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“El Derecho público se caracteriza por su función estructural y reguladora del Estado, como
autoridad, pero debemos tener en cuenta que el orden jurídico en su totalidad y unidad es el que
estructura y rige las actividades de la sociedad humana que está en la base del Estado, y
que en realidad constituye su naturaleza.”
Un Estado sin poder soberano es inconcebible, y un Estado con poder soberano que no
esté sometido al Derecho, no es tal Estado, sino un simple fenómeno de fuerza.
En esta forma, estructurado de esta suerte, el Estado es un Estado de Derecho, esto es,
sujeto a normas jurídicas que lo organizan y que rigen su actividad.
Una vez organizado el poder público, la soberanía se manifiesta por medio de la actividad
de este poder, enfocada hacia la obtención del bien público, por medio de la verificación de las
funciones legislativa, administrativa y judicial que le corresponden, y que tienen cono contenido la
realización de todo lo necesario para obtener la finalidad del Estado.
Esta sumisión del Estado al Derecho se verifica en beneficio del orden público, es decir, del
bien del Estado como institución y del bien particular de los ciudadanos, pues, ya sabemos que esa
finalidad específica del Estado tiene ese doble contenido, al realizar toda la actividad señalada
dentro del cauce de las normas jurídicas.
Si por Derecho se entiende una norma superior que se imponga al Estado en virtud de su
propio valor, norma superior que se deriva del Derecho natural, sea una regla de Derecho, o bien,
provenga esa norma del bien público, sin lugar a dudas afirmamos que el Estado está sometido al
Derecho. Toda su actividad ha de desarrollarse precisamente dentro de los canales señalados por
esas normas, como una manera de ser que deriva de su naturaleza.
Pero si por ese orden jurídico se entiende una regla jurídica positiva, concebida como
"norma exterior impuesta imperativamente por una autoridad" cuya aplicación se confía a un juez y
su ejecución a un funcionario, entonces la sumisión del Estado al Derecho sólo es imperfecta y
relativa, por la posibilidad que tiene el orden jurídico de ser violado por estar constituido por
normas de conducta, no por leyes naturales.
Pero dentro de sus fallas, el control jurisdiccional ofrece indiscutibles ventajas que, unidas a
la buena voluntad y a la buena fe que, en principio, deben ser cualidades de todos los gobernantes,
sí pueden entonces permitir una marcha ordenada y regular de la actividad del Estado.
En último término, si, no obstante la existencia de esos controles, la actuación del Estado
sigue siendo arbitraria, sigue siendo despótica, existe una solución última, que es el derecho a la
resistencia.
1.1. La Administración como Objeto del Derecho: La Administración puede tener diversas
acepciones: Como ciencia, en cuanto es el conjunto de principios doctrinarios o teóricos aplicables
a la actividad del Estado para el cumplimiento de sus fines. Como actividad, en cuanto significa la
acción concreta del Estado para satisfacer las necesidades colectivas a que se ha hecho cargo.
Finalmente, como persona, para expresar el conjunto de órganos que realizan la actividad
administrativa (Jirón Vargas).
Es desde este último punto de vista que entendemos que la Constitución ha definido a la
Administración, como “el complejo de órganos que formando parte del Estado, están dotados de
imperio y tienen por finalidad, la aplicación concreta y específica de la ley, por intermedio de la
acción administrativa”.
Abordaremos ahora uno de los temas polémicos dentro del Derecho Administrativo: la
relación entre la Administración y el Derecho. Tema en el que, como apreciamos, no sólo habrá que
tener en cuenta su dimensión actual, sino que será necesario una mirada al pasado. Todo ello sin
olvidar que las premisas ideológicas de las que parte, influyen también en el tema propuesto.
a. El Estado está Siempre Sobre el Derecho: Para el autor inglés Austin (1870), el Derecho es
el mandato del poder soberano, individuo o cuerpo de personas. Pero el poder soberano no está
obligado por el Derecho que él mismo establece. De estarlo, no sería soberano. La esencia de la
soberanía consiste en no estar sometido a limitaciones jurídicas, ni siquiera formales. No existe
sanción jurídica ni política que lo obliguen a observarlas. Más aún, puede derogar a su voluntad las
normas que él promulga. Es innegable en este autor la influencia de Hobbes y de Bentham, aunque
este último acepta la posibilidad de que el Estado pueda estar limitado por alguna convención
expresa (Prat).
b. El Estado es Derecho: Para los sostenedores de esta tesis (Vinogradoff, Bentley), ambos
conceptos son dos aspectos de la misma cuestión, no existe dualismo entre Estado y Derecho, pues
el Derecho es la regulación de la sociedad considerada como el conjunto de sus normas; mientras
que por su parte, el Estado es la organización de la sociedad considerada como el instrumento
personal responsable de dicha organización. Este concepto fue llevado sus extremos por Kelsen
(1925) y la Escuela de Viena, en virtud de la identificación racional de ambos conceptos, para
quienes Estado es Derecho, todo lo estatal es necesariamente jurídico y todo acto del Estado
forzosamente es acto jurídico (Prat).
Una de las consecuencias de esta teoría es que explica el carácter jurídico de las relaciones
entre Estado y sus órganos. Pero estas normas de organización tendrían poco en común con lo que
se entiende por Derecho administrativo, cuya característica fundamental es la sumisión de la
Administración a normas previas y superiores, que limitan sus posibilidades de actuación y
garantizan los derechos de los administrados frente a la misma.
Por otra parte, es necesario que las normas existentes tengan el carácter de normas
jurídicas, es decir, que su cumplimiento sea obligatorio, no sólo para la autoridad sino para los
administrados. La ausencia de normas obligatorias para los gobernantes, se ha presentado en la
historia en aquellas épocas y Estados, en que los monarcas monopolizaron el poder (Luís XIV, por
ejemplo).
Sin embargo, esta sumisión de la Administración al Derecho, puede dar lugar a dos
posibilidades: que el Derecho sea fundamentalmente el mismo que se aplica a los particulares, o
que ese Derecho sea fundamentalmente diferente.
1.4. Sistemas se Sumisión del Estado al Derecho: La doctrina viene señalando la existencia
de tres sistemas de sumisión del Estado al Derecho, delimitados más por su área geográfica que
por el tiempo, por cuanto han coexistido históricamente. Estos sistemas son:
a. La Doctrina del Fisco: Fue una construcción de los juristas alemanes de tiempos del Estado-
Policía, que hizo posible el sometimiento al Derecho de parte de la actividad estatal. Al efecto se
distingue junto a los actos de poder una actividad privada estatal que no se diferencia de la
realizada por los particulares. Esta actividad privada se atribuye a una persona moral de Derecho
civil, considerada distinta y aparte del Estado -el Fisco-, que para responder de estos actos podría
incluso ser llevado a los tribunales. La noción proviene del Derecho romano ("fiscus") que
designaba una persona moral que se ubicaba al lado y separadamente del Emperador. Sin
embargo, la construcción de la época moderna estribó en encontrar fórmulas civiles de
responsabilidad para responder por los actos de poder, si bien tales decisiones habrían de tener
repercusión económica, haciendo recaer los efectos económicos sobre el Fisco, que igualmente
podría ser demandado ante los tribunales, para responder de actos de tal naturaleza. El problema
residía en señalar con precisión la línea divisoria de la actividad como Estado mismo y como Fisco.
El Fisco, como dice Mayer, no representaba sino un lado del Estado, pero se reconocía y
configuraba como persona moral mucho antes de que se concediese tal cualidad al Estado. Sin
embargo, lo que hay que destacar es la posibilidad de sumisión al Derecho de una parte de la
actividad estatal; se trata de una sumisión parcial del Estado al Derecho. La doctrina tuvo su valor
mientras duró el Estado-Policía y desapareció con el advenimiento del Estado de Derecho, lo que
originó, también, la desaparición jurídica de la "doble personalidad" del Estado.
Esta forma de sometimiento del Estado consiste en la sumisión de éste a una unidad
normativa referida a los órganos jurisdiccionales que determinan cuál es el Derecho aplicable. Esta
unidad normativa comporta, además, la regulación por un mismo Derecho de las relaciones entre
los particulares como la que debe observarse entre el Estado en su relación con aquéllos. Por ello
también afirma Moles, que el principio de legalidad propiamente dicho, se refiere únicamente a este
tipo de Estado concreto, el Estado de régimen administrativo.
1.5. El Estado Actual: Cuando el Estado de Derecho adviene, se opera una profunda
transformación en el monopolio del ejercicio del Poder Público. Hasta ese momento, el soberano
absoluto crea, hace y produce el Derecho, que es un derecho "legíhus solutus". Ahora, la autoridad
está limitada, sometida a la norma general, a una regla jurídica que representa la voluntad general,
producto del pacto social. En el mejor léxico de Rousseau, la ley da, como manifestación de la
soberanía de la mayoría, momento y voluntad al Estado.
La Ley emerge como principio y norte de toda la función estatal, y la Administración (Poder
Ejecutivo) se somete a la Ley. El que detenta el Poder Público se somete a la norma general,
abstracta e impersonal. Así, el Poder Ejecutivo, en una distribución primaria de las funciones del
Poder Público, emergerá sometido a dicha norma, ya que originalmente su única actividad será de
"ejecutar y hacer ejecutar las leyes, dictando los reglamentos necesarios para ello", fórmula ésta
que tradicionalmente se ha consagrado en las Constituciones modernas.
Este cuadro tradicional se romperá con el advenimiento del Estado Social de Derecho y los
cometidos que se le asignan al Poder Ejecutivo, resultando estrecha la denominación que a la vez
sirve de calificativo por las tareas que las nuevas ideas le han confiado en el futuro. Hoy en día, la
actividad de la Administración es bastante más vasta que la mera ejecución de la Ley, al
comprender la realización de los diversos fines públicos que se le han encomendado por el
Derecho, sólo que debe hacerlo dentro de los límites que éste le haya impuesto.
Se arriba así a un Estado de contenido positivo, con cometidos extensos que inciden a su
vez en los medios para alcanzarlos. La moderna Administración reclama para hacer frente a esta
ampliación de cometidos, profundas reformas orgánicas, funcionales y burocráticas. Ello implicará,
a su vez, cambios en los procedimientos de instrumentación jurídica y, en especial, se verán
enormemente acrecidas sus competencias, lo cual comporta irremediablemente que la doctrina
haya reaccionado contra esos cambios, reclamando la sumisión de la Administración a los
postulados del Estado de Derecho, sometimiento a normas claras, de fácil inteligencia y a la
posibilidad del control jurisdiccional sobre su acción. De ahí que se esfuerce en encontrar los
límites, hallándolos, entre otros, en el principio de legalidad, cuyo examen abordaremos de
seguidas.
2.1. Principio de Legalidad: Ahora bien, ¿cómo definir el Principio de Legalidad? La doctrina
(BREWER) lo considera como “la conformidad con el derecho que debe acompañar a todos los
actos de los órganos que ejercen el Poder Público. Es decir, el principio según el cual toda la
actividad del Estado debe estar conforme con el Derecho de ese Estado”. Como tal, constituye la
columna vertebral del Derecho Administrativo, pudiéndose sintetizar, como consecuencia de su
evolución histórica, en dos grandes postulados: uno, la primacía de la Ley; otro, la reserva legal. El
primero implica “la eficacia derogatoria que poseen los actos del Estado, investidos de la forma de
Ley, frente a todos los que están situados en un grado más bajo de la jerarquía normativa” y el
segundo atañe a “que cierta materias sólo pueden ser reguladas conforme a derecho mediante Ley,
o por actos de rango inferior a la Ley, pero basado en una expresa autorización legislativa”.
(RONDON DE SANSO).
“En este orden, todas las actividades de la autoridad administrativa deben ceñirse a reglas
o normas preestablecidas. De ahí el principio de legalidad de los actos administrativos, según el
cual éstos carecen de vida jurídica no sólo cuando les falta como fuente primaria, un texto legal,
sino también cuando no son ejecutados en los limites y dentro del marco señalado de antemano
por la Ley. Desbordar este cerco constituye grave infracción que apareja la consiguiente enmienda
por parte del o de los órganos jurisdiccionales competentes”. (CF. 17-7-53. GF. Nº 1, 1953, p. 151).
“…el Estado de derecho en los regimenes democráticos no puede funcionar cabalmente con
mengua del Principio de la Legalidad según el cual todos los actos de la Administración Pública han
de ser cumplidos o realizados dentro de las normas legales preestablecidas por la autoridad
competente” (CF. 9-8-57. GF. Nº 17, 1957, p. 132).
“Es de doctrina, que todas las actividades de la autoridad administrativa deben ceñirse a
reglas o normas preestablecidas (Principio de legalidad de los actos administrativos) y que carecen
de eficacia jurídica aquellos que no son ejecutados en los limites y dentro del marco señalado de
antemano por la Ley” ( CF. 9-4-59. GF. Nº 24, 1959, p. 63).
“Esta Constitución y la ley definen las atribuciones de los órganos que ejercen el Poder
Público, a las cuales deben sujetarse las actividades que realicen”.
2.2. Principio de Responsabilidad: Al lado del Principio de Legalidad, los Estados de régimen
administrativo están caracterizados por la responsabilidad “del Estado por los daños que ocasiona la
actividad de los poderes públicos en el patrimonio de los ciudadanos” (PARADA VASQUEZ). Llegar a
tal pronunciamiento requirió un largo camino histórico y por distintas vías. La secuela tradicional de
la irresponsabilidad del monarca, que tuvo su plasmación en la expresión inglesa “The King can do
not Wrong” (el rey no puede hacer ilícito), perduro largo tiempo. Fue moderadamente, cuando bien
por vía legislativa o bien por vía jurisdiccional, que comenzó a hacer quiebra la institución.
“Todo acto en ejercicio del Poder Publico que viole o menoscabe los derechos garantizados
por esta Constitución y la ley es nulo, y los funcionarios públicos y funcionarias publicas que lo
ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin
que les sirvan de excusa ordenes superiores”.
Por su parte, el art. 259, más categórico, al afirmar que los órganos de la jurisdicción
contencioso administrativa son competentes para “condenar al pago de sumas de dinero y a la
reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la administración, y disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad
administrativa”, expresión que, al decir la LARES MARTINEZ, es “la más categórica afirmación de
responsabilidad del Estado que puede incorporarse en una constitución”.
“La responsabilidad del Estado solo surge cuando los daños y perjuicios son realizados por
organismos o funcionarios competentes, actuando dentro del radio de sus atribuciones legales, lo
que significa por argumento a contrario que, cuando los daños y perjuicios emergen de actos
realizados por funcionarios públicos fuera del radio de sus atribuciones, o procediendo sin acatar las
directrices de su función pública especifica, el Estado no es responsable de tales daños” 8CSJ/SPA.
5-2-64, G.F. Nº 43, 1964, pp. 14-19).
“…Cada una de las ramas del Poder Publico tiene sus funciones propias; pero los órganos a
los que incumbe su ejercicio colaborará entre sí en la realización de los fines del Estado”.
Como se observa, la Constitución se refiere a ramas del Poder Público, como categorías
primarias y ellas son las siguientes: la rama nacional, la rama estadal y la rama municipal. Cada
una de ellas con órganos y funciones diferenciados. De ahí que, aunque todavía se hable
impropiamente, como secuela de la tradicional división que MONTESQUIEU impuso del Estado, de
Poder Legislativo, Poder Ejecutivo, Poder Judicial; con la nueva Constitución de la Republica
Bolivariana de Venezuela (1999), tenemos además, el Poder Ciudadano y el Poder Electoral; es
puridad, se está tratando de la función legislativa a cargo del órgano correspondiente (Asamblea
Nacional), de la función ejecutiva a cargo del órgano propio (Gobierno – Administración Pública
Nacional), de la función judicial a cargo del órgano especifico (Tribunales), de la función de velar
por la ética publica y moral administrativa (Consejo Moral Republicano: Ministerio Publico,
Contraloría General de La Republica y Defensoría del Pueblo), y de la función electoral ( Consejo
Nacional Electoral). De tal manera pues, que de conformidad con la Constitución, cada una de las
distintas ramas tendrá los órganos y funciones que les estén determinados.
La rama estadal del Poder Público, los Estados, tienen como funciones exclusivamente las
Legislativas (Consejos Legislativos) y las Ejecutivas (Gobernación del Estado), arts. 159 a 167).
La rama municipal del poder Público, los Municipios, tienen igualmente, las funciones
legislativas por órgano del Concejo o Cabildo y las ejecutivas por órgano del Alcalde, arts. 168 a
184.
Lo anteriormente dicho, en una muy apretada, simple y parcial síntesis de la materia, tiene
como razón el poner de relieve como los Estados modernos, en particular, los de régimen
administrativo tienen jurídicamente establecida y ordenada su actuación, sometida a instituciones y
normas que constituyen, en ultimo termino, su ordenamiento jurídico, por medio del cual el propio
Estado alcanza o pretende alcanzar, los distintos fines que le son propios y constituyen en su razón
de ser, de existir.
a.- Medios de Control Sociales: es la sociedad civil quien ejerce por intermedio de sus
organizaciones cívicas y de masas, la que debe ejercer, un control que pudiéramos denominar
primario, en razón que el control de la actividad del estado, favorece, está establecida a favor de
los particulares. Estos vienen representados en los medios de comunicación social radiados, escritos
o televisivos y los barrios y las juntas de condominios.
b.- Medios de Control Políticos: están constituidos por la representación político territorial
concretada en los organismos legislativos parlamentos, asambleas o concejos facultados por la ley
para ejercer presiones sobre la marcha de la administración y de su orientación política. (los
sindicatos, los partidos políticos, los colegios de profesionales, los gremios empresariales, la
sociedad civil organizada, la asamblea nacional, y las juntas parroquiales)
c.- Medios de Control Jurídicos: son aquellos medios técnicos de impugnación o queja
contemplados por la ley para equilibrar el poder de la administración con respecto al ciudadano y
comprenden los recursos administrativos y los contenciosos administrativos.
5.1. Noción: El sistema contencioso administrativo y justicia administrativa son objetos jurídicos
distintos, aun que manifiestan expresiones de política jurídica sobre garantías a favor de los
derechos e intereses de los administrados y su extensión a una correcta y justa actividad
administrativa.
La materia relativa a las acciones que corresponden al Estado, como a los particulares con
motivo de la función pública, no se encuentra debidamente explorada.
Si la administración pública es siempre actividad jurídica, en sus actos deben llevar los
valores de justicia, equidad, moralidad, como cumplimiento de la legalidad. La administración no
debe ser injusta, no debe ser arbitraria y no debe ser inmoral. La administración pública cumple
con este cometido cuando dicta y ejecuta actos aplicando en correcta forma la norma y cumpliendo
con eficacia su actividad.
El Estado moderno, para cumplir con estos principios, ha creado una función específica: la
actividad de control. Este control jurídico se desenvuelve por intermedio de la actividad consultiva,
asesora o de ajuste oficioso, que se ejerce como auto-tutela sobre los actos administrativos. Se
trata de un control realizado oficiosamente por la Administración pública.
Merkl, afirma que el control jurisdiccional "representa el medio técnico, jurídico con el cual
sometemos la actividad de órganos dependientes a la fiscalización de órganos independientes;
ofreciendo así, la oportunidad para eliminar del acto administrativo aquellos influjos que han
podido actuar sobre el mismo perturbadoramente, en virtud de la dependencia jurídica y política de
los funcionarios administrativos".
Nuestro sistema contencioso administrativo está organizado de tal manera que cualquier
acto que sea lesivo a un particular por actos de la Administración pública, puede desembocar al
conocimiento de los tribunales judiciales competentes a instancia de los interesados.
5.2. Origen y Evolución: Ahora bien, ¿Cómo ha sido el nacimiento y desenvolvimiento del
contencioso administrativo? Se suele aceptar como incuestionable que el contencioso administrativo
tiene su origen en Francia, en la Francia de la Revolución y desde ella “se ha ido configurando
partiendo de un principio, el principio de la separación de las funciones administrativas y judiciales,
afirmando en la Ley 11-24 de agosto de 1790, con lo cual aparece una jurisdicción que acaba
siendo independiente, tanto del orden judicial como de la administración activa. Así nace el
sistema contencioso administrativo francés que sirve enseguida de modelo, con mayores o menores
variantes, a los diversos Estados de régimen administrativo” (MOLES CAUBET). De esta manera, en
Francia se prohibía a los Tribunales conocer de los actos de la Administración Pública.
Ahora bien, desde el punto de vista de los titulares llamados a ejercer el control jurisdiccional de la
Administración, las diferentes legislaciones han establecido diversos sistemas, condicionados por el
momento histórico y el Ordenamiento positivo general y, de manera capital, porque ha habido
interpretaciones dispares con respecto a la aplicación del principio de separación de poderes, y que
fundamentalmente son: el sistema de régimen administrativo, el sistema anglosajón, el sistema
mixto, el sistema peculiar y el sistema de jurisdicción especializada, según veremos a continuación.
Este es el sistema que impera en Francia, donde surge históricamente por una peculiar
comprensión del principio de la separación de poderes, al prohibirse que los tribunales judiciales
pudieran intervenir en litigios contra la Administración, o turbar de cualquier manera el
funcionamiento de la Administración. En la actualidad existe consagrado este sistema administrativo
en el cual el Consejo de Estado es el juez administrativo superior, pero formando parte de la
Administración, sin poder invadir el dominio de la Administración activa, al igual que los demás
tribunales administrativos. En el estado actual del Derecho en Francia, la doble jurisdicción aparece
no ya como un medio de proteger a la Administración contra las interferencias de los tribunales
jurisdiccionales, sino como una regla de división de trabajo (Duez y Deheyre). En Francia, la regla
de la dualidad de jurisdicción adquiere rango constitucional.
En este sistema no existe una jurisdicción especial administrativa. Ejemplo típico del mismo
son los Estados de corte anglosajón: Inglaterra, USA, así como ciertos países del Norte de Europa y
algunos de Latinoamérica, como Brasil, México y Nicaragua.
Dentro del sistema judicialista merece particular mención el grupo de países que tienen una
jurisdicción especial administrativa pero que está confiada a órganos judiciales ordinarios, tal es el
caso de España, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico, etc.
c. Sistema Mixto: Este sistema responde tanto al sistema administrativo como al sistema
judicialista. En el mismo, la jurisdicción ordinaria conoce de ciertas pretensiones fundadas en el
derecho administrativo; y existen también tribunales administrativos del tipo francés, pues existe
un Consejo de Estado, que conoce de los recursos contra los actos administrativos; conoce, así por
la vía del recurso, de las demandas de nulidad fundamentadas en cualquier tipo de vicio. Es decir,
que en este sistema (mixto), el titular de la competencia para conocer de la materia contencioso
administrativa se reparte entre los tribunales ordinarios y los tribunales contencioso administrativos,
según el criterio de la naturaleza de la cuestión administrativa y su incidencia sobre los derechos
individuales. Es el caso de Italia, en donde la competencia está atribuida a la jurisdicción ordinaria
si se trata de cuestiones relativas a los derechos subjetivos, y a los tribunales administrativos si se
trata de cuestiones relativas al interés legítimo.
d. Sistema Peculiar: Este sistema tiene órganos independientes diferenciados tanto del sistema
administrativo como del judicialista. En el mismo, las pretensiones fundadas en el derecho
administrativo se ventilan ante órganos judiciales que no están encuadrados ni dentro de la
organización administrativa ni dentro de la judicial, hasta el punto de hablarse de un cuarto poder
judicial administrativo, que goza de todas las prerrogativas del Poder Judicial ordinario. Ejemplo de
este sistema es Alemania y Austria.
Dicho esto, la consagración del principio de unidad de jurisdicción nos lleva a ratificar que
el ejercicio genérico de la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado corresponde al Poder
Judicial y, por imperativo constitucional, sólo y exclusivamente a los órganos jurisdiccionales
reconocidos en la LOPJ. De acuerdo con el principio de unidad jurisdiccional, no se puede constituir
en el seno de la Administración jurisdicción especial alguna, llámese como se le quiera llamar.
En tal sentido, el sistema venezolano consagra el sistema judicialista de la jurisdicción
Contencioso-Administrativa. Por su parte, el Alto Tribunal sostuvo lo siguiente: "Como fue indicado
dentro de la Exposición de Motivos de la Constitución DE 1961, ésta consagra el carácter judicialista
de la Jurisdicción Contencioso-administrativa apartándose así del sistema francés y reafirmando la
tendencia de la legislación nacional consistente en otorgar el control jurisdiccional de la legalidad de
los actos de la Administración a los órganos del Poder Judicial" (CSJ/SPA: 14-02-70, GF, N o 70-179).
c. Orden jurisdiccional pluriorgánico: A pesar de que la Jurisdicción es única, son múltiples los
órganos que la ostentan, y también son los que la ejercitan en relación con la materia contencioso-
administrativa (principio de pluralidad orgánica) (Brewer-Carías). En tal sentido, el texto normativo
que rige la organización y funcionamiento del Supremo Tribunal contemplaba y regulaba
transitoriamente, en ausencia de una ley específica sobre la materia, las acciones y procedimientos
referentes al contencioso-administrativo general consagrado en el artículo 259, CRBV; pero a partir
del año 2010, lo hace la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa.
También, algunas leyes prevén y desarrollan recursos y procedimientos tendentes a
conocer áreas o materias específicas, que a juicio del Legislador, ameritaban un tratamiento
diferente, lo cual conforma el contencioso-administrativo especial y las leyes que los regulan,
privan, en materia de su especialidad, sobre la LOTSJ y la LOJCA.
Las jurisdicciones del orden administrativo se clasifican en varias categorías. Desde el punto
de vista de la determinación de su competencia, ellas se distinguen en jurisdicciones de derecho
común y jurisdicciones de atribución. Desde el punto de vista de funciones, ciertas de ellas deciden
sobre el fondo de los litigios, sea en primera instancia, sea en apelación, o incluso en primera y
única instancia; pero no hay en Venezuela jurisdicción de casación, que serían las encargadas de
controlar sobre el terreno del derecho los decisiones adoptadas en última instancia.
La norma fundamental que consagra esta jurisdicción está contenida en el artículo 259 de
la Constitución de 1999, cuyo texto es el siguiente:
“La jurisdicción contencioso-administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y a los
demás Tribunales que determina la ley. Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa
son competentes para anular los actos administrativos generales o individuales contrarios a
derecho, incluso por desviación de poder; condenar al pago de sumas de dinero y a la reparación
de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la Administración; conocer de reclamos por
la prestación de servicios públicos; y disponer lo necesario para el restablecimiento de las
situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa”.
Ahora bien, la importancia del texto del artículo 206 de la Constitución, y su efecto
inmediato, que es la Constitucionalización de la jurisdicción contencioso-administrativa, radica en
cuatro aspectos:
En primer lugar, en la universalidad del control que la Constitución regula respecto de los
actos administrativos, en el sentido de que todos, absolutamente todos los actos administrativos
pueden ser sometidos a control judicial por los órganos de la jurisdicción contencioso
administrativa, por contrariedad al derecho, es decir sea cual sea el motivo de la misma:
inconstitucionalidad o ilegalidad en sentido estricto.
Lo que mueve al recurrente no es un neutro interés por la legalidad. Sería absurdo pensar
que los recurrentes inician un proceso judicial, que cancelen los honorarios de abogados, que se
defiendan en proceso y gasten energías por el solo hecho de la legalidad objetiva de un acto, sin
que el juez pueda responderles por algún derecho lesionado.
Ahora bien, en ambos contenciosos se puede ir más lejos y señalar diferencias al interior de cada
uno de ellos, así:
Pero también comprende los recursos contra la ausencia de decisión (abstención o negativa)
(recurso por abstención), pues a través de este recurso es posible controlar la legalidad. El
“recurso por abstención”, negativa o carencia es una vía procesal genérica (autoridades
nacionales, estadales, municipales), cuyo objeto no es la nulidad de un acto administrativo (expreso
o tácito), sino el de solicitar la protección jurídica ante la omisión del actuar de la Administración.
10.3. En tercer lugar, el Contencioso Mixto: Señalar que en el contencioso de nulidad se plantea
exclusivamente una cuestión de legalidad no significa que, de la solución dada por el juez a tal
cuestión, no pueden establecerse derechos subjetivos. En tales casos estaremos en presencia del
contencioso mixto. El contencioso mixto comprende las acciones o recursos que hayan de contener
pronunciamientos referentes a la nulidad del acto, como a la declaración de derechos (función
pública, inquilinato, etc.).
a.- El contencioso electoral: En este grupo hay que colocar el contencioso electoral, ya que el
juez puede, no sólo anular la elección sino, además, reemplazar al elegido y proclamar los
resultados correctos de la elección.
b.- El contencioso tributario: El juez puede hacer una nueva liquidación del impuesto y también
ordenar a la Administración la devolución de las sumas pagadas en exceso por el interesado. La
jurisprudencia explica su naturaleza haciendo referencia al recurso de plena jurisdicción o
contencioso de derechos.
11.3. Contencioso de las demandas contra los entes públicos o demanda patrimonial:
Este proceso contencioso-administrativo de las demandas contra los entes públicos, es el propio de
las acciones que se intenten contra éstos, basadas en pretensiones de condena que tienen su
origen básicamente, en la responsabilidad de la Administración, de orden contractual o
extracontractual, que buscan la condena al pago de sumas de dinero o de daños y perjuicios e
incluso, el restablecimiento de la situación jurídica subjetiva lesionada, y cuyo origen no está en los
actos administrativos. Tratándose de un contencioso de las demandas, la legitimación activa
corresponde en estos casos, al titular de un derecho subjetivo, quien puede accionar contra el ente
público para lograr la satisfacción de su pretensión. El procedimiento está regulado en la LOJCA,
arts. 56 al 64.
Así, puede inferirse del citado precepto constitucional, que al no indicarse específicamente
a cuál de las Salas corresponde conocer sobre el recurso de interpretación de textos legales, la
intención del constituyente fue ampliar el criterio atributivo adoptado por el legislador, para que
según la materia atribuida a cada una, estas podrán conocer del recurso de interpretación y
resolver las consultas que se le formulen acerca del alcance e inteligencia de los textos legales, en
los casos previstos en la ley, siempre que dicho conocimiento no signifique una sustitución del
mecanismo, medio o recurso previsto en la ley para dirimir la situación si la hubiere. El
procedimiento está establecido en la LOJCA, arts. 76 al 86.