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EL PASADO
La historia se remonta a la ciudad de Arequipa. Aurora Rodríguez
Prado, madre de Jorge y Vito, trabajaba abasteciendo de leche fresca
a Gloria, mientras su esposo, José Rodríguez Banda, se dedicaba al
transporte urbano. Ante las necesidades del hogar, los dos hijos de la
familia también laboraban con su padre durante sus horas libres del
colegio La Salle. Luego de varios años, viajaron a Lima para seguir
sus estudios universitarios. Vito se dedicaba más a los negocios y a
ampliar la línea del transporte a una interprovincial y de carga
pesada. Jorge, por su parte, se graduó como ingeniero industrial de
la Universidad Nacional de Ingeniería, hizo sus prácticas en Gloria y
trabajó en fábricas internacionales ligadas al sector, como Heinz, en
Irlanda del Norte, y Alfa Laval, una empresa especializada en
ordeñadoras. La experiencia preparaba el camino.
PRODUCTO ESTRELLA
Pese a los problemas en los que se veían envueltos, a los
comentarios en su contra e, incluso, a las trabas del gobierno, los
hermanos siguieron su camino, pero con el horizonte más amplio
que solo el de los lácteos. ¿Cómo se expandieron? En principio, a
diferencia de otros grupos consolidados del país, compraron y
vendieron empresas sin ningún miedo. Por ejemplo, en abril de
1997, Gloria vendió D’Onofrio a Nestlé, con lo que se retiró de los
mercados en los que participaba esa empresa (helados, caramelos,
chocolates, galletas y panetones). La compra se dio tras siete años al
mando de esta firma que adquirieron de la familia de descendientes
italianos cuyo apellido dio nombre a la marca.
COMPRAS DULCES
Al tiempo que extendían su operación láctea, los Rodríguez
Rodríguez empezaron a diversificar sus negocios, primero en el Perú
y luego –a medida que se iban consolidando–, empezaron a buscar
oportunidades en el extranjero.
UN BUEN PAPEL
Como soporte de su negocio lácteo, el grupo tuvo que ingresar al de
los papeles y cartones, pero no se quedó en el autoabastecimiento,
sino que vio una nueva y rentable oportunidad empresarial. Según la
memoria de sus 25 años de historia, buscaban contar con envases y
embalajes de alta calidad para sus productos, y ganar independencia
en la cadena de producción. Por este motivo, en 1991 compraron
Centro Papelero, compañía dedicada a fabricar bobinas de papel y
cartones. Un año después, decidieron instalar en esta planta una
corrugadora y equipos de imprenta para producir envases de este
tipo de cartón en una cantidad suficiente y que pueda cubrir, además
de la externa, la demanda interna.
Los hermanos aseguran que ese fue el primer problema, pero que no
importaba, pues se trataba de un negocio rentable de todos modos.
Sin embargo, el verdadero obstáculo fue la falta de libertad para
manejar el negocio. “El Estado se guardó una acción dorada y tenía
que aprobar todo en el directorio”, recuerda Devoto, director de
asuntos corporativos y legales del grupo. Con esta traba, los
hermanos arequipeños no solo no pudieron sacar adelante a
Distriluz, el holding que crearon para operar estas
empresas, sino que tampoco lograron ejecutar proyectos para los
cuales contaban con el crédito necesario.