sus integrantes,
así como del quehacer de las instituciones armadas en
el Perú, como también, que busca cultivar los valores
éticos de todos sus miembros, procurando cumplir la
exigencia militar de lograr unidad de doctrina o pen-
samiento, unidad de lenguaje y unidad de acción; re-
saltando la calidad humana de estos en el ámbito de
las relaciones interpersonales. El Código de Ética de
las Fuerzas Armadas garantiza la unidad conceptual y
terminológica del tema ético-profesional en el personal
de las instituciones armadas que dice:

Soy un peruano, ciudadano de un Estado demo-


crático, con vocación militar. Soy un guerrero, vistien-
do el uniforme de las Fuerzas Armadas del Perú. He
escogido dedicar mi vida para defender la indepen-
dencia, la soberanía y la integridad territorial de la
República. Tengo derechos y deberes, por lo tanto mi
accionar lo haré en estricta observancia de la Consti-
tución Política del Perú, con pleno respeto de los de-
rechos humanos y del derecho internacional huma-
nitario.

He sido formado y educado militarmente para


servir a mi patria con honestidad, veracidad, disciplina
y lealtad. Por mi honor, prometo cumplir los deberes y
obligaciones de mi profesión militar con laboriosidad,
integridad y responsabilidad.

Me instruiré, entrenaré y prepararé profesional-


mente, con dedicación y voluntad para alcanzar el do-
minio y lograr eficiencia y capacidad en el empleo de
mis armas. Cuidaré de ellas. Demostraré coraje y seré
valiente en el combate, llegando hasta el sacrificio de
mi vida si es necesario.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 109

Es mi compromiso y responsabilidad contribuir al


desarrollo de mi institución militar, por lo que actuaré
con integridad, rectitud y honradez en la administra-
ción y empleo de las personas, los recursos y bienes
que se me confíen.

Solamente emplearé la fuerza militar para defen-


der a mi nación, la libertad, la vida de mis conciudada-
nos y la paz. No emplearé las armas contra o fuera del
orden constitucional.

Respetaré a mis superiores y seré educador y lí-


der. Mi principal método de liderazgo será la conduc-
ción por el ejemplo. En el trato con mis subordinados
actuaré con rectitud y justicia. No impartiré ni obede-
ceré órdenes que contravengan las leyes y reglamentos,
ni permitiré actos contrarios a la disciplina, el orden y
la integridad de mi institución.

Honraré la memoria de los héroes nacionales Bo-


lognesi, Grau y Quiñones y demás héroes que sacrifica-
ron su vida por mi patria, así como de todos mis com-
pañeros de armas caídos en el cumplimiento del deber,
puesto que ellos, con su ejemplo y virtudes militares,
nos trazaron el camino de gloria que todo soldado, ma-
rino y aviador peruano debe seguir.127

En la sección II “Conceptos Complementarios”


estipula que el personal militar actúa de acuerdo con
valores y deberes. En los valores identifica al respe-
to, honor, sencillez, caballerosidad, seriedad, sobrie-
dad, sinceridad, autenticidad, tacto, tino, tolerancia,
cordialidad, cortesía, puntualidad, presentación per-

127 Manual del Código de Ética Profesional de las Fuerzas Armadas del
Perú, p. 7.
110 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

sonal, humildad, justicia, fortaleza, perseverancia,


solidaridad, bondad, amistad, voluntad de servicio,
disposición al sacrificio, valentía, cumplimiento de
normas, respeto hacia los demás, confianza en el sis-
tema, producto y servicio de excelencia, excelencia
personal, excelencia del trabajo en equipo, excelencia
del potencial humano, excelencia en el uso de recur-
sos materiales, excelencia en operaciones internas,
excelencia en operaciones externas. En los deberes
señala a la neutralidad, discreción, ejercicio adecua-
do del cargo, declaración jurada de ingresos, bienes y
rentas de los funcionarios, uso adecuado del tiempo
de trabajo, uso de información y la obligación de de-
nunciar.

Argentina

El ejército argentino publicó el Reglamento “El


Ejército Argentino” RB-00-01 Ed. 1997, en el cual se
establece que los valores esenciales que sustentan la
moral de la institución son la fe en Dios, el amor a la
patria, y la pasión por la libertad. En el mismo texto
identifica como virtudes complementarias al honor,
valor, rectitud en el proceder, abnegación, desinterés,
y la humildad. En el orden estrictamente castrense
señala que las virtudes que identifican al soldado ar-
gentino son el espíritu militar, iniciativa, obediencia,
disciplina, lealtad, honradez, austeridad, responsabi-
lidad, ejemplo personal, eficiencia profesional, voca-
ción militar, y la entrega total racional y voluntaria.

La doctrina del Ejército establece que la interna-


lización de los valores, virtudes y cualidades será un
factor fundamental para el cumplimiento eficaz, por
parte de los hombres de armas, de la misión de la
fuerza.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 111

Respecto del ejercicio del mando, el reglamento


aludido indica que el ejército argentino es una organi-
zación que, por imperio de su misión, exige a sus in-
tegrantes los mayores sacrificios, y si fuese necesario,
el sacrificio de la propia vida. Por lo anterior, enuncia
que: el mando es un arte que se materializa en la acción
que ejerce un jefe para obtener la voluntaria obediencia,
confianza, respeto y activa cooperación de quienes le de-
penden, con el propósito de obtener un fin determinado.
Su ejercicio no supone coerción, sino una combinación de
ejemplo, persuasión, capacidad y disposición personal
[…] que depende de virtudes que pueden ser desarro-
lladas y de técnicas que pueden ser aprendidas.128 La
disciplina la define como una disposición espiritual, que
se manifiesta por la subordinación de grado a grado,
el respeto, la obediencia confiada e instantánea a las
órdenes del superior, a la voluntad sincera y tenaz de
alcanzar el fin que esas órdenes se proponen. En una
situación de guerra indica: que la disciplina es garantía
de éxito y su ausencia es causa segura de fracaso. Esta
se obtiene sobre la base del ascendiente moral de los
jefes, logrando por la confianza que inspira su carácter,
sus conocimientos profesionales, su integridad y su ca-
pacidad para el ejercicio del mando.129 En una estrecha
relación, especifica que la subordinación es la esencia
de la disciplina y que saber obedecer es la primera obli-
gación del militar y su cualidad más preciada.

Otro de los textos editados por el ejército argenti-


no, que se refiere a los valores y virtudes es el Manual
del ejercicio del mando,130 que en un apartado que se

128 Reglamento El Ejército Argentino RB-00-01 Ed. 1997, p. 21.


129 Ibídem.
130 MFP-51-13, Manual del ejercicio del mando, Buenos Aires: Instituto
Geográfico Militar, 1990.
112 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

refiere a la acción de mando en situaciones de comba-


te dice que no existe experiencia reciente ni estudios
científicos de carácter sociopsicológicos que permitan
extraer conclusiones actualizadas del comportamiento
promedio del soldado argentino en combate. Si bien
los antecedentes históricos tienen un valor pondera-
ble en la valorización de estas aptitudes, por el tiempo
transcurrido el valor de las capacidades experimenta-
das pueden haber sido alteradas por las circunstan-
cias actuales. No obstante, la limitación que significa
no poseer en este campo una experiencia actualizada,
se considera conveniente y necesario incluir conceptos
generales de aplicación universal sobre el mando en
combate extraídos de las enseñanzas de otros ejércitos
que han combatido en la actualidad, para brindar una
guía u orientación en el ejército del mando en comba-
te.131 Conforme a lo anterior, señala que en la forma en
que el soldado, sea cual fuere su jerarquía, reacciona al
desafío que le impone el combate moderno, determina-
rá en gran medida la eficacia con que se podrá aplicar
el poder de combate material que disponga la fuerza y,
en consecuencia, el resultado de tal enfrentamiento.
En principio, el combate se librará inicialmente en el
espíritu de cada combatiente. Allí se encontrará siem-
pre el germen latente del triunfo o de la derrota. Esto
dependerá de la obtención de un combatiente con las

131 Aguiar, Félix Roberto. Experiencias de un conflicto, Santiago:


Academia de Guerra del Ejército, s/a, pp. 321-323. En concordan-
cia con los valores esenciales que estipula el Reglamento Argentino
RB-00-01, Félix Aguiar señala: después de décadas de frustraciones
y retroceso, el hombre argentino de nuestros días, ha perdido o tiene
adormecidas muchas de las virtudes que demostró en las guerras de
la independencia, en la organización nacional o en la construcción de
la Argentina de principios de siglo. Creemos, sin embargo, firmemente,
que al asumir, como combatiente, la defensa de la soberanía nacio-
nal en la guerra de las Malvinas, los combatientes revivieron aquellas
virtudes y estuvieron, en gran parte a la altura de nuestras mejores
tradiciones.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 113

aptitudes morales y la eficiencia necesaria que exige el


combate moderno.

Los problemas complejos de la guerra moderna


podrán ser resueltos por soldados endurecidos y físi-
camente aptos, capaces de mantener un gran esfuerzo
moral. Hombres de voluntad inquebrantable, firme e
inconmovible. El combatiente desmoralizado o huirá
despavorido o caerá prisionero. Por el contrario, los sol-
dados que conservan sus cualidades volitivas y agre-
sivas triunfarán en el combate y lucharán bajo cual-
quier condición. Por lo tanto, ni las armas, ni el equipo
militar, ni la habilidad de combate podrán asegurar la
victoria si los hombres no poseen un alto grado de for-
taleza moral, un heroísmo, un desprendimiento y una
devoción infinita hacia la causa por la cual luchan.

El nivel moral individual será muy elevado en la


medida que cada hombre haya sido convenientemente
motivado, conscientemente disciplinado, se siente ab-
solutamente identificado con la organización que inte-
gra y el adiestramiento recibido le hubiera despertado
una gran confianza en sí mismo.

La capacidad de resistencia se manifestará por


la capacidad en soportar y superar la tensión emo-
cional provocada por la presión de los factores nega-
tivos especialmente los derivados del fuego enemigo,
el cansancio excesivo, la falta regular del apoyo lo-
gístico, el aislamiento, las inclemencias del tiempo y
del ambiente geográfico, el agotamiento de las facul-
tades personales, el derroche prodigioso de energías y
el aturdimiento mental que a veces podrá rayar hasta
en el histerismo o degenerar en locura. El nivel moral
de una organización en combate dependerá en gran
medida del grado de motivación, disciplina y espíritu
114 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

de cuerpo que ostente. Ello se pondrá a prueba por el


porcentaje de bajas que aceptará en la derrota antes
de ceder y dejar de pelear.

El combate afectará la voluntad de obediencia,


la iniciativa, el ingenio y la confianza del combatiente.
Ello podrá influir sobre la cohesión de la organización
y la identificación de sus miembros para con ella. La
falta de motivación y un espíritu de cuerpo deficiente
también afectarán a la disciplina. Por el contrario, una
firme disciplina será un medio importante para man-
tener la motivación a un nivel óptimo y revitalizar el
espíritu de cuerpo. En determinadas circunstancias,
la disciplina será el medio directo para mantener las
otras dos manifestaciones positivas y relevantes de la
moral. Los sacrificios que imponen la lucha y las con-
diciones en las cuales esta se desarrolla producirán
normalmente una tendencia natural a relajar las nor-
mas disciplinarias bajo las cuales han sido educados e
instruidos el combatiente y la organización.

Una condición importante para que la organiza-


ción alcance un alto nivel moral es el espíritu de cuerpo.
La presencia de tal sentimiento en cada soldado posibi-
litará una auténtica voluntad colectiva que sostendrá
a cada uno a través de largos meses de fatiga e inco-
modidades y le permitirá desempeñar un papel decisi-
vo en los momentos críticos del combate. El espíritu de
cuerpo es uno de los principales factores del éxito en
la guerra. Una unidad con un sólido espíritu de cuer-
po podrá cumplir misiones aparentemente insuperables
porque siempre dará mejores muestras de intrepidez,
resistencia, disciplina y abnegación. El combate influirá
sobre la lealtad, el orgullo, el entusiasmo y la identifi-
cación que siente el combatiente hacia la organización
que integra. Ello podrá afectar la cohesión y el espíritu
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 115

de lucha del conjunto, el cual, en casos extremos, deja-


rá de construir un equipo integrado para transformarse
en solo un conjunto. Un espíritu de cuerpo sabiamente
organizado comenzará con la adhesión del hombre al
menor agrupamiento orgánico porque el móvil espiri-
tual en los momentos más críticos es la integración al
grupo primario, con el cual estará en contacto inmedia-
to y participará de sus penurias y éxitos. Hay ciertos es-
tímulos que reavivan las motivaciones inconscientes del
espíritu de cuerpo. En las pausas del combate, el canto
o la música de una banda despertarán las memorias,
multiplicará la asociación de ideas, abrirá y unirá los
corazones de los hombres mejor que cualquier exhor-
tación. El alma de un regimiento con mucha frecuencia
podrá expresarse en el canto o en la música de su ban-
da que expresará la fuerza dominadora sobre las almas
de los soldados a fin de que comprendan ciertas verda-
des que sus mentes no pueden captar.

Aparte de sus manifestaciones positivas más re-


levantes, la moral del individuo y de la organización en
combate podrá ser influida en grado variable por ciertos
estados de ánimo y situaciones que tienen repercusión
directa sobre las actitudes y aptitudes de los mismos.
Al variar positiva o negativamente la moral del hombre
y del conjunto por la acción de tales factores, necesa-
riamente repercutirán favorable o desfavorablemente en
la respectiva capacidad de combate. Por la importan-
cia de sus efectos y la frecuencia con que se presen-
tan en combate, menciona: la fe en la causa por la cual
se lucha, la confianza, la fatiga, el miedo, el pánico, el
rumor, la neurosis, el éxito y el fracaso. Respecto del
miedo señala que es una emoción de intensidad varia-
ble producida por un estímulo perceptivo o imaginativo
que provoca la representación viva y persistente de una
amenaza real o posible, física o moral. El miedo es un
116 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

factor real entre los fenómenos de la guerra. Actúa de


una manera que estorba y deteriora el pensamiento, la
potencia de acción y la iniciativa. Un miedo extremado
borrará todo trazo de racionalidad y eliminará todas
las reglas de la disciplina, el honor y el decoro. Las for-
mas más comunes del miedo son el susto, el temor y
el pánico. El susto es producido por un acontecimien-
to súbito e imprevisto. En el temor el peligro se cono-
ce. Sus evidencias causarán gran tensión emocional y
el individuo puede llegar a dominarlo. El pánico es el
miedo superlativo ante un peligro o amenaza que no se
puede evitar o controlar. El individuo estará aterroriza-
do. Normalmente se manifestará en forma masiva.

En el desafío miedo-valor, la valentía consiste en


dominar el instinto sobreexcitado de la propia conser-
vación. La única diferencia entre un hombre valiente
y uno cobarde es que el valiente es capaz de controlar
su miedo y el cobarde no. Todos podrán sentir miedo
desde el momento que el instinto de conservación es
propio de cada ser humano. En cambio el valor no es
un concepto absoluto porque no es algo que se tiene
permanentemente. Sin embargo, una educación apro-
piada del honor y el decoro en la frecuente superación
de los riesgos dará por resultado un hombre valiente.
De ahí que solo el apego a los grandes ideales de la vida
podrá vencer la natural repugnancia hacia el peligro.
El jefe estará obligado a ser valiente, por eso su educa-
ción será siempre fundamental. El deberá unir a la va-
lentía física el valor moral, es decir, conocer y defender
lo que es correcto ante la desaprobación generalizada.
El valor y el miedo son contagiosos.132

132 MFP-51-13, Manual del ejercicio del mando, Buenos Aires: Instituto
Geográfico Militar, 1990.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 117

El mayor Francisco José Cajal133 realizó como


trabajo final de licenciatura la investigación Un có-
digo de ética militar para el ejército argentino,134 para
determinar si era necesario la elaboración de un do-
cumento o manual que contenga los valores, virtudes
y lineamientos éticos fundamentales a seguir por los
integrantes del ejército argentino. En un excelente
trabajo, el mayor Cajal incluye en su investigación a
los ejércitos de Brasil, Chile, Perú, Venezuela, Espa-
ña, Israel y EE.UU., concluyendo que en estos países
los valores de los ejércitos convergen en: disciplina,
honor y honestidad, idoneidad y profesionalismo,
lealtad, integridad, valor, espíritu de cuerpo, respon-
sabilidad y camaradería. El análisis efectuado por el
oficial indica en una de sus partes que: no existe nin-
gún reglamento que reúna la totalidad de la doctrina
ética del ejército argentino; los valores no están cla-
ramente explicitados; y el ejército no ha capitalizado
las experiencias del pasado.135 Respecto de la Orde-
nanza General del Ejército de Chile 2006 indica: la
denominación histórica de “ordenanza” le imprime al
documento un espíritu de regreso a las fuentes de glo-
ria y dignidad de la institución. Las similitudes histó-
ricas de los ejércitos hermanos de Argentina y Chile,
su turbulento pasado involucrado en la vida política
de ambos países, hacen que este documento, que en
lo medular de su contenido persigue la reconciliación
definitiva del Ejército de Chile con su sociedad, sea un
133 Oficial seleccionado por el ejército argentino para desempeñarse como
alumno y profesor invitado en la Academia de Guerra del ejército chi-
leno 2008-2009.
134 Cajal, Francisco José. Un código de ética militar para el ejército argen-
tino, investigación para acceder al título de Licenciado en Estrategia
y Organización y cumplir las exigencias del Ciclo de Formación del
Oficial de Estado Mayor. Buenos Aires: Escuela Superior de Guerra,
2006.
135 Ibídem, p. 124.
118 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

modelo a considerar para la elaboración de un código


de ética del ejército argentino.136

Finalmente, respecto del ejército argentino, cabe


indicar que el juramento de los soldados es de fide-
lidad a la bandera y fidelidad y respeto a la Consti-
tución nacional. Según el Reglamento de Ceremonial
del Ejército Argentino RFP–70–03, el personal militar
tiene dos instancias en las cuales debe prestar jura-
mento de fidelidad. La primera es al inicio de la carre-
ra militar en la cual los cadetes, aspirantes y soldados
expresan públicamente su compromiso de fidelidad a
la enseña patria, cuyo texto es el siguiente: ¿Juráis a
la patria seguir constantemente su bandera y defen-
derla hasta perder la vida? Los reclutas contestarán
en voz alta ¡Sí juro! La segunda instancia es cuando
un oficial asume como comandante de una unidad,
en la cual deberá jurar fidelidad y respeto a la Cons-
titución nacional, cuyo texto es el siguiente: ¿Juráis
a la patria, sobre estos Santos Evangelios, observar y
hacer observar, la Constitución nacional, si fuere ne-
cesario hasta perder la vida? A la respuesta Sí juro,
expresada de viva voz, el superior que está tomando
el juramento al jefe de unidad, agregará a continua-
ción: Si así no lo hiciereis, que Dios y la patria os lo
demanden.137

Uruguay

El ejército uruguayo ha determinado que las


cualidades básicas de la profesión militar son la ab-
negación, desinterés, honor, ecuanimidad, disciplina,

136 Ibídem, p. 87.


137 Reglamento de Ceremonial del Ejército Argentino RFP-70-03.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 119

subordinación, iniciativa, carácter, responsabilidad,


espíritu militar, espíritu de cuerpo, respeto al derecho
de la guerra y un gran espíritu patriótico.138 En dos re-
glamentos las Fuerzas Armadas y el ejército uruguayo
se refieren a los preceptos virtuosos de las tropas. El
Reglamento de los Tribunales de Honor de las Fuerzas
Armadas y el Reglamento General RGS Nº 21.

En el reglamento de los tribunales de honor, se


determina que el honor es una cualidad moral que lle-
va al más severo cumplimiento de los deberes respecto
del prójimo y de uno mismo, y asevera que: es la virtud
militar por excelencia, es una religión, la religión del de-
ber, que señala en forma imperativa el comportamiento
que corresponde frente a cada circunstancia.139 Dentro
del significado de la acepción “honor”, se indica que las
cualidades propias del honor militar son: la valentía,
abnegación, disciplina, discreción, el celo de la profe-
sión y los ideales democráticos.

La valentía la define como el impulso dirigido, re-


flexivo, que lleva al hombre de armas a afrontar, sin
trabas subjetivas, las más difíciles situaciones y le
permite resolverlas, aprovechando íntegramente, sus
conocimientos. La abnegación la precisa como la cuali-
dad de sacrificio complementaria de la valentía, renun-
cia de sí mismo en homenaje al éxito del fin propuesto
que, en tiempo de paz, se prefigura en las acciones dia-
rias y, en tiempo de guerra es un elemento que siempre
se encuentra al analizar el contenido de una hazaña.
La disciplina la especifica como el cumplimiento estric-

138 Información disponible en http://www.ejercito.mil.uy/institucion/


profesion.htm.
139 Reglamento de los Tribunales de Honor de las Fuerzas Armadas de
Uruguay, Capítulo I, Art.1, p. 46.
120 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

to de las obligaciones militares, para las que la termi-


nología de las Fuerzas Armadas ha enaltecido el alcan-
ce del vocablo servicio, y con respecto de la cual cada
oficial es el punto de unión, entre la confianza de sus
jefes y la de sus subalternos. La discreción la establece
como la ponderación de juicio y de obra, indispensable
para la disciplina, autocontrol que se logra con una vi-
gilancia permanente de la voluntad, y que permite ob-
tener ese señorío de las actitudes que caracteriza a las
personalidades definidas y crea alrededor del oficial,
hombre de mando y de obediencia, una zona aisladora
que lo dignifica y lo preserva de avances interesados.
El celo de la profesión lo relaciona con la conciencia del
oficio, el deseo de poseer la mayor ciencia y experiencia
posibles, constituyen complemento de la intuición vo-
cacional, cualidad directa con la diversidad de medios
utilizados y sin la cual las cualidades enumeradas an-
teriormente, carecerían de valor práctico. Por último,
define que los ideales democráticos son los que el oficial
debe sustentar y aplicar claramente como concepción
filosófica, que constituye la doctrina básica sustentada
por las Fuerzas Armadas, que es además un legado de
la historia y que se materializa en el Estado organizado
en forma republicana, democrática y soberana.140

El Reglamento General R.G.S. Nº21 para el Ejér-


cito Nacional del Uruguay indica en el Capítulo I, Ar-
tículo 3, que la institución es una escuela de moral
estoica, en que la abnegación, el desinterés, el honor y
la ecuanimidad constituyen las cualidades básicas de
su razón de ser. Luego, a partir del Artículo 4 y hasta el
Artículo 26 incluye preceptos relativos a la disciplina,
la subordinación, iniciativa, el carácter, la responsabi-
lidad, espíritu militar y el espíritu de cuerpo. Destacan

140 Ibídem, p. 47.


CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 121

las normas que caracterizan a la disciplina, la sub-


ordinación y el espíritu de cuerpo. Sobre este último,
dice que es un sentimiento afectivo que arraiga a cada
soldado al hogar militar en donde actúa y que lo lle-
va a cumplir con sus obligaciones en forma entusiasta,
cuidadosa y ejemplar, contribuyendo con su esfuerzo
individual al acrecentamiento del acervo profesional y
moral de la unidad. Mediante el espíritu de cuerpo se
logra la solidaridad y cooperación de todos los indivi-
duos, mancomunados en un solo ideal, aumentando su
cohesión, su valor y rendimiento colectivo. Respecto de
la disciplina, dice que es una relación entre el derecho
de mandar y el deber de obedecer, o sea la base del or-
den constructivo, que da al ejército la cohesión impres-
cindible para el cumplimiento orgánico de su misión.
Es un sentimiento determinante de la personalidad del
militar que impone a la voluntad de todos, la voluntad
superior del que manda que: será firme y enérgica sin
dejar de ser por ello paternal y digna. Será edificada con
la persuasión y el ejemplo personal. El correctivo es el
medio coercitivo con que se encuadra lo que el criterio
señala como punible […] su influencia disciplinaria será
tanto más categórica cuanto mayor sea su ascendiente
moral sobre el subalterno, en razón de la confianza que
inspiran su carácter, su competencia y honestidad.141

El Reglamento RGS Nº 21 es categórico al seña-


lar que la subordinación es el alma de la disciplina y
su sustentación efectiva, y que aprender a obedecer es
la primera obligación del militar. La orden del supe-
rior debe cumplirse sin vacilaciones, poniéndose a su
servicio toda la inteligencia y voluntad para su buen
cumplimiento. Debe ser concebida y practicada digna-

141 Reglamento General R.G.S. Nº 21 para el Ejército Nacional del


Uruguay, Artículos 4 al 5, p. 9.
122 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

mente, como una obligación aceptada con lealtad, sin


temor ni menoscabo de su dignidad.

El texto del juramento de los soldados del ejército


uruguayo dice: ¿Juráis honrar vuestra patria, con la prác-
tica constante de una vida digna, consagrada al ejercicio
del bien para vosotros y vuestros semejantes; defender con
sacrificio de nuestra vida si fuere preciso, la Constitución y
las leyes de la República, el honor y la integridad de la na-
ción y sus instituciones democráticas todo lo cual simboliza
esta bandera, los soldados responden: ¡Sí, lo juro!

Paraguay

El ejército paraguayo ha definido que las virtu-


des que profesan son el conjunto de cualidades mo-
rales y espirituales que debe poseer todo miembro de
las Fuerzas Armadas. La “virtud” es una cualidad y se
diferencia del “deber”, por ser este último una obliga-
ción. Las virtudes que identifica a los integrantes del
ejército son: el honor, el valor, la lealtad, la camara-
dería, abnegación, fidelidad, patriotismo, espíritu de
cuerpo, espíritu militar y el heroísmo.142

Cada una de estas virtudes militares las define


de la siguiente manera: el honor como el sentimien-
to derivado del respeto y estima por nuestra propia
dignidad. Esto nos obliga a proceder correctamente y
nos hace estar dispuestos a defender el prestigio de
nuestro nombre, de nuestra familia, de las Fuerzas Ar-

142 El ejército paraguayo ha desarrollado el tema de los valores y virtudes


en dos documentos: la Guía de Instrucción Básica, del teniente prime-
ro Pedro Hugo Cañete, el cual es un compendio de instrucción militar
para todas las armas. Y, el Manual del Soldado que en la práctica
transcribe los valores y virtudes desarrollados en la guía de instruc-
ción básica.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 123

madas, de la bandera y de la patria. Un soldado sin


honor es un cobarde que no tiene valor para afrontar
su responsabilidad con la patria. El valor es una de las
virtudes militares por excelencia que desprecia hasta
la vida para emprender las más grandes hazañas, sin
temor a los obstáculos o dificultades que se presen-
tan. La valentía es la práctica consciente del valor; por
consiguiente el valor es una virtud que puede adqui-
rirse y acrecentarse sobreponiéndose a las debilidades
físicas. Nada o muy poco puede esperarse de un ejér-
cito que tiene los mejores armamentos y equipos de
guerra, si los hombres que los usan carecen de esta
virtud tan propia de un soldado. La lealtad es una vir-
tud que obliga a proceder con franqueza, sinceridad
y honradez. Para el soldado la lealtad constituye un
deber antes que una cualidad, pues tiene la obliga-
ción de ser leal para con sus superiores y camaradas,
de lo contrario, será marginado y condenado a la des-
honra. La camaradería es el sentimiento que une a los
que trabajan por una misma causa y que obliga al
soldado a ayudar y servir desinteresadamente a sus
compañeros, aun en las situaciones más difíciles. Este
sentimiento desarrolla el espíritu de unión entre los
soldados. La abnegación es la virtud de aquel que da
de sí más de lo se le exige, sin pensar en el sacrificio
que ello impone. Es una virtud propia del soldado que
llega a su máxima expresión en la guerra: sacrificar la
vida en aras de la patria. La fidelidad está íntimamen-
te ligada a la lealtad. Para el soldado significa amor in-
quebrantable a la patria solemnizado por el juramento
a la bandera y a la obligación de defender la integridad
de la patria. El patriotismo es el sentimiento de amor
que se siente por la patria y el deseo de servirla a fin de
engrandecerla a través del trabajo y defenderla aun a
costa de cualquier sacrificio, cuando su integridad está
amenazada. El espíritu de cuerpo es el amor que debe
124 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

sentir el soldado por la unidad a que pertenece. Se de-


muestra tratando en todos los actos de servicios de
engrandecer el prestigio de esta, mediante su trabajo
y preocupación. El soldado debe poner todo el empeño
posible para conseguir el mejor resultado y de esta for-
ma contribuir a aumentar positivamente el prestigio de
su unidad. El espíritu militar es el sentimiento conse-
cuente de la función militar, manifestado por la acción
voluntaria y espontánea del soldado. Es el ánimo que
demuestra el soldado para encarar los trabajos que se
le encomienda. El soldado que tiene espíritu militar no
decae ante la adversidad y encara los trabajos con op-
timismo y dedicación sin magnificar los sacrificios que
impone la vida militar. El heroísmo es el esfuerzo que
realiza un soldado y que lo lleva a protagonizar un he-
cho extraordinario.

Para el juramento a la bandera de los soldados


paraguayos el superior enuncia: ¿Juráis por Dios y esta
bandera servir fielmente a la patria en las Fuerzas Ar-
madas o en cualquier lugar, hasta perder la vida si nece-
sario fuere; cumplir los deberes y obligaciones militares
y órdenes de los superiores con puntualidad y prontitud,
y poner todo empeño en ser un soldado y ciudadano va-
liente, leal, honrado y amante de la patria? Los soldados
responden: Sí, juramos hasta vencer o morir.

Colombia

Las Fuerzas Armadas colombianas han estado en


guerra contra las guerrillas en las últimas décadas. Al
ejército colombiano en particular, le ha correspondido el
peso del esfuerzo terrestre, y la cantidad de soldados que
han perdido la vida así lo demuestra. Es el único ejército
de América del Sur que ha debido sostener un esfuerzo
por tanto tiempo, y por ende, es el único donde la mayor
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 125

parte de sus integrantes ha estado en el frente de com-


bate. Sus integrantes han dado debida prueba de sus
virtudes, y sin duda sus oficiales, suboficiales y soldados
merecen el mayor respeto de los otros ejércitos latinoa-
mericanos, y no tan solo respeto, sino también admira-
ción por la calidad de los combatientes que cobija.

Sabedor de los valores y virtudes de su ejército,


el mayor general Freddy Padilla de León ha publicado
el texto Liderazgo militar,143 cuya tercera edición lle-
va un prólogo del Presidente de la República de Co-
lombia Álvaro Uribe Vélez. El general Padilla indica:
espero que la virtud y el valor siempre acompañen al
hombre de armas, que el honor y la paciencia caracte-
ricen su espíritu, que la comprensión y la justicia mo-
delen su carácter, que la tolerancia y la solidaridad
sean sus acompañantes cotidianos.144 Para referirse a
los principios rectores del ejército colombiano, define
a la patria como el más elevado concepto ligado a la
nacionalidad y a vínculos históricos, jurídicos y afec-
tivos; el honor militar como la obligación que tiene el
hombre de armas para obrar siempre en forma recta
e irreprochable; la lealtad es dar cumplimiento a las
leyes del honor y la fidelidad y observar respeto hacia
el otro; y el carácter como la cualidad distintiva del
hombre, implica constancia, voluntad, perseverancia,
fortaleza moral, valor para decir la verdad sin impor-
tar las consecuencias y franqueza de ánimo.

Basándose en la historia del ejército colombiano,


el mayor general Padilla indica que las virtudes militares
son atributos o cualidades del hombre de armas. Pueden

143 Padilla de León, Freddy. Liderazgo militar. Una perspectiva militar,


Bogotá: Comando General de las Fuerzas Militares, 2004.
144 Ibídem, p. 31.
126 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

ser innatas, desarrollarse con la experiencia en filas o


adquirirse mediante la práctica o la observación de quie-
nes las poseen, especialmente de los oficiales reconoci-
dos por sus subalternos por su don de mando. Identifica
las siguientes virtudes militares como las que deben ca-
racterizar al soldado colombiano: gloria, valor, discipli-
na, secreto, paciencia, celo, vigilancia, fuerza, justicia,
honestidad, respeto, solidaridad y actitud de servicio.

En las palabras del mayor general Padilla, el códi-


go de honor del ejército de Colombia resume la trayecto-
ria de la institución: versa sobre valores éticos, morales
y cívicos, con pleno respeto a la dignidad humana, pilar
de los derechos fundamentales guiados por principios
de orden, justicia y libertad. Acata órdenes con discipli-
na, inteligencia y responsabilidad. El Código de Honor
del soldado colombiano establece lo siguiente: 145

• Como soldado de la patria: me comprometo


solemnemente a profesar lealtad y fidelidad a
Colombia y a mi ejército, en defensa de la Re-
pública, la libertad y la democracia.

• El honor será mi primera virtud militar y mi


fuente de inspiración. Observaré disciplina en
todo lugar y circunstancia.

• Por vocación, soy y seré un soldado leal con


espíritu de servicio. ¡Mi Ejército nunca se aver-
gonzará de mí!

• Seré justo en mis decisiones y prudente en el


uso de la fuerza.

145 Disponible en: http://www.ejercito.mil.co/indexphp?idcategoria=30


Ingreso el 1 de diciembre de 2007.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 127

• Cultivaré la honradez y la sobriedad, y seré vi-


gilante, frugal y trabajador constante en mis
deberes y asuntos.

• Jamás divulgaré información que me haya sido


confiada, y guardaré silencio y reserva sobre
los asuntos del servicio.

• Combatiré con valor, coraje y ánimo sereno, y


sin esperar más recompensa que la de saber
que cumplo la voluntad de Dios, lograr la gran-
deza de mi patria y la gloria de mi ejército.

• No abandonaré a mis superiores, compañeros


o subalternos en acción de guerra ni en cual-
quier otra ocasión.

• Seré magnánimo en la victoria y orgulloso en la


derrota honrosa.

• Seré moderado, generoso y compasivo con el


enemigo rendido o capturado. De caer prisio-
nero o ser secuestrado, continuaré resistiendo
por todos los medios disponibles y haré todo lo
posible por escapar y recuperar mi libertad.

Ecuador

En el ejército ecuatoriano el coronel Alejandro


Romo Escobar publicó el libro Moral militar,146 en el
cual indica que las veintidós virtudes militares que
distinguen a los soldados ecuatorianos son aquellas
cualidades positivas, acciones y hábitos, en general,

146 Romo Escobar, Alejandro. Moral militar, Quito: Academia de


Guerra de la Fuerza Terrestre del Ecuador (AGFT)
128 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

que identifican a la conciencia del soldado con la prác-


tica de lo bueno, de lo sano y de lo noble, desechando,
lógicamente, lo insano, lo morboso, y lo corrompido. El
conocimiento y práctica de las virtudes modelan el es-
píritu del soldado convirtiéndolo en un hombre valien-
te, noble, generoso, leal, disciplinado, respetuoso de
las leyes y reglamentos que rigen el cuartel y también,
dentro de la sociedad en que vive.

El coronel Romo señala que las virtudes militares


son las siguientes: patriotismo, espíritu militar, espí-
ritu de cuerpo, valor, espíritu de sacrificio, disciplina,
responsabilidad, honor militar, lealtad, abnegación,
austeridad, dignidad, ejemplo, justicia, iniciativa, ca-
rácter, voluntad, camaradería, integridad, confianza
en sí mismo, firmeza y el heroísmo.

Respecto del patriotismo, Romo dice que este es el


amor leal, desinteresado, puro, que el soldado y cual-
quier buen ecuatoriano siente por su patria. El espíri-
tu militar es la sincera manifestación y sano orgullo de
sentirse soldado, se guarda en el corazón y en la con-
ciencia, como sucede con la vocación militar y, al mismo
tiempo, se trata de exteriorizar estos nobles sentimien-
tos mediante el mando, la obediencia y las formas mi-
litares. El espíritu de cuerpo es una virtud de conjunto,
colectiva, donde todos los componentes de una unidad
trabajan en forma bien intencionada, para que sea la
mejor dentro de las actividades profesionales, deporti-
vas y sociales. La unidad debe ser la mejor pero en for-
ma justa, limpia y honorable, marginando el egoísmo y
las bajas pasiones; ser los mejores pero respetando a
los demás y tratando de conseguirlo con el propio es-
fuerzo, con justicia y buena fe. El valor es la virtud que
debe caracterizar a todo soldado; se encuentra asociada
a la palabra soldado, con el valor, el arrojo y la audacia.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 129

Parece que el soldado llevara en forma innata estas cua-


lidades. Las acciones de valor que registra la historia
militar constituyen el alimento del cual se nutre el alma
del soldado. Se puede definir también al valor, como la
virtud militar por medio de la cual el soldado despre-
cia la muerte, realizando grandes hazañas en el campo
de batalla y marginando el temor al riesgo y al peligro.
La disciplina es el punto psicológico que sostiene a la
carrera militar. La disciplina norma el funcionamiento
racional del ejército a través del cumplimiento del deber.
Las expresiones más claras de la disciplina son la obe-
diencia, el respeto al superior y el ejercicio del mando;
así la disciplina se constituye en el alma y corazón de
la milicia. La subordinación que impone la disciplina
no constituye ninguna forma de vasallaje o servidum-
bre, simplemente es la situación del soldado dentro de
la estructura orgánica de la institución militar. El ho-
nor militar es la virtud que se apoya en casi todas las
demás virtudes militares y cualidades morales; por el
respeto que se merece el honor, un soldado no puede
jamás delinquir, no podrá cometer faltas disciplinarias;
peor ser el autor de un delito. La austeridad puede de-
finirse como el autocontrol de los excesos, de los ins-
tintos y la eliminación de los vicios, mediante la acción
de la voluntad, de la disciplina y de la entereza moral
del soldado. La dignidad es el credo de todo idealismo;
cuando ella falta no existe honor, es síntesis de todas
las virtudes militares y cualidades morales que elevan
al hombre a formar una aristocracia natural. La digni-
dad estimula al soldado para que alcance un camino de
perfección merced de sus propios méritos; prefiere per-
der un derecho que obtener un favor condicionado; ser
digno significa no pedir lo que no se merece ni aceptar
nunca lo inmerecido; el alimento que engorda al servil,
en su papel de adulador, envenena al hombre digno; los
soldados con dignidad desdeñan cualquier favor, prefie-
130 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

ren vivir crucificados sobre su sano orgullo a prosperar


de rodillas o arrastrándose.

Al finalizar el servicio militar se realiza una ceremo-


nia de “licenciamiento” en la cual los soldados se gradúan
con el grado de Soldado de Reserva. El punto central de
este evento es el juramento colectivo, y luego un jura-
mento individual, donde cada soldado pasa al frente con
su arma, se arrodilla, toma una esquina de la bandera y
pronuncia “Sí, juro” para luego dar un beso al emblema
nacional, y retirarse a su puesto en forma marcial.

En el ejército de Ecuador los oficiales y voluntarios


(personal del cuadro permanente) juran a la bandera al
momento de graduarse en sus respectivas escuelas de
formación, sin que se realice posteriormente ceremo-
nias de esta naturaleza en sus unidades. El texto del
juramento que se realiza es el siguiente: Subtenientes
de la promoción... juráis por vuestro honor y prometéis
a la patria defender la bandera, la constitución y las le-
yes de la república; comandar con el ejemplo a vuestros
soldados y no abandonar a quien os esté mandando en
acción de guerra o predisposición para ella! Los sub-
tenientes contestaran: sí, juramos, (toque de silencio)
si, así lo hacéis, que la patria os premie; caso contrario,
ella os lo demande.

El Salvador

En el ejército salvadoreño está vigente la Orde-


nanza General del 19 de julio de 1934, que determina
y regula el funcionamiento de este en la vida nacional.
Este texto normativo señala en el artículo 4º que la
Fuerza Armada es esencialmente obediente, y ningún
instituto o cuerpo armado puede deliberar un asunto
del servicio militar, ni en los que se opongan a la obe-
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 131

diencia y respeto absolutos a las instituciones estable-


cidas y a las leyes. Además, indica que la subordina-
ción es el respeto y obediencia que debe el inferior al
superior, ya que la disciplina es la fiel observancia de
los reglamentos y las leyes militares: la subordinación
y la disciplina se complementan, y juntas constituyen
virtudes militares esencialísimas que determinan la ca-
lidad individual o colectiva en el ejército.147

Complementariamente, el Estado Mayor Conjunto


ha definido como valores militares el honor, valor, leal-
tad, honestidad, disciplina, espíritu de cuerpo y espíri-
tu militar. Respecto de las virtudes militares, el ejército
estipula que la disposición de los hombres de las armas
a obrar correctamente se centraliza en las siguientes
virtudes: patriotismo, responsabilidad, cortesía, porte
militar, puntualidad, prudencia y abnegación.

En relación con el patriotismo señala que este


no debe ser menoscabado ni siquiera en una situa-
ción de enfermedad, decadencia o envilecimiento de
la patria. El patriotismo es más que la ciudadanía;
y no solo por incremento cuantitativo, sino por un
cambio cualitativo. La responsabilidad es responder
a las necesidades básicas, aspiraciones, tareas, ideal
que se ha trazado, misión que se tiene en la vida. El
amor a la responsabilidad, se ve afectado por la au-
todisciplina y el sentimiento de evitar compromisos
a largo plazo, lo que provoca un gran impacto en la
confianza que se deposita en los oficiales, suboficia-
les y soldados cuando se les asigna una misión. El
hombre de armas debe tener honestidad y responsa-

147 La última reforma de la Ordenanza General se aprobó por el D. L.


Nº 557, del 2 de junio de 1993, y se publicó en el D. O. Nº 130, Tomo
320, del 12 de julio de 1993.
132 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

bilidad en el manejo de los fines y elementos del Es-


tado. Significa asumir las consecuencias de los actos
intencionados, resultado de las decisiones que tome
o acepte. Es la virtud que da una dimensión más pro-
funda a la acción del mando, ya que obliga a que las
decisiones sean meditadas, a escuchar las opiniones
de los subordinados si se han solicitado, y en definiti-
va a que dicha acción tenga las necesarias garantías
y fiabilidad que proporcionan no solo la preparación
y la competencia, sino también la sensatez y la con-
sideración de las posibles consecuencias que pueden
derivarse de una actitud poco moderada. La cortesía
se refiere al comportamiento caballeroso que en todo
momento y lugar debe poner de manifiesto un buen
soldado, como parte de su disciplina militar, por lo
que se espera de él, que siempre se conduzca en to-
das las situaciones de la vida con decoro y dignidad,
para poner de esta manera siempre en alto a la fuerza
armada de El Salvador, institución a la cual pertenece
y representa, no solo cuando viste el uniforme, sino
en su quehacer como ciudadano, como padre, esposo
e hijo. El porte militar se refiere a que el soldado debe
saber cómo usar el uniforme y llevarlo con orgullo en
todo momento; debe satisfacer las normas de peso y
altura. Por la forma en que se comporta y a través de
su apariencia y cortesía militar manifiesta lo que re-
presenta. La puntualidad es una premisa para el de-
sarrollo del devenir diario y no menos importante en
situaciones de crisis, desastres o en la guerra misma.
La sincronización de una maniobra merece que cada
uno de sus órganos o unidades de maniobra estén
a la hora y lugar indicados en la planificación para
cumplir eficientemente con las misiones encomenda-
das, que en una forma práctica contribuirá a mante-
ner la sorpresa ante el enemigo y evitar la pérdida de
vidas innecesarias. La puntualidad es la disciplina de
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 133

estar a tiempo para cumplir las obligaciones que en


el ámbito diario se pueden mencionar por ejemplo:
la hora de ingreso al trabajo, a una formación, una
reunión de amigos, un compromiso de la oficina y no
menos importante un trabajo pendiente por entregar.
La prudencia es la virtud que transforma el conocer
en querer, y el querer en hacer. El tener conocimiento
de lo que debemos hacer y la voluntad de hacerlo, son
los dos tiempos del proceso de la prudencia. La abne-
gación significa ante todo un llamado, que exige una
respuesta; es decir, alguien que llama y alguien que
responde, se trata de un llamado a la propia realiza-
ción personal y social.148

El decálogo del soldado salvadoreño es el coro-


lario que reflejan las virtudes y valores militares: 1.
El soldado salvadoreño jamás se rinde, lucha hasta
la muerte. 2. El soldado salvadoreño posee heroica
voluntad de vencer, sin importarle la inferioridad nu-
mérica, la fatiga, el hambre y los medios adversarios.
3. El soldado salvadoreño es de indomable corazón
guerrero, su ley es morir atacando, su consigna mili-
tar es vencer o morir. 4. El soldado salvadoreño siem-
pre ofrenda su vida por la patria, por el honor de su
Bandera y por las glorias de su Fuerza Armada. 5. El
soldado salvadoreño solo tiene como bandera la bico-
lor de El Salvador y como superiores los de su Fuer-
za Armada. 6. El soldado salvadoreño solo vive con
honor o muere con gloria. 7. El soldado salvadoreño
encierra en su corazón valentía, audacia, disciplina
y lealtad hacia sus jefes y compañeros. 8. El solda-

148 Información extractada de la publicación sobre valores y virtudes mi-


litares elaborada en 2005 por el EMCFA de El Salvador, y proporcio-
nada por el Agregado Militar de Chile en dicho país. Oficio ADMNA.
ES.GT.HND.NIC.Nº 2610/135 de 07 abril de 2008.
134 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

do salvadoreño cumple las órdenes de sus superiores


con prontitud, esmero, inteligencia e iniciativa. 9. El
soldado salvadoreño cuida su arma más que a sí mis-
mo y lleva siempre su uniforme con honra, decoro y
dignidad porque es el representante de su patria y
de la Fuerza Armada. 10. El soldado salvadoreño es
respetado por sus conciudadanos por sus ejemplares
virtudes militares, cívicas y sociales y porque en todo
momento es profundamente respetuoso, de la digni-
dad humana.149

Diferencias o similitudes

En el cuadro a continuación, se observa que existe


una variada y numerosa definición de los valores o
virtudes que identifican a cada uno de los ejércitos
latinoamericanos. Cada país ha definido valores que
los representan y son una expresión de la historia mi-
litar de cada uno de los ejércitos aludidos. No existe
una definición única de los valores y de las virtudes de
los ejércitos, pese a ser instituciones con raíces simi-
lares y con una estrecha interrelación fundacional.150
Cada institución ha precisado sus propias virtudes, y
algunas son comunes entre todos los ejércitos y entre
estos y las definidas por el Ejército de Chile. La disci-
plina, la lealtad, el honor, el valor, el espíritu de cuer-
po, la abnegación y el cumplimiento del deber militar
son las virtudes que de igual forma representan a los
ejércitos aludidos. El patriotismo es una virtud que
manifiestamente es señalada en los textos normati-
vos de los otros países, pero el Ejército de Chile la

149 http://www.codem.gob.sv/publicaciones/revistadocente/xxiv/
art05.htm
150 A modo de ejemplo se puede ver la Influencia del Ejército chileno en
América Latina 1900-1950 de Arancibia Clavel, Roberto, Santiago:
Centro de Estudios e Investigaciones Militares, 2002.
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 135

ha considerado implícita dentro de las otras virtudes


tipificadas en la Ordenanza General del año 2006. En
otros casos, algunas virtudes están señaladas como
exclusivas de determinados ejércitos, como lo es en el
caso chileno, la “subordinación al derecho”.

EL SALVADOR
GUATEMALA
ARGENTINA

COLOMBIA
PARAGUAY

ECUADOR
URUGUAY
Nº VIRTUDES
MÉXICO

BRASIL
CHILE

PERÚ
1 Disciplina x x x x x x x x x x
2 Lealtad x x x x x x x x x
3 Honor x x x x x x x x
4 Valor x x x x x x x x x
Espíritu de cuer-
5 x x x x x x x x x
po/militar
6 Abnegación x x x x x x x x
Cumplimiento del
7 x x
deber militar
8 Integridad x x x
9 Respeto x x
Espíritu de servi-
10 x
cio/solidaridad
Subordinación al
11 x
derecho
Patriotismo/
12 x x x x x x x x
nacionalismo
Honradez/
13 x x x x x
honestidad
14 Civismo x
Fe en la misión
15 x
del ejército
136 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

EL SALVADOR
GUATEMALA
ARGENTINA

COLOMBIA
PARAGUAY

ECUADOR
URUGUAY
Nº VIRTUDES

MÉXICO

BRASIL
CHILE

PERÚ
Amor a la profe-
16 x
sión/vocación
Perfeccionamiento
17 x
profesional
Probidad/
18 x x x
austeridad
19 Veracidad x
20 Transparencia x
21 Laboriosidad x
22 Prudencia x x
Obediencia/
23 x x x x
subordinación
24 Entrega x x
25 Aptitud militar x
26 Iniciativa x x x
Rectitud en el
27 x
proceder
28 Desinterés x x
29 Humildad x
30 Responsabilidad x x x x
31 Ejemplo personal x x
Eficiencia
32 x
profesional
Ecuanimidad/
33 x x x x
justicia
34 Carácter x
CAPÍTULO III. VALORES MILITARES DEFINIDOS POR LOS EJÉRCITOS LATINOAMERICANOS 137

EL SALVADOR
GUATEMALA
ARGENTINA

COLOMBIA
PARAGUAY

ECUADOR
URUGUAY
Nº VIRTUDES

MÉXICO

BRASIL
CHILE

PERÚ
35 Discreción x
Celo de la
36 x x
profesión
Ideales democrá-
37 x
ticos
Camaradería/
38 x x x
compañerismo
39 Fidelidad x
40 Heroísmo x x x
41 Gloria x
42 Secreto x
43 Paciencia x
44 Vigilancia x
45 Fuerza x
46 Dignidad x
47 Voluntad x
Confianza en sí
48 x
mismo
49 Firmeza x
50 Conformidad x
51 Cortesía x
52 Porte militar x
53 Puntualidad x
139

CAPÍTULO IV

Historiografía de las virtudes militares


del Ejército de Chile

Las publicaciones del Ejército de Chile –entre las


que se destacan las obras que han sido seleccionadas
para la Biblioteca del Oficial, la Historia del Ejército y los
Memoriales del Ejército– han sido un continuo referente
para los diversos investigadores de la historia militar
y han permitido que los integrantes de la institución
puedan expresar sus inquietudes literarias en diversas
áreas de las ciencias. Innumerables militares han apor-
tado a conformar un legado de publicaciones del tipo
castrense, donde es fácil advertir las tendencias e in-
quietudes profesionales según la época histórica que les
correspondió vivir a los autores. Las enseñanzas de gue-
rras y batallas narradas y analizadas por especialistas o
por escritores con formación académica militar permite
que estas publicaciones sean únicas, y representen la
evolución del Ejército y el pensamiento de generaciones.
En diversos artículos y libros se ha abordado el tema de
los valores militares en la institución; algunos autores
centralizan sus análisis en el comportamiento virtuo-
so de las tropas, y otros en las decisiones y acción de
mando de los comandantes a cargo. El aporte ha sido
significativo, y cada uno de los escritores ha permitido
estructurar una base doctrinaria de sustento para el
estudio de los diferentes conceptos involucrados, como
también justificar la correlación entre ellos. Un repa-
so cronológico de algunos de los libros y artículos que
han sido ampliamente difundidos al interior del Ejército
–que incluyen en forma parcial o íntegramente el tema
de los valores y virtudes militares– permite demostrar el
tratamiento literario del tema y el continuo reposiciona-
miento de que ha sido objeto.
140 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Un hito inicial son las Ordenanzas Generales del


Ejército, que contiene ilustradas explicaciones sobre la
responsabilidad de los mandos y que constituye una
fuente primaria para la búsqueda del conocimiento de
las normas y costumbres militares que Chile heredó
de España. Las Ordenanzas Generales del Ejército han
regulado la disciplina y comprendido las normas de
las funciones de los integrantes del Ejército de Chile
durante todo el siglo XIX y las primeras décadas del
XX. Hasta el día de hoy muchos de sus cánones cons-
tituyen el pilar de los reglamentos vigentes y entro-
nizan las funciones y responsabilidades inherentes a
los diferentes grados. En sus articulados convergen las
normas disciplinarias, las legales y los preceptos refe-
rentes de los valores y las virtudes. Su origen proviene
de las cédulas reales que tendieron a la organización,
incremento, reducción o regulación de los sueldos y
subsistencia de las fuerzas españolas en Chile.151 Se
destaca entre ellas, la Ordenanza de 1728 que, en ma-
yor forma reglamentó el régimen de los ejércitos que
dependían de la corona española. Sin embargo la mo-
dificación más importante de esta normativa fue dicta-
da por Carlos III en 1768, con el titulo de “Ordenanza
de Su Majestad, para el régimen y disciplina y servicio
de sus Ejércitos”.

Cuando Chile inicia el 18 de septiembre de 1810 el


proceso de su independencia, el ejército realista se regía
151 Las reformas o variaciones que abarcaban cada una de las cédulas
que para tal efecto se emitían, se originaban según la mayor o menor
disponibilidad de recursos y, más que nada, en la percepción que
existía en el virreinato sobre los resultados parciales que se suce-
dían en la guerra de Arauco. Es así como en 1778 a sugerencia de
Ambrosio O’Higgins, don Agustín de Jáuregui y Aldeco –nombrado
gobernador de Chile en 1772– introdujo una reforma a la organiza-
ción que, entre otros aspectos, consideraba un cambio en la dotación,
distribución de las compañías y regulación de los sueldos.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 141

en su organización, disciplina, administración y legisla-


ción, por la Ordenanza General del Ejército de España
de 1793. Después de la Batalla de Chacabuco (1817),
el nuevo ejército nacional implicó la creación de unida-
des y distribución de las fuerzas en el territorio nacional;
este hace propia la ordenanza española, y se agrega a las
normas existentes algunas disposiciones relativas a los
uniformes, armamento e instrucción. A continuación, el
30 de enero de 1819 se promulga el Reglamento Pro-
visional que comprendía cuatro secciones: la primera,
se refiere a los clases que deben haber entre los oficia-
les del Ejército; la segunda, sobre distintivos e insignias
con que han de distinguirse entre sí las clases y los em-
pleos; la tercera, a honores y tratamiento; y, la última
sección, a los sueldos y gratificaciones. Posteriormente,
el 25 de abril de 1839, en virtud del decreto ley firmado
por el Presidente de la República don Joaquín Prieto, se
promulgó la Ordenanza General del Ejército de Chile,
que con las correspondientes actualizaciones rigió hasta
1923. Decreto cuyo texto decía: penetrado de la impe-
riosa necesidad que el Ejército tiene de poseer un código
privativo y peculiar que guarde consonancia con las insti-
tuciones que rigen la República, he dispuesto se proceda
a la reforma de la Ordenanza, sin faltar a la letra en las
materias que están de acuerdo con aquéllas, habiéndose
solamente suprimido o modificado los títulos y artículos
innecesarios, o que pugnan con el espíritu de la forma de
gobierno adoptada. Las modificaciones y ampliaciones
que el antiguo código ha sufrido desde su publicación,
habían hecho difícil y oscuro su estudio, respecto a estar
diseminadas en los varios tomos que componían el cuerpo
de la legislación militar, razón bastante poderosa para
que el oficial no adquiriese con facilidad los conocimientos
necesarios de su profesión. Este gravísimo inconveniente
ha sido ya removido con la compilación hecha, en la que
ahora se publica, de todas las disposiciones insertas en
142 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

los cinco volúmenes de que consta la obra de Colon. Por


tanto, con las facultades que me conceden el artículo 161
de la Constitución y la ley de 31 de enero de 1837 orde-
no y mando: que la presente Ordenanza se observe a la
letra fiel y puntualmente como ley del Estado, quedando
derogadas todas las disposiciones anteriores: y para que
llegue a conocimiento de todos, circúlese al General en
Jefe del Ejército e Inspector General, autoridades civiles,
militares y eclesiásticas, e imprímase, insertándose este
decreto en la portada de la misma Ordenanza, a fin de
que tenga el debido y exacto cumplimiento en la parte que
a cada uno tocare. Dado en Santiago de Chile, a 25 de
abril de 1839.- 30 de la Independencia.152

Casi cien años después, el 30 de julio de 1923,


mediante el decreto supremo Nº 1.157, se autorizó al
coronel de Ejército don Alberto Lara Espinosa,153 Di-
rector General de Tiro Nacional, Ejercicios y Deportes,
para reimprimir la Ordenanza General del Ejército, con
las modificaciones pertinentes y, con la anotación de la
jurisprudencia sentada en la parte penal y en el código
sobre organización y atribuciones de los tribunales.154

152 Estado Mayor General del Ejército, Santiago: Historia del Ejército de
Chile, Tomo III, 1985, p. 248.
153 Nació el 13 de febrero de 1870. Cumplió comisión de servicio en Italia
en el año 1907 donde es nombrado Caballero de la Orden de la Corona
de Italia. En 1910 es nombrado secretario de la comisión encargada
de redactar un proyecto de “Código Penal y de procedimientos para
el Ejército”. Oficial de Estado Mayor en 1919. Comandante de la I
Brigada de Infantería. Fiscal Militar en 1923. Comandante General
de Armas de Talca en 1924. Asciende a General de Brigada en 1925.
Se le concede el retiro de la Institución en el año 1925, falleciendo el
5 de noviembre de 1932.
154 El decreto está firmado por el Presidente de la República don Arturo
Alessandri Palma y por el ministro Luis Altamirano Talavera.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 143

En la reimpresión de 1923,155 el coronel Alberto


Lara Espinosa señala en su introducción que la nueva
edición obedece no solo al agotamiento de las publica-
ciones anteriores sino a que la última de ellas estaba
fechada en 1901. Desde entonces, diversas leyes ha-
bían derogado o modificado disposiciones de la Orde-
nanza creando la necesidad de una reimpresión. La
actualización de la Ordenanza General realizada por
Lara, constituye la base de los aspectos generales para
todas las armas y lo particular en la instrucción de
cada una de ellas; para que a partir de 1928 comiencen
las publicaciones de los reglamentos orgánicos, código
de justicia militar y otros, que permitieron regular con
mayor simplicidad y efectividad las actividades que en
todo orden regían en el Ejército, muchas de ellas to-
davía vigentes o son el principal origen de la actual
reglamentación institucional.

La Ordenanza de 1923 comprendió ochenta y cin-


co títulos que admiten tres separaciones. La primera, se
refiere a los aspectos de fuerza, obligaciones, responsa-
bilidades, formalidades y atribuciones de los integran-
tes de la institución; la segunda, al servicio de campa-
ña; y la última, a partir del título setenta en adelante, se
refiere en forma específica a materias judiciales, donde
incluye el fuero militar, delitos, funciones, testamentos,
sueldos, retiros y honores, finalizando con una serie de
anexos complementarios de la misma.

El cumplimiento de las normas de la Ordenanza


General del Ejército era preocupación permanente de
todas las autoridades relacionadas con la institución,
materia sobre la que en forma insistente se procuraba

155 Lara Espinosa, Alberto Ordenanza General del Ejército, Santiago:


Imprenta del Ministerio de Guerra, 1923.
144 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

por su estricto acatamiento. Una demostración es el


oficio del Ministerio de Guerra de 10 de diciembre de
1857 difundido a todos los cuerpos del Ejército que
decía: Habiendo llegado a noticia de este ministerio que
en el servicio interior de varios cuerpos del Ejército se
ha introducido, desde tiempo atrás, el uso de prácticas
viciadas que, como tales, pugnan con el espíritu de la
Ordenanza General y relajan notablemente la discipli-
na, cimentando abusos perniciosos que destruyen los
buenos efectos que debe producir la estricta observan-
cia de nuestro Código Militar, me dirijo a US. para que
transcribiendo a todos los jefes de cuerpos la presente
nota, se dé puntual cumplimiento a las observaciones
que en ella se señalan, y en general, a todos los prin-
cipios establecidos por los diversos títulos de la Or-
denanza en lo relativo al servicio de la tropa. El Jefe
de cuerpo que dictare órdenes o reglamentos para el
mejor servicio interior del suyo, debe conformar todas
sus prescripciones al espíritu de la Ordenanza, seña-
lando las obligaciones de cada cual con arreglo a lo
que aquella determina para cada empleo, sin restringir
en nada la libertad de acción que aquella les concede
para que puedan responder del puntual cumplimiento
de la parte de servicio encomendada a su vigilancia.
Ningún Jefe podrá coartar la acción de sus subalternos
siempre que obren en la esfera de sus atribuciones,
ni abrogarse ninguna de sus facultades bajo pretexto
alguno, pues de este modo se haría ineficaz y en cierta
manera injusto, el sistema proporcional de responsa-
bilidad que establece la Ordenanza para los distintos
empleos. Los castigos que los Jefes u Oficiales de un
cuerpo impongan a los individuos de su tropa por fal-
tas a la disciplina, serán en un todo conformes a la
Ordenanza, y nunca el Jefe de cuerpo podrá suspen-
derlos ni conmutarlos por otro arbitrariamente, porque
disminuyendo el prestigio de los superiores a los ojos
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 145

del soldado, se destruyen los principios de subordina-


ción y obediencia que éste debe observar en todos sus
actos. Además de las anteriores prevenciones, los jefes
deben esmerarse al tratar con sus subalternos, en dar
exacto cumplimiento a todo lo prevenido en el tít. 32 de
la Ordenanza General, evitando castigos o amonesta-
ciones delante de la tropa, y en general cuanto pueda
ajar la dignidad de los oficiales, bien sea en el trato
privado, o bien en los actos del servicio.156

Con respecto al soldado, la Ordenanza establece


que desde el primer día de acuartelamiento este deberá
ser instruido en el valor y la obediencia, y tendrá pro-
hibido hacer cualquier comentario de desagrado con el
servicio o de expresión de fatiga con el mismo. Cuando
esté de centinela se le conmina a defender su puesto con
fuego y bayoneta hasta perder la vida, y ser instruido en
el manejo y mantenimiento de su arma para obtener el
máximo servicio de ella. El soldado debía confiarse en
su propia disciplina para permitirle la victoria: persua-
dido de que la logrará firmemente guardando su forma-
ción, estando atento y obediente al mando, haciendo sus
fuegos con prontitud y buena dirección, y embistiendo in-
trépidamente con el arma blanca al enemigo cuando su
comandante se lo ordene.157 Al sargento se le prohibía
esconder cualquier desorden o alguna conversación que
afectara la subordinación, si no lo hacía, era castigado
como si el mismo hubiera intervenido. En el sargento
recaía la responsabilidad de rezar el rosario con la com-
pañía después de la formación de retreta, guardando el
respeto correspondiente a la ocasión.

156 Ordenanza General del Ejército, Santiago: Imprenta del Ministerio de


Guerra, 1872, p. 208.
157 Lara Espinosa, Alberto. Ordenanza General del Ejército, Santiago:
Imprenta del Ministerio de Guerra, 1923, artículo 49, p. 22.
146 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

En las órdenes generales para los oficiales se en-


cuentran los principales acápites de la disciplina y de
las virtudes militares. El primero de ellos se refiere a
que todo militar debe manifestarse siempre conforme
con el sueldo que percibe. La Ordenanza lo facultaba,
con el debido conducto regular, llegar a manifestar
su agravio y disconformidad hasta el nivel gobierno,
siempre que lo hiciera respetando ciertas normas o
modales. Pero estaba estrictamente prohibido permi-
tir ni tolerar que los grados inferiores hicieran mur-
muraciones que alteraran el orden de los ascensos o
quejas por el bajo sueldo, disconformidad con el ran-
cho o el vestuario, o murmurar sobre las exigencias
físicas e incomodidad en los cuarteles.158 Los oficiales
debían tener presente que el único medio para hacer-
se acreedores al concepto y estimación de sus jefes,
era cumplir exactamente con las obligaciones, acre-
ditar amor al servicio, honrada ambición y constante
deseo de ser empleados en las ocasiones de mayor
riesgo y fatiga, para dar a conocer su valor, talento
y constancia. En otra de sus partes agrega: ningún
oficial se podrá disculpar con la omisión o descuido de
sus inferiores en los asuntos que pueda y deba vigilar
por sí; y en este concepto, todo jefe hará cargo de las
faltas que notare al inmediato subalterno que debe ce-
lar o ejecutar el cumplimiento de sus órdenes; y si éste
resulta culpado, tomará con él por sí mismo, la provi-
dencia correspondiente; en inteligencia de que por el
disimulo recaerá sobre él la responsabilidad.159

158 Alberto Lara comenta que: estas normas son un verdadero tratado de
moral y un código de honor militar, y que son tan sabios, atinados y
justos que, en todo tiempo y lugar, tendrán aplicación y jamás perde-
rán su oportunidad.
159 Lara Espinosa, Alberto. Ordenanza General del Ejército, Santiago:
Imprenta del Ministerio de Guerra, 1923, artículo 451, p. 109.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 147

Cualquier oficial al mando de tropa tenía prohi-


bido quejarse ante su superior de que su tropa estaba
cansada o fatigada. Si lo tenía que hacer presente a
sus superiores, debía hacerlo por escrito, a solas y muy
bien fundamentado. En caso contrario, era castigado
por cometer una falta grave de insubordinación y de
flojedad en el servicio. Además, señala: el oficial cuyo
propio honor y espíritu no le estimulan a obrar siempre
bien; vale muy poco para el servicio: el llegar tarde a
su obligación, el excusarse con males imaginarios o su-
puestos a las fatigas que le corresponden, el contentar-
se regularmente con hacer lo preciso de su deber sin que
su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar
pocas veces de la profesión militar, son pruebas de gran
desidia e inaptitud para la carrera de las armas.160 Se
consideraba como prueba de inutilidad para el mando,
justificarse con la incapacidad para mantener el orden
en la tropa, disculparse de los excesos que esta pudie-
ra cometer, o de su cobardía en acciones de guerra;
porque el que mandaba era responsable de la obedien-
cia en todo, como también incitar a la tropa al valor y
a los riesgos. Respecto de esto último, la Ordenanza
General señala: en un oficial es acción distinguida el
batir al enemigo con un tercio menos de gente en ataque
o retirada: el detener con utilidad del servicio a fuerzas
considerablemente superiores con sus maniobras, posi-
ciones o pericia militar, mediando al menos pequeñas
acciones de guerra; el defender el puesto que se le con-
fíe hasta perder entre muertos y heridos la mitad de su
gente; el ser el primero que suba la brecha o escala, y
que forme la primera gente encima del muro o trinchera
del enemigo; el tomar una bandera en medio de tropa
formada; y si además de las expresadas acciones hi-
ciere alguna otra no prevenida, que por su conducta y

160 Ibídem, artículo 456, p. 110.


148 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

valor le haga digno de ascenso o premio, la graduará,


según las circunstancias, el general y la hará presente
al gobierno.161

A los oficiales se les encomiaba a mantener la po-


sición donde fueran atacados y hacer todo lo posible
para conservarla y con esto dejar bien puesto “el ho-
nor de las armas”, y puntualmente específica: el oficial
que tuviere orden absoluta de conservar su puesto a toda
costa, lo hará.162 Era responsabilidad del oficial sancio-
nar a cualquier integrante de la unidad que se refiriera
positivamente del enemigo, ya sea que elogiara su dis-
ciplina, liderazgo e inteligencia de sus jefes, o la calidad
del armamento, municiones, caballos o provisiones.

Con el propósito de mantener la disciplina como


máxima razón de ser de la Ordenanza, la trasgresión
de algunas normas era motivo de Consejo de Guerra de
oficiales generales. La entrega al enemigo de una po-
sición o guarnición, la desobediencia, la falta de sub-
ordinación, la sedición, conspiración o motín contra el
jefe o autoridades constituidas, malversación y otras
faltas graves eran motivo suficiente para la formación
de este Consejo. Las causas donde se dictaminara la
muerte, privación del empleo o degradación del oficial,
después de la aprobación de la corte marcial, se colo-
caban en ejecución inmediatamente. Si era una conde-
na a muerte, se hacía poner al oficial de rodillas y se le
leía la sentencia; luego se le facultaba para que eligiera
un confesor para prepararse a morir cristianamente. El
tercer día se procedía a la ejecución, frente a las tropas
que al jefe de la guarnición le pareciera conveniente.

161 Ibídem, artículo 462, p. 112.


162 Ibídem, artículo 465, p. 112.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 149

Si en forma previa a la muerte del oficial se dispo-


nía su degradación, frente a las tropas y después de un
redoble largo de tambor se le quitaba la espada al reo
al mismo tiempo que se le decía: esta espada que ceñis-
teis para satisfacer (conservando vuestro honor) al que
os hizo la nación, concediendo que contra sus enemigos
la esgrimieses en defensa de sus leyes, servirá rota por
la fealdad de vuestro delito para ejemplo de todos; (y
la mandará arrojar para que se rompa) despójesele de
ese uniforme que sirvió de equivocarle exteriormente con
los que dignamente le visten para contribuir a la mayor
gloria de la nación; y pues la ley no permite que el delito
tan grave de este hombre quede sin castigo, llévenle a
que sufra la pena merecida.163 Hecho lo anterior, el reo
era conducido al tablado y se le dejaba un momento a
solas con el confesor para reconciliarse, luego se ejecu-
taba allí mismo la sentencia.

Los crímenes militares en los cuales los valores


que se le exigían a la tropa estaban en juego eran fuer-
temente castigados. Algunos de ellos eran los siguien-
tes: con pena de muerte se castigaba al centinela que
abandonara su puesto; al soldado que en una acción
de guerra se separara de su compañía sin permiso del
oficial al mando; y al que por cobardía fuera el primero
en volver la espalda sobre acción de guerra, haya em-
pezado el combate o a la vista del enemigo, marchando
en su búsqueda o esperándolo en la defensa, podría
en el acto mismo ser muerto para su castigo y ejemplo
de los demás; ante crimen bestial o sodomítico; los es-
pías; incendiarios; inobediencia; el insulto o hurto de
imágenes religiosas. Con penas de años de presidio o
castigos corporales se castigaba el amancebamiento;
casados dos veces viviendo con la primera mujer; co-

163 Ibídem, artículo 1163, p. 265.


150 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

nato de deserción; embriaguez; murmuraciones, falta


de aseo; y las riñas, entre otros.

Algunas de las penas eran privativas de los que


ejercían el mando. Al oficial de cualquier grado al man-
do de una plaza, fuerte o guarnición, estaba obligado
a defenderlo cuanto lo permitieran sus fuerzas, en re-
lación numérica de las fuerzas que lo atacasen. Si la
defensa del puesto era muy breve e indecorosa, podía
ser sentenciado hasta con la muerte. Cualquier pérdi-
da de una posición o plaza era sentenciada según las
circunstancias. Prácticamente no existía justificación
para rendirse ni para entregar la posición. Al oficial que
se le asignaba una misión de carácter reservada y por
cualquiera motivo revelara parte o el total de ella, era
suspendido del empleo y enviado a presidio por cuatro
años, y según los alcances de su infidencia, podía ser
condenado hasta con la muerte.

Las sucesivas ordenanzas y posteriores códigos y


reglamentos que reemplazaron la Ordenanza General,
son la base de la organización y de las relaciones de
mando en el Ejército. El resguardo de la disciplina ha
sido el factor esencial del cumplimiento efectivo de sus
normas. Sin disciplina las acciones heroicas de los co-
mandantes y de la tropa difícilmente se materializan.
Los militares, además de las responsabilidades legales
que tienen en su calidad de ciudadanos, tienen una res-
ponsabilidad penal militar por los delitos militares en
que puedan incurrir, y una responsabilidad disciplina-
ria por las faltas que puedan cometer. Además, si tienen
la calidad de oficiales, tienen una responsabilidad mo-
ral funcionaria por los actos deshonrosos que puedan
cometer. Renato Astrosa indica que: el acto deshonroso
puede afectar a la dignidad u honor del propio oficial que
incurrió en el acto, o de la unidad, cuerpo o repartición en
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 151

que sirva […] puede ocurrir que el acto deshonroso pre-


sente caracteres de delito o de falta disciplinaria; en tal
caso tiene preferencia la responsabilidad penal sobre las
demás responsabilidades, y la responsabilidad discipli-
naria sobre la moral funcionaria.164

En la actualidad muchos de los criterios de las


Ordenanzas están reflejados en el Código de Justicia
Militar,165 en el Reglamento de Disciplina para las Fuer-
zas Armadas,166 o en la Ordenanza General del Ejérci-
to.167 En el Código de Justicia Militar se hace mención
a los delitos contra los deberes y el honor militar entre
los artículos 287 y 333. Señala que será castigado con
la pena de presidio militar perpetuo a muerte el mili-
tar que rehúse obedecer la orden de marchar contra el
enemigo; que dé voces para acobardar a la tropa; que
huya durante el combate; por desobediencia o revuelta
para obligar a rendirse o para impedir un combate. El
culpable podrá ser muerto en el acto por cualquiera de
los presentes, sea superior o inferior (Art. 287).

Habiendo antecedido esta cronología con la Or-


denanza General del Ejército de 1923, es propio ha-
cer mención a una selección de publicaciones que se
refieren y analizan los valores y virtudes militares.
La primera es el artículo de Jorge Duruy “El oficial
educador”,168 donde el autor desarrolla una serie de

164 Astrosa Herrera, Renato. Código de Justicia Militar Comentado,


Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1985, p. 327.
165 Aprobado por el Decreto Ley Nº 806 del 23 de diciembre de 1925.
Comenzó a regir el 1 de marzo de 1926, y derogó a la Ordenanza
General del Ejército del 25 de abril de 1839.
166 Aprobado por el Decreto Nº 1.445 de 14 de diciembre de 1951.
167 Reglamento Administrativo del Ejército de Chile R.A.(P) 110-A, 2006.
168 Duruy, Jorge. “El oficial educador”, en VV.AA. Memorial del Ejército
de Chile, Santiago: Estado Mayor General, Departamento Central, 15
de enero de 1907, p. 80.
152 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

ideas sobre la forma cómo el oficial debe influir mo-


ralmente sobre el soldado, con preponderancia sobre
la influencia intelectual que también le compete. Esta
última –a juicio del autor– es menos relevante porque
la moralidad, la rectitud, el honor y el deber, el amor
a la patria y el carácter son más importantes para el
país que la preparación intelectual que eventualmente
pudiera recibir. Para comunicar estos valores morales
recomienda efectuar reuniones, charlas y conversacio-
nes sin que denoten mayor preparación, pero realiza-
das con mucha cordialidad. Insiste el autor que las
charlas deben ser sencillas y no incluir complejas re-
flexiones sobre la moral. Centralizar la enseñanza en
los aspectos del diario vivir, y sobre estos explicar las
bajezas o actos nobles. El oficial debe hacer compren-
der a sus soldados cuáles son sus intenciones y cuál
es el grado de compromiso que él ha asumido con el
Ejército, de esta forma el soldado comprenderá cuan-
do la rigidez de la disciplina que imponga el oficial, lo
afecten por sus propias acciones.

Al poco tiempo después y mediante el Decreto Su-


premo Nº 1.787 de 5 de octubre de 1907, se publicó el
Reglamento de Ejercicios para la Infantería,169 que al re-
ferirse a la instrucción del soldado, señala que la firme
voluntad de conseguir el objetivo y la lealtad en el fiel
cumplimiento de su deber, aun cuando nadie lo vigile
ni lo observe, son los fundamentos en que descansa la
superioridad del soldado en el combate. Expresa que
la infantería debe tener como idea ir adelante contra
el enemigo cueste lo que cueste, pero que esto exige de
tropas con un gran valor moral, y que hace necesa-
rio en tiempo de paz desarrollarlo y fortificarlo, con el

169 Ejército de Chile, Recopilación de Leyes, DI., DEL, Reglamentos y


Decretos del Ejército, Santiago: Instituto Geográfico Militar, p. 1.193.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 153

objetivo de establecer una relación de confianza entre


el que manda y la tropa que lo sigue. El oficial arras-
tra a sus hombres y los mantiene en disciplina con-
duciéndolos a la victoria con esfuerzo y sacrificio, por
lo que desde tiempo de paz debe educarlos para ello.
El soldado educado en las ideas de la abnegación y la
audacia debe ser capaz de sobreponerse a las fuertes
impresiones de la lucha, y saber que no hay nada más
peligroso que volver la espalda al enemigo: cualquiera
que, en el tumulto del combate, sienta que la resolución
y la reflexión lo abandonan, debe mirar a su oficiales.
Si estos hubiesen caído, tendrá siempre bastantes sub-
oficiales y valientes compañeros que lo sostengan con
su ejemplo.170

El Reglamento de Servicio en Campaña para el


Ejército de 1920,171 en sus inicios establece expresa-
mente que junto a la instrucción militar y física del
soldado se deben robustecer las facultades morales e
intelectuales del mismo, ya que constituyen la base de
su valer para la guerra. La destreza del soldado se apro-
vecha cuando puede ser dirigida según la voluntad del
que manda, para eso la tropa debe estar disciplinada
y educada con ejemplo. Una cohesión que no esté fun-
dada en un largo trabajo de paz, falla en los momentos
críticos y bajo la impresión de sucesos inesperados:
la actitud personal del oficial tiene influencia preponde-
rante en la tropa, porque el subordinado acepta de buen
grado el ascendiente que en él ejercen la sangre fría y
la resolución de los que mandan. No basta mandar ni
tampoco mandar bien, la manera como se manda tiene

170 Ibídem, p. 1.235.


171 Ejército de Chile, Recopilación de Leyes, DI., DEL, Reglamentos y
Decretos del Ejército, Santiago: Decreto Nº 2.501 de 2 de octubre de
1920.
154 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

gran influencia sobre el subordinado.172 Relacionando


la instrucción, educación y disciplina, el reglamento
especifica que el superior se debe ganar la confianza de
la tropa para influir mejor en su carácter y en su modo
de pensar, y que el criterio y el sentimiento del deber
serán los móviles que harán que el soldado cumpla
sus obligaciones. Las fatigas y las privaciones tienen
un gran valor en los ejercicios de tiempo de paz, como
forma de educar al soldado aumentando su fuerza de
voluntad y confianza en sí mismo.

El teniente coronel Jorge Carmona Yáñez publi-


có en versión española la obra de Luis Huot y Pablo
Voivenel, El Valor,173 (Viña del Mar, 1935), en la que se
indica que el hombre necesita valor para luchar y de-
fender sus ideales, sus ideas y sus conquistas, en los
campos del derecho y de la libertad; para hacer frente
a prejuicios o para conservar tradiciones, para romper
con rutinas o sostener los sistemas; para olvidarse de
sí mismo por amor al prójimo y para sacrificar bienes
materiales a bienes espirituales que considera de or-
den superior. Se necesita valor también para afrontar
la desgracia con serenidad y la dicha sin orgullo, la de-
rrota sin ruindad y el triunfo sin soberbia. Sin embar-
go es la guerra, esa plaga dolorosa de la humanidad,
la que permite con mayor riqueza y en un campo más
profundo y más ancho estudiar objetivamente el valor.
Siendo la prueba máxima a que puede ser sometido el
hombre, es también la medida óptima con que puede
ser medido su espíritu. El valor es la entereza física
y moral frente a la muerte. El heroísmo es al valor lo

172 Ibídem, p. 1.280.


173 Huot, Luis y Voivenel, Pablo. El Valor, versión española del tenien-
te coronel Jorge Carmona Yáñez (Viña del Mar, 1935). Disponible en
la biblioteca de la Academia de Historia Militar.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 155

que el genio es al talento. El hombre puramente indi-


vidual no existe. El hombre es un animal social. Para
que la sociedad viva es necesario que el individuo se
sacrifique a ella cuando su existencia está en peligro.
El valor es la manifestación adquirida del instinto de
conservación social.174

El Manual de Instrucciones Teóricas y Especia-


les de 1944,175 en su Capítulo IV establece los deberes
morales del soldado chileno, y define que su princi-
pal enemigo es el miedo, que solo puede ser vencido
por las siguientes fuerzas morales: patriotismo, honor
y dignidad, disciplina, personalidad y carácter, valor,
compañerismo, lealtad, veracidad, honradez profesio-
nal, espíritu de sacrificio, puntualidad, dignidad, dis-
creción y cooperación. El honor y dignidad se conside-
ran como el mayor don que posee el soldado, y en la
guerra son una fuerza moral irresistible que conduce
al soldado a la victoria o a la muerte en defensa de su
estandarte o de su patria: el honor fue el que inspiró a
O’Higgins en El Roble, cuando al verse casi derrotado,
lanzara aquel grito de guerra famoso: ¡O vivir con honor
o morir con gloria! ¡El que sea valiente, que me siga!176
El manual dice que la disciplina es una buena y cons-
ciente educación perfeccionada en su grado máximo y
ejercida por los hombres libres; no es servilismo, sino
el respeto al saber, a la experiencia y a los años. Por
necesidades de la profesión en el Ejército la disciplina
es rígida y está hecha igual para todos, los que están
obligados a un respeto estricto de las reglas de sub-
ordinación, de uniformidad y de servicios, ya que por

174 Ibídem, p. 21.


175 Ejército de Chile, Manual de Instrucciones Teóricas y Especiales,
División de Caballería, 1944, pp. 61-68.
176 Ibídem, p. 62.
156 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

encima de todo está el fiel cumplimiento de las pres-


cripciones reglamentarias. Sobre el valor, brevemente
indica que es una cualidad que mueve al individuo a
acometer resueltamente los desafíos sin temor a sus
inconvenientes, sacrificios, peligros o a la muerte mis-
ma. En directa relación con el valor, instituye que el
espíritu de sacrificio es la cualidad que obliga al sol-
dado a no escatimar esfuerzo alguno cuando se tra-
te de cumplir una misión determinada. Es la resolu-
ción inquebrantable de cumplir sus obligaciones con
resignación, sobreponiéndose a las mayores fatigas:
conduce al sacrificio del reposo y de las satisfacciones,
al renunciamiento de los goces personales en pro del
bienestar y fines generales.177 El factor más distintivo
de este Manual de Instrucciones Teóricas y Especiales
de mediados del siglo pasado, es que sus contenidos
dan como un hecho que todos los soldados por la sola
condición de militares poseen las virtudes señaladas,
y poco o casi nada se refiere a la necesidad y respon-
sabilidad de los oficiales e instructores de inculcar las
virtudes, ni los medios o forma de hacerlo.

El general Aniceto Muñoz F. dedica un artículo


a los cadetes de la Escuela Militar que titula “La no-
ble carrera de las armas”178 lo primero que advierte el
autor es que el título de noble con el que identifica el
artículo lo hace porque es una carrera que exige sa-
crificios enormes e incluso rendir la vida si fuese ne-
cesario. Criticando a quienes opinan sobre la conve-
niencia de acortar la permanencia de los cadetes en la
Escuela Militar y comparando la carrera de las armas

177 Ibídem, p. 65.


178 Muñoz F., Aniceto. “La noble carrera de las armas”, en VV.AA.
Memorial del Ejército de Chile Nº 266, Santiago: Departamento
Comunicacional del Ejército, 1955.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 157

con otras profesiones, se pregunta si alguien acortaría


otra carrera como se piensa hacer con la estadía de los
cadetes en la Escuela. El alma militar en su sentido
profundo y divino es cuestión de años, de constante
aprender y practicar las virtudes militares, de insertar
en la mente de los alumnos las creencias militares. La
disciplina, el espíritu militar, el cumplimiento del de-
ber, la abnegación, y el sacrificio de la vida por amor
a la patria constituyen un conjunto de dogmas que el
alumno debe incorporar a su acerbo sentimental y a
los que se mantendrá ligado indisolublemente durante
toda la vida; lo fundamental en la carrera es el conoci-
miento de los hombres. El o los hombres constituyen
el elemento fundamental en la guerra y de sus buenas
o malas cualidades depende la victoria o la derrota.
La técnica ha establecido una vida de fuego para cada
clase de armas, pasada su vida útil no sirve para nada.
Lo mismo el hombre. Hasta los 45 años, el ser hu-
mano puede resistir cualquier esfuerzo, por duro que
sea; pero si el hombre se desgasta prematuramente;
si sus condiciones físicas, morales y espirituales han
sido honradas por vicios o sentimientos extraños a su
papel como patriota, las fuerzas de resistencia del fac-
tor humano desaparecen, cuando, precisamente, más
se necesita de ellas. El oficial debe mantener intacto
los valores. Los cinco sentidos deben estar puestos en
la configuración del alma militar; las pruebas y exigen-
cias de la guerra estiran hasta tal punto la resistencia
del hombre, que si no se posee un alma poderosa y a
prueba de la muerte, el espectro de ella basta para pa-
ralizar a aquellos, al parecer, más valientes.179

179 Ibídem, p. 44.


158 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Enrique Yávar Martín en “El Valor: Una Fuerza


Moral”,180 directamente aborda la virtud del valor como
de esencial importancia en la vida militar, afirmando
que engendra el ánimo y el aliento que desprecia el
miedo y el temor en las empresas y resoluciones más
difíciles, y que para mostrar el más alto significado del
valor, se ha dicho siempre que es la más preciosa cua-
lidad del alma humana: el coraje del soldado, es decir,
su presencia de corazón, se manifiesta de manera evi-
dente en el campo de batalla. Existe un valor que se
manifiesta en esfuerzos silenciosos y es el que soporta
todo y sufrir todo por amor a la verdad y al cumplimien-
to del deber. Sobre este valor silencioso el autor mani-
fiesta que es el que caracteriza la grandeza del hom-
bre, porque es el que le dirige a buscar la verdad, para
encontrar la manera de ser justo y honrado, el modo
de resistir las tentaciones y el medio para cumplir de
mejor forma su deber. La virtud del valor la considera
como sublime y que quien la atesore, conservará mu-
chas otras virtudes. Termina haciendo una analogía
entre Sócrates y la defensa de sus valores y creencias
respecto a la inmortalidad del alma.

Joaquín Anel U., en “La aptitud para el mando”,181


propone una serie de cualidades que deben reunir los
oficiales y suboficiales según sus grados y responsabi-
lidades inherentes. Es un interesante artículo escrito
por un médico diplomado en psicología, que define fac-
tores de discreción y tacto, competencia profesional,
estabilidad emocional y de vitalidad y energía. Dentro

180 Yávar Martín, Enrique. “El Valor: Una Fuerza Moral”, en VV.AA.
Memorial del Ejército Nº 273, Santiago: Departamento Comunicacional
del Ejército de Chile, 1956, p. 109.
181 Anel U., Joaquín. “La aptitud para el mando”, en VV.AA. Memorial
del Ejército Nº 313, Santiago: Departamento Comunicacional del
Ejército de Chile, 1963, p. 19.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 159

del factor de discreción y tacto considera a la lealtad y


la integridad moral, y en el factor vitalidad y energía a
los valores morales y físicos, además de la agresividad
y la vocación.

En el Memorial del Ejército Nº 346 de 1968 dos


interesantes artículos se refieren al miedo y al valor. El
primero es el de Sergio Rojas Brugues que tradujo un
artículo soviético del coronel M. Galkine “La aptitud
del jefe para pensar”,182 donde reseña la competencia
de los que ejercen el mando en situaciones de combate,
y cómo el miedo influye en las decisiones que se adop-
ten si los que mandan no son moralmente valerosos
para conducir a las tropas y soportar las vicisitudes
de la guerra. El sentimiento de miedo es natural: si el
sentimiento de miedo se transforma en Estado de Miedo
o peor aún, en pánico, entonces se observa una brusca
inhibición de todas las actividades psíquicas, incluso
la facultad de pensar. El hombre pierde la cabeza, ya
no es capaz de dirigir sus acciones y las de sus subor-
dinados.183 Es una atrayente forma de interpretar los
efectos del miedo y de la falta de valor en acciones de
combate. El valor en estas circunstancias no es inna-
to, se adquiere en la práctica cuando el hombre cae en
una situación crítica. Por ello, los ejercicios tácticos en
campaña tienen gran importancia, porque ellos crean
condiciones próximas a las del combate. El segundo
artículo es el de Luis Santos Fernández “El valor”,184
que analiza desde diferentes ángulos lo que significa

182 Rojas Brugues, Sergio. “La aptitud del jefe para pensar”, en VV.AA.
Memorial del Ejército Nº 346, Santiago: Departamento Comunicacional
del Ejército de Chile, 1968, p. 40.
183 Ibídem, p. 41.
184 Santos Fernández, Luis. “El valor”, en VV.AA. Memorial del
Ejército Nº 346, Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército
de Chile, 1968, p. 93.
160 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

el valor en el soldado. Como una cualidad del alma;


como proceso de un estado psicológico; como fuerza
moral; como reacción anatomofisiológica, o bien desde
un punto de vista individual o de gravitación colectiva.
El centro de su análisis es la importancia de sobrepo-
nerse al miedo para poder cumplir con el deber, como
también la necesidad que tienen los militares de recibir
preparación para enfrentar valientemente el miedo na-
tural de la guerra: el soldado debe ser preparado des-
de la paz para el combate, no solamente en su aptitud
física y habilidad para el manejo de las armas, sino, y
muy especialmente, en su fondo moral, con la emoción
consiguiente a la comunión espiritual más solemne de
su vida.185 El valor necesita de educación, cuya respon-
sabilidad recae en los oficiales, los que deben inculcar-
lo con su propio ejemplo, con disciplina, emulación,
tradición y espíritu de cuerpo.

El coronel argentino Luis Gazzoli escribió un tex-


to sobre la forma de mandar, que fue publicado íntegro
en el Memorial del Ejército de Chile Nº 359 de 1971,186
que para los efectos de este resumen de publicacio-
nes tiene importancia, dado que dentro de los aspec-
tos distintivos del mando se refiere en forma especial
a las virtudes cardinales para ejercerlo y al valor del
ejemplo personal en la educación de la tropa. Seña-
la que el ejemplo personal está dado por la capaci-
dad de transformar las circunstancias particulares
que rodean a quien manda, en flujo de acciones so-
bre sí mismo. Además, para que la comunicación con
los subalternos sea lo más efectiva posible, el supe-

185 Ibídem, p. 95.


186 Gazzoli, Luis. Reflexiones sobre el mando, trascripción comple-
ta en el Memorial del Ejército Nº 359, Santiago: Departamento
Comunicacional del Ejército de Chile, 1971.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 161

rior debe reflejar sobre ellos todas las actitudes que


resultan de sus propias circunstancias, lo que no es
más que mostrar que el mando, lejos de constituir un
privilegio para quien lo ejerce, es motivo de sacrificio.
El ejemplo personal acerca al superior al subalterno,
compensando la diferencia espiritual que existe entre
ambos como consecuencia de los estados de superio-
ridad e inferioridad, pues el ejemplo personal muestra
que el individuo que ostenta el mando se siente su-
bordinado a la autoridad que está en él mismo. Luego
denomina y analiza las virtudes cardinales del man-
do, entre las cuales distingue el carácter, la serenidad,
y la educación: las virtudes cardinales son indicios de
convicciones, pues el carácter significa convicción para
realizar, la serenidad es convicción para reflexionar y la
educación lo es para la convivencia armónica. Podemos
decir también, que el carácter hace confortable el mando
a quien lo ejerce; la educación hace confortable la obe-
diencia a su destinatario; y la serenidad conforma al
deber, puesto que en ella es posible el desarrollo de la
capacidad reflexiva que exige su cumplimiento.187 Como
parte de estas definiciones cardinales, analiza la so-
berbia, la modestia, la sencillez, franqueza y el espíritu
de cuerpo, para finalizar haciendo una analogía de la
influencia de Dios y del diablo en la acción de mando.
Dios manda por derivación porque confía en el hombre
y porque su autoridad es reconocida. El diablo no lo
puede hacer, porque su autoridad no es reconocida y
necesita hacerse presente en el hombre para inducirlo,
ya que no puede mandarlo ni hacer que se comporte
conforme a su mandato.

El Memorial del Ejército de Chile Nº 367 contiene


dos artículos sobre los valores militares. El del capellán

187 Ibídem, p. 175.


162 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Carlos Leyton R., “Vocación y espíritu militar”188 y el del


general Beaufre “La vocación militar y la tradición”.189
El capellán Leyton indica que el espíritu militar no es
una virtud, sino que es una forma de ser, y que como
tal debe estar incluido en el concepto de vocación mili-
tar, es decir, el llamado personal a cada hombre a ser
y a hacer. Este llamado puede ser objetivo o subjetivo.
El objetivo está relacionando con las exigencias que la
patria y el ejército imponen. El subjetivo es el que tiene
que ver con las personas que aceptan las condiciones
que se les imponen a aquellos que posean las apti-
tudes, obtengan la destreza para tal efecto, y tengan
atracción por la vida militar y todo lo que con ella se
relaciona. Este breve artículo tiene la particularidad
de aclarar los conceptos de vocación y espíritu militar,
sobre todo al referirse que el primero de ellos no es una
virtud. Respecto de la vocación, el general Beaufre ma-
nifiesta que esta se expresa por el interés en las cosas
militares, la abnegación por el bien público, pero espe-
cialmente por la aceptación de ir hasta el sacrificio por
el cumplimiento del deber: sólo el entusiasmo que pro-
porciona la convicción puede justificar los esfuerzos que
requiere y los riesgos a los que puede ser llamado.190 No
es la disciplina la fuerza principal de los ejércitos, sino
el ideal por el cual se lucha.191

188 Leyton R., Carlos. “Vocación y Espíritu Militar” en VV.AA., Memorial


del Ejército de Chile Nº 367, Santiago: Departamento Comunicacional
del Ejército de Chile, 1972, p. 79.
189 Beaufre. “La vocación militar y la tradición”, en VV.AA., Memorial
del Ejército de Chile Nº 367, Santiago: Departamento Comunicacional
del Ejército de Chile, 1972, p. 14.
190 Ibídem, p. 15.
191 Este artículo –sucinto y parcial análisis de Beaufre– está transcrito
de una publicación española, que a la vez lo transcribió del diario Le
Fígaro, por lo que es probable que la publicación de 1972 esté incom-
pleta.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 163

En el año 1977 se publicó en el Ejército de Chile


una traducción de la obra El Arte de Mandar escrita
por Andre Gavet,192 donde se enseña y orienta en la
ética profesional para ejercer el mando en las tropas.
En varias partes de su contenido se hace referencia a
las virtudes militares de los que deberán obedecer a
los que mandan, como también las virtudes que deben
poseer los que ejerzan el mando. El funcionamiento del
ejército es determinado por el sentimiento del deber,
y el deber ideal en el ejercito está representado por la
disciplina, que no es otra cosa que el deber ideal lleva-
do a la práctica, introducido bajo la forma jerárquica,
desarrollado en reglas positivas para uso de las masas
y con sus sanciones correspondientes. La organización
militar tiene por principio la subordinación jerárquica.
La subordinación emana de la autoridad del superior
jerárquico o de la sumisión del subalterno jerárquico.
Esta toma un carácter de autoridad en las relaciones
con los subalternos, y de sumisión cuando se trata de
relaciones con los superiores. Cuando el ejército está
compenetrado por entero de la función militar, se dice
que tiene espíritu militar y gracias a este las tropas
asumen la conciencia del deber. Por su parte el espíri-
tu de cuerpo es el espíritu militar pero ejercido con una
intensidad más grande dentro del dominio militar de
un regimiento o de una división. En relación al honor,
Gavet señala que es la expresión directa de la perso-
nalidad moral sólida, y que el honor profesional deriva
del honor personal: es el honor personal aplicado a las
atribuciones de la función. El honor militar individual o
corporativo es la afirmación soberana del valor moral
militar del soldado o del regimiento. La fidelidad a la
nación y a la bandera, el valor y la disciplina son los

192 Gavet, Andre. “El Arte de Mandar”, en Memorial del Ejército de


Chile Nº 392, 1977.
164 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

principales elementos del honor militar […] los oficiales


que son los maestros del deber común, son también los
depositarios naturales del honor corporativo. Tales son
las verdaderas fuentes de vida y de fuerza, las energías
del ejército, las virtudes militares.193

En la Historia del Ejército de Chile editada por


el Estado Mayor General en 1985,194 se indica que el
ejército es una institución que ancestralmente se so-
mete a un severo código ético profesional, que se basa
en preceptos constitucionales, doctrina y reglamenta-
ción que conforman una moral militar. Se afirma que
este código ha sido la clave de su prestigio interna-
cional y del cariño y respetabilidad que ha logrado en
la conciencia ciudadana: se ha dicho que el amor a la
patria es el alma de los Estados; quisiéramos agregar
que la moral militar es el alma de un ejército y que,
como tal, constituye el sostén interior que mantiene
su armazón orgánica a la cual infunde su eficiencia,
respetabilidad y verdadera fuerza.195 En este texto de
historia se ofrece a cada soldado un ejemplo de dig-
nidad, de honor y reciedumbre que intenta hacerlo
mirar hacia el pasado para que se sienta orgulloso de
pertenecer a la institución.

Con respecto de la educación e inculcación de


valores, señala que en los ejércitos modernos no bas-
ta solamente enseñar a los soldados el manejo de las
armas, sino que también es indispensable darles una
sólida instrucción moral, ya que una perfecta educación
moral en tiempo de paz es la mejor salvaguardia de la

193 Ibídem, pp. 104-105.


194 Estado Mayor General del Ejército, Historia del Ejército de Chile, Tomo
X, Santiago: Estado Mayor General del Ejército, 1985.
195 Ibídem, p. 19.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 165

cohesión de las tropas bajo el fuego: sólo ella es capaz


de inculcar en el corazón del hombre aquellos exaltados
sentimientos que le permitan luchar ventajosamente con-
tra el instinto de conservación y escapar a las garras del
miedo.196 La fuerza moral del soldado es el más formida-
ble estímulo a la acción colectiva de una unidad y es ca-
paz de producir los éxitos más inesperados y sorpresi-
vos. Esta fuerza, difundida en las tropas, las anima, las
exalta y las hace capaces de los mayores sacrificios, que
son los que engendran y hacen posible la victoria.197

Analizando las fuerzas vitales del ejército, el texto


aludido especifica que la vocación militar es la inclina-
ción decidida que un ciudadano muestra por la carrera
de las armas. Es un amor a la profesión y a todo lo
que ella implica, lleva a soportar con estoicismo los ma-
yores sacrificios e inspira los más nobles sentimientos
hacia la patria, hacia la institución, hacia el regimien-
to y sus camaradas. Así, la vocación militar es capaz
de estimular el espíritu de cuerpo, la cohesión militar,
el compañerismo y la lealtad.198 En relación al espíritu
de cuerpo, dice que este impone a sus integrantes una
personalidad definida, la que, en el combate, se traduce
en coordinación y conjunción de esfuerzos. Individuos
unidos por afinidades se encuentran moralmente amal-
gamados al máximo y su alma colectiva posee un gran
poder. Este poder se desarrolla manteniendo en las tro-
pas un culto casi místico a la historia de su ejército y
a las tradiciones de su unidad, sean estas guerreras o
de generosa contribución al bienestar de la comunidad
local. Contribuye grandemente al espíritu de cuerpo el
prestigio de su comandante y el de sus oficiales y sub-

196 Ibídem, p. 175.


197 Ibídem.
198 Ibídem, p. 179.
166 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

oficiales, que constituyen el esqueleto de este grupo hu-


mano solidario y unido por un ideal: este enlace espiri-
tual, expresado en compañerismo, amor por su unidad e
impulsos por entregar a ella lo mejor de sí mismos, aun
con esfuerzo y sacrificio de su propio bienestar, es lo que
reconocemos como espíritu de cuerpo, que en resumen no
es otra cosa que el amor a su regimiento, a sus camara-
das, a sus tradiciones y a sus glorias.199

Para referirse a la lealtad y al honor, primero se-


ñala que la lealtad es una virtud para crear, afianzar
y conservar la unión entre los hombres de armas y,
por lo tanto, tiene el merecimiento de ser el nexo más
firme que pueda existir entre los miembros del ejército.
Define que es una virtud de fidelidad y nobleza, que
hace incapaz al soldado de cometer cualquiera traición
o engaño.200 Sobre el honor, expone que es la cuali-
dad moral que permite cumplir con el deber y que se
expresa como el sentimiento de dignidad moral, que
distingue al hombre de selección, y que lleva al más
severo cumplimiento del deber respecto del prójimo y
de nosotros mismos.

En las definiciones que incluye del valor y la disci-


plina, establece que el valor: necesita apoyarse en una
causa justa, nacer de un ideal digno de todos los sacri-
ficios y hasta de la inmolación: […] podrán temblar las
manos, flaquear las piernas y perlarse la frente, pero en
el instante de la decisión, un autentico valor postergará
hasta el humano instinto de conservación y le alentará
en el minuto supremo de sacrificarse por el deber. […] a
través de los tiempos y de todas las campañas que re-
gistra la historia militar, emerge como verdad ineludible

199 Ibídem, p. 180.


200 Ibídem, p. 181.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 167

que el valor moral del combatiente es ese fomento in-


discutible del espíritu y acción, basado en el calor apa-
sionado del patriotismo, en la cohesión física y anímica
que emana de la disciplina, la emulación, la tradición,
el espíritu de cuerpo, el ejemplo del jefe y la acción del
mando.201 En directa relación con el valor se concibe a
la disciplina como el estado de orden, subordinación
y obediencia que debe existir en la institución, cons-
tituye junto con la moral, el pilar fundamental en que
descansa la existencia misma del ejército.

En el año 1991 la Academia de Guerra del Ejérci-


to realizó el seminario “Reflexiones sobre la formación
axiológica del profesional de las armas”,202 en el que
para efectos de este trabajo destacan los planteamien-
tos del historiador Sergio Gómez Ehrmann y del teniente
general Jorge Lucar Figueroa. Don Sergio Gómez basó
su exposición en la concreción de los valores y virtu-
des militares del Ejército en la Historia de Chile. Para
ello hace un recorrido por la historia nacional y el rol
que les cupo a los militares en ella, y específicamente el
compromiso con la libertad en el período de la Indepen-
dencia; con el derecho en su actuar; el compromiso con
la igualdad; con los intereses permanentes; con la soli-
daridad latinoamericana; el compromiso social; y con el
compromiso con la paz. El teniente general Lucar centró
su exposición en el desarrollo de una suposición que
denominó “Hipótesis de reflexión sobre los valores y su
forma práctica en el Ejército de Chile” en la que estable-
ciendo una estrecha relación entre la vocación y lo va-
lores, reflexiona indicando que estos practicados como

201 Ibídem, p. 184.


202 Academia de Guerra, Reflexiones sobre la formación axiológica del pro-
fesional de las armas, Santiago: Cartilla de la Academia de Guerra del
Ejército de Chile, 1991.
168 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

virtudes militares: constituirán la fuerza para superar y


vencer las dificultades que surjan y, en definitiva, obte-
ner el control de crisis o situaciones especiales que se
vivan.203 Los valores son los mismos que posee la socie-
dad chilena y son los que han motivado el surgimiento
de los grandes héroes en la historia patria. Enuncia y
relaciona con la historia y comportamiento del ejército
los valores de la disciplina, lealtad, valor, honor, espíri-
tu de cuerpo, compañerismo. Finalmente es enfático en
señalar que todo podrá cambiar, otros hombres, otras
relaciones, otros mandos, otras técnicas y estrategias,
menos el desarrollo y fortalecimiento de los valores y
virtudes del soldado chileno.

En el Memorial del Ejército Nº 451 de 1996, se


publicó un texto del general del Ejército de Tierra de
España Alonso Baquer,204 el que enuncia ocho virtudes
de la profesión de las armas: la fidelidad y la lealtad del
caballero, la valentía y la abnegación del héroe, la sub-
ordinación y la disciplina del soldado, y la honorabili-
dad y el compañerismo del militar. Asevera que cuatro
de ellas son eminentemente militares: la lealtad, valen-
tía, disciplina y la honorabilidad: pueden y deben ser
entendidas como casos concretos de la sinceridad ca-
balleresca, de la autenticidad heroica, de la solidaridad
obediente y de la responsabilidad militante que requiere
y demanda una vida militar.205

El mayor general Richard Quaas Bornschauer,


ex Jefe del Estado Mayor General del Ejército (1994-
1996), al reflexionar sobre el carácter de la guerra es-

203 Ibídem, p. 31.


204 Baquer, Alonso. “Las virtudes de la profesión de las armas”, en
VV.AA., Memorial del Ejército de Chile Nº 451, Santiago: Departamento
Comunicacional del Ejército de Chile, 1996, p. 191.
205 Ibídem, p. 205.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 169

cribe: ya que el miedo o el temor está siempre presente


en la guerra, el coraje es la cualidad más importante
que debe poseer un soldado. Al respecto hay dos tipos
de coraje; el físico, frente al peligro y el coraje moral
que es el que se enfrenta ante una responsabilidad. La
disciplina, el orgullo, la camaradería, el espíritu de cuer-
po y la motivación son un conjunto de elementos que
ayudan al individuo a mantener su coraje.206 Como es
común en todas las publicaciones que tratan sobre las
virtudes militares, el valor es reiterativamente la virtud
que más se relaciona con el deber ser militar y la que
es mejor asumida por la tropa y por quienes tienen
responsabilidad de mando.

El general de brigada Hernán Saldes Irarrázaval


realizó un trabajo de investigación que denominó El
valor,207 en el que incluye una serie de preceptos para
revelar la expresión emocional y racional donde esté im-
plicada la virtud del valor. En términos breves indica
que es el ánimo, osadía, atrevimiento, bravura, firme-
za, coraje, desprecio al peligro, y decisión ante el ries-
go evidente. Uno de los aspectos que más destaca en
su indagatoria, es la reunión de información relativa al
personal que las instituciones de las Fuerzas Armadas
chilenas han distinguido con la condecoración al valor
en las últimas décadas. Indica que el valor se manifiesta
con una conducta, con un comportamiento que resulta
en un acto de valentía, producto de una decisión ins-
tintiva o deliberada, individual o inducida por otro u
otros. Normalmente se plasma en un ambiente colmado
de presiones imprevisibles humanas y ambientales que

206 Quaas Bornscheuer, Richard. Reflexiones sobre el carácter de la


guerra, Santiago: Estado Mayor General del Ejército, 1996, p. 16.
207 Saldes Irarrázaval, Hernán. Al Valor, Santiago: Academia de
Historia Militar (Monografía) s/año.
170 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

gatilla una acción o reacción personal. Una acción o re-


acción valerosa puede ser producto del temor, en que
ante la perspectiva posible o cierta de daño personal o
ajeno, un arrebato de supervivencia propia o de preser-
vación de la existencia del prójimo, impulsan a un acto
de audacia. Este proceso puede ser iniciado con un he-
cho sorpresivo, inesperado, alterante y brusco, incluso
en ciertos casos puede también ser esperado.

En directa relación con el valor se refiere al honor


a la lealtad y al cumplimiento del deber. El honor como
la actitud, la conducta y el sentimiento de orgullo y
lealtad personal, hacia el cumplimiento de compromi-
sos para con la patria y la bandera, la historia y la tra-
dición, la causa y la unidad a que pertenece, como una
amalgama indisoluble e inconfundible. El honor es el
sentimiento que impulsa al individuo a cumplir conti-
nuamente con su deber. Es un impulso que gatilla los
actos de valor, propios o de la unidad. El honor repre-
senta la reputación y el prestigio de cada cual. Es el
orgullo y sentimiento personal de saberse una persona
honrada, veraz, leal y confiable, que cumple la palabra
empeñada y el compromiso adquirido. La lealtad es
la manifestación sincera, voluntaria e infalible hacia
la causa militar, como un todo. La lealtad se expresa
hacia causas nobles. El cumplimiento del deber cons-
tituye un mandato, una obligación de conciencia, que
implica comportamiento, cumplimiento y ejecución de
actos y actividades de trascendencia con los que el in-
dividuo se ha comprometido, por la fuerza de un impe-
rativo moral. Su máxima expresión está estipulada en
el Reglamento de Disciplina de las Fuerzas Armadas:
el militar que tuviere orden absoluta de conservar su
puesto a toda costa, lo hará.208

208 Ibídem, p. 38.


CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 171

El Memorial del Ejército Nº 452, comprende dos


artículos relacionados, “Algunas consideraciones
acerca de la sobriedad y la austeridad”209 y “Los va-
lores de la sociedad chilena: una aproximación”,210
el primero indica que para poner en práctica la aus-
teridad y sobriedad es necesario reflexionar sobre la
vocación como una inclinación natural y una predis-
posición de espíritu, ya que la crisis de estos valores
puede afectar particularmente a una profesión como
la militar, que en el presente puede llegar a incidir
en una disminución de las vocaciones orientadas al
servicio del país, y en el futuro puede atentar con-
tra la identidad misma del militar. El segundo artí-
culo sobre los valores de la sociedad, es una reflexión
que hace el autor para intentar responder: si están
cambiando los valores en la sociedad, cuáles son sus
efectos, y cómo enfrentar los cambios. Para ello el
escritor desarrolla una aproximación al concepto de
valores, para luego esbozar los valores de la sociedad
chilena y finalizar indicando los efectos de los cam-
bios de la sociedad contemporánea en los valores de
la sociedad chilena.

Bajo el título “Reposición de las Virtudes Milita-


res en la reglamentación y publicaciones militares”,211
se expone una serie de artículos y publicaciones que

209 Letelier Anguita, Sergio; Faúndez Elgueta, Patricia; Ilabaca


Verbeeck, Christian. “Algunas consideraciones acerca de la sobrie-
dad y la austeridad”, en VV.AA. Memorial del Ejército de Chile Nº 452,
Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército, 1997, p. 96.
210 Gutiérrez Campos, Julio. “Los valores de la sociedad: una aproxi-
mación”, en VV.AA. Memorial del Ejército de Chile Nº 452, Santiago:
Departamento Comunicacional del Ejército, 1997, p. 159.
211 Ortega Prado, Rodolfo. “Reposición de las Virtudes Militares
en la reglamentación y publicaciones militares”, en VV.AA.,
Memorial del Ejército de Chile Nº 458, Santiago: Departamento
Comunicacional del Ejército de Chile, 1998, p. 20.
172 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

le permiten inferir al autor, que el tema de las virtudes


militares ha estado presente en la historiografía militar
y que es continuamente reposicionado en las publica-
ciones y discursos de los mandos o escritores milita-
res. El motivo de este reposicionamiento se aduce a la
necesidad de fortalecer la fuerza moral de los ejércitos
y particularmente de sus mandos, ya que la potencia-
lidad de sus integrantes se basa en las virtudes que
sea posible inculcar en la tropa. Para ello, se insiste
en la educación de las virtudes y en el alineamiento
de la instrucción con la conveniencia de inspirar en
la tropa las virtudes que deben distinguirla, y que son
necesarias para la integridad del ejército y el éxito en
el combate.

En el Memorial del Ejército de Chile Nº 459, el ge-


neral de brigada Gonzalo Santelices Cuevas publicó
el artículo “Reflexiones sobre los Ejércitos y la Profe-
sión Militar”,212 donde indica que la profesión militar
es noble, en atención a que su esencia en sí misma es
buena, y para lo cual se necesitan hombres dispues-
tos a efectuar una vida en beneficio de la defensa de
la patria. Para demostrar lo aseverado, el autor hace
un recorrido por toda la historia de la humanidad que
inicia con citas del Libro segundo de Moisés, El Éxo-
do, 1.10, el Libro IV de Moisés, Números, 1.3 donde
se encuentra la primera indicación histórica sobre la
conformación de un ejército, cuando Jehová dispone a
Moisés la realización de un censo y la organización del
pueblo para salir de Egipto. Para cada una de las tri-
bus fueron contados y separados los mayores de vein-

212 Santelices Cuevas, Gonzalo. “Reflexiones sobre los Ejército y


la Profesión Militar”, en VV.AA. Memorial del Ejército de Chile Nº
459, Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército, 1998,
p. 26.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 173

te años que estaban en condiciones de ir a la guerra,


conformándose de esta forma un ejército por cada una
de las doce tribus de Israel. Luego hace un esbozo de
los ejércitos en la civilización griega, micénica, carta-
ginesa y romana. Posteriormente, se refiere al ejército
indio, al de Europa occidental, China, España y otros.
En directa alusión al hombre, el ejército y la vocación,
indica que: hay un momento en la vida que todo hombre
toma posición en su propia vida y para los militares,
esto es cuando elegimos en forma libre optar por la pro-
fesión de las armas, no hay nadie obligado a ser militar.
Pero también es cierto reconocer que hoy en día es más
difícil ser militar.213 La vocación la conceptualiza como
un sentimiento que permite percibir una llamada que
se corresponde con una inclinación hacia algo para lo
que se tiene disposición o aptitud. Es un sentimiento
que detecta la inclinación hacia la vida militar, en la
que se desea participar plenamente y para la que se
tienen las necesarias aptitudes. La vocación militar,
como todas las vocaciones puras, implica un afán de
servicio, una renuncia y, en definitiva, la aceptación de
un sacrificio.214 Sobre la profesión militar es explícito
en indicar que esta no significa solo tener conocimien-
tos técnicos completos y actualizados sobre las mate-
rias de la guerra, sino que es necesario el conocimiento
del hombre, el fomento del espíritu y el ejercicio de
unas virtudes imprescindibles e inexcusables y que en
conjunto forman la envoltura y el núcleo de la autén-
tica vida militar.215 Es una profesión donde el espíritu
de cuerpo constituye el conjunto de ideas, actitudes,
intereses, aspiraciones, ideales y tradiciones de una
colectividad profesional. Se manifiesta de modo activo

213 Ibídem, p. 39.


214 Ibídem.
215 Ibídem, p. 40.
174 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

en la fidelidad defensiva de sus miembros frente a los


extraños. El recuerdo de las victorias alcanzadas por
un Cuerpo, o el comportamiento de algunos de sus hé-
roes ha bastado muchas veces para animar la tropa y
arriesgarla en una difícil empresa; que el espíritu de
cuerpo hace desear la ambición de gloria y de distin-
guirse para conquistar nuevos lauros al regimiento. El
que comete un acto indigno deshonra a su cuerpo y
a sus compañeros, que, celosos por el esplendor de
aquél, procuran alejar de su lado al elemento que en
tan poca estima tiene el honor del regimiento.216 Ase-
vera […] debemos cultivar nuestras virtudes militares,
la lealtad, el patriotismo, la abnegación, el espíritu de
cuerpo, el honor, todas ellas que nos hacen ser mejores
hombres y mejores soldados.217

En el Memorial del Ejército Nº 461, el general de bri-


gada Aldo Cardinali Meza publicó “Administración por
objetivos, valores y actitudes, conceptos que no pueden
estar ausentes en una modernización institucional”.218
Este interesante artículo que relaciona la gestión orga-
nizacional con los valores y virtudes que debe guiar a
sus integrantes, determina que la disciplina es esen-
cial en la articulación del ejército y que esta no es otra
cosa que el deber ideal llevado a la práctica, acompa-
ñado de la disposición de la tropa para obedecer y po-
nerse al servicio del mando, de lo que nace la jerarquía
y la subordinación. La disciplina exige un verdadero
programa de moral militar que debe cumplir tanto el
que ejerce el mando, como el subordinado. La discipli-

216 Ibídem, p. 45.


217 Ibídem, p. 51.
218 Cardinali Meza, Aldo. “Administración por objetivos, valores y ac-
titudes, conceptos que no pueden estar ausentes en una moderniza-
ción institucional”, Memorial del Ejército de Chile Nº 461, Santiago:
Departamento Comunicacional del Ejército, 1999, p.141.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 175

na genera un verdadero ascetismo militar, compren-


diendo todas aquellas virtudes y renunciamientos que
hacen posible, a través de la carrera militar, ir alcan-
zado, sostenida y permanentemente, mejores niveles
de perfección profesional.219 Después de referirse con
preferencia a la disciplina, el autor se extiende sobre
las virtudes de: amor a la patria, la vocación mili-
tar, valentía, honor, dignidad, honradez, abnegación,
sobriedad, lealtad y el compañerismo. Concluye su
artículo manifestando: la importancia de los valores en
el Ejército y su permanencia en el tiempo, a pesar de los
cambios, radica en las consecuencias directas en las
conductas del personal que integra la institución. Los
valores ejercen una gran influencia en las actitudes de
una persona. Conociendo estas relaciones y reforzando
los valores se puede obtener sólo conductas positivas,
lo que aumentará la motivación y logros de una unidad
o de la institución.220

En el Memorial del Ejército Nº 463, el coronel Juan


Biskupovic Moya publicó “Algunas reflexiones acerca
de la tradición militar, el honor y la disciplina”,221 que
se destaca por abordar interrelacionadamente los con-
ceptos del honor y de la disciplina, que no siempre son
lo suficientemente profundizados. Respecto del honor
militar, indica que este es una cualidad moral que lleva
al más severo cumplimiento de los deberes, que es el
pudor viril, la conciencia exaltada, el respeto a sí mis-
mo y la belleza de la vida, llevando el honor hasta la ele-
vación más pura y hasta la pasión más ardiente. Luego

219 Ibídem, p. 146.


220 Ibídem, p. 151.
221 Biskupovic Moya, Juan. “Algunas reflexiones acerca de la tradi-
ción militar, el honor y la disciplina”, VV.AA. Memorial del Ejército de
Chile Nº 463, Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército de
Chile, 2000, p. 111.
176 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

para especificar sobre el honor militar, cita el diccio-


nario militar: severa conciencia y estricto cumplimiento
del deber que la profesión de las armas impone. Con-
ducta irreprochable y celo extremo, dentro de la moral
rígida y el exaltado patriotismo que el servicio nacional
exige.222 Concluye respecto de esta virtud, aseverando
que el honor militar es una virtud de profundo conteni-
do valórico, que solo puede sostenerse en el mediano y
largo plazo si aparece fundado en las creencias, en las
tradiciones, en las normas que rigen al militar, y por
sobre todo en la aceptación de todas ellas. Para refe-
rirse a la disciplina militar cita en primer lugar a Max
Weber: la disciplina militar es la fuente de la disciplina
en general y ha sido el modelo ideal tanto para las anti-
guas plantaciones romanas como para las empresas in-
dustriales modernas.223 La disciplina exige sacrificios,
valores, actitudes, contradicciones, premios, castigos,
humildad y orgullo. A través del tiempo y en la me-
dida que los cuerpos armados empiezan a hacer de
su actividad una profesión, el sentido de disciplina ha
evolucionado, desde la obligatoriedad y amenaza para
obtener obediencia, hasta la subordinación voluntaria
y aceptación como propia de la profesión militar. Serán
elementos formadores de una disciplina militar todos
aquellos valores morales como las virtudes militares, el
cumplimiento del deber, el estudio, el celo y el rigor, la
honradez profesional, el culto por la verdad, la obser-
vancia de las tradiciones militares, la obediencia y mu-
chos otros que practicados darán como producto un
soldado disciplinado. El coronel Biskupovic finaliza su
artículo afirmando que la tradición militar, la discipli-
na y el honor son elementos inherentes a la profesión
de las armas y constituyen condición esencial para sus

222 Diccionario Militar, Aeronáutico, Naval y Terrestre, 1956, p. 151.


223 Weber, Max. Economía y Sociedad, 1969, p. 888.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 177

integrantes. Estas sumadas al resto de las virtudes mi-


litares, identifican a las Fuerzas Armadas del resto de
la sociedad.

El general de brigada Gonzalo Santelices Cuevas


publicó el artículo “Algunas reflexiones sobre la profe-
sión militar y su relación con la sociedad moderna”,224
en el que repasa aspectos sobre la profesión del mili-
tar y su relación con la sociedad y, específicamente,
con lo que es la profesión militar; cuál es el papel que
cumple la función militar en la sociedad; y cuáles son
los problemas que se le presentan a la profesión mili-
tar en la sociedad moderna. Indica que lo que algunos
llaman la socialización militar es la transmisión dentro
de las Fuerzas Armadas de los valores, normas y doc-
trina de la vida castrense, pero en el entendido que las
instituciones se nutren de los valores y principios de
la sociedad. Para definir la profesión militar, dice que
esta es la dedicación y consagración a una serie de va-
lores, comenzando por Dios, como que es ante Él que
se presta juramento, y que lleva al hombre de armas a
perfeccionarse a sí mismo en el campo de las virtudes y
para adquirir los conocimientos que la profesión militar
exige. El hombre que elige la carrera de las armas debe
poseer una estatura moral y ética a toda prueba, ya
que la historia cuenta con pruebas irrecusables de que
las naciones han sido destruidas cuando han olvidado
el fomento de las instituciones militares. Cita a Alexis
de Tocqueville: cuando los pueblos se ven abandona-
dos por el espíritu militar, la profesión de las armas deja

224 Santelices Cuevas, Gonzalo. “Algunas reflexiones sobre la pro-


fesión militar y su relación con la sociedad moderna”, en VV.AA.
Algunas reflexiones sobre la profesión militar: Sus valores y virtudes
asociados, implicancias actuales y desafíos para enfrentar el próximo
tiempo, Santiago: Academia de Guerra del Ejército de Chile, Cuaderno
de Difusión Nº 5, Año 3, 2000, p. 5.
178 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

inmediatamente de ser tenida por honrosa y los milita-


res descienden por debajo de los funcionarios públicos;
se les estima muy poco y dejan de ser comprendidos
[…] de ahí procede un círculo de causa y efecto del que
resulta difícil escapar: lo mejor de la nación vuelve la
espalda a la profesión militar porque esta profesión no
recibe honores, y la profesión no recibe honores porque
lo mejor de la nación ha dejado de seguirla.225 Finaliza
su artículo con una crítica a la sociedad moderna por
el desincentivo a los jóvenes para seguir la carrera de
las armas, por la no valoración social de lo militar, y
por la influencia de las ideologías que tratan de culpar
por sucesos pasados a la profesión militar.

El coronel René Fernández Espinoza en “Los valo-


res de la sociedad y su relación con los valores asocia-
dos a la profesión militar proyectados al siglo XXI”,226
analiza los valores de la sociedad actual y la influencia
que estos pueden tener en el futuro sobre los valores
asociados a la profesión militar. Después de enunciar
los efectos de los cambios de la sociedad contempo-
ránea en los valores de la sociedad chilena, define un
decálogo de los diez valores fundamentales que sus-
tentan la vida militar de los integrantes del Ejército de
Chile: patriotismo acendrado, obediencia, no delibera-
ción racional, disciplina consciente, sentido irrestricto
del deber, lealtad integral, amor a la responsabilidad,
compañerismo, espíritu de cuerpo y honradez profe-

225 Tocqueville, Alexis. La Democracia en América, Madrid: Editorial


Alianza, 2002.
226 Fernández Espinoza, René. “Los valores de la sociedad y su re-
lación con los valores asociados a la profesión militar proyectados al
siglo XXI” en VV.AA. Algunas reflexiones sobre la profesión militar:
Sus valores y virtudes asociados, implicancias actuales y desafíos
para enfrentar el próximo tiempo, Santiago: Academia de Guerra del
Ejército de Chile, Cuaderno de Difusión Nº 5, Año 3, 2000, p. 34.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 179

sional. Pese a que el autor indica que los valores defi-


nidos no son únicos ni excluyentes, llama la atención
que no incluyó uno de los valores que la mayoría de
los autores sí considera, el del “valor” propiamente tal.
Concluye el artículo con la identificación de los valores
–que a su juicio– pueden verse amenazados en el fu-
turo: patriotismo acendrado, la obediencia, el sentido
irrestricto del deber, la lealtad y el amor a la respon-
sabilidad.

El coronel Arturo Contreras Polgati publicó


“Las virtudes militares: una constante en medio del
cambio”,227 en el que analiza las virtudes militares en
un marco interdependiente, ya que indica que las vir-
tudes están entrelazadas para conformar un compor-
tamiento ético distintivo del profesional militar. En esa
perspectiva define: las virtudes militares son potencias
anímicas consustanciales al ser militar porque están
orientadas hacia la consecución de unos efectos o re-
sultados que son propios de los fines de la organización
militar, aunque no necesariamente son exclusivas de
los militares, como el valor por ejemplo. Hay personas
valientes que no son militares, pero es inconcebible que
un militar no lo sea.228 El autor selecciona cuatro vir-
tudes que analiza por tener en común el cuidado ético
de una relación de poder en torno a la que giran otras
virtudes del deber ser militar: la fidelidad, la lealtad, la
subordinación y la disciplina. La fidelidad debe ser ci-
mentada por quienes ejercen el mando en sus relacio-
nes de mando y obediencia, lo que no es fácil de culti-

227 Contreras Polgati, Arturo. “Las virtudes militares: una constante


en medio del cambio”, en VV.AA. Algunas reflexiones sobre la profesión
militar: Sus valores y virtudes asociados, implicancias actuales y desa-
fíos para enfrentar el próximo tiempo, Santiago: Academia de Guerra
del Ejército de Chile, Cuaderno de Difusión Nº 5, Año 3, 2000, p. 47.
228 Ibídem, p. 51.
180 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

var porque implica una identidad de sentimientos, un


acuerdo moral y una armonía intelectual. La lealtad
crea un vínculo y un compromiso recíproco, estable-
ce una correspondencia mutua: donde reina la lealtad
no existe la soledad, ni del mando ni de los subordina-
dos.229 La subordinación es la relación de mando y de
obediencia en cualquier ambiente jerárquico. Implica
una relación que está al servicio de un objetivo común
que tiene un origen y fines morales. La disciplina tiene
por finalidad última el sostenimiento de la solidaridad
en el combate. Representa el vínculo de la acción de
conjunto; se asocia en la relación mando-obediencia a
la capacidad de hacer propia de la acción.

En el Memorial del Ejército de Chile Nº 471, el ge-


neral de brigada Gonzalo Santelices Cuevas publicó el
artículo “La ética una reflexión del militar en el siglo
XXI”,230 en el que establece entre otras materias, que
los soldados virtuosos solo se dan dentro de los ejér-
citos profesionales, organizados, disciplinados y debi-
damente orientados en función del bien común de la
sociedad a la cual sirven, ya que la guerra es un acto
de extrema coacción, que implica un orden social or-
ganizado, disciplina, jerarquía y obediencia; y para ello
necesita lealtad, devoción y fe por parte de cada uno
de los soldados que participan en ella. Por lo anterior,
al referirse a los valores y a la forma como los soldados
profesionales los hacen suyos, es la diferencia entre
quienes pertenecen a ejércitos organizados y perma-
nentes y quienes no. Al militar deben exigírseles cier-
tas virtudes propias de su profesión, si un ciudadano

229 Ibídem, p. 57.


230 Santelices Cuevas, Gonzalo. “La ética una reflexión del militar
en el Siglo XXI”, en VV.AA. Memorial del Ejército de Chile Nº 471,
Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército, 2003, p. 24.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 181

no las tiene no importa, pero un ciudadano militar no


puede serlo sin ellas. El hombre no solo debe tener
buenas intenciones y hacer acciones buenas, sino que
debe realizar el bien en todo su ser. El militar tiene un
poder otorgado por la Constitución para mandar a otros
militares, y es responsable de lo que ellos hagan, por lo
cual la sociedad presupone que el que ejerce el mando
posee las virtudes militares que lo distinguen como tal.
En directa relación con lo anterior, Gonzalo Santelices
distingue cuatro virtudes morales cruciales y tres cla-
ses de deberes; entre las virtudes morales identifica a
la prudencia, justicia, fortaleza y la templanza. Y los
deberes de la dignidad, justicia y la benevolencia.231

En el Memorial del Ejército de Chile Nº 477, el ge-


neral de brigada Eduardo Aldunate Herman publicó
“Liderazgo Militar: Carta a un Comandante”,232 es el
mismo autor del libro Empuñando la Espada.233 Ambos
textos en un similar estilo y contenido, se refieren a
las condiciones que deben reunir aquellos oficiales que
son designados para ejercer el mando de las unidades,
como también sugiere aquellos aspectos propios de
la gestión de mando, que la facilitan o la confunden,
en el entendido que tras la acción que se realice, está
el personal que recibe los efectos positivos o negativos
del ejercicio del líder que los comanda. El ejemplo per-
sonal está presente en todo momento como referente
de la conducta y de la transmisión de los valores que

231 El contenido de este artículo se difundió en una Clase Magistral dic-


tada por el general Santelices en abril del 2003, con motivo del inicio
del año electivo de la Escuela de Suboficiales del Ejército de Chile.
232 Aldunate Herman, Eduardo. “Liderazgo Militar: Carta a un
Comandante”, en VV.AA. Memorial del Ejército de Chile Nº 477,
Santiago: Departamento Comunicacional del Ejército, 2006, p. 4.
233 Aldunate Herman, Eduardo. Empuñando la Espada, Santiago:
Departamento Comunicacional del Ejército de Chile, s/a.
182 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

interactúan en la relación comandante-tropa. Entre


otras materias indica que el mando como todo en la
vida es transitorio, que a los halagos poco caso hay que
hacerles, y que los subalternos son los que juzgarán
las características del líder, al que seguirán solo por
sus acciones y no por la retórica o por los títulos. En
diversas partes de los textos aludidos, el general Al-
dunate se refiere a las virtudes que deben caracterizar
al militar o al que ejerce el mando propiamente tal, y
entre las que más explicita está el honor, la disciplina,
honradez, sinceridad, lealtad, cumplimiento del deber
y la vocación. Si bien el artículo y el libro están di-
rectamente relacionados con el liderazgo, sus conteni-
dos son claramente inherentes a las virtudes, y ambos
constituyen un significativo aporte a la formación de
los oficiales de Chile, prueba de ello es que Empuñando
la Espada ha pasado a ser un texto seleccionado en la
Biblioteca del Oficial chileno.234

En marzo de 2001 el teniente general Ricardo


Izurieta Caffarena dictó la clase magistral “Chile siem-
pre primero, y a su Ejército, Honor y Gloria”,235 en la
que afirma que el signo distintivo de un ejército y pie-
dra angular en su organización y funcionamiento es
la disciplina. Relacionándola con el Ejército de Chile
indica que es: un actuar ordenado sistémico y jerarqui-
zado, es propio de la naturaleza de nuestra institución
y constituye la connotación objetiva de los conceptos de
obediencia, subordinación, respeto, orden, educación,

234 El general de brigada Eduardo Aldunate Herman, es oficial del arma


de infantería del Ejército de Chile, de Estado Mayor, paracaidista,
comando, buzo y magíster en ciencias militares y en historia.
235 Izurieta Caffarena, Ricardo. Chile siempre primero, y a su
Ejército, honor y gloria, Santiago: Departamento Comunicacional del
Ejército de Chile, 2001. Clase Magistral dictada con motivo del tercer
aniversario de su asunción como Comandante en Jefe del Ejército.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 183

sacrificio, y humildad, entre otros.236 Indica que esta


permite que con rapidez, homogeneidad y eficiencia se
cumplan las funciones que a cada cual le corresponde,
y asumida en forma voluntaria y consciente presupone
de cada soldado la necesaria renuncia de algunos de-
rechos o planteamientos individuales para entregarse
en cuerpo y alma a los valores y procedimientos que
sustenta la institución. Implica el cumplimiento de las
órdenes, el respeto a los superiores y subordinados, la
observancia de las tradiciones militares, el culto a la
verdad y obediencia. La disciplina se sustenta clara-
mente en la confianza, tanto de subalternos como de
superiores, que cada uno actuará en la forma debida:
en nuestra historia, de la que tanto nos enorgullecemos,
ninguna página gloriosa escrita por valerosos soldados
habría sido posible si no se hubiese ejercitado este valor
militar que es la disciplina.237

El general de brigada Gonzalo Santelices


Cuevas,238 es autor del libro La profesión militar algo
más que prepararse para la guerra,239 que comprende
una serie de afirmaciones y reflexiones sobre las bases
conceptuales de la profesión militar, y que van desde
algunas ideas generales del autor, hasta aspectos más
puntuales sobre la vida militar, como la vocación, el
espíritu de cuerpo, los valores, los principios, los dere-
chos humanos, la objeción de conciencia y el liderazgo.

236 Ibídem, p.10.


237 Ibídem, p. 11.
238 El general de brigada Gonzalo Santelices Cuevas es el autor con más
publicaciones sobre temas axiológicos relacionados con la profesión
militar en el Ejército de Chile. Es Magíster en Filosofía Política y profe-
sor de Bases Conceptuales de la Profesión Militar. Su principal publi-
cación es La profesión militar algo más que prepararse para la guerra.
239 Santelices Cuevas, Gonzalo. La profesión militar algo más que
prepararse para la guerra, Santiago: Departamento Comunicacional
del Ejército de Chile, s/a.
184 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

En directa relación con las virtudes militares, el texto


contiene materias como una proposición de los valores
para la vida militar; los valores en la sociedad moder-
na y cómo éstos influyen en el ejército; cómo educar
los valores y las virtudes militares en el siglo XXI; vida
ética y una reflexión militar; la vocación; el espíritu
de cuerpo; el cumplimiento del deber; la objeción de
conciencia; ejemplos a seguir para la vida militar; y
lecciones de Jesús a considerar en la acción de mando.
El general Santelices propone una escala de valores,
pero advierte que estos varían y se transforman a lo
largo de la historia, y que en definitiva los valores mo-
dernos son los que comparte la sociedad actual. De
igual forma indica que en las distintas actividades que
se desarrollan en el ejercicio de la profesión militar,
unos valores tendrán más importancia que otros, de-
pendiendo del grado de responsabilidad que se tenga e
incluso de la actividad que se desarrolla. Define que en
la vida militar es necesario desarrollar los siguientes
valores: sociabilidad, sobriedad, valentía, orden, ser-
vicio, voluntad, obediencia, serenidad, liderazgo, su-
peración, experiencia, autoestima, sencillez, compro-
miso, laboriosidad, responsabilidad, alegría, libertad,
autenticidad, comprensión, gratitud, confianza, since-
ridad, bondad, generosidad, lealtad, la paz, felicidad,
honestidad, perseverancia, el perdón, y la solidaridad.

Al analizar los valores en la sociedad moderna y


su influencia en el ejército, Gonzalo Santelices indica
que en la vida militar existen diversos valores que debe
identificar a los integrantes de la profesión militar, y
que entre ellos se destacan los siguientes: el honor que
permite estar permanentemente dispuesto a defender
el prestigio del hombre, de la familia, del ejército, de
los símbolos patrios y de la patria misma. El valor que
predispone la entrega de la vida sin temor a los obs-
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 185

táculos. La lealtad como el buen comportamiento de


un individuo con otro, de acuerdo a lo que exijan las
leyes del honor y la hombría. El compañerismo como el
servicio desinteresado, aun en las situaciones más di-
fíciles. La abnegación que comienza cuando el deber se
ha cumplido, pero aún quedan cosas por desarrollar.
El espíritu de cuerpo que debe ser el amor que posee
todo soldado por la unidad a la que pertenece: todos
estos valores se encarnan en las virtudes militares, que
no son otras que las cualidades que debe reunir todo
integrante del ejército, para poder cumplir con su labor
de entrega a la patria y servicios a los demás.240

En el Capítulo IX el general Santelices hace una


proposición respecto de la forma de educar los valores
y las virtudes militares en el siglo XXI, en razón de que
en el actuar ético o moral de la vida militar se exige
una serie de comportamientos que a su juicio en la so-
ciedad actual son de difícil aceptación, dado que se es-
tán perdiendo en la educación del hombre, entre ellos
menciona a la disciplina, honor, respeto, abnegación,
austeridad, justicia, vocación. Para educar al soldado
en este contexto, propone una pedagogía basada en el
pensamiento del padre José Kentenich, fundador del
movimiento de Schoenstatt.241

Para instruir a su personal, el Ejército de Chi-


le utilizó en las últimas tres décadas del siglo pasado
el Plan de Lección EO-3 Ética Profesional Militar, que
señala que la ética profesional no se contenta con exi-
gir los deberes de la estricta justicia, sino que alienta
un generoso estímulo de superación moral y requiere
en el profesional ciertas virtudes morales. Unas que

240 Ibídem, p. 181.


241 Ibídem, p. 191.
186 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

son generales a toda profesión y otras representativas


de cada una. Las virtudes profesionales generales las
identifica como: el respeto a la profesión, el claro con-
cepto de la dignidad profesional, el respeto y lealtad a
los superiores, compañeros y subalternos, el amor al
cumplimiento del deber, los hábitos de disciplina, or-
den, puntualidad, honradez y conciencia profesional,
la exactitud y precisión en la ejecución de los trabajos
profesionales, y el espíritu de superación profesional.
Las virtudes distintivas del militar las particulariza
como: amor patrio; espíritu militar; amor hacia el cum-
plimiento del deber, llevado hasta la inmolación de la
vida; espíritu de disciplina y subordinación; espíritu de
cuerpo, la lealtad y la cooperación; espíritu de camara-
dería, dentro de una acomodación; espíritu de inicia-
tiva y de superación; prudencia, discreción, control y
dominio de sí mismo; valor y fortaleza moral; espíritu
de abnegación y conciencia profesional; responsabili-
dad y conciencia profesional.

El Plan de Lección EO-3 indica que las virtu-


des son una capacidad, aptitud, habilidad, facilidad
y disposición para llevar a cabo determinadas accio-
nes adecuadas al hombre. Indica que la virtud no es
innata; solo hay disposiciones para ella y se adquiere
únicamente con el ejercicio serio y duradero. La virtud
es una disposición permanente; sin embargo, por la in-
actividad y el obrar en contrario se amortigua o se pier-
de por completo. Virtud no significa carencia de pasio-
nes, pues estas no le son contrarias si la prudencia, la
fortaleza y la fuerza de voluntad las mantiene dentro
de los límites pertinentes. La virtud es esencialmente
personal, esto significa que ellas establecen diferencias
entre los hombres, por cuanto no es innata, tampo-
co es heredada ni es producto de las circunstancias
sociales, como tampoco de la educación. La virtud no
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 187

es otra cosa que el fruto del “esfuerzo, de la buena vo-


luntad y del ejercicio perseverante”. Las virtudes prin-
cipales son: la prudencia, la fortaleza, la templanza y
la justicia. Son llamadas “Cardinales”, por ser estas
los ejes sobre los cuales se ordenan todas las demás
virtudes.

Específicamente de las virtudes militares indica


que para un mejor entendimiento de este concepto,
debe aclararse que no es posible establecer una clara
diferencia entre la virtud moral, éticamente hablando y
la virtud militar en sí misma, pues la virtud es la mis-
ma que persiguen los militares; sin embargo, es im-
portante señalar algunos aspectos relacionados con la
virtud y que atañen directamente en la preparación y
formación del soldado: las virtudes militares no forman
una clase separada, son virtudes integrantes de todas
las empresas de la vida, más, sin embargo, son virtu-
des por haber sido valores ganados con la sangre y el
acero, mientras todos los ciudadanos esperan poseer
estas virtudes en todas las empresas de la vida, en la
profesión militar estas vienen a ser indispensables; el
adiestramiento, las organizaciones de grupos y toda la
actividad diaria del profesional armado están ideados
en un esfuerzo deliberado para fomentarlas, no solo
porque son deseables moralmente, sino porque con-
tribuyen a la efectividad militar; la fibra moral de un
grupo militar tiende a ser más elevada que en un grupo
profesional donde la existencia de estas cualidades es
deseable, pero no esencialmente funcional y donde su
existencia haría la vida de todo grupo más acorde, pero
no necesariamente más eficiente.

El Plan de Lección E-03 del Ejército de Chile se


utilizaba para instruir a los oficiales, suboficiales y
soldados del ejército, y en él se definían las virtudes
188 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

militares de la siguiente forma: el honor como un sen-


timiento que se lleva dentro del corazón, que permite
estar constantemente dispuesto a defender el prestigio
propio, de la familia, del ejército, de la bandera y de la
patria; el honor está por encima de todo; de la vida, de
los bienes materiales y de cuanto existe en la vida; el
honor es algo tan grande y tan sublime, que por él se
sacrifica la vida, la hacienda, las cosas y afectos más
hondos del corazón. El valor es considerado como una
de las virtudes militares por excelencia, que desprecia
hasta la vida para emprender las más grandes empre-
sas, sin temor a los obstáculos o dificultades que se le
presentan, la valentía es la práctica del valor; por con-
siguiente, el valor es una virtud que puede cultivarse;
el soldado, de por sí, debe ser valiente y ser someti-
do a pruebas o actos que le permitan acrecentar esta
virtud; un comandante en todo momento debe poseer
una fuerza tal de carácter capaz de hacer de su deci-
sión una realidad tangible, que a toda costa, contra
todos los inconvenientes y dificultades que se le pre-
sente, continúe impertérrito en tratar de lograr el obje-
tivo que se propuso alcanzar; debe entrenarse día a día
en la paz para adquirir dicho valor y fortaleza y estar
preparado psíquica y físicamente para cuando llegue
la acción bélica; el valor es el producto de la confianza
y del ejemplo. La lealtad es la virtud moral que debe
iluminar todos los actos del soldado para con su ins-
titución, superiores y compañeros; esta tiene por con-
dición el ser recíproca; es el buen comportamiento de
una persona con otra, de acuerdo con lo que exigen las
leyes del honor y de la hombría; el soldado debe leal-
tad, respeto y obediencia a sus superiores; esta virtud
es tal vez la más importante para el ejercicio del man-
do, ya que un comandante no podrá ejercerlo en buena
forma si no cuenta con la lealtad de sus subalternos;
un comandante debe poner todo lo que está de su parte
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 189

para lograr de sus subalternos una lealtad a toda prue-


ba y en igual medida esta virtud tendrá reciprocidad de
parte del comandante hacia sus subordinados. El com-
pañerismo es el sentimiento que debe tener todo solda-
do para servir a todos desinteresadamente, aun en las
situaciones más difíciles, el soldado debe vivir en total
armonía con sus demás compañeros; este sentimiento
desarrolla el espíritu de unión entre unos y otros; es
sumamente necesario el acercamiento entre el coman-
dante y sus hombres, hecho que le permitirá conocer
más a fondo las posibilidades y limitaciones de sus sub-
alternos; de este acercamiento nace la mutua confianza
y un sentimiento de compañerismo que es la esencia del
espíritu de cuerpo. La abnegación es el sentimiento que
debe tener todo soldado y ciudadano y que comienza
cuando el deber se ha cumplido y todavía queda algo
por hacer, cuya ejecución depende de nuestra voluntad;
la abnegación es una de las virtudes esenciales del sol-
dado; llega a su grado máximo en la guerra, al sacrificar
la vida en aras de la patria; la capacidad para sobrelle-
var las dificultades que se presenten es de gran valor en
el mando. El espíritu de sacrificio, la energía y la fe para
llevar adelante la empresa comenzada son los factores
que llevarán al comandante a superar las dificultades y
reveses en procura del buen éxito. El ejercicio del man-
do siempre debe inspirarse en la abnegación y voluntad
inquebrantable del comandante para obtener el triunfo.
La fidelidad es el amor inquebrantable a la patria, so-
lemnizado por el juramento a la bandera y la obligación
de defender la integridad material de la nación y cum-
plir con las leyes de la República. El patriotismo se ma-
nifiesta superándose individualmente en la educación,
en el esfuerzo por ser cada día un elemento más útil
a la sociedad; en enriquecer la economía mediante el
trabajo honrado y eficiente; en levantar el nivel moral,
cultural y material del propio hogar; en colocar el inte-
190 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

rés nacional por encima de los intereses mezquinos de


círculos e individualidades. El espíritu militar no es otra
cosa que el sentimiento consecuente de la función mili-
tar, manifestado por la acción voluntaria y espontánea
del soldado. Desarrolla la iniciativa y mueve a colaborar
por entero dentro de la obra común. Y, finalmente, el es-
píritu de cuerpo es el amor que debe sentir todo soldado
por la unidad a que pertenece; se demuestra tratando
en todos los actos del servicio de engrandecer el presti-
gio de esta mediante su trabajo y preocupación.

En el Reglamento de Disciplina de las Fuerzas Ar-
madas que está vigente desde 1951,242 se estipulan los
actos que deben caracterizar el actuar del militar. Pri-
meramente, señala que el ejercicio de la profesión mi-
litar deriva de la necesidad que tiene el país de salva-
guardar su vida institucional de toda amenaza interior
o exterior y reside, principalmente, en los sentimien-
tos del honor y del deber de todos los que la profesan.
Todo militar debe acreditar su amor al servicio, hon-
rada ambición y constante deseo de ser empleado en
las ocasiones de mayor riesgo y fatiga, dar a conocer
su valor, talento, preparación y constancia. El ejercicio
del mando, en cualquier actividad militar, debe llevar
en sí el firme propósito de cumplir la misión o tarea
recibida. El superior tiene el deber de servir de ejemplo
y de guía de sus subalternos. Los militares que ejerzan
el mando deben inspirar a sus subalternos respeto y
obediencia, derivados de su propia preparación, con-
ducta y ejemplo: el oficial que sabe hacerse querer de
su tropa la arrastra tras de sí en toda circunstancia, se
hace obedecer en los momentos más difíciles y obtie-

242 Reglamento de Disciplina para las Fuerzas Armadas. Decreto


Nº 1.445 de 14 de diciembre de 1951.
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 191

ne de ella todos los sacrificios, aun los más heroicos.243


El militar que tuviere orden absoluta de conservar su
puesto a toda costa, lo hará. La dignidad es condición
indispensable en todos los integrantes del ejército; ella
regula los actos y modera las pasiones.

El Comandante en Jefe del Ejército, general de


ejército Juan Emilio Cheyre Espinosa, dispuso que el
Departamento de Historia Militar del Ejército, en con-
junto con el Comando de Institutos Militares y la Aca-
demia de Historia Militar de la institución publicaran
el Manual de Tradiciones y Ritos,244 en este se estable-
ce que el honor militar es aquella cualidad moral que
determina y obliga al soldado de cualquier jerarquía a
conducirse y guiarse con arreglo a normas éticas de
buen comportamiento personal, de realizar sus actos
funcionarios, de mando y de ejecución a la luz de nor-
mas morales que el servicio de la patria impone y exi-
ge. Con ello la imagen proyectada es de “buena reputa-
ción” o de “honorabilidad”. Es imposible concebir a la
profesión militar sin el honor, en este están involucra-
dos una serie de conceptos y virtudes asociadas a esta
virtud, lo que significa que es el resultado de la obser-
vancia de varios valores individuales y colectivos. Así,
el honor personal trasciende a la propia familia y al
ejército, involucrando de una u otra manera, a toda la
institución, a sus mandos, a sus áreas formativas y al
ejercicio de la profesión militar. A su vez, colectivamen-
te, el honor militar exige al soldado que luche, que ven-
za, que mantenga la tradición ancestral de su unidad o
de la institución, lo que conlleva la aplicación del valor,

243 Reglamento de Disciplina para las Fuerzas Armadas de Chile,


art.18.
244 Ejército de Chile, Manual de Tradiciones y Ritos, Santiago: Departamento
de Historia Militar, 2002.
192 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

disciplina, etc. Queda establecido que el honor militar


es un valor que se sustenta en aspectos morales supe-
riores y que trasciende a los soldados individualmente
considerados. Así, el honor en la acepción anterior se
relaciona con la forma y la dignidad, cuya pérdida es
muy difícil de recuperar, pues la colectividad asocial,
se ha formado un juicio previo de imagen, sobre deter-
minadas actuaciones que se hacen públicas.

El valor del soldado constituye una fuerza moral


para afrontar el choque de las ideas y defender sus
conquistas en los ámbitos del derecho, la política, la
economía, en la vida social y en el quehacer militar:
podrán temblar las manos, flaquear las piernas y trans-
pirar la frente, pero en el instante de la decisión, un
auténtico valor postergará hasta el humano instinto de
conservación y le alentará en el minuto supremo de sa-
crificarse por el deber.245 El valor aflorará en forma irre-
sistible en el instante supremo, con la fuerza y la na-
turalidad de la más firme de las convicciones. A través
de los tiempos y de todas las campañas que registra la
historia militar, emerge como verdad ineludible que el
valor del combatiente es ese fomento indiscutible del
espíritu y acción, basado en el calor apasionado del
patriotismo, en la cohesión física y anímica que emana
de la disciplina, la emulación, la tradición, el espíritu
de cuerpo, el ejemplo del jefe y la acción del mando, y
que sigue siendo el factor decisivo en la guerra, pese a
los progresos de la técnica moderna. El valor se desa-
rrolla por la educación creciente de la inteligencia y de
la voluntad. La base del valor es el dominio de sí mis-
mo, que solo existe en los individuos físicos, psíquica y
espiritualmente bien constituidos y entrenados.

245 Ibídem, p. 21.


CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 193

El espíritu de cuerpo es la expresión de afinidad,


de integración cohesionada en el conjunto de la vida
militar, de camaradería afectuosa entre los miembros
de la institución y de cooperación desinteresada en pro-
cura de lograr una tarea común. Es la necesaria adhe-
sión afectiva que requiere sentir el soldado al ser parte
integrante del ejército. Es el estado de ánimo que hace
sentir como propios los éxitos de la institución y que
lo impulsa a sacrificarse en su beneficio. Cuando to-
dos los miembros están compenetrados por entero del
sentido de la función que cumplen, cooperando todos y
cada uno de sus miembros a la consecución de sus ob-
jetivos, se dice que sus integrantes tienen espíritu de
cuerpo. El espíritu de cuerpo emana de la confianza en
el arrojo de los compañeros y en la pericia de los jefes,
de la satisfacción de formar en las filas de un cuerpo
de historia glorioso; del placer de compartir peligros,
fatigas y honores con hombres unidos por los lazos del
afecto y el compañerismo; del mutuo y eficaz apoyo
que entre sí deben prestarse todos, y hace esforzarse
por aparecer con dignidad ante los extraños. El espíri-
tu de cuerpo desarrolla en los soldados la franqueza,
la afable jovialidad, la lealtad, la tolerancia, la benevo-
lencia; destruye la intransigencia y crea la armonía y
la concordia; fomenta el celo por la dignidad común;
pretende el realce de la unidad, y es un noble estímulo
que tiene por satisfacción y recompensa única y más
preciada el vestir el uniforme y pertenecer al ejército. El
soldado se considera más fuerte al combatir entre sus
mismos camaradas, entre aquellos con quien aprendió
la instrucción y estuvo de guardia, que a todos conoce
y en todos sabe existe honor y valor. Confiando en sus
compañeros, poseído del sentimiento de la solidaridad,
peleará con más bravura, sabiendo que sus esfuerzos
han de ser seguidos de aquellos, y que jamás ha de
verse desamparado; y es bien seguro, además, que por
194 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

no perder la estimación y concepto de sus camaradas,


se excederá en valor y el honor será su guía.

La abnegación del soldado es la cualidad moral


que lo impulsa a cumplir el deber más allá de posibles
limitaciones, con voluntario desprendimiento personal,
sacrificándose con olvido de sí mismo para servir a un
fin o causa superior. Ello deriva de la propia conciencia
que lo motiva a realizar fiel y adecuadamente, una ta-
rea asignada, pese a las dificultades que se presentan
en su cumplimiento. La abnegación, como manifesta-
ción del carácter, se traduce en una gran fuerza de
voluntad para sobreponerse a las circunstancias ad-
versas y llegar finalmente a lograr el éxito.

La disciplina militar es concebida como el estado


de orden, subordinación y obediencia que permite el
funcionamiento eficiente de la institución. Impone la
subordinación del soldado y el estricto cumplimiento
de observancia de las leyes, reglamentos y órdenes
que rigen la vida militar. Se expresa por los concep-
tos de obediencia debida, comportamiento individual
y colectivo consciente y acorde con los principios de
justicia, lealtad y buen criterio, a fin de que dicho
proceder permita la realización del fin perseguido o
misión asignada en forma adecuada, ya sea indivi-
dual del soldado o del conjunto como institución. La
disciplina exige sacrificios, valores y actitudes. La
disciplina militar ha existido siempre, pero su aplica-
ción a través de la historia ha venido evolucionando
de acuerdo a las complejidades propias no solo del
combate sino también de la evolución de las personas
y sociedades. Al respecto, en el primitivo uso militar,
significaba el adiestramiento en el manejo de las ar-
mas, el rígido acatamiento de la autoridad, el castigo
como elemento central. Lo anterior debido a que los
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 195

ejércitos estaban constituidos por voluntarios, escla-


vos y otros sin mayor preparación para estos fines.
A través del tiempo y en la medida que los cuerpos
armados empiezan hacer de su actividad una profe-
sión, el sentido de disciplina va evolucionando, con-
figurándose una subordinación voluntaria hacia ella,
de parte de sus integrantes.246

El texto matriz y vigente al año 2008, que inte-


gra la base doctrinaria de los valores de los integran-
tes del Ejército de Chile es la Ordenanza General del
año 2006, que fue promulgada por el Presidente de
la República Ricardo Lagos Escobar, conforme se lo
propuso el Comandante en Jefe del Ejército el 7 de
febrero 2006.247 En esta se determina que los valores
militares constituyen orientaciones que deben regir la
conducta de los militares tanto en la paz como en la
guerra. Para el profesional militar actuar conforme a
los valores fundamentales constituye una obligación
permanente, cuyo cumplimiento lo debe transformar
en una persona virtuosa. El espíritu militar, motor y
expresión de la vocación militar, demanda a quienes
integran el ejército un compromiso personal para ha-
cer suyas, conscientemente, las siguientes virtudes:
la disciplina como el dominio de sí mismo que mueve
a la persona al cumplimiento del deber, supeditando
su propia voluntad al bien colectivo. La disciplina es
esencial para un ejército dado que es un bien insusti-
tuible que lo fortalece y lo preserva. La disciplina no es
un acto de sumisión, sino que es un acto de reflexión
profunda, mediante el que los subalternos entregan a
la persona que tiene facultades de mando parte de su

246 Ejército de Chile, Manual de Tradiciones y Ritos, Santiago: Departamento


de Historia Militar, 2002.
247 Decreto MDN.SSG. Depto. II/1 Nº6030/86 de 22 febrero de 2006.
196 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

libertad de acción, sentimientos y deseos, para que el


mando realice la tarea o misión encomendada y debi-
damente normada; la lealtad es la fidelidad al orden
normativo legítimo, a las autoridades republicanas, al
ejército, a la organización a la que se pertenece, a los
superiores, camaradas, subordinados y subalternos;
el honor es la virtud sintetizadora de todos los valores
cívicos y militares que mueven a una persona a ac-
tuar siempre con la verdad, dignidad, sinceridad, rec-
titud, honestidad y en coherencia con los principios
que dan sustento a sus actos. En definitiva, el honor
se sintetiza en ser una persona digna de confianza; el
valor es la fuerza moral y física que lleva a acometer
resueltamente grandes desafíos, enfrentando de ma-
nera consciente el peligro y la adversidad; el espíritu
de cuerpo es el afecto común. Aquel que, sin caer en
corporativismos, deben sentir todos los soldados por
la unidad a la que pertenecen y sus integrantes, que
lleva a trabajar armoniosamente y en comunidad de
propósitos y fines. La abnegación es la disposición a
subordinar los propios intereses al cumplimiento del
deber; el cumplimiento del deber militar es la acción
voluntaria y predisposición positiva para cumplir las
obligaciones inherentes al servicio, poniendo en pri-
mer lugar el amor a la patria. Puede llevar hasta el
sacrificio de la propia vida de ser necesario; la inte-
gridad es la probidad, honradez, honestidad y recti-
tud que llevan a actuar permanentemente con honor,
conforme a la verdad e inspirados en valores éticos; el
respeto es llevar la propia actuación valorando los de-
rechos, condición y circunstancias de los demás sin
discriminación ni marginación de ninguna especie; el
espíritu de servicio es la disposición a ofrecer volunta-
ria y activamente su trabajo en beneficio de la unidad
y la cohesión social; la subordinación al derecho es la
sujeción de quienes tienes la potestad legal del uso de
CAPÍTULO IV. HISTORIOGRAFÍA DE LAS VIRTUDES MILITARES DEL EJÉRCITO DE CHILE 197

las armas, al orden normativo que la sociedad legíti-


mamente se ha dado y que tiene su máxima expresión
en la Constitución Política de la República.248

248 El Art. 68 de la Ordenanza señala: este conjunto de virtudes pueden


ser discernidas y desarrolladas por todo ciudadano, pero al militar le
son demandables por la sociedad, sus autoridades y la jerarquía mi-
litar, pues si carece de ellas no está en condiciones de cumplir con su
deber.
199

CAPÍTULO V

Acciones heroicas. Virtudes militares de


las fuerzas que participaron

En todos los países y ejércitos del mundo se han


instituido epopeyas inmortales de combates, acciones
y héroes que identifican a cada nación o a los prota-
gonistas más relevantes de un suceso histórico, inde-
pendientemente –en muchos casos– del resultado del
mismo. Es más, numerosos personajes ilustres antes
del acontecimiento eran desconocidos, y luego son
perpetuados en la historia por las acciones que rea-
lizaron o por las decisiones que adoptaron. En otros
casos, algunos de ellos inicialmente son descalifica-
dos, para luego con el transcurrir de los años y ante
un análisis desligado de las pasiones políticas, son
ensalzados en la literatura histórica como actores re-
levantes de los acontecimientos nacionales. De esta
realidad se podría inferir que los países generan una
fuerza endógena para sustentar la identidad nacional
y comunicar, de generación en generación, los valores
que la contemporaneidad social evalúa positivamente,
y en algunos casos, postergando en las narraciones
los antivalores que circunstancialmente determina-
dos eventos y personajes por sí mismo representan.

La historia general de Chile está férreamente en-


trelazada con su historia militar. Solo 200 años de su
independencia podría ser la explicación, ya que no
hay período patrio que no esté jalonado o influido por
un hecho de armas. Estos son generosos en hazañas,
y afortunadamente también en protagonistas. Chile
es uno de los países latinoamericanos que sobresale
respecto de las acciones militares emprendidas y las
victorias obtenidas, como también de haberse enfren-
200 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

tado a ejércitos que fueron dignos rivales dirigidos por


célebres comandantes.

Para investigar si las virtudes militares defini-


das por el Ejército de Chile tienen una corresponden-
cia histórica y conocer cómo estas se explicitan en la
historia militar, se presentó la dificultad metodológica
para seleccionar los sucesos que ameritan ser ana-
lizados con esos fines y cuáles a juicio de los histo-
riadores pueden ser catalogados como tales. Para lo
anterior, no ha quedado otra opción que la que per-
mite la extracción de información de la principal pu-
blicación de temas militares, el Memorial del Ejército
de Chile, que periódicamente se ha publicado desde
1906, para constatar en esta publicación la cantidad
de artículos publicados sobre episodios militares don-
de se destaquen los valores de la tropa chilena o de
los mandos involucrados.249 El resultado de lo ante-
rior, ha permitido conocer la cantidad de publicacio-
nes y reposicionamiento en la literatura militar de las
acciones más distinguidas, y cuáles representan de
mejor forma las virtudes militares. No se ha incluido
para estos fines ninguna acción naval, por estimar
que estas han sido profusamente difundidas por la
Armada de Chile; además, porque el objetivo de este
trabajo se relaciona con las acciones de participación
directa del Ejército y por el carácter institucional de
la publicación en la que se obtuvo la muestra. Pese

249 El Memorial del Ejército de Chile es la publicación latinoamericana


de temas militares de mayor especialización y antigüedad, y donde
preferentemente se han difundido temas de carácter histórico militar.
La medición efectuada tomando como referencia esta publicación,
tiene el merito de que esta ha privilegiado a los escritores militares
con formación académica militar. Las consultas se efectuaron en los
memoriales del Ejército que están a disposición del público en la web
del Ejército de Chile.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 201

a ello, cabe indicar que en el Memorial del Ejército, la


acción y personajes que con mayor frecuencia en la
historia de la publicación son relatados, correspon-
den a la gesta del Combate Naval de Iquique y los
héroes que lo glorificaron.

Los resultados obtenidos permiten señalar que


los sucesos más representativos son: de la Indepen-
dencia, la sorpresa de El Roble, el sitio de Rancagua,
Batalla de Chacabuco y batalla de Maipú; de la Gue-
rra contra la Confederación Perú-Boliviana, la Batalla
de Yungay; de la Guerra del Pacífico, el desembarco
de Pisagua, el asalto y toma del Morro de Arica, la
Batalla de Tarapacá, la Batalla de Tacna, el Combate
de Sangrar, el Combate de La Concepción, y la Batalla
de Huamachuco.

Gráfico con la frecuencia de las publicaciones según


los memoriales del Ejército 1906-2007
202 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Narración histórica

Período de la Independencia:

Sorpresa de El Roble (17 de octubre de 1813)

Después del fracaso del sitio de Chillán –a prin-


cipios de agosto de 1813–, el Comandante en Jefe del
Ejército patriota, brigadier José Miguel Carrera Ver-
dugo, ordenó la retirada hacia el sur. Una división al
mando de Juan José Carrera y Juan Mackenna avanzó
desde Quirihue hasta la zona de Membrillar. Carrera
y el coronel Bernardo O’Higgins Riquelme por su par-
te, llegaron en la tarde del 16 de octubre al vado de
El Roble, en el río Itata, al mando de alrededor de 800
soldados de las tres armas. Pasaron al reposo en la ri-
bera sur, adoptando las medidas de seguridad nece-
sarias para evitar una eventual sorpresa de parte de
los guerrilleros realistas que incursionaban en la zona.
No obstante, en la madrugada del 17 de octubre, las
fuerzas patriotas fueron sorprendidas por una colum-
na enemiga comandada por el guerrillero Juan Antonio
Olate, que simulando un ataque frente al vado, atravesó
inesperadamente el río tres kilómetros aguas arriba. A
pesar de la confusión, el coronel O’Higgins –que estaba
herido en una pierna– demostrando sus dotes de guerre-
ro, presencia de ánimo y valor, se negó a abandonar la
línea de fuego, reunió a sus fuerzas y luego de organizar
adecuadamente la resistencia, arengando a su tropa al
grito de ¡O vivir con honor o morir con gloria! ¡El que sea
valiente, sígame!, atacó frontalmente a bayoneta calada
al enemigo. Los soldados estimulados por el ejemplo,
presencia de ánimo y valor de su comandante, lo siguie-
ron gritando ¡Viva la Patria!, transformando la sorpresa
e inminente derrota en brillante victoria para las armas
patriotas. En el parte oficial dirigido al gobierno, el ge-
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 203

neral en jefe informó del valeroso actuar de O’Higgins en


combate expresando: no puedo dejar en silencio el justo
elogio que tan dignamente se merece el citado O’Higgins,
a quien debe contar V.E. como el primer soldado capaz
en sí solo de reconcentrar y unir heroicamente el mérito
de las glorias y triunfos del Estado chileno. Se desta-
caron también en este combate el capitán de Húsares
Joaquín Prieto Vial y el teniente de Dragones Ramón
Freire Serrano, quienes con su decidida acción obliga-
ron finalmente al enemigo a retirarse.

La mayoría de los historiadores concuerdan con


la narración de esta acción y coinciden con las aren-
gas que hasta el día de hoy rememoran y simbolizan el
liderazgo ejercido por Bernardo O’Higgins. A partir de
El Roble, y en forma gradual, la tropa va identificando
a O’Higgins como un ejemplo del valor y representan-
te de las ideas libertarias que lo inician en el camino
de la inmortalidad y lo legitiman como el comandante
de las fuerzas chilenas. Irrumpir por sobre las fuerzas
adversarias y tener la certeza moral de que la tropa lo
seguiría en su acción de arrojo, pasan a ser distintivos
de sus posteriores conductas como líder de las fuerzas
patriotas. O’Higgins no titubeó ante la amenaza y fuer-
zas que enfrentaba, tampoco ante la incertidumbre de
la oscuridad y el zafarrancho ocasionado, ni siquiera
por las heridas y apremio de fuego que el enemigo oca-
sionaba, solo temió por el sostenimiento de la causa
por la cual luchaba. A la postre se podrán discutir ex-
temporáneamente muchas de las decisiones y actitu-
des de O’Higgins, pero nadie podrá poner en duda que
este insigne patriota es el mayor ejemplo de la virtud
del valor militar, que la historia militar ha venido tras-
pasando para las generaciones posteriores. La histo-
ria militar chilena ha sido fiel custodio de los sucesos
donde las virtudes de los comandantes o de la tropa
204 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

sobresalen en la organización, consolidación o defensa


de la patria, innumerables hazañas ejemplarizan estas
conductas hasta el día de hoy, pero ninguna como la
de El Roble donde solo se ganaba el honor o la gloria.

Sitio de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814)

A mediados de agosto de 1814, tropas realistas al


mando del general Mariano Osorio, –experimentadas
en la guerra contra Napoleón– bien armadas y pertre-
chadas desembarcaron en Talcahuano. Luego de lle-
gar a Chillán, se prepararon para iniciar una rápida
campaña hacia el norte. Su avance fue retardado por
el mal estado de los caminos y la necesidad de no fa-
tigar a la tropa, logrando recién a fines de septiembre
concentrar la totalidad del ejército en las proximidades
del río Cachapoal. El dividido y mal entrenado ejército
patriota por su parte necesitaba ganar tiempo, mante-
niendo alejado al enemigo de la línea del Cachapoal, o
en última instancia conteniéndolo en la angostura de
Paine. Desde el primer momento surgieron dificulta-
des entre los generales patriotas para acordar el plan
de operaciones. El general en jefe Carrera insistía en
la conveniencia de detener a las tropas realistas en la
Angostura de Paine; en cambio O’Higgins estimaba
más favorable defenderse en la plaza de Rancagua. El
ejército patriota marchó hacia la línea del Cachapoal,
situándose la primera división frente a Rancagua, la
segunda en el vado de Los Robles y la tercera, que
marchaba desde Santiago al mando de Carrera, solo
llegó el 29 de septiembre a Mostazal, con la intención
de vigilar el vado de Punta de Cortés. Sin embargo,
creyendo que los realistas se replegaban hacia el sur,
no ordenó oportunamente su avance para proteger el
vado, permitiendo que el grueso del ejército de Osorio
cruzara el río sin resistencia en la madrugada del 1 de
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 205

octubre. Para evitar verse rodeado por el enemigo y a la


vez no abandonar a su suerte a la 2ª división comanda-
da por el brigadier Juan José Carrera, que ya se había
encerrado en la villa de Rancagua, resolvió marchar
hacia dicha localidad. Así se atrincheraron en la plaza
unos 1.750 patriotas al mando de O’Higgins, luego que
Juan José Carrera, reconociendo el mayor ascendiente
y competencia de O’Higgins pusiera las tropas bajo sus
órdenes. Las fuerzas de Osorio sumaban algo más de
4.800 hombres, con el apoyo de fuego de 18 cañones.
El combate se inició el 1 de octubre con el avance del
batallón Talaveras por la calle de San Francisco en di-
rección a la trinchera sur, acción que coincidió con
el ataque a las tres posiciones que defendían los de-
más accesos a la plaza. Luego de una hora de cruen-
tos combates se produjo la primera retirada realista,
cargando a sus heridos y a sus muertos. En la tarde
se efectuó un nuevo asalto simultáneo por los cuatro
costados, el que fue resistido y rechazado valerosa-
mente por las fuerzas patriotas mediante cargas a la
bayoneta. Durante la noche, O’Higgins envió un men-
saje a José Miguel Carrera solicitándole municiones y
el refuerzo de la tercera división, que fue respondido
con un esperanzador: municiones no pueden ir sino en
la punta de las bayonetas. Mañana al amanecer hará
sacrificios esta división. Chile para salvarse necesita
un momento de resolución. Al día siguiente se empe-
zaron a sentir los efectos del corte de la acequia que
proveía de agua a la ciudad, que provocó el cese del
suministro para la bebida y para enfriar los cañones.
Al amanecer, desde el campanario de la iglesia de la
Merced, O’Higgins intentaba verificar la llegada de los
refuerzos, en tanto que los realistas reanudaban su
ataque a la plaza, aproximándose a través de forados
hechos en las paredes de las casas aledañas. Trans-
curridas más de 24 horas de tenaz resistencia, los
206 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

patriotas empezaron gradualmente a ceder, momento


en que un vigía observó el avance de la 3ª división,
anuncio que infundió un nuevo ímpetu a los defenso-
res, que intentaron en cada trinchera un desesperado
contraataque. La suerte de los sitiados parecía haber
cambiado, hasta que alrededor del mediodía fue evi-
dente que la fuerza de auxilio no poseía ni el poder
combativo ni la disciplina necesaria para enfrentar a
las tropas realistas y se retiraba desorganizadamente:
O’Higgins recorre las trincheras estimulando el valor de
los soldados; y por todas partes encuentra entre los ofi-
ciales corazones resueltos y levantados que no se deja-
ban abatir por la perspectiva de un sacrificio que pare-
cía inevitable.250 Después de rechazar un sexto asalto, el
combate concluyó con una desesperada acción patriota
para liberarse del asedio realista. O’Higgins, demostran-
do nuevamente sus excepcionales virtudes guerreras
hizo montar a los dragones y a la tropa de infantería que
pudo conseguir cabalgadura, organizó una columna de
unos 500 hombres, y en una desesperada arremetida lo-
gró romper el cerco, abriéndose paso a sablazos por entre
las tropas realistas.

En Rancagua, nuevamente la serenidad, arrojo y


valentía de O’Higgins confirman su sitial como el coman-
dante militar dispuesto a entregar la vida por un ideal,
más aún cuando de la patria se trataba. Fácilmente po-
dría haber eludido enfrentarse a los realistas o rendir-
se ante fuerzas considerablemente superiores, el honor
y la valentía se lo impedían, y la tropa se lo exigía. No
se trataba de entregar las armas y salvar la vida, era la
esperanza de alcanzar la independencia nacional la que
se imponía en las voluntades del líder y de sus subordi-

250 Barros Arana, Diego. Historia General de Chile, Tomo IX, Santiago:
Editorial Universitaria, 2002, p. 425.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 207

nados. Traspasando la barrera de las capacidades físicas


de hombres y ganado el rompimiento del frente de las
fuerzas atacantes pasa a constituir el objetivo inmedia-
to, a continuación sería salvar con vida. En un esfuerzo
reservado para los grandes héroes y para la tropa de eli-
te, las fuerzas al mando de O’Higgins cruzan la barrera
entre la gloria y la muerte transformando una derrota en
una epopeya de las virtudes militares: O’Higgins siempre
entusiasmó a su tropa con el ejemplo, y fue el alma de
esa heroica jornada, todos probaron de cuanto es capaz el
soldado chileno cuando se bate por la patria y es guiado
por un jefe que no conoce el miedo.251 En la tropa ya se
rumoreaba, que bajo el mando de O’Higgins la vida no
estaba asegurada, pero que la inmortalidad estaba con-
quistada.

Batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817)

Entre el 19 y el 22 de enero de 1817 el grueso


del Ejército de los Andes inicia desde el campamento
El Plumerillo, la travesía de la cordillera en dirección
al paso de Los Patos, constituido por la 1ª división
al mando del brigadier Miguel Estanislao Soler como
vanguardia y por la 2ª división comandada por el bri-
gadier Bernardo O’Higgins. Esta empresa estratégica
que constituye el preámbulo de la Batalla de Chaca-
buco, fue realizada con extraordinaria coordinación
en tiempo y espacio, a pesar de las múltiples dificul-
tades que implicaba para una fuerza militar el cru-
ce de tan soberbio obstáculo geográfico, unidas a la
incertidumbre sobre el mantenimiento del secreto de
la operación y eventuales reacciones de las fuerzas
realistas desplegadas en Chile. De esta manera, el 8

251 Álbum Histórico de las Fuerzas Armadas de Chile, Santiago: Empresa


Editora Atenas, 1928. pp. 257-258.
208 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

de febrero llegaban a San Felipe, para concentrarse al


día siguiente en el campamento de Curimón. El Co-
mandante en Jefe general José de San Martín había
resuelto esperar en esa localidad hasta el día 14 a su
artillería de campaña que se encontraba retrasada.
Sin embargo, informado por el baqueano Justo Es-
tay que tropas realistas al mando del coronel Rafael
Maroto salían de Santiago en dirección a las casas de
Chacabuco, modificó su decisión al apreciar que po-
dría enfrentar favorablemente al enemigo, de fuerza no
superior a 1.400 hombres y solo 2 piezas de artillería.
Dispuso entonces iniciar la marcha a las divisiones
Soler y O’Higgins –en ese orden– a las 2 de la mañana
del 12 de febrero, en dirección a Manantiales. Desde
allí, la 1ª división se desplazó hacia el oeste por el ca-
mino que asciende la quebrada de Los Almendros en
dirección a Montenegro, con muchas dificultades de-
bido a lo escabroso de la ruta y la mayor longitud de
esta. La 2ª división empleó un camino llamado pos-
teriormente cuesta vieja, con la intención de confluir
en las casas de Chacabuco. En este avance, O’Higgins
tomó contacto con tropas avanzadas realistas, que
para evitar ser sobrepasadas se retiraron hacia el ce-
rro Los Halcones. Informado de este movimiento por
su ayudante, capitán José María de la Cruz, O’Higgins
que se encontraba reunido con San Martín, le propu-
so atacar con su división. Según testimonio de este
oficial, el comandante en jefe respondió: bien, mi ge-
neral, pero de ninguna manera comprometa la acción,
pues la derecha (división Soler) viene lejos. La división
O’Higgins continuó descendiendo en dirección sur,
hasta constatar con sorpresa, por ausencia de reco-
nocimiento previo, que el grueso del ejército realista
había avanzado desde las casas de Chacabuco para
ocupar posiciones entre el extremo sureste del cerro
del Chingue y el cerro Guanaco. Imposibilitado de elu-
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 209

dir al enemigo e impedido también de retirarse para


no sufrir una inminente derrota, se aprestó a desple-
gar sus fuerzas en los faldeos del cerro Los Halcones y
envió un emisario al general en jefe informando su si-
tuación, pidiendo apurar la marcha de la 1ª división y
solicitando refuerzos. Luego, aproximadamente a las
11.45 de la mañana, desplazó sus tropas a la ladera
oeste del cerro, que había sido ocupado previamente
por el coronel Zapiola al mando de los granaderos a
caballo, tomando posiciones a menos de 300 metros
de la línea realista e iniciando un efectivo fuego de
fusilería que provocó fuertes bajas al batallón Talave-
ras. Sin embargo, el efecto de la artillería realista se
hacía sentir en las tropas patriotas que carecían de
este apoyo, no observándose aún la llegada de la divi-
sión Soler u otros refuerzos, lo que colocó a O’Higgins
ante una situación insostenible. Entonces, a propo-
sición del comandante Cramer, experimentado oficial
de los ejércitos napoleónicos, O’Higgins ordenó atacar
a la bayoneta contra el ala derecha enemiga, cargan-
do simultáneamente los granaderos contra el centro
del dispositivo enemigo. Estos últimos, nuevamente
por no realizarse un reconocimiento de la dirección
de aproximación, debieron detenerse al encontrarse
con el cauce del arroyo Las Margaritas, lo que provocó
también desorganización en los cuerpos de infante-
ría, que debieron replegarse sin sufrir grandes bajas.
O’Higgins resolvió efectuar un nuevo asalto. Sobre las
acciones que se sucedieron a partir de ese momento
existen al menos dos versiones. Una que señala que
coincidió con la carga de tres escuadrones de grana-
deros enviados al combate por el general San Martín,
en contra de la caballería realista ubicada sobre el ca-
mino real, detrás de las posiciones ocupadas por Ma-
roto. La otra versión indica que cuando retrocedía en
desorden el batallón Chiloé, el coronel Zapiola y sus
210 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

granaderos arrollaron a las compañías de cazadores


del citado batallón y del Talaveras, provocándose una
brecha en la línea enemiga, que fue aprovechada por
la infantería para apoyar a la caballería, rebasando
esta el ala derecha realista y cargando nuevamente
contra las tropas enemigas de ambas armas, las que
siendo las 13.30 horas iniciaron la retirada hacia las
casas de Chacabuco. La llegada de tropas avanzadas
de la división Soler y la persecución de la caballería
hasta la villa de Colina sellaron media hora más tarde
el triunfo del Ejército de los Andes, con un saldo de
500 bajas realistas y 600 prisioneros, en comparación
con algo más de 100 bajas patriotas, entre muertos y
heridos.

Algunos historiadores han criticado profusamen-


te al general O’Higgins por las decisiones que adoptó
en el campo de batalla, aduciendo que habrían esta-
do inspiradas por un temerario y mezquino afán de
lucimiento personal que comprometió gravemente el
resultado final de la batalla. Sin embargo, un aná-
lisis desapasionado de los hechos, nos lleva a con-
cluir que la orden para el ataque de su división contó
con la anuencia del Comandante en Jefe. Tampoco
se puede argumentar que desobedeció la orientación
de San Martín de: no comprometerse en acción, pues
es responsabilidad de todo comandante apreciar ade-
cuadamente la situación y resolver en consecuencia,
lo que justifica su ataque a las fuerzas que se le en-
frentaban, al no tener otra alternativa viable, decisión
que a la postre determinó el triunfo patriota. Por otra
parte, si se analizan las bajas de combate del Ejér-
cito de los Andes se observa que fueron muy reduci-
das, desvirtuando la temeridad del riesgo asumido.
Mayores fueron las críticas al brigadier Soler, incluso
de sus compatriotas, que no encuentran justificación
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 211

a su pasividad o a lo menos falta de decisión en la


conducción del desplazamiento de las fuerzas a su
mando, que retrasaron peligrosamente su presencia
y participación en la batalla.

Las críticas a la impetuosidad de O’Higgins en-


cuentran justificación en la valentía que lo distinguía
y que inevitablemente lo estimulaba a mantener la
iniciativa. A un valiente como O’Higgins, indicarle que
no se comprometiera en acción era ilusorio, su com-
promiso permanente con la libertad de Chile y su ca-
rácter se lo impedían, resolvió en consecuencia a sus
condiciones de comandante y a lo que aconsejaba la
situación. Los resultados le dieron la razón, y quedó
de manifiesto la importancia de las virtudes militares
en la conducción del combate. La Batalla de Chaca-
buco no solo es memorable por sus resultados finales,
sino también por la odisea y riesgos que significó el
cruce de los Andes.

Batalla de Maipú (5 de abril de 1818)

El lapso entre la Batalla de Chacabuco y la de


Maipú estuvo jalonado por varios hechos relevantes:
la creación de un Ejército nacional, tarea a la que
O’Higgins se abocó con ahínco desde su nueva inves-
tidura como Director Supremo; la conquista de Con-
cepción y el sitio de Talcahuano en julio de 1917, bas-
tión realista que defendió tenazmente el coronel José
Ordóñez; la llegada de una fuerza invasora realista al
mando del general Mariano Osorio en enero de 1818;
la retirada patriota hacia la línea del Maule; el avance
realista hacia el norte y la sorpresa de Cancha Raya-
da (19/20 marzo), que provocó la desorganización del
ejército patriota y la incertidumbre y el pánico entre
los habitantes de la capital. O’Higgins herido en este
212 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

combate en su brazo derecho, es requerido y se trasla-


da a Santiago, a fin de restablecer la confianza pública
e impedir el desorden y la anarquía. A continuación,
se produce el encuentro de los contendientes en los
llanos de Maipo o Maipú.

El Ejército patriota en presencia en la Batalla


de Maipú estaba organizado en tres divisiones, con
un total aproximado de 6.000 soldados de las tres
armas. A media mañana del 5 de abril, estas fuerzas
se encontraban en la zona de los Cerrillos, desplega-
das al sur de una pequeña loma de unos 6 metros
de altura que corre de este a oeste, ocupando la divi-
sión Las Heras el ala derecha (O), la división Alvara-
do la izquierda (E) y la división Quintana retrasada,
conformando la reserva. La caballería se ubicó en los
extremos de ambas alas en tanto que la artillería de
campaña tomó posiciones al centro y la volante en
ambas alas. El ejército realista, al mando del general
Mariano Osorio, con una fuerza total de alrededor de
5.000 hombres, ocupó posiciones defensivas en una
meseta triangular al norte de las casas de Lo Espejo,
separado del ejército patriota por una hondonada de
unos 400 metros, en su extremo este, que se amplia-
ba hasta cerca de 1.000 en su borde oeste. En el ala
izquierda (O) se ubicó una división al mando del coro-
nel Primo de Rivera, al centro la división Morla y a la
derecha (E) la división Ordóñez.

Ante la inactividad del enemigo, a la 11.30 de la


mañana San Martín ordenó abrir el fuego a la artille-
ría, que provocó la reacción de los realistas, cañoneo
que luego de media hora demostró su falta de efectivi-
dad. Dispuso entonces atacar a sus tropas de primera
línea; la división Las Heras, apoyada por la artillería de
Blanco Encalada enfrentó a las fuerzas de Primo de Ri-
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 213

vera, tratando de aislarlo del resto del dispositivo, ante


lo cual este empleó a sus Dragones de la Frontera, que
a su vez fueron rechazados por los granaderos a caba-
llo patriotas. Estos últimos, luego de retroceder ante el
nutrido fuego de la infantería enemiga, se recuperaron
y lograron el objetivo de separar el ala noroeste del resto
de las fuerzas realistas. Casi coincidiendo con la carga
de los granaderos, la división Alvarado, apoyada por la
artillería de Borgoño, avanzó en dirección a las fuerzas
de coronel Ordóñez, sin verlas sino hasta el momen-
to en que coronaron las alturas que estas ocupaban,
siendo batidos por fuego a corta distancia. Esta acción
desencadenó un contraataque realista que obligó a la
división Alvarado a replegarse hacia sus posiciones
iniciales, con bajas considerables por ambos bandos.
Las divisiones Morla y Ordóñez aprovecharon este mo-
mento de debilidad y se lanzaron sobre las fuerzas del
ala izquierda patriota, con grandes exclamaciones de
triunfo. Sin embargo, el nutrido y certero fuego de la
artillería de Borgoño los contuvo en dos oportunida-
des, para luego hacerlos retroceder, a pesar del ímpetu
que el coronel Ordóñez trató de imprimirle al ataque.
Al tanto de la situación crítica por la que pasaba la di-
visión Alvarado, Las Heras ordenó a sus fuerzas atacar
el flanco norte de la División Morla, siendo contenidas
y obligadas a retroceder. Las últimas maniobras em-
prendidas por los contendientes determinaron que en
ese momento el resultado de la batalla fuera absoluta-
mente incierto. Entonces, a espaldas de la línea patrio-
ta se escucharon los toques de carga que ordenaban
entrar en combate a la división de reserva, en dirección
al extremo sureste de la posición enemiga. Reanima-
dos por la presencia de estos refuerzos, las fuerzas de
la división Alvarado rehicieron filas y reanudaron el
ataque. Los cazadores de la Escolta Directorial al man-
do de Freire cargaron sobre la caballería enemiga del
214 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

flanco este, cayendo en esa acción al frente de su es-


cuadrón el valeroso comandante Santiago Bueras, con
el pecho atravesado por un proyectil.

La configuración del terreno también provocó


sobresaltos a la división Quintana pues al llevar sus
tropas a las alturas casi chocó frontalmente con las
divisiones Morla y Ordóñez, ocultas por un repliegue
de la loma. Aun cuando estas fuerzas realistas se en-
contraban ocupando un reducido espacio, sin artillería
ni caballería, rodeadas por el frente y flancos por las
fuerzas patriotas, continuaron combatiendo denoda-
damente, sin manifestar intenciones de rendirse. La
lucha fue tan intensa que en su parte del combate, al
relatar este momento de la acción San Martín expresó:
con dificultad se ha visto un ataque más bravo, más
rápido y más sostenido, y jamás se vio una resistencia
más vigorosa, más firme y más tenaz. A continuación,
se adelantó la artillería patriota para luego concentrar
sus fuegos sobre la posición realista, sin lograr desor-
ganizarla. Cargaron nuevamente los cazadores sobre
el flanco derecho, mientras la infantería embistió a la
bayoneta al grito de ¡Viva la libertad! Al producirse el
desplazamiento de la división Morla hacia la derecha
para atacar a la división Alvarado, las fuerzas de Primo
de Rivera recibieron la orden de recuperar el contacto
con las fuerzas del centro, objetivo que no lograron al
impedírselo las repetidas cargas de la caballería e in-
fantería de Las Heras. Entonces, manteniendo cierta
organización, las divisiones del centro y ala derecha
realistas iniciaron su retirada hacia las casas de Lo Es-
pejo, movimiento que fue seguido luego por los rema-
nentes de la división Primo de Rivera. El Comandante
en Jefe realista en cambio, cuando más se requería su
presencia, emprendió la fuga hacia Valparaíso con una
escolta de caballería.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 215

Cuando los realistas alcanzaban las casas de Lo


Espejo, llegó al campo de batalla el general Bernardo
O’Higgins, a la cabeza de unos 1.000 milicianos, pro-
duciéndose al encontrarse ambos próceres el famoso
abrazo y diálogo: ¡Gloria al salvador de Chile! le saluda
O’Higgins, a lo que San Martín contesta: general, Chile
no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el
día de hoy se presentó herido en el campo de batalla.

El combate continuó encarnizadamente en el ca-


llejón de las casas de Lo Espejo, con cuantiosas ba-
jas del batallón patriota cazadores de Coquimbo. San
Martín nuevamente dispuso la intervención de la arti-
llería de Blanco Encalada y Borgoño, lo que permitió
realizar una nueva e impetuosa carga de la infante-
ría, hasta que los jefes patriotas lograron detener la
masacre, ante la rendición y captura de los dispersos.
De las fuerzas realistas que participaron en la bata-
lla, 1.500 resultaron muertos, cerca de 2.300 fueron
hechos prisioneros y solo 700 consiguieron retirarse
organizadamente. El ejército patriota sufrió alrededor
de 800 muertos y más de 1.000 heridos.

La Batalla de Maipú consolidó definitivamente la


independencia de Chile y creó las condiciones iniciales
que posibilitaron emprender más tarde la Expedición
Libertadora del Perú.

Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana

Batalla de Yungay (20 de enero de 1839)

El objetivo de la Expedición Restauradora fue eli-


minar el peligro que representaba para la seguridad ex-
terior de Chile el surgimiento de la Confederación Perú-
Boliviana, cuyo mentor era el general boliviano Andrés
216 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

de Santa Cruz. Para lograrlo se organizó y despachó al


Perú, a mediados de diciembre de 1837, una primera
expedición al mando del almirante Manuel Blanco En-
calada, que se mantuvo hasta noviembre en la zona de
Arequipa y que fracasó rotundamente tanto en lo mili-
tar como en lo político debido a la inactividad e ingenui-
dad de su Comandante en Jefe, que lo llevó a firmar el
Tratado de Paucarpata, el que luego fue unánimemente
rechazado por el gobierno del presidente Prieto, por el
Parlamento y por la ciudadanía toda, lo que determinó
la continuación de las hostilidades.

Fue necesario el envío de una segunda expedi-


ción, al mando del general Manuel Bulnes, que des-
embarcó en Ancón a principios de agosto de 1838. El
Combate de Portada de Guías (21 de agosto), posibili-
tó la conquista de Lima, que precipitó la elección del
mariscal Agustín Gamarra como presidente provisio-
nal del Perú, que prestaría una valiosa cooperación al
Ejército Restaurador. El 18 de septiembre se produjo
el Combate de Matucana, con un heroico triunfo para
nuestras armas, que si bien no tuvo resultados deci-
sivos en la campaña, contribuyó a fortalecer la moral
del Ejército chileno, y a mesurar la soberbia de los
confederados. Sin embargo, la hostilidad de la pobla-
ción y las deplorables condiciones sanitarias en que se
encontraba el Ejército Restaurador, determinaron la
decisión del general Manuel Bulnes de evacuar Lima
(8 de noviembre) y continuar la campaña en los de-
partamentos de Huaylas y La Libertad en el norte pe-
ruano. La concentración de las fuerzas se produjo en
el callejón del río Huaylas, con la intención de atraer
hacia el norte al ejército de la confederación, donde
además podrían aprovecharse los abundantes recur-
sos de la zona y gozar de mejores condiciones climáti-
cas que facilitarían la recuperación de los enfermos y
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 217

convalecientes. Al día siguiente del exitoso Combate


de Buin (6 de enero de 1839), se reanudó la retira-
da de las tropas chilenas, llegando al campamento
de San Miguel, frente a la localidad de Caraz, donde
ocuparon posiciones defensivas que Santa Cruz no se
decidió a atacar. Por el contrario, las fuerzas confede-
radas cerraron el callejón por el sur, frente a Yungay,
donde ocuparon fuertes posiciones defensivas prote-
gidas por el río Ancach, que corre de este a oeste, al
norte de dicha localidad.

El 20 de enero el Ejército Confederado con una


fuerza que alcanzaba los 6.100 hombres, se encontraba
en sus posiciones defensivas de Ancach. Una agrupa-
ción adelantada al mando del general Anselmo Quiroz,
protegía el flanco noreste delante del río, ocupando las
lomas de Punyán y el Pan de Azúcar, cerro este último
muy escarpado y casi aislado que se alza en la estri-
bación suroeste del cerro Punyán. La línea defensiva
principal corría paralela al río y aprovechaba dicho obs-
táculo, que en su ribera sur tiene una barranca que se
elevaba unos 15 metros sobre el nivel del cauce y una
muralla construida con piedra y barro. El ala derecha
(E) la ocupaba una división boliviana comandada por el
general Ramón Herrera. El ala izquierda (O) la consti-
tuía una división dirigida por el general Tristán Morán,
compuesta por fuerzas algo menores que la anterior,
cuyo extremo alcanzaba el río Santa, invadeable en esa
época del año. La caballería fue ubicada detrás de las
posiciones de infantería, en una planicie entre el río An-
cach y el pueblo de Yungay.

La batalla la inició en la madrugada el batallón


Aconcagua, que recibió la misión de despejar las al-
turas y laderas del cerro Punyán, lo que logró lue-
go de un breve tiroteo, replegándose las tropas que
218 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

las ocupaban hacia el Pan de Azúcar. Seguidamente,


Bulnes dispuso al batallón Carampangue atacar las
posiciones del Pan de Azúcar, para lo cual debieron
afrontar una difícil ascensión, casi siempre a gatas
y recibiendo fuego de fusilería y rodados de piedra
(galgas) que les lanzaban desde las alturas. Una vez
alcanzada la plazoleta de la cumbre se produjo una
encarnizada lucha a la bayoneta, que diezmó a los
atacantes a casi la mitad de sus fuerzas, pero que
finalmente, cerca de las diez de la mañana terminó
por aniquilar a la totalidad de los tenaces defensores,
logrando el sargento José Segundo Alegría del bata-
llón Valparaíso, izar la enseña tricolor en la cumbre
del cerro. Integrando las filas del batallón Carampan-
gue combatió heroicamente la cantinera Candelaria
Pérez, batiéndose con igual bravura que el resto de
sus compañeros de unidad. El Comandante en Jefe
confederado dispuso entonces a uno de sus batallo-
nes del ala derecha cruzar el Ancach para atacar por
la espalda a la tropas chilenas, movimiento que al ser
advertido por el general Bulnes lo llevó a ordenar al
batallón Colchagua que se le enfrentara, lo que hizo
inicialmente con una sorpresiva descarga al abrigo de
unos matorrales. Aunque reducidos sus efectivos en
un tercio, el batallón boliviano cargó con tanto brío
sobre las tropas chilenas, que fue necesario el refuer-
zo del batallón Portales para conseguir rechazarlos
y hacer que repasaran el río hasta la orilla opuesta,
esta vez mezclados con sus perseguidores. Estas fuer-
zas chilenas se vieron pronto rodeadas por el enemigo
por lo que debieron replegarse y cruzar el río nueva-
mente tras sufrir grandes pérdidas.

Consolidada la conquista del cerro Pan de Azú-


car, Bulnes atacó frontalmente la posición enemiga
con los batallones ya empleados, a los que se unieron
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 219

el Aconcagua, el Valdivia, el Cazadores del Perú y parte


del Huaylas, para lo cual debieron lanzarse al profun-
do cauce del Ancach y luego ascender la barranca de
la orilla sur, recibiendo el nutrido fuego que el enemigo
hacía desde sus protecciones de piedra y barro. Solo el
certero fuego destructivo de la artillería al mando del
coronel Marcos Maturana, que ocupaba posiciones en
las alturas del Punyán, evitó una inminente derrota
chilena. Siendo las dos de la tarde, después de sopor-
tar más de cuatro horas de ininterrumpida y violenta
lucha, el batallón Portales dio señales de ceder, lo que
al mismo tiempo provocó el repliegue de las también
agotadas tropas en toda la línea, precipitándose al
cauce del río en completa confusión, momento que fue
aprovechado por las fuerzas peruano-bolivianas para
abandonar sus trincheras y contraatacar a la bayo-
neta, acción que fue acompañada con el avance de la
caballería para cortar la retirada. Sin embargo, la di-
fícil situación fue conjurada con la oportuna interven-
ción de los batallones Valparaíso, Santiago y restos del
Huaylas, que integraban la reserva del Ejército Res-
taurador, los que al mando del propio Comandante en
Jefe cruzaron el río en auxilio de la infantería chilena.
Luego, Bulnes repasó el Ancach, esta vez para condu-
cir al Regimiento Cazadores a caballo que rebasando
por el oeste el ala izquierda confederada, cargó sobre la
caballería adversaria que atacaba a la desgastada in-
fantería chilena. Luego, con el refuerzo de los Lanceros
y Carabineros de la Frontera, cargaron sobre el enemi-
go que empleó infructuosamente su reserva, logrando
finalmente romper las desmoralizadas filas enemigas
y ponerlas en desordenada fuga. Cooperó también al
logro del triunfo definitivo la oportuna carga de los gra-
naderos a caballo que habían quedado de reserva en
las casas de la hacienda de Punyán. La persecución se
materializó eficazmente hasta unas tres leguas al sur
220 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

de Yungay, alcanzándose el aniquilamiento del adver-


sario. Como resultado de esta feroz batalla el Ejército
de la Confederación tuvo 1.400 muertos y 1.600 prisio-
neros, en su mayoría heridos. El Ejército Restaurador
tuvo 807 muertos y 735 heridos.

Con la victoria de la Batalla de Yungay se logró


el objetivo de disolver a la confederación peruano-bo-
liviana, pero fundamentalmente, más que en ninguna
otra contienda, se evidenció el extraordinario espíritu
guerrero del chileno, que sobrellevando su inferiori-
dad numérica, la valiente resistencia de los defenso-
res, las dificultades que le impusieron los obstáculos
naturales, la poca experiencia de combate y escasez
de medios materiales, alcanzó de igual manera un
brillante triunfo militar. En esta gloriosa gesta surgió
también la heroica y abnegada figura de la mujer sol-
dado, encarnada en la legendaria cantinera Candela-
ria Pérez. El chileno, representado por toda la amplia
gama de sus ciudadanos, concurrió a los cuarteles
respondiendo al llamado a las armas, en defensa de
la patria amenazada, siendo en definitiva su pueblo
el verdadero vencedor. Con justa razón entonces se
instituyó la fecha de la Batalla de Yungay como el día
del “Roto Chileno”.

Guerra del Pacífico

Asalto y Toma de Pisagua (2 de noviembre de 1879)

Una vez que el poder naval enemigo quedó neu-


tralizado con la captura del Huáscar en Angamos (8 de
octubre de 1879) y se obtuvo el dominio del mar, el go-
bierno chileno resolvió finalmente la invasión de la pro-
vincia peruana de Tarapacá, a través de un desembarco
en la bahía de Pisagua, ubicado en un punto intermedio
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 221

del litoral, entre Arica e Iquique. Esta maniobra pre-


tendía impedir la reunión del ejército peruano del sur
concentrado en Iquique con el ejército del norte ubicado
en la zona de Tacna y Arica. Con este propósito el 28
de octubre zarpó de Antofagasta un convoy integrado
por 15 transportes, escoltados por 4 buques de guerra,
conduciendo a cinco divisiones de desembarco y otras
tropas sin asignación definida, con un total aproximado
de 9.600 hombres. El desembarco y asalto a las playas
se haría, en tres escalones, uno en Junín con 2.175
hombres y los dos restantes en Pisagua con 2.525 sol-
dados. Las tropas aliadas que defendían Pisagua esta-
ban integradas por cerca de 500 soldados peruanos y
los batallones bolivianos Victoria e Independencia con
algo más de 900 hombres.

Luego de tomar sus posiciones de combate, a las


7 de la mañana los buques de guerra rompieron sus
fuegos sobre los fuertes ubicados en los extremos de
la bahía: el blindado Cochrane y la corbeta O’Higgins
sobre el fuerte sur y la cañonera Magallanes y la gole-
ta Covadonga sobre el fuerte norte. Muy pronto la arti-
llería de ambos fuertes fue silenciada por la precisión
del cañoneo naval, momento esperado para iniciar el
acercamiento a la playa. Sin embargo, hubo un retra-
so en la ocupación de las lanchas y botes disponibles,
por lo que la primera oleada de desembarco llevó a la
playa solo a la 1ª y 3ª compañías del Atacama y a la 1ª
compañía del Zapadores, con un total de 450 soldados.
En su aproximación estas fuerzas recibieron el nutrido
fuego de fusilería de los defensores, parapetados tras
las rocas, sacos de salitre y carbón de piedra, para lue-
go desembarcar y atacar a la bayoneta, logrando con-
quistar una pequeña cabeza de playa, que mantuvieron
con gran esfuerzo y con el valioso apoyo de la artillería
naval, en espera de la llegada de refuerzos. El segundo
222 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

escalón con 900 hombres, conformado por las demás


compañías del Atacama y Zapadores, una compañía del
Regimiento Buin y tropa del 2º de Línea, desembarca-
ron alrededor de 45 minutos después, para vencer la
resistencia de los aliados que se mantenían en los edifi-
cios de la estación del ferrocarril y depósitos de salitre,
completar la ocupación de Pisagua, e iniciando también
la ardua subida en dirección a la pampa de Hospicio,
meseta que fue ocupada por el ímpetu que imprimió a la
penetración la llegada de nuevas oleadas de desembar-
co. Así, a las tres de la tarde, tras la precipitada retirada
de las fuerzas aliadas hacia el interior, consolidando el
triunfo ondeó la bandera chilena clavada en lo alto de un
poste de Alto Hospicio por el teniente Rafael Torreblan-
ca de dotación del Regimiento Atacama. El desembarco
en Junín se materializó casi sin resistencia, ya que las
fuerzas de caballería que protegían el puerto huyeron
al escuchar los cañonazos de los buques de guerra. No
obstante, hubo un retraso en la conquista de este obje-
tivo, que se logró cerca de las 5 de la tarde, debido a las
malas condiciones en que se desarrolló el desembarco.
El total de bajas aliadas se estimó en 200 entre muertos
y heridos, en tanto que las chilenas fueron de 58 muer-
tos y 173 heridos.

El Asalto y Toma de Pisagua tuvo relevancia mun-


dial, pues se le reconoce como el primer desembarco
anfibio en el que también se empleó exitosamente el
apoyo de fuego naval en coordinación con la maniobra,
inicialmente para aniquilar las baterías de los fuertes
enemigos y luego para destruir los atrincheramientos
adversarios y proteger y apoyar el avance de las tropas
hacia el interior. En esta batalla se destacó el valero-
so desempeño de las tropas chilenas que integraron
el primer escalón de desembarco, que por circunstan-
cias extraordinarias contó con una fuerza inferior en
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 223

un 50% a las originalmente previstas. Esta inferioridad


numérica inicial provocó una situación de debilidad
en la playa, que logró superarse gracias al empleo del
combate cuerpo a cuerpo en el que se destacaron los
aguerridos e intrépidos soldados del Atacama y del Za-
padores. El desafío que significó la travesía marítima,
el desembarco y el ascenso a pampa Hospicio son obs-
táculos que solo pueden ser superados con tropas dis-
ciplinadas y con comandantes con fuerte ascendiente
de mando.

Batalla de Tarapacá (27 de noviembre de 1879)

La Batalla de Tarapacá se produjo como conse-


cuencia directa del desarrollo e inesperado resultado
de la Batalla de Dolores (19 de noviembre), en la que
por desconocimiento de la situación el mando chile-
no pensó que se trataba de un reconocimiento y no
de una acción decisiva, la que se esperaba para el día
siguiente. Esta errada apreciación impidió que se ex-
plotara adecuadamente la sorpresiva victoria obtenida,
realizando una más efectiva persecución para aniquilar
a las derrotadas y dispersas tropas aliadas peruano-
bolivianas. De esta manera, el enemigo logra retirarse
hacia la quebrada y aldea de Tarapacá ubicada al su-
reste del pozo de Dolores, con una tropa estimada en
no menos de 6.000 hombres, incluidos los dispersos
y fuerzas provenientes de Iquique, bajo el mando del
general peruano Juan Buendía.

Por parte del Ejército chileno, cabe señalar como


acciones relevantes posteriores a Dolores, el reconoci-
miento realizado hacia el sur, en dirección a Pozo Al-
monte y La Noria, por el Regimiento Cazadores a ca-
ballo al mando del coronel Emilio Sotomayor, lo que
permitió que el 24 de noviembre se conociera la mag-
224 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

nitud de las fuerzas aliadas reunidas en Tarapacá, in-


formación que por inexplicables circunstancias y omi-
siones no llegó a conocimiento del Comandante en Jefe
general Erasmo Escala. Ese mismo día, a proposición
del teniente coronel José Francisco Vergara, sale bajo
su mando un escuadrón del Regimiento Granaderos a
caballo con algunos refuerzos, en misión de explora-
ción hacia la quebrada de Tarapacá. Posteriormente,
al saber por intermedio de un arriero que las fuerzas
enemigas alcanzaban a unos 1.500 hombres, en todo
caso superiores a las previstas, solicitó expresamente
al comandante en jefe 500 hombres del Regimiento 2º
de Línea, petición que provocó inquietud en las filas
chilenas. El general Escala ordenó entonces el envío
de una división compuesta por 1.900 hombres al man-
do del coronel Luis Arteaga Ramírez, e integrada por
el regimiento antes indicado, el batallón Chacabuco y
el regimiento de Artillería de Marina, que no habían
combatido en Dolores, más 4 piezas de artillería y un
pelotón de cazadores a caballo. Lamentablemente, el
alistamiento de esta fuerza se hizo en forma apresura-
da, sin prever el apoyo logístico que se requería dada
la importancia de la misión y la situación de incer-
tidumbre en relación al enemigo. Solo se les abaste-
ció escasamente de víveres y municiones en cantidad
de 150 tiros por soldado, llevando solo el agua de sus
cantimploras, imprevisión que traería funestas conse-
cuencias. El encuentro de las fuerzas de Vergara y de
Arteaga que sumaban alrededor de 2.300 hombres se
produjo en la noche del 26 al 27 de noviembre, tras
una extenuante jornada de marcha, luego de la cual
ambas carecían de alimentación y agua. Se organiza-
ron 3 columnas. La primera al mando del teniente co-
ronel Ricardo Santa Cruz, con una compañía del 2º
de Línea, zapadores, granaderos a caballo y artillería,
cuya misión sería ocupar el caserío de Quillahuasa, a
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 225

orillas del río Tarapacá para cortar la eventual retirada


del enemigo. La segunda, comandada por el teniente
coronel Eleuterio Ramírez, conformada por la mayor
parte del Regimiento 2º de Línea, unidad a su mando,
más fuerzas de caballería y artillería de marina, con
la misión de alcanzar el poblado de Huarasiña y pre-
sionar a los aliados al noreste hacia Tarapacá y Qui-
llahuasa. La tercera columna bajo el mando del coro-
nel Arteaga e integrada por el batallón Chacabuco más
artillería, debería avanzar hacia el pueblo de Tarapacá
por las alturas del costado norte de la quebrada, con
la intención de atacar el supuesto flanco norte de las
posiciones enemigas.

Sin embargo, el desarrollo de la batalla se dio en


forma completamente distinta a lo planificado, entre
otros factores, por no contarse con la información per-
tinente sobre el enemigo. La columna Santa Cruz que
dada la mayor distancia por recorrer partió a las tres y
media de la mañana del 27, se extravió por 2 o 3 horas
producto de la densa camanchaca y al disiparse esta,
en su progresión hacia Quillahuasa sus fuerzas de ca-
ballería fueron avistadas por arrieros enemigos, lo que
apresuró el inicio de las acciones. Alertado el mando
aliado de la presencia de las fuerzas chilenas, ordenó
abandonar inmediatamente el fondo de la quebrada y
ocupar las alturas al norte y sur de Tarapacá. Cerca de
las 10 de la mañana, las fuerzas del norte comandadas
por el coronel Avelino Cáceres, superiores en una pro-
porción de tres a uno, comenzaron a ascender por la
cuesta Visagra para colocarse a espaldas de la columna
Santa Cruz, lo que lo obligó a entrar en combate en muy
malas condiciones, cambiando de posición hacia la que-
brada y desplegando extraordinaria bravura. Cuando
la derrota parecía inminente, los chacabucanos y arti-
lleros de marina de la columna Arteaga, aunque igual-
226 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

mente exhaustos por el esfuerzo, la sed y el hambre,


entraron en combate con renovados bríos en auxilio de
sus camaradas en peligro. Al mediodía las fuerzas chi-
lenas habían sufrido fuertes bajas, a lo que se sumó la
escasez de municiones, circunstancias que hacían in-
evitable la retirada. Providencialmente, los granaderos
a caballo que habían alcanzado Quillahuasa, luego de
oír el fragor del combate marcharon dando un rodeo
para presentarse en esos momentos en el campo de ba-
talla y efectuar una inesperada y vigorosa carga sobre
el enemigo, que unida a la de los infantes provocó el
desconcierto de las fuerzas aliadas y su repliegue, que
se apreció como una retirada definitiva de los aliados.
Esta creencia originó en los agotados soldados chilenos
una precipitada carrera hacia el fondo de la quebrada,
para saciar la sed que los agobiaba, acción espontánea
y temeraria que permitió a las tropas peruano bolivia-
nas reorganizarse y recibir refuerzos.

La columna Ramírez, cumpliendo el plan previs-


to, inició el descenso a la quebrada frente a Huarasi-
ña, continuando su avance hacia Tarapacá. Pero su
presencia era ya conocida por el enemigo, que ubicó a
la división Bolognesi en las alturas del este, en tanto
que en el pueblo la esperaban parapetadas las tropas
al mando del general Buendía. Al llegar a un pequeño
cerro a la entrada de este, recibieron sorpresivamente
descargas de fusilería efectuadas desde las alturas, sin
tener posiciones donde protegerse. Recuperándose de
este inesperado ataque, los soldados del 2º de Línea
hicieron frente al enemigo, llegando incluso cerca de la
plaza, donde igualmente recibieron certero fuego desde
las edificaciones. Consciente de su desesperada situa-
ción el comandante Ramírez ordenó a dos compañías
mandadas por el capitán Necochea y el teniente Garre-
tón que atacaran a las fuerzas de Bolognesi, en tanto
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 227

que él y el comandante Bartolomé Vivar con otras tres


compañías hacían frente al adversario del pueblo. Se
luchó encarnizadamente, pero las fatigadas fuerzas
chilenas se hacían cada vez más escasas para recha-
zar al enemigo, que dada su superioridad reemplazaba
prontamente sus bajas. Mientras en las alturas se pro-
ducía la carga de los granaderos a caballo, el coman-
dante Ramírez ordenaba a sus aguerridas y diezmadas
fuerzas replegarse hacia Huarasiña, dejando inevita-
blemente a sus heridos a merced de los aliados, que no
tardaban en darles muertes. Se les unen allí, alrededor
de las 13.00 horas, otras dos compañías del regimien-
to, que al mando del mayor Echanez descendieron en
su apoyo desde su ubicación en las alturas. Se produjo
luego una tácita tregua en el combate, en la que las
tropas peruanas y bolivianas se retiran hacia el pueblo
de Tarapacá, mientras que a las fuerzas chilenas, en la
creencia de un vuelco favorable en la lucha, se les per-
mitió tomar el necesario descanso para reponerse tras
soportar más de 3 horas de heroico enfrentamiento,
luego de 30 de horas de extenuante y penosa marcha,
sin disponer de alimentos ni bebida. Para lo anterior,
las tropas que aún permanecían en la altura debieron
bajar en busca del curso de agua que corre al fondo de
la quebrada. Estos desplazamientos originaron la in-
conveniente reunión de unos 1.000 soldados en el bajo
en busca de agua, quedando solo algo más de 200 en
posiciones en las alturas.

Desgraciadamente el desenlace definitivo de la


batalla comenzó a gestarse después de las 16.00 ho-
ras, cuando las fuerzas aliadas reaprovisionadas y
debidamente reforzadas, iniciaron en dirección su-
roeste la ejecución de una maniobra similar a la con-
cebida por el coronel Arteaga, pero con una abruma-
dora superioridad de fuerzas, que permitía presagiar
228 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

la conquista de su objetivo, que no era otro que la


destrucción de las fuerzas chilenas. Inesperadamente
una división apareció en la cuesta de Huarasiña, difi-
cultando la retirada, mientras las otras atacaban por
el cauce del río y por las alturas que lo flanqueaban
al este y al oeste, estrechando poco a poco a sangre
y fuego el mortal cerco en el que se encontraban las
tropas chilenas, las que a pesar de desplegar grandes
esfuerzos y sufrir nuevas y numerosas bajas, se veían
igualmente copadas. Se producen incontables actos
de increíble heroísmo, tanto por los soldados que
se encontraban ilesos, como por los que van cayen-
do heridos y continúan luchando en el lugar en que
irremediablemente encontrarán la muerte. En este
contexto, cabe mencionar por su relevancia la acción
protagonizada por el subteniente Telésforo Baraho-
na, abanderado del regimiento 2º de Línea, quien cae
acribillado sin soltar el estandarte, siendo protegido
por sus escoltas, los que uno a uno van también ca-
yendo en un supremo esfuerzo por defender el invicto
tricolor, el que finalmente cae en manos del enemigo.
El propio comandante Eleuterio Ramírez, herido por
segunda vez, es llevado por sus hombres a una cho-
za, donde es cobardemente asesinado por un oficial
peruano y luego quemado junto a sus acompañantes.
Igualmente se contarán entre los muertos el segundo
comandante del regimiento teniente coronel Bartolo-
mé Vivar, fallecido después del combate por efecto de
sus graves heridas, 6 capitanes de la misma unidad
y muchos otros valientes oficiales, suboficiales y sol-
dados cuyos nombres recuerda y venera nuestra his-
toria militar.

Constatando el coronel Arteaga que sin muni-


ciones es imposible continuar resistiendo, ordenó la
retirada, y aquellas fuerzas que dificultosamente con-
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 229

siguen desprenderse toman el camino de la pampa


hacia Isluga y Negreiros o Espejo. Por fortuna, luego
las sigue el resto, que se libra del aniquilamiento por
una inexplicable suspensión del ataque de las fuerzas
aliadas, aproximadamente a las 18.00 horas, cuando
tenían todo a su favor para obtener una victoria con-
tundente.

La división Arteaga sufrió alrededor de 700 bajas,


contando cerca de 200 heridos y más de 500 muertos,
en tanto las del ejército aliado se estimaron en más de
800 muertos. Los restos de este se retiraron por los
contrafuertes cordilleranos en dirección a Arica, desti-
no al que llegaron después de una penosa marcha que
duró 22 días.

En síntesis, la Batalla de Tarapacá fue una suce-


sión de enfrentamientos parciales que se dieron tanto
en el fondo de la quebrada como en las alturas que la
dominan. Aproximadamente el cincuenta por ciento de
las bajas chilenas corresponden a oficiales, suboficia-
les y soldados pertenecientes al regimiento 2º de Línea,
unidad que por habérsele ordenado avanzar y atacar
por la misma quebrada debió soportar el máximo rigor
del combate, perdiendo su estandarte en la contienda.
Entre los muertos se incluye su comandante el tenien-
te coronel Eleuterio Ramírez, cuya inmolación junto
al resto de los valientes que cayeron empuñando las
armas constituye un ejemplo de heroísmo, amor a la
patria y cumplimiento del deber y honor militar, virtu-
des sublimes del soldado chileno que en esta batalla
alcanzaron su máxima expresión. Se combatió cerca
de 9 horas, prácticamente a descubierto, en un terre-
no desconocido, contra fuerzas tres veces superiores,
sin contar con munición de reposición, venciendo al
mismo tiempo el cansancio, la falta de sueño, el ham-
230 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

bre y la angustiante sed. Prácticamente sin esperanzas


de éxito, se combate sin claudicar. Cabe agregar que
el estandarte del glorioso 2º de Línea fue encontrado
posteriormente en una iglesia de Tacna y devuelto a
su unidad, en solemne ceremonia realizada en el cam-
pamento de Lurín, en enero de 1881, en vísperas de la
Batalla de Chorrillos.

Batalla de Tacna o del Campo de la Alianza (26 de


mayo de 1880)

Con posterioridad a la renuncia del general Eras-


mo Escala como Comandante en Jefe del ejército del
norte, el gobierno chileno nombró provisoriamente en
este importante cargo al general Manuel Baquedano
González, gestor de la brillante victoria alcanzada en
el combate de Los Ángeles (22 de marzo de 1880), de-
signación que fue confirmada a fines del mismo mes.
Este nombramiento fue muy bien recibido en el ejérci-
to pues se reconocían en él su energía y sentido de la
jerarquía y disciplina en el ejercicio del mando, lo que
unido a su indiscutido liderazgo y carácter ejecutivo
inspiraba la confianza de sus subalternos. Como Jefe
de Estado Mayor General del Ejército se nominó al co-
ronel José Velásquez Bórquez, reflexivo y previsor jefe,
digno complemento del comandante en jefe.

El nuevo teatro de operaciones lo constituían las


provincias peruanas de Tacna y Arica, encontrándose
el grueso del Ejército chileno en la costa, en la zona de
la desembocadura del río Ilo, salvo una división que
se había trasladado a Moquegua. Era necesario enton-
ces desplazar todo el ejército hacia el sur para aproxi-
marse a Tacna, donde las fuerzas aliadas esperaban
dar la batalla decisiva en la meseta de Intiorco, zona
denominada Campo de la Alianza, ubicada a 7 km al
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 231

noroeste de dicha ciudad. El 30 de abril se produce


una reunión de parte de los medios en Locumba, lo-
grándose después concentrar el día 11 a la totalidad
de las fuerzas, que ascendían a 14.000 hombres, en
los campamentos de Buena Vista y Las Yaras, en las
riberas norte y sur del río Sama, respectivamente. Un
día antes del aniversario del Combate Naval de Iquique
fallece inesperadamente don Rafael Sotomayor Baeza,
Ministro de Guerra en Campaña, hecho que provocó
hondo pesar entre las tropas chilenas, conocedoras de
su extraordinario desempeño como organizador e in-
cansables esfuerzos desplegados para proveer al ejér-
cito de los recursos necesarios para llevar adelante con
éxito la empresa bélica emprendida.

El Ejército chileno, completó los reconocimientos


tanto del terreno por el cual debería moverse, como
de las posiciones enemigas, tras lo cual inició la mar-
cha hacia las posiciones aliadas en la mañana del 25
de mayo, realizando una jornada de sólo 18 km, pero
con las dificultades propias del avance de hombres,
artillería y carros por terreno arenoso, acampando al
anochecer en Quebrada Honda. A las 2 de la tarde de
ese día, los arrieros que conducían un arreo de 60
mulas con odres para proveer de agua a las tropas, por
no conocer bien el terreno sobrepasaron dicho lugar
hacia el sur, cayendo dos de ellos prisioneros de una
patrulla de caballería. Al ser interrogados en el cam-
po aliado, informaron que las fuerzas chilenas eran de
22.000 hombres, lo que planteó al general Campero
la dificultad de vencer a un atacante que lo superaba
ampliamente en número. Para contrarrestar esta des-
proporción de fuerzas, se planeó ejecutar un ataque
nocturno sorpresivo al vivac de quebrada Honda, cuya
ejecución resultó un fracaso pues como era usual en
los desplazamientos nocturnos en el desierto, el ejérci-
232 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

to aliado que era dirigido por quienes se suponía eran


expertos baqueanos, extravió la ruta y después de
marchar cerca de dos horas en completa desorienta-
ción, debió desistir de su intento, para volver a ocupar
sus posiciones en el Campo de la Alianza, después de
las 6 de la mañana. Esta fallida maniobra provocó un
prematuro desgaste físico de gran parte de las fuerzas
peruano-bolivianas.

El ejército aliado del sur que defendía Tacna, tenía


una fuerza estimada en 13.650 soldados, de los cuales
8.500 eran peruanos y 5.150 bolivianos, al mando del
general Narciso Campero. Ocuparon posiciones con
frente al noroeste, en dos líneas, siendo la agrupación
del ala derecha (E), mandada por el almirante Lizardo
Montero, levemente más fuerte que las demás (4.750
hombres). La del centro al mando del coronel Miguel
Castro Pinto, contaba con 4.500 hombres y la del ala
izquierda (O), comandada por el coronel Eliodoro Ca-
macho, tenía 4.250.

Al amanecer del 26 de mayo el Ejército chileno se


desplegó con frente al sureste, con la I división (coro-
nel Santiago Amengual) y II división (coronel Francisco
Barceló) en primera línea, formando respectivamente,
el ala derecha e izquierda del dispositivo de ataque. En
segunda línea y en el ala derecha se ubicó la III división
(coronel José D. Amunátegui), en tanto que en el ala iz-
quierda quedó la IV división (coronel Orozimbo Barbo-
sa). La reserva al mando del coronel Mauricio Muñoz,
quedó más atrás, escalonada a la derecha. Parte de la
caballería fue asignada a la II división y el resto quedó
a disposición del Comandante el Jefe.

A las 10.00 horas entraron en combate las divisio-


nes chilenas de primera línea atacando el ala izquierda
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 233

y el centro aliado y logrando progresar y acercarse a las


posiciones enemigas, a pesar de la superioridad aliada
en esa parte del frente. Estas divisiones soportan he-
roicamente el peso del combate, sufriendo fuertes ba-
jas. Sin embargo, al mediodía, al empezar a agotárseles
las 130 balas repartidas por hombre, enfrentaron un
momento difícil que los obligó a replegarse combatien-
do, para hacer frente a un contraataque aliado, mien-
tras la artillería adelantaba sus piezas para hacer más
efectivo el apoyo de fuego. La situación pudo superarse
a través de una carga realizada por los granaderos a
caballo, que permitió reaprovisionar de munición a la
infantería y que coincidió en tiempo con el ataque de
las divisiones III y IV ubicadas en segunda línea, tras
las cuales se aprestaba intacta la reserva, integrada
por unidades tan aguerridas como el Regimiento Buin
y 3º y 4º de Línea. A las dos y media de la tarde, luego
de casi cuatro horas de intenso combate, se logra re-
chazar el contraataque, advirtiéndose que las fuerzas
aliadas del ala izquierda y del centro empiezan a ceder
terreno lentamente. El ala derecha resiste todavía y se
hace necesario cargar a la bayoneta para desalojar sus
posiciones, lo que se consigue cerca de las 16.00 ho-
ras. Media hora más tarde se produce la retirada en
dispersión de lo que queda del ejército aliado del sur,
por los contrafuertes cordilleranos hacia Calientes, y
después las tropas peruanas en dirección general Mo-
quegua-Arequipa y las bolivianos hacia el altiplano vía
Tarata-Puno, produciéndose de hecho la disolución de
la alianza organizada contra Chile.

La victoria chilena se obtuvo tras sufrir sensibles


bajas, en una cantidad algo superior a los 2.000 hom-
bres, entre muertos y heridos, siendo las divisiones I,
II y III las más diezmadas. Entre los muertos se contó
el teniente coronel Ricardo Santa Cruz Vargas, heroico
234 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

comandante del aguerrido batallón Zapadores. El ejér-


cito aliado tuvo a su vez alrededor de 1.000 muertos
y una cantidad similar de heridos, siendo capturados
unos 2.500 prisioneros, incluidos más de 120 oficiales
de diversas jerarquías.

En esta batalla se obtuvo nuevamente el laurel de


la victoria, postrer premio a la sangre derramada por
los valientes soldados chilenos, a quienes solo animó el
impulso de amor a la patria. Uniendo voluntades, fuer-
temente cohesionados tras sus jefes, con un renovado
sentido de obediencia y disciplina, el Ejército chileno
soportó con tenaz energía el duro ambiente del desier-
to y con ímpetu incontenible, derrochando heroísmo,
se enfrentó invencible al enemigo coaligado.

Asalto y Toma del Morro de Arica (7 de junio de 1880)

Luego de la victoria de Tacna, el mando chileno se


orientó sin demora a preparar la conquista de la plaza
fuerte de Arica para destruir a las fuerzas que la guar-
necían, lo que le permitiría al Ejército establecer las
comunicaciones terrestres hacia el sur con el territorio
de Tarapacá y eliminar una eventual amenaza a su
espalda ante una previsible campaña a Lima. Además,
la ocupación de Arica permitía contar con un puerto
importante como base de operaciones para abastecer
al Ejército en campaña, liberando al mismo tiempo a la
Escuadra de su misión de bloqueo marítimo.

Para disponer de mayor información para plani-


ficar el ataque, el 1 de junio el general Baquedano dis-
puso un reconocimiento hacia Arica que fue efectuado
por tropas de caballería al mando del comandante Ra-
fael Vargas. Estos llegaron de noche al río Lluta y fue-
ron atacados por sorpresa, lo que los hizo replegarse y
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 235

pernoctar en la pampa. Reanudan al amanecer del día


2 el cumplimiento de su misión y al acercarse nueva-
mente son sorprendidos por una violenta explosión que
hizo volar el camino que corría a través del cauce del
río. Repuestos del incidente, logran capturar a dos in-
dividuos que pretendían escapar del lugar, quienes re-
sultaron ser el ingeniero peruano Teodoro Elmore y su
ayudante, que portaban planos y conocían la ubicación
exacta de las minas explosivas instaladas en la ciudad,
que se activaban eléctricamente desde la construcción
que albergaba el hospital o ambulancia de Arica, ins-
talación que bajo el emblema de la Cruz Roja y según
las costumbres de la guerra, se considera internacio-
nalmente inhabilitada para su empleo bélico.

Entre el 2 y el 3 de junio llegaron por ferrocarril


al río Lluta las unidades que integraban la reserva en
la Batalla de Tacna y que se emplearían en combate,
es decir, el Regimiento Buin 1º de Línea y el 3º y 4º de
Línea. A ellos se agregan el Regimiento Lautaro, el ba-
tallón Bulnes, 2 escuadrones de cazadores a caballo, 2
escuadrones de carabineros de Yungay y 4 baterías de
artillería, con un total de 5.380 hombres, al mando del
coronel Pedro Lagos.

Las tropas peruanas estaban al mando del coro-


nel Francisco Bolognesi y su fuerza aproximada era de
1.850 soldados, distribuidos en los diferentes reductos
o fuertes con emplazamiento de cañones y líneas de
trincheras que protegían la ciudad y fuertes aledaños.
En la zona costera estaban emplazados de sur a norte,
los fuertes Dos de Mayo, 500 metros inmediatamente
al norte de la ciudad; distante unos 150 metros del
anterior, el Santa Rosa, al sur del río Azapa y otros
150 metros más al norte el San José. Este conjunto de
baterías se denominaba fuerte del norte y podía batir
236 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

con sus fuegos en dirección a tierra y hacia el mar. En


la parte baja de la pendiente este del Morro, en una
altura del terreno llamada Chuño, que domina el valle
de Azapa, estaba emplazado el fuerte Ciudadela, pun-
to fuerte donde terminaba la línea de trincheras que
protegía Arica desde el norte, en tanto que en la parte
alta de la misma pendiente, dominando la playa de La
Lisera desde una prominencia llamada Aniani, se em-
plazaba el fuerte del Este, cerrando ambos reductos
la pendiente arenosa por la que se accedía al alto del
morro. Entre estos reductos se habían instalado minas
explosivas y cavado trincheras. En la altura del morro
se emplazaban dos baterías, una baja, al este del cerro
Gordo y otra alta. Ambas baterías podían hacer fue-
go hacia la planicie delante de los fuertes Ciudadela y
Este y también en dirección al mar.

El 5 de junio el mando chileno envió al sargento


mayor José de la Cruz Salvo como parlamentario para
intimar la rendición al coronel Bolognesi, en un inten-
to por evitar muertes innecesarias, gestión que se re-
pite al día siguiente por compromiso personal asumido
por el propio ingeniero Elmore, que reitera la decisión
del jefe de la plaza de combatir quemando el último car-
tucho.

El 6 de junio se realiza un reconocimiento en


fuerza con un batallón del Regimiento Lautaro desde
el norte, en el frente del fuerte San José, mientras una
compañía del Buin hace lo propio desde las alturas del
este contra los fuertes Santa Rosa y Dos de Mayo, ac-
ción que permite conocer más detalles del dispositivo
defensivo enemigo y a la vez induce a error al mando
peruano, que asume que el centro de gravedad del ata-
que vendrá desde el norte y lo hace distraer fuerzas
del morro trasladándolas al plano costero.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 237

Terminados los reconocimientos, el coronel Lagos


resuelve el plan de ataque: en dirección general suroes-
te atacará un regimiento con la misión de conquistar
el fuerte Ciudadela, y otro cuyo objetivo será el fuerte
del Este. En segunda línea se ubicará un regimiento,
en apoyo a las unidades de primera línea. A su vez, el
Regimiento Lautaro atacará en dirección general su-
roeste sobre los fuertes San José, Santa Rosa y Dos
de Mayo y demás trincheras que protegen la posición
peruana por el norte. La artillería apoyará el ataque
desde las alturas al este de la posición enemiga, con el
Batallón Bulnes como protección inmediata. La caba-
llería cerrará los valles de Lluta y Azapa, para impedir
la eventual retirada del adversario.

A partir de las 19.00 horas se ordenó el desplaza-


miento de los regimientos en dirección a sus respecti-
vos objetivos: al 4º de Línea se le asignó como objetivo
el fuerte del Este y los comandantes del Buin y 3º de
Línea sortearon cual atacaría el fuerte Ciudadela, asig-
nándose ese honor a este último Regimiento. Para ase-
gurar la sorpresa, se dictaron estrictas disposiciones
conducentes a evitar que el avance fuera advertido por
los defensores, teniendo incluso desde la medianoche
la precaución de mantener encendidas las fogatas del
abandonado campamento. Así, los regimientos de pri-
mera línea alcanzaron posiciones entre 1.000 a 1.500
metros al sur de sus respectivos objetivos, donde la
tropa permaneció expectante, pegada al terreno y tra-
tando de descansar, en espera de la orden de iniciar
la aproximación final. El avance comenzó alrededor de
las 5 de la mañana, antes de aclarar, igualmente con
el máximo sigilo, hasta que cerca de las 06.00 horas
los centinelas de los fuertes descubren el avance y dan
la alerta, lo que provoca la inmediata reacción de los
defensores, que comienzan a hacer nutrido y mortífero
238 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

fuego de fusilería y artillería sobre las fuerzas chilenas.


No obstante, a la carrera, desafiando valientemente el
fuego enemigo y subiendo la pendiente, los atacantes
solo tratan de acortar rápidamente la distancia que los
separa de las posiciones peruanas. Los soldados del 3º
de Línea alcanza las fortificaciones del fuerte Ciudade-
la y a punta de corvo y bayoneta arremeten rompiendo
los sacos de arena que las sustentan, abriendo bre-
chas por las que van irrumpiendo la posición, mien-
tras otros las escalan dificultosamente, para ser acri-
billados al asomarse sobre ellas. Ni siquiera la tenaz
resistencia peruana logra contener el ímpetu de los
atacantes, los que en corto tiempo y tras la muerte de
su valiente comandante el coronel Justo Arias Aragües
lo conquistan, cesando la resistencia. No obstante, es-
tando rendida la guarnición del fuerte Ciudadela, un
soldado peruano hizo volar su Santa Bárbara, lo que
por fortuna causó pocas bajas chilenas, pero enarde-
ció los ánimos de los asaltantes.

El avance del Regimiento 4º de Línea también fue


advertido a la misma hora, recibiendo también cerra-
das descargas que van dejando sensibles bajas en el
campo de batalla, mientras se aproximan a los pies
del fuerte del Este. Igualmente salen a relucir bayone-
tas y corvos que despedazan las protecciones de sacos
de arena y desmoronan los parapetos, permitiendo la
penetración de sus soldados al reducto, que pronta-
mente cae en manos chilenas, ya que gran parte de las
fuerzas peruanas que lo defienden, oponiendo menor
resistencia, se repliegan hacia las posiciones de cerro
Gordo y el morro. Luego de conquistado su objetivo, el
4º de Línea no detiene su avance hacia el morro, alte-
rados sus integrantes por las explosiones de las minas,
alevosamente instaladas por los peruanos, que causan
traicionera muerte a sus aguerridos soldados, lo que
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 239

genera una apresurada carrera hacia las alturas, sin


respetar la vida de los defensores que tratan de rendir-
se, actitud que con muchas dificultades es contenida
por sus oficiales. Al aproximarse a la última pendiente
por la que se accede al morro, cae herido mortalmen-
te el teniente coronel Juan José San Martín, funesta
noticia que se va trasmitiendo de voz en voz entre sus
subalternos, que con bravura buscan vengar la inevi-
table muerte de su comandante. Finalmente, tras su-
frir fuertes bajas llegan los atacantes a la plazoleta del
morro y en sangriento combate rinden ese último ba-
luarte, resultando muerto el coronel Bolognesi, jefe de
la plaza, y otros oficiales de su Estado Mayor.

El Regimiento Lautaro al mando del coronel Oro-


zimbo Barbosa, cargó a la bayoneta sobre los fuertes
San José, Santa Rosa y Dos de Mayo venciendo la es-
casa resistencia que opusieron los defensores y pro-
vocando la huida de la mayoría de ellos hacia Arica.
Luego, sus soldados toman contacto en el plano con
fracciones del 3º de Línea, que habían continuado su
avance hacia el noroeste después de tomado el fuerte
Ciudadela.

Alrededor de las 07.00 horas se vio ondear orgu-


llosa la bandera chilena en el mástil del Morro de Arica,
señalando la culminación de una hazaña que cubrió
de gloria a quienes la obtuvieron y que en nuestros
días es fuente de sagrada inspiración para los nuevos
herederos de los laureles alcanzados con tanto derro-
che de heroísmo.

Las bajas de combate que tuvo la división Lagos


fueron de alrededor de 500 hombres, entre muertos y
heridos. Las bajas de las fuerzas peruanas por su par-
te se estimaron en 600, tomándose 1.250 prisioneros.
240 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Bastaron tan solo 55 minutos para vencer la que


se consideraba una inexpugnable fortaleza, llenando
de admiración a los neutrales que observaron y com-
probaron asombrados el espíritu combativo que ani-
maba especialmente al invencible soldado de infante-
ría. El Morro de Arica como bastión infranqueable no
fue suficiente obstáculo para intimidar a los mandos y
a las fuerzas chilenas. Muchas virtudes militares con-
vergen en los protagonistas de esta proeza, triunfado-
res y vencidos son legítimos representantes del valor y
del cumplimiento del deber. La noticia causó en Chile
gran entusiasmo: se celebra no la toma de Arica, sino el
triunfo de la raza. El pueblo se siente representado por
los conquistadores del Morro, a la chilena, al asalto y a
la bayoneta.252

Combate de Sangra o Sangrar (26 y 27 de junio de


1881)

Continuando su senda de triunfos, el Ejército


chileno puso feliz término a la Campaña a Lima con la
ocupación de la capital enemiga luego de las victorias
sucesivas logradas en Chorrillos y Miraflores (13 y 15
de enero de 1881). El gobierno, a sugerencia del en-
tonces ministro en campaña Juan Francisco Vergara,
ordenó el regreso a Chile de gran parte del Ejército de
Operaciones, quedando solo en territorio peruano un
reducido Ejército de Ocupación, al mando del capitán
de navío Patricio Lynch como general en jefe. Sin em-
bargo, la derrota de las fuerzas regulares no mermó el
espíritu combativo de algunos de sus jefes, que acau-
dillados por el general Andrés Cáceres organizaron
montoneras o guerrillas que se hicieron fuertes prime-

252 Machuca A., Francisco. Las Cuatro Campañas de la Guerra del


Pacífico, Tomo II, Valparaíso: Imprenta Victoria, 1926, p. 316.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 241

ramente en la zona central de la sierra peruana y luego


en su sector norte, ejecutando entre abril de 1881 y
mayo de 1883 acciones de hostigamiento y desgaste
en contra de las fuerzas de ocupación. Las unidades
chilenas se vieron obligadas a enfrentarlas, a través de
expediciones y heroicos combates locales, originando
la denominada Campaña de la Sierra, que dadas las
condiciones en que se desarrolló, sin lograr resultados
decisivos en contra de las guerrillas, prolongó innece-
sariamente el conflicto por más de dos años.

En el contexto antes señalado, el mando chileno


dispuso el envío a la sierra de una expedición al mando
del teniente coronel Ambrosio Letelier para destruir a
las fuerzas guerrilleras peruanas que operaban desde
el Departamento de Junín, hostilizando especialmente
al hospital instalado en Chosica, para recuperar a la
gran cantidad de enfermos del Ejército de Ocupación.
En cumplimiento a estrictas órdenes de Lynch, de ase-
gurar el abrupto terreno que debía cruzar la columna
en su regreso a Lima, el jefe de la expedición asignó en
misión de protección a la 2ª compañía del Regimiento
Buin 1º de Línea, al paso cordillerano de Las Cuevas, a
3.500 metros de altitud. El destacamento estaba inte-
grado por 3 subtenientes, 78 soldados y un joven cor-
neta, comandados por el capitán José Luis Araneda
Carrasco y llegó al lugar el 20 de junio, bajo intensa
lluvia y nieve, acantonando en definitiva en las casas
de la hacienda de Sangra, de propiedad de don Nor-
berto Vento, distante unas 6 cuadras del lugar previs-
to originalmente. Sin embargo, dejó en Las Cuevas a
14 soldados al mando del sargento 2º Germán Blanco,
con órdenes de replegarse en caso de ataque.

El 26 de junio la dotación de la compañía se en-


contraba disminuida en otros 13 hombres, en razón
242 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

del envío de dos piquetes en busca de ganado de re-


quisa para alimentación de la tropa, integrados por el
sargento 2º Zacarías Bisivinger con 6 hombres y un
arriero, y por el cabo 2º Julio Oyarce y cuatro hom-
bres más. En esas condiciones, son atacados a las
13.00 horas por fuerzas comandadas por el coronel
Manuel de la Encarnación Vento, hijo del dueño de
la hacienda, conformadas por un batallón de fuerzas
regulares de infantería (240 soldados), columnas de
voluntarios (40 hombres), milicianos (estimados entre
200 a 450 hombres), totalizando entre 480 a 730 sol-
dados enemigos, más indios en un número indetermi-
nado. El capitán Araneda distribuyó sus 50 hombres
disponibles ocupando posiciones en los lugares que
brindaban mayor protección a la tropa, para recha-
zar el asalto, haciendo caso omiso de la superioridad
numérica peruana. Combatieron así valerosamente,
mientras el subteniente Guzmán que se protegía en
la iglesia con algunos soldados, a cien metros de las
casas de la hacienda, escapaba al anochecer en direc-
ción a Las Cuevas y luego empleando la cabalgadura
de un arriero, galopaba raudo en dirección a Casapal-
ca, distante 20 kilómetros, para solicitar refuerzos al
teniente coronel Virgilio Méndez acantonado en ese
pueblo.

Resultaron inútiles los reiterados llamados a


rendirse hechos por el jefe peruano. Araneda y sus
hombres no estaban dispuestos a mancillar el honor
de su ejército y su bandera, y a pesar de la intensidad
del combate y de las bajas sufridas, resiste férrea-
mente. Cerca de las 2 de la madrugada, conocedor
de la inminente llegada de refuerzos chilenos, Vento
resuelve interrumpir el infructuoso combate y ordena
la retirada no sin antes recoger a sus heridos y sus
muertos.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 243

Al amanecer llegan a Sangra al mando del co-


mandante Méndez una compañía del 3º de Línea y
otra del Esmeralda, encontrando a los sobrevivientes
curándose sus heridas y reposando luego de 13 horas
de desigual combate. Las bajas de la 2ª Compañía del
Buin fueron de 44 hombres: 24 muertos, incluida la
totalidad del piquete del sargento 2º Bisivinger, 18 he-
ridos y 2 prisioneros. El sargento 2º Blanco y sus 14
hombres se encontraban a salvo en Canta.

Cuando el comandante Méndez le preguntó al ca-


pitán Araneda cómo había podido mantener su posi-
ción con tan pocas fuerzas, este le contestó: el artículo
21 del título 22 de la Ordenanza General del Ejército, mi
comandante. Tal disposición se refiere al ineludible de-
ber del oficial chileno en combate: el oficial que tuviere
orden absoluta de conservar un puesto, a toda costa lo
hará.253

Cabe señalar que algunos teóricos e irresponsa-


bles detractores criticaron incluso en el Congreso Na-
cional la ubicación y dispersión de las fuerzas ordenada
por el capitán Araneda, lo que motivó una exhaustiva
investigación del gobierno, que lo exoneró de los cargos
de descuido e imprevisión y decretó en junio de 1883
que: la resistencia que hizo durante la mitad del día y
toda la noche del 26 al 27 de junio de 1881 a un enemi-
go diez veces mayor en número, cumple con las circuns-
tancias prevenidas en los artículos 17 y 18 del Título 32
de la Ordenanza General del Ejército, declarándola a
continuación como “acción distinguida”, zanjando de-
finitivamente la controversia. En la historia se recuer-
da como lo indica Bulnes: este combate es un episodio

253 Estado Mayor General del Ejército, Historia del Ejército de Chile,
Santiago: Estado Mayor General del Ejército, 1985, Tomo VI, p. 252.
244 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

que revela el temple de un ejército. Cada vez que los


chilenos en el Perú se encontraron en frente del enemigo
no contaron el número propio o el ajeno. Creyeron que
su deber era luchar hasta el sacrificio, cualesquiera que
fueran las condiciones de la refriega, y a este mandato
superior de su patriotismo y de su honor obedecieron
en Sangra. Era un principio escrito en el alma de cada
soldado y oficial, y al cual fueron fieles siempre en toda
la campaña.254

Combate de La Concepción (9 y 10 de julio de


1882)

La segunda expedición emprendida por el Ejérci-


to de Ocupación hacia la sierra peruana tuvo también
como objetivo la destrucción de las guerrillas del ge-
neral Andrés Cáceres en el mismo Departamento de
Junín. Sin embargo, en el conjunto de la Campaña de
la Sierra, esta expedición fue la que adquirió mayor
relevancia y la que más se recuerda, porque durante
su desarrollo se produjo el heroico Combate de la Con-
cepción.

Habiendo informado el coronel Estanislao del


Canto personalmente al almirante Patricio Lynch del
lamentable estado en que se encontraban las fuerzas
que componían su división, finalmente, con la anuen-
cia del gobierno, se le autorizó evacuar la sierra. De-
cidió entonces hacerlo ordenadamente, abandonando
Huancayo para concentrarse más al norte en Tarma,
recogiendo de paso, de sur a norte, las unidades y frac-
ciones que se encontraban dispersas, acantonadas en
los pueblos a lo largo del valle de Jauja.

254 Bulnes, Gonzalo. Guerra del Pacífico, Tomo III, Valparaíso: Sociedad
Imprenta y Litografía Universo, 1919, p. 46.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 245

Enterado a través de su amplia red de espías de


las intenciones del mando chileno, Cáceres planificó
encerrar a las pequeñas guarniciones, impidiendo su
retirada, para lo cual resolvió efectuar entre el 9 y 10
de julio ataques simultáneos a los pequeños destaca-
mentos acantonados en Marcavalle, Pucará, Concep-
ción, Tarmatambo y Oroya, cortando en esta última
localidad el puente que es paso obligado para acceder
al camino a Lima. La ofensiva guerrillera prácticamen-
te coincidió con el inicio de la retirada de las fuerzas
chilenas.

En el poblado de Concepción, 24 kilómetros


al norte de Huancayo, se encontraba apostada la
4ª compañía del batallón Chacabuco 6º de Línea,
al mando del teniente Ignacio Carrera Pinto e inte-
grada por 3 oficiales, los subtenientes Arturo Pérez
Canto, Julio Montt Salamanca y Luis Cruz Martí-
nez, 73 soldados y 3 cantineras, una de las cuales
se encontraba embarazada. Ocupaban como cuartel,
la casa parroquial ubicada al costado de la iglesia,
frente a la plaza de armas del pueblo. Para facilitar
la recuperación de 11 soldados enfermos, incluido el
subteniente Montt, que padecían tercianas y fiebre
producto del tifus, se había habilitado como enfer-
mería una casa de dos pisos construida en el extre-
mo opuesto.

En previsión de un posible ataque, el teniente Ca-


rrera Pinto había levantado barricadas en las cuatro
bocacalles que accedían a la plaza y apostado allí cen-
tinelas. El 9 de julio era domingo y un viento helado
azotaba el pueblo, que ese día se encontraba extraña-
mente en calma, asumiéndose que la mayoría de sus
pobladores había asistido a misa al templo de Santa
Rosa de Ocopa, distante 6 kilómetros al noreste de
246 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

La Concepción. La mañana transcurrió sin sobresal-


tos para la guarnición chilena, que según lo previsto
se alistaba para abandonar su acantonamiento al día
siguiente. Sin embargo, desde tempranas horas, sin
que lo advirtieran, eran observados desde las alturas
que rodean el pueblo por fuerzas de línea del coronel
Juan Gastó, a las que se sumaban fuerzas irregulares
como las de Comas y de otras localidades serranas. La
amenaza la constituían 2 batallones de infantería con
alrededor de 600 soldados y montoneros estimados en
1.500 hombres, los que se incrementaron con otros
refuerzos en el curso del combate.

A las 14.30 horas los centinelas dieron la alarma,


al ver avanzar a centenares de hombres descendien-
do de los cerros circundantes, en dirección al pueblo.
Los chacabucanos, incluidos todos los enfermos, que
abandonaron la improvisada enfermería para unirse al
resto de sus camaradas, se aprestaron para repeler el
ataque. A estos últimos, Carrera les ordenó ubicarse
detrás de la tropa, como reserva, confiando siempre
en resistir en la plaza hasta el arribo, al día siguiente,
del grueso de la división Del Canto que marcharía ha-
cia el norte desde Huancayo. Al vibrante grito de ¡Viva
Chile!, los soldados ocuparon sus posiciones de com-
bate en las barricadas e iniciaron nutridas descargas
de fusilería sobre las fuerzas guerrilleras que atacaban
desorganizadamente, exponiéndose a su certera pun-
tería, acción que los obligó a replegarse varias veces,
tras sufrir numerosas bajas. El combate se suspen-
de transitoriamente, momento en que el coronel Gastó
aprovecha para enviar, bajo bandera de parlamento, a
un oficial portando la siguiente solicitud de rendición:
contando como Ud. ve con fuerzas muy superiores en
número, a las que Ud. tiene bajo su mando y deseando
evitar una lucha a todas luces imposible, intimo a Ud.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 247

la rendición incondicional de sus fuerzas, previniéndo-


lo que en caso contrario serán ellas tratadas con todo
el rigor de la guerra.255 En el mismo papel del citado
ultimátum, el teniente Carrera contestó: en la capital
de Chile y en uno de sus principales paseos públicos,
existe inmortalizada en bronce la estatua del prócer de
nuestra Independencia, el general José Miguel Carrera,
cuya misma sangre corre por mis venas, por cuya razón
comprenderá Ud. que ni como chileno, ni como descen-
diente de aquél, deben intimidarme, ni el número de sus
tropas, ni las amenazas de rigor.256

Cumplida esta formalidad de la guerra, quedó


claro que la guarnición sitiada no pensaba rendirse.
Aprovechando esta pausa, Carrera ordena a un sar-
gento y dos soldados infiltrarse hacia Huancayo en
busca de refuerzo, pero fracasan en el intento, pues
son detectados y acribillados a balazos antes de aban-
donar el pueblo, siendo a continuación descuartizados
por los indios y exhibidos sus restos en las puntas de
las lanzas.

Se reanuda el encarnizado combate y los guerri-


lleros, apoyados por hordas de indios se precipitaban
nuevamente por el camino del sur, intentando alcan-
zar la plaza, siendo cada intento rechazado por pre-
cisos disparos, ahorrando al máximo la escasa mu-
nición disponible. Luego de transcurrida más de una
hora de combate, finalmente los chilenos son recha-
zados hacia el cuartel, desde donde ejecutan temera-
rias cargas a la bayoneta, trataban repetidamente de
despejar de enemigos las proximidades del cuartel.

255 Estado Mayor General, Historia del Ejército de Chile, Tomo VI,
Santiago: Estado Mayor General del Ejército, 1985, p. 285.
256 Ibídem
248 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

La compañía del Chacabuco empezó pronto a reci-


bir descargas desde el cerro León ubicado detrás del
cuartel, que había sido ocupado por los asaltantes y
donde el enemigo había apostado también vigías para
que observaran atentamente el camino de Huancayo,
dirección de llegada de eventuales refuerzos chilenos.
Así, la resistencia se prolongaba inesperadamente,
con la consiguiente inquietud del mando peruano.
Cerca de las 19.00 horas, Cáceres ordenó un nuevo
alto al fuego, lo que dio cierto respiro a los extenuados
defensores. Pero solo se trataba de poner en práctica
una nueva táctica, atacando esta vez los soldados pe-
ruanos, ayudados por los lugareños, desde posiciones
en los techos de las casas próximas al cuartel, para
disparar a sus ocupantes, que también eran amarra-
dos por el frente, sin tener escapatoria. Carrera orde-
na una carga a la bayoneta contra la masa de indios,
para despejar la salida, acción en la que es herido en
el brazo izquierdo, debiendo volver al cuartel bajo la
protección de sus soldados.

Pero no se lograba hacer salir del cuartel a los


soldados chilenos, condición necesaria para que fue-
ran batidos rápidamente. Los peruanos idean enton-
ces rociar la construcción con líquidos inflamables,
para luego lanzar teas ardientes e incendiarla, para
que el humo los obligara a escapar, antes de morir car-
bonizados. A media noche, con el cuartel en llamas,
no le queda a Carrera otra opción que cargar con sus
hombres a la bayoneta, contra la indiada que los espe-
raba a la salida, para luego volver los sobrevivientes al
incendiado cuartel, cubiertos de sudor y sangre. Allí,
entre sus hombres cae herido de muerte en el pecho el
teniente Ignacio Carrera Pinto, haciendo honor al lega-
do de su sangre y sin enterarse que hacía más de un
mes que había sido ascendido a capitán.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 249

Muerto Carrera, queda al mando de los restos


de la heroica compañía del Chacabuco el subteniente
Julio Montt Salamanca, quien cercado por el fuego y
acosado por los indios, muere también en la puerta
del cuartel, al efectuar un nuevo y desesperado asalto
a la bayoneta, siguiendo el glorioso ejemplo de su co-
mandante. Asume ahora el mando el subteniente Ar-
turo Pérez Canto, quien con un puñado de soldados se
mantiene combatiendo, logrando resistir hasta el ama-
necer, conteniendo a los atacantes que tratan de ingre-
sar rompiendo las paredes, brechas que se cubren con
los cuerpos de sus muertos, hasta perecer finalmente
acribillado por las balas enemigas.

A las 09.00 del 10 de julio, solo quedaban con


vida el subteniente Luis Cruz Martínez, el más joven
de los oficiales, con 4 soldados, sin agua, sin alimen-
tos e irremediablemente, sin municiones y rodeados
por el enemigo. Pero tampoco flaquearon, y se lanza-
ron escudados solo por sus bayonetas, en busca de la
inmortalidad.

Muertos todos los valerosos defensores chilenos,


asesinadas las intrépidas cantineras, un niño nacido
durante la noche del combate y otro menor que acom-
pañaba a la tropa, se desató una indescriptible orgía
de sangre, en la que la indiada descargó sus instintos
bestiales sobre los venerables cuerpos de las víctimas,
descuartizándolos, mutilándolos y levantando en las
picas sus restos como trofeos.

Se había consumado el holocausto de la guarni-


ción de La Concepción, después de más de 19 horas de
combate. Solo dos horas después de finalizada la con-
tienda ingresaban a La Concepción el capitán Arturo
Salcedo y su ayudante, enviados por el comandante
250 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

del Chacabuco teniente coronel Marcial Pinto Agüero,


batallón que marchaba a la vanguardia de la división
en su retirada desde Huancayo. Este mismo oficial: or-
dena al doctor Ibarra extraer los corazones de los cua-
tro oficiales, los cuales reposan hoy en la Catedral de
Santiago.257

Por considerarlo representativo de los sentimien-


tos que en esa época inspiró la inmolación de los hé-
roes de La Concepción, se reproduce la Orden del Día
que el coronel Estanislao del Canto redactó para que
fuera leída en los campamentos de todas las unidades
de su división: ¡Soldados del Ejército del Centro! Al pa-
sar por el pueblo de Concepción, habéis presenciado el
lúgubre cuadro de escombros humeantes, cuyo combus-
tible eran los restos queridos de cuatro oficiales y seten-
ta y tres individuos de tropa del Batallón Chacabuco 6º
de Línea. Millares de manos salvajes fueron los autores
de tamaño crimen; pero es necesario que tengáis enten-
dido que los que defendían el puesto que se les había
confiado eran chilenos que, fieles al cariño de su Patria
y animados por el entusiasmo de defender su bandera,
prefirieron morir antes que rendirse. Amigos chilenos: si
os encontráis en igual situación a la de los setenta y sie-
te héroes de Concepción, sed sus imitadores; entonces
agregaréis una brillante página a la historia nacional y
haréis que la efigie de la patria se muestre una vez más
con semblante risueño, simbolizando en su actitud los
hechos de sus hijos.

Soldados: seguid siempre en el noble sendero del


deber, con entusiasmo y abnegación; conservad la san-

257 Mellafe Maturana, Rafael; Pelayo González, Mauricio. Guerra


del Pacífico en Imágenes Relatos y Testimonios, Santiago: Editorial
Centro de Estudios Bicentenario, 2007, p. 324.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 251

gre fría y el arrojo de los Caupolicanes y Lautaros; sed


siempre dignos de vosotros mismos y habréis consegui-
do la felicidad de la Patria. Chilenos todos: ¡Un hurra a
la eterna memoria de los héroes de Concepción!258

Con justificada razón, la fecha en que se conme-


mora la gesta de La Concepción ha sido instituida por
el Ejército de Chile para realizar el juramento a la ban-
dera, sagrado compromiso de servicio a la patria, has-
ta rendir la vida si fuese necesario.

La hazaña de los chilenos de La Concepción ha


motivado a innumerables escritores para representar
de diferentes formas las virtudes de los jóvenes com-
prometidos con la patria y con la profesión militar. To-
dos los años estas reseñas sirven de fundamento para
motivar a los que juran ante Dios y ante la bandera
servir fielmente a la patria, hasta entregar la vida si
fuese necesario. El cumplimiento del deber hasta ren-
dir la vida es la máxime expresión de las virtudes que
debe poseer un militar, y permiten dimensionar la im-
portancia de la inculcación de estas en el Ejército Chi-
le: tened presente el enorme legado de honor y de gloria
que pesará sobre vuestros hombros, y si algún día lle-
garais a sentir que el valor y la decisión os abandonan
en los duros momentos de la prueba, recordad siempre
a esos valientes que allá en La Concepción lucharon sin
otro sostén que el amor a la Patria, sin otra coraza que
su valor, sin otra esperanza que ofrendar su vida por esa
bandera que en lo alto de su mástil continuó flameando
orgullosa contemplando a sus hijos, que uno a uno le

258 Estado Mayor General del Ejército, Historia del Ejército de Chile,
Santiago: Estado Mayor General del Ejército, 1985, Tomo VI, p.
292.
252 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

dieron la máxima prueba de su amor y devoción.259 En


La Concepción converge el sentido del deber, la valen-
tía, la obediencia, la disciplina, el espíritu de cuerpo,
abnegación, honor e integridad como personas y como
soldados.

Batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883)

La batalla de Huamachuco tuvo lugar en el ám-


bito de la cuarta expedición del Ejército chileno a la
sierra, bajo el mando del coronel Alejandro Gorostiaga
Orrego. Fue la última de la campaña y culminó exitosa-
mente, con la derrota de las fuerzas peruanas coman-
dadas por el coronel Andrés Cáceres, que en busca del
logro de una decisión abandonó los procedimientos de
la guerra de guerrillas que tan buenos resultados le
había dado por largo tiempo.

Cumpliendo órdenes recibidas del cuartel gene-


ral de Lima, una columna al mando del coronel Go-
rostiaga (160 zapadores, 100 infantes, 100 jinetes de
caballería y 4 piezas de artillería) cuyas fuerzas acan-
tonaban en Huamachuco, salió de esta localidad el 9
de junio de 1883 en dirección a Caraz, en el callejón
del río Huaylas, con la misión de destruir a las fuer-
zas peruanas comandadas por el coronel Recabarren,
lugarteniente del coronel Cáceres. El 26 de junio, al
acercarse a Urcón, se entera que Recabarren está allí
y que las fuerzas de Cáceres están en Chullín, con la
intención de seguir el avance de las tropas chilenas.
Comprendió que los peruanos se proponían interpo-
nerse entre sus fuerzas y las del comandante Her-

259 Canessa Robert, Julio. “Combate de La Concepción”, VV.AA.,


Memorial del Ejército de Chile Nº 410, Santiago: Estado Mayor General
del Ejército, 1982, p. 8.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 253

minio González, que marchaban en su refuerzo des-


de Trujillo, con la finalidad de impedir su reunión y
batirlos en detalle. Dispuso de inmediato retornar al
norte hacia Mollepata y Huamachuco. En el intertan-
to recibió valiosos refuerzos conducidos por el ma-
yor Sofanor Parra, consistentes en una recua de 73
mulas con munición, ropa y calzado, que marchaban
bajo la protección de una escolta de alrededor de 200
hombres de las tres armas.

Afortunadamente el plan para aniquilar a las


fuerzas del comandante González fracasó, pues las
tropas de Recabarren se retrasaron, llegando al lu-
gar previsto para interceptar estos refuerzos chilenos
cuando ya habían pasado. Esto se logró también por
la acertada decisión de su comandante, que resolvió
realizar una marcha forzada, sin comer y sin dormir.
De este modo, Gorostiaga llegó el 5 de julio y Gon-
zález el 7, reuniéndose en Huamachuco una fuerza
compuesta por los batallones Zapadores, Concepción
y Talca, 2 escuadrones de cazadores a caballo y 1
brigada de artillería, totalizando algo más de 1.600
soldados.

La exploración realizada por la caballería chilena


en la tarde del día 8 rindió frutos, pues se observó la
aproximación del enemigo hacia los cerros ubicados al
sur de Huamachuco, con fuerzas estimadas en alrede-
dor de 3.000 soldados, sin contar los montoneros. Go-
rostiaga ordenó abandonar el pueblo de Huamachuco
para ocupar ventajosas posiciones en el cerro Sazón,
al norte del poblado. Los peruanos por su parte, ocu-
paron los cerros Amamorco, Cuyurga y Santa Bárbara,
quedando las fuerzas beligerantes el día 10 de julio,
separadas por la pampa de Purrubamba, es decir, a
unos 4.000 metros de distancia terrestre.
254 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

En previsión de la llegada de refuerzos que pu-


dieran empeorar su situación y con el fin de apreciar
mejor la cantidad de soldados enemigos que se le en-
frentaban, los que habían permanecido ocultos la ma-
yor parte del tiempo, el jefe chileno resolvió efectuar
un reconocimiento en fuerza, ascendiendo por los fal-
deos de las posiciones en altura que ocupaban. Orde-
nó realizar esta maniobra a una compañía del Zapado-
res, la que pasadas las 06.00 horas se desplegó para
amenazar el ala derecha peruana. Luego, mandó en su
protección la otra compañía del batallón, recorriendo
ambas una distancia apreciable. Los peruanos solo re-
accionaron cerca de las 08.00 horas, haciendo bajar
varios batallones, que junto con hacer nutrido fuego
sobre los Zapadores, trataron de envolverlos. Los sol-
dados chilenos siguieron avanzando otro largo trecho,
mientras continuaban descolgándose numerosas fuer-
zas que habrían rodeado completamente a la reducida
guerrilla, si no hubieran recibido la orden de replegar-
se combatiendo en retirada. Coincidiendo con el ata-
que desde la altura, el enemigo envió fuerzas desde la
ciudad, también con la intención de cortar la retirada
de los Zapadores, siendo detenidas en su avance por
una compañía del batallón Concepción.

El enemigo continuaba atacando por batallones,


a los que el coronel Gorostiaga oponía, corriendo hacia
su ala izquierda, nuevas compañías del Concepción y
del Talca, en apoyo de las primeras. El enemigo ya se
había empeñado en combate, formando una línea re-
gular que sobrepasaba ampliamente las alas de la línea
chilena. La artillería peruana que había permanecido
en las alturas, bajó casi hasta la pampa de Purrubam-
ba, y con sus fuegos protegía el avance. La batalla aho-
ra se daba en toda la línea chilena, desde el cerro Sa-
zón al Conochugo, donde se apoyaba su ala izquierda.
CAPITULO V. ACCIONES HEROICAS. VIRTUDES MILITARES DE LAS FUERZAS QUE... 255

Las fuerzas peruanas avanzaron prontamente, con la


intención de envolver esa ala, mientras las tropas que
ocupaban Huamachuco trataban de flanquear el ala
derecha, defendida valerosamente por una compañía
del Talca. Antes se había realizado una carga por par-
te de la caballería chilena, con éxitos parciales, conte-
niendo en parte el avance del enemigo, que se protegió
eficazmente empleando los accidentes del terreno.

La artillería chilena, en posición en toda el ala


izquierda del dispositivo propio, dirección del centro
de gravedad del ataque enemigo, descargaba nutrido y
certero fuego sobre las filas enemigas, causando tam-
bién daños a las baterías peruanas. Eran ya las 12.00
horas y el resultado de la batalla era aún incierto, con-
tinuando el avance peruano, alentado por la retirada
inicial de las guerrillas, hasta una distancia que per-
mitía escuchar las voces de ambos contendientes. En
ese momento de la batalla, el coronel Gorostiaga dis-
puso una carga general de la caballería, acompañada
de la consiguiente carga a la bayoneta de la infantería,
que se ejecutó con tanta temeridad, ímpetu y valor,
que inmediatamente se advirtió vacilación en las filas
enemigas, para luego romperse en varios sectores, pro-
duciéndose su desbande en todas direcciones. La per-
secución se ejecutó hasta las 3 de la tarde, con fuerzas
de caballería e infantería.

Entre los vencidos se contaron cerca de 1.400


muertos, en tanto que las bajas de los vencedores fue-
ron 62 muertos, 80 heridos y 21 lesionados, es decir,
el 10% de sus efectivos. La victoria la decidió una vez
más el coraje del soldado chileno, que a punta de ba-
yonetas y fieros sablazos logró vencer la resistencia de
un enemigo que lo superaba ampliamente en número,
poniendo en fuga a sus desalentadas tropas. Por in-
256 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

sondables designios del destino, el 10 de julio de 1883,


precisamente cuando se conmemoraba el primer ani-
versario de la heroica gesta de La Concepción, se pro-
dujo la aplastante derrota del jefe peruano que instigó
aquel degradante combate.

Los soldados de la división Gorostiaga tuvieron


el poderoso estímulo de vislumbrar que su supremo
esfuerzo y sacrificio pondría finalmente término a una
campaña y a una guerra que había desangrado a la
patria por largos años y ocasionado la pérdida de esti-
mados amigos y camaradas de armas.
257

CONCLUSIONES

En la historia militar del Ejército Chile persisten


tres virtudes militares que constituyen el cimiento del
profesional militar chileno y que identifican a sus in-
tegrantes: disciplina, valor y cumplimiento del deber.
Las tres se expresan interrelacionadas y se inculcan
integradas. La disciplina para supeditar la voluntad al
bien colectivo; el valor como la fuerza moral y física
para enfrentar grandes desafíos; y el cumplimiento del
deber como expresión de patriotismo, que implica has-
ta el sacrificio de la propia vida de ser necesario. Esto
no quiere decir que la historia militar chilena no aporte
referente respecto a otros valores que el Ejército ha
definido como los que deben regir la conducta de sus
integrantes, sino que son los que mayoritariamente
hacen presente los historiadores que los mencionan.

Estas tres virtudes son también patentes en los


ejércitos latinoamericanos. Su explicitación está en la
historia y en las definiciones comunes de ellas. En to-
dos los casos estos pilares son inalienables y aportan
identidad a sus integrantes. En cualquier ejército don-
de la disciplina no constituya su esencia, difícilmente
se podrá exigir enfrentar desafíos donde exista peligro
de la propia vida, y si no existe disciplina ni valor, el
cumplimiento del deber no tendrá asidero.

El destacado tratadista de asuntos militares Eva-


risto San Miguel, difiere en una de las virtudes ante-
riormente indicadas. San Miguel señala que las tres
virtudes militares que deben distinguir a los militares
son: el valor, la disciplina y la frugalidad. Esta últi-
ma la relaciona con la moderación, el desinterés y la
austeridad. Las comodidades y el acostumbramiento a
una vida que privilegie el bienestar por sobre la rigidez
258 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

de la disciplina o la dureza de los entrenamientos, no


puede compatibilizarse con la profesión militar.

Con anterioridad a la publicación de la Ordenan-


za General del Ejército de Chile 2006, el “patriotismo”
estaba considerado como una de las virtudes milita-
res directamente relacionadas con la preparación y
formación del soldado. Esta inclusión del patriotismo
como virtud era coincidente con la que contemplan los
ejércitos latinoamericanos estudiados en este trabajo,
pero la nueva Ordenanza General del Ejército de Chile
2006 no lo considera en forma explícita, sino que se in-
fiere de las virtudes del cumplimiento del deber militar
y otras contempladas en el reglamento aludido. Llama
la atención esta observación, ya que el Comandante en
Jefe del Ejército al referirse en un discurso a las vir-
tudes militares indicó: […] el patriotismo, entendido en
este caso como la decisión que lleva a anteponer el in-
terés nacional por encima de las voluntades personales
o individualistas. Chile siempre debería estar primero
para cada uno de nosotros, civil o militar; sólo así no
perderemos el bien máximo a cautelar.1

Todos los integrantes de los ejércitos y sus compa-


triotas gustan de escuchar de las virtudes de su ejército.
Quieren oír y convencerse de que el ejército de su país
es glorioso y virtuoso. Impulsivamente gustan de hacer
comparaciones apasionadas que tengan resultados que
les sean convenientes, y no gustarán de escuchar de fra-
gilidades, menos de indisciplina y de falta de valentía. Se
podría inferir que el sentimiento patriótico necesita un
pilar de orgullo común para sostenerse y transmitirse
entre las generaciones que se suceden. Si el resultado de

1 Extracto del discurso del Comandante en Jefe del Ejército con motivo
del juramento a la bandera en la ciudad de Arica en julio de 2005.
CONCLUSIONES 259

una batalla ha sido la derrota, comienza el nacimiento


de algún héroe y será menester concurrir en su justi-
ficación a la desproporción de fuerzas. Si el resultado
de un combate es la victoria, surgen los comandantes
imbatibles y los personajes históricos. En ambos casos,
pasa a segundo plano la fortaleza y virtud de la tropa,
que soportó la derrota o permitió la victoria.

Las virtudes militares son un tema complejo y di-


fícil de interrelacionar con la profesión militar. Es fácil
decir que los militares deben ser disciplinados y valien-
tes, pero es difícil indicar en los tiempos actuales, que
deben perder hasta la vida si fuese necesario. Qué pue-
de justificar dar o quitar la vida, o bajo qué circunstan-
cia inmolarse por la patria.2 La única respuesta está en
la evolución que ha tenido la profesión militar y particu-
larmente de los valores que la sociedad fue requiriendo
de ella. Si en un principio obedeció a intereses secta-
rios, paulatinamente la tropa comenzó a ser inspirada
del ideal de servicio a la nación, debido a que la guerra
está supeditada a los fines políticos que determinan el
alcance y la naturaleza de la violencia. Los ejércitos ba-
san su existencia en los valores morales de la tropa. Las
relaciones de jerarquía, de disciplina y de obediencia no
se sostienen si quienes profesan la carrera de las armas
no asumen íntegramente los deberes morales y profe-
sionales que les son pertinentes. La sociedad reclama
la disciplina para la subordinación y la valentía hasta
la inmolación. Ambas virtudes son el principal atributo
de los ejércitos, un valor permite el otro, y los dos son la
esencia de la identidad de cada ejército.

2 Según Arnold Toynbee es difícil que cualquier persona que tenga


ideas maduras pueda discutir la afirmación de que el militarismo
es suicida.
260 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

A diferencia de cualquier otra profesión, el militar


dedica gran parte de su carrera al área de la educación.
En todos los grados es un instructor y es un instrui-
do. Cada escaño o ascenso significa nuevas responsa-
bilidades y aprendizaje. Debe saber ejercer su puesto
u ocupación militar especializada, pero además debe
hacerlo de tal manera que sus actos y dichos sean un
ejemplo para sus subordinados, ya que en la práctica,
estos harán en el futuro, lo que hace su superior en
el presente. En esta tríada subordinado-instructor-su-
bordinado, el sistema de selección profesional y de for-
mación moral es distintivo. Un militar no solamente es
evaluado en su preparación profesional como lo sería
en cualquier otra carrera, sino también es calificado
en aspectos morales que lo obligan con su profesión,
como el espíritu militar, criterio, discreción, lealtad,
compañerismo y otros factores que lo distinguen como
persona y lo seleccionan como militar.

Los ejércitos latinoamericanos incluyen tópicos


similares en la formación virtuosa de sus integrantes.
En la mayoría de ellos el origen de las normas que los
han regulado se encuentra en las Ordenanzas del Ejér-
cito Español, y en la propia historia patria que fue con-
firmando las virtudes de los comandantes y soldados,
que han sido protagonistas de los episodios gloriosos
de cada ejército. El Ejército de Chile también ha apor-
tado al origen de estos preceptos morales, mediante la
influencia ejercida en el área de la docencia, creación
y formación de unidades. Tanto por los valores que se
les han inculcado a los oficiales que de todos los países
han concurrido a formarse militarmente a Chile, como
también por la labor de organización de estamentos
docentes en Colombia, Ecuador y El Salvador. A lo que
se agrega la profesionalización militar, que con raíces
francesas y alemanas tempranamente se materializó
CONCLUSIONES 261

en Chile e influyó en prácticamente todos los estados


latinoamericanos.

En el Ejército chileno las virtudes militares que


identifican a sus integrantes han venido variando. Las
virtudes militares inferidas de la Ordenanza General
(1923) son diferentes a las que rigen en los manua-
les de 1944, y también a las de los planes de lección
de 1988, y finalmente han sido reposicionadas en la
Ordenanza General del 2006. El cambio está basado
en tres aspectos que unidos lo producen: el contexto
histórico de la promulgación; el carácter de los promo-
tores del cambio; y las variaciones en las conductas
morales y sociales.

La selección del personal que ingresa al Ejército


de Chile, los mandos, los ascensos y los programas
docentes en las escuelas matrices deben estar ilumi-
nados por los valores que la sociedad quiere que posea
el Ejército, y por las virtudes que la institución estime
que la identifican. Si no existe una asociación entre
selección, virtudes y formación el Ejército continuará
existiendo, pero no constará la seguridad del sustento
moral de sus integrantes. La historia es ilustrativa e
indica que los militares deben ser seleccionados por
los valores y virtudes que tengan arraigados y no por
el conocimiento que posean. A un militar se le podrá
enseñar en poco tiempo el uso de una determinada
arma o táctica de empleo, pero se necesitará mucho
tiempo para inculcarle el valor, la disciplina, el espíritu
de cuerpo y los otros valores de la profesión militar.

En la inculcación de valores la transmisión de


las virtudes militares debe ser una práctica habitual,
y la vía del ejemplo es el mejor medio para ello. Los
oficiales tienen la principal responsabilidad en este
262 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

proceso, por ser los encargados del mando y de la


formación de la tropa. El éxito del liderazgo está en
el ejemplo personal. En la historia militar, el oficial,
suboficial y el soldado siguen al que los comanda,
siempre y cuando estos le tengan confianza. El co-
mandante seguro de sí mismo no necesita volver la
vista atrás para cerciorarse de que lo vienen siguien-
do, solo debe seguir adelante.

No cabe duda que el heroísmo del capitán Arturo


Prat y las virtudes que junto a su tropa lo sitúan en
la cima de los personajes ilustres de la historia, es la
esencia del ejemplo de disciplina, valor, cumplimiento
del deber, patriotismo, arrojo y espíritu de cuerpo, que
todos los militares reconocen y hacen parte de la iden-
tidad del soldado nacional.3 A continuación, el Comba-
te de La Concepción es la acción reflejo de las virtudes
militares que son inculcadas prioritariamente en el
Ejército de Chile, disciplina, valor y cumplimiento del
deber militar. La disciplina para ser obedientes, el va-
lor para superar el miedo, y el cumplimiento del deber
para servir a la patria.

La elección de la profesión militar y específica-


mente el ingreso al Ejército de Chile, es la primera
cavilación y acto de confianza en sí mismo al que se
ve enfrentado el militar. Entre las diferentes profesio-
nes, y en forma libre y voluntaria, escoge la profesión
acorde con sus expectativas, sus valores y aptitudes.
A sabiendas de las exigencias morales, familiares, eco-

3 En los inicios de este trabajo se definió que no se incluiría la reseña


de la acción heroica de Arturo Prat Chacón, porque la investigación
se limitó al contexto de la historia de las virtudes militares de inte-
grantes del Ejército. Pese a lo anterior, al menos en las conclusiones
se ha querido reiterar esta situación, para que conste que la exclu-
sión de este héroe es deliberada.
CONCLUSIONES 263

nómicas, sociales y cívicas opta por ser soldado, previa


reflexión y comparación de sus valores y cualidades
con los de la carrera militar. De cualquier grado, cate-
goría y condición los militares son ante todo soldados,
están al servicio de la patria, por lo que, jamás la pro-
fesión militar podrá competir con otra profesión en la
obtención de beneficios económicos u otras prebendas
que son vitales en otras labores. El que elija ser militar
por sus beneficios o estatus, probablemente por poco
tiempo lo será. Por conveniencia la propia institución
debe bogar para que este personal sea reorientado res-
pecto de lo que quiere ser en la vida. El amor a las
riquezas y la falta de austeridad conduce al hombre a
la deshonra. La frugalidad como la define Evaristo San
Miguel, corresponde al ánimo de mesura, de genero-
sidad y de desinterés, que reduciendo la esfera de las
necesidades del hombre, eleva en cierto modo su alma
y le hace contentarse con pequeños gustos. El apego a
los bienes, a los placeres y comodidades de la vida, no
es compatible con la carrera de las armas, en especial
porque los integrantes de los ejércitos deben ser entre-
nados para soportar la fatiga y la disciplina.

Los ritos y los mitos facilitan la inculcación de va-


lores mientras no alteren en demasía la objetividad del
contexto histórico aludido. Pese a las críticas de algu-
nos historiadores que sostienen que el apasionamiento
de los historiadores militares los lleva a deformar los
resultados de algunos sucesos, es propio entender que
el investigador militar con formación académica cas-
trense, une de mejor forma y recrea con mayor exac-
titud aquellos hechos históricos sobre los cuales no
existe información de primera fuente, pero en los cua-
les, la proporción de las fuerzas, el terreno, el clima y
la logística permiten concluir sobre el esfuerzo y valo-
res de los protagonistas.
264 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

La disciplina es la virtud militar que reiterada-


mente es evaluada como una de las más trascendentes
e indispensable en la profesión militar. Actualmente no
involucra obediencia ciega, sino que implica volunta-
rismo, conciencia y razonamiento para el cumplimien-
to de normas y leyes que propenden a un bien superior
o colectivo. El artículo 21 de la Ordenanza General del
Ejército de Chile promulgada el año 2006, lo específi-
ca: los subalternos deberán obedecer estas decisiones
siempre que ello no importe la comisión de un delito o
la transgresión de un reglamento. Implica la moviliza-
ción de la conciencia para hacer propio los ideales que
se relacionan con la patria e integridad nacional. Para
ello es necesario una disposición permanente para po-
nerse al servicio del mando, de sus pares y del país, en
concordancia con los fines institucionales e intereses
nacionales: la disciplina es un valor fundante para el
ejército dado que es un bien esencial que lo fortalece y lo
preserva, pues no basta la capacidad militar para con-
vertir a un grupo armado en un ejército: es justamente
la disciplina la que permite distinguir a un ejército de
una horda.4

Ha sido tradicional en el Ejército de Chile su cer-


canía con la religión y con la inculcación que esta per-
mite de valores cristianos en la tropa. El general Gon-
zalo Santelices Cuevas, en los últimos años, destaca
por las publicaciones de su autoría sobre los valores y
la enseñanza cristiana.5 Desde los primeros años de la

4 División de Doctrina, Reglamento Administrativo, Ordenanza General


del Ejército de Chile, Santiago: Comando de Institutos y Doctrina,
2006, Art.19.
5 Como “Liderazgo, las lecciones de Jesús, un ejemplo a considerar
en la acción de mando” disponible en el libro de Gonzalo Santelices
Cuevas, La profesión militar; algo más que prepararse para la guerra,
y los artículos citados en el Capítulo IV de este texto.
CONCLUSIONES 265

creación del Ejército el aspecto religioso estuvo presen-


te y convenientemente reglamentado. La Ordenanza
General del Ejército editada en 1923 es una compro-
bación de ello, en esta consta que: una de las respon-
sabilidades del sargento después de la formación de
retreta era de rezar el rosario con toda la compañía con
devoción y tono reverente (Art.199); o los castigos con-
templados contra quienes insultarán lugares sagrados
(Art.1264); o que profirieran ofensas a las imágenes
divinas (Art.1263); e incluso se señalaban los honores
correspondientes ante las efigies religiosas: para toda
procesión de imagen de Cristo, de la Virgen o de otro
santo, las tropas por donde pasare descansarán sobre
las armas, desde su principio hasta el fin: el tambor
tendrá la caja a la espalda y el comandante, si fuere
oficial, su espada en mano, saludando con ella a la ima-
gen cuando ésta pase por delante; pero si la imagen
fuere la del Carmen, se le harán los honores con armas
al hombro, por ser patrona jurada de las armas de la
República (Art. 675).6

El más célebre protagonista de la historia mili-


tar chilena lo constituye el capitán general Bernardo
O’Higgins Riquelme. Entre los numerosos combates y
batallas en que participó, el combate de El Roble del 17
de octubre de 1813 y el combate de Rancagua el 1 y 2
de octubre de 1814 son los más memorables de su vida
militar y constituyen el pedestal que lo sitúa como Pa-
dre de la Patria. La tropa lo proclamó y legitimó como
comandante patriota en El Roble, su arrojo y valentía
permitieron revertir el combate, confió en sus hombres
y atacó frontalmente a las fuerzas realistas que numé-
ricamente eran superiores. Su ejemplo de coraje co-

6 Las obligaciones de los capellanes estaban especificadas en el Título


XXVI de la Ordenanza General, desde los artículos 362 al 371.
266 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

menzó a transmitirse entre los patriotas y los realistas.


Los primeros lo querían en sus filas y los otros lejos
de ellos. En Rancagua y pese a que las fuerzas bajo
su mando tenían el mínimo de instrucción y de disci-
plina, logró aunar voluntades y romper el frente de las
fuerzas realistas, nuevamente veteranas y superiores.
Al respecto, el Álbum Histórico de las Fuerzas Arma-
das de Chile indica: O’Higgins siempre entusiasmó a
su tropa con el ejemplo, y fue el alma de esa heroica
jornada, todos probaron de lo que es capaz el soldado
chileno cuando se bate por la patria y es guiado por un
jefe que no conoce el miedo. La Batalla de Rancagua es
la más bella página del heroísmo chileno. Se batieron
durante 34 horas, uno contra 3, al reflejo de un incen-
dio, sin esperanza de socorro y, por último, en vez de
capitular, se abren paso a filo de sables.7

El Combate de La Concepción es la acción de


guerra donde las virtudes de los militares chilenos al-
canza su excelencia. Es un legado de honor y de gloria,
que permanecerá y pesará sobre los hombros de los
integrantes del Ejército chileno, es un ejemplo de va-
lor, disciplina, espíritu de cuerpo, lealtad, patriotismo
y abnegación, que debe ser permanentemente recorda-
do, ya que sin otro sostén que el amor a la patria, sin
otra esperanza que su valor, jóvenes militares ofren-
daron su vida como prueba de amor y devoción. La
mayoría de los historiadores elogiosamente se refieren
a este combate, basta con recordar a Gonzalo Bulnes,
que dice así: El recuerdo que se viene espontáneamente
a la memoria al hablar del Combate de La Concepción
es el del Combate Naval de Iquique: una muchachada
heroica, igual espíritu de sacrificio; el recuerdo de la pa-

7 Álbum Histórico de las Fuerzas Armadas de Chile: Santiago: Empresa


Editora Atenas, 1928. pp.257 y 258.
CONCLUSIONES 267

tria incitando el último latido de sus valerosos corazo-


nes; el precepto de una inflexible tradición de honor: en
la rada de Iquique y en la plaza de la Concepción se
escribió una ley de acero para las futuras generaciones
chilenas.8 El Álbum Histórico de las Fuerzas Armadas
indica: el sol del 9 de julio alumbró una gloria más de
las armas chilenas, porque 77 de sus hijos recibieron
la corona del martirio defendiendo heroicamente la glo-
riosa bandera; porque murieron todos y murieron solos,
sin pedir favor a sus enemigos.9

En los textos editados por el Ejército de Chile


y particularmente en los Memoriales del Ejército de
Chile,10 se han publicado diversos artículos sobre los
sucesos y personajes de la historia militar chilena, que
permiten valorar las virtudes de los comandantes y de
la tropa protagonista de cada una de las acciones que
han glorificado la historia patria. El Ejército continua-
mente está haciendo un esfuerzo comunicacional para
que las nuevas generaciones accedan a información
sobre los héroes y combates que enorgullecen a todos
los chilenos, como también para reposicionar y actua-
lizar las virtudes militares que deben ser inculcadas a
los soldados. Hacerlo es la responsabilidad de todos,
y por eso, en las bases doctrinarias de la institución,
está señalado, que para que el militar pueda cumplir
con su misión debe contar con las virtudes que pre-
cisamente contiene el objeto de la profesión, como es
velar por el bien común a través de la seguridad o de-
fensa de la sociedad en su conjunto.

8 Bulnes, Gonzalo. Guerra del Pacífico, Valparaíso: Sociedad Imprenta


y Litografía Universo, 1919, Tomo III, p. 300.
9 Álbum Histórico, op. cit. p. 562.
10 El Memorial del Ejército de Chile se publica desde 1906 y está dispo-
nible en la página web www.ejercito.cl
268 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

En el contexto anterior, cabe destacar dos tex-


tos incluidos en el Capítulo IV de esta investigación, y
que se estima deberían constituir bibliografía obliga-
toria en las escuelas matrices y escuelas de armas del
Ejército, como lo son el del general de brigada Gonzalo
Santelices Cuevas, La profesión militar algo más que
prepararse para la guerra, y el del general de brigada
Eduardo Aldunate Herman, Empuñando la espada.11

En la apuesta por un Ejército virtuoso hay fuerzas


que intentan producir efectos adversos. Desde el inte-
rior de la organización se originan corrientes que in-
tentan relativizar valores intrínsecos al Ejército, como
lo son la lealtad, el espíritu de cuerpo y la disciplina.
En su cometido subvaloran estas virtudes en pro de
la realización personal y las expectativas individuales,
y no miran la trascendencia que estas tienen para el
propósito del conjunto. Desde el exterior se intenta mi-
nimizar la importancia de la profesión y se pretende
desvirtuar el rol que le corresponden al Ejército en la
defensa y seguridad nacional. Producto de la errada
utilización de que han sido objeto los ejércitos, se ad-
vierten corrientes de opinión que simplifican la carrera
militar o la consideran como un objeto del mercado.
La Ordenanza General del Ejército de Chile del año
2006 asume la necesidad de explicitar las definiciones
y principios morales que distinguen el quehacer colec-
tivo e individual del Ejército, ya que la profesión mili-
tar está por sobre la circunstancia histórica, es mucho
más que eso y más fuerte que todo. En los inicios del
siglo XXI pertenecer al Ejército de Chile es una distin-
ción reservada para pocos chilenos. Estos valoran a los
héroes de antaño, rememoran las acciones heroicas y

11 Ambos textos integran la colección Biblioteca del Oficial del Ejército


de Chile.
CONCLUSIONES 269

están comprometidos con la acción del Ejército y con


el destino de Chile.

De todos los valores militares de los ejércitos in-


dicados en el Capítulo III, posiblemente sea la discipli-
na y por derivación la obediencia uno de los elementos
que los transforman en organizaciones únicas y les
otorgan el carácter de instituciones. La característica
esencial de la vida militar está en directa relación con
la disciplina que se imparte, y los militares asumen
conscientemente que esta es necesaria e inseparable
en la formación del soldado, tanto por las exigencias
de la vida militar que en algunos casos es necesario
imponer, y porque permite una mejor forma de rela-
ciones jerárquicas. Civiles y militares asumen que sin
una arraigada disciplina un ejército no perdura ni pue-
de desarrollarse. Aceptar que la disciplina es un factor
primordial de la profesión militar constituye la frontera
o punto de inflexión al momento de decidir el ingreso
a la profesión militar. La disciplina obliga a mandar
con responsabilidad y a obedecer lo mandado. El trato
entre el que manda y el que obedece también implica
que las normas disciplinarias le otorgan potestad al
superior y al subordinado, para exigir el cumplimiento
del deber o para presentar alguna objeción a la orden
recibida, cuando las órdenes impliquen la ejecución de
actos que manifiestamente sean contrarios a las leyes,
los usos de la guerra o constituyan delito.

La valentía para afrontar desafíos físicos y para


contraponer los propios principios y valores morales a
las corrientes relativizadoras de los mismos y distorsio-
nadores de la profesión militar, son la expresión máxi-
me de la formación militar de un profesional militar.
En esta alineación formativa de lo físico y moral está
implicado el ánimo que motiva al militar a emprender
270 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

grandes desafíos y afrontar peligros en beneficio del in-


terés de la patria. Esta definición no implica que el va-
lor sea privativo del militar, sino que más bien parece
consustancial al ser humano independientemente del
ámbito en el que se mueva, y por tanto también al mi-
litar. El valor tampoco es la ausencia de miedo, ya que
tanto el valor como el miedo son innatos al hombre y
por lo tanto imposibles de eliminar. Por ello, podríamos
indicar que el valor es el arte de superar el miedo natu-
ral que se presenta ante los peligros de la vida. El valor
necesariamente se acompaña de la normativa discipli-
naria que coadyuva a imponer una situación de arrojo,
o aceptar una situación incierta que tendrá un efecto
en la propia integridad o en la de los subordinados.

La Ordenanza General del Ejército promulgada en


el 200612 es un hito en la definición de los valores en
los cuales se debe basar el Ejército chileno. Esta tiene
la fortaleza de integrar tres variables que la distinguen
como texto sustentable de la base doctrinaria del Ejér-
cito: la expresión de los valores que la sociedad quiere
que el Ejército posea; los valores que el propio Ejército
estima que son inseparables a la formación del profe-
sional militar; y el legado histórico de los valores here-
dados de las acciones de combate más sobresalientes
que la historia militar depara. Con anterioridad a esta
Ordenanza, el texto normativo que incluía y definía las
virtudes militares en el Ejército de Chile, era el Regla-
mento de Instrucción de Teórica General R.I.sc. (P) 864
de 1987, en este se especificaba que las virtudes mili-
tares eran: la lealtad, honor, valor, espíritu de cuerpo,
abnegación, compañerismo, fidelidad, patriotismo y es-

12 División de Doctrina, Reglamento Administrativo, Ordenanza General


del Ejército de Chile, Santiago: Comando de Institutos y Doctrina,
R.A. (P) 110-A, 2006.
CONCLUSIONES 271

píritu militar. A diferencia de la Ordenanza del 2006, no


se incluyen las virtudes de la disciplina, cumplimiento
del deber militar, integridad, respeto, espíritu de servi-
cio y subordinación al derecho. Por el contrario, en la
Ordenanza 2006 no se considera al compañerismo, fi-
delidad, patriotismo y espíritu militar. En ambos casos,
se estima que los ejemplos de la historia militar de Chile
son suficiente argumento para haber incluido la disci-
plina y el patriotismo en el Reglamento de Instrucción
y en la Ordenanza General, respectivamente. Se agrega
a ello, las diferentes definiciones de algunas virtudes
entre los textos aludidos. A modo de ejemplo, respecto
del valor la Ordenanza lo define como la fuerza moral y
física que lleva a acometer resueltamente grandes de-
safíos, enfrentando de manera consciente el peligro y
la adversidad; el Reglamento de Instrucción señala que
esta es una de las virtudes militares por excelencia, que
desprecia hasta la vida para emprender las más gran-
des empresas sin temor a los obstáculos o dificultades
que se le presenten. La valentía es la práctica del valor;
por consiguiente, el valor es una virtud que puede culti-
varse. El Militar de por sí debe ser sometido a actos que
le permitan acrecentar esta virtud.

Esta investigación ha intentado abordar la te-


mática de los valores y virtudes de los integrantes del
Ejército chileno de una manera diferente a como otros
escritores lo han realizado hasta la fecha. Permite ob-
servar la diferencia con que los ejércitos latinoameri-
canos identifican y definen sus virtudes, como también
las acciones heroicas que ejemplarizan la transmisión
histórica de ellas. Llama la atención, que en institu-
ciones con fines similares y en sociedades comunes
las virtudes sean diferentes, y que algunos ejércitos
expresen numerosas virtudes como características de
sus fuerzas, y en otros sean definiciones únicas.
272 RODOLFO A. ORTEGA PRADO

Las virtudes militares no constituye un tema de


investigación acabado, por el contrario, está abierta la
puerta para otras investigaciones. Un gran desafío se-
ría intentar responder entre otras, las siguientes inte-
rrogantes ¿Cuál es el impacto valórico que han tenido
las virtudes militares del Ejército de Chile en los últi-
mos años?, ¿Cuáles son las virtudes que actualmente
poseen los oficiales, los suboficiales y los soldados? o
¿Cómo los actuales procesos de formación permiten in-
culcar las virtudes definidas en la Ordenanza General?
273

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CURRÍCULUM

El Coronel (R) Rodolfo A. Or-


tega Prado es Oficial de Estado Ma-
yor del Arma de Infantería, Doctor
en América Latina Contemporánea
de la Universidad Complutense de
Madrid, Magíster en Ciencias Mili-
tares con mención en Políticas de
Defensa de la Academia de Guerra,
Magíster en Ciencias Militares con mención en Gestión
y Planificación Estratégica de la Academia de Guerra.
Ha sido profesor titular de Academia en las asignatu-
ras de Operaciones Conjuntas y de Táctica y Operacio-
nes. Se desempeñó como profesor de Geopolítica en la
Escuela de Guerra de Colombia; actualmente integra
el Departamento de Geografía Militar y Geopolítica de
la Academia de Guerra.

Es Diplomado en Prevención de Conflictos de la


Universidad Complutense de Madrid, Diplomado en So-
ciología Militar de la Academia de Guerra, Diplomado
en Gestión de Conflictos en Asia-Pacífico de la Univer-
sidad Complutense de Madrid, Diplomado en Estudios
Avanzados de América Latina del Instituto Universita-
rio de Investigación Ortega y Gasset de Madrid, Diplo-
mado en Gestión Estratégica de Organizaciones de la
Academia Politécnica Militar, y realizó el Curso de Alto
Mando en la Academia Nacional de Estudio Políticos y
Estratégicos (ANEPE).

Ejerció el mando del Regimiento de Infantería


Nº12 “Sangra”; Subdirector de la Academia de Guerra;
Subcontralor del Ejército y Agregado de Defensa y Mili-
tar de Chile en España y Concurrente en Turquía.
284

Ha publicado numerosos artículos y trabajos de


investigación en Chile y en el extranjero, entre los que
se destacan: “Influencia de la geografía en la acción
benéfica del Estado”, “Geopolítica de la población”, “La
influencia del clima sobre la población”, publicados en
la Revista de las Fuerzas Armadas de Colombia Nº 155,
156 y 157 de 1995, respectivamente; “Reposición de
las Virtudes Militares en la reglamentación y publica-
ciones militares”, Memorial del Ejército Nº 458, 1998
(Premio Concurso Literario del Comando de Institutos
Militares); “Turquía; Desafíos Estratégicos, Separa-
tismo y Terrorismo”, Revista Escenarios Actuales del
CESIM, Año 9, Nº 5, 2004; “Aproximación a la Metodo-
logía de la Investigación Histórico-Militar ¿El mito de
la verdad?”, Memorial del Ejército Nº 479, 2007; “Ten-
dencias de la Seguridad y Defensa en el Mercado Co-
mún del Sur 1991-2005”, Memorial del Ejército Nº 480,
2008.

Ha realizado diversos trabajos de investigación,


entre los que se destacan: La Integración y Defensa
Nacional: Determinación de las amenazas para Chile,
y sus efectos en las FF.AA. en general y en el ejército
en particular. Tesis de Magíster Academia de Guerra,
1999. Premio Ministerio de Defensa Nacional de Chile;
Chiloé: Presencia Militar 1567-1940. Concurso Litera-
rio Militar del Ejército (Premio al 2º lugar).

Es autor del libro: Presencia Militar en la provincia


de Llanquihue 1901-2001.

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