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Introducción
La tragedia griega es un claro reflejo del espíritu de la Atenas del siglo V. Aun
cuando se argumenta sobre la tradición heroica, sus historias nos dibujan el ethos
de una civilización con una crisis de valores religiosos, donde el poder del mito se
va debilitando y perdiendo para abrir paso a una sociedad democrática más
reflexiva, que lleva a cada individuo a cuestionar su existencia individualmente. A
través de la tragedia, el hombre ateniense revela su preocupación por el destino,
que parece ser una consecuencia inalienable de sus actos y de su origen, y que no
depende en forma alguna del libre albedrío.
Con esto quiero decir que en el mundo trágico todo parece regirse por la voluntad
de los dioses que decidieron todo de antemano, tal y como Sófocles condenó a sus
personajes a una trágica muerte.
Desarrollo
Podríamos profundizar mucho más en estos dos grandes autores pero como no son
el objeto de estudio de trabajo seria irrelevante poner más que una breve
introducción
Si bien cada autor tiene sus características todos nos muestran que el destino
determina el carácter a diferencia del principio de Heráclito, para quien “el
carácter es el destino”
Los personajes de la tragedia griega, más que individuos, son exhibidos como
títeres y simples ejecutores de acciones que bosquejan arquetipos universales
de los diferentes caracteres humanos. Como la mayoría de las tragedias griegas,
los hechos de Antígona eran conocidos por su público, extraídos de la mitología
griega. Su función, por lo tanto, no era entretener sino propiciar la memoria y la
reflexión sobre los hechos.
Esto quiere decir que a través de la lucha del hombre frente a su destino trágico
inevitable se propone la tragedia a que el espectador llegue a la catarsis, es
decir, que lograse experimentar la purificación de su alma, a través de los
sentimientos de temor y conmiseración o compasión.
Antígona: “(…) No creía yo que tus decretos tuvieran tanto poder como para que
un simple mortal pudiera pasar por sobre las leyes no escritas e inmutables de los
dioses; porque esas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo
aparecieron. Yo no estaba dispuesta a sufrir un castigo divino por temor a las
decisiones de ningún hombre.” (Antígona, p. 152)
CREONTE. ¿Así que los mayores tenernos que aprender a ser prudentes de jóvenes de esta
edad?
HEMON. No en aquello que no sea razonable. Si soy joven, no hay que prestar atención a
la edad sino a los hechos.
CREONTE. ¿y qué has hecho tú? ¿Honrar a los que alteran 130 el orden?
HEMÓN. Yo no te pediría que tuvieras consideración por una mala persona.
CREONTE. ¿y acaso ella no está enferma de ese mal?
HEMÓN. Todo el pueblo de la ciudad de Tebas afirma que no.
CREONTE. ¿La ciudad va a decirme lo que debo hacer?
HEMÓN. ¿No ves que hablas corno un jovencito?
CREONTE. ¿Debo gobernar esta tierra según el criterio de otro o según el mío?
HEMÓN. No hay ciudad que sea de un solo hombre.
CREONTE. ¿No se dice acaso que la ciudad es del gobernante ?
HEMÓN. Tú gobernarías bien solo en una tierra desierta.
(Antígona pagina 162-163)
Conclusión
Para concluir pudimos ver en Antígona, de Sófocles, como los personajes se encuentran
en una constante lucha para sobrevivir a su destino trágico, un destino que ya les espera
al cual no pueden renunciar, un destino claramente condicionado impuesto por los dioses
de ante mano.
El destino que le espera a Creonte parece ser llevado a cabo por sus decisiones pero
siempre estuvo. Su terquedad desencadena el destino fatal de su propio hijo y de su
esposa, lo que posteriormente lo lleva a una reevaluación de su juicio, la hamartia.
Bibliografía