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El Sistema Contencioso Administrativo

EL SISTEMA CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO

1. Sumisión de la Administración al Derecho: La sumisión de la Administración al derecho está


referida a que se debe cumplir la ley, es decir, someterse a ella, ya que la sumisión se fundamenta
en el principio de Estado de Derecho; vale decir, colocar al Estado y a los particulares en una
misma condición; así mismo, disciplinar la vía del pueblo, de modo que cada miembro, se
encuentre sostenido en el ejercicio y uso de la libertad del ciudadano.

“El Derecho público se caracteriza por su función estructural y reguladora del Estado, como
autoridad, pero debemos tener en cuenta que el orden jurídico en su totalidad y unidad es el que

estructura y rige las actividades de la sociedad humana que está en la base del Estado, y
que en realidad constituye su naturaleza.”

Un Estado sin poder soberano es inconcebible, y un Estado con poder soberano que no
esté sometido al Derecho, no es tal Estado, sino un simple fenómeno de fuerza.

La soberanía queda limitada a su esfera de competencia, a la esfera de competencia del


poder estatal. Y esta esfera de competencia se determina, a su vez, por el fin del Estado, y sus
contornos, sus cauces, son las normas jurídicas.

Afirmamos rotundamente que la soberanía tiene un límite racional y objetivo,


constituido¿ por la misión que tiene que realizar el Estado, por el fin hacia el cual se orienta su
actividad, y este límite, esta competencia, se encuentra enmarcada por el Derecho, por las normas
jurídicas.

En esta forma, la soberanía se encuentra sometida al Derecho.

La soberanía no consiste en un simple "dejar hacer"; se traduce en actos positivos, en


órdenes, en mandatos y decisiones en todos los dominios en que el bien público reclame la
intervención de la actividad del Estado.

La primera y más importante de esas actividades la constituye la relativa al cumplimiento


de la obligación que tiene el Estado de organizarse para realizar sus funciones, y así, debidamente
estructurado, facilitar el ejercicio del poder, el ejercicio de la soberanía.

Esta organización estatal se efectúa por el Derecho Constitucional y por el Derecho


Administrativo, cuyas normas son elaboradas por el mismo Estado, por medio de sus órganos
adecuados.

En esta forma, estructurado de esta suerte, el Estado es un Estado de Derecho, esto es,
sujeto a normas jurídicas que lo organizan y que rigen su actividad.
Una vez organizado el poder público, la soberanía se manifiesta por medio de la actividad
de este poder, enfocada hacia la obtención del bien público, por medio de la verificación de las
funciones legislativa, administrativa y judicial que le corresponden, y que tienen cono contenido la
realización de todo lo necesario para obtener la finalidad del Estado.

Esta sumisión del Estado al Derecho se verifica en beneficio del orden público, es decir, del
bien del Estado como institución y del bien particular de los ciudadanos, pues, ya sabemos que esa
finalidad específica del Estado tiene ese doble contenido, al realizar toda la actividad señalada
dentro del cauce de las normas jurídicas.

Habiendo hecho el estudio de la soberanía y de los límites a que la misma se encuentra


sujeta, y a los cuales debe someterse, podemos ahora precisar en qué sentido debe hablarse de la
sumisión del Estado al Derecho.

Si por Derecho se entiende una norma superior que se imponga al Estado en virtud de su
propio valor, norma superior que se deriva del Derecho natural, sea una regla de Derecho, o bien,
provenga esa norma del bien público, sin lugar a dudas afirmamos que el Estado está sometido al
Derecho. Toda su actividad ha de desarrollarse precisamente dentro de los canales señalados por
esas normas, como una manera de ser que deriva de su naturaleza.

Pero si por ese orden jurídico se entiende una regla jurídica positiva, concebida como
"norma exterior impuesta imperativamente por una autoridad" cuya aplicación se confía a un juez y
su ejecución a un funcionario, entonces la sumisión del Estado al Derecho sólo es imperfecta y
relativa, por la posibilidad que tiene el orden jurídico de ser violado por estar constituido por
normas de conducta, no por leyes naturales.

Además, la imperfección proviene también de que necesariamente, es el propio Estado


quien tiene que controlarse a sí mismo. La imperfección, en este aspecto, proviene de la
imposibilidad real de conciliar la existencia de un organismo extra estatal con la naturaleza misma
del Estado y su soberanía.

Pero dentro de sus fallas, el control jurisdiccional ofrece indiscutibles ventajas que, unidas a
la buena voluntad y a la buena fe que, en principio, deben ser cualidades de todos los gobernantes,
sí pueden entonces permitir una marcha ordenada y regular de la actividad del Estado.

En último término, si, no obstante la existencia de esos controles, la actuación del Estado
sigue siendo arbitraria, sigue siendo despótica, existe una solución última, que es el derecho a la
resistencia.

La libertad de expresión del pensamiento, las manifestaciones públicas, el sufragio, con


todas sus imperfecciones, se señalan también como posibles controles del poder; pero tampoco son
decisivos y, por ello, en último término, se invoca el derecho a la resistencia, que puede ser pasiva,
o bien, puede ser activa, si la arbitrariedad es grave.

1.1. La Administración como Objeto del Derecho: La Administración puede tener diversas
acepciones: Como ciencia, en cuanto es el conjunto de principios doctrinarios o teóricos aplicables
a la actividad del Estado para el cumplimiento de sus fines. Como actividad, en cuanto significa la
acción concreta del Estado para satisfacer las necesidades colectivas a que se ha hecho cargo.
Finalmente, como persona, para expresar el conjunto de órganos que realizan la actividad
administrativa (Jirón Vargas).
Es desde este último punto de vista que entendemos que la Constitución ha definido a la
Administración, como “el complejo de órganos que formando parte del Estado, están dotados de
imperio y tienen por finalidad, la aplicación concreta y específica de la ley, por intermedio de la
acción administrativa”.

Abordaremos ahora uno de los temas polémicos dentro del Derecho Administrativo: la
relación entre la Administración y el Derecho. Tema en el que, como apreciamos, no sólo habrá que
tener en cuenta su dimensión actual, sino que será necesario una mirada al pasado. Todo ello sin
olvidar que las premisas ideológicas de las que parte, influyen también en el tema propuesto.

El estudio de la Administración, tradicionalmente, se realiza desde la perspectiva de sus


relaciones jurídicas, esto es, del Derecho Administrativo. Si por consiguiente hay una rama jurídica
dedicada exclusivamente a su estudio desde la perspectiva jurídica, ello quiere decir, que la
Administración es objeto del Derecho.

1.2. Teorías Doctrinarias de la Sumisión de la Administración al Derecho: Si la


Administración es objeto del Derecho y sometida al mismo, cabe preguntarse si existió siempre esa
sumisión o, por el contrario, son dos conceptos independientes, que no comportan de por sí dicho
sometimiento. Varias son las explicaciones sentadas por la doctrina; expondremos las más
importantes.

a. El Estado está Siempre Sobre el Derecho: Para el autor inglés Austin (1870), el Derecho es
el mandato del poder soberano, individuo o cuerpo de personas. Pero el poder soberano no está
obligado por el Derecho que él mismo establece. De estarlo, no sería soberano. La esencia de la
soberanía consiste en no estar sometido a limitaciones jurídicas, ni siquiera formales. No existe
sanción jurídica ni política que lo obliguen a observarlas. Más aún, puede derogar a su voluntad las
normas que él promulga. Es innegable en este autor la influencia de Hobbes y de Bentham, aunque
este último acepta la posibilidad de que el Estado pueda estar limitado por alguna convención
expresa (Prat).

b. El Estado es Derecho: Para los sostenedores de esta tesis (Vinogradoff, Bentley), ambos
conceptos son dos aspectos de la misma cuestión, no existe dualismo entre Estado y Derecho, pues
el Derecho es la regulación de la sociedad considerada como el conjunto de sus normas; mientras
que por su parte, el Estado es la organización de la sociedad considerada como el instrumento
personal responsable de dicha organización. Este concepto fue llevado sus extremos por Kelsen
(1925) y la Escuela de Viena, en virtud de la identificación racional de ambos conceptos, para
quienes Estado es Derecho, todo lo estatal es necesariamente jurídico y todo acto del Estado
forzosamente es acto jurídico (Prat).

También el autor Ballhe se ha ocupado de defender la tesis de que la juricidad va implícita


en la naturaleza del Estado en cualquier etapa de su evolución y, por tanto, en la naturaleza de la
Administración, llegando a la conclusión de que entre la Administración y el Derecho hay una
vinculación ontológica, porque descansa en la naturaleza de las cosas, pues no se concibe el Estado
en su esencia o en su existencia, sin el Derecho.

c. Teoría Tradicional: Parte de la absoluta independencia entre los conceptos de Estado y


Derecho, ya que siendo el Estado el que produce y sostiene el Derecho, la sumisión de aquél a éste
es según que la voluntad del Estado la acepte o rechace, es sólo una posibilidad histórica, que
puede o no producirse, y cuando se ha realizado, ha sido como consecuencia de una concepción
política determinada que constituye el denominado Estado de Derecho. Con todo esto, siendo el
Derecho fundamentalmente norma de conducta y siendo el Estado creador de tales normas, la
sumisión del Estado al Derecho únicamente ha podido verificarse, como afirma la doctrina alemana
(Jellinek, Ihering), por un proceso de autolimitación que aparecerá debidamente fundamentado, en
primer lugar, por el interés del Estado de subordinarse a su Ordenamiento Jurídico para lograr lo
mismo de los administrados y, en segundo lugar, la razón de ser del Estado, que es la creación del
Derecho. Si el Estado no lo respeta, ya que la regla que crea es jurídica porque es obligatoria, está
negando su propio fundamento (Prat).

De lo anterior se deriva que lo estatal no es necesariamente jurídico, y aquí tiene su origen


la distinción superada entre reglamentos jurídicos-reglamentos administrativos, que entrañan la
posibilidad de que estos últimos, referentes específicamente a normas de organización, no
constituían Derecho, la Administración (Laband).

d. Doctrina Institucionalista: Santi Romano trata de justificar la juricidad de la Administración


en todo momento, basándose en su teoría de la institución. Para este autor, el Derecho no es sólo
un conjunto de normas sino también y, fundamentalmente, una pluralidad de organizaciones que
producen, aplican y garantizan tales normas, aunque sin identificarse con ellas, y la Administración
como toda organización social en institución y, por tanto, Derecho, por la mera razón de su
existencia objetiva y concreta.

La relación entre Estado y Derecho es de esencia y no mera circunstancia histórica y como


el Derecho resulta condición necesaria para la Administración, se deduce que existe un principio de
juricidad de la Administración aplicable a cualquier Administración históricamente considerada
(Ballbe).

Una de las consecuencias de esta teoría es que explica el carácter jurídico de las relaciones
entre Estado y sus órganos. Pero estas normas de organización tendrían poco en común con lo que
se entiende por Derecho administrativo, cuya característica fundamental es la sumisión de la
Administración a normas previas y superiores, que limitan sus posibilidades de actuación y
garantizan los derechos de los administrados frente a la misma.

1.3. La Sumisión de la Administración al Derecho y el Estado de Derecho: La noción


Estado de Derecho designa al Estado sometido al Derecho. Pero cabe preguntarse: ¿A qué
Derecho? La pregunta es perfectamente lógica, pues la relación entre Administración y Derecho,
puede presentarse en forma esencialmente diferente.

a. La Administración no sometida al Derecho: A pesar de lo sorprendente que pudiera


parecer, un Estado puede vivir épocas en que las autoridades públicas no estén obligadas a
respetar normas jurídicas. Estaremos en presencia de un Estado arbitrario. Pero, como lo hace
notar Rivero, una situación de total arbitrariedad es difícil de concebir en un Estado medianamente
organizado, ya que casi es imposible que pueda actuar sin que exista un mínimo de normas para su
organización y actividad. Por el contrario, la simple existencia de algunas normas no convierte a
una organización estatal en Estado respetuoso del Derecho.

Por otra parte, es necesario que las normas existentes tengan el carácter de normas
jurídicas, es decir, que su cumplimiento sea obligatorio, no sólo para la autoridad sino para los
administrados. La ausencia de normas obligatorias para los gobernantes, se ha presentado en la
historia en aquellas épocas y Estados, en que los monarcas monopolizaron el poder (Luís XIV, por
ejemplo).

b. La Administración sometida al Derecho: Uno de los postulados fundamentales de la


Revolución francesa fue el llamado principio de legalidad, consistente en que si el Derecho
condiciona y determina al Estado en su conjunto, debe igualmente condicionar a la Administración,
que es una de las formas de presentarse el Estado y, por consiguiente, también está obligada como
los administrados a respetar las normas que rigen la organización y actividad de la comunidad, es
decir, a respetar el Ordenamiento Jurídico.

Sin embargo, esta sumisión de la Administración al Derecho, puede dar lugar a dos
posibilidades: que el Derecho sea fundamentalmente el mismo que se aplica a los particulares, o
que ese Derecho sea fundamentalmente diferente.

b.1) La Administración sometida al mismo Derecho de los particulares: A pesar de que en


todos los Estados existen normas especiales para la organización de la Administración, se dice que
en algunos de ellos, cuando la Administración actúa, queda sometida por regla general a las
mismas normas que regulan la actividad de los particulares, es decir, el Derecho privado
(Inglaterra).

b.2) La Administración sometida a un Derecho especial: Durante el siglo XIX y, en especial,


hacia finales del mismo, se fue formando una rama del Derecho cuyo objeto consiste en establecer
una serie de principios especiales para la actividad de la Administración, diferentes a aquellos que
rigen la actividad de los particulares. Así, "el principio en Francia, es la sumisión de la
Administración a un derecho particular diferente a aquel que rige las actividades privadas, en el
sentido de que ante problemas similares (los contratos, la responsabilidad), aporta soluciones
distintas" (Rivero). Este Derecho diferente y especial para la Administración es el Derecho
administrativo.

1.4. Sistemas se Sumisión del Estado al Derecho: La doctrina viene señalando la existencia
de tres sistemas de sumisión del Estado al Derecho, delimitados más por su área geográfica que
por el tiempo, por cuanto han coexistido históricamente. Estos sistemas son:

a. La Doctrina del Fisco: Fue una construcción de los juristas alemanes de tiempos del Estado-
Policía, que hizo posible el sometimiento al Derecho de parte de la actividad estatal. Al efecto se
distingue junto a los actos de poder una actividad privada estatal que no se diferencia de la
realizada por los particulares. Esta actividad privada se atribuye a una persona moral de Derecho
civil, considerada distinta y aparte del Estado -el Fisco-, que para responder de estos actos podría
incluso ser llevado a los tribunales. La noción proviene del Derecho romano ("fiscus") que
designaba una persona moral que se ubicaba al lado y separadamente del Emperador. Sin
embargo, la construcción de la época moderna estribó en encontrar fórmulas civiles de
responsabilidad para responder por los actos de poder, si bien tales decisiones habrían de tener
repercusión económica, haciendo recaer los efectos económicos sobre el Fisco, que igualmente
podría ser demandado ante los tribunales, para responder de actos de tal naturaleza. El problema
residía en señalar con precisión la línea divisoria de la actividad como Estado mismo y como Fisco.

El Fisco, como dice Mayer, no representaba sino un lado del Estado, pero se reconocía y
configuraba como persona moral mucho antes de que se concediese tal cualidad al Estado. Sin
embargo, lo que hay que destacar es la posibilidad de sumisión al Derecho de una parte de la
actividad estatal; se trata de una sumisión parcial del Estado al Derecho. La doctrina tuvo su valor
mientras duró el Estado-Policía y desapareció con el advenimiento del Estado de Derecho, lo que
originó, también, la desaparición jurídica de la "doble personalidad" del Estado.

b. El Imperio de la Ley (o sistema "rule of law"): El "rule of law"—imperio de la ley— es una


expresión popularizada por Dicey, al comparar el régimen inglés con el régimen administrativo
francés. El autor no se preocupó de precisar que el imperio de la Ley inglesa no se oponía al
sistema continental, sino al imperio de la ley especial.
Lo que interesa notar es que históricamente ha sido posible una forma de sumisión de los
actos del Estado a la ley común ("common law"), aplicable a las relaciones entre particulares. Claro
es que esto sólo es posible en épocas de Administraciones poco desarrolladas, cuando aún no han
nacido como un verdadero poder jurídico, siendo por ello posible una Administración judicial a
través de los distintos tipos de Wrritsque los tribunales podrían dirigir a los funcionarios. Pero ello
no desvirtúa la sumisión de la Administración al Derecho común.

c. El Régimen Administrativo: Es una superación absoluta de los anteriores sistemas. En el


régimen administrativo el Estado, en cuanto ejercicio del Poder Público, se va a someter también al
Derecho, que no al Derecho común, ya que el régimen administrativo se condensa en una
centralización de funciones administrativas, bajo la autoridad jurídica del Poder Ejecutivo, que goza
de un trato de favor en el Ordenamiento Jurídico. Por ello se ha podido decir que el Derecho
administrativo, en sus orígenes, es un Derecho especial.

Esta forma de sometimiento del Estado consiste en la sumisión de éste a una unidad
normativa referida a los órganos jurisdiccionales que determinan cuál es el Derecho aplicable. Esta
unidad normativa comporta, además, la regulación por un mismo Derecho de las relaciones entre
los particulares como la que debe observarse entre el Estado en su relación con aquéllos. Por ello
también afirma Moles, que el principio de legalidad propiamente dicho, se refiere únicamente a este
tipo de Estado concreto, el Estado de régimen administrativo.

1.5. El Estado Actual: Cuando el Estado de Derecho adviene, se opera una profunda
transformación en el monopolio del ejercicio del Poder Público. Hasta ese momento, el soberano
absoluto crea, hace y produce el Derecho, que es un derecho "legíhus solutus". Ahora, la autoridad
está limitada, sometida a la norma general, a una regla jurídica que representa la voluntad general,
producto del pacto social. En el mejor léxico de Rousseau, la ley da, como manifestación de la
soberanía de la mayoría, momento y voluntad al Estado.

La Ley emerge como principio y norte de toda la función estatal, y la Administración (Poder
Ejecutivo) se somete a la Ley. El que detenta el Poder Público se somete a la norma general,
abstracta e impersonal. Así, el Poder Ejecutivo, en una distribución primaria de las funciones del
Poder Público, emergerá sometido a dicha norma, ya que originalmente su única actividad será de
"ejecutar y hacer ejecutar las leyes, dictando los reglamentos necesarios para ello", fórmula ésta
que tradicionalmente se ha consagrado en las Constituciones modernas.

Al advenir el Estado de Derecho la Administración se ubica, en la distribución del ejercicio


del Poder Público entre distintos centros o complejos orgánicos, como esencialmente ejecutiva,
encontrando en la Ley su fundamento y límite de acción (Rivera). Es una Administración sometida
al Derecho y, aunque está habilitada también para dictar actos normativos, éstos se encuentran
subordinados a la Ley.

Este cuadro tradicional se romperá con el advenimiento del Estado Social de Derecho y los
cometidos que se le asignan al Poder Ejecutivo, resultando estrecha la denominación que a la vez
sirve de calificativo por las tareas que las nuevas ideas le han confiado en el futuro. Hoy en día, la
actividad de la Administración es bastante más vasta que la mera ejecución de la Ley, al
comprender la realización de los diversos fines públicos que se le han encomendado por el
Derecho, sólo que debe hacerlo dentro de los límites que éste le haya impuesto.

Bajo el Estado Liberal, el Estado-Gendarme velará por el orden y la seguridad. La


Administración será ordenadora, manteniendo el orden público, acudiendo a ese poder de policía
heredado del Estado-Policía, de ahí su contenido netamente negativo en cuanto a prestaciones. Su
actividad se reduce a dictar o emitir normas que facilitan la prosecución de los intereses de los
integrantes de la comunidad y a controlar su observancia (Wolff). De ahí que el Estado Social de
Derecho no se conformará con los cometidos del Estado Liberal. Por la presión de los asuntos
sociales, ya no aceptará el orden económico y social como justo sino que, en aras de la justicia
social, se le tratará de transformar. La Administración pretenderá, pues, de conformar dicho orden
y de ordenadora de antaño, pasaría a ser conformadora (Forsthoff).

Se arriba así a un Estado de contenido positivo, con cometidos extensos que inciden a su
vez en los medios para alcanzarlos. La moderna Administración reclama para hacer frente a esta
ampliación de cometidos, profundas reformas orgánicas, funcionales y burocráticas. Ello implicará,
a su vez, cambios en los procedimientos de instrumentación jurídica y, en especial, se verán
enormemente acrecidas sus competencias, lo cual comporta irremediablemente que la doctrina
haya reaccionado contra esos cambios, reclamando la sumisión de la Administración a los
postulados del Estado de Derecho, sometimiento a normas claras, de fácil inteligencia y a la
posibilidad del control jurisdiccional sobre su acción. De ahí que se esfuerce en encontrar los
límites, hallándolos, entre otros, en el principio de legalidad, cuyo examen abordaremos de
seguidas.

2. Los Principios de: Legalidad, Responsabilidad y Separación de las Funciones Públicas.

2.1. Principio de Legalidad: Ahora bien, ¿cómo definir el Principio de Legalidad? La doctrina
(BREWER) lo considera como “la conformidad con el derecho que debe acompañar a todos los
actos de los órganos que ejercen el Poder Público. Es decir, el principio según el cual toda la
actividad del Estado debe estar conforme con el Derecho de ese Estado”. Como tal, constituye la
columna vertebral del Derecho Administrativo, pudiéndose sintetizar, como consecuencia de su
evolución histórica, en dos grandes postulados: uno, la primacía de la Ley; otro, la reserva legal. El
primero implica “la eficacia derogatoria que poseen los actos del Estado, investidos de la forma de
Ley, frente a todos los que están situados en un grado más bajo de la jerarquía normativa” y el
segundo atañe a “que cierta materias sólo pueden ser reguladas conforme a derecho mediante Ley,
o por actos de rango inferior a la Ley, pero basado en una expresa autorización legislativa”.
(RONDON DE SANSO).

Desde tiempo atrás, la jurisprudencia de nuestro máximo tribunal había consagrado el


principio como rector de nuestro régimen jurídico. Entre otras muchas decisiones, indiquemos las
siguientes:

“En este orden, todas las actividades de la autoridad administrativa deben ceñirse a reglas
o normas preestablecidas. De ahí el principio de legalidad de los actos administrativos, según el
cual éstos carecen de vida jurídica no sólo cuando les falta como fuente primaria, un texto legal,
sino también cuando no son ejecutados en los limites y dentro del marco señalado de antemano
por la Ley. Desbordar este cerco constituye grave infracción que apareja la consiguiente enmienda
por parte del o de los órganos jurisdiccionales competentes”. (CF. 17-7-53. GF. Nº 1, 1953, p. 151).

“Porque la Administración Pública como órgano de la actividad estatal, no puede ejercitar


sus funciones sino dentro de los precisos limites del derecho positivo, pues la demarcación de éstos
constituye garantía establecida en beneficio de los particulares o administrados contra las posibles
arbitrariedades de la autoridad ejecutiva, máxime cuando se trata de la llamada administración
reglada, cuyos actos están sujetos a las disposiciones de la Ley, Reglamento o cualquiera otra
norma administrativa” (CF.23-10-53. GF. Nº 2, 1953, p. 64).

“…el Estado de derecho en los regimenes democráticos no puede funcionar cabalmente con
mengua del Principio de la Legalidad según el cual todos los actos de la Administración Pública han
de ser cumplidos o realizados dentro de las normas legales preestablecidas por la autoridad
competente” (CF. 9-8-57. GF. Nº 17, 1957, p. 132).

“Es de doctrina, que todas las actividades de la autoridad administrativa deben ceñirse a
reglas o normas preestablecidas (Principio de legalidad de los actos administrativos) y que carecen
de eficacia jurídica aquellos que no son ejecutados en los limites y dentro del marco señalado de
antemano por la Ley” ( CF. 9-4-59. GF. Nº 24, 1959, p. 63).

La Constitución venezolana vigente (1999), en su Titulo IV, relativo al Poder Público,


Capitulo I, Disposiciones Generales, se refiere al principio de legalidad, en el art. 137, en los
siguientes términos:

“Esta Constitución y la ley definen las atribuciones de los órganos que ejercen el Poder
Público, a las cuales deben sujetarse las actividades que realicen”.

2.2. Principio de Responsabilidad: Al lado del Principio de Legalidad, los Estados de régimen
administrativo están caracterizados por la responsabilidad “del Estado por los daños que ocasiona la
actividad de los poderes públicos en el patrimonio de los ciudadanos” (PARADA VASQUEZ). Llegar a
tal pronunciamiento requirió un largo camino histórico y por distintas vías. La secuela tradicional de
la irresponsabilidad del monarca, que tuvo su plasmación en la expresión inglesa “The King can do
not Wrong” (el rey no puede hacer ilícito), perduro largo tiempo. Fue moderadamente, cuando bien
por vía legislativa o bien por vía jurisdiccional, que comenzó a hacer quiebra la institución.

En Venezuela, a partir de la Constitución de 1901 en que se reconoce indirectamente la


responsabilidad de la Nación y de los Estados por daños provenientes de la actividad pública y
hasta la vigente Constitución hay una constante afirmación del principio. En efecto, el artículo 25 de
la Constitución de 1999 dispone:

“Todo acto en ejercicio del Poder Publico que viole o menoscabe los derechos garantizados
por esta Constitución y la ley es nulo, y los funcionarios públicos y funcionarias publicas que lo
ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin
que les sirvan de excusa ordenes superiores”.

Por su parte, el art. 259, más categórico, al afirmar que los órganos de la jurisdicción
contencioso administrativa son competentes para “condenar al pago de sumas de dinero y a la
reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la administración, y disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad
administrativa”, expresión que, al decir la LARES MARTINEZ, es “la más categórica afirmación de
responsabilidad del Estado que puede incorporarse en una constitución”.

Al respecto, la jurisprudencia ha establecido, al hacer el análisis de la norma constitucional,


que:

“La responsabilidad del Estado solo surge cuando los daños y perjuicios son realizados por
organismos o funcionarios competentes, actuando dentro del radio de sus atribuciones legales, lo
que significa por argumento a contrario que, cuando los daños y perjuicios emergen de actos
realizados por funcionarios públicos fuera del radio de sus atribuciones, o procediendo sin acatar las
directrices de su función pública especifica, el Estado no es responsable de tales daños” 8CSJ/SPA.
5-2-64, G.F. Nº 43, 1964, pp. 14-19).

La misma sentencia precisa, en consecuencia, que la Constitución admite la responsabilidad


del Estado como resultado de los actos del Poder Público, dentro de los siguientes límites:
1) Cuando el Estado actúa en el campo del Derecho Privado vale decir, cuando se trata de actos de
gestión, su responsabilidad se determina por las normas del Derecho Privado, con las limitaciones y
prerrogativas que, en beneficio de la Nación, establecen expresamente la Constitución y las Leyes.
2) Tratándose de actos realizados en virtud del ius imperii, el Estado solo responde, dentro de los
límites y bajos las condiciones que la Ley consagra, cuando el perjuicio se debe a un acto realizado
por un funcionario u organismo competente, dentro del estricto radio de sus atribuciones legales.

2.3. Principio de Separación de Funciones: Por último, característica de los Estados de


régimen administrativo, aunque no exclusiva de ellos, es que el Poder Público, es la potestad o
poder jurídico de obrar que encarna las funciones del propio Estado o mas precisamente, “la
potestad genérica de actuar que le permite al Estado, como gestor de los intereses públicos y como
representante de los mismos imponer su voluntad a los particulares. El Poder Público es entonces,
el conjunto de prerrogativas que le permiten al Estado vencer las oposiciones de los intereses
privados” (BREWER); pues bien, tal Poder Público, desarrolla su actividad por intermedio de las
distintas ramas del mismo, las cuales tienen sus propias y privativas funciones. De manera, pues,
que si el Poder Público es único, única su voluntad; la forma o manera de manifestarse éstas se
hace por medio de distintas ramas, por intermedio de órganos que tienen propias y determinadas
funciones. La Constitución vigente recoge los anteriores principios en el art. 136:

“…Cada una de las ramas del Poder Publico tiene sus funciones propias; pero los órganos a
los que incumbe su ejercicio colaborará entre sí en la realización de los fines del Estado”.

Como se observa, la Constitución se refiere a ramas del Poder Público, como categorías
primarias y ellas son las siguientes: la rama nacional, la rama estadal y la rama municipal. Cada
una de ellas con órganos y funciones diferenciados. De ahí que, aunque todavía se hable
impropiamente, como secuela de la tradicional división que MONTESQUIEU impuso del Estado, de
Poder Legislativo, Poder Ejecutivo, Poder Judicial; con la nueva Constitución de la Republica
Bolivariana de Venezuela (1999), tenemos además, el Poder Ciudadano y el Poder Electoral; es
puridad, se está tratando de la función legislativa a cargo del órgano correspondiente (Asamblea
Nacional), de la función ejecutiva a cargo del órgano propio (Gobierno – Administración Pública
Nacional), de la función judicial a cargo del órgano especifico (Tribunales), de la función de velar
por la ética publica y moral administrativa (Consejo Moral Republicano: Ministerio Publico,
Contraloría General de La Republica y Defensoría del Pueblo), y de la función electoral ( Consejo
Nacional Electoral). De tal manera pues, que de conformidad con la Constitución, cada una de las
distintas ramas tendrá los órganos y funciones que les estén determinados.

Aunque la Constitución todavía es heredera de la tradicional terminología montesquiana,


podemos establecer, somera y sintéticamente, que la rama del Poder Público Nacional, tiene las
competencias a que se contraen los artículos 156 y 157; competencias que ejerce por medio de los
distintos órganos (Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral) y que impropiamente, ella
denomina Poder Legislativo Nacional (arts. 186 a 224), Poder Ejecutivo Nacional (arts. 225 a 252),
Poder Judicial (arts. 253 a 272), Poder Ciudadano (arts. 273 a 291), y Poder Electoral (arts. 292 a
298).

La rama estadal del Poder Público, los Estados, tienen como funciones exclusivamente las
Legislativas (Consejos Legislativos) y las Ejecutivas (Gobernación del Estado), arts. 159 a 167).

La rama municipal del poder Público, los Municipios, tienen igualmente, las funciones
legislativas por órgano del Concejo o Cabildo y las ejecutivas por órgano del Alcalde, arts. 168 a
184.
Lo anteriormente dicho, en una muy apretada, simple y parcial síntesis de la materia, tiene
como razón el poner de relieve como los Estados modernos, en particular, los de régimen
administrativo tienen jurídicamente establecida y ordenada su actuación, sometida a instituciones y
normas que constituyen, en ultimo termino, su ordenamiento jurídico, por medio del cual el propio
Estado alcanza o pretende alcanzar, los distintos fines que le son propios y constituyen en su razón
de ser, de existir.

3. Medios de Control de la Actuación de los Poderes Públicos: Sociales, Políticos y


Jurídicos: En los estados de derechos y en Venezuela los actos de los órganos de las distintas
ramas del Poder Público, dictados en ejercicio de su respectivo poder público, son aptos de ser
controlados por distintos medios; medios que podemos clasificar en: Sociales, políticos y jurídicos.
Estos medios de control son: todo instrumento, camino, procedimiento, que nos permita detectar,
frenar o denunciar posibles arbitrariedades de los funcionarios públicos. Entre otros, los hay de
carácter social, político y jurídico.

a.- Medios de Control Sociales: es la sociedad civil quien ejerce por intermedio de sus
organizaciones cívicas y de masas, la que debe ejercer, un control que pudiéramos denominar
primario, en razón que el control de la actividad del estado, favorece, está establecida a favor de
los particulares. Estos vienen representados en los medios de comunicación social radiados, escritos
o televisivos y los barrios y las juntas de condominios.

b.- Medios de Control Políticos: están constituidos por la representación político territorial
concretada en los organismos legislativos parlamentos, asambleas o concejos facultados por la ley
para ejercer presiones sobre la marcha de la administración y de su orientación política. (los
sindicatos, los partidos políticos, los colegios de profesionales, los gremios empresariales, la
sociedad civil organizada, la asamblea nacional, y las juntas parroquiales)

c.- Medios de Control Jurídicos: son aquellos medios técnicos de impugnación o queja
contemplados por la ley para equilibrar el poder de la administración con respecto al ciudadano y
comprenden los recursos administrativos y los contenciosos administrativos.

4. Los Recursos Administrativos y las Acciones o Recursos Contencioso Administrativas.


Diferencias: Antes de señalar algunas diferencias entre los recursos administrativos y las acciones
contencioso administrativas, debemos saber que el recurso administrativo es un medio de
impugnación, una manera de atacar la validez de un acto administrativo, que por intentarse ante la
propia administración; es siempre un medio de impugnación de carácter administrativo, no
contencioso, no jurisdiccional, incluso dentro del procedimiento de revisión o impugnación del acto
administrativo. Y, el recurso contencioso administrativo es un medio de impugnación de actos
administrativos en vía judicial por ante los tribunales contenciosos administrativos, cuyo objeto,
cuya finalidad es la de controlar la legalidad y legitimidad de la actuación de los órganos del poder
público.

4.1. Diferencias entre recursos administrativos y recursos contenciosos


administrativos:

a) En cuanto a la autoridad competente para conocer: los recursos administrativos: la


administración; en cambio, los recursos contenciosos administrativos: Los tribunales competentes
de la jurisdicción contencioso administrativa.
b) En cuanto a los motivos que pueden invocarse: sobre los recursos administrativos: de
legalidad y de méritos; mientras que, sobre los recursos contenciosos administrativos: de ilegalidad
e inconstitucionalidad, solo puede fundarse en argumentos de derecho.

c) En cuanto a la decisión: en el recurso administrativo la decisión de la administración es un


acto administrativo; en cambio, en el recurso contenciosos administrativo la decisión del juez es
una sentencia que tiene autoridad de cosa de juzgada.

d) En cuanto al carácter con que actúa el que decide: en el recurso administrativo, la


administración actúa como parte de la controversia; en cambio, en el recurso contencioso
administrativo, la jurisdicción actúa como tercero imparcial, ajeno a la contienda, vale decir
solucionando una controversia entre las partes.

e) En cuanto a la recurribilidad de la decisión: en el recurso administrativo, el acto


administrativo que decide (recurso de reconsideración), puede ser impugnado por otro recurso
administrativo que decide (recurso jerárquico), y este puede ser impugnado por otro recurso
administrativo (recurso de revisión), o por un recurso contencioso administrativo; en cambio, en el
recurso contencioso administrativo, la sentencia que proviene del órgano jurisdiccional únicamente
puede ser atacado o recurrido por otro recurso judicial.

5. El Sistema Contencioso Administrativo y la Justicia Administrativa.

5.1. Noción: El sistema contencioso administrativo y justicia administrativa son objetos jurídicos
distintos, aun que manifiestan expresiones de política jurídica sobre garantías a favor de los
derechos e intereses de los administrados y su extensión a una correcta y justa actividad
administrativa.

El termino Justicia Administrativa comprende el estudio de las garantías de la


Administración para ser eficaz, justa y también las garantías que debe tener el administrado para
asegurar la legalidad y moralidad administrativas y el respeto por sus derechos y sus intereses. No
trata solamente el estudio de los recursos del procedimiento, formas de actuaciones, órganos con
competencias especiales y el proceso posterior ante los órganos judiciales.

La justicia administrativa comprende institucionalmente el estudio sistemático, orgánico y


procesal de todas las garantías que tiene el administrado para la correcta y justa aplicación de la
legalidad por la Administración.

La justicia administrativa comprende el conjunto de principios y procedimientos que


establecen recursos y garantías de que disponen los particulares para mantener sus derechos.

La materia relativa a las acciones que corresponden al Estado, como a los particulares con
motivo de la función pública, no se encuentra debidamente explorada.

Los recursos administrativos no originan juicios en su sentido procesal, ya que deben


considerarse como revisiones que de sus actos hace la Administración para enmendar sus errores.

Si la administración pública es siempre actividad jurídica, en sus actos deben llevar los
valores de justicia, equidad, moralidad, como cumplimiento de la legalidad. La administración no
debe ser injusta, no debe ser arbitraria y no debe ser inmoral. La administración pública cumple
con este cometido cuando dicta y ejecuta actos aplicando en correcta forma la norma y cumpliendo
con eficacia su actividad.
El Estado moderno, para cumplir con estos principios, ha creado una función específica: la
actividad de control. Este control jurídico se desenvuelve por intermedio de la actividad consultiva,
asesora o de ajuste oficioso, que se ejerce como auto-tutela sobre los actos administrativos. Se
trata de un control realizado oficiosamente por la Administración pública.

De acuerdo con nuestra legislación constitucional y administrativa, existen diversos


organismos y tribunales administrativos, de limitada jurisdicción, ante los cuales los particulares
dirimen sus acciones por actos de la Administración pública, que los perjudican.

Entre estos procedimientos y procesos ante organismos y tribunales administrativos


tenemos entre otros los siguientes:

 Recursos administrativos establecidos en las leyes administrativas.


 Procedimientos administrativos o jurisdiccionales, nulidad y otros; establecidos para restablecer
el orden jurídico lesivo a un particular o contrario al orden público.
 Procedimientos administrativos de oposición a que aluden algunas leyes administrativas.
 El contencioso administrativo funcionarial.
 El contencioso administrativo agrario.

Merkl, afirma que el control jurisdiccional "representa el medio técnico, jurídico con el cual
sometemos la actividad de órganos dependientes a la fiscalización de órganos independientes;
ofreciendo así, la oportunidad para eliminar del acto administrativo aquellos influjos que han
podido actuar sobre el mismo perturbadoramente, en virtud de la dependencia jurídica y política de
los funcionarios administrativos".

Nuestro sistema contencioso administrativo está organizado de tal manera que cualquier
acto que sea lesivo a un particular por actos de la Administración pública, puede desembocar al
conocimiento de los tribunales judiciales competentes a instancia de los interesados.

En el establecimiento del Control Jurisdiccional de los Actos de la Administración, ha dado


lugar al Contencioso Administrativo.

El recurso contencioso administrativo surgió de la necesidad de que el propio órgano


gubernamental demuestre a los administrados no solamente la legalidad de sus actos sino la
legitimidad autentica de los mismos, concibiendo la idea que para justificarlos, podían ser
analizados por un organismo que no dependiera directamente de la administración y que sin
embargo fundara su acción en leyes, sin sujetarse al control del órgano jurisdiccional.

5.2. Origen y Evolución: Ahora bien, ¿Cómo ha sido el nacimiento y desenvolvimiento del
contencioso administrativo? Se suele aceptar como incuestionable que el contencioso administrativo
tiene su origen en Francia, en la Francia de la Revolución y desde ella “se ha ido configurando
partiendo de un principio, el principio de la separación de las funciones administrativas y judiciales,
afirmando en la Ley 11-24 de agosto de 1790, con lo cual aparece una jurisdicción que acaba
siendo independiente, tanto del orden judicial como de la administración activa. Así nace el
sistema contencioso administrativo francés que sirve enseguida de modelo, con mayores o menores
variantes, a los diversos Estados de régimen administrativo” (MOLES CAUBET). De esta manera, en
Francia se prohibía a los Tribunales conocer de los actos de la Administración Pública.

El sistema francés es de gran importancia e influencia en el desarrollo del contencioso


administrativo. Sin embargo, ha tenido su propia y particular evolución, la cual somera y
brevemente vamos a exponer y que abarca desde la etapa de la Administración – Juez a un sistema
de jurisdicción administrativa. Se pueden, así, distinguir tres etapas, a saber: 1º) El contencioso
administrativo se confía a la Administración y, dentro de ella, a autoridades, tales como el Rey,
Ministros, Administradores de Departamentos. (Ley 7-16 octubre y 6-11 septiembre de 1790),
conocida como la etapa de la Administración – Juez. Sin embargo, en la práctica, no se
garantizaban suficientemente los derechos de los particulares; 2º) En el año VIII, el Consulado crea
al lado de la administración activa, una administración consultiva, a base de los consejos
administrativos. Ellos son el Consejo de Estado (Constitución del año VIII. Art. 32) y los Consejos
de Prefecturas (Ley 28 Pluvioso). En principio el Consejo de Estado, proponía a los órganos de la
Administración la decisión y los Consejos de Prefecturas, sus decisiones eran susceptibles de
aprobación por ante el Consejo de Estado, de manera que, por medio de ellos, “la Administración
continuaba auto controlándose jurisdiccionalmente”, pero continuaba reteniendo la decisión, de allí
que esta etapa, se denomina de la Justicia retenida; 3º) La ley de 24-5-1872 cambia de situación,
pasando la decisión al Consejo de Estado, desapareciendo la etapa anterior para dar lugar a la de
la justicia delegada, en la que el Consejo de Estado, del 3-12-1889 (Cadot) puso fin a esta
situación, definiéndose él mismo como juez ordinario en materia administrativa. En 1953 se
reforma, sustancialmente, el contencioso administrativo francés. Los antiguos Consejos de
Prefectura se transforman en Tribunales Administrativos Regionales y se les aumentó sus
atribuciones. El Consejo de Estado pasa a conocer, regularmente, las apelaciones de aquellos quien
tiene, además, atribuida la denominada Casación Administrativa, es decir, que conoce en casación
de las decisiones de los órganos administrativos con atribuciones jurisdiccionales.

6. Sistemas Jurisdiccionales Contenciosos en el Derecho Comparado: La existencia de un


Derecho público diferente del Derecho privado, no comporta teóricamente la existencia de un orden
jurisdiccional administrativo distinto del orden jurisdiccional judicial (Odent).

Ahora bien, desde el punto de vista de los titulares llamados a ejercer el control jurisdiccional de la
Administración, las diferentes legislaciones han establecido diversos sistemas, condicionados por el
momento histórico y el Ordenamiento positivo general y, de manera capital, porque ha habido
interpretaciones dispares con respecto a la aplicación del principio de separación de poderes, y que
fundamentalmente son: el sistema de régimen administrativo, el sistema anglosajón, el sistema
mixto, el sistema peculiar y el sistema de jurisdicción especializada, según veremos a continuación.

a. El Sistema de Régimen Administrativo (o dualidad de jurisdicción): Este sistema


denominado también de la sustantividad, otorga la titularidad del control jurisdiccional a la propia
Administración por medio de órganos especializados, que no tienen ninguna vinculación con el
Poder Judicial y que además actúan separada e independientemente de las autoridades que
ejecutan funciones administrativas (Administración activa).

Este es el sistema que impera en Francia, donde surge históricamente por una peculiar
comprensión del principio de la separación de poderes, al prohibirse que los tribunales judiciales
pudieran intervenir en litigios contra la Administración, o turbar de cualquier manera el
funcionamiento de la Administración. En la actualidad existe consagrado este sistema administrativo
en el cual el Consejo de Estado es el juez administrativo superior, pero formando parte de la
Administración, sin poder invadir el dominio de la Administración activa, al igual que los demás
tribunales administrativos. En el estado actual del Derecho en Francia, la doble jurisdicción aparece
no ya como un medio de proteger a la Administración contra las interferencias de los tribunales
jurisdiccionales, sino como una regla de división de trabajo (Duez y Deheyre). En Francia, la regla
de la dualidad de jurisdicción adquiere rango constitucional.

La Dra. CALCAÑO DE TEMELTAS, considera que este sistema responde en la clasificación


que un sector de la doctrina hace al Sistema Administrativo, cuya característica fundamental es
que los órganos de los contenciosos administrativos están encuadrados en la organización
administrativa. Entre los países que siguen este modelo están: Bélgica, Luxemburgo, Holanda,
Grecia, Colombia, Argentina, Chile.

b. El Sistema Judicialista (rule of law): Este sistema es consecuencia de la independencia


judicial ante el Rey (desde el siglo XVII), que concibe al Juez como un órgano del Derecho frente al
cual el Poder Ejecutivo tiene poderes limitados. De acuerdo con ello, la fuerza de los actos públicos
es la fuerza de la Ley en que se apoyan, de donde deriva que su incumplimiento equivale a infringir
la ley y aquí está la razón decisiva que da entrada a los tribunales, quienes detentan un absoluto
control jurisdiccional.

En este supuesto, el titular del control jurisdiccional de la Administración es un órgano


independiente, que no forma parte de la Administración. Así, la competencia para juzgar a la
Administración se haya atribuida a los tribunales ordinarios, como es el caso del Derecho
anglosajón, esto es, los mismos tribunales que juzgan las controversias entre particulares.

En este sistema no existe una jurisdicción especial administrativa. Ejemplo típico del mismo
son los Estados de corte anglosajón: Inglaterra, USA, así como ciertos países del Norte de Europa y
algunos de Latinoamérica, como Brasil, México y Nicaragua.

Dentro del sistema judicialista merece particular mención el grupo de países que tienen una
jurisdicción especial administrativa pero que está confiada a órganos judiciales ordinarios, tal es el
caso de España, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico, etc.

c. Sistema Mixto: Este sistema responde tanto al sistema administrativo como al sistema
judicialista. En el mismo, la jurisdicción ordinaria conoce de ciertas pretensiones fundadas en el
derecho administrativo; y existen también tribunales administrativos del tipo francés, pues existe
un Consejo de Estado, que conoce de los recursos contra los actos administrativos; conoce, así por
la vía del recurso, de las demandas de nulidad fundamentadas en cualquier tipo de vicio. Es decir,
que en este sistema (mixto), el titular de la competencia para conocer de la materia contencioso
administrativa se reparte entre los tribunales ordinarios y los tribunales contencioso administrativos,
según el criterio de la naturaleza de la cuestión administrativa y su incidencia sobre los derechos
individuales. Es el caso de Italia, en donde la competencia está atribuida a la jurisdicción ordinaria
si se trata de cuestiones relativas a los derechos subjetivos, y a los tribunales administrativos si se
trata de cuestiones relativas al interés legítimo.

d. Sistema Peculiar: Este sistema tiene órganos independientes diferenciados tanto del sistema
administrativo como del judicialista. En el mismo, las pretensiones fundadas en el derecho
administrativo se ventilan ante órganos judiciales que no están encuadrados ni dentro de la
organización administrativa ni dentro de la judicial, hasta el punto de hablarse de un cuarto poder
judicial administrativo, que goza de todas las prerrogativas del Poder Judicial ordinario. Ejemplo de
este sistema es Alemania y Austria.

e. Sistema de Jurisdicción Especializada (unidad de jurisdicción o judicíalista): En este


último supuesto, la titularidad del control jurisdiccional de la Administración está atribuida al Poder
Judicial. El contencioso administrativo es, sobre todo, jurisdicción, una jurisdicción especial, distinta
de la ordinaria -la civil y la penal-. Por ello, es necesario crear dentro del Ordenamiento
jurisdiccional, no sólo tribunales independientes de la Administración pero diferentes de los
ordinarios y especializados en cuestiones contencioso-administrativas. Estos tribunales especiales,
sin embargo, no quiebran la unidad de jurisdicción, a la cual continuarán perteneciendo. Este es el
sistema que se encuentra consagrado en España y Venezuela.
El Ordenamiento que se acerca al sistema de unidad de jurisdicción hasta el punto de
haberse llegado a definir el proceso administrativo no en función de la materia litigiosa, sino en
razón de ser parte una Administración, es el venezolano (González Pérez, Sansó). En Venezuela el
ámbito de orden jurisdiccional contencioso-administrativo se extiende a todo litigio en que sea
parte una Administración o una empresa del Estado. Uno de los problemas a verificar es si es una
Administración o empresa la persona frente a la que se deduce la pretensión o incluso, la persona
que la deduce. Por eso no se excluyen del ámbito de la jurisdicción administrativa las cuestiones
civiles y mercantiles. Pero si las de tránsito, y de índole penal y laboral, aunque sea parte la
Administración. Sin embargo, lo anterior no indica que en Venezuela juegue únicamente un
concepto subjetivo de Administración, ya que si corresponde también a la jurisdicción
administrativa, el conocimiento de pretensiones frente a actos sujetos al Derecho administrativo de
otros órganos del Poder Público (Cámaras legislativas, tribunales).

7. Características del Sistema de Régimen Administrativo: Para Garrido Falla, el régimen


administrativo se caracteriza por:

 La existencia de un conjunto de normas jurídicas aplicables a la Administración, que se


constituyen como un Derecho especial, autónomo e independiente del Derecho común o
civil.
 La aparición de la categoría de derechos subjetivos con un contenido público, llamados
también derechos públicos subjetivos. A ello se añade, como expresa Moles, los
denominados intereses legítimos.
 La existencia de una jurisdicción especial, la contencioso - administrativa, distinta y
separada de los tribunales ordinarios.
 La admisión de la responsabilidad administrativa.

8. Características del Sistema Contencioso Administrativo Venezolano.

8.1. Es un Sistema Judicialista: La expresión "jurisdicción contencioso-administrativa" quiere


significar los órganos de la justicia administrativa o también los tribunales administrativos. Por
tanto, dentro de esta acepción restringida no se comprende cualquier órgano judicial con
competencia para conocer de cualquier controversia entre particulares y la Administración.

De acuerdo con el artículo 253, CRBV, el principio de unidad jurisdiccional es la base de la


organización y funcionamiento de los órganos judiciales, de forma que la Jurisdicción es única y su
ejercido corresponde en régimen de exclusividad, a la Corte Suprema de Justicia y a los demás
tribunales determinados en la LOPJ, sin perjuicio de las específicas potestades jurisdiccionales
reconocidas directa y expresamente por la Constitución a otros órganos del Poder Público. Con esta
salvedad, son únicamente el Alto Tribunal y los demás tribunales a los que se refiere la
Constitución, los que tienen adjudicada la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos,
juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado. Asimismo, el principio de unidad jurisdiccional es la base y
fundamento de la jurisdicción administrativa, de forma que la Jurisdicción es única y su ejercicio
corresponde en régimen de exclusividad a los tribunales determinados en la LOPJ.

Dicho esto, la consagración del principio de unidad de jurisdicción nos lleva a ratificar que
el ejercicio genérico de la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado corresponde al Poder
Judicial y, por imperativo constitucional, sólo y exclusivamente a los órganos jurisdiccionales
reconocidos en la LOPJ. De acuerdo con el principio de unidad jurisdiccional, no se puede constituir
en el seno de la Administración jurisdicción especial alguna, llámese como se le quiera llamar.
En tal sentido, el sistema venezolano consagra el sistema judicialista de la jurisdicción
Contencioso-Administrativa. Por su parte, el Alto Tribunal sostuvo lo siguiente: "Como fue indicado
dentro de la Exposición de Motivos de la Constitución DE 1961, ésta consagra el carácter judicialista
de la Jurisdicción Contencioso-administrativa apartándose así del sistema francés y reafirmando la
tendencia de la legislación nacional consistente en otorgar el control jurisdiccional de la legalidad de
los actos de la Administración a los órganos del Poder Judicial" (CSJ/SPA: 14-02-70, GF, N o 70-179).

8.2. Es un Sistema de Jurisdicción Especializada: Dicho sistema, entendido como el conjunto


de tribunales ejercientes de la potestad jurisdiccional respecto de la materia contencioso-
administrativa, participa de una serie de notas características, a saber:

a. Orden jurisdiccional ordinario: Se trata de un orden jurisdiccional ordinario, en el sentido de


que el conocimiento de las pretensiones en materia contencioso-administrativa no es excepcional o
por exclusión; se trata de una jurisdicción permanente y en igualdad con las existentes. Es la única
jurisdicción atribuida al Poder Judicial que tiene una regulación en la Constitución (Brewer-Carías),
por tanto, se ha consagrado la constitucionalización del contencioso-administrativo en Venezuela.

b. Orden jurisdiccional especializado: En Venezuela existen varias jurisdicciones: jurisdicción


ordinaria (arts. 26 y 49, CRBV): civil, que comprende las jurisdicciones mercantiles y del trabajo;
una jurisdicción ordinaria penal, que comprende la jurisdicción militar; una jurisdicción
administrativa (art. 259, CRBV.), y una jurisdicción constitucional CRBV arts. 27 y 266, ord. 1 y
336). Se puede señalar que el conjunto de órganos jurisdiccionales que se distingue
específicamente o cualitativamente de otros constituyen un orden jurisdiccional. En tal sentido, se
afirma que la jurisdicción administrativa es especializada para denotar que su misión especial es la
de aplicar el Derecho administrativo a los casos concretos sometidos a su conocimiento (principio
de especialización de la jurisdicción administrativa) (Sansó). Una de las características básicas que
determinan la existencia de una jurisdicción especial es que esté dotada de normas procesales que
le sean propias y específicas, la cual es más compatible con el sistema, la índole y los principios del
contencioso-administrativo.

El fundamento y razón de ser de estos órganos jurisdiccionales no es otro que la necesidad


de especialización del personal que integran los órganos de la misma. Decir que la jurisdicción
administrativa es especializada se entiende que se estima una especialidad de la persona que ha de
conocer en las pretensiones de los administrados. Para cada gran categoría de problemas sociales
es necesario que se cuente con jueces especializados. Ahora, como los asuntos administrativos
constituyen una de esas categorías es necesaria, entonces, una especialización de la jurisdicción
administrativa. Ello en el sentido de que si bien es una organización judicial permanente y con
características idénticas a los restantes órganos que ejercen tal función, sin embargo, en virtud del
principio de la especialización de los tribunales, se caracterizan por la singular aplicación que
realizan del Derecho administrativo a las pretensiones que son sometidas a su conocimiento. La
jurisdicción administrativa, no significa una jurisdicción contrapuesta a otra jurisdicción, sino que es
una simple cuestión de reparto de competencias entre diversos tribunales (Lares, Pérez Luciani). En
el mismo sentido se pronuncio la jurisprudencia de la Sala Político Administrativa del TSJ.

c. Orden jurisdiccional pluriorgánico: A pesar de que la Jurisdicción es única, son múltiples los
órganos que la ostentan, y también son los que la ejercitan en relación con la materia contencioso-
administrativa (principio de pluralidad orgánica) (Brewer-Carías). En tal sentido, el texto normativo
que rige la organización y funcionamiento del Supremo Tribunal contemplaba y regulaba
transitoriamente, en ausencia de una ley específica sobre la materia, las acciones y procedimientos
referentes al contencioso-administrativo general consagrado en el artículo 259, CRBV; pero a partir
del año 2010, lo hace la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa.
También, algunas leyes prevén y desarrollan recursos y procedimientos tendentes a
conocer áreas o materias específicas, que a juicio del Legislador, ameritaban un tratamiento
diferente, lo cual conforma el contencioso-administrativo especial y las leyes que los regulan,
privan, en materia de su especialidad, sobre la LOTSJ y la LOJCA.

Las jurisdicciones del orden administrativo se clasifican en varias categorías. Desde el punto
de vista de la determinación de su competencia, ellas se distinguen en jurisdicciones de derecho
común y jurisdicciones de atribución. Desde el punto de vista de funciones, ciertas de ellas deciden
sobre el fondo de los litigios, sea en primera instancia, sea en apelación, o incluso en primera y
única instancia; pero no hay en Venezuela jurisdicción de casación, que serían las encargadas de
controlar sobre el terreno del derecho los decisiones adoptadas en última instancia.

Finalmente, la jurisdicción administrativa en Venezuela se distribuye en dos categorías de


órganos jurisdiccionales: los de competencia general (competentes sobre litigios los más diversos) y
los de competencia especial (no pueden conocer sino de un tipo de asuntos bien determinados).

9. Constitucionalización del Contencioso Administrativo: La garantía jurisdiccional del


principio de la legalidad frente a los actos y las actuaciones administrativas, corresponde en
Venezuela a la jurisdicción contencioso-administrativa, es decir, en el conjunto de órganos
judiciales encargados de controlar el cumplimiento del principio de la legalidad y de la legitimidad
por la Administración, por sus actos y actividad administrativa, y por las relaciones jurídico
administrativas, en las cuales aquélla interviene.

La norma fundamental que consagra esta jurisdicción está contenida en el artículo 259 de
la Constitución de 1999, cuyo texto es el siguiente:
“La jurisdicción contencioso-administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y a los
demás Tribunales que determina la ley. Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa
son competentes para anular los actos administrativos generales o individuales contrarios a
derecho, incluso por desviación de poder; condenar al pago de sumas de dinero y a la reparación
de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la Administración; conocer de reclamos por
la prestación de servicios públicos; y disponer lo necesario para el restablecimiento de las
situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa”.

Ahora bien, la importancia del texto del artículo 206 de la Constitución, y su efecto
inmediato, que es la Constitucionalización de la jurisdicción contencioso-administrativa, radica en
cuatro aspectos:

En primer lugar, en la universalidad del control que la Constitución regula respecto de los
actos administrativos, en el sentido de que todos, absolutamente todos los actos administrativos
pueden ser sometidos a control judicial por los órganos de la jurisdicción contencioso
administrativa, por contrariedad al derecho, es decir sea cual sea el motivo de la misma:
inconstitucionalidad o ilegalidad en sentido estricto.

En segundo lugar y como consecuencia de la tendencia hacia la universalidad del control,


está el elenco de recursos y acciones puestos a disposición de los particulares para acceder a la
justicia administrativa que, por supuesto, además del recurso de nulidad contra los actos
administrativos de efectos generales o de efectos particulares, o contra los actos generales o
individuales, con o sin pretensión de amparo constitucional, comprende el recurso por abstención o
negativa de los funcionarios públicos a actuar conforme a las obligaciones legales que tienen, el
recurso de interpretación, el conjunto de demandas contra los entes públicos, y las acciones para
resolver los conflictos entre autoridades del Estado.
Pero en tercer lugar, la importancia de la Constitucionalización de la jurisdicción
contencioso administrativa, es decir, del control de constitucionalidad y legalidad de todos los actos
administrativos, está en que no sólo la norma constitucional persigue una asignación de
competencias a unos órganos judiciales, sino en que consagra un derecho fundamental del
ciudadano a la tutela judicial efectiva frente a la Administración.

En esta forma, la jurisdicción contencioso-administrativa se configura, constitucionalmente,


como un instrumento procesal de protección de los administrados frente a la Administración, y no
como un mecanismo de protección de la Administración frente a los particulares. De allí la
ratificación del principio de la universalidad del control, en el sentido de que tratándose de un
derecho constitucional al mismo, no podría el Legislador excluir de control a determinados actos
administrativos. Por otra parte, tratándose de un derecho fundamental al control, en la relación
privilegios estatales-libertad ciudadana, esta última debe prevalecer.

Además, en cuarto lugar, la forma como están concebidas constitucionalmente la


universalidad de control y el derecho ciudadano a la tutela judicial frente a la Administración,
implica la asignación al juez contencioso administrativo de amplísimos poderes de tutela, no sólo de
la legalidad objetiva que debe siempre ser respetada por la Administración, sino de las diversas
situaciones jurídicas subjetivas que pueden tener los particulares en relación a la Administración.
De allí que el contencioso-administrativo, conforme al artículo 259 de la Constitución, no sea
solamente un proceso al acto administrativo sino que está concebido como un sistema de justicia
para la tutela de los derechos subjetivos y de los intereses legítimos de los administrados,
incluyendo por supuesto, los derechos y libertades constitucionales.

Por tanto, no se concibe el contencioso administrativo sólo como un proceso de protección


a la legalidad objetiva, sino de tutela de los derechos e intereses de los recurrentes frente a la
Administración. Por ello, el juez contencioso-administrativo, de acuerdo a los propios términos del
artículo 259 de la Constitución, tiene competencia no sólo para anular los actos administrativos
contrarios a derecho, sino para condenar a la Administración al pago de sumas de dinero y a la
reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la misma, y además, para
disponer lo necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por
la autoridad administrativa, incluyendo en la expresión “situaciones jurídicas subjetivas” no sólo el
clásico derecho subjetivo, sino los derechos constitucionales y los propios intereses legítimos,
personales y directos de los ciudadanos.

9.1. Carácter Subjetivo de la Constitucionalización del Contencioso Administrativo: Ya


no tiene sentido constitucional pretender limitar la competencia de los tribunales contencioso
administrativos a las solas cuestiones de ilegalidad objetiva, ya que el constitucionalismo moderno
plantea un derecho fundamental del ciudadano a la tutela judicial efectiva frente a la
Administración, por lo que el sistema contencioso administrativo se configura constitucionalmente,
como un instrumento procesal de protección de los administrados frente a la Administración y no
como un mecanismo de protección de la Administración frente a los particulares.

El cambio de concepción deviene de la entrada en vigencia de la figura de la tutela judicial


efectiva, la cual deviene del Estado de Derecho. La tutela judicial efectiva viene a ser un derecho
fundamental mediante el cual se le garantiza a todo ciudadano el respeto y la protección de sus
derechos a través de los órganos de justicia. La tutela judicial efectiva se configura como un
derecho subjetivo de carácter prestacional frente al Estado, que además por su indudable
relevancia ha adquirido jerarquía de derecho fundamental, al ser tratado en gran parte de las
constituciones contemporáneas y en tratados internacionales de derechos humanos, especialmente
a partir de la segunda guerra mundial.
La tutela judicial efectiva ha resultado de importancia capital para el sistema de justicia
administrativa en cuanto a la subjetivización del mismo en pro del justiciable. En efecto, afirma el
maestro García de Enterría que el contencioso administrativo está incluido en los parámetros de la
tutela judicial efectiva, por lo que esta se convierte en una justicia de tutela de derechos e
intereses legítimos y por tanto una tutela de posiciones subjetivas, por lo que, “la concepción
tradicional del contencioso-administrativo, el modelo francés de excès de pouvoir, la idea de un
proceso al acto, ha concluido en España”. Pues bien, puede decirse con el maestro, que en
Venezuela tal concepto también ha finalizado.

Lo que mueve al recurrente no es un neutro interés por la legalidad. Sería absurdo pensar
que los recurrentes inician un proceso judicial, que cancelen los honorarios de abogados, que se
defiendan en proceso y gasten energías por el solo hecho de la legalidad objetiva de un acto, sin
que el juez pueda responderles por algún derecho lesionado.

10. Estructuración del Contencioso Administrativo Venezolano: El número de contenciosos


posibles es limitado y el impugnante debe introducir su acción en uno de esos modos procesales
preexistentes, sujetándose a reglas estrictas. La clasificación basada en la naturaleza de la cuestión
sometida a la jurisdicción administrativa permite distinguir:

10.1. En primer lugar, el contencioso de la legalidad, en el cual se demanda proceder a la


apreciación de un acto jurídico frente a una regla de derecho o un estatuto legal. La cuestión
planteada es la relativa a determinar la conformidad del acto con la regla de derecho. Al interior de
ese contencioso se distinguen: (1) el contencioso de la declaración, donde se solicita una simple
declaración sobre la legalidad de un acto administrativo, sobre su significación y alcance, pero no
su extinción; (2) el contencioso de nulidad donde se solicita pronunciar la nulidad del acto
administrativo, si no hay la conformidad con la legalidad; y (3) el contencioso mixto, donde en
ciertas situaciones contenciosas se solicita no sólo la declaración o anulación, sino decidir u ordenar
diversas represiones o restablecimientos que comportan la ilegalidad.

10.2. En segundo lugar, el contencioso de derechos, donde se solicita del juez un


pronunciamiento sobre la existencia, contenido o los efectos de derecho subjetivos, o decidir si se
han menoscabado dichos derechos que son normalmente derechos contractuales o el derecho a
reparación en caso de responsabilidad extra contractual. Este contencioso engloba todas las vías de
derecho que la doctrina conoce como las demandas.

Ahora bien, en ambos contenciosos se puede ir más lejos y señalar diferencias al interior de cada
uno de ellos, así:

1) Contencioso de Legalidad: En el contencioso de la legalidad, la clasificación de los recursos


está esencialmente fundada en la naturaleza de la cuestión presentada al juez. Normalmente en
dicho contencioso, el juez al constatar la ilegalidad del acto o actuación, procede ya a una
declaración de nulidad, ya a una declaración de ilegalidad.

El primero puede ser denominado el "contencioso de nulidad": es el contencioso concretado por


las acciones y los recursos ejercidos en principio, contra un acto administrativo, de efectos
generales o de efectos particulares, en orden a su nulidad (acción de nulidad y recurso contencioso
administrativo). El contencioso de nulidad de los actos administrativos se configura cuando la
pretensión única del recurso es la anulación.

Pero también comprende los recursos contra la ausencia de decisión (abstención o negativa)
(recurso por abstención), pues a través de este recurso es posible controlar la legalidad. El
“recurso por abstención”, negativa o carencia es una vía procesal genérica (autoridades
nacionales, estadales, municipales), cuyo objeto no es la nulidad de un acto administrativo (expreso
o tácito), sino el de solicitar la protección jurídica ante la omisión del actuar de la Administración.

El problema de la obligación de obrar de la Administración se ubica previamente en el ámbito del


Derecho administrativo, puesto que consiste en examinar en qué casos la Administración está
obligada a obrar. Sin embargo, la carencia en el ejercicio del Poder Administrativo es a todas luces
constitutiva de una ilegalidad. En tales casos, en Venezuela, los particulares disponen de una vía de
derecho para obligar a la Administración a actuar.

2) Contencioso de Derechos (demandas): La otra vía puede ser denominada el "contencioso


de derechos" o en el lenguaje del legislador de las "demandas": es el contencioso al cual
corresponden las demás acciones de cualquier naturaleza ejercidas ante la jurisdicción
administrativa, además de la República, contra cualquier persona jurídico pública o de derecho
privado (empresa del Estado), por determinación de la ley. El contencioso de derechos es aquel
donde el juez conoce de la existencia, contenido y efectos de los derechos subjetivos que los
interesados hacen valer frente a la Administración. Por tanto, comprende los litigios referentes a los
derechos contractuales, cuasi contractuales, así como los derechos extra contractuales que pueden
hacerse valer frente a la Administración.

El contencioso de derechos procede cuando invocándose lesión a un derecho subjetivo, se persigue


el restablecimiento del derecho que se dice agraviado y la reparación del daño ocasionado. Se basa
en una pretensión que persigue el reconocimiento de una situación jurídica individualizada en forma
exclusiva, de un auténtico derecho subjetivo. El contencioso de derechos -de aquí su nombre-
termina con la comprobación de la existencia, contenido y efecto de los derechos alegados (Moles).
El contencioso de derechos es el relativo a las cuestiones contenciosas a que pueda dar lugar: la
actividad contractual o negocial; los hechos administrativos, generadores de la responsabilidad de
la Administración, esto es, la actividad no contractual de la misma Administración; las acciones no
contractuales (de responsabilidad administrativa, reivindicación, de mera declaración, etc.).

a.- Contencioso de la responsabilidad administrativa: El ejercicio de la función administrativa


produce, frecuentemente, conflictos con los intereses de los particulares, originando perjuicios que
motivan reclamaciones por los afectados para que se les indemnice debidamente. En consecuencia,
cualquiera de las formas jurídicas de la actividad administrativa puede dar origen a responsabilidad
patrimonial.

b.- Contencioso de los contratos de la Administración: El demandante pretende tener


derecho en virtud de un contrato administrativo que él ha celebrado con la Administración, ya sea
al reconocimiento de una situación individual, de la responsabilidad contractual de la
Administración, a la indemnización por daños, y cualquier otro litigio cuyo objeto sea pecuniario.

10.3. En tercer lugar, el Contencioso Mixto: Señalar que en el contencioso de nulidad se plantea
exclusivamente una cuestión de legalidad no significa que, de la solución dada por el juez a tal
cuestión, no pueden establecerse derechos subjetivos. En tales casos estaremos en presencia del
contencioso mixto. El contencioso mixto comprende las acciones o recursos que hayan de contener
pronunciamientos referentes a la nulidad del acto, como a la declaración de derechos (función
pública, inquilinato, etc.).

a.- El contencioso electoral: En este grupo hay que colocar el contencioso electoral, ya que el
juez puede, no sólo anular la elección sino, además, reemplazar al elegido y proclamar los
resultados correctos de la elección.
b.- El contencioso tributario: El juez puede hacer una nueva liquidación del impuesto y también
ordenar a la Administración la devolución de las sumas pagadas en exceso por el interesado. La
jurisprudencia explica su naturaleza haciendo referencia al recurso de plena jurisdicción o
contencioso de derechos.

c.- El contencioso funcionarial: Finalmente, este contencioso administrativo especial está


constituido por las reclamaciones que formulen los funcionarios o aspirantes o ingresar en la
carrera administrativa, cuando consideren lesionados sus derechos por disposiciones o resoluciones
de los organismos a cuyos funcionarios se aplique la LEFP.

11. Acciones o Recursos Contenciosos Administrativos: En el proceso contencioso


administrativo venezolano, son diversos los tipos de recursos y acciones que se pueden interponer
ante los órganos que la ejercen, entre los cuales podemos señalar los siguientes:

11.1. Recurso contencioso-administrativo objetivo: referido a las demandas de nulidad


contra los actos administrativos, es decir, en el que el recurrente persigue sólo la declaratoria de
nulidad del acto administrativo que resulte contrario a derecho. El procedimiento está regulado en
la LOJCA, arts. 76 al 86.

a. Contencioso o acción de anulación de los actos administrativos de efectos particulares: La característica


fundamental del proceso contencioso-administrativo de los actos administrativos, es que el objeto
de las acciones y recursos que lo inician, siempre lo es un acto administrativo, y en ellos siempre
existe una pretensión de anulación. El derecho de acción sólo viene atribuido por el legislador,
como regla general, a quien actúa en función de un interés o derecho subjetivo que afirme como
propio.

b. La acción popular y el contencioso de anulación de los actos administrativos de


efectos generales: En relación al contencioso de anulación contra las leyes, reglamentos,
ordenanzas municipales y actos administrativos de efectos generales emanados de alguno de los
órganos que ejercen el Poder Público, Nacional, Estadal o Municipal; toda persona natural o
jurídica, que sea afectada en sus derechos o intereses, puede demandar la nulidad del mismo ante
el Tribunal Supremo de Justicia, por razones de inconstitucionalidad o de ilegalidad.

Además, de los particulares, se atribuye legitimación para hacerlo, al Fiscal General de la


República y demás funcionarios a quienes las leyes otorgue tal facultad, como por ejemplo al
Defensor del Pueblo, al Procurador General de la República quienes igualmente podrán solicitar la
nulidad del acto considerado contrario a derecho, cuando éste afecte un interés general, además, a
las organizaciones políticas, gremiales y sindicales y a las organizaciones no gubernamentales
(ONG’s) legalmente establecidas.

c.- El Contencioso de anulación de los contratos administrativos: Toda persona natural o


jurídica, o el Fiscal General de la República o el Defensor del Pueblo podrá proponer ante el tribunal
competente de la jurisdicción contencioso administrativa, demanda de nulidad, por ilegalidad o
inconstitucionalidad de contratos, convenios o acuerdos celebrados por los organismos públicos,
cuando afecten los intereses particulares o generales, legítimos, directos, colectivos o difusos de los
ciudadanos y ciudadanas.

11.2. Recurso contencioso-administrativo subjetivo o acción de plena jurisdicción: el


cual persigue adicional a la pretensión de nulidad del acto administrativo, la condena de la
Administración, es decir, se formulan otros pedimentos adicionales como puede ser la
indemnización de una suma de dinero por concepto de daños y perjuicios ocasionados por la
actividad administrativa o el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por
la actividad administrativa. El procedimiento está establecido en las leyes especiales según el caso
o materia del asunto.

11.3. Contencioso de las demandas contra los entes públicos o demanda patrimonial:
Este proceso contencioso-administrativo de las demandas contra los entes públicos, es el propio de
las acciones que se intenten contra éstos, basadas en pretensiones de condena que tienen su
origen básicamente, en la responsabilidad de la Administración, de orden contractual o
extracontractual, que buscan la condena al pago de sumas de dinero o de daños y perjuicios e
incluso, el restablecimiento de la situación jurídica subjetiva lesionada, y cuyo origen no está en los
actos administrativos. Tratándose de un contencioso de las demandas, la legitimación activa
corresponde en estos casos, al titular de un derecho subjetivo, quien puede accionar contra el ente
público para lograr la satisfacción de su pretensión. El procedimiento está regulado en la LOJCA,
arts. 56 al 64.

11.4. Contencioso contra las conductas omisivas de la Administración: El recurso contra


las conductas omisivas de la Administración, tiene su fundamento, por una parte, en el
incumplimiento por parte de la Administración de una obligación legal concreta de decidir o de
cumplir determinados actos, y por la otra, en el derecho subjetivo de un sujeto de derecho a que la
Administración cumpla los actos a que está obligada. El procedimiento está regulado en la LOJCA,
arts. 65 al 75.

11.5. Contencioso o acción de la interpretación: el numeral 6º del artículo 266 de la


Constitución de la República, dispone que son atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia:
“Conocer de los recursos de interpretación sobre el contenido y alcance de los textos legales, en los
términos contemplados en la ley”, igualmente señala que dicha atribución será ejercida por las
diversas Salas conforme a lo previsto en la Constitución y la ley.

Así, puede inferirse del citado precepto constitucional, que al no indicarse específicamente
a cuál de las Salas corresponde conocer sobre el recurso de interpretación de textos legales, la
intención del constituyente fue ampliar el criterio atributivo adoptado por el legislador, para que
según la materia atribuida a cada una, estas podrán conocer del recurso de interpretación y
resolver las consultas que se le formulen acerca del alcance e inteligencia de los textos legales, en
los casos previstos en la ley, siempre que dicho conocimiento no signifique una sustitución del
mecanismo, medio o recurso previsto en la ley para dirimir la situación si la hubiere. El
procedimiento está establecido en la LOJCA, arts. 76 al 86.

11.6. Contencioso-administrativo de los servicios públicos o acción de reclamo por la


prestación de servicios públicos: En relación con el recurso de reclamo por la prestación de
servicios públicos, la legitimación activa corresponde a cualquier ciudadano que demuestre, aun un
simple interés (Art. 26 Constitucional); y además, a la Defensoría del Pueblo conforme con el
artículo 281,2º de la Constitución de la República. El procedimiento está regulado en la LOJCA, arts.
65 al 75.

11.7. Contencioso-administrativo de los conflicto entre autoridades o acción por


contrariedades administrativas: También es función de la jurisdicción contencioso
administrativa, dirimir las controversias administrativas que se susciten cuando una de las partes
sea la República o algún Estado o Municipio, cuando la contraparte sea alguna de esas mismas
entidades, por el ejercicio de una competencia directa e inmediata, en ejecución de la ley. El
procedimiento está establecido en la LOJCA, arts. 76 al 86.

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