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Equívocos en el lenguaje
Y algunos se entusiasmaron con esto y lo aplican sin más a la vida de la Iglesia y a
las cuestiones de la fe. No hay ninguna duda de que a nivel cultural estamos inmersos
en un gigantesco cambio de paradigmas que ocasiona equívocos del lenguaje también
de proporciones. Pero no debemos olvidar el carácter hipotético de esta misma teoría!
Un cuentito puede ilustrar esto mejor que mis palabras. Recordarán “La sembradora”
de Menapace1.
Teníamos en el campo una vieja rendía el trabajo, nosotros los pequeños no
sembradora. Un largo cajón de chapa, pintado entendíamos el por qué.
de colorado, descansaba sobre el eje que a Pero un año el algodón anduvo muy
intermitencias se conectaba con engranajes y bien. En casa se hablaba de renovar las
otros artilugios sabiamente combinados. Por los herramientas. Y un día vino un señor a hablar de
orificios que daban a los engranajes, la semilla negocios. A la semana, en el patio apareció una
caía dentro de unos tubos de hojalata sembradora nueva, distinta de la que
articulados en forma de resortes. De allí saltaba conocíamos, recién pintada. La admiramos pero
al pequeño surco que justo delante del tubo iban no la entendimos. Y con la llegada de la nueva,
abriendo dos discos de hierro, para ser la vieja máquina de cajón y engranajes fue
enseguida tapada por la tierra que sobre ella desarmada. Los fierros fueron a parar detrás del
tiraban dos patitas que venían más atrás. galpón, donde se amontonaron con otros
En fin: una maravilla de aparato. Al similares y diferentes que procedían de los
menos así nos parecía a nosotros los niños, instrumentos más variados. Las ruedas y el eje
para quienes todo lo que fuera mecánica y se vendieron a un vecino. Y el largo cajón se
engranajes nos fascinaba. Sobre todo nos llevó al gallinero, donde terminó siendo el cobijo
admiraba ver a los mayores que, en los días para las ponedoras. Fue lo único identificable de
anteriores a la siembra, armaban y desarmaban la vieja máquina que seguimos viendo aún por
bujes, engrasaban ejes y estiraban correas con varios años.
una sabiduría que nosotro contemplábamos La experiencia del derrumbe de nuestra
absortos. vieja amiga de infancia podría haberme hecho
La sincronización de tantos elementos, perder el cariño y la fe por los algodonales si no
que nosotros no lográbamos entender, nos fuera porque los seguía viendo surgir año a año
parecía casi cosa de magia. Realmente la de nuevo en los campos. Porque la verdad del
sembradora era una gran máquina. Podía algodón no dependía de la sembradora.
sembrar el algodón en surcos equidistantes, y Esta había sido simplemente un
en cada surco las plantas guardaban la distancia vehículo para poner en relación las dos cosas
justa unas de otras. Cuando los mayores verdaderamente importantes: la tierra y la
insistían en que la máquina ya era vieja y no semilla. La verdad del algodonal descansaba en
la fertilidad de la tierra y en la fecundidad de la
semilla.
Menapace aplica el ejemplo al problema de la infidelidad, cuando “la persona en la
que habíamos puesto nuestra confianza flaqueó y pareció borrar con el codo todo lo
que había escrito con la mano”. El problema de la salida de la vida religiosa de muchos
de nuestros mejores hermanos y la posibilidad de ser uno mismo el que forme a otros
y luego defeccione. Por eso termina el cuento diciendo que: “La verdad de un
compromiso no depende de la coherencia de vida del que te lo trasmitió. Depende de
la fertilidad de la Palabra de Dios y de la fecundidad de tu corazón”.
Pero a nosotros nos interesa aplicar aquí el cuentito a la cuestión de los
paradigmas.
En esa vieja sembradora que termina en el gallinero, me parece ver el símbolo de
muchas de las costumbres de nuestros mayores cuyas huellas se ven en algunos
rincones de nuestras casas. Es innegable que ha cambiado la visión de las cosas.
Pero lo importante no es la nueva sembradora sino que se mantenga esa relación
fecunda entre la tierra y la semilla que hace a la verdad del algodonal.
En la formación no nos tenemos que preguntar tanto por el modelo que usamos
1
M. MENAPACE, La sembradora, en Madera Verde , Bs. As., 1996, págs. 81 ss.
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como por el fervor que nos enciende el corazón y nos ilumina los ojos. En cierto
sentido, nosotros somos todavía hijos de la vieja sembradora que con todos sus
defectos nos entusiasmó para la vida religiosa. Y tenemos que preguntarnos por los
hijos que queremos dejar a nuestras familias religiosas para servicio del Pueblo de
Dios que es la Iglesia.
1.2. La esperanza
La esperanza como luz que nos viene de Otro y nos abre la pupila para
recibir más luz
La esperanza en cambio es la luz que nos viene de Otro, del que está mirando lo
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de dentro y lo de fuera, lo pasado y lo que vendrá. Luz que entra no por los ojos sino
por el oído: la luz de una voz –la del buen Pastor- que nos guía sin que necesitemos
ver, porque confiamos en el que es la Verdad, el Camino y la Vida.
Es que no hay sólo un tipo de luz. La luz de los ojos delimita las cosas con que
choca, la luz de la fe abre el corazón ilimitadamente hacia Aquel que nos ama siempre
más. Y cuando lo que se ilumina es un Amor incondicionado, un amor infinitamente
gratuito, la luz no se dirige a distinguir confines en ese amor sino que se vuelve sobre
la pupila misma y la dilata, la va ampliando y purificando, para que sea capaz de recibir
cada vez más luz.
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1.3. Esperanzas y antiesperanzas
Globalizar la esperanza
La conciencia de la humanidad como un todo va entrando como ingrediente
insoslayable en todos los planteos y en todas las perspectivas actuales. De esta
conciencia surge la rápida caída de todo lo que no sea viable a nivel global y el auge
de la economía y de la técnica, cuyos lenguajes parecen ser los únicos globalizables
actualmente. Sin embargo, en los últimos tiempos ha ido entrando el concepto de
“globalización de la solidaridad”. Esto significa ya un paso de los medios al fin.
Tendremos que seguir buscando qué es posible globalizar. Es dificil con las “verdades”
ya conformadas, por ejemplo los “dogmas”, pero no es tan difícil quizás globalizar el
“compartir las preguntas” y “la búsqueda de la Verdad”, para luego descender a
aplicaciones particulares que no queden aisladas en sí mismas.
¿Podríamos hablar de globalizar la esperanza? ¿No es precisamente eso lo que
pareciera que le falta al paradigma actual? Pero globalizar la esperanza no puede
consistir en disertar sobre ella, sino que hay que ponerla en acto y esperar que se
“contagie”. Hay lugares de comunión que “contagian” esperanza y es importante
descubrirlos, así como también discernir algunos sitios y mecanismos donde se
contagia la desesperanza, para hacerle contra, como diría San Ignacio.
Paradigma de comunión
El paradigma actual, se dice, es un paradigma de comunión. Y donde hay comunión y
diálogo brota la esperanza, porque comunión y diálogo implican una primacía de las
personas por sobre las cosas y por sobre los valores abstractos.
Kairos: tiempo de Dios que nos hace aguantar en paciencia y de golpe apura todo
Tenemos aquí una clave para la esperanza cristiana que podríamos expresar
evangélicamente hablando del tiempo de Dios, el kairós. La esperanza tiene que ver
con nuestro manejo del tiempo. Implica un sentido especial del tiempo como tiempo de
salvación. Las cosas de Dios tienen su tiempo y no hay que adelantarlo ni atrasarlo.
Puede darse que el Señor nos haga esperar mucho (como al pueblo en Egipto,
mientras enviaba una plaga tras otra y no pasaba nada) y de golpe apure las cosas
(como cuando les mandó salir esa misma noche, que comieran de pie el cordero y se
pusieran en marcha sin demoras...).
2.1.2. Lentitudes
La otra tentación contra la esperanza es la de nuestras lentitudes. Viene bien
recordar a los discípulos de Emaús y los “peros” de su caminar desesperanzado:
“nosotros esperábamos..., pero...” (Lc 24, 21). Jesús los reta por ser “tardos de
corazón”. Este es uno de los conceptos que caracteriza lo contrario de la esperanza: la
pereza o pesadez (“brados”), que se manifiesta en todo: los griegos caracterizan todas
los retardos integrando esta palabra: el que “tarda en dar frutos”= “bradykarpos”, el que
es “pesado para moverse” = “bradykínetos”, el que es “tardo de ingenio” (opa) =
“bradynoos”, el que es “tardo para obedecer” = bradypeithes”, el que es agitado por un
“lento remolino” (de las cavilaciones y postergaciones) = bradydinés”.
2.2. Vivir en Jesús “lo que vendrá” y “lo que nos será dado” como
don presente y que ya poseemos en esperanza (Pablo)
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Ni retardatario ni proagón
Pablo corre hacia Jesús y se aguanta en Jesús. No es retardatario ni “proagón”,
ni conservador ni progresista en el sentido desesperanzado de estas palabras.
Pablo es el que “olvidado de lo que deja atrás corre hacia la meta” (Fil 3, 13-14)
sin ninguna lentitud.
Con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la
alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la
oración (Rm 12, 11-12).
Pablo es el que permanece en Cristo: “quién nos separará del amor de
Jesucristo” (Rm 8, 35). Permanece firme, esperando sin ver, sin excesos ni
anticipación alguna:
Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es
esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero esperar
lo que no vemos, es aguardar con paciencia (Rm 8, 24-25)
Una comunidad religiosa es signo cuando deja que la esperanza sea la que con
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su ardor le abre los ojos y corrige todos sus “modelos” y no cuando sucede que un
“paradigma”, con su claridad, enfría y congela las relaciones, dividiendo a gente que
convive en una misma casa en torno a ideas globalizadas.
Una comunidad religiosa es signo cuando deja que la esperanza ilumine su
manera de ver de modo tal que todos caminen con alegría, cosiderando como la ranita
de Menapace, los problemas y defectos de la Iglesia y de la familia religiosa como
“pequeños defectos de un pueblo floreciente...”.
Una comunidad religiosa es signo cuando deja que la esperanza anide en sus
ojos chiquitos porque lo que quieren es reflejar el cielo entero, como en las lagunas de
la pampa, y no las rarezas de todas las modas cambiantes del mundo, como si fueran
televisores de ciudad.
Una comunidad religiosa es signo cuando en la esperanza va construyendo esa
“perla valiosa” del evangelio sin preocuparse por la propia felicidad o realización
mundana.
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4.2. Unas heridas esperanzadas vs heridismos sin integridad
De lo que se trata es de tener abierto el corazón a la esperanza. Y el corazón no
se abre si no es con las heridas, como le pasó al hijo menor, que comenzó a tener
esperanza de poder volver cuando se encontró lastimado y hambreado. También
estaba herido el corazón del Padre, que sentía más haber perdido a su hijo que haber
sido defraudado en su integridad. No hay en ellos dos una reivindicación de heridas
como se da en el hijo mayor, que saca a la luz el asunto del cabrito. Es curioso que la
parábola junte en la figura del hijo mayor las dos tentaciones que en la Iglesia parecen
opuestas: el hijo mayor es un integrista porque juzga duramente a su hermano pecador
y reivindica para sí el cumplimiento de la ley, y al mismo tiempo es un “heridista”, si se
me permite el término, porque reivindica lo que le hicieron, lo que no le dieron, lo que
no le comprendieron... su “parte” de la herencia, en definitiva. Es que los extremos se
tocan y en el fondo de posiciones aparentemente muy opuestas en la Iglesia lo que
hay es un mismo tipo de desesperanzados.
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formación.
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1. El paradigma actual y la esperanza..........................................................................1
Esperanzas y antiesperanzas.......................................................................................5
Formarnos como los que esperan por todos.............................................................5
Formarnos como oyentes de la Palabra...................................................................7
2. El lugar que ocupa en nosotros el don: “lo que vendrá”, “lo que nos será dado”........9
Esperanza como tiempo de un Dios que ni se excede ni se retrasa............................9
Apuros y excesos....................................................................................................10
Lentitudes................................................................................................................10
La búsqueda de la gloria propia..............................................................................10
Vivir en Jesús “lo que vendrá” y “lo que nos será dado” como don presente y que ya
poseemos en esperanza (Pablo)................................................................................11
Dinámica del don y formación.....................................................................................11
3. Ser signos de esperanza...........................................................................................13
Formarnos en una esperanza anclada en lo concreto............................................13
Formarnos en una esperanza que se traduce en una vida sana............................13
Formarnos en una esperanza vivida en lo cotidiano...............................................14
4. La parábola del Padre esperanzado..........................................................................14
Una esperanza herida vs integrismo sin heridas....................................................14
Unas heridas esperanzadas vs heridismos sin integridad......................................15
Esperando contra toda esperanza: la actitud del Padre esperanzado...................15
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